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RAFAEL URIBE URIBE

,
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De eómo
tL LlfitRAlISMO POLlTlCO COlOMBIANO

no e5 peeado
Edición dispuesta por el Cluerpo de aonsejeros de la Dirección nacional
del Parlido liberal parj! su dislrlbuclón gralls

BOGOTR--IffCIY!. <
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"1 '

GASA J>UITORIAL DE ., EL LIDERAL"


De cómo elli~eralismo ~olilico colom~iano
NO ES PECADO
El tema
La sola enun ciaci ón del tema que habr á de ser ma-
teria de este traba jo podr ía hace r sonr eír en otro país
que no fues e Colo mbia , pero aquí sabe mos que no se
trata de una diser tació n teóri ca sino de la cosa más seria
del mun do, direc tame nte cone xion ada con la vida real,
inqu ieta, dolo rosa y mise rable que se hace lleva r a una
gran parte de la pobl ació n de nues tro país.
Juzg o nece sario y urge nte deci r en esta mate ria lo
que creo la verd ad, aun a costa de no agra dar a todo s,
ante el inmi nent e pelig ro que a toda hora corre n en Co-
lomb ia, por esta caus a, los inter eses de la liber tad. Mi
punt o de vista , mi preo cupa ción cons tante , que no me
ermt te una hora de desc anso tre ua, es la suer te de
lQfITl)era es e as a eas y e los camp os. Los de as
ciUdaaes, o no son obje to de opre si6n polít ico-r eligi osa,
porq ue los fauto res de ella no se atrev en a ejerc erla, a lo
men os brut alme nte, en estos cent ros que, por más pobl a-
dos, tiene n más luce s y med ios de defe nsa; o si tál osan ,
encu entra n orga niza da la resis tenc ia; pero sobr e los al-
dean os y camp esino s igno rante s e inoc ente s pesa aquí una
iraní a que sólo tuvo igua l en la Edad med ia euro pea.
r en auxi lio de esos nues tros desv entu rado s comp atrio -
, para que teng an un resp iro y para lleva r a sus alma&
terro rizad as un sopl o refre scan te y vivificador, es mi
rincipal prop ósito .
-4-
Al liberalismo se le acusó de que, so pretexto de
libertad, perturbó la tranquilidad de las conciencias; •
pero yo digo que nada fue ello comparado con la agita-
ción y tortura que se las ha hecho padecer en estos vein-
ticinco años, con fines de reacción y restricción, extre-
mados hasta 10 indecible en estos últimos tiempos.

H/cance político, religioso!, filantrópico


de este escrito
Patentizar el hecho de que pertenecer al liberalismo
político de Colombia nada tiene que ver con la condenación
canónica que para ello se aduce, es llevarla calma a la con-
ciencia de la gran mayoría de los liberales colombianos.
Si logro que esa demostración penetre en sus ánimos, se
les aligerará de un peso enorme y de un recelo, más bien
sentido que expresado, que de continuo los incomoda y
los persigue. Gran satisfacción será para ellos saber que
pueden conciliar su nombre político con el religioso, por-
t (que entre los dos, lejos de haber la menor incompatibili-
l (dad, hay pe¡:fecta congruencia.
Romper en las manos de los ensañados enemigos del
liberalismo el arma mortífera que hace largos años
esgrimen c0!1tra él, es obra libertad@ra de tormentos
morales de miles y miles de nuestros amigos; es obra
caritativa porque lleva alivio y fuerza a muchos espíritus
abatidos; es obra pacificadora de innúmeros hogares
donde este conflicto entre la religión..y la política ha sido
planteado; es obra útil, porque impide las pérdidas que
a diario padecemos por las protestas públicas que se
arrancan. a los nuéstros, a la hora de la confesión, del ma-
trimonio, del bautismo o de la muerte; y es obra de lar-
go alcance político, porque llama a la vida activa en
nuestras filas a numerosos elementos hoy neutralizados,
por tal de tener paz con sus Párrocos o con sus deudos.
y es obra sana esforzarse para que cese la injusticia de
negar el titulo de católicos a quienes lo estiman y vene-
ran porque admiten, profesan y practican íntegras y en
todas sus consecuencias las prescripciones de la Iglesia;
es obra docente enseñarles a explicar satisfactoriamente
el nombre liberal, sin contradicción alguna con el de
católico, de modo de poder enorgullecerse de ambos
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sin que se les pueda tachar de incoherencia; y es obra
tranquilizadora probar que no hay necesidad de ser anti-
católico para ser liberal, como muchos-arrastrados por
la lógica de la lucha-lo hacen, llevando innecesarios alar-
mas y disidencias al seno de las familias. A su turno,
los que tan indiscretamente sientan la proposición con-
traria (el que es liberal no puede ser católico), echan mi-
les de ciudadanos al ateísmo o a la indiferencia, como
resultado de esa pretendida incompatibilidad, según este
razonamiento: • Ustedes dicen que sólo siendo conser-
vador se puede ser católico; a mí me es imposible ser
conservador; luego para poder afiliarme al Partido libe-
ral, abandono el catolicismo. » Así hacen esos intransi-
gentes más enemigos de la Iglesia que todos los libre-
pensadores juntos, y así se explica que, según el último
censo, haya más ateos e individuos que no profesan nin-
guna religión en los cinco millones de colombianos que Q
en los cien millones de habitantes de los Estados Unidos,
sin contar los millares que íntimamente lo son pero que
no se resuelven a declararlo.
De manera que la demostración que pretendo dar,
lejos de perjudicar a la Iglesia, podría serIe favorable.
Hay muchos liberales que continúan siendo católicos,
pero que se alejan del servicio de su religión, imbuídos
y corno saturados de la incompatibilidad que se les ha
predicado, y conforme a la cual no han podido menos '
de admitir que los conservadores, por sólo ser conser-
vadores, son más católicos que elfos. por más que en su
conciencia se tengan por mejores que los otros, y que
los unos se salvan no tanto por católicos como por
conservadores, mientras los otros se pierden por libera-
les. aunque hayan sido y se sientan intachables católi-
cos y hombres de bién.
Desde luego, este trabajo no se dirige a los libera-
les ilustrados, que no lo necesitan, sino a los sencillos,
aunque a muchos de ellos su instinto les ha enseñado que
no hay incompatibilidad entre su filiación política y su
religión. Ese instinto ha sido en ellos más fuerte que me-
dio siglo de predicaciones, revestidas de todo el aparato
religioso; y acción mil veces distinguida de valor morall
han resistido a los multiplicados embates de la imposi-
ción, en sus formas más imperativas, convincentes'o coer-
citivas. Admirable firmeza! Este trabajo va a darles ba-
ses para razonar su convicción y armas para defender el
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santuario de su conciencia política, a veces no menos
sagrado que el de la religiosa y que debiera ser tan res-
petado e impenetrable como el de ésta. Pero sobre todo,
este escrito se propone persuadir a nuestros adversarios,
seglares y eclesiásticos, de que si de buena fe esgrimen
contra los liberales esa arma, deben cesar de hacerlo; y
si proceden de malicia, queden advertidos de que no
nos harán más daño, porque sabemos el alcance que
tiene, y así, sobre un valor ya entendido, el presunto
engañador sabrá que encuentra con la sonrisa burlona
del presunto engañado, fuerte con su convicción y su
derecho.
Sigo la doctrina expuesta en el libro La fórmula de
la unión de los católicos, del R. P. Fray Comado Muíños
Sáenz, religioso agustino, maestro en Teología y Direc-
tor de la Revista La ciudad de Dios, libro aprobado por el
Cardenal Sancha, Arzobispo de Toledo y Primado de las
Españas, quien gozó la confianza de León XIII, hasta
el punto de que 10 constituyera en intérprete y ejecutor
de su pensamiento para la organización de las fuerzas
católicas españolas, y de quien se dijo que era una de
~ las pocas cabezas españolas que podían mirar al cielo sin
\ perder de vista la tierra. En la censura del librQ del P .
Muíños, de que este trabaio es mero resum~n y, en algu-
nas partes, transcripcióniteral, se le recomienda porque
e trata la cuestión con un criterio inspirado totalmente
en las. enseñanzas pontificias, en el amor y respeto más
acendrados a la Santa Sede yen el espíritu de oberuen-
da y sumisión a la Iglesia. »
Apoyado en la autoridad del P. Muíños y en las que
en el curso de este escrito iré citando, estoy casi seguro
de que la doctrina que sustento es ortodoxa; sin em-
bargo, no estoy en el caso de someter mis o13iniones
a la aprobación de la autoridad eclesiástica, porque
no las expongo como creyente ni como incrédulo, sino
como ciudadano que trata una materia de interés pú-
blico; pero como tampoco tengo empeño en contra-
riar las doctrinas recibidas por la Iglesia, si por una in-
competencia que soy el primero en confesar, iacurriere
en error, estoy listo, en cuanto se me llame la atención
convincentemente sobre él, a reconocerlo, en mi simple
calidad de homhre recto, deseoso siempre de rendirle tri-
buto a la verdad. Me ocupo en estas cosas desde un
punto de vista laico, COI"(IO imparcial observador de fe-
-7-
oomenos y como patriota que trata de realizar bienes y
de evitar males a su país. No he omitido antes hablar de
esta materia por pusilanimidad ni porque no supiera 10
que había de decir, sino simplemente por el derecho
que cada cual tiene de hablar en la oportunidad que le
parece propicia, y no en la que les plazca a los demás,
cuando-por interrogaciones tan extemporáneas como
imperiosas-quieren que se vacie ante ellos el morral
de la conciencia.

Ol'igen !' deformaciones de /0 contl'ooersia


Empleada por la Iglesia la palabra liberalismo para
designar un conj unto de errores políticos y religiosos, con-
denados principalmente por Pío IX en el Syllabus, en-
vuelve una calificación doctrinal y teológica cuya recta
inteligencia y aplicación no debería ofrecer más dificul-
tades' ni suscitar más pasiones que otros errores igual-
mente coqdenados, como el racionalismo y el materialis-
mo, el jansenismo y el protestantismo, de que sólo se ocu-
pan los hombres competentes para discutirlos, o que
si descienden al terreno de la práctica, no se prestan a
equívocos, por el mayor deslinde de los campos; pero
relacionada la palabra liberalismo con las discordias ci-
viles de España y de la América latina; invocada por
unos con orgullo y aborrecida por otros como padrón
de ignominia; llevada y traída por los púlpitos, por
los confesonarios, por las tribunas y por los periódicos,
a merced de todas las ignorancias y de todas las pasio-
nes ; lugar común y vulgar indefectible de predicadores
más fogosos que discretos, para despacharse a su gusto,
cuando carecen de capacidades o de estudios para tratar
temas de mayor entidad; han llegado a rodearla de tal
confusión y a defenderla o rechazarla con tal encarniza-
miento, que ya es difícil hacer escuchar sobre ella la voz
serena de la razón, sobre todo respecto de los interesa-
dos en mantener un embolismo que para ellos es río re-
vuelto en que ganan como pescadores.

la repugnancia a distinguir
Actualmente, si a ésos se les pregunta si la Iglesia
condena en absoluto y sin distinción toda clase de libe-
ralismo, es decir, todas las escuelas, todas las institucio-
nes, todos los partidos. todas las tendencias, todos los
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métodos y todos los hombres denominados liberales,
responderán sin vacilar afirmativamente, aunque sólo se
trate de cosas atañederas a la democracia, no incluídas
evidentemente en la condenación canónica, y sin que
para esto los detenga la consecuencia de hacer cargar a
la Iglesia con la odiosidad de presentarla como contra-
ria a esa democracia.
Distinguo pudo ser fórmula de vana sutileza en la
antigua argumentación escolástica, pero también fue y
es todavía exponente de la delicadeza de espíritu que no
comprende en una misma afirmación o negación cosas o
hechos distintos, sino que discierne entre ellos, con aná·
lisis fino y atención profunda, para establecer separa-
ciones, considerar diferencias, hacer salvedades y restric-
ciones y especificar y limitar los juicios. Distinguir vie-
ne a ser así uno de los medios de aclarar.
Buena cosa es ver a estos teólogos, que para todo 10
demás no sueltan el casuístico distinguo y el dialéctico con-
cedo, cuando se trata de liberalismo plantarse en el nego
a tocateja, rechazar toda concesión como complacencia
con el error y pretender simplificar la materia como
para ponerla al alcance de los niños .... y de los tontos.
Sabemos, pues, que hay aquí una escuela y un parti-
do interesados en explotar el equívoc0 y que, en vez de
sacar al pueblo del error en que, por ese motivo, puede
incurrir, 10 confirman en él, prevalidos de su natural ru·
deza para penetrar cuestiones que exceden su compren-
sión. Es decir, que tienen luces y no las emplean para
disipar tinieblas sino para espesarlas; se proclaman
hombres de caridad y de doctrina y las emplean para
arraigar y fomentar-sin asomos de prudencia, antes con
refinada malicia-prevenciones que saben han de tradu-
cirse en sentimientos de rencor y en obras de odio.

Rpasionamiento de /0 cuestión
Calamidad inmensa que un punto que debió tratarse
en la región tranquila de las ideas haya descendido a la
de las pasiones I Desgracia grande que una materia que
debió quedar relegada al estudio de los filósofos y de los
teólogos, cayera.. en manos de los Fray Gerundios de Cam-
pazas o de los periodistas exaltados, que \labían de tra-
tarla con ligereza, y cuyas llamaradas pasionales habían
de cald ear 1uégo el deba te hast a hace r perd er el tino a
las mism as pers onas discr etas I Y abus o incalificable ha-
cer figu rar el nom bre liber al en los catec ismo s desti na-
dos a la ense fianz a prim aria y popu lar, dond e no debi era
tene r cabi da sino la expo sició n senc illa y sum aria de la
part e esen cial del dogm a catól ico, porq ue allí no es pru-
dent e expo ner idea s que los niño s o el pueb lo no han
de ente nder , o las ente nder án de man era inex acta, <;on-
form e al uso com ún de las pala bras ! Lo que corre spon -
de en caso s tales es no dar esas noci ones cont rove rtibl es,
o darla s con las corre spon dien tes expl icaci ones , para no
semb rar adre de semi llas de disco rdia. Quie nes lo cont ra-
rio haga n, o proc eden por igno ranc ia, y ento nces no de-
ben asum ir el mag ister io, o proc eden a sabie ndas , y
ento nces incu rren en la may or de las culp as: el enve ne-
nam iento prem edita do y alev os0 de las almas.
El pueb lo, que no es filósofo, que sólo adm ite las
ideas que pued e tradu cir en imág enes o en reali dade s
tang ibles , y para quie n es inde scifr able mon serg a esto de
las relac ione s de la Igles ia y del Esta do; el pueb lo colom-
bian o, que ha toma do part e en varia s doce nas de guer ras
civil es entre liber ales y cons erva dore s ¿ qué cons ecue n-
cias ha de saca r, cuan do se le pred ica cont ra el liberalis-
mo, así en seco, segú n es costu mbre , sino que se trata de
la cosa desi gnad a por la pala bra, en su senti do corri ente ?
Lee en past orale s y perió dico s, o escu cha en pláti cas
y discu rsos que «el liberalismo está condenado por la Igle-
sia,' y, por supu esto, no entie nde por libe/'al sino 10 con-
trari o de conservador __ y por un silog ismo que no sólo
arma sino cuya cons ecue ncia saca insti ntiva men te, dedu -
ce que «qui en no es conservador es hereje. » ¿ Y cómo de-
jará de ente nder lo así el pueb lo simp le, si hast a muc hos
que la dan de ilust rado s 10 cree n de ese mod o y le con-
firm an al pueb lo su creen cia, dicié ndol e que «con su
buen senti do ha acer tado en conc reto, si no en abstr acto ? >


El opú6culo del P. Sardá
Esto de que «el liber alism o es peca do, > lo puso en
mod a el sace rdote espa fiol carli sta, y dent ro del carli smo,
integrista, D. Féli x Sard á y Salv any, en opús culo al cual
dio ese títul o y este expr esiv o subt ítulo : Cuestiones can-
t#1úes, lo que clara men te indic a que la opor tunid ad en
- 10-

que lo publicó se refería a las peculiaridades de la políti-


ca española, cosa que callan los que aquí lo difunden.
Verdad es que, aparentemente, el opúsculo no con-
tiene sino la exposición de la doctrina católica sobre la
materia; pero dado el carlismo y el integrismo del autor,
la palabra liberalismo no tiene en su escrito la significa-
ción teológico-política que le da la Iglesia, sino la adopta-
da por el integrismo para excluÍr del catolicismo a los
nó carlistas, prevalido del equívoco autorizado por el uso
corriente, como aquí se ha pretendido excluír del catoli-
cismo a todos los nó conservadores. Es necesario fijarse
bien en que para el P. Sardá, católico es igual a carlista,
y liberales son todos los demás. Sus Cuestiones candentes
lo eran, nó en el terreno doctrinal, en que todos los cató-
licos españoles estaban de acuerdo, sino en el práctico,
de casi exclusiva aplicación a esa actualidad en la vida
política de España, prueba de lo cual es que muchísimas
de las alusiones que contiene son para nosotros ininte-
ligibles, como que sólo eran aplicables a España y a una
lucha que no estaba trabada allí entre católicos y here;es
sino entre católicos y católicos, divididos por razones de
política.
De modo que el opúsculo del P. Sardá puede ser para
los católicos dogmáticamente intachable, pero lo malo
en él es la significación especial que le daban las circuns-,
tancias en que salió, allá por el año de 1884; 10 inadmisi-
ble en él no es tanto lo que dice como lo que calla, ni
tanto sus proposiciones teóricas como las consecuencias
prácticas que de ellas deduce; y los que sin estas adver-
tencias circulan, reimprimen y recomiendan el folleto del
P. Sardá, se hacen reos de engaño y pueden sin exage-
ración ser calificados de matuteros de la fe.
, ... -

Cafolieismo y carlismo en España


Para comprobarlo, basta recordar los crudos términos .
con que El Siglo Futuro, Diario carlista, expuso la doc-
trina integrista del opúsculo, y que revelan su inaplica-
bilidad a Colombia, en lo político:
.No se es íntegramente católico, dijo. sino en cuanto se es
í1ltegromente ontilzberal; no hay más partido perfectamente ca-
tólico que un partido que sea radicalmente mtlil$eral (frases tex-
tuales del P. Sardá; que se explican porque el integrismo - -
- 1I -

tenia entonces que en Espa!1a no había más partído íntegramen-


te catolico que el carlista). Sólo los carlistas, continúa EISigTo,
son verdaderamente católicos, con exclusión de todos los demás
partidos, llámense como se llamen. En España. el catolicismo
es el c4rlismo !I el carlismo el catolicismo. Por consiguiente, el
nó carlismo es el anticatolicismo. Todo el que dice que en los
partidos políticos espa!1oles. diferentes del carlismo, hay o
puede haber catolicismÓ, está contra la Iglesia. Los sacerdotes
que en adelante nieguen la absolución en el Tribunal de la pe-
nitencia al espa!101 que no sea carlista, no hacen sino cumplir
coo' un deber sacratísimo .•
Esta intransigente, esta absurda doctrina es la que
pretenden aplicar, es a la que quieren someter a los
liberales de Colombia; a título de católicos, se les
quiere hacer conservadores, y a título de conservadores,
carlistas, y cuando el carlismo ya casi se acaba en Es-
paña, ie quiere trasladarlo y aclimatarlo en nuestro re-
publicano, en nuestro libre país.

81 opúsculo del P. Saf'dá ante la Santa Sede


Sometido el opúsculo del P. Sardá, por orden del
Sumo Pontífice, al examen de la Sagrada Congregación
del Indice, ésta aprobó «1a tesis en abstracto y los prin-
cipios generales de doctrina, que el P. Sardá expone
clara y ordenadamente, según las enseñanzas de la Igle-
sia, pero no algunas p.oposiciones accidentales, o alusiones
tal vez contenidas, que miran al orden conereto de los hechos
o al estado de las cosas polítitas en Espmia, » cosas que la
Congregación dijo que no tenía intención alguna ni
propósito de tocar; por lo cual agrega que al alabar el
libro del P. Sardá, «de ninguna manera estuvo ni pudo
estar en la mente de la Sagrada Congregación proferir esas
alabanzas en favor de los secuaces de un pa. tido politico o de
su modo de proceder, con detrimento de otro partido, como
algunos pudieran pretenderlo, dando a la carta de la Congrega-
ción interpretaciones más latas, suf(eridas por las pasiones p()-
liticas .• Oigase bien: al aprobar el libro del P. Sardá,
la Santa Sede no quiso estimular a los secuaces de un
partido político, en detrimento de otro.
Los que aquí reproducen la parte de los elogios y
omiten la reprobación enérgica de los abusos a que el
libro dio origen, omiten lo que un informador honrado no
debiera ocultar.
- 12-

. Sépase, pues, que la tesis del P. Sardá sólo está apro-


bada en el orden abstracto (abstractum dumtaxat tesim,
como dice el texto latino de la Carta) esto es, en los prin-
cipios generales de doctrina (la de la Iglesia sobre las
libertades modernas) pero no en 10 que concretamente
pueda llamarse liberalismo; de suerte que las consecuen-
cias, consideraciones teóricas y aplicaciones prácticas
quedan reducidas a opiniones personales del P. Sardá,
tan respetables como se quiera, pero sin más fuerza obli-
gatoria que la resultante de las razones en que se apoye,
a las cuales es lícito oponer a su turno las que otro es-
critor cualquiera considere fundadas. Esas opiniones.
expresadas en el adverbio dumtaxat (únicamente), queda-
ron por fuéra de la aprobación.
Por manera que yerran quienes aquí han querido con-
vertir el libro del P. Sardá en una especie de Encíclica
pontificia, cuando sólo es la producción de un particular,
y en esa parte es accesible a examen y discrepancia, de
acuerdo con 10 declarado por la Congregación cuando
dijo que no había motivo de inquietud para los católicos
a quienes, por virtud del libro del P. Sardá, se .incomo-
daba y sigue incomodándose «por las interpretaciones
menos rectas que a la carta suscrita por el Secretario
del Indice han sugerido las pasiones políticas, > los
cuales católicos estaban au torizadós para prescindir del
libro del P. Sardá y atenerse a los documentos pon-
tificios, pues « carecen de fundamento los temores de
errar de aquellos católicos que, dejando ajarte la autoridad
de los escritores jlivados .... siguen como norma de su con-
ducta los solemnes documentos y enseñanzas del romano
Pontífice, principalmerlte las cartas Encíclicas Cum mul-
ta e ./nmortale Dei, segurísima norma propuesta por la
Santa Sede a todos los fieles, quienes, haciéndolo así, pue-
den estar ciertos de que no sólo cumplirán la obligación
que a todos los católicos se ha impuesto, sino que aun
serán dignos de alabanza. »
Siguiendo este prudente consejo es como creo que
todos podemos atrevernos a dejar de lado el libI'9 del P.
Sardá y remontar a la fuente de los documentos pontifi-
cios, para estudiarlos en su texto original y no de segun-
da mano, como se suele dárnoslos, en lo cual cumplire-
mos, por una parte, la indicación de evitar sustituir la
autoridad del Papa con la de los escritores privados; y
por otra, sortearemos el riesgo de que se nos presenten
-/3-

frases de los documentos pontificios desglosadas de sus


antecedentes y consecuentes. Es común que no se citen
h'ls textos íntegros sino que se tome de aquí y de allí esta
o la otra frase aislada, para ponerla en tortura hasta aco-
modarla a determinado propósito, lo cual no es lucubra
ción de filósofos cristianos sino artera declamación de re-
tóricos de partido.
En la carta que León XIII escribió al propio P.
Sardá, que era Redactor de un periódico llamado La Re-
vista 'popular, le dijo estas severas palabras, que vienen
como anillo al dedo, o más bien como soga al cuello de
ciertos periodistas conservadores colombianos:

•Los que se dedican a publicaciones diarias y fomentan con
diligencia el espiritu de concordia y paz, para no dejarse arre-
batar del espíritu de partido que en diversos sentidos agita a
Jos fieles de España, si religiosa y fielmente obedecen a lo que
tiene mandado la Sede apostólica para extirpar estas disensio-
nes, fácilmente lbgrarán propagar la doctrina de la Iglesia.
Simdo Jslos los deberes de los periodistas, es verdaderamente la-
mentable que haya algunos de ellos que se desvien 7 lleguen hasta
abusar de nuestras palabras y letras, con las que mostramos a
todos igual benevolencia, para atacar a quienes no piensan C01/UJ
ellos en lo tocante a la vida pública, atizando senstbles discor-
dias. No ha" ciertamente, cosa más indigna; pues quien tal hace
sólo atiende, bajo pretexto de defender la religión, al desahogo
de particulares rencillos, con gran daño de la misma y de la ca-
ridad, que ahincadamente y de continuo estamos recomendando .•
Cómo no publican esta carta 10& que propalan el
opúsculo y doctrinas del P. Sardá, cuando si ella no es
una condenación explícita de cierta parte de ese escrito, sí
lo es de las consecuencias y aplicaciones prácticas que de
ordinario se sacan de él? Libros, artículos, sermones y
pláticas innumerables proceden del libro del P. Sardá,
aunque sus autores no lo digan, pues a él ocurren COD
mayor frecuencia de la que confiesan, mas sin advertir
a sus lectores y oyentes de las restricciones hechas por
la Santa Sede.

Eoolllción política del P. 8arcló


Pero hay más: de la época en que el P. Sardá pu-
blicó su librito, a hoy, fundamentales cambios políticos
han ocurrido en España; muchos eclesiásticos que acom-
pañaban al carlismo, se le separaron, yel mismo P. Sar-
- 14

dá, singularmente resfriado en su integrismo, llegó


hasta cortar las amarras que a él lo ligaban, con un va-
liente artículo titulado Alto e/fuego! en que se inclinó
ante las direcciones pontificias, favorables a la monarquía
constitucional de los Alfonsos y, por consiguiente, ad-
J
Versas a las pretensiones de D. Carlos. Cómo no publi-
can ese artículo, que es casi una retractación, los que
aq uí recomiendan el libro del P .. Sardá?
Separado el integrismo de las filas del carlismo, el
opnsculo del P. Sardá cayó en olvido en España, y el
integrismo hizo bajar al autor del pedestal en que al prin-
cipio lo encumbrara. Después de eso, el P. Sardá ha bo-
rrado muchas cosas de las que en su libro escribió, y
éste ha quedado en lo que había de quedar, en lo que la
Congregación del Indice aprobó: la tesis en abstracto y los
principios generales de doctrina. CÓ!'IIO no cuentan nada de
esto los que "a quí hacen pasar de mano ~n mano un libro
que, cuando en España está poco menos que mandado
recoger, aqui es el pan de cada día?

Modo de plantea!' la cuestión


Pero, descartado el libro del P. Sardá, queda en pie
la proposición absoluta «el liberalismo es pecado,» que
se pretende apoyar en el Syllabus; y queda en pie la
tendencia a sacar erradamente esa proposición de su ca.
rácter de tesis abstracta para hacer de ella aplicaciones
concretas, al amparo del equivoco a que da lugar, con
el fin de provocar conflictos que no sólo dividen entre sí
a los católicos sino, en general, a los ciudadanos de es-
tos países; por lo cual conviene aclarar a qué liberalismo
concreto puede o no puede aplicarse una proposición que
está aprobada en abstracto.
La cuestión, en términos generales, se plantea de este
modo:
Al condenar la Iglesia un error designado con
una denominación cualquiera ¿envuelve en la condena-
ción la palabra, de tal modo que sea ilícito para los cató-
licos adoptar o usar esa denominación, aun en sentidos
completamente distintos del condenado?
y en términos concretos: el empleo hecho por la
Iglesia de la palabra liberalismo para designar un error
determinado, excluye otras acepciones que antes de la
- 15 -
condenación tuviera la palabra o que haya adquirido o
pueda adquirir después?
El P. Sardá y los conservadores y eclesiásticos de
Colombia que forman en las filas de nuestros enemigos,
están por la afirmativa absoluta, pero vamos a ver que
la negativa relativa, o por distinción, tiene de su parte
la razón y la verdad.

Historia del Sp/lahu6


Antes de pasar adelante, juzgo conveniente decir
algo sobre los orígenes del Syilabus y su significación
intrínseca, como conocimiento previo indispensable para
fijar el alcance de ese documento contra el liberalismo.
Desde 1852, Pío IX hizo dirigir a los Obispos un
cuestionario en veintiocho capítulos sobre dos errores
principales de nuestro tiempo,> respecto al dogma, a la
moral y a la política, y en 1862, cuando numerosos
Obispos se reunieron en Roma para la canonización de
los mártires japoneses, se les consultó confidencialmen-
te sobre el particular. Muchos se ellos, especialmente
Monseñor Dupanloup, se opusieron, por la tempestad que
semejante acto no dejaría de suscitar, pero súbitamente
el documento apareció, a fines de 1864 (8 de diciembre),
PI ecedido de la Encíclica Quanla cu,-a, que era como su
preámbulo o exposición de motivos.
cNo parecía sino, dice un escritor católico, que la ~
Prudencia, cuya figura alegórica decora tántas salas del
Vaticano, hubiese perdido allí buena parte de su impe-
rio.>

Errores condenados en el 8p/lahus


Como se sabe, la voz latina syllabus equivale en cas-
tellano a las de usumen o catálogo, y en efecto, el Sylla-
bus no es otra cosa que un manual o recopilación metó-
dica de los que la Iglesia califica de cerrores contempo-
ráneos,> entresacados de las Encíclicas, alocuciones
consistoriales y otras letras apostólicas de Pío IX. Está
dividido en diez capítulos. Ell.o condena el panteísmo,
el naturalismo y el racionalismo absoluto, en 7 propo-
siciones; el 2. 0 condena el racionalismo moderado en 7
-16-
proposIcIOnes; el 3.' condena el indiferentismo y el la-
titudinarismo, en 4 proposiciones; el 4.' condena el so-
cialismo, el comunismo, las sociedades secretas, las bí-
blicas y las c1ericoliberales, en una larga enumeració. ;
el 5.' condena los errores relativos a la Iglesia y a IiUS
derechos, en 20 proposiciones, entre las cuales es no-
~ table la 3." (.Ia Iglesia no tiene el poder de emplear la
~ fuerza.); el 6.' condena los errores relativos a la socie-
-dad civil, considerada en sí misma y en sus relaciones
con la Iglesia, en 18 proposiciones, la última de las cua-
~ les (la 55) anatematiza la separación de la Iglesia y del
~ Estado; el 7.' condena los errores concernientes a la
moral religiosa y cristiana, en 9 proposiciones, entre ellas
t la 60 «la autoridad no es otra cosa que la suma del nú-
{ mero y de las fuerzas materiales,> ) y la 61 ( <una injusticia
de hecho, coronada por el buen éxito, de ningún modo
perjudica a la santidad del derecho.); el 8.' condena los
errores concernientes al matrimonio cristiano, en 10
proposiciones; el 9.' condena los errores sobre el prin-
cipado civil del Pontífice romano, en 2 proposiciones,
una de las cuales prohibe a los fieles disputar sobre la
compatibilidad de la realeza tempqral con el poder espi-
ritual, y la otra anatematiza la idea de que la abroga-
ción del poder temporal pueda contribuír a la libertad
ya la dicha de la Iglesia; finalmente, el 9.' condena los
errores referentes al liberalismo moderno, en 4 proposi-
ciones. siendo de advertir que sólo ('o la última se le
menciona por su nombre.

Errores condenados en lo Encíclica


"Ql1anta cura '
Fuéra de esto, la Encíclica Ouanta cura condenaba
las siguientes proposiciones:
l.' .El mejor modo de sociedad pública y el progrese civil
exigen absolutamente que la sociedad humana esté constit':l~oIa
y gobernada sin que se tenga cuenta alguna de' la TehglO~.
como si ésta no existiese, o a lo menos sin hacer diferet:cla
entre:la verdadera y la falsa. (condenación que si se tom&ra h-
teralmente. ~ignificnfía la necesidad de una religión de E~ta·
do, la cual no podlía ser otra que la católica);
2.' < La mejor condición de la sociedad es la en que DO se ,
.te reconoce al Gobierno el deber de coerci6n, por medio de I
- 17 -

penas contra las violaciones de la Religión católica» (lo que


implicaría ~I empleo de la fllerza por 105 gobiernos para obli-
gar a 105 cIUdadanos a observar las prácticas del catolicismo) .
. 3.' «La libertad de conciencia y de cultos es derecho pro:
plO de todo homb~e, y de~e ser pro.clamada y garantizada por
la ley en toda socIedad bIen eonslltulda. Los ciudadanos tie-
nen entera libertad para manifestarlas y declarar públicamente.
por la palabra, por la. Prensa o de otra manera, sus creencias ,
sean las que fueren, sm que ninguna autoridad eclesiástica ni
civil pueda impedirlo» (donde a primera vista creería hallarse
la condenación absoluta de las libertades de conciencia, de
cultos y de Prensa);
4.' «La voluntad del pueblo. manifestada por la llamada
opinión pública, o de otra manera, constituye la ley supre-
ma, independiente de todo derecho divino y humano, y los
hechos cumplidos en el orden político, por lo mismo que están
cumplidos. tienen fuerza de derecho » (donde un análisis su-
perficial hallaría anatematizada la soberanla popular).
La libertad de conciencia está calificada de ({ delirio
y libertad de perdición » en la Encíclica Quanta cura,
y de «error funesto, opinión depravada y manantial de
podredumbre» en la Encíclica Mirari vos de Gregario
XVI, quien allí mismo habla de la « horrible ! nunca lo
bastant~ecrada libertad de la Prensa. » Y León XIII
én la Libertas dice que-cno es licito, de ninguna manera,{
pedir, defender ni conceder la libertad de pensar, la de
escribir, la de enseñar, ni tampoco la de cultos, como
otros tantos derechos dados parla naturaleza al hombre.>

!Ja cuestión romana p el Spl/abus


Generalmente se cree que la «cuestión romana . o
sea la preocupación inspirada por el peligro de la mo-
narquía pontifical, tuvo sobre la política de la Santa
Sede una influencia considerable. Durante el reinado de
Pío IX y aun al través de la historia del Papado en
todo el siglo XIX, la cuestión romana dominó la con-
ducta del Vaticano como su principal cuidado, y se pien-
sa que nada contribuyó tanto como ella a fomentar sus
otlesconfianzas contra el liberalismo; quizá el mismo Sylla-
óns no habría sobrevenido si las aspiraciones unitarias de
los italianos no hubiesen venido a conmover el trono
pontifical; se supone que cad ese documento, Pío IX
visaba sobre todo al enemigo interior: que personifi-
2
-18-
caba la revolución en Mazzini y Garibaldi, enemigos
declarados de la soberanía pontifical, y que el libera-
lismo se le aparecía bajo los rasgos de Cavour y de
. MilJghetti, que querían anexarse el patrimonio de la
Santa Sede y volcar el trono secular del Jefe de la Igle-
sia. En apoyp de esta tesis se cita el texto de las Encí-
clicas y Alocuciones de donde se extrajeron las propo-
siciones condenadas, y así el anatema contra e 1 sufra-
gio universal no. sería otra cosa que la réplica al plebis-
cito anexionista de Víctor Manuel, y el anatema contra
la civilización y el progreso se referiría particularmente
a la expoliación de la cátedra de San Pedro. Sea como
fuere, la cuestión romana no fue extraña a las repugnan-
cias de la Santa Sede contra las libertades modernas, y la
ansiedad por la suerte del poder temporal contribuyó-
no poco, dice el mismo escritor católico, a empujar al
Papado por la pendiente de las doctrinas extremas y
a falsear la exactitud tradicional de su golpe de vista
político. Irritado contra los Gobiernos que lo habían de-
jado despojar, tanto como contra los expoliadores, y
furioso especialmente contra el Gobierno francés, que
había prometido garantizarle su territorio, dícese que
Pío IX exhaló su resentimiento en esa larga bula, cuya
violencia de lenguaje sorprende ciertamente y contrasta
con el que de ordinario emplea la Santa Sede.
En todo caso, la Prensa y las Cancillerías recibieron
el Syllabus como una declaración de guerra a la sociedad'
moderna; los adversarios de la Iglesia recogieron con-
tentísimos la confesión de ésta-de acuerdo con ellos-
sobre la incompatibilidad de la Iglesia con la civiliza-
ción y el progreso, y el modo cortante como les plantea-
ba a los pueblos el dilema de escoger entre la Iglesia y
la libertad, ent~e las convicciones políticas del ciudada-
no y sus creencias como católico. Con lo cual, el golpe
dirigido cOt;ltra el liberalismo se volvía contra el cato-
licismo, hecho así objeto de la repulsión de los pueblos-
libres y de la desconfianza de los Gobiernos. El muy
católico de Napoleón III impidió la promulgación oficial
de la Encíclica y del Syllalnts .. otros Gobiernos hicieron
lo mismo, yen Nápoles ambas piezas fueron quemadas
en la plaza pública.
En presencia de semejante conmoción,prevista por
él, Monseñor Dupanloup tomó la defensa de dichos do-
cumentos, por med,io de procedimientos teológicos, es-
- 19 -

pecialmente de distinciones y definicioneS. Empezó por


decir que se les había comprendido mal y que se había
extendido su alcance o alterado su sentido, lo cual era
incontestable, aunque quizá la culpa la tenía el mismo •
Syllabus, pues como dijo Monseñor Merode. «no hay
que poner la verdad en charadas,» o sea en proposicio-
nes amoiguas o truncadas, y por eso oscaras, hasta el
pnnto de parecerle al pueblo verdaderos enigmas. * .
Las Encíclicas pontificales casi nunca tienen, efecti-
vamente, el sentido literal y el alcance que a primera
vista se les atribuye. Sólo los teólogos entienden bien
el lenguaje de esos documentos, y la teología es una
ciencia llena de recursos. Satisfecha la Iglesia con pro-
clamar los principios, reconoce a sus hijos la facultad
de interpretación, dentro de los límites de la sumisión a
la misma Iglesia. De prclinarío, los rayos del Vaticano
estallan en la alta y serena región de las ideas teóricas
y no descienden a la esfera de la política positiva .
. Fue así como Monseñor Dupanloup pesó y analizó
en su escrito esas vastas y vagas palabras de sociedad
moderna, de civilización, de progreso y de liberalismo, que
en los labios de los hombres tienen tan diversos sen-
tidos, y afirmó que el catolicismo jamás había recha-
zado el verdadero progreso, la verdadera libertad ni la
verdadera civilización; al contrario, reivindicó para el
cristianismo esas grandes cosas y esas grandes pala-
bras, contra los adversarios que las desnaturalizaban; y
se manifestó sorprendido de que qubiera quien imagina-
se que al condenar a los que pretendían reconciliar a la
Santa Sede con el progreso, la civilización y el libera-
lismo, se tratase de los verdaderos progreso, civili-
zación y amor a la libertad. Respecto de ésta, el
Obispo de Orleans hacía, en especial, la apología de la
libertad civil, de la libertad política y de la libertad
moral, y de lo que abominó fue de que, so pretexto de
liberalismo, se pusiese en un mismo pie la libertad del
bién y la del mál, la libertad de la verdad y la del error,
asimilándolas entre sí y confundiéndolas. «La libertad
política, dijo, no implica el derecho al mál, como la de
conciencia no implica el derecho al error; ni ante la mo-
• Quien esto escribe recuercia haber oído en el ~~ucB:' ,en, 1877, (
después de la revolución conservadora, esta exclamaclOD dIrigida por t
un hombre del pueblo a otro, al ver pasar UD sacerdote: «No dCClan
fjue se habiao acabado los sílabus? Ahí va UIlO ! })

- 20-

ral ni ante la religión puede admitirse esa igualdad. K o


por ser libre la conciencia, está menos oQligada ante el
deber y ante la verdad, y la libertad política no puede
• entenderse en el ientido de sustraerse al cumplimiento
de ningún deber, > afirmaciones que no habrá un solo
liberal colombiano que no suscriba.
Con este hábil comentario del Syllabus, Monseñor
Dupanloup consiguió resolver en simples axiomas de
moral, en verdaderos truísmos, las en apariencia más
chocantes proposiciones del Syllabus. Así, por ejemplo,
el sufragio universal, incluído por la Santa Sede en el
número de las aberraciones contemporáneas, el intér-
prete mitrado demostraba, con los textos originales,
que lejos de haber condenado con ello el Papa la
soberanía del pueblo, se había limitado a recordar
que el número no es el derecho; que para saber dón-
de está la verdad, no basta contar los votos; que la
multitud no tiene derecho a hacerlo todo; en una pala-
bra, que la fuerza no es el derecho. Así entendido el
Syllabus, se convirtió en manos de Monseñor Dupanloup
en una defensa del sentido cemún, de la moral y de la
libertad misma, contra los sofismas de fos cortesanos del
absolutismo popular y de la violencia de la fuerza bruta.
En cuanto a la libertad de la Prensa, Monseñor Dupan-
loup sostuvo que lo condenado por Pío IX, así como
por su antecesor Gregorio X VI, sólo era la libertad
irresponsable, omnimodam lz"bertate, esto es la licencia
desenfrenada, a la cu.al por doquiera el interés público
y el privado han señalado linderos.
Respecto al ' anatema contra la libertad de cultos,
Monseñor Dupanloup alegó que la divergencia entre la
Iglesia y las ideas modernas no tenía, en la práctica, la
importancia que amigos imprudentes o enemigos decla-
rados de la Iglesia le atribuían. Cierto que el Papado
no podía admitir las libertades modernas, sobre todo la
de cultos y la de Prensa, como un bién en sí mismas,
ni como un derecho primordial, anterior y absoluto; pero
nada impedía considerarlas como una consecuencia in-
evitable de un estado social, y aceptarlas y conservar-
las a ese título, es decir. como un derecho político fun-
dado sobre un hecho. Monsefior Dupanloup recordaba
la distinción que la Santa Sede tenia hecha entre las
instituciones y la legislación, y cómo no había condena-
do las Constituciones en que esas libertades estaban
-21-

inscr itas, como la de Bélg ica; la Jgle sia se cont enta ba,
resum ió, con deci r que su idea l era otro y no habí a para
qué pedirl!! «que trans form ase en verd ades abso lutas las ~ ~
que sólo eran nece sidad es relati~as .•
Para apre ciar el Syllabus y los acto s pont ificio s del
mism o géne ro no hay, decía , que olvid ar que su cará c-
ter prop io, ante todo , es el de decl arac ione s de princ ipios ,
que mira n a la doct rina más que a su aplic ación , a los
siste mas filosóficos más que a las Cons tituc ione s. Allí
se razo na, hast a ciert o punt o, en abstr acto , para una so-
cieda d que haya cons erva do la unid ad de su fe y se
man teng a filial men te som etida a la Sant a Sede . Sin
preo cupa rse de las reali dade s actu ales y de las nece si-
dade s cont inge ntes -aun que sin deja r de tene rlas en
cuen ta para la prác tica y de acom odar se a las circu ns-
tanc ias-f abri can en ciert o mod o su Jeru salén celes te,
su Rep úbli ca de Plató n, su Sale nto, su isla de Utop ía,
segú n las máx imas de una socie dad tan perfe cta como
irrea lizab le, y aun cuan do las regla s ideal es así sent adas
estén en cont radic ción man ifics ta con el dere cho .púb li-
ca vige nte, eso no impi de ente nder se en el terre no de
los hech os, en la esfer a de lo prác tico, ni .eso veda a la
Igles ia y a los cató licos acep tar las liber tade s polít icas
como insti tucio nes impu estas por la nece sidad , en un
·país o en una époc a; ya ese títul o Mon seño r Dup anlo up
preg unta ba dónd e, en el Syllabus o en la Encí clica Quan ta
cura, están anat emat izad as. Los pu~blos y los Gob ierno s ~
pued en tranq ui !izar se a ese resp ecto , pues la Igle sia ja-
más ha cond enad o ning una form a de Gob ierno ni nin-
guna Cons tituc ión polít ica.
Esta disti nció n-qu e no pued e honr adam ente acha -
carse a dupl icida d ni a hipo cres ía-e ntre lo abso luto y
lo relat ivo, o-p ara habl ar en el leng uaje de la escu ela,
tan gene raliz ado desp ués en el idiom a corri ente de la
teolo gía y aun de las cont rove rsias de Prcn sa-e ntre la
tesis y la hipótesis, abre anch a puer ta de salid a a los
catól icos y aun a los que no lo son, pero que están en
la nece sidad de trata r con la Igles ia. Lo que unos y
otros no pued an afirm ar a un título , pued en adm itirlo o
sopo rtarl o en otro ; lo que no pued a hace rse en el terre no
de los princ ipios , hay liber tad para acom eterl o en el de
, los hech os, sin men osca bo para la ortod oxia y sin que
eso pued a tach arle de casu ismo o de sutil eza.
- 22-

Si bien todo esto equivale, en el fondo, a dar funda-


mento a la acusación formulada contra los cató!1cos de que
reclaman de sus adversarios la libertad donde son débiles
y se la rehusan donde son fuertes, y si bien eso autoriza
la sospecha de que no aceptan la ltij>6tesis (la libertad) sino
como un pis alter o mínima de males, para volver a la
úsis (la coerción) apenas pueden, es lo cierto que, aparte
10 muy humano que ello es, la distinción entre el hecho
y el derecho permite, por una parte, a todo creyente, por
timorato que sea, poner su fe de acuerdo con su patrio-
tismo, y su' conciencia religiosa acorde con sus opinio-
nes políticas; y permite, por otra, no temer mucho por
l¡¡. suerte de las libertades civiles y . políticas en lo
por venir, pues ellas han entrado ya de tal modo en las
costumbres de los pueblos, que ni cien Syllabus ni cien
Encíclicas serían capaces de arrancárselas.
La elocuente y persuasiva glosa de Monseñor Du-
panloup fue acogida con alborozo en Europa y en las
demás partes del mundo. Hecho único en la historia
eclesiástica! : 630 Obispos se adhirieron a la interpreta-
ción de Monseñor Dupanloup, entre ellos el Cardenal
Pecci, el futuro León XIII; lo que equivalía a una de-
claración ecuménica, y el mismo Pío IX, sea que se
alarmase ante el tnmulto suscitado por el Syllabus, que
en todo el mundo civilizado reanimó las desconfianzas
y los odios contra la Iglesia, y donde la propaganda
anticatólica encontró una nueva arma y un nuevo grito
de guerra tanto más peligrosos cuanto era la Iglesia
misma quien los había suministrado; o sea que desease
atenuar el efecto y descargar a la Santa Sede de la res-
ponsabilidad de los extravagantes comentarios que la
Prensa ultra estaba haciendo y no dejaría de hacer más
tarde, dirigió a Monseñor Dupanloup, con fecha 4 de
febrero de 1865, un Breve para 'felicitarlo y para darle
las gracias por la manera como había interpretado la En-
cíclica y el Syllabus, y para loarlo por haber reprobado
los errores «en el sentido en que el Papa mismo los re-
probaba » (.... « el eodem plane sensu quo a nobis fueran! re-
proba!i »l.
Es decir que Pío IX hizo suyo el comentario de
Monseñor Dupanloup; es decir que ese comentario vino
a formar algo así como un mismo cuerpo o una misma
cosa con el Syllabus y con la Encíclica; y es decir que
no es lícito ni honrado separarlos al hablar de ellos.
- 23

Como antes de publicar Monseñor Dupanloup su


admirable interpetación, fae cuando la Prensa ultra-
montana se apresuró a sostener que todo liberal caía
necesariamente bajo la reprobación de la Encíclica y
que ningún cat6lico podría ser ni decirse liberal, < por-
que ese no era asunto de opinión política sino de dog-
ma.; como en su comentario, Monseñor Dupanloup
declaró que el liberalismo, aunque desnaturalizado y
falseado por el espíritu de partido y aunque en algunos
países se había mostrado anticristiano, « no estaba ofi-
cialmente clasificado entre las herejias. " y como esta inte-
ligencia fue prohij ada y sancionada por Pío IX: se de-
duce rectamente que el liberalismo político no es heré-
tico ni pecami noso, en sentir de la Santa Sede, con lo
cual habría para dar aquí por terminada esta defensa,
si no conviniese agotar, una vez por todas, la materia.

