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“El Genocidio como práctica social”: entre el nazismo y la experiencia argentina, hacia in análisis del

aniquilamiento como reorganizador de las relaciones sociales- Daniel Feierstein

La construcción de una otredad negativa en la argentina: la figura del “delincuente subversivo: el primer momento de
una práctica social genocida es la creación de una otredad negativa. Para el caso del nazismo se da una multiplicidad
identitaria, pero la más notoria es la del judeo bolchevique como una construcción simbólica de la irreversibilidad de
la degeneración racial judía.

Para el caso argentino, tanto desde las declaraciones oficiales como desde los sectores políticos afines a la dictadura,
los medios de comunicación en la etapa previa central la definición negativa en torno a la “delincuencia subversiva”
(que asimila al peronismo, marxismo y cualquier espíritu contestariario), esta delincuecidad será la operatoria a través
de la cual se intentó convertir un conflicto político en uno policial. La subversión tiene una declaración clara y
ambigua a la vez, subversivo es quien toma acciones clandestinas, o no, que busca la alteración o destrucción de
criterios morales o formas de vida de un pueblo. Videla deja claro en sus discursos que el enemigo terrorista no es solo
el que tiene un revolver, todo aquel sino que difunda ideas contrarias a la civilización occidental y cristiana. Los
hechos represivos en la Argentina constituyen una lucha política que trasciende la disputa ideológica para
transformarse en un conflicto que pretende remodelar las relaciones sociales a través del terror y la muerte,
destruyendo los proyectos de autonomía y homogenizando la sociedad en una verticalidad que no sólo es ideológica
sino también religiosa y cultural.

Metáfora racial o politización: el salto hacia delante de la experiencia argentina

La figura del judeo bolchevique es ética y política. El caso argentino constituye un salto cualitativo de esta tecnología
de poder en cuento a su capacidad para abstraer las prácticas sociales y conductas eminentemente políticas de su
articulación con un elemento étnico racial, la otredad negativa es directamente política. El modelo de relación social
que quiso imponer la dictadura era claro: imposibilitar las relaciones de paridad o reciprocidad (característica de los
genocidios en general).

El nazismo inaugura la posibilidad de instrumentar una práctica social genocida con un contenido político, aun
cuando este último deba encontrarse incluido en un paradigma racista (la figura étnico política del judeo bolchevique y
de la “degeneración jodía” como estereotipo de la otredad negativa). El caso Argentino logra dar un paso más en esta
línea, aislando el elemento político y prescindiendo de la instrumentalización racial en una figura de negativización
propiamente político, pero a si vez amplia y funcional: la delincuencia subversiva, en el cual lo político ya no se
articula con lo racial o étnico, sino con lo policial (en figura de delincuencia). Si existía la posibilidad que los rasgos
físicos facilitaran la selección de víctimas (color de piel o rasgos fenotípicos) en la politización absoluta del fenómeno
genocida, el adoctrinamiento de los seleccionadores genocidas debe resultar más sutil, y se le asignaban rasgos
estéticos al pensamiento político (barba, pelo largo, etc)

Hostigamiento: la lógica de la triple A

La lógica paraestatal de este hostigamiento es muy similar al de la experiencia del nazismo. Si para Alemania de los
años 30 la institución paraestatal fueron las fuerzas SA (aparato del partido del gobierno pero no reconocidas como
estatales), para el caso argentino la organización central será la AAA.

La operatoria del hostigamiento consistirá en el debilitamiento de los lazos solidarios construidos entre el movimiento
sindical, estudiantil, barriales, etc así como el hostigamiento, en el caso argentino, articula tanto las funciones propias
de esta etapa como aquellas vinculadas a la fase de aislamiento, dado que el tipo de hostigamiento desarrollado tiende
a producir la escisión del movimiento popular optado por llevar la confrontación a un plano político militar, aunque el
quiebre de la politización de las luchas sociales opero en todos los niveles, y afectó tanto a estas organizaciones como
a las que dudaban más sobre el pasaje de la esfera de lo político al plano de lo político militar.

