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18 DE BRUMARIO, ¿GOLPE DE ESTADO?

HISTORIA CONTEMPORÁNEA

MARIA DE LA SIERRA MATA REY


DOBLE GRADO HUMANIDADES Y MAGISTERIO DE EDUCACIÓN PRIMARIA
Universidad de Alcalá de Henares
ÍNDICE
 Introducción..............................................................................................................1
 Golpe de Estado........................................................................................................3
 Golpe de Estado como concepto Contemporáneo.................................................6
 Conclusión.................................................................................................................8
ANEXO...........................................................................................................................11
REFERENCIAS..............................................................................................................12
 Introducción
Es preciso hacer un perfil de uno de los protagonistas del episodio del que se va a hablar
durante las siguientes líneas. Ese personaje histórico es el llamado Napoleón Bonaparte,
originario de Córcega y perteneciente a una familia nobiliaria. Durante sus años de
juventud había conseguido hacerse paso entre los peldaños de la vida militar francesa
por meritocracia, hasta llegar a ser el dirigente de la campaña a Italia. Apoyó
fervientemente la Revolución Francesa (1789) cuando llegó el momento, pues era
simpatizante de los jacobinos y nacionalistas franceses tras haber sido nacionalista corso
en un principio y fallar en el intento. No obstante, no dudó en cambiar de ideología
cuando el directorio fue instaurado como la cabeza del gobierno. Igualmente, Napoleón
era lector del pensador Jean-Jacques Rousseau, un filósofo ilustrado preocupado por el
egoísmo que generaba la libertad individual y que buscaba el bienestar de la comunidad
(soberanía del pueblo) tomando como base la naturaleza esencialmente buena del
hombre y la idea del Contrato Social.
Estas ideas no solo influencian a Napoleón, sino que son el fuelle que aviva las llamas
de la Revolución Francesa (1789), un movimiento que logra cambiar varios aspectos de
la vida del país, llevándolo de una monarquía absoluta a una constitucional, donde la
clase predominante está constituida por los estratos más altos de la sociedad. Esta forma
de gobierno acaba evolucionando a una república, tras las revueltas de 1791 y la toma
del palacio de Tullerías debido al descaro del rey al traspasar las fronteras austriacas.
Sin embargo, este sistema de gobierno se tambaleaba cada vez más y surgieron entre las
masas nuevos levantamientos por lo que los jacobinos, encabezados por Robespierre,
(responsables de la instauración de la Primera República) optaron por una política del
Terror, consiguiendo un nuevo levantamiento que acabó con su salida del panorama
político y el sometimiento de su líder al afeitado con cuchilla francés. Se impuso
entonces el gobierno de los termidorianos llamado Directorio (1794), respaldados por el
poder militar cuando comenzaron las sublevaciones, donde se encontraba inmerso
nuestro protagonista Napoleón Bonaparte. Este tampoco fue el sistema de gobierno
definitivo que acabaría con las revueltas y el malestar entre las masas, sino que será un
incentivo para que estos movimientos se hicieran cada vez más frecuentes e insistentes.
Comenzó el Directorio en una época de profunda crisis donde las clases predominantes
no tardaron en regresar al despilfarro, además de que dieron completamente la espalda a
las leyes que avalaban a los estratos inferiores de la sociedad, como el Maximum1, o ni
si quiera reconocían los derechos de los hombres que se habían configurado en la
Revolución. Con la Constitución del año III se pasó a un sufragio censario 2, limitando el
voto a prácticamente las clases más altas de la sociedad. Además, en esta nueva Ley
Fundamental se eliminaban ideales jacobinos como el derecho a la educación, el trabajo
o la sanidad pública, asuntos que no serán, a partir de entonces, materia del Estado.
Igualmente, se comenzó a suprimir las asociaciones políticas 3que habían quedado,
1
Ley para frenar y limitar la subida de los precios.
2
Solo podrían votar, a partir de 1791, aquellos que llevaran un año residiendo en el país y contribuyeran
económicamente al Estado.
3
Clubes de movilización de las masas.

