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RESUMEN PRIMER PARCIAL MODULOS 1 Y 2

SOCIOLOGIA

El ser humano es social, se encuentra comprendido dentro de las relaciones y no opera en el vacío social. La
sociología es, es una ciencia inherentemente crítica porque aborda temas que tienen que ver con el
funcionamiento y cambio de nuestras sociedades. La premisa fundamental de la sociología es que las
personas están inscriptas en un entramado de relaciones sociales.

 Sociología: estructuras y sentido de la acción


 Psicología: Psiquis humana
 Antropología: culturas
 Ciencias políticas: espacio publico
 Filosofía: Sabiduría

Muchos pensadores han sostenido la idea de que el hombre es un ser social.

 Platón (La República)


 Aristóteles (Política) en la antigüedad;
 San Agustín (Ciudad de Dios)
 Tomas de Aquino (Suma Teológica)
 en la Edad Media el pensamiento moderno de Maquiavelo (El Príncipe),
 Montaigne (Ensayos)
 Bacon (Filosofía Civil) hasta Rousseau (Contrato Social), entre otros de la Ilustración,

Uno de los principales referentes de la sociología es PIERRE BOURDIEU . La premisa fundamental de la


sociología: somos seres sociales y somos seres en movimiento y, por ello, las sociedades cambian y es
preciso indagar acerca del sentido de la acción que moviliza esos cambios.

¿CUÁNDO COMIENZA LA REFLEXIÓN SOCIOLÓGICA? el nacimiento de la reflexión sucedió en el contexto de


los cambios que crearon el mundo moderno. Se sitúa en dos grandes revoluciones:

1. la Revolución Francesa en 1789, símbolo de una transformación política.


2. la Revolución Industrial, a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, que tuvo como epicentro
Inglaterra y que, en el plano de la tecnología, produjo una serie de innovaciones técnicas.

Es por esta razón que frecuentemente se la denomina una ciencia de la crisis. Como nueva ciencia social
debía constituirse positivamente. Es decir, debía tomar la metodología de las nacientes ciencias naturales y
adoptar una idéntica actitud metodológica. La sociedad era comparada a un organismo (método de la
biología) y, al igual que la enfermedad en el organismo, todo conflicto debía ser prevenido y combatido.

GIDDENS , la sociología fue el fruto de esas dos inmensas transformaciones que “disolvieron las formas de
organización social que se venían dando . Las transformaciones sociales de Europa en los siglos XVIII y XIX
explican el nacimiento de la sociología .
KARL MARX, MAX WEBER Y EMILE DURKHEIM fueron los padres fundadores de la sociología y tuvieron tres
visiones diferentes acerca del nuevo orden social naciente. Podemos sostener que han existido tres
procesos relevantes en estas grandes transformaciones:

 Una nueva economía industrial : Durante la Edad Media, la mayoría de la gente se dedicaba al
cultivo de la tierra o la manufactura a pequeña escala. Posteriormente, el desarrollo de la mecánica
hidráulica y la invención de la máquina de vapor permitieron diseñar grandes máquinas que dieron
origen a la producción en gran escala. Empezó, entonces, a existir un enorme ejército industrial de
trabajadores. Esto modificó la estructura familiar y las tradiciones bajo las cuales se había vivido
durante siglos.
 Crecimiento de las ciudades: Las fábricas comenzaron a multiplicarse y se convirtieron en un polo de
atracción para las personas que buscaban trabajo. Así, miles de campesinos abandonaron el campo
para trasladarse a los centros industriales en busca de trabajo. Los pequeños núcleos urbanos se
transformaron paulatinamente en grandes ciudades.
 Cambios políticos: el paso de la Edad Media a la modernidad: Junto al desarrollo económico y al
crecimiento de las ciudades, se produce también un cambio en el pensamiento político: ya no se
apela a la obligación moral y religiosa de los súbditos a ser leales a sus gobernantes, sino que se
empieza a abandonar esa idea de que la sociedad responde a un plan divino y se la entiende como
producto de los hombres, como el resultado de acciones humanas.

¿CUÁNDO Y QUIÉN COMENZÓ A UTILIZAR EL TÉRMINO SOCIOLOGÍA? La sociología es una disciplina


bastante reciente. Fue en 1838 cuando el pensador AUGUSTO COMTE acuñó el término para describir una
nueva forma de reflexionar sobre el mundo. Sin embargo, recién en el siglo XIX, EMILE DURKHEIM, se
abordó el estudio de la sociedad desde una perspectiva puramente científica.

¿CUÁL ES EL DIFERENCIAL DE LA SOCIOLOGÍA? Los filósofos y teólogos se limitaban a describir o imaginar


cómo debía ser la sociedad. COMTE Y DURKHEIM se propusieron el objetivo de entender y explicar cómo
era y cómo funcionaba la sociedad aplicando el método científico.

COMTE intenta desarrollar, desde el paradigma científico, el nuevo conocimiento eminentemente social
dividiendo la historia de la humanidad en tres fases o estadios, en función del modo:

1. Edad Media y se denomina estado teológico o ficticio.


2. Renacimiento, perspectivas de tipo metafísico (estado metafísico o abstracto).
3. Se intentó explicar la naturaleza en sus propios términos (estado positivo o real). Las etapas
anteriores eran imposibles de contrastar empíricamente. COPÉRNICO (1473-1543) Y GALILEO
(1564-1642) fueron referentes de este período. Se comienza a aplicar el método científico para
entender y explicar la sociedad.

El aporte de Comte fue relevante porque significó el primer paso para comprender a la sociedad en
términos intrasociales El momento del nacimiento de la sociología (siglo XIX) también marcó el
surgimiento de otras ciencias que comenzaban a definir sus campos y objetos de investigación :

1. La ciencia política con MAQUIAVELO.


2. La economía política, con Adam Smith y David Ricardo.
3. El psicoanálisis, que consiguió conquistar la indagación sobre las causas profundas de la conducta.

El campo específico de la sociología presentaba las siguientes características:

 Aparecía ligado a una situación de crisis. En sus comienzos, fue una respuesta y reflexión tendiente
a garantizar el funcionamiento del orden constituido.
 La Revolución Industrial implicó una profunda crisis social y la aparición de un nuevo actor social:
el proletariado. Estas grandes conmociones en el orden social generaron diferentes reacciones y se
logró mediante la sociología estabilizar y restablecer el orden social.

MODULO 1 UNIDAD 2 SOCIOLOGÍA Y SENTIDO COMÚN

Muchos son los argumentos que dan sentido a esta disciplina.

1. Es una forma de pensar críticamente: nos invita a cuestionar las formas sociales de hacer las cosas
(trabajar, casarse, ir al colegio, explicar la desigualdad, etc.).
2. Nos permite conocer mejor las oportunidades y obstáculos. Nos hace ver cómo opera el mundo de
lo social.
3. Nos convierte en miembros activos. Si desconocemos cómo opera la sociedad, seguramente
aceptaremos las cosas tal cual se nos presentan.

La sociología tiene algunos desafíos que debe resolver constantemente:

1. Es parte de un mundo en transformación; no tiene un objeto de estudio fijo o inmutable.


2. Los sociólogos son miembros de una sociedad, por ende, son parte del objeto de estudio. Como
parte del mundo social, los sociólogos y los demás científicos sociales estudian la sociedad y, a su vez,
son parte de ella.
3. El conocimiento sociológico es parte de la sociedad. Esto quiere decir que muchas veces el lenguaje
sociológico ingresa en el lenguaje de la vida cotidiana y viceversa. En consecuencia, existe una
retroalimentación y cambio permanente entre los dos mundos.

¿qué condiciones son necesarias para hablar de ciencia y no de reflexiones subjetivas? No todas las
opiniones pueden ser consideradas científicas. Una de las primeras tareas de la sociología es desnaturalizar
el sentido común. Hay que desnaturalizar los dichos u opiniones, es necesario indagar y cuestionar aquellas
cosas que aceptamos como dadas. Debemos interrogarnos acerca de la idea de que somos absolutamente
libres en nuestras decisiones, para luego comenzar a ver cómo determinadas relaciones sociales influyen en
nuestras prácticas.

Uno de los aportes de la sociología analiza qué pautas y procesos sociales afectan nuestras prácticas y
trayectorias vitales. Muchas veces, la sociología :

1. Contradice lo que nos propone el sentido común y lo que pensamos de manera habitual.
2. Nos permite promover el cambio social: cuanto más aprendemos sobre el funcionamiento de las
sociedades, más podemos hacer para cambiarlas.
3. Es una invitación a mirar el mundo social de otra forma.

¿CÓMO FUNCIONA LA SOCIOLOGÍA? Uno de los componentes centrales son las teorías sociológicas. La
sociología hace un esfuerzo por explicar el mundo social de manera diferente a lo que señala el sentido
común estudiando de manera sistemática, rigurosa y científica a la sociedad. La primera tarea es
comprender y tener en cuenta teorías sociológicas sobre el funcionamiento del mundo social.

DIFERENCIA ENTRE UNA TEORÍA Y UN PARADIGMA.

1. La teoría es un enunciado que expresa cómo y por qué determinados hechos están relacionados. Es
un conjunto de enunciados vinculados de manera lógica que expresan cómo y por qué diferentes
hechos están relacionados entre sí.
2. Un paradigma es una imagen básica de la sociedad que guía no solo la investigación, sino también
las reflexiones teóricas del investigador.

En el caso de la teoría sociológica, se propone buscar algún sentido a los hechos y observaciones aisladas.
UNA DIMENSIÓN TEÓRICA EXPLICA CÓMO HACEMOS LAS COSAS. Todos teorizamos o hacemos
generalizaciones, pero la sociología lo hace, en forma racional y sistemática. Para validar la teoría en su
coherencia interna recurrimos al análisis lógico de sus argumentos. Para comprobar su coherencia externa
se trabaja con métodos de investigación que contrastan y comprueban empíricamente los presupuestos
teóricos. Esta comprobación empírica puede hacerse a través de datos estadísticos, análisis de textos,
entrevistas, entre otros métodos.

Cuando se genera una teoría, los ejes principales son:

1. ¿qué dimensiones vamos a comenzar a investigar?


2. ¿cómo relacionaremos los hechos?

KARL MARX, EMILE DURKHEIM Y MAX WEBER entendían los cambios de una forma muy diferente . No hay
unanimidad entre los sociólogos acerca de qué cosas hay que estudiar ni cómo. Inclusive, si coinciden, se
buscarán temas de investigación distintos y se obtendrán respuestas diferentes. Existen profundos cambios
y metamorfosis en las teorías existentes, hay tres grandes paradigmas principales que discutiremos con
mayor profundidad:

 El funcionalismo, inspirado en los trabajos de Emile Durkheim.


 La sociología estructuralista de Karl Marx.
 La sociología subjetivista de Max Weber.

Estos paradigmas se estructuraron en función del pensamiento de quienes denominamos los “padres
fundadores”. La sociología se estructuró en función de estos pensadores y sus ideas aún hoy son fuente de
inspiración para comprender la realidad. EL SOCIÓLOGO ALEXANDER llamó a esto la centralidad de los
clásicos, donde el discurso sociológico abarca formas de debate más generalizado que las discusiones
científicas ordinarias. Mientras las ciencias naturales se apoyan en evidencias empíricas específicas y en la
lógica inductiva-deductiva, el discurso de las ciencias sociales se centra en los procesos de razonamientos
más que en los resultados de la experiencia inmediata. Para Alexander los clásicos son: Productos de la
investigación a los que se les concede un rango privilegiado frente a las investigaciones contemporáneas
del mismo campo.

RANGO PRIVILEGIADO significa que los científicos contemporáneos dedicados a esa disciplina creen que
entendiendo dichas obras anteriores pueden aprender de su campo de investigación tanto como puedan
aprender de la obra de sus propios contemporáneos. En el trabajo cotidiano del científico media esta
distinción se concede sin demostración previa; se da por supuesto que, en calidad de clásica, tal obra
establece criterios fundamentales en ese campo particular.

DURKHEIM, MARX Y WEBER SON LOS TRES AUTORES CLÁSICOS en términos de escuelas de sociología, en
tanto son fuentes básicas para comprender la evolución y cambio del mundo social.

MODULO 1 UNIDAD 3 PROPUESTAS DE AUTORES CLÁSICOS DE LA SOCIOLOGÍA

1. Posiciones teóricas frente a la sociedad. Dijimos que hay tres autores principales que constituyeron
el núcleo de esta ciencia: Karl Marx, Emile Durkheim y Max Weber. Estos son los autores clásicos de
la sociología. Aquí la pregunta es:
2. ¿Qué significa la palabra clásico? es un adjetivo “dicho de un autor, de una obra, de un género
típico o característico”
EMILE DURKHEIM (1858-1917): uno de los padres de la sociología .

1. Intento hacer de lo social un objeto susceptible de estudio, confirma la posibilidad de reconocer


hechos sociales como elementos coercitivos y exteriores al actor social, que son declarados,
entonces, como objetivos.
2. Desarrolla una de las investigaciones más relevantes de la sociología en la cual indaga sobre el
suicidio y consagra este suceso como una realidad social y no individual. Una experiencia que
quedaría históricamente relegada al ámbito privado , gracias a las reglas de la actividad científica,
pasa a ser comprendida y comprobada como un hecho perteneciente al ámbito social.
3. DURKHEIM enmarcado en el paradigma funcionalista. También encontramos como precursores a
AUGUSTO COMTE, cuya preocupación principal radicaba en encontrar mecanismos de integración
social y a HERBERT SPENCER, quien fue un estudioso del cuerpo humano y la sociedad.

SPENCER sostenía que había fuertes paralelismos entre el organismo humano y la sociedad: esta última era
entendida como un cuerpo social que, al igual que el cuerpo humano analizado a partir de conceptos
biológicos, tenía sus partes y funciones. Estos presupuestos sientan las bases del funcionalismo en el cual se
enmarca Durkheim.

DURKHEIM se preguntaba cómo la sociedad se mantenía unida; entendía que la sociedad era un sistema
complejo de partes interrelacionadas entre sí, las cuales producían equilibrio y estabilidad social. Las
estructuras sociales eran entendidas en términos de funciones sociales para la organización de la sociedad.
La sociedad es un todo comprensible, ordenado y estable. Este paradigma se mantuvo predominante hasta
los años 60, cuando empezó a ser cuestionado fuertemente por la sociología inspirada en los trabajos de
Marx.

DURKHEIM fue una figura decisiva en el desarrollo de la sociología como disciplina académica y, gracias a sus
esfuerzos, esta se convirtió en un hecho social reconocido. Este tenía dos grandes objetivos entrelazados:

 Instaurar la sociología como disciplina científica rigurosa: publicó tres libros que funcionaban
como un manifiesto de la sociología: De la división del trabajo social (1893), Las reglas del método
sociológico (1895) y El suicidio (1897). Inició su carrera académica, en Francia, se desconfiaba mucho
de la nueva ciencia, contraria al individualismo predominante en el siglo XIX. DURKHEIM se convirtió
en uno de los profesores más respetados.
 Proponer la unificación de las ciencias sociales sobre bases positivistas: La idea era consolidar el
saber científico. O sea eliminar las diferencias metodológicas entre las ciencias naturales y sociales, y
comprender al mundo social como una estructura y organización factible de ser objeto de la
comprensión racional. La ciencia social se ocupa de convenciones, costumbres, ideales, investiga
científicamente la infraestructura normativa de la sociedad humana. La economía, la historia, el
derecho y la religión son algunos de los cuartos consabidos en que se subdivide la casa humana, y la
sociología proporciona el hilo de Ariadna que vincula a todos ellos entre sí.
 podemos agregar un tercer objetivo: Establecer las bases empíricas, racionales y sistemáticas de la
moderna religión civil de la sociedad. Es decir, “en contraposición a la sociología marxista, esta
tradición [la de Durkheim] propende a hacer de la sociología una ciencia curativa y estabilizadora,
que descubra una base viable para restaurar el consenso social y para promover la integración”.

DURKHEIM sus ideas nucleares son :

1. los agregados sociales humanos incluyen unidades diferenciadas que son interdependientes. Estas
unidades pueden consistir en individuos, en familias y estructuras de parentesco, en aldeas, o en
estructuras analíticas, por ejemplo, categorías de edad y sexo, o grupos estamentales más vastos.
Entre los sociólogos ha sido habitual considerar las «sociedades» como los agregados o sistemas
sociales que incluyen, en carácter de partes o subconjuntos, a otras unidades, sean concretas o
analíticas.
2. pensaba que la sociedad era más que la suma de los individuos que la componían. En esta
concepción, la sociedad tiene una vida y existencia propia que va más allá de las experiencias
personales; es decir, la sociedad existe antes de que nosotros estemos en el mundo, ejerce su
influencia durante toda nuestra vida y seguirá existiendo aún después de nuestra muerte.
3. propuso el concepto de hecho social que se refiere a hechos colectivos caracterizados como
supraindividuales porque están por encima del individuo, y coercitivos porque se imponen a este. La
sociología debía estudiar estos hechos como cosas y explicar las causas de un hecho social a partir de
otro hecho social.

Esta teoria causó gran controversia ; Durkheim aclaró que su aseveración se refería a un postulado
metodológico sobre el análisis del mundo social. Ejemplo del método y perspectiva de Durkheim.

 el intento de explicar el suicidio a partir de variables sociales y no solo en base a cuestiones


individuales del sujeto da cuenta del método sociológico que adopta y emplea: la explicación de un
hecho social a partir de otro u otros hechos sociales. Durkheim explicó el suicidio a partir de dos
hechos sociales más: la integración y la regulación.
 para la realización de este estudio, utilizó métodos estadísticos que hoy nos resultan familiares, pero
que no lo eran en su época. Esto le permitió medir las variables que él consideraba que intervenían
en el fenómeno del suicidio.

Al hablar de integración, se refería a los lazos que unen a los individuos con la sociedad. A esto también lo
denominamos cohesión social. Con el término regulación se refería a la existencia y fuerza de las normas
que regulan el comportamiento de los individuos dentro de una sociedad. Las normas cumplen una función
muy importante en la sociedad al establecer un límite para las apetencias individuales, ya que estas no
pueden satisfacerse de modo infinito. “La sociedad sola, sea directamente y en su conjunto, sea por medio
de uno de sus órganos, está en situación de desempeñar ese papel moderador; porque ella es el único poder
moral superior al individuo y cuya superioridad acepta éste”. Entendía que la integración del individuo
funcionaba como un marco de contención que le ofrecía claridad acerca de su rol, sus obligaciones y esto le
daba sentido a su vida. Por lo tanto, el debilitamiento de cualquiera de estos elementos (integración y
regulación) representaba una perturbación en el orden social y se constituía en causa que permitía explicar el
fenómeno del suicidio. Por lo tanto, su exceso se constituía en un elemento patológico; es decir, atípico, y
posibilitaba la explicación del citado fenómeno .

Las conclusiones a las que Durkheim arribó en su estudio y que plasmó en El suicidio nos hablan de
diferentes tipologías de suicidios en función de cuán integrados y cuán regulados se encuentran los
individuos en la sociedad.

