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III Encuentro de Colegio de Abogados sobre TEMAS DE DERECHO AGRARIO. Rosario 2000.

ACERCA DE LA LEY 25.113 SOBRE MAQUILLA Y OTROS CONTRATOS AGROINDUSTRIALES. Aldo


Pedro CASELLA. (*)

1. Los tramos principales de ley; algunas cuestiones que sugiere.


A más de vigencia de la ley 25.113 y en vista a un interés que comienza a despertar su
aplicación en distintos proyectos de transformación de productos agrarios, nos pareció
oportuna comenzar a ocuparnos de cuestiones que nos sugiere su lectura, y que seguramente
podrán resultar controvertidas en su interpretación y aplicación. Nuestra intención no es
realizar una exposición institucional y sistemática del ¨contrato de maquilla¨ y de los otros
¨contratos agroindustriales¨ que resultarían alcanzados por las disposiciones de la ley. Sin
desdeñar alguna aproximación dogmática sobre el encuadramiento en los contratos
agroindustriales y los elementos caracterizantes de las relaciones contractuales comprendidas,
apuntamos más bien a dejar planteados aquellas problemas, abordándolos a la luz de los
antecedentes que precedieron a las normas en análisis y desde nuestro propio punto de vista,
en miras a generar un debate que ayude a profundizarlos y, eventualmente, a sugerir las
correcciones legislativas y complementos reglamentarios que puedan requerirse.

Si retomamos a los antecedentes de la figura, sobre los que ya nos han ocupado algunos
trabajos, puede simplemente recordarse que como modalidad de contrato de transformación
de productos agropecuarios el contrato de maquilla es de vieja data, fue utilizado en varios
rubros, y alguna doctrina le asigna muchas posibilidades en toda la gama de la producción
rural1. Como consagración legislativa en nuestro país, debe recordarse que la modalidad fue
prevista para ser utilizada en la transformación de caña de azúcar en el dec. 1079/85, hoy
derogado por el dec. 2284/91 de desregulación económica, y también se contempla como
alterativa en la elaboración de vinos en la ley 18.600 todavía vigente, aplicándose ahora
supletoriamente a los contratos que ella regula las disposiciones de la ley que nos ocupa.
Seguramente el dictado de la ley 25.113 fue motivada en la intención de dar solución a
diversas controversias que serenara la práctica, particularmente en el sector azucarero –esto
es notorio al introducir el agregado del art. 138 de la Ley de Concursos-; pero lo relevante es
que recoge esa útil experiencia y, finalmente, fórmula una disciplina de carácter general, esto
es, aplicable a la transformación de cualquier producto agropecuario y, además, no limitándola
exclusivamente al ¨contrato de maquilla¨ en sentido estricto, sino haciéndola también
extensiva a otros ¨contratos agroindustriales¨, según los denomina.

Veamos, sucintamente y a modo de premisa del tratamiento de los temas que luego
abordaremos, cuáles son los tramos principales de la norma.
La ley 25.113 define el ¨contrato de maquilla o de depósito de maquilla como aquel en el cual
¨el productor se obligue a suministrar al procesador o industrial materia prima con el derecho
de participar, en las proporciones que convenga, sobre él o los productos finales resultantes .
Agrega a continuación el art. 1 que tales ¨productos finales resultantes en los que el productor
tiene derecho a ¨participar¨, debe ser de idénticas calidades a la que el industrial o procesador
retengan para sí. Luego el mismo artículo completando los caracteres de la figura implícitos en
la definición y poniendo punto final a una de las principales cuestiones derivadas de su
práctica, determina la situación de las partes en relación a los bienes involucrados en el
negocio, disponiendo que “ el productor agropecuario mantiene en todo el proceso de
transformación la propiedad sobre la materia prima y luego sobre la porción de producto final
que le corresponde” mientras el “ procesador industrial asume la condición de depositario de