El liberalismo }! el S}!llabus
Toda la controversia reposa sobre la interpretación que
se dé a la proposición 80 del Syllabus, que dice así:
« El romano Pontifice puede y debe reconciliarse con el ~
progreso, con el liberalismo y COI< la civilización moderna » ~
(cum progressum, cum liberalismo et cum recenti civili-
tate sese reconciliare et componere).
En primer lugar, bueno es advertir que, para cual-
quier lector del SJ'llabus, esta proposición es quizá una
de las menos importantes de ese documento, y que no
por sonar ahí- y sólo ahí en todo él- la voz liberalismo,
dejarían de estar, según los teólogos, condenados en esen-
cia la escuela y el sistema así denominados, en otras
proposiciones del mismo SyUabus y en varios documen-
tos pontificios; es decir, que no se debe tomar esta pro-
posición aislándola de las demás del Syllabus, donde, aun
sin nombrarlo, también se condenan formas o manifes-
taciones del liberalismo.

biberalismo, progreso}! civilización


Desde luego, si el condenar la proposición 80 en-
v»el ve condenar el propio nombre de liberalismo, tiene
que envolver igualmente la de los otros dos nombres ci-
- 24-
tados allí al par de él, en el mismo pie que él, paralela-
mente con él. De suerte que si, en virtud del anatema,
ningún católico, en ningún caso ni por ningún pretexto,
puede llamarse liberal, tampoco le será lícito llamarse
progresista ni amigo del progreso, civilizado ni amante de
la civilización, yeso en ningún caso y por pretexto al-
guno. y si esto se tiene por absurdo, necesario es con-
cluír que es indebido tomar uno solo de los tres términos
contenidos en la proposición, para hacer cargar sobre él
todo el peso del anatema, en todas sus formas y conse-
cuencias, reservando para los otros dos el sentido espe-
cífico que la Iglesia les atribuyó, sin implicar el nombre
entero del ptogreso y de la civt'lización, con todos sus
múltiples derivados y acepciones. O a los tres se les
hace correr una misma suerte o no se le hace correr a
ninguno, salvo el sentido estricto que consta en la pro-
posición condenada, relacionándola con otras que la ex-
plican. Si así no se hace, no hay derecho para alegarla
como una decisiva, terminante e inapelable condenación
del liberalismo, sin más razón que el estar allí contenida
esa palabra; ni hay lógica para deducir que abraza la con-
denación del nombre, desde que se admite que los de pro-
greso y civilización moderna no están igualmente conde-
nados.
En buena lógica, basta que la excepción no se prue-
be, para que deba considerarse en vigor la regla general;
y entre términos contradictorios, basta probar la false-
dad del uno para que resulte probada la verdad del
otro.
De aquí la necesidad de hablar sobre esta delica-
da materia, sin cuyo escfarecimiento jamás saldremos
del perpetuo sofisma con que se quiere cerrarle:. el paso
a los liberale:., con que se les atormenta en sus con-
ciencias y en las de sus familias, y con que se les
constriñe en su vida pública y privada. Urge señalar con
precisión quiénes en Colombia son o no son católicos,
lo cual depende de averiguar qué entiende la Iglesia
por liberalismo y qué significa esa palabra, no sólo en abs-
tracto sino en concreto, dentro de la política colombiana.
- 25 -
-
Qué liheralismo está condenado
¡¡radie niega que exista una escuela o sistema o
.
sea un conjunto de doctrinas y de procedimientos, con-
'
denados en teoría y en práctica por la Iglesia con el
nombre de liberalismo, en diversos documentos pontifi-·
cios, como el citado Syllabus de Pío IX y en las Encícli-
cas Quanta cura, del mismo, y Libertas e ¡"mortale Dei,
de León XIII, y que la profesión de algunas de las doc-
trinas de esa escuela o sistema y la adopción a sabien-
das de uno o varios de sus procedimientos, está erigido
por la Iglesia en pecado más o menos grave, según la
trascendencia del punto doctrinal o de la del procedi-
miento. En este sentido, un verdadero católico puede y
í
debe sostener que ese liberalismo es pecado. Y como no
existe proposición abstracta que no sea susceptible de
aplicaciones concretas; como la verdad o la falsedad de
la doctrina y la moralidad o inmoralidad del procedi-
miento no se quedan, de ordinario, en el terreno de la
pura abstracción, sino que encaman en hechos reales;
como los católicos tienen derecho a afirmar que la Igle-
sia no condena o reprueba [os que declara errores, para
dejarlos en el terreno de la abstracción y la teoría, sin
aplicación a la realidad de los hechos; y como admiten
que la frase " mi reino no es de este mundo, » no implica
tal espiritualidad ni un desasimiento tál que la convier-
tan en entidad metafísica o en mera Academia definido-
ra de inofensivos dogmas verbales, sino que, como dice
un expositor, <aun habla¡;¡do desde las alturas del Cielo,
sus palabras deben resonar en la tierra, » concluyen que
lo por ella proclamado como verdad abstracta, habrá de
ser también verdad en alguna realidad concreta y, con-
siguientemente, para el caso en discusión, que además
delliberalis1/lo condenado en abstracto habrá algún libe-
ralismo que resulte condenado en concreto, esto es un
liberalismo adjetivo y práctico que, conforme a la defini-
ción pontificia, sea también pecado. En eso deben estar
acordes los que, como católicos, lo estén dentro del dog-
ma y los que enarbolen el Syllablts como bandera.
- 26-

Dónde comienzan las dIscrepancias


Pero donde empiezan las diferencias es al concretar,
nó el concepto de liberalismo, sino las acepciones de la
palabra y de sus derivados. Para los conservadores y
para ciertos éclesiásticos no tiene ella, de hecho y para
las cosas de la política, más acepción que la adoptada
por la Iglesia, de quien aseguran que condenó hasta el
nombre liberal, de modo de hacerlo absolutamente incon-
ciliable con el de católico; de donde sacan la consecuen-
cia de que están incursos en la Q'ondenación canó¡'¡ca
todos cuantos se llamen liberales o pertenezcan a cual-
quier partido así denominado, sin perjuicio de agregar
otros de quienes piensen o sospechen que 10 son, aun-
que no se 10 llamen.
De manera qjle esos conservadores y eclesiásticos
entienden la palabra liberalismo en sentido extensivo, o
sea no sólo en el adoptado por la Iglesia sino en todos
sus significados y aplicaciones, por remota que sea la ana-
logía que tengan con el primero, y aunque ideológica-
mente sean tan distintos de él que puedan llegar a serie
opuestos. Según esos conservadores y eclesiásticos, no
hay más que un liberalismo y ése está condenado.
Según otros, hay más de un liberalismo; hay uno filosó-
fico-religioso, condenado por la Iglesia, y hay otro u otros
puramente políticos, que jamás han sido condenados, y
esa es la sujeta materia de la presente demostración.
Aunque reducido el punto a la discusión de puros nom-
bres o de meros hechos, no valdría la pena de examinar-
lo si la confusión no favoreciera el abuso en cuya virtud
se niega el nombre d e católicos a los liberales, entre
ellos a personas de acendrada piedad e inmaculada fe,
sin más delito que el de no ser conservadores; y si
merced a esa confusión no se cometiera el abuso aún má¡¡
inicuo de atormentar las conciencias timoratas de innu-
merable cantidad de hombres, mujeres y niños inocentes,
casi nunca por genuino celo religioso sino por el interés
de un partido político, pretendiendo poner en conflicto
las creencias religiosas de esas gentes sencillas, con sus
convicciones políticas.
- 27 -

El nomhre " liheral" no está condenado


Para que no se me acuse de' que formulo la cuestión
-de mouo acomodaticio para resolverla fácil y favorable-
mente, torno a decir que no niego que haya un error
condenado por la Iglesia con nombre de liberalismo; lo
que niego es solamente que de la proposición 80 del
Syllabus se deduzca en buena lógica la condenación
del nomb, e y de todos los significados de la palabra li-
beralismo y de sus derivados, como con tánta frecuencia
se asegura, apoyándose en la sola ci ta de tal proposición.
No es en ella sino en las Encíclicas arriba citadas y en
otros documentos pontificios, donde está fijado el verda-
dero sentido que la Iglesia da a la palabra liberalismo;
de donde se deduce que en dicha proposición no está
condenado todo lo que en el uso corriente así se denomi-
na, sino sólo aquel liberalismo determinado en otras pro-
posiciones del S)'llabus y claramente explicado en las
Encíclicas.
Ni se olvide, repito, que en la misma proposición y
en iguales condiciones que el liberalismo figuran el pro-
greso y la civilización moderna; cuanto del primero se
afirme o se niegue tiene que afirmarse o negarse de los
otros dos, y entonces se plantea este dilema: si en ab-
soluto y sin distinción alguna está condenado cuanto
pueda llamarse libe, alismo, en absoluto y sin distinción
alguna está condenado cuanto pueda llamarse progreso y
civilización, y entonces están en lo cierto quienes acusan
a la Iglesia de enemiga del progreso y de la civilización,
i
con todos los adelantos que los constituyen; y entonces
resultan justos los motes de oscurantistas y de retrógrados
que les aplican a los católicos; o para librarse de esas
tachas y reivindicar el título de amantes del progreso
bien entendido y de las formas cristianas de la civiliza-
ción, hay que establecet, dentro de la proposición 80,
una distinción entre un progreso lícito y otro que puede
ser ilícito, entre unas maneras aceptables y otras inacepta-
Mes de la civilización moderna; es decir, sentidos de
esas palabras a que alcanza o no alcanza la condenación
de la Iglesia; y entonces no hay razón alguna para re-
chazar análoga distinción respecto del liberalismo, ter-
cer término de la proposición. O se condenan en absolu-
to los tres, o no se condena en absoluto ninguno; o no
- 28-
se admite distinción para ninguno, o se admite para
todos.
N ó, la Iglesia no condena nombres, porque no es tri-
bunal filológico; 10 que condena son escuelas y siste-
mas, teorías y prácticas, que designa con los términos
usuales de las lenguas, pero fijando las acepciones en
que los emplea, de modo que sólo resulte condenada
la palabra cuando envuelve y en tanto que ellvue/¡'e esa
acepción, sin incluír otras reales o posibles, generales o
locales, pasadas, presentes o futuras, cuando se expli-
can suficientemente para conciliarlas con las doctrinas
católicas.
Así, por ejemplo, la Iglesia condenó a los astrólogos
judiciarios con el nombre de matemáticos, sin embargo de
lo cual siguieron y siguen llamándose así, sin escrúpu-
lo, muchos cultivadores católicos de las ciencias exac-
tas ; condenó el naltwalis1IZo, y sin embargo siguieron y
siguen llamándose naturalistas los católicos investigado-
res de la naturaleza, sin temor de incurrir por eso en ex-
comunión; condenó con el nombre de tradicionalismo de-
terminado error religioso, y sin que nadie los llame he-
rejes siguen muchos católicos denominándose tradiciona-
listas, sólo por ser amigos de la tradición, y El Tradicio-
nista fue aquel conocido periódico en que el Sr. Caro
hizo con tánta brillantez y tesón tánto la defensa del ca-
tolicismo; condenó la Iglesia el americanis11l0, como con-
junto de errores que quiso bautizar con ese nombre, no
obstante lo cual todos los habitantes del nuevo Mundo
seguimos y seguiremos llamándonos americanos, sin mie-
do a quedar incursos en el anatema; más recientemente
aún condenó elmoderllismo, denominación de otro con-
junto de errores, pero nadie ha tenido ni tendrá empa-
cho para continuar llamándose 1Il0demista o amigo de lo
moderno, en sentidos distintos; condenó el protestantis-
mo, y a pesar de ello oímos a cada momento hablar de
protestas y de protestaQtes, sin que esas palabras t~ngan
alcance religioso; condenó el espiritismo, y se sigue ha-
blando sin alarma de las cosas del espíritu y empleando
esa voz y sus afines en múltiples sentidos que nada tie-
nen que ver con la doctrina y prácticas proscritas; con-
denó el raciollalismo, y nadie por eso ha dejado de seguir
raciocinando y ocupándose de cuanto se refiere ala razón,
sin escrúpulo de tropezar con la prohibición eclesiástica
en cuanto no toque con su esencia; condenó el materia-
'¡ismo, y continúa la humanidad preocupándose de la ma-
tel ia y de sus mil aspectos, haciendo caso omiso de la
restricción, fuéra de los límites precisos que se le seña-
lan; condenó el socialismo, yeso no impide que de-
cline el mundo católico, en todos sus casos y modos, el
adjetivo social, y para que un Diario cruzado lleve por
título La Sociedad; condenó el comunismo, el escepticismo
y el indiferentismo, yeso no empece para que buenos cre-
yentes digan que ciertas cosas, hechos o personas les
son indiferentes, o para que respecto de ellos se mues-
tren escépticos, o para que sean partidarios de las comu-
nidades religiosas o de la autonomía de las Comunas;
condenó a los albigenses, mas por ello no han creído de
su deber los habitantes del territorio de Albi, en Fran-
cia, renunciar al gentilicio que les corresponde; sectas
de herejes fueron condenadas que se llamaron angélicos
e iluminados, y a pesar de ello, a Santo Tomás de Aquino
10 reconoce la Iglesia como el Doctor allgélico y a Raimun-
do Lulio como el Doctor il"minado.
Luego la adopción por la Iglesia de una palabra para
designar U" e1"Yor no envuelve la condenación de la pala-
bra sino la del enor por ella señalado; el concepto del
error no está necesariamente envuelto en todas las acep-
ciones de la palabra, ni en todos los derivados a que se
presta su formación etimológica o que les agrega el mo-
vimiento, a veces caprichoso, de la evolución de las ideas.
Luego llamarse alguien liberal, si por otra parte cum-
ple con la iglesia y da manifiestas pruebas de piedad y
de fe, no tiene más inconvenientes ni exige más expli-
caciones que llamarse tradicionalista, palabra que canóni-
camente es tan malsonante cotno liberal, por ser expre-
siva de un error condenado también por la Iglesia, y
como tal tradicionalista no entiende ir contra el anate-
ma sino simplemente mostrarse partidario de conservar
las tradiciones políticas, literarias o de costumbres, en
oposición a los innovadores.
Palabras hay como las de ateísmo y panteísmo (/!teos.
Dios, a, negación, y pan, todo) que en su etimología lle-
van el error a que la Iglesia la aplica, y que para ella y
para muchos otros no tienen significación alguna acep-
table; pero la palabra liberalismo, deri "ada de libertad,
no sólo no envuelve por necesidad y etimológicamente
una idea repugnante o la expresión de una cosa mala en
sí misma, sino antes bien, denota una de las más nobles
30 -

~ prerrogativas del espíritu humano, aquella « no compa-


J rabie al oro ni al bién mayor de la extendida tierra.•
Cierto que Pío IX, que parece no sentía por la liber-
tad gran simpatla, y que quizá estaba de acuerdo con
De Maistre que la llamó «satánica, > dijo de ella que
-. es contradicciÓn, y suerte de orgullosa deificaciÓn del
~ hombre, » pero su sucesor Leon XIII tenía mejor con-
\ cepto de esa preciosa facultad cuando la definiÓ, quizá
mejor que nadie, en estas excelsas palabras:
«Dón excelentísimo de la naturaleza, propio de los seres
que gozan de inteligencia o razón. Ella da al hombre la digni-
dad de estar en manos ele su consejo y tener la potestad de
sus acciones. Mirada en sí misma no es otra cosa sino la facul-
tad de elegir lo conveniente a nuestro propÓsito, ya que sÓlo
es sellor de sus actos quien tiene facultad de elegir una cosa
ent¡ e muchas> (Encíclica Libertas).
Que es lo que en filosofía escolástica se llama libre
albedrío, fundamento de las recompensas y de las pe-
nas eternas.
Libertad es la facultad de obrar o de abstenerse;
libertad es fortaleza para hacer lo qúe conviene; liber-
tad es la potestad que se disfruta en una naciÓn bien
gobernada para decir o actuar lo que no se oponga a las
leyes, a la justicia y al derecho ajeno; libertad es inmu-
nidad, privilegio o exenciÓn de cargas; libertad es falta
de sujeciÓn o subordinación, y así suele decirse que «a
los jóvenes los pierde la libertad,» cuando es lo cierto que
lo que los pierde es la falta de los padres y profesores
que descuidaron su educaciÓn y que no supieron ense-
ñarles a hacer buen uso de su albedrío; libertades son
las franquicias, prerrogativas, fueros o derechos de que
goza un pueblo; libertad es franqueza y despejo; liber-
tad equivale a rescate; libertad se toma también por osa-
día y familiaridad, y así .e dice; « se tomÓ o se permitiÓ
la libertad de tratarme de tú o de echarnle el brazo
al cuello-,» y descendiendo más, hay quienes equiparan
la libertad a licencia, esto es, pervierten el sentido recto
de la palabra, hasta atribuírle precisamente el opuesto,
Hay libertad de espíritu: el señorío del ánimo sobre las
pasiones; libertad de conciencia: la de profesar cual-
quiera religión; libertad de cultos: el permiso para prac-
ticarlos; libertad de comercio: la compra y venta sin es-
torbos. Apellida libertad el individuo o el pueblo que
quiere sacudir la servidumbre. Libertar es entonces re-
- 31 -

dimir de la esclavitud personal o política; libe/'tador, eE


que ejecuta esa acción nobilísima, y liberto o libert..do, el
que beneficia de ella,
Libertinaje es el desenfreno en obras y palabras y
tamb.iér. ,el irrespeto a la religión, y líbertino el disoluto. \
y el ImplO. L,ba tarlOS son ahora unos extremistas de la
anarquía, dedicados a lo que llaman «la propaganda por
el hecho.»
Libres son: el que no es esclayo, el que no está preso,
el que no tiene penas ni cuidados, el inocente o inculpa-
do, el que no está sujeto a padres ni a superiores, el sol-
tero y el independiente.
Liberal es, tn primer lugar, el dadivoso y pródigo,
que tiene la virtud moral de obrar con generosidad y lar-
gueza, con munificencia y desprendimiento; liberal es,
en segundo lugar, quien profesa ideas favorables a la
justa libertad civil del pueblo; liberales son las artes
del ingenio, a diferencia de las mecánicas; liberalismo es
amor a la libertad; y libaalísimo y libérrimo son los su-
perlativos de liberal y de libre ..
De suerte que la libertad y sus derivados suben y
bajan en estupendo clímax, desde las acepciones más
nobles hasta las más reprobables y desde las más ruines
hasta las más dignas de loa, como aquella que por anto-
nomasia da la Historia a Simón Bolívar y que él declaró
tener en más estima que ningún otro título. i E iríamos a
desterrar del lenguaje castellano y del de los otros idio- ~
mas todo ese conjunto de voces y de ill.eas, como censu-
rables o como sospechosas, por la sola no discriminada
proposición del Syllabu.s, o porque así se les antoje a los
rutinarios fanáticos de España y de Colombia!
Así, pues, la palabra liberalismo será buena o será
mhla según la acepción a que se aplique y según el cri-
terio del juzgador. Todo depende del uso, árbitro del len-
guaje, mudable de un país a otro y aun de una región a
otra, dentro de un mismo país; y en materia tan comple-
ja, la Iglesia no interviene, pues su misión no es fallar]
en cuestiones de lingüística ni sobre la propiedad o im-
propiedad de los vocablos. Define los que emplea y en
el sentido en que los emplea; en lo demás, le son indife-
rentes.
- 32 -

Rcepciones del nombre liberal


declaradas admisibles por la Iglesia
Circunscrita así la disputa a sus verdaderos lími-
tes, es asunto de hechos y de gramática; esto es, se re-
duce a averiguar si además de la significación que la
Iglesia da a la palabra liberalismo, tiene en el uso corrien-
te otra u otras, admitidas o nó por ella.
Que tiene no una sino varias, fue Pío IX el primero
en reconocerlo explícitamente en las Instrucciones que
hizo expedir por la Congregación del Santo Oficio en
1876 y que confirmó León XIII el 13 de septiembre de
1881, instrucciones en las cuales, para contestar a una
consulta hecha desde el Canadá, declaró lo siguiente,
que confirma de modo irrefragable cll~nto hasta aquí
llevo dicho:
• La Iglesia, al condenar el libe, aNsmo, no pretende conde-
nar todos y cada uno de los partidos que pueda" llamarse libera-
les .. las decisiones de la Iglesia se refieren a ciertos errores con-
tra1'ios a la dodn'"a católica y nó a partido alguno político de-
terminado. Obran mal, en consecuenúa, los que sin otro funda-
mento declaran estar condenado por la Iglesia uno de los parti-
dos políticos del Canadá (léase Colombia), a saber, el Pm-tido
reformista, apoyado en algún tiempo hasta por algunos Obispos.
Quien cita este documento, de fuerza incontestable
y contundente, puesto que procede del propio :río n;;,
a2ellidado por al gunos azote del libera/tsmo, es nada
menos que Monseñor Henry Sauvé, teólogo del Papa
en el Concilio Vaticano y Rector de la Universidad ca-

~
tólica de Angers, en las páginas 36 y 37 de su obra
Quesfio1!s religieuses et sociales de lIotre temps, por la cual
mereció de León XIII a:ttísimas distinciones.
Conocida esa declaración pontificia del Papa que
pudiéramos llamar el propio autor del Syllabus, obran mal
los que, sin otro fundamento que la proposición 80,
declaran estar condenado por la Iglesia el Partido libe-
ral colombiano, pues según la Santa Sede, con tal pro-
posición no se pretendió condenar todos y cada uno de
los partidos que lleven ese nombre_ ni referirse a un
partido político determinado.
A la página 540 de su obra verdaderamente funda-
mental y luminosa, que agotó la materia, por la autori-
- 33 -

dad y competencia de su autor, dice Monseñor Sauvé


estas palabras, que los 1iberalea colombianos deben sa-
berse al dedillo, para replicar a quienes los iucomoden
con el opúsculo del P. Sardá:
«El autor español del libro El liberalismo es pecado, afil1lla
'que en razón del escándalo' no es permitido llamarse li-
6eral. También yo creo que debe evitarse llamarse así, cuan-
do hoya escándalo. Pero el escándalo existe siempre? Y no
puede darse a esta palabra (liberal) un sentido inofensivo? >
Tan cierto es que puede dársele, y no liólo inofensi-
vo sino loable, que los conservadores y católicos fran-
ceses han bautizado su partido, con aprobación del
Papa, bajo el nombre de AccióIl liberal, sin que hayan
creído por eso escandalizar a nadie.
Tampoco en Colombia el uso de la palabra liberal, ea
los 80 años que lleva de emplearse, ha sido ni es causa
de escándalo; es decir, no produc~ la ruina espiritual
de nadie, dándole motivo a que piense u obre mal, que
es uno de los sig-nificados de escándalo; otro es el de
tumulto, conmoción, alboroto y ruido, que no pueden
atribuírse al nombre liberal; lo único que sí puede él
producir es el escándalo .farisaico. que es el que se apa-
renta recibir sin causa, mirando como reprensible 141
que no lo es; pero a ése, que no tiene origen externo.
sino el interno de la hipocresía y de la malicia. no podl}-
mas los liberales ponerle remedio.
A raíz de la publicación del Syllabus. la Civiltá Cat-
tofica, que con L' Osservatore romano se tienen como ór-
ganos o voceros de la Santa Sede. en su número del 7
de abril de 1866, habló de las diferentes acepciones d~
la palabra liberalismo, en las siguientes frases, que ha.
sido con frecuencia ci tadas :
«Se entiende por liberalismo la aspiraéi6n y el celo por 1"
legítima libertad? Eso no es cosa nueva: la libertad, enten-
dida en su recto sentido, es una planta muy antigua, que ha
brotado en nosotros con la fe.
«Se entiende por liberalismo la posesi6n de una Constitu-
ci6n fundamental con Asambleas representativas? En este
sentido se puede ~er cat6lico y liberal, con la única condi-
ción de que la Constituci6n no tenga nada contrano a 101
principios de la fe o a las leyes divinas y eclesiásticas y que
la representaci6n nacional sea celosa en obse:varlas ... ;. La
Iglesia es indiferente a todas la, ~ormas de gobierno .pol~t~co,
mientral lean legitima» en su ongen y Justas en su eJercICIO.>
3
- 34-

Luego, según la interpretación auténtica que ese


órgano de la Santa Sede dio al Syllabus, inmediatamen-
te después de expedido, hay un liberalismo condenable
y otro que no lo es, y como el liberalismo colombiano
no pretende separar a Dios del hombre, claro es que no
está incluído entre los liberalismos condenables y con-
denados.
En un Decreto emanado dp.l Obispo de Salamanca,
declaró que «al condenar el liberalismo, habiendo fija-
do la Iglesia su significado, sin que la Iglesia hable de
nuevo teológicamente, no se puede censurarlo y mucho
menos darlo por herético, tomándolo en otra significa-
ción.» y habiendo sometido ese Decreto a la conside-
ración del Cardenal Rampolla, junto con la consulta de
«si deben llamarse liberales imitadores de Lucifer a
cuantos militan en los partidos gubernamentales de Es-
paña, puesto que u~os se intitulan liberales a secas y
otros liberales-conservadores,» sobre lo cual acompa-
ñaba una Pastoral en que estudiaba la cuestión y ponía
las cosas en su punto, el Cardenal Rampolla contestó
que «recayendo la pregunta sobre el calificativo de imi-
tt.dores de LUCIfer, la respuesta no podía ser sino negati-
va. ; luégo manifiesta que encuentra exacto el punto
del Decreto y concluye por aprobar en todas sus partes
la Pastoral, donde se establece que «es absolutamente
inadmisible la suposición de que la palabra liberal, en
su aplicación a los partidos políticos, no tenga ni pueda
tener significación distinta de la que le da la Iglesia al
condenar el error. (Boletín eclesiástico del Obispado de
Salama1lca, de 15 de abril de J 89 J, La carta del Carde-
nal Rampolla es de J 7 de febrero del mismo año).
Amparados con la autoridad de su Eminencia el
Cardenal R'lmpolla, podemos sonreír los liberales co-
lombianos cuando por esos púlpitos yesos periódicos
nos llamen imitadores de LUCIfer.
El mismo P. Sardá admite que la palabra liberalis-
mo tiene diversidad de significados:
«Liberalismo son, para unos, las formas políticas de cierta
clase; liberalismo es para otros cierto espíritu de tolerancia y
generosidad, opuestos al despotismo y la tiranía; liberalismo
es para otros la igualdad civil salvos la inmuoidad y fU<fo de
la Ig esia; liberalismo es. en fin, para muchos, una cosa vaga
e incie! ta que pudiera traducirse sencillamente en lo opuesto a
- 35 -
toda arbitrariedad gubernamental. •.. Todo esto, en el len-
guaje de ciertas gentes y de ciertos periódicos, es liberalismo.»
y luégo agrega:
«El vulgo, que entiende poco de distingos, califica de libe-
ralismo todo)o que en nuestro~ días se le present~ como re-
forma democrática en el gobierno de las nacione3.>
Le tomamos la palabra al P. Sardá: los liberales co-
lombianos equiparamos el liberalismo clln las reformas
democráticas; somos de esas gentes que lo identifiean,
no como cosa vaga e incierta, sino con precisión y cer-
tidumbre, con la oposición a cuanto sea arbitrariedad
oficial; somos de esos para quienes el liberalismo es
igualdad civil, contrapuesta a los privilegios, pero res-
petando la inmunidad y fueros de la Iglesia; somos de
esos para quienes el liberalismo es tolerancia, en lucha
con la intransigencia, y generosidad. en lucha con la
barbarie c,r uel y feroz. Ese nuestro liber¡üismo, ésas las
acepciones que le damoo al vocablo y que no correspon-
den a la condenación pontificia.
El liberalismo politico colombiano es una tendencia
a la emancipación de los abusos de las autoridades que
nos oprimen; quienes nos combaten estarán en su de-
-recho al fortaiecer esos principios y al recomendar la
sumisión incondicional, pero se propasan cuando nos
tildan de impiedad.
El propio P. Sardá confiesa que en España, primiti-
vamente, liberalismo equivalió a cOllstilucionalismo .. que
los liberales fueron los opuestos a los serviles o absolu-
tistas, y que en el lenguaje del vulgo se conserva esa
equi¡Wlencia. «Para el pueblo católico, dice, ha sido
siempre sinónimo constitucional de liberal,» acepción que,
si por una parte, no puede ser más aceptable y honro-
sa, pues pocos son hoy en el mundo los que quie-
ren que se gobierne sin instituciones representativas,
para reemplazarlas con el despotismo, y poquísimos los
que quieren renunciar al régimen parlamentario para
reemplazarlo con la Dictadúr~, pcr otra es acepción que
no tiene la palabra liberal aquí, lo que prueba que aun en-
tre países que hablan una misma lengua, como España
y Colombia, la voz liberalismo se aplica a distintas co-
sas, probablemente porque s'~ historia no es una misma
en las dos partes. Lo prueba el P. Sardá cuando dice:
• Nuestros padres rechazaron la forma constitucional coma
ce.traria a su fe; identificaban la Religión con el antiguo ré-
timen político (el absolutismo de Fernando VII) y reputaban
impios a los constitucio1<aI6s.>
El P. Villada, S. J., en su libro Reclamaciones legales
de los católicos espl!.floles, dice a la página 40: «Hacen
mal los que distinguen dos liberalismos, el racio nalista
y el político; siendo allí que no existe verdadero libera-
lismo no racionalista,> pero en la página 55 incurre en
la contradicciós palmaria de reconocer que no todos los
que se llaman liberales están incIuídos en la conde-
nación de la Iglesia, porque, dice, «o no son propia-
mente liberales todos ellos, o no se 'laman liberales en el
t sentido fijado ya por las condenaciones de la Iglesia sino e>t
J otra significación.>Pues si existe esa otra significación,
por qué no distinguirla de la condenada? Por qué in-
currir en la injusticia de confundirlas, para hacer caer
en anatema a quienes no lo merecen, para p"rturbar in-
tlecesariamente las cOJ1ciencias y para infamar inicua-
mente las reputaciones? Querer a todo trance, con el
P. VilIada, que se reciban las palabras a ojo de buen cu-
bero, para así perpetuar confusiones vulgares, sólo para
favorecer un partido político y oprimir a otro, no es ser
honrádo ni verídico y, en último análisis, es dar mues-
tra de no tener un átomo de amor a la Patria. a quien
se mantiene dividida, anarquizada y hecha una desdicha.
Los liberales colombianos somos de esos que no nos
llallilamos táles en el sentido fijado por la Iglesia, sino ea
otra significación, porque nos creemos mu y dueños de dar
a la palabra unas de las acepciones en que se emplea y
no otras, yeso nadie puede impedírnoslo; así como los
conservadores pueden darle, y de hecho le dan, a Sil de-
nominacIón significado distinto alel que tiene en otros
países, Francia y España, por ejemplo, donde conserva-
dor y monarquista o legitimista son una misma cosa,
mientras que aquí no es incompatible con el carácter d&
republicanos. O el derecho de adaptar el lenguaje polí-
tico a la5 ueocesidades o circunstancias del país lo tie-
Ren sólo elloa y para nosotros es cosa vedada)


/
- 37 -

li'ariaciones históricas de las palohra.


liheral p liherolit5mo
Reconociendo, por tercera vez, que la Iglesia no ha
condenado con el nombre de liberal una escuela sola-
mente sino también un sistema y un procedimiento, in-
&istamos en averiguar si la denominación de liberala,
aplicada en todo el mundo a determinados partidos, en-
'I'uelve, por necesidad, las denominaciones que la Igle-
sia ha reprobado.
Concedamos, ya que a conceder estamos, que la pa-
labra liberal significa algo más que constitucional, de-
mocrático y republicano, puesto que se emplea donde
J.¡ay otros partidos constitucionales, democráticos y re-
publicanos; convengamos en que significa algo más
aondo y más fundamental que el régimen representati-
'1'0, que la democracia y que la república y, en general,
C!,ue las simples formas de gobierno. Ya por eso estarán
incluídos esos partidos liberales en la condenaci6n de la
Iglesia? Depende del significado que en el uso corrien-
te se dé en cada país al numbre liberal. Lo más sencillo
sería apelar a los diccionarios, o a falta de ellos, al uso de
las personas doctas, quienes, según el axioma recibido,
son los jueces del lenguaje ; pero entonces tropezamos con
que la misma amplitud del término se presta a confu-
siones, porque en cada país significa distintas cosas en
concreto, y al través del tiempo ha pasado por sucesivas
y diversas acepciones.
Quizá no es exacto 10 que dice el P. Sardá, que la
aplicaci6n de la palabra liberal a 10 político tuviera ori-
i'en en España, y que de allí se extendiera a los demás
países. Más bien parece que fue en Francia y de.sde
1796. cual!~~rimera vez usaron e~ nombre 10:';
partidarios de los derechos del pueblo e la Asamblea
nacional, fastidiados de que los arist6cratas y los miem-
bros 001 tercer estado los llamasen demócratas, en sentido
desp.ectivo. Los fundadores de la libertad en Francia
tenían ciertamente el derecho a llamarse liberales los
primeros, y sus mismos adversarios no les disputaron ese
nombre, cuyo sentido se fijó desde entonces por la pro-
fesión de fe política que expidió la mayoría de la Asam-
blea. Interrumpida luégo la lucha entre la Revoluci6n
y los sostenedores del antiguo régimen, por el san.-
griento episodio del Imperio, durante el cual los libera-
les sólo fueron un grupo silencioso cuyo culto a la
libertad se refugiaba en el secreto del pensamien to o
(mando más en las efusiones de una confianza íntiri,a,
se reanudó bajo la Restauración; entonces las doc(r;nas
liberales volvieron a presentarse a la luz del día, aunque
sólo como teórías políticas, sin aplicación inmediata, re-
serva que no satisfizo a los monarquistas furibundos,
que temían ver en lontananza una nueva República.
y creían hallar sus precursores en .esos escritores y
oradores que se atrevieron a sostener públicamente la
causa de la libertad política. Esos realistas fogosos que-
rían el restablecimiento puro y simple del antiguo régi-
men, con todos sus privilegios e iniquidades. Tales exa-
geraciones, conocidas en la Historia con la denomina-
ción de El Terror blanco, tenían que producir necesaria-
mente una reacción. A la cabeza de ella se pusieron
Lafayette, el patriarca del liberalismo, Benjamín Cons-
tant, el General Foy, Lafitte, Manuel, Dupont de l'Eure,
D~t~de 1:!:.acy, Royer Collard, Casimir Périer y otros
no menos notables. Tomaron al principio el distintivo
de independientes, pero en las sesiones de las Cámaras
de 1820, cansados los realistas de oírles bablar a toda
hora de libertades 'públicas, les tiraron a la cara, como
1
~ una injuria, el epíteto liberales; apresuráronse los agre-
didos a recogerlo para adornarse con él y, a pe¡;ar de los
sarcasmos que por eso les dirigieron los ultras. lo hicie-
ron popular hasta el punto de que casi todo Francia se
llamara liberal. La juventud estudiosa y ardiente y el
pueblo ansioso de libertad se enrolaron en el liberalis-
mo; y como se les opusieron leyes más y más restrictivas
del derecho electoral, que consagraban el monopolio del
poder por unos pocos miles de privilegiados, la opre-
sión los exaltó en diez años de luchas que los conduje-
ron a la Revolución de 1830, triunfo ambiguo del libe-
ralismo, que por algún tiempo se desacreditó ante la
opinión pública, por no haberse tomado sus acusadores
el trabajo de establecer' la debida separación entre los
excesos y abusos y la esencia de la doctrina liberal, que
tan bien se concilia con todas las formas que puede to-
mar un buen Gobierno, según el país y las circuns-
tancias.
- 39-
En España, liberal significó en su origen única o
principalmente el sistema constitucional y la tenden-
cia democrática. Yeso no solamente en el vulgo sino
en escritores clásicos como Balmes, en cuyas obras
las palabras libertad, .formas libres, liberalismo, institu-
ciones liberales, aparecen invariablemente empleadas
como sinónimas de constit¡,cionalismo, de gobierno re-
presentativo y de espíritu democrático. Los 'demás errores
que Balmes combate los llama irreligión o ji.losiJfía irreli-
giosa del siglo XVIII, yen ningún paso de sus libros se
establece equivalencia entre liberalismo e irreligión, o de
lo que luégo vino a llam<\rse naturalismo politico. En Bal-
mes, liberal significa simplemente lo contrario de "alista
y de absolutista; lo opuesto a la suspensión de las garan-
tías individuales; vez hay en que habla de <periódicos li-
berales religiosos ,» y vez en que cita esta frase de un
gran Prelado francés, que hoy escandalizaría a quienes
ponen sus escrúpulos más bien en las palabras que en
las cosas: «El clero se asocia enteramente al pensa-
miento fecundo y santamente libera! de Pío IX , (cuando
quiso dar una Constitución a sus Estados).
Nosotros podríamos decir que somos también .santa-~
mente liberales» como Pío IX, en cuanto nuestro libera-
lismo es constitucionalista y en cua!lto nada tiene de in-
compatible con el catolicismo, ni práctica ni teórica-
mente.
Una vez más, nuestro liberalismo no es el sectario o
naturalismo político, sino sistema constitucional y ré-
gimen representativo consolidados. Entendida así la pa-
labra, fuera de su acepción estrictamente eclesiástica,
nos creemos autorizados para emplearla lícitamente.
En los escritos de Donoso Cortés, de Moratín y de
Hermosi 1la, tampoco liberalismo equivalía a naturalismo
politico, sino que era una escuela puramente política,
contrapuesta a absolutismo. Partiendo el primero, Do-
noso Cortés. de su principio de que, «en toda graJ
cuestión teológica va envuelta una gran cuestión políti-
ca. (apotegma cuyos términos invirtió más tarde Prou
dhon, sin duda con mayor acierto). censuraba a la escue
la liberal,justamente porque se limitaba a la política y
por eso la calificaba de «incompleta y cerrada,. puesto
que dejaba de lado una parte del problema.
En Colombia, los partidos que de 1828 a 1832 se de-
nominaron bolivianos y santanderistas, por los nombres
- 4°-
de sus Jefe s y tend enci as, ya para 1840 se llam aron res-
pect ivam ente cons erva dore s y liber ales, nom bres que
desp ués nunc a aban dona ron sino para agre garl es disti n-
tivos de fracc ione s que alter nativ ame nte se les sepa ra-
ban: draconianos, gólgotas, radicales, indep endientes, sin que
en su orig en y por largo s afios desp ués, entr ase el con-
cept o relig ioso a hace r part e de la difer enci ació n po-
lítica .
De man era que por muc ho tiem po la pala bra liber al
ao tuvo en Fran cia y Espa ña acep ción relig iosa, como
tamp oco en Colo mbia y en otra s parte s. Fue más tarde
cuan do, por ser cató licos los carli stas y los abso lutis tas
espa ñole s, pare ció natu ral que los liber ales que los com -
batía n, habí an de ser cont rario s al cato licis mo; pero de
esa simp le conc omit anci a de hech os no debi ó en real idai
iedu cirse allá, y men os aquí , el sent ido irrel igios o inter -
ao de la pala bra; com o boy día. por ser reco noci dam ente
cató licos los liber ales mon arqu istas . de que es Jefe el
Sr. Cana lejas , no debe conc luírs e que el nom bre repu -
ólica no haya de tene r sent ido impí o, por sólo que los re-
publ ican os espa ñole s sean los opos itore s del liber alism o
aech o Gob ierno .
El alcan ce irrel igios o del voca blo liber alism o sólo
Tino a agre gárs ele cuan do Pío IX adop tó la pala bra,
segú n el uso corr iente en que la emp leab an Cavo ur.
Maz zini, Gari bald i y dem ás corif eo s de la unid ad ita-
liana , enem igos , por tan to, del pode r temp oral del
Papa . Ento nces y por esa cau sa-e n ciert o modl> local
y ocas iona l-fue cuan do la voz se hizo mals onan te para
los catól icos. La tend enci a liber al y dem ocrá tica italia -
na pare ció host il a la Igles ia. porq ue para reali zar el
pens amie nto- altam ente patri ótico y por vari os siglo s
acar iciad o-de la unid ad, era nece sario inco rpor ar en la
aaci ón los Esta dos pont ificio s, y porq ue para justi ficar
su cam paña los liber ales itali anos hubi eron de echa r
man o de teorí as a que en otro s país es-p or no trop ezar
con esos obst ácul os o por no prop oner se aque l fin in-
med iato -no era ni ha sido nece sario recu rrir. De que
en Itali a, en aque l tiem po y en aque llas circu nstan cias,
la tend enci a liber al o dem ocrá tica form ara un todo in-
sepa rable con los princ ipios racio nalis tas, y de que por

