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Si retomamos a los antecedentes de la figura, sobre los que ya nos han ocupado algunos
trabajos, puede simplemente recordarse que como modalidad de contrato de transformación
de productos agropecuarios el contrato de maquilla es de vieja data, fue utilizado en varios
rubros, y alguna doctrina le asigna muchas posibilidades en toda la gama de la producción
rural1. Como consagración legislativa en nuestro país, debe recordarse que la modalidad fue
prevista para ser utilizada en la transformación de caña de azúcar en el dec. 1079/85, hoy
derogado por el dec. 2284/91 de desregulación económica, y también se contempla como
alterativa en la elaboración de vinos en la ley 18.600 todavía vigente, aplicándose ahora
supletoriamente a los contratos que ella regula las disposiciones de la ley que nos ocupa.
Seguramente el dictado de la ley 25.113 fue motivada en la intención de dar solución a
diversas controversias que serenara la práctica, particularmente en el sector azucarero –esto
es notorio al introducir el agregado del art. 138 de la Ley de Concursos-; pero lo relevante es
que recoge esa útil experiencia y, finalmente, fórmula una disciplina de carácter general, esto
es, aplicable a la transformación de cualquier producto agropecuario y, además, no limitándola
exclusivamente al ¨contrato de maquilla¨ en sentido estricto, sino haciéndola también
extensiva a otros ¨contratos agroindustriales¨, según los denomina.
Veamos, sucintamente y a modo de premisa del tratamiento de los temas que luego
abordaremos, cuáles son los tramos principales de la norma.
La ley 25.113 define el ¨contrato de maquilla o de depósito de maquilla como aquel en el cual
¨el productor se obligue a suministrar al procesador o industrial materia prima con el derecho
de participar, en las proporciones que convenga, sobre él o los productos finales resultantes .
Agrega a continuación el art. 1 que tales ¨productos finales resultantes en los que el productor
tiene derecho a ¨participar¨, debe ser de idénticas calidades a la que el industrial o procesador
retengan para sí. Luego el mismo artículo completando los caracteres de la figura implícitos en
la definición y poniendo punto final a una de las principales cuestiones derivadas de su
práctica, determina la situación de las partes en relación a los bienes involucrados en el
negocio, disponiendo que “ el productor agropecuario mantiene en todo el proceso de
transformación la propiedad sobre la materia prima y luego sobre la porción de producto final
que le corresponde” mientras el “ procesador industrial asume la condición de depositario de
1
(*)Representante del Colegio de Abogados de Reconquista, Prov. De Santa Fé.Prof.D.Agrario-UNNE/Corrientes.
1. Así lo sostiene Pigretti en “Contratos Agrarios”, p.49.
los productos finales de propiedad del productor agropecuario debiéndolos identificar
adecuadamente”.
Luego de definir en esos términos la figura y la situación de los bienes, el articulado no es muy
amplio, aunque incluye varias previsiones relativas a la disciplina contractual y sus efectos. Al
contenido y las formalidades del contrato refieren los art.2, 3,4 y 7. El primero establece que le
instrumento contractual debe contener con carácter esencial además de cláusulas comunes
(nombre, domicilio, fecha, lugar de celebración), otros específicos, como: cantidad de la
materia prima contratada; lugar de procesamiento; lugar en que se depositaran los productos
elaborados que corresponden al productos agropecuario; su fecha y lugar de entrega del
producto elaborado; facultades de control establecidas a favor del productor agropecuario.
