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SEPARATA DE

PERIODISMO ESCRITO

(CURSO DE ACTUALIZACIÓN)

2016
PERIODISMO INFORMATIVO

LA PIRÁMIDE INVERTIDA

ENTRADA
(SEIS PREGUNTAS)

CUERPO
(MATERIAL INFORMATIVO)

(MATERIAL SECUNDARIO)

BACKGROUND

TEORÍA DE LAS CINCO W


Es una de las teorías periodísticas que más se ha utilizado. Su nacimiento responde al
desarrollo de la información, de su manejo y de las necesidades de estructuración que en los
medios iban apareciendo para lograr un mejor periodismo.
La teoría de las cinco W se basa en cinco preguntas a las que cualquier información,
especialmente la de carácter noticioso, debe responder para que sea completa y para que
cumpla cabalmente con su fin: lograr que las personas se enteren, de la manera más clara y
completa, de lo que está sucediendo.

Estas preguntas son: dónde, cuándo, cómo, quién y por qué (where, when, how, who y why;
cinco expresiones inglesas que le dan nombre a esta teoría). En esta corriente aparece la
noción de la pirámide invertida, la cual versa sobre la manera en que se deben responder las
preguntas anteriores. En realidad no existe un orden predeterminado para contestarlas
mientras se desarrolla el artículo o la noticia, ya que esto depende del tema del cual se esté

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hablando; es decir, se debe inquirir por lo que sea más importante y pertinente para cada caso.
Por ejemplo, si se está hablando de un terremoto, la pregunta más importante es dónde
ocurrió, pero si se está hablando sobre las elecciones presidenciales, lo esencial es referirse a
quién.
Es indispensable que, al finalizar la elaboración de la noticia, todas las preguntas (dónde,
cuándo, cómo, quién y por qué) hayan sido contestadas. De acuerdo con la noción de la
pirámide invertida, en el primer párrafo de la noticia se menciona y resuelve la pregunta más
importante y, paulatinamente, y a medida que la información discurre, ésta va contestando cada
una de las preguntas de manera menos explícita.

Bibliografía
Fuentemayor, Alfonso, Géneros del periodismo, en: |Revista Palabra, vol. 6, núm. 6, 1997.
Martin Vivaldi, Gonzalo, Géneros periodísticos: reportaje, crónica, articulo, Paraninfo, Madrid,
1973.
Gargurevich Regal, Juan, Géneros periodísticos, Belén, Quito, 1982.

Fuente: “Cómo escribir para la web, bases para la discusión y construcción de manuales de
redacción ‘online’”, Guillermo Franco.

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GÉNEROS PERIODÍSTICOS (ESQUEMA)

Géneros Actitud Subgéneros Estilo de composición

Informativo Informativa 1- Nota informativa Pirámide invertida


(Primer nivel) 2- Entrevista Diálogo

Interpretativo Interpretativa 1- Crónica Narración y descripción


(Segundo nivel) (Narrar) 2- Perfil Narración y descripción
(Mostrar) 3- Reportaje Narración, descripción y explicación
(Explicar) 4- Artículo Exposición
(Analizar) 5- Análisis Exposición
6- Enfoque Exposición

Opinión Opinión 1- Editorial Argumentación


(Tercer nivel) (Exponer) 2- Suelto Razones e ideas
(Sustentar) 3- Columna Argumentación
(Persuadir) 4- Críticas Argumentación
5- Artículo Argumentación
6- Caricatura

LA NOTICIA
“La noticia es lo que los periodistas creen que interesa a los lectores, por tanto, la
noticia es lo que interesa a los periodistas” (HERRAIZ, 1., 1966, Pág. 19).

Las controversias sobre qué son las noticias han sido frecuentes en el estudio de la
comunicación de masas (FONTCUBERTA, M., 1980). No entraremos exhaustivamente en las
mismas. Pero se hace difícil resistir al deseo de hacer algunas puntualizaciones.

La noticia, o mejor la ideología de la noticia, se convierte en el elemento nuclear del


modelo del sistema de la comunicación de masas liberal-burgués. A lo largo de los anteriores
capítulos se habrá podido apreciar precisamente cómo la producción de la noticia define una
aproximación determinada a la realidad.

EL CONCEPTO TRADICIONAL DE NOTICIA

No voy a extenderme excesivamente en las diferentes definiciones que, desde un


punto de vista tradicional, se han dado de la noticia (DOVIFAT, E., 1964, Págs. 51-53),
(MARTÍN VIVALDI, G., 1971, Pág. 345), (CEBRIÁN, J. L., 1981, Pág. 30), entre otros. Se me va
a permitir, empero, hacer una breve crítica de algunas definiciones. MARTÍNEZ ALBERTOS
(1977, Págs. 35-36) define: “Noticia es un hecho verdadero, inédito o actual, de interés general,
que se comunica a un público que puede considerarse masivo, una vez que ha sido recogido,
interpretado y valorado por los sujetos promotores que controlan el medio utilizado para la
difusión”.

¿Qué significa “un hecho verdadero”? En primer lugar, la noticia no es un hecho, sino
más propiamente la narración de un hecho. En segundo lugar, la veracidad de la noticia es un
tema absolutamente cuestionable. Hay noticias falsas, y no por ello dejan de ser noticia. El
concepto de noticia no lleva inserto el concepto de verdad. En esta línea en el diccionario
dirigido por MOLES (1975, Pág. 495) se dice que «la noticia es la narración de un suceso, de

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una parcela de la vida individual o colectiva, de algo verdadero o fingido, probado o no
(rumor)».

En otra de sus obras MARTÍNEZ ALBERTOS (1978, Págs. 84-85) afirma: «Para que
haya noticia periodística, para que se produzca ese fenómeno social que llamamos periodismo,
el primer requisito es que unos emisores-codificadores seleccionen y difundan unos
determinados relatos para hacerlos llegar a unos sujetos receptores, que guardan dichos
mensajes con la esperanza de hallar en ellos una satisfacción inmediata o diferida, mediante la
cual consiguen elaborar un cuadro de referencias personales válido para entender el contexto
existencial en el que viven. Convertir un hecho en noticia es una operación básicamente
lingüística, que permite cargar de determinado significado a una secuencia de signos verbales
(orales o escritos) y no verbales, es la tarea específica de unos hombres y mujeres que actúan
como operadores semánticos: los periodistas.

“El segundo requisito de la noticia es que la difusión por parte de los sujetos emisores
debe realizarse con ánimo de objetividad. Dicho de otra forma: la necesaria manipulación
interpretativa ha de llevarse a cabo con una evidente disposición psicológica de no
intencionalidad atribuible al codificador”. Martínez Albertos reconoce la intervención del
periodista en la noticia, y la posibilidad de que la noticia tenga características subjetivas a partir
de esta intervención. Sin embargo, introduce un juicio de intenciones. El periodista debe actuar
con «ánimo de objetividad», y la necesaria manipulación interpretativa debe llevarse a cabo
«con una evidente disposición psicológica de no intencionalidad». La duda surge por sí sola.
De no darse este “ánimo de objetividad” o esta “disposición psicológica de no intencionalidad”,
¿acaso podemos afirmar que no será una noticia? ¿Cómo se puede descubrir el “ánimo” o la
“disposición psicológica” para poder sancionar un relato como noticia?

Detrás de estas obligaciones en el comportamiento del periodista, que establece


Martínez Albertos, lo que hay es una preocupación por la pérdida de credibilidad de las noticias
y la ruptura del contrato fiduciario de la relación comunicativa mass media-público.

La producción de la información se sitúa, según algunos, a nivel de la ética (IGLESIAS,


F., 1984, Págs. 128-169). Más acertadamente COLOMBO (1983, Pág. 91) afirma: “La verdad, o
bien se garantiza a sí misma a través de una relación de fe, o no es posible garantizarla ni por
la claridad ni por ninguna otra cualidad metodológica. De hecho, ella sólo puede ser fe o
ideología. En uno u otro caso, contiene en su interior las pruebas de sí misma, y no es
verificable para quien se sitúe fuera de la fe o de la ideología”.

Lo que sí hay que admitir es que no es fácil definir concluyentemente el concepto


noticia. COLÉ y GREY (1976, Pág. 309) reconocen que «una sola sentencia definitoria de la
noticia es inadecuada». Sin embargo ellos también lo intentan: «La noticia es una
comunicación producto cultural, social, psicológico, físico, y otras variables de la sociedad»
(ídem, Pág. 308).

Hay que tener en cuenta que no existe un concepto universal de noticia, sino que la
noticia es el producto de una sociedad muy concreta. «Con la difusión de la alfabetización, la
técnica de la imprenta y el surgimiento del periódico moderno se produjo el desarrollo de la
noción moderna de "noticia". En verdad, entre, digamos, 1780 y 1830 aproximadamente, el
crecimiento de los periódicos, boletines e informativos fue tan grande en Europa que apareció
un fenómeno social fundamentalmente nuevo: el público lector de "noticias"» (GOULDNER, A.
W., 1978, Pág. 128). Este es un elemento importante ya que se van estableciendo unos hábitos
comunicativos sociales. Así «la tipografía y la composición se convirtieron en modos visuales
de organizar significados y públicos» (GOULDNER, A. W., 1978, Pág. 129).

Pero es que además «el concepto de noticia tiene significados muy diversos ya sea
entre periodistas que trabajan en una misma nación y cultura, ya sea entre dos que trabajan en
ámbitos culturales diferentes» (MC COMBS, COLÉ, STEVENSON y SHAW, 1983, Pág. 89).
Con relación a este último punto hay que recordar la investigación de MANCINI (1984) que
distingue el periodismo televisivo norteamericano del italiano.

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LA NOTICIA COMO ESPEJO O COMO CONSTRUCCIÓN

Podemos resumir las definiciones de la noticia a partir de dos grandes grupos. Por un
lado estarían los que defienden la concepción de la noticia como espejo de la realidad. Por otro
lado, la noticia sería concebida como construcción de la realidad.

TUCHMAN (1983, Pág. 196) partiendo de la concepción sociológica de los actores


sociales distingue: «Por un lado, la sociedad ayuda a formar conciencia. Por el otro, mediante
una aprehensión intencional de los fenómenos en el mundo social compartido -mediante su
trabajo activo-, los hombres y las mujeres construyen y constituyen los fenómenos sociales
colectivamente. Cada una de estas dos perspectivas sobre los actores sociales implica un
abordaje teórico diferente de la noticia».

La idea de la noticia como espejo de la realidad correspondería a la concepción


tradicional de las noticias (COLÉ, R. y GREY, D., 1972). Se parte, desde este punto de vista, de
la objetividad como clave de la actividad periodística. Como este tema ya ha sido
suficientemente tratado no voy a profundizar en él. He de señalar, no obstante, que dentro de
esta concepción lo máximo que se suele admitir es la posibilidad de que en las noticias
aparezca ineludiblemente el punto de vista del periodista (STAMM, K. R., 1976). De forma que
se acepta que la noticia sólo dé cuenta de algunos elementos del acontecimiento. Ya Walter
Lippman en 1922, citado por Mc QUAIL (1985, Pág. 171), señalaba que «la noticia no es un
espejo de las condiciones sociales, sino la constatación de un aspecto que se ha vuelto
sobresaliente».

Evidentemente, en esta primera concepción de la noticia queda oculta la actividad


productiva de la noticia, presentándose la noticia como algo ya realizado. En la segunda
concepción, en cambio, se trata de estudiar la actividad de los informadores y de las
organizaciones de los mass media. «La noticia no espeja la sociedad. Ayuda a constituirla
como fenómeno social compartido, puesto que en el proceso de describir un suceso la noticia
define y da forma a ese suceso. [ ... ] La noticia está definiendo y redefiniendo, constituyendo y
reconstituyendo permanentemente fenómenos sociales.» (TUCHMAN, G., 1983, Págs. 197-
198). Esta segunda concepción ha sido desarrollada a lo largo de los distintos capítulos.

DEFINICIÓN DE NOTICIA

Me parece casi ineludible el intentar definir, por mi parte, la noticia.

Como afirma Durkheim (1982, Pág. 65) La primera tarea del sociólogo debe ser por ello definir
las cosas de que él trata a fin de que se sepa – y lo sepa él también- cuál es el problema. La
definición que propongo es la siguiente: Noticia es una representación social de la realidad
cotidiana producida institucionalmente que se manifiesta en la construcción de un mundo
posible.

Por supuesto, esta definición me lleva a concretar la significación de cada uno de los términos
que la componen.

La representación social
El concepto de representación social nos remite a distintos orígenes epistemológicos. Ya
Durkheim utiliza el concepto de «representación colectiva» como pensamiento colectivo,
término que sirve para poner en evidencia ya la primacía de lo social sobre lo individual.

En antropología podemos rastrear ideas colindantes a la estudiada. Sobre todo si nos


centramos en el mito. Recordemos que para MALINOWSKI (1985, Pág. 171) «el mito, como
constatación de la realidad primordial que aún vive en nuestros días y con justificación merced
a un precedente, proporciona un modelo retrospectivo de valores morales, orden sociológico y
creencias mágicas».

En psicología quizás este concepto se desarrolló más tardíamente a causa del dominio en este
ámbito del conductismo.

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La primacía de los procesos sociales en la conducta individual se empieza a plantear a través
de la interacción simbólica (BLUMER, H., 1982).

Pero la aproximación psicosociológica a la representación supone reintroducir el estudio de los


modos de conocimiento y de diversos procesos simbólicos en su relación con las conductas.

En definitiva, podemos asumir cómo buena la siguiente definición de representación social:


«Como modalidad de conocimiento, la representación social implica, en principio, una actividad
de reproducción de las propiedades de un objeto, efectuándose a un nivel concreto,
frecuentemente metafórico y organizado alrededor de una significación central. Esta
reproducción no es el reflejo en el espíritu de una realidad externa perfectamente acabada, sino
un remodelado, una verdadera "construcción" mental del objeto, concebido como no separable
de la actividad simbólica de un sujeto, solidaria ella misma de su inserción en el campo social»
(HERZLICH, C., 1975, Pág. 394). Desde esta perspectiva psicosociológica la representación es
una organización psicológica particular que cumple una función específica. No es, como dirían
los sociólogos marxistas, una superestructura ideológica, determinada por una red de
condiciones objetivas, sociales y económicas. La representación social sería un instrumento
gracias al cual el individuo o grupo aprehende su entorno. Es obvio que la representación
desempeña un importante papel tanto en la comunicación .como en las conductas sociales. No
hay que entender la representación desde un punto de vista estrechamente del análisis
psicológico sino como señala HERZLICH (1975, Pág. 411): “La representación, definida para
cada contexto, engloba entonces simultáneamente a los protagonistas, la acción y el objetivo
puesto en juego así como a los tipos de elección a realizar”.

Mediante el concepto de representación social se pone de manifiesto la construcción de la


noticia a través de los acontecimientos tal y como los he definido anteriormente. Sin embargo,
la característica de la noticia tal y como es estudiada aquí nos lleva a concretar con mayor
exactitud cómo se produce esta representación social.

1. Producción institucional

WOLF (1981, Págs. 277-278) afirma que la noticia «es concebida a la vez como un producto
resultado de la organización compleja y coordina a muchos factores que se condicionan
recíprocamente». No voy a entrar en la producción de la noticia, ya que en su momento ha sido
desarrollada ampliamente.

Por otra parte hay que recordar los dos niveles de objetivación social en BERGER y
LUCKMANN (1979). Estos son la institucionalización y la legitimación.

“La institucionalización aparece cada vez que se da una tipificación recíproca de acciones
habitualizadas (*) por tipos de actores. [...] Las tipificaciones de las acciones habitualizadas (*)
que constituyen las instituciones, siempre se comparten, son accesibles a todos los integrantes
de un determinado grupo social, y la institución tipifica tanto a los actores como a las acciones
individuales” (BERGER y LUCKMANN, 1979, Pág. 76). (El vocablo habitualizadas es término
textual utilizado por el autor)

”La función de la legitimación consiste en lograr que las objetivaciones de "primer orden" ya
institucionalizadas lleguen a ser objetivamente disponibles y subjetivamente plausibles”
(BERGER y LUCKMANN, 1979, Pág. 120).

Conviene recordar finalmente que he insertado esta producción institucional en el marco de la


teoría de la construcción social de la realidad. Se ha de tener en cuenta que, desde esta
perspectiva, tiene tanta importancia o más, la propia producción de la noticia como el
reconocimiento de la misma. El periodista cumple en la sociedad un rol socialmente
institucionalizado que lo legitima para llevar a cabo una determinada actividad.

2. Construcción de un mundo posible

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Hay que señalar que la construcción del discurso periodístico informativo supone la creación
discursiva de un mundo posible (RODRIGO, M., 1985).

Desde un punto de vista narrativo se puede decir que nos encontramos ante la creación de un
mundo posible. La Teoría de los Mundos Posibles, tal como la ha descrito Umberto Eco (1981,
Pág. 157 y siguientes), hace referencia, principalmente, a los estados de cosas previstos por el
lector. Sin embargo, tomo el concepto de mundo posible para explicar el proceso de producción
del discurso periodístico informativo. De algún modo se puede comparar al periodista con una
especie de lector privilegiado de acontecimientos, a partir de los cuales va construyendo
mundos posibles que luego transmitirá al auditorio.

El periodista es el autor de un mundo posible que se manifiesta en forma de noticia. En la


construcción de la noticia intervienen tres mundos distintos e interrelacionados, que son:

- El mundo «real»
- El mundo de referencia
- El mundo posible

No voy a entrar en el carácter ontológico del denominado mundo “real”. Aunque podemos
considerar al mundo «real» como una construcción cultural. Eco (1981, Págs. 186-187): “Estas
observaciones no tienden a eliminar de manera idealista el mundo "real" afirmando que la
realidad es una construcción cultural (aunque, sin duda, nuestro modo de describir la realidad
sí lo es): tienden a establecer un criterio operativo concreto dentro del marco de una teoría de
la cooperación textual. [...] Esto explica la necesidad metodológica de tratar al mundo "real"
como una construcción e, incluso, demostrar que cada vez que comparamos un desarrollo
posible de acontecimientos con las cosas tal como son, de hecho nos representamos las cosas
tal como son en forma de una construcción cultural limitada, provisional y ad hoc”.

Para una mejor comprensión hay que señalar que el mundo «real» es la fuente que produce los
acontecimientos que el periodista utilizará para confeccionar la noticia. El mundo “real”
correspondería al mundo de los acontecimientos.

Los mundos de referencia son todos aquellos en los cuales se puede encuadrar el
acontecimiento del mundo “real”. Es imprescindible, para la comprensión de un acontecimiento,
su encuadramiento en un modelo de mundo referencial.

"Además este mundo de referencia también nos permitirá determinar la importancia social del
acontecimiento. Como señala MARLETTI (1982, Págs. 188-189) debemos partir de «la
existencia de una estructura referencial fija, o sea de un modelo social que establece la
importancia mayor de unos hechos en relación con otros, y del examen de la posibilidad que
estos hechos vengan omitidos o tratados con una importancia menor y de las consecuencias
que ello puede producir. [...] El hecho de que una cierta estructura referencial, un esquema de
juicio haga considerar ciertos hechos como más importantes y por tanto deba ser necesario
llevarlos al conocimiento del mayor número de gentes, está profundamente instalado en
nuestra experiencia cotidiana [...] no significa que automáticamente cualquier periodista esté en
condiciones de captar y de dar la justa importancia a los ‘grandes hechos’ cada vez que se
dan”.

Por último, está el mundo posible. Este será aquel mundo que construya el periodista teniendo
en cuenta el mundo «real» un mundo de referencia escogido. Aunque, en definitiva, el
periodista no puede establecer cualquier mundo posible, sino que ha de tener en cuenta los
hechos que conoce del asunto que pretende relatar, y las características del mundo de
referencia a que le remiten los hechos. El mundo posible así construido recogerá las marcas
pertinentes del mundo de referencia.

Como señalé anteriormente, cada uno de estos mundos diferenciados están necesariamente
interrelacionados. El mundo que hemos denominado «real» correspondería a los hechos, datos
y circunstancias que son conocidos por el periodista. Hechos, por así decirlo, sin calificación.
Hechos que nos remitirán a un número determinado de mundos de referencia. Y a partir de

[Escriba texto]
estos mundos de referencia será como el periodista podrá determinar el tipo de acontecimiento
que tiene que relatar. Además, hay que señalar que en el mundo «real» es donde se puede
producir la verificación del mundo posible narrado. Verificación por la que el hipotético mundo
posible construido es confrontado con los nuevos datos que se vayan aportando sobre el
acontecimiento. Evidentemente, esta verificación va a permitir confirmar, invalidar o corregir la
elección del mundo de referencia.

Los mundos de referencia son modelos en los cuales se encuadran los hechos conocidos para
una mejor comprensión de los mismos. Los mundos de referencia son construcciones
culturales que establece el periodista según su enciclopedia. Ante un hecho determinado se
puede escoger entre un número limitado de mundos de referencia. El mundo de referencia
escogido para la explicación de un hecho debe ser el de mayor verosimilitud. Es decir, debe
poder ser creído por el promotor de la información.

El mundo de referencia es esencial en el estudio de la rutina, de la práctica periodística inserta


en la organización industrial comunicativa. Se han estudiado, desde la perspectiva sociológica,
los efectos de la práctica periodística y la organización de los medios sobre la información. Se
ha demostrado que los comunicadores adatan sus puntos de vista a la exigencia de la
organización y esto explica e tipo de contenido producido por un medio (EPSTEINI, P., 1973 y
ALTHEIDE, D., 1976). Desde una perspectiva sociosemiótica, en el estudio de la rutina
informativa se tiene que tener en cuenta la construcción semiótica de los discursos
periodísticos, y en concreto la existencia de los mundos de referencia, como uno de los
elementos de producción de las noticias.

Para la elección del mundo referencial se tiene en cuenta no sólo que sea verosímil con los
hechos conocidos, sino que además se den procesos de contextualización. Se toman otros
datos de otros hechos que permitan corroborar la correcta elección o no del modelo. De hecho
nos encontramos ante lo que GROSSI (1985, Pág. 384) denominaba una objetividad de
segundo grado.

Es fundamental esta elección del mundo de referencia, pues a partir de él se va a buscar la


verificación del mismo en los acontecimientos. Además, la elección de un mundo de referencia
condiciona los futuros datos que se recopilarán de ese acontecimiento. Es decir, partiendo de
un mundo de referencia, se van a tener en cuenta unos hechos se descartarán otros. Por último
hay que recordar que el mundo de referencia va a ser la matriz en que se construya e mando
posible narrado.

El mundo posible es el mundo narrativo construido por el sujeto promotor de la información a


partir de los otros dos mundos citados. Si en el mundo «real» se producía la verificación y en el
mundo de referencia se determinaba la verosimilitud, en el mundo posible se desarrolla la
veridicción (*). El promotor de la información debe haber parecer verdad el mundo posible que
construye. Para ello, se vale de las marcas de veridicción (*) que permiten crear una ilusión
referencial que es condición necesaria para la virtualidad del discurso (RODRIGO, M., 1984).
(El término veridicción es cita textual utilizado por el autor)

LOS CRITERIOS DE NOTICIABILIDAD


El objeto de estudio central lo constituyen los criterios de noticiabilidad, de cuya aplicación
resulta que miles de acontecimientos pasan a ser cientos de noticias. En la práctica, los
criterios de noticiabilidad permiten al periodismo identificar la densidad significativa de los
acontecimientos.
El pasaje de la categoría acontecimiento a la categoría noticia es el resultado de un trabajo en
producción cuyo primer paso consiste en la aplicación discrecional de los criterios de
noticiabilidad establecidos por el medio. Tales criterios tienen su anclaje en la cultura de la
sociedad y se relacionan con los sistemas clasificatorios y las agendas temáticas habituales del
medio, se encuadran en la política editorial sustentada, y remiten a una concepción
determinada de la práctica profesional.
Los criterios que hacen un hecho noticiable suelen ofrecer matices de una sociedad a otra, e
incluso, parcialmente, de un medio a otro. No se trata de un proceso rígidamente establecido,

[Escriba texto]
hay, como ya se señaló, márgenes de flexibilidad que permiten el reajuste, relacionados con la
naturaleza negociada de los procesos de información, tanto desde los emisores corno desde
los receptores. Aunque se acepte que en un medio simplemente se aplican reglas prácticas,
implícitas en la rutina del trabajo periodístico, hay que reconocer que esas reglas refieren a
valores que se adjudican a los hechos, y que se discuten en el medio en el momento de fijar la
agenda y las maneras en que la información va a ser construida. Según Lalinde Posada, “la
noticiabilidad como tal no responde a patrones rígidos sino que es fruto de una negociación...”
(1991: 134). Se trata de una negociación que implica varios niveles y en la que operan las
relaciones entre el medio, los periodistas y la opinión pública. Si bien los criterios que hacen a
la noticiabilidad de un acontecimiento pueden estar sujetos a desacuerdo en un principio, el
medio tiene que poder organizar de manera tal sus rutinas productivas como para que las
diferencias puedan ser salvadas con rapidez1.
Los criterios de noticiabilidad constituyen un conjunto de condiciones y valores que se atribuyen
a los acontecimientos, que tienen que ver con órdenes diversos. Es necesario insistir una vez
más en el hecho de que los criterios de noticiabilidad no son meros enunciados teóricos sino
formulaciones pragmáticas, modalidades organizativas del trabajo cotidiano. Por eso mismo
tienen que ser claros y distintos, útiles en el proceso de producción corriente y en los
momentos críticos, cuando aparecen acontecimientos extraordinarios o en situaciones de
conmoción pública, cuya publicidad no puede eludir los plazos habituales. Colombo refiere un
dato que proviene de una “nota pegada en la pared, entre los avisos y las notas de redacción
de un telediario de la ABC-TV: «homicidio, arma blanca, arma de fuego, agresión con palo o
armas anormales, estrangulamiento, suicidio»...” como “lista de prioridades” (Colombo, 1997:
182), que son criterios prácticos para seleccionar entre la información sobre muertes y
crímenes.
Para la elaboración de estos criterios, los medios evalúan el valor de la noticia como
información práctica, como impacto emocional y como formadora de la opinión pública. Estos
rasgos apuntan a la concepción de la noticia como un servicio público, que construye los datos
que necesita la sociedad en su vida cotidiana; a la conmoción y también a la empatía entre la
construcción periodística y el público, que hace a la noticia más cercana y creíble, y al papel
jerarquizador de los medios en relación con los asuntos públicos.
Un hecho se vuelve noticia por el efecto y su función social, entendiendo por efecto las huellas
que dejan las noticias, en comentarios, conversaciones y debate y en la producción de otros
hechos, y como función social, por el valor de la información sobre la vida de los individuos. Por
eso, el hecho que repercute más es más noticia, lo mismo que el hecho que repercute en más
hechos también lo es.
Los valores-noticia resumen criterios que actúan relacionados, algunos se aplican de modo
general a todo tipo de información y otros son propios de secciones determinadas o áreas
temáticas específicas. Su aplicación afecta el nivel de las agendas temáticas 2 de los medios y
también el nivel de las agendas atributivas 3. No remiten sólo a qué es más noticia sino también
a cómo se enfatizan aspectos del hecho atendiendo a los valores de los que está investido. Un
hecho calificado corno relevante por su incidencia en la vida nacional probablemente sea tapa
de los diarios, tenga varias páginas de cobertura, se desagregue en notas centrales y
recuadros y hasta infografías, y se retome como tema en la sección de opinión o en las
columnas editoriales.
Tal como se señala Wolf, los valores-noticia “actúan difusamente, hasta transformarse en
criterios de relevancia aplicados implícitamente por los mismos lectores” (1991: 223).
De naturaleza dinámica, como no podría ser de otra forma, los criterios de noticiabilidad varían
en el tiempo y según las transformaciones socioculturales (McQuail: 1998; Sohr: 1998; Wolf.
1991; Rodrigo Alsina: 1996; Gans: 1980).

Identificación de los criterios habituales de noticiabilidad


Es posible organizar y clasificar los criterios de noticiabilidad según variables diferentes, que se
conciben como valores, atribuidas a los acontecimientos. Los valores-noticia, “componentes de
1
La noticiabilidad es una consecuencia de las formas en que un medio organiza y planifica su trabajo para que sea económico,
eficaz y pueda atender a la acción de brindar información diariamente a los públicos.
2
Las agendas temáticas incluyen los problemas o temas que un medio considera relevantes y que se renuevan en una relación más o
menos directa según lo hacen las agendas de la sociedad. Las agendas de los medios suelen demorar la inclusión de algunos temas
cuya jerarquía no aparece clara en términos de efectos sociales.
3
Son las que incluyen las cualidades o atributos con que habitualmente un medio caracteriza los temas, personajes o tipos de
acontecimientos. Constituyen el cómo de la información que un medio construye.

[Escriba texto]
la noticiabilidad” (Wolf, 1991: 222) de un acontecimiento, son las cualidades significativas que
construyen su relevancia. La relevancia opera en el conjunto de periodistas de un medio, en el
medio como empresa y en la sociedad. Las noticias carecen de valor “si no se ocupan de los
temas significativos de la actualidad y de lo que realmente sucede”, por eso la relevancia se
constituye en “el término clave para evaluar la calidad de la selección de las noticias”
(McQuail, 1998: 291). El punto de partida para la investigación es cómo se verifica la relevancia
de un hecho.
La cuestión de la relevancia o cualidades de noticiabilidad que operan en el pasaje del
acontecimiento a la noticia exige formas de verificación de su adecuación a las necesidades de
información de una sociedad, independientemente del trabajo de verificación y corrección
realizado en el mismo medio.
Un acontecimiento es noticia por su valor informativo, que incluye importancia y gravedad de lo
que se informa, y si concierne a una parte notable de la población en un margen de tiempo
corto o largo, pero de modo profundo, ya que la noticia establece un lazo con un sector amplio
de la población que se siente implicado o afectado, identificado o interesado. En este sentido la
noticia puede referirse tanto a grandes colectivos sociales (nación, conjunto de naciones,
regiones), como a personajes representativos o jerarquizados por diversas razones, o a
individuos comunes4.
Para sistematizar los diferentes criterios que operan en la noticiabilidad se puede recurrir a dos
variables básicas, el efecto del acontecimiento sobre la sociedad y sobre otros medios en
términos de transformaciones, y la cualidad del acontecimiento en términos de trabajo
periodístico y de percepción por los sujetos sociales.

Según los efectos que un acontecimiento puede tener sobre la sociedad, los ‘valores noticia’
más importantes son:
- novedad
- originalidad, imprevisibilidad e ‘ineditismo’
- evolución futura de los acontecimientos
- importancia y gravedad
- proximidad geográfica del hecho a la sociedad
- magnitud por la cantidad de personas o lugares implicados
- jerarquía de los personajes implicados
- inclusión de desplazamientos

La novedad es la marca que define la noticia porque es “índice de la variación en el sistema”,


que implica la existencia del hecho como ruptura (Rodrigo Alsina, 1996: 98). La calidad de
novedoso parece no necesitar aclaración, sin embargo como gran parte de las noticias que son
tapa diariamente en los diarios constituyen series (se continúan durante varios días o semanas,
porque tematizan problemas graves o abiertos, que requieren de un desarrollo, producen otros
hechos conexos, como son los casos de medidas de gobierno, delitos, juicios o catástrofes
naturales) cada día la serie debe ser alimentada con información nueva, si no desaparece
corno tal. Estas noticias sobre temas serializados deben marcar un cambio con respecto a la
noticia anterior.
La originalidad, la imprevisibilidad y el ‘ineditismo’ refuerzan la marca de novedad de un hecho,
permiten su énfasis, apelan a la curiosidad que pueda despertar, y a la inquietud que
provoca. Un hecho original es más noticia porque es más novedad. Los hechos imprevisibles
operan con fuerza en los imaginarios sociales, propician el surgimiento de significaciones
asociadas a la inseguridad y la amenaza. Las explosiones, las catástrofes, los desastres, los
golpes de Estado y los crímenes son altamente noticiables, constituyen el término imprevisto de
procesos inesperados y representan la alarma en la sociedad (son una amenaza a la
estabilidad).
Suponen la irrupción de lo desconocido en los medios: se traducen en noticias que circulan
rápidamente y movilizan a la sociedad. Los acontecimientos marcados por la imprevisibilidad
no desaparecen fácilmente de las agendas mediáticas, la conmoción que provocan
probablemente se resuelva en nuevos acontecimientos (como medidas para paliar la situación
o para corregirla) que se constituyen en serie, y la información periodística puede permitir una

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El Nuevo manual de redacción de la Folha de Sao Paulo dice que los criterios elementales para definir la importancia de la noticia
son: ineditismo, improbabilidad, interés, atracción, empatía, con lo que concentra desde una perspectiva editorial las diferentes
formas de atraer e interesar al lector.

