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Katharina Schlierf
ETSII – Universidad Politécnica de Valencia
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Resumen
En el Estado español, las universidades técnicas juegan un importante papel en el desarrollo
tecnológico a través de sus actividades de transferencia de tecnología. Tienen, por ello, la
responsabilidad y la oportunidad de influir en el desarrollo tecnológico actual para que éste sea lo
más respetuoso posible con el medio ambiente y la sociedad.
Las universidades disponen para ello de diferentes medios, relacionados con sus tres misiones: la
investigación, la docencia y la extensión social. Es posible combinar elementos de estas tres
misiones y aprovechar así sus sinergias, tal como muestran experiencias de varios Science Shops
donde proyectos de investigación en colaboración con colectivos sociales han servido a la vez como
lugar de formación universitaria.
El objetivo de este artículo es analizar la posibilidad de vincular esta práctica con un desarrollo
tecnológico participativo, dando lugar a una transferencia de tecnología participativa. Nos basamos
para ello en dos enfoques de desarrollo participativo, la evaluación constructiva de tecnologías y la
innovación guiada por el usuario. Sugerimos que así, a la vez que se impulsa la I+D en tecnologías
que respondan a las necesidades sociales y ecológicas, podemos crear oportunidades para una
enseñanza universitaria transformadora y el fomento de una ciudadanía (in)formada y crítica.
Introducción
En el Estado español, las universidades técnicas juegan un importante papel en el desarrollo
tecnológico (DT) a través de sus actividades de transferencia de tecnología (TT). Nos referimos
aquí a la TT desde la universidad a la sociedad; no incluimos en nuestra reflexión que presentamos
aquí la TT entre países. A continuación haremos un breve repaso de la visión tradicional de la TT,
que se caracteriza por tener como objetivo principal aumentar la competitividad del sistema de
innovación y con ello contribuir al crecimiento económico. De allí desarrollaremos una visión
alternativa de la TT desde la universidad orientada al cambio tecnológico y el fomento de una
ciudadanía crítica, para lograr una sociedad en la que el DT contribuya al respeto social y
medioambiental.
Planteamos aquí que las universidades públicas tienen una oportunidad especial de hacer posible la
participación de colectivos ciudadanos en el DT y contribuir de esta manera a que nuestro DT actual
sea lo más respetuoso posible con el medio ambiente y la sociedad. Por supuesto, la participación
ciudadana en la dirección o el control del desarrollo tecnológico es una exigencia que requiere
propuestas muy diferentes según el ámbito de investigación que se trate. No es lo mismo la
participación en la dirección de nuevas tecnologías como la nanotecnología o las biotecnologías que
en las tecnologías urbanas. Los primeros son ámbitos de investigación con una alta complejidad
tecnológica y un potencial conflictivo elevado, mientras que las tecnologías urbanas no suelen tener
este carácter conflictivo (aunque los límites pueden llegar a ser difusos, como por ejemplo en el
caso de la domótica o las tecnologías de comunicación), y suelen ser más cercanas a las personas no
tecnólogas. Por ello, en el primer caso las propuestas de participación suelen tratar principalmente
de generar debate público, mientras que en el segundo caso podemos buscar propuestas de
participación más directa, orientadas a dirigir la I+D hacia las "tecnologías apropiadas", es decir
tecnologías que responden a las necesidades sociales y medioambientales. Así, nos encontramos
con múltiples aproximaciones a las cuestiones arriba esbozadas, desde la regulación mediante
normas o límites morales, pasando por la creación de mecanismos de evaluación (Moñux, 2004)
que pueden informar a los decisores y orientar las políticas y a los propios investigadores, hasta
propuestas como la que se presenta en este artículo.
Así, la IBC guarda algunos parecidos con la investigación acción participativa (IAP), hasta el punto
de que en algunos casos los límites entre los dos enfoques son difícilmente distinguibles. Si
buscamos una práctica de IBC cercana a la IAP, las siguientes características de la IAP pueden ser
especialmente interesantes: un cambio de paradigma de investigación donde el papel del "experto"
se transforma, se aleja de la relación investigadora = sujeto e investigada = objeto, hacia una
práctica investigadora donde todos los actores son sujetos, con lo que aparte de los expertos
técnicos tenemos expertos cotidianos, y donde los objetivos de investigación se establecen juntos
entre los diferentes actores; su carácter cíclico y reflexivo; la intención de superar la separación
entre la teoría y la práctica (combinamos investigación y acción para generar teoría realmente útil y
adecuada, para generar conocimiento para la acción); y su orientación hacia la transformación de la
realidad.
