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La unión cívico militar es la columna para liberar al país de

las prácticas paramilitares que pretenden instaurar sectores


de la derecha, cuyas aspiraciones deben ser neutralizada a
través de la verdad, la única vía que garantizará que el
destino de la patria sea la paz, expresó este miércoles el
presidente de la República, Nicolás Maduro.
Durante un contacto telefónico con el programa semanal
Con El Mazo Dando, conducido por el presidente de la
Asamblea Nacional (AN), Diosdado Cabello, el Jefe de
Estado rechazó el ataque a tres efectivos militares que
participaban en una operación contra el contrabando en la
entidad andina, por lo que ordenó cerrar por 72 horas la
frontera colombo-venezolana en la entidad.
"Toda nuestra solidaridad con nuestros tenientes, soldados
de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB),
que nada nos detenga; iremos a la batalla, con una mano
construyendo la patria todos los días, construyendo el
derecho a la educación, a la salud, a la vida, a la vivienda,
a la felicidad de nuestro pueblo, la democracia,
defendiendo la libertad de nuestro país, y con la otra ir
golpeando (a factores desestabilizadores) con la
constitución en la mano, ir liberando al pueblo y el territorio,
protegiendo a nuestro pueblo", expresó el Primer
mandatario.
Asimismo exhortó a la colaboración de las autoridades
colombianas en la búsqueda y captura de los implicados en
la emboscada, donde el teniente Daniel Veloz recibió un
impacto de bala en la parte superior del pulmón derecha,
mientras que el cabo primero Miguel Nuñez fue impactado
por una bala en la pierna derecha y el brazo izquierdo.
Igualmente, el teniente Alexis Rodríguez recibió impacto de
bala en la cabeza y espalda, con orificio de entrada y
salida, de acuerdo con información aportada vía Twitter por
el gobernador del estado Táchira, José Vielma Mora.
Entretanto, el presidente de la AN lamentó que ocurriera
este hecho y exhortó a la defensa de la patria. "Que
sucedan estas cosas es indignante; mañana no tengan
duda que saldrán los defensores de los guarimberos a salir
en contra de estas medidas que está tomando el
Ejecutivo".
Esta emboscada demuestra que el país se enfrenta "contra
una mafia que busca un espacio en el contrabando, el
desabastecimiento, y los medios incitando al pueblo a
rebelarse, pero este pueblo cuando salga a la calle, sabrá a
dónde ir (hacia la paz)", expresó en su programa.
19/04/2017
ALONSO MOLEIRO @amoleiro
UNION CIVICO MILITAR | VENEZUELA |
La obediencia de las Fuerzas Armadas venezolanas a la
Constitución Nacional, que el actual Ministro de la Defensa
no se cansa de reivindicar, tiene varios años adulterada.
Parte de su interpretación se está yendo por un coladero
denominado “la unión cívico-militar”. El concepto-semilla,
de carácter faccioso, que Hugo Chávez dejó sembrado en
el liderazgo militar venezolano para poder controlarlo, y que
está dificultando gravemente las cosas en este tramo de la
crisis nacional.
Como la “repolarización del país”, la “unión cívico miliar”
es un lineamiento estratégico en el chavismo, presente
desde sus años iniciales, los conspirativos. Su movimiento
tenia elementos cívico militares y como tal arribó al
gobierno, al que ha ido envolviendo con sus hábitos y
valores. El MVR, de hecho, era al comienzo un movimiento
parcialmente militar. Es un concepto diseñado para poder
apoyarse en los instrumentos de mando dentro del poder;
para incorporar a uno de los ejes constitutivos del estado
venezolano dentro del proyecto hegemónico. Hay que
reconocer que atiende a una genética natural del chavismo
como movimiento golpista. De hecho, hasta entrado el siglo
XX, “guerra” y “política” eran conceptos casi gemelos en
todo el mundo. Se fueron separando en la medida en que
avanza la civilización como norte en el pensamiento
universal.
El propio Hugo Chávez hizo alusión alguna vez al trabajo
político que había hecho en las Fuerzas Armadas, de
acuerdo a lo que afirmaba mucho más hondo de lo que se
imaginaba la opinión pública. Su muerte ha convertido sus
valores en religión de estado. La renuencia de las Fuerzas
Armadas a comprender el dolor de los venezolanos, y el
calado de la crisis en curso, guarda relación con la
imposición de esa saeta, esa tesis política para las consola
más delicada del poder en una nación, denominada “unión
cívico militar”.
La “unión cívico militar” es el puente natural que
habilita moralmente a un efectivo de las Fuerzas
Armadas a tomar parte por una parcialidad política, a
politizar sus funciones, a volverlas parte interesada de
la política, en detrimento del debate público, a pesar de
que tal circunstancia la prohíbe expresamente la
Constitución y violenta una tradición republicana de varias
décadas, sobre la cual, después de todo, ha estado
fundamentada la paz pública. Gracias a esa correcta
interpretación de los militares, de alguna forma, el siglo XX
venezolano no tuvo guerras civiles. Hubo golpes,
lamentablemente, pero no hubo guerras civiles.
La “unión cívico militar” una línea política, traducida en una
orden, mimetizada como un valor de alto rango nacional,
con la cual los efectivos militares terminan involucrados
dentro de la causa chavista. Si el vínculo entre lo militar y lo
cívico que defiende Vladimir Padrino consistiera en
organizar visitas al Jardín Botánico; encuentros con
periodistas en Fuerte Tiuna; debates académicos en la
Universidad Católica o la Bolivariana, o intercambios
institucionales con la Iglesia, claro que el criterio no tendría
nada de objetable.
Lo que debemos evaluar acá es el contenido del
intercambio que plantea la yunta. Su sabia es veneno
institucional. Son vectores que no se consiguen en
sociedades democráticas. La “unión cívico militar” lo único
que pretende es mantener vivo el espíritu de conjura, el
acuerdo sagrado en torno al complot, el ánimo de logia
heredado del 4 de febrero de 1992. El daño institucional
hecho a la Fuerza Armada es notorio. Gracias a ella,
perniciosos elementos subjetivos, unilaterales, peregrinos y
discutibles, irrespetuosos con la diferencia, están entrando
a dominar espacios institucionales sagrados, que le
pertenecen a todos los venezolanos. Esta circunstancia
produce hoy un enorme dolor en muchos venezolanos con
su Fuerza Armada, cuyo funcionamiento y orientación lucen
desnaturalizados.
Hugo Chávez promovió una consulta electoral en el año
2007, el Referéndum de la Reforma, con el objeto de
intentar oficializar la politización del ejército al proponer una
nueva redacción del articulado. El pueblo votó que No,
derrotando la iniciativa de Chávez, y de cualquier manera el
veredicto no fue respetado.
Peor aún: el país ha elegido abrumadoramente una
Asamblea Nacional, que está neutralizada en su
desempeño, y sobre los mandos militares no priva una
interpretación literal de sus funciones constitucionales:
todos prefieren triangular la operación para terminar
rindiendo lealtad y honores, no a la Constitución Nacional y
la Democracia, sino al Socialismo, la Revolución y la Unión
Cívico Militar.
Lo que está planteado en el país con el funcionamiento de
la Asamblea Nacional es de una gravedad extrema. Esta
sería la primera vez en 50 años que el poder político, que
los poderes fácticos, que las Fuerzas Armadas se prestan
para desconocer, o burlarse del voto de los venezolanos.
En El contrato social, Jean Jeacques Rousseau, padre del
pensamiento político moderno, y uno de los autores más
influyentes en el pensamiento de Simón Bolívar, había
llegado a afirmar que los parlamentos constituyen “el
corazón de la legalidad” y que su existencia era, para el
espíritu de la República, para las libertades públicas, aún
más importante que la del propio Poder Ejecutivo. La
soberanía nacional no es un asunto de tanques y
consignas militares: reposa en la voluntad general de los
ciudadanos.
Sobre el criterio de “la unión cívico-militar”, deslizado de
manera sibilina en el debate, y hecho cumplir a rajatablas
dentro de las Fuerzas Armadas, es que descansa el
desconocimiento a la Constitución y la voluntad nacional
expresada en las elecciones parlamentarias de Diciembre
de 2015. La ruptura no se expresa con tanques y tomas
escandalosas. Se hace cumplir interpretando esta curiosa
consigna, que no está presente en la Constitución
Nacional, que no es obligante para nadie, salvo para el
puñado de individuos que son tributarios de ella, y que
politiza gravemente a las Fuerzas Armadas en detrimento
de los intereses de la sociedad venezolana. ¿Acaso
Rómulo Betancourt, o Isaías Medina, o López Contreras, o
Luis Herrera Campíns, o el propio Juan Vicente Gómez,
dejaron dicho que era un deber de estado estarlos
alabando eternamente una vez fallecidos?
Vladimir Padrino garantiza el pluralismo político y el
derecho a manifestarse en paz (hasta Chacaíto) para que
no nos acusen de vivir en una dictadura. La Oposición
podrá existir con el mayor de los gustos, siempre que no se
lo ocurra estar ganando unas elecciones. Ni Padrino, ni
nadie en el gobierno, dice una palabra sobre elecciones,
sobre los retrasos institucionales que alimentan esta crisis,
sobre el canal humanitario, sobre la escasez de
medicamentos. Sobre la existencia de una Asamblea
Nacional electa, soberana, legítima, de mandato sagrado,
que está maniatada y sobre la cual iba a caer una
sentencia para eliminar la inmunidad de sus diputados y
legislar por mampuesto. ¿No es eso importante?
Olvida Padrino, de pronto, que su deber es cumplir y hacer
cumplir lo que dispone de forma expresa la Constitución.
No cumplir la Constitución los martes por la tarde, para lucir
demócrata y seguir rindiéndole honores a un pacto parcial,
a un acuerdo político, a un arreglo de terceros, hecho entre
políticos con y sin uniforme, que no es obligante en un
estado como el nuestro, Democrático y Social de Derecho y
de Justicia, y al que nadie debía deberle obediencia.
Los artículos de la Constitución Nacional son bien claros.
Es hora de interpretarlos literalmente y jugarle limpio a
Venezuela. Lo único que está pidiendo este país es
comida, medicinas, seguridad y elecciones. Todavía
estamos a tiempo. Toda Venezuela espera una
interpretación noble y leal de las Fuerzas Armadas
respecto a lo que sucede. No vaya a creer el general
Vladimir Padrino que en esta, la crisis política, económica,
institucional y moral más grave que hayamos tenido que
vivir en varias décadas, los historiadores del futuro no se
van a estar preguntando cómo era que se llamaba aquel
Ministro de la Defensa en los años de la disolución de la
Asamblea Nacional y el secuestro de la voluntad general.

El líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Rafael


Chávez Frías, siempre destacó la importancia de la unión
cívico-militar para garantizar la continuidad de la
Revolución Bolivariana ante los reiterados ataques
emprendidos por la oligarquía contra la constitucionalidad
del Gobierno Nacional.
Unión cívico-militar se construye y consolida día tras día
En definitiva la mejor defensa que tiene el pueblo
venezolano, es la integración que se ha logrado consumar
entre los soldados de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana (FANB), que es el pueblo uniformado, y el
pueblo de a pie, en la calle, construyendo una filosofía
integradora para enfrentar las grandes amenazas que
vienen de adentro y afuera.
Ese vínculo es una fortaleza evidente que se construye y
se consolida día tras día. La unión cívico-militar no es una
expresión más, pues su concepto se ha incorporado a la
nueva Ley Orgánica de la FANB que acomete con dignidad
las grandes tareas y desafíos de la defensa nacional.
LAS RELACIONES CÍVICO-MILITARES Y LA
CONSTRUCCIÓN DE INSTITUCIONES EN AMÉRICA
LATINA: ENFRENTANDO LA CRISIS DE LAS JÓVENES
DEMOCRACIAS
1. Introducción
Cuando en la década de 1980 las distintas naciones
latinoamericanas volvieron a la experiencia de la
democracia como régimen político, las intervenciones
militares en los asuntos políticos parecieron haber sido
dejadas atrás. Los cambios en el contexto internacional
influyeron ciertamente en esta percepción. Las
posibilidades de la toma del poder por los militares dejaron
de ser aceptadas por la comunidad internacional como un
patrón normal de regulación de la vida política, aún cuando
se tratara de jóvenes y conflictuadas naciones.
Como era de esperar, de la mano de la democratización
aparecieron distintas problemáticas relacionadas con la
reconducción de las instituciones armadas luego de una
historia fecunda en intervenciones militares. La resolución
de las acciones de los gobiernos autoritarios principalmente
en materia de derechos humanos, la reorganización del
peso presupuestario de los gastos militares en el gasto
central de los gobiernos, y la inserción de los civiles en el
proceso de decisión de la seguridad y la defensa fueron las
principales problemáticas que, con mayor o menor éxito,
los distintos países fueron enfrentando. El abrupto cambio
del sistema internacional en 1990 se sumó a ellas,
planteando la necesidad de redefinir misiones y funciones
de las fuerzas armadas. En un contexto que incluía la
disminución de amenazas tradicionales a la seguridad
nacional (dada una mayor tendencia a la resolución
pacífica de conflictos y a la cooperación como forma de
relación entre países vecinos) y la preocupación por las
cuestiones del desarrollo económico y social, la
manutención de grandes y poderosas instituciones militares
comenzó también a perder su razón de ser.
No todos los países atravesaron las mismas circunstancias.
Las diferencias en las transiciones democráticas se
enraizaron en una historia propia que marcó el ritmo de las
transformaciones. También, las distintas situaciones de
seguridad. Para los países andinos, sea por ejemplo por un
mayor prestigio de las fuerzas militares ante la sociedad
(como en el Ecuador), o por el tipo de amenazas sufridas
(como en Colombia), la problemática de las relaciones
entre civiles y militares fue sustancialmente diferente a la
de los países del cono sur de América. Y, entre estos
últimos, el caso de la Argentina marcó un paradigma de
reconstrucción de la subordinación militar, producto de que
su transición no tuvo condicionamiento alguno luego de la
derrota en la Guerra de Malvinas.
Cómo reconstruir una institucionalidad democrática cuyo
sistema y dinámica excluyera la intervención militar en
política constituyó una pregunta central común a toda la
región. Las relaciones entre civiles y militares y las
alternativas del control civil eran parte de esta pregunta, y
comenzaron a ser abordados por políticos y académicos en
el intento de sentar las bases de una calidad democrática
diferente para América Latina. La preocupación por la
intervención militar en política-compartida por miembros de
la comunidad internacional para quienes la democracia
pasaba a ser un valor central a desarrollar en la vida de los
pueblos- comenzó a disminuir en los '90 a medida que se
desvanecían las posibilidades de intentos serios de
alteración del orden democrático en la generalidad de los
países latinoamericanos. Aunque crecía la preocupación
por las posibilidades de una democracia gobernable en un
contexto de inicio de crisis de seguridad interna o
económicas.
Veinte años después de iniciadas aquellas transiciones (y
luego de un período en el que pareció que la consideración
de la problemática civil-militar en América Latina no
constituía ya un foco preferente de atención), la pregunta
central acerca de la construcción de una institucionalidad
plenamente democrática permanece abierta. Aunque no se
observan ya las tradicionales intervenciones militares, su
ausencia no se explica por la presencia activa de una
conducción efectivamente civil de los destinos nacionales.
Algunos de los casos de los últimos años que han vuelto a
ocupar las primeras planas de la consideración política
regional e internacional incluyen la problemática civil-militar
y demuestran esta aseveración. Por ejemplo, en el Perú, el
régimen fujimorista fue basado en el control y represión de
la oposición sostenido con el apoyo de las fuerzas militares.
En Ecuador existieron intentos de golpes de estado, y uno
de sus líderes es hoy el presidente legítimamente electo
por la población. En Argentina, aún permanecen saldos del
pasado dictatorial en materia de derechos humanos. En
Venezuela, la crisis entre gobierno y oposición tiene en los
militares un actor central sobre el que confluyen las
miradas ya sea para sostenerse o para alcanzar el poder.
En Paraguay, las luchas intestinas de los militares, y de
éstos con los civiles, han signado la vida nacional de la
última década, incluyendo las disputas políticas en torno al
carismático e influyente líder militar Lino Oviedo.
Si la subordinación formal al poder político no resuelve la
pregunta acerca de cómo controlar el papel de las
instituciones militares, ¿qué debemos entonces observar?
Esta presentación intentará brindar una explicación a los
problemas de la institucionalidad democrática y del control
civil en América Latina abrevando en las distintas teorías
aparecidas en el campo de las relaciones cívico-militares,
relacionándolas con las distintas etapas de la historia
latinoamericana, y tomando de ellas sus aportes más
significativos para construir una explicación actual. Trabaja
sobre la premisa de que la intervención militar en los
asuntos políticos no depende exclusivamente de la
subordinación formal al poder civil. La hipótesis central que
buscaremos presentar es que un efectivo control civil
depende de tres variables: el tipo de mentalidad profesional
militar, la concepción de la comunidad nacional acerca de
la misión militar en la sociedad, y la asunción civil de la
conducción de la política de seguridad y defensa. Para
justificar nuestra hipótesis, tomaremos la caracterización de
la realidad latinoamericana y algunos elementos del que
acaso fuera el caso paradigmático de la subordinación
militar en las últimas décadas: la Argentina. Finalmente,
buscaremos concluir cómo puede construirse el control civil
para fortalecer la institucionalidad democrática en la región
en los próximos años.
2. Democracia, Relaciones Cívico-Militares y Control Civil
En el caso de las relaciones entre civiles y militares, las
distintas teorías apuntan a desentrañar las características y
modalidades de la relación entre una sociedad y sus
fuerzas armadas. Entendemos aquí por relaciones cívico-
militares la dinámica de la relación existente entre
determinada sociedad, expresada (y representada) en un
Estado, y el instrumento militar del mismo. Esta dinámica
incluye tanto las alternativas del diseño y ejecución de la
política de seguridad y defensa como la relación que el
aparato militar del Estado entabla con los representantes
electos.
El concepto de relaciones cívico-militares, acuñado por la
sociología militar para explicar la dinámica de la relación
entre el sector civil y el sector militar, ha sido objeto de
debate. Se ha debatido, por ejemplo, que el concepto
correcto a utilizar es el de relaciones político-militares
planteando que la problemática histórica de los países
resulta de la relación entre las fuerzas armadas y la clase
política, y no entre aquéllas y la sociedad.1 Pero esta
distinción aparentemente semántica encierra en realidad
una problemática más profunda. Si el militar profesional
sirve a los ciudadanos de un Estado, en un régimen
democrático esto significa que el gobierno legítimamente
electo representa a la sociedad, y que la relación entre la
clase política y los militares es una de las expresiones de
las relaciones entre sociedad y fuerzas armadas.
Caracterizar (o acotar) la amplia y lógica variedad de
situaciones de relación entre la sociedad y sus fuerzas
armadas como político-militares, significaría basarse en al
menos dos supuestos reñidos con la legitimidad de un
régimen democrático. El primero de ellos es el de asumir
como dato que la sociedad es un espectador impotente que
no tiene participación efectiva en la vida institucional de un
país. Sin embargo, aún las teorías que postulan que la vida
política se encuentra en la práctica regida por una élite o
clase política (Mosca y Pareto, o el elitismo democrático de
Schumpeter, por citar algunos2) reconocen la
representatividad que dicha clase política obtiene del
conjunto de la sociedad, y se refieren abundantemente a
cómo esas élites cambian en la medida en que pierden la
capacidad de responder a dicha representatividad.
El segundo supuesto es la asunción indirecta de que, en
realidad, la única relación a la que las fuerzas armadas y la
clase política deben prestar atención es a la que entablan
entre ellas mismas, leyendo en términos de poder la
posición y relación de las fuerzas armadas en el sistema
político, incorporándolas como un actor más del sistema.
Para nosotros, el concepto de relaciones cívico-militares ha
probado su eficacia en los últimos cuarenta años en el
campo de la sociología militar y creemos que resulta el más
adecuado para abordar la problemática que nos ocupa.3
Al ser las fuerzas armadas el instrumento principal del
monopolio estatal del uso de la fuerza, herramienta de
violencia legítima, es innegable que el vínculo entre los
militares y la sociedad ha sido y continúa siendo un desafío
principal para los pueblos, a la hora de prevenir, evitar o
resolver la crítica situación en la que la espada se vuelve
contra quien la forjó. La sociedad quiere a los militares
porque los necesita, pero al mismo tiempo, desea tenerlos
tan lejos como sea posible, actitud por cierto bastante
natural si se considera que difícilmente alguien desee per
se ver a su país involucrado en cualquier clase de conflicto
armado que pueda suponer su muerte o la de sus seres
queridos. Los militares son instituidos por la sociedad para
asegurar la paz, y es por lo tanto correcta la percepción de
que sólo van a aparecer en caso de conflicto. Como el
hombre religioso convencional que recurre a Dios sólo
cuando tiene problemas, la sociedad suele evitar mayores
contactos con la realidad de los hombres de armas, para
pasar a adorarlos cuando los necesita.
Este mensaje ambivalente no siempre es bien manejado
por el sector militar. Si la institución militar no mantiene su
estructura de valores y confunde sus objetivos
profesionales, sea porque no acepta el "relegamiento" al
que la confinan los "irresponsables" ciudadanos, o porque
cae en el canto de sirenas de los "ultras" internos o
externos que le rinden adoración, estamos en presencia de
una segura crisis de las relaciones cívico-militares.
Resulta entonces que una variable clave a atender será el
control a ejercer sobre la institución militar. El concepto de
control civil intenta responder a esta preocupación. En un
régimen democrático, los civiles están a cargo de los
asuntos de la nación y entre ellos, de controlar el uso de la
fuerza por parte del Estado y sus instrumentos (tanto
fuerzas militares como policiales).4 Para el caso
latinoamericano la definición elaborada por Felipe Agüero
incluye la problemática política característica a la región: el
control (que él equivale a la 'supremacía') es "la capacidad
de un gobierno civil democráticamente elegido para llevar a
cabo una política general sin intromisiones por parte de los
militares, definir las metas y organización general de la
defensa nacional, formular y llevar a cabo una política de
defensa, y supervisar la aplicación de la política militar"5 A
lo cual agregamos -como se argumentará más adelante-
que el control no trata sólo de capacidad sino también de
voluntad política.
3. Los diferentes aportes teóricos en la perspectiva de la
historia
Las ciencias sociales intentan responder a las
problemáticas de la vida en comunidad. Como cuerpos
teóricos, evolucionan y distinguen variables que ayudan a
explicar los problemas. Algunas de ellas, en el campo de
las relaciones cívico-militares, han ayudado a comprender
las alternativas de la historia de la intervención militar, las
complicaciones del control civil, y las prácticas que
ayudarían a fortalecer las posibilidades de la democracia.
Por ejemplo, en la Argentina de los '80, los estudios
académicos provenientes de la ciencia política y de la
sociología norteamericana (principalmente Huntington6,
Janowitz7, Moskos8, Stepan9 y en menor medida el
británico Finer10) fueron utilizados para ayudar y asesorar
a la toma de decisiones. Se tomaron trabajos elaborados
en décadas anteriores (excepto el de Stepan) para
comprender el escenario que se abría en las primeras
transiciones, luego de las obvias censuras que este tipo de
literaura había sufrido durante las dictaduras militares.
Otras teorías -como la de la modernización-11 sirvieron
para comprender el pensamiento subyacente en las élites
militar y civil que vieron en la institución militar a aquella
única organizada y provista de los medios necesarios para
controlar el "caos" en el que se debatía la acción de los
partidos y líderes políticos en épocas difíciles como las de
los años '60. En la actualidad, el estudio de Peter Feaver12
proporciona un marco de análisis para la construcción
cotidiana del poder civil que puede ser aplicado a la región,
así como el trabajo antecitado de Richard Kohn y los
nuevos desarrollos de Moskos, Williams y Segal.13 Sin
pretensión de exhaustividad, tomaremos aportes de
algunos de estos conocimientos para acercarnos al
problema del control civil en América Latina en la
actualidad.
Aunque no estaba dirigida a analizar las relaciones entre
civiles y militares, la teoría de la modernización contuvo
elementos que explican en parte cómo fue justificado en la
región el papel militar en política en la década de 1960.14
La visión de los militares como agente modernizador
subyace en los argumentos políticos que en los diversos
países presentaron la calidad institucional organizada y
compleja de las fuerzas armadas, en contraste con la
desorganización de los partidos políticos. Si bien para dicha
teoría el principal agente modernizador debía ser
justamente el partido político, en América Latina la
ausencia o inoperancia de éstos remitía inmediatamente -
ante la falta de una historia y tradición democráticas- al
reemplazo por otros agentes que pudieran conducir al
desarrollo.
La esencia de la modernización como proceso es "dirigir y
gobernar conscientemente las consecuencias sociales, las
crecientes diferenciaciones de roles y el complejo de la
organización dentro de una sociedad".15 Dentro de los
tipos políticos, se encuentra la posibilidad de lo que Apter
denomina autocracia modernizadora que "se moderniza
mediante la tradicionalización de las innovaciones".16 Y
aunque acepta la existencia de esta clase de autocracia,
fustiga claramente que su forma varíe a la de "oligarquía
militar" dado que los militares "casi nunca sirven como
modernizadores eficaces"17.
El problema central de la teoría en su traslado a la vida
política latinoamericana no reside tanto en que se impulse
o no el papel militar, sino en que se le otorgue un papel.
Reconocer la posibilidad de que los militares ocupen un
espacio en el sistema de poder político en las naciones que
caminan hacia el desarrollo legitimó, en los hechos, su
ocurrencia. Más aún, si las funciones de las élites en la
modernización son especificar objetivos, coherencia
institucional, y gobierno central, un solo paso podía
conducir a mirar a los militares como los únicos que podían
conducir al desarrollo. Las preguntas que no pueden ser
respondidas son, naturalmente, las más difíciles para la
salud de la precaria democracia latinoamericana en los '60:
¿quién coloca el límite entre autocracia modernizante y
oligarquía militar? ¿Cómo proclamar virtudes
modernizantes en un agente evitando que tome el poder?
Más explicativa para la realidad latinoamericana resultó,
décadas después, la obra de S. Finer analizando las
causas de la intervención militar. Para este autor, dado el
carácter de la organización militar y su peculiaridad
respecto de cualquier institución civil, la institución militar
posee dos cualidades esenciales por las cuales
naturalmente puede verse impulsada hacia la intervención
en la vida política: tiene la estructura organizativa, y tiene
las armas. No lo hacen en general por dos motivos: su
incapacidad técnica para administrar comunidades
complejas, y su falta de legitimidad. Lo que no parece
advertir o considerar Finer es que la mayor debilidad
estriba en que, precisamente, las características que
distinguen a los ejércitos como institución respecto de
otras, se ponen en juego y son sistemáticamente minadas
por la intervención en la actividad política.
Más allá de esta última cuestión, lo que él presenta como
las condiciones de la intervención sirvieron de comprensión
histórica en una región rica en conflicto civil-militar.
Básicamente, dos argumentos:
la intervención de los militares en política se ve
determinada por el comportamiento de dos variables: la
disposición (definida en términos de motivos y de
temperamento), y la oportunidad para hacerlo; y
la intervención adquiere diferentes niveles si se la combina
con la variable cultura política.
Los motivos por los cuales pueden verse dispuestos a
intervenir son para Finer los siguientes:
el "destino manifiesto", por el cual se asigna a las fuerzas
armadas la misión de "salvar a la patria";
el interés nacional, cuando se instauran en las fuerzas
armadas dos premisas por igual peligrosas: la primera, la
idea de que la nación y el gobierno son entidades
diferentes y que su deber es hacia la nación, por lo cual
subyace la natural pregunta acerca de quién define cuál es
el interés nacional; o una segunda idea, por la cual las
fuerzas armadas son el "sostén" de la democracia y de las
instituciones;
el interés sectorial, que parte de la intención de satisfacer
necesidades propias de la institución o, si se produce una
mayor degradación, necesidades personales de los
oficiales superiores.
Otro importante aporte tomado por la academia en distintos
países de la región fue la visión del profesional militar
aportada por S. Huntington y M. Janowitz. La comprensión
acerca de la profesión militar permitió escudriñar el mundo
de una institución que, históricamente cerrada y
abroquelada, había producido resultados políticos que los
enfrentaban con la nueva concepción democrática
predominante y que aparecían desconcertantes a los ojos
de la civilidad. ¿Qué era exactamente un militar? ¿Eran en
algo diferentes al resto de las profesiones? ¿Cómo podía
comprenderse su mentalidad? El control civil debía
relacionarse con el conocimiento y comprensión del
fenómeno militar.
Además del conocido y sustancial aporte al concepto de
control civil y sus tipos (objetivo y subjetivo), el pionero
trabajo de Samuel Huntington escrito en 1957 estuvo
dirigido a demostrar que los hombres de armas son
profesionales, no solamente porque reciben una paga por
su trabajo o pertenecen a la estructura administrativa del
Estado, sino porque el ejercicio de su labor supone una
vocación especial, que contiene las características
distintivas de una profesión: maestría, responsabilidad y
corporativismo. Así, el ejercicio de la profesión supone la
formación de la llamada mentalidad militar.18 Avanzando
en el tema, propone llegar a la sustancia de esta
mentalidad, definiéndola como una ética profesional: la
ética militar, entendida como el "patrón constante por el
cual es posible juzgar el profesionalismo de cualquier
cuerpo de oficiales en cualquier momento y lugar"19, cuya
definición es para él la de un realismo conservador.20
Morris Janowitz , diferenciándose de Huntington, se refiere
al carácter dinámico de la profesión militar (y por ende de la
institución), en contraste con el carácter estático que
Huntington le adjudicaba. Esta diferencia es subsidiaria del
contraste principal entre ambos autores, cual es la
autonomización institucional respecto del resto de la
sociedad pregonada por Huntington, y la integración
propulsada por Janowitz. En su clásica obra El Soldado
Profesional, Janowitz define en una frase la peculiaridad de
la profesión militar: "El militar profesional es un ente
original, pues es un experto en la práctica de la guerra y en
el uso organizado de la violencia." Y continúa: "Este
objetivo esencial de la organización militar crea un medio
peculiar e influye sobre el proceso de adopción de
decisiones. Los antecedentes sociales, la autoridad militar y
las experiencias de la carrera condicionan las perspectivas
de sus jefes. El estilo de vida de la comunidad militar y el
sentido del honor militar contribuyen a perpetuar el carácter
distintivo de la profesión. El reconocimiento de los atributos
propios de la profesión militar suministrará una base
realista para mantener una supremacía político-civil sin
destruir la necesaria autonomía profesional."21
Janowitz parte de determinadas hipótesis de trabajo
respecto de la organización militar en los Estados Unidos,
que sugiere pueden aplicarse a otras naciones. Algunas de
ellas intentan caracterizar ciertos cambios operados en el
interior de la institución militar; otras se refieren a las
modificaciones sufridas por la profesión militar, y a cómo
éstas conllevan una mayor interiorización en la actividad
política, por parte de los militares.
En lo referente a la institución militar, la primera de las
hipótesis se refiere a la columna vertebral de la institución:
la capacidad de mando y obediencia. Aquí Janowitz
observa el surgimiento de una nueva autoridad
organizativa: el dominio autoritario pierde relevancia, al
tiempo que se confiere un papel más importante a la
persuasión, la manipulación y el consenso colectivo. Se
produce así un desplazamiento del tipo de autoridad. Una
segunda hipótesis analiza la disminución de las diferencias
en la capacidad técnica, entre las élites militar y civil: el jefe
militar debe asumir la realización de técnicas organizativas,
orientaciones políticas de la institución, y aún de relaciones
públicas, en virtud de la mayor complejidad que posee la
tarea a su cargo. Esta hipótesis se relaciona con otra que
alude al significado de los distintos tipos de carrera, donde
Janowitz observa que la carrera que tiene mayor
posibilidad de triunfar en su ascenso hacia los puestos más
altos es aquella de tipo adaptativo.
La nueva característica de la autoridad y la distinción entre
funciones (jefes heroicos, expertos en organización, y
tecnólogos) fueron elementos principales que influyeron en
una nueva visión hacia la institución militar por parte de los
académicos que, dentro de la región, buscaban respuestas
al problema de cómo resolver el intervencionismo militar.
También el concepto de "civilización" (que posteriormente
otros como Moskos traducirán mejor como "civilinización"),
aludiendo al impacto de los desarrollos tecnológicos sobre
la profesión, que produce una distinción menos clara entre
el mundo civil y el militar. A partir de ello, la toma de
decisiones en la institución militar debería manejarse en un
delicado equilibrio entre la comprensión de la tendencia de
la civilinización, y la manutención del llamado "espíritu
combativo", por el cual el hombre se ve impulsado a llevar
a cabo su misión, aún dejando de lado su seguridad
personal.
También desde la profesión explicada por Janowitz podía
mirarse uno de los problemas más severos de las
transiciones: las violaciones a los derechos humanos y los
valores que rigen la profesión militar. El mando (autoridad)
y la obediencia (disciplina), y el valor del honor militar, junto
a los de unidad y camaradería, representan características
fundamentales y definitorias de la profesión militar. Aunque
no puede pensarse un ejército deliberativo en el campo de
batalla, el honor tampoco es un concepto estático, y ha
experimentado cambios de acuerdo a las transformaciones
en el tipo de autoridad y a las virtudes que hoy
mayoritariamente se reconocen al oficial militar. El honor
entendido como la ausencia de especulaciones políticas o
pecuniarias en el proceso de toma de decisiones, es un
valor esencial a cualquier líder que de ello se precie. La
obediencia es la respuesta esperada e institucionalizada,
pero no cubre el caso de órdenes reñidas con la conciencia
o inmorales, que bajo los nuevos tipos de autoridad no
encontrarían cómo desarrollarse.
Pasados los primeros años de la transición, las miradas
académicas comenzaron a ser dirigidas al otro componente
de la ecuación: el sector civil, entendiendo particularmente
aquí al sector político. Habiéndose ya hecho cargo de la
representación popular y de la administración general del
Estado, innegablemente la función de seguridad y defensa
era una de las áreas de acción estatal que debían ser
conducidas por los representantes electos. El problema
aquí, sumado a un desconocimiento de la problemática
específica de la labor militar, estribaba en que debían
asumirse funciones que históricamente habían
desempeñado los militares y que éstos resguardaban como
sus áreas privilegiadas de trabajo. Elementos culturales del
área -como el secreto y la especificidad profesional-
ayudaron en la práctica a desalentar los deseos civiles de
introducirse en el tema (que, por otra parte, difícilmente
rendiría frutos electorales en sociedades preocupadas más
por sus crisis económico-sociales que por la defensa ante
agresores cada vez más indefinidos).
Así, la preocupación comenzó a trasladarse desde los
elementos de control sobre la institución militar misma, a
las capacidades a construir en el sector civil y en las
instituciones encargadas de conducir el área de seguridad
y defensa (por ejemplo, la creación o la regeneración de
capacidades de Ministerios de Defensa, la capacitación de
burocracias especializadas, y el fortalecimiento del papel
de las comisiones parlamentarias con jurisdicción en el
tema). Todo ello fue ayudado por los cambios en el
ambiente de seguridad internacional, más favorable a la
cooperación entre países, e innegablemente opuesto a
cualquier clase de quiebre en el orden democrático. En el
Mercosur, por ejemplo, una cláusula específica previene a
sus socios contra intentos antidemocráticos; a nivel
regional, la propia OEA sostiene la adhesión de sus
miembros al régimen democrático.
El aporte teórico de Peter Feaver, a mediados de los '90,
eleva el aspecto de conducción (relacionado con la
delegación y el monitoreo) a la primera plana en la cuestión
del control civil. Tres temas sobre los cuales hay que
decidir representan la esencia de las relaciones cívico-
militares:
la decisión civil de delegar algún grado de poder de
elaboración de política (policymaking) a los militares,
especialmente cuando se refiere al uso de la fuerza;
la decisión civil acerca de cuáles son las mejores formas de
monitorear esa delegación; y
la decisión militar de actuar estratégicamente para aferrar
la delegación y minimizar el monitoreo.
Para esta perspectiva teórica no es suficiente poner el foco
en la subordinación a la autoridad civil (como proponía
Huntington) o en la profesionalización militar y la
integración con la sociedad (como presentaba Janowitz).
La explicación al control civil debe buscarse, desde la
ciencia política, en el establecimiento de una variable
dependiente: el grado de delegación civil a los militares y
las clases de monitoreo que se adoptan para regular esa
delegación. Presenta una visión dinámica: el control civil es
un proceso; una visión normativa sólo permite clasificar en
función de si una relación es estable o no, si existe o no
conflicto (como ofrecen las diversas tipologías que a lo
largo de las décadas pudieron generarse en el campo de
las relaciones cívico-militares); debe avanzarse en la
propuesta teórica abordando qué sucede a lo largo de un
proceso complejo que involucra el uso de la fuerza del
Estado.
Feaver propone para ello el marco de la teoría de la
relación principal/agente la cual permite estudiar la relación
de control en forma cotidiana: "se trata de formas en las
que el principal puede moldear la relación de forma de
asegurar que ha contratado empleados [agentes] que
llevarán adelante sus deseos".22 Una premisa central es
que el control no finaliza con la decisión de delegar, sino
que supone la elección de medidas de monitoreo. A su vez,
el sector militar elabora una respuesta a esta delegación y
monitoreo, que deberá ser contrarrestada de ser necesario
por el sector civil. Todo ello supone que el analista debe
buscar evidencias de control no tanto en el marco general,
sino en aspectos no tan obvios, como los mecanismos
cotidianos de relación.
El estudio está especialmente realizado para analizar el
caso norteamericano, y aunque presenta una serie de
hipótesis para el análisis de la interacción civil-militar, no
necesariamente pueden ser aplicadas a América Latina.
Ello puede explicarse porque el fundamento del control civil
aparece diferente en ambos casos. En el presentado por
Feaver, existe una estructura militar poderosa cuya
influencia debe ser controlada en función de los desafíos
de seguridad que se enfrentan en Estados Unidos, que
podrían llegar a constituir una fuente de poder. En el caso
latinoamericano, la influencia nace del papel político
histórico y actual; estructuras militares débiles en lo
atinente a su función pueden ser políticamente poderosas
por su papel en la vida política. Más que contrarrestar una
estructura militar poderosa en su función específica, el
ámbito del control debe aludir a elevar la influencia civil.
Por ello puede ser útil, para nuestro caso, agregar al
enfoque principal/agente los fundamentos para el control
civil que propone Richard Kohn. Este autor focaliza su
atención también en los nuevos regímenes democráticos
comprendiendo que las tareas suponen un desafío
adicional cual es tomar el control del proceso de decisiones
de la política de seguridad y defensa, lo cual no aplica al
caso norteamericano. Mirando al igual que Feaver el
control civil como un proceso en desarrollo antes que como
una figura estática, Kohn se dirige al corazón de lo que se
percibe actualmente como la problemática acuciante en
América Latina ante la debilidad de la clase política -las
capacidades civiles para el control de la institución militar y
fundamentalmente de las políticas de seguridad y defensa:
"Construir un cuidadoso set de procedimientos y políticas, y
hacerlos funcionar, requerirá tres cosas: coraje de parte de
los civiles para insistir; aquiescencia de parte de los
militares para someterse; y el sostén del público que
animará a ambos (...) a alcanzar una relación de
cooperación y respeto mutuo que funcione".23
Su trabajo aporta asimismo lo que denomina fundamentos
del control civil, a saber: el régimen democrático en sí
mismo, y un concepto de subordinación asumido por los
conductores, la población y los militares; los mecanismos
de gobierno por el cual puede controlarse la fuerza militar
(aquí interviene la importancia de la administración); la
existencia de un poder que contrarreste a los militares si
intentan ejercer poder (sea castigando violaciones a la
subordinación, o reduciendo la estructura); y finalmente la
que coloca como la más importante: la institución militar
misma y su deseo de abstención de la vida política
(sostenido en el ethos profesional y en la neutralidad
política).
Estos distintos aportes teóricos han enriquecido el análisis
del control civil a lo largo de las últimas décadas en
América Latina. Las posibilidades de evaluar teóricamente
el tema luego de haber transitado la experiencia histórica
nos sitúa como investigadores en un lugar privilegiado que
sin duda no tuvieron o tienen los autores aquí reseñados, y
cabe por ello antes que nada destacar su contribución al
conocimiento. Con sus diferencias, cada uno de ellos ha
enfocado diferentes variables que nos permiten hoy diseñar
una hipótesis para entender la problemática del control civil,
que surgirá más claramente luego de arrojar una mirada
sobre la historia reciente latinoamericana y sus desafíos.
4. La institucionalidad democrática en situaciones de crisis
La ausencia de intervención militar en la política es un
indicador de la presencia de un régimen democrático. Sin
embargo, en los últimos años se ha observado que aunque
la legalidad democrática permanece, su legitimidad está
siendo fuertemente cuestionada. Por ejemplo, recuérdese
el caso del gobierno argentino caído en diciembre de 2001,
la fuerte lucha entre oposición y oficialismo en Venezuela a
finales de 2002 o, más cercano, la virulenta protesta
ciudadana en Bolivia en febrero de 2003.
Como hemos visto, el control civil supone aspectos más
complejos que la mera subordinación formal a las
autoridades civiles electas. De hecho, el mismo concepto
no enfrentará las mismas problemáticas en una realidad
política estable y de larga tradición democrática que en
democracias jóvenes, con desafíos a la seguridad pero
también a la misma convivencia social. Recordando la
definición de Agüero, el control civil supondrá desarrollar
capacidades para llevar a cabo una política general sin
intromisiones por parte de los militares, definir las metas y
organización general de la defensa nacional, formular y
llevar a cabo una política de defensa, y supervisar la
aplicación de la política militar. En el caso latinoamericano,
el contexto en el que deben pensarse las posibilidades del
control incluye, entre las principales, las siguientes
características:
a) América Latina muestra signos de debilidad profunda en
la vitalidad de sus regímenes democráticos. De acuerdo
con las encuestas de Latinobarómetro24, un promedio del
60% de las poblaciones nacionales ha preferido en el
período 1996-2002 la democracia a cualquier otra forma de
gobierno, mientras que la satisfacción con la democracia
apenas llega a un 32%. Estas cifras son menores frente a
la confianza en las instituciones, encabezadas por la
iglesia, la televisión y las fuerzas armadas, quedando los
partidos políticos en el último lugar de la confiabilidad
popular. Más aún, la percepción de que los militares no
están involucrados en política apenas alcanzaba el 35% en
el año 2001, mientras que para los últimos datos de 2002 al
50% de las personas consultadas no le importaría que un
gobierno no democrático llegara al poder si pudieran
resolver los problemas económicos y dar trabajo a todos.
b) Las vulnerabilidades de las economías de la región se
relacionan estrechamente con estos resultados. Aunque la
democratización unida a la idea de libre mercado asomaron
como los instrumentos que guiarían hacia el desarrollo, la
situación económica fue deteriorándose más aún a medida
que el mundo avanzaba en la especialización y el
desarrollo tecnológico y financiero. Las realidades varían
según los países, pero en general las economías caminan
en medio de una fuerte desigualdad en la distribución del
ingreso, y se caracterizan por el predominio del sector
primario, con escasa industrialización y casi ningún
desarrollo tecnológico propio. Ello en el marco de una
reducción de las capacidades estatales al compás de la
idea de los Estados mínimos (alentada también por los
organismos internacionales de crédito).

c) El desafío que supuso para todas las naciones del


mundo adaptarse al proceso de transformación global de
las últimas décadas se agudizó en América Latina, pues en
la práctica se superpuso al proceso de democratización.
Los nuevos regímenes debieron adaptarse a una época de
continua transformación sin poseer aún la fuerza
institucional necesaria para comprender y diseñar las
mejores formas de adaptación al cambio. Así, la debilidad
intrínseca de estos Estados se acentuó aún más,
sumándose a la vulnerabilidad natural de las jóvenes
democracias las dificultades de la clase política para
hacerse cargo en una forma eficiente y servicial de la
gestión gubernamental.
d) La situación regional de seguridad (exceptuando la crisis
de seguridad interna en Colombia) ha evolucionado
favorablemente hacia la cooperación y la desactivación de
hipótesis de conflicto, cuestionando la permanencia de
grandes estructuras militares insostenibles además en
medio de las actuales situaciones económicas nacionales.
Dadas las dificultades planteadas en el acápite anterior
respecto de la conducción de los asuntos de la defensa, las
estructuras militares no han sido reformuladas en función
de una evaluación de objetivos de defensa actuales. Las
discusiones de los últimos diez años acerca de las posibles
responsabilidades militares en la lucha contra las llamadas
nuevas amenazas (narcotráfico, terrorismo) dicen entonces
relación no sólo con la permanencia en algunos sectores
de la idea de que si hay un conflicto, cualquiera sea su
naturaleza, son las fuerzas armadas quienes deben actuar.
Estos debates también nos hablan de la búsqueda
desesperada de nuevas misiones para justificar aparatos y
presupuestos en medio de la incertidumbre provocada por
la cuasi desaparición de las hipótesis de conflicto vecinales.
De cada una de estas caracterizaciones generales de la
situación regional se derivan condicionantes con los que el
fortalecimiento del control civil deberá lidiar:
En primer lugar, las fuerzas armadas latinoamericanas han
tenido una activa participación en la vida política de sus
naciones. Ello no sólo implica que han tenido un lugar en la
mesa política de decisiones: han probado y experimentado
el poder con sus atracciones y sus debilidades. Por otra
parte, la insatisfacción ciudadana con el funcionamiento de
la democracia encuentra correlato con un débil
sostenimiento a la idea de que son realmente los civiles
quienes deben gobernar. Elemento ciertamente
preocupante que puede dar lugar a nuevas formas de
intervención que sin llegar a la ruptura del orden
democrático posibilite que la institución militar tome
mayores lugares en la arena de la decisión política.25
Segundo, la exigüidad de los presupuestos nacionales
disminuye las posibilidades de utilizar el presupuesto militar
como instrumento de control o como tema de negociación.
Los presupuestos de defensa no sólo han disminuido, sino
que las carencias operativas por falta de presupuesto y los
bajos salarios alimentan las resistencias y los resquemores
militares.
Tercero, el control civil debe ser encarado por
representantes que se debaten hoy en una profunda crisis
de legitimidad ante sus pueblos, en instituciones de un
Estado cada vez más débil ante los grupos de poder. Y
aunque las transiciones incorporaron los debates acerca de
la reformulación de la defensa nacional y su lugar en la
política del Estado, lo cierto es que la lejanía de amenazas
a la seguridad estratégica relegó en general la
consideración de la defensa entre los líderes políticos,
quedando el tema formalmente en manos civiles, pero en la
práctica, a consideración de los mandos militares.
Finalmente, las misiones de las fuerzas armadas no están
claras. La actual situación de la seguridad internacional no
sólo ha relegado aún más la importancia estratégica de la
región, sino que provoca al interior de los países un
resurgimiento de la búsqueda de seguridad en el sentido
más estricto de seguridad militar. El proceso de toma de
decisiones en torno a las llamadas nuevas amenazas se ha
visto rodeado de intensos debates durante la última
década, poniendo en riesgo la diferenciación entre
misiones externas e internas que ayudó a superar las
transiciones y a evitar o manejar cuidadosamente el
involucramiento de las fuerzas armadas en tareas de
seguridad interior. Aunque el caso extremo ha sido la
Argentina (donde se estipuló por ley la separación entre
defensa y seguridad), las fuerzas armadas de la región se
han mantenido en general (con la obvia excepción de
Colombia) apartadas de presiones para introducirse en
tareas tales como la lucha contra el narcotráfico. Sin
embargo, luego del 11S, la confusión aún existente
respecto de qué herramientas debe el Estado utilizar y
cómo debe conducirlas se ha agravado. En este sentido,
debe tenerse en cuenta que para una democracia
avanzada las opciones de utilización de los instrumentos de
fuerza contiene diversas opciones en tanto se asegura que
el control civil será perseguido aún en situaciones de
excepción. Pero, ¿cuál es el rumbo a tomar cuando no
existe aún en el espíritu institucional gubernamental o en el
militar la garantía de que la conducción corresponde a los
estamentos civiles?26
Estos condicionantes ilustran las particularidades de la
situación regional y los desafíos que la construcción de
instituciones democráticas más fuertes deberá abordar.
Históricamente, la práctica del control civil en las jóvenes
democracias latinoamericanas colocó el centro de atención
en las posibilidades de disminución de la autonomía militar.
Sin embargo la búsqueda de una profesionalización estricta
por medio de la restricción de misiones y presupuesto no
es necesariamente el método más eficiente para el logro
del control. Tomemos por un instante el caso argentino -
observado por años como ejemplo de subordinación militar-
para pensar al respecto.
La Argentina experimentó una situación privilegiada en lo
que se refiere a una transición sin condicionamientos: la
Guerra de Malvinas y el fracaso político-económico del
último proceso militar hicieron derrumbar la imagen de las
fuerzas armadas como institución organizada y creíble y
marcaron el carácter de una nueva relación entre civiles y
militares. Pero aunque las posibilidades estuvieron dadas
para una reestructuración militar en función de la nueva
estrategia de seguridad estratégica (que incluyó la
cooperación y la adhesión a los regímenes internacionales
de seguridad), lo que en la práctica se implementó fue la
reducción presupuestaria conservando al mismo tiempo
una estructura militar con fines difusos y sin disponibilidad
de medios.27 Y aunque la actitud de las Fuerzas en la
crisis de diciembre de 2001 fue concordante con el
mantenimiento del orden democrático, no puede dejar de
observarse con preocupación que algunos mandos
militares comiencen a desafiar a las autoridades civiles.28
¿Cómo explicar esta clase de dificultades en la
construcción del control civil? Hasta el momento, los
aportes académicos a la comprensión de la construcción de
instituciones democráticas y del control civil han sido
abordados progresivamente, de acuerdo con las
circunstancias históricas atravesadas. Los primeros años
de la transición tomaron los elementos profesionales de la
institución militar y los estudios sobre intervención en
política para trabajar sobre la realidad del momento.
Posteriormente, el foco de atención cambió y se abrió paso
a la discusión acerca de las capacidades civiles. ¿Es
posible, en el contexto latinoamericano, construir un control
civil efectivo? El control civil, ¿se construye en etapas?
5. Conclusión: hacia un control civil posible y efectivo en
América Latina
La construcción de instituciones democráticas y la
predominancia política sobre los asuntos militares -y más
aún, la no intervención en política- necesita un ambiente de
pensamiento democrático donde desarrollarse, una
conducción de parte de quienes son electos para esa tarea,
y la respuesta de los mandos militares de adherir al
sistema. Si alguno de estos elementos no se encuentra
presente, la democracia se pone en riesgo. Este riesgo no
se refiere sólo al ámbito formal o legal. El problema actual
más severo respecto de la democracia en la región no
estriba tanto en la ruptura del orden legal, sino en la
profunda falta de legitimidad que los gobiernos
democráticos poseen ante los ciudadanos.
Las relaciones cívico-militares refieren a tres actores: la
institución militar, los representantes político-estatales, y la
sociedad en su conjunto. Por tanto, a cada uno de ellos
corresponde observar qué situaciones o características de
su comportamiento ejercen influencia sobre el desarrollo
del control civil, y cómo puede operarse sobre ello.
Si la construcción de control ha experimentado hasta el
momento diversas etapas ello ha demostrado ser
escasamente efectivo. La experiencia académica ha
tomado distintas piezas de una realidad compleja no sólo a
medida que se debatía y reflexionaba sobre diversos
avances teóricos, sino también en cuanto la circunstancia
lo permitía. No puede en este sentido obviarse el hecho de
que la reconstrucción democrática en algunos países de la
región contó con severos condicionamientos políticos,
principalmente resistencias militares. Sin embargo y como
hemos visto, aún en el caso en el que no hubo
condicionamiento a la transición -el argentino- tampoco se
logró establecer pautas de control que permitieran el
avance de la institucionalización. Así, el abordaje
progresivo de la problemática del control civil debe ser
reemplazado por una consideración simultánea y
sistemática de las variables que en él intervienen. A partir
de las diversas propuestas teóricas, de la realidad
observada y de la consideración de los tres actores que
intervienen en el proceso, surge que la problemática de la
construcción institucional democrática y del control civil
tiene ante sí básicamente:
una institución militar cuya mentalidad profesional lo acerca
o lo aleja de la intervención;
representantes político-estatales que asumen o no la
responsabilidad de conducir;
una sociedad que sostiene el ambiente democrático sobre
el cual se apoya el control, o que vacila (y hasta proyecta)
ante la intervención militar.
Un control civil efectivo y posible para la realidad
latinoamericana depende entonces de tres variables:
El tipo de mentalidad profesional militar: los valores
primordiales y los códigos recibidos por el profesional
militar desde su ingreso a la institución informan su
pensamiento y construyen concepciones acerca de su
misión que pueden trasladarse a la intervención política.
Por ejemplo, existe en la mayoría de los ejércitos
latinoamericanos una concepción misional transmitida de
promoción en promoción de que el Ejército es anterior a la
nación, y que en él recae la última responsabilidad de
supervisar y, de ser necesario, guiar, el destino nacional.29
Las percepciones que la institución construye acerca de la
realidad nacional, regional e internacional contribuyen
también a moldear una mentalidad. Una fuerza con
misiones claras y dedicada a construir un ambiente de paz
regional e internacional -por ejemplo- podrá ser menos
proclive a inmiscuirse en asuntos de política interna.
Mientras que un ejército ocioso y aferrado a una
concepción clásica del poder militar como el más
importante a desarrollar por una nación, tendría mayores
posibilidades de tentarse a intervenir en la toma de
decisiones.
La concepción de la comunidad nacional acerca de la
misión militar en la sociedad: así como los golpes militares
fueron alentados o al menos soportados por gran parte de
la población, la adhesión a los ideales democráticos es el
más fuerte freno para la intervención militar. Si la sociedad
coloca a las fuerzas armadas en el papel de sustituto
alternativo de la clase política, que puede naturalmente
suplantar a éstos cuando el gobierno muestra signos de
corrupción o ineficiencia, las posibilidades del control civil
pueden verse disminuidas. Ello está en la base de la
concepción de que las fuerzas armadas, como institución
organizada, constituyen una reserva natural frente a los
problemas políticos. Por el contrario, la adhesión a la
resolución democrática de los conflictos está en la base de
la construcción institucional necesaria para el desarrollo de
la democracia.
La asunción civil de la conducción de la política de
seguridad y defensa: los representantes político-estatales
no sólo necesitan la capacidad para conducir, sino también
la voluntad de hacerlo. Ambos atributos deben coexistir. Si
el poder político cuenta con las capacidades pero no con
voluntad de operar sobre las dificultades o sobre las
transformaciones necesarias, no asume sus prerrogativas
(por ejemplo, el caso argentino). Si no cuenta con las
capacidades, su voluntad permitirá ir trabajando sobre ellas
(posiblemente, el caso chileno). La conducción de la
política de seguridad y defensa representa un punto
esencial en el manejo de la institución militar y en la
respuesta de la clase política a los desafíos nacionales de
seguridad.
El análisis académico debe trabajar simultáneamente en el
comportamiento de estas tres variables. Si, por ejemplo, la
disposición militar a intervenir es escasa y ello se interpreta
como presencia de un control efectivo, estaremos obviando
otras variables que actúan en el proceso y que pueden
provocar cambios. Si la concepción de la sociedad nacional
descarta la presencia militar en política, pero la clase
política no asume sus prerrogativas y la mentalidad
profesional militar no se modifica, ello podría generar en el
largo plazo problemas en cuanto a la conducción del poder
político. Así podría continuarse elaborando ejemplos que
ilustran cómo estas tres variables se interrelacionan
continuamente operando sobre el control civil.
Figura 1. Areas de acción para el logro del control civil
Una dimensionalización primaria podría sugerir dicotomizar
las alternativas (positivo/negativo, intervención/no
intervención, etc.). Esta primera aproximación permitiría
catalogar casos y deducir la existencia de dificultades. Sin
embargo, si el control civil es un proceso debemos
observar las alternativas de su desarrollo, buscar -como
diría Kohn- en los lugares menos obvios. Por otra parte, la
dicotomización nos habla de la existencia o inexistencia de
problemas, pero no permite descubrir dónde éstos radican,
cómo se originan, y cómo podría analizarse su resolución.
Para que el proceso quede a los ojos del analista, es
necesario trabajar cada una de las variables en distintas
dimensiones y buscar indicadores que permitan
comprender la dinámica de dicho proceso. Aunque por
razones de síntesis un desarrollo completo no pueda
presentarse aquí, el siguiente esquema básico de trabajo
puede representar un punto de partida para futuros
estudios de caso:
- Mentalidad Profesional Militar:30
Valores: entendidos como los ideales, parámetros o
instituciones hacia los cuales se tiene una especial
consideración afectiva y adhesión. Podemos dividirlos en:
- Morales: que informan el "espíritu" profesional
- Técnico-profesionales: acerca del tipo y el ejercicio de la
carrer
Actitudes: el sentimiento o el estado de ánimo hacia cierto
tema; en este caso, entendido como la fijación de misiones:
- Hacia la sociedad
- Hacia la actividad política
Perspectivas: entendidas como la percepción o información
(de tipo cognitivo) que permite interpretar el ambiente:
- Modos de ver y comprender la realidad nacional
- Modos de ver y comprender la realidad internacional

- Concepción de la comunidad nacional acerca de la misión


militar:

Valores Morales:
- Adhesión al ideal democrático
- Práctica cotidiana

Opiniones:
- Acerca de las misiones militares
- Acerca de la política
- Acerca de la situación de seguridad nacional
- Acerca de la situación de seguridad internacional

Asunción civil de la conducción política:

Acciones:
- Generación y mantenimiento de instituciones
- Elaboración y ejecución de políticas
- Conducción de operaciones
Opiniones:
- Acerca de las misiones militares
- Acerca de la situación de seguridad nacional
- Acerca de la situación de seguridad internacional

De esta dimensionalización pueden deducirse hipótesis de


trabajo a ser aplicadas en casos concretos. Algunos de
estos elementos pueden ser respondidos seguramente a
simple vista; otros en cambio no son tan obvios, y requieren
estudios específicos y una más profunda
dimensionalización para poder clasificarlos. En su conjunto,
representan las bases a partir de las cuales comenzar a
analizar cambios y permanencias en el papel militar dentro
de la vida política de cada país.

