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LA DIVINIDAD DEL MESÍAS

Por: Jenofar Ben Kefa

De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, la palabra “dios” es un


sustantivo masculino que presenta, básicamente, tres acepciones diferentes, a
saber:
1. En la religión cristiana, ser supremo y eterno, omnisciente, omnipotente y
omnipresente, Creador del universo, al que conserva y rige por su
providencia.
2. Ser inmaterial, superior al hombre, cuyas atribuciones son variables según
las diversas religiones.
3. En las religiones politeístas, ser personal poseedor de un ámbito restringido
de poder sobre una parte o faceta del universo, que pugna o se
complementa con otros, igualmente dignos de culto.

Pero el castellano es, tan solo, un dialecto nacido en Cantabria, derivado del Latín
Vulgar; es decir, una lengua románica. De manera que a la hora de abordar los
textos de la “Biblia”, en lengua castellana, se debe recordar que su ancestro es el
Latín; lengua en la cual se cuenta con manuscritos muy antiguos de la Escritura,
del tipo de la Vetus Latina (siglo IV e.c.) y la Vulgata Latina (siglo V e.c.); aunque
resulta imprescindible tener en cuenta que dichos textos tuvieron, claramente, un
antecedente griego y un origen hebreo. Tal origen, abarca los contextos histórico,
geográfico, cultural y, aun, el lingüístico.

La palabra “dios” proviene del latín "deus", que a su vez viene del griego “theos”
(zeus), quien en la mitología griega era el “dios de los dioses”; por su parte, la
palabra “deus” tiene la misma raíz indoeuropea que "día", y significa “brillante”. De
manera que la palabra “theos” (zeus) cambió a “deus” y posteriormente a “dios”;
esta evolución es la que finalmente dio origen al concepto greco-romano moderno
de “dios”. Aunque, es de anotar que en la actualidad se hace diferencia entre
“dios”, con “d” minúscula, y “Dios”, con “D” mayúscula; aludiendo ésta última al
“Creador del universo”. De donde surge el concepto del “Mesías = Creador del
universo”, puesto que está escrito: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
(Gn 1:1). En adición a: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios.” (Jn 1:1). Deduciendo así que el Mesías (de quien se sabe, es el
Verbo) es, consecuentemente, el Creador del universo; y esto, gracias a una
sencilla lógica.
Sin embargo la Lógica es, según el periodista y escritor estadounidense, Ambrose
Bierce (1842-1914 e.c.): «El arte de pensar y razonar en estricta concordancia con
los límites e incapacidades de la incomprensión humana. La base lógica es el
silogismo, que consiste en una premisa mayor, una menor y una conclusión, por
ejemplo:
“Mayor”: Sesenta hombres pueden realizar un trabajo sesenta veces más
rápido que un solo hombre.
“Menor”: Un hombre puede cavar un pozo para un poste en sesenta
segundos.
“Conclusión”: Sesenta hombres pueden cavar un pozo para un poste en un
segundo.
Esto es lo que puede llamarse el silogismo matemático, con el cual, combinando
lógica y matemática, obtenemos una doble certeza y somos dos veces benditos.»
De aquí que la sola Lógica, no resulte un aliado confiable al momento de definir la
exégesis de un asunto tan trascendental para el cristiano, como lo es la divinidad
del Mesías.

¿Pues qué si en lugar de aparecer como se ha visto ya, dijera: “En el principio era
el Verbo, y el Verbo era con dios, y el Verbo era dios.” (Jn 1:1), o si quizá dijera:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era dios.” (Jn
1:1)? ¿Acaso no cambiaría, esto, su interpretación? Pero por supuesto que sí,
pues si hacer diferencia entre “dios”, con “d” minúscula, y “Dios”, con “D”
mayúscula, no fuera relevante, ¿para qué complicarnos con tal diferenciación?
Mas aun así, el enfrascarse en esta discusión sería un absurdo, por el momento,
pues este texto carece de un origen latino, y a pesar de que la gran mayoría de los
manuscritos más antiguos de la porción conocida como “Nuevo Testamento”, sean
textos escritos en lengua griega; es de tener en cuenta que ninguno de los, cerca
de 5400, manuscritos que conocemos es autógrafo, o sea que ninguno proviene
directamente de la mano de su propio autor, por lo que todos los que hay son
copias de los textos originales, acerca de los cuales no se sabe, a ciencia cierta,
en que lengua fueron escritos. Pero una certeza prevalece, su origen, cuando
menos contextual, es hebreo, y varias pruebas internas apuntan, incluso, hacia
una base escritural hebraica.

Valdría, entonces, la pena remitirnos al texto hebreo para indagar cuál sea la
palabra original para “dios”, aquella que se encuentra detrás de la palabra
castellana, y de esta manera lograr comprender mejor el concepto original de
“dios”, conforme lo concibieron los mismos redactores de las Escrituras. De modo
que empezaremos por donde debe ser, por el principio, pues está escrito que:
“Bereshit bará "elohim" et hashamayim veet haaretz:” (En el principio creó Dios los
cielos y la tierra. Gn 1:1). Cabe anotar que el Hebreo no presenta “mayúsculas y
minúsculas”, ¿Cómo, pues, hacen diferencia entre “dios” y “Dios”? Es aquí donde
se hace necesario el conocimiento del hebreo para lograr discernir el mensaje de
la Escritura. La palabra utilizada en este primer verso de la Escritura para designar
a “Dios”, el Creador del universo, es “Elohim”; dicha palabra aparece
aproximadamente en 2500 ocasiones a lo largo de todo el Tanak (Antiguo
Testamento), de las cuales sólo cerca de 2300 veces hace referencia al “Dios de
Israel”. Según la concordancia Strong, “Elohim” (H430) traduce específicamente
“dioses”, pero se usa también para designar a Dios, dios, diosa, magistrados,
ángeles, extremo, grande, ídolo, juez, poderoso y rey. De tal forma que denota en
ocasiones, como en el primer verso del libro de Génesis, al Dios creador del
universo; pero también a Moisés (Éx 7:1), a los Jueces (Éx 21:6), a los Ángeles
(Sal 8:5), a los Judíos (Sal 82:6; Jn 10:34-35; Ro 3:1-2) y a los dioses paganos (Dt
5:7), entre otros.