[Escriba texto]
cierta sensación de tranquilidad ya que posibilita que el público reorganice la percepción de la
realidad y sus actividades habituales.
La evolución futura de los acontecimientos marca la significatividad que el acontecimiento
adquiere respecto de las expectativas en la sociedad, ya sea que se trate de un hecho que
debe resolverse, o que tenga un desarrollo secuencial (se esperan las consecuencias
posibles), para lo cual se constituye en una serie que se relaciona con otros hechos-noticia que
se seguirán (característico de catástrofes, conflictos sociales agudos, corrupción, juicios
públicos o crímenes espectaculares) y cuyas derivaciones pueden ser imprevistas, difíciles de
prever o simplemente previsibles.
La posibilidad de permitir la evolución futura de la información se relaciona también con la base
de la práctica periodística: una noticia es más noticia si se puede seguir construyendo
información a partir de ella durante varios días. Y no sólo porque permite el despliegue sobre
diversas zonas del campo de la realidad, sino también porque facilita el trabajo sobre un tema
ya tratado, es un acontecimiento conocido, para cuyo acceso se ha establecido un conjunto
determinado de fuentes y una manera de encararlo.
En el mismo sentido, se puede pensar en la incidencia que un acontecimiento tiene sobre las
agendas públicas, ya sean éstas locales, o sectoriales, sobre las agendas nacionales o
internacionales, y sobre otras agendas conectadas con el tema.
El grado de importancia y de gravedad de un acontecimiento se mide en varios niveles, y el
central es la incidencia sobre la vida de la sociedad, en términos presentes o futuros, y en
términos relativos de conmoción. Aquí se incluyen las formas de articulación con el impacto
sobre la nación y sobre el interés nacional, o sobre el interés local. Las noticias nacionales
pesan más que las internacionales (en principio), a menos que las internacionales refieran a
hechos que comprometen la nación (guerras, embargos, catástrofes ecológicas, amenazas
globales). Las locales son más relevantes que las nacionales cuando afectan a un gran número
de personas, y tienen consecuencias sobre el futuro de una comunidad (elecciones a
intendente, impuesto local, incremento del delito, epidemias). Si bien últimamente ha ido
aumentado la preferencia por la información local, resultado probable de un estado de crisis
que obliga a preocuparse por lo inmediato y cercano, y que presenta los problemas
macroestructurales como distantes y en los que la participación resulta difícil, siempre la noticia
local ha resultado más interesante para el público porque construye el sentido de su
cotidianeidad.
Se trata de un valor que se explicita a través de otros valores como la cantidad y la jerarquía
de las personas implicadas en el hecho, la proximidad de ocurrencia, y las consecuencias
implicadas.
La proximidad geográfica de un acontecimiento se conecta con los centros de interés del
público. Cuanto más cerca del público ocurre el hecho, más noticiable resulta: la cercanía
instala lo siniestro (un crimen ocurrido a dos cuadras de la casa de un individuo le causa un
impacto más grande que otro ocurrido en una localidad distante), y dice que el peligro está al
acecho en el terreno conocido y transitado habitualmente. La proximidad se enlaza con el
efecto sobre lo local y, en el caso de la información televisiva, las imágenes golpean por el
reconocimiento posible. Este valor se asocia con la cantidad de las personas implicadas. Por
eso se suele decir que un accidente con una víctima fatal en la propia ciudad es más noticia
que otro con cien víctimas a miles de kilómetros, el reverso, para que sea noticia un suceso
ocurrido remotamente la cantidad de víctimas o de personas afectadas debe ser grande.
La magnitud por la cantidad de personas o lugares implicados se conecta con la potencial
implicación del público al que la noticia va dirigida, e implica su gravedad (en términos
cualitativos propios del hecho y en términos de los efectos sobre la sociedad, la nación, etc.).
Un hecho es más noticia si afecta a muchas personas o ámbitos geográficos (por los efectos de
una medida económica, la noticia es más relevante si da cuenta de un nuevo impuesto que
afecta a toda la población, o un accidente es más noticiable si produce un elevado número de
víctimas fatales). El modelo de diario popular sensacionalista se maneja habitualmente con el
grado de noticiabilidad que remite a la cantidad de personas implicadas y la proximidad
geográfica del acontecimiento, con lo que ratifica un contrato en términos de cercanía.
La jerarquía de los personajes implicados en un acontecimiento apela a las apariciones o la
presencia pública de personajes conocidos que son siempre noticia. Ellos significan la
presencia del comentario en la información, porque entra en juego la popularidad, garantía de
la repercusión de la aparición. Pero también adquieren valor de noticiabilidad los hechos
protagonizados por personajes comunes, que pueden referir a colectivos o grupos cercanos al
interés o la simpatía del público. Así sucede con hechos con la participación de niños,

[Escriba texto]
ancianos, o grupos de voluntarios, por ejemplo. Muchas veces, algunos personajes comunes
adquieren publicidad y se instalan corno nuevos actores en el espacio público: se trata por lo
general de hechos que provocan un sentimiento de empatía con los personajes o las
situaciones implicadas, o que irrumpen con el dato grave e imprevisible, o que permiten al
periodista la nota de interés humano o de color.
La inclusión de desplazamientos resulta significativa, tanto si son conjuntos de personas (una
manifestación, una procesión religiosa) o individuos públicos reconocidos (viajes de un
presidente o de un artista famoso). Se trata de movimientos o agrupaciones significativas,
cambios de lugar o de posición, y trayectorias que permiten efectos diversos sobre la sociedad
(Gomis: 1991). Son útiles para la práctica periodística porque son hechos anunciados,
previstos, con una organización detrás, y resultan más fácilmente abordables, y son muy
adecuados para la televisión, por su carácter visible, notorio y espectacular. Presentan las
ventajas que se prolongan en el tiempo, y permiten la instalación de series (no muy extensas),
provocan resultados casi inmediatos, forman parte de las rutinas informativas y de lo que
podría llamarse la “normalidad informativa”.
Según las cualidades que el acontecimiento presenta en relación con los procesos productivos,
los criterios más importantes son:
La comprensión e inteligibilidad de un acontecimiento impiden la confusión. Cuando un hecho
no es comprensible, el periodismo suele descartarlo o esperar a la obtención de mayor
información a través de fuentes alternativas. Un acontecimiento comprensible por lo general
permite mostrar resultados, Gomis (1991) agrega que los resultados constituyen el rasgo ideal
de una noticia, porque de esta manera, un hecho se define como tal, es público y tiene
repercusiones en el futuro. Este tipo de hechos dan respetabilidad a los diarios, y corresponden
a los modelos informativo-interpretativo de la prensa gráfica (algo que puede ser informado de
manera clara y comprensible).
La credibilidad construye un dato confiable, mientras que un hecho de escasa credibilidad
enfrenta al periodismo a la posibilidad de violar sus normas tácitas de concisión y brevedad, ya
que lo obliga a realizar complejas operaciones de explicitación y legitimación.
Explica Sohr que “la credibilidad de una noticia a menudo está más ligada a la fuente que la
emite que a la verosimilitud del acontecimiento” (1998: 89), por lo que un suceso poco verosímil
puede legitimarse si la fuente goza de reconocimiento público.
La brevedad se relaciona con las cualidades anotadas antes, y consiste en la posibilidad de
construir una noticia en pocas líneas o al menos de manera directa.
La periodicidad facilita la labor periodística. Como se señaló en un capítulo anterior, los hechos
que son habituales y tienen una aparición periódica en los medios son más fáciles de construir
y también de interpretar por el público que los consume. Se inscriben en una serie o en una
agenda que no necesita mayor explicitación, se puede apelar a los conocimientos supuestos, y
permite recurrir a interpretaciones de especialistas o de figuras públicas, en suma, posibilitan
una cobertura sustentada en lo conocido y dominada por la función del periodista como
denunciante de una serie de hechos o como consejero de la población.
La periodicidad permite formular series acumulativas o noticias cíclicas, y en un extremo de
este tipo de construcciones encuentran su anclaje las denominadas “leyendas urbanas”, que
son “narraciones de hechos a los que falta tanto una fuente como una verificación, pero que
son muy ricas en detalles” y se sitúan cerca de series de acontecimientos que preocupan,
apasionan y se comprueban, y que instalan creencias a cuyo alrededor “se forman vastas
oleadas de pánico colectivo, denuncias, procesos...” (Colombo, 1997: 196-197).
La exclusividad o la primicia es uno de los grandes desafíos del periodismo, no sólo permite el
éxito que significa la captura de la novedad antes que otros lo hagan, sino que implica la
capacidad para contactar fuentes legítimas y privilegiadas y para leer de manera productiva los
hechos en la realidad. Cuando un acontecimiento que fue comunicado como primicia exclusiva
de un medio se instala en la agenda de todos los medios, obtiene su reconocimiento, ese
medio lo usa para promocionarse públicamente, y validar su trabajo habitual.
La noticia como resultado de una ideología de la información refiere, según Wolf, a una
concepción de la información entendida como lo más novedoso, pero también lo más
conmocionante y terrible. El criterio implica que para un medio “son noticiables en primer lugar
los acontecimientos que constituyen y representan una infracción, una desviación, una ruptura
del habitual curso de las cosas” (1991: 253) y que hace que lo más negativo sea más noticia.
Remite al dicho de que las malas noticias son las buenas noticias (bad news is good news),
porque permiten la construcción en términos de color o de sensacionalismo.

[Escriba texto]
A modo de síntesis, es necesario recordar que estos valores suelen funcionar en conjunto, y
que no todos ellos son imprescindibles para que un acontecimiento se transforme en noticia.
Ciertos acontecimientos, como algunos actos de gobierno reúnen los valores fundamentales de
noticiabilidad y no necesitan ni siquiera pasar (en las mismas salas de redacción) por la etapa
de selección de manera explícita: el reconocimiento de que deben ser publicados facilita el
trabajo periodístico, la selección está implícita en las rutinas de trabajo (son novedad, tienen
valor informativo, afectan a la sociedad en su conjunto e incluyen a personajes jerarquizados
públicamente), en todo caso se elige dónde ubicarlos y cómo presentarlos, para los cual
también se acude a los valores-noticia que representan.

MARTINI, Stella Periodismo, noticia y noticiabilidad, Norma, Buenos Aires, 2000.

LAS FUENTES DE INFORMACIÓN


Para Gerbert Gans, fuente de información es la persona o grupo de personas que el periodista
observa o entrevista y que le proporcionan las informaciones de base o los apuntes para una
noticia. También consideramos fuente de información a los documentos o depósitos de la
información que pueden ser consultados, tales como archivos, libros, revistas, etc.

Al hablar de fuentes, hay que distinguir entre informador u fuente informativa. El informador es
el que mantiene una relación ocasional con el periodista. Se limita a suministrarle unos datos
concretos en un momento determinado. La principal diferencia es que el contacto con el
informador es unilateral. Por el contrario, una fuente informativa mantiene una relación habitual
con el periodista y entre ambos se mantiene un proceso informativo bidireccional.

Atribución de fuentes
Pocas veces la fuente autoriza al periodista a identificarla. En este caso se denomina
información con atribución directa. En los casos en los que la fuente prefiere permanecer en el
anonimato se llama atribución reservada. Cuando la fuente suministra información solo para
uso del periodista y se denomina ‘off the record’.

Información con atribución directa: el periodista tiene autorización para nombrar la fuente.
Esta es la situación ideal porque se gana en credibilidad y tendrá un mayor valor informativo.
Información con atribución reservada: es lo más frecuente. El periodista enmascara la
identidad a través de las fuentes gubernamentales. Esta fórmula es muy utilizada por las
fuentes que ponen en circulación información intoxicada, de ahí que sea necesario acogerla
con reservas. Hay periodistas que sostienen que no se debería poner una información si la
fuente no se deja identificar.

Off the record: Cuando el periodista recibe una información confidencial no publicable. Es una
información para uso exclusivo de él, sin embargo no significa que no pueda hacer uso de esa
información si ha sido verificada por otras fuentes. Hay muchos investigadores que no aplican
esto porque no lo consideran bueno y prefieren realizar investigaciones más costosas o más
incompletas, y no usar el off the record. El off the record proporciona las pistas necesarias para
una investigación. El off the record no tiene un carácter retrospectivo.

Tipos de fuentes
1. Fuentes personales:
· Según la duración de la relación que tiene el periodista con las fuentes:
a) fuentes estables: hay relación continuada.
b) fuentes provisionales: dura lo que dura el asunto determinado.

· Según la posición desde la que actúa la fuente:


a) fuentes públicas: ocupa un cargo público.
b) fuentes privadas: informan en nombre propio.
c) fuentes confidenciales: no permiten que se las cite.
d) fuentes expertas: información especializada.

· Según la actividad de la fuente:

[Escriba texto]
a) fuente activa: es voluntaria. Toma la iniciativa para ponerse en contacto con el periodista y
desea transmitir una información que interesa.
b) fuente pasiva: no toman la iniciativa y suministran la información que el periodista va a ella.

2. Fuentes documentales o escritas:


· Documentos públicos.
· Documentos privados: se accede a través de fuentes personales.

3. Fuentes gubernamentales y no gubernamentales.


· Gubernamentales: ocupan un lugar de privilegio en la estructura del poder. El papel del
periodista ante estas fuentes es analizar de forma crítica las informaciones que suministran.
. No gubernamentales: fuentes que no ostentan ningún poder pero tienen acceso a
informaciones valiosas. El periodista intenta convertir una
fuente no gubernamental a una privada.

Lectura:

Cuando un periodista traiciona a su


fuente

Por John Virtue


El hecho de que un periodista tiene el deber ético de
proteger la identidad de sus fuentes confidenciales es el
centro de un juicio pendiente en los tribunales de los Estados Unidos. El caso tuvo sus
orígenes en un reportaje investigativo sobre las prácticas de negocio de una compañía de los
Estados Unidos en Latinoamérica.

Es difícil que pase un año sin que un periodista estadounidense vaya a la cárcel por negarse a
cumplir la orden de un juez de revelar el nombre de su fuente. Inevitablemente, el periodista
prefiere ir a la cárcel antes que romper la promesa de proteger la identidad de la fuente.

Las cosas no fueron así cuando Michael Gallagher, entonces reportero de The Cincinnati
Enquirer, dio a conocer la fuente de un reportaje investigativo sobre las operaciones de
Chiquita Brands International en Colombia y Centroamérica.

Ahora su fuente, George Ventura, ex abogado de Chiquita, tendrá que presentarse dentro de
unos meses a un juicio que podría llevarlo a la cárcel por 12 años y medio. El estado de Ohio
acusa a Ventura de entregarle a Gallagher claves para escuchar mensajes telefónicos, y de
darle acceso a información almacenada en computadoras sobre funcionarios de Chiquita, lo
que le permitió al reportero obtener datos confidenciales sobre la compañía. Al igual que el
periódico, Chiquita tiene su sede en Cincinnati, y es una de las mayores y más influyentes
compañías del estado.

(La guerra bananera que los Estados Unidos ha llevado con la Unión Europea debido a la
preferencia que se les ha dado a las bananas provenientes de las antiguas colonias europeas
en el Caribe, fue conducida fundamentalmente a instancias de Chiquita Brands International.)

Ventura, que fungió como abogado de Chiquita en Ecuador y Honduras de 1991 a 1995, piensa
preparar una defensa original. Sus abogados alegarán que la "ley escudo" de Ohio, diseñada
para proteger a los periodistas de tener que revelar a sus fuentes, debe servir para impedir que
Gallagher testifique contra Ventura.

El reportaje de 18 páginas preparado por Gallagher y publicado en mayo pasado, acusaba a


Chiquita Brands International entre otras cosas de sobornos en Colombia, de operar
ilegalmente compañías en Guatemala y Honduras, y de exponer a las personas a sustancias
tóxicas en Costa Rica. Gallagher citó al pie de la letra conversaciones incriminatorias, tomadas
de mensajes telefónicos que escuchó. Dos meses después de la publicación, el periódico,
propiedad de Gannett Company, dejó estupefactos a los medios de prensa al despedir a

[Escriba texto]
Gallagher y publicar una nota de una página en la que le pedía disculpas a Chiquita y aceptaba
pagar un acuerdo extrajudicial de 10 millones de dólares.

Ante la posibilidad de ir a la cárcel por un largo período de tiempo, Gallagher, quien le había
prometido a Ventura mantener su nombre en el anonimato, se declaró culpable de dos delitos
federales por acceder indebidamente a comunicaciones internas de Chiquita, y aceptó a prestar
testimonio contra el abogado.

La decisión de Gallagher ha dejado boquiabiertos a los periodistas y sus organizaciones,


quienes consideran que el mantener el anonimato de las fuentes confidenciales es un aspecto
vital para el periodismo de investigación y para poder cumplir con el papel de vigilante de los
derechos de los ciudadanos y de la democracia, que le corresponde a la prensa. Steve
Weinberg, quien en ese momento era director ejecutivo de Investigative Reporters and Editors,
una organización periodística estadounidense con miembros en muchos países
latinoamericanos, dijo en una declaración jurada presentada a favor de Ventura, que revelar las
fuentes es una amenazaba contra la capacidad de la prensa de llevar a cabo su trabajo.

"Si los periodistas investigativos violan esos pactos y todo el mundo se entera de eso, los
periodistas de cualquier parte quedarán perjudicados", dijo. "En el fondo, también lo estarán el
resto de los ciudadanos que dependen de los periodistas investigativos para que se den a
conocer los malos pasos dentro del sector público y privado de la sociedad", afirmó.

En otra declaración jurada, Sandra Davidson, profesora de periodismo de la Universidad de


Cincinnati, dijo que las fuentes se mostrarían renuentes a hablar con los periodistas debido a la
actitud asumida por Gallagher. "Si se consumen las fuentes de información, entonces se
desploma el funcionamiento de todo el sistema", comentó.

En un editorial publicado el 7 de abril, The New York Times dijo:

"En realidad el señor Gallagher tiene todo el derecho de preparar una vigorosa defensa, pero
su decisión de revelar las fuentes traiciona el código más básico de lo que indudablemente es
ahora su antigua profesión. El acuerdo entre una fuente y un periodista es uno de los lazos
sagrados que existen, y en muchas ocasiones los reporteros han preferido ir a la cárcel para
cumplir con un acuerdo como ese."

En octubre de 1997 Gallagher le dijo a sus jefes que tenía acceso a los mensajes telefónicos
de Chiquita. Los abogados del diario le aconsejaron que dejara de hacerlo porque estaba
violando la ley federal. Pero Gallagher continuó haciéndolo.

Según un fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos, un periodista debe responder a una
citación judicial. Y es por eso que pueden ser enviados a la cárcel si se niegan a revelar la
identidad de una fuente. Sin embargo, en 1991 la misma corte estableció que una promesa de
anonimato es un acuerdo de caballeros, con estatus legal de contrato. Esa decisión se tomó
después de que el Minneapolis Star Tribune identificó a una de sus fuentes: un publicista del
Partido Republicano. Bajo promesa de anonimato, el publicista le dijo un reportero que uno de
los candidatos demócratas a la gobernación de Minnesota había sido arrestado por robar en
una tienda cuando era un jovencito. El director del periódico dio a conocer el nombre del
individuo porque consideraba que la historia era asunto de politiquería sucia. El publicista fue
despedido, pero más tarde ganó una demanda judicial contra el periódico por violación de
contrato.

Irónicamente Ventura, el ex abogado de Chiquita, podrá demandar a Gallagher y al Cincinnati


Enquirer por una violación similar de contrato.

Pero el daño al periodismo de investigación ya está hecho, y no solo en los Estados Unidos.

(John Virtue, editor de Pulso y subdirector del Centro de Prensa Internacional de la Universidad Internacional de la
Florida. Durante 17 años trabajó con United Press International (UPI) en Latinoamérica. En 1982 asumió la dirección
del diario El Mundo, de San Juan, Puerto Rico.)
(28 de abril de 1999).

[Escriba texto]
Tipografía para un periódico
(Fuente: Libro de Estilo El País)

Ancho de titulares:
 A cinco columnas: titular de una línea.
 A cuatro columnas: dos líneas.
 A tres y dos columnas: tres líneas.
 A una columna: máximo de cuatro líneas.

Cursivas:
 Para neologismos (vocablo nuevo en una lengua): “una huelga de penenes (PNN)”.
“Pon este elepé (LP, por el disco de larga duración)”.
 Para títulos de: otros periódicos, libros, películas, canciones, obras de teatro o
musicales. Ojo: sin comillas.
 Para palabras en otro idioma: strip-tease, calçots, etc. (Hay palabras en otro idioma
que no se escriben en cursivas por su corriente uso: whisky.
 Si hay palabras unidas por guión y una de ellas es extranjera: anti-apartheid.

Nombres:
 Los nombres de marcas comerciales o modelos industriales, equipos deportivos, etc.,
no se escriben en plural: “tres Citroën” y no “tres Citroëns”. “Tres kaláshnikov” y no “tres
kaláshnikovs”.
 Los nombres propios de naciones se puede escribir en plural: “las dos Americas” o “las
dos Alemanias”, pero no “los dos Yemenes” o “los dos Vietnams” (Correcto: Yemen,
Vietnam).
 Los nombres de entidades u organismos, y cargos en mayúscula: Así: Ministerio de
Industria, pero “ministro de Industria”; “el Papa”, pero “papa Juan Pablo II”; “el Rey”,
pero “el rey Juan Carlos I”.
 Cuando un país o ciudad cambia de nombre, el anterior se citará entre paréntesis:
Burkina Faso (ex Alto Volta) o La Unión de Myanmar (ex Birmania)
 No va artículo antes del nombre de un país: sin embargo: “las (islas) Filipinas” hace
referencia a la geografía y no al ámbito político.
 El nombre propio de un avión o nave en otro idioma no se traduce: “Apollo 12” o
“Queen Elizabeth 2” y va en cursivas.
 No se utiliza guión en: “Boeing 747” pero sí en “B-747”.
 Los nombres comunes que preceden al nombre propio de accidente geográfico
(bahía, estrecho, golfo, cabo, etc.) o de callejero (plaza, calle, avenida, jirón, etc.) irá
con minúscula inicial.
 Del latín se escribirá en cursivas todos menos los ya castellanizados: “ítem”, “quórum”.

Abreviaturas:
 En una cita directa no se toma en cuenta las abreviaciones, por lo tanto se escribirá la
palabra completa. Excepción: abreviaturas inglesas (OK, KO) o cuando por razones de
espacio no quede otro remedio.
 Las iniciales solo cuando es un nombre interno y no el principio: Así se puede decir
“John F. Kennedy” y no “F. González” (por Felipe González).
 Se utilizará iniciales cuando los detenidos son menores de edad.
 Los símbolos se escriben sin punto, no llevan tilde y carecen de plural: Km y no kms.
 En las siglas se escriben todas las letras con mayúsculas (ONU) mientras que los
acrónimos (unión de primeras sílabas o algunas de ellas) irá en mayúscula la primera y
las demás en minúscula: Confiep, Cofide.
 Excepciones: cuando la frase es más conocida que su significado (Unesco, sida, ovni,
radar). Cosa que no se puede con UNSCOM.
 Las siglas se escriben sin punto y sin blanco de separación (OIT).
 Las siglas formadas por letras duplicadas (debido al plural que las forma) se separarán
por un espacio y sin punto: EE UU, FF AA, etc.
 Las siglas en otro idioma se mantienen (Buró Federal de Investigación, FBI) y
normalmente se pone entre paréntesis: (por sus siglas en...)

[Escriba texto]
Números:
 De uno al diez en letras. Luego en guarismos.
 La partícula “avo” no indica secuencia: “piso decimosexto” y no “piso dieciseisavo”.
 Se debe decir: “de 40,000 a 45,000 soles” y no “de 40 a 45,000 soles”.
 No iniciar la frase con número.
 Se puede decir: “las 0.50 de hoy”, pero no “las 0.50 de la madrugada” (es
redundancia). Sí “las 12 y 50 de la madrugada”.

LA ENTREVISTA

Características y objetivos

La inmensa mayoría de las informaciones que obtenemos han tenido como base una
entrevista, el encuentro en estado puro entre el periodista y la fuente.

Es la materia prima de nuestra profesión. Todo procede de una entrevista en el sentido literal
del término.

Algunas consideraciones
La entrevista no sólo es reproducir lo que alguien nos dice en un formato de preguntas y
respuestas. Contamos lo que dice el entrevistado sobre la base de los datos que recogemos,
para lo cual es importante que además de la grabadora, utilicemos cuaderno de notas para dar
cuenta de detalles que nos servirán para decorar la entrevista.

La buena entrevista
Una buena entrevista es producto de una ardua preparación, de mucha paciencia para saber
escuchar al entrevistado.

Es necesario huir constantemente del lucimiento personal, algo complicado si se parte de la


premisa que el profesional de la comunicación es, consciente o inconscientemente, vanidoso.

La entrevista no es el espacio de tiempo que consumimos con alguien con quien conversamos,
sino algo que luego publicamos después de una detallada interpretación de lo que nos han
dicho.

La entrevista en el sentido físico, material, es un encuentro con otra persona que se prolonga,
habitualmente, de media hora a una hora, tiempo durante el cual la grabadora ha registrado
una tormenta sonora, un tráfago de ruidos, ambientes, voces, interrupciones, repeticiones,
equivocaciones.

Tipos de entrevista
Para el profesor español Alex Grijelmo hay dos tipos de entrevistas:

1.- ENTREVISTA OBJETIVA


2.- ENTREVISTA PERFIL

(Ver libro “El Estilo del Periodista”)

Entrevista objetiva.- Es aquella en la que el periodista se limita a exponer su conversación


con un personaje mediante el sistema de preguntas y respuestas.

Toda entrevista objetiva debe estar encabezada por una entrada o presentación donde se
enmarca el personaje, se cita su edad, se expone su cargo, se relata su trayectoria y se cuenta
el motivo por el que es entrevistado.

Características: En la entrevista objetiva se reproduce más o menos textualmente una


conversación entre el periodista y el personaje. En ella no caben opiniones, ni interpretaciones,
sino sólo la reproducción del diálogo con fidelidad al contenido de la conversación.

[Escriba texto]
Entrevista Perfil.- En la entrevista perfil se puede utilizar la interpretación y la descripción.

La entrevista perfil consiste en una información-interpretación en la que trasladamos las ideas


de un personaje informativo, matizadas por la propia visión del periodista.

Características: En este caso no se emplea ya el esquema pregunta-respuesta, sino que las


declaraciones del entrevistado se reproducen entre comillas y se alternan con descripciones
sobre el personaje o la explicación de su trascendencia pública. Por lo tanto, la entrevista perfil
permite mayor libertad formal. Su lenguaje y técnica se puede asimilar a las descritas para las
crónicas.

En este tipo de entrevista nos interesa más el personaje en sí que lo que dice. Nos interesa su
trayectoria personal, su mundo interior a diferencia de la entrevista objetiva en la que el formato
de preguntas y respuestas nos hace interesar en lo que dice el personaje.

Una buena entrevista perfil debe poner al descubierto toda la personalidad del entrevistado.

Una buena entrevista objetiva debe valer por la fuerza de sus respuestas, no por el
adornamiento de las preguntas.

Fases de la entrevista
La entrevista, ya sea de opinión o de semblanza comprende cuatro etapas.

1.- Preparación (remota e inmediata)


2.- Realización
3.- Examen de datos
4.- Redacción

1. Preparación de la entrevista
a.- PREPARACIÓN REMOTA.- El reportero debe estar al tanto de lo que está sucediendo en su
país, en el mundo en general. Para ello, necesita leer diariamente los periódicos, conocer a los
personajes públicos relevantes, nombres completos y cargos de los funcionarios más
importantes del país. Ayuda la lectura y el archivo.

b.- PREPARACIÓN INMEDIATA.- Se debe tener en cuenta información sobre el tema a tocar,
los datos del entrevistado, su perfil, estudiar entrevistas anteriores, hablar con sus amigos, con
sus enemigos. Es decir, todo lo que nos ayude a alimentar la información sobre el tema que
tratamos y sobre el entrevistado en sí.

El cuestionario funciona mejor en entrevistas noticiosas o de información y en las de opinión


porque el entrevistado puede constituir la principal noticia del día. Permite que el entrevistado
entre en una crisis especialmente si se enfrenta a una pregunta que no se había imaginado.

2. Realización de la entrevista

Hay que tener en cuenta las siguientes recomendaciones:

- En entrevistas noticiosas, que se efectúan en pocos minutos, conviene ir a lo que se desea


desde el primer momento porque se tienen pocos minutos.

- En la entrevista de opinión y de semblanza hay que hacerle sentir al entrevistado que


conversa con una persona conocida, por eso hay que estudiarlos a fondo.

3. Examen de datos

La entrevista debe escribirse cuando el periodista aún siente el ambiente dentro del que se
desarrolló la conversación. Cuando se deja pasar mucho tiempo, se pierde cercanía.

4. Redacción

[Escriba texto]
La entrada es importante para situarnos, luego los aspectos de la descripción física,
psicológica, datos biográficos, régimen de vida. El remate siempre debe ser concluyente y
sugestivo, puede ser una valoración subjetiva del personaje sin caer en alabanzas o ser
severo.

Consideraciones sobre la entrevista

- No es bueno asentir la cabeza porque da una sensación de pérdida de seguridad.


- No temer realizar preguntas fuertes, difíciles. La experiencia enseña.
- No pregunte cosas obvias: Qué opina, cómo vio el partido, sobre todo a un deportista que
muerde el polvo de la derrota. Esto nos puede quitar puntos.

Más consideraciones

Moderar las expresiones.- En vez de decirle al entrevistado “usted mintió”, mejor es “el dato
que dio no era exacto”.

Cuidar la grabadora.- Algunos casos son excepcionales y a todo periodista alguna vez le ha
ocurrido el percance de que la grabadora ha fallado. Se puede pedir otra cita o recordar lo que
se puede de la entrevista. Lo que nunca debe fallar ni descuidarse es usar el cuaderno de
notas.

Sobre la entrevista: No hay que olvidar que el propósito de la entrevista es dar a conocer,
mediante la reproducción de una imagen, una situación, un hecho o una personalidad.
No hay que olvidar que:

1.- La entrada sirve de presentación


2.- El cuerpo contiene preguntas y respuestas, así como el relato.
3.- La conclusión puede ser la última respuesta, un comentario del periodista el final del relato.

Cualquiera sea la entrevista, el periodista es un intermediario que obtiene la información de una


persona para trasmitirla a otras y quien establece el vínculo entre el público lector y las
personalidades que tienen algo que decir.

El buen entrevistador permanece oculto a su público y pone al descubierto su personaje.

Dos trucos útiles

1.- LA PAUSA DELIBERADA.- El silencio a veces puede ser importante para obtener
declaraciones. El periodista formula una pregunta. El entrevistado responde, luego el periodista
hace una pausa antes de la siguiente pregunta y en ese lapso de silencio el entrevistado
reinicia su parlamento y puede decir cosas interesantes.

2.- EL MOMENTO OPORTUNO.- En ocasiones nuestro entrevistado hace afirmaciones tan


extremas o comprometedoras que el acto de tomar notas puede alertarlo sobre la seriedad de
sus declaraciones y entorpecer el desarrollo de la conversación.

Algunas reflexiones

- El entrevistador cree que hará la entrevista de su vida.


- El entrevistado está tan asustado como el entrevistador.
- Puede ser contraproducente ser demasiado complaciente o demasiado aburrido.
- Lo mejor es una buena preparación antes de la entrevista.

[Escriba texto]
PERIODISMO INTERPRETATIVO
"El término periodismo interpretativo viene a servir... para diferenciar un determinado tipo de
mensajes que ya no se codifican conforme al relato objetivo de los hechos y que a su vez
muestran un claro distanciamiento de los comentarios editoriales o características similares a
la de un editorial por lo que puede considerarse que esa nueva forma de codificar es un camino
abierto entre dos prácticas bien definidas y consolidadas: El periodismo descriptivo y el
periodismo de opinión, es decir el tratamiento informativo de la reproducción de los
acontecimientos como hechos aislados y el tratamiento ideológico interesado en esos hechos",
dice la periodista Concha Fagoaga en su libro Periodismo Interpretativo.

De lo que se trata es de explicar el por qué de la noticia y el por qué del suceso, y además cuál
es la apreciación personal que de eso tiene el periodista.

Diferencias con periodismo informativo y de opinión

INFORMATIVO.- Se describe un hecho noticioso.


Estructura. Si el fin es describir directamente el hecho observado, sigue el estilo de la pirámide
invertida. Entrada + Información en orden descendente según la importancia de los datos. No
hay análisis.

OPINION.- Se apela directamente al lector para que se sienta solidario con los hechos
observados o para que los rechace. El mensaje se convierte en una interpretación evaluada
sobre juicios morales fundamentalmente. Esta forma se manifiesta en los comentarios
editoriales o firmados.

INTERPRETATIVO.- Se relaciona el hecho noticioso con otros hechos noticiosos que se han
producido con simultaneidad o anteriormente y con algunos acontecimientos que se estima
puedan ocurrir, a fin de dar contexto al tema tratado. Este tratamiento de la información
produce una explicación, un análisis.

Si además de análisis, se añade una valoración de esos hechos (una estimación de ellos,
advirtiendo sobre las consecuencias que pueden originar), se está produciendo formalmente el
mensaje interpretativo.

