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¿Qué pasó antes del 17 de octubre?

Todos sabemos qué es lo que ocurrió el 17 de octubre de 1945. Durante décadas


muchos intentaron comprender si la movilización popular de aquel día fue espontánea u
organizada. Tiempo después llegaron las notas que derribaron un mito: las fotos que
nosotros conocemos de la plaza del 17 de octubre fueron tomadas en 1946, al
conmemorarse su primer aniversario. ¿Hubo durante el día tanta gente como creíamos?
Estas discusiones pueden resultar interesantes para algunos, son datos de color
necesarios en toda historia nacional pero lo único importante es que hace setenta y cinco
años, el miércoles 17 de octubre de 1945, fue un día que cambió la historia argentina.
Juan Domingo Perón se despertó esa mañana en una cama de un hospital
creyendo que su carrera política había terminado y se fue a dormir después de ser
consagrado candidato a presidente por una multitud reunida en la Plaza de Mayo.
¿Cómo se llegó a aquella jornada? ¿Cuáles fueron los eventos que se fueron
sucediendo y terminaron generando el 17 de octubre?
Oscar Nicolini es el nombre de un funcionario que, seguramente, muy pocos
recuerden. Sin embargo, su designación el 5 de octubre de 1945 al frente de la dirección
de Correos y Telecomunicaciones funcionó como la chispa que encendió el fuego. En
pleno contexto de finalización de la Segunda Guerra Mundial, la democracia había
ganado en el mundo y en la política local cada vez eran más las presiones para poner fin
al gobierno militar y convocar a elecciones. La Dirección de Correos y
Telecomunicaciones fue siempre una agencia especialmente sensible dentro de los
procesos electorales, ya que eran los encargados de trasladar las urnas desde los lugares
de votación hasta donde se efectuaba el recuento y, como habían enseñado las décadas
anteriores, ese proceso de traslado de los votos era el momento ideal para realizar
fraude. Por eso, si alguien tenía alguna intención de influir en los resultados electorales,
controlar esa Dirección era decisivo.
Nicolini era amigo de Eva Duarte y fue a través de ella que llegó a Perón, quien
lo recomendó en el puesto. Para ese momento, Perón ocupaba simultáneamente los
cargos de secretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y vicepresidente, lo que
lo convertía en el hombre más fuerte del gobierno. Cuando los militares de Campo de
Mayo se enteraron del nombramiento de Nicolini lo hicieron responsable a Perón y
exigieron su renuncia. Hacía tiempo que estaban molestos por sus ambiciones políticas,
su actitud personalista y esta designación agotó su paciencia.
Félix Luna en su fantástico libro en el que reconstruye todo el año 1945 ensayó
diferentes razones por las cuales Perón pudo haber decidido el nombramiento de
Nicolini: todo parece posible, desde la posibilidad de que no hubiera estado al tanto
hasta que fuera un modo de medir su propia fuerza.
Lo cierto es que el 6 de octubre, Eduardo Ávalos -general de brigada y
comandante de Campo de Mayo, lo que lo convertía en uno de los militares más
influyentes del país- fue al Ministerio de Guerra a hablar con Perón y le pidió que dejara
sin efecto el nombramiento. Frente a la negativa de Perón, Ávalos visitó a Farrell, quien
no se quiso hacer cargo de la situación y le aconsejó que volviera a conversar con
Perón.
El 8 de octubre Perón cumplía 50 años y lo esperaba en el Ministerio de Guerra
una entrevista con Ávalos. Los dos militares habían sido colaboradores cercanos durante
mucho tiempo. Pero esa amistad había quedado en el pasado y en la reunión que
mantuvieron quedó claro que no había suficiente lugar para ambos en el gobierno,
alguno de los dos debía renunciar. En principio pareció que Perón ganaría la pulseada,
pero con la amenaza de que los oficiales de Campo de Mayo marcharían sobre Buenos
Aires, el escenario se modificó y Perón fue obligado a presentar su renuncia.
Estos conflictos palaciegos no habían sido publicitados por la prensa, por lo que
el alejamiento de Perón generó una enorme sorpresa y abrió una serie de
acontecimientos difíciles de reconstruir. Como había Estado de sitio y los diarios solo
publicaban lo que se les permitía la recreación de los hechos es incompleta pero, sin
embargo, vale la pena intentar explicarla ya que nos ayuda a entender cómo se fue
generando el clima que hizo posible el 17 de octubre.
El 10 de octubre se aceptó la renuncia de Perón a todos sus cargos y se designó a
Ávalos ministro de Guerra. ¿Qué pasaría con la Secretaría de Trabajo? Perón solicitó
autorización para dar un discurso de despedida, con el objetivo de agradecer y
tranquilizar a los trabajadores. Cuando se le permitió hacerlo, se improvisó un palco y
los sindicatos movilizaron a sus hombres, que escucharon un discurso en el que Perón
aseguró que los logros obtenidos durante su gestión estaban asegurados. Antes de dejar
sus funciones había elaborado dos decretos ambiciosos: uno organizaba las asociaciones
