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Durante principios del siglo XIX, hubo varios intentos de centralizar, formalizar o
establecer una serie de contenidos básicos que puedan regular la tarea docente y de
las escuelas de forma uniforme, pero la mayoría fracasaron y su duración fue
demasiado fugaz.
Con la creación de la Constitución Nacional en 1853, se obtienen nuevas libertades
referido al campo de lo educativo. Como es el caso del Art. 5º de la Constitución
Nacional Argentina, el cual declara, entre varias condiciones, la administración,
ejercicio y goce de manera individual de la educación primaria por parte de las
provincias. Esto quiere decir que el gobierno de las diferentes provincias del territorio
argentino debía hacerse cargo de la propia ejecución de la educación primaria sin
depender de la Nación. Del mismo modo, el Art. 14º, donde se proclaman una serie
de derechos de los que dispondrán los habitantes de la Nación, donde se citan a la
enseñanza y aprendizaje como nuevas libertades de las que se podrán gozar.
Respecto a esto se puede ver que el proceso de secularización se comienza a gestar
en modo progresivo, en donde cada provincia y persona tiene la autonomía de tomar
la educación de manera abierta y libre respecto de la Iglesia o europeos.
En los Colegios Nacionales, otra de las propuestas que sostenía el sistema educativo,
los maestros no eran sujetos con títulos de escuelas Normales, sino que eran
personas letradas, pertenecientes a la elite política del momento, de género
masculino, que formaban a los futuros hombres que ingresaran a la Universidad, para
formar parte del delimitado mundo político del momento. En cambio, los Normales solo
formaban a estudiantes que serian docentes de primaria o, a su vez, de las Escuelas
Normales. En su mayoría eran mujeres las que estudiaban y se recibían, ya que se
asociaba a la imagen de la mujer con una educadora por naturaleza, y el sueldo que
cobraban a comparación de maestros hombres salidos de la misma institución era
muchísimo menor. Birgin (1999, p.41) plantea que hasta el mismo Sarmiento afirmaba
que la educación de las mujeres era un tema económico, que la educación pública
seria más barata con maestras que con hombres docentes. Más allá de los datos no
menores dados, el magisterio resultó ser una salida laboral para muchas mujeres,
convirtiéndose en una de las pocas profesiones a ejercer por ellas sin demasiados
prejuicios.
La función que la escuela primaria cumplía en ese momento era meramente una
función política, como menciona Tedesco (1986, p.61) estando la enseñanza
estrechamente atada a la estabilidad política interna, apartando focos que, persistían
principalmente en el interior del país, de resistencia al gobierno. El docente de escuela
Normal paso a ser un funcionario del Estado, luchando contra el analfabetismo,
ignorancia y antipatriotismo. Los maestros formados en el normalísmo se regían a
través del positivismo, del culto al orden, al método, a la disciplina, a la esteticidad,
moral e higienismo, al patriotismo, el extremismo de prácticas que habían sido
fundadas como educadoras, el aseo y el “hacer lo que las familias no hacen”,
metiéndose casi en la privacidad de esos niños y niñas y de sus hogares, como
señala Beatriz Sarlo (1998, p.62). El higienismo como corriente fue imprescindible en
aquellas escuelas primarias, tanto por la llegada y el hacinamiento del inmigrante
europeo como por los habituales habitantes del pueblo argentino. En el Reglamento de
la escuela Normal de 1876 puede verse la rigurosidad y severidad con la que estos
estudiantes y maestros eran influenciados. Algunos ejemplos tomados pueden ser el
Art. 21, Inciso 2, apartado a y b, donde al estudiante se le pide un certificado médico
comprobando que no padezca ninguna enfermedad o deformidad, y un certificado del
cura y juez de Paz de la parroquia del pueblo en donde acredite su buena conducta,
moralidad y honorabilidad. Además, el Art. 34 y 35 del Reglamento de escuelas
Normales, determina que los maestros y estudiantes tienen prohibida la falta de
respeto a sus superiores y no acatación de órdenes, la presencia de los mismos en
bares, cafés y otros establecimiento de orden inmoral, de no cumplir con la
reglamentación recién nombrada proseguían a retirarle su título de maestro o la
expulsión de la institución.
Camila S. Vázquez
Bibliografía: