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LA ESTRUCTURA FAMILIAR EN COLOMBIA

Hablar de familia en un país marcado por su extrema diversidad geográfica, cultural y social es realmente difícil,
tal como doña Virginia lo planteó hace ya medio siglo, cuando participaba como delegada del Instituto
Colombiano de Antropología en un seminario de sociología en Bogotá, en el que se expusieron múltiples
conceptos sobre las estructuras familiares del país y donde los profesionales hablaban con propiedad de la
“familia colombiana”, ante lo cual, ella con sarcasmo preguntó al público: ¿cuál familia?, consiente de las
diferencias familiares que existían en el país.
Desde ese entonces, cuando ella se hizo esa pregunta y decidió emprender la monumental obra de comprender
esas complejas realidades en toda su magnitud, surgió en el país, además del legado de su obra, una prolífica
corriente de investigación sobre el tema, que ha dejado su huella en el desarrollo de las ciencias sociales
colombianas a lo largo de la última mitad del siglo XX.

El concepto de familia trae a la mente situaciones, recuerdos e imágenes que evocan emociones de diversa
índole, situaciones irrepetibles que se vivieron dentro del núcleo en el cual fue engendrada la persona.

Esa estructura primigenia tiende a ser idealizada, a ser vivida como un mundo feliz, en donde muchas veces
las dificultades, los hechos dramáticos y crueles que allí se sucedieron tienden a olvidarse. Se sacraliza el
concepto y se construye una imagen ideal, en la cual prima la felicidad y la armonía con su devenir y
cotidianidad, como si las familias se desarrollaran por fuera de los conflictos.

1. Antropología Psicológica su devenir y relación con potenciación, creatividad y cultura.

TEMA 2 Conceptualización 
-Aportaciones de la antropología psicológica al estudio de la personalidad desde la cultura.
Fuente de estudio: Moro, Lourdes (1996). Aportaciones de la antropología psicológica al estudio de la
personalidad desde la cultura. Ars Brevis [en línia], 2, p. 61-81.
Disponible en:
http://www.raco.cat/index.php/ArsBrevis/article/view/93984/164855

La ANTROPOLOGÍA PSICOLÓGICA tiene por objeto centralizar el concepto interdisciplinario como sub-
campo de la antropología que en sí propiamente estudia la interacción de los procesos culturales y mentales
centrándose en el desarrollo de los seres humanos y enculturación de un determinado grupo cultural con su
propia historia, sus idiomas sus prácticas y sus procesos de cognición. Puedo ver que para este enfoque se han
realizado diferentes estudios que hacen que los partidarios de este enfoque a menudo asuman que las técnicas
de la personalidad de crianza de los hijos adultos se sitúen en forma y que los símbolos culturales incluidos los
mitos, sueños y rituales puedan ser interpretados con las teorías psicoanalíticas y sus diferentes técnicas.
La enfermedad mental transcultural según George Devereux y otras formas en que los procesos sociales tales
como la opresión de las minorías étnicas afectan a la salud mental (Abram Kardiner) vayan al corriente de la
evolución universal de esa potencialización que enlaza la antropología y el comportamiento humano.

