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El padre Vito Guarato, el cómplice de Fernando

Llort

Por Henry Mejía León

Como parte de lo que se convertiría en un capítulo muy especial


del libro biográfico del sacerdote italiano Carlo Vito Guarato,
actualmente en proceso de revisión, tuvimos el placer de departir
hace seis años una breve pero amena plática con el artista
salvadoreño Fernando Llort, nada menos que en su propio hogar.
Decidimos extraer el capítulo para compatirlo con ustedes apenas
unos días después de su repentino e inesperado fallecimiento

Y es que pocos saben acerca de la estrecha relación que hubo


entre el pintor y artesano salvadoreño, creador de uno de los
estilos artísticos que más identifican al país en el mundo, con el
sacerdote italiano fundador del Hogar del Niño Minusválido
Abandonado, el padre Carlo Vito Guarato. La mañana del 2 de mayo
de 2012 nos dirigimos, Ernesto Cuestas Graniello y yo, al hogar del
artista, en compañía de su hija, María José, quien facilitó la
gestión para conversar con el hombre que dejó su huella en La
Palma, Chalatenango, desde el año 1971, cuando decidió
instalarse en ese municipio de la zona norte del país para
desarrollar su arte y “crecer como persona”, según sus propias
palabras.

Llort recordaba que, en aquel entonces, el padre Vito ya estaba


radicado en La Palma. En un principio reconoció que no tuvo una
relación tan cercana con el religioso, porque él estaba
concentrado en desarrollar el estilo artístico que rondaba por su
cabeza y que poco a poco comenzó a emerger para transformarse
en bellas y llamativas piezas artesanales. Haber atravesado el
umbral de la puerta de entrada de la casa de Llort fue el
encontrarnos con un estilo de vida sencillo, pero lleno de color y
creatividad. Fue imposible no girar la vista por todos lados para
admirar las piezas de arte que conserva el que fue su hogar. Unos

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cuantos minutos y estábamos frente al hombre místico, el mismo
que sufrió al ver en 2011 cómo destruyeron el mosaico que él
diseñó para toda la fachada de la catedral metropolitana de San
Salvador bajo absurdos argumentos.

Su presencia nos inspiró paz, y él era tal como lo habíamos visto


por años: con su larga y espesa barba, un tanto calvo y con sus
tradicionales anteojos. Con él venía Estela, su sencilla esposa y
madre de sus hijos, su pilar, su punto de apoyo y equilibrio. Lucía
relajado y vestía una camiseta con un diseño de La Palma al
frente, pantalones cortos, tipo explorador y sandalias de cuero.
Nos recibió amablemente, le explicamos el motivo de la visita.
Fernando era un tanto huraño para dar entrevistas, si las podía
evitar no dudaba en hacerlo, pero esta entrevista tenía una misión
muy especial, desempolvar un poco los recuerdos de su relación
con el padre Vito. “Cuando yo me fui a La Palma, la referencia que
tenía mi papá de lo que yo hacía, era el padre Vito. A él le
preguntaba mi papá qué es lo que yo estaba haciendo allí, quería
saber si me estaba portando bien o mal”, recordó Llort, quien dejó
escapar una sonrisa.

El artista reveló que al padre Vito le causaba gracia y risa la


preocupación de su papá, pues a él le constaba que Llort se
dedicaba a las artesanías, por eso siempre “lo ponía en bien”. No
recordó exactamente cómo fue ese primer contacto con el
franciscano; lo que sí tenía más que claro era la imagen que tenía
del religioso: un buen sacerdote, inteligente, alguien a quien le
gustaba construir y planear proyectos. Entre el padre Vito y Llort
nació una gran amistad, Fernando recalcó que al religioso le
gustaba mucho la música y las artesanías, sobre todo por los
motivos religiosos. Además, le encantaba que antes de que Llort y
los demás artesanos comenzaran con sus faenas diarias estos
realizaban una oración. Y así pasaban los días entre pinturas,
semillas y madera tallada, los frutos de esa obra artística iban
poco a poco cautivando a la gente. Paralelo a ese crecimiento
llegó la Renovación Carismática y el primer retiro espiritual en el
que participaron muchos.