Dotar el ambiente político latinoamericano de una mayor


institucionalización que garantice la continuidad de los
procesos democráticos no sólo en función de la legalidad
sino también de la legitimidad representa sin duda un
desafío. El actual contexto crítico en la región invita a
aumentar la reflexión. La problemática militar no es un tema
menor en un ambiente de crisis como el actual. En este
sentido, esta presentación no ha pretendido ser exhaustiva
en el análisis, sino antes bien abrevar en los aportes
teóricos que las ciencias sociales han brindado, para
construir un esquema posible y eficiente para el control
civil. Hemos propuesto desplazar el eje colocado en la
reducción de la autonomía militar por medio de la
restricción de misiones y el ajuste presupuestario. El mismo
no sólo ha demostrado ser inadecuado, sino que oculta los
aspectos menos obvios del proceso y sus debates no
permiten salir de las pautas históricas de la relación civil-
militar.
En cambio, proponemos el abordaje simultáneo de las
variables que intervienen en el problema y de las cuales
dependen las posibilidades de un control efectivo. Ya que,
en suma, el control civil dependerá de: lo que dejen hacer,
lo que piensen que se debe hacer, y lo que se quiera hacer.
EJEMPLO DE UNIDAD CÍVICO-MILITAR
El 13 de abril de 2002 la unión cívico militar logró derrotar
el golpe de estado que intentó aniquilar los sueños de la
Revolución Bolivariana. Expulsaron a los traidores del
Palacio de Miraflores y rescataron al comandante Chávez
para que retomara el poder que el pueblo le otorgó.
Esto contrasta con papel represor que desempeñó el
estamento militar durante el estallido social conocido como
El Caracazo, en febrero de 1989. Cuando soldados, por
órdenes del poder político de entonces, enfilaron sus armas
contra el pueblo y como resultado más de dos mil
venezolanos perecieron.

EL CARÁCTER ESTRATÉGICO DE LA MILICIA


Ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López: “La Milicia
tiene carácter tan estratégico, como lo puede tener el
sistema de defensa antiaéreo que tiene nuestra Fuerza
Armada Nacional Bolivariana, tiene un carácter estratégico,
altamente disuasivo, como un submarino de nuestra
Armada Bolivariana. Hay que verlo así, no hay que ver la
milicia de manera simple, la milicia obedece a un concepto,
es un concepto estratégico militar para la defensa integral
de la nación”. El concepto de unión cívico-militar es para
construir una patria libre, independiente y soberano,
expresó este jueves el Comandante en Jefe de la Fuerza
Armada Nacional Bolivariana (FANB) y presidente de la
República, Nicolás Maduro.
“La unión cívico-militar para ser libres, independientes y
soberanos. La unión cívico militar para hacer respetar la
Constitución y construir la felicidad del pueblo”, expresó
desde el Fuerte Tiuna durante un acto de la institución
castrense para ratificar su compromiso con el mandatario
nacional en una transmisión conjunta de radio y televisión.
En la actividad, Maduro agradeció a la FANB su
compromiso y lealtad e instó a convertir esa proclama en
juramento que sea asumido por cada oficial y soldado del
país.

La Fuerza Armada realizó un juramento en el que ratificó su


“compromiso de fidelidad a los sublimes ideales del
Libertador Simón Bolívar, retomados por el Comandante
Supremo Hugo Chávez a través de la Revolución
Bolivariana” y reafirmaron su “lealtad absoluta al ciudadano
Nicolás Maduro Moros, Presidente Constitucional de la
República Bolivariana de Venezuela”.
Asimismo, juraron “luchar junto al pueblo venezolano en
perfecta unión cívico-militar para defender la nación contra
las agresiones imperiales y garantizar su liberta,
independencia y soberanía”.
A su vez, el presidente Nicolás Maduro instó al cuerpo
castrense a preservar la unión, para así enfrentar los
ataques de los ejes imperiales que buscan derrocar la
Revolución Bolivariana.
“Que nadie le abra las puertas a la conspiración, ni a la
fractura de la sagrada unión moral, ética, profesional y
patriótica de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana “,
expresó el jefe de Estado.
“Jurar la lealtad, la subordinación, la disciplina, el
compromiso con el comandante en Jefe legítimamente
electo por el pueblo es una acto de transcendencia,
sabiendo las conspiraciones que vienen desde Washington
y de Bogotá, tratando de financiar la fractura de nuestra
Fuerza Armada Nacional Bolivariana”, agregó el
mandatario venezolano en la actividad, en la que
participaron aproximadamente 1.450 miembros de los
diferentes componentes del cuerpo castrense.

Más temprano, el presidente Maduro denunció que contra


Venezuela y el proceso electoral del pasado 20 de mayo,
factores de los gobiernos de Estados Unidos y Colombia se
dispusieron a desarrollar una serie de planes “para generar
una violencia militar y tratar de evitar la elecciones
democráticas en el país”.

Asimismo, denunció que está en marcha un plan para crear


enfrentamientos bélicos en la frontera colombo-venezolana,
por lo instruyó la activación de “máxima inteligencia” por
parte de la FANB.

En la actividad, los miembros del cuerpo castrense


rindieron honores a Nicolás Maduro, electo como
Presidente de la República el pasado 20 de mayo con más
de seis millones de votos.
La clave se encuentra en la llamada unión cívico-militar,
una alianza forjada entre las FAS y el pueblo para forjar y
defender la llamada revolución socialista. La Constitución
de 1999 ya introduce el concepto de corresponsabilidad
civil-militar para garantizar la seguridad de la Nación. A
partir de esta concepción se desarrolla el pensamiento
militar bolivariano cuya base, para bloquear a sus
enemigos imperialistas, es la unión cívico-militar. En esta
unión, las FAS son el medio de combatir el imperialismo y
la oligarquía. De manera que la tradicional relación de
enemistad se convierte en colaboración para desarrollar
una sociedad “verdaderamente democrática” en el ámbito
político, social y económico.

La unión cívico-militar se basa en una relación de


reciprocidad, mediante la cual la ciudadanía se implica en
la Defensa y las FAS en el desarrollo del país, para la
realización de dicha revolución. Así la corporación militar en
el cumplimiento de sus obligaciones, contraídas en esa
unión con el pueblo, además de la defensa exterior y de la
seguridad interna, tienen asignada la participación en el
desarrollo de la nación, como también expresa el mismo
texto constitucional. De manera que como consecuencia
con esta unión y de las misiones a partir de la misma
asignadas a las FAS, éstas desbordan el ámbito
meramente militar y se desenvuelven también en el civil.

La lucha antiimperialista y la revolución democrática son los


elementos que justifican la unión cívico-militar, así como los
roles que asumen el pueblo y el ejército. No obstante, la
aportación realizada por uno y otro conduce
inexorablemente a la militarización de la sociedad y a la
politización de los militares. En efecto este proceso no
puede trascurrir de otra manera, desde el momento en que
las FAS se consideran “agentes de la revolución”. Su labor
a través de su participación en el desarrollo nacional se
entiende como una forma de llevar a cabo esta revolución
democrática pese a los obstáculos y a la oposición
existente.

En definitiva su acción está directamente implicada en la


realización de un proyecto político, en el que las FAS son
una pieza angular. Desde ese momento podría decirse que
su politización es inevitable, pública, no disimulada y
coherente con el planteamiento desarrollado. De ahí la
definición de éstas como “socialistas”.
Es históricamente demostrable, en ese contexto, que el
concepto "unión cívico-militar" no es un concepto
venezolano como lo demuestra la Historia de las
revoluciones pero, en el caso concreto de la revolución
criolla, ese importante pensamiento bolivariano y el proceso
histórico-venezolano, la unión cívico-militar en nuestro caso
nacional, tiene características propias que la expresan en
forma única y diferente tanto desde lo objetivo
revolucionario como lo antropológico-social como se
demuestra en nuestra Historia con las realidades sucedidas
desde los tiempos de la colonia en el ambiente de la
sociología llanera.

Pero Chávez Frías impuso el concepto "unión-cívico-militar"


como una característica propia de la revolución criolla
sobre la base histórica del proceso independentista,
justamente, con el contenido profundo y significativo de tan
álgido proceso pero no exponiendo el ambiente concreto
militar sino los contenidos sociales y político-ideológicos de
la revolución criolla, lo cual obliga al concepto "unión cívico-
militar" a ser particularmente considerado y precisado en su
proyección socio-política e ideológica.

Es, en ese marco referente, que las derechas, en simple y


sencilla expresión y comportamiento hipócrita, rechaza esa
"unión cívico-militar" de importancia vital no solo en lo
referido-interno-nacional sino en su conjunción objetiva de
las nuevas doctrinas militares que se tuvieran que adoptar
tanto a lo significativo del impacto en los PIB nacionales
como dentro de la doctrina de la Escuela Kennedy de la
Universidad de Harvard, como la objetivación de la
mundialización y la seguridad internacional para lo
sistémico capitalista.
Pero el propio desarrollo del sistema capitalista mundial y
las "nuevas inseguridades" que se vienen desarrollando
están obligando a los estados nacionales, en la conjunción
real de la globalización, a redefinir esa seguridad
internacional rediseñando una "nueva doctrina militar y de
seguridad" cual está sustentada esa obliganza en las no
tan recientes experiencias de lo militar estadounidense y
sus aliados de la OTAN en lugares de guerra en Afganistán
y Iraq como las consecuencias tanto en Libia como en los
actuales escenarios de guerra con sus propias
características en Siria.

Es decir ante la "nueva doctrina militar" en su desarrollo


teórico y en su aplicación real, la "unión cívico-militar"
bolivariana y chavista en el real y objetivo de lo significativo
que representa el proceso revolucionario criollo se expresa,
consideramos, en diferentes variables y conceptos que
permiten y obligan a una praxis nacional con extensiones
allende fronterizas.

Es en el marco de esa realidad que cada gobernación que


pudiera quedar bajo los designios de la derecha nacional
soportada por la nueva realidad internacional de las
políticas de extrema expresión capitalista bien conocidas,
socavarían, real y objetivamente, el desarrollo de la
revolución criolla en su curso retrotrayéndola a estadios
superados desde el mismo momento del triunfo de Hugo
Rafael Chávez Frías en aquel diciembre de 1998.
T/ Oriana Gámez

INTEGRANDO CIVILES Y MILITARES A PARTIR DE LA


EDUCACIÓN
José Robles Montoya
Enero 2005

Introducción

Las relaciones entre la sociedad en su conjunto y los


miembros de los institutos militares configuran en
Latinoamérica un tipo de interacciones sociales, cuyas
particularidades pueden y deben ser analíticamente
abordadas para comprender sus características y
propiedades.

Teniendo como premisa que toda interacción social se


desenvuelve a partir de un conjunto de prácticas sociales
comunes, queremos destacar la necesidad de promover
espacios de encuentro entre grupos de la sociedad civil e
integrantes de la fuerza armada, con la finalidad de
propiciar un mayor acercamiento y conocimiento mutuo,
que ayudaría a comprender del lado de los civiles el papel,
rol y ubicación de la fuerza armada en el marco de un
estado de derecho, y del lado de los militares, la noción de
una ciudadanía inclusiva. Este proceso es el que
llamaremos proceso de integración civil militar.

Históricamente la integración civil militar siempre está


referida y unida al concepto de “relación civil militar” es
decir se sustenta en las relaciones institucionales dentro
del aparato del Estado y con la sociedad en su conjunto.
Este enfoque ha hecho que la realidad de una integración
civil militar siempre tenga una entrada política al tema y en
algunos momentos se soslaye o se subsuma por la
coyuntura política imperante. La particularidad de la
integración entre civiles y militares excede el ámbito de lo
político, consideramos entonces que el enfoque de análisis
respecto a la integración civil militar debe tener un carácter
multidimensional donde la educación represente la base, al
ser esta la etapa formadora de todo profesional. El
presente ensayo busca expresar la importancia de la
integración civil militar basado en un enfoque desde la
educación y la necesaria oferta educativa que los institutos
educativos militares brindan a toda la sociedad.

Importancia de los aspectos educativos en la


integración

La introducción de los cambios necesarios, que se vienen


produciendo desde la ultima década del siglo pasado, con
la finalidad de contar con una fuerza armada cuya
concepción, función, organización y formación respondan a
valores democráticos es sin duda alguna parte esencial de
los procesos de transición y consolidación democrática que
vienen afrontando los países latinoamericanos. Ser
consecuentes con el principio básico de una efectiva
supremacía civil en la definición y dirección de la política de
defensa nacional exige no sólo que los temas dejen de ser
coto cerrado y exclusivo de los militares si no que se
conviertan en preocupación prioritaria del conjunto del
estado y la sociedad, preocupación que demanda
conocimiento de los temas e interés y voluntad política por
ellos mismos, más aún cuando estos cambios vienen
generándose en un contexto de globalización e
internalización de diversos fenómenos que pueden
considerarse como amenazas a nuestra seguridad. De allí
la importancia primaria de la educación (formación,
capacitación y perfeccionamiento) en estos temas,
educación que se debe brindar en los institutos educativos
militares y civiles.

Otro aspecto que relieva la importancia de la integración


civil militar desde un enfoque educativo es el romper con
los sentimientos de otredad que presentan los militares en
su relación con los civiles, contraponiendo
permanentemente los estilos de vida sin analizar en
profundidad contextos o situaciones comunes y enfatizando
el hecho de que dichas actividades se dan en lugares
distintos. Esta distancia se origina en la manera como se
construye a los sujetos militares1donde la formación y la
educación basada en rituales y valores específicos, en
muchos casos desconocidos por la sociedad ya sea por
desinterés o porque los mismos militares buscan
mantenerlos reservados, asumen una importancia primaria.

Acortar esta distancia tendiendo puentes entre civiles y


militares es papel que los institutos educativos deben
asumir a fin de permitir una sólida integración civil militar
como sustento de gobernabilidad de las democracias en
Latinoamérica.

Dimensiones de la integración por la educación

El enfoque de la integración civil militar basada en la


educación presenta dos dimensiones básicas, en función a
su punto de aplicación, importantes por igual y no
excluyentes entre sí:
Valores comunes y compartidos
Esta dimensión busca incidir directamente en la formación
militar y civil. La cultura militar está fundamentada en
prácticas continuas donde destacan rituales, lenguajes,
símbolos, memoria corporativa pero, sobre todo la profunda
importancia que se le brinda a los valores “militares” como
honor, valor, lealtad, etc; valores que también se practican
en ámbitos no militares aunados a tolerancia y otros. Se
tiene la percepción errónea que los “valores militares” son
mucho más rígidos, más verticales y nada democráticos.

La integración se debe dar a través de compartir e


internalizar valores practicados en cada esfera. Debemos
entender que los valores son los mismos, lo que los
diferencia es la intensidad de los mismos según el ámbito
donde se desenvuelva el profesional militar o civil. Este
compartir redundará en la conceptualización de ciudadanía
donde el militar debe incorporarse de manera más definida.
Es más, pienso que más que en los temas de seguridad y
defensa (que de hecho deben de aprender los civiles), es
en el tema de ejercicio de derechos, marco constitucional,
derechos/obligaciones, separación de poderes, en donde el
estamento militar debe de involucrarse de manera más
definida.

Conocimiento de la temática de la defensa nacional

Esta dimensión busca romper con el mito que los asuntos


de defensa son de exclusividad castrense para entenderlos
como aspectos que deben ser conocidos y entendidos por
la sociedad en su conjunto. Como consecuencia de este
conocimiento se mejorará la capacidad de gestión en
temas de defensa; capacidad que se da a través de
educación para civiles desde institutos educativos con la
finalidad de crear mejores cuadros para la gestión de la
defensa. Cuadros con conocimiento de la esencia de la
profesión militar. Por otro lado, esta dimensión busca
también cuadros militares con conocimientos de gestión
modernos de las organizaciones que operan en ámbitos no
militares.

Integración civil militar en instituciones educativas


castrenses

Una de las herramientas más importantes para lograr la


integración civil militar desde la educación es sin lugar a
dudas los conocimientos que se brindan para civiles y
militares desde los institutos educativos militares. Estas
instituciones desarrollan actividades de enseñanza a
estamentos de la sociedad en su conjunto con la finalidad
de transmitir definiciones y conceptos relacionados a temas
de seguridad y defensa con la finalidad de romper con la
distancia existente entre civiles y militares.

