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De CHRISTIAN METZ
EL ESPÍRITU MANIPULADOR
En sus momentos de exageración, el cine de montaje estuvo a punto de convertirse
en una suerte de juego de mecano (no sabía qué era, busque en internet y la definición es:
juguete a basa de piezas con las que pueden componerse diversas construcciones), en un
juego sintagmático.
El lenguaje verbal posee una paradigmática bastante estricta que promete y permite
las más variadas ordenaciones sintagmáticas. Pero, según la opinión de ciertas tendencias
modernas, aún arrastra demasiada “sustancia”, no es totalmente organizable. Su doble
sustancialidad (fónica:habla y semántica:lengua) resiste el encasillamiento exhaustivo.
Debido a esto, algunos lógicos americanos lo llamaron lenguaje natural, a diferencia del
lenguaje binario, de las máquinas. En este último, la perfección del código triunfa y termina
con la transmisión del mensaje. Esta es la gran fiesta del espíritu sintagmático.
En todo proceso de análisis de cualquier objeto teórico (lengua, cine) el
procedimiento es siempre el mismo: el objeto natural es considerado un punto de partida, se
lo analiza (se lo segmenta) y se reparten sus elementos en categorías. Ese proceso es el
momento de la paradigmática.
Para Eisenstein el gran momento esperado es el momento sintagmático. Se
reconstituye un doble del objeto inicial puesto que es producto puro del pensamiento: es la
inteligibilidad del objeto convertida a su vez en objeto. Ese objeto-modelo es el objeto
construido. Como lo señala R. Barthes, esta construcción no tiene como finalidad
representar lo real, no es una reproducción, no se trata de imitar, es una simulación, un
producto de la techne.
CINE Y LINGÜÍSITCA
El estudio del film está doblemente relacionado con la lingüística, en dos momentos
diferentes de su desarrollo. Metz llama filmolingüística a una semiología (translingüística)
del cine.
Además, afirma que buena parte del discurso a base de imágenes se vuelve
comprensible si se lo encara desde el punto de vista de la diferencia con la lengua.
Comprender lo que la película no es implica ganar tiempo en el esfuerzo por captar lo que
es. Este último objetivo define el segundo momento del estudio del cine.
EL DISCURSO A BASE DE IMÁGENES RESPECTO DE LA LENGUA; EL
PROBLEMA DE LA “SINTAXIS” CINEMATOGRÁFICA
Segunda articulación: el cine no tiene nada que corresponda a la segunda
articulación. Esta articulación opera en el plano del significante pero no en el del
significado: el fonema. Su sola existencia implica una gran distancia entre contenido y
expresión. En el cine, la distancia es demasiado corta. El significante es una imagen, el
significado, lo-que-representa-la-imagen. Es imposible recortar el significante sin cortar el
significado en pedazos isomorfos. Las palabras nombran a posteriori otras tantas cosas
estrictamente preexistentes: esta manera de ver, completamente errónea en la lingüística, lo
es mucho menos en el cine; hay tantas cosas en la imagen fílmica como en el espectáculo
filmado.
Los teóricos del cine mudo entendían al cine como un esperanto (según Wikipedia:
el esperanto es la lengua planificada internacional más difundida y hablada en el mundo).
El autor afirma que no hay nada más equivocado. Afirma que, es cierto que el esperanto
difiere de las lenguas comunes, pero eso se debe precisamente a que realiza a la perfección
aquello hacia lo cual dichas lenguas tienden sin cesar: un sistema totalmente convencional,
codificado y organizado. El cine, por el contrario, es universal porque la percepción visual
es prácticamente la misma en el mundo entero y porque escapa a la segunda articulación.
La segunda articulación es la que distingue las lenguas y dificulta la comprensión
entre los hombres.
El autor expresa la idea de que el discurso a base de imágenes no necesita
traducción alguna porque, al escapar de la segunda articulación, está de antemano traducido
a todas las lenguas.
El cine no es lengua porque no tiene doble articulación. De hecho, es un lenguaje de
arte. La palabra lenguaje opera en dos direcciones: determinados sistemas recibirán ese
nombre si su estructura se asemeja a la de nuestras lenguajes (ajedrez, binario); en el otro
extremo, todo lo que habla al hombre del hombre es sentido como lenguaje.
Finalmente, Metz sostiene que teniendo en cuenta este estado de los usos nos parece
conveniente considerar al cine como un lenguaje sin lengua.
