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Del Oro Del Psicoanálisis A Las Psicoterapias PDF
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En marzo de mil novecientos diez, en una conferencia titulada “El porvenir del
Psicoanálisis”, Freud plantea la importancia de considerar los cambios sociales y
evaluar cómo estos cambios pueden repercutir en la clínica y en la terapia
psicoanalítica. Europa atraviesa un momento difícil; un año más tarde, se inicia la
primera guerra mundial. Sin embargo, dejó claro Freud que tales giros no deben
conllevar a la deformación del psicoanálisis en innovadoras expresiones de
psicoterapia; o la introducción de actos que violenten el dispositivo psicoanalítico. La
invitación de Freud era precisa y por más que el camino recorrido no fuese suficiente,
los principios y fundamentos de una clínica psicoanalítica debían mantenerse.
¿A qué apunta Freud con la idea de “el oro puro del psicoanálisis”? Pues bien, el oro
puro del psicoanálisis no era sólo el de poder disponer de un cuerpo teórico en franco
desarrollo, un procedimiento, así como de un método terapéutico y de investigación.
Freud también se refería al material que el paciente produce obedeciendo la regla de la
asociación libre, como si fuese mineral en bruto, del cual su contenido de metal
precioso debe ser extraído por un proceso particular.
¿Qué material del paciente es un material precioso?... pues aquello que antes había
sido descartado y que Freud le encontró valor, a saber, las formaciones del
inconsciente: los sueños, los lapsus, los equívocos, los actos fallidos y el chiste; por lo
tanto, lo que es propio del método psicoanalítico, más allá de su forma, es el hacer
posible una experiencia de lo inconsciente.
Como bien nos plantean Barredo y Leivi (2001) en su trabajo “La Quimera del Oro”:
¿Qué fue lo que permitió que Freud encontrara oro donde nunca nadie había
encontrado nada digno de valorar, sino sólo tonterías descartables: sueños,
lapsus, palabras, actos insensatos, etc.? Solamente el hecho de haber partido de
suponer aún antes de saberlo con certeza, que allí había algo valioso que debía
ser extraído; ideó en consecuencia un método para producción de mineral en
bruto: la libre asociación, y un técnica para extraer de él, el metal precioso, la
interpretación. (p.48)
Casi cien años más tarde, para quienes estamos del lado del psicoanálisis, se nos
muestra con mayor claridad las palabras de Freud antes citadas. Se puede observar
cómo se ha dado la aleación del psicoanálisis con el desarrollo de diversas
modalidades de intervención terapéutica, las cuales llegan a más gente o buscan
responder a los tiempos actuales en donde impera lo rápido y la prisa, y que se
agrupan bajo el término de “psicoterapias”. Ahora casi nadie escribe cartas, sino e-
mails, y ante la prisa, se ha perdido la emoción de la llegada del cartero.
Hoy en día se ofertan cientos de formas de psicoterapia, las cuales pueden clasificarse
de diversas maneras. Sin embargo, muchas de estas expresiones psicoterapéuticas
presentan raíces psicoanalíticas, trazas de ese oro que proviene del psicoanálisis y que
brillan en su modelo teórico, tanto en su forma de conceptualizar el malestar, como en
la compresión clínica del tratamiento. Podríamos dibujar un contínuum donde en un
extremo está el Psicoanálisis, y a medida que nos alejamos de este punto
encontraremos aplicaciones del psicoanálisis en un mundo diverso de psicoterapias.
Las más cercanas al psicoanálisis serían la psicoterapia psicoanalítica y las propuestas
post-freudianas, que nacen de los encuentros y desencuentros que se suscitaron en el
curso de la historia del movimiento psicoanalítico y, las más alejadas, las psicoterapias
psicodinámicas, las cuales aplican los principios del psicoanálisis, pero a su vez, han
desarrollando nuevas reglas e integrado técnicas de otros modelos clínicos.
Un principio del análisis es que la cura viene por añadidura y que el síntoma tiene un
lugar importante para el sujeto, porque ese síntoma es una formación de compromiso
con la que el paciente ha conseguido un beneficio, una forma de hacer lazo social, una
manera de ubicarse en la vida y con el que se ha identificado. Por lo tanto, empeñarse
de entrada en hacerlo caer, puede ser un acto que conlleve un gran costo para el
paciente.
Con respecto a la duración del tratamiento, puede afirmarse que ningún paciente estará
en el dispositivo más allá de lo que él mismo desee, como quizás lo confirmen sus
respectivas prácticas o experiencias terapéuticas, sean analíticas o no. Por otra parte,
hay que considerar que del lado del que escucha se colocan un analista y su ética, y
para el psicoanálisis la ética no es un adoctrinamiento, sino la ética del analista sobre
su acto.
El punto que se debate es lo que se hace con ese poder y cómo se opera, como se
maneja desde un espacio psicoterapéutico y desde uno analítico. El analista aunque de
entrada estará ubicado por el otro en ese lugar del amo, del que tiene todas las
respuestas y sabe que hay qué hacer, deberá moverse y evitar identificarse con ese
lugar, porque sólo moviéndose es que se podrá desplegar el saber inconsciente, y por
lo tanto, en donde la demanda fracasa emerge el deseo de saber. Todo analista deberá
abstenerse de sus prejuicios y no venderse como un ideal, de allí la importancia del
lugar del analista y la formación del que escucha.
