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celebrativo,
los lugares y el ajuar
litúrgico según el
Misal Romano,
Tercera Edición
INTRODUCCION
nos encontramos ante un “reto” el de hacer visibles las
realidades eternas e intangibles del misterio de nuestra fe.
Este reto como tal está estrechamente ligado a los
espacios sagrados y todo aquello que entra en relación con
los misterios que se representan. ¿Cómo lograr que los
espacios celebrativos y las cosas que se necesitan para la
celebración Eucarística comuniquen las verdades eternas
que en ello se contiene o significan?, ¿Cómo evitar que se
conviertan simplemente en adornos y espacios funcionales
carentes de significado o aún más de carácter?.
A raíz del Concilio Vaticano II sobre todo en los años sesentas, se
llevaron a cabo tentativas de poner en ejecución la reforma
litúrgica. La reforma litúrgica puso de manifiesto la importancia
de los signos y de los símbolos en los ritos, tratando de eliminar lo
profano o secular. Por desgracia en algún momento los espacios
sagrados se volvieron iconoclastas y racionalistas, incapaces de
hablar un lenguaje comprensible o motivante para el hombre
contemporáneo. Posteriormente, durante los años ochenta, surgió,
con la decadencia del Movimiento Moderno y de su
funcionalismo, se intenta retomar éste problema crucial,
estrechamente ligado a los aspectos comunicativos de los espacios
y de los edificios dedicados al culto. Tras el Postmodernismo,
hemos visto aparecer intentos de hacer realidad las disposiciones
de la Iglesia, se crean proyectos nuevos o remodelaciones que
tratan de hacer referencia explícita entre figuras arquitectónicas y
contenidos esenciales, disposiciones por parte de la Iglesia y las
necesidades de las comunidades eclesiales.
Hoy en día existen también variadas adaptaciones de
los espacios ya existentes y vemos con cierto recelo el
renacer de algunos estilos o mejor dicho
“historicismos” que intentan rescatar la espiritualidad o
el “simbolismo” que ha caído en desuso, formas y
simbologías que derivan de las vivencias originarias de
la Iglesia paleocristiana o también se recogen sistemas
de signos y de imágenes contemporáneas en busca de
una expresión figurativa, pero sigue siendo un campo
abierto a la investigación y experimentación.
Sin embargo se pueden observar en la realidad que las
propuestas del Concilio no se han puesto del todo en
práctica sino de una manera limitada. La configuración de
la asamblea, el ambón, la sede, la posición del altar y su
forma, también el tabernáculo o la fuente bautismal, son
temas, en la mayoría de los casos, inabordables.
De aquí la necesidad de sensibilizar sobre este tema, y que
mejor, desde un documento litúrgico como es la Tercera
Edición de la Institución General del Misal Romano que
nos ofrece indicaciones importantes en manera de encontrar
un “cómo” o “qué tener en cuanta al proyectar o disponer”
el ornato de las iglesias, los espacios litúrgicos y las cosas
que se necesitan para la celebración de la Eucaristía, en
manera que se logre dar forma a la más profunda
experiencia de fe, de encuentro y contemplación
CAPITULO V
DISPOSICIÓN Y ORNATO DE LAS IGLESIAS
PARA LA CELEBRACION EUCARISTICA
PRINCIPIOS GENERALES
El edificio litúrgico eclesial es el lugar en el cual se reúne la
asamblea litúrgica para escuchar la palabra de Dios, para
elevar a El oraciones de intercesión y de alabanza y sobre
todo para celebrar los santos misterios, se convierte así en
imagen espacial de la Iglesia, templo de Dios edificado con
piedras vivas.
Los edificios de la Iglesia, a través del tiempo, con sus
formas arquitectónicas concretas por el variar de las épocas,
expresiones artísticas y arquitectónicas, se han convertido en
una imagen relativa de ésta auto comprensión, mostrando
que tipo de Iglesia se vivía en esa época.
IGMR 288 :“el pueblo de Dios se congrega generalmente
en la iglesia, o cuando no la hay o resulta insuficiente, en
algún lugar honesto”. La IGMR Nos da una comprensión
de quien es el sujeto (la Iglesia, la comunidad) que solicita
o está tratando de satisfacer una necesidad de espacio
litúrgico. Si la Iglesia está compuesta por personas, antes
que nada es una estructura viva, es comunión y
comunidad, es participación. Así al edificio del culto
cristiano corresponde a la comprensión que la Iglesia
como pueblo de Dios tiene de sí misma.
Es en este contexto que podemos pedir que al
momento de proyectar una iglesia, los proyectistas
(arquitectos, ingenieros, sacerdotes, etc.) no partan
solamente de la imagen externa del edificio en cuanto
a volúmenes, internos y externos, para integrarlos en
un contexto urbanístico conveniente o crear solo obras
de arte.
Al pensar en el edificio sagrado las necesidades de la
asamblea dentro del espacio arquitectónico se
convertirán en lugares o signos que por su
distribución correspondan a la imagen que se quiere
mostrar de Iglesia como pueden ser la comunión, la
participación, la peregrinación (movimientos al
interior del espacio), la jerarquía, la presidencia, etc.
