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IOGNA-PRAT
Los discípulos de Cristo son poseedores de una religión “desterritorializada” que implica la
mínima relación posible con el mundo terrestre.
Los restos del santo no simplemente santifican el lugar de culto lo sacralizan. Si el cuerpo
del santo y el espacio que ocupa son “sagrado”, es porque las reliquias participan del
ritual de consagración de edificio eclesiástico y de su entorno. En el siglo VI, en Roma, un
ritual nuevo aparece bajo la doble forma de un exorcismo, destinado a purificar el edificio
de toda presencia diabólica, y de la instalación de reliquias de santos. Por su parte, la
liturgia galo-franca conoce en un primer momento dos rituales separados: por un lado, la
consagración del altar y de la iglesia; por el otro, la instalación solemne de reliquias. En los
siglos VIII-IX en el contexto de la unificación litúrgica deseada por los soberanos
carolingios, los ritos romano y galicano se acercan y se combinan.
Después del siglo IX, la época de la reforma de la Iglesia en los siglos XI y XII representa el
segundo momento importante en la definición de una doctrina del lugar de culto. El clero
gregoriano tiene como proyecto de conjunto la construcción de una sociedad cristiana.
Para ser de la Iglesia, conviene estar en la iglesia; es necesario pasar por el edificio de
piedra para acceder al templo espiritual.
Pero estar dentro supone también la posibilidad de estar por fuera. Existen los cristianos y
existen los otros. Los exégetas proveen una definición restrictiva del “nosotros” (nobis)
entendida en la exclusión de los otros – todos los otros, es decir los herejes, los judíos y
los paganos.
Las primeras sumas escolásticas se elaboran sobre el terreno fértil de esos debates. La
escritura es tratada como una gran catedral y los monumentos bíblicos concebidos como
edificios representables (sentido histórico) y marcos necesarios para pensar la sociedad
cristiana (sentido alegórico) e incluso la vida espiritual de cada uno de los fieles (sentido
topológico). Se trata de dotar de una arquitectura al conjunto de la creación doctrinal en
torno a la cuestión del lugar de culto. Esta se organiza alrededor de tres ejes:
1) El primero la Eucaristía1.
2) Paralelamente a estas discusiones, se reflexiona acerca de la noción de causa
sacramental. Según la cual el sacramento instaura las condiciones que predisponen
a la recepción de la gracia.
3) Esfuerzo de clasificación de los sacramentos. Se distinguen siete sacramentos
mayores (sacramenta: bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia,
extremaunción, orden, matrimonio) y una serie de sacramentos menores
(sacramentalia), entre ellos el agua bendita y la imposición de cenizas. El bautismo
de la iglesia dispone a la realización de los otros sacramentos; sin él, no hay
espacio sacramental y por lo tanto no hay comunidad cristiana.
La especialización de lo sagrado
Bautizada como una persona, la iglesia es también santificada como tal. Al final de un
largo proceso de maduración doctrinal, la primera escolástica2 consagrada, podemos
decir, la personalización de la Iglesia-edificio.
La lenta formación de una doctrina sacramental de lugar de culto. Los términos Iglesia
y sociedad son coextensivos y no existe, en la Edad Media occidental, un criterio laico
de pertenencia. De allí a necesidad de pasar del dominio de las doctrinas eclesiales al
de las prácticas sociales.
1
EUCARISTÍA: SACRAMENTO DE LAS IGLESIAS CRISTIANAS QUE CONSITE EN CONSAGRAR EL PAN Y EL VINO
(MEMORIAL DE LA MUERTE Y RESURRECCION DE JESUS) Y EN SU DISTRIBUCION ENTRE LOS FIELES.
2
ESCOLÁSTICA: DOCTRINA DE LA EDAD MEDIA, INDICADA POR SANTO TOMAS DE AQUINO, QUE ORGANIZA
FILOSOFICAMENTE LOS DOGMAS DE LA IGLESIA TOMANDO COMO BASE LOS LIBROS DE ARISTOTELES.
La primera arquitectura del cristianismo está, en efecto, compuesta de tres lugares
funcionalmente separados, el lugar de culto el altar; la capilla de los mártires, fundada
sobre las reliquias; el baptisterio, centrado en la pila o en piscina. La evolución esencial
de la estructura de los edificios eclesiásticos durante la alta Edad Media consiste
justamente en reunir, articular y jerarquizar esos diferentes polos funcionales,
convirtiendo a un mismo lugar, la iglesia, en la conjunción de las esferas bautistas,
martirial (o santoral) y eucarística.
El “inecclesiamento”
Desde la transformación de los años 800, el papado instaura una concepción diferente
de la relación respecto de la tierra, con la elaboración de los marcos territoriales
protoestatales de la “Republica de San Pedro”, que es una estructura pública dotada
de una frontera. La primera territorialidad medieval es así tanto un aporte de los
pontífices romanos, soberanos espirituales y temporales, como de los reyes y
emperadores carolingios, otónidas y salios, cuyo espacio soberano confunde
alegremente estructuras políticas y estructuras eclesiales.
¿Qué debemos comprender con ese término en el último tercio del siglo X? La
“parroquia” (parochia) durante largo tiempo designó una realidad topográfica
completamente distinta de los que nosotros comprendemos hoy. Las delimitaciones
parroquiales representan modos de recorte del espacio sin antecedentes; se trata de
una creación medieval. En tiempos más tempranos el término parochia designa una
unidad macroscópica, la diócesis, o bien un lugar microscópico, la basílica o la iglesia.
La palabra no adquiere una clara acepción territorial sino hasta el siglo XII, al final de
una compleja historia de atracción de fieles hacia la iglesia. Dos factores principales
están en la génesis de la parroquia medieval. El primero se relaciona con el pago de
diezmo, que es obligatorio a partir de la época carolingia y debe ser entregado en el
lugar de culto. El segundo recurso histórico de la parroquia es el cementerio. Desde la
época carolingia, se recomienda a los fieles hacerse inhumar allí donde pagan el
diezmo.
Las cerca de cinco mil actas anteriores a 1120, de Cluny dan testimonio de la
intensidad de la política de acumulación de bienes inmuebles que señalan los dos
primeros siglos de Historia del monasterio fundado en 910. Es sobre esta base
inmueble constitutiva de una “tierra santa” en cuanto a propiedad de los santos
romanos, Pedro y Pablo, donde, desde la segunda mitad del siglo XI, los cluniacenses
organizan “los lugares y círculos de su denominación” señorial. Esta política territorial,
viene, a incluir bienes de naturaleza muy diferentes (tierras, iglesias, castillos, molinos)
en una estructura eclesial común con la puesta en funcionamiento de una red de
obediencias o “decaías”, que son lugares plurifuncionales, a la vez centros de
explotación agrícola, lugares de transacción y negociación, ermitas, Iglesias de
peregrinaje, etcétera. En un segundo momento, esa red de “lugares”, se organiza en
un círculo de dominación en el interior del cual “la santidad cluniacense impone una
inviolabilidad total”. Se trata de fijar sobre el terreno el mecanismo de inmunidad del
que goza el monasterio.
3
Ascetismo: Ejercicio y práctica de un estilo de vida austero y de renuncia a placeres materiales, con el fin
de adquirir unos hábitos que conduzcan a la perfección moral y espiritual.
mismos, poseían una dimensión humana que se situaba ya en el nivel de los ángeles.
Estos se sitúan entre dos niveles: el nivel de los hombres y el nivel de los ángeles; ello
les confiere “algo” que ya no es humano.
Esto representa un fenómeno sociológico de gran interés, puesto que la Virgen con su
cuerpo “abierto” se identifica progresivamente con comunidades o colectividades, a
tal punto que se habla de “la virgen de tal lugar” o “la virgen de tal comunidad”.
Hablamos entonces de una identificación comunitaria que se confunde con la
comunidad cristiana pero también con particularidades locales. Tal fenómeno nace en
el periodo que estudiamos.
El hecho de que los monjes puedan ser sacerdotes no es una cosa obvia en la sociedad
cristiana y es necesario interrogarse cómo sucedió. La respuesta se encuentra en el
hecho de que la pastoral funeraria del Occidente medieval se desarrolló de tal manera
que fue necesaria la presencia de sacerdotes.
El segundo punto que debe analizarse es la confusión entre los monjes y los órdenes
de la sociedad. Existe una división teórica de la comunidad cristiana y de la sociedad
cristiana, de tal suerte que es posible ver cómo se articula la sociedad cristiana con el
problema de las funciones sociales. La distinción existe en el cristianismo partir de
mediados del siglo II es la distinción entre sors y plebs. En los primeros años después
de Cristo no había más que una, sors, es decir, “herederos” de Cristo. Cuando inició la
formación de una institución con encargados de lo sagrado se hizo necesario distinguir
entre el clero y los fieles, de tal suerte que, a partir de la segunda mitad del siglo II, los
herederos se identificaron en el clero y la plebs se identificó con los fieles. Durante la
alta Edad Media, se crearon distintos modos de diferenciación dentro de la comunidad
cristiana: los milites; los mediocres; los potentes o “vírgenes”; los “continentes”, los
que habían decidido renunciar a la vida sexual; y los coniugati, los casados.
En el siglo IX nació otra distinción que no era una tripartición de tipo normal, sino
funcional: el esquema de los tres órdenes funcionales. Duby sostenía que el modelo
tripartito no aparecía sino hasta el siglo XI, por lo que era necesario saber cómo se
había transmitido el esquema. La mayoría de los autores sostenía la hipótesis según la
cual la transmisión se había hecho de manera oral.
En consecuencia, y siguiendo esta teoría de los tres órdenes, los cluniacenses van a
desarrollar una visión teórica de la sociedad que se confunde con la Iglesia, visión
según la cual los diferentes grados del Pseudo-Dionisio poseen una coherencia a causa
de la mediación de un grado a otro.
Desde el punto de vista teórico podemos decir que este tipo de monasterio, este tipo
de congragación, se ve como una Iglesia en sí misma, que integra también a los laicos
que honra, laicos que acoge cada día cuando ayuda a los pobres que no tienen nada
que comer o los laicos de lato nivel social que vienen a pasar unos días en el
monasterio y, finalmente, a los laicos muertos. En otras palabras, puede decirse que el
monasterio se concibe como un conjunto que equivale a la Iglesia, a una pequeña
Iglesia (aunque en el caso de Cluny se considera como la Iglesia en su totalidad), ya
que coexisten en ella todos los tipos de monacato: monacato masculino, monacato
femenino e inclusive otros tipos de vida ascética, como el de los eremitas4.
El segundo aspecto nos lleva a interrogarnos acerca de cuál fue el modo más eficaz de
control social de los monjes en ese periodo. La respuesta no es otra sino el control
social de los muertos, porque unos dan la mediación y los otros dan bienes materiales.
Hay que imaginarse este sistema de intercambio como una verdadera pompa
económica de enriquecimiento de las comunidades monásticas de esta época. El
poder ceremonial de Cluny o de los monasterios de tipo cluniacense de aquel tiempo
se halla principalmente en el pastoral funeral: los muertos son los que permiten a los
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Eremita: persona que vive sola en un lugar deshabitado, especialmente para dedicar su vida a la oración y
al sacrificio.
monjes adquirir el nivel económico que poseen y, por lo tanto, situarse en el mismo
nivel que el estamento nobiliario.
Puede afirmarse que la lógica irradiante es la lógica de los monjes; cuando honran a
los muertos existe la congregatio con los amigos y los familiares que se confunde con
la Iglesia que integra a los amigos que pagan. La asimilación con la Iglesia se hace de
tal modo que en las costumbres litúrgicas se distinguen tres tipos de memoria
funeraria: la de los monjes, la de los amigos (estas dos primeras con nombre) y la
memoria común que es la de la Iglesia porque la lógica es que esta congregación se
confunde con toda la institución.
Al término de dicha evolución puede decirse que los términos “Iglesia” y “sociedad” se
hacen coextensivos y que la cristiandad tiene la vocación de incluir al mundo. Desde
entonces, no existe más una definición laica de la pertenencia social: se es cristiano o
no se es.
Semejante juego muestra, bajo los adornos técnicos acreditados en las escuelas, una
violencia intelectual racionalizada que no posee otra lógica más que aquella que la
lleva a desenmascarar y condenar los errores del otro. La andadura discursiva
invocada por los polemistas vienen a confirmar sus propias autoridades para colocar
“fuera de campo” a un adversario tanto más ausente cuanto que se le niega a priori
toda pertenencia a la comunidad sacramental cristiana. De donde nace el aire de
irrealidad que se desprende de los procesos acusatorios de los siglos XI y XII; formas
policiacas de violencia que puede calificarse de “intelectual” por el recurso sistemático
a formas vebales de combate constitutivas de un campo profesional: la polémica
clerical enseñada en las escuelas y posteriormente en la universidad.
Una aldea esta formada por la reunión más o menos densa de viviendas y de pequeñas
explotaciones en torno a una iglesia y un cementerio.
Por lo general, una aldea (o un grupo de aldeas) está dominada por el castillo del
señor; en la lógica social del encellulement. La multiplicación de los hombres y de la
fuerza de trabajo, así como la extensión de los espacios cultivados, permitieron a los
principales ostentores del poder y de la tierra, a los condes, repartir sus beneficios
entre un número mayorde guerreros fieles: castellanos rodeados por un circulo de
caballeros (milites) que sueñan con fundar a su vez un linaje y con construir una torre
desde donde vigilar sus bienes y a sus villanos.
Para la fracción de la pequeña aristocracia laica lo esencial estaba por hacer: que los
demás admitieran la legitimidad de su linaje. Es en la cultura folklórica y sus relatos
míticos, en las leyendas locales y el mundo profuso de las hadas, donde los milites
encontraran la fuente de su legitimidad; y, como debían marcar sus pretensiones con
el sello de la duración, se atrajeron a clérigos capaces de fijar por escrito esas
tradiciones orales. Esta aristocracia laica dio a los mencionados relatos una
interpretación que difería de la de la Iglesia oficial: allí donde los clérigos
habitualmente no querían ver más que <<supersticiones>>, supervivencias del
paganismo e ilusiones del Maligno, ella(pequeña aristocracia laica), por el contrario, se
mostro sensible a los valores positivos de un folklore que tan bien servía a sus
intereses.
Debilitada por el conjunto de las mutaciones del tiempo, la Iglesia sólo podía
mantener su posición en la sociedad infiltrándose en esas células nuevas,
especialmente en las ciudades. Por primera vez en su historia, se interesó realmente
por los laicos; hubo que adaptar el lenguaje de la Iglesia a cada grupo concreto.
A finales del siglo XII y principios del XIII, las cosas empiezan a cambiar. En las escuelas
urbanas vinculadas a los cabildos catedralicios, en Laon, en Chartres o en Paris, se
intensifica la reflexión teológica, en particular sobre las <<supersticiones>>.
El objeto de la mayoría de los debates no era tanto la brujería rural como la <<magia
negra>>, la alquimia y la astrología.
Sacrilegios eucarísticos
En los siglos XI y XII aparece y se multiplica rápidamente la mención de prácticas
<<superticiosas>> y sacrilegios referentes a la hostia.