profesionales y el otro aseguraba un aumento de sueldos y salarios, el salario básico,
vital y móvil y la participación de los trabajadores en las ganancias.
Muchos diarios publicaron en aquel momento la noticia de la renuncia, sin
señalar que se trataba de un alejamiento que se le había exigido. Para mucha gente los
motivos de la renuncia de Perón no resultaban claros y circulaba la teoría de que había
sido su idea, acompañada de la complicidad de Ávalos, para despedirse en este acto
frente a la Secretaría y tener la oportunidad de narrar todos los beneficios otorgados a
los trabajadores. ¿Había sido una estrategia de Perón para alejarse del gobierno en una
coyuntura en la que se estaba llamando a elecciones? ¿Estaba preparando su propia
candidatura? Algunos pensaban eso y esa imagen volvió a molestar a Campo de Mayo.
En vez de alejar a Perón de los acontecimientos políticos parecía que estaban dándole
un lugar central.
El 12 de octubre el gobierno decretó la convocatoria a elecciones nacionales para
elegir presidente y vicepresidente, gobernadores y legisladores. Puso fecha, serían el 7
de abril de 1946. Ávalos había asegurado el día anterior que no habría un candidato
oficial sino que, por el contrario, los candidatos serían la expresión de la voluntad
general.
Los dirigentes partidarios se preguntaban qué era exactamente lo que había
ocurrido esos días. Perón había renunciado y el gobierno convocaba a elecciones. ¿Se
pediría la renuncia de Farrell? ¿Se le entregaría el poder a la Corte Suprema como
reclamaban muchos de ellos hacía tiempo?
El 12 de octubre se decidió el arresto de Perón y su traslado a la isla Martín
García. Los militares de Campo de Mayo seguían molestos con él y la mitología dice
que existieron amenazas de asesinarlo. En el Círculo Militar se realizó una reunión de
militares de alto rango activos y retirados que, luego de un largo debate, pidieron su
arresto, ya que consideraron que Perón debía estar alejado de la coyuntura política. De
este modo, sin que quedara del todo claro si lo arrestaban porque algunos podían llegar
a querer atentar contra su vida o, simplemente, para que no fuera un actor políticamente
activo en ese escenario tan complejo, Perón fue confinado a prisión.
Los eventos se sucedieron con rapidez, el tiempo parecía estar acelerado, como
sucede en los momentos más críticos. Ya llevaba unos días el rumor de que el ministro
del interior, Hortensio Quijano, presentaría su renuncia pero lo que terminó sucediendo
es que no solo él se alejó del gobierno sino que lo acompañaron todos los miembros del
gabinete.
La secretaría de Trabajo y Previsión seguía sin tener a alguien al frente. El
sábado 13 de octubre nombraron al reemplazo de Perón. Su nombre era Juan Fenantes y
la noticia de su designación fue recibida por los trabajadores al mismo tiempo que se
enteraron que Perón estaba preso. Los gremios interpretaron las novedades como una
amenaza a los beneficios obtenidos en el último tiempo y el primer discurso del nuevo
secretario reforzó estos miedos. Luego de escucharlo, los trabajadores decidieron
preparar una huelga general para el 18 de octubre. En la convocatoria se enumeraban
múltiples reclamos -el mantenimiento de las conquistas sociales, la firma del decreto de
aumento de salarios y participación en las ganancias, la negativa a la entrega del
gobierno a la Corte, el pedido de levantamiento del Estado de sitio e, incluso, la reforma
agraria- pero no hubo ninguna mención específica a Perón.
Terminó el fin de semana y cuando se volvió a las fábricas algunos trabajadores
decidieron ir hasta el centro de la ciudad y hasta la puerta de la Secretaría de Trabajo
para pedir por Perón. El ex secretario seguía aún en la isla Martín García pero, para
aquel momento, ya comenzaba a exigir que se le explicitaran los cargos en su contra y
se le explicara por qué estaba detenido fuera de su jurisdicción, en una isla controlada
por la Marina. En medio de estos reclamos, Perón aseguró sentirse mal y solicitó ser
trasladado a un hospital. Su pedido fue escuchado por Farrell y la noche del 16 de
octubre la pasó en Palermo, en una habitación del Hospital Militar.
Todo era desconcierto, no se sabía bien quién manejaba el gobierno nacional ni
cómo quedaría conformado el nuevo gabinete. Tampoco se terminaba de comprender la
situación de Perón ni la estabilidad de los beneficios obtenidos. El clima creado y la
cadena de comunicación que se armó entre los dirigentes sindicales permitió que la
mañana siguiente, el 17 de octubre, se comenzara a organizar una movilización, que de
a poco alejó a los trabajadores de sus fábricas y los fue conduciendo hacia la Plaza de
Mayo, hasta llegar a la noche a reunir allí a una multitud que clamaba por Perón.
De cadáver político a candidato a presidente, una semana álgida terminó en una
movilización que funcionará de ahí en más como parteaguas: esa jornada nació el
peronismo y, en esa plaza, Perón encontró a su pueblo que, en ese mismo instante, lo
designó su conductor.

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