~
eso Pío IX adop tara el térm ino para cond enar un sis-
tema que desp oseía al Papa de sus dom inios de Rey ,
no proc ede cons agra r el nom bre liber al en sent ido idén -
- 41 -

tico al de lIaturalismo politico, que fue el que se le di6 en


en el lenguaje eclesiástico de la época, por determina- 1
11.05 motivos y con determinados fines; en -et propiL-- 1
Italia, y más aún fuéra de ella, las demás acepciones
.el vocablo quedaron excluídas de la condenación.
Así, pues, el liberalismo ha venido pasando histó-
ricamente por diferentes matices en España y en otras
<laciones, y ' boy mismo varía mucho de una a otra.
En Bélgica es resueltamente heterodoxo y opuesto al
catolicismo, erigido allí en partido político; en Italia,
si no rechaza el dogma, combate francamente a la Igle-
liia, por la principal necesidad de ahogar la cuestión ro-
mana, o sea el restablecimiento del poder temporal; en
Inglaterra proclama la autonomía de Irlanda y la liber-
tad religiosa, y liberales son casi todos los católicos in-
gleses; en Turquía pertenecen al liberalismo todos los
cristianos que gimen bajo el yugo musulmán; en Ru-
sia son liberales todos los que se esfuerzan por dismi-
<luír la autocracia; liberales son en China lo~ que aca-t
];¡an de derrocar la secular y tiránica dinastía manchú.
y qué diremos de Francia ? Pues que allí los católicos
ebedientes a las direcciones pontificias, los que tienen
por órganos L ' Univers, ilustrado llor las célebres cam-
pañas de Veuillot, y la célebre revista La Croi.>:, di r ig i-
da por los agustinos de la Asunción-quizá el periódi 1
co más acreditado e influyente de aquel país-ban cons- •
tituído, con la aprobación y aplauso de la Santa sede,~
1
8n núcleo que es ya un partido poderoso y que ha adop-
tado sin escrúpulo el título de La Acción liberal.
A raíz de la constitución del grupo, debido princi-
palmente a la iniciativa de La Croz":,;, escribía ésta lo
siguiente:
.Sabido es lo mucho que en todo el ,i~ lo XIX se u,ó el
epíteto liberal. L1amóse entonces liberales a los que querían
saprimir la libertad de los católicos, significación que todavía
conserva el término en paises como Austria. Pero de poco
tiempo acá, la palabra liberal ha evperimentado, principal-
lIlente en Francia, una evolución curiosa. Se empieza a califi-
car de liberales a los ,iaceros partidarios de la libertad; de ma-}
aera que un liberal es actualmente en ~rancia el hombre q~e
l. niega a atropellar a los sacerdotes, mIentras que en Austnll
y en otros puntos, es el que se niega a dejarlos en paz. Estlll
metamorfosis del sentido de las palabras han de dar no poco
que hacer a los futuros autores de diccionarios. Entre nos-
otro., ya los hombres honrados no temen llamarse liberales, y
- 42 -

los liberales no vacilan en manifestarse partidarios dI! la poli-


tica de los hombres honrados .•
Por manera que en el uso corriente de la política euro-
pea actual, la palabra liberal, aplicada a los partidos,
tiene las más opuestas significaciones, desde la radical
y herética, con tendencia socialista en Bélgica y la cis-
mática en Italia, hasta la de incondicional obediencia a
las órdenes del Papa, que caracteriza La Acción liberal
de Francia. Quizá de ahí proceda que a quienes quieren
extremar la tendencia ya no les satisfaga el título de Ii-
beralt>s y hayan pasado a llamarse mdicales; que quie-
nes aun este mismo lo encuentran flojo, se apelliden so-
cialistas; que quienes hallan éste insuficiente, se nom-
bren anarquistas; y que quienes encuentran éste poco
decidor, hayan inventado el de libertarios. Por manera
<que en el epíteto liber?.! van hoy implícitos los de mo-
( derado, serio y hombre de gobierno.

Diferencias entre ¡ibera les )J conservadores

Los rasgos comunes en estas distintas y aun opues-


tas dcepciones de la palabra liberalismo son fáciles de
descubrir, y sirven para determinar la verdadera signi-
ficación de la palabra en la política europea. Todos los
partidos liberales representan la tendencia a innovar, a
reformar, a salirse de lo establecido y corriente; a dife-
rencia de los partidos conservadores que, como su nom-
bre mismo lo indica, tienden a mantener las institucio-
nes, leyes y costumbres existentes. Liberal, en sentido
político, equivale, pues, a partidario de la marcha hacia
adelante, como conservador equivale a partidario del
(stat" quo, o de la quietud; los conservadore~ aman lo que
I
Uue, los liberales aman lo que será; pero es claro que den-
tro de esa significación general de los dos términos, tie-
nen significados peculiares en cada país, según su esta-
do político, religioso o social, y que en un mismo país
ese significado cambia al compás de las modificaciones
políticas, religiosas y sociales; por donde vemos que
los conservadores de un país suelen estar tan avanzados
como los liberales de otro, y que los conservadores de
ayer, como sucede en Francia, vengan a ser los libera-
les de hoy. Y es natural: todo depende de la posición
- 43 -

en que se encuentren respecto del Gobierno: donde los


conservadores están en el Poder, aliados al catolicismo,
los liberales propenden a deslig.arse de la Iglesia; y don-
de los conservadores son oposición, tiran hacia el libe-
ralismo, porque entonces representan alguna reivindi-
cación favorable a la libertad, contra trabas reales o su-
puestas de las leyes. Por eso son liberales los cristianos
turcos y los católicos ingleses y franceses; los prime-
ros quieren sacudir el despotismo otomano, los segun-
dos reclaman del protestantismo la libertad de concien-
cia, y los últimos la de enseñanza y la de asociación.
Por otro aspecto, liberal denota, en el uso corriente
de la política, toda tendencia a favorecer la libertad, li-
mitando la autoridad, especialmente en sus formas exce-
sivas o arbitrarias, o sea una disminución de ésta en
provecho de aquélla, y un aumento progresivo de las
garantías ciudadanas y de la iniciativa particular; lo que
Spencer llamó el individuo contJ a el Estado. El liberal, en
este sentido, tiende a descentralizar y distribuír las fun-
ciones públicas, contrapuestamente al conservador, que
tiende a fortificar la autoridad, a centralizar el mando
y a extender las atribuciones del Poder, especialmente
del Ejecutivo.
Obras liberales l;¡,an sido, por esta causa, la abolicion
de la esclavitud, las formas constitucionales y republi-
canas, el gobierno autonómico, la separación e indepen-
cia dp. las tres ramas del Poder, la supremacía del Le-
gislativo, la mayor amplitud de los derechos del hom-
bre y del ciudadano, especialmente los de la Prensa,
sufragio universal, jurado, etc.
En resumen: los liberales se distinguen de los con-
servadores, en Colombia como en todo el mundo, en la
mayor o menor participación del pueblo en el Gobierno,
en la mayor o menor restricción de If-s atribuciones del
Poder, y en la consiguiente amplitud mayor o menor de , .... (',
los derechos de los gobernados; en la mayor o m~nor S'ho ,"l,.. .~
extensión del sufragio, en la mayor o menor severidad t~ ~ I
en los métodos de la administración de justicia y de la eL. tJ.. ¡:a".
penalidad, en la mayor o menor centralización o autono- Q..:........ t
mía, en la mayor o menor libertad, dentro de lo lícito, ~'f:
de la Prensa, de la enseñanza, de la asociación y de los ~. ~
demás derechos civiles y políticos y garantías sociales. ,.ü¡"",.;.a
Los dos partidos se diferencian, pues, en la mayor o me- I'<V .\,c.a.
Dor limitación de la autoridad, en relación con la mayor t:t2'IL ~
"'+ ~ ..
-J,4-

o menor ampliación de la libertad. La diversidad de cri-


terio acerca de esas cuestiones, es lo que aquí y en todo
el mundo hace que úno sea liberal o sea conservador
para lo cual hay libertad amplísima, dentro del dogma
católico, y los que adoptamos el criterio liberal, nada
hacemos que no sea perfectamente lícito, desde luego
que lo son también los medios de que nos valemos y
desde luego que, al reivindicar nuestras aspiraciones, lo
hacemos , anteponiendo la paz moral y material de nues-
tro palS.
Ese es nuestro liberalismo. Nosotros para nada nos
metemos a averiguar-con el fin de hacerlo objeto de
megaciones-si la autoridad humana se deriva direc-
ta o indirectamente de la divina; 'si la norma única y
sl!lprema de la verdad y de la justicia es o nó la mayoría
constituída; si por el predominio del más fuerte se
debe o nó erigir en derecho la rebelión del pueblo o la
tiranía del Gobierno. Sabemos que la afirmativa de esas'
proposiciones es lo condenado por la Iglesia como na-
turalismo político, en teoría y en calidad de escuela, no
lIlenos que como sistema y como procedimiento, y por
eso para nada tocamos con ella.s en nuestros programas.
Nuestro liberalismo se limita a considerar la autori-
.dad humana, exclusivamente tal como está constituída
8n el orden de'los hechos, prescindlendo de remontar a
sus orígenes y prescindiendo de toda consideración doc-
trinal o disquisición filosófica sobre ese punto. Nuestro
liberalismo no se desborda sobre el dominio de lo reli-
gioso; es pur"mente político, extraño a la esfera teoló-
gica, esto es al dogma, tanto como a la discipliDa de la
Igiesia. Partimos de la teoría, tau admisible como
~onforme con el credo católico, que hace remontar
al pueblo el origen de la autoridad, no absoluta ni
filosóficamente, sino histórica e inmediatamente,. o como
si dijéramos de lejas para abajo. De donde saca-
mos tres consecuencias; 1.', las instituciones y los go-
biernos son para el pueblo, y nó el pueblo para los
gobiernos y las instituciones; 2.', el pueblo puede y
debe exigir de los gobiernos creados por él el cum-
plimiento de las leyes y el respeto de los derechos
de los asociados; 3.", en determinadas ocasiones y cir-
cunstancias se puede resistir, aun por la fuerza, los abu-
sos evidentes y la opresión tiránica de una autoridad in-
justa y arbitraria, y con mayor razón si es usurpadora o
- 45 -

intrusa, cuando las vias legales hayan sido sistemática-


mente cerradas para ello, lo cual puede llegar a ser UI!
deber estricto y hasta una acción laudable, inspirada en
el amor a la Patria; y 4.", quien tal obre no hará sino
seguir doctrinas perfectamente católicas.
Eso es lo que se llama corrientemente liberalism"
ésos son por todo el mundo los partidos que se llama.
liberales, y ése el liberalismo colombiano.

Nuestro liberalismo es verdadero libe,nalisml!J

Pero se arguye: • La Iglesia ha fijado definitin-


mente el concepto de liberalismo y ya no se debe dis-
tinguir entre liberalismo político-religioso y el libera lis-
mo puramente político, porque éste, aunque asi se de-
nomine, no es en realidad liberalismo.> Es un •orinci-
pio de lógica escolástica, que lo que prueba demasiado,
no prueba nada. El argumento es valedero en casos ea
que se aplica un mismo nombre a seres o cOlias mate-
riales, esencial y realmente distintas entre si, pero eió
inadmisible tratánd05e de términos expresivos de ideas
o de sistemas que son entidades abstractas, cuya deter-
minación depende de convenciones humanas y de los
usos del lenguaje, yasí hayo puede haber tantos libe-
raliimos como sistemas a los cuales se quiere aplicar
esa palabra.
La Iglesia, no como Academia internacional de las
lenguas, sino como entidad religiosa, fijó el sentido ea
que emplea el término liberalismo, y nada más ; entre
las mucllas acepciones del vocablo, adoptó una para
hacerla objeto de una declaración doctrinal, y dejó por
fuéra las demás acepciones. Los liberales colombianos
pueden decir que su liberalismo no es el condenado
por la Iglesia, esto es, que no tiene el sentido eclesiás-
tico; pero no por eso autorizan a nadie para conclUír!
que elle liberalismo no es liberalismo verdadero, porque ~
ellos son jueces únicos para dar a su opinión política .
el nombre que quieran.
Sin embargo, ¿ por qué los que tan especioso argll-
mento emplean, no se limitan a acusarlos de impropill-
dad en el lenguaje, única censura que para el caso po-
dría ser fundada, sino que, "ncastillados en no aamitir
otro sentido de la voz liberalismo que el condenado por
la Iglesia, proceden tomo si nadie, ni nosotros mismos,
lo admitiera, de modo que para ellos basta· que úno se
l/ame liberal para serlo y quedar condenado? Es decir que
hay cosas que se llaman liberalismo y que verdaderamen-
te no lo son, pero no hay hombres que se llamen /¡bera/es
y no lo sean, para el efecto de mandarlos al fuego eterno I
Será de buen o de mal gusto que nos llamemos libe-
rales ; eso es cuenta nuéstra; para los conservadores y
para algunos eclesiásticos el nombre puede ser tan mal-
sonante como a nosotros nos suena bien; pero una vez
que ya adoptámos ese nombre, no se venga a convertir
en filológica una cuestión que era dogmática; o si sólo
es filológica, no se torne a convertirla en dogmática
con el solo fin de excomulgarnos.
Supóngase que es impropia cualquiera acepción de
la palabra liberal, distinta de la que le da la Iglesia. Ya
está; pero como es un hecho innegable, un hecho in-
destructible, que son muchos en Colombia los que lle-
van y emplean esa acepción impropia, llámeseles malos
filólogos, pero nó malos cristianos; llámeseles corrup-
tores de la lengua, pero por sólo eso no se les expulse
de la comunión católica; suspéndaseles, si se quiere,
en Gramática pero no en Religión.
La Iglesia no ha ligado necesariampnte la idea a la
palabra, y la prueba es que León XIII pudo escribir
sobre el naturalismo político una de sus más fundamen-
tales Encíclicas, la fumor/a/e Dei, sin mentar en ella una
sola vez el vocablo lzberalismo. Se puede, pues, prescin-
dir de él sin inconveniente alguno, antes con gran ' -en-
taja para la prl'cisión del lenguaje; y se puede más:
darle a la palabra liberal significdción crisliana. ¿Pues
no la us? hasta veinte veces el venerable P. Lapuente
en una de sus ¡¡{editaciones, en el sentido castizo de ge·
I neroso, espléndido y m3,nirroto, para aplicársela a Dios?
Sin embargo, sé de muc1iü's que al encontrarla aJlí no
dejarán de fruncir el entrecejo; tal el miedo y el he,reor,
degenerados en manía, que han I legado a concebi r por la
voz liberal; tal el olvido por el fonclo inmutable de la
doctrina, para dedicarse a tener repugnancia por Jo
vocablos, forma aguda del farisaísmo !
- 47-

Convendría que camhiásemos


de nomhl'e pOlítico?

Tengo que confesar que, preocupado de que los


obstáculos naturales-ya de suyo bastante grandes y
numerosos-cOd que tropezamos en nuestro camino, se
aumentaban, tal vez innecesariamente, con nuestro nom-
bre polí,t ico, pensé alguna vez que convendría cambiar-
lo por el de dem6c>atas, o progresistas O re.formistas, para
obviar dificultades, yese fue el origen de aquellas cartas
del Brasil que tánto se me censuraron. Pero, profundi-
zando después este estudio, me convencí de dos cosas:
de que podíamos conservar el nombre liberal sin trope-
zar con la condenación canónica de que es objeto en
unas pero no en todas sus acepciones; y de que aun adop-
tando cual.luiera de esas otras denominaciones, no nos
libraríamos de una persecución político-religiosa en que!
la fe entra por poco y c\ interés por mucho,
Es muy conocido el cuento de aquellos dos compadres
ociosos, uno de los cuales, después de una larga plática
y no teniendo ya más de qué conversar, le propuso al
otro el caso de ir por un camino y encontrarse de manos
a boca con el tigre, para saber lo que haría:
-Pues en llevando escopeta. le disparaba y lo ma-
taba, dijo el que había.de resolver el acertijo.
-Nada, no cargaba usted entonces nioguna arma de
fuego. objetó el primero.
-Llevaría siquiera lanza o machete, y con eso me
defendía.
-Ese día 00 llevaba u~ted ni una aguja.
-A la fija habría por ahí cerca un palo donde tre-
parme.
-Tampoco: el encuentro fue en un puro escampado.
-Como que lo que usted quiere, compadre, es que
a todo trance me coma el tigre, y esa sí es uoa mala in-
tención, concluyó el interpelado, mirando al otro con
señales de positivo en<>jo.
Llamémonos liberales, o progresistas, o demócratas.
o como se quiera, siempre habrá Cu,as y conservadores
que encuentren modo de condenarnos al fuego eterno
como enemigos de la religión. Pues entonces, conserve-
mos el nombre liberal que ya teníamos antes de sobre-
- - -4-' -
venir el anatema del Syllabus, y nombre al cual va unida
toda una tradición de glorias militares y civiles, toda una
honrosa historia de probidad administrativa, de progre-
so, de cultura y de generosidad, toda una leyenda de
heroicidades y sacrificios sin cuenta ni medida, que cons-
tituyen nuestro arraigo en la mente y en el corazón del
pueblo colombiano, por nuestro amor a la libertad y a
&justicia.
Convendría, sin duda, sustituír, la palabra equívoca
liberalismo por la de naturalismo político, que es más clara
y más comprensiva, puesto que abarca un error conde-
nado, no sólo eu su forma democrática sino también e.
la cesarista, en la regalista y en todas las demás posi-
bles. Pero seguramente nuestros adversarios no querrán
admitir esa sustitución de nombres. porque como aquí
no existe ningún partido que se llame n ,. turalismo pa-
lítico, esta denominación no les sirve para excluír y per-
seguir; con ella sólo podrían rechazar a los que real-
mente profesasen doctrinas o adoptasen procedimientos
condenados de veras por la Iglesia, aunque no sean
liberales, cuando lo que quieren y necesitan es ex-
cluír a quienes así se llamen, aunque no profesen doc-
trina alguna condenada por la Iglesia. No les basta la
idea; han menester a todo trance .la palabra. Pues ad-
mitámo:.la, pero advirtiendo su carácter equívoco y su
«iversidad de acepciones, alguna de ellas aceptable den-
tro del dogma católico, y reservando, por tanto, el dere-
cho de quien se llame liberal a explicar iU liberalismo
para comprobar satisfactoriamente que no es opuesto a
la Iglesia. Pues tampoco en eso convienen: la palabra
ya no les basta si en ella ha de reconocerse la posibili-
dad de un significado canónicamente aceptable; la nece-
sitan en bloque, indistinta y confusa; la necesitan para
aplicarla por su sonido material, no por su simbolismo
ideológico, aunque entre el uno y el otro haya mil le-
guas de distancia; la necesitan para que repercuta en el
oído, nó en la inteligencia ni en la reflexión. Nada: l.

~
que de todos modos quieren es que nos coma el tigre,
que nos lleve Satanás. Y nosotroll a no dejarnos comer
ni llevar I
Estas logomaquias o cuestiones de nomInes no so.
bizantinas solamente SiDO ocasionadas a graves abusos
y a perniciosas consecuencias. Dejemos la paja y vamos
al ¡-rano; pon¡-amos a un lado la forma y preocupémo.os
- 49 -

del fondo; lleguemos a la sustancia, despreciando los ac-


cidentes; prestemos más atención a las ideas y menos a
las palabras, y sobre todo, acordémonos de que obras son
amores y no buenas razones. Discúrrase si se quiere
sobre el liberalismo, pero con la misma serenidad qu~
se aplica al estudio del racionalismo, del materialismo
y de los demás ismos de que .atrás habl é ; analícese, dis- ~
tíngase y hágase luz, mucha luz, que ella sólo la temen
los murciélagos, las lechuzas y las chotacabras. Las águi-
- - --
las y los cóndores saben mirar al sol de hito en hito. I

El criterio del olfato


Según el P. Sardá, al liberalismo hay que olerl e más
que verle; para él hay una clarísima señal para saber
quién es o nó liberal: aplicilrle el criterÍD del olfa-
to, o sea del instinto o intuición particular a priori, sis-
tema que ~xcusa estudio, aoáli.is y trabajo y que per-
mite a cualquier igoorante o atrabiliario diputar de he-
reje a quien se le antoje, sin necesidad de más teología
que la que pidiera un perro perdiguero.
Por eso dice el mismo P. Sardá' que, .. más frecuente
que llamarse liberal es todavía encontrar hombres que,
renegando cada día y a cada hora del liberalismo, le
tengan aún motido hasta los tuétanos y no sepan escri-
bir, hablar y obrar sino inspirados por él. Estos son en
el día los más peligrosos.>
De manera que para la aplicación de la palabra y de
la condenación que envuelve, han descubierto un crite-
rio desconocido de los filósofos y un lugar teológico que
no citó Me1chor Cano: el olfato o el instinto. Por esto
..s raro ya el católico oe algún prestigio que no haya
'sido acusado de liberalizan te, de suerte que si por tál ha

dejado de ser católico, el catolicismo se ha quedado sen-
cillamente sin quien lo profese o reducido a su mínima
expresión, por esta cerril y brutal intransigencia. Común
es que apliquen el nombre de liberales a quienes 00 lo
merecen, por razones exclusivamente políticas, a veces
por la meramente negativa de no ser conservadores o
cruzado! a raja tabla; del propio modo que los libera-
les exaltados están a cada paso colgándoles el sambeni-
to de conservadores a quienes no llevan su radicalismo
Itasta donde ellos creen que debe doctrinariamente lIe-
4
- 50 -

vars e, o a quie nes no hace n cons istir todo su Iiber ali


J mo en un rabio so antic leric alism o.
Yo no sé si será ciert o lo que me decí a mi Secr et
rio en la Lega ción a las Rep. iblic as del sur, el discr e
y lame ntad o Dr. Sam uel Ram írez Arbe láez, de que .ha
quie nes se metej! a liber ales ~n Roder, " com o si pa
ser liber al se nece sitar a espe cial esfu erzo o part icula r
dote s de la volu ntad o de la men te, mien tras que pa
ser cons erva dor bast a deja rse ir o lleva r a la buen a
Dios , siend o así que hoy día no es lícito cree r por ma
dato ni pens ar de enca rgo o por cabe za ajena . Mas pa
\.o t>L r-- tene r a algu ien por buen liber al, creo sufic iente qu
',,"ce . f... .. lleve el nom bre reste serv icios efec tivos a la Cau
...... ...... .. sip eXIg irle que se h'U'l!. grad uado en os canon.!s
d
....., ~ ~ nues tra dQ.ctrina . ~ T ~~ ~~
... W.U ~ ..:~ o.t. .
.~ . -
..... ~ ........ .w. .. t" · - I~ t-- . _.
~.-l ....._
Qui énes rom pen la unid ad reli gios a!, mor al

Fenó men o raro ! El hech o de perte nece r los colo


bian os a una mism a relig ión (del latín re/igio, compu!:
to del refijo re y de ti ;o./i are-;-Ii ar com o si di"éramo
o e y apre ta o vmc ulo de las alma s; como si se tra
tara no sólo de la unió n espi ritua l para el pens amie nto
sino de la de las volu ntad es para la acci ón; como s
adem ás de la com unid ad en la tierr a se quis iera abra za
la de la vida futu ra; y final ment e, com o si la esen cia d
la relig ión fuera la unió n de los sere s racio nale s y libre
entre sí y con Dios , esto es la unió n de lo finito con l
infin ito. de 10 hum ano con lo divino); ese hech o. digo . le
jos de atarl os con lazo s de armo nía espir itual , sólid a
amab le, los sepa ra con pasio nes de una fuerza y d
una irrita bilid ad inco mpa rable s. La expl icaci ón del fe
nóm eno está en que si la relig ión es lazo de unió n en
tre los hom bres , el fana tism o, traeu cido en la fórm ul
• 1) vulg ar « sólo noso tros som os los buen os. , es una de
gene raci ón de la fe relig iosa. que la conv ierte en agen
te de disc ordi a perp etua ; sobr e todo , cuan do se mez
c;a con el secta rism o polít ico para form ar un com pues t
expl osiv o, en estal lido perm anen te. Si, como pare ce in-
duda ble, exis te en prin cipio la unid ad relig iosa, y todo s
han acep tado la unid ad polít ica ¿por qué y por culp a
de quié n no exis te la unid ad mora l, base nece saria de
SI -

la unidad nacional' .::\0 por culpa de los liberales


justo es decirlo. Y hecho notable: los liberales son lo~
que buscan la paz religiosa y la unidad católica, resistien- •
do su expulsión de la Iglesia, y los conservadores y el cle-
ro son quienes se empeñan en mantener vivas y activas
las causas de divi,ión del rebaño y la perturbación de
las concienciai; como si todo su esfuerzo lo encaminaran
a dividir las fuerzas del catolicismo ya prepararle futu-
ras dificultades a la religión. Los unos a querer ser ca- ~
tólicos, y los otros a que no lo sean; los unos a querer
entrar o a permanecer dentro, y 10i otros a echarlos y
a darlei con las puertas en la cara. Si cansados al fin
o justamente heridos por ta.n inexplicable corresponden-
cia a su buena fe y esfuerzos, los liberales se resuelven
a .darles gusto y efectúan un movimiento de abandono
de la Iglesia, quizá ésta los busque; tal vez por estar
convencida de que los tiene seguros, los desdeña; cuan-
do los vea alejarse, acaso irá solícita tras ellos. Entien-
do que hay quienes están haciendo ya el ensayo.
Son otros los obstinados en la tarea intransigente y
tenaz de iñutilizar católicos, hasta el punto de que ya casi
no hay en tal sentido nombre que no esté manchado, ni re-
putación que no se haya puesto en tela de juicio, y por
poco que sigan extremando la exigencia, acabarán por
hacer morir fuéra de la comunión católica a muchos
buenos creyentes.
IIubiérase aprovechado la ocasión del último censo
para averiguar cuántos son los colombianos que no van
a misa por no exponerse a que se les ofenda en sus opi-
nion~s políticai, o los que por la misma causa no se pre-
sentan al tribunal de la penitencia, o los que del t010 han
dejado de poner los pies en los templos por igual recelo
y se habría comprobario que se cuentan por miles de
miles, materia prima disponible para un cisma religio-
so, como en Bogotá y en las poblaciones vecinas ya
ha podido comprobarse; de tal suerte que si hubiera
probabilidades de que la autoridad garantizara suficien-
temente el establecimiento y la propaganda de capillas I
protestantes en taJas las ciudades y poblaciones secun-
darias de Colombia. seguramente no faltarían secuaces
y concurrencia. Tal parece como si los escritores y Cu-
ras fanáticos estuvieran a su o del rotestantismo,
para ararle y abonarle el campo donde venga a eposi-
tar
r
sus semillas.
- 52 -

Los que movidos de un celo más fervoroso que dis-


creto, no han parado, en su odio al liberalismo, hastll.
-formular la pretensión de que la palabra antilibcral cons-
tituye en adelante una nueva nota de la Iglesia, a sa-
ber: católico, apostólico, romano y antiberal, ignoran u ol-
[ vidan, en su atrevimiento, que la adición de una nueva
nota es asunto grave; pues si la Iglesia la e~timara ne-
cesaria, ya la habría decretado, con la solemnidad y en
la forma acostumbrada,; pero que no habiéndolo re-
suelto, nadie está autorizado para hacerlo en su lugar,
caprichosamente, por apasionamiento político; y que al
proceder así ejecutan acto de usurpación.
No parece que con sus exageraciones se propusie-
ran otra cosa que estorbar el · camino a los que quisie-
ran ir hacia la Iglesia, en vez de, estar dispuestos a re-
cibirlos con los brazos abiertos, oldd,ando que el paga-
lIno de ayer puede ser el San Agustín de hoy; no parece
que tuvieran otro empeño que crear obstáculos en que
tropiecen los débiles y, en vez de paz para las almas, man-
tenerlas agitadas y tLémulas de angustia. Aun suponien-
do caritativamente que en esa conducta entrará más ob-
cecación que malicia i qué tremenda responsabilidad con-
traen los que ponen a los ignorantes de buena fe en el
riesgo de rechazar la verdad religiosa porque la ven
ataviada con el disfraz político conservador con que la
desliguran I y desde su punto de vi~ta de profesionales
salvadores de almas, cuántas no echan a perder por la
repugnancia a abrevarse en la fuente religiosa, delibe-
radamente amargada para ellos! Cuántas ruinas espi-
rituales se evitarían, cuán tas pasiones rencorosas deja-
rían dQ encenderse, cuánta serenidad reinaría en Colom-
bia si el clero se limitara a la exposición sencilla de las
verdades cristianas, reducida a lo que enseña la Iglesia
y como ella quiere que se enseJie, sin interesados equí-
vocos y sin adiciones políticas! Con cuánta facilidad
se entenderían los hombres de buena voluntad en este
país, si en ello no se mezclaran polí ticos aviesos para en-
turbiar lo trasparente y enmarañar lo s~ncillo, y si gen-
tes venid;¡s de fuéra no tomaran empeño en sembrar
¡taquí discordias, como si sólo a favor de ellas pudieran
vivir y prosperar! Pero si de tales aberraciones se va-
len para envenenar las almas de buenos compatriotas
¿ por que no tener indulgencia para las aberraciones
- 53 --

que suscitan con las suyas, que por ellas se explican y


'Iue se concilian perfectamente con la buena fe?
A la problemática ventaja que para algunos tiene
incluír arteramente en la condenación canónica del libe-
ralismo cosas puramente políticas, no comprendidas en
ella, la contrarresta con creces la desventaja real de que
los sectarios puedan considerar como ataques puramente
políticos la reprobación de verdaderos errores religiosos,
contestando así a la confusión con la confusión.
De la clase de gentes que tal hacen se lamentaba Je-
remías cuando exclamaba:
«D~sde el profeta hasta el sacerdote, todos proceden con ~ (
do!o. Y curaban la qui~bra de mi pueblo co n ignominia, di-
cíenlo: paz, paz, y no había paz .•
L(
En efecto, no hay ni puede haber paz, por-:¡ue lo que
piden es que no se incomode a los que se pasan la vida
molestando y haciendo sufrir a los que no opinan como
ellos, y a quienes no se pliegan dócilmente a sus exi-
gencias indebidas, en materias colocadas evidentemen-
te fuéra de su jurisdicción. Hablan de rebeldía sin fijar-
se en que son ellos quienes la suscitan con sus invasio- I
nes en campos que debieran tener por vedados. Cómo
quieren que se les deje seguir en paz contraviniendo las
constantes recomendaciones del Papa sobre respeto a
las opiniones y a las personas? Quiénes son los per-
turbadores, quiénes los que abren hostilidades, quiénes
los que provocan ¡alO resistencias? Tranquilos estamos~
en nuestro campo político y a él se viene a buscarnos
para movernos guerra. Han de tener libertad para
atacilr y no hemos de tenerla para defendernos i' Han ~
de ser libres para aCUSAr, y no hemos de serlo nosotros
para rechazar h. acusación? Tenemos obligación de to-
lerarles, y ellos no han de tenerla para toleramos a nos-
otros?

Contrasentidos
Cosa curiosa: cuando se trata de escribir o de defen-
der el texto constitucional (artículo 38) de que .la religión
católica es la de la nación, > o de probar que los católi-
ces constituyen la inmensa mayoría de sus habitantes,
., que los disidentes son una minoría indigna de ser to-
mada en cuenta, abren el compás hasta el punto de

- 54 -

considerar católicos a todos cuantos individuos figuren


en los censos y estadísticas; pero cuando pasan a califi-
car al Partido liberal y a sus miembros, encogen y es-
trechan de tal modo el criterio y lo tornan tan exigente
y exquisito, que no admiten más católicos que los ron-
servadores; aun de ésos excluyen a no pocos, y en defi·
nitiva, después de esa formidable poda, quedan reduci-
11 dos a una exigua minoría los catól[cos colombianos.
Para unas cosas, como para asentar la legislación, para
pavonearse ante el mundo y, sobre todo, para pechar al
pueblo, los católicos en Colombia son casi la unanimi-
dad; para otras, escogen, separan, excluyen y pasan por
alguitara, hasta reducirlos a una quinta esencia, a un
grupo limitado. Lo que suman con la derecha lo restan
con la izquierda. Pues los liberales tienen derecho a re-
clá.mar: «o lo somos para todo, o no lo somos para nada.>
¿ Cómo es que a hombres y mujeres liberales se les
considera lo ba~tante buenos católicos para reunirse con
hombres y mujeres conservadores en las asociaciones
religiosas o de beneficencia, es decir, para ocuparse en
una acción común que tiene por base la identidad de
credo, y sólo cuando ya se trata de política-cues-
tión secundaria-se les desconoce el carácter de católi-
cos, para considerarlos expulsados de la Iglesia, sin
perjuicio de que, pasada la ocasión, el día de elecciones,
por ejemplo, se les vuelva a recibir entre los fieles?

~
O no hay razón para excluírlos del catolicismo corno
políticos, o no debe llamárseles o admitírseles en las
asociaciones como católicos. O caben en todas partes, 'O
no caben en ninguna. En esas mismas cofradías a don-
de, a despecho de todo, concurren los liberales, se les
posterga y ofende con reticencias y desconfianzas, mien-
tras los conservadores son objeto de preferencias irri-
tantes. Estas exageraciones e injusticias son las que
perjudican a la unión de los católicos, porque lentamen-
te le merman el elemento liberal, enfriado primero y
) repelido después, siendo así que el servicio y defensa de
la creencia común es el campo donde pueden encontrar-
se liberales y conservadores. De parte de los primeros,
no hay en ello inconsecuencia. Los inconsecuentes son
sus adversarios, seglares y eclesiásticos, que les niegan
una libertad de acción política que a los liberales les
está expresamente reconodda por la Santa Sede, mos-
trándose con esto sus enemigos, no sólo más papistas
- 55 -
que el Papa, lo cual ya sería extremo deplorable, sino
yendo contra prohIbiciones y mandamientos expresos
del Sumo Pontífice.
Entre las creencias religiosas y las opiniones políti-
cas de los liberales colombianos, el terreno es plano y
firme, para pasar de las unas a las otras sin obstáculo',
son otros ~os que pretenden ' que entre los dos campos
hay un abismo, para poder hablar de la necesidad de
un puente... quizá cOQ el objeto de cobrar, -a quienes lo
páS'e n , el re$pcctivo derecho. La ley política que cono-
cemos es la de que todo partido que abre abismos, aca-
ba por perecer en ellOS.
,

Catolicismo práctico de les liberales


Reclamación de la Igualdad
Casi todcs los liberalell colombianos buscan esposa
cristiana; contraen matrimonio católico; bautizan sus
hijos por la Iglesia; los hacen confirmar; sirven de pa-
drinos para esos sacramentos; ya crecidos los hijos, los
llevan a hacer su primera comunión; se confiesan y co-
mulgan por lo menos una vez al año, por la cuaresma;
oyen misa; rezan el rosario en familia; se encomiendan
con frecuencia a Dios ya los santos; se santiguan cuan-
do estalla el rayo; ostentan escapulario o alguna otra
insignia religiosa; ponen palmas benditas en sus casas;
tienen devoción especial por determinada advocación
de la Virgen María, o por algún santo determinado,
cuyas imágenes o efigies tienen y veneran y a quienes
rezan novenas; hacen promesas y peregrinan a los san-
tuarios que tienen por milagrosos; adúrnan e iluminan
el exterior de sus habitaciones en las fiestas religiosas;
pagan puntualmente diezmos y primicias, así como los
derechos de matrimonio, bautizo, confirmación, limos-
nas y demás que les cobra la Iglesia, en retribución de
sus servicios; llevan cirio en las procesiones, o ayudan
a cargar los pasos; dan para la construcción de los
templos y para las fiestas del patrono o patrona del pue·
blo o de la cofradía a que pertenecen; figuran en todas
las obras piadosas. de que son promotores activos o
miembros solícitos y generolios; respetan a los sacer-
dotes; en una palabra. le tienen amor a Dios y miedo
- 56 -
al diab lo; dura nte toda su vida hace n públ ica prof esión
de su fe y a la hora de la mue rte pide n los auxi lios es-
pirit uale s; se hace n ente rrar por la Igle sia en los ce-
men terio s catól icos, y hace n legad oll para misa s y res-
pons os por la salva ción de sus alma s; es deci r, que no
se cont enta n con llamarse cató licos sino que lo son, ni lo
son teóricamente nada más, sino en la práctiCi', ni "sólo
por el pensamiento mas tamb ién por la acción, y sin em-
barg o, a ellos , y sólo a ellos , les pide n más y los ase-
dian con parti cula res exig enci as. Por qué? con cuál
razó n?
Los iiber ales colo mbia nos que sean cató licos pued en
y debe n, por tóinto, pedi r su pues to en la mesa de su
com unió n relig iosa, al igua lo con el mism o, si no con
mejo r dere cho que los cons erva dore s; debe n rech azar
que esos cons erva dore s y algu nos sace rdot es quie ran,
por sólo ser lib~rales, sepa rarlo s de su relig ión; y, apo-
yado s en la auto ridad del Papa , debe n exig ir «que en
el seno de la Igle sia no se intro duzc an las facc ione s po-
lítica s, que acab an con la conc ordi a frate rna y abre n la
puer ta a una fune sta mult itud de inco nven iente s,> com o
los que bien a nues tra cost a hem os pade cido y segu i-
mos pade cien do los colo mbia nos todo s.
Qué prete nsió n es éita, de impe dir la sant a liber tad
de opin ar, en cosa s perf ecta men te disc utibl es? San
Agu stín, que ama ba esa liber tad en lo opin able, fue quie n
escri bió el gran afori smo de cuya aplic ació n vivim os
tan nece sitad os en Colo mbia : in necesariis, unita s .. in dtl-
Mis, libertas .. in omnibus, char itas: unid ad en 10 nece sario ,
liber tad en lo dudo so, carid ad en todo .
Es un injus to, es un irrac iona l, es un arbit rario in-
tento quer er restr ingi r el títul o de cató licos a los par-
, tidar ios de dete rmin ada escu ela polít ica, y mon opo-
lizar para ellos un títul o que la Igle sia otor ga a todo s
con el baut ismo ; es una incal ifica ble obst inac ión la de
excl uír de la com unió n cató lica elt>mentos valiosíliimos,
adm itido s y aun solic itado s en Espa ña y en otra s part es
por los Prel ados , con la apro baci ón del Papa .
Así com o en la polít ica se ha quer ido hace r a los
liber ales de peor cond ici6n que los cons erva dore s, en
relig ión tamb ién ha quer ido releg árse les al aegu ndop la-
no o a uno hart o in1erior, Recl ama r que se les trate en UD
mism o pie, en el prim er caso por su calid ad de ciuda-
dano s, lleva ndo la Con stitu ción en una man o, y eD el.
- 57-
calidad de discípulos de Cristo, con el
"Allt,. otra, es velar por la igualdad y propen-
y la justicia.
c:at6ticos y (at6licos colombianos no debe de
desnivel que el que establezcan las virtudes,
personalu, la bondad de las costumbres y
de la vida.
]esucriltoquiso dar a sus discípulos medios
~1lI!l" cloa falsos profetas que véngan vestido.
oveja, y por dentro son lobos rapaces,_ no
les preguntasen c6mo se denominaban
doctrinas profesaban, sino que les dio
JOlller,lnlL, absolutamente segura en la prác-

~'.,..f"''''!s 101 etnul'eerlis. Un 6ue1l árJo/ 110 'puede dar


,.; fnlnws UII drfJtJ/ malo .. ni los ISpinos pueiÚtl
/1.1'11111 Airos. P/Jr los frutos, os 'lJWlvo 11 decir,
~;1Se a esa máxima evangélica la cél ebre fra-
::ieg'aall!, exac\.a en el punto de vista subjeti-
~:~i~::~al, aunque no en el punto de
hombru, uno de 101 cuales reza eón in.ineemlad
~~~~~ Pios, y el otro ora a un (dolo, pero eOIL
lo ¡lLfinito, reza el pri'1lero en realidad a liD
1!i!I...IWldo en verdad a Dios,>
eonsilte, principalmente, a mi entender,
C114118l biéa; por 10 mismo, la oraci6a más gra-
Ne I:tlOl,ellaque se traduce en buenas obra.,
El ha de tener por más abominable
41Ia ae pretendiera eagaftarle-e. la que
fi.YOCl,. de adoraci6n con las obras de iniqui-
:toIOO es, en definitiva, quien de hecho
no quien más habla de él, reall-
,. _ ","e el/Ne"', 'Y el.6/0 etiWe d
~"'lDIIiC1¿)n del 8entimlento religioso es
_ JI. vida por la virtud, por la conquil-

contra las paaloDes y loa bafoa in..


nai_ _ la condición
~~~;~alta
11
qa
eD la traaqlll-
del.beF.
- 58 -

Este rilid ad par a el bién de la into lera ncia


relig iosa y polí f:ca
y su fecu ndid ad par a el mál

Sese nta años hace que proc lama n a toda s hora s y a


voz en grito que «el liber alism o es peca do.» Ya con
eso cree n habe r salv ado al país ; Qué han logr ado? Di-
vidi r más y más la socie dad colo mbia na, prov ocar gue-
rras civil es, desi nteg rar la nació n y pone rla al cant o de
{jiso lvers e. Han podi do siqu iera ataja rle el paso al libe-
'l'ali smo) No lo han visto crec er y mult iplic arse con la
pers ecuc ión? Pues si con la tácti ca emp lead a, nada
buen o han cons egui do, por qué no la varía n?
Todo lo que han gana do ha sido mata r man ifest acio -
nes de esa mism a vida cató lica que prete ndía n impu lsar;
han dest ruíd o muc ho y han esto rbad o que se edifi que
muc ho más ; todo el méri to de su labo r con&iste en ba-
ber man tenid o en pugn a cons tante unas .clas es cont ra
otras . Desc atoli zada , más aún desc ristia niza da part e
cOflsiderable del pueb lo colo mbia no, por obra y grac ia
de los faná ticos , estam os en el duro caso de no sabe r ya
si al reso nar un llam amie nto guer rero en dden la del
país, deja rían de resp onde r muc hos, por cuan to no que-
rrían ir a sacri ficar se por el man tenim iento de un orde n
de cosa s opre sivo , que conf undi rían con el Gob ierno , y
a é&te con la Naci ón; de suer te que de tánto habe rle
semb rado mina s al alcáz ar de la Libe rtad, habr ían pues to
en riesg o de caer algu nos bast ione s del alcáz ar de la
Patr ia.
i Tris te espe ctácu lo, en verd ad, ver a este pobr e país
entre tenid o en minu cias biza ntina s, como esta discu sión
gram atica l del liber alism o, er, que nos vem os forza dos a
mezc larno s, mien tras qued an en olvid o los prob lema s
trasc ende ntale s de la defe nsa naci onal y del prog reso
patri o !.
Son de muc ha opor tunid ad en este luga r y de mu-
cho uso en este país y en este tiem po las sigu iente s pa-
labra s del vene rable Obis po de Tuy , pron unci adas en
la eloc uent e Aloc ució n dirig ida a los Prel ados y fieles
reun idos en el Con gres o cató lico de Sant iago de Com-
post ela:
- 59 - .