 De acuerdo al nivel de integración: En grupos sociales marcados por un alto nivel de integración
ocurriría el suicidio altruista: la fuerte pertenencia a un grupo determinado podría ser causa
justificadora del hecho de quitarse la vida. Tal es el caso, por ejemplo, de los suicidios llevados a cabo
por activistas islámicos o los cometidos por integrantes de ciertas sectas. En estos grupos, la negativa
al suicidio implicaría el apartamiento del sujeto y este quedaría sin la contención que el grupo le
ofrece. Cuando, por el contrario, el nivel de integración es muy bajo, los sujetos no encuentran
cohesión y el lazo que les une a la sociedad se debilita. En tal caso, “ya no hay nada en que puedan
empeñarse nuestros esfuerzos y tenemos la sensación de que se pierden en el vacío” (Durkheim,
1897, p. 206). Este tipo de suicidios son más comunes en sociedades modernas, en donde la familia y
la religión, que antes funcionaban como instituciones generadoras de cohesión social, se han
debilitado.
 De acuerdo al nivel de regulación: Dependerá de cuán fuertes sean las normas que regulan a la
sociedad. Recordemos que, según Durkheim, las normas cumplen en la sociedad la función de alejar
al individuo de sus impulsos individuales, al tiempo que lo distancian de la constante sensación de
incertidumbre y de la angustia que le genera la inacabada sensación de apetencia.

Para ejemplificar este tipo de suicidio, podríamos preguntarnos qué lleva a algunas grandes estrellas (que
parecen tenerlo todo) a quitarse la vida. Quizás esta teoría nos ofrezca respuestas. Finalmente, el suicidio
fatalista ocurriría cuando, por el contrario, el nivel de regulación es excesivo, a tal punto que coarta por
completo la libertad de los individuos. En tal caso, las reglas a las que están sometidos los individuos resultan
demasiado estrictas y causan una sensación de opresión que no permite al sujeto más que el intento de
alejarse de tal situación. Este tipo de suicidios ocurren, por ejemplo, en regímenes esclavistas o en el marco
de condenas a prisión.

Durkheim (1897) construyó una suerte de tipología que incluye:

 El suicidio egoísta: debido al desarraigo del actor respecto de sus relaciones próximas.
 El suicidio anómico: como resultado de otro tipo de desarraigo, en este caso, de índole cultural.
 El suicidio altruista: como consecuencia del sentimiento moral que se impone al propio actor.
 El suicidio fatalista: la vida del individuo se encuentra totalmente regulada y carece de toda
capacidad creativa.

En su obra El suicidio. Estudio de sociología (1897) Durkheim reconoce otras obras notables que marcaron
verdaderos hitos de la disciplina científica social, como son los conceptos de anomia, arraigo, conciencia
colectiva, hecho social, solidaridad orgánica, solidaridad mecánica, división social del trabajo o sociología del
derecho.

Dicho esto, podemos concluir que, según Durkheim, existen estructuras; es decir, pautas estables de
comportamientos, que deben ser tratadas como cosas o hechos sociales y que tienen una realidad objetiva
por encima de nuestras vidas. Las normas culturales y las creencias religiosas son hechos sociales. Si en lugar
de ver en ellos [en los suicidios] nada más que acontecimientos particulares y aislados entre sí, que deben ser
examinados separadamente, consideramos un conjunto de suicidios ocurridos en una sociedad dada,
durante una unidad de tiempo determinada, comprobaríamos que el total así obtenido no es una simple
suma de unidades independientes, una mera colección, sino que constituye por sí mismo un hecho nuevo y
sui géneris, que tiene su unidad y su individualidad y, por consiguiente, su naturaleza propia, y que, además,
esta naturaleza es eminentemente social.

Si la sociedad tiene prioridad sobre los individuos porque tiene poder para influir en los pensamientos y
acciones de aquellos. Al ser más que la suma de las partes, existe un organismo complejo que tiene sus
orígenes en nuestra vida colectiva.

Puntualizaremos, a continuación, las ideas principales del funcionalismo y de Émile Durkheim

 Personalidad: la sociedad en los individuos: La sociedad tiene una existencia aparte de los
individuos. Está fuera de ellos, pero también está dentro. Esto significa que los miembros de una
sociedad interiorizan y hacen suyos los valores y las normas de esa sociedad, luego, organizan sus
vidas en consonancia con ellos. La sociedad, según Durkheim, regula los comportamientos de los
individuos mediante la impresión de una disciplina moral. En otras palabras, pone límites y
restricciones morales a nuestros deseos.
 Modernidad y anomia: Las sociedades modernas imponen menos restricciones sobre los individuos,
pero esto puede producir anomia. Esto ocurre cuando, en respuesta a un mayor grado de tolerancia
y libertad, los individuos carecen de modelos de referencia útiles sobre los cuales anclar sus
conductas. Este concepto resulta de utilidad para analizar nuestra realidad actual. Por ejemplo,
cuando un individuo pasa de una situación laboral estable a una situación de desempleo: el marco
regulatorio que antes le contenía desaparece y el individuo queda en situación de incertidumbre e
inestabilidad. Para profundizar en las características de la modernidad, te proponemos leer en la
bibliografía obligatoria a Obiols y Di Segni (2006) quienes realizan una lograda síntesis de lo que
implica la modernidad (a partir de la página 37).
 División del trabajo: En las sociedades preindustriales, la tradición servía para dar estabilidad a una
sociedad y mantenerla unida. Estas sociedades tenían un tipo de solidaridad mecánica; es decir, lazos
sociales basados en una visión común del mundo, una moral común que mantenía unidos a los
miembros de la sociedad. Al evolucionar la sociedad, se generó un menor grado de solidaridad
mecánica, una conciencia colectiva más frágil. Esto no significó la disolución de la sociedad, sino que
aparecieron otros mecanismos (mecanismos propios de la solidaridad orgánica) que imponían lazos y
vínculos sociales basados en la especialización y división del trabajo, y que mantenían unidos a los
miembros de la sociedad industrial.

En esta nueva organización las personas adquirieron independencia; no obstante, el industrial aún
necesitaba del agricultor y el agricultor del comerciante. Nadie era autosuficiente. La necesidad de contar
con otras personas especializadas en otros saberes creaba lazos de interdependencia entre los miembros de
cada sociedad. Así, la dimensión fundamental de esta relación está en la división del trabajo, en la
especialización en la producción o la actividad económica. En comparación con las sociedades tradicionales,
cuya cohesión dependía del consenso moral entre sus miembros, las sociedades modernas se hicieron
viables en función de una interdependencia funcional.

Si te interesa conocer más acerca de la evolución del funcionalismo, te proponemos leer acerca del trabajo
del sociólogo norteamericano Talcott Parsons (1902-1979) llamado funcionalismo estructural.

KARL MARX (1818-1883): Uno de los grandes pensadores del siglo XIX y referentes del siglo XX hasta
nuestros tiempos es Karl Heinrich Marx. Nació en el antiguo reino de Prusia, fue judío y mantuvo una notable
influencia en el ámbito de la filosofía, la economía, el periodismo, la política y, por supuesto, la sociología.
Su tesis plantea un sentido objetivista y dicotómico de la sociedad de su tiempo. Considera que existen dos
grandes sectores, llamados clases sociales y que dividen a la sociedad en los poseedores de los medios de
producción (burguesía) y los poseedores de la fuerza de trabajo (proletarios). Ambos grupos se encuentran
en conflicto y, mientras que los primeros ejercen su poder y control a través de la apropiación de su plusvalía
y de alienar a los trabajadores, estos últimos son capaces de tomar conciencia de su condición (clase para sí)
y transformar su situación de opresión en una lucha por la transformación de las condiciones injustas
provenientes del sistema burgués.

A esta lógica se la conoce como dialéctica, en el sentido del filósofo Hegel, quien plantea que existe una tesis,
luego una antítesis y, por último, síntesis; en una lógica en la cual el capitalismo lleva sobre sí mismo su
propia semilla de autodestrucción. Una vez que el proletario logre reconocer su situación de explotación,
será capaz de movilizarse y construir un nuevo orden social en el que exista el gobierno desde y para los
trabajadores. La obra El capital (1867) de Marx consta de tres libros: Tomo I: El proceso de producción del
capital, Tomo II: El proceso de circulación del capital, Tomo III: El proceso global de la producción capitalista.

En Marx se encuentran categorías indispensables para comprender la disciplina sociológica: capitalismo,


ciudad, clase social, determinismo económico, dialéctica, estructuralismo, materialismo histórico y dialéctico
o plusvalía, y alienación. Veremos la influencia de este importante intelectual no solo en el campo de la
sociología, sino también en economía, política y filosofía. Dentro del amplio espectro de los sociólogos que
toman como inspiración los trabajos de Karl Marx se encuentran aquellos que priorizan los siguientes temas
de investigación: la desigualdad, el conflicto, el cambio social. Dedicaremos esta sección a describir de
manera sintética las principales líneas argumentales del autor. Karl Marx veía el gran crecimiento económico
como producto de la Revolución Industrial y consideraba que, en la sociedad naciente, solamente un
reducido número de personas se beneficiaba de ello. El nuevo orden social que emergía de las profundas
transformaciones provocadas por la Revolución Industrial es el objeto de análisis de Marx. Sin embargo, a
diferencia de los otros autores, el objetivo de este pensador era quebrar este nuevo orden social y
reemplazarlo por otro que, según su visión, era más igualitario. Uno de sus tratados políticos más famosos es
el Manifiesto Comunista (escrito en coautoría con Friedrich Engels) que fue publicado por primera vez, en
Londres, en 1848. Este tratado buscaba difundir las ideas comunistas y, en él, los autores postulan que la
historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases, una
lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las
clases beligerantes.

El Manifiesto Comunista dice: La moderna sociedad burguesa que ha salido de entre las ruinas de la
sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las
viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. Según Marx, con el transcurso
del tiempo, el capitalismo tendía a simplificar las contradicciones de clase. Así, la sociedad se dividía cada vez
más en dos grandes campos enemigos, dos grandes clases que se enfrentaban directamente: la burguesía y
el proletariado. La idea central era el conflicto social entre estas clases. La burguesía era la clase de los
capitalistas, modernos propietarios de los medios de producción que emplean a trabajadores asalariados. El
proletariado constituía la clase de los trabajadores que, privados de medios de producción propios, se veían
obligados a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. El objetivo del capitalista, entonces, era obtener
beneficios económicos mediante la venta de productos a bajo costo, mientras que los proletarios obtenían
un salario a cambio de su fuerza de trabajo.

EL MODO DE PRODUCCIÓN Y SUS CONTRADICCIONES: Para Marx existen algunos elementos fundamentales
que permiten comprender la evolución del sistema capitalista que podremos distinguir a continuación:

 Las clases sociales: A diferencia del concepto de élite relacionado al factor cultural, la noción de clase
evoca a una diferenciación centrada en el aspecto económico. Marx y Engels otorgan una impronta
especial al antiguo concepto romano de classis para distinguir dos grupos claramente diferenciados:
burgueses y proletarios.
 Plusvalía: El sistema capitalista, desde la perspectiva de Marx, ha establecido dos clases casi
inconciliables (la burguesía y el proletariado). Mientras los primeros poseen los medios de
producción, los segundos son quienes, a través de su fuerza de trabajo, producen, crean o
transforman la naturaleza en forma de objeto. Es decir que, el fruto o resultado del trabajo queda
ligado al esfuerzo humano de quien lo construye que, a su vez, es apropiado por quien simplemente
ha aportado sus medios de producción o el capital para llevar a cabo dicho proceso. El objeto
producido tiene un valor de uso (por ejemplo, una botella de agua sirve para contener líquido y
beber de ella), pero, a su vez, tiene un valor de cambio a la hora de colocarse en el mercado. Es decir
que, si queremos vender una botella de agua en el desierto va a aumentar su valor respecto de si la
ofrecemos en un lugar donde existan muchas variantes de bebidas disponibles, por ejemplo, en una
ciudad. El objeto creado cobra relevancia cuando la ubicamos en un mercado y, en este proceso de
transformación, deja de conocerse como objeto para ser una mercancía. Aquí el análisis marxista
detiene su observación de modo particular y sostiene que, si vendemos una mercancía, obtenemos
un beneficio económico de ella y entendemos que el verdadero artífice de su producción es el
proletario, entonces, el capitalista burgués no es quien debería percibir un porcentaje adicional
porque no ha participado en su elaboración ni ha utilizado su fuerza de trabajo. En este punto de
vista la porción del valor del producto vendido que es apropiado por el capitalista y no es pagado a
los trabajadores corresponde a la plusvalía.
 Alienación: El capitalismo, como sistema económico, de manera inexorable provoca conflictos entre
las clases sociales y la alienación de los individuos. La alienación es una experiencia según la cual los
hombres, en vez de gobernar sus propias vidas y sus propios destinos, se sienten gobernados por
fuerzas ajenas o extrañas a ellos. Ellos no pueden controlar estas fuerzas y se encuentran sometidos.
Los trabajadores están alienados, no se ven a sí mismos como hombres libres, sino como una
mercancía más que los capitalistas compran cuando la necesitan y de la que se desentienden cuando
no la necesitan. Para Ritzer (1993) el trabajador industrial está alienado respecto de:
o Su trabajo: la gente trabaja para satisfacer sus necesidades económicas, para realizarse
como personas (desarrollar su potencial y cualidades), pero en la empresa capitalista no hay
lugar para la creatividad, sino que todo está debidamente reglamentado y supervisado. El
hombre es un esclavo de la máquina.
o Los productos del trabajo: no le pertenecen al trabajador, sino al capitalista que ha
comprado su tiempo y esfuerzo a cambio de un salario.
o Otros trabajadores: el trabajo expresa la naturaleza humana, pero en las sociedades
capitalistas este deja de ser una experiencia de cooperación para convertirse en algo
puramente competitivo.
o De sí mismo: el capitalismo transforma una actividad que debería expresar las cualidades
esenciales del hombre en una experiencia tediosa y deshumanizadora.

Así, bajo este proceso de alienación, es difícil tomar conciencia de clase.

CONFLICTO : Según la perspectiva marxista, existe un conflicto inevitable entre los capitalistas y los
trabajadores que tiene sus raíces en el mismo proceso productivo. Es decir, los capitalistas quieren maximizar
sus beneficios y, para esto, reducen los salarios. Los trabajadores, en cambio, pretenden que sus salarios
sean cada vez más redituables. Pero como el aumento de salarios implica una reducción de beneficios para
los propietarios, aparece el conflicto de intereses. Este conflicto, según Marx, solo puede superarse si se
reemplaza el sistema capitalista por otro socialista.

En este sistema, ¿qué se debe hacer? La legitimidad de la revolución : En un plano político, Marx considera
que una acción revolucionaria de los trabajadores podría destruir el capitalismo. De acuerdo a su propuesta,
después de esta acción revolucionaria y una vez destruido el capitalismo, devendría un sistema social más
humano e igualitario: el socialismo. De acuerdo a sus ideas, la distribución social de la riqueza no debería ser
igualitaria (en el sentido de que todos los individuos reciban los mismo), sino que se realizaría un aporte a
cada individuo de acuerdo a sus posibilidades para que cada uno reciba en función de sus necesidades. Así lo
explica Marx: Cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando,
con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a
chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho
horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según su
capacidad; a cada cual según sus necesidades!

Romper con la alienación y pasar de ser una clase en sí hacia una clase para sí constituye la base del
programa de transformación de la sociedad. “Proletariados del mundo, Uníos” (Marx y Engels, 2003, p. 21)
rezaba el Manifiesto Comunista.

ALGUNOS ELEMENTOS CRÍTICOS DE LA TEORÍA MARXISTA Marx (1818-1883), considerado en la actualidad


como uno de los padres fundadores de la sociología, tenía diferentes objetivos con respeto al resto de los
pensadores: intentaba provocar el quiebre de ese nuevo orden social naciente. Al respecto, BOTTOMORE
(1988) señala que : Durante más de un siglo ha habido una estrecha, incómoda y polémica relación entre
marxismo y sociología. Estrecha, porque la teoría de Marx, tal y como la sociología, quería ser una ciencia
general de la sociedad, y estuvo análogamente dirigida, en particular, a comprender los cambios sociales
resultantes del capitalismo industrial y de las revoluciones políticas del siglo XVIII. Los alcances y ambiciones
del marxismo eran, sin duda, los mismos que se expresaban en los sistemas sociológicos de Comte y de
Spencer, y hasta cierto punto fueron idénticas sus fuentes intelectuales: las historias de la civilización, las
teorías sobre el progreso, el análisis sansimoniano de la sociedad industrial, y la nueva economía política,
entre otras. En cuanto a la incomodidad y la polémica, nacieron (como veremos luego con más detalle) del
hecho de que sociología y marxismo se desarrollaron históricamente en esferas en gran medida aisladas, así
como del conflicto directo entre sus perspectivas teóricas y de una incertidumbre básica y tema permanente
de discusión: si el marxismo debía considerarse una entre varias teorías sociológicas, o bien un cuerpo de
pensamiento único y singular, un mundo intelectual completo en sí mismo, una alternativa radical frente a
cualquier clase de sociología como medio de comprender la sociedad humana y de guiar la acción con arreglo
a ello. Una de las críticas fundamentales a estas ideas es que la desigualdad no solo puede ser económica
(planteada en términos de diferencias de clases), sino que también pueden marcarse desigualdades de
género (entre hombre y mujer) o de etnia (entre razas), etcétera. Sin embargo, según el argumento de Marx,
los conflictos fundamentales son aquellos que se posicionan en función de la ubicación (de los individuos) en
la estructura económica. La postura marxista, al destacar las desigualdades y los conflictos sociales, deja de
lado el equilibrio y la paz social. En la medida en que hay intereses políticos, no se considera la investigación
científica. Sin embargo, la respuesta de la sociología marxista es que no se puede sostener la existencia de
una ciencia libre de valores.

Tanto este paradigma como el funcionalismo tienen una orientación macro; es decir, implican una reflexión
sociológica que se sitúa al nivel de las grandes estructuras sociales. Se pretende así una comprensión global.

MAX WEBER (1864-1920): Mientras que el paradigma de Marx se considera como objetivista, Max Weber se
inscribe como subjetivista. Desde el paradigma de este gran clásico se afirma que, para entender un contexto
social, debemos comprender la perspectiva de los individuos que participan en él. El interés del investigador
que se posiciona en este paradigma no está en analizar la realidad o el modo en que la sociedad condiciona
al individuo, sino en el individuo como actor, en los motivos e intenciones que le llevan a actuar y el sentido
que atribuyen a su acción. La sociedad, según este paradigma, está configurada a partir de las acciones de los
individuos. Max Weber no compartía el enfoque materialista de Marx. Para Weber las creencias podían
transformar la sociedad. Así, la sociedad moderna (es decir, el capitalismo) no es el resultado de cambios
tecnológicos, sino de un nuevo modo de pensar. En ese apartado repasaremos brevemente las principales
ideas de Max Weber.