Por ende sabemos que las formas y símbolos culturales e instituciones sociales proporcionan mecanismos de
defensa (Melford Spiro) en la aplicabilidad transcultural de los conceptos psicoanalíticos como el complejo de
Edipo (Melford Spiro). Han existido a lo largo de la historia presente y en el urbanismo conceptual algunas
escuelas dentro de la antropología que conllevan a la Antropología Cognitiva un aporte a la cultura y la
personalidad. La Antropología Psicoanalítica es una de las más desafiantes en este encausamiento. Este estudio
de Antropología Cognitiva tiene mucho que ver con la diversidad cultural y su saber hacia el conocimiento
implícito que cambia la forma de percibir y relacionarse con el mundo que les rodea. Los patrones de
conocimiento compartido y su transmisión a través del tiempo y espacio son métodos y teorías basadas en la
psicología experimental y la biología evolutiva gracias a la colaboración de especialistas involucrados en la
descripción y la interpretación de las formas culturales. Ese análisis de creatividad y cultura es un lenguaje que
abre la puerta de entrada al estudio de la cognición. Así la semántica la sintáctica y la pragmática unen el
propósito de su fundador Mr. Roy Goodwin Dandrade a concentrarse muy profundamente en la noción de
personalidad para referirse a comportamientos característicos y a formas de pensar y de sentir usando la noción
de cultura para indicar estilos de vida, ideas y valores que influencian el comportamiento y la vida mental de la
gente. Puedo también percibir que en el pasado, los antropólogos creían que una personalidad típica era lo que
prevalecía entre la gente de una sociedad dada. De esta manera que bien que en antropología cultural, las
personalidades típicas han sido conceptuadas alternativamente como parte de una estructura de caracteres en
una personalidad básica o modal.

Las relaciones entre la persona y la sociedad, entre la personalidad y la cultura, y entre la Psicología y la
Antropología no conceptualizan en el ámbito individual y cultural. Ese desarrollo histórico de las diferentes
comentes teóricas vinculadas con la relación entre la cultura y la personalidad, pasa a hacer el análisis de
relación situacional entre los marcos de la Antropología Psicológica y de la Psicología Cultural.

Se nos dice que no se puede poner en duda que la personalidad no solo es objeto de estudio por parte de la
Psicología sino también de otras ciencias y entre ellas de la Antropología cultural. El acercamiento
antropológico a la personalidad tomada del enfoque socio-cultural nos posibilita a profundizar nuestra
investigación en corrientes de la Antropología psicológica, Cultura y Personalidad, Psicología socio-cultural,
Etnopsicología o Psicología étnica, entre otros.
Está claro que las personas tenemos personalidades diferentes debido a que a partir del momento de la
concepción dos personas nunca encuentran exactamente el mismo entorno. Sin embargo, mientras los
psicólogos asumen que, a pesar de la diversidad cultural, todos los humanos compartimos ciertos rasgos
mentales, no necesariamente genéticos en tanto que los antropólogos parten de la diversidad en el estudio de la
cultura y la personalidad (Kottak, 1994).

Tiende a asegurarse que solo existimos como personas debido a nuestras interacciones sociales. Esto implica
que la clase de persona que lleguemos a ser esté, en parte, determinada por la cultura en que nos eduquemos
(Sprott, 1968). Esta relación entre la cultura y la personalidad está definida por su atención a tres problemas
(Levine, 1982):

1-Las diferencias psicológicas entre poblaciones.


2-Los orígenes de esas diferencias en el desarrollo individual.
3-Las relaciones de esas diferencias con 10s ambientes socioculturales.

Es totalmente cierto que las características que hacen diferente a cada sujeto se encuentran vinculadas a la
sociedad a la que pertenece y que esta relación se establece porque la personalidad se constituye como una
función de la adaptación social necesaria para mantener un equilibrio entre las necesidades individuales y las
de la sociedad (Hollander, 1971).

Sobre la personalidad individual y social muestra que en sus orígenes para designar las máscaras o caretas
(prósopon – actores griegos y romanos) era el "un ideal, una ilusión, una máscara, un doble que nos defiende
de nuestra vulnerabilidad interior" (Psicología social) mientras que la personalidad expresaría, es más radical
en el sujeto, al tiempo que su apariencia mis superficial y visible (Fierro, 1983).

En Allport (1974) podemos encontrar la idea de personalidad como individualidad cuando entiende la
personalidad como "la suma total de las características de un individuo lo que hacen de é1 algo único".

Bermúdez (1986) las presenta en los siguientes criterios:


Definiciones aditivas, definiciones integrativas o configuracionales, definiciones jerárquicas, definiciones
funcionales y definiciones diferenciales.