Pero la palabra “dios” aparece a lo largo de toda la Escritura, por lo menos en la


edición Reina Valera de 1960, en 4149 ocasiones; de las cuales 2778 son en el
Antiguo Testamento y 1371 en el Nuevo Testamento. Lo que deja entrever que
“Elohim” no es la única palabra del hebreo que ha sido traducida al castellano
como “dios”, y esto, sin tener en cuenta que la palabra “Elohim” no siempre es
traducida como “dios”. Situación que nos revela la existencia de otras tres
palabras del hebreo, que al igual que “Elohim” han sido también traducidas al
castellano como “dios”. Éstas son, a saber: “El”, “Elah” y “Eloha”. Las cuales
proseguimos a describir.

“El”, es la segunda palabra hebrea más traducida al castellano como “dios”,


después de “Elohim”; aparece aproximadamente en 200 ocasiones a lo largo de
todo el Tanak (Antiguo Testamento). Según la concordancia Strong, “El” (H410)
traduce “Fortaleza”; como adjetivo, “Poderoso”; y designa al “Todopoderoso”, pero
se usa también con cualquier “deidad”. Por lo que finalmente ha sido traducida
como: Dios, dios, fuerte, fuerza, grandeza, ídolo, poder, poderoso y potentado. De
acuerdo con el Diccionario W. E. Vine del Antiguo Testamento, este término fue la
forma más común de denominar a una divinidad en el Oriente Medio antiguo.
Aunque muy a menudo aparece solo, “El” se combinaba también con otras
palabras para formar un término compuesto referente a la deidad o para identificar
de alguna manera la naturaleza y las funciones del “dios”. De ahí que la expresión
“El Elohey Yisrael” (Dios, el Dios de Israel. Gn 33:20) identifique las actividades
específicas del Dios de Israel. La variedad de sus usos tal vez se refleje en la
curiosa frase hebrea: “Poder «El» hay en mi mano” (Gn 31:29, RV1995, RVR;
“tengo poder” LBA, RVA; “podría hacerte mal” BJ, BLA.) o “y no habrá fuerza «El»
en tu mano” (Dt 28:32, RV1960). Algunas frases hebreas en los Salmos asocian a
“El” con aspectos impresionantes de la naturaleza, como los cedros del Líbano
(Sal 80:10) o montañas (Sal 36:6). En estos casos, es clara la connotación de
magnificencia y majestad. Los nombres compuestos con “El” eran comunes en el
Oriente Medio durante el segundo milenio a.e.c.

Por su parte, “Elah”, aparece aproximadamente en 95 ocasiones en el Tanak


(Antiguo Testamento). De acuerdo con la concordancia Strong, “Elah” (H426),
según se cree, es un arameísmo equivalente a la palabra hebrea “Eloha”, y
traduce “Dios”. De acuerdo con el Diccionario W. E. Vine del Antiguo Testamento,
es una expresión general para “Dios” en los pasajes arameos del Antiguo
Testamento y también una forma cognada del vocablo “allah”, que los árabes usan
para hablar de Dios. El término se emplea ampliamente en Esdras, donde aparece
no menos de 43 veces entre Esd 4:24 y 7:26. En cada caso, se refiere al “Dios” del
pueblo judío, fuese o no un judío el que lo usara. Cuando Esdras usa el término
“Elah”, a menudo especifica el Dios de los judíos. Habla, por ejemplo, del “Dios de
Israel” (5:1; 6:14), el “Dios del cielo” (5:12; 6:9) y el “Dios de Jerusalén” (7:19).
Asocia además a “Dios” con su casa en Jerusalén (5:17; 6:3). En otras partes de
Esdras, “Elah” se asocia con el templo, tanto en su construcción (5:2,13) como un
edificio concluido y consagrado para el culto divino (6:16). En el único versículo de
Jeremías escrito en arameo (10:11), el vocablo “Elah” se encuentra en su forma
plural para describir a los “dioses” que nada tuvieron que ver con la creación del
universo. El libro de Daniel se vale, en algunas ocasiones, de la raíz “Elah” para
hablar de los “dioses” paganos, pero las menciones restantes de “Elah” se refieren
al “Dios” viviente a quien Daniel adora como el único “Dios” verdadero.

