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GACETA
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PRESENTACIÓN
Son diversos los factores que, en los últimos años, han mejorado las condicio-
nes para la discusión de temas de Derecho Penal en el país. Es cierto que esto
no nos ha acercado a otras realidades en las que la reflexión es más frecuente
y profunda, pero permite pronosticar un futuro distinto para nuestra doctrina.
Sin embargo, si algo hay que resaltar aquí (con evidente adhesión a la fina-
lidad de este libro), son algunas de las circunstancias que impiden a nuestra
doctrina dar ese salto significativo.
Quisiera mencionar, en primer lugar, la pobre difusión que hasta ahora ha te-
nido la jurisprudencia penal. En mi opinión, esto se explica no solo por la
inexistencia de un sistema que permita acceder a ella con facilidad (como sí
sucede con la jurisprudencia constitucional), sino también porque pareciera
que en la labor dogmática se desdeña la relevancia de las decisiones jurispru-
denciales para el análisis de concretos problemas, quizá, con la errónea idea
de que la práctica jurisprudencial no constituye un ámbito determinante en la
configuración del poder punitivo.
Por esa razón, no basta con facilitar el acceso a la jurisprudencia, sino que
además debe tomarse conciencia de su importancia para la labor dogmáti-
ca, pues ignorar las decisiones jurisprudenciales tiene consecuencias negati-
vas para el debate, ya que lo aleja de las necesarias referencias prácticas, aca-
so la única posibilidad de que el ejercicio del poder punitivo alcance legiti-
midad social.
En segundo lugar, quiero llamar la atención sobre la ausencia de una la-
bor conjunta entre legisladores, aplicadores del Derecho y académicos; so-
bre todo entre estos últimos. Es revelador, por ejemplo, que no existan pro-
puestas serias para organizar a los académicos en torno a proyectos com-
partidos que permitan el progreso de la investigación o la solución de los
principales problemas de nuestro sistema jurídico penal. Pareciera más bien
que cada uno de ellos persiguen individualmente sus objetivos, olvidando
que esa dispersión de esfuerzos es precisamente la que impide la concreción
de una dogmática penal nacional fuerte y verdaderamente influyente en la
sociedad.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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Parte General
Algunos criterios para diferenciar los
delitos de peligro de las infracciones
administrativas en el aspecto objetivo
Introducción
[*] Abogado por la Universidad de Piura. Becario del Programa Futuro Docente en la Universidad de
Piura.
[1] Silva Sánchez, Jesús-María. La expansión del Derecho Penal. 2ª edición, Civitas, Madrid,
2001, pp. 26-27. “Desde la enorme difusión de la obra de Ulrich Beck, es un lugar común caracteri-
zar el modelo social postindustrial en que vivimos como ‘sociedad de riesgo’ o ‘sociedad de riesgos’
(Risikogesellschaft)”.
[2] Kindhäuser, Urs. “Estructura y legitimación de los delitos de peligro del Derecho Penal”. En:
InDret Revista para el análisis del Derecho, disponible en: <http://www.indret.com/pdf/600.pdf>.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
adelantándose así las barreras de protección[3] (por medio de los delitos de pe-
ligro concreto y abstracto[4]) en el ordenamiento jurídico (es el caso de la con-
ducción en estado de ebriedad, en donde no hay una efectiva lesión pero la
conducta es idónea para producirla).
Sin embargo, el legislador también puede hacer frente a la necesidad de se-
guridad mediante el Derecho Administrativo sancionador, que es otro medio
proporcionado por el Derecho Público y que también sanciona las conductas
que lesionan bienes jurídicos.
Si el legislador cuenta con ambas “opciones”, ¿cuál será la ratio para englo-
bar unas determinadas conductas dentro del Derecho Administrativo sancio-
nador y otras dentro del Derecho Penal? Un sector dominante de la doctrina
afirma que la cuestión se resuelve señalando que entre ambas ramas del Dere-
cho la diferencia es meramente cuantitativa (el Derecho Penal abarca aquellos
supuestos en donde la lesión y la sanción impuesta es mayor)[5]. Sin embargo,
en nuestra opinión, esta respuesta no solo es errada sino que en nada resuelve
la cuestión, según explicaremos más adelante.
La cuestión se complica aún más cuando se confrontan las infracciones ad-
ministrativas frente a una sola clase de delitos: los de peligro concreto o abs-
tracto (en donde la intervención del Derecho Penal no depende de la efectiva le-
sión), puesto que el límite “más o menos” claro que existía entre el injusto pe-
nal y la infracción administrativa se diluye en este nivel quedando al arbitrio
[3] Válidamente podríamos cuestionar lo dicho porque el adelantamiento de la protección ya existe a través
de la punición de la tentativa. Entonces ¿en qué consiste la diferencia? En la tentativa se requerirá de
un dolo de lesión, pues tradicionalmente se considera impune la tentativa imprudente. Señala Eisele,
Jörg. “Razón y límites del delito de peligro abstracto”. En: Gaceta Penal & procesal penal, Tomo 14,
agosto 2010, p. 82, “[e]n conexión con la punibilidad de la tentativa se debe observar que los delitos de
peligro abstracto pueden cumplir con la tarea de llenar los vacíos que resultan del limitado alcance de
la punibilidad de la tentativa”.
[4] Señala Peris Riera, Jaime. “Delitos de peligro y sociedad de riesgo: una constante discusión en la
dogmática penal de la última década”. En: Estudios penales en homenaje al profesor Cobo del Rosal,
versión digital, disponible en: <http://vlex.com/vid/322134> [fecha de consulta: 7 de diciembre 2010],
que “[e]sta constante necesidad de adelantar las barreras de protección acaba llevando al legislador a
tales niveles de incremento de los delitos de peligro que convierte esa tendencia en uno de los núcleos,
no solo del actual debate dogmático y político-criminal, sino también constitucional”.
[5] Nieto, Alejandro. Derecho Administrativo Sancionador. 4ª edición, Tecnos, Madrid, 2008, p. 152 y
ss. Este autor señala que es una pérdida de tiempo y de esfuerzo discutir si hay o no una diferencia cua-
litativa o cuantitativa, porque (p. 200) “se ha comprendido que un capricho normativo puede en un día
dar o borrar diferencias, aplicar regímenes jurídicos iguales a realidades distintas o regular de manera
variada manifestaciones concretas de un mismo fenómeno”. En nuestra opinión, esto no es algo que
pueda depender únicamente de los antojos del legislador, sino que deben observarse unos determinados
aspectos para brindar una protección administrativa o penal según sea un determinado aspecto de la
sociedad. Sobre esto, volveremos en el punto IV.
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I. Cuestiones preliminares
[6] Ibídem, p. 160. “La literatura alemana ha estado indagando paciente y brillantemente durante casi dos
siglos la naturaleza jurídica de las infracciones administrativas; pero sus admirables resultados (…) se
han derrumbado como un castillo de naipes cuando el Legislador ha tenido el capricho de convertir de
golpe algunas infracciones en delitos, y en otros casos a la inversa”. Esto es lo que ha sucedido con gran
parte de los artículos comprendidos en el Título IX Delitos contra el orden público.
[7] Ibídem, p. 153.
[8] Ibídem, p. 90 y ss. Señala este autor que “la constatación de la existencia de estas dos potestades para-
lelas ha admitido dos interpretaciones muy diferentes: o bien se trata de dos potestades independientes
y con igualdad de rango o bien la judicial es originaria y de ella se deriva la administrativa con rango
complementario y hasta auxiliar”. Continúa diciendo que “[e]n la actualidad la cuestión no se plantea
como una alternativa sino como acciones paralelas con un decidido predominio de la administrativa,
aunque no tanto por razones de confianza política como la eficacia y rapidez. El Estado no dispone de
jueces suficientes, pero sí de bastantes funcionarios administrativos”.
[9] Peñaranda Ramos, Enrique; Suárez gonzález, Carlos y Cancio Meliá, Manuel.
“Consideraciones sobre la teoría de la imputación de Günther Jakobs”. En: Estudios de Derecho Penal.
UAM Ediciones, Madrid, 1997, p. 22. “En correspondencia con la localización de quebrantamiento de
la norma y pena en el plano del significado, no se puede considerar como misión de la pena la evitación
de lesiones de bienes jurídicos. Su misión es más bien la confirmación de la vigencia de la norma. Esa
desvinculación se produce, pues, mediante, la distinción que este autor efectúa entre bien jurídico (ob-
jeto de protección, […], de algunas normas en la concepción de Jakobs) y bien jurídico-penal, que sería
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el aseguramiento de las expectativas normativas esenciales frente a sus defraudaciones o, lo que resulta
igual, la vigencia efectiva de las normas en que esas expectativas se fundamentan”.
De una manera más precisa, García Cavero, Percy. La responsabilidad penal del administrador
de hecho de la empresa: Criterios de imputación. J.M. Bosch, Barcelona, 1999, p. 50, señala que “lo
que se protege formalmente no es la norma penal en sí, sino su contenido normativo: esto es, aquellas
expectativas que gozan de consenso social. No obstante, en un plano material, tampoco se protegen las
expectativas sociales porque sí, sino en tanto son aspectos fundamentales para la convivencia humana
(referencia al individuo)”.
[10] García Cavero, Percy. Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Grijley, Lima, 2008, p. 91.
[11] Díez Ripollés, José. “De la sociedad de riesgo a la seguridad ciudadana: un debate desenfocado”.
En: Libro Homenaje al Prof. Dr. Gonzalo Rodríguez Mourullo. Civitas, Madrid, 2005, pp. 269-270, “en
la sociedad se ha difundido un exagerado sentimiento de inseguridad, que no parece guardar exclusiva
correspondencia con tales riesgos, sino que se ve potenciado por la intensa cobertura mediática de los
sucesos peligrosos o lesivos, por las dificultades con que tropieza el ciudadano medio para comprender
el acelerado cambio tecnológico y acompasar su vida cotidiana a él (…). En suma, todo ese conjunto
de factores activa demandas de intervenciones socio estatales que permitan controlar tales riesgos y
aplacar tales temores, y a eso aplica, entre otros mecanismos sociales, la política criminal”.
[12] Silva Sánchez, Jesús-María. Ob. cit., p. 41.
[13] Ídem.
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[14] García Cavero, Percy. Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Ob. cit., p. 85. “En la medida
que estos comportamientos no lesionan o ponen en peligro el sustrato de un bien jurídico, un sector
crítico de la doctrina considera que el concepto de peligro abstracto no es más que una invención del
legislador para solucionar simbólicamente, y no de manera efectiva, los problemas de criminalidad”.
Sin entrar a cuestionar la legitimidad de esta clase de delitos, hay que preguntarnos por aquello que
debe observar el legislador para que determinada conducta pueda ser considerada como un delito de
peligro.
[15] Rodríguez Montañés, Teresa. Delitos de peligro, dolo e imprudencia. Rubinzal-Culzoni
Editores, Santa Fe, 2004, p. 168. Según afirma, goza de gran aceptación la idea de que los delitos de pe-
ligro “no serían sino ‘tentativas’ o, si se prefiere, formas de imperfecta ejecución de delitos impruden-
tes, castigados excepcionalmente, al ser elevados por el legislador a la categoría de delitos autónomos”.
[16] García Cavero, Percy. Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Ob. cit., p. 314. Este autor
señala que “[s]i se analiza detenidamente los delitos de peligro abstracto, podrá concluirse que no se
tratan, en sentido estricto, de delitos de resultado, sino de delitos que se configuran solamente con la
realización de una conducta en general peligrosa. Mir Puig, Santiago. Derecho Penal. Parte General.
7ª edición, 3ª reimpresión, B de F, Buenos Aires, 2007, p. 233. Afirma que “[s]i el tipo requiere la lesión
del bien jurídico protegido, dará lugar a un delito de lesión, mientras que si se contenta con su puesta
en peligro, constituirá un delito de peligro”. Hurtado Pozo, José. Manual de Derecho Penal.
Parte General. 3ª edición, Grijley, Lima, 2005, p. 775 y ss. “Al configurar los delitos de peligro, la pre-
ocupación no se refiere a lo que ya ha sucedido en cuanto tal (…), sino más bien a lo que podría haberse
producido a consecuencia de esta situación fáctica. (…) El aspecto decisivo del concepto de peligro
radica entonces en la relación entre el suceso (considerado fuentes de riesgos) y el mal futuro que pueda
producirse”. Bacigalupo Zapater, Enrique. Derecho Penal. Parte General. 2ª edición, Editorial
Hammurabi, Buenos Aires, 1999, p. 308, “[e]n estos delitos no solo se debe comprobar la realización de
una acción que supere los límites del peligro permitido. Además se requiere que la acción haya repre-
sentado un peligro para un determinado bien jurídico”. Aquello de límites del peligro permitido, nos
permitirá referirnos más adelante, a la diferencia objetiva que debe existir entre el riesgo que origina
un injusto penal y un riesgo que origina una infracción administrativa.
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condiciones para la lesión del bien jurídico protegido, pero esta no se produ-
ce por razones fortuitas.
Centrando nuestra atención en los delitos de peligro, comprobamos que exis-
te una pretensión de proteger los bienes jurídicos a través del Derecho Penal,
adelantando las barreras de protección, puesto que debido a la complejidad de
las relaciones que tienen lugar dentro de la sociedad muchas veces las conse-
cuencias lesivas no tienen lugar a corto plazo sino mucho después de come-
tida la conducta lesiva, y en tal caso, los delitos de resultado de lesión no son
lo suficientemente satisfactorios para darles solución, presentándose los deli-
tos de peligro como los instrumentos más adecuados[17] para enfrentar tal si-
tuación sin esperar la afectación efectiva y todas las consecuencias negativas
que podrían derivarse.
Así, encontramos delitos de peligro, por ejemplo, en el ámbito rodado[18], la
salud pública[19] y el medio ambiente[20]. Y es que este adelantamiento de la
protección se percibe como “normal” y “necesario” dentro de esta “sociedad
de riesgo”[21], de tal modo que no es imprescindible esperar la producción
de un resultado que lesione efectivamente el bien jurídico-penal protegido
sino que pueden sancionarse penalmente las conductas peligrosas que son
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idóneas para causar una lesión efectiva del bien[22]. Sin embargo, el asunto
está en aclarar cuál es la conducta peligrosa que el sujeto debe realizar para
ser sancionado[23].
Ahora bien, un concepto que debemos revisar, antes de proseguir con nues-
tro análisis, debido a la importancia que tiene en esta clasificación es el con-
cepto de peligro. La doctrina afirma respecto al peligro que “se pone habi-
tualmente en relación con la probabilidad de la lesión de un bien jurídico”[24],
pero “[p]ara poder explicar la peligrosidad en los delitos de peligro abstrac-
to, no debe recurrirse al peligro sobre el bien jurídico como tal, sino a las con-
diciones para disponer despreocupadamente del mismo”[25]. Así, el concepto
de peligro “implica la incapacidad física, psíquica o cognitiva de poder evitar
intencionadamente la producción de un daño cuando se ejecuta un comporta-
miento. De ahí que no se hable de un peligro cuando se está seguro de la pro-
ducción de un daño”[26].
Lo llamativo de esta situación es que nos encontramos frente a conduc-
tas peligrosas en sí mismas, pero permitidas siempre que se respeten cier-
tos límites de riesgo[27]. El peligro, entonces, no es un estado subjetivo sino
aquel factor que puede encontrarse en una sociedad con contactos sociales
complejos.
En este contexto, el legislador busca proteger determinados bienes jurídicos
fundamentales para el desarrollo del individuo en la sociedad, pretendiendo
[22] Rodríguez Montañés, Teresa. Ob. cit., pp. 22-23. “Es cierto que el adelantamiento de la protec-
ción se realizaba ya a través de la punición de la tentativa, pero con la limitación subjetiva derivada
de la exigencia de dolo de lesión, pues tradicionalmente se considera impune la tentativa imprudente”.
Feijoo Sánchez, Bernardo. “Seguridad colectiva y peligro abstracto. Sobre la normativización del
peligro”. En: Libro Homenaje al Prof. Dr. Gonzalo Rodríguez Mourullo. Ob. cit., pp. 307-308, afirma
que “[r]esulta evidente a estas alturas que dejar la protección de bienes jurídicos básicos como la vida o
la salud exclusivamente en manos de los delitos imprudentes de resultado es político-criminalmente in-
satisfactorio”. Silva Sánchez, Jesús-María. Ob. cit., p. 51, “en este marco ideológico general, debe
introducirse seguramente también el incremento de la tipificación de delitos de peligro. En efecto, si de
lo que se trata es de garantizar la seguridad, no puede dejar de advertirse la inconsecuencia preventiva
de los tipos delictivos imprudentes de resultado de lesión”.
[23] Hefendehl, Roland. “¿Debe ocuparse el Derecho Penal de riesgos futuros? Bienes jurídicos colecti-
vos y delitos de peligro abstracto” (trad. Eduardo Salazar Ortuño). En: Revista Electrónica de Ciencia
Penal y Criminología, Nº 04-14 (2002). Disponible en la web: <http://criminet. ugr.es/recpc>.
[24] Kindhäuser, Urs. Ob. cit.
[25] García Cavero, Percy. Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Ob. cit., p. 87.
[26] Kindhäuser, Urs. Ob. cit.
[27] Jakobs, Günther. La imputación objetiva en el Derecho Penal. Editorial Ad-Hoc, Buenos Aires, 1997,
p. 44. “Puesto que una sociedad sin riesgos no es posible y nadie se plantea seriamente a renunciar a la
sociedad, una garantía normativa que entrañe la total ausencia de riesgos no es factible, por el contrario, el
riesgo inherente a la configuración social ha de ser irremediablemente tolerado, como riesgo permitido”.
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penar unas determinadas conductas sin dejar de observar los principios[32] que
informan al Derecho Penal[33].
Finalmente, como afirma el profesor García Cavero, esta aceptación de los de-
litos de peligro no significa dar paso a cualquier configuración, sino que de-
ben respetarse los siguientes requisitos para que su uso resulte legítimo: a) la
conducta prohibida debe estar claramente descrita, b) se debe referir a un bien
jurídico y c) que no vulnere el principio de culpabilidad[34].
[32] Señala Silva Sánchez, Jesús-María. “Retos científicos y retos políticos de la ciencia del Derecho
Penal”. En: Revista de Derecho. Vol. I. Universidad de Piura, 2000, p. 101, “[l]a ciencia del Derecho
Penal contemporánea tiene ante sí, como es sabido, dos retos fundamentales. Por un lado, debe hacer
frente al fenómeno de la internacionalización y uniformización del Derecho Penal. Por otro, ha de
afrontar una legislación y una aplicación judicial del Derecho que tienden al intervencionismo y
a la restricción de no pocas de las garantías político-criminales clásicas” El formato de la letra es
agregado. De hecho, él mismo en, La expansión del Derecho Penal. Ob. cit., pp. 81-121 afirma que “el
Derecho Penal de la globalización económica y de la integración supranacional será un derecho desde
luego crecientemente unificado, pero también menos garantista, en el que se relativizarán las garantías
político-criminales, sustantivas y procesales”. Así también señala que “la combinación de la intro-
ducción de nuevos objetos de protección con la anticipación de las fronteras de la protección penal ha
propiciado una transición rápida del modelo ‘delito de lesión de bienes individuales’ al modelo ‘delito
de peligro (presunto) para bienes supraindividuales’, pasando por todas la modalidades intermedias”.
[33] Ottaviano, Santiago. “Sanción penal, sanción administrativa y ne bis in idem”. En: Derecho Penal
empresario (Dir. Guillermo Yacobucci). Editorial B de F, Buenos Aires, 2010, p. 740. “Los problemas
se agravan cuando se busca establecer si el hecho por el que se pretende imponer una sanción penal es
realmente idéntico al que sirve de base a la persecución en sede administrativa”.
[34] García Cavero, Percy. Lecciones de Derecho Penal, Ob. cit., p. 87.
[35] Jakobs, Günther. Estudios de Derecho Penal. Civitas, Madrid, 1997, p. 195.
[36] Nieto, Alejandro. Ob. cit., p. 304. Señala que el mandato de tipificación es distinto en el Derecho
Administrativo sancionador y en el Derecho Penal.
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Sin embargo, antes de exponer este tema, abordaremos de manera breve las
diferencias cualitativas entre el injusto penal y la infracción administrativa
por ser un punto relevante para llegar a establecer el asunto central del pre-
sente trabajo.
[37] Según Feijoo Sánchez, Bernardo. Normativización del Derecho Penal y realidad social.
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007, p. 317. “Señalar aquello que justifica la opción
por no aplicar una sanción administrativa basada en la infracción de una norma que estadística-
mente y desde una perspectiva general encierra una cierta peligrosidad, sino por recurrir a una
pena que representa la retribución de un injusto de especial gravedad”. El resaltado es mío. También
Kindhäuser, Urs., afirma que “más importante y fundamental […] es la cuestión de la fundamen-
tación del injusto de los delitos de peligro, pues todos los delitos de peligro tienen el elemento negativo
común de que su injusto no consiste en la lesión de un bien jurídico”.
[38] García Cavero, Percy. Derecho Penal económico. Ob. cit., p. 124.
[39] Gómez Tomillo, Manuel y Sanz Rubiales, Íñigo. Derecho Administrativo sancionador. Parte
General. Teoría General y Práctica del Derecho Penal Administrativo. 2ª edición, Aranzadi, Navarra,
2010, p. 71 y ss. Afirma Gómez Tomillo, que la llamada diferencia cualitativa no puede ser de recibo.
Así, por ejemplo, (p. 77) señala que “estimamos que tales peculiaridades en sí mismas son meras con-
tingencias normativas, algunas justificadas político legislativamente y otras no, las cuales en ningún
caso son suficientes para desdibujar la esencial coincidencia en lo que a la naturaleza jurídica respecta”.
En lo que ha nosotros compete, debemos señalar que no termina por convencer su crítica basada sim-
plemente en que aceptar la distinción entre ambos supone consecuencias inasumibles, tales como tener
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unificadora quienes afirman que ambas son manifestaciones del ius punien-
di del Estado, que ambas guardan en común garantías y principios y se distin-
guen solamente al momento de imponer las sanciones, correspondiéndole las
más graves al Derecho Penal. Por otro, los defensores de la teoría diferencia-
dora, señalan que sí existe entre ambas una diferencia cualitativa, asignándo-
le al Derecho Penal la protección de los bienes jurídicos “más importantes”.
También encontramos partidarios de posturas eclécticas[40], quienes afirman
que es la misma distinción cuantitativa la que les lleva a confirmar que existe
una diferencia cualitativa. Finalmente, incluso hay quienes niegan su impor-
tancia diciendo que en nada aporta la discusión sobre su naturaleza porque, al
fin y al cabo, todo es resuelto en las manos del legislador[41].
En la doctrina penal señala Silva Sánchez que las tesis clásicas distinguen
entre ilícito penal e ilícito administrativo, “atribuyendo al primero el carácter
de lesión éticamente reprochable de un bien jurídico, mientras que el segundo
sería un acto de desobediencia ético-valorativamente neutro”[42]. Sin embargo,
con el posterior desarrollo de la doctrina, fue asentándose la idea de la mera
diferenciación cuantitativa entre ambas clases de ilícitos. Así, por ejemplo,
para Roxin “[e]l legislador debe recurrir a la contravención y a la multa
administrativa, en vez de la incriminación y la pena, cuando la perturbación
social pueda anularse con la sanción menos onerosa”[43].
Si bien es cierto la opinión mayoritaria favorece a la teoría de la diferen-
cia cuantitativa[44], sin embargo, señalan algunos de sus partidarios que “más
allá de la cantidad [esta] se transforma en cualidad: así no es planteable cas-
que asumir nuevos principios y garantías para cada uno, porque no tiene en cuenta cuál es el ámbito de
protección de cada una de estas ramas del Derecho Público.
Y además utiliza datos incompletos para rechazar de raíz cualquier distinción posible entre los injustos
porque a partir de la crítica al Derecho Penal de dos velocidades propuesto por Silva Sánchez afirma
que no es posible hacer tal distinción. A pesar de conocer (porque así lo cita) la obra de García
Cavero, Percy. Derecho Penal económico. Ob. cit., p. 107 y ss., (quien también critica los criterios de
distinción del Derecho Penal de dos velocidades propuestos por su maestro, dando una salida alterna-
tiva al asunto), donde este autor expone de manera consistente la diferencia cualitativa entre el injusto
penal y la infracción administrativa. Sin embargo, nada de esto es observado por Gómez Tomillo para
hacer su análisis.
A favor de la diferencia cualitativa entre normas penales y administrativas, Lascuraín
Sánchez, Juan. “Por un Derecho Penal solo penal: Derecho Penal, derecho de medidas de
seguridad y Derecho Administrativo sancionador”. En: Libro Homenaje al Prof. Dr. Gonzalo
Rodríguez Mourullo, Ob. cit., p. 589.
[40] Gómez Tomillo, Manuel y Sanz Rubiales, Íñigo. Ob. cit., p. 71 y ss.
[41] Afirmar que simplemente responden a una diferencia normativa (como lo hace Nieto, Alejandro. Ob.
cit., p. 156 y ss.) sería simplemente quedarse en un plano positivista normativo.
[42] Silva Sánchez, Jesús-María. La expansión del Derecho Penal. Ob. cit., p. 124.
[43] Roxin, Claus. Derecho Penal. Parte General. Civitas, Madrid, 1997, p. 71.
[44] Ibídem, p. 72.
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tigar un asesinato, una toma de rehenes o un atraco a un banco solo con con-
travenciones”. Por ello, García Cavero sostiene que “existen conductas como
el homicidio que nunca podrán aparecer como una infracción administrativa,
pues constituyen en todo momento una lesión a la vigencia de las condicio-
nes esenciales para el desarrollo de la persona”[45]; con esto este autor está afir-
mando que existe una diferencia cualitativa entre ambos injustos.
[45] García Cavero, Percy. Derecho Penal económico, Ob. cit., p. 64 y ss.
[46] García Cavero, Percy. Derecho Penal económico. Parte Especial. Grijley, Lima, 2007, p. 23.
Aunque la sección comentada hace referencia a una parte ya derogada en el Código Penal, el análisis
dogmático es válido: “Esta protección de la competencia limitada al Derecho Administrativo sanciona-
dor solo resulta posible mantener mientras la conciencia colectiva lo considere una mera infracción de
las reglas de juego en el mercado, pues en la medida en que comience a destacarse el efecto nocivo que
estas prácticas producen en el mercado y finalmente en el bienestar de los consumidores, la persecución
puramente administrativa, por más severa que sea, no bastará para satisfacer las demandas sociales de
castigo”.
[47] Silva Sánchez, Jesús-María. La expansión del Derecho Penal. Ob. cit., p. 124.
[48] García Cavero, Percy. Derecho Penal económico, Parte Especial. Ob. cit., p. 729. El resaltado es mío.
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[49] García Cavero, Percy. Derecho Penal económico. Parte General. Ob. cit., p. 124. El mismo. “La
persona jurídica como sujeto penalmente responsable”. En: Derecho Penal empresario (Dir. Guillermo
Yacobucci), Editorial B de F, Montevideo, 2010, p. 70. “No es lo mismo pasar un semáforo en rojo que
ser responsable de un delito contra la seguridad en el tráfico”.
[50] Corcoy Bidasolo, Mirentxu. Delitos de peligro y protección de bienes jurídico-penales suprain-
dividuales. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, pp. 194-195.
[51] Feijoo Sánchez, Bernardo. Normativización del Derecho Penal y realidad social. Ob. cit., p. 327.
[52] García Cavero, Percy. Derecho Penal económico. Parte General. Ob. cit., p. 68.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
como única finalidad que estos sectores no colapsen[53], por esto no importa en
modo alguno que se cree una situación de riesgo, por muy real o amenazante
que esta resulte, sino que se dé la infracción tipificada en la norma[54].
La discusión la enfocaremos en los delitos de peligro, debido a que al llevar
a cabo una protección anterior a la lesión se podrían llegar a penalizar ciertas
conductas que merecen simplemente una protección administrativa, pero que
al no haber criterios claros para englobar las conductas como infracciones ad-
ministrativas o delitos de peligro, sumada a la sensación de seguridad en la so-
ciedad que provoca la intervención del Derecho Penal, el legislador arbitraria-
mente tipifica como delito cualquier conducta[55].
Hemos ya resaltado que no cuestionamos la legitimidad de estos delitos y que
por el contrario consideramos que son necesarios puesto que responde a las
necesidades sociales que se han ido e irán originándose en el actuar de la so-
ciedad. En este sentido, afirma Roxin que “[l]a concepción del bien jurídi-
co (…) no es estática, sino que dentro del marco de las finalidades constitu-
cionales está abierta al cambio social y a los progresos del conocimiento
científico”[56], así entonces puede entenderse la necesidad de sancionar con-
ductas que son apropiadas para lesionar un bien jurídico; sin embargo, el de-
talle estará en determinar quién debe intervenir para sancionar: ¿el Derecho
Administrativo sancionador o el Derecho Penal?
Respecto a aquello, “[e]s evidente que la decisión de qué comportamientos
merecerán una sanción penal y cuáles merecerán una sanción administrativa
solo puede estar, en un Estado social y democrático de Derecho, en manos del
legislador. Pero no [hay que] olvidar que la privación de libertad que supo-
ne la pena de prisión es una sanción de tal gravedad que debe imponerse solo
cuando la utilización de otras medidas no sea eficaz y el fin preventivo sea es-
pecialmente relevante”[57]. Por tales razones, a continuación iremos exponien-
do una serie de criterios que los doctrinarios han ido esbozando para funda-
mentar la tipificación de conductas como delitos de peligro.
[53] Ídem.
[54] Esteve Pardo, José. Técnica, riesgo y Derecho. Ariel, Barcelona, 1999, p. 79.
[55] Como por ejemplo la conducta tipificada en el artículo 243-C CP: “El que organiza, conduce o explota
juegos de casino y máquinas tragamonedas, sin haber cumplido con los requisitos que exigen las leyes
y sus reglamentos para su explotación, será reprimido con pena privativa de la libertad no menor de uno
ni mayor de cuatro años, con trescientos sesenta y cinco días multa e inhabilitación para ejercer dicha
actividad, de conformidad con el inciso 4) del artículo 36 del Código Penal”.
[56] Roxin, Claus. Derecho. Ob. cit., p. 57 y ss.
[57] Miró Llinares, Fernando. “El ‘moderno’ Derecho Penal vial y la penalización de la conducta sin
permiso”. En: InDret Revista para el análisis del Derecho. Disponible en la web: <http://www.indret.
com/pdf/649.pdf>.
22
Ronald VÍLCHEZ CHINCHAYÁN
2.1. La estadística
Feijoo Sánchez en reiteradas ocasiones menciona que “la peligrosidad esta-
dística representa una fundamentación suficiente para crear normas que des-
valoren ese tipo de conductas, pero no para fundamentar la intervención del
Derecho Penal mediante penas frente a un ciudadano concreto”[58]. De igual
manera Hefendehl afirma que “[e]ncontrar normas para el futuro [y] actuar
con miras a lo que puede acontecer, sería, según determinados pronósticos,
más acertado que querer reaccionar a posteriori ante errores, omisiones o ca-
tástrofes del presente”[59].
Según esta propuesta, debemos observar aquellos peligros que continuamente
son idóneos para ocasionar la lesión “justificando” su calificación de “al me-
nos”, delitos de peligro abstracto. Sin embargo, no nos queda claro si este pe-
ligro estadístico puede llegar a legitimar la entrada del Derecho Penal, pues no
hay que olvidar que esta rama del Derecho Público busca la reestabilización
de las expectativas normativas defraudadas. Esto nos lleva a reafirmar la idea
de que no puede penalizarse cualquier tipo de peligro, sino solo el peligro nor-
mativo. Por esto hacíamos hincapié en aquello de que el legislador debe esta-
blecer unas máximas generales aplicables para todos, independientemente de
las valoraciones individuales.
Respecto, entonces, a aquello que deja de ser meramente un peligro estadísti-
co (y por tanto asumido y controlado por el Derecho Administrativo sanciona-
dor) para ser un peligro normativo, lo será debido a “la importancia del bien
puesto en peligro y la especial relevancia lesiva de la forma de ataque al mis-
mo, en [donde] ciertos ámbitos [de] la naturaleza de la actividad y la expe-
riencia acumulada han permitido ‘tipificar’ la norma de cuidado con suficien-
te precisión, [y] hac[en] posible la punición de esa conducta peligrosa sin re-
sultado, sin menos cabo de la seguridad jurídica”[60].
En consecuencia, podemos hablar de un peligro que puede ser idóneo para le-
sionar un bien jurídico penalmente protegido, pero debemos observar que este
sea un peligro normativo y que afecte las estructuras básicas y esenciales para
el funcionamiento de la propia sociedad; si esto no es observado no podrían
ser legítimas las tipificaciones como delitos de peligro (abstracto o concreto)
de aquellas conductas peligrosas.
[58] Feijoo Sánchez, Bernardo. Normativización del Derecho Penal y realidad social. Ob. cit., p. 328.
[59] Hefendehl, Roland. Ob. cit. El resaltado es agregado.
[60] Rodríguez Montañés, Teresa. Ob. cit., p. 23.
23
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
2.2 La seguridad
Resulta interesante la apreciación realizada por Kindhäuser sobre los delitos
de peligro, pues rechaza que sean un adelantamiento de las barreras de protec-
ción y afirma que tienen un contenido propio: la pérdida de seguridad.
Así, el mencionado autor sostiene que: “[M]ientras que el delito de lesión ca-
racterístico tiene por objeto un conflicto individual, las intervenciones en los
ámbitos de seguridad afectan a los intereses de una pluralidad de seres huma-
nos, con la consecuencia de que, pese a que la carga para el individuo sea so-
lamente pequeña, esa intervención se puede convertir cumulativamente en un
injusto importante”[61]. Y luego de haber hecho hincapié en algunos delitos
donde afirma que es necesaria la aplicación de los delitos de peligro, concluye
que “los delitos de lesión son insuficientes, puesto que cada uno de estos ám-
bitos de la vida solamente puede funcionar cuando se cumplen estándares de
seguridad. Si estas normas han de ser asignadas al Derecho Penal criminal o
al Derecho de las infracciones administrativas depende de su valor para el li-
bre desarrollo del individuo”[62].
Feijoo Sánchez, por otro lado, señala que “[n]o se trata simplemente de tema-
tizar la seguridad como bien jurídico y objeto de tutela, sino de tematizar el
comportamiento que genera inseguridad como injusto penal o como hecho ju-
rídico penalmente imputable”[63].
En nuestra opinión, no nos parece convincente este criterio y más bien pare-
ce ser una derivación del criterio anterior, con la particularidad que centra su
atención especialmente en la seguridad “de los ámbitos que afectan a los in-
tereses de una pluralidad de personas”, lo que nos podría llevar a suponer que
hace ya una depuración de otros bienes jurídicos que no son esenciales y por
tanto no tienen la entidad suficiente para ser protegidos por el Derecho Penal.
24
Ronald VÍLCHEZ CHINCHAYÁN
a incluir como delito conductas que no exigían la prueba de una cercanía del riesgo para la salud de
alguna persona”.
[65] Ídem.
[66] HEFENDEHL, Roland. Ob. cit.
[67] Rodríguez Montañés, Teresa. Ob. cit., p. 381.
25
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[68] Silva Sánchez, Jesús-María. La expansión del Derecho Penal. Ob. cit., p. 130.
26
Ronald VÍLCHEZ CHINCHAYÁN
Conclusiones
Con base en las ideas plasmadas en este trabajo podemos concluir que:
1. En nuestro ordenamiento jurídico, las sanciones a ciertas conduc-
tas son establecidas según el Derecho Penal o el Derecho Adminis-
trativo. Sin embargo, no debe perderse de vista que la legitimación
para dar cabida a cada una de estas ramas del Derecho Público es
distinta.
2. A través del Derecho Penal se busca asegurar el respeto de los va-
lores límite para los riesgos socialmente tolerados, sancionando las
conductas no solo cuando han lesionado efectivamente los bienes
jurídicos protegidos, sino también cuando son potencialmente lesi-
vas; adelantándose así las barreras de protección en el ordenamiento
jurídico.
3. El Derecho Administrativo sancionador busca mantener el funciona-
miento de aspectos que simplemente dan un orden a sectores regula-
dos del sistema social o de cuestiones accesorias al sistema.
4. Esta situación no está clara para el legislador penal que en su afán de
combatir determinadas conductas termina por adelantar las barreras
de protección a tales niveles, recurriendo a los delitos de peligro.
5. El problema es que termina tipificando como tales delitos de peligro,
conductas que no guardan una entidad suficiente para ser abordadas
por el Derecho Penal. Sin embargo, la impresión que causa en la po-
blación termina por calmar el clamor general de seguridad y por “le-
gitimar de modo suficiente” la entrada del Derecho Penal.
6. Doctrinalmente pueden establecerse algunos criterios que permitan
diferenciar el injusto penal de la infracción administrativa: la estadís-
tica, la seguridad, la salud general, el interés colectivo.
Bibliografía
27
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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Ronald VÍLCHEZ CHINCHAYÁN
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29
Criminalidad empresarial ad extra
e imputación penal de empresa
Introducción
a) Globalización económica
El tema de la globalización en la sociedad no es sencillo. Implica demasiado
porque lo involucra todo. Sin embargo, solo me avocaré a describir somera-
mente su incidencia en el campo económico.
Es sabido que el fenómeno de la globalización ha abierto toda frontera económi-
ca regional (Estados nacionales). Las aperturas de tales fronteras han impues-
to en el mundo un sistema de libre mercado, esto es, sistemas económicos no
regulados (libres) o tan solo enmarcados[1]. Son los participantes en la econo-
mía los que toman las decisiones en forma particular.
[*] Profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Nacional de Trujillo (UNT) y de la Universidad
San Pedro de Chimbote (Filial Trujillo-2011). Profesor visitante en la Maestría de Derecho Penal de
la Universidad San Pedro (Chimbote). Maestro en Derecho Penal y Ciencias Criminológicas por la
Universidad Nacional de Trujillo.
[1] El sistema económico enmarcado es una forma mixta entre economía libre y planificada. Como la de
los países de la Unión Europea y de América Latina. No obstante, los modelos económicos de estos
países pueden ser calificados como un sistema de mercado. Vide BOTTKE, Wilfried. “Mercado, cri-
minalidad organizada y blanqueo de dinero en Alemania”. En: Revista Penal. Nº 2. Praxis, Barcelona,
1998, p. 2. Esta forma de economía considera “necesaria la intervención de Estado para, en primer
lugar, impedir los abusos en el terreno económico por parte de particulares, pero también, y funda-
mentalmente, para fomentar una justa distribución de la riqueza. En este sentido, no se habló ya de
un sistema económico autorregulado por leyes naturales, sino de una economía social de mercado
(soziale marktwirtschaft) cuyas bases se asentaban sobre el libre mercado, pero con la necesidad de
31
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
una participación activa del Estado mediante prestaciones esenciales”. Cfr. GARCÍA CAVERO, Percy.
Derecho Penal económico. Parte General. Tomo I, 2a ed., Grijley, Lima, 2007, p. 11.
[2] Vide BOTTKE, Wilfried. “Criminalidad económica y derecho criminal económico en la República
Federal de Alemania”. En: Revista Penal. Nº 4. Praxis, Barcelona, 1999, p. 21.
[3] Vide LUHMANN, Niklas. La sociedad de la sociedad. Trad. Javier Torres Nafarrate. Herder, México
D.F., 2007, p. 126.
[4] Ibídem, pp. 640-641.
[5] Ibídem, p. 602.
[6] En este sentido, Vide BOTTKE, Wilfried. “Criminalidad económica y derecho criminal económico en
la República Federal de Alemania”. Ob. cit., p. 22.
32
Estuardo Leonides MONTERO CRUZ
[7] Cfr. ZÚÑIGA RODRÍGUEZ, Laura. “Criminalidad organizada, Unión Europea y sanciones a empresas”.
En: José, Hurtado Pozo (Coord.), Derecho Penal. Artículos. Universidad de Fribourg, 2008, p. 2.
[8] Vide BOTTKE, Wilfried. “Mercado, criminalidad organizada y blanqueo de dinero en Alemania”.
Ob. cit., p. 2.
[9] Vide GARCÍA CAVERO, Percy. La persona jurídica en el Derecho Penal. Grijley. Lima, 2008, p. 17.
[10] Cfr. SILVA SÁNCHEZ, Jesús M. La expansión del Derecho Penal. Aspectos de la política criminal en
las sociedades posindustriales. 2a ed. B de F, Montevideo, 2006, p. 89.
[11] Cfr. GARCÍA CAVERO, Percy. Derecho Penal Económico. Parte General. Ob. cit., p. 651.
33
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[12] Vide FOFFANI, Luigi. “Criminalidad organizada y criminalidad económica”. En: Revista Penal. Nº 7,
Praxis, Barcelona, 2001, p. 56.
[13] La expresión “organized crime”, a decir de Zaffaroni “es oriunda de los Estados Unidos; tiene su pla-
taforma de arranque en la preocupación de los criminólogos por explicar los fenómenos delictivos con
pluralidad de agentes y el grado de dañosidad social, pero los caminos usados han sido tan diversos,
que resulta imposible en la actualidad hallar una concepción homogénea que abarque los diferentes
compartimientos colectivos”. Citado por URTECHO BENITES, Santos Eugenio. Criminalidad de la
empresa: Responsabilidad penal de los administradores fácticos y apoderados. Fundamentos jurí-
dicos. Forum, Trujillo, 2006, p. 34 (al artículo de ZAFFARONI, Eugenio Raúl. El crimen organiza-
do: una categoría frustrada. Cuaderno del Departamento de Derecho Penal y Criminología. Libro
Homenaje a Ricardo Núñez. Número 1, Nueva Serie, Córdova, 1995, p. 251 y ss.).
[14] Vide BOTTKE. “Mercado, criminalidad organizada y blanqueo de dinero en Alemania”. Ob. cit., p. 2.
34
Estuardo Leonides MONTERO CRUZ
que preexisten a (y prescinden de) la influencia que ejercen sobre las activi-
dades económicas”[15].
Por otro lado, no debe ignorarse también que la criminalidad económica con-
forma un campo de acción totalmente distinto: abarca formas de criminalidad
en la economía y criminalidad contra la economía. Y formas de criminalidad
empresarial (se entiende que la criminalidad empresarial es siempre econó-
mica) que pueden ser: criminalidad en la empresa y criminalidad de empresa.
1. La criminalidad de empresa
La criminalidad empresarial constituye el objeto de estudio de la dogmática
del Derecho Penal económico. El estudio del fenómeno de la criminalidad em-
presarial es muy amplio; abarca comportamientos dirigidos contra bienes ju-
rídicos de la propia empresa (criminalidad en la empresa), esto es, la crimina-
lidad hacia adentro, centrípeta o ad intra (Betriebskriminalität); como delitos
contra bienes jurídicos de terceros (criminalidad de empresa.), esto es, la cri-
minalidad hacia afuera, centrífuga o ad extra (Unternehmenskriminalität)[16].
35
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
por ejemplo, las sociedades pantallas: donde la empresa existe solo para lavar
de dinero o para favorecer la entrada o salida de droga en el país.
Aunque en estas últimas parece no haber problema, puesto que se entiende que
la empresa es instrumento de sus miembros para fines delictivos. Por lo que
en todo caso, sería sencillo resolver esta cuestión con la doctrina del levanta-
miento del velo. Sin embargo, el problema de la doctrina se presenta respecto
la primera situación, cuando se trata de grandes empresas de estructura com-
pleja. Donde parece ser, tal como afirma Feijoo, que los papeles se invierten y,
es la empresa la que “instrumentaliza a sus miembros”[17], no suponiendo ma-
terialmente estos más que piezas que cumplen funciones para la empresa sus-
ceptibles de ser sustituidas en cualquier momento por otras personas que cum-
plan las mismas labores (carácter fungible de los integrantes de la empresa)[18].
[17] Vide FEIJOO SÁNCHEZ, Bernardo. “Sobre el fundamento de las sanciones penales para personas
jurídicas y empresas en el Derecho Penal español y el Derecho Penal peruano”. En: Urquizo Olaechea
(Dir.). Revista Peruana de Ciencias Penales. Nº 15. Grijley, Lima, 2004, p. 261.
[18] El carácter fungible de los integrantes de la empresa, es tanto de las personas situadas en los escalafo-
nes inferiores como los de la cúspide de la jerarquía empresarial. Vide GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos.
“¿Responsabilidad penal de los directivos de empresa en virtud de su dominio de la organización?
Algunas consideraciones críticas”. En: Cuadernos de Política Criminal. Nº 88. Madrid, 2006, p. 134.
[19] Vide ZUGALDÍA ESPINAR, José Miguel. “La admisión de la responsabilidad penal de las personas
jurídicas”. En: Luis M. Reyna Alfaro (Coord.). Nuevas tendencias del Derecho Penal Económico y de
la empresa. ARA, Lima, 2005, p. 446.
36
Estuardo Leonides MONTERO CRUZ
[20] Vide DANNECKER, Gerhard. “Reflexiones sobre la responsabilidad penal de las personas jurídicas”.
En: Revista Penal. Nº 7, La Ley, Salamanca, 2001, p. 41.
[21] Ídem.
[22] Cfr. TIEDEMANN, Klaus. “Nuevas tendencias en la responsabilidad penal de personas jurídicas”.
En: Ávalos Rodríguez y Quispe Villanueva (Coord.). Dogmática penal del tercer milenio. ARA, Lima,
2008, p. 417.
37
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
38
Estuardo Leonides MONTERO CRUZ
[26] Según Kellens, se le ha acusado a Sutherland no haber sido suficientemente experimental en el terreno
de la delincuencia económica. Citado por BAJO FERNÁNDEZ, Miguel. “La delincuencia económi-
ca…”. Ob. cit., p. 32.
[27] A pesar de que en adelante, por razones metodológicas (esto es, para no alterar los conceptos que
literalmente fueron escritos así por sus autores), siga utilizando el concepto de persona jurídica para
referirse a las organizaciones, estimo que lo apropiado es la utilización del concepto persona no-física
para referirse a la misma referencia. Si bien es cierto que hay un acuerdo casi unánime en la doctrina,
de que el término de persona jurídica se reserva para hacer referencia a las organizaciones; por lo que
parece ser una idea bastante aceptada por la doctrina. Desde mi punto de vista, esa posición es impre-
cisa. Esto, por el adjetivo que lo acompaña: jurídica.
Cuando el concepto de persona ingresa al campo del Derecho, este es juridificado. Es decir, es bañado
de ese tejido normativo. De ahí que se adjetive de jurídico. Así, tanto el hombre como las organizacio-
nes, son personas jurídicas. Son actores del Derecho.
Aunque es sabido por nosotros que la realidad es establecida arbitrariamente por los hombres y, aunque hay un
acuerdo consuetudinario en nombrar a ciertas cosas con determinados símbolos (lenguaje), sin embargo, nadie
está constreñido, ni por razones lógicas, ni por factores empíricos a seguir los usos vigentes, pudiendo elegir
cualquier símbolo para hacer referencia a cualquier clase de cosas y pudiendo formar las clases de cosas que
le resulten convenientes. Vide NINO, Carlos Santiago. Introducción al análisis del Derecho. Astrea, Buenos
Aires, pp. 12-13. En efecto, el problema filosófico que enfrenta este y otros conceptos, como diría Wittgenstein,
“descansa en la incomprensión de nuestro lenguaje”. En este sentido Vide en el prólogo de WITTGENSTEIN,
Ludwig. Tractatus lógico-philosophicus. Tomo I. Gredos, Madrid, 2009, p. 5. Así, un problema en todo caso
entre el signo, significante y significado. En este sentido, y partiendo entonces de los postulados de la filosofía
analítica, me aparto de lo posición de la doctrina mayoritaria. Aunque utilizo el mismo signo (los símbolos de
“persona jurídica”), el significado que le he dado a dicho concepto, es consecuencia de que mi realidad signifi-
cante es más extensa porque abarca al hombre y a las organizaciones que actúan en el Derecho.
En efecto, considero que si hay que hacer una clasificación de personas en el Derecho, esta debe ser: la
de persona física (porque lo “físico” como adjetivo califica la referencia de empírica: al humano como
ser de carne y hueso) para referirse al ser humano que actúa en Derecho, y de la personas no-físicas
(porque precisamente lo “no-físico” como adjetivo, califica a la referencia sin realidad empírica pero
existente) para referirse a las organizaciones que también actúan en Derecho.
[28] La vieja discusión sobre la esencia de la persona jurídica es uno de los problemas filosóficos que fue
abordada precisamente por la filosofía trascendental. Es decir, si existe, detrás de la persona jurídica,
al igual como con las persona físicas, una entidad metajurídica que el Derecho encuentra y a la que
39
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
solo otorga personalidad jurídica. Vide RADBRUCH, Gustav. “Filosofía del Derecho”. En: Revista de
Derecho Privado. Madrid, 1959, p. 171.
[29] ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Derecho Penal económico. Consideraciones jurídicas y económicas.
Idemsa, Lima, 1997, p. 156.
[30] Sin embargo, tal como afirma García Cavero, “la posición doctrinal que finalmente se impuso en esta
etapa de la historia de las ideas dogmáticas fue aquella que negaba la responsabilidad penal de los entes
colectivos, sintetizándose su conclusión central en el extendido aforismo de societas delinquere non
potest.” Vide GARCÍA CAVERO, Percy. La persona jurídica en el Derecho Penal. Ob. cit., p. 17. La
crítica que se impuso fue que “las únicas personas que existen en el mundo real son las personas físicas
y no las personas jurídicas”. Cfr. GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “La incidencia de la autorregulación
en el debate legislativo y doctrinal actual sobre la responsabilidad penal de las personas jurídicas”. En:
Martín Arroyo Jiménez y Nieto (Dir.). Autorregulación y sanciones. Lex Nova, Madrid, 2008, p. 279.
[31] Cfr. WELZEL, Hans. Derecho Penal. Parte General. Depalma, Buenos Aires, 1956, p. 39.
[32] Vide JESCHECK, Hans - Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Vol. I. Trad. S. Mir Puig
y F. Muñoz Conde. Bosch, Barcelona, 1981, p. 300.
[33] Cfr. CUADRADO RUIZ, Ángeles. “La responsabilidad penal de las personas jurídicas. Un paso hacia
delante… ¿Un paso hacia atrás?”. En: Revista Jurídica de Castilla y León. Nº 12. Consejería de presi-
dencia y administración territorial, Valladolid, 2007, p. 133.
40
Estuardo Leonides MONTERO CRUZ
Argumentos modernos
Para otro sector de la doctrina, las personas jurídicas, en tanto se les consi-
dere como entes reales, también pueden actuar. Según opinan, el concepto
jurídico-penal de acción es un concepto formulado normativamente[34], y
como tal no se resuelve en una valoración prejurídica, naturalística u onto-
lógica. Lo que importa es que la persona jurídica pueda infringir sus deberes
(aspecto normativo de un deber).
En este sentido, dice Polaino Navarrete, debe reconocerse en la persona ju-
rídica la perfecta idoneidad de acción. Por ejemplo, una empresa, “si bien es
cierto no puede cometer determinados delitos (matar, lesionar a alguien, agre-
dir sexualmente, etc.), (...) sí puede cometer [otros] (estafas, falsificaciones
documentales, etc.). La imposibilidad fáctica de realizar determinados deli-
tos (¡tampoco un paralítico puede matar a alguien de una patada y no por ello
se niega su capacidad de acción penal!) no obsta de ninguna manera para que
pueda –¡y aun deba!– reconocerse la capacidad jurídica de la empresa para
realizar acciones con relevancia penal”[35].
Por otra parte, suele decirse, que si a la persona jurídica se le reconoce capa-
cidad para ser sujeto pasivo de delitos[36], por qué no pensar que también pue-
de ser sujeto activo de delitos.
[34] Cfr. JAKOBS, Günther. Derecho Penal - Parte General. Fundamentos y teoría de la imputación. Trad.
Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano Gonzáles de Murillo. 2da. ed. corregida. Marcial Pons/
Ediciones Jurídicas, Madrid, 1997, pp. 182-183.
[35] Vide POLAINO NAVARRETE, Miguel. “Acción, omisión y sujetos en la teoría del delito. De la po-
sición de garante a la responsabilidad penal de las personas jurídicas”. En: Colección Estudios de
Derecho Penal de la Universidad de Huánuco. Serie Minor, Grijley, Lima, 2009, p. 111.
[36] La propia legislación penal les reconoce capacidad para ser sujetos pasivos de delitos (p.e. del delito de
desprestigio comercial del artículo 240 del CP peruano). Vide ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Ob. cit.,
p. 156.
41
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[37] Citado por MONCAYO, Néstor. Delitos cambiarios y responsabilidad penal de las personas jurídicas.
Depalma, Buenos Aires, 1985, pp. 43 y 44.
42
Estuardo Leonides MONTERO CRUZ
toda la organización’”[38]. Mientras que para Willke, “el núcleo del conoci-
miento colectivo es la observación de que el contenido de este conocimiento
no está caracterizado por las partículas de conocimiento individuales que se
encuentran en las cabezas de las personas (…), sino por las relaciones y los
modelos de vinculación entre estos elementos de conocimiento. Las vincula-
ciones mismas constituyen el conocimiento independiente, colectivo o sisté-
mico, de la organización”[39].
Argumento tradicional
Se argumenta que la persona jurídica no es pasible del juicio de reproche
que se hace al autor del delito; puesto que ella, carece, de poder desaprobar
ético-socialmente[40] su comportamiento, contenida en una norma jurídica[41].
De esta manera, la persona jurídica no podría ser sancionada precisamente
porque carecería de culpabilidad[42].
Argumentos modernos
Tal dificultad dogmática, ha llevado a algunos a ofrecer modelos de respon-
sabilidad penal de personas jurídicas ausentes del concepto de culpabilidad.
Sin embargo, se le critica a esta posición que con la renuncia a la culpabili-
dad no se hace más que retroceder a los avances hasta ahora encontrados en
la ciencia penal.
En contra de amabas concepciones, se replica que el concepto de jurídico-penal
de culpabilidad es un concepto sui géneris y normativo (que no puede seguir
formulado tradicionalmente en un concepto subjetivo o psicologizado)[43]. Y
que como tal, podría formularse un concepto de culpabilidad de persona jurí-
dica. En este sentido se encuentra formulada la tesis del profesor Gómez-Jara
Díez, que más adelante abordaremos detenidamente.
[38] Véase más detalle en GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “El modelo constructivista de autorresponsabili-
dad penal empresarial”. En: Gómez-Jara Díez (Edit). Modelos de autorresponsabilidad penal empre-
sarial. Propuestas globales contemporáneas. Arazandi, Navarra, p. 141.
[39] Ibídem, p. 142.
[40] Vide JESCHECK, Hans-Heinrich. Ob. cit., p. 300.
[41] En contra DANNECKER, Gerhard. Ob. cit., p. 45 y ss.
[42] Vide BERAÚN SÁNCHEZ, David. “El problema de la responsabilidad penal de las personas jurídi-
cas”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 119, Gaceta, Lima, 2003, p. 19.
[43] Vide POLAINO NAVARRETE. Ob. cit., p. 112.
43
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[44] Sin embargo, tal como afirma García Cavero, “la posición doctrinal que finalmente se impuso en esta
etapa de la historia de las ideas dogmáticas fue aquella que negaba la responsabilidad penal de los entes
colectivos, sintetizándose su conclusión central en el extendido aforismo de societas delinquere non
potest.” Vide GARCÍA CAVERO, Percy. La persona jurídica en el Derecho Penal. Ob.cit., p. 17. La
crítica que se impuso fue que “las únicas personas que existen en el mundo real son las personas físicas
y no las personas jurídicas. Cfr. GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. La incidencia de la autorregulación…
Ob. cit., p. 279.
[45] Vide ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Derecho Penal Económico, pp. 156-157.
44
Estuardo Leonides MONTERO CRUZ
45
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[48] De esta manera, por ejemplo, el contexto que presentan los diversos ordenamientos jurídicos europeos des-
de el punto de vista de la clase de sanciones que pueden imponerse a las personas jurídicas es un dilema. En
este sentido, la situación puede describirse en tres grandes bloques: los ordenamientos jurídicos que prevén
sanciones propias de un Derecho Penal nuclear, como lo es la pena de multa (Inglaterra, Irlanda, Países
Bajos, Noruega, Islandia, Francia, Finlandia, Dinamarca, Eslovenia, Bélgica y Suiza), los países que optan
por sanciones administrativas (Alemania y Portugal) y finalmente, los países que optan por sanciones
–cuya naturaleza discutida– en todo caso no pertenecen al Derecho Penal nuclear y que son las llamadas:
consecuencias accesorias sui géneris (Suecia, España) y las llamadas sanciones quasi-penales (Polinia e
Italia). Estás últimas consisten en sanciones pecuniarias de carácter jurídico-público, que no siguiendo
los principios de la responsabilidad policial, es un juez penal el que impone la sanción. Vide HEINE,
Günter. “La responsabilidad colectiva: una tarea pendiente a la luz de la reciente evolución europea”. En:
Carlos Gómez-Jara Díez (Editor). Modelos de autorresponsabilidad penal empresarial. Propuestas globa-
les contemporáneas. Arazandi, Navarra, 2006, pp. 166-167. En los países de América Latina a excepción
de Chile, los ordenamientos jurídico-penales han seguido el modelo de las consecuencias accesorias. En
Chile recientemente con la Ley Nro. 20.393 (2.XII.2009) se ha establecido un régimen de responsabilidad
–directa– de las personas jurídicas que su misma ley llama “penal”. Vide VAN WEEZEL, Alex. “Contra
la responsabilidad penal de las personas jurídicas”. En: Política Criminal. Vol. 5, Nº 9, Artículo 3. Centro
de Estudios de Derecho Penal de la Universidad de Talca, Santiago de Chile, 2010, p. 115.
En el Perú, en cambio, el legislador no ha aceptado expresamente la responsabilidad (directa) pe-
nal de las personas jurídicas, pero utiliza sanciones que denomina “consecuencias accesorias”; que
a decir de alguno de nuestros doctrinarios, son verdaderas penas. En este sentido Vide PRADO
SALDARRIAGA, Víctor Roberto. “Las consecuencias jurídicas del delito: las consecuencias acceso-
rias”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 82-B, Gaceta, Lima, 2000, pp. 26-28. Por otra parte, la doctrina
nacional minoritaria ha expuesto muchos argumentos a favor de un nuevo modelo de responsabilidad
penal de las personas jurídicas, aunque muchos de sus planteamientos carecen de un respaldo legal.
Vide ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Ob. cit., p. 162.; así también, HURTADO POZO, José. “Personas
jurídicas y responsabilidad penal”. En: Anuario Derecho Penal. PUCP, Lima, 1996, pp. 155-158. Sin
embargo, como refiere García Cavero, eso no niega viabilidad en la actual situación del sistema penal
peruano, pues la afirmación de que la capacidad de culpabilidad está negada de lex lata a las perso-
nas jurídicas tiene una validez discutible: “no el Código Penal, ni leyes penales especiales rechazan
expresamente la responsabilidad penal de las personas jurídicas. En este sentido, parece ser que la
imposibilidad de aplicar sanciones a las personas jurídicas constituye más de un determinado modo
de interpretación judicial que una prohibición legislativa. Incluso el artículo 27 del Código Penal que
regula la figura del actuar en lugar de otro, no niega una responsabilidad de las personas jurídicas, sino
que afirma simplemente la responsabilidad de sus órganos o representantes en el caso de ciertos delitos
especiales. No cabe duda que para hacer viable una responsabilidad de la persona jurídica se requiere
de una legislación penal más orientada a la persona jurídica (sobre todo en el tema de las sanciones),
pero también hay que admitir que muchas veces es la práctica judicial la que impulsa precisamente la
reforma legislativa requerida”. Cfr. GARCÍA CAVERO. Derecho Penal Económico. Parte General.
Ob. cit., pp. 661-662.
A todo esto, los problemas para la dogmática respecto de este fenómeno, se ha planteado en determinar
si tales efectos son penas, medidas de seguridad o sanciones administrativas. Cada una de estas opcio-
nes –como dijera Bajo– tiene su costo correspondiente. Vide BAJO FERNÁNDEZ, Miguel. “De nuevo
sobre la responsabilidad penal de las personas jurídicas”. En: ADPCP. Fasc. II y III. Tomo XXXIV,
Madrid, 1981, p. 373.
46
Estuardo Leonides MONTERO CRUZ
[49] El problema está bastante dividido en la doctrina. Así, por un lado, algunos consideran que el prin-
cipio romanista está a salvo. Toda vez que niegan el carácter de penas a dichas sanciones. En tal
sentido, consideran que el sistema de imputación penal es exclusivo para la persona física. Solo esta
(y no otra) es susceptible de ser penada. En este sentido, Vide GRACIA MARTÍN, Luis. Estudios
de Derecho Penal. Idemsa, Lima, 2004, p. 898 y ss.; también en JESCHECK, Hans-Heinrich. Ob.
cit., p. 300.; asimismo en RUIZ VADILLO, Enrique. “La persona jurídica y el Derecho Penal”. En:
ADPCP. Fasc. II y III. Tomo XXXIV. Madrid, 1981, p. 789 y ss. Por otra parte, está el otro sector de
la doctrina, que considera que la vieja fórmula romanista afronta una crisis en su vigencia. Según
se afirma aquí, el sistema de imputación de responsabilidad de persona física (clásico paradigma)
es insuficiente en una sociedad moderna por razones vinculadas a la proliferación de sociedades
mercantiles relacionadas con la nueva criminalidad económica empresarial. De esta manera, se ha-
ría necesaria una respuesta dogmática de un sistema de imputación penal de empresa, pues guar-
daría correspondencia con el actual fenómeno de la colectivización de la vida, y serviría para com-
batir algunos excesos de la globalización económica. Vide TIEDEMANN, Klaus. Ob. cit., p. 417;
ZUGALDÍA ESPINAR, José Miguel. Ob. cit., p. 446. Finalmente está el otro sector de la doctrina, que
asegura que tal principio ha quedado derogado pragmáticamente, sin dar cuenta.
[50] Cfr. ROBLES PLANAS, Ricardo. “¿Delitos de personas jurídicas?”. En: InDret. Revista para el análi-
sis del Derecho. Nº 344. UPF, Barcelona, 2006, p. 3.
[51] Cfr. HURTADO POZO, José. “Personas jurídicas y responsabilidad penal”. Ob. cit., pp. 143-144.
Según están orientadas las nuevas discusiones, dice Hurtado, ya no puede pretextarse afirmándose que,
de una parte, no existe dogmática penal en los países del sistema romano-germano que pueda fundar
contenidos de una responsabilidad penal de las personas jurídicas o que no está suficientemente desa-
rrollada. Tampoco que solo sean avances de criterios puramente pragmáticos a costa de los principios
dogmáticos.
47
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
lógica parece contraria a las reglas de imputación objetiva que tiene como
principio rector: “el principio de la autorresponsabilidad”. Esto es, en térmi-
nos del profesor colombiano Reyes Alvarado, “imputar a cada persona solo
aquello que deba ser considerado como ‘su obra’, nada mejor que recurrir al
principio de autorresponsabilidad, de acuerdo con el cual cada individuo debe
responder por sus propias actuaciones y no por las conductas de los demás
(…)”[52]. En cambio, el modelo de autorresponsabilidad penal fundamenta una
responsabilidad propia de la empresa, en tal sentido, respetuoso del principio
básico de la imputación objeto: principio de autorresponsabilidad. Incluso,
concordante con las garantías que ofrecen todos los Estados Sociales y De-
mocráticos de Derecho.
En este sentido, por todo lo expuesto, no me parece apresurado proponer para
nuestro país, un modelo penal legislativo autónomo para empresas, que gire
sobre la base del principio autorresponsabilidad[53].
48
Las personas jurídicas, ¿son
penalmente responsables?
Introducción
[*] Miembro del área académica del Estudio José Urquizo Olaechea & Abogados.
[1] Véase, ZUGALDÍA ESPINAR, José Miguel. “Capacidad de acción y capacidad de culpabilidad de las
personas jurídicas”. En: Cuadernos de Política Criminal. Nº 53, Madrid, 1994, p. 617: refiriendo a los
avances en los últimos años del siglo pasado, sostiene que “los legisladores han operado con criterios
más pragmáticos y, por razones de evidente necesidad, han procedido –con mayor o menos profundi-
dad– a derogar la fórmula Societas delinquere non postest”.
[2] Cfr. Tiedemann, Klaus. “Responsabilidad penal de personas jurídicas y empresas en Derecho com-
parado”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. Nº 6, gc ediciones, Lima, 1998, p. 783 y ss.
[3] Cfr. Schünemann, Bernd. “La punibilidad de las personas jurídicas desde la perspectiva europea”.
En: Hacia un Derecho Penal económico europeo. Jornadas en honor al profesor Klaus Tiedemann.
Madrid, 1995, p. 565 y ss.
[4] Cfr. Hirsch, Hans-Joachim. “La cuestión de la responsabilidad penal de las asociaciones de personas”.
En: Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales. Tomo 46, fasc/mes 3, Madrid, 1993, p. 1099 y ss.
49
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[5] Cfr. Zugaldía Espinar, José Miguel. “Una vez más sobre el tema de la responsabilidad crimi-
nal de las personas jurídicas [doce años después]”. En: Hacia un Derecho Penal económico europeo.
Jornadas en honor al profesor Klaus Tiedemann. Madrid, 1995, p. 723 y ss.
[6] Cfr. Zúñiga Rodríguez, Laura. Bases para un modelo de imputación de responsabilidad a las
personas jurídicas. Aranzadi, Navarra, 2000.
[7] Cfr. Bacigalupo Saggese, Silvina. La responsabilidad penal de las personas jurídicas. Bosch,
Barcelona, 1998.
[8] Ver por todos, Gómez-Jara Díez, Carlos. La culpabilidad penal de la empresa. Marcial Pons,
Madrid, 2005; Gómez-Jara Díez, Carlos. “El modelo constructivista de autorresponsabilidad
penal empresarial”. En: Gómez-Jara Díez, Carlos [Ed.]. Modelos de autorresponsabilidad penal em-
presarial. Propuestas globales contemporáneas. Garrigues Cátedra y Thomson-Aranzadi, Navarra,
2006.
[9] Jakobs, Günther. Derecho Penal. Parte General. Traducción de Cuello Contreras, Joaquín y Serrano
González de Murillo, José. 2ª, Marcial Pons, Madrid, 1997, p. 185. n.m. 45.
[10] Cfr. Bajo Fernández, Miguel. Derecho Penal económico aplicado a la actividad empresarial.
Civitas, Madrid, 1978, p. 109 y ss. Asimismo, “La responsabilidad de las personas jurídicas en el
Derecho Administrativo. En: Mir Puig, S. & Luzón Peña, D.-M. Responsabilidad penal de las empre-
sas y sus órganos y responsabilidad por el producto, 1997, p. 17 y ss.
[11] Gracia Martín, Luis. “La cuestión de la responsabilidad penal de las propias personas jurídicas”.
En: Mir Puig, Santiago y Luzón Peña, D-M [Coord.]. Responsabilidad penal de las empresas y
sus órganos y responsabilidad por el producto. J.M. Bosch, Barcelona, 1996, p. 35 y ss.
[12] MIR PUIG, Santiago. “Una tercera vía en materia de responsabilidad penal de las personas jurídicas”.
En: Revista electrónica de ciencia penal y criminología. Nº 6, 2004.
[13] Cfr. Feijoo Sánchez, Bernardo José. Sanciones para empresas por delitos contra el medio am-
biente. Civitas, Madrid, 2002; asimismo, “La responsabilidad penal de las personas jurídicas, ¿un
medio eficaz de protección del medio ambiente? Reflexiones sobre la responsabilidad penal de las
agrupaciones y asociaciones de personas”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. Nº 9, Lima, p. 262
y ss.
