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Del Oro del Psicoanálisis a las aleaciones de las psicoterapias

Mario Brito Afonso

En marzo de mil novecientos diez, en una conferencia titulada “El porvenir del
Psicoanálisis”, Freud plantea la importancia de considerar los cambios sociales y
evaluar cómo estos cambios pueden repercutir en la clínica y en la terapia
psicoanalítica. Europa atraviesa un momento difícil; un año más tarde, se inicia la
primera guerra mundial. Sin embargo, dejó claro Freud que tales giros no deben
conllevar a la deformación del psicoanálisis en innovadoras expresiones de
psicoterapia; o la introducción de actos que violenten el dispositivo psicoanalítico. La
invitación de Freud era precisa y por más que el camino recorrido no fuese suficiente,
los principios y fundamentos de una clínica psicoanalítica debían mantenerse.

Años más tarde Freud, en su obra “Nuevos caminos en la terapia psicoanalítica”,


publicada en 1919 pero escrita a finales de la guerra (1918), comentó:

…y también es muy probable que en la aplicación de nuestra terapia a las


masas, nos veamos precisados a alear el oro puro del análisis con el cobre de la
sugestión directa (…) pero cualquiera que sea la forma de esta futura
psicoterapia para el pueblo, y no importa qué elementos la constituyan
finalmente, no cabe ninguna duda que sus ingredientes más eficaces e
importantes seguirán siendo los que ella tome del psicoanálisis riguroso, ajeno
de todo partidismo. (p. 163)

¿A qué apunta Freud con la idea de “el oro puro del psicoanálisis”? Pues bien, el oro
puro del psicoanálisis no era sólo el de poder disponer de un cuerpo teórico en franco
desarrollo, un procedimiento, así como de un método terapéutico y de investigación.
Freud también se refería al material que el paciente produce obedeciendo la regla de la
asociación libre, como si fuese mineral en bruto, del cual su contenido de metal
precioso debe ser extraído por un proceso particular.

¿Qué material del paciente es un material precioso?... pues aquello que antes había
sido descartado y que Freud le encontró valor, a saber, las formaciones del
inconsciente: los sueños, los lapsus, los equívocos, los actos fallidos y el chiste; por lo
tanto, lo que es propio del método psicoanalítico, más allá de su forma, es el hacer
posible una experiencia de lo inconsciente.

Como bien nos plantean Barredo y Leivi (2001) en su trabajo “La Quimera del Oro”:
¿Qué fue lo que permitió que Freud encontrara oro donde nunca nadie había
encontrado nada digno de valorar, sino sólo tonterías descartables: sueños,
lapsus, palabras, actos insensatos, etc.? Solamente el hecho de haber partido de
suponer aún antes de saberlo con certeza, que allí había algo valioso que debía
ser extraído; ideó en consecuencia un método para producción de mineral en
bruto: la libre asociación, y un técnica para extraer de él, el metal precioso, la
interpretación. (p.48)

Sin embargo, algo ha cambiado sustancialmente en los tiempos actuales y pareciera


escucharse que el Psicoanálisis ha perdido valor y potencia; surgiendo nuevas
prácticas en donde no todo lo que brilla es oro y en las que los terapeutas prefieren
apelar a otros métodos más rápidos, directivos y sugestivos que ofrezcan soluciones
eficientes y expeditas, a tono con los tiempos que corren.

Casi cien años más tarde, para quienes estamos del lado del psicoanálisis, se nos
muestra con mayor claridad las palabras de Freud antes citadas. Se puede observar
cómo se ha dado la aleación del psicoanálisis con el desarrollo de diversas
modalidades de intervención terapéutica, las cuales llegan a más gente o buscan
responder a los tiempos actuales en donde impera lo rápido y la prisa, y que se
agrupan bajo el término de “psicoterapias”. Ahora casi nadie escribe cartas, sino e-
mails, y ante la prisa, se ha perdido la emoción de la llegada del cartero.