Esta última cláusula obligatoria contenida en el inc. e) del art. 2, es luego retomada y ampliada
por el art.4, al disponer que los contratos “establecerán sistemas y procedimientos de control
del procesamiento del producto, que podrán ejercer el productor agropecuario contratante,
que le permitan verificar las calidades y cantidades de lo pactado y lo entregado al finalizar el
contrato, y asimismo las condiciones de procesamiento y rendimiento de la materia prima
conforme pautas objetivas de manufacturación durante su realización”. Siempre en orden al
contenido del contrato y evidenciando una vez más la preocupación tuitiva de la ley en
relación a la posición del productor agropecuario, el art. 3 considera “nulas las cláusulas
incluidas en el contrato que impongan al productor agropecuario la obligación de vender parte
o la totalidad de los productos finales de su propiedad al industrial elaborador o que traben la
libre comercialización del mismo por cuenta exclusiva del propietario”. Dispone luego el art.7
que estos contratos agroindustriales –tal la denominación genérica adoptada para designar
los contratos alcanzados por la disciplina incluidos en de maquilla- deben inscribirse en los
registros públicos cuya creación y reglamentación asigna a las provincias.
Solucionando el problema que había planteado la práctica de la “maquilla”, incluye la ley dos
disposiciones sumamente importantes. En primer lugar, la que podríamos denominar
“cláusula impositiva”, que resulta imprescindible para que la modalidad sea practicada y que
seguramente despertará interés en su utilización: “En ningún caso –prevé el último párrafo del
art 1-esta relación constituirá actividad o hecho económico imponible”. En segundo lugar
termina con la cuestión de la situación de la proporción del productor agropecuario de los
productos elaborados por el sistema de maquilla e interesará particularmente a la doctrina 2,
incluyéndolos definitivamente en la categoría de los “bienes de terceros” del art.138
LC, al agregar a esta norma el siguiente párrafo:” Se incluye en esta norma los bienes
obtenidos de la transformación de productos elaborados por los sistemas
denominados “ a maquilla”, cuando la contratación conste en registros públicos”.
Finalmente la ley expande su ámbito de aplicación al disponer su aplicación supletoria
a los contratos de elaboración de vinos regidos por la ley 18.600, e inclusive una
norma, en art.6, de particular trascendencia u cuyo alcance despierta muchos
interrogantes: “Las disposiciones de la presente ley serán de aplicación también a
todos los contratos que tengan por objeto la provisión de materia prima de naturaleza
agropecuaria para su procesamiento, industrialización y/o transformación”.
Podremos agregar, completando el panorama del articulado, que se ocupa incluso de
los aspectos procesales aplicables en las cuestiones que se susciten a raíz de estas
relaciones contractuales, alentando la rapidez en las soluciones al prever que
tramitaran por juicio sumarísimo o tramite abreviado equivalente (art.5), otorgando un
cierto carácter inquisitivo al proceso pues contempla que el juez puede de oficio la
prueba pericial aunque no la hayan ofrecido las partes.
2. V. Negre de Alonso, Liliana T.”La quiebra y los bienes de terceros en poder del fallido. En especial, el contrato de
maquilla”, en Cuadernos de la universidad Austral,3- Derecho Concursal.
Pues bien, en esta suscinta exposición de la ley hemos tratado de agrupar las normas
en forma correspondiente a las cuestiones que a continuación trataremos. Ellas serán:
a) La introducción de la denominación de “contratos agroindustriales” a los
disciplinados por las ley y el posible alcance con que concibe esa designación,
relacionado con la definición legislativa y demás características de la figura central
regulada (contrato de maquilla), la determinación de los contratos a los que el art.6
hace aplicable las disposiciones de la ley, y consecuentemente el ámbito de aplicación
de la “cláusula impositiva”; b) Las cuestiones emergentes de la situación de las partes
respecto de los bienes, con especial referencia a la reforma del art. 138 LC; c) El
“control” del productor agropecuario y el alcance de la nulidad de los registros por
parte de las provincias.
5. v.Casedi, E.”I rapporti fra a agricultura ed altri settori economici, dalla regolamentzione privata agli ultimi sviluppi
normativi”, en “Accordi interprossionali e contratti agroindustriali”, Pisa-1990, p.19.
6. Art.L.326-1 C.Rural; L.n64-678.
7. V.Lorvellec, L. “Analyse des contrats agro-industriels a la lumiere de l’experience francaise”, en “Accordi…” antes
citado, p.114, 128 y ss.