[14] Infra II.
[15] Infra III.
[16] Infra IV.
50
Heydegger Francisco RODRÍGUEZ
1. Modelos de heterorresponsabilidad
§ 4. Como habíamos adelantado, este modelo atribuye la conducta delictuo-
sa de la persona natural, quien se encuentra inmiscuida dentro de las activida-
des de la persona jurídica, es decir, tiene una función determinada dentro de
la empresa, a la persona jurídica, por tanto hablamos de la transferencia de la
responsabilidad de la persona natural a la persona jurídica.
§ 5. Es así que la capacidad de acción de las personas jurídicas, para la doc-
trina que acata esta posición, se puede afirmar a partir de algo semejante a la
figura civil de la representación. Precisamente esto se inicia desde que von
Liszt sostuviera: “(…) se debe afirmar que el reconocimiento de la respon-
sabilidad penal de las sociedades, hasta donde llegue su capacidad civil, y
[17] Ver otros modelos –que en contenido son similares–, ZUGALDÍA ESPINAR, José Miguel. “Capacidad
de acción y capacidad de culpabilidad de las personas jurídicas”. Ob. cit., p. 618 y ss. Quien comparte la
figura de “propia directa”. Cfr., p. 620.
51
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[18] VON LISZT, Franz. Tratado de Derecho Penal. Tomo II, 3ª edición, traducción de 20ª edición alemana
por Jiménez de Asúa, Reus, Madrid, p. 299.
[19] Véase, HIRSCH, Hans-Joachim. Ob. cit., p. 1106.
[20] TIEDEMANN, Klaus. Ob. cit., p. 801.
52
Heydegger Francisco RODRÍGUEZ
[21] Ibídem, p. 792. Asimismo, GUARDIOLA LAZO, Mª J. Responsabilidad penal de las personas jurídi-
cas y alcance del Art. 129 del Código Penal. Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, p. 50; esta concepción
vendría ya de la posición realista de Gierke, así GARCÍA CAVERO, Percy. La persona jurídica en el
Derecho Penal. Grijley, Lima, 2008. Concibe desentrañando la posición clásica realista que “la persona
jurídica expresa su voluntad social a través de sus órganos”, p. 17.
[22] Cfr. DANNECKER, Gerhard. “Reflexiones sobre la responsabilidad penal de las personas jurídicas”.
Traducción de Rodríguez Yagüe, Ana. En: Revista Penal. Nº 7, 2001, p. 52, sostiene: “Los órganos
son siempre totalmente responsables de la organización y de la filosofía empresarial por lo que su
dolo referido al derecho de organización o a la defectuosa ética empresarial constituye siempre dolo
de la empresa. (…). Por el contrario, el comportamiento de personas situadas en niveles inferiores a la
dirección de la estructura organizativa deficitaria o de la filosofía empresarial criminógena no pueden
ser constitutivas ni de dolo ni imprudencia de la empresa”.
[23] Así el artículo 121-2 de su Código Penal. “Las personas morales, con la exclusión del Estado, son res-
ponsables penalmente, en los casos previstos por la ley, de las infracciones cometidas por su cuenta,
por sus órganos o representantes (…)”.
[24] Así el § 30 de OWiG [Geldbuße gegen juristische Personen und Personenvereinigungen] Ley de
Infracciones Administrativas - multas para las personas jurídicas y asociaciones. En esta norma se
establece la posibilidad de imponer al ente colectivo una sanción administrativa de multa cuando se
constate un hecho de conexión que supone la comisión de una contravención al orden por un órgano
con poderes de representación de una asociación, véase sobre esto, BACIGALUPO SAGGESE,
Silvina. Ob. cit., p. 104.
53
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
2. Modelos de autorresponsabilidad
§ 7. Es Gómez-Jara Díez quien intenta revolucionar la doctrina de la respon-
sabilidad penal de las personas jurídicas proponiendo la verdadera respon-
sabilidad penal que se fundamentan en estas:
54
Heydegger Francisco RODRÍGUEZ
[29] Véase GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “Distinciones teóricas en la observación del sistema jurídico-
penal: Breves apuntes sobre la teoría de reflexión del Derecho Penal”. En: Montealegre Lynett, E.
[Coord.]. El funcionalismo en Derecho Penal. Libro homenaje a Günther Jakobs. Tomo II, Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 2003, p. 15 y ss; GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. La culpabilidad penal
de la empresa. Ob. cit., p. 208 y ss.; GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. Teoría de los sistemas. Derecho
Penal. fundamentos y posibilidades de aplicación, Comares, Granada, 2005, p. 386 y ss.
[30] GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “El modelo constructivista de autorresponsabilidad penal empresarial”.
Ob. cit., p. 101.
[31] GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “El modelo constructivista de autorresponsabilidad penal empresarial”.
Ob. cit., p. 105.
[32] Ibídem, p. 108.
[33] GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “El modelo constructivista de autorresponsabilidad penal empresarial”,
Ob. cit., p. 112 y ss.
[34] Véase GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. La culpabilidad penal de la empresa. Ob. cit.
[35] GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “El modelo constructivista de autorresponsabilidad penal empresarial”,
Ob. cit. , p. 128 y ss.
[36] Con más extensión véase, GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. La culpabilidad penal de la empresa. Ob. cit.,
p. 236.
[37] Ver sobre este GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. Teoría de los sistemas... Ob. cit., p. 209 y ss; SÁNCHEZ-VERA
GÓMEZ-TRELLES, Javier. Delito de infracción de deber y participación delictiva. Marcial Pons,
Madrid, 2002, p. 83.
55
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[38] GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “El modelo constructivista de autorresponsabilidad penal empresarial”.
Ob. cit., p. 120.
[39] Ibídem, p. 124 y ss; GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. La culpabilidad penal de la empresa. Ob. cit.,
p. 236.
[40] Cfr. GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “El modelo constructivista de autorresponsabilidad penal empre-
sarial”. Ob. cit., p. 128 y ss.;
[41] Ídem.
[42] GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. La culpabilidad penal de la empresa. Ob. cit., p. 213.
[43] Ibídem, p. 261 y ss.
[44] GÓMEZ-JARA DÍEZ, Carlos. “El modelo constructivista de autorresponsabilidad penal empresarial”.
Ob. cit., p. 130.
[45] FEIJOO SÁNCHEZ, Bernardo José. “¿Culpabilidad y punición de personas jurídicas?”. En: Montealegre
Lynett, Eduardo [Coord.]. El funcionalismo en Derecho Penal. Libro homenaje al profesor Günther
Jakobs. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2004, p. 352 y ss.
56
Heydegger Francisco RODRÍGUEZ
[46] Cfr. BAJO FERNÁNDEZ, Miguel. Ob. cit., p. 110; POLAINO NAVARRETE, Miguel. Acción, omi-
sión y sujetos en la teoría del delito (De la posición de garante a la responsabilidad penal de las
personas jurídicas). Grijley, Lima, 2009, pp. 108 y 109.
[47] BAJO FERNÁNDEZ, Miguel. Ob. cit., pp. 111 y 112.
[48] VON LISZT, Franz. Tratado de Derecho Penal. Tomo II, 3ª edición, traducción de 20ª edición alemana
por Jiménez de Asúa, Reus, Madrid, p. 297: “acto es la conducta (Verhalten) voluntaria en el mundo
exterior; causa voluntaria o no impediente de un cambio en el mundo externo”.
[49] WELZEL, Hans. El nuevo sistema del Derecho Penal. Una introducción a la doctrina de la acción
finalista. Traducción de Cerezo Mir, José. Ariel, Barcelona, 1964, p. 25: “La acción humana es ejercicio
de la actividad final. La acción es, por tanto, un acontecer ‘final’ y no solamente ‘causal’”; HURTADO
POZO, José. Manual de Derecho Penal. Parte General I. 3ª edición, Grijley, Lima, 2005, p. 372/n.m.
979: “Su idea clave es la referencia a la acción humana. Esta es caracterizada en esencia por su estruc-
tura finalista, lo que supone que su autor tenga la capacidad de proponerse diferentes objetivos y de
orientar su comportamiento hacia ellos”.
57
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[50] ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Traducción de la 2ª edición alemana por Luzón Peña,
Diego-M. & Díaz y García Conlledo, Miguel & De Vicente Remesal, J, 1ª edición en español, Civitas,
Madrid, 1997, p. 258.
[51] BAJO FERNÁNDEZ, Miguel. Ob. cit., p. 112. “En lo que respecta a la pena es indudable que, de apli-
carse a la persona jurídica, no podría hablarse de expiación, retribución, reeducación o intimidación”.
[52] FRANK, Reinhard. Estructura del concepto de culpabilidad. Traducción de Soler, Sebastián, Universidad
de Chile, Santiago, 1996, p. 29.
[53] ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 260.
[54] Vide, ZUGALDÍA ESPINAR, José Miguel. “Conveniencia político-criminal e imposibilidad dogmá-
tica de revisar la fórmula tradicional –societas delinquere non potest–”. En: Cuadernos de Política
Criminal. Nº 11, Madrid, 1980, p. 81.
[55] BAJO FERNÁNDEZ, Miguel. Ob. cit., p. 110.
58
Heydegger Francisco RODRÍGUEZ
[56] Vide, JAKOBS, Günther. Ob. cit., p. 57. Asimismo, Sociedad, norma y persona en una teoría de un
Derecho Penal funcional, traducción de Cancio Meliá, Manuel y Feijoo Sánchez, Bernardo, Universidad
Externado de Colombia, Bogotá, 1996, p. 17: “La sociedad es la construcción de un contexto de comu-
nicación que en todo caso podría estar configurado de otro modo a como está configurado en el caso
concreto (...)”.
[57] Porque al llamar a la persona, persona natural no se pueden introducir al mundo normativo elementos
como natural, que indican a la ontología, esto es contradictorio. O llamar persona jurídica, cuando ya
la persona es jurídica, esto implica reiterar en lo mismo.
59
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[58] Así, “No cabe duda que son realidades distintas en el plano empírico y que una identidad tampoco
puede encontrarse en el plano ontológico, pues la individualidad de la persona jurídica a través de la
libertad constituye desde ya una exigencia imposible de cumplir”. Sostiene, GARCÍA CAVERO, Percy.
Ob. cit., p. 48.
[59] No tomamos como cualquier instrumento lacayo, sino como un elemento de reciprocidad con la sociedad.
[60] GARCÍA CAVERO, Percy. Ob. cit., p. 61. Ahora bien la infracción penalmente relevante de los roles
por parte de las personas jurídicas se pueden expresar, al igual que en las personas naturales,
como delitos de dominio o delitos de infracción de un deber.
[61] POLAINO NAVARRETE, Miguel. Ob. cit., p. 111.
60
Heydegger Francisco RODRÍGUEZ
Claro está que no se le puede imponer a las personas jurídicas la pena de pri-
vación de libertad ambulatoria, porque no tienen sino la libertad comercial, la
libertad de contratar, etc. Sin embargo, claramente se les puede imponer pe-
nas de carácter pecuniario (multa), además de otras como el cierre temporal o
incluso definitivo de la empresa (que se correspondería con la pena de muer-
te en la persona jurídica)[65].
[62] A esta libertad García Cavero la llama “libertad de actuación”, véase en GARCÍA CAVERO, Percy.
Ob. cit., p. 49, opinión que no compartimos, ya que no es normativa.
[63] En la doctrina peruana –siguiendo la teoría de los sistemas–, García, construye la culpabilidad como
un “concepto analógico”. Vide, GARCÍA CAVERO, Percy. Ob. cit., p. 51.
[64] Cfr. GARCÍA CAVERO, Percy. Ob. cit., asevera que: “Culpabilidad jurídico-penal en las personas
jurídicas, o mejor dicho imputación personal, significa haber manifestado socialmente una autoor-
ganización en infracción de los roles que socialmente les corresponde a las personas jurídicas por su
participación en el tráfico económico-patrimonial”, p. 55.
[65] De la misma opinión, Cfr. POLAINO NAVARRETE, Miguel. Ob. cit., p. 112; TIEDEMANN, Klaus.
Ob. cit., p. 787; penas in extenso, en ZUGALDÍA ESPINAR, José Miguel. “Conveniencia político-cri-
minal e imposibilidad dogmática de revisar la fórmula tradicional –societas delinquere non potest–”.
Ob. cit., p. 77.
61
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
normativas. Por lo tanto, así como en la teoría del delito individual las perso-
nas humanas son instrumentalizadas, así también las personas empresaria-
les pueden ser instrumentalizadas.
§ 18. Entre las anteriores aseveraciones nuestra postura tiene ventajas dog-
máticas y constitucionales. En primer lugar, responde a la pregunta acerca
de si es válida la crítica de la infracción del ne bis in idem. La respuesta ne-
gativa es la correcta, puesto que bajo nuestra sistemática las empresas son
responsables de sus propios injustos y las personas humanas serán responsa-
bles de los suyos. Por lo tanto nos encontramos en un nivel donde se acep-
te que las personas empresariales pueden ser coautores o partícipes de las
personas humanas y a la inversa. En segundo lugar, se debe sostener que el
principio de culpabilidad es una exigencia válida y un imperativo del De-
recho sancionador[66] para atribuir responsabilidades propias basadas en in-
justos propios y en la propia culpabilidad. Bajo nuestra sistemática, como
señalamos, las personas responden por su propio injusto y no por injustos
prestados o transferidos. Esto sería intolerable para un Estado Social, De-
mocrático y Constitucional de Derecho.
[66] Cfr. ZUGALDÍA ESPINAR, José Miguel. “Capacidad de acción y capacidad de culpabilidad de las
personas jurídicas”. Ob. cit., p. 620.
62
El delito de omisión impropia y
el principio de legalidad
Características del problema y
propuestas de solución
[*] Doctor por la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Profesor en la Maestría con Mención en
Ciencias Penales de la Universidad Peruana Los Andes de Huancayo.
[1] Similar: en la doctrina peruana ROY FREYRE, Luis E. Derecho Penal, Parte especial. Tomo I, re-
impresión 1989, Lima, p. 78 en el contexto del Código Penal (CP) derogado de 1924 anota que según
en el delito de homicidio, la Constitución Política (artículo 2, inc. 20 apartado d.) y el CP (artículo 3)
descartan aquí a la omisión propia en cuanto prescriben que un comportamiento de tal naturaleza no
podría motivar un proceso o una sentencia condenatoria si es que previamente no ha sido calificado
en la ley “de manera expresa e inequívoca” como infracción penal. Matar a otro por omisión propia no
aparece en la descripción típica del artículo 150 del CP.
63
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[2] Véase, en este sentido, sobre el principio de legalidad, la Sentencia del Tribunal Constitucional, en el
Expediente Nº 010-2002-AI-TC (03/01/2003), que ha establecido lo siguiente: “el principio de legalidad
exige no solo que por ley se establezcan los delitos, sino también que las conductas prohibidas estén
claramente delimitadas en la ley. Esto es lo que se conoce como el mandato de determinación, que
prohíbe la promulgación de leyes penales indeterminadas, y constituye una exigencia expresa en nuestro
texto constitucional al requerir que la tipificación previa de la ilicitud penal sea ‘expresa e inequívoca’
(Lex certa). El principio de determinación del supuesto de hecho previsto en la Ley es una prescripción
dirigida al legislador para que este dote de significado unívoco y preciso al tipo penal, de tal forma que
la actividad de subsunción del hecho en la norma sea verificable con relativa certidumbre”.
La certeza de la ley es perfectamente compatible, en ocasiones, con un cierto margen de indetermi-
nación en la formulación de los tipos y así, en efecto, se ha entendido por la doctrina constitucio-
nal. (FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. El Sistema Constitucional Español. Madrid, 1992, p. 257).
El grado de indeterminación será inadmisible, sin embargo, cuando ya no permita al ciudada-
no conocer qué comportamientos están prohibidos y cuáles están permitidos. (En este sentido:
BACIGALUPO, Enrique. Manual de Derecho Penal, Parte General. Bogotá, 1989, p. 35). Como lo
ha sostenido este Tribunal en el Caso “Encuesta a boca de urna” (Exp. Nº 002-2001-AI/TC), citando
el Caso Conally vs. General Cons. de la Corte Suprema Norteamericana, “una norma que prohíbe que
se haga algo en términos tan confusos que hombres de inteligencia normal tengan que averiguar su
significado y difieran respecto a su contenido, viola lo más esencial del principio de legalidad”.
[3] WELZEL, Hans. Derecho Penal alemán. Traducción de Juan Bustos Ramírez y Sergio Yánez, Santiago
de Chile, 1970, p. 288. Aunque este autor indique que la dificultad dogmática no radica en las deficien-
cias de una ley determinada, sino en la naturaleza de la cosa. Es imposible, por principio, circunscribir
concreta y exhaustivamente en tipos legales la inmensa variedad de posibles autores de omisión.
[4] STRATENWERTH, Günther. Derecho Penal. Parte General. Hecho Punible I. Traducción de la edición
alemana de Gladys Nancy Romero, Buenos Aires, 1999, pp. 292 y 293. JESCHECK, Hans-Heinrich.
64
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
“Orígenes, métodos y resultados de la reforma del Derecho Penal alemán”. Traducción de María Isabel
García de la Torre. En: Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales, Madrid, p. 11, que destaca la
problemática de la legalidad, específicamente en la certeza, de los delitos impropios de omisión.
[5] KAUFMANN, Armin. Dogmática de los delitos de omisión. Traducción de la segunda alemana por
Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano Gonzáles de Murillo, Madrid-Barcelona, 2006, p. 319.
[6] STRATENWERTH, Günter. Derecho Penal. Parte General. Traducción de Marcelo Sancinetti y
Patricia Ziffer. En: CDJP, N 8-A, 1998, p. 56.
[7] En este sentido: VALLE MUÑIZ, José Manuel; “Tipicidad y atipicidad de las conductas omisivas en el
delito de estafa”. En: ADPCP, Madrid, 1986, p. 872, nota 34.
65
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
delitos, al estilo del parágrafo 13.1 del Código Penal de la República Federal
de Alemania[8].
Sin embargo, una parte de la doctrina como la jurisprudencia española, antes
de 1995, reconocían comportamientos omisivos que no estaban expresamen-
te tipificados; es decir, se sancionaban determinadas evitaciones de resultados
“típicos” cuya vulneración estaba protegida solo por acciones positivas (por
ej. homicidio); a esta figura delictiva se le dio el nombre de delitos de comi-
sión por omisión, y reprimía utilizando el marco penal de los delitos de comi-
sión. En tal línea de pensamiento, Mir Puig –en el marco del anterior Código
Penal español– decía que estimaba acertado el punto de partida según el cual
la admisibilidad de la comisión por omisión depende, en un Derecho como
el nuestro en que no existe ningún precepto que prevea su existencia, de que
quepa en el sentido del tipo. Para que esto sea posible tenía que interpretar-
se no en función de un sentido causal estricto, sino con arreglo a su significa-
do social[9].
Ahora bien, el Código Penal español vigente contiene en su artículo 11 una
regulación expresa de esta figura delictiva, sin embargo, aun así, la constitu-
cionalidad, es decir, la compatibilidad de esta categoría con el principio
de legalidad, no está totalmente fuera de duda[10]. Por eso, quizá a mayor
[8] MORENO Y BRAVO, Emilio. Autoría en la doctrina del Tribunal Supremo (Coautoría, autoría
mediata y delitos impropios de omisión). Madrid, 1997, p. 130. En este mismo sentido: FARALDO
CABANA, Patricia. Los delitos societarios. Valencia, 1996, p. 250 anota que: “La primera conclusión,
pues, que cabe extraer respecto a la regulación expresa de la comisión por omisión en un precepto de
la Parte General es de índole positiva: sirve para compatibilizar la punición de la comisión por omisión
con el aspecto formal del principio de legalidad...”.
[9] MIR PUIG, Santiago. En: Adiciones de Derecho español al Tratado de Jescheck, Volumen Segundo,
Barcelona, 1981, p. 845. En contra: CÓRBOBA RODA, Juan. En: notas de Derecho español al Tratado
de Derecho Penal de Maurach, tomo II, Barcelona, 1962, p. 297 para quien: “En derecho español úni-
camente serán pues punibles aquellas formas de comisión por omisión tipificadas en el texto, o lo que
es lo mismo, la apreciación en todas las figuras legales de una forma de comisión por omisión junto a
la acción, representaría una inadmisible interpretación extensiva del término “acciones” del artículo 1,
párrafo 1, o el olvido del requisito de tipicidad (“penados por la Ley”) de las omisiones”.
[10] Así, BACIGALUPO, Enrique. “La regulación de las conductas omisivas en el nuevo Código Penal”.
En: Buompadre, Jorge Eduardo (Dir. y Coord.), Derecho Penal y Procesal Penal. Homenaje a Carlos
Alberto Contreras Gómez, Buenos Aires, 1997, p. 390. Expresamente: SILVA SÁNCHEZ. El Delito
de omisión,...2003, p. 456 cuando sostiene que: “La construcción de comisión por omisión es, pues,
inconstitucional y no es posible mantenerla ni un minuto más”. Más aún en autores como GRACIA
MARTÍN, Luis. “Los delitos de comisión por omisión (Una exposición crítica de la doctrina dominan-
te)”. En: Estudios de Derecho Penal, Idemsa, Lima, 2004, p. 439 que pretendía una regulación específi-
ca en la Parte Especial, en tal sentido si “(...) las omisiones no están comprendidas en el tenor literal de
los tipos de la Parte Especial, y si, por añadidura, el tipo de lo injusto realizado por una omisión es uno
que no solo no está escrito sino que es también estructural y materialmente diferente al tipo (escrito) de
la acción, parece evidente concluir que toda pretensión de penar la comisión por omisión por los pre-
ceptos de la Parte Especial supone una grosera burla del principio de legalidad”. En sentido, totalmente
contrario se pronuncia: ROMEO CASABONA, Carlos María. “Los delitos contra la vida humana: el
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James REÁTEGUI SÁNCHEZ
dificultad que enfrenta la doctrina española –y por ende toda la doctrina que encierra
a la omisión impropia en países que ya la tienen legislada–, es lo concerniente al
establecimiento de la posición de garante, de ahí como dicen Muñoz Conde/García
Arán que se hayan formulado “(...) reparos de orden constitucional (infracción
del principio de legalidad) con la figura de los delitos de comisión por omisión
(...) Para evitar objeciones de inconstitucionalidad por infracción del principio de
legalidad de los delitos, el artículo 11 propone como indicadores de un especial
deber jurídico de actuar la ley, el contrato y el actuar precedente”[11].
El problema que enfrentó la teoría general de la posición de garantía de cara
al cambio cualitativo de la teoría formal a la material, no solamente enfrentó
dificultades de fundamentación doctrinaria, sino también de constitucionali-
dad, porque el principal problema de la teoría material o funcional lo tuvo con
el principio de legalidad, pues su fundamento jurídico no provenía de una lex
scripta, como lo exige este principio, sino, en todo caso, del derecho consue-
tudinario[12]. A partir de este momento se tomó conciencia de la necesidad de
una disposición legislativa que autorizaba aplicar la pena del delito activo a
la comisión de impedir el resultado típico. Pero no solo en el ámbito de la po-
sición de garante tuvo inconvenientes de constitucionalidad, también lo tuvo
en el marco de la relación de causalidad. Por eso se intentó demostrar que la
omisión impropia es tan causal del resultado, como la de no evitar un aborto,
como lo puede ser un hacer positivo; de lo que se trata, entre otras cosas, es
de evitar la objeción de que la punibilidad de la comisión por omisión vulne-
raría el principio de legalidad[13].
Un ejemplo claro de lo que estamos afirmando es que la Comisión Especial
Revisora del Código Penal peruano a través de la Ley Nº 27837 ha presentado
el Anteproyecto de la Parte General del Código Penal reformando el delito de
omisión impropia (artículo 13), en el sentido de suprimir consideraciones ex-
presas sobre la posición de garantía en el marco legal. El texto es el siguiente:
delito de homicidio”. En: Revista de Derecho Penal, 2003-I, Delitos contra las personas. Santa Fe, p.
58 para quien el artículo 11 CP español no infringe el principio de legalidad, por el contrario, se ha
superado la inseguridad jurídica que existía en este delito.
[11] MUÑOZ CONDE, Francisco / GARCÍA ARÁN, Mercedes. Derecho Penal. Parte General. Valencia,
1996, p. 260.
[12] En este sentido, BACIGALUPO, Enrique. “La regulación de las conductas omisivas en el nuevo
Código Penal”. Ob. cit., p. 25. EL MISMO, Delitos impropios de omisión. Bogotá, 1983, p. 26. “La
falta de una sólida fundamentación legal de las fuentes del deber, más que los problemas relativos a la
unidad conceptual de acción y omisión, propicia la remisión a un ámbito puramente valorativo en el
cual encontrar las pautas axiológicas que con prescindencia de los aspectos formales (legales) alcance
a determinar los supuestos en que la omisión de impedir un resultado es equiparable a la realización de
un tipo de comisión y de resultado”.
[13] GIMBERNAT ORDEIG, Enrique. La causalidad en la omisión impropia y la llamada “omisión por
comisión”. Buenos Aires, 2003, p. 25.
67
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[14] Véase, para una visión de los delitos impropios de omisión aplicada al Derecho peruano, por ejemplo,
la postura: BENAVENTE CHORRES, Hesbert. La omisión: concepto e imputación objetiva. Buenos
Aires, 2007, p. 494, quien señala lo siguiente: “La derogación del artículo 13 del Código Penal no impli-
caría una afectación al principio de legalidad, puesto que, si se admite la identidad entre la acción con la
omisión en el ámbito valorativo o de regulación de un concreto tipo penal, entonces se estaría salvando
el aspecto formal del principio de legalidad; por otro lado, fundar el sentido de la norma penal en el
modelo de imputación sobre la base de roles (valedero tanto para la acción, así como, para la omisión),
permitiría respetar el aspecto material, del principio de legalidad”.
[15] FLETCHER, George P. El Derecho y lo razonable. Ensayos de Derecho Penal. Introducción y traduc-
ción de Edgardo A. Donna y Natalia Barbero. Buenos Aires, 1997, p. 88.
[16] TORÍO LÓPEZ, Ángel. “Límites político-criminales del delito de comisión por omisión”. En: Anuario
de Derecho Penal y Ciencias Penales. Ministerio de Justicia. Madrid, 1986, p. 706.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[20] ZAFFARONI, SLOKAR, ALAGIA, Derecho Penal. Parte General, 2000. p. 548 y ss.
[21] Ibídem. p. 553.
[22] ORTS ALBERDI, Francisco. Delitos de comisión por omisión. Buenos Aires, 1978, pp. 103 y 104.
[23] Ibídem, p. 104.
[24] Ibídem, p. 105.
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James REÁTEGUI SÁNCHEZ
Por otro lado, Sancinetti opina, en los delitos impropios de omisión no escritos,
la posibilidad de imputar a una omisión la producción de un resultado, como si
se tratara de una comisión, se podría formular reparos desde el punto de vista del
principio de legalidad[25]. Asimismo, Sancinetti, es de la opinión de no introducir
ninguna “cláusula de conversión” porque tiene la ventaja relativa de mantener la
punición de la “comisión por omisión” dentro de los límites bien estrechos, pues,
por lo dicho, la ausencia de una cláusula de conversión no tiene de hecho el efec-
to de generar una laguna de punibilidad intolerable –como lo sería la derogación
de delitos del Derecho Penal nuclear en la parte especial–, sino el de que la puni-
ción imprescindible siga rigiendo en la práctica, pero por vías objetables desde el
punto de vista constitucional.
Por su parte, Pessoa estima que estos delitos “(...) son inconstitucionales por
lesionar el principio de ley previa establecido por la Constitución Nacional en
su artículo 18. Ello es así, desde nuestro punto de vista, por una razón funda-
mental: porque los tipos omisivos impropios constituyen un mecanismo de
ampliación del tipo penal. El tipo penal activo, como hace a su propia estruc-
tura, describe con sentido de prohibir acciones (el hacer), no describe omisio-
nes, estos se convierten en materia de prohibición por vía de los llamados ti-
pos omisivos propios”[26].
El profesor Donna estima que los delitos impropios de omisión, luego que no
se aplican de manera constante, y cuando se aplica se hace “(...) de una ma-
nera sumamente flexible, y por qué no decirlo, sumamente peligroso para el
principio de legalidad”, ya que “(...) no se sabe bien cuál es el criterio utili-
zado para la imputación del resultado en estos casos”[27]. Por su parte, Dulo-
up sostiene “(...) que hoy es indubitamente violatoria del principio de le-
galidad la pretensión de adecuación de estas formas omisivas o tipos conce-
bidos como de acción positiva. Baste pensar en la elaboración de proyectos
en tal sentido desde hace décadas, para comprender que la falta de legislación
positiva no puede redundar en perjuicio para el ciudadano, desde la óptica
de su derecho a una información precisa acerca de lo prohibido bajo amena-
za de sanción penal”[28].
En esta línea de pensamiento, puede ubicarse también a Righi y Fernández
quienes afirman que una sentencia condenatoria por delito impropio de omisión
[25] SANCINETTI, Marcelo. Casos de Derecho Penal. Buenos Aires, 1991, p. 139.
[26] PESSOA, Nelson R. “En torno a la constitucionalidad de los tipos omisivos impropios en el Derecho
Penal argentino”. En: Buompadre, Jorge Eduardo (Dir. y Coord.). Derecho Penal y Procesal Penal.
Homenaje a Carlos Alberto Contreras Gómez. Buenos Aires, 1997, p. 112.
[27] DONNA, Edgardo Alberto. Prólogo en: Gimbernat Ordeig. La causalidad en la omisión impro-
pia y la llamada “omisión por comisión”. Buenos Aires, 2003, p. 7.
[28] DULOUP, Osvaldo Arturo. Teoría del Delito. Buenos Aires, 1995, p. 177.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Por su parte Silvestroni indica que “la teoría de la equiparación no puede ser
admitida en el marco de una teoría del delito respetuosa del principio de le-
galidad. Si el tipo penal se limita a describir la causación del resultado, no
es posible considerar típica la no evitación (aun recurriendo a la posición de
garante como límite de la tipicidad) porque ello constituye un razonamiento
analógico”[30]. Posteriormente manifiesta este autor que “la posición de garan-
te no permite salvar la analogía; solo sirve para ponerla de manifiesto: la res-
tricción del número de autores es un modo de acotar la violación del princi-
pio de legalidad a unos pocos casos graves en lo que resulta valorativamente
inadmisible la laguna de punibilidad. Pero ninguna consideración valorativa
puede pasar por encima al principio de legalidad”. Concluye Silvestroni que
“la inconstitucionalidad de la teoría de la equiparación es una manifiesta en
el Código Penal argentino”[31].
[29] RIGHI, Esteban y FERNÁNDEZ, Alberto. Derecho Penal. Parte General. Buenos Aires, pp. 260 y 261.
[30] SILVESTRONI, Mariano H. Teoría constitucional del delito. Buenos Aires, 2004, p. 235.
[31] Ídem.
[32] GULLCO, Hernán Víctor. “La posición de garante del médico”. En: DP, Nº 37 a 40. Buenos Aires,
1987, p. 50. Siguiendo en el contexto de comentarios a fallos judiciales: PINTO, Hugo J. “Delitos de
omisión impropia y el principio de legalidad”. En: DP, Nº 41 a 44. Buenos Aires, 1988, p. 666. Sostiene
que los delitos impropios de omisión: “Es precisamente en este último recaudo (conducta omisiva
que es capaz de vulnerar una prohibición) donde el principio de legalidad parece oponer reparos a la
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James REÁTEGUI SÁNCHEZ
penalización de la omisión de inventariar como falsedad ideológica”. Más adelante agrega una adver-
tencia: “En consecuencia, la doctrina que se extrae del precedente comentario debe ser tomada con
serias reservas en cuanto se alude en ella al delicado problema de la omisión impropia (p. 667).
[33] CAMIÑA, María Cristina. “Algo más sobre la posición de garante del médico”. En: DP, Nº 37 a 40,
Buenos Aires, 1987, p. 559.
[34] VITALE, Gustavo. “Estado Constitucional de Derecho y Derecho Penal”. En: Teorías actuales en el
Derecho Penal. Buenos Aires, 1998, p. 83.
[35] BINDER, Alberto M. Introducción al Derecho Penal. Buenos Aires, 2004, pp. 151 y 152.
[36] Ibídem, p. 127. Además dice que: “El uso del concepto de omisión como una categoría expansiva del
poder penal, que ha sido propiciado por cierta dogmática que en este curso criticamos, es uno de los
signos claros de la confusión entre las tareas del Derecho Penal y los sistemas de imputación de base
político-criminal” (p. 128).
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[37] SOLER, Sebastián. Derecho Penal argentino. Tomo 1, Buenos Aires, 1983, pp. 14 y 15.
[38] BAIGÚN, David. “Homenaje a Ricardo Núñez, sus ideas”. En: Nueva Doctrina Penal. Buenos Aires,
1997-B, p. XIV.
[39] FONTÁN BALESTRA, Carlos. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Tomo 1, Buenos Aires,
1995, pp. 56 y 57.
[40] CREUS, Carlos. Derecho Penal. Parte General. Buenos Aires, 1999, p. 178.
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James REÁTEGUI SÁNCHEZ
penal está dado ya por el tipo legal de referencia. Es decir, existiendo un tipo
penal que contemple, aunque en una versión comisiva, la determinación de un
resultado, no se puede afirmar que la punición de la versión omisiva vulnere
el principio de legalidad, sino por el contrario: que resulta adecuada a él”[41].
Aunque luego expresa “(...) si bien podría ser plausible su incorporación desde
el punto de vista formal, no resulta necesaria desde el aspecto material pues,
aunque la norma no declare expresamente la equiparación, la expresión del
sentido atribuido a la acción y a la omisión es idéntica, como idénticos son,
desde el plano normativo, los deberes que infringe el autor de tales conductas
(sea esta activa u omisiva)”[42].
Al respecto, también debe citarse a Cesano que establece: “Esta metodolo-
gía crea, indudablemente, problemas con uno de los principios básicos que
debe presidir un Derecho Penal propio de un Estado Constitucional de De-
recho: el de legalidad. Lo dicho es así por cuanto, a través de esta categoría
dogmática, se trata de penar una omisión utilizando un tipo en el cual la ley
ha previsto declaradamente una conducta de acción”[43]. El mismo Cesano
ha dicho: “Empero, pensamos que para que se disipe cualquier duda respec-
to a la compatibilidad con el principio constitucional de legalidad, los deli-
tos omisivos impropios exigirán, a la par de la consagración de una cláusu-
la legal que permita aquella equiparación de tratamiento (...) una precisa de-
finición de los presupuestos frente a los cuales pueda surgir la posición de
garante”[44].
A Campos le preocupa su aparente inconstitucionalidad. ¿Cuál es el funda-
mento de nuestra duda? El hecho de que no está descripto de un modo ma-
nifiesto en el texto legal. El matar no haciendo, el estafar callando, etc. Pero,
como dice Campos, si leemos los artículos que describen los delitos antes ci-
tados, advertimos que si bien no detallan las omisiones, estas no son rechaza-
das tampoco. Este no rechazar, que a mi juicio convalida en parte su constitu-
cionalidad, debe tener un límite, y este ha sido establecido por la jurispruden-
cia y doctrina principalmente en nuestro país[45].
[41] QUINTERO, María Eloísa; “Delito impropio de omisión”. En: Guillermo Jorge Yacobucci (Director),
Los desafíos del Derecho Penal en el siglo XXI. Libro Homenaje al Profesor Dr. Günther Jakobs, Lima,
2005, pp. 593 y 594.
[42] Ibídem, p. 596.
[43] CESANO, José Daniel. “Problemas de responsabilidad penal de la empresa”. Disponible: <www.unifr.
ch/derechopenal/articulos/pdf/cesano2.4.pdf>.
[44] Ídem.
[45] CAMPOS, Alberto A. Derecho Penal. Libro de Estudio de la Parte General. Buenos Aires, 1987,
p. 446.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Cercana parece ser la posición de los autores Frías Caballero y Codino y Co-
dino cuando, a la pregunta sobre la constitucionalidad de los delitos impro-
pios de omisión, responden lo siguiente: “En rigor, la objeción se fundamen-
ta más en la apariencia que en la realidad. La punición de esta clase de delitos
se halla referida a la interpretación de los tipos legales. Existen algunos que,
por no discriminar los medios concretos con los que se perpetra el hecho, ad-
miten implícitamente su comisión por omisión”[46].
[46] FRÍAS CABALLERO, Jorge, CODINO, Diego y CODINO, Rodrigo. Teoría del delito. Buenos Aires,
1993, pp. 206 y 207.
[47] En este sentido: WELZEL, Hans. Ob. cit., p. 288.
[48] ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Tomo III, Buenos Aires, 1981,
p. 458.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[52] Así, expresamente: SAGÜÉS, Néstor Pedro. Elementos de Derecho Constitucional. 3a edición, Astrea,
1999, p. 806. Este autor describe un caso de tipos penales abiertos (pp. 806 y 807): “En: ‘Musotto’, la
Corte Suprema señaló que el concepto constitucional de ley previa no implica necesariamente que la
figura penal contenga una descripción formalmente agotada, y que no existe óbice constitucional para
que el contenido de los deberes y prohibiciones dependa sustancialmente de la valoración que realizará
el juez en vista de circunstancias concretas no susceptibles de enumeración previa. Para el Tribunal
basta que la ley contenga una remisión suficientemente clara al contexto valorativo condicionante del
tipo penal, y tal es el caso del artículo 128 del Código Penal, que incrimina la publicación de libros,
escritos o imágenes obscenos”. “Este último concepto –agrega el mismo autor– incluye ideas y senti-
mientos que pueden variar con el tiempo, y que deben ser precisados por el juez, cosa que no significa
que este se convierta en legislador (“Musotto, Fallos, 310: 1909, y dictamen del procurador general,
con cita de “SA La Plata Cereal”, Fallos, 293: 130; “SA Peters Hnos”, Fallos, 293: 378; “Ordene”,
Fallos, 306: 1437, entre otros”. También: ZAFFARONI, Eugenio Raúl. En busca de las penas perdidas.
Deslegitimación y dogmática jurídico-penal, Buenos Aires, 1998, p. 247. Declara que a la luz del prin-
cipio de máxima taxatividad “(...) resultan claramente inconstitucionales los tipos sin ciertos límites (...)
incluso estando en la órbita judicial, se dejan librados a tipicidades de construcción judicial”.
[53] RIGHI, Esteban. “Delitos omisivos equivalentes a la comisión activa de un delito”. En: Antonio José
Cancino (Edición). El Derecho Penal español de fin de siglo y el Derecho Penal Latinoamericano.
Homenaje a Enrique Bacigalupo, Buenos Aires. 1999, p. 194.
[54] Así, SILVA SÁNCHEZ. Ob. cit., p. 255.
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James REÁTEGUI SÁNCHEZ
[55] Así, el método de interpretación conforme a la Constitución Política del Estado, denominado también
interpretación desde la Constitución, reconocida en la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, sig-
nifica que los jueces interpretan y aplican las leyes según los preceptos y principios constitucionales,
conforme a la interpretación de los mismos que resulte de las resoluciones dictadas por el Tribunal
Constitucional en todo tipo de proceso. La norma jurídica que no se puede interpretar conforme a la
Constitución es inconstitucional, o sea, que no tiene validez, no pertenece al ordenamiento jurídico, y
por ello, los jueces tienen el deber sustancial de no aplicarlas.
El Tribunal Constitucional en el Expediente Nº 014-2006-PI/TC (19/01/2007) ha precisado que “las ba-
ses del Derecho Penal y de todas las ramas del Derecho, en general, no hay que buscarlas en los códigos
o en las leyes, sino en la Constitución, entendida como orden jurídico fundamental del actual Estado
Constitucional Democrático. La influencia del derecho constitucional sobre la dogmática penal se con-
cretiza en la actuación del Tribunal Constitucional, en tanto supremo interprete de la Constitución, por-
que el Tribunal no se limita a analizar y aplicar, sin más las instituciones ‘propias’ del Derecho Penal y
‘desde’ el Derecho Penal, sino que también determina el contenido, a través de su interpretación y sus
sentencias, de las instituciones penales, haciéndolas conformes de manera concreta o abstracta, con
la Constitución. Es a través de la interpretación y la argumentación constitucionales que el Tribunal
contribuye a superar las limitaciones de la dogmática penal”.
El principio de concordancia práctica con la Constitución implícito en este método interpretativo, para
LANDA ARROYO, César. Tribunal Constitucional y Estado Democrático. Lima, 2003, p. 495. Postula
“la coordinación de los distintos bienes jurídicos constitucionales conservando su contenido esencial,
a través de la ponderación proporcional de valores o bienes, donde no cabe sacrificar a uno por otro.
De este modo, se debe respetar el núcleo duro de cada bien constitucional en conflicto, afectándose
mutuamente solo en su modo, forma, espacio o tiempo de ejercicio siempre que exista razonabilidad,
racionalidad y proporcionalidad en la recíproca delimitación de los derechos en conflicto”. El Tribunal
Constitucional en el Expediente Nº 1013-2003-HC/TC (30/06/2003) considera que “la exigencia de la
predeterminación legislativa del juez, no puede ser entendida en términos absolutos, no solo porque
ningún derecho constitucional tiene tal cualidad, sino, además, porque existen otros bienes y principios
constitucionales que también exigen ser optimizados. De allí que el Tribunal juzgue que tal predeter-
minación del juez debe ser interpretada bajo los alcances del principio de concordancia práctica, que
exige determinar el contenido esencial de un derecho en coordinación con otros principios o exigencias
constitucionalmente relevantes”.
[56] NOVOA MONREAL. “Los delitos de omisión”. En: Doctrina Penal, Nº 21, enero-marzo, 1983, p. 39.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[57] CASTILLO ALVA, José Luis. Principios de Derecho Penal. Parte General. Lima, 2002, p. 83.
[58] BUSTOS RAMÍREZ, Juan y HORMAZÁBAL MALAREE, Hernán. Lecciones de Derecho Penal.
Vol. 1, Madrid, 1999, p. 93.
[59] TORÍO LÓPEZ. Ob. cit., p. 698.
[60] Citado por: JESCHECK. “Problemas del delito impropio de omisión desde la perspectiva del Derecho
Comparado”, Ob. cit., p. 84.
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[61] MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General. Barcelona, 1996, p. 302, nota 23.
[62] En este sentido: GÓMEZ BENÍTEZ, José Manuel. Causalidad, imputación y cualificación por el resul-
tado. Centro de Publicaciones del Ministerio de Justicia, Madrid, 1988, p. 585.
[63] DE VICENTE MARTÍNEZ, Rosario. Responsabilidad penal del funcionario por delitos contra el
medio ambiente (una contribución al estudio de la responsabilidad penal omisiva de los funcionarios
públicos por delitos contra el medio ambiente). Madrid, 1993, p. 25.
[64] DE LA CUESTA AGUADO, Paz M. Tipicidad e imputación objetiva, Mendoza, 1998, p. 215. Los
delitos de comisión por omisión deben ser deducidos cuidadosamente para no quebrantar el principio
de legalidad y por eso la incorporación del Código Penal en una cláusula genérica.
[65] TORÍO LÓPEZ. Límites político-criminales del delito de comisión por omisión. Ob. cit., p. 698.
[66] QUINTERO OLIVARES, Gonzalo, MORALES PRATS, Fermín y PRATS CANUT, J. Miguel. Manual
de Derecho Penal. Parte General. Navarra, 2000, p. 376. “En ese sentido, parece auspiciable, a mi
juicio, la instauración de criterios generales (sin predeterminar ahora la bondad o las incorrecciones
del artículo 11 CP) en una fórmula genérica de acotación conceptual en la Parte General a la que,
ulteriormente, podría adosarse el sistema de númerus clausus en la Parte Especial, conforme al cual
el legislador determinarse el ámbito de figuras delictivas respecto de las cuales ex lege se autoriza la
identificación normativo-conceptual entre omisión y realización activa del tipo”.
[67] DONNA, Edgardo Alberto. Prólogo al libro de GIMBERNAT ORDEIG, Enrique. La causalidad en la
omisión impropia y la llamada “omisión por comisión”. Buenos Aires, 2003, p. 8.
[68] SAÉNZ, Ricardo O. “Algunas cuestiones relativas a los delitos de omisión”. En: DP, Nº 45 a 48. Buenos
Aires, 1989, p. 305.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[69] TIEDEMANN, Klaus. “Requisitos fundamentales de una regulación de la Parte General”. Traducción
de Iván Meini Méndez. En: Aspectos fundamentales de la Parte General del Código Penal peruano.
Anuario de Derecho Penal, Lima, 2003, pp. 32 y 33.
[70] ROMEO CASABONA, Carlos María. “Los delitos contra la vida humana: el delito de homicidio”. En:
Revista de Derecho Penal, 2003-I, Delitos contra las personas, Santa Fe, p. 58.
[71] BUSTOS RAMÍREZ, Juan. “Consideraciones respecto a la estructura del delito en la reforma penal
latinoamericana”. En: Doctrina Penal, Nº 5 a 8, Buenos Aires, 1979, p. 480.
[72] SILVA SÁNCHEZ, Jesús-María. “Aspectos de la Comisión por omisión. Fundamentos y formas de inter-
vención. El ejemplo del Funcionario Público”. Ob. cit.; y precisando dicha postura reitera en otro trabajo la
inconveniencia de su redacción porque generará un carácter expansivo de la criminalización de las omisio-
nes. Así en “Política criminal y reforma legislativa en el delito de “comisión por omisión” (el artículo 10 del
proyecto de Código Penal de 1992)”. En: Política Criminal y Reforma Penal. Homenaje a la memoria del
Prof. Dr. Juan del Rosal, Madrid, 1993, p. 1079. El mismo: El Delito de omisión..., 2003, p. 456. Sostiene, sin
82
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
embargo, que la alternativa de lege ferenda debe ser la tipificación expresa en la Parte Especial de los casos
de omisión en que esta muestra igual merecimiento de pena que la comisión activa. Las inconveniencias de
su regulación en la Parte General, puede dar, por su imprecisión, lugar, “(...) en el marco de una jurispruden-
cia como la española que, de momento, no se muestra extensiva en materia de comisión por omisión dolosa,
a soluciones contraproducentes, fomentando prácticas que, afortunadamente, hoy no existen”.
[73] TERRAGNI, Marco Antonio. “Omisión impropia y posición de garante”. En: BUOMPADRE, Jorge
Eduardo (Dir. y Coord.), Derecho Penal y Procesal Penal. Homenaje a Carlos Alberto Contreras
Gómez, Buenos Aires, 1997, p. 130. Este autor apunta que: “Manteniéndolos en la ineludible depen-
dencia de un tipo ya existente, la posibilidad de comisión por omisión depende de los particulares
contenidos de cada una de las figuras delictivas. Los casos en que sería factible son homicidio y lesio-
nes; abandono de personas; algunos casos de lesión de la libertad e injurias; la estafa y algunas formas
asimilables entre delitos contra la propiedad, así como la malversación de caudales públicos en la
hipótesis del artículo 262 del Código Penal argentino”.
[74] DE LUCA y LÓPEZ CASARIEGO; “Enriquecimiento patrimonial de funcionarios, su justificación
y problemas constitucionales”. En: DONNA, Edgardo Alberto (Director). Revista de Derecho Penal
–Delitos contra la Administración Pública II. 2004, p. 140.
[75] HURTADO POZO, 1987, p. 352.
[76] JAKOBS, Günther. Derecho Penal. Parte General. Fundamentos y teoría de la imputación. Traducción
de Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano Gonzáles de Murillo. Madrid, 1997, p. 954.
83
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[77] Vide FIGUEROA ORTEGA, Yván José. “Los delitos de omisión impropia en la legislación penal
venezolana”. En: JAEN VALLEJO, Manuel (Director) y REYNA ALFARO, Luis M (coordinador).
Sistemas penales Iberoamericanos. Libro Homenaje al Profesor Dr. D. Enrique Bacigalupo en su 65
aniversario, Lima, 2003, p. 381 y ss.
[78] JESCHECK, Hans-Heinrich; “Problemas del delito impropio de omisión desde la perspectiva del
Derecho comparado”. Traducción de José Luis Manzanares Samaniego. En: Jornadas sobre la “Reforma
del Derecho Penal en Alemania”, Madrid, p. 84. Este autor sostiene que en la regulación de la omisión
impropia en la Parte General o Especial, ambas soluciones presentan insuficiencias. La cláusula ge-
neral habrá de configurarse de modo más o menos general en la caracterización de las posiciones de
garante, y la regulación en la Parte Especial complicará y dará pesadez a los preceptos penales, y dejará
abiertas considerables lagunas de punibilidad.
[79] GRACIA MARTÍN, Luis. “Política criminal y dogmática jurídico-penal del proceso de reforma penal en
España”. En: RPCP, Nº 2, Lima, 1993, p. 420, tiene un peculiar punto de vista, pues afirma que una “una
correcta interpretación de los tipos de injusto de la parte especial permite deducir criterios normativos
susceptibles de fundamentar una total identidad entre acción y omisión en la esfera de la tipicidad. Dicho
criterio de identidad debe orientarse a la determinación del momento a partir del cual la acción y omisión
constituyen comportamientos fungibles susceptibles de realizar lo injusto típico”. El mismo: “Los delitos
de comisión por omisión (Una exposición crítica de la doctrina dominante)”. En: Modernas Tendencias
en la Ciencia del Derecho Penal y en la Criminología. Madrid, 2001, p. 439.
[80] BACIGALUPO. Ob. cit., pp. 132 y 133.
84
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
[81] JESCHECK, Hans-Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Volumen primero, traducción
y adiciones de Derecho español por Mir Puig y Muñoz Conde, Barcelona, 1981, p. 152.
85
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[82] Así, CREUS, Carlos. Derecho Penal. Parte General. Buenos Aires, 2003, p. 37 anota que la dogmática
se designa aquella exposición del Derecho Penal que parte del Derecho positivo y de las reglas jurídicas.
A mi entender la confusión viene porque la dogmática en la Francia de Napoleón, se llamaba la escuela
de la exégesis, caracterizada por considerar que la legislación como la única que legitima el Derecho.
Como dice NINO, Carlos Santiago. Introducción al análisis del Derecho. Buenos Aires, 1998, p. 335
las teorías dogmáticas cumplen la función más importante de permitir la inferencia de nuevas normas
no pertenecientes al Derecho legislado, el ejemplo de la teoría dogmática más refinada y desarrollada
es quizá la “teoría general del delito” en el ámbito del Derecho Penal.
[83] En este sentido, el funcionalismo extremo establece a través de PERDOMO TORRES, Jorge Fernando.
“Dos cuestiones actuales en la dogmática del delito de omisión. Sobre la supuesta accesoriedad y sobre
solidaridad”. En: DONNA, Edgardo Alberto (Dir.) Revista de Derecho Penal. 2004-I, Buenos Aires:
“La solución a la problemática solo se podrá alcanzar en la medida en que se abandonen estos criterios
y se construya un marco teórico-jurídico en el que sean partícipes todas aquellas disciplinas sociales
(por ejemplo la Sociología del Derecho y la Antropología), de manera que las herramientas del Derecho
sean aquellas que se correspondan efectivamente con las necesidades de toda sociedad; solo de esta
forma se alcanzarán las soluciones a los problemas a los que se ve enfrentada la dogmática penal actual,
sin embargo sin que se renuncie a criterios de legitimación y validez, y a una fundación eminentemente
normativa, pues algo debemos tener claro: en el sistema del Derecho estamos solucionando problemas
jurídicos de una sociedad”.
Por eso los funcionalistas radicales encuentran en la imputación objetiva un campo fértil para desa-
rrollar sus teorías jurídicas, pues implica una tesis sobre los presupuestos de la solución correcta de
86
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
un conflicto. Así, la imputación objetiva que en verdad tiene la pretensión de ser aplicada tanto en el
Derecho privado como en el Penal o en el Administrativo, considera que no es correcto responsabilizar
al autor de una conducta por todos los resultados que ésta cause, sino solo por los que sean consecuen-
cia de la creación de un peligro jurídicamente desaprobado. La pretensión de corrección de una teoría
puede ser derivada de presupuestos generales del orden jurídico; se trata de postulados sin los que la
interpretación de textos jurídicos sería imposible, todo entendimiento de un texto legal requiere, al
menos, una concepción de la justicia o de la utilidad social.
[84] SANCINETTI, Marcelo. “Exigencias mínimas de la dogmática del hecho punible en la Parte General
en los Códigos Penales”. En: CDJP, Nº 11, Buenos Aires, p. 95.
87
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[85] Al respecto: JIMÉNEZ DE ASÚA, Luis. Tratado de Derecho Penal. Losada, Buenos Aires, 1963,
pp. 208 y 209 sostiene: “Hoy nos urge que para nosotros la dogmática ha de edificarse sobre el Derecho
vigente y no sobre la mera ley. El Derecho no es la ley a secas. Para los que no creemos que el Derecho
sea puramente lo formal, sino que tiene un contenido realista, el Derecho abarca también las vivencias
del pueblo en que rige”. A mi juicio este párrafo sería el gran resumen de todo lo que hasta aquí hemos
visto. Es más el autor agrega que “Hay un Derecho supralegal al que a menudo tenemos que acudir para
establecer conceptos positivos y negativos de la antijuricidad, es decir, de lo injusto, y de las causas de
justificación, así como para individualizar la culpabilidad, que en su aspecto negativo se corona con la
causa general de exclusión que se denomina en Alemania “no exigibilidad de otra conducta”. De este
segundo párrafo de Jiménez de Asúa se puede deducir que las categorías dogmáticas –aún fuera de la
ley–, mientras limitan al poder punitivo del Estado, contienen legitimidad dentro del ordenamiento
jurídico-penal.
A las eximentes de responsabilidad no expresamente destacadas en la ley se les llama “supralegales”:
no es acertada esta denominación porque solo puede operar si se desprenden dogmáticamente, es decir,
del ordenamiento positivo. Mas la doctrina designa así a las causas impeditivas de la aparición del factor
indispensable para configuración del delito. Aludir a la supralegalidad produce la impresión de algo por
encima de las disposiciones positivas, cuando en realidad esas eximentes derivan del propio sistema
dogmático. Hecha la aclaración sugerimos seguir empleando esta terminología porque está demasiado
difundida.
La enumeración expresa de las causas excluyentes de responsabilidad en las leyes no tiene carácter
limitativo; antes bien, es puramente enunciativa, todas aquellas causas que impidan la aparición de
alguno de los elementos del delito evitará su configuración, solo tratándose de las justificantes no pue-
de hablarse de las causas supralegales. Toda antijuricidad se descompone en un contenido material o
sociológico de oposición al orden, de conveniencia para la vida colectiva y en una declaración expresa
hecha por el Estado, que constituye la antijuricidad formal.
88
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
social[86], entre otros. Por otro lado, la doctrina judicial tendría el efecto
de delimitar el tipo penal en la Parte Especial, como por ejemplo los
términos de funcionario público en los delitos contra la Administración
Pública, la disposición patrimonial en la estafa, etc. La jurisprudencia
y la dogmática solo puede cubrir los espacios que los preceptos de la
Parte General no hayan cubierto: determinados requisitos de la acción,
la causalidad y algunos desarrollos no definidos exhaustivamente en la
Parte General. La doctrina judicial puede consolidar una determinada
interpretación de prescripciones jurídicas penales. En síntesis, el dere-
cho judicial y la dogmática no solo no están excluidos, sino que son,
como lo enseña la Parte General del Código Penal, simplemente im-
prescindibles. De ahí que Roxin haya sostenido en relación a la Parte
General que “(...) lo único cierto es que menudo el legislador ha deja-
do abiertos amplios campos de las teorías generales del Derecho Penal
y los ha encomendado a la decisión de la jurisprudencia; en parte, las
dificultades que en muchos casos se oponen a una codificación de tales
materias, y en parte por los loables deseos de no bloquear la evolución
científica mediante la fijación escrita de un estadio del conocimiento
que después quedará superada”[87].
La jurisprudencia y la dogmática solo en determinadas áreas debe
ceder ante la función de garantía de la ley penal: está prohibido
crear nuevas penas y tipos como agravar las existentes[88], por esto
que decía Goldschimdt que el “(...) ordenamiento normativo penal
opera como un sistema formal en contra del acusado, y como un
sistema material a su favor, toda vez que la integración de las nor-
mas solo se admite a favor del reo”[89]. Sin embargo, existe otro gru-
po de figuras dogmáticas que por razones de represión, el Derecho
Penal tenía que contemplarlos en su Derecho positivo para hacer
[86] WELZEL consideró a la adecuación social como una causa de justificación consuetudinaria, (citado
por: CANCIO MELIÁ, Manuel. “Teoría final de la acción e imputación objetiva. Consideraciones
sobre la teoría de la adecuación social”. En: CDJP, Nº 3, Buenos Aires, 1993, p. 83). ROXIN, Claus.
“Observaciones sobre la adecuación social en el Derecho Penal”. Traducción de Mariana Deanasi. En:
CDJP, Nº 12, Buenos Aires, 2001, p. 83.
[87] ROXIN. Ob. cit., pp. 159 y 160. Asimismo: WELZEL, Hans. Derecho Penal alemán. Traducción de
Bustos Ramírez y Yánez Pérez, Santiago de Chile, 1970, p. 40 sostiene que el derecho consuetudinario
puede ser de importancia mediata para la interpretación legal, sobre todo para conceptos de la Parte
General, donde el uso prudente de los tribunales puede llevar al esclarecimiento de un derecho consue-
tudinario.
[88] MAURACH, Reinhart y ZIPF, Heinz. Derecho Penal. Parte General. Volumen 1, traducción de Jorge
Bofill Genzsch y Enrique Aimone Gibson, Buenos Aires, 1994, p. 138. STRATENWERTH. Ob. cit.,
p. 36.
[89] GOLDSCHMIDT, Werner. Introducción al Derecho. La teoría trialista del mundo jurídico y sus hori-
zontes. Buenos Aires, 1996, p. 582.
89
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
90
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
lege, que da, para algunos delitos que deberían tipificarse, siempre el mismo
resultado: la impunidad[91].
Por eso, se ha dicho, con razón, que el problema de las “lagunas de la legisla-
ción” no existe para el Derecho Penal, que es un sistema discontinuo de ilici-
tudes[92]. De manera que un método para llenar esos vacíos sería a través de la
analogía, que supone la aplicación de la ley penal a un supuesto no compren-
dido en ninguno de los sentidos posibles de su letra, pero análoga a otros sí
comprendidos en el texto legal. La analogía, en líneas generales, para el De-
recho Penal no está permitida. Por otro lado, la analogía se diferencia de la
interpretación (extensiva), que sí está permitida, porque esta no sobrepasa el
sentido posible de la letra de la ley. Por ejemplo, el artículo 80, inciso prime-
ro del Código Penal argentino, prescribe una circunstancia agravante del ho-
micidio (parricidio) si la víctima es ascendiente, descendiente o cónyuge, sa-
biendo que lo son. Sería una aplicación análoga extenderlo al que matare a
quien desde pequeño se encuentra en casa, y se le considera como a un “hijo”.
Suele distinguirse en Derecho Penal, entre analogía in malam partem y analo-
gía in bonam partem, entendiendo por la primera la que integra la ley exten-
diendo la punibilidad (es decir, para crear o agravar la responsabilidad penal),
por lo tanto, en caso de aplicación del Derecho en perjuicio del sujeto el po-
der del juez penal termina en los límites de la interpretación; y por la segun-
da la que la restringe más allá de la letra de la ley (es decir, para atenuar o ex-
cluir la responsabilidad penal), este planteamiento estará acorde con el límite
garantizador que posee el propio texto legal: dicho límite solo persigue garan-
tizar al ciudadano que no podrá verse afectado por una pena que no se halle
prevista por la letra de la ley. Siendo así, parece lógico admitir la aplicación
de un beneficio legal para el reo cuando su situación sea análoga a la que mo-
tiva dicho beneficio[93]. En el ejemplo descrito del supuesto parricidio, se tra-
ta sin duda, de una analogía in malam partem.
[91] Así, SOLER, Sebastián. Derecho Penal argentino. 1, Buenos Aires, 1983, p. 135. FONTÁN
BALESTRA, Carlos. Derecho Penal. Introducción y Parte General. Actualizado por Guillermo AC.
Ledesma, Buenos Aires, pp. 120 y 121. Este autor apunta que: “El problema de las lagunas del Derecho,
que contempla los silencios de la ley y que deben resolver los códigos de Derecho privado por disposi-
ción del Derecho positivo, según dijimos, no existe en el orden penal: la ley penal está, debe estar llena
de silencios, y en materia penal el silencio es libertad”.
[92] SOLER. Ob. cit., p. 132.
[93] MIR PUIG. Ob. cit., p. 87. LUZÓN PEÑA, Diego Manuel. Curso de Derecho Penal. Parte General,
Universitas, Madrid, 1996. Ob. cit., p. 137. BUSTOS RAMÍREZ y HORMAZÁBAL MALARÉE,
Vol. 1. Ob. cit., p. 95. En este sentido, también la doctrina argentina: NÚÑEZ, Ricardo C. Manual
de Derecho Penal. Parte General. Córdoba. 1999, p. 68 nos dice que existe “prohibición de ana-
logía in malam partem. Pero sí es aplicable cuando es bonam partem. Pone el siguiente ejemplo
(p. 69): “(...) para eximir de castigo a los contraventores de leyes policiales locales, se han aplica-
do por analogía las reglas del Código Penal sobre prescripción y causas de inculpabilidad”. FRÍAS
91
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
CABALLERO / CODINO / CODINO. Teoría del Delito, 1993, pp. 40 y 50. DONNA, Edgardo Alberto.
Teoría del Delito y de la Pena. 1, Buenos Aires, 1996, p. 12.
[94] En este sentido: ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Tomo I, Fundamentos. La Estructura
de la Teoría del Delito, traducción de Luzón Peña, Díaz y García Conlledo y de Vicente Remesal,
Madrid, 1997, p. 140. JESCHECK, Hans-Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Volumen
Primero. Traducción y adiciones de Derecho español por Mir Puig y Muñoz Conde, Barcelona, 1981, p.
181. El mismo autor acota lo siguiente: “El término ‘prohibición de la analogía’ no es del todo acertado,
pues la analogía es un procedimiento de uso habitual en la lógica jurídica que se emplea en el Derecho
en general y en Derecho Penal en particular incluso, aunque no sea in bonam partem. Pero nada hay
que objetar contra el empleo de dicha expresión, si se es consciente de que al decir prohibición de la
analogía se está pensando en la analogía con la finalidad de crear Derecho”.
[95] El texto del artículo es el siguiente:
“Artículo III. No es permitida la analogía para calificar el hecho como delito o falta, definir un esta-
do de peligrosidad o determinar la pena o medida de seguridad que les corresponde”.
[96] BALDÓ LAVILLA, Francisco. “La construcción de la teoría del delito y el desarrollo continuador del
Derecho”: En: CDJP, Nº 6, Buenos Aires, 1997, p. 113.
92
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
el juez acuda a la analogía en el Derecho Civil, la que exige que aquí se abs-
tenga de ella[97]. Por otro lado, también habría que destacar que la operativi-
dad de la garantía del principio de legalidad, según los estratos o categorías
del delito, adquiere algunas particularidades. En el plano de la tipicidad, como
se sabe, la regla es la legalidad que impide toda construcción analógica y ex-
tensiva de los tipos penales y de las normas prohibitivas. La situación parece
variar en el plano de la antijuricidad ya que parece lícito reducir teleológica-
mente el alcance de ciertas causas de justificación.
La analogía ha pasado de ser un problema de la ley a la teoría de la interpreta-
ción del Derecho[98], es decir, la primera cuestión presentada por este progra-
ma interpretativo es la referencia a la interpretación extensiva y su diferencia-
ción de la analogía. A su vez, también con la interpretación analógica, que es
distinta de la analogía propiamente dicha, porque la interpretación es el des-
cubrimiento de la voluntad de la ley en sus propios textos, y es perfectamente
admisible en la medida en que sigue siendo interpretación, es decir, se man-
tiene dentro los límites del sentido literal posible, y para optar en sentido am-
pliatorio por alguno de sus significados posibles, recurre a la semejanza de ese
término con otros términos de otro precepto legal que se interpretan también
en ese sentido amplio. En tanto que con la analogía no se interpreta una dis-
posición legal, que en absoluto falta, sino, por el contrario, se aplica al caso
concreto una regla que disciplina un caso semejante. En la interpretación ex-
tensiva falta la expresión literal, pero no la voluntad de la ley, y en la analogía
falta también la voluntad de esta[99].
93
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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James REÁTEGUI SÁNCHEZ
[104] HURTADO POZO, José. Manual de Derecho Penal. Parte General, Lima, 1987, p. 350; en el marco
del derogado Código Penal de 1924 decía que: “En relación con estas infracciones no es posible tam-
poco suponer que se trate de una aplicación analógica de las disposiciones que regulan las infracciones
comisivas. No estamos, pues, ante un caso de violación del principio de la legalidad”.
[105] HIRSCH, Hans Joachim. “Causas de justificación y prohibición de la analogía”. Traducción de Esteban
Sola Reche. En: Derecho Penal. Obras Completas. Tomo II, Buenos Aires, 2000, p. 319.
[106] En este sentido: MEINI MÉNDEZ, Iván Fabio. “Responsabilidad penal de los órganos de dirección
de la empresa por comportamientos omisivos. El deber de garante del empresario frente a los hechos
cometidos por sus subordinados”. En: Revista de Derecho. Nº 52, Lima, 1998-1999, p. 894.
95
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[107] PERDOMO TORRES, Jorge Fernando. “Algunas consideraciones dogmáticas sobre la regulación de la
comisión por omisión en el nuevo Código Penal colombiano”. En: RPDJP, Nº 2, Lima, 2001, p. 446.
[108] MOLINARIO, Alfredo J. Los Delitos. I, Buenos Aires, 1996, pp. 26 y 27. Este autor cita a Rober Vouin,
que dice que en definitiva la Parte General “jamás llegará a enunciar precisamente en qué se distingue
cada infracción tomada en particular, de todas las otras. Por el contrario, es tarea del Derecho Penal
Especial definir cada calificación especial y concreta, primero en sus elementos constitutivos y después
en sus consecuencias de derecho que se deriven”.
96
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
97
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
impropia se realiza mediante una cláusula cita (artículo 13)[109] y así parece
ser la tendencia legislativa en el Derecho positivo comparado: en Italia[110];
Alemania[111]; Austria[112]; Portugal[113]; Brasil[114]; España[115]; Colombia[116];
98
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
jurídico protegido, o que se le haya encomendado como garante la vigilancia de una determinada fuen-
te de riesgo, conforme a la Constitución o a la ley.
Son constitutivas de posiciones de garantía las siguientes situaciones:
1.- Cuando se asuma voluntariamente la protección real de una persona o de una fuente de riesgo,
dentro del propio ámbito de dominio.
2.- Cuando exista una estrecha comunidad de vida entre personas.
3.- Cuando se emprenda la realización de una actividad riesgosa por varias personas.
4.- Cuando se haya creado precedentemente una situación antijurídica de riesgo próximo para el bien
jurídico correspondiente.
Parágrafo. Los numerales 1, 2 ,3 y 4 solo se tendrán en cuenta en relación con las conductas punibles
delictuales que atentan contra la vida e integridad personal, la libertad individual, y la libertad y for-
mación sexual”.
[117] CP de El Salvador.
Artículo 22. “El que omite impedir un resultado que de acuerdo con las circunstancias debía y podía
evitar, responde como si lo hubiera producido. El deber de obrar incumbe a quien tenga por ley obliga-
ciones de cuidado, protección o vigilancia; o quien con su comportamiento precedente creó el riesgo; y
a quien, asumiendo la responsabilidad de que el resultado no ocurriría, determinó con ello que el riesgo
fuera afrontado”.