Hoy en día se ofertan cientos de formas de psicoterapia, las cuales pueden clasificarse
de diversas maneras. Sin embargo, muchas de estas expresiones psicoterapéuticas
presentan raíces psicoanalíticas, trazas de ese oro que proviene del psicoanálisis y que
brillan en su modelo teórico, tanto en su forma de conceptualizar el malestar, como en
la compresión clínica del tratamiento. Podríamos dibujar un contínuum donde en un
extremo está el Psicoanálisis, y a medida que nos alejamos de este punto
encontraremos aplicaciones del psicoanálisis en un mundo diverso de psicoterapias.
Las más cercanas al psicoanálisis serían la psicoterapia psicoanalítica y las propuestas
post-freudianas, que nacen de los encuentros y desencuentros que se suscitaron en el
curso de la historia del movimiento psicoanalítico y, las más alejadas, las psicoterapias
psicodinámicas, las cuales aplican los principios del psicoanálisis, pero a su vez, han
desarrollando nuevas reglas e integrado técnicas de otros modelos clínicos.

Un ejemplo de esto último lo representa la psicoterapia Gestalt desarrollada por Fritz


Perls, así como el modelo de abordaje psicoterapéutico propuesto por el Dr. Héctor
Fiorini, conocido entre otros aportes por su investigación sobre abordajes y estructuras
clínicas. Ambas propuestas presentan una integración bastante congruente, pero si se
dan el permiso de revisarlas, verán que no se apartan del todo de una compresión
dinámica del tratamiento y el malestar.
En tal sentido, ya sean psicoterapias psicodinámicas, psicoterapia psicoanalítica o
psicoanálisis, se puede leer en las historias de quienes se someten a ellas lo que
implica el atravesamiento de la existencia del inconsciente, la repetición, la pulsión y la
transferencia, conceptos fundamentales del Psicoanálisis adoptados de alguna manera
por las psicoterapias.

Al mismo tiempo, podemos señalar la existencia de otro conjunto de psicoterapias que


conviven en este mundo, pero que no forman parte de este continuo y que podríamos
denominar como psicoterapias no analíticas. Éstas se caracterizan fundamentalmente
por un subordinación del Yo del paciente a la influencia de otro Yo, el del terapeuta,
quien refuerza las estructuras normativas e ideológicas.

De acuerdo con Hernández, V. (s/f); las psicoterapias no psicoanalíticas tiende a


reforzar la represión en vez de resolverla y a dificultar la concienciación; es decir,
tienden a incrementar la represión normativa en detrimento de hacer consciente lo
inconsciente, lo que permite fortalecer el yo frente a la vida pulsional que empuja el
Ello. y expandir el dominio del Yo sobre el Ello.

En lo que se refiere a las diferencias entre psicoanálisis y psicoterapias, se han


establecido muchas, como la relación terapeuta-paciente, la forma que toma el
tratamiento, los modos de intervención del terapeuta y la duración del tratamiento, entre
otras. Por ejemplo, muchas psicoterapias se caracterizan por ser breves y focalizar la
intervención en el síntoma, diferenciándose del psicoanálisis porque le consideran una
terapia más profunda y que dura muchos años. Al respecto algunos autores plantean
que, entre el psicoanálisis y las psicoterapias que aplican el psicoanálisis, la diferencia
estriba en que éstas se plantean objetivos más limitados y, buscan alcanzarlos en un
tiempo más breve mediante una participación más activa del terapeuta. Por ende
consideran que toda persona que está en diván y va a consulta tres o cuatro veces por
semana está en análisis, mientras que si sólo son dos sesiones semanales y cara a
cara, pues está en psicoterapia psicoanalítica.

Estos planteamientos que buscan establecer delimitaciones y diferencias desde los


aspectos formales tienden a ser absurdos. Las revisiones de muchos autores, inclusive
analistas de prestigio, se han quedado en la forma pero no han dejado fuera la esencia,
la experiencia de lo inconsciente.

