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El paso de la niñez a la adolescencia pasaba sin mayor pena ni gloria, los chicos
tenían ya un par de años en preparatoria, comenzaban a estresarse con la
universidad, las carreras que elegirían o los destinos a que partirían, las parejas
formales ya se habían establecido así como las amistades que permanecerían
inalterables para toda la vida.
Cada uno de ellos ensimismado en su propio universo, preocupado por las materias
que tenían que acreditar para no perder el pase universitario o los sentimientos que
tenían que confesar para no quedar por siempre olvidados. Atrás quedaron las
inocentes inseguridades, los coqueteos nerviosos, la incertidumbre de
descubrimiento porque quien diría que llegaría un momento donde personajes como
Helga G. Pataki regresaban de las vacaciones Decembrinas transformada en toda
una mujer.
La "uniceja" pasó a ser historia antigua, gracias a una intervención clínica de Miriam
y Olga, la sometieron a depilación láser en contra de su voluntad, pues afirmaban
que era el regalo perfecto para el despertar de su "muñequita adorada" Helga
amenazó con asesinarlas mientras dormían esa misma noche pero una llamada
telefónica de Phoebe le hizo creer que quizás, la nueva Helga podía conquistar al
nuevo Arnold.
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No hubo bromas, palabras hirientes, ni miradas secretas. Sólo un silencio
prolongado entre dos personas que creían conocerse perfectamente bien y que de
pronto descubren que se desconocen por completo.
Helga había chocado accidentalmente contra él, distraída como solía suceder ahora
con los mechones de sus cabellos que se quedaban atrapados por debajo de las
correas de su mochila, él se tardó más de cinco segundos en reconocerla, ella que
lo conocía a plenitud grabó en su memoria cada nuevo detalle: el cabello más largo
y peinado hacia atrás, la presencia de una barba ligeramente bohemia, la estúpida
gorra gracias a los Dioses había desaparecido y aunque seguía utilizando camisa
larga a cuadros, esta no parecía más una ridícula falda, los músculos de sus brazos
y pecho parecían un poco más marcados, en estatura seguía siendo un poco más
alta que él pero era una diferencia de escasos tres o cuatro centímetros, cuando
terminaron su evaluación visual, uno del otro Arnold sonrió con ligereza y se disculpó
por su torpeza.
Un simple: —Por favor discúlpame, Helga. —a pesar de que había sido ella la que
chocó contra él.
Escuela más grande, tres veces más alumnos de los que estaban acostumbrados,
ellos ya no compartían todas las clases pero se veían en las que consideraban
importantes.
Esto es, que él podía ver a la verdadera Helga en literatura y ella podía ver al
verdadero Arnold en historia, el encuentro con sus padres lo había llevado a querer
seguir sus pasos, aún no sabía si como antropólogo, historiador o arqueólogo pero
quería explorar tierras, encontrar mundos, conocer tribus y empaparse de toda clase
de cultura. Se decía entre voces que pasó cuatro de sus seis meses de vacaciones
en la Selva, que aprendió a escalar y sobrevivir en condiciones infrahumanas. Helga
podía apostar a que ya no era el mismo debilucho enclenque de antes, de hecho, si
pudiera sentir la fuerza de sus brazos al rededor de la cintura, no pediría más en la
vida.
Los clubes deportivos no cambiaron en absoluto, ella logró coronarse una vez más
como capitana de Béisbol, división femenina, lo que no le hizo demasiada gracia
pero las reglas impedían que jugara en las grandes ligas. Es decir: rodeada de un
montón de toscos, sudorosos y mal hablados hombres. Gerald era el capitán del
equipo de Baloncesto, Phoebe de Voleibol, Rhonda volvía a liderar a las
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animadoras, Harold participaba en Judo y Arnold, no lo iría gritando por los
corredores pero se había conseguido una posición respetable en el Fútbol Soccer.
Así pues, de manera lenta y segura las cosas terminaron de colocarse en su sitio,
hubo amistades que se rompieron y nuevas alianzas que se hicieron, ellos dejaron
atrás el Campo Gerald para acudir a otros sitios como bares, cafeterías, centros
comerciales y parques de diversiones ubicados a las afueras de su pueblo. Arnold,
ni bajo tortura china lo admitiría, pero en sus ocasionales encuentros solía extrañar
sus malos modos, su sonrisa embustera, el tono de voz grosero y altanero, su
violencia física y es que él tenía que tener el caso más extremo de síndrome de
Estocolmo, porque la veía jugar en el campo y era "Su Helga" la que recibía el
calificativo de guerrera amazona, pues se había llevado la copa de oro dos
Campeonatos seguidos.
Algunas ocasiones creyó verla en las gradas cuando era él quien jugaba pero
siempre que lograba identificarla, otras voces lo llamaban.
Él, era popular entre las chicas, de una manera en que nunca antes lo había sido,
le gustaba que fueran lindas con él y le tenía sin cuidado si eran morenas, rubias,
altas, delgadas o bajas, aunque si se podía elegir, se inclinaría por la que
consideraba el amor de su vida.
Lila, siempre estaba en la primera fila del campo de soccer para apoyarlo y a él le
bastaba con una sonrisa de su cara para olvidar lo que hacía y renovar fuerzas.
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"espectáculo" la primera vez que apareció una "carta de amor" sobre la puerta de su
casillero se esperó hasta que pasara él y lo interceptó en el camino.
—Disculpa que te moleste, querido amigo con Cabeza de Balón, pero si tuvieras la
gentileza de explicarme como funciona "esto" —y al mencionarlo le mostró la carta
con escritura burda que sin lugar a dudas debía pertenecer a cualquier chico de la
escuela. Él se encogió de hombros, no muy seguro de entender, qué era lo que le
pedía.
—Ya, esa parte la entiendo, sé leer desde el jardín de infancia, por si no lo recuerdas.
Mi punto es, ¿Si tú escribieras una carta para "halagar" a tu noviecita Lila, la dejarías
simplemente y te irías? ¿O esperarías a que la leyera y te diera alguna clase de
respuesta?
—Gracias, eso es todo lo que quería saber. —acto seguido sacó la goma de mascar
de sus labios. Un aroma a mango le llegó por lo alto, combinado con su perfume que
debía ser a flores o dulces, la goma terminó sobre la carta, luego la arrugó en el
interior de su puño y la arrojó al primer depósito que encontró en su paso. Él quiso
explicarle que quizás su admirador secreto era un chico tímido, tenía que ser
paciente. Ella era una romántica, ¿No es cierto? ¿Qué no era eso lo que les
apasionaba a todas las chicas desde Walt Disney?
—¿Perdón…?
—Que si para ti está bien seguir suspirando por los pasillos y sostener su mano
cuando a Lila le dé la gana, por mi perfecto. Pero otras personas maduramos más
rápido y lo que queremos es una declaración formal, sin medias tintas, directo a la
cara. —su estómago se revolvió cuando escuchó todo eso. Vagamente fue
consciente de que no estaban solos ni en un sitio íntimo, estaban a medio pasillo
donde cualquiera los podía ver y peor aun escuchar. Nadie reparaba
específicamente en su charla, con excepción de los Beisbolistas que recién iban
saliendo de práctica.
Helga, arrebatada como siempre era, lo había tomado por las solapas de su camisa
y se había acercado a él, como en los viejos tiempos cuando cerraba el puño diestro
por lo bajo y amenazaba con tirarle los dientes por el simple acto de estar respirando.
Su pulso se aceleró al recordarlo, algo en su mente y su pecho reaccionó. Él tenía
que tener problemas de carácter clínico, si estaba ahí, deseoso de que Helga G.
Pataki, le rompiera la cara.
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aunque sí solía verla en ausencia de todo calzado porque los pies se le hinchaban
luego de practicar demasiado.
Se despidió sin mayor ceremonia, giró el cuerpo y se perdió a lo largo del pasillo. A
partir de entonces, la escena de la carta se repetía y no solo con las notas de papel,
sino con lo que sea que dejaran en su casillero: números telefónicos, animales de
felpa diminutos y con chupón que se adhería a cualquier superficie, globos
multicolores y hasta chocolates y dulces. Esos últimos los desplazaba a los
casilleros de sus costados. Nadine, estaba especialmente feliz de tener golosinas
gratis, el chico del otro casillero, sólo tuvo que preguntar una vez, si a caso ella lo
estaba invitando.
—¡Por supuesto que no, tarado! ¡Dáselos a tu propia novia, la escuché quejarse en
los baños de que eres bastante tacaño!
Helga podía cuidarse sola, él sabía que podía cuidarse sola, pero aún así, no le
gustaba lo que de un tiempo hacia acá se venía escuchando.
Gerald vomitó en la cafetería el miércoles, dos días antes de San Valentín, cuando
el capitán de Béisbol de la división masculina comenzó a gritar que estaba decidido
a acostarse con ella, describió detalladamente sus generosas curvas, mismas que
se adivinaban de manera perfecta cuando el uniforme deportivo se pegaba a sus
formas debido al sudor. Él le había enviado las cartas, los dulces, además de los
animales de felpa y comenzaba a sospechar que ella sabía que era él quién lo hacía.
—¡¿Oye viejo, no crees que deberías aceptar un no, como tal?! ¡Ninguno de esta
escuela le interesa! Pasó seis meses completos en Paris, ¿Cómo sabes que no
conoció a un Franchute contra el cual ni tú ni nadie, podría competir? —se quejó su
amigo luego de terminar de devolver el almuerzo que recién acababa de ingerir.
Un mal sabor de boca se instaló en el interior de sus labios cuando escuchó ese
relato, sabía que Gerald se lo diría a Phoebe y que ésta a su vez se lo contaría a
Helga, lo que no terminaba de entender era por qué su mejor amigo sentía la
imperiosa necesidad de referírselo a él.
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—¿Más que ella?
No hubo tiempo para indagar en eso, suponía que Phoebe, Rhonda, Nadine y las
demás estarían enteradas y cuidando de Helga. Era una tradición entre chicas,
flanquear distancias y mantener apariencias, cosa que no acostumbraban los
chicos, ellos simplemente se plantaban de frente y tiraban dientes.
La antigua Helga plantaría la cara y soltaría algunas patadas, la de ahora tenía otro
tipo de plan.
Llegó San Valentin, con sus declaraciones de amor, bailes improvisados y besos
apasionados en cualquier parte del edificio.
La tradición de su escuela indicaba que los chicos regalaban chocolates a las chicas
y si estas correspondían se comían la golosina. Lila ya estaba degustando una barra
enorme de chocolate blanco cuando él tuvo oportunidad de ir a buscarla. Le dejó el
suyo que era de chocolate negro y que además tenía forma de corazón.
Rhonda obligó a Curly a comprarle una decena de sus favoritos, los que eran
excesivamente caros y exclusivos, Harold llevó galletas de chocolate horneadas en
casa, Patty las devoró con ansias, a excepción de una, esa sería para su mamá.
Gerald le compró un enorme chocolate en forma de oso a Phoebe, de color blanco
y con coco. Eugene, le obsequió un pequeño chocolate a Sheena, la chica lo aceptó,
aunque no se lo comió.
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—Pues tú celebras el amor, yo la liberación...—al comentar eso le dio una generosa
mordida a una barra de chocolate que curiosamente era de la marca que a él más
le gustaba. Su estómago sintió un nuevo estremecimiento. No podía creer que todos
sus admiradores, se abstuvieran traerle chocolates ese día. Pero más tardó en
pensarlo que en lo que Jake Cabot, estaba delante de todos armando un escándalo.
—Los chocolates…
—Te agradezco el gesto, pero no tenías que invertir tanto dinero. ¡No soy un objeto
que puedas comprar! pero si tanto te interesa aliviar tus "ansias" puedes intentar con
cualquiera de ellas. —las chicas con chocolate en las manos y cara tragaron duro,
no tenían idea de cual era el escenario completo.
Había de todo tipo, desde las inseguras que salieron corriendo, a las tímidas cuyas
mejillas se incendiaron y cabezas bajaron, Nadine sonrió esperanzada, levantó el
rostro además del pecho. Helga se terminó la barra de chocolate que sin lugar a
dudas debió comprar en la cafetería y se levantó de su asiento. Jake la destruyó con
la mirada, sobretodo por la exhibición y humillación pública.
Pensó que esa sería para él y que constituía el sabor favorito de Helga…
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—Celebro por nosotros…—y al comentarlo le entregó el chocolate almendrado. La
siguiente clase comenzaba de inmediato, la chicharra además de las voces a grito
de algunos profesores se los recordaron, él fue directo a algebra y sobre el
chocolate, claro que se lo comió, pero por alguna razón, no se lo terminó. Helga
nunca les había regalado algo, hasta Phoebe decía que en su relación de mejores
amigas, no intercambiaban regalos.
"Helga, no cree en los obsequios, piensa que si quieres decirle a alguien que lo
quieres, lo demuestres con palabras o acciones. Nada que se compre con dinero"
—En absoluto…—respondió resignado. —ya era el final de las clases, era viernes y
por consiguiente todas las citas se estaban planeando para un fin de semana
romántico. Tomó su chaqueta del interior de su casillero, Lila le siguió el paso, ella
traía unos libros sueltos en los brazos, él se ofreció a sostenerlos cuando una voz a
grito llamó la atención de ambos.
—¡Suéltame!
Lo único bueno que el gran Bob había hecho por sus dos hijas, era llevarlas a clases
de defensa personal. Él no era estúpido, era un patán, avaro, ensimismado en su
negocio que reconocía por sobre todas las cosas que también era un cerdo y como
tal, no quería que otros cerdos se tomaran libertades con sus hijas. Claro que no,
primero muerto que verlas sufrir por algún degenerado demasiado mañoso y fue por
eso que aún presa del horror, Helga escuchó su nombre y recordó quién era.
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Se afianzó firme sobre la planta de sus pies, reunió fortaleza, no supo de donde y le
descargó un codazo lo más fuerte que pudo en el pecho, Jake se fue hacia atrás,
levantando el rostro visiblemente indignado, tenía los labios rojos, húmedos de ella,
la imagen de él la devastó, así que después le dio un puñetazo que esperaba le
hubiera roto la nariz y tuvo que detenerse ahí porque obviamente, sus piernas
amenazaron con dejar de sostenerla. Phoebe era rápida, de hecho su velocidad era
algo que le daba ventaja a la hora de jugar voleibol. Antes de que su amiga
desfalleciera, ella ya estaba ahí y como la respetaba y protegía su dignidad, la obligo
a caminar en dirección de los baños. El silencio entre los presentes se prolongó aún
con un chico que gritaba indignado que Helga G. Pataki se arrepentiría de sus actos.
Muchos ya no fueron dueños de sí mismos, porque sí. Ella había convertido sus
infancias en un martirio, pero también había apoyado y participado en todos los
momentos que la necesitaron y sí, era una patada en el culo, con una actitud de los
mil infiernos, pero jamás…
Y esa era la parte más vulnerable de todo esto, que mientras lo golpeaba, primero
en el pecho y después en el rostro, hubo lágrimas saliendo de sus ojos. Y ellos hasta
ahora, nunca la habían visto llorar. Ella daba la cara, peleaba sus batallas aun a
sabiendas de que no iba a ganarlas, si perdía se humillaba como la tradición
indicaba, pues Helga G. Pataki aceptaba la derrota cuando la misma llegaba. Arnold
quería ir con ese sujeto y repartirle su propia tanda de golpes, claro, él era un
pacifista, estaba en contra de la violencia física, pero…en este momento, en serio,
no sabía de lo que sería capaz en este momento, porque él sí la había visto llorar,
pero por sus padres, su historia personal, sus sueños de infancia, no por esto, y en
su corazón sentía que ninguna mujer tendría que llorar por esto.
—Si la vuelves a molestar, el único que se arrepentirá de sus actos serás tú, mi
amigo. Y eso no va sólo por Helga, sino por cualquiera. Si una dama, te dice que
no. La respuesta es no, de lo contrario, voy a romperte los huesos y si me dices que
no…voy a ignorar por completo el sonido de tu voz…
Harold había llegado casi el metro ochenta de estatura, en masa corporal seguía
estando pasado de peso, pero no era grasa, sino músculo. El deporte, las artes
marciales que por consejo de Patty recién practicaba lo habían convertido en un ser
impresionante e imparable. Jake, se limpió la sangre del rostro, claro, él tenía el
apoyo de todo el equipo de Béisbol, pero después de Harold se unió Gerald, cuyo
equipo de Baloncesto no tendría problemas en romperse el alma contra ellos, Curly
no tenía demasiado que ofrecer pero ahí estaba, Eugene salió de la nada, sus
cabellos rojos al mismo tono de su indignación, comentó algo sobre abrirle el pecho
y bañarse en sus entrañas si otra vez la tocaba. Stinky se mostró de acuerdo y por
alguna razón, entre todo el barullo él no se movió.
Él, era al que Helga más había molestado, y también era el único a quien ella había
besado…
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CAPÍTULO 2
—Viejo, andando…
Gerald se le había unido de nuevo, después de que entre todos escoltaran a Jake
Cabot a la salida. Él tuvo que parpadear un par de veces antes de caer en la cuenta
de que efectivamente la puerta principal ya estaba libre de problemas. Las chicas
se habían retirado, Lila ya no estaba a su lado, ni ella o los libros que dejó caer en
su pequeño exabrupto.
—¿Gerald…?—el moreno rodó los ojos y comenzó a tirar de su brazo para obligarlo
a caminar junto a él.
—Si, Tierra llamando a Arnold. Sé que no es un espectáculo de todos los días, pero
ya no tenemos nueve años.
—¿Qué?
—Que defendiera a Helga no es para tanto, ¡No iba a estar enfadado con ella toda
la vida! y Phoebe tiene clases avanzadas los viernes. Si la conozco, como creo que
hago, Pataki no permitirá que arruine su historial académico por algo como "esto" —
él asintió mecánicamente con el rostro. Aún no procesaba lo que era "esto" ni
tampoco le llegaba la revelación de ¿En que momento de la vida Gerald aprendió a
conocer a Helga? pero ya estaban llegando a los baños y había un montón de
personas que cuando los vieron llegar discretamente se replegaron.
Eran los mismos chicos que se reunían para jugar en el callejón del Barrio y el patio
de la escuela hace poco más de diez años, independientemente de sus relaciones
personales o de que se agradaran entre sí, asintieron a la petición de Rhonda y
esperaron a escuchar su propuesta.
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Nadie tenia derecho a preguntar a Helga sobre sus sentimientos, esencialmente
porque apenas si se enteraban de que tenía sentimientos y que era una mujer, que
como tal y como todas, era sensible y vulnerable. Ellos no la tenían propiamente en
un pedestal de oro, pero no iban a mancillar la imagen de su bravucona por culpa
de un idiota. Todos se mostraron de acuerdo y luego de estrechar manos y
despedirse en pos de disfrutar con sus parejas del fin de semana se fueron.
Gerald llamó a la puerta del baño, tres veces seguidas, luego hizo una pausa y tocó
dos veces más.
—¡¿Ehh?! Claro que no es para eso, es más…¡No te interesa! —la puerta se abrió
luego de unos cinco minutos. Phoebe tenía el rostro un poco sucio debido al rímel.
Se le había corrido el maquillaje del rostro, sus cabellos negros los llevaba atados
en un sencillo moño, el color azul seguía siendo su preferido para vestir además de
las camisas holgadas que por más que lo intentaba delineaban sus discretas curvas:
la cintura breve, las caderas anchas, los pechos pequeños pero bien formados,
completaba el atuendo con una falda tableada a la altura media de los muslos,
medias transparentes, botas cortas de tacón cuadrado y gafas de montura gruesa,
su mochila era de tirantes y de color negro, la llevaba a la espalda, como una
extensión de sí pues los estudios, así como sus amigos eran de lo más importante
en su vida. Saludó a Arnold con un movimiento de mano y después dejó que pasara
Helga, la rubia había soltado sus cabellos y los había vuelto a atar con una liga en
una coleta floja que le caía sobre el hombro diestro, al lado contrario le pasaba la
correa de su mochila, un morral de color rosado con estampado de flores. Ella, aún
estaba dudando sobre cómo actuar, cómo reaccionar, cómo comportarse y
finalmente optó por gritar.
—¡Le tiraré los dientes al primero de ustedes que me mire con si quiera un poco de
compasión! —declaró mirando con furia tanto al Cabeza de Balón como al Cepillo,
Gerald levantó las manos en son de paz y respondió con el mismo tono elevado.
—Bien Geraldo, ¿Y tú? —sus ojos azules eran como centellas: coléricos y
electrizados, él los sintió invadir su cabeza, penetrar sus defensas pero también,
debajo de todo eso reconoció un poco de miedo. Negó con el rostro, guardando las
apariencias. No le correspondía a él juzgarla o criticarla. A decir verdad, no entendía
por qué Gerald lo había obligado a acompañarlo.
—Todo está igual entre nosotros, Helga…—comentó sin dejar de verla a la cara,
advirtiendo el conjunto completo de sus mejillas pálidas y los labios rosados,
húmedos, delineados por alguna clase de brillo o labial. Hasta ahora era consciente
de que Helga usaba maquillaje, aunque no era tan elaborado como el de Phoebe,
sus ojos no estaban delineados, ni sus pestañas rizadas. Solamente eran sus labios
y curiosamente eran esos los que habían provocado.
—¡Más te vale, cabezón! —lo amenazó como antaño y él sintió nostalgia, aunada a
un nuevo y desconcertante estremecimiento. el estómago vacío, la cabeza dando
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vueltas. Helga dio el asunto por terminado y giró el rostro en dirección de su amiga,
la asiática estaba un poco más calmada pero visiblemente afectada.
Le dolía la agresión que sufrió la rubia, la fachada de mujer ruda que hoy día aún
obligaba a sostener y le dolía de más que no pudiera ser honesta con sus
sentimientos, que siempre debiera mantenerse de pie, cuando lo único que quería
era derrumbarse en el piso y llorar.
Durante los breves minutos que se encerraron en el baño era eso lo que había
hecho. La dejó caer en lo que revisaba que el baño estuviera vacío y colocaba el
cerrojo en la puerta porque no quería las miradas indiscretas de Rhonda y su
comitiva. Helga lloró como la antigua niña, porque seguía siendo esa mujer
romántica y apasionada que guarda sus labios para la persona indicada. Ese beso,
"el que te toma desprevenida y de manera forzada hasta desvanecer tus defensas
y reclamar tu lengua" estaba destinado a Arnold. En su mente y su corazón, aún
tenía sentimientos por Arnold y mentiría si dijera que en sus fantasías recurrentes,
no era él quien tomaba la iniciativa y le dedicaba una carta, una sonrisa, una palabra.
Esa ilusión, del amante osado se terminó, ¡Ese maldito se la arrebató! y dolía,
porque Arnold, aparentemente ni se inmutó.
"No digas eso Helga, él es un pacifista y la situación…la verdad es que a todos nos
tomó por sorpresa"
"No lo sé…"
"Jamás lo haría pero ni tú ni yo queremos que la boca de ese pelmazo sea lo último
que toque tus labios"
—Llegarás tarde a tu clase, Phoebe ¿No necesitabas todas las asistencias para
tener mas oportunidades de obtener el pase universitario?
—Sí, pero…
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—Pero nada, Cabeza de cepillo te esperará en las canchas de Baloncesto para
después llevarte a tu casa.
Helga parecía conocer los hábitos deportivos de Gerald así como el moreno parecía
conocer la vulnerabilidad de ella, ¿Desde cuando eran tan íntimos? Y más
importante que eso ¿Por qué le molestaba tanto? Phoebe rompió el abrazo, se
limpió unas lágrimas traicioneras del rostro y después se inclinó para recoger las
llaves y devolvérselas a su novio.
—¿Estás segura de que estarás bien?—preguntó por ultima vez, sin dejar de mirarlo
a él. Gerald sonrió con la misma complicidad que compartían ellas.
Era Phoebe quien los había unido de alguna extraña y misteriosa manera. Ella
compartía cosas de su mejor amiga con su novio y viceversa. Ellos debieron terminar
por aceptarlo porque la querían.
—Ya te dije que si, y no me lo tomes a mal melenudo pero lo último que quiero en
este momento en encerrarme en algún sitio con cualquier clase de c-h-i-c-o, ¿Tú
eres un chico, cierto?—Gerald rodó los ojos y replicó.
—Si, Helga, soy todo un hombre pero no tan varonil como tú. —Helga le levantó el
puño cerrado, aunque tuvo que disimular el dolor, porque se le estaba inflamando.
Gerald sonrió y se abrazó a su novia para llevarla al salón de cálculo avanzado.
—¿La acompañas tú, viejo? —inquirió sin pensarlo Johanssen. Él aún estaba
estupefacto por la revelación. ¿Dónde tuvo la cabeza durante todo este tiempo?
Ellos eran "amigos-amigos" del tipo que se hace bromas pesadas y se apoya en
situaciones desesperadas. Él seguía siendo el chico de respaldo, a quien llamas
cuando no tienes a nadie mejor que llamar.
Helga dejó que se fueran los enamorados, sacó una goma de mascar del interior de
su bolso y la metió en su boca, "mango" pensó para sus adentros y de recordar la
vez que estuvieron tan cerca el uno del otro, con unas palabras de amor no
confesas, se le hizo agua a la boca. Ella giró sobre la suela de sus VANS
desgastados y emprendió la huida con paso calmo, él se movió por inercia. No sólo
por obligación o cortesía, sino porque quería estar dónde ella fuera.
—L…lo sé, —comentó de inmediato. Caminando un poco por detrás pero sin dejar
de mirarla en su totalidad, resuelta, plena y a pesar de todo ello, frágil y fémina. —
Pero vas a necesitar una venda y algo de hielo para eso…
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—¿Cómo…?—Helga detuvo sus pasos y así él pudo señalar el puño que tenía ya
bastante inflamado.
—Tomaré analgésicos.
—¡No voy a entrar a la enfermería…!—y eso lo dijo mas que nada porque si volvía
a pasar por ese lugar, todas sus defensas se derrumbarían. Arnold suspiró cansado,
ella se relajó, confiada de ganar esta batalla.
—¿Por qué…?
—Para que pueda curarte —y ella ya no dijo nada, pero accedió a que él la guiara.
Arnold no tenía auto como Gerald, tomaba el autobús al igual que el resto pero en
esta ocasión optaron por caminar. Uno junto al otro en ceremonioso silencio.
—¿Perdón?
Tres en la tierna infancia, uno más a los doce años y el último antes de entrar en la
preparatoria.
Helga lo miraba de manera intensa. Siempre era así, no tenía otra forma de
describirla como no fuera "una mujer apasionada y directa" Estaba de cara a él,
como en el momento en que confesó sus sentimientos y le dio un largo y profundo
beso.
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Aquel, no era su primer beso, ni el segundo entre ellos, era el tercero y mientras lo
pensaba podía afirmar que los labios de Helga eran idénticos a los de la falsa Cecile,
pensó en su figura, su ternura, creyó que por fin se había apoderado de él la locura
heredada a su abuela, pero no era un invento. Era cierto, Helga y Cecile, eran la
misma persona que decía quererlo.
Cuando terminó el beso y su mente llegó a la conclusión de que este podría ser el
tercero de muchos o el último de pocos, Helga habló de "la locura del momento" No
era verdad que sintiera por él, algo como eso.
¿Amor?
Eso no estaba planeado así porque Helga ni siquiera participaba en la obra, era la
guionista y asistente de dirección. Él se quedó una vez más con el papel protagónico
porque en esta ocasión, sí sería Lila Sawyer a quien besaría, más en séptimo el
ensayo, (media hora antes del estreno) cuando la pelirroja seguía sin poder besarlo,
Helga perdió los estribos, arrojó sus papeles al suelo y se dirigió a él como una leona
en cacería.
Lo tomó de las ropas que por cierto ya eran las de la obra: un traje color negro de
corte inglés con chaleco y corbata grises a juego, tiró de las solapas de su saco, él
cerró los ojos y levantó rostro por acto reflejo, tan acostumbrado a la diferencia de
altura entre sus cuerpos, a la forma de sus labios y lo intempestivo de sus arrebatos,
separó los labios, contrario de las ocasiones en que aún eran niños, saboreó su
boca y sintió su lengua danzar junto a la suya.
Fue un beso breve que disfrutó en cierta medida y que se vio roto por la necesidad
de Helga de recalcarle a Lila lo fácil que era.
"Eso es un beso, Sawyer. Arnold no muerde y no se te van a caer la piel, los labios
o la cara por tocarlo. Son amantes, ¿Recuerdas?" —gritó señalando los papeles en
el piso. "Su esposa por fin murió de Tifoidea, la enterraron hace unas horas y él no
quiere llorarla, quiere recordarla a través de ti. Tú eres la razón de que le fuera infiel
en su lecho de muerte porque le recuerdas a la mujer que amó en los años que fue
verdaderamente bella…"
La obra fue todo un éxito, por el guión más no por la actuación. Al final, él terminó
besando a Lila un poco más abajo de los labios, inclinó el cuerpo para que no se
notara que sus bocas no se habían tocado. Siendo honestos, ahora que lo pensaba,
quizás la obra era una proyección de los sentimientos de Helga.
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"Tú eres la razón de que le fuera infiel, porque le recuerdas a la mujer que desde
siempre amó"
Su corazón dio un diminuto salto al llegar a esta conclusión, las imágenes de "la
falsa Cecile y Helga Pataki" revolotearon en su cabeza. ¿El estaba enamorado de
ella? Nunca antes se lo había preguntado. La rubia permanecía con él, aunque se
había dirigido a una banca en el límite del parque. Él la siguió, aún sin decir nada,
sospechaba que faltaba poco para que Helga se hartara, su relación se resumía en
esto:
Sabía por boca de todos que Olga tenía un puesto reconocido en una Universidad
Francesa, sus padres planeaban visitarla a finales del año, pero los rumores también
decían que si los Señores Pataki se divorciaban, Helga y su madre se quedarían
con ella.
Y sí, lo dijo bien porque él ya conocía a Olga y la única palabra que tenía para
describir a su hermana mayor era "sexy" Obvio resultaba suponer que la menor de
los Pataki tendría una figura así de envidiable. Cuando se despidieron, Gerald ya
iba algunos metros por delante con Phoebe y el resto de sus amigos, también los
habían dejado a solas.
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—Trata de hacer que no te maten…
—Oh…
Un muérdago se elevaba por encima de sus cabezas. Y ahora tenía sentido que
todo el mundo los hubiera dejado solos. —cerró los ojos en el momento exacto que
sintió el roce de sus labios. Sabor a mango envió descargas eléctricas por todo su
cuerpo, separó los labios como en el teatro, la sintió abrirse paso en su boca, jugar
con su lengua. Un beso húmedo, ansioso y quizás un poco desesperado. Las manos
de Helga estaban una vez más en su cuello, él relajó los músculos, cerró un poco el
espacio entre sus cuerpos, sin tocarla…invadirla, lo importante para él, era
respetarla.
"Feliz Navidad…"
—Ar…nold…
Dejó de viajar por el mar de los recuerdos, Helga tenía el rostro rojo, húmedo de
llanto, su primer instinto fue pensar que la había lastimado al quedarse tanto tiempo
callado, pero después la miró doblarse del dolor y contempló el puño diestro que de
rojo comenzaba a ponerse morado.
—¡No me grites!
—Claro que sí, yo lo vi muy claro. Solo hizo falta preguntar lo obvio…
—¿Qué…?
—¡Me odias!
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—Helga…—él no tenía paciencia para ella. Es decir, siempre lo sacaba de sus
casillas pero para llevar la fiesta en paz y en pro del pacifismo no ahondaba de más
en la herida. La dejaba hacer sus rabietas, amenazarlo, golpearlo y sí, besarlo.
—No te odio, y nunca pensé demasiado en los besos que me has regalado…
—¿Perdón…?
—Cuando éramos niños, decidí que eran cosas de niños y en el ensayo de la obra,
pensé que era sólo teatro…
—No nos besamos, pensé que le daba pena hacerlo delante de tantos, pero ha decir
verdad….ella y yo…nunca nos hemos besado.
—El origen de los tiempos, yo lo sé, pero no nos hemos besado y aún no he
terminado. Lo que "hiciste" nunca me pareció ofensivo o repulsivo. Sólo un poco
intimidante, porque…tú sabes. Se supone que somos los chicos los que besamos a
las chicas.
—¿Diferente, cómo?
—¿Y entonces por qué…?—se atrevió a preguntar, a pesar de que estaba a punto
de ponerse a gritar de dolor. No cerró el puño correctamente al momento de soltar
el golpe. Sí, era una mujer atlética que se mantenía en forma, pero el calor del
momento, el traumatismo emocional de ser besada por otro sujeto, el nivel de su
enfado al ver la sonrisa prepotente de ese descarado, la llevaron a reaccionar sin
pensar y seguramente se había fastidiado un tendón, un dedo, un nudillo o dos.
—¿Por qué no dije nada desde que nos volvimos a ver…? —Helga asintió con el
rostro pero en esta ocasión no pudo evitar volver a doblarse del dolor. ¡Quería
drogas y de las fuertes! ¡Las necesitaba ahora! Arnold la levantó con soltura,
tomándola de la cintura. Un gesto involuntario y que honestamente se sintió de lo
mejor, comenzó a escoltarla hacia la casa de huéspedes. No estaban demasiado
18
lejos y su abuela con toda seguridad tendría algo para calmar su dolor y bajarle la
hinchazón. Retomó la conversación a medida que adquirían un paso firme, relajado.
—Porque como te dije, nunca pensé demasiado en eso y ambos regresamos tan
diferentes…
—Y tan nosotros…
La pregunta se quedó en el aire, pues lo siguiente que quería saber era lo que sintió
al ser besada por ese bastardo. Si se lo hubiera preguntado a él, le diría que lo que
sintió fue que se moría, que la persona que era se transformaba en otra pues desde
siempre, había sido ella la que lo besaba a él. La que decidía a quién querer, la que
encontraba formas de volver íntimo un espacio público, la que no tenía miedo, sólo
pasión y convicción.
Verla temblar entre las formas de Jake, verla llorar por causa de él, despertó algo
en su interior que no podía comprender, la sangre se congeló en el interior de sus
venas, algo en su mente se fragmentó. La imagen de Helga a los nueve años
diciendo que lo quería, que le gustaba con pasión y locura, que escribía decenas de
poemas inspirados en él y que hasta guardaba un altar en su alcoba.
Eso era lo que le impidió reaccionar, recomponerse de la impresión, porque esa niña
era asombrosa y no merecía ser tocada por un cualquiera.
—¡Santo cielo! ¡¿Pero qué fue lo que les pasó, Arnold?! —su abuelo estaba
barriendo las escaleras de la entrada principal, al sonido de su voz se unió la de su
abuela.
—¡¿Qué está…?! ¡Eleanor! —Helga levantó el rostro y por extraño que pareciera
corrió a reunirse con su abuela.
—¡Gertrude!
CAPÍTULO 3
19
.
Phil tuvo que apartar a Arnold luego de que al chico casi se le cayera la mandíbula
con la imagen de su abuela y Helga apretándose en tremendo abrazo. Es decir,
sabía que Puki estaba algo loca y que Helga también, ¿¡Pero, esto!? Ninguna de las
dos lo abrazaba a él ¡Es más! Ninguna de las dos le mostraba ese "lado" a él.
Iba a comenzar a protestar a voz en grito, cuando de pronto su abuelo le hizo una
seña para que prestara atención al sonido.
—Déjalas unos minutos hombre pequeño y ahora que estamos aquí, dime ¿Qué
demonios fue lo que les pasó?
—¿Esa Eleanor, es la niña furiosa que golpeaste con tu bola de béisbol, cierto?
—Si, es ella.—interrumpió, antes de que Phil encontrara una forma de relacionar los
nombres modernos con la Segunda Guerra mundial.
—Estás más pálido que la muerte, Arnold. Y esa chica tenía el rostro manchado de
llanto, tú la abrazabas por detrás como si quisieras protegerla de la vida misma. No
es que no seas caballeroso con todas las personas, pero creo identificar algo cuando
lo veo.
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—Dime lo que les pasó y luego te diré lo que yo creo que sucedió. —La mirada de
su abuelo debía ser la misma que usaba en el ejército ya que no admitía
vacilaciones. Arnold se rindió y aceptó el trago que le era entregado. Levantaron los
vasos como demandaba la tradición y después bebieron de un solo golpe.
El sabor amargo se le escurrió por la garganta como fuego líquido hasta aterrizar en
el estómago, luego observó la imagen del vaso vacío, como si poseyera las
respuestas a las preguntas que a penas y se estaba haciendo. Trató de pensar en
una forma cuerda narrar la situación, mientras su abuela y Helga entraban por la
puerta principal y se dirigían al salón de lectura.
Él, nunca le habló a sus abuelos sobre la complicada relación que mantenía con
Helga. La intimidación a que era sujeto durante las clases y en los casilleros, los
extraños y contados momentos en que se trataron con respeto, la declaración de
amor y el apasionado beso. ¡Oh, no. Eso jamás! Ni a Gerald se lo contó, porque
seguramente él se lo diría a todos y pronto sería el hazmerreír de todo el vecindario
o peor aún, Helga se enteraría y no dudaría en volver a…
¿Golpearlo o Besarlo?
¿Sentiría distinto? ¿Querría volver a besarlo? ¿Estaría dispuesta a dejar que alguien
más la besara?
—¿Qué tienes que entender si todo para mi es muy simple hombrecito? —Arnold
resopló pero permaneció tumbado en la mesa. —Su abuelo bufó con sorna y de ser
más joven o más hábil, desearía tener a mano una de esas cámaras digitales y
hacerle una fotografía. "Primer dilema de amor" así la pondrían en el álbum, pero
como no tenía nada de eso, se conformaría con guardar su estampa en la memoria.
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—¿Para qué?—Levantó el rostro, mirando a su abuelo porque en serio. ¡Necesitaba
una explicación para lo que estaba sintiendo! ¿Pero a quién se la iba a pedir?
¿Gerald? Se desmayaría ante la contemplación de la idea, él se estaba quedando
sin oxígeno en el cerebro ante la contemplación de la idea. ¿¡Él y Helga!? ¿¡Él quería
besar a Helga!? ¿¡Y agarrarse a golpes con Jake por haberla besado!? No, no era
solo el beso, era que la había lastimado, ella estaba llorando. Y él no quería que
nadie la hiciera llorar.
—¡¿Cómo que para qué?! La chica furiosa, te trae de cabeza. ¿Quién lo diría? Tal
vez la maldición se transfirió a ti y por eso no me morí.
—¿Otra vez vas a empezar con eso de que debías morir a los noventa y un años?
—Claro que lo estamos, si tú vas a pagar la maldición viviremos hasta los doscientos
años.
—Ah, Galletita. ¿Me preguntaba cuando ibas a aparecer por aquí?—comentó Phil,
aún divertido.
—Dejé a Eleanor con el puño sumergido en una cubeta de hielos, el doctor Evans,
nuestro único inquilino dice que debe bajar la hinchazón para poder hacer una
valoración. Le sugerí que durmiera un poco, pero quizás aprecie más que la
acompañes un rato.
—Está bien.
—¿¡Eh…!?
—El poste, Eleanor dijo que recibió una mala noticia y por la impresión, golpeó el
poste. —Arnold miró a su abuela como si por fin se hubiera vuelto totalmente loca.
El problema con eso era que no había locura en sus ojos. Helga le mintió y Gertrude
sabía que lo hizo, pero no la presionó. En su lugar, lo mandaba a él para que la
cuidara.
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—Creo...que lo golpeó lo más fuerte que pudo.
—Espantosa…
—Con razón tú estabas tan pálido y a la pobre le dio por llorar. Eleanor nunca baja
la guardia, trátala con respeto Arnold.
—Lo haré…—se levantó de su asiento dispuesto a reunirse con ella, pero cuando
alcanzó el umbral de la cocina, no se resistió a preguntar.
—Claro que si. —se obstinó su abuela. —Siempre que tú no estabas, claro está.
—No te pongas celoso, sabes que tengo cientos de libros en ese cuarto. Ella venía
a leer y a pasar tiempo con una pobre vieja que todos tienen por senil y loca.
—¿Está hablando en serio, abuelo? —preguntó sin creerlo. Phil asintió con una
enorme sonrisa como de tiburón. Ese gesto quería decir "Te trae de cabeza y ni
siquiera te habías dado cuenta" —roló los ojos cansado. Se suponía que con la edad
llegaba la madurez, pero sus abuelos descubrieron que con la edad, ya no les
importaba el daño colateral que producían sus actos. Retomó la huída y entonces
fue el turno de Gertrude. Se acercó misteriosa a él, susurrando a su oído.
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alguien viniera a ponerle el traje de conejo? Definitivamente, eso no fue tan
humillante como esto.
—¿Tantas?
—Eso fue durante un mes, a los nueve años y no volví a practicar jamás
—No digas e…—ella lo interrumpió con una de sus miradas. Intensa, Helga estaba
volviendo a ser sincera con él.
—Miriam se quedó en Europa con Olga, y Bob se supone que debía estar conmigo
pero hace un tiempo que se fugó con una Secretaria de treinta y dos años que bien
podría pasar por mi hermana mayor.
—¿¡Qué...!?
—Fue cerca de las vacaciones de Verano, dijo que no le comentara nada a mi madre
porque tú sabes "No queremos que regrese a su problema de alcohol" Y si Olga lo
supiera, no pararía de llorar en semanas. Además de que me obligarían a volver, y
yo no quiero estar en París...
—¿Por qué no?—Helga cerró los ojos, Arnold supuso que no escuchó su pregunta,
ya que continuó hablando.
—El trato que hicimos fue este: Yo me quedaba callada y él seguía pagando mi
educación y los servicios de la casa.
24
no servía de nada que lo tuviera ahí. Su piel aún se veía roja y ligeramente hinchada.
Arnold quiso sostener su mano, enlazar sus dedos o en su defecto, acariciar la
superficie hasta que ya no sintiera ningún atisbo de dolor.
—Aún así, debió ser duro…—Y no es que la revelación fuera una sorpresa. Él ya
había visto los descuidos de sus padres, prácticamente desde que se conocieron,
pero esperaba que todo eso ya fuera agua pasada. Que encontraran una forma de
relacionarse ahora, que Helga, ya era prácticamente una adulta. Nunca se imaginó
que la dejarían sola, porque él jamás estaba solo. Creció sin sus padres, pero sus
abuelos, pocas veces lo hacían sentir solo.
Él y Helga nunca antes habían estado así de cerca. Ella contra su hombro, él
estrechando su mano, las piernas dobladas por la parte baja del sillón. Esta era una
situación irreal, totalmente ilusoria. Era un sueño, no podía ser real.
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—¿Y qué se supone que estás haciendo tú, si se puede saber?—respondió
ofendida.
—Claro que vienes a eso, ya hiciste suficiente dándole a beber ese Whisky que
podría derribar hasta a un caballo.
—No me dijo nada, pero te apuesto un riñón a que tuvo que ser cosa de algún otro
chico.
—¿Tu pulmón? ¿Para qué quiero esa cosa marchita de más de cincuenta años de
fumar? Ofrece tu cadera.
—La tuya está más buena. —respondió guiñándole un ojo a su esposa. Ella ya
estaba sacando lo necesario para preparar la cena.
—Nada, desde que dejó de espiar a nuestro nieto mientras dormía a pierna suelta.
—En Plutón, si tanto así quieres saberlo. Y sólo fueron unas cuantas veces.
—Ah, si te molestaba tanto. ¿Por qué nunca subiste con una escoba a bajarla de
nuestro tejado?
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—¡Mientes! Esperabas que algún día despertara y la descubriera.
—Pero eso no iba a suceder jamás, si tú lo dejabas en coma con esas cenas
"especiales"
—¿Siendo espiado?
—Tú me tuviste bajo vigilancia militar por los primeros tres años de relación.
Eso tendría sentido: Un bravucón los atacó a ambos y la chica furiosa terminó
rompiéndole la cara y rompiéndose la mano. Debió llorar por lo poco hombre que
era Arnold. Aceptaba la culpa, lo consintieron demasiado, nunca le enseñaron a ser
un hombre como demandaba la tradición, pero a decir verdad, tampoco con Miles
habían hecho un gran trabajo. Gertrude y él, eran más del tipo "vive y deja vivir"
además, la "maldición" de la familia decía que a todo Shortman le llega la suya.
Una mujer con carácter que ponía su universo de cabeza. Por la que dejaban de
andar en las nubes y se enfocaban en responsabilizarse, trabajar y sentar cabeza.
Ya le hacía falta a su hijo bajar de las nubes, pasaba demasiado tiempo soñando
despierto, aunque ha decir verdad. Él hubiera preferido una chica un poquito menos
"loca"
—Ya te dije que sí, ahora sirve de algo y ve a comprar carne para el estofado.
27
y todos ellos unos ingenuos. Aún eran chicos del vecindario, fueron criados con
valores, respetaban a sus mayores, ayudaban a las personas. Claro, sabían
defenderse y demás, pero nunca serían de los que se acercan directamente a besar
a una chica cuando la respuesta ya fue, no.
Su chica, era ella porque la quería y la pensaba por horas y horas a lo largo de los
días y como es natural y normal, justo ahora que estaba jugando nerviosa con la
pantalla táctil de su celular que permanecía negra porque Pataki no atendió una sola
de sus llamadas, ni había respondido los mensajes de texto, él sugirió que fueran a
visitarla.
—¿Qué?
—Le diremos a tus padres que vamos por un helado y te traeré de vuelta antes de
las ocho como juré que haría el día que nos anunciamos como novios.
—¿Estás seguro?
—De lo que estoy seguro, es de que no dormirás tranquila hasta que la veas o hables
con ella. Yo no me preocupo tanto porque sé que es una chica ruda, seguramente
está ocupada aterrorizando parejas en los parques.
—Claro que si, estará entre los arbustos mascando su goma, intimidando pobres
diablos para que no se pasen de listos con sus novias. Tomándolos por la chaqueta
y colocándolos contra alguna reja…
—¡Gerald! —Phoebe pocas veces subía el tono de voz y cuando lo hizo, no tardó
demasiado en asomarse su padre por la puerta. Si, estaban juntos, en su habitación,
pero él estaba acostado en la cama, recargando el cuerpo contra la pared y ella
sentada en su bonita silla de escritorio. No se tocaban, no nada de nada. (hasta
cumplir la mayoría de edad)
—Claro que si, padre. Sólo me alteré porque Gerald se muere por comprar un
helado, cuando es obvio que tú ya no vas a dejarnos salir otro rato. —el señor
Heyerdahl, miró su reloj de pulso. Él y su esposa confiaban demasiado en su hija.
(Diecisiete años de excelente comportamiento le habían ganado ciertas libertades,
como tener a su novio de visita en casa y en su recámara) Aún quedaban tres horas
para las ocho de la noche.
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—De acuerdo, pero si llegan un minuto tarde, se cancelan las salidas del fin de
semana. —los dos asintieron en tono militar. Su padre, regresó a sus asuntos, es
decir a mirar el televisor sobre el sillón de su sala, dónde lo esperaba su linda y
amada esposa.
El pueblo, no se había alterado demasiado con el paso de los años. Los edificios
seguían siendo los mismos y estando en su lugar, sólo que se habían modernizado
y ahora contaban con cosas como: Cafés Internets, centros de video juegos y esas
cadenas de mini-mercados que estaban por todos lados. La tienda de localizadores
del señor Pataki se había ido a la quiebra con la llegada de los teléfonos inteligentes.
Tuvo que renunciar a su orgullo y aceptar un contrato en la firma de su competencia,
ganaba más dinero que antes, eso era un hecho pero también lo era, que se había
sentido "menos hombre" al perder algo tan valioso como su negocio. Su casa seguía
estando al fina del vecindario, llegabas fácil en bicicleta, pero ellos iban a pie,
tomados de la mano y cortando por el mercado. Se encontraron con el abuelo de
Arnold al pedir el pan blanco y Gerald no dudó en saludarlo.
—Si, esa mujer loca nos quiere tener a todos en engorda. ¿Pero bueno, ustedes
que hacen afuera tan tarde?
—Pues no vayan tan lejos, está en la Casa de Huéspedes, Arnold la llevó ahí,
porque la chica furiosa no quiso ir al médico.
—¿Significa que está peor?—preguntó Gerald, sintiéndose mal por haberse burlado.
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—Las lesiones en las manos suelen ser delicadas. Si no quiere tener futuras
complicaciones, debe estar fuera del deporte o las peleas callejeras como mínimo
dos meses.
—Oh…—comentaron al unísono.
—Si, ahora que lo saben y que se ve que son buenos muchachos. Vayan a decírselo
cuando la vean.
—¿¡Qué!?—gritaron asustados.
—Ya se los expliqué, el doctor no tuvo el valor de decirle la verdad a una chica "tan
bonita" entonces o lo hacen ustedes o se lo encomiendo a Arnold.
—¡Gerald!
—¡Eso qué!
—También me enseño, "más vale aquí corrió que aquí quedó" y yo prefiero ayudar
a tu madre en la cocina o enfrentar a tu padre en ajedrez a decirle a Helga que no
puede jugar más Béisbol. —salió corriendo por el mismo lugar que habían llegado.
Phoebe se disculpó con Phil, y si "Geleanor" seguía en su casa, le pedía de favor
que le diera sus saludos y le pidiera que atendiera su celular.
—Ah, eso debe ser por el medicamento. Tenía mucho dolor cuando llegó y por eso
Evans la durmió. Arnold la está cuidando así que no te preocupes por nada.
—¡Gracias!
—Ahora, ¿Tú que eres tan linda y amable, me vas a decir qué fue lo que pasó?
—Me encantaría, Señor Shortman pero tengo que alcanzar a mi novio antes de que
se caiga y aplaste el pan.
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El olor a estofado llegó a sus sentidos, también una sensación cálida y que nunca
antes había experimentado. Le trajo recuerdos de la más tierna infancia, antes de
las peleas, los llantos y el alcohol. Cuando se abrazaba a su madre y ella le decía
que la quería, que la amaba más que a nada y ella ingenuamente le creía porque
obviamente. Ni su padre o su hermana, eran nada.
Despertó, aún sin abrir los ojos, disfrutando el recuerdo y sintiendo un ligero
hormigueo en la mano lesionada. La sensación cálida se extendía por todos lados,
alguien la abrazaba y ella conocía su aroma, la loción para después de afeitar que
usaba. Era Arnold, y el conocimiento de ese hecho, único y extraordinario la llevó a
abrir los ojos y levantar el rostro.
Él estaba ahí, recostado junto con ella en el sillón largo de Gertrude, su mano estaba
enredada en la suya y sus ojos verdes, las musas inspiradoras de más de un soneto
o poema estaban en los suyos. Contrario de lo esperado, él no se quitó, la abrazó,
más fuerte, más firme, más íntimo y definitivamente, más real.
¡Pero no sucedía!
Miriam lloraba, Bob gritaba. No había besos al pie de la escalera, ratones que
hablaban, calabazas mágicas. Había reclamos furiosos, gritos aterradores, manchas
en prendas de vestir arrojadas a la cara, relojes, platos, todo lo que tocara sus
manos arrojado a las paredes o al piso.
Y entonces ella salía por la ventana y corría, se escapaba de esa vida y entraba en
alguna otra. Dónde los papeles se invertían porque no era ella la princesa dormida,
ni él el caballero galante.
Arnold, siempre parecía calmo al dormir, feliz, ajeno a las maldades y perversiones
del mundo. Por eso le gustaba tanto, porque él era amable y nunca prefería pelear.
Él no protagonizaría una escena de esas, no lastimaría a su pareja.
Ella, no podía aparecer como era delante de él. No podía ser la que era delante de
nadie. No podía dejar que todos en el pueblo supieran que Bob y Miriam no eran la
pareja feliz que decían ser. Y fue entonces que se colocó una coraza, ruda e
impenetrable, la misma que justo ahora parecía caer a sus pies, porque Arnold la
miraba a ella, la mujer que era. No la niña temerosa, egocéntrica, agresiva y furiosa.
Sino la chica que soñaba con el beso de su príncipe galante, que la miraría así y la
estrecharía así.
—¿Te estoy lastimando?—preguntó Arnold, soltando su mano, ella negó. Pero una
vez que empezaba a llorar, era difícil hacerla parar. Por eso no lo hacía, delante de
31
nadie, que no fueran Phoebe o Gertrude. "la hermana y la madre que tanto
necesitaba"
Ella, no era una princesa. Eso desde hacía años lo tenía más que claro. Ella era la
que se quedaba fuera del cuadro, la que tomaba las fotos de las parejas envidiables,
la que escribía de deseos y pasiones ingobernables, porque eran las proyecciones
de todo lo que anhelaba, más no tenía.
Arnold la abrazó por detrás de nuevo, su primer instinto fue hacerlo a un lado pero
resistió.
—Es real…—comentó la voz de Arnold, porque todo lo que creía que estaba
pensando, lo enunció en alto. El rubio buscó su mirada, limpió sus lágrimas ¿Quién
además de Arnold llevaba un pañuelo blanco en el bolsillo interno de su pantalón?
—Estamos en mi casa, en el salón de lectura y yo he decidido decirte, que en
realidad, me gustas, gustas…
CAPITULO 4
Helga se quedó tan quieta después de escuchar sus palabras, que por un momento
Arnold creyó que se había enfadado, que la había ofendido, que ese momento no
podía ser, sino el peor de todos para confesar sus sentimientos. Sin embargo dejó
de llorar y también de temblar. Sus ojos lo miraban con insistencia, él se esforzó por
mostrarle su cara más honesta.
Y descubrió que estaba de acuerdo con todo eso, porque a partir de ahora quería
ser quien lo hiciera. Acariciarla, protegerla, valorarla, amarla...
—¿Estoy siendo muy atrevido?—preguntó, sin dejar de verse en sus ojos, ella al
parecer haber perdido del todo la capacidad para hablar, así que prosiguió.
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—En la escuela dijiste que te gustan los hombres que dicen las cosas de frente y
sin medias tintas. Bien,…—suspiró y dejó caer un poco la cabeza hacia atrás. Eso
de confesar no era su fuerte, pero si recordaba la escena correctamente, cuando lo
dijo a parte de él, Jake estaba en el pasillo. Pensar en el beisbolista hizo que se le
congelara la sangre de nuevo. ¿Cabot escuchó sus palabras y pensó que era "esto"
lo que quería? ¿Una declaración directa y un beso robado a la fuerza?
—Pero no tienes que hacerlo. —interrumpió. —Yo, sé que no te gusto. Si crees que
me harías un favor con tu compasión…
—¡Es que no es eso! —casi saltó a su regazo, ella se replegó contra el respaldo y
desvió el rostro.
—Te lo digo en serio, lamento que tuviera que pasar algo como "esto" para que me
diera cuenta de mis sentimientos.
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de sus estaturas, tan mínima ahora, sus cabellos rubios, la palidez de su piel, sus
mejillas llenas, la gruesa línea de sus labios,…el labial se había esfumado, eran una
vez más sus labios rosados. Los observó a detalle, sin disculparse por estar siendo
tan osado.
—Sabes que jamás haría algo como eso, pero por un momento desee ser la clase
de hombre que monta en cólera y se va a los golpes para defender a la mujer que
quiere.
—¿Qué…? —ella seguía sin creerlo pero la vacilación de su mirada hacía un rato
que se había esfumado. Arnold se acercó a su cuerpo, acechándola como si bailaran
pero en lugar de rodear su cintura, capturó su rostro con la mano libre.
—Me gustas Helga, me gustabas desde hace tanto, sólo que no quería aceptarlo.
Siempre encontraba excusas para evadir lo nuestro, pero se me acabaron cuando
lo vi...
—No…esto, no puede ser cierto…—Helga renegó para sus adentros, cerrando los
ojos mientras Arnold delineaba su labio inferior con uno de sus dedos, permitió el
roce, la caricia íntima y la desairó en su fuero interno. Él no podía estarle diciendo
eso porque había una línea demasiado fina entre su cordura y su locura.
Esa línea se estaba perdiendo y si ella no pasara el ochenta por ciento de sus días
soñando "con esto" tal vez podría creerlo.
Más que eso la tenía tan cerca de su cuerpo, acariciando su rostro, en una
habitación a rebosar de libros, velas románticas y luz nocturna. Se sintió como una
"Princesa" Bella, bailando con la Bestia, aunque sinceramente, su príncipe de
cuento era más atractivo que el promedio.
—Helga, lo único que pensé entonces y que no he dejado de pensar hasta ahora,
es que tú eres la única mujer que de verdad me ha besado y que yo quiero ser el
único hombre que de verdad te haya besado…
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—"Acepto" —respondió sin palabras pues una vez más tenía la garganta seca. Las
piernas le temblaban, su estómago se revolvía. Si no la besaba ya, iba a ponerse a
gritar. Pero claro, su cabeza de balón, era tan propio y bien educado que aún no
culminaba la declaración.
—¿Quieres ser mi…?—ella no lo dejó terminar. ¡Claro que quería ser su novia, su
mundo y su vida! pero por sobre todas las cosas, lo que quería era besarlo. Húmedo
y hambriento, reclamó su boca sin violencia. Aunque milésimas de segundo después
el recuerdo de Jake la hizo vacilar y perder la concentración. Arnold debió suponerlo,
ya que la rodeó con su cuerpo, la mano que estaba en su rostro pasó a apoderarse
de su cintura y ella lo abrazó con el brazo herido, lo aferró hasta que el dolor le
aseguró que esto no era un sueño y que quien la besaba era él.
Eran sus labios, sus formas, texturas y Dios bendito, porque también era su sabor,
ella lo saboreo como una niña a la más exquisita golosina y él la saboreó a su vez,
como la más tierna y dulce de las fresas, iban a continuar por ahí, perdiéndose el
respeto mutuo pero entonces, la puerta del cuarto fue abierta de pronto, seguida de
un grito histérico de su abuela.
Ambos por acto reflejo se separaron del otro. Ella se lastimó el puño otra vez porque
obviamente era diestra y estaba acostumbrada a usar sus puños para
absolutamente todo. Chilló de dolor al abofetearlo y gritarle "mañoso" Arnold no
podía estar más confundido y avergonzado. Phil también entró aunque él lo hizo con
una jodida "escopeta" y preguntando a voz en grito por "dónde estaban los nazis"
—No queremos correr la voz de la clínica hasta que todo esté pagado. La
Universidad de Arnold para ser mas exactos. —comentaron los ancianos. Ella
asintió con el rostro, aunque ese pequeño golpe de realidad ponía inquietos a sus
demonios.
Un año y medio…es lo que les restaba para partir a la Universidad, era lo que
podrían estar juntos, si es que lograban seguir juntos. Si Arnold no descubría lo rota
que estaba por dentro y decidía que no quería permanecer con ella…
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—¿Hay dolor?—preguntó el doctor examinando su mano. Ella siseó un poco, pero
no le dolía la mano. Tenía miedo, pavor de estropear su sueño…
—Te enseñaré a vendarte, pon atención porque deberás explicarle a la persona que
vaya a ayudarte con la curación. Asintió con el rostro, esforzándose por obedecer.
Arnold se quedó en la consulta, sus abuelos se habían retirado a preparar la mesa.
—¿Te quedas a cenar, cierto? —preguntó Gertrude antes de salir por la puerta. Ella
asintió otra vez, pero Arnold podía ver la preocupación en sus ojos. ¿Quién iba a
ponerle las vendas? ¿Quién iba a quedarse con ella? A él le parecía sumamente
cruel que se quedara sola. ¿Si tenía dolor a mitad de la noche y no podía alcanzar
los vasos en la alacena...?
—No me mires así…—interrumpió las atenciones del médico la nítida voz de Helga.
—Lo hacía, pero tu mirada inquisidora, literalmente me mata. —el doctor suspiró.
Pensó, acertadamente que apenas se estarían conociendo.
—Yo no…—la calló con una mirada. Ella se exasperó porque claro, el doctor no era
ningún estúpido y ya había captado que no golpeó ningún poste de luz. Le golpeó
la maldita, cuadrada y dura quijada a un hijo de puta, más insistente que una
cucaracha.
—Si hay dolor en la noche, tomate una de estas. —le entregó un frasco con píldoras,
además de una receta con los horarios de las curaciones. Debía cambiarlas cada
mañana o cada noche, dependiendo de cuando acostumbrara tomar su baño,
durante un mes entero.
—Entiendo que es tu mano dominante y que aún vas a la escuela, es probable que
tus compañeros puedan ayudarte con las tareas. La nota te excusará de las
actividades deportivas.
—¿Perdón…?—Arnold tragó en seco. Sería más fácil sacar agua de una roca que
decirle a Helga que no podía jugar Béisbol.
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—Pataki —Helga se levantó un poco de su asiento, Arnold revisó que el doctor no
tuviera objetos punzo cortantes a mano.
—En realidad, ese es un apodo entre la querida Gertrude y yo. Mi nombre es Helga
G. Pataki y quiero una segunda opinión.
—Claro que puedes tenerla, pero te apuesto mi cédula profesional a que todos los
médicos de este pueblo te dirán lo mismo. Reposo absoluto por lo menos quince
días.
—Lo ideal sería un mes, pero ya que eres tan insistente, te haré una segunda
evaluación en esa fecha para descartar que tengas complicaciones a largo plazo.
—¿Qué clase de complicaciones podría tener? Por si no lo notó Doc, yo no soy una
"muñeca" no me quiebro a la primera.
—Tienes varias uñas quebradas, se te cae mucho el cabello y no creo que este
"accidente" fuera tan aparatoso en sí, pero es obvio que no estás consumiendo
suficiente calcio, hierro o proteína a diario.
Helga no agregó nada porque obviamente, una chica de diecisiete años ¿Qué iba a
saber de alimentación balanceada? Cuando vivía con sus padres por lo menos se
hacían cargo de comprar la comida, ella la preparaba pero había de todo en su
cocina. Desde que combinaba los estudios con los deberes del hogar, se limitaba a
una comida diaria y normalmente eran hamburguesas, patatas fritas y sodas. Si no
fuera por el béisbol se pondría como vaca...
—Las complicaciones que te quiero evitar son que pierdas fuerza en el puño, que
no puedas sostener objetos o cerrarlo en su totalidad.
—¿¡Todo por golpearle la cara a ese bastardo!? —Evans miró a Arnold, el rubio
puso cara de "Mis papás ya estaban casados"
—¿Importa?
—No soy policía, ni la Santa Inquisición, ¿De acuerdo? y en realidad esto es muy
sencillo, sólo aliméntate bien, ponte la curación junto con las vendas, usa la
37
muñequera y evita la actividad física de "alto impacto" —eso ultimo lo dijo mirando
alternativamente a Helga y Arnold. Ninguno de los dos entendió la indirecta, sonrió,
eran tan lindos y jóvenes.
—Lo que ordene Doc. Ahora, dígame por favor que tiene una terminal para pagar
sus servicios.
—¿Terminal?
—Helga sacó una tarjeta de debito del bolsillo izquierdo de su pantalón y agregó que
sus padres trabajaban todo el día. Ella se hacía cargo de sus gastos, indirectamente,
claro.
—A cuenta del depósito por la Casa de Huéspedes. —Declaró Arnold, Helga iba a
replicar pero el rubio fue mucho más rápido. Agradeció los servicios y la ayudó a
levantarse de su asiento.
—¡Pero…!
—Es parte de nuestro acuerdo con el Doctor, y si me permites cambiar de tema, tal
vez deberías dejar de mentir tanto.
—¿Perdón…?
—Que no está bien que le digas a todos que sigues viviendo con tus padres.
—N…no es para tanto…—dijo sin mirarlo a los ojos. ¿Por qué le fascinaba y
asustaba tanto? No quería enamorarse más de él porque cuando supiera todo. Lo
frágil que era, lo abandonada que estaba, se decepcionaría de ella.
—Lo es, tú sabes que lo es. —sus ojos, entre furiosos y preocupados. ¿No lo hacían
ver endemoniadamente apuesto y peligrosamente sexy?
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—Cc…comeré verduras…—pronunció a media voz, porque si él seguía con eso,
ella se iba a desmayar. Una voz interna sugería que podría vivir de sus besos y
caricias locas. Para reafirmar este punto iba a demandar otro beso, pero una vez
más los interrumpieron.
—Todas las que quieras...—comentó su abuela que había ido a buscarlos para que
se sentaran a la mesa.
—¡Estoy loca, no ciega! Sé muy bien lo que veo con mis ojos jovencito y eso es
ilegal a menos que me digas que ustedes dos ya son…
—¡Lo somos!—gritó él con las manos en son de paz para no recibir un cucharazo.
—¿Lo somos…? Arnold estaba ahora mas confundido y dolido que al principio. Si
una declaración de veinticinco minutos y dos pergaminos no eran suficientes para
Helga. ¿Entonces qué lo era? iba a darse la vuelta, gritar que las dos estaban locas
y encerrarse en su alcoba pero en ese momento Phil apareció de la nada, le sacó
una fotografía y casi lo deja ciego con el flash de su muy antigua y ostentosa
Polaroid.
—¡Por fin te atrapé, enano! Claro que son novios Galletita, sólo mira la miseria en
su rostro. —comentó mostrando la foto recién salida de la cámara. Gertrude estuvo
de acuerdo. Helga iba a ofrecerles las joyas de la corona a cambio de esa foto, pero
entonces el abuelo tuvo la mejor de las ideas.
—Geleanor, párate junto a él. —Arnold aún estaba viendo estrellas de colores,
cuando una malévola Helga se pegó a él y susurró a su oído, coquetamente como
si lo besara.
—Eres mío, Arnold Shortman. Tus días de paz y tranquilidad, se acabaron. —la vida,
el alma o mejor fuera dicho su instinto de conservación se le escurrieron por los pies.
Su abuelo eligió ese momento para sacar la foto y así es como aparecían: Él, más
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lívido que la muerte y ella más sonriente que un sensual gato con complejo de
asesino.
—Costal de huesos...
—Momia disecada…
Helga podía ver una suave sonrisa en el rostro de ambos cuando se insultaban, tan
diferente de como lo hacían sus padres y se rindió con la cuchara permitiendo que
Arnold la ayudara. En alguna carpeta dentro de los miles y miles de archivos que
tenía almacenados sobre fantasías con Arnold, había algo de ellos dos comiendo
en un Restaurante, dónde él le invitaba de su plato.
La escena real no era idéntica a esa, pero vaya ¡Se estaba desmayando de hambre!
y nunca antes había usado la mano zurda para nada mejor que sostener a un
individuo, antes de golpearlo con la diestra. Tendría que practicar el fin de semana.
Terminaron sobre las ocho treinta de la noche, pensó en que Phoebe estaría
despidiendo a Gerald en el umbral de su casa con un beso y quizás algunas palabras
sobre lo que harían en la mañana. Era el fin de semana romántico que todos estaban
esperando. Las tradiciones escolares siempre la habían molestado, la ponían
nostálgica pero no era el momento de pensar en esto. Agradeció la comida y le juró
a Gertrude que no es que no se quedara por temor a las manos largas de Arnold.
—Si ella es la que empieza…—comentó el rubio en un tono tan bajo que solo Helga
logró escucharlo.
—De acuerdo, pero eres bienvenida siempre que quieras. —le aseguró la anciana.
—Lo haremos.
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.
Partieron a pie, él de su lado izquierdo para que ella pudiera abrazarlo o tomar su
mano, la verdad es que esto de caminar juntos era un poco extraño, pero en absoluto
incómodo.
—¿Perdón?—Helga se adelantó un poco más y caminó hacia atrás, para poder verlo
a los ojos.
—No pensaba delatarte, sé que puedes cuidarte sola. Pero "esto" pudo ponerse más
feo…
—¿Más que sentir que me moría por dentro? ¡Tú querías matarlo! ¡Yo me estaba
muriendo! ¿Sabes que soy alérgica a las fresas?
—No…
—Bueno, si pruebo una, literal "me muero" y en ese momento sentí que me estaba
comiendo una fresa gigante...
—Helga…—él sabía que tenía tendencia a cambiar de tema y hablar de más cuando
se sentía acorralada. También sabía que era una chica lista y que al igual que él,
debió cruzarle por la cabeza la posibilidad de que se rompiera un hueso al jugar en
el campo. El béisbol no era un deporte de gran contacto pero aún así tenía sus
riesgos. Una bola perdida, o una bola lanzada a gran velocidad. ¿Si al robar la base
alguien la golpeaba demasiado fuerte…?
—¿Y cómo quieres que lo haga, si me preocupo por ti?—Su cabeza de Balón tenía
nuevamente esa mirada entre apasionada y furiosa. A la luz de la calle, se veía de
lo más fascinante pero ella no iba a dar su brazo a torcer.
—No eres mi novia…—Helga casi deja de respirar ahí mismo, Arnold prosiguió con
una sonrisa un poco traviesa.
—Eres la mujer que me vuelve loco y no pienso que seas de papel. Creo que eres
arriesgada, apasionada e imprudente, además de la persona más valiente que he
conocido porque pocos a nuestra edad aceptarían el riesgo de vivir por su cuenta.
Y claro, te concedo el que no cuidaras tus hábitos alimenticios porque la única vez
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que nos dejó a solas la abuela, Phil y yo no pudimos hacer nada mejor que meter la
lata de frijoles al microondas y verlo explotar.
—¿¡Qué!?
—Vinieron los bomberos, él me culpo a mi, por cierto. Pero yo sólo sugerí abrir una
lata, él la metió al microondas. —su comentario aligeró la tensión del momento.
—Sé que pudo ponerse aún más feo. Que toda la escuela pudo enterarse que estoy
por mi cuenta y me enviarían a Servicios Sociales o de vuelta a París con mi
hermana y mi madre.
—¿Así cómo?
—Me importas…
—¿Y cómo es posible, si hasta antes de las tres de la tarde, tú y yo no éramos nada?
—Sabes tan bien como yo, que "nosotros" nunca hemos sido "nada"
—¿Por qué eres tú tan difícil?! —preguntó acercándose de nuevo, en una silenciosa
tregua.
—Porque todas las personas a las que se supone que debía importarles, no hicieron
más que abandonarme…
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—¿Dejas las luces encendidas?
—¿Y cómo…?
—¿Niños jugando a la pelota? —Helga encontró las llaves y las colocó en el cerrojo.
No era una teoría descartable, aunque dudaba que se atrevieran a lanzar piedras o
pelotas a la casa de "La señora loca" como ya la llamaban esos mocosos insufribles
de siete, nueve y doce años.
Encendieron la luz una vez adentro. Bob no dejó de pagar los servicios y el interior
estaba justo como ella creía recordarlo.
—¿Y se puede saber qué es mantecado?—preguntó mirando por los rincones por
si se aparecía un conejo, un cuyo ó quizás fuera un Schnauzer, aunque jamás
imaginó que Helga fuera de mascotas pequeñas, rechonchas y adorables.
—¿Qué...?
—Nada, ¿Te importaría...?—Arnold captó que quería que buscara a mantecado bajo
la cama.
—En efecto, Sherlock. —ella corrió las cortinas para revisar la ventana, encontró
más vidrios sueltos, además de a su gato.
Phoebe se lo regaló cuando supo que estaría por su cuenta. Según la asiática
necesitaba un guardián en su casa. "Valiente caballero estaba hecho" a parte de
apoderarse de la casa, "mantecado" (como decidió llamarlo en honor a su adorado)
no había hecho gran cambio en su vida, comía, dormía, montaba orgías o peleas
callejeras en su tejado y básicamente, hacía lo que quería.
—¡Mantecado! —las pisadas del gato dejaban un pequeño rastro de sangre. Claro,
a su bola de pelos le pareció genial la idea de quedarse ahí, sobre los vidrios
cortados devorando esa maldita pelota.
—¡Vuelve aquí para que te revise! —el gato siseó de nuevo pero caminó como un
rey de puntitas hasta la entrada del baño. Helga corrió detrás de él, el botiquín de
primeros auxilios estaba en el mueble del espejo, mantecado pareció comprender
el nuevo predicamento de su brazo, así que saltó al lavamanos y se acomodó de tal
forma que ella pudiera verle las patas.
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Arnold decidió revisar el resto de la ventana, además del patio. No se veía gran cosa
con el foco destrozado, iba a ir por una escoba y recogedor para levantar los vidrios
pero en su lugar, decidió prestarle atención a la pelota.
"Mía"
CAPITULO 5
"Jake"
El nombre del beisbolista apareció tan claro como el agua en la mente de Arnold,
quiso tomar la pelota en su mano y rumiar por lo alto pero en ese momento Helga lo
llamó desde el baño.
No era un canto, ni el tarareo de una melodía, era un simple susurro para tranquilizar
al minino. Mantecado ronroneo complacido en contestación, dejó de retorcerse
como loco y luego ella le pidió que le vendara la pata.
—Come mejor que yo, así que sanará pronto…—el comentario no le hizo ni pizca
de gracia pero obedeció. En el mueble del espejo había algo de cinta, además de
tijeras. Notó otros objetos que eran imposibles de ignorar ya que eran cosas mucho,
muy, demasiado, bastante, femeninas. (tampones) las pasó de largo y ahora
entendía las prohibiciones del doctor y las amenazas de su abuela. Ellos ya no eran
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niños, ella era una mujer, malditamente hermosa y que hacía le sudara la piel. Cortó
algo de cinta, un pedazo de gasa, la humedeció en el agua oxigenada y después se
la puso al gato que sacó todas sus garras y a punto estuvo de arrancarle un dedo.
Helga se llevó la peor parte, ella recibió una mordida en la mano sana pero no fue
profunda, luego de terminar, el gato indignado y ofendido les regaló su respectiva
amenaza de muerte y se retiró cojeando a algún otro rincón de la casa.
—Déjame ayudarte
—¿A qué?—cuestionó entretenido. Era bueno con las manos, tenía un pulso firme
y un tacto agradable. Helga no pasó por alto el hecho de que se estaban tomando
de las manos. Era la primera vez que lo hacían (desde que eran novios) sin estar
huyendo, peleando o siendo observados.
Cuando se separaron, fue porque Helga necesitaba verlo otra vez. Sus ojos verdes
en ella, sus manos en su piel, tenía los labios húmedos de su boca, las mejillas
sonrojadas por estar con ella. La revelación la estremeció de gozo, de la cabeza a
los pies, luego Mantecado soltó un maullido breve, seguido de algo siendo roto.
Arnold recordó los vidrios, la pelota con esa palabra escrita y no dejó que se fuera.
—Helga…
—¿Qué pasa…?—su mirada. Había tantas cosas que él desconocía de ella y tantas
que ella desconocía de él. Siempre observó a distancia, creyó saber quien era o
como se comportaba pero al parecer, Arnold Shortman era una persona totalmente
diferente en privado.
—Hay algo que necesito que veas…—la condujo de regreso a su alcoba. Helga,
confiaba en él, lo amaba con toda su alma pero aún así, no pudo evitar ponerse
nerviosa.
—¿N…no piensas abusar de mi, cierto?—Arnold volteó a verla, más roja que nunca
y la verdad es que se veía adorable. Quiso cobrarse algunas cosas de la infancia y
por tanto en vez de soltar su mano la presionó con mas fuerza.
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—¿Sería abuso…?—Helga separó los labios, como pez fuera del agua, él sonrió de
esa forma que sabía ahora, le hacía temblar las rodillas. Sus manos sudaron, más
no se soltaron.
—¡ARNOLD!
Tenerlos, aún si ella y sus padres nunca se llevaron bien era una constante en su
vida. Miriam bebiendo sobre la mesa o dormida en el sofá, Bob rumiando en el
pasillo porque ella dejó encendida una vez más la luz de su recámara. "¿Qué no
sabía que tan altas llegaban las facturas?" ella lo sabía pero lo hacía a propósito
para que su padre recordara que existía.
Arnold estaba agachado junto a los vidrios que olvidó que debía levantar. ¿Era eso
lo que quería que viera? ¿Qué tan dañada quedó su ventana? ¿Cómo la tapaba?
¿Dónde se compraba un vidrio nuevo?
—Esto rompió tu ventana. —comentó él mostrándole una bola de béisbol. Tenía una
inscripción en ella que hizo que le corriera un ligero escalofrío por la espalda.
MÍA
No era una amenaza, ni siquiera significaba nada. Los niños del vecindario tal vez
tenían esa forma de recalcar la pertenencia sobre sus cosas, pero aún así, con todas
esas excusas, ella necesitó recostarse un momento.
47
Era él, a los nueve años. ¿Desde entonces guardaba su foto? ¿Por qué le
sorprendía tanto? ¿A caso no fue esa la edad en que dijo estar perdidamente
enamorada de él? Escribir sonetos, poemas, seguirlo a luz y sombra por toda la
escuela. La voz le salió un poco ronca, él no creía estar a la altura o ser merecedor
de todo ese amor.
—Helga…
—Eso ni pensarlo
—Dímelo a mi…—bufó por lo bajo saliendo de la habitación, ahora que Helga había
aprovechado el interludio para esconder el rostro entre sus piernas.
—¿¡Estás bien!?
—Por los pelos, viejo. Total que agité el puño y le grité barbaridades a ese
imprudente cuando me fijé en su reflejo en el espejo lateral izquierdo y noté que era
Cabot
—¿Jake?
—No, la chica bonita de la serie de Televisión. ¡Claro que era él! O mejor sea dicho,
lo que quedó de él, tenía una venda horrorosa a mitad de la cara. Creo que Helga
por fin la hizo buena, sé que fue en defensa personal, pero ese sujeto está enfermo.
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—¿Por qué lo dices?
—El árbol, había uno frente a su casa muy grande y frondoso. Phoebe me dijo que
Helga solía escaparse por ahí cuando las cosas adentro se ponían densas…en fin.
Es la primera vez que noto que ese famoso árbol no está y eso solo porque la bola
se fue directo a la ventana. Escuché un grito en respuesta como un chillido
aterrorizado, creí que era ella, así que salí de mi escondite y me atreví a enfrentarlo.
—¡NO!
—Gerald…
—Sí, ya sé. Phoebe se pondrá como loca, peor que mi madre, porque puede que le
devolviera uno de tres golpes, pero el resultado dio asco.
—Escuché por ahí que no jugará más béisbol. —se burló. Aunque otra parte suya
lo resintió. Verla jugar era como ver a Xena, la princesa Guerrera, aunque sin esas
cosas lesbicas que le producían sueños húmedos en la pre-adolescencia, claro.
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—¿Podrás jugar Baloncesto?—interrumpió su amigo la fantasía delirante.
—¡Es para protegerla! Ahora escucha, esta es la verdadera razón por la que te
llamé. ¿Recuerdas que destituyeron a mi viejo y lo mandaron de la acción a pudrirse
detrás de un escritorio?
—Lo recuerdo, tu padre era el último policía honesto que quedaba en el pueblo.
—Bien, Jake Cabot es hijo del oficial que lo está reemplazando. Vinieron de otro
estado hace dos años y medio, en el momento exacto que iniciamos clases. En su
otra escuela fue fichado por conducta violenta, sus evaluaciones son un asco pero
siempre termina pasando por su excelente desempeño en deportes. Adora golpear
cosas con un endemoniado bate y su ultima novia, además de dejar la escuela,
levantó una orden de restricción en su contra, pero la retiró días antes de que se
mudaran a Hillwood.
—Para demostrar que puede. Ya sabes, toma todas esas clases avanzadas y
eventualmente tenían que servir para algo.
—Cálmate…
—¿¡Calmarme!? ¡Me arde la cara! ¡Las joyas de mi familia fueron devaluadas! Y por
si fuera poco, mis sensuales músculos resultan que no sirven para nada.
—Le avisaré…
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—Ya lo intenté pero su teléfono está desconectado. ¿¡Tienes idea de la cantidad de
películas violentas que comienzan con un teléfono descompuesto!? Ahora, si
involucro a mi viejo, tengo miedo de que lo degraden aún más en su empleo.
—Gerald…
—Ni siquiera les dije la verdad sobre los golpes, inventé un cuento sobre un asalto
"por la custodia de mi teléfono celular y ipod" ¿Pero, y si le pasa algo? ¿Si llama al
911 y la llamada vuelve a ser ignorada?
—¡Basta! —su amigo estaba al borde del paroxismo, así que esto lo mandaría a la
tumba pero irremediablemente tendría que decírselo. —Estoy en la casa de Helga.
—¡¿Qué?!
—Yo…—no sabía como hacerlo así que simplemente continuó hablando. —vine a
traerla hace un rato, encontramos los vidrios rotos, además de la bola. El grito que
escuchaste debió venir de su gato.
—¡NO! Tú puedes explicarme ahora, ¿Qué haces tan tarde en la casa de Helga?
—¿Entonces…?
—¿Nauseas, mareos?
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—Estoy en su casa porque en el transcurso de este día decidí y recordé que Helga
Pataki, en realidad me gusta, gusta.
—¿¡Qué…!? —Gerald podría asegurar que estaba más pálido que la muerte, sus
manos temblaban, el teléfono celular estaba a nada de abandonar sus manos por el
sudor y del otro lado, Helga había temido que Arnold se hubiera ido y salió a
buscarlo. Escuchó su conversación al teléfono desde la parte en que le decía a
Gerald que había venido a dejarla, así que le arrebató el celular ahora que estaban
en la mejor parte.
—Que es más mío que tuyo…—la voz de Helga al teléfono fue para Gerald como
escuchar la voz de Sadako (la niña del aro) y el conocido "Seven days" la llamada
se terminó en ese momento y el moreno pasó el resto de la noche preguntándose si
Jake Cabot, lo golpeo tan duro que su cerebro se le escurrió.
—Déjame hacerlo.
—¿Ya llamaste a tu casa? —el reloj marcaba ahora quince minutos para las diez. Él
no era partidario de las mentiras, pero concedía que podían existir sus excepciones.
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—Llamaré, pero me niego a irme. No soy un pervertido, acosador, ni nada de lo que
puedas imaginar. Me quedo porque podrías necesitarme para tapar la ventana,
levantar los vidrios, cambiar tus vendas y averiguar dónde se metió tu gato.
Helga regresó a su alcoba, él no tenía idea de para qué, pero llamó a sus abuelos.
Phil contestó más dormido que despierto, sorprendido de que no estuviera en su
cuarto.
—No, lo siento. Me encontré con la madre de Gerald en el camino, dijo que tuvo un
accidente y vine a verlo. Voy a quedarme en su casa.
—¡Santo Cielo! primero la chica furiosa y luego tu mejor amigo. ¡Es la maldición,
Arnold! ¡Te lo dije! ¡Nadie está a salvo!
—Es más seguro así, regresa mañana a la hora que puedas. Confiamos en ti y los
Johanssen, salúdalos de nuestra parte.
"¿Es enserio? ¡Yo me llevo los golpes y eres tú el que le va a reventar su cherry!"
"¿Yo? Sólo te advierto que no voy a cuidar bebés cabezones con uniceja"
"Cállate"
Iba a escribir que no pensaba acostarse con ella, pero en lugar de eso decidió borrar
los mensajes. No quería que Helga o sus abuelos los vieran. Hablando de la rubia
regresó con su ceño fruncido y los brazos cruzados a la altura del pecho.
—¿Perdón?
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—Si vas a quedarte por temor a que vuelva el Lobo Feroz, pienso que es estúpido
que tu estés abajo y yo arriba.
—¿A dónde supones que podría correr o que tan bien crees que me podría
esconder? El único acceso es la entrada principal y todas las habitaciones con
excepción de la mía y el cuarto de baño están cerradas con llave. Bob, no quiso que
rentara los cuartos a vagos o armara "fiestas demasiado locas" así que se aseguró
de que me sirviera para lo estrictamente necesario. El árbol que en años mejores
fue mi mejor amigo y secreto confidente fue talado hasta la raíz. No hay casas tan
cercanas a la mía como para que pretendas saltar al tejado vecino y en conclusión,
si brincaras en un acto de desespero a la nada te romperías una pierna, es una
caída de por lo menos seis metros. Así que, elige.
—¿El qué?
—La sala.
—Sabia elección. Ahora te dejé algunas cosas en el baño que creo…que te podrían
funcionar…—se ruborizó un poco al comentar lo último, luego le dio la espalda y
volvió a su cuarto.
—¡¿Qué?!
—¡Voy a bajar las sábanas, a menos que quieras dormir sobre el piso!
—Yo lo hago
—¡Yo puedo!
—ARNOLD
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Cayeron irremediables sobre la cama, comiéndose la boca y buscándose con manos
ansiosas, cuando los ánimos se calentaron y los dos sintieron la urgencia de hacer
desaparecer la ropa, él se quitó de encima y ella se levantó de un salto.
Helga desapareció más rápido que una exhalación. Él tenía las mejillas incendiadas
y el corazón latiendo al cien al interior de su pecho, le dio risa, lo rápido que se
"entendían" o quizás fuera mejor decir "encendían" siempre le gustaron los besos
de Helga, no por nada los recordaba con el pasar de los años. Tenerlos ahora
cuando quisiera, lo hacía sentir como un niño pequeño. Uno muy caprichoso y adicto
a las golosinas. Antes de encerrarse en el baño decidió levantar los vidrios pero cayó
en la cuenta de que Helga ya lo había hecho, también corrió las cortinas y de manera
improvisada colocó un pedazo de papel en la ventana. Era bastante autosuficiente,
no le gustaba depender de nadie, lo que en realidad le gustaba aunque pudiera
causarles problemas, debido a su complejo de buen Samaritano.
Su chica era única, lista e independiente, tomaba sus propias decisiones y el punto
aquí era, que le había dado a él a elegir.
Salió del baño ya cambiado, colocó sus ropas sobre la silla del escritorio, Helga le
dejó la bolsa de plástico negro además de una cinta plateada para que tapiara la
ventana. Lo hizo con cuidado y además de eso, colocó refuerzos en el resto del
marco. Creyó ver una silueta de negro sobre la acera mientras trabajaba pero
rechazó la idea.
Eran sobre las diez treinta de la noche. Jake Cabot no podía estar tan loco, ¿Oh, si?
55
CAPITULO 6
Helga Pataki tenía muchas facetas. No que él no lo hubiera notado desde cuarto
grado. Estaba la chica ruda, la tímida, vulnerable, romántica y también la apasionada
que luchaba contra corriente y se enfrentaba a las "sombras" para devolverle a él
algo tan importante como sus padres.
Cuando supo que era ella quien se ocultaba bajo el disfraz, no pudo creerlo. La
acorraló, (como seguía haciendo) para dejarla sin argumentos pero también para
arrancarle las máscaras porque él necesitaba conocerla a ella, la verdadera Helga,
la que se escondía detrás de todas esas capas de hostilidad y mal genio. La chica
de sus "sueños" y puede que aquello hubiera sido una exageración o que estuviera
totalmente acertado porque la niña que decía "Que estaba bien" "Que lo hizo porque
no lo odiaba, en realidad lo amaba con pasión y locura desbordante" Sólo podía
pertenecer a sus sueños, luego esa misma niña lo besó, marcando el destino de los
dos.
Ellos estaban juntos porque sus mundos chocaron en ese momento y cada decisión
tomada desde entonces hasta ahora, los había llevado a admitir que irreparable e
innegablemente, estaban enamorados el uno del otro. No existía ninguna maldición
que él llevara en la sangre, ni tampoco estaban bajo el ojo inquisidor de ninguna
entidad malévola, ¿Cierto?
Terminó con la ventana y volvió a cerrar las cortinas, hubiera preferido asegurarse
de que todas las ventanas estaban igualmente cerradas, pero se conformó con
verificar que las puertas de las habitaciones sí lo estaban, el cuarto de baño tenía
una pequeña y angosta ventana con vidrios esmerilados, no creyó posible que una
persona pudiera meterse por ahí, de hecho parecía ser la salida de emergencias de
Mantecado ya que el gato rubio y de ojos profundos, lo estaba observando de mal
modo cuando él terminó de hacer el recorrido de la planta alta.
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nada bonito pero el felino solo escapó por el pasillo y se perdió en las escaleras.
Helga gritó desde abajo si estaba todo bien.
—¿Te viste en el espejo o por qué gritas tanto? —él roló los ojos y agradeció que
su humor negro no se hubiera visto afectado a causa de su "relación" Bajó los
escalones con cuidado luego de tomar las cobijas y almohadas de cama, estaba por
llegar a la sala cuando Mantecado se metió entre sus piernas y lo envió a rodar tres
escalones abajo.
Helga corrió en su auxilio, aunque más que preocuparse por él, le inquietaba que
hubiera aplastado a su gato.
—¿Estás bien, amor? —el felino subió a su regazo y maulló como si estuviera
ampliamente traumatizado. Él se levantó "sin ayuda" y señaló que había sido el gato
quien trató de asesinarlo.
—No le agrado.
—Por supuesto que no. —agregó sin mirarlo a los ojos, estaba ocupada haciéndole
cariñitos a la bola de pelos. Eso no le gustó y replicó.
—De verdad lo siento amor, se queda por hoy pero puedes "jugar" con él —esa
declaración fue suficiente para el felino que escapó de sus brazos y se perdió entre
las sombras.
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—¿Segura que no te lastimaste?—insistió, evaluándola con su mirada. Ella adoraba
esa expresión entre sombría y seductora pero el orgullo era más fuerte así que lo
mandó al carajo, dándole la espalda y buscando las pastillas en su bolso. Arnold
suspiró y regresó a levantar las sábanas y almohadas que dejó en el piso, acomodó
las "camas" también revisó la puerta principal, Helga ya lo había hecho, además de
asegurar todas las ventanas con cerrojo.
Necesitaba que lo supiera Arnold, era una parte crucial para el éxito de su relación,
por no hablar de la "situación" pero honestamente, no se le ocurría por dónde debía
iniciar la conversación.
—Estoy bien, gracias.—se tomó dos, aunque la nota decía específicamente que
tomara una. Miró la mesa redonda de reojo, evocando la imagen de su madre, tantas
mañanas atrás. Sobre la única vez que la impresionó, por no decir que la aterrorizó,
Miriam tenía una botella de licor en una mano y un montón de pastillas, redondas y
pequeñas en la otra. Su estómago se revolvió de inmediato pero reprimió el impulso,
levantó el rostro, se armó de valor y como hacía cada mañana, de cada día de su
vida, se repitió que no moriría, sólo era otro día.
—Yo pido el sillón más largo.—comentó al ver que Arnold estaba por acomodarse
en el.
—Por supuesto.—se cambió de lugar, ella sonrió con sorna. Tan bobo, tan dócil y
tan lindo.
—Te estoy escuchando.—la miró a los ojos, ajeno a su infierno interno. ¿Debía trata
de explicarse o callar para siempre? ¿Qué fue lo que llevó a sus padres a la
inminente separación? La palabra o el silencio, ella tenía que tomar una decisión.
—¿Deberíamos poner música de fondo? ¿Un video? ¡Ya sé, una película de miedo!
Nerviosa, la notó Arnold. Helga una vez más estaba nerviosa y un poco histérica.
Esta era una situación irreal, tratándose de ellos pues si bien se conocían de casi
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toda la vida, nunca antes habían compartido esta clase de intimidad. Gerald y
Phoebe llevaban meses de novios y él dudaba que ya hubieran vivido una situación
similar.
¿Esto era porque Helga, siempre iba demasiado rápido? ¿O porque él era
demasiado lento? Tal vez, tenía que ver con el temor de que sus momentos juntos,
debido a lo diverso de sus temperamentos, jamás se repitieran.
Helga encendió el televisor y navegó entre canales hasta encontrar una película de
suspenso.
"Mírame"
Colocó un dedo sobre sus labios, dijo que era importante, necesitaban hablar.
En su corta experiencia de chicas que solo salían con él para olvidarse o celar a
alguien más, la frase "necesitamos hablar" significaba, "vamos a terminar lo que ni
siquiera empezó porque ya cumpliste tu papel" Él no tenía papeles que interpretar
con Helga, sabía que lo amaba así que accedió.
—Tú no lo sabes y en verdad esperaba que jamás lo supieras, pero hubo una época
en que…—suspiró de nuevo, él pudo notar, cómo se arrepentía y aferraba, todo en
el mismo respiro. —…te acosaba en serio.—concluyó. Evadiendo sus ojos,
ocultando su precioso rostro bajo la sombra de sus cabellos.
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—Lo sé…—respondió calmo. Si eso la torturaba, lo mejor es que parara.
—Helga, dijiste que escribías poemas, que me seguías a todos lados en la escuela
y que hasta tenías un altar con mi imagen en tu armario.
—También me metía a tu cuarto, hurgaba entre tus cosas y te espiaba por la ventana
horas después de que te habías ido a dormir.
—¿¡Qué!?—la cara de Arnold, en las milésimas de segundo que la miró con horror
definitivamente marcaban un fin a su relación. Eso la atemorizó y se defendió por
instinto.
—¡No es tan horrible como suena! —lo hizo a un lado (por no decir que lo empujó
con ambos brazos para que se alejara lo más posible de ella) Mantecado volvió a
saltarle encima. No lo atacó, más bien lo pasó de largo para subirse al regazo de la
rubia que lo apretujó entre sus manos.
En la película, luego de una basta persecución y pelea Melvin tenía a Katie bajo sus
formas y le enterraba el puñal en el pecho una y otra y otra vez. Ella preguntaba con
escasas fuerzas los motivos, ¿Por qué le hacía algo como esto? Era porrista,
además de hermosa y la chica más rica y popular de la escuela. (En circunstancias
normales, Helga se habría burlado de la escena argumentando que ese sería el final
dramático de Rhonda) El asesino terminaba el trabajo y antes del pase a los créditos
decía que era porque ella, jamás lo había notado.
¿Jake Cabot asesinaría a Helga porque ella jamás lo había notado? No,
ciertamente, ella lo notó, lo rechazó y también lo humilló. Conocía los riesgos y las
consecuencias de sus actos, como hace unos minutos que lo besó, tirando de sus
ropas para cayeran en la cama.
Si le estaba diciendo esto, es porque creía en verdad que se trataba del "karma" en
su diccionario mental, eso era equivalente a un ajuste de cuentas, castigo divino o
mano a mano. Él no creía que Helga hubiera hecho algo tan terrible (como para
merecer a Jake Cabot)
60
Lo hecho, hecho estaba. Y ahora que lo pensaba, su presencia en la Casa de
Huéspedes podría explicar cosas que siempre quiso entender. "Envolturas de goma
de mascar y comida chatarra que aparecían de tanto en tanto en la azotea" "Objetos
que dejaba en un sitio y aparecían en otro" "Un relicario de oro que encontró alguna
vez y que su abuela abruptamente le arrebató"
"…Eleanor solía pasar mucho tiempo por aquí, Arnold. Siempre que tú no
estabas, claro está..."
Como si fuera otra persona y no ella, la que le decía que necesitaba aferrarse a
algún vestigio de amor en su tierna infancia y que fue él, el desdichado —o
afortunado— objeto de su adoración.
Las pasiones que no compartía, los sentimientos que tan inocentemente vertía, los
fue comprendiendo a profundidad a medida que iban creciendo. Sus abuelos
tuvieron que ver con eso, cansados ya de verla suspirar y llorar a elevadas horas de
la noche.
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La invitaron a pasar, una ocasión que estaba lloviendo. Sus padres rebasaron el
límite de lo permisible y a ella ya no le importaban el frío, la lluvia o la noche. Sólo
quería escapar, gritar, llorar…Le abrieron las puertas de su casa, también de su
corazón, bajo la condición de que entendiera que lo que sentía por él, no era amor.
Siempre fue una chica lista, encontró en los libros de Gertrude historias crudas,
crueles y verdaderas dónde el amor se acaba, el príncipe abandona a la princesa o
ésta muere atravesada por cientos de agujas para que él pueda ser feliz en brazos
de otra.
Aceptó, que como en su casa no existía "el felices por siempre" y que ni ella ni él,
"estaban destinados a corresponderse" Después de todo, su confesión, el tercero y
que creyó sería el último de sus besos hacía un par de años que se había dado, sin
ninguna clase de resultado.
Estaban en secundaria, él salía con la perfecta de Lila y ella estaba más fascinada
por la literatura y el teatro. Escribió aquella obra que les obsequió su cuarto beso.
No había segundas intenciones en ese beso, aunque reconoció que sus labios se
abrieron y que él correspondió el beso.
El amago de las viejas costumbres, la nostalgia por la niña enamorada que fue, la
llevaron a volver a notarlo. Sin obsesión pero aún a distancia. Reconoció los
atributos que habían cambiado en él y las costumbres que permanecieron
inalterables en él. Su generosidad, cordialidad, galantería y optimismo. Le gustaba,
ya no el príncipe de sus sueños sino el verdadero Arnold, aunque honestamente ya
no aspiraba a tenerlo en sus brazos.
Apreciaba a Lila y también aprendió a llevarse bien con él, sin ocultar sus
sentimientos bajo una capa de hostilidad. Los sobrenombres permanecieron, los
modos arrebatados también, ella ya no visitaba la Casa de Huéspedes y es que si
de algo se había convencido en los últimos quince años de vida, eso era de que
Helga Geraldine Pataki, no era una "Princesa" a lo mucho sería escudera y por tanto
le tocaba forjarse un camino entre fuego y hierro.
Le dio oportunidad a otros chicos, salió con algunos, así como él alternaba sus citas
entre Lila y esas bobaliconas que sólo querían usarlo como reemplazo, pero no
funcionó porque sin importar lo que hicieran, ella terminaba comparándolos con él.
Si, quería conocer los misterios de una pasión, saber si su corazón podía
experimentar y merecer amor pero todo eso quería hacerlo con él, así que se retiró.
Ya no eran niños, ya no tenía miedo de los gritos de su padre o de los "comas
etílicos" de su madre. Ya no podía subir por la escalera de incendios y esconderse
detrás de alguna estructura para verlo.
Ahora tenían las horas de clase, los círculos de estudio y también los encuentros
inesperados que los seguían sorprendiendo a medio pasillo.
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Lo disfruto y agradeció, pero a pesar de la diminuta flama de pasión que ardió en su
corazón no pudo negar que una vez más fue ella quien lo besó. La que se entregaba,
la única que amaba. Él correspondió, quizá por cortesía, tal vez siempre era así
como lo hacía. De la manera que fuera, lo alejó de su lado y se despidió.
Iba a olvidarlo, seis meses en Paris le harían superarlo pero esa era la Ciudad del
Amor que daba vida al fantasma de la falsa Cecile, así que en lugar de eso decidió
volver a escribir. No de manera platónica como acostumbraba hacer, sino como los
autores que crearon las novelas que le prestó Gertrude. Los mismos que amaron a
distancia y jamás fueron amados en respuesta.
Lo extrañaba, tanto al inventado y que nunca fue, como al apuesto rubio que ahora
es. Quería verlo, escucharlo, despedirse de nuevo.
Sólo uno.
Él seguía saliendo con Lila y a ella, ya se le habían acabado las ganas de luchar.
El divorcio de sus padres fue devastador en más de un sentido, ella no tenía fuerzas,
además de que entre más pasaba el tiempo, más se iba enfrascando en la escuela,
el futuro, la vida...
Jake Cabot, la agarró por sorpresa, con la guardia baja porque Bob tenía poco de
haberla abandonado. Estaba distraída, pensando en todo y a la vez en nada.
Reconoció que al recibir la primer nota, su instinto natural la obligó a pensar en él,
pero no era él…nunca sería él.
No…, lo que no le importaba era comer, dormir, luchar por merecer amor…
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—Estoy en mi límite, Arnold. Acepto que me pasé de la raya al humillarlo
públicamente, pero si tú hubieras leído el resto de notas que me escribió, burdas,
obscenas y tan asquerosamente tórridas, probablemente habrías hecho lo mismo.
—¡No quiero recordarlo! —gritó. Mantecado salió huyendo por su arrebato. Ella
cambió de posición en el sillón y agregó. —¡Tampoco deseo ser vista, ni tratada de
esa manera! ¡Sigo siendo yo, Arnold! Una depilación, unas ropas nuevas y esta
estúpida "anatomía" no me convirtieron en otra. Por eso no te impresioné porque tú
me conoces bien.
—No he terminado. ¿Qué no ves lo difícil que esto es para mi? —lo veía, pero como
solía suceder con todo lo que le trataban de explicar, no lo entendía. ¿Por qué era
necesario desgarrar su alma, remontarse a la niña de su tierna infancia? Si quería
asustarlo, lo único que había logrado era enamorarlo.
Quería estar con ella, definitivamente quería ser quien cuidara de ella.
—Lo reté para que toda la escuela supiera que Jake estaba sobre mi y que yo no
iba a dar mi brazo a torcer. —sonrió con pesadez, al tocar su brazo herido. También
porque a media batalla, se le había metido él en la mente y la piel. Compró los
chocolates ese día para regalarle uno a él. Phoebe ya le había dicho lo que sucedió
en la cafetería. Hasta el cabeza de cepillo la defendía, pero y Arnold
—El mensaje fue claro, todos nos preocupamos.—comentó el rubio, buscando sus
ojos, ella lo miró de vuelta. Una expresión entre desapasionada y resignada. Jamás
creyó que vería algo así en ella.
—Excepto yo…
Ella había estado más distraída ensamblando los fragmentos de su torturada alma.
Recordando la cantidad de poemas que le escribió, las veces que lo siguió entre
clases, cómo se colaba en su habitación cuando sus abuelos la dejaban entrar por
la puerta principal y entre un descuido suyo y un acto de gran osadía propio, lo
invadía.
Nunca le robó nada. —aclaró. (aunque omitió decir que ganas no le faltaron)
tampoco le dejó nada. Se sentía estúpidamente feliz con sólo estar ahí, tirada en su
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cuarto. Era su puerto seguro, a los nueve años de edad y cuando sólo quería gritar,
llorar y escapar, ese cuarto con "cielo" era su lugar favorito en el mundo.
No era perfecta, sus padres estaban ausentes pero aún así se querían. Podía
reconocer el amor y el afecto que se tenían cuando se veían. En su casa, sólo hubo
lo mismo que reflejaba en la infancia: hostilidad, altanería, violencia.
Pensó en el fin de semana romántico, imaginó que él y Lila bailarían a la luz de las
velas en el Chez Paris, ella nunca volvió a ese restaurante, ni a sentir la música o
aquel candor en su corazón, pensaba en todo eso cuando el gran imbécil la abordó.
"Vas a salir conmigo…" —¡Ni siquiera era una pregunta o una invitación! El hijo
de puta le estaba ordenando y aquello la enfureció. ¿¡Qué derecho tenían, de pasar
así de que quién era ella!?
Le dijo que no, que estaba ocupada, lo mejor era que se fuera pero no la escuchó.
Colocó una mano a la altura de su cintura con la otra la tomó por el brazo.
"¡Suéltame!"
Arnold recordaba la escena desde ese punto, estaba con Lila, quien estaba
pensando en ese chico Larry o Barry, no le importaba. La voz de Helga hizo corto
circuito en su mente, fuego líquido, descarga eléctrica, la reacción que tuvo fue la
que ya comentó.
Sólo era una niña, una niña perdida y asustada. La misma que llegó por si misma a
su primer día de escuela porque sus padres olvidaron llevarla.
Phil era más sobre protector con él, era su "hombrecito" le recordaba a su propio
hijo. No que Gertrude no lo quisiera, pero ella era como Helga, es decir que estaba
loca.
—Entiendo que tratas de convencerme de que todo esto es tu culpa, pero no lo es…
En el recuerdo a que hacía referencia, se trataba de Gertrude, fue ella quien le dio
su mano, quien la invitó a pasar a su casa. Ella no entendía ¿Por qué no estaba
llamando a la policía o despertando a Arnold para decirle que su compañera de
escuela era una desquiciada, enferma, acosadora y loca? La anciana le colocó una
toalla sobre los hombros, comenzó a secarla y entre más lo hacía comentó.
"No sé que clase de culpa crees que estás pagando castigándote así, pero no tienes
que hacerlo" "Si no tienes a dónde ir, siéntete libre de venir aquí"
—¿Por qué...?
"No se lo diremos a Arnold, está claro que no quieres que se entere nuestro Arnold,
pero te dará pulmonía si sigues saliendo con este clima"
Esa noche, Bob había golpeado a Miriam y a ella le dio tanto pavor tener que
interponerse entre ellos, recibir un golpe o peor aún, tener que abrazar a su madre
después de que se hubiera ido su padre. Lloró hasta quedarse seca, hasta que Phil
se despertó y comenzó a rumiar sobre lo mucho que desde siempre había detestado
al inconsciente de Bob Pataki.
Hicieron un pacto silencioso, le dieron las llaves del salón de lectura. El santuario de
Gertrude, con todos los libros que la salvaron de cometer alguna clase de locura.
Arnold, era el hijo innegable de ambos, ¿Quién sino él podría disculparla por sus
actos?
—Te hirió…—y eso era algo que él, no podía tolerar. Se levantó de su asiento,
dispuesto a confortarla. —No eras tú y aún ahora creo que no eres tú…
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—¿Qué…? —respondió con voz medio rota. Las lágrimas no salieron de sus ojos,
pero su rostro seguía ardiendo. Él reprimió el impulso de besarla pues si la culpa
pertenecía a alguien, era a él.
—Que me estás dando todas las razones que se te ocurren por las cuales podría
dejarte, debido a que estás cansada de luchar. Has estado peleando contra el
mundo durante tanto tiempo que es lógico que ahora quieras descansar. Entiendo
que tienes miedo, que has esperado, imaginado o deseado tanto lo nuestro que
ahora que es verdadero, temes que se vaya a acabar. Y ese miedo, aunque con
fundamento, no es algo que vaya a pasar.
—Arnold…
—Dijiste que yo era tuyo, bueno tú eres mía. Y si quieres escuchar las razones por
las cuales podrías dejarme esas son mucho mas breves. ¡Soy un estúpido! Si me
hubiera dado cuenta antes, si te hubiera buscado antes, si te hubiera cortejado y
amado antes, nada de esto se habría suscitado.
"Amado" era la primera vez que él decía que la amaba…—el llanto que estaba
reprimiendo, finalmente escapó. Arnold la atrajo a su rostro, besando sus labios con
recato. Ella dudó al principio pero finalmente se rindió, disfrutaron del beso, de sus
temores, de verse a la cara sin máscaras u otra clase de maldiciones.
—Estoy impactado y molesto, sí, pero con tus padres y mis abuelos. No sé cual de
todos fue mas inconsciente. Tú necesitabas a alguien que estuviera a tu lado.
—También te ocultaron.
—No estaba lista para dejar salir este lado mío al mundo...
—¿Y lo estás ahora?—inquirió, porque la Helga que estaba rota, era indeciblemente
hermosa: frágil y delicada cual muñeca de porcelana. Pero no era esa la mujer que
amaba.
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Helga no respondió a su pregunta, comenzaba a quedarse dormida. Este había sido
un día demasiado largo, lo mejor que podían hacer era descansar. Mañana hablaría
con Gerald, ella sin lugar a dudas querría hablar con Phoebe, estaba pendiente el
asunto de Cabot, el cómo lograr protegerla de alguien que estaba claramente,
enfadado, obsesionado y desquiciado.
—Jake…
Diecisiete años luchando por no convertirse en Miriam Pataki y esto era lo mejor que
lograba. Arnold no entendería. Era dulce que se quedara con ella, que aceptara su
locura y fantasía delirante pero no era eso lo que quería que supiera.
Al final del día, resultaba que no tenía tanta fuerza, no logró confesarse.
Cuando escapó de su casa aquel día tormentoso, Miriam gritó su nombre pero ella
no la escuchó. No quería ser parte de todo eso. ¡No quería ver, escuchar, sentir!
Maldita sea, ¿Por qué tenía que sentir? ¿Por qué la maldijeron con un corazón que
se aferraba tanto a sentir? ¿Con una familia que no hacía más que herirla? Y
entonces corrió, hasta quedarse sin fuerzas, hasta volver a estar en el tejado de su
"adorado" el príncipe dormido, el caballero galante que jamás lastimaría a nadie.
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—Ni yo, que te lastime a ti…—Arnold se sorprendió al escucharla. Pensó que estaba
dormida, pero aún sonaba lúcida y coherente. Tal vez, sólo estaba agotada. Él
tendría que acostumbrarse a esto, ser mucho más paciente porque en su historial,
la que levantaba espadas y luchaba contra dragones era ella y no él.
—¿Arnold…?
—Prométeme ahora, en este instante, que no vas a dejar que te haga daño...
—Lo juro…ahora tú promete que no vas a dejarme fuera de esto. Si tienes algún
otro secreto, quiero saberlo. —Helga huyó de su mirada, es decir que sí había otro
secreto.
—Te escribí una carta, mientras estaba con mis padres en la selva…
—¿A mi…?
CAPITULO 7
69
Helga, estaba acostumbrada a librar sus propias batallas y jamás mostrar su
debilidad.
—No tienes que…—intentó reparar el error pero ella levantó la mano sana en son
de paz.
—Cállate, Arnold. ¡Duérmete ya! —dicho esto se dio la vuelta y cubrió su cuerpo con
la sábana. El suspiró, buscando el apagador de la luz con la mirada. La casa de
Helga era bastante amplia, bellamente decorada pero no transmitía un ápice de calor
de hogar. Debió ser duro, demasiado difícil para ella, vivir siempre a la defensiva,
esperando lo peor de los demás.
Hizo a un lado la sábana que lo cubría, Mantecado abrió un solo ojo y él hubiera
querido patearlo o como mínimo enseñarle el dedo de en medio pero el gato ya
estaba sonriendo. Seguro, que si Helga tenía que elegir, el que dormiría en el baño
o en el patio sería él, así que continuó su camino y se encargó de apagar la luz. De
regreso, ya más relajado tuvo que escudriñar las sombras, no fuera a pisarle la "real"
cola al "amado" gato de su novia. No sucedió eso, lo que pasó es que Mantecado
se subió a su sillón y enroscó su osamenta en el lugar dónde él había estado
posando su cabeza.
—Eso es lo que hago, aquí cabemos los dos…—le susurró al oído y ella
instantáneamente se relajó. Su aliento en el cuello enviando descargas eléctricas
por todo su cuerpo.
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Mantecado permaneció con sus hermosos ojos perfectamente abiertos,
escudriñando las sombras, descifrando misterios en la oscuridad de la noche.
Eran como un espejo, una de la otra, pero aún así se atrevía a desafiar el destino, a
gritar al viento que era más orgullosa, valerosa y poderosa, que estaba por encima
de cualquier idiota que osara mostrar interés en su piel…
Nadie la tocaría, nadie la humillaría, nadie dejaría una cicatriz tan profunda que
buscaría sanar con alcohol o estupefacientes por el resto de sus días.
El destino, no la alcanzaría.
Eso era lo que se repetía cada vez que jugaba en el campo. Cuando golpeaba la
pelota con todas sus fuerzas y corría como si su vida dependiera de ello, huyendo
de sus demonios, de sí misma, de la historia que según los profesores en materia,
existía para no repetirse.
Arnold la abrazó un poco más fuerte, como si presintiera la batalla que estaba
librando por dentro. A la sensación de su aliento en el cuello siguieron las descargas
eléctricas que se fundieron en la sangre que bombeaba su corazón.
Se sabía segura con él, por primera vez en mucho tiempo, quiso creer que todo
estaría bien.
71
.
Estaba en San Lorenzo, en aquella selva nutrida de árboles y exótica fauna. Sus
pasos lo conducían al volcán que lo vio nacer en una escena similar al ritual que se
llevó a cabo cuando cumplió los catorce años de edad.
Para los "ojos verdes" esa era la edad en que se convertían en adultos y por tanto
paso de ser "niño" a "hombre milagro" le hicieron participar en ritos, bastante
impresionantes y que involucraban pruebas físicas, místicas y de inteligencia.
Todas las superó con creces, granándose el respeto de "su gente" además del amor
y orgullo de sus padres.
Se suponía que debía meditar, centrar su cuerpo, su alma y su mente, aislar cada
componente externo hasta que no escuchara, ni el cantar de las aves, el susurro del
río o el crepitar del fuego. Lo fue haciendo de a poco, hasta que lo único que escuchó
fue el sonido relajado de su respiración y los latidos de su corazón...
—/—
SAN LORENZO,
DOS AÑOS Y MEDIO ATRÁS.
Como "niño milagro" se esperaban cosas asombrosas de él. Sus abuelos siempre
estaban diciendo las cosas maravillosas que algún día lograría hacer pero ha decir
verdad, todo en su vida se sentía como seguir las instrucciones de un manual. Era
educado, caballeroso y amable, porque se suponía que lo tenía que ser. Se
involucraba en los problemas de los demás porque decían que era él, quien sabía
mejor que nadie lo que tenían que hacer. Se la pasaba todo el tiempo soñando
despierto porque desde muy pequeño, le dijeron que existía otro lugar al que debía
pertenecer y aunque no era el mejor deportista, el mas arriesgado o el más
ingenioso, nunca le faltó el espíritu de la aventura porque sentía en su sangre que
efectivamente, había más cosas que tenía, podía y debía hacer.
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"Sé la mejor versión posible de ti"
Él podía con todo eso, ya era un maestro dominando cada aspecto de ello y
ciertamente pocas personas ponían a prueba su temperamento.
Al pensar en ella pasaban cosas que tenían que ver con los demonios internos de
su naturaleza.
Fuego, lo sentía arder al interior de sus venas, una descarga de energía que no
sabía bien como interpretar porque Helga lo ponía al límite, pero también le hacía
conocer sus limites.
Si lo pensaba con detenimiento. En los meses que pasó con la tribu de los ojos
verdes, aprendiendo sus costumbres y tratando de estrechar lazos con sus padres.
Él sólo se relajaba o enfadaba cuando la recordaba a ella. Y fue sugerencia de Miles,
luego de constantes gritos a mitad de la noche que se sentara al calor de la hoguera,
meditara como los nativos le enseñaron a hacer y se concentrara únicamente en lo
que hacía rabiar o estremecer a su corazón.
Mintió.
Miedo.
Era eso lo que carcomía su alma, lo que no le dejaba dormir de la noche al alba, así
que haciendo de tripas corazón y a sabiendas de que regresaría a la mañana
siguiente a Hillwood, obedeció.
Ataviado únicamente con el pantalón de cama, pues su camisa de dormir una vez
más se había pegado a sus formas por el sudor. Salió de su tienda y encendió una
hoguera. No quería más pesadillas, más pensamientos, más recuerdos, ¡más nada!
relacionado con Helga, así que meditó.
Una chica preciosa lo acompañó esa noche. Cabellos negros, piel morena y ojos
verdes que destellaban como luceros.
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Hombres y mujeres de gran valía que protegerían los secretos de la tribu y darían la
vida por su pueblo.
Él más que nada se convirtió en estratega. No usó sus músculos para combatir, ni
las herramientas para responder a la violencia. Se valía de su astucia para superar
cada prueba y esto de "Helga" se lo tomó como la ultima de ellas.
—¿A dónde vas….?—preguntó Thea, cuando aclaró las cosas con los demonios
internos de su naturaleza y se levantó comenzando a juntar tierra para apagar la
hoguera. Ella a su vez se incorporó, arrodillándose a su lado, enlazando sus manos
una vez el fuego se hubiera apagado. Podía ver, gracias al resplandor de la luna y
la inmensidad de la noche una flama de pasión y deseo similares a los propios
ardiendo en sus ojos, pero aunque era preciosa. (con Dios de testigo que era una
de las mujeres más hermosas que había visto en su vida) él, no la siguió.
Lo invitó a pasar la noche en su tienda. Ante sus padres y la tribu de los "ojos verdes"
ya eran adultos, podían enlazar sus destinos, ser el uno del otro y a pesar de que
entendía lo que le ofrecía y su cuerpo lo quería, el corazón no lo sintió correcto y por
tanto no cedió.
Todo lo que le quería decir, todo lo que le hacía sentir, todo lo que por cuatro meses
no lo dejó dormir, lo expresó en letras. Nunca las diría en alto, jamás volvería a
leerlas, eso se lo prometió a sí mismo pues cuando concluyó, la dobló en cuatro,
anotó sus iniciales como todo nombre y la selló con cera.
"H.G.P"
74
—/—
Era ya bastante entrada la mañana cuando ambos se levantaron, él abrió los ojos y
encontró la mirada intensa de ella. No decía nada, no se movía, pero lo miraba.
Hubo una discreta sonrisa en su cara cuando lo vio despertarse, él la correspondió.
Y hubiera sido maravilloso besar sus labios con devoción pero escucharon unos
cuantos golpes contra la puerta y eso los puso alerta.
—No te pongas así, Soy Phoebe…—la sangre se les congeló en el interior de las
venas a ambos. La pelinegra insistió, llamando ahora a Helga.
—¿Está todo bien ahí dentro? Nunca respondiste mis llamadas o mensajes de texto
y hay vidrios en tu pórtico. ¡Dios, mío! ¿Qué le pasó a tu ventana? —Helga le pidió
que no se moviera con un leve susurro, de nada serviría esconderse de Heyerdahl,
más que nada porque Gerald ya lo sabía y el rubio le pondría un altar a su mejor
amigo por haber protegido su secreto la noche entera. Pataki se apresuró a medio
acomodar sus cabellos y responderle a su amiga a voz en grito.
—¡Ya lo sé, Bob! —Phoebe soltó una risita, Mantecado rumio más, al parecer estaba
decidido a ser quien diera la exclusiva sobre las visitas indeseables en casa. Una
vez la llave entrara al cerrojo y la puerta se abriera, la bola con pelos escaló al regazo
de la morena, Phoebe se distrajo un poco con eso, cerró la puerta por detrás de su
cuerpo, después vio a su mejor amiga y por ultimo….se quedó de piedra.
—¡Toma tus cosas Mantecado, nos vamos! ¡Este lugar ya no es apto para criar a un
gato! —el peludo corrió por la sala en dirección de la cocina, tomó su tazón de
croquetas con la boca y siguió a la morena.
—Helga, me has…decepcionado.
—Pasó mucho por lo que puedo ver, dime si no durmieron en la sala o si Arnold no
trae el pants deportivo que te compró Bob y por el cual bramaste como loca durante
horas porque tu padre cree que eres tan gorda como una vaca…
—¡Puedo explicarlo!—insistió.
—Te doy veinte segundos…—la morena fingió tomar el tiempo mirando su reloj de
pulsera. Arnold no sabía si meterse en la línea de fuego o correr escaleras arriba y
volver a ponerse su ropa.
—¿Arnold y tú…?
—¡Es que no podía decírtelo por teléfono o mensaje de texto! ¡Es Arnold! ¡El que
dijo que le gusto y que quería estar conmigo es Arnold! No Stinky, Brainy, Eugene o
Alan ¡Tenía que decírtelo en persona, debes creerme, hermana…!—la
desesperación en su tono de voz era todo lo que necesitaba Phoebe para corroborar
que estaba siendo sincera. Se soltó a reír mientras abrazaba a su amiga y le
aclaraba que todo estaba como siempre. Arnold por su parte anotó los nombres de
los susodichos en su cabeza. ¿Todos ellos habían expresado su interés en
Helga? Sabía de Stinky, de hecho tenía entendido que su primer novio había sido
Stinky, ¿Pero, los demás? Brainy era su acosador personal…
—No le mientas Helga, como hemos sido amigos durante toda la vida seré honesta
contigo, Shortman…—Heyerdahl, lo miró a los ojos, sus anteojos brillando con un
nuevo matiz de seriedad o maldad.
—Te lo voy a decir una única vez así que mas te vale poner atención…—como mejor
amiga de la buscapleitos número uno de su escuela, Phoebe conocía el sutil arte de
la intimidación. No solía utilizarlo, claro. Ella era más elegante y sofisticada que eso.
Se bastaba de su inteligencia para derrotar a sus enemigos y Helga era una pieza
importante en su vida, era su Reina (porque siempre renegaba de ser Princesa) pero
era todo lo que por mejor amiga tenía, así que debía protegerla. Se aproximó a
Arnold, como si fuera a compartirle el más íntimo de los secretos y susurró a su
oído.—Todos menos Alan, tuvieron su oportunidad con Helga y la desperdiciaron,
trátala mal y voy a encargarme de que él sea el caballero de cuento encantado que
mi querida amiga cree que ve en ti.
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Te dejará tan mal parado que no quedará de ti, ni un recuerdo. ¿Y sabes cómo voy
a conseguir eso? Dándole mi apoyo al ciento por ciento. Soy prácticamente su
hermana, además de la chica más inteligente de la escuela, que no se te olvide que
podría destruir tu vida, si te atreves a herirla. —terminado el discurso besó su mejilla.
Un beso helado que se le antojó a él como el beso de la muerte.
...Y toda la escuela estalló en aplausos y vítores, todos menos ella, claro está. Ella
permaneció en las sombras, detrás de una planta junto al baño de los caballeros y
esperó a que el Cabeza de Cepillo decidiera ir a deshacerse del "miedo"
Lo interceptó antes de que sacara a su amiguito del pantalón, (no quería traumas
futuros, aunque le hacía ilusión que mojara su entrepierna) le colocó una mano a la
altura del cuello, cortándole la respiración mientras gritaba a todo palurdo que
estuviera en el baño que saliera por la puerta grande o se preparara para el show.
Tres hombrecitos corrieron, dos con las prendas a medio colocar y uno con la
mercancía al aire, ella se ordenó no perder los papeles, Phoebe era más importante
que el trasero de nadie...
Suspiró por los viejos y buenos momentos, Arnold ya estaba más pálido que la parca
y su amiga, más sonriente que una serpiente.
Adoraba a su hermana.
—De acuerdo, antes de que te los encabezados del periódico, ¿Puedo saber a que
se debe el honor de tu visita? ¿No es hoy el gran fin de semana romántico? —
Phoebe acomodó sus gafas y jaló una silla de la mesa pues no le apetecía sentarse
en el sillón. Helga roló los ojos, comenzó a levantar las sábanas y almohadas
mientras gesticulaba en dirección de ella:
"tendrás que conseguir otra sala, si pretendes que me siente como si nada"
—¡Sé perfectamente bien lo que debería o no hacer, Arnoldo! —él suspiró e intentó
conciliar desde otro ángulo.
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—Platica con Phoebe, yo arreglo la sala y voy por mis…cosas…—el rubor fue
imposible de ocultar en el rostro de ambos. Heyerdahl sintió el impulso de tomar una
foto, llamar a su novio y contárselo todo, pero él era la razón de que estuviera ahí,
molestando a su mejor amiga en el fin de semana romántico.
—Fueron más que motivos, dijo que en ese instante se dio cuenta, de lo mucho que
me quería…—Phoebe reprimió un gritito de emoción, Helga se puso más roja que
una granada y continuó explicando. —Yo no lo creía, pero él insistió, luego nos
besamos y todo se salió de control…
79
—Tranquila…—Phoebe, entendía sus temores y le hubiera gustado abrazarla, pero
respetaba su espacio. Buscó otra toalla para secarla, luego de haber limpiado y
examinado su mano, se veía bien, el daño profundo sin lugar a dudas debía ser
interno. —…Sabes que Gerald y yo nos contamos prácticamente todo, por eso es
que estoy aquí.
—No importa, como te decía Gerald parecía muy emocionado antes, luego me llamó
a las nueve de la noche y canceló nuestra cita. Dijo que no podía explicarme ahora,
que surgió un imprevisto, pero no se me ocurre nada que…—Helga percibió un poco
de temor en el tono de voz de su amiga y se obligó a ser fría, sincera y lógica.
—Sabes que aunque deteste al Cabeza de Cepillo y siga creyendo que es muy poca
cosa para ti. Él te quiere en serio, no te lastimaría a propósito o yo cumpliría mi
palabra de sacarle la espina dorsal por la boca. —Phoebe sonrió. Debió agregar un
detalle de esos a la amenaza que le soltó a Shortman. —Si fuera el de antes, te diría
que seguramente cometió alguna estupidez como darle chocolates a otra chica al
mismo tiempo que a ti, pero Gerald ya no es así.
—¿Estás segura?
—¿Crees que he dejado de vigilarlo? Sólo tiene ojos para ti. No hay ninguna
atrevida, aparte de las fans locas que lo siguen en el baloncesto pero eso se
soluciona cuando el idiota dice por el micrófono "la plata que ganamos hoy, va por
mi chica" —Phoebe se sonrojó y reconoció que eso era cierto. —Eres su chica, él
está orgulloso de hacerle saber a todos en nuestra escuela que tiene algo serio con
el cerebrito, número uno en todo el estado, Heyerdahl.
—Tienes razón.
—¿Pero…?
80
—Está bien, así es como baja mis escaleras. —respondió la otra para molestia de
su novio.
—Que graciosa…
—Es la verdad…—Arnold ya llevaba sus ropas puestas, además del celular que se
quedó sin batería y por tanto no tenía manera de saber si alguien lo había estado
tratando de localizar.
—Toma el cargador del mío, debe estar en mi escritorio pero creo que sería mejor
si Phoebe te lo alcanza…
—¡Es la verdad! ¡Cuando me trajo a casa encontramos los vidrios en el pórtico, luego
la ventana de mi alcoba rota y su paranoia aunada al espíritu de gran Samaritano le
impidieron volver a su casa.
—¡Phoebe!
—Te juro que lo único que hicimos durante toda la noche fue platicar.
81
—¿Y que más…?—Phoebe conectó a la corriente el teléfono de la rubia pero no lo
encendió. Ella, pensó Arnold le daba un nuevo significado a la palabra "intimidación,
él estaba por confesar hasta cuantas veces fue al baño pero en su defecto comentó.
—Le dije que la amo, porque es cierto. Y eso de la ventana y el foco de la entrada,
sé que fue obra de Jake.
—Debe cambiar las vendas y ponerse una curación para desinflamar el músculo.
—¿La tienes?
—Gracias por hacer todo esto, Arnold. —comentó antes de ir escaleras arriba.
—No has preguntado una sola vez por sus padres, así que asumiré que ya sabías
que estaba sola.
—Si, y como charlaron toda la noche voy a suponer que estás al tanto de lo delicado
de la situación.
—No lo sé exactamente, Helga dice que Bob decidió cancelarla porque ninguno de
los dos la usaba. Aunque ahora que lo mencionas, me parece raro que Bob
cancelara…
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—¿Por qué?
—Los teléfonos celulares destruyeron su negocio, así fuera sólo para fastidiar a
Helga, Bob optaría por llamar al teléfono fijo…—Helga llamó a Phoebe, la morena
se disculpó y corrió escaleras arriba. Él se acercó al teléfono, el cable estaba
desconectado. Helga lo desconectó
Le marcó a Gerald.
—Cállate, Gerald.
—¡Basta! Phoebe está aquí, te apuesto mil dólares a que convencerá a Helga de ir
a buscarte a tu casa.
—¿Qué quieres que les diga? ¿Sabes que Phoebe puede soltar amenazas peor que
"El Padrino"
—Oh, te tocó esa cosa de "Lastima a mi hermana y te sacaré la espina dorsal por la
boca"
—Esa es mi chica.
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—¡¿Por qué?!—inquirió comenzando a ponerse nervioso. Los golpes en su cara no
habían sido muchos pero aún se notaban, se veía como el saco de boxeo de
Pacquiao.
—Porque estamos involucrados todos. Tú, ya te metiste hasta las narices y anoche
creo haber visto una silueta observándonos por la ventana de su cuarto...
—¡GERALD!
—No es mi primer...
—Tú no eres...
—Gracias, hermano. Me parezco pero acepto que no soy Dios. —Arnold bufó,
aunque ya no sabía ni porqué se molestaba por esto.—¿Algo más?
—Curiosidad, para los hijos de oficiales de policía, ¿Qué tan difícil es?
—Depende que tan cercano seas a tu viejo o que tanto aspires a seguir los pasos
de él... Mi padre nos enseñó hace años, mi hermano le sacó más jugo que yo.
—¿Por qué?
—¿¡QUE!?
—Helga te defendió...
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—Sí, no le digas a Phoebe que ya "sabías" no se tomó nada bien el no tener la
exclusiva y no creo que sea el fin del mundo, tal vez solo sea...
Evocó las palabras de su abuelo y un mal sabor de boca se instaló en sus labios.
CAPITULO 8
Sus mejillas se colorearon, sintió las rodillas temblar y algo como su niña interna de
uniceja y coletas desprendiéndose de su centro, revoloteando por la sala gritando y
bailando. "¡ES MÍO! ¡POR FIN LO LOGRÉ! ¡LO TUVE ENTRE MIS BRAZOS UNA
NOCHE ENTERA Y ES MÍO!" esa niña pequeña andaba saltando de sillón en sillón
mientras Phoebe encontraba a Mantecado mirando fijamente la puerta, como si
quisiera evitar que la misma se abriera y sonrió, a la vez que caminaba resuelta
hacia él.
—¿Y que hacías afuera?—inquirió con una nueva inflexión en la voz. Phoebe
decidió salir de la línea de fuego y disfrutar el show detrás de la barra de la cocina.
Arnold miraba el piso y no a Helga, quien obviamente se molestó más por ese hecho.
—Lo que oíste. —respondió mirándola por un momento para después dirigir sus
pasos a la escalera. Esa bola de pelos tenía que estar arriba, lo que estaba perfecto
porque el baño también estaba ahí y él iba a arrojarle un balde de agua helada. En
alguna ocasión leyó que los gatos odiaban el agua, ese pequeño aprendería. Helga
presintió sus intenciones o quizás solo estaba furiosa porque pensó que él era la
clase de hombre que se va después de…dormir con su chica.
Pataki le cerró el paso, Phoebe abrió una bolsa de patatas fritas que encontró en la
alacena de arriba.
—Es un gato: cuatro patas, cola, orejas puntiagudas. ¿Quieres que te dibuje un
esquema o qué?—Arnold roló los ojos, sintiendo exactamente lo mismo que ella:
que la sangre le hervía y que esa mujer era la única en el mundo que lo hacía perder
el control. Respiró hondo, como le enseñaron a hacer los nativos para mantener la
calma y después se explicó.
—Fui a la cocina a buscar la caja dónde tienes los focos, encontré uno y pensé en
cambiar el que se rompió en tu pórtico. Estaba haciendo eso, levantando los vidrios
y arrojándolos en el depósito de la basura cuando tu gato me cerró.
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Phoebe que los conocía de siempre y que había atestiguado más de uno de sus
encuentros, encontró interesantes las diferencias de entonces a ahora. Ya no había
temor en los ojos de su amiga. (lo dijo bien porque regularmente Helga disfrazaba
la pasión que sentía por él con esa furia desmedida, pero era tan arrebatada en sus
actos que las más de las veces tenía temor de perder los papeles y sucumbir a la
tentación de besarlo) Siempre que peleaban ella quería besarlo. ¡Hacer que usara
su boca para algo más que decirle lo mucho que lo sacaba de quicio! Lo mal que
creía que estaba de la cabeza o lo equivocada que se encontraba en sus
argumentos. Por su parte, Arnold ya no la veía como a cualquier persona, no había
seriedad e indiferencia en su mirar, la veía con disfrute, de hecho ella estaba
dispuesta a apostar a que el rubio por fin estaba coladito de amor por su amiga.
Bueno, sí.
Pero, no...
—Lo que sea que haga tu gato para señalar su desprecio, sé que fue él porque me
detesta.
—Claro que lo hace, estás robando la atención de su única fuente de techo y comida.
—¿Entonces me crees?
—Creo que no te irías sin decir adiós…—Arnold tomó sus manos en el interior de
las suyas, teniendo especial cuidado de no lastimarla. Disfrutó la mirada que le
dedicaba ahora, lucía tan femenina y adorable que no entendía dónde podía existir
esa niña furiosa de antes.
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vez? los ojos de Arnold parecían comprender lo que sin voz decía, más sin embargo
no era una mirada promiscua, descarada u obscena la que le obsequiaba.
Ellos estaban por encima de eso, lo que compartían era más grande que el sexo.
—Sé que no te irías después de eso…—cerró los ojos e inclinó el rostro dispuesta
a recibir otro beso pero entonces otra personita los interrumpió.
Arnold soltó sus manos y se alejó lo más posible de Helga, sus rostros sonrojados
no dejaban una sola cosa a la imaginación, tampoco el beso recién compartido que
en el caso de ella, le había dejado el labio inferior ligeramente inflamado. Shortman
gustó en esta ocasión de morderle la boca. "Helga Pataki lo volvía loco, loco, loco,
cuando se ponía así de insufrible y necia, tanto que él quería demostrar que podía
con toda esa locura y terquedad desbordante" Phoebe que para estas alturas había
pasado del color normal de su piel a uno mucho más pálido demandaba respuestas
que ninguno de los dos se mostró dispuesto a otorgar.
—¡Lo sabía, Helga me mentiste! ¡Vámonos Mantecado! —el gato bajó como un rayo
de luz dorada y trepó por las piernas de la asiática hasta alcanzar su regazo. Phoebe
giró con dramatismo dispuesta a salir de la casa o comenzar a ser sobornada.
—¡Te compensaré! ¡Soportaré a tu estúpido novio toda la tarde sin decirle una
palabra ofensiva!
—Lo llamaré por su nombre, hasta seré dulce, tierna y amable, le diré lo "apuesto"
que se ha puesto con el pasar de los años…—la ultima parte le dio escalofríos pero
los disimuló bastante bien. Phoebe se mostró de acuerdo pero aún así no soltó a
Mantecado.
Si había un loco atacando la casa donde vivían, no quería que se quedara a solas,
le acarició la barriga y el peludo bigotón se derritió entre sus brazos. Se hacía un
poco tarde, lo mejor sería apresurarse.
Helga dijo que sólo tenía que encontrar su pequeño bolso entre todo lo
desparramado en el sillón de una pieza y tomar su chaqueta, los celulares de ambos
ya estaban cargados aunque el suyo permanecía apagado. Arnold tomó nota de eso
y del teléfono fijo desconectado. Si la línea hubiera sido cancelada el aviso
automático sería ese. "Suspendida o fuera de servicio" pero el número de Helga
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sonaba eternamente ocupado. Él le marcó desde su celular para corroborar la
"mentira" y al no saber como enfrentarla decidió "ponerse a trabajar" cambiar el foco,
limpiar los vidrios de la entrada, también le hecho una buena mirada a la puerta y la
cerradura. La suya, era una casa no tan vieja pero sí bastante descuidada, al menos
el Gran Bob, invertía en un buen trabajo de cerrajería.
La rubia encontró lo que buscaba debajo de una pila de libros, como era el "fin de
semana romántico" no les dejaron deberes. Así que por ese lado se podrían relajar,
le mandó un mensaje de texto a su mejor amigo en lo que Helga tomaba su
chaqueta, indicando que iban para su casa y que además de eso se morían de
hambre.
"NO INVENTES"
Como no cabían todos en el comedor de la sala, les permitieron comer sus wafles
en la habitación del moreno, quien por cierto se encontraba un poco "indispuesto"
Arnold se sorprendió de que los señores Johanssen no comentaran nada sobre el
"asalto" quizás Gerald tenía mayor poder de convencimiento del que creía, pero
como fuera, lo encontraron en su alcoba, sentado a la sombra en una esquina de su
cama, jugando con las cuerdas de una guitarra.
Jamie' O, al igual que todo jovencito que recién llega a la pubertad había sentido el
impulso y deseo irrefrenable de "convertirse" en una alocada estrella de Rock, sus
padres le compraron la guitarra clásica porque antes de la eléctrica tenía que
dominar esa y como es natural el chico decidió que eso no era cool, ni estaba a la
moda, además de que le dolían los dedos después de practicar y simple y
sencillamente la abandonó.
Gerald por su parte tuvo el mismo impulso apenas comenzó a salir con Phoebe,
contrario de su hermano mayor, él no quería ser "nada" tan solo le gustaba
complacer y sorprender de vez en cuando a su chica y es así que al pensar en lo
sucedido entre ayer y hoy muchas cosas comenzaron a poblar su cabeza.
Julian, (su madre) les había dejado todo puesto tan pronto como escuchó el llamado
a la puerta y fue así que comenzaron a repartirse la mantequilla, mermelada de
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moras y el jarabe de maple mientras Gerald decía con voz de trovador algo así
como…
Saliendo de la escuela,
esa que fue testigo,
de un tupido cuento de bullying, acoso y delirio…"
—¡Voy a matarte Johanssen! —gritó Helga tan pronto como terminó de cantar,
provocándose un jadeo de dolor, porque claro, tenía que ser, aplastó la botella de
maple en el interior de la mano diestra. Arnold estaba más rojo que la granada y
Phoebe, sinceramente quería saber como es que su novio tenía facilidad para crear
"este tipo de cosas" pero sacaba seis en literatura y redacción. Suspiró atormentada,
cortando un trozo de wafle y metiéndolo en sus labios.
¡Estaba exquisito!
—Toma un número y has fila, gruñona. —respondió Gerald con poco de sorna y
mucho de molestia pues no le agradó para nada ver la muñequera en su mano. "Ese
tipo era un demente" Tenían que detenerlo y honestamente no se le ocurría el cómo,
entrevistó a su padre poco después de que volvió de su turno doble en la Comisaría.