SOBRE LA SOCIEDAD : Weber (1922-1992) no clasificaba a las sociedades según el tipo de tecnología que
habían desarrollado, sino que prefería distinguirlas a partir de las visiones del mundo que poseían sus
miembros. La Revolución Industrial y el surgimiento del capitalismo significaron el triunfo de la
racionalización. Así, Weber habló de la racionalización del mundo para describir la transición histórica de la
tradición a la racionalidad como modelo dominante de pensamiento. Esta racionalidad implicaba un
desencantamiento del mundo, pues se trataba de un mundo orientado al cálculo racional, al pensamiento
científico, en donde el progreso técnico debilitaba los vínculos con la tradición y el pasado o las explicaciones
mágicas del mundo. Weber (1992) clasificó varios tipos de acción social:

 Acto racional respecto de un fin: el actor concibe claramente un fin y combina los medios para
alcanzarlo. Es el acto de un ingeniero que quiere construir un puente, por ejemplo.
 Acto racional respecto de un valor: es el caso de una persona que acepta un duelo. El actor actúa
racionalmente al aceptar todos los riesgos de una acción, no para obtener un resultado particular,
sino para permanecer fiel a una idea que tiene que ver con el honor.
 Acto afectivo o emocional: es el que está dictado por el estado de conciencia o por el humor del
sujeto. Se define la acción no por referencia a un fin o a un sistema de valores, sino por la reacción
emocional del actor colocado en circunstancias dadas.
 Acto tradicional: el actor no necesita representarse un fin ni concebir un valor o sentirse agitado por
una emoción, sino que obedece a reflejos afirmados por una prolongada práctica. El actuar es
dictado por los hábitos, las costumbres y las creencias.

¿EL CAPITALISMO ES UN SISTEMA ECONÓMICO RACIONAL? Para Weber el capitalismo expresa la


racionalidad, ya que el capitalista toma decisiones según el cálculo de costos-beneficios. Para Marx, por el
contrario, dicho sistema es la antítesis de la racionalidad. Podemos preguntarnos, entonces: ¿se puede decir
que es racional un sistema económico que condena a la pobreza a la mayoría de la población?

¿CÓMO SURGIÓ EL CAPITALISMO? según Weber, surgió en un determinado medio social: el calvinismo. Los
calvinistas actuaban según los parámetros de una disciplina rigurosa y de un modo racional. Quienes
adherían al calvinismo creían en el dogma de la predestinación, según el cual Dios había escogido a unos
hombres para ser salvados y a otros para asumir el castigo eterno. También pensaban que era imposible
conocer la voluntad de Dios. Para comprender un poco más esta ética, te invitamos a leer el texto de Ritzer
que sintetiza los elementos básicos del calvinismo sobre los cuales Weber construye la relación con el
capitalismo.

EL CALVINISMO CONSTITUYE LA VERSIÓN DEL PROTESTANTISMO que más le interesaba a Weber. Una de
las características del calvinismo es la idea de que sólo es elegido para la salvación un pequeño número de
personas. El calvinismo implicaba, por ende, la idea de predestinación: las personas estaban predestinadas a
estar bien entre las que se salvarían o bien entre las que se condenarían. No hay nada, ni el individuo, ni la
religión como un todo, que pueda alterar ese destino. De esta forma, la idea de la predestinación mantiene al
individuo con la duda de si está o no entre los que se salvarán. Para reducir esta incertidumbre, los calvinistas
desarrollaron la idea de la existencia de signos que indicaban si una persona se salvaría. Las personas están
obligadas a trabajar con ahínco, porque si son diligentes descubrirán las señales de salvación. Señales que se
encuentran en el éxito económico. En suma, se insta a los calvinistas a emplearse en una actividad mundana
intensa y a convertirse en “hombres de vocación”.

Sin embargo, las acciones aisladas no son suficientes. El calvinismo, en su condición de ética, requería un
autocontrol y un estilo de vida sistematizado que llevaba consigo un conjunto integrado de actividades,
sobre todo actividades de negocios. Esto contrasta con el ideal cristiano de la Edad Media, según el cual los
individuos deben sencillamente comprometerse, cuando la ocasión lo exige, en actos aislados para expiar
pecados específicos y para incrementar sus oportunidades de salvación. “El Dios del Calvinismo no demanda
a sus creyentes buenas obras singulares, sino una vida de buenas obras combinadas en un sistema
unificado”.

Ante la muerte de Calvino, para aliviar la angustia, los pastores indicaron lo siguiente:

1. Era obligación de los creyentes creerse predestinados a la salvación. Pensar que estaban condenados
al castigo era caer en la tentación; por lo tanto, debían tener la convicción de que habían sido
elegidos.
2. Para ganar la salvación debían trabajar incansablemente en su oficio, con el fin de ganar la confianza
de Dios. Dado que el trabajo era una forma de agradar a Dios, debía realizarse de modo racional, de
forma meticulosa y sin desperdiciar ningún tipo de recurso para no ofender al creador. Los frutos del
trabajo tampoco se podían consumir en lujos o placeres, pues eso pertenecía al reino del pecado;
por el contrario, debían reinvertirse para agradar al soberano, mecanismo que contribuía a sentar las
bases del capitalismo.

LA EPISTEMOLOGÍA, ES DECIR, la forma de comprender el conocimiento es (según Weber) multicausal;


precisamente por eso nunca llegó a decir que este tipo particular de ética protestante hubiera causado el
capitalismo. Más bien, postuló que la ética protestante fue un factor importante (agregaríamos, sumamente
relevante), pero no el único.

RASGOS DE LA NUEVA SOCIEDAD ORGANIZADA EN FUNCIÓN DE LA RACIONALIZACIÓN:

1. Surgieron instituciones sociales específicas. En las sociedades primitivas la familia era prácticamente el
centro de todas las actividades. Gradualmente, surgieron otras instituciones específicas encargadas de
desarrollar actividades que antes se hacían en el seno familiar y su aparición fue una estrategia racional
que permitió atender las necesidades humanas de un modo más eficaz.
2. Se crearon organizaciones: escuelas, hospitales, universidades, etcétera. Weber pensaba que las
organizaciones formales eran instrumentos diseñados a propósito para conseguir determinados fines
de la forma más eficiente posible, la expresión más acabada del triunfo de la racionalidad. La burocracia
transformó la sociedad de la misma manera que la Revolución Industrial transformó la economía.
3. Aparecen profesiones y ocupaciones cada vez más especializadas: los miembros de las sociedades
modernas desarrollaban sus actividades en ámbitos cada vez más especializados.
4. Autodisciplina: en las sociedades modernas se premiaba el esfuerzo y el mérito personal.
5. Como consecuencia del proceso de racionalización, hubo una mayor conciencia del tiempo. En el
mundo moderno se medía el tiempo y se planificaban las actividades en horas y minutos.
6. Impersonalidad: hay una separación entre las esferas de la vida privada (ámbito de las emociones) y las
otras esferas de la vida en donde predominan las relaciones impersonales.

RACIONALIDAD Y DESENCANTAMIENTO DEL MUNDO : Los problemas que preocupaban a Marx y a Weber
eran diferentes. Sin embargo, Weber planteaba algo parecido a lo que señalamos en Marx como alienación.
Según Weber, la sociedad moderna e industrial neutralizaba la dimensión creativa o innovadora de las
personas porque sus vidas eran cada vez más rutinarias y domesticadas por la burocracia. Por tratarse de una
sociedad racional, la era moderna se encuentra desencantada, anquilosada y los hombres eran dóciles. La
organización moderna era un vasto sistema de reglamentos, procedimientos y ordenanzas que sofocaban el
espíritu humano. Resulta necesario aquí profundizar sobre el concepto de burocracia. La burocracia,
entendida desde la perspectiva teórica de Weber, no tiene la connotación negativa que habitualmente le
asignamos en nuestra vida cotidiana. Por el contrario, Weber define a la burocracia como un tipo ideal de
organización racional de dominación legal. Para comprender este concepto, haremos referencia, primero, a
los tipos ideales de dominación que Weber construye para explicar la forma en la que resulta posible
encontrar obediencia dentro de un grupo en relación con mandatos específicos. Él considera que, para
encontrar obediencia resulta necesario, primero, fomentar la creencia de que el mandato es legítimo.

WEBER PROPONE TRES TIPOS DE DOMINACIÓN LEGÍTIMA: la de carácter tradicional, la de carácter


carismático y la de carácter racional. La primera “descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las
tradiciones” ; por lo tanto, aquellos a quienes la tradición designa como jefes adquieren una autoridad
legítima. La segunda forma de dominación se otorga a un jefe o santo en función de sus actos heroicos o
fuera de lo común. Y la tercera forma de dominación es aquella que “descansa en la creencia en la legalidad
de las ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones a ejercer
la autoridad (autoridad legal)”. El tipo más puro de dominación legal es el que se ejerce por medio de un
cuadro administrativo burocrático. La totalidad del cuadro burocrático se compone de funcionarios
individuales que se manejan sobre la base de estas pautas:
 Los funcionarios se deben a las obligaciones de sus cargos.
 Se respeta una jerarquía administrativa rigurosa.
 Cada cargo exige ciertas competencias por desempeñar.
 La calificación profesional fundamenta el nombramiento del funcionario.
 El sueldo se gradúa en relación al rango jerárquico y las responsabilidades.
 La comunicación mantenida es de tipo formal.

Las mencionadas son algunas de las características del tipo ideal de dominación legal, denominada
burocracia, construida por Max Weber. Por lo tanto, en una burocracia ideal, quienes ejercen la autoridad
son aquellos más preparados para desempeñar el cargo o mando para el cual fueron seleccionados. Este tipo
de organización era la que predominaba en la modernidad, no solo en la administración pública, sino en la
mayoría de las organizaciones.

CRÍTICA AL PARADIGMA DE LA ACCIÓN Al preguntarse cómo las personas le dan significado al mundo que
las rodea, el paradigma de la acción busca la comprensión de la realidad. Sin embargo, se cuestiona que, al
enfocarse en esto, se pierden de vista las estructuras y los condicionamientos que estas ejercen sobre la
acción social. “La administración burocrática significa: dominación gracias al saber; ésta representa su
carácter racional fundamental y específico”. Los tres clásicos de la sociología: Durkheim, Marx y Weber

LAS DISTINTAS MANERAS DE CONCEBIR Y COMPROBAR la acción social pueden resumirse de la siguiente
manera: para Durkheim, el aspecto fundamental por indagar es la conciencia colectiva; para Marx, las
condiciones objetivas de las sociedades, sobre todo de índole económica; mientras que, para Weber, será el
tipo de racionalidad subjetiva de la acción social, que fue su foco prioritario de estudio. Las ciencias sociales
no disponen de la necesidad de contar con un paradigma o una verdad univoca, ni tampoco buscan conciliar
tesis diferentes intentando un sincretismo. Así, estas escuelas de pensamiento permiten corroborar, no
solamente la complejidad de los fenómenos sociales, sino también su constante evolución y dinamismo.

MODULO 1 UNIDAD 4
METODOS Y TECNICAS DE INVESTIGACION SOCIAL . El desafío de la democracia y la ciudadanía
multicultural en Argentina: La democracia y la ciudadanía multicultural y, en forma especial, la ‘otredad’ se
presentan como las responsabilidades en términos de convivencia a nivel nacional, regional e incluso global.
Sin embargo, en Argentina aún persiste una deuda pendiente en materia de reflexión y revisión profunda no
solo sobre el proceso de conformación y consolidación de su Estado nacional, sino que también mantiene un
débil ejercicio en relación a una filosofía del espacio público y la relación con la alteridad ‘no argentina’ que
habita en el mismo territorio. De esta manera se comparten avances del estudio realizado en terreno con
poblaciones indígenas mapuche en la Patagonia y wichi en Salta, como también el caso de inmigrantes
peruanos y venezolanos tanto en Ciudad de Buenos Aires como en Ciudad de Córdoba, que sirven como base
para discutir en torno a la Triada que se impone en las sociedades modernas compuestas por el
Estado/Nación/Ciudadanía.

Este trabajo realizado en terreno durante el año 2015 y que reuniera las primeras aproximaciones al
fenómeno de estudio ofreció categorías de análisis como: sentido de pertenencia, que conjuga al “nosotros”,
segundo el sentido estratégico que comprende a las tensiones con el “ustedes” y el “ellos” y, por último, el
sentido de la acción que inscribe una trayectoria dentro del espacio público.

El presente trabajo se enfoca en Argentina, con los ‘no argentinos’ tomando por muestra el pueblo
mapuche y wichi para el caso de los indígenas y la población venezolana y peruana para el caso de
inmigrantes, en la Ciudad de Buenos Aires y Ciudad de Córdoba, las cuales cohabitan en el espacio público
con la cultura mayoritaria. El plan de trabajo, en términos metodológicos, ha sido realizado desde una
perspectiva inductiva, orientada a la ‘Teorización Fundamentada’, metodología cualitativa desarrollada por
STRAUSS Y CORBIN (1992), para lo cual se ha escogido una muestra que cuenta a personas de diferentes
realidades socio económicas y de género, pero que conservan una adscripción a la referencia cultural de
mapuche (Patagonia) y Wichís (Noroeste), en el caso de los pueblos indígenas; venezolanos y peruanos
(Ciudad de Buenos Aires y Córdoba) para el caso de los inmigrantes, por cada grupo 10 personas, siendo un
total de 40 personas entrevistadas de distintas afiliaciones culturales. Se ha aplicado la técnica de entrevistas
abiertas e individuales, que reúne criterios verificables en un enfoque positivo (verificable), que se
complementa en un carácter constructivista que busca desenvolver la hermenéutica y el sentido de la acción
de cada uno de los colectivos entrevistados y el modo con el cual categorizan su relato a través de una
‘Trama’ (Ricoeur, 2004).

Durante los meses de marzo hasta junio de 2019 se ha realizado las visitas a terreno, mientras que en los
meses de junio hasta agosto se construyeron las categorías emergentes de los relatos para que, entre agosto
y octubre, se establezcan las relaciones entre dichas categorías y comprender nuevas dimensiones sobre la
constitución subjetiva de las culturas minoritarias y su percepción sobre el espacio público argentino. El
contenido es organizado en tres grandes puntos que consideran rasgos de la sociología crítica: describir la
realidad social a través de antecedentes teóricos, explicar desde el trabajo en terreno los diferentes modos
con los cuales las sociedades demuestran su evolución y, por último, ofrecer una suerte de evaluación que
permita reconocer ciertas pistas y recomendaciones a futuro.

MÉTODOS Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN SOCIAL: Hasta aquí vimos que la sociología es un cuerpo de
pensamiento específico sobre el mundo social; sin embargo, también implica una forma de investigación
científica caracterizada por la búsqueda de datos o evidencia empírica para sustentar las afirmaciones. Cada
teoría sociológica guarda correspondencia con una particular metodología de investigación. En efecto,
algunos científicos sociales postulan que hay regularidades en el mundo social y que estas puedan estudiarse
mediante apropiados diseños de investigación y metodologías. Otros pensadores sostienen que, si bien hay
regularidades, son imposibles de detectar porque el mundo social es demasiado complejo. Finalmente se
encuentran sociólogos que afirman que no es posible pensar en términos de causa-efecto (es decir, no hay
una sola causa que explique la complejidad en la cual estamos inmersos) y que las ciencias sociales deben
focalizarse en reconstruir las intenciones y significados de la acción social (no en buscar causas).

En este sentido, existen múltiples maneras de concebir el mundo social y sus relaciones. Cada paradigma
sociológico propone algún tipo de metodología para sustentar empíricamente sus hipótesis. Podemos hablar
de la existencia de dos grandes paradigmas de investigación social: la metodología cuantitativa y la
metodología cualitativa.

METODOLOGÍA CUANTITATIVA: parte de la premisa de que los fenómenos sociales pueden explicarse y que,
para ello, se utiliza información cuantificable y medible. Hernández-Sampieri, Fernández Collado y Baptista
Lucio (2010) señalan la existencia de dos tipos de realidades:

la primera es interna y consiste en las creencias, presuposiciones y experiencias subjetivas de las personas,
que van desde las muy vagas o generales (intuiciones) hasta las convicciones bien organizadas y
desarrolladas lógicamente a través de teorías formales.

La segunda realidad es objetiva, externa e independiente de las creencias que tengamos sobre ella (la
autoestima, una ley, los mensajes televisivos, una edificación, el sida, etc., ocurren, es decir, cada una
constituye una realidad a pesar de lo que pensemos de ella).
La metodología cuantitativa intenta capturar y estudiar lo que ocurre en la realidad externa. Parte del
supuesto de que esta realidad objetiva puede conocerse y de que resulta posible investigarla. Las
principales características de esta metodología son las señaladas por Hernández-Sampieri, Fernández
Collado, Baptista Lucio (2010): la estructura de la investigación, a diferencia de la cualitativa, generalmente
sigue un patrón estructurado. Esto significa que, después de plantear el problema de estudio, el investigador
construye una hipótesis (algo que va a examinar si es cierto o no) y la somete a prueba mediante el empleo
de diseños de investigación. Si los resultados corroboran la hipótesis, se aporta evidencia empírica a su favor.
Si, por el contrario, los resultados refutan la hipótesis, esta se descarta en busca de mejores explicaciones.
Frecuentemente, las conjeturas se establecen antes de recolectar los datos.

“Como en este enfoque se pretende medir, los fenómenos estudiados deben poder observarse o referirse en
el ‘mundo real’ [y objetivo]” (Hernández-Sampieri, Fernández Collado, Baptista Lucio, 2010, p. 5). Estos datos
son productos de mediciones y se representan mediante números (cantidades) que se deben analizarse a
través de métodos estadísticos. En todo este proceso se busca el máximo de control para lograr que otras
explicaciones posibles (distintas o rivales) sean desechadas, se excluya la incertidumbre y se minimice el
margen de error.

“Los análisis cuantitativos se interpretan a la luz de las predicciones iniciales (hipótesis) y de estudios previos
(teorías). La interpretación es una explicación acerca de cómo los resultados encajan en el conocimiento
existente. Esta investigación intenta ser lo más objetiva posible. Los fenómenos que se observan y miden no
deben ser afectados por el investigador; es decir, se pretende que la subjetividad del científico no influya en
los resultados del estudio ni interfiera en los procesos.

Los estudios cuantitativos siguen un patrón predecible y estructurado (el proceso) y se debe tener presente
que las decisiones críticas se efectúan antes de recolectar los datos (…) [En este tipo de investigación] se
pretende generalizar los resultados encontrados en un grupo o segmento (muestra) para aplicarlos a una
colectividad mayor (universo o población). También se busca que los estudios efectuados puedan replicarse.
El objetivo es explicar y predecir el fenómeno investigado a partir de la búsqueda de regularidades y
relaciones causales entre los elementos. Si se sigue rigurosamente el proceso y los datos generados poseen
los estándares de validez y confiabilidad, las conclusiones derivadas contribuirán a la generación de
conocimiento. Se inscribe, a su vez, en un razonamiento lógico deductivo. Esto significa que se comienza con
la teoría y de esta se derivan expresiones lógicas denominadas hipótesis, las cuales el investigador busca
someter a prueba. Se pretende identificar patrones de regularidad y causales.