Por consiguiente la comunidad diocesana y local, con el obispo
a la cabeza y sus representantes en las parroquias, se deben
esforzar en actualizar el proyecto eclesiológico litúrgico que
nos llega del Concilio Vaticano II que, en síntesis, expresa dos
convicciones: La Iglesia es misterio de comunión y es el
pueblo de Dios peregrinante hacia la Jerusalén celestial. Con
tres claves de renovación conciliar: Recuperación de las
formas y estructuras originales de la liturgia centrada en la
eucaristía en su dinamismo Pascual. El cambio de un culto
clericalizado a una celebración participada de un cuerpo
orgánico jerárquicamente ordenado, sacramento fundamental
del cuerpo de Cristo. Y la propuesta de un lenguaje sacramental
en el que los signos vuelven a tener gran importancia. De aquí
que, quien realice el proyecto de los edificios eclesiales, debe
tomar la identidad y carácter de estas realidades que no son
tangibles para plasmarlas en formas y espacios visibles.
palabras que nos guían en el diseño los espacios, estos deben
ser “suficientes”: indicando su capacidad de albergar a la
comunidad, “honestos” y “dignos”: en manera que los
misterios ahí celebrados no se vean desvirtuados por los usos
que puedan darse a los lugares utilizados ya sea antes o
después de las celebraciones. “Aptos” diseñados o adaptados
para la realización de las acciones sagradas y la participación
activa de los fieles. Además de su veracidad y belleza ya que
las realidades celestiales necesitan ser representadas por
medio de realidades humanas que no sean falsas ni que
carezcan de belleza.
De aquí se desprende que la proyección de los
espacios y su adaptación a las nuevas necesidades,
el servicio de las artes y la promoción de nuevas
formas de arte adaptadas a cada tiempo tengan un
organismo que regule y oriente como es la
comisión diocesana de Liturgia y de Arte Sacro.
Esto no sería posible sin una formación de los
arquitectos, ingenieros, sacerdotes, artistas, etc.
SINTESIS:
El edificio litúrgico eclesial debe reflejar el sentido
y carácter de la comunidad que se reúne, ser
reflejo de lo que ahí se celebra y satisfacer las
necesidades de la comunidad para la que se ha
edificado.
II. Disposición del Presbiterio para la celebración eucarística
El espacio interno de la Iglesia debe ser pensado en manera
que exprese y favorezca en todo la comunión de la asamblea,
que es el sujeto celebrante. El ambiente interno será
orientado hacia el centro de la acción litúrgica y según la
dinámica que parte de lugar de encuentro (atrio), se
desarrolla en el aula y se concluye en el presbiterio como
espacios articulados no separados. El presbiterio es el lugar
donde está el altar, se proclama la Palabra y donde el
sacerdote, el diácono y demás ministros desempeñan su
oficio, debe estar diferenciado de la nave de la iglesia por su
estructura y ornato, con la capacidad tal que en él se pueda
cómodamente desarrollar la celebración de la Eucaristía.
Hay que tomar en cuenta que además de la Misa,
también existen otros sacramentos y sacramentales
que se desarrollan dentro del aula litúrgica, (Bautismo,
Confirmación, Penitencia, Unción de los enfermos,
Ordenación y Matrimonio) Sacramentales (funerales,
Liturgia de las horas, bendiciones etc.) con el margen
de adaptabilidad que la práctica pastoral puede exigir.
El presbiterio es el sector que contiene, como
mínimo, al altar, al ambón y a la sede.
El altar y su ornato
El altar es el punto central de todos los fieles en la acción de gracia que
se realiza en la Eucaristía. No es un simple adorno, sino el signo
permanente de Cristo sacerdote y víctima, es mesa del sacrificio y del
convivió pascual que el Padre prepara para los hijos en la casa común;
manantial y signo de unidad y caridad.
Deberá ser visible y verdaderamente significar a Cristo, piedra viva, a
partir de éste y alrededor del mismo deberán ser pensados y dispuestos
los diferentes espacios significativos del presbiterio. Debe ser uno y
colocado en el área presbiteral de cara al pueblo y que se pueda rodear
fácilmente. Cuando se celebra fuera de la iglesia debe buscarse una
mesa idónea.
Es importante proporcionar el altar con el área presbiteral en la cual está
y asegurar las dimensiones adecuadas. El altar ordinariamente será fijo y
dedicado. En el altar no se deben colocar ni estatuas ni imágenes de
santos. Durante la dedicación se puede colocar un cofre con reliquias
auténticas de mártires o de otros santos no insertándolas en la mesa sino
debajo de ésta.
Según el uso tradicional y el simbolismo bíblico de preferencia debe ser de
piedra natural, sin embargo, para las jambas, estípites, y la base que la
sostiene se pueden usar otros materiales con tal que sean convenientes por
su calidad y la funcionalidad del uso litúrgico trabajado artísticamente. La
asamblea deberá distribuirse en torno al altar con un sentido de vínculo y
participación con los ritos que allí se efectuarán, consecuentemente deberá
evitarse la disposición según la cual el altar aparece como un escenario y
la asamblea como una platea de espectadores.