En lo que se refiere al síntoma, para el psicoanálisis también es importante la presencia


del síntoma a la entrada. Se requiere de un síntoma para iniciar un recorrido analítico,
no se puede pretender sostener un análisis -o al menos invito interrogarse- de alguien
que demanda querer conocerse a sí mismo, o porque la universidad le dijo que para
ser psicólogo debe pasar por un análisis. El síntoma es imprescindible para atravesar el
umbral e iniciar una cura analítica, pero el psicoanálisis no se centrará, o por lo menos
no como único foco, en la queja o en lo que hace sufrir al sujeto.

Un principio del análisis es que la cura viene por añadidura y que el síntoma tiene un
lugar importante para el sujeto, porque ese síntoma es una formación de compromiso
con la que el paciente ha conseguido un beneficio, una forma de hacer lazo social, una
manera de ubicarse en la vida y con el que se ha identificado. Por lo tanto, empeñarse
de entrada en hacerlo caer, puede ser un acto que conlleve un gran costo para el
paciente.

La finalidad de un análisis está en la rectificación de la estructura psíquica, hacer que el


sujeto se reconcilie con su historia y pueda enfrentar la vida con más libertad. Por eso,
el psicoanálisis es más bien subversivo que alienante, porque no propone modelos a
seguir, sino que el sujeto se arriesgue con lo que tiene.

Con respecto a la duración del tratamiento, puede afirmarse que ningún paciente estará
en el dispositivo más allá de lo que él mismo desee, como quizás lo confirmen sus
respectivas prácticas o experiencias terapéuticas, sean analíticas o no. Por otra parte,
hay que considerar que del lado del que escucha se colocan un analista y su ética, y
para el psicoanálisis la ética no es un adoctrinamiento, sino la ética del analista sobre
su acto.

Por lo tanto, ¿qué es entonces lo que hace al psicoanálisis diferente de las


psicoterapias? Puede apreciarse la respuesta al principio de este escrito, cuando se
afirma que el método psicoanalítico, más allá de su forma, es el hacer posible una
experiencia de lo inconsciente. ¿Y qué es lo que la hace posible?... pues el manejo de
la transferencia en la relación paciente-terapeuta y el lugar que ocupa el analista, es
decir, el lugar del que escucha y su formación. Al respecto, Lacan en la “Apertura de la
sección clínica (1977) comenta: “¿Qué es la clínica psicoanalítica? No es complicado.
Tiene una base – Es lo que se dice en un psicoanálisis (…) Se trata del inconsciente”

La diferencia fundamental entre las psicoterapias y el psicoanálisis radica entonces en


el lugar que ocupa aquel que escucha. En principio, el lugar de todo psicoterapeuta es
el lugar del amo, de aquel que sabe de psicología, de psicoterapia, de psicopatología,
del mundo, de la vida y posiblemente llegue conducir el proceso terapéutico con sus
ideales. Por lo tanto, no vale la palabra de aquel que ha de llamarse paciente, y así se
llama no solo porque padece un sufrimiento, sino porque seguirá siendo paciente y
deberá obedecer, esperando así la aprobación del Otro. Este es el poder de la
sugestión, que a través de la palabra poseen quienes ocupan ese lugar.

El punto que se debate es lo que se hace con ese poder y cómo se opera, como se
maneja desde un espacio psicoterapéutico y desde uno analítico. El analista aunque de
entrada estará ubicado por el otro en ese lugar del amo, del que tiene todas las
respuestas y sabe que hay qué hacer, deberá moverse y evitar identificarse con ese
lugar, porque sólo moviéndose es que se podrá desplegar el saber inconsciente, y por
lo tanto, en donde la demanda fracasa emerge el deseo de saber. Todo analista deberá
abstenerse de sus prejuicios y no venderse como un ideal, de allí la importancia del
lugar del analista y la formación del que escucha.

