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EL FETICHISMO, LO IMAGINARIO, LA IMAGEN Y LA POLÍTICA.

Ricardo Parodi

Aún a riesgo de caer en el simplismo digámoslo directamente: si todas nuestras relaciones


estuvieran guidas exclusivamente por un principio de realidad, por una lógica aristotélica clara y
precisa, por los postulados de la química o de las neurociencias, todo nuestro drama, desde el
origen de la tragedia ateniense hasta la virtualidad de la imagen contemporánea, serían obsoletas
desde su nacimiento. Sin embargo, parece que toda nuestra existencia esta grandemente
determinada desde otro lado. Desde esa otra cara, esa otra polaridad que habitualmente suele
denominarse, con mucha imprecisión, “LO IMAGINARIO”. Sin embrago, nunca hay que olvidar que,
en el fondo de lo imaginario, radica siempre la imagen como un proceso relacional mental. “La
relación social determinada que existe entre los hombres mismos toma la forma fantasmagórica de
una relación entre objetos. Tenemos que apelar a las nebulosas regiones del mundo religioso para
encontrar algo análogo. Allí, los productos del cerebro humano parecen animados de vida propia y
constituir entidades independientes, en relación entre sí y con los hombres. Sucede lo mismo, en el
mundo de las mercancías, con los productos del trabajo humano. Esto es lo que llamo el fetichismo
que se agarra a los productos del trabajo a partir del momento en el que figuran como mercancías.
(...) “El valor transforma cada producto del trabajo en un jeroglífico social”* Es este el famoso
“FETICHISMO DE LA MERCANCÍA”, tan bien apuntado por Marx, que, mal que nos pese, parece
muy lejos de ser superado por el impulso del racionalismo materialista. Es que el lugar de “lo
imaginario” era visto por Marx como un punto, un lugar abstracto no realmente económico, no
realmente determinante en el devenir histórico y político que, positivistamente, estaba destinado a
ser superado con el advenimiento de la sociedad comunista. Sin embargo, en su desarrollo del
concepto de alienación, Marx da cuenta del papel de las formas “fantasmagóricas” en la
determinación de la plusvalía, y, podemos agregar nosotros, del deseo del sujeto. Era por ciero,
Kant quién, por supuesto, también había desarrollado el concepto de imaginación en relación al
concepto de alienación. IMAGINARIO, IMAGINACIÓN, ALIENACIÓN Y DELIRIO, si se nos permite,
podemos ponerlos en la misma línea al considerar las configuraciones fantasmáticas que, hoy más
que nunca, determinan nuestra vida social y subjetiva.
Y, en la base de todo, insisto, está la imagen, no sola y excluyentemente visual, como factor
constituyente de nuestras relaciones con lo real. Una imagen que no cesa de tejer relaciones
múltiples y complejas creando diferentes tejidos imaginarios, es decir, mentales. Lejos de
permanecer oculta, aplastada por lo simbólico, lo religioso (Marx) o confinada en el arcón del
pensamiento mágico, la imagen debe constituir para nosotros el punto sustancial del cual partir para
tratar de forjar un pensamiento creativo y resistente. No podemos seguir trabajando con una lógica
del discurso, del lenguaje, de los enunciados, que hoy aparece como totalmente superada, perimida
e incluso, valga la paradoja, como fuerte productora de fuerzas reactivas (En el sentido de lo
precisado en las “Consideraciones intempestivas” por Nietzsche) realmente devastadoras en el
aplastamiento de cualquier ética humanista.
Las imágenes, lejos de remitir a lo aleatorio, a lo “loco” e irracional a ser superado por el
pensamiento consciente, componen una verdadera “red de relaciones” (Bergson), un diagrama de
fuerzas múltiples que determina la forma del PODER en un momento socio- histórico determinado.
En nuestra experiencia cotidiana vemos un cierto retroceso de lo que Piera Aulagnier llamaba la
“causalidad demostrada” de tono racionalista, que poseía una garantía cultural que exigía
verificaciones exigibles y exigidas, por una “causalidad interpretada” que intenta explicar, en tono de
narración delirante, por qué ocurre tal fenómeno, tal acción, tal reacción. Esta causalidad
interpretativa es la que utiliza a la imagen (en tanto mental, insisto) para el establecimiento de
relaciones causa- efecto que, de ser racionalizadas, es decir, puestas bajo la exigencia de
verificación de las causalidades demostradas, perderían mucho de su valor.
Pero, en estos momentos, son las interpretaciones rápidas, imprecisas pero certeras, las que
parecen dominar el campo de la ética y la política. De allí lo bizarro y absurdo del panorama político
actual: carece ya de todo valor discursivo. Por eso es que, de Macri a Bolsonaro, pasando por
Trump o Vox, se pueden decir las cosas más estúpidas, ignorantes y anti- históricas posibles. Poco
importa, nadie esta efectivamente escuchando. Es que son las configuraciones fantasmáticas, esa
institución imaginaria de la sociedad, para usar la acertada expresión de Castoriadis, la que gana
presencia hoy del lado de pasiones tristes como el odio, la violencia y la discriminación.
Pero no te preocupes, el último Smartphone esta próximo a salir al mercado. Es tu nuevo fetiche.

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