Nueva Época, Año 5, Nº 46 Enero de 2019

Vivir en el Teul

Vivir en el Teul

Haciendo bien las cosas pequeñas

podrán realizar cosas grandes:
Teódulo Valdez Pargas

"¡Un teulense nunca se raja!":

Juvenal Rivas Zacarías

Huida al Norte de Lauro,

custodiando la Soberana
Convención

El libro de la vida: Cuidar la

alegría como primer deber del
maestro

! !
Vivir en el Teul es vivir en primer
mundo. Te levantas a la hora que
quieres, tus horarios nos lo rige nadie,
todo mundo es dueño de su propio
tiempo. Caminas por la calle con la
mínima preocupación que
eventualmente pase un vehículo, tal vez
pueda ser un caballo con su dueño
orgulloso de él. En el mejor de los casos
vas por una calle peatonal.
Aquí se respira tranquilidad, paz,
coordialidad, educación. La gente
comparte el saludo, es amable, tu casa
se mantiene abierta con la seguridad que
nadie pasará, si no es para ofrecerte
unas gorditas de horno, unos tamalitos,
un ponche o tal vez para preguntar “¿No
se brincó mi gallo?”.
Es una tierra entre dos ríos,
cascadas, bosque, caminos, veredas,
vacas, pastizales, sierra de pinos palos
colorados, robles y encinos. De
cualquier casa que salgas, caminas diez
minutos y ya estás en el campo, en
algún camino vecinal o en medio de un
terreno de cultivo. Tenemos la vida
Director fundador: Javier Chávez Rivas.
Director: Hugo Ávila Gómez
! ! ! ! En internet: https://www.facebook.com/elteulense
! ! ! ! !
Vivir en el Teul
natural al alcance de unos breves pasos.
Basta con quererlo y somos dueños de
la armonía de los elementos naturales,
para ser disfrutados con la plenitud de
todos los sentidos.
Sus calles, en general limpias,
son amplias, con una arquitectura
colonial sobria, transmiten una
personalidad de serena elegancia y buen
gusto, hechas por nuestros mayores para
realizar el trabajo sin tensiones y
disfrutar de la quietud del descanso y la
buena convivencia. Un pueblo hecho
para el buen vivir con sus casas amplias,
altas, ventiladas y térmicas por el adobe
que es cálido, en tiempo de frío, y
fresco, en tiempo de calor. Un pueblo
que ha sabido labrar con tesón,
creatividad, dignidad y coraje una
historia valiosa, y de ello son testigos
sus casas, templos, museos,
documentos, monumentos y personas
que cuidan el pasado.
Tierra de gente ilustre que ayudó
a cambiar los destinos de este país en
batallas contra españoles, franceses,
conservadores y tiranos. Otros muchos
también han dejado una huella valiosa
destacando en campos como la cultura,
la política, la industria, el comercio y la
academia.
Sí, así es este pueblo donde los
perros y sus habitantes gozan de la
serenidad de sentirse libres, lejos del
ajetreo urbano que libra desgastantes
Nº 46, Enero de 2019 2
RENÉ GODOY CASTAÑEDA
batallas por ganarse la vida, la fama, la
seguridad y la estabilidad en la
existencia. Acá no existen limosneros.
Los alimentos son frescos y todavía
podemos encontrar muchos sin
productos químicos. Mucho de lo que se
come en este pueblo es producto del
trabajo campesino y ganadero de la
región: carne, leche, huevos, frutas,
verduras, queso, requesón, panela,
jocoque, miel pura. Y también
aprovechamos aquello que nos regala la
naturaleza, como los nopales tiernos,
corazones, hongos, verdolagas, quelites,
tomates, pisicas, manzanillas, miel
silvestre.
Otro placer provechoso es subir
al Cerro del Teul, a la cueva, donde
habitaron los teules, hoy rescatadas sus
ruinas arqueológicas más antiguas que
Tenochtitlan. Aquí moraron y aquí
pelearon hasta no quedar uno frente a la
invasión española.
