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I

de 1789-1848 todos los pensadores importantes hablan el idioma secular, sin importar cuales son
sus creencias religiosas particulares

tema principal de la doble revolución: la naturaleza de la sociedad y el camino por el que iba o
debía ir.

2 opiniones sobre este problema: la de quienes aceptan el rumbo que el mundo seguía y la de
quienes no lo aceptan( en otras palabras los que creían en el progreso y los otros)

Pero Solo había una cosmovisión de gran importancia, pues algunas opiniones eran solo criticas
negativas de la cosmovisión triunfante que era la racionalista, humanista (ilustración) del siglo xviii

Esta creía que la historia humana era un avance mas que un retroceso, pues se podía observar que
el conocimiento científico del hombre aumentaban de día en día.

La sociedad humana y el individuo podían perfeccionarse por la aplicación de la razón.

IDEOLOGIA PROGRESIVA

En política, la ideología liberal no era ni tan coherente ni tan consistente. Teóricamente estaba
dividida entre el utilitarismo y las adaptaciones de las viejas doctrinas de la ley natural y el
derecho natural, con predominio de estas últimas. En su programa práctico la división estaba
entre la creencia en un gobierno popular, por ejemplo el basado en el régimen de mayorías —
que tenía la lógica a su lado y reflejaba el hecho de que realmente hacer revoluciones y
presionar políticamente para conseguir reformas eficaces no era cosa de la clase media sino una
movilización de las masas — y la creencia, más generalizada, en el gobierno de una minoría
selecta: es decir, entre «radicalismo» y «whiggismo»( Los Whigs eran posiciones políticas que se
basan en la supremacía del Parlamento (en comparación con la del rey), la tolerancia de los
protestantes disidentes y la oposición a un "papa" )

Clásico Liberalismo burgués:

Hasta 1789, la más potente y avanzada fórmula de esta ideología progresiva.

Su sistema había sido elaborado con mucha firmeza en los siglos xvii y xviii

Era una filosofía estrecha, lucida y afilada que encontró sus mas puros exponentes en Inglaterra y
Francia. Sus supuestos generales sobre el mundo y el hombre estaban marcados por un
penetrante individualismo

para el liberalismo clásico, el mundo humano estaba formado por átomos individuales con ciertas
pasiones y necesidades, cada uno de los cuales buscaba por encima de todo las máximas
satisfacciones y las mínimas contrariedades, igual en. esto a todos los demás 1 y no reconociendo
(naturalmente) límites o derechos de interferencia en sus pretensiones. En otras palabras, cada
hombre estaba (naturalmente) poseído de vida, libertad y afán de felicidad, como afirmaba la
Declaración Americana de Independencia, aun-que los pensadores liberales más lógicos preferían
no incluir esto en el léxico de los «derechos naturales». En su deseo de satisfacer sus propios
intereses, cada individuo, en esta anarquía de competidores iguales, encontraba útil o ventajoso
entablar ciertas relaciones con otros individuos, y este complejo de útiles tratos a menudo
expresados con el franco término comercial de (contrato) constituía la sociedad y los grupos
políticos o sociales. Claro que tales tratos y asociaciones implicaban alguna disminución de la
naturalmente ilimitada libertad del hombre para hacer lo que quisiera, siendo una de las misiones
de la política reducir tales interferencias al mínimum practicable.

El hombre del liberalismo clásico solo era un animal social cuando coexistían gran numero. (su
propia felicidad es su máximo fin)

UTILITARISMO:

reducía las relaciones humanas a una mera coexistencia donde solo importa la felicidad individual
y esta prima sobre todo lo demás.

Era una filosofía que reducía la moral y el deber a calculo racional

Una ideología que reducía todo salvo el cálculo racional del interés propio. Pero ese interés propio
no representaba necesariamente un egoísmo antisocial.

Por razones como éstas, el utilitarismo nunca monopolizó la ideología de la clase media liberal.
Pero proporcionó los más agudos filos radicales con que tajar las instituciones tradicionales que no
podían contestar a las preguntas: ¿es racional?, ¿es útil?, ¿contribuye a la mayor felicidad del
mayor número? Pero no era lo bastante fuerte ni para inspirar una revolución ni para evitarla.

el liberalismo clásico se separaba en su pensamiento político de la audacia y el rigor que le


hicieron ser una poderosa fuerza revolucionaria. Sin embargo, en su pensamiento económico
estaba menos inhibido; en parte porque la confianza de la clase media en el triunfo del
capitalismo era mucho mayor que su confianza en la supremacía política de la. burguesía sobre
el absolutismo o el populacho ignorante; en parte porque los clásicos supuestos sobre la
naturaleza y el estado natural del hombre se acoplaban indudablemente a la situación especial
del mercado mucho mejor que a la situación de la humanidad en general.