METODOLOGÍA CUALITATIVA: La metodología cualitativa sienta sus bases en un enfoque de la realidad


claramente diferente al que asume la metodología cuantitativa. El investigador que se posiciona en el
enfoque cualitativo entiende que la realidad se construye a partir de la interacción de los individuos ya que
ellos asignan sentido a sus acciones. Esta metodología busca comprender e interpretar estos sentidos. El
investigador que adopta esta postura busca, entonces, captar los significados atribuidos en el circuito de la
acción y evita predefinirlos antes de investigar (Cipriani, 2013). Cabe aclarar que la metodología cualitativa
no se propone medir variables predefinidas, sino más bien generar nuevos conceptos, tipologías y teorías
que permitan comprender y caracterizar el fenómeno investigado. En el artículo que leímos al comienzo de
esta lectura se manifiestan algunas de las técnicas usadas en esta clase de investigaciones, ¿puedes
identificarlas?. Existen múltiples procedimientos específicos del método cualitativo, pero antes de
mencionarlos es necesario comprender con claridad cuáles son las características de este tipo de
investigación. Podemos caracterizarla brevemente con los siguientes enunciados:

En primer lugar, está fundada en una posición filosófica interpretativa y podemos relacionarla con el
enfoque del paradigma de la acción que hemos desarrollado al comenzar este módulo. De esta manera, el
investigador cualitativo entiende que “el mundo social es ‘interpretado, comprendido, experimentado y
producido’.

En segundo lugar, utiliza métodos que permiten comprender la complejidad, el detalle y el contexto de un
determinado fenómeno.

En tercer lugar, permite una relación cercana entre el investigador y los sujetos observados.

Finalmente, lejos de buscar una imagen de la realidad estática y externa respecto del actor social, examina la
imagen que él mismo ha construido, por lo cual debe utilizar métodos que le permitan aproximarse a su
subjetividad y comprender los significados que el individuo atribuye a su acción. Como ya hemos indicado, el
investigador cualitativo utiliza métodos coherentes con los objetivos y particularidades antes mencionadas.
Se trata, por lo tanto, de técnicas que permiten acercarse a la singularidad del fenómeno, a la subjetividad de
los actores y a los procesos de interacción que se observan. Cabe destacar que la finalidad de esta
metodología no es solo relevar las palabras de los actores observados, sino interpretarlas. Por lo tanto,
necesitamos tener en cuenta, por una parte, ciertas técnicas que nos permiten relevar estos discursos, por
ejemplo, la entrevista en profundidad y la observación (participante y no participante). Pero, por otra parte,
resulta imprescindible reconocer que también debemos hacer referencia a ciertos métodos que funcionan
como marco para la recolección, el análisis y la interpretación de lo relevado, entre los cuales podemos
mencionar los biográficos, el análisis de discurso y la teoría fundada en datos (GROUNDED THEORY).

Finalmente, más allá de las discusiones centradas en la cientificidad de este enfoque metodológico, la
investigación cualitativa es cada vez más utilizada y apunta a objetivos claramente diferentes de los de la
metodología cuantitativa. Tal como afirma Cipriani (2013), “no existe la supremacía de un enfoque sobre
otro, ambos son complementarios y no alternativos” (p. 58).

HERRAMIENTAS DE RECOLECCIÓN DE INFORMACIÓN: ENCUESTAS, ENTREVISTAS Y GRUPOS FOCALES : Para


recolectar la información en el terreno debemos acudir a diferentes fuentes. Encontramos:

 LAS FUENTES PRIMARIAS : AQUELLAS que son específicas de la temática que se pretende conocer
como biografías, artículos, investigaciones , etc
 LAS FUENTES SECUNDARIAS: proporcionan información que puede ser de utilidad como
estadísticas , enciclopedias, libros, etc.

NUEVAS PERSPECTIVAS: Hasta aquí hablamos de una sociología construida por hombres occidentales y
europeos, considerados los padres fundadores de esta disciplina. Esto nos lleva a pensar que esta forma de
estructurar la reflexión sociológica no está exenta de sesgos. Las principales críticas que podemos plantear,
entre otras, son:

1. Dado que la sociología fue estructurada por hombres, se trata de una particular óptica e intereses.
2. Los temas abordados por los fundadores de la disciplina fueron elegidos arbitrariamente por ellos;
por lo tanto, existen temas que han quedado relegados.
3. Cuando los temas relegados fueron tratados, pueden haber sido distorsionados.

En efecto, como señalan COSTA Y BOATCA (2010), la sociología está vinculada con su objeto principal de
investigación, la modernidad. ambos elementos son inseparables. En la constitución de las disciplinas de las
ciencias sociales se reflejó la división intelectual de trabajo que surgió en la Europa occidental hacia fines del
siglo XIX. Como señala Wallerstein (1999), a cada una de las supuestamente autónomas esferas de la
actividad humana consideradas características del mundo moderno (el mercado, el Estado y la sociedad civil)
se le asignó un campo académico específico. La economía, la ciencia política, la sociología y la antropología
eran las disciplinas encargadas de estudiar al otro y por qué este no era o no podía ser moderno. Es
precisamente esta distribución geopolítica de las tareas académicas y la indisoluble relación con la
modernidad occidental lo que se empieza a cuestionar y a entrar en crisis.

Todo lo enunciado nos lleva a problematizar el lugar que ocupa América Latina en estos procesos de
construcción del conocimiento. En efecto, el contexto latinoamericano se presenta al menos como
problemático –por utilizar algún concepto– a la hora de recibir, procesar y reinterpretar construcciones
teóricas de otros contextos sociohistóricos. No es nuestra intención profundizar en estos puntos, pero sí
queremos rescatarlo como una dificultad. Se trata de abrir la puerta para pensar lo que Edgardo Lander
(2000) denomina saberes coloniales y eurocéntricos.

MODULO 2 UNIDAD 1.
LA CULTURA EN EL DISCURSO COMUN:

ETNOGRAFÍA: Espejos Culturales presenta las culturas originarias de Argentina y Sudamérica. Destaca la


diversidad cultural y la riqueza de los pueblos. La exhibición está organizada por regiones, de sur a
norte, desde Tierra del Fuego hasta la región andina. Cada grupo cultural está representado por
los aspectos más característicos de la región como los textiles y la platería de la Patagonia, la caza en el
Litoral y el carnaval en el Chaco - Salteño.

Se exhiben más de 300 piezas etnográficas, muchas de ellas, únicas e históricas. Entre las piezas más
destacadas se encuentra la armadura que perteneció al cacique Chocorí, un traje coraza de uso común entre
los caciques araucanos, confeccionado con siete cueros de guanaco. También se exhibe una colección de
máscaras del carnaval Chané confeccionadas en madera de palo borracho. En la parte central de la sala se
exhibe un conjunto de canoas entre las que se encuentra la piragua guaraní, construida en tronco de árbol de
timbó que era utilizada para navegar ríos de llanura y la canoa canadiense. Un sector de  instrumentos
musicales muestra su diversidad y la influencia europea, especialmente en el ejemplar de la guitarra. La
música asume una especial relevancia en diversas ocasiones, desde las canciones de cuna y juego hasta las
expediciones guerreras o en honor de los muertos. La Sala también invita a reflexionar sobre la importancia
de la tierra y las leyes que han otorgado reconocimiento y derechos a los pueblos originarios de Argentina.
Los grupos culturales no están representados en un pasado, sino que se mencionan los reclamos, la memoria
e identidad. En este marco, se proyecta un video con escenas de la vida actual. Luego, en  un juego de
reconocimiento de lo propio y lo ajeno, propone pensar sobre la identidad, la cultura, la pluralidad, el
sentido de pertenencia, el lenguaje, el territorio, las creencias. En este marco, el visitante también podrá
preguntarse por su propia cultura.

CULTURA. LA CULTURA EN EL DISCURSO COMÚN ¿Por qué problematizar la cultura desde la sociología?
¿Podría pensarse una sociedad sin cultura? Claramente, la respuesta es no. La cultura posibilita la integración
de una sociedad. Generalmente, los integrantes de una sociedad se identifican con una cultura determinada,
aunque en la actualidad las sociedades son cada vez más multiculturales. En este sentido, la cultura define a
una sociedad o más bien existen culturas mayoritarias que buscan la uniformidad en la diversidad. Tal como
se muestra en el extracto de Espejos Culturales (con la evidencia de culturas originarias, las prendas y
costumbres utilizadas por pueblos ancestrales y los actuales debates en la sociedad moderna) no se podría
explicar el mantenimiento del orden social si no fuera a partir del concepto de cultura.

En este sentido, los padres de la sociología se han referido a alguno de sus componentes para explicar
cuestiones centrales tales como la solidaridad social, la cohesión, la anomia, la acción social o la
reproducción de la desigualdad. Ya sea en un sentido crítico o funcional, la cultura ha sido objeto de reflexión
y estudio para los autores que hemos denominado “clásicos” (abordados en el módulo 1). En el caso del
marxismo, sobre todo a partir de Gramsci, se plantea la relación entre la estructura y la superestructura, en
donde esta última – compuesta por los elementos ideológicos de una sociedad– está condicionada por las
relaciones presentes en un modo de producción dado, de tal forma que la posición social de los individuos
define su conciencia. De esta manera, las instituciones ideológicas de una determinada sociedad (religiosas,
políticas, legales, educativas) posibilitarían la reproducción de las relaciones de explotación de una clase
sobre otra. De este modo, nuestra sociedad ha construido ciertos modelos de la “argentinidad” como
modelo único y casi uniforme, que, sin embargo, coexiste con otros modelos en búsqueda de una
convivencia.

En el caso de Durkheim (1989), nos hemos referido a elementos culturales cuando hablamos del nivel de
integración y regulación social que mantiene la cohesión social, según lo planteado en la obra El suicidio.
Coherentemente con esta mirada, el paradigma funcionalista observa la cultura en su función de consolidar
las pautas de conductas que son necesarias para el mantenimiento de esta sociedad. En el caso de Weber
(2012), desarrollamos la explicación ofrecida por él mismo acerca del espíritu del capitalismo y su relación
con la esfera cultural religiosa, es decir, la ética protestante. Debe resaltarse el papel atribuido por Weber a
las ideas, los valores y las creencias, como motor de cambio. A raíz de esto es que sus explicaciones de la
modernidad se refieren a una nueva forma de ver el mundo, ya no basada en los valores tradicionales, sino
en la racionalidad. Incluso, al explicar el poder y la dominación, Weber insiste en la cultura como constructo
explicativo, ya que, de acuerdo con su propuesta, son las creencias las que legitiman el ejercicio del poder.

Como se puede observar, la cultura –aún bajo el rótulo de ideología, conciencia, valores, etcétera— ha sido
problematizada desde los orígenes de la sociología y se ha recurrido a ella para analizar y explicar el
comportamiento de los individuos en sociedad. Finalmente, también podemos resaltar que la cultura se
ofrece como un recurso polisémico con el cual se pretende explicar mucho más de aquello que define.

CULTURA. LA CULTURA EN EL DISCURSO COMÚN El concepto de cultura puede resultar amplio y difuso.
Dentro de él se incluyen nociones tales como ideología, mentalidad, representaciones sociales, imaginario
social, doxa y hegemonía. Además, se hace referencia a que una persona puede tener mucha (o poca)
cultura, como si la cultura se asociará a cierto nivel de instrucción, sabiduría, buenas costumbres o moral.
Asimismo, el esencialismo cultural constituye un riesgo que pretende petrificar a sus integrantes en términos
de “los mapuches son…”, “los chilenos son…” o “los argentinos somos…”, entre otros, con lo que se busca
englobar a un colectivo complejo e intrínsecamente diverso bajo una forma simplista y uniforme. Para
continuar, intentaremos hacer un abordaje inicial del concepto cultura, para lo cual partiremos del origen de
la palabra y detallaremos las distintas acepciones que, de acuerdo con cada época, se han otorgado al
concepto de cultura. En primer lugar, la palabra cultura se asocia a una acción (cultivar) y a un estado
(cultivado), lo cual, en última instancia, nos remite a la idea de un sujeto poseedor de cultura, o de ciertos
objetos que serían parte de esta. Durante el siglo XVIII la cultura, además de concebirse como un concepto
totalizante (esto es, en el sentido que va más allá de lo personal), estaba asociada a un ideal de vida
colectiva. Desde esta acepción, la cultura se constituía en ciertos rasgos histórico-sociales que caracterizaban
a una nación y garantizaban la identidad colectiva de los pueblos (Fichte en Giménez Montiel, 2005). Tal era
la función de la cultura.

Al mismo tiempo, se promovían ciertos valores utilitarios bajo el nombre de civilización y civilidad, que
poseían la función de promover el ideal de progreso material de la burguesía. Este proceso civilizador
implicaba ciertos tipos de control de la conducta y de las relaciones entre los hombres, y se distinguía
explícitamente de las manifestaciones del espíritu que se organizaban bajo el concepto de cultura.
Retomaremos este punto más adelante, cuando hablemos del orden social.

Es así como, durante el transcurso del siglo XVIII, la cultura se “autonomiza”, es decir, se desprende de sus
funciones y se convierte en un campo autónomo. Imaginemos la diferencia entre el nuevo tipo de sociedad
que surge y las sociedades preindustriales. Mientras que, en las sociedades preindustriales las actividades
culturales se desarrollaban como continuación de la vida cotidiana y tenían una función específica –religiosa,
práctica, ceremonial, etcétera–, en las sociedades modernas la cultura aparece desligada de sus funciones,
como un hecho per se.

La cultura puede concebirse como un fenómeno exclusivamente humano, caracterizado por ser sistémico,
transmisible, acumulable o simbólico. Además, está constituida por todos los objetos materiales y no
materiales creados por el hombre en tanto sujeto histórico (lenguaje, creencias, usos, costumbres, normas,
valores, símbolos) (Acebo Ibáñez y Brie, 2006). La evidencia presentada para el caso del Museo de la Plata
(que leímos en el artículo Espejos Culturales) permite observar que la cultura se hereda, transforma y
construye a través del tiempo. De acuerdo con esta descripción, es relevante reconocer como se evidencia
un distanciamiento entre la cultura y sus funciones iniciales, y se constituye el campo cultural como un
ámbito especializado y autónomo. Es decir, el factor cultural cobra un valor relevante para comprender la
evolución de las sociedades y su grado de cohesión.

EL SENTIDO DEL GUSTO En su obra El sentido social del gusto, Bourdieu (2010) intenta desmitificar la idea
acerca de que el gusto es un acto individual. Bourdieu (2010) se propone comprender la relación entre lo
económico y lo simbólico a partir de las relaciones de clase, pero también tiene en cuenta otras formas de
poder que contribuyen a la diferenciación social. Es decir, no solo el nivel socioeconómico del individuo
define la diferenciación entre clases, sino también la escuela a la que asiste, los lugares donde vacaciona, las
cosas que consume, etcétera. La cultura es una dimensión propia de la existencia humana que habrá de
definir las preferencias de lo “propio” y la contraposición con lo “ajeno”. Desde la perspectiva de Bourdieu
(2010), ningún gusto es un acto individual, ni existe la creación intelectual libre. No existe la “genialidad” del
artista o del escritor, sino que toda creación está relacionada a la producción simbólica de una época
histórica. Esto implica que los criterios que definen una obra artística como buena o bella son finalmente
sociales y dependen del momento histórico y el espacio en el cual se desarrollan. Al mismo tiempo, el gusto,
construido socialmente e incorporado como una segunda naturaleza, configura una predisposición a que
algo guste o no, predisposición que luego desarrollaremos bajo el concepto de habitus. En dicho texto
Bourdieu (2010) analiza minuciosamente las reglas que determinan, en cada campo de producción cultural,
qué se considera valioso y qué no. Habla de la “purificación” de la cultura y de su alejamiento del mundo
cotidiano como resultado de relaciones sociales específicas.

DICE BOURDIEU (2010): La estadística revela que el acceso a las obras culturales es el privilegio de la clase
culta. Pero ese privilegio tiene todas las apariencias de la legitimidad, puesto que los únicos excluidos son los
que se excluyen. Dado que nada es más accesible que un museo y que los obstáculos económicos apreciables
en otros ámbitos son allí escasos, al parecer se justificaría invocar la desigualdad natural de las “necesidades
culturales”. Bourdieu evidencia que en las clases menos instruidas hay una cierta resistencia, quizás
inspirada en un sentimiento de ineptitud o de incomodidad, a visitar museos, es decir, lugares lejanos a su
cotidianeidad. De esta manera, relaciona el gusto más con la disposición del sujeto (que depende
especialmente de la posición que ocupa) que con experiencias de naturaleza individual (Bourdieu, 2010).

LA AUTONOMIZACIÓN DE LA CULTURA De acuerdo con el análisis de Hugues de Varin (en Giménez, 2005),
podemos decir que la cultura autonomizada ha pasado por diferentes fases, a saber, la codificación, la
institucionalización y la mercantilización. Veamos cada una de estas fases a continuación.

LA CODIFICACIÓN DE LA CULTURA El objetivo de esta etapa era fijar y jerarquizar valores culturales. Así, se
definen estratos, igual que en el caso de las clases sociales, que de manera completamente jerárquica
poseen los bienes culturales considerados “válidos”. La cultura se homologa con las bellas artes
(arquitectura, escultura, danza, música, pintura, literatura, cinematografía) y representa el conjunto valorado
como “de buen gusto”, distinguido, legítimo, artístico. En un segundo nivel, se ubica la cultura tolerada, es
decir, las manifestaciones artísticas que aun sin considerarse elementos de distinción se incorporan a la
sociedad. Un ejemplo de esta cultura tolerada es el jazz, que, aunque no era considerado música erudita, se
incorporó a la sociedad masivamente. Finalmente, la cultura marginal incluye elementos no tolerados (o no
incluidos bajo el rótulo de cultural) que actualmente podríamos ejemplificar con la cumbia villera. Como se
ha visto en el caso del Museo de la Plata, se puede identificar a lo “indígena”, lo “autóctono” y “lo propio”. Lo
interesante aquí, y que no debe pasar inadvertido, es que esta tipificación se realiza de acuerdo con un ideal
de valor asociado fundamentalmente al cristianismo y a ciertos rasgos culturales europeos, que distan
bastante de la herencia y realidad latinoamericana.

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA CULTURA La segunda fase se da a partir de 1900, época en la cual se


observa un esfuerzo por parte del Estado para lograr el control y la gestión global de la cultura, para lo cual
diseña instituciones político-administrativas que le permitan unificar y centralizar la cultura. Como indica
Giménez Montiel (2005) “en esta fase se consolida la escuela liberal definida como educación nacional
obligatoria y gratuita; aparecen los ministerios de la cultura como nueva extensión de los aparatos de
Estado” (p. 37). El caso citado del Museo de la Plata puede presentarse como un modelo definido de
institucionalización que establece referencias con aquello digno de ser mostrado y aquello que ha sido
descartado de acuerdo con criterios políticos. Retomaremos este punto al hablar de socialización.

MERCANTILIZACIÓN DE LA CULTURA En esta fase se observa la subordinación masiva de los bienes


culturales a la lógica del valor de cambio. La cultura se valora como factor de crecimiento económico y es
convertida en mercancía, es decir, se somete a la ley de maximización de beneficios. La mercantilización de la
cultura provoca, por una parte, la desmoralización de los creadores y reveladores de la cultura, que se
convierten en meros “operarios” de una fábrica de objetos culturales. Por otra parte, y debido a la
concepción fabril de la cultura, se genera la estandarización de todas las culturas a escala internacional. A
raíz de lo expuesto, cabe preguntarse dónde queda la especificidad de la cultura como operadora de
identidad social, comunicación y percepción del mundo.