En Último término Nadel (1974), nos lleva a contemplar una personalidad social, es decir, "a la serie de
"personas" sociales que en una cultura dada aparecen combinadas en el individuo corriente". Me gusta y siento
empatía por el criterio dado: "La construcción de la personalidad no es otra cosa que un duplicado de nuestra
construcción de la cultura" (pp. 433-434).
Más que hablar sobre la personalidad cultural debemos de hablar de cultura individual en la cohesión y
estabilidad grupal como contribución a la resolución de los problemas del grupo si consideramos que la cultura
es el núcleo de la vida grupal pues así no será posible explicar el comportamiento social sin tener en cuenta la
cultura.

Si lo que pretendemos es estudiar la personalidad en la cultura, no nos interesa la consideración del individuo
como único, sino en qué medida comparte cualidades y formas de actuar con el resto de los miembros de su
sociedad y cómo y en cuanto difiere de otros a nivel transcultural.

El área cultural incluye las instituciones, que a su vez abarcan las costumbres, ritos, mitos y la estructura socio-
económico-política; el área de las relaciones objétales, incluiría las relaciones externas, el estatus personal y las
conductas interpersonales involucradas; y el área individual haría referencia a la estructura de la personalidad
(yo y super-yo Ctnico, social y cultural), a las relaciones objétales internas y a 10s conflictos simbióticos y
edipicos (Crawford, 1983: 45).

Los diferentes conceptos que se vinculan en esta relación amplia de la culturalidad que establece individuo y
sociedad se presentan en estudio de los siguientes autores:

-Personalidad básica (Kardiner y Linton)


-Personalidad básica (Cora du Bols)
-Cultura modal (Hollander)
-Carácter nacional (Gorer y Inkels)
Carácter social (Fromm y Riesmann)

2. Aporte al debate: tipología familiar y complejos culturales Colombianos.

TEMA 3 Fundamentos Epistemológicos 


-Aportaciones de la antropología psicológica al estudio de la personalidad desde la cultura.
Fuente de estudio: Virginia Gutiérrez de Pineda y su aporte al estudio histórico de la familia en Colombia.
Disponible en: http://www.revistas.unal.edu.co/index.php/maguare/article/view/10772/11236
Gutiérrez, V (1994) Familia y Cultura en Colombia. Editorial Universidad de Antioquia,
https://es.scribd.com/doc/59360954/Gutierrez-de-Pineda-Virginia-Familia-y-cultura-en-Colombia

Virginia Gutiérrez de Pineda 1922 – 1999


LA ESTRUCTURA FAMILIAR EN COLOMBIA
Investigadora de familia y cultura en Colombia.
__________________
Oleo de Juan Antonio Roda, 1965.

El concepto de familia trae a la mente situaciones, recuerdos e imágenes que evocan emociones de diversa
índole, situaciones irrepetibles que se vivieron dentro del núcleo en el cual fue engendrada la persona.

Esa estructura primigenia tiende a ser idealizada, a ser vivida como un mundo feliz, en donde muchas veces las
dificultades, los hechos dramáticos y crueles que allí se sucedieron tienden a olvidarse. Se sacraliza el concepto
y se construye una imagen ideal, en la cual prima la felicidad y la armonía con su devenir y cotidianidad, como
si las familias se desarrollaran por fuera de los conflictos.

Hablar de familia en un país marcado por su extrema diversidad geográfica, cultural y social es realmente difícil,
tal como doña Virginia lo planteó hace ya medio siglo, cuando participaba como delegada del Instituto
Colombiano de Antropología en un seminario de sociología en Bogotá, en el que se expusieron múltiples
conceptos sobre las estructuras familiares del país2 y donde los profesionales hablaban con propiedad de la
“familia colombiana”, ante lo cual, ella con sarcasmo preguntó al público: ¿cuál familia?, consiente de las
diferencias familiares que existían en el país.3 Desde ese entonces, cuando ella se hizo esa pregunta y decidió
emprender la monumental obra de comprender esas complejas realidades en toda su magnitud, surgió en el país,
además del legado de su obra, una prolífica corriente de investigación sobre el tema, que ha dejado su huella en
el desarrollo de las ciencias sociales colombianas a lo largo de la última mitad del siglo XX.