1
(*)Representante del Colegio de Abogados de Reconquista, Prov. De Santa Fé.Prof.D.Agrario-UNNE/Corrientes.
1. Así lo sostiene Pigretti en “Contratos Agrarios”, p.49.
los productos finales de propiedad del productor agropecuario debiéndolos identificar
adecuadamente”.
Luego de definir en esos términos la figura y la situación de los bienes, el articulado no es muy
amplio, aunque incluye varias previsiones relativas a la disciplina contractual y sus efectos. Al
contenido y las formalidades del contrato refieren los art.2, 3,4 y 7. El primero establece que le
instrumento contractual debe contener con carácter esencial además de cláusulas comunes
(nombre, domicilio, fecha, lugar de celebración), otros específicos, como: cantidad de la
materia prima contratada; lugar de procesamiento; lugar en que se depositaran los productos
elaborados que corresponden al productos agropecuario; su fecha y lugar de entrega del
producto elaborado; facultades de control establecidas a favor del productor agropecuario.
Esta última cláusula obligatoria contenida en el inc. e) del art. 2, es luego retomada y ampliada
por el art.4, al disponer que los contratos “establecerán sistemas y procedimientos de control
del procesamiento del producto, que podrán ejercer el productor agropecuario contratante,
que le permitan verificar las calidades y cantidades de lo pactado y lo entregado al finalizar el
contrato, y asimismo las condiciones de procesamiento y rendimiento de la materia prima
conforme pautas objetivas de manufacturación durante su realización”. Siempre en orden al
contenido del contrato y evidenciando una vez más la preocupación tuitiva de la ley en
relación a la posición del productor agropecuario, el art. 3 considera “nulas las cláusulas
incluidas en el contrato que impongan al productor agropecuario la obligación de vender parte
o la totalidad de los productos finales de su propiedad al industrial elaborador o que traben la
libre comercialización del mismo por cuenta exclusiva del propietario”. Dispone luego el art.7
que estos contratos agroindustriales –tal la denominación genérica adoptada para designar
los contratos alcanzados por la disciplina incluidos en de maquilla- deben inscribirse en los
registros públicos cuya creación y reglamentación asigna a las provincias.
Solucionando el problema que había planteado la práctica de la “maquilla”, incluye la ley dos
disposiciones sumamente importantes. En primer lugar, la que podríamos denominar
“cláusula impositiva”, que resulta imprescindible para que la modalidad sea practicada y que
seguramente despertará interés en su utilización: “En ningún caso –prevé el último párrafo del
art 1-esta relación constituirá actividad o hecho económico imponible”. En segundo lugar
termina con la cuestión de la situación de la proporción del productor agropecuario de los
productos elaborados por el sistema de maquilla e interesará particularmente a la doctrina 2,
incluyéndolos definitivamente en la categoría de los “bienes de terceros” del art.138
LC, al agregar a esta norma el siguiente párrafo:” Se incluye en esta norma los bienes
obtenidos de la transformación de productos elaborados por los sistemas
denominados “ a maquilla”, cuando la contratación conste en registros públicos”.
Finalmente la ley expande su ámbito de aplicación al disponer su aplicación supletoria
a los contratos de elaboración de vinos regidos por la ley 18.600, e inclusive una
norma, en art.6, de particular trascendencia u cuyo alcance despierta muchos
interrogantes: “Las disposiciones de la presente ley serán de aplicación también a
todos los contratos que tengan por objeto la provisión de materia prima de naturaleza
agropecuaria para su procesamiento, industrialización y/o transformación”.
Podremos agregar, completando el panorama del articulado, que se ocupa incluso de
los aspectos procesales aplicables en las cuestiones que se susciten a raíz de estas
relaciones contractuales, alentando la rapidez en las soluciones al prever que
tramitaran por juicio sumarísimo o tramite abreviado equivalente (art.5), otorgando un
cierto carácter inquisitivo al proceso pues contempla que el juez puede de oficio la
prueba pericial aunque no la hayan ofrecido las partes.

2. V. Negre de Alonso, Liliana T.”La quiebra y los bienes de terceros en poder del fallido. En especial, el contrato de
maquilla”, en Cuadernos de la universidad Austral,3- Derecho Concursal.
Pues bien, en esta suscinta exposición de la ley hemos tratado de agrupar las normas
en forma correspondiente a las cuestiones que a continuación trataremos. Ellas serán:
a) La introducción de la denominación de “contratos agroindustriales” a los
disciplinados por las ley y el posible alcance con que concibe esa designación,
relacionado con la definición legislativa y demás características de la figura central
regulada (contrato de maquilla), la determinación de los contratos a los que el art.6
hace aplicable las disposiciones de la ley, y consecuentemente el ámbito de aplicación
de la “cláusula impositiva”; b) Las cuestiones emergentes de la situación de las partes
respecto de los bienes, con especial referencia a la reforma del art. 138 LC; c) El
“control” del productor agropecuario y el alcance de la nulidad de los registros por
parte de las provincias.

2. La recepción de la categoría “contratos agroindustriales”. Significado y


alcance.
La ley introduce, por primera vez en nuestra legislación según creemos, la categoría
de “contratos agroindustriales”, de conformidad con la clara denominación utilizad por
el art. 7. Podremos anticipar nuestra opinión de que aunque no se trata de una
regulación de todos los contratos agroindustriales, que, como es sabido, presentan en
la practica una gran variedad de posibilidades, el legislador ha pretendido en esta
oportunidad regular al menos un tipo de “contrato agroindustrial”, dentro de esta más
amplia categórica, concebido en base a la relación del “contrato de maquilla” definido
en el art.1, pero proyectado a otros contratos que con aquel guardan similitud, a los
que el art.6 les extiende la aplicación de las disposiciones de la ley.
Desde ya que es novedoso asignar el carácter de “agroindustriales” y regularlos como
tales a estos contratos, a partir del esquema del “contratos de maquilla”. Pocos
trabajos que se han ocupado del contrato de maquilla se han planteado si se trata de
una contrato afines a los que engloban en la misma categoría genérica. Pigretti, por
ejemplo3 pone así de relieve que es aplicable en el campo de la agroindustria y que su
utilización en ese ámbito ofrece muchas posibilidades tanto al productor como a la
industria. Pero no se plantean el problema de caracterizarlo como “agroindustriales” en
los términos en que la doctrina y la legislación comparada delinean la categoría.
Solamente, en cuanto conocemos, se lo ha plateado Brebbia y, con la salvedad de que
su opinión fue emitida antes del dictado de esta ley, su juicio es negativo: no se
trataría par el autor citado de un contrato agroindustrial, “ya que no existe otra
obligación para el maquilero que la de elaborar la caña recibiendo como pago un
porcentaje predeterminado, y no existe el complejo de obligaciones de dar y de hacer
que tipifican a este contrato. Falta-agrega- en rigor la “reciprocidad” que es de la
esencia del contrato agroindustrial”4. No obstante, entiende que se trata de un
“contrato de integración” aunque no de naturaleza agroindustrial, ya que el productor
agrario contrata con un empresario industrial para que transforme la materia prima
entregada.
Sin embargo, nos encontramos frente a esta clara nominación de la ley como
“contratos agroindustriales” al contrato de maquilla y a los que por el art.6 extiende la
aplicación de su disciplina. Podría plantearse el interrogante acerca de si la dicción
“contratos agroindustriales” del art. 7 es solo un recurso del legislador para aludir
sintética y fácilmente a una serie de relaciones heterogéneas experimentados en la
realidad económica, o si realmente se trata de una denominación incluida a conciencia
de su connotación técnico-jurídica y pensando en dotar de una disciplina a un grupo
de contratos encuadrables en esa gran categoría; lo cierto es que el dato legislativo no
es menor ni intrascendente y obliga a tenerlo en consideración.
3 Op.cit.pag.48