Además la vinculación contractual debe contener entre los sectores relaciones de
colaboración, coordinación. Organización o integración en diversos grados. En esa
perspectiva suele excederse la negociación individual, promoviéndose “acuerdos
colectivos” o “interprofesionales” entre los sectores o empresas, y a veces se articula
la relación entre toda la cadena productiva y comercial generando un verdadera trama
de conexidad contractual.
Si bien con un alcance mucho más modesto, pueden así ubicarse dentro de este
amplio marco conceptual los regulados por la ley, comprendida la figura central del
contrato de maquilla, considerándolos como un tipo de los contratos agroindustriales
concebidos como contratos de empresa agraria destinad a desarrollar fases de sus
actividades conexas de transformación y comercialización de productos, estableciendo
para ello relaciones de colaboración, coordinación, organización o integración de
diversa intensidad con empresarios industriales o comerciales. Desde ya que dentro
de este esquema de contratos agroindustriales caben muchas modalidades, y para el
caso especifico que nos ocupa el tipo de contrato agroindustrial regulado surgirá de la
definición y las caracteres esenciales de la figura central a partir de la cual se
desarrolla toda la disciplina aplicable, acerca de los cual haremos algunas
consideraciones en los puntos siguientes.
8. Llambias, CC Anotado, TIII-B.p.376; Brebbiaa, op.cit.p. 377 propicia la aplicación de las normas del contrato de obra
aunque no exista como contraprestación en precio en dinero con arreglo al art. 16 del C.C.
9. Asi, Vazquez V. en “El contrato agrario de maquilla: régimen inconstitucional de vigencia”-LL, 1985-D.1031.
10. Negre de Alonso, op.cit.Pag.63; Liebau.F.”El contrato a maquilla”, LL.1978-c,902.
11. Op.Cit.P.48.
proporción en el producto elaborado le corresponde al primero, calidad que incluso ya
le adjudicaba el Dec. 1079/85, y que también le asignaba la doctrina y la
jurisprudencia, como lo ha reafirmado muy recientemente al expedirse sobre contratos
celebrados con anterioridad a la vigencia de la ley 25.113. Puede concluirse, en
términos generales, que todas estas caracterizaciones en el esfuerzo de reducir el
contrato de maquilla a uno de los tipos tradicionales, omite la mención del título por el
que se produce la provisión, el aporte del procesador y la repartición proporcional de
los productos resultantes.
Pero a partir del dictado de la ley 25.113 contamos con una definición legislativa
complementada con las precisiones relativas a la situación de los bienes y demás
clausulas contractuales previstas, que llevan a reformular tales posturas y facilitan la
caracterización. En efecto, creemos que hay elementos trascendentes para
caracterizar la figura. En primer lugar, según surge del texto del art. 1 ya transcripto el
productor agropecuario se obliga a suministrar materia prima al procesador industrial,
sobre la cual mantiene la propiedad en todo el proceso de transformación. Luego da
“el derecho de participar” al productor agropecuario en la producción en la proporción
que se pacte, en el o los productos resultantes de la transformación, y aquel es
considerado propietario de su porción de productos elaborados, que quedan a su
“plena disposición” y respecto de los cuales el procesador o industrial asume el
carácter de depositario. No puede soslayarse que la ley evita mencionar el precio
debido por el procesamiento por parte del productor proveyente de materia prima o el
que resultaría a cargo del industrial en pago de la misma: proyecta claramente
entonces a la figura como un contrato de participación, y propone como elementos
caracterizantes el titulo en que el productor agropecuario provee la materia prima,
con la consiguiente conservación de la propiedad de la misma en todo el proceso y la
propiedad y disposición posterior del producto elaborado en la proporción en que
participe.
5. Situación de las partes frente a los bienes. Solución en caso de concurso del
industrial; reforma al art. 138LC.
