Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Dicho de otra manera, el reino de los cielos es semejante a una escuela a la que es
posible ingresar becado y estudiar gratuitamente, o sea por gracia. Pero, aunque en
condiciones ideales una beca está a disposición de todos los estudiantes, los que la
tienen deben perseverar en ella; como está escrito: «Y despedida la congregación,
muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé;
quienes, hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios.»
[Hch 13: 43]. De otro modo se arriesgan a perderla, pues también dice: «Porque si
pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la
verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación
de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la
Ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente.
¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y
tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta
al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el
pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer
en manos del Dios vivo!» [Heb 10: 26-31]. De aquí, que haya quienes caigan de la
gracia.
La primera vez que aparece la palabra gracia (Jen) en la Biblia es con Noé (cuyo
nombre en hebreo: «Noaj», se escribe como «Jen» pero al revés), como está escrito:
«Pero Noé halló gracia ante los ojos del Señor» [Gen 6: 8].
Es de anotar que sólo Noé halló gracia en aquel momento, aun en medio de toda la
población del mundo. ¿Y por qué no hallaron gracia las personas de aquel entonces?
Porque dice: «Y vio el Señor que la maldad de los hombres era mucha en la tierra,
y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo
solamente el mal» [Gen 6: 5]. Pero, ¿entonces por qué Noé halló gracia ante los ojos
del Señor? Porque dice: «Estos son los descendientes de Noé: Noé, varón justo, era
perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.» [Gen 6: 9].
¿Quién, pues, hallará gracia ante los ojos del Señor? Quien sea justo, perfecto y ande
por el camino del Señor; ¿y cómo es el camino del Señor? Perfecto, pues escrito está:
«En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra del Señor.» [2
Sam 22: 31]. Para qué más se repetiría el asunto de la perfección, sino para ratificar
la importancia y la imperativa necesidad de ésta en el camino al reino de los cielos.
Como lo enseñó Jesús: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que
está en los cielos es perfecto» [Mat 5: 48]. Y no es ésta cualquier perfección, sino
más bien la que se aprende en la Biblia, como dice Pablo: «Toda la Escritura es
inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir
en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado
para toda buena obra» [2 Tim 3: 16-17].
Y no se debe pensar que esto es apenas algo de aquellos tiempos lejanos, que ya
pasó o que para nosotros será diferente, pues la misma Biblia dice: «Mas como en
los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre.» [Mat 24: 37].
Resulta notable cómo la palabra gracia (Jen) tarda diez generaciones en aparecer de
nuevo en la Biblia, y más todavía el personaje con el cuál hace su reaparición; pues
se trata de Abraham (Avraham), como está escrito: «Después le apareció el Señor
en el encinar de Mamre, estando él sentado a la puerta de su tienda en el calor del
día. Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él; y cuando
los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, y se postró en tierra,
y dijo: Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu
siervo. Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos
debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro corazón, y
después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro siervo. Y ellos
dijeron: Haz así como has dicho» [Gen 18: 1-5].
¿Qué le pidió el Señor a Abraham antes de que se hiciera manifiesta dicha gracia? La
Biblia dice: «Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció el
Señor y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto»
[Gen 17: 1]. Nótese que se repite la cualidad que presentó Noé, andar en el camino
del Señor y ser perfecto. De modo que tal cualidad pareciera tener el carácter de
requerimiento; y digo cualidad, en singular, porque no se trata de dos cosas aparte,
sino que es una en sí misma, ya que la métrica hebrea se funda en el artificio retórico-
estilístico del paralelismo semántico; es decir, ser perfecto y andar en perfección, o
más bien una perfección absoluta.
Además, está escrito acerca de Abraham: «Y creyó al Señor, y le fue contado por
justicia» [Gen 15: 6]. Pero, ¿cómo es eso de que «creyó»? Si también dice la
Escritura: «Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y
tiemblan» [Stg 2: 19]. Esto es porque escrito está: «Vosotros veis, pues, que el
hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe» [Stg 2: 24]. ¿Y cuáles
fueron sus obras, en que cumplió Abraham? En mucho, como está escrito: «por
cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis
estatutos y mis leyes» [Gen 26: 5]. ¿Y en dónde está la fe aquí? En el oír la palabra
del Señor y en el obrar, juntamente, como dice Pablo: «Así que la fe es por el oír, y
el oír, por la palabra de Dios» [Rom 10: 17], y dice Santiago: «porque como el
cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta» [Stg 2:
26].
De manera que por todo esto es que se dijo: «¿Mas quieres saber, hombre vano,
que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro
padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó
juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la
Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue
llamado amigo de Dios» [Stg 2: 20-23].
Esto es lo que el Pentateuco enseña acerca de las personas que hallaron gracia ante
los ojos de Dios. Y si por gracia somos salvos, ¿será que sólo Noé, Abraham y Moisés
fueron salvos? ¡De ninguna manera! Pues el Pentateuco da testimonio de muchos
otros santos. Pero, ¿por qué sólo de estos tres dice que hallaron gracia ante los ojos
del Señor? Porque éstos encierran a los otros, pues el Pentateuco no enseña que
solamente estas tres personas alcanzaron la salvación, sino que sólo estos tres tipos
de personas lo logran; ya que escrito está: «dijo luego el Señor a Noé: entra tú y
toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación»
[Gen 7: 1]. De manera que son los hijos de estas tres personas los que alcanzan la
salvación que es por gracia.
Pero, si toda la humanidad desciende de Noé, ¿será toda la humanidad salva? ¡De
ninguna manera! Como está escrito: «porque sabéis esto, que ningún fornicario, o
inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios»
[Efe 5:5].
Sabemos que hijo no es todo el que nace de las entrañas del padre, sino el que hace
los deseos del padre, como está escrito: «Vosotros sois de vuestro padre el diablo,
y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio,
y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla
mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira» [Jn 8: 44].
Pues no dice de Noé: “Estos son los descendientes de Noé: Sem, Cam y Jafet”. No,
sino que dice: «Estos son los descendientes de Noé: Noé, varón justo, era perfecto
en sus generaciones; con Dios caminó Noé. Y engendró Noé tres hijos: a Sem, a
Cam y a Jafet» [Gen 6: 9-10]. De manera que los hijos de Noé deben ser justos,
perfectos y andar por el camino de Dios.
De Abraham dice: «No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que
descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos
hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos
según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa
son contados como descendientes» [Rom 9: 6-8]. ¿Y cómo se obtiene esta
promesa? Como está escrito: «porque os es necesaria la paciencia, para que,
habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa» [Heb 10: 36]. ¿Y cómo
es esta paciencia? Como está escrito: «Aquí está la paciencia de los santos, los que
guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús» [Apo 14:12].
Y de Moisés dice: «Estos son los descendientes de Aarón y de Moisés, en el día en
que el Señor habló a Moisés en el monte de Sinaí. Y estos son los nombres de los
hijos de Aarón: Nadab el primogénito, Abiú, Eleazar e Itamar» [Num 3: 1-2]. Pero
ni en éstos, ni en los versos siguientes, se hace mención de los nombres de los
descendientes de Moisés, por lo menos no de los hijos salidos de sus entrañas. ¿Qué
significa esto? Pues significa que los hijos de Aarón, lo eran en la carne, pero eran
hijos de Moisés en el espíritu, porque aprendieron de Moisés que fue su maestro.
De modo que son Noé, Abraham, Moisés y aquellos que siguen su ejemplo, quienes
hallan gracia ante los ojos de Dios.