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Jenofar La Divinidad Del Mesias
Jenofar La Divinidad Del Mesias
Pero el castellano es, tan solo, un dialecto nacido en Cantabria, derivado del Latín
Vulgar; es decir, una lengua románica. De manera que a la hora de abordar los
textos de la “Biblia”, en lengua castellana, se debe recordar que su ancestro es el
Latín; lengua en la cual se cuenta con manuscritos muy antiguos de la Escritura,
del tipo de la Vetus Latina (siglo IV e.c.) y la Vulgata Latina (siglo V e.c.); aunque
resulta imprescindible tener en cuenta que dichos textos tuvieron, claramente, un
antecedente griego y un origen hebreo. Tal origen, abarca los contextos histórico,
geográfico, cultural y, aun, el lingüístico.
La palabra “dios” proviene del latín "deus", que a su vez viene del griego “theos”
(zeus), quien en la mitología griega era el “dios de los dioses”; por su parte, la
palabra “deus” tiene la misma raíz indoeuropea que "día", y significa “brillante”. De
manera que la palabra “theos” (zeus) cambió a “deus” y posteriormente a “dios”;
esta evolución es la que finalmente dio origen al concepto greco-romano moderno
de “dios”. Aunque, es de anotar que en la actualidad se hace diferencia entre
“dios”, con “d” minúscula, y “Dios”, con “D” mayúscula; aludiendo ésta última al
“Creador del universo”. De donde surge el concepto del “Mesías = Creador del
universo”, puesto que está escrito: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
(Gn 1:1). En adición a: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios.” (Jn 1:1). Deduciendo así que el Mesías (de quien se sabe, es el
Verbo) es, consecuentemente, el Creador del universo; y esto, gracias a una
sencilla lógica.
Sin embargo la Lógica es, según el periodista y escritor estadounidense, Ambrose
Bierce (1842-1914 e.c.): «El arte de pensar y razonar en estricta concordancia con
los límites e incapacidades de la incomprensión humana. La base lógica es el
silogismo, que consiste en una premisa mayor, una menor y una conclusión, por
ejemplo:
“Mayor”: Sesenta hombres pueden realizar un trabajo sesenta veces más
rápido que un solo hombre.
“Menor”: Un hombre puede cavar un pozo para un poste en sesenta
segundos.
“Conclusión”: Sesenta hombres pueden cavar un pozo para un poste en un
segundo.
Esto es lo que puede llamarse el silogismo matemático, con el cual, combinando
lógica y matemática, obtenemos una doble certeza y somos dos veces benditos.»
De aquí que la sola Lógica, no resulte un aliado confiable al momento de definir la
exégesis de un asunto tan trascendental para el cristiano, como lo es la divinidad
del Mesías.
¿Pues qué si en lugar de aparecer como se ha visto ya, dijera: “En el principio era
el Verbo, y el Verbo era con dios, y el Verbo era dios.” (Jn 1:1), o si quizá dijera:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era dios.” (Jn
1:1)? ¿Acaso no cambiaría, esto, su interpretación? Pero por supuesto que sí,
pues si hacer diferencia entre “dios”, con “d” minúscula, y “Dios”, con “D”
mayúscula, no fuera relevante, ¿para qué complicarnos con tal diferenciación?
Mas aun así, el enfrascarse en esta discusión sería un absurdo, por el momento,
pues este texto carece de un origen latino, y a pesar de que la gran mayoría de los
manuscritos más antiguos de la porción conocida como “Nuevo Testamento”, sean
textos escritos en lengua griega; es de tener en cuenta que ninguno de los, cerca
de 5400, manuscritos que conocemos es autógrafo, o sea que ninguno proviene
directamente de la mano de su propio autor, por lo que todos los que hay son
copias de los textos originales, acerca de los cuales no se sabe, a ciencia cierta,
en que lengua fueron escritos. Pero una certeza prevalece, su origen, cuando
menos contextual, es hebreo, y varias pruebas internas apuntan, incluso, hacia
una base escritural hebraica.