MODULO 2 UNIDAD 2 LA CULTURA EN LA TRADICIÓN MARXISTA Un ejemplo con el cual podemos


analizar el rol de la ideología y la posibilidad de su difusión masiva, es la lucha que pudo observarse en
nuestro país entre el kirchernismo y el Grupo Clarín. En esta lucha se evidenció la centralidad de la imagen y
la difusión ideológica de un lado y del otro, así como el rol estratégico que tienen los medios de
comunicación. La tradición marxista tiende a homologar la cultura a la ideología, y la ubica en el nivel
superestructural. Los autores enmarcados en la línea marxista abordan la cultura en función de su
contribución a la dinámica de la lucha de clases (desde una perspectiva políticamente valorativa). A
continuación, destacamos una frase de Althusser (s.f.), uno de los principales exponentes sobre ideología, y
te preguntamos ¿qué piensas acerca de lo que dice el autor? “La ideología representa la relación imaginaria
de los individuos con sus condiciones reales de existencia”. Para continuar, proponemos un recorrido por el
pensamiento de los referentes más relevantes del marxismo, que dan cuenta sobre el rol de la cultura
entendida como factor de cohesión y de concientización social.

LOS APORTES DE LENIN A LA COMPRENSIÓN DE LA CULTURA

Vladimir Ilich Lenin (1870-1924) Lenin fue uno de los dirigentes del partido bolchevique desde su formación
en 1903 y condujo a los soviéticos al poder en octubre de 1917. Fue puesto al frente del gobierno soviético
hasta 1922, cuando se retiró por problemas de salud. Después de liderar la revolución de octubre, Lenin
sirvió como el primer y único presidente de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR). En
1919, Lenin fundó la Internacional Comunista, organización comunista internacional que gobernaba a los
partidos comunistas de distintos países. Esta organización tenía como objetivo luchar por la supresión del
sistema capitalista, el establecimiento de la dictadura del proletariado, la República Internacional de los
Soviets, la abolición de las clases y la realización del socialismo como primer paso hacia la sociedad
comunista. Hacía el final de su vida, Lenin escribió sus últimos artículos, donde expuso un programa de lucha
contra la burocratización del Partido Comunista y del Estado soviético. Finalmente, murió el 21 de enero de
1924. Como es de suponerse, en los escritos de Lenin se plantea la determinación de la cultura por factores
extraculturales (las condiciones materiales de existencia) y se introduce la relación dominación-
subordinación en la esfera de la cultura. En referencia a la cultura nacional, se distingue entre la cultura
dominante, propia de la burguesía; la cultura dominada, característica del campesinado tradicional; y
elementos de la cultura democrática socialista, propia del proletariado. Según el artículo presentado en
esta lectura, se observa una lucha entre quienes conducen el gobierno kirchnerista, en su búsqueda por
construir un ideal político uniforme hacia la sociedad; y, por otro lado, el factor ideológico ejercido por el
espacio privado representado por el Grupo Clarín, quien defiende sus propias perspectivas y difunde un
mensaje hacia su audiencia.

Lenin erige su tesis en contra del populismo de fines del siglo XIX. Pensaba que en la etapa prerrevolucionaria
la tarea cultural debía subordinarse a la instancia política, pero que en la fase posrevolucionaria la revolución
cultural debía pasar a primer plano. “La concepción leninista de la cultura contrasta con el positivismo y el
relativismo cultural de los antropólogos, en la medida en que se inscribe en el contexto abiertamente
valorativo de un proyecto político y social”. Para Lenin, una cultura era superior a otra en la medida en que
permitía una mayor liberación de la servidumbre de la naturaleza. Su aporte fundamental consistió en
plantear la relación de dominación, que mencionamos anteriormente, en el terreno de la cultura. Si bien
Marx se había referido a tal relación de condicionamiento al hablar de la conciencia, no había profundizado
en la magnitud de su importancia. Lenin, bajo el concepto de dirección, ubicado en la esfera de la sociedad
política (Portelli, 1998), instala la idea de hegemonía, que luego retomará Gramsci para explicar el consenso
generado por la sociedad civil mediante el control cultural del bloque ideológico.

IDEOLOGÍA, ESTRUCTURA Y MATERIAL IDEOLÓGICO EN ANTONIO GRAMSCI

Antonio Gramsci (1891-1937) : Nació el 22 de enero de 1891 en Ales, Cagliari, en la isla de Cerdeña (Italia).
Fue uno de los pocos intelectuales surgidos efectivamente en el seno de las clases subalternas que alcanzó la
categoría, propuesta por él mismo, de intelectual orgánico de las clases subalternas, creador de ideología. En
1911, gracias a la obtención de una beca, se matriculó en Filología Moderna en la Facultad de Letras de Turín.
En 1913 ingresó al Partido Socialista Italiano e inició una activa militancia por la causa proletaria. A partir de
marzo de 1922, representó en Moscú al Partido Comunista Italiano (el cual se convertiría en el PSI) en la
Internacional. En octubre de ese mismo año, se produjo la marcha de Mussolini sobre Roma y la toma del
poder por el fascismo. Al año siguiente, se ordenó el arresto de Antonio Gramsci, pero fue posteriormente
liberado. En 1926, Gramsci fue designado secretario general del Partido Comunista Italiano. El 8 de
noviembre de 1926, fue detenido, situación que perduró hasta unos días antes de su muerte, en 1937. El
fiscal fascista que pidió la condena de Antonio Gramsci alegó que había que evitar que su mente pensara
durante veinte años. Gravemente enfermo, Gramsci escribió en la cárcel una obra que trasciende al
marxismo, Los cuadernos de la cárcel, cuya influencia en la actualidad abarca a las ciencias sociales de todo el
mundo.

Obra de Gramsci (escrita en la cárcel) recopilada en 29 cuadernos. Esta obra la escribió Gramsci en
diferentes cárceles de Italia, encerrado por el régimen fascista de Benito Mussolini. Está clasificada en 29
cuadernos en los que plasma el abordaje teórico de los problemas de la cultura, y “realiza los principales
aportes marxistas del siglo XX al trabajo teórico e investigativo sobre materias sociales para enfrentar los
problemas de hoy, y ayudar a formular nuevos proyectos culturales”. Antonio Gramsci fue un pensador
clave en la historia de la teoría marxista, porque fue uno de los primeros que, en el marco de dicha corriente
teórica, puso un fuerte acento en los fenómenos ideales, sin dejar de lado el materialismo. Particularmente,
se enfocó en la superestructura, y observó los mecanismos por los cuales el capitalismo es legitimado. La
pregunta que Gramsci se hizo en el siglo XX fue ¿cómo opera la superestructura para sostener el orden
capitalista? Para dar respuesta a este interrogante, desarrolló dos conceptos a los que llamó funciones de la
superestructura: la sociedad política y la sociedad civil. Según él, la sociedad política está constituida por el
Estado, aunque no hace referencia a los gobernantes, sino al Estado como fuerza, único autorizado a usar la
violencia legítima (ejército, policía, etc.). Gramsci entendía que, si la ley en una sociedad capitalista era el
reflejo de la estructura, de las relaciones entre privilegiados y no privilegiados, entonces el Estado detentaba
la violencia con el fin de mantener el orden capitalista establecido. Esta acción del Estado fue llamada por
Gramsci función de coerción. Desde la postura gramsciana, la necesidad de detentar la violencia por parte
del Estado da cuenta de la injusticia del sistema capitalista.

La figura de la influencia del Estado puede observarse en el caso citado de la lucha entre el gobierno
kirchnerista y el Grupo Clarín. El primero aparece de un modo claro, que lejos de ser un garante neutral o un
representante del contrato social, se ofrece como un agente político con poder de incidir sobre la sociedad.
Por otra parte, bajo el concepto de sociedad civil, Gramsci incluye los fenómenos puramente ideológicos que
tienen lugar en instituciones tales como las escuelas, las bibliotecas, iglesia, etcétera, y que ejercen la función
de consenso. Gramsci entiende que la lucha contra el capitalismo ya no pasa por la lucha contra la sociedad
política, sino con la sociedad civil. El logro de consenso por parte de la sociedad civil posibilita la hegemonía,
entendida como un vínculo de dominación aceptada, como una concepción del mundo compartida, como
una modalidad de poder, como la capacidad de dirección basada en el consenso cultural. Cultura e ideología
configuran, entonces, el instrumento privilegiado de la hegemonía, por la cual una clase social logra el
reconocimiento de su concepción del mundo. La cultura entendida de este modo posee una eficacia
integradora y unificadora. Por esta vía, la cultura determina la identidad colectiva de los actores histórico-
sociales.

Gramsci toma el concepto de hegemonía del propio Lenin, pero lo explica en términos de una especie de
atracción que se da entre los intelectuales de las distintas clases y genera, de este modo, un bloque
ideológico. De esta forma, los intelectuales de las clases fundamentales captan, mediante un proceso de
transformismo, a los intelectuales que representan a las clases subalternas. El bloque ideológico estaría,
entonces, controlado por la clase fundamental, quien dispone de materiales y medios que le permiten el
manejo de la estructura ideológica (instituciones de difusión de esta ideología) y del material ideológico
(instrumentos utilizados para dicha función, tales como las bibliotecas o los medios de comunicación)
(Portelli, 1998).

La posición de la clase subalterna o dominante determina, según Gramsci, una gradación de niveles
jerarquizados en el ámbito de la cultura. De este modo, podemos hablar de formas elaboradas, sistemáticas
y políticamente organizadas de cultura, tales como la filosofía o la religión; y de formas menos elaboradas y
refinadas, tales como el sentido común o el folklore. Gramsci toma una posición a favor de la elaboración de
la cultura, de la transformación cualitativa de las subculturas folklóricas a partir de una reforma intelectual y
moral, pero insiste en la necesidad de constituir un bloque intelectual moral, una gran cultura nacional-
popular de contenido crítico y sistemático. Para Gramsci, la revolución se debe pensar a partir de la
superestructura. Esta es la diferencia fundamental con Marx. La hegemonía de un centro director sobre los
intelectuales se confirma a través de dos líneas principales: una concepción general de la vida, una filosofía
“y un programa escolar, un principio educativo y pedagógico original, que interesen, en su dominio técnico, a
la fracción más homogénea y numerosa de los intelectuales, desde el maestro de escuela a los profesores
universitarios”.

Antonio Gramsci es, junto con Althusser, uno de los grandes intelectuales que lograron complementar o
incluso afinar ni más ni menos que la teoría del Karl Marx. Mientras Marx realiza su teoría objetivista,
centrada en la base material o estructura de las sociedades; Gramsci ofrece una mirada centrada en el
componente inmaterial, entendido como el factor ideológico o cultural situado en aquello que había de
denominar como superestructura. De esta manera, mientras la sociedad política es el espacio consagrado a
ejercer el control y conducción del bloque histórico, a través de la coerción o el consenso. La sociedad civil
acoge a todas aquellas instituciones que habrán de elaborar la cultura expresada en sus distintos niveles
jerarquizadas o refinadas progresivamente como el sentido común, el folclore, la religión y la ideología. Así,
la hegemonía se entiende no solo como la supremacía que un Estado ejerce sobre otro, sino como una
supremacía capaz de convencer a sus subordinados, de manera tal que conciban al mundo social como único,
e incluso deseable en términos de prosperidad y garantías de las condiciones de reproducción de la vida. En
este sentido, cabe aclarar que los medios de comunicación situados en el seno de la sociedad civil no cuentan
con un atributo exclusivo a la hora de construir hegemonía, sino que se encargan de una promoción difusa y
masiva de valores, en una suerte de claves de interpretación de ciertas noticias y acontecimientos orientadas
intencionalmente a la audiencia. En el caso citado, el Grupo Clarín conserva los intereses privados que
pretenden ser “neutrales”, es decir, de alguna manera, intentan traducirse como ingenuos y carentes de
intencionalidad cultural o política.

Mientras que Gramsci propone su esquema interpretativo en torno a la construcción de hegemonía, ofrece,
casi simultáneamente, una salida a este cerrojo sociológico, a través de una lucha hegemónica expresada
bajo la figura de posiciones, prolongada en una verdadera batalla cultural a través de los medios; o bien, una
manera directa y frontal, al estilo de la revolución lenilista de octubre de 1917, con la toma del palacio de
invierno, definida como guerra de movimientos.

PARA UN ANÁLISIS CRÍTICO DE LA CULTURA La propuesta de Gramsci, a pesar de haber sido producida en la
década del ‘30, resulta un encuadre teórico valioso y actual para el análisis crítico de la cultura y de la
ideología. Particularmente, el esquema teórico propuesto por el autor nos permite analizar la construcción
de consenso mediante el papel de los intelectuales y el uso de material ideológico (como los medios masivos
de comunicación, por ejemplo), lo cual se constituye en un tema de debate altamente presente en nuestra
cotidianeidad. A continuación, ilustraremos, dentro del esquema teórico de Gramsci, lo que atañe a este
apartado: la función de consenso ejercida por la sociedad civil a través del control del bloque ideológico.
Sintetizamos, según explica Portelli (1998), como el aspecto esencial de la hegemonía de la clase dirigente
reside en su monopolio intelectual, es decir, en la atracción que sus propios representantes suscitan entre las
otras capas de intelectuales. Esta atracción termina por crear un bloque ideológico –o bloque intelectual-
que liga las capas intelectuales con los representantes de la clase dirigente.

Raymond Williams (1921-1988) Nace en Gales el 31 de agosto de 1921 y es considerado el principal


referente de la Escuela de Birmingham o de Estudios Culturales. Tal como otros intelectuales marxistas
contemporáneos de las décadas de los años ‘50 y ‘60, comienza en al partido comunista, y luego, a partir de
ciertas diferencias con el sector ortodoxo, se aleja de este y se concentra en el estudio de la cultura y en el
desarrollo de una historia cultural. La perspectiva marxista culturalista es uno de sus mayores aportes a la
línea crítica, puesto que pone en evidencia las implicaciones de la cultura en los procesos históricos y en el
cambio social (Karam, 2009). Desde el punto de vista de Raymond Williams, el motor del cambio social está
relacionado con la acción orientada por valores, por lo cual la cultura está en su eje de análisis. Williams
retoma los aportes de Gramsci y entiende la cultura bajo la idea de consenso, propuesta por aquel autor, y se
refiriere a la hegemonía en términos de “una cultura en el más estricto sentido, pero también entendida
como vívida dominación y subordinación de clases particulares”. El axioma propuesto por Williams afirma
que la cultura popular, es decir, los modos de vida de las clases subalternas, son un aspecto decisivo para
entender las relaciones sociales. Por lo tanto, la comprensión de cualquier relación social implica
previamente la comprensión de la cultura en la cual tiene lugar. Esto nos permite hablar de una sociología de
la cultura. Además, Williams aborda, como preocupación original, el arte. Su enfoque es crítico y entiende la
sociedad como distintas formas de distribución de poder. Entre las distintas formas que observa está la
economía, por ejemplo, pero también otras más sutiles, tales como las diferencias de género, etnias e
identidades sexuales. La cultura es, entonces, la lente a partir de la cual percibimos las relaciones de
desigualdad de poder, y el objeto de la crítica cultural debiera ser evidenciar dichas relaciones. Williams se
enfoca luego en el hecho de la reproducción cultural, entendida como mantenimiento o estabilidad de
pautas culturales, y afirma que discutir la reproducción cultural es sinónimo de discutir la reproducción social
(Williams, 1980). En el caso citado, la lucha entre el GRUPO CLARIN Y EL KIRCHERNISMO, se plantea como
una disputa en torno a aquellos valores y noticias que serán consideradas como ciertas y capaces de
convencer a la sociedad civil acerca de las diferentes maneras de representación, así como establecer
quiénes serán los legítimos defensores de los valores civiles y quiénes tendrán que abandonar sus
pretensiones de poder. Al mismo tiempo, recupera la idea de autonomía relativa de las manifestaciones
culturales, que depende de cuán cerca estén estas de las relaciones de poder. A su vez, la autonomía de la
producción cultural condiciona la posibilidad de reproducción: a menor nivel de autonomía, mayor
reproducción social (Williams, 1980). Por ejemplo, los medios masivos de comunicación poseerían menor
autonomía relativa que ciertas áreas minoritarias, ya que se encuentran afectados por las relaciones de
poder actuales. Las manifestaciones culturales que surgen en los medios, por su escaso nivel de autonomía,
no darían lugar a ruptura alguna.

LOS ESTUDIOS CULTURALES LATINOAMERICANOS La propuesta de los estudios culturales desembarca en


América Latina y adquiere diferentes orientaciones. Por este motivo, definir de lo que esta línea implica no es
una tarea sencilla. Catherine Walsh, referente clave de esta perspectiva de pensamiento, se plantea por qué
resulta necesario hablar de la construcción o articulación de un campo y proyecto intelectual denominado
“estudios culturales” . La respuesta es que los ejes sobre los que se sostiene este campo están vinculados a la
necesidad de pensar la producción simbólica en relación a la reproducción de las desigualdades. En torno a
ello, los estudios culturales son un espacio, un marco teórico, crítico, pero también político, para dicha
reflexión. La cultura ya no puede entenderse como el conjunto de costumbres o valores. Tampoco puede ser
el dominio de una sola disciplina o área de conocimiento, o quedar aislada en la práctica y teoría de asuntos
económicos, sociales y políticos (Walsh, 2003). La propuesta de los estudios culturales se sostiene en la
observación de la relación entre la totalidad social y los fenómenos culturales, y evidencia la manera en la
que el conocimiento está entretejido con el poder. Para Walsh, hoy podemos entender el campo de los
estudios culturales latinoamericanos como una forma de pensamiento crítico renovado, que ya tuvo su
desarrollo en las décadas de los ‘60 y ‘70 a partir de la teoría de la dependencia (que abordaremos más
adelante), las teologías de la liberación, la investigación-acción participativa y la pedagogía del oprimido.

Quienes se dedican a los estudios culturales latinoamericanos, como revitalización del pensamiento crítico,
consideran relevante comprender las relaciones íntimas entre cultura, política y economía, así como otras
formas de conocimiento o epistemologías fronterizas, como las promovidas por los movimientos indígenas y
africanos. Desde esta perspectiva, los estudios culturales resultan necesarios para problematizar las
relaciones de poder, la reproducción de las desigualdades y las condiciones materiales de existencia en las
cuales la cultura se entreteje. Problemáticas que son locales, pero al mismo tiempo globales, reflejo de la
actual lógica del capitalismo tardío. A su vez, deben repensar las tendencias dominantes en las universidades
latinoamericanas de adoptar y reinstalar perspectivas eurocéntricas . La situación problemática señalada al
comienzo de esta lectura, puede presentarse como parte de las tensiones que son globales, pero encuentran
su correlato en la dimensión local, entre los intereses públicos y privados, que expresan a su vez el poder
político y el poder económico en el país y en la región latinoamericana.