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como el Club de los Jacobinos o el club de los diputados bretones. Debido a esto, las
masas se encontraban hambrientas y cohibidas, por lo que no dudaron en cargar
fuertemente contra el gobierno y su gestión. El Directorio no solo tenía que hacer frente
a estos asuntos, sino que debía diezmar la voluntad de aquellos que querían traer de
vuelta la monarquía y la de los jacobinos, que deseaban traer de vuelta la Primera
República. Cuando la izquierda quedó sometida la corrupción y el ensalzamiento de los
bienes materiales se disparó sin límites. Las personas de posiciones sociales
acomodadas no tenían reparo en distribuir los bienes materiales y hacer acopio de tantas
riquezas como pudieran, incrementando desmesuradamente las diferencias sociales.
“Un nuevo señor se instala en París, un nuevo poder naciente. (…). Este nuevo
poder es el dinero. (…) Magníficos coches de caballos cuidadosamente almohazados y
con arreos nuevos ruedan otra vez por las calles; dentro van, medio desnudas, como
diosas griegas, encantadoras mujeres, envueltas en preciosas sedas y muselinas. (…) se
hacen buenos negocios en las tiendas de perfumes y en las joyerías; se abren como
ensalmo quinientos, seiscientos salones de baile y cafés; se construyen chaléts y se
compran casas; se va al teatro, se juega a la Bolsa y se apuesta: se compra y se vende y
se juega por miles detrás de las cortinas de damasco del Paris Royal. El dinero ha
vuelto, soberano, insolente y audaz.” (Zweig, Stefan, Fouché, el genio tenebroso,
1929).
Es evidente que Francia se encontraba en una profunda crisis que tocaba todos los
ámbitos de la vida pública, pues se veían afectados la económica, la política y la
sociedad. El Directorio apenas podía hacer frente a las demandas del pueblo, que se
moría de hambre, pero tampoco era capaz de frenar el declive político en el que estaba
sumido debido a la corrupción y a los seguidores de la derecha más conservadora y la
izquierda más radical que luchaban en bandos separados, pero de forma insistente y
efectiva. En busca de una solución que no implicase la vuelta a la monarquía ni ceder
ante la petición de las masas se nombraron generales que fueran capaces de frenar el
estrepitoso final al que parecía estar condenado el país. Entre los candidatos que surgían
prometiendo ser la panacea del panorama se encontraban Napoleón. A medida que se
hacían cada vez más evidentes los negocios sucios del Directorio, la fama del general
corso se hacía mayor con su desempeño la guerra de Italia y la campaña de Egipto,
además de sus actividades políticas a espaldas de la dirigencia central y las palabras
revolucionarias que les dedicaba a sus tropas.
El regreso de Napoleón a Francia tras sus incursiones fue bastante agitado ya que los
monárquicos habían vuelto a la carga, tramando un golpe de Estado con el apoyo de
Luis XVIII, que fue detenido por el mismo Bonaparte. Esto, junto con la anulación de
las elecciones, hicieron que, en noviembre de 1799 el general corso pudiera dar un
golpe de Estado con éxito, a diferencia de los seguidores de la derecha radical. Sucede
así el conocido como 18 de Brumario, la toma de poder por parte de Napoleón
Bonaparte en busca de una solución para el panorama, tanto social como económico,
que estaba asolando el país.
Napoleón toma algunas medidas bajo su imperio que han podido llegar a nuestros días y
que han ayudado a confabular lo que hoy se conoce por el sistema de gobierno francés,
con modificaciones, por supuesto. Se elaboró durante su mandato el Código

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Napoleónico (1804) a fin de dotar al país de estabilidad política y legislativa, ya que en


él se estipularían las nuevas leyes que regirían el Estado y a sus ciudadanos. Aunque el
cónsul no era gran servidor del concepto de libertad, sí que lo era de igualdad, por lo
que reconoció que todos los hombres debían ser vistos en equidad ante la ley.
Igualmente, creía de manera férrea en la ascensión por méritos propios, es decir, por
meritocracia por lo que, además de forjar una nueva nobleza, instauró una “legión de
honor”, que aún sigue vigente.
Igualmente, durante los años posteriores a la Revolución Francesa se dieron episodios
que han marcado nuestros días y han influenciado en la corriente de pensamiento actual
o en la elaboración de manifiestos. Un ejemplo de esto es la influencia del movimiento
de la conspiración de los iguales, encabezada por Graco Babeuf durante los años de
dirigencia del Directorio y que fue recogido en un relato por el escritor Ilya Ehrenburg
un siglo más tarde. Además, el revolucionario francés llevaba un periódico (El tribuno
del pueblo) que le sirvió de inspiración a Lennin para hablar de opresión en su libro
¿Qué hacer?
Pero existen otros ejemplos, como es el caso del 18 de Brumario de Karl Marx, que
utiliza el golpe de Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón, para hablar sobre la lucha de
clases sociales. Este libro es bastante trascendente, pues cuenta con varias ediciones y
aún sigue siendo de utilidad para entender las revueltas del momento y las de nuestros
días.