Si analizamos la oferta educativa desde los institutos


educativos militares en los distintos países de Sudamérica
observamos que son dos enfoques los que se presentan: el
primero destinado a brindar cursos de seguridad y defensa
a civiles y el segundo que brinda cursos donde la
especialización militar en determinados temas puede
ayudar en la capacitación de los profesionales civiles. Estos
enfoques no son y no deben ser excluyentes entre sí,
considero que por el contrario son complementarios y
coadyuvan en la integración entre civiles y militares.
Enfoque Cursos de Seguridad y Defensa
Desde la década del 70 las fuerzas armadas establecieron
en sus institutos académicos del más alto nivel
capacitación para civiles en cursos de seguridad y defensa.
A la fecha algunos países han avanzado más que el resto
en este tipo de capacitación en temas de seguridad y
defensa para profesionales civiles, así tenemos:

(1) En Chile tenemos a la Academia Nacional de Estudios


Políticos y Estratégicos (ANEPE)2y a la Academia de
Guerra del Ejército.
La ANEPE tiene como misión desarrollar actividades de
docencia, investigación y extensión, destinadas a
incrementar los conocimientos en materias de Defensa y
Seguridad Nacional entre el personal de las Fuerzas
Armadas, de las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública, de
la Administración del Estado y del Sector Privado, teniendo
como uno de sus objetivos principales alcanzar el mayor
grado de de unidad de procesos e integración civil-militar, y
entre las instituciones de la Defensa Nacional. En la
ANEPE se brinda un magíster en seguridad y defensa con
mención en gestión política y estratégica así como el curso
sobre "Administración de la Defensa en una Sociedad
Democrática", que tiene por objetivo, proveer a los
estudiantes civiles y militares de un entendimiento crítico de
las estructuras y procesos mediante los cuales la defensa
debe ser conducida en una sociedad democrática.
Por otro lado la Academia de Guerra del Ejército3 ha
establecido una Magíster en operaciones de paz, en
historia militar y pensamiento estratégico, además de
diplomados en temas como planificación y dirección en
prevención de manejo de desastres dirigido a civiles y
militares del sector defensa y de otros sectores de la
administración publica.
(2) En la República Argentina también se ha registrado un
avance importante en este campo de la oferta educativa
para civiles desde instituciones militares. Como nos dice
Juan Belikow “entre las diversas iniciativas para
recomponer las relaciones civiles militares, deterioradas
como consecuencia de la alternancia entre gobiernos
democráticos y golpes de estado, surgió casi naturalmente
un acercamiento entre los ámbitos académicos que a
través del conocimiento personal y la interacción entre
profesionales, civiles y militares, fue plasmando un vehículo
de integración cuya efectividad y alcances nos sorprende
cada día”4
A nivel Estado Mayor Conjunto el Instituto de Inteligencia5
es un centro educativo que capacita a militares y civiles de
las Fuerzas Armadas como especialistas de inteligencia
militar, de tal forma que estén preparados para enfrentar
con éxito los desafíos que las necesidades específicas,
conjuntas y combinadas, imponen a la defensa nacional.
La Escuela Superior de Guerra del Ejército brinda cursos
de grado, postgrado y especialización para civiles y
militares destacando entre estos: Maestría en estrategia y
geopolítica, licenciatura en ciencias de la educación y
especialización en Conducción y gestión estratégica,
teniendo como propósito formar analistas e investigadores
estratégicos capacitados para asesorar en los distintos
niveles de decisión, en ámbitos del conflicto o la
negociación.6

(3) En el Perú el Centro de Altos Estudios Nacionales


(CAEN) brinda la Maestría en Desarrollo y Defensa
Nacional cuyo objetivo es perfeccionar en temas de
seguridad y defensa a funcionarios públicos y privados así
como a empresarios con la finalidad de poder
desempeñarse en funciones de dirección y/o
asesoramiento al más alto nivel en actividades de
desarrollo, seguridad y defensa nacional.

(4) En Ecuador el Instituto de Altos Estudios Nacionales


(IAEN) fue creado con el propósito de estudiar la realidad
nacional ecuatoriana y generar investigaciones estratégicas
requeridas, en base a técnicas relacionadas con la
planificación, coordinación, dirección y ejecución de las
políticas nacionales en los altos niveles de la conducción
del Estado. En este marco se ofertan postgrados a
profesionales de los sectores público y privado que
enfatizan los siguientes temas: la seguridad, el desarrollo y
el liderazgo. Se cuenta con la maestría en seguridad y
desarrollo con mención en gestión pública y gerencia
empresarial, la maestría de alta gerencia y el diplomado
superior en alta gerencia.

Es indudable que estos cursos permiten la integración entre


civiles y militares creando asimismo capacidades que
tendrán consecuencias directas en las futuras gestiones de
los sectores de defensa.

Para la integración entre civiles y militares desde las


instituciones educativas existe otro punto de vista, me
refiero al caso inverso: la salida de los militares hacia el
ámbito educativo civil. En muchos países los oficiales
obtienen, junto con su formación castrense, un título
universitario y en este sentido, se podría decir que se
forman en “universidades especiales” ajenas al mundo civil.
Por ello es que considero pionera y de vital importancia la
iniciativa de la Escuela Militar de Chile que permite tomar
cursos a sus cadetes en la Universidad Diego Portales, lo
que permite a los jóvenes cadetes mantener interacción
con el mundo civil, interacción que tendrá sus beneficios
cuando estos cadetes se conviertan en oficiales.

Enfoque Cursos de Especialización

Las instituciones educativas militares se han dado cuenta


que poseen ventajas comparativas y competitivas en
algunos aspectos profesionales, por ello ha establecido
“nichos específicos”7con alto nivel de capacitación y
excelencia dirigidos en particular a empresarios y directores
de organizaciones. Estos temas se centran en aspectos de
dirección, organización, administración de personal,
administración logística entre otros.

En Chile el instituto geográfico militar8imparte cursos para


profesores civiles en aspectos de geodesia y cartografía;
en la Argentina la Escuela de Guerra Naval brinda las
maestrías en Gestión Logística, en estudios estratégicos y
en dirección de organizaciones. Estas maestrías se
realizan con la convicción de tener un programa de calidad,
donde los civiles, en especial empresarios, pueden
capacitarse en aspectos estratégicos de dirección de
organizaciones9, asimismo en la Escuela Superior Técnica
se dictan las maestrías en transporte, en seguridad e
higiene ocupacional e incluso están abordando la
modalidad de estudios a distancia con la especialización en
Gestión ambiental. En el Perú la Escuela de Enfermería del
Ejército en convenio con una Universidad Nacional forma
profesionales de salud en ramas de enfermería y auxiliares
de salud.
Un caso especial es lo que sucede en Bolivia donde la
Escuela Militar de Ingenieros del Ejército boliviano brinda
una serie de cursos de grado, como ingeniería ambiental,
agronómica, civil, comercial, industrial entre otras; cursos
de postgrado como maestrías en administración y dirección
de empresas, en ingeniería estructurada y en gestión
ambiental y de recursos naturales.

Conclusiones

Debemos enfatizar el cambio en el enfoque de la


integración civil militar hacia una integración vía la
educación. Este cambio tiene que ver con el
comportamiento y conductas de las personas donde la
educación es la vía para la modificación de la desconfianza
mutua, los prejuicios históricos y los preconceptos
negativos que arrastran los actores de la relación civil
militar en Latinoamérica. La educación integrada e
interactiva permitirá el florecimiento de nuevas ideas y
conceptos mutuos.

La importancia de buscar la integración vía la educación y


formación se verá reflejada en la disminución del
sentimiento de otredad que se percibe entre civiles y
militares; aspectos como la existencia de residenciales
militares, colegios específicos para hijos de militares,
hospitales exclusivos para militares son sin lugar a dudas
reflejos de esta otredad que puede reducirse a través de
una integración desde la formación educativa. Es pues
necesario insistir en las dos dimensiones planteadas a fin
de fortalecer esta integración: el reforzar los valores como
un todo común y el conocimiento de la temática de defensa
para una mejor relación.
Este proceso de integración debe pues reforzarse y
acrecentarse. Las capacidades educativas y formativas de
la fuerza armada deben ser utilizadas por el sistema
educativo nacional dentro del cual siempre debe operar. Su
adecuada utilización por mayor cantidad de personas
donde la interacción sea un proceso maduro permitirá
tender puentes seguros de integración y sin duda
coadyuvará a un mejor entendimiento entre civiles y
militares que redundará en beneficio de una democracia
consolidada.
Integración cívico militar
La unión de la Fuerza Armada Nacional (FAN) y el pueblo
es el eje fundamental de la nueva doctrina militar para
alcanzar la seguridad integral de la nación, y es esa unidad
cívico militar el principal cambio experimentado en el
ámbito castrense en los últimos años.

En la actual gestión del presidente de la República, Hugo


Chávez Frías, hay coincidencias entre voceros del
Gobierno Nacional y sector militar en afirmar que la nueva
concepción de la defensa fundamentada en la unidad cívico
militar ha pasado de la teoría a la práctica en corto tiempo.

Lo que comenzó con un cambio de doctrina en la


Constitución, hoy en día es una realidad con las
activaciones de nuevas unidades militares con un criterio
de trabajo con la población y las autoridades civiles, como
una demostración del avance en la nueva doctrina militar.

Con la aprobación de la Constitución de la República


Bolivariana de Venezuela en 1999, la Fuerza Armada
Nacional tuvo que reconsiderar sus principios doctrinarios
en cumplimiento con el postulado de la corresponsabilidad,
para posteriormente aprobar de la Ley Orgánica de la
Fuerza Armada Nacional (Lofan).

Este cambio de doctrina buscó romper viejos esquemas y


patrones copiados de las grandes potencias como Estados
Unidos y trabajar en una doctrina propia basada en
nuestros principios.

Es decir, la doctrina del Libertador Simón Bolívar, Francisco


de Miranda y la liberación, el nacionalismo liberador, y de la
unión del soldado con su pueblo.

Participación popular y defensa integral

El artículo 322 de la Constitución Nacional en el título VII,


de la seguridad de la Nación, Capítulo I, De las
Disposiciones Generales establece las líneas
fundamentales de la nueva concepción de la defensa
integral:

"La seguridad de la Nación es competencia esencial y


responsabilidad del Estado, fundamentada en el desarrollo
integral de ésta y su defensa es responsabilidad de los
venezolanos y venezolanas; también de las personas
naturales y jurídicas, tanto de derecho público como de
derecho privado, que se encuentren en el espacio
geográfico nacional".

En complemento a este postulado, el artículo 326 señala


que la seguridad de la Nación se fundamenta en la
corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad civil para
dar cumplimiento a los principios de independencia,
democracia, igualdad, paz, libertad, justicia y solidaridad,
entre otros.

En más de una oportunidad el presidente de la República,


Hugo Chávez Frías, se ha dirigido a la nación para explicar
la defensa integral. Específicamente, en el programa Aló
Presidente del 20 de marzo del 2005, el Jefe de Estado
invitó al pueblo a 'asumir una actitud de defensa nacional
integral a fin de preservar nuestra soberanía ante naciones
como Estados Unidos'.

Desde el año 2004 se comenzó a trabajar en la "ofensiva


ideológica del nuevo pensamiento militar venezolano, que
debe partir de nuestras raíces, del pensamiento
antiimperialista, unificador, patriótico, igualitario, justiciero,
fraterno y liberador'.

Esta doctrina militar incluye la cooperación activa del


pueblo en defensa de la soberanía. Dicha doctrina tiene
tres líneas:

1) Fortalecimiento del poder militar de la Nación,

2) Profundización de la unión cívico militar (soldados y


pueblo) y

3) Fortalecimiento y participación popular en las tareas de


la defensa nacional.
Preparados para conflictos asimétricos

Las teorías de defensa evolucionan con el pasar del


tiempo, y es por ello que en la actualidad la nueva doctrina
militar estudia la guerra asimétrica o conflicto desigual.

Este nuevo pensamiento militar permitirá a la FAN afinar


estrategias para contrarrestar amenazas a la seguridad
interna, con la participación de la población en diferentes
áreas. Con la promulgación de la Lofan, los pensum
académicos y los ejercicios militares comenzaron a incluir
la participación popular en las actividades de defensa
integral. Es por ello, que se le ha dado importancia al
fortalecimiento de la Reserva Nacional y de la Guardia
Territorial.

La Lofan en su artículo 10 señala a la Reserva Nacional


que está constituida por todos los venezolanos y
venezolanas mayores de edad que no estén en servicio
militar activo, que hayan cumplido con el servicio militar o
que voluntariamente se incorporen a las unidades de
reserva que al efecto sean conformadas.

La misión de la Guardia Territorial es preparar y mantener


al pueblo organizado para operaciones de resistencia local,
ante cualquier agresión interna y/o externa, así como la
participación en misiones especiales de defensa y
desarrollo integral de la Nación.

En el artículo 11 de la referida ley, se explica que la


Guardia Territorial está constituida por los ciudadanos y
ciudadanas que voluntariamente se organicen para cumplir
funciones de resistencia local ante cualquier agresión
interna o invasión de fuerzas extranjeras. Estos grupos
deben ser debidamente registrados por la Comandancia
General de la Reserva Nacional y de la Movilización
Nacional, quedando bajo su mando y conducción.

Conclusión
El Estado tiene la responsabilidad de establecer una
política integral en los espacios fronterizos terrestres,
insulares y marítimos, preservando la integridad territorial,
la soberanía, la seguridad, la defensa, la identidad
nacional, la diversidad y el ambiente, de acuerdo con el
desarrollo cultural, económico, social y la integración.
Atendiendo la naturaleza propia de cada región fronteriza a
través de asignaciones económicas especiales.

El Consejo de Defensa de la Nación es el máximo órgano


de consulta para la planificación y asesoramiento del Poder
Público en los asuntos relacionados con la defensa integral
de la Nación, su soberanía y la integridad de su espacio
geográfico.

A tales efectos, le corresponde también establecer el


concepto estratégico de la Nación. Presidido por el
Presidente o Presidenta de la República, lo conforman,
además, el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta
Ejecutiva, el Presidente o Presidenta de la Asamblea
Nacional, el Presidente o Presidenta del Tribunal Supremo
de Justicia, el Presidente o Presidenta del Consejo Moral
Republicano y los Ministros o Ministras de los sectores de
la defensa, la seguridad interior, las relaciones exteriores y
la planificación, y otros cuya participación se considere
pertinente. La ley orgánica respectiva fijará su organización
y atribuciones.

El concepto de desarrollo integral se encuentra en el


Artículo 4 de la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación,
estableciendo que: "El desarrollo integral, a los fines de
esta Ley, consiste en la ejecución de planes, programas,
proyectos y procesos continuos de actividades y labores
que acordes, con la política general del Estado y en
concordancia con el ordenamiento jurídico vigente, se
realicen con la finalidad de satisfacer las necesidades
individuales y colectivas de la población, en los ámbitos
económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y
militar." acciones de defensa, cualesquiera sean su
naturaleza e intensidad, que en forma activa formule,
coordine y ejecute el Estado con la participación de las
instituciones públicas y privadas, y las personas naturales y
jurídicas, nacionales o extranjeras, con el objeto de
salvaguardar la independencia, la libertad, la democracia,
la soberanía, la integridad territorial y el desarrollo integral
de la Nación."

El llamado formulado, por el Presidente Hugo Chávez a


todos los venezolanos y venezolanas a defender la paz, la
independencia, la soberanía y el espacio geográfico del
país tiene su fundamento en esta Ley, establecido en sus
artículos 5, 6 y 7:

La participación popular y el protagonismo del pueblo.


Frente Francisco de Miranda 8
“Los procesos para la transformación revolucionaria que
hará posible el socialismo en Venezuela sólo podrán ser
exitosos si en ellos participa todo el pueblo”
La importancia de la participación popular en el ejercicio
directo de la soberanía está refrendada en el texto de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, así
como en la Ley Orgánica de los Consejos Comunales y
otros documentos jurídicos. Conocer y profundizar sobre el
significado de la misma se convierte en necesidad
insoslayable para la acción revolucionaria y consciente en
el contexto de la nueva sociedad Socialista Democrática
Participativa y Humanista.

La participación y el protagonismo del pueblo en la


Revolución Venezolana es un ejercicio de democracia
directa, un proceso de empoderamiento popular que ha ido
alcanzando cada vez mayor fuerza y profundidad acorde al
avance y radicalización de la Revolución dirigida por el
Comandante Chávez.
Se trata de promover a través del accionar de los
luchadores sociales y demás fuerzas revolucionarias, un
trabajo político con el pueblo que potencie su poder real de
autogestión revolucionaria. En esta dirección, tal labor
educativa deberá lograr un nivel de participación popular
que ascienda de una identificación con la Revolución, a un
comprometido accionar de las masas en la dirección,
planificación, ejecución, evaluación y control de los
proyectos de trasformación comunitarios, así como en las
demás tareas y actividades que la Revolución exige.

En esta tercera etapa de la Revolución, la participación del


pueblo en los consejos comunales, desarrolla y perfecciona
su gestión con la asesoría y acompañamiento de los
órganos y entes del poder popular, con vistas a la
constitución del Estado Comunal.
La participación social comunitaria es la función
fundamental que garantiza la existencia y desarrollo de la
comunidad y el ejercicio pleno de la democracia verdadera.

De acuerdo con la Constitución de la República Bolivariana


de Venezuela, con la participación ciudadana se construye
la base para refundar el Estado orientado a la
transformación, y propiciando la destrucción definitiva del
modelo de democracia representativa burguesa y
consolidando la democracia participativa, principalmente
desde el ámbito cotidiano, dado que es desde los
pequeños espacios donde se debe profundizar la
democracia, en los diferentes escenarios como: la familia,
el barrio, el trabajo, entre otros, afianzando deberes tales
como: la disciplina, la unidad, la participación, la
solidaridad, la integración, la ayuda mutua, la
corresponsabilidad social, la rendición de cuentas y el
manejo trasparente, oportuno y eficaz de los recursos que
dispongan para el funcionamiento del consejo comunal.

La participación del pueblo es la participación de los sujetos


que se identifican conscientemente con los objetivos de la
Revolución a través de su acción política, económica,
social y cultural en todos los niveles de la sociedad y así
construye el nuevo poder y la nueva cultura política. Se
trata de alcanzar un nivel de autogestión popular que
posibilite diagnosticar sus propias necesidades materiales y
espirituales, elaborar planes de desarrollo comunitario a
partir de decisiones de masas, proponer y aprobar
presupuestos, estableciendo las necesarias redes de
apoyo; encauzar la ejecución de tales proyectos e incluso
realizar las funciones de contraloría como ejercicio de su
poder ciudadano.
El pueblo en el poder ejerce la democracia directa, la
Democracia Participativa que es la verdadera democracia,
con su participación comunitaria. En la comunidad se
hacen más tangibles y directos para el hombre sus vínculos
sociales.
La democracia participativa y protagónica del pueblo se
concreta en la conformación y perfeccionamiento de los
Consejos Comunales, en los cuales el pueblo organiza,
planifica, ejecuta y controla la vida cultural, económica,
política y social de las comunidades acorde a las
características y necesidades propias de cada Consejo
Comunal. Es el autogobierno popular. Nada le es impuesto
“desde arriba”. Las decisiones se aprueban en la Asamblea
de ciudadanas y ciudadanos.