[118] CP deEcuador.
Artículo 12. “No impedir un acontecimiento, cuando se tiene la obligación jurídica de impedirlo,
equivale a ocasionarlo”.
[119] CP de Paraguay.
Artículo 15.- “Al que omita impedir un resultado descrito en el tipo legal de un hecho punible de
acción, se aplicará la sanción prevista para este solo cuando: 1. exista un mandato jurídico que obligue
al omitente a impedir tal resultado y, 2. este mandato tenga la finalidad de proteger el bien jurídico
amenazado de manera tan específica y directa que la omisión resulte, generalmente, tan grave como la
producción activa del resultado”.
[120] CP de México:
Artículo 7, segundo párrafo: “En los delitos de resultado material también será atribuible el resultado
típico producido el que omite impedirlo, si este tenía el deber jurídico de evitarlo. En estos casos se con-
siderará que el resultado es consecuencia de una conducta omisiva, cuando se determine que el que omite
impedirlo tenía el deber de actuar para ello, derivado de una ley, de un contrato o de su actuar precedente”.
99
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[121] Esta misma situación la percibimos también en la regulación de las “consecuencias accesorias” para las
personas jurídicas. Así, debe quedar claro, en el terreno formal, que se hace innecesario el recurso a un
estricto sistema de númerus clausus, como el acogido por el 129.1 del CP español de 1995, que señale
en la parte especial los casos en los que es posible imponer la medida accesoria. Por otro lado, existe la
otra postura que exige una cláusula general como la del artículo 105 del CP peruano.
100
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
[122] MIR PUIG, Carlos. Los delitos contra la Administración Pública en el nuevo Código Penal. Barcelona,
2000, p. 303.
[123] Sin embargo, el juicio completo de tipicidad de la omisión impropia estará condicionado a la presencia
de la equivalencia “jurídica” de la figura delictiva a la cual se pretende imputar el resultado típico a
través de la omisión impropia, por más completa y perfecta asignación que exista en el sujeto activo con
respecto a la víctima (calidad de garantía). Habría que preguntarnos, entonces, si la expresión activa
“acceso carnal” puede confluir también expresiones negativas como las de “dejar violar”, “permitir
que otro tenga acceso carnal”. Como puede observarse, siempre la imputación por omisión impropia
“permite” la incorporación de terceras personas en el evento criminal, en la cual el garante tendría la
obligación de eliminar o neutralizar el peligro originado por ese “tercero” (o evento circunstancial pero
previsible al garante).
101
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
A modo de conclusión
[124] ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública en el Código Penal pe-
ruano. Lima, 2001, p. 295.
[125] Habría que destacar que el Derecho Penal debe ser una de las pocas ramas jurídicas donde se puede hacer
filosofía. La influencia de las corrientes filosóficas en el Derecho Penal ha sido enorme, no solamente en
la sistemática de la teoría del delito, sino también en la teoría de la pena: Kant, Hegel, Feuerbach, etc. La
historia nos ha demostrado que evolución del pensamiento penal –o de su involución– ha sido en reali-
dad la evolución –o involución– del pensamiento filosófico: desde el siglo XIX las posturas causalistas-
positivistas, neokantismo, ontologicismo, normativismo a ultranza, son prueba de ello. Así, también por
ejemplo: Radbruch, Welzel, antes que penalistas eran filósofos del Derecho. Esto sin hablar de las bases
del Derecho Penal liberal del XVIII que provienen fundamentalmente de la obra de Beccaria, que no fue
102
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
elabora –dice Zaffaroni– sobre un texto legal, explicitando mediante los enun-
ciados de la “dogmática” la justificación y el alcance de una planificación en
la forma de “debe ser”, o sea, como un “ser” que “no es”, pero que “debe ser”
o, lo que es lo mismo, como un ser “que aún no es”[126].
Concretamente, en el delito de omisión impropia no se puede decir que no
cumple las funciones de garantía de la ley penal. Existen dos motivos que ava-
lan esta postura: en primero lugar, si bien la omisión impropia es un sistema
de imputación que amplía el marco de punibilidad, también lo es que en su
estructura causal se aplican ciertos correctivos o restrictivos como lo son, por
excelencia, los criterios de imputación objetiva que en esencia tiene como fi-
nalidad limitar la responsabilidad penal (dolosa o culposa). En segundo lugar,
en cuanto a la sancionabilidad de la omisión impropia esta no representa un
mayor agravamiento del delito de acción (y por ende, tampoco lo amplía) que
le sirve de referencia, porque en determinados ordenamientos jurídicos donde
se prevé una cláusula cita (como en Alemania y Perú), existe una cláusula de
atenuación que rebaja la pena en relación al delito de acción.
En definitiva que sea la dogmática científica quien defina el contenido y los
límites de dicha institución y no el legislador penal, quien muchas veces
está imbuido de consideraciones político-criminales. Por eso no se concibe
actualmente aquella tesis que indica que si no existiera el artículo 13 del
Código Penal peruano o un precepto que señalara explícitamente cuáles son
los requisitos de la comisión por omisión, esta modalidad delictiva no podría
ser sancionada amén del principio de legalidad.
Sin embargo, cabe una pregunta relevante: ¿La dogmática jurídico-penal pue-
de ir más allá de las regulaciones legales?; o mejor dicho: ¿La voluntad del
intérprete puede abarcar o llenar supuestos no contemplados en su momento
por la voluntad del legislador? Nuevamente me remito a la anterior referencia,
la dogmática sí puede llenar supuestos no previstos en la Parte General, por
eso, en las legislaciones penales que ya contemplan expresamente a la autoría
mediata, tentativa, como el caso peruano, no impide que la dogmática cum-
pla su función de delimitación, aunque esta tenga como objetivo “ampliar” la
un penalista. También los penalistas “clásicos” mantuvieron el estudio del “Derecho Penal” en el plano
de la especulación filosófica (responsabilidad moral) y el de la pura deducción. Exponente máximo de
esta tendencia fue Francesco Carrara en su célebre Tratado “Programa del Curso de Derecho Criminal”,
donde todos los problemas penales de su época los solucionaba sobre la base de principios lógicos, sin
comentar una determinada legislación positiva. En definitiva, así como en el Derecho Procesal Penal debe
ser la “constitución aplicada”, en el Derecho Penal material debería ser la “filosofía aplicada”. Esto debe-
ría generar un gran debate, sobre todo en el aspecto metodológico: ¿queremos una dogmática “cerrada” a
su propio sistema o una dogmática “abierta” a las consideraciones extrapenales (filosóficas)?
[126] ZAFFARONI, Eugenio Raúl. En busca de las penas perdidas. Buenos Aires, 1998, p. 22.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[127] Así, JIMÉNEZ DE ASÚA, Luis. La Ley y el delito. Principios de Derecho Penal. Buenos Aires, 1981,
p. 502 que dice: “Cuando el Código Penal define un delito lo hace contemplando la consumación y la
autoría –valga la palabra–; por eso, según hemos dicho, la tentativa y la participación no son más que
causas ampliatorias, de la subordinación al tipo o de la imposición de castigo”.
[128] En este misma línea puede ubicarse: GARCÍA CAVERO, Percy. La comisión por omisión en el Código
Penal peruano, texto mecanografiado (inédito); cuando dice: “En efecto, puede perfectamente partirse
de la comprensión de que la cláusula general no resulta necesaria para la punibilidad de las omisiones
equiparables en términos penales a las conductas activas, pero que esta falta de necesidad no impide
que el legislador regule expresamente los presupuestos necesarios para equiparar una omisión a una
acción. De alguna forma lo mismo sucede con la regulación de la autoría: Nadie podría afirmar que sin
el artículo 23 del Código Penal no sería posible castigar a quien realiza el tipo penal de la parte especial,
aunque su regulación en una norma general pone de manifiesto las formas de autoría y sus requisitos
que vinculan al intérprete penal. Del mismo modo debería procederse en la regulación de la comisión
por omisión: el castigo de los casos de comisión por omisión no depende de la cláusula general del
artículo 13 del Código Penal, aunque resulte necesario seguir criterios de equiparación expresamente
señalados en esta disposición penal”.
[129] Algunos autores lo designan como “formas ampliadas del tipo penal”.
104
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
[130] Así, véase: MAURACH, Reinhart. Tratado de Derecho Penal. Tomo II, traducción y notas de Derecho
español de Juan Córdoba Roda. Barcelona, 1962, p. 282. Igualmente: GRAF ZU DOHNA, Alexander.
La estructura de la teoría del delito, traducción de Carlos Fontán Balestra con la colaboración de
Eduardo Friker. Buenos Aires, 1958, p. 58, “vista la importancia práctica del problema (de la omisión
impropia), el legislador no deberá eludir el deber de dar al juez una fórmula expresa en la que pueda
fundamentar sus decisiones”.
[131] ORTS ALBERDI. Ob. cit., 1978, p. 37. FIGUEROA ORTEGA, Yván José. “Los delitos de omisión
impropia en la legislación penal venezolana”. En: JAÉN VALLEJO, Manuel (Director) y REYNA
ALFARO, Luis M. (coordinador). Sistemas penales Iberoamericanos. Libro Homenaje al Profesor Dr.
D. Enrique Bacigalupo en su 65 Aniversario. Lima, 2003, p. 405 dice que: “(...) de lege ferenda consi-
deramos necesaria la regulación legal para así disipar cualquier duda acerca de la constitucionalidad
de estos delitos, al igual que para fijar ciertos límites la actividad judicial. De este modo, opinamos que
estos delitos deben regularse expresamente en el Código Penal venezolano, tal como se ha hecho en
las legislaciones penales de España y Alemania, así como también en las de Italia, Portugal y Austria”.
Además, como bien expresa: VILLAVICENCIO TERREROS, Felipe. Derecho Penal. Parte General.
Lima, 2006, p. 655 con la incorporación de la omisión impropia en el Derecho peruano se supera los
problemas de constitucionalidad.
105
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[132] Así, como ya apuntaba la Sentencia del Tribunal Supremo español del 10 de abril de 1981 (RJ 1981/1624),
la delincuencia por omisión, por su menor frecuencia en la vida del delito, tuvo una lenta elaboración
doctrinal y difícil acogida en la praxis jurisprudencial, no obstante proclamar el artículo 1 CP, desde
el mismo inicio de la época codificadora, que las omisiones voluntarias penadas por la Ley están al
mismo nivel y ostentan igual rango punitivo que las acciones de igual índole; dificultades que explican
que una primera y antigua Sentencia de esta Sala (STS del 10 de abril de 1874) declarara que aquellos
delitos que, como el asesinato, exigen acción, por su índole y naturaleza, no pueden cometerse más que
por actos positivos y nunca por omisión, posición bien pronto rectificada en la misma centuria pasada.
En efecto, ya la Sentencia del 17 de febrero de 1877 admitió la participación omisiva en un delito de
incendio, a pesar de que también otras posteriores la descartaron en relación con la complicidad (STS
del 19 de febrero de 1935 y 19 de octubre de 1943, entre otras).
106
James REÁTEGUI SÁNCHEZ
[133] En España, por ejemplo: PÉREZ ALONSO, Esteban Juan. La coautoría y la complicidad (necesaria)
en Derecho Penal. Granada, 1998, p. 5 sostiene que existe una dogmática del antiguo artículo 14 del
CP español y no una dogmática de la autoría y participación en Derecho Penal: “Pero los conceptos
jurídico-dogmáticos (autoría y participación, en este caso) no son solo producto del Derecho positivo.
En la actualidad, la ciencia jurídica (penal) opera con parámetros valorativos distintos, considerando
básicamente que la interpretación de la ley y la determinación de los criterios metanormativos de los
que parte el intérprete, es decir, de las valoraciones y tomas de decisiones últimas, que permitan una
mejor interpretación racional y fundada de la ley y, por tanto, del concepto jurídico-dogmático: la
definición del concepto (autoría y participación) en el sentido de la ley (artículos 28 y 29 CP)”.
[134] Por ejemplo: MAURACH/ ZIPF, 1994, p. 54 nos dice: “Así, por ejemplo, no obstante que la limitación
de responsabilidad por omisión dispuesta constitucionalmente está regulada en el parágrafo 13 y su
concreción efectiva se obtiene esencialmente por medio de las posiciones de garante desarrolladas por
la jurisprudencia y la doctrina”.
107
La naturaleza jurídica de la eximente
de “obediencia debida”
Introducción
[*] Profesor de Derecho Penal en la Universidad Científica del Sur. Abogado del Estudio Benites, Forno,
Ugaz & Ludowieg, Andrade Abogados.
[1] En ese sentido, MORILLAS CUEVA, Lorenzo, La obediencia debida. Aspectos legales y político-
criminales, Editorial Civitas S.A., Madrid, 1984, p. 48 y s.; y MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal:
Parte General. 8ª ed., Editorial Reppertor, Barcelona, 2008, p. 506.
[2] VILLAVICENCIO T., Felipe, Derecho Penal. Parte General. Grijley, Lima, 2006, p. 645. Asimismo,
concuerdan con este razonamiento: MEINI, Iván. “La obediencia debida en Derecho Penal ¿órdenes
ilícitas vinculantes?”. En: Imputación y responsabilidad penal. Ensayos de Derecho Penal, ARA
109
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
las relaciones familiares, es cierto que en la época del Imperio Romano, por
citar un ejemplo, el jefe de la familia mantenía una relación superior-subordi-
nado con el resto de sus integrantes, incluso con cierta independencia del po-
der del Estado[3]. Sin embargo, actualmente ese tipo de relaciones no son to-
leradas por el Derecho, no existiendo una facultad de mando establecida por
ley para el jefe de la familia.
Editores, Lima, 2009, p. 103; BUSTOS RAMÍREZ, Juan. Manual de Derecho Penal. Parte General.
3ª ed., Editorial Ariel, Barcelona, 1989, p. 223; NÚÑEZ, Ricardo C. Manual de Derecho Penal.
Parte General. 3ª ed., 4ª reimpresión, Editora Córdoba, Córdoba, 1987, p.202 y ss; FONTÁN
BALESTRA, Carlos. Tratado de Derecho Penal. Parte General. 2ª ed. corregida y actualizada,
Editorial Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1980, p. 346; BRAMONT-ARIAS TORRES, Luis Miguel.
Manual de Derecho Penal. Parte General. 3ª ed., Editorial y Distribuidora de Libros S.A., Lima,
2005, p. 255; GIMBERNAT ORDEIG, Enrique. Introducción a la Parte General del Derecho Penal
español. Universidad Complutense Facultad de Derecho sección de publicaciones, Madrid, 1979,
p. 67; y UGAZ SÁNCHEZ-MORENO y UGAZ HEUDEBERT. La obediencia debida, Grijley, Lima,
2004, p. 813.
[3] RODRÍGUEZ DEVESA, José María y SERRANO GÓMEZ, Alfonso. Derecho Penal español. Parte
General. 16 ª ed., revisada y puesta al día. Editorial Dykinson, Madrid, 1993, p. 529 y ss.
[4] En este sentido, BRAMONT-ARIAS TORRES, Luis Miguel. Ob. cit., p. 320; BUSTOS RAMÍREZ,
Juan. Ob. cit., p. 225; DU PUIT, José. “La obediencia jerárquica en el Derecho Penal militar peruano”.
En Hurtado Pozo (dir.), Anuario de Derecho Penal 2001-2002: La Reforma del Derecho Penal Militar.
Lima, 2002, p. 252.
[5] BUSTOS RAMÍREZ, Juan. Ob. cit., p. 225.
[6] ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ALAGIA, Alejandro y SLOKAR, Alejandro. Manual de Derecho Penal.
Parte General, 1ª ed., Ediar, Buenos Aires, 2005, p. 593; ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Tratado de
Derecho Penal. Parte General IV, Ediar, Buenos Aires, 1981, p. 282.; VILLAVICENCIO T., Felipe.
110
Juan Diego Ugaz Heudebert
Ob. cit., p. 644 y ss.; y VIDAL, Humberto S. Derecho Penal. Parte General. Teoría del delito.
Advocatus, Córdoba, 1991, p. 329.
[7] Al respecto: ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Tratado de Derecho Penal. Parte General III, Ob. cit.,
p. 220; RUSCONI, Maximiliano A. Los límites del tipo penal. Un análisis de la tipicidad conglobante,
Ad-Hoc, 1ª ed., Buenos Aires, 1992, p. 29 y ss.
[8] Sentencia de la Sexta SPE del 19/2/2007, Exp. N° 33-2001. La jurisprudencia nacional parece haber
aceptado, al menos en parte, el fundamento de la teoría de la tipicidad conglobante en el sentido de
que no será típico un comportamiento que no vulnere bienes jurídicos. Esto al señalar que uno de los
requisitos para la aplicación de la obediencia debida es que la orden impartida por el superior debe ser
siempre antijurídica, ya que esta eximente solo puede hacer referencia al cumplimiento, en virtud de
la obediencia debida, de una orden antijurídica, porque para eximir de pena por el cumplimiento de
órdenes lícitas no antijurídicas no es necesario ningún precepto legal expreso, toda vez que el derecho
penal, al ser de ultima ratio, solo interviene cuando se vulnera un bien jurídico.
[9] RUSCONI, Maximiliano A. Ob. cit., p. 29 y ss.
[10] ZÚÑIGA RODRÍGUEZ, Laura. “La obediencia debida: Consideraciones dogmáticas y político-crimina-
les”.En: Derecho. Nº 46, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1992, p. 208.
111
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[11] Revisar al respecto, HURTADO POZO, José. Manual de Derecho Penal. Parte General I. 3ª ed.,
Grijley, Lima, 2005, p. 468.
112
Juan Diego Ugaz Heudebert
[12] MAC LEAN M., Ana Cecilia. “Obediencia debida como defensa para los criminales de guerra en el
Derecho nacional e internacional”. En: Themis. Revista de Derecho Nº 37, Lima, 1998, p. 212.
[13] KELMAN C., Herbert. Crimes of Obediente. 1ª ed, Yale University Press, Nueva York, 1989, p. 71.
[14] Revisar con referencia a la licitud de la orden, VILLA STEIN, Javier. La culpabilidad. Ediciones jurí-
dicas, Lima, 1997, p. 155 y ss.; y VILLAVICENCIO T., Felipe. Ob. cit., p. 369 y ss. El autor señala que
de acuerdo a lo proscrito por el artículo 20, inciso 9 del Código Penal, se exime de responsabilidad pe-
nal al que obra por orden obligatoria de autoridad competente, expedida en ejercicio de sus funciones.
Según el autor, ello significa que para que se configure la eximente el mandato debe ser legítimo. En
ese mismo sentido, PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso Raúl. Derecho Penal. Parte General. Teoría
del delito y de la pena y sus consecuencias jurídicas. 2ª ed., Editorial Rhodas, Lima, 2007, p. 491.
[15] BUSTOS RAMÍREZ, Juan. Obras completas. tomo I. Derecho Penal. Parte General. Ara editores,
Lima, 2005, p. 927 y ss; RIGHI, Esteban. La culpabilidad en materia penal. Ad-Hoc, Buenos Aires,
2003, p. 159 y ss.; RODRÍGUEZ DEVESA, José María y SERRANO GÓMEZ, Alfonso. Ob. cit.,
p. 321; y ROMERO SOTO, Luis Enrique, Derecho Penal. Parte General volumen I, Editorial Themis,
Bogotá, 1969, p. 349 y ss. Cfr: BUSTOS RAMÍREZ, Juan, Manual de Derecho Penal. Parte General
Ob. cit., p. 225; y RODRÍGUEZ DEVESA, José María y SERRANO GÓMEZ, Alfonso. Ob. cit.,
p. 527. Los autores estiman que el cumplimiento de un deber es diferente a la obediencia debida, ya
que en aquel el deber no surge de relaciones de subordinación a un superior, sino que en relación al
ordenamiento jurídico directamente.
[16] NÚÑEZ, Ricardo C. Ob. cit., p. 203.
[17] MAURACH, Reinhart y ZIPF, Heinz. Derecho Penal. Parte General. Traducción de la 7ª ed. alemana
por Jorge Bofill Genzsch y Enrique Aimone Gibson. Editorial Astrea, Buenos Aires, p. 505.
113
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[18] NÚÑEZ, Ricardo C. Ob. cit., p. 203; ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Tratado de Derecho Penal. Parte
General IV. Ob. cit., p. 278.
[19] Revisar, MIR PUIG, Santiago. Ob. cit., p. 504 y ss.; JAKOBS, Günther, Derecho Penal. Parte General.
Fundamentos y teoría de la imputación. 2ª ed. trads. Joaquín Cuello Contreras y José Luis Serrano
González, Marcial Pons, Madrid, 1997, p. 256 y ss.; ZAFFARONI, Eugenio Raúl, Tratado de Derecho
Penal. Parte General IV. Ob. cit., p. 278; y RODRÍGUEZ DEVESA, José María y SERRANO GÓMEZ,
Alfonso. Ob. cit., p. 95 y ss.
[20] ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Fundamentos, la estructura de la teoría del delito.
Trads. Luzón Peña, Díaz y García Conlledo, y De Vicente Remesal. Civitas, Madrid, 1997, p. 744; y
JESCHECK, Hans-Heinrich y WEIGEND, Thomas. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Trad.
Miguel Olmedo Cardenete, 5ª ed., renovada y ampliada, Editorial Comares, Granada, 2002, p. 423 y ss.
114
Juan Diego Ugaz Heudebert
115
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
entre dos deberes de acción; c) cuando hay un conflicto entre varios deberes
de omisión[28].
Si se aplicara esta teoría a la obediencia debida, existiría una colisión entre un
deber de acción, –cumplir con una orden– y un deber de omisión –no cometer
un hecho antijurídico–. Para que se cumpla con uno de estos deberes será ne-
cesario infringir o lesionar el otro, debiéndose analizar cuál de los dos debe-
ría prevalecer, tomando como referencia los criterios de ponderación estable-
cidos por el artículo 20 inciso 4 del Código Penal.
116
Juan Diego Ugaz Heudebert
[31] ARMAZA GALDÓS. Julio. Legítima defensa, error de comprensión y otros aspectos negativos del
delito. 1ª ed., Adrus, Arequipa, 2004, p. 139; CHOCANO RODRÍGUEZ, Reiner. “Situaciones de
necesidad en las que derivan causas de justificación: Estado de necesidad agresivo y defensivo”. En:
HURTADO POZO (dir.), Anuario de Derecho Penal 2003: Aspectos fundamentales de la Parte General
del Código Penal peruano, Fondo editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2003,
p. 263.
[32] En el mismo orden de ideas, MAURACH, Reinhart y ZIPF, Heinz. Ob. cit., p. 483; CHOCANO
RODRÍGUEZ, Reiner. Ob. cit., p. 263; BALDÓ LAVILLA, Francisco. Estado de necesidad y legítima
defensa: Un estudio sobre las situaciones de necesidad de las que derivan facultades y deberes de salva-
guarda. José María Bosch Editor, Barcelona, 1994, p. 121 y ss.
[33] ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 706; STRATENWERTH, Günter. Ob. cit., p. 225 y s.; LUZÓN PEÑA, Diego
Manuel. Ob. cit., p. 633; y JAKOBS, Günther. Ob. cit., p. 520.
[34] En ese mismo sentido, STC del 30/9/2005, Exp. N° 2446-2003-AA/TC-Puno.
117
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[35] Concuerdan, MORILLAS CUEVA, Lorenzo. Ob. cit., p. 130; RIGHI, Esteban. Ob. cit., p. 163 y ss; CARDINI,
Eugenio Oswaldo. Estado de necesidad. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, p. 173; MESA VELÁSQUEZ,
Luis Eduardo. Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Editorial Universidad de Antioquia, Medellín,
1962, p. 254; UGAZ SÁNCHEZ-MORENO, José y UGAZ HEUDEBERT. La obediencia debida. Grijley,
Lima, 2004, p.811; PEÑA CABRERA, Raúl. Tratado de Derecho Penal. Estudio Programático de la Parte
General. Con la colaboración de José Antonio Caro John y Reiner Chocano Rodríguez, 2ª ed., Grijley, Lima,
1995, p. 455; JIMÉNEZ DE ASUA, Luis. Tratado de Derecho Penal. Tomo VI. La Culpabilidad y su exclu-
sión, 3ª ed., Editorial Lozada, Buenos Aires, 1962, p. 808; ROMERO SOTO, Luis Enrique, Derecho Penal.
Parte General volumen I. Editorial Themis, Bogotá, 1969, p. 351; ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ALAGIA,
Alejandro y SLOKAR, Alejandro. Ob. cit., p.594.; CREUS, Carlos. Derecho Penal. Parte General, 2ª
ed. actualizada y ampliada. Editorial Astrea, Buenos Aires, 1990, p. 375 y ss; FONTáN BALESTRA,
Carlos. Ob cit., p. 344; ZÚÑIGA Rodríguez, Laura, Ob. cit., p. 209; Cfr: VIDAL, Humberto S. Ob. cit.,
p. 326. El autor no estima posible la concepción de la obediencia debida como una causal de error, ya que él
parte de que la obediencia debida solo se aplica para casos en que la orden es manifiestamente contraria a
Derecho, lo cual impide que el subordinado pueda incurrir en error.
[36] JIMÉNEZ DE ASúA, Luis. Ob. cit., p. 455.
[37] JESCHECK, Hans-Heinrich y WEIGEND, Thomas. Ob. cit., p. 533.
[38] ZÚÑIGA Rodríguez, Laura. Ob. cit., p. 209.
[39] A favor de esta posición, UGAZ SÁNCHEZ-MORENO, José y UGAZ HEUDEBERT, Ob. cit., p. 811;
VILLAVICENCIO T., Felipe. Ob. cit., p. 644; ZÚÑIGA Rodríguez, Laura. Ob. cit., p. 211; y
MORILLAS CUEVA, Lorenzo. Ob. cit., p. 137 y ss. En este caso el autor cita a Rivacoba Rivacoba,
quien sustenta la aplicación de la inexigibilidad de otra conducta para casos de obediencia debida cuan-
do a quien obra en virtud de ella no se le puede exigir otra conducta diferente, porque nada menos que
el propio Derecho le impone realizar el mandato de sus superiores. Señala además que prevalece en el
subordinado el deber de obediencia al superior sobre el deber jurídico objetivo, siendo la obediencia
debida una institución que disculpa por excelencia.
118
Juan Diego Ugaz Heudebert
Sin embargo, esto no significa que el subordinado tenga que obedecer ciega-
mente cualquier disposición emitida por el superior a pesar de conocer su ca-
rácter antijurídico, sino que solo aquellas que, de manera objetiva y proporcio-
nada, creen en él una situación motivacional anormal. De no ser así, un soldado
al que se le manda matar a un prisionero de guerra bajo la amenaza de correr 5
kilómetros como castigo si es que no lo hace, podría justificar su actuar despro-
porcionado en el mero hecho de que la orden provino de un superior y que por
ende su actuar se encuentra disculpado por el Derecho.
Por este motivo resulta lógico concluir que para el funcionamiento de la eximente
de no exigibilidad de otra conducta en la obediencia debida tienen que concurrir
las circunstancias del estado de necesidad exculpante o del miedo insuperable[40].
Respecto a la obediencia debida, existiría miedo insuperable cuando la orden
le haya producido al subordinado un estado emocional que no le deje otra po-
sibilidad distinta que obedecerla[41]. Aquí el subordinado conoce la antijuridi-
cidad de lo mandado, tanto en su forma como en su contenido, no pudiéndo-
sele reprochar el cumplimiento de la misma puesto que de hacerlo caerían so-
bre él gravísimas consecuencias, como podría ser el caso en que al subordi-
nado se le ordene ejecutar extrajudicialmente a una persona bajo la amenaza
de que si no lo hace él será también ejecutado[42]. Zúñiga Rodríguez sostiene
que en estos supuestos se habría afirmado el injusto, pero se excluiría la res-
ponsabilidad debido a que el Derecho no puede castigar las conductas del su-
bordinado que se encuentran adecuadas al baremo del funcionario medio[43].
Asimismo, hay autores[44] que piensan que los casos en que la orden ha sido
cumplida como consecuencia de algún tipo de coacción no deben considerar-
se dentro de la obediencia debida, pues lo que en tal caso mueve al subordi-
nado no es la relación de dependencia jerárquica, sino la amenaza de sufrir un
mal grave e inminente.
119
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[45] ZIMMERMANN, Andreas. The Rome Statute of the International Criminal Court: A commentary.
Volume I. Oxford University Press, Great Britain, 2002, p. 958.
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[48] Véase, ZAFFARONI, Eugenio Raúl. Ob. cit., p. 280; NÚÑEZ, Ricardo C. Ob. cit., p. 204; CREUS,
Carlos. Ob. cit., p. 307; VIDAL, Humberto S. Ob. cit., p. 326; MORILLAS CUEVA, Lorenzo. Ob.
cit., p. 101 y ss.; FONTÁN BALESTRA, Carlos. Ob. cit., p. 344 y ss; y ZAFFARONI, Eugenio Raúl,
ALAGIA, Alejandro y SLOKAR, Ob. cit., p. 593.
[49] Véase, ZAFFARONI, Eugenio Raúl, Ob. cit., p. 280; NÚÑEZ, Ricardo C. Ob. cit., p. 204; CREUS,
Carlos. Ob. cit., p. 307; VIDAL, Humberto S. Ob. cit., p. 326; ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ALAGIA,
Alejandro y SLOKAR, Alejandro. Ob. cit., p. 593.
[50] ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ALAGIA, Alejandro y SLOKAR, Alejandro. Ob. cit., p. 593.
[51] NÚÑEZ, Ricardo C. Ob. cit., p. 204.
[52] VIDAL, Humberto S. Ob. cit., p. 326.
[53] CREUS, Carlos. Ob. cit., p. 307.
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esta carga de riesgos que el subordinado tiene que asumir, sino poder de-
terminar cuándo la asunción de riesgos exigida al subordinado se encuen-
tra circunscrita a los alcances de lo que su cargo le exige. Para entender
esto, debe quedar claro una vez más que se trata de una obligación de ca-
rácter jurídico y no moral de asumir mayores riesgos[63]. Por esto debe en-
tenderse que el subordinado debe asumir un riesgo exigido por su supe-
rior, siempre y cuando sea legal y se encuentre dentro de lo que su car-
go le exige.
Como ejemplo se tiene el caso en el que un Coronel se encuentra consu-
miendo licor con uno de sus subordinados en su día libre. El superior no
podrá exigirle que conduzca una patrulla en estado de ebriedad con la fi-
nalidad de ir a comprar más licor. De ser así, el inferior jerárquico estaría
asumiendo el grave riesgo de incurrir en un accidente de tránsito como
consecuencia de su estado etílico. No existe exigencia de asumir el riesgo
en este ejemplo, pues la orden que va a derivar en la asunción del peligro
no es de acuerdo a ley, y además el comportamiento solicitado al inferior
no es exigido por su cargo.
[63] Al respecto, JAKOBS, Günther. Acción y omisión en Derecho Penal, trad. de Luis Carlos Rey Sanfiz y
Javier Sánchez Vera, 1ª ed., Universidad externado de Colombia, Bogotá, 2000, p. 14 y ss.
130
Juan Diego Ugaz Heudebert
[64] Basta recordar la política del Gobierno nazi, la cual promovía el exterminio de la raza judía.
131
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
poena sine lege. Sin embargo, se concluyó en dicho juicio que este principio
no tenía una limitación de soberanía, por lo que más allá de que los crímenes
cometidos por los generales alemanes no estuvieran regulados por sus nor-
mas internas, ellos debieron tener conocimiento de los tratados firmados por
Alemania y del recurso ilegal a la guerra para resolver las disputas internacio-
nales, razón por la que no se les podía eximir de responsabilidad, al haber ac-
tuado en desafío de las reglas establecidas por el Derecho Internacional y en
completa indiferencia de los dictados mínimos de humanidad[65].
El razonamiento utilizado por el Tribunal de Nüremberg guarda coherencia
con los principios de la imputación objetiva. Esto al considerarse que, más allá
de lo que diga la normativa interna, un subordinado no podrá obedecer una or-
den que sea manifiestamente contraria a las normativas internacionales o ma-
nifiestamente contraria a los Derechos Humanos, ya que tanto sus conocimien-
tos morales como militares le van a permitir saber que su actuar constituye un
crimen internacional o contra la humanidad. Por ejemplo, un soldado no podrá
solicitar que se le exima de responsabilidad penal, cuando su superior le orde-
nó torturar, violar y asesinar a un prisionero, por más que las normas internas
militares de su Estado se lo permita, ello debido a que sus conocimientos mí-
nimos como militar y como persona hacen que se le exija no cumplir con la
orden.
En todo caso, creo que la obediencia debida es considerada como atenuan-
te debido a que el subordinado actuará mayormente de acuerdo a una política
de gobierno, lo cual puede hacer que su poder de decisión se vea restringido.
Distinto sería cuando la orden cumplida sea totalmente arbitraria y no se co-
rresponda con la política de gobierno.
A diferencia de lo estipulado por los Tribunales antes referidos, el Estatuto
de Roma tiene una visión distinta de la obediencia debida. En este caso ya no
se le ve como atenuante, sino como eximente. El artículo 33 del Estatuto de
Roma considera que la obediencia debida será considerada como eximente
cuando el subordinado: a) Estuviere obligado por ley a obedecer órdenes emi-
tidas por el gobierno o el superior de que se trate; b) no supiera que la orden
era ilícita; c) la orden no fuera manifiestamente ilícita.
Respecto al primer supuesto –inciso a)–, este puede ser interpretado de dos
maneras: (i) Este inciso regula supuestos en los que la orden es lícita y por
lo tanto constituye una causa de atipicidad; (ii) regula supuestos en los que
en un ordenamiento jurídico las órdenes ilícitas pueden vincular y son de
132
Juan Diego Ugaz Heudebert
obligatorio cumplimiento. Creo que este inciso debe ser interpretado como
una causa de atipicidad, toda vez que interpretarlo de la otra forma impli-
caría aceptar una condición intolerable para el DPI: Que una orden ilícita
emitida por un gobierno o superior, y que implique la comisión de un cri-
men de la competencia de la Corte Penal Internacional pueda vincular. Este
razonamiento iría en contra de lo ya regulado por el Tribunal Militar Inter-
nacional de Nüremberg y los Estatutos de los Tribunales Penales para la ex
Yugoslavia y para Ruanda, quienes, como ya he podido concluir, reconocen
que la relación entre las normas internacionales y el subordinado debe pri-
mar sobre la relación entre el ordenamiento jurídico interno de un país y el
subordinado.
En cuanto al inciso b), se trata de un evidente supuesto de error, en el cual los
conocimientos del subordinado no le permiten reconocer que la orden era ilí-
cita. El inciso c) del artículo 33 señala que se exonerará de responsabilidad al
subordinado, cuando la orden no fuera manifiestamente ilícita, a partir de lo
cual se entiende que las órdenes ilícitas no manifiestas pueden vincular, a pe-
sar de que el subordinado tenga conocimiento de su ilicitud. Este razonamien-
to no puede resultar tolerable para el Derecho, ya que las órdenes ilícitas no
pueden vincular.
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[67] MEINI, Iván. Ob. cit., p. 97; MEINI, Iván. “Observaciones en torno a la Parte General del Código
de Justicia Militar”. En: Hurtado Pozo (dir.), Anuario de Derecho Penal 2001-2002: La Reforma del
Derecho Penal Militar. Lima, 2002, p. 282.
134
Juan Diego Ugaz Heudebert
Conclusiones
- El cumplimiento de una orden lícita en su forma y contenido consti-
tuye una conducta atípica.
- El subordinado podrá alegar un error de tipo –y por ende realizará
una conducta atípica– cuando incurra en un error sobre el deber de
obediencia y estime que su comportamiento no constituye supuesto
típico alguno.
- El subordinado podrá alegar una causa de justificación en caso exis-
ta una colisión de bienes ante la existencia de una situación de nece-
sidad, en la que el bien salvado deberá ser de mayor jerarquía que el
sacrificado.
- El subordinado podrá alegar error de prohibición indirecto cuando
sabe que su comportamiento es antijurídico, solo que cree errónea-
mente que está actuando bajo una causa de justificación.
- Es posible que el subordinado alegue miedo insuperable cuando cum-
pla con una orden que sabe es ilícita y actúe bajo coacción a causa de
un miedo que hace que cometa un hecho ilícito a pesar de conocer la
[68] MIR PUIG, Santiago. Ob. cit., p. 497; CEREZO MIR, José. Obras completas. Tomo I. Derecho Penal.
Parte General. ARA Editores, Lima, 2006, p. 727.
135
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
136
Análisis doctrinario del consentimiento
del titular del bien jurídico
Introducción
[*] Docente universitario. Abogado con estudios de maestría en Ciencias Penales en la Universidad de San
Martín de Porres.
[1] El artículo 20, inciso 10 del Código Penal, declara exento de responsabilidad penal a quien “actúa con
el consentimiento válido del titular de un bien jurídico de libre disposición”.
137
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[2] Rudolphi citado por HURTADO POZO, José. Manual de Derecho Penal. Parte General I. 3ª ed.,
Grijley, Lima, 2005, p. 490.
[3] Ídem.
138
Jorge A. Pérez López
disponer, o bien porque el titular concreto del bien carece de las capacidades
que dicho ordenamiento exige para poder disponer de el[4].
En el consentimiento no se da un problema de abandono de interés en la de-
fensa del bien jurídico, sino que, al contrario, lo que ocurre es que el indivi-
duo ejercita su interés consintiendo determinadas acciones que, objetivamen-
te, han sido consideradas dañosas.
El objetivo del presente trabajo es exponer lo que la doctrina considera de es-
tos supuestos, en los que el sujeto pasivo acepta, en determinadas condicio-
nes, que el autor realice una conducta que de otro modo constituiría delito.
[4] LEÓN ALVA, P. Eduardo. “El consentimiento como eximente de responsabilidad penal”. En:
Actualidad Jurídica. Nº 142, Gaceta Jurídica, Lima, setiembre de 2005, p. 73.
[5] DE VICENTE REMESAL, Javier. “Consentimiento y acuerdo. ¿Causa de exclusión de la tipicidad
o de la antijuricidad?”. En: Cuestiones actuales de la teoría del delito. Mir Puig y Luzón Peña
(Coordinadores). Monografía. Ciencias Jurídicas, Madrid, 1999, p. 118.
[6] RODRÍGUEZ DELGADO, Julio. “El consentimiento”. En: Código Penal comentado. Tomo I. Gaceta
Jurídica, Lima, 2004, p. 820.
[7] VILLAVICENCIO Terreros, Felipe A. Derecho Penal. Parte General. Grijley, Lima, 2006, p. 340.
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[8] DE LA GÁNDARA VALLEJO, Beatriz. Consentimiento, bien jurídico e imputación objetiva. Colex,
Madrid, 1995, pp. 67 y 68.
[9] En la dogmática extranjera se considera al consentimiento como un producto del Derecho consuetudi-
nario (BACIGALUPO Z., Enrique. Manual de Derecho Penal. Parte General. Temis, Bogotá, 1998, p.
237).
[10] ROXIN, Claus. La teoría del delito en la discusión actual. Trad. de Manuel Abanto Vásquez. Grijley,
Lima, pp. 262 y 263.
[11] LEÓN ALVA, P. Eduardo. Ob. cit., p. 75.
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[12] MEZGER, Edmund. Tratado de Derecho Penal. Trad. de la 2ª ed. alemana (1933) por J. Rodríguez
Muñoz. Tomo I. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1955, p. 414.
[13] JESCHECK, Hans-Heinrich y WEIGEND, Thomas. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Trad.
de Miguel Olmedo Cardenete, 5ª ed., Comares, Granada, 2002, p. 404.
[14] Ver LEÓN ALVA, P. Eduardo. Ob. cit., p. 76.
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del bien jurídico ni, por supuesto, conflicto de intereses que dé lugar a la
justificación.
Jescheck y Weigend[19] concluyen que las tres tesis mencionadas no consiguen
suministrar plenamente el fundamento de la fuerza justificante del consenti-
miento, la teoría del negocio jurídico desconoce los diferentes fines que cum-
plen el Derecho Penal y el Civil. La teoría de la renuncia al interés no explica
por qué una renuncia subjetiva, apoyada en móviles que con probabilidad son
sumamente inmorales, puede desligar al Estado de su misión en la proyección
objetiva de intereses. Igualmente, la teoría de la renuncia a la protección jurí-
dica tampoco aclara por qué la renuncia privada puede ser preferente al deber
del Estado en la protección jurídica de carácter público.
[19] Ver JESCHECK, Hans-Heinrich y WEIGEND, Thomas. Ob. cit., pp. 404-405.
[20] ROXIN, Claus. Ob. cit., p. 268.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[21] ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Tomo I, trad. a la 2ª ed. alemana por Diego Manuel
Luzón Peña, Miguel Díaz García Conlledo y Javier de Vicente Remesal. Civitas, Madrid, p. 517.
[22] LEÓN ALVA, P. Eduardo. Ob. cit., p. 78.
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[23] Ídem.
[24] Ibídem, p. 79.
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[25] ROXIN, Claus. La teoría del delito en la discusión actual. Ob. cit., p. 269.
[26] Ibídem, p. 270.
[27] Ibídem, p. 271.
[28] Ibídem, p. 272.
146
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Hay situaciones en las cuales se podría contemplar que un daño o una inter-
vención corporal, pese al consentimiento, irían en contra del verdadero bie-
nestar del portador del bien jurídico. En estos casos, se podría, por lo me-
nos, considerar un desvalor del resultado y a formar con él el tipo delictivo,
de manera que el consentimiento tendría efectos excluyentes del tipo o justi-
ficantes según la concreta situación[29]. Ejemplos: José ingresa a una comuni-
dad religiosa estricta que permite a sus asociados destruir sus objetos de lujo
a fin de no caer en la tentación de apegarse a bienes terrenales; o Pedro po-
see una valiosa imagen femenina hecha por un maestro, pero su amante, que
está celosa de la mujer retratada, hace depender su aceptación a la propues-
ta de matrimonio a que se le permita destruir la odiada imagen, y él consien-
te en ello; o el caso de que alguien permita que le hagan cicatrices en prue-
bas de valor o tatuajes visibles.
Habla a favor de la fuerza excluyente del tipo de consentimiento no solamente
la teoría del tipo, sino también la circunstancia de que el consentimiento sig-
nificaría un cuerpo extraño en el sistema de las causas de justificación, como
se ha mencionado anteriormente. Todas las causas de justificación se basan
en el principio de la ponderación de intereses y en la necesidad: ante una ine-
vitable situación de conflicto es conforme al Derecho, el sacrificio de uno de
los intereses que el ordenamiento jurídico considera de menor valor, siempre
que este sacrificio sea necesario para la preservación del interés mayor, pero
en el consentimiento no se trata ni de un conflicto de intereses entre el actor
y quien consiente, ni tampoco de la necesidad del hecho. Este carácter moti-
vó a Mezger a desarrollar un sistema dualista de causas de justificación. Se-
gún este sistema, la justificación, en la mayoría de casos, seguiría el principio
del interés preponderante, y en los otros lo haría con el principio de la falta de
interés: “Una justificación según el principio de la falta de interés ocurre me-
diante el retiro, en el caso particular, de la voluntad que en el tipo ha sido pen-
sada como lesionada”. Pero, precisamente, esta fundamentación muestra que
en la realidad no se trata de un problema de justificación, sino uno del tipo[30].
Allí, donde es posible un consentimiento efectivo se afirma la libre voluntad
del portador del bien jurídico, sin que exista una contradicción de intereses
y sin que la necesidad, o incluso tampoco solo la razonabilidad del consenti-
miento deban ser todavía probados o ponderados en contra del valor del obje-
to concreto del hecho.
Ante la disyuntiva en la doctrina sobre la naturaleza jurídica del consenti-
miento, que para algunos autores es causa de atipicidad y para otros causa de
147
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[31] BRAMONT-ARIAS TORRES, Luis Miguel. Manual de Derecho Penal. Parte General. 2ª ed. Santa
Rosa, Lima, p. 227.
[32] MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General (Fundamentos y teoría del delito). 2ª ed. PPU,
Barcelona, 1985, p. 447.
[33] Ver VILLAVICENCIO Terreros, Felipe A. Ob. cit., pp. 340-341.
[34] JESCHECK, Hans-Heinrich y WEIGEND, Thomas. Ob. cit., p. 399.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[38] Ídem.
[39] RODRÍGUEZ DELGADO, Julio. Ob. cit., p. 821.
[40] ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Ob. cit., p. 513 y s.
[41] Ídem.
[42] Ibídem, p. 822.
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[43] ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Ob. cit., p. 514.
[44] Ver RODRÍGUEZ DELGADO, Julio. Ob. cit., pp. 822 y 823.
[45] Ibídem, p. 823.
[46] Choclán Montalvo citado por VILLAVICENCIO TERREROS, Felipe A. Derecho Penal. Parte
General. Ob. cit., p. 341.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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Jorge A. Pérez López
Jurisprudencia:
“El ejercicio de la acción, en los delitos contra el honor, es privado, por
lo que al ser un bien jurídico disponible el consentimiento excluye la
responsabilidad, no existiendo infracción cuando el titular del derecho
hubiese otorgado al efecto su consentimiento”[51].
Es preciso que quien consiente sea el único titular del bien jurídico protegi-
do. En caso de ser varios los titulares del bien, solo el consentimiento de to-
dos tiene plena eficacia. Si Jorge y Enrique son condóminos de un reloj y Car-
los se apodera de él con el consentimiento de Enrique únicamente, Carlos co-
mete el delito de hurto[52].
Una excepción a la posibilidad de disponer de los bienes jurídicos individua-
les parecería ser la contemplada por los artículos 5 y 6 del Código Civil. Según
su artículo 5, los derechos inherentes a la persona humana son irrenunciables;
en tanto que el artículo 6 prohíbe la disposición del propio cuerpo, “cuando
ocasionen una disminución permanente de la integridad física o cuando de al-
guna manera sean contrarios a la moral y a las buenas costumbres”.
En síntesis, los bienes disponibles serían los únicos objetos de la tutela pe-
nal, cuando esa tutela garantiza, además un interés público o común el con-
sentimiento es irrelevante, puesto que la facultad de disposición no se refie-
re a estos.
Para determinar si un bien es o no disponible hay que considerar los intere-
ses en juego. La situación de aquellos que se vinculan particularmente con el
sujeto individual es diversa a la situación de los bienes que mantienen rela-
ción con el Estado o con la sociedad en su conjunto. Estos, por escapar a la
tuición del individuo como tal, quedan fuera de su disponibilidad, entre ellos,
los que no tienen un sujeto determinado, como la seguridad nacional o la sa-
lud pública.
Cuando el tipo legal solo protege un bien jurídico colectivo, es evidente que el
consentimiento de una persona particular no tiene ningún efecto sobre la tipi-
cidad del acto, por ejemplo, cuando se ataca el bien jurídico de seguridad pú-
blica, creando un peligro común para las personas o para los bienes mediante
[51] Resolución Superior del 31 de marzo de 1998. Sala Penal. Corte Superior de Justicia de Lima. Exp.
Nº 378-98).
[52] FONTAN BALESTRA, Carlos. Ob. cit., p. 249.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Jurisprudencia:
“Si bien el acto sexual lo realizó con consentimiento de la agraviada, no
habiendo mediado para ello fuerza o amenaza alguna, ello no lo exime
de su responsabilidad, ya que se trata de una menor que no tiene control
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Jorge A. Pérez López
[56] Ejecutoria Suprema del 10 de enero de 2000. Exp. Nº 4385-99. Amazonas. ROJAS VARGAS, Fidel e
INFANTES VARGAS, Alberto. Código Penal catorce años de jurisprudencia sistematizada. 2ª ed.,
Idemsa, Lima, 2005, p. 115.
[57] Sentencia de la Segunda Sala Penal para procesos sumarios con reos en cárcel del 19 de octubre de
1998. Exp. Nº 1877-98. ACADEMIA DE LA MAGISTRATURA. Serie de Jurisprudencia 3. Lima,
2000, p. 180.
[58] HURTADO POZO, José. Ob. cit., p. 498.
[59] Ver ROXIN, Claus. La teoría del delito en la discusión actual. Ob. cit., pp. 282-283.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[60] Sentencia del 31 de mayo de 1999. Sala Penal. Corte Superior de Justicia de Puno. Exp. Nº 31-L-1-98.
ROJAS VARGAS, Fidel e INFANTES VARGAS, Alberto. Ob. cit., p. 115.
[61] ROXIN, Claus. La teoría del delito en la discusión actual. Ob. cit., p. 282.
[62] Ibídem, pp. 283-284.
[63] FONTÁN BALESTRA, Carlos. Ob. cit., p. 250.
156
Jorge A. Pérez López
al que, por piedad, mata a un enfermo incurable que solicita de manera ex-
presa y consiente que se ponga fin a sus dolores intolerables (homicidio a pe-
tición, tipificado en el artículo 112 del Código Penal). Esta solución se com-
prende si se considera, interpretando de un modo restrictivo la Constitución,
que el derecho a la vida es tan importante que debe ser protegido aun contra
el propio interesado[64].
En los delitos contra la vida humana nuestra norma sustantiva no concede nin-
guna eficacia eximente al consentimiento. El sistema de justicia penal recono-
ce el carácter irrenunciable del derecho a la vida, lo que puede fundarse en la
consideración de la vida humana y/o de la prohibición de matar a otra perso-
na, como bienes dotados de un valor social que trasciende al interés particular
de su titular, ya sea en el hecho de que, a diferencia de otros derechos funda-
mentales, la renuncia a la vida es irreversible. Hay casos en los que el consen-
timiento no excluye directamente la tipicidad del comportamiento, porque el
legislador, por la propia importancia del bien jurídico (vida, integridad física)
exige especiales requisitos para darle mayor relevancia justificante al com-
portamiento en sí, típico. Nuestro ordenamiento legal, de forma coherente,
castiga (atenuadamente) aquellos actos de disposición sobre la vida que haga
un tercero respecto de su titular (artículo 112 del Código Penal); sin embar-
go, en estos casos, de acuerdo con las circunstancias, podría admitirse un es-
tado de necesidad justificante. Debemos reconocer que no son pocos los par-
tidarios de la lenidad en la pena para los homicidios cometidos por piedad y,
aunque cada día menos, también los de la impunidad. Esto solo es válido lege
ferenda, ya que lege lata ninguna duda queda respecto a la falta de significa-
ción del consentimiento en el homicidio, pues nada autoriza en la ley a soste-
ner tal excepción[65].
La sola voluntad del autorizado a disponer no proporciona un motivo jurí-
dicamente suficiente para intervenir en sus bienes, sino que debe añadírsele
además un empleo racional de tales bienes. En relación con la vida, se de-
duce que ni siquiera se justifica un consentimiento cualificado, es decir, el
ruego del sujeto para que se le dé muerte; ello ha de interpretarse en el sen-
tido de que ninguna pérdida cierta de la vida se considera razonable por el
consentimiento (por sí solo). La punición, a pesar del ruego (y a pesar de la
impunidad del suicidio), sirve para garantizar en general la prohibición de
matar[66].
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Jurisprudencia:
“Si bien es cierto que las cópulas carnales llevadas a cabo entre la agra-
viada y el encausado fueron de mutuo acuerdo, también lo es que dada la
minoría de edad de la agraviada, esta no tiene capacidad plena para dispo-
ner de su libertad sexual, por lo que la ley tiende a tutelar esta libertad de
los menores de edad, así como también su inocencia, cuyo desarrollo psi-
coemocional se ve afectado por ciertos comportamientos delictivos”[85].
El titular del bien jurídico debe darse cuenta, en concreto, de los alcances de
la acción que afectará a uno de sus bienes jurídicos y debe poder apreciarla
debidamente de acuerdo con sus intereses. Esta capacidad es admitida, por lo
general, respecto a las personas adultas. En este sentido, hay que admitir que
carecen de esta capacidad las personas que padecen trastornos mentales o de
conciencia graves.
Tratándose de menores, la manifestación de voluntad es válida en la medi-
da en que, respecto al caso concreto, tengan el discernimiento suficiente para
apreciar los alcances de su autorización, por ejemplo, el consentimiento de un
menor de diecisiete años de edad puede excluir el tipo legal de estafa (artículo
196 del Código Penal); pero no así el expresado por un niño de siete años.
163
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Jurisprudencia:
“Se imputa al procesado que en su calidad de vendedor y cobrador de la
empresa se ha apoderado ilícitamente y en forma sistemática de dinero
que se encontraba obligado a entregar al propietario de la empresa an-
tes mencionada, correspondiente a facturas pendientes de cancelar. Las
afirmaciones del procesado en el sentido de que el agraviado dio su con-
sentimiento para retener parte del dinero cobrado, al no estar corrobo-
radas por documento alguno ni medio probatorio idóneo, son argumen-
tos que no enervan su responsabilidad en la comisión del ilícito penal
imputado”.
La seguridad jurídica y la protección de los bienes jurídicos requieren que el
consentimiento sea expresado de una manera clara por cualquier medio, pero
de forma positiva. La simple actitud pasiva de la víctima es insuficiente.
Tanto si se trata de una causa de exclusión de la tipicidad, como si es una cau-
sa de justificación, el consentimiento del titular del bien jurídico debe quedar
claramente manifestado, aunque no siempre ha de ser expreso. Cabe también
el consentimiento tácito en aquellos casos en los que una previa relación de
confianza, basada en la gestión de negocios, relación de vecindad, etc., permi-
ta pensar que el titular del bien jurídico admite la realización del hecho (la per-
sona que utiliza el automóvil de su socio para realizar una gestión a favor del
negocio común; el vecino que entra en la casa de su amigo que se halla de va-
caciones para regar las flores y evitar que se sequen, etc.); muchos de estos ca-
sos pueden solucionarse por la vía del estado de necesidad, con lo cual no hay
que recurrir al consentimiento[88].
Cualquier vicio de la voluntad del que consiente (error, coacción, engaño,
etc.) invalida el consentimiento.
No se requieren formalidades, todas las formas reconocidas por la ley y por la
costumbre son válidas para manifestar el consentimiento, que como ya se ha
dicho, puede ser expresa o tácita. Para que el consentimiento resulte eficaz no
es preciso que sea conocido por el sujeto activo, puesto que ha de ser aprecia-
do objetivamente. La apreciación subjetiva nos conduciría a dar al consenti-
miento el carácter de causa excluyente de culpabilidad, tesis inaceptable.
[88] MUÑOZ CONDE, Francisco y GARCÍA ARÁN, Mercedes. Ob. cit., p. 392.
165
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166
Jorge A. Pérez López
importante es saber si la acción del autor ha lesionado intereses del titular ob-
jetivamente existentes o no. Por lo tanto, la eficacia del consentimiento no de-
pende de que el autor haya conocido el consentimiento o siquiera lo haya po-
dido conocer, es decir, no depende de que el titular haya manifestado su con-
sentimiento de forma expresa o tácita o que sea manifiestamente irreconoci-
ble desde el exterior.
Respecto a esta última teoría existen opiniones discordantes como la de
Roxin[90] quien llega a señalar que: “Si bien el consentimiento expresa la vo-
luntad interior del bien jurídico, sin embargo un pensamiento que no se ma-
nifiesta hacia el exterior no es expresión de la voluntad y debido a su falta de
comprobabilidad no es adecuado para llevar consecuencias jurídicas. El pre-
tender renunciar a cualquier tipo de manifestación y basarse únicamente en el
pensamiento íntimo del titular, que en ocasiones puede contradecirse con su
comportamiento exterior, significa renunciar a cualquier clase de seguridad
jurídica y abrir un campo demasiado amplio a errores de tipo infundados por
parte del autor”.
Sobre la base de estas consideraciones estimamos que la postura preferible es
la que defiende la “teoría intermedia”. Por consiguiente, consideramos que la
aquiescencia del titular del bien jurídico debe ser manifestada hacia el exte-
rior, aunque lo sea solo de manera concluyente. De acuerdo con esta posición,
resultaría que cuando el consentimiento del titular no haya sido manifestado
de alguna forma hacia el exterior, el hecho del autor tendrá que ser sanciona-
do como delito consumado[91].
[90] ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Ob. cit., p. 533.
[91] LEÓN ALVA, P. Eduardo. Ob. cit., p. 81.
[92] JESCHECK, Hans-Heinrich y WEIGEND, Thomas. Ob. cit., p. 410.
[93] Ibídem, p 535.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Jurisprudencia:
“Al haber recibido la agraviada un cheque sin fondos, conociendo este
hecho, debe considerarse como consentimiento válido y eximente de res-
ponsabilidad del inculpado. Al considerar el juez que no procede el inicio
de la acción penal, procede dictar el auto de no ha lugar”[96].
Solo en estas circunstancias se podrá considerar el consentimiento como el
ejercicio concreto de la libertad de obrar. El consentimiento general, como el
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Jurisprudencia:
“No se halla acreditado el delito ni la responsabilidad penal de los pro-
cesados, ya que la agraviada no ha sido inducida a error bajo ningu-
na de las modalidades típicas; toda vez que la participación de esta en
la ‘junta pandero’ realizada por los procesados se debió a un acto vo-
luntario en la que no medió ningún factor que desnaturalizara su libre
consentimiento”[100].
El consentimiento, para ser eficaz, debe ser una auténtica manifestación de la
voluntad del titular o, con otras palabras, estar “libre de vicios relativos a la
voluntad”; por ello, tradicionalmente, se ha sostenido que cualquier error o vi-
cio del consentimiento da lugar a la ineficacia de este.
Para analizar las consecuencias de los mencionados vicios deben distinguir-
se los supuestos de consentimiento otorgado por violencia e intimidación, los
otorgados por engaño, y finalmente, los otorgados por simple equivocación o
error del titular.
El consentimiento debe ser dado con plena libertad. No debe haber sido obte-
nido mediante engaño o coacción. Solo bajo esta condición el consentimien-
to es un acto autónomo y, por lo tanto, solo de esta manera elimina la lesión
del bien jurídico.
[99] JESCHECK, Hans-Heinrich y WEIGEND, Thomas. Ob. cit., pp. 410 y 411.
[100] Exp. Nº 6335-97. GACETA JURÍDICA. El Código Penal en su jurisprudencia. Gaceta Jurídica, Lima,
2007, p. 91.
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Jorge A. Pérez López
Jurisprudencia:
“Se entiende el engaño como toda actividad destinada a presentar como
verdadero algo falso, capaz de inducir a error respecto a la trascen-
dencia o significación del consentimiento que pudiera brindar la parte
agraviada”[101].
El consentimiento originado en un error es denominado por la doctrina como
consentimiento putativo.
El consentimiento presupone la capacidad de raciocinio, que básicamente
debe estar libre de todo engaño o violencia, y que debe emitirse al exterior de
modo reconocible. Basta la capacidad natural de discernimiento del titular del
bien jurídico que le permita advertir el significado y consecuencias esencia-
les de su consentimiento. No obstante, para el caso de delitos que señalan lí-
mites de edad más elevados o más bajos, el consentimiento pierde todo va-
lor como causa de justificación; verbigracia, el Código Penal considera viola-
ción sexual presunta la práctica del acto sexual sobre una persona menor de 14
años (artículo 173 del Código Penal), siendo absolutamente ineficaz su con-
sentimiento, aunque tenga discernimiento natural.
El consentimiento sea reconocible externamente, por cualquier medio, no es
óbice a que algún caso la norma pueda requerir que el consentimiento se ma-
nifieste expresamente. En cualquier caso, debe entenderse que el consenti-
miento no puede producirse con posterioridad (sin perjuicio de la posibilidad
del consentimiento presunto).
La coacción excluye siempre la eficacia del consentimiento, pero el error y
el engaño solo lo hacen cuando afectan a la cantidad y cualidad de la inje-
rencia consentida. No hace ineficaz el consentimiento del error en los mo-
tivos (pues allí se aprecia disponibilidad del bien jurídico), el error sobre
la identidad de la persona a la que se consciente intervenir (de igual mane-
ra resulta incuestionable que el sujeto está realizando actos de disposición
del bien jurídico), cuando no tiene trascendencia suficiente, ni el error en la
declaración.
Respecto a la violencia, en general, se dice que la coacción excluye la efi-
cacia del consentimiento, siempre que alcance una gravedad tal que anu-
le la capacidad del individuo de tomar una decisión y ejecutarla. La violen-
cia que hace ineficaz el consentimiento ha de ir dirigida a vencer la volun-
tad de la víctima, de forma tal que si esta está de acuerdo con el uso de la
171
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[102] SEGURA GARCÍA, M. El consentimiento del titular en el Derecho Penal. Valencia, 2000, pp. 142-
146.
[103] LEÓN ALVA, P. Eduardo. Ob. cit., p. 81.
[104] JAKOBS, Günter. Ob. cit., p. 301.
[105] ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Ob. cit., p. 545.
172
Jorge A. Pérez López
dice Roxin[106], o mejor dicho, al sustrato de dicho bien, pero la acción consen-
tida no es expresión de la libertad de acción de la madre. Finalmente, y por la
misma razón, habrá que negar la eficacia del consentimiento cuando el autor
simula una situación de necesidad, debido a la cual la víctima erróneamente
considera necesaria una renuncia al bien jurídico para evitar otros daños, ya
que en semejantes casos el engaño tiene un efecto intimidatorio equivalente
al producido por una amenaza.
Por lo que se refiere al error no provocado mediante engaño, hay que señalar
como primera cuestión que los errores en la declaración no pueden determinar
la ineficacia del consentimiento, ni siquiera cuando se traten de errores referi-
dos al bien jurídico. A esta conclusión se llega si se acepta la postura esgrimida
por la denominada “teoría intermedia” que considera que el consentimiento ne-
cesita ser manifestado y que manifestar es solo lo que resulta de una interpre-
tación objetiva. Es decir, que el derecho solo puede considerar como voluntad
del titular lo que haya expresado objetivamente y no su pensamiento interno[107].
Dos excepciones[108] pueden formularse a la regla anterior. Por una parte, si
el autor se da cuenta del error del titular y se aprovecha de él, puede atribuír-
sele al autor la lesión del bien jurídico, considerando algunos que la invoca-
ción del consentimiento hecha por el autor constituye un abuso de derecho.
En contra, Jakobs[109] fundamenta la responsabilidad a través de las reglas de
la autoría mediata, de forma que esta se determinaría, no por el hecho de que
conociese el error del que consciente, sino por la “posibilidad de fundamentar
su competencia preferente por haber organizado la conexión entre el derecho
del consentimiento y la realización del hecho”.
Otra excepción a la regla de que los errores no suscitados por el engaño no
afectan la eficacia del consentimiento, vendría dada por los supuestos en los
que el autor tiene del deber jurídico de eliminar las representaciones erróneas
por parte del titular mediante una aclaración experta. Así ocurre en el caso del
deber de aclaración que les corresponde a los médicos frente a sus pacientes.
En virtud a este deber el médico está obligado a informar a sus pacientes
acerca del diagnóstico, la clase y extensión de la intervención y sus posibles
repercusiones. En estos supuestos, el consentimiento condicionado por error
basado en un cumplimiento deficiente del deber de aclaración es ineficaz, de
forma que el médico puede ser castigado por lesiones dolosas o culposas,
según se haya omitido la aclaración de forma dolosa o culposa.
173
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
V. Consentimiento presunto
El consentimiento es presunto en los casos en los que el titular del bien jurídi-
co o, en su caso, su representante legal, no puede manifestar expresamente su
consentimiento, porque está ausente o inconsciente[111], pero sería seguro que
lo daría si pudiera. Este tipo de consentimiento no es expreso, pues como ve-
mos, el titular del bien jurídico se encuentra imposibilitado de emitirlo o no
es posible recabárselo. Ante estos supuestos, la acción es ejecutada por el au-
tor bajo la presunción de que, de haber conocido el titular la situación y haber
podido prestar su consentimiento, este hubiera consentido en su realización.
Desde una valoración objetiva ex ante de todas las circunstancias, la presta-
ción del consentimiento por parte del interesado habría tenido lugar con toda
seguridad[112]. Ejemplos: En el internamiento hospitalario de una persona in-
consciente gravemente herida, puede llevarse a cabo una intervención inme-
diata sin el consentimiento del paciente por motivos sanitarios, siempre que
pudo aceptarse que él mismo habría consentido de conocer tales circunstan-
cias; en el aborto terapéutico, es suficiente el consentimiento presunto de la
mujer embarazada cuando, por ejemplo, a causa de su inconsciencia aquel no
puede ser recabado.
A diferencia de las circunstancias precisas de peligro y ponderación de in-
tereses, propias al estado de necesidad, el consentimiento presunto con-
siste en una apreciación hipotética, por cuya virtud se afirma que el titular
del bien jurídico, encontrándose en la situación de hecho concreta, hubie-
ra decidido personalmente autorizar la ejecución de la acción. Para la de-
terminación del consentimiento presunto es necesario un juicio objetivo
de parte del autor antes o en el momento de la acción (ex ante). El juicio
objetivo se refiere al de un tercero razonable en el lugar del autor[113]. An-
tes de actuar, el tercero debe indagar sobre la voluntad de la persona que
va a ser afectada. Este no es el caso cuando la voluntad ha sido expresada
de manera tácita; por ejemplo, el propietario que como de costumbre, deja
abierta la puerta del jardín para que, en su ausencia, el jardinero pode y
riegue las plantas; este, al ingresar en esas condiciones, no realiza el tipo
[110] VILLAVICENCIO Terreros, Felipe A. Derecho Penal. Parte General. Ob. cit., p. 345.
[111] Ver VILLAVICENCIO Terreros, Felipe A. Código Penal comentado. Ob. cit., p. 132.
[112] JESCHECK, Hans-Heinrich y WEIGEND, Thomas. Ob. cit., p. 414.
[113] BACIGALUPO Z, Enrique. Ob. cit., p. 134.
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La complicidad primaria en el Derecho
Penal peruano: ¿es necesaria?
I. Planteamiento
[*] Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos con estudios de Maestría con mención en
Derecho Penal en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
[1] En la actualidad, el CP peruano al igual, por ejemplo, que los Códigos Penales alemán y español no
reconocen al encubrimiento como tercera forma de participación criminal junto a la inducción y la
complicidad (primaria y secundaria). Sin embargo, no se debe olvidar que existió una tradición legis-
lativa, en la cual se optaba por un punto de vista contrario, es decir, concebir al encubrimiento como
forma de participación, lo que motivó que la doctrina penal desarrollará los conceptos de participación
propia e impropia. Así, por ejemplo, ANTÓN ONECA, José. Derecho Penal. 2ª edición. Akal, Madrid,
1986, p. 454; sobre la base de la regulación de la autoría y la participación previa al vigente CP español
de 1995, establecía la siguiente clasificación: la participación podía ser propia o impropia, la primera
agrupaba a la inducción, la complicidad necesaria y la complicidad; mientras que la segunda estaba
integrada solamente por el encubrimiento. Esta última figura era considerada como tal, “por ser parti-
cipación después de ejecutado el delito, o sea por no ser verdadera participación”.
A mi juicio, el encubrimiento no es una forma de participación criminal, sino que se trata de una figura
típica autónoma, la que se encuentra en relación con la comisión de un hecho punible previo (artículos
404 y 405 del CP peruano). En efecto, el tipo penal de encubrimiento criminaliza la conducta de un
sujeto que pretende auxiliar al autor de un ilícito penal previo, con la intención o finalidad de impedir
que dicho hecho pueda ser descubierto o para evitar la investigación del mismo o para eludir la captura
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del responsable del delito o incluso para posibilitar que el autor del injusto previo se beneficie de las
consecuencias económicas del mismo.
Asimismo, el exigir que se trate de comportamientos que se realizan con posterioridad a la ejecución,
implica entender, en sentido inverso, que la ayuda prestada al autor durante la fase ejecutiva debe
ser calificada como complicidad. En tal sentido, la esencia o naturaleza del encubrimiento radica en
intervenir en un delito con posterioridad a su ejecución, pues tal como lo señaló MEZGER, Edmundo.
Derecho Penal. Libro de estudio. Tomo III. Parte Especial. Traducción de la 6ª edición alemana por
Conrado A. Finzi, Librería El Foro, Buenos Aires, 2001, p. 368; “Lo que interesa a los fines de la dife-
renciación entre participación y favorecimiento, es por lo general, saber si el hecho precedente ha sido
consumado”, ya que el encubrimiento (o “favorecimiento” en los términos de MEZGER) requiere un
hecho precedente; mientras que la participación un hecho inminente.
Por otro lado, el análisis dogmático del encubrimiento requiere tomar en consideración lo siguiente:
primero, las conductas de encubrimiento o de favorecimiento mediante comportamientos posejecuti-
vos están íntimamente relacionadas a la existencia de un hecho previo, el que constituye un delito. En
segundo lugar, el hecho previo debe de haber alcanzado el nivel de ser un hecho típico y antijurídico,
aunque no culpable, es decir, se requiere la presencia de una accesoriedad limitada (acerca de la rele-
vancia de la accesoriedad en el encubrimiento, Cfr. GILI PASCUAL, Antoni. “Consideraciones sobre
el concepto de accesoriedad en el encubrimiento”. En: CPC. N° 61. Edersa, Madrid, 1997, p. 183),
toda vez que la imputación personal o culpabilidad es una cuestión que compete a cada sujeto. De esta
manera, en el supuesto en el que falte esta atribuibilidad respecto de uno de los sujetos que intervienen
en un hecho antijurídico, esta solamente puede afectarle a él y no romper la relación que existe entre el
hecho y los demás intervinientes. En tercer lugar, desde el punto de vista subjetivo, es necesario que el
agente que favorece conozca que con su conducta está buscando encubrir la comisión de un hecho ilíci-
to (previo) cometido por un tercero (en doctrina se suele considerar que el conocimiento que se exige al
encubridor, no precisa ser un conocimiento cabal del hecho, pues basta con que este comprenda, como
límite inferior, los rasgos esenciales del hecho previo que se quiere encubrir), es decir, que se requiere
intencionalidad en el encubridor, además de la presencia del elemento subjetivo animus adjuvandi y la
ausencia de un ánimo de lucro, toda vez que la conducta de auxilio a los autores o cómplices para que
se beneficien del provecho o producto del delito, pero que es realizada con dicho ánimo lucrativo, nos
colocaría ante la figura de un delito de receptación. Finalmente, se debe tener en consideración, que el
encubridor no debe de haber intervenido en el delito previo ni como autor ni como cómplice (de donde
se colige que la figura del autoencubrimiento es impune), ni que su intervención en la etapa posterior al
delito –tal como señala la doctrina mayoritaria– haya sido pactada previamente, de tal manera que per-
mita un perfeccionamiento de la consumación del hecho delictivo previo. Cfr., para más detalles, mis
estudios “Configuración típica del delito de encubrimiento real”. En: Revista Jurídica del Perú. Tomo
81. Gaceta Jurídica, Lima, 2007, pp. 159-168 y “Consideraciones en torno al bien jurídico protegido
en los delitos de encubrimiento”. En: Diálogo con la Jurisprudencia. Nº 109. Año 13. Gaceta Jurídica,
Lima, 2007, pp. 199-207.
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[2] PÉREZ ALONSO, Esteban Juan. La coautoría y la complicidad (necesaria) en Derecho Penal.
Comares, Granada, 1998, p. 327.
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[3] OCTAVIO DE TOLEDO Y UBIETO, Emilio y HUERTA TOCILDO, Susana. Derecho Penal. Parte
General. 2ª edición, Editor Rafael Castellanos, Madrid, 1986, p. 507.
[4] Cfr. BOCKELMANN, Paul. Relaciones entre autoría y participación. Abeledo-Perrot, Madrid, 1960,
p. 7; PEÑARANDA RAMOS, Enrique. La participación en el delito y el principio de accesoriedad.
Tecnos, Madrid, 1990, p. 326; QUINTERO OLIVARES, Gonzalo. Manual de Derecho Penal. Parte
General. 2ª edición, Aranzadi, Navarra, 2000, p. 622; DONNA, Edgardo Alberto. La autoría y la par-
ticipación criminal. 2ª edición, Rubinzal-Culzoni editores, Buenos Aires, 2002, p. 92.
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[5] Citado por GÓMEZ GONZÁLEZ, Orlando. Participación criminal: Análisis doctrinal y jurisprudencial.
Dykinson, Madrid, 2001, p. 118.
[6] Cfr. QUINTERO OLIVARES. Ob. cit., p. 623.
[7] Cfr. GÓMEZ GONZÁLEZ. Ob. cit., pp. 127-129.
[8] Cfr. PEÑARANDA RAMOS. Ob. cit., p. 239.
[9] Cfr. ZUGALDÍA ESPINAR, José M. (Director) y PÉREZ ALONSO, Esteban J. (Coordinador). Derecho
Penal. Parte General. 2ª edición, Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, p. 729; BLANCO CORDERO,
Isidoro. Límites a la participación delictiva. Las acciones neutrales y la cooperación en el delito.
Comares, Granada, 2001, p. 16.
[10] JESCHECK, Hans Heinrich y WEIGEND, Thomas. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Traducción
de Miguel Olmedo Cardenete. 5ª edición, Comares, Granada, 2002, pp. 706-707.
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[11] Cfr. PEÑARANDA RAMOS. Ob. cit., p. 336; ZUGALDÍA ESPINAR y PÉREZ ALONSO. Ob. cit.,
p. 703.
[12] Cfr. OLMEDO CARDENETE, Miguel. La inducción como forma de participación accesoria. Edersa,
Madrid, 1999, p. 212.
[13] Cfr. MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General. 8ª edición, de F, Montevideo-Buenos Aires,
2008, p. 398, párr. 34; quien ha precisado que se trata del principio supremo de la teoría de la partici-
pación.
[14] Cfr. ZUGALDÍA ESPINAR y PÉREZ ALONSO. Ob. cit., p. 729.
[15] GÓMEZ GONZÁLEZ. Ob. cit., p. 129.
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[16] Para SANCINETTI, Marcelo. “El ilícito propio de participar en el hecho ajeno. Sobre la posibilidad de la
autonomía interna y externa de la participación”. En: Ilícito personal y participación. 2ª edición, Ad-Hoc,
Buenos Aires, 2001, pp. 59-61 y 90; estas dos nociones de la accesoriedad se encuentran relacionadas,
pero no se identifican. Además, a partir de la posición que este autor defiende y que se enmarca bajo la
idea de la autonomía de la participación, llega a sostener que: “desde el punto de vista de una teoría de
la responsabilidad que se base en el quebrantamiento de una norma de conducta que sirve de modelo del
contacto social, ni una ni otra forma de accesoriedad tiene razón de ser. Construida que sea la norma
dirigida personalmente al partícipe, él infringe el precepto por su comportamiento individual”.
[17] Cfr. ZUGALDÍA ESPINAR y PÉREZ ALONSO. Ob. cit., p. 730.
[18] En este sentido, JAKOBS, Günther. Derecho Penal. Parte General. Fundamentos y teoría de la impu-
tación. Traducción de Joaquín Cuello Contreras - José Luis Serrano Gonzáles de Murillo. 2ª edición.
Marcial Pons, Madrid, 1997, p. 803 párr. 19; quien indica que: “Como ya en la coautoría, también en la
participación se unen las aportaciones de todas las personas en un suceso delictivo que recorre unita-
riamente los estadios de la preparación y de la tentativa (consideración global), es decir, no separada-
mente para cada interviniente (consideración individual). Aun cuando un interviniente haya realizado
enteramente su aportación, para él solo existirá tentativa cuando el suceso delictivo en su conjunto
haya alcanzado el grado de tentativa. Así pues, se trata a todas las aportaciones conforme al progreso
cuantitativo del hecho en su conjunto, es decir, como si un solo autor lo ejecutara todo”.
Cfr., también, ROBLES PLANAS, Ricardo. La Participación en el delito: Fundamento y Límites.
Marcial Pons, Madrid-Barcelona, 2003, p. 175; para quien la accesoriedad cuantitativa hace referencia
a que el castigo de la participación depende de la continuación por parte del autor de la acción que ha
realizado el partícipe.
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[19] MAURACH, Reinhart, GÖSSEL, Karl Heinz y ZIPF, Heinz. Derecho Penal. Parte General 2. Traduc-
ción de la 7ª edición alemana por Jorge Bofill Genzsch. Astrea, Buenos Aires, 1995, p. 463 §53 Nº 2.
[20] OCTAVIO DE TOLEDO/HUERTA TOCILDO. Ob. cit., p. 425. Así también, GÓMEZ GONZÁLEZ.
Ob. cit., p. 115.
[21] Cfr. ROBLES PLANAS. Ob. cit., p. 221.
[22] En la doctrina penal peruana, VILLAVICENCIO TERREROS, Felipe. Derecho Penal. Parte General.
Grijley, Lima, 2006, pp. 498-501 párrs. 1108-1116; desarrolla la accesoriedad cualitativa bajo el prin-
cipio de accesoriedad; mientras que la cuantitativa lo hace dentro del, por él denominado, principio
de exterioridad. De la lectura del texto de este autor, parece que se trata simplemente de un asunto de
definiciones, pues refiere que “lo que desarrollaremos aquí como principio de accesoriedad, otros au-
tores lo hacen bajo la denominación de ‘accesoriedad cualitativa’, ‘ámbito interno de la accesoriedad’,
‘estructura interna del delito’, entre otras”.
[23] Cfr. GARCÍA CAVERO, Percy. Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Grijley, Lima, 2008, p. 584;
PEÑA CABRERA, Raúl. Tratado de Derecho Penal. Estudio Programático de la Parte General. 1ª reim-
presión de la 3ª edición, Grijley, Lima, 1999, pp. 350 y 352; VILLA STEIN, Javier. Derecho Penal. Parte
General. 3ª edición, Grijley, Lima, 2008, p. 331; VILLAVICENCIO TERREROS. Ob.cit., p. 499 párr.
1110; BRAMONT ARIAS, Luis Alberto. Derecho Penal peruano. Ediciones jurídicas Unife, Lima, 2004,
pp. 419-420; ROJAS VARGAS, Fidel. Estudios de Derecho Penal. Jurista editores, Lima, 2004, p. 193.
[24] Cfr. PEÑARANDA RAMOS. Ob. cit., p. 255; BACIGALUPO, Enrique. Principios de Derecho Penal.
Parte General. 5ª edición. Akal, Madrid, 1998, pp. 379-380; GÓMEZ GONZÁLEZ. Ob. cit., pp. 127 y
131; OLMEDO CARDENETE. Ob. cit., pp. 208 y 215; OCTAVIO DE TOLEDO y HUERTA TOCILDO.
Ob. cit., p. 509; ZUGALDÍA ESPINAR y PÉREZ ALONSO. Ob. cit., p. 731; BUSTOS RAMÍREZ,
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Juan y HORMAZÁBAL MALARÉE, Hernán. Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Trotta,
Madrid, 2006, p. 407.
[25] Para este autor, junto con la accesoriedad limitada, los otros criterios que conforman el esquema del
principio de accesoriedad vigente hasta hoy y que, por su propia esencia, es graduable son:
a) Accesoriedad mínima.
De acuerdo con esta, el hecho principal solo requiere ser típico. Por consiguiente, la participación
será punible aun en los casos en los que concurra una causa de justificación.
Esta propuesta es criticable, pues se trataría de un criterio excesivo que desconoce que la tipicidad
es solo un indicio del injusto (ratio cognoscendi). Efectivamente, la aceptación de la accesoriedad
mínima implicaría arribar a conclusiones erróneas, pues se ampliaría la punibilidad de los partí-
cipes a hechos que si bien son típicos, no necesariamente han de resultar ser contrarios a Derecho
(v. gr., castigar por participación criminal a quien prestó a otro un bate de béisbol para que se de-
fienda del asalto del cual era víctima). Asimismo, para los partidarios de la “teoría de los elementos
negativos del tipo”, la adopción de la accesoriedad mínima entraña que no se configura causa de
justificación alguna, pues el comportamiento del autor sería atípico si eso ocurriera. Cfr. OCTAVIO
DE TOLEDO y HUERTA TOCILDO. Ob. cit., p. 507.
En la doctrina española, CEREZO MIR, José. Curso de Derecho Penal español. Parte General. III.
4ª reimpresión de la 1ª edición, Tecnos, Madrid, 2004, pp. 229-230; se afilia al planteamiento de la
accesoriedad mínima por considerarlo coherente con la concepción personal de lo injusto y por no
suponer la admisión de un tipo de lo injusto independiente de la participación, ni la consideración de
la participación como un delito autónomo. Para salir al frente de las críticas que sostienen que con la
accesoriedad mínima la participación sería punible incluso en los supuestos donde concurre una causa
de justificación, CEREZO aclara que: “la conducta del partícipe es lícita no solo cuando concurre en
ella una causa de justificación, sino también cuando concurre una causa de justificación en la conducta
del autor y el partícipe lo sabe. En ese caso falta en la conducta del partícipe el desvalor de la acción”.
b) Accesoriedad extrema.
En la doctrina penal se le denomina también “accesoriedad máxima”. Cfr. BUSTOS RAMÍREZ
y HORMAZÁBAL MALARÉE. Ob. cit., p. 409; ZUGALDÍA ESPINAR y PÉREZ ALONSO.
Ob. cit., p. 731; CEREZO MIR. Ob. cit., p. 230; OLMEDO CARDENETE. Ob. cit., p. 206; LÓPEZ
BARJA DE QUIROGA, Jacobo. En: CONDE-PUMPIDO TOURÓN, Cándido (Director), LÓPEZ
BARJA DE QUIROGA, Jacobo (Coordinador). Comentarios al Código Penal. Tomo 1. Bosch,
Barcelona, 2007, p. 405.
La accesoriedad extrema imperó por un prolongado tiempo en las relaciones entre la autoría y la
participación. Se debe recordar que hasta el año 1943, la accesoriedad máxima o extrema tuvo
vigencia en Alemania, ello debido a que en el modelo causalista imperante por entonces, el dolo
radicaba en la culpabilidad y su presencia era imprescindible a efectos de fundamentarla. Quienes
entendían la punibilidad de la participación sobre la base de este criterio, requerían que el autor
haya obrado típica, antijurídica y culpablemente, esto es, con responsabilidad plena, salvo el su-
puesto de concurrencia de una excusa absolutoria.
En la doctrina penal, MAURACH, GÖSSEL y ZIPF. Ob. cit., pp. 487 y 488 §53 Nº 97; se muestran
como partidarios de la vigencia de la accesoriedad extrema. Señalan que: “el linde de la accesorie-
dad limitada está ubicado demasiado bajo”, siendo lo correcto “plantear respecto del hecho princi-
pal mayores exigencias que las requeridas por la doctrina dominante”. En tal sentido, “la comisión
de una acción típica antijurídica no es suficiente. Además de ello, el autor principal debe haber
actuado con responsabilidad por el hecho. La posibilidad de la participación se debe descartar en
todos los casos en que el autor principal haya actuado en una situación de necesidad reconocida y
fundante de la inexigibilidad de la conducta adecuada a la norma y, por ello, sin responsabilidad”.
Asimismo, también en la doctrina extranjera, Jakobs es uno de los principales partidarios de la ac-
cesoriedad extrema. Por su parte, a nivel de la doctrina peruana, este planteamiento es seguido por
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GARCÍA CAVERO. Ob. cit., p. 586. Para este autor, la accesoriedad cualitativa implica que el autor
haya llevado a cabo un hecho típico, antijurídico y culpable (accesoriedad extrema); pues como el
hecho debe expresar un sentido comunicativo de vulneración de la norma penal, el autor debe haber
quebrantado su rol de ciudadano, “lo que presupone evidentemente la capacidad de culpabilidad del
autor”. De esta manera, si quien lleva a cabo la ejecución del hecho principal es un inculpable, “el
hecho podrá reconducirse al que facilita la ejecución como una autoría mediata siempre que se le
asigne la competencia por lo que realice el inculpable”.
La principal crítica que se le ha planteado a la accesoriedad extrema, es que la exigencia de que con-
curra culpabilidad en el autor del ilícito penal se torna excesiva (sobre todo cuando se han superado
las teorías basadas en la participación en la culpabilidad) y problemática. Así, en los casos en los que
se ayudaba o instigaba a un enajenado o a un menor de edad a la realización de un delito, no se con-
figuraba un hecho principal, con lo cual no había autor ni tampoco podía haber partícipe. De ahí que
las razones que puedan exculpar la conducta del autor, no son de aplicación también al partícipe, pues
la presencia de una causa de exclusión de la culpabilidad es un factor de naturaleza eminentemente
personal y no tiene por qué afectar al acto típico e injusto en el cual el partícipe ha colaborado. Por lo
cual, si un menor de edad comete un delito contando con la complicidad de un sujeto imputable, se
puede afirmar que se ha realizado un actuar injusto a pesar de que quien lo cometió no sea declarado
culpable, con lo cual no recae impunidad en quien intervino sin ser menor de edad. En este sentido,
CEREZO MIR. Ob. cit., p. 228; ha expresado rotundamente que: “la participación es participación en
lo injusto cometido por el autor y no en la culpabilidad”. Véase también, MIR PUIG. Ob. cit., p. 402
párr. 31; BACIGALUPO. Ob. cit., p. 381. Estos autores consideran que la culpabilidad es una cuestión
personal de cada sujeto y, por lo tanto, que falte esa atribución en uno de los que toman parte en un
ilícito penal solo puede afectarle a él. De esta forma, no se quiebra la relación entre el hecho y los
demás sujetos que colaboran a su realización, si a tales sujetos sí se les puede atribuir tal vínculo.
c) Hiperaccesoriedad.
Según ha puesto de manifiesto BOLDOVA PASAMAR, Miguel Ángel. La comunicabilidad de las
circunstancias y la participación delictiva. Civitas, Madrid, 1995, pp. 133-134; por lo general, esta
forma de accesoriedad ha estado sometida a dos tipos de interpretaciones: por un lado, se dice que
se configurará cuando la punibilidad del partícipe requiere que la conducta del autor sea típica,
antijurídica, culpable y además punible. Se trata básicamente de una dependencia respecto de las
condiciones que determinan la punibilidad del autor. Por otro lado, también se la ha entendido
como sometimiento del partícipe a las cualidades personales del autor, de tal manera que las cir-
cunstancias personales agravantes o atenuantes del autor del hecho principal también benefician o
perjudican al partícipe.
De la misma forma a lo señalado para la accesoriedad extrema, se puede expresar aquí también que
el requerimiento de culpabilidad y punibilidad en el autor de una infracción penal como condición
para la punibilidad del partícipe es exagerado, pues ambos factores poseen una naturaleza emi-
nentemente personal y no tienen por qué afectar al acto típico e injusto en el cual ha intervenido el
partícipe. Inclusive, el requerimiento de punibilidad puede estar ausente, por ejemplo, cuando sea
preciso el cumplimiento de una condición objetiva de punibilidad. Por último, tampoco cabe hacer
depender la responsabilidad del partícipe de las circunstancias agravantes o atenuantes que inciden
en el autor, pues estas solo afectan a aquellos sujetos en quienes concurran (artículo 26 CP peruano).
No obstante, debe reconocerse que esta afirmación no toma en consideración necesariamente lo que
ocurre cuando las circunstancias personales han pasado a constituir parte del injusto, como sucede,
por ejemplo, en el parricidio. Las consideraciones sobre este problema no pueden ni pretenden ser
abordadas en este estudio. Al respecto, BUSTOS RAMÍREZ. Ob. cit., pp. 475-477.
[26] En doctrina se le denomina también “accesoriedad media”. Cfr., QUINTERO OLIVARES. Ob. cit.,
p. 623.
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David ROSALES ARTICA
Una de las principales consecuencias a las que se arriba con el empleo del cri-
terio de la accesoriedad limitada –que aparentemente se adapta mejor al de-
recho positivo peruano– es que posibilita evitar la impunidad del partícipe,
cuando el injusto penal ha sido realizado por un inimputable (en aquellos su-
puestos en los que no cabe la autoría mediata). Asimismo, impedirá punir a
quien toma parte en un hecho justificado e incluso, como ha manifestado Bus-
tos Ramírez, “se salvan las contradicciones tanto de la accesoriedad máxima
como la mínima, la primera porque utiliza un presupuesto que va más allá de
lo que es un injusto (un delito) y la otra porque parte de algo que todavía no
es un injusto (delito)”[27].
2. La complicidad
A partir de lo señalado en el apartado anterior, puede válidamente sostener-
se que por naturaleza y esencia[28], la complicidad implica un comportamien-
to complementario. Según ha indicado Roxin, el criterio central de la com-
plicidad es designado a través de la noción de “prestación”[29], la que entra-
ña la contribución o el auxilio, anterior o simultáneo, que ha sido útil para
la ejecución de un delito[30]. Asimismo, como ha manifestado acertadamen-
te Köhler, “a diferencia de la coautoría determinada mutuamente y la instiga-
ción determinada unilateralmente, la complicidad requiere de la autónoma de-
cisión adoptada por el autor principal”[31]. En efecto, para la opinión doctrinal
dominante el cómplice pone su aporte solo como medio subordinado al he-
cho ajeno, incluso cuando es indispensable en el caso concreto[32]. En tal sen-
tido, podría manifestarse que la complicidad consiste en apoyar la realización
de un hecho punible por parte de otro, siendo los requisitos para que pueda
[27] Cfr. BUSTOS RAMÍREZ, Juan. Manual de Derecho Penal. Parte General. 1ª reimpresión de la 4ª
edición. PPU, Barcelona, 1994, p. 474.
[28] Cfr. GARRIDO MONTT, Mario. Etapas de ejecución del delito. Autoría y participación. Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 1984, p. 339.
[29] Cfr. ROXIN, Claus. Strafrecht. Allgemeiner Teil. Band II. Besondere Erscheinungsformen der Straftat.
Beck, München, 2003, p. 192 § 26 Nº 183.
[30] Cfr. QUINTERO OLIVARES. Ob. cit., p. 628; GARCÍA CAVERO. Ob. cit., p. 591.
En doctrina, es posible encontrar variadas definiciones sobre la complicidad: “(l)a complicidad es cir-
cunscrita por el legislador en el § 27 como la prestación de auxilio dolosa a un hecho típico, antijurídico
y doloso” (ROXIN. Strafrecht. Band II. p. 192 § 26 Nº 183); “cooperador o cómplice, en sentido amplio,
es el que dolosamente coopera en la realización de un delito doloso” (BACIGALUPO. Ob. cit., p. 387);
“cómplice, en sentido amplio, es quien coopera dolosamente en la realización de un hecho doloso
cometido por otro” (DONNA. Ob. cit., p. 107); “(l)a complicidad es la forma subordinada de fomento
(“fomentar”) a la resolución autodeterminada de otro de cometer un delito, ya sea en su preparación
o ejecución” (KÖHLER, Michael. Strafrecht. Allgemeiner Teil. Berlin, Heidelberg, Springer-Verlag,
New York, 1997, p. 532); “complicidad es la cooperación dolosa en un hecho punible cometido dolosa-
mente por otro” (MAURACH, GÖSSEL y ZIPF. Ob. cit., p. 452 §50 Nº 1).
[31] KÖHLER. Ob. cit., p. 532.
[32] Ídem.
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[33] Cfr. BACIGALUPO. Ob. cit., p. 387; OCTAVIO DE TOLEDO, HUERTA TOCILDO. Ob. cit., p.
546; DONNA. Ob. cit., p. 108; BLANCO CORDERO. Ob. cit., p. 18; MUÑOZ CONDE, Francisco y
GARCÍA ARÁN, Mercedes. Derecho Penal. Parte General. 7ª edición. Tirant lo Blanch, Valencia,
2007, p. 444; BUSTOS RAMÍREZ y HORMAZÁBAL MALARÉE. Ob. cit., p. 413; ZUGALDÍA
ESPINAR y PÉREZ ALONSO. Ob. cit., p. 739; WELZEL, Hans. Derecho Penal alemán. Parte
General. 11ª edición. 4ª edición castellana. Traducción de Juan Bustos Ramírez y Sergio Yáñez Pérez.
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1997, p. 143; MAURACH, GÖSSEL y ZIPF. Ob. cit., pp. 452
y 453 §52 Nº 6; JAKOBS. Ob. cit., p. 813 párr. 36; JESCHECK y WEIGEND. Ob. cit., pp. 744-745;
STRATENWERTH, Günther. Derecho Penal. Parte General I. Hammurabi, Buenos Aires, 2005, p.
427 párr. 157; GARRIDO MONTT. Ob. cit., p. 348; COBO DEL ROSAL, Manuel y VIVES ANTÓN,
Tomás. Derecho Penal. Parte General. 5ª edición. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, p. 760.
[34] DONNA. Ob. cit., p. 108; denomina la prestación de una colaboración no material como “complicidad
intelectual o psíquica”.
[35] Cfr. MAURACH, GÖSSEL y ZIPF. Ob. cit., p. 452 §52 Nº 2.
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comisión del delito (es claro que no podría admitirse complicidad, cuando un
sujeto con su comportamiento genera la resolución criminal en otro, pues esto
sería inducción), con la finalidad de reforzar la decisión que ya ha tomado el
autor. Al respecto, habrá que reconocer su configuración solo en aquellos ca-
sos en los que dicha complicidad es causal respecto de la realización del re-
sultado. Ello ocurrirá, por ejemplo, en el supuesto en el cual el ánimo del po-
tencial autor de un delito hubiese disminuido respecto a la realización del mis-
mo, si no hubiese contado con el apoyo psicológico de otro sujeto (el cómpli-
ce). Empero, como sostiene la doctrina dominante, no habrá complicidad psí-
quica en aquellos supuestos en los cuales el autor hizo caso omiso a las indi-
caciones recibidas o le sobraba valor para cometer el delito[36]. Aquí no habrá
complicidad, pues a decir de Cerezo Mir, “la cooperación exige que la con-
ducta sea, al menos, una condición de la forma concreta de realización de la
conducta delictiva”[37].
Desde la óptica de la composición subjetiva de la complicidad, habría que in-
dicar –según el artículo 25 del CP peruano– que esta es netamente dolosa, en
la medida que se exige que el cómplice conozca que presta un aporte para la
realización de un hecho punible[38]. No se exige certeza en el conocimiento,
por lo que basta con un dolo eventual[39]; mientras que el simple error sobre el
significado de su intervención impedirá configurar un comportamiento dolo-
so, pues aquel no actuará en el sentido de la norma que incrimina la complici-
dad. Asimismo, cabe indicar que el alcance del dolo del cómplice determina-
rá también el límite de su responsabilidad. De ahí que dicho elemento subjeti-
vo, debe estar en conexión con su propio acto de colaboración (favorecimien-
to), así como con la ejecución del hecho principal, por lo que el dolo debe ser
doble[40]. En tal sentido, se sostiene que el partícipe no puede responder por el
exceso (cuantitativo o cualitativo) del autor con base en el principio de culpa-
bilidad, dado que dicha extralimitación no está abarcada por el dolo del partí-
cipe[41]. Efectivamente, en lo que concierne al exceso cuantitativo, el cómpli-
ce no responde por la parte que va más allá del hecho principal; mientras que
el exceso cualitativo del autor, hace impune cualquier aporte del cómplice[42].
193
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Es por ello que se afirma que el cooperador responde hasta donde se extien-
da su voluntad[43].
Por otro lado, no es necesario que el autor sepa de la ayuda que se le presta[44]
(se trata del supuesto denominado como “complicidad clandestina”[45]); em-
pero, distinto es lo que sucede si un sujeto desconoce o ignora que presta una
ayuda efectiva para la realización del hecho punible. En este supuesto, indi-
ca la opinión doctrinal dominante[46], no hay complicidad, pues la complici-
dad imprudente no es punible conforme a nuestro Derecho vigente. En efecto,
de acuerdo con nuestro derecho positivo, el cómplice no puede actuar de for-
ma culposa[47], pues se requiere que conozca que toma parte en la ejecución de
un delito. Si dicho dato intelectual está ausente, no será cómplice. Ello, claro
está, sin perjuicio de que, de ser el caso, se le pueda hacer responsable indivi-
dualmente por la conducta imprudente llevada a cabo, circunstancia en la que
deberá responder como autor y no como cómplice, en tanto, en los delitos im-
prudentes –se sostiene mayoritariamente– no es posible diferenciar entre auto-
ría culposa y complicidad culposa, pues como ha puesto de manifiesto Quinte-
ro Olivares, “el tipo de delito imprudente encuentra su esencia en la infracción
de la norma de cuidado en el sentido que quería evitar la norma protectora. Eso
permite, ante todo, concebir imprudencias de diferentes personas a la vez,
relacionadas con el mismo suceso, pero no la ayuda de una a la impruden-
cia de otra, ya que cada cual infringe su propia norma de cuidado”[48]. En
la misma línea, tampoco sería posible aceptar la complicidad dolosa en un de-
lito culposo, pues como el cómplice tendría un dominio superior al autor inme-
diato (el sujeto imprudente), se reconduciría este tipo de supuestos a la autoría
mediata[49], por la utilización de un sujeto que actúa como instrumento.
194
David ROSALES ARTICA
[50] Al respecto, es importante recordar que la regulación de la complicidad primaria en nuestro país –y con
ello la diferenciación entre dos tipos de complicidad– surge recién a partir del CP de 1991. En efecto,
el CP peruano de 1863 sostenía en su artículo 15 que: “Son cómplices los que indirecta y secundaria-
mente cooperan a la ejecución del delito, por medio de actos anteriores o simultáneos”; mientras que
en el CP de 1924, el artículo 100 señalaba que: “Serán reprimidos como autores del hecho punible los
que tomaren parte en la ejecución, o los que intencionalmente decidieran a otro a cometerlo, o los que
coadyuvaren intencionalmente con auxilio o cooperación sin los cuales no habría podido perpetrarse.
(…) Serán reprimidos como cómplices los que de cualquier otro modo hubieran intencionalmente pres-
tado asistencia para cometer el hecho punible”.
[51] En la doctrina peruana, BRAMONT ARIAS. Ob. cit., p. 429; ha descrito a los cómplices secundarios
como “partícipes cuya intervención no fue necesaria para que el hecho sucediere, tal como sucedió,
porque no contribuyeron con nada cuyo defecto hubiera variado la ejecución o sus modalidades”.
[52] Para BUSTOS RAMÍREZ y HORMAZÁBAL MALARÉE. Ob. cit., p. 414; se trata, como sostiene la
doctrina, de una fórmula residual, pues el sujeto no está comprendido en el supuesto del primer párrafo
del artículo 25 de nuestro CP y, sin embargo, se considera que ha intervenido en el ilícito penal.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[53] Sentencia de la Sala Penal Permanente del 22 de setiembre de 2005 (R.N. Nº 3456-2004) (El resaltado
es nuestro).
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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[61] BRAMONT ARIAS. Ob. cit., p. 427; es bastante descriptivo al respecto, cuando señala que: “Si, como
se ha dicho, la necesidad se mide en abstractos, ningún cómplice es necesario y si se mide en concreto,
prácticamente todos lo son”.
[62] Cfr. ANTÓN ONECA. Ob. cit., p. 474; ZUGALDÍA ESPINAR y PÉREZ ALONSO. Ob. cit., p. 741.
[63] Sobre la postura intermedia, véase también, BUSTOS RAMÍREZ y HORMAZÁBAL MALARÉE.
Ob. cit., p. 413.
Hay que precisar que existen también otros puntos de vista doctrinales que se alejan del uso ecléctico
de los criterios concreto y abstracto. Así, Rodríguez Devesa, critica el empleo de los criterios concreto
y abstracto, señalando que el punto central de la discusión, se encuentra en fijar la relevancia del aporte
del cómplice de acuerdo con la intercambiabilidad de la prestación. En efecto, sostiene que: “(l)a acti-
vidad desplegada por un cooperador en el delito será necesaria (‘imprescindible’) cuando ninguno de
los que en él intervienen hubiera podido sustituirle. Si el acto realizado hubiera podido verificarse por
cualquiera de los demás que intervienen, su cooperación habría de clasificarse en la categoría de simple
complicidad”. Cfr. RODRÍGUEZ DEVESA, José María y SERRANO GÓMEZ, Alfonso. Derecho
Penal español. Parte General. 18ª edición. Dykinson, Madrid, 1995, p. 817.
A esta posición se le ha reprochado que tanto los aportes necesarios o no, pueden ser intercambiables
entre los sujetos que intervienen o incluso terceros. Si el criterio es la intercambiabilidad, en supuestos
donde intervienen varios sujetos que pueden efectuar las mismas labores y sustituir a otros sin com-
plicaciones, todas las cooperaciones a la realización de un delito se conducirían a la responsabilidad
a título de complicidad secundaria. Asimismo, se le ha criticado que no queda claro cuál es la razón
para que una misma prestación pueda constituir una complicidad primaria dependiendo del número
de sujetos que toman parte en el hecho punible, tal como lo propone Rodríguez Devesa en el siguiente
ejemplo: “En el caso, tan frecuente y variadamente resuelto por la jurisprudencia, de quien se queda a
vigilar mientras los demás roban, habrá que estar a las circunstancias del hecho. Si son solamente dos,
ejecutando uno el hecho mientras el segundo vigila, su auxilio será de índole necesaria; si son varios y
sus actividades en orden a la comisión del robo son permutables, será un simple cómplice; si intervie-
nen varios, pero por razón de la ‘especialidad’ del papel que tienen atribuido no pueden sustituir al que
vigila, este habrá de ser considerado de nuevo como auxiliar necesario”. Cfr. RODRÍGUEZ DEVESA
y SERRANO GÓMEZ. Ob. cit., p. 817.
A pesar de las críticas mencionadas, el criterio de la intercambiabilidad ha sido empleado en nuestra
justicia penal nacional, tal como podemos apreciar en el extracto de la siguiente sentencia (Sentencia
de la Segunda Sala Penal Transitoria del 4 de diciembre de 2006-R.N. Nº 216-2006 [las negritas son
nuestras]): “(…) la complicidad es definida como aquella conducta dolosa que contribuye, auxilia o
ayuda al autor en la ejecución del delito, sea psíquica o materialmente, distinguiéndose entre complici-
dad primaria y secundaria; la primera, es aquella persona que sin cuyo auxilio el hecho punible no se
hubiese cometido, es decir, que su intervención resulta relevante e indispensable para la comisión del
delito, mientras que el segundo, como lo (sic.) que de cualquier modo, hubiesen prestado dolosamente
su ayuda, es decir, que su intervención no resulta indispensable, dado que el auxilio prestado, lo pudo
haber realizado cualquier persona (…)”.
Por otro lado, también es importante traer a colación la propuesta ofrecida por LÓPEZ PEREGRIN,
Mª Carmen. La complicidad en el delito. Tirant lo Blanch, Valencia; 1997, p. 437; para quien el fun-
damento del castigo de la complicidad primaria (cooperación necesaria) y la secundaria radica en que
ambas formas de intervención contribuyen a la realización de un hecho punible por parte del autor,
pues de manera mediata, lesionan o ponen en peligro un bien jurídico. Para esta autora, la aplicabilidad
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Uno de los autores que se enmarca en esta línea es Rodríguez Mourullo, quien
sostiene que frente al empleo de un criterio abstracto o de uno concreto para
el establecimiento del valor del aporte que determine si nos hallamos ante una
complicidad primaria o secundaria, existe una fórmula según la cual será re-
levante la cooperación que determine el “sí” del hecho (aquella sin la cual el
resultado no se hubiera producido de ninguna manera), aunque no condicione
el “cómo del mismo”[64]. De esta manera, será complicidad primaria, la coo-
peración de la que depende la comisión del delito y, simplemente, complici-
dad secundaria, aquella de la que depende únicamente la forma de comisión
del mismo. Entonces, la relevancia del aporte se determinará sobre la base de
un “juicio hipotético a posteriori que versa sobre las posibilidades del autor
principal en un momento histórico concreto”[65]. Dicho juicio, “no se refiere al
mundo sin confines y al tiempo sin límites, sino al recortado mundo del autor
en un momento concreto”[66]. Así, manifiesta Rodríguez Mourullo, “si el autor
hubiera tenido que renunciar a la ejecución o, al menos, aplazarla en espera
de conseguir una colaboración equivalente o de que un cambio de circunstan-
cias no hiciera precisa la cooperación ajena, el auxilio es necesario. Si el au-
tor podía realizar el hecho –aunque fuese recurriendo a una forma concreta de
ejecución distinta– en la misma oportunidad en que lo realizó sin el concurso
del cooperador ni otro similar, el auxilio no es necesario”[67]. En conclusión,
lo que decide la relevancia del aporte está en función de las posibilidades que
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David ROSALES ARTICA
[68] Cfr. GIMBERNAT ORDEIG, Enrique. Autor y cómplice en Derecho Penal. Colección: Maestros del
Derecho Penal, Nº 20. B de F, Montevideo-Buenos Aires, 2006, pp. 127-130.
[69] Cfr. GIMBERNAT ORDEIG. Ob. cit., p. 128.
201
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
ejemplo: un inventor desea fabricar una máquina, para ello acude a un presta-
mista a fin de obtener determinado capital (una gran cantidad de dinero) que lo
ayude a solventar todos los gastos que ocasione la materialización de su inven-
to. En este supuesto, el inventor declarará el préstamo recibido como ayuda im-
prescindible para la realización de su proyecto, pero no, por ejemplo, la del suje-
to que le vendió el destornillador con el cual apretó los tornillos de la máquina:
¿cuál es la razón? Que el dinero a diferencia del destornillador es un bien escaso,
no por un criterio económico, sino de posibilidad de disposición de los mismos.
Para Gimbernat, la determinación de la escasez del bien se lleva a cabo de
la siguiente forma: primero, una calificación provisional que tenga en consi-
deración factores generales. Desde esta perspectiva serán escasos, por ejem-
plo: una pistola, una medicina cuya venta sin receta está prohibida, dinami-
ta, la maquinaria para falsificar billetes de banco o cualquier otro objeto cuya
obtención presente serias dificultades. La calificación definitiva se produce
cuando se examinan, a continuación, los componentes especiales del caso
concreto (v. gr., teniendo en cuenta los factores especiales que concurren en
la persona concreta que recibe la cosa). Según ha manifestado Gimbernat, “en
abstracto, no es posible indicar sobre qué número de objetos de la misma es-
pecie debe poder disponer el sujeto para decir, respecto de él, que la cosa era
escasa. Es esta una cuestión que depende de la peculiaridad que tenga el bien
objeto de examen (pistola, dinero, etc.)”[70].
Ahora bien, todo lo expuesto hasta este punto, ha sido desarrollado a efectos
de captar los supuestos en los cuales la acción del cómplice consiste en la en-
trega de una cosa. Pero existen otras formas de contribuir en la realización de
un delito, como aquellas en las cuales el aporte involucra la prestación de un
servicio (desarrollo de una determinada actividad, la facilitación de un dato,
el dar un consejo, etc.). Sin embargo, no todo acto que involucre este puede
ser calificado de complicidad primaria, ello sería desatinado. Por tal motivo,
Gimbernat ha fijado también tres factores fundamentales[71] para decidir si la
prestación de un servicio es o no relevante para la realización del delito:
i) El primer factor, es el de la inequívoca criminalidad de la conduc-
ta. En tal sentido, no será cómplice primario el taxista que, desco-
nociendo las intenciones delictivas de un sujeto que toma sus servi-
cios, lo traslada en su automóvil al lugar del delito. Por el contrario,
el taxista será cómplice secundario si tiene conciencia de la finalidad
del viaje o cómplice primario si se mantiene vigilando mientras el de-
lincuente realiza su actividad criminal;
202
David ROSALES ARTICA
ii) El segundo factor, implica que la actuación debe haber sido causal
para el resultado;
iii) El tercer factor, entraña que el comportamiento claramente crimi-
nal y condicionante del resultado no constituye cooperación prima-
ria (necesaria) cuando, dadas las circunstancias del caso concreto, no
supone la remoción de un obstáculo serio.
Llegados a este punto, se debe señalar que un aspecto relevante en el plantea-
miento de Gimbernat, se encuentra en que resalta el establecimiento de un jui-
cio ex ante, a fin de calificar la actividad del cómplice[72]. Así, este autor señala
que: “si yo quiero contribuir a un delito, lo único que puedo saber, en el mo-
mento de realizar mi prestación, es si el objeto que entrego es uno cuya obten-
ción presenta dificultades o no las presenta en absoluto; esto es, si el objeto es
escaso o abundante”[73].
Si bien la jurisprudencia española ha admitido en gran medida la formula-
ción de Gimbernat, no es menos cierto que solamente la utiliza como un cri-
terio complementario que no reemplaza a otros. En efecto, a la teoría de los
bienes escasos se le ha criticado que en el establecimiento de un doble bare-
mo para determinar la escasez o no del aporte del cómplice, termina imperan-
do –finalmente– el juicio particular, dejando de lado o en un plano secunda-
rio al juicio general[74]. En tal sentido, los críticos sostienen que de nada sirve
saber si el objeto materia del aporte del cómplice es, de forma objetiva, esca-
so; pues será la concreta necesidad del autor, la que decidirá finalmente si lo
es o no. Asimismo, se le ha reprochado a la formulación de Gimbernat, que la
escasez de las cosas (y en algunos casos de las prestaciones) no depende ne-
cesariamente de los juicios (generales o particulares) de los sujetos, sino que
en ello están involucrados, además, una variedad de factores como: la econo-
mía, las destrezas de los individuos para conseguirlos, el tipo de mercado en
el cual circula el bien, etc.
Ahora bien, tanto el planteamiento de Rodríguez Mourullo como el de Gim-
bernat Ordeig han sido matizados por Mir Puig, quien manifiesta que existen
dos criterios principales propuestos por la doctrina con los cuales se puede so-
lucionar el problema que plantea la delimitación de las formas de complici-
dad. Uno de ellos parte del ya mencionado criterio concreto, pero exigiendo
solamente que la necesidad de la cooperación se refiera al resultado, sin que
[72] Así también, MIR PUIG. Ob. cit., p. 414, párr. 81.
[73] GIMBERNAT ORDEIG. Ob. cit., p. 135.
[74] OCTAVIO DE TOLEDO y HUERTA TOCILDO. Ob. cit., p. 545; se han referido a la propuesta de
GIMBERNAT, argumentando que no se trata de otra cosa que “un riguroso desarrollo o una excelente
materialización de un punto de vista concreto”.
203
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
204
David ROSALES ARTICA
cuales puede distinguirse entre una contribución esencial y una que no dispo-
ne de tal característica. Así, en un primer momento habrá que atender a la fija-
ción del objeto de referencia de la complicidad primaria y secundaria, el cual
está constituido por la referencia al sí de la ejecución del hecho punible para la
primera y al cómo de la materialización de esta para la secundaria. En tal sen-
tido, el indicado autor menciona que “el si del hecho como tipo significa que
el cómplice principal establece las condiciones previas necesarias que posibi-
litan la realización del tipo por parte del que tiene el dominio del hecho puni-
ble (autor)”. Asimismo, continúa, “no debe referirse al cómo de la ejecución,
es decir, a la actividad concreta desplegada o circunstancias ejecutivas indivi-
dualizadoras del tipo, porque en tal caso toda contribución favorecedora del
hecho ajeno sería necesaria, dejando sin contenido la complicidad”.
El otro campo de análisis que permite conocer cuándo una contribución al-
canza el estatus de esencial, tiene que ver con la fijación de parámetros de va-
loración. Al respecto, Pérez Alonso rechaza todas aquellas posturas que recu-
rren a juicios hipotéticos causales a posteriori o ex post a fin de determinar la
relevancia o no del aporte del cómplice. Siguiendo a Gimbernat, Pérez hace
suya la idea de que “cualquier solución viable tiene que prescindir de la cues-
tión de qué es lo que habría sucedido sin la actividad del sujeto. Pues, y aun-
que sea repetirme: el examen de esta cuestión coloca al juez, en la mayoría de
los casos, ante tareas insolubles”.
Finalmente, el último campo es propiamente el de la necesidad o esencialidad
de la contribución, aquí Pérez Alonso indica que las diferentes magnitudes de
pena fijadas para la complicidad primaria y secundaria, demuestran que el le-
gislador quiere castigar con mayor gravedad todo aquel comportamiento que
involucre un significativo grado de ataque accesorio e indirecto al bien jurídi-
co, “por haber incrementado con mayor intensidad el riesgo de lesión del mis-
mo”. En tal sentido, la contribución es esencial cuando –desde una perspec-
tiva objetiva y ex ante– cumple una función imprescindible o de difícil acce-
so o reemplazo ya sea en la fase de preparación del hecho o cuando posibili-
ta y promueve el acceso al dominio del hecho por parte del autor, con una ac-
tuación que tiene lugar –excepcionalmente– durante la fase de ejecución de la
infracción penal. En ambos casos existe una “dependencia vertical y acceso-
ria respecto de la actuación de otro u otros con pleno dominio del hecho (aje-
no), pero posibilitando o contribuyendo en mayor medida al sí de su realiza-
ción por parte del autor”. Por el contrario, una contribución devendrá en no
esencial cuando –también desde una perspectiva ex ante y objetiva– tiene una
función prescindible o de fácil acceso o reemplazo en la fase preparatoria o
ejecutiva. También aquí existirá una dependencia vertical y accesoria respec-
to al hecho ajeno, “pero que contribuye en menor medida a la realización del
tipo por parte del autor”.
205
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
No obstante lo afirmado hasta aquí, Pérez Alonso hace la salvedad que esta
manera de determinar la esencialidad o no del aporte de los cómplices, no im-
plica el establecimiento de parámetros fijos, de cumplimiento ineludible y de
validez absoluta y general, pues ello iría en contra de la variedad en la cual
suelen presentarse los fenómenos participativos humanos. De manera que el
principio propuesto por este autor, denominado principio de la importancia
esencial de la contribución, no es más que un criterio orientativo de las deci-
siones del juez “para adoptar una resolución independiente mediante una con-
sideración individualizadora”, en lenguaje sencillo, un criterio para ser con-
cretado por los jueces en cada caso.
[79] Al respecto, PÉREZ ALONSO. Ob. cit., p. 343, ha indicado que “el momento del aporte puede ser un
criterio delimitador, por regla general, aunque no siempre, entre estas dos formas de complicidad”
(con cursivas en el original).
[80] En la doctrina penal española, se manifiesta que excepcionalmente es posible que la cooperación nece-
saria (complicidad primaria) tenga lugar durante los actos ejecutivos. Al respecto, MIR PUIG. Ob. cit.,
p. 416 párr. 86; sostiene que si la complicidad primaria se presenta durante la ejecución del hecho, esta
no debe “constituir una parte esencial del plan global de realización del mismo, pues de otro modo
daría lugar a la auténtica coautoría”.
En la misma línea, ZUGALDÍA ESPINAR y PÉREZ ALONSO. Ob. cit., p. 740; indican que no siempre
el cómplice primario no puede intervenir en la fase ejecutiva de un delito. Según opinan, es posible
que el cómplice intervenga en la ejecución sin que se le considere coautor en dos situaciones concretas:
206
David ROSALES ARTICA
el cual dos sujetos violan a una mujer, el que la inmoviliza para permitir que
el otro la acceda carnalmente no puede alegar ser solo cómplice primario del
injusto, pues si bien su aporte es esencial para su materialización, este es lle-
vado a cabo durante la ejecución del delito).
Sin embargo, al parecer esa concepción no es la que domina con frecuencia
en la jurisprudencia nacional, como se puede apreciar en la siguiente Ejecu-
toria Suprema:
“Segundo: Que se imputa al encausado recurrente que el cuatro de se-
tiembre de dos mil tres, aproximadamente a las dieciocho horas con vein-
te minutos, haber acompañado y observado cuando su “acompañante” in-
terceptó a la agraviada ZRV, la golpeó en el brazo izquierdo y la despojó
de su monedero –que ambos revisaron–, dándose a la fuga, pese a lo cual
un efectivo policial que se encontraba por el lugar logra capturarlo, aun-
que no se recuperó el bien robado. Tercero: Que lo expuesto, está acre-
ditado con la preventiva de la agraviada RV (…), reiterada en el acto del
juicio oral (…), en la que corrobora la forma, modo y grado de participa-
ción del encausado MA, así como con la testifical del policía captor (…)
ratificada en el acto oral (…); Cuarto: Que, ahora bien, atendiendo a las
características de participación del [a]gente –revisó conjuntamente con el
otro sujeto el monedero de la víctima y forcejeó con el efectivo policial
para evitar su detención, a la vez que posibilitó la fuga del otro participe
del evento delictivo–, fluye que su aporte define un cuadro de complici-
dad primaria o necesaria en la fase ejecutiva en relación al hecho del au-
tor –que es quien domina y decide el curso de la acción ilícita–”[81]
De lo mencionado hasta aquí, se deduce que toda contribución, apoyo o auxi-
lio que se brinde durante la fase ejecutiva permite la composición de una com-
plicidad simple o secundaria; mientras que en la etapa de preparación del he-
cho punible confluyen tanto complicidad primaria como secundaria, siendo
aquel el lugar en el cual se ha de buscar la aplicación del criterio de delimita-
ción que se adopte como el más idóneo para tal finalidad.
“a) cuando falte el tipo subjetivo de la coautoría, es decir, cuando actúe de forma unilateral, sin acuerdo
mutuo con los demás sujetos, o bien cuando carezca de los elementos subjetivos de lo injusto que se
puedan requerir por el tipo penal en cuestión; b) y cuando no reúna los elementos especiales exigidos
en el correspondiente tipo para ser autor idóneo”.
También DONNA. Ob. cit., p. 113, manifiesta que puede configurarse la complicidad primaria durante
la ejecución del hecho.
[81] Ejecutoria Suprema de la Sala Penal Permanente del 14 de abril de 2005 (R.N. Nº 274-2005-Lima) (las
cursivas son nuestras).
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[82] BACIGALUPO. Ob. cit., p. 388; JAKOBS. Ob. cit., p. 815 párr. 39; LÓPEZ BARJA DE QUIROGA,
Jacobo. En: CONDE-PUMPIDO TOURÓN, Cándido (Director) y LÓPEZ BARJA DE QUIROGA,
Jacobo (Coordinador). Comentarios al Código Penal. Tomo 1, Bosch, Barcelona, 2007, p. 405.
En sentido contrario se manifiesta QUINTERO OLIVARES, para quien: “no es posible transformar
esa promesa en fundamento subjetivo de una participación en el hecho, sino que solo es posible ca-
lificar el hecho como encubrimiento y delito contra la Administración de Justicia”. Cfr. QUINTERO
OLIVARES, Gonzalo (Director) y MORALES PRATS, Fermín (Coordinador). Comentarios a la Parte
Especial del Derecho Penal. 5ª edición, Aranzadi, Navarra, 2005, p. 1758.
[83] Cfr. GONZALES RUS, Juan José. En: COBO DEL ROSAL, Manuel (Coordinador). Derecho Penal
español. Parte Especial. 2ª edición, Dykinson, Madrid, 2005, p. 1898.
[84] Ejecutoria Suprema del 30 de diciembre de 2004 (R.N. Nº 2976-2004-Lima).
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realización del ilícito penal. Ello no obedece solo a una estricta interpretación
de la regulación legal de la complicidad, cuando en ella se indica que lo que
diferencia a un cómplice de otro es que el auxilio prestado sea de tal magnitud
sin el cual no se hubiere perpetrado el hecho punible (artículo 25 del CP pe-
ruano); sino también debido a la existencia de determinadas circunstancias en
las cuales puede apreciarse que un sujeto interviene durante la fase de ejecu-
ción del delito, con un aporte relevante para el hecho punible pero que no lo
convierte en coautor del mismo, sino solo en un cómplice primario. Ello su-
cede, según postula por ejemplo Pérez Alonso[85], cuando un sujeto contribu-
ye con un auxilio esencial para la materialización del hecho punible durante
su ejecución, pero que no califica como coautoría debido a que aquel carece
de algún elemento subjetivo del injusto requerido por el tipo penal (por ejem-
plo, en los casos de delitos contra el patrimonio donde se requiere el ánimo
de lucro junto con el apoderamiento ilegítimo). Lo mismo ocurriría, cuando
un sujeto actúa de forma unilateral y sin acuerdo con los demás intervinien-
tes (autores), no pudiendo convertirse en coautor por faltarle el requisito sub-
jetivo de la coautoría.
Tras lo esbozado hasta aquí, corresponde ahora establecer algunos de los ar-
gumentos desde los cuales consideramos que la complicidad primaria es una
figura que debería ser suprimida de nuestro ordenamiento jurídico-penal[86].
1. En primer lugar, porque su antecedente más remoto lo encontramos
en la denominada complicidad necesaria, plasmada por primera vez
en el CP español de 1848, inspirada en el ancestral planteamiento de
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[90] Ejecutoria Suprema del 3 de noviembre de 2004. (R.N. N° 3038-2004-Lima) (las negritas son nuestras).
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[91] Ejecutoria Suprema del 10 de enero de 2006 (R.N. N° 4648-2005-Chincha) (las negritas son nuestras).
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
216
La determinación judicial de la pena
Aspectos críticos de su operatividad
Introducción
Cuando el juez penal debe imponer una pena, tras comprobar la responsabi-
lidad penal de un acusado, es necesario que inicie un procedimiento especial
para determinar la pena aplicable dentro de los alcances establecidos por la
ley. Este procedimiento, en el que se advierten diversas fases, es de exclusiva
responsabilidad del juzgador.
Este procedimiento de concreción de la pena conminada en el caso penal se
denomina determinación judicial de la pena, la que debe imponerse confor-
me a ley, con la finalidad de garantizar la seguridad jurídica inherente al Es-
tado de Derecho. Sin embargo, ello no obsta a que exista cierta apertura en la
facultad discrecional del juez al individualizar la pena, con la finalidad de ha-
cerla más justa y precisa, respetando el deber de motivación de las decisio-
nes judiciales.
La ley penal, cuando prevé un delito, lo realiza en forma abstracta y genéri-
ca, pues no es posible anticipar todas sus características singulares, circuns-
tancias que recién serán materia de valoración por el juez en el caso concreto.
Igualmente, la ley penal no fija o predetermina la pena de un modo abso-
luto, sino solo como un marco abstracto de pena conminada, dado que su
[*] Magíster en Derecho con mención en Ciencias Penales por la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos. Especialización en Prevención del Blanqueo de Capitales por la Universidad de Alcalá - España.
Fiscal Adjunto Provincial Penal Titular de Lima destacado en la Cuarta Fiscalía Provincial Especializada
en Criminalidad Organizada.
217
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
imposición debe tener en cuenta una serie de datos propios del caso específi-
co, que no pueden anticiparse, pero que deben ser valorados por el juez al es-
tablecer la pena concreta.
Sin embargo, la teoría de la determinación judicial de la pena, pese a su re-
levancia, quedó inexplicablemente relegada a un segundo plano, en compa-
ración a la teoría general del delito, las teorías de la imputación y las catego-
rías especiales de los delitos; tampoco fue objeto de desarrollo consistente en
la jurisprudencia[1].
No obstante ello, y cohesionando el tema a un Derecho Penal garantista y pro-
tector de los derechos fundamentales, se han desarrollando estudios referidos
a las variantes que pueden surgir en la individualización judicial de la pena,
de cara a hacer posible la aplicación de una pena justa y proporcional al cul-
pable de un hecho punible, a la par de evitar inseguridad jurídica e incurrir en
arbitrariedades.
Es así que resulta necesario analizar el procedimiento de determinación judi-
cial de la pena conforme lo regula el Código Penal de 1991, teniendo en cuen-
ta su vital importancia en la práctica penal como instrumento operativo al
emitir una sentencia condenatoria.
[1] Jescheck, Hans-Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Traducción y adiciones de
Derecho español, por S. Mir Puig y F. Muñoz Conde, Bosch, Casa Editorial S.A. Barcelona, 1981,
pp. 1190-1191, quien señala: “la praxis de la determinación de la pena en los tribunales alemanes, vive,
a causa de la falta de una teoría desarrollada de la determinación de la pena, en una saturación de crisis
permanente, que con su rápida sucesión y sus extremas oscilaciones pendulares ha contribuido no poco
a dañar la confianza de la comunidad en la administración de justicia”. Cfr. Schünemann, Bernd, en
prólogo a Hörnle, Tatjana, Determinación de la pena y culpabilidad. Notas sobre la teoría de la de-
terminación de la pena en Alemania, Fabián J. Di Plácido Editor. Buenos Aires, 2003, p. 17, quien refie-
re “la ciencia penal alemana (…) ha descuidado por completo durante décadas el campo de la medición
de la pena, a pesar de que para el acusado –en muchos casos– la pregunta acerca de la determinación
de la pena es la decisión judicial más importante; mientras que los presupuestos de punibilidad (deter-
minante para la pregunta sobre si se “condena o absuelve”) en la práctica, generalmente, no plantean
problemas especiales; dado que el porcentaje de absolución en Alemania se encuentra por debajo del
4%”. En el ámbito latinoamericano, resulta relevante lo señalado por Zaffaroni, Eugenio Raúl. “Un
discurso perverso. De cómo la realidad deslegitima al discurso jurídico penal en América Latina”. En:
Justicia y Derechos Humanos. Comisión Episcopal de Acción Social, CEAS, Lima, 1991, p. 105, quien
señala que “los sistemas penales latinoamericanos operan violando la legalidad penal por varias vías:
(…) b) por la carencia de teorías serias para determinar la cuantía de la pena deja a la jurisprudencia un
ámbito de arbitrariedad que elimina prácticamente la legalidad de la pena”. Con respecto al tratamiento
brindado por la jurisprudencia nacional, no se ha observado un avance significativo, ni sistemático, ello
debido en parte, a la ausencia de investigaciones sobre el tema, con excepción de las desarrolladas por
el profesor Víctor Prado Saldarriaga.
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Miguel Toyohama Arakaki
[2] PRADO SALDARRIAGA, Víctor. Las consecuencias jurídicas del delito en el Perú. Gaceta Jurídica.
Lima, 2000, p. 95, quien señala que “el órgano jurisdiccional en una sentencia penal emite tres juicios
importantes, denominándolos juicio de subsunción, declaración de certeza e individualización de la
sanción, y justamente la determinación judicial de la pena se relaciona con aquella tercera decisión”.
Conforme señala la doctrina penal, la determinación judicial de la pena puede ser denominada como
individualización judicial de la pena, dosificación judicial de la pena, aplicación judicial de la pena,
medición de la pena o dosimetría penal, términos que se refieren al procedimiento valorativo, efectuado
por el juzgador, a fin de imponer una pena adecuada, en forma cualitativa y cuantitativa, estando a la
culpabilidad del agente y los fines preventivos de la pena, así tenemos: BRAMONT ARIAS, Luis y
BRAMONT-ARIAS TORRES, Luis Alberto. Código Penal Anotado. Editorial San Marcos. Lima,
2004, p. 241 y ss. Demetrio Crespo, Eduardo. Prevención general e individualización judicial
de la pena. Ediciones Universidad de Salamanca. Salamanca, 1999, p. 42, SCHÜNEMANN, Bernd,
en prólogo a Hörnle, Tatjana. Determinación de la pena y culpabilidad. Notas sobre la teoría de
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
la determinación de la pena en Alemania. Fabián J. Di Plácido, editor. Buenos Aires, 2003, p. 19.
MAURACH, Reinhart. Derecho Penal. Parte General 2, actualizada por K. Gössel y H. Zipf. Traduc-
ción por J. Bofill Genzsch, Astrea, Buenos Aires, 1995, p. 961 y siguientes.
[3] JESCHECK, Hans-Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Traducción y adiciones de
Derecho español por S. Mir Puig y F. Muñoz Conde. Bosch Casa Editorial S.A. Barcelona, 1981, p. 1189.
[4] ZIFFER, Patricia. “Consideraciones acerca de la problemática de la individualización judicial de la
pena”. En: Determinación judicial de la pena. Editores del Puerto, Buenos Aires, 1993, p. 91.
[5] JESCHECK. Ob. cit., p. 1190.
[6] MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General. 5a edición, Reppertor, S.L. Barcelona, 1998, pp.
744 y 745.
[7] SILVA SÁNCHEZ, Jesús-María. “Problemas de la determinación de la pena”. En: SUÁREZ GONZÁLES,
Carlos y SILVA SÁNCHEZ, Jesús-María. La dogmática penal frente a la criminalidad en la Administración
220
Miguel Toyohama Arakaki
Pública y otros problemas actuales del Derecho Penal. Grijley, Lima, 2001, p. 88, considera este autor
que “con respecto a la cuestión relativa a la naturaleza del acto de individualización judicial de la
pena, debe sentarse en dos premisas. En primer lugar, la idea evidente para quien sostenga un Derecho
Penal de hecho, algo que hoy resulta prácticamente indiscutido, de que la pena efectivamente impuesta
(castigo con finalidades preventivas) se configura como respuesta a un hecho que constituye un injusto
penal, culpable y punible, en el que se contienen los elementos que fundamentan el merecimiento y la
necesidad de aquella pena. En segundo lugar, la de que injusto y culpabilidad (así como punibilidad)
constituyen magnitudes materiales graduables, cuya concreción nos proporcionará precisamente la
medida de merecimiento y necesidad de pena”.
[8] Ídem.
[9] JESCHECK. Ob. cit., p. 1190.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[10] DEMETRIO CRESPO, Eduardo. Prevención general e individualización judicial de la pena. Ediciones
Universidad de Salamanca, Salamanca, 1999, p. 41.
[11] PEÑA CABRERA, Raúl. Tratado de Derecho Penal. Estudio Programático de la Parte General.
Tomo I, Grijley, Lima, 1995, p. 529, quien se refiere a “la determinación ejecutiva, como derivada de la
determinación judicial, en la cual la figura del juez asume un rol de vigilancia sobre el cumplimiento
de la determinación concretada en la sentencia”.
[12] Debe considerarse que el juez que impuso la pena puede intervenir en la fase de la determinación
penitenciaria o ejecutiva de esta, para efectuar el control respectivo.
[13] Por medio de la determinación judicial de la pena, se debe individualizar la pena equiparada a la
culpabilidad del autor, pero además debe tenerse presente la finalidad de la pena, es decir, los fines de
prevención general y especial. Debe indicarse que al respecto, existen diversas teorías, desarrolladas
en la doctrina penal alemana, en las que se proponen diversas posturas de solución y muchas veces,
conducen a situaciones contradictorias en sus pretensiones (lo que denomina “antinomias de los fines
de la pena”). Dichas teorías son señaladas en un apartado posterior de la presente investigación, al
respecto véase infra, apartado 6.
[14] Para efectuar una ampliación de estos principios fundamentales del Derecho Penal, se puede consultar,
entre otros autores: HURTADO POZO, José. Manual de Derecho Penal. Parte General. Eddili, Lima,
1987, p. 135; HASSEMER, Winfried. Fundamentos del Derecho Penal. Traducción y notas de Francisco
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Miguel Toyohama Arakaki
Muñoz Conde y Luis Arroyo Zapatero, Bosch. Barcelona, 1984, p. 310 y ss.; SERRANO-PIEDECASAS
FERNÁNDEZ, José. Ob. cit., p. 90 y ss.; CASTILLO ALVA, José Luis. Principios de Derecho Penal.
Parte General. Gaceta Jurídica, Lima, 2004, p. 67 y ss.; URQUIZO OLAECHEA, José. Principio de de-
terminación de la ley penal; URQUIZO OLAECHEA, José. “Constitución y Culpabilidad”. En: Revista
Institucional. Nº 7 de la Academia de la Magistratura, “Aportes al Derecho Penal peruano desde la
perspectiva constitucional”, Fimart S.A.C. Editores e Impresores. Lima, 2006, p. 155 y ss.; URQUIZO
OLAECHEA, José. “Comentarios al artículo II del Título Preliminar del Código Penal”. En: Código Penal
Comentado. Tomo I, Coordinador José Luis Castillo Alva, Gaceta Jurídica S.A. Lima, 2004, p. 40 y ss.
[15] MAURACH, Reinhart. Ob. cit., p. 961.
223
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
aplicación de la ley penal como garantía del derecho a la tutela procesal efecti-
va. Es obvio que las imprecisiones en la determinación de la pena[16] harán poco
predecibles los fallos, afectando el derecho al debido proceso judicial, lo que a
su vez debilitará la confianza de la ciudadanía en la administración de justicia.
Dentro del procedimiento de determinación judicial de la pena, se presentan
diversos criterios de interpretación que no siempre son homogéneos y mu-
chas veces no pueden conciliar intereses que van en sentidos contrapuestos;
por ello, en dicho procedimiento de determinación, se debe valorar cuidado-
samente tanto el hecho cometido, como al autor y, de esa forma, lograr la res-
puesta justa y razonada del sistema jurídico penal.
Resulta válido afirmar, como lo expresa Ziffer[17], que: “la principal tarea de la
determinación de la pena es la identificación de los criterios que deben orientar
la decisión y la fijación de cuáles son las circunstancias que deben ser tenidas
en cuenta y cuáles pueden ser descartadas en el caso. La delimitación de estos
factores y su influencia sobre la pena concreta dependen en gran medida de la
decisión previa acerca de cuál es la finalidad de la pena dentro del sistema”.
[16] Con relación a la actuación de los magistrados nacionales, en el ejercicio de la función jurisdiccional
y sobre todo en la etapa de la determinación de la pena, resulta acertada la crítica formulada por el
profesor Prado Saldarriaga, en el sentido de que “la individualización judicial de la pena se constituye
también en otra de las áreas donde la praxis de los operadores de la justicia penal ofrece resultados poco
halagadores, ello en parte se debe a la ausencia de trabajos de doctrina que orienten sobre el quehacer
práctico en este dominio, y a la escasa información que en las universidades del país se brinda sobre
esta actividad por parte de los docentes de las especialidades de Derecho Penal y Procesal Penal”. Cfr.
PRADO SALDARRIAGA, Víctor. Derecho Penal, Jueces y Jurisprudencia. Palestra, Lima, 1999,
p. 269 y ss. Con respecto al similar panorama presentado en Argentina, Cfr. MAGARIÑOS, Mario.
“Hacia un criterio para la determinación de la pena”. En: Determinación Judicial de la Pena. Claus
Roxin et ál., Editores del Puerto, Buenos Aires, 1993, p. 71, quien señala: “a nadie escapa que, en nues-
tro medio, la mayor parte de las decisiones judiciales en punto a la determinación de la pena pone de
manifiesto con toda claridad que la graduación y elección de la pena en cada caso, se encuentra librada
más que al arbitrio a la arbitrariedad del juzgador, sin que las decisiones se presenten sobre la base de
una justificación racional (…)”.
[17] Ziffer, Patricia S. “El deber de fundamentación de las decisiones judiciales y la determinación de la
pena”. En: Revista Peruana de Ciencias Penales. Nº 6, Director: José Urquizo Olaechea, GC ediciones.
Lima, 1998, p. 844.
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[19] DEMETRIO CRESPO, Ob. cit., p. 182. Sobre el desarrollo de las teorías de la individualización ju-
dicial de la pena antes mencionadas y sus fundamentos dogmáticos, se puede consultar ampliamente:
JESCHECK. Ob. cit., pp. 1197-1199, MIR PUIG. Ob. cit., p. 754, ZIFFER, Patricia. “Consideraciones
acerca de la problemática de la individualización judicial de la pena”. En: Determinación judicial de
la pena. Claus Roxin et ál., Editora del Puerto. Buenos Aires, 1993, pp. 91-96, HÖRNLE, Tatjana.