Estructura.
¿Cómo está organizado el relato?
El proceso de elaboración se inicia a partir de unos hechos que se han difundido con
anterioridad como mensajes informativos directos.
1.- Hechos de la actualidad
2.- Background (antecedentes del hecho que nos ayudan a dar contexto).
3.- Análisis. Datos que intentan explicar los hechos referidos.
4.- Valoración. Estimaciones que intentan prever consecuencias de los hechos.

Técnica.

Entrada
1.- El relato no se inicia con la descripción del hecho, sino que se estructura con datos de
análisis o de estimación (valoración) que lleva a los lectores a analizar la noticia desde el
primer párrafo. También se puede emplear la entrada informativa.
2.- Esa entrada de valoración debe ser documentada inmediatamente en los primeros párrafos.
3.- Puede seguir la referencia de los hechos.
4.- Análisis.
5.- Valoración.
Todos estos instrumentos aparecen indistintamente en la construcción de párrafos. Se emplean
en orden lógico, con la finalidad de reforzar y dar sentido a la entrada
Final. También puede ser de valoración.

[Escriba texto]
DÓNDE RESIDE LA INTERPRETACIÓN
(Alex Grijelmo, “El estilo del periodista”)

¿En qué elementos sintácticos o morfológicos reside la interpretación? En todos puede residir,
si bien normalmente anida en los verbos. Los adjetivos y los adverbios. Pero atención: también
en estos elementos, como hemos visto, puede introducirse el juicio de valor y opinión). Veamos
algunos ejemplos de interpretación aportada en esas partes del sintagma.

EN EL VERBO: "El ministro se extendió en los problemas de la pesca y aventuró que en


septiembre habría acuerdo con Canadá".

Tanto "se extendió" como "aventuró" forman parte de la frase informativa, puesto que
constituyen la acción que se retrata, y a la vez trasladan interpretaciones del periodista (por
tanto, forman un ejemplo perfecto de cómo ha de escribirse la crónica). En un texto puramente
noticioso, de agencia, la frase podía ser: "El ministro habló una hora sobre los problemas de la
pesca y prometió que en septiembre habrá acuerdo con Canadá".

La interpretación en el verbo se hace muy aconsejable en las noticias de declaraciones. A


menudo nos encontramos en ellas expresiones corno "aseguró", "dijo", "aseveró", "prosiguió",
"afirmó", "agregó"... verbos que indican solamente que alguien estaba en el uso de la palabra.
Pero podremos sustituidos por conceptos más ricos, siempre que se adapten a la realidad de
los hechos: "espetó" (cuando algo causa sorpresa o se ha dicho de manera tajante), "resaltó"
(cuando ha puesto énfasis, en esa frase), "anticipó" (cuando el personaje ofrece una primicia),
"lamentó" (cuando el protagonista se conduele por lo que dice), "bromeó", "ironizó". "Precisó,
"matizó", "enfatizó"... Toda esta colección de verbos da mayor riqueza a lo que se cuenta,
interpretan la actitud del declarante y hacen más amena la información.

EN EL ADVERBIO: "El ministro habló largamente sobre los problemas de la pesca y,


sorprendentemente, prometió para septiembre un acuerdo con Canadá".

Los adverbios son los adjetivos de los verbos, y por tanto esconden siempre una cierta visión -o
calificación- personal. Por eso hay que tener cuidado, cuando se escriban crónicas, con todos
aquellos adverbios que Impliquen un juicio de valor, un análisis de intenciones o, sobre, todo,
una descalificación. Por ejemplo: "El ministro habló machaconamente sobre la pesca e,
increíblemente, prometió para septiembre un acuerdo con Canadá". (Esto ya no sería una
crónica, sino un artículo o un editorial).

LOS ADJETIVOS: "El ministro hizo un largo discurso sobre la pesca, y prometió para
septiembre el deseado acuerdo con Canadá".

Sirven también aquí las consideraciones sobre los adverbios y los juicios de valor. Insistimos,
en que una crónica no debe incluir sentencias, sino descripciones de, los hechos. Y los
adjetivos expresados en este ejemplo sí encajarían en el género. El adjetivo no representa un
elemento desechable porque sí. Muchos adjetivos pueden dar riqueza a una descripción: "El
nuevo ministro es un hombre enjuto", "Induraín usó una bicicleta ultramoderna", "la ministra
vive en una casa desvencijada", "el entrenador acometió una actuación desesperada"... El
problema se plantea cuando en el adjetivo incluimos un juicio moral: "el nuevo ministro es un
hombre tacaño", "Induraín usó una bicicleta desastrosa", "la ministra tiene una casa
incensada", "el entrenador acometió una actuación equivocada"... Estos adjetivos no
corresponden ya a una crónica, sino a un artículo de opinión o a un editorial.

¿CÓMO SE REBAJA LA OPINIÓN?


A veces nos encontraremos una crónica en la que se han deslizado opiniones y que nosotros
debemos editar. Nos toparemos con ideas interesantes que nos gustaría mantener, pero se han
expresado de tal forma que nosotros, editores exigentes de un periódico serio, no podemos
tolerar. ¿Cómo rebajarlas? Hay dos trucos infalibles.

[Escriba texto]
El primero consiste en atribuir a otros lo que el torpe cronista haya expresado como opinión
propia. Es decir, emplear frases de este tipo: "según los observadores", o "según algunos
asistentes", "según algunas fuentes"; o añadir un "se considera" o un "que pasa por ser" o un
"considerado" junto al vocablo con características de opinión que pretendamos rebajar. Por
ejemplo: "La mesa no estuvo muy fina, según algunos asistentes", fórmula que nos habría
servido en el caso anterior. Para ello sólo necesitamos saber que, efectivamente, la opinión
expresada por el cronista tenía algún partidario más, lo que no resultaría difícil en el caso que
nos ocupaba, visto el desarrollo de los hechos y las protestas que la mesa suscita). En último
término, las expresiones "según los observadores" o "según algunos asistentes" siempre
pueden aplicarse al observador que escribe la crónica, que, evidentemente, figura también
entre los asistentes al debate. No sé. Trata de fórmulas aconsejables, sino de trucos para salir
del paso. Un mal menor.

El segundo truco se basa en expresar las opiniones bajo el tamiz de la duda. Sirven para ello
adverbios como, "quizás", "tal vez", "posiblemente", "probablemente". Esta fórmula rebaja la
contundencia de la opinión, y pone en duda lo que uno mismo dice: "Tal vez la mesa no estuvo
muy fina".

Veamos el ejemplo de crónica excesivamente con características de editorial que


reproducíamos líneas atrás. Ponemos ahora en cursiva los retoques que introduciría un editor
atento:

"Aznar, tras un discurso de investidura considerado intachable en el que asumió seguidamente


con madurez la herencia recibida -es decir, como un legado de valores y cargas-, tal vez se
dejó llevar el pasado domingo por la alegría del juramento de su cargo, y algunas de sus
improvisaciones restaron solidez (...) El comentario de que La Moncloa 'no es el lugar
recomendable para vivir una familia' quizá empañó la seriedad del acto de presentación de un
nuevo Gobierno de España".
Y así sucesivamente.

LOS JUICIOS DE VALOR... NO VALEN

Los "juicios de hecho" pueden ser demostrados, o al menos admitir una fundamentación
científica. Podemos hacer un "Juicio de hecho" si contamos que un turista se detuvo a admirar
"la inmensa mole" de las pirámides de Egipto. Se trata de una evaluación, puesto que estamos
calificando de determinada forma el famoso monumento de la antigüedad, pero realmente
podríamos sostener con argumentos indiscutibles esa apreciación. Caso muy distinto de los
"juicios de valor": aquellos que constituyen las impresiones que los hechos producen en la
sensibilidad de las personas. "Sobre estos juicios", ha escrito con acierto el profesor Manuel
Casado Velarde, "sería vano pretender un consenso universal, pues estaría en función de la
formación de las personas, de sus gustos, de las modas culturales, etcétera. Esta concepción
priva, por tanto, a los juicios de valor de su arraigo objetivo en la realidad".

VALORAR NO ES EDITORIALIZAR

Esta responsabilidad profesional de situar la noticia en un determinado alcance se aproxima


más al trabajo del reportero que del editorialista. Los redactores de mensajes interpretativos
trabajan paralelamente a los reporteros: asisten a conferencias y ruedas de prensa, obtienen
datos en los pasillos de los parlamentos, acuden a fuentes institucionales e informales en
busca de información, el teléfono les resulta imprescindible en una jornada cualquiera y, por
supuesto, los contactos personales y los conocimientos profundos de determinados contenidos
de los media son los que determinan su trabajo. Tanto aquí como en el reporterismo tradicional,
la calidad de un relato es directamente proporcional a la calidad de las fuentes y éstas incluyen
desde portavoces oficiales hasta participantes en acontecimientos o gentes que rodean el
aparato de centros de decisión: secretarios y secretarias, conserjes, etc.

A pesar de ello, algunos mensajes interpretativos que introducen valoraciones personales


pueden ser cuestionados por aproximarse en sus resultados a los de un comentario editorial.
Las diferencias, sin embargo, son de lenguaje.

[Escriba texto]
Hohenberg establece alguna de estas diferencias. Mientras el redactor de mensajes
interpretativos "evita recomendar lo que debería ser hecho acerca de algo" el editorialista insta
a la acción, a los modos de actuar del receptor (1978: 440). Sheeham expone que la tarea del
editorialista es moldear la opinión pública, mientras que el redactor interpretativo debe huir de
ello y sólo "ayudar al lector a comprender la importancia de un acontecimiento" (1972:293). En
este sentido también coincide Charnley: los propósitos editorialistas en el campo del periodismo
interpretativo se consideran "práctica impropia" (1971: 437).

A modo de conclusión: el análisis y la valoración deben servir para explicar los hechos y
estimar consecuencias. El lenguaje propio de aquel que apela debe reducirse a usos
editorialistas, usos legítimos en las columnas de opinión e inadecuados cuando sólo se trata de
que los mensajes sean menos herméticos y los hechos salgan a la luz y dejen de estar ocultos.

El propósito editorialista se manifiesta claramente en párrafos encabezados con frases como


"no estamos de acuerdo en", "resulta inadmisible que", "pedimos una actuación clara" y otras
similares que pueden analizarse en los comentarios editoriales o firmados, cuyo lenguaje se
muestra claramente bien lejano de las fórmulas empleadas en los mensajes interpretativos.
Mientras que el análisis planteado en los mensajes interpretativos se basa en la explicación de
los hechos y ahí se mantiene su substrato esencial los mensajes propios del periodismo de
opinión analizan los hechos con el único propósito de ofrecer juicios morales y, en definitiva, de
canalizar las opiniones públicas.

Acerca de las nociones de verdad y objetividad en la información

Miguel Catalán González (mcatalan@uch.ceu.es)


Universidad Cardenal Herrera - CEU, Valencia

El artículo trata de distinguir tres conceptos que aparecen en ocasiones mezclados o


confundidos en los escritos sobre el papel informativo de los medios de comunicación: los
términos de verdad, objetividad y veracidad. A partir de la teoría gnoseológica de la verdad más
comúnmente aceptada -la de la verdad como correspondencia-, y siguiendo diversos casos
ejemplificadores, se formula el desideratum de que el informador cese en su pretendida
persecución de la verdad objetiva (un propósito que, tomado al pie de la letra, puede resultar
tan decepcionante como esterilizador) y se aplique a una finalidad más a su alcance, también
aparentemente más modesta, pero incomparablemente más eficaz: el propósito de ser veraz.

1- Verdad, objetividad y veracidad


El respeto a la verdad se ha constituido, ya desde el origen de la codificación deontológica, en
el objetivo último del quehacer del periodista. Así, en el código deontológico de la Federación
de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) (1) podemos leer: "El primer compromiso
ético del periodista es el respeto a la verdad", en tanto que, en el plano internacional, el Código
de la UNESCO expone como primer principio de la ética periodística "el derecho del pueblo a
una información verídica", y como segundo principio "la adhesión del periodista a la realidad
objetiva".

Con independencia de la letra escrita, se encuentra asimismo muy extendida entre los
periodistas la idea de que la finalidad última de su profesión la constituye el hecho de contar la
simple verdad de lo que ha sucedido (ser "meros notarios de la actualidad", limitarse a "contar
sólo lo que se ha visto").

No obstante esta unanimidad respecto al fin último de la información, la noción teórica de


"verdad" no es por sí misma evidente ni simple, razón por la cual, antes de honrar el epígrafe
de este artículo, convendrá aclarar el sentido y función de lo que vamos a entender por
"verdad".

[Escriba texto]
La concepción de la verdad más comúnmente aceptada se inscribe en la teoría de la verdad
como correspondencia o adecuación. Esa teoría proviene de Aristóteles y encuentra su
formulación clásica en la escolástica cristiana; hay otras teorías de la verdad (la del
desvelamiento, la pragmatista, entre otras...), pero, puesto que ninguna de ellas posee la
impregnación en el sentido común que ha alcanzado la primera, nos bastará aquí con haberlas
mencionado.

Según la teoría de la correspondencia, la verdad es una característica de las proposiciones o


enunciados; no es una característica, en cambio, de los conceptos, que no son verdaderos ni
falsos; en todo caso se podría predicar de ellos que se encuentran ejemplificados o no en el
mundo: pensemos en el concepto de "gnomo", del que no podemos afirmar que es verdadero o
falso, sino tan sólo que existen -o no- en el mundo ejemplificaciones de ese concepto, es decir,
que hay -o no hay- individuos que corresponden a la descripción del concepto "gnomo". Así
pues, "¿Es "gnomo" verdadero?", sería una pregunta ininteligible, a diferencia de "¿hay
gnomos en el mundo?" o <<¿existen los gnomos?>>, que ya son plenamente inteligibles.

Abandonemos, pues, el ámbito de los conceptos y acudamos al de las proposiciones o


enunciados. Según la teoría de la correspondencia, si el estado de cosas descrito en una
proposición se corresponde con el estado de cosas que se da en el mundo, entonces la
proposición es verdadera; en tal caso se produce, en la conocida fórmula "adaequatio rei et
intellecto", la adecuación (o conformidad) entre el intelecto y la cosa.

Tal adecuación encierra el supuesto de que la proposición refleja de manera exacta y fiel, como
lo haría un espejo plano, el hecho acaecido. En el ejemplo de la filosofía analítica, "el gato está
sobre la alfombra" es un enunciado verdadero si es el caso que el animal que denominamos
"gato" se encuentra sobre el objeto que denominamos "alfombra".

De manera que "verdad" y "hecho" constituirían dos caras -con idéntico dibujo- de la misma
moneda, según que ésta cayera del lado del mundo o del lado del lenguaje. A partir de esta
concepción de la verdad, todo cuanto tendría que hacer el informador que quiere suministrar al
público la exposición verdadera de unos hechos sería reflejarlos desnudamente, sin distorsión
subjetiva, de forma puramente especular.

Conviene no pasar por alto la expresión "sin distorsión subjetiva" que acabamos de emplear.
Con semejante giro se deja ver que la teoría de la adecuación de la verdad contempla como
modo óptimo de acercamiento al objeto el paradójico movimiento de "ponerse a un lado".
Consideremos el razonamiento: puesto que el objeto (ob-jectum) es por definición etimológica
aquello que se encuentra enfrente del sujeto, el sujeto enunciará una verdad más acabada
(más "objetiva") cuanto con mayor fidelidad sea capaz de reproducir el estado de cosas que
encuentra frente a sí; cuanto más capaz sea de atenerse a las características del objeto
haciendo a un lado las propias tendencias y concepciones previas, al modo en que el pintor
necesita alejarse de su modelo para poder valorarlo con propiedad: en consecuencia, la verdad
aparece como una manifestación del objeto, independiente de la conciencia que lo observa.
Este es el aspecto intelectual de la verdad objetiva; más adelante distinguiremos su aspecto
moral.

Aun suponiendo que el método para enunciar la verdad de manera objetiva fuera tan sencillo
como se desprende de la teoría de la adecuación (y ya veremos más adelante que no lo es),
existiría un obstáculo de orden práctico que habría de dificultar su acceso al informador. Es la
razón por la que John Hohenberg denominaba al periodismo "el arte imposible".

"No es frecuente que alguien en el periodismo pueda permitirse el lujo de la contemplación


filosófica. Además de dominar su vocación, el periodista ha de conocer la política, la economía,
la ciencia, el derecho, la religión, la medicina, el arte, la educación, la agricultura, la historia, la
geografía, las matemáticas y la enrarecida atmósfera del espacio exterior (...) Como si no fuera
bastante lo anterior, se le pide también de vez en cuando que escriba sobre las ansias de los
amores juveniles y seniles, los placeres de la vida familiar, los deportes, los juegos y
entretenimientos y los variantes problemas de otros pueblos desde el Cabo Norte hasta
Patagonia" . (2)

[Escriba texto]
Aun dando por supuesta la univocidad y claridad de la teoría de la adecuación, decíamos, el
informador habría de ser un sabio renacentista para poder acceder a la verdad objetiva de los
acontecimientos... pero es que tampoco podemos darlas por supuestas. Tanta claridad y
distinción como se desprende de la teoría de la verdad como correspondencia se enturbia en el
preciso momento en que pretendemos aplicarla a problemas reales. Vamos a referir tres
contrastes de esta oposición entre la verdad y la práctica comunicativa siguiendo la
contraposición emprendida por Jeffrey Ölen (3). Son los siguientes:

1) La verdad es más amplia que el hecho. Es difícil que el reportero pueda explicar un conflicto
remoto absteniéndose de explicar asimismo el significado contextual, y no sólo textual, de
multitud de siglas, organizaciones, etc., que el espectador desconoce. Es más; en ocasiones, el
remitirse a los desnudos hechos constituye una forma sutil de colaborar con lo malo: Ölen cita
(4) la caza de brujas del senador McCarthy durante los primeros años 50. Puesto que la
inmensa mayoría de la prensa siguió los acontecimientos sin "análisis" ni "interpretación", el
resultado fue que el público escuchó a McCarthy, pero no comprendió el maccarthysmo. Esa
deficiencia sería achacada más tarde a la propia actitud de la prensa, que casi "colaboró" en
hacer de los procesos por ideas o actividades procomunistas algo socialmente admisible,
cuando la prensa sabía muchas cosas que no escribía por no parecer tendenciosa contra
McCarthy. A partir de aquel episodio, entre los informadores norteamericanos ya no se creyó
que los comentarios supusieran una pérdida de objetividad, y "cuando Nixon apareció en
televisión durante la investigación del Watergate con lo que parecía una enorme cantidad de
grabaciones transcritas de la Casa Blanca, los periodistas nos dijeron cuán poco contenido
había en cada volumen" (5); por extensión, cuando un responsable político norteamericano
comete errores de hecho o intenta confundir a los electores, los reporteros tienden en la
actualidad a decir que los comete y que lo intenta, y señalan sin ambages las incoherencias y
los cambios oportunistas de posición.

En efecto, del ejemplo que da Olen de las audiencias de McCarthy se desprende que no se
estaba siendo objetivo al ocultar los incómodos muelles de la verdad bajo la tupida lona de los
hechos, y que hasta detrás del silencio hay siempre una toma de postura implícita.

2) Un hecho es un fenómeno; una verdad es la explicación ideal de los hechos. Así, lo que un
presidente del Gobierno manifiesta es un hecho; en cambio, lo que la frase manifestada
significa (entre otras cosas, por qué y para qué lo dijo) compete a la verdad. Dicho de otra
manera, conocer qué sucedió es conocer los hechos, pero comprender qué sucedió es
asuntode la verdad. Referir una retahíla de hechos puede constituir la forma más convincente
de encubrir una tropelía.

3) El hecho es aquello que el periodista observa; informar de los hechos es informar de lo que
el periodista ve y oye. Si Pérez llama mentiroso a López y López lo niega, y el reportero
escucha la acusación y el desmentido, para él tanto la una como el otro son hechos. La verdad
(i.e., si López es o no un mentiroso) no es un hecho. Informar de los hechos, por tanto, es
informar estrictamente de la acusación y del desmentido.

Las tres distinciones de Olen (a saber: Entre acontecimientos y su significado profundo, entre
acontecimientos y su explicación, y entre lo que se observa y lo que no) permiten preguntarnos
si ahora resulta tan fácil discernir entre los hechos y sus interpretaciones, entre observar y
teorizar, como pensábamos antes a partir de la pura enunciación de la teoría de la adecuación
de la verdad. La escuela psicológica de la Gestalt, por su parte, nos ha mostrado en el campo
de la percepción sensorial que incluso cuando vemos una simple figura geométrica realizamos
inferencias y operaciones mentales secundarias: cerramos círculos que se hallan de hecho
incompletos, hacemos pasar líneas curvas por detrás de la recta si la extensión de esa curva
puede sugerir un perfil reconocible, etc. El cerebro, pues, no sólo registra las imágenes en
nuestra retina, sino que también compone, rellena o clausura ciertas formas de la realidad
física. Lo mismo ocurre, y con mayor asiduidad, con la imagen ideológica o moral de los
sucesos. Quien percibe un acontecimiento, aventura y pone en marcha en el mismo acto de
percibir aquellas hipótesis inconscientes acerca de las causas y efectos del acontecimiento que
le permiten hacerse una idea del mismo; que le permiten, por emplear el giro orteguiano,
"habérselas" con él.

[Escriba texto]
Algo parecido ocurre con la diferencia entre describir un proceso y explicarlo: es que a veces, al
describir, ya estamos, 'eo ipso' e irremediablemente, "explicando" e "interpretando":

"De tres personas que observan el mismo suceso, uno puede ver una manifestación, otro una
protesta y otro un tumulto -y cada uno informará del incidente de manera diferente.

Nótense las diferencias de significado entre "protesta", "manifestación" y "tumulto". Cada uno
refleja un juicio diferente acerca del hecho observado (...) Lo mismo vale para "guerrillero"
frente a "terrorista", (...) "Guerra de las Galaxias" frente a "Iniciativa de Defensa Estratégica" o
"estadista" frente a "político". El uso de "señorita" por "señora" también refleja una actitud. Y así
sucede con "gay" frente a "homosexual". Hay pocos, en el caso de que haya alguno, sinónimos
exactos en inglés o cualquier otra lengua, y la elección de la palabra refleja a menudo las
actitudes (..)" (6)

También Krech y Crutchfield (7) han recordado nuestra tendencia psicológica a asignar un
significado inmediato a los objetos y situaciones nuevas del entorno: pensemos en nuestra casi
inmediata toma de posición, en términos de simpatía o antipatía, ante una persona que nos es
presentada en una fiesta. Desde el punto de vista pragmático, importa menos acertar en esa
atribución (lo cual requeriría un estudio reposado de todas las circunstancias del objeto o
situación) que poder dar cuenta de la situación, siquiera sea con datos muy escasos. Es la
"percepción selectiva", que refuerza nuestros valores, actitudes y creencias previos, en una
tendencia que se acentúa todavía más cuando dejamos de percibir el objeto y empezamos a
recordarlo: a esta función de la memoria se refería Valle Inclán con su feliz aforismo "Las cosas
no son como las vemos, sino como las recordamos".

En radio y televisión, medios donde los instrumentos técnicos parece que podrían suministrar
una mayor "objetividad" en el registro de los hechos, las cosas no son tampoco tan neutras
como parecen. M. Cebrián ha señalado que estos aparatos no dejan de seleccionar una parte
de la realidad, por la sencilla razón de que quienes los manejan son técnicos y comentaristas
que interpretan la realidad según su personalidad subjetiva (8). En esa dirección, antes de abrir
la boca el personaje ya está siendo interpretado por los intermediarios del mensaje: la distancia
de la cámara al personaje, la ambientación, el encuadre, la elección del momento, el ángulo de
incidencia de la luz sobre este o aquel elemento, son todos factores que pueden inclinar la
balanza emotiva del público hacia la antipatía o la simpatía. Los directores de imagen de los
políticos suelen pactar por esa razón todas las condiciones técnicas bajo las cuales ha de
llevarse a cabo un debate electoral, con el fin de que su cliente no se vea perjudicado. Dejando
en cualquier caso las cualidades objetivas del registro de la cámara en un lugar más bien
precario.

Así pues, el punto de vista que describe una situación (un punto de vista humano, necesitado,
falible, a veces ridículamente confiado, en otras desmedidamente susceptible) de la
subjetividad humana es el único medio de interpretación posible al alcance de los humanos, de
tal suerte que el ideal de la objetividad ha de entenderse, como mucho, en el mismo sentido en
que Kant entendía las ideas regulativas, es decir, como una "ficción operativa", por emplear la
expresión de Stuart Hall: ahora bien, si seguimos empeñados en estipular el significado de
"objetividad" en el sentido de adecuación de no introducir en absoluto la psicología del
informador en los hechos, en tal caso la objetividad deviene una quimera inalcanzable.

En relación con todo lo dicho, es interesante señalar que el principal logro del conocido New
Journalism que concitó en el EE.UU. de los años 60 y 70 el concurso de brillantes plumas
literarias en el ejercicio de un periodismo declaradamente interpretativo y subjetivo, con su
recurso a la ficción y a la expresividad, fue justamente señalar que el lenguaje pretendidamente
objetivo y conciso del periodismo tradicional también envolvía preconcepciones, estereotipadas
en la mayor parte de los casos, sólo que además aparentaban someterse a una estructura real
y unívoca de los hechos. Con bastante anterioridad al nuevo periodismo ya había surgido la
necesidad de un "periodismo interpretativo" que diera cuenta del significado presumible de los
hechos; pero no es tanto que, como opinara Walter Lippmann en 1956, "por ser el mundo tan
complicado y difícil de entender, se ha vuelto necesario no sólo informar acerca de las noticias,
sino explicarlas e interpretarlas" (9), sino que el propio sentido de la información exige, para

[Escriba texto]
que ésta sea inteligible, la interpretación del emisor sobre el contexto y el significado del hecho
que él conoce de cerca.

El sujeto, pues, no debe apartarse del objeto si quiere averiguar su sentido, por seguir con la
metáfora espacial, sino, al contrario de lo que a primera vista parece dictar la teoría de la
adecuación debe introducirse en su interior tanto cuanto le sea posible, a sabiendas de la
propia falibilidad de todo juicio individual.

2- La veracidad de la información

Hemos concluido que la objetividad entendida como estricta separación entre observación e
interpretación es inalcanzable, pues la observación deviene sin remedio observación-de-un-
sujeto; el sujeto entra en la esfera lógica de la observación con una concepción previa y un
sistema de ordenamiento intelectual y moral que lo obliga a interpretar: es la necesidad del
"punto de vista". Dicho de manera más epigramática: no hay observación sin interpretación. Y
esta realidad obedece al hecho de que el problema de la verdad en la información no resulta
sólo un problema intelectual entre el sujeto que va a emitir el mensaje y el objeto o estado de
cosas que servirá de contenido, sino también y sobre todo un problema moral: el que se da
entre el emisor del mensaje y su destinatario. Aquí la objetividad presenta un sentido más
cargado de consecuencias, un sentido resultante de la voluntad de transmitir fielmente a un
receptor que comparte nuestro código lingüístico esa verdad digna de ser contada que uno ha
tenido la oportunidad de conocer. Esta nueva dimensión de la objetividad es la que encarna el
valor de la veracidad. Y si el fenómeno que impedía alcanzar el sentido intelectual de la
objetividad era la ignorancia en un sentido amplio, el que impedirá alcanzar el sentido moral de
la objetividad será, en cambio, el del engaño.

Hasta en el Código de la UNESCO que pedía en su Principio 2 la adhesión del periodista a la


realidad objetiva se termina reconociendo que el público debe comprender las situaciones,
procesos y acontecimientos "de la manera más objetiva posible". Y es que, por inteligente,
avisado y honrado que sea un informador, la única relación de fidelidad que puede garantizar a
su público no es la que mantiene con la verdad, sino la que mantiene con la veracidad. Pues,
en efecto, a partir del hecho de que no hay observación sin interpretación no se sigue que el
informador tenga derecho a informar lo que más le convenga a él, la empresa, el anunciante
que le pague o el partido político al que vote. Se trata de una vieja astucia relativamente típica
que conviene señalar sin dilación: la astucia de quien, habiéndose impuesto a sí mismo un
arduo fin moral, y habiendo fracasado en el intento, opta en consecuencia por abdicar de todo
fin moral, hasta el más modesto y exigible; si bien es cierto que quien puede más, como señala
la máxima jurídica, puede lo menos, no es menos cierto que quien no puede lo más puede, al
menos, intentar lo menos: el hecho de que un seminarista decepcionado acabe regentando un
local de lenocinio no significa que haya ninguna razón de peso para suponer que el cese en la
primera actividad lleva lógicamente aparejado el ingreso en la segunda. Así, del hecho de que
la objetividad absoluta de un enunciado sea imposible no se sigue que yo tenga derecho a
afirmar lo que mejor me parezca. Se da aquí un non sequitur lógico cuya frecuente violación L.
Brajnovic ha definido, con razón, como el error más grave que puede cometer el informador
desde el punto de vista ético, pues no resulta lógicamente válido terminar contraviniendo un
principio práctico como el de la veracidad a partir de las dificultades teóricas que presenta la
ambición de alcanzar la verdad. De hecho, el legislador ha subrayado en nuestra Constitución
esta virtud del informador al proteger, en el artículo 20.1 "el derecho a comunicar o recibir
libremente información veraz".

El informador, pues, debe ser veraz sin restricción alguna; dicho de otra manera, debe ser
objetivo en el único sentido posible en que lo es para un informador: en el sentido de que, aun
cuando lo que diga o escriba sea erróneo debido a la subjetividad intrínseca de la relación de
conocimiento y descripción que hemos señalado, debe decir aquello que piensa que ha
ocurrido, y no algo diferente de o contrario a lo que piensa que ha ocurrido. Una exigencia tal
implica que el informador debe ser veraz a la hora de informar de un hecho, y todo lo imparcial
que pueda a la hora de interpretarlo; esta imparcialidad constituye, nada menos, pero también
nada más, una actitud de honradez intelectual (la autopercepción de que uno no está
deformando tendenciosamente el hecho) que permite separar lo que ha sucedido de aquello

[Escriba texto]
que le hubiera gustado a uno que sucediera. El ideal de veracidad del informador se sustancia,
a nuestro juicio, en dos aspectos:

1) Respecto al hecho mismo, no debe concederse ningún tipo de libertades añadidas a la


subjetividad estructural de la interpretación de los hechos, de manera que al dar cuenta de una
conferencia que finalmente se suspende por falta de asistencia, deberá significar que se
suspende por falta de asistencia, y no por "problemas técnicos". Cierto que formalmente podría
discutirse si una sala vacía constituye o no un "problema técnico", pero si el informador sabe lo
que dice y apela a su conciencia, sabrá también a la perfección que está falseando el hecho; la
imparcialidad no es tanto un asunto de expresión cuanto un asunto de intención: la veracidad
del enunciado que afirma que algo ha sucedido significa la creencia en que la descripción de
los hechos que va a transmitirse al público corresponde a la verdad de lo sucedido.

2) El informador, además de someterse al tribunal íntimo de la conciencia, debe poner en


práctica aquellas actuaciones y precauciones profesionalmente reconocidas que permitan
constatar el hecho informativo de manera fidedigna; precauciones y actuaciones que, en
nuestro país, vienen bien señaladas en el principio 13 de actuación del código de la FAPE: "13.
El compromiso con la búsqueda de la verdad llevará siempre al periodista a informar sólo sobre
hechos de los cuales conoce su origen, sin falsificar documentos ni omitir informaciones
esenciales, así como a no publicar material informativo falso, engañoso o deformado. En
consecuencia:

a. Deberá fundamentar diligentemente las informaciones que difunda, lo que incluye el


deber de contrastar las fuentes y el de dar la oportunidad a la persona afectada de ofrecer su
propia versión de los hechos [esta precaución va no sólo contra la falsedad voluntaria, sino
también contra el error involuntario].

b. Advertida la difusión de material falso, engañoso o deformado, está obligado a corregir


el error con toda rapidez y con el mismo despliegue tipográfico y/o audiovisual empleado para
su difusión. Asimismo difundirá a través de su medio una disculpa cuando así proceda. [éste es
el derecho de rectificación]

c. Asimismo, y sin necesidad de que los afectados acudan a la vía judicial, deberá facilitar
a las personas físicas o jurídicas la adecuada oportunidad de replicar a las inexactitudes de
forma análoga a la indicada en el párrafo anterior [derecho de réplica]"

Ni que decir tiene que se puede ser falaz aun respetando estas actuaciones, y todas las que se
pudieran añadir. La actitud imparcial del informador presenta un carácter interno, y de esa
interioridad procede el "deber de buena fe" aplicado a la falsedad de noticias por la Sociedad
de los Directores de Periódicos Norteamericanos (10). Podemos penetrar el carácter "interior"
de la veracidad recordando el encabezamiento que The New York Times tenía previsto para el
28 de febrero de 1967: "Mientras 1.286 estudiantes de la Escuela Secundaria Metropolitana
proseguían sus estudios tranquilamente esta mañana, otro estudiante asesinó al jefe de su
oficina" (11). El periodista, que al parecer prefería no molestar a las autoridades, cometió un
acto de imparcialidad, no ocultando un hecho, sino, al contrario, reseñándolo: que todos los
estudiantes menos el asesino se encontraran estudiando tranquilamente es a la vez un hecho
indiscutible, una irrelevancia manifiesta y una coartada partidista; sin ningún género de duda, al
incluirlo en la noticia se estaba restando importancia al único hecho relevante de aquella
mañana en el Instituto, a saber, que un alumno había asesinado a un funcionario. Al situar,
además, la noticia a continuación de la oración irrelevante, como una especie de suceso de
segundo orden, daba a entender que lo importante del asunto era que, de los 1.287 estudiantes
del centro, sólo uno de ellos estaba asesinando al jefe de su oficina. Desde el punto de vista
externo, el periodista suministraba información objetiva; desde el punto de vista de la honradez
intelectual daba una información tendenciosa que distorsionaba el significado del hecho.

