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El Origen Norteamericano de La Ideologia Del Tercer Reich PDF
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el dominio de la burguesía sin excluir a priori a ninguna clase
social del uso de los derechos políticos (cfr. Losurdo 1993, 21-2).
Ya aquí se puede notar una cierta benevolencia: más que estar
ausente, en los Estados Unidos la discriminación observada asume
una forma “racial”.
Todavía mas desequilibrada, en sentido filo-americano,
es la postura de Engels. Luego de haber distinguido entre
“abolición del Estado” en el sentido comunista, en el sentido
feudal o en el sentido burgués, agrega: “en los países burgueses
la abolición del Estado significa la reducción del poder estatal
al modo de Norte América. Aquí los enfrentamientos de clase
se desarrollan de manera incompleta; las luchas de clase se
camuflan cada vez más mediante la emigración al oeste de la
sobrepoblación proletaria. La intervención del poder estatal,
reducido a un mínimo en el Este, no existe de hecho, en el
Oeste” (Marx, Engels, 1955, vii, 288). Más que de abolición del
Estado “aún en sentido burgués”, el oeste parece ser sinónimo de
ampliación de la esfera de la libertad: no existe alusión alguna
sobre la suerte reservada a los pieles rojas, así como tampoco
mención alguna sobre la esclavitud de los negros. Es semejante
el tratamiento en el Origen de la familia, de la propiedad privada y
del Estado: los Estados Unidos son presentados como el país en
el cual, el aparato político y militar separado de la sociedad, al
menos en ciertos periodos de su historia y ciertas partes de su
territorio, tiende a reducirse a cero (Marx, Engels, 1955, xxi,
166). Estamos en 1884: en este momento, los negros no sólo son
privados de los derechos políticos conquistados inmediatamente
después de la guerra de Secesión, sino forzados a un régimen de
Apartheid y sometidos a una violencia que alcanzó las formas mas
inhumanas de linchamiento. En el sur de los Estados Unidos,
donde posiblemente era más débil el Estado, era por lo tanto
más fuerte el Ku Klux Klan, expresión sin duda de la sociedad
civil, en la que residía el ejercicio del poder, y de una forma
brutal. Precisamente el año anterior a la publicación del libro de
Engels, la Corte Suprema había declarado inconstitucional una
ley federal que pretendía prohibir la segregación de los negros en
los lugares de trabajo o de servicios (los ferrocarriles) manejados
por compañías privadas, substraídas por definición a toda
intervención estatal.
Es muy importante notar que, en el plano de la política
internacional, Engels parece ensalzar la ideología del
Manifest Destiny, tal como se deduce de la celebración de la
guerra contra México: gracias al “valor de los voluntarios
americanos”, “la espléndida California les fue arrebatada a
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los indolentes mexicanos, los cuales no sabían qué hacer con
ella”; aprovechando las nuevas y gigantescas conquistas, “los
vigorosos Yankees” dan un nuevo impulso a la producción y a la
circulación de la riqueza, al “comercio mundial”, a la difusión de
la “civilización” (Zivilisation) (Marx, Engels, 1955, vi, 273-5). Sin
embargo, a Engels se le escapa un hecho denunciado con fuerza,
en el mismo periodo de tiempo, por los círculos abolicionistas
estadounidenses: la expansión de los Estados Unidos significaba la
extensión institucionalizada de la esclavitud.
Por lo que se refiere a la historia del movimiento comunista
propiamente dicho, es notoria la fascinación que el taylorismo
y el fordismo ejercen sobre Lenin y Gramsci. Bujarin va más
allá en 1923: “es necesario sumar el americanismo al marxismo”
(en Figes, 2003, 24). Un año después, Stalin muestra tal
admiración, al país que había participado en la intervención
contra la Rusia soviética, al grado de ponerlo como ejemplo a los
cuadros bolcheviques: si quieren estar realmente a la altura de
los “principios del leninismo”, deben saber asimilar “el espíritu
práctico americano”. “Americanismo” y “espíritu práctico”
significan no sólo concreción sino también intolerancia por los
prejuicios, conduciendo, a final de cuentas, a la democracia.
Como Stalin aclara en 1932: los Estados Unidos son un país
ciertamente capitalista, sin embargo, “las tradiciones en la
industria y en la praxis productiva tienen algo de democrático,
cosa que no se puede decir de los viejos países capitalistas
de Europa, donde está vivo todavía el espíritu señorial de la
aristocracia feudal” (cfr. Losurdo, 1997, 81-6)
Desde su perspectiva, Heidegger tiene razón cuando reprocha a
los usa y la Unión Soviética el representar, desde un punto de vista
metafísico, el mismo principio, consistente en el desencadenamiento
de la técnica y en la “masificación del hombre” (Losurdo, 1991 a,
90). No hay duda de que los bolcheviques se sienten fuertemente
atraídos por la América del melting pot y del self made man. Otros
aspectos, en cambio, les resultan ciertamente repugnantes. En
1924, Correspondance Internationale (la versión francesa del órgano
de la Internacional Comunista) publica el artículo de un joven
indochino establecido en los Estados Unidos, el cual, así como
tiene admiración por la revolución americana, siente horror por la
práctica del linchamiento que sufren los negros en el sur. Uno de
estos espectáculos de masa es descrito de manera despiadada:
“Al negro se le cuece, se le tuesta y se le quema. Él merece morir
no sólo una sino dos veces. Por ello además se le ahorca, o más
exactamente se cuelga lo que resta de su cadáver… Cuando todos ya
están saciados, el cadáver se descuelga. La soga se corta en pequeños
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pedazos y se venden entre tres y cinco dólares cada uno”.
Aún así, el desprecio por el régimen de la white supremacy no
desemboca en realidad en una condena indiscriminada de los
Estados Unidos: sí, el Ku Klux Klan revela toda “la brutalidad del
fascismo”, pero éste terminará por ser eliminado, más que por
los negros, hebreos y católicos (las víctimas en diferentes niveles
de esta brutalidad), por “todos los americanos decentes” (en
Wade, 1997, 203-4). Sin duda no estamos ante la presencia de un
antiamericanismo indiferenciado.
Notas
1
Sobre la eugenésica entre Estados Unidos y Alemania, cfr. Kühl 1994, 61; el lisonjero juicio
del Presidente Harding es mencionado en la presentación de la versión francesa de Stoddard
1925 (Le flot montant des peuples de couleur contre le suprematie mondiale des Blancs, tr.
fr, de Abel Doysié, Paris, Payot)
2
Véase el testimonio de Félix Kersten, el masajista Finlandés de Himmler, en el Centre de
Documentation Juive Contemporaine de París (Das Buch von Henry Ford, 22 de diciembre,
1940, n. CCX-31); sobre esto, cfr. Poliakov, 1977, 278, y Losurdo, 1991 b, 83-85.
Bibliografía
Traducción:
Roberto Hernández Oramas
Lucero del Socorro Cáceres Moncada (cele, buap).