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UAI – ABOGACÍA – ROSARIO
El término "maquila" proviene del árabe clásico “makïlah”, que significa "cosa medida", luego
devenido en el término árabe hispánico makíla, este vocablo tiene varias acepciones, una de las
cuales refería a la "porción de grano, harina o aceite que corresponde al molinero por la
molienda" o la "medida con la que se maquila", por lo que se utilizaba esta denominación para
referirse a la cantidad o porcentaje de materia prima -generalmente granos- que recibía el
molinero u otro fabricante, a modo de pago, por el servicio de manufacturar y transformar granos
o materias primas ajenos en productos más elaborados.
Podemos decir que este contrato reconoce su matriz con el régimen feudal, con motivo de la
aparición de las primeras máquinas manufactureras, como el molino. Los señores feudales, al
recibir en concesión extensos territorios y prerrogativas sobre sus habitantes, eran los únicos
con la capacidad económica y legal para contar con un molino de granos dentro de su feudo,
obteniendo de ese modo un monopolio para el desarrollo de esa incipiente actividad industrial, al
cual debían necesariamente acudir los labradores para procesar su cosecha.
Encontramos también rastros del contrato que nos ocupa en el derecho romano, durante la
República, ya que en ocasiones, el propietario del fundo acordaba con un mercader (o
empresario de esa época), para que mediante un precio, se ocupara de la recolección de la oliva
y preparara el aceite, lo que no se consideraba un caso de locatio conductio rei, sino de locatio
peris.
Esto nos permite afirmar que el sistema de elaboración a maquila no nació como contrato, sino
que por el contrario, lo que actualmente se conoce como contrato de maquila derivó del sistema
de elaboración feudal a maquila. Surgió como imposición del señor feudal, y que con el tiempo,
trajo aparejada la progresiva pérdida de potestades feudales y el fortalecimiento de las ciudades
y la burguesía, y especialmente después del cambio de régimen político generado en Europa por
la revolución francesa y el simultáneo advenimiento del maquinismo, fue transformándose en un
sistema productivo en el que las partes pudieron negociar cada vez en forma más libre las
condiciones de contratación.
En nuestro país, recuerda el Dr. Vázquez, (“El contrato agrario de maquila, LL, 1985-D-1030),
que dicho negocio jurídico se proyectó antiguamente en provincias como Catamarca, Salta y la
Rioja, para cultivos hortícolas, como por ejemplo el pimentón, los olivares y la vid vinífera, en la
que los pequeños productores, en pos de obtener mejores márgenes de ganancias para sus
frutos entregan la materia prima a molineros o a plantas de extracción de aceites, o a bodegas,
para su transformación, reteniendo el industrial, un porcentaje del producido final entregando el
remanente al proveedor.
Fue la ley 17.662, y luego la ley 18.600, las que instituyeron el contrato de maquila de modo
específico para el sector vitivinícola en razón de las dificultades que se habían producido en el
año 1968 por la superproducción de uva de muy buen rendimiento, lo que hizo caer el precio y la
demanda.
Luego de varias décadas después cuando se sancionó la ley 25.113, que tipifica y regula el
contrato de maquila en relación a la manufactura y/o transformación de cualquier materia prima
de origen agropecuario, pero estos contratos presentan ciertos rasgos característicos que los
separan de la contratación en general.
3 - Crítica.
4 – Naturaleza Jurídica.
Coincidimos con la doctrina que actualmente, encuadra al contrato de maquila, dentro de los
contratos mixtos, dicho esto en sentido amplio, ya que en él coexisten elementos típicos de los
contratos de obra y de servicios, pero con la particularidad de que el precio no consiste en una
suma de dinero sino de una cantidad o porcentaje proporcional del producto que se obtenga, y
con una obligación complementaria de depósito y guarda por parte del industrial.
Brebbia, completando lo antes expuesto, entiende que se trata de una especie dentro de los
denominados contratos agrarios, es decir, aquellos "preordenados al servicio de una empresa ya
constituida y en el que es siempre parte un empresario agrario teniendo por finalidad facilitar su
vida procurando o predisponiendo los factores de producción".
5 – Caracteres.
√ Es oneroso, en virtud de que las obligaciones recíprocamente asumidas por las partes
implican para ambas un sacrificio patrimonial que las mismas efectúan teniendo en vista la
contraprestación comprometida por la otra parte. De este modo, el productor aporta al proceso
productivo sus materias primas, las que se verán reducidas a favor del industrial, como
retribución por la realización de los trabajos comprometidos. A su vez, el productor, como
compensación por su aporte de materia prima, recibe una cantidad menor pero de un producto
más valioso por su industrialización.
√ En la ley 25.113 es definido como consensual, ya que además, no existe ninguna razón para
considerar su validez condicionada a la entrega de la cosa. Al margen de lo expresado, es
importante recordar que esta categoría ha desaparecido de nuestra legislación positiva ya que el
nuevo Código Civil y Comercial no contiene norma alguna al respecto.
√ En su artículo 2°, de la Ley 25.113 establece las formalidades esenciales del contrato con lo
que lo claramente lo encuadramos dentro de los contratos formales, a pesar de ello, no hay
consenso respecto de si este requisito es ad solemnitatem o ad probationem.
√ Es un contrato registrable, en su art. 7º la ley 25.113 exige la inscripción del contrato, pero
este requisito no tiene efectos constitutivos ni afecta la validez y exigibilidad del contrato entre
las partes, sino que por el contrario debe entenderse como requisito para hacerlo oponible a
terceros. Adicionalmente, la registración del contrato permitirá la traba de eventuales medidas
cautelares.
√ Es de cooperación, ya que ambas partes procuran alcanzar un mejor desarrollo del objetivo
común aprovechando recíprocamente las capacidades o disponibilidades del co-contratante:
Uno aporta materia prima y el otro, capacidad de manufactura, y ambos obtienen como resultado
final una cantidad de producto elaborado, sin haber hecho desembolso para su adquisición. En
alguna medida puede considerarse que existe una suerte de "financiamiento mutuo" que se
otorgan las partes recíprocamente.
• La Ley establece que la materia prima debe ser aportada por un "productor agropecuario".
Entendemos que por tal, se designa a quien en base al trabajo logra obtener de la naturaleza
recursos animales o vegetales para su consumo, enajenación o elaboración.
• Entre algunas de las características inmodificables más importantes fijadas por la propia ley
podemos mencionar:
→ Lo entregado debe ser materia prima, es decir, el producto de la explotación tal cual
fue obtenida, sin transformaciones previas, excepto las necesarias para permitir su
conservación y/o transporte.
• Por el contrario, las partes sí podrían acordar libremente respecto de las siguientes condiciones
contractuales:
→ Se considera que también es una obligación principal del productor aceptar la retención
que hace el industrial maquilero de una parte del producto, como contraprestación por su
trabajo. La doctrina ha entendido que se trata de una suerte de retribución "autoliquidable"
en cuanto el industrial no necesitará de la conformidad del productor para retener para sí
la porción convenida.
• Restituir al productor, al fin del proceso, el porcentaje acordado de producto final con valor
agregado, según resulta del párr. 1º del art. 1º y art. 3º de la ley especial. Los productos finales a
entregar al productor deberán ser de idéntica calidad a los que el industrial retenga para sí.
Bibliografía: