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Formación y trabajo docente.

Corrientes hegemónicas del pensamiento pedagógico en


la historia del sistema educativo argentino.

En diferentes etapas del sistema educativo argentino pudieron verse diversos


enfoques, papeles y funciones que los docentes fueron cumpliendo dentro de él,
desde el rol dominante y autoritario del conquistador evangelizador europeo, siendo
también un “transformador de civilización”, un funcionario del estado luchando a favor
de la nueva patria.

En una primer mirada, antes de que se lograse la separación Argentina- España, el


monopolio de la educación era ejercido en su mayoría por sujetos pertenecientes a la
Iglesia o europeos, ya que, como dice Puiggrós (1996, p. 15), eran los únicos que a su
parecer tenían el derecho a educar y enseñar, sintiendo que era su obligación y deber
evangelizar, considerando a la cultura y educación hispana como “superior”, “única” y
“digna” contrapuesta a la de los incomprendidos indígenas latinoamericanos,
ignorantes de la religión católica, leyes y valores españoles. En aquel momento la
enseñanza quedaba a cargo de sacerdotes en conventos, donde se enseñaban
primeras letras. Además de sacerdotes y hombres de la Iglesia existían tutores, los
cuales se dirigían a los hogares de familias acaudaladas para educar a los pequeños
de la casa. Dichos tutores muchas veces no tenían ningún tipo de preparación como
maestros (Birgin, 1999, p.21).

Luego de la disolución del régimen español en el territorio, Argentina logra libertades


respecto a la enseñanza y aprendizaje, donde ya no se veía el monopolio educativo en
manos de la Iglesia o españoles. Se comenzó a instaurar lo que Birgin (1999, p.21)
llama una “pedagogía espontanea”, en donde los docentes a través de saberes
prácticos eran formados por su propia experiencia personal, por ello el nombre de
“maestros empíricos”. Respecto a la entidad que habilitaba a los maestros al ejercicio
de la enseñanza eran los cabildos, proponiendo una serie de requisitos para adquirir el
accionar docente. Debían tener conocimientos básicos de lectoescritura, religión y
moral (Birgin, 1999, p.21). Dentro de los cabildos no daban demasiada atención o
importancia a controlar el pasaje y llegada de docentes a instituciones públicas.

Durante principios del siglo XIX, hubo varios intentos de centralizar, formalizar o
establecer una serie de contenidos básicos que puedan regular la tarea docente y de
las escuelas de forma uniforme, pero la mayoría fracasaron y su duración fue
demasiado fugaz.
Con la creación de la Constitución Nacional en 1853, se obtienen nuevas libertades
referido al campo de lo educativo. Como es el caso del Art. 5º de la Constitución
Nacional Argentina, el cual declara, entre varias condiciones, la administración,
ejercicio y goce de manera individual de la educación primaria por parte de las
provincias. Esto quiere decir que el gobierno de las diferentes provincias del territorio
argentino debía hacerse cargo de la propia ejecución de la educación primaria sin
depender de la Nación. Del mismo modo, el Art. 14º, donde se proclaman una serie
de derechos de los que dispondrán los habitantes de la Nación, donde se citan a la
enseñanza y aprendizaje como nuevas libertades de las que se podrán gozar.
Respecto a esto se puede ver que el proceso de secularización se comienza a gestar
en modo progresivo, en donde cada provincia y persona tiene la autonomía de tomar
la educación de manera abierta y libre respecto de la Iglesia o europeos.

Partiendo el año 1868, Domingo Faustino Sarmiento llega a la presidencia de la


Nación Argentina, siendo un hombre de ideologías fuertes, de luchas internas y
externas y extensos viajes con la investigación como fin financiador, logra crear un
modelo de educación que implementara en su gobernación, la “educación popular”.
Una educación que logre instruir a las masas y formar ciudadanos que alcancen a
cumplir funciones políticas y cuiden y resguarden la patria, podía logarlo a través de la
educación primaria. Para conseguir su ideal necesitaba a personas preparadas
intelectual, moral y estéticamente que lucharan en contra del germen del
analfabetismo y “barbarie” que brotaban en el Estado. El sujeto que incluía dentro de si
todas estas cualidades eran los maestros, pero principalmente los maestros de un
lugar especifico de Estados Unidos.

En 1840, Sarmiento fue encarcelado y expulsado de Argentina por escribir en su diario


El Zonda pensamientos y opiniones en contra del gobernador de Buenos Aires Juan
Manuel de Rosas (Puiggrós, 1996, p. 47). En su exilio en Chile, Sarmiento, fue
enviado a varios países por investigaciones del campo educativo por el presidente
chileno. En uno de esos viajes fue donde quedo impresionado por el tipo de sistema
que utilizaba Estados Unidos para su educación, especialmente en Massachusetts.
Encontró allí una comunidad pequeña, donde el papel de la educación articulada con
la religión protestante era central, viendo en este sistema un exterminador de barbarie
e incentivador de civilización, en el cual el docente tenía el papel de sujeto moralizador
e idóneo, interesado por el bien del Estado, un civilizador por excelencia.

En el momento en que llegó a la presidencia, Sarmiento no dudo en que la educación


popular era el gran cambio, articulado con la propagación de la inmigración de países
europeos del norte, propagadores de la buena cultura y civilización, y el exterminio del
ser indomable e imposible de educar, que a su parecer, era el Indio, eran los tres ejes
principales para la extinción de la barbarie en el Estado y la conformación de la
Nación.

La profesión docente debía ser formalizada, para crear un “cuerpo de agentes


homogéneos” (Birgin, 1999, p.23) que llevaran adelante la educación primaria del niño,
educación que cumpliría un papel civilizador y homogeneizador del pueblo. En 1870,
fue creada la Escuela Normal de Entre Ríos, futura reclutadora, reguladora y
formadora de los primeros maestros profesionales de la historia Argentina, siendo la
primera de tantas escuelas que después se irían fundando en todo el país. El modo en
la que serian instruidos los futuros docentes de las escuelas Normales era en aquella
visión idealizada que Sarmiento había experimentado en Estados Unidos. Traer
maestras de aquel pueblito de ensueño en Massachusetts, con la condición de que en
cuatro meses estas docentes aprendieran el idioma español y propagaran su cultura,
era el primer paso que llevaría al éxito su propósito civilizador en el que consistía la
escuela Normal. “El magisterio se transformó en una profesión de estado signada por
la oposición sarmientina de „civilización o barbarie‟” dice Birgin (1999, p.23). El
normalísmo poco a poco iría apartando a los “maestros empíricos” sin formación.

En los Colegios Nacionales, otra de las propuestas que sostenía el sistema educativo,
los maestros no eran sujetos con títulos de escuelas Normales, sino que eran
personas letradas, pertenecientes a la elite política del momento, de género
masculino, que formaban a los futuros hombres que ingresaran a la Universidad, para
formar parte del delimitado mundo político del momento. En cambio, los Normales solo
formaban a estudiantes que serian docentes de primaria o, a su vez, de las Escuelas
Normales. En su mayoría eran mujeres las que estudiaban y se recibían, ya que se
asociaba a la imagen de la mujer con una educadora por naturaleza, y el sueldo que
cobraban a comparación de maestros hombres salidos de la misma institución era
muchísimo menor. Birgin (1999, p.41) plantea que hasta el mismo Sarmiento afirmaba
que la educación de las mujeres era un tema económico, que la educación pública
seria más barata con maestras que con hombres docentes. Más allá de los datos no
menores dados, el magisterio resultó ser una salida laboral para muchas mujeres,
convirtiéndose en una de las pocas profesiones a ejercer por ellas sin demasiados
prejuicios.