Hay mucho que hacer y mucho
lo que ofrece este pequeño pueblo de
clima excepcional y gente cálida. Si
sabemos acomodarnos a las
circunstancias y aprovechar todo el
potencial de un pueblo que lo tiene todo
para ser felices, aquí la vida es perfecta.
Teul: lugar de dioses.
3 Nº 46, Enero de 2019
Haciendo bien las cosas pequeñas podrán
realizar cosas grandes (*)
Q
¿ ué es la vida? La vida es un
camino que recorremos persiguiendo
el brillo de la felicidad. Las principales
acciones del ser humano, sus luchas
más fuertes y sus mejores días los
dedica a conseguir ser feliz. Dios hizo
a la persona para alcanzar la felicidad.
Hizo las cosas para la felicidad del
hombre. Dios hizo a la pareja, hombre
y mujer, para que juntos encuentren la
felicidad. Dios quiso que todos
tuviéramos un buen camino para
disfrutar el triunfo de tener un corazón
tranquilo y en paz. La felicidad se
logra recorriendo ese buen camino que
nos trazó Dios. La felicidad no se
compra. Nunca se te ocurra comprar la
felicidad. Así no es la cosa.
Llegué a esta escuela
Preparatoria "González Ortega" en
1984. He tenido muchos alumnos.
Ahora son profesionistas, la mayoría.
Otros no tienen título universitario,
pero son gente de bien. Estoy
orgulloso de mis alumnos, los
profesionistas y los no profesionistas,
porque trabajan duro, son buenas
personas y así apoyan a la patria y
hacen por su familia.
Observo en todos estos años
una lucha. Mis alumnos, mis
compañeros profesores y yo, siempre
hemos querido ser mejores. Siempre
hemos buscado el bien de nuestros
semejantes. Ahora que dejé el gis, me
siento a ver el camino recorrido y me
da un gusto dentro de mí. Un gusto
grande. Porque no fue en vano mi
lucha, la de mis compañeros maestros
y la lucha de mis alumnos. Y no fue en
vano porque hemos hecho las cosas
con buena voluntad y con el interés de
servir. Hemos trabajado y estudiado
con el corazón limpio. Sin ningún otro
interés más de que querer superarnos y
ayudar en la superación de los jóvenes.
Y cuando se vive con el corazón
TEÓDULO VALDEZ PARGAS
limpio la lucha no es en vano. Tengo
esa satisfacción.
A pesar que dicen que los
maestros no trabajan, puedo asegurar
que ser maestro no es fácil, es una de
las profesiones más sufridas porque la
sociedad espera mucho de nosotros,
recibimos poco apoyo, somos mal
pagados y a veces no se ve lo que
hacemos en el salón de clases o en el
trabajo de todos los días. Lo que más
se nota son los errores del magisterio.
Pero no te puedes equivocar porque
todo mundo lo nota. Y las cosas que
hacemos bien muchas veces son
invisibles.
Pero este día no es de
lamentaciones. Quiero hablar del
espíritu de que está hecho el maestro.
Quiero hablar de la vocación de
enseñar. ¿De dónde surge surge ese
espíritu? ¿Dónde nace esa vocación?
Cuando alguien es profesor y dedica
su vida al magisterio, yo pienso que es
la manera como una persona se decide
a seguir ese camino de luz donde
piensa hallar la felicidad. Yo busqué
ser feliz en la escuela. Eso mismo
hacen mis compañeros. Ahora que ya
no voy a la escuela, me he sentado a
pensar qué encontré en la escuela, qué
alimentó mi gusto por enseñar. Y creo
que es eso: el deseo de perseguir la
felicidad. Ahí nace el espíritu y la
vocación de enseñar. Y puedo decir
ahora: mis afanes no fueron en vano.
pasa pág. 4

! !
