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Bixio Cecilia 2000 - Estrategias Didácticas Cap2
Bixio Cecilia 2000 - Estrategias Didácticas Cap2
Cecilia Bixio.
1- Uno
Defino entonces lo pedagógico, sin pretender con ello agotar el tema, según dos condiciones:
1- Se da en el marco de la Institución escolar, y 2- Implica una peculiar intencionalidad de
enseñanza que sólo puede encontrarse en las instituciones escolares.
La escuela considera a los sujetos escolarizados como sujetos pedagógicos. A estos les llama
alumnos, los caracteriza de una determinada manera y le atribuye determinados caracteres.
Están condenados al fracaso y a la expulsión.
Tenemos una institución relativamente cerrada, con prácticas autoritarias, que se sostienen
en la limitación de la participación de sus miembros, en la sanción de los comportamientos
“atípicos”. Las reglamentaciones escolares actúan más sobre las obligaciones que a cada uno
le compete que sobre los derechos que estos tienen de participar en la vida institucional.
La cultura del curriculum es una cultura mediatizada. Para los alumnos, el contexto de
mediación por excelencia del que reciben influencias es el ambiente escolar. La realidad no se
reduce a lo que parece evidente de forma más inmediata, es preciso escudriñar en ella,
descubrir lo que no es manifiesto.
Sostenemos que:
1- El niño en edad escolar es un sujeto político que no espera pasivamente ser reconocido como
tal, ni que se le otorgue un lugar legitimado institucionalmente desde donde discutir sus
derechos o mostrar su discontinuidad. Por el contrario, permanentemente actúa, interpreta e
interpela a las instituciones. Así, una de las condiciones para garantizar la calidad del proceso
educativo, está dada por la posibilidad que la escuela brinda la participación del niño en la
vida político-institucional de la escuela.
2- El desconocimiento de la calidad del sujeto político que se hace del niño en la escuela limita,
no solo su participación en la vida institucional, sino también su participación en los procesos
de enseñanza-aprendizaje.
3- El alumno, en tanto sujeto político, construye los objetos de conocimiento en la misma medida
en que construye los datos más significativos de la cultura escolar, de manera tal que, de lo
que en las escuelas se habla, no es sólo de “objetos de conocimiento científicos” sino de un
proceso de socialización de los alumnos, en el que los contenidos del curriculum son los de
esa socialización.
Las estrategias y procedimientos mediante los cuales se vinculan los sujetos a las
instituciones educativas forman parte indisoluble de los procesos cognitivos y las
connotaciones sociales que se le otorgan a estos procesos en el contexto escolar.
La concepción del niño, como un sujeto activo, con derecho a opinar y decidir, no coincide con
aquél otro niño que aún vive en la concepción escolarizada: ese ser inmaduro, al que las
generaciones adultas deben educar, tábula rasa sobre la cual hay que construir una
conciencia moral y social.
El proceso pedagógico está garantizado entre otras cosas, por “supuestos acuerdos previos”
acerca de lo que se debe y no se debe hacer, lo que se puede y no se puede hacer, las
maneras como se toman las decisiones, las relaciones jerárquicas que se establecen entre los
miembros de la institución escolar y los deberes de cada uno de ellos. No se cuestionan las
reglas institucionales; es sabido que así son y así deben aprenderse. El que alguien no lo
haga, se explica por causas individuales, particulares de ese sujeto. “Hay una criminología del
niño, como hay un criminología del hombre hecho” (Durkheim, 1974)
Cuando el docente se pregunta cómo hacer para que sus alumnos entiendan determinadas
normas escolares que deben cumplir, generalmente recibe como respuesta de parte de la
organización escolar, una lista graduada de las sanciones a aplicar de acuerdo a la gravedad
y/o reiteración de la “falta”.
Las acciones preventivas y directas que tienden a resolver el grave problema de los castigos
disciplinarios en términos de violencia simbólica o física hoy siguen conmocionando a la
escuela. La alternativa no consiste en buscar mejores y más eficaces métodos de “vigilar y
castigar”, ni tampoco en “adaptar”, sino más bien, en acciones institucionales que tiendan a
otorgar un lugar más protagónico al sujeto de la educación y a su familia.
Verónica Morelli.
Cullen asegura que es necesario aceptar que la educación no tiene un nombre propio que la
defina.
Este dispositivo de unidad escolar, creado por el consenso entre familia y Estado, es el
espacio de la legitimación de la razón, la cual se funda ilusoriamente en la esencia misma de
la educación.
Heredero del pensamiento cartesiano la constitución de este sujeto, estaba dada por el lugar
que debía ocupar en la estructura escolar.
Fue necesario vaciar lo heredado, desestimar la memoria popular. El ideal de enseñar todo a
todos se presentaba como una estructura cerrada, que garantizaría su identidad cultural.
La escuela tendrá la función de calmar aquello que Freud consideró inherente a la cultura
misma: el malestar.
Siento la escuela el primer sistema de iniciación del ciudadano a la cultura y a la vida social,
con escasas excepciones, la adaptación escolar representaba en la actualizad un síntoma de
Neurosis.