Valdría, entonces, la pena remitirnos al texto hebreo para indagar cuál sea la
palabra original para “dios”, aquella que se encuentra detrás de la palabra
castellana, y de esta manera lograr comprender mejor el concepto original de
“dios”, conforme lo concibieron los mismos redactores de las Escrituras. De modo
que empezaremos por donde debe ser, por el principio, pues está escrito que:
“Bereshit bará "elohim" et hashamayim veet haaretz:” (En el principio creó Dios los
cielos y la tierra. Gn 1:1). Cabe anotar que el Hebreo no presenta “mayúsculas y
minúsculas”, ¿Cómo, pues, hacen diferencia entre “dios” y “Dios”? Es aquí donde
se hace necesario el conocimiento del hebreo para lograr discernir el mensaje de
la Escritura. La palabra utilizada en este primer verso de la Escritura para designar
a “Dios”, el Creador del universo, es “Elohim”; dicha palabra aparece
aproximadamente en 2500 ocasiones a lo largo de todo el Tanak (Antiguo
Testamento), de las cuales sólo cerca de 2300 veces hace referencia al “Dios de
Israel”. Según la concordancia Strong, “Elohim” (H430) traduce específicamente
“dioses”, pero se usa también para designar a Dios, dios, diosa, magistrados,
ángeles, extremo, grande, ídolo, juez, poderoso y rey. De tal forma que denota en
ocasiones, como en el primer verso del libro de Génesis, al Dios creador del
universo; pero también a Moisés (Éx 7:1), a los Jueces (Éx 21:6), a los Ángeles
(Sal 8:5), a los Judíos (Sal 82:6; Jn 10:34-35; Ro 3:1-2) y a los dioses paganos (Dt
5:7), entre otros.
A fin de responder esta pregunta con absoluta claridad, debemos recordar que
para el caso de la porción de la Escritura, conocida como el “Nuevo Testamento”,
resulta un tanto más difícil remitirnos a la palabra hebrea, como concepto original,
detrás de la palabra castellana “dios”; pues la mayoría de los manuscritos más
antiguos, del Nuevo Testamento, con los que contamos hoy, son textos escritos en
lengua griega. Y aunque, si bien es cierto que el castellano resulta ser una lengua
bastante pobre, en lo que a significante se refiere, a la hora de hablar del concepto
de “dios”; también lo es el hecho de que el remitirnos a su antecedente griego no
ayuda mucho, puesto que presenta una mayor pobreza ligüística, en cuanto al
significante, al no tener otra palabra para “dios” más que “theos” (cuya
pronunciación exacta sería “dseós”), a pesar de que en unas pocas ocasiones la
palabra “kurios” también haya sido interpretada como “dios”, siendo la traducción
más exacta de ésta, “señor”. Según la concordancia Strong, “theos” es una
palabra de afinidad incierta, que traduce “dios”, haciendo referencia tanto a una
deidad cualquiera, como a la Divinidad suprema; aunque también puede designar
a “señor” o “magistrado”. Es así como no sólo la encontramos haciendo referencia
a “Dios” con “D” mayúscula, sino también a “dios” con “d” minúscula; por ejemplo:
“en los cuales el dios «theos» de este siglo cegó el entendimiento de los
incrédulos” (2Co 4:4), y “el fin de los cuales será perdición, cuyo dios «theos» es el
vientre, y cuya gloria es su vergüenza” (Flp 3:19).
Lejos estoy de querer proferir un juicio a priori, pues no me atrevo a asegurar con
toda certeza que el concepto detrás del griego “theos” en Jn 1:1, es el hebreo
“Elohim”; aunque ciertamente es lo más probable, y no me encuentro en
condiciones de contradecir a los eruditos en este tema; mas como científico sé, y
esto sí lo aseguro con toda certeza, que aun lo menos probable siempre puede
llegar a ser. Es decir, que si bien es cierto que lo más seguro es que aquel esquivo
concepto, motivo de nuestra extensa disertación, sea “Elohim”; aún existe la
posibilidad de que pudiera ser “El”, “Elah” o “Eloha”. O sea que es imposible, con
las herramientas hasta ahora utilizadas, el llegar a una certera conclusión. Y hasta
este momento la doctrina de la divinidad del Mesías, no puede ser reprobada ni
aprobada, por causa de la duda. Es aquí donde la crítica textual nos será de gran
ayuda para lograr esclarecer este asunto.
A la luz de estos conocimientos debe quedar bien claro que ninguna versión
castellana de la Escritura puede ser tomada como una autoridad fiable en asuntos
exegéticos. De modo que aun cuando estas versiones registren la palabra “Dios”
con “D” mayúscula a la hora de referirse al concepto de “dios”, ésta no se podrá
entender ligeramente como una clara referencia al Creador del universo, sino que
su interpretación deberá sujetarse a una estricta crítica textual. En palabras más
sencillas, cada vez que aparezca en una versión castellana la palabra “Dios” (o en
una versión inglesa la palabra “God”), bien puede tratarse de “dios” con “d”
minúscula, o de “Dios” con “D” mayúscula.