CATHERINE WALSH “Walsh es profesora principal y directora del doctorado en Estudios Culturales
Latinoamericanos de la Universidad Andina Simón Bolívar, con sede Ecuador, donde también dirige el Taller
Intercultural y la Cátedra de Estudios de la Diáspora Afro-Andina” (Walsh, 2007,
https://serycosmos2013.files.wordpress.com/). Formó parte, desde sus inicios, del proyecto Modernidad y
Colonialidad, uno de los más importantes colectivos de pensamiento crítico activos en América Latina
durante la primera década del siglo XXI, impulsado por los sociólogos Aníbal Quijano y Edgardo Lander. Tiene
una larga trayectoria acompañando procesos de los movimientos indígenas y afrodescendientes en Abya Yala
(denominación kuna de América Latina). Ha realizado múltiples publicaciones relacionadas a la matriz
decolonial y a la interculturalidad. El problema no es simplemente la exclusión de los afrodescendientes
dentro de la construcción de “lo andino”, sino y más significante, el impacto que esta exclusión ha tenido con
relación a la subjetividad, la identidad y el pensamiento y, por ende, en el mantenimiento de lo que varios
autores se han referido como la colonialidad del poder, del saber y del ser que aún se mantiene vigente.

La colonialidad y la interculturalidad son, entre otras cuestiones, problemáticas particulares de


Latinoamérica que no pueden perderse de vista ni neutralizarse. Por ello, el desafío estaría en demostrar
cómo la incorporación de las experiencias históricamente excluidas es fundamental para lograr un
conocimiento objetivo de los procesos culturales.

Para sintetizar, diremos que el enfoque de los estudios culturales se caracteriza por:

1. plantear estudios “no eurocéntricos”;


2. dar importancia al análisis histórico local;
3. estimar los valores asociados con las realizaciones tecnológicas y su relación con otros valores.

¿Consideras que es necesario reactualizar el debate en torno a la colonización y dependencia en términos de


dominación cultural en Latinoamérica? ¿Consideras que la visión marxista arroja luces para comprender la
realidad latinoamericana? ¿Conocías acerca de la ecología de saberes y las epistemologías del sur?

MODULO 2 UNIDAD 3
LA CONCEPCIÓN SIMBÓLICA DE LA CULTURA

En Argentina, viajar a Disney constituye una suerte de ritual que se realiza para celebrar el cumpleaños
número 15 de varios jóvenes. Además, para muchas familias se trata de una visita turística obligada, por lo
que deciden invertir tiempos y recursos para concurrir a este centro de entretenimientos.

¿Cuál es tu opinión sobre los modelos de vida que propone la “cultura Disney”? ¿Piensas que los modelos de
belleza o los valores propuestos influyen en nuestras sociedades? ¿Por qué atrae a tantas personas año tras
años? ¿Qué puedes comentar sobre la cultura y su influencia en los deseos de las personas?

En los años ‘80 el mundo observaba el ascenso musical de Michael Jackson y este hecho trajo repercusiones
a escala mundial, pero especialmente en nuestro país tuvo una notable amplificación. Así, comenzaron a
observarse diversos programas televisivos que buscaban al “Michael Jackson argentino”. Este fenómeno
también ocurrió en otros países latinoamericanos.

PIERRE BOURDIEU (1930-2002) PIERRE-FELIX BOURDIEU ESTUDIÓ FILOSOFÍA EN LA ÉCOLE NORMALE


SUPÉRIEURE DE PARÍS. Durante 1958 y 1960, en Argelia, realizó uno de sus trabajos de investigación más
emblemáticos. Este le permitió consolidar sus bases de reflexión dentro del campo de la sociología y
combinar la teoría con la base empírica.

En su obra La miseria del mundo (Bourdieu, 1999a), el autor francés “y sus colaboradores analizan, con la
rigurosidad de la sociología empírica, las diversas formas de explotación, dominación y exclusión que operan
dentro del capitalismo contemporáneo” . En la obra se destaca toda su labor de crítica de la cultura, y señala
que la distinción cultural no es más que una forma encubierta de dominación. Asimismo, Bourdieu
comprendió que su sociología y el oficio del sociólogo ofrecían instrumentos de expresión y de crítica,
capaces de posibilitar una autorreflexión autónoma a los seres humanos, para liberarlos de la violencia
simbólica. Su sociología ha buscado, sobre todo, sacar a la luz los misterios de las instituciones sociales, los
ritos culturales y sus relaciones con el poder, para devolver al agente social su derecho de pensar y justificar
su propia existencia .

EL ESTRUCTURAL CONSTRUCTIVISMO La propuesta de Bourdieu es una búsqueda por superar los


momentos objetivistas (Marx) y subjetivistas (Weber) del análisis social y evitar, de esta manera, la reducción
que cada uno de ellos implica si se los toma por separado. Bourdieu se autodefine, entonces, como
estructuralista constructivista, ya que su análisis se basa en la afirmación de que existe una relación dialéctica
entre objetivismo (la sociedad que estructura al hombre) y subjetivismo (el hombre que hace a la sociedad).
Desde aquí parte para la creación y el desarrollo de su teoría del concepto de espacio social, en la que asume
que “por estructuralismo o estructuralista, solo se entiende la afirmación de que existen en el mundo social
mismo, estructuras objetivas independientes de la conciencia y de la voluntad de los Agentes” (Bourdieu,
1987, 147).

EN EL CASO DEL CONSTRUCTIVISMO SOCIAL, CONSIDERA QUE: se caracteriza por tres rasgos
fundamentales: primero, supera los conceptos dicotómicos. Segundo, existe el esfuerzo por aprehender las
realidades sociales como construcciones históricas y cotidianas de actores individuales y colectivos,
construcciones que tienden a sustraerse a la voluntad clara y al control de estos mismos actores. Y tercero,
destaca que las realidades sociales son resultado de un proceso de construcción histórica que el principio de
la acción social se da entre las formas objetivadas (reglas e instituciones) y las formas subjetivadas
(representaciones, formas de sensibilidad) de la realidad social. De esta manera, Bourdieu logra ofrecer un
salto cualitativo para la comprensión de los fenómenos sociales en un debate que, hasta ese momento,
permanecía estancado. Se puede decir, entonces, que a partir de una epistemología que relaciona las
dimensiones subjetivas y objetivas para comprender el mundo social, Bourdieu destaca que los agentes
mantienen la capacidad de cambio, y esto es producto de la lucha y la búsqueda de apropiación de los
recursos en disputa.

CAMPO SOCIAL Y SU CONFIGURACIÓN INTERNA Primeramente, podemos hacer referencia a qué entiende
Bourdieu por espacio social. El autor parte de su postura relacional y afirma que existen espacios de
interacción y diferenciación social a los cuales llama campo social. De esta manera, parte de considerar que
los agentes o instituciones no operan en el vacío social, aunque se distancia de las posturas de clase u otras
categorías semejantes y afirma que dichos espacios sociales delimitan una distinción respecto de otros
campos. A su vez, en el interior de cada uno de estos, existe un juego por la distribución del poder . La
noción de campo se concibe como un modo analítico para dar cuenta sobre la totalidad, o al menos, un
conjunto de relaciones objetivas en las que históricamente se encuentran ligados entre si los agentes y, con
ella, intenta sobrepasar las arbitrarias oposiciones entre estructura e historia, y entre conservación y
transformación. Así, el espacio social es definido relacionalmente por un conjunto de interacciones que
encubren, ciertamente, relaciones de fuerza que proponen una distribución desigual del poder entre los
agentes que lo conforman. Estos espacios de diferenciación social (campos sociales) pueden adoptar las
modalidades de campos sociales específicos, los cuales pueden ser clasificados, por ejemplo, el campo
científico, el político, el artístico, el literario, etcétera. Este hecho permite reconocer a este fenómeno en el
marco particular de las sociedades modernas, donde la vida social se reproduce en campos diferenciados y, si
bien la modernidad posibilitó que cada campo adquiera una mayor autonomía, debido a que cada uno de
estos se rige por leyes propias y exclusivas, cada campo participa también de la totalidad de la estructura
social. Los campos diferenciados existen dentro del espacio social y este concepto, para Bourdieu, "es
definido por la exclusión mutua, o la distinción, de las posiciones que lo constituyen, es decir, como
estructuras de yuxtaposición de posiciones sociales" (Bourdieu, 1999b, p. 161). De esta manera, si se
entiende al campo como un sistema de relaciones objetivas que se configura de manera desigual en torno a
poderes (o capitales) específicos, se puede sostener que cada campo cuenta con ciertas particularidades
sistemáticas comunes. Bourdieu define, entonces, que cada uno de los campos cuenta con dos elementos
constitutivos:

1. La presencia de un capital denominado simbólico, con el cual se recrea la capacidad o poder de


significar los objetos y del reconocimiento o prestigio social.
2. La lucha entre los agentes del campo, por la apropiación y el control de dicho capital simbólico.

AGENTES SOCIALES Y SU TRAYECTORIA, Puede comprenderse, entonces, que el espacio o campo social es,
más bien, un campo de fuerzas, un conjunto de relaciones de fuerzas objetivas que se imponen a todos los
que entran en ese campo y que no se pueden reducir a las intenciones de los agentes individuales ni a las
interacciones directas entre los agentes. Sin embargo, el mundo social puede considerarse como algo que los
agentes construyen, pero solo pueden deshacerlo o rehacerlo sobre la base de un conocimiento realista y
particular acerca de su concepción del mundo y sobre la factibilidad concreta acerca de lo que son capaces
de realizar con base en su posición. Dentro de las investigaciones realizadas, el autor utiliza, para referirse
tanto a individuos como a grupos, el concepto de agente. A diferencia de actor, persona o sujeto, la
posibilidad de emplear esta categoría de agente permite comprender a una persona o cosa, que posee
atributos y capacidad de producir un efecto, es decir, una entidad que obra y tiene virtud de obrar . En cada
uno de los campos, los agentes ingresan movidos por su illusio y asumen posiciones diferenciadas que
demarcan, a su vez, las posiciones dominantes o de subordinación, según corresponda al poder acumulado, y
que se encuentran en lucha permanente. Asimismo, y a lo largo de la historia, se acumula un capital (de
conocimiento, habilidades o creencias) que le otorga al campo un carácter dinámico. En este actúan dos
posiciones

1. Quienes asumen una posición dominante respecto del orden del campo, reconocidos como
aquellos que ostentan el capital simbólico.
2. Quienes mantienen una posición subordinada en el campo, reconocidos como aquellos que
buscan poseer dicho capital simbólico (Cantón, 2009).

Es posible afirmar que, el hecho de intervenir en la lucha contribuye a la reproducción del juego mediante la
creencia en el valor del juego que el mismo campo produce (García Canclini, 2004). Los agentes se
distribuyen (posicionan) en el campo social y ubican posiciones de privilegio dominantes o subordinadas.
Bourdieu explica que dicha distribución ocurre debido a dos elementos particulares:

1. Dimensión según el volumen global de capital que los agentes poseen.


2. Dimensión según la composición de su capital (el peso relativo de diferentes especies de capital en
el conjunto de sus posesiones) (Cantón, 2009).

LOS CAPITALES El capital dentro de la TEORÍA BOURDIANA, ya sea que esté generado a través de personas u
objetos, tiene la capacidad de producir beneficios y reproducirse en forma idéntica o transformada. Hablar
de capital es referirse a los recursos puestos en juego en los diferentes campos que tienden a persistir,
reproducirse o perpetuarse y hacen que no todas las cosas sean igualmente posibles o imposibles. Estas
conclusiones surgen como resultado del análisis de Bourdieu respecto de las posibilidades de que distintos
individuos progresen en el sistema educativo y las posibilidades de éxito o fracaso dentro del campo
educativo (Bourdieu y Passeron, 2001). A continuación, describiremos la composición particular que
comprende a cada uno de los capitales:

1. El capital económico es directa e inmediatamente convertible en dinero y puede institucionalizarse a


través de derechos de propiedad, ya sean intelectuales o bienes materiales.
2. El capital cultural es convertible, bajo determinadas circunstancias, en capital económico y se puede
institucionalizar a través de las calificaciones educativas. Para Bourdieu, el capital cultural hace
referencia a formas de conocimiento, predisposiciones, actitudes, habilidades y educación. Puede
existir en tres formas: primero, en disposiciones, predisposiciones duraderas de la mente y el cuerpo,
formas de relacionarse y comportarse; segundo, en bienes u objetos culturales: libros, diccionarios
pinturas, instrumentos, máquinas, etcétera; y tercero, de una manera institucionalizada, proporciona
un set de cualificaciones que le confiere propiedad original al capital y garantiza las calificaciones
académicas.
3. El capital social incluye las formas de conexiones u obligaciones sociales que se pueden convertir en
capital económico y pueden institucionalizarse a través de títulos de nobleza. En otras palabras, es el
capital presente en los lazos sociales y los compromisos de reciprocidad entre los agentes.
4. El capital simbólico merece una especial atención, dado que este recurso es el que recubre o legitima
a los demás capitales.

Se trata de ciertas propiedades que parecen inherentes a la persona misma del agente, como la autoridad, el
prestigio, la reputación, el crédito, la fama, la notoriedad, la honorabilidad, el buen gusto, etcétera. Así
entendido, el capital simbólico es el poder de significar los objetos y las personas, no es más que el Capital
Económico, Cultural o Social en cuanto conocido y reconocido.

EL HABITUS Quizás uno de los aspectos más sobresalientes de la teoría de Bourdieu consiste en el concepto
que denominó como habitus. El término habitus se diferencia de hábito dado que sugiere una disposición
permanente en el cuerpo de los agentes sociales. Puede entenderse como la bisagra entre la visión objetiva y
subjetiva del fenómeno social, que considera a la historia objetivada en las cosas bajo forma de instituciones
y la historia encarnada en los cuerpos bajo la forma del sistema de disposiciones duraderas. Para Bourdieu,
el agente social no solo actúa hacia el exterior, sino que está condicionado subjetivamente o desde dentro
por el sistema de sus disposiciones adquiridas. El habitus se define a la vez, como sistema adquirido de
esquemas generadores (…) y como sistema de disposiciones duraderas y transponibles.

EL HABITUS IMPLICA ASÍ TANTO EL SENSE OF ONE’S PLACE COMO EL SENSE OF OTHER’S PLACE, un
conocimiento más o menos objetivo de la estructura social de la que es parte y que ha incorporado, y que,
por esto mismo, puede funcionar como una anticipación práctica en el juego social. BOURDIEU ENTIENDE
POR HABITUS A TODAS las formas de obrar, pensar y sentir que están originadas por la posición que una
persona ocupa en la estructura social. Bourdieu no habla de clases en un sentido uniforme, sino de un
habitus de clase, entendido como la posición del agente (o instituciones) dentro de la estructura de una clase
social, en la que el individuo contribuye a la producción y reproducción de este mismo sistema de relaciones
entre las clases. Va más allá del sentido de pertenencia, comprende a la totalidad de nuestros actos como la
historia hecha cuerpo. En la teoría de Bourdieu, habitus y campo son las dos caras de una misma medalla
para la comprensión del fenómeno social. El habitus incorpora el principio de visión y de división constitutivo
de un orden social o de un campo, en cuanto conjunto de los esquemas de percepción, de apreciación y de
acción inculcados por el medio social en un momento y en un lugar determinado. Es decir, es un conjunto de
disposiciones socialmente adquiridas mediante el aprendizaje y aparece como la mediación entre las
condiciones objetivas y los comportamientos individuales. Comprender la noción de habitus, implica colocar
al individuo, en cuanto a su dimensión personal, subjetivo, ya sea también como social o colectivo. El habitus
de modo concreto es una subjetividad socializada.

LA LUCHA POR EL CAPITAL SIMBÓLICO En términos concretos, se puede afirmar que campo y habitus son
dos de los elementos centrales de esta teoría, que denotan la dimensión objetiva y subjetiva,
respectivamente. Por un lado, los campos sociales se construyen sobre la base de principios de
diferenciación o de distribución, construidos por el conjunto de las propiedades que actúan en el universo
social. Estos emergen como resultado de la historia de luchas anteriores entre los agentes que lo conforman
y, asimismo, operan como “una configuración relacional dotada de una gravedad específica, capaz de
imponerse a todos los objetos y agentes que penetran en ella”. Cada uno de estos campos cuenta con dos
elementos constitutivos. Estos son:
1. La existencia de un capital simbólico, conocido también como el poder de significar los objetos y el
reconocimiento social.
2. La lucha por la apropiación y el control de ese capital simbólico por parte de los agentes.

Asimismo, puede observarse que dentro del campo los agentes se encuentran ubicados en dos posiciones:

1. Quienes asumen una posición dominante respecto del orden del campo, reconocidos como
aquellos que ostentan el capital simbólico.
2. Quienes mantienen una posición subordinada en el campo, reconocidos como aquellos que buscan
poseer dicho capital simbólico.

La moda, por ejemplo, cuenta con una significativa relevancia en torno a la lucha por el capital simbólico y la
capacidad de determinar, por parte de algunos grupos, aquello que es bello incluso verdadero. Las marcas,
los diseños y las producciones no son otra cosa, en términos BOURDIEANOS, que modos con los cuales unos
agentes mejor posicionados, gracias a determinadas estrategias y a la apropiación de los capitales culturales,
sociales y económicos, intentan que rija un orden social determinado en un campo e imponer, a su vez, los
propios principios arbitrarios de visión y división del mundo.

LA TEORÍA DE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES: SERGE MOSCOVICI Las representaciones sociales pueden
entenderse como un conocimiento instalado en el sentido común, que es un conocimiento práctico, ya que
está presente en las decisiones y actitudes de las personas hacia la realidad circundante. Moscovici sostiene
que las cosas materiales llegan a ser importantes realmente para las personas –incluso al punto de
condicionar su acción– cuando se han convertido en ideas o creencias. De allí su interés en estudiar estas
ideas y creencias. Así, las representaciones sociales son entendidas como tipos de creencias paradigmáticas,
organizaciones de creencias, organizaciones de conocimiento y lenguaje. De manera más precisa, Moscovici
asigna a las representaciones sociales las funciones de elaboración de los comportamientos y de
comunicación entre los individuos. A través de las representaciones sociales las personas podrían
aprehender la realidad e integrarse a la misma. Así, entiende a la representación como un corpus organizado
de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias a las cuales los hombres hacen inteligible la
realidad física y social, se integran en un grupo o en una relación cotidiana de intercambios y “liberan los
poderes de su imaginación”. De tal forma, nuestra interpretación de los objetos y hechos estaría
condicionada por las representaciones previas que tenemos sobre los mismos y sobre el contexto en el que
estamos inmersos. Según la teoría de Moscovici, las representaciones tienen un carácter dinámico. “Por un
lado, habría representaciones hegemónicas, las cuales, estando constituidas, coaccionan a los individuos; por
el otro, ciertas representaciones serían constituyentes por ser productoras de nuevas significaciones”.
Podemos observar en este aspecto un punto de encuentro con la propuesta de Bourdieu, cuando se refiere
al habitus como estructura estructurada y estructurante. Dicho lo anterior, podemos afirmar que la posición
socioestructural y material que ocupan los sujetos define su lectura de la realidad social y condiciona su
visión de esta. Al respecto, Jodelet (1984) advierte que lo social está presente tanto en el contexto en que se
sitúan los grupos o individuos como en la comunicación que se genera entre ellos y en los códigos, valores,
ideologías, propios de las posiciones sociales a las que pertenecen. El conocimiento que configura las
representaciones sociales se constituiría, entonces, a partir de las experiencias, así como de las
informaciones y modelos de pensamiento que recibimos y transmitimos a través de la tradición, la educación
y la comunicación social. “De este modo, ese conocimiento es en muchos aspectos un conocimiento
socialmente elaborado y compartido”.