El principal enemigo de la imparcialidad del periodista es a mi juicio el partidismo tendencioso,


capaz de desfigurar los hechos con el fin de que las ideas y preconcepciones que sustenta
aparezcan bajo una luz favorable. La tendenciosidad resulta un vicio muy escurridizo y difícil de
aprehender, como hemos visto, sobre todo en el ámbito de la opinión, y aunque un buen
recurso para acotar sus estragos lo constituye la conocida distinción entre información y

[Escriba texto]
opinión, de poco sirve si el profesional carece de la intención de ser veraz. Es acaso un final no
demasiado inconveniente para nuestro propósito; en el fondo, lo que hemos tratado al distinguir
estos tres términos ha sido menos dar cumplimiento a un imperativo intelectual que satisfacer
un imperativo moral; nos referimos al imperativo de ser veraces, no para ser objetivos, sino
para ser justos.

Notas

(1) Deseo agradecer a los profesores José Montoya, Antonio Vallés y Hugo Aznar su valiosa
colaboración en punto a bibliografía deontológica.
(2) Hohenberg, J., Los medios informativos, p. 61.
(3) Olen, Jeffrey, Ethics in Journalism, Prentice Hall: Englewood Cliffs (New Jersey), 1988. volver
(4) op. cit., p.90. volver
(5) Ibídem. volver
(6) J. Ölen, op. cit., p. 84. volver
(7) Citado en Luis León, Persuasión de masas, p. 235. volver
(8) Cebrián, M., Diccionario de radio y televisión, p. 236. volver
(9) Walter Lippmann, Boletín de la American Society of Newspapers Editors, citado en Aguilera, O., Las
ideologías en el periodismo, p. 139. volver
(10) Vid. González Bedoya, J., Manual de Deontología Informativa, Madrid: Alhambra, 1987, p. 112.
volver
(11) John Hohenberg, Los medios informativos, p. 23. volver

Bibliografía

-Aguilera, O., Las ideologías en el periodismo, Madrid: Paraninfo, 1990


-González Bedoya, J., Manual de Deontología Informativa, Madrid: Alhambra, 1987
-Hohenberg, J., Los medios informativos, México, D.F.: Editorial Letras, 1970.
-León, Luis Persuasión de masas, Bilbao: Deusto, 1992.
-Ölen, Jeffrey, Ethics in Journalism, Prentice Hall: Englewood Cliffs (New Jersey), 1988.

Publicado en: Comunicación y Estudios Universitarios, VII (1997), pp. 139-145.

Lectura: Periodismo y narración: desafíos para el siglo XXI

Por Tomás Eloy Martínez

Los seres humanos perdemos la vida buscando cosas que ya hemos encontrado. Todas las
mañanas, en cualquier latitud, los editores de periódicos llegan a sus oficinas preguntándose
cómo van a contar la historia que sus lectores han visto y oído decenas de veces en la
televisión o en la radio, ese mismo día. ¿Con qué palabras narrar, por ejemplo, la
desesperación de una madre a la que todos han visto llorar en vivo delante de las cámaras?
¿Cómo seducir, usando un arma tan insuficiente como el lenguaje, a personas que han
experimentado con la vista y con el oído todas las complejidades de un hecho real? Ese duelo
entre la inteligencia y los sentidos ha sido resuelto hace varios siglos por las novelas, que
todavía están vendiendo millones de ejemplares a pesar de que algunos teóricos decretaron,
hace dos o tres décadas, que la novela había muerto para siempre. También el periodismo ha
resuelto el problema a través de la narración, pero a los editores les cuesta aceptar que esa es
la respuesta a lo que están buscando desde hace tanto tiempo.

En The New York Times del domingo 28 de septiembre, cuatro de los seis artículos de la
primera página compartían un rasgo llamativo: cuando daban una noticia, los cuatro la
contaban a través de la experiencia de un individuo en particular, un personaje paradigmático
que reflejaba, por sí solo, todas las facetas de esa noticia. Lo que buscaban aquellos artículos
era que el lector identificara un destino ajeno con su propio destino. Que el lector se dijera: a mí
también puede pasarme esto. Cuando leemos que hubo cien mil víctimas en un maremoto de
Bangladesh, el dato nos asombra pero no nos conmueve. Si leyéramos, en cambio, la tragedia
de una mujer que ha quedado sola en el mundo después del maremoto y siguiéramos paso a
paso la historia de sus pérdidas, sabríamos todo lo que hay que saber sobre ese maremoto y
todo lo que hay que saber sobre el azar y sobre las desgracias involuntarias y repentinas.
Hegel primero, y después Borges, escribieron que la suerte de un hombre resume, en ciertos

[Escriba texto]
momentos esenciales, la suerte de todos los hombres. Esa es la gran lección que están
aprendiendo los periódicos en este fin de siglo.

Volvamos ahora a esa primera página de The New York Times, el domingo 28 de septiembre de
1997. Uno de los artículos a los que aludí versaba sobre la situación del Congo después de la
caída y la muerte de Mobutu. Empezaba de esta manera: "Cuando Frank Kumbu se levanta
cada mañana y observa el mundo desde el modesto escalón de cemento que hay a la entrada
de su casa, las imágenes de los chicos jugando en las calles enlodadas, del tránsito con sus
estelas de humo, y el ruidoso desfile de soldados, mendigos y buhoneros, le recuerda cómo las
cosas fueron durante, más o menos, los últimos veinte años".

El otro artículo, sobre llamadas telefónicas gratis en Europa, estaba fechado en Viareggio,
Italia, y estas eran sus primeras líneas: "Filippo Simonelli levanta el tubo de su teléfono, pulsa
algunas teclas y una voz ladra en su oído: ¿Pizza recién hecha? Restaurante Buon Amico. Via
dei Campi 24'. No, no se trata de una llamada a una pizzería. Es parte de un curioso
experimento que ofrece a ciertos europeos llamadas de teléfono gratis a cambio de que
acepten oír propagandas comerciales".

Un tercero, sobre las tensiones raciales en Estados Unidos, tenía su origen en Durham, North
Carolina, y este era su comienzo: "Para John Hope Franklin el problema era enloquecedor: las
orquídeas que estaba cultivando desde hacía 37 años en la ventana de su apartamento de
Brooklyn morían o se negaban a florecer. Su solución al problema fue típica de su aproximación
al estudio sobre las relaciones raciales en América al que le había dedicado toda la vida: leyó
todo lo que pudo sobre el tema".

Cuatro de los seis artículos que The New York Times publicó en su primera página ese
domingo comenzaban como dije con la historia de un individuo; el quinto artículo narraba la
historia de una familia; el sexto daba cuenta de ciertos acuerdos sobre impuestos entre los
líderes republicanos del Congreso de los Estados Unidos. Si me detengo en esta característica
del periodismo es porque no se trata de algo inusual. Casi todos los días, los mejores diarios
del mundo se están liberando del viejo corsé que obliga a dar una noticia obedeciendo el
mandato de responder en las primeras líneas a las seis preguntas clásicas o en inglés las cinco
W: qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué.

Ese viejo mandato estaba asociado, a la vez, con un respeto sacramental por la pirámide
invertida, que fue impuesta por las agencias informativas hace un siglo, cuando los diarios se
componían con plomo y antimonio y había que cortar la información en cualquier párrafo para
dar cabida a la publicidad de última hora. Aunque en todas las viejas reglas hay una cierta
sabiduría, no hay nada mejor que la libertad con que ahora podemos desobedecerlas. La única
dictadura técnica de las últimas décadas es la que imponen los diagramadores, y estos, cuando
son buenos periodistas, entienden muy bien que una historia contada con inteligencia tiene
derecho a ocupar todo el espacio que necesita, por mucho que sea: no más, pero tampoco
menos.

De todas las vocaciones del hombre, el periodismo es aquella en la que hay menos lugar para
las verdades absolutas. La llama sagrada del periodismo es la duda, la verificación de los
datos, la interrogación constante. Allí donde los documentos parecen instalar una certeza, el
periodismo instala siempre una pregunta. Preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien
veces antes de informar: esos son los verbos capitales de la profesión más arriesgada y más
apasionante del mundo.

La gran respuesta del periodismo escrito contemporáneo al desafío de los medios


audiovisuales es descubrir, donde antes había sólo un hecho, al ser humano que está detrás de
ese hecho, a la persona de carne y hueso afectada por los vientos de la realidad. La noticia ha
dejado de ser objetiva para volverse individual. O mejor dicho: las noticias mejor contadas son
aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola persona, todo lo que hace falta
saber. Eso no siempre se puede hacer, por supuesto. Hay que investigar primero cuál es el
personaje paradigmático de que podría reflejar, como un prisma, las cambiantes luces de la
realidad. No se trata de narrar por narrar. Algunos jóvenes periodistas creen, a veces, que
narrar es imaginar o inventar, sin advertir que el periodismo es un oficio extremadamente

[Escriba texto]
sensible, donde la más ligera falsedad, la más ligera desviación, puede hacer pedazos la
confianza que se fue creando en el lector durante años. No todos los reporteros saben narrar y,
lo que es más importante todavía, no todas las noticias se prestan a ser narradas. Pero antes
de rechazar el desafío, un periodista de raza debe preguntarse primero si se puede hacer y,
luego, si conviene o no hacerlo. Narrar la votación de una ley en el Senado a partir de lo que
opina o hace un senador puede resultar inútil, además de patético. Pero contar el accidente de
la princesa Diana a través de lo que vió o sintió un testigo suponiendo que existiera ese testigo
privilegiado sería algo que sólo se puede hacer bien con el lenguaje, no con el despojamiento
de las imágenes o con los sobresaltos de la voz.

Sin embargo, no hay nada peor que una noticia en la que el reportero se finge novelista y lo
hace mal. Los diarios del siglo XXI prevelacerán con igual o mayor fuerza que ahora si
encuentran ese difícil equilibrio entre ofrecer a sus lectores informaciones que respondan a las
seis preguntas básicas e incluyan además todos los antecedentes y el contexto que esas
informaciones necesitan para ser entendidas sin problemas, pero también o sobre todo un
puñado de historias, seis, siete o diez historias en la edición de cada día, contadas por
reporteros que también sean eficaces narradores.

La mayoría de los habitantes de esta infinita aldea en la que se ha convertido el mundo vemos
primero las noticias por televisión o por Internet o las oímos por radio antes de leerlas en los
periódicos, si es que acaso las leemos. Cuando un diario se vende menos no es porque la
televisión o el Internet le han ganado de mano, sino porque el modo como los diarios dan la
noticia es menos atractivo. No tiene por qué ser así. La prensa escrita, que invierte fortunas en
estar al día con las aceleradas mudanzas de la cibernética y de la técnica, presta mucha
menos atención me parece a las más sutiles e igualmente aceleradas mudanzas de los
lenguajes que prefiere su lector. Casi todos los periodistas están mejor formados que antes,
pero tienen -habría que averiguar por qué- menos pasión; conocen mejor a los teóricos de la
comunicación pero leen mucho menos a los grandes novelistas de su época.

Antes, los periodistas de alma soñaban con escribir aunque solo fuera una novela en la vida;
ahora, los novelistas de alma sueñan con escribir un reportaje o una crónica tan inolvidables
como una bella novela. El problema está en que los novelistas lo hacen y los periodistas se
quedan con las ganas. Habría que incitarlos, por lo tanto, a que conjuren esa frustración en las
páginas de sus propios periódicos, contando las historias de la vida real con asombro y plena
entrega del ser, con la obsesión por el dato justo y la paciencia de investigadores que
caracteriza a los mejores novelistas. No estoy preconizando que se escriban novelas en los
diarios, nada de eso, y menos aún en el lenguaje florido y adjetivado al que suelen recurrir los
periodistas que se improvisan como novelistas de la noche a la mañana. Tampoco estoy
deslizando la idea de que el mediador de una noticia se convierta en el protagonista. Por
supuesto que no.

Un periodista que conoce a su lector jamás se exhibe. Establece con él, desde el principio, lo
que yo llamaría un pacto de fidelidades: fidelidad a la propia conciencia y fidelidad a la verdad.
A la avidez de conocimiento del lector no se la sacia con el escándalo sino con la investigación
honesta; no se la aplaca con golpes de efecto sino con la narración de cada hecho dentro de su
contexto y de sus antecedentes. Al lector no se lo distrae con fuegos de artificio o con
denuncias estrepitosas que se desvanecen al día siguiente, sino que se lo respeta con la
información precisa. Cada vez que un periodista arroja leña en el fuego fatuo del escándalo
está apagando con cenizas el fuego genuino de la información. El periodismo no es un circo
para exhibirse, sino un instrumento para pensar, para crear, para ayudar al hombre en su
eterno combate por una vida más digna y menos injusta.

Uno de los más agudos ensayistas norteamericanos, Hayden White, ha establecido que lo
único que el hombre realmente entiende, lo único que de veras conserva en su memoria, son
los relatos. White lo dice de modo muy elocuente: "Podemos no comprender plenamente los
sistemas de pensamiento de otra cultura, pero tenemos mucha menos dificultad para entender
un relato que procede de otra cultura, por exótica que nos parezca". Un relato, según White,
siempre se puede traducir "sin menoscabo esencial", a diferencia de lo que pasa con un poema
lírico o con un texto filosófico. Narrar tiene la misma raíz que conocer. Ambos verbos tienen su
remoto origen en una palabra del sánscrito, gna, conocimiento.

[Escriba texto]
El periodismo nació para contar historias, y parte de ese impulso inicial que era su razón de ser
y su fundamento se ha perdido ahora. Dar una noticia y contar una historia no son sentencias
tan ajenas como podría parecer a primera vista. Por lo contrario: en la mayoría de los casos,
son dos movimientos de una misma sinfonía. Los primeros grandes narradores fueron,
también, grandes periodistas. Entendemos mucho mejor como fue la peste que asoló Florencia
en 1347 a través del Decamerón de Boccaccio que a través de todas las historias que se
escribieron después, aunque entre esas historias hay algunas que admiro como A Distant
Mirror de Barbara Tuchman. Y, a la vez, no hay mejor informe sobre la educación en Inglaterra
durante la primera mitad del siglo XIX que la magistral y caudalosa Nicholas Nickleby de
Charles Dickens. La lección de Boccaccio y la de Dickens, como la de Daniel Defoe, Balzac y
Proust, pretende algo muy simple: demostrar que la realidad no nos pasa delante de los ojos
como una naturaleza muerta sino como un relato, en el que hay diálogos, enfermedades,
amores, además de estadísticas y discursos.

No es por azar que, en América Latina, todos, absolutamente todos los grandes escritores
fueron alguna vez periodistas: Borges, García Márquez, Fuentes, Onetti, Vargas Llosa,
Asturias, Neruda, Paz, Cortázar, todos, aun aquellos cuyos nombres no cito. Ese tránsito de
una profesión a otra fue posible porque, para los escritores verdaderos, el periodismo nunca es
un mero modo de ganarse la vida sino un recurso providencial para ganar la vida. En cada una
de sus crónicas, aun en aquellas que nacieron bajo el apremio de las horas de cierre, los
maestros de la literatura latinoamericana comprometieron el propio ser tan a fondo como en
sus libros decisivos. Sabían que, si traicionaban a la palabra hasta en la más anónima de las
gacetillas de prensa, estaban traicionando lo mejor de sí mismos.

Un hombre no puede dividirse entre el poeta que busca la expresión justa de nueve a doce de
la noche y el reportero indolente que deja caer las palabras sobre las mesas de redacción
como si fueran granos de maíz. El compromiso con la palabra es a tiempo completo, a vida
completa. Puede que un periodista convencional no lo piense así. Pero un periodista de raza no
tiene otra salida que pensar así. El periodismo no es una camisa que uno se pone encima a la
hora de ir al trabajo. Es algo que duerme con nosotros, que respira y ama con nuestras mismas
vísceras y nuestros mismos sentimientos.

Las semillas de lo que hoy entendemos por nuevo periodismo fueron arrojadas aquí, en
América Latina, hace un siglo exacto. A partir de las lecciones aprendidas en The Sun, el diario
que Charles Danah tenía en Nueva York y que se proponía presentar, con el mejor lenguaje
posible, "una fotografía diaria de las cosas del mundo", maestros del idioma castellano como
José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera y Rubén Darío se lanzaron a la tarea de retratar la
realidad. Darío escribía en La Nación de Buenos Aires, Gutiérrez Nájera en El Nacional de
México, Martí en La Nación y en La Opinión Nacional de Caracas. Todos obedecían, en mayor
o menor grado, a las consignas de Danah y las que, hacia la misma época, establecía Joseph
Pulitzer: sabían cuando un gato en las escaleras de cualquier palacio municipal era más
importante que una crisis en los Balcanes y usaban sus asombrosas plumas pensando en el
lector antes que en nadie.

De esa manera, por primera vez, fundieron a la perfección la fuerza verbal del lenguaje literario
con la necesidad matemática de ofrecer investigaciones acuciosas, puestas al servicio de todo
lo que sus lectores querían saber. Fue Martí el primero en darse cuenta de que escribir bien y
emocionar al público no son algo reñido con la calidad de la información sino que, por lo
contrario, son atributos consustanciales a la información. Tal como Pulitzer lo pedía, Martí y
Darío pero sobre todo Martí usaron todos los recursos narrativos para llamar la atención y
hacer más viva la noticia. No importaba cuán larga fuera la información. Si el hombre de la calle
estaba interesado en ella, la leería completa.

Si hace un siglo las leyes del periodismo estaban tan claras, ¿por qué o cómo fueron
cambiando? ¿Qué hizo suponer a muchos empresarios inteligentes que, para enfrentar el
avance de la televisión y del Internet, era preciso dar noticias en forma de píldoras porque la
gente no tenía tiempo para leerlas? ¿Por qué se mutilan noticias que, según los jefes de
redacción, interesan sólo a una minoría, olvidando que esas minorías son, con frecuencia, las
mejores difusoras de la calidad de un periódico? Que un diario entero está concebido en forma

[Escriba texto]
de píldoras informativas es no sólo aceptable sino también admirable, porque pone en juego,
desde el principio al fin, un valor muy claro: es un diario hecho para lectores de paso, para
gente que no tiene tiempo de ver siquiera la televisión.

Pero el prejuicio de que todos los lectores nunca tienen tiempo me parece irrazonable. Los
seres humanos nunca tienen tiempo, o tienen demasiado tiempo. Siempre, sin embargo, tienen
tiempo para enterarse de lo que les interesa. Cuando alguien es testigo casual de un accidente
en la calle, o cuando asiste a un espectáculo deportivo, pocas cosas lee con tanta avidez como
el relato de eso que ha visto, oído y sentido. Las palabras escritas en los diarios no son una
mera rendición de cuentas de lo que sucede en la realidad. Son mucho más. Son la
confirmación de que todo cuanto hemos visto sucedió realmente, y sucedió con un lujo de
detalles que nuestros sentidos fueron incapaces de abarcar.

El lenguaje del periodismo futuro no es una simple cuestión de oficio o un desafío estético. Es,
ante todo, una solución ética. Según esa ética, el periodista no es un agente pasivo que
observa la realidad y la comunica; no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el
lector sino, ante todo, una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las
emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el para qué y el cómo
de las cosas con el deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez.

Cada vez que las sociedades han cambiado de piel o cada vez que el lenguaje de las
sociedades se modifica de manera radical, los primeros síntomas de esas mudanzas aparecen
en el periodismo. Quien lea atentamente la prensa inglesa de los años 60 reencontrará en ella
la esencia de las canciones de los Beatles, así como en la prensa californiana de esa época se
reflejaba la rebeldía y el heroísmo anárquico de los beatniks o la avidez mística de los hippies.
En el gran periodismo se puede siempre descubrir y se debe descubrir, cuando se trata de gran
periodismo los modelos de realidad que se avecinan y que aún no han sido formulados de
manera consciente.

Pero el periodismo, a la vez como lo saben muy bien todos los que están aquí no es un partido
político ni un fiscal de la república. En ciertas épocas de crisis, cuando las instituciones se
corrompen o se derrumban, los lectores suelen asignar esas funciones a la prensa sólo para no
perder todas las brújulas. Ceder a cualquier tentación paternalista puede ser fatal, sin embargo.
El periodista no es un policía ni un censor ni un fiscal. El periodista es, ante todo, un testigo:
acucioso, tenaz, incorruptible, apasionado por la verdad, pero sólo un testigo. Su poder moral
reside, justamente, en que se sitúa a distancia de los hechos mostrándolos, revelándolos,
denunciándolos, sin aceptar ser parte de los hechos.

Responder a ese desafío entraña una enorme responsabilidad. Ningún periodista podría
cumplir de veras con esa misión si cada vez, ante la pantalla en blanco de su computadora, no
se repitiera: "Lo que escribo es lo que soy, y si no soy fiel a mí mismo no puedo ser fiel a
quienes me lean". Solo de esa fidelidad nace la verdad. Y de la verdad, como lo sabemos todos
los que estamos aquí, nacen los riesgos de esta profesión, que es la más noble del mundo.

Un periodista no es un novelista, aunque debería tener el mismo talento y la misma gracia para
contar de los novelistas mejores. Un buen reportaje tampoco es una rama de la literatura,
aunque debería tener la misma intensidad de lenguaje y la misma capacidad de seducción de
los grandes textos literarios. Y, para ir más lejos aún y ser más claro de lo que creo haber sido,
un buen periódico no debería estar lleno de grandes reportajes bien escritos, porque eso
condenaría a sus lectores a la saturación y al empalagamiento.

Pero si los lectores no encuentran todos los días, en los periódicos que leen, un reportaje, un
solo reportaje, que los hipnotice tanto como para que lleguen tarde a sus trabajos o como para
que se les queme el pan en la tostadora del desayuno, entonces no tendrán por qué echarle la
culpa a la televisión o al Internet de sus eventuales fracasos, sino a su propia falta de fe en la
inteligencia de sus lectores.

A comienzos de los años 60 solía decirse que en América Latina se leían pocas novelas porque
había una inmensa población analfabeta. A fines de esa misma década, hasta los analfabetos
sabían de memoria los relatos de novelistas como García Márquez y Cortázar por el simple

[Escriba texto]
hecho de que esos relatos se parecían a las historias de sus parientes o de sus amigos. Contar
la vida, como querían Charles Danah y José Martí, volver a narrar la realidad con el asombro
de quien la observa y la interroga por primera vez: esa ha sido siempre la actitud de los
mejores periodistas y esa será, también, el arma con que los lectores del siglo XXI seguirán
aferrados a sus periódicos de siempre.

Oigo repetir que el periodismo de América Latina está viviendo tiempos difíciles y sufriendo
ataques y amenazas a su libertad por parte de varios gobiernos democráticos. En las
dictaduras sabíamos muy bien a qué atenernos, porque la fuerza bruta y el absolutismo
agreden con fórmulas muy simples. Pero las democracias cuando son autoritarias emplean
recursos más sutiles y más tenaces, que a veces tardamos en reconocer. Los tiempos siempre
han sido difíciles en América Latina. De esa carencia podemos extraer cierta riqueza. Los
tiempos difíciles suelen obligarnos a dar respuestas rápidas y lúcidas a las preguntas
importantes.

Cuando Atenas produjo las bases de nuestra civilización, afrontaba conflictos políticos y
padecía a líderes demagógicos semejantes a muchos de los que hoy se ven por estas
latitudes. Y sin embargo, Aristóteles imaginó las premisas de la democracia a partir de los
rasgos que tenía entonces Atenas. En el siglo XVII nadie podía imaginar tampoco hacia dónde
se encaminaba Inglaterra. Se sucedían las guerras de religión y de conquista, los reyes iban y
venían del cadalso, pero del magma de esas convulsiones brotaron las grandes preguntas de
la modernidad y las geniales respuestas de Locke, de Hume, de Francis Bacon, de Newton, de
Leibniz y de Berkeley. Del caos de aquellos años nacieron las luces de los tres siglos
siguientes.

Algo semejante está sucediendo ahora en América Latina. Cuando más afuera de la historia
parecemos, más sumidos estamos sin embargo en el corazón mismo de los grandes procesos
de cambio. En tanto periodistas, en tanto intelectuales, nuestro papel, como siempre, es el de
testigos activos. Somos testigos privilegiados. Por eso es tan importante conservar la calma y
abrir los ojos: porque somos los sismógrafos de un temblor cuya fuerza viene de los pueblos.

Es preciso ponernos a pensar juntos, es preciso ponernos a narrar juntos. Lo que va a quedar
de nosotros son nuestras historias, nuestros relatos. Es preciso renovar también las utopías
que ahora se están apagando en el cansado corazón de los hombres. Una de las peores
afrentas a la inteligencia humana es que sigamos siendo incapaces de construir una sociedad
fundada por igual en la libertad y en la justicia. No me resigno a que se hable de libertad
afirmando que para tenerla debemos sacrificar la justicia, ni que se prometa justicia admitiendo
que para alcanzarla hay que amordazar la libertad. El hombre, que ha encontrado respuesta
para los más complejos enigmas de la naturaleza no puede fracasar ante ese problema de
sentido común.

Tengo plena certeza de que el periodismo que haremos en el siglo XXI será mejor aún del que
estamos haciendo ahora y, por supuesto, aún mejor del que nuestros padres fundadores
hacían a comienzos de este siglo que se desvanece. Indagar, investigar, preguntar e informar
son los grandes desafíos de siempre. El nuevo desafío es cómo hacerlo a través de relatos
memorables, en los que el destino de un solo hombre o de unos pocos hombres permita reflejar
el destino de muchos o de todos. Hemos aprendido a construir un periodismo que no se parece
a ningún otro. En este continente estamos escribiendo, sin la menor duda, el mejor periodismo
que jamás se ha hecho. Ahora pongamos nuestra palabra de pie para fortalecerlo y
enriquecerlo.

Conferencia pronunciada ante la asamblea de la SIP el 26 octubre 1997, Guadalajara, México.

El lector portátil
(Extracto del libro “La entrevista periodística)
Por Jorge Halperín

[Escriba texto]
Existen fantasmas que acompañan al periodista y su entrevistado. El más importante de ellos
es el lector. Más que un fantasma, se trata de un ángel de la guarda encargado de velar por
que nuestro texto llegue a destino. Ante cada frase que escuchamos y cada pregunta que
formulamos, es indispensable que se active en nuestra mente la imagen del lector, en el
sentido de formarnos una idea de:
• qué desea saber,
• qué conoce, qué ignora,
• cuál es su genuino interés (más allá de su deseo, qué beneficia su interés objetivo),
• cuánto puede procesar de lo que dice el entrevistado,
• cuánto le interesa,
• desde qué ángulo abordará el tema.
Estamos hablando, desde luego, de un lector conjetural para el cual nos formulamos esas
preguntas de incierta respuesta. Podemos equivocarnos en las ideas que nos formamos sobre
el lector, pero si trabajamos las preguntas y escuchamos las respuestas con la mente puesta
en esos ejes, probablemente estemos a salvo de que la entrevista se convierta en una charla
de iniciados que, por ser incomprensible, deja afuera al lector, y consigamos despertar su
curiosidad, su interés y su posibilidad de leernos.
Los diarios y las revistas, especialmente en sus secciones de política, economía, cultura y
ciencia, en las que hay materias de alta especialización o se requiere de un background
informativo que el lector no tiene por qué tener, están llenos de entrevistas en las que resulta
imposible avanzar desde las mismas preguntas. Muchos colegas formulan las preguntas
pensando en impresionar al entrevistado o a sus contactos especializados y olvidan la
responsabilidad de guiar al lector en un asunto complejo. No sólo la pregunta debe ser lo más
clara y concisa posible, sino que la transcripción de las respuestas no debe abundar en
sobreentendidos (razón de más para pedir todas las aclaraciones del caso durante la charla,
dejando a un lado el prurito de que el entrevistado pueda pensar que somos infradotados o
ignorantes). Cuando descuidamos estas reglas, el resultado esperable es la indiferencia del
lector.
Una consigna de hierro: no dar por concluida la entrevista sin estar seguros de que hemos
obtenido toda aquella información básica que no puede estar ausente en esa nota. Nos
referimos, desde luego, a los datos esenciales acerca de quién es el personaje, aquellos de su
biografía que requiere la nota, los otros que informan sobre su autoridad política, intelectual,
artística, etc., o sobre las razones que lo vuelven importante en nuestra nota. Pero también
debemos consultarnos antes, durante y al final de la charla: “¿Qué es lo que no puede faltar en
esta nota?”.

[Escriba texto]
Llega el turno del “despues”: la entrevista está grabada y hay que editarla, es decir,
transformarla en un material periodístico. Las reglas del artesanado periodístico indican que, en
materia de prensa escrita, lo más conveniente es producir una desgrabación completa de la
charla. Disponiendo del tiempo necesario, el escribir la entrevista a medida que se va
desgrabando es la forma más inorgánica y menos aconsejable de hacerlo. El periodista debe
tener la charla completa en su cabeza y en un lugar visible para decidir cuáles son sus pasajes
más importantes, cuáles los más vibrantes, cómo va a balancear los momentos de mayor
intimidad con los más duros, qué le sobra de toda esa charla, cómo jerarquiza y ordena el
diálogo. Como dijimos más arriba, la mayoría de las conversaciones son dispersas y
sobrevuelan diversos temas. Pero el texto no puede imitar ese caos, los balbuceos, las
reiteraciones y las idas y venidas. Escribir la entrevista al paso que avanza el grabador supone
no tener la visión global del diálogo, extenderse demasiado en algo que es menos importante,
privarse del espacio que se necesitará para otro pasaje fundamental, no regular el texto y
encontrarse con que se han completado las cincuenta, cien o doscientas líneas asignadas sin
que entraran muchas de las declaraciones más valiosas.
Desde luego que hay infinidad de ocasiones en que no disponemos de tiempo para desgrabar y
luego escribir. La entrevista se hizo el mismo día de cierre. En esos casos, todo lo que se haga
para retener una visión global del diálogo —siquiera escuchar la grabación completa sin
desgrabar, sólo tomando apuntes— ayudará a acercarse al mejor resultado posible.
Lo cierto es que, si se trabajó bien en el “antes” y el “durante” de la charla, probablemente el
periodista se encuentre con que tiene más material que el que puede utilizar. Carlos Ulanovsky
sostiene que, en realidad, hay más de una nota en cada reportaje. En esa línea, se trata de
elegir cuál de las notas posibles se escribirá con esa información. Desde luego que se puede
incluir más de un tema en el texto, a condición de que no alteren el sentido de unidad que éste
debe mantener. Vale decir que, más allá de los temas por los que incursione, el texto requiere
un hilo conductor, un eje alrededor del cual desarrolle hipótesis, explicaciones y declaraciones,
un “alma”. La tarea del redactor es encontrar el alma de su reportaje. Muchas veces, ese
espíritu se atisba durante el encuentro con el entrevistado; en muchos otros casos, recién lo
descubrimos al leer la desgrabación.
Si el trabajo previo y el vínculo han sido buenos y la suerte nos acompañó —o si simplemente
la suerte nos acompañó, lo cual es mucho más incierto—, probablemente consigamos algo de
lo que señalábamos más arriba acerca de lo que esperábamos encontrar. El alma de la
entrevista apareció en:
• una personalidad muy definida o un fuerte rasgo de ella,
• una gran denuncia,
• una revelación conmovedora o curiosa sobre la realidad,
• un mensaje muy claro,
• una vigorosa idea central,
• una conversación atrapante.