 Golpe de Estado
Francia arrastraba desde la segunda mitad del siglo XVIII inestabilidad política y un
gran descontento por parte de los ciudadanos, factor que empezó a caldear el ambiente y
que fue devastando de forma paulatina la voluntad y el ánimo de los franceses.
Igualmente, la forma política anclada a antiguos señores y vasallos no se ajustaba a la
realidad de una nobleza sedienta de potestad y de una nueva clase social que comenzaba
a tener poder adquisitivo y, por lo tanto, algo que decir sobre el porvenir de su país.
Tampoco lo hacía la economía esencialmente agrícola, que no era suficiente para apagar
el hambre de una sociedad cada vez más numerosa. A todos estos factores se le añade el
conocimiento de pensadores como Rousseau o Maquiavelo y su concepto de Razón de
Estado.
Se da en este marco general lo que ahora conocemos como Revolución Francesa (1789)
y, como se veía en líneas anteriores, trae consigo cambios bruscos y repentinos en el
poder, generando una terrible inestabilidad política al pasar de una monarquía
absolutista a una constitucional para después entrar en una república y finalmente
acabar en un Directorio corrupto y corrompido. ¿Se puede considerar entonces que el
último giro que hizo Napoleón fue un golpe de Estado? Depende de si lo estudiamos
con la mentalidad del momento o la actual.
El francés Gabriel Naudé (1639), influenciado por Maquiavelo, es el primero en hablar
sobre el concepto de Golpe de Estado, y lo define como una forma de política que
emplea un soberano, en este caso el príncipe, de forma repentina y secreta cuando busca
el bien público al hacer uso de la razón, pero que debe evitar, si es que existe otro

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mecanismo más austero de lograr el fin que se pretende. Este recurso puede emplearse
en varias situaciones, pero está enfocado esencialmente a cambiar el destino de una
región (Reino) que se ha visto abocado a un inminente final. Trazado este perfil,
clasifica los golpes de estado en varios tipos: simples o complejos, justos o injustos,
realizados por el príncipe o por los ministros, de interés público o particular y
espontáneos o premeditados (causales).
Sin embargo, a nuestra época no llega ese concepto, sino que se establecen algunas
modificaciones. Tampoco lo hace la carga emotiva que conlleva, pues con el paso del
tiempo pasa a ser peyorativa, alcanzando el culmen con el golpe de Estado de Luis
Bonaparte (1851). Entre los pensadores que le dan una vuelta a la definición de Naudé
se encuentra Finer (1962), que lo describe como un movimiento militar que hace uso de
la violencia cuando se presenta el momento oportuno, y que tiene como único fin
destituir la forma de gobierno vigente para instaurar una propia. Ese momento idóneo de
actuación se da con el desgaste de las figuras políticas que se encargan de la dirigencia
del Estado, al igual que la existencia de cierta inestabilidad o crisis tanto en la sociedad
como en la economía que sea lo suficientemente importante como para limitar la
actuación en la vida política de parte de los ciudadanos. No obstante, son menos
susceptibles a este cambio de poder violento aquellos Estados que tengan una división
de poderes más desmenuzada y repartida entre los órganos que lo componen. Pero esto
es solo la visión de una persona y se dan muchos puntos de vista para entender qué es lo
que hace a una nación vulnerable a este proceso, como por ejemplo la visión de O’kane,
que asegura que es la economía el factor que verdaderamente se ha de tener en cuenta
para estudiar estos procesos ya que, cuanto más corrupto sea un sistema, más
posibilidades habrá de que sea sustituido o amenazado.
En cuanto a la presencia o no de fuerza militar en estos procesos, cabe destacar que la
mayoría de personas que estudian este concepto aseguran que debe haber, por lo menos,
un respaldo por parte de este órgano para que suceda con éxito, pues se trata de un
proceso que implica violencia, aunque no necesariamente física. A pesar de esto, no se
debe confundir el término que venimos clarificando con el de pronunciamiento militar,
pues no hacen referencia al mismo proceso. El golpe, a diferencia del pronunciamiento,
requiere de “secretismo” y de una acción rápida por parte de una élite selectiva dentro
de la ciudadanía, y no de dirigentes del ejército, que utiliza amenazas y no tiene por qué
recurrir a la violencia física, pero que no dudará en utilizarla si es necesario. En cambio,
el pronunciamiento lo lleva acabo una sección del ejército al declararse en contra de la
gestión del gobierno y de aquellos que lo están ejecutando. Además, es preciso que las
masas o el resto de la población acepte el golpe para que se pueda dar, al contrario de lo
que ocurre con el otro proceso.
En resumen, un golpe de Estado es una actuación rápida y vertiginosa y de carácter
violento que elabora un grupo reducido de la población, generalmente perteneciente a la
élite, de forma clandestina y premeditada para acabar con la forma de gobierno existente
y salvar a la nación de un trágico final debido a las crisis políticas, económicas y
sociales que se han dado durante un periodo de tiempo continuado. Viendo esta
definición algo apresurada y que deja fuera muchos factores que explican por qué se
puede dar un procedimiento como ese, se puede estudiar, o por lo menos analizar, el
momento en el que Napoleón Bonaparte irrumpe en el panorama político.