Habiendo precisado así las especificidades del psicoanálisis, conviene hacer algunas
consideraciones acerca de lo que de él se espera en estos tiempos. En realidad las
sacudidas no deben llevarnos a perder nuestros principios, sino a incrementar la
efectividad del psicoanálisis, junto a las transformaciones que presentan las sociedades
y el avance del saber analítico. Por lo tanto es necesario preguntarse sobre la
subjetividad de los nuevos tiempos y los que están por venir, para poner nuestros
relojes en hora. Es importante acotar que “ni las singularidades de la época, ni las
singularidades de los efectos inconscientes, deberían representar un obstáculo
insalvable para un método hecho justamente para abordar en su singularidad lo
singular del sujeto: lo inconsciente.” (Barredo y Leivi, 2001, p.49)
No podemos suponer que las dificultades que se alzan en nuestro porvenir se han
superado o se podrán atender desde lo que hasta ahora conocemos. Seguramente los
cambios del mundo –y con ellos los de la clínica– exigen preguntarse por el lugar que
tiene allí el psicoanálisis y la tarea del analista, sabiendo que desde hace cien años se
ha defendido su puesto.
De la época victoriana al presente mundo globalizado, muy pocas cosas han podido
sostenerse. Estos nuevos tiempos se caracterizan por la ruptura que se opera en los
ideales y los valores tradicionales, especialmente de la familia, y una exuberancia
continua de plus de gozar “desechables”, falsos objetos “a”, que se ofrecen al
consumo público en lugar de los ideales, que se han vuelto obsoletos.
Nuestra actualidad se caracteriza por la acelerada acentuación de la declinación de la
función del padre –que Lacan denuncia desde sus inicios en La familia (1938)– y lo
lleva a agregar un discurso más a los cuatro que había conceptualizado, el del
capitalista, que se convierte en el discurso dominante de nuestra época (Lacan, 1963,
“Seminario los Nombres del Padre”). En este discurso, donde el sujeto no guarda
relación con su objeto, no lo pone en falta, no se genera deseo sino consumo, dejando
fuera la eficacia que la función del padre genera. Deseo y amor quedan fuera, y queda
sólo el goce. Todo es mercancía, todo puede comprarse o venderse: la idea es
mantenernos en una total completitud, sin falta.
Esto nos lleva a considerar una clínica psicoanalítica dentro de una sociedad donde
para todo lo demás está “Master Card”, “Todo va mejor con Coca Cola” y “Dame tu pin”
Este comentario no busca desmerecer la calidad de esos objetos o criticar el uso de
las tarjetas de crédito; en realidad, lo que se desea transmitir es que la clínica
psicoanalítica se encuentra ante nuevos retos, ante nuevos síntomas; síntomas que
presentan una trabazón de compromiso más relacionada con lo real, con lo real del
inconsciente, lo que explica el surgimiento de las adicciones de nuestro tiempo en sus
diversas formas. Los problemas actuales del psicoanálisis ya no son los de la época de
Freud, ni en el contexto teórico ni el campo clínico, como tampoco serán los problemas
futuros por-venir; porque “lo que anda es el mundo, y lo real es lo que no anda… hay
cosas que hacen que el mundo sea inmundo (…) y de esto tendremos que encargarnos
los analistas.” (Lacan, 1974)
No obstante, los tiempos actuales no son malos tiempos para el psicoanálisis, aunque
exista una fuerte inclinación hacia lo rápido, lo sencillo, lo pragmático y científico, lo
cual pareciera crear un clima nada propicio para lo analítico. En este momento, más
personas manifiestan una insatisfacción que no logran resolver con el consumo, la
psicofarmacología y las psicoterapias visitadas, y que favorece, en determinadas
circunstancias, una demanda analítica.
Hace cien años, Freud tuvo la responsabilidad, ante el incrédulo ambiente racionalista
de su época, de demostrar la existencia del inconsciente y la eficacia de sus
formaciones. Hoy los encuentros y desencuentros siguen debatiendo el descubrimiento
freudiano; sin embargo, el psicoanálisis ha llegado a formar parte de nuestra cultura.
Referencias Bibliografícas
Barredo, C. y Leivi, M. (1999).- “La Quimera del Oro” Revista Tres al Cuatro. Editorial Paidos. Barcelona:
España.
Fiorini, H. (1984) Estructuras y abordajes en psicoterapia. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
Freud, S. (1910/2005).- “El porvenir del Psicoanálisis” Obras Completas de Freud. Buenos Aires:
Editorial Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1913/2005).- “Iniciación al tratamiento” Obras Completas de Freud. Buenos Aires: Buenos
Aires: Editorial Biblioteca Nueva.
Lacan, J. (1977). Apertura del Sección Clínica de 1977. Material digital sin data de impresión en
http://www.con-‐versiones.com/nota0608.htm.
Fecha: 04/08/14.
Soler, C. (2001).- “Que se espera del Psicoanálisis y del Psicoanalista: Conferencias y Seminarios en
Argentina. Buenos Aires: Editorial Letra Viva.