Finalmente, “Eloha”, aparece aproximadamente en 50 ocasiones en el Tanak


(Antiguo Testamento). Según la concordancia Strong, “Eloha” (H433) es una
palabra rara vez utilizada, que traduce “Dios”. Y de acuerdo con el Diccionario W.
E. Vine del Antiguo Testamento, este nombre hebreo para “Dios” se corresponde
con el término arameo “Elah” y el ugarítico “il” (o tratándose de una diosa, “ilt”). El
origen del término se desconoce y se usa pocas veces en las Escrituras como un
apelativo divino. Su distribución en los varios libros del Tanak es curiosamente
desigual. “Eloha” aparece cerca de 37 veces en Job entre 3:4 y 40:2; en el resto
del Antiguo Testamento el término no se usa más de 12 veces. Algunos eruditos
consideran que el vocablo “Eloha” es la versión singular de la forma plural común
“Elohim”, plural de majestad. Se suele pensar que “Eloha” es vocativo, con el
significado de “Oh Dios”. Pero no está muy claro por qué se necesitó tener una
forma vocativa especial para dirigirse a Dios, puesto que el plural “Elohim” se
traduce a menudo como vocativo cuando el adorador se dirige directamente a
Dios, como en Sal 79:1. Es obvio que hay una relación lingüística entre “Eloha” y
“Elohim”, pero no es fácil precisarlo. El vocablo “Eloha” predomina más en la
poesía que en la prosa, lo que es particularmente cierto en Job. Algunos eruditos
han sugerido que el autor de Job escogió a propósito una descripción de la
divinidad que evitara las asociaciones históricas que se encuentran en frases
como “el Dios de Betel” (Gn 31:13) o “Dios de Israel” (Éx 24:10). Pero aun el libro
de Job no es históricamente neutral, puesto que en la introducción se mencionan
lugares y personas (Job 1:1,15,17). Tal vez el autor consideró que “Eloha” fuese
un término adecuado a lo poético y por consiguiente lo usó consecuentemente.
Esto, al parecer, es el caso también en Sal 18:31, donde encontramos “Eloha” en
lugar de “El”, como en el pasaje paralelo en 2Sa 22:32). También aparece “Eloha”
como un término para “Dios” (Sal 50:22; 139:19; y Pro 30:5). Aunque “Eloha” como
nombre divino apenas si se usa fuera de Job, su historia literaria se extiende
desde a lo menos el segundo milenio a.e.c.

Quizá, pues, sea hora de enfrascarse en aquella discusión, de la cual se dijo,


inicialmente, que sería un absurdo. En ese instante leímos el verso: “En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” (Jn 1:1); en
donde claramente leemos que “el Verbo (de quien se sabe, es el Mesías) era
Dios” y observamos que aquí la palabra “Dios” aparece con “D” mayúscula en la
mayoría de las versiones de la Biblia; y nos preguntamos acerca del destino de la
que conocemos como una de las interpretaciones más difundidas sobre este
verso. Pues, ¿qué sería de la doctrina de la divinidad del Mesías; si en lugar de
decir “Dios” con “D” mayúscula, dijera “dios” con “d” minúscula? En consecuencia,
¿cuando dice “Dios”, será “Dios” con “D” mayúscula, o acaso se tratará realmente
de “dios” con “d” minúscula?

A fin de responder esta pregunta con absoluta claridad, debemos recordar que
para el caso de la porción de la Escritura, conocida como el “Nuevo Testamento”,
resulta un tanto más difícil remitirnos a la palabra hebrea, como concepto original,
detrás de la palabra castellana “dios”; pues la mayoría de los manuscritos más
antiguos, del Nuevo Testamento, con los que contamos hoy, son textos escritos en
lengua griega. Y aunque, si bien es cierto que el castellano resulta ser una lengua
bastante pobre, en lo que a significante se refiere, a la hora de hablar del concepto
de “dios”; también lo es el hecho de que el remitirnos a su antecedente griego no
ayuda mucho, puesto que presenta una mayor pobreza ligüística, en cuanto al
significante, al no tener otra palabra para “dios” más que “theos” (cuya
pronunciación exacta sería “dseós”), a pesar de que en unas pocas ocasiones la
palabra “kurios” también haya sido interpretada como “dios”, siendo la traducción
más exacta de ésta, “señor”. Según la concordancia Strong, “theos” es una
palabra de afinidad incierta, que traduce “dios”, haciendo referencia tanto a una
deidad cualquiera, como a la Divinidad suprema; aunque también puede designar
a “señor” o “magistrado”. Es así como no sólo la encontramos haciendo referencia
a “Dios” con “D” mayúscula, sino también a “dios” con “d” minúscula; por ejemplo:
“en los cuales el dios «theos» de este siglo cegó el entendimiento de los
incrédulos” (2Co 4:4), y “el fin de los cuales será perdición, cuyo dios «theos» es el
vientre, y cuya gloria es su vergüenza” (Flp 3:19).

Ahora, teniendo en cuenta todo lo discutido anteriormente, incluido el hecho de


que el origen del “Nuevo Testamento”, cuando menos contextual, es hebraico; la
pregunta debería ser replanteada y decir: ¿Cuando dice que el Verbo era “Dios”, a
qué concepto hebraico se está refiriendo; a “Elohim”, “El”, “Elah” o “Eloha”?

La mayoría de las traducciones al hebreo, del Nuevo Testamento, coinciden en


que la palabra usada en Jn 1:1 para “Dios”, es “Elohim”; y ciertamente es la más
probable, puesto que la palabra más utilizada para referirse al concepto de “dios”,
a lo largo de la Tanak (Antiguo Testamento), es “Elohim”; y la que le sigue es “El”;
mientras que “Elah” es una forma menos utilizada, al parecer una manifestación
tardía de una palabra, aun más rara y antigua, para “Dios”; que es “Eloha”.
Palabra que sólo es usada para referirse a “Dios” como el Creador del universo.
De manera que si el concepto hebreo detrás de la palabra “dios” o “theos” en el
verso de Jn 1:1, fuera “Eloha”; no cabría duda que se trata de “Dios”, el Creador
del universo. Similar sucedería si el concepto en cuestión fuera “Elah”; aunque no
con la misma certeza, dado que ésta, según se cree, es sólo un arameísmo, lo
cual le restaría el carácter de concepto original hebraico. Pero si fuera “El”, aquel
concepto que buscamos, podría tratarse de cualquier “ser poderoso”, y no
necesariamente del Creador del universo. De igual forma, de ser “Elohim” el
concepto detrás de “Dios” en Jn 1:1, conforme al pensamiento de la mayoría de
los eruditos, no necesariamente se estaría refiriendo a “Dios”, el Creador del
universo. Pues al hablar de “Elohim” en el hebreo, se puede hacer referencia a
cualquier ser investido de poder.