Ejemplos donde se aplique la IBC encontramos entre los miembros de la red internacional de
Tiendas de la Ciencia o Science Shops “Living Knowledge” (www.livingknowledge.org) o entre las
instituciones participantes del programa canadiense CURA (Levesque y Chopyak, 2001). Algunas
de estas iniciativas están basadas en universidades, donde integran la IBC en las actividades
universitarias. Así, en muchos Science Shops se realizan proyectos de investigación en colaboración
con colectivos sociales que sirven a la vez como lugar de formación universitaria. Las posibilidades
de integrar la IBC en el currículum son múltiples (Fokkink y Mulder, 2004). Tanto estos autores
como Hende y Sogaard Jorgensen (2001) y Chopak y Levesque (2001) ofrecen análisis sobre los
beneficios de la IBC realizada por los Science Shops para la investigación y la enseñanza
universitaria.
La evaluación constructiva de la tecnología
La ECT es un enfoque relativamente nuevo dentro del campo de la evaluación de tecnologías (ET).
La ET busca anticipar las consecuencias o los impactos (directos e indirectos) de una tecnología
para crear una mejor base para la toma de decisiones en las políticas públicas (Remmen, 1995,
Schot, 2001). Sin embargo, su capacidad de contribuir a un cambio tecnológico es limitada por
basarse en una concepción demasiado simplista del cambio tecnológico que confía en las políticas
públicas.
Frente a ello, la ECT parte de otra visión del cambio tecnológico. Considera esencial los valores e
intereses presentes en el DT y el cambio tecnológico como un proceso "cuasi-evolucionario" que
sucede a múltiples niveles al mismo tiempo (Schot, 2001). Si la tecnología refleja los valores e
intereses de los implicados en el proceso del DT, es obvio que bajo las condiciones "normales" en
las que se desarrollan los procesos de DT quedan excluidos determinados intereses y valores
(sociales y ambientales). Para lograr un cambio tecnológico hacia una tecnología más respetuosa
con el medio ambiente y la sociedad, el mismo proceso de diseño y desarrollo debe cambiar, hacia
la integración de más actores sociales aparte de los expertos técnicos para ampliar los valores
presentes. Esta articulación de los actores y con ello sus intereses y valores en un proceso
interactivo debe iniciarse en una fase temprana del DT y debe acompañar a todo el proceso de
diseño como un proceso reflexivo. El resultado de este proceso no puede ser predecible, tal como
constata Schot: "La ECT busca la ampliación como fin en sí mismo y acepta la incertidumbre sobre
los resultados sustantivos" (Schot, 2001:42). Con ello, reconoce la no-linearidad del DT, tiene en
cuenta la probabilidad de que surjan nuevas visiones, posibilidades, dificultades, etc. en el proceso.
Así, la ECT no lleva automáticamente al respeto medio ambiental y social, pero puede contribuir a
ello.
Ejemplos de la aplicación de la ECT a la innovación encontramos en Rip, Schot & Misa (1995).
Así, la descripción por Arne Remmen de un proceso de ECT en el desarrollo de tecnologías más
limpias en el sector del procesamiento de pescado en Dinamarca muestra la importancia del trabajo
en red entre los actores involucrados. El proceso del diseño de un vertedero en Alemania con
participación ciudadana descrito por Ralf Herbold nos hace entender como la ECT posibilita la
experimentación con nuevas tecnologías en un proceso social reflexivo.
Como características del enfoque podemos definir el trabajo en red y en los casos descritos por
Ornetzeder y Rohracher el principio de la ayuda mutua. La iniciativa para impulsar y realizar el
proceso de innovación surge desde abajo. Aquí podemos distinguir entre las experiencias que tratan
de innovaciones en campos tecnológicos emergentes, como era en su momento la energía solar
térmica en Austria o la eólica en Dinamarca, o de campos con alta sensibilización ciudadana, por
ejemplo sobre la necesidad de sustituir los CFCs como refrigerantes o de buscar soluciones al
tratamiento de aguas residuales. La posibilidad de que un proceso de innovación con este enfoque
tenga éxito depende según Ornetzeder y Rohracher de cuatro factores: las características técnicas de
la tecnología en cuestión (p.ej. su complejidad, o si las herramientas para la autoconstrucción son
accesibles), el momento de desarrollo en el que se encuentra la tecnología (hay más probabilidades
de éxito en las fases tempranas de desarrollo y difusión), la motivación de los usuarios y el entorno
social-cultural.