James Cabot, ya no era solo su reemplazo, era el segundo al mando, mano derecha
del Comisario, es decir, un pez demasiado gordo para que lo pudieran atrapar. Dejó
la guitarra donde no se cayera y se dignó al fin a salir de las sombras. Phoebe ahogó
un nuevo grito, Helga se tragó el siguiente reclamo, Arnold se sintió impotente y
sumamente molesto. El rostro de su "hermano" estaba marcado en el pómulo diestro
por un golpe sin lugar a dudas dado con el puño cerrado y tenía además el labio
inferior roto e inflamado por la parte media.
—¿Qué fue lo que pasó? ¡¿Por esto no querías que te viera?! —preguntó luego de
haber revisado a conciencia, sin permiso, ni pudor cada poro de su piel.
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—¿Hey, tú estás bien?—preguntó Gerald con un tono que sugería verdadera
preocupación por ella. Helga sintió escalofríos, luego asintió restándole importancia
a su mano.
—¿De qué están…?—inquirió Phoebe, su novio suspiró y dijo que estaba bien.
Les contó todo, desde que dejó la casa de su novia hasta que necesitó unos diez
minutos para levantarse y salir del jardín frontal de Helga.
—¡¿Pero cómo pudiste ser tan imbécil?! —gritó colérica Helga, levantándose de su
asiento y dirigiéndose a él.
—¿Recibir una paliza por una mujer que ni siquiera te agrada te parece correcto?!
¡¿Y si estuviera armado?! ¡Si en lugar de los puños te hubiera golpeado con el bate
de béisbol! —gritó comenzando a ponerse un poco histérica.
Por suerte para todos, Jamie'O ya había reclamado el televisor de la sala y subido
el volumen a todo lo que daba. Sus padres estaban en la cocina lavando los platos
y haciendo limpieza, su abuela ya estaba prácticamente sorda y se había llevado a
Mantecado a su cuarto, tenía bolas de estambre que podría apreciar y en cuanto a
Timberly, ella estaba ocupada en la línea telefónica hablando de chicos y estrellas
de POP con su mejor amiga de la escuela.
Gerald contó internamente hasta diez. ¡Claro que consideró todas las cosas que la
rubia le estaba gritando! ¡No era tan idiota! y por las caras que tenían Arnold y su
novia, parecía que el consenso general era que él, era un idiota.
—Lo pensé, ¿De acuerdo? Y no, no soy del tipo estúpidamente heroico que se arroja
a una lluvia de balas sin pensar en las consecuencias de sus actos. Lo escanee, soy
bueno midiendo a la gente, observando detalles. Les juro a los tres que estaba ciento
por ciento seguro de que no traía armas blancas o de fuego.
—¿Ahora resulta que tienes visión rayos "X"? —preguntó Helga a punto de perder
los estribos, el rostro le ardía los ojos amenazaban con ponerse a llorar.
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¡Ella no quería nada de esto! ¡Jamás lo quiso! ¡De verdad…!
—¡Gerald..!
—Todo está bien, nena. —le guiñó un ojo y le sopló un beso. Helga dobló los brazos
a la altura del pecho, apretando su estómago porque una vez más estaban ahí las
inmensas ganas de vomitar. Arnold resopló sin dejar de destruir a su amigo con la
mirada. "Los demonios internos de su naturaleza" "La lava ardiente de un volcán a
punto de hacer erupción"
Si así se ponía con Gerald, no quería ni pensar en cómo reaccionaría el lunes que
se topara con Jake en cualquier lugar de la escuela.
—No te señalo pero quiero saber de una vez por todas la historia completa. —
Solicitó como todo un oficial al mando. Helga presionó sus manos, la diestra dolió,
una punzada profunda que comenzaba a necesitar de manera frecuente para
separar la realidad de la fantasía.
¿No decían en las novelas de Gertrude que las mentiras tarde o temprano salen a
la luz? ¿No decía su conciencia que todo lo malo que había obrado en algún
momento tendría que pagarlo? ¿A caso alguna vez dejo de ver el rostro maltratado
de Miriam en sus pesadillas? Se replegó hacia atrás, sin ser consciente de que
estaba comenzando a hiperventilar. No era asmática, ni tenía problemas de vías
pulmonares o nada por el estilo. Sólo era propensa al drama, la divina comedia que
era su vida completa, se dobló un poco más cuando choco con la silla y estuvo a
punto de caer irremediable a la nada. Arnold la atrapó a tiempo, la rodeo por la
cintura y después la atrajo a su cuerpo. Ella aceptó y agradeció el gesto
abrazándose a él, dejando de temblar y finalmente apartándose de él.
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—No vamos a juzgarte…—continuó Phoebe, acercándose también y Helga se
sentía como una pequeña oveja rodeada de un montón de zorros hambrientos. ¿Por
dónde empezaba?
—¿Qué hizo realmente para molestarte?—inquirió Gerald. —Sé que lleva meses
asechándote, usaría la palabra "cortejar" pero ambos sabemos que no era eso a lo
que se dedicaba. —Helga asintió, pasando de la silla de escritorio y adquiriendo una
posición mucho más cómoda en el piso. Junto a la puerta, con las rodillas dobladas
al frente, mismas donde le gustaría ocultar el rostro, pero no lo hizo.
—Si quieres saber la verdad, te diré que todo esto comenzó con el Béisbol…
¡No me miren así! Ustedes son las únicas niñitas que verdaderamente he entrenado
y para ser más honesta. No me gusta entrar a los vestidores con toda esa "pompa"
femenina. Perfumes, maquillajes, cremas correctivas compradas en todas partes del
mundo, lencería de diseñador. ¿¡Cuantos años se supone que tenemos!?
¿¡Diecisiete o veintidós!? luego toda esa cháchara innecesaria de muchachos y
citas, me tenía harta.
—¡Helga!—reprendió Phoebe su uso del lenguaje, pero esa era otra cosa, que
apreciaba de conducirse con un montón de palurdos. Los chicos no tienen
problemas con soltar palabrotas de vez en cuando. Se los hizo saber y continuó
narrando.
—El entrenador me dio por segunda vez en la historia un rotundo "NO" le reclamé
haber ganado dos oros para él, ¡Demostré mi capacidad, también mi valía como
Capitan! pero el señor Thompkins dijo que no era decisión suya, sino de Jake Cabot.
—Fue lo que pensé, así que ese mismo día lo encaré…—Helga dejó escapar un
suspiro. Sus amigos que bien la conocían imaginaban el tono y la disposición con
que decidió ir a encararlo.
Solo sé, que quería ser Capitán y dejar de sentirme acomplejada entre tanta
"mujercita esplendorosa y perfecta" que me recordaba a Lila Sawyer…—Arnold
sudó frío por la mención de Lila, Gerald deseó por un momento que lo tragara la
tierra y lo escupiera en otra recámara.
La debilidad de Helga, era algo que si bien, venía conociendo y escuchando desde
que comenzó a salir formalmente con Phoebe, aún no le terminaba de caer bien. La
rubia concluyó esa parte de su discurso diciendo que si no podía tenerlo a él, por lo
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menos quería disfrutar a plenitud la tercer cosa que más amaba en la vida. Arnold
se sonrojó por completo, Gerald se burló arrojándole un cojín a la cara, Phoebe se
reprendió de manera interna por no estar al tanto de nada de esto.
Sí, seguían siendo amigas, y sí, se seguían viendo todos los días, pero desde que
tenía una relación formal, la amistad entre ellas se estaba enfriado. Helga nunca
trató de separarlos o boicotearlos, había sido una amiga excepcional que al saberse
vencida (en materia del amor) se retiraba a su esquina para no molestar. Le debía
tanto, su lealtad, honestidad, su fortaleza, porque cierto es, que si bien le dio el sí.
A las dos horas ya se estaba arrepintiendo. Sus padres eran demasiado
tradicionales, obligarían a Gerald a presentarse, puede que su padre hasta lo
pusiera a "prueba" y a todo eso Helga le dijo que estaba bien.
"De nuestros sueños de infancia, bueno. De los míos. El caballero galante, el alma
gemela, el hilo del destino. El chico que te conoce en la tierna infancia y que al llegar
a una edad madura decide que es a ti, a quien ama con locura"
"Helga..."
"Lo que sea, tienes todo para ser feliz. No dejes que el miedo te venza" —y ahora
que lo recordaba, creía haber visto un ligero matiz de nostalgia en las facciones de
su amiga. Le hubiera gustado tanto en ese momento que sus historias fueran la
misma. Que no se hubiera dejado vencer por la oscuridad de su corazón y permitido
que Arnold solo la viera como una chica gruñona y molesta. Si conociera a la
verdadera, si alguien que no fuera ella llegara a conocer a la verdadera Helga, su
historia de amor surgiría...
—Me abrí paso entre un montón de pesados, no vi a nadie desnudo por si lo están
considerando. Era casi la hora en que entregan las instalaciones así que estaba
segura de que todo el mundo ya debería de estar entre un 60 o 70 por ciento vestido.
Pregunté a un pelirrojo por su Capitán de equipo. Me respondió cortésmente aunque
sus ojos me observaban como si me tratara yo de alguna especie de alucinación.
Dijo que el Capitán estaba revisando que estuvieran cerradas todas las duchas, así
que fui con paso firme hacia allá. —los tres chicos conocían las duchas y vestidores.
Mismas instalaciones tanto para chicos como para chicas, para alternar entre ambos
sexos estaban los horarios de tal modo que "supuestamente" no se cruzaban jamás.
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—Jake Cabot, el gran bastardo en persona. Disculpa la palabra, Gerald.
Yo, como ya aclaré, no estaba pensando. Sabía lo que quería, ser Capitán, nada
más.
Pero aparentemente, el mensaje que envié fue que quería ser la Diosa de todo ese
harem.
Phoebe ahogó un grito más prolongado entre ambas manos, Gerald silbó por lo alto,
obsequiándole una reverencia porque en serio, Helga Pataki si que sabía hacerlas
buenas. En cuanto a Arnold, bueno él necesitaba un poco de aire y algo que golpear.
Se burló de nuevo, yo lo llamé idiota. Preguntó, ¿Cómo es que una muñeca tan bella
tenía una lengua tan sucia? y le dije que se detuviera, porque no era eso lo único
que tenía...—Arnold sintió la sangre hervir en el interior de sus venas, Gerald y
Phoebe presintieron que el resto de la historia no sería placentera. Helga suspiró de
nuevo, escondiendo el rostro con la sombra de sus cabellos.
—Lo serás,—respondió confiado, sonriendo como todo un idiota, pero según las
chicas de su propio equipo, sonreía como todo un galán. —Si yo lo digo, lo serás...—
hubo un escalofrío que le recorrió la espina. Al mirarlo ahí, por delante de ella,
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considerablemente más alto, ¿fuerte?, ni se diga y acompañado de sus amigos. Ella
no era tonta, nunca lo había sido y en todas las peleas que se había metido, por lo
menos tenía la certeza de estar en igualdad de condición "uno a uno y en la misma
media de peso" Exceptuando a Patty, pero esa fue una situación extraordinaria que
se salió de sus manos y no venía al caso porque la chica finalmente le terminó
agradando y adoraba la pareja que hacía con Harold.
No le convenía pelear, pero jamás, ¡Jamás! había aprendido cuando se tenía que
callar.
—¿Tienes el ego tan inflamado que no escuchas lo que te digo? —sugirió con sorna,
segura de una sola cosa y esa era de que era excepcional "huyendo" siempre
escapando. Le daría una patada en los bajos y saldría de ahí, no la atraparían. El
Gran Bob, nunca logró atraparla para darle una merecida paliza, así que ellos no lo
harían.
—Escucho que quieres un favor, amor. —sonrió de nuevo, dando una indicación con
las manos que aparentemente quería decir que lo tenía controlado y lo mejor era
que se fueran. Lo hicieron, aunque no sin antes decir unas palabras que por respeto
a la casa de Gerald, ella no iba a pronunciar.
Escuchó risas, más palabras "prohibidas" y entonces podría decirse que se convirtió
en la favorita del "Diablo"
Jake Cabot, era el "Diablo" del campo de béisbol, así como ella era la "Guerrera
Amazona"
—¡Dios Santo, Helga! ¿Por qué nunca me lo dijiste?—inquirió Phoebe ahora que la
rubia parecía haber terminado.
Gerald y Arnold encontraron algo de sentido o relación con las salvajadas que a su
vez habían escuchado. Sobre lo atrevida, arrebatada y osada que era. Sobre los
lugares donde querían montarla y las posiciones en que querían colocarla.
La chica que algunas veces confundían con chico, por lo arriesgado de sus actos.
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Heyerdahl se abrazó a ella. Helga, no había terminado. Les habló de las cartas, que
no eran exactamente las mismas que de tanto en tanto aparecían pegadas en la
puerta de su casillero, les contó que en cada partido posterior a esa "entrevista" él
la seguía. Como capitán endiosado y aparentemente consentido del entrenador
Thompkins, se paseaba por todos lados, aguardaba detrás de las gradas, le cerraba
el paso cuando quería ir a cambiarse e inclusive le quitaba el agua, bajo sugerencia
de que la tomara de sus labios.
Envidia.
De sus compañeras de equipo, las mosquitas muertas que ella había levantado para
convertirlas en jugadoras respetables le daban la espalda porque aparentemente
Cabot era un Dios en la tierra de humanos y ella era la única incapaz de notarlo.
—Bueno, entonces ya no solo era él, sino "ellas" pero sé manejar a las "Rhondas"
del mundo desde hacía tanto que honestamente, me recordaron algunas de las
cosas para las que he venido al mundo.
—Soy la capitana, hermana. Es decir, que soy el "Rey Simon" y lo que yo digo se
hace. Creo que hice llorar a más de una y aunque sé que está mal, disfruté hacerlo.
—¿Verdad...?
—Fastidiar a Gerald, por solo hablar de mi y destruir tu relación con el único idiota
que menos te merece en el mundo pero que te ama más que a su vida.
—¡Oye!—se quejó Gerald, pero ninguna de las dos lo escuchó. Estaban en "su
mundo" hablando en "su idioma" cosa que Johanssen detestaba pero respetaba,
porque ninguna de las dos tenía "hermanas" bueno, Pataki si, pero jamás entendería
¿Cómo es que puedes ser enemigo mortal de alguien de tu propia sangre? siendo
que él tenía una familia bastante grande y claro que se peleaban, pero a la vez se
adoraban.
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—Lo sé, —interrumpió. —Y tú sabes, que tengo una sobrada tendencia a solucionar
mis problemas sola.
—¡Pero este no es un solo problema! —se metió Gerald. —¡Ese tipo está
desquiciado y demente!
—Sé que sabes que es insistente, pero creo que hasta ahora te das cuenta de que
es peligroso. —Helga boqueo un poco, como pez fuera del agua. Arnold se sentía
apartado, una vez más era el que estaba de más en el cuadro.
Gerald sabía de antemano que ella vivía sola. ¡Por eso lo había llamado y estaba
tan preocupado! Al igual que Phoebe jamás hizo mención a sus padres. Cuando le
pidió consejo, lo hizo porque sabía, que estaba sola e indefensa.
¡Él era un idiota! Tan obsesionado con Lila, tan perdido en su mundo, soñando tanto
con pertenecer a otro lugar que finalmente no encontraba lugar dónde quería estar.
Miró a Helga, porque definitivamente era con ella donde quería estar y se atrevió a
declarar.
—Lo sabías desde antes, ¿No es cierto? —preguntó levantando la voz. —El teléfono
de tu casa no está suspendido sino desconectado.
—Es preocuparte por mi...—terminó la oración por él, aceptando la mano que le
ofrecía para levantarse del piso y ahora que estaba ante él, aparte de querer vomitar,
comenzaba a sentirse mareada.
—¡Porque no puedo creer que estar enamorada secretamente de mi, meterte a los
vestidores o humillarlo delante de toda la escuela sea la causa de esto!
—Pero lo es, ¡Todo esto es una consecuencia de eso! ¡Yo, nunca quise involucrar
a nadie más en esto! ¡Gerald, aunque diga que te odio, realmente no te odio...
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Yo...!—Helga decía incoherencias cuando se sentía acorralada, pero también, y lo
sabían los tres. Solía rendirse y confesar la verdad.
—¡Tú no hiciste nada malo! —insistió su novio y ella se soltó de su agarre para
colocarse en otra posición y gritar.
—¡LO HICE, ARNOLD! ¡LO HICE! ¡Bob golpeó un día a Miriam y yo estaba en el
medio! Pude decir algo, recibir los demás golpes o quizás tratar de detenerlo. Lo he
imaginado decenas de veces con una acción diferente, pero la única verdad es que
no quise hacerlo. ¡Ella me llamó a mi, dijo mi nombre! ¡Por una vez en la vida dijo
correctamente mi nombre y yo la dejé! ¡No quería ver, escuchar! ¡No quería estar
ahí, así que me fui!
¡Ahora que lo saben digan que me odian, que soy un ser cruel, miserable e ingrato
y que no quieren volver a verme jamás!
CAPÍTULO 9
Una condena…
99
Arnold la besó, tan pronto escuchó eso ultimo, la envolvió entre sus brazos,
presionándola contra la puerta que se quejó en sus goznes pero que
afortunadamente no cedió. Helga intentó apartarlo con esa voluntad férrea que
poseía pero finalmente correspondió, se abrazó a él, abrió sus labios para él, dejó
que mas lágrimas cayeran de sus ojos por él.
Gerald, sintió unas enormes ganas de abrir la ventana y tirarse en caída libre a la
nada. Phoebe tomó su mano, le pidió que mantuviera la calma, y aunque él lo sabía,
lo entendía, lo escuchó todo y tampoco la odiaba…la situación lo rebasaba.
Diez años…
Helga G. Pataki.
—¿Trato? Ah, claro. Pero como ya está en su ultimo año, "Señorita G" pensé que
sería prudente dar a conocer a todos su "identidad"
—¿Mi identidad? ¿¡Quién se cree que es para decidir eso, sin consultarme primero!?
—En este momento, no me creo nada. Soy el Director de su escuela y por tanto soy
responsable de mantener informado a todo el personal.
—Ese concurso, ahora que lo menciona era lo único que mantenía a flote la
"reputación" de nuestra escuela. En el área correspondiente, claro está.
Helga se puso aún más loca y al parecer ni a ella, ni a Wartz les importaba el
espectáculo que estaban dando. Algunos chicos de tercero y quinto grado
comenzaron a escaparse del auditorio, los profesores a su vez salieron intentando
retenerlos.
Esa, fue una junta "extraordinaria" y aparentemente el único asunto de interés era
ese.
100
Su "grupo" acorraló a Phoebe, entre Rhonda, Curly y prácticamente todos, rodearon
a la pequeña asiática que intentaba a duras penas mantener la calma. El rictus firme,
la barbilla en alto, defendiendo como siempre los intereses de su amiga, pero
obviamente, nadie la iba a dejar en paz, si no se atrevía a confesar.
—¿Ella es la Señorita G?
—Pues…—en el estrado, Helga ya estaba siendo sometida por dos sujetos enormes
que él identificó como parte del personal de limpieza. Supuso que era eso, a falta
de verdadero personal de "seguridad" que le quitara a la pequeña lunática de encima
al Director, creyó que ahora sí la expulsarían de la escuela, pero no tenía tanta
suerte, él jamás tenía tanta suerte.
—¿La han leído, cierto? Todos ustedes se sienten aireados y sumamente ofendidos
porque la han leído y disfrutado, profundizado o simplemente encontrado
identificación y sosiego en cada una de sus palabras y por tanto no conciben que
quien las escriba sea Helga.
"Su chica" que desde entonces ya hacía que se le llenara el estómago de mariposas,
descendiera su temperatura corporal, le sudaran las manos y prácticamente se
congelaran su cerebro y corazón. Logró que todos sus agresores se detuvieran en
seco, múltiples rostros miraron al piso, otros más suspiraron para sus adentros, los
más afectados parecían reflexivos.
Él por su parte, tenía ganas de vomitar porque ¡Claro que la había leído! y no
entendió un carajo, pero se leía bonito, era profundo, interesante, invitaba a la
meditación y no como las matemáticas o las ciencias exactas. Sino como algo que
te hacía pensar en la persona amada, porque era lógico que buscaras palabras
"para fantasear" cuando estabas atrapado en una edad que tu cuerpo comienza a
cambiar y no sabes si tirarte al piso, arrojar piedras a la ventana o gritar que la amas
y la odias porque sientes tantas cosas al mismo tiempo que crees que vas a explotar.
Y su bella pelinegra estaba en lo cierto. Resultaba imposible, que quien hiciera eso,
quien sintiera algo tan profundo e intenso fuera Helga.
101
Un mes después, la publicación se repitió. Nuevo poema, mismo alias.
El auditorio estaba vacío, supuso que se llevaron a Helga con camisa de fuerza o
como mínimo a rastras. El resto del profesorado debió llevarse a sus alumnos y
nadie reparaba en ellos puesto que el responsable de su grupo, también era
responsable del "Terror Pataki" silbó por lo alto, al menos le reconocía eso. Su
demencia no tenía límites.
—Pero, ¿¡CÓMO, CÓMO!? —Rhonda le quitó una Gaceta a Nadín de las manos,
arrancó las hojas, una tras otra hasta llegar a la página central y comenzar a recitar.
"Siempre tuyo,
nunca mío,
eterno.
Este sentimiento,
este dolor,
pero que,
Stinky salió corriendo mientras lloraba y gritaba, que sentía exactamente lo mismo.
Por "ella" siempre sentiría lo mismo, Sid lo siguió, gritando que no cometiera alguna
locura como volver a salir con "ella", Harold y Patty se sonrieron de manera discreta,
Sheena miró por lo bajo a Eugene, éste estaba más ocupado tratando de no
102
apuñalarse los ojos con un lápiz que tenía Curly descansando en el oído mientras
que Arnold le decía a Lila que no entendía nada de lo que decían.
—¿Cuál es el problema? ¿Qué tiene de malo que Helga sea poetiza? Es decir, ya
todos sabíamos que era bastante buena en esa materia.—la pelirroja suspiró
mirándolo como si fuera de otro planeta y comentó.
—Como dije, no entiendo por qué arman tanto escándalo. —salieron por donde
Stinky y Sid habían corrido. Él suspiró para sus adentros, porque en serio, a veces
no entendía a su hermano.
—Lee entre líneas, Lloyd. Está bastante claro que la "Señorita G" escribe a un amor
no correspondido.
—Por supuesto que no. Ella es una persona perfectamente normal, sin ninguna
clase de trastorno emocional o mental. Se comporta de esa manera, porque como
señalé, su amor la rechaza y tortura diariamente.
—¿De verdad?—inquirió sin creerlo, la asiática insistió. Dijo que sí, que Helga
estaba enamorada de él, desde hacía tanto que un día simplemente no logró
controlarlo.
103
palabra porque el estoicismo de Heyerdahl era todo lo que necesitaba para
confirmar.
—¡Así es!—confirmó Sheena y tanto Eugene como Curly las secundaron. Prosiguió
un debate entre un nuevo grupo y subgrupo de personas, hasta que Rhonda volvió
a levantar la voz.
—¡De acuerdo! Supongamos que creo que esa mujercita vulgar tiene sentimientos
en algún rincón retorcido de su alma. ¿Quién es él?
—Su nombre, debo tenerlo para poder correr el chisme por la escuela completa.
—Bien, pues más vale que te prepares para algo que es demasiado bajo para mi,
pero que podría "costear" para que efectúe alguien más. —hizo el amago de traer
un fajo de billetes y Harold captó el soborno. Él se preparó para comenzar a gritar
como niñita, porque no iba a dejar que le pusieran las manos encima a su tierna y
dulce Phoebe.
—¿Rhonda, en serio te piensas rebajar a ese nivel? Creí que eras más sofisticada
que eso. —se burló Phoebs. —Además, sabes lo que te pasará si me haces lo que
sea a mi.
—Lo sé, lo sé, tu matona personal me saltará como araña en la primer esquina que
pase, pero aún así quiero saberlo.
—¿Conoces a Helga de toda una vida y crees que sería tan estúpida como para
decirme su nombre?
—También soy una persona íntegra que respeta los sentimientos y secretos de los
demás. Helga no me ha dado un nombre y yo no se lo he pedido jamás. Pero si
quieres saber como lo referimos para hablar de él, su nombre "clave" es mantecado.
—Así es, corre por los pasillos a decir que Helga G. Pataki tiene un amor no
correspondido por el mantecado de fresa. Lo ama tanto pero no puede tenerlo
porque es alérgica y si lo come, se muere. —Rhonda gritó frustrada, levantando los
puños en dirección de la pequeña morena. Phoebe levantó el rostro, segura de que
Helga la vengaría y trapearía el piso de toda la escuela con Lloyd.
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—¡Pruébalo!—demandó prácticamente por encima de ella.
—Si te muestro una sola de nuestras conversaciones privadas, ¿Te das por bien
servida y juras no volver a tocar este tema?
Harold suspiró al terminar de leer y comentó algo así como que "él también le
escribiría al mantecado" Patty agregó que su amor verdadero era la tarta de
manzana. Curly ovacionó al pie de queso con mermelada de frambuesa, Sheena al
pastel de chocolate, Rhonda gritó que todos eran idiotas y que no estaban hablando
de postres.
—Claro que si,—la interrumpió Patty. —Lo acabamos de leer, sufre, grita, maldice y
golpea porque en el fondo ella es como yo…
—¿Como tú?—preguntó Lloyd quien para estas alturas lucía sumamente alterada.
—¡Sí, por eso me buscó pleito en cuarto grado! ¡Es una gorda en pausa!
La conclusión oficial de aquel altercado fue esa. Helga G. Pataki era una gorda en
pausa. Amaba las golosinas más que a la vida misma y maldecía diariamente porque
no podía consumirlas. Luego de su "espectáculo" con el Director Wartz la columna
de la Señorita G fue cancelada y todos se olvidaron del tema.
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Cuando la rubia se tranquilizó y su "amigo" dejó al fin de succionarle la boca, su
cerebro siguió procesando, conectando ideas y la revelación fue directa.
—¿Por qué tanto silencio? ¿Se están portando bien?—los escudriñó a todos, menos
a Helga porque la chica lista decidió darle la espalda a la puerta.
—Nos portamos bien. ¿Ves algo que no se encuentre bien? —Jamie'O hizo un
nuevo barrido ocular, Helga se recompuso en lo que aparentemente era un talento
innato y le dirigió a su hermano la mirada más plana y neutral que pudo mostrar.
—No lo sé, enano. Mi instinto dice que aquí hay demasiadas hormonas reunidas y
tu declaración no me convence del todo.
—Mamá y papá fueron con Timberly al cine, la abuela se quedó dormida y yo estoy
a cargo de que ustedes "NO HAGAN BEBÉS"
Jamie 'O disfrutó su poder de mando y permitió que entrara como Faraón una
simpática bola de pelos que Gerald jamás había visto.
—Mr. "M" cuida que no hagan nada malo. —Mantecado "siseo" hizo ese sonido que
perseguiría a Arnold en sus más profundas y retorcidas pesadillas por el resto de
sus días y el hermano mayor de Gerald, tomó todos los platos sucios, junto a la
mermelada, mantequilla, jarabe de maple y salió por donde había entrado.
Hubo dos centésimas de segundo en las que cada uno procesó lo sucedido, Arnold
no soportó más porque claro, había "prioridades" en esta vida y ganarle la pelea a
su "enemigo jurado" era número uno en la lista.
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—¡Así fue como lo hizo! —le gritó a Helga quien tenía la misma expresión seria.
Phoebe comenzó a reír a carcajadas mientras Gerald, sentía cómo le temblaban las
rodillas porque evidentemente eso de "hacer bebés" era algún tipo de trauma que
les metieron sus padres cuando pequeños.
Arnold insistió en que el gato había hecho algo verdaderamente malo, Helga lo llamó
tarado y después comenzó a reír a la par de Phoebe, el Faraón, Mantecado alias
"Mr.M" se trepó con elegancia y dramatismo propios de un agente secreto o asesino
serial a la silla, pasó de ahí al escritorio y luego le mostró la dentadura completa a
Arnold para finalmente treparse en él.
Su amigo con cabeza de balón gritó como si lo estuviera atacando "Freddy Krueger"
las chicas volvieron a retorcerse de risa y él tuvo que imitarlas porque, viejo.
—¡Mantecado, basta! —pronunció la rubia una sola vez y el felino saltó de la cabeza
de balón al escritorio. Todo un caballero, bien sentado, como si nada hubiera
pasado, es más hasta se concentró en lamer su pata izquierda. Arnold lo miró como
si fuera la cosa más horrorosa de todo el poblado.
—¡Porque no te hizo nada! —Helga buscó en el bolso que seguía teniendo a la altura
de la cintura y extrajo un espejo para que pudiera ver "que no tenía nada" a Arnold
lo único que le importaba es que le ardía la cara y que algún día….Algún día, le diría
a su abuela que preparara "estofado de mantecado" sí, eso es lo que haría.
—¿No estás feliz ?—preguntó Helga al ver el ceño fruncido de Arnold, el rubio bufó,
volvió a acomodarse en su silla y cruzó los brazos a la altura del pecho. Helga
suspiró resignada y se dirigió al faraón.
—Discúlpate ahora o te quedarás aquí para siempre. Puede que tengas bolas de
estambre en abundancia pero yo te compro croquetas de la mejor marca.
—Te dejo atrapar roedores, afilar tus garras en las patas de las sillas y el sofá,
también desayunar "canaritos" ¿Crees que alguien más te va a consentir de esa
manera? —Mantecado dejó de lamer y miró a su dueña como si estuviera "jugando"
Helga le sostuvo la mirada.
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El resto de ellos creían que esto era una "broma" la interacción ama-gato no debería
ser así, pero sucedía.
Helga dibujó una sonrisa siniestra, el gato se bajó del escritorio y se convirtió
automáticamente en una "adorable" máquina de "ronronear" pasó junto a las piernas
de Arnold, trepó por las mismas hasta subir a su regazo y quedarse ahí, hecho bolita,
en "modo automático"
La expresión del rubio era la misma a que lo estuviera tocando un Demonio o un ser
abominable extraído de las profundidades del infierno. Mantecado temblaba como
todos los mininos que hacen ese ruidito que para él era algo así como un motor
encendido.
—No…—él honestamente quería que le quitaran esa cosa de encima antes de que
le hiciera la peor canallada de todas, es decir. Lo orinara.
—Disculpa si no me lo creo.
Gerald miraba a su amigo y al gato, pasó de uno a otro con ojos expertos
encontrando las similitudes y diferencias como en esos cuadros que venían en las
tiras cómicas de antaño.
—¡Él es mantecado!
—No mantecado el gato, sino mantecado, mantecado. "El Mantecado" —las chicas
lo miraron sorprendidas, Helga señaló a su amiga a la vez que susurraba: "¿Cuánto
le has dicho de mi a este tarado?"
—Yo no le dije nada específico, Helga. —juró reacomodando sus gafas y saliendo
de la aparente línea de fuego. Gerald se levantó e insistió con una sonrisa de lo más
estúpida en la cara.
—Pero sí hubo algo cuando estábamos en sexto grado. ¡El día que descubrieron a
la Señorita G!
—¡NO, NO VOY A CALLARME! ¡EL RUMOR ERA CIERTO! —gritó a la vez que
corría para escapar de los golpes que le soltaba Pataki. Arnold que lo escuchó todo
y que una vez más volvía a sentirse fuera de la conversa trató de recordar.
—Tú eras la Señorita G y después corrió el rumor de que estabas obsesionada con
las golosinas y…¿el sobre peso…? —comentó y preguntó a su novia. Helga que ya
108
tenía a Gerald acorralado contra una pared se quedó de piedra, el moreno escapó
y miró una vez más al gato y a su hermano.
Sé que no es un juego
Sé lo que me hago
sin condiciones.
Seré...
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Un loco enamorado más
—¡Sí, me gustaba y qué! Tú eras el único de toda la escuela que no la leía. Lo que
le habría años de terapia a esta maldita lo…ca—Gerald paró su discurso al percibir
la sombra de la muerte en la gélida mirada de la rubia, quizás se había pasado. Un
poquito, no mas…corrió a esconderse a las espaldas de su novia y desde ahí
comentó.
—¿Por qué discutes con Helga y me insultas a mi? Es más, desde hace un rato, no
entiendo nada de lo que están hablando.
—¡Que todo lo que escribía y sigue escribiendo te lo dedica a ti! Cada letra,
enunciado, párrafo. ¡Tú eres el "mantecado" de su vida! Ese gato se lo di porque se
parece a ti y ni siquiera de eso te has percatado.
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Arnold se quedó de piedra, Gerald agradeció que no matara a su "viejito" si era un
poco lento para las cosas del amor, pero en general era un buen tipo, lo seguía
queriendo en su vida.
Vergüenza.
¿La olían los gatos? él pensó que sí y examinó a la bola de pelos. "NO SE
PARECÍAN EN NADA" él no fue creado por Satanás, sólo consiguió que un volcán
no hiciera erupción, al momento de nacer pero no había nada de anormal o
extraordinario en eso. El gato le sostuvo la mirada, él recordó las palabras de su
novia al momento de preguntarle si era esa su descripción de una mascota. "es mi
descripción del amor de mi vida" sintió como la sangre coloreaba sus mejillas a
causa del bochorno. Helga trató de decírselo en todo momento, "él es el mi amor, tú
un melenudo" Claro, él era el idiota número uno de todo Hillwood porque jamás pudo
ver lo que tenía ante sus ojos.
Mantecado sonrió, como si leyera sus pensamientos. ¿Los gatos no podían hacer
eso, cierto? Decidió que en serio, odiaba a ese gato. Y sobre lo que leyó Gerald,
sobre lo que dijo Gerald.
Helga suspiró, aclaró su garganta y dijo que si ya habían terminado, cubrió su cuota
de humillación pública por una semana, mes o quizás hasta año.
—Si…
—Pues si es así, teníamos diez años. Tú no puedes seguir castigándote por eso, y
aún si quisieras, si lo consintieras, asumo que perder tu "vía de escape" fue
suficiente condena.
Gerald accedió, solo pidió que por lo que más quisiera, no la dejara "hurgar" en sus
cosas.
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—¡Cómo si me interesaran las revistas de modas y chicas que tienes bajo la cama!
—¡Yo no tengo…!
—Helga…
Phoebe sintió que aunque la conocía de toda la vida y creía ser la única testigo de
las múltiples facetas de su amiga, había demasiadas cosas que aún no sabía. ¿Por
qué no se lo decía? ¿A caso, alguna vez la hizo sentir incómoda? ¿No confiaba en
ella?
—No te lo dije por ninguna de las razones que sé que estás pensando…—comentó
Helga, como siempre. Leyendo sus pensamientos, viendo a través de sus miedos.
—¿Entonces?
—Tú, eres como lo mejor y más puro y bueno que he tenido en mi vida. Así que en
algún momento pensé que si te compartía todos los horrores con los que vivía, los
temores, el dolor. Te contaminaría y esa pureza, esa belleza tan característica tuya
se mancillaría.
Nunca le dijo donde pasó la noche, pero a la mañana siguiente contrataron a alguien
para que talara el árbol.
En las columnas de la "Señorita G" hubo toda una semana dedicada a la "naturaleza"
Harold adoró esas letras, Sheena, Lila y varias personas también. Creían que se
refería al viejo Pete, o que hablaba de la vida en sí.
Sólo ella logró leer entre líneas, sólo ella supo que las referencias al viejo amigo, el
secreto confidente, aquel que te acompaña en tus momentos más desesperados y
que finalmente se aparta, estaban dedicadas al árbol que le brindaba más que sus
brazos, alas para volar.
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Concluyó el abrazo diciéndole a su amiga que no era ninguna clase de monstruo o
ser desalmado, que ni ella ni Gerald, y por supuesto Arnold, iban a dejarla. Que no
tenían motivos para odiarla, que los padres son los que deben proteger a sus hijos
y que si bien ella estaba decidida a ser la escudera y no la princesa de su cuento de
hadas.
—Así es…
—Pues no es tu culpa, mírame a los ojos Helga. ¡No lo fue! Tú no tenías porque
estar en el medio, no tenías porque escucharlos o verlos. No tenías por qué consolar
a tu madre cuando era ella quien consentía los maltratos de tu padre.
—Lo sé, es una reacción natural tenerle miedo a aquellos que nos lastiman, pero tu
madre lo permitió…—Phoebe iba a continuar con su discurso hasta que unas cosas
llevaron a otras y fue una conclusión totalmente diferente a la que llegó.
¡Lo mataría!
La rubia sollozó otro poco, sin alarmarse por el silencio que recientemente se había
creado, la animó a que recompusiera su estado.
—Sé que fue duro, que intentas pagar alguna clase de culpa, pero no tienes qué
hacerlo…
—Phoebe…
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—No, Helga. Por esta vez en la vida hazme caso. —tomó el rostro de su amiga con
ambas manos, la miró a los ojos y comentó. —No eres un monstruo, no le debes
nada a tus padres porque si fuera así, no estarías sufriendo por esto. Tienes
sentimientos, corazón. Eres una persona maravillosa que no sé como es que ha
podido sobrevivir a todo esto, sin pedir ayuda a nadie. Pero ahora que lo haces, te
juro por nuestra amistad que no vamos a dejarte caer.
—Gracias.
—Eres fuerte, la persona más fuerte que he conocido y eso no va a cambiar. ¿Saber
por qué? Porque Arnold te ama…—Helga se ruborizó hasta las orejas y su amiga le
aseguró que era cierto. Su único defecto era el nulo interés por la poesía o literatura
en general, pero no todos los hombres podían ser perfectos. Gerald, coleccionaba
más revistas de modas que de deportes.
—Si lo hiciste, cuando te dije que a Rhonda le dio un tic nervioso que casi terminó
en parálisis facial, lo hiciste.
En la sala Jamie 'O observaba a los chicos con gesto reflexivo, se burló
internamente. "Problemas de chicas" jamás creyó que vería así a su hermanito y a
su amiguito.
—¿Qué pasa, gusanos? ¿Los corrieron por meter las manos donde no debían?
—No, sólo quería comprobar que aún seguían respirando. Parece que llevan todos
los problemas del mundo sobre los hombros y si los conozco como creo que lo hago,
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diré que una vez más se metieron en más problemas de los que pueden controlar.
—Arnold y Gerald miraron a Jamie 'O como el adulto responsable que desde hacía
un par de años era. El moreno les pasó un par de cervezas. Atrás quedaron los años
de beber soda para olvidar el dolor.
—¿Qué es esta vez? ¿Tiene que ver con el asalto que no fue un asalto?—Gerald
tragó en seco, su hermano, no preguntaba. Afirmaba. —Tal vez puedas engañar a
mis padres, porque claro, sigues siendo su bebé. Pero para mi, eres un gusano en
la cuerda y nadie te golpea que no sea yo. —Gerald miró a su hermano como si
fuera lo que en realidad era. "un oficial de policía ampliamente calificado" y asintió.
—¡No! Al que golpeaba era a él. —se defendió señalando a Arnold quien se molestó
de inmediato. Jamie 'O sonrió, chocando su cerveza con la del rubio. —Y ahora te
golpea duro contra el muro. ¡Bien hecho! —Arnold casi se ahoga con el trago recién
dado, Gerald estalló a carcajadas chocando los cinco con su hermano.
—Pues claro, con la mano que tiene lesionada ¿Cómo iba a pasar algo más…?—
comentó el mayor, dejando su cerveza vacía por igual.
—¡Vaya! No sabía que le gustaban los…—Arnold puso tal expresión de fastidio que
el moreno no terminó la oración.
—¡Tu chica, es una Diosa para las luchas! Siempre que vayas a la arena apuesta al
mismo que ella. ¡Jamás pierde! Bueno, si hubo una vez pero se enfadó tanto por el
115
resultado que ella misma saltó al ring y fulminó al vencedor. El árbitro levantó su
mano y preguntó su nombre.
"Helga, el Terror Pataki" Todos le entregamos nuestro dinero, alguien hasta arrojó
su ropa interior. Fue épico.
—¡CONCENTRENSE!—gritó Phoebe.
Fue escaleras arriba, hasta alcanzar la habitación de Gerald, ella ya estaba ahí con
la Gaceta en manos, releyendo sus letras.
—Si lo hicieras, tal vez no me gustarías tanto. ¿Dónde fueron Phoebe y Gerald?
—¿Más?
—¿A qué te refieres?—cerró la puerta detrás de sí. Seguro de que Phoebe ya habría
descifrado algo que conectaba a Cabot con el pasado de Helga, sus miedos, su
culpa. ¡Ese bastardo era el causante de todo esto!
—Estoy segura de que ni siquiera ellos, se han besado como nosotros en este
cuarto.
—Te volveré a besar así, cada vez que pienses que debes pagar un precio por estar
a mi lado.
—Arnold…
—Te amo, no lo supe hasta ahora. Pero eras tú, siempre tú.
—No son metáforas, es la verdad. Quiero estar a tu lado, lo que abre el preámbulo
a otra cosa que te quería preguntar.
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—No, somos muy jóvenes para eso, además de que no hemos conversado en
absoluto de ello. Quiero que te quedes con nosotros, en la casa de huéspedes.
—Es una casa de huéspedes, mi habitación es la más apartada del resto, pero si
aún así te parece incómodo, creo que podría convencer a mis abuelos de ponerte
una cama en el salón de lectura. Estarás segura y si intento cualquier cosa, ya sabes
"mi abuela va a castrarme"
—Si dices que no, será a la inversa. Convenceré a mis abuelos de quedarme
contigo.
—Porque Jake sabe dónde vives, intentó hacerte salir rompiendo tu foco y ventana.
Además no creo que lo detenga el hecho de que seas una mujer.
—Sé defenderme…
—Lo sé y ese es el punto, que si vamos a estar juntos. Lo hacemos en todos los
sentidos, los dos defendemos, ninguno se esconde. No más.
CAPITULO 10
Un día y ninguno de los dos la llamaba por su verdadero nombre. Sonrió, evocando
la forma en que la referían.
Geleanor y Eleanor.
¿De dónde salió ese nombre? ¿A caso ella podía ser todas y a la vez ninguna?
¿Dónde estaba la verdadera Helga? La única, auténtica, la que hacía que sus
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sentidos se pusieran al máximo, la que ponía a prueba sus demonios internos, la
lava ardiente de su volcán.
La observó de nuevo, de pie ante él, la gaceta terminó sobre el escritorio de Gerald,
sus ojos lo estudiaban atentos, directos, emulando decisión cuando por dentro se
encontraba sufriendo.
—Mi casa, mis pesadillas, mi convicción. ¿Qué pasará cuando lo que quede, no sea
lo que quieres? —él no pensó exactamente eso, aunque ahora que lo
mencionaba ¿A caso estaba diciendo que necesitaba flagelarse día con día para
enfrentar el mundo con esa arrogancia tan característica suya? ¿Era posible que
esa fuerza que amaba en ella, esa seguridad y pasión, vinieran de la mano con el
dolor?
Por supuesto.
Pero ella negaba el dolor, rehuía a su pasado, lo enterraba junto al amor y por eso
en lugar de decir "te amo" pregonaba "te odio" la contempló a totalidad, no solo sus
cabellos desordenados, cayendo por buena parte de su cara, los ojos azules con
ese amor incondicional, irrefrenable, las mejillas sonrosadas, los labios llenos,
mismos que como siempre, ya se moría por probar. Admiró su fortaleza, ya que
cualquier otra persona, luego de confesar lo dicho o de vivir lo mismo, ya se habría
dejado derrotar. Se habría dado al alcohol o las drogas, en la preparatoria era
bastante sencillo acceder a ambas cosas, había grupos que te ofrecían, te invitaban
una probada o si querías más intimidad, bastaba acudir a las fiestas o bares
indicados.
Helga pudo caer en algo así, pero seguía aferrada a ser como es…ingobernable,
inquebrantable. Sus ganas de luchar se estaban desvaneciendo, pero en lugar de
rendirse, ser cobarde y huir, se mantenía en pie, por él…
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¿Cómo lo llamó anoche? El inventado y que nunca fue contra el apuesto rubio que
ahora es.
Aún si esto era karma. (Cosa que sinceramente, seguía sin creer) él quería
permanecer a su lado, luchar sus batallas, arrebatarle el dolor...
Él le sonrió y continuó explicando. —Quiero que vivas conmigo porque soy yo el que
necesita sentirse tranquilo. Porque no lograría dormir una sola noche sabiendo que
hay otro tipo que te ha besado y que además de eso, desea hacerte daño. Nunca
dije que no llevaras las maletas, tus miedos, pesadillas, lo que quieras traer a
cuestas, te ayudaré a cargarlo.
—¿La que nunca pensabas darme…?—inquirió con apenas un hilillo de voz. Arnold
sí que sabía como dejarla sin aliento, argumentos, pretextos…
—Si…—hubo un silencio entre ambos, como si una vez más se retiraran a sus
esquinas para planear la siguiente estrategia. ¿Esto era una pelea? ¿Un duelo de
confesiones? ¿De voluntades? ¿Por qué todo con él…era tan diferente?
—¿Me dejas terminar? —Pataki dijo que sí pero negó con el rostro. Él la miró sin
entender el bochorno en sus mejillas y la mirada esquiva. ¿Creía que esto, que le
decía era una broma?
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—Helga…—la llamó, porque aparentemente, en su relación. La única con derecho
a ponerse "seria" era ella. Y eso lo enloquecía, acrecentaba la lista de cosas en esa
mujer que lo sacaba de sus casillas.
—¡Te estoy escuchando!—se defendió, pero seguía sin mirarlo. —¿Por qué no lo
recuerdas? ¿Qué era lo que conseguías luego de meditar frente a una hoguera y
aislar tu mente?
La forma en que la miraba Arnold, esa oscuridad seductora que descubrió apenas
ayer que la volvía loca, estaba otra vez ahí, juzgándola, retándola…se mordió el
labio inferior y fingió sumo interés en lo que sea que le estaba diciendo.
—¿Qué…? —¡Dios, si que la ponía idiota! Nunca había repetido la misma palabra
tantas veces en un periodo tan reducido de tiempo. Shortman sonrió, acortando la
distancia entre sus cuerpos, ella sintió que si se acercaba más se moriría ahí mismo
y si la tocaba ¡Mejor que no la tocara! —se replegó hacia atrás, el chico se extrañó
por el acto. Pensó que estaba molesta o que su confesión aún le parecía una broma
pero nada de eso explicaba el nerviosismo y bochorno, la forma en que humedecía
sus labios, el cómo miraba su cuerpo, porque obviamente, él notaba cómo miraba
su cuerpo.
—¿Me estás escuchando o solo finges para tenerme ocupado?—Helga dio una
inhalación profunda, calmó sus impulsos, sus ansias. Tenía años de experiencia en
eso, lo tenía controlado. Si, controlado. —se mintió.
—Te estoy escuchando…—insistió, sin mirarlo a los ojos, porque esa mirada oscura,
peligrosa y sexy era lo que indudablemente la llevaría a la perdición.
—Mientes.—sentenció.
—¡No lo hago!—replicó.
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—¡Que te hagas a un lado! ¡Agotas el oxígeno en este cuarto, tan absurdamente
reducido, y por ultima vez. Sí te estoy escuchando!
—¡Algo de que no puedes dormir! —respondió un poco furiosa, aunque sus mejillas
seguían rojas y sus labios humectados. Él se acercó otro poco más, Helga ya no
tenía a dónde escapar, chocó con el escritorio de Gerald, él prosiguió, quizás con
intención o gozo, de saberse su perdición.
—Así es, intento decirte que cuando estaba con mis padres, lejos de todos y todo lo
que había conocido. Despertaba alterado, (omitió el "gritando") pensando en ti.
Las pesadillas que la incluían a ella y al ultimo de sus besos. Ese que se dieron en
navidad, dónde saboreó su lengua y se entregó al clamor de sus labios, dónde supo
indudablemente que se trataba de ella y que podría besar a otras, pero que ninguna,
lo besaría como Helga.
Un beso lento, que se volvió apasionado. Un beso que parecía hablar de ellos, lo
inconcluso, lo confeso pero jamás vivido.
Pero cuando lo estaba logrando, cuando conseguía avances con Lila o cualquier
otra chica, aparecía de nuevo. El encuentro inesperado a medio pasillo, el choque
de sus cuerpos, la pelea entre ambos, el movimiento de sus labios diciendo mil
maldiciones, cuando todo lo que pensaba él, era que quería besarlos.
121
Más no se atrevería a tocarlos porque él, era el caballero, el muchacho amable, el
que siempre pedía permiso…Y ya estaba cansado, de seguir las reglas del manual.
La besó de la exacta manera en que habían hecho e hizo lo que en el sueño tanto
había repetido. Se abrazó con una mano a su barbilla, con la otra a su cintura, la
pegó de tal manera a su piel que la sintió entre sus formas con toda su fortaleza. Y
no tenía idea de qué era con lo que Helga había estado divagando pero debía estar
en la misma línea de pensamiento puesto que sus manos, lo aferraron de la exacta
manera, la muñeca herida en su cuello, la otra por la parte baja de su cintura,
pegando sus pechos, separando las piernas, acomodándose a él, moldeándolo a él.
¿A caso no eran los dos jugando con fuego? ¿Deseando rebasar los límites,
conocerse, sentirse? Helga lo retó con un movimiento de rostro, en realidad no supo
si eso fue lo que hizo, pero él así lo sintió.
Helga gritó, él la bajó, o quizás fuera mejor decir que la dejó caer una vez recordó
donde estaba la cama de su amigo. Ambos tenían ahora las respiraciones agitadas,
los labios hinchados, las ropas fuera de sitio...
En la parte baja de la casa, Jamie 'O intentaba hacer algo con la información que
recientemente le habían dado. No le gustó lo primero, aborreció lo segundo y
definitivamente iba a rumiar durante horas por lo tercero, pensó en comenzar su
discurso diciéndole a Gerald que estaba "bien" que defendiera a su amiga, que
persiguiera a ese loco, pero que estaba tremendamente "mal" que lo hiciera sin estar
preparado.
122
Tenía las palabras exactas en la punta de la lengua cuando se escuchó un sonoro
golpe, en la parte de arriba seguido del grito de la rubia.
Los tres se miraron con sorpresa. Obviamente el lobo feroz no estaba en la casa,
era imposible que Jake Cabot irrumpiera en "su" casa y por tanto la explicación era
solo una.
Se dibujó en sus labios, en la sonrisa bobalicona que hizo que Gerald se pusiera
más pálido que la misma muerte y Phoebe más incómoda que cuando sus padres
insistieron en que viera las fotos de Gerald de bebé.
Y hablando de niños…
—¡ESTÁN HACIENDO BEBÉS! —gritó como lema de guerra, como el líder de los
Espartanos con escudo y lanza en mano. Su hermano saltó del sillón, subiendo las
escaleras lo más rápido que pudo gritando como era de esperarse a todo pulmón.
Abrió la puerta de un solo golpe y encontró a los culpables de su mal humor, los
morados en su cara y de que no tuviera un fin de semana "romántico" manoseando
"algo" en su escritorio.
—¡¿QUÉ ESTÁN HACIENDO?! —los rubios levantaron las manos, como si aquello
fuera un arresto y mostraron el cuerpo del delito. Descansando sobre la madera
opaca, partido en tres partes que eran las mismas que lo conformaban.
Antes de que comenzara a gritar, porque como todo adolescente tenía su carácter
y su habitación era su templo, mismo del cual él era el Dios, absoluto, inquisidor y
quizás….muy en el fondo benévolo.
Helga lo cayó.
123
Esta, no era la primera vez que ese trofeo se caía y se partía. Timberly lo había
botado accidentalmente cuando golpeo el librero con una pelota, porque la "señorita"
no entendía que el soccer se practicaba afuera y no "dentro" de la casa. Su madre
lo tiró cuando movió el librero para "levantar" su chiquero. Su padre y hermano lo
tiraron como seis veces más cuando su lugar no era ese, sino una de las mesas de
la sala.
No era "el gran trofeo" estaba hecho de resina y plástico, mal acabado y no
representaba un primer lugar o un oro. Era de color plata y decía segundo lugar,
pero hacía referencia a una competencia estatal y eso era lo que le gustaba de
tenerlo postrado.
—¿Helga, por qué no bajas con Phoebs en lo que yo hablo con Arnold?
¡Dios…!
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—¿¡TE VOLVISTE LOCO!?—gritó Gerald, sumamente molesto. Porque las dos
veces que habían comprometido la santidad de su cuarto, el que comenzó fue
Arnold.
—No me hacen falta, sé leer a las personas y de los dos, ella era la única con los
labios rotos. Escucha, sé que es tu novia, entiendo que sea más que bonita…
—¿Que dijiste...?—inquirió con aún más molestia en la voz. Gerald supo por dónde
iba y le agradó la idea de arrojar más leña a la hoguera.
—Retráctate.
—Todos antes que tú ya lo habíamos notado. ¿Por qué otra razón crees que vamos
a verla jugar? Jake Cabot es un animal en celo, pero al menos es un animal honesto.
¿Cuál es tu pretexto?
—Me refiero a que puedo con el hecho de que siga enamorada de ti, pero ¿Cómo
esperas que crea que de la escuela a tu casa, te enamoraste también?
—Por lo que veo y entiendo. Al igual que a Cabot, a ti solo te gusta su cuerpo…—
Arnold soltó el primer golpe, mismo que fue esquivado y respondido.
—Entonces, no entiendo…
—¿Espera, qué...?
Arnold, que para estas alturas estaba encima del otro con los puños cerrados, en
espera de asestarle el golpe fatal se disculpó de manera interna por haberle abierto
el labio a su mejor amigo, por haber pensado cosas que no estaba permitido pensar,
por besar de manera arrebatada, alucinante y apasionada a su novia dentro de una
que "no era su alcoba" e iba a decirlo en alto, pero Gerald no era precisamente un
luchador honrado.
—¡No fue de la escuela a mi casa! —replicó, golpeando el piso con la mano libre,
en espera de ser liberado. —¡Me gustaba desde antes, desde el Chez París, la
tercera vez que nos besamos!
—No te lo dije nunca porque hablamos de Helga, mi bully personal, tú pensarías que
estoy loco.
126
—¡NO! —y fue su turno de convertirse en el vasallo del Diablo. Le susurró al oído,
como un sicario o un ser de lo más desalmado. —Me vas a decir todo lo que no sé,
supuesto "mejor amigo"
En la sala, Helga ya se había unido a Phoebe y Jamie 'O, el adulto responsable tuvo
la cortesía de disculparse e ir a meterse a la cocina. ¿Querían tacos?
¿Hamburguesas? Apostaba a que podía hornear un pastel.
—¿De verdad?
—¡Si!—se quitó la mano de ahí para darle más énfasis a su enojo. Ella sonrió de
lado y siguió.
—¿Aún no has contado los lunares que pueda tener en las abdominales y la espalda
baja?—inquirió. Porque lo intuía, entre más maduraban y la rubia insistía en seguir
pregonando su amor a los cuatro vientos. Ella sabía, que si llegaba a tenerlo, no se
podría controlar. Ya no eran fantasías, ya no eran poesías, ya no era la edad de los
unicornios rosas. Era la edad de las hormonas y la sorpresa era que aparentemente,
Arnold tampoco se podía controlar.
La rubia se puso totalmente roja y volvió a taparse. Ya no la boca sino toda la cara.
Phoebe terminó por reír, soltó una risa afable, amigable. Helga la miró como si
estuviera loca. Sabía que Heyerdahl tenía el talento para reinar en el infierno, sin
jamás haber juzgado a nadie.
Sólo los picaría con su tenedor gigante, a la distancia prudente y sin sentirse
culpable.
127
Jamie'O se miraron aleatoriamente como para decidir, ¿Quien iría a separar a los
niños?
—¡Tú tienes prohibido volver a salir de mi campo visual! —le comentó a Helga, quien
volvió a tomar un cojín del sofá y taparse la cara.
—¡Pero más les vale que bajen los cuatro o los amarraré a una silla y los obligaré a
ver documentales de paternidad!
—¿¡QUÉ!?
"¡YA SUELTAME!"
"¡JAMÁS!"
A las dos les dio pánico que de verdad se estuvieran golpeando, Gerald ya estaba
algo maltratado cuando llegaron y Arnold tenía las habilidades combativas de una
patata. Subieron corriendo, Jamie'O regresó a la cocina y comenzó a cantar.
Ni un susurro o murmullo.
Se sentía horriblemente mal por destruir esa maldita cosa. De hecho, se sentiría
menos culpable, si hubieran tirado su diploma de secundaria.
Phoebe le sonrió.
128
—No creo que Gerald llegara a matarlo, recuerda que viene de una familia de
oficiales de policía. Pero puede que lo obligara a matarse a sí mismo o que esté
construyendo justo ahora, una delicada pero perfecta escena del crimen. —Helga
casi admiró el brillo malévolo en los fríos ojos de su amiga, recordando "por qué" se
hicieron amigas. Ambas amaban planear, eran metódicas, inteligentes y por
supuesto, cínicas y obsesivas. Ignoró el comentario y colocó los dedos de la mano
sana sobre el pomo.
Giró el pomo con soltura, Phoebe se acomodó por detrás, como siempre lo hacía,
cuidando sus espaldas, analizando las sombras a la espera de mirones, personal
administrativo o de intendencia que las hiciera correr como alma que lleva el diablo
en dirección de la nada. Abrió la puerta, apenas una rendija, las dos aguzaron su
vista y después…
Después…
Veían a sus novios, uno encima del otro en una posición de lo más íntima y una
gritaba, mientras la otra huía, porque la palabra del día era "BEBÉS" y llámenlas
locas, ¿Pero qué otra cosa se podía pensar de esas llaves grecorromanas que
aparentemente Gerald Johanssen sabía hacer?
Los chicos se separaron al grito de Phoebe, que fue secundado por la voz histérica
de Helga, la abuela no escuchó nada pero Jamie'O soltó su sartén, apagó la estufa,
se quitó los guantes, gorro, mandil y si no fuera porque era su casa, habría tomado
el arma de fuego y revisado las balas en el cartucho.
Salió a paso firme, llegando a la sala y a tiempo justo para ver. Como su querida
cuñada y su odioso hermanito se caían por las escaleras.
Arriba, aún en la seguridad del pasillo, Arnold tenía a Helga fuertemente agarrada
del brazo, el sano, no el herido, el que ya le dolía y le dolió a un más porque no pudo
reprimir el impulso de abofetear a su novio.
—¡IDIOTA!
—¡POR ESO! —A como Helga entendía, uno no se dejaba atrapar por una llave de
esas y simplemente se quedaba tirado esperando clemencia. ¡Era por dignidad!
¡Sentido común, virtud, valía! ¿¡Cómo ese idiota no lo entendía!? —bajó las
escaleras hecha una furia, solo los dos escalones que le tomó ver a su amiga
aplastada por su novio y desparramada en el piso.
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—¡PHOEBS!
Jamie'O cumplió su amenaza, una vez le colocara a cada quien, cada cosa en su
lugar.
Es decir, que Helga tuvo que quitarse la muñequera, tomar sus drogas felices y
cambiarse de vendas porque la mano la tenía el triple de hinchada, Arnold recibió la
carne de su hamburguesa cruda para ponérsela en el ojo y un poco de ungüento
para los golpes de su quijada y la "bofetada" Gerald, tenía los labios hechos una
auténtica desgracia, así que no podía ni abrir la mandíbula. Su hermano revisó que
no requiriera sutura. No era así, solo tenía que mantener una compresa con hielos
pegada a los labios durante un considerable rato. Phoebe, se rompió los lentes en
la cara y ahora se arrepentía por "pecar de pensamiento" la próxima vez que quisiera
más "acción" en su vida, se subiría a un juego mecánico y accidentalmente olvidaría
cerrar su cinturón. Al menos así conservaría su "vista" sin los lentes no veía una
mierda, solo manchas borrosas y su cuñado los castigó, repartiéndolos en los
sillones de manera que él creía que estarían tranquilos.
(Arnold con Phoebe y Helga con Gerald) para que miraran documentales sobre
educación sexual y cuidado de infantes.
Phoebe, estaba ciega pero no sorda, quería apuñalarse los oídos con un lápiz bien
afilado de la pura vergüenza. Arnold, que tampoco veía demasiado bien la entendía.
Gerald, que ya había dejado de sangrar estaba resignado y "tranquilo" hizo que
Shortman le confesara cosas desde el día que se conocieron y eso para él era un
éxito.
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—¡Ja! Claro, "amor, amor, amor" todo lo que escribías eran un montón de cursilerías.
—¡Qué leías!
—¡Pervertido!
—¡Lunática!
—Si, Geraldo. Mi segundo nombre, es el femenino del tuyo. Y ahora ya sabes por
qué lo escondía tanto.
—Te lo advierto, sé demasiadas cosas vergonzosas sobre ti, así que no seas cruel
—En la lista de días más locos que hemos vivido, este se lleva el premio.
—Está bien, solo quiero que me digan que versión vamos a dar el lunes en la escuela
para poder relajarme y apagar mi cerebro.
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—¿Arriesgado? —cuestionó la rubia. —¿Dirás que nos subiste a tu auto y lo
estrellaste en la autopista?
—No, aunque eso también podría funcionar. Pensaba en ajustar cuentas con ese
tal, Jake Cabot, —Helga, se bajó la embriaguez de los fármacos y se acomodó de
nuevo sobre el respaldo del sillón, los demás miraron a Jamie como si fuera un
tarado, pero que él recordara nunca le dijeron que la rubia no podía estar enterada.
—Eso ultimo sonó peligroso. —comentó Helga. —Todo lo anterior me parece bien,
pero si lo que quieres son más cargos contra él, toma esto…—buscó en el bolso
que traía en la cintura y sacó su teléfono celular. Seguía apagado.
La razón principal de esto, es que vivo sola. Y si insisto en hablar de él, me sacarán
de la escuela y enviarán mucho, muy, demasiado, bastante, lejos.
Jamie'O se quedó de piedra, los chicos también porque ella solo había comentado
que intentó proceder de manera legal "dentro de la escuela" No tenían idea de que
había agotado todas sus opciones en Hillwood.
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—¿Esas amenazas están aquí?—insistió Jamie presionando el teléfono, sin
decidirse aún a encenderlo. La chica asintió, sin mirarlo a él.
—No tengo recursos. Si crees poder ayudar, debes saber que mi familia está
dividida. Lo último que supe de mi hermana y madre es que de Francia se irán de
tour por toda Europa. Mi padre sigue pagando los servicios, enviando dinero a la
tarjeta de débito pero por más que llamé y envié mensajes de texto, correos
electrónicos, Bob no respondió.
—Mi punto es, que si vas a usar eso para ajustar cuentas con el tipo que tiene en la
mira a parte importante de tu familia, solo puedes verlo tú. No quiero que lo vean, ni
se involucren Phoebe, Arnold o Gerald.
—Desde luego.
—Es lo que he estado haciendo las ultimas cuarenta y ocho horas de mi vida…
Porque era muy probable que Jake Cabot abriera la boca y arruinara su vida. Nunca
debió golpearlo, nunca debió humillarlo, nunca debió retarlo.
Pero entonces…
Se quedó dormida. Esas cavilaciones se las guardó para sí misma y los demás,
llegaron a las mismas.
—No lo creo, ese tipo fue directo a su casa. —la tranquilizó Gerald. —Quiere
asustarla, pero no va a entregarla. Si se la llevan de Hillwood, no se podrá acostar
con ella.
133
—¡Bien! Pues mi consejo es el mismo. Sigan con sus vidas, si preguntan por los
golpes en sus caras "chocamos con el auto" Y si tienen algún voluntario para ser
"tutor" temporal de su amiga, inclúyanlo en la fiesta rápido. No podemos ser nosotros
porque ya estamos bastante involucrados, Gerald.
—¿Phoebs?—preguntó el moreno.
—Hablaré con mis padres, pero nuestra casa no tiene habitaciones disponibles.
—En teoría, solo tendrían que decir que estaban enterados de que sus padres se
irían y hacerle algunas visitas de tanto en tanto. Su padre, le sigue dando dinero
para sus gastos. Y entonces, el único problema que queda es la seguridad de su
casa.
—Le pedí que se mudara con nosotros a la casa de huéspedes. Aún no me ha dado
respuesta.
—Si estaban como sanguijuelas poco antes de tirar su trofeo, la respuesta es sí. —
comentó Jamie'O para el bochorno de Arnold y la diversión de Phoebe y su hermano.
—¡Bueno, ya quiten esas caras! ¿Quieren otra cerveza? ¡Esperen, alguien debe
acompañarme a chocar el auto!
CAPÍTULO 11
La rubia no estaba segura de mudarse con él, eso fue lo que dijo pero en realidad,
Arnold creía que tenía miedo o vergüenza de que sus abuelos supieran que estaba
por su cuenta. Convencieron a Jamie'O de llevarlos al hogar de los Pataki, el joven
adulto accedió aunque no sin darles unos cuantos sermones sobre educación
sexual.
134
—¿Quieren terminar sus estudios y largarse de este pueblo, cierto? —preguntó el
moreno aparcando frente a la enorme y casi abandonada casa.
—¡Claro que queremos! No somos estúpidos Johanssen, lo que pasó en tu casa fue
un…"pequeño arrebato del momento" no es nada de lo que te debas preocupar.—
comentó Helga.
—Pues me preocupo, porque no hay nada más peligroso que dos adolescentes
solos.
—¿Y qué, te vas a quedar a velarnos?—se burló, bajando del auto junto con su gato.
—Nop, "Mr.M" puede cuidarlos bien. —el gato maulló como si comprendiera y se lo
tomara en serio. Arnold resopló, Helga ni se inmutó. A Jamie'O se le hacía tarde así
que se despidió. —De acuerdo, gusanos. La oferta inicial sigue en pie.
Se rumoraba que consiguió su plaza de manera turbia, él no dudaba que fuera así,
ya que su padre era de los pocos hombres honestos que quedaban en el pueblo y
en unos meses habría candidaturas para la alcaldía. Su pueblo natal seguía en la
mesa de subastas. Ya no pretendían derrumbar su vecindario, sino todo Hillwood
para convertirlos en una urbe similar a Chicago o Nueva York, lleno de tiendas
departamentales, centros comerciales, recreativos, hoteles de paso, lujo y demás.
Derrocar al hijo, puede que abriera el camino para advertir las verdaderas
intenciones del padre. Jamie'O estaba seguro de poder conseguir algo con esto. Así
que no quitaría el dedo del renglón.
—Estoy a dos horas de camino, muñeca. Y además, te voy a dar esto.—le ofreció
un teléfono desechable. Helga estaba familiarizada con ellos, los detestaba pues
cada mensaje o llamada que recibía de Jake, venía de uno de esos simpáticos
números. La compañía celular se lo dijo y su poca paciencia la orilló a mejor apagar
y olvidarse de su teléfono.
135
miércoles. Día que Gerald practicaba baloncesto y se quedaba hasta muy tarde. Los
martes y viernes, su mejor amiga podía prescindir de su presencia. No se lo
reprochaba, lo entendía.
Miró por el rabillo del ojo a Arnold, luego presionó el teléfono desechable en el
interior de su mano. ¿Tanto tiempo se durmió en el sillón de su sala? No lo creía.
—¿Me estás dando algo que perteneció a alguna víctima?—inquirió furiosa, porque
si se negaba a ser tratada como "Princesa" imagínense ser tratada como "Víctima"
—Solo usalo para emergencias, ¿De acuerdo? —le indicó Jamie'O con un
movimiento de manos que sugería una despedida.
—¡NO VAMOS A HACERLO! —gritaron los dos a punto de arrojarle una piedra o
mejor aún, patear el auto. Jamie'O estalló a carcajadas, encendió el motor, comenzó
a ir hacia atrás y entonces Helga le gritó que detuviera el auto.
—¿Qué pasa? —preguntaron los dos. Pero la rubia ya estaba corriendo al lugar
donde se encontraba su gato.
136
—Cierren bien la puerta y no es que quiera presionar pero en serio. Me gustaría más
que te quedaras con él.
—Si voy a mudarme mañana, quiero pasar contigo, esta noche en mi cama.
Helga sabía como ponerlo nervioso con esa lengua rosada, gráciles labios, además
de lo sugerente de sus palabras. Comenzó a caminar por delante de él, los
Johanssen los invitaron a cenar en compensación por los "malos tratos" de su hijo,
así que para esas alturas ya era bastante entrada la noche.
Metió su celular en la parte trasera del pantalón, volvió a decirle a su abuelo que se
quedaría con Gerald, aunque no dijo nada de tener un ojo morado o haber besado
a su novia hasta el cansancio. Phil le dijo que estaba bien, pero mañana lo querían
de vuelta a primera hora del día. Sus padres llamaron a media tarde preguntando
por él, era poco común que lo hicieran, así que él también quería hablar con ellos.
Una vez en su alcoba, Helga tomó sus ropas de cama y se disculpó para cambiarse
en el baño. El conjunto de pantalón y sudadera rojos que le prestó la noche anterior
estaba donde él lo había dejado. Decidió cambiarse también y mientras lo hacía con
un nerviosismo y torpeza que nunca antes había sentido perdió el celular en el piso
y pensó en un mensaje de texto que recibió entre la narcolepsia de Helga y el
regreso de los padres de Gerald.
"…Arnold, por favor no me lo tomes a mal, pero las cosas están saliendo muy bien
con Larry. ¿Podemos vernos cualquier otro día? Te lo compensaré…"
137
Él miró la pantalla de su celular como si aquello se tratara de una broma pesada,
después dirigió sus orbes a la rubia que seguía tendida por el largo del sillón y sobre
las piernas de su mejor amigo y sonrió. Phoebe notó su exabrupto, supo que recibió
un mensaje, pero no veía bien sin sus gafas.
Su abuela solía decir que "Si el demonio duerme, su espíritu astral se posesiona de
cualquiera"
La rubia salió del baño, sus ropas de vestir dobladas en una mano, la pijama gris
con el gato blanco cubriendo sus delicadas formas. Él la miró de pies a cabeza,
seguro de que la amaba, la quería, respetaba y como hombre, claro que la deseaba.
No comentaron nada, él también se ocupó de doblar sus ropas. Helga le echó una
mirada al cuarto, dijo que no tendría demasiado que empacar.
—Los tiré, ahora me basta con esto. —abrió su armario. Como mencionó, no había
demasiada ropa, el interior parecía más bien un librero, tenía un espejo ovalado de
marco plateado sumamente ornamentado y una cosa que parecía un árbol de la que
pendían algunas joyas como aretes, collares y anillos. ¿Serían de su madre,
hermana o suyos? Le pareció muy lindo, femenino, acorde a "Cecile" y tan
poco "Helga" pero se calló, cuando la rubia tomó un relicario en forma de corazón y
se lo ofreció.
138
Se parecía al que su abuelo le obsequió a su abuela en su aniversario. El que creía
que Gertrude le arrebató de las manos aquel día que lo encontró tirado pero no era
ese, sino este.
—Abrelo. —sugirió. Dándole la espalda para ver las demás cosas que podría llevar
u olvidar. Él abrió la pequeña pieza bañada en oro, en el interior no se sorprendió
de encontrar su foto, pero contrario del porta retratos en su escritorio, ese no era él
a los nueve años. Sino diecisiete, llevaba la camiseta del equipo de soccer y una
sonrisa estúpida que obviamente, no le dedicaba a ella.
—Soy una acosadora de nivel profesional. —reconoció con una sonrisa cínica, digna
y esplendorosa.
—La vida nunca lo es, melenudo.—lo colocó en su sitio y cerró el armario. Tras
hacerlo comentó, sin mirarlo. —Ahora, deberíamos dormir si mañana vamos a meter
todo esto en cajas y llevarlas a tu casa.
—Correcto, entonces tu vas a casa y si todo sale de acuerdo al plan, vienes por
nosotros. —la palabra "nosotros" le cayó como un balde de agua helada. Él no
quería vivir con la cosa peluda, horrorosa y malévola. Pero definitivamente, Helga
no iba a dejar a su "mantecado"
Llamándola amor, diciendo que sabía dónde vivía y que además de eso estaba sola.
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"No tienes dónde esconderte, ni la escuela o en tu casa"
"¡Déjame en paz, maldito bastardo!" —iba a colgar pero el chico listo, la interrumpió.
"Caerás…"
"¿¡Qué!?" —se atrevió a preguntar, mirando como en la película que disfrutó junto a
Arnold, las puertas y ventanas, por si el "asesino" se encontraba en casa, pero no
había nada.
Terminó la llamada, ella desconectó el cable del aparato. Las llamadas a celular
siguieron poco después.
Una amenaza detrás de otra, de corte colérico, obsceno y hasta erótico. En una
cadena de mensajes describía la manera exacta en que "se lo haría" ella tomó el
celular y lo arrojó contra la pared más cercana que tenía.
En algún momento de sus vidas, Olga pasó por lo mismo y ella recordaba el
momento exacto en que atravesó la puerta de su casa y se abrazó a su padre a la
vez que decía que de todos los hombres "él era el único envidiable" Bob la abrazó,
Miriam resucitó de su "coma etílico" y entre los dos preguntaron qué era lo que
pasaba.
Ella sintió el impulso, que siempre sentía de defender causas justas. Quiso salir con
toda su prepotencia, indignación y violencia a buscar al bastardo y tirarle todos los
dientes de su horrenda cara. Puede que no se llevaran, que jamás se comportaran
como amigas, confidentes o hermanas, pero esa idiota, era su hermana.
Nadie que no fuera ella tenía derecho a humillarla, rebajarla o hacerla llorar. Helga
G. Pataki, no lo permitiría jamás. Pero entonces fue Bob quien montó cólera y salió
a "arreglar" ese asunto.
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.
Las cosas que la rompía empezaban ahí, en una familia disfuncional que habría
luchado contra fuego y marea por defender a su hermana, más no a ella. ¿Jake lo
sabía? ¿Lo intuía? ¿Cómo supo que estaba sola? ¿Lo decían sus ojos, su cadencia,
la forma en que golpeaba a la pelota en cada juego de Béisbol y corría por el campo
esperando que con eso, el viento se llevara sus gritos desgarrados?
No lo sabía…
Y no podía distraerse con eso porque Arnold estaba de pie frente a ella, mirándola
con esos ojos verdes, curiosos e inteligentes, preguntando mil cosas que aún no
diría por respeto o protocolo. Probó a guardar el número que se sabía de memoria
y que correspondía a él.
Cuando Helga se sentía igual y marcaba pero antes del tono prefería colgar.
Arnold comenzaba a conocerla mejor que nadie, a ver entre cada una de sus
facetas. Distinguir cuando se encontraba melancólica y triste, así que en el momento
que dejó el celular en su escritorio, decidió hacer lo mismo y abrazarse a su cuerpo.
Sin preguntas, ni indirectas. Ella se lo diría cuando tuviera fuerzas o estuviera lista.
Aún así, suponía que el celular que dejó en manos de Jamie'O tenía información
suficiente como para hacerla sentir vulnerable.
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La besó y ella suspiró en el interior de su boca, abrazándose a él con todas sus
fuerzas hasta que los alientos se agotaron. Se separaron, sin perder la intimidad del
momento, Helga se dirigió a la cama y levantó las sábanas.
—¿Qué lado prefieres? —preguntó con la normalidad con que se pregunta ¿Que
sabor de helado prefieres? La cama era parte central de la habitación, dos burós
estaban a sus costados, por la parte trasera la ventana y al costado diestro el
armario de pared a pared, del lado izquierdo se encontraba el escritorio, junto a un
cesto de ropa sucia y un perchero lleno de bolsos, chaquetas y hasta zapatos
deportivos. Él le dijo que no importaba.
—Claro que importa, yo podría empujar hasta tirarte si no recuerdo que estás ahí.
—Izquierdo. —supuso que ella dormiría más cerca del armario. Ahí estaban sus
libros, sus secretos, sus tesoros.
Apagó la luz y al hacerlo pasó saliva por la garganta, repitiéndose a sí mismo que
esto no era diferente a dormirse en el sofá de la sala.
¡Claro que lo es! —recalcó una voz de su cabeza pero él la mandó a callar, porque
era el caballero, el chico amable, el mismo que prometió cuidarla de los cerdos
"honestos" (por usar las palabras de Gerald) como Jake.
Arnold mentiría si dijera que luego de meterse en las sábanas, no sintió el impulso
de abrazarla, pegarla a sus formas de la manera exacta en que hizo la noche
pasada. Sus manos extrañaban su cintura, la nariz su perfume, la barbilla la forma
de su hombros, ese hueco entre el cuello y el hombro donde estaba descubriendo
que le gustaba apoyar la cabeza y ella se dejó hacer, bajo la amenaza inicial de
arrancarle ambos brazos si se pasaba de listo.
Soñaron sin pesadillas, despertando con las primeras luces del alba pese a ser
Domingo y no tener ninguna alarma conectada. ¿Serían los nervios? ¿El
escepticismo?
Sus ojos azules, la suave sonrisa, el innegable amor tantas veces profeso, lo
llevaron a inclinar el cuello y reclamar su boca.
142
Un beso corto, casto, seguido de un "Buenos días" que se les metió hasta lo más
profundo del alma.
—¿Qué fue lo que hicieron, chaparro? ¿Salir a buscar al que asaltó a Gerald para
reclamar sus cosas?
—¿Entonces…? —su abuela fue aún más drástica que Jamie'O, le puso un filete
completo, rojizo y sangrante en el ojo. La explicación de "absolutamente todo" no
hizo felices a sus abuelos.
Cuando lo llamaron de nuevo, él ya estaba considerando irse a vivir con Helga, pero
no por decisión propia, sino porque sus abuelos lo echarían. Lo sentaron en la mesa
y comenzaron el regaño.
—Te educamos mejor que eso, Arnold.—reclamo Gertrude, con los brazos en jaras
a la altura de la cintura.
—Además, es tu obligación, por no decir que deber, poner a salvo a tu mujer. —gritó
Phil. —¿Qué es lo que planeabas? ¿Que los golpearan a los dos con ese bate de
béisbol, si ese demente regresaba y se metía a su casa?
143
—Pues no entiendo por qué no la trajiste de inmediato, Arnold. Si estaba sola, la
habríamos aceptado, esa misma noche tu abuela insistió en que se quedara con
nosotros. ¿Oh, es que acaso...?—los ojos de su abuelo se pusieron oscuros y muy
pero que muy negros. Gertrude tomó la cuchara, pero no la de madera sino una de
metal que pensó dejaría marcas feas en su piel, le quitó la palabra a su esposo.
—¡NO!—gritó de inmediato, pero su abuela aún así golpeo la mesa con la cuchara.
Sid y Stinky convenciéndolo de que le diera una "fumada" a los habanos del padre
de alguno de ellos hasta hacerlo sentir que moriría de enfisema.
Lorenzo, sugiriendo que fueran a esa fiesta de chicos mayores que ofrecían todo
tipo de bebida que era "adulterada" y lo llevó a vomitar por horas y horas y horas.
Por decisión suya, nunca había hecho algo tan estúpido, como "dormir y escaparse
con su novia dos noches seguidas" pero se sentía casi un hombre. De hecho, según
la tribu de los "ojos verdes" él ya era un hombre y si se quedaba con Helga, habría
fogatas, ceremonias y bailes de la noche al alba.
En la Tierra que lo vio nacer, decidió que a quien quería era a Helga. Y lo plasmó
en papel, en una carta que celosamente guardó, antes de beber el brebaje que le
144
haría olvidar todo lo aprendido y vivido para que no divulgara los secretos de la Tribu
con ningún extraño.
Pero vivía entre extraños, en tierras desconocidas y por tanto, lo trataban como un
forastero que estaba de paso.
No obstante, encontró la carta que era para Helga pero le dio miedo leerla y la
guardó.
Su destino.
Ese que profetizaba grandes cosas, cuando lo único que quería hacer era viajar por
el mundo y conocer nuevas tierras. Le preguntó a su padre, una vez la encontró.
"¿Tú sabes por qué pude haber escrito esto?" —Miles lo observó al otro lado de la
cámara. Los ojos y los cabellos del mismo color que los propios. Su madre estaba
en una expedición botánica con las demás mujeres de la tribu. En esa ocasión,
pudiera decirse que compartieron un momento padre e hijo.
"Si…"
"Bueno, cada uno tenía un motivo: Honor, lealtad, valor, amistad…Yo mismo
presenté las pruebas, interesado en conocer a detalle los secretos y misterios de la
tribu. Debo repetir que estoy muy orgulloso de ti, ya que has logrado hazañas con
las que a tu edad, yo apenas si podía soñar"
"Gracias…"
"¿Dudar?"
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La prueba final, tiene que ver con el amor. Abrir tu mente y tu corazón, pienso que
fue demasiado, debido a tu corta edad pero los "ojos verdes" creen que ya eres un
hombre y por ser "milagro" ya tienes a tu "destino"
"¿Destino?"
"Sugiero que leas esa carta, creo que tiene un nombre escrito. ¿Cierto?"
"Porque no"
"Entonces, confía en las palabras de los sabios. Cuando debas tener las respuestas,
llegarán"
"Te hicieron olvidar lo vivido para que no lo contaras entre tus amigos de la escuela,
pero ese conocimiento aún permanecen en algún lugar de tu memoria. Cuando
estés listo, puede que en un año, diez o tres, recordarás por qué la escribiste. Y lo
más importante, se la darás"
Su historia se repetía como en cámara lenta hacia atrás, empezando por el ultimo
beso y acabando en el primero.
Ya no de ella, sino del destino, burlándose en su cara por seguir fielmente las reglas
del manual. Metió la hoja doblada en cuatro y sellada con cera en el anuario de la
escuela primaria, donde estaba la foto de su grupo y ahí la dejó.
146
—Guardé en secreto que vivía sola porque decidí esperar a que Helga les contara
ese hecho. Y me quedé en su casa esas dos noches porque no quería dejarla y ella
no estaba segura de venir. Hablamos, más que nada se trató de eso. Ahora sé que
no mentían al decir que ella solía pasar demasiado tiempo aquí. Que le tenía miedo
a su padre porque solía golpear a su madre y creo que esa fue la razón principal de
que no te dijera la verdad sobre lo que le pasó a su muñeca, abuela.
Gertrude resopló. Sacó la botella de whisky y sirvió tres vasos mismos que se tomó
y volvió a servirlos, ahora sí para ofrecer el correspondiente a cada uno.
—De acuerdo, vaquero. Yo te cambié los pañales así que voy a asumir que lo que
dices es cierto.
—Es muy simple, chaparro. Mientes, te escondes y pides a todos que hagamos
locuras por esa escandalosa y furiosa mujer. ¿Vas en serio con ella o es otro de
esos tontos enamoramientos que tienes por niñas bonitas que te dejan con el
corazón herido y llorando en una esquina?—Phillip Shortman le sirvió un generoso
trago y Arnold se lo tomó, liquido amargo corriendo por la garganta hasta aterrizar
en el estómago.
—¿Tan en serio como para luchar a muerte contra sus siete hermanos con tal de
tener su mano? —¿¡Qué!? —se preguntó de manera interna porque ya se le hacía
raro que el "lapsus" de lucidez de sus abuelos durara tanto.
—Fueron tres, mis hermanos eran tres y los derribaste uno a uno en la casa de mis
padres.
—Eran finales de la guerra Galletita, todo lo que quería era hacerte mía.
—Pues, les tocó a los tres por igual. Y tú Arnold, si ya tomaste una decisión, ve a
ducharte y cambiarte, esa chica furiosa tiene carácter, si tardamos demasiado va a
mandarte al carajo.
Su abuelo estalló a carcajadas y comentó que quizás ese hubiera sido un método
efectivo para terminar con la "maldición" Él seguía sin entender de qué iba eso, pero
estaba mas emocionado con la idea de avisarle a Helga.
Le marcó.
Ella no vomitó, pero si intentó hacerse un ovillo sobre el asiento trasero del auto y
ocultar su rostro bajo la sombra de sus cabellos y una gorra de béisbol. Los cambios
la ponían nerviosa. Esto de recibir "caridad" la hacía sentir patética y famélica.
La mudanza fue breve, la vida de Helga como ella misma refirió cabía en cuatro
cajas: escuela, ropa, artículos de uso personal y las cosas de mantecado.
—Miau, miau, miau. —negoció, mirándola con el corazón roto. Ella lo abrazó y le
juró que no era su culpa que tuviera que cambiar de rutina.
—Es temporal, cuando volvamos a casa te ayudaré a atrapar al pájaro más gordo y
jugoso que elijas. Mantecado se mostró de acuerdo pero en el resto del día, no le
vieron ni el polvo.
Su abuela, (porque tenía mejor madera que él y su esposo) en compañía del Doctor
Evans, metieron un sofá cama en el pequeño cuarto de lectura.
El médico general no hizo preguntas, pero sí se dio a la tarea de revisar las heridas
de los muchachos.
El puño de Helga iba de mal en peor, le colocó nuevas vendas y le sugirió algunos
ejercicios para sanar la articulación y bajar la hinchazón. Si en el transcurso de la
semana no mejoraba, le pondría un cabestrillo, la idea la horrorizó pero terminó
accediendo. La mordida en el labio inferior casi desaparecía pero aún así, Evans le
obsequió una crema.
148
—Supongo que no quieres malos entendidos en la escuela. —ella iba a rezongar,
pero después consideró que estaba en lo cierto. Si nadie sabía de lo suyo con
Arnold, supondrían que quien la marcó fue Jake Cabot.
—El ojo está bien. —comentó mientras lo revisaba. —Si descansas lo suficiente
mañana por la mañana no tendrás nada.
Agradecieron las atenciones y después fue el turno de ella de encarar a sus abuelos.
Como no era buena con las disculpas, ni los argumentos, se limitó a prometer que
sería una inquilina modelo. No la verían, no los molestaría, es más, podía comer en
la calle y no convertirse en una carga tan pesada.
—Oh, puedes ponerte una sábana blanca, si tanto quieres pasar por aquí como un
fantasma. —comentó Phil, con algo de sorna. La rubia se ruborizó hasta las orejas,
no sabía que tan hondo podía meter la pata con los Shortman.
—Lo que la vieja bruja quiere decir, es que nuestra casa será pera huéspedes pero
eso no la convierte en ningún hotel. —resumió Phil, para la diversión de su esposa
y vergüenza de ellos.
—Les juro que Arnold y yo…—comenzó a comentar la rubia pero los ancianos la
interrumpieron.
—Son jóvenes, —concedió su abuela. —Están en la flor de la vida y creo que los
conozco lo suficiente como para tener mis reservas. Pero, aún así los quiero y deseo
lo mejor para ustedes.
—Lo haremos. —prometieron. Sin soltarse de las manos. Y ambos adultos mayores
recordaron el momento en que Phillip pidió la mano de su esposa en matrimonio.
El día se les fue en un parpadeo y aun no terminaban el "rol" para el uso del baño.
Como los dos iban a la escuela en el mismo horario y ellos no querían que se
encontraran a medio vestir o peor aún sin vestir. Uno se ducharía en la noche y otro
en la mañana.
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Helga pidió la noche.
Su abuela se llevó a la rubia, él se quedó con su abuelo. Aún tenían que resolver lo
de Jake Cabot.
—No volvimos a ver o escuchar nada, aunque ya era algo tarde cuando nos dejó
Jamie'O
—El chico Johanssen es listo, podemos fiarnos de él, pero los patanes nunca se
quedan quietos. Eso de ser golpeado por una chica, no va a gustarle Arnold. Tienes
que estar preparado
—Si se atrevió a amenazarla delante de toda la escuela y se fue a los golpes contra
Gerald, porque tu amiguita no salió de su casa. Sí, creo que planeará hacerle algo
pesado a tu dama
—¿Y cómo…?
—No lo sé, en circunstancias normales te diría que llamaras a las autoridades. Pero
esa jovencita está en una situación delicada. No dejaremos que se la lleven los de
Servicios Sociales y la coloquen en un hogar temporal o alguna de esas faramallas.
Vas a tener que estar atento a cada uno de sus movimientos.
—¡Hmp! Eso me recuerda que llamamos a tus padres para enterarlos de todo y
esperan que los llames de vuelta. Estarán hasta mañana en el campamento así que
llámalos pronto o quédate con las ganas hasta el siguiente bimestre.
—Parece ser que si esta noche hay luna llena, te caerá la maldición por partida triple.
—se burló y después recuperó el aplomo. —Están de acuerdo en que tu novia viva
con nosotros, siempre y cuando tu estés en la torre más elevada del Castillo y ella
150
oculta en el sótano. Es en serio Arnold, los vemos como conejos una sola vez y tu
abuela y yo...
—Ya me quedó clara esa parte.—pronunció algo aburrido y fastidiado. (solo fue una
mordida y solo fue un intento de levantarla para tenerla mas cerca de su cuerpo.
Sentirla completa y saber si podía con ella y claro que podía) Sonrió como idiota, su
abuelo, lo golpeó con un periódico enrollado en la frente.
—Pon atención, porque lo segundo que querían decirte es que ese volcán estuvo
un poco activo estos días.
Lo mandó a su cuarto y luego de cambiarse las ropas para dormir enlazó la llamada
de video por Skype, sus padres tardaron un rato en contestar pero después de seis
intentos estaban ahí, en una tienda de acampar mucho más moderna que la ultima
que había visitado pues incluía servicios de electricidad y una red inalámbrica algo
errática, pero latente.
—¿Te pusiste sándalo?—inquirió su madre, él le dijo que no. Sólo dos filetes y algo
de ungüento.
—¿Ánimo?—preguntó sorprendido.
—¡Mira, cabezón! Tu abuela me dio una grabadora como las que usaban los
reporteros en la era dora…da...—Helga congeló su discurso cuando cayó en la
cuenta de que él, no estaba navegando en redes sociales o viendo vídeos graciosos
en su Laptop.
Tenía esa sobrada tendencia a meterse en su alcoba sin jamás llamar a la puerta.
Nunca le molestó que lo hiciera y justo ahora, no sabía si le molestaba. Su madre la
reconoció del pasado, porque en su momento, ambas féminas intercambiaron
palabras.
Su padre carraspeó al otro lado de la cámara. Helga los miró a ambos a punto de
liberar lo que en el transcurso del día no había soltado.
Es decir, vomitar.
—No lo hace, señora Shortman. Soy yo, Helga…aunque Gertie, me dice Eleanor
por alguna misteriosa y desconocida razón.
—Oh, que curioso, mi Suegra tan divertida y yo toda angustiada. Por favor llámame
Stella, te presento a mi esposo, Miles.
152
Se sentó junto a mi, entonces llevabas dos coletas y un vestido rosado con zapatos
blancos y camisa de cuello redondo del mismo color, mascabas una goma de sabor
cereza, el olor me llegó poco después de que reventaras una bomba y comenzaras
a hablar de lo maravilloso que es nuestro Arnold.
Sus gustos e intereses. Me dijiste todo lo que necesitaba saber para perder el miedo
de acercarme a mi hijo, así que siempre te estaré agradecida por ello.
Arnold miró a la rubia que estaba parada junto a él de nuevo. ¿Ella hizo eso? ¿De
verdad hizo eso? Quiso preguntarle, pero antes de que sucediera, Helga se dobló
por la mitad, sacándoles un susto de muerte a todos y vomitó en el bote de basura
que afortunadamente alcanzó.
—Me alegra que al fin, se decidiera a confesar lo que siente por ti…—comentó Stella
y él no supo que responder. Porque Helga lo confesó hace mucho y en realidad…
—Claro que si…—Arnold sonrió al ver a sus padres y después a Helga que había
terminado de devolver el estómago y ahora se tapaba la cara con ambas manos a
la vez que repetía.
153
—¡Cállate, son unos niños!—le recordó su esposa.
—Pero es la verdad. ¡Yo literalmente me tiré a los pies de tu madre, Arnold! ¡Y sigo
ahí diecinueve años, después! —la morena con cabeza de balón, le dio otro codazo
a su marido, quien intentó escapar del golpe y a consecuencia de eso, la conexión
inalámbrica se cayó.
—Dime que eso no significa que voy a vomitar cada vez que los vea.
—Igual se fueron.
—Porque la vida no es color de rosa. Pero te quieren, los admiras, deseas ser como
tu padre, no mientas. Y en cambio yo, me mataría si llego a ser como alguno de mis
padres…
—No lo serás. —Gertrude gritó desde abajo que haría revisión de alcobas en diez
minutos y esperaba que cada uno, estuviera en la suya. Se sintieron pequeños,
traviesos e ingobernables de nuevo.
—Entonces no la quiero. ¿Qué tal que escribiste todas las razones por las que tú y
yo no debemos estar juntos? ¿Lo mucho que me odias, por ser una fastidiosa,
mandona y golpeadora?
154
.
CAPÍTULO 12
Esa, sería la primera noche que "no pasarían juntos" que Helga no sentiría sus
brazos al rededor de la cintura o se confortaría con su aliento soplándole al cuello.
La duda apareció de manera inmediata, el temor de que todo esto se tratara de
alguna especie de sueño.
¿Y si Jake le regresó el puñetazo, la golpeo en la cabeza tan duro que esto no era
más que una "muy vívida" alucinación?
Se acercó a Arnold, acarició su rostro de una manera en que nunca antes había
hecho, el gesto sorprendió al rubio pero no la interrumpió. Por el contrario, cerró los
ojos permitiendo el contacto de unos dedos que comenzaban a ponerse fríos por la
temperatura o el miedo. Tan pronto como consideró esto último la observó en su
vacilación, el rostro que comenzaba a aprender de memoria y que diría con las
manos al fuego que pertenecía a la mujer que amaba estaba triste, melancólico.
—Creo que te asustan los cambios por eso me advertiste que podrías vomitar en el
auto y me parece que es así porque eres una persona sumamente aferrada. Firme
en sus convicciones, leal en el amor…
—Te asusta lo que vaya a pasar mañana, pero no cambiará nada. Seguiremos
haciendo las mismas cosas de siempre, sólo que las haremos juntos…—ella se
ruborizó al escuchar eso ultimo, él adoró ese matiz coloreando sus mejillas pero
desapareció tan pronto como había llegado.
155
—No te emociones demasiado con eso, melenudo. —pronunció, atemorizándolo
con la dureza de su voz.
—¿Perdón…? —¿A caso quería…terminar? Pensó para sus adentros, sin disimular
el temor por lo que Helga, sonrió restando dramatismo a la situación.
—¿La historia de tu vida, hasta ahora? —Arnold sonrió. Claro, él era el idiota más
grande de todo Hillwood. Si aquello fuera la época antigua, los juglares cantarían
canciones y los bufones narrarían su historia entre risas y maldiciones, pero por
hoy...
—Tanto como tú, al elegir el sofá en lugar de mi cama. —golpe bajo y para rematar
le guiñó un ojo. Acción que por supuesto lo hizo sudar frío mientras buscaba lo que
quería en el interior de su armario.
Contrario de ella, él tenía montones de ropa mal doblada por todas partes, juguetes
de cuando era pequeño, figuras de colección, revistas deportivas, cómics y una cosa
que parecía ser un emparedado de algo que jamás se comió y que empezaba a
generar su vida propia.
Ese lo dejó donde estaba, si algún día respiraba o se movía, le pondría nombre y lo
adoptaría como mascota.
—¿¡Oye, pero que te…!? —era su camiseta de fútbol soccer, la única que tenía
porque los uniformes escolares salían en un ojo de la cara y él no quería abusar de
la seguridad financiera de sus abuelos. Helga terminó más roja que el carmín al
reconocer la prenda.
156
Sus "suegros" no solo la vieron vomitar como si no hubiera mañana, también la
conocieron en su "sensual" pijama de conejo gris con morado. ¿Las cosas con la
familia de Arnold no podían terminar peor, cierto? ¿¡CIERTO!? —le preguntó a la
voz de su cabeza pero esa maldita estaba callada, sofocada, pues Arnold Shortman
la tenía en la mira y no contra la pared o el armario pero sí demasiado cerca de la
puerta.
Arnold, no la besó de nuevo, no rozó sus labios aunque aquel parecía el destino de
su tentadora boca, (eso definitivamente tenía que ver con que ella aún apestaba a
huevo podrido y existían límites en el amor profeso entre dos personas que recién
salían) susurró a su oído algo que le quitaría el sueño, además del miedo y le haría
maldecirlo a la vez que adorarlo.
Ella no había nacido ayer, así que le cerró la puerta y la aseguró con llave.
—¿Cuándo te he olvidado?
Touché.
Pero aun sí, él se quedó encerrado con un bote que apestaba a "vómito de Helga"
quiso abrir la ventana, sacarlo al tejado, pero entonces se encontró con la "bendita"
bola de pelos dorados, alias "mantecado" "Mr.M" o mejor dicho, "su enemigo número
uno en todo el mundo" y lo miró de tal modo que sin lugar a dudas quería decir:
—¡Helga me quiere más que a ti! —se le ocurrió gritar. El gato, maldijo (¡De verdad,
lo hizo!) Se tradujo en un maullido horrible que llamó a otro séquito de felinos.
—Miauuuuuuuuu…
—Meawwwwwwww….
—Rwaaaaaaaw…
—¿Ese último era un mapache? —Arnold se quedó con los ojos cuadrados y ahora
entendía qué era lo que el condenado hijo de "Helga" había estado haciendo desde
157
que le perdieron la pista (Conocer el vecindario, darse a respetar entre los
lugareños) suspiró, resignado a tener concierto gutural de bestias por la noche
completa. No importaba, no planeaba dormirse tan pronto. Aún quería salir de
dudas, leer la carta.
Recordar por qué, le escribió una carta. La tomó entre sus manos rompiendo el sello
con cuidado.
Esa, era su letra, él conocía su forma de crear las palabras, el como las inclinaba
hacia la derecha, pegando algunas, separando otras y sin cerrar completamente las
"a" y las "o"
Eso tenía que ver con la madurez y el carácter pero de momento, lo importante no
era eso, sino esto:
Helga:
Por eso,
Si lo hacemos,
Si coincidimos de nuevo,
dime que me quieres,
o que ya no lo sientes,
que ya no corre por tus venas
ese calor que siento al verte.
¡No lo intentes!
Sé que me mientes...
Estrujó la carta, antes de terminar de leerla, pensando en todas sus negativas, todos
sus encuentros furtivos, las miradas esquivas, los intentos de "transformar" lo dicho,
hecho, expuesto…
158
miró a los ojos, tímida, bella, separó sus labios una vez más para él, para despedirse
de él.
Una disculpa casual, tono de voz neutral a pesar de que él sabía que sus ojos
querían llorar.
La dejó ir, como siempre, como el viento, la brisa marina, el agua corriendo entre
sus dedos.
Y tú la única en la mía.
Se dejó caer sobre la cama, como tantas otras veces en el pasado, releyó las
oraciones que parecían formar un verso, quizás un poema pero no lo sabía porque
él no era poeta.
Su musa, su inspiración.
Su amada y maldición.
Apretó la carta contra su pecho, siendo juzgado y observado por singular número
de gatos. El techo transparente no era tan simpático a los diecisiete años. Él y sus
abuelos pensaban cambiar los vidrios por algunos que le dieran vista al cielo e
impidieran a los mirones observarlo de vuelta, pero como ya estaba a nada de irse
a la universidad y Hillwood seguía siendo el pueblo más pacífico y aburrido del
mundo, lo dejaron para después.
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Suspiró, maldiciendo el "perfume" que se había encerrado en su habitación. ¿Con
qué tapaba esa cosa? ¿La pila de cómics que ya no leía? ¿Las revistas de deportes?
¿El anuario? Lo que fuera, necesitaba taparlo ya o dejarlo como estaba y caer en
un delicioso "coma" inducido por vómito.
Ella, no era una chica especialmente femenina. Estaba peleada con su cuerpo desde
prácticamente siempre. Desde que cada persona en su entorno social, la comparaba
con su hermana, quien para fines prácticos nació siendo una Barbie, piernas largas
bien torneadas, cintura de avispa, pechos redondos y firmes, que usara su cuerpo
como principal arma de intimidación y distracción tampoco ayudaba mucho porque
cuando iba a su escuela, a todos (incluyendo a Arnold) se les caía la baba y ella no
podía más que rabiar porque era el opuesto a lo "bello" Harold Berman lo sabía y
refería bastante bien.
Cuando insultaba sus orejas de "cabra" su estúpida ceja única, las piernas largas,
sí, pero sin ninguna clase de curva. ¡Era una tabla! y ni siquiera una divertida para
surf, sino una condenada tabla para golpear.
Apagó la luz y se dejó caer sobre las sábanas blancas, soñando como vaticinó aquel,
en su amado, alucine, fantasía constante...
Cabeza de balón.
160
.
Antes que bañarse, buscar a la rubia o hacer cualquier otra cosa, sacó el desecho
biológico directo al depósito junto con su "experimento casero"
Se disculpó con el emparedado que jamás se comió, pero en serio, las nauseas lo
harían devolver el estómago y con uno de los dos que lo hiciera creía que era más
que suficiente.
Cuando estuvo listo, un par de horas después (porque ni todo el jabón floral del
mundo le quitarían la sensación de apestar a huevo podrido) se miró en el espejo
de medio cuerpo que tenía en su habitación.
Nervioso.
Era así como se sentía, porque aunque Helga le dijera que no, él tenía expectativas
y no es que esperara ser el centro de todas las miradas pero al menos esperaba
algo de entusiasmo por parte de sus amigos más cercanos. Le intrigaba la reacción
de Stinky y Eugene, (los que en su momento invitaron o salieron con Helga) por no
hablar de lo que pudieran decir Rhonda o Lila.
La primera, por ser la cotilla número uno de su vecindario, además de la que movía
la balanza hacia la aceptación o rechazo de cualquier "relación" la segunda, por ser
su crush, alias "amor imposible e incondicional" de toda la vida.
¿De verdad, él estaba ahí, un lunes por la mañana, siendo novio de Helga G. Pataki
y sintiéndose mal por Lila Sawyer? ¿A caso creía que podría lastimarla?
Por eso, no sabía que debería decirle. ¿Cómo podría abordarla? Si llegaban a la
escuela tomados de la mano, asumiría que todos se darían por enterados, pero
Helga no era la clase de chica que se dejaba tomar de la mano…tampoco creía que
lo dejara besarla. Debido al modo en que actuó Jake, sería un milagro si permitía
que alguien más la besara…en la escuela, es decir.
Suspiró.
Lo primero en la lista era darle la carta. Hacerle saber que pensó en ella, con la
misma insistencia en que lo pensaba a él.
Sonrió como todo un idiota y se miró por millonésima vez al espejo. Su ojo izquierdo
ya estaba bien, como si no tuviera nada más que los vestigios de haberse desvelado
y ahora entendía a Gerald cuando tardaba "siglos" en arreglarse para sus citas con
Phoebe.
161
Él, no sabía que camisa ponerse, de qué lado peinarse, cuanta loción debía usar o
si es que a caso ¿Se debería afeitar? No, nada de eso importaba porque lo que más
le quitaba el tiempo, era la noción de que en realidad…
—Geleanor salió hace quince o veinte minutos—comentó Phil sin despegar la vista
de la sección de deportes. —Dijo que tenía que presentarse antes si quería hablar
con los profesores de su "problema especial"
—Dijo que se verían en la tercera clase. —animó Phil con ligera sorna. —¿Tienen
historia juntos?—él sonrió. Lo había olvidado.
—Gracias abuelo.
—Claro, claro. ¡Pero termina ya o llegarás mas tarde que ese degenerado!
—¿Jake?
162
—¿Jason Voorhees?
—Las perseguía solo si tenían una gran descendencia. Verás, buscaba una madre
apropiada para su hijo, Arnold. —acotó el anciano en lo que él se empinaba el jugo
de naranja y corría escaleras arriba a lavarse los dientes.
—¡Claro que buscaba mujeres con grandes caderas! ¿Cómo si no, iban a tener una
gran descendencia?—rezongó Gertrude cuando él volvió a tomar su mochila,
despedirse de ellos y… congelarse en la puerta.
Minutos después de explicar el "favor" Arnold corría por la avenida principal. No tenía
la mas remota idea del horario escolar de Jake Cabot, pero a él se le hacía
excesivamente tarde. Tal fue su interludio que no notó los mensajes de texto
enviados por Phoebe Heyerdahl y Gerald Johanssen.
163
Sabían, que si querían saber de qué iba la "treta" tenían que llegar un poco antes y
aunque Pataki no solía unirse al barullo matutino, por lo menos los saludó cuando
pasó de largo como una exhalación. (no notaron sus labios rotos, pero sí hicieron
énfasis en que usaba colorete rojo. La muñequera se ocultó bajo una camisa con
mangas demasiado largas, solía llevarlas de ese modo, así que nadie reparó en lo
obvio).
Helga, elogió las nuevas gafas de Phoebe, los zapatos de Rhonda, el peinado de
Nadine, el llavero que llevaba Patty atado a la bolsa y que por supuesto era regalo
de Harold, a Sheena le aplaudió su buen gusto en estampado de flores, respecto a
los chicos cruzó miradas, puntapiés, además de los clásicos gritos de ¡Hazte a un
lado perdedor! y estos respondieron como una horda de soldados recibiendo a su
general.
Una mano al aire, la otra golpeando el corazón y la rubia los llamó tarados, pero
tenía una sonrisa enmarcando sus rasgos.
Tras verla partir, se apostaron donde siempre. Arnold y Lila no parecían llegar y
Rhonda no se abstuvo más de comentar.
—Pero ustedes no, por lo que se puede ver. —intervino Gerald, algo fastidiado y a
decir verdad molesto porque no fue "eso" lo que le pasó. Curly cruzó los brazos y
levantó el pecho como indicando que en cualquier momento lo podría golpear.
Gerald, imitó el gesto, mostrando la dentadura perfecta.
—Lo dice porque no tiene una. —señaló Sid a lo que Stinky le recordó que ellos
tampoco tuvieron citas.
—La tengo, salí con Eugene por si tanto quieren saberlo. —el pelirrojo llegó al tono
de sus cabellos y asintió con el rostro.
164
—Fuimos al cine y después a cenar, eso es todo.
—Maravilloso, pero tu "novia" tiene razón. Por increíble que suene, ¿Queremos
saber cómo se encuentra Helga? Escuché rumores de que Jake, tiene la nariz rota
y que tampoco podrá jugar esta temporada. —acotó Rhonda, llamando la atención
de todos.
Phoebe tomó nota mental de eso. En circunstancias normales temería por el estado
emocional de su amiga, pues si bien nunca tuvo nada formal con Arnold, le fastidiaba
que sus "chicas" lo mandaran al carajo.
—Helga se lesionó la muñeca al golpear a Jake y por tanto no podrá jugar más
Béisbol. —todos se quedaron mudos, algunos (los que apostaron) patearon lo
primero que vieron y los que no encontraron nada se conformaron con tirar sus
mochilas y pisarlas. Ahora entendían por qué, al saludar. No pasó de la agresión
verbal a la física, por qué huyó de sus miradas y quizás…sopesaron el por qué, del
maquillaje cubriendo sus labios.
Ninguno la vio después de ese día. A nadie le gustaba ver a sus héroes caer, a los
genios malévolos, las mentes perversas que llenan de suspenso y adrenalina tu
vida. Suspiraron con resignación los más profundos, los más densos arremetieron.
—¡¿Desde cuando nuestra matona profesional olvidó como matar?! —se quejó Sid,
Stinky lo volvió a callar y en esta ocasión el más bajo no dudó en empujarlo y
mandarlo a volar algunos centímetros por los lados.
—¿Desde que se volvió mujer? —preguntó Harold para recibir un pellizco de Patty,
pero era verdad. Todos lo pensaron, las implicaciones de que alguien invadiera así
tu espacio personal, por no decir que se atreviera a hacer con tu cuerpo, algo que
tú no quisieras que te hicieran.
Les revolvía el estómago y claro que por eso es que estaban ahí, preguntando por
ella, cuando de manera regular estarían hablando de quien besó o invitó a quien, el
"fin de semana romántico"
165
—Helga siempre ha sido mujer. —comentó Rhonda para sorpresa de Phoebe. —Y
si se lastimó el brazo es porque obviamente, no estaba en su mejor momento. A
todos nos ha pasado, así que dejemos el asunto de lado. Ustedes tienen cara de
Gánsteres,—acotó señalando a Phoebe y Gerald. —¿Asumo que idearon un plan
para vengarse de Cabot y por eso nos llamaron?
—Venganza es una palabra muy fuerte, Lloyd. —comentó Phoebe ajustándose sus
gafas color azul eléctrico y abriendo su bolsa para repartir sus "planes" a cada uno.
Soy Rhonda Wellington Lloyd y me niego a estudiar en la misma escuela que ese
patán. De modo que el fin de semana "romantico" lo estuvimos investigando. Y si
Jake Cabot comete otra falta como esa puedo hacer que lo suspendan. Para
expulsarlo formalmente tendría que armar un escándalo de nivel colosal en la junta
administrativa de fin de mes, pero con sus antecedentes no se me sería complicado
lograrlo.
—¿Es decir?
—Impresionante.
—Nadie que no sea yo se mete con mis súbditos.—comentó la morena cruzando los
brazos a la altura del pecho. Aunque de manera personal y real, lo hacía por aquella
ocasión en que Helga la defendió de un bravucón.
¡Pero lo importante no era eso! No quería pisar el mismo suelo que ese idiota. Verlo
le daría náuseas, asco, cólera bulliciosa que amenazaría con transformarse en una
úlcera gástrica y según su padre, era muy joven para tenerla.
Además, esto podría demostrarle a cualquiera de qué estaban hechos los Lloyd.
—De acuerdo. —concedió Heyerdhal, entregando las ultimas hojas a Harold y Patty
—No exactamente. —explicó Gerald. —Jake, siempre ha estado ahí pero como nos
importaba un carajo, nunca nos dimos cuenta. Lo que les pedimos, Phoebs y yo es
que a partir de ahora "lo tomen en cuenta" para eso es el horario. Cuando coincidan
166
con él al término de alguna de sus clases vean que hace, escuchen lo que dice. Si
involucra a Helga en alguna de sus "conversaciones privadas" avísennos de manera
inmediata.
—¿No creen que suspenderlo o expulsarlo sea demasiado? Digo, sí cometió una
canallada pero quizás…quizás pensó que Helga le daba alas.—comentó Lila,
mirando el horario que estaba resaltado en las clases de química y matemáticas.
—Pues…si, estuve saliendo todo el fin de semana con un chico que tiene una
hermana que juega béisbol con Helga y esa chica cree, que "eso" lo provocó ella.
Se da tanto a desear en la escuela, que bueno…alguien tenía que cometer una
locura en algún momento.
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desde aquella esplendorosa tarde en que un travieso chico, comentó que lucía muy
bien con ese estilo.
—Tú no lo notaste porque estabas haciendo una pausa para recoger los libros que
te tiró Arnold —prosiguió Rhonda. —Pero los demás, que sí prestamos atención a
nuestro entorno, la vimos llorar. ¿Una persona que da alas, se pondría a llorar?
¿Además, en que Universo crees que Helga se daría a desear? Ella es una cínica,
descarada, mata pasiones de primera. ¡No quiso salir con nadie, porque a ti y a
todos se les ha olvidado que ya está enamorada de alguien!
En referencia a los últimos dos, baste decir que cuando los terminó, Helga Pataki
hizo referencia a ello.
No fue el clásico "no eres tú, soy yo" Pero sí comentó, que no era justo tener un
corazón que si bien cuidaría y procuraría. No mantendría.
Stinky gozaba de leer junto a ella, compartir algún pastelillo o golosina, iban a bares
bohemios, lugares donde se podía degustar un poco de café, arte plástico y poesía.
Nada íntimo, pese a tratarse de lugares verdaderamente íntimos.
Él, que sabía de sus pasiones secretas, de sus letras ocultas, de su amor no
correspondido, se subió al escenario y le dedicó una canción.
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Regresa a mi,
aunque sea una vez más.
Te quiero muy lento amar,
regresa a mi, regresa a mi…
Y de hecho, lo haría…
Lo estuvo pensando el fin de semana completo, la llamó una decena de veces, pero
el número de casa estaba desconectado y el celular apagado. Pensó en ella, en
todas las oportunidades que tuvo para "estar con ella" besarla con decoro, arrebato
pero eso sí, sin permiso.
Ella era como la "mujer bonita" Eugene y él, lo comentaron alguna vez en la escuela.
Les permitía abrazos, roces, besos, en cualquier lugar excepto los labios. Esos eran
para él…
Y es así que mientras sus amigos dilucidaban, él pensaba en ella, pero la pregunta
permanecía la mesa. ¿En quien pensaba Helga? Nunca se lo reclamó, aunque era
imposible no hablar del tercero en la relación.
Ella creía que Rhonda Wellington con su metro setenta de estatura, cabellos cortos
al estilo "Bob" pantalones negros ajustados a las caderas, zapatillas de tacón del
mismo color que obviamente no necesitaba pero usaba para sentirse mas
"endiosada" y camisa carmesí de Diseñador, exageraba.
¡Claro que lo sabía y le enfurecía! Que Arnold no se diera cuenta y que Helga, no
se lo dijera. Eran tan lentos esos dos que en serio, algunas veces quería gritarle a
Arnold, que notara a la rubia histérica que estaba detrás de la puerta mirando.
169
¿Pero entonces, si Helga no lo "invitó" la hermana de Larry mintió? ¿Ella se
sobrepasó en su declaración?
No lo creía.
Helga era tímida, sólo se trataba de eso. Quizás, al igual que ella, necesitaba un
empujoncito, un beso de "esos" que te hielan la sangre pero calientan la carne. Lo
merecía, era obvio que Helga G. Pataki necesitaba con quien "liberarse"
—Sé que está enamorada de "alguien" —gritó. —Pero también sé que ese chico,
por más indirectas que ha recibido no le corresponde.—se defendió de las féminas.
El resto de ellos intentaba recapitular los últimos diez años de su existencia.
—Lo que digo es cierto. Jake, sólo quería saber si podía encender alguna clase de
pasión en su ser.
—¿Lo dices en serio?—preguntó una nueva voz que pertenecía a Arnold. El rubio
miraba a Lila como si fuera otra y no la chica por la que tantos años se la pasó
suspirando.
¡Estaba cansada!
Él era como una especie de "servicio social" del que hacía mucho se quería liberar.
Le estuvo cuidando "el mandado" a Helga por demasiados años, esperando que se
animara y confesara. Orando porque él, algún día la notara pero eso jamás parecía
pasar y por fin conocía a alguien a quien quería amar.
—Si, lo creo. ¿Por qué quieren crucificarlo, si él solo pretendía invitarla? —insistió.
Arnold se ofendió, la molestia fue notoria en su rostro pero ninguno se la explicó
salvo por Phoebe y Gerald.
—Helga le dijo que no. —comentó aireado, pasando de todos y del espectáculo que
aparentemente estaba montando. —Reiteradas veces en diferentes situaciones,
comentó no estar interesada.
—¡Y por eso la besó! —la chicharra que anunciaba el inicio de clases sonó en algún
lado. Los chicos miraron de uno a otro, pensando que jamás los habían visto pelear.
170
Siempre eran los "términos medios" pasivos, afables y calmos. Eran la "nada"
encarnada, como las parejas casadas que ya no se aman, pero que están tan
acostumbradas el uno al otro que no se apartan.
Rhonda y Harold tenían que exponer en su primera clase, Sheena ya estaba baja
de notas en la suya, Sid y Curly tenían examen así que de esta forma se fueron
replegando, pero antes de dispersarse, comentaron que se apegarían al "plan"
Volverían a estar juntos, como esas tardes en que bateaban una bola en el campo
Gerald.
—La besó porque es un cobarde que no conoce el respeto por los deseos o
sentimientos de nadie. Y por cierto, eso que llamas "invitación" yo lo nombraría
"pasarse de listo"
—Escucha Lila, Phoebe estaba en lo cierto, esa decisión no es tuya. Pero si tanto
te importan las "relaciones" de Helga, te diré que ya sé, que soy al que quiere.
—El hombre que ama, quien dijiste que por más que la ve, no le corresponde pero
adivina qué, desde que nos dejaron en la escuela este viernes por la tarde, le
correspondo…—Lila se llevó las manos a los labios, todo su cuerpo temblaba en
diminutos espasmos y ni siquiera estaba segura del momento en que había
comenzado a llorar, miró a los lados contemplando los pasillos a nada de quedarse
vacíos. Esa ya no era la primaria o secundaria, era su responsabilidad si entraban o
no a clases.
171
Aquí no había prefectos que les llamarían la atención o personal de limpieza que los
llevara a escobazos hasta su salón.
Arnold y ella tenían casi todas las clases juntos, producto del "enamoramiento" que
no era tal, y del "servicio social" que no se acercaba ni al estatus de "caridad" por
tanto no tenía caso dejar el tema inconcluso o tratar de escapar.
—¡Ella no quería que lo supieras! Si la ibas a amar debías hacerlo por propia cuenta.
¡Y no te atrevas a reclamarme, porque te dio todas las señales y tú jamás las notaste!
—¿A caso no eras tú, quien ocultaba esas señales?—inquirió colérico. Porque en
serio, no podía creer que Lila tuviera sentimientos o pensamientos tan feos.
Se equivocó.
—Es cierto que lo hiciste, pero "esto" de ocultar que Helga estaba enamorada de
mi, no me parece de amigos.
—¿Y por qué no le reclamas a Phoebe? ¡Ella es la novia de tu mejor amigo! son
más cercanos que nosotros dos.
—Éramos, Arnold. —comentó, apartando la mano del rubio que pretendía tomar la
suya. —Y lo creas o no, lo que hice fue por ustedes. Helga vivía dos vidas, por eso
siempre aclaré que "los sentimientos de una mujer eran demasiado complicados
para que tú los lograras entender"
Ella era dos personas en una misma y decidió que tú conocieras a la bravucona que
luchaba sola sus propias batallas, ni Phoebe, ni yo tuvimos el valor que arremeter
contra eso. No nos correspondía a nosotras, lo que sucediera entre ustedes, tenían
que decidirlo solos. Y si bien me alegra o conforta que por fin lo sepas. Me hiere
profundamente que te atrevas a pensar así de mi.
—Lila...
—No soy la villana de este cuento, Arnold. En todo lo caso, lo fueron ustedes, ella
te puso contra la pared y tú nunca hiciste el amago por llegarte a defender.
172
—Por favor, discúlpame…—comentó, un poco mas relajado, buscando los ojos de
la mujer. Los encontró apagados, reflexivos y melancólicos.
—¡Pero lo está! Mientras siguiera "obsesionada" contigo nunca iba a avanzar. Los
chicos como Eugene o Stinky, no lograrían apagar jamás la flama de su pasión, pero
Jake…
—¿Por qué los mencionas a ellos?—inquirió nuevamente furioso. Lila sonrió con
desazón, lo miró a los ojos. Atrás la mirada tierna, amable.
—¡Yo estoy bien! Larry me pidió que fuéramos novios. Hace semanas que salimos
a espaldas tuyas.
—Lo que oíste, no quería lastimarte así que no te dije nada. Pero este día planeaba
hacerlo. Nos besamos cuando llegamos, esperaba que estuvieras con los demás y
nos vieras hacerlo.
—Te diría lo mismo, pero honestamente. Lo que espero, es que nunca te encuentres
a un cobarde como Jake.
173
precisamente lo suyo y Lila estaba convencida de que, si le sonreía de cierta forma
al profesor de matemáticas, éste le daría el paso.
Seguía siendo la misma, perder lo que tenía con Arnold no le arrebataría nada,
después de todo, ellos nunca fueron nada…pero aún así.
El segundo periodo transcurrió sin mayor pena, ni gloria. Arnold cambió su lugar
habitual sentándose en la parte de hasta atrás, Lila se quedó en la banca de
siempre, algunos chicos se extrañaron pero de manera general, todos se sentaban
donde querían. Lo que no solía romperse, era "quien se sentaba con quien" y como
estaban acostumbrados a verlos juntos, asumieron que por fin "rompieron"
Las chicas le sonrieron a Arnold, los chicos a Lila, la pelirroja correspondió algunas
miradas, coloreando sus labios de rojo intenso, Arnold, sacó un libro (que no era de
biología) y enterró la cabeza en él, mientras el profesor en turno hablaba sin parar y
dibujaba esquemas de sabrá el infierno qué.
En esa clase estaba un distraído Eugene, que no solía meterse con nadie y por tanto
su presencia no alteraba a nadie.
Tercer periodo y el chat abierto por Gerald, comenzaba a ponerse intenso, como no
le agradó el "encuentro" entre Lila y Arnold no los agregó, Pataki no tenía nuevo
número y a su novia tampoco la incluyó. Sabía que lo mataría por hacerlo pero de
momento fingiría demencia y seguiría de cotilla.
"No seas idiota, no se rompe con alguien como Arnold por alguien como Helga" —
respondió Rhonda.
174
"Pues...es la primera vez en siete años que no se sientan juntos"
"Cállate tú, claro que son novios, toda la vida han estado juntos" —remarcó Rhonda.
"Si es verde, tiene plumas, canta como loro y se comporta como loro. ES UN LORO"
—acotó Lloyd.
"Que NO, él es mi hermano y les digo que NO está con Lila Sawyer"
"Si lo hiciera, sería incómodo. Ella besó a Larry esta mañana"—intervino Sheena.
"Solo digo que cada semana, lo cambia por otro. Él es tan denso que no se ha dado
cuenta o quizás si y por fin decidió que le molesta"
"¿Y si estabas tan enterado, por qué no nos habías contado?"—inquirió Harold.
"Nunca preguntaron y además, Gerald está en lo cierto. Ellos no son novios, solo
salen juntos, como creo recordar que prefieren algunos" —la pedrada le llegó a
Stinky, también a Eugene quienes tuvieron el impulso de disimular el pánico, pero
eso era un chat electrónico y nadie veía si entraban en pánico.
Intempestivo.
Sus encuentros regularmente sucedían así. Cuando no era ella la que chocaba con
él, Arnold lo hacía. Cada uno ensimismado en su propio mundo, universo, drama
interno.
175
Helga lo mandó al Demonio como solía hacer.
—¡Fíjate por donde vas pedazo de animal! ¿Qué no ves que estoy herida?—levantó
la mano vendada, además del rostro y cuando vio que era Arnold, sus mejillas se
colorearon.
No, claro que no. Ambos tenían clase de historia y se dirigían al salón de manera
apresurada porque él sabía perfectamente bien por qué estaba enfadado. (pero ni
idea, de lo que la haría rabiar a ella)
"Miradas indiscretas por todos lados" ofertas de mujeres en las que jamás había
reparado, ademas del cinismo de Lila y su manía de enrojecer sus labios y sonreírle
a toda clase de pesado.
La escena fue vista por varias personas que siguieron en lo suyo, a excepción de
sus amigos.
Pero no hubo disculpas ceremoniosas por parte de él, punta pies, ni amenazas con
el puño cerrado protagonizadas por la mujer. Hubo un momento que hablaba de dos
personas que se reconocen entre la multitud y están felices por encontrarse.
176
—¡SI! —gritaron varios. —Sheena, Eugene, Nadine, Phoebe y Patty se abrazaron.
Sid, le recibió algunos billetes a Curly (ellos lo sospecharon desde hacía años, pero
claro. Los machos alfa, pecho peludo y ego de atlante no andan por ahí hablando
de parejas o cosas sentimentales) Harold comentó algo como:
Ya habían salido del trance (de observarse como a lo más fascinante) y se hablaban
con normalidad.
Lo suyo era la humillación pública, lo sabía de sobra porque cuando de meter la pata
se trataba ella lo hacía hasta el fondo y si no era vomitar delante de sus "suegros"
terminaba nadando en queso fundido o desmayándose en el auditorio después de
que alguien más leyera su poema más exclusivo. Arnold persistió en su afán, le quitó
el bolso pasándolo por la parte alta de su rostro y le dijo que sí…
—Momia disecada…—se fueron por el largo del pasillo, ignorando las miradas
curiosas, los gritos histéricos de sus amigas. (entre las cuales obviamente no se
encontraba Lila) y las nuevas apuestas de los chicos.
—¡Cinco dólares a que duran una semana! —comentó Sid, señalando a Curly
177
—¡Pero no puedes irte! ¡GERALD, TE ORDENO QUE LA METAS EN EL CHAT!
Ninguno de ellos reparó en otra pareja que estaba en el mismo pasillo observando
la misma escena. Larry se acercó a Lila y borró de su rostro una traicionera lágrima.
CAPÍTULO 13
178
Lo peor, es que no podía decir que ya no lo amara porque era "ella" y aunque se
comportara de manera extraña seguía teniendo sus detalles como en la clase de
historia que lo mandó al cuerno porque la "distraía" demasiado.
"Pero yo creí…"
Él sonrió como idiota pensando que ya la distraía suficiente sentándose por delante
de ella, la idea le agradó. Con excepción de que cuando acabó la clase, Helga
recuperó su grabadora y se quedó charlando con el profesor e ignorándolo por
completo"
La llamó en un tono que esperó no sonara tan desesperado, Helga congeló sus
pasos y giró en redondo.
"¿Se trata de Jake…?"—preguntó con precaución y ella asintió. ¿Así que no quería
que los vieran juntos, porque le preocupaba lo que hiciera Jake? —grave error.
Quiso tomar sus manos pero ella huyó del contacto. No desistió en su afán y en
compensación, la acorraló contra la pared cubriéndola por completo con su cuerpo.
"Lo que puedes hacer, es dejar que lo maneje a mi modo…" —temor, angustia. Eso
fue lo que detectó en sus palabras y en serio le dolió.
"¿Al menos me dejas besarte?" —Helga le dijo que sí, con su mirada y la forma en
que separó los labios mucho antes de pronunciar.
180
"Pero yo quería verte practicar"—susurró en un ligero puchero que le encantó. ¿A
caso sabia que esta tortura, de distanciarse de él, hacia que la extrañara y deseara
hasta casi desfallecer? la miró resuelto, indeciso sobre si besarla en el cuello o los
labios.
"Sufre"
Claro que sufrió porque era hombre y bueno, no haría casting jamás para
canonizarse como santo. ¿Durmió desnuda, usando únicamente su playera? ¿Solo
eso, nada más que eso? Su perfume estaba impregnado en toda la prenda, eso lo
enloqueció y cuando preguntaron por lo enrojecido de su rostro y lo torpe de sus
movimientos él comentó algo así como que estaba enfermo y le dolían el estómago
y la cabeza.
"¡Maldición!"
"Es Alan, ¿Cómo no te acuerdas de Alan?" —comentó la rubia una vez partieron
camino a casa.
181
ponerse al día y él no estaba seguro de qué fue lo que les dijo, pero dos de tres lo
miraron con recelo.
No sabía que se llevara tan bien con otros chicos (que no fueran Gerald o él) aunque
ahora que lo pensaba, con ellos no se llevaba bien, eran a los que molestaba. De
modo que estos, ¿Eran sus amigos? por qué nunca los vio juntos. ¿Cuando se
reunían? No, mejor era preguntar, ¿A dónde iban cuando se reunían?
Helga no agregó más nada, a la espera de que él recordará quién era Alan, de lo
único que le sonaba ese nombre era del chico que Phoebe dijo que apoyaría
incondicionalmente, si se atrevía a destrozar el corazón de su amiga.
"¿Alan? ¡Dios, Phoebe está loca! Aunque debió mencionarlo ya que él y yo...nos
encontramos en Francia"
"¿¡Qué!?" —preguntó o mejor fuera dicho que gritó. Ella lo miró, entre melancólica
y divertida.
"Tranquilo, vaquero. Si recordaras quién es, sabrías que estudia fotografía y estuvo
ahí para hacer una sesión fotográfica de sitios arqueológicos"
182
Helga, no era la única que hizo "turismo" del brazo de alguien más y no sabía en
qué momento se lo tendría que contar.
"¿Jake...?"
"Sé que Gerald tiene a todos buscándolo entre las sombras. Eso me preocupa
porque son demasiados. ¡Todos podrían salir lastimados!"
Su novia, tenía espíritu guerrero. A los nativos de los "ojos verdes" les agradaría
Helga porque sabía leer a las personas, intuía el peligro y actuaba a consecuencia.
Miércoles, era el día en que practicaba Gerald así que todos se reunieron en las
canchas de baloncesto para hablar del "desaparecido"
"Los padres de Phoebe no la dejan volver tan tarde, así que Helga la acompañó a
su casa"—respondió escueto porque en serio. Esa explicación del "por qué" no
podían pasar esa tarde juntos le cayó como una patada en el hígado.
"¿Y ustedes son novios solo de palabra?"—inquirió Curly con cierto tono burlón y
molesto.
"Pues, nunca los vemos juntos y ya estamos a media semana"—agregó Harold. ¿En
serio, hasta él se burlaba en su cara?
183
"Jmp! uno creería que era más amante del espectáculo"—prosiguió Nadine,
animada por Rhonda.
"¿Jake?"—chilló Sid y hasta ahora notaba que entre la multitud también estaban
Stinky, Sheena, Eugene y Patty.
"¡Es PATÉTICO" —gritó Rhonda e hizo que alguien de la cancha se le fuera el balón.
"¿Él está intimidando a nuestra bully? ¿De verdad, lo está haciendo? Sé que es una
chica, con corazón, sentimientos y no sé lo que haría yo, si me besara el monstruo
más horroroso del pantano. ¡¿Pero ESCONDERSE?! — volvió a gritar y el balón se
le fue de las manos al que lanzó y no encestó. Gerald los vio desde su posición y
les hizo una serie de señas obscenas con los dedos. Sid, Stinky y Patty la
respondieron.
Rhonda prosiguió.
"Creí haberles dicho que una tontería más de ese gusano y haré que lo expulsen"
"¿De verdad?" —inquirió él, porque era la primera vez que escuchaba algo como
eso.
"¡No es cierto…!"—dijeron todos y Rhonda les habló de un archivo oculto que debía
ser el mismo al que Gerald accedió.
Harold silbó por lo alto, Patty se preocupó porque de todos, su novio era el único
que lo amenazó. Era bueno en combate cuerpo a cuerpo pero seguía siendo
demasiado noble y despistado. Un movimiento en falso y Jake lograría derribarlo.
Los otros, en general comprendieron por qué Helga, quería esconder a Arnold.
"¿Por qué no tratas de convencerla?" —sugirió Sheena. "Dile que todos estamos
con ustedes, que no dejaremos que Jake Cabot se les acerque"
184
"¿Aún después de saber lo peligroso que es, quieren ayudarnos?"—preguntó
impresionado.
"Pues, claro" —respondió Eugene. "¿Con quienes crees que estás hablando?"
El silbato sonó anunciando el final de la práctica. Entre todos se levantaron para irse
a sus casas, él esperó a Gerald y preguntó por los avances de Jamie'O.
"No tiene nada" —comentó su amigo, luego de haber chocado los puños como en
los viejos tiempos.
"Si, pero Cabot es demasiado listo o afortunado. El bat y la bola de béisbol están
llenos de huellas dactilares, imposible aislar alguna. En cuanto a los mensajes de
texto, son claras las amenazas pero todas son dirigidas de manera anónima y al ser
números desechables podría ser cualquiera. Inclusive podrían alegar que vienen de
varias personas, Jamie está furioso porque mi negativa a denunciar, tampoco ha
ayudado a la construcción de su caso"
"Si y no, ella tiene el número de emergencias que le dejo mi hermano. Tendría que
denunciarlo en el acto"
"Ya sé" —rezongo con las manos en son de paz. "No lo digo en serio, solo es un
hecho que tendría que atacar de nuevo"
Jueves, fue un espejo del lunes. El profesor Burnside estaba realmente animado con
la grabadora de audio, sus compañeros de grupo pensaron que quizás se estaba
volviendo loco o era tan excéntrico que pretendía grabar sus clases para adularse a
sí mismo.
Como fuera, los minutos de clase acabaron al mismo tiempo que la cinta y todos se
levantaron para salir en estampida a los pasillos, casilleros y de ahí a su siguiente
materia. Él volvió a esperarla, el historiador se tomó la libertad de decir que hacían
una bonita pareja, aunque lucían algo deprimidos.
185
"Parece que tienen miedo a quererse en serio, ¿Quien va a regañarlos, sus padres?"
Los mandó de paseo y ellos obedecieron, en esta ocasión ella no se escapó. Le dijo
que entregaría su puesto y renunciaría al béisbol.
El médico hizo otra radiografía, todo estaba en orden, así que el problema, podría
estar en su cabeza.
"¿Estrés?"—sugirió.
"No es cierto"
"Claro que si, Rhonda y los demás quieren que los dejes participar. Yo, quiero que
me dejes ser tu novio de manera formal"
Helga le dijo que estaba segura, pero no logró reprimir el rastro de unas lágrimas
que le limpió con soltura.
186
fotos para que Phoebe o Rhonda convirtieran sus vidas en un auténtico infierno)
pero como no era así, cruzó los brazos a la altura del pecho y esperó a que se le
uniera su chica.
"¿Necesita, algo?" —preguntó él, porque Helga tenía pinta de estar a punto de
tirarse a llorar y quería llevarla a algún lugar donde se pudiera desahogar.
"Tú, has pasado mas horas que yo entrenándolas, juzgándolas. Debes tener en
mente a alguien digno de ser tu reemplazo" —las sonrientes víboras de antes se
pusieron nerviosas, las que lloraban, se abrazaron y gritaron que a su "Capitán"
ninguna podría reemplazarla. Helga también sonrió, como la Guerrera que era, las
recorrió con sus ojos letales de una a una.
"¡Blake, limpia tu sucia cara y ve con el entrenador!" —las víboras sisearon, Helga
las ignoró, el entrenador también estaba dudoso pero Pataki se mostró firme en su
decisión.
Se fueron por donde habían entrado, Helga ya no tenía clases por el resto de ese
día, él tenía idioma extranjero pero no le importó…
¿Para qué hablar de tragedia, drama y romance? ¿Que no eran todos la misma
cosa? pero cuando lo expresó, Helga abrevió por la clase y lo golpeó con un
diccionario. Desde entonces, él se limitaba a ocupar su lugar en el salón, no hacer
preguntas. Y la maestra lo intimidaba, atravesándolo con sus ojos furiosos y soltando
comentarios hirientes como que no iba a pasar, "solo por estar respirando"
187
—Recuerden, el examen será la próxima clase. —todos bufaron en contestación y
comenzaron a guardar sus cosas para salir del salón. Él suspiró, resignado a tener
otro hermoso seis porque gracias al infierno, no todo era poesía y teatro. El ensayo
científico lo entendía, también esas cosas de comprensión de lectura.
En fin, Helga una vez más se quedó hasta el final para recibir la grabadora que la
astuta maestra metió en el interior de su saco para no llamar la atención.
—¿Te has pasado tanto tiempo sin hacer nada que ya te pegaste al asiento,
Shortman?—preguntó la maestra dirigiéndose a él.
—Entonces, ve a robar oxígeno a otro sitio, seguro que esa noviecita tuya de
cabellos rojos tendrá algo más interesante que hacer con tu cuerpo.
—Yo te preguntaría lo mismo, pero es evidente que sientes algo muy intenso por
él…—espió por la ventana y pudo ver como la docente se daba la vuelta para
comenzar a apilar sus documentos. Helga se quedó muda con el rostro incendiado
y ha decir verdad, le encantó.
Salieron a paso lento, ultima clase del último día de la semana y como aún no había
rastros de Jake, sugirió que fueran a algún sitio y se relajaran.
—¡Juliette Drouet! ¡Se atrevió a compararme con Juliette Drouet! —gritó la rubia
ahora que estaban en uno de los jardines de la escuela.
Él hubiera preferido ir a la cafetería pero ese día tenían varias cosas con fresa en el
menú de postres y ella no comía, ni tocaba absolutamente nada que pudiera estar
contaminado con la fruta.
Volviendo a lo suyo, se dejó caer sobre el pasto, disfrutando con la vista de los
árboles distantes, las pinturas frescas, esculturas y las pequeñas flores que se
resumían a unos cuantos dientes de león, lirios y trinitarias. Su novia se acomodó
junto a él, ignorando la pregunta inicial porque seguía rezongando y él no tenía ni
idea de quiénes eran Juliette y Victor. ¿Conquistadores? ¿Inquisidores?
Se lo preguntó.
Él carraspeó para volver a llamar su atención, ella reaccionó como era su tradición.
Sí, estaban convencidos y "divertidos" de que fueran novios pero hasta ahora no los
habían visto en ninguna clase de ambiente íntimo y ellos querían "disfrutar" por no
decir que "atestiguar" el estado romántico de Arnold y Helga.