[Escriba texto]
El alma de la entrevista puede estar también en otro lado.
Pero lo cierto es que, cuando la hemos detectado, podemos proceder a articular las partes del
diálogo en relación con ese eje. Ahora bien: la entrevista escrita no puede ser una copia
fotográfica de lo que fue la conversación. Otra vez polemizamos con nuestro colega Bernard
Pivot, quien sostiene que el periodista gráfico graba una hora para utilizar sólo un cuarto de
hora de la conversación, “y eso es un engaño”. Pivot, como lo veremos más adelante, prefiere
mostrar la entrevista en bruto, dejar al desnudo la naturaleza de la charla, aun a riesgo de
resultar aburrido. Su punto de vista hay que entenderlo en el contexto del medio televisivo,
aunque nosotros sostenemos que todo diálogo tiene desmayos, balbuceos e infinidad de
reiteraciones y es poco probable que el lector esté interesado en cada accidente del diálogo.
En una charla periodística las buenas ideas, las más bellas imágenes y metáforas no fluyen a
cada instante. Emergen al calor de la conversación, llevan tiempo de hornearse en la mente
hasta que se manifiestan. Hay que escuchar mucho para conseguir lo mejor, pero al ofrecérselo
al lector es necesario sintetizar. Una larguísima parrafada sin preguntas quita ritmo al texto; es
necesario introducir preguntas que no se formularon durante la charla, siempre y cuando
guarden coherencia con lo que se dijo y no hagan aparecer al entrevistado como omitiendo la
respuesta, contestando pobremente (debemos plantearnos lo siguiente: en el caso de que esa
pregunta agregada se la hubiéramos formulado durante la charla, ¿no se habría inspirado
más?) o careciendo de ideas. La dificultad del entrevistador para precisar determinadas
preguntas, por lo complejo del tema, traducida en palabras escritas es abrumadoramente
tediosa. Nuevamente hace falta abreviar, seleccionar y mejorar la pregunta.
Es que el texto escrito tiene leyes distintas de la conversación oral. Si la voz y la imagen
poseen el encanto de lo instantáneo, de la atmósfera, de la sensualidad de un sonido, del
silencio, de la expresividad de un gesto o una mirada, el texto escrito tiene, en cambio, la
delicadeza de algo pulido, la contundencia de la letra, su carácter definitivo, su cadencia, su
apelación a imaginar, la facilidad de poder detenerlo y volver atrás cuantas veces se desee, la
libertad de tomarlo a cualquier hora.
Una desgrabación tiene más palabras que las necesarias (balbuceos, reiteraciones, medias
palabras) y menos información de la que hace falta (no trae los gestos, los climas, la
modulación de la voz, los énfasis, la elocuencia de los silencios).
La charla escrita no tiene la ayuda de lo visual y del sonido.
Debe reconstruir el halo que irradia una personalidad, las sensaciones, la tensión y la intimidad.
Por eso la escritura es reescritura.

[Escriba texto]
Una recomendación posible para el trabajo con el texto de la desgrabación, asumiendo que
cada entrevistador elige su método, es elaborar un índice temático de la charla. Una vez que se
han definido los ejes de la entrevista puede resultar útil diseñar el itinerario que va a seguir el
texto (empieza con determinada pregunta, que va a llevar la charla en tal dirección; luego
deriva hacia tal otro tema conversado; debe cruzar por aquel otro pasaje para cerrar con este
otro tema). Armado el itinerario, se tiene una cierta impresión acerca de si, expuesta de tal
modo, la charla va a ser una sensible reproducción del espíritu de la entrevista o si lo traiciona.
Para ello, al elaborar el índice temático, el uso de palabras-guía junto a cada respuesta o par
de respuestas nos ayuda a fijar los conceptos y nos permitirá localizar rápidamente cada
pasaje al escribir la nota. Al cabo del trabajo de fichado, el contenido de cada hoja de
desgrabación estará marcado por tres, cuatro o cinco palabrasguía y dispondremos de un
índice temático que nos hará más fácil la tarea de diagramar el más conveniente “recorrido” del
texto. En lo personal, por una combinación singular de razones prácticas y razones primitivas,
me sirve el utilizar resaltadores de distintos colores para distinguir los párrafos más valiosos de
la charla. El uso de resaltadores de colores me sirve en parte para sobrellevar el tedio de los
textos de desgrabaciones y discriminar rápidamente las declaraciones. Pero las variantes de
trabajo son muchas, y nada indica que la que me es útil sea la más adecuada para cada
redactor.
La transcripción del diálogo toma distintas formas. Para los norteamericanos e ingleses no es
tan habitual el uso de la fórmula pregunta-respuesta, sino el excerpt (extracto). Se trata de la
entrevista narrada o, dicho de otro modo, de una nota glosada que, con un tono más literario,
explora al personaje desde una posición subjetiva, lo retrata, describe su lugar y sus cosas y,
cada tanto, incluye pasajes del diálogo o conceptos del personaje entre comillas. Está
planteada mucho más abiertamente desde la visión subjetiva del periodista, lo que no significa
que sea un documento menos veraz que la nota escrita como preguntarespuesta. Sucede que
para los ingleses la “objetividad” no es el valor supremo. Se trabaja con la convicción de que el
periodista actúa en forma honesta y se confía en que una sana visión subjetiva sea un camino
válido para acercarnos a la verdad.

LOS GÉNEROS INTERPRETATIVOS:

LA CRÓNICA

Este tipo de escrito se caracteriza porque contiene en sí elementos informativos e


interpretativos. Comparte con la noticia la base informativa y con el artículo o el editorial, el
estilo subjetivo de opinión.

La crónica centra su relato en situaciones, personas o temas de interés local o nacional.

Existen diferentes tipos de crónicas: social, local, nacional, etc.

El cronista informa sobre unos hechos específicos, siempre desde su punto de vista, y también
ofrece directa o indirectamente juicios de hecho al lector. De esta forma en la crónica se

[Escriba texto]
combinan un estilo objetivo, por medio del cual el autor relata lo que ha visto, y una voz
subjetiva que interpreta los hechos. Por lo general, el cronista procede primero a una
exposición y luego a la explicación. Otras veces sucede que a medida que expone una
situación o presenta un personaje o un dato importante lo comenta.

El estilo de este texto que, por su propia naturaleza requiere un acercamiento constante entre
el lector y el cronista, suele tener un tono familiar. Precisa de un lenguaje sencillo y agradable.

En la redacción de la crónica deben considerarse los siguientes puntos:

1. Evocar el suceso que se desea relatar


2. Ordenar los datos importantes, aunque no necesariamente en el orden en que ocurrieron.
3. Darle, el tono adecuado para que el lector se sienta atraído
4. Agregarle una interpretación, una apreciación personal presentada en base a juicios de
hecho de modo que resulta sutil, elegante y discreta.

La estructura de la crónica es sencilla y consta de tres partes igualmente importantes:

La entrada: fuerte, atractiva.


El relato: que incluye detalles que permiten al lector “vivir” el suceso.
La conclusión: que no es juicio conclusivo, sino final del relato.

La crónica debe huir, por tanto, de los juicios de valor, más propios de los artículos de opinión.
El cronista ha de situarse en un plano de Igualdad respecto a lo que ocurre, para procurar
explicarlo, y no en un plano superior que le permite juzgar. Por tanto, tenderá a narrar la
situación de modo que el lector conforme su propio juicio, y no debe transmitir el juicio mascado
y sin otra opción.

Cualidades de estilo en estos tipos de escrito

Claridad
El lenguaje corresponde al tipo de lenguaje narrativo-descriptivo; es decir, el que se usa para
contar hechos, detallar situaciones o describir personas o cosas. Tiene un carácter
esencialmente denotativo –significa algo en específico– frente al lenguaje literario que persigue
la polivalencia del signo.

La claridad exige: precisión al seleccionar las palabras que exponen los conceptos, una breve
explicación de los términos relativos a materias muy especializadas, la unidad temática del
párrafo, la coherencia entre el pensamiento y la palabra, la corrección en el orden sintáctico y la
concisión en el estilo.

Precisión
El ajuste adecuado entre el pensamiento y la palabra, la armonía entre ambos se traduce en
precisión lingüística. Todos los vocablos deben usarse en su sentido más preciso. Por la
naturaleza misma de este tipo de escrito se tiende a la síntesis y, para lograrla es
imprescindible la palabra precisa.

Concisión
Consiste en expresar con brevedad las ideas haciendo uso de las palabras necesarias que
corresponden a los conceptos específicos. Lo opuesto a la precisión sería la ampulosidad, que
suele retardar la comprensión y aburrir al lector, lo cual resulta contrario al propósito de este
tipo de trabajo.

Si se puede expresar una idea o relatar una noticia con pocas palabras, no hay motivos para
emplear más. Resulta innecesario y aburrido leer la misma información con distintas palabras.

[Escriba texto]
El estilo de las oraciones contribuye a obtener la debida concisión; si las oraciones son muy
largas y, además no se saben manejar lo suficiente, probablemente se caerá en la falta de
concisión. La selección adecuada de los términos y la presentación ordenada de las ideas o los
hechos conducen a la concisión en el estilo.

EL REPORTAJE

El reportaje surge porque el público plantea nuevas exigencias de información, necesita llegar
al por qué y para qué de los acontecimientos.

Valoraciones
El reportaje es una de las mejores formas que tiene el periodismo escrito para hacer frente a la
competencia de los medios audiovisuales capaces de dar una información oportuna y rápida. El
reportaje ofrece llegar al fondo de los datos, a las mismas causas con todos sus pormenores.

El reportaje es el género periodístico más completo. Además de incluir otros géneros –crónica,
entrevista, encuesta, enfoque– tiene como antecedente una noticia, donde encuentra su
génesis, su actualidad y su interés.

Definición
Es la explicación de hechos actuales que ya no son estrictamente noticia –aunque a veces sí
pueden serlo–. Intenta explicar el ser de los hechos y sus circunstancias explicativas.

Es también ocasional, no se repite, no tiene continuidad en el periódico. Un serial, es en


realidad, un reportaje único publicado en varios días.

Propósito, enfoque y punto de vista


El reportaje tiene un estilo narrativo y creador. Pero no es aconsejable que el periodista emita
continuamente juicios propios, sino que, por el contrario, debe objetivar su pensamiento.

El reportaje es un género escrito por un periodista.

Diferencias con la crónica


La crónica es una narración directa e inmediata de una noticia con elementos valorativos.
Supone una cierta continuidad por la persona que lo escribe (crónica del extranjero, crónica de
un corresponsal, crónicas deportivas, taurinas).

Es un estilo literario directo y llano, esencialmente objetivo, pero al mismo tiempo debe plasmar
la personalidad del periodista.

Es un género escrito por un reportero o por un literato.

Características
El reportaje es un texto informativo que incluye elementos noticiosos, declaraciones de diversos
personajes, ambiente, color y que, fundamentalmente, tiene carácter descriptivo. Una novela
entera puede escribirse con la técnica del reportaje como “Noticia de un secuestro” de Gabriel
García Márquez, “A sangre fría” de Truman Capote o “El Emperador” de Ryszard Kapuscinski.

Normalmente, el reportaje parte de una recreación de algo que fue noticia y que en su
momento no pudimos o no quisimos abarcar por completo.

Pero también pueden darse reportajes intemporales sobre hechos o costumbres que, sin ser
noticia, forman parte de la vida cotidiana, de la política, de la economía, los espectáculos. Así
por ejemplo, podemos escribir o leer reportajes sobre el funcionamiento de los taxis, sobre hijos
de políticos que han heredado la vocación de sus padres, sobre los banqueros más influyentes,
cantantes, artistas, etc.

Esquema del reportaje

[Escriba texto]
Para escoger el tema hay que hacerse las siguientes preguntas:

¿SE TRATA DE UN TEMA ACTUAL? Algo que la opinión pública esté deseosa de saber.
¿ES DE INTERÉS PERMANENTE? Hay acontecimientos que son de interés en cualquier
momento. Por ejemplo historias de pobres.
¿TIENE INTERÉS SOCIAL? Los temas en los cuales el hombre es actor y autor siempre tienen
interés humano.
¿PUEDE CONTRIBUIR A RESOLVER UN PROBLEMA? Denuncias sobre hechos punibles.
¿APORTARÁ ALGÚN BENEFICIO A LOS LECTORES? Depende si el tema es de su ciudad o
zona.
¿A QUIÉN VA DIRIGIDO? Tiene que dejar satisfecho al lector.
¿QUÉ SE HA ESCRITO SOBRE EL TEMA? Si es un asunto trillado debe cambiar o buscar
nuevos ángulos para no cansar al lector. Ejemplo: Los temas sobre los peruanos en Argentina,
Estados Unidos, Japón, Italia, etc.

TEMA: Los habitantes del lago Titicaca

1. Relaciones económicas. Ocupaciones predominantes (artesanos, agricultores,


comerciantes). Distribución de ingresos: cuánto ganan. Instrumentos de trabajo que usan,
formas de propiedad de tierra (comunal, individual, pequeña propiedad).

2. Relaciones sociales. Tipos de familia, número de miembros, clase social a la que


pertenecen.

3. Relaciones culturales. Grado de escolaridad en la zona. Número de escuelas y grados de


enseñanza. Tipos de diversiones: ferias, fiestas tradicionales.

4. Relaciones religiosas. Grado de religiosidad, influencia de la iglesia local entre los


habitantes, fiestas religiosas en la zona.

5. Relaciones políticas. Formas de gobierno, gobernantes, líderes.

Lectura:

Cómo ser un gran reportero

Por: Carlos Alberto Montaner

Andrés Oppenheimer es uno de los poquísimos periodistas latinoamericanos que ha recibido


un premio Pulitzer. Se lo merece, porque sus reportajes suelen ser extraordinariamente
interesantes. ¿Cómo lo consigue? Intuitivamente. No creo que eso lo enseñen en la facultad:
buscar el lado curioso, el elemento sorprendente o la paradoja que esconde la historia.
Cualquier historia.

Oppenheimer es un chismoso. Todo gran reportero tiene que serlo. Es decir, alguien que
disfruta encontrando una transgresión a las normas, una violación del orden natural de la
sociedad, para correr a contárselo a los lectores. ¿Hay algo que entretenga más a la
humanidad que un chisme jugoso, suculento, lleno de detalles escabrosos? ¿Cómo es que la
gente se extraña de que la sociedad americana ame a Clinton si nadie ha hecho un mayor
esfuerzo que don Bill por sacudir la modorra de sus compatriotas?

Y además de chismoso, Oppenheimer es, en el buen sentido de la palabra, un crítico. Y no


porque sostenga valores perversos, sino porque no está dispuesto a ruborizarse o
escandalizarse ante nada. Lo cuenta todo como si tal cosa. Y así debe ser. Para que el proceso
de comunicación sea eficaz tiene que estar teñido por el humor y por una cierta capa de
cinismo. No se puede ser un buen reportero y adoptar simultáneamente un tono de profeta
encolerizado. El reportaje no es un sermón ni una admonición. Es un descarnado susurro en el
oído, una verdad que alcanza la fuerza de una calumnia, una cosa que se debe escribir con el

[Escriba texto]
mismo tono de maliciosa complicidad con la que se hace el cuento del marido de fulana o
zutana que abrió el armario y se encontró al chofer como Dios lo trajo al mundo.

A lo que voy. Oppenheimer, o Grijalbo, su editor, ha tenido la feliz iniciativa de recoger en un


libro dos docenas de sus reportajes. Me alegro por los estudiantes de periodismo. La obra se
llama "Crónicas de héroes y bandidos", y por ahí desfilan presidentes corruptos, generales
asesinos, caudillos iluminados, brujos, adivinos, y hasta una estrella peruana del "strip-tease"
que, para emigrar a Tokio, se operó los párpados con el objeto de hacerse pasar por japonesa,
más o menos como unos años antes se fabricó una vagina de plexiglas, o de lo que fuera, para
convertirse en señora porque estaba aburridísima de tener que afeitarse todos los días.

Además de ser un chismoso casi legendario, o un cínico a prueba de sonrojos, Oppenheimer


ha desarrollado (aquí no hay intuición) otra virtud fundamental para ser un buen reportero es un
incrédulo. La experiencia le ha enseñado a no creer ni en la paz de los sepulcros. Mienten los
políticos, mienten los banqueros mienten las estadísticas, los informes sesudos. No hay sobre
la tierra, o bajo ella, nada más resbaladizo que la verdad desnuda. Y lo peor que puede hacer
un periodista es darle crédito a lo que firme y decididamente le cuenta su interlocutor mirándole
fijamente a los ojos. "Ver para creer", dice el viejo adagio. Mentira, Oppenheimer sabe que ni
siquiera viendo se puede creer. Y el que lo dice que entre en el laberinto político mexicano. Ahí
no hay más realidad que la virtual. Por el paso que van los mexicanos, de la mano del PRI,
acabaremos por no saber si estamos ante un país, una proyección holográfica o un invento de
Internet.

Otra rareza: Oppenheimer, argentino que escribe para la prensa estadounidense, nada tiene
que ver con el reportero bobo que se desmaya ante los mitos de la izquierda latinoamericana.
Seguramente, como casi todos los periodistas jóvenes, hace muchos años fue un poco ingenuo
frente al discurso de la izquierda, pero este libro y sus "best-sellers" ("La hora final de Castro" y
"México: en la frontera del caos") no dejan lugar a duda: está curado de barbas y de
pasamontañas, de boinas y de canciones de protesta. No tiene el menor síntoma del idiota
latinoamericano.

En realidad esta actitud es poco frecuente. No hay mayor mentira que esa que dice que los
reporteros norteamericanos son unas impasibles máquinas de contar verdades. Es cierto que
los hay, Peter Katel, José de Córdoba, Tim Johnson o San Dillon son buenos ejemplos, pero
por regla general los "latinoamericanistas" de la prensa norteamericana (y mundial) están más
cerca de sentirse reformadores sociales que fieles cultivadores de la objetividad periodística. Y
el que lo dude debe repasar los papeles de Waldo Frank o de Herbert Mathews. Estos dos
famosos periodistas casi nunca permitieron que el análisis serio o la verdad profunda les
echara a perder una buena crónica.

Pero sería injusto afirmar que esa mirada a la izquierda que se observa en el periodismo es un
fenómeno estrictamente norteamericano. No es cierto. Esto tiene que ver con la vocación.
Como regla general, los muchachos que eligen la profesión periodística poseen cierto
irrefrenable idealismo. No buscan dinero, porque esta es una profesión de faquires, sino
contribuir a luchar por la justicia o por un mundo mejor. Están más cerca del trabajador social o
del cura que del contador público o el ingeniero de caminos. Y eso nada tiene que ver con la
objetividad. Más aún, en mis treinta años de periodista jamás me he encontrado a un joven que
me diga: "Señor, yo tengo vocación de espejo: yo quiero reflejar la verdad". Pero me he
encontrado muchísimos periodistas bisoños que han salido, plumas en ristre, a desfacer
entuertos y a matar dragones.

Oppenheimer, claro, no ha renunciado a enfrentarse a los males de este mundo, pero prefiere
hacerlo por la vía de la anécdota sabrosa. Un ejemplo: cuando cuenta el increíble grado de
corrupción que hay en la Cuba de hoy no da un grito de horror. Se limita, jocosamente, a relatar
cómo en el hotel, a la hora del desayuno, han tenido que numerar los huevos duros en la mesa
del buffet para que no se los roben los camareros. A él le tocó el 223. Eso es buen periodismo.

EL ANÁLISIS

[Escriba texto]
Un género periodístico contemporáneo.

1.- Parte de un tema o problema y lo desmenuza en sus partes, examinando cada una de ellas.
2.- Acude mucho a la reflexión, la interpretación, la explicación de las cosas.
3.- En lugar de la entrevista, acude a fuentes documentales como apoyo.

Ejemplos.- Asuntos políticos y gubernamentales, asuntos económicos.

El análisis y la valoración
El método de trabajo en el tratamiento del mensaje interpretativo se lleva a cabo por medio del
análisis y la valoración. Según Pau Chite, un director de programas informativos de la CBS,
análisis es "la presentación de los antecedentes y de todo material tangencial que permita al
lector llegar a sus propias conclusiones, una vez en poder de los elementos de juicio
necesarios". Valoración sería "la explicación personal y subjetiva de lo que una persona cree
que la noticia significa" (cf. Charney, 1971: 436). En realidad, todas estas definiciones, que
recuerdan los términos del debate que ya vimos en el capítulo II, no vienen más que a querer
demostrar que el análisis sería una explicación objetiva basada en el conocimiento fondo de
una situación y la valoración, por el contrario, sería un juicio subjetivo.

Lo cierto es que la absoluta impersonalidad del relato es un objetivo inalcanzable tanto cuando
se analiza como cuando se valora. Pese a que el análisis pueda ser presentado con la máxima
objetividad posible y con la única finalidad de proporcionarle al receptor todos los elementos de
juicio necesarios para que sea él quien valore, hay siempre una valoración implícita, más
soterrada o menos y que depende de lo que hemos llamado "lo referente", el background. Esta
dependencia anula la impersonalidad del relato de análisis y del relato propiamente
interpretativo.

Cualquier mensaje que se elabore en la dirección de relacionar hechos por el método del
análisis lleva implícita una valoración, aunque de una forma explícita ésta sólo se manifieste
cuando el periodista aporte su juicio personal, que lo puede hacer recurriendo a modos
verbales impersonales o en primera persona; más aconsejable será el primer recurso que el
segundo. Pero la valoración está implícita en la lógica de datos explicativos (análisis) que no es
más que el resultado de haber partido de un determinado background.

Algunos autores, como Sheeha, no entran en definiciones que radicalicen de un lado lo


analítico y de otro lo valorativo. El parte directamente de la comparación de dos tipos de
mensajes: el reportaje con detenimiento y el relato propiamente valorativo. Afirma de antemano
que "a veces son confundidos" (Sheeham, 1972: 293) y establece las dos diferencias que los
separan: la propia estructura y la finalidad.

El planteamiento que hace Sheeham es el relato en profundidad une los hechos para conducir
al lector a que sepa lo que sucede. Esencialmente, la dirección del tratamiento informativo es
responder a la cuestión que, lo que le acercaría a la estructura del mensaje directo. Sheeham
no tiene en cuenta que el relato incluya datos explicativos y background, pues la finalidad de
ese mensaje sería la de sumar conocimientos a los conocimientos que el receptor posee.

El relato interpretativo es, sigue Sheeham, "explicativo en primer lugar y fija su propósito en el
porqué. Este tipo de relato contextualiza los hechos en una situación de fondo y se utiliza para
decir qué condujo a que eso fuera un acontecimiento; la valoración se utiliza para describir su
significado y los resultados probables se dan para completar el contexto".

A pesar de no ser muy esclarecedora esta aportación de Sheeham, ya que cae en la omisión
de prescindir de los resultados de análisis y background como tales elementos que aparecen
en el relato en profundidad, sí tiene interés su propuesta como punto de partida.

Según esta propuesta, el relato en profundidad y el relato propiamente interpretativo difieren en


su estructura: el primero responde al qué, el segundo al porqué. Pero lo cierto es que los
relatos de análisis o entre ellos, el reportaje en profundidad tienden cada vez más a explicar los
porqués. Y los explican justamente mediante el análisis de los hechos, más o menos
afortunados dependiendo esto de las capacidades del periodista. El redactor entrelaza los

[Escriba texto]
hechos que juzga convenientes para una mejor explicación de ellos. Y esa estructura es la
finalidad del mensaje. Es cierto que no hay valoración personal por parte del redactor -ésta
sería la única diferencia-, pero la valoración se utiliza en citas de expertos, de autoridades
representativas o de personas implicadas en los hechos que intentan explicarse. De ahí que en
un relato de análisis, los datos background sean mucho más numerosos y ocupen un espacio
más extenso que en un relato valorativo, en el deseo de dar todos los elementos de juicio para
que el lector sea quien valore. Por el contrario, el análisis de un relato valorativo -o siendo
ambos interpretativos- no pretende ser tan exhaustivo en la materialización del background. La
finalidad es apoyarse en el análisis de los hechos con los datos indispensables para llevar a
cabo la valoración.

Se puede decir que frente al análisis basado en un background materialmente cuantitativo


(abundantes citas, todos los datos antecedentes, etc.), y que respondería al análisis del relato
en profundidad, el análisis de un relato valorativo filtra ese background, establece una criba
sobre Él, lo convierte en un análisis depurado, selectivo. Mientras, y aquí si que estamos de
acuerdo con Sheeham, el análisis del relato en profundidad se limita a entrelazar los hechos, el
análisis de un relato valorativo los disecciona.

El análisis, en tanto que supone una explicación de los hechos, surge en todos los mensajes
interpretativos. Unir los hechos o practicar una disección sobre ellos va a depender de la
estructura que se adopte en función del proceso de codificación del mensaje. Si lo que hay que
codificar es un relato en profundidad, los hechos quedarán relacionados entre sí y en la forma
lógica de relación que se adopte irá implícita la valoración sobre ellos; si lo que hay que
codificar es una "columna" valorativa, los hechos quedarán diseccionados en un background
indispensable que permita establecer la interpretación oportuna. La valoración se hace
expresa.

Algunos autores, como Hohenberg, que profundizan con cierta insistencia en la honestidad que
debe residir este tipo de periodismo, argumentan que la interpretación puede ser legítimamente
utilizada en los media si alcanza la regla invariable de dar las noticias primero y, en el momento
adecuado, decir lo que significan. Si hay varios posibles significados sin indicio de que uno de
ellos sea el mejor, el proceder más claro es presentarlo de ese modo. Entendemos con este
planteamiento que al receptor, en ese caso, es más eficaz ofrecerle el dilema (los datos que
apuntan en direcciones distintas) que elegir con cierto riesgo de fracaso una sola dirección de
razones no muy sólidas. Y añade: "En cualquier caso, al receptor deben dársele los hechos
sobre los cuales se basa la interpretación, a fin de que cada individuo pueda determinar la
perspicacia del análisis" (Hohenberg 1978: 440).

Cuando el periodista hace un relato de análisis no hace una valoración personal, no emite
juicios, no aporta estimaciones. El recurso está en recoger las valoraciones de expertos, de
autoridades representativas, de personas implicadas en los hechos analizados, procurando en
este sentido que las opiniones expresadas por ellos no vayan todas en la misma dirección, lo
que va a dar apariencia de objetividad y, en definitiva, va a reforzar la valoración que el propio
periodista tiene de los contenidos analizados.

La valoración personal y expresa del periodista suele aparecer cuando éste es considerado un
experto y toda vez que ofrezca en el mensaje un análisis de datos que permita llegar a esa
valoración. Sheeham define este tipo de periodista como un especialista que se siente una
autoridad más al lado de las que él mismo cita. Diagnostica y pronostica con la misma fuerza
que cualquier especialista lo haría en su campo de trabajo. Y en este caso, su campo de
trabajo son los acontecimientos. "El redactor interpretativo basa supuestamente sus
valoraciones en su dilatado background y en el conocimiento de la materia, exactamente igual
que un médico basa su diagnosis y prognosis de una enfermedad en su preparación y
conocimiento de la material" (Sheeham, 1972: 293).

La afirmación de Sheeham no hace más que constatar la realidad; en el mundo de los media
hay redactores a los que se considera expertos y de les deja, por tanto, emitir valoraciones que
a otros redactores no les es autorizado.

[Escriba texto]
Esta situación plantea controversias entre los estudiosos del Periodismo. ¿Hasta qué punto un
periodista es un experto? El periodista depende diariamente de una determinadas fuentes para
obtener la información necesaria que le permita codificar el mensaje. Pero la cuestión
importante no es que éstas le "intoxiquen" o, como dice Espeten (1974:39), "no es tanto que el
periodista pueda ser desviado o manipulado por sus fuentes, sino si puede ejercer un control
real a través de unas revelaciones que se le hacen desde contextos a los que él no tiene
acceso o le son poco familiares".

Ese control real al que se refiere Espeten no lo tiene la prensa, evidentemente. La prensa no
fabrica hechos, la prensa los socializa, los difunde entre todos los receptores. Pero tratar de
ejercer un control lo más real posible sí que forma parte del trabajo de un periodista que actúa
como un experto y es lo que contribuye a un cuestionamiento diario de su especialización.

El periodista que analiza y proporciona valoraciones bajo su propia responsabilidad es el más


obligado a la veracidad, a la tendencia a la objetividad y a sopesar las consecuencias de esas
revelaciones que las fuentes le hacen.

El periodista no tiene credenciales para introducirse en infinitas reuniones donde los hechos se
fabrican. A veces incluso le cierran las puertas en sesiones parlamentarias, donde fabrican
hechos los representantes de todos los ciudadanos, lo que no quiere decir que no puedan
narrar y analizar sobre hechos que se hurtan a las opiniones públicas. Lograr las fuentes que le
lleven a esos niveles encubiertos es tarea abierta a lo largo de toda la carrera profesional.

Los niveles encubiertos de la noticia


Cuando un líder político abandona el partido al que pertenecía hasta entonces y esta acción la
justifica declarando que lo hace "por razones personales", no se puede afirmar que sea una
explicación muy reveladora. En el periodismo descriptivo, en la codificación de lo que los
anglosajones denominan una hard news (noticia dura) esa explicación no sólo resulta válida,
sino que se hace imprescindible. Pero explicar las razones, las verdaderas razones en cuanto
puedan establecerse, que subyacen en las acciones de los grupos y de los individuos, es tarea
propia del periodismo interpretativo.

Explicar las razones a que aludimos requiere el método del análisis. Y el análisis requiere que
el periodista haya realizado una investigación de cierta profundidad que dé consistencia a la
explicación que ofrece el mensaje.

Esta capacidad de llegar a los niveles encubiertos de la noticia, que es la responsabilidad en


que sitúa al periodista el cumplimiento de su papel social, hace que algunos estudiosos utilicen
la categoría investigative journalism (periodismo de investigación) para delimitar así lo que es
sólo un aspecto del periodismo interpretativo. Intentaremos explicarlo.

El mensaje cuyo tratamiento ha requerido una tarea de investigación ardua, larga en el tiempo,
no se codifica con técnicas específicas. Se codifica como un relato directo o bien como un
relato interpretativo, eso depende del análisis y la valoración que se aporte. Lo que diferencia al
mensaje que ha requerido un tiempo inusual en periodismo para poder difundirlo es justamente
eso: el tiempo. Pero en definitiva, la investigación es una tarea de consecución de datos y, en
consecuencia, está siempre presente en el tratamiento de la información. A menudo, "sacar a
luz actos y hechos que las fuentes informativas principales quieren mantener ocultos"
(Charnley, 1971: 424) requiere una indagación muy paciente, pero el hecho de investigar en sí
está presente en el periodismo desde que éste se convirtió en comunicación de masas. Luego
volveremos sobre ello.

Esta fase que supone la investigación la hemos traído aquí con la única finalidad de señalar la
importancia que tiene en el periodismo interpretativo lo que Berstein denomina "niveles
encubiertos de la noticia". T.M. Berstein, un subdirector general del New York Times que
dedicaba sus horas libres a dar clases en la Universidad de Columbia en los años cincuenta,
explica que una fase del periodismo interpretativo es lo que él denomina periodismo
motivacional y con ello se refiere a las motivaciones de los grupos e individuos para tomar

[Escriba texto]
determinadas decisiones que afectan en mayor o menor grado a los ciudadanos. Él las clasificó
en tres grupos: motivación ostensible, que serían las razones que el grupo o individuo atribuye
a sus actos y que, generalmente, como hemos querido significar con la situación que abre este
epígrafe, no son muy reveladoras; motivación general subyacente, vinculación de esa persona
o grupo con grupos de poder determinados y finalmente la motivación personal, lo que esa
persona o grupo espera ganar con su actitud. Esto es lo que denomina Berstein "niveles
encubiertos" (Cfr. Charnley 1971: 439) y, en consecuencia, niveles en los que el periodista que
trata la información con elementos interpretativos debe trabajar para establecer un análisis.

El esquema de Berstein no es más que un punto de partida para poner de relieve "lo oculto" en
los hechos, las claves no manifiestas en un primer nivel informativo y que lógicamente son las
que interesan a los receptores. En otras palabras, los periodistas que elaboran mensajes
interpretativos deben conocer el campo político, económico y social en el que se producen los
acontecimientos. Deben intuir los hechos que hay detrás de las noticias, las motivaciones que
hay detrás de la acción y las maquinarias que funcionan detrás de las decisiones.

En cualquier caso, la responsabilidad del redactor que trata la información con técnicas
interpretativas es la de proponer al receptor el alcance que tiene un acontecimiento. Explicar
los hechos y valorarlos presupone que el significado que se aporta proporciona ese alcance
que los hechos, en sí mismos, no proporcionan. El significado de la noticia es más importante
que la noticia misma. Si ese significado no va a ser muy esclarecedor es mejor dejar el análisis
para mejor ocasión.

PERIODISMO DE OPINIÓN (GÉNERO EDITORIALIZANTE)

LA ARGUMENTACIÓN COMO BASE DE LA OPINIÓN

Entre los tipos de escrito, la argumentación resulta siendo el más útil cuando se quiere
convencer al lector de la validez de una opinión propuesta en un texto escrito. Para lograr este
propósito es necesario que el autor aporte razones para defender su peculiar postura sobre un
determinado tema.

La argumentación es requerida para desarrollar los temas que se presten a controversia. Se


debe poner énfasis en el aporte claro y preciso de una tesis, demanda o propuesta de manera
que comprometa al lector a apoyarla. Para lograr ello, es necesario que se informe lo más
completa y objetivamente posible sobre el tema, mientras se intenta persuadir al lector
mediante un razonamiento. Esto se logra intercalando párrafos informativos con aquellos que
aportan ideas de apoyo, razones o, como son llamadas en algunas ocasiones, premisas, que
apoyen la tesis. Sólo así se logrará comprometer al lector de manera más directa. Se debe
buscar que sienta que el autor en todo momento “cuenta” con él.