Esto es, de ser “Elohim” el concepto detrás de Jn 1:1, la interpretación de este


verso resultaría ser la misma que si utilizáramos el griego “theos” para dicha
exégesis, y la doctrina de la divinidad del Mesías quedaría gravemente afectada;
puesto que si el ser “Elohim” hace del Mesías, el mismo Creador del universo;
entonces Moisés, los Jueces, los Ángeles, los Judíos y aun los dioses paganos,
también lo son. Ya que cada vez que aparece la palabra "Elohim" en la Escritura,
es como si se hablara de un "Presidente", pero ¿"Presidente" de qué?, ¿del
comité, de la empresa, de la organización, de la junta, del sindicato, del país o del
universo? De la misma manera en que David fue el rey de Israel, cuando todos
sabían que Israel ya tenía un rey; que era, es y siempre será “Dios”, el Señor de
los ejércitos; a quien el mismo David rindió culto. Y si el Mesías es el “Dios”
Creador del universo, porque en el Textus Receptus (Manuscrito en griego del
Nuevo Testamento, de donde provienen la mayoría de las versiones castellanas)
dice que “el Verbo era «theos»” (Jn 1:1), mientras en la Septuaginta (Primera
traducción al griego del Tanak) dice que “en el principio creó «theos» los cielos y
la tierra” (Gn 1:1); entonces el Diablo también es el “Dios” Creador del universo,
pues en el Textus Receptus consta que él es “el «theos» de este mundo” (2Co
4:4).

Lejos estoy de querer proferir un juicio a priori, pues no me atrevo a asegurar con
toda certeza que el concepto detrás del griego “theos” en Jn 1:1, es el hebreo
“Elohim”; aunque ciertamente es lo más probable, y no me encuentro en
condiciones de contradecir a los eruditos en este tema; mas como científico sé, y
esto sí lo aseguro con toda certeza, que aun lo menos probable siempre puede
llegar a ser. Es decir, que si bien es cierto que lo más seguro es que aquel esquivo
concepto, motivo de nuestra extensa disertación, sea “Elohim”; aún existe la
posibilidad de que pudiera ser “El”, “Elah” o “Eloha”. O sea que es imposible, con
las herramientas hasta ahora utilizadas, el llegar a una certera conclusión. Y hasta
este momento la doctrina de la divinidad del Mesías, no puede ser reprobada ni
aprobada, por causa de la duda. Es aquí donde la crítica textual nos será de gran
ayuda para lograr esclarecer este asunto.

A la luz de estos conocimientos debe quedar bien claro que ninguna versión
castellana de la Escritura puede ser tomada como una autoridad fiable en asuntos
exegéticos. De modo que aun cuando estas versiones registren la palabra “Dios”
con “D” mayúscula a la hora de referirse al concepto de “dios”, ésta no se podrá
entender ligeramente como una clara referencia al Creador del universo, sino que
su interpretación deberá sujetarse a una estricta crítica textual. En palabras más
sencillas, cada vez que aparezca en una versión castellana la palabra “Dios” (o en
una versión inglesa la palabra “God”), bien puede tratarse de “dios” con “d”
minúscula, o de “Dios” con “D” mayúscula.

Teniendo claras todas estas cosas, podemos, entonces, dar inicio a un mejor
análisis sobre las citas, de la Escritura neotestamentaria, que supuestamente
afirman la divinidad del Mesías. Las cuales discutiremos a continuación:

1. “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo,
el cual es Dios «theos» sobre todas las cosas, bendito por los siglos.
Amén.” (Ro 9:5; RV1960): Sabemos ya que al decir “theos”, bien puede
tratarse tanto de “dios” como de “Dios”; pero encontramos, además, en esta
cita la expresión “sobre todas las cosas”, ¿hace, esto, referencia explícita al
“Dios” Creador del universo”? De ninguna manera, pues el apóstol Pablo
dijo: “porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice
que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel
que sujetó a él todas las cosas.” (1Co 15:27). Y en adición a esto se
encuentra la existencia de otras posibles traducciones de aquel mismo
verso, como: “Suyos son los grandes antepasados, y Cristo es uno de ellos
según la carne, el que como Dios está también por encima de todo.
¡Bendito sea por todos los siglos! Amén.” (Ro 9:5; BL1995); “y los
patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual
está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.” (Ro
9:5; BJ); “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, en cuanto a la
descendencia biológica se refiere, vino el Mashíaj, quien está sobre todas
las cosas. ¡Bendito sea Dios por los siglos de los siglos! Amén.” (Ro 9:5;
Versión Textual Hebraica); o “A ellos también pertenecen los patriarcas, de
los cuales, según la carne, vino Cristo. ¡Alabado por siempre sea Dios, que
está sobre todas las cosas! Bendito por los siglos. Amén.” (Ro 9:5; RV1995
en su nota de estudio). Traducciones que, por el contrario, desvirtúan la
premisa del “Mesías = Creador del universo”; y que son perfectamente
plausibles, debido a que tanto los antiguos manuscritos semitas como los
griegos carecen de signos de puntuación.

2. “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios «theos», por el siglo del siglo; cetro de
equidad es el cetro de tu reino.” (Heb 1:8; RV1960): Notamos que
nuevamente la palabra aquí es “theos”, y ya sabemos lo que eso significa.
Pero esta vez la bastardilla nos indica claramente que este verso es citado
de otra parte, y lo encontramos en la Tanak, cuando dice el salmista: “Tu
trono, oh Dios «Elohim», es eterno y para siempre; cetro de justicia es el
cetro de tu reino.” (Sal 45:6) Donde observamos que el concepto aquí,
detrás de “theos”, es “Elohim”. Y también sabemos, ya, lo que eso significa.
Pero la duda se disipa cuando leemos el versículo siguiente: “Has amado la
justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con
óleo de alegría más que a tus compañeros.” (Heb 1:9; RV1960) Donde una
vez más, claramente se exceptúa aquel que lo ungió a él como rey.