El pueblo construye el poder desde abajo, desde los


sectores más humildes, con la participación de los pobres
de la tierra, quienes participan como iguales: hombres,
mujeres, niños, jóvenes, ancianos, mestizos, negros,
blancos, que conforman los sectores tradicionalmente
excluidos. Ahora, con la Revolución son dueños de su
futuro. A diferencia de la llamada democracia
representativa burguesa que es el gobierno de los
poderosos que se declaraban representantes del pueblo,
pero que gobernaban para defender los intereses de los
ricos, de la minoría privilegiada y explotadora, que ni
representaba al pueblo, ni era democracia, pues sólo
defendían los intereses de la oligarquía que se enriquecía
en nombre de la patria, a la que despojaron de sus
riquezas y la pisotearon, asesinando a los mejores de sus
hijos durante doscientos años.

El pueblo organizado aprende a gobernar participando en


las transformaciones revolucionarias como protagonista
para construir una sociedad colectivista, justa y libre y a la
vez que construye esta nueva sociedad, se autoconstruye y
autoeduca como pueblo de hombres nuevos, solidarios,
que se sienten felices al contribuir a la felicidad de los
demás, de todas y todos, con una nueva sensibilidad
humana, con nuevos principios y valores que guían su
acción, entre los cuales debe destacarse la unidad para el
logro de un objetivo común: continuar la construcción,
desarrollo y consolidación de la Revolución Bolivariana, y
en este marco lograr una abrumadora victoria del PSUV en
la próximas elecciones parlamentarias, es una batalla que
el bravo pueblo venezolano debe ganar participando
masivamente.
Con tu participación el 26 de septiembre al votar por los
candidatos del PSUV en la Asamblea Nacional votas por la
Patria, votas por la Revolución, votas por el futuro de tus
hijos, votas por la vida.
Es suficiente ver el cerco militar y político que el imperio
tiende al Gobierno Revolucionario y al Comandante, para
entender la importancia de una participación militante en el
proceso que aquí vivimos.
Podemos deducir de todo esto: que el apoyo a la
Revolución Bolivariana, al Socialismo, son deberes, tareas
irrenunciables de los revolucionarios. Que hoy no se puede
ser patriota venezolano sin apoyar a la Revolución, que ese
apoyo se resume en el apoyo al Comandante Chávez.

En la batalla de las elecciones parlamentarias debemos


votar por los candidatos del PSUV, que son los candidatos
de Chávez., debemos actuar pensando en la Revolución y
en la patria, que es pensar en el Comandante Chávez.

¡No hay excusas válidas para no hacerlo!


DEFINICIÓN DE
INTEGRACIÓN
La palabra integración tiene su origen en el concepto latino
integratĭo. Se trata de la acción y efecto de integrar o
integrarse (constituir un todo, completar un todo con las
partes que faltaban o hacer que alguien o algo pase a
formar parte de un todo).

Integración
No obstante, el término que nos ocupa también se emplea
en el ámbito científico. Concretamente se utiliza en las
Matemáticas para referirse a la suma que se lleva a cabo
de infinitos sumandos. Como integral se denomina también
a este concepto básico dentro del sector del cálculo, que
tiene un origen antiquísimo pues ya fue utilizado por
Arquímedes. Y tras él hicieron lo propio otras figuras tales
como Isaac Newton o Leibniz.

La integración social, por su parte, es un proceso dinámico


y multifactorial que supone que gente que se encuentra en
diferentes grupos sociales (ya sea por cuestiones
económicas, culturales, religiosas o nacionales) se reúna
bajo un mismo objetivo o precepto.

De esta forma, la integración social puede darse dentro de


un cierto país, cuando se busca que las personas que
pertenecen a los estratos sociales más bajos logren
mejorar su nivel de vida. Para esto, el Estado o las
instituciones civiles deben promover políticas y acciones
para fomentar habilidades de autonomía personal y social,
la inserción ocupacional, la educación y la adecuada
alimentación.

Asimismo, además de la integración social, también


podemos hablar de la conocida como integración racial.
Con ella lo que se persigue básicamente es que exista una
igualdad real entre las personas independientemente de su
raza y que se desarrolle una cultura donde exista la
tolerancia necesaria para que todas las culturas tengan
cabida y sean respetadas, entre otros objetivos.

Por otra parte, la integración puede ser buscada por


distintos países, para potenciar la capacidad de cada
nación y, en el trabajo conjunto, mejorar la situación de
todos los habitantes. Un ejemplo de integración política y
económica es el Mercado Común del Sur (Mercosur),
formado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay,
Venezuela, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú
(aunque con distintos tipos de membresía).

Entre los elementos fundamentales que deben existir para


sustentar e incentivar la mencionada integración económica
están la unión económica y monetaria, el mercado común,
la zona de libre comercio o la zona preferencial de
comercio.

Asimismo en el marco de aquel continente existe lo que se


conoce como integración latinoamericana. Un término con
el que se viene a definir y englobar a todo el conjunto de
acciones, de diversa tipología, con el que lo que se
persigue es aunar a los países de América Latina siempre
respetando la esencia y las señas de identidad de cada uno
de ellos.

Para conseguir todo ello existen diversos organismos de


tipo supranacional y se desarrollan un sinfín de actuaciones
tanto a nivel político como económico, cultural o social.

En todos los casos, la integración siempre supone el


esfuerzo coordinado, la planeación conjunta y la
convivencia pacífica entre los sectores que conforman el
grupo. Esa es la única forma donde las partes pueden
constituir un todo, aún sin perder su individualidad.

Participación popular
por 29/12/2015, 12:00 PM

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Bolívar
La falta de conocimientos, la ignorancia para decirlo más
claramente, conspira contra la participación efectiva de las
personas en los distintos asuntos que les son propios
Luis Fuenmayor Toro

Es muy difícil encontrar a alguien que rechace la posibilidad


de que la gente participe en la instrumentación de las
políticas, que tienen que ver con la vida diaria, su trabajo,
su educación y formación, su vivienda, las relaciones con el
poder y su recreación y esparcimiento. Sería absurdo que
alguien se planteara intervenir en una comunidad, para
enfrentar algún problema colectivo y rechace solicitar
información de lo que sucede a sus habitantes, así como
consultarlos sobre determinadas soluciones. Otro tanto
ocurriría en un servicio hospitalario que se quisiera
modificar para mejorar su desempeño o en una fábrica
escogida para mejorar su productividad. Los actores
principales, lo cual incluye no sólo a los trabajadores de
distintos niveles de formación sino también a los usuarios
de los servicios prestados o bienes producidos,
necesariamente deben ser consultados para garantizar un
diagnóstico acertado de los problemas y de las limitaciones
existentes, para luego establecer los correctivos a que haya
lugar también con la participación de todos.

La participación de la gente, sin embargo, no es infinita,


pues tiene limitaciones derivadas de la preparación y
conocimiento que quienes participan tienen sobre la
situación enfrentada. La falta de conocimientos, la
ignorancia para decirlo más claramente, conspira contra la
participación efectiva de las personas en los distintos
asuntos que les son propios. La gente entonces no puede
participar en todo lo que sería necesario hiciere. No importa
su motivación ni su disposición a colaborar, a trabajar en
conjunto, si desconoce la materia está impedido de
participar. Y es aquí donde se descubre la demagogia de
ciertos políticos, de ciertos gobernantes, que se llenan la
boca hablando de participación popular, que llegan a
calificar incluso como protagónica, pero nada hacen para
mejorar la formación y preparación de la población, de
manera que realmente se les garantice una participación
seria y efectiva en los asuntos que les afectan y no un
simulacro de participación.

Venezuela es hoy un país con un promedio de educción


formal de 7 años, apenas dos años más que en 1999,
cuando quienes gobiernan hoy se iniciaron en medio de
una serie de expectativas, que fueron frustrándose una a
una en estos 17 años. El sistema educativo, lejos de
mejorar, ha empeorado, pues actualmente sólo se dan
unos 140 días de clases en el año, en lugar de los 200 días
efectivos que deberían cumplirse. Hoy tenemos una
carencia de 18 mil profesores de física, química y
matemática, aparte de las necesidades no cubiertas en
español, inglés y otras disciplinas. ¿Dónde está la
emergencia educativa que una situación de este tipo
debería producir? ¿Hay algún plan para cubrir en cierto
plazo este grave déficit en asignaturas tan importantes?
¿Hay algún programa del Ministerio de Educación en este
sentido? No. Absolutamente nada. No hay respuesta a esta
vicisitud; la única medida es simple y llanamente una
perversión: exonerar las asignaturas no vistas por falta de
profesores.

Se trata de la misma respuesta, la misma siniestra medida


tomada por los gobiernos adecos y copeyanos, por los
traidores a la patria, por los neoliberales salvajes, por
quienes sólo sirven a la oligarquía criolla. La revolución
bolivariana, la revolución de Chávez, la antiimperialista, la
popular, la de la democracia participativa y protagónica, la
del socialismo del siglo XXI, da a un problema tan serio la
misma respuesta de quienes dice combate a muerte. ¿Cuál
es la diferencia entonces entre el pasado y el presente?
¿Sólo la vocinglería barata y demagógica de Chávez,
Maduro, Cabello y el resto de focas aplaudidoras? En algo
tan sensible, tan básico, tan de justicia social, como es la
educación de los niños, adolescentes y jóvenes, el
comportamiento es idéntico y descalifica el discurso
demagógico, patriotero, populachero e irresponsable de
quienes nos gobiernan. Y éste es sólo un ejemplo de los
parecidos existentes entre quienes se presentan como
polos opuestos, valga la redundancia.
La revolución socialista y la participación popular
Por: Homar Garcés | Jueves, 23/08/2007 02:57 PM |
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Si consideramos la propuesta presidencial de la reforma
constitucional como un hito importante en el tránsito de
refundación de la sociedad venezolana y, por tanto, del
proceso revolucionario bolivariano, se ve que en ello
adquiere una jerarquía capital la participación popular, más
allá, incluso, del texto constitucional al dejar abierta la
posibilidad de que el pueblo ejerza el poder constituyente y
modifique radicalmente la estructura del Estado, hasta
ahora regido por los cánones burgueses y reformistas
tradicionales que impiden la existencia y funcionamiento de
una democracia más cercana a los sectores mayoritarios
del país. Por ello, más que la necesidad de extender el
mandato presidencial o de definir al Estado venezolano
como socialista, lo que debe interesar a todos los
revolucionarios verdaderos es que tal reforma afirme los
cimientos aún endebles de la democracia participativa y
protagónica insertada en la Constitución de 1999, ya que
ella contiene los gérmenes que harán realidad los diversos
cambios revolucionarios que se ha propuesto alcanzar el
pueblo de Venezuela, rediseñando las relaciones de poder
y planteándose un sistema económico y una geopolítica
más favorable a sus expectativas.

La participación popular es (o debiera ser), por


consiguiente, el objetivo central de la reforma
constitucional, asegurando de este modo la construcción -
desde abajo- del nuevo socialismo, con valores opuestos a
la representatividad, al burocratismo y al clientelismo
político que caracterizaron la historia republicana
venezolana del último medio siglo. En este sentido, se han
dado algunos pasos significativos, especialmente con la
conformación y la gestión de los Consejos Comunales,
donde los voceros fungen de ejecutores de la voluntad de
las asambleas de ciudadanas y ciudadanos, cuestión que
trastoca por completo la pasividad y el apoliticismo a que
se vieran éstos obligados durante más de cuarenta años de
régimen reformista puntofijista. Esto permitirá, sin duda, el
surgimiento de liderazgos más directamente conectados
con los sectores populares e impulsará una mayor acción
contralora y legisladora de parte de los mismos, siendo
fortuita la transformación del Estado y afectando el radio de
acción tanto de la dirigencia política como del gobierno,
obligados ahora a compartir las responsabilidades del
poder constituido, independientemente de si así lo desean
o no. Siendo ello así, Venezuela estará profundizando y
redefiniendo lo que entendemos por democracia de un
modo novedoso y único en el mundo, comparable quizás
en objetivos, debates y participación a lo protagonizado por
el pueblo ruso en los días iniciales de la revolución
bolchevique de 1917. Ello exige, adicionalmente, que el
pueblo adopte una conciencia nueva, producto de una
formación teórica realmente revolucionaria, con un
conocimiento siempre renovado, pero firme, de lo que
debiera ser el socialismo en el siglo XXI y
proporcionándose, en consecuencia, un espacio
autogestionario, alejado de la manipulación de cualquier
gobierno.

Por ello mismo, la inserción de los conceptos de comuna y


comunidad en el texto constitucional contraen una
trascendencia sin igual, la cual -a pesar de estar ligada al
ámbito geográfico inmediato- abarca aspectos sociológicos,
económicos, culturales, históricos y económicos que fueran
ignorados a través del tiempo, manteniéndose inalterables
durante los mandatos “democráticos”. Esto conduce a la
adopción de un sentido de pertenencia y de unos valores
humanos diferentes a los inculcados por la sociedad de
consumo capitalista, además de revestir un significado,
digamos, ecológico o ecologista, ya que se centra en el ser
humano como ser social, buscando y asegurando su pleno
desarrollo, de forma integral y no únicamente material.
Mas, esto no quiere decir que deba repetirse la vieja
historia del Estado paternalista. En lugar de eso, la
participación popular -a la par de contribuir a la definición y
construcción del socialismo- se encamina también a suplir
la ética prevaleciente del tener por la ética del ser, con lo
cual se romperán no escasos paradigmas. Asimismo,
obliga a desarrollar una nueva cultura del trabajo, basada
en parámetros sustancialmente distintos al capitalismo,
aunque exista alguna convivencia forzosa, superable con el
tiempo, a medida que se haga carne y práctica diaria el
socialismo.

Es fundamental que se comprenda que la revolución


socialista y la participación popular deben imbricarse de tal
manera que se hagan indivisibles, en toda instancia y
momento, para convertirse en una realidad característica
permanente. Esto supone avanzar hacia el autogobierno
del pueblo, cosa que implica creer en su madurez y
capacidad política para manejar asuntos de Estado, lo
mismo que estimular en él los conocimientos básicos con
los cuales enfrentar cualquier tentativa por desviar los
propósitos revolucionarios fundamentales por que ejerza la
democracia de una forma directa, otorgándole rasgos
populares únicos.

Participación ciudadana
La participación ciudadana es un conjunto de mecanismos
para que la población acceda a las decisiones del gobierno
de manera independiente sin necesidad de formar parte de
la administración pública o de un partido político. Se debe
de tomar en cuenta que la participación ciudadana no solo
se refleja a través del voto, sino que existen múltiples
maneras de tomar parte en asuntos públicos. Ejemplos de
esto pueden ser acciones como expresión, deliberación,
creación de espacios de organización y disposición de
recursos por medio de los cuales los ciudadanos se
involucran en la elaboración y decisión de temas que son
de su interés.
El término participación social o ciudadana puede ser
conceptualizada desde diferentes perspectivas teóricas, así
puede referirse a los modos de fundamentar la legitimidad y
el consenso de una determinada población, por ejemplo
participación democrática o también puede referirse a los
modos de luchar contra las condiciones de desigualdad
social y para cuya superación se necesita impulsar la
participación.1 En la mayoría de las definiciones de
participación ciudadana, existen elementos en común: una
mediación entre sociedad y gobierno para que los distintos
sujetos sociales intervengan, con base es sus diversos
intereses y valores, los cuales influyen en políticas públicas
y en las estructuras de gobierno, fundamentándose en el
reclamo del derecho a la intervención en los asuntos que
les competen.
Características de la participación ciudadana
En la actualidad según el Observatorio Internacional de la
Democracia Participativa y otros organismos
internacionales, suman algo más de 1.500 las experiencias
a nivel mundial de democracia participativa. Entre ellas se
dan semejanzas y diferencias, tanto desde el punto de vista
cualitativo –calidad de la participación entendida ésta como
influencia directa de los ciudadanos en los procesos-,
desde el punto de vista cuantitativo –número de personas
implicadas-, o el histórico –tiempo desde la puesta en
marcha del proceso, así como su continuidad-, desde el
concepto de la transversalidad –sectorialización o
generalización de la participación-, y también en función de
los niveles de decisión que son sometidos al proceso
participativo.
Sin embargo, recogiendo las aportaciones de
investigadores como Yves Cabannes ó Tomás R.
Villasante, a nivel mundial hay dos características comunes
a todos los procesos de participación ciudadana que
merece la pena recoger: el predominio abrumador de las
experiencias participativas a nivel local –Ayuntamientos,
entidades locales-, y la existencia de unas normas que lo
regulan, es decir, su Reglamentación.
En España, en los últimos meses, y a raíz de lo proclamado
por las distintas opciones políticas que han concurrido a las
recientes elecciones del 24 de mayo, parece que
definitivamente se despierta el interés por la participación
ciudadana y los presupuestos participativos. Esto nos
puede llevar –oidos algunos mensajes políticos-, al intento
de traslación de modelos y a la reproducción de
experiencias participativas más avanzadas y arraigadas en
sus respectivos ámbitos.
Sin perjuicio de la necesidad de documentarse y de contar
con el asesoramiento de personas con experiencia en
democracia participativa, entendemos como un error
garrafal la implantación ortopédica de procesos de
participación ciudadana, ya que son precisamente las
características de la “demanda” social las que van ser
determinantes, junto al liderazgo político, del éxito del
proceso.

Es por esto por lo que siguiendo lo recogido en el magnífico


trabajo de Clara Pérez González, -Análisis de la
Participación Ciudadana en España-, y también las
aportaciones de Ernesto Ganuza -La Participación
Ciudadana en el Ámbito Local Europeo-, y Jordi Borja –La
Gestión de las Ciudades en la Era de la Información-,
reseñaremos a continuación los cambios respecto a la
participación ciudadana que se han producido en los
últimos tiempos en el ámbito local español.
Partimos de la base de que el gobierno local ostenta una
serie de características que lo hacen adecuado para
fomentar las iniciativas de participación ciudadanas entre
las que destacamos:
- La identificación de los mandatarios políticos con los
intereses de los vecinos.
- El sentimiento identitario de comunidad de los propios
vecinos.
- La capacidad que los ciudadanos reconocen a la
Corporación para atender y priorizar sus necesidades y
demandas.
- La posibilidad de que el Ayuntamiento cree espacios para
incluir a sus habitantes en la toma de decisiones públicas y
en la discusión de los asuntos que afecten a todo el
municipio.
En definitiva, la administración local es la institución que
cuenta con las características necesarias para convertirse
en la más receptiva. De esta manera, son los gobiernos
locales los que pueden conseguir cumplir con los fines
perseguidos por la participación:

1. Proporcionar información y oportunidades a los


ciudadanos para estar mejor informados y aumentar su
comprensión de las políticas y sus prioridades.
2. Escuchar y aprender de las opiniones de los
ciudadanos.
3. Definir los problemas y debatir las soluciones con los
ciudadanos.
4. Incluir a los ciudadanos en la adopción de decisiones
vinculantes para la comunidad vecinal.
En lo que respecta a las vías que sigue la participación
ciudadana, observamos fundamentalmente dos clases. Una
de ellas se da a través del nivel de participación y la
segunda a través de los objetivos y características de la
formalización de la participación. En cuanto a la
clasificación de los grados de participación podemos
encontrar los siguientes niveles:
1º Información. En este nivel se recoge todo tipo de
información, tanto ascendente (de ciudadanos a autoridad)
como descendente (de autoridad a ciudadanos). En este
grado encontramos la recogida de demandas y quejas, la
explicación presencial de las políticas municipales, la
evaluación de los servicios por parte de los usuarios, etc.
2º Consulta. En este nivel se consulta a los ciudadanos su
opinión con el objetivo de mejorar las decisiones tomando
en cuenta las ideas críticas y propuestas de estos. Esta
consulta puede hacerse a través de diferentes
instrumentos: encuestas de opinión, encuestas de
satisfacción, estudios de impacto, reuniones públicas,
referendo, conferencias de consenso, consultas directas a
través de internet, etc.