En resumen, el psicoanálisis es una experiencia de discurso, discurso del inconsciente


que no se reduce a los saberes que han nacido en los terrenos de la medicina, la
psicología o el resto de las ciencias. Nos referimos a un saber de otro orden, a ese
saber-no-sabido, pero en tanto registrado en el inconsciente y que mantiene una
dinámica, el cual será indispensable que el sujeto encuentre en su análisis para poder
romper con lo que lo hace repetir en su vida, con aquello que más daño le hace, lo que
no conoce de sí mismo, y hasta donde él mismo desee llegar.

Con las anteriores consideraciones se ha presentado la delimitación sustancial entre la


clínica psicoanalítica y las psicoterapias. Si al hacerlo se ha logrado crear inquietudes y
pensamientos acerca del tema, es que se ha hecho bien el trabajo como analista.

Habiendo precisado así las especificidades del psicoanálisis, conviene hacer algunas
consideraciones acerca de lo que de él se espera en estos tiempos. En realidad las
sacudidas no deben llevarnos a perder nuestros principios, sino a incrementar la
efectividad del psicoanálisis, junto a las transformaciones que presentan las sociedades
y el avance del saber analítico. Por lo tanto es necesario preguntarse sobre la
subjetividad de los nuevos tiempos y los que están por venir, para poner nuestros
relojes en hora. Es importante acotar que “ni las singularidades de la época, ni las
singularidades de los efectos inconscientes, deberían representar un obstáculo
insalvable para un método hecho justamente para abordar en su singularidad lo
singular del sujeto: lo inconsciente.” (Barredo y Leivi, 2001, p.49)

No podemos suponer que las dificultades que se alzan en nuestro porvenir se han
superado o se podrán atender desde lo que hasta ahora conocemos. Seguramente los
cambios del mundo –y con ellos los de la clínica– exigen preguntarse por el lugar que
tiene allí el psicoanálisis y la tarea del analista, sabiendo que desde hace cien años se
ha defendido su puesto.

De la época victoriana al presente mundo globalizado, muy pocas cosas han podido
sostenerse. Estos nuevos tiempos se caracterizan por la ruptura que se opera en los
ideales y los valores tradicionales, especialmente de la familia, y una exuberancia
continua de plus de gozar “desechables”, falsos objetos “a”, que se ofrecen al
consumo público en lugar de los ideales, que se han vuelto obsoletos.
Nuestra actualidad se caracteriza por la acelerada acentuación de la declinación de la
función del padre –que Lacan denuncia desde sus inicios en La familia (1938)– y lo
lleva a agregar un discurso más a los cuatro que había conceptualizado, el del
capitalista, que se convierte en el discurso dominante de nuestra época (Lacan, 1963,
“Seminario los Nombres del Padre”). En este discurso, donde el sujeto no guarda
relación con su objeto, no lo pone en falta, no se genera deseo sino consumo, dejando
fuera la eficacia que la función del padre genera. Deseo y amor quedan fuera, y queda
sólo el goce. Todo es mercancía, todo puede comprarse o venderse: la idea es
mantenernos en una total completitud, sin falta.

Esto nos lleva a considerar una clínica psicoanalítica dentro de una sociedad donde
para todo lo demás está “Master Card”, “Todo va mejor con Coca Cola” y “Dame tu pin”
Este comentario no busca desmerecer la calidad de esos objetos o criticar el uso de
las tarjetas de crédito; en realidad, lo que se desea transmitir es que la clínica
psicoanalítica se encuentra ante nuevos retos, ante nuevos síntomas; síntomas que
presentan una trabazón de compromiso más relacionada con lo real, con lo real del
inconsciente, lo que explica el surgimiento de las adicciones de nuestro tiempo en sus
diversas formas. Los problemas actuales del psicoanálisis ya no son los de la época de
Freud, ni en el contexto teórico ni el campo clínico, como tampoco serán los problemas
futuros por-venir; porque “lo que anda es el mundo, y lo real es lo que no anda… hay
cosas que hacen que el mundo sea inmundo (…) y de esto tendremos que encargarnos
los analistas.” (Lacan, 1974)