Si bien, las tipologías familiares detectadas para principios de siglo son múltiples, tanto los hallazgos de
investigadores como las imágenes que caracterizaban a esta familia, concuerdan en señalar a la familia
patriarcal, extensa y prolífica, como el modelo familiar todavía predominante en la época. Mientras que en los
sectores populares predominaba la familia nuclear, esta familia extensa y patriarcal era común en los estratos
medios y altos, tanto urbanos como rurales, y caracterizó especialmente aquellas regiones donde el influjo
español y los valores de la religión católica lograron permear más profundamente a la sociedad. El ideal era la
familia con muchos hijos, aquella que garantizara que, a pesar del alto número de niños que morían, otros los
reemplazaran, con el fin de contar con una descendencia que prolongara las familias y los apellidos.

Aspectos presentados por la autora como:

-En algunas épocas las familias no concebían hijos,


-En el modelo de la familia cristiana se esperaba que bajo la imagen de la Sagrada Familia, el padre, la madre
y los hijos encontraran los patrones de comportamiento.
-En la familia primaba la autoridad indiscutible del padre y del esposo cuyas funciones se encontraban bien
definidas, su espacio era el extra doméstico, el mundo de la política, de los negocios y del trabajo.
-Dentro de la familia se desplegaba y ejercía indiscutible autoridad. Son algunos de los complejos y profundos
procesos vividos por la sociedad colombiana a lo largo del siglo XX que impactaron y trasformaron las
estructuras y las dinámicas familiares que se venían tejiendo lentamente desde la época prehispánica, colonial
y republicana.

Los avances médicos, el control de las enfermedades y epidemias que inexorablemente y de manera sistemática
azotaban al país, las campañas masivas de vacunación, de saneamiento ambiental, de mejoramiento de aguas y
leches; permitieron que la mortalidad de la población en general, y muy particularmente la mortalidad infantil,
disminuyera y se incrementaran las expectativas de vida de las personas. Posteriormente, los avances en los
métodos y la eficacia de las campañas del control natal lograron reducir la cantidad de hijos y permitieron que
en un número muy alto de familias los niños llegaran en el momento deseado. Estos hechos, trasformaron las
estructuras demográficas y familiares en el país. Así mismo, las múltiples violencias que a lo largo del siglo
fueron cambiando sus denominaciones, afectaron de manera brutal a la familia, al igual que los procesos de
colonización y de concentración urbana, los inesperados desastres naturales, los desplazamientos poblacionales,
la pauperización y la transformación de los valores, inducida por la modernización y el influjo de los medios
masivos de comunicación. Con ello la institución familiar se vio transformada no solo en su estructura y en su
funcionamiento, sino en los más recónditos rincones de su cotidianidad grupal y personal. Si bien, las tipologías
familiares detectadas para principios de siglo son múltiples, tanto los hallazgos de investigadores como las
imágenes que caracterizaban a esta familia, concuerdan en señalar a la familia patriarcal, extensa y prolífica,
como el modelo familiar todavía predominante en la época. Mientras que en los sectores populares predominaba
la familia nuclear,

Probablemente la actual estructura social de la familia, hubiera resultado de un objeto de reflexión dado por su
autora. La idea que se ha defendido a lo largo de este tratado –la centralidad de la familia y su expansión cultural
y social, como objeto de un análisis antropológico, nos permiten mirar las diferentes estructuras sociales y el
cambio social que nos muestran aquellas características particulares de la familia en cada contexto cultural en
la religión, y comprender la importancia de tenerlas en cuenta para los procesos de intervención en los que la
psicología resulta clave. Al tiempo que los cambios que se experimentan pueden llegar a rescatarse legados
personales o tradicionales para una identidad personal o profesional gracias a este tipo de análisis.