.,E,s ya intolera~le lo que entre nosotros pasa que estan-


do umdos p0r los vinculos de una misma fe, nos falte la uni-
dad de espiritu, y por consiguiente la de acción, porque €s:án
rotos los vínculos de la paz; que pretendiendo todos estar en
posesió" de la verdad salvadora, no solamente para la eterni-
dad, sino también para el soslé ~ de la s ciedad conmovida y
para la regeneración de la patria, sigamos discutiendo sobre
quiéD debe prevalecer, mientras la patria se huade, la sociedad
se desquicia y las almas se pierden; que unos se abroquelen
tras el sofisma de que defienden la verdad íntegra, como si
nosotros quisiéramos partirla en pedazos para echar uaa parte
a 10l perros; que otros, alegando servicios prestados a la cau-
sa de la religión y amenazando con dejarnos entregados a los
furores de la revolución impía, se empellen en que todos le s
demás les sigamos en una política de aventuras para resolver
una cueslió" secundaria y po'híca que, con las oportuna. sal-
vedades y restricciones, podrán seguir los particulares, pelO
de ningún modo la Ig'c<ia; y que otros, en fin, aparentando
seguir cierta marcha, sólo por interés de la religión, busquen
en realidad su intelé, personal, haciéndonos sospechosos a los
que seguimos ese mi~m,) camino, pero con recto fin. Tiempo
es ya de que esta situación se modifique, haciendo desapare-
cer estas miserias, aun cuando fuera precis)-y a mi juicio no
lo es-que del catálogo de los católicos desaparezcan algunos
nombre.
Tiempo es ya. debemos decir los colombianos. de
que entre nosotros se modifique una situación tan se-
mejante que llega a ser idéntica a la pintada con tan vi,
vos colores para España por el Obispo de Tuy; tiempo
es ya de que la Iglesia no siga encadenando su suerte
a la del partido conservador, es decir, a soluciones de
política secundaria, con lo que se arriesga a, que la
patria se siga hundiendo, la sociedad desquiciándose y
las almas perdiéndose,
Qué placer experimentan algunos en restarle ele-
mentos al catolicismo? Los tiene por ventura sobrados.
que pueda despreciar o rechazar algunos de los que
Be le ofrecen? Cómo se explica el prurito de amontonar
exigencias que la Iglesia no reclama? No ven que
con esa ingrata labor pueden llegar a dejar desierto el
campo de cuyo cultivo están encargados) A cada con-
tlición que ponen, a cada exigencia que formulan, apar-
tan concursos valiosos; parece que no pudieran des-
cansar satisfechos sino el día en que han inutilizado
más católicos; hoy excluyen a los radicales, mañana a
loa liberales, pasado a los neutros, después a los que
60 -
cons idere n cont amin ados , más tarde a los que trasc ien-
dan a liber alism o, y así por suce ¡¡iva s elim inac ione s
llega rá el día en que, a fuerz a de apur ar y de selec cio-
nar, el Ejér cito cató lico se com pong a aquí de cuat ro
eold ados y un cabo . De tánto criba r, cern er y beld at.
para aven tar lo que cons idera n gran zone ¡¡ y paja, aca-
bará n por qued arse sin gran o.
Que esos elem ento s no hace n falta ? Vivi mos en
tiem pos en que 5i el núm ero no decid e, por lo men os
pesa y se hace resp etar. A ning1:lna may oría, por fuer-
te que se la supo nga, le esto rban guar i5Tn os; no hay
que apre tar dem asiad o el crite rio para redu cirla , porq ue
o su acció n se ester iliza , o de la noch e a la mañ ana, sin
sabe r cuán do ni cómo , se encu entra troO<lda en mino ría;
fuéra de que, aun dent ro de las may orías , los acue rdos
¡¡uel en ser difíc iles. Por eso, con tánta cordl l.ra escri bía
hace poco el Cond e de Muo , pala dín de la caus a cató li-
ca en Fran cia, en carta a Le Gaul ois.'
.Sin conta r cnn la fuerza de la opinióo. públ ica; sin obte-
ner la alianza de 1'5 que no piens an como nosotros en nada ,
ni aun siquit:ra en materia rdi~iosa, per0 que son sinceramen-
te liberale!!, nada podemos hace r. Pues bien : ni los liberale~
a que me refiero, ni la opin ión pública estarán a nuestro lado
si pedim os otra cosa más que el respeto y la libertad de nues-
tra religión» .

Otf'J fOf'ma de argu men taci ón


con /m el /ibe ra/is fT'o
Los ad vers arios del liber alism o hc.n raz. nado tam-
Bién del sigu iente mod o:
«El <uror fundam~ntal cond enad o por la Iglesia con nomb re
d~ libenz lisJn? es la supo sició n de que la pulíti
ca, en general,
es totalmente indep endie nte de la religió" y está eR absoluto
oustu lda á la autor idad religiosa. Ahora bien: la política, en
su concepto más amplio, es el arte de gobe rnar; todo arte ra-
ciona l, no puramente mecá nico, y amI. estos mismo~ en algu-
nos casos, tien~ relaciones con una o varias ciencias de que
recibe sus conceptos inme diato s; as\-, el arte político que no
quier a sel puram ente empírico, se relaciona con 1.. Filosofía,
ciencia de los primeros princ ipios ; y la Filosofía está cone cta-
da, otros dicen que sometida, a la Teología, ciencia del prin-
cipio fundamental: Dios. Lueg o, por esta parte, la po:ítica na
se pued e separ ar de la religión. De otro lado, la poi ¡tiea deri-
- 61 -

va sus principios inmediatos del Derecho natural, que a su tm-


no recibe los suyos de la Elica, y ésta procede de la MetarLi-
ca; 3d tamb'én, por esta aIra parle, la política y la religión SOR
inseparables,
< Finalmente, la política, en cuanto se relaciona con la reli-
gión y la moral, cae bajo la autoridad q le 103 católicos reco-
nacen C')010 competente en la materia, la Islesia, representa-
da por el Sumo Pontífice; con la únic. advertellcia de que,
en punto de doctrina, esa autoridad es dogmática y obliga a
la sumisión de la inteiigencia y de la voluntad, mientras que,
en punto de meros intereses, csa autoridad sólo es gubernati-
va, y si obliga a la voluntad, en rigor no rinde la adhesión cie-
ga de la inteligencia. Con la autoridad dogmática, el Papa ha
condenado determinados principios como incompatibles con la
doctrina y la moral c~tólicas, y ha establecido al frente 10$
principios de la política cristiana, al propio tiemFo que con su
autoridad gubernativa ha mandado a los católicos que luchen
contra determinados procedimientol, c&.J.siderados como an-
ticristianos, parlo sustituírlos con los opuestos o cristiants.
'"De eilas premi..¡as sale rectamente la conclusión que con~
-dena el noturalismo po 'íico-teórico lIam,do liberalismo, que
niega a la potestad religiG<a tod" autoriddd dogmática y gu-
bernativa, e!1 materias poJítico-religio3as y p')Jítico-morales »
N o se dirá que presento en forma débi 1 la te"is ad·
versa, para mejor combatirla, Ahí está en toda su fuer-
za de dialéctica, con aIJariencias de irrefutable.
El vicio fundamental de esta argumentación, error
inveterado entre los conservadores y algunos eclesiás-
ticos colombianos, consiste. en el abuso a que se presta
la palobra liberalismo, bajo la cual embrollan y con·
funden tendencias diferentes y aun opuestas, que una
vez más es necesario distinguir para no caer en equivo-
caciones e injusticias.
En el concepto general del liberalismo hay que se-
parar las manifestaciones político-religiosas y las pura-
mente políticas; las primeras las reconoce la Iglesia
con el nombre de nalwalis1/lo po/ilico, que, como ya dije,
fuer;¡. de desear prevaleciese, para evitar confusiones;
ese naturalismo político es el espíritu racionalj¡¡ta apli-
cado al régimen de los pueblos, mientras que él lihara-
lismo puramente político constituye la tendencia demo-
crática f..vorab!e a las formas de Gobierno que dan al
pueblo participación cada vez mayor y más efectiva en
los negocios del E~tado, con una suma de garantías
cada vez má¡¡ grande y más sólida para las libertades
públicas y privadas. Este último, exclusivamente este
- 62 -

últim o, es el liber alism o polít ico cobm bian o, que tene -


mos por equi vale nte de dem ocra cia, y cuyo fin es reali -
zar la máx ima: gobierno del pueblo, POI el pueblo y para er
pueblo.
El hech o de habe r coin cidid o histó ricam ente el apa-
recim iento de las dos tend enci as, natu ralis mo polít ico y
liber alism o prop iame nte dich o, y el hech o de que en su
desa rroll o haya n lleva do ciert o para lelis mo, no prue ban
iU iden tidad ; y el hech o de que a vece s la
prim era ten-
denc ia se haya valid o de la segu nda com o instr ume n to,
tamp oco la prue ba. La tend enci a dem ocrá tica, con cier-
tas cond icion es y dent ro de ciert os límit es, lejos de ser
intrí nsec ame nte cont raria a la doct rina crist iana y a los
inter eses de la Igles ia, es, com o adel ante 10 vere mos,
conf orme con el espí ritu de su Fun dado r; mien tras que
el natu ralis mo polít ico sí le es adve rso, o así lo tiene ella
decla rado .
La conf usión de los dos elem ento s, conf usión que los
cons erva dore s y una part e del clero tiene n inter és en
man tene r, para inclu ir natu ralis mo y liber alism o en Ut}
mism o anat ema, siend o así que la Igles ia sólo ha con·
dena do el prim ero, orig ina que bajo el nom bre de /ibera·
lismo se com pren dan, com o cosa s insep arab les, o mejo r
dich o, com o una sola y mism a cosa , el natu ralis mo, úni-
co cond enad 0, con el cons tituc iona lism o, que no lo está ;
y que se conc luya que para el triun fo de la Igles ia es
indis pens able derr ibar a un tiem po el natu ralis mo y el
régim en cons tituc iona l, para reem plaz ar é;te 'con el abo
solu tism o. Para facil itar la emp resa, comi er.za n por lo
que les pare ce más fácil de anon adar . el natu ralis mo.
pero con el secre to prop ósito de que. si dan con él en
tierr a, segu irán con el liber alism o polít ico. como con-
trari o del abso lutis mo. Lue g) los qlle comb :lten c 'ntra
el liber alism o com bate n, díga lllo o nó, por el abso lutis ·
mo. Dem asiad o lo sabe mos en Colo mbia !
Es inex acto e injus to hace r solid •. rio el natu ralis mo
polít ico .con las insti tucio nes liber a'es; pued e a vece s
enca rnar en ellas . pero realm ente no nece sita de ellas
para exist ir. Ni es líci!O razo n I f o actu ar rle ese mod o
a nom bre del catol icism o. Elna tural is11l o. como el cato-
lisism o. ll'O se circu nscr ibe a dete rmin ado régim en ni
siste ma de Gob ierno . Amb os tiene n por teatr o el mun -
do de las idea s y, si se inco rpor an en insti tucio nes. es
sólo accid enta lmen te. porq ue si toda s les sirve n, de n in-
- 63 -

guna nece sitan , y de toda s se utiliz an segú n las cont in-


genc ias de la luch a,
El natu ralis mo polít ico es la nega ción del orde n so-
bren atura l, emp ezan do por su inter venc ión prác tica en
la conc ienc ia indiv idua l y en el orde n 60cial, y acab an-
do con la nega ción de la exis teñc ia de Dios . Su últim a
y más radic al expr esió n en polít ica es el anar quis mo.
Díga se cuán do y dónd e el actu al liber alism o pplít ico de
Colo mbia ha sent ado seme jante s proposicioneli.
El natu ralis mo, más que en insti tuci ones -que le-
vant a mien tras le conT ienen y que derr iba cuan do le es-
torb an-e stá en el perió dico , en el libro , en la novela , en
el teatr o, es decir , en las ideas , en los senti mien tos, ~n
la teorí a, en la conc ienci a, en el med io amb iente ; mien -
tras que el liber alism o es parti do de gobi erno , y se ocu-
pa en expe dir cons tituc ione s y leyes , en la adm inist ra-
ción públ ica, en las form as eton ómic as y fi¡¡cales, en la
prác tica de la vida públ ica. El natu ralis mo no desa pare -
ce con los camb ios de régi men ; es un Prot eo cosm opo-
lita, para el cual no hay cord ón sani tario posi ble que' le
impi da pasa r de un paíli a otro ; mien tras qUe si el libe-
ralis mo tiene tamb ién de univ ersal , se preo cupa de pre-
feren cia en la adap tació n y aplic ación a cada país de las
insti tucio nes libre s, conf orme a sus cond icion es pecu -
liare s, '
Luch e la Igle sia con el natu ralis mo, que es su gran -
de enem igo, quiz á el prim ero y el únic o dign o de ella;
no se distr aiga en deba tt:s con el liber alism o político,
que no es nece saria men te su adve rsari o. Emp eque ijece n
la inme nsid ad de la cont iend a los que busc an insti tucio -
nes hum anas , más o men os impe rfect as, qué com batir ,
cuan do es en las conc ienc ias y en los cora zone s dond e
la Igles ia debe recu pera r el terre no perd ido; perd ido pre-
cisam ente por habe r lleva do la cont roTe rsia a un terre -
no dond e nunc a debi ó plan tearl a.
En todo caso, creo que al liber alism o polít ico colom-
bian o no pued e atrib uírse le que nieg ue la auto ridad
dogm ática de la Igles ia, ni que la limit e al orde n pura -
men te espir itual o de la conc ienci a, ni que la circuns<.ri-
ba al sólo recin to de los temp los; y si le reco noce auto ri-
dad sobr e el espír itu, no se opon e a que la teng a en parte
deJo s cuer pos, porq ue, susta ncia lmen te unid os como es-
tán los dos, form ando un solo todo, es impo sible una se-
para ción radic al, y a quie n se otor ga dom inio sobr e el
- 6+ -
pens amie nto y sobr e el cora zón, nece saria men te hay q¡;¡e
conc edér selo sobr e algu nas mani festa cion ell del pens ar
y del quer er, y esto no sola men te en cuan to ala em¡e ñan-
za de la doct rina y de la mora l catól icas, ~ino en aque -
llas otras cues tione s en que, no obst ante expl ícita s decla -
racio nes de la Sant a Sede , es lícita la dive rsida d de pa-
recer es, pues si en el orde n espe cula tivo de las idea s les
otor ga plen a liber tad, en el orde n prác tico pued e orde -
narle s proc eder en dete rmin ado senti do, y la disci plina
lOi¡ obli gará a segu ir sus man dato s como auto ridad gu-
bern ativa , sin que ello impl ique intru sión en el terre no

de lo teóri co. La Igles ia seña la ento nces dete rmin adas
(;:ondiciones para redu cir a hech os las conv iccio nes polí-
ticas y no Be sale del terre no de lo mora l, que regu la
los acto s hum anos , ni aun del dogm ático y doct rinal ,
por la virtu d que tiene n los princ ipios de trasc ende r a
los hech os. Así. en Fran cia, la Igles ia ha man dado a los
cató licos reco noce r la Repú blica , en ElIp aña les ha man -
dado acat ar la mon arqu ía cons tituc iona l de los Alfo n-
sos, y en Italia les proh ibió por muc hos afios toma r
part e en las elecc ione s, ni como elect ores ni com o ele-
gido s. salvo las func ione s mun icipa les; ele tal suer te que
la Igles ia se ha desv incu lado del legit irnis mo y del bo-
napa rti;m o' en el prim ero de esos paíse s, del carli smo en
el segu ndo, y pued e deci rse que ha limit ado 10i dere -
chos polít icos de los cató licos en el terce ro.

Inconveniencia de mez clar en Col omh ia


1;; religión con la política con serv ado ra
La escu ela con~rvadora (sup onie ndo que haya una
escu ela cons erva dora ), obra ndo ante s como polít ica que
com o catól ica, ha veni do esfo rzán dose por ligar con lazo
indis olub le en Colo mbia la relig ión y la caus a de su par-
tido, hast a casi iden tifica r la una con la otra, con lo cual.
com o de los carli stas espa ñole s lo dijo el Card enal San-
cha,
<en vez de favorecer 1')5 inter e'e, sagrados de la relig'ón, lés
han inferido un perjuicio inmenso, que quizá nunca podr án re-
parar. Ad se les ha visto ejercer marcada extralimitación, pre-
tendiendo ejercer un magisterio doctrinal, que nadie les ha
dado en asuntos ,eligiosos; antic ipar temerariamente su juicio
al de los Obis,Jos, causar á éstos graves di,gustos con disen-
sione3 y atrevimientos divulgados por la Prensa y de ,honrar a
fieles católicos, a familias enteras y aun a sacerdotes, a quienes
han reputado como heterodoxos, sólo por no estar afiliados a
su. programas y prop5sitos. Con ese proceder vituperable. es.
candaloso y pertinaz, ha sucedido lo que no podía menos de
acontecer, que la unión de los cat6!icos se ha hecho cada vez
más imposible de realizar»
En la Encíclica CU/lt multa, di rigida a los Obispos
españoles, el Papa León XIII declaró su voluntad de
que «la acción católica se ejerza independientemente de
todo partido político» y reprobó enérgica y terminante-
mente «la equlz'ocada oPinión de los que mezclan y como
identifican la religión con algún partido polilico, hasta elpun-
to de tener por poco menos que srparados del catolicismo a
los que pertenecen a 011 o partido. Esto, en verdad, agrega
con severidad, es introducir malamente las .facciones políticas
en el augusto cam,po de la l"eligión) querer romper la canear·
dia .fraterna J' abrir la puerta a 1Ina .fune, ta multitud de in·
rOJl'i.1ellielllcs .)

Ha,! cafó/ices en fados /06 partidos

El Papa admite-sobre esto es menester llamar par·


ticularmente la atención-que hay católicos en los dife-
rentes partidos, donde dice expresamente:
< Los partidarios de bandos opuestos, por mucho que disien·
tan en lo demá:" conviene que estén de acuerdo en esto: es
preciso ante to:lo salvar los mtereses católicos de la nación, y
a tal empresa, tan necesaria como noble, deben aplicarse con
empeño todos cuantos se precien del nombre de católicos, uni-
dos en estrecha alianza y acalland), aunque sólo sea momen-
táne.lmente. 10s diversos pareceres en materias políticas, para
sostenerlos luéJo, a su debido tiempo, h71lesta y legitimamente.
Porque la Iglesia, concluye, no condena las parcialtdades de
este género, con tal de que no estétl rel1idas con la religi6n y
• Ja ju:)tida; al contrari,. . , la Iglesia. lejos de todo ~uido de C01t-
linidas, trabaja para utilidad común y ama, con afecto de ma-
dre, a les hombres todos, si¡.J.e,,; especialmente a aquellos que
má, se distinguen por su f (y su piedad»
De manera que el Papa no exige que se pliegue nin-
guna bandera política; quiere que ninguna se atribuya
la representación de la Iglesia, dentro de cuya doctrina
caben holgadamente varias de las que en política pare-
cen más inconciliables; pide que, en el orden práctico.
S
- 66-

las banderas, di3tintas E'n 10 político pero idénticas en 10


religioso, se alíen sin necesiddu de refundirse ni de anu-
larse, a las órdenes del pabellón de la Iglesia, para con-
centrar las fuerzas católicas contra los enemigos decla-
rados de su nombre; y manda, finalmente, que no se di-
vidan en luchas intestinas los partidarios de las distin-
tas banderds, y que para la reivindicación de simples de-
rechos humanos que se reputen legítimos, no se invo-
que el nombre de la Iglesia como necesariamente liga-
do a ell"s.
De manera que, admitiendo el Papa que había cató-
licos en dislintos partidos españoles, y siendo ellos en-
'tonces l¡berales, como se llaman toclavía, a excepción del
carlista, quiere decir que el Papa admitía que había ca-
tólicos en los partidos liberales, esto es que se podía y
se puede ser a la vez l'beral y católico. Ahrora bien:
existiendo católicos en el liberalismo colombiano, la
Iglesia, madre de todos, a tod0s debe abrazar con una
misma maternal solicitud.

Ruptura de la solidarMad de la causa católica


. con las causas política6
Una de las primeras determinaciones de León XIII
al asumir el Pontificado, fue romper la solidaridad que
en Francia, España y otros países existía entre la causa
católica y algunas cau'sas políticas, para depurar el cre-
do relig'ioso de adiciones puramente humanas que pre-
tendían confundirse con él y que, en cambio de cortas
y discutibles ventajas, le traían complicaciones innecesa-
rias, údiosidades de que la Iglesia no era responsable o
p eligros n0 buscados expresamente por ella.
Al defender los católicos afiliados a esos partidos sus
t eorías político·religiosas, concibiéndolas en una compe-
netración recíproca que las convertía en un solo cuerpo
d e doctrina, no les era fácil. o quizá más bien no les con-
venía, dis tinguir entre lo religioso y lo político, entre 10
nrcesctri am ente profesable y lo lilJremente opinable, en-
tre el dogma de la Iglesia y los particulares principios
o intercses de sus oarcialidades.
De aquí que l~ titulada «defensa de la religión,»
cuando nadie la ataca, quedara allá, como ha eátado aquí,
- 67 -

entregada a los periodistas y no a los teólogos. Conver-


tida en literatura de combate, con todos sus apasiona-
mientos, le ha faltado la base filosófica o teológica nece-
saria para estudiar a fondo cuestiones delicadísimas; se
ha carecido de serenidad de juicio para poner cada
cosa en su punto; y sobre todo, ha podido echarse menos
el desinterés y aun la buena fe que la verdad y la justi-
cia reclaman para hacer concesiones al adversario o para
reconocerle razón cuando le asistía.
¿ Qué mucho que así se le hayan suscitado a la Igle-
5ia enemigos que de otro modo no lo habrían sido y que
sólo se le han enfrentado en el supuesto de que teorías
puramente políticas eran doctrinas religiosas, patrocina-
das por los que se decían sus defensores, y que procedi-
mientos católicos eran ciertas extremidades e intransi-
gencias aconsejadas únicamente por el fanatismo políti-
co? Ni qué mucho que, establecida esta confusión para
el pro, se aprovechasen de ella para el contra, de buena
o de mala fe, a su turno, los enemigos francos y verda-
deros de la Iglesia, acusándola de evidentes y vedadas
intrusiones políticas? Así fue como nació el cargo de
lfcricalismo, y entonces fue fácil que apareciera como
ataque a la Iglesia o como defensa de ella, el sólo atacar
a un partido político o el sólo defenderse de él; y valga
la "erdad que, confundida la bandera política con la reli-
g'iosa y hecho de sus soldados un solo ejército, no era
factible organizar el combate de manera que, al disparar,
los tiros pegasen en unos y no en otros.

Rlianza de la iglesi:J
con los conservadores colombianos
Los liberales colombianos declaramos que todos o
muchos de los ata,!ucs que se nos increpan contra la
Iglesi" no han sido dirigidos contra ella sino contra su
alí,.do el pa, tielo conservador; nuéstra no ha sido la cul-
pa si, hecha causa común ele los dos, no nos ha sido po-
sible establecer una distinción que no se nos ofrecía, y
si nue5tra punterÍil no ha poC:ido ser tan exquisita que
hiriese a uno sólo de los aliad,)s yesc"timase al otro.
Dcsaparezca la confusióll y des..Lparccerá la causa del
error. Responda la Iglesia, como siempre ha respondi-
- 68 -
do, de toda su doct rina, pero de sólo su doct rina, sin mez-
cla de doct rinas polít icas ajen as; pres ente su cred o puro
y limp io, sin adic ione s cons erva dora s; desli nde su cam-
po de sus inter esad os y no poca s. vece s hipó crita s alia-
dos, para no carg ar con resp onsa bilid ades que no le
com pete n y con odio sidad es que por sí quiz á no se ha-
bría atraí do; y ento nces se verá que los liber ales no
volv erán a sufri r las vaci lacio nes que hast a ahor a han
atorm enta do su conc ienci a, por no sabe r cuán do. al re-
chaz ar una opin ión polít ica prec oniz 'tda por sus adve rsa-
rios, rech azab an una verd ad catól ica, haci éndo se así
após tatas , sin sabe r cóm o ni a qué hora ; o cuán do al ad-
miti r una verd ad catól ica, porq ue con cubi erta de tál se
'les daba , 10 que degl utían era una opin ión cons en'ad ora,
de que aqéu lla era mera y falaz envo ltura .
Disi pada esa desc onfia nza, aclar ada esa ince rtidu m-
bre, si los cons erva dore s quie ren segu ir habl ando de re-
ligió n, que 10 haga n bajo su excl usiv a resp onsa bilid ad,
pero no a nom bre de la Igles ia, o com o sus man data rios
y voce ros; y que bajo el disfr az relig ioso no siga n ocul-
tand o sus mira s y conv enie ncia s parti cula res de parti da-
rios polít icos. Acáb ese la conf usión , caig an las care tas
y que sepa cada cual con quié n se bate !
O la Igles ia vuel ve a tene r époc as difíc iles en Colom-
bia, o se impo ne acer ca de ella una intel igen cia entre los
disti ntos parti dos, intel igen cia cons isten te en pone rla a
un lado el uno para no apar enta r defe nder la, porq ue ella
no lo nece sita, y en pone rla a un lado el otro para no
ataca rla, desd e lueg o que eso no está en sus senti mién -
tos ni en sus inter eses , y desd e lueg o que no vueh 'a a
pres enta rse form ando entre sus enem igos .
Pero esa intel igen cia es irrea lizab le mien tras la Igle-
sia cont inúe aliad a al cons en'a tism o; sólo en el terre no
pura men te relig ioso, com o.lo indic a, lo quie re y lo man-
da el Papa , podn ín conc ertar se los ente ndim iento s y las
volu ntad es; el edifi cio de la conc ordia relig iosa sólo po-
drá asen tarse sobr e el cimi ento de los gran des princ ipios
d e la polít ica crist iana , clara men te defin idos por la Igle-
sia, no sobr e las dele znab les base s que se les anto je dar
por fund amen tales a los caud illos band erizo s, con la
cuen ta y razó n de los med ros de sus grup os y parc iales ,
Derecho de la fglesia
a ejercer una acción política
::\adie niega a la Iglesia que se valga de medios hu-
manos y, entre éstos, para la acción política, que descienda
al campo p6lítico, pero con las condiciones o circunstan-
cias tan clara y admirablemente descritas por León XIII
en su Encíclica SaPientim christiantE: .
• La flrhsia ,-elUlsa, por daree/,? y por deber, dice el esclare-
cido Pontífice, po"e' se al servicio de los partidos y plegarse a las
cxil,encias mudables de la po{(tiea . ... Celos:! de su p,opio de-
recho y rcspetuosí;ima del ajeno, se estima obligada a perma-
necer indiferente respecto ele las di.tintas forma, de gobierno
y de las instituciones civiles de los Estados cristianos, sin que
rep,uebe ningún sistema de gobierno, con tal de que respete la
religión y la disciplina cristiana de las costumbres }) .... La
Iglesia reconoce, ad~más. como indudable «que en la esfera
política puede haber materia para legitimos disentimientos y
que, r"'petando debidamente los derechos de la justicia y de
la verdad, puede procurarse llevar a la práctica las ideas que
se cree han de contribuí· mi, eficazmente que otras al bién
gemral.» La Iglesia. finalmente, rechaza toda so!idaridad con
1tI,partido político y declara que «tratar de comp, ometerla en
las querellas de los partidos y servirse de su apryQ para triunfar
más comodamentc de sus adversarios, es abusar indiscretamente
de la religion. »
::\ada más explícito y nada más aplicable a Colombia,
en sus actuales circunstancias.
::\i se diga que es inconciliable esa indiferencia res-
pecto de los partidos con la necesidad de adoptar un cam-
po polítiul para la defensa de la religión; la conciliación
se verifica aceptando los hechos sin prejuzgar el dere-
cho, y en Colom bi.,. el hecho es que la mayoría del libe-
ralismo es católica y que el derecho de gobernar co-
rresponde al Partido liberal, a título de mayor número,
de mayor competencia y de mayor probidad.

La union católica es independiente


de la politica
Para España, cuya política tiene tilntas analogías
con la de Colombia, el Papa reconoce en el mismo do-
cumento: l.', que hay allí más de un partido al cual
- 70 -
- icos, sin falta
pued en estar afilia dos los catól r a sus de-
bere s de táles ; 2.', que es inac epta ble la prete nsió n del
carli smo (nue stro cons erva tism o cruz ado) de que sólo en
su seno deba n y pued an esta r todo s los catól icos espa -
ñole s; y 3.', que, com o cons ecue ncia de esa liber tad de
opin ione s polít icas que el Papa reco noce y resp eta, en
la orga niza ción de las fuerz as catól icas, pued en ingr esar
<par tidar ios de band os cont rario s,> y en las asoc iacio -
nes que form en «fác ilme nte pued e acon tecer que los so-
cios teng an dive rsos pare cere s en punt os polít icos, por-
que la Igle sia no cond ena las parc ialid ades de este gé-
nero , con tal de que no estén reñid as con la relig ión y
la justi cia,» cond ición esta últim a que no es aplic able al
liber alism o colo mbia no, pues dónd e están en su prog ra-
ma los punt os reñid os con la relig ión y la justi cia? Que
se les seña le.
Para peta dos en el equí voco de la pala bra libna lismo
y parti endo del supu esto de que los liber ales no son ca-
tólic os, han dedu cido que la unió n cató lica sólo es posi-
ble dent ro del cons erva tism o, pues si para hace rla $e
adm itier an elem ento s de otro s parti dos, no sería unió n
de catól icos, sino de cató licos y de here jes i por cons i-
guie nte, de elem ento s hete rogé neos , mera hibri dació n,
puro mezt izaje ; y esto a desp echo de la luz arroj ada por
los Papa s y a desp echo de los mism os camb ios expe ri-
men tado s por el cons erva tism o; pero así sigu en argu -
yend o y así sigu en rech azan do del catol icism o a los afi-
liado s en otro s parti dos, y estab lecie ndo que la cond ición
sine qua non del ser catól ico es ser antilibe,..'¡.
Pero el Papa ha dich o que quie re la unió n de los
cató licos de los disti ntos parti dos polít icos, lo que pre-
supo ne, repit o, que hay dive rsos parti dos Flolíticos a los
cual es pued en perte nece r los catól icos, o que hay catól icos
disem inad os en vario s parti dos polit icos; lueg o en la
unió n cató lica no se pued e exig ir que entre n excl usiv a-
men te elem ento s antil ,bera les.
Pues no llegó León XIII a acon sejar a los ca.tólicos
la unió n con elem ento s no cató licos ? Hé aquí 10 que es-
cribí a a los Obis pos franc eses en su Encí clica de 16 de
febre ro de 1892 : .
« Creerncs oportuno, más toda, Íl. neces ario, exhortar yi-
vame nte no s6lo a los catól icos sino a todüs los fcanc esel hon-
rados y sen. atas para que, recha zand o todo germ en de di,en -
timie nto políti co, consa gren única ment e 'u; fuerzas a la paci-
-7 1 -

ficación de su Patria .... > «Hemos explicado, concluía, si no


todns, a lo meno. los principales puntos sobre los cuales los ca-
tólicos franceses y todos los hombres _en.atos deben pr.cticar
la unión y la concordia. p"a curar. tá,lto como sea posible, 108
males de que Francia está afligida .•
Luego, según estas nobilísimas palabras, tan ade-
cuadas para reflexionar sobre ellas en Cllombia, para
organizar las fuerzas católicas no es condición esencial
la identidad de doctrina religiosa ni mucho menos la de
la doctrina política. Naturalmente, primero se debe con-
tar con los elementos propios, los elementos católicos,
pero como todo debe subordinarse a la eficacia práctica,
no se debe vacilar en buscar alianzas enlre los afines y
aun entre los enemigos. Obedientes a esta indiC3ción,
que es de sentido común, se ha visto a los católicos fran-
ceses hacer pactos electorales con el grupo radical ex-
tremo, de que fue jefe Rochefort, ya veces hasta con los
mismos sociaTistas. Ni qué tiene eso de nuevo si se
recuerda que para canonizar a San Fernando no fue óbi-
ce que se ligara con Ben Alhamar de Granada, dejando
subsistente ese reino moro, para ir a la conquista de Se-
villa, y que toleró a los mudéjares el culto de Mahoma
y a los judíos la profesión de su ley?

biberfad de discrepancia politica

«Si se tr2ta, d:ce León XIII, en la Encíclica Inmortalt Dei,


de cuesliones puramente políticas, como de cuál sea la mejor
formd de gobierno, o de ü las naciones deben gobernarse de
ésta O de la otra manera, puede, si n duda. haber en ell) hones-
ta discrepancia .... y la justicia no permite echar a mala par-
te (se diferente modo de ver las cosas; Blayot i:1justicia aún
sería~i por ~lIo se les: acusua. d! haber vio!ada Ja fe, o de ser
en dla sospechase s, como con dolor hemos visto que más
de una vez se ha hecho>
Conforme a esta libertad de honesta discrepancia en
materias puramente políticas, reconocida por el Papa,
los liberales colombianos no deben seguir tolerando más
que seglares conservadores vengan a definirles su cato-
licismo o a negárselo, y están en su derecho para recha-,
zar la injusticia de que haya quienes se digan mejores
hijos de la Iglesia que ellos, y los acusen de violar su fe,
o de ser en ella sospechosos.
- 72 -