Los principales géneros del periodismo de opinión son:

1. Editorial
2. Columna
3. Artículo de opinión
4. Glosa o suelto
5. Crítica
6. Caricatura
7. Cartas del lector

LA COLUMNA

Qué es una columna

[Escriba texto]
El periodismo de hoy ha perdido las batallas de la inmediatez y la diversión, así que sólo le
queda una salida para competir con la televisión, la radio e Internet: la profundización de los
hechos. Una manera de profundizar en los hechos se da mediante la interpretación. Sin
embargo, muchas veces los mismos periodistas o personajes destacados de la sociedad
argumentan sobre tal o cual hecho proponiendo una manera de ver las cosas. Este espacio es
la columna.

La columna es un texto de opinión firmado. Tiene un espacio físico en el medio de


comunicación y muchas veces dista de la posición o la ideología del medio. Los temas además
son diversos y el estilo, libre de acuerdo a quien escribe.

El columnista
El columnista o articulista es aquel que se dedica a dar su opinión en los mencionados
espacios. La razón de que opine obedece a una necesidad intelectual de la sociedad. Para ser
columnista lo principal, evidentemente, es tener una columna. ¿Cómo conseguirla? Hay varias
maneras. La primera es ser periodista. Pero para ello se hace forzosamente necesario que el
comunicador haya quemado etapas y se haya hecho de un espacio y una voz. Otra opción es
desarrollar profesiones que le permiten opinar sobre determinados temas o ser especialista por
oficio o cargo. Una sólida carrera en esos oficios asegura al menos una oportunidad. Tercera
opción: la literatura.

LAS CARTAS AL DIRECTOR

Entre titulares, pies de foto, artículos, entradillas, declaraciones de todo tipo, infografías,
carteleras, horóscopos, pasatiempos y anuncios, el ciudadano también tiene un hueco para
hacer oír su voz.

Las cartas al director tienen el objetivo de conceder a los lectores de un periódico la


oportunidad de que manifiesten su punto de vista, protesten, maticen, corrijan, complementen o
profundicen en los contenidos de la publicación, e incluso despotriquen contra todo lo que
aparezca en los papeles. De esta forma se establece algo parecido a un diálogo entre editores
y público. Una pequeña manera de interacción con el lector, mejor planteado en otros medios
con soportes de mayor penetración (televisión, radio e Internet).

Hay que tomar en cuenta que el espacio que se concede a las cartas al director suele ser
mínimo en comparación con el resto de los contenidos. Además, las cartas están limitadas por
una serie de restricciones en cuanto a su extensión, y el medio suele advertir del derecho que
tiene a recortarlas si de todas formas "no cupieran". Esta capacidad de selección y edición
debe estar lejos de lo que podría parecer una manipulación a favor de la línea editorial del
medio.

La tradición periodística (seria) anglosajona siempre ha considerado a las 'letters to the editor'
como una sección destacada y prestigiosa del diario o revista, no tanto por el espacio dedicado
a ellas como por su sentido, más fiel al original. Por ello, cada carta al director debe tener una
referencia al asunto que trata, especificando su autor qué noticia comenta y qué día apareció
en el periódico.

LA FE DE ERRATA

Según la leyenda urbana, la infalibilidad de los periodistas tiene lagunas atribuibles, sin duda, a
la acción de entidades malignas o al efecto de la hechicería. La ciencia infusa de la que goza el
informador desde el mismo momento en que pisa una redacción, y la bondad y moralidad
inherentes a este trabajo, hacen casi impensable que puedan publicarse noticias con errores,
salvo aquellos resultantes de un fallo de imprenta, claro que las máquinas son más sensibles a
la influencia del otro lado.

La posibilidad de caer en el error durante la función periodística es inherente a la persona, que


finalmente es quien está a cargo de la realización de un periódico. Ahora, existe la posibilidad

[Escriba texto]
de caer en el error involuntario, un error de impresión, como también en el error por negligencia
o un mal procesamiento de la noticia. La fe de errata da la posibilidad tanto al medio como al
agraviado de revertir la equivocación y mantener firmes valores como la el honor y la
honestidad.

La rectificación
En el periodismo, existe un mecanismo que exige a los medios de comunicación a enmendarse
la plana cuando una información ha caído en la tergiversación o el error. Esta posibilidad de
rectificación especifica que el medio está obligado a corregirse cumpliendo una serie de
requisitos mínimos, entre los cuales se encuentran, puntaje de letra, espacio, y la ubicación.

Sin embargo, el cumplimiento de todas estas exigencias difícilmente se cumplen. La


rectificación o la fe de errata por impresión suelen estar ubicadas más bien en los sueltos o
glosas, lo que significa que mientras más pequeño, mejor.

¿Dónde queda, entonces, el defensor del lector?

ESTATUTO del Defensor del Lector de La Vanguardia

LA VANGUARDIA – Barcelona 01/11/1993

El Editor de La Vanguardia, a propuesta de la Dirección, crea la figura del Defensor del Lector
(en inglés conocido como ombusdman) con la finalidad de proteger y garantizar los
derechos de los lectores, atender sus dudas, quejas y sugerencias sobre los contenidos del
diario y sus suplementos, y para vigilar que el tratamiento de los textos, titulares y material
gráfico esté acorde con las reglas éticas y profesionales del periodismo.

El Defensor podrá intervenir a instancias de cualquier lector o a iniciativa propia, con plenas
garantías de autonomía e independencia en la realización de su trabajo.

1.- El Defensor del Lector desarrollará su actividad por un tiempo de dos años, prorrogable sólo
por un nuevo periodo. La Dirección le facilitará los medios materiales que precise y hará valer
su derecho a investigar e inquirir cerca de los responsables de las secciones y demás
miembros de la Redacción cuando se haga necesario.

2.- En el espacio habilitado en las páginas del diario, o privadamente, según lo aconseje cada
caso, explicará el proceso seguido en la elaboración del texto, titular, fotografía o infograma
objeto de atención y las razones por las que no se adoptaron determinadas decisiones para
prevenir un error o distorsión que afecte a cualquier contenido del diario, incluido el publicitario.

3.- El Defensor del Lector no puede inmiscuirse durante su trabajo en el derecho al secreto
profesional que asiste a los periodistas, así como tampoco en los demás derechos individuales
o colectivos adquiridos. En sus respuestas a los lectores evitará en todo momento entrar en
juicios de valor sobre el comportamiento profesional de los miembros de la Redacción, y se
limitará a ofrecer una versión clara y completa del proceso seguido en la búsqueda,
preparación, elaboración y publicación del material periodístico que ha motivado su
intervención, con una respuesta final a la queja, duda o consulta formulada por el lector.

4.- Los profesionales del diario afectados por una investigación del Defensor del Lector tendrán
siempre derecho a ser escuchados y a comprobar que se recoge fielmente su versión en la
respuesta facilitada a los lectores.

5.- En el caso de que algún miembro de la Redacción considere que ha salido perjudicada
gravemente su imagen profesional en algún texto del Defensor del Lector expondrá su
problema a la Dirección de La Vanguardia, que arbitrará una fórmula de solución al conflicto
después de estudiarlo conjuntamente con las partes implicadas.

[Escriba texto]
6.- Toda investigación que emprenda el Defensor del Lector será siempre confidencial, y
ninguna persona ajena al caso tendrá acceso al texto definitivo antes de su publicación.

7.- Es aconsejable que el Defensor del Lector tenga acceso a la lectura de las Cartas al
Director a modo de orientación. Algunas cartas podrían ser susceptibles de recibir tratamiento
desde su sección y, por el contrario, otras dirigidas directamente al Defensor tal vez deberían
pasar al responsable de Cartas.

8.- Es aconsejable mantener una periodicidad semanal en la sección del diario destinada al
Defensor del Lector, aunque no debe hacerse de la norma una premisa inmutable. Dependerá
del ritmo de los acontecimientos, de la frecuencia de las cartas o llamadas y del interés de las
materias que originen dudas o polémica.

9.- El Defensor podrá abordar en su espacio, por propia iniciativa, aspectos generales que
afecten a la actividad periodística en la medida en que se deriven repercusiones para la calidad
de los contenidos y, en última instancia, para los lectores.

10.- El cese del Defensor del Lector se producirá:


a) al cumplirse el plazo para el que fue nombrado.
b) a petición propia y de un modo razonado por escrito a la Dirección del diario.
c) por decisión de la Dirección cuando entienda que su actuación ha vulnerado derechos
básicos de algún miembro de la Redacción, se ha extralimitado en sus funciones cautelares o
indagatorias, o no ha respetado los principios generales que conforman el Libro de Redacción
(o el Libro de Estilo, cuando se elabore) o las normas lógicas por las que debe guiarse su
trabajo.

11.- El Defensor del Lector debe ser siempre miembro de la plantilla de La Vanguardia, y al
expirar su periodo en dicho puesto, se incorporará a una nueva actividad en el diario acorde
con las condiciones laborales y económicas que tenía en el momento de su nombramiento
como Defensor del Lector.

DEFENSOR DEL LECTOR

Del error al horror

JOSÉ MIGUEL LARRAYA (14/01/2007)

Los lectores son un bien escaso. Lo saben los editores, los periodistas, los escritores y
cualquiera que se asome a un punto de venta con un papel impreso. La competencia de los
medios gratuitos, sean impresos o electrónicos, es feroz y el comprador de periódicos es ya un
cliente exigente que reclama por cada euro que paga. Y no es que tenga siempre razón, como
dice el viejo eslogan comercial, sino que muchas veces demuestra un interés y una atención
por la calidad del diario que deberían ser un ejemplo para quienes hacemos el periódico. Les
daré varios ejemplos del correo recibido en las últimas semanas.

Andrea Ruano de Miguel se percató -algo que nadie había detectado en el diario- de que un
reportaje aparecido en la sección de Madrid el pasado 8 de enero, titulado A los 89 años
Carmelo no se rinde, había sido publicado, con otro título y otra firma, hace poco más de un
año en la misma sección.

"El reportaje original se titulaba, según compruebo en su hemeroteca virtual, El decano de los
concejales, y fue escrito por Beatriz Lucas y publicado el 20 de octubre de 2005. Es decir, 15
meses antes. Siendo estrictos, el reportaje no es el mismo (es mejor el original), pero se parece
demasiado, además de contar exactamente la misma historia sin aportar nada nuevo. Ante
esto, una, como lectora asidua del periódico, me planteo varias cosas: o bien tienen en muy
poca estima a sus lectores, a los que creen dotados de una capacidad retentiva nula o casi
nula, o bien se les han agotado las ideas. O bien las dos cosas, que sería todavía peor. ¿Acaso

[Escriba texto]
creen que sus lectores devoran y olvidan las noticias, que pasan a engrosar el montón de papel
con el que se limpian los cristales, se envuelve el pescado y se encienden barbacoas?".

Los lectores, algunos lectores, no sólo no devoran acríticamente las informaciones y opiniones
que se publican, sino que subrayan lo que consideran incongruencias. Otro lector nos reprocha
que en un editorial el diario considere que ETA ha roto la tregua "unilateralmente".

"Genial, no me diga, eso de romper unilateralmente. ¿Cómo es posible que una banda
terrorista rompa de forma no unilateral una tregua, es decir, un cese voluntario y temporal de
sus fechorías? ¿O acaso la tregua era también del Estado de derecho y una de las dos partes -
la banda ETA- la rompe unilateralmente? ¿Es de la agencia ese disparate o es de sus
redactores, que así quieren recalcar que "ha sido ETA" la que ha roto el "proceso de paz" (que
Dios tenga en su gloria), sin el previo acuerdo del Gobierno español?".

Pero los lectores no sólo nos piden que no repitamos los reportajes, que seamos más
cuidadosos en el análisis de un acontecimiento tan dramático como el atentado del 30-D. Se
indignan con comparaciones odiosas como la aparecida el pasado viernes en un chiste de
Romeu, publicado en la sección de Gente. Decía así:

-"Salvando las distancias, ETA y PP tienen algo en común.

-¿¡Qué!?

-La cerrazón mental".

De las llamadas y correos de protesta recibidos recogeré dos. Para Jaime Otero, la publicación
del chiste es "una vergüenza" para el periódico. Javier Morera considera la comparación
totalmente inaceptable. "Bochorno y vergüenza ajena son los sentimientos que al menos a mí
-como seguro que a muchos conciudadanos- me ha provocado". Para este lector, ETA y el PP
sólo tienen una cosa en común: "que la primera ha asesinado a una larga lista de cargos y
simpatizantes del segundo".

La capacidad de ETA de envenenar la convivencia democrática y corromper con sus crímenes


el debate político no disculpa la trivialización del horror y el asesinato.

La erradicación de la pena de muerte sigue siendo una conquista de la humanidad. Las


imágenes de la ejecución de un reo repugnan la conciencia de la mayoría de los seres
humanos, incluso de los partidarios de la pena de muerte. La ejecución de un tirano como
Sadam Husein no ha sido una excepción.

Pero hay quejas que por su singularidad trascienden el debate que han suscitado en amplios
sectores de nuestros lectores las imágenes del ahorcamiento de Sadam.

"Hace tres años tuve la desgracia de sufrir la trágica desaparición de un hijo con 22 años
porque decidió que esta vida no le merecía la pena seguir viviéndola. Utilizó para conseguir su
fin el mismo método empleado contra Sadam, pero voluntariamente, como se puede imaginar,
y en el garaje de mi propia casa. Su madre y yo nos lo encontramos una tarde al llegar a casa.

Le cuento todo esto para que se imagine qué sentimos unos padres que hemos vivido esa
experiencia tan terrible cada vez que en un periódico o cadena de televisión se hace alguna
referencia a la muerte del dictador, pero la gota que ha colmado el vaso ha sido la columna de
la contraportada de El PAÍS del día 5 del señor Millás en la que se permite hablar tan
crudamente de la incontinencia de esfínteres de ese tipo de muertes; soy médico y le pido a
usted que le diga al señor Millás que somos muchos los padres con tragedias como la vivida
por mí y que un buen periodista no es el que escribe sus artículos de una forma tan
desgarradora, sino el que envía un mensaje positivo y conciliador y, sobre todo, que no haga
daño a nadie al remover recuerdos terribles para los que hemos sufrido dramas como el que le
he contado.

Un saludo".

[Escriba texto]
La "cláusula de conciencia"
Emilio Filippi Muratto
Lo habitual en el ejercicio de la profesión es que los periodistas trabajemos en empresas
constituidas para entregar información y opinión. A ellas se les denomina, de manera genérica,
como medios de comunicación, y los periodistas que se incorporan a su seno lo hacen en
calidad de trabajadores asalariados y reciben por su labor una remuneración pactada con sus
empleadores. El vínculo se establece a través de un contrato de trabajo que contempla todas
las variables de la actividad que debe realizar el profesional: sus horarios, relaciones de
dependencia interna, deberes y obligaciones de unos y otros, beneficios adicionales, y todas
las circunstancias posibles, como el traslado y movilización fuera de la sede en caso de
necesidad, etc.

Ese contrato constituye un elemento esencial para el entendimiento mutuo y las mejores
condiciones de desarrollo de los objetivos comunes.

Como se ve, tal nexo laboral es similar en todas las empresas y solamente puede haber
diferencias según la naturaleza de ellas y los propósitos que sus propietarios e inversionistas
les han fijado.

Los periodistas que no pertenezcan a las plantas permanentes de los medios de comunicación
pueden participar en las labores profesionales de manera ocasional, esporádica, en calidad de
colaboradores y su deber es cumplir tareas determinadas con un trato específico, sin
obligaciones horarias ni permanencia constante en los lugares de trabajo y con una
remuneración ad hoc.

En el primer caso, cuando existe una situación contractual de dependencia, el periodista puede,
en determinadas circunstancias, no sentirse interpretado por la llamada "línea editorial" del
medio, sintiéndose, por eso, forzado a adherir a posiciones o criterios que no comparte o que,
incluso, rechaza. Si, al ingresar, el periodista no es debidamente informado de los objetivos y
metas del medio, probablemente se puede sentir sorprendido al recibir órdenes que estima
inadecuadas o verse participando en un diario, revista, radio o canal de televisión que no lo
interpretan. También puede ocurrir que, pese a saber de antemano qué pretende el medio,
aceptando desde luego las reglas del juego, y que, al sentirse incómodo con la realidad que
está viviendo, incumpla su compromiso y actúe de manera desleal.

Estas situaciones reales, y no fantasías creadas ex profeso, han sucedido, en no pocos


lugares, y suceden con frecuencia. La experiencia en el mundo movió tanto a los periodistas
como a los empresarios a idear un mecanismo que permitiera mantener un entendimiento leal y
abierto, a través de la comprensión de los hechos y el respeto recíproco entre las partes.

Ese mecanismo es la llamada cláusula de conciencia, que ha sido definida como "una norma
legal que hace vinculantes el contrato de trabajo de los periodistas con los fines propios de los
medios de comunicación en los cuales prestan sus servicios y con los principios éticos
profesionales".

En un libro referido a la profesión de periodista, mencioné doce años atrás 1 que, en los hechos,
la cláusula de conciencia actúa en casos como los siguientes:
I. El periodista podrá proceder a la rescisión de su contrato, cuando el medio de
comunicación en que trabaja cambia de orientación ideológica;

II. El periodista se podrá negar a que se ponga su firma en un texto del que es autor y que
haya sido modificado por la jefatura, bien a través de introducir ideas nuevas, o
suprimir algún concepto original;

III. El periodista no estará obligado a realizar o firmar artículos que vayan contra su propia
conciencia; y

[Escriba texto]
IV. Muy importante: el periodista no podrá violar las normas éticas, faltando
deliberadamente a la verdad, deformando los hechos o recibiendo dinero o cualquier
tipo de gratificación a cambio de la alteración de una noticia, ni contrariar los fines de la
empresa que se comprometió a respetar. Al comprobarse estas faltas, la empresa
podrá rescindir el contrato del periodista infractor.
Si se produce el término del contrato por el caso señalado en "a" el periodista debiera
recibir la indemnización que le correspondería en caso de haber sido despedido, es decir en la
cuantía y forma que determine específicamente la cláusula de conciencia incorporada en su
contrato de trabajo. En el caso "d" la empresa que finiquite el contrato no estaría obligada a
pagar indemnización alguna.

El conocimiento de cada caso, para que pueda tener efecto legal, debiera estar radicado en un
tribunal arbitrador, ante el cual las partes aportarían las pruebas correspondientes. El dictamen
de este árbitro regiría de pleno derecho.

Según el tratadista catalán Marc Carrillo, que ha escrito un libro sobre el tema, la cláusula de
conciencia tiene por objeto salvaguardar la libertad ideológica, el derecho de opinión y la ética
profesional del periodista. Explica: "Se trata de una nueva forma de concebir la libertad de
expresión y, al mismo tiempo, es un elemento constitutivo del derecho a la información, en la
medida en que se configura una garantía para su ejercicio efectivo". Concretamente, dice, "el
protagonismo que otorga a la persona del periodista puede operar, sin duda, como un factor
positivo para la integridad de la información difundida ya que, objetivamente, limita los posibles
abusos y las arbitrariedades que la empresa editora o la propia dirección del medio tengan la
tentación de cometer, con el fin de intervenir, o incluso impedir el ejercicio de la libertad
informativa".

En Chile, el Colegio de Periodistas y algunos parlamentarios lograron incorporar algunas


disposiciones de esta cláusula en el proyecto de ley para asegurar la libertad de información y
de opinión y el ejercicio del periodismo (Ley de Prensa Nº 19.733), aunque únicamente se
reconoce a los periodistas laborantes en una empresa periodística el derecho a la cláusula de
conciencia, en cuya virtud, dice la disposición legal, "podrán negarse a realizar actividades
informativas contrarias a los principios éticos y profesionales del periodismo o a sus
convicciones personales en cuestiones religiosas o filosóficas, sin que puedan sufrir ningún tipo
de perjuicio por su negativa justificada. Además, podrán terminar la relación jurídica que los una
a la empresa cuando se produzca un cambio substancial en el carácter u orientación del medio,
si éste supone una situación que atente a su honor o fama o sea incompatible con sus
convicciones morales o cuando se hubiere infringido reiteradamente el derecho que se les
confiere al comienzo de este inciso".

La ley, aunque la cláusula de conciencia jamás se ha establecido en empresa alguna ni


aplicado en Chile desde su vigencia, señala taxativamente que el ejercicio de esta facultad dará
lugar a la indemnización que en cada caso fijen los tribunales del Trabajo.

Otro inciso indica que "ningún periodista puede ser obligado a que sus trabajos se presenten
identificados con su nombre, cara o voz, como autor, cuando ellos hubiesen sido alterados
sustancialmente por el director o el editor sin su consentimiento. La infracción reiterada de esta
disposición, entendiéndose por tal la que ocurra a lo menos dos veces en el lapso de un mes,
dará derecho al periodista a poner término a su contrato en las condiciones establecidas en la
ley laboral para el caso de incumplimiento grave de las obligaciones contractuales por parte del
empleador". La misma norma obliga al medio a aclarar la situación producida en el más breve
plazo.

PERIODISMO DIGITAL

[Escriba texto]
LOS 10 PARADIGMAS DE LA E-COMUNICACIÓN

José Luis Orihuela

Internet ha trastocado gran parte de los paradigmas que hasta ahora nos ayudaban a
comprender los procesos de comunicación pública en medios masivos. En lo que sigue, me
propongo sistematizar los diez cambios de paradigmas que dan lugar a la e-Comunicación, el
nuevo paisaje mediático que emerge con la Red.

I. De audiencia a usuario

Los medios de comunicación electrónicos, gracias a la concurrencia de las tecnologías del


cable y el satélite, consiguieron en los años ochenta segmentar temáticamente sus ofertas de
programación pasando así del modelo broadcasting al modelo narrowcasting. La Red ha
permitido un grado más en esta evolución: del narrowcasting al point-casting.

Los servicios de información online no sólo se orientan a targets con perfiles demográficos,
profesionales o económicos similares, sino que se orientan a individuos, ya que la Red permite
responder a las demandas de información específicas de cada usuario en particular.

La desmasificación de la comunicación pública mediante la personalización de los servicios de


información ya se verifica en las versiones electrónicas de los medios, así como en las
posibilidades de configuración de algunos buscadores y portales de Internet.

El viejo sueño de la información a la carta se hace realidad, pero no sustituye las bondades del
"menú del día", clásica oferta de los medios masivos generalistas. Un modelo de comunicación
personalizado a la medida de cada usuario tiende por definición a eliminar los referentes
comunes, y si no hay una agenda pública, no hay opinión pública.

II. De medio a contenido

El soporte industrial de producción/difusión ha sido hasta la era digital la seña de identidad más
acusada de los medios de comunicación. La convergencia de soportes generada por la
digitalización, replantea la identidad de los medios que pivota hacia los contenidos y revaloriza
su imagen de marca.

Hoy los medios comprenden que su negocio es el contenido, y que en lugar de vender
soportes, se trata de generar servicios multiplataforma a los que el usuario accede desde
múltiples terminales en función de su situación y necesidades.

En este contexto, la imagen de marca confiere valor a los contenidos aportando credibilidad y
prestigio.

III. De soporte/formato a multimedia

La tecnología digital permite la integración de todos los formatos de información (texto, audio,
vídeo, gráficos, fotografías, animaciones) en un mismo soporte. Este carácter multimedia de la
Red ha permitido la convergencia de los diversos medios de comunicación en Internet. Diarios,
revistas, emisoras de radio, canales de televisión y hasta películas de cine se han integrado en
un mismo soporte junto a multitud de nuevos servicios de información, diseñados originalmente
como recursos multimedia.

Esta característica de la Red suele dar lugar a la polémica acerca de su identidad como medio
y a la supuesta sustitución de los medios anteriores. Históricamente, cada nuevo medio en
función del potencial comunicativo del soporte que utilizaba ha desarrollado unos contenidos,
un lenguaje, una sintaxis y una estética propias, a la vez que su emergencia ha conducido a los
viejos medios a redefinir su identidad.

[Escriba texto]
Por una parte, la evolución de las tecnologías de la información muestra que la dinámica que
opera entre viejos y nuevos medios es la de complementariedad y acumulación, no la de
sustitución. Por otra parte, gracias a los medios clásicos que han proyectado su presencia en la
Red, Internet constituye un meta-medio; mientras que considerando los nuevos servicios de
información surgidos originalmente para la Red, Internet es un nuevo medio.

IV: De periodicidad a tiempo real

El carácter periódico de la renovación de la oferta informativa es uno de los paradigmas


centrales de la comunicación pública y base de las industrias informativas. Gran parte de las
denominaciones que utilizamos hacen referencia a la peculiar frecuencia temporal de los
medios, comenzando por "periodismo". Así, hablamos de: "diarios", "semanarios", "boletines
horarios", "periódicos mensuales", "revistas quincenales", "noticiero del mediodía o de la
noche", "informe semanal", "anuario", etc.

La era del tiempo real en la información comenzó en los ochenta con el fenómeno de la CNN,
el primer noticiero mundial de 24 horas en directo. En los noventa, el paulatino despliegue de
medios en la Red así como el surgimiento de nuevos servicios de información online, ha
provocado que el paradigma de la frecuencia periódica se vea superado por uno nuevo: el del
directo permanente.

La Red hace posible el seguimiento al minuto de la actualidad informativa, y ya se utiliza en


paralelo a la televisión para retransmitir acontecimientos a escala mundial en tiempo real, como
viene ocurriendo, por ejemplo, con la ceremonia de entrega de los premios Oscar.

Esta nueva temporalidad mediática caracterizada por la velocidad y la obsesión de inmediatez,


hace saltar por los aires -en muchas ocasiones- los mecanismos de control, verificación y
contraste de fuentes, sacrificados en aras de llegar los primeros. Hoy, los medios corren más
riesgo que nunca de ser manipulados, y se multiplican los casos de falsas noticias, a veces
reconocidas en el transcurso de la misma emisión en la que se lanzaron al aire.

V. De escasez a abundancia

El espacio, en los medios impresos, y el tiempo, en los medios electrónicos, han sido
tradicionalmente los recursos escasos en el sector de la comunicación. Además, en los medios
electrónicos, se suma otro recurso escaso: el espectro electromagnético. Por otra parte, la
complejidad de los sistemas de producción de medios escritos y audiovisuales hacen que sólo
algunas empresas muy poderosas puedan disponer de las costosas infraestructuras necesarias
para poner a disposición del público sus mensajes.

Los medios digitales también trastocan el argumento del recurso escaso, ya que multiplican los
canales disponibles, trasmitiendo mayor cantidad de información en menor tiempo y a escala
universal. No hay límites a la cantidad de medios que pueden existir en la Red, no hay límites
tampoco sobre el volumen de información que cada uno de ellos puede ofrecer al usuario, y
además el costo de hacer pública la información en la Red es prácticamente equivalente para
todos.

El diseño de servicios de información electrónicos es, en consecuencia, una alternativa


profesional de primera magnitud para los graduados en Comunicación. No requiere de grandes
inversiones en infraestructura, no requiere permisos ni licencias, no tiene costos de distribución
y alcanza una audiencia universal.

VI. De intermediación a desintermediación

La Red ha puesto en cuestión una de las funciones básicas de los medios tradicionales y de
sus profesiones asociadas: la mediación profesional de los comunicadores en los procesos de
acceso del público a las fuentes.

El papel tradicional de los editores, gatekeepers, así como la función clásica de agenda-setting,
eran constitutivos del perfil profesional de los comunicadores y del rol social de los medios.

[Escriba texto]
Buscar información, filtrarla, contrastarla, editarla y publicarla decidiendo acerca de su
relevancia, oportunidad e interés, era hasta ayer una facultad exclusiva de nuestra profesión, y
hoy parece la descripción de las funciones de un portal de Internet.

Ocurre que la Red, por una parte, permite el acceso directo del público a las fuentes de
información sin la mediación de los comunicadores profesionales; y por otra parte permite el
acceso universal a un sistema mundial de publicación que funciona, igualmente, al margen de
los editores de los medios tradicionales.

El paradigma de la nueva mediación multiplica el número de voces, pero a la vez diluye su


autoridad al haber fracturado el sistema de control editorial previo a la difusión pública de
información.

VII. De distribución a acceso

Ante el modelo de difusión de los medios convencionales punto-multipunto de carácter


unidireccional y asimétrico, surge un modelo multipunto-multipunto, multidireccional y simétrico,
en el cual los usuarios acceden a los servidores donde radica la información y además pueden
comunicarse entre sí utilizando el mismo sistema con el que acceden a los medios.

Las nuevas simetrías emergentes permiten a los medios en línea convertirse en foros y generar
comunidades, al tiempo que abren a los propios usuarios la posibilidad y las herramientas para
acceder como productores a un espacio comunicativo universal.

VIII. De unidireccionalidad a interactividad

Frente a la unidireccionalidad propia del modelo de difusión punto-multipunto, típico de la


prensa y de la radio-televisión, la Red genera un modelo bilateral, debido a su arquitectura
cliente-servidor, que en cierta forma es inverso al anterior.

Al existir un soporte físico común tanto para la distribución como para el acceso a la
información, los proveedores de contenidos y los usuarios pueden establecer en este canal un
vínculo bilateral ya que sus roles resultan perfectamente intercambiables.

De este modo se proyecta a escala pública el paradigma de la comunicación telefónica,


situación en la cual los interlocutores intercambian permanentemente sus roles de emisor y
receptor gracias a la utilización del mismo canal.

La interactividad cristaliza en sistemas de feedback más dinámicos, inmediatos y globales, que


paulatinamente se transforman en mecanismos de encuestas online, ya utilizados para orientar
el sentido de las campañas electorales o el desarrollo de las tramas y la evolución de los
personajes en los seriales de ficción televisiva.

IX. De lineal a hipertexto

Frente al modo lineal o secuencial que ordena la estructura del discurso en los medios
tradicionales, los soportes digitales permiten un modelo de construcción narrativa caracterizado
por la distribución de la información en unidades discretas (nodos) y su articulación mediante
ordenes de programación (enlaces).

El hipertexto es la nueva frontera tecnológica de la escritura, y exige nuevas destrezas


comunicativas y un mayor esfuerzo de lectura. La desarticulación del texto, su fragmentación y
la posibilidad de enlazarlo con cualquier otro texto disponible en la Red, desvanece el
paradigma lineal, y con él desaparece también la unidad, la autonomía, la estructura y a veces
hasta la coherencia y el sentido propios de los textos escritos y audiovisuales.

Motores de búsqueda, metabuscadores, índices temáticos, portales y páginas de recursos,


ayudan a los navegantes a encontrar información en esta enloquecida Babel y, en el mejor de
los casos, a darle sentido. Hay que aprender a descubrir las conexiones adecuadas, a

[Escriba texto]
establecer las relaciones pertinentes, a recomponer en la lectura el puzzle de textos
fragmentados. En definitiva, hay que aprender a navegar por la información.

Este nuevo paradigma discursivo tiene la virtualidad de dotar a la escritura y a la lectura de un


modelo estructural muy próximo al del pensamiento, que funciona por procesos asociativos y
no de modo lineal. Precisamente el nacimiento del hipertexto fue motivado por la necesidad de
disponer de sistemas de almacenamiento y recuperación de información que funcionaran de
modo análogo al pensamiento humano.

X. De información a conocimiento

La superabundancia de información característica de la era digital, revela la importancia


estratégica de los medios como gestores sociales del conocimiento. El análisis profesional de la
información y su transformación en conocimiento se convierte en el nuevo vector de la actividad
mediática.

Hoy la misión estratégica de los medios es la información sobre la información, la inteligencia,


interpretación, filtrado y búsqueda efectiva de información, que deben comunicar bajo nuevas
claves narrativas y mediante un amplio repertorio de soportes.

PERIODISMO DE PRECISIÓN EN LÍNEA

Conjugar los métodos de la investigación social y de la informática

José Luis Esquivel Hernández


(Profesor en la Universidad Autónoma de Nuevo León)

El periodismo de precisión está emparentado con el de investigación, pero supera a éste en la


aplicación de las nuevas tecnologías, que juegan un papel decisivo en la comunicación, bien
sea a través de palabras, de búsqueda en programas de análisis de contenido o cruce de datos
en la computadora.

Fue el año de 1969 cuando nació la célula inicial de Internet: la red ARPANET que, mediante
cuatro nodos, comunicaba a las universidades de Los Ángeles, Santa Bárbara, Utah y el
Instituto Stanford, todos en Estados Unidos. Transcurrieron casi cuatro años para que se
pusiera en marcha el primer programa de correo electrónico y surgieran el videotexto, el
teletexto y el periódico por fax. Pero fue a principios de 1991 cuando apareció la triple W
(World Wide Web), el lenguaje HTML y el primer buscador, Verónica, lo cual facilitó las
publicaciones en CD-Rom y la inserción en las primeras redes de información.