viene de pág. 3
Haciendo bien las cosas pequeñas podrán realizar
cosas grandes
Mis canas me dan el derecho
de decir tres cosas a mis alumnos:
1) Háganle caso a su corazón,
sigan sus emociones, hagan lo que les
guste hacer. Elijan por placer una
profesión, un trabajo, un oficio, un
matrimonio. Busquen siempre lo que
les ayudará a alcanzar los anhelos de
su corazón. El tiempo pasa rápido y si
no hacen caso a los deseos de su
corazón, si no buscan luchar por su
sueños, más adelante se van a
arrepentir. Luchen por sus sueños.
Sueñen y vivan sus sueños. Sin miedo.
2) Los maestros son un
apoyo, no son sus enemigos. Tenemos
fallas, como todas las personas, pero
los maestros estamos para facilitar que
ustedes crezcan en la vida. Por eso les
pido a mis alumnos que se acerquen a
sus maestros. Pídanles que los apoyen,
que los ayuden y que los guíen por el
buen sendero, ese que lleva a la
felicidad y a la realización personal.
Es más, no les pidan, sean alumnos
exigentes. Exigentes, primero, con
ustedes mismos. No se contenten con
hacer las cosas a medias. Sean
exigentes en lo pequeño: en levantarse
temprano, en llegar a tiempo a clases,
en poner atención en clases, en hacer
todas sus tareas, en hacer bien todos
sus deberes.
Haciendo bien las cosas
pequeñas podrán realizar cosas
grandes. Tengan metas en la vida y
luego luchen por cumplirlas. Y sean
exigentes con sus maestros: háganles
! ! ! ! !
preguntas, pregunten mucho;
preguntar es señal de tener hambre de
conocimiento. Exíjanles que den todo
su conocimiento y toda su
experiencia. Y, por favor, dejen de
exigir que terminen pronto las clases,
que haya horas libres o salir pronto al
recreo o que no haya clases. Esa
exigencia es de personas que no
quieren luchar por sueños y no saben
escuchar su corazón. Exijan lo que
lleva a la verdadera felicidad y al
éxito en la vida. Que no se les olvide,
mis estimados alumnos.
3) También les pido que sean
felices. Busquen la felicidad que está
en el trabajo honrado, en la amistad,
en servir a los demás, en tener una
convivencia en paz con todo mundo.
Sean felices sin querer aparentar lo
que no son. A veces la gente se enreda
buscando dinero, posesiones, tener
buenos carros y demás cosas de lujo,
pero sólo para presumir. Puedo
decirles, con toda humildad y con toda
mi sinceridad, que no es el dinero, que
no son las pertenencias las que llenan
de corazón de paz, de felicidad y de
alegría. Estoy hablando de la paz, la
felicidad y la alegría verdaderas, esas
que no se compran con dinero, pero
que están al alcance de todo mundo.
Estimados alumnos: háganle
caso a su corazón, descubran sus
sueños, luchen por ellos. Busquen
apoyo en sus profesores, dejen de
perder el tiempo y hagan el mejor
equipo con su familia, con sus
maestros y con sus compañeros.
Nº 46, Enero de 2019 4
Hagan cosas valiosas, que les
permitan dejar huella positiva. Vivan
la vida con tranquilidad, hagan cosas
de las que después no tengan que
arrepentirse y si equivocan, tengan el
valor de reconocerlo y, con humildad
y coraje, corrijan el camino. Busquen
el buen vivir, cooperen con sus
mayores, sean felices sin dañar a
nadie.
Esto que yo les digo no lo
sabía cuando tenía su edad. Son cosas
que se aprenden en el sendero de la
vida. Uno va aprendiendo con el paso
de los años. Y quedan como
experiencia al final de un camino o
cuando se alcanza ciertad edad.
Esa experiencia mía la
comparto hoy con ustedes. Muchas
gracias a todos.
