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Genocidio en Rwanda: la creación del supuesto enemigo

Alumna: Elienahí Nieves Pimentel


Profesora: Dra. Karina Kloster
Materia: Historia Contemporánea III

1
Introducción

El 6 de abril de 1994, el presidente rwandés Juvenal Habyarimana fue asesinado por un misil que
alcanzó el avión presidencial que le habían regalado los franceses. Durante los siguientes cinco
meses, Rwanda se vio atravesada por una ola de violencia desmedida que provocó la muerte de
entre 800, 000 y un millón de tutsis (y hutus moderados), además de unos dos millones de
refugiados, según los datos oficiales. El 85% de la población del país, los hutus, persiguieron,
torturaron y exterminaron sistemáticamente a las “cucarachas tutsis”, como se les llamaba en la
Radio Nacional, en la que se incitaba abiertamente al genocidio.
Los medios de comunicación de la época, encontraron este estallido de violencia inextricable y
rápidamente lo atribuyeron a “impulsos primitivos” de pueblos “salvajes” [sic]. Se llegó al
simplismo de etiquetarla como una guerra de buenos contra malos; siendo los inocentes los tutsi y
los culpables los hutu.1
Hay importantes inconsistencias entre esta lectura de los acontecimientos y la revisión de la
historia rwandesa. No es nuevo que la memoria colectiva se manipule y deforme a fin de implantar
una imagen errónea de lo ocurrido en una crisis. En el caso de África, el desconocimiento de su
historia y costumbres por la mayor parte del mundo occidental, acentuada por prejuicios raciales,
facilita la incomprensión.
El propósito de este trabajo es, precisamente, dejar de lado esa visión distorsionada y llegar a una
mejor comprensión del conflicto rwandés de 1994. Para esto, no haré una exposición de aquellos
meses de terror, sino que parece necesario revisar en la historia para hallar los factores que pudieron
contribuir a la gestación del conflicto.
En primer lugar, es importante definir qué es un genocidio. En el mes de junio de 1994, los
acontecimientos ocurridos ese mismo año en Rwanda fueron tipificados por el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas como genocidio (crimen de lesa humanidad, que puede ser
intencionalmente castigado). Para noviembre, se había establecido un tribunal internacional para
juzgar los crímenes de lesa humanidad cometidos por rwandeses. En primer término, habría que
esclarecer qué es exactamente un genocidio. ¿Qué características debe cumplir? ¿Se califica como
genocidio de acuerdo al número de víctimas? ¿Influyen en la tipificación los medios utilizados para
exterminarlas?

1Hilda Varela, “De crisis humanitarias ignoradas y mitificadas: Rwanda 1994” en Estudios de Asia y África, Num. XXXV, El
Colegio de México, 2000, p. 447.
2
Se consultaron varias definiciones que han sido propuestas por académicos; unas amplias, otras
vagas, casi todas criticando a la anterior. Por razones de espacio, se transcriben las que a mi criterio
parecen más explícitas. También estudié otros casos tipificados como genocidio a lo largo de la
historia, pero procuraré acotarme al caso rwandés, el que ya es bastante complejo…
Posteriormente, expondré las características del país y su población, entendiendo que estas
peculiaridades le dan una dinámica especial que debe ser tomada en cuenta al tratar de comprender
sus conflictos sociales.
Expondré también las teorías revisadas sobre las causas de la masacre pues encontré que la
explicación no puede circunscribirse a una sola. Más bien, me parece que cada teoría contiene algún
elemento determinante para la preparación de la sociedad, ideología, política y economía necesarias
para que explotara el genocidio. Y finalmente, en la búsqueda de una explicación que no sea
ahistórica ni basada en mitos racistas, expondré los antecedentes históricos que permiten dar sentido
a una serie de acontecimientos que de otra forma parecerían incomprensibles.

3
Tipificando el genocidio

Raphael Lemkin, profesor de derecho internacional y judío estadounidense de origen polaco, acuñó
en 1944 la expresión "genocidio" a partir de la palabra griega genos (raza, pueblo) y del sufijo
latino cide (de caedere, matar).2 Pero, en primer lugar, habría que definir genocidio. El 9 de
diciembre 1948, la ONU aprobó la Convención sobre el Genocidio, que incorporaba la siguiente
definición:
Artículo II. En la presente Convención, se entiende por genocidio cualquiera de los actos
mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o
parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal: a) Matanza de
miembros del grupo. b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del
grupo. c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de
acarrear su destrucción física, total o parcial. d) Medidas destinadas a impedir los
nacimientos en el seno del grupo. e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.3
Esta definición parecería acotada porque no distingue entre actos de violencia que tienen como fin
aniquilar a un grupo y ataques no letales hacia estos, y porque excluyó la aniquilación deliberada de
grupos políticos y clases sociales. Aunque, en realidad, el definir a un grupo enemigo resulta
complicado pues ese “enemigo” no necesariamente es objetivo ni real, sino una construcción
impuesta por una ideología determinada a justificar la eliminación de ese grupo determinado.
La polémica en la definición del término se ha dado debido a que se trata de abandonar una
definición demasiado amplia y "consagrar el término "etnocidio" para designar todos los casos
históricos en los que un grupo desaparece cultural o lingüísticamente, sin que haya habido masacre
en masa".4
En 1981 la Asamblea General de la ONU, definió así el genocidio:
El genocidio es la negación del derecho a la existencia a grupos humanos enteros, como
el homicidio es la negación del derecho a la vida a seres humanos individuales; tal
negación del derecho a la existencia conmueve la conciencia humana, causa grandes
pérdidas a la humanidad a partir de las contribuciones culturales y de otros tipos que
representan esos grupos humanos y es contraria a la ley moral y al espíritu y a los
objetivos de las Naciones Unidas. Muchos de estos delitos de genocidio han ocurrido ante
la aniquilación, total o parcial, de grupos raciales, religiosos, políticos y otros. La