No obstante, los tiempos actuales no son malos tiempos para el psicoanálisis, aunque
exista una fuerte inclinación hacia lo rápido, lo sencillo, lo pragmático y científico, lo
cual pareciera crear un clima nada propicio para lo analítico. En este momento, más
personas manifiestan una insatisfacción que no logran resolver con el consumo, la
psicofarmacología y las psicoterapias visitadas, y que favorece, en determinadas
circunstancias, una demanda analítica.

Hace cien años, Freud tuvo la responsabilidad, ante el incrédulo ambiente racionalista
de su época, de demostrar la existencia del inconsciente y la eficacia de sus
formaciones. Hoy los encuentros y desencuentros siguen debatiendo el descubrimiento
freudiano; sin embargo, el psicoanálisis ha llegado a formar parte de nuestra cultura.

En un clima en donde todo se evalúa en términos de cantidad y beneficio, una persona


podría preguntarse: ¿Cuántos años se requieren para un análisis? ¿Cuántos años de
formación requiere un analista? Ante esa demanda sólo tenemos una respuesta: no
sabemos, pero todo análisis tiene un final, aunque el inconsciente sigue trabajando.

Para finalizar, he acá estas palabras de Colette Soler (2001):


Soportar el rigor del acto analítico en este ambiente del discurso me parece
realmente difícil, y entonces, cuando pienso en el porvenir del psicoanálisis,
considero que no pasa por la amenaza de ver desaparecer a los analizantes.
Creo que la amenaza más grande sería ver desaparecer a los sujetos que
quieren sostener el acto analítico tal como es: con su rigor en nuestro tiempo. Y
creo que si hay analistas, es decir, si hay todavía sujetos que quieren, que
aceptan esta predicación, habrá analizante. (p. 236).

Referencias Bibliografícas

Barredo, C. y Leivi, M. (1999).- “La Quimera del Oro” Revista Tres al Cuatro. Editorial Paidos. Barcelona:
España.

Hernández, V. (s/f) .- “Psicoterapia Psicoanalítica y Psicoanálisis, Dos extremos de un continuo. Material


Digital sin data de impresión publicada por La Asociación Europea de Historia del Psicoanálisis. En http://  
http://www.historia-psicoanalisis.es/doc_pub_det8.php. Fecha: 04/08/2014

Fiorini, H. (1984) Estructuras y abordajes en psicoterapia. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.

Freud, S. (1910/2005).- “El porvenir del Psicoanálisis” Obras Completas de Freud. Buenos Aires:
Editorial Biblioteca Nueva.

Freud, S. (1913/2005).- “Iniciación al tratamiento” Obras Completas de Freud. Buenos Aires: Buenos
Aires: Editorial Biblioteca Nueva.

Freud, S. (1918/2005).- “Nuevos Caminos en la terapia psicoanalítica” Obras Completas de Freud.


Buenos Aires: Editorial Biblioteca Nueva.

Lacan, J. (1977). Apertura del Sección Clínica de 1977. Material digital sin data de impresión en
http://www.con-­‐versiones.com/nota0608.htm.  Fecha: 04/08/14.

Lacan, J. (2005). “La Familia”. Buenos Aires: Editorial Paidos.

Lacan, J. (2005). “El triunfo de la religión”. Buenos Aires: Editorial Paidos.

Lacan, J (1963). “Seminario Los Nombres del Padre” En


http://users.atw.hu/lacanist/ford/Jacques%20Lacan%20-
%20Los%20Nombres%20del%20Padre_%20Seminario%2010.pdf. Fecha: 04/08/14

Soler, C. (2001).- “Que se espera del Psicoanálisis y del Psicoanalista: Conferencias y Seminarios en
Argentina. Buenos Aires: Editorial Letra Viva.

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