Teul de González Ortega,
Zac., 21 de enero de 2019
_______ . ______
(*) Palabras que fueron escritas por el
profesor Teódulo Valdez Pargas, y que
serían leídas en la ceremonia de su
Última Lección. Lamentablemente, no
tuvo tiempo, falleció el jueves 17 de
enero, cuatro días antes.
5 Nº 46, Enero de 2019
“¡Un teulense nunca se raja!”: Juvenal Rivas
Zacarías
Cada persona es un misterio, creía
Gabriel Marcel. Es decir, la dignidad
de la gente no se revela por completo al
entendimiento humano. La dimensión
espiritual del ser humano no es
accesible por completo al lenguaje.
Nadie puede decir la última palabra o
la verdad completa sobre alguna
persona. A lo más, podemos hacer
aproximaciones, afirmaciones siempre
limitadas que no alcanzan a reflejar
enteramente la profundidad real de un
ser humano.
En todos los casos en que
queremos hacer la descripción de
alguien, nos tenemos que conformar
con acercamientos, roces verbales con
la realidad, que no son más que tanteos
temblorosos que buscan describir la
complejidad y anchura del ser de una
persona. Siempre nos quedaremos con
la sensación de fracaso, porque ese
misterio que es la persona, se torna
inaccesible a los intentos de lograr la
verdad de una existencia.
El martes 15 de enero de 2019,
falleció Juvenal Rivas Zacarías, en la
ciudad de México, lugar donde residió
la mayor parte de su vida. Él nació en
el Teul de González Ortega, fue hijo de
Aurelio Rivas Flores y de María
Asunción Zacarías Magallanes. Su
abuelo materno, Brígido Zacarías,
participó en la Revolución Mexicana y
alcanzó el grado de Capitán en el
Ejército Constitucionalista de don
Venustiano Carranza. Su tío Raúl
Zacarías, hijo de Brígido, fue un
profesor rural, muy querido en la
región del Teul y Santa María de la
Paz. Fue fundador de la escuela
primaria federal “Lauro G. Caloca”.
Sus hermanos fueron Gustavo,
Abel, Adauco, Eladio, Angelita y José
de la Luz. En un primer matrimonio,
don Aurelio Rivas Flores tuvo como
hijos a María Concepción, Tomasa,
Aurelio, Nicandro, Alfonso, Genaro,
todos de apellidos Rivas Tovar, medios
hermanos también de Juvenal.
Al morir su primera esposa,
Don Aurelio se casó con doña
Asunción Zacarías, de cuya unión
nacieron Juvenal y sus cinco hermanos
y una hermana, Angelita.
Realizó sus estudios en la
escuela primaria Ignacio Ramírez.
Adolescente todavía, abandona su
pueblo natal para estudiar en la Escuela
Normal Rural “Matías Ramos”, más
conocida como la Normal de San
Marcos, por haberse establecido en la
hacienda de ese nombre, en el
municipio de Loreto, Zacatecas. Ahí
obtiene el título de profesor de
educación primaria.
A los pocos meses de su primer
nombramiento, decide estudiar la
carrera militar. Participa en el concurso
de selección y logra inscribirse para
cursar sus estudios en el Heroico
Colegio Militar. Ahí mostró y
desarrolló grandes cualidades y una
voluntad inquebrantable que lo
h i c i e r o n d e s t a c a r, t a l e s c o m o :
tenacidad, dedicación, esfuerzo,
determinación e inteligencia.
Estas virtudes hicieron que
lograra obtener el grado de Sargento
Primero de Cadetes, un grado que
recibe solamente uno de cada 150
estudiantes del Colegio Militar.
2
Estas cualidades, agregadas a su
valor, su destreza física, su habilidad
para enfrentar las circunstancias, su
agilidad atlética y su resistencia
corporal, hicieron que Juvenal Rivas
Zacarías obtuviera el primer lugar de
aprovechamiento de toda su
generación.
Asimismo, en las competencias
de box él siempre resultaba campeón.
También fue el número uno con los
guantes. Esta fama bien ganada en el
terreno deportivo y parte de la
formación del militar, se mantuvo por
mucho tiempo entre las generaciones
que egresaron del Heroico Colegio
Militar.
Por sus méritos fue llamado a
formar parte del Estado Mayor
Presidencial. Integró el selecto grupo
de militares que forman parte de la
ayudantía del presidente de la
República, cargo al que se accede
después de haber tenido méritos en la
carrera militar y con un riguroso
proceso de entrenamiento y formación
para cuidar de altos funcionarios. El
protocolo establecía que el primer
mandatario de la Nación entrevistara
personalmente a cada candidato. Don
Luis Echeverría Álvarez confió en
Juvenal y lo llamó a su servicio durante
los seis años que duró su mandato.
Sus virtudes profesionales y su
capacidad como militar, lo hicieron
merecedor de recibir la medalla de la
Orden y el facsímil del sable del
Libertador San Martín que otorga la
República de Argentina a los cadetes
que obtienen el primer lugar al término
de sus estudios. pasa a la pág. 6

! !
viene de pág. 5
“Un teulense nunca se raja”: Juvenal Rivas Zacarías
Ya con el grado de Capitán,
ingresó a la Escuela Superior de
Guerra. Juvenal, con ardor juvenil y un
sentimiento de altivez, buscó
nuevamente ser el mejor de su clase.
Exageró en su entrega. Comía mal,
tomaba pastillas para resistir el sueño
y, por tanto, sus horas de dormir eran
pocas. Sólo le importaba su carrera y lo
movía el deseo de ser el primero.
Estuvo cerca de serlo, pero su principal
competidor era un genio, de esas
personas que devoran libros con
enorme facilidad y en poco tiempo.
Juvenal no alcanzó la cima que se
propuso. Esta forma compulsiva de
superación hizo que su salud se
deteriorara y el resultado fue la
enfermedad, de modo que tuvo serios
problemas de salud mental, lo que
perjudicó el resto de su carrera en el
servicio militar.
Juvenal fue un hombre
pretensioso, le gustaba jactarse de sus
méritos y de sus logros. Decía que era
el mejor. Y, ciertamente, tuvo logros y
le gustaba pregonarlos. No alardeaba
nomás porque sí. Le gustaba presumir
sus éxitos. Con esa actitud llegaba al
Teul, y sus paisanos, sin conocer sus
antecedentes, sus merecimientos
profesionales y el prestigio que una vez
tuvo en el Colegio Militar y en el
Estado Mayor Pres idencial, lo
ignoraban y no daban importancia a sus
desplantes. Cuando mucho, lo más que
le reconoció la gente del pueblo fue el
hecho de ser integrante de las Guardias
Presidenciales de Luis Echevería.
En los últimos años que
regresaba a visitar al Teul, su tierra, lo
conocimos como un hombre de palabra
arrebatada, de ideas desordenadas,
arrogante, que tuvo dificultades con sus
! ! ! ! !
familiares (a quienes en su mejor época
les apoyó con la generosidad de que
fue capaz), irrespetuoso en algunos
casos y que, a contrapartida de la
usanza militar, vestía descuidadamente,
como un lugareño cualquiera, con
sencillez, lo que, en opinión de algunos
colegas militares, era un hombre que
descuidaba su presencia física.
Existe una faceta de su vida que
pocos conocemos. Esa parte ignorada
nos la revela el General Juan Antonio
Núñez Núñez, hijo de don José Santana
Núñez Sarabia, quien nos confiesa que
Juvenal lo orientó e impulsó a que
ingresara al Heroico Colegio Militar.
Cuando Juan Antonio era
cadete, nos comenta sin falsa modestia
el ahora General Núñez, que hubo
algunos momentos que le pesó
demasiado la disciplina militar. Llegó a
pensar en abandonar los estudios en ese
plantel militar. Pero siempre estuvo ahí
el Capitán Juvenal Rivas para animarlo
y decirle con esa voz grave que lo
caracterizaba: “Un teulense nunca se
raja”.
Con el tiempo, el cadete Núñez
alcanzó la distinción de integrar la
escolta titular del Heroico Colegio
Militar. Un día, al término de una
ceremonia en Palacio Nacional, se
encontró con el Capitán Juvenal Rivas.
Con un dejo de altivez, clava en el
pecho del cadete su dedo índice de la
mano derecha y le dice:
“Mi Santanón: No sabía que
eras de la escolta. Felicidades. Yo no
pude ser de la escolta, pues por mi
estatura no calificaba, pero estoy en la
Ayudantía del Presidente de la
República. Espero que también tú un
Nº 46, Enero de 2019 6
día seas Ayudante del Presidente, cosa
que no es nada fácil, nada fácil”.
Así era el Capitán Juvenal
Rivas, vanidoso y solidario, petulante y
amistoso. Este hombre contradictorio
fue un apoyo importante en la vida del
joven cadete Juan Antonio Núñez. Lo
animó en los momentos precisos,
cuando el peso de la realidad es
aplastante. Y ahí supo llegar el paisano,
el amigo, para decir la palabra precisa,
para levantarlo de la fría y pesada losa
del desaliento. En buena medida,
gracias al Capitán Juvenal Rivas se
salvó una carrera militar y quien sabe
cuántas más, de las que no tenemos
testimonios. Con el paso del tiempo,
aquel joven alumno del Colegio
Militar, alentado por el Capitán Rivas,
también ingresó a la Escuela Superior
de Guerra, fue parte de la Ayudantía
del Presidente de la República y
alcanzó el grado de General Brigadier.
Fue un caso donde en que por
azares del destino, el alumno superó a
su maestro. Y se trata de un alumno
agradecido, que recuerda y reconoce
con honestidad, a quien fue un
importante pilar en su carrera.
Cuando José Guadalupe
Cervantes Corona fue diputado en el
Congreso de la Unión, el Capitán
Juvenal Rivas Zacarías, fue su
suplente. Por lo visto, don Guadalupe
también le tenía gran estima y
confianza.
Una de las gestiones del Capitán
Juvenal, fue la donación de un buen
dote de máquinas de escribir y mesas
para las mismas a la escuela
Secundaria del Teul, “Gral. Jesús
González Ortesga”. pasa a la pág. 7
 7 Nº 46, Enero de 2019
Cuando el gobierno de la Soberana
Convención de Aguascalientes fue
asediado por las tropas carrancistas en
la ciudad de México, se vio la
necesidad de abandonar la sede de los
representantes de las fuerzas
revolucionarias que derrotaron a
Victoriano Huerta y electos en octubre
de 2014. Al mismo tiempo, hubo
diferencias entre el presidente Eulalio
Gutiérrez y el general Francisco Villa.
Así las cosas, el gobierno
convencionista no podía permanecer
más en la ciudad de México. Era enero
del año de 1915.
En un viejo restaurante
ubicado cerca del Parque Chapultepec
el general Eulalio Gutiérrez convocó a
los generales Isabel Robles y Lucio
Blanco y al coronel Lauro G. Caloca
para deliberar hacia donde debería
partir el gobierno de la Convención
Soberana. Los generales coincidieron
en que el Norte era más conveniente,
pues ya conocían esos terrenos. Había
que instalarse en San Luis Potosí,
estado en donde el presidente Eulalio
Gutiérrez había sido gobernador
cuando triunfó la causa
constitucionalista.
Lauro no estuvo de acuerdo.
Les hizo ver que la historia enseñaba
que huir al norte había sido el fracaso
de los militares. Ahí estaba el caso de
Huida al Norte
Antonio López de Santana, José María
Morelos, Ignacio Zaragoza, Miguel
Hidalgo. Los tramos son muy largos y
no hay ejército que los soporte sin
recursos, y menos combatiendo.
