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Filosofía de la historia
Prof. Dr. Sergio Lomelí Gamboa
Cervantes Carreto Eduardo N° de cuenta 313022593
Extraordinario EA
Ortega y Gasset inicia su texto poniendo de manifiesto que para que el hombre viva o, al
menos, se mantenga en la vida, necesita realizar una tarea. Quizá en una reformulación
de la ya clásica forma cartesiana: “pienso, luego existo”, para el autor de Pidiendo un
Goethe desde adentro sería: “existo, hago y luego soy”, no obstante, para que en estricto
sentido alguien realice una verdadera acción que lo mantenga en la vida, es decir, que
sea verdaderamente constitutiva de su ser necesita partir inevitablemente de una
creencia. Pues éstas, las creencias, a diferencia de las ideas que son en general las
proyecciones que tenemos sobre la realidad y conforman las cosas que se posan frente
a nosotros, son aquello con lo que se cuenta, o sea, aquello que haría de suelo firme
1
Vid. Ortega y Gasset, j., Historia como Sistema, “cap. VI”,153 - 157
2
Ibidem, “cap. VIII”, p. 169
para poder avanzar, por eso Ortega escribe: “tenemos estas o las otras ideas, pero
nuestras creencias, más que tenerlas, las somos”.3 Esto tiene total pertinencia con lo que
preguntamos, ya que las ideas tienen que ver con las cosas, y por eso se tienen, en
cambio, las creencias que invitan al hacer, en específico, al hacerse; se son. Entonces,
allí se separa al ser humano de las cosas.
Ahora bien, otra cosa que tendría que añadirse es que sobre una determinada
época se esbozan creencias colectivas o “dogmas sociales” que permiten el avance
continuo de los pueblos. Aunque también las creencias perecen y es ahí donde acontece
el cambio histórico, es allí donde el hombre deja de ser un sujeto puramente confiado a
la razón que es el caso que vive el autor de las Meditaciones del Quijote y da cabida a
nuevos horizontes.
Otra cosa de la que debiéramos tratar someramente en este ensayo es lo que ya
adelantábamos en la introducción, a saber, el fracaso de las ciencias, tanto naturales
como del espíritu, para describir el ser de lo humano, que bien se resume con lo siguiente
que escribe José Ortega y Gasset: “el hombre no tiene naturaleza. El hombre no es su
cuerpo, que es una cosa; ni es su alma, psique, conciencia o espíritu, que también es
una cosa. El hombre no es cosa ninguna, sino un drama”.4 La razón de las palabras aquí
transcritas es que si la completud del hombre, es decir, su vida, tanto particular (como
individuo) como universal (a lo largo de su existencia en el tiempo como especie), se
toma tan sólo como un cuerpo que puede medirse a partir de sus atributos o a partir de
sus funciones sistémicas su ser se acorta muchísimo y, además, no explica por uno es
así y el otro asá. De igual modo, si se piensa que la cortedad del análisis de la realidad
material hombre se supera planteándolo a éste como poseedor de una realidad espiritual,
según el filósofo español, también se estaría incurriendo en un error, pues el espíritu es
algo fijo y, por tanto, no se explica la transmutación por la que pasa el hombre en su
devenir histórico.
No obstante, Ortega afirma que el ser humano es drama. Lo subsecuente sería
preguntar: ¿qué quiere decir con esto? Pues bien, partamos de la famosa afirmación del
que ahora estamos hablando: “yo soy yo y mi circunstancia”. El yo aquí significa la pura
3
Ibidem, “cap. III”, p. 146
4
Ibidem, “cap. VII”, p. 159 - 160
libertad, lo indeterminado, dicho de otro modo: “el hombre es una entidad infinitamente
plástica que se puede hacer lo que se quiera.”5 Y la circunstancia es una cantidad, en
principio infinita, de posibilidades que se despliegan, de las cuales el yo puede elegir una
para definirse. Ahora bien, aquí viene el momento cumbre del poseer una historia, pues
cuando el ser humano decide determinarse en una de las posibilidades que se le ofrecen,
su propio devenir ya estará mediado por eso que ha elegido. Es decir, si la humanidad
toma un camino cualquiera, este al ser lo determinado que obra sobre lo indeterminado,
no lo cubre en su totalidad y la propia humanidad terminará desechándolo, sin embargo,
su futuro ser depende intrínsecamente de lo que ha elegido previamente. Por eso las
siguientes palabras de Ortega: “Y lo que hemos sido actúa negativamente sobre lo que
podemos ser”.6 Allí está el drama, en el dejar de ser repetitivo.
Entonces, ya para concluir, se puede decir que el que el ser humano carezca de
naturaleza, como se ha venido diciendo, no quiere decir que no pueda ser explicado, ni
él ni su cambio histórico, pues Ortega ya nos ha dado un método, la historia como
sistema es el método: “El hombre enajenado de sí mismo se encuentra consigo mismo
como realidad, como Historia. Y, por primera vez, se ve obligado a ocuparse de su
pasado, no por curiosidad ni para encontrar ejemplos normativos, sino porque no tiene
otra cosa”.7 Es decir, en el pasado se reconocerá y así podrá seguir avanzando.
Bibliografía:
Ortega y Gasset, j., Historia como Sistema, Madrid, Espasa, Calpe 1971 en Marialba
Pastor (coord.), Filosofía de la Vida, FFyL, México, 2008.
5
Ibidem, “cap. VII”, p. 162
6
Ibidem, “cap. VIII”, p 164
7
Ibidem, “cap. IX”, p. 176