Teniendo claras todas estas cosas, podemos, entonces, dar inicio a un mejor
análisis sobre las citas, de la Escritura neotestamentaria, que supuestamente
afirman la divinidad del Mesías. Las cuales discutiremos a continuación:
1. “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo,
el cual es Dios «theos» sobre todas las cosas, bendito por los siglos.
Amén.” (Ro 9:5; RV1960): Sabemos ya que al decir “theos”, bien puede
tratarse tanto de “dios” como de “Dios”; pero encontramos, además, en esta
cita la expresión “sobre todas las cosas”, ¿hace, esto, referencia explícita al
“Dios” Creador del universo”? De ninguna manera, pues el apóstol Pablo
dijo: “porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice
que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel
que sujetó a él todas las cosas.” (1Co 15:27). Y en adición a esto se
encuentra la existencia de otras posibles traducciones de aquel mismo
verso, como: “Suyos son los grandes antepasados, y Cristo es uno de ellos
según la carne, el que como Dios está también por encima de todo.
¡Bendito sea por todos los siglos! Amén.” (Ro 9:5; BL1995); “y los
patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual
está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.” (Ro
9:5; BJ); “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, en cuanto a la
descendencia biológica se refiere, vino el Mashíaj, quien está sobre todas
las cosas. ¡Bendito sea Dios por los siglos de los siglos! Amén.” (Ro 9:5;
Versión Textual Hebraica); o “A ellos también pertenecen los patriarcas, de
los cuales, según la carne, vino Cristo. ¡Alabado por siempre sea Dios, que
está sobre todas las cosas! Bendito por los siglos. Amén.” (Ro 9:5; RV1995
en su nota de estudio). Traducciones que, por el contrario, desvirtúan la
premisa del “Mesías = Creador del universo”; y que son perfectamente
plausibles, debido a que tanto los antiguos manuscritos semitas como los
griegos carecen de signos de puntuación.
2. “Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios «theos», por el siglo del siglo; cetro de
equidad es el cetro de tu reino.” (Heb 1:8; RV1960): Notamos que
nuevamente la palabra aquí es “theos”, y ya sabemos lo que eso significa.
Pero esta vez la bastardilla nos indica claramente que este verso es citado
de otra parte, y lo encontramos en la Tanak, cuando dice el salmista: “Tu
trono, oh Dios «Elohim», es eterno y para siempre; cetro de justicia es el
cetro de tu reino.” (Sal 45:6) Donde observamos que el concepto aquí,
detrás de “theos”, es “Elohim”. Y también sabemos, ya, lo que eso significa.
Pero la duda se disipa cuando leemos el versículo siguiente: “Has amado la
justicia, y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con
óleo de alegría más que a tus compañeros.” (Heb 1:9; RV1960) Donde una
vez más, claramente se exceptúa aquel que lo ungió a él como rey.
6. “el cual, siendo en forma de Dios «theos», no estimó el ser igual a Dios
«theos» como cosa a que aferrarse” (Flp 2:6; RV1960): En adición al hecho
de que la palabra, aquí, para “Dios” es “theos”; tenemos que, de acuerdo
con la concordancia Strong, la palabra griega utilizada en este verso para
“forma” es “morfé”, y está relacionada con el concepto de “apariencia”;
mientras que la palabra griega para “igual” es “isa”, que viene de “isos” y
significa “similar”. De modo que en ninguna manera el verso afirma que el
Mesías sea “Dios” con “D” mayúscula; sino que, más bien, resalta la
semejanza del Mesías con la Divinidad.
9. “Yo y el Padre uno somos” (Jn 10:30; RV1960): Esta es una manifestación
característica del pensamiento hebreo; lo que convierte a este verso en una
prueba interna del origen hebraico, cuando menos contextual, de la
Escritura neotestamentaria. Dicho esquema del pensamiento hebreo lo
encontramos también en Gn 2:24 cuando dice que el hombre y su mujer
serán una sola carne, y se repite en otros ámbitos de las relaciones
interpersonales como en Heb 7:9-10 cuando el apóstol Pablo afirma que en
Abraham pagó el diezmo también Leví. De tal forma que este asunto de la
unidad del Padre con el hijo, de ninguna manera ratifica la doctrina de la
divinidad del Mesías.
10. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios «theos», y el Verbo
era Dios «theos».” (Jn 1:1; RV1960): Finalmente regresamos al verso de la
“discordia”; el cual, considero, podemos abordar con más soltura en este
momento. Está claro ya que la palabra griega para “Dios” en este verso es
“theos”; lo que significa que bien podría tratarse de “Dios” con “D”
mayúscula, como aparece en la mayoría de las versiones castellanas, o de
“dios” con “d” minúscula, cosa que iría en detrimento de la doctrina de la
divinidad del Mesías. Situación que, por sí sola, deja una sensación de
ambigüedad en cuanto al asunto de la divinidad del Mesías, interpretación
que se torna todavía más débil al continuar leyendo los versículos
siguientes hasta llegar al versículo en que dice: “Y aquel Verbo fue hecho
carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (Jn 1:14); donde claramente hace
diferencia entre el hijo y el Padre. Razón, ésta, por la que algunas versiones
traducen el verso en cuestión como: “En el principio la Palabra era, y la
Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios.” (Jn 1:1; TNMSE); donde
el utilizar la fórmula “Dios-dios” es tan válido como el utilizar la fórmula
“Dios-Dios” o incluso “dios-dios”.
3. “Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre,
entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que
según me enseñó el Padre, así hablo.” (Jn 8:28; RV1960): A lo largo de
todo el Nuevo Testamento resulta evidente la identificación que se hace del
Mesías como, “el hijo del hombre”; situación que lo inhabilita como “Dios
supremo”, dado que escrito está: “Dios no es hombre, para que mienta, ni
hijo de hombre para que se arrepienta. ¿El dijo, y no hará? ¿Habló, y no lo
ejecutará?” (Nm 23:19); donde es claro que “Dios” no puede ser “el hijo del
hombre”, y “el hijo del hombre” no puede ser “Dios”; luego, entonces, el
Mesías no es el “Dios supremo”.
4. “A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será
perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será
perdonado.” (Lc 12:10; RV1960): Este verso casi habla por sí solo, al
establecer con toda claridad la diferencia entre las consecuencias del
ofender al “hijo del hombre” y el ofender al “Espíritu Santo”; y sabemos que
el Señor es el Espíritu (1Co 3:17). Esto, pues, ratifica la diferenciación
establecida en los tres pasajes discutidos previamente, entre la persona del
Mesías y el “Dios Creador del universo”; concepto que se contrapone a la
doctrina de la divinidad del Mesías.
5. “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio
es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la
del Padre.” (Jn 5:30; RV1960): Este verso revela una afirmación hecha por
el mismo Mesías, que de ser éste el “Dios Supremo”, resultaría en una
escandalosa contradicción a la enseñanza de la Escritura “porque nada hay
imposible para Dios” (Lc 1:37). Pues aquel que dijo “Yo soy el Dios
Todopoderoso” (Gn 17:1), no miente (Nm 23:19); ¿cómo, entonces, diría
que no puede Él hacer nada por sí mismo? Pero conforme a lo aprendido
hasta el momento, sabemos que uno es el hijo y otro es el Padre, y su
poder es claramente distinto, pues dice: “Respondió entonces Jesús, y les
dijo: De cierto, de cierto os digo; no puede el Hijo hacer nada por sí mismo,
sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo
hace el Hijo igualmente.” (Jn 5:19). Esto desvirtúa, entonces, la idea del
“hijo que es Todopoderoso”.
6. “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a
que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo,
hecho semejante a los hombres” (Flp 2:6-7; RV1960): Este concepto del
Mesías que cambia su “forma de dios” por la “forma de siervo”, y el “ser
igual a Dios” por el ser “semejante a los hombres”; contraviene, en todo
aspecto, el concepto que, de “Dios”, enseña la Escritura; claro está, sólo en
caso de considerar que “el Mesías es el Creador del universo”, pues escrito
está: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis
sido consumidos.” (Mal 3:6). De manera que la única posibilidad de que
está afirmación, acerca del “cambio que sufrió el Mesías”, sea cierta; es que
el Mesías no sea el Creador del universo, porque ya sabemos que “Dios”, el
Creador del universo, “no cambia” (Mal 3:6), así como “tampoco miente”
(Nm 23:19).