La cita de Dolto nos remite al concepto de buen alumno en el sistema escolar, aquel que se
transforma en el espejo desde donde el educador se puede mirar, al que solemos llamar el
sobreadaptado escolar, considerado desde la institución como signo de normalidad.
Actualmente el espejo por un lado devuelve una imagen en la que parece ser mejor no
mirarse, la de los llamados fracasos escolares, a quienes no se les pide, ni se espera nada.
Por otro lado, cuando la voz del alumno aparece, cuando el hacerse escuchar insiste, emerge
como síntoma el concepto de autoridad. Voz que representa la ruptura de un modelo
institucional e interpreta su transmisión cultural.
Pensar la educación como pos de práctica social discursiva, atravesada por conflictos de
interpretaciones ideológicas, sociales, políticas y económicas que intentan imponerse como
únicas.
Nos encontramos con los síntomas, de una concepción de educación subordinada a una
imagen ideal, incuestionable, omnipotente, propuesta por la pedagogía. Al invertir el lugar de
los términos y reflexionar sobre su ideal, emerge en las expresiones sintomáticas, en el vacío,
marca de insatisfacción. No todo se alcanza a través de la educación. Analizar, Gobernar y
Educar están concernidos por un imposible, que al mismo tiempo es su condición de
posibilidad.
Esta definición implica poder pensar como sujetos a todos los miembros del sistema
educativo, formando parte de una estructura con grietas; y desde allí, del sin sentido,
organizar nuestras experiencias. Es en este experienciar que se construye el sujeto; es en
este dar sentido y resignificar la realidad; es un encuentro entre actuar y pensar, es la
posibilidad de ser conciente del lugar que se ocupa.
La cultura que produce y sostiene la escuela es una selección arbitraria impuesta por sectores
hegemónicos como legitima, que produce violencia simbólica.
Reflexionar sobre el lugar docente tiene que ver con la posibilidad de comprender
críticamente formas y lugares concebidos al saber en la producción social del conocimiento,
en el que ha de tenerse en cuenta la dimensión ética, política y social.
Caídos los mitos que construyeron la infancia, el niño ya no sólo es futuro, sino también
presente; estas dimensiones temporales interactúan en un juego de alternancias, el niño
puede –ahora- ir construyendo un modo de participación activa en la institución escolar. Se
trata de una participación vinculada a la ética y a la politica
La dispersión subjetiva
Pedro Ferretti.
Cuando decimos que hay lazo social es porque nos estamos refiriendo a un discurso, es el
discurso que funciona como un tiempo de asiento social y la importancia de todo discurso son
las consecuencias que este genera, en estos términos es que en tanto hay discurso hay lazo,
pero para que haya lazo, en tanto siempre va a haber malestar en el lazo, es porque algo
opera en el malestar del lazo social, hace suplencia, ordena el tiempo y el espacio, este
ordenados en el lazo es lo que denomino la función de la promesa en el discurso, todo
discurso encierra una promesa. La promesa es lo que viene al lugar de la falla en el discurso,
es lo que hace suplencia en este imposible del lazo social del encuentro con el otro. La
promesa funciona como ordenador temporal, en tanto hay algo prometido a cumplir, estamos
a referencia a un futuro, esta posibilidad de pensar el futuro articulado a una promesa pone
en relación este futuro con un pasado y esto es lo que permite el reconocimiento de una
historia, de la historia y una deuda con el pasado, así mismo, se puede pensar que el pasado
tiene una deuda con el futuro y esto articula, pone en relación una continuidad temporal entre
las generaciones, la promesa funciona como un llamado con el futuro, un lugar donde ir.
Podemos decir que la promesa es una causa: funciona como causa del deseo. Aquí hago
una diferencia, si funciona como causa, la promesa no estaría en relación a un ideal, porque el
ideal en tanto algo a conseguir, podemos decir que también marca un lugar y la relación de la
que se establece, nada tiene que ver con el deseo, porque los ideales son de u Otro, en todo
caso el lazo que se establece con el ideal fracasa, si bien hace lazo social que congrega a la
masa en relación a un uno totalizante, son los lazos temporarios; porque en este sentido se
puede decir que el ideal en definitiva termina aplastando el deseo, allí no hay causa, sino lo
que causa el deseo, en tanto el por-venir, derivará de la promesa por cumplirse y esto es toda
una construcción, que se cumpla o no, no tiene ninguna importancia porque el porvenir
también está incluido el azar, es por esta inclusión que podemos pensar en un movimiento, en
una construcción, y la implicación de alguien en esta posibilidad de articulación entre el deseo
y el azar que lo por-venir puede encontrar un lugar en el futuro, esto es posible porque la
promesa – y esto hace a su función – es enunciada desde un principio pasado, es por esto que
se puede decir que es en este punto donde el presente como existencia cobra un sentido, esta
es una de las maneras de pensar la función del tiempo que opera en los discursos pudiendo
establecer una continuidad generacional, una construcción histórica en el lazo social.
Si hay algo que funciona como causa de deseo es la existencia de una promesa, esta
articulación hace a un tiempo lógico que opera discursivamente, un tiempo en el discurso, un
tiempo ordenador, que la historia no comienza cuando uno llega, sino que hubo un espacio y
un tiempo anterior, hubo un origen.