Ob. cit., p. 23 y ss.; acerca de las teorías de la individualización judicial de la pena, puede revisarse:
DEMETRIO CRESPO, Eduardo. Ob. cit., p. 187 y ss. Resulta interesante lo señalado por PRADO
SALDARRIAGA. Ob. cit., p. 98, con respectos a los planteamientos teóricos antes mencionados, cuan-
do señala que “la excesiva abstracción de las etapas de concreción sugeridas, han determinado que
tales posiciones pierdan aceptación y proyección práctica, y con mayor razón en países como el nuestro
donde el trabajo judicial de la determinación de la pena es marcadamente empírico”.
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Miguel Toyohama Arakaki
vedad del hecho, e incluso, una pena inferior a la fijada, con fines de que el su-
jeto alcance un nivel de resocialización.
La teoría de la pena exacta o puntual (Punktstrafetheorie), se fundamenta en
que se debe aplicar la pena exactamente ajustada a la culpabilidad del suje-
to, sin atender a los fines de la pena; es decir, pura retribución de la pena ante
el injusto. Para esta teoría, existe una única pena determinada en absoluto y
que corresponde a la culpabilidad del autor, negándose alguna forma de espa-
cio de juego, ya que comprende que existe una única pena y justa, adecuada
al grado de culpabilidad.
Sin embargo, dicha teoría constituye una ficción jurídica y es inaplicable, ya
que debido a la insuficiencia de la capacidad humana para apreciar las cosas
con exactitud la pena tampoco puede ser determinada con tal precisión.
Los fundamentos de esta teoría no son adecuados, pues no se señala la for-
ma de medir la culpabilidad exacta para el hecho cometido. Además, tal me-
dida de culpabilidad no existe; la culpabilidad es un concepto metafísico pero
su aplicación es concreta y tiene una finalidad social. Además, no atender a
los fines de la pena significa una retribución total, lo que no resulta pertinen-
te. Debido a ello, esta teoría deberá descartarse, puesto que la pena siempre
tiene un fin preventivo y no es mera retribución. Aquí, por supuesto deben te-
nerse en cuenta los argumentos utilizados para rechazar la teoría absoluta de
la pena y su aplicación en el sistema punitivo nacional (que señala como fines
de la pena, la prevención general y especial).
Las siguientes teorías, del “espacio de juego” y “del valor jerárquico del em-
pleo”, plantean equilibrar las funciones preventivas de la pena y la necesidad
de su limitación, conforme al principio de proporcionalidad, con la gravedad
del hecho y la culpabilidad del autor.
La teoría del espacio de juego o del margen de libertad (Spielraumtheorie), ha
sido elaborada por la jurisprudencia alemana y señala que la pena ajustada al
marco de culpabilidad, comprende un marco máximo y mínimo donde se pre-
senta un margen de libertad. Dicho marco constituye para el juez un espacio
de juego dentro del cual puede moverse para graduar la pena en forma preci-
sa, guiado por fines preventivos, generales o especiales.
El marco de culpabilidad es solo una fase intermedia en el camino para la de-
terminación de la pena última. Se debe partir de la retribución, como pun-
to determinado, pero que para la fijación del quantum de la pena existe un
espacio de juego en el que los fines preventivos de la pena puedan ejercer
influencia.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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Miguel Toyohama Arakaki
proceso de dos niveles, en el cual el juez fija primero el peso del injusto culpa-
ble en un quantum de pena, mientras que las consideraciones preventivo-ge-
nerales y preventivo-especiales son tomadas en consideración en segundo lu-
gar, para determinar de qué modo hay que imponer la pena adecuada a la cul-
pabilidad, o si esta debe o no ser ejecutada. A su juicio, los fines preventivos
solo pueden perseguirse una vez que el juez cuenta con el dato de qué pena
debe imponerse.
En cuanto a esta teoría, se ha argumentado que la exclusión de las considera-
ciones preventivo-especiales en la individualización judicial de la pena con
el argumento de que el juez no puede determinar desde el principio la pena
adecuada para la reeducación del reo no es correcta, porque el juez sí está
en situación de comprobar si una determinada pena conduciría a una mayor
resocialización.
Además, Roxin señala que difícilmente pueden tenerse en cuenta los efectos
de la determinación de la pena para la futura vida del reo en sociedad, si pre-
viamente se ha prescindido de dichos efectos al determinar la magnitud de la
pena, así como que es muy complicado distribuir la retribución de la culpabi-
lidad y la prevención en diferentes fases de la determinación de la pena.
Esta teoría no es compatible con el ordenamiento jurídico peruano ya que, por
mandato constitucional y legal, la prevención especial constituye un criterio
esencial en la aplicación judicial de la pena.
La teoría de la proporcionalidad con el hecho o de la pena proporcional al he-
cho (Tatproportionalität) adquirió un desarrollo gradual en Alemania, pero
su origen es anglosajón. En palabras de Feijoo Sánchez, esta teoría “preten-
de desarrollar criterios de proporción con el hecho en el marco de una teo-
ría de la prevención general intimidatorio, desligando la justificación social
de la pena de los criterios que sirven para distribuir las penas en concreto. Se
trata de buscar cuál es la pena justa que el autor debe soportar por su hecho
más que centrarse en buscar con la pena influencias en el propio autor o en
terceros”[20]. Su fundamento reside en que la medición de la pena deberá ce-
ñirse a la gravedad del hecho de acuerdo con la nocividad del comportamien-
to y la culpabilidad del autor, con el objetivo último de alcanzar objetivos
de igualdad y de justicia en la individualización judicial de la pena antes que
objetivos preventivos.
[20] En cuanto a la teoría de la pena proporcional al hecho, se puede consultar: FEIJOO SÁNCHEZ,
Bernardo. “Individualización de la pena y teoría de la pena proporcional al hecho. El debate europeo
sobre los modelos de determinación de la pena”. En: InDret, Revista para el análisis del Derecho.
Nº 403, Barcelona, enero, 2007, p. 7. En: <www.indret.com/pdf/403_es_1.pdf>.
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[21] MIR PUIG. Ob. cit., p. 745, (el resaltado aparece en el texto original).
[22] MOLINA BLÁZQUEZ, María Concepción. La aplicación de la pena. Estudio práctico de las con-
secuencias jurídicas del delito. Bosch Casa Editorial, S.A., Barcelona, 1996, p. 41, la que señala que
“se trata de un sistema de individualización progresiva que tiene tres pasos: el primero es el de la
individualización o determinación legal; en el segundo se realiza la individualización o determinación
judicial y en el tercero tiene lugar la individualización ejecutiva o penitenciaria”.
[23] VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ, Fernando. “Los criterios de determinación de la pena en el Código Penal
peruano de 1991”; publicado en: <http://www.unifr.ch/ddp1/derechopenal/articulos/html/artvel2.htm>.
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[24] MOLINA BLÁZQUEZ. Ob. cit., p. 41. BOLDOVA PASAMAR, Miguel Ángel. “Aplicación y determina-
ción de la pena”. En: Lecciones de consecuencias jurídicas del delito. Gracia Martín, Luis (Coordinador)
y otros, Valencia, 1998, p. 169, quien indica “el cariz de esta fase es básicamente legalista. El legislador
señala en la Parte Especial con carácter general para cada delito o falta tanto la clase de pena (privativa
de libertad, de otros derechos o multa como el quantum asignado a la misma, fijando de este modo el
marco penal abstracto dirigido al autor de la infracción penal consumada, que constituye el modelo de
partida”.
[25] GARCÍA ARÁN, Mercedes. Los criterios de determinación de la pena en el Derecho español, Ediciones
de la Universitat de Barcelona, Barcelona, 1982, p. 96.
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[31] PEÑA CABRERA. Ob. cit., p. 526, quien refiere que “el texto punitivo ha consagrado la coculpabilidad
de la sociedad, pues los delitos al responder a múltiples factores condicionan que la valoración que
sobre ellos realice el juez no obvie ningún detalle comprendido en la sucesión del hecho delictivo”.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
En ese sentido, la sociedad hace un mea culpa (aunque sea en forma declara-
tiva) porque indirectamente propició que el sujeto activo cometiera el delito,
debido a que no le brindó las mismas oportunidades de desarrollo dentro del
grupo social. En consecuencia, reconoce que su culpabilidad es menor[32]; lo
que de ninguna forma significa una actitud permisiva para la comisión de he-
chos punibles y permanente vulneración de bienes jurídicos.
[32] PRADO SALDARRIAGA, Víctor. Todo sobre el Código Penal, Tomo II, Idemsa, Lima, 1996, p. 26,
específicamente sobre la exposición de motivos del Código Penal de 1991, Decreto Legislativo N° 635,
apartado “Aplicación de la pena”, en el cual, entre otros aspectos, se menciona que “la Comisión Revisora
conceptúa que la culpabilidad a la que se alude, disminuye o desaparece en la misma medida en que el
delincuente haya tenido las oportunidades de comportarse según las normas de convivencia social”.
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Además, dicho autor refiere “que no hay todavía una parte especial de la teo-
ría de la determinación de la pena, en la que se pudieran explicar aquellos fac-
tores determinantes de la pena en los tipos singulares”[35].
Esta última apreciación es razonable, puesto que conforme se propone, la de-
terminación judicial de la pena se concebiría con un criterio criminológico y
específico a los tipos delictivos lo que coadyuvaría a efectuar una aplicación
de la pena más precisa al injusto y a la culpabilidad, y teniendo en cuenta los
fines de prevención mixta de la pena.
Debe considerarse que las circunstancias de determinación de la pena asu-
men, en el sistema penal nacional, el carácter de genéricas, por tratarse de un
sistema unitario y flexible de determinación judicial de la pena, por lo cual,
el juzgador, deberá valorar, en forma razonada y suficiente, las circunstancias
fácticas que se presenten en el caso, conforme a los parámetros de medición,
a fin de individualizar la pena adecuada.
A continuación, se efectuará un análisis breve de las circunstancias que con-
templa el mencionado artículo 46 del Código Penal:
1. La naturaleza de la acción
Por medio de la naturaleza de la acción desplegada por el sujeto activo del delito
es posible considerar la dimensión del injusto penal cometido. Esta circunstan-
cia hace referencia a la cuantificación del injusto penal, verificándose su mag-
nitud, especialmente, el grado de antijuridicidad o contradicción de la conducta
con el Derecho; al respecto, deberán tenerse en cuenta los casos de concursos de
delitos, real o ideal y el delito continuado, ya que resultan necesarios para cuan-
tificar el injusto penal en su real dimensión. A efectos de determinar la pena.
En esta circunstancia se incluye la magnitud del daño ocasionado por el delito, ya
sea un daño físico o moral; en la tentativa y en los delitos de peligro, debe tenerse
en cuenta, además, el grado de puesta en peligro del objeto de acción protegido.
Para apreciar la naturaleza de la acción delictiva, el juzgador deberá valorar el
tipo de delito que se ha cometido, así como la forma de ejecución en que ha
incurrido, puesto que resulta distinto el hurto de la billetera de un transeún-
te distraído que un hurto en el que se emplean sofisticados mecanismos infor-
máticos, con los que se acceden a diversas cuentas bancarias. Esta forma de
actuación nos advierte en forma explícita sobre la dimensión y trascendencia
del injusto penal cometido.
[35] Ídem.
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[37] Ídem.
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que le debe recaer. Además, sirven para valorar la culpabilidad del agente al
momento de cometer el hecho.
Si bien es cierto no se puede imponer al agente una pena por el medio social
en el que ha vivido o por la situación económica que ostenta, estos factores
sirven al juzgador para tomar conocimiento del agente y el reproche que debe
hacérsele al imponer la pena. Además esta situación guarda relación con el
grado de coculpabilidad de la sociedad en la comisión del delito, ya que el
Estado es consciente de que no puede brindar las mismas facilidades de de-
sarrollo a todos los integrantes del grupo social, reconociendo de esta forma
que el delito, también es debido a las falencias del Estado que no puede cum-
plir en forma eficiente con las políticas de orden económico, social, criminal
y de desarrollo integral que le son competentes.
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Se considera que dentro del factor de la personalidad del agente, debe atender-
se a la necesidad de resocialización del agente; en consecuencia, el juzgador
debe considerar los efectos de la pena a imponer tanto en el agente, como en
su futura resocialización, en su nivel social, trabajo, familia, entre otros ámbi-
tos en los que se desarrolle en el grupo social.
13. La reincidencia
Mediante esta circunstancia, incorporada mediante la Ley Nº 28726, del
09/05/2006, se incorpora el presente inciso, en el que se señala que el juzga-
dor deberá verificar si el agente después de haber cumplido en todo o en par-
te una condena privativa de libertad, incurre en un nuevo delito doloso, ten-
drá la condición de reincidente, la cual será considerada como circunstancia
agravante.
Además de que en ese caso, el juez podrá aumentar la pena hasta en un tercio
por encima del máximo legal fijado para el tipo penal, no pudiendo compu-
tarse los antecedentes penales cancelados.
245
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
En ese sentido, Antón Oneca señala que: “las circunstancias modificativas son
elementos accidentales del delito, en el sentido de que de ellos no depende el
ser del delito, sino solo su gravedad”[41].
Frente al injusto penal se presentan determinadas circunstancias, que podrían te-
ner o no relevancia valorativa penal, y que se constituyen en las circunstancias
modificativas de la responsabilidad penal.
Refiere Prado Saldarriaga que: “a través de las circunstancias concurrentes el
juez toma conciencia del grado de desvalor que merece el hecho punible y del
nivel de reprochabilidad que alcanza su autor. Y luego en función de estos dos
indicadores decidirá el quantum de la pena. De allí que el Código Penal perua-
no destaque con acierto en el artículo 46, antes de detallar la relación de circuns-
tancias, que ‘para determinar la pena dentro de los límites fijados por la ley, el
juez atenderá la responsabilidad y gravedad del hecho punible cometido’”[42].
Empleando como referencia la clasificación que propone Prado Saldarria-
ga[43], podemos señalar que las circunstancias son clasificadas según su natu-
raleza, en comunes o genéricas, especiales o específicas y elementos típicos
accidentales y, por sus efectos, en: atenuantes, agravantes y mixtas.
Son circunstancias comunes o genéricas aquellas que pueden operar con cual-
quier delito, por ejemplo, las circunstancias previstas en los artículos 46 y
46-A del Código Penal.
Son circunstancias especiales o específicas aquellas que la ley designa como
aplicables solo para determinados delitos. Ese es el caso de las circunstancias
previstas en los artículos 189 (robo agravado) y 297 (tráfico ilícito de drogas
agravado) del Código Penal.
Por último, los elementos típicos accidentales son aquellas circunstancias que
se han añadido a la descripción de un tipo básico y generan la configuración
de un tipo derivado privilegiado o cualificado, tal es el caso de los delitos de
parricidio (artículo 107) e infanticidio (artículo 110).
[41] Antón Oneca, citado por Mir Puig. Ob. cit., p. 628. En lo que respecta el origen de la de la teoría general
de las circunstancias modificativas de la responsabilidad penal, se encuentran vinculadas a la codificación
y al principio de igualdad. Por ello, conforme señalan COBO DEL ROSAL, Manuel y VIVES ANTÓN,
Tomás. Derecho Penal. Parte General. 3ª edición, Tirant lo Blanch, Valencia, 1990, p. 610, las circuns-
tancias se originan en virtud de una concepción real y más justa de la pena, ofreciéndose así la posibilidad
de adaptar el esquema abstracto del precepto, tanto al supuesto concreto, como a la personalidad del delin-
cuente.
[42] PRADO SALDARRIAGA. Las consecuencias jurídicas del delito en el Perú. Gaceta Jurídica, Lima,
2000, p. 106.
[43] Ibídem, p. 107 y ss.
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[44] PRADO SALDARRIAGA, Víctor. “La determinación judicial de la pena”. En: Revista Peruana de
Doctrina & Jurisprudencia Penal. Nº 1, Lima, 2000, p. 547 y ss.
[45] Ibídem, p. 549.
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que los hechos sentenciados, se someterá a nuevo proceso penal y la pena que
se fije en este nuevo proceso se sumará a la anterior, hasta un máximo del do-
ble de la pena del delito más grave, no debiendo exceder de 35 años (de pena
privativa de libertad). En el caso de que alguno de los delitos sea reprimido
con cadena perpetua, se aplicará esta, sin perjuicio de fijarse la reparación ci-
vil para el nuevo delito.
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Conclusiones
1. La determinación judicial de la pena es un procedimiento que efectúa el
juzgador y por el cual decide imponer una determinada clase y cantidad
de pena a la persona cuya culpabilidad se ha comprobado. La determina-
ción judicial de la pena, en nuestro país, se encuentra regulada en los ar-
tículos 45 y 46 del Código Penal. Se aprecia que no se ha empleado un
sistema rígido de determinación judicial de la pena, con penas fijas, sino
un sistema flexible, donde el juzgador luego de valorar las circunstancias
modificativas de la responsabilidad penal y otros indicadores, impone la
pena pertinente, dentro del marco legal vigente.
2. La determinación judicial de la pena no implica el empleo desmedido de
facultades discrecionales, sino una actuación racional y motivada, basa-
da en los hechos y las pruebas, a fin de evitar incurrir en arbitrariedad. El
juzgador deberá tener presente y valorar los principios que rigen la deter-
minación judicial de la pena los que pueden ubicarse en las normas recto-
ras del Título Preliminar del Código Penal e incluso, en la parte dogmáti-
ca de la Constitución Política.
3. Tratándose de un sistema flexible de determinación judicial de la pena,
consideramos que el juzgador debe invocar y valorar en forma conjunta
e integral todos los criterios de determinación de pena que corresponden
251
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Bibliografía
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
254
La cosa juzgada y el delito continuado
[*] Magíster en Derecho Penal por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
[1] Ver el Acuerdo Plenario Nº 4-2007 /CJ-116.
[2] Ver de manera crítica la STC Exp. Nº 4748-2006-HC, punto 2: “[Para] la Sala Suprema (…) los he-
chos se adecuan al delito de colusión desleal (…) [y] concluye que la acción penal por (…) [ese delito]
no se ha extinguido, debiéndose declarar infundada la excepción de prescripción acogida por la Sala
Superior y en su oportunidad adecuar el tipo penal al de colusión desleal”.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[3] MAIER. Julio. Derecho Procesal Penal. Fundamentos. Tomo I, Editores Del Puerto, Buenos Aires,
2002, pp. 568-577.
[4] SAN MARTÍN CASTRO, César. Derecho Procesal Penal. Volumen I, Grijley, Lima, 2003, p. 506.
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Miguel Ángel Sánchez Mercado
[5] Artículo 267: “El juicio oral podrá, excepcionalmente, suspenderse hasta por ocho días mediante reso-
lución debidamente fundamentada. No será de cómputo los días de suspensión del despacho por fuerza
mayor o por causas imprevistas. Cuando la suspensión durase más de ese término se dejarán sin efecto
las audiencias ya realizadas, señalándose día y hora para un nuevo juicio oral”.
[6] Artículo 3 de la Ley Nº 28726, publicada el 9 de mayo de 2006.
[7] Artículo 3 de la Ley Nº 28730, publicada el 13 de mayo de 2006.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
1. El delito continuado
Respecto a la continuidad delictiva (o delito sucesivo)[8], con acierto, señala
Novoa que es el concepto penal más confuso y caótico, con grandes diferen-
cias entre las legislaciones y enormes discrepancias entre los tratadistas[9]. Sin
embargo, se puede coincidir en que su núcleo básico se conforma por un con-
junto de hechos desplegados, por un sujeto activo, en un intervalo definido de
tiempo (delito continuado strictu sensu), a los que el Derecho brinda un trata-
miento jurídico unitario (para fines procesales y sancionatorios).
[8] Así, MOURAT. “Sobre el delito continuado”. En: Estudios Penales. Montevideo, 1963, p. 10.
[9] NOVOA. Curso de Derecho Penal. Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1996,
p. 269.
[10] Así, la exposición de motivos de la reforma española de 1983, señaló que su fin era “castigar con ma-
yor severidad lo que sea realmente más grave” y, “para que las reglas limitadas de la cuantía mínima
(…) [no] se tornen en beneficios”. QUINTERO OLIVARES, et ál. Manual de Derecho Penal. 2ª ed.,
Aranzadi, Pamplona, p. 750.
[11] ZAFFARONI. Derecho Penal. Parte General. Ediar, Buenos Aires, 2005, p. 825.
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i) Criterio subjetivo
Centra su atención en el dolo (dolo conglobante), exigiendo que abar-
que desde el primer acto ejecutado, aunque no de forma matemática
pero sí esencial, varios elementos, como el número de actos a realizar,
la forma de comisión y el resultado sumatorio obtenido. Por su parte,
donde se pone énfasis en el aprovechamiento de idéntica circunstancia,
se exige que el agente conozca el lugar de comisión, su forma y tiem-
po, apareciendo de aquellas consideraciones que los actos parciales no
son más que partes fragmentadas de la realización sucesiva de la tota-
lidad unitaria querida.
Cada sistema legal puede adoptar variaciones. Así, afirmaciones váli-
das para unos, no lo son para otros. En la legislación venezolana (ar-
tículo 99 del Código Penal de 2000[12]) se agrava la figura, no exclu-
ye los bienes jurídicos personalísimos, sancionando, por ejemplo, la
violación sexual continua[13]; no obstante, exige el dolo y la igualdad
de la norma conculcada (concurso ideal homogéneo).
En el Perú (artículo 49 del Código Penal de 1991) sí se abarcan leyes
“de igual o semejante naturaleza” (concurso ideal homogéneo), por
ejemplo, la comisión de hurtos simples, agravados, apropiaciones in-
debidas y estafas, pero excluye los bienes “personalísimos” de perso-
nas distintas, aunque lo admite respecto de esta persona.
Por su parte, la legislación española (artículo 74 del Código Penal de
1995[14]) exige, en uno de sus supuestos, que el autor obre con “un
plan preconcebido”, admite la combinación de delitos y faltas, y ex-
cluye a los bienes personalísimos (salvo la libertad sexual y el honor).
ii) Criterio objetivo
Este criterio ha sido asumido en Colombia (artículo 31 del Códi-
go Penal de 2000)[15], que no hace referencia al dolo, al igual que
[12] Artículo 99: “Se considerarán como un solo hecho punible las varias violaciones de la misma disposi-
ción legal, aunque hayan sido cometidas en diferentes fechas, siempre que se hayan realizado con actos
ejecutivos de la misma resolución criminal, pero se aumentará la pena (…)”.
[13] Vide fallo del TS Venezuela del 19 de marzo de 2008 (violación continuada), Causa Principal Nº 3M-
1008. También la admite STRATENWERTH. Straftrecht. AT. I, 3ª ed., Berlín, 1981, p. 320 (1222).
[14] Artículo 74.1: “En ejecución de un plan preconcebido o aprovechando idéntica ocasión, realice una
pluralidad de acciones u omisiones (…) [que] infrinjan el mismo precepto (...) [o] de igual o semejante
naturaleza, será castigado, como (…) delito o falta continuados, con la pena (…) [de] la infracción más
grave, que se impondrá en su mitad superior”.
[15] Artículo 49: “El que con una sola [o varias] acción[es] u omisión[es] (…) infrinja varias disposiciones
(…) o varias veces la misma disposición, (…) [recibirá] la pena más grave (…), aumentada hasta en otro
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
2. La cosa juzgada
La garantía de no poder ser enjuiciado o sancionado por segunda vez por
un hecho delictivo, sobre el que ya se emitió fallo definitivo es de orden
tanto, sin que fuere superior a la suma (…) [de] cada una (…). Cuando (…) [se] contemplare sanciones
distintas (…) se tendrán en cuenta a efectos de (…) la pena correspondiente.
[16] Artículo 81: “È punito con la pena che dovrebbe infliggersi per la violazione più grave aumentata fino
al triplo chi con una sola azione od omissione viola diverse disposizioni di legge ovvero commette più
violazioni della medesima disposizione di legge.
Alla stessa pena soggiace chi con più azioni od omissioni, esecutive di un medesimo disegno crimino-
so, commette anche in tempi diversi più violazioni della stessa o di diverse disposizioni di legge.
Nei casi preveduti da quest’articolo, la pena non può essere superiore a quella che sarebbe applicabile
a norma degli articoli precedenti”.
[17] VELÁSQUEZ, Fernando. Los delitos continuado y masa. Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín,
2008, p. 20.
[18] GARCÍA CANTIZANO, María del Carmen. “El delito continuado y el delito masa”. En: Gaceta
Jurídica. Tomo 46, Lima, setiembre de 1997, p. 70-A.
[19] Ibídem, p. 66-A.
[20] VELÁSQUEZ. Ob. cit., p. 54.
[21] Vide VELÁSQUEZ. Ob. cit., pp. 54-61; CORREA. El delito continuado. Abeledo- Perrot, Buenos Aires,
1959, p. 43; CASTIÑEIRA, María Teresa. El delito continuado, Bosch, Barcelona, 1977, pp. 183-192.
[22] Ver: ROSAS CASTAÑEDA, Juan Antonio. “La excepción de cosa juzgada en el delito continuado”.
En: Actualidad Jurídica. Nº 159. Gaceta Jurídica, Lima, febrero de 2007, pp. 114-119.
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[23] GÓMEZ DE LIAÑO, Fernando. El proceso penal. Forum, Oviedo, 1996, p. 241.
[24] BINDER, Albreto. Introducción al Derecho Procesal Penal. Ad Hoc, Buenos Aires, 2002, p.
174.
[25] Ídem.
[26] LEONE, Giovanni. Tratado de Derecho Procesal Penal. Tomo III, Buenos Aires, 1963, p. 321.
[27] Caso Loayza Tamayo (sentencia del 17 de setiembre de 1997), respecto a la lesión del artículo 8.4 de la
CIDH, por iniciar un nuevo proceso, en el fuero civil, contra quien fue absuelto en el fuero militar, por
traición a la patria, cuando sus conductas antijurídicas son semejantes.
[28] VIVAS, Gustavo. Manual de Derecho Procesal Penal. Tomo I, Alveroni, Córdoba, 1999, p. 150.
[29] BINDER. Ob. cit., p. 170.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[30] DE LA OLIVA, Andrés. Derecho Procesal Penal. Areces, Madrid, 1993, pp. 530-531.
[31] SAN MARTÍN, César. Derecho Procesal Penal. Tomo I. Grijley, Lima, 2003, pp. 389-390.
[32] CARAMUTI, Carlos S. Concurso de delitos. Hammurabi. Buenos Aires, 2005, p. 274.
[33] ACCORINTI, María de las Nieves. “Non bis in ídem”. En: Principios de Derecho Procesal Penal.
Ad Hoc, Buenos Aires, 2002, p. 67.
[34] GÓMEZ, Alfonso. El delito continuado. Universidad de Externado de Colombia, Bogotá, 1978, p. 90.
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[35] Respecto a la legislación brasileña, vide FAYET. Do crime continuado, Livraria do Advogado,
Porto Alegre, 2001, pp. 145-147; SZNICK. Delito continuado. Lejus, Sao Paulo, 1977, pp. 101-103;
PIMENTEL. Do crime continuado. 2ª ed., Sao Paulo, 1969, pp. 191-214.
[36] MAIER, Julio. Derecho Procesal Penal. Fundamentos. Tomo I, Buenos Aires, 1995, p. 380.
[37] LEONE, Giovanni. Tratado de Derecho Procesal Penal. Tomo III. Buenos Aires, 1963, p. 321.
[38] ACCORINTI. Ob. cit., p. 67.
[39] DELITALA, Giacomo. “Delito continuado y cosa juzgada en el Código Penal vigente y en el proyecto
de Código Penal”. En: Cuadernos de Política Criminal. Nº 81, 2003, p. 532.
[40] ACCORINTI. Op. cit., pp. 64-65.
[41] Ibídem, p. 65.
[42] PELÁEZ DE LAS HERAS, Antonio. El delito continuado. Bosch, Salamanca, 1942, p. 29.
[43] ZAFFARONI. Ob. cit., p. 826.
[44] GARCÍA CANTIZANO. Ob. cit., p. 71-A.
[45] CHOCLÁN, José Antonio. El delito continuado. Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales,
Madrid, 1997, p. 427.
[46] Ibídem, p. 423.
[47] STRATENWERTH. Op. cit., p. 322, JESCHECK. Tratado de Derecho Penal. Comares, Granada,
1988, p. 655, MAURACH, GÖSSEL y ZIPF. Strafrecht. AT. Tomo 2, 7ª ed., 1989, p. 428 (91).
[48] CHOCLÁN. Ob. cit., p. 427.
[49] Así ocurre en la jurisprudencia dominante en 1928. Vide, DELITALA. Ob. cit., p. 529.
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[59] ANTÓN. “Delito continuado”. En: Nueva Enciclopedia Jurídica. Tomo VI, Seix Barral, Barcelona,
1954, p. 464.
[60] DÍAZ PALOS. “Delito continuado”. En: Comentarios a la legislación penal. Tomo V, Volumen I,
Edersa, Madrid, 1985, p. 481.
[61] Véase el Acuerdo Plenario Nº 4-2009/CJ-116 (fundamento 10).
[62] Artículo 440: “Son aplicables a las faltas (…): 3. Las penas que pueden imponerse son las restrictivas
de derechos y multa, salvo el caso de reincidencia en faltas dolosas reguladas en los artículos 441 y
444. En este caso, se aplica pena privativa de libertad, para cuyo efecto se procede a efectuar la conver-
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
tras una sanción) de faltas contra la persona (artículo 441 del CP) o el patri-
monio (artículo 444 del CP). Pero la reincidencia no concuerda con la reite-
rancia (repetición sin condena anterior) que caracteriza el concurso real de
infracciones.
Tampoco se señala qué delito aportaría la pena aplicable, ni el número de fal-
tas que deben cometerse para asimilarlas a un delito, lo que imposibilita ar-
monizar dicha prescripción con el principio de legalidad, de modo que solo
cabe aplicar a las faltas las reglas del concurso real de delitos, es decir, acu-
mular las penas concretas parciales de cada falta, cuyo resultado no debe ex-
ceder las 156 jornadas de servicios semanales, en caso de pena de prestación
de servicios a la comunidad (artículo 34 del CP) o 180 días-multa (artículo
440.4 del CP)[63] [64].
sión de las penas limitativas establecidas, aplicando lo dispuesto en los artículos 55 y 56 del presente
Código”.
[63] En realidad, parece que el artículo 50-A, trató de implantar una modalidad de delito continuado de
usanza española, cuyo Código Penal de 1995, señala: “Artículo 73. Al responsable de dos o más (…)
faltas se le impondrán todas las penas correspondientes a las diversas infracciones para su cumplimien-
to simultáneo, si fuera posible, por la naturaleza y efectos de las mismas”. Artículo 74.1: “No obstante
lo dispuesto en el artículo anterior, el que (…) aprovechando idéntica ocasión, realice una pluralidad
de acciones u omisiones que ofendan a uno o varios sujetos e infrinjan el mismo precepto penal o pre-
ceptos de igual o semejante naturaleza, será castigado como autor de (…) [una] falta continuados con
la pena señalada para la infracción más grave, que se impondrá en su mitad superior, pudiendo llegar
hasta la mitad inferior de la pena superior en grado”. En este sentido, se buscaba que el resultado con-
creto, para las faltas, entre otros, contra el patrimonio, superara el monto mínimo, dejando de ser faltas
para convertirse en delitos (de hurto) y, la pena establecida debía entenderse como la pena privativa de
libertad prevista para aquella figura.
[64] Véase el Acuerdo Plenario Nº 4-2009/CJ-116 (fundamento 11).
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car, de ser el caso, que se aplicarán las reglas del concurso de delitos (artículo
48 a 50 del CP)[65].
En la etapa intermedia, el juzgador debe controlar la acusación y subsanarla
si no se ha indicado que existe un concurso real y sus consecuencias para la
pena. El planteamiento de la tesis de desvinculación (artículo 285-A del Có-
digo de Procedimientos Penales) no se aplica, pues solo se usa si corresponde
variar la calificación del hecho procesal, o se advierte que existen circunstan-
cias modificativas de la responsabilidad que no se incluyeron en la acusación
y aumentan la punibilidad.
El concurso de delitos no es una circunstancia que modifique la responsabi-
lidad, es un elemento que no condiciona la existencia del delito, pero sí inci-
de en la moderación o agravación de la pena. Tampoco incide en la califica-
ción jurídica (tipicidad objetiva y subjetiva, grado de ejecución, tipo de auto-
ría o de participación), por lo que si la acusación no hizo referencia a que exis-
tía un concurso de delitos, no infringe principio o garantía procesal. No vul-
nera formas esenciales del juicio ni causa indefensión, por lo que no se nece-
sita plantear la tesis de desvinculación, aunque sería recomendable para gene-
rar un debate puntual sobre este asunto, e instar una discusión jurídica acaba-
da sobre el concurso real y sus consecuencias punitivas en el caso concreto[66].
El nuevo Código Procesal Penal tiene instituciones para controlar la acusa-
ción. Su artículo 350.1 permite a las partes, formular ocho peticiones, que
también puede deducir de oficio el Tribunal, para hacer observaciones a la
acusación, por ejemplo, por defectos formales, y pedir que se corrijan, ya sea
que se trate de una acusación incompleta o que omita referirse a la existencia
de un concurso de delitos.
A su vez, el artículo 374.1 permite al Tribunal plantear la tesis de la des-
vinculación si es posible una calificación jurídica no considerada por el fis-
cal y, finalmente, el artículo 387.2 permite al fiscal solicitar que se aumente o
disminuya la pena, si durante el juicio surgen nuevas razones que así lo jus-
tifiquen. Este es el caso en que se pretende afirmar que existe un concurso de
delitos que conlleva una pena más grave, y cuya aceptación o rechazo están
condicionados a que se formulen razones jurídicas específicas o nuevas, res-
pecto a la acusación escrita, en tanto no importen una modificación del he-
cho procesal[67].
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Reglas de conducta en la reserva
del fallo condenatorio
273
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[1] Abreviaturas: ADP (Anuario de Derecho Penal). AT (Strafrecht Allgemeiner Teil). PG (Derecho Penal
Parte General). TDP (Tratado de Derecho Penal). Oc (Opinión en Contra). StGB (Strafgesetzbuch). S/S
(Schönke/Schröder). FS (Festschrift). ZStW (Zeitschrift für die gesamte Strafrechtswissenschaft).
Respecto a la reserva de fallo como institución jurídica, refiere la doctrina tradicional que es con-
secuencia de la aplicación político criminal. Indican para ello, que las penas de corta duración en
lugar de resocializar disocializan al delincuente, por ello tanto de prevención especial como general
no es aconsejable la imposición de pena privativa de libertad. Roxin, AT4 I, G §4/27; Roxin/Arzt/
Tiedemann, Einführung. p. 9.
[2] Oc. R.N. Nº 3332-04-Junín (Jurisprudencia vinculante); R.N. Nº 3332-2004-Junín; R.N. Nº3192-2001-
Tacna. “La reserva del fallo condenatorio, que se regula en los artículos sesenta y dos a sesenta y
siete del Código Penal, en términos concretos, supone que en la sentencia se declara formalmente la
culpabilidad del procesado, pero este no es condenado ni se le impone, por tanto, pena alguna; el fallo
de condena queda de momento suspendido y se condiciona su pronunciamiento a la observancia de
reglas de conducta durante un régimen de prueba, dentro del cual el sentenciado deberá abstenerse de
cometer nuevos delitos y tendrá que cumplir las reglas de conducta que señala el juez”. Asimismo, Peña
Cabrera, TDP, p. 52, el juez a lo que renuncia no es a declarar toda la parte resolutiva, sino específica-
mente la pena. En contra hade argumentarse: Primero; si la fuente principal de la reserva del fallo con-
denatorio en nuestra legislación es el sistema sursis y no la probation; entonces se exige primero es-
tablecer la pena en concreto, para la aplicación de la reserva del fallo (Verwarnung mit Strafvorbehalt)
Vide Braun, Die Verwarnung mit Strafvorbehalt, p. 23. “Das Sursissystem unterscheidet sich näm-
lich vom-angloamerikanischen Probationssystem dadurch, dass das gesamte Unterscheidungs-und
Erkenntnisverfahren bis zum Urteil wie üblich abläuft, lediglich die Vollstreckung der Freiheitstrafe
dann ausgesetzt wird”; también S/S Stree/Kinzig, § 59/1; Fischer, StGB 59/4 ss. Hacer lo contrario es
desnaturalizar dicha institución. Precisamente la pena en concreto da motivo a que en ciertos casos
excepcionales de bagatela, en lugar de ejecutarse la pena ya establecida en la sentencia “pena en
concreto” se imponga y se ejecute reglas de conducta. Segundo: La culpabilidad exige siempre el pro-
nunciamiento de la pena, aun cuando en ciertos casos excepcionales no llegue a ejecutarse (reserva de
fallo). Tercero: Cuando hay fracaso en el cumplimiento de las reglas de conducta y al beneficiario en
última ratio se le tiene que ejecutar la pena, no es el caso que recién se individualice la pena: Para eso en
muchos supuestos ya habrá pasado mucho tiempo para una evaluación prudente de individualización y
se habrá perdido inmediación en el proceso (también quizás el expediente). Además de generar pérdida
de tiempo innecesaria.
[3] R.N. Nº 1858-2005-Piura; Hurtado Pozo. “Suspensión de la ejecución de la pena y reserva de fallo”.
En: ADP (1999) p. 247.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[8] Así, para una explicación de la denominada “Verwarnung” (advertencia) en el Derecho Penal alemán
§ 59 StGB, véase S/S Stree/Kinzig, § 59/3. Por cierto, la advertencia no es equiparable a la imposición
de reglas de conducta, pero es lo más cercano si se quiere hacer una comparación con el CP alemán. En
el CP alemán el juez puede dar ciertas instrucciones al beneficiario (Weisungen) § 59ª Inc. 2; Doganay.
Zur Reform der Verwarnung mit Strafvorbehalt, p. 19 y ss.
[9] Hurtado Pozo. (nota 3) pp. 238-239; vide (nota 2).
[10] Ampliamente en la distinción del sistema sursis y probation. Rezbach. Die Verwarnung unter
Strafvorbehalt. p.16 y ss.
[11] López Barja de Quiroga. Parte General T. II., p. 157; Gracia Martín. Lecciones. p.
236 y ss. JaÉn Vallejo. “Suspensión y libertad condicionales en el sistema de penas”. En: L. h.
Bacigalupo, p. 895.
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[12] Hurtado Pozo. (nota 3) p. 250. El control de las reglas de conducta es competencia del juez que
condena, pero en la práctica estará a cargo de los policías, quienes son los menos indicados para estos
menesteres; sin embargo este control en buena cuenta hubiera estado a cargo de un juez de ejecución de
sentencias.
[13] Roxin (nota 1) A §3/37 ff.
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[17] E. A. Wolf. ZStW 97 (1985) p. 826; Zaczyk. FS für Eser. 2005, p. 207; Kahlo. Das Problem
des Pflichtwidrigkeitszusammenhanges. 1990, p. 296 y ss; Köhler, Der Begriff der Strafe. 1986,
p. 50 y ss; Pawlik. FS für Harro Otto. 2007, p. 140 y ss.; el mismo, Person, Subjekt. Bürger zur
Legitimation von Strafe, 2004, p. 18 ss.
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trabajo o por motivos de estudio, etc., los cuales deben ser debidamente sus-
tentados, y la autorización del juez implica, también, la salvaguarda de las de-
más reglas de conducta para que no sean burladas por el agente con motivo
de su ausencia.
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4.4. Reparar los daños ocasionados por el delito, salvo que demuestre
que esté imposibilitado de hacerlo
Uno de los efectos jurídicos de la comisión de algún ilícito penal, aparte de las
consecuencias personales, son las consecuencias reales, y el hecho de que se
reserve la pena en el fallo respectivo, no le exime al beneficiario responder o
cumplir con la reparación civil a favor de la víctima o la parte agraviada. Aun
cuando las reglas de conducta que prescribe el artículo 64 del CP, cuya impo-
sición no sea conjunta sino alternativa, de acuerdo a la naturaleza o modali-
dad del evento delictivo, hay la posibilidad de establecer como regla de con-
ducta que el favorecido con la reserva del fallo condenatorio cumpla con re-
parar los daños ocasionados por la comisión del delito[24], salvo que demues-
tre la imposibilidad de realizarlo. Por decir, cuando un bien es único, que no
puede ser reemplazado por otro; por ejemplo, una obra de arte, pero a su vez,
que el agente no pueda pagar el valor del bien, así como los daños y perjuicios
que ha ocasionado la comisión del ilícito penal, ello no solamente es invocado
sino demostrado, y comoquiera que la prestación de la reparación de los da-
ños tiene una connotación económica, una manera de demostrar la imposibi-
lidad de reparar los perjuicios sería a través de la declaración de insolvencia.
Pues bien, uno de los asuntos discutidos con relación a esta regla de conduc-
ta es hasta qué punto sería legítimo establecer o no como regla de conducta la
obligación de reparar los daños ocasionados por el delito, ya que su eventual
incumplimiento traería consigo la revocación de la reserva del fallo condena-
torio y se le aplique al renuente en último de los casos pena efectiva, y daría
la impresión de que se le está imponiendo una sanción penal por el no pago
de una deuda[25], el mismo que está proscrito de acuerdo a la Constitución Po-
lítica del Estado y los derechos fundamentales. Además, se argumenta que la
reparación civil, es un asunto que pertenece más al ámbito del Derecho Priva-
do y deben utilizarse los mecanismos procesales de carácter civil; en atención
[24] En este caso, de ser una obligación civil pasa a ser la reparación civil una regla de conducta.
[25] Léase el artículo 2 inc. 24 y literal C, donde señala que no hay prisión por deudas. Esta norma no limita
el mandato judicial por incumplimiento de deberes alimentarios. Pareciera, que lo que se proscribe es
solo la prisión por deudas, entendido que no se le puede imponer pena privativa de libertad a un sujeto
por no pagar una deuda, sino el sentido es más amplio, de tal manera que no se puede imponer cualquier
tipo de pena por deudas.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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Ciro J. Cancho Espinal
las armas propias. Se entiende que, solamente, se refiere a ilícitos penales que
se cometen con medios tangibles, materiales; pues no se podría establecer esta
regla de conducta, entre otras, por decir en el delito de injuria. Pues bien, se
podría prohibir por ejemplo la posesión de patas de cabra, llaves que no son
de uso personal u otros instrumentos análogos que posibiliten la comisión del
hurto; asimismo en el delito de aborto, la prohibición de poseer legras, cure-
tas, pinzas u otros medios que permita la realización del referido delito. El ve-
dar la tenencia de objetos susceptibles de facilitar la comisión de otro delito,
depende de la modalidad, la naturaleza del ilícito, no es solamente su invoca-
ción, sino especificar de qué instrumentos se trata de manera individual, pues
como hemos mencionado supra, las reglas de conducta deben ser claras y pre-
cisas, además de guardar relación con el delito cometido, solo así pueden ser
cumplidas. No sería admisible, por ejemplo, la regla de conducta que señala la
prohibición de portar armas ilegalmente, toda vez que este ya constituye deli-
to en forma particular y está dirigido a todos los ciudadanos, como habíamos
indicado, una de las características de las reglas de conducta es que están diri-
gidas de manera individual al beneficiario. Sin embargo, la fragilidad de esta
regla de conducta se observa en el campo real, toda vez que no se puede dar
un control efectivo, para hacer las pesquisas continuas que puedan requisar la
tenencia de objetos que faciliten la comisión de delitos.
4.6. Las demás reglas de conducta que el juez estime conveniente para la
rehabilitación social del agente, siempre que no atente contra la dig-
nidad del procesado
Es de indicarse que las reglas de conducta que se pueden imponer al favorecido
con la reserva del fallo condenatorio no son taxativas, porque da la posibilidad
al juez de establecer otras reglas de conducta que considere necesarias[30]. Por
ejemplo, la limpieza de bosques en caso de delitos ecológicos, la colaboración
en la ayuda a los alcohólicos si hubo delito cometido en estado de embriaguez,
el trabajo en el hospital cuando el beneficiario haya cometido delito de lesio-
nes. La creación de reglas de conducta según estime conveniente el juez, tiene
sus límites en la dignidad de la persona; ello significa tratar al beneficiario no
como un medio sino como un fin en sí mismo; así por ejemplo no se permite
tratos degradantes, pero la dignidad comprende algo más amplio como la liber-
tad o el respeto de los derechos fundamentales; sin embargo, en sentido estricto
la reacción del Derecho Penal siempre violenta la dignidad de la persona, por
[30] Ejecutoria Suprema 03/08/1992. Exp. N° 1161-91. Lima. Rojjasi Pella, Ejecutorias supremas penales,
Legrima, Lima, 1997, p.166. “Conforme se infiere del artículo 64 del Código Penal, este dispositivo es-
tablece en forma imperativa la imposición de reglas de conducta contenidas en sus incisos, confiriendo
además, al juez penal, la facultad de imponer otras adicionales que estime convenientes, siempre que
no atente contra la dignidad del procesado que también debe ser respetada”.
285
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
ello más apropiado sería señalar en la última parte del numeral bajo comenta-
rio “siempre que no atente los derechos fundamentales (...)”; así no se puede
imponer como regla de conducta la prohibición de asistir a misa, el vedar que
el agente emita opinión, estos no son tratos crueles o degradantes, pero sí co-
lisionan con la libertad del favorecido; tampoco puede establecerse como re-
glas de conducta el respetar el ordenamiento jurídico o el de no cometer nue-
vos delitos[31], manejar vehículos con prudencia, etc., ya que son prestaciones
que son exigibles a todos los ciudadanos por el solo hecho de estar en sociedad.
5. Renuncia
Por último, aun cuando no esté previsto en la normativa de la reserva del
fallo condenatorio, creemos que pese a que este haya sido concedido, el
culpable puede renunciar a dicho beneficio, si el procesado manifiesta su
voluntad de cumplir con la pena si las reglas de conducta le resultan más
lesivas u onerosas que el mismo cumplimiento de la pena. Por ejemplo sería
perfectamente admisible que un juez establezca dos meses de pena privativa
de libertad como pena concreta, reservándole el fallo condenatorio por un
periodo de prueba de dos años, y al culpable le parecería más drástico cumplir
las reglas de conducta que la pena concreta. Este razonamiento es concordante
con las siguientes premisas: Primero, la distinción cuantitativa entre pena y
reglas de conducta. Si bien es cierto la pena es por regla general más grave
que las reglas de conducta, pero no siempre podría ocurrir ello. Segundo, que
en la parte considerativa de la sentencia el juez, debe fijar el quántum de la
pena en concreto[32] para aplicarse la ejecución en casos de que no se cumpla
las reglas de conducta o haya renuncia a la reserva del fallo condenatorio;
además constituye la individualización de la pena constatar si se cumple con
la condición objetiva que la pena no supere los máximos estatuidos en el
artículo 62 del CP. Con la alusión de que el delito esté sancionado con pena
privativa de libertad, no mayor de tres años, se trata de la pena que merece
el autor por el delito que da lugar al proceso y no al máximun de la pena
[31] Exp. Nº 123-99-Apurímac. “La no comisión de un nuevo delito, no constituye una regla de conducta,
pues ello es una norma de conducta inherente a toda persona y no puede sujetarse la imposición de la
pena a una exigencia no contemplada en la ley”; Ejecutoria suprema 17/08/98. Ex. N° 2666-98. Lima.“No
es el caso imponer como regla de conducta lo que la ley por propio imperio prohíbe; declararon insub-
sistente la regla de conducta impuesta como prohibición de cometer nuevo delito doloso”; Exp. Nº 5293-
99. SS Barandiarán Dempwolf, Rivera Vasquez, Aguilar Vela y Rojas Vargas.
Jurisprudencia penal y procesal penal (1990-2000). T. I. Idemsa, Lima. 2002, p. 329. “La regla de conduc-
ta, respetar el patrimonio ajeno constituye un imperativo legal, cuyo incumplimiento trae consecuencias
que la propia ley establece, por lo cual resulta inadecuada su imposición como regla de conducta”.
[32] Hurtado Pozo. (nota 3) p. 248. Vide sobre esa discusión (nota 2).
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[33] Ibídem, p. 242. Mir Puig. El sistema de penas y su medición en la reforma penal. p. 205. No obstan-
te, la Jurisprudencia nacional ha entendido, que la reserva del fallo condenatorio no puede aplicarse a
cualquier delito, puesto que el artículo 62 del CP señala que el juez puede reservar el fallo cuando el
tipo penal contemple una penalidad que no supere los tres años, deviniendo nula la resolución que aplica
dicha reserva para un delito penado con cinco años en su extremo mínimo. (Exp. Nº 1831-92 Amazonas).
[34] Silva Sánchez. (nota 7) p. 311 y ss.
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[39] Hurtado Pozo. (nota 3) p. 251. Tratándose de violaciones simples a las reglas de conducta, el juez
deberá, primero, amonestar al infractor. Esta amonestación servirá de advertencia para las medidas
más graves, consistentes en la prórroga del periodo de suspensión o la revocación de la suspensión.
[40] Peña Cabrera. TDP, p. 653.
[41] Prado Saldarriaga. (nota 22) p. 199. Bramont Arias. (nota 27) p. 497.
[42] JaÉn Vallejo. (nota 11) p. 900.
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Ciro J. Cancho Espinal
4.2. Prorrogar el régimen de prueba sin exceder la mitad del plazo ini-
cialmente fijado. En ningún caso la prórroga acumulada sobrepasa-
rá de tres años
Esta sanción se da después de haber llamado la atención al agente de mane-
ra previa o advertida; con esta medida aún se sigue manteniendo incólume la
reserva del fallo condenatorio, ya que solo se prolonga el plazo de prueba en
la mitad del periodo inicialmente fijado, dándole oportunidad al beneficiario
a que pueda retractarse en su comportamiento. El hecho de dilatar el tiempo
de prueba tiene su correlato en criterios de prevención especial, ya que el juez
sigue confiando y vaticinando que dicha opción de prorrogar el régimen de
prueba es necesaria para la rehabilitación social del agente, por eso no es to-
davía aconsejable la ejecución de la pena. En efecto, dada la rigurosidad de la
sanción, el legislador ha establecido para hacer efectivo la prórroga un límite
temporal de tres años, es decir, si a una persona se le ha reservado el fallo con-
denatorio por un periodo de prueba de un año, se puede prorrogar por medio
año más, haciendo un total de un año y medio; pero si se ha establecido a un
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
sujeto x, como periodo de prueba dos años, como máximo se puede prorrogar
por un año más; haciendo un total de tres años; que es el máximo del periodo
de prueba para el cumplimiento de las reglas de conducta. Se puede prolongar
el régimen de prueba, por ejemplo, en supuestos en el que el agente a pesar de
la advertencia realizada, sigue incumpliendo en reparar los daños ocasiona-
dos por el delito. Diferir el plazo de prueba debe estar ligado más al incumpli-
miento de obligaciones (reparación de daños) en la sentencia, y con la prórro-
ga se le conceda una nueva oportunidad para materializar la reparación civil.
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Bibliografía
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La determinación judicial de la
reparación civil en el proceso penal
Introducción
En nuestro país la reparación civil en el proceso penal tiene una función emi-
nentemente restitutoria del daño, es decir, el Derecho busca que las conse-
cuencias económicas del daño producido por la conducta delictiva sean re-
paradas por su actor. La reparación civil es una institución propia del Dere-
cho Civil. Así, en nuestro medio esta figura jurídica es regulada fundamen-
talmente por el Código Civil, ya sea que se trate de un daño que tenga como
origen el incumplimiento de una obligación proveniente de un contrato, de
la ley u otra fuente obligacional, o del incumplimiento del deber genérico de
no causar daño a otro. Esto último sucede cuando se genera daño como con-
secuencia de un “ilícito civil”, como suele denominarse a la conducta gene-
radora de daño, por culpa o dolo, pero que no llega a constituir delito pro-
piamente dicho. En tal sentido, como resulta obvio, las conductas delictivas,
a la par de sus consecuencias penales, también generan consecuencias civi-
les y, por ende, una responsabilidad civil a cargo de su autor, lo cual le gene-
ra la obligación de reparar los daños económicos originados por la conduc-
ta delictiva.
En este último supuesto, la responsabilidad civil no cumple su función esen-
cial: reparar el daño. Por lo tanto, en el presente trabajo trataremos de resu-
mir las razones que generan esta situación, así como la importancia que me-
rece la correcta y eficiente utilización de la institución de la reparación civil
en el proceso penal.
[*] Abogado por la Universidad San Luis Gonzaga de Ica. Con estudios de posgrado en la Universidad
Castilla - La Mancha (Toledo-España).
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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Guillermo Andrés CHANG HERNÁNDEZ
en los casos en que esto sea posible (como, por ejemplo, el daño patrimonial);
y en los casos en que este fin no se cumpla, intenta compensar tal dolor (como
ocurre con el daño moral y el producido al proyecto de vida).
Como se ha dicho entonces, la reparación civil en el proceso penal no es otra
cosa que la responsabilidad civil atribuida al sujeto autor del ilícito penal, por
lo cual ambas deben tener el mismo fin: reparar integralmente el daño irro-
gado. Esta premisa se ve reforzada por el propio Código Penal que estable-
ce en su artículo 93 que la reparación comprende la restitución del bien o, si
no es posible, el pago de su valor, así como la indemnización de los daños y
perjuicios.
La figura de la responsabilidad civil es propia del Derecho Civil, es decir, su
regulación integral se encuentra fuera del Derecho Penal, siendo que en nues-
tro caso la hallamos en el Código Civil de 1984, específicamente en la Sec-
ción Sexta del Libro VII, bajo el nombre de “Responsabilidad extracontrac-
tual” (artículos 1969 al 1988). Es a estas normas a las que debemos remitirnos
cuando, en sede penal, se determine el monto de la reparación civil, conforme
lo establece el artículo 101 del Código Penal.
297
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
298
Guillermo Andrés CHANG HERNÁNDEZ
El artículo 11 del Código Procesal Penal de 2004 establece que: “El ejerci-
cio de la acción civil derivada del hecho punible [le] corresponde al Ministe-
rio Público y, especialmente, al perjudicado por el delito”. Así, el perjudica-
do con el delito tiene la obligación –si desea obtener una adecuada reparación
civil– de participar en el proceso penal, más aún cuando en la segunda par-
te del mismo artículo se agrega: “Si el perjudicado se constituye en actor ci-
vil, cesa la legitimación del Ministerio Público para intervenir en el objeto ci-
vil del proceso”.
Asimismo, el inciso 1 del artículo 12 precisa que “el perjudicado por el de-
lito podrá ejercer la acción civil en el proceso penal o ante el orden jurisdic-
cional civil”. Pero, una vez que se opta por una de ellas, no podrá deducirla
en otra vía jurisdiccional. Lo que se señala en esta parte es de vital trascen-
dencia, pues la ley cierra una constante duda de la jurisprudencia nacional, ya
que antes de la vigencia del Código Procesal Penal se discutía la consecuen-
cia de que el perjudicado económicamente por el delito se constituya como
parte civil en el proceso penal, esto es, que ya no pueda exigir una indemni-
zación en la vía civil.
Por su parte, el artículo 349 del Código Procesal Penal dispone que: “1. La
acusación fiscal será debidamente motivada, y contendrá: (…) g) El mon-
to de la reparación civil, los bienes embargados o incautados al acusado,
o tercero civil, que garantizan su pago y la persona a quien corresponda
percibirlo”.
En consecuencia, el nuevo modelo procesal penal reitera la obligación del fis-
cal de establecer en su acusación, de manera motivada, el monto de la repa-
ración civil.
299
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
300
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Actualmente, a pesar de que existen diversas normas que permiten una ade-
cuada determinación de la reparación civil en los procesos penales, podemos
apreciar que estas no cumplen estrictamente su fin, pues bien sea los fiscales
que solicitan una adecuada reparación civil a favor del perjudicado con el de-
lito, o los jueces que no realizan una adecuada ponderación de los daños su-
fridos por el delito, se aprecia que esta institución en sede penal está venida a
menos, más aún cuando muchos consideran que su cumplimiento no debe ser
impuesto como una regla de conducta en la sentencia, lo cual hace imposible
en muchos casos el cumplimiento del pago de la reparación civil por el autor
del delito o del responsable del daño.
Se aprecia que los fiscales en su denuncia al momento de trabar un embar-
go preventivo sobre los bienes del investigado, como en su dictamen final,
no realizan una correcta evaluación de los daños irrogados por el delito ma-
teria de investigación, lo cual genera un verdadero despropósito de la repa-
ración civil.
Al respecto, podemos agregar lo expuesto por Juan Espinoza Espinoza:
“Aún admitiendo la indemnización por todo concepto, no existe una propor-
ción adecuada entre el daño causado y la indemnización. Así, no se entiende
por qué un juez civil valoriza la pérdida del ojo derecho de una conductora de
una combi en S/. 20,000.00 y una quemadura entre las piernas de una ama de
casa en S/. 25, 000.00. O por qué los jueces penales cuantifican idénticos da-
ños en proporciones diversas: la vida de una persona que murió asfixiada en
una discoteca en S/. 200.000.00 y la de una modelo muerta en un quirófano
en S/. 50,000.00 (exactamente la cuarta parte)[6]”.
En efecto, muchas veces el fiscal a la hora de solicitar que se trabe embargo
sobre los bienes del denunciado, no hace un análisis exhaustivo del monto del
embargo; asimismo, cuando en su acusación debe establecer el monto de la
reparación civil tampoco realiza el análisis deseado que busca compensar los
daños generados por el delito, puesto que muchas veces esta determinación se
determina por la obligación legal que existe.
Lo dicho se refleja en ciertos casos de nuestra judicatura. Así, citamos lo indi-
cado por Juan Espinoza en el siguiente cuadro[7]:
[6] Espinoza Espinoza, Juan. “Hacia una predictibilidad del daño a la persona”. En: Responsabilidad
civil II. 1er tiraje. Editorial Rodhas, Lima, 2006, p. 262.
[7] Espinoza Espinoza, Juan. Derecho de la responsabilidad civil. 5ª edición, Gaceta Jurídica, Lima,
2007, p. 304.
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Conclusiones
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Consecuencias accesorias del delito
Introducción
[*] Juez Superior Provisional de la Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de Cañete.
[1] PICOTTI, Lorenzo. “La expansión de las formas preparatorias y de participación”. En: Revue
Internationale de Droit Penal. Vol 77, 2006. Puede revisarse en: <www.cairn.info/revee-internatio-
nale-de-droit-penal-2006>.
[2] Isidoro Blanco Cordero desarrolla un interesante comentario bajo el título “La aplicación del comiso y
la necesidad de crear organismos de recuperación de activos”. En: Revista Electrónica de la Asociación
Internacional de Derecho Penal (ReAIDP-e-RIAPL), 2007. Un complemento a las respuestas tradicio-
nales al delito, tales como la pena privativa de libertad y la multa, no son muy eficaces contra el crimen
organizado. La estrategia se asienta esencialmente sobre tres pilares: 1) El decomiso, 2) La sanción
del blanqueo de dinero como delito, y 3) El enfoque o la estrategia “Al Capone”, consistente en gravar
impositivamente los bienes de origen ilícito.
305
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
I. Evolución histórica
[3] MIR PUIG, Santiago. Derecho Penal. Parte General. Tecfoto, Barcelona, 1996, p. 788.
[4] FRISANCHO APARICIO, Manuel. Tráfico ilícito de drogas y lavado de activos. Jurista, Lima, 2003,
p. 320-v.
306
Federico QUISPE MEJÍA
Sin embargo, podemos señalar que en el Perú, en forma compatible con los li-
neamientos establecidos por el Estado en la lucha contra la criminalidad orga-
nizada, las consecuencias accesorias se produjeron en la penalización paulati-
na del delito de tráfico ilícito de drogas, siendo su antecedente más remoto la
Ley Nº 4428, de fecha 26 de noviembre de 1921, promulgada por el Presiden-
te Augusto B. Leguía; norma que en su artículo 11 disponía que los reinciden-
tes en el uso, fabricación, importación o exportación de opio, morfina, cocaí-
na, heroína y sus sales y derivados sufrían la pena perpetuada y los productos
encontrados serían decomisados por empleados de las instituciones oficia-
les. Fíjese que el decomiso no era ordenado necesariamente por el juez penal.
Posteriormente, mediante la Ley Nº 11005, de fecha 28 de marzo de 1949,
se tipificó con más criterio técnico el delito de trafico ilícito de estupefacien-
tes, y en su artículo 4 dispone: “(…) serán sancionados (…) con las siguien-
tes penas:
a) Clausura del establecimiento
b) Comiso
c) Multa
d) Prisión
e) Expulsión de territorio Nacional (…)”.
La misma norma en su artículo 9 dispone: “Serán decomisadas las drogas o
sustancias dedicadas a su fabricación, e incautadas las fábricas, laboratorios,
implementos o enseres empleados en la producción, transformación o elabo-
ración de dichas sustancias, sin admitirse alegación alguna. También serán in-
cautados los locales, las tierras y otros bienes utilizados como fábricas, de-
pósitos o expendios y los vehículos en que se hubiera efectuado distribución
o transporte (…)”.
Como se ve, en esta norma se estipulan dos formas de intervención a través de
instituciones que ahora se conocen como consecuencias accesorias: clausura
del establecimiento y comiso.
En esta secuencia de la evolución legislativa, el Estado peruano, a través del
Decreto Ley Nº 22095, perfeccionó la regulación del decomiso e incautación
de bienes, instrumentos y productos del delito de tráfico ilícito de drogas, re-
gulando en el Capítulo VI bajo el título “Decomiso e incautaciones”. La regla-
mentación en esta ocasión aparece con una mejor técnica legislativa, cuando
en su artículo 66 dispone no solo el decomiso de objetos e instrumentos utili-
zados para la producción de drogas, sino la incautación de terrenos de cultivo,
307
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
II. Concepto
[5] GARCÍA PABLOS DE MOLINA, Antonio. Introducción al Derecho Penal. 4ª ed., Editorial
Universitaria, Madrid, 2006.
[6] ECHARRI CASI, Fermín Javier. Sanciones a personas jurídicas en el proceso penal: Las consecuen-
cias accesorias. Aranzadi, Navarra, 2003, p. 70.
[7] Ibídem, p. 71.
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[8] PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso Raúl. Derecho Penal. Parte General. Rodhas, Lima, 2007,
p. 1191.
[9] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino y GUERRERO LÓPEZ, Susana Ivonne. Consecuencias acce-
sorias del delito y medidas cautelares reales en el proceso penal. Jurista, Lima, 2009, p. 27.
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[10] JESCHECK, Hans Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Traducción de Miguel Olmedo Cardenete.
Comares, Granada, 2002, p. 845.
[11] ZUGALDÍA ESPINAR, José Miguel. “Las consecuencias accesorias aplicables como penas a las perso-
nas jurídicas en el CP español”. En: <www. unifr.ch/ddp1/derechopenal/anuario/an_1997_15.pdf>.
[12] DE VICENTE MARTÍNEZ, Rosario. “La responsabilidad penal de las personas jurídicas:
Consecuencias accesorias contra la empresa”. En: Derecho Penal Contemporáneo. Revista
Internacional. Legis, Bogotá, octubre-diciembre de 2002, p. 50.
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IV. El decomiso
311
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[17] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino y GUERRERO LÓPEZ, Susana Ivonne. Ob. cit., p. 62.
[18] GRACIA MARTIN, Luis y otro. Las consecuencias jurídicas del delito en el nuevo Código Penal
español. Citado por Peña Cabrera… Ob. cit., p. 1197.
[19] PEÑA CABRERA, Alonso. Ob. cit., p. 1198.
[20] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino y GUERRERO LÓPEZ, Susana Ivonne. Ob. cit., p. 63.
[21] En efecto, Gálvez Villegas, citando a San Martín Castro, sostiene que tal medida se puede aplicar inclu-
sive en caso de sobreseimiento con la condición de que el objeto esté vinculado al delito. Esta posición
tendría aplicación en la práctica, a la luz de la última parte de los artículos 221 y 224 del Código Penal,
referidos a incautación y decomiso de bienes relacionados con delitos contra la propiedad intelectual
y propiedad industrial; norma que en su último párrafo señala: “En ningún caso se procederá a la de-
volución de los ejemplares ilícitos al encausado”. De ello se infiere que, también en caso de sentencia
absolutoria (por causas de inimputabilidad, error de prohibición, etc.), podría ser viable el decomiso,
siempre y cuando el objeto tenga vinculación con el delito.
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[22] VELÁSQUEZ VELÁSQUEZ, Fernando. Derecho Penal. Parte General. Temis, Bogotá, 1997, p. 786.
Cabe aclarar que el autor, al emplear el término “en el Derecho patrio”, está refiriéndose al Derecho
colombiano.
[23] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino y GUERRERO LÓPEZ, Susana. Ob. cit., p. 58.
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315
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[32] CHINCHAY CASTILLO, Alcides. “La incautación en el Acuerdo Plenario N° 5-2010/CJ-116”. En:
Gaceta Penal & Procesal Penal. Tomo 18, Gaceta Jurídica, Lima, diciembre 2010, p. 15.
[33] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino y GUERRERO LÓPEZ, Susuna. Consecuencias accesorias
del delito... Ob. cit., p. 79.
[34] Ibídem, p. 77.
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Federico QUISPE MEJÍA
Por “ganancias del delito” se entiende a todos los bienes o derechos que cons-
tituyen efectos inmediatos del delito, esto es, que sin provenir directamente de
este lo tienen como su fuente, es el caso de los intereses de cuentas bancarias
abiertas con el dinero del delito, o los frutos o rentas que los bienes objeto de
la infracción pudieran reportar al agente[35]. De ello se deduce que las ganan-
cias del delito serán siempre aquellos bienes o derechos que generen benefi-
cio económico al agente del hecho ilícito.
2. La incautación y el decomiso
La incautación es una medida cautelar que busca asegurar el efectivo cumpli-
miento de la sentencia[36]; por lo tanto, la oportunidad y secuencia para veri-
ficar el decomiso se iniciará con la incautación, a título de medida cautelar,
en la forma dispuesta en el artículo 102 del Código Penal, en concordancia
con los artículos 316 al 320 del CPP (aclarado con mayor detalle en el Acuer-
do Plenario N° 5-2010/CJ-116[37]). La ejecución de esta medida no solamen-
te servirá como una privación o impedimento de la continuidad delictiva, sino
que puede constituir un elemento probatorio valioso para el esclarecimiento
del hecho sometido al proceso penal, pues los objetos e instrumentos del de-
lito muchas veces guardan rastros, señas o indicios relacionados, directa o in-
directamente, con la perpetración del ilícito penal.
La norma no señala específicamente el momento en que debe declararse el de-
comiso o la pérdida de los bienes; sin embargo, de una interpretación teleoló-
gica del artículo 102 del Código Penal, concordado con los artículos 316 al 320
del CPP, se tiene que el comiso de los objetos, instrumentos y efectos del deli-
to debe ser declarado en la sentencia, pues en esta etapa el juez penal debe re-
solver todos los extremos que son objeto del proceso penal sometidos a su co-
nocimiento, lo que implica declarar la pérdida del bien materia de incautación,
pues la titularidad se transfiere a favor del Estado, salvo el caso de la incauta-
ción instrumental, en la que procede la devolución (artículo 222 del CPP).
Por lo demás, conviene dejar establecido que la regulación del comiso bajo
una cláusula abierta será susceptible de aplicación a cualquier delito previsto
en la parte especial, sin excepción alguna, siempre y cuando sea compatible
con su naturaleza y que no pretenda sustituir a la pena.
[35] MEINI MÉNDEZ, Iván. Citado por Gálvez Villegas y Guerrero López. Consecuencias accesorias del
delito, Ob. cit., p. 77.
[36] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino. La acción de pérdida de dominio... Ob. cit., p. 46.
[37] El mencionado acuerdo plenario plantea una configuración dual de la incautación: como medida de
búsqueda de pruebas y restricción de derechos, y como medida de coerción; por lo tanto, la incautación
con fines de decomiso está comprendida en el segundo supuesto.