La argumentación social de la economía política de Adam Smith nos dice que cuando e individuo
persigue su propio interés sin ninguna traba, se da lugar a un orden social natural, que no era otra
cosa que la división social del trabajo, onde se podía probar que la existencia de una clase
capitalista dueños de los medios de producción beneficiaba a todos y que nadie dependa de la
benevolencia de los demás( según esto el progreso era tan natural como el capitalismo)

Era evidente que el progreso de la producción marchaba codo a codo con las artes, las ciencias y la
civilización en general.

DAVID RICARDO: proporcionó la teoría general del valor intrínseco del trabajo, teoría que sólo
necesitaba que se le diera una vuelta para convertirse en un potente argumento contra el
capitalismo. Sin embargo, la maestría técnica de Ricardo como pensador, y su apasionado apoyo a
los objetivos prácticos por los que abogaban la mayor parte de los hombres de negocios ingleses
—libre cambio y hostilidad a los terratenientes—, ayudaron a dar a la clásica economía política un
puesto incluso más firme que antes en la ideología liberal.

El liberalismo y la democracia parecían más bien adversarios que aliados; el triple lema de la
Revolución francesa —libertad, igualdad y fraternidad— expresaba más bien una contradicción
que una combinación. Naturalmente, esto parecía más obvio en la propia cuna de la revolución:
Francia. Alexis de Tocqueville (1805-1859), que dedicó una aguda y notable inteligencia al análisis
de las tendencias inherentes a la democracia norteamericana (1835) y más tarde a las de la
Revolución francesa, pues Uno lleva a los hombres a las instituciones libres, el otro al poder
absoluto.

II

Mientras la ideología liberal perdía así su con-fianza original —hasta la inevitabilidad o


deseabilidad del progreso empezaba a ser puesta en duda por algunos liberales—, una nueva
ideología, el socialismo, volvía a formular los viejos axiomas del siglo xviii. La razón, la ciencia y el
progreso eran sus firmes cimientos. Lo que distinguía a los socialistas de nuestro período de los
campeones de una sociedad perfecta de propiedad en común, que constantemente irrumpen en
la literatura a lo largo de la historia, era la incondicional aceptación de la revolución industrial que
creaba la verdadera posibilidad del socialismo moderno. El conde Claude de Saint-Simon (1760-
1825)

(muchos socialistas de este momento apoyaban la industrialización y se beneficiaban de esa


“evolución social” )

Por otra parte, los argumentos del liberalismo clásico podían volverse —y de hecho se volvían—
contra la sociedad capitalista que habían ayudado a construir.

Algunos de estos autores buscan separar la busqueda felicidad de los supuestos egoístas
individualistas.

Más aún: la economía política clásica en su forma ricardiana podía volverse contra el capitalismo;
lo cual llevó a los economistas de la clase media posteriores .a 1830 a mirar a Ricardo con alarma e
incluso a considerarlo, con el norteamericano Carey (1793-1879), como la fuente de inspiración
para los agitadores y los destructores de la sociedad. Si como la economía política argumentaba, el
trabajo era el origen de todos los méritos, ¿por qué la mayor parte de sus productóres vivían al
borde de la indigencia? Porque como demostraba Ricardo — aunque le desagradara sacar las
conclusiones de su teoría— el capitalista se apropiaba en forma de beneficio, del excedente que
producía el trabajador por encima de lo que recibía como salario. (El hecho de que los
terratenientes también se apropiaran de una parte del excedente de sus jornaleros, no afectaba
fundamentalmente a la cuestión.) En efecto, el capitalista explotaba al trabajador. Sólo la
desaparición de los capitalistas aboliría la explotación. Pronto surgiría en Inglaterra un grupo de
«economistas del trabajo» ricardianos para hacer el análisis y sacar la moraleja.
Si el capitalismo hubiera llevado a cabo lo que de él se esperaba en los días optimistas de la
economía política, tales críticas no habrían tenido resonancia. En contra de lo que suele
suponerse, entre los pobres hay pocas «revoluciones de alza del nivel de vida».