Lo que ubico en este punto de la falla del discurso, lo que viene a ese lugar de la falla, a hacer
suplencia como promesa, se puede ubicar ahí el amor, la religión, la politica, la educación, la
ciencia.
Aquello que hace suplencia funciona como promesa. Este fenómeno no promete nada, se está
adentro o afuera.
Al mercado no podemos considerarlo como un discurso, por eso se puede decir que el
mercado no hace lazo social. El mercado demanda, demanda que se consuma. ¿Qué necesita
el mercado? Consumidores.
Un tiempo sin promesas
Cada discurso soporta como ideal y la relación que se establece con las identificaciones que
en relación esos ideales se realizan, estos ideales son siempre del Otro. Estos ideales como
una meta a conseguir, también el ideal conforma un lazo social pero podemos decir que
conlleva en su estructura l fracaso. Pero ¿esto no debería ser así?, pienso que no puede ser de
otra manera, pero no es por este camino donde la causa funciona, la causa como causa de
deseo, algo muy diferente del hacerse una causa en relación a los ideales y es en este sentido
donde podemos empezar a pensar y dar alguna respuesta a lo que se plantea actualmente
cuando se enuncia la cuestión del fin de las ideologías.
Podemos pensar que el discurso del capitalismo ha sido sustituido por algo que no es un
discurso: el mercado que si bien puede estar entroncado con el capitalismo, no es un discurso,
y si no es un discurso no hay producción, no hay trabajo, no hay un sujeto implicado y en
tanto es un fenómeno que expulsa, se está dentro o fuera del sistema, quedan en esta
situación sectores que se los puede denominar fuera del discurso.
Nos encontramos entonces con una certeza, una afirmación “no hay futuro”, en tanto no hay
posibilidad de un pasado, de una historia, de una construcción de la historia. De una
construcción de la historia, que se produce, que se construye en función del trabajo, como
modo no solamente de producción social, sino de constitución subjetiva y temporal.
Es ante la pérdida de la identidad que se produce no sólo la fragmentación social, sino que
ante esta pérdida, nos encontramos con la conformación de grupos desorganizados, que no
solamente produce la fragmentación social, sino que estos grupos se ven obligados a partir de
este fenómeno de expulsión a la migración.
Aquel que sin tener que movilizarse geográficamente dentro de un territorio, no encuentra un
lugar en el lazo social, no tiene posibilidad de discurso. Esto es como consecuencia de la
pérdida de la identidad, que hace organiza una forma de vida
La producción es producto de un discurso y lo que el discurso como tal produce, lo que tiene
como producción en tanto es a partir de estos modos del discurso que hay lazo social.
Entonces el lazo social es posible por lo que cada discurso genera como producción y esto
hace a un tiempo lógico a una temporalidad discursiva como sustento de un discurso,
entonces, si hay un orden temporal es porque algo viene al lugar de la falla en el discurso, acá
ubicamos la promesa como función y como causa de deseo.
El mercado, que no es un discurso y en este orden de las cosas podemos decir, que si no hay
discurso, no hay sujeto, si no hay sujeto, no hay producción, no hay trabajo, una de las
maneras de pensar la desocupación a escala mundial, y a los desocupados como fuera del
discurso.
¿Por qué ocurre esto? Y esta pregunta hace a la ética del psicoanálisis, porque el psicoanálisis
tiene en cuenta a un sujeto implicado en lo que le pasa, que es responsable de lo que padece.
En todo caso el psicoanálisis trabaja para otra cosa, trabaja para hacer funcionar el goce en el
discurso.
El psicoanálisis no promete nada a los pacientes que inician un análisis, pero tiene en cuenta
la responsabilidad de un sujeto en su padecimiento, el psicoanálisis pone un sujeto a trabajar,
a producir.
¿Cuáles son las perspectivas? Es función y podríamos decir, una obligación de los
psicoanalistas, intervenir ahí donde los discursos vigentes fallan, interrogando los saberes
constituidos. Porque los psicoanalistas sabemos por nuestra práctica que los saberes
constituidos no hacen lugar a la verdad.
No es asunto del psicoanálisis hacer promesas, eso corresponde a otros discursos, discursos
que por estos tiempos no tienen en cuenta a los sujetos, los sujetos son descartables y nadie
es responsable. Discursos, que nada prometen, porque no hay sujetos, sino solo seres que
consumen hasta matarse. El psicoanálisis puede mostrar una salida, en la que el sujeto puede
acceder a la risa, la risa ligada al entusiasmo que el acontecimiento del fin de un análisis se
promueve a un sujeto.
Es precisamente por el entusiasmo con el que alguien se encuentra por haber accedido a su
singularidad, a lo más propio, puede con lo más propio, con lo más singular agujerear ese Otro
de su tiempo.
Enrique Barés.