La mayoría de los trabajos que con anterioridad al dictado de la ley 25.113 se
ocuparon de la “maquilla”, se plantearon la cuestión de la situación de los bienes
entregados por el productor agropecuario y de su proporción en los elaborados por el
industrial, especialmente para el caso de falencia de este ultimo14. Este tema también
fue objeto de pronunciamientos, siendo el más notorio, por el precedente que creara,
el de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso “Bodegas Quiros”que data
de 197815 que consideró al productor viñatero “acreedor de dominio” en su reclamo en
la convocatoria del industrial, modificando el carácter de mero acreedor quirografario
que le había atribuido la SC de Mendoza, tomando para ello en consideración que la
transformación de las uvas un vino no fue hecha por el elaborador con el ánimo de
adquirir la propiedad, que no tenia los bienes por cualquier titulo que se la transfiera, y
que la misma era conservada en cabeza del viñatero. Otros fallos siguieron esa línea
declarando que “el viñatero que reclama su vino, elaborado por el sistema de maquilla,
no es un acreedor que reclama un crédito de su deudor, sino un titular de dominio que
reclama sobre una cosa propia”, ya que “la propiedad del vino elaborado por el
sistema de maquilla es del viñatero y no del bodeguero”16. En el ámbito del azúcar muy
recientemente, ya vigente la ley 25.113 pero descartando su aplicación en atención a
la fecha de celebración de los contratos, e incluso sin acudir en su interpretación al
texto del Dec. 1.079/85 que asignaba el carácter de “propietario” de las azucares al
cañero depositante de la materia prima por haber sido derogado por el decreto
2284/91 de desregulación, la Cámara Nacional de Comercio, Sala B, consideró que la
cuestión podía resolverse con prescindencia de norma especial, ya que la estructura
del contrato de maquilla permite sostener que “la entrega por el cañero de la materia
prima para su elaboración por parte de la empresa concursada, no lo es por título
destinado a transferir el dominio, por donde resulta procedente acceder a la restitución
14. v. el ya citado trabajo de Negre de Alonso, p.57; asimismo, LIEBAU, F.Op.cit., p.210.
15. ED t.78, p.709.
16. CACC y Minería San Juan, in re “Suc. Carozo c/Bodegas Las Tapias”-25/2/97.
solicitada, con base en la previsión del art. 138L.C17.
Ahora la ley en su art.1 determina la situación de las partes frente a los bienes, dando
luego solución especifica al caso de concurso del industrial, aunque obviamente
también arroja consecuencias respecto de medidas cautelares, tercerías,
reivindicaciones, etc. Como surge del texto transcripto al comienzo, el productor
agropecuario mantiene en todo el proceso de transformación la propiedad sobre la
materia prima y luego sobre la proporción de producto final que le corresponde,
mientras el procesador o industrial asume el carácter de depositario de los
productos finales de propiedad del productor agropecuario.
La proyección de estas precisiones de la ley en la situación de los bienes en los
concursos, se concreta con el párrafo antes consignado que el art. 8 de la ley 25.113
dispone agregar el art. 138 de la LC. Esta norma concursal, como es sabido, se ocupa
de los “bienes de terceros”, conceptuándolos como aquellos que existen en poder del
fallido y que le hubiesen sido entregados por título no destinado a transferirle el
dominio, otorgado a sus titulares la facultad de solicitar su restitución. El agregado
dispuesto incluye en tal situación a los bienes obtenidos de la transformación de
productos elaborados por los sistemas denominados “a maquilla”. La norma
recoge así el criterio que, como se ha visto, había ya adoptado la jurisprudencia.