En otras palabras, Moscovici plantea la necesidad de reconocer la influencia del entorno en la constitución
de las representaciones; de allí, su carácter social. Una vez formadas las representaciones, estas tienen un
carácter condicionante de las nuevas representaciones que construiremos: “nuestras representaciones
también son instituciones que compartimos y que existen antes de que accedamos a ellas. Formamos nuevas
representaciones a partir de las anteriores o contra ellas”. Hemos comenzado el módulo hablando de la
dificultad que implica el hecho de definir el concepto de cultura. Una de las causas de dicha dificultad radica
en la idea de que la cultura es coextensiva a toda la sociedad, pero al mismo tiempo se distingue en un
campo específico. En otras palabras, la cultura se extiende a toda la sociedad: podemos observar y analizar la
cultura cada vez que hablamos de sociedad; pero, al mismo tiempo, entendemos que cuando hablamos de
cultura, hablamos de algo diferente a sociedad, algo que posee una especificidad. ¿Qué la hace diferente? La
definición de cultura que proponemos, luego de recorrer las diferentes concepciones, es la siguiente: “es la
organización social del sentido interiorizado por los sujetos y objetivado en formas simbólicas, todo ello en
contextos históricamente específicos y socialmente estructurados” . En principio, esta definición puede
resultarnos sumamente compleja. La revisaremos nuevamente y de manera integral al finalizar el módulo.
Intentaremos iniciar el abordaje de está por el elemento central que hace a su especificidad, esto es, la
posibilidad de simbolizar.

LA CULTURA COMO PROCESO SIMBÓLICO Retomando a Clifford Geertz y a John B. Thompson, Giménez
Montiel explica la cultura como los procesos simbólicos de la sociedad. La cultura se entiende, así, como la
“organización social del sentido” . En otras palabras, estaría compuesta por todas aquellas pautas de
significado transmitidas históricamente y a partir de las cuales los individuos pueden comunicarse. En el
sentido extensivo con que aquí lo asumimos, siguiendo a Geertz, lo simbólico es el mundo de las
representaciones sociales materializadas en formas sensibles, también llamadas “formas simbólicas”, y que
pueden ser expresiones, artefactos, acciones, acontecimientos y alguna cualidad o relación. En efecto, todo
puede servir como soporte simbólico de significados culturales: no solo la cadena fónica o la escritura, sino
también los modos de comportamiento, las prácticas sociales, los usos y costumbres, el vestido, la
alimentación, la vivienda, los objetos y artefactos, la organización del espacio y del tiempo en ciclos festivos,
etc. La cultura se entiende, entonces, como procesos simbólicos de la sociedad. Dentro de dichos procesos,
podemos mencionar tres problemáticas a saber: de los códigos sociales, de la producción del sentido y de la
interpretación o del reconocimiento de dicho sentido. Para internalizar esta propuesta, es necesario
comprender que, tal como se mencionaba en la definición con la que comenzamos el apartado, nos
referimos a una concepción de cultura como proceso simbólico que siempre está enmarcado en un contexto
sociohistórico que condiciona su producción. Por tanto, hablar de cultura implica hablar de un efecto de
sentido que se produce a partir del uso de ciertos códigos y que finalmente adopta su forma de acuerdo con
la interpretación que se haga de este. Por lo tanto, el contexto social en el que tiene lugar dicho proceso
maneja sus propias reglas de producción y recepción, a las que Eliseo Verón (1993) llama: “operaciones de
asignación de sentido en las materias significantes”. Nótese el acercamiento al campo de la comunicación
que envuelve esta concepción de cultura. El carácter ubicuo y totalizador de la cultura se observa en el hecho
de que la podemos encontrar, bajo esta concepción, en todas las manifestaciones de la vida individual y
colectiva (de allí que la cultura sea coextensiva a la sociedad). Por otra parte, comprender la cultura de esta
manera pone en evidencia la importancia de la cultura como instrumento de intervención y poder, dado que,
por su carácter totalizador y su aspecto simbólico, posibilita el orden de la conducta colectiva. La cultura es,
entonces, autónoma porque se rige por una lógica semiótica propia; pero al mismo tiempo es coherente con
su entorno, y las prácticas culturales se concentran, por lo general, en torno a nudos institucionales
poderosos tales como la iglesia, el Estado, los medios de comunicación, que en buena medida administran y
organizan los sentidos compartidos por los individuos. Así, Giménez Montiel (2005) pone de relieve la
importancia de estos grupos de poder que no tendrían en sus objetivos la uniformidad cultural, sino más bien
la administración y organización de las diferencias mediante operaciones tales como la hegemonización,
jerarquización y marginalización. Se genera así la exclusión de determinadas manifestaciones culturales al
mismo tiempo que se introduce cierto orden y, por consiguiente, cierta coherencia dentro de la pluralidad
cultural que caracteriza a las sociedades modernas; además, se configura un mapa cultural en el que
subculturas minoritarias, étnicas y marginales quedan afuera. Con la ambición de continuar avanzando en la
comprensión de la noción de cultura, puntualizaremos aquí algunos de los elementos que constituyen la
especificidad de la cultura en su esencia sígnica:

 Es artificial, no innata.
 Es convencional, no natural ni absoluta.
 Tiene la capacidad de condensar la experiencia humana, pero no es un estado originario de la
naturaleza humana difusión o el consumo de la cultura, entre otros aspectos).

Así, si la concepción antropológica de la cultura la concibe como las costumbres, tradiciones y valores que
constituyen el modo de vida de un pueblo; el marxismo la concibe como semejante a cierta ideología o visión
del mundo; y la concepción simbólica de la cultura la entiende como un proceso en continua producción,
actualización y transformación de modelos simbólicos, que se da a través de la práctica individual y colectiva,
en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados. Esta articulación entre el código que
permite simbolizar y su contexto de producción y recepción refuerza la pertinencia de la cultura como objeto
de estudio para la sociología. Por lo tanto, los abordajes de la cultura que hoy se llevan a cabo son múltiples:
estudios sectoriales, estudios de culturas dominantes y subalternas o estudios dinámicos (que se enfocan en
la creación, la crítica, la conservación, la difusión o el consumo de la cultura, entre otros aspectos.

FORMAS INTERIORIZADAS Y FORMAS OBJETIVADAS DE LA CULTURA Si pensamos en los elementos


culturales propios de una determinada sociedad, generalmente lo primero que viene a nuestra mente es una
serie de rasgos observables: su vestimenta, sus comidas típicas, sus fiestas tradicionales, la música con la que
se identifica. Sin embargo, dejamos de lado lo sustancial de la cultura, esto es, las representaciones
compartidas por un determinado grupo, las ideologías, las actitudes, las creencias, etcétera. La concepción
semiótica (simbólica) de la cultura nos obliga a vincularla más con los actores que la internalizan y con lo que
internalizan, que con los objetos en sí mismos. La cultura objetivada (en la imagen es lo que podemos
observar: la vestimenta, los ritos, etc.) es accesible, simple de abordar; por el contrario, el acceso a las
formas simbólicas interiorizadas (las representaciones, las creencias, etc.) resulta de mayor complejidad.

MODULO 2 UNIDAD 4
SOCIALIZACIÓN, DESVIACIÓN Y CONTROL SOCIAL Te invitamos a leer algunos fragmentos de Vigilar y
Castigar, uno de los textos más relevantes de sociología, escrito por Michel Foucault (2002). A partir del
texto, te proponemos que interpretes el rol de la socialización, el control y la desviación social. ¿Qué relación
hay entre lo que describe el autor y la situación actual de la prisión en nuestro país? ¿Por qué funcionan de
esa manera las cárceles? ¿Qué efecto causan sobre la sociedad? . Veamos un ejemplo del sistema carcelario
argentino, para luego compararlo con el pensamiento de Foucault (2002).

VIGILAR Y CASTIGAR. CAPÍTULO ILEGALISMOS Y DELINCUENCIA Este doble fundamento — jurídico-


económico de una parte, técnico-disciplinario de otra— ha hecho aparecer la prisión como la forma más
inmediata y más civilizada de todas las penas. Y es este doble funcionamiento el que le ha dado
inmediatamente su solidez. Una cosa es clara, en efecto: la prisión no ha sido al principio una privación de
libertad a la cual se le confiriera a continuación una función técnica de corrección; ha sido desde el comienzo
una "detención legal" encargada de un suplemento correctivo, o también, una empresa de modificación de
los individuos que la privación de libertad permite hacer funcionar en el sistema legal. En suma, el
encarcelamiento penal, desde el principio del siglo XIX, ha cubierto a la vez la privación de la libertad y la
trasformación técnica de los individuos. A los ojos de la ley, la detención puede muy bien ser privación de
libertad. La prisión que la garantiza ha implicado siempre un proyecto técnico. Porque inmediatamente la
prisión, en su realidad y sus efectos visibles, ha sido denunciada como el gran fracaso de la justicia penal. De
una manera muy extraña, la historia del encarcelamiento no obedece a una cronología a lo largo de la cual se
asistiera a la sucesión sosegada: primeramente, del establecimiento de una penalidad de detención, seguida
del registro de su fracaso; después la lenta acumulación de los proyectos de reforma, que darían como
resultado la definición más o menos coherente de técnica penitenciaria; luego, la utilización de este
proyecto, y finalmente la comprobación de su éxito o de su fracaso. Las prisiones no disminuyen la tasa de la
criminalidad: se puede muy bien extenderlas, multiplicarlas o transformarlas, y la cantidad de crímenes y de
criminales se mantiene estable o, lo que es peor, aumenta: "Se calcula en Francia en unos 108 mil el número
de individuos que se hallan en estado de hostilidad flagrante con la sociedad. Los medios de represión de que
se dispone son: el patíbulo, la picota, 3 presidios, 19 casas centrales, 86 casas de justicia, 362 casas de
detención, 2800 cárceles de distrito, 2238 calabozos en los puestos de gendarmería. No obstante esta serie
de medios, el vicio conserva su audacia. El número de crímenes no disminuye; (...) el número de reincidencias
aumenta más que decrece [cifras de 1842 en Francia]”. La detención provoca la reincidencia. Después de
haber salido de prisión, se tienen más probabilidades de volver a ella; los condenados son, en una proporción
considerable, antiguos detenidos . La prisión no puede dejar de fabricar delincuentes. Los fabrica por el tipo
de existencia que hace llevar a los detenidos: ya se los aísle en celdas, o se les imponga un trabajo inútil, para
el cual no encontrarán empleo, es de todos modos no "pensar en el hombre en sociedad; es crear una
existencia contra natura inútil y peligrosa"; se quiere que la prisión eduque a los detenidos; pero un sistema
de educación que se dirige al hombre, ¿puede razonablemente tener por objeto obrar contra lo que pide la
naturaleza? La prisión fabrica también delincuentes al imponer a los detenidos coacciones violentas; está
destinada a aplicar las leyes y a enseñar a respetarlas; ahora bien, todo su funcionamiento se desarrolla
sobre el modo de abuso de poder. Arbitrariedad de la administración: "El sentimiento de la injusticia que un
preso experimenta es una de las causas que más pueden hacer indomable su carácter. Cuando se ve así
expuesto a sufrimientos que la ley no ha ordenado ni aun previsto, cae en un estado habitual de cólera
contra todo lo que lo rodea; no ve sino verdugos en todos los agentes de la autoridad; no cree ya haber sido
culpable: acusa a la propia justicia." Corrupción, miedo e incapacidad de los guardianes. La prisión hace
posible, más aún, favorece la organización de un medio de delincuentes, solidarios los unos de los otros,
jerarquizados, dispuestos a todas las complicidades futuras: El quebrantamiento de destierro, la
imposibilidad de encontrar trabajo y la vagancia son los factores más frecuentes de la reincidencia. En fin, la
prisión fabrica indirectamente delincuentes al hacer caer en la miseria a la familia del detenido: "La misma
sentencia que envía a la prisión al jefe de familia, reduce cada día que pasa a la madre a la indigencia, a los
hijos al abandono, a la familia entera a la vagancia y a la mendicidad. En este aspecto es en el que el crimen
amenaza perpetuarse." Hay que advertir que esta crítica monótona de la prisión se ha hecho
constantemente en dos direcciones: contra el hecho de que la prisión no era efectivamente correctora y que
la técnica penitenciaria se mantenía en ella en estado rudimentario, y contra el hecho de que al querer ser
correctora, pierde su fuerza de castigo, que la verdadera técnica penitenciaria es el rigor, y que la prisión
constituye un doble error económico: directamente por el costo intrínseco de su organización e
indirectamente por el costo de la delincuencia que no reprime. Ahora bien, la respuesta a estas críticas ha
sido siempre la misma: el mantenimiento de los principios invariables de la técnica penitenciaria. Desde hace
siglo y medio, se ha presentado siempre la prisión como su propio remedio; la reactivación de las técnicas
penitenciarias como la única manera de reparar su perpetuo fracaso; la realización del proyecto correctivo
como el único método para superar la imposibilidad de hacerlo pasar a los hechos. No se debe, pues,
concebir la prisión, su "fracaso" y su reforma mejor o peor aplicada, (…). Este conjunto complejo es lo que
constituye el "sistema carcelario" y no solo la institución de la prisión, con sus muros, su personal, sus
reglamentos y su violencia. El sistema carcelario reúne en una misma figura unos discursos y unas
arquitecturas, unos reglamentos coercitivos, y unas proposiciones científicas, unos efectos sociales reales y
unas utopías invencibles, unos programas para corregir a los delincuentes y unos mecanismos que solidifican
la delincuencia. ¿No forma parte entonces, el pretendido fracaso, del funcionamiento de la prisión? ¿No
habrá que inscribirlo en esos efectos de poder que la disciplina y la tecnología conexa de la prisión han
inducido en el aparato de justicia, más generalmente en la sociedad, y que pueden reagruparse bajo el título
de "sistema carcelario"? Si la institución-prisión ha resistido durante tanto tiempo, y en una inmovilidad
semejante, si el principio de la detención penal no ha sido sometido jamás seriamente a discusión, se debe
sin duda a que tal sistema carcelario enraizaba profundamente y ejercía funciones precisas. Admitamos que
la ley esté destinada a definir infracciones, que el aparato penal tenga cómo función reducirlas y que la
prisión sea el instrumento de esta represión. Entonces hay que levantar un acta de fracaso. O más bien —
porque para establecerlo en términos históricos sería preciso poder medir la incidencia de la penalidad de
detención sobre el nivel global de la criminalidad— hay que asombrarse de que desde hace 150 años la
proclamación del fracaso de la prisión haya ido siempre acompañada de su mantenimiento. Pero quizá haya
que darle la vuelta al problema y preguntarse de qué sirve el fracaso de la prisión; para qué son útiles esos
diferentes fenómenos que la crítica denuncia continuamente: pertinacia de la delincuencia, inducción de la
reincidencia, trasformación del infractor ocasional en delincuente habitual, organización de un medio
cerrado de delincuencia. ¿Quizá habrá que buscar lo que se oculta bajo el aparente cinismo de la institución
penal que, después de haber hecho purgar su pena a los condenados, continúa siguiéndolos por toda una
serie de mareajes (vigilancia que era de derecho en otro tiempo y que hoy es de hecho; pasaportes de los
presidiarios antaño, y ahora el registro de penados y rebeldes) y que persigue como "delincuente" a quien ha
cumplido su castigo como infractor? ¿No se puede ver ahí más que una contradicción, una consecuencia?
Sería preciso entonces suponer que la prisión, y de una manera general los castigos, no están destinados a
suprimir las infracciones; sino más bien a distinguirlas, a distribuirlas, a utilizarlas; que tienden no tanto a
volver dóciles a quienes están dispuestos a transgredir las leyes, sino que tienden a organizar la trasgresión
de las leyes en una táctica general de sometimientos. La penalidad sería entonces una manera de administrar
los ilegalismos, de trazar límites de tolerancia, de dar cierto campo de libertad a algunos, y hacer presión
sobre otros, de excluir a una parte y hacer útil a otra; de neutralizar a estos, de sacar provecho de aquellos.
En suma, la penalidad no "reprimiría" pura y simplemente los ilegalismos; los "diferenciaría", aseguraría su
"economía" general. Y si se puede hablar de una justicia de clase no es solo porque la ley misma o la manera
de aplicarla sirvan los intereses de una clase, es porque toda la gestión diferencial de los ilegalismos por la
mediación de la penalidad forma parte de esos mecanismos de dominación. Hay que reintegrar los castigos
legales a su lugar dentro de una estrategia legal de los ilegalismos. El "fracaso" de la prisión puede
comprenderse sin duda a partir de ahí. Si tal es la situación, la prisión, al "fracasar" aparentemente, no deja
de alcanzar su objeto, cosa que logra, por el contrario, en la medida en que suscita en medio de los demás
una forma particular de ilegalismo, al cual permite poner aparte, colocar a plena luz y organizar como un
medio relativamente cerrado pero penetrable. Contribuye a establecer un ilegalismo llamativo, marcado,
irreductible a cierto nivel y secretamente útil, reacio y dócil a la vez; dibuja, aísla y subraya una forma de
ilegalismo que parece resumir simbólicamente todos los demás, pero que permite dejar en la sombra a
aquellos que se quieren o que se deben tolerar. Esta forma es la delincuencia propiamente dicha. No se debe
ver en ella la forma más intensa y más nociva del ilegalismo, la que el aparato penal debe tratar de reducir
por la prisión a causa del peligro que representa; es más bien un efecto de la penalidad (y de la penalidad de
detención) que permite diferenciar, ordenar y controlar los ilegalismos. Sin duda, la delincuencia es
realmente una de las formas del ilegalismo; en todo caso, tiene en él sus raíces; pero es un ilegalismo que el
"sistema carcelario", con todas sus ramificaciones, ha invadido, recortado, aislado, penetrado, organizado,
encerrado en un medio definido, y al que ha conferido un papel instrumental, respecto de los demás
ilegalismos. En suma, si bien la oposición jurídica pasa entre la legalidad y la práctica ilegal, la oposición
estratégica pasa entre los ilegalismos y la delincuencia.

La afirmación de que la prisión fracasa en su propósito de reducir los crímenes, hay que sustituirla quizá por
la hipótesis de que la prisión ha logrado muy bien producir la delincuencia, tipo especificado, forma política o
económicamente menos peligrosa —en el límite utilizable— de ilegalismo; producir los delincuentes, medio
aparentemente marginado, pero centralmente controlado; producir el delincuente como sujeto
patologizado. El éxito de la prisión: en las luchas en torno de la ley y de los ilegalismos, especificar una
"delincuencia". Se ha visto cómo el sistema carcelario había sustituido el infractor por el "delincuente", y
añadido así a la práctica jurídica todo un horizonte de conocimiento posible. Ahora bien, este proceso que
constituye la delincuencia-objeto forma cuerpo con la operación política que disocia los ilegalismos y aísla su
delincuencia. La prisión es el punto de unión de esos dos mecanismos; les permite reforzarse perpetuamente
el uno al otro, objetivar la delincuencia tras la infracción, solidificar la delincuencia en el movimiento de los
ilegalismos. Éxito tal que después de siglo y medio de "fracasos", la prisión sigue existiendo, produciendo los
mismos efectos, y que cuando se trata de derribarla, se experimentan los mayores escrúpulos.