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En primer lugar, Napoleón había sido nombrado dirigente de las campañas de Italia, por
lo que mantenía con el ejército una estrecha relación y contó con el apoyo de los
hombres a los que él mismo había llevado victoria tras victoria, alentándolos cada vez
más. Esto no solo hizo que se ganara a sus soldados, sino que su fama trascendiera e
hiciera tambalear la autoridad del Directorio, que cada vez era más odiado por las
masas. Además, Napoleón se dedicaba en sus incursiones a mantener negocios con
dirigentes de otros países e incluso con el Papa.
En segundo lugar, el país se encontraba terriblemente devastado en todos los ámbitos
públicos, la gente se moría de hambre mientras que las clases más altas se jactaban de
su poder adquisitivo. La política también estaba terriblemente divida entre los realistas,
que buscaban el regreso de la monarquía y los jacobinos, que intentaban resucitar la
República tal y como la instauraron. En todo este panorama, el dirigente corso no se
encontraba solo, sino que lo acompañaban en su confabulación otros personajes
pertenecientes a las élites que acabaron siendo cónsules junto a él.
Todos estos factores se ajustan perfectamente a la definición que se ha expuesto
anteriormente, por lo que, respondiendo a la pregunta que se formulaba se podría decir
que lo que hizo Napoleón el 18 de Brumario (noviembre en el calendario actual) fue un
golpe de Estado. Sin embargo, se ha de puntualizar que Napoleón contaba con el apoyo
de muchas personas que pertenecían a las altas esferas (terratenientes) y que en un
momento de desesperación por el porvenir del país decidieron otorgarle poder. Además,
las masas estaban agotadas y el hambre les había arrebatado las ganas de luchar contra
el nuevo gobierno que quería imponer el general corso, por lo que no fue un robo de
poder literalmente, sino una redistribución de éste. No obstante, no dejó de ser un
movimiento violento, repentino e ilegal. Por lo que lo siguiente que cabe preguntarse es
¿se da en este movimiento la salvación de la nación o del país de la que hablaba Naudé?
En cierto sentido se podría decir que sí. Como se mencionaba en líneas anteriores, la
nobleza y burguesía no querían renunciar a sus bienes para hacer que el país saliera a
flote de nuevo. No se debe pensar que estas clases sociales argumentaban cualquier cosa
para poder salvar sus nuevas posiciones (que sí que lo hacían) pero verdaderamente
creían que para que prosperase ese modelo económico y se diera la libertad, era
necesario que una parte de la población estuviera sometida. “Sólo teniendo un respeto
religioso hacia la propiedad se podrá vincular fuertemente a todos los franceses con la
libertad y la república” (Dauchy, 1795). Cuando Napoleón llegó al poder eliminó la
nobleza existente y la sustituyó por otra a la que se accedía mediante meritocracia, así
que podrá decirse que su llegada fue una falsa ilusión hacia la salvación. Además, para
los campesinos que no conseguían vender en el mercado sus productos, a pesar de la
demanda que se daba, también les parecía un cambio político la solución para sus
problemas.
Cabe destacar que este no es el único golpe de Estado que se dio en Francia. Tiempo
después de la caída del emperador (Waterloo 1815) su sobrino y presidente de la
Segunda República Francesa Luis Napoleón Bonaparte, protagonizó también un
episodio similar aunque no con el mismo objetivo. El presidente no superó que la
constitución no le permitiera hacer acopio de todos los poderes y, además, que no le
permitiera prorrogar su estancia en el gobierno, por lo que optó por secuestrar la