317
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[38] En el fundamento 15 del acuerdo plenario se regula expresamente la legitimidad del tercero perjudica-
do con la medida de incautación para interponer recurso de apelación, se supone contra la resolución
que deniega la entrega del bien. Sin embargo no estaría prohibido de presentar sus requerimientos en la
audiencia de confirmación de incautación.
[39] BACIGALUPO, Silvina. La responsabilidad penal de las personas jurídicas. Bosch, 1998, p. 227.
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[40] SILVA SÁNCHEZ, Jesús María. “La aplicación judicial de las consecuencias accesorias para las em-
presas”. En: InDret. Revista para el análisis del derecho, 2/2006, p. 3.
[41] ECHARRI CASI, Fermín Javier. Ob. cit., p. 70.
[42] Conforme lo ha sostenido PEÑA CABRERA, Raúl Alonso. Ob. cit., p. 1194.
319
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Conclusiones
320
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321
Parte Especial
La persona jurídica como sujeto
pasivo de delitos contra el honor en
el ordenamiento jurídico peruano
Introducción
[*] Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Egresado de la Maestría en Derecho Penal de
dicha universidad.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Junto a las personas naturales existen también las personas jurídicas o asocia-
ciones, que son entidades a las que el Derecho atribuye y reconoce una perso-
nalidad jurídica propia y les otorga capacidad para actuar como sujetos de dere-
cho. Nadie niega en la actualidad que las personas jurídicas adquieren y poseen
bienes de toda clase, contraen obligaciones, suscriben contratos, ejercitan accio-
nes civiles, constitucionales, penales, académicas, religiosas, culturales, benéfi-
cas; en general, acciones de toda índole, actuando cada vez más desde diversos
ámbitos de la vida en sociedad.
La Constitución Política del Estado y los diversos Tratados Internacionales ra-
tificados por el Perú reconocen una gama de derechos fundamentales inheren-
tes a las personas humanas y otros que también son de titularidad de entes de
carácter colectivo o supraindividual, siempre y cuando sean compatibles con su
naturaleza.
El Tribunal Constitucional peruano ha establecido que las personas jurídicas
son titulares indiscutibles de los derechos fundamentales que de acuerdo a sus
características le correspondan, entendiendo que ello se sustenta en el artículo 2,
inciso 17, de la Constitución Política del Estado, que reconoce el derecho de
los ciudadanos de participar en forma individual o asociada en la vida políti-
ca, económica, social y cultural de la nación; así como en el artículo 3 de la
Norma Fundamental relativo a los derechos implícitos[1] y a su individualiza-
ción a partir de principios esenciales como la dignidad y el Estado Democrá-
tico de Derecho[2].
El sistema democrático no solo se articula desde la variable incuestionable del
individuo como sujeto de derechos y libertades, sino que también se expresa
[1] Derechos explícitos son aquellos expresamente regulados por la Constitución Política, e implícitos los
que derivan de la aplicación de todos los derechos contenidos en el ordenamiento jurídico.
[2] Sentencia recaída en el Exp. Nº 644-2004-HD/TC.
326
Gustavo SEMINARIO SAYÁN
[3] Carrillo, Marc. “Libertad de expresión, personas jurídicas y derecho al honor”. En: Derecho
Privado y Constitución. Nº 10, setiembre-diciembre 1996, p. 91.
[4] Corte Constitucional de Colombia. Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-411 del 17 de junio
de 1992. Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero.
[5] Corte Constitucional de Colombia. Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-411 del 17 de junio
de 1992. Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero.
327
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
1. Concepciones fácticas
Según las concepciones fácticas el honor constituye una realidad verificable
empíricamente, que tiene dos aspectos, uno subjetivo y otro objetivo. El ho-
nor subjetivo es la autovaloración o la estima que el sujeto tiene de sí mismo,
y el honor objetivo, la valoración que los miembros de la sociedad tienen res-
pecto de la persona: la reputación, fama o consideración social.
Ambos aspectos están plagados de críticas que los hacen, por sí mismos, in-
sostenibles. Respecto del honor subjetivo, la crítica principal es que el dere-
cho no puede estar a merced de la voluntad o personalidad del agraviado, toda
vez que un insulto inofensivo puede “lesionar” a una persona excesivamente
susceptible, vulnerando de esa manera el principio de seguridad jurídica. El
ordenamiento protege derechos fundamentales y estos son difícilmente iden-
tificables con estados de ánimo o valoraciones subjetivas[6]. Esta teoría puede
llevarnos al absurdo de otorgar relevancia jurídica a las particulares ideas que
una persona pueda tener sobre sí[7].
[6] Navarro Dolmetch, Roberto. Propuesta para una construcción jurídica del honor como método
de reducción de las hipótesis de conflicto con la libertad de comunicación. Ius et Praxis, ISSN 0718-
0012 versión on-line, Santiago de Chile, p. 4.
[7] Peña Cabrera, Raúl. Tratado de Derecho Penal, Parte Especial. Tomo I, Edic. Jurídicas, Lima,
1992, p. 335.
328
Gustavo SEMINARIO SAYÁN
2. Concepciones normativas
Desde la perspectiva normativa, el honor no consiste en una opinión factual
que el mundo circundante tenga del sujeto o que el individuo tenga de sí mis-
mo[10], sino que forma parte de la dignidad de la persona y su contenido se en-
cuentra vinculado al efectivo cumplimiento de deberes éticos[11] y sociales.
Las concepciones normativas ponen de manifiesto la imposibilidad de que
el concepto de honor se autodefina, así como la necesidad de referirse a con-
ceptos abstractos para lograrlo, que pueden ser jurídicos o extrajurídicos.[12]
Las teorías normativas se subdividen en: a) normativo-sociales, b) normativo-
morales, y, c) normativo-jurídicas.
a) Las concepciones normativo-sociales determinan el contenido del
honor teniendo en consideración los criterios vigentes de la socie-
dad, es decir, si determinada persona merece una buena reputación o
no. Estas concepciones no resultan aplicables a la hora de delimitar
el contenido del honor protegido por la ley, toda vez que las valora-
ciones sociales no se ajustan a los requerimientos del derecho.
b) Las concepciones normativo-morales enlazan el honor con la idea de
merecimiento, extraído de un código moral generalmente vinculado
a una determinada confesión religiosa; motivo por el cual resultan
329
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[13] Vives Antón Tomás Salvador. Derecho Penal. Parte Especial. Tirant lo Blanch, Valencia, 1988, p. 641.
[14] Ídem.
[15] Navarro Dolmetch, Roberto. Ob. cit., p. 9.
[16] Vives Antón T.S. Ob. cit., p. 643.
330
Gustavo SEMINARIO SAYÁN
III. ¿Puede una persona jurídica ser titular del derecho al honor?
Las diversas concepciones que definen el honor han dado origen a posturas
doctrinarias distintas con relación a si la persona jurídica o ente colectivo es
titular o no de este derecho. A continuación detallaremos los argumentos que
aceptan y los que niegan la titularidad del derecho al honor a las personas ju-
rídicas, asociaciones o entes colectivos:
331
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[22] Ugaz Sánchez-Moreno, José Carlos. Prensa Juzgada. Treinta años de juicios a periodistas
peruanos (1969-1999). UPC, Lima, 1999, pp. 87-88.
[23] Iberico Castañeda, Fernando. “El delito de pánico financiero”. En: Derecho y Sociedad. Nº 19,
Lima, p. 181.
[24] Espinoza Saldaña, Eloy. “Notas acerca de la titularidad del Derecho al Honor, así como sobre
la protección de dicho derecho frente a posibles abusos en el ejercicio de las libertades informativas.
332
Gustavo SEMINARIO SAYÁN
contar con una buena consideración propia y ajena, por lo que tienen un ho-
nor que proteger.
Se afirma, también, que las personas jurídicas son titulares del honor por ser ti-
tulares de aquellos derechos fundamentales que sean acordes con la finalidad
que persiguen, y de aquellos que aparezcan como medio o instrumento necesa-
rio para la consecución de la referida finalidad. Es, precisamente, en este ám-
bito en el que entra en juego el derecho fundamental al honor, y ello porque el
desmerecimiento en la consideración ajena sufrida por determinada persona
jurídica conllevará, sin duda, la imposibilidad de que esta pueda desarrollar li-
bremente sus actividades encaminadas a la consecución de sus fines[25].
Autores como Silvio Ranieri[26] sostienen que si alguien difunde, contrario a la
verdad, que determinada sociedad comercial prospera por el contrabando que
desarrolla o por otros delitos, no se logra comprender cómo no se ofende la repu-
tación de esa sociedad, ya que se pretende lesionarla independientemente de
los individuos que la componen. Si alguno afirma, por ejemplo, que cierta es-
cuela privada es una escuela de prostitución, aquí tampoco se llega a compren-
der cómo no se lesiona con esas afirmaciones la reputación de la escuela.
Por su parte, Bustos Ramírez[27] afirma que cualquiera puede ser sujeto acti-
vo y pasivo de delitos de injuria, aún una persona jurídica, ya que dado el ca-
rácter organizativo-normativo del honor, lo importante es la capacidad de ac-
tuación del sujeto en la relación y que esta no sea perturbada sobre la base de
desmerecer la posición y desarrollo de ella en el ámbito social.
Otro argumento es que, en un modelo social y político como el actual, el dere-
cho a la reputación incide sobre ámbitos que superan el reducto individual de
la persona para incidir también sobre grupos sociales de naturaleza heterogé-
nea, que son también sensibles a la consideración que el entorno social tenga
de ellos y, fundamentalmente, de la actividad que realizan y de la coherencia
de sus presupuestos fundacionales con la práctica cotidiana[28].
Estas consideraciones nos llevan a la conclusión que la persona jurídica es ti-
tular del derecho al honor, y, por lo tanto, puede ser sujeto pasivo de los deli-
tos de difamación e injuria.
Reflexiones a la luz de lo resuelto por el Tribunal Constitucional español en las sentencias 139 y 183/1995”.
En: Poder Político y Libertad de Expresión. Buenos Aires, 2001, p. 181.
[25] Vidal Marín, Tomás. “Derecho al honor, personas jurídicas y Tribunal Constitucional”. En: In
Dret. Revista para el análisis del Derecho, Edic. Nº 397, Barcelona, 2007, p. 8.
[26] Ranieri, Silvio, Manual de Derecho Penal. Parte Especial. Tomo V, p. 406.
[27] Bustos Ramírez, Juan. Manual de Derecho Penal. Ariel, Barcelona, 1986, p. 166.
[28] Carrillo, Marc, “Libertad de expresión, personas jurídicas y derecho al honor”. En: Derecho
Privado y Constitución. Nº 10, 1996, p. 99.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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[29] Espino Pérez, Julio. Código Penal concordado. Sexta Edición, Lima, 1982, p. 228.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[30] En: Jurisprudencia Penal. Corte Superior de Justicia de Lima. Cultural Cuzco S.A. Editores, Lima,
1988. pp. 21-22.
[31] En: Jurisprudencia Penal III. Corte Superior de Justicia de Lima. Cultural Cuzco S.A. Editores, Lima,
1990, p. 90.
[32] Retamozo Linares, Alberto y Ponce, Ana María. Jurisprudencia Penal de la Corte Suprema.
Lima, 1994, p. 119.
336
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337
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[33] En: Jurisprudencia Penal III. Corte Superior de Justicia de Lima. Cultural Cuzco S.A. Editores, Lima
1990, p. 90.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[37] BerDuGo Gómez de la Torre, Ignacio. Temas de Derecho Penal. Ob. cit., pp. 255-256.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
V. Jurisprudencia nacional
342
Gustavo SEMINARIO SAYÁN
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
sujeto pasivo de delitos contra el honor; no formando parte del presente ensa-
yo el análisis de dicha jurisprudencia al habernos centrado únicamente en el
estudio de la legislación y jurisprudencia nacional.
reconoce la posibilidad que puedan ser indemnizados los daños que se causen a una persona jurídica,
en su honor comercial. Con la publicación de la Constitución española este criterio se mantuvo en
una primera y temprana jurisprudencia, como la emitida por la Sala Segunda del Tribunal Supremo
español en el auto de 2 de mayo de 1980, al precisar que la jurisdicción ordinaria era la competente para
conocer las lesiones contra el honor del Instituto de la Guardia Civil (De Cossio, Manuel, Derecho al
honor. Técnicas de protección y límites, Edit. Tirant lo Blanch, Valencia, 1993, p. 82.). Posteriormente
el Tribunal Constitucional español asumió una postura eminentemente personalista, la cual se plasmó
en la Sentencia Nº 107/1988, del 8 de junio de 1988, en la que precisa que el derecho al honor tiene un
valor referido a personas individualmente consideradas, lo cual hace inadecuado hablar del honor de
las instituciones públicas o de clases determinadas del Estado. En el mismo sentido se ha pronunciado
el Tribunal en la Sentencia N° 51/1989 del 22 de febrero, y en la Sentencia N° 121/1989, del 3 de julio
de 1989. Según Carmona Salgado, el Tribunal Constitucional español cambió de línea de pensamiento
a partir de la sentencia del 16 de junio de 1990, en la que reconoció el honor de la judicatura al enten-
der que fueron afectados los jueces en particular que la integran, “como personas individualizadas”,
“perfectamente identificables”. En la Sentencia Nº 214/1991, del 11 de noviembre de 1991, el Tribunal
Constitucional español reconoció el “honor” de colectivos, tal como el pueblo judío que sufrió los ho-
rrores del nacionalsocialismo; ello, a pesar de afirmar que el honor es un derecho personalísimo. El
reconocimiento del honor de las personas jurídicas se aprecia con mayor claridad en las sentencias
del Alto Tribunal español Nº 183/1995, que proclama que “dada la propia sistemática constitucional,
el significado del derecho al honor ni puede ni debe excluir de su ámbito de protección a las personas
jurídicas”; asi como en la Sentencia Nº 139/1995, del 26 de setiembre de 1995, la cual establece que “si
el objetivo y función de los derechos fundamentales es la protección del individuo, sea como individuo o
en colectividad, es lógico que las organizaciones que las personas naturales crean para la protección de
sus intereses sean titulares de derechos fundamentales, en tanto y en cuanto estos sirvan para proteger
los fines para los que han sido constituidas. En consecuencia, las personas colectivas no actúan, en estos
casos, solo en defensa de un interés legítimo sino como titulares de un derecho propio”.
[44] Como sabemos, en tanto la querella es de acción privada, el Ministerio Público no interviene en el
curso de la sumaria investigación ni en la apelación. Sin embargo, vía nulidad, la Fiscalía Suprema
interviene con la finalidad de salvaguardar la legalidad.
[45] Taller de Dogmática Penal de la Universidad Mayor de San Marcos. Jurisprudencia Penal. 1ª Edición,
Lima, 2005, pp. 392-393.
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Gustavo SEMINARIO SAYÁN
[46] GÓMEZ MENDOZA, Gonzalo Gabriel. Delitos privados contra el honor. Lima, 2005, pp. 225-227.
[47] Ibídem, p. 243.
[48] Ibídem, p. 247.
345
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
también estableció que los entes colectivos son titulares del derecho al ho-
nor, al declarar “no haber nulidad” debido a que las frases utilizadas cuestio-
nan aspectos públicos de la entidad agraviada, de su actividad social y reli-
giosa, y no incluyen insultos manifiestos, absolutos o formales; a que no se
ha demostrado que los hechos imputados sean falsos; y a que no se ha demos-
trado que el querellado haya actuado con menosprecio a la reputación de la
entidad agraviada[49]. En esta querella el Fiscal Supremo emitió el dictamen
Nº 1324-2005-2° FSP-MP-FN, precisando que “el delito de difamación se
materializa cuando el agente atribuye a otra persona natural o jurídica un he-
cho, suceso, cualidad, conducta, modo de proceder, difundiendo la noticia de
manera que perjudica su honor o reputación”[50].
Lo expuesto demuestra que tanto el Supremo Interprete de la Constitución
como la justicia ordinaria han considerado a la persona jurídica como titular del
derecho al honor, no existiendo, por lo tanto, razones para que en los Juzgados
no se admitan las acciones legales interpuestas por estas en aras a su protección.
[49] SAN MARTÍN CASTRO, César. Jurisprudencia y precedente penal vinculante. Selección de
Ejecutorias de la Corte Suprema. Palestra Editores, Lima, 2006, pp. 393-395.
[50] Ibídem, pp. 395-396.
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Gustavo SEMINARIO SAYÁN
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
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Gustavo SEMINARIO SAYÁN
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
1. Aspectos procesales
Como es sabido, los delitos contra el honor no son perseguibles de oficio sino
que son de acción privada, es decir, es indispensable que la parte agraviada in-
terponga querella ante el Juez. Tal como afirma el Dr. César San Martín, la ca-
racterística más importante de los delitos privados es que la persecución está re-
servada a la víctima, la cual es la única que tiene legitimidad activa. El Minis-
terio Público no interviene como parte por lo que el agraviado se erige en acu-
sador privado y, por lo tanto, en el único impulsor del procedimiento, el que no
solo promueve la acción penal sino introduce la pretensión penal y civil[54].
En consecuencia, es del caso preguntarnos si el hecho de aceptar que la per-
sona jurídica puede ser sujeto pasivo de delitos contra el honor es compati-
ble con la legislación procesal penal vigente. La respuesta es afirmativa, toda
vez que la persona jurídica podrá interponer querella criminal a través de sus
órganos de representación. Las personas jurídicas o asociaciones suscriben
contratos, adquieren bienes, prestan servicios, interponen demandas civiles,
constitucionales, penales, entre otros, no habiendo ningún motivo por el cual
no puedan interponer una querella, siendo el único requisito que la persona
que la interponga tenga representación legal.
Distinto es el caso de las etnias o colectividades. No cabe duda que las colec-
tividades son titulares del derecho al honor, el problema que en este ámbito
se presenta es si algún miembro de una etnia, grupo social o colectividad pue-
de, en la medida que se siente ofendido, invocar a la tutela jurisdiccional de
la colectividad atacada en cuanto a tal. La respuesta que se ha dado es que “la
ofensa directa al colectivo habilita a cualquiera de sus miembros a interponer
las acciones legales pertinentes, siempre que la ofensa trascienda a los miem-
bros del colectivo, en virtud de los vínculos asociativos”[55].
Como vemos, es necesario hacer una distinción cuando se trata de etnias o co-
lectividades y cuando se trata de personas jurídicas, asociaciones o corpora-
ciones. En estas últimas quien se encuentra facultado para interponer una que-
rella es quien tenga representatividad legal, en las colectividades cualquie-
ra de los miembros se encuentra facultado. Ello se justifica ante el hecho que
[54] San Martín Castro, César. Derecho Procesal Penal. Tomo II, segunda edición, Grijley, Lima,
2006, pp. 1372-1373.
[55] Alvear Téllez, Julio. “El honor ante la jurisprudencia constitucional. Elementos para un debate en
torno al conflicto de derechos fundamentales”. En: Revista Chilena de Derecho. Vol. 26, Nº 1, 1999, p. 145.
350
Gustavo SEMINARIO SAYÁN
[56] De Cossio, Manuel, Derecho al honor. Técnicas de protección y límites. Tirant lo Blanch, Valencia,
1993, p. 88.
[57] En ese sentido: Bustos Ramírez, Juan. Manual de Derecho Penal. Ob. cit., p. 171.
[58] Creus, Carlos. Derecho Penal. Parte Especial. Tomo I, 3ª Edic. Actualizada, Astrea, Buenos Aires,
1990, pp. 142 y 143.
351
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
A manera de conclusión
352
Gustavo SEMINARIO SAYÁN
353
El consentimiento como causal de
exención o atenuación de responsabilidad
penal en la violación sexual de menores
Introducción
[*] Abogado por la Universidad de Piura. Fiscal Provincial (P) del Despacho de Decisión Temprana de la
Segunda Fiscalía Provincial Penal Corporativa de Paita.
[1] Castillo Alva, José Luis. Tratado de los Delitos contra la Libertad e Indemnidad Sexuales.
Primera Edición, Gaceta Jurídica, Lima, 2002, pp. 7-8.
355
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
caso, del tratamiento de los delitos contra la libertad sexual de los menores de
entre 14 y menos de 18 años.
Esta situación ha generado una problemática social, relacionada con la actual
e “infeliz” redacción del numeral 3 del artículo 173 del Código Penal (CP) en
el que se alude a una presunta indemnidad sexual de esos menores. A su vez,
esto ha originado la necesidad de que la Corte Suprema de Justicia establez-
ca criterios jurisprudenciales de carácter vinculante para todos los magistra-
dos de las instancias judiciales, en relación con el alcance interpretativo del
artículo 173.3 del Código Penal.
Por otro lado, el objetivo de este trabajo también radica en exponer una nue-
va problemática, cada vez más frecuente, y sobre la cual no existe uniformi-
dad de criterios entre los magistrados. En primer lugar, respecto a la pena
que debe imponerse en el caso de relaciones sexuales con menores de 12 y
13 años, cuando hay consentimiento y existe una relación sentimental con el
agente[2]; y, en segundo lugar, respecto a la validez del consentimiento de los
adolescentes entre 14 y menos de 18 años que mantienen relaciones sexuales
con personas de su entorno familiar cercano, haciendo énfasis en un tema de
bastante sensibilidad social, como es el de las relaciones incestuosas.
Finalmente, plantearé alternativas de solución a esta variada problemática sin
que ello implique necesariamente que estas deban ser asumidas como defini-
tivas ya que nos encontramos ante una temática, nada pacífica, a la luz de la
doctrina y jurisprudencia nacional e internacional.
I. Antecedentes normativos
[2] Tema que no resulta ajeno en el Derecho comparado, sobre todo, si se tiene en cuenta, aquellas legis-
laciones como la española, o inclusive la boliviana, que establecen como límite para la indemnidad
sexual los 12 años.
356
Omar Levi Rosillo Sánchez
[3] “Artículo 173.- El que practica el acto sexual u otro análogo con un menor de catorce años, será repri-
mido con las siguientes penas privativas de libertad: 1. Si la víctima tiene menos de siete años, la pena
será no menor de 20 años ni mayor de 25 años. 2. Si la víctima tiene de siete años a menos de diez, la
pena será no menor de 15 ni mayor de 20 años. 3. Si la víctima tiene de diez años a menos de catorce,
la pena será no menor de 10 ni mayor de 15 años. Si el agente tuviere cualquier posición, cargo o
vínculo familiar que le dé particular autoridad sobre la víctima o le impulse a depositar en él su
confianza, la pena será respectivamente no menor de 25 ni mayor de 30 años, no menor de 20 ni
mayor de 25 años y no menor de 15 ni mayor de 20 años para cada uno de los supuestos previstos
en los incisos 1, 2 y 3 del párrafo anterior” (el resaltado es nuestro).
[4] “Artículo 173.- El que practica el acto sexual u otro análogo con un menor de catorce años de edad,
será reprimido con las siguientes penas privativas de libertad: 1.- Si la víctima tiene menos de siete
años, la pena será de cadena perpetua. 2.- Si la víctima tiene de siete años a menos de diez, la pena
será no menor de veinticinco ni mayor de treinta años. 3.- Si la víctima tiene de diez años a menos
de catorce, la pena será no menor de veinte ni mayor de veinticinco años. Si el agente tuviere cual-
quier posición, cargo o vínculo familiar que le dé particular autoridad sobre la víctima o le impulse a
depositar en él su confianza, la pena será no menor de treinta años para los supuestos previstos en
los incisos 2 y 3” (el resaltado es nuestro).
357
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[5] “Artículo 173.- El que practica el acto sexual u otro análogo con un menor de catorce años de edad,
será reprimido con las siguientes penas privativas de libertad: 1. Si la víctima tiene menos de siete años,
la pena será no menor de veinte ni mayor de veinticinco años. 2. Si la víctima tiene de siete años a
menos de diez, la pena será no menor de quince ni mayor de veinte años. 3. Si la víctima tiene de
diez años a menos de catorce, la pena será no menor de diez ni mayor de quince años. Si el agente
tuviere cualquier posición, cargo o vínculo familiar que le dé particular autoridad sobre la víctima o le
impulse a depositar en él su confianza, la pena será no menor de veinticinco años para los supuestos
previstos en los incisos 2 y 3”(el resaltado es nuestro).
[6] “Artículo 173.- El que practica el acto sexual u otro análogo con un menor de catorce años de edad,
será reprimido con las siguientes penas privativas de libertad: 1. Si la víctima tiene menos de siete años,
la pena será de cadena perpetua. 2. Si la víctima tiene de siete años a menos de diez, la pena será no
menor de veinticinco ni mayor de treinta años. 3. Si la víctima tiene de diez años a menos de catorce,
la pena será no menor de veinte ni mayor de veinticinco años. Si el agente tuviere cualquier posi-
ción, cargo o vínculo familiar que le dé particular autoridad sobre la víctima o le impulse a depositar
en él su confianza, la pena será no menor de treinta años para los supuestos previstos en los incisos
2 y 3” (el resaltado es nuestro).
[7] “Artículo 173.- El que tiene acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal o realiza otros actos análogos
introduciendo objetos o partes del cuerpo por alguna de las dos primeras vías, con un menor de edad,
será reprimido con las siguientes penas privativas de la libertad: 1. Si la víctima tiene menos de siete años,
la pena será cadena perpetua. 2. Si la víctima tiene de siete años a menos de diez, la pena será no menor
de veinticinco ni mayor de treinta años. 3. Si la víctima tiene de diez años a menos de catorce, la pena será
no menor de veinte ni mayor de veinticinco años. Si el agente tuviere cualquier posición, cargo o vínculo
familiar que le dé particular autoridad sobre la víctima o le impulse a depositar en él su confianza, la pena
será no menor de treinta años para los supuestos previstos en los incisos 2 y 3” (el resaltado es nuestro).
[8] “Artículo 173.- El que tiene acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal o realiza otros actos análogos
introduciendo objetos o partes del cuerpo por alguna de las dos primeras vías, con un menor de edad,
será reprimido con las siguientes penas privativas de libertad: 1. Si la víctima tiene menos de diez
años de edad, la pena será de cadena perpetua. 2. Si la víctima tiene entre diez años de edad, y menos
de catorce, la pena será no menor de treinta años, ni mayor de treinta y cinco. 3. Si la víctima tiene
entre catorce años de edad y menos de dieciocho, la pena será no menor de veinticinco ni mayor
de treinta años. Si el agente tuviere cualquier posición, cargo o vínculo familiar que le dé particular
autoridad sobre la víctima o le impulse a depositar en él su confianza, la pena para los sucesos previstos
en los incisos 2 y 3, será de cadena perpetua” (el resaltado es nuestro).
358
Omar Levi Rosillo Sánchez
359
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
En esta misma línea, Salinas Siccha ha indicado que: “En tiempos que la ten-
dencia jurídica más bien es bajar la edad a los doce años como límite para la
indemnidad sexual, en nuestra patria, con la Ley N° 28704, sin fundamento
fáctico explicable y racional, se ha incrementado hasta los dieciocho años”[11].
Precisamente, en un primer intento por contrarrestar las graves consecuencias
que significaba la aplicación literal del numeral 3 del artículo 173 del CP, se
reunieron los vocales integrantes de las salas penales permanentes y transito-
rias de la Corte Suprema y establecieron como doctrina legal vinculante para
los jueces y salas penales una interpretación del mencionado precepto, en el
siguiente sentido:
“cuando la relación sexual es voluntaria y el sujeto pasivo tiene entre die-
ciséis (16) y menos de dieciocho (18) años de edad, resultaba aplicable
el artículo 20, inciso 10 del Código Penal –que regula la institución del
consentimiento de la víctima–, puesto que tiene libre disposición de su li-
bertad sexual; precisando que, si la relación sexual es voluntaria y el su-
jeto pasivo tenía entre catorce (14) y quince (15) años de edad, se debía
aplicar una pena acorde con lo previsto en los artículos 175 y 179-A”[12].
Al respecto, cabe precisar que el Acuerdo Plenario Nº 7-2007/CJ-116 establece
como criterio para descalificar un elemento constitutivo del delito previsto en el
artículo 173.3 del CP la edad concreta del sujeto pasivo (entre 16 y 17 años). En
tal caso, quien tiene relaciones sexuales con un menor de esa edad, subsumirá
su conducta en este tipo penal, esto es su comportamiento será típico. Sin em-
bargo, no concurrirá el segundo elemento de antijuridicidad del delito, ya que el
mismo acto se encuentra permitido por el ordenamiento jurídico, concretamen-
te a través del derecho de los adolescentes mayores de 16 años a contraer ma-
trimonio, previsto en los artículos 44, 46 y 241 del Código Civil. Por lo tanto
la cópula sexual con el consentimiento del sujeto pasivo será reconocida como
el mero ejercicio de la libertad sexual de este, con lo cual desaparece el injusto
(concurre la causa de justificación prevista en el artículo 20.10 del CP).
contra Erick Segundo Mariño Arenas, por el delito de violación sexual de menor de edad, tipificado
en el artículo 173, inciso 3 del Código Penal, modificado por Ley N° 28704, en agravio de la menor de
iniciales B.C.R.S. (de 15 años de edad). Esta resolución constituye un precedente de gran importancia,
no solamente por la claridad, fortaleza y suficiencia de los argumentos que la sustentan, sino porque se
emitió con fecha anterior al Acuerdo Plenario Nº 4-2008/CJ-116, de fecha 18 de julio de 2008, desvin-
culándose del Acuerdo Plenario Nº 7-2007/CJ-116, de fecha 16 de noviembre de 2007; adelantándose de
este modo, a la doctrina jurisprudencial establecida por la Corte Suprema sobre este tema.
[11] Salinas Siccha, Ramiro. “La irracionalidad legislativa en los delitos sexuales”. En: Actualidad
Jurídica N° 149, Gaceta Jurídica, Lima, abril de 2006, p. 17; citado en el Fundamento 12.4 de la
Resolución N° Tres, de fecha 31 de marzo de 2008, emitida por el Tercer Juzgado Penal de Investigación
Preparatoria de Trujillo.
[12] Cfr. Acuerdo Plenario Nº 7-2007/CJ-116, de 16/11/2007.
360
Omar Levi Rosillo Sánchez
Lo preocupante del citado acuerdo plenario era que mantenía como delito las
relaciones sexuales con adolescentes de 14 y 15 años de edad que las consen-
tían. Sin embargo, invocaba el principio de proporcionalidad o prohibición de
exceso (artículo VIII del Título Preliminar del CP) con la finalidad de atenuar
la pena hasta los límites previstos para los delitos de los artículos 175 y 179-A
del CP, en los que el engaño y las prestaciones económicas eran determinan-
tes para la práctica del acto sexual antijurídico.
Asimismo, se señaló que debía considerarse como factores complementarios
de atenuación: a) La diferencia etárea no excesiva entre los sujetos activo y
pasivo no sea excesiva; b) El vínculo sentimental carente de impedimentos o
tolerado socialmente entre los sujetos activo y pasivo; y, c) Costumbres y per-
cepción cultural de los sujetos que admitan la realización de prácticas sexua-
les o de convivencia temprana.
Precisamente, debido a las discrepancias subsistentes en el tema referido a las
relaciones sexuales consentidas por adolescentes de 14 y 15 años de edad fue
que, nuevamente, los vocales de las salas penales permanentes y transitorias
de la Corte Suprema de la República se reunieron y establecieron, como doc-
trina legal vinculante una nueva interpretación del artículo 173.3 del CP, se-
ñalando que: “En cuanto a la exención de responsabilidad penal por consen-
timiento del titular del bien jurídico afectado, aplicable al delito de violación
sexual a que se refiere el artículo 173, inciso 3) del Código Penal, debe am-
pliarse el duodécimo fundamento jurídico del Acuerdo Plenario Nº 7-2007/
CJ-116 a toda relación sexual voluntaria mantenida con adolescentes de cator-
ce a dieciocho años de edad”. De esa forma, se dejaba sin efecto este último
acuerdo plenario en lo relativo a la penalidad atenuada cuando el sujeto pasi-
vo es menor de dieciséis años y mayor de catorce años[13].
En el Acuerdo Plenario Nº 4-2008/CJ-116 se realizó un análisis sistemático
de los artículos 175, 176 y 176-A del CP referidos a los delitos de seducción y
actos contra el pudor en menores de catorce años, concluyéndose que los ma-
yores de catorce años, en ejercicio de su libertad sexual, pueden consentir, sin
relevancia penal, que se les haga tocamientos –lo que importa una causa ge-
nérica de atipicidad–.
En tal sentido, la modificación producida por la Ley Nº 28704 al inciso 3 del
artículo 173, era asistemática, ya que por un lado le reconoce validez al con-
sentimiento del menor cuando se trata de un tocamiento a sus partes íntimas
pero a su vez se lo niega, cuando se produce la penetración carnal o la intro-
ducción de objetos.
361
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Esto, por cierto, supone una contradicción con el espíritu del legislador plas-
mado en la redacción originaria del CP, donde puede verse que la delimitación
entre los atentados contra la libertad e intangibilidad sexual se hace con los
catorce años. Esto quiere decir que los mayores de catorce años cuentan con
un consentimiento reputado válido por el ordenamiento jurídico, con arreglo
a la Constitución Política y el Código Civil. Si esto es así, la criminalización
del comportamiento previsto por el artículo 173.3 del CP es inconstitucional,
en tanto resulta incompatible con el contenido esencial de los derechos funda-
mentales, con el derecho a la procreación, a la realización de la esfera sexual,
a la autorrealización de la persona humana, a la intimidad, a la inviolabilidad
personal, etc.[14].
Otro tema importante que en mi opinión no ha sido debidamente analizado
en este último acuerdo plenario, es el referido a la imputabilidad restringida
por razón de la edad y la posibilidad de que los jueces apliquen control difuso
del segundo párrafo del artículo 22 del Código Penal. Al respecto, se ha dicho
–aunque de manera ambigua– que, si bien el segundo párrafo del artículo 22
del CP no se contrapone a la Constitución, “los jueces penales están plena-
mente habilitados a pronunciarse, si así lo juzgan conveniente, por la inapli-
cación del párrafo segundo del artículo 22 del Código Penal, si estiman que
dicha norma introduce una discriminación que impide un resultado jurídico
legítimo”[15].
Esta aparente contradicción encuentra su justificación, en las peculiaridades
del control difuso aplicable en nuestro país (distinto del planteamiento origi-
nario de la judicial review estadounidense). Dichas peculiaridades están re-
feridas a la obligación impuesta a los jueces para que eleven en consulta a la
Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema, los procesos
en los que adviertan la inconstitucionalidad de una norma legal y la inapli-
quen con efectos para los particulares. Esto último, con el objeto de que sea la
Sala Suprema la que, en definitiva, determine si la evaluación practicada por
el juez de menor jerarquía fue la adecuada, y en consecuencia, si la inaplica-
ción de la ley para el caso concreto fue válida[16].
La importancia de que exista claridad respecto a la constitucionalidad o incons-
titucionalidad del segundo párrafo del artículo 22 del CP, radica justamente en
el momento de la determinación de la pena en el que deben tenerse en cuenta las
[14] Peña Cabrera Freyre, Alonso Raúl. Derecho Penal. Parte Especial. Tomo I, Editorial Idemsa,
Lima, Reimpresión, julio de 2009, pp. 703-704.
[15] Cfr. Fundamentos 10 y 11 del Acuerdo Plenario Nº 4-2008/CJ-116, de fecha 18/07/2008.
[16] Sobre este tema de manera más amplia, cfr. ROSILLO SÁNCHEZ, Omar. “El control judicial de la
constitucionalidad de las leyes en el Perú: Una mirada al Common Law”. En: Jus. Doctrina & Práctica,
Grijley, Lima, enero de 2008, p. 368 y ss.
362
Omar Levi Rosillo Sánchez
Coincidimos plenamente con Castillo Alva cuando señala que: “la indemni-
dad sexual debe entenderse como una manifestación de la dignidad de la per-
sona humana y el derecho que todo ser humano tiene, en ese caso el menor, a
un libre desarrollo de su personalidad sin intervenciones traumáticas en su es-
fera íntima, las cuales pueden generar huellas indelebles en el psiquismo de la
persona para toda la vida. La ley penal protege al menor tanto de la injeren-
cia abusiva de terceros en el ámbito de su sexualidad –ya sea que pertenez-
can a su mismo sexo o a uno diferente– como de aquellos que se aprovechan
de él para mantener relaciones sexuales valiéndose de vínculos familiares, de
custodia o de dependencia. Se quiere evitar y prohibir la realización de actos
sexuales y de otros comportamientos sexuales, v. gr. contactos corporales, los
cuales no solo son idóneos para generar lesiones en el cuerpo (alrededor de la
363
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
364
Omar Levi Rosillo Sánchez
En esta línea, Castillo Alva ha señalado que: “contra los que observan a la pe-
ligrosidad criminal como una manifestación de una mayor culpabilidad debe
recordárseles que, en líneas generales –y tal como comprueban los datos apor-
tados por la estadística criminal y que son valorados satisfactoriamente por el
saber criminológico– los delincuentes sexuales, y en especial los que abusan
de menores, son aquellos que sufren una anomalía psíquica más o menos pro-
nunciada y entre los que puede enumerarse, a título ejemplificativo, a los psi-
cóticos (esquizofrénicos, maniaco-depresivos, paranoicos), y los psicópatas,
y cuya concurrencia si bien no va a conducir necesariamente a una eximente
de responsabilidad penal por la inimputabilidad existente, nadie puede dudar
de la presencia de una menor culpabilidad, que lejos de fomentar y vincular-
se a favor de un aumento desmedido de pena arrastra consigo una menor pe-
nalidad. Por ello, si se es consecuente con los planteamientos dogmáticos y se
respetan las premisas de las que se parte en los delitos contra la libertad sexual
y específicamente en el abuso sexual de menores, lejos de concurrir un incre-
mento en la pena, debería existir una atenuación de la misma”[20].
Justamente, en esta misma línea surge la duda respecto al tratamiento que de-
ben recibir las relaciones sexuales que practica una persona (mayor de edad)
con un menor de catorce años con el consentimiento o, incluso, a requeri-
miento de este (v. gr. el acto sexual que un varón menor de catorce años tiene
con una prostituta o un homosexual a quien paga por sus servicios) o en aque-
llos casos en los que subyace una relación sentimental entre la víctima y el su-
jeto activo y la diferencia de edades entre la víctima y el sujeto activo no es
muy grande. Si nos ceñimos a los principios descritos supra, no cabe duda de
que en estos casos existirá un inobjetable injusto penal, ya que ni el consenti-
miento ni el pedido que hace el menor para sostener una relación sexual gene-
ran algún efecto eximente, más aún si la ley penal de manera expresa renun-
cia a plantear cualquier referencia al respecto.
La norma penal no dice nada sobre la posibilidad de un tratamiento jurídi-
co-penal diferenciado o benigno para el agente, cuando el menor consiente el
hecho o lo solicita. El silencio de la ley debe ser entendido como una exclu-
sión intencional por parte del legislador de cualquier relevancia del consen-
timiento, acuerdo así como la existencia de una real posibilidad de compren-
sión del acto sexual. A la ley no le interesa que estos hechos o circunstancias
sucedan con frecuencia pues sencillamente no les concede trascendencia ju-
rídica alguna[21].
365
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[22] Mediante Resolución N° 40, de fecha 9 de setiembre de 2008, emitida por la Sala Penal Transitoria de
la Corte Superior de Justicia de Huacho (Exp. Nº 302-2007), se condenó a Lino Aldo Gamarra Hilario
a una pena suspendida de 4 años por dos años de periodo de prueba, como Autor del delito de violación
sexual de menor de edad, tipificado en el artículo 173, inciso 3 del Código Penal, en agravio de la menor
de iniciales A.P.M.R. (de 13 años de edad).
[23] Mediante Resolución N° 07, de fecha 30 de setiembre de 2010, emitida por el Juzgado Colegiado de
la Corte Superior de Justicia de Piura (Exp. Nº 06831-2009), se condenó a Faustino López Córdova a
una pena efectiva de 4 años, como Autor del delito de violación sexual de menor de edad, tipificado en
el artículo 173, inciso 3 del Código Penal, en agravio de la menor de iniciales L.E.S.N. (de 12 años de
edad).
366
Omar Levi Rosillo Sánchez
Por ello consideramos que en este tipo de casos, los magistrados deberán tener
en cuenta todo tipo de circunstancias atenuantes del sujeto activo, para arribar
a una pena concreta, basada en los criterios de proporcionalidad y humanidad
de la pena; sobre todo, si tenemos en cuenta que el tipo penal en cuestión pre-
vé una pena entre 25 y 30 años. En tal sentido, creemos que no debe haber nin-
gún problema de que se aplique en estos casos las circunstancias atenuantes
del artículo 46 del CP, relacionadas con las condiciones personales del agen-
te y la extensión del daño o peligro causados; sin embargo, subsiste la pro-
blemática –ya analizada, aunque de manera superficial en el Acuerdo Plena-
rio Nº 4-2008/CJ-116– de si resulta aplicable en algún caso la atenuante del
artículo 22 del CP (responsabilidad restringida por la edad del agente), a pe-
sar de que dicho artículo de manera expresa, excluye de su aplicación, entre
otros, al agente que ha incurrido en delito de violación de la libertad sexual.
Al respecto, cabe precisar que en el fundamento 10 del Acuerdo Plenario
Nº 4-2008/CJ-116, se establece en la parte in fine lo siguiente: “(…) Los jue-
ces penales, en consecuencia, están plenamente habilitados a pronunciarse, si
así lo juzgan conveniente, por la inaplicación del párrafo segundo del artículo
22 del Código Penal, si estiman que dicha norma introduce una discrimina-
ción –desigualdad de trato irrazonable y desproporcionada, sin fundamenta-
ción objetiva suficiente–, que impide un resultado jurídico legítimo (…)”.
Por nuestra parte, consideramos, que este segundo párrafo del artículo 22 del
CP sí es inconstitucional, al colisionar con el derecho fundamental de igual-
dad ante la ley; sin embargo, de acuerdo a nuestro sistema de control de la
constitucionalidad de las leyes, es el Tribunal Constitucional quien tiene la úl-
tima palabra. Mientras tanto, a nuestro entender, en tanto, no exista un pre-
cedente vinculante o doctrina jurisprudencial, a través de los cuales, el Tri-
bunal Constitucional, haya declarado la constitucionalidad de este dispositi-
vo, cualquier magistrado –haciendo uso de su facultad de control difuso– po-
drá inaplicar esta norma para un caso en concreto, en el cual se evidencie una
situación de discriminación que pudiera acarrear un resultado jurídico ilegí-
timo; es decir, cualquier juez podría aplicar el artículo 22 del CP, como ate-
nuante de la responsabilidad penal del agente, en un caso de delito contra la
libertad sexual, sin que ello implique que dicho magistrado esté incurriendo
en prevaricato, siempre y cuando las circunstancias del caso concreto así lo
exijan.
Además de ello, considero que al momento de determinar la pena, el juez tam-
bién debe incorporar un análisis de la diferencia de edades entre el sujeto pa-
sivo y activo. Desde mi perspectiva, la cercanía de edad podría constituir un
criterio de atenuación de la responsabilidad penal del agente, en aquellos ca-
sos en los que la diferencia de edad fluctúe entre los cinco a seis años. Este el
367
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
caso, de aquella menor de 13 años que mantiene relaciones sexuales con una
persona cinco a seis años mayor, y que lo ha hecho con su pleno consenti-
miento; excluyéndose, aquellos casos de “abuso de superioridad”, por el car-
go, posición o vínculo familiar que ostenta el sujeto pasivo sobre la víctima.
IV. Validez o invalidez del consentimiento para los casos del segun-
do párrafo del artículo 173 del Código Penal
368
Omar Levi Rosillo Sánchez
debe existir el abuso de esa condición, dado que a la ley no le interesa castigar
las conductas en las que solo hay un uso correcto o adecuado de esa circuns-
tancia y cuando el autor no ha empleado ni recurrido a ellas. La mayor san-
ción solo se explica cuando el autor se ha valido y utilizado su especial pre-
valimiento o superioridad para lograr consumar el resultado prohibido por la
ley: el acto sexual u otro análogo. Como puede verse, lo que en realidad legi-
tima el castigo no es el solo empleo de la posición de superioridad o la exis-
tencia de esta, sino el abuso que el autor hace de ella. Lamentablemente la ley
peruana no realiza ninguna referencia al abuso, sino que se limita y restringe
a remarcar la relación de superioridad a través de la mención al cargo, posi-
ción o vínculo familiar[25].
Dentro del llamado abuso de superioridad por aprovechamiento del vínculo
familiar es posible incluir a las relaciones incestuosas, que si bien no se en-
cuentran previstas expresamente en nuestra legislación, hallan cobijo aquí.
No solo se incluyen las relaciones incestuosas propias como las que se practi-
can entre padres e hijos, sino también el incesto impropio que abarca a las re-
laciones sexuales realizadas entre otros miembros de la familia. No se exclu-
yen ni quedan, por tanto, fuera del ámbito de aplicación de la agravante los
casos en los que un hermano mayor que por la edad u otra circunstancia, tie-
ne una posición de superioridad con su hermano menor de catorce años, prac-
tica relaciones sexuales con este; o, del tío consanguíneo que valiéndose del
vínculo de parentesco induce al menor, como efectivamente sucede, a practi-
car relaciones sexuales[26].
Justamente, es en el ámbito de las relaciones incestuosas, en donde resulta
más cuestionable la aplicación del consentimiento de la víctima como causal
de exención de responsabilidad; y, esto, no tanto, por el tema de moralidad
que subyace en esta clase de supuestos, sino sobre todo, por el tema de la vali-
dez del consentimiento brindado por la víctima, a la luz del llamado abuso de
superioridad por aprovechamiento del vínculo familiar. Al respecto, quiero ci-
tar como ejemplo una reciente jurisprudencia del Distrito Judicial de Piura en
la que los jueces superiores decidieron aplicar el supuesto del consentimiento
de la víctima –y, con ello, lo dispuesto en el noveno considerando del Acuer-
do Plenario Nº 4-2008/CJ-116– para absolver al imputado, en un caso de de-
lito contra la libertad sexual, entre un padre y su menor hija de quince años:
“(…) Considerando Quinto: Estando a lo manifestado por la menor agravia-
da, por las circunstancias en que ha ocurrido el hecho, a la edad que tenía la
menor agraviada y al número de veces en que mantuvieron estas relaciones
sexuales y al señalar que no existió ninguna amenaza por parte del encausado
369
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
y que el hecho se descubre porque salió embarazada, por todo ello, se advier-
te que ha existido consentimiento por parte de la menor para mantener estas
relaciones, que siendo esto así y estando a que la menor cuenta con más de
catorce años y siendo consentidas las relaciones resulta aplicable el Acuerdo
Plenario (…)”[27].
Al respecto, consideramos que este supuesto también debió ser materia de
este último acuerdo plenario, no solamente por lo sensible que resulta esta
problemática, sino también porque las relaciones incestuosas son supuestos
que cada vez se dan con mayor frecuencia y obviamente, el daño generado en
la víctima puede resultar mucho mayor que en otros casos. Sin perjuicio de
ello, desde nuestro punto de vista el consentimiento de la víctima en estos ca-
sos, si bien podría tomarse como válido en algún caso, en la gran mayoría de-
berá corroborarse con otros medios de prueba objetivos que nos permitan con-
cluir de manera indubitable que el consentimiento de la víctima en estos ca-
sos, no se ha visto de algún modo influenciado por ese abuso de la superiori-
dad del sujeto activo sobre la víctima; esto es, en estos casos no sería suficien-
te la declaración de la víctima sino que dicha declaración deberá ser corrobo-
rada con otros medios de prueba como por ejemplo una pericia psicológica de
la víctima, entre otros.
[27] Mediante Resolución de fecha 22 de enero de 2010, emitida por la Sala Penal Liquidadora de Sullana
(Exp. Nº 638-09), se declaró fundada la excepción de naturaleza de acción deducida por el encausado
Esteban Cunya Alva, como autor del delito de violación sexual de menor de edad, tipificado en el se-
gundo párrafo del artículo 173 del Código Penal, en agravio de la menor de iniciales R.A.C.C. (de 15
años de edad), por lo que se dispuso su inmediata libertad.
370
Omar Levi Rosillo Sánchez
371
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[31] Nos referidos, al Acuerdo Plenario Nº 7-2007/CJ-116, de 16/11/2007, y al Acuerdo Plenario Nº 4-2008/
CJ-116, de 18/07/2008.
372
Omar Levi Rosillo Sánchez
tener acceso carnal con el o la adolescente (caso del tío y la sobrina menor de
edad). En este tipo de casos, consideramos que el consentimiento de la vícti-
ma sí eximiría de responsabilidad al sujeto activo, y en ese sentido, sí se po-
dría aplicar el criterio establecido en el noveno considerando del Acuerdo Ple-
nario Nº 4-2008/CJ-116.
Distinto es el caso de la validez del consentimiento de los adolescentes en-
tre 14 y menos de 18 años que mantienen relaciones sexuales con personas
de su entorno familiar cercano, en donde se evidencia “ese abuso de la situa-
ción de superioridad” por parte del sujeto activo, sobre todo en aquellos casos
de bastante sensibilidad social como es el de las “relaciones incestuosas”. En
este tipo de casos, definitivamente, no resultaría aplicable una exención de la
responsabilidad penal del sujeto activo –y, en tal sentido, no se debería apli-
car el criterio establecido en el noveno considerando del Acuerdo Plenario
Nº 4-2008/CJ-116–, ya que nos encontramos aquí ante un consentimiento vi-
ciado, y por lo tanto, inválido; por lo que, sobre todo en estos casos, el Minis-
terio Público deberá desplegar toda una actividad probatoria, que apunte a de-
mostrar no solamente que se han dado las relaciones sexuales, sino que estas
se han dado basándose en el abuso de esa situación de superioridad en que se
encontraba el sujeto activo sobre la víctima.
Por su parte, el juzgador, en estos casos, deberá realizar una valoración de la
prueba, teniendo en cuenta todo tipo de indicios que denoten algún tipo de vi-
cio en el consentimiento de la víctima; todo ello con la finalidad de evitar la
impunidad en aquellos casos en los que, no obstante que la víctima haya ma-
nifestado que ha dado su consentimiento, del resto de la actividad probatoria
se evidencie que este no fue espontáneo y, más bien, se dio como consecuen-
cia de ese abuso de la situación de superioridad en la que se encuentra el su-
jeto activo, o como se dice en la legislación española, haciendo un “abuso de
la situación de prevalimiento”.
Resulta oportuno señalar que, recientemente, con fecha 9 de noviembre de
2010, la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso de la Re-
pública aprobó el predictamen recaído en los Proyectos de Ley Nº 2723-
2008-CR, 31-89-2008-CR, y 4297-2010-PE, por los cuales se propone la
modificatoria, entre otros, del artículo 173 del CP, respecto al tratamiento de
los delitos de violación de la libertad sexual a personas de 14 a menos de 18
años de edad. En tal sentido, si bien esto constituye solamente una iniciativa
legislativa avizoramos ya una preocupación en el tratamiento de esta proble-
mática por lo que espero que esta iniciativa legislativa prospere y se convier-
ta en ley lo más pronto posible.
373
La protección del sistema crediticio
en España y Perú: la regulación
penal de la insolvencia
375
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[2] Vide MUÑOZ CONDE, F. El delito de alzamiento de bienes. Bosch, Barcelona, 1999, pp. 75 y 76.
376
Eva María Souto García
Zanjada por parte del propio legislador la polémica con la introducción ex-
presa del crédito público como objeto de tutela, puede decirse que, si bien
los delitos de alzamiento de bienes son delitos socioeconómicos en sentido
amplio, en el caso de la protección del crédito público, el legislador ha crea-
do un genuino delito socioeconómico en sentido estricto[3]. En otras palabras,
cuando el bien jurídico que se protege es el crédito privado (v. gr. el pago co-
rrespondiente a una compraventa civil o mercantil o la renta correspondien-
te a un alquiler) el bien jurídico protegido es el bien jurídico individual “pa-
trimonio”, mientras que cuando se trata de la protección del crédito público
(v. gr. cantidad resultante del IRPF o cuotas de la seguridad social) el bien ju-
rídico, identificado como el erario público, presenta naturaleza supraindivi-
dual y un sujeto activo identificado con la colectividad.
Y de esta forma se encuentran regulados los delitos de alzamiento de bie-
nes en la actualidad, pues, tras la entrada en vigor del Código Penal de
1995, el legislador no volvió a modificar estos delitos, y ello a pesar de
que en los años posteriores se efectuaron numerosas reformas al texto pe-
nal de profundo calado.
No ha sido hasta el año 2010, cuando el legislador ha entendido como nece-
saria una modificación de alguno de los aspectos que afectan a esta familia
delictiva de larga tradición. La reforma operada por la Ley Orgánica 5/2010,
de 22 de junio, ha consistido básicamente, y tal como se expondrá a conti-
nuación, en la creación de tipos agravados respecto del tipo básico. Con esta
reforma se amplía el elenco de conductas tipificadas haciendo variar el es-
quema inicial de figura básica y tipos específicos, añadiéndose a estos los ti-
pos agravados o cualificados. Se suma a estas modificaciones la previsión so-
bre la responsabilidad de las personas jurídicas del nuevo artículo 261 bis,
que completa la regulación del nuevo artículo 31 bis.
[3] Vide MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, C. “Algunas reflexiones sobre la moderna teoría del Big Crunch
en la selección de bienes jurídicos penales”. En: AA.VV. La ciencia del Derecho Penal en el nuevo
siglo. Libro Homenaje al Doc. Cerezo Mir. Tecnos, Madrid, 2002, pp. 259 a 279. También en “Las
nuevas figuras especiales de insolvencias”. En: Estudios penales en recuerdo del Profesor Ruiz Antón.
E. Octavio DE Toledo, M. Gurdiel Sierra, E. Cortés Bechiarelli (Coords). Tirant lo Blanch, Valencia,
2004, pp. 657 a 696.
377
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
378
Eva María Souto García
[4] Vide QUINTERO OLIVARES, G. “Las agravaciones de la pena del alzamiento de bienes en el caso de
deudas o acreedores de Derecho Público o de cualificaciones de la estafa”. AA.VV. La reforma penal
de 2010: análisis y comentarios. Aranzadi, Cizur Menor, 2010, pp. 221 a 225.
379
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[5] Vide ROCA AGAPITO, L. y SÁNCHEZ DAFAUCE, M. “Las insolvencias punibles y la reforma de
2010”. En: AA.VV. Comentarios a la reforma penal de 2010. Tirant lo Blanch, Valencia, 2010, pp. 287
a 296.
[6] Vide SOUTO GARCÍA, E. M. Ob. cit., p. 358.
[7] Vide VÁZQUEZ IRUZUBIETA, C. Comentario al Código Penal. La Ley, Madrid, 2010, pp. 613 a 616.
[8] Vide SERRANO GÓMEZ, A. y SERRANO MAÍLLO, A. Derecho Penal. Parte Especial. Dykinson,
Madrid, 2010, pp. 456 a 464.
380
Eva María Souto García
Además, ha de tenerse presente que existen otros delitos como los relativos a
la Hacienda Pública o la Seguridad Social en los que también se protegen in-
tereses colectivos con una pena, sino igual, muy similar.
Tras todo lo expuesto, cabe afirmar que lo que sí se comparte es la idea de
que se refuerza en exceso un derecho de crédito público sin aportar razones
de verdadera necesidad. Esas razones deberían aparecer en la Exposición de
Motivos, tal y como sí se ha hecho en, por ejemplo, los delitos sobre la orde-
nación del territorio.
Comentada esta modificación agravatoria de la responsabilidad penal, corres-
ponde seguidamente analizar el contenido del artículo 257. 4, en el que nue-
vamente se prevén ciertas circunstancias agravatorias.
Volviendo al texto arriba trascrito, son tres las causas de agravación:
1) Que la conducta típica se efectúe o realice sobre cosas de primera ne-
cesidad, viviendas u otros bienes de reconocida utilidad social.
2) Que la conducta revista especial gravedad, atendiendo a la entidad del
perjuicio y a la situación económica en que se deje a la víctima o a su
familia.
3) Cuando el valor de la defraudación supere los 50.000 euros.
Comenzando por la primera de las circunstancias enumeradas, no puede sino
afirmarse que la dicción del nuevo texto es un tanto confusa. Téngase en cuan-
ta que la agravación de la que se habla está prevista para un tipo penal de dis-
tinta estructura, tal es el delito de estafa. Así, no se entiende muy bien a qué
se está refiriendo el legislador con esta agravación, no al motivo que le ha lle-
vado, en este caso, a agravar la pena –o al menos no se comprende tan clara-
mente como en el delito de estafa del que proceden estas agravaciones–. En
todo caso, supongo, que se refiere a los casos en los que el deudor se alza con
alguno de los bienes enumerados.
En segundo y tercer lugar, se tiene en consideración el perjuicio causado, en
un caso se hace referencia a un perjuicio abstracto y en el otro a un perjuicio
efectivo de 50.000 euros.
Sobre esta previsión, lo más interesante es precisamente lo que no se dice ex-
presamente. Y es que, al referirse al perjuicio causado, el legislador parece
dar por sentado que el delito de alzamiento de bienes es un delito de lesión,
que requiere la causación de un perjuicio para su consumación. Este debate,
ha sido tratado en profundidad por la doctrina penal, decantándose el sector
381
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[9] Vide VIVES ANTÓN, T. S. y GONZÁLEZ CUSSAC, J. L. Los delitos de alzamiento de bienes. Tirant
lo Blanch, Valencia, 1998, pp. 30 y ss.
[10] Vide ROCA AGAPITO, L. y SÁNCHEZ DAFAUCE, M. “Las insolvencias punibles y la reforma de
2010”. Ob. cit., p. 292.
[11] Vide GONZÁLEZ CUSSAC, J. L. Los delitos de quiebra. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, p. 44.
[12] Vide BLANCO BUITRAGO, R. “La separación de los ilícitos civiles y los ilícitos penales en el ámbito
concursal”. En: La Ley Penal. Revista de Derecho Penal, Procesal y Penitenciario. Nº 3, Marzo, 2004,
p. 25.
382
Eva María Souto García
[13] Tradicionalmente, jurisprudencia y doctrina calificaban a esta exigencia como una condición de pro-
cedibilidad o requisito de perseguibilidad. Puede verse, por ejemplo, la STS 25 de febrero de 1995. Sin
embargo, se ha operado en los últimos años un cambio de orientación, de forma que se ha optado por
entender que constituye una condición objetiva de punibilidad. Vide NIETO MARTÍN, A. “Las insol-
vencias punibles en el nuevo Código Penal”. En: Actualidad Penal. Nº 40, Madrid, 1996, marg. 770 o
GONZÁLEZ CUSSAC, J. L. “Ley Concursal e insolvencia punible”. En: Libro Homenaje al Profesor
Dr. Gonzalo Rodríguez Mourullo. Civitas, Elcano, 2005, p. 1453.
[14] Vide MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, C. “Las nuevas figuras especiales de insolvencias”. En: Estudios
penales en recuerdo del Profesor Ruiz Antón. E. Octavio de Toledo, M. Gurdiel Sierra y E. Cortés
Bechiarelli, (Coords). Tirant lo Blanch, Valencia, 2004, p. 680. De la misma opinión ROBLEDO
VILLAR, A. Delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico. Bosch, Barcelona, 1997, p. 268
y GONZÁLEZ RUS, J. J. “Las insolvencias punibles”. En: Derecho Penal español. Parte Especial.
Cobo del Rosal, M. (Coord), Dykinson, Madrid, 2004, p. 539.
[15] Vide, por todos, MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, C. Derecho Penal Económico y de la Empresa. Parte
Especial. Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, p. 132.
[16] A este respecto la doctrina es unánime y puede verse entre otros GONZÁLEZ CUSSAC, J. L.
“Presentación de datos falsos relativos al estado contable en las insolvencias punibles”. En: Libro
Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos. Vol. II, Arroyo Zapatero y Berdugo Gómez de la Torre (Dir.),
Ed. Universidad de Castilla - La Mancha, Cuenca, 2001, p. 179.
383
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[17] Si bien la doctrina se muestra coincidente en entender que el artículo 261 del CP describe un tipo de
peligro, las opiniones varían respecto de la cuestión de si el peligro debe ser concreto o abstracto.
Para GÓMEZ-BENÍTEZ, J. M. Curso de Derecho Penal de los negocios a través de casos. Colex,
Madrid, 2002, p. 246, “la solicitud documentada que entra en el Juzgado implica necesariamente un
peligro concreto de que se produzca la declaración judicial, en el sentido tradicional de la proximidad
de la acción con respecto a un efecto determinado”. Por su parte GONZÁLEZ CUSSAC, J. L. Los
delitos de quiebra. Ob. cit., p. 256 y MARTÍNEZ-BUJÁN PÉREZ, C. Derecho Penal Económico y
de la Empresa. Parte Especial. Ob. cit., p. 133, se inclinan por el peligro abstracto al entender que la
consumación se produce ya con la mera actividad de presentación, sin que hasta entonces exista delito
alguno.
[18] Vide por todos GONZÁLEZ CUSSAC, J. L. Los delitos de quiebra. Ob. cit., p. 249. Asimismo,
RODRÍGUEZ MOURULLO, G. “Acerca de las insolvencias punibles”. En: Dogmática y Ley penal.
Libro Homenaje a E. Bacigalupo. López Barja de Quiroga, Zugaldía Espinar, (Coords.), Marcial Pons,
Barcelona-Madrid, 2004, p. 1173.
[19] Cfr. GONZÁLEZ CUSSAC, J. L. Los delitos de quiebra. Ob. cit., p. 251.
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Eva María Souto García
[20] Vide CARBONELL MATEU, J. C. y MORALES PRATS, F. “Responsabilidad de las personas jurídi-
cas”. En: AA.VV. Comentarios a la reforma penal de 2010. Tirant lo Blanch, Valencia, 2010, pp. 55 a 86.
385
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[21] Vide FARALDO CABANA, P. “Artículo 261 bis”. AA.VV. Comentarios al Código Penal. Lex Nova,
Valladolid, 2010, pp. 1009 y 1010.
[22] Ibídem, p. 1010.
[23] Vide PRADO SALDARRIAGA, V. R. “Sistemas penales comparados: insolvencias punibles (Perú)”.
En: Revista Penal. Nº 19, enero 2007, p. 211.
[24] Vide SOUTO GARCÍA, E. M. Los delitos de alzamiento de bienes en el Código Penal de 1995. Ob. cit.,
pp. 117 y ss.
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Eva María Souto García
[25] Vide PRADO SALDARRIAGA, V. R. “Sistemas penales comparados: Insolvencias punibles (Perú)”,
Ob. cit., p. 212.
[26] Ídem.
387
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
388
Eva María Souto García
- Asimismo, las conductas del artículo 260 del Código Penal español y
209 del peruano son prácticamente idénticas. En ambos casos se san-
ciona el ocultar bienes o en aumentar los pasivos o disminuir activos.
De esta forma, se consigue evitar el pago de las deudas al aparentar
ser insolvente.
- En último lugar, se aprecia una práctica identidad en el plano peno-
lógico, pues no solamente en ambos países se opta por la pena priva-
tiva de libertad, sino que el límite mínimo y máximo de esta es muy
similar.
Se aprecian, sin embargo, las siguientes diferencias:
- En la legislación española no existe un tipo culposo o imprudente.
En este sentido, parece que el legislador penal español ha considera-
do excesivo sancionar la conducta de quien imprudentemente o ne-
gligentemente asume deudas que hagan peligrar la estabilidad de su
solvencia patrimonial. Eso sí, en la doctrina no han faltado voces que
reclaman la tipificación de la modalidad culposa[27]. No obstante, ello
no parece muy adecuado desde la perspectiva de que es extremada-
mente difícil determinar el espacio de riesgo permitido en el que pue-
de actuar el deudor y deslindarlo de la verdadera negligencia. Ello,
no significa, por supuesto, que la imprudencia por parte del deudor
no lleve aparejadas consecuencias de corte civil o mercantil.
- No se prevén en la ley penal española ninguna de las atenuantes ni
eximentes específicas por colaboración en la investigación ni la res-
titución voluntaria de los bienes. Si bien, en el caso de la voluntaria
restitución cabría la aplicación de la atenuante genérica de reparación
(artículo 21. 5º del Código Penal español).
- Otra de las diferencias palpables es el hecho de que en el caso de con-
nivencia entre acreedores y deudores para postergar a otros acreedo-
res en el pago, en la legislación peruana se sanciona expresamente al
acreedor que acuerda con el deudor realizar el pago ilegítimo. Se parte,
por lo tanto, de que sujetos activos del delito pueden ser tanto los deu-
dores como los acreedores. Frente a ello, en delito de favorecimiento
de acreedores del artículo 259 del Código español extiende su ámbito
de aplicación únicamente a los primeros, es decir, solo un deudor pue-
de ser autor de este delito.
[27] Vide SUÁREZ GÓNZALEZ, C. J. AA.VV. Compendio de Derecho Penal. Parte Especial. M. Bajo
Fernández (Dir.), Ed. Centro de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1998, p. 167.
389
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Para una mayor comprensión del contenido del texto, a continuación se ex-
tractan los tipos penales examinados.
[28] Véase al respecto BAJO FERNÁNDEZ, M. Derecho Penal Económico aplicado a la actividad empre-
sarial. Civitas, Madrid, 1978, p. 54. Asimismo, y concretamente respecto de los efectos de las crisis de
empresa, puede verse SERRA, C. “A crise da empresa, os trabalhadores e a falência”. En: Revista de
Direito e de Estudos Sociais. Ano XLIII, Verbo Postal, Lisboa, 2002, p. 420. Como explica la autora, la
primera concepción de la quiebra se asentaba en la idea simplista de que dicha situación de desbalance
económico enfrentaba únicamente a dos sujetos, esto es, al acreedor frente al deudor. El primero debía
ver satisfecho su derecho, mientras el segundo debía ser sancionado por su conducta. Posteriormente, la
práctica demostró que más allá de estos dos protagonistas, la crisis económica afectaba a otros sujetos y
perjudicaba a más intereses que los personales del deudor y acreedor. La situación de crisis económica
repercute así en el progreso de la economía, en la estabilidad laboral y en la armonía social.
390
Eva María Souto García
Legislación española:
CAPÍTULO VII
DE LAS INSOLVENCIAS PUNIBLES
Artículo 257
1. Será castigado con las penas de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a
veinticuatro meses:
1. El que se alce con sus bienes en perjuicio de sus acreedores.
2. Quien con el mismo fin, realice cualquier acto de disposición patrimonial
o generador de obligaciones que dilate, dificulte o impida la eficacia de un
embargo o de un procedimiento ejecutivo o de apremio, judicial, extrajudi-
cial o administrativo, iniciado o de previsible iniciación.
2. Lo dispuesto en el presente artículo será de aplicación cualquiera que sea la na-
turaleza u origen de la obligación o deuda cuya satisfacción o pago se intente
eludir, incluidos los derechos económicos de los trabajadores, y con indepen-
dencia de que el acreedor sea un particular o cualquier persona jurídica, públi-
ca o privada.
3. En el caso de que la deuda u obligación que se trate de eludir sea de Derecho
público y la acreedora sea una persona jurídico pública, la pena a imponer será
de uno a seis años y multa de doce a veinticuatro meses.
4. Las penas previstas en el presente artículo se impondrán en su mitad superior
en los supuestos previstos en los ordinales 1.º, 4.º y 5.º del apartado primero
del artículo 250.
5. Este delito será perseguido aun cuando tras su comisión se iniciara una ejecu-
ción concursal.
Artículo 258
El responsable de cualquier hecho delictivo que, con posterioridad a su comisión,
y con la finalidad de eludir el cumplimiento de las responsabilidades civiles di-
manantes del mismo, realizare actos de disposición o contrajere obligaciones que
disminuyan su patrimonio, haciéndose total o parcialmente insolvente, será cas-
tigado con la pena de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticua-
tro meses.