Toda organización social genera mecanismos a través de los cuales segura su vigencia. Nos
referimos a los procesos de legitimación de los universos simbólicos y a la reproducción
diacrónica de las condiciones que sustentan el sistema socia. El lenguaje resulta, histórica y
biográficamente, el proceso objetivador por excelencia en tanto representación flexible y
antecedente del sujeto. El lenguaje adquiere relevancia para la legitimación y transmisión
cultural ya que “el lenguaje se convierte en depositario de una gran suma de sedimentaciones
colectivas, que puede adquirirse como conjuntos cohesivos y sin reconstruir su proceso
original de formación”
A este modo de legitimar el poder, Marí lo llama “paradigma cristológico”. Este modo de
legitimar el poder implica crear condiciones referenciales absolutas e irracionales de la
sociedad; junto a subsidiarias de costumbres. Por tanto, se puede afirmar que este paradigma
cumplía con una función lógico-racional (discursos del orden) e irracional (prácticas
materiales).
A partir de la modernidad, el referente trascendental de legitimación fue sustituido por un
criterio que intentó enlazar el pensamiento del hombre con la racionalidad. “Con la
modernidad se asiste a un proceso de desacralización y desencadenamiento del mundo, como
dice M. Weber, concepto por el cual cabe entender lo siguiente: la iglesia sigue siendo el lugar
en que los cristianos tramitan su fe, pero como función intermediaria carece de capacidad
para suministrar categorías de legitimidad”. En el nuevo régimen histórico aparecen cambios
básicos en la organización social y en las instituciones, se libera la filosofía y propone una
nueva matriz: la razón que da cuenta del conocimiento, y aparecen nuevas concepciones de
legitimación seculares, adaptadas al dominio de la racionalidad imperante.
El poder se entiende como el sistema de relaciones que hace posible que un sector,
organización o individuo disponga de la capacidad necesaria y suficiente para ejercer
influencia en un ámbito más o menos amplio del mundo social. El ejercicio del poder supone,
por un lado, la posibilidad de decisión y ejecución de las acciones que se propone a través de
mecanismos que van desde la persuasión hasta la imposición por medio de la violencia física
y, por otro, la susceptibilidad de ser influido recíprocamente por el individuo, organización o
sector social sobre el que se ejerce el poder.
Las condiciones histórico-sociales en las que se despliegan los dinamismos referidos, los
efectos directos e indirectos de la configuración de los mecanismos de reaseguro de la
organización social y las tensiones y distensiones de la red social, modifican más o menos
profundamente las posiciones relativas de os diversos sectores concurrentes, lo que incide en
la redistribución de las fuerzas.
Los diferentes espacios de poder y el consenso resultante de los dinamismos sociales son
condiciones necesarias para la génesis y vigencia de la organización den Estado que habrá
que requerir la concurrencia consensual de fuerzas sectoriales para la constitución discursiva
del “bien común” y la emergencia hegemónica de un sector que se impone como dominante.
A propósito de la génesis del Estado, emplea el concepto de estatidad para referirse al “grado
en que un sistema de dominación social ha adquirido el conjunto de propiedades –expresado
en su capacidad de articulación y reproducción de relaciones sociales- que definen la
existencia de un estado”
Señala Debray: “El Estado puede estudiarse como un vacío semafórico: un espejismo de
signos. Enseñas, sellos, medallas, emblemas, escudos de armas, estampillas: estas marcas
dan testimonio de la aparición, a los ojos del historiador, e cualquier parte del mundo en que
se encuentren, de algo como un Estado”. El Estado se ocupa de difundir estos símbolos a lo
largo de todo su territorio, de manera de garantizar que lleguen a toda la población,
produciendo así el sentimiento de pertenencia y cohesión de sus habitantes. Su obligación es
persuadir. El ejercicio del poder implica la intervención de símbolos que transforman la pura y
simple coerción violenta en persuasión asentada “libre”.
El Estado que define Debray es tanto Estado espectáculo como así también Estado
tecnócrata, puesto que se apropia y/o controla los diferentes sistemas técnicos: de fabricación
y de transporte de los signos.
Por lo tanto, los procesos constitutivos del psiquismo tienen cierta continuidad, a nivel
psicológico, con los procesos constitutivos de los procesos de institucionalización, en tanto
objetivación y materialización de los universos simbólicos con el objetivo de mantenerlos y
producirlos.
Las instituciones se constituyen sobre la base del tejido social y aparecen como instituyentes
de un orden del que, en realidad, también ellas dependen.
las instituciones, en este sentido, serían la cristalización del poder que se genera en el seno
del reticulado social, pero adquieren un nivel de formalización tal que reestructuran el poder
gestando nuevos espacios e incidiendo en la matriz social que las sostiene. Las funciones
conservadora y reproductora de las instituciones les es impuesta por las condiciones de su
génesis y por imperio de la propia dinámica social. Se requiere un esfuerzo metodológico que
permita desentrañar los lazos que ligan a las instituciones con sus procesos constitutivos.
El Estado, en tanto institución, deviene del conjunto de la estructura social, aglutina los
esfuerzos sectoriales y se alza invocando el interés general, aun cuando en su génesis y
predominan intereses de clase. Allí reside su singularidad; aun cuando lleve la impronta del
interés general, velándose su carácter clasista y su condición de aparato de dominación. El
Estado resultará entonces representante del interés general por instituir una legalidad
aglutinante necesaria para la consecución de intereses sectoriales coligados.