Agréguenle que son regiones
desérticas, sin agua. Eso complica más
las cosas. Para completar su crítica,
propuso que lo mejor era refugiarse en
el sur, haciendo fuerza con el ejército
de Emiliano Zapata. Eso implicaba un
desagaste mucho menor y tenía la gran
ventaja de doblar la resistencia de los
revolucionarios al unir sus contingentes
on los del caudillo del sur.
No le hicieron caso. El
movimiento revolucionario estaba
dividido. Eulalio Gutiérrez decidió
marchar por su cuenta. Abandonó su
cargo en la Soberana Convención. Por
su parte, Lauro G. Caloca y su
hermano José, decidieron permanecer
cerca del gobierno convencionista. Que
fue obligado a replegarse por el avance
de las fuerzas carrancistas. No sólo ya
no podían quedarse en la ciudad de
México; el centro del país era ya
inseguro. Tuvieron que dejar también
la ciudad de Toluca. El presidente de la
Convención era el abogado Francisco
Lagos Cházaro Morteo. Él y sus
secretarios de Estado discutieron a
dónde había que emprender la retirada.
Estaban asentados provisionalmente en
el pueblo de Ixtlahuaca de Rayón, en el
Estado de México, y ahí nuevamente
Lauro insistió en que era un error
marchar hacia el norte. Y dio sus
razones. Propuso que era mejor hacer
alianza con el ejército zapatista y, por
tanto, lo más conveniente era
resguardarse en el sur. De nueva cuenta
su voz fue desoída.
2
Partieron rumbo al norte al
mando del general Benjamín
Argumedo y después de varios
combates fueron derrotados en San
Luis Potosí. La huida prosiguió por
sierras, barrancas, llanos y desiertos.
Sin dinero, con poco armamento y
comiendo muy mal, la columna de
Lauro G. Caloca se redujo a 1,500
combatientes. Su última batalla fue en
Tula, Tamaulipas. Un perfecto desastre.
El ejército que dirigía Lauro se
dispersó completamente.
Quedó un pequeño grupo de
13 personas en compañía de Lauro. En
su huida fueron a dar al cerro de Peña
Nevada. Por un tiempo se refugiaron
en cuevas, barrancas, peñas, abajo de
los árboles. Pero había que comer. En
una de las ocasiones en que bajaron a
una población para buscar comida,
fueron detenidos por tropas
carrancistas. Los trajeron de
campamento en campamento, en
cárceles miserables. Soportando
ofensas, humillaciones y malos
tratos.________________________
viene de pág. 6
¡Un teulense nunca se raja!
En esas máquinas aprendieron
mecanografía muchas generaciones de
estudiantes. Y, a la fecha, todavía se
siguen utilizando.
Hubo también otros gestos de
solidaridad de Juvenal Rivas para con
su pueblo. Esas acciones mostraron
que le tenía aprecio a su tierra. Es
bueno que siempre tengamos presente
que para el Capitán Juvenal Rivas
Zacarías, el recuerdo del Teul, el amor
por su tierra y sus paisanos, fue algo
que siempre llevó en su corazón.

! !
Cuidar la alegría como primer deber del profesor
En el año de 1953 se me acercó el
profesor Pablo Ramírez, director de la
Escuela de Niños, y me dijo: “Lupe, ya
sabes escribir a máquina, aprendiste
algunas cosas en la Academia PAL, ya
puedes servir como maestro. Además
te gusta la música, te gusta cantar, te
gusta tocar la guitarra. Todo esto
ayudará para que te guste la escuela y
para que seas buen profesor”.
Entré como practicante. Yo
tenía 22 años y no sabía nada acerca de
cómo se enseñaba. Pero mi caso era el
todos los maestros de ese tiempo.
Saliendo la primaria empezaban a dar
clases. Todos empezábamos verdes en
el oficio de la enseñanza. Ya con el
tiempo iba llegando la experiencia y
luego asistíamos a estudios
especializados para ganarnos el título
de profesor de primaria.