189
—¿Estás totalmente seguro de que debo leerla?—preguntó mirando el sobre
blanco. Papel normal, tinta negra, la maldita letra de Arnold escribiendo las iniciales
de su nombre y por debajo un sello con cera de abeja, finamente abierto.
Metros por detrás, los chicos se empujaban unos a otros. No todos tenían la agudeza
visual requerida para la encomienda por lo que las chicas eran las que narraban la
situación.
—Claro que no, él le dio una carta. Ella aplastó su jugo. —Aclaró Nadine.
—Tal vez sea la renovación de su contrato. Los términos bajo los cuales aceptará
"fingir" que es su novio.—comentó Curly (aún dolido por perder veinte dólares ante
Sid)
—¡Helga!
—¡Está!
190
—¡Llorando! —gritaron a un mismo tiempo Patty, Nadine, Sheena y Rhonda.
Stinky, vociferó algo como un juramento, cerró ambos puños y estaba a nada de
correr hacia ellos y separarlos, porque ésta era la segunda vez en su vida que la
veía llorar y puede que a Jake no lograra ponerlo en su lugar, pero a Shortman le
arrancaría el alma entera. Su acto heroico se acabó tan pronto como inició, porque
una vez concluyó su lectura, la rubia dirigió su mano herida al rostro del otro.
Una bofetada que le dolió a mas de uno. Arnold, no se preocupó por su rostro, (por
el contrario, atrapó con su mano aquella que le había golpeado) no se disculpó por
lo escrito, sino que se aproximó de más a ella, quien ya decía unas palabras que
ninguno de los mirones lograba escuchar.
—La que los lee, es Helga. —comentó Phoebe, con sus propias lágrimas surcándole
el rostro. ¿Entonces terminaban? ¿Después de todos estos años, del fin de semana
más apasionado que ninguno de los dos hubiera experimentado? ¿De mudarse a
su casa…? Arnold Shortman decidía que simple y sencillamente…—se abrazó a
Gerald, hundiendo el rostro contra su pecho, el moreno la abrazó, cerrando los ojos
por igual. —¿En serio era capaz de hacerlo? ¿Su viejo tenía tan erradas sus
prioridades? No quería creerlo y después de un nuevo grito, supo que no había por
qué creerlo.
—¡OH…!
—!POR…!
—!DIOS!
—¡SE ESTÁN BESANDO! —gritaron todos, tan fuerte y descarado que era
imposible que no los hubieran escuchado, aún así Arnold no se detuvo en la acción
de reclamar sus labios.
191
.
Arnold limpió sus lagrimas, aquello debió ser el aliciente o la indicación que
necesitaban sus amigos para saber que todo estaba bien.
—Está bien...
Eugene, no contuvo por mas tiempo las ganas de correr y acercarse a ellos. Es
decir, ya sabían que los estaban viendo y él necesitaba respuestas porque salió con
ella y al igual que Stinky conocía el lado sensible y romántico de Helga y le
emocionaba y le enloquecía (también le hacía rabiar de celos) pero por debajo de
todo eso, se sentía feliz por sus amigos.
—¡Lo sé, interrumpo! Lo siento, de verdad, lo siento. Pero me tienes que dar
detalles, cariño. —la ultima palabra le salió natural y bastante "femenina" Helga,
escudriñó los alrededores.
192
Harold se ocupaba de separar a esos dos, lo que dejaba a la pobre de Sheena junto
a Phoebe y Gerald, indecisos sobre si debían acercarse o no.
Agradeció que nadie más notara el "lado femenino" de Eugene, si bien ya no era un
secreto que gustaba por igual de ambos sexos. No escatimaban en gastarle bromas
cada que podían y eso la enfurecía.
Se sacudió el pasto de las ropas porque Arnold, en serio tenía problemas al tratarse
de ella y la había tendido de espaldas a la vez que borraba todo registro del brillo
con sabor a cereza (que usaba por él) de sus labios.
Hacían buena pareja, ahora que los veía juntos pero al momento de imaginarlos o
recordarlos, no conseguía involucrarlos en un ambiente tan cercano.
No podía vincular los versos que la hicieron fantasear, ilusionarse, sonreír y soñar
con Arnold Shortman, aunque había algunos que describían el dorado de unos
cabellos en referencia a la luz del sol, ojos jade como piedras malditas, azul del cielo,
—¡Oh, cruel tormento!—
Los habían visto pelear y discutir hasta el cansancio decenas de veces, era cierto
que la única que lo llevaba al límite era Helga, porque Arnold tenía una paciencia
inmensa con todos, excepto ella. También era verdad que cuando Helga se pasaba
de lista y requería un escarmiento, era con él con quien se rendía.
193
Su relación (de la tierna infancia) a ojos suyos jamás cambiaría de "víctima y
verdugo" pero en esta etapa de sus vidas, aceptaban que se querían.
Un viento fresco removió los cabellos de algunos, dejaron sus mochilas en el pasto
y comenzaron a unirse a ellos.
Ese lugar estaba en la parte media de la escuela. No en la mas remota que muchos
usaban para perderle el respeto a sus parejas, fumar hierbas, consumir bebidas
alcohólicas, hacer pintas y hasta rituales satanistas, tampoco a la entrada donde
podrían encontrar parte del personal administrativo.
Era zona "cultural" pegada a las obras de los futuros artistas, relativamente privada
y por tanto la rubia se atrevió a fantasear.
Esos, eran sus amigos de toda la vida. En los que confiaba y a los que quería aunque
las más de las veces, maldecía. Se puso de pie, ante la interrogante mirada de su
novio y es que ya estaban todos y Rhonda Wellington Lloyd tenía pinta de quererla
y poderla asesinar si no obtenía en este segundo lo único que había ido a buscar.
desestabiliza el cuerpo
y me altera el pensamiento.
Provoca mi sonrisa,
todo el corazón.
194
De esperar tu mirada
y labia distante,
como no se ama.
con dedicación.
195
Cuando terminó, más de uno aplaudió, los enamorados se besaban, ella abrió los
ojos para el objeto de su adoración y este correspondió el gesto dispuesto a
levantarse y comérsela a besos, pero entonces otra cosa fue la que sucedió.
¿Ese golpe era para ella? ¿Una vez más era para ella, pero el que resultó herido
fue el más tierno, dulce y frágil de sus amigos?
Eugene era débil, ya no tan bajo de estatura pero igualmente delgado y en absoluto
atlético. No practicaba deportes porque su constitución delicada aunada a la mala
suerte siempre lo dejaban en la banca o la enfermería.
Ellos no solían molestarlo más allá de las palabras porque si le soltaban un golpe,
por mínimo que este fuera, el moretón le quedaba por días.
"Eugene es de papel"
—Es una bola de béisbol. —pronunció colérica. La tomó con la mano herida, Arnold
que estaba por detrás, sintiendo sus emociones, prediciendo sus acciones, la vio
levantarse y dejar en el pasto el relicario de oro que después de todo, sí había estado
llevando.
196
—Helga…—tomó la pieza de joyería y se dirigió a ella, pero no lo estaba
escuchando. Tenía lágrimas en los ojos, al igual que algunos por la impotencia y
preocupación. (el sonido fue tan intenso y el mundo estaba tan loco, que en una
primera idea, todos creyeron que se trató de un balazo) Phoebe, se había retirado
junto con Harold, Patty, Nadine y Sheena, la enfermería no estaba tan lejos, rogaban
porque no tuvieran impedimentos en socorrerlo.
Un profesor se acercó finalmente a la rubia, temblaba como una hoja, más era de
ira, no miedo.
Harker se enfadó aún más, gritó que si tanto creía saber de la situación, lo
acompañara a la dirección. Helga resopló pero accedió.
—Déjeme tomar mis cosas… (miró a Gerald, el moreno supo lo que pretendía)
¿Jake se quedaría en la escuela? Por supuesto que sí, el problema era que ninguno
lo vio entrar, porque no estaba asistiendo a sus clases, estaba merodeando en los
pasillos, quizás los observó desde el principio.
—¡Todos ustedes también! —bramó el profesor. —Si algo le pasa a ese muchacho,
serán responsables por mover su cuerpo y no esperar al personal médico.
197
Ahí estaría segura.
CAPÍTULO 14
—o.O.O.o—
Los chicos habían pasado cerca de "hora y media" en la dirección, dando su versión
de los hechos de manera individual y también por grupo, algunos se sintieron
intimidados por sus bajas calificaciones, otros atacados de manera indirecta por su
historial de mala conducta, pero en general quien se llevo la peor parte fue Rhonda
Wellington Lloyd.
—Lo haré yo, por supuesto. —contestó determinada. Su padre era un prestigiado
abogado, cualquier situación "legal" que se derivara de esto podría manejarla a la
perfección.
—¿Y qué es lo que hacían en ese lugar? —inquirió el director Owen, ahora que
terminaba de hablar con ella y requería de humillarla públicamente como efectuó
198
con los anteriores. —Entiendo que las clases de algunos ya habían terminado, otros
tienen asignaturas especiales o clases optativas. —los chicos se miraron entre sí,
de manera "discreta" pero evidente. Sid y Stinky, eran libres por el resto del día,
Curly tenía calculo avanzado junto con Phoebe, Gerald usaba esas horas "extra"
para entrenar a solas en las canchas de baloncesto, Arnold de manera habitual,
estaría asistiendo a Lila en la biblioteca (la pelirroja gustaba de auxiliar a la
bibliotecaria, organizando volúmenes para que estuvieran listos el lunes por la
mañana) y en cuanto a Helga, bueno ella estaría en otra parte de la escuela,
acompañando a otra persona.
"¿Estás aquí por Arnold?"—inquirió expectante. Ella no le dijo que sí, pero se tomó
la libertad de acariciar su cuello, encontrar la cadena de oro y tirar de ella hasta
extraer el relicario en forma de corazón.
"¿Quieres abrirlo?"—sugirió con un leve toque de coquetería, por los años pasados,
por todas las veces en que la siguió, observó y también se le declaró. Brainy tomó
la diminuta pieza en el interior de su mano diestra, a sus espaldas Lorenzo y Alan
prestaban suma atención, la abrió ejerciendo presión con sus dedos y después
gruñó al observar la fotografía en el interior.
"¿No era más sencillo decir que otra vez lo persigues?" —se quejó el joven cerrando
la pieza y devolviéndola a su dueña.
199
"No es cierto"—comentó Lorenzo, con una sonrisa de lo más tremenda.
"Algo así…"—se volvió a guardar el relicario y después soltó un suspiro que debió
metérseles hasta el alma. —¿Confiar?— Ciertamente, no era un asunto de
confianza, era de comprometer la seguridad de otros.
"Y ponernos al día"—agregó Brainy. —ella les dijo que sí, aunque no debió lucir muy
convencida.
Durante todo este tiempo Rhonda fijó su mirada en ella, se veía terrible. Pálida cual
fantasma y llámenla loca pero ella estaba entre un setenta y ochenta por ciento
segura de que había perdido peso en la ultima semana. ¿A caso tenía anemia?
¿Padecía demasiado estrés? —¿Y a quién se lo preguntaba?— ¡No podía ser la
única que hubiera notado que de un tiempo hacia acá apenas si se pasaba por la
200
cafetería! La evaluó sin pudor, llamando la atención del Director que seguía
esperando respuestas, además de ejercer una ultima intervención.
—No sé si lo sepa, Señor Director pero todos nosotros egresamos de las mismas
escuelas de educación primaria y secundaria.
201
—Ustedes, ya me dieron su versión de los hechos y estoy casi seguro de que
querrán ir a la enfermería a "despedirse" de su otro amigo.
—Ah, con que si puede hablar. —Helga bufó, por no decir que gruñó, Owen sonrió
de manera peculiar y prosiguió.
—Vayan con él…—sugirió Helga mirando a Arnold. Él no sabía qué veía en ella. Si
todo el amor, la bondad o el profundo dolor y arrepentimiento. ¿Lo culpaba por
sugerir que se relajaran? ¿Oh, se culpaba por relajarse? —¿De verdad, se hacía
preguntas así de estúpidas?— ¡Claro que se culpaba! A ojos suyos, ella era
responsable por todo lo malo en el mundo.
Hubiera querido abrazarla, besarla y colocarle el relicario de oro para que supiera
que seguía con ella pero cuando lo intentó, Helga le dijo que se lo devolviera mas
tarde.
"…Cuídalo tú, con todo lo que está sucediendo, seguro lo perderé otra vez…"
Susurró un "te amo" con los labios, al momento de ponerle su chaqueta sobre los
hombros, no era la camiseta de soccer pero tenía que significar algo, ella agradeció
el gesto, se despidió sonriendo.
La sonrisa más triste del mundo y luego salieron de la oficina del Director.
—¿Y cómo esperas que luzca?—inquirió en respuesta. Si el alma casi se le sale del
pecho en el momento mismo que Sheena gritó como loca y lo vio ahí tendido.
—¿Por qué?—gritó Shortman. Ahora que estaban en una de las jardineras frente a
la dirección.
—Porque hice algo de CSI ahí dentro y necesito a mi chica para pensar en algo
concreto.
—Si la soporto…en dosis pequeñas —aclaró. —Y esto que te voy a decir viene de
mi corta experiencia mediando entre "ellas"
—¿Perdón…?—lo miró como si estuviera loco y es que de hecho, desde hacía dos
minutos parecía un loco.
—Piénsalo, viejo.—insistió. —Helga está sola, desde hacía mucho que está
completamente sola. Ahora te tiene a ti, pero en el "ínter" nos tuvo a "nosotros"
somos su familia y como su novio, tienes que hacerle saber que velaste por su
"hermanito" —Arnold resopló, sin convencerse con la idea. No porque no la creyera
sino porque le enfurecía que la conociera tan bien, Gerald.
—De acuerdo, ignoraré todo lo que dijiste porque no voy a irme, así que se breve
¿Qué fue lo que viste en la oficina del Director?
203
—¡AHH! ¡Eres insufrible, Shortman! —gritó, llamando la atención del resto. —¿Le
mencionaste algo de Jake, cuando te interrogó?
—No, solo comenté lo mismo que dijo Helga sobre la fuerza y velocidad de la bola.
—No sugiero, por eso quería que nos reuniéramos con el resto.
—Tendrás que conformarte con nosotros, porque quiero saberlo ahora. —ordenó
Rhonda, cruzando los brazos a la altura del pecho. Sin levantar sospechas o eso
esperaban que pareciera. Gerald bufó, se liberó del agarre de Arnold y comentó.
"Sé, que pasan cosas. Esta es una escuela demasiado grande. Y el fin de semana
"romántico" suele generar este tipo de reacciones.
Hace dos años, una jovencita de sexto semestre se subió al edificio mas alto y
amenazó con tirarse, si el chico que le gustaba no dejaba a su novia.
El año anterior a ese, otro idiota de cuarto semestre atacó a un pobre diablo con
unas tijeras de diecinueve centímetros de largo por "acercarse" de más a la que "él"
decía que era "su" novia. Solo le hizo heridas superficiales, no hubo dedos
cercenados, pechos perforados o nada de lo que pueda estar imaginando. Lo que
intento que entienda, es que estos "incidentes" se convierten en leyendas urbanas
y apostaría a que ni siquiera los había escuchado porque como comenté de manera
204
inicial, la escuela es demasiado grande y en general. Todos los involucrados se
arreglan entre sí"
"¿Me está diciendo que si quiero venir a golpear a alguien, puedo hacerlo siempre
y cuando no lo mate?"
"Le estoy diciendo que son cosas que pasan. El viernes fue usted, hoy ese pobre
chico llamado Eugene, mañana quien sabe y así sucesivamente hasta que el
agresor obtenga lo que quiere"
"Sé que a los sujetos como Jake, nada los detiene y soy responsable de algo más
grande que ustedes…siete"
—¡Es el Director de la escuela, Shortman! —le recordó Gerald. —¿¡Qué querías que
hiciera, armar un escena y conseguir que me expulsen de la escuela!? ¡QUIERO IR
A LA UNIVERSIDAD! por si ya no te acuerdas. Nuestra mejor apuesta es esperar a
que llegue mi hermano.
—¿¡Y qué hará él, si seguimos sin pruebas!? Aunque lo "denuncies" te tratarán de
loco.
"Hey, no me lo grites a mi, yo solo quería notificar" —se quejó la rubia y Gerald se
disculpó.
"Fatal"
205
"Dile a mi chica que la extraño"
"¿A cual de todas?"—respondió con un poco de sorna que ninguno de los dos
compartió.
—Si, los únicos "interceptados" fueron Harold y Phoebs, la misma mierda de querer
saber "por qué hicieron lo que hicieron"
—Tal vez debimos dejar que estirara la pata en el césped. —comentó Curly con los
brazos cruzados a la altura del pecho. No lo decía en serio, solo que le enfadaba
todo esto.
—¿Perdón…?—preguntó el rubio.
—Sé que "dices" estar "enamorado" y "cegado" por ese amor, pero toda esta
semana, ella ha ido de mal en peor… —Arnold se molestó porque claro que lo había
notado, hasta Gerald se lo había remarcado.
El día que se fueron juntos, luego del partido de baloncesto, encontró oportunidad
para mencionarlo.
"Como les dije, mientras practicabas. Se trata de Jake, está obsesionada, estresada
y preocupada. Ya no por sí misma, sino por todos. Intento hacer que lo olvide, que
se distraiga o relaje, pero Helga es…"
"Inquebrantable"
"Error, esa es la imagen que quiere que vean, pero en realidad…"—no pudo decirle
a su mejor amigo que por dentro era sensible, trágica y frágil. Que se estaba
derrumbando delante de él, aún si en los escasos momentos de intimidad, lograba
irradiar de luz y fuerza su identidad.
206
—¿¡En serio crees que no lo sé!?—reclamó a Stinky cerrando los puños por delante
de su cuerpo, gesto recién aprendido o mejor fuera dicho, copiado de su mujer.
—¿¡Qué!?
—¡Lee entre líneas! lo dijo en su poema "ella tiene miedo de ti" ¡Tú la estás
lastimando!
—o.O.O.o—
De vuelta a la Dirección. Helga escuchaba lo mismo que Gerald, sólo que enfocado
de distinta manera.
Con aprehensión, Helga se tragó las lágrimas que no derramó, luego buscó en su
mochila, tomó el teléfono desechable cuyo único número en la memoria seguía
siendo el de su amor, escribió un mensaje corto, desapasionado pero iba al grano.
—Se lo pondría por escrito, pero eso está por encima de mi capacidad.
207
—Phoebe Heyerdahl…—respondió soltando sus cabellos. El dolor en general la
estaba matando, aunque ya no sabía si era real o inventado. Si estaba en su cuerpo
a leguas claras famélico o en su mente rota y fragmentada. Pensó en las pastillas
que le recetó el buen doctor, recordó a su madre.
Una de las escenas más caóticas que en su corta existencia observó, había sido a
su mami dormida sobre la mesa y rodeada de un montón de pastillas. En aquel
instante pensó.
Al fin, terminó.
Bob, lo logró, Miriam se mató, pero su madre no murió.
¿Ella moriría? ¿Se parecía más a su madre o a su padre? No lo sabía pero supuso
que en breve lo averiguaría.
—o.O.O.o—
Mientras tanto, Alan Redmond deambulaba por los rincones y lugares poco
recorridos de la Preparatoria, tomando fotografías a diestra y siniestra pues como
todo estudiante "había hecho" sus deberes y por tanto ya tenía las imágenes que
les pidieron para la clase de fotografía. Sus objetivos habituales eran objetos
inanimados, encuadres de texturas, líneas, curvas, le gustaba lo abstracto aunque
de tanto en tanto encontraba alguna musa y no dudaba en capturarla bajo
esperanza de descubrir su alma y engatusarla.
Pensó en Helga, ya que todos los viernes (desde que regresó) era una especie de
"tradición" que aquella lo acompañara en su "vacilación" no solían charlar
demasiado. A ella no le gustaba la cháchara pero al menos le permitía fotografiarla.
Le gustaba, con el Diablo y Dios de testigos que esa chica, triste y melancólica de
verdad le gustaba pero no podía enamorarla.
Créanle, lo intentó.
Sobre la primera vez que la vio, no fue en Hillwood sino en Paris, él estaba vagando
por los rincones, estudiando la arquitectura, buscando algún encuadre interesante
cuando de pronto, esa rubia preciosa se le apareció. Recargada contra la pared de
un puente miraba a la nada. Hacia arriba o abajo, como si no pudiera decidir si
acabaría su vida saltando o se iría a otro lugar volando.
208
.
"¿Es que ya lo has intentado?"—inquirió enarcando una ceja, dando a entender que
a él, lo tendría más que conquistado.
"No lo harás"
Pero lo hizo.
Volvió a pasar por ese puente todas las tardes y también en las noches. Ella salía
cada cuatro días junto con la puesta de sol, los cabellos ondulados, peinados en una
media coleta y un flequillo que le cubría buena parte del rostro.
209
Melancólica.
Siempre triste, reservada y discreta.
En su tercer encuentro la fotografió con descaro, sin pedir permiso aunque bien
sabía que se lo había dado. Cuando la noche se hizo espesa ofreció llevarla a "casa"
¿Se hospedaba en algún hotel?
"¿Pero, tú no?"
"No…"—le pareció que sufría así que en lugar de insistir le ofreció un boleto para
visitar el museo.
"¿Bruno Amadio?"—inquirió sin sorprenderse así que aparte de hermosa, era culta.
"Para mi no" —Su musa levantó una ceja. Así que eso tampoco la impresionó. ¿Lo
investigó en internet? Él como tal, aún no era famoso pero su padre sí.
"Te acompaño, solo si no es una cita"—lo miró a los ojos, decidida e inquisitiva, él
se contagió del gesto, era galante pero tenía su carácter.
"Es un encuentro entre dos personas que se atraen, por definición. Una cita"
"¿Quién dijo que me atraes?"—inquirió tramposa, cruzando los brazos a la altura del
pecho, él se confió.
"A lo que perdí…"—confesó, señalando el puente, las aguas cristalinas del río Eure.
"¿Tu nombre?"—preguntó porque en casi un mes, seguía sin saber quien es.
"Mi identidad…"
Esa no la descubrió hasta mucho después de citas que no eran citas porque lo que
le gustaba era verla a ella. Atrapada en su propia piel, su pasado o tragedia, tenía
210
decenas de preguntas por hacer pero aún si las hiciera, sabía que no iba a
responder.
"¿Dama o caballero?"
"¿Perdón…?"
Quiso leer sus letras, contemplar sus manos sin sentirse un extraño, dejarse
describir por ella, saber si es que a caso, él ocupaba alguna de sus escenas pero
jamás lo dejó efectuarlo.
"Balón…"—respondió.
"¿Qué?"
"¿El piensa en ti?"—picó en la herida, después de todo sabía que la batalla la tenía
más que perdida.
"¿Quieres que te ame, si o no?"—preguntó molesto, por no decir que ofendido y algo
furioso porque ahí estaba él. Chico soltero, apuesto, culto y millonario perdiendo su
tiempo con "Melancolía" pues a falta de un nombre real, así fue como la llamó.
211
"¡Si!"—gritó. Siendo reprendida por los franceses, pues ese café, sería precioso por
fuera, pero demasiado estrecho por dentro. Cuando se disculpó y enrojeció, vio
desvanecida toda la tristeza anterior. Advirtió en su rostro una sonrisa discreta,
tímida pero sincera.
"¿Y siendo así, qué haces aquí?"—se limpió el rastro de café de los labios, ella tenía
un poco de chocolate caliente también, no usaba su servilleta así que se tomó la
libertad de tocar por primera vez su boca. A través del lienzo blanco, pero ahora sí
la sorprendió.
"Pero yo no te gusto y ese es un hecho que aunque no puedo cambiar, tal vez
consiga remediar"
"A que muchas veces la fantasía es mejor que la realidad. ¿Qué si sales con él y no
es como lo esperabas? ¿Qué si no sabe ver, todo lo que yo puedo ver? ¿Si solo
ama el envoltorio y no el contenido?"
212
Estaban en la entrada de la Preparatoria, le pidió a su padre que lo inscribiera en la
misma escuela que ella pero por sus compromisos empresariales y actividades
extraordinarias a lo más que pudo aspirar fue al horario vespertino.
Extrañó las zapatillas, vestidos cortos, maquillaje en su rostro pero adoró su fuerza,
coraje y espíritu.
Lo invitó a verla jugar béisbol y además de eso le presentó a sus amigos, Lorenzo y
Brainy, el primero era igualmente rico (pugnaba una especie de condena de
humildad al ser enviado a estudiar a ese lugar) el segundo medio patán pero la
seguía a todos lados con lealtad.
No había más que ellos. Pensó que su "grupo" sería mas grande o estrecho pero
seguía siendo solitaria y melancólica. Quiso indagar sobre el idiota de Shortman
más lo omitió al ver lo rápido que vaciaba sus tragos. Lorenzo le daba cuerda,
bebiendo a la par de ella, chocando copas al brindis del "viejo y no correspondido
amor" Brainy le cuidaba la espalda, la protegía de cualquiera que quisiera tocarla.
Si estaba tan alegre, ¿Por qué parecía que en lugar de gritar de algarabía lo que
quería era tirarse a llorar?
Ella no estaba con ellos, al igual que en Paris, no estaba con él.
Estaba con sus pensamientos, con sus recuerdos, el pasado, deseando saltar del
puente o volar junto a él…
—o.O.O.o—
213
—Phoebe Heyerdahl, ¿Conocen a Phoebe Heyerdahl? —inquirió mirándolos a
todos. Gerald asintió, comentó que era su novia pero no entendía qué hacía con las
cosas de su amiga.
—El Director dio orden de que se las diéramos a Phoebe Heyerdahl, pero es Viernes
y tenemos mucho trabajo. ¿Alguno de ustedes podría entregarle esta bolsa?—
Gerald asintió, recibiéndola entre sus manos.
—Yo se la doy pero no entiendo, la dueña de esta mochila, entró con ella.
—Claro que lo hizo, pero se sentía tan mal que la enviamos a la enfermería.
—Bueno, si no la vieron salir es porque lo hizo por la puerta de atrás. "Solo para
personal autorizado"
"Todos moriremos, pero algo me dice que ella lo hará más feo" —el comentario de
Sid, puso en alerta los instintos de protección de Phoebe.
"Un resumen rápido sería que el Director "está con Cabot" y perdimos a Helga"
214
"Voy a acabar con todo esto, por favor perdóname.
Te amo."
Le pidió a sus amigos que se dividieran, Cabot era peligroso así que debían ir en
parejas. Si lo encontraban y estaba con Helga, lo ultimo que debían hacer era
atacarlo de manera directa. Debían alejarlo de ella, activar las alarmas contra
incendios, gritar como locos que ese demente quería "asesinarla" o llamar de alguna
manera su atención.
"El mismo que acaba de mandar a Eugene al hospital, es peligroso. Si la ven y está
acompañada, no se acerquen a él"—Curly envió una fotografía de Jake sacada del
anuario escolar. Todos la recibieron, Lila dejó caer los libros que acomodaba en la
biblioteca, Phoebe y Harold intercambiaron una mirada tortuosa, se tomaron de las
manos y soltaron una súplica, además de un juramento, pues no tenían idea de lo
que estaba sucediendo.
"Ni los profesores o directores van a ayudarnos, por favor tengan cuidado"—les
recordó Arnold.
Curly se fue con Rhonda hacia la zona sur, Sid con Stinky al norte, Lorenzo se juntó
con Brainy, dirigiéndose a la zona "ruda" de la Preparatoria. Si pretendían "abusar"
de su amiga, necesitarían un lugar apartado, el chico de gafas y corte militar, sugirió
armarse con algo pero el otro le comentó que esperaba que no llegaran a tanto.
215
Arnold partió sin Gerald, si tenían una oportunidad de presentar "cargos" aquel debía
esperar y escoltar a su hermano.
¿Iba a terminar con todo esto? ¿Es decir que se entregaría? ¿Dejaría que
él…? ¡No...! mejor no pensar en eso.
Se lo envió veinte minutos atrás, cuando estaba peleando con Stinky porque el más
alto decía que él "no podía proteger a su mujer"
¿Y no podía?
¿Ella también lo creía, por eso en lugar de acercarlo se había desvivido por
apartarlo? ¿Por eso lucía tan preocupada, pálida y demacrada? Porque sabía que
la única opción era...
¡NO!
Comenzó a correr pensando en todos los "rituales" toda la "preparación" toda esa
"magia" que según la tierra que lo vio nacer lo convertía en "milagro" porque era eso
lo que necesitaba para evitarlo.
—o.O.O.o—
Si ahora estaban juntos, —pensó para sus adentros— fotografiando el cielo, las
copas de los árboles, cualquier cosa que le recordara a ella.
Pero después advirtió el miedo, una sombra, algo siniestro. Helga hizo énfasis al
agravio que padeció y por eso él no se abstuvo de preguntar si esa sombra de
216
oscuridad (porque ya no era melancolía lo que ensombrecía su rostro, sino algo
más) era a causa de eso o de Arnold.
No llegó diciendo "Hola, soy el novio de Helga" sino que saludó lo más cortés que
pudo y después se concentró en ella. Ambos se observaban, se sonreían, se
adoraban sin proferir una sola palabra.
Una pintora francesa creó un cuadro divino que describiría la escena a la perfección.
Se titulaba "Beso" y en el aparecía una pareja iluminando la noche eterna. Ella rubia,
ligeramente mas baja que él, los cabellos sueltos, enredando los brazos en el cuello
de aquel, quien era de cabellos negros, ojos azules y la observaba con devoción.
Sus labios no se tocaban, mas sin embargo se advertía en su intimidad, que eran el
uno del otro. Un mundo completo, un universo perfecto.
Encuadró algo más a lo lejos y fue ahí que la vio, caminando tan silenciosa,
misteriosa y distante que más que caminar parecía flotar. La capturó en foto y
también la siguió, era demasiado tarde, de hecho él debería estar en su primera
clase pero no le importó.
Estaba yendo en dirección de los campos deportivos. Era viernes, este día
entrenaban los de Fútbol Americano pero cerca de dos horas después, hasta ellos
debían haber terminando, fue sigiloso en su persecución, algo de esto no le gustó.
Helga mentía, levantaba sus mas oscuras pasiones y después se escondía pero lo
hacía en la luz. No en las sombras.
Un sujeto alto, vestido en su totalidad de negro y como no distinguía bien sus rasgos
lo fotografió, llevaba la parte media del rostro cubierta por una venda. Helga lo
contempló orgullosa, satisfecha.
Quien fuera, acarició un mechón de cabello suelto, su musa siseó, presionó los
puños, pero no le hizo frenar en su acción. Él no entendía. ¿Qué sucedía? ¿Dejó a
Shortman? ¿Engañaba a Arnold? ¡No, su musa, su inspiración, jamás podría actuar
con tal descaro!
El hombre sonrió por debajo de las vendas, acto seguido colocó una mano a la altura
de su cintura y la escoltó hacia el interior de la escuela.
¿Qué hacía? ¿Se entrometía? ¿Por qué lo engañaba con un completo extraño y no
con…él?
—o.O.O.o—
Arnold estaba a nada de ponerse a gritar y tirar de sus cabellos hasta quedarse
calvo cuando se encontró con otro más. Un chico mucho más alto y delgado que él,
cabellos castaño oscuro, ojos miel y una maldita cámara que debía costar más que
su casa.
—No lo sé, entraron por este pasillo, ¿Qué hay en este pasillo? —Arnold se tomó
dos segundos para reconocer dónde estaban, ahí había almacenes, era donde
guardaban el equipo deportivo.
218
Una sola puerta al final del recorrido y estaba cerrada. Forcejearon contra ella, no
escucharon nada, pero era su mejor apuesta.
—¡Podría lastimarla!
—Si, —él tenía una llave maestra porque le encantaban los lugares "clandestinos"
para sacar fotos. Según el abogado de su padre eso era "ilegal" pero según el
"ingeniero" que se la consiguió podía abrir lo que fuera. Esperó que fuera cierto, la
sacó de uno de los bolsillos de su pantalón y se la dio al rubio.
La llave giró con fuerza en la cerradura, Arnold sintió todos sus instintos ponerse
alerta, el interior estaba escasamente iluminado, era un espacio amplio, jodidamente
inmenso. Ellos podrían estar donde fuera, así que se separaron.
Dio varios pasos sin apenas hacer ruido, cuando los encontró.
Reconoció sus cabellos rubios por detrás de él, sus dedos delgados y pequeños,
aferrándose a las gruesas y enormes manos de él, luchando por liberarse, respirar.
Jake, le arrojó el cuerpo de Helga para escapar, lo que hizo Alan ya no lo supo, se
concentró en ella que aún luchaba por respirar, estaba roja, hinchada. ¿Qué le
pasaba? la recostó e intentó revisarla, ella lo miraba aterrada, los labios separados,
el aliento escapando a su cuerpo. Decía algo, él no entendía hasta que optó por
pegarse a sus labios.
"Fre-sa..."
¿Sabes que soy alérgica a las fresas? —recordó. —Bueno, si como una, literal…me
muero.
Jamie'O estaba con Harold, esposando a Jake, quien se retorcía como un loco y
vociferaba. Phoebe también gritó, cuando lo vio emerger junto a su amiga, llamaron
a personal médico que no tenía idea de dónde salió y le pidieron recostarla en una
camilla, él obedeció pero, para entonces.
219
Ella, ya no respiraba.
¡No está respirando!—gritó algún paramédico. Él sintió que se moría ahí mismo,
negó con el rostro y les informó de su alergia. Phoebe se tiró al piso llorando con
desesperación, Gerald tuvo que socorrerla. Los demás también estaban ahí, los
reconoció a todos incluyendo a Lila y algunos de sus ¿padres?
Funcionó después de varios intentos y él sintió la sangre volviendo a correr por sus
venas, luego los paramédicos informaron de un objeto que llevaba oculto en las
ropas.
—Jamie…
Él le mostró un juego de placas que mandó a hacer su abuelo, era similar a las que
se usaban en el ejército. El viejo zorro tenía las suyas por haber servido a las tropas
en la Segunda Guerra Mundial. Se las guardaba su esposa y es que en aquel
entonces se acostumbró que fueran dos. Una con el nombre y datos del soldado,
otra con los de su amor.
—No parece tener fracturas así que dudo que la retengan por mucho tiempo.
—¿Detenerlo...?
—No quiero abrumarte con esto, pero su agresor dejó huellas de sus dedos por todo
su cuello, iba a asfixiarla.
CAPITULO 15
Al tercer día, aunado a la brisa que arrancaba las hojas de los árboles, asustaba a
las aves y abría surcos irregulares sobre la tierra fresca, una lluvia de ceniza
comenzó a caer, se inició en la noche y no paró por los dos días siguientes.
Temerosos de que una erupción volcánica se llevara todo lo que tenían por amado
hablaron con el líder de su tribu para que se reuniera con los forasteros.
Sabían, que el que reconocían como "milagro" había conocido a su "destino" y que
como es natural, la calma del volcán ya no dependía de uno, sino de dos.
Anthea, (la nieta de su líder) estaba especialmente ofendida por ello. Su "destino"
tenía que estar ligado a ese lugar, las tierras que lo vieron nacer, las mismas que
según sus leyendas debía proteger pero le ordenaron no inmiscuirse, ni proponer.
Su abuelo se reunió con los padres del "Milagro" éstos dijeron que creían en su
unión pues conocían a la chica en cuestión. Era débil de corazón pero fuerte de
espíritu, confiaban en su decisión, en la fortaleza de su amor. No obstante, al cuarto
día la ceniza dejó de ser blanca y se tornó cobriza.
Quinto día y despertaron con un leve movimiento sísmico, salieron de sus tiendas,
observaron el cielo que permanecía negro, mas no por la ausencia del sol sino
221
porque la ceniza lo ocultaba todo. Hubo que tomar decisiones, alejar a los ancianos,
mujeres y niños para que no resultaran heridos.
A los forasteros se les pidió explicación. ¡Ellos dijeron que no debían temer a su
unión!
"No es su traición lo que despierta la rabia del volcán sino algo más" —anunció
Antha, la esposa del líder y mujer mas anciana, sabia y respetada de la tribu.
Stella se quedaría en San Lorenzo, Miles viajaría a casa. Después de todo, sus
padres, su historia, su vida, se encontraban ahí.
"Pero Arnold, es nuestro todo" —un ultimo beso, aunado a la presión de sus manos
como final despedida y se separaron.
La razón de que sus llamadas no fueran atendidas se debía a que Gertrude y Phil,
no se encontraban en casa. Varias horas antes del movimiento sísmico que los
despertó, el Doctor Evans bajó a la cocina de Sunset Arms para pedirles que por
favor encendieran el televisor.
Mientras anunciaban todo esto con la parsimonia con que se habla del bache en la
calle seis que hizo derrapar a los pobres diablos que regresaban de una noche
bastante alocada, los Shortman vieron a varios de los amigos de su nieto siendo
222
captados por alguna impertinente cámara. La chica Heyerdahl lloraba desconsolada
en los brazos de su madre, el mediano de los Johanssen estaba por detrás
acompañado de su padre, varios oficiales de policía hablaban con los chicos, Lloyd,
Berman y Peterson, otros como Sammy Redmond también andaban por ahí pero el
barrido de la cámara regresó al presentador y no vieron por ningún lado a su nieto.
La sangre se congeló en el interior de sus venas, la saliva se secó en sus bocas, los
instintos, la superstición por no hablar de los malos presagios se hicieron presentes.
Puki, intercambió una mirada con su esposo, se desprendió del mandil que llevaba
sobre el vestido, Phil apagó el televisor y rumió sobre ir a buscar la escopeta, el
Doctor Evans intentó llamar a la calma pero ambos tenían desde hace días un mal
presentimiento.
Nunca tuvo una familia que preparara desayunos o se preocupara por ella, unas
figuras "paternas" que se miraran con amor, en lugar de hacerlo con fastidio y recelo.
Tampoco había tenido una "relación" Sí, salía con chicos, admitía que le gustaba y
se divertía con los idiotas que invertían su dinero esperanzados a obtener algo más
de ella, pero no les daba nada…ni siquiera las gracias por ocupar aquel hueco que
existía desde hacía tanto en su corazón.
No insistieron, entendían que la suya era una situación complicada. Aún así, querían
que se relajara. Cada mañana le sugerían que esperara a Arnold pero se negaba.
Tenía cosas que hacer. Un pendiente, una querella que la ponía nerviosa, ausente
y notablemente decadente.
—Jake…
La respuesta no les satisfizo, pues ambos habían sobrevivido una guerra y conocido
la hostilidad, el estado de alerta, el temor, angustia y paranoia. ¿Es eso lo que
estaba experimentando? ¿Pero por qué? ¿Por qué, el Universo se aferraba en
castigarla de esa manera? No lo entendían pero aún así, sugirieron a su jovencito
que no se alejara de ella, que fuera su soporte, su fuerza, que no la perdiera.
—Sé que es su único nieto pero antes de que cometan alguna locura, sugeriría
que…—la voz de Daniel Evans se extinguió tan pronto como sonó el teléfono de
casa. Un timbre conocido, común, corriente y que dadas las circunstancias les
congeló el alma.
223
Viajaron en silencio hasta el hospital, teóricamente uno de ellos debía dirigirse a la
escuela pero ahí no estaba su nieto y ellos querían ver a su nieto. Quien los llamó
dejó en claro que Arnold no sufrió ningún agravio, fue su "novia" o la que él dijo que
era su novia. Helga G. Pataki, les pedían a su vez que si tenían forma de contactar
con sus padres lo hicieran.
—¿Qué le pasó a esa chica?—inquirió Phil, pues fue él quien atendió la llamada.
En la misma sala estaban los padres de Eugene, (Nate y Dedee Horowitz) además
de Patty Smith acompañada de su madre Prudence y Sheena Shane junto a su
padre Ethan.
Ellos exigían noticias del pelirrojo pero estaba en urgencias, siendo sometido a
exámenes, estudios y no sabían que tanta otra cosa. Cuando Arnold se tranquilizó,
se acercaron a él. Las chicas no habían podido aclarar nada en las pasadas horas.
Se les fueron como agua entre el llamado y la llegada de sus padres, el alta medica
de Eugene y la toma de datos generales.
"Estábamos en uno de los jardines, Helga recitaba poesía y después alguien arrojó
una bola de béisbol con tal fuerza que nos asustó a todos y noqueó a Eugene"
224
La llegada de Arnold y Helga, escoltados por paramédicos pertenecientes al poblado
les hizo suponer lo peor. Sus padres no entendían, ¿¡Qué era lo que no les
decían!? pero las histéricas chicas solo se limitaron a llorar y decir que no lo sabían.
Fue intervenida de una manera que le pareció violenta, más se reportaba "estable"
cuando ingresaron al hospital y se olvidaron de él.
"Lo hiciste bien, chico"—le recordó el paramédico antes de irse y el asintió, pero no
era así como lo sintió. Mientras la entubaban, admiró en su piel blanca las marcas
de los dedos de Jake y se sintió furioso, impotente.
¿Por qué? ¿Por qué detener sus impulsos, si todos sabían que quería desvirgarla?
—Vamos, hombre pequeño. —animó Phil. —Dinos lo que pasó, en las noticias
sueltan puras estupideces y luego llamó una señorita idiota, diciendo que la chica
furiosa se intoxicó. —
—El sujeto que golpeó a Eugene con la bola de béisbol trató de asfixiarla.
225
—¡Santo Dios!—gritó Dedee Horowitz cubriendo su boca con ambas manos.
—Verán, el agresor está obsesionado con Helga y desde hace una semana yo…soy
su novio…—cerró los ojos dejando escapar una pequeña lágrima. Temblaba, pero
suponían todos que no era consciente de estarlo haciendo, la palidez de su rostro,
además de la tortura que veían en sus ojos, evocaba lo mucho que le importaba esa
chica. Se sintieron mal por él, furiosos en general pues no veían al "Gran Bob" o a
la "Durmiente Miriam" por ninguna parte.
Sé que no van a creerlo, —comentó mirando ahora a los padres. —Pero el Director
Owen está de parte del agresor. Su padre es influyente, desconozco la posición que
tenga pero creo que pretende tomar la Alcaldía…—los adultos estaban sumamente
impresionados. Sabían de las futuras elecciones, de la posición vulnerable de su
poblado, la economía cayendo y los gastos en aumento pero jamás creyeron que la
educación o seguridad de sus hijos se verían comprometidas a causa de estos
hechos.
—Ella encaró a Jake para defendernos, el Director Owen le sugirió a Gerald que los
ataques no se detendrían hasta que el agresor tuviera lo que quisiera.
226
—No….—respondió Arnold. —No creo que esa fuera su idea, en los pasillos de la
escuela se rumoraba otra cosa, algo que por respeto no diré delante de ellas. —
Ethan Shane tiró del brazo de su hija y Prudence Smith hizo lo mismo con la propia,
las abrazaron de manera protectora haciéndose a la idea pero sin creer en ella.
Arnold se volvió hacia sus abuelos, ambos habían permanecido todo este tiempo en
ceremonioso silencio, los músculos tensos, la posición recta.
—Abuela, la grabadora que le diste a Helga la llevaba consigo, pienso que grabó
una declaración, de alguna manera debió obligarlo a confesar su intención.
—¡No se hace lo posible por los que amas, se hace lo imposible! ¡Eleanor arriesgó
su vida y no creas que porque te quiero, no voy a golpearte de vez en cuando! ¿Ese
sujeto del que hablas tanto, lo atraparon?
—¡Más les vale que lo tengan bien vigilado o yo misma iré a acabarlo!—bramó la
abuela para satisfacción y gratitud de todos.
227
—El buen humor y la fe. —comentó Sheena, esperanzada a que estuviera bien. La
misma enfermera de antes, se acercó de nuevo, sosteniendo en los brazos una
carpeta con documentos.
—Disculpen que los moleste, pero ¿Ustedes son familiares de Helga Pataki?
—Lo siento, pero necesito a sus padres o alguien que tenga su historial médico.
—Ella, continúa en observación. Eugene Horowitz, está por ser transferido a piso, si
quieren pasar a verlo el enfermero Massett puede conducirlos. —Nate y Dedee se
apresuraron a seguirlo. Sheena suspiró, llorando de alivio, gesto que no pasó
desapercibido por su padre y como ya eran demasiadas emociones por un día
decidió que podían acompañarlos. Seguro llegaban a algún acuerdo para que todos
tuvieran un momento con el jovencito. No iba a leerle la cartilla de "tocas a mi hija y
te tiro los dientes" pero algo se le ocurriría. Patty y su madre acudieron también,
después de todo llevaban horas en la sala de espera por él.
—Yo le puedo ayudar con eso. —interrumpió una nueva voz. Reba Heyerdahl venía
llegando en compañía de Phoebe y su esposo Kyo.
—Si, la única vez que se "intoxicó" teníamos tres. Sucedió en un restaurante familiar,
sus padres estaban distraídos con Olga, no recuerdo los detalles, tan solo sé que
su madre la dejó en la mesa con sus panqueques, tenían mermelada de fresa
228
además de jarabe de maíz. Ella estaba comiendo sin meterse con nadie, todo normal
hasta que de pronto ya no podía respirar.
Bob y Miriam hicieron todo mal porque no sabían de su alergia, creyeron que se
ahogaba con un pedazo de pan así que su reacción contribuyó a que se pusiera aún
más mal. Nosotros estábamos a unas mesas, mi madre es médico, así que llamó a
una ambulancia.
Phoebe se abrazó a sí misma y rompió a llorar, sus gafas estaban sobre el cuello
de su camisa y no frente a su cara. Suponía Arnold que de tanto llorar, le estorbaban.
—Desde entonces ha sido mi hermana, Arnold. Ha estado ahí para mi, aún si
parecía mi jefa y yo su secuaz. Se exactamente por qué se enamoró de ti, aunque
después de un tiempo hasta a ella le pareció una exageración.
—¿No te parece obvio? Ahí estabas tú, un completo extraño por segunda vez en su
vida, preocupándote por ella. ¿Pero, dónde estaban sus padres? ¿Dónde estaban
los que se supone que deberían procurarla?
—La hiciste sentir incómoda, vulnerable. A decir verdad, en ese entonces, de verdad
te odió…—Phoebe limpió su cara con manos desnudas y volvió a ajustarse las
gafas. —¿Cómo iba a saberlo? con unos padres como esos. ¿La diferencia entre el
odio y el amor?
229
—Traté, pero ya sabes lo terca, insufrible e inteligente que es.
—¿Solo, lo descubrió?
—Claro que lo hace, mi abuela siempre decía "Phoebe, si odias a alguien cásate
con él, no hay peor tortura, ni mayor victoria que esa"
—No lo sé, me convertí en "Myrtle la Llorona" cuando los vi partir. Gerald, Rhonda
y Jamie'O la oyeron, después me la dieron a mi. Sé que es parte de evidencia y que
no debería tenerla, pero insistieron en que tú la oyeras. —Phoebe rebuscó entre sus
cosas y hasta ahora, Arnold era consciente de que llevaba el bolso de Helga, extrajo
la grabadora y la presionó entre sus manos, luego lo miró a los ojos con dolor y
súplica.
—Antes de oírla, te pido que me digas exactamente lo que pasó con Helga.
—¡Por favor! ¿Sabes por qué me dejó este bolso? —el rubio negó, ella quiso llorar,
pero se controló. —Estábamos en una horrible tienda de segunda mano porque a
Helga le encantan las "cosas con historia" como tu casa, tus abuelos,
básicamente, todo tú.
Helga no juega con eso, Arnold. Ha estado toda su vida danzando con la muerte
porque sus padres la aterrorizaban y si no creía morir a manos de Bob, creía que
Miriam se mataría. Así que si me lo dió es porque en el fondo ella creía…
Sonidos de agua cayendo hicieron saber a ambos que estaba en un cuarto de baño
y que lavaba sus manos además de su cara. Arnold supuso que comenzó a grabar
durante los minutos que pasó "desprendiéndose de sus vendas"
Lo siguiente era una breve conversación entre ellos, algo privado y sentimental.
Se sintió mal por no darse cuenta, por caer en su trampa y es que ella siempre había
sido la maestra de las trampas. ¿Por qué no desconfió al verla tan calmada? era
obvio que algo tramaba y la cinta avanzaba hasta la parte en que el director los
corrió a todos y se encerró con ella.
—Oh, si. Ya viene a mi memoria.—el sonido de un cajón siendo abierto, además del
de un encendedor haciendo fuego, les dio una imagen de la escena completa. Owen
dio una profunda calada a su cigarrillo, Helga se aclaró la garganta.
—Recordará que nada de eso le importó, salvo amenazarme con expulsión por
hackear la red de la escuela e inmiscuirme en cosas que no me interesan.
231
—Diría que de no cumplir su deber, pero acabo de notar que sí lo hizo.
—¿Perdón?
—Creo que después de que vine, usted se reunió con él, charlaron, se convirtió en
su paladín...—Owen soltó una carcajada, la rubia ni se inmutó.
—En este caso específico, usted. —Helga vació sus pulmones, no obstante no hubo
temblor en su voz.
—¿Yo?
—Como bien menciona, en aquel entonces pude expulsarla pero jamás encontré a
sus padres. James Cabot, por el contrario se reunió conmigo y me hizo saber
lo delicado de su situación.
—Ah, ah, ah…—reprendió el hombre. —Cuide sus modales y por favor no se haga
la inocente. Tengo el testimonio de varios muchachos que dicen que usted fue a
buscar "al Diablo" a los vestidores.
—¿¡QUÉ!?
—¡Yo, jamás…!
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—¡ME ESTÁ DICIENDO ZORRA!—gritó histérica.
—Le estoy diciendo que vaya a buscar a Cabot o el siguiente afectado podría ser
él...
Arnold P. Shortman, diecisiete años, hijo único de unos padres que ni siquiera se
encuentran en la ciudad, sus abuelos son adultos mayores, demasiado ha decir
verdad. ¿Usted considera que estarían en condición de soportar alguna clase de
tragedia? —Helga ahogó un grito y volvió a dejarse caer sobre la silla frente al
escritorio. La grabadora debía estar en su pecho o demasiado cerca de su corazón
porque tanto él como Phoebe, sintieron el temor creciendo en su interior.
—La puerta está ahí, cuando esté lista se puede ir… —Helga volvió a vaciar el aire
de sus pulmones, buscó algo en su bolso, probablemente en aquel momento le
escribió el mensaje de texto.
—Se lo pondría por escrito, pero eso está por encima de mi capacidad.
Sé que no van a perdonarme por lo que estoy por hacer pero créanme, lo planee.
Desde que tu abuela me prestó esta grabadora, Cabeza de balón espero la
oportunidad de acercarme a él. Sé que es arriesgado, que podría descubrirme y
hacerme daño pero ya lo escucharon.
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Yo soy la apuesta segura, la que no tiene nada, ni a nadie. La que está sola y
desamparada pero he ahí la grandeza de su error. Los tengo a ustedes. Arnold, sé
que vas a encontrarme porque siempre has sabido cómo ayudarme. Ninguno de los
dos concibe la cantidad de veces que he querido derrumbarme pero en cada
ocasión, me salvaron.
Phoebs, sabes bien por qué prometí que nunca dejaría que te hicieran daño.
Arnold, tú sabes que te amo...nada más importa, excepto que te amo y tú a mi.
Dijiste hace poco que estamos juntos en esto, que ninguno se aparta y no es eso lo
que estoy haciendo.
Sabes tan bien como yo, que Gerald no debió ser golpeado, que Phoebe podría
comprometerse porque fue ella quien me enseñó a hacer el hackeo, que Eugene
podría olvidar cada detalle de su vida, perder el pase Universitario, despertar
únicamente con los recuerdos de cuando teníamos nueve años.
Sí, así de terca e insufrible soy. Sigo creyendo que es mi culpa, porque yo lo busqué
y enfrenté.
—Aquí estás…—la voz de Cabot se escuchó, un poco lejana pero clara. Luego
prosiguió un silencio que les caló el alma a ambos.
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Phoebe miraba a la grabadora, Arnold pensaba en ella, intentaba imaginar la
expresión que tendría en la cara. En unos días más no tendría que esforzarse tanto,
Alan Redmond entregó la memoria de su cámara digital a la Policía, él los captó en
el momento que se encontraron, cuando Jake la escoltó al interior de la escuela y
finalmente cuando los reencontró. Él, con sus manos en el cuello de ella, la rubia
aferrándose con todas sus fuerzas, los cabellos sueltos, enredados, ella era luz en
contraposición a él que parecía muerte, sombra.
—Mírate, amor. Dije que te rompería, que algún día caerías y ya estás a punto de
desplomarte a mis pies.
—¿Eso crees?—preguntó Helga, la voz firme pero Arnold y Phoebe sabían que por
dentro sufría.
—Lo que sea que me quieras hacer, sabes que lo soportaré a cambio de ellos.
—¿Ellos?
—Los que viste en el jardín cultural, los mismos que estaban en la entrada de la
escuela hace ocho días.
—Pagaré...
—Pensaste en todo
—Solo lo esencial…—la puerta se cerraba otra vez con llave, Phoebe quería
ponerse a gritar. Arnold sostuvo su mano para que no lo hiciera, Cabot prosiguió, un
tono fuerte, desapasionado.
—¿Qué día...?
—El lunes...
235
—Es que era entretenido, verte caer…—cerca, él estaba demasiado cerca de ella,
lo intuían por sus voces, además de la respiración.
—¿Por qué yo?—preguntó, intentando sonar firme, pero fue notoria cierta vacilación
en su voz. —¿Qué tengo de especial que no posean las locas que convenciste de
hacerme quedar como una zorra?
—Abandono.
—Oh, vamos, amor. Sabes tan bien como yo, que nadie va a buscarte…si fuera así,
me habrías detenido desde que te envié los mensajes de texto.
—¿¡Quién!?
—Pero lo soy, contrario de la media común soy bastante inteligente, sé que tienes
una maldita obsesión conmigo pero no por lo que dices. El daño colateral no te
asusta, aún si tuviera padres que se preocuparan y me buscaran, tú seguirías en tu
afán porque tu mente enferma desea desvirgarme. ¿Qué no fue eso lo que sucedió
con tu ex? —acusó. —La encontré en internet, sé que tú la forzaste a tener sexo,
pretender ser tu novia aunque no lo era, y te obedeció durante meses porque tenía
miedo de hablar pero a diferencia de mi, ella no estaba sola.
236
—¡Cállate!—gritó colérico.
—¡Basta!
—¿¡QUÉ!?
—Has memoria, sé que volviste a mi casa el viernes cerca de las diez treinta de la
noche pero no estaba sola. La silueta que viste tapiando la ventana, quien te vio en
el jardín de mi casa, no era yo sino Arnold.
—Mientes.
¿Qué era peor en la mente de una chica? ¿Un intento de asesinato o una violación?
—Aún si no eres lo que quiero. —susurró Jake a manera de promesa. —me llevaré
mi premio. Te romperé, en tantos pedazos que no habrá forma de unirlos de nuevo.
—A…arn…—la voz entrecortada de Helga, hizo que ambos cerraran los ojos y se
imaginaran lo peor.
—¿Suplicarás?
—Nun…ca…
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—Entonces, ¿Qué tal un ultimo beso…? Cuando pierdas la conciencia, te
violaré…—Phoebe soltó un grito y se tapó los oídos, Arnold continuó escuchando,
sonidos se succión que obviamente, describían un beso, luego la respiración de
Helga se alteró. No era solo el que ese hombre la estuviera asfixiando, sino algo
más…
—¡¿Qué?!—inquirió la morena.
—¡Dios mío!
—¡SUÉLTALA!
La cinta acababa cuando Helga chocó contra él. Phoebe tuvo que volver a quitarse
los lentes y limpiarse la cara, él en serio necesitaba romperle a alguien el alma.
—No se lo diré a nadie, si no quieres. Pero necesito saberlo. ¡Los doctores deben
saberlo!
—Te lo juro Phoebs. Solo dormimos juntos, nos besamos como locos pero ni ella,
ni yo...—se atragantó las palabras al recordar cada escena y se corrigió. —
¡Llevamos una semana de novios! ¿Qué crees que estamos tan locos?—ella lo miró
de tal modo que sin lugar a dudas quería decir.
—Lo sé y Gerald seguro que mandó la cinta para recriminar que no le diera la
exclusiva.
—No, Jamie'O la envió para que no fueras a culparte a ti mismo. Helga tomó la
decisión. Nos defendió a todos.
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.
Fueron de regreso a la sala de espera, ahí el escenario era un poco distinto, rostros
furiosos y distantes. Específicamente los de la madre de Patty y su abuela.
—Prudence contactó al "Gran Bob" viene de camino pero llegará hasta pasado
mañana.
—No está en el país, volvería antes pero parece ser que hará veinte escalas por
todo el globo terráqueo con tal de ahorrarse nueve dólares.
—Usa tu sentido común, chaparro. ¿Por qué crees que la madre de Patty tenía el
número privado de Bob? Uno que ni la escuela, el hospital o su propia hija conocían.
—Oh…
—Y la vieja bruja de tu abuela está como furia porque claro. Bob no atendió llamadas
de emergencia, pero sí la de una posible cita. —las ganas de romperle la cara a
alguien volvieron. Pero suponía que Helga necesitaba a sus padres, aún si eran
como esos.
—Lo haré.
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—Entonces, ya quita esa cara. En unas horas más podrás ver a tu amiga, estará
bien. No ha despertado por el medicamento, pero es una chica lisa y bastante fuerte.
¿No lo recuerdas? porque yo si. Básicamente, por eso te dejé ser amiga de una niña
con esos modales y vocabulario.
Sheena y su padre bajaron poco después, la hora de las visitas se había terminado
y como era un hospital y no un hotel, las enfermeras exigieron la presencia
únicamente de los familiares directos, la castaña estaba decepcionada y dolida por
eso.
—Despertó, reconoció a sus padres pero preguntó ¿Por qué estaban tan grandes?
cree que tiene doce años, los médicos aún no saben cuanto tiempo durará esa
pérdida de memoria.
—Yo también…—su padre que no toleraba por más tiempo esta situación, insistió
en llevarla a casa. Si necesitaban algo, estaba en su teléfono móvil. Prudence se
despidió también aunque no pudo evitar las miradas de fuego que le dirigió Gertrude.
—Puede que seas una mujer respetable ahora, Gertie pero te recuerdo quien de las
dos administraba un burdel.
—Estos también.—la señora Smith se fue con su hija por delante. Patty conocía la
historia, no le enorgullecía la doble vida de sus padres pero tampoco era quien para
juzgar.
—Nosotros, igual nos vamos. —anunció Kyo Heyerdahl. —No se preocupen por
nada, llevaremos las fotografías y reportaremos el estado médico de ambos chicos
a la policía. Ustedes solo velen por ella, al igual que los Horowitz se ocuparán de
Eugene.
—Gracias.
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—Es lo menos que podemos hacer, somos familia. —y dicho esto estrechó la mano
de Phil Shortman y salieron.
CAPÍTULO 16
La noche comenzaba a caer fría y silenciosa cuando una persona más se unió a la
escena. Su padre entró atropelladamente, asustando a los de seguridad y a un par
de bonitas enfermeras que venían pasando por la puerta principal. Estaba sucio,
acelerado y hablando en español porque claro, su uso del idioma natal era algo que
solía olvidar cuando regresaba a casa. Él se levantó de su asiento e inmediatamente
fue a impedir que lo sacaran a golpes y juramentos.
—Dios, que susto me has dado. ¿Por qué no hay nadie en casa? ¿¡Qué sucedió!?
—lo despegó de su lado y comenzó a inspeccionarlo como si tuviera tres y no
diecisiete años. Él permitió el escrutinio porque en serio, tenerlo frente a él parecía
un sueño.
—E…espera, papá.—se quejó cuando aquel parecía dispuesto a contarle hasta los
lunares de la espalda con tal de asegurarse de que estaba bien. ¿Qué haces aquí?
—preguntó luego de que Miles se quitara la bolsa de viaje y sonriera con una
perfecta hilera de dientes blancos.
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—¿Qué?—preguntó Arnold, preocupado y mirando a los lados. —¿Dónde está
mamá?
—¿Pero, cómo…?—se sintió intimidado, tanto que estaba a punto de tirar de sus
cabellos y ponerse a gritar.
¿Su relación con Helga despertaba la furia del volcán? ¿Los sentimientos que tan
celosamente guardaba por ella? ¡Porque si era así, estaban jodidos! ¿Lo oyeron?
¡J-O-D-I-D-O-S! Sus sentimientos por esa mujer eran tan intensos que en el
transcurso de los últimos días, ni siquiera él había logrado dormir. Veía lo que se
hacía, era consciente de lo que todos reclamaban y decían más su amor no parecía
ser suficiente.
Helga parecía indiferente a todo él, excepto cuando se besaban. Cuando sus labios
entraban en comunión y ella bajaba todas sus defensas y le permitía acceder a más
de su boca. Solo entonces, en los diminutos instantes que la apretaba contra su
pecho y la sentía suspirar sobre la comisura de sus labios, sabía que seguía siendo
ella.
—Porque es cierto, Arnold. ¿Dime sino, qué haces en el hospital? Todo el camino
escuché de dos jovencitos accidentados en tu escuela, vine lo más rápido que pude
con el corazón en un hilo porque los sabios de la tribu también dijeron que lo que
veían en la ceniza del volcán era el preludio a una muerte.
—No tienes que creerlo pero debes admitir que parte de eso es cierto. Tu madre y
yo presentimos de alguna manera que estabas mal.
—¡Auch!
—¡Qué bonita pareja hacen los dos, buenos para nada! —un par de cabezas rubias
miraron al suelo mientras una calva comenzaba a sonreír pero el gusto no le duró
242
demasiado. —¡De qué te ríes, si la culpa la tienes tú! ¡Nunca me dejaste educarlos
con mano dura!
—¡Ya le dijimos que venimos con la futura esposa de nuestro Arnold!—gritó Gertie
señalando a su nieto.
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—Tu madre también te ama y quisiera estar aquí pero los nativos siempre se han
sentido más cómodos con ella. Si sucede algo extraordinario, por no decir que si
llega a hacer erupción el volcán, es más fácil que le crean a ella que deben evacuar.
—Lo sé…
—¿Si sabes que Stella ya vivía con esos "ojos verdes" cuando tu padre
"accidentalmente" se tiró a sus pies?
—Si…
—¿Te parece que una persona normal abandonaría la civilización para vivir entre
un montón de…?
—Ya entendí.—interrumpió.
—Saluda a la chica furiosa de nuestra parte, dile que Gertie nos golpeó a todos en
su honor.
—Lo haré.
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—Confiar en su demencia y después actuar. Supe por los paramédicos que llegaste
a tiempo justo de impedir que la asesinaran.
—Aún así…
—Nada, chaparro.—lo miró a los ojos y le desacomodó aún más el cabello. —¡Tú
eres el hombre milagro! ¿No es cierto? Esos ojos verdes creyeron que Geleanor
moriría y no fue así. Sube a su habitación, intimida o golpea a quien tengas que
enfrentar pero entra a su habitación y quédate con ella.
—Sí
—Sostén su mano, susúrrale al oído, hazle saber que estás cerca, nada les gusta
más que saber que estás cerca.
—Tonterías…
Los vio partir, afortunadamente con su padre al volante y poco después se quedó a
solas con sus pensamientos. El reproductor de mp3 siendo presionado en el interior
de su mano. Quería entenderla, imaginarla, conocerla pero lo cierto era que Helga,
constituía para él todo un misterio.
Era un lobo solitario. No, más allá de eso, tenía la certeza de que no importaba lo
que le sucediera, como si fuera reemplazable, como si nadie notara su ausencia.
Era una mujer tonta, cruel y también egoísta, porque claro que él lo notaría. Phoebe,
Gerald…, todos sentirían su ausencia y la extrañarían. (Él ya la estaba extrañando
con sus modos arrebatados, su arrogancia y voluntad férrea) los brazos alrededor
de su cuello, sus labios abiertos presionando, humedeciendo y abriendo los
suyos…reprimió una lágrima traicionera a la vez que la tía de Sheena, (antigua
enfermera de la P.S 118) Shelley, se acercaba para informarle que ya podía subir a
verla.
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—Disculpa que tardara tanto en buscarte pero tenemos políticas bastante estrictas.
—Si, despertó por espacio de algunos unos minutos, estaba asustada y confundida.
No obstante, logró preguntar por sus padres, ¿Bob y Miriam?
—Así es…
—Tranquilo, podría ser a causa del estrés que su cuerpo no esté resistiendo,
recomendamos tenerla una semana en observación.
—¿Tanto tiempo?
—Vas a tener que quedarte muy callado porque en teoría, sólo los familiares directos
y mayores de dieciocho años pueden quedarse con los pacientes.
—Gracias.
—Mi sobrina está perdidamente enamorada de Eugene y por lo que entendí. ¿Tu
amiga lo defendió, cierto?
—No es mi amiga, es mi novia y ese golpe no era para Eugene, sino para mi…—
Arnold entró en la habitación sin esperar respuesta porque Helga, hizo todo eso por
él.
Si, era un plan. Uno que llevaba cinco días tratando de desarrollar pero no lo hacía,
porque tenía miedo.
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La vio recostada en la cama de barrotes metálicos y sábanas blancas, sus cabellos
caían desacomodados alrededor de su cara, la muñeca diestra la llevaba enyesada
reposando en un cabestrillo, la izquierda surcada por una intravenosa a través de la
cual le suministraban medicamento, el cuello lo llevaba igualmente vendado,
agradeció no tener vistas de los dedos de Jake en su pálida piel porque de ser así,
estaba seguro de no poder soportarlo.
Sintió un par de lágrimas calentando su cara tan pronto como se sentó en la silla
junto a la cama, lo suficientemente cerca como para poder culparse y contemplarla,
buscó en los bolsillos de su pantalón varias cosas, el relicario de oro, sus placas
metálicas (los cuales se colocó en el cuello) y finalmente el reproductor de mp3.
—¿Qué más quieres que escuche, Helga? ¿Poesía? ¿Que no fue mi culpa? ¿Que
seguimos juntos a pesar de que todo lo has hecho tú sola? Phoebe dice que toda tu
vida has danzado con la muerte. ¿Entonces, son viejas amigas y por eso decidiste
que estaba bien hacerle una visita? —preguntó todo eso a su "bella durmiente" luego
se puso los audífonos, encendió el reproductor y le dio play.
Guns N' Roses la conocida voz de Axl Rose, le daba las buenas noches y susurraba
un tema que si bien conocía, en este momento no hubiera elegido escuchar.
Era una letra preciosa que concedía consuelo en el momento que más necesitaba
tenerlo.
¿Que sostenga su mano, abuelo? —se preguntó para sus adentros. —¿Cómo, si no
puedo hacerlo? siguió escuchando, lamentando los diecisiete años y que ya no fuera
un chico demasiado enano porque le habría fascinado hacerse un ovillo sobre la
silla, subir las rodillas hasta ocultar en ellas su cara y llorar desconsolado a pesar
de que lo que quería Helga, era que no llorara.
Háblame suavemente,
Hay algo en tus ojos,
No bajes la cabeza tristemente,
Y por favor no llores.
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Hay un cielo arriba de ti, nene,
Así que no llores esta noche.
Dame un susurro,
Y dame un suspiro,
No llores,
No llores nunca,
No llores esta noche
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Helga…—pronunció su nombre en un lamento, un susurro, una promesa. No sabía
ni por qué lo decía, por qué le dolía, por qué ese maldito quiso asfixiar y violar a su
novia. Unos golpes sobre la puerta lo intimidaron y sobresaltaron.
Alan también quería saber de ella y no pretendía importunar, tan solo quería hacerle
saber que contactó con su madre y hermana y que llegarían el Domingo por la
mañana, tenían algunos pendientes que resolver antes de tomar el vuelo. Él asintió
aunque sintió un ligero desasosiego porque su padre vivía en una selva a mitad de
la nada y llegó de inmediato.
¿Tan poco les importaba? ¿Servía de algo que vinieran a consolarla o la lastimaría
más que se tomaran su tiempo para buscarla? No lo sabía, pero informar a su familia
seguía siendo lo correcto. Cuando el moreno se fue le dejó en claro que nadie más
llegaría a molestarlos, dio instrucciones a las enfermeras de que nadie entrara a su
cuarto. Él volvió a asentir aunque no se resistió de preguntar por qué le preocupaba
tanto.
—No estoy diciendo que lo sea, sólo aclaro mi posición. Ella me gusta más de lo
que crees y si bien no pienso interponerme en su relación, te advierto que si la haces
sufrir o la pones en riesgo otra vez, la cortejaré. —salió por la puerta blanca,
dejándolo con un sentimiento de desazón. Stinky era algo obstinado y arrebatado
en sus pasiones pero en general no constituía un problema, sabía que Helga no lo
dejaría por él o Eugene.
—¿Cómo supiste…?—ella no contestó pero lo fulminó con la mirada. Era obvio que
hablar le producía dolor y que la enfermera Shelley le habría puesto al tanto sobre
la ausencia de sus padres. Si no era él, debía tratarse de Phoebe pero la asiática
quedaba descartada por lo estrictos que eran sus padres con sus horarios. Se
disculpó de inmediato por haberla despertado.
—Lo siento mucho, Helga…—la miró a los ojos queriendo transmitir con eso todo lo
que estaba sintiendo. La angustia, desesperación pero sobretodo el amor. Ella
pareció entenderlo, su gesto era el mismo, aunque resultaba doloroso verla tan
pálida, vendada y en una cama.
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—No...he…muerto…—le recordó, con una sonrisa que intentó ser conciliadora pero
que en su defecto le salió rota.
—¡Ahora!—ordenó en un tono tan alto que debió lesionarla. Se quitó los zapatos y
se subió a la cama por detrás de su cuerpo, sin mover las sábanas pues otra parte
de su mente señaló la posibilidad de que estuviera…bueno, pues… desnuda. ¿Esas
batas de hospital no eran casi transparentes y según la televisión nunca cubrían
absolutamente nada? ¿Y esa no era la mujer que más amaba en la vida entera? dejó
de pensar idioteces abrazándose a ella. Helga suspiró en agradecimiento y poco
después del silencio, rompió a llorar.
—Ya estás a salvo…—le prometió. —Te tengo y no voy a perderte otra vez…—
Helga asintió, dejando escapar más transparente llanto. Él presionó sus formas,
pegó la frente a sus cabellos, buscó su aroma pero justo ahora a todo lo que olía
era a cosas de hospital. Su perfume se había perdido y no quería ni pensar en la
clase de exámenes que le habrán efectuado. Debió ser duro, humillante si es que
todos tenían por primera idea, confirmar si Jake la había violado.
Eso no pasó, su chica era demasiado lista. Una guerrera en toda la norma.
—¿Bob…?—preguntó impresionada.
—¿Cómo…?
—No importa como los encontramos, lo importante eres tú. Jake y el Director Owen
estaban en un error, ¿Sabes eso, verdad? Que no estás sola, que no eres
reemplazable, que nosotros jamás vamos a dejarte.
—Arn…old…
250
en la piel y agregó. —No sabía que te gustaba Guns N' Roses, personalmente
prefiero a Metallica, tengo algunos discos que podríamos escuchar
cuando volvamos a casa. —Helga asintió y el continuó hablando porque era eso o
soltarse a llorar porque en verdad se asustó.
No le importaba el volcán, ni los ojos verdes. Le preocupaba su madre pero aún así
no se iba a controlar. Estaba harto de tener que medir sus emociones, de no poder
demostrar lo que siente, porque si la perdía…
—Debes saber que te amo y te odio por arriesgarte tanto pero eso lo discutiremos
más adelante.—Helga asintió de nuevo, él revisó que estuviera en una postura
cómoda, no quería que se lastimara de más, los medicamentos debían evitar que
sintiera dolor. Y aquí se recordó que todo con ella, siempre era evitar el dolor. La
confirmación de ese hecho le produjo temor, Helga debió sentirlo ya que se
recompuso y habló.
—Quédate...
—No me iré. —le aseguró pero ella negó con un movimiento de rostro, giró sobre la
espalda buscando sus ojos. Los encontró ligeramente enrojecidos por el llanto pero
igualmente hermosos, dramáticos y tan azules como las aguas del mar.
Despertar todos los días a su lado, quedarse con ella sin importar lo que les trajera
el mañana.
La enfermera del turno nocturno pegó de gritos sobre las once de la noche cuando
los encontró juntos. Casi lo mandan a su casa, pero él era el único acompañando a
su novia y las políticas del Hospital exigían que hubiera alguien con ella por cualquier
situación de emergencia.
—La muñeca…—insistió la mujer que debía estar sobre los cuarenta y siete años
de edad. —Helga intentó mover la mano enyesada sin éxito alguno, el cabestrillo
impedía que lo hiciera. No había forma de que se lastimara y cuando él la abrazó,
metió los brazos por debajo de los suyos, estaba aferrado a su cintura, su espalda
y sus piernas.
251
—Si los vuelvo a ver juntos…—reclamó la mujer.
Los rumores de que tuvieron sexo en su primera cita se extendieron entre los chicos
de Preparatoria como un huracán. Sus amigos no lo creían pero la noticia era
poderosa. Helga conservó el estatus "zorra" se decía entre voces que engatusó al
siempre sereno, confiable y amable Arnold para "atrapar" a Cabot.
No podía creer la facilidad con que se corrió el rumor, culpaban a Rhonda. ¿Quien
más sino Lloyd para correr el chisme mas jugoso de todo Hillwood? No obstante,
resultaba insultante que creyeran que Helga sería capaz de prácticamente "violar" a
Arnold. Su amigo no se merecía eso, pero bueno, tenían aquel viejo historial de
"abusadora-víctima" que daba bastantes cosas malas de qué hablar.
Jake Cabot, estaba de camino a una prisión estatal, cumplió dieciocho años el mes
pasado, así que ya podía ser procesado como adulto.
252
como evidencia ya que el mismo Owen le firmó un documento donde la autorizaba
a utilizar esa grabadora para cualquier cosa que "le salvara la vida" dentro del
campus escolar.
—Ya no somos enemigos, de hecho creo que me está comenzando a caer bien.—
respondió restando importancia al asunto, hojeando algunas páginas ilustradas que
le facilitó Brainy a través de Lorenzo.
El antiguo acosador de Helga tenía habilidades para el dibujo y diseñó una historieta
que si todo salía como lo tenían planeado distribuirían dentro de poco en la
Preparatoria.
Se pondría como loco, (peor que él, porque como es natural todo superhéroe
necesita un compañero y Phoebe aparecía como analista de datos y poseedora de
tecnología de punta) Las viñetas que revisaba justo ahora, eran para autorizar el
diseño de su chica: delgada, atlética y sensual pero sin provocar, al contrario de la
protagonista.
Hell-GA, (Golpeadora Anónima del Infierno) era atrevida y coqueta aunque el disfraz
también tenía sus detalles como el emblema en su cinturón que era un mantecado
y su mascota de la vida real (dónde aparecía como una estudiante de cabello corto
hasta la barbilla y ligeramente ondulado) un gato. Pretendían narrar lo sucedido con
Cabot, una especie de "alerta" escolar para que las chicas no se dejaran
amedrentar.
"Vamos, viejo. Tú la seguías por todos lados en la escuela, sabes mejor que nadie
que sus súper poderes, le vienen del amor a ese desgraciado"
"Que lo sepa y que suceda, no quiere decir que vaya a reflejarlo en mi historieta"
"Lo superé, pero no la he olvidado. Lee los encabezados de las revistas, Johanssen.
Nunca se olvida al primer amor de tu vida" —roló los ojos y dejó el tema de lado.
253
.
A nadie le gusta ver a sus héroes caer. De modo que el sábado se limitaron a visitar
a Eugene y agradecer que su habitación no se encontrara en el mismo pabellón que
la de Helga.
"Creo que…ella y yo… ¿Ustedes saben si ella y yo…?" —le dijeron que sí. La
morena lo había estado velando de la noche a la mañana, además de que nadie en
el mundo (a parte de su mamá) se preocuparía así por él.
"De acuerdo. ¿Entonces, esto sucedió en un recital de Helga? No pensé que llegaría
el día en que ella recitara poesía delante de toda la escuela"
—Hey, ¿En qué piensas, nena?—preguntó el moreno dejando las hojas en la mesa
de centro y volteando a verla.
254
Lloyd, porque tu sabes, el segundo rumor mas jugoso de Hillwood es que ella y
Curly, están por romper. —Phoebe asintió, aceptando más que el roce de sus
brazos, el beso de sus labios.
Porque sabían que si alguno de ellos lo haría sin medir consecuencias esa sería
ella.
Ella gritó como loca, tirándose al piso y es que la rubia se veía tan mal, totalmente
desvanecida que por un momento se imaginó lo peor. Los paramédicos
reaccionaron dando los primeros auxilios, gritaron que no estaba respirando y como
si estuviera feliz o satisfecho, Cabot tuvo la genial idea de volver a amenazarlos.
Dijo conocer sus rostros, además de sus nombres, mencionó a Rhonda, la morena
seguía firme sobre sus zapatos de tacón pero contrario de lo esperado no fue Curly
quien la protegió con su cuerpo, sino Lorenzo.
Sabían, de sus años en Secundaria que el millonario tenía interés en ella, que la hija
de alta cuna también guardaba sentimientos por él, pero que por alguna razón no
daba su brazo a torcer.
Para ser honestos, sí, estaban juntos todo el tiempo pero siempre era él quien la
buscaba a ella, quien tomaba sus cosas, sus manos, quien le pedía besos que no
concedía pues según la Señorita Lloyd despreciaba las demostraciones de afecto
públicas.
255
El fin de semana romántico (según Nadine) también encontró pretextos para
desairarlo, cenaron en algún restaurante publico, bailaron a la luz de las velas e
intercambiaron obsequios pero en un ambiente que jamás sugirió nada íntimo.
Lorenzo, por su parte. Solía beber con los muchachos y Helga, brindando por el
viejo amor no correspondido. Se parecía a su amiga en ese sentido. Resignado a
ser ignorado, reemplazado, dejado, más cuando Cabot la amenazó la tomó del brazo
y la colocó a resguardo.
Curly ni se movió, para todos la amenaza fue demasiado. ¿Se atrevería? ¿Saldría
de la cárcel? con un padre tan influyente lo creían posible y si era así. ¿A quién
atacaría primero? casi asesina a la más ruda. A su matona profesional, así que todos
se congelaron en su sitio.
—¿A caso creía que Helga se perdería la oportunidad de estar con Arnold? No,
jamás lo haría. Ellos estarían juntos y serían la pareja más vomitiva del pueblo
porque él seguía sintiendo arcadas ante la contemplación de sus besos.
Es verdad, Gerald podría estarse llevando mejor con Helga, pero no la veía
de esa manera.
Ella era una tonta, ridícula, patética y de lo más celosa, aunque él tenía la culpa. Su
historial de novias, jamás la dejaría tranquila. Concluyeron su sesión de besos y se
alistaron para salir.
Bob, Miriam y Olga Pataki llegaban esa mañana al hospital y Phoebe quería estar
presente por si se ponían impertinentes.
256
Hospital General de Hillwood.
Pese a las protestas del personal, Arnold permaneció con Helga, las enfermeras no
entendían en qué cabeza cabía que su novio se acurrucara con ella (después de un
ataque que pretendía ser sexual) pero la rubia aclaró que necesitaba sentir su
aliento para poder respirar.
Tres cabezas rubias más una cana que discutía aireadamente con su ex esposa.
—¡Es que no puedo creer que trajeras a tu novia!—respondió con lo que él creía
que era una especie de temblor en la voz.
—¡Vine porque me dijeron que algo le pasó a la niña! ¿Cómo querías que supiera
que te avisarían a ti también?
Olga se presentó, haciendo caso omiso del espectáculo de sus padres, anunció que
eran familiares de Helga G. Pataki.
—Sabes que volvimos a tomar "prestado" el auto del Doctor, él no tiene armas en la
guantera.
257
—Quizás guarde un escalpelo.—salieron por la puerta principal, él se guardó los
audífonos y el reproductor rosado. Helga tenía listas de reproducción bastante
interesantes, como aquella que se titulaba "Todo aquí duele" y efectivamente, todo
en ese track list, dolía.
Otra más se llamaba, "Cabeza de Balón" y era la que escuchaba en ese momento.
Música pop, alegre, romántica y sugerente a más no poder.
"Besos, besos,
es lo que tú y yo tuvimos,
porque no veías más allá,
de esos besos que te dan escalofríos,
mi boca era tu ley"
Suspiró para sus adentros y no tenía idea de qué les diría la del archivo, pero Bob
Pataki entendió todo mal. A mitad de sus "rabietas" una enfermera lo señaló a él
como novio de su hija y más tardó en parpadear que en lo que tenía un par de
enormes manos levantándolo por la fuerza y unos ojos furiosos mirándolo con
desprecio.
—Robert Pataki, empresario. —Miriam resopló por detrás cruzando los brazos a la
altura del pecho, ella y la "novia" de Bob, intercambiaban miradas recelosas, Olga
por su parte se acercó a él para saber si estaba bien.
258
—¿Entonces, son novios?
—Si vinieron exclusivamente a pelear, les sugiero que vuelvan a sus casas pero si
les interesa un mínimo la salud de Helga, guarden silencio y siéntense ya.
—Es bueno saber que se llevan tan bien. —comentó con una sonrisa que en su
momento debió derretir a Stella. Ella sintió que el corazón le daba un vuelco, aún no
podía con todo ese amor fraterno. Le intimidaba, trastornaba. No sabía cómo
explicarlo, pero en general la hacía sentir como una maldita inadaptada.
—El mismo.
—Habría subido con las que supongo son tu hermana, madrastra y madre, pero se
quedaron con Arnold.
—Pues, parece que tienen "problemas" que debieron solucionar antes de venir al
hospital y mi hijo, decidió recalcarles este punto.
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—Dijo algo así, como que "si no venían a verte, mejor se volvieran por dónde habían
llegado" —Helga abrió los ojos sumamente impresionada, se sentó mucho más
erguida en la cama, dejando que las sábanas descubrieran su cuerpo hasta la parte
media y se acercó al antropólogo con la antaño vitalidad de antes.
—Gracias…—la puerta se abrió de nuevo y por ella entraron Arnold y Olga, la rubia
que ya superaba la veintena corrió a aferrarse a la otra.
—¡Hermanita bebé!
—Claro que no, ¡Ya eres toda una mujer! ¡Y tú Armand, todo un hombre!
—No importan los nombres, lo que importa son ustedes. Lo escuché todo, bueno,
en realidad lo leí en la red social de su escuela. Es muy importante que aprendan a
llevar un buen control natal…
—No tienen por qué asustarse, todos somos adultos. Bueno, ustedes todavía no,
pero saben a lo que me refiero. Admitimos nuestra culpa por haberte dejado sola,
hermanita bebé pero confío en que habrán usado condón. —Olga terminó su
discurso a la vez que Helga y Arnold se tomaban de las manos totalmente
petrificados pues no sabían a cual de los dos, Bob Pataki, asesinaría primero.
—¿¡QUÉ DIJISTE!?
El grito de Bob, retumbó por el hospital completo. No solo una, sino varias veces
pues luego de aclarar ese punto, notó las marcas de dedos en el cuello de su hija,
además del brazo enyesado y se puso de un muy mal, MAL, humor.
—Sólo son rumores de gente idiota, Bob. —les aseguró volviendo a la actitud
agresiva y pedante que Arnold bien conocía.
—¿Te operaron del cerebro?—inquirió furiosa porque ella fue atacada por un
desquiciado que pudo haber irrumpido en su casa desde el día que golpeó a Gerald,
pero no sucedió.
Ella lo enfrentó, lo llevó al límite y por eso le rompió la muñeca, pero también pudo
terminar de asfixiarla y violarla.
Ella podría estar en los encabezados de los periódicos como víctima de violación y
homicidio. No sólo en una red social que la llamaba zorra y usurpadora de la
"virilidad" de Arnold, ella no era lo que en su escuela decían. No se le ofrecía a quien
tuviera una buena entrepierna. No se "tiró" a su novio para jugar al mismo nivel que
Jake Cabot.
No era la Zorra Pataki, era la Guerrera Amazona, jugadora de Béisbol que se ganó
dos oros y que renunció a todo porque su destino abruptamente, se mancilló.
Buscó apoyo en su madre, pero Miriam parecía tan ausente como el día que
descubrió la primera "traición" de Bob, miraba y no miraba, estaba y no estaba. Su
hermana entendía, en su primer abrazo le hizo saber que entendía todo por lo que
había pasado pero no hablarían de eso.
Hablarían de sexo, de lo atractivo que era su novio y de cómo ser feliz, ahora que
se "convirtió" en mujer.
—Olga, ¿Qué es esa tontería de estar bajo la tutoría temporal de los Heyerdahl?
—¿Olga?—inquirió una señorita que venía junto con él. Era la trabajadora social.
261
—Mi nombre es Helga, Bob. Y recordarás que dada tu "ausencia" me dejaste al
cuidado de Reba y Kyo Heyerdahl, ellos se han hecho cargo de todo el papeleo en
el hospital.
—¿No querrán ahora que yo asuma los gastos, cierto?—preguntó furioso, a lo que
todos (salvo él) se ofendieron.
—Su trabajo es asegurar que yo, como víctima de abuso y menor de edad me
encuentre en un ambiente seguro y estable. ¿Cierto?
—Por supuesto, la recomendación en estos casos, siempre es que estén con sus
padres.
—No, sólo estoy corroborando datos. Si voy a vivir en un ambiente seguro y estable,
recibiendo visitas ocasionales de su personal. ¿Esto aplicaría sólo hasta que cumpla
la mayoría de edad, correcto?
—Tienes diecisiete años, Helga. —le recordó la asistente revisando los datos que
tenía en su carpeta.
—Lo sé, Bob, Miriam, Olga. ¿Alguno recuerda, que día es mi cumpleaños?—los
aludidos miraron al techo, el piso, Olga navegó en su teléfono móvil, pero ninguno
acertó.
—Correcto, faltan quince días para eso. Y no quiero pasarlos en "su casa"
262
—Te hospedas en Sunset Arms, ¿Eso es correcto?
—Si
—Bien, las visitas las programaremos a partir de la próxima semana. Puede ser
cualquier día por lo que sugerimos que no intenten cambiar su rutina. La idea es
contemplar como estás viviendo, saber si te adaptas a la vida diaria o crees necesitar
el refuerzo de alguna terapia psicológica. Es natural que te cueste trabajo salir a la
escuela, pero como casi estás en tu ultimo año, no te conviene faltar.
—Lo entiendo.
—¡Un segundo! —insistió Bob. —Así sean quince días, sigues siendo mi hija.
¡Volverás a casa! Así que cambie la dirección que tiene en su hoja, señorita.
—¿¡Qué!?—gritaron todos.
—No me refiero al ADN, hablo de lo otro, la parte que justo ahora, más me interesa.
—¡Soy HELGA! Y creo que ya probaste mi punto, ahora ve abajo, busca a "Marion"
no vaya a cansarse de esperar y se consiga "otro"
—¿Marion? ¿¡Así es como se llama!? —vaya, primera vez que Miriam abría la boca.
Helga resopló y la trabajadora social los sacó a todos (excepto Arnold) de su
habitación.
—¡Es en serio! Además, de que mi padre tuvo que bajar corriendo porque mi abuela
estaba montando un espectáculo en recepción.
263
—Tal vez...—se sentó al borde de la cama y la miró a los ojos. —lamento que las
cosas salieran...
—Pues sí lo hicimos.—contraatacó.
—¿Y tú problema con eso es...?—se humedeció los labios, quizás llego el momento
de volver a probar sus labios.
—¡Sepárense, sanguijuelas!
CAPÍTULO 17
Ante la orden, los enamorados profundizaron la intensidad del beso, Gerald los
mandó al carajo y amenazó con lanzarles agua si no paraban. ¿¡Qué no sabían
dónde estaban!?
264
Sus momentos juntos, en intimidad eran tan pocos.
Valiosos, románticos y no cambiaría uno solo de ellos pero eran tan cortos que lo
hacían sentir inestable y temeroso. Todo lo que hacían (o gran parte de lo que
hacían) era charlar, dormir, sostener la promesa de eternidad. Es decir, "que él era
suyo y ella su mundo" como si todo entre ellos fuera efímero, como si vivieran en un
Universo Alterno pues cuando decidían pasar al siguiente nivel, algo o alguien los
interrumpía.
Nunca lo concretaban.
¿El qué? Ya ni lo entendía. No sabía si quería besarla hasta quedarse sin aliento o
besarla, tocarla y amarla, hasta desaparecer de su piel todo vestigio de ansiedad
que pudiera haberle dejado, Jake.
Las pesadillas de que era presa llegaban tan pronto como se dormía, despertaba
peleando contra la nada, una fuerza invisible, una amenaza que al parecer, solo él
disipaba. Se abrazaba a sus formas, susurrando al oído, respirando contra su cuello
y entonces lograba dormir.
Phoebe cerró y le echó el seguro a la puerta, la acción le extrañó pero más tardo en
pensarlo que en lo que la morena abría la mochila que llevaba a cuestas y de ella
emergía un rayo de luz peludo que inmediatamente le saltó encima a su dueña.
—Ha estado muy triste desde el viernes pasado, casi no come, ni juega. Era
evidente lo mucho que te estaba extrañando.—comentó Phoebe, pues desde el día
que se ausentó de casa, el gato se escapó de Sunset Arms yendo a buscarla por
los tejados.
—¿Así que ese cabezón no quiso cuidarte, amor?—Arnold se puso pálido por la
reclamación. Ni siquiera se acordaba del gato. Bueno sí, pero no pensó que fuera
necesario cuidarlo. ¿Que no hacía lo que quería? Se mandaba solo y lideraba una
manada de gatos y mapaches salvajes. Hasta donde él entendió, sí.
Es lo que hacía.
—Miau miau miau…—acusó el maldito traidor como solía hacer, mirándolo con odio
y fingiendo estar ampliamente traumatizado.
265
—Lo siento mucho, amor…—Phoebe resopló furiosa, porque claro que le dieron de
comer y lo mimaron pero nada le parecía a su señor majestad porque estaba
sumamente malcriado.
Helga lo siguió acariciando de orejas a cola. La verdad es que estaba casi igual a
como lo había dejado, quizás un poco menos regordete pero aún tramposo y
mimado.
—No di…
—¡Digo lo que yo quiero, Helga! —gritó, pasando de ella y volteando a ver a los
chicos. —Ustedes dos, ¡vayan a ver a Eugene, cazar pokemones o lo que mejor les
parezca! Esta señorita y yo tenemos que hablar.
—¡Espera! ¿¡Tú no vas a decirle nada!? —Johanssen pasó saliva por la garganta,
vaciló entre el gesto furioso de su chica y la expresión pálida (por no decir que
aterrada) de la mujer en la cama. Pensó que lo golpearían, pero hoy día ¿Quién no
lo golpeaba? así que volvió sobre sus pasos acercándose a ella.
Arnold y Phoebe gritaron algo que no entendió, el gato en su regazo abrió los ojos
verdes y le mostró la hilera completa de colmillos. Claro, tenía que ser. Helga G.
Pataki era una mujer por demás custodiada, pero él no pretendía cortejarla, tan solo
quería decir.
—Gracias.
266
—Dije, gracias.—repitió mirando a la apenada rubia que borraba el amago de beso
contra las sábanas de hospital. Phoebe estaba entre petrificada de coraje, celos e
intriga.
—Apuesto a que nadie te lo ha dicho porque para todos siempre será más
importante que estuviste a punto de perder tu honra y tu vida. No es que a mi me
sea indiferente, sino que puedo reconocer otros hechos. Sé que lo hiciste porque a
pesar de todo, "eso" era lo correcto. Tú eras la única que podía hacer esa jugada,
aún si era tan arriesgada. Así que gracias.
—Gerald…—Helga lo miró a los ojos como jamás creyó que lo haría. Como si fueran
amigos, de hecho lo vio como si lo quisiera y él perdió el hilo de lo que pensaba y
decía tan pronto como Phoebs salió de su trance y comenzó a gritar.
—¡No puedes restar importancia a las consecuencias de sus actos, Gerald! ¡Mira
como la dejó ese cretino!
—Nena, no voy a sostener su mano y llorar por lo que "pudo haber pasado" soy hijo
de un policía. Siempre escuché a mi padre y hermano decir que los "héroes" no
nacen, se hacen.
Esta discusión también la tenían pendiente y por eso se limitaron entre Viernes y
Sábado a hacer todo lo que pudieran hacer para mantenerse ocupados. Los dos lo
sabían. Que si encaraban el problema las cosas se saldrían de control, pero no
importaba.
Gerald miró a su novia. Colérica, hermosa e histérica, aferrada a sus ideas como
sabía que lo haría, pero él también era un chico bastante aferrado y obstinado.
—¡Fueron golpes de suerte! ¡Uno detrás de otro! ¡Ni tú, ni ella podían asegurar que
ese demente no la dañara!
—¿Puedes apoyarme un poco, Pataki? —pidió mirándola a los ojos, Helga asintió.
Sintiéndose terrible por ser la causante de una discusión entre ellos. Suspiró para
sus adentros y se concentró, ya no en él sino en su novio.
267
—Te lo dije en mi casa y lo repetí aquella tarde en las escaleras de tu pórtico…—
Arnold meditó lo dicho, esperando que con ello se le resbalaran los celos, las ganas
de asesinar a su hermano y todas, todas las dudas.
—No es que no confíe en ustedes, son lo más valioso que tengo pero Gerald está
en lo cierto. Esto tenía que hacerlo, yo.
—¡Pero…! —insistió Phoebe con el rostro húmedo de un llanto que ni siquiera sabía
que había derramado.
—Pero, nada. —ultimó. —Se los dije en la cinta de audio. Sabía que podía
lastimarme y claro que tenía miedo, pero ustedes son en lo que pienso cuando tengo
miedo.
—Phoebs...
—¡NO! —gritó sobre ella, asustando al pobre gato que huyó despavorido y se
escudó a los pies de Arnold.—¡Sólo escúchame, míranos! ¡Tienes dos días en el
hospital y ya nos estamos desconociendo!
268
—Te conozco mejor que nadie, Helga. Me dejaste la bolsa, honraste tu promesa.
Así que me importa un cuerno que convenzas a todos de que querías salvar al
mundo y ser la protagonista de las historietas de Brainy.
—¡NO TE CREO! —insistió colérica. —Una parte de ti, siempre ha estado en el límite
pero jamás rebasaste esa línea.
—Phoebe…
—Me lo debes. —exigió. —He sido por años la silenciosa testigo y confidente del
"cómo te haces daño" cada que escapabas de tu casa, cada que corrías bajo la
lluvia, cada vez que lo buscabas. —acusó señalando a Arnold. —Eras tú, tratando
de hacerte daño, sé que el "amor" te convencía de frenar en tu acción, que sus
abuelos te acogieron y dieron mejor consejo del que pudiera haberte ofrecido yo,
pero nunca, jamás, te arriesgaste tanto.
Helga hubiera preferido en ese momento, ocultar el rostro con la sombra de sus
cabellos, borrar las huellas de los dedos de Jake que sabía, seguía teniendo en el
cuello. Desterrar el recuerdo de ese beso, la fuerza con que sometió su cuerpo, el
sonido de su voz. Arrancarlo por siempre de su mente y corazón pero no podía
hacerlo.
—Por favor, no hagas que me dé por odiarlo. —El aludido se quedó de piedra. ¿Era
por esto que Phoebe prefería que Alan cortejara a su amiga? ¿Porque desde su
perspectiva, él sólo la hería? Con su indiferencia e inconsciencia. ¿Pero cómo
esperaba que la correspondiera, si no tenía idea?
269
—Entonces, no sigas hablando o yo te terminaré odiando. Sé que eres lógica, que
dado mi "historial" la tuya, es la conclusión obvia. Mis padres me abandonaron, aún
en Paris, era como si no me hubieran llevado. Miriam me presentó ante los amigos
de Olga como otra: Geraldine Laybourne. Ellos siempre quieren que sea otra, pero
jamás yo.
Tienes razón, al decir que "antes" quería hacerme daño, pero ya no. No sé como
convencerte. No tengo más argumento que el que ya he expresado. Arnold me
sostuvo entre sus brazos, él sabe que no estaba respirando, también que hubo
complicaciones porque no voy a negarlo. Lo deseé, ¿No es eso lo que prometen a
todo ser patético, agónico y decadente? No más dolor, no más tormento.
Solo olvido.
¿¡Y no fue eso, lo que Jake me dijo!? ¿Que la diferencia entre las otras y yo, es que
estoy sola? ¿¡Y a caso no sabes que es mas fuerte mi orgullo!? porque lo que me
hirió en ese momento, fue el orgullo. ¿Crees que le iba a dar el gusto? A ese
cobarde. ¡Un completo extraño! de arruinar mi destino y regodearse de lo que mis
padres han hecho conmigo, no.
¡No quería morir! ¡Quería vivir y hacerlo pagar por lo que nos hizo a Gerald, Eugene
y a mi! Por lo que deseara hacerles a ustedes, así que no Phoebs, en ese momento,
no me pensaba rendir.
En ese momento, que me levantó del piso y besó mis labios, yo...pensé en Arnold.
Te olvidas de la parte más importante y esa es, que por primera vez en mi vida soy
feliz. —eso último lo pronunció mirando al rubio que estaba frío. A la par de Gerald,
los dos inmóviles desde hacía un rato, junto a la cama y de frente a ellas porque no
se les ocurría ni como separarlas o tranquilizarlas.
Habían escuchado que "entre mujeres" podían destrozarse sin jamás lastimarse
pero "esto" era demasiado.
No sabía cómo explicarlo. No era que Arnold hubiera sido atento con ella a los cuatro
años, ni que se convirtiera de alguna extraña y aterradora forma en el objeto de su
adoración. Era algo inherente a él. Una luz, una fuerza, "algo" que sabía que los
unía.
270
Él era lo que necesitaba para seguir existiendo y por eso insistía tanto en que
durmiera a su lado, para ayudarle a disipar el dolor, deshacerse de las pesadillas,
más que nunca en su vida, ella estaba convencida de que él...
Era su vida.
—Tanto lo amo. —confesó y dicho esto ultimo volvió al tono carmín de sus mejillas
y a humedecerse los labios. Phoebe la abrazó con fuerza, le daba miedo que lo
quisiera tanto, que él pudiera dejarla y aniquilarla.
Phoebe soltó a la otra por petición de su novio que la tomó por la cintura y la atrajo
a su lado. Shortman se desprendió de algo que llevaba al cuello, un juego de placas
que a Helga le pareció igual a las que usaban los soldados en el ejército.
El viejo Phil tenía unas que le obsequió a Gertrude, la anciana se las mostró en una
de sus tantas tardes de lectura. Dijo que era una promesa de amor eterno y no
porque le vendieran su alma a algún demonio o bruja especialmente malvada.
Y fue así que en el pequeño cuarto de hospital que comenzaba a levantar sospechas
porque llevaba más tiempo del permitido totalmente cerrado. Arnold le pidió permiso
a su novia para colocarle esas placas al cuello y ella asintió.
Tras hacerlo comentó que eran Destino, la elección de palabras le vino de pronto a
la boca.
"Sus almas se pertenecían más allá de este tiempo, su pasión ardía con la misma
fuerza que la lava del volcán, dormido en la tierra extraña que lo vio nacer.
Ella era la mujer que siempre estuvo buscando y que no podía reconocer porque
aún no era su tiempo.
Este era el momento, él estaba seguro de eso ya que se enamoraron para que
pudiera salvarla, hacer que se quedara y nunca más lo dejara"
Hubo un beso como demandaba la ocasión. Húmedo, tanto por sus bocas como por
el llanto, derramado por parte de ella que le amaba más que a cualquiera. Phoebe
también lloró, enternecida, finalmente convencida, Gerald se atrevió a sacar fotos
con su celular y dos centésimas de segundo después no pudo soportarlo más.
271
—¡¿Y tú no conoces la palabra femineidad?! —refutó igual de animado. —¡¿Qué
clase de mujer se comporta así después de recibir una declaración como esa?!
—¿¡Qué clase de bruto no se sale de un cuarto donde hay dos personas que se
están BE-SAN-DO!?
—El mismo que no quiere que los saquen del hospital. ¿Te recuerdo que tienes una
reputación "que aclarar"?
—¡PHOEBE! —gritaron los dos, llamando a la mujer que había vuelto a quitar el
seguro de la puerta para no levantar más sospechas.
—Los dos tienen razón. Helga, debes ser un poco más femenina y Gerald, deja de
molestarlos cuando se están besando.
—Voltéate a otro lado o ven conmigo para darles asco. —sugirió dejando a su novio
sin argumentos, tan divertida fue la cara que puso que los tres que observaban no
evitaron estallar a carcajadas.
Salvaje e indómita.
Aunque le preocupaba que aún luciera un poco rota. Era por las pesadillas —se
recordó. El estrés que le provocaban sus padres, pero ya se arreglaría él con los
Pataki.
272
.
Por la puerta entraron "El Club de admiradores" de Helga: Alan, Brainy y Lorenzo,
los tres chicos elegantemente vestidos con ramos de flores, globos y
un horroroso animal de peluche.
—Una criatura de las sombras para alguien que ha visitado las sombras.
—Vaya, ¿Así que una se tiene que "medio morir" para que cualquiera se vuelva
caballero y galante?—acusó haciendo que a Gerald se le escurriera el color de las
mejillas y Phoebe lo pellizcara.
A los aludidos se les congeló la sangre en las venas, Helga estalló a carcajadas
permitiendo que los tres la abrazaran. Brainy susurró un "Ni se te ocurra volver a
hacerlo" Alan comentó en perfecto francés: "Seduce a las sombras, persíguelas,
créalas pero no te conviertas en ellas" Lorenzo por su parte pronunció: "Ni con
todo el licor del mundo te perdonaré"
Alan y Brainy, cada uno en una mejilla, Lorenzo en la frente para que su novio se
quejara con ganas o mejor aún gritara.
273
—Yo no impediría que hablaras con tu preciosa Lila, así que déjalos en paz.
—Helga…
—De acuerdo, buscaré a Lila…—la fulminó con la mirada y recibió una peor en
respuesta. ¿Quién tenía las de perder en materia de celos? Él, mil y una veces, él.
Se guardó el resto de argumentos y regresó junto con Phoebe y Gerald, la morena
abrió su mochila para que la bola con pelos se escondiera. Mantecado suplicó a su
ama pero era "ilegal" que metieran gatos o cualquier otro animal en el hospital.
—Miauuuuuu…
—Entre mejor te portes, más pronto iré por ti. —Mantecado saltó de sus brazos y se
metió en la mochila. El Club de Fans, aún no podía creer que esos tres se atrevieran
a meter a su gato pero bueno, era su "Amazona" y le permitían lo que fuera.
—Tú, mejor ve a bañarte Shortman. —sugirió Brainy, pues desde el viernes el rubio
se negó a salir del hospital y llevaba las mismas ropas que le vieron en el incidente.
Sus mejillas se incendiaron al reconocer esto último, Helga se burló porque a ella le
gustaba (si es posible) un poco más así: medio ido, loco, sudoroso, con esa barba
de dos días sin afeitar y oliendo ciento por ciento a él.
274
Brainy estaba a cargo del arte, Alan de la fotografía y digitalización de la obra, las
partes legales y de distribución corrían a cuenta de Lorenzo pero aún necesitaban
un guionista.
Después de ellos quien la visitó fue Rhonda. Lloyd no llevaba obsequios, ni "escolta"
entró con una gabardina color caqui, sombrero y gafas oscuras a juego, cuando la
vieron entrar, Alan estaba dispuesto a protestar pero la extravagante mujer lo mandó
al carajo mucho antes de que pudiera objetar.
Lorenzo los apremió a que salieran, Pataki detectó algo cuando esos dos se "vieron"
pero no se dijeron nada. Suspiró cansada, pidiendo a "su majestad" que sirviera de
algo y le acercara su comida. Pechuga asada de pollo con verduras al vapor y una
insípida gelatina.
—¿Qué te trae desde las profundidades del infierno, Lloyd?—preguntó como quien
no quiere la cosa.
—Claro que vi una luz, pero la rechacé y decidí convertirme en fantasma para jalarte
los pies. —ambas intercambiaron una sonrisa de complicidad, luego pasaron a lo
importante.
Es decir, el "rumor"
—Así es, estoy encerrada en este deprimente lugar y aún así, lo sé. La peor parte
es que fue Olga, "mi siempre querida, perfecta y fastidiosa hermana" la que sugirió
que Arnold y yo follamos como conejos y la pregunta que me hago es ¿Cómo se
habrá enterado? Si esa maldita grabación debía escucharla el departamento de
policía y nadie más.
Rhonda se atragantó con su propia saliva, Helga terminó con la gelatina y aunque
sostenía una cuchara de plástico con la mano ilesa, consiguió dirigirla hacia ella de
manera amenazante y perversa.
275
—Vv…—carraspeó. —Verás, mi padre sugirió que como Presidente del comité
estudiantil, también debía estar presente, Curly me acompañó, ya que él es
vicepresidente, Gerald se metió acompañando a su hermano y como bien dices,
había mas oficiales de policía además de académicos y el inepto del Director.
Cuando terminó la "reunión" consideré que era justo, que todos supiéramos "todo"
Y por "todos" me refiero a los patéticos chicos que alguna vez defendiste para salvar
el vecindario. Se suponía que estabas "a salvo" que todos teníamos un pacto, que
nadie le jugaba chueco a nadie pero aún así...
—La mañana del sábado corrió el rumor por la red social de la escuela.
Lloyd asintió.
Comentó que lo estaba "solucionando" pero con tantas cosas sucediendo al rededor,
no había tenido tiempo de enfrascarse en la tarea. Su padre decía que estaba
mancillando el apellido de la familia, su madre quería cambiarla de nombre y de
escuela. Por ultimo estaba su "relación" con Curly, tema que no podía tratar con
Nadine porque la rubia entendía algunas cosas pero no todas.
—Por supuesto que te creo, ¿Qué ganarías tú, diciendo que me tiro al Cabeza de
Balón? Además, ¿Uno solo de ustedes, no puede abogar en favor de su honor?
Tiene carácter, independencia, personalidad. Es tranquilo, pero recordarás como se
pone cuando lo fastidio.
—¡NO! ¡DIOS, NO! —gritó Wellington, quizá un poco histérica, con las mejillas
incendiadas y un notable escalofrío que le recorrió la espina dorsal a causa
del…miedo. Helga celebró su reacción con una sonrisa tremenda, la otra la maldijo
para sus adentros y comentó.
276
—¡Hablamos de ustedes!
—Hablamos de sexo y eso que dices es ridículo. Sí, nos conocemos de toda la vida
pero tenemos una semana con dos días de novios. ¡No nos hemos…! —pausó,
contando hasta diez (para no asesinarla) y atacando desde otro ángulo. —
...Revolcado, atascado, restregado, fusionado y todas las demás porquerías que
sugería la maldita red de la escuela.
—¿¡Oh, Santa María Madre de Dios, las leíste!?—gritó algunos decibeles por arriba
de la histeria.
—Sip, y también Bob. Casi, asesina a mi Arnold por ese maldito rumor, así que
responde:
—Tranquila, baja la cuchara. Ya te dije que lo estoy arreglando. Hasta donde sé, la
crearon alumnos que se graduaron hace varios años. Su programación es mas
bastante sencilla, para acceder no necesitas más que tu número de estudiante y al
postear tienes la opción de que aparezca tu nombre o publicar como anónimo.
—Porque mis padres quieren que mantenga un bajo perfil ahora. Heyerdahl está
bajo amenaza también, sus padres son…
—Genial, ahora voy a tener que comprarle otra. —Bufó fastidiada, pensando en
alguna otra solución. —¿Curly no era un cerebrito maniático de la informática,
también?
—Lo es, pero él y yo…—Lloyd estrujó un poco la manicura francesa de sus uñas.
—Interesante elección de palabras porque desde que están, yo quiero entender "por
qué" están.
277
—Que mi padre tuviera un romance con la madre de Patty en algún momento de
sus vidas, es complicado. Que tú estés atrapada en una novela clásica de niñas de
secundaria, es otra cosa.
—Oh, vamos. Sabes que hay un moreno inteligente, apuesto, millonario, medio raro,
(eso es cierto) pero perdidamente enamorado de ti y no haces nada para tenerlo.
—Curly, por Dios, Rhonda. ¡¿No aceptas a Lorenzo por estar enredada con Curly?!
Estabas así o mas ebria en la fiesta donde comenzaron a ensalibarse.
—Porque asistí "camuflada" ¿Sabes que nadie repara en el rostro de quien les sirve
los tragos? (Nadie, excepto Arnold. Su cabeza de balón fue el único que notó a la
rubia indiferente, con el ceño fruncido y un traje de dos piezas negro tan ajustado
que a mitad de la noche se tuvo que quitar el chaleco para recordar como respirar.
Estaba con Lila, pidiendo tragos de tanto en tanto para su preciosa, encantadora y
delicada, Lila. Ella los preparó todos "vírgenes" no iba a permitir que el alcohol, los
pusiera al punto de comerse a besos o introducirse en alguna promiscua y oscura
habitación. No señor.)
—¡Eso es absurdo…!—gritó Lloyd aún más histérica. Porque era imposible que ella
supiera…—Su madre es alcohólica— Se recordó de manera interna. —Claro que
Helga G. Pataki, sabría preparar toda clase de trago.
—Entonces, querida. Te pusiste como una cuba, las razones de eso las sabrás tú,
pero estabas algo necesitada de afecto esa noche. Cosa que puedo decir de
algunos más pero el punto es que Sid los vio y el gusano insignificante y celoso
corrió el rumor.
278
—¡Mira quien habla! Si cuando entré tenías a Brainy y Alan, casi besando tus pies.
—¡Es que no es tan sencillo! ¿Qué me dices de los otros rumores?—chilló, tirando
de las mangas de su camisón.
Tenía que hacer algo pero la crucifixión social, no le parecía una opción.
Ella, era una Lloyd, tenía una imagen de mujer respetable que mantener, es decir
que debía ser la novia perfecta, coqueta y discreta. Aceptar su destino con
resignación y esperar la muerte.
—En tu cara, princesa. ¿Sabes que siete de cada diez parejas que llegan juntas a
la Universidad, se terminan casando?
—¿Qué...?—chilló con pánico, viéndose en los azules ojos de la otra, que brillaban
con el poderío de la maldad y el raciocinio.
—Si no lo cortas antes de las vacaciones de verano, es un hecho que será tu esposo.
279
—¡NOOO!—suplicó, tirándose al piso con mucho dramatismo.
Le agradó.
—¿Ya se iban? —fue el primer pensamiento que secó la garganta de la rubia pero
se interrumpió cuando Rhonda le prometió que encontraría al responsable.
—¿Perdón...?
280
amplia para disfrutar de la noche entrante. Las luces del pueblo, la vida que
comenzaba a vibrar por fuera.
—Parece un buen chico, —agregó Miriam. —Supimos que ha estado contigo a sol
y sombra y por eso, quisiéramos quedarnos en su lugar hasta que te den el alta.
¡Santo Dios! ¿Qué haría esta noche sin Arnold? —la preocupación fue notoria en su
rostro y por ello sus padres comentaron.
—Te daremos unos minutos con él, después vendrá una Señorita a hacerte la
evaluación psicológica.
—Está bien…
Una oscuridad tenebrosa, una selva de sombras y en el centro de todo eso una
inmensa hoguera.
Pensó que sería ahí donde su alma ardería hasta el final de los tiempos, dónde le
arrancarían el dolor pues todo lo que sentiría sería dolor, dónde perdería la memoria
y se olvidaría de quien fue, lo que hizo y a quien amó.
Como fuego fatuo, se iluminó el camino de regreso y ella lo siguió hasta que escuchó
su voz.
Llorando, llamando…
—Helga…
Ni siquiera fue consciente del momento en que salieron sus padres y entró el rubio.
Las mismas ropas, el mismo gesto entre preocupado, enamorado y dolido. ¿A caso
su dolor, le dolía? No quería que aquel fuera el recuerdo que se llevara de ella así
que intentó sonreír pero le salieron un par de lágrimas al hacerlo.
281
—La idea de hablar con ellos, era que ya no te hicieran llorar…—comentó
acercándose a la cama, rodeándola con sus brazos. Ella se aferró a él con el único
brazo con que podía hacerlo y negó estar llorando por eso.
—Te extrañaré.
—Yo también…—Arnold besó sus labios, todo el amor antes profeso, latiendo e
hinchando su corazón, ella suspiró en el interior de su boca. Se miró en sus ojos,
queriendo conservar todo de él, pues jamás tendría suficiente de él.
—Lo que haya olvidado puede aprenderlo otra vez. No te deprimas por él, está muy
alegre, de verdad. Sheena ha prometido ser su enfermera personal y los que tienen
clases con él, han prometido pasarle las tareas hechas y conseguirle las respuestas
de los exámenes. No perderá el último año, tampoco el pase Universitario. ¿Sabes
que quiere ser…?
—Actor de teatro.
—Y tú también…
—Supongo que quieres ser escritora o quizás Dictadora. No hemos hablado de eso.
282
—¿A parte de ser tu esposa…?—inquirió, sólo para ver la cara que ponía. Las
mejillas del rubio se incendiaron, su garganta se secó, sus dedos temblaron, ella
aprovechó ese momento para besarlo de nuevo. Tiró del cuello de su camisa,
encontrando algo más a parte de la tela que vestía.
Una cadena, su relicario de oro. Se veía interesante con ese corazón al cuello,
contrastaba con el tono de su piel y sus cabellos.
—No...
—¿Porqué no?
—Cuando lo jures ante un altar, me daré por bien servido…—la besó en la frente.
La doctora que haría su evaluación psicológica ya estaba llamando a la puerta.
—Vivirán, los invitaré personalmente a la boda. —Helga lo llamó idiota y dejó que
se fuera.
—No, gracias. La declaración de lo sucedido, la habré hecho como unas tres veces.
—Lo sé y aquí tengo una copia. No quiero una descripción metódica y ortodoxa de
los eventos, Helga. Quiero saber, ¿Cómo te sentías mientras todo eso estaba
sucediendo? Y también, me reportan las enfermeras que has tenido problemas para
dormir. Tan serios que has roto las reglas del Hospital, al pedirle a tu novio que se
acueste contigo.
—Necesitas tenerlo contigo para poder dormir.—la rubia asintió. La Doctora dobló
una pierna sobre la otra y continuó. —No hay nada de malo con eso, a excepción
de esto. No puedes depender de otra persona en todo momento. Tus padres dicen
que eres una chica asombrosa, fuerte e independiente. Desde de los cuatro años te
haces cargo de ti misma. Nunca les has dado problemas y probablemente sea por
eso que se confiaron tanto.
283
—¿Habló con ellos?
—¿De verdad?
—¿Quieres volver a ser esa chica fuerte e independiente? Apuesto a que tu novio
le gustaría también.
—¿Él dijo eso?—preguntó inquieta. La Doctora negó, sólo habló con sus padres,
pero era lógico que él quisiera volver a ver a la que fue...
—De acuerdo.
CAPÍTULO 18
Debido a las reformas en Sunset Arms, Miles Shortman tuvo que hospedarse en la
habitación de su hijo. Era un espacio bastante amplio y para dormir, solo tenia que
sacar el sillón de la pared y acomodar su cama.
Una belleza exótica, sin lugar a dudas Stella lo era, pero no era nativa de aquella
tierra, sino que era extranjera al igual que él. Soñadora, salvaje, intrépida y todo lo
que sabía que quería en una mujer. Sus ojos verdes, la piel morena, los cabellos
castaño cortos y aquellas curvas.
Dios…
284
A primera vista, de verdad la amó.
Dar a luz en unas condiciones como esas: en ausencia de todo equipo médico,
personal calificado, con los presagios de los nativos como únicos testigos y ese
imponente volcán a punto de hacer erupción, se tradujo en un horror.
Arnold, no lloró al salir del vientre. Pensaron que venía muerto, que lo perderían
todo, que morirían ahí y es que en el momento exacto que nació hubo un
estremecedor temblor. Los que estaban al rededor suyo corrieron despavoridos,
solo uno se quedó con ellos, le pasó al niño envuelto en una desgastada tela, su
mujer continuaba en el piso, se desangraba y aún restaba retirar la placenta.
Él lo sabía y lo veía pero también era consciente de que la lava estaba a punto de
emanar. La ceniza que cubría el cielo hacía semanas que de blanca se tornó negra,
abrazó a su pequeño que comenzaba a ponerse morado, Stella apenas si tenía
fuerza, le rogó a Eduardo que huyera, éste se negó a hacerlo pero finalmente lo
convencieron. Se acercó a su esposa, colocándola en su regazo y recostando sobre
su pecho al fruto "dormido" de ambos. Unieron sus manos en íntimo abrazo,
impensable reclamar los labios pues le aterró la idea de robarle a Stella su ultimo
aliento.
Cerró los ojos, ofreció una oración al viento y cuando creyó que el final de sus vidas
había sido anunciado su hijo lloró.
Su voz, se expandió por el aire, las aves parecieron celebrarlo, los animales y
árboles también. El volcán entonces, se negó a hacer erupción, los que salieron
despavoridos volvieron a la cima de la pirámide.
Tras atestiguarlo. Aitor y Antha (los abuelos de Anthea) ordenaron que atendieran a
su mujer y que a él se le retirara el niño. Se negó a soltarlo pero dijeron que era eso
o dejar que murieran los dos. Le besó la frente aún impregnada de sangre y cebo,
piel más rosada, cuerpo pequeño, contó los dedos de la única mano que tenía a la
vista. Cinco dedos perfectos y rogó al cielo porque todo él estuviera completo.
285
su pequeño regimiento. Lloró, maldijo, se peleó con el universo y el Destino entero
pero Eduardo le recordó que estaban vivos.
"Mantener a raya la furia del volcán, proteger sus secretos, honrar sus
misterios y por supuesto, trascenderlos"
Una sucesión de eventos tan rápidos que antes de que pudieran preguntar, los "ojos
verdes" ya hablaban de su "despertar" lograron comunicarse a Sunset Arms, al
término del tercer día. Su padre los puso al tanto de todo, Arnold efectivamente tenía
una novia que se encontraba en riesgo.
Los detalles de esto no les fueron revelados, Stella y él se angustiaron igual que en
el momento de abandonarlo pero horas después la conocieron ó quizás fuera mejor
decir que lareconocieron.
286
.
¿La razón?
El preludio a una muerte que no dejaba de dar vueltas en su interior. Antha, era la
profeta, la mujer mas venerable y sabia de todo el pueblo. Si ella decía que había
muerte es porque rondaba. ¿Pero a quién? Estaba ligado a Arnold, eso era un
hecho. Lo sabía, lo sentía. ¿Pero quién? ¿Sus padres, su novia, Stella ó él?
—¿Papá…?—la voz de Arnold lo arrancó de sus cavilaciones. Casi se cae del sillón
al escuchar a su hijo. Estaba con las ropas de cama y el cabello húmedo, lo secaba
con una toalla blanca y al parecer, le impresionó verlo meditar cual estatua.
—¿Lo estás tú?—respondió incorporándose para llegar hasta él. Arnold asintió pero
su rostro se veía tremendamente cansado, como si hubieran pasado meses y no
días de la ultima vez que charlaron.
—Sí…
—¿Que cosa?
—Deseó morir…
287
—¿Por qué pensaría eso?—preguntó Miles, mucho mas serio y preocupado.
—No lo sé…—confesó aún cabizbajo. —…el punto es que describió una apacible y
aterradora nada, luego pensó en mi y recobró la fuerza para vivir.
—Pruébame. —lo retó Miles con una sonrisa aún más grande. La historia existe para
no repetirse, las profecías creerían algunos que son advertencias de lo que está por
cumplirse: una catástrofe o quizás un evento memorable.
Arnold ocupó buena parte de la noche en contar a su padre cómo fue que la conoció.
Una mañana lluviosa, una niña preciosa con el rostro manchado de barro y un moño
rosado en la cabeza.
18:00hrs.
—Descríbelo otra vez Helga, recuerda que estás en una zona segura. Te encuentras
conmigo y nada de lo que suceda podrá lastimarte.
288
Sus pesadillas volvieron la primera noche que durmió, sin él.
El Domingo, consiguió dormir pegada a sus ropas, la camisa de fútbol soccer que ni
siquiera olía a él, pero que sabía, era de él. Alejó las sombras de su corazón, la
vacilación de su mente pero después tuvo que entregársela y se encontró a sí misma
en medio de aquella aterradora nada.
Oscuridad en su haber, diversos matices de sombras, unas más espesas que otras
y por ello lo describía como una nutrida y abandonada selva.
Sus pies desnudos, las ropas de cama que en ese sueño se trataba de un pantalón
corto y una blusa de tirantes blancos. Entre mas avanzaba mas pesado parecía
hacerse el aire, comenzaba a tener problemas para respirar y aumentaba la carrera
al avistar un lejano destello de luz. Las sombras danzaban al rededor de ella, se
desdibujaban a medida que corría y el viento aullaba como si gritara en alguna
lengua antigua y maldita. Dedos afilados, delgados cual rama rasguñaban su carne,
rasgaban las telas de sus delicadas prendas y ella seguía, pensando que en la luz
todo estaría bien, pero se equivocó.
Lo intentó.
Avanzó hasta llegar al punto de sentir el calor aplastante contra la piel desnuda,
quemando las puntas de sus cabellos. (los ataba en una coleta floja cuando se iba
a dormir pero la cinta fue lo primero en ser desprendido por las ramas de aquellos
árboles, así que sus cabellos sueltos hondeaban con el viento acercándose de más
a la hoguera) el flequillo le hacía cosquillas en las pestañas, el sudor le corría por
varias partes además de la cara, sentía las prendas húmedas pegadas a su pecho
y los muslos.
¿Sería rápido? ¿Se consumiría en un parpadeo o sentiría dolor hasta que sus gritos
desaparecieran con el viento?
289
—Así es…—pronunció una voz fémina, bella. Intentó descifrarla, encontrarla a pesar
de las llamas y la halló. Al otro lado de la hoguera, un rostro de piel morena, cabellos
negros y ojos verdes.
—No más nada. —le recordó. Sus labios gruesos, carnosos, los pómulos afilados,
toda ella lucía como una Diosa.
¿Sería la muerte?
—Te olvidará, como todos los que debieron amarte te han olvidado…
—¿Arnold?
—Sí…
—¡Helga! —la Doctora Johannes estaba con ella, presionando su cuerpo para
hacerla reaccionar. La bata de hospital se había pegado a su pecho, los cabellos a
la frente y todo esto era a causa del sudor, sentía además el corazón acelerado, la
sangre escociendo, las plantas de sus pies dolían y hasta detectó algunos rasguños
sobre la piel expuesta.
Le revisó las pupilas, presión sanguínea, los rasguños que efectivamente estaban
por el largo de los brazos y piernas, en las plantas de los pies había abrasiones de
carácter mínimo pero aún así, Helga se aterrorizó. Cuando hubo terminado,
Johannes mencionó cosas sobre el poder de la mente. Experiencias tan vívidas que
el cuerpo reacciona como si estuviera ahí.
Ella se sintió como en el set de grabación de "Pesadilla en la calle del infierno" (Elm
Street, Freddy Krueger).
—¿Con ayuda de una tableta electrónica, tal vez?—sugirió y ella aceptó que podía
ser una opción. Olga tenía una, ojalá se la prestara.
290
—También podríamos probar con el arte.
—De acuerdo…—mintió. Pues ella conocía con exactitud la causa de sus pesadillas.
Deseó morir…
Lo deseó durante tantos años que ahora, que casi fue un hecho, la muerte
reclamaba su parte.
—Oh, Arnold…
—Helga…
El más joven de los Shortman la llamó en sus sueños, Miles lo habrá escuchado
unas tres veces y aunque le enterneció, también le alarmó. De a cuerdo a lo que
sabía, ellos se conocieron en circunstancias poco agradables, parecía que cada que
ella tenía el corazón roto acudía a él. Y cuando su hijo se encontraba intranquilo,
confundido o perdido, encontraba serenidad en ella.
No negaba que también se fastidiaban, Arnold fue muy específico al decir que
básicamente lo volvía loco. Pero las mujeres de su familia eran así y saber que
ninguno era la excepción a la regla se sentía muy pero que muy bien. Miró su reloj
de pulsera y procedió a tomar la computadora personal del menor. Salió de la alcoba
y anduvo con pies descalzos hasta sentarse en el primer descanso de las escaleras,
llamó a Stella por Skype, según dijo la noche anterior, la amenaza parecía haber
pasado.
—Aún tiene problemas para dormir y de hecho es por ella que te estoy llamando.
—¿No crees que es demasiado joven para ti?—inquirió con molestia. Miles casi se
cae por las escaleras al escuchar la acusación y de hecho lo atacó una tos de lo
más nerviosa. Stella lo llamó tonto y espero a que se recompusiera. Cuando lo hizo
el antropólogo juró que jamás la engañaría (mucho menos con la novia de su hijo) y
agregó.
—Bueno, no había pensado en ella hasta el día de hoy. Fue por un comentario de
Arnold que me vino a la memoria.
"Se dice que la vida y la muerte han estado enamoradas desde el inicio del tiempo
pero que debido a lo diverso de sus propósitos, universos y temperamentos, no
pueden estar juntas en ningún momento. Sin embargo se envían obsequios. La vida,
no deja de enviar presentes a la muerte y ésta los guarda para honrar su promesa,
corresponder su amor y esperar el momento en que puedan pertenecerse por
completo"
Stella asintió, envolviéndose con los brazos. En los últimos diecisiete años, no había
querido pensarlo pero lo cierto era que su hijo, sí estaba ligado al volcán.
292
Su temperamento, sus sueños, esperanzas.
Su vida.
Cuando el sol brillaba con intensidad sabían que sonreía y cuando se ponía lluvioso
sufría, otros días eran mas melancólicos, grises y sin lluvia, algunos tranquilos y
templados. Los movimientos sísmicos no aparecían a excepción de que estuviera
sumamente furioso pero eran contadas. Muy contadas las ocasiones y en ninguna
hubo ceniza o amenaza que les hiciera pensar en la erupción del volcán.
Les permitieron partir junto con él para estrechar lazos e informarle que llegada la
"mayoría de edad" tendría que regresar. Los catorce años, el ritual de niño a hombre,
la presentación de la persona "destinada a él" sólo que finalmente resultó que no
era para él.
Elegir a la persona dedicada a él, la misma que su Dios, debió enviar para él.
Sabían que era Helga, los eventos recientes confirmaron que se trataba de ella,
¿Pero entonces por qué…?
—¿A dónde quieres llegar con todo esto Miles? Arnold está bien, su novia…
No, mejor no pensar en eso. Ellos siguieron todas las "reglas" ni siquiera salían de
la selva. Entregaron sus vidas en pos de proteger y prolongar la de su niño.
—Que pensé en las profecías y en esa leyenda, porque sé que Arnold es la vida y
creo que ella es la muerte. —Stella se llevó las manos a la boca y miró a su marido,
rogando porque al fin se hubiera vuelto loco. Las palabras de Antha, no obstante
reverberaron en su mente.
293
.
Mañana siguiente.
Los chicos volvían a estar reunidos a la entrada principal, había bastante barullo y
antes de que Arnold pudiera preguntar qué es lo que pasaba un grupo de idiotas lo
señaló, acorraló, estampó contra la pared y acusó de ser una especie de "juguete
sexual" el calificativo le pareció repulsivo, le ofendió a niveles desconocidos y estaba
por golpear al pedazo de animal que lo tomó por detrás cuando una nueva persona
intervino y dirigió la atención hacia ella.
Los bravucones que lo rodeaban y que debían ser la clase de escoria que reprueba
todas y cada una de las materias, no entra a su salón de clase y se dedica a pasar
el rato en las áreas verdes fumando, golpeando o haraganeando, lo dejaron de lado
y se dedicaron a contemplar a su amiga.
La pelirroja llevaba los cabellos sueltos y un adorable vestido verde con detalles
rosa, sus zapatillas de piso eran abiertas, color rosa palo, combinaban con su
mochila y además de eso llevaba maquillaje a juego. Se veía preciosa, más de uno
la elogió, por no decir que le silbaron y susurraron obscenidades que incrementaron
su mal carácter.
—No te metas en lo que no te incumbe, muñeca. —Lila humedeció sus labios, rojos
como cereza y en lugar de retroceder, se acercó a ellos. Coqueta, grácil, toda ella
lo era, desprendiendo inocencia y llamando la atención de los chicos.
—¿Y por qué quieres saber?—cuestionó atrapando un mechón de cabello rojo entre
sus dedos. Lila ni se inmutó, parecía tener "experiencia" en esta clase de situación.
Sonrió con gracia, meneando el rostro cual si estuviera abochornada y libero su
cabello de la mano que lo tomaba.
294
—Porque me parece que todos ustedes son mas grandes que Arnold y lo acosan
por estar con su novia.
—Una zorra ardiente. —corroboró el que estaba al frente. —Lila sonrió de nuevo,
un gesto diferente, altivo, furioso y desafiante.
—¿De verdad? ¿Alguno a parte de Arnold, ha estado con ella? —se deslizó entre
ellos y preguntó a los otros que hasta ahora notaba se encontraban mirando.
Toda la preparatoria parecía estar pendiente del acto y Lila los continuó
cuestionando. Decenas de rostros masculinos desviaron la mirada o fingieron estar
ocupados con su teléfono celular. La pelirroja retomó el punto inicial.
—Entonces, —comentó dirigiéndose al mas grande patán. —solo es una chica que
se ha divertido con su novio…
—Los que quieren,—respondió Lila aún más coqueta y seductora, envolvió al patán
con su figura, sin tocarlo, sólo haciendo que la mirara, a ella y a nadie más. —¿A
caso, tú nunca lo has hecho? —preguntó casi por encima de él, el chico retrocedió
un poco y notable fue el temblor tanto de su cuerpo como de su voz.
—Ah, pero no te creo, primor —Colocó las manos sobre su pecho y lo recargó en la
pared para efectuar su jugada final.
295
—¿A caso no saben que nosotras, apreciamos la experiencia? —múltiples aplausos
y vítores secundaron el comentario. En un parpadeo el rumor parecía estar anulado,
mencionarlo era como afirmar ser casto.
Y en el ultimo año de preparatoria eso era como afirmar, ser cristiano en una iglesia
llena de católicos.
Lila soltó una carcajada, su novio la rodeo con los brazos y reclamó sus labios. Él
tenía que aprender como hacer eso: observar a su novia coquetear y provocar a
media escuela, sin volverse un monstruo celoso.
Gerald le colocó ambas manos sobre los hombros, sacándolo de su trance. Sid,
Stinky y todos los demás ya se habían replegado.
—¡Hey! déjalos en paz, ¿La veras en casi todas tus clases, cierto?
—Sip
—Además, me permito recordarte que es de mal gusto espiar, cuando dos personas
están be-san-do-se
—Y por eso lo repito. ¿Cómo está? ¿Dieron mucho asco desde que nos fuimos?—
preguntó fingiendo provocarse el vómito con los dedos.
—Sabes que sí y se encuentra bien. Sus padres se quedarán con ella esta semana.
—Tal cual.
296
.
—¿A mano? Después de hacer eso, diría que te debo la vida.—respondió Arnold
con la vieja camaradería de antes.
—Escuché que no saliste del hospital hasta ayer por la noche y eso únicamente
porque debías venir a presentar los exámenes. —el asintió, sintiendo impulsos
asesinos de nuevo. (Todos en ese condenado y microscópico pueblo eran una
maldita bola de chismosos)
Desde "Romeo y Julieta" Helga había querido tenerlo y ella sabía que "iba en serio"
pues se tragó el orgullo para confesar que lo quería y necesitaba que le diera su
papel.
"Él nunca la besaría en serio" "Jamás la vería como la princesa de ningún cuento
encantado" "Y todo lo que quería era un beso" Después de eso los dejaría juntos. Si
el "Cabeza de Balón" quería estar con ella, la dejaría tenerlo. No se metería en el
medio.
Y lo cumplió.
Por diez años, no se entrometió. Y aunque pudo haber sacado ventaja, probado los
labios que con tanta facilidad, Arnold le obsequiaba, los rechazó porque sabía que
no era correcto. Ella no iba en serio. Sí le gustaba pero no lo amaba.
Supo de lo que pasó con Eugene y lo sucedido mucho antes de eso. Que Arnold le
dio una carta que la hizo llorar y que después le obsequió un beso que la hizo callar,
que todos se convencieron, Rhonda se desmayó, Sheena tenía sus dudas y por eso
Helga declamó.
¿Y a caso ella, no tenía su propio amor? ¿Un chico encantador, apuesto, inteligente
y gracioso?
297
Suspiró para sus adentros, ya que no era correcto aspirar a una pizca de ese mítico
amor. El que te besa por sorpresa y hace que tu Universo completo estremezca. Lo
había buscado, en asombrosa cantidad de chicos, pero ninguno la inspiraba,
ninguno la estremecía, ninguno la hacía querer tocar la luna. Como sabía que Helga,
tocaría el cielo e infierno por Arnold Shortman.
—Me comprometí a conseguir las preguntas del examen, así que yo lo golpeo y tú
te robas uno.
El profesor Cruz se extrañó de que le faltara uno pero al comprobar que no estaba
Eugene, supuso que lo obvió.
—Ojos en sus exámenes, si veo a alguien sacando cualquier cosa que no sea un
bolígrafo, sale del salón y está reprobado. Lo mismo aplica para los susurros,
cuchicheos o cualquier movimiento que realicen en falso. Tienen cuarenta y cinco
minutos para responder a partir de ahora, cuiden la ortografía y la calidad de su letra.
—Si, pero también creo que lo hiciste para volver a ser amigos.
Lo miró partir perdiéndose entre personas, Gerald y Phoebe andaban por ahí, Harold
y Patty también, las parejas de ensueño, unidas, bellas. Pensó que definitivamente,
él era demasiado denso. No por nada le tomó diez años darse cuenta de los
sentimientos de Helga, pero ¿Y los de ella? ¿Dónde quedaba ese suspiro ahogado,
esa sutil insinuación que decía que "amigos" no quería decir exactamente eso?
¿Que en el fondo de su alma le habría encantado besarlo y saber, si hacía
estremecer de gozo su corazón?
298
Si lo besaba y se enamoraba, se sentiría una traidora. Usurpadora del amor que
debía merecer Helga. ¿A caso ella, no había sufrido demasiado? ¿No lloraba todos
los días y declamaba y peleaba contra su fuero interno? ¿No la odiaba, porque en
el fondo deseaba ser como ella. "La señorita perfección" la que llamaba la atención
del objeto de su adoración? ¿No merecía una recompensa, por todo ese dolor?
Ella creía que sí. Y le encantaba que estuvieran juntos, que él la amara como
deseaba ser amada.
—¡Aquí estas!—Larry la llamó a lo lejos, ella le sonrió, ni siquiera tuvo que fingir. Era
un gesto auténtico, lo quería en serio y cuando se besaban, había un vuelco en su
corazón. No extraordinario, ni para tocar la luna, pero sí, para tocar sus fuertes
músculos, juguetear con sus ropas, la hebilla del pantalón y si él quería…llegar un
poco más lejos.
16:00hrs.
Dejó sus cosas junto a la cama y se acomodó en la silla, Helga llevaba su propia
ropa, una camisa rosa de cuello redondo, además de un pantalón de algodón negro.
Le comentó que durante el día, ya no se quedaría ahí, saldría a los jardines del
hospital junto a los demás pacientes en "rehabilitación" se encontró con Eugene,
pero el pelirrojo no la reconoció.
—¿De verdad cambié tanto? —Arnold la miró de nuevo, el conjunto completo y claro
que cambio demasiado. Imposible no mirar sus pechos, aunque segundos después
se arrepintió y la miró a los ojos. Helga ya tenía el ceño fruncido en un claro reproche
pero se lo tragó porque claro que sabía que él era un cretino.
—¿Y a los doce años, no tenía pechos? ¿¡Es lo que intentas decir!?
A los doce años, todos "estaban cambiando" pero más las chicas, se convirtieron de
la noche a la mañana en una secta que aislaba a los niños y de todo se enfadaba.
Asumió que como sus cuerpos cambiaban notoriamente que los suyos, estaban
recelosas y peleadas con el mundo. Que ellos fueran cerdos, tampoco ayudaba
mucho porque "¿A dónde querían que miraran si sólo había una cosa que mirar?"
Recordaba a Lila, por supuesto que su atención se fijó más de lo normal en ella, sus
curvas de niña a mujer fueron adquiriendo forma de manera espectacular, discreta
y sensual. Además de que según él que fue un cambio que no termino de asentarse
hasta los catorce o quince años de edad.
