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INTRODUCCIÓN A LA EXPOSICIÓN
El objeto de mi exposición son algunas de las objeciones propuestas a Descartes por
algunos teólogos y pensadores del momento respecto a su peculiar demostración racional
de la existencia de Dios. Hay que decir que este debate gira en torno a la quinta
meditación, aunque las objeciones y respuestas abarcan todas las meditaciones.
En efecto, la obra de Descartes es un innegable ejercicio de auténtica filosofía, no solo
por su pretensión de alcanzar verdad apodíctica, sino, y yo diría que ante todo, por la
actitud socrática que anima todo su quehacer. Lejos del dogmatismo (que injustamente le
suelen imputar los críticos posmodernos de nuestro autor) el filósofo francés buscó el
diálogo con los grandes pensadores del momento con talante abierto y crítico.
La redacción de las meditaciones metafísicas, que se inscriben en un momento vital de
crisis motivado por la muerte de su hija de cinco años, Francine, dan testimonio, a juicio
de Giovanni Reale, de un ánimo lleno de angustia que explicaría las referencias constantes
a la enfermedad y la debilidad de la naturaleza humana. Tal referencia no debería resultar
baladí a las consideraciones de nuestro curso, puesto que nuestro objeto no deja ser Dios
y el problema del mal, por tanto, no debe pasar desapercibido que la demostración de la
existencia de Dios más argumentada por Descartes tenga este trasfondo vital de
experiencia de la fragilidad de la vida humana, en definitiva de “mal en el mundo”.
Esta obra, meditationes de prima philosophia, fueron enviadas por Descartes a Mersenne
“para que las pusiese en conocimiento de los doctos y recogiese las objeciones de éstos
(de entre las que destaca las de Hobbes, Gassendi – que se recogen en las quintas
objeciones que expondremos- Arnauld y el propio Mersenne), y que se publicarán
definitivamente, junto a las Respuestas del propio autor, en 1641, con un título tan
significativo como el que sigue: meditaciones metafísicas, en las que se demuestre la
existencia de Dios y la inmortalidad del alma. A diferencia de lo que hoy suele ocurrir
en las diversas aportaciones de los estudiosos de la filosofía a la inmensa cantidad de
volúmenes ya existentes, Descartes buscó con afán de autenticidad y fidelidad a la verdad,
el diálogo con los principales autores de su momento, a sabiendas de la recepción crítica
que recibiría.
A esto se objeta una sentencia común que dice que lo infinito en cuanto tal es
desconocido. La cuestión sobre la que pivota la objeción del autor es la que nos viene
acompañando en toda nuestra reflexión en lo que llevamos de curso.
¿Es evidente la proposición Dios existe? Sto Tomás, nos dice el teólogo holandés, ya
anunció que no, y por eso propuso que aunque el conocimiento de que existe Dios está
impreso naturalmente en nuestro espíritu, esto no es claro de suyo, está inmerso en una
profunda confusión -propia de nuestra naturaleza tocada por el pecado- dice Sto.Tomás
(el hombre desea la felicidad pero él no sabe que eso es la beatitudo divina o la comunión
con Dios). De ahí la necesidad de las pruebas de la existencia de Dios por “aspectos
racionales genéricos”.
Dicho esto, objeción que tiene que ver con el conocimiento directo (intuitivo) de la
proposición Dios existe, el autor continúa poniendo objeciones a la cuestión que sigue y
que Descartes en su quinta meditación formuló así: p.84
“debo estar al menos tan seguro de la existencia de Dios, como hasta aquí lo he estado
de la verdad de las demostraciones matemáticas; de suerte que no respugna menos
concebir un Dios al que falta la existencia, de lo que repugna concebir una montaña a la
que falte un valle”
Para enfrentar esta cuestión a la que considera el interlocutor de Descartes como el nudo
de la cuestión, vuelve a acudir a Sto. Tomás, del que sabemos que estableció un diálogo
con el argumento ontológico anselmiano. Encontramos, por tanto, que el teólogo holandés
equipara la proposición cartesiana con el argumento ontológico de s. Anselmo que se
considera explícitamente:
“Dios es aquello cuyo mayor no puede concebirse; ahora bien: aquello cuyo mayor no
puede concebirse implica la existencia; luego Dios, en su nombre o en su concepto
mismo, implica la existencia, y, por tanto, no puede ser ni ser concebida sin ella. ¿acaso
no es este el mismo argumento que el Señor Descartes?
En la pág. 85 se expone la objeción al argumento ontológico tanto de Sto. Tomás ( a pesar
de entender la palabra Dios, de ello no se sigue que la cosa significada con ese nombre
exista en la naturaleza, sino solo en la aprehensión del entendimiento) y la actualización
que hace de esta objeción este teólogo al diálogo con Descartes, y que podemos considerar
el centro de la objeción presentada:
“aunque se conceda que el ser supremamente perfecto implica en un solo nombre la
existencia, en la naturaleza, no se sigue sin embargo que esa existencia, en la naturaleza,
sea algo en acto, sino tan sólo que el concepto o noción del ser supremamente perfecto
esta inseparablemente unido al de existencia”
Una cosa es considerar el concepto de ser perfecto, de lo que se supondría en el concepto,
en el pensamiento, la existencia, y otra distinta que esta se de en acto, es decir,
efectivamente. (existencia como realidad efectiva, como posición)
Es necesario probar, concluye el autor, por otra vía, que este ser existe.
Las páginas terminan con algunas consideraciones sobre el planteamiento cartesiano del
alma y del cuerpo.