Primera articulación: Sin el cine no tiene fonemas, tampoco tiene, pese a lo que se
diga –según el autor- palabras. Entonces, tampoco obedece a la primera articulación. Metz
afirma que las complicaciones referidas a la “sintaxis” del cine proviene en gran parte de
una confusión inicial: la definición de la imagen como palabra y de la secuencia como
frase. La imagen (al menos la del cine) equivale a una o varias frases y la secuencia es un
enunciado completo. La imagen que muestra a un hombre caminando por la calle equivale
a la frase: un hombre camina por la calle. Pero no corresponde en absoluto a la palabra
hombre o camina o calle. La imagen es frase por su carácter aseverativo y siempre está
actualizada: un primer plano de un revólver no significa revólver sino “he aquí un
revólver”.
CINE Y SINTAXIS
De este modo, afirma Metz, la imagen es siempre habla, nunca unidad de lengua.
Hay una sintaxis del cine, pero aún no ha sido elaborada. El plano es la mejor unidad
sintagmática de la película; la secuencia es un gran conjunto sintagmático.
LA PARADIGMÁTICA DE LA PELÍCULA
En todos los escritos de los teóricos, la palabra “montaje” tomada en sentido amplio
engloba a menudo el corte, pero la operación inversa nunca tiene lugar. En el cine, el
momento del ordenamiento (montaje) es, en cierta medida, -según el autor- más esencial
que el momento de la selección (corte). Esto se debe a que se trata de un acto decisorio, una
suerte de creación. A nivel plano hay arte. A nivel secuencia hay arte y lenguaje.
El paradigma cinematográfico es frágil, fácilmente modificable, siempre evitable.
Sólo en muy escasa medida el segmento fílmico adquiere sentido respecto de los otros
segmentos que hubieran podido aparecer en el mismo punto de la cadena.
El cine es ante todo habla. La palabra, unidad de lengua, está ausente; la frase,
unidad de habla es soberana. Existe una paradigmática parcial de la película. Pero las
unidades conmutables son grandes unidades significantes que ya son sintácticas. El autor da
un ejemplo sobre la historia del western. Hubo una época en la que el cow-boy bueno era
designado por su traje blanco y el malo por su traje negro. Esto autorizaba una suerte de
conmutación en el plano de los significantes (blanco/negro) como en el de los significados
(bueno/malo). Conmutación por grandes masa: los dos colores ya están predicados y las dos
cualidades también antes de que la conmutación pueda tener lugar: diferencia esencial con
una conmutación lexical y con mayor razón fonológica. Pero la convención no duró mucho.
Su pobreza paradigmática es la contrapartida de una riqueza distribuida en otro lugar: el
paradigma es pronto superado, es otro aspecto de este tipo de lucha que pone al cine el
código y el mensaje.
Otras oposiciones fílmicas son también más o menos conmutables: los movimientos
de cámara. El travelling hacia adelante expresa una concentración de la atención que no
apunta nunca a sí misma sino siempre a un objeto. La verosimilitud fílmica debe buscarse a
nivel del dinamismo vivo y constructor de la percepción y no en el de los datos objetivos de
la situación percibida, pues la película envuelve en el mismo segmento una instancia
percibida y una instancia percipiente.
LA INTELECCIÓN FÍLMICA
Una película, afirma Metz, se entiende siempre más o menos. Si por casualidad no
se entiende en absoluto, es a causa de su contenido, no de su mecanismo semiológico.
Entonces, en tanto lenguaje, una película se entiende siempre, en mayor o menor
grado. Basta haber aprehendido globalmente los elementos principales para captar el
sentido general del conjunto.
En el cine, dice el autor, los elementos de significación co-presentes en la imagen
son demasiados numerosos y sobre todo demasiado continuos: ni siquiera el espectador
más inteligente podrá comprenderlos todos.
Es conveniente separar con mucha claridad todos los casos en que un mensaje es
ininteligible por la naturaleza misma de lo que en él se dice, sin que el mecanismo
semiológico tenga algo que ver con el asunto. Muchas películas son ininteligibles porque si
diégesis encierra en sí misma realidades demasiado exóticas o que erróneamente se
suponen conocidas. Lo incomprensible no es la película, sino lo que no está en la película.
El lenguaje, fílmico o verbal, no puede suprimir lo real; por el contrario, se arraiga
en él.