3. “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento


para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo
Jesucristo. Este es el verdadero Dios «theos», y la vida eterna.” (1Jn 5:20;
RV1960): De nuevo la palabra aquí es “theos”, lo cual no define nada, como
es claro ya. Pero un panorama más amplio nos es presentado por las otras
posibles traducciones, como: “Sabemos también que el Hijo de Dios ha
venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al que es
Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo; ahí
tienen el Dios verdadero y la Vida eterna.” (1Jn 5:20; BL1995); “Pero
nosotros sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado capacidad
intelectual para que adquiramos el conocimiento del verdadero. Y estamos
en unión con el verdadero, por medio de su Hijo Jesucristo. Este es el Dios
verdadero y vida eterna.” (1Jn 5:20; TNMSE); o “También sabemos que el
Hijo de Dios vino y nos dio el entendimiento para conocer a Dios, al único
Dios verdadero. Nosotros lo conocemos, pues estamos en su Hijo
Jesucristo. El Padre es el verdadero Dios y la vida eterna.” (1Jn 5:20; PDT).
Traducciones que se corresponden de una mejor forma con el verso: “Y
esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado.” (Jn 17:3; RV1960); lo que en definitiva, y
por sí solo, no le aporta al Mesías el carácter de “Dios” Creador del
universo; por el contrario, presenta al Mesías como un ser aparte del
Creador.

4. “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de


nuestro gran Dios «theos» y Salvador Jesucristo” (Tit 2:13; RV1960):
Además de repetirse el asunto, ampliamente discutido ya, sobre el aporte
de la palabra “theos” en este tipo de versos, se encuentra también el hecho
de que, según la RV1995 en su nota de estudio, la frase “nuestro gran Dios
y Salvador Jesucristo”, también podría traducirse “el gran Dios y nuestro
Salvador Jesucristo”. Como consta en algunas otras versiones cuando dice:
“mientras aguardamos la feliz esperanza y la gloriosa manifestación del
gran Dios y del Salvador nuestro, Cristo Jesús” (Tit 2:13; TNMSE). Similar
sería el caso para 2Pe 1:1.

5. “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios «theos» fue


manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles,
predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.” (1Ti
3:16; RV1960): Una vez más la palabra “theos”, con su significado ambiguo,
genera una duda bastante representativa en la interpretación de este tipo
de versos. Pues nada se puede definir con tan sólo la presencia de esta
palabra en el texto. No quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para
que no seáis arrogantes en cuanto a vuestras doctrinas: “Pues aunque
haya algunos que se llamen dioses «theos», sea en el cielo, o en la tierra,
como hay muchos dioses «theos» y muchos señores; para nosotros, sin
embargo, sólo hay un Dios «theos», el Padre, del cual proceden todas las
cosas, y nosotros somos para él; y un señor, Jesucristo, por medio del cual
son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” (1Co 8:5-6). Con lo cual el
apóstol Pablo pretende explicar que “theos” no es solamente “Dios”, sino
que muchos pueden ser “theos”, pero que el “Dios «theos» Padre” sólo es
uno. Además, la NVI y otras versiones actuales, siguen manuscritos más
antiguos que dicen: “…Él se manifestó como hombre…” en lugar de “…Dios
fue manifestado en carne…” (1Ti 3:16). Tal cambio surgió de que copistas
posteriores leyeron “theos” donde en realidad está escrito “jos”.

6. “el cual, siendo en forma de Dios «theos», no estimó el ser igual a Dios
«theos» como cosa a que aferrarse” (Flp 2:6; RV1960): En adición al hecho
de que la palabra, aquí, para “Dios” es “theos”; tenemos que, de acuerdo
con la concordancia Strong, la palabra griega utilizada en este verso para
“forma” es “morfé”, y está relacionada con el concepto de “apariencia”;
mientras que la palabra griega para “igual” es “isa”, que viene de “isos” y
significa “similar”. De modo que en ninguna manera el verso afirma que el
Mesías sea “Dios” con “D” mayúscula; sino que, más bien, resalta la
semejanza del Mesías con la Divinidad.

7. “Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor «kurios» mío, y Dios «theos»


mío!” (Jn 20:28; RV1960): La palabra griega, aquí, para “señor” es “kurios”
(G2962); ésta aparece 748 veces en el Textus Receptus, y es traducida
como amo, controlador, cristo, dios, dueño, hacer, señor, soberano,
supremo o ungido. De acuerdo con el Diccionario W. E. Vine del Nuevo
Testamento significa, básicamente, alguien que ejerce poder; siendo un
título de amplio significado que aparece en cada uno de los libros del Nuevo
Testamento, excepto en Tito y las Epístolas de Juan. Se usa para hacer
referencia a sujetos que poseen poder o autoridad, lo cual abarca incluso a
los ídolos (1Co 8:5). De forma que los aportes de las palabras “kurios” y
“theos”, a la interpretación de este verso, son igualmente ambiguos; y no
ratifican, de ninguna manera, una identificación explícita con la Divinidad
suprema. Además, ¿cuántas personas no exclaman “¡Dios mío!” al ver algo
o a alguien, inesperado, maravilloso o incluso terrible; sin significar esto una
clara visualización del “Dios” supremo?; siendo esto, hoy en día, un rasgo
característico de las culturas con raíces judeo-cristianas.