Ambos enfoques se basan en la creación de redes de innovación. Sin embargo, encontramos aquí un
cierto vacío: No se concreta demasiado cómo construir y hacer funcionar esas redes. También
Levesque y Chopyak (2001) destacan la falta de investigación sobre cómo gestionar los procesos de
investigación colaborativa. La aportación arriba mencionada de Genus hacia la integración de una
práctica de reflexión-en-acción o en general la consideración de las aportaciones de la IAP puede
abrir aquí interesantes caminos.
¿Qué relación tiene entonces el DTP con las tres misiones de la universidad? Con respecto a la
extensión universitaria, la universidad puede, al estilo de los Science Shops, ser promotora y
facilitadora de procesos de innovación que respondan a necesidades sociales y ecológicas (ser
"meta-actor" en el lenguaje de la ECT). Esta actividad puede consistir o bien en el apoyo a
iniciativas propias de colectivos ciudadanos como las descritas bajo el enfoque de la IGU, o puede
ser impulsora de tales iniciativas, articulando los colectivos sociales interesados en una determinada
tecnología con los demás actores relevantes para posibilitar un proceso de DTP. Puesto que la TTP
necesita también de una apropiada implantación y difusión de las propuestas tecnológicas generadas
en el proceso de DTP, implica además un trabajo sobre la red social cuyos mecanismos de
comunicación y construcción de conocimiento (el aprendizaje social en el lenguaje de la ECT) son
decisivas para la difusión de las tecnologías.
Además, la TTP puede contribuir a un aprendizaje crítico sobre la tecnología en todos los actores, lo
que corresponde al concepto de aprendizaje de segundo orden que menciona Schot (2001). Así,
como otro aspecto de la extensión universitaria, el proceso puede promover procesos de aprendizaje
donde los ciudadanos participantes adquieren mayor compresión del funcionamiento de la
investigación y de la universidad y pueden desarrollar capacidades de investigación (una ciudadanía
formada), y un mayor entendimiento de las posibilidades existentes en cuanto a un DT alternativo
(una ciudadanía crítica).
Con respecto a los beneficios posibles de este enfoque para la investigación universitaria, podemos
mencionar varios aspectos. La participación de colectivos ciudadanos en los procesos de innovación
contribuye a una mejor representación de aspectos sociales y medioambientales en los mismos.
Además, la cercanía a la realidad de posibles usuarios de la tecnología ayuda a crear soluciones
viables tanto medioambientalmente como social y económicamente. Además, el proceso puede
crear una demanda de estas soluciones tecnológicas que estimula por un lado su introducción en el
mercado y, por otro, el establecimiento de nuevas líneas de investigación (Hende y Sogaard
Jorgensen, 2001). Por último, promueve la capacidad de colectivos ciudadanos de innovar y generar
propuestas tecnológicas viables. Que tal capacidad existe, muestran las experiencias descritas por
los autores del enfoque de la innovación guiada por el usuario.
Entre los beneficios para la enseñanza, la participación de estudiantes en procesos de TTP puede
ampliar su visión sobre el papel de la tecnología en la sociedad. A la vez, los estudiantes aprenden a
investigar y también competencias y habilidades (comunicarse con no-expertos; ver y solucionar
problemas en su contexto; la gestión de proyectos; traducir un problema social a uno científico y
viceversa) (Fokkink y Mulder, 2004). Especialmente en carreras de ingeniería, el aprendizaje
basado en problemas reales puede ayudar a mostrar la importancia del contexto social en un
proyecto de ingeniería, además de su potencial de crear una mayor motivación en los alumnos por
la utilidad práctica del esfuerzo. Además, a partir de este tipo de actividades pueden crearse
materiales para la clase basados en casos reales y en el caso dado también puede ser posible integrar
nuevas materias o programas de formación sobre aspectos de Tecnología y Sociedad.
Hemos visto que a pesar de la existencia de una amplia literatura sobre los enfoques tratados, es
necesario explorar más a fondo la cuestión de cómo gestionar el proceso, es decir cómo crear y
mantener una red para la innovación con participación ciudadana, y cómo hacerla funcionar en una
determinada red social existente.
Así, la TTP basada en los enfoques de DTP descritos puede integrar las tres misiones de la
universidad, para contribuir desde la misma a un cambio tecnológico y el fomento de una
ciudadanía crítica.
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