4. Brebbia-Malanos, “tratado teórico practico de los contratos agrarios”, p.376.


De cualquier modo es sabido que la categoría “contrato agroindustrial” se ha
presentado como de dificultosa y polémica definición. No ha faltado incluso quien
pusiera en duda su utilidad y hasta la designación es cuestionada, pues como bien se
señala la locución expresa correcta y significativamente que implica la vinculación
contractual entre dos sectores –o, podría precisarse, entre empresarios de diversos
sectores-, pero la alusión es incompleta ya que la contraparte del productor agrario
puede no ser solo un industrial sino también un comerciante 5. Y en este sentido, en el
plano legislativo, se puede observar que la ley italiana, conocida como ley sobre
agroindustria, no utiliza la denominación y habla de “contratos de cultivo y venta de
productos agrarios”. También en ese plano podemos observar que le derecho
comparado presenta orientaciones disimiles que agregan dificultad a la elaboración
dogmatica unitaria de la figura. Así, mientras la aludida legislación italiana se centra en
esos contratos de cultivo y venta, dando especial relevancia a los supuestos y
mecanismos de concentración colectiva, la ley francesa directamente los denomina
“contratos de integración” y los define como todos los contratos, acuerdos o
convenciones celebrados entre un productor agrario o un grupo de productores y uno
o varios empresarios industriales o comerciales de los que se deriven obligaciones
reciprocas de provisión de productos o de servicios 6. Se trata esta última de una
concepción de notable amplitud, que mueve a considerar que la denominación de
“contratos agroindustriales” utilizada en nuestra ley no es excesiva ni ignorante de su
significado técnico-jurídico. No obstante, uno de los mas autorizados autores
franceses al estudiar los contratos agroindustriales excede ese esquema, y prefiere
ampliar el ámbito a toda la practica contractual que vincula a los agricultores con la
agroindustrias, incluyendo contratos “fundiarios”, “de explotación” o “ de producción”
celebrados entre productores agrarios e industriales o comerciantes 7. Valga el ejemplo
para ilustrar la dificultad de construir la categoría en forma sistemática y unitaria,
captando un fenómeno distinguido por la constante aparición de nuevas alternativas
negociales y organizativas en la vinculación agro-industria/comercio.
Con esas salvedades, y siempre teniendo en cuenta que no es nuestra intención ni
esta la ocasión de responder a esta cuestión conceptual visto las perplejidades que
encierra, para acercarnos a una respuesta cerca del marco más general en que puede
incluirse el tipo de contratos agroindustriales que regula la ley, podemos decir que una
aproximación inicial a la delimitación de la categoría “contratos agroindustrial” lleva a
partir de su inclusión en la más amplia clasificación de los contratos “ de la empresa
agraria”, esto es, de los celebrados con la empresa en funcionamiento en el desarrollo
de su actividad en cualquiera de sus etapas para satisfacer todas las necesidades del
iter productivo y del ciclo económico. De por sí como delimitación es absolutamente
insuficiente, pero se especifica algo más si se poner de relieve que estos contratos
“agroindustriales” de la empresa, se vinculan específicamente al desarrollo de las
“actividades conexas” de la empresa agraria, esto es, la venta y transformación de los
productos. Una ulterior especificación refiere a la calidad de los sujetos: el contrato
agroindustrial vincula al empresario o productor agropecuario con empresas de otro
sector, particularmente el industrial, aunque, como ya hemos señalado, también puede
tratarse de un comerciante. Surgiría igualmente de lo ya dicho que no toda relación
contractual de la empresa agraria con la industria o el comercio puede calificarse como
“agroindustrial” sino las que se vinculen con el desarrollo de aquellas actividades; pero