Su discurso terminaba con los puños de Helga rompiendo su cara, pero un año
después algo se notaba. La cintura más estrecha, las piernas mejor torneadas, su
pecho aún oculto debajo de esas nada discretas prendas y los mechones de cabello
que comenzaba a dejarse suelto y largo.
La "amazona" por referirla de alguna manera, no apareció hasta dos años después.
Cuando dejó los tirantes y optó por las camisas de cuello redondo en un intento por
distraer la atención de sus pechos, pero la prenda caía con gracia, aún si era
holgada y ella nada fémina.
—¿¡Sí, qué…!? —preguntó furiosa, dudosa, ya que a medida que pensaba en eso,
él había vuelto a acercarse a ella. Le retiró la bandeja con comida de las piernas y
se recostó sobre ella, rodeándola con su cuerpo, reclamando sus labios y Helga
respondió como sabía que lo haría, como le gustaba que hiciera. Derritiéndose en
su boca, suspirando, aferrándose a él por el cuello de su camisa.
300
—Si, cambiaste demasiado. —respondió. —pero eso es solo un decir. Ya que sigues
siendo la mujer que amo.
—Arnold…—ella lo miró a los ojos y él hubiera seguido por ahí, de no ser porque
ahora que la tenía más cerca, notó los rasguños por el largo de sus brazos.
—¿Qué te pasó a ti? —él tenía algunos golpes en la cara y los nudillos, pensó que
no se verían, pero claro. Los dos eran minuciosos con sus cuerpos.
Sucedió durante el almuerzo, él estaba con los chicos en la mesa de siempre cuando
otros idiotas empujaron a Gerald y Sid para hacerse lugar y sentarse a su mesa.
Gritaron a todo pulmón que "él era el hombre" el que había derribado sus defensas,
él único que se había "tirado" a la Amazona, querían detalles, sucios e íntimos,
además de saber ¿Cómo lo había hecho? porque necias como ella, había por todas
partes de la escuela, zorritas que se sentían tan buenas, cuando lo único cierto es
que pedían a gritos a alguien que les tronara los huesos.
El resultado de eso fue que él, se olvidara de sus juramentos (sobre el pacifismo) y
golpeara con el puño cerrado la cara del primero de ellos. Gerald y Sid se vieron
obligados a intervenir porque como demanda la tradición, en menos de dos minutos
toda la preparatoria se estaba golpeando entre sí. Los profesores se tomaron su
tiempo en intervenir, mas que nada porque fue Harold, el último en unirse a la acción
y separarlos a todos bajo amenaza de extraer la espina dorsal de sus troncos, como
lo dejaran comerse su maldita comida en paz.
"Y por cierto, vuelvo a escuchar que llaman a Helga G. Pataki, zorra y yo los
comenzaré a llamar moluscos. ¿Saben por qué? Porque no les quedará un solo
hueso ileso"
—Digamos que me topé con la mitad de la escuela que aún te dice zorra…
—Intento averiguarlo...
301
—¿Te caíste en esa salida por los jardines?
—No, pero quiero entender…—Helga le colocó un dedo sobre los labios para
hacerlo callar. Le gustaba que se preocupara por ella, que la mirara de esa
manera, que estuviera tan cerca e inclusive que se peleara por ella y reprimió el
impulso de besarlo, solo porque en realidad quería pedirle algo.
—Sigo aquí y pretendo quedarme aquí. Por eso creo que me podrías ayudar con tus
cosas "místicas" de la selva.
—Sí…
—¿A caso tú…tienes dudas sobre nosotros?—Helga negó y lo miró directo a los
ojos.
—¿¡Qué…!?
Le narró sus sueños y explicó lo sucedido. "recuerdos tan vívidos que tu cuerpo
reacciona como si estuvieras ahí" y el problema con ella era que cada que cerraba
los ojos volvía ahí.
—Sí…
—No estuviste en el mismo lugar que yo. —interrumpió. —Esa hoguera la he visto
y esa mujer de cabellos negros, piel morena y ojos verdes, la conozco.
—¡No es posible!
—¡Sí lo es! Solo que no puedo creer que se atreviera a llegar tan lejos.
302
Arnold estaba aún más furioso que en la mañana o en la cafetería, Helga no quiso
verlo así y bajo de la cama para acercarse a él, lo abrazó por detrás y comenzó a
tranquilizarlo con el sonido de su voz.
—¿Comprendes que lo que dices no puede tener ningún sentido? San Lorenzo es
una selva salvaje, nutrida, llena de árboles y fauna indomable. Lo que yo describo
es un paraje estéril, árboles secos, tierra árida. Una selva de sombras porque eso
es lo único que hay, objetos con cuerpo pero ausencia de alma.
—Helga…
—Sí, ya sé que no piensas así. Pero cuando me atacó Jake, no pude evitar dudar.
Desperté ahí, no sé donde sea. Mi psicóloga cree que la respuesta está en algún
recoveco de mi mente y si es así, puede que le diera esa imagen porque cuando
hablamos, me describiste esos rituales e hiciste énfasis en la hoguera.
—Lo recuerdo.
—Si te tengo a ti, nunca más me dejaré ir…—Arnold accedió besando sus labios
con total devoción, sintiendo su corazón al mil, ahora que no había retirado la mano,
con la otra se aferró a su cintura para pegarla a sus formas y hacer que ella también
lo sintiera. Cuando sus deseos llegaron al punto que él estaba luchando por no bajar
la mano a dónde no debía colocarla comentó.
—¿Y cual es…?—sus ojos en los de su novio y quizás de ahí, le confirió el mismo
color de ojos a su encantadora muerte, aunque los de Arnold eran de un verde
mucho más claro y amable. Los de ella eran fríos, crueles, cargados de un odio que
lastimaba en el alma… Arnold separó los labios, pero no terminó de explicar ya que
al mismo tiempo la puerta de su cuarto se abrió y por ella entró Bob
—¡VOY A MATARLO!
—¡NO!
.
303
.
CAPÍTULO 19
Por cuarta vez, Arnold Shortman volvió a tener las que él calificaba de pesadillas,
pero que en realidad eran sueños húmedos con su enamorada etérea. La chica de
cabellos rubios, piel pálida cual porcelana, mirada intensa y labios que besan hasta
consumir su esencia, drenar sus ansias, reducirlo a un simple manojo de piel,
estímulos y deseo.
En el sueño, ellos estaban en su habitación. Helga subía por las bien conocidas
escaleras de incendios, abría el ventanal y se colaba cual fantasma puesto que él
no advertía su presencia hasta que sentía una corriente helada que se le metía por
los huesos a lo más profundo del alma.
Iba vestida con su camiseta de fútbol soccer, solo eso y nada más. Le venía como
un vestido demasiado corto, abierto del pecho y dejando expuestos sus más íntimos
recovecos. La iluminación de la alcoba era pobre, proveniente de la luz de luna y las
lámparas de calle. Aún así, reconocía la intención en su gesto, además de la
seductora cadencia con que se aproximaba a él, al llegar al pie de su cama, colocaba
ambas manos sobre el filo de la prenda y tiraba de ella hasta desprenderla.
No le decía nada, en todos sus sueños, ella jamás le decía nada. Solo se desnudaba
ante él y subía a la cama donde él ya estaba teniendo serios problemas para
respirar. Lo besaba, como acotó. Hasta arrebatarle, las dudas, la inseguridad, el
temor. Sus labios sobre los propios, sus manos el rededor de su cuello, las de él
acariciando palmo, tras palmo de piel. Se incorporaba e invertía la posición de sus
cuerpos, recostándola en la cama, haciendo a un lado la sábana, quitándose las
prendas de noche, que en su caso consistían en una camisa de botones y un
pantalón de algodón azul. Helga se divertía con sus ansias, se burlaba de su
torpeza, las manos le sudaban, todo su cuerpo ardía y no podía entender, cómo es
que ella estaba tan calmada y alegre. La contempló, cuando terminó de arrancarse
la ropa y ella lo contemplaba también. Un agradable cosquilleo le recorrió la piel al
percatarse de cómo ella se regodeaba con él, sus pupilas dilatadas, la respiración
agitada, sabía que lo encontraba atractivo y eso era como mil puntos extra a su ego.
En cuanto a la mujer, la guerrera amazona desnuda ante él, se quedaría sin aliento,
palabras no existían para describir lo malditamente hermosa que era. Y no solo por
el físico, sino porque lo amaba tanto que se entregaba, sin reservas a él
Helga separó las piernas en las que ya se quería perder, lo miró a los ojos con pasión
y extendió los brazos para invitarlo a fundirse en su piel. La acción no tardó en
suceder, la deseaba tanto, la amaba tanto que antes de poder pensar, ya estaban
comiéndose a besos y explorando sus cuerpos.
304
Un jadeo entrecortado, cuando su erección chocó contra el húmedo recoveco y los
dos se miraban temerosos e impacientes. No quería lastimarla, decepcionarla,
embarazarla. No obstante, había fuego en su piel, urgencia en todo su ser y
empujaba, hasta que ella gritaba y él, despertaba.
Desde el lunes que Bob Pataki lo regresó por mano propia a la puerta de su casa y
acusó de ser un maldito e insaciable cerdo con su preciosa y delicada flor. Sus
abuelos y padre lo castigaron encerrándolo por las noches en sus aposentos. Miles,
se quedaba en el salón de lectura. Cosa que aparentemente le cayó del cielo, ya
que comenzaba a perderse en libros e investigaciones de cosas que solo él
entendía.
Y como si las palabras de su "suegro" hubieran sido una maldición, comenzó a soñar
con ella de diferentes formas. Cuando no irrumpía en su alcoba colándose por la
ventana, aparecía en el cuarto de baño mientras se duchaba. En la cocina, donde
la subía a la mesa y desvirgaba a sabiendas de que en cualquier momento podían
aparecer sus abuelos o padre y en otra ocasión, lo abordaba en el vestíbulo. Lo
hacían sobre la alfombra, junto a las escaleras que dan paso a las habitaciones ya
que no conseguían llegar a ningún otro lugar.
No volvió a visitarla en el hospital, Bob dejo en claro que lo quería lejos de su hija
(mientras él estuviera cerca) y como estaban en semana de exámenes, tampoco le
pareció buena idea a sus familiares que la buscara.
La que fuera una de sus mejores amigas volvía a animarlo con traje de porrista,
pompones y toda la onda. (No tanto por él, sino que parecía estar "aprovechando"
para darle un "show privado" a su novio) parte de él agradeció que lo hiciera (porque
se veía radiante) hasta que se percató de que el Club de Fans, probablemente lo
estuviera "vigilando" los maldijo a todos en "español" idioma que estaba estudiando
305
debido al lugar donde nació y prometió de manera secreta que algún día los
asesinaría o dejaría que lo golpearan y Helga los aniquilara.
"¿¡Por qué siempre a mi!?" "¿Por qué no se juntan para joder a Harold cuando está
entrenando?"
La respuesta era simple. Nadie fastidiaba a Harold. Y todos adoraban ver gritar y
hacer rabietas a Gerald Johanssen.
La extrañaba, eso era un hecho. Era un cerdo que se moría por tener sexo, (eso era
otro hecho) pero también debía comenzar a afrontar la profundidad de sus palabras.
Lo estuvo meditando los días anteriores, concediendo que era probable que Helga
uniera todas las cosas que le daban miedo y diera vida a ese extraño sueño.
Polaris Johannes (su psicóloga) atinó a darle pastillas para dormir, no era lo mas
ortodoxo pero ayudaba en el sentido de que apagaban su cerebro (no más sueños)
y así las heridas podían sanar. De las marcas de dedos en su cuello, rasguños por
el largo de brazos y laceraciones en las plantas de los pies, ya solo quedaba un
recuerdo. El cabestrillo era lo único que la fastidiaba pero las radiografías señalaban
que de uno a dos meses estaría bien.
"¿Que pasó con la bonita tradición de romperles los lentes, sobre el puente de la
nariz?"
306
Helga estaba dando su mejor esfuerzo, sobretodo para reunirse con él.
¿No la recordaba? ¿No la soñaba y deseaba con la misma intensidad que a la mujer
que amaba?
Las pesadillas, las refería como tal dado que después de soñar con su
novia, aparecía la otra.
Él despertaba agitado, con los vestigios "húmedos" del sueño pero contrario de salir
de la cama, cambiarse de ropas o sábanas, se daba la vuelta e intentaba volver a
dormir.
Las tierras que lo vieron nacer le daban la bienvenida. La selva húmeda, nutrida y
poblada. Reconocía el campamento, las tiendas que en su momento ocuparon sus
padres y él, las de los líderes de la tribu y también la de Anthea.
Los rumores decían que las piedras representaban los espíritus de sus padres,
fallecidos cuando tenía diez años de edad. La criaron sus abuelos, (al igual que a
él) y referente al colmillo, perteneció a una criatura que intentó tomar su vida pero le
dio caza con una lanza para matarlo y no ser devorada.
Era hábil con el manejo de armas bélicas, además de aguerrida y valiente, por ello
le permitieron entrenar junto a los varones. Su intervención inspiró a otras mujeres
a pesar de que antaño se tenía por mal presagio que tomaran armas o se unieran a
la batalla.
Como sea, cuando la conoció (cerca de cuatro años atrás) le pareció atractiva,
misteriosa y por supuesto sexy. Los retos a que se enfrentaron parecían dirigir sus
impulsos hacia aquellos senderos. La música de los tambores, el sonido de los
cantos, pies desnudos chocando contra la tierra ardiente, el calor de la hoguera, sus
307
cuerpos sudando, rozándose de tanto en tanto en aquellos combates bélicos que
mas bien parecían una erótica danza.
Anthea, no tenía problemas con mostrar su femineidad (contrario de las chicas que
dejó en Hillwood) así que él admiró su libertad. Contempló sin pudor la serosidad
cobriza de su piel morena, además de la fuerza con que combatía y mentiría si dijera
que no se dejó vencer mas de una vez con tal de sentirla contra la piel y esto lo
decía porque él, solía practicar con el pantalón de lana y nada más. Ver esa sonrisa
discreta, pero de completa satisfacción al creerse vencedora lo llenaba de gozo.
Su tacto era cálido, (eso lo recordaba ahora) sus ojos profundos, del mismo color
que los propios, delineados por unas pestañas demasiado largas y negras, labios
gruesos, ligeramente más claros que el tono natural de su piel y todo eso, en
conjunto le daba un aspecto maduro y provocativo.
Cuando lo invitó, él no accedió. Pero omitió decir que no lo hizo porque demasiadas
cosas en ella, le recordaban a su mujer.
Retomando el punto.
Cabellos negros, sueltos, cayendo como una sombra por detrás de su cuerpo, los
pies descalzos, brazos desnudos, decoraba el puño diestro con una pulsera que
tenía piedras opacas y algunos huesos, le llamó la atención de manera inmediata
porque toda ella irradiaba sensualidad y poderío.
Le gustaban las mujeres fuertes, (he ahí otro hecho) dominantes, seguras de sí
mismas, que pudieran cuidarse solas, ya que se sabía con la sobrada tendencia a ir
por su cuenta.
Y entonces ella estaba ahí, caminando hacia él con la misma cadencia conque
hiciera Helga, el bamboleo de sus caderas, la intención en su gesto, erotismo
desbordando por cada poro de su piel, pechos pequeños pero bien formados,
caderas anchas. Su cuerpo la deseaba y su mente marcaba una notable diferencia
entre ambas.
308
Que lo hiciera temblar, temer, sudar…
¿Por qué pensaba en las dos. Si se suponía que ya había elegido su corazón?
No tenía dudas al respecto, los "votos" que le dedicó los sentía de manera sincera
y sí. Helga estaba rota, cosa que le aterraba y por eso era ahora que más lo
necesitaba.
"No, realmente"
"¿Seguro?"
309
"Estaba por ir al baño"
"¿Incontinencia?"
"Graciosa"
No hubo más palabras por parte de Helga, a pesar de que el chat indicaba que se
encontraba escribiendo. Él encendió la luz de escritorio, bloqueó la cámara de su
laptop con un sticker (por si el universo verdaderamente lo odiaba y lo veía medio
desnudo, excitado y batido su muy encantadora y furiosa novia) recompuso un
mínimo su estado. Es decir, que se cambió las prendas inferiores y agradeció a los
nueve infiernos que desde hace mucho se hacía cargo él solito de su lavandería.
"¿Pesadillas?" —se atrevió a preguntar, pues sabía que aún le costaba trabajo
escribir en el teclado táctil.
"No…"
"¿Perdón…?" —refirió culpable. Ella era demasiado lista, astuta, veras. ¿La
conexión que los unía habría puesto en alerta máxima las alarmas de su corazón?
No tuvo que preguntar, lo siguiente que envió fue un mensaje de voz.
—Bob y Miriam duermen en las sillas de junto así que no me quiero arriesgar a
hablar demasiado alto. Si me escuchas, solo desperté pensando en ti. No sé como
explicarlo, sentí que me llamabas, como si te pasara algo.
"¿Tú eres la que está en el hospital y te preocupas por mi?" —escribió con dedos
nerviosos. Sintiendo como le temblaba el corazón y se le helaba la sangre.
"No estoy presentable…" —tecleó porque seguramente traía una cara demasiado
culpable. La piel le escocía en la espalda baja y su corazón no había parado de
amenazar con salirse de su pecho.
—Arnold, tú me has visto en mis peores momentos, creo que puedo soportar que
estés despeinado, ojeroso y con tu bendita pijama de ositos cariñositos.
310
"De acuerdo" —se resignó porque sonaba demasiado alterada y otra parte de su
ser, agradecía el poder escucharla. Ella lo tranquilizaba, lo aliviaba.
—¡OMG! ¿¡Estás desnudo!? —fue lo primero que medio gritó su novia porque
obviamente, tenía que ahogar el sonido de su voz para no despertar a sus padres.
—Necesitas las dos manos, chica lista. Y deja de pensar así, te dije que iba al baño.
—¿Te duchas a las tres de la mañana? —preguntó mas relajada, pero su rostro
denotaba un adorable y permanente estado de shock.
—Yo, no…
311
reemplazada por otra idea y la expresó. —¿Qué pasó campeón. Necesitabas ayuda,
ahí abajo?
—¡DIOS, NO!—se tapó la cara con ambas manos y azotó su faz contra el escritorio
repetidas veces. Helga volvió a reír a mandíbula suelta. Se lo contaría a Phoebe,
seguro como el infierno que se lo diría a ella y después Gerald lo torturaría por horas,
días, semanas…A.Ñ.O.S.
—No te pongas así. —consoló la rubia. —Es perfectamente normal, somos dos
adolescentes sanos, tú demasiado por lo que veo…
—¡Helga, basta! —gritó y saltó de su silla en busca de una condenada camisa, pero
no encontró ninguna porque mas allá del escritorio no veía una mierda.
—Déjame disfrutarlo, hombre de la selva. Eres tan santurrón que seguramente, esa
es toda la piel que veré hasta que lleguemos al altar
—¡No soy santurrón! —se quejó volviendo a su sitio. Helga le sopló un beso e hizo
una especie de "OK" con los dedos de la mano izquierda. Él deletreó la palabra "L-
O-C-A" porque sabía que podía leer los labios y la señorita se ufanó, obsequiándole
una inclinación de rostro.
—De acuerdo, prueba que no lo eres, tú me cuentas tus fantasías y yo te cuento las
mías.
—¿Por qué? ¿No era buena? En mis fantasías tú eres demasiaaado bueno…
—Me detengo si admites, que me extrañas tanto que vas a explotar. —pronunció
la impertinente y fogosa rubia. Los brazos cruzados a la altura del pecho. (el
izquierdo mas bien uniéndose a su compañero, pues el cabestrillo mantenía el brazo
diestro en tal posición)
—Si...
312
—Suficiente, ¿has tenido más pesadillas? —preguntó acariciando la zona sensible
en su piel desnuda.
Las coincidencias, una vez más parecían ser demasiadas. "Experiencias tan vívidas
que tu cuerpo reacciona como si estuviera ahí"
Hacerlo con ella en todos los lugares que pudieran profanar de Sunset Arms
—No lo harás
—¿Quieres decir que me ayudarás? —preguntó con un brillo de astucia en los ojos.
—Sabes que sí. —la rubia sonrió y él hizo lo mismo por asociación. Era un pacto, el
primero de muchos.
—¿Existe alguna posibilidad de que me recojas tú solo? No hemos tenido una cita
real en dos semanas.
—Mas te vale...—la rubia hizo ademán de terminar la llamada pero él, no se resistió
a gritar.
—¿Te vas a quitar el pantalón y modelarás para mi? Lo aceptaría como regalo de
cumpleaños.
—¡NO! (él iba a decir: Te amo, pero obviamente, los humos se calentaron) Y no
deberías armar tanto escándalo. Me has visto antes, cuando fuimos a la playa
—¡Oye…! (al ego de ningún hombre le gusta escuchar que fue tan sensual y atlético
como un espagueti)
313
—Para que superara a otra… —Y oh, sorpresa. Aquí estaba de nuevo buscando a
Helga para olvidar a Thea.
En aquel entonces.
Helga lo hizo sentir mejor consigo mismo, pero días después. Escuchó a Phoebe
decirle a Rhonda lo sumamente deprimida que estaba. No había podido levantarla
con nada, ni golpear a Harold o amenazar a los pobres diablos de sexto grado
ayudaba.
Así que él, se percató de lo obvio. La trató como un premio de consolación, aceptó
sus labios para reemplazar los que verdaderamente quería probar y por eso se
disculpó. La buscó al salir de clases, la encontró donde ya sabía que estaría. Le
gustaban los lugares altos, así que Helga estaba mirando a la nada y escondiéndose
de todos en el techo de la escuela.
Interrumpió su discurso, y el tono en que lo dijo sugirió que no era un tema que mas
adelante pudieran abordar.
Le dolió caer en la cuenta de eso. Mirar la tristeza en sus ojos, así que accedió.
Juró que jamás hablarían de eso. Y a decir verdad, ni siquiera lo contaba como un
beso verdadero porque supo húmedo y salado. En su momento lo asoció con el mar.
Pero después reconoció que había sido un beso triste, lleno de sueños y esperanzas
rotas de Helga.
314
—¿Ya no hay otra, cierto? —preguntó con voz trémula. Arrebatándolo del recuerdo.
—¿Qu…qué…? —hubo duda y temblor en su voz. Helga lo miró con intensidad pero
aún así, él no confesó.
No se haría realidad.
JAMÁS.
—Si me olvidaras, ¿Correrías con otra? —insistió en el punto porque ella era lista y
él muy idiota.
—No hay ninguna otra…—lo dijo con convicción, aunque no sabía si para
convencerse a sí mismo o a ella.
—Dímelo tú…—se levantó para terminar con esto, porque los dos estaban
sumamente tensos y lo que inició como un juego de seducción, ahora parecía el
descubrimiento de una traición. Dio la espalda a la cámara. La piel hacía un rato que
le dejó de arder.
—Ok, tienes un trasero de fábula y creo que el encierro por fin, está volviéndome
loca…—comentó demasiado rápido y él volvió a su lugar.
—¿Te falté al respeto? Helga, sabes perfectamente bien, que por sobre muchas
cosas soy un caballero, pero claro que te deseo.
315
—Desde que despierto hasta que me duermo. Te lo dije antes, en la casa de
Gerald. Tú me quitas el sueño. —la rubia se convenció, el rubor en sus mejillas lo
confirmó y ahora fue su turno de soplarle un beso. —Es tarde, de verdad creo que
deberíamos…
—No puedo tomar más de una pastilla al día y no quiero verla otra vez...
Cuatro de la mañana con cuarenta y siete minutos y Helga acabó por quedarse
dormida. Agradeció de manera interna que por ahí de unos quince minutos la
convenció de volver a su cama. Para charlar, no tenían que verse y ella accedió.
Cuando el sonido de su voz se apagó, la llamo un par de veces con suavidad y no
respondió. Terminó la llamada y contrario de sus deseos, no volvió a la cama.
Encendió la luz de su alcoba, dirigiéndose a la parte alta de su armario donde solía
guardar las cosas que casi nunca usaba, su maleta de viaje estaba ahí aunada a un
objeto que creía conservar de San Lorenzo.
Arrojó cosas al piso de manera desordenada hasta encontrar lo que buscaba. Sus
abuelos recién le quitaban el arresto domiciliario, escuchó la llave entrando en la
cerradura, luego admiró la porquería que tenía por cuarto y procedió a recoger todo.
Cambiar las sábanas, tender la cama y hacer un alijo con todo lo demás para
arrojarlo en la lavadora a la voz de ya.
—Si, iré por ella saliendo de clases. —metió todo junto. Eso de separar colores no
venía al caso ya que casi todo era azul, algunas cosas blancas y rojas pero eran
suyas y le tenía sin cuidado si se decoloraban o manchaban.
316
Desde que él y Puki llegaron a cierta edad, Arnold se encargaba de la casa. Tenía
experiencia y al parecer, desarrolló ciertas mañas para las tareas básicas.
—Que no nací ayer, Arnold Shortman. Sé por qué andas tan impaciente, sólo
promete que no presionarás a tu novia y que cuando lo hagan, usarán protección.
—Prometido.
—Idiota, si te estoy diciendo que no lo hagas aquí es porque espero que lo hagas
como la gente normal. ¡Hasta que estés casado, viviendo en tu propia casa o te
hayas largado a la Universidad!
—¡Perdón! —su abuelo lo golpeó otras tres veces. —¡Ah! ¡Au! ¡Auch!
—Ya lo sé
—Y tu padre volverá a San Lorenzo el domingo. Lo que tengas que aclarar, háblalo
ya.
—¿Perdón?
—Ha estado actuando casi tan extraño como tú, pero la diferencia entre los dos, es
que a él hace mucho que dejé de entenderlo.
—De acuerdo.
317
Miles, efectivamente había regresado al modus "historiador e investigador" tenía
pilas de libros acomodados por todas partes y aparentemente, había decidido
ocupar de manera "provisional" la computadora personal de Helga para charlar con
su madre.
—Juro que no abrí ninguno de sus archivos y que solo la uso para el Skype. —
comentó el antropólogo tan pronto como lo vio entrar.
—Lo siento, Arnold. —dejó el libro que hojeaba sobre la mesa de centro y se levantó
para abrir las ventanas superiores y encender algo más de luz.
—Sé que nos odias porque crees que te abandonamos con las manos en la cintura,
pero ojalá hubiera sido tan sencillo como eso.
—Porque han hecho todo lo que han podido hacer para reparar su error, desde
que no tuvieron a donde escapar.
318
—Lo haré, si me das respuestas. —Algo parecido al orgullo se instaló en el corazón
de Miles Shortman. Porque él había sido el peor de los capullos en la escuela. Se
saltaba las clases, hacía sus tareas pero jamás las entregaba y cuando lo iban a dar
de baja por su aparente desinterés en toda materia pasaba con excelentes notas
porque tenía un peculiar talento para recordar lo que fuera.
La mirada de Arnold, decía que no iba a dar su brazo a torcer, así que él lo celebró
otro poco y accedió.
—Primero que nada, ¿Qué tanto buscas en esos libros? Y segundo, ¿Sabes qué es
esto? —del bolsillo trasero de su pantalón sacó una figurilla de arcilla, Miles casi
escupe el café en su cara pero en lugar de eso, se dirigió hacia él para arrebatársela
de las manos.
—Dime que es. —Miles lo puso contra la luz de una lámpara y comenzó a evaluar
sus detalles. Se trataba de una pequeña figura humana, diez centímetros de alto,
asexuada, de cabellos largos ocultos debajo de un complicado tocado, piernas en
posición de firmes, manos en aparente rezo, pero no representaba eso porque la
izquierda se cerraba en puño y era oculta por la diestra que se encontraba recta.
—Creo que es una réplica bastante buena, necesitaría instrumentos especiales para
darte un estimado de la antigüedad preciso pero de momento, digamos que tiene
unos siete o diez años.
319
—Fue un obsequio de Anthea…—casi deja caer la figurilla al escuchar esto ultimo.
Su rostro ensombreció y miró la computadora portátil de Helga, como si con eso
pudiera encenderla y llamar a Stella. No podía hacerlo y tampoco tenía evidencia
suficiente como para perder los estribos y ponerse a gritar como loco.
—Lo sé, pero dijo que ella lo hizo, que era un objeto para la protección de la
persona amada. —Miles quiso golpear a su hijo por ser tan ingenuo, pero no era su
culpa.
—Escucha lo que voy a decirte con atención Arnold, toma notas si lo crees
necesario. —argumentó señalando una libreta y pluma que tenía abandonadas en
el sofá cama que hasta ahora, pocas veces había utilizado.
Arnold pasó de ambos objetos, la mirada de su padre era oscura e inquisidora, los
movimientos erráticos. Desde que lo conoció, Miles Shortman jamás lo había
regañado. Sabía que la figura de autoridad para él, era su abuelo. Y no trató de
imponerse sobre ese hecho, que lo hiciera ahora le llamaba la atención por no decir
que intimidaba y hacía que se quedara tieso y frío en la misma posición.
Con favores me refiero a lo que bien dices, pedir por la persona amada, salud,
victoria, fortuna. Pero insisto, no deberían separarse jamás. Hacerlo rompería el
equilibrio, generaría caos porque no pueden existir el uno sin el otro.
Esta pieza, Arnold. Puede significar demasiadas cosas, pero dados los recientes
acontecimientos me voy a enfocar en las malas.
Claro, ¿Por qué iba a creerlo? Él solo era el maldito bastardo que lo dejó solo en el
mundo.
—¿Alguna vez la miraste bien? —preguntó sin dejar que lo consumieran sus
sentimientos. Esto era serio, peligroso. Puede que hasta evidenciara, una especie
de pacto o maldición.
320
Debía ser analítico, prudente.
—Los bordes en la espalda, —explicó. —la zona que se partió están ennegrecidos,
color óxido penetrante. Con algunos reactivos te lo diría de manera certera pero de
momento, estoy convencido de que se trata de sangre.
Las cosas malas, siempre tienen que ver con sangre. ¿Es tuya?
—No…
—Arnold, has memoria. ¿Cuando te la dio, cortaste tus manos? ¿Hiciste algún
pacto?
—¡NO!
—¡NO HICE NADA DE LO QUE ESTÁS HABLANDO! —gritó. —Me la dio, dos
minutos antes de que ustedes me llevaran a las afueras del campamento, estaba
envuelta en una tela, es más ni siquiera la revisé porque cuando dijo que yo era "su
persona amada"me sentí horrible por no poder corresponderla.
—Si…
—No, jamás la busqué porque esas cosas de San Lorenzo me hacen sentir extraño.
Aquí sé lo que soy. Un chico normal, común y corriente, estudiante de escuela,
jugador regular de fútbol soccer, ilusionado con chicas que siempre me dan
calabazas o como dijo el abuelo, me dejan llorando y con el corazón en la mano.
—¡Esta es la vida que quiero tener! No, esa…—señaló la figurilla y su padre la dejó
en la mesa, enfocándose en él.
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—Si pretendes que algún día nos comportemos como verdaderos "padre e hijo"
sugiero que dejes de tratarme como un niño.
—¿Mi nacimiento?
—¿¡Qué!?
Los escribió porque encerraban verdades, miedos, cosas que no quería enfrentar
de manera directa, mas sin embargo, estaban pasando.
—Si ves la solución a un problema, no puedes permanecer con los brazos cruzados.
—¿Qué tiene que ver con Helga, las pesadillas y esa maldita figura de arcilla?
—Arnold, tú eres la vida, esa réplica confirma que Anthea es la muerte y lo que
estaba buscando en todos esos libros, es justamente lo que acabas de darme.
322
Una forma en la que ella pudiera dañarte.
—Amarte…—concluyó Miles la oración por él. —Sé que lo hace pues desde que
nació la educaron para convertirse en tu amante. Todo este tiempo escuchó lo
mismo que de manera discreta te enseñaron tus abuelos a ti. Y antes de que lo
preguntes, la respuesta es sí.
—¿Por qué…?
—Porque estás vivo y para ellos, ese es el milagro. Volviendo a Thea, ella siempre
supo que era especial, que tenía un destino, que nació para hacer cosas
asombrosas.
—¿Y esas cosas son estas? —inquirió señalando la figura de arcilla. —¿Darme algo
para tenerme maldito? ¿Y dónde queda el libre albedrío? Conocí a Helga mucho
antes.
—¿Entonces, dices que me siento atraído por ella porque está rota?
—Tú mismo lo dijiste, ella deseó la muerte y tú eres la vida, es lógico suponer…
—¿Que lo que siento por ella, no es amor? —se levantó de nuevo, decisión refleja
en el fulgor de sus ojos. —Tienes razón padre, yo mismo lo dije. Sé que es amor. Y
si esa figura es la conexión entre Anthea y yo, entonces voy a romperla.
—Eso no lo sabes.
—¡¿Y cómo lo sabes, tú?! —preguntó perdiendo los estribos, retando a su padre
con puños cerrados, aun a sabiendas de que lo superaba por unos ocho centímetros
de altura y quizás quince o veinte kilogramos de pura masa muscular.
—¿Cómo…?
—Alguien morirá, una persona cercana a ti. Y si rompes esa "conexión, maldición"
o lo que sea, pondrás en peligro a tu madre.
—Bien, no volveré a tocarla pero tampoco voy a permitir que esa persona sea Helga.
—dio la vuelta y se dirigió a la puerta. Su padre lo llamó a gritos.
—A disfrutar hasta hartarme de las delicias del autoengaño. Voy a suponer que nada
de lo que has dicho es cierto, que no soy la vida, ni Anthea la muerte. Que no hay
nada extraordinario o diferente en mi. Voy a tener una cita con mi novia y si al
universo no le parece, entonces que sea yo el que se muera.
Salió aireado del salón de lectura, Miles quiso correr detrás de él y propinarle la
paliza que al parecer, a gritos pedía. No le pareció buena idea retar al destino,
burlarse de los presagios, ni designios pero al menos su hijo, tenía un punto.
Libre albedrío. ¿No se supone que todos estamos aquí para decidir cómo queremos
vivir?
CAPÍTULO 20
Él, no era especialmente afecto a escuchar música mientras andaba en la calle, sus
abuelos siempre dijeron que si se ponía esas cosas acabaría por quedarse sordo o
peor. Era tan distraído que si un automóvil pitaba para sacarlo del camino, no se
enteraría de nada y acabaría herido. Para no generar controversia accedió a
escuchar lo que quisiera únicamente en casa.
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No tenía demasiados álbumes, a decir verdad todos pertenecieron a su padre. Miles,
había tenido una madurez rebelde, le gustaba el metal pesado y el rock de finales
de los ochenta e inicios de los noventa. Encontró entre sus CD's, cosas que le
agradaron como Metallica, Guns N' Roses, Queen y Black Sabbath pero aquí entre
nos. Lo que mas le agradaba, era la colección de vinilos de sus abuelos.
Jazz, música suave y romántica. Piezas que solían llevarlo a pensar en escenas a
blanco y negro. El lugar en que se cortejaron y que no era otro mas que la biblioteca
central del poblado.
Puki, trabajaba ahí y aunque solía mantener una fachada adulta, elegante,
intelectual y sofisticada, Phil la conocía de siempre y solía ir a invitarla.
Café negro con una galletita por las mañanas, emparedados de atún con soda para
la tarde entrante, en las noches se quedaba cual guardián, apostado en la entrada
hasta que escuchaba el firme taconeo de sus zapatillas altas con una cintila que
abrazaba sus tobillos de manera coqueta, falda recta pegada tanto a sus muslos
como a las caderas, acompañaba el conjunto con uno de esos sacos cortos,
adherido a su esbelta figura. Se parecería a Irene Adler, la letal y atractiva mujer que
tintaba sus labios de rojo y se metía en prendas tan ajustadas que levantaban su
busto provocativamente, pero sin dejar a la vista de Sherlock Holmes,
absolutamente nada de piel.
Tenía pretendientes. ¡Sino lo sabía él! Su abuelo gustaba de relatar, cómo le había
ganado a todos esos soquetes, como conquistó su corazón con detalles pequeños
pero constantes y es que, él la escoltaba e invitaba, pero todo esto sin confesar, una
sola palabra.
Baile de salón.
Todas las cosas que por su orgullo u hombría, Phil no se atrevía a decir, las
confesaba a través de la música. Una voz gruesa, varonil y aguardientosa,
susurrando al oído con total devoción.
(Prisoner of love)
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No necesito grilletes para recordarme que,
Soy prisionero de tu amor.
Cuando estalló la guerra, sus abuelos se separaron y todo lo que Phil no dijo quedó
expuesto.
Hubo un beso, cargado de desespero, una promesa de que algún día lo etéreo se
volvería terreno. De que volvería para convertirla en su esposa. De que lo esperaría
para convertirlo en su amante.
Phil partió con su escuadrón, Gertrude no se quedó con los brazos cruzados, se
enlistó a su vez y participó como informante, agente encubierto. Era letrada, astuta
y audaz. La grabadora que le prestó a Helga tenía su historia, sus aventuras y
misterios.
Sunset Arms, no era en nada parecido a lo que en inicios de los noventas fue. Se
trató de una "Casa del Placer" o según el Diario de su padre: "Hotel de
Prostitutas" los soldados que llegaban a caer en Hillwood, por azares del destino o
porque era el punto intermedio entre dos zonas de vital importancia para el
desarrollo de la guerra, invariablemente terminaban ahí.
Terminada la guerra, hubo que preservar las apariencias otro poco. Recesión
económica, presos políticos. Los primeros residentes de la que sería finalmente
llamada "Casa de Huéspedes" y del pueblo en general estaban huyendo de todo
eso. Hillwood, representó a la vez, una especie de Tierra de Nadie. Demasiado
pequeño para llamar la atención y a la vez fuerte, consolidado por personalidades
tan férreas, que se unieron entre sí, sin importar si eran negros, judíos, asiáticos,
alemanes o americanos.
326
.
Similar al de sus padres, que sobrevivió la ausencia del único hijo que engendraron.
¿De verdad, existía una deidad que controlaba su suerte? ¿Él tenía la capacidad de
manipular el destino?
Él, escuchaba a sus amigos, los confortaba y aconsejaba pero al final. Cada uno
hacía lo que le daba la gana. Por ejemplo: Le dijo a Gerald, que era demasiado
pronto para cortejar a Phoebe y ¿Qué hizo él? decirle que estaba cansado de salir
con chicas que sólo le hacían pensar en la mujer de sus sueños. Y que además, ni
vuelto a nacer, sería tan estúpido como él que se conformaba con ser "amigo" de
Lila.
"Eso dije…"
Pero no, su amigo realmente pidió su mano ante la expectante mirada de todos. Lo
fabuloso fue que Heyerdahl, le dijo que sí. Se casaría con él.
Libre albedrío.
Tendrían una cita, en mitad de la nada, el exilio o quizás correría con Helga hasta el
fin del mundo para que nadie los juzgara, amenazara o interrumpiera.
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Llegó al hospital, escuchando precisamente una pieza de Jazz. Helga apreciaba
todo tipo de música, de lo clásico a sonidos tan estruendosos que no le quedó la
menor duda del por qué esa lista de reproducción se llamaba "CÁLLATE, BOB" las
puertas corredizas se abrieron, el aire acondicionado le removió algunos cabellos
de la frente, la encargada de recepción, ni se molestó en preguntar.
—Geriatría, tuvimos una "baja" hace unos minutos y tu amiga, está con la viuda.
—Oh...
—Mi abuela.
Se apresuró por los corredores hasta llegar al área indicada. Olga lo recibió
sumamente alterada. Sus padres estaban en casa, explicó que ella cuidaba a su
hermanita bebé por las mañanas y ellos en las noches pero se le hizo un poco tarde
este día. De lo que escuchó, Helga estaba dando un paseo por los jardines en
compañía de la Señora Allaneu cuando el corazón de Duncan colapso. Caroline, (su
esposa) seguía llorando, no había querido separarse de él y como todos tenían prisa
por retirarlo de la cama y seguir con los procedimientos legales, Helga montó en
cólera y les exigió ser un poco más humanos.
Había amor en esos cansados ojos, incontables historias y todo eso la confortó.
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—Por favor, permíteme…—solicitó Eugene, quien al ver a su amiga en medio de
tremendo caos, no resistió el impulso de meterse en el cuarto por si podía ayudar.
Tomó a la mujer de la cintura (ya que Helga apenas si podía con el cabestrillo)
Caroline se acomodó contra él, rodeándolo de igual manera y sollozando en su
hombro otro poco. Los enfermeros quisieron entrar a concluir su labor pero el Terror
Pataki les lanzó una mirada que quería decir "un paso más y los mato"
La ultima frase la pronunció para Arnold, ninguno de los dos había dejado de mirarse
o de acercarse en todo este rato.
Él caminaba hacia ella y la delicada mujer dedicaba cada sonido de sus labios a él.
El cuadro habría resultado hermoso, de no ser porque de pronto Eugene (que había
bailado la pieza, en compañía de Caroline) se sintió mal.
Personal médico volvió a la acción, pasando de ellos o mejor fuera dicho, solicitando
que volvieran a su habitación. Helga se preocupó por el pelirrojo pero éste le restó
importancia a su condición.
El conocido "estoy bien" escapó de sus labios, Arnold sintió que lo decía en serio y
se acercó a su novia, ignorando con descaro a la otra.
329
sentimientos por Armand de una manera tan liberal. ¡No lo habría imaginado o
concebido, jamás! lamentablemente, no pudo opinar porque la Señora Allaneu, se
acercó a ella y pregunto si sería tan amable de acompañarla a recepción y auxiliarla
con todo el papeleo que debería llenar por la defunción.
—Lamento mucho su pérdida. —comentó él, sin soltar a su novia pero bajando el
rostro con la debida ceremonia.
—No sabía que salías con este encantador ruiseñor. —Helga volvió a ruborizarse,
Arnold no la miró pero lo supo, ya que sintió en aumento los latidos de su corazón.
—Pues claro que pueden salir por el resto del día. Una vida se acaba pero la suya
apenas comienza, cuando caiga la noche háganme un favor y vayan al "Anemone"
—¡Por supuesto que no! —aseguró de inmediato. Como todo un caballero que
quizás haya faltado al respeto. Helga soltó una carcajada, Caroline les dijo que
vistieran de etiqueta, además de advertir a Arnold que no dijera una palabra a
Gertrude sobre Duncan.
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—Y lo mismo va para ustedes. —estrecharon manos como despedida pero Olga
aún tenía sus reservas.
—Lo que yo quería cuando tenías mi edad.—soltó Helga, algo venenosa. —"Un
momento de hermanas" pero entonces estabas ocupada, saliendo con chicos,
viviendo tu vida. Ahora, yo quiero vivir la mía.
—Mi vuelo y el de mamá salen de la Ciudad vecina a las diez de la noche, papá y
Marion se irán por carretera tan pronto termine la cena. —Arnold observó como los
colores se iban del rostro de su encantadora novia, además de la fuerza con que
parecía contenerse para no destrozar a golpes a su hermana.
—¿A las seis de la tarde, te parece bien?—intervino él para zanjar el asunto. Helga
lo miró como si estuviera loco. ¡No iban a cenar con ellos! ¡No lo merecían! Ni si
quiera se quedaban hasta el día de su cumpleaños. Y aunque él lo entendía de
manera sincera, le pidió que mirara a la señora Allaneu que ya estaba llenando
formatos con una de las asistentes médicas.
Supuso que a pesar de las peleas y los momentos duros, Caroline apreciaría una
última cena con su marido y accedió.
En realidad, quería hacer las paces con ella para sentirse mejor consigo misma,
pero luego de escucharla y verla. Era obvio que no sucedería. Helga maduró sola y
seguiría adelante de la misma manera. Lo que era un decir, porque su padre ya
había expresado lo mucho que detestaba a ese muchacho entrometido que tenía
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por novio. Era un pesado, muy metido, además de pervertido, pero aquí estaba él.
Todo preocupación y modales, tomando únicamente su mano y pidiendo permiso
para pasar con ella el rato.
Sintió una pizca de celos, quizás envidia pero lo que fuera se lo tragó. Ya que no
era ni la mitad de fuerte que su hermanita menor. Jamás tuvo el valor para enfrentar
a sus padres y decirles que se separaran porque era evidente que prolongar ese
matrimonio los terminaría matando. Se escondió tras una máscara de vanidad, se
enfrascó en sus estudios y se obligó a sí misma a ser siempre la mejor, ya que según
su teoría.
Esos gritos de desesperación y dolo se repetían ahora. Un eco del pasado pero en
tiempo actual ya que era ella, la que quería rogar.
Anduvieron de vuelta por el pasillo que daba acceso a las habitaciones y como
sucediera en recepción a ambos les permitieron el paso sin mostrar identificación.
Helga, solo esperaba que le dieran sus documentos: historial médico, carnet y por
supuesto, que le retiraran el maldito cabestrillo. Esa condenada cosa no le servía de
nada, ya que lo que tenía enyesado era de las falanges proximales a los carpianos,
es decir que parecía llevar un guante blanco de esos que dejan libres los dedos. La
insistencia en inmovilizar su brazo vino de Reba Heyerdahl. La madre de Phoebe
sabía que era propensa a los movimientos bruscos y mientras estuviera en el
hospital, prefería asegurarse de que no hiciera nada que la pusiera en riesgo.
En el momento que Arnold cerró la puerta por detrás de sí, la locura de la rubia lo
asaltó de lleno, los dedos de su mano izquierda se apoderaron de su rostro, sus
labios de los propios, él la abrazó con fuerza contra su pecho y devoró su boca
devolviendo el beso.
—WOW, si esta era la bienvenida, debí faltar a la escuela todos los días.
—Tonto. —sus mejillas se incendiaron. Era la tercera vez en lo que llevaban del día
y honestamente, le encantó que sucediera.
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—No sabía que cantabas o que eras capaz de poner a raya a todo el personal de
un hospital. —comentó mirando a la rubia. Se había sentado en la cama
perfectamente tendida y con una maleta deportiva a los pies. Las flores de Alan ya
no estaban, ni los globos de Brainy o el peluche horroroso que le dio Lorenzo. Lo
único que hablaba de su conexión con alguien en este mundo, era el juego de placas
que le obsequió, mismo con el que jugaba ahora, repasando el grabado con las
yemas de sus dedos.
El juego entre la vida y la muerte continuaba sobre la mesa. ¿Este era el precio?
¿La persona cercana a él? Porque recordaba a Duncan y Caroline de sus años de
infancia. Solían pasar mucho tiempo en Sunset Arms conversando con sus abuelos.
Juegos de cartas, dominó, ajedrez. Luego lo mandaban a su cuarto y ponían los
vinilos, la música suave que solía ayudarlo a dormir se extendía por el aire junto con
el aroma dulzón del licor y el amargo del tabaco. Los zapatos de ambas parejas
deslizándose por el piso, palabras de amor pronunciadas por cantantes extraños.
Dearest love.
—Creo, que solo los solitarios comprendemos la profundidad del amor. ¿Qué será
de ella, Arnold? No tuvieron hijos, se tenían únicamente el uno al otro.
—¿Y si no es suficiente?
—¿En la muerte?
¿A caso Helga y él, no pudieron amarse en mas de una vida? ¿No explicaría eso,
la conexión que los unía? ¿Él cómo sabía besarla, tocarla? Un jadeo entrecortado
de parte de la mujer cuando se atrevió a meter las manos por debajo de su camisa
y presionó por encima de su sostén le hizo saber que vaya que sabía tocarla. Se
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perdió por un instante en la imagen que ofrecía, la coloración de su rostro, los labios
hinchados, los ojos que irradiaban amor, justo como en el sueño.
—Solo quiero quitarte esto...—Helga asintió, aceptando la mano que le ofrecía para
incorporarse y permitir que soltara el amarre del cabestrillo que pasaba por detrás
de su cuerpo.
—¿Hel…? ¡PERO QUÉ PUTO ASCO! —gritó Eugene, cerrando la puerta con
cerrojo.
—¡Si, te llamé cariño! ¿Sabes por qué? ¡Acabo de recordar que soy más gay que el
helado napolitano! y en lugar de celebrarlo, tú estás aquí profanando la cama de un
hospital. ¿Eres consciente de que hay niños que podrían necesitar esa cama?
—¡Si! Cada momento, evento, suceso y creo que tengo un problema con Sheena
—¡Yo estaba…!
—¡JAMÁS!
—Diré que los atrapé en el acto a todos en la escuela, lo haré ahora mismo. Sigo en
el chat grupal de Gerald.
—Espero que no. Hay números telefónicos que parecen interesantes en mi celular.
—Es broma cariño, el celular lo tiene mi madre. Y aunque me siento como Elsa de
Frozen, no puedo cantar por los pasillos "libre soy" porque presiento que rompería
el corazón de Sheena.
—Creí que comenzabas a sentir algo por ella y que por eso la invitaste el fin de
semana romántico.
—¡Por supuesto que no! Estoy diciendo que SOY GAY, hizo la bandera, amo el
teatro, folclore, la danza sensual y erótica como Billy Eliot, sólo que mis padres
contrario de él, no me sacarán de la familia, sino del planeta.
—Aún así, ¡Te prohíbo jugar con Sheena o con cualquier otra chica!
—¡No lo haré! por eso estoy desvelando mis secretitos delante de tu ardiente novio.
—Helga lo fulminó con los ojos. Eugene sonrió, retomando su conversación.
—El punto es, que cuando fuimos a cenar después del cine, se lo dije todo.
Lloró, me disculpé. Antes de que me golpees con el yeso, diré que no cometí la
barbaridad de decir "si pudiera obligarme a amarte, lo haría" sólo le dije que la quería
y respetaba lo suficiente como para hacerle saber que pierde su tiempo conmigo.
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¿Y sabes que hizo? ¡Me besó! ¿Puedes creerlo? Tímido, húmedo, cálido. Beso
salado, si sabes a lo que me refiero.
—Lo sé…—comentó en referencia a la vez que besó a Arnold para que olvidara a
la chica de la playa.
—Si, a menos que me dejaras inconsciente y a solas con Sheena. ¿¡No lo hiciste,
cierto!?—gritó paniqueado cubriendo su rostro con las manos.
—¿En que idioma te explico que a las dos horas de tu K.O, fue mi K.O?
—Quizás, solo te asusta intimar con ella porque tus fantasías desde niño han sido
con bomberos musculosos y sexys. —comentó Arnold, uniéndose por fin a la
conversa.
—Creo que deberías volver a hablar con ella, regresar a donde estaban.
—Eso sería con Sheena permitiéndome salir con otros, siempre y cuando regrese
con ella.
—Lo lamento.
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—Yo, no. Hacen bonita pareja y además sé que es amor verdadero. —ambos rubios
se ruborizaron donde estaban. —¿Quieren saber cómo lo sé? —preguntó filoso. Los
chicos asintieron, sin dejar de mirarlo a los ojos, Eugene sonrió con coquetería,
taimado y muy pero que muy peligroso.
—Te he escuchado cantar antes, corazón. Pero jamás con tanto sentimiento, su
pasión desbordante me devolvió la memoria. Mi amor.
—¡El teatro! Seguiré su consejo, hablaré con Sheena. Mi madre está abajo, ya me
dieron el alta y creo que la enfermera neurótica va a dártela a ti.
—Tal vez por eso prefiere lavar cómodos antes que venir a verte. Sigan con lo que
hacían, pero por favor ¡Piensen en los niños!
—No les creo. Ultimo favor antes de irme y no diré nada de lo que he visto con mis
hermosos y castos ojos. Necesito mi amnesia hasta que me extiendan la prórroga y
pueda presentar los exámenes finales. ¿Pueden conservar el secreto?
—Ni siquiera estuve aquí. Lo que es una lástima porque cierto trasero gustaría de
aparecer en mis noches de desvelo.
—¿¡Qué!? No controlo lo que sale de mi boca cuando llega a cierto nivel el alcohol.
Y Phoebe ya no me escuchaba, los chicos se vomitaban cuando empezaba
con...Arnold...
—¿Sí, cómo?
Levantó el rostro retadora y ella aún no lo sabía pero tenía la marca de sus labios al
rededor del cuello. ¿Si no los hubieran interrumpido, se las habría dejado en otro
sitio?
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Dios, claro que sí.
—Tú…—los ojos de la rubia lo observaron con poderío. Toda ella irradiaba fuerza.
Una energía que honestamente, le pareció completamente "Helga"
—¿Yo…?—inquirió, como en los viejos tiempos. Cuando ella lo culpaba por cosas
que se inventaba: estar respirando, bloqueando el paso, tener una cabeza anormal
y absolutamente desproporcionada.
Pero él…
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de su loción. Enviaría cartas de agradecimiento a Giorgio Armani por controlar los
impulsos asesinos de su mujer, eso claro.
Si es que sobrevivía.
—Con todo lo que mencionó Eugene, debes saber que no logro borrar de mi mente,
la idea de que estuviste con otra…—acusó cerrando el agarre de su mano, justo
sobre su cuello.
Avanzaba sobre piedra y tierra hasta alcanzar una tienda de lona, frente a ésta ardía
una hoguera, los sonidos del interior eran mucho más intensos ahora, reales,
sofocantes. Estaban por llegar al clímax y ella quería largarse de ahí pero el viento
bramaba en aquella lengua muerta que lo hiciera, las ramas de los árboles la
empujaban cortando su carne, su corazón palpitaba al máximo y al final cedía y los
veía.
Dejó de ejercer presión y terminó por arrojarse a su pecho, golpearlo con el puño
cerrado y sollozar.
—De acuerdo, pero tendrás que esforzarte mucho porque es más de una…
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—¿¡Qué…!?—los ojos de Helga lucían verdaderamente hermosos mancillados por
el llanto. Dulce, vulnerable, trágica. Claro que era bella la mujer rota, pero él se
enamoró de la otra.
La que cantó con el corazón, lo besó al entrar en esa habitación y amenazó con
castrarlo. La que pretendía despertar, presionando en los lugares adecuados.
—El lunes por la noche, se coló por mi ventana Eleanor, vestida únicamente con la
camiseta de fútbol soccer pero no te alarmes, sé que esa prenda es tuya. No la usó
demasiado, tenía urgencia por entrar en mi cama, arrebatarme las ropas. Supongo
que puedes obviar el resto.
Anoche, mi amor. Antes de que llamaras, estaba con Geraldine, ella es tan parecida
a ti, que hasta podría pasar por tu hermana gemela. Me besó de la exacta manera
en que hiciste hace un rato. Tan pronto como sucedió comenzamos a arrancarnos
la ropa en pos de llegar a mi alcoba pero la extrañaba tanto, la deseaba tanto que
nos desplomamos en la alfombra a los pies de la escalera principal y no supimos
nada más.
Hoy, es tu turno.
—Arnold…—la rubia lo miró a los ojos, el llanto se había detenido. Sus mejillas por
el contrario, permanecían inflamadas pero él no sabría decir, si por bochorno o algo
mas pernicioso. La besó con premura y sin decoro, la fue recostando de a poco
rodeándola con su cuerpo, atrapándola bajo sus piernas y la mujer que tanto amaba
se dejó hacer.
—Cobarde.
—Ambiciosa. Lo que sea que hayas visto es un sueño, no es real, no nos puede
lastimar, sin embargo…—Helga, ya no quiso escuchar más. Terminó por besarlo,
tirando de su espalda con desespero, invirtiendo la posición de sus cuerpos y es
que después de ese sueño y de saber lo que él veía en sus sueños. Decidió que ella
estaría arriba. Siempre lo haría, él era suyo, su hombre, su novio, su presa.
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siguiente beso, comenzó a desabotonar su camisa pero no pudieron llegar a más
porque la enfermera neurótica, abrió la puerta y prolongó su agonía.
Olga, tuvo que dar la cara por ambos. Disculparse por sus arrebatos y prometer que
los tendría vigilados. Lo que a Helga le pareció más divertido fue que les
obsequiaron tiras y tiras de condones, tanto masculinos como femeninos, la píldora
(de momento) estaba descartada porque estuvo tomando pastillas para dormir y
podría tener consecuencias como alucinaciones o un choque epiléptico.
Ninguno fue planeado y seguramente, sus hijos tampoco serían planeados. Pero
gracias por preocuparse. Se llevaban los condones y con suerte volverían por más.
—Estábamos en un…
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¿A quien iba a creerle?
—¿Lo sabes?
—Oh…
—Si quieres servir de algo, expiar tus pecados con algo. Distrae a Bob y Miriam
hasta que lleguemos a cenar.
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—Siempre me he cuidado, Olga.
¿Ellos tendrían capital para salir del problema? ¿No decía su padre que Armand,
era prácticamente un huérfano que no tenía ni en dónde caerse muerto? ¿Por qué
le habría gustado tanto a su hermana? Era apuesto, gentil. Entonces, ¿Sólo por
eso? Su madre, se dejó convencer sólo con eso y Helga se parecía a ella…
Suspiró para sus adentros, tomó las cosas de su hermana y las llevó a casa.
—¿A dónde vamos?—preguntó Arnold luego de que hubieran avanzado unas tres
cuadras, sin aparente rumbo definido.
—A profanar una iglesia. —lo comentó con tal seguridad que él sintió como los
colores le subían al rostro.
—¿De verdad?
—¡Claro que no, zopenco calenturiento! Quiero comida grasosa que tape mis
arterias y después, irás a la escuela.
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—Finito, acabado, terminado…—siguió enlistando la rubia. Una chica gótica como
de su edad, ataviada en su totalidad de negro con excepción del mandil de servicio,
las puntas de su cabello y lápiz labial que eran color violeta intenso les entregó la
carta.
—¡No es cierto! —se quejó molesto. La chica gótica sonrió y comentó que las aguas
del día eran de Mango y Tamarindo.
—Tu goma de mascar siempre es de mango y hace ocho días comimos lo mismo y
pediste jugo de mango.
—Helga…
—Lo siento, se nos acabaron los popotes rojos con corazones y querubines
agonizantes.
—¿Y para su Santidad? —Arnold roló los ojos, resignado a que la humanidad
gastara bromas crueles a su costa, en presencia de Helga.
344
—Un Hot dog y también papas fritas.
—Porque tienes cara de niño bueno, Arnold. Se ha dado cuenta que te saltaste las
clases y es divertido que hicieras eso.
—¿También a mi?
—Lo serás cuando me case con él y nuestro primer hijo se llame Armand, lo
nombraré así para que toda mi familia le diga Arnold.
—Que honor.
—No interrumpas, tú acabarás con una cabaretera sexy. Sirve los mejores tragos
de Hillwood y tiene voz de Sirena, engatusa a los hombres con su sensual melodía
y después de que caen, los lleva a la parte de atrás para drenarles la vida con un
beso helado.
—Porque eres virgen y las criaturas del mal, adoran a los vírgenes.
—Según sé, —comentó la gótica. —tiene que ver con la pureza del alma. Los
vírgenes no han cometido el pecado original que proviene de la carne y la sangre.
345
Sus corazones son inocentes, corruptibles. El mal podría absorber todo de ellos. Su
esencia primaria, hasta la más ínfima sustancia. Contrario de mi, ustedes dos serían
un delicioso manjar.
—Oh, vamos. Tú eres más ruda y decidida que él, pero apenas sonríe y te derrites.
Los vírgenes siempre se derriten. —Violette le guiñó un ojo a Arnold para acotar que
ya estaban a mano. El rubio asintió, encantado por el rubor en las mejillas de su
novia y tan pronto la camarera se fue, se inclino para robarle otro beso a su
compañera.
—Te estoy amenazando, porque si me vuelves a emocionar para nada, estás fuera.
—¡No! ¿¡Por qué metes una materia en la que eres terrible y te importa una mierda!?
—Porque hay una chica furiosa que es grandiosa en ella, adoro escucharla leer,
opinar, recitar. Su cuerpo irradia una energía diferente cuando lo hace, sus ojos
brillan con luz deslumbrante. Su voz parece decir muchas más cosas de las que
entona. Y yo no entiendo la poesía en un ciento por ciento hasta que ella la enuncia.
Necesito verla una vez a la semana o me olvido de quien soy. Literalmente, Helga.
Me vuelvo loco.
346
—¡NO!
CAPÍTULO 21
Cuando llegaron Eugene, estaba recorriendo la parte central del jardín cantando a
todo pulmón.
Libre soy,
Libre soy,
No puedo ocultarlo más...
Supusieron, por las expresiones divertidas y de bochorno de casi todos sus amigos
que había hablado con Sheena y que la resolución de eso había sido el término de
su relación. Al reconocerlos, el pelirrojo sonrió con coquetería y se robó a su novia.
Enlazó su mano libre con la propia y tiró de ahí para envolverla en su exótica danza.
Libre soy,
Libre soy,
En el momento que Eugene, quien por cierto era más alto que el promedio, delgado
en apariencia pero poseedor de una fortaleza delicada y atlética, la hizo efectuar
una vuelta de lo más dramática y compleja, la mirada de todos se heló por completo.
347
Nadie creería que ese atractivo joven de cabellos anaranjados, pecas que apenas
si sobresalían sobre la piel pálida, labios delgados y perversas intenciones en la
mirada, fuera abiertamente gay.
—¿Qué mas da? No importa ya, gran tormenta habrá. —pronunció el cantante,
a punto de chocar sus labios con los otros. Gerald tuvo que sostener a Arnold donde
estaba. Le recordó que el chico recién volvió del hospital y que recibió un impacto
bastante fuerte en la cabeza.
Helga vaciló entre los brazos de Eugene. Había olvidado lo fuerte que era, lo
intensos que podían llegar a ser sus ojos, lo delgadas y sugerentes que eran las
líneas de sus labios, lo jovial de su tono de voz, además la frescura de su aliento
cosquilleando contra la piel.
Frozen, la había hecho sufrir como condenada. Sí, amaba los musicales pero esa
película contenía demasiada algarabía desbordante. Ella, requería de películas
animadas como las de antaño donde la bruja malvada muere atravesada por el
mástil de un barco, el villano se va en caída libre a la nada o los protagonistas sufren
un mar de tormento presas de una maldición que convierte a la Princesa en Cisne
cada vez que el Príncipe pretende enamorarla. Como fuera, la tuvo que ver tres
veces. Primero con Phoebs, luego con Eugene y al ultimo con los dos. Se sabía la
letra (en mas de un idioma) conocía a perfección los detalles del vestido de Elsa y
que Dios la ayudara porque también se aprendió la bendita coreografía (que inventó
Eugene)
"Pecas locas", no iba a soltarla hasta que cooperara. Si no lo hacía pronto, puede
que en verdad la besara y no es que le preocupara demasiado pero ya había
escuchado a Arnold bramar como loco no muy lejos de ahí. ¿Celos? ¿En verdad le
costaba tanto trabajo entender que siendo tratada como niño buena parte de su
infancia, creció y descubrió que se sentía más cómoda entre un montón de
palurdos? ¡Claro que tenía más amigos que amigas! (siendo Phoebe la única) Y si
nunca lo notó, es porque él era un idiota.
Idiota que besaba como fuego líquido y hacía temblar sus rodillas hasta convertir
sus piernas en espagueti, idiota que ya estaba demandando a Gerald que lo soltara
porque iba a matar a ese confianzudo desenfrenado.
348
Y como por arte de magia el abrazo se rompió. Eugene la hizo dar otra vuelta, menos
compleja y mucho más abierta. La invitación a la humillación pública estaba en su
sonrisa bobalicona, el movimiento de sus cejas y ni hablar de las caderas. Pensó,
como la vez pasada que estaría bien. Johanssen les juró que podrían matar a
alguien y enterrar el cadáver ahí, así que se animó a cantar y bailar el resto de la
canción junto con él.
A consecuencia del accidente, su mente regresó a los doce años de edad. Momento
en que intentó obligarse a mirar más a las chicas que a los chicos (a pesar de que
sus fantasías incluían bomberos, paramédicos e instructores sumamente sexys)
Intervalo de tiempo en que a su vez, comenzó a coincidir con Helga en las taquillas
de eventos artísticos.
Había funciones nocturnas en Hillwood pensadas para las personas que aman el
arte pero que salen demasiado tarde de sus trabajos. Ellos, eran de los pocos
jóvenes en asistir, aún así lo disfrutaban en grande. Conocían las letras de las
canciones, partituras de las composiciones, los manuscritos originales y hasta las
novelas de donde extraían los textos. Su relación, rápidamente se estrechó así, sus
secretos se vieron revelados: el lado romántico de la mujer y el femenino de él.
Guardaron las apariencias. Nunca fue necesario decirlo, escribirlo o firmar alguna
especie de pacto.
Ella no tenía por qué decir, que Eugene se negaba a practicar toda clase de deporte
escolar porque respetaba la intimidad de sus amigos en los vestidores.
Él no tenía por qué decir que Helga seguía suspirando y llorando por el antaño amor
no correspondido.
En la forma que lo entendían, cada uno escogió sus cadenas, la fatal penitencia.
Aunque justo ahora, con diecisiete años de edad. Puede que llegara el momento de
romperlas.
Por eso, de camino a la escuela, Eugene decidió que no iba a quedarse con Sheena.
No importaban las libertades que le concediera o la gratitud que tuviera para con
ella.
349
De hecho, ni siquiera entendía por qué se enamoró de él. ¿Por qué insistía en que
lo suyo podía ser "para siempre" si nunca le correspondió? Era amable, (como con
todas) se sentía responsable de aquel amor unilateral y por eso tenía detalles como
llevarle flores y chocolates en las fechas importantes.
Pero siempre con la aclaración, de que era como amigos y nada más.
¿Hacia mal, al acompañarla a su casa? ¿Aceptar sus besos? ¿Estar con ella cuando
se encontraba, solitaria y deprimida? ¿Era tan terrible, intentar ser su amigo a
sabiendas de que quería absolutamente todo con él?
Lila y Arnold, parecían llevarlo bastante bien y por eso tuvo sus dudas, cuando
aparentemente "rompieron" intentó aclarar su mente en el chat de Gerald, pero las
palabras de todos lo confundieron.
¿Se puede estar con alguien durante todo este tiempo y jamás ser su novio? ¿Se
puede amar tanto, como para pretender que ese amor excesivo sería suficiente para
los dos? ¿Se puede vivir una fantasía para siempre?
Su "novia" no quería aceptarlo, podían volver a donde lo habían dejado pero él. No
iba a salir con chicos y después pretender que no le gustaba el helado napolitano.
Ella se merecía algo mejor que eso, lo que tenía que hacer era romper el hielo, dejar
de ser tímida y solitaria, conseguir amigos, tener citas.
Lloró.
Sheena se rompió en mil pequeños y diminutos fragmentos pero esta vez no los
recogió. Le pidió ayuda a Lila, (aunque la porrista se había acercado a él de manera
inicial para saber, si tenía idea de dónde estaba Arnold) A todos les sorprendió no
verlo llegar a clases y aunque mandaron mensajes, su celular parecía estar siendo
ampliamente ignorado.
Le dijo que estaba en el Hospital. No entró en detalles, tan solo comentó que los
padres de Helga habían tenido que irse desde temprano y que el rubio, caballeroso
como es, había decidido acompañarla y esperar que le dieran el alta. No obstante,
le aseguró que no tardaría en llegar. No se perdería el examen final.
350
"Literatura, no es precisamente su fuerte"
"¿Cariño?" —los ojos astutos de Lila lo evaluaron de cabeza a pies, él le sonrió con
coquetería. No iba a fingir más. (lo que en realidad era un decir, pues en más de una
fiesta de Rhonda se había puesto como una cuba y revelado su lado, sexy)
"Si, cariño. ¿Ahora puedes ayudarme con un problemita? Necesito que alguien
consuele a Sheena"
Dejó a las mujeres sollozando en íntima confesión. Se disculpó con Larry (el novio
de Lila ciertamente era apuesto) le guiñó un ojo como todo un galán de telenovela y
después sintió la música haciendo vibrar cada una de sus moléculas. Avanzó por
pasillos, escaleras y edificios hasta dar con el nuevo escondrijo de sus amigos.
Todos, habían sido realmente espléndidos con él, le consiguieron los exámenes, las
tareas, lo visitaron más que en cualquier otro momento de su historia. Y quería
celebrarlo, tanto que apenas llegó y ya estaba cantando.
Los dedos de Gerald, se movieron con avidez sobre la pantalla táctil de su celular,
supo que estaría congregando a más audiencia pero aún así, no le importó. Lo dejó
muy claro en el hospital. Se sentía como Elsa de Frozen, aunque ni operado del
cerebro vestiría con vestidos, gasas y lentejuelas.
Rhonda gritaba en alguna parte del jardín totalmente histérica, Phoebe, Patty y
Nadine también, Stinky tomaba fotos, Curly entonaba la canción a coro. Harold y
Gerald decían que al fin se volvieron locos. Y el zoquete de Sid comentó que quizás,
él pretendía a la Amazona y que por eso recibió el impacto de la bola de Béisbol que
con toda seguridad estaba destinada a ella.
Rumores.
351
¿Sufrido? ¿Amado? ¿Entregado? ¿No merecían demostrarle al mundo, cómo eran
en realidad?
Lo ignoraron.
Sus cuerpos volvían a estar en comprometedor abrazo, las frentes unidas, los labios
tan cerca que se podrían devorar. El silencio se apoderó del espacio, todos miraban
a la expectativa.
¿Se atrevería a besarla? ¿Se la bajó a Arnold? ¿Qué clase de "tratamiento" les
dieron en ese hospital?
Él los hizo callar a todos, humedeciendo sus labios y haciendo salir su voz.
—Si no fueras tan gay, te habría arrancado los brazos hace un buen rato.
La liberó, aunque no sin antes besar la mano con que la había "arrebatado" tan
pronto como lo hizo las chicas salieron en estampida a rodear a la Amazona y
acosarla con toda clase de pregunta. ¿Dónde aprendió a cantar así? ¿Desde
cuando bailaba? ¿Por qué nunca les dijo nada?
—Ustedes, asumieron desde que estábamos en primaria que por ser violenta y nada
agraciada. Yo, debía actuar como un Orco en plena matanza. Bueno, ya vieron
que no siempre es así. En cuanto a él, la voz de tenor y los pasos de Travolta le
salieron junto a los pelos en la entrepierna.
—¡NO DIGAS ESO! —gritó Eugene, rojo al tono de sus cabellos y colocando ambas
manos en la zona indicada.
352
—Lo haré cuando yo quiera, cariño. Nadie tiene más química que nosotros.
—Arnold…—intentó mediar, colocándose entre los dos pero su novio le dedicó una
expresión tan furiosa (y a consideración suya, ardiente) que terminó por hacerse a
un lado con ayuda de Phoebe que la tomó por el brazo. Eugene, pasó saliva por la
garganta. Curly, Harold y Sid, abrieron apuestas sobre lo rápido que acabaría la
pelea.
"¿¡Y eso qué!? Se metió con su mujer, Eugene es hombre muerto" —sentenció Curly
y en su tono de voz, Rhonda detectó algo de acidez producto de su
rompimiento. ¿Thaddeus no estaría pensando saltarle como araña a Lorenzo,
verdad? ¿¡VERDAD!? las voces de su cabeza acallaron.
—Es bueno que lo menciones. —comentó Arnold con el mismo tono que a todos
hacía pensar que el pelirrojo volvería en camilla al hospital. —Porque ella es mi
novia. Tú eres su amigo, entiendo que quieras invitarla a bailar o salir, pero si
sugieres que tienes mejor química con ella, que yo. Entonces tenemos un
problema. ¿Quieres tener problemas, Eugene?
353
le iba a infartar? cerró los ojos, apretó los labios, comenzando a sentir la sangre
helada ponerse cálida. ¡Este no era el momento de tener pensamientos
sucios! ¡¿Pero, no acababa de hondear la bandera Gay?! ¡Proclamarse Reina! Si
cantar el tema principal de Frozen, no les daba una idea de hacia donde "bateaba"
los del problema eran ellos y no él, como sea. Su agresor dejó escapar un sonido
por las cuerdas vocales que a él, le iba a arrancar otro y de lo más vergonzoso, le
estaba costando trabajo concentrarse, respirar, mantenerse de pie.
No era esta la primera vez que lo golpeaban, pero si estaba siendo la primera vez
que tenía fantasías sexuales mientras lo golpeaban. La mano en su pecho agarró
su camisa con mayor fuerza para ejercer presión. El grito vergonzoso que con todas
sus fuerzas reprimía estaba a nada de hacer erupción. Se acordó de todos los
Santos y Dioses que conocía.
Pero el golpe que esperaban todos, nunca llegó. La chicharra que anunciaba el inicio
de la ultima clase sonó. Eugene se desplomó en caída libre hacia abajo, Arnold lo
soltó y como todos en general habían cerrado los ojos, temerosos de que desfigurara
el rostro del inocente chico recién salido del hospital.
Helga gritó el nombre de su amigo, todos abrieron los ojos y lo vieron besando el
pasto y con el trasero en alto. Las féminas corrieron a socorrerlo, los chicos miraron
a Shortman, como si por primera vez lo estuvieran conociendo.
—¿A parte de ti?—respondió Helga aproximándose a él, altiva y voraz. Ella se fijó
en lo que hizo, supo que no lo golpeó pero aún así. ¿Pensaba hacerse fama de
matón, amenazando a Eugene? eso estaba mal, ¡En más de un sentido! y si no lo
entendía, se lo iba a informar.
—¡Yo, hago contigo lo que me da la gana! —gritó colérica. Sus amigos pasaron
saliva por las secas gargantas, las apuestas en esta ocasión no cambiaron de mano.
Nadie apostaría en contra de la Amazona y a favor de Shortman. El objeto de su
adoración, sonrió en contestación.
354
al límite con cada una de sus acciones, los secretos que desconocía de su pasado,
su pasión desbordante, sus amigos. Esos malditos amigos. Pataki se derritió entre
sus brazos, gimió con hambre en el interior de su boca, el brazo enyesado se cerró
al rededor de su espalda baja, el otro a la altura del cuello para que no fuera a
escapar o peor aún, soltarla. Él no quería liberarla, quería doblegarla y tal era su
afán que Gerald volvió a gritar.
Él pensó que no. Aunque de ser honestos, "esto" no era para dar asco, era para
enfatizar, que era suya. La poeta, bailarina, cantante, la mujer mordaz.
Todas, suyas.
Al liberar su boca, tuvo que sostenerla con fuerza porque aparentemente olvidó
como mantenerse en pie. Algunos de sus amigos seguían por ahí, diciendo
estupideces sobre llegar tarde a clases, reprobar los exámenes. ¿Quiénes eran ellos
y que habían hecho con los verdaderos Arnold y Helga? la rubia seguía saboreando
sus labios húmedos de él, temblorosos por él. Lo miró a los ojos, había más que
réplicas en su mirada azul transparente: anhelo, sorpresa y por supuesto, ira.
—Estoy calmado, Helga. No pretendo decirte como actuar o con quien compartir lo
que quieras de tu vida. Tan solo apreciaría que todas esas cosas que te hacen feliz,
también las disfrutes conmigo. —tomó su mano, la misma que Eugene había
besado e imitó la acción como si con eso, pudiera borrar el recuerdo de aquel
atarantado.
Se besaron. Sus amigos ya se habían dispersado, Helga le hizo saber con ese ultimo
beso que no pretendía enloquecerlo o cambiarlo. Tan solo fue algo del momento,
ella hacía cosas impulsivas todo el tiempo. Enfrentar a Jake, llamarlo a las tres de
la mañana, cantar y bailar con su mejor amigo, porque los dos necesitaban romper
sus cadenas y gritar al cielo.
—¿Pero qué querías que hiciera, si ni siquiera yo, te he abrazado de esa manera?
355
—Es espectáculo, guapo. No química, romanticismo o lo que creas. Bailamos bien
juntos, eso es todo. Pero si quieres volverte un verdadero bruto, ya te invitaré
después a ver como bebemos, Alan, Brainy, Lorenzo y yo.
—¿¡Qué!?
—Lárgate, ya. Estás a cuatro minutos de perder los quince que tenemos de
tolerancia.
—Está bien...mamá.
La dejó con Eugene que seguía desparramado en la exacta posición que había
caído. Los dos necesitaban ir a Servicios Escolares para aclarar el tema de
reposición de exámenes finales.
—Si
—¿De verdad?
—¡Y CON ESO BASTÓ!—gritó con vergüenza, dando la vuelta y mostrando a Helga
una nueva bandera…
Ese grito asesino se escuchó hasta el lugar donde estaban Harold y Sid, otros
estudiantes levantaron la vista al cielo extrañados, aves huían despavoridas de la
zona y como es natural, hicieron lo mismo. Helga llevaba años de haber colgado los
guantes pero aún así. Existían personas con un arraigado sentido de conservación.
Los aludidos estaban mas relajados, confiados de no ser el objeto de su venganza.
Iban al salón de informática y como si fuera cosa de todos los días, Arnold se metió
en el medio y comenzó a charlar.
—Sip…
—Y lo sostengo.
356
—Bueno, si escuchas que Sid vuelve a insinuar que alguien pretende a mi novia o
insiste en llamarla "zorra" por favor, rómpele la boca. —Harold sonrió de oreja a
oreja, absolutamente encantado con la idea. Tronó sus nudillos haciendo énfasis en
la orden. Sid detuvo su marcha, pálido cual fantasma. Los tres iban a paso veloz y
la zona donde debían separarse para llegar a sus respectivas clases estaba cerca,
Arnold se despidió con sonrisa ladina.
Que fuera pacifista, no quería decir que no pudiera hacer que otros patearan
traseros por él.
—Otra forma útil de emplearla, Señor Shortman sería apuñalarse el oído con ella.
Resérvelo en caso de que no tenga ni idea, de qué hacer con más de una pregunta.
—Lo haré.
—¿Su novia…—aquella palabra parecía causarle mal sabor de boca, así que se
corrigió. —Helga G. Pataki, se encuentra mejor?
—Hace unas horas salió del hospital, volverá a clases la próxima semana.
Obedeció, a sabiendas de estar siendo el centro del cotilleo por haber llegado veinte
minutos tarde. Todos estaban ya con sus exámenes y tenía la seguridad, de que si
no fuera por Helga, la profesora le habría cerrado la puerta en la cara y disfrutado al
hacerlo.
Siempre quiso tener una segunda familia. Una salida de emergencia, la mayoría de
personas la tiene, pero ella no.
Presa de sus cadenas, flotando en el vacío, como una estrella sin su luz…
357
—Señor Shortman, no vaya a pensar que voy a quedarme por usted, los minutos
exactos que llegó tarde. —la voz de su maestra lo sacó de profundas cavilaciones,
aclaró su garganta y se dio un momento para contemplar que era el único que seguía
en el salón.
—¿A parte del hecho, de que tomara mi materia como pretexto para cortejar?
—Yo, no…
—¿Saqué seis?
—Nada de eso, le daré un punto extra por resolverlo todo en menos tiempo que sus
compañeros.
—¿Siete?
—¿Qué tanto hacías ahí dentro, viejo? Todo el mundo salió hace siglos.
358
—¿Pataki, te defiende de la maestra? —preguntó sin creerlo, Arnold roló los ojos y
le restó importancia a su situación.
—De acuerdo, ustedes dos son extraños. Y yo solo vine a dejar un mensaje. Pataki
dice que te verá en su casa a las seis. Se llevó a Phoebs con ella, creo que van a
preparar una sorpresa o algo así.
—¿De verdad?
—En realidad, no...—su idea era ponerse al día con los últimos episodios de NCIS
—No tiene que ver directamente con ella. Es sobre tu tema favorito: "Leyendas"
—Querrás decir, San Lorenzo. Intento entender lo que significan algunas cosas,
pero lo único que conseguí hasta ahora fue discutir con mi padre al grado de
llamarlo, loco.
—Así es.
—Solo escucha lo que tengo que decir y dame la interpretación que consideres
adecuada.
—Bien.
Caminaron por el pasillo en dirección del estacionamiento. Gerald tenía el balón aún
en su mano, intentaba hacer algunas suertes con él, a la vez que escuchaba el
parloteo incesante de Arnold, al doblar en una esquina su hombro chocó con el de
alguna persona, su balón terminó en el piso, le dio persecución visual hasta que
chocó con el zapato de otra.
359
Stinky.
Gerald tomó su balón y volvió con el rubio que tenía el ceño fruncido, además de los
brazos doblados a la altura del pecho. Esta noticia era tan fuerte que se moría de
ganas por compartírsela a él, lo omitió al segundo en que recordó que Helga G.
Pataki era a la que Stinky no podía olvidar.
—Lo dice el que por años, se ha metido en los asuntos de los demás.
—¡No puedo creerlo! ¡Por fin tendrán su primera cita! —gritó Phoebe emocionada,
colgada del brazo de su mejor amiga.
Helga comenzaba a tener problemas para disimular el tic nervioso sobre la sien,
para olvidarlo se recordó a sí misma que esto es una guerra y todo soldado necesita
una armadura apropiada.Un escudero o en este caso, una chica que supiera del
tema.
360
Phoebs, no era exactamente la Emperatriz de la moda pero vestía femenina
conservando su estilo y sobretodo personalidad. Esa era la parte que más
preocupaba a Helga, no quería ser una ridícula princesa, flor de la primavera o que
la compararan cual ramera. Necesitaba algo que la definiera como "emparejada"
(No que fuera propiedad del Cabeza de Balón, pero sí que hiciera saber a los demás
que Helga G. Pataki estaba enamorada y quería lucir linda para su señor) porque es
cierto. Quería verse bonita para él y Phoebe tenía que ayudarla.
—Lo siento. —Atravesaron las enormes puertas de cristal y miraron los ríos de
personas, aunados a las tiendas departamentales dispuestas de par en par. —De
acuerdo, ¿A que clase de lugar irán?
—Creo que es un sitio algo rústico. Elegante y romántico, imagino que preserva el
estilo de los años cuarenta.
—Lencería...
—La necesitas o a caso quieres que "tu primera vez" sea con Arnold, viendo que
usas pantaletas tipo bóxer y sostenes deportivos. No es que no tengas buen relleno
pero, créeme. La lencería adecuada levanta oscuras y deliciosas pasiones. —la
asiática saboreó sus labios y se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz como
toda una experta dominatrix.
—Porque no hay nada que decir, aún. Nos ponemos al punto, muchas veces nos
arrancamos la ropa, pero aún no culminamos el acto.
361
—Pues, porque somos jóvenes, románticos. Aún no decidimos el lugar o momento
ideal para hacerlo.
—Pero, claro. Esos somos nosotros. Ustedes, van a mil revoluciones por segundo y
estoy segura de que esta noche, necesitarás lencería.—le guiñó el ojo sintiéndose
sumamente traviesa, Helga gritó aterrada y colérica.
Transeúntes que pululaban por ahí, las miraron con interés y burla.
—¡CÁLLATE! No voy a cambiar mi guardarropa. ¡Soy una mujer, pero también soy
Atleta! Tan pronto me quiten este estúpido yeso, volveré al gimnasio. El peor error
de mi vida, fue dejar de entrenar.
—Aprendí de la mejor. Ahora, ¿Qué te parece un vestido largo? corte griego o quizás
prefieras un corte imperio.
—¡PHOEBS!
—No hasta que me expliques, ¿Cómo consigues que te dure menos de un día?
362
—Eso no era morder, tus dedos parecían los de un Gollum, por cierto. ¿Ya
descubriste lo que sucede con los anillos que tienen la desgracia de caer en tus
manos?
—Me temo que eso sigue siendo un misterio…(todos acababan rotos, doblados y
desfigurados. Helga era horriblemente violenta y descuidada con sus manos)
—De acuerdo, pensemos en los Años cuarenta, deberías levantar tu cabello en una
serie de bucles y decorarlos con tiras de perlas o tal vez una pluma...
Gerald lo mandó a callar levantando la mano diestra para hacer silencio, luego cerró
los ojos y frunció el ceño como si estuviera esperando una revelación divina o
reflexionara sobre algo demasiado intenso. El reloj de su cómoda seguía
avanzando, Arnold tenía que marcharse pronto porque Caroline dijo que al
"Anemone" se debía ingresar de etiqueta y él no tenía ni la mas remota idea de si
alguno de sus trajes aún le quedaba.
—Hablando hipotéticamente, viejo. Suponiendo que existen más cosas de las que
observamos y comprendemos. Mi interpretación para ti, es la siguiente.
La vida eligió al chico "milagro" para devolverle el aliento, darle una oportunidad de
estar aquí existiendo. Tal vez le conmovió el profundo amor de tus padres, el hecho
363
de que Miles, aceptara morir junto a ustedes en lugar de abandonar a su esposa
sangrante y a su hijo dormido.
—¿Qué…?
—¿No lo recuerdas? —Gerald, ni se molestó en mirar a Arnold, seguía con los ojos
cerrados como si no quisiera perder el hilo de lo que estaba hilvanando. —No es
importante que pienses en eso ahora. El punto es, que sentimos como la selva
parecía darte la bienvenida y Pataki estaba totalmente deslumbrada por ti. Siempre
quise saber el motivo, ahora sé que estaba enamorada y totalmente decidida a
devolverte a tus padres. Pero me sigo yendo por las ramas.
Se supone, que toda tu vida has estado siguiendo una especie de manual para
controlar tus impulsos y emociones, que irradias una especie de energía que hace
que nos sintamos mas cómodos en presencia tuya, real majestad.
—Gerald…
—Sigo hablando, grosero. Puedo con todo eso, en realidad le encuentro bastante
sentido. La cosa escabrosa y que hasta a ti, te debería dar miedo es la otra.
Tú, eres de la vida y perdóname por decirlo pero no creo que seas ninguna especie
de reencarnación divina.
Despertaste, fin del milagro. Pero hay una chica que aparentemente tiene la otra
mitad de tu historia.
Pero, por lo que mencionas de esa chica, parece que está más rodeada de la
oscuridad que de la luz.
—¿Por qué lo dices? —Gerald se sentó al fin, en posición de loto y miró a su amigo
de manera directa.
—Te da un obsequio extraño a ti, su persona amada. Y esa cosa, según Miles, los
conecta a los dos a través de la sangre.
—¿Perdón…?
364
—La que mató a sus padres.
—¡¿Estás loco?!
—Es una idea. Sólo escucha, perdió a sus padres a los diez años. Esa es la edad
en que visitamos por primera vez San Lorenzo.
No la conociste entonces pero quizás, ella si te conoció a ti. Tal vez te esperaba,
intuyó tu presencia o sintió que estabas de vuelta como toda la maldita Selva. No
pudo acercarse a ti porque éramos demasiados y además, estabas siendo
custodiado por el Terror Pataki.
—Sí…
—No profundicé en eso hasta ahora. Pero Helga y tú, de alguna manera. Se
conectaron en San Lorenzo, se volvieron uno. Tan deslumbrada estaba por ti, como
tú por ella.
—¿¡Qué…!? —esos recuerdos le eran borrosos. Sabía que Helga tuvo un papel
determinante en la recuperación de sus padres pero se le escapaban los detalles.
Las imágenes que retenía eran vagas, confusas, como si alguien se las hubiera
llevado.
—Lo que digo, es que si yo lo noté cualquiera pudo hacerlo. Al terminar la "aventura"
por referirlo de alguna manera, vi que te alejabas con ella. Pensé "qué locura" está
enamorado, va hacer algo idiota como pedirle que sea su novia pero no era mi
asunto.
—¿¡Quién…!?
—¡ELLA! No diré su nombre por respeto a tu novia. Pero lo siguiente que supe es
que los dos estaban K.O. Tus padres los encontraron desmayados sobre la hierva,
viajamos de regreso y su estado de salud se atribuyó al exceso de calor o la
enfermedad del sueño.
—¿Tal vez porque durmieron como dos días completos? —Arnold, no daba crédito
a lo oído. Gerald lo miraba como fuera lerdo pero aún así continuó. —Al despertar,
ninguno de los dos volvió a hablar de San Lorenzo. Su relación parecía ser la de
siempre: la matona y el incrédulo.
—Hmp…
365
—Ahora no sé, si hice bien en dejar las cosas así. En no presionarte porque
mis sentimientos hacia Pataki también estaban en juego. Nunca le he deseado el
mal, pero en ese entonces me daban ganas de asesinarla con sobrada facilidad.
Que él recordara, cuando volvieron de ese viaje, sí se abrió una brecha entre los
dos.
Helga, comenzó a ser como es. Menos violenta, más madura y discreta. Dejó de
arrojarle papeles en el cabello, de llamarlo con sobrenombres y aparecer en
cualquier lugar por casualidad.
¿En verdad, dejaría de amarlo por convicción o algo más la obligó a frenar en su
acción?
—¿Ahora, ya me crees que esa chica pudo haberte visto con Helga y decidido hacer
algo al respecto?
—¡No! me niego a creer que sea mala. Lo que le pasó a sus padres fue un accidente.
—¿Y si es así, por qué conservar un colmillo aunado a un par de piedras preciosas?
—Para honrarlos.
Sacrificios.
—¡NO!
—¡Pero es lo única forma en que tiene sentido! Cuando sucedió esa tragedia, se
convirtió en un ser imparable, comenzó a entrenar con los hombres de la tribu,
enarbolando una lanza y utilizando ese extraño collar atado a su cuello.
—Es un recuerdo.
—¡O un sello! Hasta donde sé, algunos animales pueden convertirse en familiares
de aquellos que practican la magia negra.
—¿A cambio de mi? ¿Tú crees que sacrificó a sus padres para tenerme a mi?
366
—Si Pataki es tu Destino, debe requerirse algo extraordinario para romper ese
vínculo.
—No lo creo. ¿Por qué haría algo como eso? Milagro o no, yo no soy un gran partido.
—Lo sé viejo, lo sé. Si lo fueras no estarías tan feo. Pero volviendo al punto. ¿Cómo
te lo explico? Tú viviste en Hillwood, tus abuelos y padres te dejaron decidir el rumbo
que llevaría tu vida, pero apuesto a que a ella no.
Por años debió escuchar que sería tu Destino. La razón de su vida era esa. Luego
apareces y resulta que te enamoras de otra. Descubres, que quieres compartir tu
vida con otra.
—Bien, lo que sea que los une empezó desde entonces y esa chica evitó que
cometieras algo idiota. Que te declararas o no sé que diablos fuera lo que pensaras.
Luego volvimos a Hillwood, la vida continuó y ella debió prepararse para ganar tu
corazón, confiando en que la olvidaras.
—No…
No sirvió de nada porque hasta ahora, tú no habías decidido nada. Pero de pronto,
Jake ataca a tu chica, descubrimos que de la furiosa guerrera que fue, queda poco
menos que nada. Tu ausencia, la de sus padres, todo le ha causado estragos
durante los últimos años.
La muerte es paciente, Arnold. Nos da toda una vida de ventaja porque está segura
de ganar la batalla.
—¿Y que hago? ¡¿Cómo protejo a Helga, si se está metiendo en sus sueños y en
su cabeza?!
—Apégate al plan, con algunas modificaciones, claro está. Sal con tu chica,
disfrútala, enamórala. Pero tienes que decirle de la existencia de esa cosa.
—Me importa una m-i-e-r-d-a. —deletreó las palabras con burla. —Pataki, te dejará
si descubre que has estado mintiendo. Hasta ahora cree que son solo sueños, pero
créelo aún si no puede luchar es bastante lista y la cosa es astuta.
¿Vas a permitir que cuando estén intimando se meta en su cabeza y le haga creer
que piensas en ella?
—¡NO!
367
—Entonces, sé hombre. No permitas que las dudas creen fisuras en su relación.
—Se lo diré.
—Después de que vayan a ese lugar de ancianos y den mucho, pero mucho asco.
—Gracias, Gerald.
Así que Dioses, mitos y leyendas. Se lo contaría a Brainy, seguro encontraba una
forma de incluirlo en su cómic.
368
CAPÍTULO 22
La música llegaba a sus oídos desde el interior de Sunset Arms, apenas perceptible
en los primeros escalones pero con mucha mayor fuerza tan pronto avanzaba y
colocaba la llave en el cerrojo para abrir la puerta.
Esa encantadora mujer, desgranaba con pasión y dolor un tema que si mal no
recordaba se titulaba.
Voy a Wichita,
lejos de esta ópera para siempre.
Voy a trabajar la paja,
hacer que el sudor gotee de cada poro.
Y estoy sangrando,
y estoy sangrando,
y estoy sangrando.
Justo delante del señor.
Todas las palabras van a sangrar de mí.
Y voy a pensar no más.
Y las manchas que salen de mi sangre,
dicen vuelve a casa.
Y las notas del piano seguían, las palabras cobraban vida y esa de ahí no podía ser
su novia porque él conocía a su chica y jamás de los jamases se metería en un
vestido azul marino tan corto que permitía la vista de unas medias color humo a
medio muslo con liguero. Siguió su recorrido visual por la parte alta, la cintura
estrecha decorada con un delicado cinturón negro, una mano apoyada sobre la
pierna derecha, la enyesada estaba en el aire dando énfasis a lo que cantaba, el
escote del pecho era casi nulo, una sola línea que seguía de largo por los hombros
y se perdía hacia atrás, de ahí se encontró con el cuello expuesto de su Amazona,
la barbilla afilada, los labios rojos, pestañas rizadas, acompañadas por una tenue
capa de sombra oscura en los párpados. Los cabellos los llevaba atados en un
peinado tan complejo que parecía que se los había cortado.
369
"Home Run" pensó para sus adentros, mientras aquella concluía la canción y él se
sentía como perteneciente a otra época. Su padre terminó también con los acordes
del piano, sus abuelos aplaudieron fascinados. La cantante cerró los ojos y dedicó
una diminuta inclinación de rostro a su audiencia, él necesitaba dos minutos más
para terminar de procesarlo.
—Odio usar zapatillas, me tendrás que llevar cargando…—sugirió con una sonrisa
traviesa, estirando los brazos para que él, la tomara.
—Nada de cargar a nadie, no quiero que beban de más. —acotó su padre, con una
sonrisa un poco más suave.
—¡Por supuesto que toca el piano! —se metió Phil y Gertrude continuó.
—Si insistía con esa tontería de formar una banda de rock, primero tenía que
aprender a tocar un instrumento clásico.
—Déjame ayudar para que no te traumes. —comentó Helga aún de frente al sillón,
sin darle la espalda a nadie. —Señor Shortman, ¿Podría pararse junto a su hijo? —
Miles cooperó y Helga los contempló como si los estuviera evaluando.
370
—Helga…—se quejó Arnold, pero la mujer insistió.
Ambos tenían el mismo color de ojos y cabello, la barba partida que era un rasgo
hereditario y bastante notable, las pupilas de Miles vacilaban entre mirarlo a la cara
o no. Estaba claro que la disputa de esta mañana aún causaba estragos entre los
dos. Quiso disculparse, no era lo suyo comportarse tan insolente. Es solo que…esas
malditas cosas de Selva, se sentían mejor si venían de Gerald, porque él estaba
aquí en su pueblo, su puerto seguro, su mundo.
—Extiendan los brazos a los lados. —ordenó la rubia. —Así es, completamente. —
sus abuelos no entendían lo que hacían, Miles no pudo reprimir una carcajada,
misma que compartió pues se veían de lo más estúpidos, parecía que iban a hacer
ejercicios de calentamiento pero no era esa precisamente la idea. —Den un paso al
frente, cada uno.
—Lo que sea que pasara entre ustedes, no puede ser para tanto. Duncan falleció
esta mañana y por respeto a él, creo que deberían agradecer que se tienen el uno
al otro.
—Es verdad, por favor perdóname hijo. —pronunció Miles con convicción,
acercándose al menor pero no para abrazarlo, sino para estrechar su mano. Creía
que por la separación tan abrupta entre los dos no merecía estrecharlo. El otro tiró
de su brazo y le dio un fuerte apretón.
—No importa. —interrumpió, más que nada porque no era el momento de que lo
supiera Helga.
371
—Hablando de eso ¿No van demasiado tarde a su cena?—preguntó Phil,
acercándose a la chica que tomó el abrigo con que había llegado y del que se
despojó a medida que iba cantando.
—De acuerdo. —la sonrisa de idiota se le dibujó en la cara, tan pronto la vio lista y
le extendió la mano para que lo acompañara. Sus abuelos tomaron una foto, Miles
los acompañó a la puerta, aunque antes de desaparecer les recordó que no bebieran
de más, si tenían problemas llamaran a casa y si no pensaban regresar, con un
mensaje de texto le avisaran.
—Eso ultimo es para que tus abuelos no me hagan salir a buscarlos a mitad de la
noche en la morgue del poblado, urgencias y demás.
Mira nomas, cuantas formas de romperme un tobillo con estas condenadas cosas.
Si me persigue un loco acabaré patinando con medias sobre la acera. Será tan
patético y doloroso.
Una mirada rápida a Arnold, con ese traje de dos piezas color azul satinado, camisa
de vestir de exactamente el mismo color abotonada hasta el cuello, ausencia de
corbata lo que era una auténtica desgracia porque ella ya estaría imaginando
muchas maneras de domarlo con tal instrumento, pañuelo negro, del mismo color
que el cinturón y los zapatos que eran deportivos pero le conferían un aspecto tan
exquisito que recordó exactamente que Phoebe Heyerdahl, tenía un punto.
Home Run.
—Tenemos todo en orden, papá. Te avisaremos lo que sea, gracias por confiar.
372
—Son casi unos adultos, además de que es evidente, lo mucho que se quieren.
—Tú empezaste.
—¿¡Yo, cuando!?
—No. —mintió.
—Vamos a un lugar privado. —respondió Helga, cruzando los brazos a la altura del
pecho. —¿Por qué no estás adentro? ¿Bob, volvió a hacer de las suyas?
—De hecho, fuimos los dos. —Marion buscó en el interior de su bolso y les mostró
una foto.
373
—Ocho semanas de gestación. Por "esto" es que están gritando. —Helga miró
atónita la ecografía, luego se la pasó a Arnold pues temió destrozarla en el interior
de su puño, tan pronto como sintió todo su cuerpo temblando.
—¿Es de tu padre? Sí
—¡Pero, si casi te dobla la edad, está divorciado, golpeó a mi madre. Tiene dos hijas,
una más inestable mentalmente que la otra! —profirió señalándose con un dedo. —
¿¡Es que no podías elegir algo mejor para ti!? —Marion se sorprendió de nuevo.
Solo quería entender cosas que era muy joven para comprender.
—Aún...no lo sé…—confesó.
—Él presume mucho a tu hermana mayor, pero puedo ver por qué tú eres su orgullo.
—Te criaste como él, prácticamente sola. Te cree tan dura como una roca y por eso,
nunca sintió tanto miedo como en el instante que lo llamaron para decir que estabas
en peligro.
Quisimos venir antes pero tuve nauseas y vómito. El doctor sugirió que hiciéramos
varias escalas en el vuelo y por eso nos demoramos. Luego, cuando estábamos en
el hospital yo quería hablarles del bebé, pero tu novio nos recordó a todos que
estábamos ahí por ti y no por mi. En ningún momento he querido confundir las cosas,
por tanto dejé a tus padres cuidarte y me quedé en su casa.
374
—¿Qué habitación usaste?—inquirió con voz seca. Aún sin saber, si lo que sentía
era molestia o solamente, desconcierto.
—Conociera a su familia. —comentó Arnold, mirando las cosas desde otro ángulo.
Marion Curry asintió.
—Pides demasiado, si crees que llegará el día en que puedas sentarte con
tranquilidad en esa mesa. No obstante, si organizan una reunión en su casa, si su
hijo quiere saber de dónde le viene la maldita uniceja y el carácter de los mil
infiernos, será un placer decirle que no está solo en el mundo.
—Lo estoy.
—En ese caso. Despídeme de Bob, dile que el vestido y todo el "numerito" me lo
estoy tomando como su regalo de cumpleaños. Deseo que tengan un vuelo tranquilo
y cuando nazca, mándame fotos del retoñito.
—Gracias chicos. Y sé que no lo están pidiendo, pero aún así les daré un consejo.
No se apresuren "en hacerlo" tengan plena confianza en decir cada cosa de lo que
estén sintiendo. La primera vez, siempre es caótica. No tengan miedo. Los
importantes son ustedes, si quieren parar, paren. Luego recargan baterías y vuelven
a empezar. Jamás demeriten la importancia de un beso.
375
Y no lo hacían.
Lo suyo comenzó con un beso. Y por tanto, todos sus besos eran especiales,
importantes, mágicos.
Marion despidió a Helga con un abrazo y cuando lo hizo, alcanzó a ver la mirada
petrificada de su hermana mayor observando a través de la ventana. Temerosa de
mediar entre sus padres, furiosa de que "la aceptara" indignada porque se marchara.
Y le sonrió, sin sentir otra satisfacción mas allá de la que decía.
"Y claro que la acepto. ¿Quien si no yo, se podría aliar con alguien que jamás será
bienvenido en nuestro hogar?"
Subieron al auto, como Helga aún se sentía confusa le pidió a Arnold que la llevara
a algún lugar dónde nadie pudiera encontrarlos. El lago se encontraba sobre unas
de las carreteras primarias de Hillwood. No era tan popular estos días, las nuevas
autopistas hacían que cualquiera pudiera llegar en una hora y media a la playa, pero
a salud de los malos recuerdos, preferían evitar ese sitio.
Al aparcar, junto al rumor del coche, el manto nocturno y la luz de la luna como único
testigo comenzaron a besarse, buscarse con dedos ansiosos, arrancarse suspiros,
además de jadeos. Se tomaron sus minutos en descender, más que nada lo hicieron
porque necesitaban mayor espacio para tocarse. Los dedos de Arnold, una vez logró
convencerla de sentarse por encima de él, encontraron el liguero que decoraba sus
muslos y lo siguieron con avidez hasta dar con la parte superior de su prenda interior.
Un calor anormal lo invadió por completo, era trampa que se pusiera ese maldito
abrigo encima e intentó quitárselo pero era demasiado estrecho el espacio.
Helga escapó entre sus brazos, riendo como niña, perdiéndose en la hierba húmeda,
el aire helado del lago e inmediatamente la siguió.
—Espera, hombre de la selva. Aún tengo una sorpresa para ti…—comentó traviesa,
sus labios seguían siendo rojos pero en un tono más deslavado, él le arrebató el
color, lo difuminó sobre su piel confiriéndole un aspecto atrevido y salvaje. La disfrutó
con la mirada. ¡Cómo le encantaba el peligro que irradiaba esa mujer!
—Estás haciéndome sentir mal Helga, la que cumple años la próxima semana eres
tú. Y todos te están colmado de regalos, excepto yo.
376
—Eso no es cierto, solo van Olga, Phoebe y Bob
—Me estás dando un hogar, familia, también me amas y por eso insisto en que te
quedes donde estás. —Arnold obedeció, estaba de frente al auto y Helga avanzó
hasta bordear los límites del lago, su silueta se iluminaba por el resplandor del agua,
comenzó a quitarse el abrigo, primero la cinta, luego los botones, él pensó que sus
sueños por fin se harían realidad. Se desnudaría para él y era Olga, la que se quedó
con las tiras y tiras de condones que les obsequiaron. (Genial, maravilloso,
estupendo) la chica continuó su trabajo hasta deshacerse de la prenda. Volvió a ver
su vestido azul marino cayendo como un velo sobre la exquisitez de su piel, Helga
sonrió muy segura de sí misma y a la vez tramposa. Luego dio la vuelta de manera
lenta y él se quedó de piedra.
El vestido estaba abierto casi completamente por la parte de atrás, las telas caían a
manera de "U" abrazando el nacimiento de los omóplatos y bajando con dramatismo
hasta alcanzar la zona lumbar. El movimiento que describió su novia terminaba a
tres cuartos. Es decir, que podía ver su espalda desnuda, además de su pecho y la
sonrisa demoníaca en su preciosa cara.
Como no quise ser demasiado abusiva, me decidí por este vestido que...
—No requiere sostén.—terminó la oración por ella, ahora que estaba de frente a su
mujer. Admirándola por completo, los cabellos peinados así dejaban al descubierto
su cuello. No llevaba las placas que le obsequió, aunque de ser justos, él tampoco
llevaba el relicario de oro. (Al menos, no en el cuello) lo traía en el bolsillo de la
camisa donde la gente normal guardaría su tarjeta de crédito o cajetilla de cigarrillos.
377
La urgencia de descubrimiento, no era únicamente suya. Helga, le terminó
arrancando el saco y preguntó si Gerald, dijo algo sobre "no hacerlo" en el cofre de
su auto.
—¿Ni las zapatillas? —preguntó aún divertida, levantando los brazos como en su
casa. —Cárgame, hombre de la Selva. —claro que lo hizo y ella gritó emocionada y
asustada pues con el yeso no podía sostenerse de absolutamente nada. Arnold se
sintió poderoso, sosteniendo su peso completo, la levantó en volandas aunque en
su mente había una escena tipo "Lo que el viento se llevó" y en la de Helga una al
estilo de "Hannibal Lecter salvando a Clarice" la dejo caer sobre el cofre del auto
que se quejó dolorosamente bajo el peso de los dos.
Eso mató la pasión del momento, decidieron intentar en el asiento trasero pero tan
pronto como abrieron la puerta encontraron una manta y una nota escrita de manera
apresurada con la letra de Gerald.
"NO, EN MI AUTO"
—No las necesita, creo recordar que nos ha visto "dar asco" unas seis o diez veces.
—¡¿QUÉ?! —gritó él, tirando la manta y buscando a la rubia que escapó de sus
múltiples intentos por arrebatarle el objeto.
—¡GUARDA SILENCIO!
—¡¿Qué?! —Arnold seguía sin entender nada. Solo capto la parte en que Helga
creía que Gerald, era más impresionante que él. Y no le gustó. Se acercó de nuevo,
su chica ya se había estropeado todo el maquillaje en la cara, (bueno, en gran
medida le ayudó él) pero justo ahora, intentaba tranquilizarse, tapando su rostro con
ambas manos. La enyesada pensaría él, que no servía de mucho, pero la insolente
mujer aprovechaba eso para golpearse.
Su oscuridad la absorbía, ese gesto que sabía bien la enloquecía. El que solo
despertaba ella, el que prometía seducción y lujuria.
—¿No te parece una descortesía que solo yo, esté expuesta? —las pupilas
dilatadas, los labios hinchados, el pecho subiendo y bajando. Concedió que tenía
un punto, colocó sus manos sobre la camisa, comenzando a abrir los botones, pero
lo detuvo.
379
—Si nos encuentran, sería muy divertido verte correr en pelotas, pero asumo que
no es eso lo que quieres que se lleve a tus abuelos a la tumba.
—No…
—Fue una larga semana en el hospital, hombre de la selva y como te comenté por
Skype, yo no tuve el privilegio de satisfacer mis deseos. —su mano se colocó sobre
el bóxer presionando la superficie, él dejo escapar un juramento, pegándose a ella,
rodeándola a ella, rogando poder perderse en ella.
Si cualquiera los mirara, diría que estaban en íntimo abrazo, tal vez confesándose
algo sumamente pernicioso, pues ninguno adivinaría que la mano de Helga,
controlaba todo de él y que los brazos de Arnold, se cerraban sobre sus hombros
para que no lo dejara caer. Sus labios rogaban prácticamente encima de los otros,
pero no la besaba, no podía. Si lo hiciera dejaría de mirarla. Y no quería hacer otra
cosa más que perderse en su mirada.
—Soy una controladora, Arnold. Por supuesto que lo planee, pero te di a elegir el
lugar e inclusive fuiste tú, quien decidió hasta donde llegar…
380
Arnold, no necesitó un cambio de ropa interior pero sí fueron presas de un momento
de total y absoluto terror. No eran puritanos, no estaban desnudos. Es más, ni
siquiera estaban teniendo sexo pero por alguna razón, les asustó que los vieran en
tal situación. Corrieron como estaban a meterse en el auto, dejando atrás lo que
habían tirado y agradeciendo que las llaves se hubieran quedado mas que bien
puestas en su lugar. El diminuto bolso de Helga le había parecido inútil en la tienda,
pero justo ahora, agradecía haber metido ahí su teléfono celular, identificación,
llaves y las placas metálicas. Se las volvió a poner, no iba a dejar que sus hormonas
contribuyeran a que las perdiera.
—Ese no es el punto.
—¿Existe un punto? —Helga hubiera preferido gritar que hiciera silencio porque la
volvía loca, pero su estómago decidió abreviar por los dos. Horas habían pasado de
esas alitas extra picantes con papas fritas y se moría de hambre. Abrazó su
estómago como si con eso pudiera hacer que callara, el rubio comenzó a reír mucho
más alto, ella le dio codazos en las costillas.
Por el resto del recorrido, Helga se quitó el maquillaje y liberó sus cabellos de aquel
complicado peinado, afortunadamente el chico afro era más vanidoso que todos los
machos que poblaban Hillwood (incluido Eugene) y traía un peine, además de papel
higiénico y crema humectante en la guantera del auto. El parasol del copiloto tenía
un espejo incorporado y no es que fuera fanática de ellos pero sabía que su cabello
(medio ondulado como quedó) era absolutamente ingobernable y no quería verse
como la loca del poblado. Arnold, la observó trabajar en su aspecto por el retrovisor,
le pareció un momento demasiado privado y delicado. El poder observarla en
intimidad, como si recién saliera del baño o estuviera alistándose para dormir.
—Toma una foto, duran más. Y por cierto, el semáforo ya cambió dos veces a verde.
—Me parece bien, porque tú no eres de porcelana. No eres una Princesa, aunque
podrías competir con una, en cuanto a belleza.
—Eres un cursi.
Besó sus pies desnudos una vez liberados, por dos centésimas de segundo Helga
se preguntó si el Príncipe habría besado los pies de Cenicienta antes de enfundarla
en las zapatillas de cristal. Pero si lo hizo, no debió hacerlo con tanta dedicación
como el suyo. Arnold acarició sus tobillos y subió por el largo de sus piernas hasta
alcanzar la parte interna de sus muslos. El decoro lo habían dejado en el lago,
también el condón y esa debía ser la razón de que su Príncipe azul, suspirara con
resignación ante la imagen de su prenda interior.
—Helga…
382
—Lo que sé, es que este no es el momento, ni el lugar…—también sabía que si se
lo pedía, él podría usar sus dedos o sus labios, podrían tener sexo sin protección, ni
penetración, sólo explorarse hasta la rendición. Pero no quería profanar el auto de
Gerald, o hacerlo en la tierra como una cualquiera. Phoebs, seguía teniendo razón.
—¿Qué...?
—Es una corazonada y por favor quita la cara de espanto. Aunque Gerald trajera un
bate de béisbol, no voy a golpear a nadie con estos trapos. —Arnold sonrió y abrió
la cajuela.
Tal y como imaginó, había demasiadas "cosas" de los dos. Ropa en su mayoría y
artículos de la escuela, zapatos deportivos, de vestir, botas con plataforma. ¿Quién
de los dos usaba esas cosas? —¡Eureka!— encontró un par de zapatillas de su
"mentirosa" amiga.
"No hemos hecho nada" "Sólo nos arrancamos la ropa" ¡JA! Si le volvería a creer
esa diminuta y escurridiza encarnación del mal.
Arnold tomó las zapatillas blancas y se las colocó a su novia ante la petrificada
mirada del trabajador de servicio. Al parecer, ambas calzaban del mismo número, lo
que era sorprendente ya que Phoebe…
—Sip, tiene pies de Gigante, golpee a muchas niñas en la primaria por recordárselo
a mi hermana. ¿Entramos? —preguntó después de cerrar la cajuela, perfectamente
erguida y permitiendo que su cascada de cabello suelto ocultara el escote de su
vestido.
El Anemone, era un restaurante, salón de Baile y Bar, similar al Chez Paris pero
tenía un estilo mucho más exclusivo. Nada de grupos, nada de niños, solo parejas
y muy animadas todas.
383
—¡No puedo creerlo, vinieron! —gritó Caroline desde el fondo, enfundada en su
totalidad de negro. Un vestido largo corte sirena, con guantes y sombrero de malla
a juego. Toda una viuda, a consideración de Helga. Los saludó con un beso en la
mejilla a cada uno y luego los condujo a donde estaban la barra del Bar y la
Orquesta.
—¿Ella es tu ángel?—preguntó uno de los músicos que dejó el saxofón y bajo del
escenario para reunirse con ellos. Helga se sintió abrumada, Arnold la rodeó por
detrás.
—Esta noche la casa invita, pidan lo que quieran y por cierto, lo prometido es deuda.
Ahí están tus abuelos. —Caroline señaló la parte trasera del Bar. Una pared
revestida de fotos donde se encontraba por la parte central una fotografía en blanco
y negro de Phil y Gertrude como a los veinte años.
—Gertie tenía los mejores atributos de todas nosotras. Nunca nos quedó la menor
duda de por qué, Phil jamás la quitó de su mira. —comentó Caroline con añoranza.
—¡Ese par de capullos, no se pasan por aquí desde que tuvieron descendencia!
Demasiada "tentación" según palabras de tu abuela. Querían educar a su hijo para
que fuera un caballero de lo más respetable. ¿Dime, lo lograron? —él no supo que
responder a eso. Por lo que comenzaba a conocer de su padre, había sido un
rebelde sin causa. Baldwin lo evaluó de cabeza a pies, estaba claro que lo hicieron.
Todo un caballero, aunque mal vestido con tenis y ausencia de saco por delante de
él.
—Por supuesto que lo lograron. —se metió Caroline. —Hasta les dejó a su hijo para
que lo educaran igual.
384
—Pff… estos padres modernos. Ahora, tomen asiento, disfruten la pista de baile y
si te animas, Señorita Ángel, sería un honor que cantes.
—No es obligación que lo hagas, pero sería un desperdicio de ese bonito vestido.
—Gracias.
Sus anfitriones se fueron, Arnold le ofreció el asiento a Helga, como tantos años
atrás en el Chez Paris. Los recuerdos son poderosos, también la música que en esta
ocasión era alegre y romántica. Pidieron unos cortes de ternera con verduras al
vapor y vino tinto para acompañar. Mientras lo traían el joven Shortman no se resistió
de demostrarle a su novia, su propio talento para bailar.
No era un experto como Eugene, pero creció con sus abuelos y ellos se cortejaron
entre canciones y baile.
Helga acomodó la cabeza en su hombro, las zapatillas de Phoebe no eran tan altas
como las otras así que la diferencia entre sus estaturas no resultaba tan amplia, él
la abrazó por la cintura. Atrás la lujuria, los sueños húmedos y las travesuras íntimas.
Bienvenidos los silencios cómodos, la promesa silenciosa de hacer esto, no por una
noche, sino las que siguieran.
Varias parejas bailaban al rededor. Lo que le gustaba a Arnold de antes, es que las
tradiciones eran diferentes. El baile constituía un lenguaje, donde podías tocar a tu
pareja en lo más íntimo de su ser, sin siquiera palparla.
Sus manos se rozaban y se soltaban, sus ojos se perdían y encontraban, los pies
se deslizaban de una manera tan silenciosa que más que caminar sobre la pista,
parecían flotar.
Los minutos así rápidamente se fueron pasando y cuando terminaron la cena, fue
claro para Arnold que tenían que hablar. Él no podía guardar silencio durante más
tiempo, no podía hacerle el amor por más que lo deseara, sin sentir temor.
.
385
El sujeto del Bar, aprovechó su ausencia para abordar a la rubia.
—Nadie pidió su opinión, así que ocúpese de sus asuntos, Señor.—desestimó sin
mirarlo.
—Mis asuntos suelen ser los de todos, primor. Tú lo miras como al oro, él como a
un secreto que lo está consumiendo.
—Eso dicen todos, después vienen aquí con una, luego con otra y después otra.
—La que haría muy feliz a todos los sujetos que la están observando.
—Lo que digo es, que en este negocio se aprende a leer los rostros. Ese chico oculta
algo, no sé lo que sea pero te está engañando.
Helga se impresionó de que supiera su nombre, Arnold eligió ese momento para
volver y notó la incomodidad de su novia además del gesto atrevido del Bartender.
386
respeto y se molestó en demasía pero el hombre de avanzada edad, solo dejó el
vaso que atendía y se dispuso a tomar una fotografía de la pared.
En ella aparecía una mujer preciosa de cabellos cortos al estilo Pixie, vestido liso
decorado con perlas, guantes de encaje y un coqueto cigarrillo en la mano izquierda.
Estaba sentada en la mesa de un café, la taza humeante por delante y charlaba con
un caballero bien vestido, de gesto intimidante.
El parecido entre ambas era destacable, se parecía a su madre o mas bien, a como
ella recordaba a su madre.
Antes de las peleas, los celos, la intriga y el alcohol. Acarició la superficie con dedos
temerosos, Arnold sintió su vacilación y quiso romperle la cara a ese viejo tan
atrevido.
—Se llama Marion y ya nos vamos. —mintió. Tomando la mano de Arnold para que
salieran del salón.
Una vez afuera respiró hondo, no tenía idea de la hora que era pero no le apetecía
meterse en el auto así que comenzó a caminar. Arnold la siguió de cerca, rogando
porque el Chaperón no fuera a "desaparecer" el auto de Gerald.
—¿Qué fue todo eso? ¿Por qué mentiste? ¿De qué estaban hablando?
—No me agrada la gente que con una mirada, no solo me juzga sino que cree que
me conoce. Ese señor empezó a decir que veía la culpa y el pecado en tu mirar.
Asegura que me ocultas algo, que quizá me estés engañando.
—Y también por mi historia personal. Olga está convencida de que persigo los pasos
de mi madre y esos serían los de su madre. No la conocía hasta ahora. Miriam no
guarda fotografías o recuerdos de su pasado. Todos están en su cabeza y en sus
diarios. No sé si alguna vez te lo dije, pero fue ella la que me enseñó a leer y escribir.
Mis primeros poemas los escuché de su voz. Amaba la literatura y el teatro. Su
madre lo hacía por igual pero las dos lo terminaron dejando.
387
Se casaron demasiado jóvenes, demasiado enamoradas, demasiado arrebatadas
de sí mismas pues cuando su "amor" les pidió olvidarse de todo lo que podrían ser
y lo que ya eran, lo hicieron con convicción y ese amor les pagó con traición.
¿No lo viste hace un momento? —preguntó mirándolo a los ojos. Él no miró nada
en específico de la foto, salvo los atributos que bien podía asociar con Helga.
—Ella estaba perdida en los ojos de él, pero el caballero no la miraba de vuelta. Esa
fue una fotografía tomada al momento, no posaron por decirlo de alguna manera.
Así que el fotógrafo debió prendarse de su belleza, como Alan que recorrió las calles
de Paris, capturando lo que solía decir, era la verdadera versión de mi.
—¿Qué…?
—Aún debe tener las fotografías en algún sitio, jamás me las mostró todas, pero
antes de que armes una escena de celos te diré, que no le dije mi nombre hasta que
me fui de París.
—Si te dejo, eso es lo que quedará de ti... —concluyó la oración por ella. Helga
asintió, mirándolo a los ojos, resuelta, intensa. Él quiso besarla de nuevo, olvidarse
de todo de nuevo, pero su relación ya había avanzado al siguiente nivel, quería
despertar con ella por la mañana, hacerle el amor la noche entera.
—No voy a dejarte, tampoco quiero engañarte pero debes saber que si hay otra.
—¿¡Qué...!?
—La conocí en San Lorenzo, te hablé de ella una vez. En el Hospital, cuando
describiste tus pesadillas.
—No…
—Yo dije que no podía creer que hubiera llegado tan lejos y tú dijiste que…
—Pero lo tiene, Thea y yo… —Helga, tuvo un breve flashazo de su ultimo sueño.
Aquel dónde estaba Arnold haciendo el amor con otra...
388
—¿¡Thea y tú!?—la sola pronunciación de sus nombres le asentó como una
puñalada en el corazón. Sintió las rodillas temblando, sus pulmones vaciándose, las
zapatillas a punto de dejarla caer y se las quitó para luego abrazarse a sí misma. El
resto de sueños volvió a su cabeza: La espesa selva, la inmensa hoguera, el fuego
quemando sus pies desnudos y la implicación de que si moría,él se olvidaría de
ella.
—¡LOS VI! —gritó hasta casi quedarse sin voz. Su desesperación fue tal que llegó
a los oídos de algunas personas que venían de otro sitio, posiblemente una fiesta o
un antro. Se interesaron en ella.
—¿Necesitas ayuda, amor? —Amor, ¿Por qué todos los idiotas que querían
revolcarse con ella, creían que la palabra mágica era amor? Arnold intentó
aproximarse de nuevo, ella lo golpeó con la mano sana en el pecho. Los chicos
venían en auto, eran cuatro, tal vez cinco y estaban tomados.
En él, todo lo que hacía todos los días de su vida era pensar en él…terminaría como
su madre excusando sus traiciones, culpándose por no ser demasiado, por no poder
satisfacerlo, llenarlo.
—¡Quiero que me saques de aquí! —gritó al que estaba al volante. Ese asintió,
susurrando al copiloto que se metiera como pudiera en la parte de atrás. Ese se
quejó, los otros también. Al parecer su mejor apuesta era que se apretujara con ellos
en el asiento trasero.
—¡Helga por el amor de Dios, sabes que es peligroso! ¡Entiendo que estés molesta
conmigo pero ellos…!
—¡Nadie! Escúchalo bien Cabeza de Balón, NADIE puede hacerme más daño del
que ya me has hecho!
389
se metió. El rechinar de los neumáticos, aunado al humo del escape lo obligaron a
reaccionar, corrió donde el Chaperón ya tenía su carro y pisó el acelerador a fondo.
¿Cómo se le ocurrió decirle la verdad cuando era evidente que estaba tan
vulnerable? ¿Qué pensaba ella al meterse en un auto lleno de extraños? ¿¡Es que
estaba loca!? Claro que lo estaba, él ya sabía que lo estaba, siempre lo supo, no
era un secreto que se lanzaba de cabeza a lo que fuera, sin pensar en las
consecuencias.
Pero él, que sí las pensaba no pudo con la idea de que tocaran a su Amazona y en
la primer oportunidad que tuvo, acortó distancias y chocó el flamante auto de su
mejor amigo contra el otro.
CAPÍTULO 23
Los chicos que descendieron del auto eran cinco, más jóvenes que ellos, más
osados y alocados. Estaban ebrios, puede que hasta drogados pues los aromas que
recogió en el interior del auto hicieron girar su cabeza, entorpecer sus movimientos,
por eso no se movió cuando el que estaba al volante le puso una mano sobre la
pierna y los de atrás tiraron de las telas de su vestido llegando a rasgarlo.
Arnold preguntó cómo estaba. Ella sentía la lengua dormida, todo su cuerpo
temblando, miraba pero no observaba porque su mente no estaba ahí, estaba en
alguna parte con Alan.
390
—¡MALDITA ZORRA! —aullaron a voz en grito. Sin embargo a pesar del dolor de
cabeza y la turbación de su mente, logró mantenerse firme en su posición.
Regresaron al auto que para ese entonces, tenía parte del parachoques trasero
sumido, les hicieron señas con los dedos, lanzaron todo tipo de amenaza y
maldición. Helga los ignoró a todos, seguía confundida, sumamente arrepentida y
sin decidir si quería quedarse ahí o llamar a Alan.
—¿Cómo terminamos aquí...? —preguntó con honestidad. Las pastillas que tomó
durante una semana tenían demasiadas contraindicaciones, algunas de ellas
incluían alucinaciones y ataques de ansiedad. No sabía si su "escape dramático" se
debía a eso o al terror de quedarse completamente sola en el mundo.
Por lo general, cuando quería escapar era con él donde iba, (aún si Arnold no lo
sabía). Y la perspectiva de perder eso, le hizo sentir la necesidad de acabar con
todo.
¿La razón?
Había una única cosa que se prometió cuando vio a su madre totalmente vencida.
391
.
Si no fuera por él, ni quería pensar en lo que le estaría pasando, pero eso también
era parte de su plan...
Arnold continuó mirándola a los ojos. A saber qué diablos es lo que vería en sus
ojos. ¿A la lunática, la poeta, la mujer que se desvanecía día a día a sus pies? Fuera
quien fuera, acaricio su rostro con dedos fríos por la lluvia, recorrió sus mejillas,
buscando borrar el rastro de llanto y comentó.
—Diría que no lo sé, pero una vez más te estaría mintiendo. Falté a mi palabra, a la
promesa que te hice esa primera noche en tu casa. Te dije que no había secretos a
parte de la carta, pero olvidé hablar de Thea.
—No, pero hay algo en ella que desde el principio me gustó... —Helga escapó a su
contacto, le dio la espalda y se abrazó a su camisa, aspirando su aroma, buscándolo
a él porque necesitaba todo de él. Pero a la vez quería demostrarse que podía vivir
sin él. No funcionó, porque entre tirones, encontró su relicario de oro en el pequeño
bolso del pecho y lo tomó.
Phoebe tenía razón al mantener sus reservas sobre los dos. Era peligroso amarlo
tanto, quererlo tanto, necesitarlo tanto. ¿A dónde iría, si salía de su vida? ¿Una casa
vacía como testimonio de todo lo que podía salir mal en una relación?
No…
392
Arnold, no presionó para que retomaran la charla pero sí se acercó. Ella renegó a
su roce, a su preocupación y cuidado, pero bastó una mirada, un ligera presión de
sus manos, un estrechamiento de sus labios húmedos y en dolorosa comunión para
que se dejara guiar de vuelta al auto.
La carrocería del viejo Mustang Coupe de Gerald, soportaba los malos tratos. Ni
siquiera se dañó la pintura, así que esperaba que su amigo no se enterara de nada
y no los asesinara.
Concéntrate, Helga. —se ordenó. A la vez que admiraba sus reflejos en la ventana.
La mirada rota, el corazón arrobado. ¿Qué hacían dos mitades de la misma cosa,
en un solo lugar sin juntarse? No tenía idea, pero quizás fuera mejor no saber. El
vidrio comenzaba a empañarse, ellos a extrañarse.
—Es que, no es solo eso…—¿Por qué tenía que decirlo así…? ¿Que no veía lo
mucho que le dolía…? Una mujer de su tierra natal, a la que había visto durante
cuatro meses en San Lorenzo, con la que podía compartir cosas de las que ella
393
apenas si sabía. Lo referente al "milagro" su concepción o esos rituales que
indudablemente, los llevaron a hacer el amor…
¡No Helga…, no vayas por ahí! ¡Olvida ese sueño! Concéntrate en otra cosa, lo que
sea…
Alan.
Cerró los ojos, cubriéndolos con ambas manos, reprimiendo el impulso de gritar o
llorar porque si lo llamaba, no habría vuelta atrás y ella no decidía si continuar o
acabar.
¿Sus momentos juntos, serían tan ínfimos? Llenos de hubieras y ojalás, de caricias
que terminaron en nada, besos que le llegaron al alma, promesas que la harían
sentir hueca por la eternidad.
Se negaba a aceptarlo.
Él era el único que podía destruirla y restaurarla. Era peligroso, prohibido, malo. Era
veneno corriendo en sus venas y aún así...No quería dejarlo.
Como si leyera sus pensamientos. Le suplicó que escuchara, era la última vez que
lo pedía, se lo diría todo y después, si quería, terminaban.
—.o.O.o.—
Esa ultima palabra le supo amarga pero fue necesaria ya que solo así, la obligó a
escuchar. Helga lucía tan pálida y trágica que se odió a sí mismo por lastimarla. En
una segunda valoración, agradeció que después de todo esto, al fin acabara.
394
Le contó lo sucedido en el momento que escribió la carta. La decisión de su corazón,
los deseos de su alma. También "la oferta" de Thea y la extraña "relación" que al
parecer tenían los dos.
—Llévame a mi casa.
—Helga…
¡Ellos sabían!
Si tomaba como ciertas las palabras de Gerald, ellos sabían desde hace mucho que
debían estar juntos y decidieron guardar silencio.
¿Por qué?
¿Por qué era tan difícil querer a quien se supone estás destinado a tener?
Su padre le dijo que entregara la carta a su dueña y por temor, no lo quiso hacer.
Stella le comentó al despedirse (luego de su reencuentro) que no dejara de
agradecer a esa niña preciosa que estaba prendada de su amor.
Sabía que se refería a Helga, más no por su papel en San Lorenzo, sino por la
confesión en Industrias Futuro. Ella era la única mujer que a sus diez años, le había
dicho que lo amaba con tanta intensidad que asustaba.
395
Era un idiota y Gerald un maldito cabrón adivino.
Encendió el motor que se quejó dolorosamente por el golpe recién dado. En esta
ocasión no hubo música, miradas indiscretas, roce de dedos ansiosos.
Helga no se veía por ninguna parte, lo que quería decir que estaba en su alcoba.
396
acostó con Thea, pero su (ex-novia) continuó hablando. —Toma una ducha o
enfermarás…—claro que necesitaba una ducha helada y masturbarse hasta
secarse luego de contemplarla, desnuda y deseable.
—Hay toallas y ropa que parecen limpias en el montón de allá. Señaló una silla y
encontró lo que describía. ¿Su madre había estado ocupando su habitación? ¿Bob
y Marion, la matrimonial?Le pareció impresionante que lo hicieran pero
aparentemente, eso fue lo que sucedió.
—¿Que hay de ti…?—preguntó por cortesía. Pues era evidente que se encontraba
calientita y bastante cómoda en ese camisón que no dejaba absolutamente nada de
sus pezones a la imaginación. Él los había tocado, sólo eso y nada más. Se
arrepentía tanto de no besarlos, lamerlos, chuparlos.
—Ni a seguirte, bribón.—lo señaló con un cepillo como haría su abuela con la
cuchara de madera y agregó. —Dúchate y tárdate lo que quieras, yo necesito paz.
—De acuerdo…—se rindió y arrastró sus pies hasta el montón de ropa limpia, tomó
una toalla verde y no encontró nada mejor que ponerse, más que un pantalón blanco
y una camisa gris.
—.o.O.o.—
397
.
(Demasiado tiempo bajo la lluvia con un semidesnudo Dios de la Selva, que ahora
estaría bajo la ducha totalmente desnudo)
Dios, que le había hecho creer que estaba destinado a enlazar su futuro con el de
otra mujer, pero que a pesar de todo eso era con ella con quien lo quería tener. La
amaba, deseaba y necesitaba tanto que no le importaba que la Tierra que lo vio
nacer estremeciera o que ese condenado volcán explotara. Debían estar juntos, por
eso le escribió la carta y le dedicó esos votos.
Él, estaba convencido de que se conocieron en más de una vida y que ésta era la
buena. Eran novios, al fin. A pesar de todo y de todos. No debía sucumbir a las
perversiones de esa otra mujer. Anthea, solo estaba herida, cegada por el desaire
pero en el fondo no era una mala persona.
Eso lo procesaba hasta ahora, claro. En el auto, estaba tan excitada por sus
palabras de amor, que lo más que consiguió hacer para no saltarle encima como
una loca, fue decirle que la llevara a su casa y se callara. No podía escuchar nada
más. ¡De verdad, no podía! recogió sus piernas y comenzó a retorcerse como
gusano en el alambre (a falta de masturbarse) Esperaba que no escuchara sus
microscópicos jadeos, pensamientos sucios, deseos húmedos. Si lo hiciera se
moriría de vergüenza, de hecho. Por eso salió corriendo, entró en su casa sin cerrar
la puerta, se quitó las ropas húmedas y se metió en ese camisón de Miriam que fue
lo primero que encontró.
¡NO PODÍA TENERLO TAN CERCA! Mirándola de esa manera entre desesperada,
necesitada y deseable. Terminarían revolcándose y no es que no lo quisiera, es que
no podía hacerlo. Sin terminar este tema.
Bajo cualquier otra circunstancia, diría que no creía en el Destino pues de ser así,
querría decir que estaba condenada a repetir la historia de su abuela, su madre y
hermana. (Esta última se había topado con tan mal y tortuoso amor, que ya ni
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siquiera aspiraba a encontrar uno mejor. Se contentaba con amantes de una noche
y a los que tenían dinero les seguía el juego hasta que la llenaban de obsequios)
Ella no quería terminar así y quizás, por eso es que estaba aquí.
En la casa de sus padres, vistiendo una prenda que juró, jamás se iba a poner. Era
el camisón de su sueño. Bueno, no exactamente el mismo pero encajaba en la
descripción. Y le daba miedo, esta sensación de desasosiego, de estar siendo
observada, conducida, manipulada. Si existía una conexión entre ellos dos, debía
haber otra entre las dos.
Vamos, piensa.
¿Qué te hizo, Helga? ¿Cómo conectó contigo? ¿Fue realmente el deseo de muerte,
el temor, tu desesperación por dejar de sentir todo lo que te hacía sufrir? ¿O el que
Arnold conociera a la muñeca rota? Sabes bien que lo estás y que esa fisura, sólo
se agrandará más y más. "La muerte" indudablemente ha tomado ventaja de eso.
Se ha anclado en la hendidura de tu corazón e impide que entre algo más.
Todo lo que él quiera darte, ella lo verá llegar y contaminará. Jamás lograrán "estar
juntos" no permitirá que te haga el amor, sin esparcir su veneno en tu interior.
Debes detenerla.
Bajo esta creencia, suspiró para sus adentros y comenzó a trenzar su larga cabellera
en espiga.
No tienes de qué preocuparte. —se recordó. Arnold está cerca y tú eres la Guerrera
Amazona, el estúpido de Geraldo te nombró así por alguna desconocida razón.
Y esperaba que fuera cierto. Según DC Cómics, las amazonas fueron creadas para
apaciguar la ira de los Dioses y ella necesitaba aplacarla a punta de golpes. Amarró
la trenza con aquel viejo listón rosado, era de sus objetos mas preciados porque le
recordaba el día que lo conoció y evidenciaba lo profundo (o desquiciado) de su
amor.
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Se empinó tres pastillas bonitas y redonditas de un solo trago, luego se acomodó en
la cama, los cabellos sobre el hombro, las manos en el pecho. Recuerdos de
"Romeo y Julieta" le volvieron a la memoria, su primer beso…error, su primer desafío
pues tuvo que enfrentar a la "Señorita Perfección" y hacerle saber que ella era la
dueña de su corazón.
—.o.O.o.—
La cabeza volvió a dolerle, los miembros a entorpecerse. Debía ser la idea más
genial de todas, tomar medicamentos luego de beber vino, comer ternera e inhalar
quien sabe qué porquerías en el auto de un desconocido.
Caía.
Despertó en la Selva, ahora nutrida y viva. Era de noche, no había más viento
amenazante, ni ramas como dedos agonizantes, sus pies se sentían cómodos en la
hierba húmeda y avanzó por el conocido sendero hasta alcanzar el volcán y la
hoguera.
Esa mujer de piel morena y ojos tan fríos que parecían atravesar su mente, arañar
la superficie y tomar lo que pudieran entre recuerdos, pensamientos y deseos. Le
sonrió, como las serpientes que sacan la lengua y humedecen la superficie
celebrando un previo al festín.
Ahora que la veía completa, notaba que vestía como "Pocahontas" (versión para
adultos, si se lo preguntabas a ella) y hasta traía el maldito collar de huesos que
según Walt Disney, recordaba a sus ancestros.
Golpearía a Arnold hasta cansarse por dejarse impresionar tan fácilmente. "Choque
de mundos" El hombre de pueblo y La mujer de la tribu. ¿Cómo no terminarían
mojando las sábanas? ¿Soñando el uno con el otro? ¿Deseando introducirlo en su
mundo? Espera, ¿Eso era de Pocahontas o de Tarzan? No importaba, ahora le
400
consentiría a su novio un poco el desliz, porque realmente era bella, seductora y
sensual como la mas retorcida y letal de las víboras.
Guardó su distancia. No sabía que tan mal le saldría su entrevista y aparte de estar
prácticamente desnuda tenía el estúpido puño enyesado.
"Muerte" giró el tronco en su dirección y así pudo notar que llevaba una lanza en la
mano izquierda, la diestra estaba decorada con una pulsera de huesos que le dio
mala espina. Ella se replegó hacia atrás, con armas de largo alcance Bruce Lee,
decía: "mantén tu distancia" Chuck Norris, aconsejaba: "mantén la distancia, alardea
un poco y prepara tu ataque"
—Soy una mujer asombrosa.—le recordó, pues según Arnold, ya antes se habían
encontrado. "Muerte" la barrió con la mirada ¿Era en serio? ¿Complejos de
inferioridad, ahora? No, gracias.
—Tanto, que deseaste morir.—se ufanó y avanzó hacia el frente. Por cada paso que
daba, ella describía tres hacia atrás. El fuego de la hoguera ardía con hambre, ya
no la intimidaba, no parecía querer devorarla.
Esto, era "Wonderland" operaba bajo otras normas, el aire se sentía cálido y pesado,
sus miembros tiesos. "Muerte" por el contrario se conducía como una ánima del
infierno. Tan mística y celestial que en cualquier momento la haría vomitar.