8. “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col 2:9;


RV1960): La palabra griega en este verso para “deidad” es “theotes”, cuya
raíz es “theos”. Esto no representa ningún aporte significativo para la
doctrina de la divinidad del Mesías, puesto que el mismo apóstol Pablo
dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora
en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él;
porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1Co 3:16-17),
como también dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros?” (1Co 6:19). Y si afirmó esto acerca de cada uno de nosotros,
queriendo decir que el Señor mora en cada uno, porque el Señor es el
Espíritu (2Co 3:17), ¿cuánto más no morará el Señor con toda plenitud en
aquel que no conoció pecado? De modo que este verso ratifica la
perfección del Mesías, mas no su divinidad.

9. “Yo y el Padre uno somos” (Jn 10:30; RV1960): Esta es una manifestación
característica del pensamiento hebreo; lo que convierte a este verso en una
prueba interna del origen hebraico, cuando menos contextual, de la
Escritura neotestamentaria. Dicho esquema del pensamiento hebreo lo
encontramos también en Gn 2:24 cuando dice que el hombre y su mujer
serán una sola carne, y se repite en otros ámbitos de las relaciones
interpersonales como en Heb 7:9-10 cuando el apóstol Pablo afirma que en
Abraham pagó el diezmo también Leví. De tal forma que este asunto de la
unidad del Padre con el hijo, de ninguna manera ratifica la doctrina de la
divinidad del Mesías.

10. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios «theos», y el Verbo
era Dios «theos».” (Jn 1:1; RV1960): Finalmente regresamos al verso de la
“discordia”; el cual, considero, podemos abordar con más soltura en este
momento. Está claro ya que la palabra griega para “Dios” en este verso es
“theos”; lo que significa que bien podría tratarse de “Dios” con “D”
mayúscula, como aparece en la mayoría de las versiones castellanas, o de
“dios” con “d” minúscula, cosa que iría en detrimento de la doctrina de la
divinidad del Mesías. Situación que, por sí sola, deja una sensación de
ambigüedad en cuanto al asunto de la divinidad del Mesías, interpretación
que se torna todavía más débil al continuar leyendo los versículos
siguientes hasta llegar al versículo en que dice: “Y aquel Verbo fue hecho
carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Jn 1:14); donde claramente hace
diferencia entre el hijo y el Padre. Razón, ésta, por la que algunas versiones
traducen el verso en cuestión como: “En el principio la Palabra era, y la
Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios.” (Jn 1:1; TNMSE); donde
el utilizar la fórmula “Dios-dios” es tan válido como el utilizar la fórmula
“Dios-Dios” o incluso “dios-dios”.

Incluso con todo este antecedente, lejos me encuentro de afirmar de forma


categórica que la doctrina de la divinidad del Mesías se encuentre errada o, peor
aun, que sea falsa. Sino que los argumentos esgrimidos por muchos, hasta el
momento, en favor de dicha doctrina, de ninguna manera son ratificantes ni
determinantes de la misma. Antes bien, son débiles e insuficientes a la hora de
intentar definirla como la verdadera interpretación del texto Escritural. Por tal
razón, a continuación pondremos a prueba la veracidad de la doctrina de la
divinidad del Mesías, a la luz de otras enseñanzas Escriturales, paralelas al asunto
en cuestión; a fin de confirmar o desvirtuar definitivamente esta doctrina.

Proseguimos, entonces, a cotejar la doctrina de la divinidad del Mesías con otras


enseñanzas de la Escritura:

1. “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios «theos».” (Mc 1:1;


RV1960): En este verso se identifica claramente al Mesías como el hijo de
“dios”; mas la palabra griega, aquí, para “Dios” es nuevamente “theos”, de
modo que no necesariamente identifica en sí misma y por sí sola al “Dios”,
Padre y Creador del universo, sino que más bien podría tratarse de
cualquier “dios”, y sería incluso posible que se tratara de un simple ser
humano. Pero no es así la interpretación de este verso, puesto que la
Escritura misma establece la existencia de un “Padre” que no es como
ninguno en la tierra, cuando dice: “Y no llaméis padre vuestro a nadie en la
tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos.” (Mt 23:9), y
en repetidas ocasiones identifica a este ser como el Padre del Mesías;
sentando, de esta forma, la base del concepto del Padre y el Hijo, que de
ninguna manera implica la idea del “Hijo que es el Padre”; antes bien, los
define como dos individuos aparte. Esto, pues, representa una clara
contradicción a la doctrina de la divinidad del Mesías.

2. “Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais,


os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre
mayor es que yo.” (Jn 14:28; RV1960): Es claro, ya, que el Mesías puede
ser llamado “dios” (ver Heb 1:8), pero la inquietud que se cierne sobre la
cabeza de muchos, con esto, es si se trata o no del “Dios” Creador del
universo. Mientras que esta afirmación, del propio Mesías, permite ver con
claridad que existe un ser superior a él, lo que en asociación con la
enseñanza de la Escritura cuando dice: “Ahora conozco que Jehová es más
grande que todos los dioses; porque en lo que se ensoberbecieron
prevaleció contra ellos.” (Éx 18:11), determina que hay un “Dios Padre” y
que nada hay superior a Él; de manera que de ser el Mesías, “Dios” (con
“D” mayúscula), no habría nadie superior a él; cosa que no iría acorde con
estos versos de la Escritura. Siendo así, no queda otro título para el Mesías
que el de “dios” (con “d” minúscula), lo cual concuerda bastante con el
hecho de que el Mesías, aun ostentando el título de “dios” (Heb 1:8), tenga
un “Dios” (con “D” mayúscula) que lo haya ungido (Heb 1:9); luego,
entonces, el Mesías no es el “Dios Padre” que lo ungió. Y esto es una obvia
contravención a la doctrina de la divinidad del Mesías.

3. “Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre,
entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que
según me enseñó el Padre, así hablo.” (Jn 8:28; RV1960): A lo largo de
todo el Nuevo Testamento resulta evidente la identificación que se hace del
Mesías como, “el hijo del hombre”; situación que lo inhabilita como “Dios
supremo”, dado que escrito está: “Dios no es hombre, para que mienta, ni
hijo de hombre para que se arrepienta. ¿El dijo, y no hará? ¿Habló, y no lo
ejecutará?” (Nm 23:19); donde es claro que “Dios” no puede ser “el hijo del
hombre”, y “el hijo del hombre” no puede ser “Dios”; luego, entonces, el
Mesías no es el “Dios supremo”.

4. “A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será
perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será
perdonado.” (Lc 12:10; RV1960): Este verso casi habla por sí solo, al
establecer con toda claridad la diferencia entre las consecuencias del
ofender al “hijo del hombre” y el ofender al “Espíritu Santo”; y sabemos que
el Señor es el Espíritu (1Co 3:17). Esto, pues, ratifica la diferenciación
establecida en los tres pasajes discutidos previamente, entre la persona del
Mesías y el “Dios Creador del universo”; concepto que se contrapone a la
doctrina de la divinidad del Mesías.

5. “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio
es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la
del Padre.” (Jn 5:30; RV1960): Este verso revela una afirmación hecha por
el mismo Mesías, que de ser éste el “Dios Supremo”, resultaría en una
escandalosa contradicción a la enseñanza de la Escritura “porque nada hay
imposible para Dios” (Lc 1:37). Pues aquel que dijo “Yo soy el Dios
Todopoderoso” (Gn 17:1), no miente (Nm 23:19); ¿cómo, entonces, diría
que no puede Él hacer nada por sí mismo? Pero conforme a lo aprendido
hasta el momento, sabemos que uno es el hijo y otro es el Padre, y su
poder es claramente distinto, pues dice: “Respondió entonces Jesús, y les
dijo: De cierto, de cierto os digo; no puede el Hijo hacer nada por sí mismo,
sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo
hace el Hijo igualmente.” (Jn 5:19). Esto desvirtúa, entonces, la idea del
“hijo que es Todopoderoso”.

6. “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a
que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo,
hecho semejante a los hombres” (Flp 2:6-7; RV1960): Este concepto del
Mesías que cambia su “forma de dios” por la “forma de siervo”, y el “ser
igual a Dios” por el ser “semejante a los hombres”; contraviene, en todo
aspecto, el concepto que, de “Dios”, enseña la Escritura; claro está, sólo en
caso de considerar que “el Mesías es el Creador del universo”, pues escrito
está: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis
sido consumidos.” (Mal 3:6). De manera que la única posibilidad de que
está afirmación, acerca del “cambio que sufrió el Mesías”, sea cierta; es que
el Mesías no sea el Creador del universo, porque ya sabemos que “Dios”, el
Creador del universo, “no cambia” (Mal 3:6), así como “tampoco miente”
(Nm 23:19).

7. “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en
el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.” (Mc 13:32; RV1960): Este verso revela un
aspecto importante del “Hijo de Dios”, y es que no lo sabe todo. Esto, pues,
se convierte en una clara afrenta a la doctrina de la divinidad del Mesías;
dado que el “Dios Todopoderoso”, como es de esperarse, todo lo sabe, ya
que está escrito: “pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro
corazón es Dios, y Él sabe todas las cosas.” (1Jn 3:20), y también dice: “No
multipliquéis las palabras de orgullo y altanería; cesen las palabras
arrogantes de vuestra boca, porque Jehová es el Dios que todo lo sabe y a
Él le toca pesar las acciones.” (1Sa 2:3; RV1995)

8. “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para


socorrer a los que son tentados.” (Heb 2:18; RV1960): Haciendo referencia
al Mesías, este verso resalta un aspecto importante de su labor como tal;
es, pues, sabido y conocido delante de todos, que el Mesías fue tentado (Mt
4:1), pero también lo es que a “Dios” (con “D” mayúscula) no se le puede
tentar, como está escrito: “Cuando alguno es tentado, no diga que es
tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él
tienta a nadie” (Stg 1:13). De modo que esta tentación que sufrió el Mesías,
ratifica su inhabilidad para ser la “Divinidad suprema”.

9. “Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve


a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a
vuestro Dios.” (Jn 20:17; RV1960): Este verso recalca que incluso el Mesías
tiene un Padre que, a la vez, es su “Dios”; lo que confirma el hecho de que
el Mesías, aun poseyendo un título de autoridad, que es el de “dios” (Heb
1:8), tiene un “Dios” que lo ungió (Heb 1:9), que es mayor que él y además
es su Padre (Jn 14:28). Esto, por supuesto, va en contra de la doctrina de la
divinidad del Mesías; por cuanto, de ser esta cierta, el “Mesías que es Dios
(con “D” mayúscula)” no podría tener un Padre ni un “Dios”, y mucho menos
que Éste fuera mayor que él; pues está escrito: “A ti te fue mostrado, para
que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él.” (Dt 4:35).