De este modo, el Estado, entendido como institución paradigmática, está en merced de tales
dinamismos a la vez que se incide en la dialéctica social en general y en el ámbito
interinstitucional en particular.
La educación, entendida como proceso social a través del cual los sujetos se incluyen en el
orden cultural, supone la convergencia de dimensiones micro y macrosociales. En este
sentido, el concepto de educación asimila al de socialización y conlleva la noción de
conservación y reproducción de la cultura a través de la internalización de la dialéctica social.
La sociedad argentina ha ido construyendo una cultura política cuyos valores, reforzados por
la última dictadura no son fácilmente trocables por la restauración del régimen republicano
democrático. Al tomar el problema específico de la escuela, este arco de tensión adquiere una
connotación particular, puesto que la institución escolar reconoce una cultura que, de alguna
manera, le es propia, a la que los etnógrafos escolares la llaman cultura escolar. Desde esta
perspectiva, se considera a la escuela como el reflejo de la cultura de la sociedad en que se
desarrolla y a la vez como la expresión de una cultura específica, la cultura de la escuela.
Entre ambas “culturas” se enlazan diferentes discursos que dan cuenta de las relaciones que
entre Estado, Sociedad y Escuela se establece. La cultura escolar comparte rasgos propios
con las diferentes instituciones políticas, incluso en contextos políticos, sociales y geográficos
que no son derivaciones directas de las culturas locales de os países en los que están
insertas.
El proceso de reproducción y las propias transformaciones sociales generan los cambios que
operan sobre aquello que se pretende reproducir. Si bien la paradoja de
conservación/transformación es común a los procesos históricos-sociales, aparece en la
educación como su carácter más genuino.
La educación como función social, necesaria para la propia subsistencia del sistema, ámbito,
factor y efecto de transformaciones sociales, adquiere diversas particularidades a través de
un continuum que incluye desde los primeros contactos propios de los protoaprendizajes
característicos de la relación diádica madre-hijo, hasta los más sofisticados sistemas
institucionales de enseñanza. La escuela como institución encargada de asegurar este
continuum sostiene una concepción de sujeto, y según quede éste definido, se organizarás las
estrategias para dar lugar a esa transmisión que, por otra parte, implica garantizar algún
aprendizaje.
Pedro Ferretti.
Rescatamos esta idea ya que nos proporciona para este trabajo dos cuestiones sumamente
interesantes. La primera es la imposibilidad de definir al acto como una “cosa en sí”. La
segunda, la de “conectar” el acto con las ideas de movimiento, de realidad y de potencialidad.
Por otro lado, para Santo Tomás la dificultad de definir la noción de acto se resuelve dividiendo
a éste en ocho estados.
1. “El acto piro incapaz de mezclarse con ninguna potencia, ligado a la perfección
divina es anterior a todo”.
2. “El acto no piro, puede ser entitativo o formal, el entitativo es el acto de ser, el
que hace existir una esencia. El acto formal es el que constituye la substancia”.
3. El acto formal substancial puede ser o no subsistente.
4. El acto subsistente puede ser completo o incompleto.
5. El acto no subsistente puede ser substancial o accidental.
6. El acto puede ser primero o segundo, el acto primero no supone otra cosa,
siendo la forma, el acto segundo supone otra cosa siendo la operación.
7. El acto primero puede ser próximo o remoto.
8. El acto puede ser inmanente o exterior, el acto inmanente es el recibido en el
propio sujeto que lo produce (acto intelectual); el acto exterior o transitivo es el
recibido en otro sujeto.
Como vemos, para Santo Tomás el ser que cambia consta de potencia y acto mientras que el
ser que no cambia es sólo acto.
Para Descartes, pensar en un acto cuya certeza nace de la duda, el mismo produce un
acontecimiento: la afirmación de la sustancia pensante, o sea, del “cogitare”, o la
“rescogitans”.
No sólo hay en Descartes una idea de acontecimiento ligada a la de acto, sino también a la
idea de desplazamiento, ya que la conciencia de sí y la conciencia de lo que es otra cosa es
transformada enseguida por Descartes en dualidad metafísica de pensamiento y de extensión
de realidad espiritual y realismo corporal.
Celebramos el planteo de Slavoj Zizek, que sale al cruce del pensamiento posmodernista,
cuando nos dice que es hora de rescatar el cogito cartesiano, ya que considera al mismo como
un acto productor de subjetividad.
Entrada la modernidad, el filósofo Giovanni Gentile, propone una noción idealista del acto,
como un absoluto “poner” la realidad. Este absoluto es llamado “atto puro” siendo definido
como un pensamiento que no puede objetivarse, sino que constituye el fundamento de toda
objetividad “engendrada”.
“La actualidad de yo por la cual no es nunca posible que el yo se conciba como objeto de sí
mismo hace que el atto puro se oponga de continuo al hecho, el hecho es lo que se da, el acto
es lo que se hace. Por eso el acto no debe entenderse como realidad abstracta, sino como
realidad eminentemente concreta. El acto constituye al espíritu, el cual es el sujeto que no es
“pensado” como tal, sino “actuado” como tal”.