5. v.Casedi, E.”I rapporti fra a agricultura ed altri settori economici, dalla regolamentzione privata agli ultimi sviluppi
normativi”, en “Accordi interprossionali e contratti agroindustriali”, Pisa-1990, p.19.
6. Art.L.326-1 C.Rural; L.n64-678.
7. V.Lorvellec, L. “Analyse des contrats agro-industriels a la lumiere de l’experience francaise”, en “Accordi…” antes
citado, p.114, 128 y ss.
Además la vinculación contractual debe contener entre los sectores relaciones de
colaboración, coordinación. Organización o integración en diversos grados. En esa
perspectiva suele excederse la negociación individual, promoviéndose “acuerdos
colectivos” o “interprofesionales” entre los sectores o empresas, y a veces se articula
la relación entre toda la cadena productiva y comercial generando un verdadera trama
de conexidad contractual.
Si bien con un alcance mucho más modesto, pueden así ubicarse dentro de este
amplio marco conceptual los regulados por la ley, comprendida la figura central del
contrato de maquilla, considerándolos como un tipo de los contratos agroindustriales
concebidos como contratos de empresa agraria destinad a desarrollar fases de sus
actividades conexas de transformación y comercialización de productos, estableciendo
para ello relaciones de colaboración, coordinación, organización o integración de
diversa intensidad con empresarios industriales o comerciales. Desde ya que dentro
de este esquema de contratos agroindustriales caben muchas modalidades, y para el
caso especifico que nos ocupa el tipo de contrato agroindustrial regulado surgirá de la
definición y las caracteres esenciales de la figura central a partir de la cual se
desarrolla toda la disciplina aplicable, acerca de los cual haremos algunas
consideraciones en los puntos siguientes.

3. El “contrato de maquilla” como “contrato en participación”. Elementos


caracterizantes.
Es recurrente en los trabajos sobre contratos agroindustriales constatar mal la misma
discordancia cuando pretende establecerse su naturaleza jurídica, subsumiéndolos en
algunas de los tipos tradicionales de la codificación, oscilando en general entre la
locación de obra, la compraventa de cosa futura, negocio mixto, asociativo, etc., lo
que, en realidad, depende de la legislación nacional a que cada autor refiere, o la
figura no regulada pero operante en la práctica que pretende caracterizar. Con el
contrato de maquilla también entre nosotros se aventuraron diversos
encuadramientos, como la locación de obra8, mereciendo la objeción de la ausencia de
un precio cierto en dinero9, o también se avanzo la tesis del contrato mixto10. Estas
opiniones derivaban de la propia definición que los autores esbozaban a partir de la
doctrina o de la práctica contractual. Inducia a adherir a la tesis de la locación de obras
la definición del contrato de maquilla como aquel por el cual el productor agropecuario
entrega materia prima para su elaboración por el industrial, quien recibirá en pago del
primero una proporción del producto elaborado resultante. Además de que puede
observarse que la definición pone el pago en producto elaborado en cabeza del
productor, cuando en realidad ambas aportes lo reciben en distintas proporciones, el
denominado “precio” consistiría en una cantidad de aquel producto que no solo
contiene la materia prima procesada aportada por el solvens sino también el aporte
transformador, y eventualmente de materiales, del industrial presentado como
accipiens.Mas correcta en todo caso parecería la definición de PIGRETTI 11, siempre
dentro de las que se mantienen en los esquemas tradicionales, que invierte la
situación y pone el pago del precio a cargo del industrial, entendiendo que es éste
quien paga al productor la materia prima entregada con una cierta cantidad de
productos elaborado; el esquema que surgiría de esta definición sería el de la
compraventa, pero puede fácilmente advertirse que la adquisición y el pago de la
materia prima al productor por parte del industrial, no se condice con el carácter de
propietario que de la misma y de su

8. Llambias, CC Anotado, TIII-B.p.376; Brebbiaa, op.cit.p. 377 propicia la aplicación de las normas del contrato de obra
aunque no exista como contraprestación en precio en dinero con arreglo al art. 16 del C.C.
9. Asi, Vazquez V. en “El contrato agrario de maquilla: régimen inconstitucional de vigencia”-LL, 1985-D.1031.
10. Negre de Alonso, op.cit.Pag.63; Liebau.F.”El contrato a maquilla”, LL.1978-c,902.
11. Op.Cit.P.48.
proporción en el producto elaborado le corresponde al primero, calidad que incluso ya
le adjudicaba el Dec. 1079/85, y que también le asignaba la doctrina y la
jurisprudencia, como lo ha reafirmado muy recientemente al expedirse sobre contratos
celebrados con anterioridad a la vigencia de la ley 25.113. Puede concluirse, en
términos generales, que todas estas caracterizaciones en el esfuerzo de reducir el
contrato de maquilla a uno de los tipos tradicionales, omite la mención del título por el
que se produce la provisión, el aporte del procesador y la repartición proporcional de
los productos resultantes.
Pero a partir del dictado de la ley 25.113 contamos con una definición legislativa
complementada con las precisiones relativas a la situación de los bienes y demás
clausulas contractuales previstas, que llevan a reformular tales posturas y facilitan la
caracterización. En efecto, creemos que hay elementos trascendentes para
caracterizar la figura. En primer lugar, según surge del texto del art. 1 ya transcripto el
productor agropecuario se obliga a suministrar materia prima al procesador industrial,
sobre la cual mantiene la propiedad en todo el proceso de transformación. Luego da
“el derecho de participar” al productor agropecuario en la producción en la proporción
que se pacte, en el o los productos resultantes de la transformación, y aquel es
considerado propietario de su porción de productos elaborados, que quedan a su
“plena disposición” y respecto de los cuales el procesador o industrial asume el
carácter de depositario. No puede soslayarse que la ley evita mencionar el precio
debido por el procesamiento por parte del productor proveyente de materia prima o el
que resultaría a cargo del industrial en pago de la misma: proyecta claramente
entonces a la figura como un contrato de participación, y propone como elementos
caracterizantes el titulo en que el productor agropecuario provee la materia prima,
con la consiguiente conservación de la propiedad de la misma en todo el proceso y la
propiedad y disposición posterior del producto elaborado en la proporción en que
participe.

