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El documento analiza las diferentes perspectivas sobre el peronismo de Eva Perón y Juan Perón. Algunos argumentan que hubo dos peronismos distintos, representados por cada uno, mientras que otros sostienen que juntos construyeron el peronismo de forma complementaria. El documento también describe cómo Eva Perón logró construir su propia base de poder e instituciones separadas, aunque al final reconoció a Juan Perón como su líder.
Descripción original:
Nota publicada en Clarin 7 mayo 2019
Título original
Eva y las distintas miradas para entender el peronismo - Sabrina Ajmechet
El documento analiza las diferentes perspectivas sobre el peronismo de Eva Perón y Juan Perón. Algunos argumentan que hubo dos peronismos distintos, representados por cada uno, mientras que otros sostienen que juntos construyeron el peronismo de forma complementaria. El documento también describe cómo Eva Perón logró construir su propia base de poder e instituciones separadas, aunque al final reconoció a Juan Perón como su líder.
El documento analiza las diferentes perspectivas sobre el peronismo de Eva Perón y Juan Perón. Algunos argumentan que hubo dos peronismos distintos, representados por cada uno, mientras que otros sostienen que juntos construyeron el peronismo de forma complementaria. El documento también describe cómo Eva Perón logró construir su propia base de poder e instituciones separadas, aunque al final reconoció a Juan Perón como su líder.
gesto, una práctica y un sentimiento. María Eva es la más despojada, es todavía ella, sin esposo y sin poder, la persona en busca de su personaje. Eva Perón es la primera dama, el rodete firme, la autoridad sin puesto oficial pero con escritorio en el edificio de la CGT. Evita es el pelo al viento, la rebeldía, la estampita a la que le rezan, la bandera que eligió Montoneros para enfrentar a Perón. Hoy se cumplen cien años de su nacimiento. Un siglo que contrasta con su breve carrera política. Sus primeros pasos fueron como secretaria general del gremio de artistas de radio durante el gobierno militar de 1943 y apenas unos años después, en 1952, murió de cáncer. En esos vertiginosos nueve años no pasó desapercibida, logró ser amada y odiada en porciones equivalentes. ¿Cómo entenderla dentro del peronismo? Para eso habría que definir los peronismos. El primer peronismo, el de la resistencia, el setentista, el montonero, el de guardia vieja, el neoliberal, el de la transversalidad, el federal. Pero en los años cuarenta/cincuenta, ¿había más de un peronismo? Arriesguemos una hipótesis: existe un peronismo, el de Perón, y otro diferente, el peronismo de Eva. Hay discusiones al respecto. En su libro Eva Perón, una biografía política, Loris Zanatta habla de esos dos peronismos. Por un lado, el de Juan Perón, definido por los elementos militares que se desprendían tanto de su concepción como de su acción política. Preocupado por el orden, la verticalidad y la obediencia, tenía un estilo más tradicional, que si bien contenía en sus visiones algunos elementos reformistas y revolucionarios, no buscaba una transformación radical de la sociedad. Eva era diferente: posiblemente su proyecto político estaba menos pensado, aunque no por eso menos organizado. Eva tenía sus propias instituciones: además del Partido Peronista Femenino, también contó con la Fundación de Ayuda Social María Eva Perón y la CGT. Así como existieron los soldados de Perón, también Eva tuvo su elenco, tanto de hombres como de mujeres. Por un lado, sus secretarios de confianza y, por el otro, sus delegadas censistas, que ocuparon puestos en la administración nacional y en cada provincia. Eva apostó a un estilo político que simulaba una mayor horizontalidad y donde las pasiones parecían triunfar sobre la razón. Eva lograba ser, al mismo tiempo, símbolo de amor e integración para su pueblo y de frialdad y desprecio para sus enemigos. Su humildad y abnegación eran la contracara de su ambición y sus ganas de arrasar con el statu quo. Era una persona accesible para quienes la amaban. Quien quisiera verla sólo tenía que enviarle una carta y pedir una audiencia. Eva los recibía en su oficina, los escuchaba, y era habitual que diera respuesta a los pedidos. Estas costumbres llevan a Zanatta a definir la forma de poder de Eva como prepolítica: más cercana a los recursos y los atributos típicos de la religión. Su pueblo eran los más humildes, sus desposeídos, sus descamisados. Su tierra prometida era la Nueva Argentina. En una entrevista en el programa de radio Pasado Imperfecto, Carolina Barry, autora del libro Evita Capitana, mostró una mirada diferente: tanto Perón como Eva habrían armado juntos, desde el inicio, el peronismo. Y lo hicieron de forma complementaria, sin divisiones entre peronismo y evitismo, sino en una construcción simbiótica, dual y repartida, en la que funcionó exitosamente un doble comando. Eva se ocupó, en principio, de funciones de beneficencia, un rol tradicional para las primeras damas. Pero al poco tiempo comenzó a construir una relación con la CGT que terminaría siendo fundamental en su trayectoria. Las dos miradas me convencen. En algunos momentos tiendo a creer en la existencia de dos peronismos en competencia. En otros, prefiero la explicación del peronismo como un proceso en construcción, en el que ambos liderazgos se complementan y logran armar algo aún más grande que ellos por separado. La historia, a veces, puede ser fechada. El 22 de agosto de 1951 se produjo el Cabildo Abierto y pocas experiencias ilustran tan fielmente la relación entre Perón y Eva. La CGT organizó un acto para convertirla en la futura vicepresidenta. Un episodio conmovedor, que terminó luego de esta unción, con Eva llorando en brazos de Perón y, sólo unos días después, con su renuncia a la candidatura. Las múltiples causas que siempre tienen todos los hechos importantes no nos dejan terminar de entender si su negativa respondió a su enfermedad, a las presiones del ejército o a la voluntad de su marido. Ese día se mostró la magnitud de su poder y, también, el reconocimiento de Perón como su conductor. Un año más tarde su popularidad volvió a quedar en evidencia, más fuerte que nunca, en el momento de su velatorio. Murió María Eva, pero solo para dar paso al nacimiento de Santa Evita, un mito que terminó siendo aún más importante que ella misma.