Me tocó la época en que ser
profesor quería decir enseñar a los
niños a leer, a escribir, a hacer cuentas,
a adquirir nociones de civismo, a
respetar a sus mayores, a conocer la
historia y la geografía de la patria.
También se enseñaba a hacer algunas
manualidades: las niñas tejían y
bordaban, y los niños trabajaban la
madera para hacer una artesanía o
algún objeto de utilidad en la casa.
También se ponían a hacer dibujos o
pinturas, o cinturones con hilaza o
monos de barro.
Todo era disciplina en la
escuela donde me correspondió
estudiar como alumno y aprender a
enseñar como maestro. Los niños no
tenían derecho de protestar o
cuestionar las decisiones de los
! ! ! ! !
EL LIBRO DE LA VIDA
J. GUADALUPE ÁVILA RIVAS
profesores. En clases debían
permanecer callados y solamente la
autorización del maestro podía sacarlos
de su silencio. Por supuesto que tenían
derecho a decir su palabra. Levantar la
mano era la señal de que tenían una
una duda, una pregunta o alguna
necesidad particular. La escuela de mi
tiempo acostumbraba ese orden.
Conmemorábamos todas las
fechas importantes para la patria. En el
Teul se han acostumbrado cuatro
desfiles durante el año: 16 de
septiembre, 20 de noviembre, 24 de
febrero y 5 de mayo. La celebración
consistía en portar el uniforme de la
escuela (algo muy sencillo: pantalón y
camisa, los hombres; blusa y falda, las
mujeres), acudir a un desfile, marchar
por las calles del centro del pueblo y
terminar con una ceremonia cívica en
la Plaza de Abajo, en donde
realizábamos un festival compuesto
por el discurso oficial, declamaciones
individuales o corales, bailables y en el
caso del 20 de noviembre
componíamos una tabla rítmica,
pirámides humanas o sencillos
ejercicios de gimnasia.
También me tocó una época
donde los castigos eran severos. Lo
mismo en la casa que en la escuela. No
se toleraba el error o la falta a la
disciplina. El profesor estaba
autorizado a usar la violencia física
para corregir las faltas de los
estudiantes. Al iniciar la jornada
escolar revisábamos las manos, que las
trajeran limpias y las uñas bien
recortadas. El alumno que no
cumpliera con las normas de higiene
Nº 46, Enero de 2019 8
era merecedor de unos buenos reglazos
en la mano. Lo mismo les pasaba a
quienes no hicieran la tarea, no
supieran dar respuesta correcta a las
preguntas del profesor. Un coscorrón,
un regaño verbal eran también parte de
los castigos con que pretendíamos
educar.
Para las faltas más graves
estaban reservados castigos más
enérgicos: una jalada de cabello, un
tirón de patillas (de la raíz hacia arriba)
o hasta cachetadas o hincar al
transgresor en un rincón del salón o en
el centro del patio. ¿En qué consistían
esas faltas más graves? Contestarle con
altanería a un profesor, pelear con un
compañero, decir mentiras, salirse de
la escuela sin autorización, dañar los
útiles escolares de un estudiante o
causar un perjuicio en los muebles o
instalaciones de la escuela.
Eso vi en mis maestros, eso
mismo yo repetí cuando tuve la
oportunidad de servir en la educación
de los niños de la escuela Ignacio
Ramírez. Con el tiempo, las
reprimendas físicas fueron
disminuyendo. La sociedad se fue
haciendo más consciente de la verdad
de que no es con golpes como se educa
a un niño. Aunque yo sigo pensando
que unas nalgadas a tiempo sirven para
hacer ver a los pequeños que su
comportamiento está equivocado y
debe corregirse. Por desgracia, hemos
pasado al extremo en donde todo se
tolera a niños y jóvenes y la corrección
está ausente en la mayoría de familias.
Continuará...