La palabra "socialismo" se acuñó también hacia el año 1820. De este modo los nuevos socialistas
defendían su causa nada más que empujando los argumentos del clásico liberalismo franco-
británico más allá del punto al que los burgueses liberales estaban preparados para llegar. La
nueva sociedad que preconizaban no necesitaba abandonar el terreno tradicional del humanismo
clásico y del ideal liberal. Un mundo en el que todos fueran felices y cada individuo pudiera
cumplir libre y plena-mente sus potencialidades, un mundo en el que reinara la libertad y el
gobierno que significa coacción hubiese desaparecido, era la aspiración suprema de los liberales y
de los socialistas.

SOCIALISMO NO ES IGUAL A LIBERALISMO

Se separa de la tradición liberal en que este no cree que la sociedad sean átomos individuales que
buscan su propio interés a través de la competencia

volvían a la más antigua de todas las tradiciones ideológicas humanas: la creencia de que el
hombre es por naturaleza un ser comunal

En segundo lugar, el socialismo adoptó una forma de argumentación que, si no quedaba fuera del
alcance de la clásica tradición liberal, tampoco estaba muy dentro de él: la evolucionista e
histórica. Para los liberales clásicos y también para los primeros socialistas modernos, tales
proposiciones eran naturales y racionales, distintas de la sociedad artificial e irracional que la
ignorancia y la tiranía impusieron antaño al mundo. Ahora que el progreso y la ilustración habían
demostrado a los hombres lo que era racional, todo lo que había que hacer era barrer los
obstáculos que impedían al sentido común seguir su camino. Claro que los socialistas «utópicos»
(los saint-simonianos, Owen, Fourier, etc.) trataban de mostrarse tan firme-mente convencidos de
que la verdad sólo tenía que ser proclamada para que en el acto la adoptaran todos los hombres
cultos y sensatos, que en un principio limitaron sus esfuerzos para realizar el socialismo a una
propaganda dirigida.

Había un elemento de evolución histórica en esta clásica causa racionalista en pro de la buena
sociedad, ya que una ideología de progreso implica otra de evolución, tal vez de inevitable
evolución a través de las etapas del desarrollo histórico. Pero solamente cuando Carlos Marx
(1818-1883) trasladó el centro de gravedad de la argumentación socialista desde su racionalidad o
deseabilidad hasta su inevitabilidad histórica, el socialismo adquirió su más formidable arma
intelectual, contra la que todavía siguen erigiéndose defensas polémicas.

(Marx decía) que por medio de la economía política podía demostrarse que el capitalismo
presentaba contradicciones internas que inevitablemente lo convertían, hasta cierto punto, en
una barrera para el progreso y habrían de hundirle en una crisis de la que no podría salir a flote.
Además, el capitalismo (como también podía demostrarse por economía política) creaba fa-
talmente su propio sepulturero, el proletariado, cuyo número y descontento crecía a medida que
la concentración del poder económico en unas pocas manos lo hacía más vulnerable, más fácil de
derribar. La revolución proletaria debía por tanto derribarlo inevitablemente. Pero podía
demostrarse también que el sistema social que correspondía a los intereses de la clase trabajadora
era el socialismo o el comunismo.

III

(argumento de Marx)

Comparadas con estas ideologías de progreso, relativamente coherentes, las de resistencia al


progreso apenas merecen el nombre de sistemas de pensamiento. Eran más bien actitudes faltas
de un método intelectual, y se basaban en la agudeza con que calaban la debilidad de la sociedad
burguesa y en la inconmovible convicción de que había algo más en la vida de lo que el liberalismo
suponía. Por tanto, requieren poca atención.

La carga principal de su crítica era que el liberalismo destruía el orden social o la comunidad que el
hombre considerara en otro tiempo como esencial para la vida, sustituyéndola por la intolerable
anarquía de la competencia de todos contra todos y la deshumanización del mercado

Se considera que la reforma protestante planta las bases del capitalismo

Careciendo de una coherente teoría de la evolución, los pensadores antiprogresistas encontraban


difícil decidir qué era lo que había fracasado. Su culpable favorito era la razón, o más específica-
mente el racionalismo del siglo xvür, que tonta e impíamente trataba de plantear problemas
demasiado complejos para el entendimiento y la organización humanos: las sociedades no podían
. ser proyectadas como las máquinas.