Sup rem acia de la Iglesia

Reiv indi ca el Papa la supe riori dad e inde pend enci a


de la relig ión sobr e todo s los inter eses temp orale s, pues
«sien do el may or de los bien es y abra zand o todo s los es-
paci os de tiem pos y luga res, debe qued ar salva , en me-
dio de las mud anza s de las cosa s temp orale s y de los mis-
mos trast orno s de las naci ones . •
La Igles ia siem pre ha soste nido la doct rina de la su-
perio ridad de su insti tució n sobr e las hum alJas , invaria..-
ble aqué lla, suje tas a camb ios ésta s; no cond ena nin-
guna form a de gobi erno en sí mism a y decl ara que to-
das las legít imam ente estab lecid as son conc iliab les con
los princ ipios catól icos. Intru sos dom inad ores de Jude a
eran los roma nos y, sin emb argo , Jesu crist o reco noci ó
los dere chos del Césa r; San Pabl o acon sejó a los crist ia-
nos obed ecer a Emp erad ores que no tenía n más títul o
de legit imid ad que los moti nes de los preto riano s; los
Pont ífice s y los Obis pos cons agra ron a los caud illos bár-
baro s, dest ructo res del Imp erio ; y Pío VII ungi ó a Na-
pole ón, usur pado r del tron o de los Barb ones . Test igo in-
muta ble, hace vein te siglo s, de las vicis itude s polít icas,
ha cons idera do com o efím eras las, al pare cer, más sóli-
das insti tucio nes, dina stías o gobi erno s, y pleg ándo se a
ellos , se ha prep arad o para hace r 10 mism o con los que
habí an de suce derle s al travé s de los tiem pos.
En vein te siglo s la Igle sia ha visto nace r y mor ir
cent enar es de gene racio nes de hom bres , nacio nes, impe -
rios, insti tucio nes, parti dos, band os, que le han sido fa-
vora bles unos y host iles otros , y si ha bend ecid o a sus
defe nsor es, de ning uno de ellos en parti cula r ha nece si-
tado , de tal suer te que si falta do húbi ese, la Igles ia se
hubi era perd ido. Nó: la Igle sia ha dem ostra do mil vece s,
en otras tanta s ocas ione s, que no nece sita de ning ún hom -
bre ni de ning ún parti do para vivir y salva rse. Lo que
hay es que muc hos hom bres y muc hos parti dos, so pre-
texto de serv irla, se han serv ido y se sirve n de ella como
med io únic o de subs istir, porq ue si les falta se ese arri-
mo se derru mba rían, y si no se cubr iesen con el man to
relig ioso , qued arían tan a la vista su desn udez , flaqu eza
y llaga s, que todo el mun do se apre sura ría a huír de
ellos . La adhe sión de esos parti dos a la Igles ia es para
- 73 --

ellos condición indispensable de vida, como la aGlhesión


de las ostras á la roca: en cuanto de ella se apartan, se
las llevan las corrientes.
La Iglesia, que vivió con el Imperio romano, con el
feu.dalismo y con las monarquías medioevales; que ha
vivido con la democracia contemporánea, con la autocra-
cia, con el sistema constitucional y con las repúblicas;
y que es seguro se acomodará a vivir con el socialismo
si, como lo parece, éste llega a ser gobierno en lo futu-
ro; la Iglesia no rechaza ninguna solución polrtica; no
fa\'orece ni perjudica dinastías, aunque Se llamen Borbo·
nes, Orleanes o Bonapartes, sin perjuicio de que si las
hoy caídas o proscritas llegan mañana a ser gobierno,
con ellas se entienda, como antes lo hiciera con los re-
gímenes predecesores.
Para eso estableció León XIII la distinc¡"ón entre las
instituciones y la legislación, que le permitió a la San-
ta Sede ordenar a los católicos plegarse a las institucio-
nes francesas «las más impías de Europa, inclusive las
de las naciones protestantes,» según dijo. Luego si
aceptó instituciones radicalmente heterodoxas, a fortiori
reconoció como lícito aceptar otras menos aquejadas de
ese defecto. .
Inspirada quizá en aquella regla de San Francisco de
norja: «No servir a se110r que se me pueda morir,» la Igle-
sia rechazit toda mancomunidad de los intereses católi·
cos con los de los partidos políticos, de suerte que nin-
guno de éstos tiene derecho a exigir, como de necesidad
o de derecho, el apoyo de la Igleaia, ni para quejarse de
que ésta prescinda de él; Y a su turno, ni la alteza de
miras, ni los trascendentales intereses de la Iglesia, ni la
neutralidad política de que siempre se ha preciado, le
permiten favorecer a determinado partido, de preferen-
cia it otro o en perjuicio de él. En otras palabras: la
Iglesia no es juez de litigios políticos sino únicamente
de asuntos religiosos; amante de la justicia y de la legi-
timidad, como se proclama, no se considera autorizada
para resolver cuestiones meramente humanas, en el or-
den concreto de Jos hechos.
Para la Iglesia es, en suma, indiferente la forma de
Gobierno: Imperio, monarquía absoluta o 'constitucional,
república central o federal, dictadura, etc., siempre que
se inspire en principios cristianos y respete los intereses
-74-
religiosos; le es indiferente que una naci6n se rija por tal
o cual sistema político, que suba o baje éste o el otro par-
tido, que preponderen unos u otros hombres, por estos o
aquellos procedimientos, pero n6 que sistemas, partidos,
hombres o procedimientos garanticen o n6 el orden y la
justicia y promuevan o n6 los intereses morales y ma-
teriales de la naci6n.
,
b1 organización de las fuerzas católicas
debe oerificars ~ exclusiuament~
en el terreno religioso
Ni se limita el Papa a reconocer la licitud de profe -
sar distintos pareceres en política, -sino la de «sostener-
los honesta y legítimamente,> con tal de quc eso se haga
fuéra de las asociaciones, donde s610 se ha de tratar de
los. intereses cat6licos.
e A /in, dice, de que no venga a alterarse la unión de los
ánimo> por las opuestas parcialidades, conviene tener pres~nte
cuál es el /in que se proponen las asociaciones cató licas: al to-
mar los acuerdos, debefl tener los oj'" tan /i})S en aquel blan-
co, como si no pertenecieran. fl. ningú11 jJa1,tido. Los que habéis
sdo bauti , ad os en Cristo, dice citando a San l\,blo, estái. re-
vestid ' 5 de Cristo: no hay judÍJ ni griego, no hay siervo ni li-
bre. pues tod ..JS vosotros sois una sola cosa en Cri,to .... Deja-
das aparte lal parcialidades, hablá" desaparecido la. ocasiones
principales de rivalidades enemigas, de donde se segUl-á que
hay una cau,a, y ésta la mayor y más noble, que óttraiga a to-
dos, e 1 lo cual no pu,de haber disensiones entre c,ltólicos
dignos de este nombre .'
En consecuencia, ordena que la organizaci6n de las
fuerzas cat6licas se haga en el terreno puramente religio-
so, para formar una causa común respecto de la cual no
pueda haber disensiones entre cat6licos; dispone que en
esa organizaci6n puedan entrar partidarios de distintas
parcialidades, sin lene! que rmllllciar a la p, o/esión y de-
fen sa de sus ideas políticas, fuéra de la asociaci6n; y con
csta unidad en lo religioso y libertad en lo político, dis-
pone que s610 se exija para entrar en la organizaci6n, la
calidad de cat6licos, sin disfinción de partidos.
Es como real izar la aspiraci6n de Aparisi y Guijarro,
condensada en la famosa f6rmula: la unión de todos los
/wmbres que oyen misa.
- 75 -

ln5Ísfenc;o del Papa en separar


la religión!, la política
Después de la Encíclica Cum multa, León XIII no
cesó de proclamar la misma idea cuantas veces trató de
los católicos espall01es. Así, en su carta al Cardenal Ram-
polla, al nombrarlo Secretario de Estado, le' decía:
«Va" se~or Cardenal, habéis conocido .liS necesidades
particulares (las de E'palla), entre la3 CUales la primera es la
unión de 103 católicos erl la defensa generas 1 y desintere<ada
de la religión, en la adh.e.ión sinceCJ a la Santa Sede y <n la
caridad lee! proca, para que no se dejen llevar de mira. persona-
les ni por espíritu de partido .•
En su carta al Obispo de i\Iadrid, con motivo de la
celebración del Congreso católico, se congratula de que
se hubiera hecho < con los esfuerzos de todos y prescin-
diendo de opiniones políticas.»
En su carta al Cardenal Bena vides, con ocasión del
Congreso católico de Zaragoza, señala «las causas de las
constant..:s discordias y divisiones entre católicos, en la
diversidad de opiniones y criterios en materias puramen-
te civiles» y los exhorta a abandonar «toda lucha y con-
tienda estéril e inútil.>
Pero, sobre todo, es explícito León XIII. y más que
explícito severo, en su carta al Cardenal Casañas, cuan-
do era Obi3po de U rgel; después de felicitarlo por la Pas-
toral en que < exhortaba a los católicos españoles a que,
dando de mano a las discordias que los traían di vididos en
opuestos bandos, viniesen a una perfecta concordia de
pensamiento y de acción,> le decía las siguientes terri-
bles palabras que parecen escritas expresamente como
un anatema contra la conducta de los conservadores co-
lombianos:
«Es, en verdad, deplorable que, engai'iado. muchos católi-
cos y divertidos por opiniones de partido o banderías poiíticas,
no menos que por humanos intereses, hayan descendIdo a la
arena para combatir unos con otros, bajo la dirección y man-
do de unos pocos que abusJn de la eximia religiusidad de ese
pueblo (léase el de Colombia) para humillar a los adversarios,
con lo. que se hallan en disol'ancia en materias pdíticas, para
salisJacer codicias" p,"ivadas aspiraciolles JI para conve1'til' en
propia sustancia las cosas que son de Dios,
- 76 -

«Cuál ¡,ea el espíritu de que se hallan dominados esos Jefes


en su modo de obrar, lo demuestra el hech~ de que se arro-
guen en la Iglesia el ministerio de la ensellanza, pronunciando
fallos acerca de la fe y de la sana doctrina de sus hermano,;
que no quieran ayuntarse en las empn SlS que a la religión in-
teresan con aquellos que tienen en frer ,te, ni aun dentro de los
mismos templos; que se llenan cada día recíprocamente de pú-
bli cos ultraje', por medio de la prensa periódica; que desnatu-
ralizando y torciendo el sentido de document)s de suyo nada
equívocos, en los cuales reprueba ¡,u conducta la potestad ecle-
siástica, los aplican a su propio parecer y dictamen; y que al
ser stveramente amonestados, no cesan de buscar ~agazmente­
escapes y efugios. Estas contiendas y solapada, enemistades,
enteramente indigl/as de la cO'/ldicióll de rristiallos. 110 sirven
para el fomento de la "e/úrióll y d< la verdad, 'segú" se p,'elexla,
siJ/o para obos propuestos ji"es, Por lo cual, despué; de tan
extraordinaria solicItud, inútilmente empleada por Nós para
desviados de una senda e, izada de escollos, se obstinan persis-
tiendo en ~u tenaz juicio, COJa clara es que aborrecen la luz g
que pre/i"'e,, ser ciegos !I guías de otros ciegos ,>
y conste que esta espantosa reprimenda no iba diri-
gida únicamente contra seglares, pues el Sumo Pontífi-
' ce añadía:
«Todo esto es para Nós muy sensible; pero se nos hace to-
davía más acerbo el ver que en estas contiendas, por todo ex-
tremo lamentables y menguadas. hayan tomado parte algunos
eclesiástico; que se han olvidado de su deber, y lo que es aún
peor, algunos religiosos., .. que secreta o públicamente ayu-
dan a que este má l arraigue del t )do y se propague más y más,
con gravísimo dalla de los más alto, intereses de la Iglesia y de
la patria ••
E insistía sobre lo mismo en su citada carta al Car-
denal Benavides:
« Necesario de todo punt) es q ue desaparezc~n hasta los
últimos vestigios de las discordias que miserablemente han di-
vidido a los católicos y que las fuerzJs que han andado dividi-
das se junten y aúnen, dispuestas y concertad"s, ?lO bajo la di-
recúórt de llOmb,.cs faltos de autOJ idad, que atiCJIden aJlte todo a
los ¡utereses de ,,, vida pre, ente J' a las pasiones de partido, sino
bajo la de aquellos a quienej OiJs puso al frente para la defen-
sa y conservación del orden religioso y moral..
y en la Alocución dirigida a los obreros peregrinos
españoles:
«Es necesario que todos los católicos ,e persuadan de que
el b:én supremo de la religión pide de su parte unión y con-
cordia. Es necesario que den tregua a las pasiones políticas
--77-
que los desconciertan y divide .. , y dfj <ndo a la Providencia de
Dios dirigir los destinos de Ids naciones, obren ente'amente
acordes, guiados por el Episcopado, para promover, 'por todos
los medios que las leyes y la equidad permitan, los intereses
de la religión y de la patria.»
Veinticinco Prelados españoles, entre ellos dos Car-
denales, tres Arzobispos y veinte Obispos, en el Men-
saje dirig-ido a Su Santidad, con motivo de la muerte de
Alfonso XII, declararon lícitas las diversas opiniones
políticas, reprobaron la conducta de quienes las conde-
naban y se reservaban el derecho de juzgar de la orto-
doxia o heterodoxia de teorías y opiniones; y para evi-
tar los abusos de la Prensa católica en ese sentido, la so-
metieron a la censura del Diocesano, so pena de no ser
considerada como publicación católica.
El Congreso católico de Burgos, al sentar las bases
para la organización de las fuerzas católicas españolas,
dijo que « no era obligatoria la unión en el campo mera-
mente político, en el cual podía haber diferentes pareceres,
y que la unión no se proponía erigir, cambiar ni destruír
instituciones o gobiernos. sino únicamente defender la
Iglesia y purificar las leyes de los errores que las vi-
CIen.»
Ante este desfile verdaderamente abrumador de do-
cumentos pontificios y episcopales, claros y apremian-
tes, ninguna duda puede quedar a los hombres de buena
fe sobre estos puntos: 1.', que el Papa cree de absoluta
y urgente necesidad la organización de las fuerzas cató-
licas; 2.', que esa organización no ha de verificarse en
ninguno de los partidos políticos existentes, ni aceptan-
do las soluciones de otro nue"o que pudiera formarse:
es decir, que el Papa quiere desligar, no sólo en España
sino en todo el mundo. la acción católica con respecto a
los partidos políticos, y no contar para ello con más ele-
mentos que los de su propia doctrina, su natural organi-
zación y su disciplinOl peculiar; 3.', que la organización
ha de hacerse únicamente en el terreno religioso y reli-
gioso-político, sin más credo que el católico ni más Jc-
fes que los Obispos; .j..', que dicha organización ha de
verificarse con elementos procedentes de la¡¡ di"ersas
parcialidades políticas, sin necesidad de renullciar a sus
oji.ioJles Jli a SIlS compromisos, en lo que no se relacione
directamente con el programa y disciplina de la organi-
zación; y j.', que la acción católica debe ejercerse den-
- 78

tro de la legalida r 1 existente, sometiéndose a ella y em-


pleanuo CO!110 medios los que ofrt'zca la legislación, COD
el fin de trabajar por modificarla en sentido católico.

La Prensa católico-conservadora
La Iglesia admite :a cooperación de los particulares,
especialmente de 103 que tengan dopes de inteligencia y
deseo de ser útiles, «pero no asumiendo, (!ice Lpón XIII,
papel de Doctores, sino comunicando a los demás lo que
ellos han recibido y siendo a manera de ecos de la voz
de los i\Iaestro~.>
Cuántas veces han querido ser la voz y que los Obis-
pos fuesen el eco! Cuántas veces asumen el papel de
Docto -e" má~ competentes que los Prelados, hasta el
punto de querer enmendarlt's la plana! A lo menos, de
los liberales jamás han tenido los Prelados esa queja,
mientras que los otros, con sus aires de definidores ex-
cátedra y críticos de la acción de la Iglesia, le han soll-
do causar más disgustos y sinsabores que todos los libe-
rales juntos .
• Nadie nie;a, clitG: el R. P. Mulil.os, lo. servicie,. que
la Prensa c;¡tóli, a pued!l prestar a la religión. é,clareciendo
cue.,tiones uudosas y dando a los Prelados los antec<dente, ne-
cesarios para que funden sus det~rminacione~; pero dé auxi-
liar poderoso de la Iglesia, se conviel te en gró.ve ob .. táculo
cuando usurpa el plpcl del magisterio y cede a la pa,ión de
partido o a las sugesti'Jnes del amor pror-io. h;:¡sta querer erigir
sus opiniones en dogmao;;, desconociendo que la Ig!t~ia no se
rige por los dictámene, de la opiniótl ., quep.'" e la la Prensa
no es ni luarto ni se3undo poder, y que si lasumi,i6n y la obe-
dien¡ i~\. deben ser la n Irma de conducta de 1 J'i peri ,di~tas ca·
t61itos para con Jos Prel.:t.dos, la c;l'Y,'dl1d y el mutilo rCJpdo de-
ben, {Illtstiluír la de su. conducta con los demás católicos y e J7l los
simp 'es prójimos Jo
Causas como la de la Iglesia exigen, sobre todo, sua-
vidad, paciencia y mesura.
Con periódicos redactados por laicos, la dirección de
los nego ~ ios eclesiásticos ..arriesga a pasar de milnr>S de
los jefes naturales de la Iglesia a las de los s"gbres, de
suerte que lit cola se convierta en cabeza. y. como decía
Monseñ0r Dup:mloup, refiriéndose a L' U,,;v~7'S, cuan-
do lo redactaba Veuillot:
- 79 --
«La Igle,ia de Dio. n'l puede de ninguna manera. d-jaue
gobernar "'¡ IJar el perine! sm·). Si l, Santa Sede no contiene al
laici'mo Feriodi,ta, el mil irá lejos y le cam.rá m;Ís ddil'oi que
cualquiera herejí •. Selí, de preguntar,e, contil.Úl, si algunos
laico;. "bus.ndo dI 1p"der que les da un Diario, pu~den cada ma-
.
nana hablar de todos y a tod·),, ; decidir a tiempo va de . . tienlpo·
"
temu. en lds IlldS ~rave'i (ue~tiones de d letrina y de conrlucta,
la iniciativa del juicio y de la condenación, y si cuando un
Obi-ipo da a "us !sacerdotes instrucciones para dirigirl os, es per-
mitido a ese Diario colocarse entre ese Obispo y egos sacerdo-
te" para en.eñ Il a éstos después y contra aquél. A,{ la Prensa
re!ígiosa. en mara_s de Jos laico", amenaz<t sub'l lt ernizar al Cle-
¡ roy a 1,·, Obispos, y es e'o cnntrario al e,píritu y a las reglas
de la Iglesia y atentatorio al orden jerárquico.>
León XIII, en. carta al Nuncio Apostólico en Fran-
cia, se expresó ásperamente respecto a esas preten,iones
de la Prensa religiosa. Después de recordar que es a la
Santa Sede y a los Pastores establecidos por la Iglesia
para gobernar sus greyes a quienes corresponde de de-
recho el ministerio doctrinal. y que a los simples fieles
5,,10 les tOCil. el deber de aceptar las enseñanzas que la
Iglesia da. dice:
• Lo;; periodis!as cató'ico, deben ser los primero; en dar el
~jempl0. Si en efecto, la élcci-jn de la Prensa religio~a detirra
culminar en h ,cer m;, difí il para lo> Obi,pos el cumpllln:ellto
de su mi'dón; si de (j},í re..,u ta:-;e un ut::bilitamiento deJ respeto y
úbedienLÍa que se les dt:ben; f'i el orden je'árquico flle~ e ror
cPo p rturbado. porque los i ,fcriares .~e arnlga",tn el d c- recho
de jUZgrH la doctnna o la conducla ce sus verd",dero' Do(lnre"
tnt.)nces la obra de eso pe iódico, no sólo selÍa esté il para el
b é" sino pelr má, de un aspecto, grandemente nociva>
Roma nunca ha tratado de arrebatar a los católicos
la libertad de opinar en política; son algunos católicos
los que no quierE'll servirse de esa libertad, o más bien
no quieren que los ckmás se sirvan de ella. y de ahí que
las ideas libenles se les hayan hecho odiosas o sospe-
chosas; es la Prens:1. político-religiosa b. que tiene prin-
cipalmente la culpa de haber inculcado a sus lectores el
eSJ?íritu de rC:1.cción , .\' lijOS de ilustrar al clero acerca de
una socied"d que ¿¡ ign')ra. y lejos de disiparle las.
prt'v~nciones de su pducación, cxtraña al mundo y ais-
lada del siglo, los consejos de esa Prensa sólo se han
encaminado a hacerle más V más aborrecibles las ideas
modernas y a acorralarlo dentro de un pasado muerto.
- 80-

No conocen, o han olvidado, la recomendación de


Montalembert de desligar la religión de toda solidari-
dad política, porque <la alianza de la Iglesia con los
partidos, y más aún con los círculos, es el peor de los
regímenes a que pueda sometérscla.>
«Así e«, escribe Memeñor Dupanloup, como las doctrinas
más santas se hacen odiosas; así (s COlDO se hacen volver con·
tra la . Iglesia todos los recelos, todas las cóleras y todos los
desprecios acumulados por un periodismo furioso que c01fun-
de, en oscuridad deplorable, lo que se debe conservar con lo
que se debe combatir.» «Esto permite, agrega el Cardenal L,,-
vigerie, a los enem:g0s de la Iglesia, hacerla, como en 103 tiem-
pos de Tácito, objeto del odi.) dd género humano. »
. Cualquier periúdista ignorante, comenta el P_ Muíñ,)S,
habla dd Sy!/abus y de la. Encíclicas ,in haberlas leíd .. , y
cualquier zascandil, ayUllo de teologb, de latín y hasta de sen-
tido comú" l:evándolo todo abarrisco, se roete a juzgar y a
fallar públicamente, de cosas delicadísimas, que no entiende ni
por el forro ,
Diarios hay que se dicen defensores de la religión
tal vez sólo porque anuncian cuarenta horas, novenas,
octavarios, retiros espirituales y fiestas religiosas, pero
que, por otro lado, con la agresi,-idad de sus ataques per-
sonales, hacen más daño a la causa católica que diez pe-
riódicos anticlerical(s.
" A los eKritoreq y en especial a los periodi: t IS. dice la Fn-
dclica (11m multa, les ooliga absolutamente este PI ecepto: en
Jas discusiGnes de estas importantísimas materias, no deben
dar lugar a las di,cordia, intestinas o a las pa,iones de partido;
unidos los ánimos y las aspiracione., deb, n todes dirigirse
al propósito común úe cocservar la religión y la sociedad. Si
discordia hubo antes, es preciso ahogarla con olvido genelOso ;
si se procedió con ligereza o con injusticia, ccmpénsese o Ie-
pánse con mucha caridad .
« Mucho importa. continúa la Encíclica, que se acomoden a
esta misma instrucci6n los que por e ~rito. espeCÍJlmente en
Diarios, c"lnbaten por la incolumidad de la religión _, , _ 1 a
causa que han abrando 's tan excelente y tan e'evada que re-
quiere muchas c sas en que no es razón que f,lten los defen-
seres de la justicia y de la verdad, porque mientr,s pm,n cui-
dado en un, parte de su deber, no han de ab::ndolJar las de-
más. , , : El aviso que damas a los escritore, es que, alejadas
las discordias, con blandura y mansedumbre, mantengan er.tIe
sí mismos y en la muchedumbre la unión de los corazones, p' r-
que para lo uno y para lo otro puede mucho la obra de los es-
~ritores. Y comoquiera que nada kay más contrario a la coneor·
- Sr -

dia que el desabrimiento en el hablar, la temeridad en sospechar


!I la malicia en acriminar, es prcct'so evitar todo esto. con su.ma
precaución. Las disputas en defensa de los sagrados derechos de
la Iglesia y de la doclri',a católica, no se hagan con altercados,
sino C8" moderació" !I templanza, de suerte que dé al escritor la
'IIictoria e" la co"üenda más bim el peso de las razones que la
violencia y aspereza del estilo.>
Bien pudo el Papa decir que esa violencia y aspere-
za perjudican al peso de las razones, más bien que ayu-
darlas, y que periódicos hay que se dicen defensores de
la religión, que le hacen más daño que provecho. Singla-
lar contraste: ellos, que tienen de la Santa Sede reglas
obligatorias de conducta, las quebrantan de cqntinuo,
mientras que periódicos liberales, de quienes se podría
pensar que se emanciparan de esas reglas, las practican;
de su parte están la moderación y la templanza; de par-
te de la prensa católico-conservadora el desabrimiento
en el hablar, la temeridad en sospechar y la malicia en
acriminar, así como los altercados interminables y el es-
tilo áspero y violento. Así es como se hace antipática
una causa; así es como ciegamente se preparan contra ella
reacciones violentas que, cuando llegan, se atribuyen a
los enemigos, no recordando que es la cosecha de tem-
pestades, traída por esos implacables sembradores de
vientos; acentúan la nota de la intransigencia en gra-
do tan extremo que llegan a la procacidad, y de ese modo
se enajenan voluntades que de otro modo les estarían ad-
quiridas o que permanecerían neutrales. Y ésta es la que
los Prelados y Párrocos recomiendan como «la buena
Prensa !.
La lucha de las ideas, fecunda en otras condiciones,
se esteriliza de una y otra parte, y enerva las más viri-
les energías, cuando reviste caracteres violentos, que
hacen guardar silencio a la razón para que sóto hable
la pasión, y que hacen callar la cordura, para que sólo
grite la virulencia.
Los grandes paladines laicos, Caro, Ortiz, Ospina,
Arboleda, Carrasquilla, desaparecieron sin dejar suce-
sión. Sólo quedan los difamadores de oficio, ayuno~ de
doctrina, de estilo y de cultura, y cuya táctica habitual
consiste en trasportar las controversias del terreno polí-
tico, donde nacen y debieran mantenerse, al terreno reli-
gioso, donde esperan a sas contrincantes con arg;¡men-
6
,
tos dogmáticos, o menos aún, con ataques personales.
Son unos gerifaltes estos periodistas conservadores!
Oh! decadencia! tú eres signo cierto de muerte!

Dos po/ifieas

Asociada, de ordinario, la vaga palabra Política con


la idea de Partido, da lugar a confusiones que la Iglesia
ha querido evitar distinguiendo, en el punto de vista re-
ligioso, entre Política fundamental, que es la que com-
pr~nde, en doctrina, los grandes principios de derecho
cristiano y, en la práctica, los intereses religiosos; y PI>-
li/ica secundaria, la que ni en doctrina ni en práctica dice
relación con los principios ni con los intereses del cato-
licismo. Con la advertencia de que llamarla secundaria es
sólo relativamente a 10 religioso, sin que implique ne-
gar que carezcan de importancia nacional las cuestiones
que esta segunda política envuelve, ni desconocer que
sean vitales los intereses que representa, sino sólo que,
no tocando con la religión, son, en tesis general, mate-
rias libremente opinables para creyentes y no creyentes,
y respecto de las cuales la Iglesia se desentiende.
Qué puntos abarca la [!Iolítica fundamental? Su de-
terminación corresponde, teórica y prácticamente, a la
Iglesia y, en su nombre, al Sumo Pontífice. '
Qué puntos abraza la política secundaria? Su seña-
lamiento pertenece, en teoría, a las ciencias políticas y
jurídicas, y en la práctica, al Estado y, en su nombre, a
los Gobiernos, a los legisladores y a los Jefes de partido.
Respecto a la política fundamental, una vez que 1,,-
Iglesia expone su pensamiento o su volunta@, con clari-
dad suficiente, no caben di vergencias doctrinales entre
católicos, pues eso sería incompatible con su profesión
de táles, ni caben tampoco divergencias en la práctica,
porque quebrantarían el deber de obediencia y envolve-
rían rebeliGn.
Pero respecto a la política secundaria, la Iglesia ad-
mite que exista entre católicos diversidad de pareceres
teóricos, que es lo que sirve de base a los diferentes par-
tidos políticos; pareceres y partidos que el Papa declara.
lícitos, aunque recomendándoles 'que en su acción prác-
, ' .
tlca no se aparten de las leyes morales. El Papa permIte
todas las convicciones honradas, todas las opiniones ho-
nestas o sinceras, no reñidas con la justicia.
La Iglesia tiene deslindados perfectamente los cam-
pos de estas dos políticas, a fin de evitar que de su con-
fusión resulten dos abusos: que haya católicos que ex-
ploten la religión en provecho de un partido, y que haya
sectarios que ataquen la 'religión pretextando que s<Í>lo
atacan a un partido.
Conducta prudentísima, pues establecida-por la con-
fusión de las dos políticas-solidaridad entre la religión
y un partido, resulta necesariamente que la religión se
profana empléandola como medio de triunfo de ese par-
tido; o que utilizado éste como medio de hacer triun-
far la religión, se la comprometa hasta el punto de ha-
cerla cargar con odiosidades o culpas que no le co-
rresponden.
De ahí que, aun reconociendo el Papa la necesidad
de que la organización católica tenga un cre<!lo único y
cómún, 'pues siendo el pensamiento el principio de la
acción, síguese que no pueden concertarse las volunta-
des si cada uno piensa de diferente modo que los demás,>
en todo caso, ese credo no puede fundarse en ningún
partido, sujeto como estaría a la discusión, sin'más guía
que la razón humana, lo que dificultaría la unidad de la
doctrina, 'pues la ciencia de las cosas es muy difícil y
la razón humana naturalmente es flaca y propensa a di-
vidirse en multitud de opiniones, expuestas a frecuen-
tes engaños, por influencia de impresiones exteriores o
de las pasiones que o roban completamente o a lo menos
disminuyen la facultad de percibir la verdad, (Encíclica
Sapientia! cllrislialZa!).
Como iimple ciudadano, todo católico puede, pues,
afiliarse a este o al otro partido político, tiene su criterio
individual o colectivo, y estaráeJll su perfectísimo derecho
para tratar de realizarlo, individual o colectivamente con
su grupo político, siempre que en la elección de los me-
dios respete las leyes de la moral, pues fuéra de esta
restricción sus apreciaciones no entran en la esfera de
10 r~li,gioso, limitada'a las doctrinas y a la disciplina ca-
tólica, en las cuales no entra tampoco direct~mente nada
~ue sea discutible dentro del dogn'la, 10 que podría oca-
sionar disensiones que el Papa quiere evitar entre cató-
licos, aun a costa de los mayores sacrificios.
Creencias religiosas l' opiniones políticas
La Iglesia nada tiene que ver con los bandos politi-
cos; ella jamás ha contado a sus hijos por partidos ni
por agrupaciones que no sean las naturales divisiones
.establecidas en su seno por los distintos grados de la je-
rarquía eclesiástica; no reconoce liberales ni conserva-
dores, como no reconoce provincias o regiones geográ-
ficas; en ninguna parte del credo de la Iglesia consta la
obligación de un católico de afiliarse "n un partido polí-
tico ~ de suerte que es un abuso exigir, a nombre de la
religión, el apartamiento de uno para enrolarse en otro.
Así como en el Ejército de una Nación pueden entrar
irdividuos católicos y otros que no lo sean, pues allí no
se trata de religión sino de milicia, y para ser soldados
no necesitan llamarse católicos, y así como en las Aca-
demias de Historia, de Jurisprudencia, de Medicina o de
la Lengua, pueden entrar también miembros que sean
católicos y otros que no lo ~ean, porque en esos orga-
nismos se trata de otra cosa que de creencias: así, en
un partido político pueden entrar miembros de diferen-
tes religiones, con tal de que admitan el programa de
la comunidad; así, en una asociación católica pueden
ingresar miembros de diferentes partidos o que no per-
tenezcan a ninguno, con tal de que coincidan íntegra-
mente en la creencia y fines de la asociación; y así como
para ser conservador, aquí o en otro país, no se requiere
necesariamente ser católico, pues efectIvamente, conser-
vadores hay que no lo son, para ser católico no empece
el ser liberal, como de hecho lo prueba la experiencia.
No tratándose d, religión en el liberalismo. es tan lícito
a un católico alistarse en él como en el Ejército. en las
Academias o en -:ualquiera otra sociedad, no relaciona-
da· directamente con la religión, o que no tiene fines re-
ligiosos o que, si no expresa en sus bases principios ca-
tólicos, tampoco expresa ninguno anticatólico.

El Programa liheral
No puede exigírsenos, como no exigimos a los COIiJ-
servadores, que consignemos expresamente en nuestro
programa soluciones a cuestiones religiosas, porque
- 8S -
siendo partido constitucional y legalista, no necesita-
mos hacerlo, pues dando por resueltas en la Constitu-
ción, que hemos aceptado, y en el régimen legal deriva-
do de ella, que hemos aceptado también, las cuestiones
fundamentales, implícitamente hemos reconocido-ya
como de derecho, ya como de puro hecho-las soluciones
dadas a los problemas que se d esprenden de las r elaciones
entre el Estado y la Iglesia. Sólo nos corresponde pre-
sentar programas parciales, prácticos y variables , sobre
la base de una declaración de principios generales,
que sirvan para diferenc~arnos de los demás partidos,
o que aun siendo, .en parte, comunes con ellos, denoten
cuál es nuestra tendencia y cuáles nuestros procedi-
mientos, para que al escoger el pueblo entre nosotros y
los conservadores, sepa bien por qué y para qué lo
hace, ya que a lo que principalmente está llamado un
partido es a la aplicacíón concreta de principios y pro-
cedimientos de conducta ante los hechos de la vida real.
No basta, por tanto, que un partido se" llame liberal
para calificarlo por eso sólo de heterodoxo; hay que exa-
minar su programa para deducir de ahí su calificación
dogmática; si en él se incluyen principios o procedimien-
tos condenados por la Iglesia, estará en pugna con ella;
si no los incluye, nada tendrá ella que hacer con él.
La variabilidad y contingencias de los programas
de partido, no excluyen, antes exigen, como base de
unidad orgánica y carácter distintivo, ciertas bases ge-
nerales, expresadas en la denominación que adoptan y
en declaraciones que, si no revisten carácter doctrinal
ni envuelven profesión de verdaderos principios, en el
sentido estricto y filosófico de la palabra, a lo menos
expresan un sistema o una tendencia.
El liberalismo colombiano es una agrupación con un
programa completo que abarca soluciones para todas las
cuestiones políticas, económicas, administrativas y de
cualquier otro género que puedan influír en la vida y
prosperidad de la Nacion. Entre esas soluciones, forzo-
samente ha de haber algunas discutible~, pero ninguna
de ellas se opone a la doctrina ni a la moral católicas;
pertenecen, por tanto, a la política secundaria, respecto
de la cual, la Iglesia ha dejado plenísima libertad a los
utó!icos, como queda dicho.
En el programa liberal no hay para qué incluír pro-
fesiones de fe, porque como partido que aspira a ser
-
- 86

gobierno, no es escuela que represente teorías sino or-


ganismo de programa práctico, programa que se mo-
difica y reconstruye al través de los años, según se pre-
senten los problemas públicos o según 10 exija, estando
en la oposición, la necesidad de ofrecer soluciones dis-
tintas a las del partido ql!le está en el Poder, así como
cuando llegue a ser Gobierno, el cambio de punto de
vista lo obligará, probablemente, a variar algunas de
esas sol uciones para at!laptarlas a los medios que ofrez-
can las ci rcunstancias.
Mientras en el progr,!ma \,iberal no se plantee pro-
blema alguno relacionado con las doctrinas o con los in-
terese§ de la religión, un católico puede, sin reato de
conciencia, pertenecer al partido, a reserva de separár-
lIele o negarle su concurso en el caso de que se propon-
gan soluciones disconformes con esas doctrinas o con
esos intereses.
En el programa liberal no hay un solo punto de po-
lítica fundamtmtal católica; los que lo formularon no se
permitieron invadir, por paraje alguno, un campo que,
por habérselo reservado la Iglesia, consideraron que les
estaba vedado. por eso todos Jos artículos de ese pro-
grama son de política secundaria.
V éase el programa liberal, según el Plan de marzo,'
«Con respecto a los intereses generales de la República,
los objetos de la organización del Partido son los siguientes:
1.' Dar a los problemas políticos, económicos y sociales,
soluciones conformes con la libertad, que es h característica
del liberalismo;
2.' Hacer del Partido u,," órgano propulsor y moderador,
personificando en él la aspiración nacional de cuidar el ordell
pero agregándole una manifiesta voluntad de progre>ü ;
3.' Trabaj u sin re~ervas y como Partido constitucional, por
la conservaci6n de la paz interna y por el ma!ltenimiento de la
legalidad;
4.' Buscar en las instituciones e introducir en las costum-
bres la mayor armonía posible entre la obediencia a la ley y el
respeto a la autoridad, por una parte, y la efectividad de las
libertades y garantías prometidas al ciudadano-o que forman el
objeto esencial del establecimiento de las nacionalidades -por
otra;
5.' Disponer mejor los órgan03 constitucionales, por un
sistema de conexiones recíprocas que produzca movimientos
coordenados y una acción general y continua, cuyo resultado
sea obtener mayor eficiencia del P..,der legislativo, del ejecuti-
vo y del judicial, que hoy no corresponden suficientemente a Sil
-87-
importancia y a su costo; constituír un Poder electoral inde-
pendiente, y regular las relaciones entre los cuatro Podere,. de
modo de evitar choques e invasione. o usurpaciones de uno de
ellos sobre lo, otros, y de que su interdependencia n@ impida
fijar y hacer efectiva la responsabilidad legal y la moral;
6.' Trazar con precisión las órbitas de 10 nacional, de 10
departamental y de 10 municipal, a fin de clasificar clda día
mejor- así en las atribuciones como en los presupuestos -103
intereses generales. los secciona les y los loca!el, y procurar es-
pecialmente el ensanche gradual de las instituciones osleparta-
mentales y municipales, que conceden el manejo de los asun-
tos públicos a las colectividades que tienen en ellos interé. es-
pecial y conocimiento directo;
7.' Introducir progresivamente el espíritu democrático en
la organización de los servicios públicos, para asegurarles a 103
funcionarios la libertad civil, atenuando primero y eliminando
después el poder personal de tip3 cesáreo que hoy caracteriza
esos servicios, en todos los grados de la escala;
8.' Velar por la libertad en la emisión y por la honrada
computación del sufragio popular, como la garantía más per-
fecta contra la tendencia a pertu rbar la paz pública;
9.' Defender la libertad en la emisión del pensamiellto, de
palabra y por la Prensa;
!o. Sostener el principio de asociación libre y espontánea,
como uno de los agentes más poderosos en la tarea de mejorar
la condición de la especie humana;
1 [. Vigilar constantemente la conducta de los funcÍ0narios
públicos, con el objeto de impedir los abusos y de mantener el
ejercicio de la autoridad dentro de los límites de la ley, de la
probidad y del respeto debido a la d ig nidad personal, seguri-
dad, propiedad y reputación de los ciudadanos;
12. Estimular, extender y mejorar la educación universal,
especialmente la instrucción pública primaria;
13. Trabajar por el establecimiento, ensanche, conserva-
ción y mejora de buenas vfas de comunicación;
14. Velar por la equitativa distribución y tiel inversión de
las contribuciones nacionales;
15. Inspirar su legislación y sus actos en el sentimiento
cristiano de la fraternidad; oponerse a la concesión de mono-
polios legales, que traen como consecuencia la concentración
de la riqueza en unas pocas manos; y procurar, por el. contra-
rio, que ella se distribuya lo más equitativamente pOSIble por
medio del desarrollo de las medidas de previsión social, pro-
tección al trabajo y asistencia pública; y . .
16. Levantar en lo ioternacional la bandera de la Patna,
para Racer respetar su soberanía territorial y todas las deriva-
cionu de ese derecho, sobre normas de firmeza y dignidad .•
l. o Mejora del
la representación
• sistema de lista . por de
censo electoral permanell1e.
suspensi6n del voto a las clases
da, de la GendarmeJ:fa y de 1011
2. 0 Estsblecim~ de la
gatoria;
3.· Autonomía de la UDiversidtfd 111i1~~.· ~~~
instrucci6n públ ica; .

~:r1l~~~=:1: ;=~~:
0

ampa 4. roAdop
de las garap
ción tías
·S. o Inteligeociadeentre -.:1 y
cordatarla, para hacer más efectiva la ÍI1d:é~1II
de las dos pote stade s;
6. 0 Atenuaci6n, por medio dli'UD a I~:
del sistema de gobierno
pecta a la formaci6n y
7.· Expedici6n de la ley
se consagre la elección del Alcalde y
Distrito por el Conc ejo;
8. 0 Elección de 101 GobetuadoresJ .solbte~
por las Asambleas ;
9. 0 Medidas para la estabilida del ~Jl!iit~
rentas más cuantiosas a la amor tiRci 6n ~t.]I1
ro. Fundaci6n de estab ledm ·a(tj .
y agricola ; •
11. Nacionalizaci6n del Ej6ri:ito.
vicio milifÍlr obligatorio ;
12. Reforma de la tarifa de
la protecci6n racional a las
13. Conservaci6n y
cuya· repartici6n,
gura preo da de
instituciones repnbliCllllaa
14· Adaptación las
de los principios de I~=jtt~ &!
1; 1
como accideotea del j
de ahorro y ampat!! a-
IS. Interveoci6a
una 10lucl6n que
la Roep'ública;
lifo ConltrlJlcl6n
coloni~de eso'
pet'"ci~ ele 1
- 89 -
17. Liberación del tributo que el comercio del N arte de
Santander, Casan are y San Marlín paga a Venezuela, y del que
lo; Departamentos del Pdcífico pJgan al Perú por sal; y
18. Investigación y planteamiento de medidas adecuadas
para combatir el alcoholo.mo y las enfermedades contagiosas.»
Cuántas de las proposiciones del Programa y de la
Plataforma tienen que ver con la religión? No son pro-
blemas administrativos, independientes de toda defini-
ción canónica? Un solo punto, sobre cuarenta, se roza
con ella, yeso indirectamente; el arreglo de las relacio-
nes entre el Estado y la Iglesia, que más adelante se
precisará; pero aun allí se exige la forma concordata-
ria, es decir, la inteligencia de las dos potestadei, tra-
tando de potencia a potencia, para la celebración de un
pacto voluntario. Los liberales no queremos someter a
la Iglesia al y ~go de leyes unilaterales, hechas sin ella
o contra ella. Informamos nuestra conducta en el respe-
to sincero y delicado de los principios religiosos y nos
abstendremos cuidadosamente de perturbar las concien-
cias con temeridades arbitrarias y con imprudencias.
Nosotros queremos inaugurar la éra de la pacificación
definitiva, en el reino incontestado e incontestable de la
libertad. El liberalismo necesita-y quiere ser una espe-
ranza. no un temor.
Estas son cuestiones de hecho, que no se discuten.
Si el prog-rama liberal fuera sometido al examen del
Papa, de seguro no encontraría en él una sola proposi-
ción condenable. «Todo eso, diría, son puntos de polí-
tica secundaria, libremente opinables, en que la Iglesia
nada tiene que ver. Puede ser deplorable que ese parti-
do político colombiano hay~ adoptado el nombre de !ibe-
ral, malsonante, en cierto sentido, para la Santa Sede
y ocasionado a confusiones, aunque ya ha tenido en
Francia la consagración católica, en el partido de la Ac-
ción liberal y así pudieron bien los Obispos de ese país
ordenar, durante la~ últimas elecciones, preces «por el
trÍllnfo de la Cauia liberal. ; pero la esencia de los pro-
pósitos del liberalismo colombiano es sana y la de sus
soluciones será o nó aceptable en el orden de lo rea-
lizable y lo acertado, dentro de las posibilidades del
país; mas en ello la Iglesia no interviene .•
El liberalismo reconoce que para determinar qué
doctrinas se contienen en la Revelación, sólo la Iglesia
docente tiene misión para ello, y en la Iglesia su Doctor
- 90 -

supremo, el sumo Pontífice romano; el liberalismo reco-


noce que en cuestlones de fe, ea las cuales él para nada
se mete, -el árbitro es el que preside la Iglesia, cuyas
decisiones deben seguir resueltamente cuantos se pre-
cien de católicos; el liberalismo se abstiene cuidadosa-
mente de ingerirse en cosas que no son de su resorte;
es un partido laico, en cuanto no toma la religi'ón para
constituírse en su defensor profesional, ni la toma para
constituírse en su profesional enemigo y asaltante.
Los liberales colombianos hemos tenido buen cuida-
do de no revolver puntos de credo católico con otros de
administración; son los conservadores los quP, por falta
de estudio o de sindéresis, o por hábitos arraigados,
o por conveniencias calculadas en que ya no es admisi-
ble la buena fe, incluyen en sus programas puramente
políticos. más o menos aceptables, puntos de política
fundamental, sea de religión o de moral. improcedentes
en un programa de partido. Han querido confundir el
credo, que debe ser fijo e invariable y de carácter exclu-
sivamente religioso, con el programa de las disposicio-
nes transitorias y variables, aconsejado por las circuns-
tancias. Lo primero es doctrinal y dogmático; lo segun-
do, disciplinario y discutible. De suerte que los liberales.
al no incur,rir en la misma confusión, se muestran más
respetuosos de la Iglesia. y en definitiva mejores católi-
cos, que los pretendidcs delensores de ella.