Para su ornamentación se deberá guardar moderación. Procurando que las
flores más que sobre la mesa del altar, estén en torno a él. Sobre el altar se
puede colocar solamente aquello que se requiere para la celebración de la
Misa: el Evangeliario, los vasos, el cáliz, con la patena, el copón, corporal,
purificador, palia, misal y lo que pueda ser necesario para la amplificación
de la voz del sacerdote. Los candeleros deben ser colocados
convenientemente, o sobre el altar o alrededor de él, tomando en cuenta
que no excedan el tamaño impidiendo ver fácilmente lo que se coloca
sobre el altar. También, sobre el altar o cerca debe haber un crucifijo.
El ambón
Es el lugar propio de la Palabra de Dios. Se ha ubicado
normalmente a la derecha dentro del presbiterio. Su forma debe de
correlacionarse a la del altar, sin interferir con la prioridad de éste
su ubicación debe ser pensada próxima a la asamblea su
colocación hace posible la procesión con el Evangeliario y la
proclamación pascual de la Palabra. Conviene que sea estable y
dispuesto de manera tal que los ministros que lo usen puedan ser
vistos y escuchados por la asamblea; lo que se pide es una tribuna
noble y elevada posiblemente fija, que constituya una presencia
elocuente, capaz de hacer escuchar la Palabra también cuando no
hay nadie que la esté proclamando. Por consiguiente de ahí se
proclaman únicamente las lecturas, el salmo responsorial y el
pregón pascual, también puede tenerse la homilía y las
intenciones de la oración universal. Cerca del ambón puede ser
colocado el gran candelabro para el cirio pascual.
La Sede del sacerdote celebrante y otros asientos
Las señala como un distintivo propio del oficio que se desempeña, deben contribuir
al decoro de las acciones sagradas y deben bendecirse oportunamente.
Son señaladas las vestiduras propias de cada ministerio, la vestidura común de todo
ministro ordenado e instituido es el alba, con el cíngulo o sin él dependiendo de la
forma, señala el uso del amito cuando sea necesario. La vestidura propia del
sacerdote celebrante es la casulla sobre el alba y la estola, del diácono es la
dalmática, el alba y la estola. Los acólitos y lectores pueden vestir el alba.
Resalta la importancia y la libertad de las Conferencias Episcopales a fin de
responder a las necesidades y costumbres de las diversas regiones.
Invita a que la belleza y nobleza de las vestiduras no se busque en la abundancia de
la ornamentación sobreañadida, sino en el material que se emplea y en su corte.
Que la ornamentación lleve figuras, imágenes o símbolos que indiquen su uso
sagrado suprimiendo lo que no corresponda.
El utilizo de los colores son señalados en cuanto que ayuden a la eficacia de los
misterios celebrados y el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año
litúrgico.
Señala el uso del color por celebraciones y tiempos litúrgicos dando libertad en el
uso de vestiduras festivas o más nobles, aunque no correspondan al color del día o
hacer adaptaciones según las necesidades o modos de ser de los pueblos.
Otras cosas destinadas al uso de la iglesia
Todas las cosas destinadas al uso litúrgico sean dignas y aptas según su finalidad, los libros, la
cruz del altar y la cruz que se lleva en procesión, aun las cosas de menor importancia se deben
tener en cuenta el arte, la noble sencillez y la limpieza.
Cuando se habla de los objetos para el uso litúrgico, del uso de adornos, etc., cabe recordar que
no se trata de un embellecimiento genérico, extrínseco ni de objetos de carácter puramente
utilitario, sino de objetos de uso sagrado que van detenidamente proyectados y que sean
armónicamente pensados en conjunto con el edificio y los espacios litúrgicos.
Cuando se escojan los elementos para el mobiliario se tome en cuenta, una sencillez noble antes
que el lujo, que se cuide la verdad de las cosas y se busque la educación de los fieles y la
dignidad de todo el lugar sagrado.
Autenticidad de las formas, de los materiales y de la definición de los muebles y de objetos. Esto
va en particular por la búsqueda y el uso de elementos naturales como por ejemplo flores, las
plantas, la cera y la madera. Por lo que se refiere al adorno floral, puede ser oportuno proyectar
uno o más floreros en el área presbiteral, no sólo por lo que se refiere al orden, sino por el uso
litúrgico en los tiempos y en los modos habidos.
Que se una al criterio primario de la verdad al criterio de la sobriedad, el criterio de la coherencia
estética con el conjunto del edificio y el criterio de la valorización de la creación artística
recordando que es también permitido recurrir a nuevos materiales además de los materiales
tradicionales.
En la utilización de objetos antiguos, también es muy recomendables, que se tenga cuidado de
respetar rigurosamente la identidad cultural, histórica y artística, evitando arbitrarias e
incoherentes modificaciones.
CONCLUSION