4. Delimitación de los “contratos agroindustriales” disciplinados: interpretación


del art. 6 de la ley.
Las consideraciones hasta aquí desarrolladas, que obviamente debe ser
profundizadas y enriquecidas, o corregidas, con los aportes del debate doctrinario,
además de poner de relieve los caracteres trascendentes del contrato de maquilla,
entendemos que nos pueden dar algunas pautas para interpretar el art. 6. Determinar
las relaciones contractuales a las que es aplicable la disciplina de la ley por disposición
de esa norma constituye un problema central pues es uno de sus aspectos más
trascendentes, ya que por una parte plantea muchos interrogantes y, por otra,
permiten afirmar la existencia de una regulación abarcativa de un sector importante de
“contratos agroindustriales”.
La norma aludida, en efecto, no puede ser tomada en forma textual ni aisladamente,
sino teniendo en consideración la categoría de contratos que la ley entendió regular al
asimilarlos a la figura central, el contrato de maquilla, aplicándoles sus disposiciones.
El texto del art. 6 al preveer la aplicación de las normas de la ley a todos los contratos
que tengan por objeto la provisión de materia prima agropecuaria para su
procesamiento, industrialización y/o transformación, utiliza una fórmula que incluiría, si
es leída aisladamente, cualquier contrato de comercialización de productos, como las
ventas de granos o carnes por el productor a la industria para su transformación. En
cambio la interpretación de la norma en el contexto de la ley lleva a concluir fácilmente
que no alcanza a “todos” los contratos de provisión de materia prima, aunque el
destino sea la industrialización, sino a aquellos contratos que comparten en lo esencial
las características antes señaladas del contrato de maquilla, enmarcados en la
categoría de “contratos agroindustriales”.
De allí entonces, puede sostenerse que la lectura que corresponde hacer de esa
norma es que la disciplina de la ley alcanza también a los contratos agroindustriales en
los que: a) la “provisión” de materia prima agropecuaria no sea dispuesta a titulo que
implique transferencia de la propiedad, reteniendo el productor agropecuario la misma
durante el proceso de elaboración; b) los productos elaborados queden, total o
parcialmente, en propiedad del productor agropecuario y a su disposición.
En cambio puede cuestionarse que necesariamente el productor agropecuario quede
con la propiedad y disposición de los productos elaborados al título de participación.
Consideramos que el carácter participativos es elemento esencial de la maquilla, pero
no imprescindible en los otros contratos a los que la ley le interesa aplicar la disciplina;
en primer lugar porque la norma del art. 6 habla de contratos de provisión con destino
a transformación pero nada dice sobre el reparto o participación en los productos
terminados, y también porque de otro modo la extensión dispuesta a otros contratos
carecería prácticamente de sentido, pues no diferenciaría los contratos a los que
extiende su disciplina con los de maquilla que regula como figura central. Puede
observarse, en abono de esta interpretación, que el art. 9 hace aplicable
supletoriamente la ley a los contratos de la ley 18.600 de elaboración de vinos por
cuenta de terceros, que incluyen la modalidad de pago del precio en dinero al
elaborador por parte del viñatero.
Otra consideración que merece tenerse en cuenta para determinar las relaciones
alcanzadas por la disciplina es la relativa a los sujetos y a la operación descripta por el
art. 1. No ofrece mayor dificultad que una de las partes debe ser productor
agropecuario, aunque no excluye que la parte contractual pueda ser un grupo de
productores agropecuarios. Quizá valga la pena aclarar, que la finalidad perseguida
por el productor o productores agrarios es la transformación de sus productos para su
posterior venta, encuadrable en las actividades conexas estrechamente vinculadas a
las temática de los contratos agroindustriales; pero ello no los convierte en
comerciantes como equivocadamente, y obviando el art. 452 inc. 3 del C.Com. junto a
los antecedentes doctrinarios y jurisprudenciales, sostuviera VAZQUEZ en un trabajo
referido a la maquilla en caña de azúcar, posiblemente exorbitado por sustentar su
juicio negativo al decreto 1.079/8512.
La contraparte está constituida por el procesador o industrial. Como vimos, se ha
objetado la denominación misma de estos contratos, pues se entiende que también la
contraparte puede ser un comerciante. Sin embargo, en la figura estricta del contrato
de maquilla en principio la contraparte está limitada a un industrial, salvo que se
asigne un sentido amplio a la dicción “procesador”, incluyendo el fraccionamiento y
organización de modalidades de comercialización, lo que parece al menos dudoso.
Mayores posibilidades en cambio de que la contraparte sea un comerciante podría
pensarse en los contratos del art.6, ya que se trata de relaciones que guardan
caracteres comunes con la maquilla, pero que no se identifican totalmente con ella; de
cualquier modo, ello requeriría una interpretación excesivamente amplia de
“procesamiento, industrialización y/o transformación”. Aunque nada impediría que
estos contratos se celebren en una coordinación más amplia que incluyan la actuación
de una empresa comercial en la venta o distribución de los productos elaborados,
siempre que no choque con las estipulaciones que el art.3 considera nulas. En cambio
creo que el procesamiento, industrialización o transformación puede estar a cargo de
los productores asociados u organizados en forma consorcial, aunque no se les pueda
asignar el carácter de industrial o comerciante, y, desde ya, por cooperativas agrarias.
En cuanto a la operación descripta en el art.1, debe recordarse que ya los autores
señalaron el amplio campo de aplicación de la maquilla, y ahora de los contratos a los
que extiende la disciplina le la ley: así, ejemplifica PIGRETTI con la leche, la madera,
la carne, como así también su posibilidad de aplicación en campos como la avicultura,
apicultura, granos, semillas, horticultura, fruticultura, con los más variados productos
finales. En interrogante que aquí puede plantearse es así el productor elaborado debe
12. Op.cit.p 1033.
provenir total y exclusivamente de la materia prima agropecuaria provenía por el
productor, ya que ello no resultaría posible en la obtención de muchos productos
finales elaborados en base a aquella; piénsese no solo en los enumerados por el autor
recién citado, sino en posibilidades que recientemente se nos ha planteado, como el
de la elaboración de alimentos balanceados en base al maíz o al soja provista por el
productor agropecuario. Creo que la respuesta, en especial en relación a los contratos
a los que es aplicable de disciplina por vía del art.6, es que el producto final debe ser
obtenido en base fundamental o principalmente a la elaboración de la materia prima
agropecuaria provista, pero no exclusivamente con la misma; ni le art.1 y menos aún el
art.6 lo exigen de ese modo.
Creemos que esta lectura de los arts. 1 y 6 de la ley ayudan a delimitar el ámbito de
aplicación de la disciplina contractual establecida por la ley, en cuanto a obligaciones,
contenido del instrumento, sistemas de control, cláusulas nulas, inscripción de los
contratos, etc. Y tal es también el ámbito de aplicación de la “cláusula impositiva” del
art.1 último párrafo que, como vimos, estipula que en ningún caso “esta relación”
constituirá actividad o hecho económico imponible. Se entiende que la referencia es a
la relación de provisión, elaboración y entrega al productor; hasta aquí es lo que
nosotros podemos opinar, pues no está en nuestro ánimo ni posibilidad profundizar en
esta cuestión, que queda reservada a los especialistas.