El Par/ido católico
Parlidq calólico! nunca se juntaron un sustantivo y
un adjetivo que representen ideas más antitéticas. Par-
tido: la porción de un todo; calólico: universal (del grie-
go cata, sobre, y olos. entero), es decir lo difundido en
todos los lugares y 10 existente en todos los tiempos.
La sola etimología basta para persuadir de que no de-
ben aproximarse dos voces que están en pugna tan ma-
ni1iesta. Podría decirse que gritan y se dan de bofetadas
al verse juntas
El carácter propio de los partidos es presentar solu-
ciones de gobierno opuestas entre sí; encerrarse en de-
terminadas doctrinas e instituciones; levantar en el seno
de una misma sociedad la bandera de huestes en discor-
-9 1 -

dia, por la diversidad del criterio que aplican y la riva-


lidad de los intereses que sustentan; y por cuanto se
mueven dentro de un orden secundario y luchan por el
triunfo de aspiraciones especiales, no sólo pueden sub-
sistir a un tiempo dentro de un mismo país, sino que ,
es natural y necesario que así suceda, sin que de la lu-
cha implacable que se mueven, el orden social aparez-
ca perturbadu en sus organismos esenciale5, desde que
giren dentro de la paz y de la ley.
Al contrario, el carácter propio del dogma católico
es no desechar por malo a priori ninguno de los siste-
mas por los cuales se gobiernan o pueden gobernarse
los hombres,siempre que el poder se ejerza con justicia;
es la capacidad de hermanarse con la república, con la
monarquía o con la aristocracia, para penetrar en las
instituciones y tratar de fundirlas en el crisol del cris-
tianismo, sin que por ello pierd~n su forma y sello ori-
ginales. El catolicismo ni quita ni pone rey: prescribe
obediencia y respeto a las autoridades legítimas, aunque
no sean católicas. El catolicismo es muy superior a las
cuestiones dinásticas y a las intrigas políticas.
Por esto, el criterio católico, que en religi6n define
cuanto hay que definir, en política resulta un concepto
vago, que no define ni puede definir nada concreto; que
no debe servir para levantar parcialidades sino para pa-
cificar conciencias; que no encierra su vida en determi-
nadas instituciones políticas, sino que se acomoda con
las má..s opuestas, por lo mismo que es un principio fun-
damental, rlestinado a ser como el alma mater del orden
social, dentro del cual quepan, sin estorbarse, escuelas y
partidos enemigos, y dentro del cual se sucedan institu-
ciones distintas. Dentro de la Iglesia caben escuelas or-
ganizadas con sus propias banderas, huestes y jefes,
como la tomista, la agustiniana, la esc9tista Y la moli-
nista. pero no las banderías políticas que nieguen la or-
todoxia a los demás y aun la licitud de sus soluciones,
florque dichas escuelas no preconizan ningunas de esa
clase.
En otros términos: el dogma religioso ha de ser, por
su misma naturaleza, un principie superior en cuyo seno
desenvuelvan las sociedades sus manifestaciones de vida,
con la variedad infinita que en lo humano revisten las
doctrinas y los intereses. La religión ha de ser como la
clave del edificio que a todos cobije, y bajo el cual los
- 92 -
.
pueb los desa rroll en su exis tenc ia. Debe , por cons iguie n-
te, colo carse por cima de toda divis ión o disco rdia, para
que cons tituy a ceme nto de unid ad de creen cias, bajo una
sola auto ridad , gene ralm ente acata da. Todo lo cual es
inco ncili able con la natu ralez a de los band os polít icos.
Apli ca,\" el nom bre de parti do a la defe nsa de los princ i-
pios e inter eses relig ioso s es viole ntar el senti do .:om ún
y desg arra r los fund ame ntos de la fe.
Es reba jar y com prom eter el nom bre catól ico. con·
verti rlo en ensé ña de un parti do, porq ue es exbi bír a los
cató licos con aspir aciol 1es e inter eses disti ntos de los de
la Patr ia y com o disp uest os a subo rdin ar el bién del
Esta do a sus mira s parti cula res; dobl e falta en una na-
ción de may oría catól ica, pues así se arrie sga a pres en-
tar el cato licis mo com o mino ría, dond e es casi la total i-
ead del país. Y cosa más grav e aún: al cubr irse un
parti do con el nom bre de la relig ión; al hace rla desc en-
der a la liza polv orien ta de las justa s polít icas, la expo -
ne a los golp es y denu esto s de los com batie ntes, y la
conv ierte en punt o de mira de los adve rsari os o como.
pues ta en el jueg o de los parti dos. Divi sion es polít icas
fund adas en dive rgen cias relig iosa s, no son buen as ni
para la polít ica, ni para la relig ión ni para la Patr ia.
Ni al Esta do ni a la Igle sia conv iene que las facc ione s
que se agita n en la aren a de las cont iend as civil es, le-
vant en, una en frent e de otra, band eras de relig ión.
Veam os algu nos de los inco nven iente s que apar eja la
apar ición de un parti do cató lico en un país. Apen as cons -
titúí do, por fuerz a se orga niza rá al frent e, para resis tirle ,
com o ha suce dido en Bélg ica, otro parti do que de becho.
apar ecer á com o antic atóli co, aunq ue no se llam e tál, des-
de fIue com bate al prim ero; y así todo s los cató licos €lue
sum isam ente no obed ezca n los man dato s de los Jefes del
parti do catól ico, con sólo hace rse a un lado, pond rán en
duda su ortod oxia . todo 10 cual será com o hace r entr ar
al país por el cami no de las guer ras de relig ión o por la.
men os 6uje tarlo a la acrim onia pecu liar de las luch¡¡s en
que la relig ión inter vien e. Con más, que los que ataca -
sen al parti do cató lico siem pre podr ían aleg ar que la.
hací an, nó por lo que tuvie se de relig ioso, sino por la.
que tuvie se de polít ico, pues no habi endo desli nde sina.
conf usió n de camp os, no habr ía sofis ma dond e expr esa-
men te no se habí a quer ido disti ngui r.
- 93 -
y las dificultades de programa? Quién 10 dictaría?
Existiendo divisiones o divergencias, como no podría
por menos, sería la porción más numerosa? Difícil ave-
riguarlo ~ averiguado, era gubernamental u oposicionis-
ta? Si 10 primero, sujetaría la Iglesia a la influencia ofi-
cial; si lo segundo, le acarrearía la hostilidad del Go-
bierno. O para soltar la dificultad. dictaría el Papa el
programa? Eso no está en las atribuciones de la Santa
Sede: determinar puntos políticos, ajenos a lá religión,
es precisamente la intrusión que se denomina clerica-
lismo.
y quién sería el Jefe del Partido católico? Seglares
para lo político, y el Papa y los Obispos para 10 religio-
so? Pero entonces, en casos de conflictos de autoridad,
quién prevalecería? O los Prelado, mandarían en ambos
campos? O se les concedería a los seglares intervención
en lo religioso? Porque refundido lo político con lo re-
ligioso, para que pudiese ser Partido católico, ~ería im-
posible dirigirlo en 10 primero sin que eso trascendiese
a 10 segundo, y viceversa, lo que daría razón o pretex-
to a los gobiernos o a los partidos ad versos para in vo-
car motivos políticos con el fin de justificar medidas irre-
ligiosas. .
No menos insolubles serían las dificultades que ofre-
cería la práctica de la organización interna y de la ac-
ción política del Partido católico, no habiendo deslinae
oe jurisdicciones, inconveniente inseparable de la so-.
lidaridad de los intereses religiosos con los de orden in-
ferior. Los Prelados no podrían dirigir la nnidad orgá-
nica indivisible político-religiosa, siendo así que para
~I Papa es condición indeclinable que sean dichos Pre-
lados los Jefes exclusivos de esa cla.e de organismos y
los directores únicos de su acción, con subordinación
apenas a la jefatura del Papa mismo. Supóngase que el
partido político así constituído llegara al Poder, como
es natural que sucediera, dentro de las alternativas de
la política moderna; entonces el Gobierno de la nación
sería una teocracia, forma tenida como aberrante em
la actual civilización; y supóngase que, en virtud de la
propia ley de las mudanzas, el Partido encabezado por
los Prelados cayera del Poder; qué sucedería? Primero,
una reacción anticatólica y, lo q¡¡e es más, irreligiosa,
tanto más violenta cuanto más se hiciera esperar; y se-
gundo, la ruptura de relaciones entre el Estado y la
- 94 -
Igles ia, y la: impo sibil idad de que los Prel ados cont inua -
ran ejerc iend o la jefat ura de un parti do en la opos ición ,
so pena de colo carse en una actit ud desa irada , si no re-
volu cion aria cont ra la legit imid ad.
Al cons tituí r un parti do excl usiv a o prin cipa lmen te
conf esion al, cuyo s secu aces afect en llam arse «cat ólico s
ante todo ,. arrie sgan a intro duci r en la polít ica la teo-
logía , por no deci~ la casu ístic a, so capa de relig ión; se
@bJigan a esta r siem pre cons ultan do su cond ucta con los
Prel ados , y se cond enan a ver sus opin ione s, sus escr i-
t06, sus disc urso s y sus voto s some tidos a: la férul a de
la críti ca de beat os inco mpe tente s, o repro bado s en nom -
bre de la relig ión por doct ores de circu nstan cias, por
teólo gos de azar o por simp les ilum inad o.; situa ción
delk ada para polít icos cuya prim era nece sidad es pare -
cer inde pend iente s, y la segu nda, cons erva r liber tad ole
mov imie nto.
Fata lmen te se verá n situa dos entre los que están a
toda hora li¡¡tos a acus arlos de desv iacio nes de la línea
rígifila de la ortod oxia , y los adve rsari os susp icace s, listo s
tamb ién a acus arlos de que, tras el disfr az de la relig ión,
lo que pers igue n es la orga niza ción de una teocr acia, o
sea. el Gob ierno direc to de la Iglesia..
A su turn o, los Prel ados y los sace r00te s vería n su
caus a com ¡:rom etida por los exc" sos e intem pera ncia s
de sus aliad os, espe cialm ente por 1" viole ncia de una
Pren sa llam ada relig iosa, que no pare ce traba jar adre de
en otro emp eño que en hace r caer de la cons idera ción
plÍbl ica una Caus a que para defe nder se nunc a nece sitó
apeJ ar a injur ias, calu mnia s y sarca smos , que más bien
le hicie ron daño .
Fina lmen te, el títul o mism o de Part ido catól ico es
una trab a que dific ulta la marc ha de sus miem bros .
Para. hace r polít ica hay que situa rse excl usiv ame nte en
el terre no polít ico. Unc idos a un mism o yugo el buey
polít ico y el relig ioso, unas Vtce s más fllen e éste y otras
aqué l, jamá s traza ron surc o recto .
En resu men : la orga niza ción de los catól icos en un
parti do polít ico, con solu cion es relig iosa s mezc ladas a
~ .. lucio nes polít icas, es la iden tifica ción de
10 relig ioso
con 10 polít ico, que tan fune sta ha sido para la Ig:es ia
y que ella, con tánta razón, rehu ye tepro dllci r y hace
todo 10 posi ble por evita r. La acció n cató lica no exig e
nece saria men te ejerc itars e clesde nn parti do polít ico, o
- 95 --
por medio de él; las fuerzas católicas pueden agruparse
y dirigirse independientemente de los organismos polí-
ticos creados, con una historia no siempre limpia y con
antecedentes no siempre honrosos.
Por regla general, la Santa Sede ha sido adversa a
la formación de un partido católico. 'constantemente ha
declarado su firme resolución de que, para organizar las
huestes católicas, se prescinda de toda consideración
puramente humana y se tomen como base los grandes
principios cristianos, ajenos a la poli tica; constantemen-
- te ha reconocido a los católicos plena libertad de opinio-
nes en asuntos meramente políticos y libertad de acción
dentro de las reglas del derecho cristiano, pues lejos de
exigir el sacrificio del propio parecer 'en estas materias,
deja a cada cual que conserve el suyo, apenas subordi-
nado al interés religioso y al espíritu de caridad, que
tolera y respeta las Opiniones contrarias, quizá por aque-
llo de que < Dios ha dejado el mundo a las discusiones
de los hombres. >
• Partido católico» és, pues, una locución deplorable.
«Los católicos de todos los partidos» es mucho más
exacta y cosa muy distinta, de que puede hablarse y
tratarse. Es lo que propiamente se llama «la Unión ca-
tólica» por la cual tánto trabajó León XIII en España,
esperando-como aquí también podría esperarse-que
al volver de las deliberaciones de la Unión, quienes a
ella hubiesen concurrido, al repartirse por las filas de
los diferentes partidos a que pertenecieran, difundirían
en ellas el espíritu de paz, orden y armonía de que iríaa
inspirados, con lo que transformarían el carácter de las
luehas políticas, y les imprimirían un sello de calma, se-
riedad y patriotismo de que hasta ahora carec~n por
completo.
Los católicos pueden y deben llevar la honradez de
propósitos, la sinceridad de convicciones y la devoción
por el bién común, al Partido a que estén afiliados, yes-
forzarse allí por disminuír los flefectos de la vida polí-
tica, por dar un toque de ideali5mo a los conflictos so-
ciales y por farilitar la acción y los acuerdos patrióti-
cos, sin perjuicio de volver luégo a trabajar por la reli-
gión en un terreno que les es común con los demás cre-
yentes, y sin perjuicio de que la misma Unión católica
pueda tener trascendencia política, pero sólo en cuanto
- 96 -

la política se relacione directamente con los intereses


reli~iosos.
Verdad es que esta conducta requiere un hábito de
libertad, una sazón de sentido civil, y una aptitud para
distinguir, que tardarán mucho en adquirir los colombia-
nos, pero que no es imposible que alcancen, si se proponen
corregir los viejos vicios de intolerancia, si desechan
el dogmatismo que ponen en todas sus palabras y accio-
nes y si de buena fe buscan la cooperación para la de-
fensa del orden verdadero y para la promoción del pro-
greso patrio.

bGS prohlemas nacionales


Los problemas actuales, no sólo en Colombia sino en
el mundo entero. pueden dividirse en tres categorías:
los técnicos y administrativos. los económicos y socia-
les, y los de cultura y educación.
Los del primer orden se refieren a los servicios pú-
blicos: defensa nacional, caminos, ferrocarriles, navega-
ción, telégrafos, teléfonos, colonización, reforma de la
legislación , descentralización administrativa, autonomía
municipal; en una palabra: perfeccionamiento de las
insti tuciones existentes, para edificar una Colombia gran-
de, sobre los cimientos heroicos que le dieron sus fun-
dad ores.
Los del segundo orden comprenden el sistema tribu·
tario y la política del trabajo, tendiente a abolir o a de-
bilitar siquiera las causas de malestar, a suavizar las re-
laciones entre el capital y el trabajo y a prevenir o apla-
car los conflictos entre patrones y obreros, por medio
de una legis"Iación social previsora, "n vez de aguardar
a que los conflictos S<o presenten, cuando ya no habrá
libertad para resolverlos, sino que se irán haciendo más
y más violentos con el rodar de los años. Comprende
también, especialmente, la política agraria, encaminada
a mejorar los métodos agrícolas, en gran parte primiti-
vos o atrasados, y a variar las costumbres semi feudales
en que se encuentra la propiedad en varios Departamen-
tos, a /in de utilizar mejor las energías físicas y mora-
les de los agricultores.
Los del tercer orden tocan con la reforma de la en-
señanza, particularmente para Elirigirla hacia la habili-
tación de los educandos pala la lucha práctica Gle la vida.
-'7 -
Con el fin ' de dar adecuadas soluciones a estos tres
órdenes de problemas, para qué se necesita organizar
aquí un Partido católico ni uno anticatólico? Fuerza
es confesar que en el mundo ocupa hoy el problema re-
ligioso un lugar muy subalterno entre los que agitan la
opinión pública. Gran bién gozará Colombia el día en
que aquí suceda otro tanto; pero mientras dure esta
lucha aguda entre el fanatismo y la tolerancia, no habrá
tranquilidad ni paz verdadera en esta tierra, ni mien-
tras sigan dominándola los que sólo sueñan con restau-
rar el Nabucodonosorde la reacción en un país que siem-
pre se mostró partidario de la libertad humana.

Secularización de 105 partidos políticos


De lo que precede se deduce cuán inevitable es el
dilema que se plantea cuantas veces se trata de organi-
zar las fuerzas católicas de UDa nación, dentro de las im-
posiciones de un partido político, el cual tendrá que caer
'ln uno de dos extremos: o la autoridad religiosa anula a
la política o la política a la religiosa; si lo primero, se
tendrá un partido teocrático o clerical; si lo segundo,
un partido cesarista, en que se haga correr a la religión
todos los riesgos de las t.empestades deshechas de la
política. Casos habrá en que, frente a la aprobación de
los Jefes políticos, se pondrá la desautorización de la
Santa Sede y en que se dé a la primera la preferencia
sobre la segunda, no sólo en el punto de vista político
sino también en el religioso, al cual habrá la inevitable
tendencia a deslizarse.
El día en que en Colorn,bia se organizara, bajo la di-
rección de los Obispos, un verdadero Partido católico,
entonces quizá sí estarían bbligados a entrar en él todos
los católicos del país; pero mientras eso no suceda y
mientras sea un hecho la divi¡;ión de los católicos, no a
título de táles sino en su calidad de ciudadanos, respec-
to al modo de apreciar importantes, aunque discutibles
cuestiones de política secundaria, acerca de las cuales
nadie tiene derecho a imponer a los demás determinado
criterio ni determioadas soluciones; mientras eso sea
así, repito, es un abuso exigir que, por ser católico, a la
tuerza se haya de ser conservador; es decir, que la lógi-
ca católica traiga como necesaria consecuetlcia el ingre-
7
so al conservatismo. ni siquiera que sea preferible ser
conservador a ser liberal, para poner más en armonía la
creencia religiosa con la convicción política.
Habiendo de sumarse todos los católicos de Colombia
espontáneamente en un partido, de manera que. de hecho
y de derecho, quien no militara en él debería ser tenido
ipso jacto como anticatólico, o por lo menos como mal ca-
tólico, no ha sucedido así sino que se ha pretendido de-
jar por fuéra a todos los católicos liberales.
Si el conservatismo fUPsé un partido exclusivamente-
religioso, se explicaría el apoyo incondicional de la Igle-
sia; pero sólo es un partido político con ribetes de re.
ligiolio para lo que le conviene; en él lo político no está
subordinado a lo religioso, sino al contrario: se vale de
medios religiosos para alcanzar fines políticos; pretende
identificarse con la Iglesia sin ser siquiera medio nece-
sario para que ella triunfe.
Convertido el conservatismo de partido político en
en una especie de comunión religiosa militante, preten-
de que eh él figuren de hecho y de derecho todos los ca-
tólicos colombianos; de tal suerte que aparezca clara-
mente que quien no esté enrolado en el conservatismo
no es católico o falta a sus deberes de tá1, o que quien
del conservatismo se ap<!rte, ya para ingresar al 1ibera-
lismo, ya para formar otro partido, ya sólo para aislarse
de la política, reniega de la fe católica o viola estrictas
obligaciones de coqciencia.
El Tiempo, de Bogotá, Diario neorrepubJicano, cuyo-
Director es de origen conservador.:decía a este re~pecto
en su edición de 24 de junio de este año:
e El Partido conservador es hoy un partido religioso y no-
así como quiera: su comité es la Cruzada; comandan sus fa-
langes las jerarquías eclesiásticas, desde las cabezas muy altas-
hasta el más humilde Cura párroco; su doctrina se expone en
6rganos diocesanos; su tendencia, netamente teocrática, se en-
camina a la imposici6n regimentada de las creencias católicas,
desde la Legislatura hasta la Escuela privada de la aldea; su.
carácter actual haría pensar en escenas de la Inquisición o el
santo Olicio.
El Partido conservador empuí1a hoy la bandera religiosa
con singular ardentía, e lntra la ensei'ianza autorizada de sus
exponentes más altos en épocas pasadas; jamás se había visto
acercarse a 1.5 urnas, en columna cerrada. al clero colombiano;
ni actitudes tan agrias ni ceí10s tan hostiles como tienen los
Sres. Obispos de Tunja y de Garzón; ni prensa tan ultramon-
- 99-
t3na y agresiva como La Sociedad, El 606, Dios y César, El
Derecho, Liberlady Orden; nunca se habh proclamado, como
lo hi2JO el Dr. Francisco Groot en 1911. el principio de que el
clero no sólo podía y debía intervenir en elecciones, sino ade-
más preseatar candidatos al Congreso; ni había estado el Par-
tido tan r~~ido y violento com) ahora, sin que sean parte a evi-
tarlo los sus Jefes Sres. Concha y Suáre¿.
El Partido cen,ervador. convertid) en partido católico por
obra y gracia de la nueva Cruzada. es un elemento anacrónico,
sobremanera peligroso. que ha llevado a su colmo el fanatismo
político y el religioso tambié<l.>
Justo es citar, en oposición, lo que diío La Unidad
católica, de Pamplona (Santander) en su número 7 I :
«La Iglesia y el Partido conservador son do, cosas entera-
mente distintas; cada uno Ce IOi dos, con su esfera propia da
acción, se mueve dentro de círculo propio y obra con entera
independencia, conservando siempre la armonía, tan necesaria
para la vida y ad~lanto de los pueblos. Por otra parte, cuán-
do ha declarado la I¡¡lesia que ser conservador y ser católico
es la misma cosa? Dónde consta que los términos conservador
y católico seaa ante la Iglesia sinónimos? Acaso la Iglesia,
representada por sus legitimas Pastare" h. enseilado que para
ser t atólico es preciso llamarse conservador?... Por eso el
insigne Dr. Carrasquilla, al estudiar esta materia, dedujo la
siguiente conclusión práctica:
«Puede un hombre ser conservador sin ser católico.»
La contraria es igualmente cierta: se puede no ser
conservador y no ser enem igo del catolicismo.
El Partido conservador no es simplemente que se
haya proclamado aliado del catolicismo; es un verdade-
ro Partido católico, aunque no en la forma recomenda-
da por la Santa Sede, es decir. no por identificación de
lo religioso con lo político, sino por absorción de lo se-
gundo que es lo accidental en lo primero, que es lo fnn-
damental. Ese Partido es una mezcla de misticismo
que por la exhibición del espíritu devoto le atrae el cle-
ro y la gente piadosa. y de partido guerrero, a toda hora
resuelto a las apelaciones de la fuerza; congregación
rezandera, muy activa en las manifestaciones externas
del culto católico, y muy bien armada para las de la
violencia; penitentes de trabuco. devotamente revolu-
cionarios, que creen que la caridad es intransilSencia y
consideran lícito ponerle a Cristo al cinto dos pistolas y
colgarle a San Juan de Dio:; un má.user en bandole ra;
mezcla censurada por León XIII en la conocida carta
- 100 -

al Obispo de Urgel, donde reprende que < algunos reli-


giosos, secreta o públicamente fomenten la tendencia
revolucionaria del carlismo.» Adolece de todos los in-
convenientes y carece de las ventajas de la organización
de las fuerzas católicas en un partido político, inconve-
nientes que se centuplicarán si el partido llega a ser de
oposición.
Un partido como el conservador, que se ha quedado
sin otro punto cierto de programa que la defensa oficio-
sa de la Iglesia, se identifica, a los ojos del público, con
el clero, en cuyo portavoz se convierte, y se denuncia a
sí mismo a las sospechas del país, celoso siempre de
toda ingerencia clerical en la dirección de sus destinos
civiles; ese papel de abogados con patente del clero,
sólo puede convenir a políticos mediocres. De ahí que
semejantes grupos estén fatalmente destinados a caer,
tarde o temprano, bajo la dirección de espíritus exal-
tados y de almas intolerantes.
Lo más que a su buena fe podría atribuírse es que
han querido poner la política al servicio de la religión,
pero 10 que han conseguido es poner la religión al ser-
vicio de la política, con notorio daño o menoscabo de la
primera, y es tiempo de que cesen en esa nefanda labor,
si de veras son buenos católicos.
U n partido que marcha al combate bajo las banderas
de la Iglesia, que debieran ser siempre pacíficas, tiene
grandes inconvenientes para la causa de la.religión. Mal
ejemplo y peor táctica es producir la escisión del p"ís
en nombre de una religión a la cual se atribuye una mi-
sión de paz y de concordi ...
La tarea del Partido conservador en Colombia ha
sido la de reducir a su mínima expresión la cuestión
política, por una excesiva imbibición en la religiosa.
Así, en vez de dejar libre la cuestión política, se ha
formado de ella y de la religiosa un conglomerado en
que la parte se ha equiparado al todo; de donde el sim-
ple hecho de no srr partidario de la Cruzada o de sus
Jefes, o de no aceptar íntegramente los principios de la
una e incondicionalmente los mandatos y procedimien-
tos de los otros, coloca al ciudadano en la categoría de
hereje convicto y confeso, quebrantador del deber sagra-
do de apoyar al único Partido católico de Colombia, es
decir, en la de renegado de la religión de sus mayores.
- 101 -

Estas consecuencias verdaderamente atroces y absur-


das, son las que los liberales no están dispuestos a ad-
mitir sin protestar. Este interesado monopolio de las
creencias cristianas de la Nación es el que los libera-
les no pueden permitir; este apasionamientu político,
revestido con la capa de excesivo e intolerante celo re-
ligioso, para poder erigirse en defensores de una fe que
nadie ataca, es el que los liberales tienen derecho a re-
chazar.
A los liberales cató licos se les puede exigir que no
presuman de llevar la representación exclusiva del cato-
licismo, como podrían pretenderlo con igual derecho
gue los conservadores; pero tampoco pueden permitir
que éstos ostenten esa representación, puesto que en
Colombia hay muchos católicos que no son conservado-
res y de los cuales no puede exigisre que se afi lien por
eso en el conservatismo.
Es positivamente insoportable la pretensión de esta
media docena de caballeros laicos que, desde la capital
de la República, se quiere arrogar el derecho de expe-
dir o negar cédulas de catolicismo e imponer a los
demás sus opiniones personales, con la mira de que 10l¡
otros católicos los sigan ciegamente, so pena de dejar de
serlo, pero reservándose ellos el derecho de evolucionar
por los mares de la política, con o sin patente de corso.
Han querido fundar una especie de sucursal de la por-
tería celeste, a cargo de San Pedro, para dar o negar
pasaporte, distribuír santo y seña, exigir invitación per-
sonal y aun cobrar derecho de entrada, sin más ley ni
razón que su capricho. Pero todo eso es un manejo de-
masiado burdo y constituye un cálculo visiblemente ex-
clusivista e interesado para que haya quien siga secun-
dándolos. Por fortuna, no les corresponde calificar la
ortodoxia de los demás; ni la doctrina ni la bandera
católicas son suyas, sino de todos los creyentes colom-
bianos; no son ellos los dueños de casa para admitir o
rechazar a quienes buenamente les parezca.
Puede que no sea posible ser conservador sin ser ca-
tólico, aunque de muchos sabemos, en Colombia y fuéra
de ella. ahora y en tiempos pasados, que han podido ser,
como Guizot, conservadores sin necesidad de ser católi-
cos, o como Cánovas del Castillo, católico y Jefe del parti-
do conservador-liberal de España, porque realmente el
conservatismo político está hecho de ciertas ideas sobre
- 102 -

el modo y ejercicio de la autoridad, que pueden muy bien


concebirse independientemente de todo credo religioso;
pero en todo caso, que se puede ser cat6lico sin ser con-
servador, aquí y en todo el mundo, es un hecho de evi-
dencia tál, que nadie puede de buena fe negarlo; es una
concepci6n que cada día y en todas partes vemos reali-
zada en la teoría y en la práctica.
Es, pues, intolerable la pretensi6n conservadora de
hacer a la Iglesia solidaria de sus soluciones políticas y
la de excluír a los liberales del catolicismo; tan inadmi-
sible es la f6rmula «hay que ser conservador para ser
cat6lico,» como esta otra: «para ser cat6lico en Colom-
bia ha y, que dejar de ser liberal. >
Los términos cat61ico y conserv,!-dor no tienen por
qué andar necesariamente unidos, pues el conserva-
tismo no es la única agrupaci6n política cat6lica en Co-
lombia. Es inadmisible esta equipolencia: cat6lico=con-
servador, lo mismo que la inversa: conservador=cat6li-
ca, y mucho más esta otra: liberal=anticat6Iico. Por
tanto, los liberales pueden y deben negar a los conser-
vadores el derecho de excomulgarlos, de echarlos de los
templos con¡¡truídos y conservados con sus 6bolos o los
de sus familias, a donde van a orar, a donde van a unir-
se con las elegidas de sus corazones, a donde llevan sus
hijos a bautizarlob, a donde van sus hijas, con las blan-
cas vestiduras de la inocencia, a recibir su prlmera co-
muni6n, y a donde conducen los cadáveres de 10& suyos,
antes de confiarlo's a la tierra.
Puede tener ventajas para los conservadores colom-
bianos el apoyo de la Iglesia, pero también les suscita
conflictos. Encajonar sus aspiraciones dentro del cerca-
do confesional es renunciar a la respiraci6n oxigenada
del libre ambiente democrático. Un partido laico como
el liberal, que se bate solo, que en s610 su esfuerzo finca
el triunfo, que no espera deberlo a otros, ni a manos de
otros lo confía, está menos expuesto a repentinos des-
amparos y descaecimientos.
Las armas del liberalismo son más modernas, de
mejor temple, más bruñidas que las de su adversario.
Retirárale la Iglesia su apoyo al conservatismo co-
lombiano y Jo veríam.os derrumbarse como castillo de
barajas; luego Intrínsecamente la fuerza del liberalismo
es mayor. Dejárannos solos con nuestro adversario,
y el resultado del debate no sería dudoso; por don-
- 10 3 -

de podría decirse que hay cierta deslealtad, o por lo me-


nos cierta cobardía, en ampararse bajo otro poder para
evitar medirse con armas iguales. ¿De suerte que el Par-
tido conservador es tan débil, que si la Iglesia lo dejara
de su mano, sería incapaz de andar y sostenerse, y sú-
bito caería por tierra?
Que los Obispos no expidan Pastorales' para reco-
mendar los candidatos conservadores y poner en mal
predicamento a los nuéstros; que los Curas no hagan
pláticas apasionadas en favor del conservatismo y en
contra del liberalismo; que no impongan a sus feligre-
ses, como obligaci6n de conciencia, la de ir a recibirles
las papeletas para las votaciones; que ninguno de los
dos bandos cuente con el apoyo de la Iglesia ni tenga
que combatir con su animadversi6n; en una palabra,
que cada uno de los dos partidos, en lucha laica, utilice
nada más que los elementos voluntarios y conscientes
que pueda allegar por su propio esfuerzo, y yo pregun-
to c6mo le iría al conservatismo en las elecciones, sobre
todo si en el día de ellas se encerraba al Ejército en sus
cuarteles y no se ejercía presi6n sobre los funcionarios,
sobre los trabajadores en las obras públicas y hasta so-
bre los enfermos de los hospitales!
Inútil averiguar si es la Iglesia la que tiene un cré-
dito hipotecario sobre el Partido conservador, o éste
sobre aquella; lo cierto es que los dos no son orga-
nismos iguales, en cuanto a sus elementos constitutivos;
son distintos e inconfundibles en su esencia; su acci6n
ha podido en ocasiones ser paralela, pero no ha debido
ser idéntica; ni forma sustancial ni materia prima han
podido ser en ellos comunes. Sin embargo, la antigua
simpatía se torn6 luégo en protecci6n y la protecci6n
se convirti6 después en compañerismo, que ha llegado a
ser a veces engorroso para los cons~rvadores y a veces
peligroso para la Iglesia.
Epocas ha habido en que la Iglesia ha compartido
la Jefatura de las fuerzas cat6licas con caudillos segla-
res; épocas en que lIO s610 ha compartido con ellos la
direcci6n de los negocios religiosos, sino que casi total-
mente se los ha abandonado; épocas en que esos caudi-
llos se han superpuesto a los Prelados, embarazado la
lenidad del impulso y coartado la libertad de acci6n. Es
tiempo de que la Iglesia, a su turno, se emancipe de la
tutela conservadora; no parece sino que hubiera Ilega-
- 10 4 -

eo a perd er la fe en sí mism a y a cree r que no pued e vi-


vir sin el apoy o de los cons erva dore s. Qué pobr e de
recu rsos hace n apar ecer así a la Prov iden cia, suje ta a
even tuali dade s tan prec arias com o la vida de ciert os
hom bres , o que nece site de todo punt o vale rse de ins-
trum ento tan impe rfect o com o el cons erva tism o colom-
bian o y sus Jefes !
El cato licis mo no ha men ester en Colo mbia de la
defe nsa del cons erva tism o; el efect o que eso prod uce es
prov ocar y dar puja nza al ataq ue liber al, que de otro
mod o no exis tiría . En princ ipio, la impo sició n de las
cree ncia s de una secta es el orig en del naci mien to y de
la obst inac ión de secta s cont raria s. La afini dad de las
conv iccio nes relig iosas no se cons igue y cons olida con
leye s y con viole ncia s sino con la liber tada d y las cos-
tumb res. Por eso es tan mals ano ligar la Igle sia a las
aven turas de un parti do polít ico.
Podr á o nó la Igle sia dese mba raza rse en Colo mbia
de su clien tela polít ica cons erva dora ? ¿ Segu irá crey én-
dola indis pens able para man tene r su pred omin io, o se
reso lverá a ocup ar el pues to que le corre spon de, segú n
su prop io espír itu, el de las insti tucio nes dem ocrá ticas
y las exig enci as de la vida naci onal )
En este senti do, pued e deci rse que el porv enir de
Colo mbia eStá en man os de la Igles ia, y que depe nder á
de la actit ud toler ante o intol eran te, dem ocrá tica o reac -
cion aria que adop te.
Ren unci e la Igle sia colo mbia na, conf orme a las ter-
mina ntes pres cripc ione s de la Sant a Sede , a la iden tifi-
cació n de lo divin o con lo hum ano- sobr e todo siend o
tan mala men te hum ano com o lo cons erva dor de Colom-
bia- y renu ucie a la com pene traci ón de lo relig ioso con
lo polít ico, ya que iden tifica r los princ ipios relig ioso s
con una caus a polít ica, y supe ditar la acció n de la Igle-
sia al triun fo de una parc ialid ad polít ica, está visto que
es el más falso de los cálcu los.
Sust ráig ase la Igles ia a esa espe cie de supl icio de
Mezencio, de vivir enca dena da al cadá ver del cons erva -
,
tism o, cadá ver mora l por las falta s que sobr e sí ha acu-
mula do. Rom pa esa inde cent e unió n de 10 sagr ado y lo
prof ano, de lo espi ritua l con lo temp oral, y sepa re la
caus a del cato licis mo de la de ese frági l apoy o terre stre.
Es nece sario pone r fin a este acue rdo nefa sto de
coin teres ados en la inde finid a cons erva ción de esas dos
- 1°5 --
formas de dominio, el político de un lado y el ecle-
siástico-político de otro, ideado pard. contener el desarro-
llo de las fuerzas v ivas de la democracia, de la cultura
y del progreso. Es necesario, en firr, para la buena mar-
cha de Colombia, que se rompa el compacto bloque ca-
tólico-conservador, y que des~parezca el absurdo vÍncu-
lo político que mantiene esas dos fuerzas en estrecha coa-
lisión .
lIoy los embarazos de la alianza entre la Iglesia
y el conservatismo no se palpan tánto, porque son Go-
bierno, pero la más elemental previsión aconseja con-
templar el case en que pase a ser oposición. Lo acom-
pañará a ella la Iglesia? Si, como es probable, los con-
servadores se lanzan a la guerra ci vil, los seguirá la Igle-
sia a la rebelión, como ya lo hizo en 1876) Si el Gobier-
no liberal, forzado a la defensa, pasa insensiblemente a la
represalia, de quién será la culpa? Qué empeño tiene la
Igleaia en colocarse desde ahora como oposicionista al
régimen liberal) Por qué prejuzga su conducta y se pre-
para para hallarla censurable) Y.si esa predisposición
hostil es precisamente la que llama las hostilidades,
quién las habrá provocado?
Lo que nosotros queremos es que no se identifique
la religión con una tendencia política; que no se ponga
la vida íntima de las conciencias al servicio de una cau-
sa de dominación terrena; que no se siga exponiendo la
religión a las venganzas de la democracia herida; y que
no se prolongue una política que no puede llamarse de
otro modo que la política del desastre nacional.
Creo que, para el bién de la Nación, ha llegado el
momento oportuno para verificar el deslinde de la Igle-
sia y del conservatismo, o sea en el intervalo entre su
próxima caída y el inmediato adyenimieRto del Partido
liberal.

Pl'econsfifución de pl'ueha

Los liberales tenemos la absoluta certidumbre, fun-


dada en leyes sociológicas que nunca han fallado, de
que tarde o temprano-y, por ciertos signos visibles,
más bien temprano que tarde-volveremos a ser Gobier-
no en Colombia; como tál, anhelamos desde ahora no
tener el desagrado de ver a la Ig-lesia, como ya antes
- 106 -

sucedió, formando con los conservadores en la oposición,


10 que nos colocaría en uno de esos estados de defensa
legítima que se sabe dónde empiezan pero nunca dónde
acaban. Profesando la Iglesia no ser juez en cuestiones
políticas, ni en el hecho ni en el derecho, la oposición la
haría asumir el carácter de parte, pues pondría en duda
la legitimidad del Gobierno liberal, y es bien sabido que
un régimen colocado en tal predicamento, lucha como
puede contra un peligro que a toda hora amenazaría
,convertirse en la peor de las guerras civiles, que es la
que tiene el carácter de religiosa, como, por desgracia,
la experiencia 10 tiene demostrado.
Si la Iglesia contióúa ligada al Partido conservador,
cuando éste caiga del Poder, como de caer tendrá, pare-
cerá que con él cae la Iglesia; y si, como es más que
probable, seguro, el conservatismo no se resigna a su
suerte y asume actitud de resistencia armada contra el
nuevo orden de cosas ¿ cómo será posible que el libera-
lismo, hecho Gobierno, distinga para su dEfensa. entre la
Iglesia y su aliado, que se le presenten indisolublemen-
te unidos?
El conservatismo, que no hace concesiones ni admi-
te transacciones; que no reconoce más doctrina buena
que la suya, dentro de la cual todo es dogmático y nada
discutible u opinable; y que considera herética toda
doctrina y toda actitud diferentes de la suya; ese parti-
do tan anquilosado en sus articulaciones, que parece
paralítico, está irremisiblemente condenado a morir, por
que es él mismo quien se :,ustrae a la vida.
Apártese la Iglesia de la compañía del Partido con-
servador-mala compañía !-déjelo entregado a su suer-
te y no se obstine en someterse a .sus viciiitudes. Para
todo observador imparcial, el porvenir del conservatis-
moe. Colombia es por demás triste y precario; su des-
censo será un largo descenso, ,probablemente su disolu-
ción, Habrá una reacción contra él, tanto más fuerte
cuanto más ha durado en el Poder y cuantas más faltas
ha acumulado. ¿ Para, qué quiere la Iglesia que una
reacción que podría ser puramente política, como anti-
,conservadora, fuese también anticlerical, anticatólic¡¡. o
antirreligiosa, por su estrecha fusión con el conservatis-
mo? Abandónelo, digo, a su suerte y hágase superior,
-como siempre al través de la Historia, a las mudanzas
- 10 7 -
políticas; no se case con querellas humanas y prepárese
a llevar buenas relaciones con el Estado liberal.
La Iglesia no puede sacrificar los; intereses religio-
sos a intereses políticos, que no son de su competencia,
ni hacer excepciones a su conducta secular, para con-
tribuír con su apoyo o su aquiescencia a la prolongación
<le regímenes reñ idos con el bién de la Nación.
Lo que debe distinguir a la Iglesia es un espíritu de
pacificación y concordia entre todos los hombres de bue-
na voluntad. Superior a las parcialidades, debe evitar
todo exclusivismo meramente politico que rechace de su
seno lo que no sea realmente contrario a los intereses
católicos.
¿ Qué ha ganado la Iglesia con que el historiador
imparcial, al escribir el relato de estos treinta años, por
muy des,eoso que esté de eximir de responsabilidades a
la' Iglesia, no pueda menos de complicarla en el esta-
blecimiento del centralismo abs~rbente y del gobierno
personal, con todas sus desastrosas consecuencias, siendo
así que ella nunca preconizó determinadas formas de go-
bierno ni condenó otras?
Grandes pudieron ser-concedamos que grandes fue -
ron-los yerros del liberalismo como Gobierno, pero
jamás sumarán el enorme total de bribonadas políticas,
de vilezas morales, de corrupción admi nistrati va y de
crímenes colectivos de que se ha hecho culpable él Par-
tido conservador en este cuarto de siglo. Dijeron que se
proponían dar una visión realista a la vida pública o
volver la política al concepto de la realidad. Miserable
realismo el que ha dominado y prosperado en estos
veinticinco años y que ha hecho aparecer al cato-
licismo como cómplice, puesta en todo caso en alto
la mano de la Iglesia para absolver las fechorías del se-
ñor del momento político, cualquiera que haya sido.
y es de ese conjunto de abominaciones del que la Igle-
sia ha querido hacerse copartícipe y corresponsable;
es su continuación indefinida la que favorece; es a todo
cambio de rumbo en esa vía de perdición a 10 que se
opone!
La inmoralidad conservadora es tanto más nefasta
cuanto procede de quienes profesan haber obrado en su
calidad de católicos. Desprovista la mayoría de los con-
servadores de todo escrúpulo de conciencia, el nombre
de católicos modelos que han pretendido darse, más que
- 108 -
una vana glor ia para ellos cons tituy e una ofen sa para el
. catol icism o. Lo que han logr ado dem ostra r pate ntem en-
te esos titul ados catól icos, es que tiene n una conc ienc ia
muc ho men os mora l que aque llos a quie nes tilda n de
esca sos de catol icism o, sin que valg a ning una expl ica-
ción casu ístic a de la estri dent e cont rapo sició n entr e
cree ncia s sinc eras y acto s mals anos , entre idea s nobl es
y reali dade s nefa ndas .
Se asom brab a el Dr. Núñ ez de la corru pció n del Par-
tido cons erva dor, cuan do por sus trato s y cont acto con
él, llegó a cono cerlo a fond o; y Mon seño r Agn ozzi , De-
lega do Apo stóli co, corr obor aba: «En cuan tus país es
teng o reco rrido s, no he trope zado con parti do que ten-
ga men os cuen ta con las leye s de la mora l que el con-
serv ador de Colo mbia .'
La falta casi abso luta de since ridad es el gran defec -
tp del Part ido cons t<rva dor. Veg eta en la insin cerid ad
com o en su prop io elem ento . Rein a una desc dnfia nza
gene ral y prof unda sobr e el créd ito que se debe dar a
sus prom esas , esto es sobr e la fe que, en la polít ica co-
rrien te, se pued e depo sitar en la pala bra emp eñad a por
sus hom bres , com o itldi vidu os y com o cole ctivi dad.
Agru paci ón conc upis cent e, com pues ta de frag men to"
pega dos con una arga mas3 . hech a de inter és, odio y mie-
do: inter és de apeg o al pres upue sto, odio insan o al libe-
ralis mo y mied o a su resta urac ión, époc as ha habi do en
que no ha pasa do de ser una coho rte de aven turer os co-
dicio sos, sin Dios ni ley. Adu lado res .del cato licis mo por
las merc ader ías polít icas que en el vestí bulo del temp lo
adqu ieren en cond icion es de exce pcio nal bara tura, trafi -
cant es de la polít ica que, so prete xto de relig ión, la ha-
cen serv ir de instr ume nto para cons egui r fines pura men -·
te tem pora l es.
Esta es la casta de hom bres que recla ma un pode r
polít ico ya para siem pre perd ido en el ánim o de la opi-
nión públ ica. A este parti do inep to y reac cion ario es al
que el clero pres ta apoy o deci dido y afect uoso y resp ec-
to de quie n hace gala de adhe sión inco ndic iona l, conv ir-
tiénd osele , para su guar da y defe nsa, en 1 qne Veu illot
llam ó «gen darm es de sotan a.>
Trab ajo nos cost ará a los liber ales 01 vida r que la
Ig.e siac antó los tede ums de nues tras der atas y que no
tuvo una pala bra de repro baci ón para los fusil amie ntos ,
ases inato s, tortu ras y pers ecuc ione s de que los nués -
- 10 9 -

tras fueron víctimas, si es que no cllbrió esos actos COIl


su aprobación expresa, o si ¡es que en ocasione. no fue-
ron hijos suyos, miembros de su clero, los ejecutores
crueles.
Doloroso estupor fue el que nos causó ver la mano
de las altas autoridades eclesiásticas familiarmente pues-
ta en la de facinerosos que la traían tinta en sangre libe-
ral malamente derramada; y deplorable ha sido después
ver a la Iglesia y al conservatismo afilar sus armas una
~n otra para seguir acribillando al Partido liberal inerme.
Vea la Iglesia si en vez de atraer a los liberales le
conviene repelerlos, rechazar su concurso, difamar sus
intenciones y revolcar las controversias con ellos en los
lodazales de la injuria personal y colectiva. por medio
de una Prensa procaz y de predicaciones imprudentes.
Vea si conviene más a la causa católica escarnecer y
<l.espreciar, cuando lo que la cordura y la caridad acon-
sejan es «darse cuenta>; y vea. en fin. si por medio de
agentes indiscretos, conviene seguir haciendo gala de
provo¡;ación, cuando lo indicado es usar de suavidad.
Más consiguió, dice el historiador Lafuente, de los mo-
ros granadinos la unción verdaderamen te apostólica de
Fray Hernando de Talavera que el celo autoritario y ra-
jante del Cardenal Cisneros. Yeso que se trataba de mo-
ros, mientras que los liberales de Colombia son cris-
tianos.
Visto está que con las violencias de lenguaje y de
acción no ganará la Iglesia el afecto de los liberales;
cambie de táctica; emplee la dulzura y los buenos mo-
dos; no nos insulte en la cátedra sagrada; no nos acose
en la vida pública; no nos persiga hasta en la paz de
nuestros hogares; ya que no se apoye en nosotros, a lo
menos no nos aparte airada o displicente; no forme en
las filas de nuestros enemigos; tolérenos, ya que no mí-
menos; háganos olvidar sesenta años de ceño adusto;
trátenos en un pie de igualdad con los conservadores. y
así el inevitable turno de los partidos le será p -ovechoso.
Pero el liberalismo preconstituye la prueba de su anhe-
lo patriótico de que no se vuelva a conturbar las .::oncien-
das con la lucha religiosa. Aleccionado por una larga y
dura proscripción. cuya causa no es para él motivo de
equivocación posible-el recelo de la Iglesia de que
se reproduzca el error de antiguos choques-establece
desde hoy que, si se renuevan, no le serán imputables.
- 110-

Educado en el infortunio para constituír un serio y só-


lido partido de Gobierno, sin laa exageraciones verba-
les y de hecho de otros tiempos, desearía que no se le
hiciese perder la serenidad que necesita para atender a
la solución de los problemas nacionales, distrayéndole
la atención hacia las ásperas disputas religiosas. Las
nuevas generaciones liberales se declaran desligadas de
los prejuicios que aquejaron a las anteriores, y creen
que no tienen por qué cargar con culpas que no les co-
rresponden; entran a hacer Historia nueva, desvincula-
da en todo lo posible de la Historia antigua.