Pero, en el XIII, los clérigos y los propios monjes empezaron a dudar de la legitimidad
de la humillación de los santos, incluso cuando el ritual era ejecutado según las
normas; la violencia del rito y el carácter mágico; chocaban con la representación más
intelectual que los clérigos. El uso, considerado ilícito, se inclino hacia el lado de las
<<superticiones>>.
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Crisma: aceite y bálsamo mezclados que consagran los obispos católicos el jueves santo para ungir a los
que se bautizan, confirman u ordenan.
No obstante, la <<humillación de los santos>> no desapareció de golpe.
Los usos <<superticiosos>> de las imágenes religiosas fueron posibles porque el culto
legítimo de dichas imágenes había experimentado, desde el año mil, un formidable
desarrollo en las iglesias de occidente.
La imagen no era más que un sustituto de la escritura. Sin embargo, hacia el año mil, el
culto a las reliquias experimento una especie de prolongación en las imágenes de los
santos. Estos últimos comienzan a gozar de estatuas.
El notable auge del culto a las imágenes en tres dimensiones, del siglo XII al XIII, barrió
todavía con más rapidez los últimos escrúpulos de algunos clérigos porque, desde
principios de siglo XI, los herejes habían tomado dicho culto como pretexto para
acusar de idolatría a los propios sacerdotes. Para la iglesia la <<supertición>> quedaba
totalmente enmarcada en el ámbito de la iconoclasia6 herética o en el de los muñecos
y estatuillas de cera y trapo utilizados con fines mágicos por los brujos.
Aparte de las reliquias y las imágenes, el auge del culto a los santos suscitaba nuevas
formas de <<superticiones>>. Andre Vauchez ha expuesto el procedimiento
institucional inédito para <<hacer>> santos que, a lo largo del siglo XII, impulso el
papado: los procesos de canonización, basados en una investigación oficial y que
someten la santificación el examen de la única curia pontificia.
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Iconoclasia: movimiento religioso cristiano que rechazaba el culto a las imágenes sagradas y las destruía.
sacramental: es la hostia consagrada. Los laicos, por su parte también se muestran
demasiado dispuestos a reconocer santos por doquier.
Los campesinos contaban que el santo era un lebrel que había salvado de las
mordeduras de una serpiente al hijo de su amo; pero éste, habiéndolo matado
injustamente, lo había convertido en un <<mártir>>. Los campesinos acudían al
emplazamiento abandonado del castillo para venerar a este <<martír>> y llevar a su
tumba a sus hijos enfermos; una vez allí, colocaban al niño entre los troncos de dos
árboles, lo desnudaban y rodeaban de velas, depositaban ofrendas y se alejaban un
momento;a su regreso, cogían al niño para someterlo a una especie de ordalía
sumergiéndolo en el agua helada de un río cercano, el Chalaronne. Entonces podían
pasar dos cosas: o bien el niño moría, o bien quedaba definitivamente curado.
Desde esta época hasta la Revolución industrial, el culto a san Guinefort, aunque en
evolución, conoció la larga duración de la sociedad rural tradicional.
La idea de la santidad y del martirio, al igual que ciertas prácticas rituales- la donación
de velas y ofrendas- pertenecían a la cultura y los ritos de la Iglesia. Pero lo que era
inadmisible es el uso que los campesinos hacían de ello, empezando por la idea de que
un perro pudiera ser considerado santo. Otros aspectos del culto evocaban demasiado
la antigua idolatría; la creencia en los changelins se asemejaba a una <<pacto>> con
demonios. Y otros, por último,aparecían como una imitación sacrílega de los ritos de la
Iglesia; por ejemplo, la inmersión del niño en el río con relación al bautismo. En
resumen, la ausencia de edificio religioso y de control de la peregrinación por parte de
un clérigo o un capellán dejaba a los campesinos la más absoluta autonomía en la
organización de ese culto.
la fuente de Planhes
A partir del siglo XI, la iglesia manifestó una voluntad mucho más firme de
cristianización del culto a los muertos, especialmente en el marco de la cultura
monástica. Entre 1024 y 1033, Cluny instituyó la fiesta de todos los santos, celebración
que se impuso con gran rapidez en toda la cristiandad. Se convirtió en el gran
momento de la conmemoración litúrgica de los muertos, enormemente importante en
los monasterios; también para los laicos, con la institución regular de las misas dichas
para los difuntos, esta conmemoración se impuso como un rasgo central de la vida
religiosa.