391
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Artículo 259
Será castigado con la pena de uno a cuatro años de prisión y multa de doce a
veinticuatro meses, el deudor que, una vez admitida a trámite la solicitud de
concurso, sin estar autorizado para ello ni judicialmente ni por los administradores
concursales, y fuera de los casos permitidos por la ley, realice cualquier acto de
disposición patrimonial o generador de obligaciones, destinado a pagar a uno o
varios acreedores, privilegiados o no, con posposición del resto.
Artículo 260
1. El que fuere declarado en concurso será castigado con la pena de prisión de dos
a seis años y multa de ocho a veinticuatro meses, cuando la situación de crisis
económica o la insolvencia sea causada o agravada dolosamente por el deudor
o persona que actúe en su nombre.
2. Se tendrá en cuenta para graduar la pena la cuantía del perjuicio inferido a los
acreedores, su número y condición económica.
3. Este delito y los delitos singulares relacionados con él, cometidos por el deu-
dor o persona que haya actuado en su nombre, podrán perseguirse sin esperar
a la conclusión del proceso civil y sin perjuicio de la continuación de este. El
importe de la responsabilidad civil derivada de dichos delitos deberá incorpo-
rarse, en su caso, a la masa.
4. En ningún caso, la calificación de la insolvencia en el proceso civil vincula a la
jurisdicción penal.
Artículo 261
El que en procedimiento concursal presentare, a sabiendas, datos falsos rela-
tivos al estado contable, con el fin de lograr indebidamente la declaración de
aquel, será castigado con la pena de prisión de uno a dos años y multa de seis a
doce meses.
Artículo 261 bis.
Cuando de acuerdo con lo establecido en el artículo 31 bis una persona jurídica
sea responsable de los delitos comprendidos en este Capítulo, se le impondrán las
siguientes penas:
a. Multa de dos a cinco años, si el delito cometido por la persona física tiene pre-
vista una pena de prisión de más de cinco años.
b. Multa de uno a tres años, si el delito cometido por la persona física tiene
prevista una pena de prisión de más de dos años no incluida en el inciso
anterior.
c. Multa de seis meses a dos años, en el resto de los casos.
Atendidas las reglas establecidas en el artículo 66 bis, los jueces y tribunales po-
drán asimismo imponer las penas recogidas en las letras b a g del apartado 7 del
artículo 33.
392
Eva María Souto García
Legislación peruana:
TÍTULO VI
DELITOS CONTRA LA CONFIANZA Y LA BUENA FE
EN LOS NEGOCIOS
CAPÍTULO I
ATENTADOS CONTRA EL SISTEMA CREDITICIO
393
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
394
Eva María Souto García
Bibliografía
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sarial. Civitas, Madrid, 1978.
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y Penitenciario. Nº 3, Marzo, 2004.
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- MUÑOZ CONDE, F. El delito de alzamiento de bienes. Bosch, Barcelona, 1999.
395
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
396
El delito de discriminación
Introducción
[*] Adjunto de docencia de los cursos Derecho Penal 1 y Derecho Constitucional 1 en la Pontificia
Universidad Católica del Perú. Comisionado de la Adjuntía para la Niñez y Adolescencia de la
Defensoría del Pueblo.
397
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
398
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
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400
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
1. A nivel constitucional
Evidentemente que toda medida destinada a combatir la discriminación debe
generarse a partir de lo estipulado en la Constitución, dado que, en cuanto
constituye la norma normarum, se erige como la base que da sostén a todo el
401
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
402
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
[5] RODRÍGUEZ PIÑERO, Miguel y FERNÁNDEZ LÓPEZ, María. Igualdad y discriminación. Tecnos,
Madrid, 1986, p. 47. Citado en: ZEGARRA VALDIVIA, María Haydeé. “Discriminación en el acceso
al empleo. Críticas y comentarios a la normativa vigente”. En: Ius et Veritas. N° 17, Lima, noviembre
de 1998, p. 59. En: DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Ob. cit., p. 35.
403
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
404
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
2. A nivel administrativo
Dentro de este rubro existe una diversidad de normas que tienen como fina-
lidad impedir y, de ser el caso, sancionar actos calificados como discrimi-
natorios, en diversas áreas como educación, empleo, consumo, etc. En tal
sentido:
- Ley N° 26772, que dispone que las ofertas de empleo y acceso a me-
dios de formación educativa no podrán contener requisitos que cons-
tituyan discriminación, anulación o alteración de igualdad de oportu-
nidades o de trato.
- Ley N° 27050, Ley general de la persona con discapacidad, la cual,
entre otras cosas, sanciona con nulidad el acto discriminatorio que,
basándose en la discapacidad de una persona, afecte el acceso, la per-
manencia y, en general, las condiciones en el empleo de la persona
con discapacidad.
- TUO del Decreto Legislativo N° 716, Ley de Protección al
Consumidor (aprobado por Decreto Supremo N° 039-2000-ITINCI),
entre otros puntos, señala que los proveedores no podrán establecer
discriminación alguna respecto a los solicitantes de los productos
y servicios que los primeros ofrecen en locales abiertos al público.
Asimismo, señala la prohibición de realizar la selección de clientela,
excluir a personas o realizar otras prácticas similares, sin que medien
405
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
3. A nivel penal
Luego de analizado, de modo muy sucinto, el fenómeno de la discriminación en
el marco internacional y nacional (y respecto de este último, dentro del ámbito
406
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
407
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
408
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
[6] Para un estudio de la evolución del bien jurídico recomendamos revisar: VILLAVICENCIO
TERREROS, Felipe. Derecho Penal. Parte General. Grijley, Lima, 2009, p. 97 y ss.
[7] LUZÓN PEÑA, Diego-Manuel. Curso de Derecho Penal. Parte General I. Universitas, Madrid, 1996,
p. 327.
409
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[8] FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Trotta, Madrid, 1995, p. 472.
[9] Ídem.
[10] REGIS PRADO, Luiz. Bien jurídico penal y constitución. Ara, Lima, 2010, p. 76 y ss.
[11] GARCÍA-PABLOS DE MOLINA. A. Derecho Penal. Introducción. Ob. cit, p. 371. Citado en: PEÑA
CABRERA FREYRE, Alonso. Derecho Penal. Parte especial. Tomo IV, Idemsa, Lima, 2008, pp. 537-538.
410
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
Por otro lado, también merece ser comentado lo relacionado a la ubicación que
tiene el delito de discriminación dentro del Código Penal. Como se sabe, este
delito está contemplado en el capítulo IV del Título XIV-A: “delitos contra la
humanidad”, de lo cual es posible interpretar que el delito de discriminación
[12] LUZÓN PEÑA, Diego. La relación del merecimiento de pena y de necesidad de pena con la estructura
del delito. En: <http://portal.uclm.es/descargas/idp_docs/doctrinas/luzon%20pena.pdf> (18/08/2010).
[13] TOLE MARTÍNEZ, Julián. “La doble dimensión de los derechos fundamentales en Colombia. El
estado de cosas inconstitucionales, un ejemplo de su aplicación”. En: Cuestiones constitucionales.
Revista Mexicana de Derecho Constitucional. N° 15. UNAM, México D.C., julio-diciembre de 2006,
p. 258. También puede revisarse en: <http://www.ejournal.unam.mx/cuc/cconst15/CUC1510.pdf>
(18/08/2010).
411
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[14] GIL GIL. Derecho Penal Internacional. Madrid, 1999, p. 151. Citado en: MEINI, Iván. Imputación y
responsabilidad penal. Ensayos de Derecho Penal. Ara, Lima, 2009, p. 368.
[15] MEINI, Iván. Ob. cit., p. 367 y ss.
[16] MEINI, Iván. Ob. cit., p. 371.
412
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[17] PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso. Derecho Penal. Parte especial. Tomo IV, Idemsa, Lima, 2008,
pp. 539-540.
[18] POLITOFF, Sergio. “Informe sobre los delitos de discriminación en el Derecho Penal comparado. A
la luz del proyecto de ley sobre discriminación racial y étnica (Boletín N° 2142-17)”. En: Ius et Praxis.
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Universidad de Talca, Vol. 5, N° 2, Universidad de Talca,
Talca, 1999, p.194.
413
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
2. Tipicidad objetiva
2.1. Sujetos
El sujeto activo del delito de discriminación puede ser cualquier persona, sin
que se requiera alguna cualificación especial.
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Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
El sujeto pasivo, por su parte, puede ser también cualquier persona. Asimis-
mo, el tipo penal permite que los actos discriminatorios sean dirigidos a un
conjunto de personas, es decir, que responde a una práctica discriminatoria
generalizada (por ejemplo, la política de un local de no permitir el ingreso de
personas de raza negra o mestiza), o a un grupo de personas, que más bien
alude a un acto discriminatorio en contra de un grupo que comparte una iden-
tidad en común (por ejemplo, palabras denigratorias contra una comunidad
nativa).
415
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[20] BRAMONT ARIAS-TORRES, Luis Miguel. “La interpretación de la ley penal”. En: <http://blog.pucp.
edu.pe/item/24340/interpretacion-de-la-ley-penal> (19/09/2010).
[21] Código Penal
“Artículo 24.- Instigación
416
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
3. Tipicidad subjetiva
3.1 Dolo y elemento subjetivo del tipo
De acuerdo con el tenor literal del tipo penal bajo análisis, se advierte que el
legislador ha consagrado que la discriminación delictiva, únicamente, puede
ser cometida a título de dolo, por lo que no es posible sancionar actos impru-
dentes[23]. En otros términos, el sujeto activo debe ser consciente y tener la de-
cisión de discriminar a otra persona, en el caso concreto.
Sin embargo, también se advierte, en el presente caso, la presencia de un ele-
mento subjetivo del tipo[24], referido a que el acto de discriminación o los ac-
tos de incitación o promoción para la discriminación deben tener por objeto o
finalidad “anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio de los de-
rechos de la persona”. Y ello resulta de vital importancia, debido a que, de no
comprobar que el sujeto activo tenía esta finalidad al momento de realizar el
El que, dolosamente, determina a otro a cometer el hecho punible será reprimido con la pena que co-
rresponde al autor”.
[22] Ello en la medida que se pretendería equiparar un acto de instigación con la conducta misma del autor,
las cuales tienen un desvalor de acción y de resultado distintos.
[23] En la medida en que, para tipificar un delito imprudente, debe de constar de manera expresa que la
conducta se realiza de manera culposa en la ley, tal como lo dispone el artículo 12 del Código Penal.
[24] Por elemento subjetivo del tipo, según Welzel, se entienden a aquellos especiales momentos persona-
les-subjetivos, que colorean en un determinado sentido el contenido ético-social de la acción. Ver en:
<http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/facdermx/cont/14/dtr/dtr5.pdf> (19/08/2010).
417
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
4. Consumación
De lo señalado se puede advertir que el acto de discriminación, en la medi-
da en que implica una diferenciación a partir de un motivo prohibido por el
ordenamiento para anular o menoscabar un derecho, podría estar supeditado
a una fracción de tiempo. Tómese en cuenta, por ejemplo, un caso en el cual
una persona discapacitada en el marco de un concurso público (el cual se de-
sarrolla en diversas etapas), finalmente es descartada para el puesto en la úl-
tima etapa, en razón de su “discapacidad”, lo cual además vulnera el derecho
fundamental al acceso a la función pública. En tal medida, se aprecia que el
acto de discriminación ha sido gestado y finalmente producido luego de un
periodo de tiempo determinado, con lo cual es factible hablar de la existen-
cia de tentativa, en caso de que se llegue a descubrir antes de la selección de
la persona para el cargo público, la predeterminada eliminación del postulan-
te en razón a su discapacidad.
418
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
Sin embargo, ello no resulta aplicable en caso de que se traten de actos de ins-
tigación para la comisión de actos de discriminación, dado que en ellos no es
posible advertir un periodo de tiempo en la realización del hecho típico. Como
ya se mencionó, en este segundo caso se sanciona la instigación realizada de
manera pública para la realización de actos de discriminación, con lo cual no
es necesario que estos últimos se lleguen a realizar para que se configure el
delito. Por lo tanto, para esta última conducta, somos de la opinión que no
cabe la figura de la tentativa.
5. Autoría y participación
Por su parte, el presente delito establece dos modalidades de comisión: por sí
mismo o mediante terceros.
Con respecto a la primera modalidad, consideramos que se alude a la inter-
vención en calidad de autor, esto es, quien realiza propiamente los actos de
discriminación o de instigación a la discriminación. Por otro lado, la segunda
modalidad se refiere más bien a la participación de dos o más personas dentro
de los actos de discriminación o de instigación a ella. En este segundo caso,
cabe plantear dos supuestos:
a) Que el sujeto activo realice actos de discriminación o de instigación
a la discriminación utilizando a sujetos en calidad de “instrumentos”,
configurando un supuesto de autoría mediata: a decir verdad, el pre-
sente caso sería de difícil verificación, en la medida en que, como se
señaló, estas conductas requieren siempre una actuación positiva, a
través de una diferenciación justificada en razones prohibidas por el
ordenamiento penal, con lo cual los terceros que realizan las conduc-
tas, siempre estarían conscientes de su actuación ilícita, por lo que no
podrían ser calificados como instrumentos.
b) Que el sujeto activo realice actos de discriminación o de instigación a
ella a través de sujetos conscientes de su actuar: en este segundo su-
puesto, ya se hablaría con propiedad de coautoría.
Finalmente, todas las fórmulas de autoría (autoría directa, autoría mediata y
coautoría) y participación (instigación y complicidad) reconocidas en la par-
te general del Código Penal[25], pueden ser aplicadas a toda la gama de delitos
recogidos en la parte especial, incluyendo al delito de discriminación.
419
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
6. Fórmulas agravadas
El delito de discriminación presenta dos fórmulas agravadas, a saber:
Luego de haber realizado un análisis de los elementos del tipo penal, a conti-
nuación procederemos a comentar el caso Vilma Palma Calle.
1. Primera instancia
La exposición de los hechos se resume en lo siguiente:
420
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
La señorita Vilma Palma Calle, con fecha 26 de setiembre de 2006, fue desig-
nada practicante de laboratorio de turno nocturno en el Programa de Indus-
trias Alimentarias dentro del Instituto Superior Tecnológico Manuel Arévalo
Cáceres. Ante ello, los profesores Albino Ávila Nájera, Apilio Fuertes Seda-
no, Guadalupe Sahua Estelo y Sara Luciano de la Cruz, del referido institu-
to, presentaron una carta ante el director de esta entidad educativa, manifes-
tando su disconformidad con la designación realizada en razón a la discapa-
cidad psicomotora que presentaba la agraviada, así como por problemas de
vocalización que tenía (lo cual, a criterio de los profesores, la desacredita-
ba como practicante de laboratorio), señalando además que suspenderían las
clases prácticas, hasta que se designase a una persona idónea para el puesto.
En virtud de ello, se nombró a la señorita Katia Martínez como asistente de
laboratorio, por lo que, tanto esta como la señorita Vilma Palma cumplirían
la misma función. Sin embargo, los citados profesores comenzaron a tener
conductas reprochables en contra de esta última, como por ejemplo: cuando
ella se encontraba sola dentro del laboratorio, optaban por retirarse sin rea-
lizar clases prácticas; no le respondían el saludo y la ignoraban por comple-
to; le levantaban la voz, inclusive reprochándole por no poder brindarle en el
momento instrumentos de laboratorio, etc. Todo ello fue corroborado además
por la otra asistente de laboratorio, Katia Martínez, así como por la subdirec-
tora Blanca Rueda Alemán.
Finalmente, la señorita Vilma Palma Calle pudo culminar sus prácticas, adqui-
riendo la condición de egresada. Asimismo, los procesados fueron condenados
por el delito de discriminación a tres años de pena privativa de la libertad, sus-
pendida por el periodo de prueba de un año por el Sétimo Juzgado Penal Espe-
cializado del Cono Norte de Lima.
A partir de los hechos citados, pasamos a analizar el tipo penal del delito de
discriminación, haciendo hincapié en los argumentos esgrimidos por el órga-
no jurisdiccional en lo que fuera conveniente:
a) Sujeto activo: en el presente caso, los profesores realizaron los actos
de discriminación por sí mismos, tanto a través de la presentación de
la carta, como también a través de actos singulares posteriores. Cabe
señalar además que, en su condición de profesores de un instituto es-
tatal, detentan la calidad de servidores públicos, por lo que la cuali-
ficación exigida por el tipo penal para configurar la agravante del se-
gundo párrafo del artículo 323 se cumple en el presente caso.
b) Conducta típica: en esta ocasión, los profesores mencionados, como
se señaló, cometieron los actos de discriminación por sí mismos, sin
la mediación o intervención de terceras personas.
421
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Ahora bien, estos actos, tal como señaló la Sala, se configuran a par-
tir de tres elementos: a) la diferenciación de trato, que en este caso se
plasmó a partir de la presentación de la carta al director del instituto,
reprobando el nombramiento de la practicante, así como a partir de
actos individuales de algunos de ellos, quienes en todo momento ig-
noraron su presencia dentro del salón de clases; b) el motivo o cau-
sa prohibida por el ordenamiento jurídico, que se verifica claramen-
te dado que se la diferenciaba injustamente en razón de su discapaci-
dad motora y vocal, esto es, por una condición innata a su ser; c) la
finalidad de anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio
de un derecho, que se verifica toda vez que los inculpados buscaron
por todos los medios, tanto de manera colectiva –a través de la carta–
como de forma individual –mediante los actos de humillación–, im-
pedir que la víctima realice sus prácticas profesionales.
Al respecto, de acuerdo al texto de la sentencia advertimos que el ór-
gano jurisdiccional en primer lugar estableció los elementos jurídicos
que conforman un acto de discriminación, para luego analizar el caso
concreto. Sin embargo, consideramos que se hubiese argumentado de
otra forma, tratando de señalar, detalladamente, el postulado jurídico
y su vigencia en el caso concreto, para poder delimitar claramente la
subsunción del tipo penal de discriminación en el caso concreto.
c) Dolo y elemento subjetivo del tipo: el dolo también se encuentra
acreditado en el presente caso, en la medida en que los profesores, a sa-
biendas de que la discapacidad presentada por la víctima era un hecho
ajeno a ella, y que además no le impedía realizar plenamente sus labo-
res como practicante de laboratorio (tal como se verifica en el informe
N° 113 del Instituto Nacional de Rehabilitación, así como del certi-
ficado médico legal expedido por el Instituto de Medicina Legal de
Lima Norte), optaron por discriminarla.
Por otro lado, como se señaló anteriormente, la finalidad de anular
o menoscabar el reconocimiento o ejercicio de un derecho de la víc-
tima (que constituye el elemento subjetivo del tipo) también se evi-
denció en el presente caso, toda vez que se pretende impedir que la
víctima cumpla con sus prácticas dentro del instituto. Al respecto, no
concordamos con el argumento del juez referido a que, debido a que
la víctima cumplió finalmente con sus prácticas, ello implica un me-
nor desvalor de la acción y del resultado, llegando a reducir el mon-
to de indemnización solicitado por el Ministerio Público (conside-
rando octavo). Al contrario, como se mencionó anteriormente, el ele-
mento subjetivo del tipo también se configura cuando se menoscaba
422
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
2. Segunda instancia
En el presente punto, se analizarán los argumentos expuestos por los inculpa-
dos en su recurso de apelación, así como el fallo emitido por la Sala Superior.
Los inculpados interpusieron recurso de apelación contra la sentencia men-
cionada, señalando lo siguiente: a) no tuvieron intención de discriminar a la
víctima, por lo que no se configura el dolo; b) se configuraría el delito si la
víctima no hubiese culminado sus prácticas; c) la intención del daño en el pre-
sente caso se hubiera configurado si la agraviada fuera sacada de sus prácticas
423
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
424
Carlos Abel VILLARROEL QUINDE
Conclusión
Las líneas precedentes nos han permitido realizar un análisis respecto del de-
lito de discriminación, desde su conceptualización y la definición de sus ele-
mentos a la luz del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, has-
ta su incorporación dentro del ordenamiento jurídico penal. Por otro lado, el
presente trabajo también permitió analizar los elementos teóricos del tipo pe-
nal de discriminación a través de un caso concreto y real. Evidentemente, aún
existen muchas dudas sobre la interpretación y aplicación del delito, las cua-
les, únicamente, podrán ser dilucidadas a través de la investigación de casos
reales; sin embargo, esperamos haber brindado algunas luces sobre esta figu-
ra delictiva, las cuales en absoluto constituyen una posición inquebrantable,
sino que, como toda actividad humana, debe ser perfeccionada con el aporte
de la comunidad académica.
Sin embargo, sí tenemos una posición inquebrantable sobre lo siguiente: los
actos de discriminación deben ser erradicados de nuestra sociedad. En esa
medida, el legislador, al calificarlos como delito, envía un mensaje de adver-
tencia para todas las personas que aún tienen la errónea idea de que existen
seres humanos “inferiores” a ellos: la discriminación ya no será pasada por
alto. Con la incorporación de este tipo penal dentro de nuestra legislación,
somos conscientes de que esta lucha contra la discriminación se hace más
fuerte, pero necesaria a la vez, en la medida que, como se comentó, nuestra
sociedad poco a poco viene asumiendo cierta tolerancia y complicidad ante
actos tan graves que denigran la esencia misma de toda persona: la dignidad
humana.
425
La intervención del extraneus
en los delitos especiales
de infracción de deber contra la
Administración Pública
427
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
garantías que constituyen el límite del ius puniendi, esto es, fundamentalmen-
te, los principios de legalidad[1] y de proporcionalidad[2].
Por ello consideramos necesario volver sobre esta interminable discusión
–pero dándole un nuevo y adecuado enfoque–, buscamos así contribuir al replan-
teamiento del problema de la “intervención” de los extraneus en los “delitos espe-
ciales de infracción de deber cometidos por funcionarios públicos contra la Admi-
nistración Pública”, esbozando –por ahora– las posibles salidas dogmáticas que,
ajustándose a las últimas tendencias dogmáticas, no dejen de lado las clásicas ga-
rantías que informan el debido uso del ius puniendi por parte del Estado.
Como punto de partida asumimos el funcionalismo normativista, piedra an-
gular que nos exige dejar a un lado la distinción meramente formal entre de-
lito común, delito especial, y asumir un plano material a través de la dualidad
delito de dominio y delito de infracción de deber. Con ello tendrá lugar, en la
discusión, una nueva perspectiva –un nuevo lenguaje– que nos lleve a conclu-
siones válidas a través de una lógica isomórfica.
Finalmente, no podemos dejar de reconocer que el problema de fondo acer-
ca de la corrupción estatal, es una cuestión que nos remite en última instancia
a un debate en el ámbito de la filosofía práctica; sin embargo, el porqué del
uso indebido de la libertad por parte del ser humano es un dilema que escapa
al contenido del presente trabajo. Abarcaremos aquí otro ámbito del proble-
ma. Nuestra preocupación es buscar adecuadas bases dogmáticas a partir de
las cuales se puedan edificar propuestas para combatir y reprimir penalmente,
–de modo eficaz y a la vez garantista– los distintos actos de corrupción come-
tidos, tanto por funcionarios públicos como por particulares.
1. Cuestiones previas
Nuestro Código Penal permite distinguir tres grandes grupos con respecto a
los delitos contra la Administración Pública:
[1] VÍLCHEZ CHINCHAYÁN, Ronald. “La participación en los delitos de infracción de deber: ¿Impunidad
del extraneus?”. En: Revista Jurídica del Perú, Nº 111, Gaceta Jurídica, Lima, p. 236. “(…) si bien el
juez tiene cierta capacidad crítica frente a la ley penal, esto no le faculta para responsabilizar penal-
mente una conducta excediéndose de lo establecido en el tipo penal”.
[2] Vide REYNA ALFARO, Luis. “Desarrollos Jurisprudenciales en la lucha contra la corrupción admi-
nistrativa”. En: Comentarios a la Legislación Anticorrupción. Jurista, Lima, 2002, p. 84.
428
Carlos Alberto Pinedo Sandoval
[3] Sobre esta discusión, vide, BUOMPADRE, Jorge. Tratado de Derecho Penal. Parte especial. 3ª ed.,
Astrea, Buenos Aires, 2009, pp. 44 y 45.
429
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
prevaricato (artículo 418 CP), que exige la calidad de juez o fiscal; el delito de
patrocinio indebido (artículo 421 CP), que exige la calidad de abogado o man-
datario judicial; etc.
Ahora bien, el tema de la autoría y la participación se complica en aquellos
casos en los cuales un tercero no cualificado (extraneus) “interviene” en la
configuración de un hecho delictivo que está estructurado sobre la base de una
determinada calidad especial exigida para ser destinatario de la norma subya-
cente al tipo penal. Es en estos casos en donde se vislumbran claramente las
deficiencias de la teoría tradicional seguida por nuestro CP y por la jurispru-
dencia nacional que interpreta y aplica las disposiciones allí contenidas.
[4] Partidario de esta teoría, ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública
en el Código Penal peruano. 1ª ed., Lima, 2001, p. 40.
[5] Vide ROXIN, Claus. Autoría y Dominio del Hecho en Derecho Penal. Marcial Pons, Madrid, 1998,
p. 149 y ss. Críticamente CARO JOHN, José Antonio. “Algunas consideraciones sobre los delitos de
infracción de deber”. En: Anuario de Derecho Penal. Lima, 2003, pp. 54-53. “La teoría del dominio del
hecho logró aplacar una vieja aspiración de encontrar un criterio de autoría que cobijara en su seno tan-
to lo subjetivo como lo objetivo del hecho unidos en un único criterio de imputación. Por esta razón no
es casual que la teoría del dominio del hecho lograse imponerse rápidamente como postura dominante
en la doctrina y en la jurisprudencia alemanas, incluso hasta nuestros días, al punto de identificarse
usualmente la autoría con el dominio del hecho”.
[6] Vide. Ibídem, p. 150.
[7] Vide. Ibídem, p. 164. Agrega que (p. 303) el dominio de la voluntad se puede manifestar a través de
tres formas: 1. Sirviéndose de un ejecutor forzando su voluntad; 2. Configurando el hecho en virtud del
430
Carlos Alberto Pinedo Sandoval
Se sostiene, además, que “entre las dos regiones periféricas del dominio de la
acción y de la voluntad, que atienden unilateralmente solo al hacer exterior o
al efecto psíquico, se extiende un amplio espacio de actividad delictiva, den-
tro del cual el agente no tiene ni una ni otra clase de dominio; sin embargo
cabe plantear su autoría, esto es, los supuestos de participación activa en la
realización del delito en los que la acción típica la lleva a cabo otro”[8]. Se dis-
tinguen así dos grupos de casos: la cooperación en la fase ejecutiva (Coauto-
ría) y la cooperación en la fase de preparación (complicidad). No obstante, el
dominio del hecho se encontraba muy lejos de ser el criterio que fundamen-
te adecuadamente la imputación penal, y así lo reconocería el propio Roxin.
conocimiento más amplio, pasando por encima de la mente del otro; 3. A través de la instrumentaliza-
ción de ejecutores fungibles en el marco de maquinarias de poder dominadoras.
[8] Vide. Ibídem, p. 303.
[9] CARO JOHN, José Antonio. Ob. cit., pp. 49-50.
[10] Cfr. SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES, Javier. Delito de infracción de deber y participación delic-
tiva. Marcial Pons, Madrid, 2002, p. 28.
[11] ROXIN, Claus. Dogmática Penal y Política Criminal. Idemsa, Lima, 1998, pp. 362-364.
[12] CARO JOHN, José Antonio. Ob cit., p. 54.
431
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[13] En palabras de Roxin: “La categoría dogmática de los delitos de infracción de deber no se orienta al re-
sultado del mundo exterior, o dicho de forma más exacta, al dominio externo de un resultado del mundo
exterior, sino que se centra en el deber especial de la persona del autor, v. gr., en el rol de funcionario
(…)”. Vide SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES, Javier. Ob. cit., p. 29.
[14] Cfr. CARO JOHN, José Antonio. Ob. cit., pp. 54-55.
[15] SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES, Javier. Ob. cit., p. 28. GÜNTHER Jakobs. El ocaso del domi-
nio del hecho. Una contribución a la normativización de los conceptos jurídicos. Trad. Cancio Meliá,
manuscrito publicado por la Universidad Nacional del Litoral, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2004,
p. 89 y ss.
[16] Cfr. SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES, Javier. Ob. cit., p. 31.
[17] Cfr. CARO JOHN, José Antonio. Ob. cit., p. 55; SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES, Javier. Ob. cit.,
p. 33.
[18] Ibídem, p. 34.
432
Carlos Alberto Pinedo Sandoval
433
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
infracción de deber; por lo que este concepto será aquí expuesto como tal;
esto es confundido con el concepto de “delito especial”. Para entender la ló-
gica de la doctrina tradicional es necesario entender su lenguaje. De igual
manera se tratarán las soluciones que se ha dado bajo esta –cuestionable–
perspectiva dogmática.
434
Carlos Alberto Pinedo Sandoval
[24] Vide. LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, J. Autoría y Participación. Akal, Madrid, 1996, p. 251.
[25] Cabe señalar, sin embargo, que tal doctrina fue modificada a nivel jurisprudencial con posteriori-
dad, por lo que en la actualidad, para esta teoría, se acepta sin mayores problemas la punibilidad del
extraneus según el delito principal. Mayores referencias en SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES,
J. Ob. cit., p. 236.
[26] Muy crítico con la interpretación tradicional que la doctrina mayoritaria realiza sobre este artículo,
VILCHÉRREZ ATO, Éxson: “El artículo 26 del Código Penal y los delitos de infracción de deber”. En:
Gaceta Penal & Procesal Penal. Nº 16, Gaceta Jurídica, Lima, 2010, pp. 53-72. El autor lleva a cabo
una nueva interpretación sobre bases normativistas.
435
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
que tiene a su cargo, para lo cual recibe el apoyo de un extranei. Según la teo-
ría de la ruptura del título de imputación, el funcionario responderá por de-
lito de peculado, y como quiera que el extranei no pudiera ser partícipe del
delito de peculado, tendría que ser responsable penalmente a título de cóm-
plice del delito común de apropiación ilícita. Solamente así se cumpliría la
exigencia que plantea esta teoría. Es decir, el extranei no responde como au-
tor porque no está considerado como funcionario ni como servidor público,
tampoco puede ser partícipe del delito de peculado porque el tipo penal no
lo permitiría.
Sin embargo, se objeta que ese extranei respondería a título de partícipe de un
delito que no se ha cometido, sería cómplice del delito de apropiación ilícita,
el cual no se ha cometido, puesto que lo que se ha cometido ha sido un delito
de peculado. Se critica así, siempre desde una óptica tradicional, que la teo-
ría de la ruptura de la imputación desconoce la característica “más notoria” de
la participación, esto es, la “accesoriedad”, pues, el partícipe siempre será un
responsable accesorio respecto del autor.
Bajo esa misma óptica se plantea la cuestión de ¿Qué sucedería si es el ex-
tranei quien se apodera de una suma de dinero del Estado, que está siendo
administrada por un funcionario público, limitándose este funcionario pú-
blico a prestarle un auxilio? De acuerdo a la teoría tradicional, es el extranei
quien tiene el dominio del hecho (llega a la caja, saca el dinero, lo pone a
buen recaudo, lo traslada a su domicilio, etc), por lo tanto, este es quien ten-
dría que responder como autor del delito de hurto (artículo 185 CP), mien-
tras que el intranei debe responder como cómplice del delito de peculado
(artículo 387 CP).
Ahora bien, la mayoría de las críticas que se hacen a esta teoría ponen énfasis
en el hecho de que en los delitos especiales propios contra la Administración
Pública, el extranei siempre terminará siendo impune, no responderá ni como
autor, ni como partícipe. Ejemplo: La persona que instiga a un juez para que
prevarique, porque tiene interés en esa resolución, y consigue efectivamente
que el juez dicte la resolución prevaricadora, será impune.
En atención a lo expuesto, tendríamos que concluir que esta teoría es bastan-
te riesgosa so pretexto de ampararse en el principio de legalidad, ocasionando
un grave vacío de puniblidad.
436
Carlos Alberto Pinedo Sandoval
En primer lugar, la norma que subyace al tipo penal especial también está di-
rigida al extranei en materia de delitos contra la Administración Pública, en
razón a que el bien jurídico de “correcto funcionamiento de la Administración
Pública”, es un bien jurídico trascendental para la convivencia social, la exis-
tencia y el desarrollo del Estado y, en consecuencia, no solamente se debe re-
conocer como tal sino que, además, tanto particulares como funcionarios pú-
blicos deben tener presente dicha máxima para no vulnerarla.
La segunda razón es que la famosa tesis de que la incomunicabilidad prevista
en el artículo 26 CP, es eminentemente personalísima y no es transmisible o
comunicable, no es aplicable para fines de la autoría ni la participación, pues-
to que ello no tiene relación con el tema concreto de la tipicidad. La incomu-
nicabilidad está absolutamente vinculada con el tema de la culpabilidad; por
tanto, al estar, el tema de la autoría y la participación dentro del ámbito de la
tipicidad y no de culpabilidad, no es aplicable la regla prevista en el artículo
26 CP.
Se afirma que quienes defienden la tesis de la incomunicabilidad como ele-
mento determinante para impedir que extranei pueda ser comprendido y con-
siderado, para los efectos de sanción penal, en los delitos especiales propios
contra la administración de justicia, incurren en un grave error puesto que el
artículo 26 CP no está vinculado al tema de la autoría y participación sino más
bien al tema de la culpabilidad
Otro aspecto que resulta importante señalar es que esta teoría busca consagrar
definitivamente la característica de “accesoriedad” de la participación, pero
en función del delito real que se ha cometido, siendo ello el motivo por el cual
la doctrina mayoritaria la considera como la teoría de más aceptación[27], al
permitir sancionar como corresponde tanto al intranei como al extranei, sin
dejar lugar a la impunidad, solución perniciosa en una sociedad como la nues-
tra en que uno de los grandes temas es el tema de la corrupción.
Es esta, a grandes rasgos la solución que la doctrina tradicional ha intenta-
do ofrecer a la problemática de la intervención de los extraneus en los delitos
de infracción de deber, los cuales son confundidos por esta doctrina con los
delitos especiales. Ahora bien, consideramos que es necesario enfrentar esta
problemática a la luz de un nuevo enfoque[28]. La mera distinción formal en-
tre delitos comunes y delitos especiales (confundidos estos con los delitos de
437
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
normativista en la jurisprudencia peruana”. En: Revista Jurídica del Perú, Nº 112, junio, Gaceta
Jurídica, Lima, 2010, pp. 187-199.
[29] En este sentido, a modo de ejemplo, importante es la contribución de SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-
TRELLES, Javier. “Delitos contra la Administración Pública en el Código Penal colombiano”. En:
MONTEALEGRE LYNETT, Eduardo. (Coor.), El Funcionalismo en Derecho Penal. Libro Homenaje
al Profesor Günther Jakobs, 1ª ed., Bogotá, 2003, pp. 465-491.
[30] Muy crítico con respecto a dicha influencia se muestra, LESCH, H. Injusto y Culpabilidad en Derecho
Penal. 1ª ed., Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2001, p. 10. “En la transición hacia el
sistema actualmente dominante, basada en la llamada ‘teoría del injusto personal’, se mantiene la sepa-
ración naturalista entre el hecho en tanto suceso perturbador, o los denominados ‘desvalor del hecho’ y
‘desvalor del resultado’, por un lado, y el sujeto responsable del hecho en cuestión, por otro”.
[31] Sobre esta cuestión, vide GARCÍA CAVERO, Percy. “Tendencias Modernas en la Dogmática Jurídico-
Penal Alemana” (171-191). En: Revista de Derecho de la Universidad de Piura. Vol. Nº 02, 2001, p. 178.
[32] Cfr. GARCÍA CAVERO, Percy. Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Grijley, Lima, 2008, p.
325. Él mismo. Nuevas formas de aparición de la criminalidad patrimonial. Una revisión normativa
de los delitos contra el patrimonio. 1ª ed., Jurista Editores, Lima, 2010, p. 18 y ss.
438
Carlos Alberto Pinedo Sandoval
Claro ejemplo de lo anterior es la orientación diversa que han seguido las dos
corrientes funcionalistas[33] que entran en directa confrontación con la dog-
mática ontológico-finalista de Welzel: una de ellas es la expuesta por Claus
Roxin, quien plantea una normativización de la dogmática jurídico-penal
orientada según el prisma de la función político-criminal que le corresponde
a cada institución[34]; y, por otra parte, la propuesta de Günther Jakobs, quien
elabora una nueva fundamentación de la dogmática jurídico-penal y del sis-
tema, acudiendo a la misión del Derecho Penal (prevención general) desde la
perspectiva sociológica-funcionalista. La teoría luhmaniana de los sistemas le
permitirá a Jakobs, emprender la renormativización de las viejas categorías de
la dogmática, inservibles, según él, por su vinculación a inexpresivas estruc-
turas lógico-objetivas y conceptos prejurídicos[35].
La principal preocupación de Jakobs[36], es la de identificar qué es lo que ca-
racteriza a un comportamiento humano jurídico-penalmente relevante. Para
este autor, lo característico no es que lesione o ponga en peligro bienes jurídi-
cos –esto también se produce por catástrofes naturales y animales, etc.– sino
su “significado” contiene “el esbozo de un mundo”. Este “significado” ha de
averiguarse a través de una interpretación que parta de la comprensión gene-
ral y proceda, en este sentido, de modo objetivo; pues, solo entonces, las con-
clusiones alcanzadas resultarán comprensibles en la vida social y serán algo
más que una peculiaridad individual.
Por lo tanto, “el delito, o hecho punible, no es más que la manifestación de la
infracción de la norma”[37]. Los diferentes sucesos de relevancia penal, como
el homicidio, los daños en la propiedad ajena, la falsificación de documentos,
etc., vistos solamente en su aspecto material, sin referencia a elementos norma-
tivos, solo encierran una mutación en el estado de cosas en el mundo natural,
fácilmente explicable en una relación causal entre una causa que lo origina y el
[33] Ampliamente, sobre lo distintivo entre estas dos corrientes, SILVA SÁNCHEZ, Javier. Aproximación
al Derecho Penal Contemporáneo. Bosch, Barcelona, 1992, pp. 67-72.
[34] ROXIN, Claus. Derecho Penal. Parte General. Tomo I, reimp. a la 1ª ed., Civitas, Madrid, 2000, p. 217.
“Las finalidades rectoras que constituyen el sistema del Derecho Penal solo pueden ser de tipo político-
criminal, y que naturalmente los presupuestos de la punibilidad han de orientarse a los fines del Derecho
Penal”.
[35] Cfr. GARCÍA-PABLOS DE MOLINA, Antonio. Derecho Penal. Introducción. Servicio de Publicaciones
de la Facultad de Derecho de la UCM, Madrid, 2000, p. 498. “Jakobs absolutiza el criterio funcional,
con el consiguiente rechazo de toda limitación del mismo que proceda del ámbito ontológico, o incluso
del sentido ordinario del lenguaje. Para Jakobs, solo son decisivas las necesidades ‘sistémicas’, orienta-
das al principio supremo de la ‘función del derecho penal’”.
[36] Cfr. JAKOBS, Günther. La Imputación Objetiva en Derecho Penal. 1ª ed., Universidad Externado de
Colombia, Bogotá, 1994, p. 9.
[37] CARO JOHN, José Antonio. La imputación objetiva en la participación delictiva. Comentario a la
Sentencia de la Corte Suprema Nº 4166-99. Grijley, Lima, 2003, p. 39.
439
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[38] Cfr. Ibídem, p. 39 y ss, a modo de ejemplo: “El vendedor de armas que vende una pistola sabiendo
que luego será usada para matar a alguien no es responsable penalmente por la mera venta del arma,
del mismo modo que el taxista tampoco es responsable del delito que cometa su cliente en el lugar de
destino, aun cuando se entere en el trayecto de los planes delictivos de su cliente, salvo que se conciba
la complicidad como mera causación psicológica de un hecho”.
[39] Cfr. Ibídem, p. 39 y ss.
[40] Cfr. Ibídem, p. 39 y ss, por el contrario: “La teoría del bien jurídico se conecta con categorías naturalís-
ticas, que definen el delito como la producción de daños en el mundo exterior, cumpliéndole al Derecho
penal la misión de proteger dichos bienes frente a los ataques que planteen una merma en su configura-
ción material. Pero el error fundamental de esta concepción radica en que el objeto de protección no es
contemplado en su contexto de significancia normativa, sino tal como ya Welzel lo dijo críticamente:
en un ‘mundo inerte desprovisto de toda función’, de tal forma que ‘los bienes jurídicos (se convierten)
en piezas de museo que se resguardan cuidadosamente en vitrinas frente a las influencias dañosas’, es
decir, contemplados fuera de la ‘realidad social del Derecho’”.
[41] Como lo era en VON LISZT, Franz. Tratado de Derecho Penal. Tomo II, Reus, Madrid, 1927, p. 252.
“El delito es, además, un acto contrario al derecho; es decir, un acto que, contraviniendo, formalmente,
a un mandato o prohibición del orden jurídico, implica, materialmente, la lesión o puesta en peligro de
un bien jurídico”; en contra de lo anterior, LESCH, Heiko. Ob. cit., p. 8. “Hasta el día de hoy, el suceso
perturbador se ha definido mayoritariamente como una modificación empírica y real del mundo exte-
rior, es decir, como una lesión o puesta en peligro de un bien jurídico o de su objeto”.
440
Carlos Alberto Pinedo Sandoval
[42] JAKOBS, Günther. Sociedad, norma y persona en una teoría de un Derecho Penal Funcional. Civitas,
Madrid, 1996, p. 54, ampliamente vide. DAHRENDORF, Ralf. Homo Sociologicus. Un ensayo sobre
la historia, significado y crítica de la categoría del rol social. Instituto de Estudios Políticos, Madrid,
1973, p. 43 y ss. Este autor utiliza la expresión homo sociologicus a fin de superar el dilema “sociedad-
individuo”, intentando así poner término a la disputa entre “realistas” y “nominalistas”.
[43] JAKOBS, Günther. Ob. cit., p. 67. PIÑA ROCHEFORT, Juan Ignacio. Rol Social y Sistema de
Imputación. Una aproximación sociológica a la función del Derecho Penal. Bosch, Barcelona, 2005,
p. 352. “Toda otra defraudación, por relevante que sea en otros ámbitos, no presenta repercusiones en
la sociedad, sino que solo puede observarse en el nivel individual”.
[44] GARCÍA CAVERO, Percy. “Algunas consideraciones sobre el Funcionalismo en el Derecho Penal”
(pp. 157-172). En: Sistemas Penales Iberoamericanos. Libro Homenaje al profesor Dr. D. Enrique
Bacigalupo en su 65 aniversario. 1ª ed., Ara, Lima, 2003, p. 166; él mismo, Derecho Penal Económico.
Parte General. 2ª ed., Grijley, Lima, 2007, pp. 311-314.
[45] Cfr. PIÑA ROCHEFORT, Juan Ignacio. Ob. cit., pp. 394-351, para quien la utilización del rol “puede
contribuir a mitigar los efectos que ha producido el tratamiento de la teoría de la imputación objetiva
como una tópica”; por su parte, considera que la imputación objetiva basada en roles responde mejor
a las necesidades punitivas del Derecho Penal económico. GARCÍA CAVERO, Percy. Derecho Penal
Económico. Parte General, 2ª ed., Grijley, Lima, 2007, p. 396; vide en el mismo sentido, el trabajo
realizado por BERRUEZO, Rafael. Responsabilidad penal en la estructura de la empresa. Imputación
Jurídico-penal sobre la base de roles. B de F, 2007, p. 120 y ss.
441
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
442
Carlos Alberto Pinedo Sandoval
[50] JAKOBS, Günther. Ob. cit., p. 67: “ (…) este es el caso, por ejemplo, del rol de padre –los padres deben
formar con los hijos una comunidad–, o del rol de cónyuge –junto al esposo o a la esposa ha de cons-
truirse un mundo conyugal común–, o el de los servicios de asistencia en casos de emergencia –deben
actuar en caso de necesidad en interés de quien está desamparado–”.
[51] JAKOBS, Günther. “Actuar y Omitir” (pp. 159-181). En: YACOBUCCI, Guillermo Jorge Los desafíos del
Derecho Penal en el Siglo XXI. Libro Homenaje al Profesor Dr. Günther Jakobs. Ara Editores, Lima, 2005,
p. 159.
[52] JAKOBS, Günther. Ob. cit., p. 67: “(…) esa configuración es ‘específica’ porque dichas instituciones
concurren con independencia de la juridicidad de la constitución de la sociedad, que es tomada como
presupuesto. Se trata, por ejemplo, de la relación entre padres e hijos, (aún) del matrimonio, del Estado
como corporación de protección dotada de un monopolio de violencia, y de algunas otras” (negritas y
cursivas en el original).
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Caro John que, mientras que los deberes positivos ocupan el centro de los de-
litos consistentes en la infracción de un deber, el núcleo de los delitos espe-
ciales lo constituye la descripción típica de los elementos personales del au-
tor, o de la acción, o bien la forma en que un determinado objeto de bien jurí-
dico puede ser lesionado. Por lo tanto, no deben equipararse los delitos de in-
fracción de deber con los delitos especiales, porque ello solo evidencia “una
confusión de planos, pues mientras la dicotomía entre ‘delitos comunes y de-
litos especiales’ se basa en condicionamientos formales establecidos por el le-
gislador, la dicotomía entre ‘delitos de dominio y delitos de infracción de de-
ber’ sí recoge una diferenciación material”[53].
La distinción de delitos comunes y delitos especiales tiene un fundamento
distinto a la distinción entre delitos de infracción de deber y delitos de domi-
nio; de ahí precisamente que un delito común tampoco puede ser igual a un
delito de dominio[54].
Los delitos especiales implican una mera modificación formal respecto a los
delitos comunes. Los delitos de infracción de deber, por el contrario, implican
un giro total respecto a los delitos de dominio, el cambio en ellos es radical[55].
[53] CARO JOHN, José Antonio. “Algunas consideraciones sobre los delitos de infracción de deber”. En:
Anuario de Derecho Penal. Lima, 2003. Ob. cit., p. 63. También vide VILCHÉRREZ ATO, Éxson. “El
artículo 26 del Código Penal y los delitos de infracción de deber”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal.
Nº 16, Gaceta Jurídica, Lima, 2010. Ob. cit., p. 66.
[54] Vide. VILCHÉRREZ ATO, Éxson. Ob. cit., p. 66.
[55] Cfr. GARCÍA CAVERO, Percy. La responsabilidad penal del administrador de hecho de la empresa:
Criterios de imputación. Bosch, Barcelona, 1999, p. 41.
[56] GARCÍA CAVERO, Percy. “El artículo 27 del Código Penal: El actuar en lugar de otro en Derecho
Penal”. En: Anuario de Derecho Penal. Lima, 2003, pp. 458-459. “En el caso de delitos de dominio, la
idea fundamental en la regulación del instituto del actuar, en lugar de otro se encuentra en la asunción
de la posición especial del destinatario formal de la norma. En principio, cualquier persona puede
entrar a dominar normativamente aspectos de la esfera de organización de un intraneus al tipo y, en
este sentido, responder penalmente. Para ello, no es necesario que exista una relación de representa-
ción entre el intraneus y el extraneus, sino solamente el dominio normativo por parte del extraneus
del ámbito de organización del intraneus del que sale el riesgo que lesiona o pone en peligro la esfera
de organización de terceros. Por el contrario, en los delitos de infracción de un deber la atribución de
responsabilidad en el actuar en lugar de otro no se fundamenta en el dominio normativo sobre una
esfera de organización ajena, sino en la traslación al extraneus de deberes positivos institucionales del
intraneus, lo cual sucede normalmente mediante una relación de representación”.
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[65] Vide. VILCHÉRREZ ATO, Éxson. “El artículo 26 del Código Penal y los delitos de infracción de
deber”. En: Gaceta Penal & Procesal Penal, Nº 16. Gaceta Jurídica, Lima, 2010. Ob. cit., p. 69.
[66] Ídem.
[67] Ídem.
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[71] SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 18.
[72] ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. 3ª ed., Temis, Bogotá, 1995, p. 4.
[73] SALINAS SICCHA, Ramiro. Ob. cit., p. 1. Quien formula un razonamiento contradictorio, puesto que
más adelante afirma: “Aceptar que los actos de complicidad de los particulares asumen una tipicidad
propia distinta a la de los actos de autoría del sujeto público (tesis de la autonomía de la imputación)
implicaría hacer una doble tipificación sobre la base de un solo hecho (…)”. Sin resaltado en el original.
[74] GARCÍA CAVERO, Percy. Lecciones de Derecho Penal. Parte General. Grijley, Lima, 2008. Ob. cit., p. 585.
[75] Críticamente, REYNA ALFARO, Luis. “Desarrollos Jurisprudenciales en la lucha contra la corrup-
ción administrativa”. En: Comentarios a la Legislación Anticorrupción. Jurista, Lima, 2002, p. 82.
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Carlos Alberto Pinedo Sandoval
“(…) quienes pretenden la punición del tercero, que no reúne las calidades especiales requeridas por el
tipo, mediante los delitos especiales, lo hacen guiados de determinados fines político-criminales desti-
nados a evitar la impunidad del partícipe, de otra forma no se entendería porqué algunos de los autores
que estiman que la incomunicabilidad de las condiciones personales no opera en el caso de delitos
especiales propios no mantiene similar opinión respecto a los delitos impropios, en los que sí existe un
tipo común que puede servir para la punición del tercero”.
[76] Cfr. SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES, Javier. Ob. cit., p. 258.
[77] Ídem.
[78] Esta tendencia ha sido recogida en el § 28.1. “Si faltan características personales (§ 14, inciso 1) en el
partícipe (instigador o cómplice), que fundamenten la punibilidad del autor, entonces se debe reducir la
pena”.
[79] A favor de esta salida se muestra VÍLCHEZ CHINCHAYÁN, Ronald. Ob. cit., p. 248. “De hecho, este
ha sido el camino que ha tomado el legislador (…) al tipificar el delito de cohecho activo (…), resta
que el legislador contemple las conductas de los que ‘aportan’ en los delitos de abuso de poder y de
prevaricato, por ejemplo, y pase a tipificarlas para poder sancionarlas, de otro modo, seguirán siendo
–desde la posición que aquí se defiende– impunes”. Vide también, GARCÍA CAVERO, Percy. Derecho
Penal Económico. Parte General. 2ª ed., Grijley, Lima, 2007, p. 775.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
452
El delito de enriquecimiento ilícito
I. Conceptos preliminares
Son variadas las formas por las cuales un funcionario o servidor público pue-
de incurrir en un ilícito penal tendiente a vulnerar el bien jurídico Adminis-
tración Pública. Sin embargo, se parte de una premisa fundamental, el “pre-
valimiento” de la actuación funcionarial que hace el intraneus, quien se apro-
vecha de las potestades inherentes al cargo público, para incurrir en una con-
ducta que en rigor contraviene los intereses jurídico-constitucionales que la
Administración debe cautelar según los valores de un orden democrático de
derecho.
Aparecen así las conductas que desbordan el espectro de legalidad, cuando
el funcionario público ejecuta un acto (administrativo o judicial) que lejos de
cautelar la ley constituye una actuación arbitraria, susceptible de afectar los
derechos de los administrados (abuso de autoridad); o un acto de puro preva-
limiento, en el que con un provecho indebido del revestimiento funcionarial,
obliga a los particulares a que le entreguen un beneficio o ventaja (concusión).
Otras, donde el funcionario público, encargado de las contrataciones adminis-
trativas, se colude con los particulares, defraudando los intereses patrimonia-
les del Estado (colusión). Así, también, cuando el intraneus, contraviniendo
su posición de garante, se apropia o usa, bienes, caudales o efectos, que han
ingresado a su esfera de actuación institucional, en mérito a un título de per-
cepción, administración o custodia (peculado).
[*] Profesor de la Maestría de Ciencias Penales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Profesor
de la Academia de la Magistratura. Fiscal Adjunto Superior.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
La política criminal del Estado no se agota con los anotados injustos funcio-
nariales, al haberse incluido en el CP el delito de enriquecimiento ilícito (ar-
tículo 401), el cual tiene como fuente al artículo 361-A del CP de 1924.
Se sabe que los funcionarios y servidores públicos, tienen como ingreso líci-
to aquella remuneración o sueldo que reciben mensualmente del Estado, a lo
cual se puede sumar el ejercicio de la docencia y actividades afines. Quienes
ingresan al aparato público, conocen con anticipación la retribución económi-
ca que recibirán como contraprestación a las labores que efectúan, sujetándo-
se entonces a las normas presupuestales.
No obstante lo dicho, algunos funcionarios públicos creen que el cargo públi-
co constituye una fuente de ingresos personales, que su investidura funcional
es una herramienta para incrementar su patrimonio personal. Debido a ello,
se ven envueltos en una serie de negociaciones ilícitas, en conciertos crimi-
nales con particulares, defraudando los intereses generales de la comunidad.
[1] SOLER, Sebastián. Derecho Penal argentino. Tomo V, La Ley, Buenos Aires, 1946, p. 205.
454
Alonso R. Peña Cabrera Freyre
entre estos delitos y el enriquecimiento ilícito, existe una relación medial, pues
los primeros son utilizados por el autor, a efectos de incrementar su patrimo-
nio. Pero no debe confundirse el plano de vinculación material, con el estric-
tamente procesal, en la medida, que el delito de enriquecimiento ilícito puede
ser procesado de forma autónoma. En consecuencia no tiene que ir necesaria-
mente acompañada con otros delitos, a través de un concurso ideal o real de de-
litos. Incluso puede aplicarse este injusto funcionarial cuando el delito conexo
ha prescrito o cuando sobre aquel ha recaído una resolución con la calidad de
cosa juzgada.
La comisión del delito de peculado, no necesariamente puede, por ejemplo,
generar el enriquecimiento del autor, sino que la inversión del patrimonio
apropiado puede recién traer dicho resultado.
El hecho de que el bien jurídico sea el mismo no es fundamento suficiente,
para negar el concurso de delitos, en la medida que el tipo penal de enriqueci-
miento ilícito tiende a tutelar la Administración Pública, desde una óptica dis-
tinta a las figuras de cohecho o de peculado. No en vano, el artículo 401 del
CP, cuenta con un marco penal más severo que muchas de estas figuras.
La posibilidad de que se pueda punir al autor tanto por el enriquecimiento ilí-
cito como por las figuras delictivas especiales puede generar ciertos reparos.
Así, por ejemplo Inchausti en la doctrina argentina, cuando afirma que este
delito castiga el resultado del comportamiento ya punido en la misma ley, algo
tan contradictorio con la base filosófica y social del derecho a castigar como
lo es el non bis in ídem. En la doctrina nacional Caro Coria señala que la doble
criminalización, bajo el argumento del concurso ideal, contra el mismo fun-
cionario, por el mismo hecho y similar fundamento conllevaría una flagrante
violación del ne bis in idem[2].
Gálvez Villegas, que sigue una postura conciliable con la mía, apunta que si
el funcionario recibe dinero en calidad de donativo con la finalidad de realizar
un acto en violación de sus obligaciones e incrementa a la vez su patrimonio,
configura el delito de cohecho pasivo propio. La posición contraria es asumi-
da por mi y por Francia Arias, quienes señalamos que el delito es subsidiario
a los que vulneran los deberes profesionales. No es posible que concurra con
hechos punibles afines[3]. Salinas Siccha, apunta que la subsidiariedad del he-
cho punible del enriquecimiento ilícito significa que esto es posible cuando
no hay forma de acreditar que el agente público ha cometido tal o cual delito,
[2] CARO CORIA, Carlos. “El delito de enriquecimiento ilícito de funcionarios públicos en el Derecho
Penal peruano”. En: Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal. Año 11, Nº 20-21, 2006, p. 155.
[3] PEÑA CABRERA, Raúl y otro. Delito de enriquecimiento ilícito. p. 64.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[4] SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos contra la Administración Pública. Justitia, Lima, 2009, p. 589.
[5] CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito, Ob. cit., p. 250.
[6] ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública en el Código Penal pe-
ruano. Palestra, Lima, 2001, p. 551.
[7] CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 155.
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[8] CREUS, Carlos. Derecho Penal. Parte Especial. Tomo II, Astrea, Buenos Aires, 1988, p. 323.
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[11] ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. Grijley, Lima, 2001, p. 425;
ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública… Ob. cit., p. 540.
[12] INCHAUSTI, Miguel Ángel. Enriquecimiento ilícito de funcionarios. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2001, p. 35.
[13] Vide, al respecto, DONNA, Edgardo. Derecho Penal. Parte Especial. T. III. Ob. cit., p. 364.
[14] SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 583.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
esto es, según el Estado Constitucional de Derecho, tema que será profundi-
zado más adelante.
El delito de enriquecimiento ilícito, por lo tanto, no puede fundarse en una
mera presunción, sino en datos, evidencias, indicios que en su conjunto ten-
gan aptitud para construir una teoría del caso incriminatoria, capaz de enervar
el principio de presunción de inocencia que favorece al imputado. No se pue-
de convertir a las presunciones legales y a una base indiciaria en hechos pro-
bados, sin que se haya cotejado su veracidad con distintos medios de prueba
bajo las reglas constitucionales del juzgamiento.
Así, en la doctrina nacional cuando se dice que no se trata de hacer presun-
ciones de enriquecimiento, sino que hay que acreditarlo con los diversos me-
dios probatorios existentes (pericias contables, estados financieros, análisis
ex –ante y ex –post, concurrencia de indicios, etc.). La negativa del suje-
to activo a justificar sus ingresos, en modo alguno debe ser considerada una
presunción de culpabilidad o una acreditación del hecho imputado, más allá
de las implicancias administrativas o de relevancia penal que el caso pueda
ameritar[15].
Abanto Vásquez, escribe que el trasfondo de este tipo penal es una presunción
juris tantum sobre la comisión de infracciones funcionariales que han lleva-
do al funcionario a enriquecerse a costa del cargo que ostenta; aquí la licitud
debe ser probada por quien la invoque, es decir, por el funcionario a quien se
le imputa el enriquecimiento ilícito[16]. Esta inferencia debe ser rigurosamente
analizada conforme a las bases constitucionales del debido proceso y el prin-
cipio acusatorio, que irradia el proceso penal, sea con el Código de Procedi-
mientos Penales o con el Código Procesal Penal de 2004; el imputado, con
arreglo a los principios de presunción de inocencia y de defensa, tiene dos al-
ternativas: formular una teoría del caso positiva, construyendo una versión
distinta a la del persecutor público, desvirtuando su responsabilidad penal o,
una teoría del caso negativa, tendiente a refutar la validez de las proposicio-
nes fácticas que construyen la teoría del caso de la fiscalía.
En tal entendido, puede también mantenerse en silencio sin necesidad de acre-
ditar que el origen de su enriquecimiento sea lícito o, según la nueva redac-
ción normativa, no justificar razonablemente el origen lícito del patrimonio,
pues quien tiene que probar la ilicitud del enriquecimiento así como su rela-
ción normativa con el ejercicio del cargo funcionarial es el fiscal.
[15] ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., pp. 434 y 435.
[16] ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública… Ob. cit., pp. 549 y 550.
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[17] CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 141.
[18] ASENCIO MELLADO, José María. “Lucha contra la corrupción. El delito de enriquecimiento ilícito. La
lucha contra la corrupción”. En: Revista on-line del Colegio Notarial de Madrid, Madrid, 2007, p. 2.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[19] Bravo Cucci nos dice que el efecto de una presunción legal consiste en que las consecuencias jurídicas
que se imputan al hecho desconocido le son aplicables aún cuando su existencia no ha sido probada,
pero resulta probable al existir hechos conocidos que sirven de indicios para demostrar su existencia;
BRAVO CUCCI. Incremento patrimonial no justificado y los fondos de origen ilícito: ¿Presunción o
ficción?, ob. cit., p. 1.
[20] Ídem.
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A decir de Gálvez Villegas, todos los elementos del tipo penal, deben ser pro-
bados en el proceso penal por el órgano acusador, de lo contrario procedería
la absolución del imputado[21].
Concuerdo con Asencio Mellado cuando señala que hacer recaer en la par-
te acusadora que el origen no fue el alegado constituye un ejemplo de prueba
diabólica y un absurdo jurídico. Probado el ingreso injustificado, es el impu-
tado el que debe acreditar su legalidad si la sostiene[22]. Empero, el órgano
acusador para lograr la condena, no solo requiere acreditar el ingreso injusti-
ficado, sino también que el incremento patrimonial lo obtuvo el sujeto activo,
con prevalimiento del cargo público, lo que no quiere decir que deba probar a
su vez que fue un delito de peculado o de cohecho.
Llevando al extremo lo dicho por el autor español, a la fiscalía le bastaría para
ganar al caso preguntando al acusado en el interrogatorio lo siguiente: díga-
me, ¿tiene usted cómo probar que su incremento patrimonial proviene de una
actividad lícita? Aquél debería contestar que no.
Estaríamos, qué duda cabe, ante un emblemático delito de sospecha, donde la
mera omisión del agente de justificar razonablemente el incremento patrimo-
nial bastaría para condenar al imputado.
Parafraseando a Sancinetti, diremos que si un esquema como ese fuese legíti-
mo, el Estado podría resolver todas las dificultades probatorias estableciendo,
junto a cada delito determinado (de comisión o de omisión), una figura omisiva,
sujeta a la misma pena, consistente en no demostrar la inocencia de aquel mis-
mo delito, presumido por alguna circunstancia que generase una sospecha[23].
Estoy de acuerdo que la lucha contra la corrupción demanda una enérgica res-
puesta del Estado, articulando mecanismos e instrumentos de política crimi-
nal que puedan con mediana eficiencia contener esta criminalidad, que tanto
daño provoca al desarrollo del país, pero dicho propósito no puede significar
la relativización de garantías fundamentales –materiales y procesales–, como
el principio de legalidad y el principio de presunción de inocencia (no decla-
rar en su contra - nemo tenetur sea ipso accusare).
Observamos, que el delito en examen tiene como base constitucional la dispo-
sición contenida en el artículo 41 cuando se establece que:
[21] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. El delito de enriquecimiento ilícito. Idemsa, Lima, 2001, p. 300.
[22] ASENCIO MELLADO, José María. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 4.
[23] SANCINETTI, Marcelo. El delito de enriquecimiento ilícito de funcionario público. Ad-Hoc, Buenos
Aires, 2001, p. 94.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[24] ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública… Ob. cit., pp. 540 y 541.
[25] CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 143.
[26] ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 144.
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Delimitar el contenido del objeto jurídico –tutelado por la ley penal–, consti-
tuye una misión irrenunciable, tanto por motivos de política criminal, como
por razones dogmáticas, ya que permite definir el ámbito de protección de la
norma lo que incide en un plano de valoración de la conducta merecedora de
relevancia jurídico-penal. Para tal efecto, el comportamiento, cuyo disvalor se
recoge por la norma penal, debe expresar un estado de lesión al bien jurídico
o su puesta en peligro, con arreglo al artículo IV del Título Preliminar del CP.
Desentrañar el bien jurídico en el delito de enriquecimiento ilícito no es em-
presa fácil debido a las consideraciones éticas y moralistas que motivaron al
legislador a incluirlo en el catálogo punitivo, por lo que debemos hacer un es-
fuerzo para ofrecer una postura, la más cercana posible a los principios de un
Estado Constitucional de Derecho.
De plano, debe descartarse que el objeto de tutela sea el patrimonio esta-
tal[28][29], máxime cuando el enriquecimiento del funcionario público puede
provenir –también–, del dinero de los particulares.
En el caso de los injustos de cohecho, el bien jurídico tutelado ha de verse en
los principios de imparcialidad y de objetividad, como criterios rectores de
una administración afín a los valores democráticos de Derecho; en el caso del
enriquecimiento ilícito no se puede abogar por esos mismos criterios, por la
sencilla razón de que cuando un funcionario o servidor público, se enrique-
ce ilícitamente no quiebra ni la imparcialidad ni la objetividad de la función
pública.
[27] CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 145.
[28] INCHAUSTI, Miguel Ángel. Enriquecimiento ilícito de funcionarios. Ob. cit., p. 38.
[29] En opinión de Caro Coria, en dicho caso habría que admitir cuando menos una tutela potencial del
patrimonio del Estado; El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 142.
465
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Para Rojas Vargas, el artículo 401 busca garantizar el normal y correcto ejer-
cicio de los cargos y empleos públicos conminando jurídico-penalmente a
funcionarios y servidores a que ajusten sus actos a las pautas de honradez y
servicio a la nación[30]; mientras, que para otro sector de la doctrina nacional
el bien jurídico tutelado es el deber de fidelidad y honestidad de los funcio-
narios públicos con la administración pública y otros valores, como el pres-
tigio, decoro, deber del cargo, disciplina, con las que se identifica a la Admi-
nistración Pública[31].
En palabras de Gálvez Villegas, debe considerarse específicamente como bien
jurídico u objeto de protección de este tipo penal la funcionalidad, el prestigio,
dignidad y confianza de la función pública; la que comprende la actuación de
los agentes que la integran, pues, aun cuando el depositario de la función pú-
blica es la Administración en cuanto órgano o entidad, la función pública va a
ser ejercitada a través de sus integrantes, y por lo tanto, la actuación de estos
será la que determine en fin de cuentas, el prestigio de la Administración[32].
A su turno, Abanto Vásquez, señala que es difícil encontrar aquí un objeto del
bien jurídico concretamente protegido. En todo caso, hay un peligro abstrac-
to en relación con todos los demás objetos protegidos por los demás tipos pe-
nales: la imparcialidad del funcionario, el patrimonio de la administración, el
carácter público de la función pública, etc[33].
En la doctrina argentina, Javier de Luca y Julio López Casariego sostienen
que lo que se pretende proteger es la imagen de transparencia y probidad de la
administración de quienes la encarnan[34]. A decir de Inchausti, la aspiración
del legislador ha sido preservar el respeto a la sociedad por el quehacer de sus
administradores, eliminando mediante el castigo quehaceres deshonestos de
funcionarios que comprometen la confiabilidad que deben merecer los actos
de gestión de sus funcionarios[35].
Creus estima que el bien jurídico es la regularidad y eficiencia de la función
pública, concebida esta en el sentido más lato posible[36].
Si compartieramos la tesis que encuentra en la ética, el decoro y el buen nom-
bre de la Administración el bien jurídico protegido, nos preguntaríamos con
[30] ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la administración Pública. Ob. cit., p. 430.
[31] PEÑA CABRERA, Raúl y FRANCIAS ARIAS, Luis. Delito de enriquecimiento ilícito. Ed. Jurídicas,
Lima, 1993, p. 22.
[32] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás Aladino. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 116.
[33] ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública… Ob. cit., p. 541.
[34] Citados por FONTÁN BALESTRA, Carlos. Derecho Penal. Parte Especial. Ob. cit., p. 876.
[35] INCHAUSTI, Miguel Ángel. Enriquecimiento ilícito de funcionarios. Ob. cit., p. 41.
[36] CREUS, Carlos. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 4.
466
Alonso R. Peña Cabrera Freyre
razón, ¿por qué el enriquecimiento del funcionario, que no proviene del car-
go, sino de las empresas que regenta solapadamente no podría encajar tam-
bién en el artículo 401 del CP? En definitiva, anclar en estos criterios metaju-
rídicos implica la punición de actos carentes de toda sustantividad material.
Ensayar una fórmula dogmática nos hace remitir a figuras que se alejan de la
idea de lesión, de aquella conducta dirigida a la causación de un resultado an-
tijurídico, para anclar en estados de disvalor, cuya fundamentación reposa en
su vinculación con otro tipo de comportamientos antijurídicos.