::Subterfugios de /os conservadores


para no ohedecer af Papa
en /0 que no fes cono/ene
Es un grande y positivo sacrificio para los conserva-
dores ' el que se les exige de renunciar a la inmensa ven-
taja que para el sostenimiento y triunfo de su política
les ofrece su identificación, o por lo menos compenetra-
ción, con la causa de la Iglesia, tIue atrae al pie y al re-
dedor de la bandera conservadora parte considerable de
las fuerzas católicas; es un sacrificio heroico el que se
les reclama y, de seguro, voluntariamente no 10 ha-
rán. Es tan cómodo no tener casi que trabajar en elec-
ciones, porque todo 10 hacen los Obispos y los Curas,
de acuerdo con los Ministros, Gobernadores, Prefectos y
Alcaldes! Sí, el sacrificio es grande, pero necesario;
basta que 10 mande el Papa, a quien reconocen como
suprema autoridad, y el Papa 10 ha ordenado, a no ser que
profesen obediencia a' la Santa Sede mientras no les con-
tradice o no va contra sus intereses, y rehuyan obedecer-
la cuando la sumisión los mortifica o los perjudica. Para
casos tales, e,s posible que saquen a relucir la definición
de la infalibilidad pontificia: in rebus fidei el morum, en
las cosas de la fe y de la moral, para declinar someter-
se en lo que no sea de dogma. Está bien: el Papa sólo
es infalible en punto de enseñanza doctrinal sobre la fe y
las costumbres; sólo es infalible cuandohablaex·calhedra.
esto es, como Pastor y Doctor supremo; pero, por una
parte, dónde acaba la moral y comienza la política? y,
por otra, cómo reconocer con perfecta nitidez los signos
- III

y condiciones del ex-cathedra, no obstante que la pru-


dencia pontificia se ha mostrado siempre poco dispuesta
a abusar de su infalibilidad, en los cuarenta y dos años
que tiene de haberle sido reconocid~, y durante los cua-
les más bien la ha conservado como una prerrogativa de-
uso poco frecuente? Como si en lo moral no cupiera lo
atinente a los deberes de los católicos respecto a los
poderes constituidos! Pues aun admitiendo que en la de-
terminación de los deberes políticos no hable el Papa
como Doctor infalible, no por eso pueden los conserva-
dores resistir sus órdenes. En efecto, sometidos como
deben tener, con la voluntad, el enteodimiento, a las de-
cisiones pontificias, ello debe de ser asi aunque no se
trate de cosas evidentes en que el segundo pueda sus-
traerse al influjo de la primera. Entre dos opiniones,
ambas falibles, más garantías de acierto ofrece la del
Papa, quien, desde su atalaya del Vaticano, conduce el
gobierno de la cristiandad por cima de las pequeñeces
y miserias de lugar y de partido, abarcando las cosas
en la síntesis de los destinos humanos y teniendo a la
vista los dilatados horizontes de lo venidero; de suerte
que, aun descontando la promesa de Cristo de asistir al
gobierno de la Iglesia, el Papa observa las cosas desde
un punto de vista más alto, generala universal, y si se
quiere más imparcial y desinteresado que el de los Jefes
de partido, que miran las cuestiones bajo influencias lo-
cales y apasionadas. A no ser que, contrapuestas sus opi-
niones con las del Papa, presuman atribuirse dichos.
Jefes una infalibilidad o dón de acierto que le niegan al
Sumo Pontífice.
Para ésos escribió León XIII estas palabras en su
Encíclica Sapielltitz christiame :
«Nadie imagine que sólo debe obedecerse a la autoridad
de los .. grados Pastores. y má, aún del romano Pontífice. en
lo que al dogma corresponde. y cuva pertinaz desaprúbación
no puede librarse de la nota de herejía; y no basta tampoco
asentir sincera y firmemente a las doctrinas que, aun cuando no
definidas por la Iglesia en juicio solemne, se prop' nen, no
obstante, a nuestrd. fe como divinamente reveladas por su
ordinario y universal magbterio. las que el Concílio vaticano
decretó que deben ser creídas con fe cat ¡¡ca y divina; sino que
tamLiéa se ha de conside"ar como un deber de los cristi"n' s
• el dejarse gobernar l' regir por la potestad y g' la de los Obis-
pos, y en primer lugar de la Sede apos\ó!tca" »
- 112 -

En un Partido tradicionalista como el conservador


sería más ilógico que en otro alguno la repulsa dirigida
al Papa. de que invadía el terreno de lo político cuando
les impone determinados deberes. Porque una de tres:
o es un Partido exclusivamente religioso. y entonces
todo lo que le concierne cae bajo la jurisdicción del Jefe
de la Iglesia. y toda resistencia que le opongan es una
verdadera herejía. y no habiendo en él nada de político.
no hay invasión del Papa en un orden que para ellos
no existe; o es mezcla. de lo religioso. como ingrediente
principal. y de lo político como secundario. pero aun
así es natural pensfLr que estarán dispuestos a subordinar
su credo político al religioso. es decir. a inclinarse de pre-
ferencia ante el Papa. con respecto a sus Jefes políticos.
ya. que no quieran contraponer autoridad a autoridad y op-
. tar por la inferior contra la superior. sacrificando lo prin-
cipal. que es lo religioso. a lo accesorio. que es lo político.
caso en el cual no hay tampoco intrusión pontificia. o con-
forme a sus propios principios no deben quejarse ni
mucho menos resentirse de ella. pues es simplemente la
aplicación del refrán castellano donde manda Capitán no
manda marine10. o de aquel otro. atribuído a nuestro Ge-
neral Córdoba: el que manda. manda, y cartucheras al ca-
ñón; O finalmente es un compuesto. por dosis iguales.
de lo religio~o y de lo político. o más de ésto que de aqué-
llo (lo cual. dicho sea de paso. en buena doctri na católi-
ca es inadmisible. porque jamás la política podrá tener
igual importancia que la religión. y mucho menos supe-
rior); es decir. que alIado del credo político o dentro de
él figuran unos pocos artículos de credo religioso. a ni-
vel igual o inferior, y poco o nada relacionados entre
sí. y entonces carecen de derecho para exigir el apoyo
' incondicional de todos los católicos; carecen más aún
del derecho de negar el título de táles a los que no mi-
liten en sus filas. pues como tales católicos. o como sin,-
pIes hombres. tendrán la misma libertad y la misma ra-
zón que los conservadores para profesar o rechazar es-
tos o aquellos principios políticos; y es una Yiolencia
incalificable la que sobre ellos quiere ejercerse. obligán-
dolos a renunciar a su libre albedrío político. o preteR-
diendo forzarlos a aceptar principios que no son para
ellos de obligatorio recibo. Fuera en tal caso risible si
antes que eso no fuera odiosa. la reivindicación del títu-
lo de .la buena causa.> dejando a. los demás relegados
- 113 - ,

a .la mala,> y la de partir los habitantes del país, como


se párte una naranja, en dos clases o mitades, y motu
proprio bautizarse ellos de dos mejores,. para que, por
contraposición, hayan los demás de denominarse y ser
«los peores>; pero ni aun en esta última hipótesis pue-
de caber la queja contra el Papa, de invadir el terreno
de 10 puramente político, porque siendo firme resolu-
ción suya organizar las fuerzas católicas a sus exclusi-
vas e inmediatas órdenes, no hace más que colocarse en
un terreno neutral y superior, exigiendo de todos idénti-
cos sacrificios, pero respetando las convicciones de todos.

Resumen

Inspirada y apoyada la doctrina de este opúsculo en


las Encíclicas de varios Papas y en la autoridad de va-
rios Cardenales, Obispos, sacerdotes y otros comentado-
res ortodoxos, juzgo que quedan sufi'ientemente ~sta-
blecidos y demostrados los siguientes puntos: .
l.' La proposi"ión 80 del Syllabus condena la idea
de que el Pontífice romano pueda o deba reconciliarse
con el progreso, con el liberalismo y con la civilización
moderna, pero así como hay necesidad de distinguir qué
progreso y qué civilización se admiten como lícitos y
cuáles se consideran incompatibles con la doctrina cató-
lica, se requiere también distinguir entre las varias cla-
ses de liberalismo que existen, para saber cuáles están
condenadas y cuales nó;
2.' El anatema recae especialmente sobre el natura-
lismo político o negación del orden sobrenatural, que
algunos caprichosamente incluyen entre las formas del
liberalismo, o sin razón confunden e identifican éste con
el naturalismo;
3.,' El nombre liberal no está condenado: la censura
de un error no envuelve siempre la de la palabra con
que se le designa;
4.' Hay acepciones del nombre liberal que la Iglesia
tiene por admisibles, y entre ésas está la usada por los
liberales colombianos;
5.· El empleo del vocablo liberal en la política co-
lombiana es anterior a la condenación del Syllabus;
6.' Las voces libertad, liberal, liberalismo y sus deriva-
S
- 114 -

dos han padecido variaciones al través de los tiempos
y no tienen un mismo significado de un país a otro;
7·' Actualmente hay partidos que se llaman liberales
y que están aprobados por la Iglesía, como el de la Ac-
ción libe1'al en F ram:ia ;
8.' El liberalismo de Colombia no e~ escuela filosófi-
co-religiosa sino partido político, organizado para reali-
zar fines prácticos de gobierno y de administración;
9.' Entre los liberales y los conservadores colombia-
nos las diferencias no son de carácter religioso, sino
sobre el concepto del Estado y de la autoridad, sobre ex-
tensión de las libertades públicas y sobre métodos de
gobierno;
10. La alianza de la Iglesia con los conservadores
colombianos es lo que ha producido la confusión de que,
_ al combatir el Partido liberal a los segundos, se le haya
hecho aparecer como enemigo de la primera;
1 l. Quienes en Colombia rompen la unidad religiosa
y moral no son los liberales sino sus adversarios;
12. Los liberales deben reclamar, como ciudadanos,
la igualdad I gal y, corno católicos, la igualdad reli-
giosa;
13. En Colombia hay católicos en todos los partidos;
14. Es improcedente y errónea la adición de la nota
anLiliberal a la de católico, para poder ser legítima-
mente esto último;
15. Es voluntad expresa del Papa romper la solida-
ridad de la causa católica con las causas políticas, sin
perjuicio de reservar para la Iglesia una acción de esta
cIase, pero independi'ente de los partidos y dejando a
los fieles libertad de discrepancia de opiniones, con tal
de que no estén reli.idas con la religión y la justicia;
16. El Papa quiere que la organización de las fuerzas
católicas se verifique excIusi'éamente en el terreno reli-
gioso, o sea separando con cuidado la religión y la polí-
tica, distinguiendo entre política fundamental y política
secundaria, y sin exigir protestas, renuncias o retracta-
cion e ~ de sus ideas o de sus compromisos políticos a
quienes tomen parte en dicha organización;
17. La acción católica debe ejercitarse estrictamente
dentro de la legalidad;
18. Para la Iglesia son indiferentes las formas de
gobierno y la exaltación o la caída de los partidos,
siempre que se inspiren en principios cristianos, res-
- - 115 -

peten los intereses religiosos, garanticen el orden y pro-


muevan el progreso nacional. Como la Iglesia no cla-
sifica a sus hijos por partidos, no reconoce liberales "ni
conservadores; .
19, En virtud de la distinción establecida por la Igle-
sia entre politica fundamental y política secunda,-ia, deja a
los fieles libertad de afiliarse a los distintos partidos po-
líticos, siempre que en sus procedimientos se ciñan a las
leyes morales;
20. En tal virtud, en las asociaciones católicas pue-
den entrar miembros de los diferentes partidos o que no
pertenezcan a ninguno;
21. La Prensa católica está sujeta a reglas precisas,
dictadas por el Papa, que la obligan al respeto'y a la
caridad para con todos;
22. Los partidos políticos no pueden ser objeto de
censura canónica sino en razón de sus programas, y el
del liberalismo colombiano no contiene ninguna propo-
sición heterodoxa u opuesta a la doctrina católica, pues
no interviene en cuestiones de fe;
23, La Santa Sede desaprueba por regla general, la
organización de partidos católicos, por los numerosos
inconvenientes que tiene mezclar la religión con la po-
lítica;
2 +. Para la solución de los problemas nacionales,
• lejos de necesitarse, daña la constituciÓn de partidos
confesionales;
25. Hay necesidad de secularizar los partidos políti-
cos de Colombia; ,
J
26. La mezcla de religión política que constituye el
conservatismo colombiano y que consiste en poner la
primera al servicio de la segunda, está censurada por la
Iglesia;
, 2 i, Los liberale:¡; no deben seguir soportando que los
conservadores se arroguen la representación de la Igle-
sia, para dar o negar paten te de catolicismo, ni tolerar
que hagan solidarias sus soluciones políticas con las re-
ligiosas, puesto que no hay equivalencia entre conser-
"ador y católico y menos aún entre liberal y antica-
tólico ;
2". La mayor fuerza del Partido liberal sobre el con-
sen'ador en Colombia se demuestra por el hecho de que
si la Iglesia retirara su apoyo al segundo, sería ipso fado
"encielo por el primero en las luchas electorales;
,

116

29. El catolicismo e~ Colombia no ha menestdr la


interesada defensa del conservatismo; al contrario, 10
perjudica. El compañerismo de la Iglesia con el Partido
conservador ha estado muy lejos de serle honroso a
aquélla; _.
30. El porvenir de Colombia depende de que la Igle-
sia rampa ese compañerismo y asuma su papel de paz y
concordia entre los hombres de buena voluntad;
3 [. Los liberale~ preconstituímos la prueba de que,
no obstante las justas quejas que podemos formular con-
tra el clero, nuestro anhelo es tievar buenas relaciones
con él y de que si los choques se renuevan, la culpa
no nos será imputable;
22. Los subterfugios de que echan mano los conser-
vadores para mostrarse sumisos a la Santa Sede en lo
que les conviene y desobedecerla en lo que les perjudica,
están expresamente condenados por el Papa; y
33. En cuestiones de liberalismo, como en todas las
que requieren delicadeza de análisis, reina una verdade-
ra ignorancia, no sólo en el vulgo sino en tre personas
cultas, ignorancia procedente de la falta de estudio de
estas materias y del apasionamiento político que las ha
sembrado de oscuridad y confusión. Merced a ello, estoy
seguro de que habrá muchos adversarios hOl)rados y
sinceros (a q\lienes se les ha hecho creer que quien es •
liberal no puede ser católico, y viceversa, y a quienes
por eso sé les ha imbuído en una intransigencia brutal y
salvaje) que en CU'lnto conozcan la sencilla doctrina que
queda expuesta sobre el liberalismo, quizá exclamen sor-
prendidos; «No es más que eso) Pero si así lo he creí-
do yo siempre I Cómo no había habido antes quién me
lo dijera?»
NOTA-El lector se sen-irá excusar las repeticiones
que abundan en este libro, y que tanto proceden de la
necesidad de insistir, hasta la saciedad, en ciertos pun-
tos respecto de los cuales se aduce variedad de prue-
bas, como de la precipitación con que se ha hecho el
trabajo, cuyas partes se enviaban a las cajas a medi-
da que se escribían. Ese defecto, si lo fuere, se corregirá
en una segunda edición.
- 117 -

.
Indicaciones de orden práctico

Juzgo conveniente concretar las ideas de este traba-


jo en algunas reglas de conducta para los liberales, limi-
tándome a lo meramente p olítico, sin pretender inmis-
cuírme en lo religioso, pero justamente para impedir que
de allá para acá sea .traspasada la línea divisoria de los
dos campos, ya que la aútoridad de los sacerdotes tiene
su jurisdicción, fu éra de la cual se exponen a repulsas
legítimas, pues en esos casos ellos no pueden imponer
sus mandatos canónicamente: sólo pueden pedir o reco-
mendar. A ellos no les corresponde, ordena el Papa, «en-
tregarse completamente a las pasion es de partido, de
manera que parezca que toman más interés por las
causas humanas que por las divinas. Deben guardarse
de salir. de los límites de la gravedad y de la moderación.>
Estando estrictamente un liberal dentro de la comu-
nión católica, de manera que en conciencia no crea que
ha contrariado ningún dogma o precepto de disciplina,
no debe consentir que se penetre en el terreno de su
opinión política, que la justicia de la Santa Sede le
ha dejado libre. Así como defiende la inviolabilidad de
su domicilio parándose en la puerta para rehusar su alla-
namiento mientras no se le presente orden de autoridad
competente, así debe pararse firme ep el umbral de su
conciencia política y rehusar inthvenciones que debe te-
ner por indebidas, mientras no se le presenten órdenes su-
periores que anulen las del Papa, lo cual, desde luego, no
puede suceder.
Cuando hubiere hecho pública prOfesión de doctrinas
contrarias a la Iglesia, por la Prensa, en discursos, con-
ferencias o de otro modo auténtico, o cuando hubiere es-
candalizado con sus malas costumbres, si luégo va a so-
licitar cualquier sacramento, el sacerdote no sólo estará
en el derecho, canónicamente hablando, sino que tendrá
el deber de exigirle pública retractación, así c<tmo el arre-
glo de su vida, a lo cual es de suponerse que estará tan-
to más dispuesto cuanto la sola solicitud de auxilios o
servicios espirituales demuestra por sí sola la inclina-
ción o la resolución de someterse.
Pero 5i por palabras, por práctica5 y por hábitos es
bllen católico, claro está que, conforme a todo lo hasta
I
I
lI S
• '" g

aquí expuesto, no h ay derecho a exigir4l renu ncia, p ro-


t esta o retractación de sus opiniones y de s u nom bre
político, o camb io .alg uno de p artido, cuandoq uiera que
trate de cumplir con lo que es ti me sus deberes reli giosos;
y si indebidamente .s e le q uiere suj etar a imposiciones
de esa clase, arregle la documentación del caso (declara-
cione s de-testigos, p or ejem p lo) y acuda con la queja al
O bi spo, y si tampoco éste le h ace justicia, apele al r es-
p ecti vo Arzobispo o al Ilustrísimo Sr. D eleg ado -apostó -
li co ; p ero lno se dirija a éste antes de h ab er tocado con
I
el Prelado de la Diócesis en que v iva, que es primero en
• el orden jerárquico ascendente, a la m anera que en un
plei to no se toca co n la' Cor te s uprema antes de haber
litig ado ante el respectivo Juzg ado y T ribunal.
, L as Juntas liberales de los, Municipios deb en aseso-
rar con un ¡tb9g ado al copartidario que se el}cuentre en
eso s afanes y confííctos : los Directorios ' departamenta-
les deben desig nar otro abogado que defi enda' ante el
O bispo o A rzobispo la causa de q uie nes a él apelen; y
u nos y.ótros deben com unicar lo oc ur ri do, p or telégrafo
)
y. por correo, a la Direcci ón n acional del p artido; la 'cual
d esig nar á un jurisconsulto competente que gestione el
asunto ante~ las a ltas autoridades eclesiást icas.
El todo está en que los liberales se resuelvan en' ade-
lante a rehusarles a los sacerdotes ' las acostumbradas
intervencion es.rcontrarias a sn-convicción·p¡olitica y vio-
latorías de p receptos de \la Santa S ede; que no se r esig -
n en ·en silencio a ese g éhero de opresión en las parro-
q u ias, y q ue levanten la defensa de su derecho ante el
Obispo o A rzobispo, y de ellos ante el representante del
Papa. :, -
Hctitud'onte las prédicas políticas
O los p redicadores prescinden de la palabra liberaHs-
mo o' no deb en emplearla sin las féb idas precauciones y
explicaéi opes, p ara no dar lugar a dudas respecto de su

Inteligen cia y aplicación, de acu erdo con los documen-
tos p ontificios, H ay derecho a p ensar que, emp leada en
bloque, no se hará , de hoy m ás, obra discreta, ni tal vez
de buena fe. •. ,
j El Obi spo de T uy, en la Alocución atrás citada , J;¡izo '
las siguientes sabias declaracion es, oportunísimas para .
Colomb ia : .
,
- 119 -

.Lo discutible no debe ser obieto de la predicación sagrada.


El jJli1pilo es la cátedra de la verdad conocida. Los ministros de
la religión perdemos lastimosamente el tiempo declamando
contra el liberalismo, y no solamente perdemos el tiempo, sino
que, a mi juicio, perjudicamos nuestra propia Causa, la Causa
de la religión que nos proponemos defender. Porque muchos
de los que nos oyen. o poco ilustrados o desfavorablemente pre-
venidos, no entienden lo que queremos decir o lo tergiversan
maliciosamente para poder acusarnos de que condenamos lo
que es perfectamente Ilcito o de que defendemos lo que resulta
odioso. Y este inconveniente es mucho más grave por la triste
circunstancia de que a las veces tampoco nosotros nos expresa-
mos con tánta claridad y exactitud para que se nos entienda
rectamente ... El liberalismo sectario, conde!lado por la Igle,ia,
se combate sencillamente defendiendo y propagando el catoli-
cismo, sin necesidad de colocal se en situaciones equívocas.
Para evitar ese gran mál, en cuanto es po,ible evitarlo, o para
reducirlo a menores dimensiones, porque evitarlo del todo no
es posible. no basta. ni en ocasiones es conveniente, salvo en
cuanto es preciso para la instrucción de los fieles, tronar contra
el liberalismo como causante de todas nuestras desdichas. Con
esto no conseguiremos que los partidarios de tal sistema lo I
abandonen, ni menos que abandonen el poder o la influencia
que hayan logrado adquirir, y en cambio conseguimos hacer-
nos sospechosos a una gran parte del público, y damos pretexto
para que nos hagan imputaciones odiosas. »
A tal punto llegaron en España los abusos cometi-
dos desde el púlpito y a que se refiere el Obispo de
-Tuy, que obligaron al Superior general de una Orden
religiosa a prohibir a los suyos que mentaran siquie-
ra en sus prédicas la palabra liberal, y sin embargo sé
que en Colombia los religiosog de esa Orden han creído
poder emanciparse de dicha prescripción.
El hecho es que los fieles van al templo a escuchar
la enseñanza religiosa sin acepción de partidos; aprove-
char su permanencia allí para dividir el auditorio y para
mortificar una parte de él ~on pláticas políticas, es un
abuso semejante al de llamar convidados a la propia ha-
bitación, y una \Tez en ella, en lugar de agradarlos a to-
dos, proponerse adrede ofender a algunos, o peor aún si
5e considera que el templo, tanto es casa del sacerdote
como del pueblo mismo que lo ha construído y que se
sucede por generaciones sin fin, mientras la persona del
eclesiástico, sectario político, et¡ un accidente que pasa.
Por tanto, los liberales no están obligados a escuchar
prédicas contra su partido. Conviene que ellos mismos
- 120 -

o la Junt a mun icipa l se dirij an, cuan do fuere el caso , al


Cura párro co, en una aten ta comu nicac ión, para enca re-
cerle que se abst enga de pláti cas cont ra el liber alism o
polít ico, para no pone rles en el caso de que, si su insin ua-
ción es desa tend ida, aban done n el temp lo, tal vez con es-
cánd alo de los fieles, en cuan to dich as pláti cas empi ecen ,
o abst ener se en abso luto de conc urrir a la igles ia, para
evita r posi bles mort ifica cion es (1 l.

En el confesonario
Cuan do en el Trib unal de la peni tenc ia o en otra par-
te se inquieról. de un liber al por la clase de su opin ión
polít ica, cont este con el catec ismo crist iano : «Eso no me
lo preg unté is a mí, que soy igno rant e; doct ores tiene
nues tra sant a mad re Igles ia, que os sabr án resp onde r..
Que a quie n vaya a expo ner públ icam ente punt os
de fe, se le exija n cono cimi ento s com pleto s, es natu ral;
pero al com ún de los crey ente s no hay más razó n para
exig irle dom inio prof undo de la doct rina cató lica acer ca
del liber alism o que resp ecto del mist erio de la Sant ísi-
ma Trin idad , o de la Enca rnac ión del Verb o o de la In-
mac ulad a Conc epció n o de la infal ibilid ad pont ificia .
A qué conf esor se le ocur re dar o nega r la abso lució n
si su peni tente no se mue stra fuert e en esos dogm as
cuan do sobr e ellos lo inter roga ? Pues lo mism o pasa con
el emb rollo del liber alism o, mate ria que ha llega do a ser
tan abst rusa que los mism os teólo gos vaci lan en ella a
vece s, cuan do no se cont radic en; en todo caso , no han
llega do a pone rse d~ acue rdo,
No hay moti vo para hace r ~lliberalismo una exce p-
ción y Elmpeñarse en mete r en la cabe za del pueb lo teo-
rías que es inca paz de ente nder , o exig ir, aun de las per-
sona s culta s, cono cimi ento s teoló gico s que no han teni-
do ocas ión de adqu irir. Exíj asele s a todo s prud enci a
para no habl ar de lo que no entie nden o doci lidad para
¡;om eter su juici o al de los auto rizad os; pero emp léen se

(.) "No deheD los sacerd, tes, de5de la cáted ra 6Rgls da


o en el
Tribu nal de la penit~ncja .. alac;.r, menc ionÁn dolos ,!' Jos ~dver
salio~,
ni much o meoo~ deSHj'Dáorlolos por sus nomLrf's, DI conci tar
los áOI -
mas contr a deter minad a persor,a." (R P. Casas, Obisp o de
Acfrianó-
poli<, Jinse ñanza s de la Igleú a "Jbre el liber alilm o, pág. 443).

- 121 -

oaridad y benevolencia paTa presuponer buena intención


en los demás.
Pues si a esos mismos que tánto disertan sobre elli-
ralismo, inclusive no pocos eclesiás~cos, se les obligara
a sostener tesis pública sobre honduras como la Perso-
nalidad divina del Verbo, las relaciones entre las tres
Personas de la Santísima Trinidad o sobre la Presencia
real de Jesucristo en el Sacramento del Altar, con segu-
ridad dirían más herejías que palabras. Y sin embargo,
se reservan el derecho de pontificar sobre tema tan com-
plicado como el liberalismo!
Así, pues, no hay derecho a exigir que cada liberal
sea, sobre esa materia, un teólogo consumado, como
no se les exige a los conservadores. La Iglesia jamás ha
procedido así. Si el catecismo comprendiera disquisicio-
nes dogmáticas profundas, sería cerrarle al pueblo las
puer~as del catolicismo, que deben estar abiertas a todos
los corazones sanos, aunque estén acompañados de men-
tes obtusas o incultas. Al pueblo le basta afirmar los dog-
mas fundamentales, y así, cuando con más o menos im-
pertinencia, se le hagan a un liberal preguntas minucio-
sas sobre puntos difíciles de su opinión política, en
conexión con su creencia religiosa, ciérrese por la ban-
da, refúgiese en la respuesta: <creo y confieso cuanto
cree y confiesa nuestra Santa madre la Iglesia,> y de ahí
no se deje sacar.
y si en el confesonario, es decir, a la hora en que el
creyente compungido va a declarar sus pecados verda-
deros, con propósito de enmienda, se aprovecha la oca-
sión de hacerle a un liberal exigencias de carácter me-
ramente político, en contra de su partido y en beneficio
de otro; visto que con esos principios no puede sentarse
allí sino quien tenga que confesar beatas y fanáticos, y
eso en aldeas atrasadas, pero no en poblaciones a donde
ya haya llegado cierta cantidad de luces: el liberal que
se vea en tal predicamento no debe vacilar en levantar-
se e irse, aunque para evitar tamaño extremo, mejor le
hubiera estado cerciorarse antes de la índole del sacerdo-
te a cuyos pies iba a postrarse, ya que no faltarán en
una misma parroquia dos o más entre quienes escoger;
mas cuando sólo hubiere uno, y ~se inexorable enemi-
go de nuestro liberalismo político, o 10 fueren asimismo
los demáil y a todo trance le urgiere aliviar su concien-
cia, pase a una parroquia vecina cuyo Cura adolezca me-
- 122 -

nos de sectarismo politico, y l confiésesé con él, ya que


para esto no hay óbices de jurisdicción, y quizá cuando
el propio Cura contemple e¡;e' éxodo espiritual, amaine
en su celo poli tico.
Pero si por una u otra causa, llegare el caso de optar
entre la negativa de la absoluci.ó n y la protesta de sus
convicciones políticas, no vacile, repito, en levantarse
del confesonario, ni le dé pena por ello; antes hágalo
con orgullo, porque habrá dado muestra de entereza para
defender su derecho contra intromisiones indebidas.
Quien deberá apenarse será el sacerdote, que habrá pre-
tendido abusar de su ministerio, y que en vez de preocu-
parse de la salud espiritual de las almas, habrá preten-
dido disparar contra el liberalismo político tras la reji-
l1a del confesonario, como detrás de una trinchera.

En el matrimonio

Conforme al decreto Tametsi, del Concilio de Trento,


el Párroco proPio era el único que podía presenciar váli-
damente los matrimonios, entendiendo por «párroco pro-
pio » el del domicilio de los contrayentes; pero como és-
tos podian variarlo temporalmente, se declaró que bas-
taba el cuasi domicilio para que otro párroco llegara a
ser «propio.» Adquiría cuasi domicilio una persona en
un lugar con sólo demorarse allí un día, con ánimo de
residir la mayor parte del año, mas si faltaba tal inten-
ción, aunque se demorase años, no adquiría cuasidomi-
cilio;' y como demostrar tal Intención con pruebas ex-
ternas era tan dificil como expuesto a fraudes, sobre
todo en ciudades que comprenden varias parroquias, se
hizo necesario reformar las leyes eclesiásticas sobre ma-
trimonio, y al efecto sobrevino el decreto' Ne temere,
expedido por la Sagrada Congregación del Concilio'l(ara
dar reglas claras y sencillas en materia de tan vital im-
portancia.
En el Capítulo IV de dicho decreto, que trata de la
Validez del matrimonio, el parágrafo 2.' establece que" el
párroco y el Ordinario, dentro de los límites únicamente
de su territorio, pueden presenciar válidamente el ma-
trimonio no sólo de sus súbditoS sino también de los ex-
tra?ios»; lo que qúiere decir, en primer lugar, que fuéril
- 12 3 -
del territorio de su Jurisdicción, un párroco no asiste vá-
lidamente al matri11}onio, aunque sea de feligreses su-
yós; y en segundo 1ugar, que dentro de ese territorio
puede asistir válidamente al matrimonio de extraños sin
que eso acarree nulidad.
En qué condiciones) Lo ~ice el Capítulo V del de-
creto, que trata de la Licitud de/matrimonio, y son, entre
otras: que al párroco le conste legítimamente el estado
libre de los contrayentes; que le conste, además, el do-
micilio o por lo menos la habitación de uno de ellos por
un mes en el lugar del matrimonio; que si esto no fue-
re así, tenga licencia del párroco propio de alguno de
los contrayentes, a menos que ocurra «necesidad gra-
ve· que le excuse de ello; y que en casos dudosos pre-
valezca la regla general de que el matrimonio debe ce-
lebrarse ante el párroco de la esposa, si no hubiere jus-
ta causa para proceder de otra manera. La licencia del
párroco propio puede no ser expresa, sino tácita, pre-
sunta y aun interpretativa. La «necesidad grave » que
puede influír para que se prescinda de dicha licencia,
consiste en que los contrayentes se vean obligados a
partir inmediatamente. o cuando por no verificarse muy
pronto el matrimonio, «se esperen con fundamento gra-
ves daños. < E,1 párroco que presencie el matrimonio,
aunque sea coA permiso de otro párroco, hace propios
los derechos de estola, salvo cuando proceda dentro de lo
prescri to, caso en el cual debe rem i tirlos al párroco pro-
pio de los contrayentes.
De suerte que si a un liberal que desea contraer ma-
trimonio ante su propio párroco. éste pretendiere impo-
nerle sin razón que prescinda de su opinión política, no
tiene por qué someterse a esa exigencia. Le basta esta-
blecerse por un mes en una parroquia vecina, de cuyo
Cura le conste que no le hará víctima de igual imposi-
ción, y ante él podrá casarse, siempre que previamente
se haya provisto de los documentos acostumbrados.

En elecciones
Reconocemos que la acción de la Iglesia no se limi-
mita a la vida privada, sino que alcanza también a la
pú blica, porque, cómo 10 dice Le6n XIII «no puede ser-
Ie indiferente que en los Estados rijan tales o cuales
- 12 4 -

leyes, nó en lo que pertenece al ortlen civil y al políti-


co, pero sí en cuanto, traspasando esos límites, invaden
los derechos de la Iglesia,» la cual reclama entonces, y
muy naturalmente, la facultad de oponerse a lo que con-
sidera perjudicial a la religión. Como consecuencia, la
Iglesia procura . favorecer a los llOmbres de 1'econocida P"o-
bidad y que ofrezcan garantías de proteR"er los intereses cris-
tianos, contra los que estén animados de propósitos hostiles a
la religión .•
Pero no estando los candidatos liberales animados
de esos sentimientos hostiles y siendo de reconocida
probidad, no concurre en ellos ninguna de las dos condi-
ciones que los hace combatibles por la Iglesia, de suerté
que si, no siendo hostiles a la religión dos candidatos, el
liberal se distingue del conservador por una mayor pro-
bidad o competencia, no hay ninguna razón que justifi-
que la preferencia del segundo sobre el primero, aconse-
jada por el clero. El solo nombre de liberal que lleve el
uno y el de conservador el otro, no excusa el apoyo de la
Iglesia al segundo, si es pícaro o inepto, sobre el prime-
ro, si es honrado y apto.
Si la Iglesia debe inclinarse a algún partido, debe
de s~r al que reúna en su programa mayor cantidad de
justicia, al que promueva más el progFeso, y ése en Co-
lombia es el liberal. Le está mal a la Iglesia convertirse
en la Gran Electora de «1os candidatos de orden» (los
conservadores), contra los que llama «subversivos» (los
liberales), cuando quizá sólo s<¡n reconstructivos, pues
en realidad este «orden » que se cree constituido, es un
orden por constituir, en su mayor parte, y mucho de 10
que se considera inmutable, se debe renovar.

Opiniones del R. P. Casas


En 1901 publicó en esta ciudad el R. P. Casas, can-
delario, Obispo de Adrianópolis y Vicario apostólico
de Casanare, la primera edición de un libro, Ensaianzas
de la Iglesia sobre el liberalismo. En otra ocasión haré la
crítica de I'sa obra y del Ensayo sobre el liberalismo, del
ilustrado Dr. Rafael M. Carrasquilla.
Cuanto a la primera, basta por hoy decir que aun
para el lector menos penetrante son patentes las contra-
dicciones en que el autor incurre. La media docena de
- 12 5 -
páginas que, en el capítulo de Ense,ianzas la I%/esi4 '
para la práctica, trae en latín para instrucción de los con-
fesores, derriba casi por completo las argumentaciones
contenidas en las otras 600 páginas del texto castellano.
Esto le quita, sin duda, autoridad a la parte que en se-
guida se transcribe-traducción literal de dichas pág'inas
latinas-y que sólo valdrá como opinión del P. Casas, en
cuanto su doctrina concuerde con la que, apoyada en
otros expositores, queda consignada en las páginas que
preceden.
Para mE'jor inteligencia de las reglas que el R. P.
Casas da para los sacerdotes, conviene a.d vertir que él
distingye varias clases de liberales: L', liberales simfli-
citer, los que a ciencia y conciencia profesan errores' con-
trarios a la doctrina católica, subdivididos en: libe,'ales
formales (verdaderamente herE'j es. hen'jes públicos por
la profesión externa de la huejÍa), los cuales están :n-
cursos en excomunión mayor la(ce se¡¡(enlice, reservada
al Papa; libaales fm'males, verdaderamente herejes tam-
bién, pero ocultos; l,berales formales. no herejes, pero
s( rebeldes; liberales formales _<¡mulados, esto es, tan sólo
en lo exterior, nó interiormente; y liberales formales de
corazón, pero no de entendimientO; y 2.", liberales male-
rialiler, los que sin conocer los errores del naturalismo
político, ni tenerlos en su mente, apoyan por medios
puramente materiales al partido que lOS defiende.
Tan rigurosa como extensa y sutil es esta clasifica-
ción y, sin embargo, va a verse cómo los consejos que
el autor da a los confesorf's no son los a que, de ordina-
rio, éstos se ciñen, en su injusta severidad, o m¡>jor di-
cho, en los extemporáneos dict"dos de su pasión polí-
tica.
Comparando el autor el liberalismo con otras sectas
prohibidas, como el carbonari~mo, dice:
ePor lo que toca a nue,tro punto de vista, nótese que el
liberalhmo no es de las sectas pruhibidas. para que se deba
exigir uua separación abs luta de' l~ parte política, a fin de
que los liberales puedan lícita y válidamente ser absueltos
(página 450).
«E~te (elljberal formal) verdaderamente hereje pero oculto,
según lo arnba expuesto, ciertamente pertenece (lún al cuer-
po oe la Iglesia, pue,tu que no ha rechazado púb,icamente la
fe, sino que, por el contralio, hace e::\terna prufesión de ella,
como el resto de los fieles, y por lo tanto, en el foro externo
- 126 -

no ha incurrido en censura alguna ni en niftguna clase de ex-


comunión y, por consiguiente, bien puede ser absuelto por
cualquier simple confesor, hacien¡lo primero abjuración de la
herejía interna y adhiriéndose con el corazón y la mente a la
doctrina de la Iglesia para que sea reintegrado en su unidad,
totalmente en la Iglesia triunfante, y parcialmente ante la mi-
litante. La dicha abjuración debe ser hecha en secreto, en el
tribunal mism" de la penitencia, puesto que se trata de una
h~rej.ía secreta, y de ningúft modo debe exigírsele que lo haga
pubhcamente, pues no se trat .. de un hereje externo o públi-
co (página 451). -
«Observe atentamente el confesor si el penitente que se pre-
senta se adhiere mentalmente a un error o a alguna herejía y si
ha hecho de ellos profesión externa o no y, según el caso, pro-
ceda Fon él, conforme a la doctrina arriba expuesta, ~ trátelo
como a un simple cooperador material, en materia grave, sobre
lo cual se darán reglas más adelante. (página 456),
\

LIBERALES ~[ATERIALITER (PÁGINA 457)

«Cómo deben éstos ser tratados en orden a la culpa y a la


absolución? Nos parece que, en general, se puede afirmar lo.
siguiente: partiendo de que su entendimiento no profesa el
error, ni su corazón lo quiere formalmente (pues si lo conocie-
sen y profesasen suficientemente ya n1 serían liberales 11/ateria-
litey sino simpticiler o formaliter J, no deben ser tenidos por
herejes o disidentes de la doctrIna de la Iglesia ni, por tdnto,
deben ser considerados como incursos en excomunión. Son,
ú oicamente. cooperadores materiales o i"directo?: de aquí que
toda la razón de su pecado esté en la malicia d8 la coopera-
ción al liberalismo. peTO no en la cooperación formal ni 'en la
profesión del error (naturalismo político)
Por consiguiente: l ' En cuanto a la absolución, pueden
ser absueltos p"r cualquier confesor, toda vez 'l.ue no es:án
ligados con censura; y, 2.' En cuanto.a la retractación, no hay
razón de exigirles abjuración pública O secreta, pues no existe
en su inteligencia error alguno: por lo tanto, no obraría recta-
mente el confesor si pretendiese imponer a tal penitente una
obligación indebida (la de retractarse), bajo pena de negarle la
absolución.
Ahora, en cuanto a urla genérica abjuración de todos los
errores delliberalismn, en ~Iobo, y a una ab;oluta separación
de la parcialidad política llamada liberal, propuestas por algu-
nos como necesarias para todo IibCJ'al que se acerca a recibir
los sacramentos; abjuración y separación (llamada ésta protes·
ta) que opinan deben hacerse públicamente, por escrito y ante
testigos, a fin de que conste al público la detestación de los
errores del liberalismo que hace el penitente, lo mismo que su
-127
separación del partido, nos reseuamos aclararlo después con
más detenimiento, al tratar de la cooperaci6n al liberalismo.>

COOPERACIÓ:-;¡ EW EL LIBERALISMO
USO DEL NOMBRE LIBERAL(PÁGINA 473}

,Para poder juzgar bien del grado de culpa que pueda exis-
tir en el pésimo (1) uso del nombre liberal, por la positiva co-
operación al liberalismo, debe distinguirse cuidadosamente su
doble significación. En sentido propio yestricto, señala al que
profesa y defiende los errores del liberalismo; en este sentido
lo toma el Sumo Pontífice en los documentos citados, y nos-
otros en este opúsculo (2). En sentido lato, impropio (3), pero
muy corriente, no implica más que predilecci6n por una for-
ma política, oposición a un partido adverso, vana complacen-
cia en un nombre grato a los oídos, o finalmente, adhesión
personal, bien por gratitud, bien por amistad, ora por captarse
su benevolencia, ora por la esperanza de un destino, a deter-
minada personalidad política que ocupa el más alto puesto en
el partido.
Debe siempre tenerse en cuenta la antedicha distinci6n, no
sólo en el tribunal de la penitencia, para juzgar rectamente de
1.. culpa, y en el púlpit~, para instruir adecuadamente, sino
también. y esto con mucho tino, en la justa apreciaci6n de las
personas; pues como nota acertadamente el P. Villa da, se
calumnia gravemente al que es motejado de liberal, en su sen-
tido estricto, y no profesa los errores del liberalismo. »

(PÁGINA 475)

_Más abajo diremos lo que nos parece sobre esta cuestión:


es pecado grave el simple uso del apelativo liberal.~
Entre tanto, debemos notar «que los cat61icos llamados li-
berales deben sincerame"te acatar todos los puntos de doctri-
na ens<ñldos por la Iglesia, y estar dispuestos a profesar todo
lo que en lo futuro ense!l.e ; nada deben proponerse realizar
de lo que explícita o implícitamente haya sido condenado por
Id Iglesia, y en fin, que no rehusen manifestor públicamente,
si conviene y las circunstancias lo reclaman, su adhesión per·

~ J) Opinión dl~1 P. (:;1.<;3S. ,\ nosutros IIOS parece óptimo,


(2) ºuizá 1'11 I'sto (,J B.. P. Casas se e'lui\"oca, pues sin ,"ulif'irntt'
;l po~·o .•t mi f'1lI ellller , en lüs <!OCUD1CD Los ponl ¡tic ios, a pljr:J el nnal Uff'

liheral al ,l!l'Ú,¡u\O. al pantf'ismn. [11 socialismo, al comunismo, al anar-


Ijlli."uw, a la masonería, etc., y n.ltur¿dmcntc, con (''ola inlf'rpl'ctación
n:tell",i\"H, no f'S ~racia 'l\lf~ lo encuentre condenahle.. Lo mismo ~e
C'llzllllI'ometeJ"Í;1 ;1 hacer cualquiera con lo~ nomhr('~ más flcept<lhles.