La tropa de los muertos remite a las estructuras sociales de la época feudal. Así el
exercitus mortuorum adopta con frecuencia el aspecto de una tropa de caballeros
malditos, representación invertida de la hueste feudal.
En los siglos XI-XII, la Iglesia intentó cristianizar esta creencia. A decir de los clérigos,
estos relatos de apariciones ilustran la expiación colectiva de almas en pena, por lo
general en el lugar mismo de sus pecados; en una palabra, un purgatorio itinerante.
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Cacería salvaje diabolizada: unos demonios, montados en animales fantásticos, llevan a unas mujeres
desnudas y un lansquenete, sin duda muerto en la guerra.
Sin embargo, cuando a finales del siglo XII nació el purgatorio como espacio especifico
del más allá, con nombre propio, semejante solución ya no tenía razón de ser;
entonces, los rasgos diabólicos de la cacería salvaje la desterraron definitivamente.
La <<mesnada Hellequin>>
A partir de esta época, en otros textos, el carácter diabólico del ejercito de los muertos
es mucho más acusado. En su Historia eclesiástica, a un sacerdote normando de
nombre Guachelme, del ejercito de los muertos, llamado por primera vez familia
Herlechini, la <<mesnada Hellequin>>. Tuvo lugar el primero de año de 1901, fecha
que desde hacia mucho tiempo cristalizaba la desconfianza de la Iglesia hacia las
<<superticiones>>; el inicio del año era un momento particularmente propicio para la
aparición de los muertos.
El pueblo afirma que las almas de los muertos, llorando sus pecados, acostumbran a
aparecer con sus ropajes de vivos: los campesinos vestidos de campesinos, los
caballeros de caballeros…
otros dos exempla de Esteban de Borbón atestigua la creencia según la cual ciertas
personas podían, al menos en sueños, participar en el vuelo de los espíritus nocturnos
y de las <<cosas buenas>>
también vemos anudarse alrededor de Dama Abonda todos los hilos de una creencia y
un ritual agrarios, destinados a garantizar la abundancia doméstica y la prosperidad
rural mediante la invocación de las almas de los ancestros muertos.
Almas errantes, las <<cosas buenas>> o las <<damas buenas>> que seguían a Dama
Abonda a partir de finales del siglo XII, éste caracteriza, con el nacimiento del
purgatorio, la representación eclesiástica del destino de las almas de los muertos
entre el óbito y el juicio final. En esta época los predicadores se esforzaron por
conceder un papel y una posición positivos a los aparecidos que iban individualmente
a suplicar a los vivos que rogaran por ellos. Pero de esta <<normalización>> de las
relaciones entre los vivos y los muertos estaba excluida la tropa de las almas errantes:
ya se trate de la versión <<masculina>> de la creencia- el ejército de los muertos, la
mesnada Hellequin o la caza salvaje- o de su versión <<femenina>> - Dama Abonda, las
<<damas buenas>> o las <<cosas buenas>>, en quienes los campesinos veían espíritus
benéficos-, la Iglesia había decidido asimilar las almas errantes a los demonios.
Los clérigos llegaron incluso a diabolizarlos cada vez más. Equiparon a los espíritus
benéficos con las crueles lamias y estriges y acusaron a aquellos y aquellas que
afirmaban reunirse con ellos durante el sueño de brujos que tenían un pacto con el
diablo. Del vuelo de las <<damas buenas>> al de las brujas y, finalmente, al crimen
supremo del aquelarre, no había más que un paso, que jueces e inquisidores
franquearon en el transcurso del siglo XV.