La triple A articulaba asesinatos selectivos, amedrentamiento mediante ataques esporádicos y amenazando a través de
listas negras, su principal objetivo no fueron los trabajadores corrientes ni dirigentes de alto rango, sino los
articuladores sociales, aquellos que hacían de nexo entre el movimiento popular y las figuraciones políticas.
El carácter paraestatal del hostigamiento cumplió todas sus funciones: la conformación de una fuerza social
perpetradora, que se sumaría luego a la institucionalidad de las fuerzas armadas y policiales, el aislamiento de las
víctimas y el abandono del territorio por parte de aquellos que poseían recursos políticos y/o económicos (exilio).
Estas fuerzas venían a regular un “desorden”, así como en el caso del nazismo. El orden buscado no podía ser otro que
la asunción institucional de las prácticas sociales genocidas, así el “desorden” desaparece a través de la inclusión de
los diversos grupos paraestatales a la estructura institucional.

Aislamiento: de la cartografía a la política

El autor define aislamiento como un momento cuyo objetivo central lo constituía “delimitar el espacio (social,
geográfico, político) por el que puede transitar esta fracción “diferente” y, al mismo tiempo, quebrar los lazos
sociales entre la fracción negativizada y el conjunto social”

Para el caso del nazismo, fue la figura del gueto, la representación más clara de aislamiento, dado que era capaz de
sintetizar en un solo artefacto político las diferentes modalidades de aislamiento.

Para el caso argentino, el aislamiento también asumirá un componente político, que prescindirá de la necesidad del
encierro cartográfico. Se ve claramente como se pudo dar el debilitamiento de los lazos sociales sin el aislamiento
material.

Diferencias entre la lógica del terror y la producción industrial de la muerte:

Entre las dos prácticas genocidas que plantea el autor se destaca una divergencia básica en los modos de ejecución del
aniquilamiento. En el caso nazi, el papel de la articulación étnico político en la figura del judeo bolchevique y la
creciente persistencia en que la solución a la cuestión étnica debía ser una solución final. Esto llevó a la creación de
campos de extermino, un emplazamiento destinado a la industrialización de la muerte, no existió algo similar en la
historia y no fue así que ocurrió en Argentina. Si bien en muchos campos de concentración argentinos se asesinaba la
política argentina genocida no contemplaba la necesidad de esa magnitud de aniquilamiento. El genocida necesita el
terror, la eliminación de la otredad negativa requiere de una importante parte de las víctimas sean aniquiladas, para
que estas muertes sirvan de clausura para las relaciones sociales.

La realización simbólica de las prácticas sociales genocidas en la Argentina

 Modos de negación de identidad y transferencia de la culpa:

En el caso del nazismo, la negación de la identidad de las víctimas aparecía representada por el
sobredimensionamiento de la victimización étnica por sobre el carácter político de dicha elección. Para el caso
argentino, el discurso estructurado desde el informe de la CONADEP y reproducido desde ahí en más intentó oponer
a la lógica justificada del “por algo será” la expresión despolizitadora del “no hicieron nada”. La explicación
predominante giró en torno a la “inocencia” de lectores de ciertos libros, estudiantes que buscaban tener el boleto
estudiantil, etc. Y su única relación será la de ser “comunes víctimas del genocidio”, en un discurso repleto de
“mataban a cualquiera” otorgándole la responsabilidad a una especie de psicótico individual. Con la vuelta a la
democracia aparece el discurso de los dos demonios, en la negación de la identidad se incluyó también la transferencia
de la culpa. El demonio de izquierda provocó con su accionar contestatario la reacción desmesurada de un poder
militar que en lugar de reprimir con la ley se desbordó iniciando un baño de sangre en donde la mayoría de las
víctimas fueron inocentes.

 La lógica de la demonización y el papel del horror

En Argentina esta demonización operó patologizando tanto a los victimarios como a las víctimas bajo la lógica
conocida como “teoría de los dos demonios”, se excluye el horror de la normalidad y ubica a la sociedad argentina
como externa a los sucesos, incluso como una víctima de ambos demonios.

Los medios de comunicación jugaron un papel clave luego de la dictadura, porque incluso quienes habían sido
cómplices de la dictadura se encargaron de publicar miles de fotografías y relatos, pero no con la intensión de hacer
memoria, sino de aterrorizar a la población.
 Lógica de la despolitización: el discurso de la guerra

Uno de los discursos que intentó confrontar la despolitización del genocidio argentino fue el discurso de la guerra civil
o el de la guerra sucia.

Una lucha por las identidades

Lo ocurrido en los setenta en la Argentina juega con la representación simbólica del pasado y las consecuencias que
esta comprensión trae para el análisis de nuestro presente. Es importante utilizar el término genocidio para no
invisibilizar todas las cuestiones ya mencionadas y dar cuenta de la sistematicidad de las prácticas genocidas.

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