,31 \"éI1D~C lols rÚ.sinns 45 y 47 ue e&te opúsculo.


- 128-

- fec ta a las doct rinas de la Iglesia' (carta del C arde nal Ra mpo-
Ila al O bispo de Sa lama nca, 17 de feb rero de 18 9 1) .
y añade ,; 'Sería de desears e q ue, pa ra desig nar los par ti-
"S
dos políticos, los católicos cogiesen y adoptasen otra deno-
minación , par:, que el .aornbre de liberales que se les aplica no
dé a los fieles ocasión de eq,:ivoca ción o escándalo'. ( 1),

(PAGINA 476)

e,,.,Es pecado m or tal ex genere suo, per o no, según nues-


<:
tro humi lde parecer, ' ex toto /[mere sua, es d ecir, pecado
m ortal por su p ropia na tura leza, p or su esen cia, pero no siem-
pre, y en todo caso, de manera que todo a cto de coopera ción
con st ituya p or su sér un pe ca do grave . ' ,
, Es in dudab le que, p ued en d arse y frec uen temen te se dan,
actos cooperator íos que influyen per se .Ieve, y au n levísima-
'm ente . en tavor del liberalismo , bie n por parvedad de materia,
bien p or ' defec to de intención ; que pueden darse y se dan
otro s aFtas coopera torios, arrancados por fue rza o engaño ; y
a lgu n os, en fi n,sobre todo en tiempo de perturbaci ón pú blica,
que re rnoti simaméntecoadyuvan el' favor d el Partido liberal ;
y tal es a ctos son como si no fuesen.
Ahora, púa que en el tribunal de la penitencia se p ueda
formar justo y caba l juicio sobre la gravedad o ven ialidad de
la culpa del penitent e (q ue se denomina Iíberal r.por razó n de
la cooperaci ón, d ebe atentamente pe sar e l confesor todo lo 'di-
cho ace rca de las causas que ex ime n de pecado en la coopera-
ci ón material, pues fr ecuent eme nte ocu rre n -e n tr é los campesi..
in os' y persoaas ignorantes, sobre todo en tiempo d e guerr a
civi l! /
<.-, I

Para .q ue n o los co nsi dere con facil idad como reos de cul-
pa grave. debe el confesor ten er siempre ante los' ojos aquella
sap ientísima norma de San .An tonino , que d ice ; 'No sin gran
. peligro se ca lifica de p eca do morta l aquello que no esté espe-
cificado por la expresa autoridad de la Sagrada E scr itura j de
Jos Cánones, o por la determin a ción de, la I glesia, o p or evi-
dentes razones. P ues si se de cid e que hay pecado m ortal en Jo
queno lo h ay, pecará mort almente el que contravin iere, por-
q ue toa o lo que se ha ce contra la-c onciencia merece e l fuego
del i nfi ern o. >
T a mbié n debe te ne rse en cuenta lo de San to T om ás ; ' En
toda cu estió1 q ue verse sobre p ecados mor tales, h ay p eligro
I en precisarla, :: no ser q ue expresamente haya u!'a verdad que
afi rm ar. J •

E n caso de duda. d ebe adop tarse siempre e l sistema de in-


clin arse a lo menos grave; por tanto, cuando se disputa sobre
"

( 1) V éa ns e las páginaS 45 y 47 de este opúsculo, 1


- - 12 9 -

la gravedad de un pecado el confesor ha de tener presente la


doctrína de San Alfc,nso : 'Afirmo que para asegurar que una
acción no constituye culpa grave, es sufitiente que exi.ta pro-
babil.dad de que no es grave .•
Con esta prudentí, ima y a la vez ciertísima doctrina a la
vista, daremos '-Ihora, sin pretenjiones. la contestación que nos
pan;ce má, aceptable y más de acuerdo CGn 1.. razÓn y la justi-
cia a las cuestiones antel indicadas.
Ccmenzaemo< por la última, a saber: es pecado grave el
uso del nombre liberal,· Conviene distinguir: si se toma en
.entido lato e impropio, según el uso común entre el pueblo
católico, aunque sea muy repren,i l le en un fiel tal denoD lina-'
ción (3). no creemos que llegue a la gravedad del pecado mor-
tal cOutra Dios y contra la Religión, toda vez que en el indi-
cado sentido no implica nada gravemer.te condenado •• ino SL -
lamente afecta agradecimiento, bien que inmoderado, de.eo de
captarse la benevolencia, etc.
Si se toma en sentido e.tricto, para uenotar al que profesa
el error del liberalismo, tampoco pdrece que constituya pecado
grave, hablando en general: primero, p orque de ordinario al
usarlo no ~c piensa en la inttínseca sigoificación del nombre,
esto e;, en la profe,i¿m de una doctrina condenada por la
Iglesia, en la rebeión a su .upremo magisterio. y otras cvsas,
como se puede comprobar preguntando a tos liberales sobre el
sentido en que toman el apelativo; y segundo, porque nunca
hemos encontrado en la doctrina de la Iglesia ni en las contes-
taliones de las Congregaciones rOlnanas a algunas preguntas,
nada que se ¡eliera a taDla~a gravedad.
No ignoramos que se disputa entre It s escritores católicos
soble la gravedad de ese pecado; hay opiniollts por una y
vtra parte; luego el punto es dudr.-so, y sin duda lo el, porque
nadie adute una Fueba verdadera y eVidente; por tanto, no
cúmtando ciertamente la graved.d, nos inclinamos a la
parte benigna, al lenl r de la doctrina de San Alfonso, arriba
expuesta, y profesada hoy por todos los teólogos.
Puede, sin duda, cometer pecad" ¡(rave aquel que, lhmán-
dose liberal y gloriándose de tal dictado, abriga ea SJ corazón
un positivo acto de rebelión contra el magisttrio de la Iglesia.
rechazar. do una y otra VtZ la doctrina revelada; pelO a cuál
entre los liberales, a no ser ya libera ísimo, y el más perdido
de Ivs hombres pueden atribuírsele tales act( s, en el ordinario
uso de tal nc.mbn:? Pa' a nosotros es innegable que a la inmen-
sa mayoría de los liberales no les pasan por las mientes tale,
actos,
Por con~iguiente, afirmar en forma univer:>al : siempre, en
Jodo tiempo y Clt cualquiera circu1Zsla 1lcia es pecado grave el usar

(3) Vé .. us, las págia \S 4" y 47 de este opúscu¡"


9
- 13 0 -

el n ~mbre de liberal, es cosa que no parece justa ni "erda-


dera.
Ni se objete que la graved.1d del pecado estriba especial-
mente en que se causa escándalo, o en la cooperacifn allibe-
ralismo, pues a nuestro entender, dejandn a los demás en su
opinión, no aparece por ningana parte la gravedad verdadera y
real por palte de esa remotísima cooperación (hablando en ge-
neral), ni por parte del escánd.lo que hoy pu,da existir en de·
nominación tan usada en todas partes, sobre todo cuando ya
actualmente comienza a ser un baldón y no un honor para los
que lo usan (1).

DE LA RETRACTACION O ABJURACrON

Viniendo ahora a la otra cuestión, sobre la abjuración ge-


nérica de todos lo~ errores del liberalism'J (llamada protesta),
y la total separación del partido liberal, que algunos pleten-
den debe impone. se al penitente, so pena de negarle la abso-
lución, daremos nuestro humilde parecer:
J.' Tal protesta no es verdadera abjuración del error, toda
vez que no existe en el entendimiento el error m1terial del Ji-
berali'mo, según diJimos; de lo contrario, serilfo'mal y no
material. Luego si no e<tá en la mente, no hay lugar a que se
exija su detestación o abjuración.
Muy plausible es que se innuzca suavemente, que se acon-
seje la abjll1ación, para más rúblicadetestac'ón del error; pero
no debe imponerse bajo pena de negar la absolución cuando,
por otra parte, el liberal se acerca bien prepanrdJ para recibir
los sacramentaR,
Pero se dirá: tal protesta, rrás que ab;uración, es pública
reparación del e,cándalo que tal vez ocasionó el penitente con
su cooperación. ya que no al liberalismo propiamente dicho, a
lo menos al partido político que f lvorece al libera'ismo: por
comiguiente, debe imponerse para reparar el escimdalo y para
edificaciÓn de los fieles,
Respondo: el escándalo público, si 10 hubo. debe reparar-
se con I ú'Jlica retracta<Íón, siempre que pueda lograrse sin
mayor dai'l.o y sin peligro de las almas, De qué modo? en qué
('Jrma? por escrito y an e testigos? en los periódicos) A nin-
gún pecador público, aunque sea escandalo,[;imo, a ningún
usurero, concubinario, ele, ex'gió la Iglesia (que sepamos). ni
lo exige hoy día, una tal c\a,e de reparac'ón, por e3crito y ante
testigos, a fin de que sea publicada: queda satisfecha, como

(J) Eso le parecerá al H. P. eafas, pero los liheral.. colombianos


juzgamos que el nombre político con que DC'S distinguimos iDlplica
llanra, sin sombra de deshonor; sostener lo ('rntrario DO~ dada drrr-
rho n decir que el nomhre ronserv<ldor rnlroña más dpshonor que
honra, )' por esa vía recriminat')rj[l podrÍ;lmo~ ir muy II'"Jos.
- 13 1 -

benignísima madre. si su hijo, que escandalizó públicamente con


el pecado a sus hermanos. muestra verdadero arrepentimiento
con la enmienda de su vida, no de palabra o por e,crito, en Jo
que cabe hipocresía, sino si aparece, con su mejor vida, distinto
de lo que fue antes; y si. por fin, se acerca humilde. contrito y
pe~itente a recibir Jos sacramentos. No conocemos otro linaje
de reparación pública de escándalo. exigida por la Iglesia. ni
aun cuando el escándalo sea evidente, lo que se puede negar en
el caso de que tratamos, y se debería negar si en general se trata
indistintamante de todos lo, liberales, Luego si la Iglesia, pru-
dentísima y sapientí,ima, no impone una retractación pública,
ante testigos y por escrito ¿ con qué derecho se atreverá nadie
a imponerla a un liberal material, que no profesa ningún error,
y que, a lo sumo, es simple cooperador del partid" político,
pero no del liberali;m~ propiamente dicho?
No juzil'amos que fue un b,en espíritu el que sugirió seme-
jante especie de reparación . la cual aleja de los sacramentos a
los hijos de la Iglesia. acarrea odios al sacerdote y a su divino
ministerio, n'l deja acercaBe a los pecadore, a la fu onte de su
salud, y los hace permanecer miserablemente en sus pecados.

ABANDONO DEL PARTIDO POLÍTICO

En segundo lugar, por lo que atañe a Ja completa sepa ra-


ción del partido:
l. o E. de advertir que la Iglesia, al condenar el liberalis-
mo . no pretendió connenar tod; s y cada una de las facciones
poJíticas que se JJaman IiberaJes.» (Congre6ación deJ Santo
Oficio, 29 de ag05to, 1877).
Lueg" si no (s 'án condenadas Jas facciones polític s, es
de presumirse que no eSlá condenado el pertenecer a e'Jas; ni
es pecad". a lo menos per se, formar en el núme ro de sus par-
tí larios. Decimos tey se, P ,rque nO negamos que éste o aquél,
entre Jos adeptos. puede pecar. en virtud de crrcun,tancias es-
pedaJes; pero no admitimos que se deba afirmar lo mi . mo, en
general, de todos y de cada uno de sus miembros, aun ele Jos
que se llaman liberales .. porque Jos partidos políticos, en sí con-
siderados yen Ja forma antes expuesta, no tienen nada de malo,
y hasta los llamad 's liberales no so~ t ,tal y esencialmente ma-
Jú' (5); Jo que en ellos puede haber de pernicioso depende de
la profesión de errures, y de su aplicación; por Jo demás no
son de por sí malos ( 5 ) . · .
Luego si a'guien ignora o detesta lo que hay de reprobado
en ellos, y acepta con eJ corazón y Ja inteligencia toda~ las doc-
trinas de Ja Iglesia, y por otra parte, no es sino uno de tantos

1:1 ) COQ10 IOSCOD':iervd.dorc:-; no !:ion totalmente n alo$ ni totalmen-


1(' 1111(.'11')5.
- 13 2 -

afiliados, que poca o ninguna ingerencia tiene en el partid",


por qué debe al punto ser cal;ficado de pecador?
2, o En vista de lo expuesto, no siendo pecado pe y se perte-
necer a los partidos políticos, salvo si~mpre la adhesión franca
y sincera de los adeptos a las verdades c<tólicas, no vemos ra-
zÓn mficiente para exigir de todo liberal material la se~aración
omnímoda de su partido, y '" sto bajo pena de negarle la abso-
lución; y meno< esa separación que se pretende, por escrito y
ante testigos, y publicad. en los ¡-eriódicos_
Todo lo que sea insinuar, aconsejar, inculcar tal separa-
ción, nos p"rece bien; pero no aprobamos que se imponga
bajo la sanción predicha,
En pocas palo bras: no creemos que se deba exigir, espe-
cialmente en la hora de la muerte, la retractaciÓn pública, ni la
absoluta separación del partido político, en la forma analiza-
da Conviene mu ha, sí, aconsejar que se haga (6)
Obre el siervo de C,i,t", el minhtro de la Ig 'e,ia, al modo
del buen Pastor, Cri>to, con los publicanos y pecadoces; al
mod,) de' la constante y diaria manera de nuestra benignbima
madre lJ. Ig!e-;ia. Tenga entranas de misericordia; acoja cari-
ñosamer te a los miserab'es pecadole; (7); inst'úyalos solíóta-
mente, ellséñeles e n caliJad, exhórtelos cr n paciencia a fin
de gallarlos pAra Cri,to y de librarlos del infierno; e,fuércese
ingeniosamente en atraerlos a Dios, con serntJIJ.nte cal in )S0,
suaves palabras, bel é ; o los afeet,)s y pt 'as artes de piedad; y
por una fdiz experiencia aprenderá que los pecadüres vuelven
al buen camino con blandas pal. b as, mejor que con amena-
zas y malos tratamientos; con dulzura de miel, mejor que con
acidez de hiel: ad ( brare,n San Francisco de Sales, San Alfon-
so de Ligorio y otros much os.

SOLUCIÓN DE OTROS PUNTOS DUDOSOS

(PÁGINA 414)

Hay otras cuestiones que merecen ser tratadas prolijamen-


te y que sólo pjdem~s ahora esbJzar. Entre ellJs escogemos
las d, s <iguientes :
l." Son ci"n"tico~ los liberales?
2 a Debe ~ le 6 untarse a los penitente~ si s)n liberaleS, 2un
cuando no hayan indicado nada sobre el liberalismo?

l6) Opinión del R. P. Cas,l.!,;. La de los lihrrales es que se ;1COU-


srjr CUilnlO más !('3 po~iblc a lu$ con servaJures <Iu'." Hb¡,¡nJuoen cs~
partido y '} s errores y pl'iiClic,.,~ que envuelve' y tic que son pruebA
tan patente como tremenda los lnnH'OSOS mOlles que le hllO (¡1u::.ado a
na República,
(7) De los cuales hay tantos en el cODscn'atismo como en el eLe-
rali mlO, si DO más.
- 133 -

A la primera contestarcmr s diciendo que, aunque no están


muy distantes del cisma muchos de ellos, propia y verdadera-
mente no $00 ci,máticos, ni aun los liberales simpliciter. que
son herejes, cual expusimos en el primer caso; pues el cisma,
en lo que re.pecta a 11 unidad principal de la Iglesia , o sea a la
UrItÓn de los miembros con la cabeza, con~iite en « la rebeldía
a las órdenes del Papa o de la Igle,ia, de modo q,¡e se re,bta
a obedecerle y reconocerle como superiOl » ; p6.es la sola rebelo
día, aunque sea pertinaz, si no va acampanada de la renuncia
a reconocer el Papa cerno superior, nn cLrs1ituye cisma.
El Cardenal Ca) etano dice que «es cismático aquel que recu·
~:l el ju,cio o precepto del Papa , como tál, no reconúciéndolo
por superior, aunque crea que lo e:; .»
Por tonto, el conle30r no debe preocuparse ,n nuestro
ca~o de la excoJIluuión 3.il. speciali modo reservada, pue" en
ella no incurren los libera'es, a pesar de que a'gunos opinan
que sí.
A la segunda, diremos que, ante tojo, para que se pueda
conte,tar rectamente y sin prejuicios débese considerar lo si·
guiente: los liberales que se aCtrcan al tribunal de la penitencia
son, geL eral mente hablando, los que hemos calificado de mate·
1-ialts, pues entre los f011JZales, esto (S , entre los que pro tesan
los errores del liberalismo. ~on rarísimos los que se confiesan,
están muy lejos de las puertas de las iglesias, y tienen horror,
si no odio, a todo lo que sabe a piedad y religiosidad. Son, por
tanto, lo~ materiales los que vienen en busca de la absolución
sacramental; y con frecuencia son de los que cooperan, no di-
rectamente en favor del liberalismo, sino del Partido liberal, y
esto en pequeila o roíúima e::::cala; lite! a~es que a"í se denoml-
na~ o por razón de su afecto a una forma de gobie, no, o de la
amistad, o Foque (n la casa o fó:tmilia sun tálesj en fin, li-
berales c~si de ínfima c'ase (7). cuya actividad se reduce a pa-
labró:ts. ~imples deseo,. leves aux Ilios, o casi nada; y en este
grupo fvrman especialmente las mujeres.
Si ,e trata, pues, d~ liberales de esa e-pecie, de un lado
mat"ú,les, y de otro de muy poca significación en el partido,
contestamos (hablando en general, no flOS can~aremos de ano-
tar:o), según nos ha enseñado la experiencia p.opia y la ajena:
loEs imprudentísima y está llena de inconvenientes esta
pregunta a quemarropa: (S usted libe,al?
2. o U na ft ecuente experiencia enseila que no conviene pre-
guntarlo directamente, a na ser que se haga con de:icadeza y
(f,n la debida prudencia; de la práctica contraria provienen
muchos males, y pocos o ningunos bien e •.

'71 Opinión del R. P. Casas, Ln de JClS lib(lr"lrs es que tal clase,


le,os d!~ mer cer que se la Llame ínfima, es ["crcedora al mayor respf'to
y ólprecio J por su sinceridad y abne~ac:ón.
- 134 -
3.' Nos parece lo más prudente no interrogar directamen-
te al pe?itente de que tratamos, liberal material de una parte,
y de eXIgua o nula cooperación, por otra; pue,to que no pro-
fesa error de que deba abjurar o corregirse, y su cooperación al
partido político no parece generalmente grave, de modo que
constituya un pe cado mortal de que deba necesariamente acu-
sarse. El confesor puede indirectamente investiltar, si le parece
oportuno, sobre el error y la cooperación; y también directa-
mente en caso de que haya causa gra¡¡e, y exista sospe2ha pru.
dente de ve'daderu error, y de cooperación verdadera: de otro
modo, se expone, sin motivo. a inminentes peligros.
Para roS ItroS, lo más indicado y lo mejor para el peniten-
te y para el sacerdote. es que el confesor emplee el tiempo que
debía gastar haciendo inútiles preguntas sobre filiación po'fti-
ca, en ensetlar los principales punto> de la doctrina de la Igle-
sia, en exhortar eficazmente al aborrecimiento del pecado, a
la piedad cristiana, etc., cuidando a la vez. de que el peniten-
te haga-cuando convenga-actos de fe en tod" s los artícules y
enseilanzas de la Iglesia ... ; de este modo conseguirá ciertamen-
te muchos bienes, se destruirá indirectamente el error, si lo
hubiere , y la verdad se insinuará maravillosamente en el co-
razón.
No se preocupe el confesor sobre el liberalismo de los que
llegan a su presencia; si fuesen verdaderamente liberales n)
irían a postrarse y lÍumillarse a los pies del sacerdote, al que
reputan los liberales como un simple hombre, y aun peor. Los
que se arrodillan ante el confesonariú no son liberales, hablan-
do en tesis general (6); apenas I!evan el nombre; son enfermos y
débiles en la fe, o por ignorancia, o por la enormid~d de sus
pecados, o por el contagio general del elr"r que, en cierto
modo, lo llena todo, e invade paulatinamente la conciencia de
todos, aun la de los elegidos.
y para que no se angustie sin m ,tivo, tenga en cuenta:
I.' « El confesor no está obliga jo a preguntar má; de lo
que está obligado el penitente a examinarse. » Frassinetti califi-
ca de áu,'ea esta regla del doctísimo Lugo ;
2.' Es obligación suya no hacer odioso el sacrament l, sino
amable y deseable para todos: para esto es ministro de Cristo
y dispensador de 103 misterios de Dios; y
Finalmente. tenga siempre en cuenta esta sapientísima
instrucción de León XIII, dada el 6 de abril de r900, en el
documento Generalibus.' • Tre3 cosas debe cuidadosamente
evitar el sKerdote: primera, sostener con excesivo entusiasmo
una fracción política, con preferencia a otras que sean también

(o) Opinión del R. p, Casas. La de los liberales es que en C'llom-


bia los vl!rdaderamente enfermos v débiles en la fe son los conserva-
dores, que la corrompen, tomándola como capa para cubrir sus c~í ~
menes y sus intereses políticus.
- 135 -
honestas; seglmda. no interpretar la mente de los aiversarios,
o agredirlos nominalmente, ni concÍlar los ánimos contra de-
terminada persona. desde el púlpito o desde el confesonario;
tercera, no privar de la absolución sacramental, o alejar del
santo tribunal a los penitentes, por la sola razÓn de que mili-
tan en úpuesto partido, siempre que admitan y profesen todo
lo que enseñe la Ig:e,ia. Deben acurdarse de que están consti-
tuido3 en pastores de todas las almas y de que deben dar
cuenta de su salvaciÓn. Si alguno, privadamente, en el mismo
tribunal de la penitencia, o fuéra de él, le pide consejo sobre
el modo de proceder en las cuestiones políticas, responda al
tenor de las úrdinarias reglas de prudencia. para no crear con-
flict)s al oficio del sacerdote.'

• '41" ••


Confirmación final
DICTAMENES DEL CARDENAL RAMPOLLA, SECRETARIO DE
ESTADO DE LEON XIII, y DEL CARDENAL MERRY
DEL VAL, SEr:RETARIO DE EST.\DO DE PIO X

La Iglesia, órgano oficial de la Arquidiócesis de Bo-


gotá, en su edición correspondiente al mes de julio del
"ño pasado, no'produjo la siguiente carta, que traza nor-
mas de conducta a los católicos españoles, pero que es
del todo aFlicable a los de Colombia.

«Secretarta tle Estad. de Su Santidad -El V"ticano, a 20 de


abril de I9I I

Sr. Cardenal Aguirre y Garcta, Arzobispo de Toled"

Emmo. y Rvedmo. señor mío muy venerado:


Bien conocidas son de Vuestra Eminencia la3 profcrnda.
disensiones que, sobre todo en estos últimos tiempos, se han
declarado en Espafla, con sumo perjuicio de la causa de Dios
y de la Iglesia. entre muchos católicos, cuya rectitud y sincera
adhesión a la Religión y a la Patria, no podrían, sin embargo,
ponerse en duda; disensiones procedentes, en gran parte, de
conceptos inexactos y de falsas interpretaciones atribuídas a
las reg'as directivas dadas ya de antes por la Santa Sede. A fin
de atajar tan grave inconveniente. y para responder a las con-
sultas que de varias partes s, han sometido a la misma Santa
Sede, Su Santidad me ha ordenado que comunique a Vuestra
Eminencia las siguientes normas, que t )dos los católicos de
Espafla deberán obs~nar fielmente:
La Debe mantenerse como principio cierto que en Espaüa
se puede siempre sostener, clima de hecho sostienen muchos
nobil\'imamente, la tesis católica y con ella el restablecimiento
de la unidad religiosa. Es deber, además, de todo católico el
combatir todos los errores reprobados por la Santa Sede, e3-
pecialmente los comprendid)S en el S!JI~bus y la. libertades
de PC1'dición,iproclamadas por el derecho nuwo o liberalismo,
cuya aplicación al Gobierno de Esplfla es ocasión de tántos
males. Esta acción de ,"conquista religiosa debe efectuarse
dentro de los limites de la legalidad, utilizando todas las ar-
mas lícitas que aqué la ponga en manos de los ciudadanos es-
panoles ;
137 -
2.' La existencia de los partidos políticos es e, sí misma
lí,ita y hone,ta en cuanto su, doctrinas y su. actos no se opo-
nen a 1, religión y a la moral; pero a la Iglesia no se le debe
en manera alguna idcnti 6c Ir o confundir con al&uno de ellos,
ni puede pretenderse que ella interven;a en los Íl~tereses y con·
troversias de 109 partidos, para f"vorecer a los unos con prefe-
rencia a le S otros;
3." A nldie es lícito aen'ar o combót;r como católios no
verdaderos o ne> buenos a los que, por motivo legítimo y con
recto fin, sin abandonar nunca la defensa de los principios de
°
la Iglesia, quieren pertenecer pertenecen a los parlidos po-
I!ticos hasta ahora existentes en Espaila ;
4. a Para evitar mejor cualquiera idea inexactrt en el uso y
aplicación de la palabra liberalismo, téngase siempre presente
la doctrina de León XIII en 11 Encíclica Libertas, de 20 de ju-
nio de 1888, como tamb ién las importante, instrucciones co-
municad.,. por orden del mismo Sum I P"ntífice, por el Emmo.
Cardenal RampolJa. Secretario de Estado, al Arzobispo de Bo-
gotá y a los otros Obispos de Colombia. en la Carta Pl"res e
Columbiae, del 6 de abril de 1900, donde, entre las demás co-
sas, se lee:
(( En psl:t m~terin He ha de Icaer a la vista lo q..lC la Suprema COD-
grfg-3ció11 del Satltl Ofi 'ir) hizo saber a 10$ O:>ispos del Canadá el día.
29 de .'\!jnsIO de ,877, a s<lhcr: que la fglcsi"" al condenar ni Jihcra-
lisrnn. n') lu in Lcrll:HI ) cond~Dar todos y cada nno ele los p "rtidos po-
litir: s C(ur. por "entura se llaman lihf'f':d .. s. E"to mismo se Jpclaró
laU1lJién ('1\ carta que:, por f rJen del PontiHcc, diri!jí yo al OIJispo de
Sal~ma· e I rI 1 i dt~ f'hl'l'r') d' 18g J j pero aiiHoieodo estas conLli r' io-
nrs, ;¡ fallrr: que los católico') que se llaman lihrralf's, en primer
lu~ar ::!c"pten sinc~r;lmenle Lodos los capítulo.; doctriuales roseüados
pUl' la (~'Ics a y estén pr\mtq~ a recibir 10-; que en ad,'lacte ella misma
('nsf'ii<tlc; ;:Idemás, ninguna COS.1 se proprHIt;an que explícita ° im-
plícilHmf'nle h:lj'& sido ,'ondrna lo por I¡¡ [glcsia ; finalmente, siempre
que la" f"ircunstancias lo fxi:ieren, no rélllseo. como es razón, rx-
pre ..:tl' :lhicl'Lamcnte ¡..u nlJ)d,) de ¡;;;enlir .. con:'(\rD1e t>Q todo con las doc-
trinas di' II Iglesi;:¡. Decias?, además, en la misma carta, que era de
des"'ar el que lo., católicos esroqit'sen y toma'ieo (,tra d mio:lf"ión ('on
C}IIP. aprllirlH" sos pCl'orios rartidf}s. no fuera qu .. adoptanrlo la de libc-
n¡(f's, diesen ~ los fi .. lrs oc,\sióo de e luivoco o dr extrañe'za; por lo
dem""', que no era lícitn nCllar (".00 ('('usura tcoló!{icil y mucho menos
ta,.hilr de herélic) d lihe'ral',o;;mo, cu,:¡nd¡) ~e le atrihuy ... sf':ntido di-
fCfp.ut,! dr'1 fijarlo r~,r lél I!)lesia al condenarl,", m'f':ntras qUf': 1:1 misma
Iglesia nt') manificslp. olr .... cos l.))

5.' Lo buen" y h mesto que hacen, dicen y Slstienen las
persona. pertenecientes a un partid., político. cualquiera que
éste sea, puede y debe ser aprobado y apoyado por cuantos se
pr~cian de buenos católicos y buenos ciu lada nos, ')0 solamen-
te en privado. sino también en las Cámaras, e ·, las Diputacio-
nes, en 1m Municipios y en toda la vid, social. La abstención
y oposición a priori son inconciliable. con el amor a la religión
y a 1... Patria;
- 13 8 -

6." En todos los casos prácticos en que el bién común lo


exija, conviene sacrificar las opiniones privad.s y 1as divisio-
nes de partido por los intereses suprem',s de la religión y de
la Patria, salva la existencia de los partidos mismos, cuya diso-
lución por nadie se ha de pretender;
7. ' N o se puede exigir de nadie, como obligaci 6n de con-
ciencia, h adhe~ión a un partido político detelmmado, con ex-
clusión de otros, ni pretender que es .é alguien obligado a re-
nunciar a las propias honestas convicciones pO!ÍIicas, ya que
en el campo meramente pdítico ~e pueden tener lícitamente
diversas' opiniones, tanto sobre el origen i',mediato del poder
civil, como acerca de su ejercicio y de las vadas formas de go-
bierno;
8. a Los que entran a formar pute de un partido político
cualquiera, deben conservar siellJ;Jre íntegra su libeltad de
acción y de voto para negarse a cooperar de cualquier manera
a leyes o disposiciones contrarias a los derechos de Dios y
de la Iglesia: antes bien, están obligadcs a hacer en toda oca-
sión oportuna cuanto de ellos dependa para sostener po,itiva-
mente los derechos sobredichos. Exigir de los afiliadLs a un
partido una subordinación incondicional a la dirección de sus
jefes, aun en el caso de ser opuesta a la justicia, a los intere-
ses religiosos o a las ensenanzas y reclamaciones de la Santa
Sede y del Episcopado, selÍa una pretensión inmu.1 que no
puede suponerse en los que dirigen esos mismos partidos, sin
hacer ultraje a su rectitud y a sus sentimientos cri~tianos ;
9 " Para defender la religión y los derechos de la Igle~ia en
España contia los ataque; crecientes que f,ecuentemeLte se
fraguan invocando el libe, aliJmo, <s lícito a los católicos orga-
nizarse en las diversas regiones fuéra de los partidos políticos
hasta ahora existentes, e invocar la cvoperación de t"dos los
católicos indistintamente, dentro o !t,é'a de tales partidos,
con tal que dicha organización no tenga calácter antidinástico,
ni pretenda- negar la calidad de católicos a los que prefieren
abstenelse de tener parte en ella ; _
10. Habiendo demostrado la experiencia cuánta dificultad
hay siempre en obtener uniones habituales entre los católicos
de Espafía, es necesario e indispensable que el acuerdo se haga
a lo menos per 11lodum actus tra',seulllis, siempre que los inte-
reses de la religión y de la Patria exijan una acción cOlLún,
especialmente ante cualquier amenaza de atentado en daño de
la Iglesia. Adherirse prontamente a tal unión o acción prácti-
ca común, es deber imprescindible de todo católico, sea cual
fuere el partido politico a que pertenece;
1I. En las elecciones, todos los buenos católicos están obli-
gados a apoyar, no sólo a sus propios candidatos, cua"ndo las
circunstancias permitan presentarlos, sino también, cuando
esto no sea oportuno, a todos los demás que ofrezcan garan-
I
- 139 -

tías para el bién de la religión y de la Patria, a /in de que s lI-


ga elegido el mayor r.úmero posible de personas dignas. Co-
operar con la propia conducta o con la propia abstención a la
ruina del orden social. con la esperanza de que nazca de tal
catástrofe una condición de cosas mejor, sería actitud repro-
bable que, por sus fatales efectos, se reduciría casi a traición
para cun la religión y con la Patria;
12. No merecen reprensión los que declaran ser su ardiente
deseo el que en el Gobierno del Estado vayan renaciendo, se-
gún las leyes de la prudencia y las necesidades de la Patria,
las grandes instituciones y tradiciones religioso-sociales que
hicieron tan gloriosa en otro tiempo a la monarquía española;
y, por tanto, trabajan para la e'evación progresiva de las leyes
y de las reglas de gobierno hacia aquel grande ideal; pero es
necesario que a tstas nobles aspiraciones junten siempre el
propósito firme de aprovechar cuanto bueno y honesto hay en
las costumbres y legislacióu vigente, para mejorar eficazmente
las condiciones religiosas y sociales de Elpafla.
Por voluntad del Padre Santo, ruego a Vuestra Eminencia
dé conocimiento de estas norma, a todos los Reverendísimos
Prelados de E,pdf\a. Confía Su Santidad que tales reglas, no
menos que todas las otras ensel1anzas y direcciones de los Su-
mos Pontífices, relativas a la acción religioso-social de nues-
tros tiempos, serán acogidas por todos lus verdaderos católi-
cos y puestas en práctica sin reserva, ablteniéndose de inútiles
y perjudiciales pulémicas acerca de las mismas, y con aquel
espíritu de sincera y filial sumisión a las decisiones de la San-
ta S"de, de religiosa obediencia a los Obispos y de mutua ca-
ridad fraterna, que es el único que puede a,egurar el triunfo
de los ideales cnstianos contra los enemigos de la Iglesia y de
la Patria en la nobilísima N ación española.
Le beso, en tanto, humildemente las manos, y con los sen-
timientos .de la más profunda veneración, me repito de Vuestra
Eminencia humildí,imo, seguro, verdadero servidor,

R. Cardenal MERRY DEL V AL

-
INDICE

Eltema ......................................... 3
AJclflce politico, religioso y filantré.p·co de este escrito 4
Origen y deformaciones de la controversia..... ... .. 7
La repugnancia a distinguir........ .............. 7
Apa,ionamiento de la cuestión.... ........ . . ...•.. 8
El opúsculo del P. Sardá ...................... " . . 9
Catolicismo y carlismo en EspJña........ .. .. ...... 10
El opú<culo del P. Sardá ante la Santa Sede... . .... . II
Evolución política del P. Sardá. . . • . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Modo de plantear la cuestión...................... 14
Historia del Syll.b7ls....... . . .. ... .. .. . .......... 15
Errores condenados en el Syllabus................. IS
Errores condenados en la Encíclica Quallla cura... .. 16
La cuestión romana y el Sy llabus. . . . . . . . . • . . . . . . . . 17
El liberalismo y el Sylfabus....................... 23
Liberalismo, progreso y civilización................ 23
Qué liberalismo está condenado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Dónde comienzan las discrepancias ......... , . . . . . . . 26
El nombre «liberal» no está condenado.. . . . . . . . . . . . 27
Acepciones del nombre liberal declaradas admisibles
por la Iglesia . ......•. , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Variacione; histÓricas de las palabras liberal y libera-
lísmo.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. ......... 37
Diferencias eotre liberales y conservadores ......... . 42
N uestro liberalismo es verdade, o liberalismo ........ . 45
Conveodda que cambiásemos de nombre político? .. . 47
El criterio del olfato .......... .................. . 49
Quiénes rompen la unidad religiosa •..•............ 50
Con trasen ti dos .....•.. ....•.•.......•........... 53
- Catolicismo práctico de los liberales. Reclamación de
la igualdad ................................. ·
Esterilidad para el bién de la intolerancia religiosa r
SS
política y su fecundidad para el mál ............ . 58
- 14 2 -

Otra forma de argum entac i6n contr a el liberalismo . . . . 60


Incon venie ncia de mezclar en Colombia la religión con
la política C1n serv ado ra.. ..... ..... ..... ..... . 64
Hay cat61icos en todos los par tido s.... ..... ..... .. 6S
Rupt ura de la solid arida d de la causa católica con las
cau<;as pol 1't'leas . .... .... .... .... .... .... .... . . 66
Alianza de la Iglesia con los conservadores colom-
bian os. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . .. ..... . 67
Dcrz cho de la Iglesia a ejercer una acción polít ica., ., 6(}
La unió n cat6lica (S indep endie nte de la polí tica. .... 69
Libe rtad de discrepancia polít ica.. . .... .... .... .... 71
Supr emac Íl de la Iglts ia. . • • . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . 72
La organización de las fuerzas cat61icas debe verificarse
exclusivamente en el terre no religioso. . . . . . . . . . . . 74
Insis tenci a del Papa en separ ar la religión y la política
L'l pren<a cató lico ·com erva dora ...... ...... ...... . ¡8
D)5 polí :icac;. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Creencias relig iosls y opiniones p3líticas. . . . . . . . . . . . 84
El Prog rama libe ral. . . . . . . . . . . . • . . • . . . • . . . . . . . . . . 84
El Parti do católico .•.. .... .... .... .... .... . , . • . . . 90
Los problemas nacionales •.•. ..... .... , • . . . . . . . . . . 96
Secularización de los parti dos polí tico s.... .... . . ... . 97
Preconstituci6tl de pru eba ..... ..... ..... ..... ... .. 105
Subterfugios de Ir s conservadores para no someterse a •
. las prescripcio-res de la S mta Sed e.... .... . . . . . . 110
Resu men. . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . 113
Indicaciones de orden prác tico ..... ..... .. .. . • . . . . Il7
Actit ud ante las pré licas p >Iíticas.. . . . . . . . . . . . . . 118
En el confe sona rio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
En el mat rim oni o... ..... ..... ..... ..... ..... . J 22
En elecc iones ..... ..... , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 3
Opin iones del R. P. Ca'~s......................... 1 24
Libe rales mate~inliter.... . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . 126
Coop eraci 6n en el liberalismo. Uso del nombre
liberal ..... ..... . o,> ..... ..... ..... ..... ... 12i
De la retractación o abjl1raci¿n. . . . . . . . . . . . . .• . . • 130
Aban dono del parti do pol ític o... ..... ..... ..... 13 '
Sol uciones de otro!> punto s dudo ,os. . . . . .. . . . . . . . ' 13 2
Confirmación final: dicta men de los Ca,d enale s Ram po.
lIa y Merry del Val. .... .... .... .... .... .. ····. . 13&
En Prensa:
"ArRtCIACIONt~ ~OBRt L~ CUt~IION RtlIGIO~A "

CONTENIDO
Qué es el liberalismo moderno.-Im-
portancia de la cuestión religiosa.-Nece-
sidad de una religión.-C~pacidad de
adaptación de la Iglesia.-La intoleran-
cia no es exclusiva del catolicismo.-He-
cho histórico olvidado.-La religión y la
libertad política.-Cambio de religión.--
Opción imposible.-Fuerza del catolicis-
mo.-Qué es clericalismo y quiénes son
clericales.-
· Cómo en política y en reli-
gión los extremos se tocan.-Posible con-
ciliación entre la Iglesia y el liberalismo
pOlítico.-Fl cristianis~10 y la democra-
cia.-Forma del acuerdo en Colombia.-
La Iglesia y el derecho romún.-Rela-
ciones entre la Iglesia y el Estado.-La
nueva fórmula liberal--Necesidad del Con-
cordato-Reformas convenientes al ac-
tual-1Iirando hacia el porvenir.

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