5. Situación de las partes frente a los bienes. Solución en caso de concurso del
industrial; reforma al art. 138LC.
La mayoría de los trabajos que con anterioridad al dictado de la ley 25.113 se
ocuparon de la “maquilla”, se plantearon la cuestión de la situación de los bienes
entregados por el productor agropecuario y de su proporción en los elaborados por el
industrial, especialmente para el caso de falencia de este ultimo14. Este tema también
fue objeto de pronunciamientos, siendo el más notorio, por el precedente que creara,
el de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso “Bodegas Quiros”que data
de 197815 que consideró al productor viñatero “acreedor de dominio” en su reclamo en
la convocatoria del industrial, modificando el carácter de mero acreedor quirografario
que le había atribuido la SC de Mendoza, tomando para ello en consideración que la
transformación de las uvas un vino no fue hecha por el elaborador con el ánimo de
adquirir la propiedad, que no tenia los bienes por cualquier titulo que se la transfiera, y
que la misma era conservada en cabeza del viñatero. Otros fallos siguieron esa línea
declarando que “el viñatero que reclama su vino, elaborado por el sistema de maquilla,
no es un acreedor que reclama un crédito de su deudor, sino un titular de dominio que
reclama sobre una cosa propia”, ya que “la propiedad del vino elaborado por el
sistema de maquilla es del viñatero y no del bodeguero”16. En el ámbito del azúcar muy
recientemente, ya vigente la ley 25.113 pero descartando su aplicación en atención a
la fecha de celebración de los contratos, e incluso sin acudir en su interpretación al
texto del Dec. 1.079/85 que asignaba el carácter de “propietario” de las azucares al
cañero depositante de la materia prima por haber sido derogado por el decreto
2284/91 de desregulación, la Cámara Nacional de Comercio, Sala B, consideró que la
cuestión podía resolverse con prescindencia de norma especial, ya que la estructura
del contrato de maquilla permite sostener que “la entrega por el cañero de la materia
prima para su elaboración por parte de la empresa concursada, no lo es por título
destinado a transferir el dominio, por donde resulta procedente acceder a la restitución