La autora Virginia Gutiérrez de Pineda presenta pinceladas de un mosaico cultural colorido dónde las
intimidades de la familia colombiana van surgiendo como cosas ciertas de una particularidad que enriquece
cualquier concepto previo sobre la naturaleza de la raza y en la que incluso la autora plantea en un tono casi
confidencial que “muchas mujeres de la clase alta de la costa tienen como meta casarse, mientras que en
Antioquia, las que no se casa cumplen funciones de beatería y son muy activas dentro de la familia pues
mantienen y ayudan a criar las sobrinas y si son mayores asumen el rol de madres. En términos generales
mantienen una cohesión social al tiempo que tienden a desarrollar caracteres masculinos. En Antioquia una
eventual partida del marido no desestructura la unidad familiar. La hija mayor puede adoptar con facilidad su
rol, convirtiéndose así en una segunda madre o mejor casi padre. La mujer paisa sublima la condición de mujer
a la unidad familiar: ella manda en los negocios, ella decide el rumbo de la familia, ella conserva la unidad. En
contraste en Santander la familia es netamente patriarcal.

Así mismo la religión tuvo una fuerte incidencia en las familias colombianas. Por mencionar una, en el complejo
cultural santandereano y otras zonas al interior del país, predominó una religión fatalista por la condición del
sometimiento del indígena al credo católico, mientras tanto que el negro costeño no fue catolizado. La
incidencia baja del catolicismo en la costa se debe a que el cura doctrinero (evangelizador) no le resultaba
atractivo llegar al hábitat negro del complejo cultural pero sí a los litorales mineros de Antioquía y Río Cauca
y Magdalena. De otro lado la gente que tomaba la decisión de casarse en Antioquia sentía que la iglesia debía
ejercer un control directo sobre la vida familiar. Por esto las vocaciones religiosas masculinas y femeninas son
muy altas allí y no en la costa.

El machismo del hombre popular en diferentes regiones impulsa a otro análisis presentado por la autora. Este
está muy ligado a convertirse en un foco de inestabilidad que por ende hoy se ve reflejado en la simbiosis de
maltrato doméstico de género y en especial a la mujer colombiana. El machismo “fálico” está considerado en
un valor regional central que como sucede con la mujer de la Guajira es imperioso que el marido tenga co-
esposas, concubinas utilizando la magia como el último recurso válido al que acude la mujer para que el marido
no se vaya de su lado.

De acuerdo con lo anterior la madre lleva una gran responsabilidad dentro de esa cultura y se proyecta en el
hijo varón la heredad cultural del hecho.

Fase 3. Auto-reconocimiento

TEMA 3 Auto-reconocimiento 
Fuente de estudio: Skliar, Carlos (2002) Alteridades y Pedagogías. O… ¿Y si el otro no estuviera ahí?
Educación y Sociedad, año XXIII, No 79, Agosto de 2012. Recuperado 7 de diciembre de
2015. http://www.scielo.br/pdf/es/v23n79/10851.pdf

Toda cuestión humana debería ser pensada desde la perspectiva de la espacialidad. (Carlos Skliar)
Me llama la atención sentirme plenamente identificado con los siguientes cuestionamientos:

¿Hay una única espacialidad para lo humano?


¿Es la espacialidad del sujeto una espacialidad lineal – el otro únicamente en relación con nosotros mismos –
y/o circular – el otro que vuelve, ocupando el mismo territorio que le hemos asignado siempre?
¿Un espacio sólo homogéneo, únicamente colonial?
¿O será el espacio un espacio simultáneo donde el otro ocupa un espacio otro pero conocido o por conocer; un
otro espacio pero que se imagina apaciblemente vinculado, pretendidamente comunicativo con la mismidad?
¿Un espacio multi-homogéneo, un espacio multicultural?
¿O bien se trata de una espacialidad radicalmente diferente del espacio de la mismidad?
¿Un espacio que irrumpe, un espacio de acontecimiento, un espacio de miradas, gestos, silencios y palabras
irreconocibles, inclasificables, irreductibles?
¿Las espacialidades de la/s diferencia/s?