Por último, en los finales de la modernidad, la noción aristotélica de acto es rescatada por el
matemático francés René Thom, creador de la teoría de las catástrofes.
Thom llamó forma saliente a toda forma que se separa netamente del fondo que la sostiene.
Estas saliencias son la parte del acto que garantizan la percepción del fenómeno que integran,
es la experiencia primera de la discontinuidad. Para Thom la discontinuidad presupone lo
continuo; por ejemplo: no hay nada más continuo que la conciencia, es decir la experiencia del
tiempo. No habrá discontinuidad más original que la aparición de un ruido en medio del
silencio.
Establecemos aquí algunas diferencias entre Zizek y Thom, entre Descarte y Aristóteles. Para
Descartes el acto es interno, íntimo y como dirá Zizek, promueve un exceso de subjetividad, no
es sólo decodificar lo real para entenderlo y situarse como un acontecimiento aprendido, sino
que en ese exceso de subjetividad “se invente lo real”. En la traducción “thomaniana” de
Aristóteles, se trataría de producir acontecimientos repetibles para un sujeto equilibrado
estructuralmente, reconociendo formas salientes a partir de “su capacidad pregnancial”, o sea,
de hacer consistente lo simbólico como única garantía de dar cuenta de lo real.
Para las teorías lingüísticas el lenguaje es un objeto formal, con u código ideal y neutro que
rechaza fuera de su campo a “la palabra” como lugar de emergencia del sujeto. Es por esto
que podemos decir que en la lingüística el sujeto está producido con anticipación al acto.
Freud recoge lo que otros desechan. La situación analítica se basa en un intercambio verbal
sostenido por la transferencia, ese sentimiento de amor que el paciente deposita en el analista.
Los objetos de investigación del psicoanálisis son el sueño y el síntoma; su retórica (el trabajo
del sueño) es abordada por Freud como un sistema lingüístico a descifrar, en construcciones en
análisis.
El psicoanálisis nos sirve de herramienta, ya que sustenta un lugar especial en la relación con
las otras disciplinas. Indaga sobre todo al sujeto que sustentaría en la cultura y sus prácticas, y
de la valor a la reencarnación subjetiva de un malestar estructural, de una relación particular y
singular con la ley que lo atraviesa, y en el cual se da el acto educativo.
Tenemos la posibilidad de abrir una brecha re-cuestionando nuestro acto de educar, desde la
noción del sujeto del inconsciente, desde la carencia que lo imprime.
El Potlatch es un ritual en tres actos, como el teatro típico: se da, se recibe, y se devuelve. Pero
el primer acto del don es un acto de fe, carente de cálculo.
En otras palabras, para que haya intercambio, humanización, lazo, vínculo, tiene que haber un
acto primero y originario, que quede por fuera, un DON, al modo como lo plantea Jaques
Derrida, imposible de situar. Aquello que es significante puro, por lo tanto mítico y
estructurante. Se dona una posibilidad, un hueco.
Cómo representar los efectos de la práctica educativa sobre el sujeto. Rescatamos para ello un
término clásico, que amerita ser resignificado: formación, que en sentido fuerte significa “dar
el ser y la forma”.
Si precisamos del psicoanálisis para hacer consistente la noción de acto educativo es a partir
del concepto de transmisión, concepto que delimita epistemológicamente el campo de las
teorías educativas, no es lo mismo comunicar que transmitir. La comunicación está ligada a los
ideales positivistas de mediados del siglo XX, estos ideales acentuaron el carácter
comunicacional de la práctica pedagógica, instando a “respetar” el tiempo creativo de los
alumnos, proponiendo una práctica “socializante” más que una “formadora”.
Según Carlos Cullen este paradigma promueve un vacío de contenidos culturales y científicos,
a favor de un sujeto expresivo se diluye el sujeto político.
“Dos estrategias escolares de dibujan como eficaces para esta nueva forma de profundizar el
vaciamiento de contenidos… la primera consiste en la contraposición curricular de áreas del
conocimiento y áreas expresivas con especialización de maestros en estas últimas. La otra
línea, más sutil insiste en contraponer las actividades individuales a las grupales, con
especialización de estrategias didácticas para estas últimas, es más importante trabajar en
equipo, aprendiendo a convivir que construir conocimientos por sí solo”.
V- Donar la educación
¿Qué relación tiene lo planteado anteriormente acerca del don, esto tan “primitivo”
con la educación?
Cuando el maestro puede apropiarse del objeto cultural, a modo de un arbitrario cultural, ahí
puede desprenderse de él, donando, no el objeto mismo, sino la posibilidad, la disposición el
lugar para que cada sujeto lo constituya. Ese lugar va a tener la marca de su “alma”, porque no
hay transmisión sin transferencia.
“Educar es interrogar a los muertos. Educar es, precisamente, ofrecer el acceso a lo inactual.
Enseñar es enseñar cosas viejas que no son precisamente, cosas vencidas.