7. “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en
el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.” (Mc 13:32; RV1960): Este verso revela un
aspecto importante del “Hijo de Dios”, y es que no lo sabe todo. Esto, pues,
se convierte en una clara afrenta a la doctrina de la divinidad del Mesías;
dado que el “Dios Todopoderoso”, como es de esperarse, todo lo sabe, ya
que está escrito: “pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro
corazón es Dios, y Él sabe todas las cosas.” (1Jn 3:20), y también dice: “No
multipliquéis las palabras de orgullo y altanería; cesen las palabras
arrogantes de vuestra boca, porque Jehová es el Dios que todo lo sabe y a
Él le toca pesar las acciones.” (1Sa 2:3; RV1995)
¿Pero, entonces, si el Mesías no es el mismo “Dios” (con “D” mayúscula), por qué
fue dicho: “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su
nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.” (Mt 1:23; RV1960)? Esto
es porque el nombre “Emanuel”, viene del hebreo “Imanu-el” (Isa 7:14), donde
claramente se observa que la partícula traducida como “Dios” es la palabra “El”; no
“Eloha”, ni “Elah”, y ni siquiera “Elohim”, sino “El”, que está más ligado al concepto
de “poder”, luego la traducción de “Imanu-el” bien podría ser “un ser poderoso
entre nosotros”, razón suficiente para que Mateo escribiera “dios con nosotros”,
cosa que para nada contraría a las enseñanzas de la Escritura. ¿Y cómo estamos
seguros de que Mateo no escribió “Dios con nosotros”, con “D” mayúscula? Pues
porque Eusebio de Cesarea (275-339 e.c.) escribió: “Mateo también, habiendo
proclamado primero el evangelio en hebreo, cuando al punto de ir también a otras
naciones, lo puso por escrito en su lengua nativa, y así suplió la falta de su
presencia para ellos por medio de sus escritos.” (Historia Ecclesiae 3:24); y el
lenguaje hebreo no tiene mayúsculas.
¿Mas si el Mesías no es el mismo “Dios” (con “D” mayúscula), entonces por qué
razón fue dicho: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado
sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte,
Padre Eterno, Príncipe de Paz.” (Isa 9:6; RV1960)? Porque “Admirable” (H6382)
viene del hebreo “Pele”, y no implica que sea “Dios”; “Consejero” (H3289) viene
del hebreo “Yaátz”, que tampoco implica que sea “Dios”; “Dios Fuerte” (H410 y
H1368) que viene del hebreo “El Guibor”, y por presentar la palabra “El”, se puede
traducir sencillamente como un “dios fuerte”; “Padre Eterno” (H1 + H5703) que
viene del hebreo “Avi’ad”, cuyas raíces son “Ad” que significa “eterno” y “Av” que
suele traducirse como “padre”, pero también puede significar “abuelo”,
“antepasado”, “descendencia”, “fruto” o “verdor”, lo que nos lleva al concepto del
Mesías como “antepasado eterno” (Jn 1:2-3) que a la vez es “descendencia
eterna” (Gal 3:16); finalmente se encuentra “Príncipe de Paz” (H8269 y H7965)
que viene del hebreo “Sar Shalom”, y que en nada implica que se trate de “Dios”.
Esto simplemente encierra la concepción que, de los nombres, tiene la cultura
hebrea; pues para el hebreo la palabra “nombre” (H8034) es “Shem”, que significa
también “apelación”, “honor”, “autoridad” o “carácter”; lo cual alude al concepto de
“Título” o “Atributo” que es otorgado por el Señor mismo. De manera que si
Abraham fue llamado “padre de muchedumbre de gentes”, por cuanto habría de
convertirse en el “antepasado” de todo el pueblo de Israel, aunque sus hijos
directos fueran sólo ocho, ¿cuanto más, aquel por quien Abraham se gozó de ver
su día (Jn 8:56) y por quien fueron echas todas las cosas (Jn 1:3), habría de ser
llamado “Avi’ad”? Pero acerca de que los nombres representen para los hebreos,
más que un título o atributo, una realidad absolutamente literal, no hemos oído la
ley. ¿O acaso fue Josué (Yehoshua) también el Mesías, esto es la salvación de
Dios; por llamarse igual que Jesús (Yehoshua)? Aunque en un sentido figurado,
ciertamente lo fue.
Recordemos quien fue el que dijo: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me
envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios,
o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia
gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no
hay en él injusticia.” (Jn 7:16-18).
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