—¿Por qué huyes, si antes buscabas mi favor? —¿Buscarlo? No, nada de eso. Lo
había rogado y suplicado, pero jamás le habían contestado. Dejó de creer en
Destinos y Dioses el mismo día que Gertrude y Phil, le abrieron las puertas de su
casa. No había nada de "celestial" en eso, tan solo compasión y humanidad, de dos
personas maravillosas.
Se lo informó.
—Y amor. —pronunció con tal convicción, que ella se llevó el puño diestro al
corazón.
"Muerte" lo sabía, por eso la atacó. Y ahora detenía sus pasos para apuntarla con
aquella siniestra lanza. ¿Qué se supone que representaba, su guadaña? ¡Ja!
Levantó el rostro. No importaba que la supiera "rota" que mirara sus fisuras, pues al
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parecer eso es lo que hacía. Adquirió la posición defensiva, recordándose dónde
estaban y por qué terminó ahí.
Si era así, ella tenía el control. Aunque le hiciera creer que no.
—Lo estoy…—afirmó mirándola a los ojos. Fríos, coléricos, sin ningún atisbo de
amor. Lejos de odiarla o juzgarla, lo que le dio fue lástima.
¿No aplicaban en ella las mismas reglas que con él? ¿Se echaba un gas y una nube
explotaba? ¿No? ¿Nada de sismos espectaculares, si una uña se le estropeaba?
—Que lo llames Destino cuando él, es mío… —declaró y el primer golpe, se dio.
—.o.O.o.—
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Desde que podía recordar era así como estaba. Siempre que quería esconderse o
escapar, se encontraba lloviendo y ella corriendo. En esta ocasión no huía de nada,
levantaba la cara y peleaba.
Pensó en sus amigos, su amado y familia. Por increíble que pareciera ellos la
pensaron también. Cada uno en sus asuntos, sus casas, pensamientos.
Su mundo.
Phoebe no había logrado dormir esa noche, leía una revista médica, la cual dejó de
lado para acariciar el pelaje de Mantecado (acurrucado junto a su almohada) y echar
una mirada a través de la ventana. La lluvia arreciaba con fuerza, su corazón latía
inquieto. Tenía ganas de llamar a su amiga, saber si estaba bien, si la cita con Arnold
había resultado como lo planearon o no.
—¿Tú que dices pequeño, la llamamos?—el felino que creía dormido, abrió sus
sorprendentes ojos y colocó una pata sobre la mano de ella.
Gerald, golpeaba la pared que compartía con su hermana (para fastidiarla hasta la
rendición) con una pelota de ping-pong.
Timberly debió desmayarse de sueño hace bastante rato, pues sus gritos de "Mamá"
"Papá" "Abuela" "BATMAN" se callaron. Cerró los ojos, escuchando la misma
tormenta. ¿Eso no tenía que ver con un mal presagio o si?
403
Recuperó su pelota tras un ultimo rebote y la dejó en el buró, junto a su teléfono
móvil. Si lo estaban "haciendo" ninguno de los dos le iba a contestar, pero si les
mandaba un mensaje de texto puede que a la mañana respondieran.
Alan, Brainy y Lorenzo, estaban en la casa de este último. Trabajando los detalles
finales de HELL-GA e indecisos sobre si debían tocar "el tema"o no.
La página de internet que seguían sin tirar actualizó su base de datos y en ella se
anexaba una fotografía de su Guerrera Amazona con un vestido de lo más
provocativo. Fue tomada de manera anónima y publicada bajo la
inscripción: "FIRMEN LOS QUE QUIERAN MUERTE POR SNU SNU" En el
encuadre, Pataki se miraba al espejo de manera crítica, Phoebe no cabía en sí
misma de la emoción. Más que un vestido de noche, parecía que modelaba uno de
novia. La ilusión era visible en sus rostros y la lista de comentarios, firmas y demás.
Jamás había ido tanto en aumento.
Redmond sabía que este día llegaría, que tendrían la "gran cita" y que ella desearía
vestirse todo lo femenina y sensual que era, solo para él.
La razón de que aún no tumbaran ese estúpido blog de chismes, se debía a que él,
había estado postergando las citas para reunirse con la heredera de los Lloyd.
—Sugiero que le pidas ser tu novia y ya.—comentó Brainy, repartiendo otra ronda
de cervezas.
—Sí lo es, solo tomas tu estúpido celular...—Alan hurtó el teléfono móvil que su
amigo dejó inocentemente en la mesa y trazó su código de seguridad. Cuando el
moreno trató de detenerlo, Brainy lo detuvo con una llave de lucha que le enseñó
Pataki. —...abres el WhatsApp, encuentras el grupo que creó Gerald...
404
—¡AHHHHHH! ¿¡POR QUÉ HICISTE ESO!?—gritó una vez Brainy lo liberó y
recuperó su teléfono móvil.
—Para que tú te declares, Brainy se luzca con Violette y yo pueda volver a escuchar
su voz…
Viéndolo así, ninguno opuso objeción. Se tumbaron en sus asientos, la lluvia hacía
que se les metiera el frío hasta los huesos y no es que fueran especialmente
supersticiosos pero en serio, parecía que una horda de Dementores andaba de
paseo por Hillwood.
Medio segundo después de comenzar a pelearse por la ultima patata frita, sus
celulares vibraron en contestación.
"Es el nombre de nuestra banda de rock. No es muy normal que digamos, pero a
Helga se le ocurrió"
"HELGA TIENE UNA BANDA Y NO ME INVITÓ"—gritó o mejor fuera dicho que lloró,
Eugene.
"Se suponía que era privada, pero como estamos ebrios, queremos que vengan a
vernos"—escribió Lorenzo.
"¿AHORA?"—comentó Rhonda.
405
.
Las heridas que le abría con su lanza le causaban gracia, su sangre derramada le
devolvía las ganas.
"Escúchalo bien, Olga. Si algún imbécil quiere pasarse de listo. Tú cierras el puño
así, y le das un golpe justo en el puente de la nariz. Si no alcanzas ataca al
estómago. Es más accesible y no deje marcas"
Un buen golpe en el estómago le atinó a la "Muerte" que soltó su arma y así logró
patearla lo más lejos que pudo.
De hecho.
Aún no lograba entender ¿Dónde les vio el parecido, Arnold? ¿Es porque esta perra,
peleaba como ella cuando era pequeña? La querida Betsy estaba en rehabilitación,
su puño izquierdo merecía por tanto otro nombre. ¿Qué tal mata Dioses?
¿Demasiadas referencias a DC? De acuerdo, la llamaría Kimberly.
Esquivó otro golpe y preparó a "Kimi" Si estuviera aquí, Phoebe pegaría de gritos
porque seguramente, el yeso en su mano dominante no debía ser usado como
escudo anti golpes.
¿Pero, qué más podía hacer? Si las dos estaban bastante calientes. Ninguna
apelaría a la charla, en específico no, ella.
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—¿Eso es todo lo que te molesta?—se burló, limpiándose la sangre producto del
golpe que le propinó.
—No, lo que me enferma es que trataras de manipular a Arnold, que nos hicieras
dudar de nuestro amor, que nos arrebataras siete años de relación y que ahora,
amenaces la vida de una persona.
—¡Y yo, la que te está pateando el trasero!—gritó como Leonidas a Jerjes (mala
referencia histórica puesto que el auto-proclamado Dios Persa, barrió el piso con el
Espartano, pero eso no vendría en el examen. ¿Oh, si?)
Le importaba un cuerno y en este juego (de intimidación) podían participar las dos.
¿Cómo era la regla de oro? Si te mueres en los sueños, te mueres en la vida real o
esto funcionaba como una especie de plano astral. ¿Las heridas de su cuerpo eran
falsas y ella en realidad estaba dormida, serena y plácida?
—¿Quién…?
Helga buscó alguna otra identidad en los alrededores. La Selva seguía siendo un
paraje interminable de sombras, no distinguía nada. Así que trató de recordar las
descripciones de Arnold. Una de esas tiendas de acampar la ocupaba la Deidad,
otra los líderes de la tribu, la de él debía ser la de enfrente y la de sus padres…
—No…
Arnold temía por la seguridad de su madre, por eso se peleó con su padre y tuvo
que aceptar estas estupideces de "la vida y la muerte" corrió hacia el lugar indicado,
pronunciando su nombre y escuchando gemidos en contestación.
—¡STELLA!
"Si sobrevives, ella también. Déjalo y la soltaré, quédate con él y les arrebataré
algo irremplazable"
SUNSET ARMS
3:00am
Tras preguntar si todos estaban bien regresó a sus aposentos y tanto él, como sus
padres se reunieron en la mesa de la cocina.
—Esta lluvia trae malos presagios. —comentó Gertrude, encendiendo varias velas
junto a la estufa.
—La última vez que les escribí, estaban en un lugar llamado "Anemone"
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—Unas tres o cuatro horas…—Phil miró el reloj de pared y tuvo la certeza de que a
estas horas estarían en la casa de ella. Su nieto llevaba días con mas hormonas
que neuronas. Dio una profunda calada al habano, mientras su mujer continuaba
calentando licor de arroz. Era bueno para la tempestad, cortaba el frío de golpe.
Esperaba que los dos estuvieran bien, esta lluvia no era común (o normal) a finales
de marzo.
—De acuerdo, Tex. ¿Vamos a tener que revivir tus días de infancia o nos vas a decir
todo lo que no nos estás diciendo? —ofreció su madre entregándole un vaso de licor
amargo y él recordó que su vida en familia no había sido especialmente brillante,
pero si regresara atrás volvería a repetirla.
—Solo son deducciones mías, pero creo que afectará a la persona amada. Quien
más quiera él.
—Es una larga historia que inicia meses después de que naciera Arnold. Otra mujer
de la tribu dio a luz en los linderos del templo opuesto. Una pequeña niña a la que
llamaron Anthea. Debido a las coincidencias entre sus concepciones los llamaron
"Destino" y en teoría, debimos comprometer a Arnold con ella pero no quisimos.
—La de todos los Shortman, elegir una sola mujer para toda la vida.
—Arnold eligió a Eleanor pero esa otra chica sigue prendada de su amor. ¿Ese es
todo el problema?—interrumpió Puki. —Que venga, ya le partiremos la cara entre
las dos. —enfatizó tronándose los nudillos.
409
—Tienes razón,—puntualizó Miles. —Pero me temo que es mucho mas complicado
que eso. La gente de la tribu, no tiene permitido salir. Esta tormenta, sin lugar a
dudas significa que debemos ir.
—¿Oh, habrá consecuencias? —prosiguió Phil. —¿El preludio a una muerte, ahora
involucra a tu esposa?
—¡Stella…! ¡STELLA! —él la aferró con mucho mayor fuerza, susurrando al oído
para tranquilizarla. Sentía los latidos de su corazón desbocados, su cuerpo por
demás helado, los cabellos bellamente peinados húmedos por el sudor, el camisón
se le había pegado a la piel por lo mismo. Advertía en ella todos los detalles que lo
hacían sonrojar y aunque moría porque se dejara amar, lo primero en su lista, era
hacerla despertar.
—Arnold…
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—Helga…¿Qué fue lo que pasó? ¿Más pesadillas? ¿A caso Thea…?—ella le colocó
el dedo índice de la mano izquierda sobre los labios para hacerlo callar. Confesó la
barbaridad de su acto y aunque enloqueció por lo arriesgada que era, la parte final
era la fatal.
—Tiene a tu madre, las sospechas de Miles eran ciertas. Ella, le hará daño si
nosotros…
—Yo no...
—Perversamente inteligente, eso lo sé. Y por tanto me aterra que seas capaz de
hacer todas esas cosas pensando sólo en fatalidad.
—¿La muerte...?
—Si no hubiera chocado el auto de Gerald, ¿Qué pensabas hacer? ¿Dejar que te
violaran?
—¡NO...!
—¿Ibas a dar un volantazo, no es cierto? volcar el auto… —la rubia huyó a su mirada
y así supo que tenía razón. —¿Con las pastillas de tu madre cual es la historia?
¿Querías encarar a Anthea pero te importaron muy poco las consecuencias?
—Yo...—¿Cómo supo que se durmió con pastillas? Una mirada de él, le hizo saber
que no era la única inteligente en la habitación.
—Querías paz, esas fueron tus palabras Helga. Yo sé que te lastimé en lo más
profundo de la palabra, pero se quedó en eso: palabras. No me acosté con otra, no
cortejé a otra, ni siquiera he besado a otra en un largo periodo de tiempo.
—¿Tampoco a ella?
—Si Hillwood te parece pequeño, imagina una tribu donde la nieta del líder es la
más codiciada y deseada. Cada movimiento tuyo es observado con desafío.
411
—Especialmente por eso, me torturaron día y noche durante cuatro meses. ¿Qué
sucedió durante su encuentro? Casi se me sale el corazón del pecho, dos veces en
menos de una hora. La primera fue placentera, la segunda horrenda.
Arnold comenzó a besarla en el cuello, no reclamó sus labios porque necesitaba que
se explicara. Y no reprimió por más tiempo sus sentimientos, la pasión que sentía
por ella, las ganas que tenía de tocarla, explorarla y devorarla. Una de sus manos
acunó el pecho diestro, la otra se ciño a su cintura, Helga lo dejó hacer, a punto de
perder la conciencia y olvidarse hasta de su nombre.
—La primera vez que creí morir, fue cuando entré a tu alcoba y te encontré
poniéndote esta prenda. Desnuda, exquisita, perfecta...No soy un pervertido. Pero
muchas ideas nacieron y murieron en los tres segundos que te tomó hacerla
descender hasta tus pantorrillas.
—No he terminado. La segunda vez que creí morir acaba de suceder. Entré a
buscarte y te encontré recostada en lo que parecía ser un inmenso charco de
sangre. Tenías más heridas de las que podrías soportar o un médico suturar.
Quiero saber, qué pasó. ¿Por qué me mantienes al borde? Primero con Jake, ahora
con Thea. ¿Crees que no puedo cuidarme? ¿No me ves como un hombre? Porque
te guste o no, yo soy tu hombre.
—No...
—¿No? —se lo tomó a ofensa y por eso la mordió en el cuello, seguía eludiendo su
boca que se abría y cerraba como pez fuera del agua.
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La debilidad de su corazón, la misma de la que Thea se aprovechaba. Él tenía que
arrebatársela y la única forma que se le ocurría, era hacerle el amor.
CAPÍTULO 24
"Déjame verte…"
La lluvia siguió golpeando con aquella fuerza irreal, el frío se colaba por la ventana
rota, su compostura temporal resultó insuficiente y a pesar de saberlo, no podían
dejarse un momento. El temor, típico de una jovencita llena de inseguridades y que
no se ha aceptado a sí misma como lo que es, se hizo presente. Su amante, no
dudó demasiado en la decisión de comenzar a retirarle las ropas y aunque en sus
comicios lo dejó hacer, al llegar la tela a la parte media de su entrepierna, entró en
pánico y lo detuvo.
"Apaga la luz, enciende una vela, corre las cortinas y dejemos que la luna sea quien
permita que me veas"
413
rechazarla jamás. ¿Qué era lo que habían hecho ellos? Saltar de los besos a las
caricias hambrientas, de las insinuaciones coquetas al erotismo y finalmente, la
obvia invitación a hacerse el amor. Iban a mil revoluciones por segundo, como todos
enfatizaban y criticaban más no era del todo su culpa.
Lo sabían hasta ahora, pero resultaba evidente que sus espíritus y cuerpos lo
supieron desde el principio.
"Mírame, todo lo que soy, todo lo que tengo, te lo entrego a ti. No soy perfecto, no
eres perfecta. Esa es la idea, que mis cicatrices encajen con las tuyas, que las partes
vacías, al fin se llenen"
No halló rechazo o repulsión en su gesto, tan solo advirtió cómo los colores le subían
a los pómulos, cómo mordía sus labios para no soltar una maldición y cómo desviaba
el rostro e intentaba mirar cualquier otro lugar porque obviamente, nunca antes
había contemplado a un hombre desnudo.
El calor de sus cuerpos, subió varios grados más en este momento. Afuera el viento
hacía mecer los troncos de los árboles, las hojas caer. El viento aullaba con
414
voracidad. Ellos no escuchaban nada, más que los latidos de su corazón desbocado
y la invitación.
De sus labios rotos (porque la indomable mujer los mordió para acallar su instinto)
se escapó un suspiro, de sus caderas y separación de piernas brotó la concesión.
Arnold se acercó de nuevo, estaba sentado a horcajadas sobre su mujer. El camisón
yacía revuelto sobre la entrepierna, colocó una mano al bordillo de la tela, la otra se
coló por debajo, hallando sus íntimos secretos, su cálida humedad. Helga tembló a
su contacto, cerró los ojos, jadeó y se retorció más no lo apartó.
Él, que recién descubría sus capacidades de dominio y control, se atrevió a señalar
lo obvio, tan pronto más de un dedo se hundió.
Levantó los brazos por instinto, la prenda abandonó su cuerpo y tuvo el impulso
infantil y odioso de cubrir sus pechos con el brazo enyesado y su femineidad con el
otro, lágrimas transparentes, que no fueron invitadas salieron de pronto. Una
confesión deprimente acompañó a todo esto.
Él no veía en ella nada horrible, pero sí hubo dos centésimas de segundo durante
las cuales volvió a contemplarla en medio de aquel brillante charco de sangre. Supo
que esa imagen se volvería real si no la "salvaba" si no la protegía aún de sí misma.
Buscó su boca, besó sus labios y sintió sus lágrimas heladas contra las mejillas.
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Helga devolvió el beso, tímida, vulnerable, esplendorosa y sensual. Sus manos
rápidamente dejaron de esconder sus plenitudes para abrazarse a él, intentar
esconderse en él. La sintió temblar, estremecerse y también frotarse contra su piel,
sus pezones erectos por el deseo que negaba o quizás se debiera al viento que se
esmeraban en ignorar, rasparon su piel sensible, levantaron su hombría.
Estaba listo para hacerla suya, convertirla en mujer, así que repitió la oferta antes
expresa, cambiando la palabra "carta" por otra.
Ella no entendía lo que le decía, ni siquiera sabía por qué se comportaba de esta
manera tan ridícula. ¿No enfrentó a la muerte para que pudieran hacerse el amor?
¿Entonces por qué, por qué seguía dudando en su corazón? Recuerdos de su
querida hermana, le vinieron de pronto a la memoria.
Arnold notó la vacilación de su mente, supo que por un instante ya no estaba ahí e
insistió en su discurso una vez más.
"Helga, sabes que todo lo que he querido desde el principio es sanarte. Por favor,
Déjame amarte"
Las clases de educación sexual (descubrieron con pesar) no te preparan para esto:
dedos artríticos tratando de abrir un diminuto empaque entre la inseguridad,
emoción, deseo y pasión. Una erección que se levantaba y caía por exactamente la
misma razón.
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Ella lo había masturbado en el lago, sobre la delicada prenda interior, que lo hiciera
de nuevo sobre la maldita piel sudorosa y ardiente, debería sentirse como mil veces
mejor. La cuestión no pronunciada flotaba en el aire ¿Quién de los dos recordaba
mejor la teoría? ¿Quién tenía mejor pulso? ó quizás fuera mejor preguntar ¿Quién
se atrevía a intentar?
"Pónmelo tú…"—sugirió el rubio. Alucinado ante la idea de ser tocado por Helga en
toda su longitud.
La idea de ser cómplices, de poder liberar sus instintos, de hacer realidad sus mas
oscuros delirios fue el aliciente que necesitaban, lo que motivó a la rubia a tomar el
condón con la única mano a disposición y colocarlo en la cima de la más que
dispuesta erección. ¿Por qué no hacían exámenes prácticos de esto en la
escuela? Ah, claro…Sodoma y Gomorra. Comenzó a colocarlo y por supuesto que
gritó, arrancándole risas a su novio, jadeos entrecortados y mucha pero que mucha
excitación. Él se concentraba por momentos en su mano y en sus pechos
abundantes, coronados por un par de botones erectos y rosados. Era un cerdo o
tenía problemas mamarios porque ya quería chuparlos, morderlos, descubrir y
memorizar su textura con la punta de la lengua. Al llegar a la base, Helga se encontró
con las joyas de la familia duras como una roca y se le escapó otra maldición.
"¡Jodido infierno!"
Dolía…
Entrar dolía, equilibrar su peso, sentir sus paredes estrechas, advertir su calor como
fuego líquido, con sus humores y por supuesto, humedad. Se aferraron el uno al
otro, tarea complicada por el maldito yeso en la mano de Helga y porque él, no
quería lastimarla.
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"Estás bien…"
"Sigue…"
"Mírame…"
"Hazlo…"
Sincronía.
¿Así de perseverante era Thea? ¿Qué se supone que quería decir con esto?
¿Mataría a su mujer? ¿Su guerrera, la misma que estaba decidido a proteger?
No lo permitiría. No la dejaría…
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"¿Qué estás haciendo, Hombre de la Selva? Ven aquí…"—sugirió Helga,
extendiendo los brazos para que él se acomodara en su pecho. Lo hizo, claro que
lo hizo, acurrucarse junto a su amor, chupar, lamer, morder…ella se divertía con
cada uno de sus "besos" su voz cantarina era como el mejor sonido del mundo.
Afuera la tormenta seguía pero no importaba porque aquí, sólo estaban los dos.
"Helga…"
"Te ahh…"
Helga le pidió que no lo hiciera, quería sentirlo así, un poco más de tiempo.
"Lo sé…"
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Ató la punta del segundo condón y lo dejó caer cerca del primero. Se advertía el velo
del sueño en el rostro de su Amazona, además de la sonrisa plena y satisfecha. La
cama era un auténtico desastre la colcha, las cobijas y una de las sábanas acabaron
igualmente en el piso, había suficiente evidencia como para comenzar a dudar de
su "uso efectivo" del condón, los muslos de Helga estaban perlados por su propia
lubricación y manchados por la sangre propia de su primera penetración. Se
acomodó de lado, así él pudo tener una mejor vista de su cintura y cadera, ese lunar
coqueto seguía saludando, él le sonrió fascinado.
"Debo ir al baño"
"Incontinente…—él se las iba a cobrar, saltando sobre ella y haciendo que sus risas
se transformaran en jadeos obscenos pero la rubia en verdad parecía estarse
durmiendo. Avanzó desnudo sobre la alfombra, aunque solo logró llegar a la puerta.
"Ponte un pantalón. ¿Qué tal si regresan mi hermana o mis padres? ¿Si hay un
mirón y cualquier otra ventana está abierta?"
"Porque soy una loca insufrible y malditamente odiosa. En mi historial, las personas
que hiero se quedan lejos y creo que te herí suficiente en el auto"
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"Claro que lo hicimos"—comentó guiñándole un ojo en referencia al sexo. Arnold
sonrió, rolando los ojos. Había una especie de "eres insufrible y me vuelves loco"
"quiero ser sincero y soltar un discurso sobre que jamás deberíamos pelear o
terminar, pero tú solo piensas en sexo"
Ella lo entendía, tampoco quería pelear a no ser que todas sus discusiones
terminaran entre sábanas húmedas y sucias. Shortman le sopló un beso y se fue en
dirección del baño, ella cerró los ojos y se dejó caer de costado, los brazos de Morfeo
comenzaron a reclamarla, aún tenía dudas sobre haberla "expulsado" estaba
agotada. Si describían una segunda batalla en "Wonderland" acabaría muerta pero
más tardó en meditarlo que en lo que el rubio mañoso que tenía por novio, regresó
y comenzó a manosearla.
"Te aseo para que estés mas cómoda" —¿Era en serio? "Samaritano, pulcro con
trastornos obsesivos compulsivos" pensó para sus adentros pero no lo pronunció.
Volvió a ponerle el camisón o suponía que para eso la hizo levantar un brazo primero
y después el otro. Lo insultó con algo que no recordaba y se perdió entre sueños.
Solo un viejo recuerdo de infancia. Del día en que Rhonda les leyó el "futuro" y
predijo que acabarían casados.
La escuchó susurrar su nombre y supuso que estaría soñando con él, le besó la
frente y la cubrió con las sábanas. La maldita tempestad terminó por arrancar la
bolsa de plástico que colocaron hacía dos semanas, el agua se metía por todas
partes, también el frío pero por increíble que pareciera, él no podía sentirlo. Tomó la
camiseta gris que dejó en el baño, se la colocó y bajó a la cocina a buscar otra bolsa
y mucha más cinta, en el camino cerró las puertas de las habitaciones contiguas
notando que sus suegros y cuñada habían ocupado su tiempo en llevarse todo lo
que necesitaran.
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El ego masculino de Shortman estaba como el de un campeón de pelea, había una
sonrisa de superioridad en su cara, además de un calor abrazador que no se lograba
explicar. Revisó la puerta principal y se aseguró por la ventana de que el auto de
Gerald, siguiera donde lo había dejado, luego buscó la bolsa plástica y la cinta.
Su teléfono celular marcaba las 4:23am. para cuando terminó de tapar la ventana
Helga seguía pronunciando su nombre seguido de la palabra "pastrami" él, no quería
ni imaginar cómo es que combinaban los dos en una oración así que optó por
escribirle a su padre.
"Disculpa la hora. Estamos en casa de Helga, nos encontramos bien, es sólo que
por la tormenta no nos podíamos comunicar. Lo hago hasta ahora porque tengo
malas noticias sobre mamá. No te puedo explicar por mensaje como es que lo sé
pero…¿Podrías esperarnos antes de ir a buscarla? De verdad, creo que
necesitamos hablar"
Le dio enviar y en lo que apagaba las luces y volvía a meterse en la cama junto a su
novia, el celular vibró en respuesta.
"Me tranquiliza que estén bien. Regresen con cuidado, las avenidas principales se
han comenzado a inundar"
Thea…
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¡NO HABÍA QUERIDO MATARLA! ¡NUNCA QUISO HACERLO! ¡ÉL LA AMABA!
¡NOOO!
—No, por supuesto que no. En cada existencia la has conducido a un destino mucho
peor.
El lago con su vida silvestre, una serpiente que se acercaba al cuerpo de su adorada.
Parecía dormida, él hubiera deseado que tal fuera su estado pero la sabía muerta,
marchita por una piedra.
—Son tus manos y no las mías las que anularon su historia…—anunció "la muerte"
haciéndole ver el momento en que la asesinó.
—Tienes razón, eres mi Destino. Y en cada ocasión que lo has negado, ella lo ha
pagado.
—Sabes bien que "ella" moriría por ti. Lo que no recuerdas es cuantas veces lo ha
hecho.
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—¡NO!—gritó nuevamente, apretando los puños con desesperación.
—Antes, me contentaba con sembrar la duda. Hacerle creer que su muerte, era la
única forma de evitarte pena alguna. Y te amaba tanto que nunca dudó en tomar el
veneno, sumergirse en el lago, cortarse las venas, saltar de un tejado. Yo, la he
manipulado por siglos, esa hermosa cicatriz en su pecho, la debilidad de su corazón
se la he instalado por generaciones.
Tú estás casado o ella lo está, tienen hijos, familia. Viven dentro de una sociedad
que todo lo condena y critica. Aún así, se buscan con tanta desesperación que es
divertido ver quien de los dos pierde primero la razón. La débil es ella. En cada
resurrección, es así como ha sido pero tú…—Thea sonrió aún más ampliamente.
Disfrutando su declaración. —Entre más la pierdes más propenso te vas haciendo
a la locura.
—¡IMPOSIBLE!
—Gritas, maldices y estremeces porque sabes que tengo la razón. Esas imágenes
que te mostré fueron el desenlace de su último romance. Tu moralidad, su pasión.
Esa forma única que tiene de hacerte perder el control, te llevó a destruirla.
—¡YO, NUNCA...!
—Tenías una esposa y dos hijos preciosos. Sin embargo, la conociste en un bar y
no podías dejarla de pensar. Era pelirroja, de labios color cereza. Creo que de ahí
te venía la fijación por esa otra chica, Lila. Como sea, cada noche salías a verla, te
quitabas la sortija y le invitabas una bebida. Lo hacían en un cuarto oscuro, diminuto
y asqueroso, a veces ni siquiera llegaban ahí, se arrancaban la ropa y frotaban como
animales en el cubículo del baño.
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Tanta urgencia por poseerse no puede ser normal entre dos extraños, pero lo que
no saben, es que nunca lo han sido.
Aún sin recuerdos. Sus almas se llaman a gritos, se llevan a la locura, la muerte.
Mis brazos.
Helga…
Su hermosa Helga flotando en el lago. La que podía ser todas y a la vez ninguna.
Ahora tenían sentido todas las facetas de su novia. Eran esas vidas y todas las
veces que se habían encontrado y perdido. ¿Por qué no lo recordaba hasta ahora?
¿A caso ella lo hacía? La obra de teatro que escribió en Secundaria, los poemas
que recitaba, las canciones que con tanto dolor pronunciaba. ¿Su maestra de
literatura, lo habrá notado? En verdad fueron Victor Hugo y Juliette.
No podía creerlo.
¿Era eso lo que le había sembrado Anthea en el corazón? ¿El derecho a morir, si
no podían tener una relación? ¿Cuántas veces lo había hecho? ¿O a caso él,
también había sucumbido a la tentación? ¿Si estuvieron casados, con quien lo
hicieron? ¿Si tuvieron hijos, llegaron a quererlos?
—Vida tras vida, has intentado tenerla y vida tras vida te la he arrebatado.
—¿¡Por qué!? —gritó desesperado. —¡Si tu problema era conmigo, no tenías por
qué hacerle daño!
—Claro que lo hice pero no funcionó. Dime, "destino" ¿¡Por qué renació!?
—¿¡CÓMO VOY A SABERLO!? ¡No creo una sola palabra de todo tu cuento!
—¿Hablas del único lugar en el mundo, donde podrías haber hecho que te amara
de nuevo?
—Desde la primera vez que la miraste como Selene a Endimion. —acusó con rencor
que a él se le resbaló.
—No tengo idea de quiénes sean esos, pero si no me quedé en San Lorenzo fue
por mis padres. Mortales, a los que según tú elegí por encima de los Dioses.
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—¡SI NO REGRESAS CONMIGO VOY A ANIQUILAR A TU MADRE!—sentenció y
lanzó una estocada que por supuesto esquivó.
—No lo harás, aún tengo con qué negociar.—tomó la lanza, de manera similar a
como lo había hecho Helga. No la agarró por la punta sino por el cuerpo. Thea lo
maldijo, suponía él que no consideró su fuerza.
—Lo siento, esos ya no los tengo. Se los entregué a Helga hace un momento, pero
te diré un secreto. A ella le gusta apostar.
—¡¿Juegas?!
—¿Por qué?
—De lo que entiendo. Tú has movido los hilos de nuestro Destino por eones.
Buscando que yo la matara o ella se suicidara. Crees, que con cada victoria, yo me
volvía más loco y ella más débil pero mi teoría es que nunca sucedió así.
Mi naturaleza es calma, tanto que más de uno me tiene por Santo. En cuanto a
Helga, es fuerte. Concedo que esa fisura permanece en su corazón. Es humana,
siempre lo ha sido, es normal que haya dudas e inseguridades en su corazón pero
a partir de esta noche, se las voy a arrebatar todas. Sanaré su dolor, ya se lo he
prometido y lograré hacerlo porque ya te expulsó.
Admito que tu plan tenía cierta lógica pero la ejecución dio asco.
No sé como me convenciste antes, pero estoy seguro de que tan pronto como murió,
tú dejaste de mirar la función. Si me atreví a matarla, debí suicidarme.
—¡NO!
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—Los Dioses en los que aún creen los "ojos verdes" debieron apiadarse en cada
existencia de nuestro dolor. Esa es la razón de que regresemos, de que lo sigamos
intentando y de que tú, finalmente perdieras el control
—Soy humano, eyaculo, sudo, sangro. Tendré una familia algún día con mi novia y
si tú estás aquí es porque eres humana también. Pediste favores a hechiceros
negros, magia oscura o como quiera que se llame. Si aún fueras una Deidad, ¿Por
qué los tendrías que asesinar?
—Claro que lo eran. Así "funciona" la vida. Tú, no llevabas centenas esperando un
cuerpo dónde renacer. Lo que hiciste fue esperar a que la asesinara y tenías la
esperanza de que ya no reencarnara. ¿Pero adivina qué? Los Dioses están
demasiado entretenidos con nuestra función y nos trajeron de vuelta. Renunciaste
a tu divinidad a cambio de una egoísta oportunidad. Yo renuncié a la mía para
poderla amar y lo hago.
—¡NO!
—¡NUNCA!
—¡TE ARREPENTIRÁS POR ESTO..! —la lanza en el piso volvió a unirse y Thea la
enarboló con decisión asesina, él intentó esquivar la estocada fatal pero fue un
movimiento demasiado rápido, la carne le ardía, su sangre manaba, el cuerpo
temblaba…
"¡ARNOLD!"
Helga lo sintió temblar a su lado en la cama, encendió la luz de una lámpara e intentó
despertarlo pero no funcionó hasta que una línea de sangre se dibujó en su vientre.
Lo miró a los ojos aterrorizada, presionó la herida con su mano sana, el rubio no
entendía lo que pasaba. Dos minutos se necesitaron para que ella rompiera en llanto
y desapareciera el "encanto"
"No es nada, de acuerdo. No pasa nada" —Helga estaba convencida de haber visto
una herida, lo seguía presionando, llorando y también besando en el cuello y los
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labios. Arnold la acunó contra su pecho. Le juró que se trató de un sueño, una
pesadilla.
"¿Cómo estás tan seguro?"—preguntó por encima de él, observándolo con ojos
trémulos, húmedos de llanto. Él la adoró por su preocupación, dedicación, por todo
este tortuoso amor. La besó, lánguido, húmedo, profundo y tierno. Helga se derritió
en su boca, también sobre su cuerpo, sus piernas presionaban a ambos lados de su
cadera, él apreció su peso, calor y fuerza.
"¿No dijiste que había una condición?"—inquirió porque sí quería patearla, pero con
el yeso, no se sentía preparada.
"No vamos a sacrificar a nadie. Las tribus actuales no ofrecen ninguna clase de
sacrificio, se venera a los Dioses con bailes, banquetes, cantos y representaciones
bélicas" —explicó, comenzando a sentirse un poco agotado. ¿Cómo es que podía
hacerlo ella? Enfrentar a Anthea y estar al minuto siguiente tan plena. Debían ser
todas esas vidas convergiendo en una: la de su Amazona.
Cabellos rojos al igual que los labios. Su color favorito actual era el rosado.
¿Se debía a que con el agua, la sangre se deslavó y tiñó sus ropas de ese color?
Mejor, no pensarlo.
"Es curioso que lo menciones porque la última vez que hable con tu novia también
me vinieron a la memoria"
"Demasiado largo, Gerald la llama: cosa" —Helga soltó una carcajada, él la abrazó
hasta el punto de casi cortarle la respiración y le pidió que iniciara su narración. Le
gustaba escucharla, adoraba todas y cada una de sus historias.
"De acuerdo, la leyenda no tiene mucho que ver con el anime de los noventa. Sino
mas bien con nosotros, me recuerda la época en que solía espiarte al dormir"
"¿Por qué…?"
"Verás, la Diosa se enamoró de un joven pastor que solía dormir a las afueras de
una cueva totalmente desnudo..."
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"Por favor, dime que no me imaginabas desnudo"—interrumpió.
"Auch"—se quejó.
"No interrumpas, camarón. Era tal su devoción hacia él que todas las noches bajaba
para hacerle el amor. Endimion, no se enteraba de nada hasta una vez que despertó
en medio de su pasión. Al reconocer a la Diosa, confesó que también la amaba y
los dos henchidos de amor, rogaron a Zeus para que él pudiera acompañarla siendo
eterno.
"Mas bien vacío. ¿De qué serviría amar con tanta dedicación a alguien que no puede
corresponder?"
"Despertarlo"
"Moriría"
"Por supuesto"
"¿Renunciarías a tu divinidad?"
"Tonto"
"Romántica"
"¿Por qué me preguntas todo esto, Arnold? ¿A caso te dio el mismo sermón sobre
ser una Deidad?"
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"Lo hizo y agregó que yo también lo era"
"¿Perdón?"
"Maldición. Esa bruja dijo tenernos malditos. Si no te dejo nos quitará algo
irremplazable"
"¿También lo recuerdas?"
"Antes de escucharte gritar, soñaba con una pareja en un lago. Ella era de piel
pálida, ojos azules, cabellos cortos de un rojo intenso al igual que los labios. Él,
igualmente pálido, cabellos negros un poco largos y desaliñados, sus ojos eran
verdes, idénticos a los tuyos. Se encontraban entre la maleza a los límites del lago.
No llegaron juntos, ella vestía de blanco y aparentemente ya llevaba un rato ahí,
decía algo sobre querer contemplar su ultimo amanecer a su lado…"
"Lo sé…"
"Él no decía nada, era maduro, apuesto, tenía gruesas líneas de expresión
marcadas en la cara, parecía cargar todo el peso del mundo y mientras la
acompañaba, se desprendía de una sortija dorada, ella sumergía las piernas en el
lago, no era demasiado profundo, quizás por eso lo eligieron. Pronunciaba su
nombre, él se había arrodillado para dejar el anillo y tomar una roca"
"Basta…"
"La escondía en el interior de su puño diestro, ella le extendía un brazo para que la
estrechara y se besaran. Había un suspiro contenido en sus labios, locura, dolor y
arrepentimiento en sus ojos. Él la presionaba, como tú me presionas ahora, aspiraba
su perfume, retenía su esencia. El cielo sobre sus cuerpos comenzaba a clarear, era
el amanecer más vívido de todo el siglo"
"Helga…"
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"Te equivocas, su nombre era Elisa Day. Él la golpeó con la roca en la nuca y la
sostuvo entre sus brazos poco después, la sangre manaba como un caudal, la
recostaba en el lago y susurraba al viento: Toda belleza debe morir, cada historia
terminar, el dolor parar. Ella flotaba con los ojos abiertos, mirando el amanecer y él
maldecía, gritaba, lloraba…"
"Intentó lavar sus manos en el lago pero no podía dejar de mirarla. Una serpiente se
acercaba al cuerpo de su adorada. Él la amaba, maldición, Helga. ¡La amaba y la
odiaba! apareció de la nada, sólo fueron tres meses de auténtico suplicio, de saber
que era la indicada, la persona destinada y no podía tenerla, amarla o conquistarla.
Entró en las aguas, arrancando una rosa roja de las que nacían en el lago. La
serpiente parecía haber terminado su trabajo, se alejó y los dejó en su dolorosa
comunión. Colocó la rosa en sus labios, cerró sus ojos y después…"
"No querías pero fue lo correcto. Tu esposa daría a luz a su siguiente hijo y yo era
una puta"
"¡No sigas!"
"Me llamaban la "rosa salvaje" y nunca conocí o experimenté el amor hasta que me
compraste tú"
"Por favor…"
"Como fuera, no sufrí. Recuerdo el amanecer, las aguas del lago, incluso a ti llorando
a mi lado, cerrando mis ojos, obsequiándome una rosa"
"Y por el cliché, pero mi punto es que tienes razón. Al fin estamos juntos"
"¿Recuerdas todo?"
"Creía que eran ideas para mis futuras novelas. Aunque hubo una ocasión en que
salimos con Rhonda y Sheena sugirió algo sobre las vidas pasadas. No creo en el
Destino, Arnold. Ni en la resurrección o el propósito, creo en que debes levantarte
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de cenizas una y otra y otra vez. Que llegado el momento nadie más que tú llegará
a salvarte y por eso soy de armas tomar.
"Ni yo tampoco"
"Todo lo que sé y necesito saber, es que quiero despertar a tu lado, pasar mas
tiempo con nuestros amigos, rescatar a tu madre y conseguir mi maldito pase
universitario. Si para eso me tienes que enseñar cosas místicas de la selva,
adelante. Pero te advierto que no voy a vestir como Pocahontas"
CAPÍTULO 25
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—Dios…déjame en paz, maldito ninfómano. —se quejó la ladrona de su
tranquilidad.
—Te llevaste la sábana…—reclamó con una voz tan seca que ni él la reconoció.
Giró el cuerpo y se pegó a ella, rodeándola con ambos brazos por la cintura,
aspirando su perfume que honestamente era a puro sexo y sudor. Le encantó que
así fuera y a manera de celebración liberó por sus cuerdas vocales un sonido
bastante primitivo, posesivo y bestial. Helga respondió con un jadeo de conformidad,
dejando que la besara en el cuello y eso era todo a lo que podía acceder porque
enserio…
Él roló los ojos y decidió que sería imposible ganarle una batalla. La besó de nuevo,
primero en la frente, después en los labios: lento, cariñoso, corto. Su prioridad de
macho alfa que se preocupa por la seguridad de su hembra, era otra.
—Buscaré algo de comer, tú toma una ducha para que entres en calor.
435
sabía si los quería pues con el historial familiar que tenía, mejor alejar a cualquier
inocente criatura de heredar el mal genio de Bob o el mal karma de Miriam.
Arnold, no notó la vacilación de su mente, por el contrario cerró los ojos, se perdió
entre recuerdos y haciendo caso omiso de su desnudez, se acomodó de largo sobre
la cama, colocando la cabeza en su regazo para comentar.
—¿Sabes? Una vez soñé que estábamos casados… —ella retuvo el aliento porque
un movimiento en falso y él sabría que en aquella ocasión lo estuvo espiando.
Quizás, terminaría por confesar que soñó lo mismo pero en su versión. No había
ningún niño. Sólo una vida de éxitos profesionales y ellos dos como amantes.
Claro que él querría hijos, creció en el seno de una familia rota pero en absoluto
disfuncional.
Él sabría cuidar de sus hijos y también de ella. La aceptación de este hecho hizo
que sus ovarios estremecieran y todo su cuerpo ardiera. Afortunadamente, hay
instintos más primarios que el de reproducción y ese era el de supervivencia. Su
estómago gruño con fuerza, Arnold compartió la sonrisa pero más tardó en sentirse
a salvo que en lo que le hacía notar, que él también se encontraba ardiendo.
Giró el rostro, hundió la cara entre los pliegues de su sábana, bajando de su vientre
a su entrepierna, ella dejó escapar un sonoro grito, seguido de una maldición, la
separación de sus piernas y la pronunciación de su nombre como algo profano,
maldito, divino…
Entre la noche y el alba…error. Entre el tercer condón (que no debió servir de mucho
ya que la iluminación de la lámpara era pobre y sus manos estaban más entretenidas
aprendiendo, descubriendo, dibujando senderos por cada uno de sus recovecos, en
lugar de mantenerlo en su sitio) y el cuarto (que definitivamente se salió de sus
cuerpos y orilló al rubio a correrse entre sus muslos) consideraron la idea de usar
sus bocas. "Felación" no se incluía en los textos de educación sexual pero todos
sabían por dónde iba la idea.
436
Había leído en alguna novela erótica que era como chupar un helado (en el caso de
los caballeros) o un melocotón (en el caso de las damas) pero se quedaron dormidos
en alguna parte de la intención.
Se limpió la boca con el dorso de la mano izquierda y ella tendría que estar loca —
¿O a caso, él se relamió con excesiva fascinación? ¡Imposible! Jamás haría eso—
pero ya no logró debatir las manías de su novio en la cama ya que él, recuperó el
habla y enunció.
—La próxima vez que tengas frío, en lugar de enredarte en las sábanas, intenta
enredarte conmigo…—ella comenzó a boquear como pez fuera del agua y tratar de
averiguar si esto era un sueño o realidad.
El rubio que no podía ser suyo, porque Arnold Shortman era un maldito santurrón,
puritano y aspirante a monaguillo, sonreía de manera segura, seductora y sensual.
—¡Vete al carajo! —le arrojó la almohada a la cara e intentó salir de la cama pero
resultó imposible con la maldita sábana. Shortman, aprovechó su estatus de "bulto"
para cargarla sobre su hombro cual costal de papas, ella gritó como loca y aquí
debían agradecer que la lluvia aún cayera con estrépito y que la casa de sus padres
estuviera bastante alejada de los vecinos o cualquiera pensaría que había un
asesino serial a punto de acabarla.
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—No tienes que rogar… —le aclaró. —Yo también tengo aspiraciones profesionales
que me gustaría cumplir antes de ser completamente devoto a ti. —acarició su
barbilla con los dedos de la mano diestra y continuó hablando. —En aquel sueño,
éramos demasiado jóvenes y tu padre me hacía trabajar en una bodega para
mantenerlos. Debes saber que no quiero eso, primeramente porque me niego a ser
el esclavo de nadie y en segundo lugar porque estaría demasiado tiempo apartado
de ti.
—Arnold…
—Gerald tiene un plan a futuro con Phoebe de aquí a siete años. Me pareció una
exageración cuando lo comentó pero estando aquí, teniéndote a ti, viéndome en tus
ojos, sé que tiene razón. Así que no voy a forzarte a tener relaciones conmigo.
Tenemos todo el tiempo del mundo para…—Helga no lo dejó terminar su discurso,
se abalanzó contra él, reclamando sus labios, pegando sus pelvis, frotando sus
pezones contra su pecho y él la abrazó también.
Dieron tumbos cual náufragos desde la puerta del baño hasta la ducha, derribando
todo a su paso y recuperando la cordura solo para lo estrictamente necesario.
Helga presionó y disfrutó de sus atributos también, al parecer tenía el mejor trasero
del mundo, el lavadero más duro y ni qué decir de los pectorales, donde chupó sus
tetillas y las mordió. Los dos así, en comunión describían la imagen más erótica y
perfecta que algún fotógrafo hubiera encuadrado jamás y si no fuera por la bolsa
plástica atada con cinta para que no mojara el maldito yeso y su tratamiento se fuera
al infierno. Él la guardaría en su memoria por la eternidad.
Salieron justo como entraron, sin ninguna clase de prisa, decoro o pudor y
comenzaron a secarse con un par de toallas amarillas y verdes, ajenos a la
tempestad, los males del universo, el paso del tiempo.
438
—Te diría que sí, pero estoy casi seguro de que no te refieres al sudario de Turín.—
Helga roló los ojos, le arrojó el cepillo que atrapó entre sus manos y ya no se lo
devolvió.
—Se trata de una Deidad menor que trabajaba para "Ceres" (Diosa de la agricultura,
las cosechas y la fecundidad) ella, bajo del cielo a bañarse en las transparentes
aguas de un lago cuando un pescador la vio y quedó prendado tanto de su belleza
como de su amor. Para retenerla en la Tierra, ocultó su manto. Las Deidades
menores no tenían permitido volver a su hogar completamente desnudas, se
consideraba indigno y por tanto se quedó. Aprendió nuestras costumbres, él la
desposó y con el paso del tiempo, ella alumbro a sus hijos. Tuvieron una vida feliz,
humilde pero próspera. El hombre, estaba tan agradecido con ella que en su lecho
de muerte confesó su acto. Le dijo dónde estaba oculto su manto y así la Deidad
pudo ascender de vuelta al cielo.
—La familia de Miriam, que jamás conocí. Es originaria de Grecia. De ahí nos viene
la dramaturgia y la pasión por las artes. Pero no lo menciono por eso, sino porque
lo he estado pensando y decidí que probablemente tú y esa "cosa" eran Dioses
menores, ya que según yo.
—Lo sé. Tiene sentido lo que dices, pero entonces ¿Por qué, San Lorenzo y el
volcán parecían reaccionar a mi estado emocional?
—Tampoco creo que funcione así. Has tenido momentos oscuros, Arnold y si fuera
verdad, ese pequeño pedazo de Tierra ya habría quedado destruido en su totalidad.
—Me permito recordarte que "casi" sucede eso, cuando creí que te perdía...
San Lorenzo, es el único lugar en la Tierra donde aún se venera a los Dioses que
nos vieron nacer y por tanto su influencia sólo tiene efecto ahí. La selva se emociona
cuando la pisas, el cielo se ilumina con tu sonrisa y eso debe ser porque él, te está
dando la bienvenida.
439
—Decidiste seguirme, ignoro en que vida o qué es lo que en mí verías, pero por
cada ocasión que nos hemos amado y perdido, él nos ha traído. Anthea, debe ser
por igual una hija querida y caprichosa. Debió prendarse de ti desde el momento
mismo de la creación. Según la leyenda, tú le enviabas obsequios y ella los
guardaba con sentimiento.
—Entonces, todo se reduce a que ella lo mal interpretó ó lo estoy haciendo yo.
—Más nos vale o deberás prepararte para soportar el peso de múltiples muertes.
—¿Cómo que por qué? Después de todo lo que hemos hecho y siguiendo la teoría
original ¿Tú crees que no habrá explotado ese famoso volcán? —Helga lo atravesó
con su mirada celeste, él tuvo dos centésimas de segundo para concluir que
efectivamente. Después de hacerle el amor, la tierra se habría abierto, la
temperatura aumentado y el volcán estallado, pero no sucedió.
Anthea no lo sabía, por eso se sobresaltó cuando le dijo que había entregado su
cuerpo, alma y corazón a su verdadero amor.
—Ya era hora de que lo aceptaras. —comentó cruzando los brazos a la altura del
pecho y al hacerlo su estómago gruñó de nuevo.
—Eso…es asqueroso.
—Llorón.
—Malévola.
440
"Los esperábamos para desayunar pero ya es demasiado tarde. ¿Está todo en
orden?"
Hasta que leyó eso, se dignó a revisar la hora esplendorosa y sensual brillando en
la esquina superior derecha de su pantalla táctil.
"La tempestad, ha bloqueado los caminos en varios puntos del pueblo, para evitar
accidentes se supone que nadie debe salir de su casa después de las 20:00 hrs."
"Llegaremos"
"Eso espero" —resopló fastidiado porque esto de vivir "solo" se veía fácil.
"Recuerda el día y mira la hora que es"—comentó Lorenzo, pero fue Brainy quien
contestó.
441
"Son las tres de la tarde, de un sábado lluvioso y seguimos sobrios"
Ella roló los ojos porque eran un maldito par de exagerados. Además, en su
"convenio" se suponía que concretaban reuniones el último fin de semana de cada
mes. Ese, era la próxima semana, coincidía con su cumpleaños y supuestamente
iban a llevarla a un lugar mejor que "Narnia"
Buscó a su novio con la mirada pero había desaparecido al igual que sus sábanas
y toda la porquería que dejaron tirada entre la alfombra y el piso. ¿En que momento
levantó todo eso? ¿Era un lunático de la limpieza o la encarnación de Cenicienta,
ja!? No lo sabía pero ojalá, jamás se le terminara el hechizo.
"También juré que les rompería los dedos si no se sabían comportar" —escribió para
recordarles, quien mandaba en su asociación.
El chico de apellido inglés y acento francés, le habló en otro chat más privado.
"¿A todos nosotros o solo a él…?" —había amargura en sus palabras. La sentía aún
sin escucharlas y le dolió porque no entendía. ¿Por qué le reclamaba, si jamás
prometió lo imposible? En Paris, había estado dispuesta a morirse de amor por
Arnold y fue él, quien la instó a regresar a Hillwood.
442
Como si lo hubiera invocado, el rubio regresó a la alcoba con un juego nuevo de
cobijas y sábanas. ¿De dónde carajo las habrá sacado? No lo sabía, ni tampoco
importaba, recogió las piernas en flor de loto y se distrajo un momento con los
mensajes que mandaban Lorenzo y Brainy sobre la aparente "Ley seca" a que los
estaba sometiendo.
Negó la acusación de esos dos, envió gifs animados a Phoebe y Eugene, le hizo
saber a Geraldo "quién demonios era" y después presionó el celular contra su pecho.
Jamás quiso dañarlo o ilusionarlo, por eso no lo buscó cuando el auto en que se
"escapaba" chocó.
Si lo entendía así.
¿Entonces, por qué se sentía tan culpable? ¿Era porque él, la seguía buscando?
¿Y ella le seguía contestando? Suspiró contrariada, Arnold terminó de arreglar la
cama y notó la vacilación de su alma. Ahogó una pregunta, quizás se tragó el
discurso completo. Ella volvió a recordar por qué odiaba los teléfonos celulares.
Demasiado "contacto humano" y siendo como era, prefería la soledad, seguridad y
hermetismo.
—¡Ja…!—se le escapó la burla. Arnold, sí que era único. Ni siquiera había agregado
a Bob o a Miriam, pero pensando en ellos, decidió que no era justo dejarlo en "visto"
Que la llamaran bruja sin corazón, arpía desalmada y desdentada pero Helga G.
Pataki, decía las cosas como son.
"¿Me estás confirmando que es algo serio?" —¿Por qué tenía que preguntarlo así?
Se vistió de muñeca, maquilló su rostro, peinó sus cabellos. ¡Uso zapatillas! Claro
que era algo serio, pero no sabía cómo decírselo.
Navegó una vez más entre mensajes. Eugene y Phoebs decían querer los detalles
"divertidos" de su primera cita, Geraldo lloraba de incertidumbre por la santidad de
su auto. Ella le dijo que "no lo hicieron en el auto", recordó amenazar a la asiática
por ese asunto del "sabor a cereza" y la descarada mujercita le envió un millón de
emoticones: caritas felices, avergonzadas y algunas otras con baba. Eugene agregó
a la parte final de su discurso un inmenso:
"Oh…"
Sonrió con pesar y Arnold enarcó una ceja. No se había sentado, ni relajado. Estaba
como estatua de bronce parado delante de ella, los brazos cruzados, los músculos
tensos, sus ojos observándola con desafío, preguntando todas las cosas que no se
atrevía a expresar en palabras.
Tampoco era buena con las palabras, desde pequeña prefirió las letras. Susurros,
pensamientos que en su mayoría podían pasar por anónimos. Regresó a la pantalla
de su chat con Alan, los dedos de la mano sana se deslizaron formando enunciados,
no tenía caso retrasar lo inevitable.
"¿Te trató bien…?" —¿Es que con nada dejaría Alan de preguntar? O quizás era
ella la que estaba exagerando. Advirtió sincera preocupación de su parte y eso le
fragmentó un pedazo de alma.
Para ser honestos, en este momento no sabía a quien odiaba más. Si a ella o a él.
Alan continuó.
"¿Te cuidaste?"—Y tras leer eso. Ya no entendió, ¿Cómo se supone que lo debería
tomar? ¿Estaban charlando como amigos? ¿Pretendía hacerla sentir peor? ¿O
seguía creyendo que tenía alguna opción?
444
Cuando terminó arrojó el celular a la cama, la abrazó de vuelta y besó sus labios
con dedicación.
—Es aterrador saberlo. No porque sea cierto, sino porque puedo ver que él siente
lo mismo.
—Te ama, lo sé, lo sabes. No es un secreto. Cuando estabas en el hospital dijo que
si te descuidaba, él te cortejaba.
Y a su manera lo hacía.
El siguiente mensaje, era del chat donde Lorenzo y Brainy seguían discutiendo.
"¡Hey par de idiotas! ¿Ya supieron que la Amazona, quiere cantar con nosotros?"—
comentó Alan muy quitado de la pena.
445
"¿Cual será?"—preguntó emocionado Brainy. "¿Muñeca rota, Gritaré al viento,
Sueños?"
"Es un tema nuevo"—declaró con una sonrisa que su novio, colocado a espaldas
suyas compartió.
"Eso no es relevante"
"Para mi lo es"
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"¡AHHHHHHHHHHH!" —gritaron los tres. Cada uno desde su hogar y la rubia se
despidió diciendo que esperaba una aparición (viñeta) de su novio a más tardar el
día de mañana.
"La cita es en mi casa a las 6:00pm"—logró redactar Alan, a pesar de tener muchas
ganas de romperle el alma en pedazos a Arnold Shortman.
—¿Por qué les dijiste eso, si en ninguna ocasión lo hicimos así?—preguntó el rubio,
sintiéndose sumamente enfurecido.
—Tendrán fantasías.
—Tú, no lo sabes.
—Sí lo sé, las fantasías con alguien más son para ponerte caliente, para divertirte
con tu mano dominante, sólo debes pensar en él.
—¿¡Qué!?—protestó.
—Te recuerdo que tiene novia y todo es muy platónico en realidad. La pareja central
somos Phoebs y yo.
—¿Violette?
447
—Yo la llamo "Violence" es bastante metida con la vida de los demás pero reservada
en lo referente a la suya. Admito que fue divertido hacer que nos "sirviera" un rato.
—Claro que lo hace, pero nos salimos del tema. Regresando a lo del cómic, Lorenzo
hizo un estudio de mercado y descubrió que las parejas lésbico-gay son más
populares en estos días, por tanto entenderás que Phoebs debía ser mi ardiente
secuaz y amante.
—Significa, "emparejar"
—Pp…pero yo pensé que la idea del cómic, era presentarte como heroína que lucha
por la virtud y los derechos de las mujeres.
—¿Qué sería menos lésbico que una chica desnuda metida en un traje tan apretado
que se le ven los pezones y los labios mayores, defendiendo a mosquitas muertas
de perder su virtud a manos de un degenerado?
—Tampoco, pero ya sabes que crecí con mis abuelos y ellos no están en la mejor
condición para hacer los deberes del hogar. Los inquilinos tampoco ayudaban
mucho y entonces yo…
448
—¿Dejas de criticar y nos vamos, ya?
—¿De verdad?
—Te pasabas los días tirada en ese sillón de ahí, comiendo golosinas y ordenando
que yo me hiciera cargo de todo. El trabajo, la casa, los niños…
—Sí, niños…ya te lo dije, eran tres. —buscó su cuello y lo besó. Helga se derritió
entre sus brazos. Él descendió con la mano diestra hasta presionar con suavidad su
ía esos tres niños y no le importaba más lo que sintiera Alan Redmond por ella,
Helga era suya en cuerpo, alma y sentimiento.
—¿Trajiste botana?
—No va a gustarte.
—No son mías, pero ya que insistes. —la rubia metió la mano en la bolsa, él abrió
la boca y se encontró con una cosa pastosa y dura que sabía a…
449
—¡NO PUEDES COMER CROQUETAS!
—¡PARA GATOS!
—Delicado…
—Tal vez…
No tenía nada de malo, sabían ricas con leche y tenían forma de gato.
Miles les abrió la puerta una vez llegaron a Sunset Arms. La tormenta era intensa y
no parecía que fuera a conceder piedad. Cuando los recibieron Phil y Gertrude,
notable resultó el pecado.
Era como si tuvieran un letrero gigante sobre sus cabezas con la leyenda:
"Hola, somos sus queridos niños y follamos como conejos la noche completa.
También lo hicimos en el cuarto de baño pero no se preocupen por nada ya que todo
fue con la debida precaución"
Gertie maldijo en alguna lengua muerta y subió por las escaleras, Phil la secundó,
vociferando sobre el dinero y tiempo desperdiciado en su educación. A Miles, no le
quedó de otra más que suspirar para sus adentros y llevarlos a la cocina. ¿Qué,
tenían un condón usado pegado en la frente o la espalda? No se dejaron marcas
(que estuvieran a la vista) cuidaron su atuendo y peinado, ella hasta usó brillo labial
rosado. ¿Entonces, por qué lo notaron?
Si su padre fuera una mejor (o peor) persona, les diría que a los dos "les brillaba la
cara" había una luz diferente en su mirada, además de que esas no eran las ropas
con que los vieron salir de la casa y sus cabellos seguían húmedos (por la ducha y
no la lluvia) la diferencia se notaba en que venían "perfectamente arreglados" y eso
sólo podía significar algo.
450
Que castraría a su hijo o lo mandaría a un internado para caballeros.
Cómo no.
—De acuerdo. No quiero un resumen, lávense las manos, les serviré de inmediato
y podremos hablar de tu madre.
La cena (porque eran casi las 17:00 hrs.) les supo a gloria y la charla tuvo que
esperar un poco más ya que Helga insistía en que también la escucharan sus
abuelos.
—Bien, pueden contar con nosotros. Pero si salen con sus tonterías…—comenzó a
amenazar Phil, incorporándose a su vez.
—La misma.
—En épocas peores se le acusó de practicar brujería. Y claro que lo hacía, sólo que
era magia blanca y no negra. De nuestras noches de té, aprendí que el agua es un
fuerte conductor de energías, sirve como enlace, incluso portal. Probablemente
Stella, averiguara lo mismo con los "sabios" de aquellas tierras.
—Y con Hillwood. —corroboró la rubia intercambiando una mirada con Arnold. Tenía
razón al ocultar ciertas partes de la verdad. Phil y Gertie, no tenían por qué saber la
historia completa. Que estaban malditos, volvían a la vida y que Anthea fue la que
conectó con ella a través de sus miedos y no Stella. Era mejor así.
Si lo entendían a su manera.
De la manera que sea. Sólo ha llovido sin parar durante veinte horas y lo mejor de
todo es que los "extranjeros" están huyendo.
—¿Perdón...?—intervino Arnold.
—Díganselo a "esa" mujer, los Shortman no nos andamos por las ramas. Si quiere
pelear, ya lo dijo Puki. Que venga.
—Es que ese es el problema. —comentó Helga. —Que no necesita venir porque la
fortalece el miedo y los malos presagios provocan eso. Duncan falleció ayer y no
creo que se necesite de mucho para convencer a Caroline y quien la acompañe de
que el cielo está de luto.
—¿Y qué propones?—cuestionó Miles, pues estaba de acuerdo con esa parte de
su discurso.
452
—¿Su sepelio será hoy?—preguntó mirando a Gertrude. La anciana consultó el reloj
de pared sobre el pequeño televisor de antaño y respondió.
—¡Pamplinas! ¡No pienso ir! Duncan y yo conocimos los verdaderos "cielo e infierno"
No creíamos en Dioses o Demonios, sólo en lo que nuestros ojos podían ver, y eso
era muerte en el frente, esperanza en el hogar.
—Arnold dijo que en la actualidad, se venera a los Dioses con cantos, ritos,
representaciones bélicas y baile. El pueblo entero se congregará esta noche para
despedir a uno de los suyos.
—Lo sé, pero Phil tiene un punto. Duncan era un ejemplo a seguir como soldado y
guerrero. No creía en la vida después de la muerte pero todos los demás, sí.
Caroline querrá creer que algún día lo volverá a ver y sus colegas querrán recordar
su fortaleza de espíritu y voluntad férrea.
—Con una ofrenda…—comentó sincera pero omitió agregar que esto era "el grito
de guerra"
Si todo salía como quería y paraba la lluvia. La falsa Deidad sabría que iba tras ella.
No que no lo tuviera claro desde antes, pero hasta ahora estaban cada quien en su
esquina. Quitarle un "juguete" la pondría furiosa. No poder sembrar temor en los
corazones de su pueblo, le aclararía que iba en serio.
Y disfrutaría al hacerlo.
—Conozco esa mirada. —comentó Arnold, ahora que su padre también se había
retirado.
—¿Tengo que buscar tus zapatos lustrados? ¿O empacar tus ojos furiosos?—
preguntó divertida. Él correspondió la sonrisa, sabía que algo tramaba y también,
que no se lo diría.
—¿En verdad crees que haya algo sobre pelear, que tú me puedas enseñar?
—Hasta donde he leído y sé, esas cosas místicas se heredan de abuelos a nietos.
—Mala mujer.
SAN LORENZO.
3:00hrs.
La predicción que evocaban ahora, tenía que ver con el niño que volvió a la vida,
nacido de dos extranjeros que permanecieron ahí para procurar y fortalecer a su
tribu.
Sabían que la mujer de cabellos castaños y ojos verdes, fue arrebatada de su lugar
de reposo. Sucedió durante la noche y quienes quisieron defenderla, terminaron
454
muertos, malditos o gravemente heridos. Stella Shortman se entregó a sí misma. No
pretendía que se perdieran más vidas y junto a ella cayeron los líderes de la tribu.
Aitor y Antha, podría decirse que el primero no daba crédito a lo que veía con sus
ojos, pero la profeta se iba con la mirada en alto y todos los músculos relajados.
Acusó a su propia sangre de estar maldita, más no por obra divina sino por sus
propias tonterías.
—Tú, lo dijiste. Toda mi vida escuché que había venido al mundo para ser de él.
—Lo que dije, fue que sus destinos se entrelazarían algún día. Que tú, harías cosas
asombrosas e increíbles y hete aquí. Por segunda vez, tomando vidas para
convencerlo a él.
—¡Yo, sólo hice realidad lo que ella deseaba! Siete años atrás entré en su mente.
Vi su corazón y alma. Detestaba tanto a sus padres porque esos dos solo la
lastimaban. ¿Y no hacían lo mismo los míos? ¿No era esa la manera de
conseguirlo? Si lograba ser como ella, sólo que mejor entonces tendría su amor.
Sembré dudas en su corazón, siempre fui diestra en las artes "oscuras"
—¡Cierra tu boca, sucia blasfema!—gritó Antha, pero Thea prosiguió con una
sonrisa tan maligna que a todos los que observaban estremeció.
—¡LO TENÍAS!
—No, desde ese día. El niño milagro se fue y yo volví realidad tu predicción.
—Sangre y muerte presentí esa mañana. La ceniza del volcán era la misma que
bajó hace dos semanas.
—¡Era el preludio a una muerte! —pronunció Antha colérica por haber bajado la
guardia.
455
—¡Puede que termines con ella, pero jamás lo tendrás a él! —gritó Stella Shortman
igualmente furiosa.
—Mis predicciones nunca fallan, criatura maldita. —les recordó a todos Antha. —El
niño milagro salvará a esta tribu.
—Y una persona cercana a él morirá. —apuntó con su lanza, haciendo que sus
adeptos levantaran a los "presos" y los hicieran entrar en una Tienda, la madre del
milagro se retorció como loca y volvió a ser amordazada. Aitor intercambió una
mirada dura con ella, le dijo que no luchara, ni temiera.
Como madre, esposa y mujer, entendía que no había nada más terrible y cruel que
un corazón herido pero Aitor y Antha, insistían en que no debía sucumbir a la
desesperación.
Fémina, transparente, dulce y cálida. Era una canción que tranquilizaba sus ansias.
Hablaba de un volcán, cadenas, árboles del cielo...
Levantó el rostro esperanzada y también contrariada. ¿Al fin se volvió loca? pero
buscó en los ojos de sus "compañeros" y encontró la misma estupefacción y
desconcierto.
456
Antha comenzó a reír a mandíbula batiente, su esposo no modificó la expresión
neutra de su rostro, más sin embargo notó en su mirar un auténtico brillo.
—Escuche con atención, madre del "milagro" —le ordenó y ella afinó su oído. La
lluvia estruendosa e ingobernable, lentamente amainaba.
CAPÍTULO 26
N/A: Manejo diferentes líneas temporales en este capítulo. Creo que se entiende
siguiendo el contexto, qué es presente y qué es pasado. Casi todo lo de San Lorenzo
es "pasado" Si quedan dudas, ya saben que pueden hacerlas con libertad.
Thea lanzó un grito de desesperación al escuchar esa melodiosa voz, sus allegados
la miraron extrañados. Al parecer, era la única que podía escucharla y aquello la
llenó de desconcierto. Llevó ambas manos a sus oídos, presionó la superficie, pero
por más que intentaba seguía resonando en su interior.
La mandó silenciar.
Tanto a ella como a los otros dos, debían ser amordazados y las sogas que pegaban
sus brazos a la espalda, había que tensarlas aún más. Si cortaban su carne y
derramaban su sangre, qué mejor. Los hombres obedecieron, ella se concentró en
los matices que mostraba el cielo a través de la ventana. Colores neutros y grises.
Nada que ver con los azules transparentes de que gozarían un Domingo por la
mañana cualquiera. Se regodeó con eso, suspiró para sus adentros y salió de sus
aposentos permitiendo que las gotas de lluvia bañaran su esbelta figura.
457
Tierra: (Aspiró los aromas de la tierra húmeda y fresca).
Fuego: (A través de la piedra a sus pies, sentía la vitalidad y fortaleza del volcán).
Viento: (Lo percibió acariciando su rostro, colándose entre sus dedos y por debajo
de las telas curtidas que obviamente, dejaban pocas cosas a la imaginación).
La tempestad que liberó cubría todo San Lorenzo, pero lejos de escucharla
imperiosa y letal, lo que llegaba a sus oídos era esa maldita canción. ¿De dónde
provenía? ¿Quién era? ¿Por qué la perseguía de esta manera?
Ahmm...
—¡ES ELLA! —gritó, haciendo que sus súbditos corrieran en su busca esperando lo
peor.
458
Oye mis plegarias que transparentes viajan.
Lo que caía, ya no parecía ser el diluvio que prometió para purificar la Selva de la
influencia del Dios de la "vida"
Se miraron de hito en hito, pasando de ella que para estas alturas, tenía los cabellos
sueltos, húmedos y apelmazados por buena parte de su rostro, pecho y espalda.
¿A caso se burlaban de ella? ¿¡No los intimidaba!? ¿Creían que podían seguir por
su cuenta? ¡Les enseñaría!
—¿¡Qué no tienen nada mejor que hacer!?—reprendió con una voz tan gruesa que
no parecía ser suya. —¡Busquen a los desertores, llévenlos a los pies de mi templo!
"La muerte" volverá a ser venerada como en los viejos tiempos. Entregaré a mi
"madre" los corazones latientes de cada uno de ellos.
Ellos sabían que en realidad los sacrificios eran guerreros. Los que sobrevivían en
combate, quienes demostraban haber defendido mejor a su pueblo, eran entregados
a las faldas del volcán para que su espíritu protegiera a sus Dioses.
Y ellos querían.
Fue Aiden, (el padre de Aitor) quien canceló los sacrificios humanos y decretó que
los guerreros defenderían a su tribu de los "extranjeros", la civilización. El hombre
de ojos oscuros y su sed insaciable de poder, riqueza y conquista.
Por tres generaciones fue así como sucedió pero ellos seguían inconformes.
459
Eran hombres de guerra y de costumbres firmemente arraigadas.
Ansiaban demostrar su valía ante los Dioses, entregar su corazón sangrante y por
ello siguieron a Anthea.
Desde las sombras fueron testigos de cómo, sin vacilación atravesaba el pecho de
su madre Anahid con la punta de su lanza.
Este último jamás fungió como líder. Desde su nacimiento, Antha supo que no viviría
para eso. Alguien más ocuparía ese lugar. Una persona que llegaría de otro
lugar y al saberlo muchos se comenzaron a "revelar"
Dijo venir en una expedición, perder a sus colegas entre la tierra húmeda y
vegetación espesa, era estudiosa de las plantas. Botánica, así fue como lo expresó
y Antha la recibió en su techo para decidir si era de fiar o no.
460
profundamente, el contagio incluso Antha lo desconocía, Aitor autorizó que los
extranjeros hicieran "pruebas" con sus caídos, algunos partieron, otros
permanecieron pero el resultado final era el mismo.
Sólo ellos sabían que se trataba de La Sombra. Era ese ser quien tocaba sus
cuerpos, entraba en sus mentes, ultrajaba su alma y los enviaba a aquel
estremecedor estado de reposo. Al paso de varias semanas y con más de la mitad
de la tribu infectada, los rumores se comenzaron a dispersar.
Desconfiaban de esa mujer. ¡Todo se inició con ella! exigían que se le asesinara o
como mínimo exiliara. Sus colegas, excepto uno (Eduardo) huyeron despavoridos
dejándola a su suerte. Antha juró que era pura, de sentimientos nobles y
transparentes. Estaba ahí para ayudar. ¡Los Dioses la enviaron específicamente a
ese lugar! Pero llegados a este nivel, ya nadie creía en ella.
Lo que por tanto tiempo habían estado esperando. Volvieron a sus tiendas,
prepararon sus armas, pintaron sus rostros, soltaron el grito guerrero y entonces…
Cabellos rubios, en nada parecidos a los de la tribu pero sus ojos eran verdes,
profundos e inteligentes. Ese cayó prácticamente del cielo, a los pies de la Botánica
y por ello, Antha les recordó que era otro quien habría de convertirse, algún día en
su líder.
Los ánimos se relajaron, la revuelta se canceló, dejaron que se conocieran los dos.
La Sombra trató de dañarlos, por noches enteras lo estuvo intentando pero sin
importar lo que hiciera, su magia no funcionaba en ellos.
Estaba furioso.
461
Debido a las bajas, decretó que habría que "repoblar" la tribu. Arath (su hijo) se
mostró en desacuerdo. ¿Qué pasaba si los niños resultaban igualmente malditos?
¿Por qué arriesgar a más de los suyos? ¿No sería prudente marcharse a otro sitio?
¡Jamás lo permitiría!
En esa Selva estaban sus Templos, sus Dioses, era Territorio Sagrado. Si temía por
su bienestar podía mantenerse al margen pero el decreto estaba hecho. Todas las
parejas en edad de procrear se unirían a la causa, incluyendo a los extranjeros.
Antha, profetizó grandes cosas para el hijo de esos dos. Lo veía claro ahora. El niño
sería un milagro. ¡Haría lo imposible! rescataría de las sombras a su tribu.
"Sombras"
"La enfermedad del sueño" sólo atacaba a los suyos. Por tanto, para derrocar a los
extranjeros y desacreditar las predicciones de la profeta, sólo debían esperar un
poco más.
La Sombra les dio garantías, les habló de un segundo plan mucho más elaborado
ahora, contaminaría la sangre de la profeta. El fruto de Arath y Anahid, estaría
maldito.
—¡Si digo que lo haré, es porque podré! Sean pacientes, nuestro momento se
acerca.
Y esperaron.
462
.
El niño milagro nació muerto. ¡Todos estaban contentos! sin embargo. El volcán
estaba a punto de hacer erupción. Consideraron que se habían extralimitado que
los Dioses, lejos de complacerse con sus intentos de consagrarlos habían
enfurecido y huyeron del lugar que lo vio "nacer" con el corazón en un hilo. Estaban
a medio camino del alcanzar el exilio cuando se escuchó un chillido.
Antha tenía razón. Ellos debían cesar en su fervor más no lo hicieron por temor. La
Sombra adquirió por segunda vez esa forma incorpórea, desapareció ante sus ojos
y por noches enteras, se temieron lo peor.
La enfermedad del sueño, no atacó a ninguna otra persona. Sin embargo los que
estaban dormidos, lentamente fueron muriendo. Los padres del "milagro" se
aferraron en sacarlo. Aitor y Antha, insistieron en que se quedara.
¿No decía Antha que aquel niño sería su salvación? ¿No temían ellos que la Sombra
volviera siendo mil veces peor? ¿Por qué dejar que se fuera, cual era la verdadera
razón?
Otra mujer, en la que apenas si habían reparado durante todo este tiempo, daba a
luz en los linderos del Templo a la Muerte.
463
Anahid dijo escuchar algo como un llamado y rompió aguas ahí en lugar de hacerlo
en su hogar. La voz de su hija se escuchó por lo alto y la Selva estremeció con su
llanto. Corrieron a divisar lo que restaba del parto. ¿No era esta una señal de que
esa niña debía enlazarse con el Milagro?
—¿Destruir? —preguntó Stella. —¿Cómo podría un niño decidir algo como eso?
—Es así como está escrito. —explicó la anciana. —Él simplemente lo hará, lo sentirá
en su corazón. Sabrá si es correcta o no, su elección.
—Así es…—corroboró la Profeta. —La tierra debe demostrar ser fértil antes de que
procedas sembrar.
El niño milagro volvió acompañado de otros más. Sus tierras ya no eran prohibidas,
ni tampoco secretas. Se tenían por peligrosas, malditas, pero aquel estado quedó
reducido a un simple mito, superstición o leyenda.
464
Cuando lo recibió, la Selva entera estremeció de gozo.
La futura líder de la tribu; el Destino del Milagro. La habían preparado toda su vida
como creyeron que dictaba el presagio.
Su expedición fue breve, la estadía de aquellos infantes no duraría más de tres días.
Mismos que ocuparon "los ojos verdes" para ponerlo a prueba de su capacidad e
identidad.
Se dividieron.
Los débiles cayeron primero, los inteligentes se replegaron, quienes contaban con
alguien que los tuviera por amado fueron puestos a salvo. Sus guardianes
intentaban encontrarlos, resguardarlos pero fieles a su naturaleza. El "milagro" y
otros tres, siguieron abriéndose camino en la selva.
Al final, sólo quedó él junto a una niña de cabellos rubios y ojos azules. Esa, no les
parecía de fiar, sin embargo demostró tener gran capacidad para pelear. Luchó
hasta que la tomaron presa, concediéndole así una oportunidad de escapar y entrar
a la tribu.
Pero se negó.
—No voy a dejarte. Si para recuperar a mis padres tengo que sacrificarte, entonces
hasta aquí llegué.
—¡Cobarde! —gritó con desesperación y dolo. ¿Se sentía mal por todos los amigos
caídos en su pequeña encomienda? Ninguno estaba gravemente herido, Aitor les
prohibió lastimar de manera fulminante a ninguno. Pero como guerreros que eran
entendían que arriesgar todo por un hombre y que éste bajara las armas en el ultimo
segundo, era decepcionante y furioso.
Levantó el rostro y caminó erguido hacia ellos. Eran de los mejores guerreros que
entrenó Aitor, inclusive su padre (Miles) se había ocupado de prepararlos. Era
descendiente de un guerrero tan admirable que luchó, no por una tribu sino por todo
un país. Y su madre, según dijo era igual de encomiable: cinta negra en algún arte
del que no sabían nada pero parecía impresionante.
465
Como fuera; el milagro siguió avanzando y con él, la Selva reaccionando. La hierba
a sus pies se abría, el viento soplaba aumentando de fortaleza, los que tenían a "su
mujer" presa, lentamente se comenzaron a replegar. Ésta permanecía sabiamente
en silencio. No luchaba por escapar a su agarre, se miraban el uno al otro y había
más que agradecimiento e incredulidad en su gesto.
Una sincronía, una revelación de que quizás, en otra época sucediera algo como
esto.
—Quiero que la liberen y si saben dónde están mis padres. Van a llevarnos con
ellos. Sé que entienden lo que les digo, así que dejen de fingir que no. Mis padres
son exploradores e investigadores. No resistirían la oportunidad de enseñar su
lengua natal a un pueblo nuevo.
Aitor, Antha, Anahid y Arath, recibieron a los infantes. Sólo ellos dos, aunque
aseguraron que el resto ya había sido devuelto a su lugar de reposo.
Los adultos que viajaban con ellos, atendían sus heridas y preguntaban por su
paradero. No tenían de qué preocuparse, ninguno sería violentado, asesinado u
ofrecido como ofrenda a los Templos Sagrados. Sus camaradas: el jovencito de piel
chocolate y la mujer de ojos alargados, (Gerald y Phoebe) daban seña del ultimo
lugar donde los avistaron.
—Ya que haz demostrado ser poseedor de todas las virtudes que se te otorgaron el
día de tu alumbramiento. Dejaremos que te reúnas con ellos.
Eso lo comentó Aitor y para entonces, todos los "ojos verdes" estaban apostados a
los pies del volcán con una rodilla al piso y otra al aire. Recibían a su "Dios" de
manera ceremonial después de tantos años de espera.
466
—Disculpe si no me atrevo a alejarme de e…—Antha, lo mandó a callar con una
mirada severa.
—Pese a nuestro atuendo y apariencia. No somos una tribu salvaje. De ser así, ni
tú o tus amigos seguirían con vida. Eso, por lo que atravesaron, se trató de una
prueba. Sus heridas son superficiales pues de haberlo querido, la primera lanza,
punta de flecha o piedra les habría asestado en algún punto vital.
Cierto es que existió una época en que ofrecíamos sangre, carne y hueso como
sacrificio sagrado pero hace eones de aquello. En la actualidad, veneramos a
nuestros Dioses con representaciones bélicas, danza, música y comida.
Ella te esperará aquí, de pie o sentada. Y tú verás a tus padres, quienes te advierto.
No tienen permitido salir de estos parajes.
—Porque así fue decidido…—el Milagro bufó con molestia pues no entendía lo que
sucedía. ¿Eran prisioneros? ¿Qué clase de delito cometieron? su mujer, lo hizo
refrenar en su acción.
—¿Lo harás?
—Siempre…
Algo reaccionó en San Lorenzo tras esa afirmación. La Selva floreó, el volcán se
tranquilizó, el cielo aclaró. (Tierra, fuego, aire) sincronía de los elementos.
Sus padres querían regresar a casa con él. ¡Era demasiado pronto para que se
quedara!
—¡Al cuerno con sus Dioses! —gritó Miles. —Él no ha venido aquí por un mandato
divino, fue una casualidad, un imprevisto.
—Sabes bien que no existe nada de eso. —le recordó Antha, omitiendo su ominosa
falta de respeto.
—Hemos hecho todo lo que nos han pedido, por favor… —suplicó el antropólogo
abrazando a su único hijo.
467
Tras beber el brebaje, él y la chica se sintieron mareados, intercambiaron miradas
angustiosas, intentaron enlazar sus manos pero fue demasiado tarde para
efectuarlo. Uno cayó de costado sobre su padre, la otra sobre la madre. Stella
Shortman acariciaba los rubios cabellos de la menor, un par de coletas que terminó
por aflojar y diseminar. No tenía idea de quién fuera ella pero entre más se
adentraban en la selva, más escuchaban lo que se decía para describirla.
Una guerrera nata; formidable, implacable y tenaz. Se dejó atrapar para conceder a
su hijo una única oportunidad. ¿Y ahora debían separarlos? Por la forma en que se
buscaron antes de caer dormidos estaba segura de que se trataba de algo
más. ¿Amor de la tierna infancia? ¿Amor a primera vista? ¿Lo creía, lo
apoyaba? Claro, por supuesto. Con Dios de testigo que sí.
—Aún es joven. —continuó negociando Miles. —Tiene tanto que ver, disfrutar,
aprender…
—Esa parte la comprendemos y es por eso que una vez más partirán. —declaró
Aitor, secundado por Antha. —Si su futuro está enlazado al de esa mujer, llegado el
momento se descubrirá. No deseamos apresurar las cosas, sin embargo deberían
saber que tienen un vínculo tan profundo y complejo que ni siquiera yo, lo he podido
descifrar.
No es casualidad que llegaran aquí. Los Dioses los querían aquí, ya fuera para
revelar un secreto o prepararlos para algo siniestro. De la manera que fuera, al
cumplir la mayoría de edad su hijo deberá regresar.
—Por el contrario, queremos lo mismo que ustedes. Que el niño esté sano, salvo y
vea su destino formado.
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los acogieron amablemente en su seno y ellos pagaban haciendo las funciones de
médico, agricultor y cazador. Si regresaban a casa, creían poco probable que se
acostumbraran a vivir en sociedad. No obstante, darían constancia de su
"supervivencia" a las instituciones que de manera inicial, financiaron su expedición.
Stella Shortman, trabajaba para una sociedad privada que buscaba desarrollar
nuevas vacunas o medicamentos para las enfermedades modernas. Miles
Shortman, se había financiado a sí mismo, pero la Universidad de Chicago estaba
al pendiente de sus exploraciones. Fue asistente de profesor y catedrático por tres
años. Esperaba que hubiera alguien que se acordara de su legado.
Tras arreglar todo esto, notaron cierta "separación" entre el milagro y su elegida.
Ella parecía incómoda en su presencia. Quizás tuviera que ver con que después de
revisar que todos sus amigos se encontraran bien, decidiera emprender una
caminata con una pequeña mujer de cabellos rojos y vestido verde.
Era ella, a la primera que había puesto a salvo cuando las pruebas se iniciaron.
Le importaba en demasía, era evidente lo mucho que la quería, pero la forma en que
la miraba, ya no era la misma. Si lo notó o no, esa mujer no lo comentó. Aceptó
caminar con él, pero sus manos no se tocaron, sus ojos no se contemplaron y de lo
que dijeron. El viento les hizo saber que era simple y vano.
—Hablo de Helga, al fin has decidido corresponderla. —anunció con una sonrisa
ensayada, rígida, falsa.
—Yo…, no, bueno…ella y yo…—se atropelló con las palabras. La mujer de cabellos
rojos, se apartó otro poco y miró al cielo suspirando para sus adentros.
—Tú y ella, son únicos Arnold. La clase completa se ha dado cuenta de su arrebato.
Puede que para los demás Helga siga siendo la misma chica atrevida, arriesgada y
loca, pero para mi, es evidente que te ama como jamás podrá amarte nadie. Incluida
yo.
—Lila…
—Déjame terminar, porque esto lo diré una sola vez y no lo repetiré jamás. También
la amas. Estabas deslumbrado, preocupado, indignado. Gerald y Phoebe nos
contaron lo que les pasó hasta que se separaron. Y supongo que por algo, es el
mejor narrador del poblado. A sus ojos, tú y ella deberían estar juntos. Son el uno
del otro y por la forma en que me miras, sé que ya no soy tu todo.
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—¿Y…n…no te molesta? —preguntó acercándose a ella, pero no lo miraba a los
ojos, seguía contemplando la nada, deseando volverse incorpórea y alejar de su
mente, los sentimientos que la trastornaban.
El milagro sintió dolor al escuchar sus palabras, sin embargo lo omitió y corrió a
perseguir su "destino" ellos lo sabían, lo presentían en el sonido del viento al pasar
por las hojas de los árboles, la tierra que de árida se volvía fresca, el corazón del
volcán casi siempre dormido, volviéndose latente.
La alcanzó y guió a un pequeño claro. Ella no quería estar con él, pero se sabían
observados por todos sus allegados. El de piel chocolate y la mujer de ojos
alargados, animaron a los demás a darles su espacio. Ellos se movieron entre
sombras y con sigilo observaron. La declaración de amor fue expresa, rechazada
de manera tajante.
—Arnold, por favor basta. Si crees que me harías algún favor con tu caridad…
—Yo, no te gusto"
—Lo haces…
Cerbatanas con pócima del sueño. Un par de tiros certeros, mientras el beso del
milagro y su destino pasaba de profundo a intenso. Cayeron, él abrazándose a ella,
cubriéndola con su cuerpo aún en su último aliento.
La Sombra, no terminó ahí. Confesó haberse creído muerta pero un ritual de una
niña desesperada y sola, le convocó y devolvió fortaleza. Requería sacrificios, no de
470
los suyos sino de ella. Estaba dispuesta a pactar con lo que fuera y estando tan débil
su mejor jugada era "vivir" dentro de ella.
—Ya lo verán. Por el momento, lo único que "mi maestra" precisa es que encuentre
la debilidad de esa guerrera.
Supieron por voces de otros que sus padres los encontraron minutos después de la
manera exacta en que cayeron fulminados. Trataron de despertarlos con
instrumentos médicos pero lo más que lograron fue extraer a la sombra. Salió de
sus cuerpos por la nariz y la boca. Horrorizados, buscaron a los responsables de su
cuidado y los instaron a salir de la Selva de inmediato.
¡Ese lugar era peligroso! ¡Ellos estaban infectados! ¡Debían ponerlos a salvo!
Partieron, a media tarde y con un clima que comenzaba a ponerse como el de ahora:
cielo gris, nubes negras, lluvia intensa.
"Su señor" (la criatura de oscuridad) flotaba por encima de ella en aquella forma
incorpórea, susurraba a su oído, consagrándola e informándola. "Ellos, ahora eran
legado suyo" "Podía usarlos para lo que quisiera" "Y una buena muestra de su
servilismo, sería que le ayudaran a disfrazar el homicidio"
471
Si contaminaba su mente, cuerpo y corazón, el culto a los Dioses volvería a ser
como antaño, habría batallas por la elección del mejor guerrero que habría de dar
su corazón y sangre para unirse a su corte en el cielo, pero no funcionó.
"Estaba ahí para conocer a sus padres. No para conseguirse una novia"
Efectuó los rituales que correspondían a su edad, junto a otros muchachos de "los
ojos verdes" aunque contrario de ellos, se negó a enarbolar cualquier clase de arma.
Era "pacifista" palabra que les resultó nueva y blasfema. Sus tradiciones exigían que
se coronara como el mejor guerrero en combate y él dijo que lo haría, como
estratega sin derramar sangre.
Los "trucos" de Anthea, estaban en sus ojos verdes y cadencia de caderas. Lo invitó,
durante cuatro meses lo presionó para obtener algo más que la caricia de sus manos
y sin importar qué, no cedió.
La enfermedad del sueño, era tan solo un recuerdo ahora. Sin embargo, logró
perturbarlo en sus sueños. Pesadillas; toda la tribu escuchó de ellas. Los líderes lo
atribuyeron a la parte final del ritual. Abrir su mente y corazón, decidir a la que sería
su fortaleza y unión.
Anthea que lo sabía y consideraba bastante lógico que el hijo tuviera que ser "de los
ojos verdes" efectuó un ultimo intento para convencerlo y lo invitó a pasar la noche
en su lecho. La tentación era latente en el calor de sus cuerpos, el fuego de la
hoguera, las ardientes piedras que se extendían a los pies del volcán pero, sin
importar qué, no la siguió.
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Y ahora estaban aquí.
En el tiempo actual.
Conocían más que ellos de su propia Selva, pero la "Diosa" era Anthea, esa
jovencita de piel morena y cabellos negros que seguía apostada en el centro de su
explanada.
Volver a lo que alguna vez fueron. Demostrar su valía, sacrificar para ganarse un
lugar junto a los Dioses.
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contrario de sus temores pues al verse amenazada "la madre del milagro"
supusieron que entraría en actividad.
(POV Thea)
Esa melodía que atravesaba su mente y trastornaba su alma, tenía que entonarla,
expulsarla, maldecirla y aniquilarla. ¿¡Qué pretendía!? ¿¡Cómo la paraba!? La
muerte que atrajo sobre el ser más vulnerable que estuviera en su entorno debió
conducirlos a un estado de pesadumbre y decadencia.
Los funerales del pueblo, solían congregar a casi todas las personas. Floristas
insistieron en colocar la corona. No importaba la lluvia, el pasto verde y fértil
agradecería el polen que de sus pétalos se desprendiera. El párroco, omitió el uso
de cualquier micrófono o sombrilla. Sus palabras fueron breves, elocuentes y
concisas, la premura se debió a su avanzada edad, la hora tardía y lo helado de la
tormenta. Familiares directos del occiso, lograron convencerlo de acompañarlos a
474
su hogar. Ahí podría beber y comer algo calientito. Los demás; compañeros de
armas, conocidos de la vida personal y laboral tenían palabras para recordarlo,
enaltecerlo y honrarlo.
—Señorita Ángel, si pudiera ser tan amable de volver a entonar aquella vieja
canción.
—Desde luego…
Sus sentimientos fluían libres, al igual que las letras formando oraciones, versos,
rítmicos y armoniosos que mas de uno evocó en su mente y replicó.
Stinky sintió cierto calor reconfortante al interior de su pecho, Sheena evocó con
dolor la muerte de su tío Sheldon y agradeció los momentos que compartió a su
lado, Gerald dirigió una mirada a su abuela. Odette Johanssen estaba así o más
sorda, sin embargo sonreía y tarareaba la melodía. Desde su tierna infancia, la mujer
de cabellos canos y dentadura postiza fue muy específica al indicar lo mucho que
debería cuidar su amistad con Arnold.
Él, siguió el consejo de su abuela como solía hacer con todo lo que le ordenaban
cuando era menor. Sin embargo, preservó su amistad porque era genial estar con
su "hermano"
475
.
Hillwood.
Los Pataki creía Helga, venían de esa última línea. La familia de Bob, era originaria
de Alemania y hubo una ocasión, (cerca de nueve años atrás) que Phil Shortman le
rompió la quijada a su padre bajo excusa de ser un cobarde que no se involucró en
la guerra.
Si, su viejo era de esos perros que mucho ladran y poco muerden. Contrario de ella
que tenía más rabia que toda la familia reunida. Dedicó un pensamiento a ellos: sus
padres y hermana. A ultima instancia incluyó a Marion ya que venía otro pequeñito
en camino.
476
irremplazables. Obras de arte, piezas de joyería, inclusive algo tan simple como un
disco de vinilo, decenas de años después costaban mucho dinero.
Ahmmm...
Todos, en general. Se habían perdido en algo, recuerdos, buenos y malos que les
hacían recrear "el por qué, es que estaban ahí" Sin importar la raza, religión, género
o profesión. Levantaron el pueblo de nada, dignificaron el nombre de sus familias.
No era sencillo hacerlos caer y entre más lo pensaban, más se preguntaban.
¿Cómo es que despertaron, esa misma mañana con la sensación de que había algo
por lo que temer?
La nube que Eugene observaba, fue contemplada por otros ojos también.
Mantecado, que por segunda ocasión volvía a estar a buen resguardo dentro de la
mochila de Phoebe, dejó escapar un maullido de advertencia y saltó de su espalda
a la tierra húmeda.
Anthea…
No, lo que sentía era más perverso que ella. Le heló la sangre, petrificó su alma. Sin
embargo, su canto. Lo que sentía por su hogar, sus amigos, Arnold, lo eran todo...
Mantecado luchaba ahora a los pies de su ama contra algún enemigo "invisible"
soltaba zarpazos y mordidas al aire. Él quería saber lo que pasaba pero Odette
Johanssen, acompañada de Gerald y sus amigos, le informó que se quedara
tranquilo.
—Los gatos pueden ver cosas que nosotros no y este pequeño "ritual" ha puesto
algo turbias las aguas que nos conectan con ese otro lugar. Recuerda, que no
importa el "donde" todos vivimos bajo el mismo cielo y aquí. Hay energías que se
han liberado y desean que nos hundamos en llanto.
—Creer. Esa nube de maldad pronto se disipará. Supongo que tu padre o tú,
tuvieron que ver con eso. —acusó señalando a Arnold, el rubio no supo que
contestar.
—Estoy sorda, no idiota. Sé que tu padre vive en la selva y que tú tienes algo
"especial"
—Yo, no…
—Se rompió una horrenda figura de arcilla, cuando arreció la lluvia con toda su
fuerza. —comentó Gertrude.
—¿Qué es lo que quiere…?—preguntó Eugene, con los ojos llorosos. "Pelear contra
el humo" no le resultaba sencillo al gatito y él quería socorrerlo. Odette se impresionó
de que pudiera verlo, pero después recordó que ese, era el chico con "mejor" suerte
del pueblo. Decenas de accidentes y no se había muerto. Tenía tantas vidas como
un gato o quizás se tratara de algo mucho más temerario.
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además de sus afiladas garras. Cada que la cortaba la "cosa" se hacía más
pequeña.
Sus amigos (que aún no decidían si creer en lo que escuchaban o no) se tomaron
de las manos y formaron una cadena humana. Esta energía que rodeaba a sus
familias, era la misma que los abrumó en aquella visita a San Lorenzo, inspiraba
temor, confusión, dolor. ¡Pero no querían sentir nada de eso! ¡No deseaban perder
a sus seres queridos! Aumentar el número de sepulcros en el lúgubre cementerio,
llorar con el corazón en la mano, arrepentirse por todos los hubieras y quizás.
Decidieron confiar en lo que fuera que hiciera Helga, en la lluvia que para estas
alturas ya era casi nula. La rubia, había cerrado los ojos en un ultimo verso.
Una ultima estocada de Mantecado y Helga se quedó sin aliento. Miles tuvo que
reaccionar rápido y sostenerla en sus brazos. La lluvia acabó, el cielo se despejó,
todos los presentes a la vez "reaccionaron"
—¿Se desmayó? ¡Abran paso, necesita aire! —gritó la Doctora Reba Heyerdahl.
—Yo decidiré eso. —insistió la madre de Phoebs. El resto del pueblo rápidamente
volvió a la actividad. Barrer las hojas sueltas, recoger las flores, acomodar como se
debía la lápida de Duncan. Caroline agradeció a todos por su compañía, los
responsables de caminos volvieron a lo suyo para despejar las autopistas.
Autoridades superiores, anunciaron que el levantamiento del "toque de queda" lo
darían tras revisar que no hubiera nada fuera de lugar. Los que administraban
restaurantes o pastelerías se ofrecieron a traer bebidas y panecillos, también hubo
personal de bomberos que les acercó frazadas para que se secaran.
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—¿Dejarás algún día de ponerte en peligro?—preguntó él, colocándole una taza de
café humeante que les ofreció el padre de Gerald en la mano.
—Está bien, algo lastimada y no quiere que vayas, pero otras personas saben que
lo harás, es parte de tu "destino" el de ambos a decir verdad.
—¿Thea…?
—Debe ser el espíritu que pactó con ella. —se metió en la conversación Gerald,
acompañado de Phoebe y se sentaron a su lado.
—Porque se le acaba el tiempo, iremos a San Lorenzo. Será el fin del juego.
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—Estará reñido si te nos unes, cariño. —le guiñó un ojo e hizo que Arnold, pusiera
los pelos de punta.
—¿Estudiaste tú?
—Yo, tengo memoria casi perfecta. Puedo repasar una hora antes y aplastarte.
—¿Y para qué estás tú?—preguntó atrevido, volviendo a hacer que Arnold estuviera
a nada de arrojarle a Mantecado a la cara.
—Lo que oyeron. Un solo examen, todas las asignaturas y tengo el resto de la
semana para unirme a la pereza previa a las vacaciones de primavera. (En realidad,
lo que tendría sería tiempo de entrenar con Arnold y salir con Phoebs y Geraldo)
pese a su promesa. Sentía en su corazón que tal vez, no volverían.
CAPÍTULO 27
Un nuevo grito expulsado por los labios de la auto nombrada "Diosa" y la copiosa
lluvia dejó de caer sobre San Lorenzo. El cielo no se despejó, ni el volcán dejó de
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emitir aquella ceniza entre rojiza y negra, pero era evidente que la "purificación" que
les habían prometido, no se llevaría a cabo como esperaron.
Anthea, que cayó de rodillas tras verse "vencida" se incorporó de inmediato y volvió
a pactar con aquel que le concedió su magia. La sombra, durmiente en el interior de
su alma escuchó el llamado y sonrió con encanto. Le faltaba muy poco para ultimar
su "venganza" y contaminar por completo la sangre de Antha. La profeta se lo
merecía por rechazar sus afectos cuando fueron niños y despreciar la "naturaleza"
de sus dones cuando eran más jóvenes. Le profetizó un destino peor que la muerte,
más perder su cuerpo, estar en todos y ningún lugar, no le parecía tan malo.
Tan confundida, abandonada y perdida. Tan desesperada por llegar a ser lo que le
dijeron que debía ser. ¿Una deidad? ¿El destino del milagro? ¿La madre del niño
que engendraría ese bastardo? ¡JA!
¡JAJAJAJAJAJAJA!
Cómo le facilitó el poder introducirse en su interior. Tan solo le bastó con prometer,
poner a su disposición la debilidad de otro corazón.
La elegida…
Esa que logró expulsarlo de su corazón con la fuerza de su voluntad y por supuesto,
el amor. Ese maldito sentimiento que despreciaba y condenaba a las mas terribles
desgracias y por tanto no tenía problemas en acatar las nuevas ordenes de su
"ama" ¿Quería más poder? ¿Más oscuridad? ¿Hacer que la tierra temblara y el cielo
sangrara? ¡Claro que podía hacerlo! las nubes se llenarían con la sangre de aquellos
que sacrificara.
—¡Ríete de esto, abuela! —aclamó la hechicera, ordenando que arrojaran a sus pies
a la profeta.
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—¡Nosotros no te hicimos nada, los Dioses…! —Anthea, se atrevió a abofetear a su
abuela para hacer que callara.
—¡Yo soy su Diosa! ¡No existe más deidad en esta tierra a parte de él y yo! ¡Cuando
lo comprenda, será mío!
—¡No puedes poseer algo que por voluntad propia pertenece a alguien más!
—¡Ella me lo arrebató!
—¡Él la eligió!
HILLWOOD.
Algunas horas después.
Miles se había quedado sin labia al ver el reflejo del cementerio en un enorme
charco. ¿Profecías? ¿Alucinaciones? ¿Cual era la diferencia luego de diecisiete
años viviendo entre los ojos verdes? talló sus ojos para no preocupar a su padre, le
dijo que estaba cansado. No había pegado el ojo en toda la noche porque él…
Stella era una sobreviviente, eso se lo debía recordar todas las mañanas desde que
estaba aquí. No es que no apreciara o agradeciera los momentos con su hijo, pero
su esposa y él, desde hace mucho eran uno.
—Tómalo con calma, Tex. —sugirió su madre. —Se te están formando arrugas en
la frente y acentuando las entradas.
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—Las tendrás…—sentenció su padre. —Vienen con las canas...
—Bueno, el mal genio llegó para quedarse desde que eras bebé.
—A veces olvido que te vas a poner así de viejo….—comentó Helga con una sonrisa
discreta en los labios.
—Porque estás como el mejor de los quesos. —declaró, mirándolo con hambre y
complicidad, propias del sexo.
—Ahh, lo siento. —Arnold se apenó por haberlo olvidado. Con tantas cosas encima,
en lo único que podía pensar era en San Lorenzo, su madre y Helga.
—¡Me van a pagar la limpieza! —declaró cuando las recibió y se levantó junto con
Phoebs.
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—¿¡QUÉ Y ESO POR QUÉ!?—contestó él, con los brazos cruzados al pecho. La
rubia se levantó a su vez despertando a su gato que maulló indignado y buscó
refugio en los brazos de Arnold, éste resopló fastidiado, acariciándole el pelaje pero
al menos agradeció que eso la hiciera salir de su estupor.
De las ultimas semanas hacia acá daba la impresión de que cargaban todo el peso
del mundo y eso no era bueno para ellos. Terminarían peor que sus abuelos si se
preocupaban tanto.
Jamie'O silbó a lo alto y pronunció. —¡Bien hecho! Siempre supe que de los tres, tú
serías quien la enviaría a la tumba.
Reba Heyerdahl, también trataba de reanimar a su esposo pero eso lo hacía sin
dejar de mirar de mal modo a su hija. "Escuela para Señoritas al Sur de
Francia" ahí es donde la enviaría para concluir su educación media y a ese novio
suyo le enseñaría "por qué no es tan buena idea hacer enojar a un
médico" conocían zonas del cuerpo donde provocar mucho, pero muuuucho dolor.
—¡No me dirijas la palabra jovencita! ¡Estás castigada, sin salir hasta que se me
ocurra algo mejor que hacer contigo!
—¡Haber si así aprendes a callarte o mirar hacia otro lado! —declaró escapando al
agarre de sus manos.
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—¿A dónde más voy a mirar si todas las horas de todos los días están como malditas
sanguijuelas? —reclamó acorralándola contra un árbol.
—¿Envidia?—preguntó retadora.
—¡NO LO DIGAS! —gritó su novia de pie, más roja que una granada y furiosa que
una bomba. Gerald comprendió la grandeza de su error y es que si bien, eran pocos
los que continuaban compartiendo sus condolencias a la Señora Allaneu a lo largo
de la calle, todos estaban al pendiente de su show. Helga le sonrió con malicia, él
cerró los puños de ambas manos y se recordó de manera mental que no era buena
idea golpear a Pataki.
—¿Qué…? —la cara de Helga dejó de mostrar esa sonrisa bravucona para ofrecer
una expresión mucho más seria.
—Sabe que sí… —Reba la estrechó en un fuerte abrazo y Phoebe terminó por
admitir que honestamente, ninguno de los dos tenía idea de cómo se lo iban a decir
a sus padres. ¿Porque tendrían que enterarse en algún momento sus padres, no?
—¿Era necesario que hicieras todo eso?—preguntó Arnold una vez la rubia regresó
a su lado.
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Los ponía a salvo como hace tantos años en la Selva. ¿Qué es lo que iban a hacer?
¿Contra qué se querían enfrentar? ¿Y por qué tenía esta aterradora sensación de
que no los vería regresar?
—Siento una conexión muy fuerte entre ellos y ese otro lugar. Los está llamando, la
lluvia fue una advertencia, la sombra una amenaza, el golpe final deberán recibirlo
de frente y contra la cara.
—Lo sé, él cree que nació muerto y que un Dios de la Selva le devolvió el aliento.
—¿Qué hay de espectacular con Helga? A parte de que no tenga pelos en la lengua
o sentido de la vergüenza. —Odette comenzó a reír, caminando del brazo de su
nieto. Los demás ya habían metido a su hija inconsciente en el asiento del copiloto
y encendido motores. Llegaron en la camioneta familiar así que Gerald podía llevarla
en el Mustang que perteneció a su difunto esposo.
—Ella es la fuerza.
—Si, pelea como perra…—la anciana lo pellizco por la mala palabra, él se disculpó
y la ayudó a entrar en el auto. Phoebs y sus padres también se iban, Reba metió a
Kyo de una patada al asiento trasero del carro, Phoebe le suplicó que no fuera a
matarlo pero su madre argumentó que ya quisiera él que llegara a matarlo.
—De acuerdo, pero si quieres volver a verlos hay algo que puedes hacer…
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—Lo que sea...
De regreso en Sunset Arms, los enamorados se quedaron largo rato en las escaleras
de la entrada, abrazados el uno al otro. No se decían nada, sólo estaban ahí,
admirando la luz de la luna, el pavimento húmedo, sintiendo el viento contra el rostro,
disfrutando la tranquilidad del momento. Cuando se acercó el filo de la media noche,
Miles los instó a entrar, estaba claro que no pensaban separarse y él no quería ser
despertado por sus "intentos de encontrarse" así que les ofreció una única opción.
—Nada de sexo durante los entrenamientos. —prometió Helga con la mano en alto
como si fuera lo más natural del mundo. Y que de hecho lo era.
Su entrenador les repetía esa letanía cuando competían en torneo. Miles sonrió a
su futura nuera y les advirtió que tuvieran cuidado. A parte de burlar a sus padres
estaba la trabajadora social y ninguno querría averiguar lo que pasaría si los
descubrían "durmiendo" en la misma cama.
—Y no crean que soy tonto. Los dejo estar juntos porque tengo la certeza de que su
unión, es lo que nos hará salir victoriosos de esta situación.
—Mañana es su último día libre, traten de no pensar más en esto. Diviértanse con
sus amigos, disfruten su noviazgo.
—¡Gracias! Lo haremos.
Se despidieron con prisa. Helga tomó algunas de sus cosas del cuarto de lectura,
cambió sus ropas, ató sus cabellos, cepilló sus dientes y subió a la habitación de
Arnold. El rubio había ocupado su tiempo en poner una enorme lona sobre los vidrios
del techo.
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—Iba en serio con lo del sexo. —sentenció de manera tajante.
—Ya lo sé, pero aún así no sería correcto que nos vieran juntos.
—Si lo sabe Dios, que lo sepa el mundo.—pronunció con una sonrisa traviesa.
—No me importa lo que diga Dios. Sin embargo, todo el pueblo podría mal interpretar
lo nuestro.
—No recuerdo a detalle como es que logré enamorarte, pero te aseguro que he sido
yo quien te invitó al pecado.
—No, lo digo porque sin importar el tiempo o lugar, debí prendarme de esta
traicionera boca y de este cuerpo de ensueño...—la besó sin decoro, presionándola
hasta postrarla en su cama, ella se dejó hacer soltando diminutas carcajadas pues
no querían despertar a sus abuelos o molestar a su padre. Debían controlarse,
concentrarse pero también querían disfrutarse.
—¿Desnuda?
—Brincos dieras…—lo besó una ultima vez y dejo que fuera a asearse. Cuando
volvió con sus prendas de dormir puestas, apagó la luz y avanzó descalzo hasta
ella. Su aliento a menta se le antojó en la boca, lo besó con hambre y él la abarcó
de arriba a abajo con sus manos fuertes, sin rebasar los límites de la ropa.
Soñaron sin pesadillas sintiendo el peso, la presencia y el aliento del otro. Miles
volvió a pasar la noche en vela. No podía dejar de ver la Selva en ruinas, como si
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hubiera guerra o peor, se hubiera soltado alguna especie de "castigo divino"
Encendió un cigarro y decidió encerrarse un par de horas en el baño para ducharse,
afeitarse y medio "serenarse" estaba terminando con eso cuando llamaron a la
puerta.
Los domingos, sus padres (y cualquier persona normal) se levantaban tarde así que
bajó descalzo con sus pantalones de vestir, toalla facial en los hombros y algo de
crema de afeitar sobre la barba, seguramente eran vendedores o religiosos. Abrió
sin revisar la mirilla y se encontró con la mirada atónita de una señorita: cabellos
ondulados de color negro, peinados en una elevada coleta, traje sastre de dos
piezas consistente en saco y falda gris, además de medias transparentes y unos
elevados zapatos de tacón. Llevaba en el busto una identificación de trabajadora
social y al leerla casi se le escurre el alma del cuerpo.
—Buenos días, vengo de parte del Hospital General de Hillwood, para dar
seguimiento al caso de la Señorita Helga Geraldine Pataki, ¿Se encuentra en casa?
—¿Podría dejarme pasar? La visita no durará demasiado, tan solo debo asegurarme
de que el hogar sea adecuado para una jovencita de diecisiete años de edad.
La Trabajadora iba recitando todo eso a la vez que leía el expediente que con toda
seguridad apenas si estaba revisando. Había una nota con lápiz al final de la página.
"Vive con la familia de su novio: Arnold P. Shortman de exactamente la misma edad"
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—¡Si son esas niñas exploradoras, compra las de nueces y chispas de chocolate!
—pidió su madre.
Revisó la sala de estar, cocina y comedor, todo se veía en orden, limpio y agradable.
Su anfitrión se le unió de nuevo con una camisa de vestir lisa y un par de zapatos
cerrados, a él se anexaron quienes supuso debían ser los dueños de la casa.
—Que gusto, ¿La señorita Pataki duerme arriba? —Phil y Gertie destruyeron a su
único y libertino hijo con la mirada, afortunadamente conservaban sus talentos de
los años en que trabajaron encubierto y disimularon los gestos. Miles, tuvo que pasar
saliva y decir que sí. Ella y su hijo se encontraban arriba.
Encontró a los adolescentes vestidos aún con sus ropas de dormir pero
perfectamente alejados el uno del otro. La cama tendida, libros y notas escolares
por doquier. El menor de los Shortman estaba recargado contra la cabecera de la
cama, señalando cosas con un marcador fluorescente mientras que "su cliente"
estaba sentada en la silla del escritorio, los cabellos peinados en un moño alto
decorado con un listón rosado. Llevaba audífonos puestos y leía sus notas muy
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seriamente. Ella tuvo que carraspear un par de veces para que al menos uno de los
dos, la notara.
—¿Podría…?
—Un segundo. —señaló con grafito el párrafo donde se había quedado y resopló
mirando a sus invitados.
—No te pases con los mimos, melenudo. —Shortman sonrió y salió junto con sus
abuelos, Miles se quedó con ellas, pues un adulto debía presenciar la entrevista.
Helga dijo que se sentía mas tranquila. Ya no tenía pesadillas, sus amigos
estuvieron con ella, sus padres también aunque seguía sin saber ¿Cómo debería de
tomar la separación entre los dos? Creía que era para bien, pero esto de ser "futura
hermana mayor" se sentía aterrador. Cuidar de alguien más, ser un ejemplo para
alguien más parecía una carga demasiado pesada y no se sentía a la altura.
—El hecho de que pienses así, significa que lo estás. —concilió Sanders, dando un
sorbo a su café. —La situación de tus padres sólo le compete a ellos. Sé que habrá
peleas, más con un nuevo integrante en la familia pero entiende que si estás aquí,
es porque ellos te quieren aquí.
—¿¡Qué!?
—Ambos dieron su consentimiento para que vivieras aquí. Pese a ser la casa de tu
novio, están conscientes de que te ha ayudado a salir adelante.
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—¿Lo dice en serio?
—No tengo por qué mentir. Volviendo a lo del ataque, ¿Haz vuelto a salir?
—¿Tú sola? ¿Has tratado de volver a ser la chica independiente y segura que eras?
—No...—reconoció que todas sus salidas habían sido exclusivamente con Arnold,
Phoebe o Eugene. No se sentía con la fuerza de salir por su cuenta. Aún cuando
enfrentó a Anthea, lo hizo con la seguridad de que su novio se encontraba ahí.
—¿Sigues durmiendo con tu novio? —preguntó porque esa era otra nota a lápiz en
el pie de página.
—Si, pero no aquí. Respetamos las reglas de casa o su abuela lo castra. —Miles
soltó una carcajada al escuchar eso ultimo, la Trabajadora lo miró de mal modo y se
volvió a acomodar en su lugar con una pierna sobre la otra, el cigarrillo encendido,
nublando su mente, atontando sus pensamientos.
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—¡ME ESTÁ LLAMANDO ZORRA! —Helga se levantó de su asiento, la trabajadora
hizo ademán de cubrirse de cualquier ataque con sus folios. Miles se tragó una
bocanada de humo, aplastó el cigarro contra la duela del piso y se incorporó para
mediar entre ellas.
—No mienta por su hijo, Señor Shortman aquí lo tengo todo anotado.
—No lo hago, nació fuera del país en Octubre y no pudimos registrarlo hasta Julio.
—Que su acta de nacimiento está mal porque queríamos que fuera norteamericano
y por tanto omitimos el lugar y el mes de su alumbramiento.
—No, si nació en una tribu donde no se acostumbra registrar a los niños. El punto
aquí no era ese. Es que usted acusa a la Señorita Pataki de abusar a mi hijo, cuando
él es mayor y completamente consciente de lo que hace.
—¡FUIMOS LOS DOS! —gritó Helga. —El Director me odia, porque evidencie su
red de corrupción interna. Todo esta en la declaración que facilité a la policía y que
según yo debería de leer antes de venirse a meter aquí.
—Lo intentaré.
—Espero que así sea. —guardó sus documentos, dio el ultimo sorbo al café y
comentó. —Escucha, Helga puedo ver que eres una mujer fuerte e inteligente pero
a veces se requiere de muy poco para que detonen los recuerdos de una agresión.
Debes estar preparada para todo porque no siempre lo tendrás a tu lado.
Miles carraspeó incómodo con esta parte del discurso porque él estaba muerto de
miedo por Stella y la parte importante no era esa.
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Se olvidaba de lo fuerte, aguerrida y determinada que era.
—¿Qué quiere decir con eso? —preguntó temerosa pues con todo lo que estaba
sucediendo, sólo pensaba en que uno de los dos no volvería.
—La Universidad. —espetó Amaia con una sonrisa que pretendía ser agradable
pero que resultó ser sumamente espeluznante. —A no ser que me equivoque, tú te
inclinas más hacia la Literatura y tu novio por Antropología e Historia; pero nos
salimos del tema. El objetivo de mi visita no era ese, sino este.
La casa está en optimas condiciones y ustedes, Señor Shortman serán una familia
peculiar pero funcional. Mi cliente se ve bien y si la ayudan a seguir las
recomendaciones, no me queda la menor duda de que podrá reintegrarse a la
sociedad.
—Pierda cuidado, este está entrenado. —Para tirarnos por las escaleras— pensó
para sus adentros mas no lo enunció.
—Chicago. Sé que no es la mejor opción pero quiero seguir los pasos de mi padre.
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—¿A caso te asusta?—preguntó con una sonrisa boba. Ella asintió con el rostro sin
entender ¿Por qué le divertía la idea? No quería alejarlo, terminarlo, olvidarlo…—
¿Sabes que Gerald se quedará aquí? irá a la academia de policía como su hermano
y padre.
—Idiota…—comentó con una sonrisa medio alegre, a la vez que recibía el abrazo y
los labios de su novio.
—No es un insulto, es la verdad. ¿Sabes que según tu padre naciste en octubre del
año anterior y no en julio del que estás registrado?
—¡Oye!—se quejó tanto por el golpe como por el insulto referente a su estatura.
—¡Cuélgate de cabeza, práctica baloncesto, sacrifica a una cabra! ¡Haz lo que sea
necesario, porque me estás matando! —él se perdió en alguna parte de su discurso,
pero bueno. Ya sabía que estaba loca y mientras se siguieran manoseando que
dijera lo que quisiera. Además, ¡él no era tan chaparro! estaba como tres centímetros
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por debajo de ella y Helga seguía siendo de las mujeres más altas de toda la
escuela. ¡Era una exagerada, emperatriz del drama y honestamente…!
—¡Claro que no, porque no eres yo! Y esto puede que sea difícil de digerir pero en
realidad, me gustan los chicos mayores…
—Siempre pensé que eras mucho más maduro que los demás y ahora sé por qué...
—¡E...espera! ¿Qué...?
—Porque lo compensas con esto…—la rubia, atrevida como ella sola le metió la
mano izquierda dentro del pantalón, justo sobre la entrepierna. Él ahogo un grito de
sorpresa, seguido de un gemido de lo más desconocido.
Sus abuelos (como si tuvieran radar) gritaron desde abajo, preguntando lo que
hacían.
—¿Si acredito con honores, lo hacemos en cada rincón de este cuarto? —ofreció
porque claro. Dormir con él, (en Sunset Arms y en su cama) era de sus fantasías
mas delirantes. Pero hacer el amor lo era todo.
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—No tenemos condones...—remarcó este punto porque de los veinte que les dieron
en el Centro de Salud, su hermana o madre decidieron que podían estarse en paz
con cinco y eran adolescentes recién estrenados. ¡Claro que no podían con cinco! Y
no sabía como lo hacía Gerald, pero él no iba a poner su cara de Samaritano y
comprar una caja de condones en la farmacia.
—Juro que lo seré…pero creo que alguien viene…—comentó para que lo soltara,
pudiera besarla y lograra recomponer su estampa. Al hacerlo notó que se le pasó la
mano con la mordida en el hombro y liberó los cabellos de la rubia para ocultar la
marca. Se abotonó la camisa ocultando su propia marca en la tetilla, acomodó
cuidadosamente su pantalón (agradeciendo de manera mental el haber omitido su
uso del cinturón) y regresó a lo que hacía, que era subir a su cama, ocultar la
erección con un almohada y subrayar cosas que consideraba importantes para que
ella las memorizara.
Por su parte, Helga se sentó frente al escritorio, colocó los audífonos de vuelta en
sus oídos. Escuchando las grabaciones de las últimas clases que tomó y se perdió
en su mundo.
Quien subía era Miles con bocadillos y bebidas para los dos.
—La teniente me manda a informar que la comida se servirá a las 16:00horas, ¿Van
a ir a esa fiesta de karaoke?
—Es el tiempo que nos tomó convencer a los ojos verdes de que te quedaras a vivir
aquí.
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—Si, pero yo estaba en natación, atletismo y karate. ¿Que te dio por el fútbol soccer?
—Pero todos ahí son bajitos…—se burló su padre. Arnold le arrojó el marcador
fluorescente a la cara.
—Ella está bien…—le aseguró, pues a nadie engañaba su padre con esas
profundas ojeras y reciente adicción a la cafeína y tabaco.
—Lo sé…
Helga se negó a interrumpir sus estudios hasta bastante entrada la tarde, para
entonces lo que le apuraba era tomar un baño y arreglarse para la fiesta. Dijo que
comería algo en casa de Alan, el chico siempre tenía botana o conseguiría comida
únicamente para ella. (la observación, no hizo feliz a Arnold pero qué se podía hacer)
—El único objeto material que nuestro hijo atesora más que a su vida…—confesó
en el mismo susurro, agregando dramatismo al momento.
—Tanto que lógicamente, no nos dijo dónde lo tenía guardado.—pronunció Phil con
los brazos cruzados y el gesto enfadado.
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La llave, pertenecía a un viejo Porsche del 73 color azul, no era tan espectacular
como el Mustang Coupe de Gerald, pero era su primer hijo y lo quería mucho.
Avanzaron a buen ritmo por la avenida principal, él refunfuñando, ella jugando con
los botones de la radio. Se detuvieron en un semáforo y volvieron a cruzar miradas
con pecado. Helga había subido una pierna al tablero, se atavió con unos tenis rosas
tipo bota "All Star" jeans negros entubados y una blusa sin mangas color rosa, de
gasa transparente. Se veía a la perfección su sostén deportivo negro pero esa cosa
era tan genial que parecía un Top y no dejaba nada provocador a la vista. Sus
cabellos los peino en una coleta de lado ocultando la mordida y es que Arnold le
dejó impresa la dentadura completa. —¿Qué se creía, un vampiro?— Por su parte,
él llevaba los mismos jeans azul marino que le había desabotonado, junto a la
camisa de vestir color vino y un par de zapatos negros.
—¿Tú crees que este auto si podamos profanarlo? —preguntó traviesa, pues él ya
suspiraba por tenerla entre sus piernas.
—¿Aguantaremos tanto?
No era tanto que quisieran hacerlo, es sólo que Helga ya se había comprometido a
que llegaran juntos para el concurso. Él venía vestido con una camisa de vestir azul
eléctrico, pantalones, saco y zapatos negros. Peinó su cabello hacia atrás, se veía
verdaderamente apuesto.
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—¡Claro que no! —gritaron a una sola voz.
—¡NO!
—¡Pero quiero montar algo…! —eso ultimo lo pronunció con un promiscuo jadeo y
los dos pegaron el grito en el cielo.
—¡EUGENE!
—De acuerdo, no haré más bromas. —aunque omitió explicar que tenía sus oscuros
motivos para llamar a Arnold "papá"—. ¿Qué canción vas a cantar?—preguntó
mirando a Helga por el retrovisor.
—Lo sé…—se pegó un poco al asiento de ella y susurró a su oído. —Por ti nena,
sería Batman...—Arnold roló los ojos (pues sonó exacto a Antonio Banderas) y pisó
el acelerador a fondo hasta llegar a la casa de Alan.
Entre los visitantes hallaron el auto de Gerald, cosa que les sorprendió pues creían
que estaba castigado. Rhonda junto con Nadine bajaban de su Audi, Harold y Patty
llegaron en el Chevy de su madre. El convertible deslavado pertenecía al padre de
Sid, quien tuvo la cortesía de pasar por Stinky, Curly y Sheena, la motocicleta no
era propiamente de Brainy, sino de su extravagante novia, Lorenzo bloqueaba
media calle con su flamante BMW y al descender los cinco juntos avistaron un
deportivo color verde olivo que no reconocieron pero supusieron que pertenecía al
novio de Lila.
En el sótano de la casa, la fiesta estaba en pleno apogeo. Todos los que llegaron
temprano rodeaban a los "NERDS" y gritaban a una sola voz el nombre de su mejor
amiga.
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—¿Qué está sucediendo?—preguntaron a Gerald, pues él no se encontraba ahí,
sino que estaba con Alan, recargado contra la barra de su cantina.
—Los rumores de la web escolar estallaron una vez más. Cortesía tuya, he de
aclarar. Pero Phoebs no va a reclamarte nada porque "eres su hermana" Y para no
hacer largo el drama. Les diré que está decidida a tirar la bendita página.
—Sólo si la atrapan, pero Curly dice que puede borrar sus pasos mientras trabaja y
Lorenzo asegura que tiene una "copia de seguridad" de la página. Cuando caiga el
blog de los chismes junto con la web oficial, subirán la otra y todos felices y
contentos.
—¿Pero qué pasa con los candados, registros, claves, archivos personales, historial
académico, calificaciones, guías de estudio?
—Tienen todo eso en ese bebé. —aclaró Alan señalando un inmenso CPU. —les
tomó semanas hacerlo pero te aseguro que está completo. Es domingo nena, las
calificaciones de todos con excepción tuya y de Eugene ya se subieron. Más de la
mitad de la escuela se largó de vacaciones por la tormenta. Así que toma una
cerveza y relájate. —Alan se empinó su propia botella y aunque le ofreció una a ella,
la rechazó y siguió con Gerald.
—¿¡Cómo…!?
—Lo gritaste a todo pulmón, eso es cierto pero éramos pocos los que seguíamos en
el cementerio. Si quieres mi "perdón" sugiero que me des una lista.
—No la defiendas, viejo. Tiene que aprender de una maldita vez a controlar esa
boca.
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—Dame una hoja…
La sección mas extensa, grotesca y obscena era la suya, incluso lo que refería a
sus amigos lo relacionaban con ella.
"Eugene Horowitz, fue tentado por la oscuridad tras recibir un impacto en la cabeza
que estaba destinado a ella"
"Rhonda Wellington Lloyd, terminó con su novio Thadeus horas después de reunirse
con el Terror Pataki"
"Arnold Shortman, alias "el juguete sexual de moda" se va a los golpes contra Stinky
Peterson, ¿Motivo? La guerrera amazona"
"Lila Sawyer, protagoniza una puesta en escena de lo más espléndida para defender
la virtud de una zorra"
Eran juicios de valor personal y por la redacción, juraría que quien iniciaba todos y
cada uno de ellos era una mujer. ¿Quién la odiaba tanto? Los rastreó hasta el día
de San Valentín pero entonces no se decía demasiado. Tan solo mencionaban que
"se creía demasiado" para salir con "El Diablo"
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Sid gritó desde algún lugar que si ya estaban listos, prendieran esa mierda.
—¡Que corra el alcohol y cante el tenor! —ese fue Eugene. Ella se emocionó con la
idea. Repasó en su cabeza los rostros de los asistentes pero debía admitir que no
conocía a todos en Hillwood, iba a necesitar un Anuario, pensó en pedírselo a Alan
pero ya no estaba en la cantina. Ni él, ni su novio, giró sobre la punta de sus tenis
para buscar a alguien más y de pronto chocó contra un cuerpo.
—¡Cuidado Amazona!
—¿Nos conocemos…?—preguntó una vez volviera a estar parada sobre sus pies.
—Creo que no hemos tenido el placer. Soy Larry Lawless, novio de Lila, hermano
de Laurel. Ella estaba contigo en el equipo de béisbol, ¿La recuerdas?
—Yo no lo pondría así, sólo le enfadaba que no pelaras a un tal ¿Jake? y cuando te
diste de baja le enfureció que no la eligieras como Capitán, pero da lo mismo porque
ya lo es.
—E…espera. ¿Tu hermana era una rubia teñida, de abrigo negro y zapatillas rojas
que estaba anoche en el cementerio?
—¡Si! Tiene poco que cambió de imagen, le queda estupendo. ¿No crees? —Helga
resopló, Lila como que se impacientó. Buscó al rubio con la mirada y
afortunadamente lo halló.
—La abuela no podía ir sola y los demás estábamos ocupados, así que Laurel se
ofreció a llevarla en el auto…
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—Juegan Bingo todos los jueves en la noche... —Lila volvió a carraspear, esa
conversación se estaba alargando demasiado pero afortunadamente Arnold,
recordó que venía con su novia.
—¡Oye, Hell! ¿Vas a cantar con nosotros o no? —la rubia asintió de inmediato.
—Ninguno. —aseguraron los tres a voz en coro y ella sintió que había algo que se
le perdía.
Miraba a su musa y ésta los miraba a ellos: Brainy en la batería, Alan en la guitarra
eléctrica, Lorenzo en el bajo. Se pusieron de acuerdo en el cómo iniciar la
presentación y pronto se levantó su voz.
505
.
CAPÍTULO 28
Brainy golpeaba con fuerza los tambores de la batería, los dedos de Alan corrían
por las cuerdas de su guitarra junto con los de Lorenzo sobre el bajo. Las notas que
creaban eran fuertes, poderosas, pero nada de esto sería igual sin su Amazona. La
voz de Helga era profunda, apasionada, en absoluto melancólica. Supieron que de
ser la de antes, su canto sonaría a plegaría, la música estaría llena de dolor,
arrepentimiento y nostalgia. Pero no percibían nada de eso. Ella, era diferente ahora.
Ruego al viento.
506
Soy una muñeca rota.
—Claro que lo fuiste, pero ya no lo eres. Esa niña creció, contra todo pronóstico y
oscuridad. Me encontró a través del dolor y me hizo amarla hasta la rendición.
Necesito tu amor,
soy una muñeca rota.
Si, claro que se quedaría. Se lo prometía todas las noches, desde que le permitió
entrar en su vida. Y lo sostendría.
Él necesitaba hacer cientos de miles de méritos por aquellos años que le ocasionó
de dolor y tormento. Por ser un estúpido que rechazó sus afectos en la primer
confesión. Un ciego que no pensó que pudiera seguir amándolo con devoción. Un
necio que se aferraba al cariño de una mujer (Lila) que jamás le daría lo que quería
poseer: Amor recíproco, pasional e incondicional.
507
.
Necesito tu amor,
soy una muñeca rota.
Oh, nene.
Helga, ya entonaba las últimas letras de la canción. A medida que lo hacía, se iba
acercando al filo del escenario. En todo este tiempo, se había sentido con la libertad
de dirigirse a su público pero su mirada, en los segundos que la enfocaba, siempre
la dedicaba a él. Arnold estaba arrobado, seducido y entregado. Había fuego en sus
ojos. Ella, que lo conocía en la intimidad y en casi todas las etapas de su vida, lo
sabía. Contoneó las caderas y todo su cuerpo para él. Como abeja a la miel, el rubio
se acercó a su vez. Phoebe y Eugene hubieran gritado hasta quedarse mudos pero
Gerald les tapó las bocas con una mano a cada uno.
Harold y Patty, Rhonda y Nadine, Stinky y Sheena, Curly y Sid, además de la novia
de Brainy (Violette) miraban la escena con sonrisas hambrientas, como si fuera la
mejor película, la obvia cacería.
Necesito tu amor,
Quiero necesitar tu amor.
Soy una muñeca rota.
Lila Sawyer dijo que necesitaba refrescarse, Larry preguntó por vigésima vez en el
día, ¿Si estaba segura de no amar al chico con cabeza de balón?
508
—¿Entonces, es el berrinche de alguien que tiró su juguete y recién descubre que
no sabía como usarlo? —Lila prefirió no contestar aunque una parte de sí misma lo
referiría así. Los enamorados se separaron, Phoebe y Eugene insistían en que la
rubia se anotara en la lista para el concurso de karaoke, por su parte Gerald, tenía
algo muy importante que hablar con su hermano. Cualquiera que fuera el pendiente
entre él y Pataki, acababa de dejarse de lado. Los músicos anunciaron su siguiente
canción, ella dejó de prestar atención.
¿No era esto lo que quería? ¿Por lo que se había apartado? Concederles su felices
para siempre. —¡Si!— ¿Y entonces por qué le dolía tanto?
¿Lloraba por amor o desamor? ¿Siete años después descubría que siempre si
quería su amor? ¿Qué era lo que imaginó en San Lorenzo, cuando le dijo a Arnold
que aceptara sus sentimientos por Helga y al final resultó que no lo hizo?
Abrió la llave del lavabo, limpiando su cara, dejando el agua correr para que ocultara
en un mínimo su llanto y se permitió caer hasta abrazar sus piernas y colocar la
espalda contra la puerta.
Eso de la confesión, era mas bien un decir pues resultó que se enfermaron. Los
encontraron desmayados, uno al lado del otro y para cuando reaccionaron, ninguno
recordaba lo que les había pasado. Ni como salieron de la Selva o encontraron a los
padres de Arnold.
Su trato se volvió insípido y distante. La rubia parecía escapar como animal herido
de él y éste, aunque fingía indiferencia, la miraba por ratos y después se perdía. Al
observarlos durante un par de semanas en tan tortuoso afán, se atrevió a
preguntarle a Shortman por su "relación" con Pataki, éste se encogió de hombros y
respondió: ¿Cual relación?
—No…, yo esperaría que fuera mucho más intenso lo nuestro…—el rubor coloreó
sus mejillas, el nerviosismo dominó sus movimientos.
El temor.
509
Lo que había en riesgo y que no era otra cosa mas que su amistad. No le permitieron
hacer ningún movimiento. Entraron a la secundaria, Arnold insistió en invitarla a salir
y ella accedió con la esperanza de ver en él, lo mismo que vio cuando miraba a
Helga en San Lorenzo.
La amaba…
Unos golpes contra la puerta, una voz masculina preguntando ansiosamente "si
estaba ocupado" y ella se aclaró la garganta para decir que sí.
—¡Ahora salgo!
Salieron muchas mas veces de las que llevaba con Larry, platicaban de todo y a la
vez nada. Arnold, no era tanto de hablar, sino de escuchar y ella solía terminar por
narrarle las novelas que leía pues se les agotaban los temas con exasperante
facilidad.
Él era un soñador, todo el tiempo se la pasaba en las nubes, ella era una mujer de
campo que llegó al pueblo con deseos de grandeza. Lo suyo era conquistar el
escenario, debutar en el teatro, tener amante tras amante, hasta encontrar alguno
que la mirara como se miraban, Helga y Arnold.
Salió del baño con firme taconeo, el "urgido" era Sid y ella quería saber ¿Cómo hizo
para empinarse seis cervezas en tres cuartos de hora? volvió a donde la música
sonaba estridente. El micrófono estaba ahora en labios de Alan, su voz era fuerte,
atrayente y la habría disfrutado de no ser porque al parecer, cantaba para "ella"
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Prohibida,
mi alucinante líquida ninfa,
frágil y tierna, sombría, excesiva
entre tus besos y entre mis besos la mentira.
Prohibida,
Prohibida,
Prohibida.
Las siguió.
Los gritos aumentaron de poderío, el calor estaba a nada de hacer que le sudara
hasta la conciencia. Su majestad Lloyd se puso mas pálida que la muerte, su mejor
amiga Nadine le echaba porras desde atrás pero su acto de "amor" se vio
interrumpido por uno desesperado de Curly.
—Sólo soy un simple esclavo de tus deseos y antes de permitirle hablar al que
evidentemente es dueño de tu corazón, quisiera exponer lo que en "nuestro
rompimiento" no me dejaste decir…
511
—Siempre supe que no era lo suficientemente digno de tus afectos y aunque fue
breve, he de decir que nunca en mi vida he sido más feliz. Deseo que ustedes
también lo sean, que tú lo seas y por eso. No me interpondré en su relación. A no
ser que te rompa el corazón en cuyo caso, recordarás que solía hacer rituales
espirituales en el cementerio con huesos viejos y tierra fresca.
Los grillos podrían haberse escuchado, también el frenesí con que los glotones se
llenaban a satisfacción pero fue otra vez, esa chica nueva la que los hizo salir a
todos de su estupor.
Beso apasionado.
—Eso fue intenso…—comentó Gerald a Arnold. El rubio asintió pues por un segundo
pensaron que la fiesta terminaría en pelea. Bebieron de sus vasos cortos, la cerveza
fría sabía a gloria pero no era eso lo que compartían. La barra del Bar tenía de todo
(en auto servicio) desde ron hasta whisky y ambos gustaban del viejo y conocido
Jack Daniel's
—Que va, Helga le enseño a Phoebs como escapar de su casa hace siglos. Yo me
escabullí de la misma manera. Ya sabes, cuando está el idiota de Jamie'O, el mundo
gira alrededor de su cabezota y el Mustang lo estacionamos en otro lado porque
necesitan el espacio para su flamante auto así que "espero" y no se enteren de mi
acto.
—¡Ya lo sé! pero sólo se vive una vez. Además, necesitábamos ayuda para tirar esa
estúpida página de internet.
512
—No lo hizo con saña, ni yo tampoco. Es sólo que necesito saber quien es el imbécil
con exceso de tiempo libre.
—No…
—¿De verdad? ¿Qué tan ruda es en la cama? —Arnold, escupió el sorbo que recién
había dado a su vaso, Gerald comenzó a golpearlo en la espalda a la vez que insistía
en la pregunta.
—¿Es una furia loca, salvaje e indómita?—por cada palabra pronunciada Arnold
tenía muchos más problemas para respirar. Su amigo lo tomó por las solapas de la
camisa y lo arrastró hasta colocarlo contra la pared, junto a una de las bocinas. Ahí
nadie los escucharía y esperaba que tampoco lo vieran.
—Tú no me diste detalles y por lo que estoy entendiendo hace tiempo que lo haces
con Phoebe.
La misma conversación se llevaba a cabo al otro lado del sótano, entre las dos
amigas.
513
—Porque es importante, porque son ustedes, porque lo has esperado tanto que sólo
quiero saber si…
—¿Cumplió tus expectativas?—intentó Gerald desde otro ángulo. Arnold cruzó los
brazos a la altura del pecho y meditó.
Si no puedes venir,
Yo iré a ti.
514
En el escenario Lorenzo y Rhonda formalizaban su relación, un nuevo beso fue
entregado aunque los envidiosos no faltaron.
—¿Quién es…?
—Lo siento mucho, olvide que las carreteras para llegar hasta aquí son una
auténtica desgracia.
—¿Me paso de listo y le das mi nombre a los Sicarios que contrató tu padre para su
seguridad personal?
—Correcto.
515
.
Los primeros en la lista de karaoke eran Harold y Patty, cantaron una canción en
conjunto que hizo estremecer corazones y llorar de manera interna a personas cursis
y sentimentales como Helga.
—Si fueras más "abierta" pudieras pedirle a Arnold, que cante junto a ti.
—¡Jamás!
—Ya sabes, para determinar cuanto tiempo permanece "duro" antes de eyacular.
516
.
—Las normales.
—Cómo no…
Por su parte, los "Poetas" se habían reunido con Violette, la chica que llegó junto
con Peapod era su hermana Scarlet.