Desde entonces, en el espacio cibernético campean el correo electrónico, los chats, los foros y
el entretenimiento, porque son los que absorben la mayor parte del tiempo de conexión a la red
de redes.

A partir de 1994, poco a poco el periodismo comenzó a aprovechar tal novedad tecnológica con
algunos portales. Los diarios más importantes empezaron a reproducir las principales planas
noticiosas y así, por medio de Internet, ampliar su mercado de lectores.

La explosión de este medio fue acelerada en el país más poderoso de la tierra, pues en 1998
asegura que 84% de los cibernautas eran norteamericanos, aunque esa proporción bajó en el
2000, ya que entre los cuatro millones 319 mil registrados -más de 9% de la población total del
mundo- sólo la mitad procedía de Estados Unidos.1

En México se tiene un registro de 14 millones 901 mil 681 cibernautas en 2004, es decir 21.6%
más que en 2003. Se prevé que para 2005 serán casi 17 millones de acuerdo con la firma
Select.

[Escriba texto]
La aceptación de la Internet hizo exclamar a muchos lectores, académicos inclusive, que
estaba próximo el fin del periodismo impreso y hubo quien le dio no más de 20 años de vida por
el paulatino dominio informativo de la computadora.

El San José Mercury News, de California, tiene valor de símbolo al ser el primer diario en subir
sus contenidos a la red hace una década, aunque desde 1993 publicaba a través de América
On Line, ya con posibilidades interactivas de las nuevas tecnologías.

En el último decenio en todo el mundo ha habido un crecimiento constante en el número de


periódicos que han optado por incorporarse al espacio cibernético, y también de los lectores
que se informan a través de las ofertas de la red. Los primeros lugares los ocupan Estados
Unidos y los países nórdicos europeos.

Sin embargo, antes de que la avalancha de recursos electrónicos de incomparable utilidad


llegara a los medios informativos, el periodismo de precisión ya tenía años de abrirse camino
en la prensa, merced a la inquietud del reportero Phillip Meyer, cuya iniciación en la
especialidad empezó en el curso académico 1966-1967 en la Universidad de Harvard donde,
gracias a la institución Nieman, se dedicó al estudio de los métodos empíricos de investigación
social.

Rigor científico

Con las herramientas de entonces y con unas técnicas que le garantizaran lo que se proponía
demostrar durante la cobertura de los disturbios suscitados en el verano de 1967 en Detroit,
Meyer sentó las bases de un método de investigación noticiosa que procede del llamado 'depth
reporting' o reportaje en profundidad, según lo ha demostrado el erudito catedrático español
José Luis Martínez Albertos:

El llamado periodismo o reportaje en profundidad se diversifica en tres modalidades diferentes:


el periodismo interpretativo, el periodismo investigativo y el periodismo de precisión.2

The Detroit Free Press dio a conocer ese año el trabajo de Meyer, quien se lanzó al mundo
académico con un manuscrito: "La aplicación de los métodos científicos de investigación social
y psicosocial en la actividad periodística", mismo que utilizaron Herbert Strenz y Ted
Frederickson para la docencia en Dakota del Norte.

En realidad, el nacimiento en ciernes del periodismo de precisión no llamó tanto la atención,


pues de hecho adquirió carta de ciudadanía a partir de que se interesaron en él The Miami
Herald y The Washington Post, al ponderar, el primero, con verdadero rigor científico, una
encuesta sobre las actitudes de la población negra que demostró cómo después de la muerte
de Martin Luther King, sus ideales se mantenían más fuertes que nunca.

En 1970, el otro diario norteamericano elaboró un reportaje sobre los mecanismos de


reclutamiento de jóvenes para la guerra de Vietnam, con lo que valida el ejercicio de ese
periodismo, que Everet Dennis llamó por primera vez periodismo de precisión en un curso en la
Universidad de Oregon en 1971, en contraposición con el enfoque literario con que Tom Wolfe
y los seguidores de Truman Capote identificaron el Nuevo Periodismo.

Por esas fechas sucedía el ruido mediático que derivó en el escándalo político del caso
Watergate, que hizo olvidar toda fórmula de informar que no fuera la búsqueda de documentos
y cintas grabadas dentro de la investigación pura, basada en filtraciones de fuentes
confidenciales, especialmente cuando en 1974 se dio la renuncia de Richard Nixon, el
Presidente de la Nación más poderosa de la tierra, al grado de consagrar para la posteridad los
nombres de los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein, ambos de The Washington Post.

La prensa en todo el mundo no tuvo ojos más que para ese affaire, y las imitaciones se dieron
a lo largo y ancho del planeta, al grado de que los periodistas buscaban a toda costa su propio
Watergate para alcanzar el triunfo profesional.

[Escriba texto]
Ante esas circunstancias, el tema del periodismo de precisión dilató su consolidación en
Estados Unidos y postergó su real difusión en otros países porque los reflectores estaban
enfocados hacia las revelaciones espectaculares que producía el Washington Post y sus dos
reporteros estrellas.

De cualquier manera, el camino andado valió la pena, pues Phillip Meyer buscó que la Indiana
University Press publicara, en 1973, Precision Journalism: A Reporter's Introduction to Social
Science Methods. Así, una vez dadas las condiciones, los periodistas viraron hacia otro ángulo
de visión profesional, ya que en 1975 Bob Greene fundó el famoso IRE (Investigative Reporters
and Editors), constituyéndose en una fundación seria con propósitos de reivindicar el
periodismo de investigación.

Podría decirse que tal hecho fue el detonador del nuevo rumbo del periodismo de precisión,
pues casi dos mil periodistas, investigadores en activo, se sumaron al IRE para intercambiar y
aprender mucho más del tema, especialmente en cuanto a técnicas de trabajo. Todo ello
ganaría mayor impulso en 1976, cuando al ser asesinado uno de sus colegas, Don Bolles,
reportero del Arizona Republic, de Phoenix, se dio cuenta que estaban más unidos que nunca y
que sólo divulgando en su entorno los reportajes de denuncia, su éxito sería imparable, sobre
todo si unían sus fórmulas con los planteamientos que hacía Meyer, con el fin de superar los
resultados de la propia intuición o de los golpes de fortuna en la recepción de revelaciones.

Aquí es donde las nuevas tecnologías principalmente Internet, han jugado un papel importante
para el periodismo de precisión, por el uso de los bancos de datos y su tratamiento. Así, gracias
a la IRE surge el National Institute for Computer Assisted Reporting (NICAR), dedicado a la
divulgación de las técnicas estructuradas de investigación periodística, entre las que tiene un
sitio especial la modalidad aportada por Philip Meyer.

Investigación social

Desde entonces han abundado académicos que trabajan las posibilidades de relación entre
periodismo e investigación social. Sólo después de que en Europa se interesaron por tal asunto
en la década de los ochenta, el periodismo de precisión se impuso al encontrar un entorno
informático que propició los sondeos de opinión e información socioestadística para orientar a
la opinión pública con cuadros enmarcados dentro de la ciencia política. Ello no pasó
inadvertido para el jurado de los Premios Pulitzer en Estados Unidos, pues en 1985 galardonó
una serie de reportajes aparecidos en el Dallas Morning News, cuyo mérito fue haber puesto
sobre el tapete de las discusiones la segregación racial en la adjudicación de viviendas de
protección pública en Texas.

Luego, en 1988, otro Premio Pulitzer validó las técnicas del periodismo de precisión del
reportero Bill Dedman, quien dio a conocer en el Atlanta Constitution la forma como los bancos
otorgaban un porcentaje mayor de créditos a personas de raza blanca que a las de raza negra,
a pesar de que las solicitudes para préstamos hipotecarios entraban a las instituciones en
iguales condiciones.

Por eso hay que insistir en que el periodismo de precisión está emparentado con el de
investigación, pero supera a éste en la aplicación de las nuevas tecnologías, que juegan un
papel decisivo en la comunicación, bien sea a través de palabras, de búsqueda en programas
de análisis de contenido o cruce de datos en la computadora.

De hecho, el periodismo de precisión vino a aportar rigor científico al de investigación, al


conseguir su pleno desarrollo con el uso de los bancos de datos y su tratamiento informatizado.

Por tanto, hablar de periodismo de precisión es referirse a los trabajos que consolidaron varios
diarios norteamericanos importantes a partir de 1990, en torno a los sondeos de opinión e
información socioestadística en los que sentaron cátedra no los reporteros ordinarios que
buscan la información cotidiana en fuentes seguras, sino verdaderos especialistas en ciencia
política e informática, quienes supervisaban toda la información numérica o sociográfica que
produce inevitablemente todo periódico.

[Escriba texto]
Estos expertos, que se han multiplicado en los grandes medios informativos, asesoran a los
profesionales que lo precisan y diseñan al mismo tiempo investigaciones periodísticas.

Sin embargo, el periodismo de investigación se beneficia, sin duda, alguna de los recursos
computacionales, pues una de las técnicas más usadas, como lo es el cruce de grandes
bancos de datos a través de la pantalla, no podría sustentarse sin el desarrollo de las laptop,
por ejemplo, y otras herramientas modernas, aunque lo más importante son los softwares o
programas que respaldan este quehacer.

Tenemos que tomar en cuenta que la informatización va a ocupar cada vez más un papel
relevante en la sociedad del futuro y que el ordenador (la computadora), inevitablemente,
pasará a ocupar un lugar de privilegio en el trabajo del investigador.3

Tela por cortar

Ahora, en pleno apogeo de la tecnología electrónica de punta, no es difícil reconocer la


facilidad con que el periodismo de precisión se desliza en la pantalla. La revista IRE Journal
difunde recopilaciones de los resúmenes de más de 10 mil reportajes de investigación
archivados en su centro de documentación, y con suma frecuencia convoca, a través de cursos
especiales inclusive por Internet, a una mejor preparación sobre tal estilo de informar. Sus
miembros en activo han hecho de la IRE un referente obligado en busca de que el periodismo
de precisión 'on line' encuentre cabida en los planes de estudio de las universidades.

Sí: es verdad que se trata de hacer uso de técnicas socioestadísticas asistidas por
computadora, pero su difusión en la red no debe limitarse a formar parte de un medio
constituido, sino que existe la posibilidad de realizarlo por cuenta propia, con el fin de sumarse
al concierto de voces en las denuncias que no trascienden más allá de las mesas de café o
corrillos particulares.

Hay mucha tela de donde cortar para efectuar un trabajo de investigación con todas las de la
ley en cuanto a periodismo de precisión se refiere, y remitirlo a sitios que le den cabida, una
vez confirmada la veracidad de los hechos.

Resulta obvio que debe aprovecharse el marco legal para la transparencia informativa de la
sociedad, sin la cual difícilmente procede tal tipo de investigación. Los más abocados a
realizarla son quienes tienen acceso a infinidad de bancos de datos y a fuentes confiables en el
suministro de la información no disponible por los métodos de recopilación del periodismo
convencional. Por ende es necesario auxiliarse de instituciones, como las universidades,
cuando no se cuenta con la tecnología requerida para la confección del trabajo final, basado en
métodos cuantitativos de la investigación social.

La prensa electrónica demuestra tener numerosas ventajas sobre la impresa, que conservará
su peso respecto al análisis y la interpretación. Y no tiene por qué no aprovecharse para el
periodismo de precisión, supuesto que la prensa electrónica supera las barreras del binomio
espacio/tiempo y no se constriñe a límites geográficos, además de que su distribución es
instantánea y puede ser actualizada en forma inmediata.

Por otra parte, si la interactividad es la característica fundamental del periodismo on line, y la


que más satisface al lector de pantalla, tanto en su papel de consumidor de información como
de receptor de mensajes comerciales, es fácil entender cómo puede retroalimentar también
dicha investigación de carácter sociológica con sus propios conocimientos, sobre todo si se
trata de especialistas en la materia.

No olvidemos que en la guerra contra Slobodan Milosevic, en la antigua Yugoslavia, Internet


fue una vía de desahogo de muchos ciudadanos que se convirtieron en periodistas al dar a
conocer por ese conducto algunos bombardeos que los profesionales de los medios y de las
agencias internacionales no podían atestiguar, y lo mismo ha sucedido en los portales que
brindan la oportunidad de difundir los sucesos de la invasión norteamericana en Iraq.

[Escriba texto]
¿Por qué no habría de ocurrir lo mismo con las revelaciones del periodismo de precisión? La
propuesta está allí. Ojalá encuentre eco en el mundo de la comunicación y de la sociología.

¿El fin de los corresponsales?


Cecilia Ballesteros
Las paradojas de la información internacional en el siglo XXI.

AFP/GettyImages

“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”, comienza


Historia de dos ciudades, la novela de Charles Dickens, periodista
avant la lettre, que retrata la Revolución Francesa. La frase sigue
siendo válida para describir el estado de la información internacional
hoy en día: reducción de corresponsalías y de enviados especiales,
recortes en las coberturas, competencia de blogueros y tuiteros sobre
el terreno, colaboradores a la pieza, pero también el triunfo del viejo y
buen periodismo (The Guardian contra Murdoch) o la reciente entrada
de un equipo de The New York Times, encabezado por uno de sus
mejores reporteros, Anthony Shaid, en la hasta ahora inexpugnable
Siria, cerrada a cal y canto a la prensa extranjera.
Nunca ha habido tantas oportunidades y tantos medios para informar
como ahora y, paradójicamente, en la era de la comunicación
instantánea y las nuevas tecnologías que facilitan la interacción
desde cualquier punto del planeta nunca han tenido un peor futuro
aquellos cuya labor es contar lo que pasa en el mundo. La
combinación de crisis económica, el cambio de modelo de negocio, la
revolución digital, las redes sociales y la globalización agravan una

[Escriba texto]
situación que se arrastra desde hace más de 20 años y que se está
acelerando a velocidad de vértigo, según un informe de la fundación
Reuters.

“La crisis mediática y la económica han calado hondo en el


periodismo tradicional tanto en Estados Unidos como en España y
otros sitios”, sostiene Jon Lee Anderson, veterano reportero de la
revista New Yorker y considerado el heredero de Ryszard Kapuscinski.
“En mi país, muchos diarios han cerrado sus corresponsalías en el
extranjero, han recortado gastos o han dejado de imprimirse y se han
quedado con una versión digital. Mientras, hay un creciente número
de periodistas norteamericanos con gran experiencia que buscan
empleo en las universidades, en ONG o como relaciones públicas para
sus gobiernos. Algunos se ganan la vida como freelancers, y compiten
con veinteañeros recién llegados al mercado y con menor respaldo
que nunca por parte de los medios establecidos”, dice. Soledad
Gallego-Díaz, una de las periodistas españolas con más prestigio y
ahora destinada por El País en Buenos Aires, sostiene que el papel del
corresponsal es tan imprescindible como antes. “Una de las labores
más genuinas del periodismo es dar testimonio: estar presente,
contar lo que se ve, dar fe, según la credibilidad del periodista y de su
medio, de lo que ocurre en un momento dado, en un sitio concreto. La
presencia de enviados especiales y de corresponsales ha sido
importantísima para denunciar algunas de las peores salvajadas
cometidas en nuestro siglo. Sin los informadores norteamericanos no
se entendería, por ejemplo, el desenlace de la guerra de Vietnam. La
segunda labor es proporcionar el contexto y análisis imprescindibles
para que el ciudadano acceda a realidades complejas como son los
escenarios internacionales. Suprimir esa faceta del periodismo, o
pensar que es posible llegar a ella a través de Internet y sin presencia
física en el campo, es una de las muchas estafas de que estamos
siendo objeto”, afirma.
En un país como España, donde la información internacional tiene
menos peso y tradición que en el periodismo anglosajón, la situación
es aún más precaria con medios cada vez menos dispuestos a pagar
por coberturas caras y la información internacional lo es. Mantener
una corresponsalía abierta puede costar unos 250.000 euros anuales

[Escriba texto]
y mandar a un tipo a jugarse la vida en Libia o Afganistán no sale
rentable, mientras descienden las ventas de ejemplares y los
beneficios, y aumenta el consumo de noticias gratis a través de
Internet y las redes sociales. La información internacional no vende,
dicen. Incluso medios de gran tradición, como el diario ABC, se
plantean cerrar todas sus delegaciones, excepto Londres y
Washington. “Algunos medios han y están recortando en información;
lo llaman gastos, cuando solo es inversión. Los que han suprimido o
están suprimiendo sus corresponsales son los suicidas. Más barato.
También más intranscendente. La única defensa que tienen los
periódicos de papel frente a la gratuidad en Internet es publicar
información de calidad propia: reportajes, crónicas, narraciones de un
periodista en el lugar de los hechos, capaz de conversar con los
protagonistas, contrastar, entender y dar contexto. Se llaman
reporteros, y no trabajan con el mando a distancia en la mano”,
asegura Ramon Lobo, uno de los grandes nombres del periodismo de
guerra en España que ahora mantiene un blog en El País sobre
actualidad internacional.
Este panorama no sólo supondría el final de un mundo y de una era
dorada, la de los corresponsales, tantas veces retratados por el cine y
la literatura y auténticos símbolos para la profesión (por ejemplo,
todos los directores del NYT hasta ahora habían pasado por ese
puesto). También supondría una reducción de la presencia de noticias
internacionales y lo que eso significa para la comprensión de una
realidad cada vez más compleja que, sin referencias, está llena de
ruido que no significa nada o de pantallas de televisión que poco
aportan (excepto cadenas como Al Yazira o la BBC, también sometida
a recortes). “Un blog no es un reportero; cortar y pegar tampoco. Un
reportero huele, toca, escucha, piensa”, dice Lobo. Muchos, además,
creen que este adelgazamiento significa que aquellos profesionales
que resistan la crisis o los freelancers o stringers que les sustituyan lo
tendrán cada vez más difícil para vender una historia y que, más que
trabajar por dar a conocer la realidad de un país, se verán obligados a
forzar exclusivas con tal de que les hagan caso. “Ahora los avances
técnicos permiten hacer cosas que hace años requerían un equipo de
cuatro personas. Los medios consideran que enviar un equipo al
extranjero sale caro y prefieren no enviar a los suyos y tirar de

[Escriba texto]
agencias o de colaboradores”, asegura Mayte Carrasco,
reportera freelance en zonas de conflicto. “Lo que sí es cierto” –dice
Mikel Ayestarán, colaborador de ABC y periodista bélico– “es que la
crisis ha cambiado es el perfil del profesional que se desplaza o
trabaja sobre el terreno, cada vez más se trata de gente sin
vinculación formal con la empresa. Un profesional que trabaja a un
precio inferior y cuyo producto final, en ocasiones, es igual o mejor
que el de una persona de plantilla”.
La información internacional no es un producto de lujo, es una
necesidad. Hay quien dice que las tecnologías digitales han cambiado
el papel del periodista, un intermediario, un testigo que ya no sería
tan necesario para que todo el que tenga conexión a Internet se
entere de lo que está ocurriendo en cualquier parte del mundo, como
habrían demostrado las revueltas árabes en Egipto o en Túnez.
Soledad Gallego-Díaz cree que la multiplicidad de voces y de fuentes
es, sin duda, enriquecedora y que ha cambiado la información que ya
no es unidireccional, pero no que se puedan cambiar los criterios de
verdad, veracidad y comprobación que eran y son estandarte de los
viejos medios. “¿Twitter replantea el enfoque tradicional de la
cobertura internacional? Desde luego, le da una enorme inmediatez a
la transmisión de hechos y opiniones y eso, sin duda, modifica el
campo del lector y le permite interactuar. Pero no creo que, tal y
como está concebido ahora, pueda satisfacer las necesidades de los
ciudadanos de recibir información contextualizada y comprobada”.
Luis Prados, redactor jefe de la sección internacional de El País, cree
que la red de corresponsales de un periódico sigue siendo una
exigencia, en papel o en la web. “Ofrece a sus lectores, cualquiera
que sea su soporte, una visión del mundo específica, única y una
explicación coherente de la actualidad y de las tendencias globales.
Algunas empresas han encontrado en Internet y sobre todo en
gratuidad y la piratería tolerada, una oportunidad para ofrecer
contenidos internacionales a coste cero. Es un recurso, que puede ser
utilizado con mayor o menor habilidad profesional, pero que en
ningún caso suplanta a un corresponsal o enviado especial. Jon Lee
Anderson está de acuerdo con esa visión. “Twitter puede afectar por
ejemplo a las agencias. Lo que sí creo y puedo decir con cierta
confianza es que a pesar de los muchos cambios en la forma y estilo

[Escriba texto]
de la noticia, la crónica parece destinada a persistir, por su
excepcionalidad dentro del mercado, y porque la gente desea y
necesita leer historias”. O como diría Ryszard Kapuscinski y habría
sostenido Dickens sin duda: “Hay algo más valioso y duradero que los
hechos”. Pero para eso hay que estar ahí y contarlo.

El periodismo del nuevo siglo

Ignacio Ramonet

La gente se pregunta a menudo sobre el papel que desempeñan los periodistas.


No obstante, los periodistas están en vías de extinción. El sistema ya no quiere
más periodistas. En este momento, puede funcionar sin ellos o, digamos, con
periodistas reducidos a meros obreros de una cadena de montaje, como Charlot
en la película Tiempos modernos, es decir, meros trabajadores que hacen retoques
en los partes de agencia.

Es necesario ver lo que son las redacciones actuales, tanto en los periódicos como
en las radios y las televisiones. La gente conoce a los periodistas famosos que
presentan los telediarios de la noche, pero detrás de ellos se esconden miles de
periodistas que, sin embargo, son los que alimentan la maquinaria. La calidad del
trabajo de los periodistas se encuentra en regresión, al igual que su estatus social.
Se está produciendo una taylorización del trabajo de los periodistas.

En nuestro tiempo, el periodista está en vías de desaparición. Pienso que es un


tema de actualidad y todos somos conscientes de que lo que se está produciendo
hoy en día, especialmente en el ámbito de las nuevas tecnologías, concierne
directamente a esta profesión.

Estamos asistiendo a una doble revolución, de índole tecnológica y económica.


Quizá estamos experimentando, en este momento, lo que podría denominarse una
segunda revolución capitalista. Esta revolución comporta muchas transformaciones
y modifica sustancialmente el mundo de la comunicación y, en particular, el ámbito
de la información, en la medida en que da lugar a una entronización del mercado y
a la mundialización de la economía. Todo esto se encuentra en el centro mismo del
tema que nos ocupa.

Ciertos elementos justifican la toma de conciencia de la transformación del


periodismo. ¿Provocará esta mutación la desaparición del periodismo? Es la
pregunta que, por supuesto, todos nos planteamos y a la que, me imagino, nadie
se atreve, de momento al menos, a contestar. Me parece que una de las
consecuencias de esta doble revolución es el siguiente fenómeno.

Las tres esferas

Hasta ahora podían distinguirse tres esferas, correspondientes a la cultura, la


información y la comunicación. Estas tres esferas eran autónomas y contaban con
su propio sistema de desarrollo. A partir de la revolución económica y tecnológica,
la esfera de la comunicación tiene tendencia a absorber la información y la cultura.

[Escriba texto]
El fenómeno al que asistimos hoy en día es precisamente la absorción de la
cultura por la comunicación, debido a que ya no hay sino cultura de masas.
Igualmente, ya sólo hay información de masas, y la comunicación se dirige a las
masas. Es un primer fenómeno de consecuencias muy importantes, porque la
lógica que se impone en los ámbitos de la información y de la cultura es la de la
comunicación.

De la misma manera, y por las razones que acabo de mencionar, la información


actual se caracteriza por tres aspectos. El primero es que la información, que
durante siglos ha sido muy escasa o incluso inexistente, es actualmente
superabundante.

La segunda característica es que la información, que había tenido un ritmo


relativamente parsimonioso y lento, es ahora extremadamente rápida. Se puede
decir que la velocidad es un factor íntimamente ligado a la información. Es algo
que forma parte de la propia historia de la información. Desde que, en la segunda
mitad del siglo XIX, la información experimentó un gran desarrollo, siempre ha
existido una relación entre velocidad e información. Ahora, se ha llegado a una
situación en que esta relación ha alcanzado un límite tal que plantea problemas,
pues la velocidad es la de la luz y la de la instantaneidad.

El tercer componente es que la información no tiene valor en sí misma por lo que


se refiere, por ejemplo, a la verdad o a su eficacia cívica. La información es, ante
todo, una mercancía y, en tanto que tal, está sometida a las leyes del mercado, de
la oferta y la demanda, y no a otras leyes como, por ejemplo, los criterios cívicos o
éticos.

Los fenómenos descritos hasta aquí comportan ciertas consecuencias de gran


importancia. Primero, la transformación de la definición de información. Ya no es la
misma que se enseñaba en las escuelas de periodismo o en las facultades de
ciencias de la información. En la actualidad, informar es esencialmente hacer
asistir a un acontecimiento, es decir, mostrarlo, situarse a un nivel en el que el
objetivo consiste en decir que la mejor manera de informarse equivale a informarse
directamente. Es ésta la relación que pone en cuestión al propio periodismo.

El periodista de ayer y el de hoy

Teóricamente, hasta ahora, se podía explicar el periodismo de la siguiente manera.


El periodismo tenía una organización triangular: el acontecimiento, el intermediario
y el ciudadano. El acontecimiento era transmitido por el intermediario, es decir, el
periodista que lo filtraba, lo analizaba, lo contextualizaba y lo hacía repercutir sobre
el ciudadano. Ésa era la relación que todos conocíamos. Ahora este triángulo se
ha transformado en un eje. Está el acontecimiento y, a continuación, el ciudadano.
A medio camino ya no existe un espejo, sino simplemente un cristal transparente. A
través de la cámara de televisión, la cámara fotográfica o el reportaje, todos los
medios de comunicación (prensa, radio, televisión) intentan poner directamente en
contacto al ciudadano con el acontecimiento.

Por tanto, se abre camino la idea de que este intermediario ya no es necesario,


que uno ya puede informarse solo. La idea de la autoinformación se va
imponiendo. Es una tendencia ciertamente peligrosa. Ya he tenido ocasión de

[Escriba texto]
desarrollarla, porque se basa esencialmente en la idea de que la mejor manera de
informarse es convertirse en testigo; es decir, este sistema transforma a cualquier
receptor en testigo. Es un sistema que integra y absorbe al propio testigo en el
suceso. Ya no existe distancia entre ambos. El ciudadano queda englobado en el
suceso. Forma parte del suceso, asiste a él. Ve a los soldados estadounidenses
desembarcando en Somalia, ve a las tropas del señor Kabila entrando en
Kinshasa. Está presente. El receptor ve directamente y, por tanto, participa en el
acontecimiento. Se autoinforma. Si hay algún error, él es el responsable. El
sistema culpabiliza al receptor, y éste ya no puede hablar de mentiras, puesto que
se ha informado por su cuenta.

De la misma manera, el nuevo sistema da por buena la siguiente ecuación: "ver es


comprender", lo cual puede parecer muy racional. Podemos decir que la
racionalidad moderna, derivada del Siglo de las Luces, se ha construido en contra
de esta ecuación. Ver no es comprender. Sólo se comprende con la razón. No se
comprende con los ojos o con los sentidos. Con los sentidos, uno se equivoca. Por
tanto, es la razón, el cerebro, el razonamiento, la inteligencia, lo que nos permite
comprender. El sistema actual conduce inevitablemente o bien a la irracionalidad o
bien al error.

El principio de la actualidad

Otra transformación es la que experimenta el principio mismo de actualidad. La


actualidad es un concepto fuerte en el contexto de la información. Ahora bien, la
actualidad es básicamente lo que dice el medio de comunicación dominante. Si
éste afirma que algo forma parte de la actualidad, los demás medios de
comunicación lo repetirán. Como el medio dominante actual es la televisión, será
ésta el vector principal de la información y ya no solamente de la distracción. Es
evidente que la televisión impondrá como actualidad todos aquellos
acontecimientos que sean propios de su ámbito, acontecimientos esencialmente
ricos en capital visual y en imágenes. Cualquier suceso de índole abstracto no
estará nunca de actualidad en un medio de comunicación que ante todo es visual,
porque entonces ya no se podría jugar con la ecuación "ver es comprender".

El sistema actual transforma asimismo el propio concepto de verdad, la exigencia


de veracidad, que es importante en el ámbito de la información. ¿Qué es cierto y
qué es falso? El sistema en el que evolucionamos funciona de la siguiente manera:
si todos los medios de comunicación afirman que algo es cierto, entonces ¡es
cierto! Si la prensa, la radio o la televisión dicen que algo es cierto, pues es cierto,
aunque sea falso. Evidentemente, los conceptos de verdad y mentira han variado.
El receptor no tiene más criterios de apreciación, pues sólo puede orientarse
comparando las informaciones de los diferentes medios de comunicación. Y si
todos dicen lo mismo, está obligado a admitir que es verdad.

Por último, ha cambiado otro aspecto, el de la especificidad de cada medio de


comunicación. Durante mucho tiempo, se podían contraponer entre sí prensa
escrita, radio y televisión. Es cada vez más difícil hacer que compitan entre sí,
porque los medios de comunicación hablan de sí mismos, repiten lo que dicen los
otros medios de comunicación, lo dicen todo y, a la vez, dicen lo contrario. Así,
pues, constituyen cada vez más una esfera de la información y un sistema único
en el que es difícil hacer distinciones. Se podría decir también que este conjunto se

[Escriba texto]
complica aún más a causa de la revolución tecnológica. Se trata básicamente de la
revolución numérica.

Los tres sistemas de signos

Hasta ahora, en el mundo de la comunicación disponíamos de tres sistemas de


signos: el texto escrito, el sonido de la radio y la imagen. Cada uno de ellos ha
dado lugar a un sistema tecnológico. El texto ha generado la edición, la imprenta,
el libro, el periódico, la linotipia, la tipografía, la máquina de escribir, etcétera. El
texto está, pues, en el origen de un verdadero sistema, al igual que el sonido, que
ha dado lugar a la radio, el magnetófono y el disco. Por su parte, la imagen ha
producido el cómic, el cine mudo, el cine sonoro, la televisión, el video, etcétera. La
revolución numérica está haciendo converger de nuevo los sistemas de signos
hacia un sistema único: texto, sonido e imagen pueden, a partir de ahora,
expresarse en forma de byte. Son los llamados multimedia. Todo ello significa que,
para vehicular un texto en sonido y en imágenes, ya no puede establecerse una
diferencia entre los sistemas tecnológicos. El mismo vehículo permite transportar
los tres géneros a la velocidad de la luz.

Se pueden enviar textos, sonidos e imágenes a la velocidad de la luz,


conjuntamente o por separado. Este sistema supone una transformación radical,
porque modifica nuestra profesión en la medida en que han dejado de existir las
diferencias entre el sistema textual, el sistema sonoro y el sistema visual. Sólo hay
un sistema que se expresa con los dígitos cero y uno y que circula por los mismos
canales. Hoy en día, independientemente del sistema, todo circula de la misma
manera y a la velocidad de la luz.

Estamos asistiendo en nuestra época, a una segunda revolución tecnológica. Si la


revolución industrial consistía, de alguna manera, en cambiar el músculo por la
máquina, es decir, en sustituir la fuerza física por la de la máquina, la revolución
tecnológica que vivimos en la actualidad hace pensar que la máquina desempeña
el papel del cerebro y que ésta realiza funciones cada vez más numerosas e
importantes del cerebro. La revolución tecnológica que estamos afrontando es la
de la "cerebralización" de las máquinas. Éstas disponen ahora de cerebro; lo que
no quiere decir forzosamente que dispongan de inteligencia.

Pasemos a otro aspecto muy importante: en la actualidad, la revolución numérica


permite conectar a la red todas estas máquinas "cerebralizadas". En cuanto una
máquina tiene cerebro, puedo conectarla o hiperconectarla. Puedo conseguir que
todas las máquinas informatizadas, todas las máquinas electrónicas, estén
conectadas entre sí de alguna manera. Es por eso que se habla de vehículo
inteligente, de vehículo asociado al teléfono, a la radio, etcétera. Todo está
conectado. Todas las máquinas del mundo pueden estar conectadas. El sistema
de comunicaciones crea una red, un tejido que envuelve el conjunto del planeta,
permitiendo el intercambio intensivo de información.

Más información no significa más libertad

Tal como hemos indicado, vivimos en un sistema de producción superabundante


de informaciones. ¿Qué significa esto en la práctica? Se trata de una pregunta
muy importante. Durante mucho tiempo, la información era muy escasa o incluso
inexistente y el control de la información permitía dos cosas.

[Escriba texto]
En primer lugar, una información escasa era una información cara, que podía
venderse y dar lugar a una verdadera fortuna. Por otro lado, una información
escasa proporcionaba poder a quienes la poseían. En un sistema en el que la
información es superabundante, resulta evidente que estas dos consideraciones
sobre los beneficios de la información no actúan de la misma manera.