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La primera respuesta tiene que ver con las objeciones expuestas sobre que una cosa sea
por sí, y de ahí lo que ha de entenderse bajo el nombre de idea, y que causa requiere ésta.
Descartes aclara que la premisa que el sostiene dice que la idea es la misma cosa
concebida, o pensada, en cuanto está objetivamente en el entendimiento; el teólogo
holandés ha comprendido este estar objetivamente como que el acto del entendimiento
toma la forma de un objeto (refiriéndose a un objeto externo).
La respuesta sigue avanzando hasta centrase en qué sentido Descartes habla de ser por sí,
argumento no comprendido fielmente, a juicio de Descartes, por el teólogo holandés. Es
incuestionable para Descartes que todo lo que existe lo es por una causa, o por sí mismo
como una causa. Un ser por sí es un ser que es por una causa, Dios, que lo es por la
sobreabundancia de su propia potencia (Esto se aclara en otro de los textos propuestos
más adelantes razones que prueban la existencia de Dios; Axiomas o nociones comunes
I. No hay cosa alguna existente cuya causa de existir no pueda ser indagada. Pues del mismo Dios puede
eso indagarse; no porque necesite causa alguna para existir, sino porque la inmensidad misma de su
naturaleza es la causa o razón de que no la necesite”)
A juicio de este autor, este argumento lleva a la conclusión de que de haber esencia de
Dios no puede ser concebida sin la existencia, de suerte que si de haber la esencia, implica
la existencia; pero, y aquí está su objeción, que de este argumento no se sigue que Dios
exista efectivamente.
Continúa el autor asimilando el argumento de Descartes a los siguientes términos: si no
hay contradicción en que Dios exista, entonces es cierto que existe. Lo que este teólogo
le dice a Descartes es que no está claro para todos que no haya contradicción en que
exista.
La otra objeción va en la línea de los límites del conocimiento finito del hombre ¿Cómo
es posible – le dice el interlocutor- observar con claridad y distinción lo que Dios es si él
es absolutamente infinito?
- RESPUESTA
La respuesta de Descartes sigue cada una de las siete objeciones, agradeciendo
previamente las observaciones y declarando no sin cierta autosuficiencia “nada les
oponéis que yo no pueda responder con bastante comodidad” (p.197)
El diálogo sobre el problema que nos ocupa se centra en las páginas 121-123, que debido
a la extensión de nuestra exposición vamos a intentar resumir en sus puntos esenciales.
En un primer momento Descartes aclara que el resumen hecho sobre su argumento y que
hemos leído más arriba no es lo que verdaderamente él dice (el interlocutor parece
introducir la naturaleza de algo, mientras que Descartes habla de la cosa), y lo aclara,
mostrando como la conclusión que él alcanza es que puede afirmarse verdaderamente
que Dios existe, no es igual a la que el autor dice que sostiene afirmamos verdaderamente
que existir pertenece a la naturaleza de Dios.
Descartes continúa aclarando que el argumento que se compara con el suyo (si no es
contradictorio que Dios exista, entonces existe, es así que no es contradictorio, luego
existe) es un sofisma, pues se usa la palabra contradictorio en la premisa mayor en un
sentido (refiriéndose al concepto de causa en suya virtud Dios puede existir) y en la
premisa menor se refiere sólo al concepto de la existencia y naturaleza de Dios. En
definitiva, no estaríamos ante un razonamiento con el que se pueda traducir el argumento
de Descartes.
Por último, aclara que la imposibilidad o contradicción que podemos hallar en nuestros
pensamientos sobre la existencia de Dios procede sólo de ser estos pensamientos
confusos.
Por último vamos a examinar sucintamente las objeciones planteadas por Gassendi sobre
el tema que nos ocupa.
La objeción que más nos interesa destacar, y que a nuestro juicio va en la línea de la que
hará Kant al argumento de S. Anselmo, es la siguiente. A juicio de Gassendi Descartes al
decir: que observada detenidamente la esencia de Dios se hallará evidente la existencia
de Dios (son inseparables), se está introduciendo la existencia como una de las
propiedades, perfecciones, de la esencia (Esto también se sigue del ejemplo del triángulo
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al decir, por Descartes, que la existencia de Dios está implicada en su esencia como del
triángulo rectilíneo que sus tres ángulos valgan dos rectos). Gassendi sentencia que la
existencia en Dios, como en cualquier otro sujeto, no es una perfección, sino algo sin la
cual no puede haber perfecciones (p.258)
La discusión se centra en la decisiva cuestión metafísica de hasta qué punto la existencia
se distingue de la esencia en Dios. Gassendi insiste en que somos libres de considerar a
Dios con todas las perfecciones pero sin la existencia, equiparando la cuestión a la de un
caballo alado. Continúa afirmando que la existencia debe probarse mediante sólidas
razones, no es, por así decir, autoevidente (260).
En la respuesta, Descartes (en la que se puede notar un tono más agrio que en las
respuestas anteriores) insiste en que no ve motivo por el que no pueda concebirse la
existencia como una propiedad en Dios(al mismo nivel que la omnipotencia), pues a él
solo le conviene y solo en él forma parte de su esencia (la existencia necesaria es una
perfección de la idea de Dios). En ningún caso puede ser igualmente considerada la
existencia en Dios que en el triángulo, no tienen la misma fuerza de necesidad.
Descartes en su respuesta niega cometer una petición de principio y acusa a Gassendi de
estar encerrado a en un sofisma.