10. “la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de


reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en
luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al
cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.” (1Ti 6:15-16; RV1960):
Finalmente, este verso relata como el regreso triunfal del Mesías revelará al
“único que tiene inmortalidad”, aquel “a quien ninguno de los hombres ha
visto ni puede ver”; lo cual marca una clara diferencia entre este “solo
Soberano” y el Mesías, puesto que sabemos que “el Mesías murió”, como
está escrito: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí:
Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras.” (1Co
15:3), por lo tanto el Mesías no es inmortal, así ahora tenga vida eterna; y
también sabemos que “el Mesías fue visto por muchos hombres”, como
está escrito: “Entonces muchos de los judíos que habían venido para
acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él.” (Jn 11:45).
Ésta es, quizás, una de las más importantes enseñanzas que la Escritura
aporta en contra de la doctrina de la divinidad del Mesías; aunque esto, de
ninguna manera afecta la legitimidad del reinado del Mesías, el cual fue
instituido por “Dios” mismo (Heb 1:8-9), “porque preciso es que él reine
hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el
postrer enemigo que será destruido es la muerte. Porque todas las cosas
las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido
sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las
cosas. Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también
el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que
Dios sea todo en todos.” (1Co 15:25-28).

Tras haber discutido todas estas cosas, me atrevo entonces, a proferir la


declaración que antes rehusé hacer; y afirmo, de manera categórica, que la
doctrina de la divinidad del Mesías se encuentra errada, es una falacia que va en
contra de todo lo enseñado por la Escritura misma. Ya que no es otra cosa que el
intento de humanización de la Divinidad, que desde tiempos antiguos los pueblos
paganos tratan de implantar en el mundo; por esto fue dicho: “Guardad, pues,
mucho vuestras almas, pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con
vosotros de en medio del fuego, para que no os corrompáis y hagáis para vosotros
escultura, imagen de figura alguna, efigie de hombre o de mujer” (Dt 4:15-16).
Este intento de humanización de la Divinidad es sinónimo de aquel deseo del
hombre de usurpar el lugar de “Dios”, deseo que ha sido promotor del pecado
desde los orígenes de la humanidad, pues escrito está: “Entonces la serpiente dijo
a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán
abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” (Gn 3:4-5).

¿Pero, entonces, si el Mesías no es el mismo “Dios” (con “D” mayúscula), por qué
fue dicho: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su
nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.” (Mt 1:23; RV1960)? Esto
es porque el nombre “Emanuel”, viene del hebreo “Imanu-el” (Isa 7:14), donde
claramente se observa que la partícula traducida como “Dios” es la palabra “El”; no
“Eloha”, ni “Elah”, y ni siquiera “Elohim”, sino “El”, que está más ligado al concepto
de “poder”, luego la traducción de “Imanu-el” bien podría ser “un ser poderoso
entre nosotros”, razón suficiente para que Mateo escribiera “dios con nosotros”,
cosa que para nada contraría a las enseñanzas de la Escritura. ¿Y cómo estamos
seguros de que Mateo no escribió “Dios con nosotros”, con “D” mayúscula? Pues
porque Eusebio de Cesarea (275-339 e.c.) escribió: “Mateo también, habiendo
proclamado primero el evangelio en hebreo, cuando al punto de ir también a otras
naciones, lo puso por escrito en su lengua nativa, y así suplió la falta de su
presencia para ellos por medio de sus escritos.” (Historia Ecclesiae 3:24); y el
lenguaje hebreo no tiene mayúsculas.

¿Mas si el Mesías no es el mismo “Dios” (con “D” mayúscula), entonces por qué
razón fue dicho: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado
sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isa 9:6; RV1960)? Porque “Admirable” (H6382)
viene del hebreo “Pele”, y no implica que sea “Dios”; “Consejero” (H3289) viene
del hebreo “Yaátz”, que tampoco implica que sea “Dios”; “Dios Fuerte” (H410 y
H1368) que viene del hebreo “El Guibor”, y por presentar la palabra “El”, se puede
traducir sencillamente como un “dios fuerte”; “Padre Eterno” (H1 + H5703) que
viene del hebreo “Avi’ad”, cuyas raíces son “Ad” que significa “eterno” y “Av” que
suele traducirse como “padre”, pero también puede significar “abuelo”,
“antepasado”, “descendencia”, “fruto” o “verdor”, lo que nos lleva al concepto del
Mesías como “antepasado eterno” (Jn 1:2-3) que a la vez es “descendencia
eterna” (Gal 3:16); finalmente se encuentra “Príncipe de Paz” (H8269 y H7965)
que viene del hebreo “Sar Shalom”, y que en nada implica que se trate de “Dios”.
Esto simplemente encierra la concepción que, de los nombres, tiene la cultura
hebrea; pues para el hebreo la palabra “nombre” (H8034) es “Shem”, que significa
también “apelación”, “honor”, “autoridad” o “carácter”; lo cual alude al concepto de
“Título” o “Atributo” que es otorgado por el Señor mismo. De manera que si
Abraham fue llamado “padre de muchedumbre de gentes”, por cuanto habría de
convertirse en el “antepasado” de todo el pueblo de Israel, aunque sus hijos
directos fueran sólo ocho, ¿cuanto más, aquel por quien Abraham se gozó de ver
su día (Jn 8:56) y por quien fueron echas todas las cosas (Jn 1:3), habría de ser
llamado “Avi’ad”? Pero acerca de que los nombres representen para los hebreos,
más que un título o atributo, una realidad absolutamente literal, no hemos oído la
ley. ¿O acaso fue Josué (Yehoshua) también el Mesías, esto es la salvación de
Dios; por llamarse igual que Jesús (Yehoshua)? Aunque en un sentido figurado,
ciertamente lo fue.

Toda esta confusión generada por interpretaciones erradas de la Escritura, no es


otra cosa, que el producto de traducciones tendenciosas, sesgadas por la doctrina.
Aunque mejor sería que no leyeras sesgadas, sino cegadas, ya que esto ilustra
mejor el sentido.

Recordemos quien fue el que dijo: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me
envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios,
o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia
gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no
hay en él injusticia.” (Jn 7:16-18).

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