—¿Me puedes decir de una maldita vez por qué llegaste con un completo extraño?—
reclamó poco después de que todos se hubieran presentado.
—Me lo encontré en la puerta, ahora tú dime ¿Por qué te saliste de la casa mientras
me estaba bañando?
—De acuerdo, pero la próxima vez que decidas venir. Hazme el favor de no vestirte
como muñeca, hermanita.
517
—En absoluto.—concedieron todos pero Violette, seguía perturbada por la
presencia de su hermanita.
—Ahh, esa parte la recuerdo. Es sólo que hoy me puse uno tuyo y apretaba como
el infierno...—Brainy que tenía la sedosa prenda de lencería, celosamente guardada
en la parte interna de su chaqueta la sacó de inmediato y se la arrojó a Alan, el chico
con excelentes reflejos la atrapó entre sus manos y no dudó en extenderla para
apreciarla.
—¡Y yo que no tenía donde pasar la noche! Agradece que no duermo desnuda…
—Bueno, ella es Scarlet. Tiene dieciséis años, ha vivido aquí durante toda su vida
pero aparentemente no tiene un solo amigo que de vez en cuando le de acogida.
¿Te importaría recibirla?—Rhonda aseguró que no tendría problema en hacerlo
pero la chica se ofendió.
—Yo pago los servicios de la casa, hermanita. Viviré en el siglo XVII pero en
ausencia de mamá y papá, sigo estando al mando.
518
—¡No te traeré nada!
—Dios, —comentó Helga. —Eso suena como algo que Miriam le dedicaría a Bob.
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con Stinky? Lo buscó con la mirada, Peterson tenía una endemoniada sonrisa en la
cara. ¿Así que era una burla? ¿Una forma de humillarlo públicamente? ¿Por ser gay
o por qué? —¡Esto no se quedaría así!— Apretó sus puños y fue directo con Peapod,
no le importaba quien siguiera en la lista, él quería cantar una canción.
—De acuerdo, pero ya tengo preparada la siguiente pista. Tendrás que esperar otro
turno.
—Bien.
Maldita,
te enamoró mi corazón
y ahora mira como me lo quitas.
Maldita,
Maldita tú.
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—¿Los dejaremos vivir, mamá? —preguntó Eugene, rojo de ira al tono de sus
cabellos.
—Si, si, ¿Quieres que te firmemos una responsiva para librarte de cargos o qué?—
preguntó Helga.
—Sólo pon la maldita canción. —demandó Eugene, casi tirando de los cabellos del
DJ.
Los chicos obedecieron y Phoebe no pudo creer que su amiga no tuviera reparos
en humillarse públicamente con Eugene, pero que sí le costara la vida pedirle una
canción a Arnold. Suponía que el sentimiento o el nivel de "intimidad" no era el
mismo.
Si te vas,
Vete gritando
Quiero saber que me quisiste,
Que me vas a extrañar.
—No creo que este sea el correcto espíritu de la "fiesta" —comentó Arnold, pues
todos los chicos, incluyendo a su "hermano" estaban aplaudiendo a esos dos. La
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pareja retadora, es decir: Stinky y Sheena, se subieron otra vez, bajándolos
prácticamente de una patada.
—¡Ya sabes que hacer, Peapod! —gritaron a una sola voz. El moreno de gafas
transparentes se limitó a subir los pulgares en un notable. "O.K"
—¿De verdad piensas eso?—el rubio observó aleatoriamente a cada pareja. Si bien
había un fuego de "mutuo desprecio" en su mirar éste se parecía bastante a la forma
en que se trataban "Gerald y Helga" se fastidiaban en el mas crudo sentido de la
palabra. Pero no para herirse, sino para divertirse.
Morena mia.
Si esto no es felicidad,
que baje dios y lo vea
y aunque no se lo crea,
esto es gloria.
¿A quién...?
—¿Demasiado sacrificio?
—Cantar es para mi, lo mismo que "declamar" ¿Me pides que desnude mi alma y
mi corazón con él a mi lado? Me moriría en el acto.
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—Espera mi turno. —Helga miró un leve destello de maldad en los ojos de su amiga
pero más tardo en pensarlo que en lo que llamaban a la siguiente persona en la lista.
—Lo siento, pero creo que me sentiría más cómoda con ella.
—A menos que ellos dos también estén de insolentes. —acotó Alan, señalándola
junto con Lorenzo.
—Y tú un bozal, Wellington.
La heredera de los Lloyd pensó en replicar, sin embargo regresó Violette y Peapod
anunció que la siguiente en su lista era "Phoebe Heyerdahl, cantando una vez más
para Helga G. Pataki"
523
Todos dejaron de hacer lo que hacían para prestar atención a su show. La diminuta
y sensual encarnación del mal, no dudó en alejarse de su asesina y psicópata amiga
para subir al escenario.
—¡PHOEBE!—amenazó.
—¿Te gustó...?—preguntó a la rubia con una sonrisa diabólica. Helga habría dicho
que ella "no era mala" pero ni su madre se lo creería.
—Bruja.
—¿Quién más que yo? —Phoebs aceptó el abrazo de su novio. Lila se estaba
acomodando en el diminuto espacio, la canción de su elección era de Tylor
Swift "Blank Space" y se la dedicaba a Larry a pesar de que el moreno seguía
enfurruñado, parado en su esquina y tratando de ahogarse en licor.
524
.
El amor es un juego,
y yo quiero jugar.
Dinero, traje nuevo y corbata.
Te puedo leer como una revista.
Eugene, quien era el más próximo a Lawless no evitó escuchar esto último. Lo miró
de reojo y le siguió pareciendo que era un chico demasiado apuesto. Suspiró para
sus adentros, era evidente que tenían problemas de pareja y que a uno le importaba
más que al otro.
—¿Sexy?—lo pellizcó Phoebe, Gerald se disculpó por ser tan idiota y le pidió a
Helga que le ayudara a convencer a su novio.
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—Para eso te pensaba llevar a la playa.
—¡Pero ya les dije que no sé cantar!—se resistió como gato cuando lo vas a bañar,
aferrado con uñas y dientes a una de las columnas.
—Lo tenía a mi lado, así que dudo que alguien más vaya a notarlo…—Helga se llevó
ambas manos al rostro, Phoebe se las quitó. —Anda, ya quita es cara, juro ante Dios
que no verán nada, todos estamos ebrios y muero por saber lo que van a cantarnos
ese par de tarados.
—De acuerdo.
Ya no puedo más,
Ya no puedo más.
Y ya no puedo más,
Ya no puedo más.
Los gritos e insinuaciones no se hicieron esperar. Para todos era "evidente" que las
parejas ya se habían "disfrutado" pues se miraban con todo, menos decoro. Al
terminar, bajaron eufóricos del escenario, Gerald comiéndose a Phoebe a besos y
Helga habría hecho lo mismo de no ser porque Lila se metió en su camino
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tropezando "accidentalmente" con Arnold, le derramó su bebida en la camisa, el
rubio le restó importancia, pero ésta insistió en limpiarlo con las manos.
Los que observaban, por tercera vez en la noche intercambiaron miradas nerviosas
y es que Helga quedó como idiota, mirando aquel insufrible manoseo que el
despistado de Arnold, no sabía frenar.
Entre más se disculpaba la pelirroja, más tomaba el relicario de oro en sus manos,
la fotografía interna ya no era de Arnold con su uniforme de fútbol soccer, sino una
de la Amazona con sus cabellos rubios atados con aquel viejo listón rosado. (Se la
obsequió Gerald con la condición de que no preguntara de dónde la sacó y él la
aceptó porque se veía realmente bella) Pataki cerró el puño izquierdo, más de uno
pensó en ir llamando a emergencias pero tan pronto como Lila devolvió el relicario
a su dueño, notó la mordida en su tetilla.
—Que si vamos a pelear por Arnold, más vale que golpees tan fuerte como sea el
amor que sientes por él. Porque esa es la exacta manera en que yo lo haré. —Sid y
Curly susurraron que ahora si, la enviaría a la tumba. Los demás sentían lástima por
el piso, el vestido de Lila, la bonita blusa de Helga, la preciosa cara de la pelirroja,
pero en general creían que se lo merecía.
Arnold y Helga, anunciaron su noviazgo muy formal hacía más de dos semanas, la
misma Lila defendió a la otra de su estatus de zorra y hasta creyeron que había
hecho las pases con Shortman, se les había vuelto a ver en plan de amigos por los
527
pasillos y salones. Creyeron que todo entre ellos estaba "bien" pero es evidente que
solo fue una pantalla y nada más.
—Si, pero eso ya lo sabías. Así que no entiendo, qué te dio por manosear a mi novio.
—¿Qué...?
Todos sudaron frío, Alan necesito demasiada fortaleza interna para no salir
corriendo. Podía con esto, de verdad, él podía con esto. Ya lo estaba superando,
nueve shots de tequila hasta perder la conciencia y mañana estaría como nuevo.
Helga sonrió con malicia, se quitó la coleta de cabello del hombro y hasta se bajó el
tirante de la blusa para que todos pudieran ver mejor. (Una preciosa mordida que
en su piel blanca se veía casi latente y ardiente) Lila se quedó sin aliento, Alan sintió
el impulso de cerrar los puños y golpear lo primero a la vista ¿Pero qué derecho
tenía, si ella lo había elegido?
—Así nos gusta "hacerlo" —declaró con orgullo. —Y lo otro, era una conversación
privada a la que no recuerdo que Phoebs o yo, te hayamos invitado. ¿Tienes celos,
Señorita perfección? ¿Que no fuiste tú, la que dijo que se acuestan los que quieren
hacerlo? Bueno, él es mío y si quieres te dibujo un esquema de las posiciones en
que lo hemos hecho.
—A mucha honra y por eso insisto. Si quieres pelear por él, lanza tu mejor golpe.
—Eso es evidente, ¿Qué te pasó cuando salías con Arnold, te detuvo el miedo?
—¡NO!
—Yo creo que sí, porque lo tenías en la mano y no me explico por qué, ni siquiera
llegaste a besarlo…—los susurros de todos comenzaron a reverberar. Con las
manos al fuego habrían jurado que Arnold y Lila se habían encamado y por supuesto
besado.
—Pero sí lo sé, él me lo contó todo. Tres veces pidió ser tu novio y tres veces fue
rechazado. Salió con otras chicas en el intermedio, tú también y por lo que estaba
entendiendo. Hubo besos, arrumacos, el pobre diablo de allá atrás quizá esté
dispuesto a declarar. (Larry, se había perdido la mitad de la "entrevista" estaba
528
pasado de copas y algo perdido en los profundos y encantadores ojos de Eugene.
Sentía debilidad por los pelirrojos y de ser honestos, le tenía sin cuidado si era una
dama o un caballero aquel a quien entregara sus besos) Así que te voy a dar una
ultima oportunidad.
—No lo sé. Pregúntale a Curly, Sheena o Stinky, ellos se arriesgaron a amar pese
a saber que no los iban a corresponder. No les importó lo poco, mucho o nada que
durara ese momento. Decidieron hacerlo y tú no. Sheena ha probado los besos de
Eugene y ahora está aquí "bromeando" sobre lo mucho que "bendice" su siguiente
relación. Curly cortejó a su amada Reina, posiblemente le vuelvan las ganas de tallar
muñecas vudú en el cementerio pero no es nada que no vaya a superar. Stinky salió
conmigo, conoció el lado "cursi" y "romántico" que no muestro a cualquiera. Claro
que me odió cuando se terminó, pero seguimos estando aquí. Enteros, dispuestos
a desafiarnos. Porque somos amigos y entendemos que de eso se trata el amor.
¿Vas a golpearme? No voy moverme, lo recibiré con ganas, quiero saber qué tanto
lo amas.
—¡ESTÁS LOCA!
—Sí, grábalo en una placa, distribuye camisetas, has lo que te venga en gana
porque si no lo amas y únicamente le tienes ganas. Voy a arrancarte los dedos de
cada mano para que no vuelvas a tocarlo. Me haré un collar con ellos, su novia de
la Selva podría enseñarme a hacerlo.
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—Como gustes, sólo dame un segundo. —más rápida que un halcón, le devolvió la
bofetada y por supuesto que la derribó. Sus amigos gritaron de "gusto" no era lo
más correcto o apropiado pero les encantó que lo hiciera.
Sid se atrevió a ofrecerle una mano, Lila lo rechazó con descaro, se levantó como
pudo y buscó a su novio pero lo encontró en la misma esquina, besándose con
Eugene.
—¡LARRY! —el aludido solo hizo movimientos con la mano libre, para decir que lo
dejara en paz.
—Ya lo sé, mamá. Pero con todo el alcohol que ha ingerido te aseguró que está
limpio.
—Le tengo cariño a mis dedos Amazona. —respondió Larry con los labios húmedos
y ligeramente hinchados de tanto besar. Levantó las manos en son de paz. —De
hecho, creo que también me dieron ganas de cantar.
Lawless le dejó su celular a Eugene, avanzó con paso dudoso hasta alcanzar el
centro de mando de Peapod, a nuestro DJ le pareció que estaba a nada de
desmayarse o devolver al piso todo el alcohol recién ingerido. Pero las apariencias
engañan y le dijo con tremenda sonrisa cual era la canción que quería, él la buscó
dentro de su top ten de "ardidos" y sin más, le pidió que subiera al escenario.
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La canción elegida sonaba mas o menos así.
—¿Así que por fin nos honras con tu presencia? —reclamó con saña, Alan.
—Sabes que me gusta darme a desear. Ahora, necesito que alguno de ustedes me
ayude a desbloquear esta cosa y descubrir si su hermana, es la que subía todas
esas cosas a la página de internet.
—¿Hermana?—preguntó Violette.
—Si, cuando llegué Larry y yo platicamos un rato, me dio a entender que su hermana
es la psicópata que más me odia en toda la escuela.
531
.
—Mucho más. —concedió la rubia. —Escuchen, tiene sentido ya que todos los
rumores sin importar a quien estuvieran dirigidos, me involucraban a mi y el bonus
es que "lo de Phoebs y Geraldo" sólo pudo escucharlo en el cementerio. Estaba ahí,
pero necesito probarlo.
—¿Como lo hago todo? tendiendo una enmarañada red de diálogo hasta que se
ahogan con sus palabras y vomitan la verdad.
—¿Te vas a atrever a marcar?—preguntó Brainy pero la rubia negó con el rostro.
Ella sabía con una sola palabra quien le escribía, lo tuviera o no registrado.
—Dile que acabas de romper con tu novia y que de alguna manera sientes que es
mi culpa. Quisieras desahogarte, encontrar un lugar dónde poder expresarte, antes
de salir de la fiesta y llegar a casa.
—Me está dando su pésame. Adoraba a Lila, pero asegura que me merezco a
alguien mejor. Quizás menos zorra. ¡Ja! anexa una url con instrucciones para
generar "un nuevo tema" por si lo que digo es en serio. He preguntado para qué es
eso y dice que es un blog del que no me había dicho nada porque en general, no
me gusta armar dramas.
—Está muerta y la señorita, acaba de darse cuenta. Está pegando de gritos, escribe
con mas faltas de ortografía de las que he visto en mi vida. ¡Dios! ¿Quien pone "esto
no puede ser posible" con "z" y "h" intermedia?
—Dale cuerda, pregúntale por qué era tan importante. ¿A caso era público?
—Una mejor pregunta sería cómo pasó español…—se quejó Violette pero anotó
exactamente lo que le pidió. —...veamos, "La sospechosa" responde que claro que
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era público. Era el blog de la escuela dónde "gracias a ella" todos estaban de
acuerdo en que Helga G. Pataki es una…No voy a leer esta parte, también amo mis
dedos, más específicamente mis uñas. Compré un nuevo esmalte color rojo sangre.
¿Les gusta?
—Bien, no creo que tengas que seguirle el juego mucho más tiempo.—anunció
Helga. —Dile que vas al baño o a fajarte al primer bastardo que te salga al paso.
—Bueno, eso era todo lo que quería saber. ¿Puedes copiar la conversación y
enviarla a este número? —le pasó el celular de Gerald.
—Seguro. —concluyó la orden con la misma eficiencia con que atendía las mesas
en el restaurante de comida rápida, eliminó sus huellas y devolvió el celular a su "no
dueña" Helga agradeció la ayuda y regresó donde Eugene, se estaba apretujando y
besuqueando con Lawless.
—Si dejo de ver sus manos, voy a arrojarles un balde de agua helada...—la pareja
respondió con audibles jadeos que querían decir "si" o "lárgate de aquí" (se
apoderaron del único sillón en el sótano y los demás se replegaron en las mesas
aledañas o continuaban bailando).
—¿Así que no mentías cuando decías que cada día de sus vidas era una
aventura?—preguntó Violette a Brainy, éste le respondió que era genial que al fin
decidiera venir.
Alan aprovechó para buscar su guitarra acústica. "Carta Silenciosa" era una
canción tanto de despedida, como de bienvenida. Dedicada al amor ausente o
quizás latente. La cantó para todos ya más entrada la noche. Aún a sabiendas de
haberla escrito para Helga pero no había dobles intenciones en su acción. De hecho,
de tanto en tanto se sorprendía mirando a la pequeña Scarlet, le pareció una
encantadora flor, tímida, bella, coqueta...
533
Querido amor,
¿Qué debería hacer?
He estado pensando en ti
y no sé si es ahora o si ha sucedido ayer.
—¿Alguien sabe dónde se metió Sid?—preguntó Stinky pues él, Sheena y Curly ya
querían irse a su casa.
—¡Ustedes, niños! ¡Manos donde pueda verlas, nos vamos ahora!—gritó Helga a
Eugene, Larry protestó pero se mostró solícito.
—No en nuestra guardia. —enfatizó Arnold. Pues según sus "normas" si ellos lo
sacaron de su casa, debían regresarlo. (de preferencia aún virgen y entero)
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—¡Ahhhh! —gritó Alan. —Lo más asqueroso que pensé limpiar hoy sería vómito del
piso.
—¿Lo cubrirá el seguro? —se preguntó él, para ser pellizcado o golpeado por más
de uno de sus amigos. Siguió otro "silencio" incómodo pues Peapod ya había
guardado todo su equipo. Gerald, no se resistió a pronunciar.
CAPÍTULO 29
SAN LORENZO.
Día Anterior.
La lluvia de sangre paró de caer justo a la llegada del atardecer. El juego de luces y
sombras que se elevó por el cielo y por encima de las hojas de los árboles fue
realmente perturbador y hermoso. Stella, que observaba el espectáculo por una
larga grieta en las telas gruesas de la Tienda que le servía tanto de morada como
de cárcel, pensó que si existía alguna clase de belleza en el infierno, esa debía ser
esta.
535
hacerlo. Lo suyo eran los datos exactos, la evidencia y estando en medio de una
posible guerra, creía imposible pensar en lo que fuera.
La lluvia sanguina, trajo consigo humores óxidos y salados que combinados con la
tierra fértil de la Selva, se transformaron en una peste que creía propia de alguna
fosa común o escena excesivamente violenta.
¿Cómo terminó aquí? Si en sus comicios, lo único que quería era descubrir alguna
cura para el cáncer o el sida, quizás encontrar algo con lo que luchar contra el
deterioro de la mente, la mutación celular, la contaminación de la sangre. Sabía, que
muchos de sus colegas científicos se adentraban en expediciones como parte del
personal médico pero también de investigación. Recolectaban muestras de lo que
fuera: tierra, tejidos, fluidos. En la más diminuta partícula, en alguna célula o enzima
estaba la respuesta a todas esas preguntas y entonces ella, como botánica y médico
que era recibió la invitación a explorar la flora de una Selva mítica y ancestral.
San Lorenzo, se tenía etiquetado como un lugar de mal agüero. Su padre se lo dijo
horas antes de permitirle marchar y su abuelo muchos años atrás, antes de
morir. "La curiosidad mató al gato, mi querida Estela"
Sonrió al recordar cómo la refería el anciano. Su nombre provenía del rastro que
dejan las estrellas en el firmamento. Según su padre, nació en una noche demasiado
oscura y junto con su llanto, se apagó el de su madre. Jamás la hizo sentir culpable,
tan solo lo refirió así: Una estrella muere, pero su "estela" permanece.
Esa luz que ves, noche con noche en el firmamento, eres tú, mi querida Stella.
Su abuelo falleció cuando apenas era una niña, su padre lo acompañó a las dos
semanas de embarcarse ella en ésta expedición. La noticia de su muerte le llegó en
una carta que no tuvo oportunidad de leer hasta que volvió con su esposo e hijo.
Se adentraron en una casona vacía, las capas de polvo en los muebles, el correo
amontonado en la puerta debieron decirle lo que le esperaría pero aún así, quiso
creer que lo encontraría. Cuarto tras cuarto lo llamó a voz en grito, su pequeño
Arnold dormía en los amorosos brazos de su padre. Miles, se tomó el tiempo de
levantar el correo y comenzar a leer las misivas. No fue hasta que ella se desesperó
que él, le colocó una mano en el hombro y le pasó la carta ignorada por casi dos
años en la puerta.
Lloró, como no volvió a permitirse llorar y se odió como jamás creyó que se llegaría
a odiar evocando su rostro, sus manos y por supuesto, el parsimonioso y elegante
sonido de su voz.
Miles la confortó, incluso Arnold lo logró. Era un niño tan pequeño que aún
necesitaba beber de su pecho, sentir su corazón latiendo junto al propio le hizo
536
recordar que su papel en la vida, siempre había sido el de acompañar cual sombra
a alguna resplandeciente luz.
Ya no tenía a su madre, abuelo o padre pero los tenía a ellos. Sus queridos esposo
e hijo. Su "milagro" la luz de una nueva estrella y si para protegerlo debía hacer lo
imposible, entonces que así fuera.
Las estrellas solían brillar como nunca en la transparencia de ese cielo, pero de las
ultimas semanas hacia acá. Del "despertar" de su hijo hasta hoy, pocas estrellas
eran las que se mostraban. Miles, siempre le hablaba de una, la más diminuta y
apartada de todas.
"Esa eres tú. No importa dónde estemos, mientras brille en el cielo sabré que te
encuentras bien"
El romanticismo de ese momento se sentía como una puñalada ahora. Sabía que
Anthea pretendía asesinarla, se lo dijo a Helga cuando las arrastró a ese grotesco
sueño, pero también existía la posibilidad de que planeara algo mucho más
funesto. ¿Qué había más irremplazable que el amor entre dos amantes? ¿Se
atrevería a matar a la mujer de su hijo? ¿O a su propio niño?
Gustosa entregaría su vida, quiso dársela a Arnold en el momento que lo vio nacer.
Le pareció un trato justo allá en el templo de la vida. Recordaba haber ofrecido una
plegaria al cielo y dicho que ella era una estela, entendía que su vida era efímera,
pero la de su hijo debía ser fuerte y longeva como la de cualquiera. Escucharlo llorar,
fue lo más maravilloso que había oído jamás, sentir su peso, su calor y movimiento.
Saberlo vivo, aún si con ello se le acababa el aliento.
No murió. Los Dioses se apiadaron de sus almas pero ahora. Una jovencita de
dieciocho años que masacraba a su raza, asesinó a sus padres y golpeó a su abuela
quería poseer a su hijo, robarle la virtud a fin de alumbrar a sus niños. Y ella no
podía permitirlo. ¿Cómo podría?
537
.
—¿Creen en mi?—un nuevo golpe en sus espaldas y ella siseó de dolor, más no
grito.
El cuerpo mal oliente y sucio por la sangre derramada, los cabellos enmarañados y
una herida (que constituiría su As) en el puño de la mano diestra.
—¿Tres días sin comer, ni beber y ya quieres tenderte a mis pies? —preguntó
mirándola como basura. A sus pies estaba porque la patearon y tiraron pero servía
la posición sumisa para lo que quería. Se acomodó lo mejor que pudo, perdiendo
todo atisbo de dignidad y se atrevió a implorar sin mirarla a los ojos.
—Pensaba mas bien en ofrecer mis servicios. ¿No te agradaría conservar tus
"dones" para ellos, en lugar de gastarlos sanando tu cuerpo?—levantó la cara a
medida que hablaba y Anthea enarcó una ceja. —Sé de donde obtienes tu magia,
escuché claramente que necesitas más sangre derramada pero también quieres
adeptos y para obtenerlos deberías dejar de meterles miedo. Deja que te sane,
sabes que mi "medicina" puede hacerlo. También te hablaré de ellos para que
puedas vencerlos.
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El que pretendía, era un movimiento temerario, del que no habría marcha atrás y por
el cual abandonó su ejercicio de medicina a temprana edad. El poder de decidir entre
"la vida y la muerte" le parecía excesivo. ¿Se atrevería? ¿Ultimar una vida para
proteger otra? ¿A caso no es, lo que sus suegros hicieron durante la guerra?
—El "destino" no puede alterarse, Stella Shortman. —anunció Antha, antes de que
saliera de la Tienda junto con su nieta.
—Tu hijo…
SUNSET ARMS.
Tiempo actual.
—Son las tres de la mañana. Volvimos a la una y te busqué en tu cuarto pero hete
aquí.
539
—Lo sé, pero justo ahora. Acabo de recibir una señal. —el antropólogo regresó a su
posición original recargado contra la herrería del techo de vidrio, Arnold lo imitó
colocándose a su lado. Debía reconocer que su padre era un poco "extraño" pero
siendo hijo de Phillip y Gertrude, ¿Qué otra cosa se podía esperar? —¿Ves esa
estrella de ahí?—preguntó extendiendo el brazo diestro y señalando con el dedo
índice el firmamento.
—Bueno, no sé si esto tendría que decírtelo yo, pero tu abuela materna falleció
dando a luz a Stella. La nombraron así por el halo que dejan las estrellas al pasar
por el firmamento y cuando me lo contó, allá en San Lorenzo se me ocurrió decirle
que esa de ahí era ella. La más pequeña, distante y brillante. —Arnold miró el astro
celeste y sonrió enternecido. Su padre continuó explicando que no la eligió porque
le pareciera insignificante, sino porque era la que él siempre veía y la que más le
gustaba.
—Desde entonces, cada que nos separamos me basta con ver esa estrella para
saber que está bien.
—Si, pero el resto del pueblo cree que eres tan manso como un gatito.
540
—¿Gato normal porque Mantecado…?—se burló, señalando la parte interna de su
habitación.
La rubia no se veía por la lona que él puso pero aún así. Cuando salió en busca de
su padre la encontró abrazada a su irascible gato. Los dos se veían tan pacíficos y
tiernos que dudaría de sus habilidades para lanzarse a la cara de alguien o arrancar
los dedos de alguna pretenciosa fémina.
—¿Me dirás lo que pasó? —preguntó Miles encendiendo un cigarro. Viejo hábito del
que podía disfrutar únicamente cuando venía de visita.
—Es un gran detalle, acorde a la ocasión. Sin lugar a dudas. —caló su cigarrillo a
conciencia y volvió al escrutinio del firmamento.
—Te creería pero resulta que eres hijo mío. —Arnold se abochornó un poco y su
padre continuó explicando. —Mañana compraré los boletos de avión. Si no les
molesta, quisiera salir el viernes por la noche y estar allá con las primeras luces del
alba. Sé que tu madre estará bien, pero necesita saber que tú lo estás también.
Él se sintió mal porque apenas si comenzaban a pasar tiempo como pareja con sus
amigos. De hecho, le parecía genial que casi todos tuvieran pareja. El ambiente era
más divertido e íntimo. Aunque tan pronto y como lo pensó, sintió un ligero
desasosiego.
541
Jamás se imagino que muy en el fondo, Lila lo quisiera.
En su momento, le comentó que durante su visita a San Lorenzo fue entrenado como
"soldado" y puesto a prueba para demostrar su capacidad de líder. Lo que omitió
decir fue que se seguía entrenando y que el fútbol soccer le ayudaba a "disimular"
los resultados. Los músculos bien trabajados, los rápidos reflejos, la velocidad al
correr y la fuerza con que más de una vez había cargado a su novia. La sonrisa de
idiota volvió a decorar su cara, recordando como Helga, había aprobado lo duro de
su pecho y ni que decir de su…
—¡Aún así, los estaré observando! —hizo el clásico ademán de tener los dos ojos
en él y su hijo contraatacó.
542
Mantecado la había observado en ceremonioso silencio ocupándose de lo propio:
su baño a la luz de una rendija solar que se filtraba por la lona, afilar las garras en
las patas del escritorio de Arnold y la base de su cama, practicó algo de reflejos
peleando con un calcetín olvidado y para cuando subió al escritorio y su dueña
disparó un poco de perfume en su cuello, muñecas y pecho, él estornudó con
desconcierto.
—Lo siento, amor. No estás acostumbrado a que me embadurne esto pero es una
ocasión especial.
—Presiento que será un día de despedidas y sabes bien que soy fatal para eso. —
lo sabía y ronroneó a manera de confirmación pegándose a su cuerpo, sintiéndose
seguro en la firmeza de sus manos. Percibió su temperatura, además de latidos de
corazón desbocados. Su dueña estaba intranquila. ¿Sería ese otro humano que
detestaba? ¡Le saltaría a la cara tan pronto como entrara! pero olvidaba la mención
a la palabra "despedida" ¿Se iría de nuevo? ¡No lo permitiría! —sacó sus garras y
las enterró donde fuera. No sabía si atrapó su bonito suéter de lana o un pedazo de
piel pálida. Por el siseo que escapó a sus labios se inclinaría más por lo segundo y
aún así, no lo soltó.
Lo miró a los ojos pretendiendo que se calmara. Claro que lo haría cuando le
explicara ¿A dónde se iba y por cuantos días? Su tazón de comida siempre estaba
vacío, tenía que buscar agua en la pileta del cuarto de lavado, sus juguetes los creía
perdidos y los canaritos. Esos gorditos, deliciosos y pachoncitos, hacía siglos que
no se retorcían entre sus colmillos. —Maulló— en una entonación que sabía
comprendería a la perfección. No iba a dejar que se fuera, no después de luchar
contra esa cosa negra.
—Tranquilo, amor.
—Miau, miau…—respondió él, con diplomacia y sin dejar de enterrarle sus garras.
Sintió algo húmedo y cálido entre las mismas. Tal vez se le fue la pata pero era su
humana y él tenía que "cuidarla"
—No te dejaré de nuevo. Allá a donde vaya te llevaré a mi espalda. —la miró con
recelo. Sus ojos transparentes, seguros y bellos. No creyó advertir mentira en ellos,
sólo temor y un ligero toque de desasosiego.
—Hel…
Ese otro humano apareció y él saltó de su regazo para poder amenazarlo. Le siseó
todo lo mortífero y fatal que era, el chico con cabeza extraña tembló como una hoja,
dudando sobre terminar de entrar en la alcoba o retirarse. Le gustó que lo hiciera.
No obstante, seguía conociendo a su ama y sabía que requería un momento a solas
543
con él. Salió por la puerta grande buscando a la mujer regordeta, ella siempre tenía
comida chatarra y mimos para él.
—Por favor, dime que no fue a buscar algo con qué asesinarme. —preguntó Arnold
una vez Mantecado se hubiera esfumado.
Helga sobaba sus antebrazos, tenía cortes diminutos y espaciados sobre la piel. Tan
pronto como los vio, él se alarmó y tomo una de sus manos. —¿Te lastimó?—
preguntó dispuesto a desollar al gato, pero ella negó con el rostro.
—Arnold…
Las placas metálicas bailaron en el interior de su mano, las presionó con fuerza.
Eran su salvamento.
Anoche salió a buscarlas porque de camino a casa Helga comentó que quería sus
placas. Eugene no entendía de lo que hablaban, ella insistió en que jamás debió
soltarlas, tirarlas, despreciarlas. Eran un obsequio suyo, un símbolo de su amor y lo
quería, si es que iban a participar en la guerra.
"Es un gran detalle, pero por favor. No insultes mi inteligencia. Sé que ocultan algo
y respetaré su silencio, sólo porque ella respetó mi secreto"
Dejó a Eugene en su casa, para entonces Helga ya dormitaba y tuvo que despertarla
cuando llegaron a Sunset Arms. Subieron las escaleras dando tumbos, de tanto en
tanto ella repetía el tema de las placas. "No debió hacerlo" Siempre era impulsiva y
desprendida de cualquier cosa, pero ese juego de placas era especial. ¿Cómo llegó
tan lejos? ¿Cómo permitió que Anthea, le nublara la mente de una manera tan cruel?
Los mismos tipos de la otra vez. Preguntaron por su chica, él les dijo que no venía
y les pareció perfecto porque iban a cobrarse los "desperfectos" Su auto continuaba
visiblemente chocado. No hubo denuncias en el Departamento de Justicia y sucedió
así porque consumían drogas y no querían que sus padres intervinieran.
Como fuera, el más grande de todos descargó un primer golpe y él lo esquivo. Tenía
buenos reflejos, además de estar motivado por su futura visita a San Lorenzo.
El ser "abusado" en la escuela, le daba una buena idea del dónde es que podría
provenir el siguiente golpe, además de que sabía escapar como el mejor porque
más de una vez se escurrió entre los brazos de una colérica e impaciente rubia.
Las artes marciales las practicó cuando niño, así que reafirmó este conocimiento
combinando su estilo de pelea con el que acostumbraban en la tribu. No obstante;
eso de "lastimar" no era lo suyo y en sus ataques, concedía piedad. Nunca asestaba
el golpe "fatal" y eso era interpretado por algunos como debilidad, pero su padre, el
líder de la tribu (Aitor) y él, lo consideraban sabiduría.
545
Ya habían perdido muchos hombres con el pasar de los años. La idea era sumar,
no restar.
Tres de los cinco bravucones habían caído al piso tropezándose con su propia ira y
él ni siquiera los había tocado.
—¡Vamos a acabar contigo y después nos divertiremos con esa putita tuya,
Shortman! —¿Conocían su nombre? ¡Claro! Pero qué estúpido había sido. El
chaperón no encontró sus placas, lo hicieron ellos y aguardaron a que volviera.
Sonrió con petulancia. Era malo pecar de soberbia y lo reconoció cuando unieron
fuerzas para golpearlo en conjunto y no, uno por uno. Recibió algunos golpes que
respondió gustoso.
De manera "formal" tenía prohibido usar sus habilidades fuera de San Lorenzo, hizo
un juramento de que sus puños y bla, bla, bla. Sólo los usaría para defender a los
"ojos verdes" de extranjeros como él, pero en teoría. Si Helga sería su futura esposa,
eso la convertía en la líder y era su deber (por no decir que obligación) honrarla,
respetarla y patear el trasero de cualquiera que quisiera tocarla.
Lo disfrutó.
Cosa que también estaba mal, pero ¿No iban a patear muchos traseros
próximamente? Recuperar a su madre, enfrentar a la "muerte"
El Chaperón que observó la pelea estaba sumamente pálido cuando le devolvió sus
placas. Le juró que no tuvo nada que ver con esto, lo amenazaron con romperle la
cara si no participaba. Él le aseguró que no tenía importancia pero asumía que algo
de la oscuridad propia del calor de una buena querella debía advertirse en sus ojos
puesto que, no le creyó e insistió en decir que pagaría la cuenta la próxima vez que
asistieran.
—¿De verdad crees que tenga algún sentido hacerlo? —¿Mentir, correr o
esconderse? Él iba a comenzar con el discurso más largo y errático del mundo pero
advirtió tortura, más allá de la resaca en su gesto y supo, que no hablarían sobre
eso.
546
—¿Te refieres al viaje a San Lorenzo?
—¿No piensas que sería peor? ¿Qué sucede si no volvemos? ¿Si salimos airosos
de nuestra batalla pero resulta que no te dejarán volver a casa? Si todo el tiempo
estoy pensando que dejé una posibilidad de éxito profesional en Hillwood, no podría
relajarme jamás.
—No te relajarías jamás porque no estarías dejando solo eso. Dejarías a Phoebs,
Eugene, tu familia y por más que me ames. No podría competir contra todo eso.
—¿¡Que dices…!? —¿A caso pensaba quedarse allá, sin ella? No podría, vivir sin
él (o los demás) jamás lo toleraría.
—Digo, que no vamos a quedarnos allá porque yo tampoco pienso renunciar a todo
eso. Quiero un futuro aquí contigo. Así estudiemos en polos opuestos del mundo,
existen las videollamadas por Skype, WhatsApp y Messenger. No te desharás de mi
tan fácilmente, Helga Geraldine Pataki. —y tan pronto como lo enunció, procedió a
sacar su juego de placas del pantalón. Se las colocó al cuello, como si de una
gargantilla con diamantes se tratara y ella se quedó más quieta que una estatua.
—Las encontraste…
—Lamento interrumpir pero el desayuno está servido y no quisiera que llegaras tarde
a tu examen, Helga. —se separó de ella y disfrutó con la imagen de sus labios
húmedos y enrojecidos por sus ávidos besos. Luego la vio recomponer su peinado,
las coletas que ató con su propio cabello. Se olvidaba de lo detallista y femenina que
era. Bajaron uno detrás del otro, saludaron a sus abuelos y compartieron los
alimentos.
Esto era lo que quería: cotidianidad, familiaridad. Y lo tendría, tan pronto terminaran
con su misiva. Le habló de los planes de su padre, los entrenamientos en el bosque
y la partida el viernes por la noche. Ella dijo que estaba bien pero si era así.
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Quería un momento con sus "amigos"
—Te veré en la cena, melenudo. Supongo que también querrás arreglar las cosas
con Lila.
—Te conozco mejor que tú mismo, Arnold. Sé que sientes algo y si no hablas con
ella, un día despertarás cansado de estar a mi lado y te preguntarás, ¿Qué se habrá
sentido besar sus labios?
—Sólo si te apetece. Sé que has besado a otras chicas y tu novia selvática no dudará
en poner a prueba la fuerza de nuestro amor.
—¡NO ES MI NOVIA!
—Y me encanta que lo digas, pero seamos honestos. Tener dudas, nos pone en
desventaja, así que sugiero usar este día para atar cabos sueltos.
—¿Besarás a Alan?
—Mmmmh….mucho mejor, planeo una orgía con los tres, invitaría a Eugene pero
sería incómodo ya que es nuestro autonombrado hijo. —Arnold, roló los ojos por su
maldito uso del sarcasmo. Ella decidió concederle piedad y le aclaró que no tendía
dudas respecto a Alan. Sí lo quería más que a un amigo pero jamás intentaría algo
serio.
—¿Él si…?
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—¿Te parece que sigo en París? —Arnold le concedió ese punto y accedió a hablar
con Lila. Como parte de su "entrenamiento" Helga dijo que se iría a la escuela sola,
era muy probable que tan pronto pisaran la Selva quisieran separarlos y como
estratega que era, él se mostró de acuerdo.
Tenían que aprender a confiar en sus instintos, defenderse del mundo en ausencia
del otro.
—Usando el taller de arte para terminar mi "promesa" —le ofreció una ilustración
elaborada con pinturas acrílicas. En ella aparecía HELL-GA con su uniforme
sensual, pose heroica y un simpático felino a los pies. El rubio pelaje de su amiguito
se parecía al de Mantecado, pero en un tono más claro como el de Arnold, su cabeza
también era ovalada y en un estudio más detallado se destornilló de risa cuando
recordó que le pidió a Brainy que incluyera a su novio en el cómic.
—Por favor dime que no es él. —Brainy compartió las risas y le dijo que sí.
—Lo llamarás "mantecado" así que a menos que se lo digas, pasará desapercibido
el pecado.
—Eres malo.
—Violette trabaja medio turno todas las mañanas, llega a la escuela como en otras
tres horas.
549
—¿Significa que podemos ir al "Guilty Pleasures" y divertirnos un rato?
—Tú la perdiste primero, Pataki —caminaron como si fueran novios, es decir: con
ella colgada del brazo de él, en dirección de la salida más próxima. El lugar a que
referían era un Bar bastante popular y cercano a la escuela. Servían la mejor
cerveza artesanal del poblado en enormes tarros de vidrio, además de costillas a la
BBQ, carne asada y todo lo que mandara tus papilas gustativas al Nirvana.
Para el momento en que los otros dos los alcanzaron Brainy estaba ocupado
pintando una obra de arte en el yeso de Helga. Según Lorenzo, era como un bosque
o un parque, ¡Espera! ese árbol se parecía demasiado a…
—Es una fusión de escenarios, —respondió ella. —El campo Gerald está por acá,
además del teatro circular y el lugar dónde nos conocimos, que es representado por
esa puerta azul del jardín de infancia. La roja es de la primaria y secundaria.
—¿De todas las cosas que le podrías pedir al mejor artista visual de nuestra era, te
inclinas por un collage de Hillwood?—criticó Alan.
—¿Qué puedo decir? Soy una mujer caprichosa, además de que pongo a prueba
su memoria y la mía.
Una vez Brainy terminara la obra de arte y cada quien tuviera su comida y bebida,
la rubia se atrevió a comentar.
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—Trabajo en un nuevo proyecto. Una novela fantástica inspirada en HELL-GA y
necesito su ayuda porque el personaje principal está por ir a la guerra pero tiene mi
mismo problema.
—Se rompió la muñeca diestra y por tanto sería complicado que enarbolara algún
arma.
—Selva amazónica, de hecho tendría que agradecerle a Geraldo por darme la idea.
Es una "Guerrera Amazona" que pretende patear el trasero de una falsa "Deidad"
ella, dice ser la Diosa de la muerte y amenaza con diezmar a un pequeño y olvidado
poblado. También desea arrebatarle todo lo que ha amado, empezando por su
"gusano"
—No peleen niños, acabo de incluir a Arnold y lo que pregunta Hell, es en serio. —
medió Brainy mostrando la ilustración de HELL-GA con su gato. Lorenzo la aprobó
con notable sonrisa, Alan ni se inmutó pero por dentro, le gustó. —¿Creen que sea
posible pelear con una mano enyesada?
—En el mundo de los cómics todo es posible, pero imagino que pretendes apegarte
lo máximo a la realidad. —comentó Alan olvidando sus dramas y la rubia asintió.
—Podría hacerlo con un diseño especial. —acotó Lorenzo. —Las amazonas solían
usar arco, lanza y espada. Se defendían con un escudo y por tanto, el puño
enyesado quedaría protegido con este ultimo.
—Por eso utilicé la palabra "diseño especial" genio. Si fuera posible crear una
especie de brazalete para fijarlo a su antebrazo, no tendría que esforzarse en
sostenerlo. Sería para protección y defensa, además de que no lo perdería a la
primera.
—Para eso están las otras armas. ¿Cuál usa tu Amazona?—preguntó Lorenzo en
lo que Brainy trataba de dibujar lo que mencionaban.
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—No lo he decidido. La Deidad usa una lanza, es letal con ella. En un encuentro
previo, alcanzó a atravesar su pecho y la Amazona apenas si consiguió golpear un
par de veces su cuerpo.
—Eso mismo pensé y lo hizo pero la Deidad, tenía secuestrada a una mujer y en su
afán de recuperarla, logró asesinarla.
—La atacó en un sueño y la batalla definitiva será esta. Por eso necesito ideas. ¡No
puedo permitir que vuelva a matarla! No es solo ella, es la Selva, su gente, todo lo
que alguna vez halla amado.
—¿Qué sugieres para anular su magia? —preguntó pues algo de eso ya lo había
pensado, pero le faltaba considerar sus "artimañas"
—Pactó con un espíritu maligno que le concedió poderes y así puede sentirse,
Deidad.
—A menos que sea un amor tangible en forma de rayos láser, tu Amazona está
frita.—sentenció Lorenzo.
—¡NO! ¡Sí sirve de algo! Hace poco logró reducir sus fuerzas, rompió un maleficio
pero concentrada en la batalla, quizás le cueste trabajo "enfocarse en su amor"
Se enfocó en el diseño de HELL-GA pero con ropas más al estilo "tribal" un top y
una falda corta, las largas piernas al descubierto, al igual que su vientre y los brazos.
En el diestro estaba el escudo y en el izquierdo una espada de estilo europeo. La
posición de su cuerpo era tanto defensiva como ofensiva, su expresión furiosa,
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determinada y sin embargo la rodeaba un aura cálida. Esa, explicó. Era su magia,
su amor por lo que estaba defendiendo.
Helga se sintió invadida por la fuerza que irradiaba la imagen, además de agradecida
en lo más profundo de la palabra que no dudó en acercarse al artista y besarlo como
antes hacía. En la frente y con mucho pero mucho encanto. Los otros dos se
quedaron helados. ¿Su Amazona obsequiando contacto humano? ¿Repartiendo
besos? ¿¡Dónde se formaban o a que Santo le Rezaban!? Brainy tuvo un impulso
involuntario, tanto de escurrirse bajo la mesa cual gelatina, como de cerrar su puño
diestro y romperse los lentes contra la cara por que ahora, él "era papa casada"
Helga separó sus labios de la cálida frente del menor y antes de que pudieran
procesarlo, él ya se estaba golpeando.
—¡BRAINY! —reprendieron a voz en grito, pero les dijo que estaba bien.
—Este día si que es como en los viejos tiempos, Hell…—brindó por eso, levantando
en alto su tarro una vez los latidos de su corazón se hubieran normalizado.
Helga estaba encantada de la vida, indicando que tan patético y desesperado debía
lucir su gesto. En contraposición él le comentaba que tan furioso y cerrado debía
estar su puño.
Pasadas unas horas en las que la rubia se convenció de que ninguno de los tres
pretendía volver a la escuela o entrar a su salón de clase. Les anunció su partida.
—Ya saben, el calor de la selva, los animales, las plantas. ¿Qué sería más romántico
que vivir la experiencia totalmente Tarzan? —sus amigos, obviamente no le
creyeron.
—Odias el sol, peleas con cualquier animal que sea mínimamente "territorial" y la
única planta que ha sobrevivido a tus "cuidados" es un cactus que por "gracia divina"
se aferra a la vida. Sobre la experiencia Tarzan, reconocemos que eres una sucia
pervertida, mordelona de lo peor, pero no renunciarías a la civilización por muy
"ardiente" que luzca tu novio con un maldito trapo envolviendo sus "encantos"
Queremos saber la verdadera razón, ahora.
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—Y porque tiene talento…—admitió.
—Geraldine, —la llamó Alan cruzando los brazos a la altura del pecho. Ella se
removió incomoda sobre su asiento y balbuceó.
—Complicado del tipo "van a abandonar la escuela, casarse e iniciar una vida
promiscua en la Selva" o complicado del tipo "Si estás embarazada y su hijo nacerá
ebrio a la cima de un templo" —declaró Lorenzo.
—¡No estoy embarazada! ¿¡Qué tengo que hacer para que superen el tema,
sacarme el tampón!? —se levantó de su asiento y la vieron con toda la intención de
meterse las manos dentro del pantalón. Los tres gritaron aterrados.
—Es complicado del tipo "Todo lo que les dije no es invento, sino realidad" La falsa
Deidad intentó asesinarme mientras dormía, secuestró a su madre y nos envío la
lluvia torrencial de hace unos días para obligarnos a pelear.
Acepto que tienen razón al decir que estoy peleada con buena parte de la "madre
naturaleza" adoro la civilización con su tecnología y acceso infinito a la información
pero también estoy "casada" con él. No de manera formal, paren los dramas. Pero
entienden a lo que me refiero.
Y…—hizo una pausa dramática para tomar aire y continuar. —Si su "novia" me
atraviesa en la "vida real" con su estúpida lanza, bueno. Mi espíritu errante podrá
venir en las noches a jalarles las sábanas.
—¿Bromeas, cierto? —articuló Alan pues los otros dos seguían en un notable estado
de shock.
—¿Te parece que me estoy riendo? —refutó tomando la ilustración recién elaborada
con plumillas y tinta china entre sus dedos. La Guerrera Amazona lucía fenomenal
en ella. Se la mostraría a Arnold. ¡Es más se la llevaría a San Lorenzo como un
recuerdo de todos ellos! —Pueden creerlo o no. El punto es, que quería avisarles
que mañana me voy y sería agradable, si de vez en cuando le invitan un trago a
554
Eugene. No es del tipo que quiera ligarse a cualquiera, les juro que desde antes le
había echado el ojo a Larry. Se cruzan varias veces al día en los pasillos de la
escuela y supongo que con el alcohol y la reacción de Lila por mi relación con Arnold,
los ánimos de los dos se calentaron.
Es muy alegre, amable y social. Tiene un corazón inmenso y por eso no me atreví a
despedirme de él.
—¿Tus padres saben esto?—insistió él, que era el más metódico y formal de todos
ellos.
—¿Bob y Miriam? ¡Ja! Apenas si recuerdan que existo. Phoebs y Geraldo están al
tanto, también los abuelos de Arnold y su padre. Él va a llevarnos de hecho.
—Que me esconderían y encerrarían en el lugar mas apartado del mundo para que
nunca más me hicieran daño. —los tres asintieron con ceremonioso respeto. —No
necesito aislamiento, ni protección. Lo de Jake sucedió así porque estaba
desprevenida, fuera de práctica y sumamente deprimida. Aún y con eso lo atrapé,
haciendo acopio de toda mi fortaleza e inteligencia.
—Alan…
—¡NO! —golpeó en la mesa con el puño cerrado. —Puedo con tus desplantes de
chica enamorada. Con que escribas novelas, poemas y le dediques sonetos. Con
que suspires de la noche al alba e inclusive acepté el que miraras tu reflejo cada
noche en París en el agua de un lago sopesando si valía la pena continuar o terminar
con tu vida. Puedo con que justo ahora decidieras amar plenamente y a libertad.
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Pero, no voy a permitir que por causa suya alguien que parece sacado de una novela
gráfica, te vaya a asesinar.
—¡Arnold jamás...!
—¡No lo hago por eso! —insistió la rubia. Lorenzo y Brainy no sabían a cual de los
dos secundar pero no fue necesario pensarlo. El rubio en cuestión venía llegando
junto con Rhonda, Violette y Scarlet, con cara de pocos amigos y no dudó en tirar
de su camisa para apartarlo de su chica.
Con el calor de las palabras, ambos estaban prácticamente encima del otro.
Había escuchado poco, pero suficiente. Desde la parte en que refería su nula
participación en alguna pelea y desde ayer se metía en ellas. Violette, apiadándose
de un compañero camarero, les habló con dureza y los instó a salir del Bar si es que
verdaderamente se querían pelear.
Hubo silencio sepulcral por parte de todos los involucrados, miradas oscuras,
directas y quizá un poco crueles entre Arnold y Alan, quien dijo que sí fue el
fotógrafo. Podía con todo lo previamente dicho pero no con la idea de que él, la
estuviera utilizando.
Lorenzo sacó un fajo de billetes (que debían cubrir poco más de la cuenta) y los dejó
en la mesa, Brainy levantó sus instrumentos de arte: las plumillas, acrílicos, tintas,
pinceles y los metió en su mochila. Helga pasó saliva por la garganta y se llevó una
mano al corazón tan pronto como los dos salieron pasando de largo a las féminas
que no entendían la causa de su pelea.
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encantador, apasionado y apuesto. Tomó sus mano diestra en el interior de la suya
y la miró con toda la sinceridad que (pese al temor de la pelea) fue capaz de otorgar.
—Es un malentendido, Alan está furioso porque piensa que Arnold me está
utilizando pero no es así. Si te inquieta nuestra "relación" te diré que los dos
guardamos sentimientos que rebasan los límites de la amistad, pero te aseguro que
tampoco llegan a rozar los de los amantes. Queremos lo mejor para el otro, así
signifique provocar una pelea de lo más ridícula.
—Armaría el mismo escándalo por cualquiera de ellos y no tiene otra amiga más
que yo. —Scarlet se tranquilizó al escuchar sus palabras, sin embargo la
"distracción" evitó que detuvieran a los contrincantes.
CAPÍTULO 30
Siempre se encontraba en el lugar del conflicto pero jamás resultaba herido. Él era
el de los planes, quien sugería la ofensiva y otros como Helga y Gerald ejecutaban
sus "magníficas" ideas. ¿Así es como lo hacía? ¿Como todo villano de telenovela,
sacando ventaja de los demás? ¿Escalando por encima de sus amigos? Le
enfurecía que lo hiciera y por ello no dudó en cerrar distancias y descargarle otro
golpe que por lo pelos, apenas si esquivó.
Igualó el gesto confiado. La sonrisa ladina y es que él sabía muy bien cómo repartir
una buena tanda de golpes.
557
.
Siendo hijo único de una adinerada familia, nunca faltaron los que buscaran ponerlo
"morado" sino pagaba alguna especie de "cuota de vida" Por años se dejó
amedrentar hasta que un día, simple y sencillamente se cansó.
La profesora Chambers, enarcó una ceja tan pronto entró a su salón. Obvió la pelea
y tras preguntar si alguno de los dos requería atención médica, comenzó su sesión.
Tres días a la semana los puños de sus camisas se teñían de sangre y las rodillas
de sus pantalones se abrían de lo gastado. Se metía en peleas de manera diaria
porque bueno. En esa clase de lugares (que de exclusivos no tenían nada) todos
quieren ostentar la corona y algunas veces la consigues por el buen nombre de tus
padres, otra por tu basta fortuna, pero lo que se acostumbraba en el "Saint Marie"
era pelear por el trono.
Como en una cofradía, él humilló al mas grande y peligroso de todos y ahora querían
su cabeza.
Su padre, como mencionó. Estaba demasiado ansioso por su estado de ánimo. Criar
solo a su único hijo debió ser bastante duro para él y al verse limitado en sus
capacidades optó por sincerarse. Le obsequió una cámara fotográfica para que
mirara a las personas en lugar de dañarlas y como supondrán le pareció una idea
de lo más estúpida hasta que reveló el rollo olvidado hacía años y descubrió algunas
imágenes de su difunta madre. Ella era la apasionada, estudiosa, liberal y amante
de las artes.
Almas.
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sobreponerse al vacío en su interior y entonces él, vistió de ceremonioso negro (para
honrar la memoria de su madre) y dejó de pelear…
En la escena actual, con el calor de la pelea y los instintos a flor de piel, logró
acorralar a Arnold contra la pared. Lo tomó por las solapas de su camisa ejerciendo
tal presión que hasta consiguió levantarlo del piso aprovechando la diferencia entre
sus estaturas.
¿Qué pretendía? ¿Que su Diosa, musa, amada y jamás amante lo tuviera por el
maldito cabrón que le partió el alma a su corazón? ¿Por eso apenas si se
defendía? Porque luego de los siete minutos o tal vez diez que llevaban "en esto",
él estaba convencido de que Arnold Shortman sabía pelear.
Sus puños y antebrazos habían impactado (uno contra el otro) un par de veces ya.
No era tan cobarde como para golpearlo en la nariz, las joyas de la familia o la boca
del estómago pero sí le descargó un buen puñetazo (que le devolvió) en la
mandíbula por haber mordido (hecho el amor) a Helga. Lo de su ceja fue daño
colateral porque ahora resultaba que ese idiota con cabeza de balón traía un reloj
metálico que cuando intentó mandarlo a "Nunca Jamás" se le encajó.
Lo retiró de la muñeca herida y comentó algo sobre ser regañado por su abuelo. A
él, le importó una mierda que tuviera un reloj tan frágil que la carátula no aguantara
nada y las agujas se pararan en el momento exacto que intentó deformarle la cara.
Lo siguiente en su lista de deseos fue intercambiar algunos movimientos de piernas
(patadas) porque no sería lo más correcto u honesto pero si lograban derribar al
otro, se acabaría el juego en un momento.
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Shortman sonrió de nuevo.
¿En serio quería que lo dejara ir en caída libre y lo enviara de visita a Oz? ¿Que le
desinflara el ego a punta de golpes? ¿O anulara su descendencia con una buena
patada en la entrepierna? —¡Ja! Si, claro, cómo no.
Se obligó a pensar en su madre una vez los gritos a voces y murmullos en general
se hubieran calmado. La observación era importante, aún sin su cámara. Y lo que
advertía en él, a pesar de todo el odio (propio de los celos y su ego herido) era un
alma noble.
Un tipo dispuesto a dejar que lo mandara al "otro pueblo" si con eso dejaba a su
novia y se estaba en paz.
Paz…
Eso es lo que describía la bravuconería en su cara. Era un letrero inmenso con una
sola frase y esa decía que "él se la llevaría" partían mañana con rumbo indefinido a
tierra de nadie o donde estuviera el sitio en que nació. Y eso dolía, porque al igual
que en
Paris, podía con todo excepto con la idea de que de un día para otro la dejaría de
ver.
Afianzó el agarre sin que le temblaran las manos y el otro se comenzó a poner un
poco pálido.
—Estás más herido y humillado que yo…—le recordó porque ciertamente. "el que
se enoja pierde" y él estaba que echaba humo por las orejas. Lo presionó más fuerte,
haciendo que el cuello de su camisa comenzara a cortarle la respiración.
—No te pregunté eso. ¿Cómo piensas regresarla de una sola pieza? Es más
¿¡Cómo asumes que tienes derecho a arrebatarla de nuestro lado!?
—Dijiste que ibas a demostrar tu habilidad para defenderla y hasta ahora no he visto
gran cosa...
560
—¿¡Qué…!?—respondió Arnold con apenas un hilo de voz.
—Helga habló de lanzas, escudos, espadas. Una chica loca que amenaza sus vidas
y tú estás aquí, tratando de liberarte de mi…—Su "presa" rumió por lo bajo, Helga
insistió en que lo dejara. Al parecer no podía llegar hasta ellos. Alguien debía
detenerla (con toda seguridad Violette y Brainy) Dedicó un pensamiento a la
pequeña Scarlet, pensando que tal vez esto resultaría confuso e incómodo para ella.
La clase de chica que adoraba fotografiar y con ese vestido plisado le recordaba a
la "Geraldine" que conoció en Paris. Le ofreció su abrigo y le abrió la puerta como
todo un caballero, puso música suave en el tablero, permanecieron en silencio por
algunos metros hasta que él preguntó hacia dónde la debería llevar.
Su charla surgió casual, sobre la deteriorada avenida, las calles aún encharcadas,
el UBER con que llegó a la fiesta y del que no se había acordado que podía llamar.
—Claro que no, puedes viajar al lago, el bosque "encantado", inclusive tomar la vía
rápida a la playa y te costaría más de diez dólares.
—¿La verdad…? Pocas veces salgo de la rutina. Con nuestros padres viviendo
afuera, tenemos que arreglarnos solas y creo que aún no me acostumbro a esto de
"sobrevivir"
—No es que empacaran las maletas y nos dejaran como Hansel y Grettel, la idea
les vino de Violette porque quería probar la "independencia" antes de entrar a la
Universidad. Yo tendría que haberme ido con ellos, pero mi hermana mayor tiene
esa sobrada tendencia a perderse en la calle y no alimentarse…
561
La llevó al lugar más cercano que había desde su casa. El bosque encantado,
denominado así porque entre junio y julio, podías ver luciérnagas entre sus troncos.
Apreciaron sobre el cofre de su auto la luz de la luna en todo su esplendor, intentaron
encontrar constelaciones, señalaron sus favoritas y como habrán de imaginar, él no
resistió el impulso de comenzarla a fotografiar. Su teléfono móvil tenía la mejor
cámara nocturna del mercado y Scarlet le dijo mil veces que no, pero al final la
convenció.
Diría que no extrañaba u olvidaba las palizas recibidas en su tierna infancia. Los
niños a tan corta edad son demasiado crueles (sabrá el infierno por qué) y siempre
detectan y señalan vulnerabilidades. Saberlo huérfano de madre y bajo el cuidado
de un ausente padre les producía cierto retorcido placer, más cuando sucedió a la
inversa…Él no diría que los golpeaba por placer.
Era una expresión de su propia impotencia y duelo. Un grito sordo que quería decir.
"Sí, estoy solo. Pero no por eso tengo que soportar todo esto"
"Tú estás roto. Y no me interesa el por qué, tan solo debes saber que no tienes
derecho a romperme también"
Helga llegó con ellos. No comprendía exactamente cómo sucedió eso, porque de un
momento a otro, él no estaba ahí. Estaba en su salón de clases a los siete años,
siendo golpeado con el puño cerrado por Steve Burnside. Qué divertido, nunca había
vuelto a pensar en él o en su madre.
Enterró a Elizabeth junto con aquella vieja cámara profesional, en la habitación que
perteneció a sus padres allá en la mansión de Londres.
Sus vestidos largos continuaban en el armario, los cortos para salir a pasear y
también los más pomposos que eran para las fiestas. Su maquillaje permanecía en
el tocador, junto con los alhajeros y todas sus joyas. Había un collar de perlas en un
busto de terciopelo negro, un anillo de oro blanco con un corazón de rubí engarzado
en una cosa que parecía mano, también había algunos juguetes que fueron de él,
pues cuando era un niño de tres o cuatro años, nada le gustaba más que entrar a
su alcoba y subir a sus brazos.
562
Aún recordaba el olor a lavanda en sus cabellos y el perfume a flores y dulces en su
pecho. Era el mismo que usara la rubia después de su viaje a Paris, el que le
obsequiara él, más omitió decirle por qué.
—¡Tú lo iniciaste!
—¿De verdad? Porque me parece que fuiste tú, la que le vendió la idea a todos de
que sólo te quiero utilizar.
A pesar de sus salidas (tanto en Paris, como en Hillwood) él nunca había estado tan
cerca de su corazón. Se regalaban abrazos, se tomaban de las manos, se miraban
de mil y un maneras. Inclusive rozó la comisura de sus labios con los propios, pero
jamás había sentido tan suyo, su perfume y calor.
"Que lo mataran ahora y lo enterraran después, porque valía la pena dejarse golpear
por terminar en brazos de su Amazona"
—De que esos cuatro están "enrollados" No como amantes, sino algo más íntimo e
importante. Parecido a la hermandad pero no de sangre, sino de armas, vivencias,
traumas.
Lo que espero y quiero que entiendas, es que ellos tienen una conexión especial.
Me atrevería a decir que los unieron sus heridas, pero no me corresponde a mi
meterme en esas ligas.
—Porque confío en nuestro amor. Si no creyera que Brainy me es fiel, ¿Qué sentido
tendría salir con él? ¿Pelear por amor? ¡Que maldita hueva! Quien quiere estar
contigo te lo demuestra y lo está, de la manera en que puede y lo siente. Tú también
lo sentirás cuando suceda. —las hermanas compartieron un abrazo o al menos eso
fue lo que se imaginó, ya que el estatus de "cadáver" no permitía alguna clase de
observación.
Concluido el "discurso" suponía que cada quien estaba con su cada cual, lo que
obviamente describía una escena incómoda entre él, la Amazona y Arnold
Shortman.
564
.
—Él me llamó oportunista, hizo pensar a todos que te utilizo. Cosa que por cierto,
aún tenemos que aclarar porque al parecer, tú también lo crees.
—Claro que no, yo sólo pregunté si lo de "San Lorenzo" debía ser un secreto.
—No lo es…
—¡AHHH! ¡Dejen de hablar en "código" no entiendo una mierda de todo lo que están
diciendo! —esa queja fue de Gerald y mas de uno se mostró de acuerdo.
—Y eso nos quedó a todos bastante claro, hombre de la selva. —la entonación con
que lo pronunció hizo que hasta a él, se le erizaran los vellos de la nuca. Sin embargo
su Amazona era cruel pero justa. —¡Pero, no por eso tenías que noquearlo!
—No está noqueado, pero lo puedo "arreglar" ya que lleva bastante rato disfrutando
de estar en tus brazos.
—¡¿QUÉ?!—gritó la rubia y él no resistió más. Abrió los ojos, le regaló una sonrisa
tremenda y todos sus amigos estallaron en risa.
Lorenzo y Brainy como los primeros, chocando los cinco y hasta sacando algunos
billetes, como si aquello perteneciera a alguna vieja apuesta. Gerald silbó por lo alto
y comentó a Phoebs que la creía más lista.
—Dale algo de crédito, tiene corazón de pollo con los que le son queridos.
—¿También yo…?
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—¡Iugh…! Gracias por devolverme el trauma. —se quejó a voz en grito mientras
Helga correteaba a Alan que escapaba de sus múltiples ataques a muy duras penas.
—¿Un lugar caluroso, mal oliente, con mosquitos del tamaño de mi mano, sin agua
potable, drenaje, electricidad o comida saludable?
—¡SNU! ¡SNU!
—¡SNU! ¡SNU!
Si iban a "devorar" a alguien, sería a él y a nadie más. En todas las épocas, en todos
los escenarios, mundos y Universos. Él era de ella y ella de él. La tomó por la cintura,
levantándola como si fuera una infante de las cálidas y magulladas formas de Alan.
566
Mmmh…Logró propinarle su propia tanda de golpes, ya que él, no le dejó así la
nariz.
Violette y Brainy les gritaron que fueran a conseguirse un hotel (de hecho les
arrojaron una caja de cerillos con la dirección del hotel donde solían encontrarse)
Phoebs y Gerald, les lanzaron condones (Sí señor. Hay que estar preparado porque
nunca se sabe, cuando puede ser el momento) Lorenzo y Rhonda le aseguraron al
camarero del Guilty Pleasures, que se quedarían a beber. No habría daños
colaterales a su establecimiento y por su parte.
—Nunca le he entendido bien a los libros de mi hermana, pero si ella cree que no
hay nada entre ustedes...
—La amo, como a todos esos bastardos. —comentó señalando a sus amigos en las
mesas de afuera. Las parejas reunidas, las bebidas llegando, además de la comida.
Rhonda se negaba a creer una sola palabra, sin embargo evocó su visita a aquella
Selva húmeda, salvaje y se convenció de que había algo de verdad en su
declaración.
.
567
.
La "fascinación" que de pronto surgió entre los dos, la convicción y la fuerza que
irradiaban sus cuerpos. Además de la guerra porque verdaderamente había nativos
con lanzas y arcos corriendo detrás de ellos.
Se encerró en una tienda de acampar junto con Nadine, Curly, Eugene y el entonces
inútil de Harold. Semejante mastodonte y no podía defenderse ni de una araña. No
fue hasta que un grito de labios de Patty se escuchó a lo lejos que se atrevió a salir
y enfrentar a lo desconocido. Eugene también salió tras un grito que pareció provenir
de Lila, Curly se aferró a quedarse con ellas.
El guía turístico les habló de las leyendas. "Tierra maldita" "Lugar de batallas épicas"
"Santuario donde se ofrecieron corazones latientes, se consumió carne humana y
se limpiaron los huesos para construir instrumentos bélicos" Al recordarlo, los tres
se tomaron de las manos y se sintieron turbados.
El aire que respiraban se sentía más pesado, el viento soplaba con tal fuerza que
parecía susurrar entre las ramas de los árboles, los animales los miraban sabiendo
que eran inocentes, indefensos y extraños. Cuando cayó la noche y los sonidos se
apagaron ella ya no pudo soportarlo más y los obligó a tomar sus linternas e ir en
busca de los demás.
Se consideraba a sí misma una líder (por no decir que Reina) y su deber, era
asegurar el bienestar de sus súbditos. ¡Tenían que encontrarlos a todos! y mientras
lo hacían, fueron testigos de cierto "horror"
Les arrojaban lanzas, flechas, los hacían correr hasta caer dentro de trampas.
Parecía una prueba física al puro estilo de "la isla" pero obviamente su condición
física no daba para tanto.
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"Personal de rescate" llegaría a la mañana siguiente, los que se encontraban con él
volverían a casa y los que no, serían buscados por cielo, agua y tierra. Se negaron,
debatieron por horas ante el calor de una hoguera. ¡A Helga podían dejarla, pero no
a Arnold! Todos adoraban a ese desgraciado y tenían sentimientos encontrados por
la a veces bully, justiciera y poeta.
Creían en su valor, fortaleza, además de que era sumamente diestra en toda clase
de pelea.
Suspiró para sus adentros, mirando de reojo a su novio y a los otros diez que se
pasaban una ilustración de la Guerrera Amazona, armada con un escudo y espada.
Hasta se parecía a Wonder Woman, pero ella tenía mejores cosas que aportar a la
mesa.
De los presentes, ellos eran los únicos que asistieron a la encomienda. Brainy no
fue porque sus padres no firmaron el permiso, Lorenzo tenía que acudir con su
madre a un evento para futuros empresarios y Alan, aún no se unía a su grupo.
—Entonces voy a ilustrarlos, queriditos. —Se levantó de su asiento, cruzó los brazos
a la altura del pecho y alzó la voz. —Lo que hicieron entonces fue usarnos como
carnada para distraer a sus enemigos.
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—Ustedes cuatro, se fueron a donde les dio la gana y a todos los demás nos dejaron
atrás. ¿Creen que tendrán la mínima oportunidad siendo únicamente dos?
—Aunque te hayas convertido en Jean Claude Van Damme, en aquella ocasión eran
como veinte o treinta nativos.
Lila escuchó una voz llamándola a comicios de la tercera noche. Salió de la tienda
donde estaba a buen resguardo con el profesor Simmons y los de Servicios Médicos,
casi es secuestrada por un montón de monigotes delante de nuestros ojos y si no
sucedió así fue porque Harold, encontró al fin su "guerrero interno" por una vez en
su vida dejó de quejarse o llorar y uso su tremenda osamenta para aniquilar.
Patty no dudó en hacerle segunda y les podría jurar que ahí nació la flama de su
amor.
Porque no uso mangas largas sólo por capricho y vanidad. Conservo una maldita
cicatriz bastante horrenda, de la que algunas veces me vanaglorio y otras me
avergüenzo, por intentar reparar lo que sea que ustedes hayan hecho. —dio énfasis
a sus palabras levantando la manga diestra de su conjunto rojo con morado,
mostrando lo que narraba y era una cicatriz que parecía hecha con alguna especie
de rama. Con todo el dinero de su familia, podría pagar cirugías, tratamientos
naturistas o cremas. Pero la conservaba porque como dijo, algunas veces la amaba,
otras la odiaba.
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—Cuando volvieron, esa misma noche y dijeron que los perdieron detrás de la
cascada, todos rompimos en amargo llanto. Supongo que creyeron que nos
moríamos de miedo pero no se trató sólo de eso.
Mientras corríamos por nuestras vidas, escuchamos una y otra vez las mismas
letanías. Unas parecían tenebrosas, otras más ceremoniosas. Como sea, el español
nunca fue nuestra materia favorita y por tanto, le pedimos al guía que nos tradujera.
"Romper sus huesos, drenar su sangre, extraer el corazón" —Se escuchaba del
otro.
No sabíamos de qué iban las "fiestas" en estas tierras pero más de uno pasó esa
noche con la idea de que sacrificarían a Arnold y Helga a los pies de un templo y
sobre una piedra.
—El profesor Simmons, no quiso propagar el pánico. A ustedes dos, les dieron
chocolate caliente y una mantilla, a todos los demás, té de hierbas para
tranquilizarnos y obligarnos a dormir.
—¡POR FAVOR, NADA! —gritó. —Ustedes nos dejaron una vez y con las manos al
fuego juraré que no volverán a hacerlo. Para esta parte del cuento tú estabas en el
mismo sitio que yo…
—¡NO VI NADA!—juró.
—Claro que no lo hiciste porque te asqueaba la idea de que esos dos estuvieran
juntos, pero yo quería la exclusiva para mi "radio pasillo" era el chisme del año y lo
que nos haría olvidar que estuvimos a punto de convertirnos en brocheta humana.
Los seguí, sigilosa, letal como una serpiente y me encontré con una de hecho.
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mordida de serpiente. Siguió su camino entre la hierba verde hasta encontrar a su
dueña. La mujer de la que hablan como si fuera cualquier cosa, Anthea.
—Por sus descripciones estoy convencida de que era ella y por lo que sucedió
después, reafirmo la idea. Tenía una cerbatana y les disparó en la nuca a los
dos…—todos los que estaban en la mesa temblaron sobre sus asientos, el alcohol
había perdido su magia embriagante. Si eran escuchados por alguien más les tenía
sin cuidado, en este momento sólo eran ellos y Rhonda.
—Su confesión de amor, luego de lo que pareció ser un basta pelea, resultó todo un
éxito, se fundían en un larguísimo beso y al segundo siguiente cayeron como si
estuvieran muertos. Yo me caí también, en cámara lenta, las mejillas húmedas por
el llanto, mis dientes mordiendo mis manos. El instinto de conservación me ayudó a
no delatar mi posición y así pude ver como esa mujer, se acercaba a sus cuerpos.
A ti, Arnold te llamó "destino" y a Helga, le hizo algo en el pecho. Esas letanías
volvieron a reverberar en mi interior. "Poner a prueba al milagro" "Romper sus
huesos, drenar su sangre, extraer el corazón"
—Rhonda…—la llamó la rubia, pues Lloyd estaba llorando y se había perdido tanto
en su relato, que no miraba a ningún lado.
—¡Creí que te arrancaría el corazón del pecho! Pero te dejó y entonces me dije a mi
misma. "No te preocupes, Rhonda querida. El Terror Pataki, jamás ha tenido un
corazón" ¡Pero sé bien que no es cierto! La mujer, que no podía ser más grande, ni
fuerte que ninguno de nosotros, giró el rostro y me vio.
Ninguno de los dos despertaba y yo estaba tan asustada de que esa bruja cobrara
venganza que me juré, jamás decir nada.
Según tus padres, debíamos volver de manera inmediata. La enfermedad del sueño
ya no era fulminante, pero bien podría tratarse de algo más. Volvimos a casa a la
normalidad.
No los culpamos, les juro que no. Pero sí, nos sentimos traicionados y utilizados en
lo más profundo de la palabra.
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la furia indomable colgó los guantes. Harold los pulió por ti, todo este tiempo. ¿No
es divertido? Un titán cae otro se levanta y hablando de eso.
—¡No lo hará!
De lo que recordaban, ellos sólo se dedicaron a "correr" dejaban atrás a los nativos
que pretendían alcanzarlos. Crearon una buena ofensiva: Dos distraían, dos
atacaban, Helga defendía a su hermano, Phoebs lo defendía a él. Su chica era
diestra en esgrima aunque él, también se sabía defender. Ni por asomo se
imaginaron que los guerreros que "dejaban atrás" se estaban cargando y
aterrorizando a sus amigos. Pensaron que…¿Qué pensaron? Honestamente, ¡NO
ESTABAN PENSANDO! reunir a Arnold con sus padres era la meta, lo único
prioritario, para lo que se habían preparado. Al igual que "salvar a su madre" era el
objetivo ahora.
Si Anthea, tenía un ejército para aterrorizar a los "ojos verdes" estaba claro que tan
pronto pusieran un pie ahí, los convertirían en sus esclavos. Lloyd tenía razón, no
podían dejarlos ir.
—¡Claro que no! —se metió Phoebs en la conversación. Había pensado lo mismo
que su novio. —Quieres que suceda, deseas con todas tus fuerzas que así sea y
aunque creo en ti, ya no tenemos diez años.
—Los ojos verdes me ven como su líder, cuento con que ellos nos brinden su
ayuda.—concilió Arnold.
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—No podrás tú solo.
—Gerald…
—¡Tú no has hecho toda tu vida aquí para perderla allá! Si fuera así, te hubieras
quedado en la Selva desde que eras bebé.
—Estamos de acuerdo en eso, viejo. Mira allá atrás porque en lo que Rhonda
lloraba, yo envié unos cuantos mensajes.
Sus amigos estaban reunidos, la pandilla completa. Incluyendo a Larry con su nueva
pareja.
Pactaron para no volver a mencionar lo vivido, del mismo modo en que no hablaban
de lo gordo e imposible que había sido Harold, lo bruto e ignorante que solía
conducirse Stinky, lo "afeminado y cobarde" que por momentos se comportaba Sid,
lo pedante, insufrible y extraño que era Eugene, las horribles trenzas que gracias a
todos los cielos ya no portaba Nadine, la insolencia, soberbia y carencia de
humanidad de Rhonda, la timidez e inseguridad de Phoebe, la identidad de la
Señorita G.
—¿Ya entendiste mi punto? Eres nuestro líder, somos tú tribu. Y si vas a patear
traseros, nosotros te acompañaremos.
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—¡NO! ¡De ninguna manera…!—comenzó a gritar Pataki.
—No está a discusión, amigos míos.—comentó Harold. —Además, parece ser que
tendrán la agenda bastante llena.
—¡NO! —repitieron buscando apoyo, pero hasta Lorenzo, Alan y Brainy tenían cara
de querer sumarse a la fiesta.
—Y eso nos deja a los demás, tiempo para un ajuste de cuentas.—quien lo dijo fue
Peapod, ajustando los lentes sobre su cara.
—¡¿Es que se volvieron locos?! ¡No es posible hacer lo que dicen! —gritó algo
histérica y nerviosa Helga.
—¿¡Qué hay de sus padres!?—insistió ella a punto de tirar de sus cabellos. Luego
de saber lo cerca que estuvieron del "exterminio" no podía permitirlo.
—Casi estamos de vacaciones. —comentó Sid. —Bastará con decir que pasaremos
dos semanas tirados de ebrios en la casa del que se deje.
—Se arruinaron mis mejores botas en esa estúpida Selva, costaron como ocho mil
dólares. —refunfuñó el chico de nariz prominente y que aún usaba gorra. Arnold
sonrió ante la vacilación de su novia y la determinación de sus amigos. Si querían ir
a la "guerra" que así fuera. Abrazó por la espalda a Helga, ella reaccionó como
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Mantecado cuando le tocas alguna de sus "reales" patas. La aferró, hasta tenerla
contra su pecho. Era linda cuando estaba así, preocupada por todos, menos ella.
—Ya nos protegiste del lobo feroz una vez Amazona. Ahora, nos toca devolverte el
favor.—eso lo comentó Patty y todos los demás asintieron.
CAPÍTULO 31
SUNSET ARMS
Horas Después.
—¿Te encuentras bien…? —preguntó a la rubia que había pasado las últimas horas
leyendo enorme cantidad de libros a la luz de su lámpara de escritorio. Aún llevaba
los cabellos peinados en ese coqueto par de coletas, el lazo rosa ya no estaba
decorando la parte superior del conjunto pero él podía imaginarlo y recordar a la
niña feroz que conoció hace tantos ayeres y de la que irremediablemente se
enamoró.
Helga colocó un separador en el libro que estaba hojeando, deslizó su silla hacia
atrás y le ofreció una inclinación de rostro para indicar que lo estaba escuchando. Él
no diría que lucía molesta o melancólica. Estaba reflexiva, mirándolo con la misma
intensidad con que confesó estar rota y tener miedo de que él se fuera cuando la
conociera. Le dedicó una sonrisa afable, convencido de que jamás se cansaría de
tenerla en su vida y luego se sentó al pie de la cama para que charlaran.
—Siempre pensé que la fantasía nos enseñaba a madurar por la fuerza o quizás
fuera que en aquella época se acostumbraba hacerlo de esa manera. ¡No pongas
esa cara! Si no me crees, te lo probaré.
Caperucita Roja tenía nueve años y se escondió por debajo de la cama mientras el
lobo feroz devoraba a su abuela y la sangre corría por la base hasta teñir de carmín
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su capa. Hansel y Grettel tenían siete y diez, conocían bien la crueldad de la
naturaleza humana y no dudaron en reflejarla. Como sabes, arrojaron a la Bruja al
horno y se hicieron pasteles con calabaza. Blanca Nieves tenía trece cuando su
madrastra la condenó a muerte y tuvo que correr descalza sobre la nieve blanca,
atravesar el bosque, pedir posada, rogar un cazador por su alma. La Bella Durmiente
cayó en el hechizo al cumplir dieciséis...
No pretendo aburrirte con esto, mi punto es que leemos todas esas historias, las
disfrutamos y padecemos porque a pesar de identificarnos un poco, nos resultan
ajenas.
En la actualidad, los chicos de siete a diez van a la cama arropados por sus abuelas
y aunque se esperan a que ellas se duerman para hacer de las suyas. nNi imaginar
el ser acosados por una bruja o lobo feroz.
Entre los doce y quince anhelas la idea de la libertad, peleas con tus padres de la
noche al alba porque no sabes quien eres y ellos intentan decirte quien eres. La
Reina Malvada habita en tu casa, contamina tu aire, condena tu alma y entonces
escapas, buscas amigos, los encuentras en los siete pecados, algún cazador u
amante mal intencionado.
La fantasía nos hizo creer que todo eso es posible y lo leía y recordaba porque al
parecer, sí es posible.
—¿Dices que correremos descalzos sobre la selva húmeda esperando que algún
cazador nos perdone o siete enanos nos rescaten?
—No los he contado pero creo que tenemos más de siete tarados y no correremos
descalzos. Aunque según Phoebs y Geraldo, en nuestra primera visita así fue como
lo logramos.
—¿Te sientes mal por haber dañado a Rhonda y los demás tanto tiempo atrás…?—
preguntó acercándose a ella, invitándola a acomodarse a su lado en la cama y Helga
accedió.
Claro que en la fantasía un chico de tres años puede ser enseñado a caminar sobre
carbón ardiente, enarbolar una espada y convertirse en un maestro de las artes
marciales Pero en la realidad, ellos podían resultar heridos.
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divinos, objetos sagrados. En San Lorenzo tenían sus templos, su propia magia y
misterio pero dudaba que pudieran engañar a la muerte o sanar heridas de manera
inmediata. Le preocupaba Helga, sabía que se encontraba en forma, que no dejó de
entrenarse en ningún momento de su existencia pero enarbolar un arma con una
mano que no era la dominante le costaría un infierno y Anthea aprovecharía eso.
Su chica era ruda, decidida, audaz. Tenía buenos reflejos y como mencionó hace
un rato, creció sabiendo la verdad.
Ella conoció al lobo feroz que no devoraba a su abuela pero sí destrozó a su madre
y la sangre que manchaba sus ropas era el sentirse culpable.
Después de San Lorenzo, la guerrera furiosa y letal que era se durmió. Debían
recordar lo que fuera que les sucedió porque había muchos detalles que se les
escapaban a los dos. Sus mejores amigos no quisieron hablar de eso, dijeron que
era mejor olvidarse de aquello.
¿Por qué...?
—Lo hice, fuimos a la cafetería al término del segundo periodo. Está molesta
contigo. No diría que te odia pero si le ofende que la humillaras públicamente.
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—Lo sé...—concedió, disfrutando con el fuego de sus ojos y el clamor de su voz.
—También lo sé, pero debes reconocer que fueron demasiadas cosas para un día.
—¿Lo dices por Larry y Eugene? —accedió mirando el conjunto completo. Sus
coletas se estaban deshaciendo y ya que los dos estaban charlando frente a frente,
como si disfrutaran de los vestigios del sexo se tomó la libertad de soltar sus
cabellos. Le gustaban más así, pues le recordaban la manera erótica y sensual en
que caían sobre sus pechos desnudos. Un adorable escalofrío le recorrió la espina
dorsal al evocar el momento. Ahora podía tenerla desnuda siempre que quisiera.
Aprender sus secretos y misterios, cada lunar, peca, cicatriz o marca de nacimiento.
La rubia notó el cambio en la intimidad del momento. Sus ojos debían observarla
como la "Bestia a la Bella" y honestamente no le incomodó. Acarició su rostro y poco
después, sin planearlo o pensarlo, ya se estaban besando.
Sawyer reconoció que había usado a Larry para esconder sus sentimientos por él.
Lila lamió el helado de su cuchara de una manera que tiempo atrás le habría
resultado de lo más alucinante. Se hacían hoyuelos en sus mejillas, sus labios se
contrarían y expandían, eso sin mencionar que su colorete rojo tenía que ser el mejor
del mercado ya que no se borraba con nada y en su momento…él habría vendido
su alma por borrárselo a besos.
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—¿¡Perdón...!?—preguntó azorado porque con la mano en el fuego que sus
sentimiento por esa mujer fueron sinceros y verdaderos. El viaje a San Lorenzo,
sucedió cuando tenían diez y él le había pedido ser novios una semana después.
Hubo una "repetición" a los dos años de eso y otra más antes de que hiciera su
ultimo viaje.
Extrañamente, cuando se "despidió" no fue ella quien besó sus labios sino Helga…
Pataki siempre encontraba la forma de imprimir una marca en él o quizás fuera el
destino. Los hilos que los unían. Su historia y promesa.
580
—¿¡QUÉ...!?—sus pulmones se quedaron sin aire y para entonces ya eran varias
las mesas que miraban a la suya. Lila limpió sus ojos y les hizo creer que ensayaban
para una obra de Teatro.
—Se llama "Maldito idiota" se estrenará el próximo año así que no duden en ir a
verla. —Sawyer, ya era famosa por sus actuaciones en el auditorio escolar. Los
curiosos dieron por ciertas sus palabras y regresaron a lo que hacían. Él quería una
pausa para golpearse contra la mesa porque no podía creer que "por ese motivo" lo
rechazara. ¿Desde entonces amaba a Helga? Lo sabía ahora y no se arrepentía de
hacerlo, pero hasta Gerald le dijo que estuvo a punto de hacer algo idiota como
pedirle ser su novio.
No sucedió porque Anthea los separó. Les arrebató su historia. Tantos momentos
que podrían haber disfrutado hasta ahora. ¿Pero, estaban listos para eso a tan corta
edad? Con toda seguridad, no. Helga se habría refugiado en la negación y él en su
estoicismo. Se habría apartado del camino porque no tenía la fortaleza para manejar
su manera tan intensa de amar.
No medí las flamas de su pasión, fui una tonta al creer que no cederían a la
tentación.
—Sé que actúe mal en la fiesta. Que no debí abofetearla pero esa mordida en tu...ya
sabes. Me pareció demasiado. No estoy preparada para verlos en dichos términos.
Sé que lo merecen. Te juro que estoy feliz por ustedes y al igual que nuestros amigos
lo celebro.
¡El próximo helado triple que pida ira a su salud y a la de mis caderas! pero me salgo
del tema. Sé que se aman de manera sincera, aunque creo firmemente que tu novia
podría ser más femenina y discreta. ¡No había necesidad de humillarme
públicamente!
581
—Se sintió amenazada y vulnerable. Su mecanismo de defensa es la ofensiva. Y el
tuyo la seducción.
—Lo es…
—Y Eugene tiene disfunción eréctil, Sheena y Peterson, están ardidos por no ser
correspondidos. Era el "espíritu" de la fiesta.
—Lo está para ellos o me las van a pagar…—comentó con una diferente inflexión
en la voz. Aún tenía ganas de ajustar cuentas con Alan porque no le gustaba la
manera en que se comportaba con su novia.
Lila enfatizó lo rápido que se disparaban sus celos, él se disculpó por el hecho
aunque luego del interludio consultó su reloj pulsera y se percató de lo tarde que
era. Helga le dijo que hablaría con "ellos" y no creía que lo hiciera dentro de la
escuela. Tampoco se le ocurría dónde buscarlos pero no tuvo que pensarlo
demasiado ya que Scarlet entró en la cafetería acompañada de su hermana y
Rhonda.
—Tan bien como siempre. Alguien ama a alguien, pero no será correspondido.
—Te conozco Arnold, más que conocer mis motivos viniste a convencerme de que
sus intenciones son buenas.
—No lo sé, Helga irá conmigo. Existe la posibilidad de que esta vez, no me dejen
volver…—Sawyer se llevó las manos al rostro y sus hermosos ojos se nublaron por
el llanto. Él no era la clase de hombre que soportara ver a una mujer llorar aunque
reconocía que se veía bastante hermosa.
Su ego masculino subió como cien puntos más, porque aquí estaba una de las
chicas mas preciosas de todo Hillwood, llorando por él. Se levantó de su silla, se
inclinó sobre la mesa, atrapó su rostro entre sus manos y le obsequió un beso. El
beso más diminuto y triste del mundo. Rogaba porque Rhonda y compañía no
llegaran a observarlo y es que los labios de Lila eran suaves y tiernos como el fruto
que tenía prohibido.
Fresas...
Su labial sabía a fresas y lo disfrutó por las centésimas de segundo que duró el
contacto. Lila lo abofeteó lo más fuerte que pudo y lo llamó "maldito idiota" Entonces,
ya tenían la atención de todos sobre sus cuerpos. Los curiosos iniciales aplaudieron
su "asombrosa actuación" Rhonda llamó a la calma cruzando los brazos a la altura
del pecho y destruyéndolo con la mirada.
Helga y ella no eran amigas del tipo que van al cine, se prestan zapatillas o labiales.
Ni siquiera se hablaban si no tenían que hacerlo y ese era el punto. Se conocían,
respetaban y a su manera admiraban. Cuando intercambiaban palabras, era porque
algo importante tenía que ser dicho, no trivialidades. Y ver a tu novio besando a otra
entraba en esa categoría, pasó saliva por la garganta comenzando a prepararse
para el dolor. A pesar de lo dicho, Helga podría destruirlo, cortar su relación de tajo,
terminar lo que apenas estaban creando.
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—Desde nunca. —se metió Lila. —Sólo me estaba ayudando a ensayar esa parte.
Tenía que abofetear a un "maldito idiota" que se atreviera a besarme y ya lo hice.
—E…espera, Helga…
—Besé a Lila…—decir "lo siento cariño, soy gay y quiero que Eugene me de por
atrás" habría colocado una expresión totalmente distinta en ella porque fue evidente
lo rápido que su rostro palideció y su "deseo" se esfumó. Se bajó de la cama y volvió
a sentarse en la silla de su escritorio. Él se maldijo en los pocos idiomas que conocía
y tras acomodar su pantalón se sentó a la orilla de la cama en posición de loto.
—Helga…
—Si, —confesó. —Me agradó la parte de cumplir un viejo deseo, luego pensé en ti
porque sus labios saben a fresas y yo…
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—Puedo vivir sin comerlas.
—¿De verdad…?—su voz sonaba rota y desilusionada. ¿Era esto lo que buscaba
al pedirle que fuera honesto con sus sentimientos respecto a Lila? ¿Saber si en
algún momento, él podría dejarla? Jamás lo haría. El sentimiento, la sensación, no
eran los mismos. A ella la amaba y a Lila, puede que solo la deseara para intimar
en la cama.
—Si, —insistió. —Me gustó besarla pero fue un contacto demasiado ínfimo, Lila me
abofeteó de inmediato y agradecí que lo hiciera. ¿Cómo podría disfrutarlo a
sabiendas de que eso podría hacerte daño? Tú eres lo más valioso para mi.
—¿Te rechazó…?—preguntó sin creerlo, jugando de nueva cuenta con sus placas
metálicas.
—Lila no es tan cobarde como crees. No quería besarme porque sabe que jamás la
amaría como te amo a ti.—y esto lo dijo caminando hasta colocarse a su lado, giró
la silla de su escritorio y se arrodilló a sus pies. La expresión de Helga se volvió
amarga, lo miró con desdén y aunque dolió, no podía refrenarse en su acción.
—¿Qué podría saber ella de lo que sientes por mi, si hasta hace unos días tú ni
siquiera…?—el llanto que reprimía comenzó a brotar y él se incorporó para
envolverla en sus brazos. Helga se resistió como sabía que lo haría pero finalmente
cedió. Él le habló de San Lorenzo.
Lila los vio cuando niños y desde entonces se convenció de que no podría competir
por su amor.
—Sabes que sí…—quiso besarla en ese momento pero el beso acabó en su mejilla,
Helga desvió el rostro y no es como si de pronto, él se pudiera indignar. Suspiró,
esperando que su "castigo" no durara demasiado.
Volvieron a vestirse y subieron al techo con su nuevo bote de basura, el cual llenaron
de periódicos y revistas. Sus viejos cómics acabaron ahí, tenía años que no los leía
y esto era más importante que eso. Le enseñaría a meditar, concentrarse. Aunque
585
tenerla ahí, frente suyo, sentada con las piernas cruzadas y mirándolo a los ojos, le
hizo recordar el momento en que decidió que era a ella a quien quería en su corazón.
En aquella ocasión quien lo acompañó fue Anthea. La diferencia entre ambas era
bastante notable: piel morena, cabellos negros, ojos verdes como los suyos pero
llenos de una frialdad que aún sin saber (lo temeraria, ambiciosa y cruel que era) le
hacían suponer lo peor. Helga por el contrario tenía piel pálida y blanca cual
alabastro, cabellos dorados y ojos azules como el cielo. Había determinación en su
mirar y esa era una de las cosas que mas admiraba de ella. Que podía enterrar sus
sentimientos en pro de hacer lo correcto.
Un héroe hacía eso, olvidarse de sí mismo y entregarse por los demás. ¿A caso la
merecía? Él con toda esa increíble habilidad que parecía poseer para lastimarla.
¿Estaba a la altura de todo ese amor?
No lo sabía, pero como el fuego ardía y se hacía de día, le pidió que cerrara los ojos
y evocara lo mucho o poco que recordaba de San Lorenzo.
Helga compartía tienda con Phoebe y Patty. En otra estaban Rhonda, Nadine y
Sheena. Los chicos se dividieron de la siguiente manera: Arnold, Gerald y Harold en
una tienda. Stinky, Sid y Curly en otra. Lila, Peapod y Eugene estaban con el
profesor Simmons. El pelirrojo por su propensión a los accidentes, los otros dos
porque así lo quisieron sus padres (supervisión adulta al cien por ciento) aunque eso
no fue del todo cierto.
Más de uno se negó a dormir. La luna brillaba en lo alto iluminando los prados y
ellos querían explorar, descubrir, "sentirse libres" esperaron a escuchar los
ronquidos de los mayores (el guía y las dos personas encargadas de servicios
médicos dormían en otra tienda) y una vez se sintieron seguros salieron de nuevo.
586
pero ésta sólo tenía ojos para capturar insectos. Los chicos, (idiotas como ellos
solos) se retaron para nadar desnudos en el río. Eugene fue el primero en decir que
sí, pero entonces Helga lo tomó por la fuerza, arrastró hasta su tienda y lo encerró
en su bolsa para dormir.
—No es nada personal, pero no tengo tiempo para sacarte del río y darte los
primeros auxilios. Mejor sé un buen chico y quédate ahí.
—Pero…yo quiero.
—Lo que quieres es vivir otro día zopenco. Si te veo afuera y tengo que perseguirte
para amarrarte a una piedra y conseguir que vuelvas a casa ileso, créeme te
golpearé primero.
—Hel…
—O.K
Volvió a la intemperie y el resto de sus amigos debió pensar que se lo había llevado
para repartirle alguna tanda de golpes pendiente. (impensable la posibilidad de que
quisiera besarlo detrás de un árbol como intentaba Geraldo con su hermana) los
ignoró porque ¿Quien era ella para detener su patético amor? y procedió a perseguir
al objeto de su adoración. En el camino se encontró con Curly, él lideraba a su
manada de ineptos (Sid y Stinky) y les ordenaba que buscaran a su adorada Reina.
Lo encontró en el río.
Se había metido al agua con la estúpida Lila y unían sus manos en íntimo abrazo,
parecía que una declaración estaba por hacerse o recién había sido hecha. Había
luz en sus ojos, torpeza en sus movimientos y un adorable rubor en las mejillas de
ambos. Ella se quedó sin aliento, sintió un vació doloroso apoderarse de su corazón
pero no pudo consternarse, ni siquiera llorar pues lo idiotas de Stinky, Curly y Sid,
dieron a conocer a todo el mundo su ubicación y Rhonda se enfadó tanto de que
expusieran (o detuvieran) sus "cinco minutos en el paraíso" que los obligó a
587
decir ¿¡Quién los mandó a espiar!? Le echaron la culpa a ella y pronto toda su clase
quería freírla en la hoguera.
De haber existido una pelea como tal habría perdido miserablemente pero
afortunadamente tenía basta experiencia escondiendo sus emociones y disfrazando
sus sentimientos. Solo Phoebe se abrumó y llevó ambas manos a sus labios cuando
miró a Arnold y Lila salir del agua como si nada pasara. Sid, Stinky y Gerald querían
la exclusiva, el rubio les dijo que no había ninguna. Ellos estaban paseando a la
orilla del río cuando a Lila se le dobló un pie y cayó en el agua. Como no sabían qué
tan profundo era y la corriente corría con fuerza se asustó y él entró a auxiliarla. La
profundidad del río era mínima, una vez estuvieron de pie notaron que les llegaba a
media pierna y que no había nada a lo que temer.
—De acuerdo, ellos estaban ahí haciendo eso. Tú ¿Por qué estabas aquí? —
preguntó Geraldo apuntándola con un dedo y pronto todos sus instintos se pusieron
alerta. Peapod y Nadine tenía una excusa del "por qué estaban juntos" Perseguían
a una mariposa nocturna para su colección de insectos, Sheena estaba
desgranando flores a la vez que preguntaba "me quiere, no me quiere" Patty dijo
estar golpeando troncos con los puños cerrados y aunque mil excusas desfilaron
sobre su cabeza de pronto decidió que no quería decir ninguna.
—¡Nada de eso Pataki! —gritó Rhonda sumamente furiosa. —Que estés sola, seas
miserable y por ende amargada. No te da derecho a molestarnos a los demás. —
sus amigos se mostraron de acuerdo y ella optó mandarlos al infierno.
—¡Bien!, justo decidí que me dan un profundo asco sus demostraciones públicas de
afecto. Me comportaré como la indiferente y ausente bruja que desde siempre debí
haber sido.
—Dije que me borro del cuadro, me voy de su fiesta. Digan a Simmons que nos
vemos en el punto de encuentro en cuatro días. —comenzó a caminar hacia la Selva
y entonces Phoebe la llamó a gritos.
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—¡Helga, no puedes hacer eso! ¡Es peligroso!
—No le pasará nada, ella nos aplasta a todos en clase de educación física. Es la
mejor corredora, bateadora y lanzadora. Lo que sea que atente contra su penosa
existencia acabará desmayado a sus pies. —aseguró Wellington y ninguno de ellos
pudo ofrecer objeción.
Volvieron en silencio.
Él dejó a Lila donde Simmons, aunque no sin antes decirle lo que pretendía hacer:
Buscar a sus padres, traía mapas y anotaciones del diario que encontró en el sótano,
estaría bien y si tenía éxito. Había algo más que le quería proponer. Sawyer se
comprometió a esperarlo y explicar a los demás que no debían preocuparse por su
ausencia.
La noche continuó cayendo pesada, fría y estruendosa sobre San Lorenzo, ninguno
de los dos conseguía dormir. Desde su tienda, entre los ronquidos de Berman
escucharon a Curly decir que si no se "callaban" los iba a sacar.
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—¿Es que tú no escuchas eso…?
—Parecen aullidos o gemidos. Lobos hambrientos, almas en pena. ¿Que tal si fue
aquí donde sacaban corazones y se bañaban en sangre fresca? —preguntaron
Stinky y Sid con temor en la voz.
—No creo que sea solo eso…—comentó Gerald pues su abuela sabía de presagios
buenos y malos y una noche de estas seguramente advertía de los malos.
—¡Porque no pensé que lo dijeras en serio! ¿De qué piensas alimentarte? ¿A dónde
planeas dirigirte? ¿Si los encuentras, como esperas que te reconozcan o mejor aún
cómo planeas reconocerlos?—preguntó su amigo y como música de fondo tuvieron
los ronquidos aletargados de Harold.
—Comeré lo que coman otros animales y me guiaré con el mapa que encontré en
el diario de mi padre. Si los encuentro planeo reconocerlos con esto. —le mostró
una fotografía de sus viejos. Él apenas era un niño de brazos, pero se veía
claramente que la forma de su cabeza la heredó de su madre y los cabellos rubios
de su padre. Gerald suspiró resignado y le dijo que estaba bien.
—Alucinas si crees que te dejaré andar solo en la maldita selva"—se levantó y tomó
su propia bolsa de viaje, tenía algunas barras energéticas, frutos rojos, carne seca,
botellas de agua, un par de linternas, chaleco, bufanda, guantes, navaja rusa de
doce centímetros. ¿Qué se fumaba su abuela cuando le guardó todo eso? lo que
fuera, serviría. Luego de despedirse de Harold, quien solo giró como ballena
encallada ofreciendo la cubierta perfecta, salieron a la negrura total de la selva.
Según su reloj pulsera era el filo de la media noche. La hora de las brujas y eso no
les gustó.
Buscaron las estrellas, su abuelo les enseñó a ubicarse siguiendo las estrellas. Era
útil en tiempos de guerra, así que encontraron a la osa mayor y guiaron sus pasos
desde ahí. No avanzaron más de cincuenta metros cuando escucharon un furioso
grito de labios de la pequeña y gentil Heyerdahl.
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—¡ON GUARD!
Estaba armada con una rama larga y le hacía afrenta a un montón de hojas que le
impedían el paso. Su mochila azul estaba firmemente asida a su espalda, llevaba
pantalones cortos, calcetas largas y zapatos deportivos blancos. El cabello peinado
en una coleta alta, sus gafas fueron reemplazadas por las que actualmente usaba
para jugar voleibol, parecían unos goggles de natación pero en realidad le servían
para andar de arriba a abajo sin riesgo a perderlos. En los hombros, sobre las
correas de su mochila la astuta chica se había colgado un par de linternas. Tan
pronto como la vieron, Gerald sintió que el alma se le escapaba del cuerpo.
—No espero que lo entiendas, Gerald. Ella es mi mejor amiga y voy a buscarla. —
les dio la espalda y volvió a pelearse con las hojas. Johanssen intentó hacer que se
calmara.
—Su mejor marca como corredora es hasta aquí. Cincuenta y seis metros, asumo
que vino en esta dirección porque describe el camino más recto y libre de
obstáculos. ¿Ustedes también lo hicieron, no es cierto? Ahora, como no sabe donde
está buscaría lugares altos para tener una vista general y es ahí dónde pretendía
llegar. —señaló las hojas con que se peleaba y que no ocultaban nada.
—¡Claro que puedo y lo haré! A no ser que quieran acompañarme y bordear. Según
sé, es más probable que nos encontremos con alguna criatura salvaje si andamos
entre la maleza que escalando una piedra. —los miró a ambos esperando su
respuesta y aunque les pareció cruel, dijeron que no.
—Se lo debes Arnold, ella pudo escoger cualquier lugar en el mundo pero eligió este
por hacerte un favor.
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—Yo, no…—intentó decir que no se lo pidió pero sí lo hizo. Le rogó que eligiera San
Lorenzo para que él pudiera encontrar a sus padres.
—¡Phoebe por el amor de Dios, si Pataki se hubiera subido a esa endemoniada roca
encontraríamos algo que…!
—Lo encontré…—pronunció él para detener la trifulca entre los dos. Era su lazo
rosado…
Tan pronto como ellos comenzaron a discutir, él desvió el rostro pensando que tal
vez, su mejor jugada si era acompañar a Phoebe. Desde ahí podría corroborar que
tan certero era el mapa que trazó su padre. Claro que mientras lo hacía no contó
con encontrar un listón maltrecho. Lo iluminó con su lámpara corroborando el color
y la identidad de su dueña. Sólo ella usaba ese "precioso moño rosado" y estaba
ahí, atrapado entre las ramas de un arbusto.
Phoebe volvió al nivel del piso y corrió a tomarlo entre sus manos...su rostro
palideció aún más pues detrás de eso encontró su zapato.
—¡Suéltenme! ¿¡Qué van a hacerme!? ¡Se van a arrepentir! —Phoebe quiso gritar
pero Gerald le cubrió la boca y les ordenó esperar.
—Somos tres contra tres, pero debemos ser listos. Son grandes, nosotros pequeños
y la parte más importante es que no sabemos si están armados.
—¿Qué importa si lo están? ¡Si planean sacrificar a Helga, más vale que me maten
también!—argumentó su amiga y él se mostró de acuerdo.
—Si tienen armas, uno distrae y los otros dos la rescatan. —Gerald los señaló a
ellos y ambos lo miraron impresionados. —¡¿Qué?! —se defendió. —El imbécil de
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Jamie'O empezó sus entrenamientos en la academia de policías. ¿Quién diría que
de vez en cuando diría algo interesante? —Helga continuaba gritando y
debatiéndose entre sus agresores, intentaban atar sus manos con una soga y sus
piernas también. Esa fue la señal que necesitaron para crear la distracción. Phoebs
traía petardos en su mochila, no eran suyos sino de ella, además de luces de
bengala y un montón de cuerdas, arneses e instrumentos de primeros auxilios.
—En realidad, tras conocer las intenciones de Arnold, lo que pretendía era ayudarlo.
Helga lo llamó idiota, además de ordenar que siguiera de frente por la derecha "e
imitara a Lila" el río corría por todos lados, eso es lo que venía persiguiendo, la cima
de la cascada cuando ellos la capturaron.
Arnold cortó sus ataduras con el cuchillo de Gerald, ella agradeció secretamente el
contacto de sus manos, también el rescate pero en lugar de abrazarse a él, se aferró
a su hermana. Suspiraron una contra la otra y después Helga se puso seria.
—Apelación 193 "Si una de las dos se pierde, la otra la busca por cielo, mar y tierra"
593
—Lo siento pelos de espagueti, me arreglaba el vestido.—le ofreció una mano para
levantarlo del piso y éste la aceptó de inmediato.
—Lo que digas Helga. —Phoebe le acercó una manta y él se aferró a ella como a la
vida misma. —¿Podemos volver ya al campamento?
—¡NO!—se obstinaron ambos. Arnold por sus padres, Helga por su corazón
destrozado. Estaba decidida a cerrar el ciclo. Devolverle a sus padres terminar con
esto, por eso fue que se arrebató el listón y arrojó el relicario de oro al vacío…
CAPÍTULO 32
¿Qué tan difícil era ensombrecer un corazón? ¿Sembrar la duda y esperar a que
germinara una pequeña raíz que iría creciendo a lo largo de todo tu cuerpo
arruinándolo, contaminándolo y por supuesto, matándolo? ¿A caso no es eso lo que
sucede con todo villano en las novelas?
Pero de ser así, ¿Cómo es que Maléfica. Una noble mujer de alta cuna, logró
entregar su magia, bondad e infinita sustancia a la mas estremecedora oscuridad al
saberse traicionada por su más grande amor?
¿No era eso lo que Anthea esperaba que sucediera con Helga?
Porque sí querido lector, te diré que ella está totalmente segura de ganar si nuestra
protagonista consigue recordar lo cerca que estuvo Arnold, de entregar su corazón
a esa jovencita de cabellos rojos e incipientes pecas. Misma a la que por cierto, trató
de secuestrar para sembrar su maldad, pero desechó la idea tan pronto como notó
que no era a ella a quien su "destino" pretendía confiar su amor.
¿No me crees? Dejaré que lo leas. Esto es el comienzo del final, así que toma tus
palomitas, salsa Valentina extra picante y disfruta las letras.
594
.
SAN LORENZO.
Las lluvias de sangre se detuvieron, así como también los asesinatos de fieles y
seguidores de la autonombrada deidad. La persecución de traidores, los malos
tratos hacia Aitor y Antha prosiguieron, pero en un arrebato de decisión Stella
Shortman consiguió llevarles agua y aligerar sus ataduras. La tensión era notable
en su delgado cuerpo y pálido rostro. Los cabellos tiesos, deslucidos y
desordenados. Los líderes de la tribu sabían que estaba preocupada por su familia.
Y aunque quisieron otorgar claridad, reconocían que correspondía a ella decidir
"cómo la iba a enfrentar".
En las casi seis horas que habían transcurrido Stella retiró las ropas de Thea, soltó
sus cabellos, calentó el agua para su baño y justo ahora, preparaba un bálsamo
para su cuerpo. Mezclar hierbas nunca le resultó pesado, era como cocinar o
combinar lo divertido con lo prohibido en el viejo laboratorio de química. Miró sus
ingredientes sobre la larga mesa de madera, podría envenenarla, "dormirla" pues
tras tantos años de estudio estaba convencida de haber sintetizado algo así como
una "toxina de sueño"
La enfermedad que tiempo atrás costó la vida a más de un hombre y mujer pues no
contaban con el instrumental para alimentarlos vía intravenosa e introducir los
alimentos directamente en su boca no daba resultado alguno.
En aquel entonces, renegaba a la existencia de "la magia" cuando Miles sugirió que
dejara de probar con "su ciencia" y admitiera que no existía cura para una
enfermedad que no era química o física sino mas bien "espiritual" ella lo quiso
asesinar. Pero aquí es donde estaba.
En la misma selva, con la misma gente y convencida de que la magia, los Dioses y
los hilos del destino eran algo real. Tomó el frasco redondo que parecía un especiero
en el interior de su mano izquierda. Ahí convergían venenos de las criaturas mas
letales de San Lorenzo. Ni siquiera sabía por qué lo guardó en lugar de enviarlo a la
Universidad como era su inicial pretensión.
595
Pero la otra parte de esa moneda era, que independientemente de que la matara o
no, había energías en las que si bien creía, no conocía y esas lo podían herir.
"La sombra" que de vez en cuando advertía en ella, como líquido negro
ensombreciendo la luz de sus ojos podía dañarlo. Stella estaba convencida de que
eso era lo que le hacía daño a Anthea.
—La Diosa quiere saber, ¿Por qué tarda tanto con el bálsamo? —quien preguntó
era un hombre impresionante de casi dos metros de altura, la intimidó con su tono
duro y cuerpo fornido. Miles podría con él pero ella era un ratón de biblioteca (si se
lo preguntabas a sus amigos de la preparatoria) o rata de laboratorio (si lo intentabas
con sus colegas de la Universidad), dejó el recipiente en su sitio y tomó el mortero
donde había estado revolviendo lo otro. Tenía una pasta de color pistache con
pequeños detalles en durazno. Relajaría sus músculos y la haría descansar, también
le dejaría un perfume agradable porque suponía que por muy Diosa de la Muerte
que fuera, no querría oler a cadáver.
—Debe reposar un poco para tener el efecto deseado. —comentó con seguridad y
se levantó de su asiento para ir al lugar donde había dejado a "su majestad" La
insolente muchachita de dieciocho años seguía retozando ahí, totalmente desnuda
y a la perfecta vista de todos sus guerreros. La larga cabellera negra ocultaba sus
íntimos recovecos pero aún así, le enfureció que lo hiciera.
La secaron con telas limpias, algo percudidas y tiesas porque claro, no tenían
suavizante de ropa en la tribu. Anthea se dejó hacer de pies a cabeza y ella estaba
a punto de ponerse a gritar porque en su "contrato" (el que se inventó cuando
accedió a ser su esclava) no se incluía el "ser testigo de su actividad sexual"
Cayó como tabla y comenzó a retorcerse de horror por lo que le haría el veneno.
Ella siseo, por no decir que ahogó un diminuto grito y se llevó ambas manos a los
labios, el pobre diablo la miró suplicante, ella tenía antídotos para casi todos los
venenos. Solo debía...
—Te prohibo curarlo, madre. —el apelativo instaló un frío helado por su espina
dorsal. Ella "no" era su madre. Aunque asesinara a Helga, forzara a su hijo y diera
a luz a sus nietos. Ella no sería su madre. La serpiente avanzó entre la hierba alta y
subió por la pierna de su ama.
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"Familiares" recordaba haber leído de ellos en los libros de Miles. Así se llamaba a
las criaturas que pactaban con los hechiceros a fin de otorgarles sus dones
siniestros.
¿Su familiar era esa serpiente? En el libro se especulaba que para "romper" el
contrato habría que matarlos, pero cómo… ¿Cómo?
No tendrían bañeras lujosas que pudieran llenar de jabón con aroma de rosas y
sales, un cuarto que revestir con velas de todas las formas y tamaños pero sí tenían
un lugar en la selva donde había un inocente manto acuífero y solían esconderse
ahí.
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Aquellas enseñanzas se las transmitió su abuela en compañía de su padre. Lo que
pretendía la buena mujer, no era que manipulara el corazón de alguna inocente
chica, sino todo lo contrario. Que comprendiera que sus acciones tenían
consecuencias y que por tanto debía ser dócil, gentil y servil.
Lo mismo que le enseñaron a Arnold y ella disfrutó por varios años de montar la
puesta en escena hasta que finalmente se cansó. Asesinar a sus padres, engañarlos
bajo promesa de tener algo importante que revelar sobre el destino de la tribu fue la
mejor de sus ideas. —¡Ellos le mintieron primero!— Le prometieron un trono, un
amante y un corazón que cuando llegó resultaba que simple y sencillamente, no
podía poseer.
Lo primero ya lo tenía, era la líder y como tal. Tan pronto como pusiera un pie en
sus tierras, devolvería los recuerdos robados a esa insolente e insignificante niña,
contaminaría su corazón, consumiría su alma pues puede que desterrara la
oscuridad de su interior pero la semilla que sembró hace tantos ayeres debía
permanecer ahí. Lista para germinar de nuevo, alimentarse de su inseguridad...
—¡Deja de observarme y tráeme unas uvas! —ordenó a la aterrada mujer que asintió
de inmediato y corrió a acercarle el cesto con frutos recién lavados. Ella tomó el
racimo aún húmedo en el interior de su palma, lo levantó a su altura, imaginando
que el peso y la forma eran el corazón de su enemiga jurada.
Así aprendería de una vez por todas que él era suyo. Y que de esta vida, ya no
habría ninguna otra.
HILLWOOD.
¿Confías en mi…?
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La pregunta inicial daba vueltas en un pequeño rincón de su mente. El resto estaba
temeroso y confuso ante el pasado recién revelado.
Su corazón dolía al igual que entonces, ese vacío, esa sensación estremecedora de
soledad y angustioso rechazo porque ella era sombra y Lila Sawyer era luz, porque
una cosa era escucharlo de labios ajenos, pensarlo de manera interna pero otra muy
diferente era verlo.
Esa emoción desbordante brillando en sus ojos, ese rubor adorable presagiando lo
inevitable: Una confesión, quizás hasta un beso. Luego estaban sus manos unidas
en comunión, permitiendo una cercanía que de manera formal. Ellos no tendrían
jamás.
Ella era la que siempre irrumpía en su vida, la que se incluía y lo sometía, quien lo
perseguía, atormentaba, manoseaba y sí…
Besaba.
Siempre supo que su amor era unilateral. A pesar de los poemas que le dedicaba,
las faenas que por él realizaba, tales como devolverle su estúpida gorra cuando la
había tratado de robar con el mismo fervor con que un hambriento se aferra a una
hogaza de pan. ¿¡Y todo para qué!? Si él jamás la notó.
Que la felicidad de Arnold alcanzaría para los dos, así como su amor por él llegaba
a niveles insospechados, pero eso era teoría: invenciones de su mente desde
siempre hiperactiva. Esto era realidad, verlos en el río fue aplastante en más de un
sentido.
Y por eso, cuando se fue, corriendo lo más rápido que le daban sus pies,
aprovechando la débil iluminación de la luna comenzó a preguntarse ¿Quien era
ella?
¿Quién era, ahora que él salía de su vida? ¿Una matona? ¿La maldita y odiosa niña
con uniceja? ¿Su lado bondadoso, honesto y leal, jamás tuvo oportunidad?
No…
En Industrias Futuro, ella le dio su única oportunidad a esa parte de su ser y fue
hábilmente rechazada. Se escurrió entre sus dedos al igual que el mismísimo Arnold,
pues podría apostar su puño diestro a que si la escena hubiera sido al revés. (Siendo
Lila quien se confesaba en lugar de ella) el beso que le robó habría sido
correspondido con dulzura y pasión, pero en su defecto. No obtuvo más que el
mismo gesto horrorizado de siempre.
Habiendo llegado hasta donde dolieron sus pies y se agotó su aliento, se desprendió
del maldito moño rosado, deshaciendo el listón y tirándolo al pasto.
599
¡Aquello del jardín de infancia sólo fue un halago que bien sabía, ese estúpido y
adorable Samaritano que quería más que a la vida misma, dedicaba a cualquiera
porque así era él! ¡Ella sabía que así era él y lo amaba por eso! Su generosidad,
cordialidad, sentido del deber, pues ¿Por qué otra razón se habría metido al río para
salvar a esa estúpida mosca muerta de morirse ahogada?
¿¡Y qué derecho tenía ella de imponerse sobre su amor!? ¿Si amaba a alguien, no
decían los poetas que debía dejarlo ir? Arrancarse el corazón de infante y colocarlo
en un recipiente sobre su mesa como Stephen King.
Cayó de espaldas sobre el pasto verde y la tierra fértil. No tenía idea de qué tan lejos
estaba del campamento pero por ella, ¡Podían irse todos a la mierda!
Todos menos Phoebs y él, pues aunque no la viera (en el sentido romántico que
quisiera) si tenía sus detalles como ofrecerle una mano para levantarla del piso cada
vez que chocaban como pinos de bolos, insistir en decir que en el fondo ella tenía
un lado amable y que cuando estuviera lista se lo mostraría a todos. Hacerla
palidecer con una sola mirada o tocar el cielo con una palabra, porque honesta y
sinceramente. ¡Ella era una estúpida e irremediable idiota!
Lo amaba…
Y por ese amor es que tenía que dejarlo ir… —se desprendió de su imagen en forma
de corazón. El relicario que tan celosamente guardaba en su pecho y pensó en
dejarlo caer, destrozarlo contra una piedra en cientos de pedazos. Llorar hasta
quedarse seca, dormida o desmayarse de hambre (porque sería una niña pero Bob
la enseñó a comer como salvaje) y mientras compartían "Crónicas de la Selva"
asaban carne y balbuceaban sus opiniones de la más estúpida a la más alucinante,
ella estaba ocupada babeando con Arnold a la luz de la hoguera en lugar de meter
comida en su boca, así que, en conclusión.
¿¡El universo la detestaba tanto que tendría que curarse su depresión por desamor
masticando una maldita piedra!?
¡Era en serio!
600
la luna parecía haberse escondido en lo que duró su cruel arrebato y entonces
imágenes de sacrificios aparecieron de pronto en su mente.
Las historias sangrientas que les compartió el guía eran pintorescas y grotescas, su
garganta se secó al igual que el llanto recién derramado por su amado Arnold. Las
hojas de los árboles se desprendieron, su moño desecho emprendió el vuelo y
aunque no le importó, si sintió la necesidad de dirigirse hacia otro lugar.
Como si le fuera revelado algún destino sagrado se metió entre los arbustos y las
ramas de árboles que lastimaron su carne y rasgaron sus prendas. La próxima vez
que escapara sería más prudente, pero eso era solo un decir pues en cada
desesperada huída, sólo pensaba en desaparecer. Nunca le preocupó lo que
sucediera con ella, si se lastimaba o enfermaba, si se detenía su linea de vida…
No era una que correspondiera a los Olmecas, Onas o Incas, se trataba de una
cabeza gigante con forma de balón. Similar a la que ella misma esculpió con gomas
de mascar desechadas por el objeto de su adoración y entonces, el tornillo único
que quedaba en su inestable cabeza, salió.
Se tiró de rodillas para rendirle culto de la manera exacta en que alguna vez llego a
hacer sobre la alfombra de su alcoba. Como si la escuchara, como si se apiadara,
como si así, ese amor que la desgarraba hallara sosiego. Cuando terminó, de
sentirse desahogada y confirmar que necesitaba reclusión en alguna institución
mental, pensó en dejar el relicario de oro justo ahí.
¿Qué le decía la selva? ¿Qué querían que entendiera? ¿Que viajo todos esos
kilómetros para dejarlo ir?
Bueno, a Mathew Lewis ni la reclusión le impidió escribir. Así que continuaría con su
oficio de poeta o quizás escribiría letras muertas. Limpió sus lágrimas y se colocó
delante de aquella impresionante roca, quiso tocarla, asegurarse de que era real y
no producto de haberse golpeado la cara con alguna rama en su frenética
persecución de un lugar donde llorar. Piedra helada, dura y porosa, la recorrió con
dedos trémulos, suspirando para sus adentros, acariciando un pómulo y después la
comisura izquierda de su boca.
La besó...
601
Dejó caer el relicario que no emitió ningún sonido en particular al chocar con el pasto,
no es que le extrañara pero aún así miró. Ahí abajo, además de maleza había una
fotografía que la dejó sin aliento: Un hombre y una mujer cargando a un pequeñito
que sin lugar a dudas era su Arnold.
¿Esto querían que viera? ¿¡Por qué ella y no él…!? El viento sopló de nuevo,
desacomodando sus cabellos, atravesándola como si no fuera corpórea y en ese
instante debió recordarse que él estaba ahí por sus padres y no por alguna novia.
Le ayudaría.
Su sueño le trajo historias tan vívidas que parecían reales. En todas ellas, había una
pareja de amantes destinados a quererse pero condenados a separarse. Cuando él
la recordaba, ella lo olvidaba. Y cuando ella lo recordaba, él ni siquiera la miraba.
Así se repetía incontables veces. Nunca llegaban a término, nunca lograban
consumar lo verdadero. Siempre había terceros, ya fuera padres, hermanos, hijos o
esposos. Sus lealtades se veían comprometidas a causa de esto último y aunque
se amaban, también se odiaban por estar malditos y no confesarse o recordarse.
Más tardó en hacerlo que en lo que Gerald —¡Si, él Cabeza de Cepillo!— salía de
la nada, encendiendo un petardo y armando tremendo escándalo. Ella no daba
crédito a lo que escuchaba y miraba. Los nativos la dejaban a su suerte y perseguían
al tarado, ella lo llamó idiota y le sugirió que imitara a Lila, luego Arnold —¡Si, su
Arnold!— salía de la nada y liberaba sus manos. Su tacto frío, sus dedos delgados,
su mirada determinada, su pulso estable.
602
Si aún fuera "la de antes" se habría lanzado encima de él y llorado en sus brazos,
pero era la de "ahora" la que se dejó el relicario de oro junto a la fotografía de sus
padres para honrar su promesa.
—No me lo tomes mal viejo. Sé que lo he prometido dos veces ya, pero en ambas,
mi intención ha sido la de evitar que te rompas el alma. Ya viste lo que le pasó a
Pataki "El terror Pataki" la chica más ruda de todo Hillwood y aunque tuvimos suerte,
no sabemos cuántos de "esos" hay ocultos en los senderos o que es lo que
pretenden.
—Solo te pido una prueba. —insistió tomándolo por los hombros y cargando de
dramatismo su gesto. Ella y Phoebs intercambiaron miradas nerviosas, estaba claro
que el pelos de espagueti iba a decir algo imprudente. —Necesitamos saber que
vale la pena el riesgo, tus padres...ellos, bueno…Odio decirte esto pero es bastante
probable que ya…estén muertos. —el color desapareció tan rápido de la piel medio
morena de Arnold, que ella sintió una furia indómita calentarle la sangre. ¡Nadie, que
no fuera ella podía ponerlo pálido de un susto! Pensó en golpear al moreno pero su
hermana la tomó por el brazo para detenerla y no le quedó más que rolar los ojos,
maldecir su enamoramiento de "toda la vida" soltar la sopa.
No dio explicaciones a ninguno, sólo les dijo que la siguieran. Juraba que ahí
encontraría su prueba aunque era probable que también hubiera más "problemas"
—De acuerdo. —comentó Phoebs, ajustando las correas de su mochila sobre sus
hombros.
—¿¡Es en serio!? ¿Le vamos a creer a la chica que nos hizo la vida imposible desde
los cuatro años?—gritó Gerald, mirando como Arnold dibujaba una media sonrisa y
se ajustaba su mochila por igual.
603
su brazo y llevarla a un costado. Se aterrorizó por el contacto, porque obviamente
"ellos no eran nada" y él no tenía ningún derecho o interés en acorralarla.
—¿¡Qué quieres Arnoldo!? —gritó empujándolo con las palmas de ambas manos,
él parecía en conflicto consigo mismo, sus mejillas estaban rojas y sus movimientos
torpes como cuando estaba por invitar a una de esas mosquitas muertas que sólo a
él fascinaban.
—¡¿Qué crees que haces?! —gritó con escazas fuerzas. Eran demasiadas
emociones para una sola noche. Sólo quería que se terminara que saliera el sol y
así pudiera pretender que nunca lo vio en su infantil confesión.
—¿Qué crees que haces tú?—le preguntó directo. Ese era el Arnold que se
enfadaba con facilidad, al que le traspasaba los límites, el que seguramente estaba
ofendido porque ella trató de interrumpir su "momento con Lila" Bajó el rostro,
mirando sus pies y dándose cuenta de que perdió el zapato izquierdo, se quitó el
604
otro y Arnold se sacó de onda. —¿¡Por qué haces eso!? —insistió, buscando sus
ojos pero ella estaba decidida a no verlo a los ojos. No lo soportaría, se tiraría a
llorar si miraba el odio en sus ojos y si empezaba con eso...
—Helga…—apeló a la calma en tono bajo, ella se mordió los labios y podría jurar
que el dolor en su pecho no era normal. —Phoebe me dijo que pretendías ayudarme
a encontrar a mis padres. Sé que era cierto pues traes todo un arsenal en tu bolsa
de viaje.
—¡Claro que no…!—objetó buscando un poco más de espacio entre sus cuerpos.
—Sí, y respeto nuestro convenio pero tu actitud sólo tendría sentido si lo que dijiste
entonces fuera cierto.
—¿Entonces por qué estás a la defensiva? ¿Por qué nos espiabas, por qué hiciste
que todos te odiaran si en el fondo tienes un alma amable?
—Los tres.
—¡Mientes!
605
—¡Y tú también! Pero perdemos el tiempo porque lo creas o no, te conozco Helga
G. Pataki y sé que no darás tu brazo a torcer. —esas palabras volvieron a encender
su mecha. ¡Él no la conocía, no sabía nada, era un estúpido, lento, lerdo, denso! —
pensó todos esos calificativos a medida que iba llegando al lugar donde se
encontraba el monolito de piedra. Al revelarlo a sus amigos Gerald se quedó con la
mandíbula perfectamente abierta, Phoebe lamentó no tener a mano su cámara
fotográfica. Como no querían ser encontrados dejaron los celulares en las tiendas
de acampar. Sí, era una decisión por demás estúpida en situaciones de peligro, pero
para eso estaban las luces de bengala. Arnold por su parte compartió la
estupefacción de su hermano, Helga estaba como si nada, se dirigió a los pies de la
cabeza y levantó un objeto de la hierba.
—A menos que tengas un gemelo perdido, diría que ese eres tú. Y si todos pusimos
atención en las clases de historia, la fotografía será vieja pero está en perfecto
estado, ni siquiera se ha mojado y apostaría a que estas tierras son propensas a la
lluvia. Debe tener días u horas…
—Que ellos esperan por ti, pero los sujetos de las lanzas no deben querer que te
acerques.
Los hombres que los buscaban traían sus propias antorchas pero la oscuridad era
abismal, Phoebs y Gerald se apretujaban en un arbusto detrás de un árbol, ellos lo
hacían en otro y a pesar de estarlo "cuidando" Helga era capaz de hablarse en
alguna especie de código con Johanssen. ¿Olga también estudió en la academia
para policías? ¿O como entendían esas señas?
606
Ahora, siendo "protegido" por su bully personal, sintiendo el viento helado cortarle la
piel y escuchando además de sus voces el aullido tétrico del viento, tenía la
impresión, no, mas bien la seguridad de que significaba algo más.
Gerald y Helga se les unieron en minutos que parecieron eternos, jamás pensó que
se preocuparía tanto por ella y cuando la miró de nuevo, innegable fue el regocijo
de su corazón.
—¡No sabemos hacia donde vamos! Podríamos ser devorados por criaturas salvajes
o peor, tocar hiedra venenosa, pisar arenas movedizas —le recordó Heyerdahl.
—El gusano traía un mapa ¿No es cierto? —comentó Helga mirándolo con
desespero. Claro que tenía un mapa pero no había ubicado una sola cosa en la que
se pudiera orientar.
—Por eso, es la opción más segura. —continuó la rubia. —Si quieren nuestros
cuerpos, se quedarán al pie del peñasco esperando a ver quien es el primero que
termina desmembrado.
—¡Tienes que ser tan gráfica! —protestó Gerald aceptando una de las cuerdas con
arnés que le entregaba Phoebe.
—Si, tengo. Mi misión en la vida es mostrarles las cosas feas, esas de las que nadie
se atreve a hablar.
607
—Como que si sueltas esa soga. En lugar de decirte "pelos de espagueti" serás
cerebro desparramado.
—Devolverte otra cosa, "Cenicienta" —una sonrisa coqueta adornó su cara y al igual
que en Chez Paris, se arrodillo delante de ella y sacó sus zapatos blancos.
—¿Cómo…?
—Arnold…
—El otro lo tomé antes de perseguir a Phoebe. Si te los pones, aceptas el trato. —
se los puso y una confrontación de emociones se hizo presente. Por un lado estaba
la niña que lo amaba y lo amó, con todo su corazón. Por el otro estaba la chica que
recogió los pedazos destrozados de ese mismo órgano y que se juró, no seguir
cometiendo el mismo error.
CAPÍTULO 33
SUNSET ARMS.
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"¿Lo haces…? ¿Confías…?"
Aquella pregunta seguía dando vueltas en su cabeza, al igual que los recuerdos y
sentimientos. Se percibía a sí misma como una traidora. A su corazón y todo en lo
que creía.
El joven Shortman (del que se enamoró) estaba coladito de amor por la sensual y
grácil pelirroja. Sus cabellos trenzados, el rostro surcado por multitud de pecas, la
sonrisa gentil de toda fémina digna de novela romántica. ¿Cómo lo podría culpar por
su infantil devoción? ¿Por no fijarse en ella, cuando ni siquiera ella…?
"No sigas por ahí…." —se ordenó de manera interna, pero era un poco tarde ya. Su
pecho dolía como si lo atravesara un puñal y se llevó la mano sana ahí "rompiendo"
el ritual, abandonando el recuerdo. Los eventos pasados que la golpeaban con la
misma crueldad que un vendaval.
—¡Arnold!
—¡ARNOLD!
No lo encontró.
Cerró los ojos y volvió a abrirlos, un par de veces, seis o siete, pero no había
diferencia entre un estado u otro. Su corazón latía aterrorizado, sus dedos se sentían
helados y tanto la frente como el pecho los tenía perlados por el sudor. ¿Qué estaba
pasando? ¿Dónde sucedía esto? ¿Otra vez se quedó dormida y la tenía Anthea?
609
¡No! ¡No podía tenerla porque no estaba sola, estaba con Arnold!
JAJAJAJAJA
Una risa cantarina se escuchó en contestación, ella se abrazó por instinto, en este
"plano" su muñeca diestra no estaba herida, pero si sentía frío, dolor, angustia,
temor.
—¡NO LO HICIERON!
—Phoebs…
—Tú…
Su versión "maligna" (por referirla de alguna manera) lucía exactamente igual, sólo
que sus ojos eran negros, al igual que los labios y uñas. Helga se horrorizó aún más
que al conocer a la famosa "Anthea" y esto resultó así porque en los niveles finales
de todo videojuego de antaño, el protagonista (que pretendía salvar a la princesa o
al planeta) debía enfrentar una versión alterna de sí.
Helga Malvada sonrió con alevosía. Un gesto torcido que le recordó sus días de la
tierna infancia. Ella pasó saliva por la seca garganta, enterrándose las uñas en los
antebrazos a ver si así despertaba.
610
piedad y tratándose del "autoanálisis" de una introspección de todo lo bueno y lo
mano. Créanle, siempre ganaba lo malo.
—Lo es, recordaste cómo nos arrancó el corazón, lo sostuvo en sus manos y
finalmente lo desechó.
—No, pero lo sentiste así. Escapaste, corriste. Siempre lo hacías en casa de tus
padres y lo volviste a hacer en la puñetera selva. ¿Sabes lo mucho que te
arriesgaste? ¿Lo poco que te importó tu vida? Perdón, ignora la pregunta estúpida
porque sin él, jamás te ha interesado tu vida.
—¡MENTIRA! —chilló.
—¿No lo entiendes? —cuestionó su otro yo, relamiendo sus labios negros. —¡Oh,
pobre niña cursi, solitaria y rota! —acusó aproximándose a ella. Helga quiso gritar,
golpear, enfrentar, pero no podía moverse mas.
El miedo la paralizaba, esta realidad la sometía o quizás era cierto que se trataba
de ella misma.
La otra Helga terminó por abrazarla, tan cálido e íntimo que le hizo pensar en su
madre y hermana. Luego, un dedo frío, huesudo y duro se posó a la altura de su
corazón, jugueteando con la tela blanca de su camiseta y cuando sintió que su
sangre se congelaba y su corazón se paraba, le dio por susurrar.
—¡PATRAÑAS!
—No lo son y es tan divertido el descaro que voy a permitirme explicarlo. Tú crees
haber conquistado tus miedos entregándote a él por amor pero lo cierto es que te
consumía el temor.
—¡NO!
—¿Y si lo hace por qué besó a otra, por qué buscó a otra, por qué protegió a otra?
611
—San Lorenzo, ocho años atrás. La única mujer que le importaba y a la que intentó
proteger fue Lila Sawyer y nadie más.
—Entonces, recuerda…
—¡NO!
—¿¡Qué estaban pensando!? ¿¡Cómo se les ocurrió hacer algo tan arriesgado!? ¿¡A
caso no has entendido que las energías entre este lugar y San Lorenzo son
sumamente siniestras!?
—¡¿Qué…?! —¿Era en serio? ¿Su padre se ponía así de pesado cuando sucedía
algo como esto? ¿Pero, y si tenía razón? ¿Si él, la forzó?
No debió besar a su amiga, aunque también parecía una trampa. ¡Helga le pidió que
lo hiciera para probar la fuerza de su amor…!
—¡Basta, no ganan nada gritando! —trató de mediar Phil, pero hasta él estremeció
al ver el estado de Helga.
¿Así de fuerte era su unión? ¿Esta era la consecuencia del amor que le profesó?
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—Dinos exactamente, qué fue lo que sucedió…—solicitó su padre y él describió la
escena.
—¿¡Qué, papá!? —gritó furioso sin alejarse de ella. —¿Meditar frente a una
hoguera, concentrarse en nosotros y el único viaje que hemos hecho juntos?
—¿Sirvió de algo a caso? ¿Descubrieron el truco? ¿Se usa agua fría para derretirla
o comenzamos a buscar horrocruxes?
Eleanor estaba sufriendo, su querida y tierna niña. La misma que conocía tan bien
como para saber que lo último que querría sería una disputa entre los dos. Los tres
hombres en el tejado la miraron asustados, pero en absoluto extrañados por su
arrebato.
Miles y Phil se recriminaron el estar siendo demasiado rudos con su muchacho, pero
a su edad. ¡Ellos ya pensaban las cosas con claridad!
—No seas tan severo contigo, Tex —concilió Gertrude y es que para ella, no existía
escenario alguno en el que él, la pudiera dañar.
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—Es cierto…—continuó sollozando, presionando la mano libre de su mujer en el
interior de la suya. Eleanor se veía tan pálida y rígida que le daban ganas de llamar
a algún médico forense.
¡¿Pero qué demonios estaba pensando?! ¡¿De dónde venían esas ideas tan
destructivas?! Y más importante que eso ¿Dónde estaba su pequeño y peludo
guardián?
Mantecado se había quedado al interior de la casa, todos los pelos del cuerpo
erizados, los ojos fijos en su ama y en las sombras que sólo él podía contemplar. La
rodeaban de arriba a abajo y no sabía cómo ayudar. Su sexto sentido le decía que
no eran sombras como las otras, eran más densas y peligrosas en el sentido de que
estaban en su humana y si las rasgaba la temía lastimar.
Maulló para anunciar su presencia y lanzar un grito de guerra. Necesitaba a los otros
humanos, esos que de tanto en tanto dejaban impreso su aroma en ella. El viento
pareció complacerse en compartir su llamado. Sopló con hambre arrancando las
hojas de los árboles, moviendo sus ramas, haciendo estremecer a transeúntes y
sacando de la cama a quienes tenían rato tratando de dormitar en ella.
Sus maullidos (que pronto formaron eco de jaurías felinas en los alrededores) fueron
interpretados por Arnold como algo macabro. Su abuela (que hablaba con gatos)
desesperó por lo patético que estaba actuando.
Ahora estaba dolido con él y con todos. Cerró los ojos, aferrándose a Helga.
Rogando a los Dioses (en los que apenas si creía) que lo hicieran recordar y entrar
en su sueño.
Tenía que recuperarla porque todos lo decían. Ella era suya, en su corazón, aún si
no lo recordaba ninguno de los dos.
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Mantecado maulló de nuevo, arañando la ventana y es que las sombras cobraban
"vida" Salían de su humana y entraban en él. Arnold cayó desmayado ante la
estupefacción y horror de sus seres queridos.
SAN LORENZO.
(Ocho años atrás)
Despertó varias horas después inquieto, sucio y con el corazón en un hilo debido a
las insistencias de Gerald, lo abofeteó con la palma extendida para decirle que las
chicas se habían ido. Él quería preguntar —¿Cuales chicas?— porque claro, perder
la noción del "aquí y ahora" era algo normal si gastabas tus energías haciendo mas
ejercicio en una sola noche que en toda tu vida.
Vio a una pareja de amantes condenados a separarse. Sin importar lo mucho que
se quisieran, tarde o temprano tendrían que dejarse. La sociedad, sus familias, el
mundo. ¡Nada! aprobaba su unión y finalmente fue ella quien cedió a la tentación.
Pataki no la traía especialmente contra él pero Gerald le tenía manía porque "ella se
la tenía a él" Arnold conocía el tema y más de una vez le había dicho que era absurdo
que se peleara con ella sólo porque la rubia insistía en pelearse con él.
"¡Hey! Si tú no vas a defenderte por tus códigos de moral o porque le tienes miedo
de verdad, está bien, pero al menos yo, le voy a gritar"
Y ese argumento les había valido épicas batallas en el salón de clase, los pasillos y
cafetería de la P.S.118
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Cuando todo era blanco o negro y estaba completamente seguro de quien era ella
y quien era él. Es decir, cuando no había palabras de amor confesas, miradas
esquivas, roces de manos sudorosas y nerviosas. Cuando no creía que su
enamoramiento por Lila la hería. Cuando quería agradecerle de corazón pero
un "gracias por traerme al lugar donde desaparecieron mis padres" sonaba vacío en
comparación con lo que de verdad le tenía que decir.
¡Había gente real, con lanzas reales, que les podrían producir heridas tan
monumentales que los enviarían sin retorno al país de nunca jamás!
—Toma una fotografía cuando no tengamos una horda de nativos asesinos y locos
detrás de nuestros huesos. Creo que encontré su rastro, deben estar por allá.
—De acuerdo, volviendo a mi sueño. La mujer que la que te hablé, terminó por
suicidarse.
—Por favor.
—¡Es en serio! ¿Sabes que en todas las películas y en todos los argumentos de
horror, siempre matan al negro o al asiático primero? ¡Tú y Helga saldrían ilesos!
—Exageras. —refutó rolando los ojos. Gerald insistió en que él y "su chica" caerían
primero. A ellos puede que los conservaran para vender en el mercado negro o
quizás los sacrificaran para algún Dios narcisista y odioso.
—¡Espera! —lo silenció colocando una mano sobre su rostro, el moreno se tensó
cual gato que está siendo mojado. Escrutó los alrededores pero no vio nada
especialmente sospechoso, lo que su amigo había encontrado era a las chicas,
cuchicheaban al centro de unos arbustos y fuera lo que fuera, él lo quería escuchar.
(Más si confirmaba sus teorías de que Helga lo quería)
—Te lo juro, hermana. Lo voy a arrancar tan de raíz que ni siquiera creo necesario
conservar este estúpido vestido…
616
.
—¿¡QUEEEE!? —Gerald se tragó el grito porque Arnold le tapó mucho más fuerte
la boca y así, ambos alcanzaron a ver como la colérica rubia colocaba las manos al
bordillo de su falda y la levantaba sin más. La prenda cayó al suelo al mismo tiempo
que Gerald Johanssen. El grito que brotó de sus labios pudo haberlas aterrado pero
eran mucho más listas y de sangre más fría que ellos.
—No te hagas el desentendido querido samaritano. Gerald se cubrió los ojos tan
fuerte que me sorprendería que no llegara a arañárselos. Tú, sólo te tapaste la boca.
—Yo diría que más bien, pretendías no ser encontrado. Lástima que pelos necios
grita más fuerte que la chica muerta de "psicosis"
—¿N…no podemos arreglarlo con una disculpa? —metió la mano izquierda por
delante y ella la atrapó sin piedad. Se la torció hacia atrás hasta que suplicó piedad
y Gerald regresó de "nunca jamás" Phoebe declaró que eran un par de tarados.
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—Supongo que calculamos mal la duración de su sueño de belleza.
—Hay que aprovechar al máximo la luz del día. ¿Dónde está el mapa, Arnold? Si
logramos ubicarnos y seguir desde la última anotación de tu padre…
Extrajo el mapa ante la atenta mirada de todos. Gerald se lo arrebató de las manos,
luego Phoebe se lo quitó a él. Identificaron varios lugares que destacaban por su
proporción desde lo alto del risco, excepto los que referían a sus últimas
anotaciones.
—Yo creería que está más hacia el sur. —acotó él y Helga gritó frustrada que todos
eran demasiado idiotas.
—¿En serio? ¿Por qué no nos iluminas, si es que eres tan buena? —refunfuñó
Gerald, arrojándole el diario de su padre a la cara. Pataki lo atrapó al vuelo y les hizo
notar algo obvio.
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—Esas notas finales, no las colocó tu padre sino tu madre. La caligrafía es distinta,
el ángulo de las ilustraciones también. Miles (porque así decía que se llamaba en la
portada) dibujó todo eso desde un lugar elevado.
—Como sea, "Zack y Trini" (Referencia a los power ranger negro y amarillo de la
primera generación) están en lo cierto. Debemos comenzar al norte y después virar
hacia el este. Parece ser que tus padres estaban buscando a los pobladores u
adoradores de algún templo escondido.
—¡Espera! ¿Dices que es probable que encontremos nativos que adoren su enorme
cabezota de balón? —se burló Gerald y él lo miró de mala forma.
—Eso explicaría la piedra que vimos anoche, pero si fuera así. No tendrían
prisioneros a sus padres.
—¿En serio crees que ellos están…?—preguntó mirándola serio. El resto lo hizo por
igual, Phoebe cruzando los brazos a la altura del pecho, Gerald afianzando el
cuchillo que le guardó su abuela y que jamás había usado para nada mejor que abrir
cajas con latas de conservas.
—¿Por qué…?
—¿Me ves cara de enciclopedia? —rezongó molesta. —Solo leí un poco de todo y
sé que estás nervioso pero en serio, Arnold...—lo miró con el ceño fruncido y le
devolvió el diario de un solo golpe. Él no entendía qué había hecho para hacerla
enfadar tanto.
—¿Qué…?—preguntó a la defensiva.
—No hallarás una mierda si te diriges hacia el sur. —lo paso de largo golpeándolo
con el hombro, ella y Phoebs sacaron las sogas y arneses, tenían que bajar de ahí
para iniciar la búsqueda.
—Las ayudaré con eso aunque creo que tengo una mejor idea. —comentó Gerald.
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—Somos presa fácil al estar en un sitio jamás explorado y apostaría mi sensual
cabellera a que nos van a seguir buscando. Mi idea es dormir en el día y movernos
de noche.
—¿¡Estás loco?!—gritó.
—Si nos cogieran desprevenidos, justo ahora sabríamos hacia donde correr. En la
noche, las sombras se vuelven confusas, no veríamos si vamos a un claro o a
tirarnos de cabeza desde un peñasco, además nos serviría de manto. Podríamos
andar de aquí para allá, sin ser detectados.
Perdieron casi todo el día en eso. Cuando se sintieron listos, compartieron algunos
frutos secos de los que traía Gerald y comida instantánea que empaco Phoebs.
—¡Hey! Si nos vas a llamar así, entonces ustedes son el equipo "dorado"
—Para nada, también sé de historia y las tribus antiguas son sumamente racistas.
Ustedes dos resaltarán cual si llevaran una diana.
—Aquí entre nos. —cuchicheo Gerald. —Si van a "caer" tú eres la mejor.
—Lo mismo digo yo, devuélveme a mi hermana de una sola pieza o lo que quedará
de ti, no lo recogerán ni con una cuchara.
—Hecho.
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Partieron con Helga como la primera y él volvió a sentir que la Selva resplandecía
gracias a su presencia. Contemplar el anochecer (en comunión) le pareció mágico,
el asombroso degradar de amarillos, anaranjados, rojizos, violáceos y finalmente la
oscuridad de la noche.
Helga relucía también, con esas ropas parecía toda una exploradora y a él, le
gustaba explorar. Se descubrió mirándola más veces de las que estaba dispuesto a
aceptar, trató de convencerse de que lo hacía para cuidar sus espaldas, pero puede
que desde ahí, ya le agradara.
Era determinada, astuta, voraz. Toda una guerrera y esperaba que lo mismo pudiera
decirse de él.
—Ok, no quiero que se alteren, pero están hablando de mi...—Helga vacío sus
pulmones y aunque lo controló, fue consciente de como tembló. Una parte de sí, la
admiró. Más que a todas las personas que conocía porque se preocupaba por él a
pesar de su nula capacidad para llegarla a amar.
No habían vuelto a tocar ese tema, cada que tenía la oportunidad apagaba su radio
y apretaba el listón rosado que escondió en el bolsillo izquierdo de su
pantalón. ¿Cómo abordarla? ¿Rechazarla o serenarla si ella insistía en que no
sentía nada? Pero, (debido al tiempo compartido) sabía bien que mentía. Cada que
se tocaban, así fuera mínimo o accidentado el roce, ella desviaba el rostro y él
percibía el rubor de sus mejillas, además de sus intensas ganas de llorar. ¿Cómo
podía hacerlo? ¿Continuar de frente con orgullo y decisión si era tal su vacilación?
621
Si se tratara de él, si la situación fuera al revés, no podría soportarlo. Estar tan cerca
de la persona amada y no poderla besar… —su garganta se secó y sus labios se
agrietaron ante la contemplación de la idea.
—¿A ti? ¿De todos nosotros, solo a ti? —cuestionó el moreno intentando encontrarle
algo de sentido a sus palabras.
—S…si…
—¿De verdad? Puede que no aprendiera una mierda en la clase de español, pero
hasta donde sé, tú te llamas Arnold aquí, en Hillwood o en China.
—Sus palabras exactas son "Poner a prueba al milagro" y según mis abuelos,
cuando nací…
—Si es así… —continuó hablando Phoebs. —Tal vez debas demostrar que eres
digno de encontrar a tus padres. —señaló ajustando los lentes sobre el puente de
su nariz, Gerald asintió con el mentón para denotar que estaba de acuerdo y
entonces fue su turno de vaciar los pulmones y temblar como un idiota.
—Lo eres. —aseguró Helga. —Que nos estén buscando sugiere que vamos en la
dirección correcta. Según las notas de tu padre, debe haber algunos túneles y
cuevas más adelante, descansaremos ahí y mañana, estarás más cerca de tenerlos
entre tus brazos.
Gerald y Phoebs la notaron tensa, el primero no tenía ni idea (de qué era lo que
sentía) la segunda lo solucionó dirigiéndole una mirada de profundo odio.
622
¿Sería cierto ese rumor de que su padre, además de esgrima le enseñó el arte
japonés de arrancarte el corazón del pecho y mostrártelo antes de que quedes tieso?
Apuraron el paso, sintiendo el viento del alba cortando la piel y desacomodando sus
cabellos. Las coletas de Helga eran tan obstinadas como ella, no se habían desecho
a pesar de estar sujetas ¿Con deseos de venganza y voluntad férrea? No tenía idea
de con qué ataba su cabellera, pero de un momento a otro pensó que la quería
acariciar, reprimió el impulso y Gerald encontró ocasión para decir "que lo estaba
viendo"
—No sé a qué te refieres con eso…—contestó con los brazos cruzados a la altura
del pecho y deteniéndose en seco.
—¿Ah, no? —chasqueó con la lengua y después resopló. —No tiene caso, tú nunca
te enteras a tiempo, pero te advierto "que los estoy viendo"
Phoebs, no traía consigo su espada de madera japonesa pero sí se armó con una
rama larga y gruesa que debió recoger en el camino, Helga tenía a la furiosa Betsy
y ese instinto de lucha asesino. Espalda contra espalda, se defendían la una a la
otra y tan pronto como las vio Gerald comentó algo de haber muerto y estar en el
paraíso. Él lo golpeó en las costillas para hacerlo salir de su estado de "coma
fantasioso"
623
Él terminó en el piso, sin numero de veces pero de todas esas se levantó y continuó
en la refriega. De un segundo a otro Gerald gritó que entraran en la cueva. Las notas
de Miles sugerían que esa "a la que iban" estaba sin explorar por los nativos de San
Lorenzo (hace unos seis o siete años) esperaba que siguiera así, porque era su
única vía de escape.
Visualizó al moreno corriendo como alma que lleva el diablo detrás de Phoebe y
directo a la entrada, él estaba a nada de seguirlos pero volteó y no encontró a Helga.
Su pulso se detuvo, la sangre se congeló, iba a comenzar a hiperventilar de terror
cuando la escuchó luchando contra un nuevo sujeto: piel morena, cabellos negros,
pecho al descubierto y un pantalón caqui con zapatillas curtidas en piel de animal.
Helga lo miró como si le hubiera salido otra cabeza, el nativo igual, pero
curiosamente "obedeció" abrió sus dos manos enviando a la rubia en caída libre a
la nada. Al hacerlo notó un objeto dorado con forma de corazón que se quedó en el
puño izquierdo del gran pelmazo. Helga lo quería, lo que fuera eso (a consideración
suya) valía su vida y él enfureció porque ya había tenido suficiente de sus "rabietas"
corrió hasta ella, la levantó del brazo y no se estuvo en paz hasta que la "arrastró"
al interior de la cueva.
Sus amigos no estaban a la vista, pero si memorizaron bien había varios caminos
para salir. Izquierda o derecha, no importaba, ambos daban a la parte central y
desde ahí era recto. Pataki exigió que la soltara, él apenas si se percató de que la
seguía teniendo del brazo.
—¿¡QUÉ TENDRÍA QUE SER POR ELLA!?—gritó con voz que le pareció un poco
rota, pero no pudo confirmarlo ya que estaba de rodillas, con una de sus dos
linternas rota y tratando de volver a respirar.
624
—La manera en que te comportas, como me evades, te sonrojas y reprimes tus
emociones. —continuó su alegato incorporándose a duras penas, colocando la
linterna sobreviviente en el bolsillo superior de su camiseta.
—¡BIEN! —gritó para retenerla. —Puede que tú no quieras hablar del tema pero yo
sí. —funcionó, ella se congeló en el acto pero no por su mandato sino porque le
pareció que se movían las sombras. Escrutó con la lamparilla de su casco minero
de izquierda a derecha, omitió su "pelea" porque su mente era setenta por ciento
analítica y podía estar declamando poesía en un segundo y al siguiente gritándole
a Bob el terrible padre que era.
Ninguno de los dos notó nada extraño y una vez calmadas sus aguas continuaron
la charla.
—¿Así que vas a jugar "al no pasó nada" por el resto de nuestras vidas?
—No, sólo hasta que uno de los dos muera…—eso sonó tan frío y real, que recordó
a la mujer de su sueño. El corazón dejó de latir al interior de su pecho, pero descartó
la idea porque "ella era Helga" la mujer mas temeraria que conocía y jamás se
atrevería a hacer algo como eso.
¿O, si?
—Helga...
—No pienso morirme de amor, Arnold. ¡Que te quede claro que Helga G. Pataki,
jamás morirá por amor! Quiero ayudarte a recuperar a tus padres y expulsarte así
de mi corazón. Será la última vez. ¿Quieres?
—Phoebs es la única que sabe esto pero obtuve la mejor nota en la prueba de
conocimiento general a nivel estatal. Me ofrecen estudiar en la parte del mundo que
quiera y hasta ayer pretendía quedarme en Hillwood. Ahora pienso en Grecia,
Alemania, Inglaterra.
625
—Tan pronto volvamos a casa, así que ya déjame en paz. ¡Quédate con Lila! tengan
bebes pecosos que con tus genes parecerán balón de fútbol americano incendiado.
—Pero igual lo estás pensando. —afirmó y él no pudo más que darle la razón.
Él, era un chico cursi. Aspiraba a una familia pequeña con su dulce esposa
esperando a que volviera de la oficina. Lila era el tipo de chica que encajaba con el
perfil de vestidos largos y amplios, galletas que se enfrían en el marco de la ventana,
cuentos a los niños antes de ir a dormir, besos tiernos hasta la mañana y atenciones
para sus abuelos.
Helga era mucho más impetuosa, arriesgada y libre. Si hubiera que compararlos con
algún elemento diría que ella era fuego y él viento.
Uno de los dos tarde o temprano consumiría al otro y eso no era bueno. Lila era
calma y suave como el agua, se entendería bien con el estilo de vida que quería
tener.
Reanudó la marcha y contempló las mismas "gemas" que había advertido antes.
Hasta ese momento reconoció ojos, cuerpos, rostros. Su corazón bombeó al mil y
pensó en Phoebs, Gerald, Helga, presionó el botón de encendido en su radio (lo
había colocado en una de las correas de su mochila para un acceso rápido) la
estática fue lo único que le respondió y se pegó a la pared de piedra pensando en
alguna estrategia para no convertirse en brocheta.
Ojos rojos como los de los conejos o Demonios. —¿Por qué lucían así?— Se
supone que la tribu que sus padres buscaban era únicamente de ojos verdes,
padecían una extraña enfermedad asociada al sueño y según sus abuelos,
permanecieron en la Selva buscando una cura para aquellos que los socorrieron
durante su alumbramiento.
—Así que eres tú, el milagro…—comentó el mas imponente de todos en fluido inglés
y eso lo impresionó. ¿Escucharían su pelea con Helga? ¿Estaría en peligro, ella o
Lila? ¡Santo Dios, que no intentaran acercarse a Lila! —apretó los puños a ambos
lados de su cuerpo y quien lo entrevistaba sonrió.
626
—La Sombra.
—¿Qué...?
—No es necesario que lo entiendas, sólo debes venir con nosotros. Acatar tu
destino.
—Me niego. —los hombres ante él, eran cinco. Dos de ellos sonrieron al escuchar
su negativa y se perdieron en las sombras para regresar con los cuerpos al hombro
de Phoebe y Gerald, amordazados, maniatados e inconscientes. El grito de horror
se ahogó en su garganta porque si ellos estaban así, significaba que lo mismo le
sucedía a Helga.
—¡NO!
Estaba rodeada en ambos flancos pero sus ojos estaban tan húmedos de llanto y
su corazón tan agobiado que no tenía oportunidad de contemplar nada más. Se
detuvo en su loca carrera para vaciar los pulmones y llorar como una patética y
pobre niña. ¿Por qué era tan estúpido? ¿Tan insensible y directo? ¿Porque se
trataba de ella? "El Terror Pataki" La uniceja odiosa que ninguna persona trataba
con dulzura porque no encajaban con ella los mimos o palabras tiernas.
Ni siquiera ella.
Limpió sus ojos con manos desnudas, para la nariz necesitó buscar en los bolsillos
de su pantalón corto. No llevaba demasiado en eso cuando se sintió observada y se
supo rodeada. Sus agresores eran varones todos, mucho más jóvenes que Bob,
pero no tanto como los bravucones de sexto grado.
Se había peleado con uno de esos en la cafetería de la escuela el otro día. Se creía
demasiado porque ya se iba a la secundaria y gustaba de aterrorizar a los de tercero,
627
segundo y primero. Lo puso en su lugar, porque al muy imbécil le pareció divertido
tirarle su tapioca en la cara.
—¿Por qué te ensucias, niño? ¿No sabes que está mal que uses vestido? podrías
confundir a los de primero. —ella dejó caer su charola haciendo un sonido tan
estruendoso que por algunas centésimas de segundo reinó el silencio. Quienes la
conocían tragaron en seco, Gerald silbó por lo alto porque era un grandísimo idiota
que adoraba enfatizar los momentos en que ella "perdía el control" fiel a su
naturaleza, a lo que todos esperaban que hiciera, obvió el saltarle a la cara cual
haría una lunática.
Fue una pelea rápida que culminó con ella encima de ese cabrón, estrellando su
cabeza contra el suelo a la vez que gritaba que ella era una niña.
Harold Berman tardaría varios años en volver a confundirla con un chico. El que se
convirtió en un montón de carne deforme bajo sus pies, tardaría varios meses en
terminar el tratamiento dental.
Ser un espíritu libre por los segundos, minutos u horas en que se permitía la
fascinación.
No lo haría.
628
El sujeto que la intimidaba arrancó la cadena de su relicario, ella cerró los puños y
rechinó los dientes. Sabía dar patadas voladoras aunque lo suyo eran más los
movimientos de lucha libre que veía cada domingo en la arena de Hillwood.
Derribarlo, puede que le fuera posible ¿Pero después, qué? los otros se le echarían
encima. ¿Morir, pataleando, gimiendo y luchando? Sonaba heroico, prometedor,
digno de una Pataki y entonces saltó.
Un pie detrás del otro tomando impulso, los ojos fijos en su objetivo quien
obviamente no se esperó que hiciera algo como eso. Adoraba ver la sorpresa en los
ojos ajenos, era lindo producir esa clase de reacción en alguien que te subestimaba
y te quería someter. Cuando su pie izquierdo chocó contra la cabeza del mastodonte
y lo noqueó, recordó el beso que le robó a Arnold en la cima de aquel edificio.
Tenía la misma expresión de sorpresa, los ojos a punto de salírsele de sus órbitas.
Y lo odió.
La ira motivaba ahora sus movimientos y entonces, con los restos de su relicario en
la mano diestra giró en redondo y levantó el rostro dispuesta a enfrentarlos a todos.
Algunos se impresionaron, otros adquirieron la posición de ataque. Escuchó
palabras que no entendía (en cuanto al contexto) y que la describían como "elegida"
¿Para qué...? ¿Patear sus traseros o ser sacrificada a las faldas de un volcán?
Armados con lanzas y flechas le apuntaron como si fuera alguna especie de animal.
Eso no era honorable (aún si lo era) calculó sus posibilidades encontrándolas nulas.
Eran cuatro a una y su casco minero se le había caído a media patada por lo que la
iluminación descendió y daba un aspecto aún mas tétrico a la escena. ¡Debía correr
o llamar a gritos a los demás!
¿Y si los ponía en riesgo? Uno muerto valía tres vivos, pero cuatro a cuatro arrojaba
mejores resultados en su cabeza.
Los ojos de los tipos coléricos y morenos eran color de la sangre, dudaba que usaran
lentes de contacto o que estuvieran drogados. —¿Qué mierda estaba
pasando?— los de la noche anterior eran distintos: pieles morenas, cabellos castaño
oscuro, ojos verdes y ropas curtidas a mano. Los que tenía en frente apenas si se
vestían, lucían mucho mas peligrosos y salvajes. —¿Por qué? ¿Eran dos grupos
distintos? ¿Y qué pretendía cada uno?— Sintió temor verdadero al erizarse los
vellos de su nuca. Como luchadora que era, se consideraba una mujer que obedecía
a sus instintos y contrario de la noche anterior, todo aquí irradiaba muerte y delirio.
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sintiéndolo rígido, pálido y bañado en sudor. ¿Querían a Arnold? —¡Su Arnold!—
¿Para qué...? las palabras del guía sobre sacrificios, canibalismo y demás desfilaron
como en cámara lenta delante de sus ojos.
—Te equivocas. Nosotros queremos romper sus huesos, drenar su sangre, extraer
el corazón. —Su declaración la dejó poco más que paralizada y muerta. La sonrisa
de satisfacción y gloria que le dedicó quería decir que lo tenían.
Y la tenían.
Como en la escena del teatro de los vampiros (para los amantes de "Entrevista con
el Vampiro") cuatro sombras se cernieron sobre ella, que gritó y se debatió con todas
sus fuerzas hasta que ya no pudo ofrecer mayor objeción. El aire en el interior de la
cueva era mucho más escaso, la temperatura entre cálida y húmeda, era asfixiante
estar ahí adentro y si le aumentas las pocas horas de sueño y la mediocre
alimentación lógico resultaba perder el sentido.
CAPÍTULO 34
N/A: Alterno entre "presente" y "pasado" en la presente entrega, favor de leer con
cuidado.
630
Todas las voces en su cabeza repetían el nombre de ella y se recriminaban de
manera interna el dejarla ir por su cuenta. ¿Cómo se le ocurría? Si en el fondo sabía
que ella no era más que una niña dulce, temerosa, frágil y tierna.
Un frío helado le corrió por la espina dorsal y de pronto evocó el momento en que la
conoció. La escena real puede que no sucediera exactamente así. La memoria
tendía a ir agregando o quitando cosas dependiendo del paso de los años o de la
inventiva. Pero de momento, él no se concentraba en los detalles del fondo: si
estaban sobre la acera antes de llegar a la escuela o si sucedió delante de la puerta
principal. ¿Seguía lloviendo o ya había parado la tormenta? No, nada de eso
importaba porque en cuanto llegó, sólo supo que "algo" le hizo voltear en su
dirección.
Tenía el rostro sucio por el barro que acababa de arrojarle un auto, el ceño fruncido
por la frustración y a pesar de eso reconoció, que estaba a punto de romper a llorar.
Su abuelo le había dicho que debía ser amable con las chicas y de momento, lo
único que se le ocurrió fue halagar su moño.
"Es muy bonito" —comentó alegre. Aunque en realidad, lo que le pareció precioso
fue ella. Una sensación cálida inundó su pecho en cuanto sus ojos hicieron contacto,
le ofreció su mano pero en ese momento "algo se rompió" la furia, indignación y las
ganas de llorar fueron reemplazadas por el temor. Lo vio en las dos centésimas de
segundo que duró, aunque claro.
A los diez y estando en la maldita Selva que lo vio nacer, resultaba claro que ella lo
sintió también y que eso la atemorizó. Lo golpeó, rechazando su mano y
derribándolo al piso.
A partir de entonces su trato fue rudo, violento, cruel. Pero mentiría si dijera que
siempre se comportaba así. Tenía sus momentos de cordialidad, de palabras duras
pero veraces. Como ella misma refirió. "Su papel en la vida era recordarles las cosas
feas, esas de las que a nadie le gusta hablar" y cada que necesitaba un jalón de
orejas, que le reventaran la burbuja donde solía habitar y lo regresarán a la realidad.
Estaba ahí para él, como una casualidad o quizás no lo fuera en realidad. Era
consciente de cómo (en su reducido grupo de amistades) siempre había alguien que
seguía a alguien: Curly a Rhonda, Lloyd a Harold, Gerald a Phoebe, Peapod a
Nadine, Sheena a Eugene, él a Lila, Brainy a Helga.
631
.
"Oh"
"Se lo he pedido más veces que tú a Lila" —se burlo, por hacerlo sentir incómodo y
él se encogió de hombros dispuesto a salir de ahí, pero el chico listo lo detuvo.
"¿Estás seguro de que es la indicada?" —preguntó, jalándolo del brazo y mirándolo
a los ojos.
"Cómo dije, sé qué no es para mí. Pero hasta que llegue alguien más, me contento
con asegurarme de que está bien"
Pensó que era muy egoísta por parte de Helga rechazar tan nobles sentimientos,
pero jamás se preguntó, si la razón de eso no sería que ella amara a alguien más.
En los segundos que dedicó a estas reflexiones, escuchó el grito más estremecedor
que escucharía jamás. Era Helga —su Helga— gritando de horror. Él repitió su
nombre cómo si con eso pudiera transportarse a su lado, los hombres que le
rodeaban lo sujetaron por la fuerza y después de unos minutos que parecieron
eternos, llegaron cinco más. Tres de ellos con sonrisas de superioridad, los últimos
dos sosteniendo a un hombre sobre sus espaldas y a la inconsciente rubia (por la
que gritaba y se debatía cómo un loco) maniatada y en volandas.
La colocaron en el suelo, tal y como hicieron con Gerald y Phoebs (contrario de sus
amigos, ella tenía el rostro sucio e inflamado por el llanto) sintió como el corazón se
le encogía y de manera mental, se recriminó ser el peor ser humano sobre el planeta.
"Él la había hecho llorar" dos veces en tan poco tiempo, poniéndola en peligro,
haciendo que bajara la guardia. Ahora entendía por qué le grito con tanta furia la
pequeña asiática.
Lo merecía, el "ataque del dragón" o como se llamara esa técnica especial para
sacarte el corazón del pecho y mostrártelo antes de caer muerto. Sus captores lo
liberaron, él no podía dejar de verla pero estaba claro que se los ponían ahí para
ofrecer algún tipo de trato.
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cuando se lo acercaron contempló su foto. Era la del anuario y que la trajera aquí,
quería decir que seguía luchando por él.
Todo lo que hacía, tanto en San Lorenzo como en Hillwood era por él.
—¿Es tu elegida, niño milagro? —insistieron en la cuestión y una voz interna dijo:
Si, con seguridad y aplomo. Lo instaba a levantar el pecho y henchirse de orgullo
por Helga G. Pataki. Otra voz, le dijo que si la reconocía como tal, la pondría en
peligro.
—No, —cerró los puños a ambos lados de su cuerpo. Se ordenó "no verla" y les
recordó que la razón de su reciente pelea era que él, no la quería a ella. —Rechacé
sus sentimientos, si es a eso a lo que se están refiriendo. La mujer que me interesa,
a la que he puesto a salvo de todo este tormento es otra.
Era su Helga, la de diecisiete años que estaba dormida por causa suya y del humo
de la hoguera. Aún no podía llegar a su lado. No podía verla porque las sombras
eran demasiado densas. Sin embargo, creyó que si él podía oírla, ella lo haría
también.
Esta era la verdadera prueba. Lo que orquestó Anthea para determinar su victoria o
derrota. Recordarles el daño que sin saber (ni querer) le había ocasionado y de
verdad, se sentía fatal por eso.
No la merecía. Pero tampoco es como si esa idea fuera nueva. Desde que inició su
relación, siempre tuvo la sensación de que debía compensar algo más.
Tantos años de amor silencioso, autodestructivo y unilateral. Mientras él, tuvo roces
de manos, miradas sugerentes y ocasionales besos con otras chicas. —Suspiró
para sus adentros convencido de que era un grandísimo idiota que merecía todo el
633
peso de la Santa Inquisición. Aunque también, creía que lo que había hecho con
todas ellas era buscarla a ella.
Su otra mitad, alma gemela. La persona que por fin, le traería paz.
—CONFÍA. —le suplicó, porque aún no llegaban a esa parte pero desde ahora, él
estaba seguro de que siguió luchando por su amor. Las palabras de su abuela y de
todos eran ciertas.
Ellos trabajaron juntos para encontrar a sus padres y dar cabida a su relación. Lo
sentía en su sangre, sólo tenían que verlo.
SAN LORENZO
Ocho años atrás.
634
.
Los nativos dieron por ciertas sus palabras, después de todo los escucharon gritar
y los vieron ir cada uno por su lado. Arrojaron el corazón al piso y junto a él descifró
una punta de flecha.
—Vas a guiarnos.
—¡Jamás!—gritó.
—Entonces los escucharás suplicar, mientras son asesinados. —si era posible, su
rostro adquirió un tono mucho más pálido. ¡No podía entregarles a Lila! Pero
tampoco iba a permitir que los mataran a ellos. ¡Gerald era su hermano! ¡Phoebe
inocente y Helga la mujer de su vida!
Tan pronto como lo decidió, los hombres se acercaron a sus amigos y les colocaron
al rostro alguna sustancia que al inhalar, los hizo despertar de súbito. Decir que
estaban en piloto automático y a la defensiva era poco. Gerald reaccionó soltando
tremenda patada, Phoebe se arrastró hacia atrás buscando algo de apoyo para
levantarse sobre sus pies, Helga era la única que no estaba amordazada así que
amenazó con una salvaje mordida a su agresor.
No morirían, ninguno de ellos lo haría. Así que rogó al cielo, a sus padres, quien
fuera. Que si "estaban ahí" los ayudaran a salir.
Un movimiento telúrico comenzó (de lo más bajo a lo más bravo) y ni siquiera así,
daría por ciertos los rumores de que él, estaba ligado a la furia del volcán.
A sus espaldas, sólo se oía el estruendoso sonido de la roca crujiendo y los gritos
salvajes de quienes seguían sus pasos. Gerald comenzó a repetir incansablemente
"todos vamos a morir" "todos vamos a morir" Helga le gritó que si no se callaba lo
asesinaría ella misma y su amigo le dijo que sí.
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Una luz tenue se vio al fondo, Phoebe se los informó y todos apuraron el paso.
Ninguno se soltó de las manos, eran una cadena, un equipo. Los rayos del sol
matutino calentaron su carne, pero no pudo celebrarlo ya que segundos después la
cueva se derrumbó en su totalidad
Gerald se dejó caer de espaldas a la tierra firme, más pálido que una parca y con
Phoebe rebotando contra su pecho. Una risa histérica se apoderó de su ser y Helga
lo acompañó también. (En su caso, era él quien cayó sobre su cuerpo) Al levantarse,
tanto él como Phoebs temieron por el estado emocional de sus amigos,
generalmente eran de sangre más fría y que estuvieran así quería decir que de
verdad se asustaron.
—Nos dé un paro cardíaco si no nos dejan en paz, diez minutos más. —insistió
Pataki, Gerald apoyó la moción y su amiga accedió a darles su espacio.
Los dejaron tirados sobre la tierra fresca en lo que intentaban ubicarse con el mapa
de su padre. Ya habían cubierto la ruta norte, quedaba virar hacia el este, lo harían
montaña arriba. Es decir por detrás de la cascada. Tan pronto decidieron esto
Heyerdahl le devolvió su diario y volvió a ajustarse los lentes sobre la cara, él notó
su estoicismo, por no decir que sentía que lo odiaba.
—¿Tú sabes de los sentimientos que guarda Helga por mi, no es cierto? —preguntó
directo.
—Phoebe…
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—¡Voy a ser directa, Arnold! ¡No la mereces! Toda su compasión, valor, lealtad,
amor. Son demasiado para ti, que no te tientas el corazón a la hora de darle la
espalda. Esta es la tercera vez que lo haces y como bien sabes. Esa es la última.
—¡E…espera!
—La primera fue cuando Lloyd nos convenció a todos de que no podría estar tan
loca. Acepto mi responsabilidad al respecto. No debí dejar que Gerald, me
convenciera de dejarla a su suerte. La segunda fue cuando les propuse ir a buscarla.
—¡Pero accedí!
—Aún así tengo mis reservas, ¿Lo hiciste por ella o por ti?
—¿Qué…?
—AHHHHHHHHHHH!
—¡MÁTALAS, MÁTALAS!
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—¿Es en serio?—porque él creería que había cosas mas espeluznantes como una
horda de nativos asesinos.
—Una vez, Bob la encerró en el sótano de su casa para que aprendiera a mantener
abajo el sonido infernal de su radio. ¿Adivina quien la acompañó?
—¿Una rata…?
—Creo que eran varias y no estaban directamente sobre su cuerpo, estaban en las
tuberías o en algún lugar desde el cual podía oír como chillaban, roían y rasgaban.
El punto es que desde ahí no soporta verlas ni en pintura. Hmm…estaba segura de
haber empacado un repelente.
—¿¡Por qué, Arnold!? —respondió tirando sus cosas en seco y agregó. —Ella trajo
tu fotografía del anuario en un precioso marco dorado. No significa nada. ¿Cómo
sabes que es para ella? ¿Y no un regalo para tu madre? ¿O futura novia, Lila? —lo
fulminó con la mirada y él sudó frío porque sí, tenía intenciones de pedirle algo serio
a Sawyer, pero eso era antes de reconocer que tenía sentimientos por Helga. Le
devolvió la mirada analítica, aunque la suya fue mucho mas discreta. No pretendía
pelearse con ella (o ninguna) lo que quería era aclarar las cosas, tanto en su mente
como corazón. Y saber si existía alguna oportunidad entre los dos.
—¿Cuando sugeriste que demostrara ser digno, no lo referías a mis padres, cierto?
—Heyerdahl sonrió de lado, un gesto frívolo y letal que le recordó "al
Padrino" ¿Quien diría que una chica tan dulce y tierna, tendría una mirada de esas?
—¿¡QUÉ DIJISTE!?
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Shortman encendió un par de petardos esperanzado a que el fuego alejara a las
ratas. Funcionó y así Gerald, no tuvo ningún reparo en dejarla caer directo a la nada.
Helga enfureció de golpe porque esta era la segunda vez que la trataban como
costal de papas.
—¿¡Queeeé!? —el rostro de Helga llegó al tono granada y se llevó las manos a la
retaguardia. ¡No lo tenía huesudo! ¿Oh, si? —¡Eres un pervertido! —acusó de
rodillas y alzando los puños al cielo.
—¿Qué pasó? ¿Te mordió una serpiente o araña, fueron las ratas?—preguntó
Phoebs a la vez que le quitaba los zapatos, calcetines y miraba su tremendo tobillo
hinchado.
—No lo sé, creo que el músculo seguía caliente y por fin se enfrió.
—¡AUCH! —la pateó con la otra pierna y su amiga apenas si se inmutó. —¡No me
caí! Me tiraron, dos veces. —enfatizó mirando a Gerald como si "estuviera marcado"
y continuó hablando. —Aunque si he de ser honesta, diría que esto es producto de
mi patada voladora.
—¡Sé muy bien lo que pudieron hacerme pelos de espagueti, pero que te quede
claro que lo hice por Arnold!
—¿¡Qué!? —preguntó él, sonrojado hasta las orejas y Phoebs vació sus pulmones
a la vez que soltaba las vendas y tapaba sus labios con ambas manos. La colérica
rubia continuó explicando.
Una cosa era que lo amenazaran directamente y otra que hicieran partícipes de ello
a sus amigos. No sabía cómo lo llegarían a tomar porque al estar junto a él, también
se convertían en objetivos.
Pudieron morir, todos ellos y de formas tan horrorosas que no iba pensar en ninguna.
Helga apretó los puños, mientras su pequeña amiga continuaba la labor de colocarle
la venda al tobillo.
—También tengo razones para creer que se trata de dos grupos de personas.
—¡Dime que al menos uno de ellos, no nos quiere arrancar el pellejo! —rogó
Johanssen y fue el turno de Phoebe de ponerse dramática. Terminó de atender a su
amiga y se levantó para acomodarse sobre una piedra.
—Estoy bien, sigan hablando…—suspiró para sus adentros y Helga imitó la acción.
—De acuerdo, pienso que unos son los que vimos anoche. Sólo nos asustaron pero
al final se marcharon.
Posiblemente lo estuvieran.
Phoebe tan pálida y callada que aterraba, él como un pasmarote pues estaba
tratando de sacar conjeturas de todo lo que Helga narraba y esta última con un
nuevo fuego en los ojos porque era guerrera y además de eso lo amaba. (Aunque
jamás lo admitiera y su juego del gato y el ratón se volviera eterno. Él sabía que lo
amaba. Tanto como para condenarse al exilio y dejarlo con Lila)
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—¡NO! —aclaró de inmediato. —Sí me apresaron e iban a llevarme a cualquier otro
lado, pero no querían a hacerme daño. ¡No sé como explicarlo! Reaccioné por
instinto, indignación, furia. Pero en el momento que me derribaron, no sentí que
quisieran hacerme algo malo.
Gerald no se lo tragó, Phoebe volvió a taparse los labios con las manos, él comenzó
a sentirse un poco mareado, (porque en serio ella estaba loca si creía que no querían
hacerle daño)
—Los sujetos de ahora, los de ojos pequeños, espeluznantes y rojos, que quieren
sacrificar a Arnold, erizaron todos los vellos de mi nuca y créanme cuando les digo,
que de esos sí tenemos que cuidarnos.
Los tres asintieron, dándole la razón. Y es que también vieron esos ojos color de la
sangre que hicieron estremecer hasta la última de sus células.
—Derribaré a cuantos pueda mientras me sostenga y les sugiero que hagan igual.
—Es mi misión suicida, Gerald. Agradezco que me acompañaran hasta aquí pero
es evidente que ha dejado de ser un juego de niños.
—Al igual que Helga, tengo razones para creer que si no me adentro en la Selva,
arremeterán contra ustedes y nuestro grupo.
—¡¿Y qué?! ¡¿TE VAS A SACRIFICAR?! —Phoebe reaccionó a eso mirándolos con
cautela. Él asintió con el rostro (no porque quisiera convertirse en mártir o aspirara
a ser canonizado en un atrio. Sino porque le parecía la mejor opción para saber lo
que pasó con sus padres y protegerlos a todos.
Tras su resolución, (que hizo caer a Gerald sobre sus rodillas y a Phoebe derramar
algunas lágrimas discretas) la rubia explotó.
Sus miradas se cruzaron al instante, azul contra verde, además de lo que ya sabía
que sentía en su interior. Esa conexión, ese calor que no era más producto de alguna
promesa o su imaginación sino que hablaba de la emoción de una nueva aventura.
Adentrarse en la Selva juntos. Como tiempo atrás lo hicieron entre las calles de su
vecindario para salvarlo. Sonrió, al sentirla segura entre sus formas, Pataki se
afianzó un poco mejor sobre sus pies pero aún así, no se apartó. Los instintos mas
relajados, su temor, ansiedad e inquietud, dispersados al estar a su lado.
641
Quizo prolongar el momento, resguardarla de toda amenaza aunque sabía bien cual
sería su jugada.
No importaba cuantas veces le dijera que se olvidara de él. Solo bastaba un roce,
una mirada, una palabra directa o insinuada para que volviera a perderse en el
laberinto que representaba su amor por él.
—¿Y yo le digo a todos que cumpliste con tu deber ciudadano? (Referencia a lo que
dijeron en Industrias Futuro)
—Es lo menos que podrías esperar o recibir de mi…—se alejó de su lado mientras
Gerald vaciaba su estómago detrás de un arbusto y Phoebe buscaba una piedra
que pudiera destrozar con su puño.
—¿Me estás dando luz verde para abusar de tu baja estatura? —se burló.
—Código 999 (en su lenguaje de mejores amigas. Esa era la clave para olvidarse
de Arnold) Phoebs vació sus pulmones, su tono de piel había pasado del saludable
moreno claro al enfermizo y transparente blanco.
643
La persecución imparable que desde ya comenzaba. Los malos presagios, los
susurros a voces, el descontrol, pues no faltó quien culpó a la rubia de la
desaparición de todos.
"Debió haberse ido, como prometió que lo haría y Phoebe salió a buscarla" —
comentó Sheena pues para ella, esa parte resultaba bastante lógica.
Tenían más de día y medio buscado a sus amigos y de verdad comenzaba a reinar
la paranoia y el "peligro"
Su primera noche, en ausencia de ellos pareció mucho más fría y larga. Intentaban
hacer caso de las recomendaciones de Simmons (mantenerse juntos y no salir del
campamento) pero el pobre hombre parecía perdido en el espacio. Incompetente
como ninguno para encontrarlos y más porque el guía se negó a adentrarse en la
profundidad de la selva.
Eso no estaba en su contrato, para tal labor no le pagaron. Los de servicios médicos
intentaron ser mas serviciales pero no llegaron a más de unos cincuenta o sesenta
metros.
Era peligroso.
Ese lugar al que habían arribado y solo se incluyó en su viaje como un favor personal
para Arnold. En teoría, debían pasar una noche en la Selva y después dirigirse al
centro de la ciudad. Contemplar la arquitectura, disfrutar de su gastronomía y hasta
deleitarse con el folclore característico de la zona. Ahora estaban perdidos, pues si
bien contaban con los recursos para seguir su travesía, ni uno solo de ellos quiso
irse sin Arnold, Gerald, Phoebe o Helga.
644
Se dividirían en cuatro grupos e irían a buscarlos. Helga se fue hacia el norte,
comenzarían por ahí y los demás hacia el sur, este y oeste. Aguardarían a que sus
"guardianes" estuvieran dormidos, tenían el sueño pesado aunque habría que
aclarar que de eso se encargarían algunas plantas del sueño que Curly conocía,
encontró, arrancó y preparó.
Salieron, en contra de toda lógica y sentido común. Rhonda les aclaró que estaban
locos y que no los ayudaría. La suya era una misión perdida, obviamente estaban
muertos. Por eso, ni el guía se atrevió a ir por sus huesos.
"¡La única loca y perdida y eres tú!"—señaló Stinky, antes de ajustarse una
improvisada mochila de viaje e intercambiar una mirada con Sid. (este último no era
muy dado a la aventura o búsqueda pero Arnold y Gerald eran de sus mas grandes
amigos) además de que aquí, el tema a discutir era su hombría. ¿Quién se
atrevería¿ ¿Y quien quedaría como una nenita llorona?
Eugene una vez más intentó ir, pero Sheena se lo impidió. Ella junto a Nadine,
Harold y Rhonda se quedarían en una tienda. El grandulón, motivado por la
cuantiosa suma de dinero que la morena ofreció a cambio de su protección.
La mandaron al carajo, todos en conjunto pues suya fue la culpa de que Pataki se
perdiera en primer lugar. ¡Sí, era una pesada que a todo el mundo le caía mal! pero
lo que hizo no era algo que se saliera de lo normal. Su rutina diaria era perseguir y
fastidiar a Arnold hasta la rendición.
"¡No es mi culpa!"
Ella no pertenecía a su clase de manera inicial pero fue transferida luego de que
golpeara y amenazara a todos en su grupo. Ningún otro profesor en la P.S.118 la
quería, sólo el bueno de Simmons y esa ya era otra historia. Regresando a lo que
hacían, ella se juntó con Lila y las dos se adentraron en la profundidad del bosque.
HILLWOOD
Tiempo Actual.
El viento seguía soplando con hambre, lo había estado haciendo por el transcurso
de las ultimas horas. Un frío helado que corroe el alma, te cala los huesos y te hace
saber que se avecina algo siniestro.
645
Los fundadores del pueblo, no tuvieron que pensar demasiado para saberlo. Desde
que volvieron sus chicos de la preparatoria esta misma tarde los encontraron
distintos.
Fue el viento, la oscuridad de la noche y el rugido del cielo quienes se los dijeron.
Cuando volvieron de ese "maldito" viaje a San Lorenzo, ni uno de ellos siguió siendo
el mismo. Maduraron a marchas forzadas pues lo vivido no era algo de lo que
quisieran hablar, pero la luz de sus ojos se había transformado. De la infantil
curiosidad había ahora un destello de comprensión, precaución e inteligencia.
Los campos de béisbol, baloncesto y demás sitios dónde solían verlos reunidos
aparecían vacíos. El profesor Simmons, tampoco quiso dar razón de esto ultimo. Se
limitó a decir que tuvieron "complicaciones" y que gracias a los Dioses, regresaron
con bien. Se disculpó inmensamente con los padres de los lesionados.
Ninguna herida de gravedad, con excepción de Peter Potts (Peapod) que se rompió
una pierna, Arnold Shortman y Helga Pataki que se encontraban "dormidos" y no
despertaron hasta dos días después. La Doctora Heyerdahl efectuó todos los
exámenes pertinentes, los padres de ambos chicos pagaron los estudios
necesarios.
Amnesia fue lo que se dijo, enfermedad del sueño o alguna patraña de ese estilo.
Cuando reaccionaron, los curiosos (que rápidamente corrieron la voz) advirtieron
que contrario de los otros, seguían siendo ellos mismos.
Volvieron a salir.
646
Gerald Johanssen siguió relatando historias del viejo Hillwood, Nadine atrapando
insectos, Harold trabajando en la carnicería, Lila participando en obras de teatro
comunitario.
Rhonda recuperó su pasión y don de "mando" le bajó un poco a sus aires clasistas,
se preocupaba por sus "súbditos" y hasta aceptó de buen agrado los halagos nada
disimulados de Thaddeus.
Desde el interior de cada hogar, padres y abuelos suspiraron para sus adentros. El
viento, a que hacían referencia de manera inicial, volvió a soplar con recelo,
metiéndose hasta los huesos a través de la piel, lastimando sus huesos,
trastornando su mente, levantando sus alarmas y también sospechas.
Las lluvias de hace unos días anunciaban que debían cumplir tal promesa. El deceso
de los adultos mayores que lamentablemente no tuvieron descendencia se cobraba
esta apuesta. Y a pesar de saberlo, el peso en su pecho decía, que no correspondía
a ellos participar en la reyerta.
Los mismos que se fueron de niños y volvieron siendo el amago de jóvenes adultos.
Debían partir de nuevo o la oscuridad, el silencio y el caos se ceñiría sobre ellos.
647
Kyo y Reba, salieron de su alcoba y se tomaron de las manos. Hacía varios minutos
que su hija única trajinaba sin parar dentro de su recámara. Abrieron la puerta sin
hacer ruido, apenas una rendija y la observaron practicar con decisión y maestría lo
que de pequeña aprendió de esgrima.
El adulto entró sin recelo y sin interrumpir, comenzó a corregir a su hija con la antigua
voz de mando, recordándole la posición correcta del cuerpo, la soltura de los brazos
y la libertad del arte. Porque su espada jamás debía usarse para asesinar, era para
defensa y protección de las personas amadas.
—Veo seguridad en tus movimientos, pero en tus ojos temor. ¿Qué es lo que no nos
estás diciendo? —su pequeña, soltó un prolongado suspiro, liberó la espada y se
sentó en la cama.
—Gerald y yo…
—Sabemos que se irán, —interrumpió su madre. —ya lo dijeron antes. Son adultos,
responsables y sus amigos quieren ir a ayudar a la madre de Arnold, eso lo
entendemos y apoyamos, pero por alguna razón tú tienes miedo.
—¿Entonces qué…?
—¡Cobardes y estúpidos!
—¿¡Y eso qué!? pude enmendarlo antes, pero hasta ahora me atrevo…
648
En el interior de sus paredes una situación similar se suscitaba. Fue la vieja Odette
quien tranquilizó a su hija y se ofreció a hablar con su "bombón de chocolate"
Timberly, no entendía lo que pasaba, sus padres se limitaron a estrecharla y decir
que su hermano saldría de viaje.
—¿¡Qué clase de viaje!? ¿Por qué siempre le dan las mejores cosas a ellos y a mi
no? —se quejó en tremendo puchero, pero lo que decía no era cierto.
Su madre la abrazó con fuerza y le aseguró que estarían bien. Sus hermanos no se
irían para siempre. Volverían cuando los extrañara tanto que quisiera gritar y la
menor quería creerle pero el problema con eso era, que desde ya quería gritar.
Su bombón de chocolate, le dio un golpe final al pobre saco de arena y la miró como
si estuviera esperando su resolución.
Su fuerza, (la del pueblo) expulsando la oscuridad y trayendo la luz. El viento que
soplaba a estas horas, ya no hablaba sólo de una invitación. Era una advertencia,
la oscuridad estaba suelta.
—El arma ya la tienes, eres tú. Todo lo que eres y todo lo que tienes. Lo que estas
dispuesto a dar por los que decidas amar.
—¿Y si se acaba…? —preguntó temeroso. Pues su más grande terror, no era volver
a la persecución de nativos con lanzas afiladas y antorchas incendiadas. Caer en
redes de liana o jaulas de madera. Sino que Arnold y Helga, por fin recordaran.
—No dudo de mis sentimientos por Phoebs o cada persona en este pueblo. Me
preocupa lo que "olvidaron ellos" verás, en ese primer viaje a San Lorenzo, tanto
Phoebs como yo hicimos algo horrible…
649
.
Lo sabía ahora, que Helga estaba profundamente enamorada de él y verlo con Lila
debió destrozarle el corazón.
—Hijo…—trató de conciliar su padre, pero Eugene lloró con más brío. —él la
conocía, salieron juntos, compartieron demasiadas cosas sentimentales y estúpidas.
Ellos mismos querían olvidar. Volver a ser niños y dejar de temer que en cualquier
instante algún "hombre de la selva" llegaría al pueblo para enterrarles una daga en
el corazón.
Que crueles y cobardes eran. ¡No tenían derecho de decirse sus amigos! ¡De
reclamar un lugar en esa pelea! ¿O a caso lo que querían era expiar la culpa?
—¡Por el amor de Dios, Eugene! ¿Qué está sucediendo? —su madre se levantó de
su asiento y a punto estuvo de abofetearlo.
Su "cambio" fue el que más sorprendió, pues pasó de ser el chico temeroso,
asqueroso y asustadizo (que no sabe ni ponerse bien los pantalones) a un jovencito
bien vestido, aún reservado y esquivo, pero que analizaba y meditaba sobre todo.
Sus notas generales aumentaron, su interés por la cultura y el arte también. Sabía
que eso era lo que apasionaba a la rubia y siendo tan sensible, empático y "positivo"
pensó que si hacía méritos por entrar en su mundo, todo lo demás estaría bien.
650
Porque en el fondo de su alma sentía que ella estaba "recordando" se lo decían sus
terminaciones nerviosas, piel, huesos, los vellos de su nuca erizados. Este viento,
era como el del cementerio en el momento que esa cosa negra como una nube la
atacó.
No, más bien era el de su segunda noche en la selva. Cuando intentaron buscarlos
y todo se fue al carajo.
Era su único hijo, por tanto entendía que sería cruel dejarlos completamente solos
en este mundo. Irónico pensamiento ya que al ser "gay" eran ellos quienes lo
dejaban absolutamente solo en el mundo.
No se iría al "infierno" en el que ellos creían, se iba al infierno que conoció. Uno
donde sus amigos y él se jugaron la vida, pero curiosamente, eso les devolvió la
vida.
Y una vez dicho lo anterior. Más para sí mismo que para ellos (pues necesitaba
entender el temor que estaba sintiendo en lo más profundo de su corazón) tomó la
maleta y les dijo que aunque no lo aceptaran, él los quería.
Ver como hacían los gatos. (Esa sombra que perseguía a Helga, tenía que
encontrarla y advertirles de su presencia)
Dio un paso al frente y su padre lo jaló por el brazo pegándolo a su regazo, pensó
que le haría daño o que lo arrastraría hasta encerrarlo en el armario. En su defecto
lo abrazó y le aseguró que tanto él como su madre, lo querían.
Les tomaría un tiempo acceder a que trajera algún chico a las cenas de navidad,
pero no querían que se sintiera absolutamente solo en el mundo.
Estaban orgullosos de él, de todo lo que era y lo que haría. (Porque hasta ellos, con
sus costumbres tan arraigadas y creencias arcaicas. Sabían que algo pasaba).
651
.
Rhonda recibió una auténtica bofetada de manos de su madre, pues su padre había
perdido todo el color del rostro y dejado caer su cuerpo sobre un sillón.
Ustedes me enseñaron que el mundo debía ser mío. Que todos estaban a mi servicio
y que en situaciones "extremas" se deben tomar decisiones con la cabeza fría y el
corazón duro.
Cuando motivó a su clase a que la dejaran sola, no consideró que Helga G. Pataki
se iría.
Tampoco contó con que el personal "adulto" encargado de su cuidado sería más
inútil que ella haciendo una dieta. ¡Tenía diez años! y su concepción del miedo se
limitaba a que la tarjeta de crédito de papá se sobregirara.
Lo compensó. Se arrepintió de sus actos e intentó proteger a los otros tarados pero
a ella, ya no la encontró. ¡No sabía nada de lo que le pasó hasta que apareció!
Su persecución fue caótica y aterradora, pero no tenía ni idea del peligro que
enfrentaron ellos. Phoebs y Gerald nunca quisieron decirlo. Tan solo se limitaron a
decir que los perdieron detrás de la cascada. Iban en la dirección correcta, tenían
pistas para suponer que sus padres se encontraban presos en esas tierras.
CAPÍTULO 35
652
.
SAN LORENZO
Tiempo atrás.
Durmieron hasta sentir los estragos de la dura piedra bajo su piel, además del frío
propio de la luna entrante. Sus sueños, volvieron a traer historias de aquella pareja
destinada a quererse y dejarse.
Helga no evitó lloriquear un poco contra el pecho de su mejor amiga. Phoebs asumió
que seguiría sufriendo por su amor no correspondido y aunque odió a Arnold, se
recordó que esta sería la última vez. Les quedaban dos días de viaje y la ruta que
trazaron debía hacer que esa misma noche llegaran a la zona donde sus padres
desaparecieron.
Pataki agradeció los mimos de la pequeña asiática y también, el que los otros dos
tuvieran el sueño tan pesado que hasta estaban roncando. Volvieron a salir primero,
en busca de algún yacimiento de agua donde poder refrescarse. No es que fueran
demasiado exigentes pero su cabello comenzaba a enmarañarse y sus ropas a oler
bastante mal.
Al hallar lo que querían unos diez metros por arriba de la cueva, peinaron sus
cabellos, orearon su ropa y ocuparon unos quince o veinte minutos más en
reconocer que la oscuridad en San Lorenzo, no era tan absoluta como esperaron.
Había zonas que resplandecían y las hacía pensar en la magia: Duendes, brujas,
hadas.
Era ella misma, la que hablaba a Phoebs de las luciérnagas como si no las conociera
y las describía como pequeñas criaturas caídas del cielo. Nacidas en un fuego nuevo
y enviadas por los Dioses para mostrar el camino a los guerreros de corazón noble
o en su defecto, enviarlos al mas desconcertante de los destinos si es que estuvieran
ahí para cometer actos de barbaridad y crueldad.
Gerald silbó por lo alto y comentó, que con toda seguridad ella terminaría en el
sendero "oscuro" sus intenciones no eran nobles, ni su corazón puro.
Helga enarcó una ceja, giró en redondo y volvió a levantar su cabello en dos coletas
perfectas.
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—¿Disfrutaron su sueño, princesas?—preguntó cruzando los brazos a la altura del
pecho. Su amigo respondió chasqueando la lengua.
Era impresionante (por no decir que intimidante) lo rápido que podía ocultar su
verdadera faz detrás de aquella máscara de hostilidad. Gerald refutó a voz en grito
y así, ambos comenzaron a insultarse en lo que él y Phoebs suspiraban resignados
y encendían una diminuta hoguera para preparar la merienda.
—¡OYE…! —Gerald iba a iniciar un muy bonito discurso pero él lo acalló porque era
cierto. No prepararon nada y sino fuera por la tenacidad de Phoebs y el coraje de
Helga, ellos se habrían muerto de hambre, frío o heridas múltiples desde la primera
noche porque hasta las mantas térmicas y equipo médico lo trajeron ellas.
Más bolas de fuego se encendían por ahí y por allá. Era obvio que aumentaba el
número de personas que los perseguiría en cualquier instante. Sudó frío, su corazón
se estrujó al interior de su pecho porque a penas si lograron salir con vida de aquella
estrecha cueva y ni siquiera lo hicieron por sus propios medios.
—¿Ya vieron el volcán? —preguntó Gerald señalando con el dedo índice de la mano
diestra. Todos negaron con el rostro y se esforzaron en ver lo que describía.
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Esas luces, diminutas y sensuales que confundieron con luciérnagas de manera
inicial y avanzaban como fuego fatuo se concentraban en un mismo punto. Les costó
trabajo reconocerlo dadas las sombras monumentales que aparecían por todos
lados y que debían describir diminutos cerros o peñascos, pero eso de ahí, sin lugar
a dudas era un volcán.
—¿La qué…?—preguntó Johanssen afinando su vista, pero solo veía más fuego
danzando.
Helga se había ido a conseguir proteínas y ni uno de ellos se había dado cuenta.
Estaban demasiado absortos por el descubrimiento y angustiados en su fuero
interno porque no se sentían con la fortaleza o vitalidad para correr entre escombros
de nuevo.
Gerald palideció al darse cuenta de que eran personas. Todas esas luces, no venían
de los Dioses (como dijera su lunática amiga) y en definitiva, no estaban ahí para
guiarlos por el camino correcto.
Todos se remitieron a películas de acción donde el furioso líder llama a las armas y
los dos bandos se enfrentan cara a cara luego de recorrer treinta metros libres con
escudos, espadas y lanzas.
Tragaron en seco, se tomaron de las manos y difícil sería decir cual de los tres tenía
el tacto más helado. Helga regresó en ese instante, pero decidió no hacer burla de
su condición.
Ella era una guerrera nata. Lo sintió en sus huesos tan pronto como ella y Phoebs
dejaron la seguridad de su cueva. Mientras peinaba sus cabellos con dedos
desnudos, ojos cerrados y sus miembros temblaban porque quizás, esta sería la
ultima vez que fantasearía con tocar las hebras doradas de Arnold.
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El viento helado, lo susurró a sus oídos también, le recordó el motivo por el cual es
que estaba ahí. "Para devolverle a sus padres y arrancarlo de su corazón" advirtió
el fuego de las antorchas siendo encendidas a lo lejos, sus vellos se erizaron de la
cabeza a los pies y su sangre se calentó presagiando el inicio de una buena querella,
optó por distraer a Phoebs como haría una madre con su única hija.
Le habló de un fuego nuevo, destino incierto, pues era eso lo que estaba sintiendo.
Un cambio profundo y aterrador, tanto en su mente como corazón.
—Coman rápido. —les ordenó. —Subiremos por la ruta que previamente trazaron.
Ellos están en el volcán, les tomará un tiempo llegar hasta acá y si nuestras
deducciones son correctas, la entrada a la tribu se encuentra por arriba de la
cascada. —sus amigos asintieron en sincronía perfecta. Ni siquiera Gerald se
aventuró a agregar comentarios hirientes aunque eso pudiera ser porque ella se
tomó la libertad de pintar sobre su rostro unas cuantas líneas de barro en la frente y
mejillas.
—¿¡Qué!? —preguntó molesta, dejándose caer en posición de loto con los brazos
cruzados a la altura del pecho. —¿No vieron la película de Mel Gibson?
—No lo sé, sólo veo las partes sangrientas y luego le cambio al béisbol.
—Créeme si te digo que no quieres saberlo. —la "cosa" que se retorcía en un total
de seis larguiruchas varas, era delgada y de piel extremadamente blanca, ella la
abrió en canal para sacarle las vísceras y cosas duras, la limpio lo mejor que pudo
en el yacimiento de agua que previamente encontraron.
Phoebs tocó una de las ramitas que pendía al fuego vivo consumiendo la carne y
llevándola del color blanco y rosado a uno mucho más tostado. Agradeció que Helga
le tuviera pavor a las ratas, porque ni por todo el oro de China, ella se tragaría una
rata. Quizás era un pez, —horroroso y deforme pez— No, la rubia no estaba mojada.
—¡Oh, por Dios! era una serpiente— Su estómago se encogió y sus ojos reprimieron
diminutas lágrimas. Helga debió apuñalarla con algo afilado como una rama y
después desollarla con la navaja de Gerald. ¿Pero, y el veneno? No todas las
especies eran venenosas pero, ¿Cómo saberlo? ¡Dios mío, cómo es que Helga
podría saberlo…!
—Que asco….—comentó Gerald tocando por igual una rama. Arnold sufrió porque
no es que fuera payaso, ni nada de eso, pero en serio. No quería pensar en el
sufrimiento de esa pequeña y rastrera cosa que los iba a alimentar.
—N…no sé, quizás sea mejor. Sentir como te apuñalan, desangran y demás, no ha
de ser divertido. —Gerald imitó a su amiga levantando la rama, acercándola a su
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rostro para olisquear un poco. No identificó aroma alguno más allá de carne
quemada al rojo vivo.
Los instó a decorar sus rostros. Unirse al "espíritu de la Selva" pero ninguno de ellos
quería participar en una pelea. Helga resopló frustrada y los mandó a hacer lo que
quisieran. Como ya no tenía caso cargar tanto equipaje, dejaron las mochilas en su
improvisado campamento. Cada uno se colocó una cuerda con arnés a la cintura,
las linternas que sobrevivieron eran dos, así que ahora sí, estaban perdidos.
Gerald decidió que fuera Phoebs quien llevara la linterna de "su equipo" Arnold quiso
tener la misma cortesía con Helga pero la rubia se negó.
"Carnada" fue a la cabeza, "Dorado" algunos metros por detrás, sin tomarse de las
manos aunque era evidente que ambas parejas querían tocarse mucho más de lo
que necesitaban hablarse.
Pasados unos minutos en los que creyeron haber ganado una distancia segura entre
los nativos y ellos, Johanssen dijo recordar leyendas pertenecientes a "La Noche
de todos los Santos"
Un viento aún más helado corrió entre sus cuerpos, poniéndolos alerta y
asustándolos por completo. En los segundos o minutos que duró esta vacilación
cada uno dedicó un pensamiento a los que perdieron. Sus abuelos en el caso de
Phoebs y Gerald, quienes estuvieron con ellos durante un breve periodo de tiempo.
A los que siempre quiso conocer (en el caso de Helga) los que podrían entender los
atormentados sollozos de su fragmentada alma, quienes la abrazarían sin juzgar y
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amarían a la persona que era en realidad. Arnold pensó en sus padres porque
aunque no quisiera aceptarlo era bastante probable que estuvieran muertos y ellos
a unos días de igualar su destino.
—El fuego muestra el sendero, la alineación de los mundos abre las puertas, las
animas salen, pero también todas las cosas funestas. La debilidad de su corazón.
Tienen que olvidarla o de lo contrario, se unirían a los que perdieron.
—¡NO!—Phoebe gritó e intentó ir a su lado pero Gerald la frenó. Esta era una batalla
interna, no le correspondía a ella o a ninguno, librarla por Helga.
Arnold lo mandó al carajo, se repitió a sí mismo que prefería estar muerto a perderla.
Corrió tras ella, tiró de su brazo, giró su cuerpo, la rodeó por la cintura uniendo sus
cuerpos y también frentes.
Gerald sudó frío, Phoebe vació sus pulmones y apagó su linterna porque en serio.
Arnold buscó la luz de sus ojos, aún eran azules pero no se veían como siempre.
Aparecían apagados perdidos en algún recuerdo o escenario. Intentó convencerla
de "despertar" y seguir el sonido de su voz.
—¿Arnold…?
—Se sienten solos, tan solos y tristes como yo…—forcejeó para librarse de su
agarre y lo logró. Él volvió a tomarla por los hombros y rodearla con su cuerpo aún en
contra de su voluntad. No le gustaba esto: Que lo mirara sin ver, le hablara sin
reconocerlo. Que se sintiera triste y sola. La ansiedad y el temor comenzaban a
consumirlo y entonces se permitió ser sincero.
—Mientes…
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—No lo hago…—volvió a estrecharla contra su pecho, estiró el cuello, se paró sobre
la punta de sus zapatos y besó sus labios. Un contactó tímido, apenas insinuado.
Sus cuerpos reaccionaron por instinto, aumentando la profundidad del beso y
también revelando "más sueños"
La mujer que se privó de la vida. Sus cabellos rojos, labios cereza, vestido blanco
teñido de sangre, pero no era que se cortara las venas o hiciera algo por el estilo,
sino que él la mató.
Santo Dios...
Terminaron el beso, ambos con los ojos y mejillas húmedas de llanto. No entendían
por qué veían o recordaban eso, pero la mujer del sueño les hacía pensar en Lila.
Una versión adulta, trágica, hermosa y mortal de Lila. ¿A caso, eso le sucedió a su
amiga en alguna vida pasada?
Se fue de este mundo de esa manera tan cruel y entonces esta era la buena.
—Sabes de lo que hablo. —respondió altiva y aunque lo sabía. Prefirió decir que no.
¡No iba a permitir que lo sacara de su corazón, sin antes decidir si la quería o no!
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Salvarla, en este instante fue un impulso, idéntico al que lo gobernó la noche anterior
en la cueva. Su necesidad de elegirla a ella, pelear por ella, hacer lo que fuera por
retenerla. A sabiendas de que también, le preocupaba Lila.
Los cantos bélicos, el sonido aterrador del cuerno se escuchaban cada vez más
cerca. La inseguridad de su corazón igualmente iba en aumento, pues aunque
estuvieran juntos y a salvo, el viento helado sólo transmitía eso y la noche parecía
conformarse por un montón de sombras. Objetos inanimados o quizás fueran ciertas
las palabras de Gerald y estaban rodeados de las almas venidas de otro mundo.
Lo rechazó.
—¿Si entiendes que tienes que dejar de usar mis sentimientos por ti a tu favor?
Se habían ido.
—Hel…
—Y tu uso del lenguaje por fin ha sido el apropiado, Arnold. "Me despertaste"
comprendo ahora que sigues siendo un niño cruel, egoísta y mimado. ¿Quieres a
tus padres y a nosotras dos? ¡Ja! Confórmate con alguno. No puedes tenernos a
todos.
—Conozco demasiado bien tus ojos Arnold, esa luz en tu mirada que describe a lo
que llamaría el "hombre correcto" si crees que eres la segunda oportunidad de Lila,
adelante. Ámala, cuídala, protégela. Mi idea del amor es un poco más retorcida que
eso. No niego que me gustaría, de vez en cuando una cena a la luz de las velas en
el Chez Paris, pero tu crees que el amor es deber, obligación y compromiso.
Yo creo que el amor es esto. Arriesgarlo todo, perderte en la selva, correr entre
piedras, luchar contra sujetos gigantes, olvidarte de tu propia seguridad con tal de
garantizar la de alguien más. Gritarle tu frustración a la luna, llorar hasta quedarte
seca.
—Helga…
—No lo repetiré otra vez. Nuestro trato sigue siendo el mismo, "tus padres por mi
amor" De eso ultimo ya no queda mucho. Y la parte curiosa es que de haberlo
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pensado antes, si en lugar de "acosarte" te hubiera conocido, me habrías agotado
al instante. Y quien sabe, ahora podría estar peleando con Rhonda por el gordo
trasero de Harold.
—¿¡Qué…!?
—El gordinflón tiene lo suyo, un no se qué, que qué se yo, o tal vez sean sus ojos
diminutos y redondos que lo hacen lucir como un corderito al que podría aterrorizar
con excesivo gozo. —lo pasó de largo y él sintió como se vaciaban sus pulmones
además de unas inmensas ganas de gritarle que se quedara y volverla a besar.
—¿Húmeda…? —los tortolitos asintieron. Ella aspiró una gran bocanada de aire y
sonrió.
—¿¡Llegamos al único lugar en el mundo donde la gente aún se está matando con
flechas y lanzas!?—preguntó Gerald, con los pelos de punta.
—Me extirparon quirúrgicamente del vientre abultado de Miriam, así que tal vez…
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así. —los tres asintieron, imitando la acción de colocarse la soga y afianzar el arnés,
pero Heyerdahl aún parecía traerla contra Arnold.
—Más vale que los mapas de tu padre, no vuelvan a estar errados y que
encontremos la entrada a ese famoso lugar "endiosado" porque si no hay nada más
que la oscuridad de la noche y somos testigos y víctimas de una épica guerra. Mi
espíritu errante encontrara la entrada a este mundo año con año y atormentará a tu
familia por eones. Soy japonesa, mis ancestros creen en la reencarnación y te
fascinará esto. Somos muy, pero muy pacientes, si se trata de cobrar venganza para
limpiar nuestro nombre o recuperar el honor.
Gerald volvió a caer de bruces sobre la piedra húmeda, Helga le hizo una reverencia
a su amiga y la siguió dando diminutos saltos. Él se preguntó si su abuelo habría
hecho enfadar a algún japonés durante la guerra y por eso estaba convencido de
tener una "maldición"
El terreno montaña arriba era distinto, la piedra pasó de porosa y filosa, a suave,
resbaladiza y lisa. Helga, por ser la mas temeraria y también la que más se preparó
para esto, les indicó que iría a la cabeza.
—Pisen y apoyen sus manos únicamente donde yo lo haga. A no ser claro, que meta
la pata. Si se cae alguno, procuren proteger su cabeza con ambos brazos, retengan
la mayor cantidad de aire posible en los pulmones y no luchen contra la corriente.
Se hundirán más rápido si lo hacen. Y aunque sé que me llamarán desquiciada, lo
mejor es que se dejen llevar. La corriente los arrastrará en menos de lo que creen a
territorio estable, entonces. Si no se hicieron mierda al chocar contra alguna filosa
piedra o se quedaron inconscientes por impactar contra el agua helada, sufrieron un
paro cardíaco o cualquier otra situación, busquen una posición cómoda y floten cual
cadáver. Esto ultimo porque en tiempos de guerra, la sugerencia de mi padre es,
hacerte el muerto.
La cascada caía imperiosa, furiosa y letal por delante de sus cuerpos. Estaban
subiendo detrás de la cortina de agua, el camino era difícil, más de lo que
imaginaron. Una trampa mortal que ya estaba lastimando sus cuerpos, cortando su
piel y convirtiendo su determinación en nada mejor que un espagueti. Por esta razón
tuvieron que cortar sus ropas y colocarse pedazos de tela a manera de guante para
no lastimar sus manos. Damas y Caballeros disfrutaron la vista que ofrecían los
contrarios con un poco menos de ropa y totalmente mojados. (que se estuvieran
jugando la vida, no quería decir que dejaran de tener ojos o experimentar deseos y
sensaciones)
Romperse el cuello contra la afilada piedra y eso sucedió hace tantos ayeres que
imposible sería recuperar sus restos. Los animales salvajes, la naturaleza indomable
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debió dar rápida cuenta de ellos, pero a pesar de pensarlo ninguno lo dijo en voz
alta pues en este momento. No se arriesgaban por ellos. Estaban en la línea de
fuego y una cosa era verlo en televisión y otra muy distinta, sentirlo en carne propia.
Tras varios metros, llegaron a un punto en el que los cuatro estaban totalmente
agotados. La salida se veía cerca, ya advertían débiles rayos de luna, además de
que el ambiente era mucho más calmo ahora. Podían respirar con tranquilidad, dejar
de sentir el pecho oprimido y es que durante todo este trecho, la humedad y los
espacios tan reducidos los llevaron a creer que en cualquier instante se caería
alguno de ellos. El eco de la cascada hacía que no lograran escuchar nada más que
su respirar y eso en lugar de reconfortarlos, los hacía pensar en una posible
emboscada.
Helga y Phoebs escudriñaban las sombras con sus lámparas, confiaban más que
nunca en sus instintos y es por esto mismo que Johanssen no se separaba
demasiado de su pequeña ensoñación asiática. Y aunque fuera un idiota, indeciso,
egoísta, ególatra, encarnación física y espiritual de todo lo malo en el mundo. Arnold
Shortman no se alejaba de Helga G. Pataki, bastaron dos centésimas de segundo,
dos gritos ahogados para que supieran que lo que estaban temiendo, ya era un
hecho.
Fuego nuevo, enviado por los Dioses para guiar a los de corazón noble o destruir a
los que no tuvieran buenas intenciones.
Es decir, que los rodearon por ambos lados y Helga les recordó el tema de los ojos,
no tendría por qué haberlo hecho. También pensaron lo mismo.
—Entreguen a los dos y será menor su dolor...—eso lo profirieron los de ojos rojos.
En perfecto inglés y aunque no los señalaron con algún instrumento o dedo, Gerald
y Phoebe supieron que se referían a ellos. Arnold era el "milagro" y Helga la lunática
que derribó al mas grande de su manada. Se tomaron de las manos, ellos dos en
perfecta unión. Pataki buscó el tacto de su mejor amiga y aunque lo encontró, la
pequeña mano soltó la suya. Se extrañó por el hecho pero debía conceder que esto
era algo extremo.
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No estaban en alguna plaza comercial enfrentando a un sujeto obsceno que las
quisiera incomodar.
Estaban sobre piedra mojada, detrás de una cascada a sabrá Dios cuantos
kilómetros de las personas que los conocían y amaban. Luchando, no por conservar
la vida, sino por reducir la agonía de su despedida. Buscó de nuevo con la fabulosa
lámpara que robó de la caja de herramientas de Bob, lo imaginó maldiciendo y
rumiando al interior de su casa por ese condenado aparato, en lugar de preocuparse
por que ella comiera o no se lastimara en la Selva. Ese trauma lo dejaría para
después y a decir verdad, ni siquiera debía contar como tal. Sus tratos rudos, su
indiferencia, la hicieron ser como era.
Encontró lo que ya antes había observado, una gruesa liana verde que pendía a
unos cuarenta o sesenta centímetros de sus rostros y que en teoría, debía ser tan
larga como para sacarlos de ahí. Si se columpiaban y tomaban suficiente impulso,
si ninguno de los nativos los alcanzaba por los tobillos, si no se soltaba ninguno.
Saldrían de ahí y protegerían a los suyos.
Arnold ocupaba su tiempo en mirar a los de ojos verdes, como si los conociera,
entendiera o en su defecto, quisiera escuchar los términos de su convenio.
—Hemos esperado un largo tiempo por tu regreso. Sin embargo, lo que debía ser tu
fiesta de bienvenida y ritual de preparación. Se vio transformado en la revelación de
una traición.
—En efecto.
—Yo no…
Quienes querían su sangre los perseguirían allá donde fueran. Así funcionaban las
sectas, ella y Arnold eran "sacrificio" tal vez por su color de ojos o cabello. No lo
sabía y no tenía caso buscarle algún sentido. Lo importante es, que quería creer que
los de ojos verdes, no tocarían a sus amigos y a manera de petición u ofrenda,
enunció el único poema que conocía en su idioma.
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.
El moreno levantó el rostro y miró a sus amigos con convicción. "Se quedaban, hasta
ahí los acompañaban" y aunque lo sabían, no había condena, rechazo o reproche
en la mirada que le dirigieron en contestación.
Helga miró a Arnold, sus mentes y corazones una vez más conectaron, con un
movimiento de rostro le mostró la liana sobre sus cuerpos. Él pensó en Industrias
Futuro, en el cable metálico, el momento en que saltaron sin vacilar de aquel techo
elevado.
—Si demuestran que están a salvo. No solo ellos, sino todos los que vinieron
conmigo, me entregaré.
—Te damos nuestra palabra y como un acto de confianza requiere de otro igual, te
rogamos que nos sigas ahora.
—Me gustaría hacerlo, pero algo me dice que ustedes tienen honor y ellos, no. —
dirigió su mirada a los ojos rojos. Seguían manteniendo su distancia pero no porque
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respetaran a alguno de los involucrados, sino porque "la sombra" les prohibió
asesinar al milagro.
Tenían que arrastrarlo por todo San Lorenzo, hasta postrarlo a sus pies. Tanto a él,
como a la mujer. Otros de sus hombres buscaban a la pelirroja. Estaba claro que "el
niño" aún no decidía a quien querer, pero la prueba de las sombras servía para eso.
El sacrificio se llevaría a cabo, "la muerte" renacería, "la sombra" regresaría y con
ella sus antiguas costumbres. La adoración a los Dioses, preparación de guerreros,
los combates a muerte. Todo lo que practicaban y que generación tras generación
habían conocido.
Su voz llegó a la parte final del poema, Phoebs se aferró con mas fuerza a las formas
de Gerald, conocía el escrito tanto en inglés como en español. Helga se lo enseñó
así pues aunque la traducción era buena, estuvo decidida a respetar al autor y
evocarlo en su idioma.
Los ojos rojos levantaron las armas y corrieron hacia ellos. Les enviaron a
apresarlos, no adorarlos, ni mucho menos escucharlos. Ojos verdes arremetieron
por igual. Phoebs y Gerald, ya no supieron nada más, abrazados el uno al otro se
tiraron al piso como si de ello dependieran sus vidas. La tierra temblaba, las voces
reverberaban, los gritos guerreros sofocados por la corriente de la cascada y es que
llegados a este punto no sabían cual sería la salida más indolora. ¿Dejarse caer?
¿Internarse defender? ¿Una puñalada en el esternón y ya estaba. No más dolor, no
más sufrimiento, no más dormir con el corazón en un hilo?
No lo supieron.
De verdad que no. Escucharon a Arnold y Helga gritar que volvieran al campamento.
Quisieron mirar, pero ninguno de los dos se atrevió a hacerlo. Los traicionaban, años
666
de hermandad, amistad y era aquí. En el momento decisivo, ante el umbral de la
cuna y la tumba que les daban la espalda.
HILLWOOD.
Tiempo actual.
Confesar los detalles de su traición, se sintió peor que revivir todo aquello en
conjunto. Phoebs terminó por sollozar contra el pecho de su padre, tanto Kyo como
Reba Heyerdahl estaban impresionados por la actividad de su hija.
Recordaban todas esas salidas al centro comercial donde tenían ese simulador de
alpinismo, también el equipo deportivo que le llegaron a comprar y que incluía esas
sofisticadas gafas con aumento. Creyeron, que en esa excursión practicarían
deportes extremos como remar en los rápidos, descender a grutas profundas,
bucear con delfines, pero todo eso lo referían con la supervisión de un adulto
ampliamente calificado. Jamás imaginaron que lo haría en compañía de otros tres
chicos. Sin ninguna preparación más allá de su instinto y lo poco o mucho que Kyo
le llegó a enseñar de esgrima. El momento fulminante, lo sucedido tras la cascada
y que evidentemente no la dejaría de torturar jamás, los tenía consternados.
Vida o muerte.
A consideración suya no se trataba de ninguna traición sino del instinto más básico
del ser humano. Supervivencia. Había personas que se comían unas a otras cuando
no tenían más alimento. A quienes no les temblaba la mano a la hora de disparar a
otro ser humano porque eran ellos o aquellos. Y por la descripción que les dio, eso
era una guerra.
Una que no tendría por qué haber presenciado a tan corta edad y que sin embargo,
una vez más debía librar. La confortaron lo mejor que pudieron, asegurándole que
seguía siendo una buena persona. Su mejor amiga y el joven Shortman se
encontraba bien. Ambos regresaron a casa con bien.
667
.
El lugar donde comenzamos y había suficiente evidencia de que los nativos aún
estaban acechando. Corrimos, encontramos las tiendas de acampar y nuestros
amigos nos recibieron con alivio. Ninguno quiso hablar de eso, como si no decirlo
significara que no era real y que no estaba sucediendo pero vi el temor en sus ojos,
lo rasgado y sucio de sus ropas, algunos estaban vendados otros con heridas
mayores y menores. Cuando Stinky y Lila preguntaron por Helga y Arnold, Phoebs
rompió en llanto y dijo que los perdimos.
¡Los perdimos!
Cuando sabíamos bien que era una mentira. Los dejamos a su suerte, tras escuchar
que querían romper sus huesos, drenar su sangre y arrebatarles el corazón. Jamás
he sentido tanta culpa en mi vida pero lo acordamos así porque si decíamos algo…
No teníamos idea de cuanto tiempo había pasado. Era de noche entonces y cuando
despertamos volvía a serlo. Nos ofrecieron mantas y chocolate caliente, tratamos de
conciliar el sueño pero no podíamos hacerlo. Harold y Patty nos dijeron lo cerca que
estuvieron de secuestrar a Lila hacía pocas horas. Entre todos la protegieron y se
defendieron, luego, tras asegurarse de que estaban completos, volvieron.
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verdes y rojos. Ellos no tenían idea de quien era bueno o malo, tan solo sabían de
lo cerca que estuvieron de quedarse "tiesos"
¿Como sobrevivirían con el peso de sus actos? Pero gracias al cielo y a los Dioses
que habitaban en esas tierras, no tuvieron que averiguarlo.
Cada uno dentro de su bolsa de dormir, completamente idos, las heridas de las que
ya antes habían sido testigos, los cabellos sucios, enmarañados pero vivos.
¡Malditamente vivos!
Sus manos se unían en celosa demanda. Todos fueron testigos de aquello y es que
si bien, no estaban juntos-juntos aún así se buscaban.
Curly rescató a Rhonda, la mujer de alta cuna no admitiría nada (en voz alta o ante
un tribunal) pero le dijo que en algún momento de sus vidas podría darle una
oportunidad. Sheena hizo lo mismo por Eugene, Nadine por Peapod y Harold por
Patty, los últimos dos, eran los más acaramelados. Eso claro, a parte de ellos.
Gerald y Phoebs se soltaron de las manos, porque ni siquiera se habían percatado
de que llevaban un buen rato tomándose de las manos.
Sus amigos les hicieron burla, pero en este momento la atención no caería sobre
ellos, sino en los rubios.
669
.
SUNSET ARMS.
Los cuerpos de los chicos comenzaban a ponerse fríos, las sombras que solo
"Mantecado" podía ver, entraban y salían de sus rostros, ya fuera por los ojos, la
nariz, oídos o boca. A veces parecía que cambiaban su estado, como si en lugar de
gaseosas fueran líquidas y negras. Petróleo, aceite o algo así de funesto.
Los otros muchachos, ya estaban saliendo de sus casas, subían a sus autos y en
puntos específicos se congregaban. La prueba de las sombras, que debería haberse
obrado en otro momento y lugar, es aquí que se iniciaba.
SAN LORENZO
Ocho años atrás.
En cuanto los nativos intentaron capturarlos, los dos saltaron. Helga atrapó la liana
y él se aferró a su cintura. Un par de patadas a cabezas morenas y de cabellos
negros para tomar impulso y se columpiaron como lo planearon.
La oscuridad de la noche, la luz de la luna, todas esas luces que no eran otra cosa
mas que antorchas amigas y enemigas. Él volvió a presionar su mano en el interior
de la suya a mirarla como estaba seguro que haría por el resto de sus días. Diciendo
sin palabras que era la mujer más asombrosa que conocía y que si bien, era
consciente de que no la merecía, sí la quería tener en su vida. Ella respondió con la
misma mirada sincera, sus corazones hicieron eco de aquello y el momento habría
sido excelso, de no ser porque los alcanzaron de súbito.
670
Al fondo de ese camino recién descubierto se veían las enormes puertas que sin
lugar a dudas los introducirían a la tribu. Sólo debían llegar hasta ahí, correr hasta
que se les agotara el aliento o les dolieran los pies. Llamar a la puerta, rogar a los
Dioses, dejarse perder.
Las enormes puertas se abrían y el piso bajo sus pies caía. ¿¡Qué era esto una
ultima prueba!? Se separaron, pues a pesar de sus intentos por mantenerse unidos,
las grietas se abrían por todos lados y la superficie sobreviviente parecía inestable
para sostenerlos a ambos.
A Helga la atraparon y él estaba a casi nada de atravesar las puertas. Más ojos
verdes salieron a recibirlo, dentro se veía lo que parecía ser una enorme fiesta o
ceremonia. Danzantes, vestidos como en los libros de historia antigua, penachos de
plumas, telas bordadas, faldas largas, pechos desnudos, voces alegres, comida,
bebida y delante de todo eso dos personas con los rostros gélidos.
Helga los vio mucho antes que él, ya que todo lo que podía ver aquel, era que la
tenían presa y que estaba perdida. Le rogó que se fuera, el encierro no la ponía
nerviosa ni tampoco el que la hirieran. Cuando encontrara a sus padres ya irían los
tres a buscarla pero se negó.
Le pidieron que hiciera su elección. ¿Era esta su elegida? ¿O la que tenía oculta? Él
no ofreció respuesta alguna, levantó el rostro y comenzó a caminar erguido hacia
ellos. La Selva reaccionó con cada uno de sus pasos, el piso bajo sus pies se dejaba
de abrir, la tierra de temblar, el cielo se clareaba, las flores se abrían. Los que la
tenían "presa" lentamente se comenzaron a replegar. Temblaban como hojas de la
cabeza a los pies pero por extraño que pareciera, ella dejó de temer.
Permaneció en silencio, dejo de intentar escapar. Sólo tenía ojos para él, y Arnold
para ella. Sus mentes y corazones una vez más en sincronía perfecta. Demandó
que la liberaran y además de eso exigió que los llevaran ante sus padres. Todo esto
lo hizo en inglés para que ella entendiera que no volvería a dejarla caer. Sostenía
su promesa y eso la hizo sentir especial.
Dichosa, satisfecha, elegida, plena. Una sonrisa se dibujó sobre su rostro, misma
que él no compartió pues sus agresores presionaron el agarre que sostenían contra
sus brazos arrebatándole un grito estruendoso de dolor.
Arnold enloqueció.
671
Dijo que no le importaba más nada. Ni sus padres o sus amigos. La maldita tribu
escondida en la selva. Sólo la quería a ella, en la seguridad de su hogar. Sin ningún
atisbo de dolor escapando a sus labios y quizás lo deseó con excesiva fuerza, ya
que el volcán.
Despertó.
Hombres y mujeres gritaron con desconcierto. A ella la arrojaron una vez más al piso
y desde su posición. Sólo lo veía a él, en su desesperación de protegerla a ella.
—Arnold... —la voz de Helga pertenecía al sueño. (el que le inducían las sombras
como parte de su prueba) él se emocionó de que lo nombrara y contrario de la vez
pasada, ahora sí sintió su presencia. La buscó con los ojos cerrados pues no servían
de nada sus sentidos en la oscuridad. Quería creer que podía encontrarla allá donde
fuera, después de todo, era así como funcionaban. Siempre colisionando, el uno
contra el otro. Irrumpiendo en el mundo del otro. No tuvo que andar demasiado para
volver a sentir su presencia y anhelar su contacto.
Sus ojos oscurecidos, casi ennegrecidos al igual que sus labios, las puntas de sus
cabellos y las uñas de sus dedos. No entendió lo que pasaba en un inicio pero
después dedujo que eran las sombras. Su propia oscuridad, encontrando puerto
seguro en ella.
—Lo sé, y a pesar de eso. Sólo puedo pensar en que la protegiste...—respondió con
la misma entonación rota.
—Como haría por cualquier persona, pero lo que escuchaste en la cueva. Lo que le
dije a esos hombres al referir que oculté a "mi elegida" fue para protegerte a ti y no
a ella. Admito que entonces aún me encontraba indeciso, confundido por esos
sueños que no entendíamos a los diez años, pero que ahora, a los diecisiete, nos
han sido explicados.
Éramos tú y yo.
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—Lo sé...
—Acabo de verlo, no pudiste con la idea de que me hicieran alguna cosa horrenda.
—Jamás lo permitiría.
—Eres un hombre y eso es lo que hacen los hombres. Besar, tocar, amar de manera
pasional y carnal...
—Jamás.
—¿Y si le pides a mi abuela que me castre y acabamos con todo esto? —sonrió. Su
Helga sonrió y sin embargo la oscuridad, no desapareció.
¿Por qué...? Cómo lograba liberarla de la prueba de las sombras. ¿Cuál era el
secreto o misterio? Que ambos aceptaran que no todo en su mundo era perfecto.
Que no existe el felices para siempre, ni el amor ciento por ciento incondicional. Eso
lo sabía ella, que renuncio desde temprana edad a las historias tradicionales de
princesas.
Las que leyó y en las que creía. Eran aquellas donde el Príncipe deja a Cenicienta
por una mujer de alta cuna mucho mas agraciada. E insistía en que él, no la quería
dejar. Ni engañar. De ser así, no le habría dicho la verdad.
Tenía deseos e impulsos como todas las personas. Ella misma los tenía por Alan,
pero si no lo besaba, si no lo tocaba con la misma familiaridad con que bailaba con
Eugene, era porque no quería. Su novia, era como la "chica bonita" que no besaba
a sus amantes porque creía que un beso, debía entregarse únicamente a la persona
amada.
Y él creía que eso correspondía, al hacer el amor. No lo haría con Lila, ni con ninguna
otra, porque ella era la única mujer de su vida. Y como no podía convencerla ahora,
debía conseguir, que recordara lo último.
673
Aquello debió suceder demasiado cerca del alba, ya que el cielo comenzaba a
clarear, pasaba de un negro absoluto a ligeros matices de violáceo y anaranjado. Al
temblor "natural" de la tierra por la apertura de aquellas prohibidas y secretas
puertas, se unió un nuevo movimiento telúrico proveniente del volcán.
Pensó que si lo deseaba con excesiva fuerza podría hacerlo "desaparecer" todo.
Nunca fue especialmente voluble o violento pero tampoco solía tener esta sensación
desesperante de perder a los que quería por una razón que no comprendía.
Los ojos verdes que estaban al interior de las puertas salieron armados, su número
superaba con creces a los no más de diez o quince sujetos que los rodeaban a ellos.
Demandaron que se rindieran a él le suplicaron que aplacara la furia del volcán.
La gente se asustaba, los de ojos rojos salieron huyendo, diciendo cosas sobre
volver "con la sombra" entregar sus sacrificios a él para que no erupcionara el
volcán. Los ojos verdes se acercaron a su persona como sabía que lo harían,
encontrándolo como un personaje sumamente extraño. Pensó en rechazo,
negación, cosas horribles y dolorosas porque claro. Perseguir a tus padres era una
cosa pero conocerlos y descubrir que te abandonaron porque no te querían,
anhelaban, deseaban o necesitaban en sus vidas era otra.
Los movimientos telúricos y las cenizas del volcán no hicieron más que aumentar.
Helga tampoco entendía lo que pasaba. Todos decían que era él quien lo hacía. —
¡¿Pero cómo podría?!—Era un maldito gusano temeroso, acorralado y acomplejado
porque jamás creyó que conseguiría escalar tan alto. Lo maldijo en su fuero interno,
lo que en realidad era una mentira porque no podía quererlo más.
Lo amaba y lo odiaba.
Era el cuento de nunca acabar, maldecía cada instante a su lado durante este viaje
y a la vez agradecía cada segundo otorgado. Cada despertar, cada amanecer y
anochecer, cada roce de sus manos y ni hablar del momento en que le entregó sus
labios.
Un par de ancianos, se colocó a cada lado suyo, se presentaron como Aitor y Antha,
le dijeron que correspondía a ella, calmar su rabia.
674
los papeles sería divertido. Una misión imposible, pero durante tres noches y dos
días, ellos habían demostrado que podían volver posible lo imposible.
Se acercó con cautela, hasta alcanzar sus manos y él tembló al contacto. El viento
y la Selva parecieron reaccionar también. Sintió su "magia" la conexión tan especial
que los unía. Su historia inconclusa, el irremediable final.
Se acercó a su cuerpo, cerró los ojos y unió sus labios en un ultimo beso.
Una lágrima abandonó sus ojos. Arnold la limpió pero no hubo oportunidad de que
preguntara sobre su condición. Los nativos se interpusieron. Aseguraron que sus
amigos ya estaban a salvo, cumplieron su parte del trato y ahora esperaban que él,
hiciera lo mismo.
—Ya que has demostrado ser poseedor de todas las virtudes que se te otorgaron el
día de tu alumbramiento, dejaremos que te reúnas con ellos.
—Tienes mi palabra de que nada le ocurrirá. —les creyó. Pero el cabezón era más
necio que eso.
—Pese a nuestro atuendo y apariencia. No somos una tribu salvaje. De ser así, ni
tú o tus amigos seguirían con vida. Eso, por lo que atravesaron, se trató de una
prueba. Sus heridas son superficiales pues de haberlo querido, la primera lanza,
punta de flecha o piedra les habría asestado en algún punto vital.
Cierto es que existió una época en que ofrecíamos sangre, carne y hueso como
sacrificio sagrado pero hace eones de aquello. En la actualidad, veneramos a
nuestros Dioses con representaciones bélicas, danza, música y comida. Ella te
esperará donde quiera hacerlo de pie o sentada. Y tú verás a tus padres, quienes te
advierto. No tienen permitido salir de estos parajes.
—Porque así fue decidido…—Arnold bufó con molestia pues no entendía lo que
sucedía. ¿Eran prisioneros? ¿Qué clase de delito cometieron? Quiso arremeter pero
ella lo hizo refrenar en su acción.
—Siempre…
Algo reaccionó en su pecho tras recordar aquella afirmación. "Lo esperaría por
siempre" no importaba lo que hiciera eso a su corazón. Si era feliz con Lila y ella se
quedaba a vestir Santos, redactar novela tras novela, referentes a su amor jamás
culminado.
La reunión entre Arnold y sus padres fue breve, Antha la llevó a reunirse con ellos.
Todos gritaban cosas que no comprendía. Y su corazón sufría, su cara ardía. Quería
gritar al viento, salir corriendo. ¡Dejar de verlo! porque dolía tanto, saber que
llegando a casa se iría con Lila…Arnold, tomó una de sus manos. ¿¡Qué le pasaba
a ese pelmazo!? Se soltó y antes de que pudiera ofenderse por su reacción otra
persona los interrumpió.
—Tomen esto, calmará sus nervios. —ofreció la mujer morena que en primer
instancia confundió con su madre. —era un té verde. Ambos lo tomaron y sintieron
de inmediato los párpados pesados. —¡¿Era una trampa?!— se miraron con
desesperación. Intentaron enlazar una vez más sus manos pero no lo lograron. Se
dejó caer contra la que sí era su madre.
CAPÍTULO 36
676
.
Cálido...
Helga recuerda que el pecho de Stella, era cálido como el de su madre o hermana
(Phoebs) que alejó de su mente toda duda y de su corazón el temor. La estrechó
como si la conociera o quisiera. Pero aquellas no eran suposiciones vanas, claro
que tenía tales sentimientos por la mujer que trajo al mundo al amor de su vida. Y
es así que sabiéndose segura, en la suavidad de su regazo. Dejó que toda
inseguridad se fuera.
Horas mas tarde, poco antes de despertar se angustió por la ausencia de ese cálido
tacto, lo buscó con manos ansiosas, sintiéndolo cerca, pero no con ella. Arnold lo
experimentó también, esa ansiedad de estrechar a alguien, de tenerlo contra sus
formas, de no permitir que se fuera y quizás, esto era a lo que referían sus amigos
al decir que los vieron buscarse con el hambre de los amantes.
Miles y Stella Shortman se encontraban con el profesor. Las ropas tan gastadas y
sucias que obvio resultaba su estatus de "náufragos" se congelaron en seco cuando
lo vieron. Él ya no estaba con Helga, ni siquiera con Gerald, los más ávidos de
cotilleo habían sido Curly y Sid, así que salió junto con ellos y Helga estaba ahora
con Patty y Phoebs.
Simmons abrevió por la clase elaborando las debidas presentaciones. Ellos eran el
antropólogo Miles y su esposa, la botánica Stella Shortman. Sus amigos atacaron a
preguntas. ¿Cuánto tiempo llevaban en la selva? ¿Por qué nunca se fueron o nadie
los buscó? ¿Era cierto que ese lugar estaba maldito? ¿Ellos eran una especie de
tributo? ¿Tampoco los dejarían salir? Se molestó, pues todas esas preguntas le
parecieron de muy mal gusto. Sus padres por el contrario, sonrieron amablemente
y se turnaron para contestar.
Llevaban cerca de diez años en la selva. Dejaron a Arnold cuando apenas era un
bebé bajo el cuidado de sus abuelos. Así es. Volvieron a Hillwood para asegurarse
de que él estuviera bien. La Selva, no estaba maldita, ni ellos formaban parte de
ninguna clase de ritual. Había una enfermedad que se llamó "del sueño" por las
vísperas en que nació y fue Stella quien como botánica, médico e investigadora que
era, se aferró en volver a San Lorenzo para descubrir una cura. Los nativos fueron
677
una bendición del cielo durante su alumbramiento. Así que se sentían en deuda con
ellos. Querían salvar vidas, tantas como pudieran antes de volver a casa con él, pero
lamentablemente aún no lo podían hacer. Sobre el por qué nadie los buscó en todo
este tiempo se debió a que sus abuelos, estaban al tanto de esto.
—Pero ellos jamás… —se atrevió a preguntar, levantando la voz porque de pronto
se descubrió con un corazón roto debido a alguna especie de traición.
Sus abuelos nunca quisieron decirle nada de ellos, de hecho enloquecieron cuando
descubrió el diario y se obsesionó con encontrarlos. ¿Si lo sabían, por qué no se lo
decían? ¿Era tan difícil enunciar que estaban en este lugar escondido del mundo,
tratando de salvar vidas?
—Sé que es difícil de entender, Arnold —comentó afable Miles. —Pero, no hice
exactamente felices a tus abuelos cuando me convertí en esposo y padre, sin avisar.
—¿Está diciendo que cometió el acto más imperdonable de todos al "escapar" con
su esposa y que en consecuencia, lo sacaron de la familia? —ese comentario ácido
fue de Helga y él sintió de regreso esas ganas de tenerla cerca, pero no para
abrazarla o confortarla, sino para asesinarla.
Su padre dijo que sí, "había sido algo así" la rubia se burló, comentando que al fin,
había alguien "normal" en su familia.
—¿A qué te refieres con eso? —preguntó él acercándose a ella y sus amigos les
abrieron el paso porque en serio. ¿Se iban a pelear por eso?
—Digo que ya era justo conocer a un "Shortman" que no fuera todo deber y
obligación. Está claro que a tu padre no le molesta romper las reglas con tal de hacer
lo que quiere… (eso fue lo que dijo, pero lo que pensó fue que a su padre no le
importaba vivir en el exilio con tal de acompañar a la mujer que amaba) él frunció el
ceño dispuesto a replicar porque "ellos lo abandonaron" Él era "su" responsabilidad.
¡No de sus abuelos! y aunque fuera por buenos motivos, lo botaron de sus vidas
como a un accesorio, cachorro o zapato gastado.
El Señor Simmons (que los conocía como a su sombra) intervino diciendo que no
discutieran. En unas horas llegaría el personal de rescate, enviaron una alerta roja
a Hillwood en cuanto los perdieron y…
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—¡TIENE IDEA DE LO QUE VA A HACERME! —insistió tirando del cuello de su
camisa a cuadros y el docente tenía una vaga idea.
—No se enfadará, de hecho. Tu padre ha sido uno de los que aportó para que viniera
la ayuda.
—¡¿QUEEEEE?! —si le costó dinero, ella estaba convencida de que ahora sí, la
mataría.
—Tu padre, al igual que el resto. Sólo quiere que regreses a casa. —¡Solo, para
asesinarme! pensó para sus adentros y regresó al nivel del piso, a ser recibida por
una sonrisa socarrona de Arnold.
Claro, él con su familia "perfecta" no tenía que preocuparse jamás por ser encerrado
en sótanos a reventar de ratas. La piel le escoció al recordarlo y volvió a abrazarse
a sí misma. Arnold reaccionó a eso, olvidando su pequeña "pelea" pues sabía bien
lo violento que podía llegar a ser, Robert Pataki.
Phoebs y Gerald, estaban bastante raros desde que "despertaron" si bien fueron de
los primeros en correr a abrazarlos, justo ahora se retraían.
¿Por qué?
—¿Cómo que por qué, viejo?—respondió sin mirarlo a los ojos. —Cometimos el
pecado fatal, la traición más baja de todas. Los dejamos a su suerte.
—Precisamente por eso. Porque se trató de un asunto de vida o muerte, estás loco
si crees que nos enfadamos.
—¿No lo hicieron?
—Helga y yo decidimos saltar a sabiendas de que los ojos verdes no los iban a
lastimar.
—¿Ella y tú? —respondió su amigo, ahora sí mirándolo a los ojos con temor. Pensó
que sería por el mismo tema, pero se trataba de otro. —¿De verdad estás pensando
en ustedes dos?
679
—¿Y qué sucede con Sawyer? Le ha dicho a todos que ustedes tenían un asunto
pendiente.
Suspiró. Gerald lo palmeó sobre la espalda para indicarle que fuera un hombre e
hiciera lo que tuviera que hacer.
Como fuera, le ofreció una inclinación de rostro y anduvo junto con Sawyer el camino
que previamente describieron hasta alcanzar las orillas del río e imposible resultaba
ahora, mirar la cascada en el horizonte sin sentir la emoción de decir.
Lila interrumpió su discurso mucho antes de que lo iniciara. Le dijo que ya sabía lo
que quería decir pero que no era necesario oírlo. Ella se encontraba bien y le daba
gusto que al fin, la decidiera querer.
—Hablo de Helga, al fin haz decidido corresponderla. —anunció Sawyer con una
sonrisa ensayada, rígida y falsa.
—Yo…no, bueno…ella y yo…—se atropelló con las palabras sintiendo sus mejillas
incendiarse de nuevo. Su compañera de clase, se apartó otro poco y miró al cielo
suspirando para sus adentros.
680
—Tú y ella, son únicos Arnold. La clase completa se ha dado cuenta de eso. Puede
que para los demás Helga siga siendo la misma chica atrevida, arriesgada y loca,
pero para mi, es evidente que te ama como jamás podrá amarte nadie. Incluida
yo… —¡¿E…espera qué…?! —gritó en su fuero interno. —¿Cómo que todos se
habían dado cuenta? Si desde que despertaron no habían hecho más que pelear y
tratar de sacarse los ojos. Ella estaba en un error, además de que él, no sabía
como…
—Déjame terminar, porque esto lo diré una sola vez y no lo repetiré jamás. "También
la amas" Estabas totalmente deslumbrado por ella cuando despertaron. Preocupado
en cuanto amenazó con largarse del campamento e ir por su cuenta. Indignado
como siempre lo haces cuando se atreve a espiarnos, ¿Pero sabes qué? Acabo de
darme cuenta de que no te enfada el que invada nuestro espacio. Lo que te
enloquece es que no se atreva a confesar lo que siente.
—Gerald y Phoebe nos resumieron lo que les pasó en la Selva hasta que los
perdieron. Y supongo que por algo Johanssen es el mejor narrador del pueblo. A
sus ojos, tú y ella deberían estar juntos. Son el uno del otro y por la forma en que
me miras desde hace unas horas, sé que ya no soy tu todo. —decir que sus palabras
se sintieron como una cubetada de agua helada sería poco. Lila solía ser franca en
su declaración pero jamás imaginó que le diría todo eso de manera tan directa. Se
tragó el orgullo o quizás fueran todas esas dudas que bullían y cuestionó.
681
con Eugene, ayudándolo con más de sus estúpidas vendas, en cuanto la localizó
caminó hacia ella y sus amigos volvieron a armar tremendo alboroto.
Gerald llamó a la calma, les dijo que dejaran de gritar y les dieran privacidad. "Eran
cosas de la Selva, no tenían que discutir nada más"
"Cómo no…" —escuchó decir a Rhonda pero la ignoró porque Helga escapó. Corrió
hacia algún claro que terminaba (para su mala o buena suerte) en acantilado. La
persiguió y parecía una mentira (o un sueño) el cómo la Selva reaccionaba con cada
paso que daba. El pasto se volvía más verde, las hojas de los arboles caían, las
flores se abrían. Como fuera, resultaba evidente que ella no quería estar cerca de
él.
Había vuelto a levantar sus cabellos en el usual par de coletas, le agradaba que lo
hiciera pero honestamente se veía mejor con el cabello suelto. Se lo diría, si es que
se armaba de valor para mencionar todo lo que estaba bullendo en su interior.
No lo hizo.
Ese argumento junto a todos los demás desaparecieron tan pronto aguzó el oído y
fue consciente de que se encontraba llorando.
—Helga… —la llamó en un tono tan bajo que no sabía cómo fue que la asustó.
Pataki limpió su rostro como si las lágrimas le quemaran y lo miró como si fuera la
última persona a quien quisiera ver en todo el planeta.
—¡¿Qué más quieres, Arnoldo?! ¡Te lo he dado todo! mi parte del trato está hecha,
así que por favor, ten la gentileza de…
—Nunca dije que estuviera de acuerdo con los términos de tu trato. —comentó
sereno. Pataki palideció y era notorio que libraba una batalla épica en su interior. El
temblor de su cuerpo se lo decía junto a los ojos anegados en llanto, la posición
rígida y a la defensiva.
—¿Cuáles términos? —gritó a media voz. —¡Tus padres por mi amor! eso fue lo que
dije ¿Y ahora que los tienes me dices que no? ¡¿Qué pretendes?! ¡Irte con Lila,
mientras yo me quedo llorando y gritando! ¡Jamás imaginé que fueras esa clase de
cretino, Arnold!
—¡NO LO SOY! Y no pretendo hacer nada de lo que estás diciendo. Irme con Lila
hace un momento, fue para decirle que me gustas tú…
682
—Dije que me gustas tú…—la negación instantáneamente se instaló en su
compañera y él insistió en declararle su amor. Pataki liberó más traicioneras
lágrimas y de no ser por el acantilado él estaba seguro de que se habría retraído
otro poco. Al verla vencida, atrapó sus manos en el interior de las suyas, la rubia lo
empujó, vaciando sus pulmones por el esfuerzo.
—Arnold, por favor basta. Si crees que me harías algún favor con tu caridad…
—Yo, no te gusto.
—Lo haces…
Entre más discutían menos eran conscientes del peligro que los asechaba. La
sombra resguardada en el interior de la que aún no se auto nombraba Diosa. A él,
sólo le interesaba hacer que ella aceptara su amor. A Helga le urgía que se callara
para poderse apartar y fue así que él la envolvió entre sus brazos y unió sus labios.
Decenas de historias, promesas, besos y caricias que eran únicamente suyas los
llevaron a prolongar el contacto hasta que sus bocas se secaron y sus alientos se
agotaron. Después se miraron como a lo más sagrado y en ese momento, ella se
dobló de dolor.
HILLWOOD
Regresando al sueño.
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El problema con Helga era, que jamás desterró ese recuerdo de su corazón.
"La imagen de ellos dos a las orillas del río con sus manos unidas en íntima
confesión"
Era lo único que conservaba de aquel viaje a San Lorenzo y la razón principal de
que madurara y lo dejara ir. La obra de teatro que escribió en secundaria era para
"enterrarlos" a ellos dos.
Suspiró para sus adentros en medio de esa estremecedora nada. La oscuridad tenía
rato de haber entrado en su cuerpo y eso dejaba un espacio amplio, vacío y blanco.
Arnold estaba de frente con los cabellos alborotados y las mismas ropas con que lo
había dejado, la frente arrugada. Se preguntó, si era consciente de que su frente se
arrugaba al igual que la de su abuelo cuando se preocupaba demasiado y aunque
tuvo el impulso de ir, enredarse en sus brazos y besarlo, la realidad, la congeló.
Los amantes que perecieron en el lago. Y eso quería decir que el enamoramiento
de Arnold por Lila, se debía únicamente a que conservaba un pálido recuerdo de la
mujer que "ella" fue.
¿Cómo culparlo ahora por besar sus labios cuando fue idea suya que se dejara caer
en la tentación?
684
Las sombras se alimentaban de eso. "Deseos reprimidos, inseguridad, miedo" ella
lo sabía bien porque convivía con ellas desde la primera noche que salió por la
ventana y comenzó a correr.
No llegó demasiado lejos en aquella ocasión, sólo avanzó media manzana y regresó
a su hogar con el corazón oprimido porque no tenía idea de lo aterrador que lucía
Hillwood a la luz de la luna entrante.
Agotada y atemorizada se tendió bajo el tronco del árbol y comenzó a sollozar. Olga
no atendía el teléfono y era demasiado tarde para despertar a Phoebs. No tenía más
amigos, familiares o conocidos.
Diez minutos, veinte, una hora o dos. No supo con certeza cuánto tiempo pasó, tan
solo fue consciente de que hubo un momento en que sus lágrimas se secaron y su
cuerpo, ya no tembló.
Si…
Esa era la imagen que jamás podría superar. La que destrozó sus sueños de niña
romántica y apasionada.
Y es por eso que prefería estar ahí en la intemperie, sintiendo el viento atravesando
su carne, calando los huesos, enredando sus cabellos y susurrando al oído. "Que
tenía que quedarse ahí"
En San Lorenzo, Anthea prometió que no habría más dolor, dudas, sentimientos o
arrepentimientos. Lo amaba, claro que lo hacía con toda su alma y él le
correspondía. Sin embargo, había una promesa que se hizo a sí misma.
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.
—La persona que te rompió, no puede ser la misma que te reconstruya, Arnold.
—comentó con una voz tan diferente a la suya que el rubio no pudo más que mirarla
con temor. Ella intentó recuperar "su luz" el color de sus cabellos, ojos, labios y uñas
de los dedos, pero no lo logró porque así era ella en su interior.
Su corazón, su alma. Estaban manchados por el paso del tiempo y de todas esas
heridas. Arnold la miró a los ojos y parecía que algo en él se rompía cada que la
veía a los ojos. No podía decir que no se lo advirtió. Si bien recordaba, en su primera
noche juntos eso fue de lo que le habló.
El horrible monstruo que era, llena de secretos y heridas abiertas. ¡Qué trágico que
al fin la conociera! Que una criatura de luz, tan transparente y radiante como él, se
hubiera revolcado con tan repugnante ser.
Caminó hacia atrás y él siguió avanzando. Puntas de los cabellos oscurecidas, irises
de los ojos ennegrecidos. Su oscuridad lo absorbía y no estaba bien que sucediera.
¡¿Es que no entendía que estar lejos era la única forma?! Su historia nunca había
tenido un felices para siempre. Narraba incontable cantidad de muertes, entre
suicidios y asesinatos.
Ninguno de los dos merecía terminar así. No después de que él encontrara a sus
padres y de que ella…
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—¿Pretendes que te deje ir con alguien como Jake? —ella negó con el rostro pero
de manera interna pensó, que aún si sus recuerdos no se hubieran borrado, lo
terminaría encontrado.
A los diez años de edad, habría rechazado a Arnold bajo pretexto de que lo que
sentía por ella no era amor. Era agradecimiento, fascinación pero nunca amor. Él,
le habría dicho que sí. De la misma manera en que accedió a que la confesión en
Industrias Futuro había sido producto del "calor del momento" Jamás volverían a
hablar sobre eso y sus amigos apoyarían la idea ya que por algo, se quedaron
callados todos estos años.
No era el futuro que deseaba pero sonaba mejor a tirarse del puente en París.
Arnold se posó a su lado, ella lo miró a los ojos y ya no eran tan verdes, ni brillantes
como un par de esmeraldas. Se parecían a las aguas turbias del mar, a lo que
presagiaba la tormenta y esa era ella.
—No voy a dejarte nunca y si crees que tu oscuridad me asusta, te equivocas porque
acabo de recordar la razón de que me prendara de tu amor.
—¿Qué…? —se retrajo otro poco pero había chocado contra la pared. Él sonrió con
galantería, ese gesto que hacía que sus rodillas temblaran, su corazón se
emocionara y su mente se apagara.
Como la leyenda que me contaste. Selene bajando a este mundo para entregarle a
Endimion su amor. Yo bajé para ocupar ese espacio y apaciguar tu dolor. En esa
primera existencia, fuimos verdaderamente felices los dos. Tanto que despertamos
la envidia y maldición de quien debería ser mi amor.
—Thea…
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—Si no hemos tenido un felices para siempre en todo este tiempo, se debe a su
hechizo y a que tú eres demasiado intensa y yo demasiado idiota. Siempre rompo
tu corazón y tú, siempre rechazas mi amor. Sé que tienes motivos para hacerlo, sin
embargo todos son vanos.
Ella escuchó sus palabras y recordó algo de lo que narró. Sus cabellos dorados en
alguna época fueron castaños, se cubrió con túnicas largas a manera de vestido y
lavo su cuerpo en las aguas transparentes de algún lago. Sola, siempre sola, tal
parecía ser el designio de su estrella, pero lo enfrentaba por orgullo, quizás necedad.
Luego, lo conoció en lo que describiría como un sueño y meses después (de íntimos
encuentros) reconocería como un hecho. Sus cabellos también eran castaños, la
piel excesivamente blanca, parecía extraído de alguna pintura de Botichelli y se lo
dijo.
Su historia inició así y se pactó con un beso. No necesitaban nada más para
confirmar que se necesitaban, querían y deseaban en exceso.
SUNSET ARMS
Los chicos que abandonaron sus casas, con el consentimiento de sus padres y
llevando todo un arsenal de viaje a cuestas, se congregaron a las afueras de la Casa
de Huéspedes, les sorprendió que nadie atendiera a la puerta, pero luego de que
Eugene hiciera su aparición, mencionó que veía sombras. Tantas como si el edificio
se hubiera transformado en una enorme antena que sólo atraía oscuridad. Algunos
no veían el problema en eso hasta que Gerald y Rhonda, les relataron lo sucedido
en el Cementerio.
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Subieron por la escalera de incendios, con el corazón oprimido y los recuerdos
vívidos de lo ocurrido en San Lorenzo. Al alcanzar la cima, con el pelirrojo a la
cabeza, sus corazones se congelaron y de sus labios escapó un grito de infarto.
La escena (de ellos dos juntos) era tan malditamente similar al momento en que los
hallaron ocho años atrás, que más de uno comenzó a lloriquear. El "Club de fans"
no entendía de lo que hablaban pero igualmente sufrían por la condición de su
amiga.
Los dos estaban tan fríos que Heyerdahl se imaginó lo peor hasta que buscó su
pulso y lo encontró.
—¿Crees que sea otra vez esa enfermedad del sueño?—preguntó Rhonda
acercándose a la otra. Phoebs tomó un poco de alcohol que depositó en un algodón,
lo aproximó a sus rostros pero ninguno reaccionó.
—Creo que realizaron una "sesión" Un ritual de esos que le enseñaron a hacer a
Arnold en la selva. —comentó Gerald.
—¿Es brujo?—preguntó Alan y varios lo secundaron. El moreno roló los ojos y les
dijo que no. Esos rituales eran para meditar, requerían del fuego pues
aparentemente había una conexión entre Hillwood y San Lorenzo.
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—No lo sé, —admitió Horowitz. —Hel, siempre ha mostrado una cara demasiado
fuerte, pero todos sabemos que por dentro se encontraba sufriendo. Sus padres, su
hermana. Nosotros al abandonarla. Todo eso, se ha traducido en esto. Oscuridad
que carcome su cuerpo y contamina su alma.
—Muerte, esa chica de la Selva, a la que Helga prometió golpear cree que es la
encarnación de la muerte.
—¡POR SUPUESTO QUE NO, IDIOTA! —gritó Rhonda, Eugene los calló a todos
soltando una advertencia. Las sombras estaban desapareciendo, regresaban a su
cuerpo. Y entre menos densas se hacían, menor era la opresión que sentían en el
pecho. Los ancianos y el antropólogo despertaron sin saber en que momento fue
que se desmayaron. Harold, Patty y Stinky los ayudaron a levantarse aunque su
interés inmediatamente se volcó en los chicos.
La unión de sus cuerpos, el abrazo íntimo. El deseo de ella por resguardarse en las
formas de él, de pronto parecían haberse ido.
Despertaron a destiempo.
Mantecado comenzó a sisear con todos los pelos de punta. Abrió sus fauces
mostrando la hilera completa de dientes, además de extraer sus afiladas garras,
próximo a soltar una estocada. Eugene, que veía lo mismo que él no tenía palabras
para describirlo, tan solo zozobra. Se acercó a Sheena, la castaña podría haber
pasado de ser el objeto de su adoración pero aún lo tenía en estima. Ofreció
consuelo apretando sus manos mientras Stinky y el resto comenzaban a hacerse a
la peor idea.
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Su cabello adquirió un tono mas cobrizo, su piel parecía tostada, las uñas de los
dedos se tornaron negras, además de una ligera sombra que se marcó al rededor
de los ojos y por encima de sus labios.
—¿¡Qué están mirando, tarados!? ¿¡Al mono cilindrero!? ¿¡O a la chica histérica
que dejaron perderse en la Selva!? Por si lo están pensando, no quiero escucharlo.
Sé lo que hicieron y el precio que pagaron. No tengo problemas con ninguno de
ustedes, exceptuando al bombón de chocolate, Mulán y el pasmarote que "tuve" por
novio.
—Alan, Lorenzo, Brainy. Si ya dejaron de temblar y mojar sus pantalones del miedo,
¿Puedo saber si sigue en pie su oferta?
—Tercer strike, estás fuera del campo gusano. Señora y Señores Shortman… —
llamó dirigiéndose a ellos. Los ancianos podrían estar llegando a los cien años de
edad pero su vista seguía siendo poco más que perfecta. Advirtieron en ella la
misma oscuridad que habían percibido antes. Lo que ocultaba detrás de todas esas
capas de hostilidad al fin salía a la luz y aunque les dolió, reconocieron, que esa era
la verdadera ella.
Miles por su parte, no supo como tomarse nada de lo que estaba pasando.
La prueba de las sombras podía hacer que te hundieras en ellas (y murieras) o que
siguieras adelante a pesar de ellas.
¿Era culpa suya? ¿Por enseñarle esas "cosas místicas de la selva" a su único hijo?
¿Alteraron el destino o esto ya estaba escrito? Fuera lo que fuera, la rubia no miraba
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a ninguno en concreto. Se concentraba en algún punto muerto, como si le doliera lo
que decía o no lo creyera.
—…Sigo siendo una mujer de palabra y por tanto, estén seguros de que cumpliré
mi promesa. Nos vemos en el lugar donde instalamos el campamento ocho años
atrás en San Lorenzo. El sábado por la mañana, justo como acordamos. Salvaré a
Stella o por lo menos, intentaré. —sus padres asintieron, tomándose de las manos
y soltando algunas lágrimas en el caso de Gertrude. Amaba tenerla en casa, saber
como se encontraba. Siempre que se iba sufría, pues sabía que la suya, era una
estrella maldita. Luego de sonreírles con un gesto que le salió bastante torcido les
dio la espalda a todos y su Club de Fans no dudó en escoltarla.
—Ya que suenas tan patético y desesperado, el tercero contará como foul, puedes
seguir bateando. Si regresas al campo y me encuentras, claro. —ninguno de los
presentes entendió lo que pasó. Sólo sabían que una vez más se iba y que no tenían
argumento alguno para detenerla.
—¡Helga, por favor…! —llamó a voz en grito la pequeña asiática sin poder soportarlo
por mucho más tiempo. Pataki por fin la miró. Sus ojos tan extraños y a la vez tan
suyos pues ya no ocultaba la ira que bullía en su interior. La taladró como si pudiera
ver a través de su alma y una sola cosa fue la que espetó.
—¡No pretendí…!
—No, claro que no. Sin embargo jamás reuniste el valor para explicar o disculpar tu
acción. Esos dos tarados limaron asperezas en menos de una hora. Tú dejaste que
se enfriaran las cosas y después disfrutaste mi estado de amnesia.
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—¿Algo que decir a tu favor? Porque en este momento, solo se me ocurre arrancarte
las manos por atreverte a ya-sabes-que…
Gerald suspiró, dejando las cosas a medias. Si quería irse no podría frenarla y si
decía que "los vería allá" sabía bien que lo haría. Le sonrió, de medio lado y con
coquetería como hizo aquella vez en el hospital. No aprobaba sus métodos pero
aplaudía el resultado. Y estaba claro que ésta era su manera de enfrentarse a
Anthea.
Miles asintió y poco después la rubia desapareció. Alan y Brainy se fueron con ella,
Lorenzo se quedó para despedir a su novia. Las promesas eran importantes. Los
cuatro hicieron un pacto y para honrarlo, necesitaba saber cómo fue que la
lastimaron.
—No...—comentó Arnold. —Yo, la lastimé entonces al irme con Lila y volví a hacerlo
ahora al besarla...
.
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CAPÍTULO 37
SAN LORENZO.
Al mismo tiempo.
Thea lo sintió en sus entrañas y lo confirmó con el aullido del viento, las nubes de
un segundo a otro se cerraron, la temperatura descendió y una suave llovizna inició.
El de la muerte, estaba casi tan abandonado como el de la vida. Para alejar a los
curiosos, extranjeros y conquistadores, dejaban que la naturaleza se hiciera con
todo. No obstante, había entradas secretas para introducirte a las cámaras donde
aún se levantaban altares y veneraba figurillas elaboradas con tierra, hueso, cabello
y arcilla.
Ahí, tenía la otra mitad de la efigie que le obsequió a Arnold y si estaba en lo cierto.
Si fue tan osado como para pretender que podría ganarle en su juego, esa pequeña
pieza estaría destruida.
Eso fue lo que les arrebató, en su primera visita a San Lorenzo. Cuando se besaban
de manera hambrienta recordando todas las vidas, alegrías y desdichas. A él, le
quitó muy poco, era demasiado noble de corazón y sus cuidadores se esmeraron
en que no padeciera dolor.
De aquel primer encuentro, dejó que maduraran tanto las inseguridades de ella
como los deseos reprimidos de él.
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Fantasías carnales, placeres culposos y los pecados que como niño de buena cuna
jamás se atrevería a orquestar. (A no ser claro, que alguien le diera un poco de
ayuda).
Lo motivó a partir de la segunda vez que se vieron. A los catorce años de edad y
con la presunción "de ser el uno del otro" Su presentación incluyó cantos, bailes y
una ardiente hoguera que sensibilizó sus sentidos y humedeció su carne. Podía ver
en la luz de sus ojos el deseo e interés reflejo.
La quería, se sentía atraído por ella y sin embargo, existía esa otra.
Nunca le robó más que caricias, miradas y roces. Sus labios, aunque se buscaron
con interés jamás se probaron. Sus padres siempre se encontraban cerca o en su
defecto, esos intrusos de Aitor y Antha.
No funcionó.
Nunca imaginó que sería Helga quien la buscaría a ella. Y se postraría a sus pies
con el cuerpo roto, el corazón punzante y alma delirante. Le tomó un par de
segundos introducirse en su mente y conocer la historia completa.
Se entregó (fiel a su espíritu y vidas) sin reserva alguna a aquel bruto que pretendía
hacerse con su fruto. No por resignación, mucho menos vanidad, sino en pos de
proteger a los que tenía por queridos.
Porque lo mismo hizo siendo una niña pero no lo recordaba ya que esos eventos
ella se los arrebató. Si lo hubiera hecho, si tuviera memoria, se habría dado cuenta
de que no valía la pena todo ese esfuerzo.
Como la bondadosa Diosa que era, se apiadó de su alma y caminó hacia ella
susurrando al oído lo mismo que había repetido por eones. Que siguiera de frente y
entrara en la hoguera.
El problema con eso fue, que la muy maldita recién había cumplido su sueño de ser
correspondida por su mas grande amor y en vez de alejarse y arder en el fuego
eterno, buscó su calor, sintió su presencia y regresó a él.
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.
Había visto la oscuridad de su alma y lo frágil de su ser. Estaba a nada de caer, sólo
tenía que seguir alimentando esos miedos.
Lo hizo.
A pesar de estar siendo amada, Helga no se sentía, ni creía ser merecedora a toda
esa atención. Tenía demasiados referentes que hablaban de lo contrario. Una madre
y hermana que después de entregarse fueron dejadas o peor aún, reemplazadas.
Una "conocida" que durante muchos años fue la merecedora de su total atención.
Lila Sawyer.
Así es, la conocía. Hace ocho años se aprendió bien su nombre. Cabellos de fuego,
pecas de ensueño y una vez más.
Al inicio de todo "esto" cuando los vio prometerse lo eterno y bajó de los cielos a
maldecirlos y asesinarlos.
Él protegió a Helga, cuyo nombre real era "Helena" aferrándola entre sus brazos y
la insignificante mujer se aferró con uñas y dientes a su pecho.
No duraría demasiado. El viento que soplaba en este momento le decía que "algo"
habían hecho.
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.
La de él, sólo haría que se apretujara con cualquier otra, pero la de ella. Haría que
lo destruyera.
La muerte.
Llegaron al templo.
Tal y como vaticinó, la figurilla de arcilla estaba en pedazos. Su risa se elevó por los
aires, haciendo un eco estruendoso al interior del recinto. Stella Shortman no
entendía nada y ni falta hacía que lo hiciera, tan solo le aseguró que todo avanzaba
de acuerdo a su plan.
—¿Qué plan? —preguntó la mujer de ciencia y ella hizo una pausa para mirarla de
arriba a abajo como si fuera una idiota.
—Todo esto, yo lo visualice al momento de pactar con "la Sombra" él me dijo qué
hacer, cómo actuar para dividirlos y estoy segura de que esto simboliza que ya no
son uno.
—¡¿Qué les hiciste?! ¿A caso tú...tú? —la botánica, digna esposa de aquel que
(hasta antes de ella) reconocieron como líder, se le arrojó encima dispuesta a herirla.
—Tu piensas en heridas físicas pero obviamente, eso es imposible para mi desde
aquí. El daño que les he causado es mas bien emocional. ¡No te sorprendas tanto!
ellos me ayudaron demasiado.
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Mi "destino" es descendiente del Dios de la vida. El fuego, la luz, el día. La pasión
en toda su expresión o como quieras referirlo. Mi punto es, que llegada esta edad
solo piensa con su entrepierna y es fácil para mí torturar a la otra. No tiene confianza
en sí misma, ¿Sabes? La "elegida" no es más que una hija no deseada, una amiga
abandonada y una novia engañada.
¡JAJAJAJAJA! ¡Era tan divertido! Que honestamente se moría de ganas por ver
cómo se mataban.
Una semana.
Ese era el plazo que pactaron. No tenía idea de cómo lo harían pero sabía que
llegarían. No sólo ellos sino los que vivían en sus tierras. Sus sirvientes se
encargarían de ellos. Se llenarían con su carne y su sangre. En cuanto a ella,
comenzaría a afilar su lanza y preparar los venenos. Escucharon bien, Stella
Shortman no estaba a su lado por casualidad, la manipularía y convencería de
preparar un veneno para acabar con sus cuerpos.
No lo usaría de manera inmediata, sólo era una precaución por si lo anterior no salía
como esperaba.
HILLWOOD.
Seis días después.
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Envío la invitación electrónica por el chat grupal. Varios se emocionaron e
inmediatamente contestaron. Estaban cansados, molidos hasta la médula y es que
el padre de Arnold se había tomado demasiado enserio su encomienda.
Los entrenamientos, eran una versión mucho menos cruel de "La isla" El historiador,
se empeñó en que aprendieran a reconocer el terreno (para que no cayeran en
trampas o se perdieran) preparar armas con ramas, piedras afiladas y lianas, cazar
su comida, desollarla, limpiarla, identificación de plantas medicinales o de cuevas
que ofrecieran cobijo y coartada…etc, etc.
Siempre supo leer en el corazón de los dos. Que desarrollaran una línea de
comunicación independiente a ella, debía estar matándola por no decir que
decepcionándola.
¿Quién era ahora? ¿Y qué clase de doctora sería, si no podía encajar con el perfil
de mujer correcta, noble, dulce y tierna?
Arnold Shortman, otro pobre diablo que había ensombrecido su gesto aunque por lo
menos ya no tenía el labio roto.
Leyeron bien, más tardó en decir la madrugada del sábado pasado que besó a Lila
Sawyer que en lo que Lorenzo cerraba el puño de la mano diestra y le rompía la
boca.
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severa a ella. En esa le decía que aún la quería, pero obviamente "la dejaría" No era
terminar-terminar. Sino un tiempo fuera como la misma Amazona refirió.
—Puedo perdonarte muchas cosas Arnold —espetó aireado. —Aún eres el chico
apuesto y bonachón del vecindario, pero no disculparé jamás el que jugaras con
Helga.
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—¡PUES NO ME IMPORTA! —gritó y se apartó para recolectar plantas medicinales
junto a Nadine.
De aquella vez en el tejado de Sunset Arms, ni uno solo había intentado conocer su
versión de los hechos. Básicamente porque les bastaba con la que se habían
inventado y los recuerdos aterradores que tenían de San Lorenzo.
Ver a la oscuridad apoderándose de su exterior. Ser una con la pobre niña que
dejaron a su suerte porque se sentía demasiado sola, rota y resentida con el mundo,
fue demasiado para su corazón. Sobre todo ahora que sabían que lo único que
quería era gritar "que ya no podía más" pero ninguno de ellos lo supo interpretar
hasta que fue demasiado tarde. Le dieron la espalda, la dejaron perderse y era así
como regresaba. Con una mirada mucho más oscura de lo que correspondía a su
edad, sombras que mancillaban esas manos que escribían poesía, ennegrecían los
labios con que recitaba cantos y ensuciaban sus cabellos para denotar que quien
quisiera amarla o estrecharla innegablemente se tendría que infamar.
Era el producto de todo el daño externo, de incontables vidas según las leyendas
que en el transcurso de la semana les compartieron Arnold y Gerald. Su amiga,
danzaba con sombras desde hacía eones pero hasta ahora, se rendía a ellas.
Querían remediarlo, hacerle saber que no la volverían a dejar y como no se les
ocurría nada con qué negociar, ella se aferró a la fiesta.
—Por favor, hace años que dejé de competir por un lugar en la cadena evolutiva.
Soy la Reina de la Escuela Preparatoria al igual que años atrás lo fui de la P.S.118.
La fiesta es para Helga, pero también para nosotros.
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no le dijo nada. Su padre ya se había encargado de hacerlo sudar la gota gorda
sometiéndolo a un entrenamiento que muchos calificarían de salvaje y otros más de
"castigo divino" Lo evaluó con la mirada, de arriba a abajo porque ciertamente, él
también estaba de muy buen ver. Un cuerpo no tan trabajado, ni alto como el de
Gerald, pero sus músculos se marcaban en el vientre bajo, glúteos y piernas.
Bendito fuera el futbol soccer y que la enlistaran para la próxima gira de animadoras
en esa categoría. El bueno para nada, se abrumó por su excesiva valoración
cerrando los botones de su camisa a cuadros hasta casi cortarse la respiración y
ella, roló los ojos porque alucinaba si creía que en algún momento de sus vidas ella
podría tomarlo en serio.
—Oh...
No se habían conectado (ni por error) una sola vez. Sabía de Lorenzo por su madre,
la buena señora Lewis le mandaba mensajes de texto diciendo que se encontraban
bien, pero que aún no terminaban el "proyecto" en que estaban trabajando. Resopló,
envolviéndose con ambos brazos. Extrañando su presencia, la cadencia de su voz
y la dulzura de sus labios. No guardaba demasiadas esperanzas de verlo pero tenía
que intentarlo.
Miles sugirió antes de partir que esa noche la pasaran con sus familias. Ya sabían
todo lo que necesitaban saber y además, era preciso que meditaran y decidieran si
en verdad era "esto" lo que querían hacer. El secuestro de su esposa, no era una
broma. La existencia de personas que los querrían lastimar tampoco. Luego de lo
dicho se desprendió de la camisa de manta blanca que hasta ahora había estado
ocupando y les mostró cicatrices a lo largo de buena parte de su torso. Tras
atemorizar a los chicos (y hacer suspirar a algunas de las chicas con su exquisita
anatomía) explicó, que todas eran producto de sus casi diez años en San Lorenzo.
Si no tenían fe. Si no querían estar verdaderamente ahí, no tenían por qué ir. Ni él
o su hijo les reprocharían por hacerlo. Ya habían ayudado suficiente llegando hasta
ahí.
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Asintieron, algunos con convicción ardiendo en el carmín de sus ojos, otros con
titubeo y desde ya comenzaban a levantarse las apuestas sobre los que llegarían al
aeropuerto a las 4:00am y quienes no.
"Ahí estaré"
Arnold y su padre volvían a casa en la vieja camioneta de Phil, luego de haber dejado
en su domicilio a todos se cernía un incómodo silencio entre los dos.
—Me estás destruyendo con la mente desde que dejamos a Eugene y nos
quedamos a solas los dos.
—No intentaba destruirte, solo quisiera entender ¿En qué estabas pensando
cuando…?
—¡En nada! ¿Si? ¡Fue un impulso! Lila me ha gustado casi toda mi vida y de pronto
ella estaba delante de mi diciendo que también le gusto, pero que nunca hizo nada
porque respetaba mis sentimientos por Helga.
En el aire quedó el humor del neumático quemado al igual que sobre la acera se
dibujaron marcas y en las miradas de los curiosos que salieron de sus negocios o
se asomaron por la ventana a ver qué era lo que pasaba, el temor. Miles,
acostumbrado a ser la comidilla de Hillwood desde el día en que decepcionó a sus
padres diciendo que jamás en la vida se terminaría los guisantes, continuó su drama
personal aunque no sin antes hacerles una seña con el dedo de en medio a todos
los que observaban.
—¡Eso fue también fue un impulso, Arnold! Y pudo matarnos, pero claro. Tiene
justificación porque te he querido toda mi vida y de pronto estás aquí diciendo más
estupideces de las que puedo soportar.
—¡Ninguna! Y no intento disculparme por mis actos porque sólo fue un beso.
—¡Lo es! —gritó. Su padre reanudó la marcha a la velocidad correcta y por la vía
más larga a Sunset Arms.
—Si esa chica respetó los sentimientos entre los dos ¿Por qué tu no?
—Porque alguien tuvo la genial idea de borrarnos la memoria y como la misma Helga
dijera. Hasta hace tres semanas, yo no tenía idea de lo mucho que la quería en mi
corazón. Escucha, papá. No dudo de mis sentimientos por Helga, sin embargo
siempre quise besar a Lila y lo hice porque de no hacerlo, Anthea podría usar eso
en nuestra contra. Intenté explicarle que no significó nada, la besé y me arrepentí
de inmediato al caer en la cuenta de todo el daño que eso podría ocasionarle. Helga
es lo más valioso e importante que tengo en la vida.
—Lo haré…
—¿Por qué? Lloyd dijo que sería con motivo de su cumpleaños. ¿Cómo podría
perdérsela?
—Tal vez, porque jamás hemos celebrado uno solo de sus cumpleaños. Siempre
cae en las vacaciones de primavera y cuando niños, asumimos que sus padres la
llevaban a algún sitio fuera de Hillwood ya que no la veíamos salir en la semana
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completa. Ahora creo que en realidad, simplemente se encerraba en su cuarto y
pretendía ser feliz…
—Oh…
—Phoebe solía llevarle un obsequio el primer día que volvíamos a clases y cuando
Gerald averiguó que se trataba de su cumpleaños, me convenció de gastarle una
broma.
—Sí, el único obsequio que le he hecho en la vida fue llenarle la cara con pastel de
banana y convertirla en la burla de la clase completa. —Miles silbó a lo alto como
harían Jamie'O y Gerald, apuró la marcha ahora que estaban mucho más cerca de
casa.
—Bueno, algo que definitivamente no puedes negar, es tienes talento natural para
meter la pata con la mujer que amas.
Se hicieron el amor, supieron quienes eran. Almas demasiado grandes para sus
cuerpos mortales.