14. v. el ya citado trabajo de Negre de Alonso, p.57; asimismo, LIEBAU, F.Op.cit., p.210.
15. ED t.78, p.709.
16. CACC y Minería San Juan, in re “Suc. Carozo c/Bodegas Las Tapias”-25/2/97.
solicitada, con base en la previsión del art. 138L.C17.
Ahora la ley en su art.1 determina la situación de las partes frente a los bienes, dando
luego solución especifica al caso de concurso del industrial, aunque obviamente
también arroja consecuencias respecto de medidas cautelares, tercerías,
reivindicaciones, etc. Como surge del texto transcripto al comienzo, el productor
agropecuario mantiene en todo el proceso de transformación la propiedad sobre la
materia prima y luego sobre la proporción de producto final que le corresponde,
mientras el procesador o industrial asume el carácter de depositario de los
productos finales de propiedad del productor agropecuario.
La proyección de estas precisiones de la ley en la situación de los bienes en los
concursos, se concreta con el párrafo antes consignado que el art. 8 de la ley 25.113
dispone agregar el art. 138 de la LC. Esta norma concursal, como es sabido, se ocupa
de los “bienes de terceros”, conceptuándolos como aquellos que existen en poder del
fallido y que le hubiesen sido entregados por título no destinado a transferirle el
dominio, otorgado a sus titulares la facultad de solicitar su restitución. El agregado
dispuesto incluye en tal situación a los bienes obtenidos de la transformación de
productos elaborados por los sistemas denominados “a maquilla”. La norma
recoge así el criterio que, como se ha visto, había ya adoptado la jurisprudencia.
La solución ahora es clara, pero igualmente del texto de la ley surgen algunos
interrogantes que merecen señalarse. El párrafo agregado al art. 138 incluye como
“bienes de terceros” a los productores elaborados, pero agrega a continuación “cuando
la contratación conste en registros públicos”. Debe además tenerse en cuenta que el
instrumento contractual sujeto a registración debe apreciarse de acuerdo al art.2 inc.
d) “el lugar en que se depositaran los productos elaborados que correspondan al
productor agropecuario” y, por otra parte, el tercer párrafo del art.1 al determinar el
carácter de depositario del industrial respecto de la proporción de los productos finales
del productor agropecuario le impone “identificar debidamente” los mismos. Cabe
plantearse si en el afán de asegurar los derechos del productor, en atención a los
problemas que se venían suscitando para la restitución de sus productos en los
concursos, no incurrió el legislador en un exceso reglamentario que puede en el futuro
obstaculizar la solución elegida. De no reunirse los requisitos de registración,
individualización de los productos y del lugar de depósito, no procede calificarlos como
“ bienes de terceros” y disponer la restitución que posibilita el art. 138 L.C.? Si nos
atenemos al texto agregado al art.138 LC, concordado con las otras normas de la ley
25.113 que hemos referido, la respuesta podría resultar negativa. Sin embargo, queda
siempre en pie el carácter de “propietario” del productor agropecuario del industrial que
el art.1 les asigna, y continúan siendo validas las conclusiones de los antecedentes
doctrinarios y jurisprudenciales que al acceder a la restitución partieron de la premisa,
en interpretación que cobra mayor validez actualmente con la definición de la ley
25.113, de que los productos se encontraban en poder del concursado “por título no
destinado a transferir el dominio”, lo que coincide plenamente con el supuesto del
art.138 LC para su consideración como “bienes de terceros”, por lo que no habría
razón para privar al titular de los bienes de ejercer los derechos que la norma
concursal le reconoce. De cualquier modo, resulta obvio, cabria destacar la ventaja de
observar diligentemente los recaudos de la ley.
Puede observarse la diferencia que la ley hace entre la “materia prima” entregada y la
proporción del ¡producto final” que corresponde al productor agropecuario. En ambos
casos queda claro que declara el carácter de propietario del productor agropecuario.

17. CNCom, Sala B, en el concurso preventivo de Cía. Azucarera Concepción S.A., al resolver los incidentes de
dominio de Iturre Marcial E y otros-24/8/200-y Guardamontes S.A, 31/8/200, en el Inc. De Sillero, Angel, el 2/8/99,
había ya confirmado una medida cautelar de no innovar respecto del azúcar pedida en restitución, adelantando estos
fundamentos.
Pero solo respecto del productor final determina que el industrial reviste la calidad de
depositario y lo incluye como “bienes de terceros” en el concurso. Seguramente se
parte del presupuesto de la inmediata elaboración de la materia prima, aunque no se
da esta situación en todos los productos un cuya transformación podrían
hipotéticamente aplicarse estas modalidades contractuales. De todos modos, aunque
no fuera a titulo de depositario sino de mero tenedor 18, se trataría de bienes
entregados por título no destinado a transferir el dominio y, por lo tanto “bienes de
terceros” en los términos del art. 138. No obstante no soluciona este acerto todas las
dificultades teniendo en cuenta la posibilidad de que se apliquen a la situación las
normas del depósito irregular, como lo ha hecho alguna jurisprudencia que desestimo
el pedido de restitución de soja y sorgo invocando el art. 2191 del C.Civil 19. Sin
embargo, queda siempre en pie la calificación de “propietario” que destina la ley al
productor sobre la materia prima “en todo el proceso”, lo que se contrapone en el caso
de entrega “a maquilla” o similares con la hipótesis del art. 2191 CC como para
aplicarlo analógicamente y, por otra parte, no siempre el depósito de cosas fungibles o
consumibles debe ser considerado irregular. De cualquier modo, la solución aquí
puede depender de las circunstancias fácticas y, por lo tanto, aplicable según cada
caso.
Aunque ya surge de lo dicho al detenernos en el alcance del art.6, cabe agregar que
en nuestra interpretación estas situaciones y soluciones se extienden a todos los
contratos a los que al ley dispone aplicar sus disposiciones, y no solo a los que
estrictamente pueden calificarse como “contratos de maquilla”.