3º Concertación. En este nivel se considera a los


ciudadanos como expertos e intervienen permanentemente
en grupos o asociaciones en los procedimientos
administrativos o en la formulación de las políticas públicas
locales.
4º Adopción de decisiones. Se adoptan decisiones
conjuntamente con las autoridades o en lugar de éstas. Se
podría denominar la auténtica participación, ya que implica
compartir el poder con los políticos locales convirtiéndose
en una co-decisión entre los habitantes y sus
representantes. Entre estos mecanismos podemos
destacar: el referéndum decisorio, la creación de
comisiones de usuarios de los servicios públicos, la
cogestión y gestión directa o el presupuesto participativo.
Por otro lado en cuanto a las características, objetivos y
grado de formalización se pueden distinguir:
- Métodos tradicionales: son aquellos instrumentos
previstos en el ordenamiento jurídico como por ejemplo la
información pública o la consulta a interesados. Estos
métodos son poco activos ya que el ciudadano participa en
la adopción de decisiones cuando ya está todo decidido y
las posibles modificaciones que pueda incorporar son
mínimas o ni tan sólo tomadas en cuenta.
- Métodos del ciudadano-cliente: estos mecanismos
consideran al ciudadano como cliente de la prestación del
servicio público. Ejemplo de ello lo podemos encontrar en
las Cartas de Servicio donde se procura conocer la opinión
del receptor del servicio para prestarlo de la mejor forma
posible.

- Métodos de democracia directa: estos mecanismos


intentan incorporar a todos los grupos de la sociedad en la
democracia directa a través, de, por ejemplo la elaboración
de los presupuestos locales.
- Métodos de foros o consejos: estos mecanismos
permiten llevar a cabo reuniones que agrupan un conjunto
de ciudadanos en función de criterios territoriales o de
intereses comunes.
- Métodos de innovaciones deliberativas: estos
mecanismos permiten promover la discusión y la reflexión
ciudadana sobre temas que afectan al municipio a través
de un proceso deliberativo: es el caso por ejemplo de los
jurados ciudadanos.
Así, pues, será cada comunidad local la que habrá de
diseñar su propio proceso participativo, reglamentarlo e
implicar al mayor número posible de vecinos y entidades.
Finalmente, cabe destacar la cada vez más importante
presencia en los procesos participativos de la participación
ciudadana a través de internet, APP para smartphones, y
otros recursos de las TIC,s.
La Participación Ciudadana
La participación ciudadana se presenta constitucionalmente
como la expresión de un derecho humano de naturaleza
política cuyo ejercicio se concreta por diferentes medios,
cumpliendo un deber individual o estableciendo un principio
organizativo dela Administración Pública. También, como
un proceso sociopolítico que en el ámbito municipal se
relaciona con los procesos de planificación y
descentralización, si tomamos como referencia las
exigencias participativas señaladas para el Poder Público
Municipal, siguiendo el articulado de este capítulo dela
CRBV.

La Participación Ciudadana, es un proceso gradual,


mediante el cual, el Ciudadano (a) se integra de forma
individual o colectiva a la toma de decisiones, la
fiscalización, control y ejecución de las acciones tanto de
los entes públicos como privados, que afectan los aspectos
políticos, económicos, educativo, sociales y ambientales; a
cualquier nivel gubernamental, permitiéndole su desarrollo
y el de su comunidad.

Características de la Participación

1. ACTIVA: Supone un esfuerzo, una acción dirigida a


insertarse en la tarea común, un salir de sí mismo para
entregarse a los demás. La participación no sólo es un
derecho fundamental del hombre y de los grupos sino un
deber sin cuyo cumplimiento no se logra el mínimo de
solidaridad que comporta la pertenencia a la sociedad.

2. CONSCIENTE, LIBRE Y RESPONSABLE: No puede ser


pura y superficial agitación .Exige que la población esté
suficientemente informada de los elementos involucrados
en su participación y esa información debe ser objetiva,
completa y comprensible.

3. EFICAZ: Logra la inserción del hombre en la sociedad,


de tal manera que permite la mayor realización posible en
sí mismo y del conjunto.
Ámbitos de Participación, según la Constitución de 1999

Participar como candidato en las elecciones para cargos


públicos (Art.41)

Participar asociándose con fines lícitos (Art.52)


Participar en reuniones públicas o privadas, con fines
lícitos y sin armas (Art.53)
Participar en los programas destinados a la prevención,
seguridad ciudadana y administración de emergencias
(Art.55)
Participar libremente en todos los asuntos públicos (Art.
62)
Participar en el sufragio (Art. 63)
Participar solicitándole a sus gobernantes la rendición de
cuentas públicas, transparentes y periódicas (Art. 66)
Participar creando asociaciones con fines políticos (Art.
67)
Participar en manifestaciones pacificas y sin armas (Art.
68)
Medios de Participación ciudadana (Art. 70)

Participar en el referéndum sobre materias de especial


trascendencia nacional (Art. 71)
Participar en el referéndum revocatorio del mandato, de
todo cargo o magistratura de elección popular (Art. 72)
Participar en el referéndum aprobatorio de ley (Art. 73)
Participar en los referéndum de aprobación de los
tratados, convenios y acuerdos internacionales que
pudieren comprometer la soberanía nacional o transferir
competencias a órganos supranacionales (Art. 73)
Participar en los referéndum abrogatorios de leyes y
decretos con fuerza de ley (Art.74)
Participar en el cabildo abierto, asambleas de
ciudadanos, plebiscito, en las instancias de atención
ciudadana en la autogestión, cogestión, cooperativas, cajas
de ahorros, mutuales, empresas comunitarias y
asociaciones solidarias que gozan de protección y
garantías constitucionales (Art. 70, 118, 308)
Participar conjuntamente con el Estado en garantizar a
los jóvenes y a las jóvenes las oportunidades para
estimular su tránsito productivo hacia la vida adulta (Art. 79)
Participar conjuntamente con el Estado en garantizar a
los ancianos y ancianas, el pleno ejercicio de sus derechos
(Art. 80)
Participar conjuntamente con el Estado en garantizar a
los discapacitados el disfrute del ejercicio pleno de sus
capacidades (Art. 81)
Participar en la promoción y defensa de la salud (Art. 83)
Participar en la toma de decisiones sobre la planificación,
ejecución y control de las políticas específicas en las
instituciones públicas de salud (Art. 84)
Participar en la creación de sindicatos (Art. 95)
Participar promoviendo el proceso de educación
ciudadana (Art. 102)
Participar en la investigación científicas, humanística y
tecnológica (Art. 109)
Participar en los programas y el desarrollo de actividades
deportivas (Art. 111)
Participar en toda actividad tendiente a garantizar que la
población se desenvuelva en un ambiente libre de
contaminación (agua, suelo, aire, costas, clima, capa de
ozono, las especies vivas) (Art. 127)
Participar en la política de ordenación del territorio
(Art.128)
Participar en la defensa de la patria, sus símbolos,
valores culturales, soberanía, nacionalidad, integración
territorial, autodeterminación, intereses de la nación (Art.
130)
Participar solidariamente en la vida política, civil y
comunitaria del país, promoviendo y defendiendo los
derechos humanos como fundamento de la convivencia
democrática y de la paz social (Art. 132)
Participar en las funciones electorales (Art. 134)
Participar en el Consejo de Planificación y Coordinación
de Políticas Públicas (Art. 166)
Participar en el proceso de definición, ejecución y control
de la gestión pública (Art. 168)Participar solicitándole a los
Municipios, la creación de parroquia, con el objeto de
promover la desconcentración de la administración del
Municipio, la participación ciudadana y la mejor prestación
de los servicios públicos.(Art.173)
Participar en el consejo local de planificación
pública.(Art.182)
Participar solicitándole a los Estados y Municipios la
transferencia a las comunidades y grupos vecinales
organizados los servicios, previa demostración de su
capacidad para Prestarlos,(en materia de salud, educación,
vivienda, deporte, cultura, programas sociales, ambiente,
mantenimiento de áreas industriales y conservación de
áreas urbanas, etc) (Art. 184)
Participar en el Consejo Federal de Gobierno. (Art.185)
Participar en la Administraciónde Justicia (Art.253)
Participar en la iniciativa legislativa (Art. 204)
Participar en la selección y designación de los jueces o
juezas. (Art. 255).
Participar en los comités de postulaciones de los
poderes judicial, electoral, ciudadano.(Art. 270,279,295)
Participar en la defensa de la seguridad dela
Nación.(Art.322)
Participar en el restablecimiento de la vigencia efectiva
dela Constitución.(Art.333)
Participar solicitando y aprobando la enmienda
Constitucional. (Art. 341)
Participar solicitando la convocatoria a una asamblea
nacional constituyente. (Art. 347)
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La Doctrina Militar Bolivariana de Seguridad y Defensa
Integral
Por: Agustín León Navas | Sábado, 15/06/2013 11:10 AM |
Versión para imprimir
A partir de una investigación que nació en el Instituto de
Altos Estudios para la Defensa Nacional (IAEDEN),
proponemos responder una pregunta clave:

¿Existe una Doctrina Militar Bolivariana para la formulación


de una política pública en Seguridad y Defensa Integral? La
respuesta más elaborada que se pueda dar a esta pregunta
está contenida de forma esquematizada en la Propuesta
del Candidato de la Patria para la Gestión Bolivariana
Socialista 2013-2019. Objetivo 1.6, acerca de: Programa de
Gobierno (Gestión Socialista) 2013-2019. Allí se establece:
Fortalecer el poder defensivo nacional para proteger la
independencia y la soberanía nacional, asegurando los
recursos y riquezas de nuestro país para las futuras
generaciones. 1

La respuesta más aproximada que se pueda indicar es que


existe una base doctrinalmente firme capaz de sustentar la
construcción de un cuerpo de políticas públicas en materia
de Seguridad y Defensa Integral, en sus objetivos más
estratégicos.

El Plan Económico y Social de la Nación 2013-2019


(Gestión Bolivariana) y el que finalizó exitosamente en
2007-2013, dan resultados identificados claramente a la luz
de los objetivos nacionales planteados en la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela y el Proyecto
Simón Bolívar 2007-2013, así como en la Doctrina Militar
Bolivariana como política y base fundamental para la
construcción de políticas públicas de Estado en Seguridad
y Defensa Integral de la Nación.

Necesario es aclarar que la Doctrina Bolivariana es un


compendio de ideas y postulados políticos, económicos,
jurídicos y militares que llevan una profunda carga
ideológica determinante, a partir de la vida y obra del
Libertador de cinco naciones Simón Bolívar, necesario para
alcanzar una política integral de Seguridad y Defensa.
Es entonces que el Gobierno Bolivariano se ha planteado
bajo los escenarios de cambios profundos del sistema
político y social venezolano una planificación a partir del 2
de febrero de 1999 que busca determinar primeramente en
la afirmación de su existencia y posteriormente en su
consolidación como sistema político aceptado por la
mayoría del pueblo venezolano.
El documento oficial «Proyecto Simón Bolívar en su
Primer Plan Socialista (PPS) del Desarrollo Económico y
Social de la Nación para el período 2007-2013» generó
siete macro lineamientos sociales, económicos y políticos,
de los que se identificó cuál es la doctrina imperante y
garante del nuevo entramado institucional. La Doctrina
Bolivariana se está formulando como una política pública
de Estado, escapando de esta manera a una etérea y fugaz
política de gobierno que por su naturaleza es de carácter
temporal.
En la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, en el Art. 322, se expone claramente la
conceptualización del Nuevo Sistema de Seguridad Integral
con suficiente amplitud:
La Seguridad de la Nación es competencia esencial y
responsabilidad del Estado, fundamentada en el desarrollo
integral de ésta y su defensa es responsabilidad de los
venezolanos y venezolanas; también de las personas
naturales y jurídicas, tanto de derecho público como de
derecho privado, que se encuentren en el espacio
geográfico nacional.2
Sí la seguridad y defensa integrales son un instrumento de
análisis estratégico que tiene como fin último proteger los
objetivos nacionales, ¿entonces a quién corresponde
formularlas? Necesario es establecer su connotación como
instrumento político y si es un instrumento entonces es
parte de un conjunto de actividades de políticas públicas.
La Ley Orgánica de la Seguridad de la Nación ya es la
piedra angular para la formulación operativa que
fundamenta los objetivos estratégicos del plan 2013- 2019.
Esta Ley determina en su Art. 3° los parámetros de la
Defensa Integral, donde la define como:
Defensa integral, a los fines de esta Ley, es el conjunto de
sistemas, métodos, medidas y acciones de defensa,
cualesquiera sean su naturaleza e intensidad, que en
forma activa formule, coordine y ejecute el Estado con la
participación de las instituciones públicas y privadas, y las
personas naturales y jurídicas, nacionales o extranjeras,
con el objeto de salvaguardar la independencia, la libertad,
la democracia, la soberanía, la integridad territorial y el
desarrollo integral de la Nación.3

La elaboración de los planes estratégicos y otras políticas


públicas que impulsa el Gobierno Central encuentra en esta
y otras leyes su fundamento operacional. El Plan Socialista
o Plan Simón Bolívar bajo la Nueva Geopolítica Nacional
activa por medio de la planificación estratégica del Estado
la materialización de los preceptos emanados de la
Doctrina de Seguridad y Defensa Integral, entendiendo a
los diferentes Ejes de Desarrollo Territorial4 y las zonas
determinadas por la jurisprudencia para la implementación
del resguardo de la soberanía. Para ello, la Ley Orgánica
de la Fuerza Armada Nacional en todo su articulado, y la
Ley Orgánica de Seguridad de la Nación en el Art. 47
definen las Zonas de Seguridad como: los espacios del
territorio nacional, que por su importancia estratégica,
características y elementos que los conforman, están
sujetos a regulación especial, en cuanto a las personas,
bienes y actividades que ahí se encuentren, con la finalidad
de garantizar la protección de estas zonas ante peligros o
amenazas internas o externas.

Recientemente la puesta en marcha de las Regiones


Estratégicas de Defensa Integral y sus Comandos, a través
del Decreto N° 6.239 con rango, valor y fuerza de Ley
Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en
donde su numeral 5° define y establece: Establecimiento
de las Regiones de Defensa Integral y su Comando Militar.

Estas regiones (REDI) contribuyen y refuerzan las figuras


antes mencionadas para darle operatividad y mayor
desplazamiento al Estado en aquellas áreas o zonas que
su carácter estratégico así lo determinen. Es importante
resaltar la focalidad de la activación de estos instrumentos,
que junto a la articulación orgánica con las comunidades
organizadas y organizaciones de base del poder popular
(como lo señala el Art. 3° del Reglamento de la Ley
Orgánica del Consejo Federal de Gobierno donde:

A los fines del presente Reglamento se entiende por


Sociedad Organizada: Constituida por consejos comunales,
consejos de trabajadores y trabajadoras, de campesinos y
campesinas, de pescadores y pescadoras, comunas y
cualquier otra organización de base del Poder Popular
debidamente registrada en el Ministerio del Poder Popular
con competencia en materia de participación ciudadana5

Otro ejemplo de incorporación activa de población en su


corresponsabilidad para la defensa es la conformación de
la Milicia Territorial y el Cuerpo de Combatientes. Muestra
de ello es la integración cívico-militar que caracteriza a
nuestra nueva Doctrina de Defensa, basada y
fundamentada en el Art. 326 de nuestra carta magna. Este
nuevo componente desarrolla las fortalezas de una
población consciente de su papel histórico emancipador,
para aportar a la estabilidad del modelo de Democracia
Protagónica Revolucionaria, la independencia, libertad y el
poder originario del individuo como pilar fundamental del
nuevo modelo socialista venezolano.
* Especialista en Negociación y Resolución de Conflictos
en Seguridad y Defensa Integral.

1 Propuesta del Candidato de la Patria, Comandante Hugo


Chávez Frías, Gestión Socialista, 2012, p. 5.

2 Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,


Título VII, De la Seguridad de la Nación, Capítulo I, con
Exposición de Motivos, 24 de marzo de 2000.

3 Ley Orgánica de la Seguridad de la Nación, Gaceta


Oficial N° 37.594 de 18 de diciembre de 2002.

5 Reglamento de la Ley Orgánica del Consejo Federal de


Gobierno. Gaceta Oficial N° 39.655 del 13 de abril de 201
La Doctrina Militar Bolivariana de Seguridad y Defensa
Integral
Por: Agustín León Navas | Sábado, 15/06/2013 11:10 AM |
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A partir de una investigación que nació en el Instituto de
Altos Estudios para la Defensa Nacional (IAEDEN),
proponemos responder una pregunta clave:

¿Existe una Doctrina Militar Bolivariana para la formulación


de una política pública en Seguridad y Defensa Integral? La
respuesta más elaborada que se pueda dar a esta pregunta
está contenida de forma esquematizada en la Propuesta
del Candidato de la Patria para la Gestión Bolivariana
Socialista 2013-2019. Objetivo 1.6, acerca de: Programa de
Gobierno (Gestión Socialista) 2013-2019. Allí se establece:
Fortalecer el poder defensivo nacional para proteger la
independencia y la soberanía nacional, asegurando los
recursos y riquezas de nuestro país para las futuras
generaciones. 1

La respuesta más aproximada que se pueda indicar es que


existe una base doctrinalmente firme capaz de sustentar la
construcción de un cuerpo de políticas públicas en materia
de Seguridad y Defensa Integral, en sus objetivos más
estratégicos.

El Plan Económico y Social de la Nación 2013-2019


(Gestión Bolivariana) y el que finalizó exitosamente en
2007-2013, dan resultados identificados claramente a la luz
de los objetivos nacionales planteados en la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela y el Proyecto
Simón Bolívar 2007-2013, así como en la Doctrina Militar
Bolivariana como política y base fundamental para la
construcción de políticas públicas de Estado en Seguridad
y Defensa Integral de la Nación.

Necesario es aclarar que la Doctrina Bolivariana es un


compendio de ideas y postulados políticos, económicos,
jurídicos y militares que llevan una profunda carga
ideológica determinante, a partir de la vida y obra del
Libertador de cinco naciones Simón Bolívar, necesario para
alcanzar una política integral de Seguridad y Defensa.