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Asamblea Nacional y autoproclamarse dictador (1851). Este acontecimiento dista


mucho del de su antecesor llegando al punto de ser motivo suficiente como para que
Karl Marx escribiera un libro titulado El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, donde
caricaturiza al sobrino y habla de las luchas de clases que se dieron en el momento en el
que el tío llegó al poder.
Tampoco cesaron aquí este tipo de sublevaciones políticas, sino que van aumentando
con el paso del tiempo, llegando a su máximo exponente en el siglo XX, donde se
hicieron más frecuentes y con una carga militar mucho mayor.

 Golpe de Estado como concepto Contemporáneo


Cabe preguntarse ahora por qué se acumulan estos arrebatamientos de poder a partir del
siglo XVIII. Antes es necesario aclarar que no existe la misma concepción del término
golpe de Estado desde el momento en el que Naudé lo concibió hasta que comenzó la
Revolución Francesa (1789), como se ha visto anteriormente.
Es cierto que desde el principio de las culturas ha habido cambios en el poder por
destitución del gobernante o por la llegada de otra nueva civilización. Sin embargo, si
atendemos a los cambios se pude observar que siempre es otro dirigente (monarca o
emperador) o persona con cierto renombre y prestigio (Antigüedad Clásica) el que
sustituye al antiguo líder. Se puede ver esto en un hecho relativamente cercano al de la
Revolución Francesa, con la Guerra de Sucesión Española (1713), donde Carlos II se
enfrentaba a un problema de sucesión al no poder engendrar descendencia debido a su
condición enfermiza. Se presentaron dos candidatos para ocupar el puesto, Felipe de
Anjou y el Archiduque Carlos de Austria. Ambas opciones gozaban de títulos y “sangre
real”, por lo que eran dignos (uno más que otro, según las opiniones del momento). Pero
ante esta problemática a ningún vasallo o campesino se le ocurrió levantar la mano para
reclamar el trono, tampoco a un noble muy arriba en la escala social. Entran aquí ideas
de legitimidad, pero, sobre todo, un concepto distinto de poder al que se da en 1789 y de
derechos. Incluso se puede ver que cuando aparece por primera vez el término golpe de
Estado en la Edad Moderna, es el príncipe el que puede optar por recurrir a esa opción y
no otra persona cualquiera. Esto se debe al derecho divino que portaban los dirigentes
de una región y, por lo tanto, su descendencia o rama sanguínea.
Así pues, con la Revolución y la corriente de la Ilustración se establecen otro tipo de
derechos, un término que no tiene cabida en las épocas anteriores. En esta nueva
legislación aparece un concepto tanto libertador como peligroso para las clases
dirigentes, la igualdad universal ante la ley. “Si decís que todos los hombres son iguales
en sus derechos, incitáis a la rebelión contra la constitución a aquellos a quienes habéis
rechazado o suspendido el ejercicio de los derechos de ciudadanía en pro de la
seguridad de todos” (Lanjuinais, 1794). Y es que si todos los ciudadanos de una nación
(concepto que aparece en esta época), nacen y se desarrollan iguales ante la ley, nada
impide que se dude sobre si una persona es más válida que otra para ostentar el poder y,
por lo tanto, sea susceptible a perderlo en manos de un igual.
De la misma manera, esta declaración revela ante los ojos de todas las clases que existe
otro término que había pasado desapercibido durante muchos siglos, la injusticia. Esta