6. Facultades de control del productor agropecuario y alcance de las nulidades


del art 3.
Dentro de las normas de índole protectiva respecto del productor agropecuario, se
destacan las que imponen posibilidades de “control”, y el art.3 que determinan la
nulidad de cláusulas limitativas de su poder de disposición de los productos finales de
su propiedad. El inc. e) del art 2 incluye como cláusula “esencial” del instrumento la
que establezca las facultades de control y luego en su art. 4 especifica cómo deberán
ser los “sistemas y procedimientos” que se establecerán al efecto en los contratos, con
un alcance lo suficientemente ambicioso como para poner en duda que pueda ser
llevado a cabo por el productor individualmente, siendo más razonable y funcional que
lo ejerza a través de entidades o agrupaciones de productores contratantes. En buena
técnica, la ley en lugar de preveer cláusulas de obligatoria inserción en los contratos,
debió lisa y llanamente reconocer las facultades de control y las modalidades de
ejercicio integrando el reglamento contractual. No obstante, aún en ausencia de
previsión legal o contractual, entendemos que la posibilidad de ejercer el control surge
del carácter participativo del contrato, al menos en el caso estricto de la maquila.
Por su parte la nulidad de ciertas estipulaciones relativas a la comercialización del
producto por el productor agropecuario dispuesta por el art.3, que transcribimos al
inicio, tendría que ser interpretada atendiendo a la ratio de la norma, inspirada en
evitar situaciones de abuso por parte del industrial en desmedro del productor. Así
interpretada, la nulidad de pactos “que traben la libre comercialización del mismo por
cuenta exclusiva del propietario” no puede servir como obstáculo para acuerdos
libremente celebrados que coordinen o integren el proceso de comercialización del
producto, complementando así el carácter “agroindustrial” que la ley asigna a estas
relacione, especialmente cuando el convenio se lleve a cabo con una cooperativa o
agrupación de productores. La experiencia indica que la venta de los productos
elaborados obtenidos por estos sistemas, encuentran serios inconvenientes cuando es
18. Puede verse en este sentido el dictamen del Fiscal de Cámara al que remite el fallo citado de la CNC, Sala B, in re
“Cía. Azucarera ConcepcionS.A. s’oncursos preventivo s/incidente de dominio por Iturre Marcial y otros, antes citados.
19. LLLC, 1986-285 cit. En Dig.Practico LL, Concursos II, 188.

intentada por el productor aisladamente, y la intención tuitiva que frente al industrial


persiguen estas normas sobre nulidad de cláusulas de ventas y/o disposición se
desvanece cuando aquel debe disponerlos a precio vil o en condiciones desfavorables.

7. Creación de los registros públicos provinciales.


Finalmente queda por referirnos brevemente a la creación de los registros y facultades
reglamentarias de las provincias. El art. 7 impone la inscripción a pedido de parte de
“los contratos agroindustriales referidos en la ley”, es decir, no solo los de maquila
estrictamente considerados sino también aquellos a los que se aplican sus
disposiciones por el art. 6; alguna de las posibles consecuencias de la falta de
inscripción la hemos referido al tratar la aplicación del art. 138 LC.
La inscripción debe hacerse en registros públicos, donde además deben registrarse
las medidas cautelares que afecten los productos de propiedad de los productores
agropecuarios (art.7, último párrafo). La ley deriva a las provincias la creación de estos
registros. Conocemos la creación en San Juan, por ley 6686/96, del “Registro de
Contratos y Movimientos de Vinos y Mostos”, donde se registran los contratos de
elaboración y que además emite Certificados de Propiedad de Vinos y Mostos,
transmisibles por vía de endoso. También la Provincia de Mendoza creó por ley
6110/94 un registro de similar denominación “en el cual se anotaran los contratos y
precontratos que hagan a la elaboración, compraventa, permuta u otro tipo de
operaciones comerciales de vinos y/o mostos de propiedad de maquileros y/o terceros
propietarios”.
Por imperativo de la ley las provincias de nuestra región litoral deben instrumentar
estos registros. Como ya se ha hecho notar las modalidades de elaboración
contempladas en estos “contratos agroindustriales” regidos por la ley 25.113 son
aplicables a toda la variedad de productos agropecuarios producidos en la región, y
por lo tanto las leyes de creación deben tener en cuenta las diversas particularidades;
ejemplo de ello son las mencionadas leyes de San Juan y Mendoza, referidas
específicamente a la producción vitivinícola. La ley así lo advierte, pues dispone que
en su creación las provincias “establecerán las disposiciones necesarias para los
procedimientos y aseguramientos según la naturaleza de cada actividad asignándoles
las condiciones de autoridad de aplicación local”.

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