Es entonces que el Gobierno Bolivariano se ha planteado


bajo los escenarios de cambios profundos del sistema
político y social venezolano una planificación a partir del 2
de febrero de 1999 que busca determinar primeramente en
la afirmación de su existencia y posteriormente en su
consolidación como sistema político aceptado por la
mayoría del pueblo venezolano.

El documento oficial «Proyecto Simón Bolívar en su


Primer Plan Socialista (PPS) del Desarrollo Económico y
Social de la Nación para el período 2007-2013» generó
siete macro lineamientos sociales, económicos y políticos,
de los que se identificó cuál es la doctrina imperante y
garante del nuevo entramado institucional. La Doctrina
Bolivariana se está formulando como una política pública
de Estado, escapando de esta manera a una etérea y fugaz
política de gobierno que por su naturaleza es de carácter
temporal.

En la Constitución de la República Bolivariana de


Venezuela, en el Art. 322, se expone claramente la
conceptualización del Nuevo Sistema de Seguridad Integral
con suficiente amplitud:

La Seguridad de la Nación es competencia esencial y


responsabilidad del Estado, fundamentada en el desarrollo
integral de ésta y su defensa es responsabilidad de los
venezolanos y venezolanas; también de las personas
naturales y jurídicas, tanto de derecho público como de
derecho privado, que se encuentren en el espacio
geográfico nacional.2

Sí la seguridad y defensa integrales son un instrumento de


análisis estratégico que tiene como fin último proteger los
objetivos nacionales, ¿entonces a quién corresponde
formularlas? Necesario es establecer su connotación como
instrumento político y si es un instrumento entonces es
parte de un conjunto de actividades de políticas públicas.

La Ley Orgánica de la Seguridad de la Nación ya es la


piedra angular para la formulación operativa que
fundamenta los objetivos estratégicos del plan 2013- 2019.
Esta Ley determina en su Art. 3° los parámetros de la
Defensa Integral, donde la define como:

Defensa integral, a los fines de esta Ley, es el conjunto de


sistemas, métodos, medidas y acciones de defensa,
cualesquiera sean su naturaleza e intensidad, que en
forma activa formule, coordine y ejecute el Estado con la
participación de las instituciones públicas y privadas, y las
personas naturales y jurídicas, nacionales o extranjeras,
con el objeto de salvaguardar la independencia, la libertad,
la democracia, la soberanía, la integridad territorial y el
desarrollo integral de la Nación.3

La elaboración de los planes estratégicos y otras políticas


públicas que impulsa el Gobierno Central encuentra en esta
y otras leyes su fundamento operacional. El Plan Socialista
o Plan Simón Bolívar bajo la Nueva Geopolítica Nacional
activa por medio de la planificación estratégica del Estado
la materialización de los preceptos emanados de la
Doctrina de Seguridad y Defensa Integral, entendiendo a
los diferentes Ejes de Desarrollo Territorial4 y las zonas
determinadas por la jurisprudencia para la implementación
del resguardo de la soberanía. Para ello, la Ley Orgánica
de la Fuerza Armada Nacional en todo su articulado, y la
Ley Orgánica de Seguridad de la Nación en el Art. 47
definen las Zonas de Seguridad como: los espacios del
territorio nacional, que por su importancia estratégica,
características y elementos que los conforman, están
sujetos a regulación especial, en cuanto a las personas,
bienes y actividades que ahí se encuentren, con la finalidad
de garantizar la protección de estas zonas ante peligros o
amenazas internas o externas.

Recientemente la puesta en marcha de las Regiones


Estratégicas de Defensa Integral y sus Comandos, a través
del Decreto N° 6.239 con rango, valor y fuerza de Ley
Orgánica de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, en
donde su numeral 5° define y establece: Establecimiento
de las Regiones de Defensa Integral y su Comando Militar.

Estas regiones (REDI) contribuyen y refuerzan las figuras


antes mencionadas para darle operatividad y mayor
desplazamiento al Estado en aquellas áreas o zonas que
su carácter estratégico así lo determinen. Es importante
resaltar la focalidad de la activación de estos instrumentos,
que junto a la articulación orgánica con las comunidades
organizadas y organizaciones de base del poder popular
(como lo señala el Art. 3° del Reglamento de la Ley
Orgánica del Consejo Federal de Gobierno donde:

A los fines del presente Reglamento se entiende por


Sociedad Organizada: Constituida por consejos comunales,
consejos de trabajadores y trabajadoras, de campesinos y
campesinas, de pescadores y pescadoras, comunas y
cualquier otra organización de base del Poder Popular
debidamente registrada en el Ministerio del Poder Popular
con competencia en materia de participación ciudadana5

Otro ejemplo de incorporación activa de población en su


corresponsabilidad para la defensa es la conformación de
la Milicia Territorial y el Cuerpo de Combatientes. Muestra
de ello es la integración cívico-militar que caracteriza a
nuestra nueva Doctrina de Defensa, basada y
fundamentada en el Art. 326 de nuestra carta magna. Este
nuevo componente desarrolla las fortalezas de una
población consciente de su papel histórico emancipador,
para aportar a la estabilidad del modelo de Democracia
Protagónica Revolucionaria, la independencia, libertad y el
poder originario del individuo como pilar fundamental del
nuevo modelo socialista venezolano.

* Especialista en Negociación y Resolución de Conflictos


en Seguridad y Defensa Integral.

1 Propuesta del Candidato de la Patria, Comandante Hugo


Chávez Frías, Gestión Socialista, 2012, p. 5.

2 Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,


Título VII, De la Seguridad de la Nación, Capítulo I, con
Exposición de Motivos, 24 de marzo de 2000.

3 Ley Orgánica de la Seguridad de la Nación, Gaceta


Oficial N° 37.594 de 18 de diciembre de 2002.

5 Reglamento de la Ley Orgánica del Consejo Federal de


Gobierno. Gaceta Oficial N° 39.655 del 13 de abril de 201
Vision Humanista sobre Latinoamerica y el mundo en la
actualidad.
DE EDISON "EL PAYANES" 2 DE MARZO DE 2011
Vision Humanista sobre Latinoamerica y el mundo.
*Publicamos la transcripciòn completa de la conferencia
dada en la Universidad Hebrea de Jerusalén, por el
referente latinoamericano del humanismo, Tomàs Hirsch.
Sus reflexiones y su mirada a la situación actual de
Amèrica Latina, asì como sus propuestas, van màs allà de
la simple exposiciòn de una visiòn para compartir una
posiciòn frente al mundo.

¿Cuáles son las tendencias actuantes mundiales y qué


está ocurriendo en Latino América?

Con la mundialización avanza la regionalización y en ese


contexto Latinoamérica se está integrando, está creciendo
económicamente, fortaleciendo sus democracias y
avanzando hacia una mayor participación de sus pueblos
originarios y en general de sus sectores mas discriminados.
Veamos esto más de cerca.

Latinoamérica está viviendo una gran dinámica social. En


muchos países asistimos a la modificación de la estructura
y organización de la sociedad en el intento de los pueblos
de acceder a mejores condiciones de vida. Nuevas
constituciones en Venezuela, Ecuador, Bolivia que
garantizan derechos antes denegados. Lo que sucede en
Brasil, como resultado de la aplicación de políticas
económicas y sociales con un fuerte contenido de justicia
social de Lula, el tema educativo y de salud en Venezuela
con la ayuda de los cubanos, como los nuevos beneficios
sociales en Argentina son algunas muestras de esta
dinámica.

Hay conflictos y tensiones sociales por la búsqueda de


estos nuevos derechos, que se han traducido en leyes
antidiscriminación en Argentina, en Bolivia, en Ecuador.
Muy destacable es la toma de conciencia que se ha ido
produciendo por parte de los pueblos originarios en
reclamo de sus derechos. Así sucede en Bolivia, donde
además Evo es reelecto con una inmensa mayoría. Pero
han sido importantes también las movilizaciones de los
mapuches en el sur de Argentina y Chile y de las etnias en
Perú.

Definitivamente Latinoamérica está en movimiento: hay


múltiples acontecimientos en el ámbito político, económico,
social, cultural, étnico, institucional, religioso, espiritual que
muestran un nuevo momento.

También han habido accidentes, como los fuertes


terremotos en Haití y en Chile, las dramáticas inundaciones
en Brasil, el derrame de petróleo en el Golfo de México, o
la muerte de Néstor Kirchner en Argentina. Y sin duda se
debe destacar el accidente y posterior rescate de los 33
mineros en Chile.

Si bien son muchos los acontecimientos, reconocemos tres


factores relevantes que están actuando en la región:

Un primer factor relevante ha sido la fuerte crisis


económica, sobre todo del sistema financiero de USA, que
ha pegado en Europa desencadenando una crisis
económica, laboral, social y política. A su vez esta crisis ha
reforzado el rol de China como centro determinante de la
economía mundial. Esta crisis ha contribuido a impulsar la
integración regional, sobre todo con la intensa agenda
multilateral de la UNASUR, pero también con el Mercosur y
otras instancias multi y bilaterales. Ese impulso integrador,
a su vez se ha visto afectado, “atacado” por intentos de
desestabilización de las democracias, por el momento con
escaso éxito: En ese marco se pueden reconocer los
fracasados intentos de golpes militares en Venezuela,
Bolivia y Ecuador, así como el realizado con “éxito” en
Honduras que es una suerte de advertencia a los países de
la región. También la fuerte descalificación mediática hacia
los gobiernos de Cristina Fernández en Argentina, de Evo,
de Correa y otros, obedece a esta misma lógica
desestabilizadora, que está en el apogeo de su actividad.

Esta crisis económica y sobre todo del sistema financiero


de USA y Europa, ha golpeado poco a la región
latinoamericana cuya economía no es fuerte en el ámbito
financiero sino que está básicamente construida sobre la
exportación de materias primas. Así, iniciado el nuevo siglo
una crisis golpea mucho más fuerte al llamado mundo
“desarrollado” mientras Latino América se fortalece,
desarrollando sus relaciones económicas con Asia y
especialmente con China, abasteciendo con sus materias
primas la creciente demanda de ese país. Así, Latino
América no ha tenido un aumento significativo del
desempleo, y por el contrario, su economía ha crecido y
sus reservas han aumentado. Brasil por ejemplo, en los
últimos 4 años redujo su desempleo del 12 al 6,8%
mientras aumentó sus reservas de 30 a más de 300
billones de dólares. Perú crece a tasas solo superadas por
China mientras por primera vez Bolivia logra tener reservas
monetarias internacionales.

Es destacable como en Brasil el gobierno de Lula sacó a


más de 25 millones de personas de la pobreza mientras
consolidó acuerdos económicos no solo con China sino que
también con África. Igualmente, en Argentina, en plena
crisis, fue el único país del planeta en el que se apoyó a la
industria automotriz, evitando el despido masivo. Y
mientras tanto ambos países pagaron sus deudas
históricas al FMI desligándose de la asfixiante imposición
de políticas económicas por parte de ese organismo.

Este crecimiento económico de toda la región, desalineado


de USA y Europa, y acompañado de un progresismo
creciente del que ya hablaremos, es una de las
características relevantes de este momento. Mientras
Europa está envuelta en una crisis generalizada y Estados
Unidos está complicado, Latino América crece y se
desarrolla con integración y progresismo. Sin duda no todo
es positivo: Hay nubes amenazadoras entre Nicaragua y
Costa Rica; en México aumenta la violencia urbana con
municipios totalmente controlados por el narcotráfico, y la
desigualdad entre ricos y pobres crece en algunos países a
niveles nunca antes vistos.
Un segundo factor que podría parecer que no tiene que ver
con Latinoamérica, es el conflicto del Medio Oriente,
incluyendo en él a Israel/Palestina, Irak, Afganistán y sobre
todo las crecientes tensiones con Irán, país que Estados
Unidos ha convertido en su “enemigo número 1”, con un
trasfondo de amenaza nuclear creciente. Es importante
comprender que este conflicto ha tocado la región, que no
se ha quedado ausente. Brasil intenta asumir por primera
vez un rol mediador (seguramente motivados por su intento
de ingresar como miembro permanente al Consejo de
Seguridad de las UN), Venezuela, Ecuador y Bolivia
fortalecen sus vínculos con Irán, con visitas presidenciales
y acuerdos económicos, políticos y militares. Y
recientemente varios de los países de la región han sido los
primeros del planeta en reconocer a Palestina como Estado
independiente y soberano. Lo incluyo como factor relevante
porque refleja bien un tema que es central para
comprender el nuevo momento: Latinoamérica se está
constituyendo como Región.

Hoy, cuando vivimos un proceso que avanza hacia la


regionalización en desmedro de los países aislados, me
parece posible observar en Latinoamérica un avance
significativo en esa dirección. Me atrevo a decir que
Latinoamérica podría estar en condiciones de hacer un
aporte al mundo mostrando lo que puede ser la Integración
del siglo 21, tal como hizo Europa con su proceso de
integración del siglo 20. Esa integración necesariamente
deberá ser no solo económica, sino política, social, cultural,
étnica, ambiental, humana.
Un tercer factor determinante ha sido la profunda crisis de
la iglesia católica, acusada de ocultar innumerables casos
de delitos de pedofilia cometidos por los miembros de su
clero. Cientos de casos han sido denunciados en todos los
países de la región y de Europa, salpicando a las más altas
autoridades de dicha iglesia, que se ha visto debilitada,
creándose un espacio para la promulgación de un gran
número de leyes progresistas, normalmente bloqueadas
por los sectores más conservadores. Así América Latina ha
visto desde las leyes de matrimonio igualitario en Argentina
hasta nuevas leyes de no discriminación, de libertad de
expresión, de libertades personales, derechos laborales y
reconocimiento de la diversidad étnica, un aire de nuevas
libertades y derechos recorre la región. No podría decir que
todas estas leyes han sido el resultado de la crisis de la
iglesia, pero sin duda que esa situación de debilidad facilitó
la aprobación de medidas largamente resistidas por las
conservadoras jerarquías eclesiásticas locales.

Planteados estos tres factores quiero volver a enfatizar en


que comprendemos el momento actual como de
Regionalización, de fortalecimiento de las regiones y de
desdibujamiento de los países. En este proceso, con el
fortalecimiento de Brasil y de toda Latinoamérica, podría
incluso surgir una nueva concepción regional que por
primera vez incluya a Estados Unidos, México y Centro
América.

Son muchos los factores externos que pueden atentar


contra este panorama auspicioso para Latinoamérica que
estamos mostrando, pero son los factores internos los que
se deben atender y resolver: 1. La globalización provoca
múltiples cambios en aspectos sicosociales: asistimos al
renacimiento de nacionalismos culturales expresados como
afirmación de lo propio, como fundamentalismos y
ortodoxias y simultáneamente se puede observar una
tendencia universalista, una cultura humana integradora de
la diversidad cultural. Acá enfrentamos un desafío: Si se
fortalecen estos nacionalismos culturales, el proceso se
volverá desintegrador y peligroso ya que estará marcado
por la violencia racial, cultural, étnica y religiosa. Es
necesario entonces fortalecer una cultura que tienda a la
universalidad y que permita la expresión de las distintas
creencias y tradiciones, permitiendo convivir y progresar a
todo ser humano independientemente de su credo, raza,
cultura. Es decir que será necesario hacer prevalecer una
cultura de la No Violencia Activa como metodología de
acción personal y social.

1. El acelerado crecimiento económico está


concentrándose también aceleradamente y esto puede
distorsionar completamente el proceso de integración, al
marginar a sectores de la población y no incorporarlos a la
participación y desarrollo. Si esta tendencia no se corrige,
corromperá toda la institucionalidad regional que se
pretenda construir.

2. Uno de los factores que ha posibilitado este nuevo


momento en Latinoamérica es su compromiso de
constituirse como zona libre de armamento nuclear,
compromiso adquirido en el Tratado de Tlatelolco en 1969.
La nueva riqueza adquirida podría tentar a países como
Brasil a constituirse en nuevas potencias nucleares, lo que
probablemente haría imposible una futura integración
regional en términos paritarios. Contrariamente, el avance
hacia una desmilitarización de la región y una reducción
progresiva y proporcional del presupuesto bélico, podrían
además levantarla a una posición ejemplar ante la
población mundial.
Finalmente, en este proceso de regionalización, al que se
van uniendo los diferentes países y gobiernos, las
tradicionales categorías de izquierda y derecha se han
desdibujado y no son ya útiles como elementos de análisis.
Tampoco nos sirve referirnos como “progresismos” a las
viejas izquierdas por el hecho de haber moderado sus
viejos esquemas estatistas. La época presenta nuevos
dilemas entre nacionalismo y universalismo, entre
aislamiento y regionalización, entre concentración de poder
y democracia real, entre violencia y no violencia, entre el
ser humano y su sentido y la deshumanización.

Este complejo contexto histórico lleno de peligros pero


también de posibilidades está necesitando del surgimiento
de nuevos proyectos mundiales, nuevos ideales
universales que orienten la acción transformadora del ser
humano, de una nueva espiritualidad que de unidad y
cohesión a las distintas culturas que se están encontrando
y chocando en cada rincón del planeta.

Los humanistas de Latinoamérica nos inspiramos en las


enseñanzas de Silo, pensador y místico latinoamericano,
su mensaje inspiró al nuevo humanismo y a los partidos
humanistas y ha comenzado a conectar a los hombres y
mujeres de diferentes latitudes, sobre todo jóvenes, que
buscan encontrar un sentido para sus vidas, que aspiran a
la construcción de un mundo mejor.

Silo nos habla de superar el temor, el deseo, el sinsentido,


la violencia, el sufrimiento y de cómo se alcanza el sentido
y la plenitud. Se trata de una nueva espiritualidad que se
traduce y expresa en el Humanismo Universalista.

El Humanismo Universalista ubica al Ser Humano como


valor central. No al dinero, dios, la patria, el estado ni otro
valor. El Ser Humano como Valor central. Coherentemente
con esto, plantea la No Violencia Activa como única
metodología válida de acción. Propone la democracia real
por sobre la actual democracia formal. En materia
económica discute la actual relación entre capital y trabajo
y se opone al capital especulativo, exigiendo la reinversión
del capital productivo mientras propone la propiedad
participativa de los trabajadores en la empresa, en la que
deben participar tanto de las utilidades como de las
decisiones. El Humanismo Universalista plantea la
necesidad de la descentralización del aparato estatal
encaminando la lucha política hacia la creación de un
nuevo tipo de sociedad; una sociedad flexible y en
constante cambio, acorde con las necesidades dinámicas
de los pueblos hoy por hoy asfixiados por la dependencia.

Este Humanismo se ha ido expresando en el mundo como


partidos políticos, organizaciones sociales y culturales,
centros de estudios, etc.

Como ven, he querido ir más allá de simplemente exponer


mi visión de América Latina. He querido compartir también
con ustedes mi particular visión y posición como
Humanista. No quisiera terminar sin antes invitar a quienes
se interesen, a conocer más del Mensaje de Silo y de sus
múltiples expresiones en el mundo.
Muchas gracias.

*Tomás Hirsch
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