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desazón por la diferencia de poder y adquisiciones entre personas aparentemente iguales


hace que el germen de la rebelión crezca sin parangones, creando inestabilidad en la
sociedad, la economía y la política.
Con la Revolución Francesa se elimina el Derecho Divino para instaurar un Estado de
Derecho, en lo que los hombres responden ante otros hombres y la soberanía no viene
impuesta por un ser superior al que no se le pueden rendir cuentas. Ahora bien, este
cambio no implica que el anterior modelo se extinga, sino que perdura en el recuerdo de
sus seguidores y será defendido por los “realistas”. Se dividen así las ideologías en dos
movimientos, que se acentúan durante el Termidor, en contrarrevolucionarios y
revolucionarios.
Al primer grupo pertenecen los que quieren instaurar de nuevo la monarquía y apoyan la
legitimidad del rey y solamente de él, argumentando que su soberanía es de carácter
divino y así evitar usurpaciones de poder. Mientras que los segundos habían visto en la
Ilustración la clave para desarrollar un nuevo modelo social, los pertenecientes a este
grupo habían desarrollado una notable aversión al movimiento, sobre todo los más
católicos. Buscan en los antiguos regímenes el equilibrio del Estado, tal y como lo veía
Montesquieu, y la prevalencia de los privilegios que ostentaban las clases pertenecientes
a la nobleza, por lo que se quiere conservar la figura del rey para conservar los
privilegios que la Revolución arrancaba de raíz. Por lo tanto, la exaltación de la
monarquía era solo la punta del iceberg.
Los segundos, sin embargo, son los jacobinos que quieren instaurar la República
nuevamente. Tienen como idea fundamental la libertad y ésta solo se alcanza con la
eliminación de los privilegios que ostentaban la nobleza y la monarquía y, por lo tanto,
había que terminar con el modelo estamental que dejaba fuera a una parte de la
sociedad. Para lograr esa libertad y cambio, es necesario hablar de igualdad.
“El orgullo conduce al odio a toda superioridad, y, por tanto, a la afirmación
de que la desigualdad es en sí misma, en todos los planos, inclusive y principalmente en
los planos metafísico y religioso, un mal. Es el aspecto igualitario de la Revolución. La
sensualidad, de suyo, tiende a derribar todas las barreras. No acepta frenos y lleva a la
rebeldía contra toda autoridad y toda ley, sea divina o humana, eclesiástica o civil. Es
el aspecto liberal de la Revolución. (…). Le siguió la Revolución Francesa, que fue el
triunfo del igualitarismo en dos campos. En el campo religioso, bajo la forma del
ateísmo, especiosamente rotulado de laicismo. Y en la esfera política, por la falsa
máxima de que toda desigualdad es una injusticia, toda autoridad un peligro, y la
libertad el bien supremo.” (Plinio Correêa de Oliveira, 1959).
En esta situación tan polarizada el Directorio solo podía luchar por no acabar derrocado
por un bando o por el otro, ya que no seguía ninguna de las dos corrientes ya que la
primera idea les quitaba los privilegios que habían estado cosechando y la segunda les
limitaba los excesos característicos de sus vidas acomodadas. Por lo que, durante su
mandato, se persiguieron a las personas que se identificaban en un bando o en el otro.
Esta situación puede verse en la conspiración de los iguales en varias ocasiones: “Un
obrero le llamó ciudadana a la panadera. Ésta empezó a gritar: “A causa de estas
palabras no tenemos pan.” (…). Era una casa de cuatro pisos. “La igualdad o...”
Hasta hace unos días quería significar: “o la muerte”. Era una frase, sobre la fachada,