La solución ahora es clara, pero igualmente del texto de la ley surgen algunos
interrogantes que merecen señalarse. El párrafo agregado al art. 138 incluye como
“bienes de terceros” a los productores elaborados, pero agrega a continuación “cuando
la contratación conste en registros públicos”. Debe además tenerse en cuenta que el
instrumento contractual sujeto a registración debe apreciarse de acuerdo al art.2 inc.
d) “el lugar en que se depositaran los productos elaborados que correspondan al
productor agropecuario” y, por otra parte, el tercer párrafo del art.1 al determinar el
carácter de depositario del industrial respecto de la proporción de los productos finales
del productor agropecuario le impone “identificar debidamente” los mismos. Cabe
plantearse si en el afán de asegurar los derechos del productor, en atención a los
problemas que se venían suscitando para la restitución de sus productos en los
concursos, no incurrió el legislador en un exceso reglamentario que puede en el futuro
obstaculizar la solución elegida. De no reunirse los requisitos de registración,
individualización de los productos y del lugar de depósito, no procede calificarlos como
“ bienes de terceros” y disponer la restitución que posibilita el art. 138 L.C.? Si nos
atenemos al texto agregado al art.138 LC, concordado con las otras normas de la ley
25.113 que hemos referido, la respuesta podría resultar negativa. Sin embargo, queda
siempre en pie el carácter de “propietario” del productor agropecuario del industrial que
el art.1 les asigna, y continúan siendo validas las conclusiones de los antecedentes
doctrinarios y jurisprudenciales que al acceder a la restitución partieron de la premisa,
en interpretación que cobra mayor validez actualmente con la definición de la ley
25.113, de que los productos se encontraban en poder del concursado “por título no
destinado a transferir el dominio”, lo que coincide plenamente con el supuesto del
art.138 LC para su consideración como “bienes de terceros”, por lo que no habría
razón para privar al titular de los bienes de ejercer los derechos que la norma
concursal le reconoce. De cualquier modo, resulta obvio, cabria destacar la ventaja de
observar diligentemente los recaudos de la ley.
Puede observarse la diferencia que la ley hace entre la “materia prima” entregada y la
proporción del ¡producto final” que corresponde al productor agropecuario. En ambos
casos queda claro que declara el carácter de propietario del productor agropecuario.
17. CNCom, Sala B, en el concurso preventivo de Cía. Azucarera Concepción S.A., al resolver los incidentes de
dominio de Iturre Marcial E y otros-24/8/200-y Guardamontes S.A, 31/8/200, en el Inc. De Sillero, Angel, el 2/8/99,
había ya confirmado una medida cautelar de no innovar respecto del azúcar pedida en restitución, adelantando estos
fundamentos.
Pero solo respecto del productor final determina que el industrial reviste la calidad de
depositario y lo incluye como “bienes de terceros” en el concurso. Seguramente se
parte del presupuesto de la inmediata elaboración de la materia prima, aunque no se
da esta situación en todos los productos un cuya transformación podrían
hipotéticamente aplicarse estas modalidades contractuales. De todos modos, aunque
no fuera a titulo de depositario sino de mero tenedor 18, se trataría de bienes
entregados por título no destinado a transferir el dominio y, por lo tanto “bienes de
terceros” en los términos del art. 138. No obstante no soluciona este acerto todas las
dificultades teniendo en cuenta la posibilidad de que se apliquen a la situación las
normas del depósito irregular, como lo ha hecho alguna jurisprudencia que desestimo
el pedido de restitución de soja y sorgo invocando el art. 2191 del C.Civil 19. Sin
embargo, queda siempre en pie la calificación de “propietario” que destina la ley al
productor sobre la materia prima “en todo el proceso”, lo que se contrapone en el caso
de entrega “a maquilla” o similares con la hipótesis del art. 2191 CC como para
aplicarlo analógicamente y, por otra parte, no siempre el depósito de cosas fungibles o
consumibles debe ser considerado irregular. De cualquier modo, la solución aquí
puede depender de las circunstancias fácticas y, por lo tanto, aplicable según cada
caso.
Aunque ya surge de lo dicho al detenernos en el alcance del art.6, cabe agregar que
en nuestra interpretación estas situaciones y soluciones se extienden a todos los
contratos a los que al ley dispone aplicar sus disposiciones, y no solo a los que
estrictamente pueden calificarse como “contratos de maquilla”.