La transmisión de una posibilidad, de un vacío que acompaña al arbitrario cultural, es, una
“prestación social total”. La sociedad mediante la escuela y la universidad, presta una
transmisión, necesaria, pero no suficiente, para que la herencia se ponga en juego.
El acto educativo puede definir una filiación, ubicar a los sujetos dentro de la cadena de las
generaciones, al darle una posibilidad de constituir, a partir de la herencia cultural, su propia
versión y revisión de la misma. Y eso es propio de la ley simbólica, del lazo social. El don está
enlazado a la búsqueda de una satisfacción en el orden de la ley, a una satisfacción legal. Esto
implica el pago de la castración, llega después de haber dado algo, de haber perdido algo, y
alimenta el tramado de los lazos sociales.
Esta es la función social de la escuela, devastada más por las legalidades “innovadoras” que
por los propios actores, que no han “renovado” tanto a pedido la actuación, pero sí se ven
contrariados cuando las tablas de la escena comienzan a moverse. Es nuestra tarea recuperar
esta función como educadores.
Apuntes sobre la educación y la subjetividad de nuestra época.
Diana Wolkowicz.
A) La educación imposible.
En 1937 S. Freud en un texto llamado “Análisis terminable o interminable” señala que hay tres
profesiones imposibles: psicoanalizar, gobernar y educar. ¿Por qué Freud dos años antes de su
muerte, luego de trabajar toda su vida en la construcción del Psicoanálisis, hace esta
afirmación? Estas tres profesiones tienen un punto en común: las tres descansan “en el poder
que un hombre puede ejercer sobre otro merced a la palabra, y las tres encuentran el límite de
su acción, en la última instancia, en el hecho de que al inconsciente no se lo somete, porque el
que nos somete es el inconsciente mismo”.
No todo es educable, ni analizable, ni gobernable; ya que nunca se podrá todo, que siempre
quedará un resto, que lo que el sujeto haga nunca será totalmente satisfactorio, que siempre
habrá una falta, una incompletud, que es necesaria y motora de la obra humana.
El conocimiento puede aumentar, el yo de un sujeto puede conocer algo que antes no conocía,
pero no hay modificaciones en cuanto al saber desde donde el sujeto opera en la vida. Hay
adquisición de conocimiento, pero no apropiación de un saber. La comunicación de un
conocimiento no modifica la posición subjetiva. En la constitución de un Sujeto, nos
encontramos con los efectos de la transmisión, que van más allá del conocimiento en tanto
función yoica.
Regis Debray en su libro “Transmitir” sostiene que la transmisión tiene un triple alcance:
Materia, Diacrónico y Político.
La educación es imposible, porque está hecha de transmisión, y, en tanto que nuestra época
tiene a regirse por la inmediatez de las comunicaciones, la transmisión ¿pierde sus alcances?
“La escuela no puede asumir el carácter implacable de la vida, sin querer ser otra cosa que un
Juego o escenificación de la vida”
Estamos en la época de pleno cumplimiento del proyecto de dominio técnico del mundo.
Nuestra época se rige además por una politica solidaria con el imperio del mercado, cuyo
mayor valor es la libre circulación de las personas y de los bienes: “Libre mercado” impuesto
por los países poderosos a los más pobres. El mercado procura que los goces de los sujetos
sean homogéneos. Por lo tanto se excluye la diferencia: para todos el mismo goce.
Como señala Follari, pareciera no haber lugar para el “Yo pienso, luego existo” cartesiano que
inaugura la Modernidad. Más bien, agrega, nos encontramos con un “si me estimulan, existo”.
El tiempo para la subjetivación, para pensarse, es escaso.
Vale la pena recordar el final del “Malestar en la cultura”, texto de 1930. Freud dice: “Nuestra
época merece quizás un particular interés justamente en relación con esto. Hoy los seres
humanos han llevado tan adelante su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza que
con su auxilio les resultará fácil exterminarse unos a otros, hasta el último hombre…”
Freud sitúa en ese texto lo que “no anda” en los ideales de la modernidad. La tesis freudiana
nunca avaló ideas como superación o progreso. Para el psicoanálisis lo único que progresa son
los objetos técnicos.
Jaques Lacan explica cómo en el discurso capitalista el sujeto se dirige al saber de la ciencia
para pedirle objetos técnicos, que taponan la hiancia subjetiva y toda pregunta por el ser. El
sujeto intenta colmar su falta en ser con los objetos técnicos. Señala también que el discurso
capitalista no establece lazos sociales, el sujeto no establece lazos con el Otro y queda
separado del Otro por ese objeto de goce que tapona su falta.
En la conferencia 17, llamada El sentido de los síntomas, ya Freud planteaba, refiriéndose a las
neurosis obsesivas: “La psiquiatría da nombre a las diversas obsesiones, y fuera de eso no dice
otra cosa. En cambio insiste en que los portadores de tales síntomas son degenerados. Eso es
poco satisfactorio, en verdad un juicio de valor, una condena en vez de una explicación”
Es interesante entonces a partir del diagnóstico, conjuntos homogéneos, grupos de autoayuda,
o foros, por Ej. El foro de niños con Síndrome disatencional.