La función que la escuela primaria cumplía en ese momento era meramente una
función política, como menciona Tedesco (1986, p.61) estando la enseñanza
estrechamente atada a la estabilidad política interna, apartando focos que, persistían
principalmente en el interior del país, de resistencia al gobierno. El docente de escuela
Normal paso a ser un funcionario del Estado, luchando contra el analfabetismo,
ignorancia y antipatriotismo. Los maestros formados en el normalísmo se regían a
través del positivismo, del culto al orden, al método, a la disciplina, a la esteticidad,
moral e higienismo, al patriotismo, el extremismo de prácticas que habían sido
fundadas como educadoras, el aseo y el “hacer lo que las familias no hacen”,
metiéndose casi en la privacidad de esos niños y niñas y de sus hogares, como
señala Beatriz Sarlo (1998, p.62). El higienismo como corriente fue imprescindible en
aquellas escuelas primarias, tanto por la llegada y el hacinamiento del inmigrante
europeo como por los habituales habitantes del pueblo argentino. En el Reglamento de
la escuela Normal de 1876 puede verse la rigurosidad y severidad con la que estos
estudiantes y maestros eran influenciados. Algunos ejemplos tomados pueden ser el
Art. 21, Inciso 2, apartado a y b, donde al estudiante se le pide un certificado médico
comprobando que no padezca ninguna enfermedad o deformidad, y un certificado del
cura y juez de Paz de la parroquia del pueblo en donde acredite su buena conducta,
moralidad y honorabilidad. Además, el Art. 34 y 35 del Reglamento de escuelas
Normales, determina que los maestros y estudiantes tienen prohibida la falta de
respeto a sus superiores y no acatación de órdenes, la presencia de los mismos en
bares, cafés y otros establecimiento de orden inmoral, de no cumplir con la
reglamentación recién nombrada proseguían a retirarle su título de maestro o la
expulsión de la institución.

El normalismo se transformó en una corriente político-pedagógica, esencial para la


creación de los sistemas educativos y la construcción del nuevo Estado moderno que
sería Argentina. La escuela Normal fue el paso que la docencia debía dar para pasar
de ser una profesión de connotación libre a una profesión del Estado, cumpliendo el
docente un papel de funcionario, de un representante de la Nación. El contar con un
salario fijo. La oportunidad para muchas mujeres de una salida laboral digna. El ser
docente era ser un diplomado, era una salida con estudio a parte del Colegio Nacional
que solo habilitaba para la elitista Universidad de finales del siglo XIX y principios de
siglo XX. La escuela Normal fue tan efectiva que su duración fue de cien años en la
historia del país. Con corrientes no positivistas, espiritualistas, como lo fueron la
escuela nueva, donde la pedagogía toma un giro radical, poniendo al niño en el centro
del aprendizaje, lo que Carli (2002, p. 194) llama la “autonomía Infantil”, como el caso
de Olga Cossettini, "las escuelas Fabricas" en los años de peronismo, y otras
alternativas a parte de los colegios Nacionales, el monopolio del que gozaba la
escuela Normal y el Estado, al instruir y mantener a los maestros y maestras dentro
de los salones de las escuelas primarias y Normales se fue perdiendo de a poco.
Perdió definitivamente su derecho de ser la única propuesta pedagógica vigente con la
llegada de los profesorados (terciarios) y la vía universitaria hicieron desaparecer por
completo, en 1970, a las Escuelas Normales.

Poseyendo el monopolio de los títulos de la docencia por casi un siglo, la Escuela


Normal fue un hito, no solo dentro del sistema educativo, sino en todo el país, siendo
funcionarios del Estado, formando docentes autoritarios, con personalidad bien
definida, de buenas conductas, formador de ideas morales, el higienismo y el respeto
como bandera, y el nacionalismo y patriotismo como el emblema de su nombre y
acciones, creándose un nombre propio, formando así al ciudadano del Estado.

Camila S. Vázquez
Bibliografía:

BIRGIN, Alejandra (1991) El trabajo de enseñar. Troquel. Buenos Aires. Capítulo 1:


“La configuración del trabajo de enseñar: de profesión libre a profesión de Estado”.

CARLI, Sandra (2005) Niñez, pedagogía y política. Transformaciones de los discursos


acerca de la infancia en la historia de la educación argentina entre 1880 y 1955.
Buenos Aires: Miño y Dávila. Capítulo: “La autonomía del niño en las experiencias
educativas. Yrigoyenismo, escuela nueva y democracia, 1900 – 1945”.

FUENTE Nº 1: Reglamento de la Escuela Normal de 1876.

PUIGGROS, Adriana (1996) Qué pasó en la Educación Argentina, Desde la Conquista


hasta el Menemismo. Kapelusz, Bs. As. Capitulo: “Cultura y educación en la colonia” y
“Civilización o Barbarie”.

SARLO, B. (1998) La máquina cultural. Ed. Ariel. Cap. 1.

TEDESCO, Juan Carlos (1986) Educación y Sociedad en Argentina (1880 – 1945).


Solar, Bs. As. Capítulos 3 y 4.

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