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Versalles, siglo XVII. Un hombre sin título reina en el jardín del Rey.

Jean-
Baptiste de La Quintinie, conocido como «el jardinero del Rey», elimina las
malas hierbas, labra la tierra, injerta esquejes, batalla contra los insectos y la
intemperie. Y no sólo eso: también alimenta a todo el palacio, al reino de las
pelucas, de las risas y de las traiciones.

Sin embargo, La Quintinie es un misterio para los miembros de la corte. ¿De


dónde procede este jardinero al que Luis XIV admira, a quien los científicos
veneran y todos envidian? ¿Quién es realmente este hombre exiliado, que vive
detrás de las sombras de palacio?

Un rey. Pero no un rey cualquiera. Un rey sin gloria cuya vida silenciosa está
marcada por el paso de las estaciones.

En su primer libro el periodista francés Frédéric Richaud se adentra en el


espléndido huerto del Palacio de Versalles de la mano de su creador, Jean-
Baptiste de la Quintenie. El misterioso abogado, que plantó su carrera como
letrado por la cosecha de frutas y verduras, es el protagonista de esta historia en
la que tras los guisantes y los higos se escucha el rumor de fondo de las guerras
emprendidas por Luis XIV, las intrigas cortesanas y otras voces que denuncian
la injusticia del régimen absolutista. Hay bailes de máscaras en el Louvre,
juicios por envenenamientos, favoritas del rey –como Mademoiselle de
Fontanges , que al quedársele enganchado en un árbol su sombrero, optó por
atarse con una cinta sus bucles e instauró una nueva moda de peinado–, planes
de ampliación del palacio para acoger permanentemente a la corte, y sobre
todo, una constante lucha contra las heladas y la carencia de agua y de abono.

El “Intendente para los cuidados de los vergeles de frutales y de hortalizas de


Versalles” construyó los primeros invernaderos en Francia, logró cultivar
suficientes hortalizas para abastecer a la corte durante todo el año y se ganó el
respeto y la confianza del rey, un monarca por quien Quintenie, en el relato de
Richaud, no puede evitar sentir ambivalencia: le permite construir su pequeño
edén, pero ¿a costa de qué? Él logró drenar las nueve hectáreas de tierras
pantanosas, y en ellas crear pequeños microclimas amurallados que permitieron
obtener, para asombro de todos, lechugas en enero o fresas en marzo. Pero sus
frutos que con tanto mimo y ciencia cultivaba apenas duraban unas horas en los
frívolos banquetes. “No os imagináis cuán grato me resulta encontrar refugio en
el hueco de una parcela aislada, a cualquier hora del día o de la noche, lejos, tan
lejos de todo”, escribe a Phillippe de Neuville.

Sutil y pausado, El jardinero del rey no es un tratado de jardinería, ni una


biografía; a partir de mínimos datos biográficos y de la correspondencia del
maestro jardinero, se construye esta historia cortesana, un fresco con un único
punto de vista, el del misántropo horticultor.

«Richaud evoca la Francia de Luis XIV, pero sobre todo vierte su luz sobre la
sencilla existencia de un hombre rodeado de los más importantes personajes en
un lugar y tiempo trascendental de la historia.» Booklist

«Maravillosamente escrita. Con precisas descripciones que nos permiten


imaginar cómo era un baile de máscaras o un lujoso banquete. Richaud es un
escritor elegante, conciso e ingenioso.» Time Out

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