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Al padre le gustaba ver que a la gente de La Palma se le había
despertado tanto la fe. “Nosotros le ayudábamos y cantábamos en
las misas, nos decía que éramos artesanos cristianos, se volvió
casi una obligación que quien quería hacer artesanías tenía que
pasar por la Renovación Carismática”, recordó Llort. De hecho, era
tanto el gusto del religioso por el arte de Llort, que cuando vio
que el cuñado de Fernando, Óscar Chacón, tenía talento nato, él
mismo gestionó una beca para que éste estudiara artes plásticas
en Italia. Llort había fundado una cooperativa en La Palma,
Departamento de Chalatenango, y el padre Vito era miembro
activo de esta.

El artista tenía bien presente que entre el sacerdote y Monseñor


Romero había una fuerte amistad, por ejemplo, remembró que en
cierta ocasión el padre Vito invito a su superior al aniversario de la
cooperativa. Allí Monseñor Romero ofició una misa y
posteriormente compartieron con él un sencillo almuerzo. El
movimiento Renovación Carismática seguía creciendo y el padre
Vito construyó un centro de evangelización donde se realizaban
los retiros espirituales. Lo logró gracias a los donativos que él
gestionaba.

“Al padre Vito le gustaba contarle a todo mundo lo que estaba


pasando en La Palma, le gustaba mucho la combinación entre la
adoración a Dios y las artesanías. Cuando inició el conflicto, él
ayudaba mucho a los que él pensaba o sabía que les podía pasar
algo, los persuadía para que salieran de La Palma y emigraran a
San Salvador, incluso, le suplicó al presidente de la cooperativa La
Semilla de Dios (fundada por Llort), Mauricio López, que se
marchara, pero él no le hizo caso y lo mataron”, recordó con
tristeza Llort. Y luego, los habitantes quedaron impactados cuando
el padre Vito tuvo que dejar La Palma por las amenazas contra su
vida: no temía a la muerte, pero tampoco quería que lo mataran,
pues sabía que "Dios le había encomendado una misión".

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Al artesano lo marcó definitivamente su relación con el
franciscano, de quien admiraba su sabiduría, su santidad y el
inmenso amor por los niños. “Era un hombre muy espiritual”. Unos
años después, los Llort comprobaron que el padre Vito había
cambiado mucho. “Se volvió un hombre mucho más amoroso de
cómo lo veíamos en La Palma, que era un tanto enojado, señaló
María José, la hija de Fernando, quien conoció desde chica al
religioso. “Nos abrazaba y recibía muy contento cuando lo
visitábamos”, agregó. En los últimos años de vida del padre Vito,
éste le reveló a Fernando que sabía que estaba próximo a
despedirse de la tierra. “Él me llegó a decir a El Árbol de Dios (la
galería de Fernando en San Salvador), que estaba enfermo y que se
iba a morir pronto. A mí esa confesión me dejó muy pensativo y
meditabundo, me puse muy triste, porque yo lo quería mucho a él”,
apuntó Llort, quien agregó que recurrentemente soñaba con La
Palma y el padre Vito aparecía en esos sueños.

“A él le gustaba hablarnos de sus proyectos y sus planes a futuro,


se ilusionaba porque todo estaba creciendo en la fe, todo lo que
recibía de ayuda decía que nada era para él, sino para la obra de
Dios”. De esta manera, el artesano de La Palma recordó su
relación con el padre Vito, la forma en que éste le marcó la vida y
le demostró que con amor todo se puede lograr.

Fernando falleció apenas unos días atrás, pero su figura se


mantendrá viva a través de todas las piezas de arte que él creó y
del legado que dejó a decenas de artesanos, que siguen fielmente
las líneas de su estilo, ese estilo único que identifica a nuestra
patria en cualquier latitud, que perdurará y seguramente seguirá
tocando los corazones de las nuevas generaciones los años
venideros.

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Henry Mejía León
Contactos:
(503) 7269-1508
El Salvador, Centroamérica.

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