IV

Falta por considerar un grupo de ideologías (soportadas por los “hombres pequeños” clase media
de Europa y estados unidos) extrañamente equilibradas entre el progresismo y el anti
progresismo, o en términos sociales, entre la burguesía industrial y el proletariado de un lado, y las
clases aristocráticas y mercantiles y las masas feudales del otro.

creían de alguna manera en el progreso. No estaban preparados para seguirlo hasta sus lógicas
conclusiones liberales o socialistas; los primeros porque estas conclusiones habrían condenado a
los pequeños artesanos, tenderos, granjeros y comerciantes a verse transformados en capitalistas
o jornaleros; los segundos porque eran demasiado débiles y después cíe la dictadura jacobina
estaban demasiado asustados para desafiar al poder de sus príncipes, de los cuales eran
funcionarios en muchos casos.

El pensador (o más bien genio intuitivo) más importante de aquel primer grupo de pequeños
burgueses radicales, Juan Jacobo Rousscau, ya había muerto en 1789. Indeciso entre el
individualismo puro y el convencimiento de que el hombre es sólo él mismo en comunidad, entre
el ideal de un Estado basado en la razón y el recelo de la razón frente al «sentimiento», entre el
reconocimiento de que el progreso era inevitable y la certidumbre de que ese progreso destruiría
la armonía del hombre primitivo «natural», expresaba su propio dilema personal como el de las
clases que ni podían aceptar las promesas liberales de los dueños de las fábricas ni las socialistas
de los proletarios.
(su pensamiento fue medianamente seguido y en algunos acasos comparado con un totalitarismo
de izquierda)

Seguidores de este pensamiento: Entre los intelectuales de las clases media y alta germánicas, la
actitud más corriente era quizá la creencia en la inevitabilidad del progreso y en los beneficios del
avance científico y económico, combinada con la creencia en las virtudes de una administración
burocrática de ilustrado paternalismo y un sentido de responsabilidad entre las jerarquías
superiores, actitud que convenía a una clase en la que figuraban muchos funcionarios y profesores
al ser-vicio del Estado.

Su expresión más monumental fue la filosofía clásica alemana, un cuerpo de pensamiento creado
entre 1760 y 1830 junto a la literatura clásica y en estrecha conexión con ella.

Siempre debe recordarse que la filosofía clásica alemana fue un fenómeno completamente
burgués. Todas sus figuras eminentes (Kant, Hegel, Fichte, Schelling) saludaron con entusiasmo a
la Revolución francesa y fueron fieles a ella durante bastante tiempo.

A pesar de ello, la filosofía alemana difería desde el principio del liberalismo clásico en
importantes aspectos, más notablemente en Hegel que en Kant. En primer lugar, era
deliberadamente idealista y rechazaba el materialismo o el empirismo de la tradición clásica. En
segundo lugar, mientras la unidad básica de la filosofía kantiana es el individuo —aunque en la
forma de la conciencia individual— el punto de partida de la de Hegel es el colectivo (es decir, la
comunidad), al que ve desintegrado en los individuos bajo el impacto del desarrollo histórico.

la filosofía clásica hegeliana:

dialéctica hegeliana, la teoría del progreso (en cualquier campo) a través de la interminable
resolución de sus contradicciones, puede muy bien haber recibido su estímulo inicial de ese
profundo cono-cimiento de la contradicción entre lo individual y lo colectivo. Por otra parte, desde
el principio, su posición al margen de la zona del impetuoso avance burgués-liberal, y quizá su
completa incapacidad para participar en él, hizo a los pensadores alemanes mucho más
conscientes de sus límites y contradicciones.

fluye paralelamente a la visión del mundo de Rousseau, aunque a diferencia de él, los filósofos
hicieron titánicos esfuerzos para incluir sus contradicciones en sistemas únicos, coherentes y
capaces de abarcarlo todo.

CONCLUSION:

Así, pues, el período de la doble revolución conoció el triunfo y la más elaborada expresión de las
radicales ideologías de la clase media liberal y la pequeña burguesía, y su desintegración bajo el
impacto de los Estados y sociedades que habían contribuido a crear o recibido con los brazos
abiertos. 1830, que marca la reaparición del mayor movimiento revolucionario en la Europa
occidental después del descanso tras la victoria de Waterloo, marca también el principio de su
crisis. Tales ideologías aún sobrevivirían, pero muy disminuidas

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