La penalidad de detención fabricaría, pues —de ahí sin duda su longevidad—, un ilegalismo cerrado,
separado y útil. El circuito de la delincuencia no sería el subproducto de una prisión que al castigar no
lograría corregir; sería el efecto directo de una penalidad que, para administrar las prácticas ilegalistas,
introduciría algunas en un mecanismo de "castigo-reproducción" del que la prisión formaría uno de los
elementos principales. Pero ¿por qué y cómo la prisión sería llamada a desempeñar el trabajo de fabricación
de una delincuencia a la cual se supone que combate? El establecimiento de una delincuencia que
constituye como un ilegalismo cerrado ofrece, en efecto, cierto número de ventajas. Es posible en primer
lugar controlarla (señalando los individuos, operando infiltraciones en el grupo, organizando la delación
mutua). Al hormigueo impreciso de una población que practica un ilegalismo ocasional, susceptible siempre
de propagarse, o también a esas partidas indeterminadas de vagabundos que, al azar de sus correrías y de las
circunstancias, van reclutando obreros sin empleo, mendigos y rebeldes, y que aumentan a veces —se vio a
fines del siglo XVIII— hasta el punto de formar unas fuerzas terribles de saqueo y de rebelión, los sustituye
un grupo relativamente restringido y cerrado de individuos sobre los cuales es posible efectuar una vigilancia
constante. Además, puede orientarse a esta delincuencia replegada sobre sí misma hacia formas de
ilegalismo que son las menos peligrosas: mantenida por la presión de los controles en el límite de la
sociedad, reducida a unas condiciones de existencia precarias, sin vínculo con una población que hubiera
podido sostenerla (como se hacía hasta no ha mucho con los contrabandistas o ciertas formas de
bandidismo), los delincuentes se vuelven fatalmente hacia una criminalidad localizada, sin poder de
atracción, políticamente sin peligro y económicamente sin consecuencias. Ahora bien, este ilegalismo
concentrado, controlado y desarmado es directamente útil. Puede serlo con relación a otros ilegalismos:
aislado junto a ellos, replegado sobre sus propias organizaciones internas, concentrado en una criminalidad
violenta cuyas primeras víctimas suelen ser las clases pobres, cercado por todas partes por la policía,
expuesto a largas penas de prisión, y después a una vida definitivamente "especializada", la delincuencia, ese
mundo distinto, peligroso y a menudo hostil, bloquea o al menos mantiene a un nivel bastante bajo las
prácticas ilegalistas corrientes (pequeños robos, pequeñas violencias, rechazos o rodeos cotidianos de la ley),
y les impide desembocar en formas amplias y manifiestas, algo así como si el efecto de ejemplo que en otro
tiempo se le pedía a la resonancia de los suplicios se buscara ahora menos en el rigor de los castigos que en
la existencia visible, marcada, de la propia delincuencia. Al diferenciarse de los otros ilegalismos populares, la
delincuencia pesa sobre ellos. No hay, pues, una naturaleza criminal sino unos juegos de fuerza que, según la
clase a que pertenecen los individuos, los conducirán al poder o a la prisión. Los magistrados de hoy
poblarían sin duda los presidios; y los forzados, de ser bien nacidos, "formarían parte de los tribunales y
administrarían la justicia". En el fondo, la existencia del delito manifiesta afortunadamente una
"incompresibilidad de la naturaleza humana"; hay que ver en él, más que una flaqueza o una enfermedad,
una energía que se yergue, una "protesta resonante de la individualidad humana" que sin duda le da a los
ojos de todos su extraño poder de fascinación. "Sin el delito que despierta en nosotros multitud de
sentimientos adormecidos y de pasiones medio extinguidas, permaneceríamos mucho más tiempo en el
desorden, es decir, en la atonía".

SOCIALIZACIÓN ¿Por qué hablar de socialización en esta lectura? Comprendemos el concepto de


socialización como el proceso de incorporación de la cultura por parte de los sujetos a partir de su
experiencia. La socialización comienza en cuando nacemos y se desarrolla a lo largo de toda la vida. Sin
embargo, los primeros años de sujeto son fundamentales. A este proceso inicial de socialización se lo
denomina socialización primaria y es trascendental para la constitución de la personalidad del individuo. La
socialización se comprende como el proceso “a través del cual un individuo aprende normas, valores,
actitudes y comportamientos ‘adecuados’ y así, consecuentemente, pasa a ser miembro de un grupo, una
sociedad o una cultura”. Berger y Luckmann , al referirse a la sociedad como realidad objetiva y subjetiva
hacen hincapié en la internalización de dicha realidad por parte de los individuos a través de los procesos de
socialización primaria y secundaria:

1. Socialización primaria: es la primera que vive el sujeto como realidad objetiva. Durante su niñez
elabora la realidad presentada, así como los mediatizadores (es decir, los otros significantes), y
recrea el mundo que habrá de internalizar en su conciencia de manera duradera.
2. Socialización secundaria: es la internalización por parte del sujeto de submundos institucionales o
basados sobre instituciones, asumiendo nuevos roles y sus normas apropiadas. Este proceso surge
como resultado de una división del trabajo y de la distribución social del conocimiento dentro de una
sociedad determinada.

En la modernidad, la escuela, la familia y la iglesia eran consideradas instituciones clave, dado que, a partir
de un claro proceso de socialización, marcaban las subjetividades y, en consecuencia, integraban al individuo
a la vida civilizada. Eran principalmente estas instituciones las que estructuraban la sociedad, al tiempo que
enmarcaban la vida de los sujetos. Retomaremos esta idea al hablar de control social. El nuevo modelo de
sociedad en el que estamos inmersos actualmente presenta una serie de cambios en relación con dichas
instituciones. Mientras que la sociedad industrial implicaba para el individuo un marco regulatorio en el cual
el hecho de pertenecer a cierta familia, clase y sexo definía su modo de vida y sus condiciones de existencia,
la sociedad postindustrial, en cambio, provoca una desregulación de dicha existencia. Pensamos, entonces,
en un sujeto autorreferencial , que carece del sistema de referencias, normativo, que la sociedad industrial
ofrecía. De acuerdo con esto, las instituciones habrían perdido la capacidad de marcar las subjetividades y
asistiríamos al paso de una sociedad que integra, mediante un proceso de supersocialización de los agentes a
través de diferentes agencias socializadoras (familia, escuela, iglesia), a “individuos subsocializados y
anómicos”.

LA FAMILIA COMO AGENTE DE SOCIALIZACIÓN En particular, la familia como institución presenta


características notablemente diferentes hoy. Como afirma Tiramonti , los cambios en la familia han sido
analizados con un dejo de nostalgia debido a la pérdida del orden patriarcal. Diversos autores hablan de la
imposibilidad que tiene la familia actual para cumplir con su función de socialización primaria. “A partir de
ello se hace un reclamo a las familias para que reasuman su función de autoridad y de socialización primaria
de sus hijos de modo de restituir la capacidad familiar de regular los comportamientos de sus hijos” . Sin
embargo, la actualidad nos muestra una forma diferente (en realidad, múltiples formas) de configuración
familiar. Como indica Klein : La familia nuclear transmitía un orden. Pero la familia de hoy no es
desordenada, ni frágil, ni inestable, ni desestructurada, ni ‘se desintegra’, pero sí es ambigua. Quizás
precaria. Pero todo es precario hoy… La familia antes no se interrogaba sobre sí misma. Hoy lo hace. La
familia, ya lo indicamos, es un enigma para sí misma. El hecho es que la familia actualmente encuentra
nuevas formas (a veces, con grandes dificultades) de socializar en un marco de vasta ambigüedad. La
comprensión de la dificultad experimentada por la familia y la escasa presencia de otras instituciones en su
rol socializador constituyen un punto de anclaje sobre el aspecto que a continuación desarrollaremos, esto
es, el control social y la desviación.

LA ESCUELA COMO AGENTE DE SOCIALIZACIÓN El caso argentino nos servirá como ejemplo para ilustrar
este punto. Si nos trasladamos a los orígenes de la educación pública en Argentina, podremos observar que
el Estado, a través de esta, buscaba homogeneizar a la sociedad. Al tiempo que administraba, gestionaba y
financiaba la educación, proveía un “sentido que se pretendía universalista” (Tiramonti, 2010, p. 17) y que
era entendido como propio de la cultura civilizada en oposición a la barbarie. La escuela, por lo tanto, se
ocupaba de transmitir o, aún más, de imponer esta cultura que se entendía como el conjunto de valores,
principios y creencias en los que se fundamentaba la comunidad.

De este modo, la escuela se entiende como una institución socializadora, ya que se ocupa de la formación de
las subjetividades en un determinado patrón cultural y normativo que regula las relaciones entre los sujetos .
Así, quien puede incorporarse al patrón civilizador y convertirse en ciudadano es quien ostenta un
comportamiento social que implica la aprobación e incorporación de un conjunto de normas socialmente
establecidas, clasificadas y definidas como modelo que se debe seguir. La escuela que conocemos hoy se
inventó con varios propósitos y atribuciones, en el contexto de la consolidación de una sociedad moderna,
burguesa, democrática y capitalista. Se configuró a partir de discursos y prácticas específicas de disciplina,
clasificación, dominación y jerarquía.

DESVIACIÓN Y CONTROL SOCIAL Para continuar, destacamos que la cultura permite la integración de una
sociedad. Asimismo, identificamos las diferentes perspectivas teóricas acerca de la cultura. Retomamos esta
idea porque, aunque sintetizaremos los conceptos centrales en torno al control social y la desviación, no
podremos comprenderlos si no es con relación a lo expuesto precedentemente. Por ejemplo, podemos decir
que ya hemos hablado de control social cuando, enmarcándonos en la propuesta de Marx, nos referimos a la
dominación ejercida por una clase sobre la otra, lo mismo podemos decir con respecto a la explicación del
concepto de hegemonía de Gramsci . Cuando se habla de control social, se hace referencia a “una forma de
presión social informal y difusa que tiene como objetivo evitar la conducta desviada”. Desde las alabanzas o
críticas de un grupo sobre los comportamientos de sus miembros, hasta una condena penal, todos estos
aspectos forman parte de los mecanismos de control de una sociedad. Mediante el control social se procura
la obediencia a ciertas normas y regulaciones, explícitas o implícitas, aceptadas en una sociedad y que
posibilitan el mantenimiento del orden de los individuos y su vida organizada. La transgresión de dichas
normas es llamada desviación, y la más extrema es el delito, debido a que implica que la norma transgredida
posee el carácter de ley. El concepto de orden social requiere, así como los demás conceptos que hemos
trabajado, un tratamiento analítico que permita enfocarlo desde diferentes posturas teóricas con vistas a
romper con las ideas que componen nuestro sentido común, persiguiendo así el objetivo de la sociología.

Las siguientes preguntas orientarán nuestra reflexión: ¿quién define las normas o conductas consideradas
“normales”? ¿Cómo se construye la legislación que regula nuestros actos? ¿Qué posición ocupan los
individuos considerados desviados? Si planteamos la desviación desde el paradigma funcionalista,
encontraremos beneficios en relación con esta; esto es porque, a partir de la condena del hecho desviado, la
norma transgredida se refuerza y, como resultado, el sistema de cohesión social se solidifica. Si, en cambio,
analizamos la desviación desde el paradigma del conflicto, denunciaremos que todo hecho que intente
transgredir el orden social establecido, en busca de terminar con la opresión de una clase sobre otra, será
considerado desviado y, por lo tanto, condenado, dado que atentaría contra los intereses de las clases
dominantes. Si pensamos ahora la desviación desde el paradigma de la acción, deberemos detenernos en las
particularidades de cada cultura, en los sentidos atribuidos a la acción, y destacar el carácter relativo que
tiene la desviación en función del grupo social en donde tiene lugar.

LA ESCUELA COMO AGENTE DE CONTROL SOCIAL Nuevamente nos detendremos en el rol de la escuela
como institución educativa fundamental de la sociedad. No es casual que la educación y la escuela sean
objetos de análisis de diferentes autores que hemos trabajado: Durkheim, Bourdieu, Bauman, entre otros.
Orden, disciplina, ciudadanía y civilización son conceptos entretejidos para definir el sentido que la escuela
tenía en sus comienzos y que aún puede encontrarse en las representaciones sobre lo que esta institución
debe ser. La incorporación de dicha cultura en los individuos y la formación de la personalidad a partir de
dichos valores, principios y creencias implicaban la conformación de identidades propicias para la vida
civilizada. La escuela es, entonces, tal como la define Elías , una institución “civilizatoria”, porque forma las
subjetividades en un determinado patrón cultural y normativo que regula las relaciones entre los sujetos.
La escuela ha estado, por ello, asociada a la creación de este espacio común: por una parte, como portadora
de una propuesta universalista, haciéndose eco de los valores, principios y creencias en los que se basaba la
comunidad a la que debían incorporarse las nuevas generaciones; por otra parte, funcionaba como
dispositivo de regulación social y, en consecuencia, como instrumento de gobernabilidad. Por lo dicho hasta
el momento, podemos entender que el Estado ha sido una figura clave para construir el sentido tanto de los
individuos como de las instituciones, entre ellas, la escuela. Habiéndose asignado a la escuela el rol
socializador y civilizador desde su origen, esta hizo posible la imposición de una visión del mundo
homogénea, alrededor del ejercicio de la democracia y la participación en la nación . Esta idea dejaba afuera
cualquier singularidad. Lo particular o diferencial de cada familia o subgrupo se consideraba perteneciente al
ámbito privado y no era contemplado en el marco de la escuela. De esta forma, “el carácter socializador de
la educación escolar se fijó en el imaginario social, pasando a exigir que la escuela asumiera efectivamente
ese papel de formación del ‘ciudadano’, principalmente en relación al comportamiento social” . Así, se le
asignaba a esta institución un carácter que excedía el ámbito de lo pedagógico y se la trasladaba al ámbito de
lo político. La escuela contaba con una legitimidad que, además de fundamentarse en la idea de la
adquisición de comportamientos asociados a lo “bueno” y lo “correcto” y, por lo tanto, opuesta a la barbarie,
se asentaba en el otorgamiento de valores evaluados como “superiores” porque implicaban la posibilidad de
movilidad social ascendente. Sin embargo, es necesario observar que, tal como afirma Tiramonti , los
fenómenos de desempleo estructural, población marginal y retiro del Estado erosionaron el marco
normativo común. La escuela, así como las demás instituciones, dejan de poseer el lugar de referente
universal y debe construir su sentido en permanente diálogo con la comunidad en la cual se inserta; por lo
tanto, es lógico que se perciba como espacio en donde diferentes concepciones de “orden” se enfrentan.

LA IDEA DE ORDEN SOCIAL EN NORBERT ELÍAS ELÍAS nació en BRESLAU el 22 de junio de 1897 y murió el 1
de agosto de 1990. Estudió filosofía y luego se inclinó por la sociología por considerarla un campo más
cercano a la realidad. Luego de abordar otros temas, Elías comenzó su estudio de la sociedad cortesana
francesa y terminó la versión original de su trabajo en 1933. Más tarde, el régimen nazi lo obligó a emigrar
desde Alemania a Francia y quedó marginado del círculo intelectual por largos años. En 1937, instalado en
Londres, dio a luz su libro Sobre el proceso de civilización. También en Londres trabajó en la educación para
adultos hasta que en 1954 pudo ingresar a dar clases en la universidad. Su obra, en la cual reflexiona sobre el
carácter de lo público y lo privado, la represión, los tabúes y la cultura desde un modelo que trabaja una
tríada entre Karl Marx, Sigmund Freud y Max Weber, adquirió tardíamente gran trascendencia. La obra de
Norbert Elías recorre el proceso civilizador. Cuando analiza la sociedad cortesana francesa detecta
singularidades que le permiten explicar cómo y a partir de qué formas de interacción tuvo lugar dicho
proceso. El autor identificó tres tipos de control que se valoran como indicadores de desarrollo (y, por ende,
de civilización) de las sociedades. Por un lado, el control de la naturaleza por parte de los hombres, lo cual
resulta posible a partir de la tecnología; por otro lado, el control de las relaciones entre las personas,
posibilitado por la organización formal; y, finalmente, el control que el individuo ejerce sobre sí mismo,
cuidando, por ejemplo, el modo de expresar las emociones y restringiendo la violencia . Por esta razón la
idea de civilización es asociable a la de disciplina: valores y normas refinadas que alcanzan a todos, presión y
represión sobre la emotividad y los impulsos, importancia de la conciencia moral que regula la acción, todo
en vista de posibilitar la organización social.

El orden social, desde el punto de vista de Elías, tendría así un carácter no intencional y sería independiente
de las voluntades, intenciones y conciencia de los individuos que componen la sociedad. “Este punto de vista
supone postular una especie de carácter alienado del orden en relación con las conciencias individuales” . El
orden social instituido se impone al individuo a partir de estructuras, recursos, sistemas normativos y
tradiciones que el hombre no construye ni puede controlar, al menos a nivel individual y a corto plazo.
EL SISTEMA DE CONTROL SOCIAL Se denomina sistema de control social a las instituciones encargadas de
dar una respuesta formal al delito (como la policía, los tribunales, los correccionales y las cárceles) o a
aquellas encargadas de prevenirlo o evitarlo (como las redes de trabajo social y psiquiátrico). También se
pueden incluir bajo esta denominación los circuitos cerrados de televisión, los guardias y todo medio
dispuesto con un fin semejante. En este punto, nuevamente apelamos a que ejerzas una mirada crítica en
torno a cuestiones arraigadas en nuestro sentido común. Las instituciones carcelarias, por ejemplo, provocan
opiniones controvertidas tanto entre los intelectuales como en la opinión pública. La referencia infaltable en
este caso es el texto Vigilar y Castigar de Michel Foucault, en donde el autor afirma que el sistema carcelario
moderno, lejos de solucionar el problema de la delincuencia, lo agravaba. Al mismo tiempo, Foucault traza
un paralelismo entre la prisión y la escuela, e identifica similitudes en los mecanismos disciplinares utilizados
en ambos casos para el control de los cuerpos. En suma, el arte de castigar, en el régimen del poder
disciplinario, no tiende ni a la expiación ni aun exactamente a la represión. Utiliza cinco operaciones bien
distintas: referir los actos, los hechos extraordinarios, las conductas similares a un conjunto que es a la vez
campo de comparación, espacio de diferenciación y principio de una regla que seguir. Diferenciar a los
individuos unos respecto de otros y en función de esta regla de conjunto —ya se la haga funcionar como
umbral mínimo, como término medio que respetar o como grado óptimo al que hay que acercarse. Medir en
términos cuantitativos y jerarquizar en términos de valor las capacidades, el nivel, la "naturaleza" de los
individuos. Hacer que juegue, a través de esta medida "valorizante", la coacción de una conformidad que
realizar. En fin, trazar el límite que habrá de definir la diferencia respecto de todas las diferencias, la frontera
exterior de lo anormal (la "clase vergonzosa" de la Escuela militar). La penalidad perfecta que atraviesa todos
los puntos, y controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia, jerarquiza,
homogeniza, excluye. En una palabra, normaliza.

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