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Adorno a Scholem

Nueva York
8 de octubre de 1940
Querido Sr. Scholem:

Walter Benjamin se ha quitado la vida. Había conseguido en Marsella su visa para los Estados
Unidos, un puesto fijo en el instituto y todo estaba en orden: solo que los franceses, al igual que a
todos los demás, no le dieron el visado de salida. A raíz de eso intentó pasar la frontera en
Portbou, junto con algunas mujeres, tres de las cuales conozco de nombre: la señora Grete
Freund, la doctora Biermann y la señora Hedi Gurland, todas ellas ahora en Lisboa. Después de
una travesía a pie que aparentemente fue muy agotadora y las muchas dificultades causadas por
los franceses, llegaron en su huida a Portbou. Allí tenían la intención de deportarlos a Francia,
por lo que solicitaron una noche de descanso, que les fue concedida. Durante esa noche, Walter
tomó morfina. A la noche del día siguiente falleció y el miércoles fue enterrado. Los demás no
fueron deportados de vuelta a Francia y llegaron todos sanos y salvos a Lisboa. De modo
que Walter se mató estando ya salvado. El temor a que lo deportaran y lo ingresaran a un
campo de concentración francés, quizás también el esfuerzo físico que excedía sus posibilidades
lo hayan llevado a eso. Pero tampoco esta explicación resulta suficiente, porque tenía que saber
que tanto para él como para muchos otros se habría encontrado finalmente un camino de salida, y
porque estaba en posesión de recursos económicos suficientes y desde Estados Unidos tenía
respaldo. El final es tan horroroso y absurdo que todo consuelo y toda explicación son vanos
en igual medida.
Le pido encarecidamente que me escriba. No tengo la menor idea de cómo se sigue después de la
muerte de Walter, y una noticia de usted sería de inmensa importancia. ¿No podrá volver a venir
para acá?

Siempre suyo

Teddie Wiesengrund-Adorno

Scholem a Adorno
Jerusalén
11 de noviembre de 1940
Abarbanelstr, 28

Querido Sr. Adorno:

Su carta del 16 de julio estuvo mucho tiempo en camino, como suele suceder con las cartas
provenientes de Estados Unidos, lamentablemente. Algunas veces las cartas llegan luego de
cuatro semanas, otras después de cuatro meses. Y es así que recibí su grito de socorro para
Walter Benjamin pocos días antes de recibir por parte de Hanna Stern desde el sur de Francia la
horrible noticia del suicidio de nuestro amigo. Me cuenta que Walter, evidentemente debido a los
esfuerzos realizados por usted, tenía una visa a Estados Unidos y que en la ciudad fronteriza de
España no lo dejaron pasar. Hanna Stern no me dio ningún tipo de dirección suya, de modo que
no puedo escribirle. Me cuenta que recibió la noticia, también después de cuatro semanas, de
parte de la hermana de él. Supongo que usted o bien ya tiene noticias más directas sobre los
detalles o bien puede acceder a ellas con más facilidad desde Nueva York de lo que me resulta
posible a mí. No necesito decirle lo que significa para nosotros la muerte de Benjamin y
cuánto me importa enterarme de todo lo que esté relacionado con el último tiempo de su vida, en
la medida de lo posible. De algún modo y dentro de lo que las circunstancias actuales lo
permitan, creo que es obligación de sus amigos encargarse de salvar sus papeles y ocuparse de
conservar digna su memoria. Los acontecimientos de la Historia mundial son de tal envergadura
que la caída de un hombre genial prácticamente no se va a notar en este torbellino terrorífico y,
sin embargo, hay suficientes personas para las que el recuerdo de este muerto permanecerá
imborrable. Le ruego que me escriba acerca de todo lo que escuche y cualquier cosa que se
pueda enterar. En caso de que sus propios papeles no se hayan conservado ni llegaran a Nueva
York, soy yo probablemente la única persona que posee una colección relativamente
completa de todos los escritos de Benjamin. Quizá alguna vez llegará el momento en el que se
pueda usar este legado tan valioso. Debe haber muchos más manuscritos en su casa de lo que él
ha publicado, y no necesito decirle cuán importante considero saber que, llegado el momento,
estas cosas se encontrarán en un lugar seguro.
Es inconcebible que yo le tenga que estar escribiendo esta carta ahora en lugar de la que usted
me había solicitado. Quizá usted ya sepa -hace poco se lo comuniqué al profesor Arthur
Rosenberg, con el que usted quizá a veces se reúne (si es así, por favor, salúdelo de mi parte)-,
que también mi hermano Werner encontró su muerte en julio de este año bajo circunstancias
desconocidas en el campo de concentración de Buchenwald, tras haber permanecido
prisionero más de siete años.
Espero tener noticias suyas pronto. Le ruego que no se deje desalentar por las dificultades en la
comunicación, tal vez su próxima carta tenga suerte y llegue aquí después de cuatro semanas. No
comparto su esperanza de verme en un futuro cercano en Estados Unidos, estoy aquí muy
ocupado y no está previsto que deje Palestina durante un próximo tiempo. En verano terminé
mi extenso libro en inglés «Major trends in Jewish Mysticism», que dentro de poco
probablemente se llevará a imprenta aquí y espero que también llegue pronto a sus manos. Está
destinado a Estados Unidos y contiene una revisión de las clases que dicté allí. Lo dedicaré a la
memoria de nuestro amigo, para quien ya estaba pensado cuando él vivía.
Recibí ese número de la «Revista de Investigación Social» que me ha enviado y espero poder
obtener tras su publicación los números subsiguientes que están anunciados.

Hoy ya no le puedo escribir más y le pido a usted y a su mujer aceptar mis mejores saludos.

Suyo,

Gerhard Scholem

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