En realidad, prosigue el autor, este espacio-refugio le ofrece una hospitalidad relativa y provisoria, puesto que
la ciencia y la filosofía modernas se las arreglan para desorientar los puntos de referencia habituales de esta
«geometría del sentido común», inventando una topología desconcertante, un espacio-tiempo, un espacio-curva,
una cuarta dimensión, todo un sinnúmero de situaciones personales en paralelo con el universo que compone el
laberinto de la antropología.

Como una manera de ilustrar esta problemática se presenta un panorama global de la situación actual de los
pueblos y nuestras culturas colombianas en términos demográficos, sociales, económicos y culturales. Se
describe el desarrollo internacional de los derechos humanos de tercera generación y la consolidación de los
derechos económicos, sociales y culturales (DESC) en los procesos de emergencia en nuestro país. Se realiza
una revisión general de un conjunto instancias, mecanismos e instituciones regionales que operan en la
actualidad y que pueden servir como punto de partida para el análisis de un abanico de conductas sociales en la
multi-pluralidad de familias colombianas.

Como reflexión final el documento señala que el paradigma de la pluralidad y la diversidad cultural es hoy en
día clave para una integración de los núcleos familiares exitosos y la inserción de mecanismos de ayuda como
psicólogos en el mundo globalizado.

La pobreza, la marginalidad y la exclusión se han convertido así en una característica estructural para las
poblaciones. La evolución económica reciente ha revelado graves insuficiencias con las cuales se ha
incrementado el déficit social, producto de un crecimiento económico inferior al desempeño histórico que ha
profundizado la brecha para alcanzar una mayor equidad. La discriminación étnico-racial actual, heredera del
colonialismo luso e hispano-criollos, es la expresión con que se manifiestan formas renovadas de exclusión y
dominación constituyendo verdaderos “colonialismos internos” que contradicen el mito de una integración real.

La sociedad disciplinar es el resultado de un poder masivo, cotidiano, sistemático.

Redundo en el aporte estructurado del autor sobre el mapa de la sociedad disciplinar que nos conduce a pensar
que “las exclusiones de la generalidad del tráfico social eran percibidas desde una matriz general de la inclusión,
la cura, la rehabilitación, la normalización” (texto de estudio, p. 35-36).

Hoy, como ayer, nos obsesionan los espacios, los pasajes entre espacios, la dispersión de los espacios, la
yuxtaposición de los espacios, el pliegue, la rugosidad de los espacios, los otros lugares. Y también nos
obsesiona la falta de lugares, los no-lugares, la insistencia en un aparente único espacio, la reunión ordenada de
aquello que parece estar disperso, la negación de otros espacios, la sistemática expansión de lo mismo.

Entonces tenemos que preguntarnos por todo y todo: ¿Quién es, “verdaderamente”, el otro?

La tolerancia no incluye la aceptación del valor del otro; por el contrario, es una vez más, tal vez de manera
más sutil y subterránea, la forma de reafirmar la inferioridad del otro y sirve de antesala a la intención de acabar
con su especificidad – junto a la invitación al otro a cooperar en la consumación de lo inevitable. La tan
nombrada humanidad de los sistemas políticos tolerantes no va más allá de consentir la demora del conflicto
final.

Que el otro no es de ningún modo un otro-yo, un otro sí mismo que participase conmigo en una existencia
común. La relación con otro no es una relación idílica y armoniosa de comunión ni una empatía mediante la
cual podemos ponernos en su lugar.

Por lo tanto:

“El derecho de la intolerancia es, pues, absurdo y bárbaro; es el derecho de los tigres, y bien más horrible, pues
los tigres sólo atacan para comer, en cuanto nosotros nos exterminamos por parágrafos”.

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