Error.
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Amantes destinados a jamás conservarse. Y como si la maldición a que se decían
sujetos moviera los hilos de su cadenciosa alma, él besó a la pelirroja y fastidió su
destino.
Gritó contra la almohada y tiró de sus cabellos porque en verdad, era un idiota. El
más idiota de todos y no sabía como recuperarla. Lo supo hace ocho años en San
Lorenzo, simplemente la besó. Haciendo que con ello se desatara todo lo que bullía
entre los dos.
Cerró los puños deseoso de acabar con todo, pero iba en contra de su naturaleza,
lo que era. ¿Y quién era ella? Su Geraldine, alma gemela, la mujer que desde
siempre había querido conservar. Tranquilizó sus demonios internos colocando los
audífonos en sus oídos, aparentemente en su exabrupto encendió el aparato y
reprodujo un archivo de audio que ni sabía que existía.
Parecía en vivo.
—No importa. El punto es, que he estado teniendo el mismo sueño últimamente,
pensaba que podría inspirar una novela, pero luego de escuchar esa sonata de
piano que escribiste a la memoria de tu madre, Alan. Creo que quedaría mejor como
canción.
—Cuando estés listo te lo muestro, muñeco. —el castaño debió volar de su posición
a donde fuera que estuviera el piano ya que la rubia y sus amigos se burlaron a
mandíbula suelta. Luego del pequeño interludio que incluyó una sugerencia de
Brainy a Lorenzo para que tomara cierto instrumento de cuerda se escucharon las
notas de piano elevándose con encanto.
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.
y mi corazón duele.
¡Vuelve a intentarlo!
707
Y yo corro.
La daga por fin se siente firme, las sombras caen sobre mi,
708
La voz de Helga se apaga, junto con las notas del piano y el violín que Lorenzo y
Alan tocaban de manera excepcional. Su voz, tan trágica y melodiosa. Los
sentimientos tan crudos y verdaderos. Eran ellos, una vez más se trataba de ellos y
de cómo Helga, siempre se encontraba corriendo.
La imaginó corriendo descalza por las calles de Hillwood siendo apenas una niña.
Deambulando por los callejones de Paris, sin decidir si saltar del puente o no.
Atravesando los pasillos de la Escuela Preparatoria con sus Converse rosados para
escapar de lo que sentía por él y esconderse de Cabot.
Hizo lo segundo.
Ella continuaba luchando, a pesar de que en su primera noche juntos, dijo haber
llegado a su límite.
Él agotó sus reservas, la llevó al punto de quiebre y ahora era su turno de correr.
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cuando descartaron la presencia de ambos rubios. Lorenzo, Alan y Brainy habían
llegado solos hacía bastante rato, dijeron que la Amazona se encontraba bien, pero
que aún no los quería ver. Nada personal, solo efecto dramático. Si la conocieran
de algo sabrían lo mucho que le encantaba darse a desear.
Sí, lo quería, deseaba y extrañaba. Lo invitó específicamente esa noche para acabar
entre sábanas húmedas o bebiendo licor del ombligo del otro, pero en cuanto lo vio,
sintió la culpa atravesando su pecho como una afilada daga.
Lo creyeron obvio, sus intereses particulares nunca fueron tan afines, jamás se
sintieron cercanos a ella. Siempre iba por su cuenta, como el fuego, imparable,
destructivo y también resplandeciente.
Se sentía fatal por ser la causante principal de todo este mal, pero más tardó en
pensarlo que en lo Phoebe Heyerdahl aclaraba su garganta y afilaba su voz.
—¡Oye! No te enfades conmigo si sabes que congenio con esa loca en lo referente
a estrategia, amor.
—Si, eres mi amor. Yo lo sé, tú lo sabes. El maldito pueblo entero está al tanto de
eso y para que conste. Eres tú, la que se ha estado apartando de mi.
—¿De verdad está bien?—preguntó el pelirrojo que aunque estaba con Larry se
encontraba demasiado abatido para prestarle atención a la dulzura de sus labios. El
multimillonario les aseguró que sí, luego de entregarles un par de tragos.
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—Hicimos lo mismo que ustedes, por cierto.
—¡Hey! Danos un poco más de crédito, no somos tan patéticos. —se defendió y aún
así hubo cierta reserva por parte de los dos. Redmond carraspeó indignado y se
explicó. —El padre de Brainy es comandante de todo un batallón militar. Lo obligó a
prestar servicio activo en Irak tan pronto como cumplió los dieciséis años de edad.
La madre de Lorenzo lo tiene por muñequito de porcelana o trapo, pero su padre no.
Ya saben, la típica historia. Tenía miedo de que se volviera gay por quedarse con
ella después del divorcio. Así que lo envío a clase tras clase de arte marcial. Nada
de eso se quedó en su cuerpo, pero sí en su cerebro. Es un maldito maniático de
los videojuegos de combate y estrategia y estarán de acuerdo en que eso, es lo que
le hacía falta a nuestra Amazona. En cuanto a mi, tuve mis días de bravucón escolar.
—¿Lo dices en serio?—preguntó Eugene, sin ofenderse por la referencia a los gays.
—Oh, si. Fui un auténtico hijo de…Dios. (cambió la palabra al ultimo segundo porque
su querida madre, no merecía esa clase de comparación) —En fin, lo que quería
decirles es que todo lo tenemos resuelto. ¿Recuerdan la ilustración?
—La misma, nene. Diseñamos su "armamento" porque no hubo manera de que nos
diera "sus medidas" para confeccionar la armadura completa. —Peterson brindó a
la salud de eso. Si la conocía como creía que hacía, primero acabaría muerta, a
permitir que algún pelmazo conociera o tomara sus medidas. Eugene, apuró el trago
a la par de los otros dos, sintió el líquido quemando su garganta, inflamando su
vientre y motivando su voz.
—¿Y si están listos, por qué no vino? ¿Tanto nos odia? —insistió inseguro. Helga
era la única amiga que de verdad tenía. Sí se llevaba bien con todos, pero Pataki
entendía el infierno que llevaba adentro. Lo animó a "salir del clóset" ser como es:
cantar, bailar, mirar los fabulosos traseros de los chicos que se desenvolvían en
teatro, aunque lo que más le agradaba de la compañía masculina era el timbre de
su voz. El suave barítono, la manzana de Adán, las manos más grandes y fuertes
que las suyas. ¿A quién más se lo podría confesar, sin que se partiera de risa o lo
comenzara a golpear?
—No está enfadada con nadie, ni siquiera con ese imbécil de Arnold Shortman.
—Pero si así es como es...—comentó Eugene, pues era de los pocos que conseguía
ver a través de sus máscaras. El día y la noche convergían en su amiga. La fuerza
y la debilidad, la pasión y el odio. Ella era todo eso y más, por eso la admiraba y
apreciaba.
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—También lo sabemos pero Helga no lo acepta. Ella es el cisne que día a día se
mira en el estanque, convencido de que en realidad es un pato demasiado feo.
—Hmmm… Tal vez jugamos carta inglesa unas dos veces o seis. —comentó Brainy
guiñándole un ojo a su novio. Lorenzo solo atinó a sonreír de oreja a oreja y decirle
en voz baja que "ahora, no"
—¿C..c…te refieres a ese juego donde se pasan una carta con los labios….?—
preguntó Eugene, sintiendo que el alcohol llegaba al nivel peligroso de su sistema
nervioso.
—No pensé que me perdonara por soltar su mano de una manera tan
desvergonzada.
—¿A parte de lo obvio? Íbamos a morir y de pronto descubrí que no quería alejarme
de ti…
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—También lo sentí…y aunque Arnold me perdonó, mantuve en secreto los
sentimientos que surgieron entre los dos. Los negué tanto que de hecho, terminé
por olvidarlos.
—Y tú le devolviste el relicario…
Salieron al fresco, el patio de atrás donde estaba la alberca, con algunas sillas de
playa y mesas redondas. La luz de la luna se veía a lo alto y ellos se acomodaron
en una especie de sillón colgante que pendía debajo de un arco decorado con
crisantemos.
Cuando Helga lo reparó y ajustó como el portarretratos que hoy día sigue en la
esquina de su escritorio, quería que recordara que él es capaz de hacerle muchísimo
daño.
—¡Arnold jamás…!
—Piensa con la entrepierna. ¡A nadie sorprende que hiciera algo tan idiota!
—Pero es que…
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preciado?! —Heyerdahl se llevó las manos al rostro cubriendo sus labios y es que
su novio tenía un punto.
La traicionó al guardar silencio no solo una sino dos veces, pero en verdad creía que
le estaba haciendo un favor.
Un alma tan noble como la suya, un amor tan grande como el que ofrendaba merecía
ser retribuido y no solo agradecido.
Creyó que Alan sería una mejor opción, Eugene, hasta Stinky, pero ninguno de ellos
lograba dibujar en ella esa sonrisa sincera de cuando Arnold chocaba contra su
cuerpo de manera directa. Sus ojos se reconocían con gozo, sus almas se
emocionaban en el diminuto instante que colisionaban. Y aunque lo veía y
reconocía, no podía entregársela. Presionó los puños a ambos lados de su cuerpo
y continuó la charla.
—Helga no es ninguna de esas chicas. Puede que él conociera a la que inspiró sus
poemas, novelas, canciones, pero ya no es ninguna de ellas. ¡Nuestra chica es la
hija furiosa de Robert y Miriam Pataki! padres desobligados que sin parpadear se
marcharon de su lado. Hermana de Olga, quien lo único que hace por ella es
desesperarla y llamarla bebé, mejor amiga tuya, enemiga pública mía.
Ejemplo a seguir de todas las niñas que se sintieron Amazonas cuando aprendieron
a enarbolar una espada y lanzar una flecha. Helga es una mujer tan complicada que
después de tantos años, ni tú, ni yo la hemos llegado a conocer.
Como cuando jugaban béisbol en el campo Gerald y los dos eran Capitán.
—Escucha, amor. Lo único que creo saber es cual será su estrategia. Darle lo que
quiere a la muerte. Hacerle creer a esa cosa y a nosotros que terminó con Arnold,
para que se deje de juegos y libere a su madre. —Phoebs dejó escapar el aire de
sus pulmones porque ciertamente eso sonaba a algo que haría su amiga.
714
—¿Cómo dices…? —se acomodó de nuevo en el sillón y él recupero el lugar a su
lado.
—Creo, que un vínculo tan fuerte como el suyo requiere de algo extraordinario para
romperse. Aunque finjan esa cosa lo notará, así que si va en serio. Lo tiene que
fulminar.
—¡Helga sería incapaz…! —Gerald cortó su discurso mirándola a los ojos de lo más
sincero.
—Dejó que Cabot casi la asesinara con tal de ganar. ¿Crees que escatimará en
daños para la pelea final?
—No…
—Recogerá lo que quede de él, así sean cenizas. Y supongo que entonces, estarás
contenta.
HILLWOOD.
—¿Te sorprende?
—El viejo vecindario. Gran parte de Hillwood año con año se está perdiendo. Quien
quiera que sea el nuevo Alcalde terminará vendiendo.
715
—Lo dices como si debiera importarme.
—A mi sí. Todo lo que fui, todo lo que conozco, añoro y atesoro se encuentra aquí.
—No me aferro a objetos materiales porque todo lo que conozco, añoro y atesoro
se encuentra en ti…—soltó el aliento a la altura de su cuello y podría jurar que la
sintió temblar, presionó un poco más el agarre contra su cintura, cálida, nívea,
etérea…moriría si no la volviera a tocar.
—Terminado es como estás. ¡No puede haber más! —gritó, huyendo a su contacto
pero sin hacer el más mínimo intento por apartarlo.
—¡Y para hacerte pagar! —lo empujó con fuerza. Hasta entonces se dio cuenta de
que había ganado algo de masa muscular, sus ojos brillaban como antaño con
ilusión bélica, su ceño aparecía fruncido imitando la vieja uniceja y el puño izquierdo
perfectamente cerrado y amenazando con destrozarlo.
Él la adoró así, tal y como era. Sin apariencias, máscaras o reservas. Esa oscuridad,
siempre había sido parte de su ser. La rubia lo evaluó a la vez y algo de eso debió
hacerlo digno de merecer, puesto que sonrió de medio lado y él devolvió el gesto
ligeramente confiado. Prosigió.
716
—Tt…tú…—el color desapareció de su rostro y segundos después sus mejillas se
colorearon. Le encantó y por ello insistió.
—Estoy dispuesto a pagar por todos estos años que te dejé en soledad…—se
acercó a su cuerpo y ella retrocedió hasta darse con la pared.
—No sabes lo que dices...—cerró los ojos, levantó el rostro intentando escapar a su
roce, aún sin insinuarlo o mencionarlo, ambos deseaban probar sus labios, el sudor
frío corriendo por detrás de su cuello se lo decía, las palpitaciones de su corazón, la
neblina en sus ojos.
CAPÍTULO 38
717
Suspiró con resignación y es que a pesar de quererlo hacer, omitió la sesión de
preguntas y respuestas porque ya sabía que no se lo diría. Lo que fuera que
estuviera pensando se lo guardaría para él, porque no confiaba en su hijo.
Cerró los ojos, colocó los audífonos en sus oídos y encendió el reproductor que trajo
para sí algo demasiado Helga "Evanescence: Bring me to life" (Vuélveme a la vida)
cambió de pista automáticamente buscando relajarse un poco y dedicando un
pensamiento a los otros.
Sus raíces estaban ahí, la pelea que tuviera que librar debía enfrentarla en ese lugar.
Peterson, reconoció que aunque quisiera, no tenía el valor suficiente para repetir la
Odisea, lo haría por Helga (si estuviera con ella) pero era evidente que ese barco
hacía mucho tiempo que había zarpado. Le preocupaba su estado y claro que quería
estar a su lado, pero la conocía suficiente como para saber, que apreciaría más que
no estuviera por ahí "estorbando"
El escalofriante chico de cabello negro y corto volvió a ponerse sus gafas de grueso
armazón rojo, además de dibujar sobre su rostro una sonrisa siniestra que lo hacía
parecer como el hijo perdido de Hannibal Lecter.
Nadine trenzo su cabellera rubia como antaño y además del arco y las flechas
llevaba múltiples recipientes para atrapar insectos. Peapod, cambió las gafas
oscuras por unas transparentes y al igual que Sid esperaba una revancha por lo
perdido hace ocho años: las botas de diseñador y la pierna rota.
Abrió los ojos, detuvo el reproductor y echó una mirada por encima de su hombro.
También hacia falta el que en algún momento llegó a considerar más que un padre.
El viejo profesor Simmons que para estas alturas estaría mordiéndose las uñas
mientras contabilizaba por millonésima vez a la clase completa.
718
No tenían personal de rescate o de primeros auxilios. Su padre, Curly, Nadine,
Phoebs y Rhonda se ocuparían de esa parte. El chico excéntrico y aterrador se
especializó en reconocer el terreno a gran velocidad y recolectar plantas
medicinales. Nadine demostró tener excelente ojo y puntería para lanzar flechas a
larga distancia. Phoebs seguía persiguiendo con lujo de detalle los pasos de su bien
amada y respetada madre. Rhonda descubrió, que se desenvolvía mejor con una
lanza, además de tener excelente pulso para suturar y desinfectar heridas menores.
Respecto al resto, baste decir que Sid era bueno luchando en cortas distancias, su
arma predilecta era un cuchillo, Peapod se decantó por el arco y las flechas (para
cubrir las espaldas de su enamorada) Eugene no tenía buena ofensiva, ni defensiva,
sin embargo sus ojos, eran todo lo que querían. Podían usarlo para detectar las
sombras y después protegerlo entre todos como hicieran Van Fanel y Allen Schezar
con Hitomi Kansaki. (La visión de Escaflowne) Gerald seguía teniendo sus puños,
los cuales protegió con gruesas y tensas vendas. La joven Heyerdahl, ostentaba en
la cintura la espada que con toda ceremonia su padre desenvolvió de entre las
pertenencias de su bisabuelo para entregársela a ella.
El difunto señor Heyerdahl, luchó en la segunda guerra mundial con esa arma, tenía
la sangre de sus enemigos corriendo en la hoja además del orgullo, nobleza y
carácter de su familia reflejo en la templanza de su empuñadura.
Se la entregó hace unos minutos ante la atenta mirada de todos y habría que
destacar también, que a pesar de lo que creyera o dijera su pequeña e introvertida
amiga, para Kyo y Reba ella era su orgullo.
Las familias de todos los demás también estuvieron ahí para ofrecer una mano
segura, voto de confianza, abrazo de oso, beso en la mejilla...
Hace ocho años, lloriqueó y se lamentó por la ausencia de sus padres. Ahora que
tenía a Miles acomodado a su lado, no hacían mas que pelear porque él se pasaba
su autoridad por el arco del triunfo y no conseguía hacer nada mejor que cometer
una estupidez detrás de otra con la mujer que amaba.
Se dio por vencido con esto de la "reflexión" y recargó la cabeza contra la ventanilla,
cerrando los ojos para pensar en Helga.
719
Abrió los ojos, extrañándose de encontrar la oscuridad de sus ojos. Helga lo miraba
con una expresión entre divertida y retorcida, terminó el beso, quiso apartarse de su
lado para charlar pero la astuta chica lo afianzó por el cuello de su camisa a cuadros
y lo volvió a besar.
Hubo tres movimientos que lo sacaron de balance y orillaron a forcejear contra ella.
Así no besaba Helga ¡Esta no era su novia! y cuando la rubia se percató del rechazo
que sentía, lo torturó otro poco y después, de un abrupto empujón lo liberó. Limpió
sus labios con el dorso de la mano izquierda, como si besarlo le diera asco y lo miró
como si no fuera mejor que un gusano. Él no daba crédito a lo que estaba
observando, pero no hubo mucho tiempo para la reflexión.
—No…—reconoció porque el primer beso le supo a ellos. Este ultimo era como
besar a cualquiera de las chicas que de tanto en tanto invitaba.
—¿Por qué…?—refutó divertida. —Solo son besos, nada que para ti tenga
importancia…
—Digo, que por una vez en la vida dejé de pensar únicamente en ti e hice lo que
quise. Y no, no se trata de estar a mano. Aún puedo hacerte mucho más daño,
Arnold Shortman…
720
.
—Estoy bien…—mintió.
—No hablo de un ataque verbal, sino que peleamos en serio, puño contra puño…—
piel contra piel. —esa ultima parte no la dijo porque le parecía horrible que se
hubieran abierto heridas en la piel.
Prefería ser destrozado por su afilada labia a tener que esquivar sus patadas. El
puño enyesado lo usaba como defensa, estaba claro que sus "amigos" la habían
instruido en el manejo de algún escudo o instrumento.
Siempre fue buena defendiéndose y hasta cierto punto le dio gusto ver que logró
recordar como pelear, pero luego de unos minutos las cosas se retorcieron. Le exigió
responder, no solo esquivar y entre más se negaba, más lo dañaba…
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—¡Ataca! ¿Te gusta lastimarnos, no es cierto? ¡Rompernos, separarnos! Cierra el
maldito puño y dame la cara.
No entendía nada, si esto era una tregua o una trampa. Si estaban a mano o
buscando mil y una formas de hacerse daño. Obedeció a sus demandas pues si
seguía por ahí, se terminaría lastimando.
Pelear contra ella, fue diferente a sus confrontaciones con Anthea, la "muerte" se
esmeraba en buscar pretextos para tocarlo, seducirlo, asecharlo. Helga, en verdad
quería destrozarlo y responder a eso fue para él como levantarle el puño a su abuela
o madre.
722
—Tu cabello…—Pataki sonrió como una niña, sus mejillas se llenaron y sonrojaron,
él deseó besarla de nuevo, hacerle el amor sin decoro, sin embargo ella lo rechazó.
Enterró las uñas en su pecho, sacándole un grito de lo más horroroso.
—No bajes la guardia. No olvides nunca que puedo hacerte mucho más daño del
que tú a mi.
—No…
—Bien, porque ya has conocido a tu zorra. —y esto lo refería a su vida pasada, Elisa
Day. La sensual y atrevida pelirroja que le recordaba Lila. (Así que seguía enfadada
porque besara a Sawyer) Helga le dio la espalda, comenzando a andar y él se
incorporó de inmediato poniéndose su bóxer, pantalón, zapatos deportivos y camisa
de vestir mientras daba de tumbos por detrás de su cuerpo.
Su antiguo colegio tenía baños bastante abandonados pero aún con agua corriente.
Se encontraban separados unos de otros por una enorme pared con espejo, debajo
de este se ubicaban las llaves para asearse. Pataki, abrió uno de los grifos y luego
de esperar a que el agua sucia se fuera humedeció sus manos y comenzó a borrar
las marcas de besos y de guerra que le imprimió en la piel.
Tuvo un impulso, irracional y estúpido. Quiso disculparse, insistir con la parte en que
ella era su todo, confirmarle que conocía y reconocía a la verdadera Helga, sus
verdaderos besos, caricias (ya fueran íntimas o con malicia) Nadie podía verla u
amarla de la manera en que él lo hacía, pero las palabras estaban de más porque
acababan de hacerse el amor y a pesar de lo que dijera ella, él sabía que lo quería.
723
—No iremos con ustedes. —anunció una vez terminó.
—¿Perdón…? —escuchar eso, casi hace que se atragante con su propia saliva.
—¿Entonces…? —se tragó el dolor que le ocasionaron sus palabras puesto que eso
era cierto. El cariño que se tenían entre ellos, la unión que surgió al momento de
abrirle las puertas de su casa, a escondidas de él.
—¿No estás feliz por mi? Después de todo, sí tendré una fiesta en la playa.
—¡HELGA…!—gritó y trató de aferrarla pero ella le hizo una advertencia con el puño
cerrado de su mano izquierda.
—Jamás olvides, que puedo hacerte mucho más daño del que tú a mi. Nos veremos
en San Lorenzo, si logras sobrevivir algunas horas más sin mi.
Partió, sin volver a besarlo o rozarlo, sin que él pudiera despedirse o reclamar que
la idea de la playa había sido suya y que en verdad quería que fuera especial. Soñó
con una cena a la luz de las velas, baile de salón con su mano en la cintura, escuchar
algún trovador o poeta declamado a la luz de luna, hacer el amor en un cuarto con
vista al océano.
¿Qué le impediría dejar que hicieran algo más con sus labios?
724
.
Lloró…
Patético y pobre diablo que por fin, entiende las consecuencias de sus actos.
—No…
—Crees que está lista y quizás, ella quería que lo supieras también.
—Y Gerald cree que eso es parte de su plan, darle a Anthea lo que quiere. Venderle
la idea de que ustedes dos ya no están juntos. —él entendía esa parte pero
honestamente, no creía que funcionara. Hicieron el amor sin ninguna clase de
atadura, no les importó lastimarse, engendrar o perderse el respeto mutuo.
Claro, que también podría cortar de raíz su relación y criar a su hijo sin él.
Nada le lo dolería más que perder a su hijo, pero Helga no se atrevería a hacer algo
como eso. No era tan cruel, le importaba la familia y sin embargo la idea, lo destruía.
725
.
Miles le sugirió que tomara media pastilla para dormir. El vuelo duraría cuatro horas
más y en esas condiciones no podría enfrentar ni a una mosca. Accedió, tragándose
la pastilla y volviendo a colocar los audífonos en su sitio.
La pista de reproducción actual era: "What I've done" (Qué he hecho) de Linkin Park
y le quedaba como anillo al dedo.
En esta despedida,
no hay sangre,
no hay excusa.
Me enfrentaré a mí mismo
Borrarme a mí mismo
Le dijo que tendría que sobrevivir algunas horas sin su presencia. Y eso quería decir
que llegaría hasta que las cosas se pusieran feas.
No quería esperar hasta ese punto, pero el autoengaño es solo eso y Anthea, tendría
que estar acechando.
Miles se llevó a Curly, Nadine y Rhonda para hacer un primer escaneo de la zona,
le ordenó proteger al resto y no bajar la guardia. Sabía a lo que se refería, contrario
de cada una de sus visitas, en esta ocasión no le pareció que la Selva se alegrara o
reaccionara con su llegada. El aire se sentía seco, pesado, el cielo permanecía azul
726
pero no era limpio o transparente. Eso le dio mala espina, además de instalar sobre
su corazón una sensación de estar siendo observado.
Sin importar lo mucho que puedas dañarme, esa promesa no se acaba. —recorrió
con ambas manos el cuello de su camisa de vestir para encontrar la cadena con el
relicario en forma de corazón. No era el original, eso lo sabía ahora. La delicada y
hermosa pieza trabajada por las manos de algún artesano fue comprada en una
casa de antigüedades días después de su ingreso a la preparatoria.
Gerald le colocó una mano sobre el hombro para serenarlo, él agradeció el gesto y
al aclarar sus pensamientos, le pareció que la Selva o el volcán despertaban de un
profundo letargo.
Algunas flores de amapola florearon a sus pies, el aire dejó de sentirse denso.
Phoebs se unió en sus pensamientos a Helga, se disculpó con ella y juró que jamás
volvería a soltar su mano.
727
Eugene carraspeó por detrás de sus cuerpos. No quería interrumpir el momento
pero comenzaba a sentirse algo tenso, veía neblina saliendo de la cima del volcán
pero no era blanca sino negra.
—Quizás sea fumarola.—comentó Phoebs, pero el pelirrojo negó. Volvía a tener esa
estremecedora sensación de que las sombras se cernirían sobre todo. Sus amigos
lo escucharon en silencio, estaban preparados para "invocar su Patronus" En
esencia se remitirían a sus familias o momentos que vivieron juntos. Él evocaría
cada salida al teatro con Helga, cada baile, insinuación coqueta y promesa. Ella
tenía que llegar y cumplir su palabra, arrebatar las sombrar, hacer que se fueran. Y
si no lo conseguía Helga, por lo menos lo tenían a él.
Dedicaron una mirada general a Arnold, en teoría era "el milagro" y ellos esperaban
que hiciera algo extraordinario. Que hablara con animales salvajes, controlara a la
madre naturaleza o tuviera fuerza sobre humana, pero nada de eso es lo que haría.
Los ojos verdes lo eligieron para que "decidiera" el rumbo de toda su tribu. Y esa
decisión había sido tomada ya. Rechazó los afectos de la "muerte" y aceptó los de
su "destino"
—Ellos son cuatro y hace ocho años, ustedes también eran cuatro. Estarán bien.
Lorenzo es el sabelotodo, Alan el de los puños locos, Brainy representará al soñador
empedernido y Helga sigue siendo ella misma. Aún si nos odia a todos, llegará a
ayudarnos porque eso es lo que hace ella.
—De acuerdo. —zanjó Gerald antes de que las dos iniciaran una pelea y a pesar de
no quererlo hacer, Phoebs dejó el diario de Miles en el piso. Había nuevas rutas y
anotaciones en él. Eugene escribió apresuradamente que tuviera cuidado con la
neblina, era negra y probablemente estuviera cargada de sombras.
728
(que hizo que Rhonda y Eugene sintieran ganas de querer arrancarse los ojos con
un clavo oxidado) y una falda corta además de un top blanco en el caso de ella. Los
celos del DJ se dispararon de inmediato, pero ningún caballero estaba
especialmente interesado en la morena de sangre africana y cabellos dorados.
El escenario ante sus ojos heló la temple de sus amigos, se miraron de hito en hito
como esperando que alguno tomara la decisión. Heyerdahl, (fiel a la que sería su
futura profesión) se arrodilló para tomar una muestra de sangre con los dedos índice
y medio, la observó a contraluz y determinó que tendría un par de horas a la
exposición natural del sol, Gerald les informó a la vez que no había vestigios de
cuerpos, no se advertía evidencia que señalara físicamente la presencia de algún
cuerpo.
—Yo diría que sí… —Eugene alzó la voz y les dijo que la sangre que él veía no era
roja sino negra. Algunos habrían calificado su observación de daltonismo, pero se
guardaron el comentario debido a que sus ojos volvían a brillar como si fueran los
de un gato.
—¿Magia negra? —preguntó Miles, pero el pelirrojo no supo que responder a eso.
Contrario a su amigo, él si veía pisadas, múltiples y se dirigían a una zona más
apartada.
Afianzaron sus armas, ataron sus cabellos y reforzaron el cinto de su pantalón (para
que no se les fuera a caer de la impresión) antes de seguir avanzando.
Eran cuatro adultos mas o menos de la edad y complexión de Miles, solo que
contrario de su padre, sus pieles no eran claras sino morenas, al tono de Gerald.
Los ojos abiertos, desprovistos de toda luz, las posiciones torcidas y tiesas, sus
pechos y espaldas abiertas, oscurecidas y sangrantes. Fueron atravesados por la
punta de una lanza y ambos Shortman sabían bien, quien ostentaba esa arma.
729
El olor a descomposición que manaba de ellos no era tan fuerte, así que Phoebs
confirmó lo de las dos horas. Miles, les ordenó cubrir sus rostros con tela. Asesinato
o no, no debían dejar de lado la posibilidad de alguna infección que se propagara
por aire.
—De acuerdo, —comentó Wellington luego de cubrir su rostro con un trozo de tela
que arrancó de su camisa roja. —¿Qué procede ahora?— todos sabían que esto
era "en serio" que no se trataba de ningún juego, pero seguía siendo la primera vez
que veían un homicidio múltiple y hasta el bocazas de Sid terminó por vomitar detrás
de un arbusto.
—Esas marcas en sus antebrazos me dicen que no pertenecen a la tribu de los ojos
verdes. Eran seguidores de la sombra, adoradores de Anthea.
—¿¡Y por eso merecen quedarse ahí!?—respondió altivo para la sorpresa de sus
amigos.
—¡Por supuesto que no! Les daremos sepultura. Sin embargo debes entender que
Anthea los dejó ahí para enviar un mensaje a cualquiera. "Ninguna persona está
a salvo de su poder"
—Vemos movimiento a las faldas del volcán. —anunció Peapod. —La tribu avanza.
—intercambiaron miradas nerviosas, limpiaron sus ropas y se agruparon por parejas
ya que así les resultaba mas sencillo defenderse y pelear. Phoebs con Gerald, Curly
con Rhonda, Sid y Eugene, aunque esa ultima podría ser una mala idea.
—¿Ves algo con tus ojos raros? —preguntó el chico de nariz prominente al pecoso.
Horowitz les dijo que seguía viendo lo mismo: la neblina negra, además de los
charcos de sangre espesa.
Miles, cuidando las espaldas de su único hijo les indicó por donde ir, aquella era una
explanada publica y se ubicaba entre los templos de la vida y la muerte.
—Vamos al de la vida por lo que más quiera. —rogó Curly y el antropólogo les dijo
que sí aunque su principal preocupación era dar con Stella, sus tiendas y las de los
líderes de la Tribu se hallaban, no muy lejos de ahí.
730
Nadine y Peapod, llegaron a un punto desde el cual ya no podían continuar. Dijeron
que descenderían para unirse a ellos pero en ese instante se levantó el llamado
bélico.
El sonido del imperioso cuerno que años atrás protagonizara sus noches de desvelo,
se elevó por lo alto erizando su piel y tensando sus músculos. Phoebs desenfundó
la espada, Rhonda tomó distancia para preparar su lanza, Nadine tensó las cuerdas
de su arco con una flamante flecha en la mano, pero lo siguiente que salió de sus
labios y que se escuchó a través del radio de onda corta fue un grito de auxilio.
Ecos de una pelea prosiguieron a ello, pero ninguno de los oyentes podía subir a
ayudarlos. Cerraron distancias, preguntaron por las sombras, Eugene les dijo que
cada vez se hacían más numerosas, descendían a gran velocidad como si
estuvieran deseosas de llegar a alcanzarlos y no se trataba únicamente de eso.
Miles y Arnold, no fueron depositados junto al resto, ellos eran los Gladiadores que
lucharían contra el León hambriento para la diversión del gran César.
Los arrojaron al centro de una explanada. Desde ahí podían observar a la población
general encarcelada, sus amigos tratando de liberarse y también, en otras y más
diminutas celdas a Aitor, Antha y Stella.
Su madre, tan delgada, sucia y golpeada que ambos Shortman sintieron la sangre
hervir al interior de sus venas, estaba inconsciente, depositada cual si solo estuviera
durmiendo y pronto el temor de la "enfermedad del sueño" se instaló en el corazón
del antropólogo.
—¿¡Qué hicieron con ella!? —preguntó Miles gritando a la "nada" pues Anthea no
se veía en ninguna parte de esa cámara.
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—No está muerta, ni "dormida" tan sólo está inconsciente porque se negó a cumplir
mi ultima demanda.
—¿Y cual era esa? —preguntó en el mismo tono elevado. La voz de la insolente
muchacha reverberaba como si efectivamente se tratara de una Diosa, pero tenía
de "Deidad" lo que él de "buen padre"
Apretó los puños de ambas manos pensando en romperse los pulgares con tal de
soltarse de sus amarres. Jamás en su vida había permitido que golpearan a una
mujer por delante de su persona y no iba a comenzar con su esposa. Aitor y Antha
permanecían estoicos, se veían de una sola pieza, pero estaban sumamente
delgados y deshidratados.
—Le ordené envenenar las aguas del río. Ya he contaminado la tierra, no crecerá
nada nuevo en estas tierras. —anunció Anthea a medida que hacía su triunfal
entrada. Las mismas ropas de piel curtida en color castaño, la larga cabellera
peinada en una trenza que caía por delante del hombro izquierdo, la lanza en el
brazo diestro, los pies desnudos pero contrario de antes, las pulseras y collares de
hueso y piedra se habían multiplicado.
Era hermosa.
Gerald confirmó sus teorías sobre la hechicería negra y el pacto con algún ser
demoníaco.
Toda ella apestaba a carne putrefacta. Los pobres diablos que acababan de enterrar
debieron morir por hacer algo tan insignificante como mandarla a "bañar"
—Veo que has cumplido la parte inicial de nuestro trato, mi amor —comentó
soplándole un beso que por supuesto rechazó.
—Claro que sí, te tendiste a mis pies. —sonrió con coquetería y Arnold apretó los
músculos de todo el cuerpo. Anthea parecía buscar algo por detrás de su cuerpo y
al no encontrarlo preguntó.
—¡Su nombre es Helga! —le recordó Arnold. —Y contrario de mi, ella ha cumplido
su parte del trato. Me dejó para que liberaras a mi madre. ¡Así que suéltala ya!
—¡JAJAJAJAJAJA!
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Risa cantarina y estruendosa que hizo doler los oídos de sus amigos. Eugene
derramó llanto al saber que "sus padres" habían terminado. Los demás no daban
crédito a lo que estaban escuchando. Tenía que ser una trampa, "estrategia" pero
estuvieron muy cerca de morir hace unos minutos y de no ser por las palabras de
Arnold, al levantar la voz y decir que se "rendía" a cambio de que no fueran a
asesinarlos. Estarían reducidos a carroña.
Unos abrieron la celda de Stella, otros le arrebataron las ataduras únicamente a él.
Miles miró a su hijo pero no había duda o temor en su mirar. Sin pronunciar palabra
le pidió que lo hiciera y así fue que se dejó guiar a la celda de su esposa. Una vez
adentro, con ella en brazos, los esbirros de "la sombra" cerraron la puerta.
—¡JAMÁS! —gritaron varios de sus amigos pues no se irían de ahí sin Arnold. La
Deidad sonrió ampliamente con coquetería y erotismo, se aproximó a él, tirando de
su cabellera rubia con una mano y acariciando su rostro con la otra.
—Juras en el nombre de los Dioses que nos vieron nacer que los dejarás ir. Ilesos,
ninguno de ellos puede ser herido. Y eso incluye también a cada persona de la tribu.
—¿A cambio de ti? Si, lo juro…—besó sus labios para cerrar el trato y hubo varios
gritos de desagrado. Sus amigos estaban como locos, querían destrozar los barrotes
de su celda, retomar las armas, luchar hasta desmayar pero esa oportunidad la
habían tenido ya.
Aunque derribaran a sus oponentes no podían asestar el golpe de gracia, así que
éstos se levantaban una y otra vez para continuar la batalla.
733
La manera en que lo rechazó cuando "despertó" cubierta de oscuridad, la forma en
que lo besó antes de admitir que había besado a Lorenzo, Brainy y...Alan. Al referir
al fotógrafo, músico, multimillonario y besador de lengua larga, se inventó imágenes
que no lo habían dejado dormir, comer o estar en paz en las ultimas horas. De ella
y Redmond devorándose a besos y haciendo el amor sobre la cubierta del barco en
alta mar.
—¡JAJAJAJAJAJA! —su risa, sería la protagonista de sus pesadillas por lo que les
restara de vida. Anthea se separó de un muy trastornado y atormentado Arnold y
ordenó a sus vasallos que comenzaran a liberarlos.
—¡NO NOS IREMOS A NINGUN SITIO SIN ÉL! —gritó Gerald, golpeando en la cara
a uno de los pobres diablos que tuvo la mala fortuna de soltar sus amarres. Otros
ojos verdes que creían en su "milagro" también encontraron la fortaleza para ofrecer
resistencia.
La revuelta parecía alzarse por segunda ronda pero Anthea golpeó al piso con su
lanza y la tierra pareció ennegrecerse y abrirse. De las grietas manó sangre, los
nativos y sus amigos inmediatamente se horrorizaron y congelaron sus actos.
—Concedí libertad a tus aliados, mi muy amado. Y sin embargo mis deseos fueron
repudiados. ¡SI NO QUIEREN LIBERTAD, ENTONCES LA MUERTE SERÁ!
—¡NO! ¡HICIMOS UN TRATO! —refutó Arnold, levantándose con los brazos aún
atados por la parte de atrás.
Sus padres igualmente creían en su persona a un nivel tal, que castigaron a su hijo
como jamás habían hecho con él (asestando golpes furiosos con el látigo de su
indiferencia y desprecio a diestra y siniestra)
734
No tuvo demasiado tiempo para atormentarse con esto. Los nativos que intentaron
arremeter contra los "rebeldes" pronto se vieron interrumpidos por flechas en llamas
que caían de la "nada"
Se regodeó del gusto, rompió a reír a mandíbula suelta porque su maldición lo hizo
de nuevo. ¡ELLA LO ODIABA! ¡Lo detestaba tanto, que no dejaba de lastimarlo! Él
amaba su largo cabello dorado y lo cortó hasta casi borrarlo.
—¡JAJAJAJAJAJAJAJA!
—Presagié que le arrancarías el corazón del pecho con las manos desnudas y hete
aquí, haciendo algo peor que eso.
—¿Qué te puedo decir? Tu "prueba de las sombras" me hizo ver mas claras las
cosas.
—Helga…—llamó Arnold con apenas un hilo de voz. Ella lo miró a los ojos, pero no
advirtió sentimiento alguno en sus ojos. O era la mejor actriz del mundo o de verdad,
se había terminado lo suyo.
—Te odio... —espetó lanzando un objeto hacia él que le atinó en el hombro. Siseó
de dolor porque se trataba de un dardo bastante afilado. —¡Te odio tanto que
acabaré contigo en otro momento! Eso que te arrojé, se trató de una advertencia.
No quiero que te metas entre esta perra y yo.
735
—Tu comercial era: "Si sobrevives, ella también. Déjalo y la soltaré, quédate
con él y les arrebataré algo que será irremplazable"
Bueno, ambas estamos vivas. Te dejaré dar el primer golpe por eso, pero ya lo dejé
y te negaste a soltarla.
—No, Deidad. Me atrevo a retarte, pido autorización para una guerra de sangre. —
tan pronto como lo pronunció, Arnold y Miles gritaron lo más fuerte que les dieron
sus cuerdas vocales que ¡NO! Aitor y Antha (quienes seguían siendo reconocidos
por los ojos verdes como los auténticos líderes) dijeron que sí.
Acto seguido, desalojó el recinto siendo seguida de cerca por todo su séquito.
—Tú debes venir con nosotros, Hombre Milagro. —quien lo buscaba era Aitor, junto
a su padre y su madre que yacía entre los brazos de aquel. Dadas las circunstancias,
no tuvo más remedio que acceder.
736
.
—¿¡Qué demonios significa todo esto!? —preguntaron a Lorenzo, Alan y Brainy tan
pronto se fueron todos y los dejaron solos.
—Gente muere en las guerras y esto es guerra. Cuando hice mi servicio militar,
también tuve que asesinar.
—Su corazón estará bien, porque no va a ganar la batalla. —anunció Alan y todos
se quedaron pasmados. —La interpretación exacta de esos códices es: Quien
resulte vencedor, demostrará ser el mejor guerrero y por tanto digno de acompañar
a los Dioses.
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—Ahora entiendes por qué se llama guerra de sangre. —comentó Redmond con
gesto sombrío, saliendo para tomar un poco de aire fresco.
CAPÍTULO 39
SAN LORENZO.
Momento Actual.
—Que los salvaré. —enunció con tal seguridad que una sonrisa de esas que hacían
estremecer su corazón se dibujó en sus delicadas facciones.
—También quiero creerlo. Sin embargo, debes saber que mi nieta no es una
guerrera honorable. Ha obligado a la madre del milagro a entregarle un veneno de
lo más letal. Ignoro cómo es que pretende usarlo pero debes tener extremo cuidado.
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Según lo que escuché, es un compuesto tan poderoso que solo bastaría un ligero
roce para tu irremediable final. —al escuchar esas palabras un estremecimiento se
instaló en el corazón de ambos. No podían culpar a Stella, era prisionera de guerra
y además de eso daba la impresión de haber estado resistiendo mucho.
—Sobre eso mismo, no deberías preocuparte por sus vasallos. Respetarán las
reglas del ritual, ya que se han revelado a nosotros por perseguir esos infames
deseos.
—Yo sí. —aseguró la rubia levantando el rostro. —La he herido en lo más profundo
de su orgullo, humillándola en su propia casa y delante de todos los que amenaza.
Si quiere demostrar que es digna de gobernar estas tierras deberá respetar las
reglas.
¿Por qué llegó tan tarde? ¿Por qué cortó sus cabellos? ¿Por qué dijo que lo
odiaba con la misma serenidad con que decía ahora poder derrotarla?
—Tengo algo mejor que dos puños…—respondió girando en redondo y dándole por
fin una mirada a los ojos. Él reconoció el profundo amor latiendo en sus ojos,
brillando por debajo del deseo de fundirse en una buena querella. ¡Esa era su
novia! La mujer por la que daría la vida, sin importar el momento o lugar. Sonrió
tímidamente a ella y Helga le devolvió el gesto antes de volver a mirar a la anciana.
—Su amor… —pronunció con admiración y Helga asintió. —Pero mi nieta y todos
creen que ya no sientes por él más amor.
—Han sufrido demasiado ustedes dos. Sus almas, no son las de un par de chicos
de su edad. Eso es lo que más me llamó la atención la primera vez que los conocí.
—Estamos en paz con el Destino que nos ha tocado. —mencionó él, cerrando la
distancia entre sus cuerpos, rodeando con ambos brazos la cintura de Helga,
recargando la barbilla en su hombro y consiguiendo que con ello se relajara y
estremeciera a un mismo tiempo. —Pues así hayan sido días, meses u años los que
pasamos amándonos en cualquier existencia previa. Lo hicimos con completa
entrega y honestidad.
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—Ella no volverá a separarnos. —juró la que por siempre, sería su novia.
—Espero que así sea. —les deseó la profeta y acto seguido, se permitió recordarles
que debían prepararse.
Viaje sin retorno. Por lo mismo ya no tenían dudas o deseos sin cumplir en su
corazón.
Él besó a Lila y ella a los otros... (Contrario de la creencia popular, no era un ajuste
de cuentas. Tan solo era lo que refirió aquella noche en su habitación) Atreverse a
cumplir lo imposible para que llegado el momento de despertar solos en mitad de la
selva, ni él la odiara o ella lo odiara por no haber probado jamás otros labios.
Sus amores de la tierna infancia (en el caso de Lila) sus amigos de toda la vida (en
referencia a Brainy, Lorenzo y Alan) aquellos que los esperarían con lealtad a pesar
de que probablemente, no volverían jamás.
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Helga no llevaría nada de eso. Al contrario empuñaría una endemoniada espada y
un escudo que como refirió ella misma aquella vez de la Cafetería, la harían lucir
como Wonder Woman.
—¿En serio quieres que pregunte por los detalles? —inquirió con molestia en la voz,
porque seguía despreciando la idea de que se hubiera metido en un barco con ellos.
—¿Sigues molesto por eso…?—preguntó con ligera burla y él enfureció otro poco.
¡Y no lo era!
Si iban a iniciar una lista de las personas que habían besado en esta "nueva
existencia" la rubia salía perdiendo en cuanto a número, pero él acababa muerto en
cuanto a la importancia de esos besos.
Las chicas que de vez en cuando invitaba y besaba no significaban nada para él.
Con excepción de Lila, él no había sentido nada, pero estaba casi seguro de que
Helga sintió algo. Brainy siempre veló en silencio por su amor, Alan la adoraba al
grado de no tener reservas al momento de gritárselo a su novio en la cara y Lorenzo,
bueno él, era el caballero de brillante armadura de su más grande "amiga-enemiga"
además de un chico sumamente responsable y correcto.
Pensando en todo esto, concluyó que tenía derecho a ponerse a pegar de gritos
como un histérico y lo habría hecho de no ser porque algunos mechones rebeldes
se fueron a la cara de su Amazona.
Perdonaba los besos, la tortura emocional y física pero no, el que le hiciera creer
que lo odiaba cortando su cabellera dorada.
741
.
—¡Lávate la boca, zopenco! A ti, literal, te chupó el diablo… —le causaron gracia
sus palabras y buscó como mínimo un vaso con agua. Lo encontró e hizo un par de
enjuagues antes de acabarse el liquido.
—Si, y habríamos hecho lo mismo por todos, pero una parte de mi quiso observar
tus habilidades de líder.
—Apuesto a que te terminaría gustando, según Phoebs, Gerald es un Dios con los
labios.
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—¿Qué habrías hecho si no me rendía? —preguntó antes de que se salieran por
completo del tema.
—Si veíamos una sola gota de sangre manar de sus cuerpos, ardería Troya. No
obstante, decidí respetar tus decisiones. Johanssen lo dijo, tú eres su líder. Ellos
estaban a tu cargo. Nosotros no podíamos hacer más que observar y el desenlace
parecía agradable hasta que el tarado lo tuvo que arruinar.
—Créeme, los chicos tuvieron que sostenerme con todas sus fuerzas para que no
le saltara a "tu novia" como una loca.
—¡Oh, Helga! —exclamó Stella tirando de sus brazos, mirándose en sus ojos y
recordándole lo del veneno. —¡No sé en qué estaba pensando cuando guardé esa
muestra de todos los venenos mortales en San Lorenzo!
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—¿Lo dices en serio? —preguntó sin creerlo.
—Trajimos antídotos para muchas clases de veneno, así que no moriré a la primera.
—Rogaré a los Dioses para que así sea. —prometió Miles, aprovechando el
interludio para disculparse, por no creer en ella.
—Tú no la conoces como yo, papá. —comentó él, suavizando la tensión del
ambiente. —Es la mejor actriz del mundo, tanto que hasta a veces, te hace dudar
de tu propia existencia.
—Ya te patee el trasero la otra noche, creí que te había convencido de que puedo
hacer esto.—cruzó los brazos a la altura del pecho, rechazando su oferta, él suspiró
sin perder la calma y agregó.
Stella no quería que pelearan, en general nunca le gustaron las armas o los
combates, aunque entendía que esta era una situación desesperada.
—Esta será la ultima vez, Señora Shortman. —aseguró la rubia mirándola a los ojos
con ternura. —Le garantizo que volverá a su hogar, Phil y Gertie la esperan con
insistencia. Han estado preparando su platillo favorito los últimos quince días.
—Con miel y mermelada de fresa...—concluyó Miles y Stella liberó las lágrimas que
llevaba días, meses u años reprimiendo. Se dejó consolar por él, suspirando contra
su pecho y es que por una vez en tanto tiempo, creía haber llegado a su límite. El
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antropólogo susurró una canción que en teoría, le habría encantado poder cantar a
Arnold cuando era un bebé. Se trataba de una nana suave y agradable. La botánica
suspiró de nuevo y recordó, que durante su embarazo comió enorme cantidad de
fresas silvestres. Se daban bien en esas tierras aunque era poco común
encontrarlas en esta época. Su esposo le aseguró que los dos estarían bien. Se
prepararon para esto, quizás hasta nacieron para ello. Como sus padres, debían
darles seguridad, confianza. No llenarlos de temor y remordimiento. Le dio la razón,
después de humedecer tanto su camisa blanca con llanto que hasta el tejido parecía
transparente.
Los miró a los dos. Arnold y Helga en perfecta comunión, ceremonioso silencio y las
posturas rectas pues aparentemente no saldrían de ahí sin su aprobación. Los dejó
ir, reconociendo ahora la desesperación de su hijo al creerla muerta. La reacción de
la selva, el "despertar" de la sombra al interior de Anthea.
Curly, Eugene y Nadine, se unieron a los nativos que danzaban descalzos llamando
a los Dioses alrededor de una hoguera, Rhonda comenzó a sentir que perdían el
estado mental de su mejor amiga pero se guardó los comentarios cuando Peapod,
Brainy y Sid, se sumaron a la Ceremonia.
No podían hacer nada por ellos en este momento, más que integrarse al espíritu de
la Selva y rogar por su triunfo.
Phoebs estaba con Alan. Él le entregó el suero para el veneno y comentó que
pensaron en eso tras evocar los recuerdos de Rhonda. "Si el guardián de Anthea
era una serpiente, querían estar preparados para el peor de los escenarios" Gerald
intercambiaba algunas palabras con los ojos verdes que estuvieron dispuestos a
luchar por su viejo. Su español seguía siendo pésimo, pero muchos de ellos eran
cercanos a Miles y Stella, conocían su lengua natal y se comunicaban en inglés.
Lorenzo invitó a Rhonda después de un rato de estar ahí, mirando. Ella no estaba
tan loca como para quitarse los zapatos, cantar, bailar o tocar una maldita flauta
como si fuera alguno de los niños perdidos de Peter Pan (cual hacía Brainy) pero
también había gente golpeando tambores, afilando armas, preparando comida como
para alimentar a un batallón. Podría ayudar con eso, cortar verduras, sazonar el
caldo. Su novio se ofreció para limpiar la carne que arrebataban de algunos animales
recién cazados.
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La noche llegó a su punto culminante cuando a nuestros chicos les dolieron las
gargantas y se les hincharon los pies. Alan, Gerald y Phoebe terminaron por
sumarse a los preparativos también, afilando instrumentos de hueso con piedra lisa,
tocando los tambores con las palmas desnudas, emulando la danza bélica con la
espada que perteneció a su abuelo y que enaltecía el nombre de su familia.
Solo pensaban en Helga, en que no muriera. Una persona como ella, un alma como
la suya no pertenecía a los Dioses sino a los hombres. Ella era la musa creadora de
todo lo bueno en sus vidas, necesitaban tenerla en su día a día.
El sonido del cuerno que hacía erizar sus vellos y subir su presión arterial al máximo
resonó de pronto poniéndolos nerviosos. Se miraron unos a otros y es que en todo
este tiempo, ni Anthea, Arnold o Helga habían sido vistos.
Imitaron la acción, Eugene dijo que el aire se encontraba limpio. No había sombras,
la oscuridad que reinaba provenía de la madre naturaleza: La noche eterna
ofreciendo su manto protector a los guerreros que se enfrentarían en duelo.
Al segundo aullido del cuerno, la que se presentó fue Anthea vestida con las mismas
prendas, además de una capa roja por detrás de los hombros. Sus amigos la
abuchearon, los ojos verdes se sentaron, los de ojos rojos mostraron sus respetos
alabando de igual manera con las rodillas al suelo y las manos al cielo.
Tercer aullido y emergió su amiga. Los cabellos cortos que la hacían lucir mucho
más madura y etérea, el escudo en la mano diestra, la espada en la izquierda. Todos
la ovacionaron de la misma manera en que hacían en el campo de Béisbol de su
escuela, gritaron su nombre como si fuera la regente de los Espartanos.
Los fieles al "milagro" la elogiaron por igual y suponían que de estar permitido, tanto
Miles como Stella, Aitor, Antha y Arnold, la habrían llamado a gritos. Anthea
enfureció por la reacción de su pueblo golpeando la tierra con su lanza a manera de
cetro, la Selva tembló, el suelo se abrió y entonces la anciana anunció que las reglas
del rito eran estrictas.
Su nieta la miró con odio, la anciana reaccionó por igual y es que toda ella era
oscuridad. Sus ojos negros en totalidad sin el blanco del globo ocular y la piel
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morena, ennegrecida en un tono que no correspondía a su pueblo. Vendió su alma
a cabalidad, de eso estaba segura pues el número de pulseras y collares decorando
su cuerpo aumentaron de nuevo.
—¡Tu cabeza será la primera que corte, una vez me haya desecho de ella, abuela!
Ellos respetaban sus tradiciones pues hacer el ritual a la perfección quería decir que
dignificaban a sus Dioses.
Disfrutó prematuramente de su victoria, el cuerno sonó una cuarta vez y cada una
tomó su distancia además de preparar sus armas. A la quinta, la batalla inició y junto
con ella los sonidos de San Lorenzo.
Cantos, rezos y ruegos se elevaron junto con el viento. Sus amigos permanecían
mudos, algunos cubrieron sus ojos, otros presionaron los puños. Gerald confiaba en
ella, creía en ella. ¡Tenía que salir victoriosa! Aunque en teoría, su plan era "morir"
sin resultar gravemente herida.
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Brainy, Eugene y Alan se levantaron de sus lugares y se acercaron a la explanada
lo más que les permitieron. El sonido del metal chocando, es decir: la punta de la
lanza contra el escudo hacía que con cada movimiento de las guerreras, ellos
sintieran que se les escapaba el aliento.
Arnold estaba tenso, a la par de Phoebs y es que su elegida tenía excelente defensa
y velocidad pero aún no se decidía a atacar de manera frontal. La estaba estudiando,
tomando sus precauciones y es que la energía que emanaba de Anthea debía estar
perturbándola.
—¿Qué sucede, elegida? —se burló la Deidad. —Creí que me enseñarías un nuevo
significado para la palabra "Terror" —saboreó las palabras en su idioma natal y la
rubia chasqueó la lengua pues ese idioma lo había aprendido a la par del francés.
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Tras decidirlo y evidenciarlo con alguna expresión de su rostro. Arnold le gritó lo más
fuerte que pudo:
—¡No lo hagas!
Phoebe se dejó caer sobre la escalinata. El ultimo sonido que escuchó de sus labios
fue tan diminuto que ni siquiera logró interpretarlo.
Rhonda debió desmayarse en el instante que se deshizo del escudo y lo dejó caer
sonoramente a pocos centímetros de sus pies. Nadine rompió a renegar y chillar
junto con Peapod y Eugene. A Brainy lo estaba tratando de retener Alan, tarea difícil
pues el antaño asmático era un hueso escurridizo y duro de roer si no se quería
someter. Curly estalló en una histérica y escandalosa risa, los ojos verdes lo
golpearon en la cabeza para hacer que detuviera esos sonidos grotescos.
Ínfimos, patéticos…—pensó ella para sus adentros— Todos eran una manada de
bebitos llorones y desmemoriados porque ella siempre había estado loca. Ese mal
le llegó al momento de cruzar sus ojos con los de aquel. Lo recordaba perfectamente
bien: Cuatro años de edad, a las afueras de su lugar más especial. Evocó su
cordialidad, la sonrisa afable, los ojos transparentes y brillantes, la mano
ofreciéndose a tomar la suya para cobijarla bajo su sombrilla.
Sonrió.
—¡Helga por el amor de Dios! —volvió a gritar el rubio y como habrán de imaginar,
ella lo ignoró. Adquirió la posición defensiva, anhelado su infinita paz. La luz que
desde siempre, le había mostrado el camino correcto.
Anthea sonrió de igual manera, confiada al creerla "vencida" dos hileras de dientes
perfectos que en su estado actual (de posesión) parecían amarillos. Ella cerró
ambos puños. Según el médico que le pagaron entre Lorenzo y Alan, su muñeca
diestra se encontraba perfecta. Una recuperación asombrosa ya que las radiografías
que le facilitaron de manera previa hablaban de una fisura.
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Conoció a la Helga que estaba rota, sola y que también, seguía luchando por
él.
Inhaló profundo, plantó bien firmes los pies. Su oponente presionó la alabarda en el
interior de su mano diestra, más oscuridad manó de su cuerpo, pero esta ya no la
atravesaba o lastimaba. No tenía más miedo de ella así que lo siguiente en su lista
de pendientes era agradecer a los Dioses. Tal vez, hacer el amor con el Hombre
Milagro le confirió una pronta recuperación, pero quien sabe. No era el momento de
pensar en esto, sino en romperle la cara a una Deidad y llevar al límite su
humanidad.
—¿Te asusta ensuciarte las manos, Majestad? —preguntó con burla y Anthea
reaccionó.
—Creí que a los de tu especie les gustaba llenarse las manos de sangre. ¿No es
así? Porque la otra noche soñé que me arrancabas el corazón del pecho y lo
mordías como un vampiro.
—No sé lo que sea eso, pero he de admitir que también tuve el mismo sueño.
—¿Será que presagiaste todo esto? —provocó, con tan obvia intensión que Arnold
tuvo que ser detenido por Aitor y Miles para no salir de su sitio.
Su Destino, no entendía lo que hacía porque aún estaba cegado de amor por ella,
pero cuando muriera, vería que era tan determinada y audaz como esta patética
humana.
—Entonces ven, ensucia tus manos… —ofreció levantando el pecho sobre el cual
relucían un par de placas plateadas. Anteriormente no las había visto pero qué
importaba. Le agradó la oferta. Si creía que era menos peligrosa con las manos
desnudas le mostraría la grandeza de su error.
750
—¡Pero si no hago algo, la asesinará…!
Claro que lo haría, juró para sus adentros extrayendo un puñal del interior de su
ropa. Era pequeño, no más de quince centímetros de largo, pero estaba sumamente
afilado.
¿La razón…?
El órgano vital está protegido dentro de la caja torácica: una hilera de gruesos y
firmes huesos que en la actualidad, requería de instrumentos especializados para
poderse separar. Lo que hacían ellos durante el ritual, era perforar por debajo e
introducir la mano desde ahí. La mayoría de las veces extraían el hígado u algún
otro órgano que se encontraran al paso. El corazón era su objetivo pero como
explicó, no era tan sencillo obtenerlo, músculo, hueso, grasa, sangre. Además de la
presión de estar siendo observado por todos.
Ella lo lograría, introduciría todo el brazo de ser necesario y no pararía hasta tenerlo
en su mano.
¿Le entregaría por voluntad propia su corazón? Si no era así, no se explicaba el por
qué, hubiera soltado las armas. ¿A caso creía poder derrotarla? A ella, que se había
entrenado para este día los últimos ocho años de su vida.
Supuso que su madre (Muerte) estaría complacida. Todo esto era para ella, vertería
la sangre de su enemiga jurada a lo largo de la escalinata que ascendía hasta su
templo, luego la postraría en el altar y dejaría que la naturaleza diera rápida cuenta
de ella. Los animales salvajes, insectos, las altas y bajas temperaturas de San
Lorenzo.
751
Todo frenó, excepto la voz del chico con cabellos de fuego advirtiendo que tenía un
cuchillo.
La rubia tronó sus nudillos, al estilo que solía usar en el campo de béisbol. Sonrió
de lado y escupió al piso como si lo enunciado fuera exactamente lo que planeaba
hacer. Sus amigos suspiraron, tomándose de las manos porque ya sabían que era
más sencillo sacar agua de una roca que sentido común de Helga G. Pataki.
—¿Me golpeas por besarlo? —preguntó la Deidad sin creer lo que había escuchado.
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—¡Dijiste que no lo amabas!—bramó encolerizada.
—Dije que lo odiaba, lo que "en mi idioma" no significa lo mismo. —sus amigos
carraspearon, vaciaron el contenido de sus pulmones. Phoebs se levantó del lugar
donde se había desplomado y recordó algo de eso.
Te odio, porque cada vez que te hiero, me duele en el alma, pero no puedo
retroceder.
Te odio, porque lucho por creer en ti, confiar en ti, entregarte mi voluntad, pero
el miedo es tan fuerte, el recuerdo del dolor a la traición es tan potente, que no
me puedo contener.
Te odio, porque ya no soy capaz de decidir que hacer sola. Necesito tu voz,
tus ojos acariciantes, tus suaves manos, tu calor que me hace sentir completa,
aunque sea por un par de segundos.
Te odio, porque te quiero solo para mí. No tu vida, no tu tiempo, sino tu amor.
Te odio, porque te amo tanto, que odiarte es la mejor forma de escapar de ti.
La asiática enunció los versos con parsimonia y encanto, haciéndolos reverberar por
todo el espacio. Los chicos se sintieron tranquilos, confiados en la fortaleza de su
amor. Miles y Stella presionaron el agarre de sus manos. Arnold sintió que su
corazón se henchía de orgullo, respeto e infinito amor por ella. Anthea volvió a
apretar el puñal entre sus dedos.
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—¡Lo traicionaste! —acusó refiriendo lo que había encontrado en la mente de su
adorado.
—Lo rompí, de la misma manera en que él me ha roto infinidad de veces y aún así
estoy aquí.
—Su amor… —pronunció con tanto odio que su cuerpo comenzó a temblar. Afianzó
el dominio del arma sin ninguna otra intención más allá de perforarle el pecho y
terminar con el juego. Sus labios se abrieron, sus músculos se tensaron, sus
cabellos se soltaron y atacó de lleno.
Pensar en todo esto la orilló a perder su cuchillo y caer de bruces a la tierra seca. La
elegida pateó la daga lo más lejos que pudo y luego colocó su pesada bota sobre
su espalda.
Sus sirvientes la repudiaron por el desacato pero su odio ya estaba por encima de
todo.
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—¡HELGA, QUÉ ESTÁS HACIENDO QUITATE DE AHÍ! —le ordenó Arnold tratando
de llegar a su lado, pero el caos estaba a nada de ser propagado.
—¡Las sombras están manando del suelo y entrando en sus cuerpos! —anunció
Eugene y en efecto, los seguidores de Anthea, los traidores, los de ojos rojos uno a
uno cayeron.
—Pero eran tu gente...—enunció sin dar crédito, pues nada le afectaba más que el
total desprecio por la vida humana. Ellos creían en ella, la adoraban y
veneraban. ¿Era así como se los pagaba? Su pecho sintió diminutos espasmos de
dolor.
755
.
—No…—Helga negó con el rostro porque ella no era, ni sería jamás una asesina.
Las heridas que le abrió en la piel ardían y fluían pero por el calor de la pelea y el
fuego de la hoguera apenas es que lo notaba. Su respiración también se sentía
extraña. El cuerpo tieso, como si no obedeciera únicamente a su mandato. Se
extrañó por el hecho pues a todas esas sensaciones se sumó el mareo y ligera
pérdida de visión. No fue hasta que la Deidad cortó el viento con su lanza que se
hizo una buena idea de qué era lo que le pasaba.
El grito que escapó a los labios de sus padres fue secundado por un aullido furioso
de todos en la Selva. Nuestros chicos intentaron resistir, observar, pero estaban
demasiado cansados ya. Tan solo conservaron imágenes de ojos verdes vistiendo
pieles de animal: jaguares, águilas, serpientes. Todos bajaron al coliseo y se
cernieron sobre la asesina, la rodearon con instrumentos mortales que no eran otros
756
más que los que ellos mismos habían estado afilando durante la preparación del
Ritual.
Cerraron los ojos, muy a su pesar. Recordaron las palabras del guía en su primera
visita y los ecos de la selva hablando sobre romper sus huesos, drenar su sangre,
extraer el corazón. Si aquello fue lo que sucedió con Anthea, no lo supieron con
certeza ya que despertaron muchas horas después, en una cama blanca de hospital.
—¡Gerald...!
Su padre lo abrazó y hasta entonces se percató de que estaba llorando. Reba estaba
con Phoebs y lo mismo sucedía con los padres de todos sus amigos. Sin excepción,
los que partieron a la Selva estaban ahí, lloriqueando a medio pasillo, balbuceando
lo que recordaban y estremeciendo ante la perspectiva de que estuvieran muertos.
No había palabras de consuelo que sus progenitores pudieran ofrecer, aunque
también estaba la duda de ¿Quién los llevo de regreso a su hogar? los pilotos no
recordaban nada, a ellos los sacaron de combate a los pocos minutos de que
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descendieran. Llevaban casi dos días durmiendo el sueño de Aurora, así que sólo
quedaba pensar en Miles o Stella.
Como si fuera invocada, la Botánica que apenas si reconocían atravesó las puertas
corredizas seguida de sus suegros y esposo. Ellos estaban a punto de regresar con
la sesión de preguntas y respuestas, de lanzarse en su contra a punta de patadas y
golpes. ¿Qué derecho tenían a regresarlos sin más? ¿A dejarlos con el corazón
destrozado? ¿A no saber qué sucedió con sus amigos? El antropólogo, fiel a su
condición de hombre maduro y de pocas palabras tomó un pequeño aparato de la
parte interna de su chaqueta y se lo arrojó a Gerald en las manos. Era un localizador,
esas malditas porquerías que llevaron a Robert Pataki directo a la quiebra, no
servían para nada en la actualidad ya que sólo recibían mensajes y ese era el punto.
"Estamos bien"
Leyó en voz alta y la calma regresó a sus cuerpos, pero él aún no podía creerlo.
—Fuimos dormidos y regresados a nuestro hogar sin consentimiento alguno así que
sí. Te creo capaz de jugar con esto.
—Llevo más de diez años viviendo en la Selva, es la primera vez que me presentan
un maldito "localizador" y hasta donde entiendo y sé, la única que podría recordar
como usarlos es Helga.
—¿Entonces, si están bien, por qué no llamarnos a un celular? ¿Por qué no...? —
Phoebe lo abrazó ahora. Tenían que aceptar que estaban haciendo lo más que
podían. Quizás no podían hablar en este momento, sus heridas debían ser
atendidas. Y además, estaban solos. Más que nunca debían someterse a la voluntad
de los Ojos verdes.
—¿Y cual es esa?—preguntó Redmond quien había sido silencioso testigo de todo
el alboroto.
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—No lo sé...—pronunció el antropólogo pero estaba mintiendo. Todos lo supieron,
más decidieron no hacer escándalo por ello. Estaban vivos, debía ser suficiente por
ahora.
CAPÍTULO 40
Recuerda el sabor de sus labios, después que la lanza la hiriera en la parte baja del
vientre, el calor de su cuerpo, la fuerza de sus brazos. Le pidió que resistiera, que
no cerrara los ojos, ni se dejara vencer. Le dijo que si…A todo, ella siempre le diría
que si. Luego la recostó en la tierra cuidando que detuviera el flujo de sangre con
ambas manos y se apartó de su lado para poder luchar. Escuchó los sonidos de
pelea, la angustia de sus amigos, el clamor de la Selva…
"La vida y la muerte se han amado desde el origen de los tiempos, pero debido
a la naturaleza tan diversa de ambos, no pueden estar juntos. En
compensación, la vida le entrega obsequios a la muerte y ésta los guarda hasta
el final de los tiempos"
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—Por favor… —pronunció con escazas fuerzas y apenas un susurro por voz. Solo
necesitaban un poco más de vida y después, permanecerían a su lado. Se
consagrarían a la muerte, como todos los demás obsequios que le han sido
entregados.
Cerró los ojos y por unos instantes le pareció que el dolor se volvía más llevadero.
Anthea gritó el nombre de Arnold, lo condenó por no haberla amado, su novio repitió
el suyo (Helga) juró que la única a la que había amado en cada existencia era a ella.
Su corazón estremeció de gozo, la tierra bajo su cuerpo tembló. Todo el mundo gritó
y así supo que él también cayó. Abrió los ojos con desesperación, lo buscó siguiendo
los alaridos de sus padres y amigos. No estaba demasiado lejos de ella.
Extendió un brazo y arrastró el cuerpo para poder llegar hasta él, Shortman lo hizo
por igual, atrayéndola con todas sus fuerzas, protegiéndola bajo su cuerpo. Sintió
su miedo, coraje y pasión. Se aferró a él, segura de que así fue como murieron miles
de años atrás. ¿La historia se repetía? ¿Después de todo, era así como morían?
No…No podía terminar simplemente así. Más personas se unieron a la escena,
bajaron al coliseo vestidos con prendas de animal: Guerreros jaguar, águila y
serpiente, lucharon contra Anthea, quien aún al saberse vencida, encontró ocasión
para maldecirlos con sumo odio.
Esa letanía se le metió en lo más profundo del ser, atravesó sus oídos, quebró su
mente y aplastó su calma a pesar de que Arnold la sujetaba y repetía que no la
escuchara. Serían felices, estarían completos, Thea no le arrebató la vida a nadie
que les fuera querido, pero entonces ella pensó en su vientre herido, la copiosa
sangre que escapaba entre sus piernas y se imaginó lo peor.
Perdió el sentido, Arnold repitió su nombre hasta quedar sin aliento y aunque quería
seguirlo, se entregó al silencio, la pasividad de la nada.
Obedeció la orden unas tres o cuatro veces. No tenía idea de la cantidad de tiempo
transcurrido, pero se sabía observada y cuidada. Esperó a que la dejaran a solas,
para atreverse a abrir los ojos.
Estaba en una tienda de acampar color verde olivo, olía a flores frescas y tierra
mojada. Campo Santo, el olor del Cementerio que recordaba bien de Hillwood. A su
lado, había una ventana, contempló los rayos del sol pero no daban directamente
sobre su rostro, sino a lo largo de sus piernas y cadera, tenía vendas por buena
760
parte de la piel expuesta. Una intravenosa en la muñeca diestra, y el suero con el
antídoto para el veneno.
Supuso que Stella había hecho una gran labor al instruir a las mujeres de San
Lorenzo en la práctica de la medicina. De la manera que fuera, se arrancó la aguja
y continuó su examen visual deslizando la manta que cubría el resto de sus formas.
Le arrebataron sus prendas de vestir el conjunto de Lara Croft y se sintió incómoda
con la intrusión al creerse juzgada en su debilidad y condición. Ignoró tales temores
adolescentes, era una mujer. No, mejor dicho, era la mujer del Hombre Milagro así
que debieron tratarla con elevado respeto.
Acarició las vendas sobre su vientre plano, eran blancas y estaban ligeramente
impregnadas de carmín. Comenzó a sollozar, pensando en las veces que se hicieron
el amor. ¿Habrán engendrado? ¿Estaría embarazada al momento de la batalla? los
condones no eran completamente efectivos y ellos dieron rinda suelta a sus
pasiones en el viejo edificio del jardín de infancia. No es que hubiera sido la mejor
de sus ideas ser así de imprudente, pero se sentía tan mal después de besarlo,
golpearlo, romperle el corazón en pedazos, que no pudo más que entregarse sin
reservas a la fuerza de su amor.
—Él está bien, por favor vuelva a recostarse, elegida...—le pidió una jovencita que
recién entraba en la tienda y que le recordó muchísimo a Phoebs, baja de estatura,
cabellos negros, cortos y peinados en media coleta. Pensar en su hermana, hizo
que las emociones explotaron al interior de su pecho, preguntó por todos ellos y
como respuesta única, la chica que hablaba un perfecto inglés le dijo que se habían
ido.
¡Lo sabía, lo sabía! Como tantas otras cosas que simple y sencillamente decidió
ignorar. Se dejó caer de espaldas, anegada en llanto sobre la cama que no era más
que una base de bambú cubierta con pieles de animal. La jovencita, que se presentó
como "Amaru" volvió a colocarle el catéter, le hizo saber que perdió muchísima
sangre durante la batalla y que por su seguridad, era mejor que no intentara volverse
a levantar.
—En la maleta donde encontramos el antídoto para el veneno había una caja helada
que contenía bolsas de sangre con su nombre y el del Milagro…—tras escuchar eso
pensó en sus "Mosqueteros" eran minuciosos o quizá estuvieran demasiado
locos. ¿Quién más que ellos podría pensar en traer bolsas para transfusión de
761
sangre? Amaru continuó explicando y trabajando, cubriéndola con la manta,
verificando que el líquido bajara por el conducto. —…Perdió menos sangre que
usted, pero su herida es mucho más profunda. Por favor, no se preocupe más por
su estado. Está en buenas manos, ninguna persona de nuestra tribu permitirá que
pierdan la vida tras habernos salvado.
—Gracias.
—Aquí no hay torres que transmitan la señal de lo que ustedes llaman teléfono
celular.
—No es eso lo que te estoy pidiendo. Mi maleta es de color rosa y lo que quiero que
busques debe caber en la palma de tu mano, es un objeto de forma rectangular. —
Helga tomó la mano de Amaru, era suave y cálida al contacto, le hizo extrañar de
más a su amiga, pero no se dejó dominar por la desesperación. Dibujó en su palma
la forma del localizador y fiel a su naturaleza amenazó con salir a buscarlo, si no
lograba encontrarlo.
—Pero él y yo…
—¿Está despierto? —la profeta asintió y comentó que intentó salir de su tienda en
pos de encontrarla. Cayó de bruces y como resultado, las suturas de su espalda
baja se abrieron.
—Se infectarán sus heridas, si no dejan de ser tan obstinados. —sentenció la mujer
y ella accedió a comportarse de acuerdo a las normas. Segundos después, volvió a
sentir temor por la maldición, acarició su vientre por encima de la manta. La líder de
la tribu no perdió detalle de su acción y aguardó a que se armara de valor.
762
—¿Solamente perdí sangre? —preguntó mirándola a los ojos y la mujer, le sostuvo
el gesto con decisión.
—Sé que sonará estúpido, pero tengo la sensación de que yo…—Amaru volvió en
ese instante, encontró lo que quería y Helga, desesperada por tener contacto con
su mejor amiga le arrebató el objeto y se apuró a redactar el mensaje.
Odiaba esas malditas porquerías que alejaron a Bob de su familia, pero las
conservaba porque eran todo lo que de él tenía. El texto se fue y esperó que ambos
aparatos fueran de vía doble. Es decir, que pudieran enviar y recibir mensajes. Se
abstrajo en sí misma durante algunos minutos, presionando el localizador en el
interior de sus manos, anhelando recibir respuesta, pero no había nada. Lo envió de
nuevo, unas seis o diez veces y el resultado seguía siendo el mismo. Aceptó con
dolor que aquel otro, era de una vía. ¿Cómo fue tan estúpida? este modelo era el
último que produjo la compañía de su padre. Un precursor los SMS que se enviaban
vía celular y no sacaron demasiados al publico.
Antha carraspeó para llamar su atención, despidió a Amaru y le pidió a ella que
durmiera, necesitaba reponer fuerzas, ya después hablarían de lo sucedido tras la
guerra.
—Recibió su castigo por burlarse de las tradiciones, desafiar a los Dioses y manchar
nuestra tierra con la sangre de los traidores.
—Te diré lo que quieres saber cuando estés mas fuerte, ahora duerme…—ordenó
la mujer y como si de un mandato divino se tratara, ella sintió el cuerpo y los
párpados pesados.
Cerró los ojos, soñó con sus padres, Sunset Arms, Phoebe, Eugene, sus amigos y
los besos que se dieron.
El juego de la carta que no era tal, sino mas bien, la más cruda y cruel de las
traiciones.
763
Necesitaba usarlos para romperle el corazón a Arnold, engañar a Anthea y ganar la
guerra. ¿Funcionó…? ¿Valió la pena jugar así con su corazón? Porque sabía que
el contacto que le obsequiaron fue íntimo y lleno de sentimientos que guardaban y
negaban en su interior.
Los labios de Brainy eran mucho más delgados que los de Lorenzo y Alan, su
contacto firme y seguro. Se habían besado alguna vez en la escuela primaria,
siempre en la mejilla o la frente, pero no tenía idea de lo cálidos y suaves que serían
sus labios sobre los propios. Él soltó el aliento dentro de su boca, como si respiraran
uno a través del otro, jamás lo había hecho y la sensación fue alucinante, aterradora,
nostálgica, pues la orilló a pensar en el chico desgarbado y asmático que había sido.
Alan era atrevido y romántico. Le plantó el beso francés, que subió su temperatura
corporal al máximo y llevó sus manos en contra de su voluntad a aferrarse a las
formas de él, abrir los labios con desesperación, juguetear con su lengua y pararse
bien firme sobre sus pies o de lo contrario se llegaría a caer. Aún y con todo eso, su
contacto le pareció infantil y errático. Cómo si él mismo, no se creyera que la estaba
besando.
Lorenzo era un caballero en toda la norma. De los que piden permiso antes de tomar
tu mano y por supuesto, reclamar tus labios. Cuando el naipe entre los dos resbaló,
tuvo que ser ella quien comenzara el contacto, pensando en el objetivo único de
lastimar a Arnold.
Alan y Brainy tuvieron que separarlos arrojando el agua helada que sobraba en la
hielera sobre su negra cabellera. Lorenzo gritó como un loco, los llamó idiotas y ella
se rió como nunca hasta que el fulgor del alcohol se les pasó y dos de tres
confesaron que si Shortman metía la pata, no dudarían en cortejarla.
Su respuesta cruel y directa fue, recordarles que "solo era un juego" no significaba
nada. ¿A caso creían que podían competir contra el amor de su vida? vio algo de
rencor, molestia y dolor en los ojos de ambos, pero también alevosía y satisfacción
por haber probado sus labios.
¿Estarían bien?
Mientras estuvo luchando, creyó escuchar sus voces llamándola a gritos, pidiendo
que no se rindiera y regresara a casa para que pudieran volver a acecharla. Sintió
verdadera añoranza por su hogar. Sentarse a la mesa con Phil y Gertie, volver a leer
sus libros, acariciar a Mantecado sobre las cálidas telas de su cama.
764
.
Abrió los ojos, consiente de que habían pasado veintiún días con sus noches. Los
puntos con que la suturaron fueron retirados, sus vendas una y otra vez cambiadas,
al igual que sus ropas y las pieles de cama. Stella y Miles se lucieron al formar un
cuerpo médico, además de un lugar para vivir de lo más digno.
Tenía hambre, ganas de estirar las piernas y sentir la luz del sol contra la palidez de
su rostro. Lo hizo, colocándose junto a la ventana. Las heridas sobre sus brazos y
piernas ya eran agua pasada, su cabellera le acariciaba los hombros, aunque en
este momento anhelaba más, la caricia de ciertos dedos...
Suspiró para sus adentros y acarició su vientre como un recién adquirido acto reflejo.
Durante todo este tiempo lo estuvo pensando. Algo que sería irreemplazable,
definitivamente tenía que ver con eso que ni siquiera se atrevía a pronunciar. Apretó
los puños, ocultando el llanto que comenzaba a formarse en sus ojos al percibir la
intrusión en su espacio.
Antha volvía a visitarla, como cada mañana sólo que ahora, dijo que les concedería
intimidad siempre y cuando no cometieran algo fatal.
—¿Por qué cree que haríamos...? —Arnold entró acompañado de Aitor, llevaba
vendas en el torso desnudo y aún se sostenía en pie con la ayuda de un bastón.
Sus ojos se encontraron al instante, y como sucedía cada que se veían, olvidaron el
dolor, las pesadillas, toda la tragedia hasta ahora acaecida. Sin embargo, hay
quienes dicen que la maldad, jamás ha concedido un segundo de paz a aquellos
que se conducen con bondad.
—No…
HILLWOOD.
Al mismo tiempo.
765
.
Los encontraron en el hospital el mismo día que volvieron a casa, Stinky y Sheena
se hallaban por ahí también. Los mareos y náuseas de la jovencita tenían que ver
con un embarazo no esperado pero sí deseado.
Deseaba una sola palabra. Una queja, un sarcasmo, pero no había nada.
Gerald, que había estado aguardando para llevarla a casa la persiguió a buena
velocidad por detrás. Su chica lloraba, no era extraño que lo hiciera, muchos solían
llorar sin más cuando algo les recordaba a Arnold o a Helga. Ya no pasaban por la
zona de las esculturas, los campos de soccer o béisbol, ni siquiera se reunían en
ese otro lugar ubicado entre los edificios de los cerebritos. La profesora de Literatura
estaba claramente enfurecida, lo mismo que el de Historia, retiraron sus cartas de
766
recomendación a las Universidades que eligieron y a ninguno podía importarle
menos.
Phoebe se detuvo contra el barandal de las escaleras, se dejó caer al suelo y rompió
a llorar con el corazón destrozado, lo mismo que Eugene a las afueras del salón de
cómputo y los más cercanos a la pareja.
No podían explicarlo.
—¿Qué pasó, se te dobló el tobillo?—preguntó Sid a Lila tras verla escurrirse por
detrás de unos estantes de la biblioteca. La pelirroja, sólo atinó a cubrirse el rostro
con una mano para ocultar su patético llanto y contestar.
—Siempre ha sido así, ¿No es cierto? antepone las necesidades de los demás a las
suyas, miente para aliviar nuestra pena.
—¡No necesito que lo entiendas! Y ya te dije que no tienes que seguirme a todos
lados.
—Me importa un cuerno lo que digas o pienses que necesitas. ¡Estás llorando por
Arnold, cuando la única verdad es que los dos se quedaron!
—¡Cállate!
—Pues lo vas a tener que hacer. Luego de tantos días, no nos queda más, que
seguir adelante con nuestras vidas.
—Entonces, abrázame...
767
.
—¿Es por ella otra vez…?—preguntó al verlo apagar un cigarro y encender otro de
inmediato.
SUNSET ARMS.
768
El profundo desasosiego, la infinita tristeza. Estaban en el comedor terminando de
levantar los platos y uno de ellos se le resbaló a Stella.
Familia…
Se agachó para recoger los fragmentos del plato, Miles le pidió que tuviera cuidado.
No era tan estúpida como para cortarse con algo tan sencillo, aunque por un
momento, le pareció tentadora la idea de tomar un trozo y marcar su cuerpo como
estaban marcados los de Helga y Arnold.
Aitor demandó el sacrificio de Anthea, los gritos demenciales, el calor del fuego, el
clamor de la Selva, la hicieron congelarse de terror pero la preocupación por los
chicos la llevó a volver a la acción. Llamó a algunas de sus estudiantes más
destacadas. Las jovencitas de piel morena y cabellos negros, rápidamente
acudieron con camillas para trasladar los cuerpos. Miles les ordenó buscar la maleta
con el antídoto para el veneno y su alivio fue mayor al descubrir que sus amigos no
se habían ocupado únicamente de eso.
Los trasladaron al área clínica. Una pequeña porción de tierra que habían adaptado
para tal fin cuando investigaron la enfermedad del sueño. Hizo su mejor trabajo
como cirujano, limpió, suturó, examinó y sanó, pero no podían permanecer a su lado
para conocer su final condición. Aitor y Antha se empeñaron en que volvieran a su
hogar junto con todos los demás.
—¡Eran sus hijos! —rogó hasta quedarse sin aliento, pero ni siquiera Miles quiso
escuchar sus reclamos.
769
—¿¡Qué importancia tiene mi dolor, comparado con lo que les tocará a ellos!?
La durmió, al igual que a los chicos para ponerla a salvo y cuando despertó, ya
estaban en Sunset Arms…
—¡DIOS MÍO! ¿¡QUÉ ESTÁS HACIENDO STELLA!? —gritó su suegra, pero ella no
podía concentrarse en nada más que la sangre. Veía la sangre corriendo entre sus
dedos, presionó el fragmento hasta hacerse daño.
El dolor que sentía no era únicamente suyo, pertenecía a su hijo y a la mujer que
amaba porque seguramente los dos, permanecían malditos.
Aunque sólo fuera por unos meses. Ella podía decir que sabía lo que era sentirse
una mujer satisfecha y plena.
—¡¿Es que no puedes ser más inepto?! —acusó el adulto mayor a su hijo.
Miles y ella tragaron en seco, como un par de críos que están siendo reprendidos
por quebrar la vajilla fina de la familia, cuando se calmaron los animos, sentados a
la mesa con un buen trago de escocés por delante, los adultos mayores explicaron.
770
—Terminamos de vender este chiquero al buen Doctor, el dinero está en la cuenta
Universitaria de Arnold. —comentó Gertrude.
—Ese muchacho irá a la Universidad, les guste o no. —continuó Phil —Y si ustedes
permanecen aquí porque les preocupa que vayamos a volvernos locos, caer de las
escaleras, rompernos el cuello o matarnos el uno al otro, les diremos que la
respuesta es, no.
—No vamos a deprimirnos por quedarnos solos, pero tampoco vamos a permitir que
sigan cometiendo idioteces y poniendo en ridículo el nombre de nuestra familia.
—No sabemos lo que esté pasando en ese supuesto lugar "sagrado" pero ese chico
es más nuestro que suyo y su mujer furiosa también. Lo que sea que tengan que
hacer, iremos a terminarlo. —declaró su padre sirviendo una nueva ronda de tragos
y dando por concluído el tema.
No sería tan sencillo. —pensó ella para sus adentros— Aún había que convencer a
los ojos verdes, pero sería más llevadero si estaban juntos.
—No me parece que lo estén pensado bien. ¿Por qué hay cinco boletos sobre la
mesa?
—Oh, no. Esa etapa de demencia senil concluyó felizmente hace mucho. Hablo de
Mantecado, el gato se va con nosotros y no lo vamos a meter en una jaula y arrojar
al maletero.
SAN LORENZO.
Algunas horas después.
771
Él nunca debió dejar que ella volviera a pisar ese lugar. Ella nunca debió soltar el
escudo que la protegería de la herida fatal.
Sollozaron abrazándose el uno al otro, pidiendo perdón por cosas que no oían, ni
entendían. Eran demasiado jóvenes para pensar en hijos, pero ella sabía que él los
quería. ¿Era su culpa? ¿De Arnold? ¿La dejaría por otra con la que sí pudiera tener
lo que quería? Se lo preguntó con el corazón oprimido y más lágrimas de las que
había derramado en su vida.
—¿Cómo puedes preguntarme algo como eso, si todo esto ha sido culpa mía?
—¡No! Después de lo que hemos vivido, pensé que por fin, te había convencido de
que yo…
—No tienes que convencerme de nada, sé que me amas, pero tengo miedo.
La había extrañado tanto, pues si bien los dejaban encontrarse de vez en cuando,
debido a lo delicado de sus heridas, no podían estar de pie demasiado rato.
No tenía ningún objeto material que pudiera competir con los que le habían
entregado sus padres, hermana y amigos. Al contrario, le obsequiaba una maldición.
Le arrebataba la oportunidad de ser la cariñosa y dadivosa madre que sabía que
sería.
¿Existían las casualidades o había una razón específica para cada encuentro en
sus vidas? Presenciar la muerte del mejor amigo de Gertrude, condolerse con su
pérdida y saber, que durante tantos años se tuvieron únicamente el uno al otro y
nada de lo que pasara menguo su amor.
772
.
—Su padre le pidió a Anam que le entregara esto cuando se hubieran repuesto,
quise convencerlo de que esperara más tiempo, pero él insiste en que deben tenerlo.
—¿Anam?—preguntó Helga.
—E…es algo así, como el hijo que siempre quiso y nunca pudo tener. —comentó
Arnold con desazón.
—¿Te has percatado de que tengo pacto con la letra "A"? —preguntó juguetona y
él roló los ojos en contestación.
—No te lo estoy pidiendo "ahora" solo quiero un pretexto para que me dejen estar a
tu lado.
—¿¡PRETEXTO!?
773
—Dadas las circunstancias, creería que debemos guardar un poco de luto. —ella
asintió, pues creía lo mismo y permitió que le colocara la sortija en la mano izquierda.
Le quedaba un poco grande pero no se caería. Se tragó los nervios e hizo lo mismo
con la mano de él, sintiendo sus ojos humedecerse de llanto y el cuerpo temblarle
de nada más que tristeza.
Aún no compraba la corbata color verde olivo que le sugirió su novio para que sus
trajes estuvieran a juego y sacaran fuego en la pista de baile. Sería divertido,
especial, único… ¡Auch! —chocó con la Directora al salir de los camerinos, se
disculpó de inmediato y la elegante mujer de cabello plateado peinado en un
complicadísimo moño, se extrañó por su estado de ánimo.
774
—¿Pero qué sucede con usted? Pensé que estaba lleno de ánimo, reflejó más que
eso en el escenario.
—Oh, claro que estoy feliz de haber aprobado. Es sólo que me falta alguien a mi
lado.
—¿Un corazón roto?—inquirió enarcando una delineada ceja. Artistas, siempre con
sus dramas internos.
—Por supuesto, espero que lo solucione antes de comenzar las clases. —Oh, mejor
no. Algunos artistas necesitaban su tragedia para poder brillar. Y este muchacho era
un diamante en bruto.
—Pierda cuidado, soy todo un profesional. —le guiñó un ojo y chasqueó los dedos
con bastante ritmo. —la Directora sonrió y lo dejó partir acompañado de esa sensual
y despampanante pelirroja que bailaba y cantaba como toda una Diosa.
—De acuerdo, tenemos diez minutos para encontrar tu corbata. —comentó Lila
consultando su reloj de pulsera.
—¡Dios, No! Y muérdete la lengua por sugerir algo como eso. Aunque ya que
tocamos el tema, me lo han pedido dos extraños mientras te estaba esperando.
—Tú tienes la culpa por interpretar tan bien a Satine. (Referencia a Mouling Rouge)
—¿Emoción o susto?
HILLWOOD
775
—¿Cómo que no vas a pasar por mi, Geraldo?
—¿¡Qué!? —chilló la asiática por teléfono y él tuvo que separar la bocina de su oído.
—Ya sabes como son mis viejos, Phoebs. Nos harían decenas de fotos,
presionarían mis mejillas, me tratarían como un bebé…
—¡Yo te voy a tratar como un trapeador de piso, como no vengas por mi a las nueve!
—sentenció la morena y concluyó la llamada. —él reprimió la parte en que se decía
"qué bonito es estar casado" aunque en teoría, aún no lo estaban.
Fue difícil, costó lágrimas, pleitos y casi rompimientos, pero Phoebs consiguió ser
admitida en Harvard con una beca del setenta por ciento y sin la recomendación de
ningún profesor.
Alan dejó definitivamente la escuela y el país. Regresó a Francia donde montó una
exposición fotográfica en la que reveló todas las imágenes que en su momento
capturó de Helga. La tituló "Melancolía" y las piezas más destacadas podían
descargarse en su web site.
Harold y Patty, eran un par de orgullosos padres. Se decía entre rumores que el
viejo Señor Green le heredaría su carnicería al gordinflón y así ella podría ir asistir
a la Universidad Local. Su pequeñita de cabello castaño y prominente uniceja sería
bautizada por Sid y Lila con el nombre de Piper al cumplir el año de edad, aunque
de momento tenía nueve meses y contando.
Sheena y Stinky iban por el décimo rompimiento, pero ya todos se habían hecho a
la idea de que acabarían juntos. La morena amante de la ropa con estampado floral,
tenía un pase Universitario para la carrera de Enfermería en Daytona. Peterson no
776
se preocupaba demasiado por eso y desde ya, estaba ayudando a su padre en el
taller para autos.
Gerald se alistó en menos tiempo de lo esperado y pasó por Phoebs a las ocho en
punto para que sus padres tuvieran una hora completa de sesión fotográfica. En el
interior de su bolso la asiática seguía llevando el localizador, aunque no había
recibido ningún mensaje nuevo.
Era costumbre, tradición. Un amuleto, pues una parte de sí, sabía que su mejor
amiga no la torturaría eternamente con falsas esperanzas. Tener noticias suyas la
orillaría a esperarla. A no concentrarse en más nada. Y aunque había querido
hacerlo en sus comicios, otra parte de su ser le dijo, que el Terror Pataki
enloquecería de furia si tiraba todo por la borda.
777
—Llorarías si eso pasara. —respondió su hermano y la menor le sacó la lengua en
claro berrinche.
Phoebs no imaginó que llegaría a sentir nostalgia por este lugar y es que tan pronto
como se fuera, sus padres regresarían a Japón y venderían la casa.
Muchos de ellos se irían, pocos se quedarían, aceptando las reformas que ya había
firmado el nuevo Alcalde y que no era otro más que el señor Wellington.
¿Perderían sus raíces si les permitían hacer todo eso? Desaparecer la fuente sodas
y la tienda de abarrotes para remplazarlos por un centro comercial de proporciones
bíblicas. ¿Sus recuerdos se verían alterados o se olvidarían de lo que eran? —miró
a Gerald por el retrovisor y se dijo a sí misma que no.
—¿Aún piensas en él? —preguntó a su novio una vez hubiera aparcado el auto en
el estacionamiento de la escuela.
—En todo momento, Phoebs. Sigo creyendo que volverán, aunque ya no sabría
decirte a qué lugar.
Fue una hecatombe de sentimientos descubrir que los Shortman se habían ido, sin
una palabra de despedida o una oportunidad de comunicarse con ellos. El edificio
que bien amaban y conocían, no fue demolido pero sí transformado en su totalidad.
Sheena aspiraba a trabajar como enfermera algún día ahí, casi toda su familia
laboraba en el poblado y quizás eso llevó a Stinky a resignarse y consagrarse al
trabajo mecánico.
El plan a futuro de los dos, era instalarse en Chicago, Gerald decía que era por el
alto índice de delincuencia (que le daría trabajo como Detective de homicidios) pero
ella sabía que no. Ahí estaba la Universidad en la que enseñó Miles y a la que quería
asistir Arnold. Aferrarse a ese lugar, era una manera de decirle a su hermano, dónde
lo podía encontrar.
778
Deseó con todas sus fuerzas que así fuera.
Bajaron del auto, se tomaron de las manos y entraron. No les resultó difícil encontrar
a sus amigos. Todos estaban rodeando la misma mesa, gritándole a Sid que bebiera
hasta el fondo.
—Vomitas mis zapatos de Diseñador una vez más y te juro por Dios…—comenzó a
amenazar Lila y su (jamás reconocido o presentado en público) novio, roló los ojos
y se terminó el trago que todos estaban aclamando.
Gerald se reunió con Harold, Sid y Stinky, Lorenzo no miraba con muy buenos ojos
el entusiasmo de su novia. Eran muy jóvenes para pensar en niños, apenas si
estaban planeando sus vidas, es más, ¡Apenas sí comenzarían a vivir lejos del yugo
opresor paternal!
—Creo que va a sacar mi nombre del registro familiar pero gracias a Dios que te
tengo a ti y a tu billetera.
—Te lo perdiste. —acusó Lorenzo. —Si querías causar algún efecto, debiste llegar
a la ceremonia de entrega de diplomas.
—Wellington dio el discurso por toda nuestra sagrada y bendita generación, no.
—Sip —afirmaron los dos. Fue un discurso elocuente, lleno de pasión y algarabía,
que enfatizó la lucha y persecución de los sueños, pero que también se enfocó en
los lazos familiares y amistosos.
779
—Pues, por eso me lo perdí. —declaró para la burla de Brainy y la molestia del otro.
—Eres un cretino.
—¿Me gritas, después de que vine a discutir los gastos del niño? —comentó
señalando a Brainy, pues si su padre cumplía su amenaza, terminaría durmiendo en
la calle. (Puede que ya no viviera en los Estados Unidos, pero bendita tecnología
que les permitía andar de cotillas como señoritas, todos los días)
—¡VI! —gritó el albino rojo hasta las orejas y todos rompieron a reír a mandíbula
suelta.
—¡Hey! ¿Por qué hablan de eso sin consultar al experto? —cuestionó Eugene, algo
pasado de copas.
Al igual que Alan, aún no superaba del todo la pérdida de la rubia. Se adivinaba en
el velo de tristeza que asomaba bajo la sonrisa resplandeciente y totalmente falsa.
Saludó a los recién llegados con una inclinación de rostro y pronto comenzó un tema
musical que según Larry, tenían que bailar.
Cabellos dorados, piel morena por la larga estadía en la Selva, trajes de noche,
zapatos lustrados, sonrisas afables…En toda la norma, lucían radiantes. Phoebe fue
la primera en sentir su rostro humedecerse de llanto y reprimir un desgarrador grito
de emoción. Rhonda comenzó a suplicar a Patty que sujetara a su hija o en cualquier
instante la llegaría a tirar.
—¡Cárgala!
—¡NO PUEDO! —y eso era cierto. La antigua Gladiadora estaba atorada entre una
silla, la pared y la enorme humanidad de su novio. Harold se quedó pasmado al igual
que todos y por tanto, no había nadie que pudiera ofrecer auxilio. Piper comenzó a
llorar y patalear al sentirse insegura entre las temblorosas manos de su cuidadora.
780
Ninguno de los presentes sabía si estaba vivo o muerto, si era real o un sueño, pero
como la bebé se caía y Helga nunca había sido una mujer de excesiva calma, se
abrió paso entre sus amigos y la atrapó, prácticamente al vuelo.
—Te tengo…
—¡Guuu! ¡Ghu!
—¡OYE! —se quejó Rhonda y Pataki la ignoró. Todos salieron de su trance, Arnold
llamó la atención de sus amigos permitiéndole a su novia ese momento materno.
—Eso creo, dudo que nos cambiaran por otros mientras estuvimos en San Lorenzo.
—Dios, si eres tú. Aún eres pésimo haciendo bromas. —Gerald lo apretó en un
fuerte abrazo y pronto todos hacían lo mismo.
—Me vas a ignorar por ella lo que reste de la noche y el taxi a casa cobra cincuenta
dólares.
—¿Molesta? Para nada, consígueme una obra firmada por Victoria Francés, tan
pronto como estés en Alemania y asunto olvidado. —le dieron cien dólares entre los
tres.
—¡VIOLETTE! —la gótica le plantó un beso bien dado en los labios a su novio y tras
despedirse del resto, salió por la puerta grande. Redmond la acompañó.
—¿Scarlet, está…?
—Si quiero.
781
—¿Cómo lo haces? —preguntó aludiendo a su ausencia de celos por la aparición
de Helga.
—Es más de lo que piensas y justo lo que necesito. —le guiñó un ojo y subió al
vehículo. Alan se aseguró de que diera la dirección correcta y regresó a la fiesta.
Cambiaron…
Eran los mismos de siempre, pero sus cuerpos reflejaban una experiencia que no
correspondía a su edad. La rubia de cabellos tan largos que llegaban a la cadera,
describió una ultima vuelta, besó la frente de la bebé y la regresó a los amorosos
brazos de sus padres. En ese momento él lo supo, recordó la herida que recibió en
el vientre al momento de ser derrotada y como si la Amazona leyera sus
pensamientos, posó sus ojos en él.
Extrañó su cámara fotográfica porque lucía hermosa con ese vestido madre perla
de corte europeo, zapatillas de tacón medio sujetas a sus tobillos por una cintilla, la
melancolía refleja, esa profunda tristeza que relacionaba con la chica romántica y
apasionada, pero que ahora era otra. No lloraba por el amor no correspondido, sino
por lo perdido. Quiso indignarse, maldecir, pelear, gritar, pero no lo hizo, porque ella
no lo hacía.
Era un secreto, una confesión silenciosa. Algo que se callaría y que seguramente,
le había tomado todo este tiempo aceptar y afrontar. La admiró, dedicándole una
reverencia de lo más pronunciada y la rubia sonrió como diciendo que estaba bien.
—¡Oye, eso no es justo! —se quejó Brainy pues era él quien pretendía hacer eso.
782
Gerald silbó por lo alto al ver a ambas mujeres correr a la pista de baile, la alegría
de tenerse de vuelta no les alcanzaba para un par de abrazos y nada más.
Necesitaban verse, sentirse, disfrutarse.
Los números impresos de HELL-GA llegaron a una serie de trece y claro que no
omitieron la parte en que ellas dos, eran pareja.
—¡HAY MAMÁ! —gritó Eugene, al chocar contra ellas. La rubia lo llamó tarado, pero
no dudó en estrecharlo.
—¡ESO SIGUE SIN SER JUSTO! —volvió a chillar Brainy. Lorenzo tomó un
marcador indeleble y le escribió en el pecho un enorme y regordete número tres.
—¡Ya está! Ve tras ella, tigre. —el albino corrió como Forrest Gump y los demás se
tomaron en serio el juego.
783
—¡¿USTEDES VINIERON A HILLWOOD Y NO NOS DIJERON NADA?!—gritar, ya
no sería la palabra adecuada para describir el tono con el que hablaba. Parejas
detuvieron sus bailes, el DJ cambió la pista por algo mas apropiado como "Eye
Tiger" los profesores rolaban los ojos y se empinaban los vasos de ponche
adulterado porque gracias a los Dioses, ya ninguno de ellos era su problema.
—Esta es la clase de reacción que me hizo convencer a Helga, de que era mejor no
decirles nada.
—¡¿FUE TU IDEA?! —el moreno tomó al otro por las solapas de su elegantísimo
saco y fue un milagro que no le estrellara el puño contra la cara.
—Pues…, como saben el Director Owen fue destituido de su puesto (a pesar de sus
conexiones con la mafia y junta administrativa) su reemplazo es mucho más
accesible, además de que recientemente se aprobó una ley que está en contra de
la deserción estudiantil por el aumento de la delincuencia y en conclusión…nos
dejaron hacerlo.
—Si, pero no es totalmente su culpa. Sus abuelos en serio querían que entrara a la
Universidad y hubieran escuchado la amenaza, si no lo lograba. Estamos aquí,
porque los diplomas de los que "aprobamos" por ese medio, se entregaron sin
ceremonia, ni nada de nada hace unos quince o veinte minutos en el despacho del
Director.
—¿¡Qué!?—chilló Eugene.
"Hey, ya que vienen tan arreglados ¿Por qué no pasan al baile?" y pasamos.
—Lo siento, cariño. En mi defensa diré, que todo esto "de volver a la normalidad" lo
organizaron los Shortman y él. Yo sigo en la banca.
784
—¿Qué significa eso? —preguntaron varios al mismo tiempo.
Arnold se había levantado para bailar con Lila, la joven de cabellos escarlata lo había
esperado durante todo este tiempo. Ya no aspiraba a tener algo serio con él, pero
por lo menos quería escuchar de sus labios que se encontraba bien.
—Lo que oyeron. Ni siquiera tenía interés en "confirmar" que terminé la Preparatoria,
pero el Cabezón me convenció de hacerlo. Solicitamos la guía de estudio y todo lo
demás por correspondencia.
—Un resumen rápido sería decir, que dejamos "El país de las maravillas" seis meses
atrás. Estuvimos estudiando y viviendo, cinco de ellos en Brasil. Los padres de
Arnold tienen una preciosa casa allá. Luego, las cosas se intensificaron y vinimos a
hacer el examen de acreditación aquí.
Todo el pueblo está tan distinto, la casa de mis padres fue demolida hasta los
cimientos. Bob ya la había perdido, negoció con el banco que me dejaran tenerla
hasta cumplir la mayoría de edad, pero en teoría. Nunca tuve a donde
regresar. Confirmar ese hecho me dejó algo molida y como habrán de imaginar, mi
reacción natural fue tirarme al drama y pensar, que ya no los podríamos recuperar.
785
distinta, era y no era la misma. La sonrisa afable, verdadera, pero la mirada perdida
y melancólica.
¿Qué sucedió en la Selva? ¿Qué fue ese horrible presentimiento que sintió, tanto
tiempo atrás al abandonar la clase de cálculo avanzado?
—La Universidad de Londres puede sobrevivir sin mi y yo sin ella. Ese zoquete que
esta ahí, prometió que me mantendría por siempre y voy a tomarle la palabra un
tiempo. —levantó su mano izquierda y hasta entonces, se percataron de la alianza
de oro en su dedo.
Eugene gritó como un loco, todas las féminas también. Sus "Mosqueteros"
palidecieron al tono blanco del mantel ella sonrió y les hizo saber que sólo era
simbólico.
Arnold y Lila terminaron de bailar su pieza, volvieron a la mesa y el rubio agregó que
eso era cierto.
—Si mal no recuerdo, Sid prometió que junto con Harold y Stinky invertirían mil
quinientos dólares en nuestra boda. —el chico de nariz prominente comenzó a
ahogarse con su bebida, los otros dos negaron los cargos, pero entonces Gerald,
les recordó la apuesta.
—No coman ansias, sé que nos aman pero mi querido Cabeza de Balón, primero va
a titularse y trabajar o sino su familia lo asesinará.
Los chicos dijeron estar de acuerdo, todos estaban emocionados por los futuros
eventos, el destino incierto que aguardaba a la vuelta de la esquina.
786
Encontraron un lugar sencillo y tradicional. Un salón de baile que debió estar de
moda en los tiempos de Phil y Gertrude.
Ellos iban vestidos con sus mejores prendas, puede que en realidad parecieran un
par de forajidos, pero no importaba. Sólo la música, sólo sus corazones latiendo al
unísono.
De un momento a otro, Brainy hizo efectivo su "número" para bailar, Lorenzo, Stinky,
Alan y Eugene también. Él compartió una pieza con Rhonda, Patty, Sheena y
Phoebs.
—Se los diremos cuando estemos a solas. ¿De acuerdo? —comentó a la asiática
que enfatizó, lo alto y apuesto que se había puesto. Le sacaba una cabeza a Helga,
lo que obviamente la volvía loca.
—Nada de eso, Gerald rentó una preciosa habitación en el Hotel Real Margarita.
787
—¡EN MI AUTO NO! —gritó el moreno que bailaba con la rubia no muy lejos de
ellos.
CAPÍTULO 41
N/A: Alterno una vez más entre escenas presentes y pasadas. Espero que no se me
pierdan. Si lo hacen, ya saben que pueden preguntar.
Cierra la puerta con un leve tirón de mano, deja las llaves de casa sobre la encimera,
junto a la vieja fotografía de graduación que describe a toda la pandilla reunida a las
afueras de Hillwood. Observa los bordes del marco, ennegrecido ya por el pasar de
los años. Recuerda con entusiasmo que esa misma noche, con bastantes tragos de
más sus amigos comenzaron a presionar a Helga para que volviera a batear la
pelota.
—o.O.o—
788
¿Cómo pretendía volver a ser la que era, si se alejaba de todo lo que la hacía ser
ella?
A él, no le pareció demasiado buena esa idea pero estaban ebrios y eran
jodidamente insistentes. No supo de donde sacaron el bate, pero la bola era un
obsequio de su más grande fan: Vanessa Blake, la chica que había elegido y que
recuperó su puesto como Capitán en el ultimo año transcurrido.
Olía a lo que huelen todos los bebés. Es decir, algo dulce, encantador y prometedor.
Besó su frente, además de mejillas, su chica eligió ese momento para acercarse a
él. Intercambiaron miradas rotas, unieron sus mentes y desdichas. Él dejó escapar
un leve suspiro, ella se recargó contra su hombro, cerró los ojos y esbozó una
plegaria.
No hubo palabras de explicación dirigidas a sus amigos, pero más de uno lo intuyó
y se condolió por la pérdida.
Equilibró el peso del bate en su mano diestra, relajó los músculos y quizá, hasta
soltó una maldición. Sus amigos comenzaron a ovacionarla, Gerald se burló, ya que
él sería el lanzador. Comentó algo sobre no destrozarle la cara, su novia le respondió
que intentaría tener la misma cortesía.
Phoebs los reprendió a ambos, apelando a un juego sano pero fue ampliamente
abucheada por todos los descarados.
Hubo dos out y los ánimos rápidamente se calentaron, el dinero comenzaba a querer
cambiar de mano, pero él les pidió que esperaran, ella solo
estaba practicando además de que también, bebió demasiado.
Le preocupaba esa parte, que siguiera los pasos de su adorada madre y por
tanto, tenía la misión auto impuesta de cuidarla y guiarla.
"Volver a la normalidad" luego de que sus abuelos y padres arreglaran las cosas en
San Lorenzo, lo hacía más por ella que por él.
La bola le dio, —¿Por qué no?— a una de las lámparas externas del gimnasio,
salieron chispas, detonó una diminuta explosión y la energía eléctrica en el interior
del recinto se apagó. Los gritos de los que aún estaban celebrando y bailando
adentro no se hicieron esperar.
—¿¡QUIÉN FUE…!?
Curly gritó que corrieran. Y como si aquello tuviera sentido, corrieron. Tomados de
las manos, en dirección de sus respectivos autos. Dejaron atrás algunos objetos
personales que delatarían su identidad, pero a partir de esa noche, no pertenecían
más a la Escuela Preparatoria Número 221.
790
Pisaron el acelerador a fondo atravesando calles, parques y comercios, no volvieron
a detenerse hasta alcanzar los límites del poblado. No quedaban demasiados
lugares donde pudieran congregarse y platicar en intimidad así que se quedaron ahí
hasta avistar las primeras luces del alba, momento en que tomaron la foto y gracias
a los mensajes de WhatsApp hasta se les unieron Peapod y Nadine.
Siguieron poniéndose al día de sus vidas, diciendo a dónde se irían. Ellos les
pasaron su dirección en Chicago, pero lejos de Gerald, Eugene, Lila y Phoebs, no
recibieron ninguna otra visita en los siguientes años.
—o.O.o—
Afloja su corbata, se desprende del saco, deja los zapatos junto a todo lo demás en
la habitación principal y se coloca un par de pantuflas, además de confirmar que su
mujer no ha regresado en todo el día a su hogar. Hurga en el refrigerador,
esperanzado a que por lo menos no olvidara hacer la compra. No lo hizo, hay lo
justo para preparar una pasta con filete de pescado. Ya que está en eso, de poner
música suave, levantarse las mangas y colocarse el medio mandil, se le antojan: la
copa de vino, pan de ajo y cuadritos de queso para acompañar.
Desarrolló el gusto por la alta cocina durante sus años Universitarios. Helga lo
intentaba pero en serio. Tenían meses viviendo juntos y seguía considerando
croquetas de Mantecado con leche fría como parte esencial de su desayuno.
791
.
Salvo por una excepción (dar el ultimo adiós a Phil y Gertrude) Helga no volvió a
pisar San Lorenzo. Se quedaba con Phoebs o Eugene cada que él decidía partir. Le
traía malos recuerdos, experiencias demasiado amargas. No que él se la pasara de
maravilla estando allá, pero colocaron tumbas para sus abuelos, además del hijo no
nacido y le gustaba visitarlas cada que lo embargaba la nostalgia.
Sus padres ayudaron a muchos de los ojos verdes a instalarse en diversos lugares
del mundo. Como prometía la profecía: "El llegado de otras tierras, les abría las
puertas del mundo" Ya no estaban obligados a permanecer en ese lugar, los más
jóvenes salían a las grandes ciudades, los adultos comenzaban a relacionarse en
pequeñas regiones. De modo que, cuando iba cada vez eran menos personas las
que lo acogían.
Los nuevos líderes, que permanecían ahí por si en algún momento los viajeros
decidían volver. Solían tener obsequios para él. Amuletos y hojas de té que según
dijeron se elaboraban a base de una flor que crecía a las faldas del Templo de la
vida. Las pulseras, piedras talladas o collares con símbolos de fertilidad los
conservaba él, el té se lo daba a Helga todos los días con la esperanza de que algún
día funcionara.
La profeta no volvió a tener visiones de ellos dos. La parte de su Destino que los
conectaba a San Lorenzo había terminado. Lo que tenían por delante resultaba
incierto y a pesar de saberlo, mientras estuvieron ahí, sanando sus heridas, viviendo
como esposos que se han prometido en su corazón, lo intentaron de nuevo.
Mismo en el que sus padres participaron cuando se enamoraron y que no era otra
cosa más que una ceremonia de concepción.
Hacer el amor, uniendo sus mentes, corazones, almas y cuerpos con la magia de
San Lorenzo. Ni ella, ni él estaban fascinados con la idea. Tenían demasiados
temores, dolores.
Reconocer sus cuerpos de nueva cuenta representó una dura prueba para los dos.
Había cicatrices donde antes no existían, inseguridades en materias que creían ya
dominados. A él, le aterraba lastimarla o hacer que una vez más abortara. A ella le
asustaba que él, la pudiera rechazar. ¿Cómo podría hacerlo, si seguía siendo
una mujer malditamente hermosa?
Maduraron.
792
Le pidió perdón, una y mil veces más. Si concebían, se consagraría a su familia,
pero no funcionó.
—o.O.o—
Termina su copa de vino tinto sentado al sofá, disfruta las ultimas notas de la pieza
de Jazz, camina hacia la cocina y en su recorrido visual encuentra el botón
parpadeante del contestador. Vacila, sobre si escuchar los menesteres de la vida
adulta. Sus alumnas diciendo que le venderán el alma a cambio de un segundo
parcial, la editora de Helga (que no era otra más que la mismísima Violette)
alucinando por el ultimo capítulo que le hubiera enviado, la trabajadora
social…presiona el botón rojo porque quizás, eso sí valga la pena escuchar.
Mensaje 1. "-¡Por favor! Profe Short, (ese apodo se le ocurrió a Helga mucho
antes que a sus alumnos, pero aparentemente, no era tan difícil de pensar, si
combinabas su segundo nombre con su profesión) sólo déjeme repetir el examen
esta ultima vez, si no lo hace, mis padres me matarán…(lo consideraría si no lo
hubiera llamado de esa manera. A su padre, nadie le ponía apodos ridículos y si lo
hacían, tenían que ver con Tarzan, Indiana Jones, Rick O'Connell…next)-"
793
fuera a aburrirse el niño o romper alguna de las efigies que recolectaba su padre de
las excavaciones en que participaba.
—¿Tú también estás impaciente? —el minino ronronea y se deshace en sus brazos.
Señal inequívoca de que ha olido el pescado secándose en el lavabo y espera recibir
un bocado. Bribón. Como si no pasara la mitad de sus días metido en la casa (y con
la gata) de su vecina.
—¿En serio, quieres convencerme de que no te dan de comer en esa casa? Si cada
día estás más pesado.
—Ok, no es asunto mío tu peso. Lo que si me atañe es, nuestra Helga. ¿Por qué la
dejaste salir? Te dije esta mañana que le saltaras a la cara y no le permitieras cruzar
esa puerta. —Mantecado baja el rostro, cubre sus orejas con las patas y eso quiere
decir que tal vez, olvidó su parte del trato o la rubia pasó de él, en lo que salía al
cumplimiento del deber.
Mira otra de las fotografías, está en el pasillo y muestra a gran cantidad de personas
apostadas en el medio de un frondoso jardín, vestidas con uniforme de gala,
peinados estirados y lustrosos, emblemas sobre sus pechos, entre todas ellas está
su esposa y se enorgullece de que encontrara la forma de seguir adelante con su
vida.
—o.O.o—
794
Al tenerlo, se fueron únicamente los dos. Si le preguntabas a ella, diría que
prácticamente la secuestró y arrastró por las calles amplias y bien iluminadas de la
Avenida Michigan, todas llenas de romanticismo, pasión y folclore.
Le agradó, luego de que cubriera sus ojos con sus manos y la instara a apagar su
cerebro y sólo entregarse a lo que estaba sintiendo. Música, poesía, arte...
Salieron a bailar, beber y disfrutar los placeres de cualquier pareja normal unas
cuantas veces, antes de que surgiera la necesidad de volver a Hillwood. Requería
el comprobante de estudios para poder entrar en la Universidad y ya que ella lo
había ayudado a estudiar (para ocupar su mente o porque de verdad creía que era
un zopenco, atarantado, que sin su ayuda jamás lo iba a lograr) la convenció de
hacerlo.
Se les ocurrió llegar por la noche y así despertar frescos como lechuga a la mañana
siguiente. —Craso error— Abordaron el tren nocturno llenos de cansancio, maletas
y demás. De pronto, un simpático hijo de puta irrumpió en su vagón con pistola en
mano y demandó que le dieran todo lo que tuvieran.
Varios usuarios comenzaron a meter celulares, relojes y carteras en la bolsa que les
indicó, ellos también lo hicieron y la historia habría terminado, de no ser porque a
"Juan Pistolas" se le ocurrió tratar de meterse con Phoebs. Era una chica muy
bonita, preciosa y exótica con esos cabellos profundamente negros y ojos alargados.
Tan pronto como tiró de su brazo, separándola de su novio, Gerald y Helga
reaccionaron.
795
En cuestión de segundos intercambiaron miradas e hicieron uso de esa extraña
conexión que tenían. Le ordenaron a él que se ocupara de Phoebs y arremetieron
contra el ladrón.
A todos en el vagón, casi se les sale el corazón del pecho, sobretodo después de
escuchar la detonación pero no hubo heridos, la bala se fue limpiamente al piso. Dos
años de entrenamiento en la Academia de Policía resultaron ser ampliamente
efectivos en el caso de Gerald y en cuanto a Helga, no había vuelto a olvidar la
manera correcta de cerrar el puño y golpear.
A su hermano, lo felicitaron por el buen ejercicio del deber sin estar de servicio. A
su mujer, le sugirieron que se uniera al equipo.
Nunca estuvo en sus planes, a decir verdad jamás se imaginó en tal situación, pero
su sangre seguía siendo guerrera y su instinto el de la justicia. Rescatar a su
hermana se trató de un acto involuntario, mismo que haría por cualquier persona
que estuviera en la misma situación.
Convertirse en su sombra, alejar a los que quisieran cortejarla. Sabía que lo haría,
aunque de hecho, esa parte no le preocupaba.
¿Quién más que ellos, podría comprender la naturaleza de las heridas que los
marcaban? ¿La mirada perdida, el desvarío de sus mentes? Que pasearan por
el parque y al ver a una pareja consolando a su hijo, rompieran en llanto o
sintieran tal vacío que solo podían llenar con el otro.
Nadie lo haría, aunque mentiría si dijera que no hubo personas que lo intentaron.
.
796
Él conoció a una preciosidad de ascendencia Celta llamada Ginebra, el anillo de
compromiso seguía decorando su mano izquierda, además de que Helga, mandó
fundir su relicario de oro y usó parte de eso para forjar la carátula de su nuevo y
fabuloso reloj de bolsillo. No es que no le gustara verlo de aquí para allá con su
corazón. Pero quería que fuera un historiador respetado. Lo correcto sería tener un
reloj como el que ostentaban sus profesores y padre.
Como fuera, Ginebra era dulce, amable e insistente. A pesar de saberlo casado, no
perdía oportunidad de invitarlo a tomar una copa, estudiar en su alcoba, salir a bailar
de la noche al alba. Él solía rechazarla, aunque al final del día, siempre se
sorprendía acompañándola.
Resultaba halagador, divertido y tentador, saber que seguía levantando las pasiones
de alguna encantadora y hermosa mujer. Jamás rebasaron los límites de la amistad,
le agradaba su compañía como historiadora para disertar sobre teorías y como
mujer, para extrañar a su novia. Eran demasiado diferentes las dos y aunque no
negaba que podría acostumbrarse a una vida tradicional y entre colegas, la suya
estaba plagada de desventuras, pasiones, torturas y excesos con Helga.
Hasta donde supo, hubo tres sujetos y una mujer que pasaron las pruebas pero
sufrieron un coma etílico o se rompieron un hueso tras derrotarla.
Helga volvía a ser la furiosa y letal guerrera Amazona. Gerald tenía historias para
compartir de la tienda de rosquillas al salón de "investigación criminal" los dos,
estaban sumamente interesados en descubrir como funcionaban las mentes de esos
degenerados.
Charlaban sobre eso todas las noches, se compartían los detalles de su día a día.
Aunque no todo, fue siempre color de rosa. Demasiadas veces quisieron
encontrarse pero no pudieron verse. Planes de ultimo minuto. A él lo requerían para
797
alguna expedición o disertación. A ella la mandaban llamar para dar seguimiento a
la actividad criminal.
Pudiera decirse, que en los primeros años del ejercicio de la profesión, pasaba más
tiempo con ella que con su novia. No tenían química en absoluto, la africana se
perdía en sus insectos y él en sus excavaciones, comparaban notas, se admiraban
del mundo antiguo, la cultura, arquitectura, pero solo eso y nada más.
Cuando se reunían con el amor de su vida, parecía más preciado cada segundo que
compartían a su lado.
Crímenes Violentos. (La unidad donde Gerald y Helga decidieron prestar sus
servicios una vez se especializaron y graduaron) podían descubrirse en su estado
(Illinois) pero haber pasado por Indiana, Ohio, Pensilvania y venir desde Nueva York.
Sobre el resto.
Patty terminó por seguir el ejemplo de su padre y desaparecer de sus vidas. Ninguno
entendía exactamente por qué había huido, pero les confortaba saber que Harold
se dedicó a su hija. Era un padre amoroso y sobreprotector. Sheena nunca se
olvidaba de pasar a verlos, aunque tal vez se debiera a que se encontraba en la
misma situación.
Soda Pop, volvió a buscar a Stinky, se convirtió en la nueva cara del refresco de
moda y así empezó su carrera comercial. Salió de Hillwood en una gira que
comprendió varias campañas publicitarias y por supuesto, países.
799
No eran una pareja convencional, jamás llegarían a serlo. Entendían que las
personas "normales" escondían sus celulares a capa y espada de la persona amada,
pero ellos no eran así y querían estar al tanto de cualquier detalle en sus vidas.
El antiguo DJ, era una de las voces más escuchadas y conocidas en el país, ellos
lo sintonizaban cada vez que podían, tenía una barra de música fresca, además de
las secciones de espectáculos y arte, donde se ponían al tanto de las carreras de
Stinky, Alan, Lila, Eugene y Brainy.
Seguía saliendo con Nadine, pero eso sucedía cada vez que la entomóloga volvía
de visita.
—o.O.o—
800
Apaga la radio, enciende el televisor, navega entre canales y no parece haber nada
alarmante en las noticias de las 17:00, deja su porción de pescado a Mantecado, el
gato ronronea, se restriega entre sus piernas a manera de agradecimiento. Él se
sirve una nueva copa, ha perdido el apetito, se acomoda sobre el sillón de tres
piezas tamborileando en el reposabrazos con dedos nerviosos.
Es viernes, día de papeleo. Además de que los dos, quedaron en eso. No quiere
llamar a Gerald, ni comenzar a imaginar lo peor porque esta demasiado cansado
luego de lidiar con treinta y dos jovencitas que no paraban de subirse las faldas o
abrirse las camisas para llamar su atención. Suspira y se muerde los labios, mirando
el cenicero y la caja de cigarrillos que comienzan a ser un hábito recurrente. Su
padre es una mala influencia, no que no lo supiera de antes. Pero sigue siendo el
mejor antropólogo y líder de una tribu que jamás ha conocido.
Mantecado termina el pescado, se lame las patas, luego sube a su regazo y lo mira
a los ojos como si tratara de tranquilizarlo.
—o.O.o—
Fueron cuatro años de carrera, más otros dos de explorar el mundo en busca de
ruinas, vestigios, insectos e historias.
Sus padres estuvieron presentes el gran día en la iglesia, vestidos con sus mejores
trajes, deseos y perfumes. Los Pataki, no asistieron. Bob dijo algo sobre estar
demasiado ocupado con la mujer y el niño, Miriam argumentó que le sería imposible
acudir (a pesar de que enviaron el boleto de avión y le reservaron una habitación en
el mejor hotel de la City) Olga les aseguró que estaría ahí, pero terminó la ceremonia
y no fueron bendecidos con presencia.
801
Miles y Stella, se ofrecieron a entregarlos a los dos, no era muy tradicional ¿Pero
qué importaba? No tuvieron que hacerlo. Harold entregó a su novia. Era varios años
mayor que ellos, además de que con la barba parecía un señor bastante añejo.
Gerald y Phoebs, fueron otros que también se casaron. Lo tenían planeado desde
los dieciséis, todo agendado, fríamente calculado, pero estaban en su tercer Año de
la Universidad y hubo otra de esas heladas que sólo se calman con carne humana.
Se embarazaron.
Repitió los votos anteriormente dichos, colocó el anillo que ya no le quedaba grande
a su esposa y recibió el suyo, que anteriormente había pasado por las manos de su
padre y abuelo.
La discusión vía telefónica entre Helga y su padre varios meses después podría
resumirse en lo siguiente. Ningún Pataki creía que fueran a vivir la mejor experiencia
de sus vidas. Al contrario. Casarse arruinaba las cosas y cuando él llegara a dejarla
por una mujer mucho más joven y guapa no la querían ver llorando o suplicando por
un lugar en su casa.
"Cuando el banco llamó para hacerse con lo poco que había en la casa y
entregarla a la demoledora, tú ya no estabas. Tratamos de localizarte con la
familia de ese muchacho pero sus abuelos o padres dijeron, que los dos se
habían ido"
"¿¡Qué…!?"
"Te casas ahora, pero ya antes te habías divertido en sabrá Dios, qué lugar del
mundo"
"¿¡Cómo te…!?"
802
Él terminó la llamada por Helga, estaba de más tratar de explicarles lo sucedido. Ella
no quiso que lo supieran. Jamás entenderían o se condolerían por su pérdida. Si
podían concebir o no era asunto suyo, de sus amigos y familiares más íntimos, pero
no de ellos, que la dejaron a su suerte desde la más tierna edad. Acordaron no volver
a ponerse en contacto con su familia. Marion lo intentaba en navidad y Año Nuevo,
pero a pesar de que les daba curiosidad conocer a su hermanito. También tenían
temor de encariñarse con un niño que al crecer les sería negado.
Su nombre era Hank, el orgullo de Bob y tenía actualmente nueve años de edad.
Llevaba tres años impartiendo ahí, toda una generación de niñas que no dejaban de
acosarlo y atormentarlo (por lo terrible de sus notas)
Para compensar, Helga apoyada por todo el peso de la demencia y la Ley, acudió
en persona al inicio de cada ciclo escolar, y les dejó en claro que él era suyo.
803
—Lo digo en serio, hasta tiene a su chango que lo acompaña a todos lados.
¿Por qué no llegaba? No pudo suceder de nuevo, ella no pudo cometer esa locura
de nuevo.
—o.O.o—
804
En su segundo año de servicio, Helga tuvo la genial idea de plantarse delante de un
arma y recibir una bala con tal de lanzar otra al líder de una organización criminal.
De un lado le cerraron el paso cinco de las siete patrullas, del otro estaban dos
compañeros suyos al interior de su vehículo, ella y Gerald a las afueras del suyo.
Más respaldo venía en camino pero debido al caos vial todavía no llegaban.
Helga lo supo, pues contrario de lo ordenado por sus colegas y amigo, no se salió
del paso sino que sacó su arma y avanzó. Era algo personal, con ella siempre se
trataba de algo personal. Le gustaba presionar a los bribones, llevarlos al punto de
quiebre, lo habían hecho con Jake, Anthea, este tipo se llamaba "Mario" y solamente
quería aniquilarla.
Gerald intentó socorrerla, los otros dos oficiales hicieron que se detuviera, Mario
frenó el auto prácticamente por encima de su cuerpo, asomó la cabeza por la
ventana y le disparó al pecho, llevaba su chaleco antibalas, pero ese cretino tenía
un arma ilegal denominada "mata ratas" Helga también disparó, dándole
limpiamente en el hombro y después, cayó.
Johanssen gritó su nombre, corrió a su lado. Él sintió que se moría ahí mismo, en
una sala de maestros todos los cuales cuchicheaban sobre ¿cómo hizo alguien
como él para atrapar a un bombón asesino como ese? Tuvieron que llevarlo en un
auto privado al hospital donde la resguardaron.
La bala atravesó gran parte del chaleco antibalas. Él se desquitó con Gerald, pegó
de gritos a todos los uniformados que encontró a su paso. Ninguno tenía palabras
de disculpa o creía que se atreviera a hacer algo como eso.
805
Le dijo lo mismo. No estaba tratando de quitarse la vida, quería atrapar al jodido
bastardo.
—o.O.o—
806
—Phoebs la está revisando, ¿De acuerdo? Lleva el ultimo par de horas…
—Escuchaste bien, ¿cierto? Está con Phoebs, no en el hospital donde trabaja ella,
sino en su mesa.
—Si, lo escuché…
—Entonces ven rápido, pero por favor, ten cuidado. —cortó la llamada y él reprimió
la parte en que le decía a su hermano que era un maldito cabrón, infiel y despiadado.
¿Qué podía ser tan complicado como para tardar tanto? Phoebs se especializó en
ginecología y obstetricia. Buscaba, como él. Alguna forma de que pudieran concebir.
No la encontró porque su querida esposa se negaba a ser un sujeto de investigación,
conejillo de indias o lo que putas pensaran para tratarla como animal. Suspira para
sus adentros, sube en el auto, enciende el motor, piensa en la sangre y se imagina
lo peor.
¿Otro aborto…? Pero si ellos no habían hecho nada demasiado imprudente desde…
—¡¿Si entiendes que aquí tenemos un problema?! Porque claramente, tú pasas más
tiempo con ella ahora, pero antes eras mi mejor amigo y eso implica que si pasa
algo, lo que sea, me avisas, sin importar lo que quiera ella.
—¡Perdón!
807
.
Carraspea y se sienta junto a su hermano, Arnold sólo atina a cubrir su rostro con
ambas manos, él se dispone a hacer algo más productivo que eso, como recapitular
sus últimos días de servicio.
Pataki, parecía haber perdido un poco de peso, energía y estaba mucho más
sensible e irritable de lo normal. Le hablabas aunque fuera un poquito feo y ya
estaba apuntándote con una Glock en la parte media de los ojos. Sus gustos
culinarios pasaron del café con rosquillas glaseadas a hacer extrañas
combinaciones con lo que tuviera a la mano. El miércoles, podría jurar que estaba
poniéndole mayonesa a un pobrecito mango. Se parecía a Phoebs, cuando…
¡No…!
¿El Terror Pataki, no podía estar embarazada o sí…? —quiso comenzar a tirar de
sus cabellos, correr como desquiciado por todo el pasillo pero en ese momento salió
una bonita enfermera a decirles que ya podían pasar a verla. Arnold se levantó como
muerto viviente y comenzó a andar cual zombi detrás de la asistente médica.
—¡Claro que es tu asunto! Ahora entren ahí y esperen a que vuelva. —Como
Doctora, Phoebs daba mucho pero mucho miedo. Del tono dulce, rostro infantil y
encantador de antes, no quedaba gran cosa. Se había convertido en una mujer bella,
autoritaria y sumamente mandona. Ninguno de los dos quiso ofrecer objeción. El
primero que entró fue Arnold, él lo hizo con la mirada gacha porque…—¡Qué
recuerdos!— Parecía que fue ayer cuando un bastardo la besó a la fuerza y la
mandó por una semana al hospital.
808
—¿Te duele algo…? —insistió su esposo y ella le dijo que no. Aunque podría ser la
falta de sangre. Esa perra, no le ofreció ni un maldito vaso con agua.
—Iré a conseguirlo…
—Es probable Hel, pensaba en eso y recordé que hace dos meses…
—Sé muy bien lo que pasó hace dos meses….—comentó la rubia demasiado
coqueta. Su esposo acarició su mano de una manera que a consideración suya
debería estar prohibida dentro del horario familiar. Siguen con miradas, mejillas
sonrosadas, labios humectados y obviamente necesitados. Su estómago se
revuelve, siente ganas de correr y gritar, pero sólo para pedir que abran paso y lo
dejen vomitar.
No hay tiempo para eso. Su mujer ya está en la puerta pegando de gritos a alguien
idiota.
Tres hijos…—piensa Johanssen para sus adentros— Dos niñas y un varón que
siendo honestos era casi una copia de él. Apenas cumpliría el año de edad pero lo
adoraba como a ninguno. Sus hermanas de cinco y tres, estaban sumamente
celosas y desde que nació habían montado una complot para tratar de anularlo de
la familia. Él y Phoebs hacían turnos dobles para cuidarlos, pero suponía que eso,
aunado a la tensión de dirigir un hospital, estaba acabando lento pero seguro con lo
que quedaba de su muy amada y apacible calma.
—¡Stevens, ya te dije que canceles todas mis citas y procedimientos por el resto del
día!
809
—Canalízalos con la Doctora Meyer.
—Está de vacaciones.
—Si quiere seguir trabajando aquí, más le vale llegar en quince minutos.
—¡Pero Doctora…!
—De acuerdo, denme un minuto. —Gerald iba a susurrar "mejor toma una hora"
pero se lo calló porque no quería pasar otra noche en el baño. Era muy frío, pequeño
e incómodo de explicar a sus hijos por la mañana siguiente.
Idiotas.
Sus relatos eran tan buenos que Violette insistió en que tenía que publicarlos, con
su ayuda y de la editorial para la que trabajaba. El primer volumen, si todo resultaba
bien podría salir a la venta a finales de este año. Se titulaba "Cuerpo" y dejaba
bastantes cosas a la interpretación.
Cuando Phoebs se recompuso, lo que era un decir, porque ahora sus lentes
parecían empañarse y ninguno sabía si era de ira o drama. Les explicó que había
repetido las pruebas tres veces en las ultimas horas.
No había dudas sobre el resultado y se disculpaba por perder los estribos con todos
esos tarados pero sólo estorbaban y ella se moría de ganas de decirles que…
—¡Estás embarazada!
¡Eso no era normal! ¡No era correcto! ¡Ella definitivamente estaba mal!
—Es de alto riesgo, por eso el sangrado, pero es real, tienes dos meses
aproximadamente. Si te estás quieta y me dejas hacerlo una vez más, tal vez
puedas…
—¡Tú me dijiste que cerrara los ojos y no viera, ni preguntara nada de lo que estabas
haciendo!
—¡Quería descartar todas las malas probabilidades primero, pero son mínimas! Su
latido es fuerte y tú estás bien, solo fue un leve desprendimiento que debió ocurrir
por tu entrenamiento. Ya no puedes hacer nada de eso, salir a correr, levantar
pesas, golpear el saco de boxeo, hasta respirar fuera de ritmo, está prohibido desde
ahora, señorita.
—¡NO! No dije nada, olvídalo, olvídalo. Sólo obedece la siguiente regla. "Mantente
quieta"
—¡JAMÁS!
—No voy a perderlo, —prometió su amiga colocando las manos sobre vientre. —Te
juro que voy a amarlo y protegerlo. Pero tampoco vamos a romperle el corazón a un
pequeñito que nos está esperando.
—¿Y como crees que vaya a tomarlo?—preguntó Heyerdahl, sin malicia. Los niños
eran caprichosos. Pregúntenselo a ellos y los celos asesinos de Tabitha y Denisse
por la llegada Victor.
—Volverán para comer, los recibirá Mantecado porque yo estaré demasiado obesa
para caminar y los tres estaremos bien, hasta que seamos cuatro.
—Sabes que sí...—Phoebs se limpia las lágrimas del rostro, luego enciende la
maquina de ultrasonido, toma el gel y le pide que se recueste y levante su camisa.
Todo ese procedimiento, lo recuerda Gerald de cada uno de sus hijos y sin embargo
en cada ocasión, la experiencia fue diferente. Movimientos fetales, un montón de
manchas que no sabía interpretar, pero que significan vida y eso lo hacía alucinar.
En lo que los tórtolos y su mujer están entretenidos con eso, él toma su celular y
envía un mensaje al viejo grupo de Whats que a veces se abre, otras se cierra,
algunos se van, después regresan, pero en general seguían siendo los mismos de
siempre. Escribe para anunciar la noticia y los mensajes de respuesta no se hacen
esperar.
Sus celulares vibran, dejan las llamadas en espera, ya habrá ocasión de reunirse
para charlar. Conservan la tradición de hacerlo una vez al año. No siempre acuden
todos, pero están seguros de que esta ocasión lo harán. Le toca poner su casa a
Harold, en el mes de marzo durante las vacaciones de primavera de sus hijos.
—Fin—
Constantie Moore.
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del temblor en mi lugar de trabajo (que era donde más escribía) y por eso les he
fallado.
Aún así no quería dejar tirada la historia. En grosso modo, esto es lo que imaginé,
lo que quería decir y hacer tanto con la pareja principal como con todos los demás.
Le quiero agradecer especialmente a Princess Serenity Moon y Eggplant Gipssy
Moon, quienes me ayudaron a darle lectura a este capítulo final y se quedaron con
algunas dudas respecto a Patty, lo puse así porque honestamente no todas podían
ser historias felices. No todas las relaciones llegan a eso. Y por eso rompí o distancié
algunas. Respecto de Alan, lamento decirles que en mi malévola mente, él va de
matrimonio fallido en matrimonio fallido, todas se parecen a Helga, pero ninguna es
ella. Rhonda y Lorenzo también tendrían problemas pero de otra manera, un juego
de poder (y es que no podrían divorciarse por la posición o el peso de sus familias)
pero sí jugarían a ver quien engaña más a quien. Les daría más sobre el resto, pero
si me animo con el Bonus Track, perdería el sentido que lo leyeran.
Cuídense mucho, fue un enorme placer haberlos conocido y ojalá, nos sigamos
leyendo.
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