Se identifica, por lo tanto, un delito de peligro abstracto[37] en el que el disva-
lor reposa en una valoración generalizada de que ciertas conductas constitu-
yen por si atentatorias a los intereses jurídicos tutelados por la norma; un jui-
cio apriorístico ex–ante, que no requiere la acreditación de una concreta pues-
ta en peligro del bien jurídico; esta técnica legislativa se erige en un instru-
mento fundamental para la tutela penal de bienes jurídicos como la Admi-
nistración Pública, de naturaleza inmaterial, donde la punición ha de cen-
trarse, en aquellas conductas que sean peligrosas para los criterios rectores
(constitucionales) que guían su actuación, según las máximas de un Estado
constitucional de Derecho, en específico los principios de imparcialidad y de
objetividad.
No cualquier conducta, que per se pueda ser encajada en el enunciado norma-
tivo, puede ser catalogado como una conducta de enriquecimiento ilícito, en
correspondencia con postulados materiales de necesidad y merecimiento de
pena; debe tratarse de un incremento patrimonial significativo. De no ser así,
debe sancionarse únicamente por aquellos delitos funcionariales, que puedan
ser atribuidos al funcionario o servidor público.
V. Tipicidad objetiva
1. Sujeto activo
Siguiendo el tenor de la redacción normativa propuesta en el articulado, lle-
gamos a la inferencia de que se trata de un delito especial propio[38], en tanto
solo puede ser cometido por un funcionario o servidor público, en el decurso
de su actuación funcionarial.
[37] Vide al respecto, CARO CORIA Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 139.
[38] Así, CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 156; MOLINA ARRUBLA,
Carlos; Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 367; INCHAUSTI, M.A. Enriquecimiento
ilícito de funcionarios. Ob. cit., p. 50; PEÑA CABRERA, Raúl y otro; Delito de enriquecimiento ilícito.
Ob. cit., p. 23.
467
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
No solo debe acreditarse la condición funcional del agente, sino que el esta-
do de enriquecimiento (incremento patrimonial), debe ser consecuencia direc-
ta del ejercicio de la actividad pública y de otras conductas, que el intraneus,
efectúa como cualquier ciudadano.
La relación de imputación objetiva entre el enriquecimiento, ahora con el in-
cremento patrimonial y el ejercicio de la actividad funcionarial importa un
presupuesto de punición importante, cuya negación, determina de plano la
atipicidad penal de la conducta prevista por el artículo 401 del CP. Este nexo
normativo debe ser acreditado por el persecutor público, conforme a los me-
dios probatorios que haya ofrecido en el juicio, en correspondencia con su
teoría del caso, presentada en su acusación.
Si es que el incremento patrimonial se manifiesta luego de haber dejado el car-
go público, sea por cese, jubilación, destitución, etc., no se configurará este
delito a menos que se demuestre que el incremento patrimonial obedeció a ac-
tos ejecutados en ejercicio de la función pública; por ejemplo, cuando el fun-
cionario guarda el dinero debajo del colchón de su cama y luego lo invierte,
adquiriendo bienes inmuebles u otros valores, lo que no necesariamente se
verá reflejado en la declaración jurada de bienes y rentas, máxime cuando el
sujeto ya no está obligado a presentar dicha documentación.
La coautoría resulta de difícil admisión, por el hecho concreto de que el en-
riquecimiento (incremento patrimonial) es un estado patrimonial que no pue-
de ser compartido por varios funcionarios o servidores públicos; por tales
motivos, cada uno de ellos, de forma independiente, han de responder por su
propio injusto a título de autores por el tipo penal de enriquecimiento ilíci-
to. Siguiendo la teoría de la infracción del deber (Pflichtdelikte) se llega tam-
bién a este resultado. No se puede compartir un deber que es estrictamente
personal[39].
No obstante negar la coautoría, Gálvez Villegas opina que el único caso en
que puede presentarse aquella será en el supuesto en que teniendo todos los
agentes el mismo deber frente a la Administración, comparten la titularidad de
una determinada unidad patrimonial, como, por ejemplo, una empresa[40]. En
mi opinión, esto no es correcto porque que la conversión de los valores dine-
rarios en una persona jurídica son actos posteriores a la consumación, perma-
neciendo intacta la idea del enriquecimiento como una situación personalísi-
ma que no puede compartirse bajo ningún concepto.
[39] Vide, al respecto, CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., pp. 230 y 231.
[40] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. Delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 178.
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Alonso R. Peña Cabrera Freyre
[41] Vide al respecto CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 241.
[42] Ibídem, p. 233.
[43] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. Ob. cit., p. 155; Cfr., ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la
Administración Pública. Ob. cit., p. 471.
[44] CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., pp. 247 y 248.
469
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
2. Sujeto pasivo
Siguiendo el círculo secante, observado en el resto de figuras delictivas fun-
cionariales, es recibo proclamar al Estado como sujeto ofendido, como titu-
lar de las actuaciones funcionales que toman lugar en el seno de la Adminis-
tración Pública; ello no obsta, a reconocer, la legítima defraudación de los co-
munitarios, cuando observan cómo los funcionario se enriquecen a costa del
cargo público.
3. Modalidad típica
Tal como se desprende de la redacción normativa del artículo 401 del CP, son
varios los presupuestos que deben concurrir para dar por afirmada la tipicidad
penal de la conducta.
[45] MOLINA ARRUBLA, C. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 376.
[46] Ibídem, p. 369.
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Alonso R. Peña Cabrera Freyre
[47] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., pp. 135 y 136.
[48] ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 426.
[49] Donna, siguiendo ejecutorías de su país; Derecho Penal. Parte Especial. T. III. Ob. cit., pp. 398 y 399.
[50] Vide, al respecto, SANCINETTI, Marcelo. El delito de enriquecimiento ilícito de funcionario público.
Ob. cit., p. 108.
[51] CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 208; Así, ABANTO VÁSQUEZ,
Manuel. Los delitos contra la Administración Publica… Ob. cit., pp. 545 y 546.
471
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[52] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 131.
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Alonso R. Peña Cabrera Freyre
privativa del Derecho Tributario, ámbito en el que son frecuentes estas pre-
sunciones. Por ejemplo, el artículo 52 de la Ley de Impuesto a la Renta se-
ñala que se presume que los incrementos patrimoniales, cuyo origen no pue-
de ser justificado por el deudor, constituyen renta neta no declarada por este.
Al respecto, Gálvez Villegas señala que la modificación realmente constitu-
ye un despropósito del legislador. En efecto, resulta una repetición innecesa-
ria hablar de “incremento de su patrimonio respecto de sus ingresos legíti-
mos”, pues al tratarse de enriquecimiento ilícito, se sobreentiende que se deja
de lado los incrementos patrimoniales producidos con ingresos legítimos[53].
El segundo aspecto a considerar es que los funcionarios o servidores públi-
cos, que incrementen su patrimonio real de forma ilícita, tratarán de encubrir
la procedencia de los fondos, a través de una serie de modalidades, empleando
sobre todo a testaferros; lo que no obsta a identificar a otros sujetos públicos,
que no tendrán ningún reparo en poner a su nombre la compra de bienes (mue-
bles o inmuebles). Si ello es así, el funcionario no consignará bienes, rentas,
ingresos, activos, etc., que no figuren a su nombre o de su cónyuge. Dicho en
otros términos: no puede considerarse, en serio, que aquel funcionario o ser-
vidor público, que obtiene incrementos patrimoniales significativos, a costa
del cargo público, haya de consignar dichos ingresos en la declaración jurada
de bienes y rentas, sino que ocultará dicho patrimonio, revistiéndolo de una
aparente licitud, a través de una serie de argucias y otros actos fraudulentos[54].
Un tercer aspecto es que no todos los servidores públicos están obligados a
presentar declaración jurada de bienes y rentas. Por tales motivos, con respec-
to a aquellos, no podrá aplicarse la base indiciaria, contemplada en el tercer
párrafo del artículo 401 del CP.
Conforme a lo anotado, el operador jurídico no puede sujetar su investiga-
ción a la declaración jurada de bienes y rentas, sino que deberá escudriñar
en otras evidencias que le permitan construir su teoría del caso, con arreglo a
una base probatoria, tendiente a construir la teoría legal, sobre un relato fác-
tico real y coherente. Es a partir de dicho dato que aparece una presunción de
[53] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. “El delito de enriquecimiento ilícito. Análisis crítico”. En: Actualidad
Jurídica. Tomo 148, Gaceta Jurídica, Lima, marzo del 2006, p. 95.
[54] Resulta interesante lo que al respecto se esgrime en el Derecho Tributario, cuando Bravo Cucci opina
que sostener a través de un acto ilícito un sujeto puede incrementar su patrimonio, significa reconocer
que el delito es un acto lícito y permitido por el ordenamiento jurídico y que las normas tributarias
prevén que el producto de un ilícito es una riqueza que fluye del patrimonio del delincuente, lo que
es un evidente contrasentido. “Incremento patrimonial no justificado y los fondos de origen ilícito:
¿Presunción o ficción?”. En: <http://www.idtl.con.br/antigos/182.pdf> p. 2.
473
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
juris tantum, una presunción que a decir de lege lata, se convierte en un indi-
cio cuando en realidad tiene una naturaleza distinta.
El enriquecimiento ilícito, que sigue siendo el objeto de incriminación, puede
acreditarse con otros medios de prueba, con otras evidencias que, en conjunto,
sean útiles, primero, para la formulación de una hipótesis incriminatoria idó-
nea, para que el fiscal pueda formalizar la denuncia o la investigación prepara-
toria y, segundo, para construir su teoría del caso en el marco de la acusación.
A este nivel de discusión, debemos definir ciertos conceptos elementales, para
calificar adecuadamente la conducta penalmente relevante. El concepto de pa-
trimonio trae ciertas dificultades en su acepción jurídico-penal, es decir, la re-
lación que debe existir entre el sujeto y los bienes; postulándose una posición
mixta, con arreglo a su definición en el marco de los delitos patrimoniales[55].
Bustos Ramírez sostiene que no basta con una relación fáctica, sino que es ne-
cesaria la existencia de alguna clase de relación jurídica; pero por otra parte lo
jurídico (sean derechos, obligaciones u otras formas jurídicas) no es suficien-
te pues es necesario que tales relaciones tengan una significación económica,
esto es, valuable en dinero[56].
¿Qué debemos entender por incremento patrimonial? En principio, constitui-
rá una mejora en el acervo patrimonial del agente, sea una mayor cuantifica-
ción de sus activos o una disminución de sus pasivos[57]. En palabras de Asen-
cio Mellado, por ingresos, no se entiende solo el aumento del activo, sino tam-
bién la reducción del pasivo en forma de condonaciones de deuda, percepción
de ventajas injustificadas para la adquisición de bienes, etc[58].
Podrá apreciarse entonces un incremento patrimonial cuando el funcionario o
servidor público atesora un patrimonio personal, que no se corresponde con sus
ingresos lícitos, es decir, cuando el intraneus no puede justificar razonablemen-
te sus ingresos (v. gr. el funcionario percibe un sueldo mensual de 5,000 nuevos
soles pero adquiere un inmueble de 200,000 nuevos soles en una sola armada).
Acá se podría decir que el sujeto público no tenía la capacidad económica
para desembolsar dicha suma, pero, primero debe descartarse que el funciona-
rio no haya tenido otros ingresos lícitos, como haberse ganado la lotería o ha-
ber recibido una donación y, segundo, que la ilicitud no provenga de delitos,
donde no medie la relación funcional. Estos elementos deben ser probados
[55] Vide, PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso Raúl. Derecho Penal. Parte Especial, Idemsa, Lima, 2008,
pp. 151-153.
[56] BUSTOS RAMÍREZ, Juan. Manual de Derecho Penal. Parte Especial. Ariel, Barcelona, 1991, p. 290.
[57] MOLINA ARRUBLA, C. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 369.
[58] ASENCIO MELLADO, José María. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 3.
474
Alonso R. Peña Cabrera Freyre
[59] Así, Molina Arrubla, al señalar que cuando simplemente se haya producido el incremento del pasivo,
sin que ello reporte el incremento del activo, estaremos en presencia de una conducta atípica, puesto
que más que un enriquecimiento, (…) lo que se ha presentado es un empobrecimiento, que, por lógicas
consideraciones, no debe ni puede ser punible (al menos en principio, esto es, mientras no sea doloso y
encaminado a la elusión de compromisos obligaciones en perjuicio de los acreedores, si bien sería com-
portamiento que habría de sancionarse a nivel de los delitos contra el patrimonio económico). Delitos
contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 369.
[60] SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 591.
475
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[61] Vide. DONNA, Edgardo. Derecho Penal. Parte Especial. T. III. Ob. cit., p. 396.
[62] SOLER, Sebastián. Derecho Penal argentino. T. V. Ob. cit., p. 206.
476
Alonso R. Peña Cabrera Freyre
[63] FONTÁN BALESTRA, Carlos. Derecho Penal. Parte Especial. Ob. cit., p. 878.
[64] INCHAUSTI, M.A.; Enriquecimiento ilícito de funcionarios. Ob. cit., p. 57.
[65] CREUS, Carlos. Derecho Penal. Parte Especial. T. II. Ob. cit., p. 323.
[66] SANCINETTI, Marcelo. El delito de enriquecimiento ilícito de funcionario público. Ob. cit., p. 105.
[67] El resaltado es nuestro.
[68] Ibídem, p. 107.
[69] Ibídem, p. 109.
[70] Vide al respecto, PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso Raúl. Derecho Penal. Parte Especial. T. II.
Ob. cit., pp. 295 y 296.
[71] Vide al respecto, ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública…
Ob. cit., pp. 554 y 555.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[72] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. El delito de enriquecimiento ilícito. Análisis crítico. Ob. cit., p. 95.
[73] CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 211.
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Alonso R. Peña Cabrera Freyre
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[80] MOLINA ARRUBLA, C. Delitos contra la Administración Pública, p. 368; Así, SALINAS SICCHA,
Ramiro. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., pp. 587 y 588.
[81] PEÑA CABRERA, Raúl y otro. Delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 47.
[82] Vide al respecto ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública. Ob. cit.,
pp. 544 y 545.
[83] Cfr. al respecto, CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 201; GÁLVEZ
VILLEGAS, Tomás. Delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 152.
[84] PEÑA CABRERA, Raúl y otro. Delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 48.
[85] Se ha seguido la fuente colombiana así como la CICC.
480
Alonso R. Peña Cabrera Freyre
conducta que importe un incremento patrimonial, sin que interese que aquél
sea significativo.
Podría entonces decirse que el incremento patrimonial no siempre puede re-
presentar un estado de enriquecimiento, de modo, que una correcta interpreta-
ción de este tipo penal, supone indispensablemente, no dejar de lado la noción
del enriquecimiento, como un factor situacional imprescindible.
No perdamos de vista que el enriquecimiento es un estado, es una situación pa-
trimonial ventajosa que ostenta el agente y, otra muy distinta, son los actos que
debe efectuar el autor para poder obtener un incremento patrimonial significativo.
En un primer plano, el enriquecimiento debe exteriorizarse generalmente en
el ejercicio del cargo funcional, es decir, antes del cese y después de su nom-
bramiento; esto es, como escribe Salinas Siccha, el incremento debe producir-
se cuando el sujeto público tenga en forma real, el cargo público siendo irre-
levante para efectos de la tipificación, si el incremento ilícito se produce en el
periodo específico en el cual el agente, por ejemplo, se encuentra de licencia,
vacaciones, permiso, etc[86].
La problemática estriba cuando dicho estado aparece antes de que el agente
asuma el ejercicio efectivo del cargo o, en un momento posterior, cuando el
agente deja de ser funcionario público; lo que a partir de la modificación en
la tipicidad objetiva (“en el ejercicio de sus funciones”), conlleva a una inter-
pretación distinta a la que conducía la redacción anterior de la norma[87].
Veamos la primera opción: cuando el incremento patrimonial ocurre antes del
ejercicio de funciones del agente, es decir, cuando el sujeto aún no ha asumido
el cargo público, no puede incurrir en el delito de enriquecimiento ilícito pues
el tipo exige que el incremento patrimonial se manifieste en pleno ejercicio
del cargo. Aún así el incremento patrimonial exteriorice un enriquecimiento
no podría aceptarse su tipicidad al no estar presente el nexo funcional, esto es,
la relación entre la actividad y el incremento patrimonial del sujeto público.
Si es que el sujeto ha experimentando un notable incremento patrimonial an-
tes de la asunción del cargo podrá ser responsable por otros delitos (lavado de
activos, secuestros, fraude en la administración de personas jurídicas, estafas,
etc.), pero no por el tipo penal del artículo 4001 del CP.
En la doctrina nacional se señala que cuando existe la expectativa del ejer-
cicio funcionarial en el futuro inmediato, esto va precedido de algún acto de
[86] SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 590.
[87] Ibídem. p. 591.
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Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
[88] ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública…Ob. cit., p. 542.
[89] ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 436.
[90] FERRÉ OLIVE/NUÑEZ PAZ/ RAMÍREZ BARBOSA. Derecho Penal colombiano. Parte General.
Principios Fundamentales y Sistema. Grupo Editorial Ibañez, Bogotá, 2010, p. 254.
[91] SÁNCHEZ-OSTIZ, Pablo. Imputación y teoría del delito, B de F-1a Edición, Montevideo, 2008, p. 470.
482
Alonso R. Peña Cabrera Freyre
producirse luego de cesar las funciones, pero que tienen relación directa con
el ejercicio de la función ya fenecida. Esta limitación, dice, no tiene nin-
gún fundamento, por el contrario, refleja el alto grado de improvisación del
legislador[92].
Con la redacción primigenia, un sector de la doctrina negaba la admisión del
enriquecimiento ilícito cuando el agente había cesado en el cargo público, se-
ñalándose que no debe olvidarse que cuando el sujeto deja de ser funcionario,
no existe ninguna obligación (salvo que la ley cree límites y controles tempo-
rales al patrimonio del ex funcionario, como en otros países) de declarar ni de
evitar que su patrimonio se incremente, ni de justificar estos incrementos, lo
cual haría muy difícil su persecución en la práctica[93].
En resumidas cuentas, la modificación realizada por la Ley Nº 28355, lo úni-
co que ha ocasionado son obstáculos en la prevención y sanción de estas con-
ductas lesivas propiciando lagunas de impunidad que si bien pueden salvarse
en algunos casos a través de correctas técnicas de interpretación (imputación
objetiva), no son suficientes, en una cultura jurídica adherida al positivismo y
a la literalidad de la ley, por lo que una reforma del artículo 401 del CP que,
por lo menos, reestablezca la redacción original es necesaria.
[92] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. El delito de enriquecimiento ilícito. Análisis crítico. Ob. cit., p. 95.
[93] ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública… Ob. cit., p. 543.
[94] Cfr., PEÑA CABRERA FREYRE, Alonso Raúl. Derecho Penal. Parte General. Ob. cit., p. 642.
[95] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. El delito de enriquecimiento ilícito. Análisis… Ob. cit., p. 103.
483
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Debe decirse, por lo tanto, que en rigor, debe advertirse una secuela de actos
(típicos), que de forma sistemática supongan sendos incrementos patrimonia-
les, para poder afirmar la presencia de un delito continuado[96].
En el enriquecimiento ilícito el estado antijurídico se prolonga, es decir, la le-
sión al bien jurídico no cesa en el tiempo debido a lo cual es posible admitir la
participación de quien interviene mientras no culmine dicho estado.
¿Cuándo se consuma del delito de enriquecimiento ilícito? En la jurispruden-
cia se señala que: “El enriquecimiento ilícito es un delito (…) comisivo activo,
de resultado y condicionado, que se consuma en la circunstancia en que exis-
ta incremento patrimonial significativo y contrastante no sustentado, en la me-
dida que el mismo es producto de actividades no ajustadas a Derecho (…)”[97].
Debe subrayarse la distinción entre los actos conducentes a lograr el incre-
mento patrimonial y este mismo. Si bien es ese incremento lo que valora el le-
gislador para determinar la legitimidad de la punición, no debe dejar de reco-
nocerse que es el tipo el que debe definir si nos encontramos ante una prolon-
gación de la situación antijurídica.
Cuando el agente, mediante una serie de actos típicos, logra incrementos pa-
trimoniales, configura un delito continuado. Una cuestión distinta es la que
ocurre cuando el agente alcanza utilidades significativas con posterioridad (v.
gr. las inversiones bancarias o en bolsa que puedan reportar utilidades signifi-
cativas, el abono del dinero en diversas cuentas bancarias así como la adquisi-
ción de bienes inmuebles en el exterior). Estos actos son posteriores a la con-
sumación del delito, y, por lo tanto, no suponen una nueva vulneración de la
norma penal. En consecuencia, son comportamientos impunes.
Debe tenerse en cuenta, como apunta Gálvez Villegas, que por tratarse de un
delito de estado, la relevancia penal se verifica al momento en que se produ-
ce el enriquecimiento y, por lo tanto, es en este momento en el que queda con-
sumado el delito y aunque el autor siga aprovechándose del estado creado por
este hecho, ello no significa que constantemente siga enriqueciéndose o co-
metiendo sucesivamente conductas típicas[98].
Al efecto, resulta interesante remitirnos a una sentencia emitida por la Prime-
ra Sala Penal Especial de la Corte Superior de Lima (Exp. Nº 004-2001, del
9/02/2010). Aquíel objeto fáctico del proceso fue la insuficiencia de los in-
gresos percibidos mensualmente por el excluido Walter Chacón Malaga para
[96] Vide PEÑA CABRERA, Raúl y otro. Delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., pp. 64 y 65.
[97] RN Nº AV-09-2001. En: ROJAS VARGAS, Fidel. Jurisprudencia penal comentada. Gaceta Jurídica,
Lima, 1999, p. 352.
[98] GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 168.
484
Alonso R. Peña Cabrera Freyre
explicar los depósitos que mensualmente este registraba en sus propias cuen-
tas y en las de su núcleo familiar (acusados de cómplices) sin interrupción
desde 1995 hasta el 2000, esto es, cuando coincidentemente era un alto oficial
militar. En el presente caso nos encontramos con un contexto fáctico de delito
permanente en el que se aprecia la producción de resultados típicos constan-
tes (ingresos mensuales desproporcionados).
En la resolución citada se señala que: “(…) en el delito sub examine es posible
que el agente infrinja permanentemente su deber en tanto y en cuanto se pro-
longue en el tiempo de su ejercicio funcionarial”. No dudamos que un funcio-
nario público pueda vulnerar sistemáticamente la norma contenida en el ar-
tículo 401 del CP, pero una cuestión distinta es afirmar que dicha lesión pue-
da configurar un delito permanente, por la sencilla razón de que obtenido el
incremento patrimonial, el delito ya se consumó y si el intraneus vuelve a in-
crementar su patrimonio mediante otros actos, se tratará de un delito conti-
nuado, pues los efectos antijurídicos del primer hecho ya habrán cesado con
su efectiva realización típica, siendo los subsecuentes actos, propios de una
nueva lesión a la norma.
En opinión de Salinas Siccha, lo importante es dejar establecido que el delito
se consuma en el tiempo que el sujeto público realiza la actividad ilícita que
origina el incremento desmedido del patrimonio. En consecuencia, no es un
delito permanente que se produzca durante todo el periodo en que el sujeto
público se encuentre trabajando para la administración pública[99].
[99] SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 602.
485
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
delito[100]; se podría decir entonces, que se trata de un delito de estado mas que
de resultado, pero de pura actividad, donde los actos anteriores a dicha situación
patrimonial no pueden ser reputados como una tentativa[101] [102], pues de ser así,
estaríamos contrariando su naturaleza abstracta. Sin embargo, esto no es obs-
táculo para reconocer que tales hechos sean subsumidos en otros delitos fun-
cionariales, como el peculado, cohecho, malversación de fondos o concusión.
El delito de enriquecimiento es un delito instantáneo que se consuma en el mo-
mento en que el funcionario incrementa ilícitamente su patrimonio, lo que puede
producirse en periodos cortos o largos, en una actividad ilícita o en varias, etc[103].
Un aspecto importante a saber es que la consumación del enriquecimiento ilí-
cito no está supeditado a que el imputado (agente) pueda justificar razonable-
mente antes del vencimiento del plazo el incremento patrimonial[104].
[100] A decir, de Rojas Vargas, el delito se consuma en la medida que haya existido un incremento significa-
tivo y contrastante, el mismo que es el resultado de actividades no conformes a derecho en el contexto
del desarrollo temporal o ultra temporal del cargo o empleo público; ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos
contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 436.
[101] Así, SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 603; ABANTO
VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública… Ob. cit., p. 556; Gálvez Villegas,
quien en principio niega la admisión de la tentativa, dice también que cuando se requieren varios actos
para su consumación sí es posible la tentativa, El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., pp. 162 y
163; PEÑA CABRERA Y FRANCIA ARIAS, apuntan que se presenta la tentativa en el sujeto que
realiza actividades tendentes a formalizar un contrato que le permita el aumento de su patrimonio, sin
ser el encargado de la celebración contractual; Delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 64.
[102] En contra: ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 436.
[103] SALINAS SICCHA, Ramiro. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 602.
[104] Así, ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la Administración Pública… Ob. cit., 556.
[105] Así, ROJAS VARGAS, Fidel. Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., 436; GÁLVEZ
VILLEGAS, Tomás. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., pp. 155 y 156; PEÑA CABRERA,
Raúl y otro. Delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 51.
[106] Así, ABANTO VÁSQUEZ, Manuel. Los delitos contra la administración pública… Ob. cit., p. 553.
[107] Cfr. CARO CORIA, Carlos. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., pp. 221-223.
486
Alonso R. Peña Cabrera Freyre
[108] Peña Cabrera y Francia Arias, señalan que su inclusión en cualquiera de los niveles del delito repercu-
ten en el ámbito del error; El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 53.
[109] SALINAS SICCHA afirma al respecto que al simple querer enriquecerse por actos ilícitos le es conna-
tural el ánimo de lucro; Delitos contra la Administración Pública. Ob. cit., p. 600; en opinión de Abanto
Vásquez aunque no se mencione expresamente es consustancial al tipo el ánimo de lucro como intención
de obtener beneficio patrimonial. Los delitos contra la Administración Pública…, Ob. cit., p. 553; a decir
de Gálvez Villegas, el mismo se evidencia con la sola voluntad de asumir la titularidad de los bienes y
derechos que corresponden al incremento patrimonial, o lo que es lo mismo, al incorporarlos a su patri-
monio personal, familiar o de tercero interpuesto. El delito de enriquecimiento ilícito. Ob. cit., p. 155.
487
La invocación de la excusa absolutoria
del artículo 406 del CP: Un supuesto
de aplicación de la analogía in bonam
partem en los delitos de encubrimiento
Introducción
[*]
Abogado del Estudio Jurídico Santos E. Urtecho Benites Abogados. Estudios concluidos de Maestría en
Derecho Penal y Ciencias Criminológicas en la Universidad Nacional de Trujillo.
489
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
418 CP), el fraude procesal (artículo 416 CP), la denuncia calumniosa (ar-
tículo 402 CP), entre otros, no gozando sin embargo de esa calidad de re-
presentatividad como delito contra la administración de justicia, el tipo del
artículo 403 del Código Penal. Muestra de ello es la escasa alusión que a
nivel de los estudios de la doctrina penal peruana ha importado la conduc-
ta típica allí regulada, así como la casi nula persecución penal que la mis-
ma ha obtenido, lo cual se pone en evidencia por la también escasa inter-
vención jurisprudencial que aquella ha adquirido. Y es que, conviene decir-
lo desde aquí, el delito de “ocultamiento de menor de edad a las investiga-
ciones” no es más que un derivado innecesario del delito de encubrimiento
personal sancionado por la norma del artículo 404 del Código, siendo noto-
ria su falta de necesidad en el plexo de los delitos contra la Administración
de Justicia, tomando como referencia inicial de ello su ausencia regulativa
en el Derecho Penal comparado, del cual, como es conocido, han sido aco-
gidos muchos de los tipos penales contenidos en el actual ordenamiento pe-
nal peruano.
El hecho es que además de esta innecesaria vigencia y autonomía del tipo
penal referido –primer cuestionamiento que puede otorgársele–, deviene en
criticable la afectación a un factor esencial de regulación que incide en los
efectos punitivos que de la norma allí contenida se deben derivar. Así pues,
a resultas de que en múltiples ocasiones la práctica forense ha permitido po-
ner en evidencia irrehuibles deficiencias de técnica legislativa que deslucen
con plena diafanidad la utilidad que con determinados tipos legales ha pre-
tendido asignarse a la política sancionatoria, el centro crítico sobre el que
se cernirán las líneas siguientes radica precisamente en la implicancia nega-
tiva que importa aquella deficiente –pero sobre todo asistemática– técnica
legislativa hallada en el artículo 403 del Código Penal de cara a lo regula-
do en los artículos 404, 405 y 406 del mismo Código. Puesto que, de la sola
nominación o rúbrica de los mencionados artículos 404 y 405, resulta noto-
rio que el encubrimiento u ocultamiento es la conducta que finalmente revis-
te de fundamento a los injustos típicos allí descritos, tal como así idéntica-
mente ocurre con la norma del artículo 403 del Código Penal. Motivo por el
cual, presentándose esta identidad de razón, se torna justificado inquirir so-
bre el porqué de la no aplicación de la excusa absolutoria que se halla con-
templada para los casos de los delitos de encubrimiento real y encubrimien-
to personal, al caso del delito de ocultamiento de menor a la investigación.
Por ello, si de reparos en los delitos contra la Administración de Justicia se
trata, aquí se expondrán algunos reparos –cómo no, de seguro insuficientes–
respecto de la regulación del artículo 403 que, como pocas normas de la par-
te especial, se ha mantenido no solo en vigencia desde que entrara en rigor el
actual Código Penal de 1991, sino sobre todo a salvo de modificaciones. Ello
490
Alejandro Urtecho Navarro
pasará por afianzar la crítica que en esta parte ya se ha avizorado, para lo cual
será necesario recurrir a la figura jurídica de la analogía, y más concretamen-
te, a la pretensión de la aplicación de la analogía in bonam partem. De esta
manera, repasando la legitimidad de dicha aplicación, se buscará legitimar la
extensión de la excusa absolutoria prevista en el artículo 406 para el supues-
to de hecho del mencionado artículo 403, lo cual en ningún caso deberá con-
siderarse como trasgresión alguna al principio de legalidad, sino que, por el
contrario, en aras de la coherencia sistemática al interno del ordenamiento ju-
rídico-penal, su consideración deberá asimilarse como un intento por salvar la
aparente contradicción o contrasentido que queda descubierta al no acogerse
en el Código Penal la aplicación de una determinada excusa absolutoria para
casos idénticos y de sobra símiles.
al como se ha venido aludiendo, los artículos 403, 404 y 405 del Código de
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1991, representan la expresión del legislador por sancionar aquellas conduc-
tas que esencialmente denotan el ocultamiento de personas o de cosas impli-
cadas en una investigación llevada a cabo por la autoridad judicial o su simi-
lar. Por ello, como expresa González Rus, el encubrimiento solo adquiere una
fundamentación sólida si se le enfoca desde la perspectiva de la Administra-
ción de Justicia, en la medida en que las conductas que lo integran suponen
dificultar, si no impedir, el descubrimiento de un delito y facilitar la impuni-
dad de los responsables de este, obstaculizando así que pueda verse realizada
la justicia, en el sentido amplio que denota. A partir de esta aseveración ad-
quiere sentido el carácter pasible de sanción de conductas que tienden a encu-
brir aquello que mantenga relación con la comisión de un hecho perseguible
penalmente, lo cual –vale decirlo– se ha mantenido en el ordenamiento perua-
no por casi siglo y medio de codificación penal.
Así, el legislador peruano de 1863 tipificó el encubrimiento en el artículo 16
del Código Penal de aquel año, considerándola una figura delictiva autóno-
ma, describiendo como agente encubridor a quien sin ser coautor ni cómplice
de un delito, “interviene en él” después de perpetrado. Este artículo referido
comprendía las conductas consideradas modernamente como encubrimien-
to personal, encubrimiento real y receptación, sistematizado en la Parte Ge-
neral del cuerpo normativo penal. Ya para 1924, el legislador penal determi-
nó la configuración de estos supuestos como otros tantos tipos penales inde-
pendientes, sistematizados y ubicados en la Parte Especial del Código Penal,
empleándose para los casos de encubrimiento los verbos rectores “sustraje-
ra” y “dificultare”, entendiéndose por ambos a toda acción que facilite o haga
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puesto que, si bien es cierto que el supuesto del artículo 403 sanciona
exclusivamente el encubrimiento de personas menores de edad y, por
ello, la rúbrica e identificación de este tipo penal está signado como
“ocultamiento de menor a las investigaciones”, no obstante, no por
esa sola razón dicho supuesto deja de constituirse en un claro ejem-
plo de “encubrimiento personal”, y ello pese a que esta rúbrica, den-
tro de la nomenclatura del Código de 1991, solo identifica el supues-
to del artículo 404.
§2. Manifestado lo anterior, y bajo los límites allí establecidos, conti-
núese pues bajo la expresión de algunos rasgos típicos del delito de
“encubrimiento personal” (artículo 404). En él, el legislador ha utili-
zado en la descripción típica el verbo “sustraer”, entendiéndose por
este a toda conducta que facilite o haga posible eludir la investiga-
ción por la comisión de un hecho punible; es decir, y ya completan-
do la conducta prohibida, sustraer a la persecución penal o a la acción
de la justicia a determinada persona que ha llevado a cabo un hecho
sancionable penalmente, impidiendo que se consiga llegar a ella por
cualquier medio. Como queda claro, la alusión a “sustraer” no debe
entenderse en su acepción literal sino en el sentido de la acción mate-
rial de impedir que el encubierto pueda ser perseguido o condenado.
Por ello es que equivale a extraer, quitar, apartar, sacar, etcétera. Con
lo cual, sin duda hay una sustracción cuando la acción del favorece-
dor es adecuada para fomentar la frustración de la pena, la persecu-
ción penal o de cualquier medida ordenada por la justicia, resultando
irrelevante en la configuración del tipo si el agente asegura o no al-
gún tipo de ventaja.
En tal correlato, resulta por demás notorio que con la vigencia de esta
norma se propende a mantener pasible y posible de realización la ad-
ministración de la justicia a través de las sedes judiciales correspon-
dientes. Así, la norma será infringida una vez que el agente impida
dicha realización, ya sea a nivel de las investigaciones en un proceso
penal –sin importar incluso en cuál estadio procesal ocurra esta intro-
misión o sustracción de la persona encubierta– o ya sea cuando que
la condena a una sanción penal haya sido impuesta y deba ser cum-
plida. En cualquier caso, sustrayendo, ocultando, apartando, dejando
fuera del alcance a aquella persona procesada o sobre quien pesa una
condena, se está obstruyendo e impidiendo la realización plena de la
administración de la justicia, o, si se prefiere, impidiendo la realiza-
ción de lo que ha sido dispuesto por las autoridades judiciales al final
de un proceso judicial u obstruyendo la prosecución o éxito del mis-
mo al no hallarse físicamente la persona investigada.
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1. Apuntes preliminares
§1. Según una conocida opinión, la analogía es el traslado de una re-
gla, dada en la ley para el supuesto de hecho, o para varios supues-
tos de hecho similares, a otro supuesto de hecho, no regulado en la
ley, similar a aquel. Se apunta igualmente que la analogía significa la
comprobación de una igualdad normativa entre dos casos que no son
completamente iguales pero que lo son en grado suficiente para que
el régimen jurídico de uno deba ser igualmente al del otro. En reali-
dad, la analogía no crea un derecho nuevo, descubre uno ya existente
e integra una norma establecida para un caso previsto por el legisla-
dor a otro patentado por la vida social; no presupone la falta absoluta
de una norma, sino la no previsión por la misma de un supuesto de-
terminado. Es en tal virtud que preliminarmente, como una cuestión
básica y trascendental, debe quedar zanjado que la analogía no supo-
ne la creación de una norma nueva, sino la aplicación extensiva de
una norma que existe previamente. De ello deriva que no es correcto
confundir la identidad de razón que debe concurrir en toda analogía
con la supuesta formulación de una norma (nueva).
Por su parte, es importante recalcar que la analogía constituye un
método de autointegración del Derecho, el cual se emplea para col-
mar lagunas jurídicas. La afirmación de que se trata de un proceso
de complementación jurídica obedece al servicio que presta como
un mecanismo para integrar o cubrir las lagunas del Derecho posi-
tivo, cuestión que supone la ausencia de una regulación normativa
para el caso que se pretende resolver; es decir, la analogía como pro-
cedimiento de integración del Derecho desaparece en la medida que
exista una norma jurídica previsora de determinado caso o situación
a resolver. Por ello es que con acierto y, a contrario sensu, se esti-
ma que la analogía comienza donde la interpretación del texto de la
ley termina, al haberse rebasado su sentido literal posible. La auto-
integración se caracteriza en virtud a que la integración de las lagu-
nas del Derecho se produce aprovechando los recursos del mismo or-
denamiento, en el ámbito de la fuente dominante, sin recurrir a otros
ordenamientos o recurriendo mínimamente a fuentes distintas de la
dominante.
§2. Asimismo, es indudable que la analogía es una forma de razona-
miento lógico que tiene una amplia incidencia en el campo del pen-
samiento en general y del jurídico en particular, siendo en este senti-
do correcto afirmar que la analogía no es un problema estrictamente
jurídico sino que se trata de una cuestión lógica con repercusiones
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[2] Por ello es que inequívocamente al ordenamiento jurídico en su conjunto debe asignársele como factor
común de vigencia el establecimiento de la proscripción de la aplicación de la analogía para todos aque-
llos supuestos en los cuales pretenda restringirse derechos fundamentales so pretexto de la existencia
de una ley con sentido similar a un supuesto fáctico no regulado en el plexo de los supuestos normativos
que regulan la actividad social.
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[3] Aforismo latino que bien pueden entenderse con la siguiente idea: “las cosas favorables deben ampliar-
se y, las odiosas, restringirse”.
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[4] El respeto del sentido literal posible no solo marca los límites de toda interpretación de una norma
jurídica, sino que con ello condiciona los alcances y el inicio de la protección de un bien jurídico.
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[5] Al respecto, y dicho en otros términos, siendo el nullum crimen, nulla poena, sine lege una garantía del
ciudadano y un límite del ius puniendi, solo la creación de delitos y penas –de estados de peligrosidad
o de circunstancias agravantes–, esto es, la analogía en perjuicio del reo, puede representar un grave
quebranto del principio de legalidad. Pero no la analogía que crea causas de exención de la responsabi-
lidad criminal o circunstancias de atenuación de la misma.
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Luego, también, podría llegar a pensarse que el tipo penal del ar-
tículo 403 fue asimilado por el legislador como un delito especial y
que, por ende, el círculo de destinatarios de la norma quedó reduci-
do para unos cuantos sujetos. En esta línea de pensamiento, y basan-
do el supuesto deber especial en el grado de relación directa y de re-
presentación para con el menor, podría identificarse como sujetos pa-
sibles de responsabilidad penal a los padres, tutores, o cualquier otro
tipo de estos que tengan bajo su custodia y tutela al menor de edad.
Siendo ello así, tal vez, sin que se haga expresa alusión, la norma pe-
nal contenida en el tipo en cuestión estaría dirigida para dicha clase
de personas, es decir, para quienes mantienen un vínculo determina-
do con el menor de edad que crearía en aquellos alguna competencia
institucional. Después de todo, no siempre cada tipo penal especial
–aunque no por ello sea aceptable– inicia su enunciado con la alusión
a específica persona, en ocasiones basta con la expresión genérica “el
que”. En tal sentido, partiendo de esta identificación del tipo penal
del artículo 403, sería el deber de responsabilidad de quienes tienen
a su cargo a menores de edad, lo que les impelería a no sustraerlos u
ocultarlos de las investigaciones de la justicia.
No obstante, de ser así, cerrado el círculo de autores, ¿qué ocurriría con
aquellas otras personas que no tienen ese presunto vínculo especial o
deber de responsabilidad para con menores de edad que, por ciertas cir-
cunstancias o razones, deciden sustraerlos u ocultarlos de las investiga-
ciones de la justicia? ¿Acaso ante un supuesto de esta naturaleza la ade-
cuación típica sería dirigida ya no al artículo 403 sino al artículo 404 del
Código Penal? Dado que se intenta encontrar una razón de la autono-
mía brindada al artículo 403, no resulta lógico que existiendo una nor-
ma que sanciona el supuesto específico del ocultamiento de un menor,
se tenga que recurrir para su adecuación típica al artículo 404. Sin em-
bargo, si se parte de que hipotéticamente el alcance del artículo 403 solo
es aplicable para quienes ostentan un deber especial para con un menor
de edad, entonces, o bien la conducta de una persona que no ostenta ese
deber quedaría impune, o bien, irrumpiendo con el principio de legali-
dad, se le aplicaría típicamente los alcances del artículo 404.
Esta disyuntiva que a manera de encrucijada se obtiene, lleva como
consecuencia el repensar si es viable sostener que el artículo 403 del
Código Penal contiene en realidad una norma penal basada en un de-
ber especial. Y más allá aún, acarrea repensar igualmente si el su-
puesto deber de no sustracción u ocultamiento de menores de edad
(del que aquí se ha expresado su presunta y eventual existencia, solo
a efectos de una también presunta ratio legis) realmente es superior
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Bibliografía
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El delito de prevaricato
de jueces y fiscales
I. Antecedentes
Los orígenes del prevaricato se hallan en el Derecho Romano, que conoció la
acción de perduelito frente a la violación de un deber por el magistrado. En la
Lex Cornelia se incluyó el castigo al pretor que se apartaba de la correcta apli-
cación de las leyes. La prevaricación figuraba también en el Digesto, el Fuero
Real y las Partidas. Sin embargo, no era solo un delito de magistrados, tam-
bién lo constituía la infidelidad de los defensores con sus defendidos; por eso
que el abogado que asesora a las partes en conflicto se le denomina patroci-
nante infiel, pues comete prevaricación abogadil. Asimismo, se incluía la pre-
varicación administrativa de funcionarios públicos.
El delito de prevaricato sanciona al funcionario judicial o administrativo que
dicta resoluciones contrarias al texto de la ley o la funda en hechos falsos. Esa
es la línea conceptual de este delito. Con variantes en el caso de los abogados,
el prevaricato no sanciona el yerro sino el abuso del Derecho.
El vocablo prevaricato proviene del latín prevaricatus, significando según
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la acción de
cualquier funcionario que falta a los deberes de su cargo. Etimológicamen-
te proviene de dos voces latinas prae (delante) y vicare (abrir las piernas),
[*] Profesor de Derecho Penal y Derecho Procesal Penal en la Universidad Particular Inca Garcilaso de
la Vega. Abogado con estudios de posgrado en Ciencias Penales en la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos y en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Juez Penal Titular de la Corte Superior de
Justicia del Callao.
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[1] SALAZAR, Alonso. “El prevaricato en el Derecho Penal costarricense”. En: Revista de Ciencias
Jurídicas. Nº 117, setiembre-diciembre de 2008, edición digital: <http://www-latindex.ucr.ac.cr/cien-
cias-juridicas-117/ciencias-juridicas-117-05.pdf> (p. 126).
[2] Véase CALDERÓN CEREZO, Ángel y CHOCLÁN MONTALVO, José Antonio. Derecho Penal. Parte
Especial. 2ª edición, Bosch, Barcelona, 2001, p. 543.
[3] MUÑOZ CONDE, Francisco. Derecho Penal. Parte especial. Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, pp.
792-793.
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[4] ORTS BERENGUER, Enrique. Derecho Penal. Parte especial. 3ª edición, Tirant lo Blanch, Valencia,
1999, p. 783.
[5] Publicada el 1 de marzo de 2010.
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En el Código Penal de 1924 estaba previsto entre los delitos contra los debe-
res de función en el artículo 354, y con la modificación del Decreto Legisla-
tivo Nº 121, del 12 de junio de 1981, se amplió como sujeto agente al fiscal,
en concordancia con la instalación del Ministerio Público como organismo
independiente y autónomo de la persecución pública a partir de la Constitu-
ción de 1979 y su Ley Orgánica (Decreto Legislativo Nº 052, del 19 de mar-
zo de 1981).
En el Código Penal de 1991 fue incorporado en el artículo 418, considerán-
dose como sujetos activos a jueces o fiscales. El texto original reprimía al
juez o el fiscal que dicta resolución o emite dictamen, contrarios al texto ex-
preso y claro de la ley o cita pruebas inexistentes o hechos falsos, o se apo-
ya en leyes supuestas o derogadas. Por Ley Nº 28492, publicada el 12 de
abril de 2005, se le agregó el elemento descriptivo “a sabiendas” para enfa-
tizar el dolo.
[6] FRISANCHO APARICIO, Manuel y PEÑA CABRERA, Raúl. Delitos contra la Administración Pública.
Feca, Lima, 2002, p. 115.
[7] FRISANCHO APARICIO, Manuel. Delitos contra la Administración de Justicia. Jurista Editores,
Lima, 2000, p. 172.
[8] CALDERÓN CEREZO, Ángel y CHOCLÁN MONTALVO, José Antonio. Ob. cit., p. 543.
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[9] ENCICLOPEDIA JURÍDICA OMEBA. Tomo XXIII, Driskill, Buenos Aires, 1991, p. 97.
[10] ROJAS VARGAS, Fidel et ál. Código Penal. 16 años de jurisprudencia. Tomo II, 3ª edición, Idemsa,
Lima, 2007, p. 658.
[11] Sentencias del Tribunal Supremo español del 4 de julio de 1996 y del 15 de octubre de 1999, véase
CALDERÓN CEREZO, Ángel y CHOCLÁN MONTALVO, José Antonio. Ob. cit., p. 543.
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[12] LEÓN PASTOR, Ricardo. Sobre la interpretación jurídica. Academia de la Magistratura, Lima, 2000.
[13] Véase: <www.juecesyfiscales.org/index.php?option=com_content&view=article&id=225%3Aprevari
catoporaccion&catid=12%3Ajurisprudencia&Itemid=7>.
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Jaime Leandro Díaz Castro, Édgar Gutiérrez Ortiz y Dalila Tapullina Sa-
las habían sido aprehendidos policialmente en flagrancia, habiéndoseles
incautado dieciséis kilogramos con treinta y seis gramos de pasta bási-
ca de cocaína, así como tres kilogramos de clorhidrato de cocaína, pre-
supuesto que no varió desde que el mismo juez acusado emitió el auto
apertorio de instrucción (…), ordenando medida coercitiva de detención;
b) Que, la resolución cuestionada si bien refiere que ‘se han dado nue-
vos elementos probatorios que permiten variar la medida coercitiva’; sin
embargo, no precisa cuáles son estos nuevos elementos probatorios;
y si bien también refiere que José Leandro Díaz Castro tiene acreditada
su identidad con sus respectivos pasaportes y actividad laboral conocida,
por lo que se presumiría que no tratará de eludir la acción de la justicia o
perturbará la actividad probatoria, sin embargo, este ha referido en su de-
claración instructiva, que no tiene domicilio en el Perú”[18].
En el siguiente caso se condenó a un fiscal por haber permitido en el proceso
un conjunto de actos contrarios a ley, y haber dictado sus dictámenes opinan-
do por la procedencia de adopciones sin haber observado dichas irregularida-
des, y apoyándose en supuestos fácticos falsos:
“(…) al procesado se le incrimina que en su condición de Fiscal Pro-
vincial Provisional no hizo ninguna observación a los trámites irregula-
res en los procesos de adopción sustanciados, emitiendo muy por el con-
trario dictámenes opinando por la procedencia de la adopción, en clara
contravención a las normas adjetivas y sustantivas sobre la materia; así
se le atribuye no haber reparado que se haya admitido a trámite deman-
das de adopción sin acompañar las partidas de nacimiento de los adop-
tados, que el consentimiento para la adopción haya sido otorgado por
las madres biológicas menores de edad, que se haya otorgado autoriza-
ción de viaje a los adoptados antes que se inicie el trámite del proceso
de adopción; así como que los propios dictámenes del acusado no tie-
nen sellos de la Fiscalía ni número, y menos se encuentran registrados,
tanto el ingreso como el egreso de las causas; que, no obstante la nega-
tiva del procesado, en autos existen suficientes medios probatorios que
acreditan la materialización del delito y la responsabilidad del proce-
sado” (Ejecutoria Suprema del 13 de noviembre de 1995, Sala Penal.
Exp. Nº 65-94-B-Cusco)[19].
[18] Anales Judiciales de la Corte Suprema de Justicia de la República. Año Judicial 2005, Tomo XCIV,
Lima, 2007, p. 118.
[19] ROJAS VARGAS, Fidel et ál. Ob. cit., p. 657.
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V. Tipicidad subjetiva
El elemento “a sabiendas” nos parecía innecesario en el texto original del ar-
tículo 418 del CP, pues este delito se realiza a título de dolo, salvo que el le-
gislador haya querido enfatizar que el agente actúa con conocimiento y volun-
tad de dañar el bien jurídico.
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del magistrado que hizo el esfuerzo necesario para impedir que el caso
prescriba.
El seguimiento de los plazos en un órgano jurisdiccional con una fuerte car-
ga procesal tiene relevancia. En este caso, se puede acreditar el dolo del juez
cuando las partes le han solicitado la prescripción de la acción o que se re-
suelva céleremente la causa, pese a lo cual el magistrado conscientemente no
adopta una decisión oportuna.
Cuando se emite una sentencia pese a que la acción penal ha prescrito, la con-
ducta prevaricadora puede fluir del propio texto de la resolución, sea que se
pronuncie, sin sustento legal, en contra de la prescripción, o simplemente no
se pronuncie al respecto. En tales casos, será el dolo la frontera para procesar
penalmente al juez por delito de prevaricato o disciplinariamente por una in-
conducta funcional.
IX. Antijuridicidad
En este el ámbito, se debe examinar si hay alguna regla que permita justifi-
car la conducta del magistrado, esto es, si concurre un permiso para realizar la
conducta típica de prevaricato.
1. Control difuso
De conformidad con el artículo 138 de la Constitución Política, los jueces tie-
nen el poder-deber de control difuso (a diferencia del Tribunal Constitucio-
nal, que tiene la facultad de control concentrado de las leyes), que significa
que en todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma constitucio-
nal y una norma legal, se debe preferir la primera.
En esta lógica, se prefiere igualmente la norma legal sobre toda otra norma
de rango inferior. La Ley Orgánica del Poder Judicial en su artículo 14 tam-
bién reconoce la facultad de controlar las leyes; si el magistrado la inaplica
por incompatibilidad con la Constitución, debe elevar la causa en consulta a
la Sala Constitucional y Social de la Corte Suprema, si es que no ha sido ape-
lada la decisión.
Del mismo modo, el Código Procesal Constitucional recoge esta facultad en
su artículo VI. La inaplicación de la ley se debe hacer siempre que sea rele-
vante para resolver la controversia y no sea posible obtener una interpretación
conforme a la Constitución.
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Si un juez inaplica una norma en virtud del control difuso obra amparado en
una causa de justificación o permiso que le otorga la Constitución a efectos de
ejercer el mencionado poder-deber.
Pero, ¿qué sucedería si un juez no inaplica una norma con contenido anticons-
titucional? ¿También estaría prevaricando al obrar en contra del artículo 138
de la Constitución? La respuesta es no, puesto que existe una presunción de
legitimidad de las normas del Estado, de modo que cuando el magistrado
examina e interpreta el posible sentido legítimo de una norma, el supuesto de
prevaricato pierde sustento.
Como toda facultad reglada, tenemos que la aplicación del control difuso pue-
de en determinadas circunstancias acarrear responsabilidad penal si se incum-
ple con las normas que lo regulan o le ponen límites. Esto se advierte de la
Resolución de Fiscalía de la Nación Nº 004-2009 MP-FN, del 8 de enero de
2009, referida a un magistrado que declaró procedente la semilibertad de un
condenado por delito de tráfico ilícito de drogas agravado, bajo el fundamen-
to de que existía incompatibilidad entre la norma que prohibía la concesión
de dicho beneficio en el aludido delito y el artículo 139 inciso 22 del texto
constitucional.
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2. Juicio ponderativo
El juicio de ponderación se da en el ámbito de las causas de justificación cuan-
do hay un conflicto de derechos o bienes jurídicos; el juez debe sopesarlos y de-
cidir la prevalencia de uno, que determinará la exclusión o no de la responsabi-
lidad penal. La decisión bajo esa regla no amerita un proceso por prevaricato,
siempre que se cumplan las reglas de la causa de justificación de que se trate.
X. Culpabilidad
El punto más relevante en este ámbito es el de la conciencia de la antijuridi-
cidad. Difícilmente el juez o fiscal, por su nivel especializado de conocimien-
to, puede alegar que obró bajo error de prohibición, creyendo que la conduc-
ta que realizó no constituye delito.
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parte procesal afectada con la resolución prevaricadora. Esta debe verse como
una pauta para establecer si estamos ante un hecho susceptible de constituir
un ilícito penal o administrativo. Desde el principio de última ratio, estima-
mos que la resolución o dictamen deben causar una afectación concreta en
contra de una de las partes procesales.
Parte de la doctrina estima que se trata de un delito de consumación instantá-
nea, que se satisface con el dictado de la resolución, independientemente de si
causa ejecutoria, es revocada o anulada por otro juez, o causa un resultado da-
ñoso[22]. Sin embargo, como se anotó, consideramos que, a efectos de la puni-
bilidad de la conducta, esta debería causar un perjuicio (vide infra).
El delito se consuma con la suscripción de la resolución o dictamen que con-
tiene la prevaricación, sin que sea necesario que hayan adquirido firmeza y al
margen de que sean revocadas por una instancia superior[23].
[22] EZAINE CHÁVEZ, Amado. Diccionario de Derecho Penal. Tomo III, Afa, Lima, 1999, p. 1453.
[23] Ídem.
[24] JESCHECK, Hans-Heinrich. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Traducción de Mir Puig y
Muñoz Conde, Volumen I, Bosch, Barcelona, 1978, p. 508.
[25] JAKOBS, Günther. Ob. cit., p. 407.
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las partes que actúan en un litigio, víctimas cuyo derecho de acceder a una
justicia eficaz, correcta y transparente debe ser garantizado.
De ahí que estimemos que la resolución que es objeto de la acción debe afec-
tar a una persona, debe lesionar los derechos de algún justiciable: el destina-
tario de la administración de justicia; de ahí que consideremos al perjuicio
como una condición objetiva de punibilidad.
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[27] Citada en: Revista de Jurisprudencia Peruana, Lima, 1951, p. 538. GUZMÁN FERRER, Fernando.
Ob. cit., p. 410.
[28] JESCHECK, Hans-Heinrich. Ob. cit., p. 719.
[29] Ibídem, p. 720.
[30] PEÑA CABRERA, Raúl. Tratado de Derecho Penal. Parte General. Grijley, Lima, 1999, p. 617.
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por haber sido condenado o habérsele impuesto la reserva del fallo condena-
torio por la comisión de un delito doloso, no pudiendo retornar a la carrera
judicial.
La Ley Orgánica del Poder Judicial en el artículo 210 (derogado) establecía
supuestos más amplios, al señalar que la suspensión se aplicaba al magistrado
o funcionario contra quien se dicta orden de detención, o se formulara acusa-
ción con pedido de pena privativa de la libertad en un proceso penal por de-
lito doloso.
Conclusiones
En virtud del principio de última ratio, si existen procedimientos correctores
de la resolución o dictamen contrarios a la ley, estos deben ser privilegiados
al procesamiento penal por delito de prevaricato. Incluso, antes de proceder a
una denuncia por delito de prevaricato se debe agotar la vía recursal.
Razones político-criminales aconsejan considerar el perjuicio a los justicia-
bles como una condición objetiva de punibilidad del delito de prevaricato.
Además, la agravación de la pena debe ser proporcional al perjuicio causado.
El control difuso y la ponderación de bienes jurídicos en conflicto descar-
tan la antijuridicidad del delito de prevaricato si es que se han aplicado
correctamente.
Si la norma que es objeto de colisión de la resolución o dictamen presunta-
mente prevaricador tiene más de una interpretación, esta deja de ser un tex-
to claro o expreso; en consecuencia, la conducta es atípica por falta de un ele-
mento descriptivo del tipo.
547
ÍNDICE GENERAL
Presentación............................................................................................................................................ 5
PARTE GENERAL
Introducción............................................................................................................................................ 9
I. Cuestiones preliminares.............................................................................................................. 11
II. Sobre los delitos de peligro......................................................................................................... 13
III. Diferencia, en el plano objetivo, entre el injusto penal (en los delitos de peligro) y la infrac-
ción administrativa...................................................................................................................... 17
1. Diferencia cualitativa entre el delito y la infracción administrativa.................................... 18
2. Criterios para diferenciar los delitos de peligro de las infracciones administrativas........... 21
2.1. La estadística.............................................................................................................. 23
2.2 La seguridad............................................................................................................... 24
2.3. La salud general.......................................................................................................... 24
2.4. El interés colectivo..................................................................................................... 25
Conclusiones........................................................................................................................................... 27
Bibliografía............................................................................................................................................. 27
Criminalidad empresarial
ad extra e imputación penal de empresa
Estuardo Leonides Montero Cruz
549
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Introducción............................................................................................................................................ 49
I. Posiciones a favor de la responsabilidad penal de las personas jurídicas................................... 51
1. Modelos de heterorresponsabilidad...................................................................................... 51
2. Modelos de autorresponsabilidad......................................................................................... 54
II. Posiciones en contra de la responsabilidad penal de las personas jurídicas................................ 57
III. Postura personal.......................................................................................................................... 59
Introducción............................................................................................................................................ 109
I. Teorías sobre la naturaleza jurídica de la “obediencia debida”................................................... 110
1. La obediencia debida como conducta atípica....................................................................... 110
2. La obediencia debida como error de tipo............................................................................. 111
3. La obediencia debida como causa de justificación............................................................... 112
3.1. Órdenes justificadas per se......................................................................................... 112
3.2. Cumplimiento de órdenes conforme a Derecho......................................................... 113
3.3. Cumplimiento de órdenes antijurídicas...................................................................... 114
3.4. Cumplimiento de la ley.............................................................................................. 114
550
ÍNDICE GENERAL
Introducción............................................................................................................................................ 137
I. Naturaleza jurídica del consentimiento....................................................................................... 139
1. El consentimiento como causa de justificación.................................................................... 139
1.1. La teoría del negocio jurídico..................................................................................... 140
1.2. La teoría de la renuncia al interés............................................................................... 141
1.3. El principio de ponderación de valores...................................................................... 142
2. El consentimiento como causa de atipicidad........................................................................ 143
II. Acuerdo y consentimiento........................................................................................................... 148
III. Requisitos del consentimiento..................................................................................................... 152
1. Disponibilidad del bien jurídico........................................................................................... 152
2. Capacidad para consentir...................................................................................................... 162
3. Manifestación del consentimiento........................................................................................ 164
3.1. Teoría de la declaración de voluntad.......................................................................... 166
3.2. Teoría intermedia........................................................................................................ 166
3.3. Teoría de la dirección de la voluntad.......................................................................... 166
4. Momento del consentimiento............................................................................................... 167
5. Contenido del consentimiento.............................................................................................. 168
IV. Consentimiento libre................................................................................................................... 169
V. Consentimiento presunto............................................................................................................. 174
VI. Consentimiento en los delitos imprudentes................................................................................. 179
I. Planteamiento.............................................................................................................................. 181
II. La complicidad delictiva............................................................................................................. 184
551
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Introducción............................................................................................................................................ 217
I. Concepto y naturaleza jurídica.................................................................................................... 219
II. Determinación legal y judicial de la pena................................................................................... 221
III. La facultad discrecional del juez en la determinación judicial de la pena.................................. 224
IV. Evolución legislativa................................................................................................................... 225
V. Teorías de la individualización judicial de la pena...................................................................... 227
VI. Los sistemas del marco penal...................................................................................................... 232
VII. Fases del procedimiento de determinación................................................................................. 233
1. Determinación de la pena básica.......................................................................................... 234
2. Determinación de la pena concreta...................................................................................... 235
3. Individualización de la pena atendiendo a las circunstancias especiales de agravación y
atenuación............................................................................................................................. 236
VIII. La fundamentación y determinación de la pena en el Código Penal........................................... 237
1. Las carencias sociales que hubiere sufrido el agente........................................................... 237
2. La cultura y sus costumbres................................................................................................. 238
3. Los intereses de la víctima, de su familia o de las personas que de ella dependen.............. 238
IX. Las circunstancias de determinación de la pena en el Código Penal.......................................... 239
1. La naturaleza de la acción.................................................................................................... 240
2. Los medios empleados......................................................................................................... 241
3. La importancia de los deberes infringidos........................................................................... 241
4. La extensión del daño o peligros causados.......................................................................... 241
5. Las circunstancias de tiempo, lugar, modo y ocasión.......................................................... 242
6. Los móviles y fines............................................................................................................... 242
7. La unidad o pluralidad de agentes........................................................................................ 242
8. La edad, educación, situación económica y medio social.................................................... 242
9. La reparación espontánea que hubiere hecho del daño........................................................ 243
10. La confesión sincera antes de haber sido descubierto.......................................................... 243
11. Las condiciones personales y circunstancias que lleven al conocimiento del agente.......... 244
12. La habitualidad del agente al delito..................................................................................... 245
13. La reincidencia..................................................................................................................... 245
X. Las circunstancias modificativas de la pena................................................................................ 245
XI. Reglas específicas para la aplicación de la pena......................................................................... 247
1. En el concurso real de delitos............................................................................................... 247
2. En el concurso ideal de delitos............................................................................................. 249
3. En el delito continuado y en el delito masa.......................................................................... 249
XII. Aspectos críticos.......................................................................................................................... 250
Conclusiones........................................................................................................................................... 251
Bibliografía............................................................................................................................................. 252
552
ÍNDICE GENERAL
Introducción............................................................................................................................................ 295
I. La reparación civil en el proceso penal....................................................................................... 296
II. Obligación legal de determinar la reparación civil en el proceso penal...................................... 297
553
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
Introducción............................................................................................................................................ 305
I. Evolución histórica...................................................................................................................... 306
II. Concepto...................................................................................................................................... 308
III. Naturaleza jurídica...................................................................................................................... 310
IV. El decomiso................................................................................................................................. 311
1. Bienes sobre los que debe recaer el decomiso..................................................................... 313
1.1. Objeto de la infracción penal...................................................................................... 314
1.2. Instrumento del delito................................................................................................. 315
1.3. Efectos del delito........................................................................................................ 316
2. La incautación y el decomiso............................................................................................... 317
V. Consecuencias accesorias aplicables a personas jurídicas.......................................................... 318
Conclusiones .......................................................................................................................................... 320
PARTE ESPECIAL
Introducción............................................................................................................................................ 325
I. Sobre los derechos fundamentales de las personas jurídicas...................................................... 326
II. Concepciones acerca del honor................................................................................................... 328
1. Concepciones fácticas.......................................................................................................... 328
2. Concepciones normativas..................................................................................................... 329
3. Concepciones fáctico-normativas [mixtas].......................................................................... 330
III. ¿Puede una persona jurídica ser titular del derecho al honor?.................................................... 331
1. La persona natural como único titular del derecho al honor................................................ 331
2. La persona jurídica como titular del derecho al honor......................................................... 332
IV. El honor en el Ordenamiento Jurídico nacional.......................................................................... 334
1. Antecedentes constitucionales y legislativos....................................................................... 334
2. El honor en la Constitución Política de 1993....................................................................... 337
2.1. Concepción fáctica del honor..................................................................................... 337
2.2. Concepción normativo-jurídica del honor.................................................................. 340
V. Jurisprudencia nacional............................................................................................................... 342
1. Sentencias emitidas por el Tribunal Constitucional peruano............................................... 342
2. Resoluciones emitidas por la jurisdicción penal ordinaria................................................... 344
554
ÍNDICE GENERAL
Introducción............................................................................................................................................ 355
I. Antecedentes normativos............................................................................................................ 356
II. Tratamiento del tema en los plenos jurisdiccionales................................................................... 359
III. La excesiva penalidad en los delitos contra la libertad e indemnidad sexual y la determinación
judicial de la pena........................................................................................................................ 363
IV. Validez o invalidez del consentimiento para los casos del segundo párrafo del artículo 173 del
Código Penal............................................................................................................................... 368
V. Alternativas de solución y propuestas de lege ferenda................................................................ 370
El delito de discriminación
Carlos Abel Villarroel Quinde
Introducción............................................................................................................................................ 397
I. La discriminación: concepto y elementos................................................................................... 398
II. Marco jurídico internacional de la discriminación...................................................................... 399
III. La discriminación en el ordenamiento jurídico nacional............................................................ 401
1. A nivel constitucional........................................................................................................... 401
555
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
556
ÍNDICE GENERAL
IX. Intervención de los extranei en los delitos especiales de infracción de deber cometidos por
funcionarios públicos contra la Administración Pública............................................................. 449
Introducción............................................................................................................................................ 489
I. Los delitos de encubrimiento en el Código Penal de 1991......................................................... 491
1. Los delitos de “encubrimiento personal” y de “ocultamiento de menor a la investigación”:
un primer esbozo sobre la determinación de su semejanza e identidad............................... 492
2. La excusa absolutoria de los delitos de encubrimiento........................................................ 495
II. La analogía en el Derecho........................................................................................................... 498
1. Apuntes preliminares............................................................................................................ 499
2. Requisitos de la aplicación de la analogía............................................................................ 502
2.1. La existencia de lagunas en el Derecho positivo........................................................ 502
2.2. La identidad de razón................................................................................................. 504
3. La analogía en el ordenamiento jurídico peruano................................................................ 507
III. La analogía en Derecho Penal..................................................................................................... 510
1. Analogía e interpretación en Derecho Penal........................................................................ 510
2. Aplicación de la analogía in bonam partem e in malam partem.......................................... 515
IV. El supuesto específico de la aplicación de la analogía in bonam partem en el marco de la
comisión del delito de ocultamiento de menor a las investigaciones.......................................... 517
1. La incuestionable semejanza entre los tipos penales de los artículos 403 y 404 del Código
Penal: un segundo y final esbozo......................................................................................... 518
2. La extensión de los alcances del artículo 406 del Código Penal al supuesto del artículo
403........................................................................................................................................ 519
3. Excurso: La perspectiva crítica de la permisión de la analogía in bonam partem en la
doctrina y jurisprudencia peruana........................................................................................ 522
Bibliografía............................................................................................................................................. 526
557
Estudios crÍticos de Derecho Penal peruano
I. Antecedentes............................................................................................................................... 529
II. Referencias legales...................................................................................................................... 531
III. Bien jurídico tutelado.................................................................................................................. 532
IV. Tipicidad objetiva........................................................................................................................ 533
1. Resolución o dictamen contrarios al texto expreso y claro de la ley................................... 534
2. Citar pruebas inexistentes o hechos falsos........................................................................... 536
3. Apoyarse en leyes supuestas o derogadas............................................................................ 538
V. Tipicidad subjetiva...................................................................................................................... 538
VI. Deber de motivación................................................................................................................... 538
VII. Remoción de la cosa juzgada...................................................................................................... 539
VIII. Sentencia dictada habiendo prescrito la acción penal................................................................. 539
IX. Antijuridicidad............................................................................................................................. 540
1. Control difuso....................................................................................................................... 540
2. Juicio ponderativo................................................................................................................ 543
X. Culpabilidad................................................................................................................................ 543
XI. Autoría y participación................................................................................................................ 543
XII. Tentativa y consumación............................................................................................................. 543
XIII. ¿El perjuicio debe ser considerado como condición objetiva de punibilidad?............................ 544
XIV. Concurso de delitos..................................................................................................................... 545
XV. Prevaricato y medios impugnatorios........................................................................................... 545
XVI. Sanción penal.............................................................................................................................. 546
XVII. Efectos en la situación laboral del magistrado............................................................................ 546
Conclusiones........................................................................................................................................... 547
558