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resaltando en letras rojas. El carnicero Garrón, propietario de la casa, había borrado


la palabra “muerte”, pensando que eso chocaría a los sentimientos populares.
Efectivamente, después de Termidor, nadie quería ya oír hablar de muerte. Las gentes
volvían a empezar a vivir más o menos (…).”
Cabe pensar que cuando se da el 18 de Brumario por parte de Napoleón, se instaurarían
de nuevo las libertades, para diezmar los levantamientos de las masas. Lejos de eso,
aunque Napoleón comprendía el término de libertar cuando llegó al poder, poco después
de ser cónsul se declaró emperador. Pero lo llamativo de este hecho es que recurrió al
derecho divino de las antiguas monarquías, alegando que la potestad que residía en él
era de carácter divino (como defendían los realistas). No obstante, la antigua nobleza no
recuperó sus privilegios, aunque sí que los ostentaron los nuevos nobiliarios. Un
ejemplo de este derecho divino se puede ver en el cuadro de la coronación de Napoleón
de Jacques-Louis David (1805-1807). En él aparece Bonaparte, autocoronado
emperador, acompañado del Papa Pío VII, comparándose con las ceremonias de
consagración religiosa que celebraban las antiguas monarquías en ese mismo país. La
principal diferencia entre aquellos rituales y el que se presenta en el cuadro es la
presencia de una figura como el pontífice que no está coronando al dirigente, sino que
permanece en la escena como mero espectador. Pero la presencia de esta figura tan
importante para el cristianismo no tenía como única intención reafirmar que su poder
era de carácter celestial, pues servía para demostrar que ni si quiera Pío VII,
representante de Dios en la Tierra al que había “secuestrado” tras tomar Italia, estaba
por encima de él, por lo que su poder trasciende de dios. Igualmente, a pesar de la
escena aparentemente tradicionalista, es él el que le pone la corona 4 a Josefina y no la
santidad que los acompaña, por lo que rompe con las costumbres establecidas y
determina que ese poder superior se lo ha otorgado las masas, guardándose las espaldas
al conocer que el carácter divino ya había sido derrocado una vez y ya no era suficiente
para legitimar su estancia en la dirigencia de la nación.
“Por fin arroja Bonaparte la careta de modestia y hace saber claramente su
voluntad: ¡Consulado de por vida! Y bajo el fino envoltorio de estas palabras reluce
visible para los perspicaces la futura corona de Emperador. Y tan fuerte es ya entonces
Bonaparte, que el pueblo, por mayoría de millones, hace ley su deseo y le elige
soberano (tanto él como el pueblo así lo esperan) para toda su vida. La República ha
terminado: la Monarquía comienza.” (Stefan Zweig, Fouché, el genio tenebroso,
1929).

 Conclusión
Se ha hecho evidente en estas líneas que la concepción que tenía Naudé en un principio
sobre lo que llamó por primera vez golpe de Estado, influenciado por las ideas de
Maquiavelo sobre el príncipe que debe gobernar un país, ha cambiado mucho con el
paso del tiempo. No solo su forma se ha visto trastocada y transformada hasta un punto
de no parecer el mismo concepto, sino que lo que ello conlleva, el conjunto de
emociones que provoca al escuchar el término, también se ha visto modificado. A pesar
de conservar el carácter secreto y espontáneo, en un principio este proceso lo hacía el
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Corona de Carlomagno.