En la conferencia citada Freud señala que: “Los síntomas neuróticos tienen su sentido, como las
operaciones fallidas y los sueños, y, al igual que estos, su nexo con la vida de las personas que
los exhiben.” “Cuanto más individual sea el cuño del síntoma, tanto más fácilmente esperamos
establecer ese nexo”
Los síntomas, ponen en juego una palabra anudada, una verdad subjetiva que tiene que
hacerse oír. El síntoma interpela al sujeto y viene a introducir en la monotonía de la repetición
de lo mismo, una interrogación.
La clínica psicoanalítica tiende a darle lugar al síntoma en las instituciones, esto implicaría no
rechazarlo, no intentar normalizarlo, ni adaptarlo, sino justamente en el despliegue de
conductas escandalosas, patéticas y a veces intimidades de un sujeto, poder preguntarse que
está diciendo con eso. Se trata de poner cuidado por el detalle que muchas veces queda oculto
y no da, como Sherlok Holmes buenas pistas para el trabajo.
Las instituciones escolares consideran que son las normas las que van a ofrecer los puntos de
referencia para encuadrar el trabajo, pero el verdadero encuadre se encuentra teniendo en
cuenta las posibilidades de regulación del Sujeto, que sin dudas necesita de normas, pero no de
un modo inamovible. La respuesta de Psicoanálisis sería no agregar una regla más, sino más
bien ir más allá de las reglas y de las normas y subrayar el detalle singular del Sujeto.
Sandra Cejas
En los grupos conformados por niños pequeños se priorizaron juegos con el lenguaje tanto en
situaciones dialógicas como en narraciones, ya que el lenguaje permite por un lado compartir y
comparar las experiencias con los otros enriqueciéndolo la comprensión del mundo, y por otro,
posibilita articular procesos de pensamiento, siendo el mediador que permite que se armen las
significaciones, que se construyan los conocimientos.
En aquellos grupos cuyas características lo permitían, se priorizó el trabajo con juegos
reglados, construcciones y otros recursos, que permitieron que los niños expresaran las
dificultades por las que atravesaban. Resaltamos la importancia del juego dado que está
utilizando un recurso para apropiarse de algo, para entender el mundo que lo rodea. Tenemos
entonces que el niño que juega, está en realidad también “aprendiendo”.
Al nacer, un niño viene a un espacio que le es dado por su grupo social de pertenencia. Este
grupo lo necesita para asegurar su reproducción, y dar lugar a la continuidad de su cultura. El
grupo le impone sus enunciados, que a través de las figuras parentales que los enuncian son
tomados por el nuño y forman los pilares fundamentales del YO. La madre ya ha permitido
construir su propia subjetividad. Como mujer adulta, interpretará los gestos de su niño. Le va
a hablar, otorgándole sentidos a sus gestos. El niño incorporará palabras, aún antes de
comprenderlas. Las palabras de su madre es lo primero que el niño incorporará a su mundo
interior, al mismo tiempo que el alimento. Estas primeras relaciones con los objetos de amor
fijarán improntas/matrices de los modos de relacionarse con otros objetos. Es decir, estos
modos de presentación de los objetos serán resignificados, en virtud de la
interpretación retrospectiva, cuando el niño se encuentre frente a objetos de la
cultura.
Los “Talleres de Aprendizaje” instalados en las escuelas, pueden pensarse dentro de este
orden. Para cada equipo, la fundamentación de la implementación de este dispositivo de
trabajo constituyó una búsqueda permanente desde la interpelación a nuestras prácticas, que
el mismo nos hacía.
Jugar era perder el tiempo para algunos. Hoy podemos decir que para nosotros fue crear, hacer
tiempo, tiempo diferente, hacer lugar al tiempo del sujeto, habilitar…
Si hablamos desde una concepción psicoanalítica de estos espacios, sus funciones apuntan a
las de un encuentro, en las cuales el sujeto pueda sorprenderse de sí mismo. La generalización
puede hacernos afirmar que las dificultades de los niños con los cuales nos encontramos en los
talleres, se remiten a un desencuentro, la imposibilidad de acceder a los objetos de la cultura
que la escuela les podía donar.
Si nos situamos entonces en el campo cultural, podemos hablar del juego, de la creación
artística, de las ciencias y el conocimiento científico, como fenómenos de la Cultura. Decimos
entonces que ubicamos el lugar de la experiencia cultural en el espacio potencial que existe
entre el sujeto y su medio. La experiencia cultural comenzaría con el vivir creador, cuya
primera manifestación es el juego. Es importante destacar que en cada sujeto particular, la
utilización de dicho espacio la determinan las experiencias vitales particulares que surgen en
las primeras etapas de su existencia.
Es inevitable afirman que jugar es una actividad que genera inclusión. En el juego, las
diferencias no sólo no quedan de lado sino que cuentan: son justamente ellas las que hacen a
la singularidad, enriquecen la experiencia y por esto son buscadas y utilizadas. Como en un
“juego de palabras” las implicancias de atrevernos a “ponernos en juego” fueron substanciales
para los resultados del trabajo.