Nos encontramos, pues, ante un problema considerable. ¿Qué relación se


establece entre libertad e información, cuando ésta es superabundante?
Intentaremos expresarlo gráficamente mediante una curva. Puedo afirmar, pues se
trata de una idea del racionalismo del siglo XVIII, que si dispongo de información
cero, entonces mi nivel de libertad es también cero, y mi nivel de libertad sólo
aumenta a medida que crece mi información. Si tengo más información, tengo más
libertad. Cada vez que se añade información, se gana en libertad. En nuestras
sociedades democráticas, se tiene la idea de que necesitamos más información
para poder tener más libertad y más democracia. ¿No habremos alcanzado ya un
grado de información suficiente? ¿No estaremos estancados? Es decir, no por
añadir información, aumenta la libertad.

Es algo que se puede constatar desde 1989, año de la caída del Muro de Berlín.
Hemos roto las últimas barreras que se oponían intelectualmente al avance de la
libertad a escala internacional. Ahora la libertad ha progresado. Disponemos de
todas las informaciones, estamos en la era de Internet, e Internet nos permite
acceder a todo tipo de informaciones. Estamos en una fase de superabundancia.
¿Aumenta por eso mi libertad? En realidad, se observa que no aumenta más, pues
nos encontramos en una época en la que aumenta la confusión.
La cuestión que se plantea es: si continúo añadiendo información, ¿acabará
disminuyendo mi libertad? La información llevada al máximo, ¿no acabará
provocando un nivel mínimo de libertad, como en otros tiempos? Se trata, por
supuesto, de una pregunta, pero creo que se debe plantear ahora, porque el
sistema hoy en vigor nos muestra constantemente que todo incremento de
información supone una amputación de la libertad. La forma moderna de la
censura consiste en añadir y acumular información. La forma moderna y
democrática que adopta la censura no se basa en la supresión de información,
sino en el exceso de ésta. Por consiguiente, estamos ante un planteamiento de la
máxima importancia. Es una situación nueva, pues desde hace 200 años, desde el
siglo XVIII, hemos asociado una mayor información a una mayor libertad. Si ahora
hay que empezar a decir que más información implica menos libertad, habrá que
desarrollar unos mecanismos intelectuales muy distintos.

Al plantearnos estas cuestiones, tenemos el convencimiento de que una


información de tipo cuantitativo no resuelve los problemas que pretendemos
resolver. La información ha de tener algún elemento cualitativo, aunque no
sepamos demasiado bien cuál. Pero sabemos que presenta dos aspectos:
credibilidad y fiabilidad. En otras palabras, por muy abundante que sea la
información, la que más me interesa es la que es creíble y fiable y, por tanto, la
que tiene un mínimo de garantías relacionadas con la ética, la honestidad, la
deontología o la moral de la información.

La información en directo

[Escriba texto]
Ante la superabundancia de informaciones, se puede acceder a fuentes de
información en directo. Sin embargo, sigue vigente una pregunta, incluso en este
contexto, ¿cuáles son las informaciones que se nos esconden, cuáles son las
informaciones de las que no se quiere que nos enteremos? Esta pregunta es
crucial. Actualmente, algunos asuntos nos recuerdan su importancia. Y quisiera
acabar con esta consideración: ante todas las transformaciones a las que
finalmente nos enfrentamos, debemos preguntarnos cuáles son los problemas
para los que el periodismo es la solución en el contexto actual. Si sabemos
responder a esta pregunta, el periodismo nunca será abolido.

Por otra parte, también se plantea la cuestión de la relación entre información y


verdad. Considero que la verdad, aunque no siempre sea fácil determinarla, es un
criterio que debería tener una cierta pertinencia en lo referente a la información. Se
debería considerar que tiene algo que ver con la información. Ahora bien, hoy en
día al sistema no le sirve de nada la verdad. Considera que la verdad y la mentira
no son criterios pertinentes en temas de información. Actúa de forma totalmente
indiferente ante la verdad o la mentira.

En primer lugar, porque no pretende mentir y, por tanto no tiene mala conciencia.
Pero existen criterios mucho más interesantes. ¿Qué aspectos dan valor a una
información? Podríamos plantearnos esta pregunta. Es fácil comprobar que cuanto
más cerca de la verdad está una información, más cara es, y cuanto más alejada
está, más barata resulta. Todo el mundo sabe que esto no tiene nada que ver con
el asunto. Lo que da valor a una información es el número de personas
potencialmente interesadas en ella, pero ese número no tiene nada que ver con la
verdad. Puedo decir una gran mentira que interese a mucha gente y venderla muy
cara.

En 1997, se juzgó en Alemania a un colega periodista, Michael Born, que fue


condenado por haber vendido unos cuantos reportajes de actualidad a cadenas de
televisión, que los habían ido comprando durante mucho tiempo. Todo estaba
trucado: actores, decorados, lugares que no tenían nada que ver con la realidad.
Todo era falso. Y vendía a buen precio esos reportajes, porque eran exactamente
lo que las cadenas querían tener (ha explicado sus hazañas en un libro que acaba
de aparecer en Alemania, titulado Quien falsifica una vez..., ediciones KiWi, 1998).
Fue un juez, un inspector fiscal, el único en descubrir que un reportaje muy
espectacular sobre los vendedores de droga en un barrio de una ciudad alemana
había sido totalmente falsificado.

En segundo lugar, ¿qué confiere valor a una información? A pesar de ser algo
relativamente tradicional, hoy se ha llegado al límite: el valor de una información
depende de la rapidez con la que se difunde. Si alguien dispone de una
información y la difunde al cabo de un mes, ha perdido gran parte de su valor. Pero
la pregunta es: ¿cuál es la rapidez adecuada? Actualmente, es la instantaneidad, y
es evidente que la instantaneidad comporta muchos riesgos.

Un periodista, ¿qué es?

[Escriba texto]
¿Qué es un periodista? Si analizamos la palabra, un periodista (journaliste) es un
"analista del día". Sólo dispone de un día para analizar lo que ha pasado. Se
puede decir que un periodista es rápido, si consigue analizar, en un día, lo que
pasa. Pero actualmente todo se produce en directo y en tiempo real; es enseguida,
tanto en la televisión como en la radio. La instantaneidad se ha convertido en el
ritmo normal de la información. Un periodista ya no debería llamarse periodista hoy
en día. Debería llamarse ‘instantaneísta’. Pero todavía no sabemos analizar al
instante. Por tanto, no hay análisis, pues no hay distancia. Al final, el periodista
tiene cada vez mayor tendencia a convertirse en un simple vehículo. Es el canal
que enlaza el suceso y su difusión. No tiene tiempo de filtrar, ni de comparar,
porque si pierde mucho tiempo haciéndolo sus colegas le ganarían la partida. Y,
por supuesto, alguien se lo reprocharía.

Estamos en un sistema que poco a poco considera que hay valores importantes
(instantaneidad, masificación) y valores menos importantes, es decir menos
rentables (los criterios de la verdad). La información se ha convertido ante todo en
una mercancía. Ya no tiene una función cívica. Nosotros, aquí, todavía nos lo
creemos, pero ¿acaso no seremos un recuerdo? ¿Somos reales? ¿Virtuales?

La información tiene un valor mercantil y el sistema se organiza para comprar y


vender informaciones que tengan un valor mercantil, sin ninguna referencia ya a la
generosidad cívica. Esto no quiere decir que en este sistema no afloren algunas
verdades o que no haya periodistas que hagan su trabajo. En algunas ocasiones,
la información sigue siendo un instrumento útil para despertar el sentido cívico.

Como nos encontramos en un movimiento que se puede llamar de


homogeneización cultural a escala planetaria, a pesar de las resistencias (que, por
otra parte, deseamos ver reforzadas), este fenómeno tiene tendencia a imponer
sus modelos en todo el mundo. ¿Cuál es el modelo actual en el ámbito de la
información? Es la CNN. Cada vez gana más terreno la información basada en
imágenes y sonidos, difundida permanentemente por una cadena que tiene
capacidad planetaria. Muy probablemente, este modelo irá impregnando poco a
poco todos los demás.

El telediario que vemos en Francia a las ocho de la tarde es, en este momento, un
tipo de modelo universal. Con todas las diferencias culturales que se quiera, la
estructura de la narración, la retórica, es la misma en todas partes. Ya sea en el
interior de Bolivia, el sur de África o en el corazón de India, allá donde haya un
telediario, estará hecho de la misma manera. ¿Pero es la única manera de hacer
un telediario? No, sólo es un modelo.

Este modelo fue inventado por la CBS en los años 60 y el primer presentador fue
un señor llamado Walter Cronkite. Se ideó esta fórmula, con un presentador único
que está desde el principio hasta el final; no se hacía antes así. En los telediarios
del tipo arcaico tradicional, se sucedían varios presentadores, como en los
periódicos, donde cada uno hablaba del tema que conocía. Por otra parte, también
se decidió dar informaciones muy cortas, para no aburrir al público, y así funciona
de un extremo a otro del planeta.

Francia adoptó este modelo hacia mediados de los años 70 (el primero fue Joseph
Pasteur), pero se trata de un modelo importado. En este sentido, no somos muy
distintos de cualquier país exótico. Hemos adoptado un modelo estadounidense.

[Escriba texto]
¿Qué ocurre en la actualidad? Aparecen cadenas de información continua; LCI es
una de ellas, los británicos han creado Skynews, y se crearán otras. ¿Qué son?
Son imitaciones de la CNN. Mañana, estarán en el mundo árabe, en África negra,
en Sudamérica ya las tienen, etcétera.

Todo el mundo se expresa igual

Independientemente del contenido, que siempre será diferente y variará en función


de cada realidad, la estructura narrativa, el modelo retórico, es universal. Todo va
muy deprisa. En 15 años, este modelo universal se ha extendido por todo el
planeta, y todo el mundo ya se expresa de la misma manera.

Los ejemplos considerados aquí Pekín, Berlín, Rumania no los he escogido porque
estén alejados en el tiempo (1989), que lo están, evidentemente, sino sobre todo
porque son exponentes de lo que se llama "fracturas inaugurales". Todo empezó
con ellos. Cito estos ejemplos porque estos acontecimientos fueron los primeros
en permitir definir el funcionamiento posterior. No lo hemos comprendido sino más
tarde.

Se podrían añadir otros casos; no escasean los ejemplos, pero el análisis sería el
mismo. Tomo ejemplos alejados en el tiempo y en el espacio, porque creo que
permiten ver con más claridad los mecanismos que hacen que esto se produzca.
Si se eligen ejemplos muy cercanos, la anécdota puede ocultarnos el mecanismo,
de la misma manera que, en su época, los acontecimientos de Pekín o Rumania
no nos permitieron ver lo que ocurría desde el punto de vista mediático, finalmente
el aspecto más interesante de lo que estaba ocurriendo. Porque lo que sucedía en
el mundo de los medios de comunicación era más interesante, a la vista de las
consecuencias posteriores que tuvo. Si no, todos los días se pueden encontrar
ejemplos mediáticos de disfunciones, en el sentido amplio de la palabra, ya sea en
la radio, en la televisión o en la prensa.

En cuanto al poder, cabe decir que se ha convertido en una noción confusa. Ya no


se sabe demasiado bien dónde está. Los que creen tenerlo se dan cuenta de que
no lo tienen. Me parece que, jugando un poco con las palabras, lo que antes se
llamaba el cuarto poder ahora es más bien el segundo. Pero sus funciones han
cambiado: el cuarto poder era la censura de los otros tres, mientras que aquí, el
segundo se plantea en términos de influencia global y general sobre el
funcionamiento de las sociedades.

En la actualidad, se considera que el poder se ha desplazado esencialmente hacia


la esfera de la economía y, dentro de ella, hacia el ámbito financiero. Los
mercados financieros son los que, en definitiva, dictan y determinan el
comportamiento de los responsables políticos. Sin embargo, globalmente subsiste
un malentendido: los ciudadanos se movilizan porque piensan que su capacidad
de intervención en el marco de la democracia consiste en votar, pero en cuanto
han votado y escogido a alguien, éste descubre a su vez que, de hecho, no puede
hacer gran cosa.

Veamos el caso del presidente Jacques Chirac que fue elegido en mayo de 1995
con un determinado programa y que, apenas cinco meses más tarde, en octubre
de ese mismo año, nos vino a decir en esencia: "Yo no tenía razón, era Balladur

[Escriba texto]
quien la tenía, y de ahora en adelante aplicaré el programa de Balladur".
Recientemente, en una conversación con los periodistas, ha dicho que no podía
hacer gran cosa "debido al inmovilismo de la sociedad y a los imperativos
europeos".

De hecho, esto equivale a decir que el jefe de un Ejecutivo fuerte, uno de los más
fuertes del mundo como sistema político, se revela impotente ante los
compromisos que ha adoptado, que son considerados algo así como movimientos
tectónicos. Éste es el problema del poder, en el que los medios de comunicación
desempeñan un papel secundario.

Los riesgos para la democracia

La pregunta que debemos plantearnos es precisamente si, en este contexto, no


existe un riesgo para la democracia. Evidentemente, cualquier demócrata ha de
sentirse inquieto. Si Chirac tiene razón, cabe preguntarse de qué sirve elegir a un
jefe de Estado, si poco después éste se ve obligado a admitir que no puede
avanzar.

El asunto se plantea entonces en los siguientes términos: ¿por qué los políticos, en
algún momento, tomaron la decisión de permitir que los mercados financieros
quedasen fuera del alcance de sus acciones? ¿Quién les autorizó a hacerlo? Son
éstas unas decisiones que ya se han tomado. Se decidió privatizar el Banco de
Francia y no hubo ningún referéndum. Se decidió que la moneda ya no dependería
de la soberanía popular, y no obstante la moneda es un instrumento de soberanía.

¿Qué es la soberanía en la actualidad? No son las fronteras, ni la política exterior


ni la seguridad. ¿Dónde está la soberanía? Se diluye; el poder se diluye y
sabemos que se produce una especie de proyección de estas responsabilidades
hacia el exterior y que, en estas circunstancias, la propia estructura del poder, a
escala planetaria, ha quedado trastocada.

Es más, vivimos en un mundo que ha dejado de estar dividido en bloques, en el


que las organizaciones internacionales ya no desempeñan el papel que tenían y en
el que EU ejerce una hegemonía geopolítica de facto. Se trata, por tanto, de un
mundo en el que los mercados financieros exigen la aplicación de una determinada
política, fijada por la OCDE y el FMI, y en el que todos los gobiernos, sean del
color que sean, socialista en Italia, de derecha en España (durante las elecciones
del pasado 14 de marzo, el PSOE recuperó la presidencia de ese país, N. de la
R.), llevan a cabo exactamente la misma política, que tiene las mismas
repercusiones para la sociedad. Es un ejemplo claro de que la política actual va a
remolque de la economía y que ésta no es la economía real sino la economía
financiera, la economía especulativa. Lo cierto es que ésas son las características
de nuestro planeta.

¿Qué función tienen los medios de comunicación en este contexto? Mi análisis es


el siguiente. Vivimos una nueva situación de crisis, no de crisis en el sentido
económico y social del término, sino una crisis de civilización, una crisis que podría
llamarse de visión del momento en que vivimos. La dificultad a la que nos
enfrentamos actualmente es que se está produciendo toda una serie de
fenómenos a escala planetaria que han transformado la arquitectura intelectual y
cultural en la que nos desenvolvemos, pero somos incapaces de describir el

[Escriba texto]
edificio en el interior del cual nos encontramos. Es una crisis de inteligibilidad.
Hemos de hacer frente a una crisis de inteligibilidad. Sabemos que las cosas han
cambiado, disponemos de instrumentos intelectuales, pero estos instrumentos
intelectuales y conceptuales no nos permiten comprender la nueva situación.
Servían para desmenuzar, analizar y pormenorizar la situación anterior, pero ya no
nos sirven para comprender la nueva realidad.

Esta crisis de inteligibilidad, sobre la que hemos de ser conscientes de que existe y
que la padecemos (y es por eso que nos plantea tantos problemas), se basa, a mi
parecer, en el hecho de que han cambiado ciertos paradigmas. Como en las
grandes revoluciones científicas.

El progreso y la máquina

Un paradigma, como todo el mundo sabe, es un modelo general de pensamiento.


Tengo la impresión de que han cambiado dos paradigmas importantes sobre los
que se asentaba el edificio en el que vivíamos hace tan sólo unas decenas de
años.

El primero es el progreso, la idea de progreso, esta idea forjada a finales del siglo
XVIII y que, en definitiva, impregna todas las actividades de una sociedad. El
progreso es algo que permite que desaparezcan las desigualdades, que las
sociedades sean más justas, consiste en creer que la modernidad implica, por
definición, que se arreglen unos cuantos problemas. Pero la idea de progreso está
siendo atacada, o ha entrado en crisis. El progreso es Chernóbil o las vacas locas;
un Estado progresista es la Rusia estalinista del gulag; se nos dice que el progreso
es el Estado providencial que conduce a la parálisis social, etcétera.

Por tanto, el progreso es un paradigma general que hoy ha entrado claramente en


crisis. Pero, ¿por qué será sustituido? ¿Cuál es el paradigma que ocupará el lugar
del progreso? Mi tesis es que será sustituido precisamente por la comunicación. El
progreso prometía la felicidad a nuestras sociedades, es decir, un valor añadido en
la civilización. Hoy en día, a la pregunta sobre cómo estar mejor, cuando ya se
está bien, se responde: comunicación. ¡Comuníquese y se encontrará mejor!
Independientemente de la actividad que se trate, la respuesta masiva que se nos
ofrece actualmente siempre es: hay que comunicarse. Si se plantean problemas en
el seno de una familia, la razón es que los padres no hablan lo suficiente con sus
hijos. Si existen conflictos en el aula, es porque los profesores no charlan lo
suficiente con los alumnos. Si en una fábrica o en una oficina las cosas no van
bien, es porque no se discute bastante. Lo mismo pasó con Chirac. La gente decía
cosas tales como "no consigue establecer una buena comunicación", "todavía no
se ha dirigido a los franceses", "hace tres meses que no se le ha visto", etcétera.

Las aportaciones tecnológicas se relacionan básicamente con la comunicación. En


la actualidad la comunicación se considera como una especie de lubricante que
hace posible que todos los elementos de una comunidad funcionen sin fricción.
¡Cuanto más se comunique uno, más feliz será! La situación no importa. ¿Está
usted desempleado? ¡Comuníquese y todo irá mucho mejor!

Considero que se ha producido un cambio muy importante en cuanto a la


comprensión de la sociedad en la que nos encontramos. El segundo paradigma
importante sobre el que reposaba el edificio anterior era la idea de que existía una

[Escriba texto]
especie de funcionamiento ideal de una comunidad: la máquina, el reloj. En el siglo
XVIII se consideraba que el reloj era la máquina perfecta, porque hacía coincidir la
medida del tiempo con la del espacio. El espacio nos proporcionaba el tiempo. La
medida del espacio nos permitía medir el tiempo. Es una ecuación casi perfecta,
casi divina.

A partir de esa idea, se consideró que el modelo mecánico, el modelo de esta


máquina se podía aplicar en cualquier circunstancia. Es lo que se llama
funcionalismo. Se construyeron sociedades sobre el modelo de una máquina. Una
máquina es un conjunto de elementos que se complementan, en el que no sobra
ninguno. Si existe algún elemento de más, la máquina no funciona. La máquina
integra todos los elementos que la componen, ¡y funciona! Son los funcionarios
quienes hacen que funcione el Estado. Ése es el modelo.

En estos momentos, ése modelo ha dejado de servir, ha caducado. En nuestra


sociedad, se acepta de nuevo que existen marginados, personas que ya no forman
parte de la comunidad, piezas que le sobran a la máquina.

¿Qué modelo sustituye entonces al de la máquina? ¿Cuál es el principio de


funcionamiento que permite, a pesar de todo, que pueda desarrollarse una
energía? Pues, evidentemente, es el mercado. Es el principio que hoy por hoy
hace funcionar las cosas, y no lo es ya el principio de la máquina.

El peso del mercado

Sin embargo, el mercado sólo integra aquellos elementos que son solventes. Todo
aquello que no es solvente no está en el mercado. No es como la máquina: con la
máquina todas las piezas funcionaban. Y, por supuesto, el mercado es la solución
a todo y pretende integrarlo todo. No es un invento reciente. El mercado moderno,
tal como explicaba Fernand Braudel, se inventó hacia el Renacimiento. ¿Qué
sucede en la actualidad? Pues que el mercado, tal como funcionaba antaño, se
limitaba de hecho a sectores muy concretos, como el comercio, mientras que en
nuestra época el mercado abarca todos los sectores, todas las áreas de actividad.

Pensemos en áreas de actividad que durante mucho tiempo han estado al margen
del mercado, como la cultura, la religión, el deporte, el amor o la muerte. Pues, hoy
en día todos estos elementos han sido integrados en el mercado. El mercado tiene
también derecho a regular, a regir todos estos elementos.

Queda claro, pues, que los dos paradigmas que han permitido la construcción del
Estado moderno, el progreso y el reloj, han desaparecido y han sido sustituidos por
la comunicación y el mercado, dos elementos sobre los que, evidentemente, se
asienta un edificio totalmente diferente.

¿Qué ha pasado entonces en la esfera de lo político? ¿En qué se ha transformado


el poder? En este momento está levitando, pues no puede garantizar ni el progreso
ni la cohesión social. Tiene que hacer frente a la eclosión de dos paradigmas
nuevos que, evidentemente, lo hacen mejor que él. Por consiguiente, los
responsables políticos, o el poder político, se encuentran en una situación delicada
ante este nuevo edificio.

[Escriba texto]
Esta cuestión permite plantear el problema de la política. ¿En qué se ha
transformado la política en esta nueva situación? Es una cuestión de filosofía
política, pero es patente la situación de incomodidad que se aprecia en algunos
políticos y en los ciudadanos.

La cuestión de la ética se sitúa ahora en el centro de preocupación de los


periodistas. En nombre de la industrialización de la información, el ámbito de
actividad de éstos se ha reducido considerablemente y es evidente que se
enfrentan, en la mayoría de casos (por supuesto, siempre hay excepciones), a un
sistema tanto de jerarquía como de propiedad, que reclama una rentabilidad
inmediata. Por consiguiente, los periodistas se preocupan por lo que se les va a
pedir, y más si lo que se les pide entra en contradicción con lo que piensan
realmente.

La información y las relaciones públicas

Se trata de problemas muy conocidos: la influencia de la publicidad o de los


anunciantes, la de los accionistas que poseen una parte de la propiedad de un
diario, etcétera. Todo esto acaba pesando mucho, hasta el punto de que, a pesar
de los muchos casos de resistencia llevados a cabo por periodistas que intentan,
contra viento y marea, defender su propia idea de la ética, también se producen
muchos casos de abandono.

Además, cada vez es más frecuente refugiarse en la comunicación en el sentido


de "relaciones públicas". Una de las grandes enfermedades de la información
actual es la confusión que existe entre el universo de la comunicación y las
relaciones públicas y el de la información. Una pregunta pertinente es: ¿en qué se
ha convertido la especificidad del periodista en este nuevo contexto de la
comunicación? Esta pregunta es pertinente porque vivimos en una sociedad en la
que todo el mundo quiere comunicar algo y, en concreto, todas las instituciones
producen información. La comunicación, en este sentido, es un discurso adulador
emitido por una institución que espera que ese discurso le reporte algún beneficio.

Esta comunicación acaba por asfixiar al periodista. Todas las instituciones


políticas, los partidos, los sindicatos, las alcaldías, etcétera, producen
comunicación, tienen sus propios periódicos, sus boletines, etcétera. Las
instituciones culturales, económicas o industriales producen información. Muy a
menudo, entregan esta información a los periodistas y les piden que se limiten a
reproducirla. Evidentemente, la petición no se presenta como una orden, pero la
forma puede ser muy seductora.

Todo el mundo sabe que cuando las marcas de automóviles hacen pruebas, éstas
siempre tienen lugar en paraísos como las Bahamas, porque así se puede invitar a
los periodistas durante una semana en un hotel magnífico. Por supuesto, los
periodistas harán su trabajo, pero en un contexto que favorece la comunicación en
un determinado sentido. Por consiguiente, muchos periodistas acabarán
limitándose a ser el canal que transfiere la comunicación emitida por tal o cual
industria, tal o cual institución política, económica, cultural o social. Es una manera
de llegar a un pacto con su conciencia y su ética.

Es cierto que las nuevas tecnologías favorecen considerablemente la desaparición


de la especificidad del periodista. A medida que se desarrollan las tecnologías de

[Escriba texto]
la comunicación, aumenta el número de grupos que producen comunicación. Por
decirlo de forma un tanto esquemática, sin la fotocopiadora no se hubiese
producido el Mayo del 68. El fascismo no hubiese sido lo que fue sin los altavoces
y los micrófonos, porque nadie se puede dirigir con la única ayuda de la voz a mil
personas al mismo tiempo. Las tecnologías de la comunicación han producido la
explosión de las radios libres o el fax. Actualmente, gracias a Internet, cada uno de
nosotros puede no sólo convertirse en periodista, sino ponerse a la cabeza de un
medio de comunicación.

Conciencia y responsabilidad

¿Qué subsiste, pues, como elemento específico de los periodistas? Ésta es una de
las cuestiones que más les duele a los medios de comunicación, especialmente a
la prensa escrita. Los medios de comunicación que más se desarrollan son los
medios relacionados con las tecnologías del sonido y la imagen. Incluso cuando la
información es escrita, lo está sobre una pantalla.

Los periodistas no forman un cuerpo homogéneo. Existen opiniones enfrentadas y


mucho debate. Es una profesión que hoy exige un enorme trabajo. Además, los
periodistas son ciudadanos, y grandes consumidores de medios de comunicación,
más que las demás personas. Son muy conscientes de que existen todos estos
problemas y discuten de ellos continuamente.

Hay una toma de conciencia colectiva, pero ¿existe una responsabilidad? ¿Esta
responsabilidad sería únicamente de los periodistas? Los ciudadanos también
tienen su responsabilidad en este asunto, porque informarse es una actividad, no
es algo pasivo. Los ciudadanos no son simples receptores de medios de
comunicación. Es evidente que el emisor tiene una gran responsabilidad, pero
informarse también quiere decir saber cambiar de fuente, resistirse a ella si es
demasiado fácil, etcétera. Para mucha gente ya no es difícil darse cuenta de que el
telediario no basta para estar informado. El telediario no está hecho para informar,
sino para distraer. Está estructurado como una película, es una película al estilo de
Hollywood. Empieza de una cierta manera y acaba con un final feliz. No se puede
poner el final al principio, mientras que en un periódico se puede empezar por el
final. Al finalizar el telediario, casi todo el mundo se ha olvidado de lo que ha
pasado al principio. Y siempre acaba con risas y piruetas.

No se puede achacar todos los males a la televisión. No es una cuestión de moral


o de mala fe, es cuestión de saber cómo funciona. No se puede decir: la televisión
me informa mal, ella es la culpable. Ciertamente es culpable, pero no tiene toda la
culpa, porque nadie puede afirmar que, al llegar a casa, con sólo tumbarse en el
sofá con un vaso de naranjada en la mano, vaya a entender todo lo que pasa en el
mundo. Lo que pasa en el mundo es muy complicado. Es un poco como si alguien
pretendiese aprender japonés en un fin de semana y sin esfuerzo: se estaría
mintiendo. La persona que se dice a sí misma: voy a informarme mirando un
telediario, se está mintiendo a sí misma, porque no se da cuenta que está
haciendo una apuesta con su propia pereza.

Informarse o saber qué pasa

[Escriba texto]
Todo el esfuerzo no puede recaer sobre un medio de comunicación concreto,
sobre todo cuando la información es superabundante, como en nuestro tiempo. El
ciudadano tiene dos posibilidades: o bien se quiere informar o bien sólo quiere
saber vagamente lo que pasa. En el primer caso, siempre se puede hacer a base
de recortar y pegar las informaciones. No sólo existen los periódicos, también hay
revistas y libros. Sin embargo, hay que tener la voluntad de hacerlo. Eso significa
trabajo.

Por otro lado, no todo lo que hace la televisión, desde el punto de vista de la
información, es una basura, ni mucho menos. Dicho más claro, por muy exigente
que sea el telespectador con los telediarios, un género por lo demás bastante
superficial, lo que no puede exigirles es lo que no pueden dar. En 30 minutos
tienen que tratar una veintena de informaciones.

En cambio, a mi entender, la televisión puede hacer bien su trabajo cuando se trata


de reportajes y emisiones especiales. El reportaje de la BBC sobre Bosnia sería un
maravilloso ejemplo de un tipo de periodismo que puede hacer la televisión. Otro
ejemplo es un documental en dos capítulos sobre la guerra de las Malvinas, que
fue una guerra importantísima en la historia de los medios de comunicación, pues
sirvió de modelo para la del Golfo, desde el punto de vista negativo. Sin embargo,
eso supone tener la voluntad de seguir un mismo tema durante varias horas, lo
cual no hace sino reforzar lo que se dijo más arriba: también es necesaria la
voluntad de hacer un esfuerzo por parte del telespectador. En cuanto a su
funcionamiento, el medio de comunicación dispone de todas las posibilidades.

Informar no es sólo interesarse por ciertos ámbitos considerados importantes,


como la economía, la política, la cultura o la ecología, sino también por la propia
información y la comunicación. Es necesario que los medios de comunicación
analicen su propio funcionamiento. Los medios ya no pueden presentarse
simplemente como un ojo que mira, y que no puede verse. Es cierto que el ojo ve y
no puede verse, pero esta metáfora no puede aplicarse a los medios de
comunicación, porque han dejado de tener esa característica propia del periscopio
o de cualquier instrumento óptico privilegiado. Todo el mundo los ve y todo el
mundo sabe de alguna manera que no son perfectos. La gente espera de los
medios que hagan una autocrítica, que se analicen a sí mismos. De la misma
manera que los medios pueden ser exigentes con tal o cual profesión o sector,
¿por qué no lo son con ellos mismos?

Estoy convencido de que los medios de comunicación deberían proceder a análisis


más serios sobre su propio funcionamiento, aunque sólo fuera para que todo el
mundo supiera cómo trabajan y que no son reacios a la inspección, la
introspección y la crítica. No han de tener una posición privilegiada. No están sólo
para juzgar a los demás, sin poder ser juzgados a su vez. Es importante que,
cuando se cometen errores, se reconozcan. Sólo así se hace pedagogía. Esta idea
avanzará, aunque sea lentamente, porque es muy cómodo juzgar sin ser juzgado.

Ignacio Ramonet es director de Le Monde Diplomatique.

Traducción del francés: Mirnaya Chabás.

http://www.revistalafactoria.eu/articulo.php?id=115

[Escriba texto]
Hola, pareces un idiota viendo tu
teléfono todo el día
Escribe: Ruy Xoconostle

Claramente esta señora se encuentra en la cena más emocionante de su vida.

[Escriba texto]
El otro día vi a una persona trabajar en un documento sin ver su
teléfono cada treinta segundos, ni scrollear ociosamente por
Facebook.

Esta persona estaba concentrada, enfocada en su trabajo. Yo creo que


estuvo así como 40 minutos, y me pareció sorprendente. Hace unos
años habría dicho «okey, es solo otra persona concentrada en su
trabajo», pero hoy día me parece… wow. Quizá porque trabajo con
mucha gente cuya atención está completamente fracturada por el
internet y las notificaciones de su teléfono. Asisto a juntas laborales
donde las personas están con los ojos metidos en unalaptop o en
un smartphone, están en docenas de cosas menos en la junta. Puedes
hablarles a los ojos y no te están escuchando. Puedes poner
un slide de Donald Trump desnudo en el monitor y no lo verán. El
otro día asistí a una conferencia de un googler y dio la espeluznante
cifra de que los seres humanos desbloqueamos nuestros teléfonos
para mirar qué hay ahí unas 150 veces al día. Yo conozco gente que
seguro lo mira mucho más que eso. Hace diez años nos quejábamos
de la cantidad de correos electrónicos que recibíamos, de
losCrackberrys. Hoy, las notificaciones móviles hacen parecer a
un Crackberry de los años 2000 como un juego de niños. No nos
importa que los científicos nos digan que el multitasking destruye las
reservas de energía de tu cerebro. No nos importa que juegos
como Pokémon Go sean riesgosos para sus usuarios(por ir viendo tu
pantalla puedes caer en una coladera, por un puente o entrar a un
barrio peligroso sin darte cuenta). No tengo nada en contra de que la
gente invierta tiempo viendo algo en su teléfono, respondiendo a
algo, atendiendo algo. Yo lo hago, ustedes lo hacen. Solo pienso que
la atención es un tesoro: nos permite estar aquí y ahora, y eso es
invaluable. Quizá por ello me parece muy triste la imagen de un ser
humano embrutecido por el teléfono, sin poner atención a nada de lo
que tiene alrededor. O dos seres humanos, como me tocó ver el otro
día, que acuerdan ir a comer juntos a un restaurante y pasan, no sé,
treinta minutos sin hablar, cada uno viendo solo a su pantalla, en
silencio (quizá esos dos necesitan terapia de pareja). Diablos, leí
que 87% de los estadounidenses miran televisión con un segundo
dispositivo encendido: es decir, además de la tele, con un
móvil, tablet o laptopprendida. OMG.

Y solían decir que la televisión era «la caja idiota».

[Escriba texto]

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