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dirigente para salvar al país de un suceso catastrófico y, sin embargo, ahora se entiende
como una toma de poder ilegal por parte de un estrato determinado de la sociedad a fin
de conseguir una redistribución de poder o la instauración de un nuevo modelo político.
Este término se ha llegado a relacionar incluso solamente con el poder militar de un
país, haciendo que cada vez tenga un contexto más peyorativo y radical para las
personas de este siglo.
Recogiendo el significado que tenía para el bibliotecario francés y el de pensadores más
cercanos a nuestro siglo, podemos concluir que lo que aconteció en Francia el 18 y 19
de Brumario, o noviembre en nuestro calendario, fue un golpe de Estado claramente.
Si seguimos la definición más primitiva, Napoleón ostentaba un poder que el mismo
Directorio le había facilitado en un momento de tremenda crisis social, política y
económica y recurrió (con ayuda) de esa potestad para poder salvar a la nación de una
inminente catástrofe, por lo que se reúnen los aspectos de los que nos hablaba Naudé.
Pero también podemos decir, en base a la definición más actual, que el dirigente del
ejército tomó el poder de manera violenta, rápida y secreta a pesar de que el Directorio
temía que algo así pudiera pasar cuando mandaron a Bonaparte a las campañas de Italia
y Egipto
Napoleón no solo dio un golpe de Estado, sino que se encargó de modificar lo que se
había cambiado en la Constitución del Año III como la instauración de nuevo de la
igualdad y la libertad, la creación de un nuevo escalón social nobiliario al que se accedía
mediante meritocracia o la creación de la burocracia, entre otras cosas. Pero a pesar de
esto, se debe observar que el general corso era plenamente consciente de los
arrebatamientos de poder que se habían estado dando desde que se habían puesto por
escrito los nuevos derechos de los hombres, por lo que al poco tiempo de llegar al poder
hizo uso del concepto de derecho divino del que se hablaba en apartados anteriores y al
que había recurrido el Antiguo Régimen durante siglos. Pero como se ha podido ver, no
se limitó a hacer ver que su dirigencia estaba guiada por la mano de dios, sino que se
aseguró de dejar claro que aquel poder se lo estaba otorgando también el pueblo y que
su soberanía estaba por encima de toda deidad o creencia, pues eran las masas la que lo
habían coronado realmente5.
Es también destacable que Napoleón era continuamente comparado con antiguos
dirigentes como Julio César y Carlomagno, ambos importantes conquistadores de sus
respectivos tiempos. Y es que, recogiendo las palabras de Karl Marx en su 18 de
Brumario de Luis Napoleón Bonaparte, “Los hombres hacen su propia historia, pero no
la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo
aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido
legadas por el pasado. (…). Temerosos en su auxilio los espíritus del pasado toman
prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de
vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia
universal.” Napoleón fue fiel seguidor de las ideas de la República y de la soberanía
popular al igual que estaba en contra de volver a regímenes monárquicos que limitaran
las libertades, como Julio César estuvo en contra de la opresión que había vivido Roma
por parte de Pompeyo. Ambos se vieron “obligados” a crear modelos tiránicos para la

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Por Plebiscito.

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salvación de los derechos de los ciudadanos y la prosperidad de sus territorios, aunque


eso significara someter a aquellos a los que pretendían liberar y que los habían
nombrado soberanos. Cabe destacar que la forma de gobierno del francés se conoce hoy
día con el sobrenombre, que muchas veces sustituye a “bonapartismo”, de cesarismo
napoleónico.
Pero este no es el único ejemplo de distintos actores con el mismo disfraz, sino que
siglos más tarde Hitler y Stalin serán comparados con el general corso. Ambos hombres
del siglo XX eran extranjeros (Hitler era Austriaco y Stalin Georgiano) que se habían
convertido en nacionalistas dispuestos a salvaguardar la gloria desde sus propios
métodos e ideologías.
Por lo que cabe destacar que la idea de arrebatar el poder a otra persona como recurso
para preservar un reino amenazado yha tomado distintos nombres hasta llegar a golpe
de Estado, al que recurrió el mismo Napoleón Bonaparte en 1799. También podemos
recoger de estas líneas que los acontecimientos históricos se disfrazan de otros para dar
la sensación de parecer diferentes, pero, al fin y al cabo, son siempre distintos actores
parafraseando las líneas de un personaje que rota por las coyunturas de la historia.

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ANEXO

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REFERENCIAS
 DELGADO DE CANTÚ, G.M. (2010) Historia Universal: de la era de las
revoluciones al mundo globalizado. Naucalpan de Juárez, Pearson Educación de
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 GONZÁLEZ CALLEJA, E. (2017). Asalto al poder: la violencia política


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 GUENIFFEY, P. (2018). Bonaparte:1769-1802. Ciudad de México, Gallimard.

 Karl Marx. (2003). El 18 de Brumario de Luis Bonaparte. Madrid, Fundación


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 PRICE, R. (2016). Historia de Francia. Madrid, Akal.

 STEFAN ZWEIG. (2015). Fouché, el genio tenebroso. Madrid, CreatSpece


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 URQUIJO GOITIA, J.R. “Revolución y contrarrevolución de Cádiz a la granja”,


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 Jacques-Louis David. (1805-1807). La coronación de Napoleón. París, Louvre.

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María de la Sierra Mata Rey DGHP

 Jacques-Louis David. (1801). Napoleón cruzando los Alpes. Berlín, Palacio de


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 J. Auguste Dominique. (1806). Napoleón I en su trono. París, Museo de la


Armada.

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