2 Bernardo Bruneteau, El siglo de los genocidios, Madrid, Alianza, 2006, p. 15.


3 Frank Chalk, Kurt Jonassohn, Historia y sociología del genocidio. Análisis y estudio de casos, Argentina, Prometeo, 2010, p. 33.
4 Bernardo Bruneteau, Op. Cit. p. 23.
4
reprensión del delito de genocidio es un tema de índole internacional. Por ello, la
Asamblea General afirma que el genocidio es un delito según el derecho internacional,
reprochable para el mundo civilizado y por el cual sus autores y cómplices -ya sean
individuos particulares, funcionarios públicos o gobernantes, y ya sea que el delito tenga
una fundamentación religiosa, racial, política u otra- son posibles de sanción.5
Yehuda Bauer6 diferencia dos delitos incluidos en la definición de la ONU. Genocidio: entendido
como la destrucción planificada de un grupo étnico, racial, nacional o étnico como tal, por medio de
los siguientes medios: a) asesinato masivo selectivo de elites o partes de la población; b) la
eliminación de la vida nacional, cultural (racial, étnica) y religiosa con el fin de lograr una
“desnacionalización”; c) esclavitud, con el mismo fin; e) disminución biológica mediante el
secuestro de niños u obstrucción total de la vida familiar normal, con el mismo fin. En esta
categoría incluye las políticas nazis dirigidas a polacos, gitanos, checos, las soviéticas dirigidas a
chechenios, los alemanes del Volga o los tártaros, las de los colonos americanos contra las tribus de
indios americanos y “probablemente también incluiría los casos de los hutu, los bihari y los ibo.”7
Al segundo delito, Bauer lo denomina holocausto, y se refiere a “la aniquilación física planeada,
con motivos ideológicos o seudoreligiosos, de todos los miembros de un grupo nacional, étnico o
racial”. Para Bauer, sólo el intento nazi por eliminar a los judíos de Europa merece dicha
calificación.8 El que Winston Churchill llamó “un crimen sin denominación”.
La definición que Frank Chalk y Kurt Jonassohn proponen es:
El genocidio es una forma de matanza masiva unilateral mediante la cual un Estado u otra
autoridad buscan destruir a un grupo, tal como este y sus miembros han sido definidos
por el genocida.”9 Me parece apropiado el que especifiquen que la matanza debe ser
unilateral, es decir, que uno de los bandos está prácticamente indefenso. Por esta razón,
no se puede incluir en la categoría genocidio a las víctimas de un combate porque cuando
están en guerra “los Estados beligerantes toman todo el territorio ocupado por el enemigo
como parte del teatro de operaciones sin tener en cuenta la presencia de civiles.10
Otra pregunta que sin duda salta enseguida al tratar el tema del genocidio es ¿cómo es posible
que los seres humanos lleguen a matar deliberadamente a sus iguales en una escala tan masiva? Me
atrevería a decir que eso no es posible. No se podría torturar y matar con tal crueldad a otro ser que

5 Frank Chalk, Kurt Jonassohn,Op. Cit. p. 31.


6 Yehuda Bauer es un historiador israelí, profesor de Estudios del Holocausto en el Avraham Harman Institute of Contemporary
Jewry en la Universidad de Jerusalén. Es reconocido por sus estudios sobre el Holocausto y la prevención del genocidio.
7 Frank Chalk, Kurt Jonassohn,Op. Cit., p. 45.
8 Ibid., p. 44.
9 Ibid., p. 48.
10 Ibid., p. 49.
5
fuese considerado como igual por el perpetrador. Es por ello que previo al genocidio, deben
atenderse varios aspectos respecto a la ideología del potencial grupo genocida.
Para llevar a cabo un genocidio, el genocida ha tenido siempre que organizar una
campaña que re-defina al grupo de víctimas como insignificantes, seres externos a la red
de obligaciones mutuas, una amenaza para el pueblo, pecadores sin moral o seres
infrahumanos. Incluso después de tal campaña de denigración y deshumanización, la
efectiva ejecución de la matanza masiva parece haber requerido una buena dosis de
coerción y control centralizado.11
Psicológicamente, resultaría lógico pensar que realizar una matanza masiva no es nada fácil. De
hecho, se necesita una psique peculiar para llegar a esos extremos de crueldad y deshumanización;
así lo entendieron los nazis cuando trataron de usar a las tropas regulares para las grandes masacres.
Para crear un genocida, se requiere todo un proceso que moldee su ideología y moral.
Para que un genocidio se lleve a cabo, en primer lugar el grupo genocida debe definir el objeto
de su odio. Para este fin cualquier criterio puede servir: político, social, religioso, ideológico. Sin
embargo, las utopías de la raza y la nacionalidad suelen motivar más las movilizaciones “porque
permiten clasificar las diferencias [...] el genocidio se presenta como una respuesta extrema a un
peligro que se supone mortal para el proyecto o incluso la existencia misma del perpetrador.”12
Después, debe existir una intencionalidad clara pues esto precisamente es lo que distingue un
genocidio de las víctimas de una guerra. El genocidio deja rastros de una decisión implícita o
explícita, mientras que en una guerra todos los que se encuentran dentro del territorio enemigo son
por definición enemigos. Es por eso que las muertes de civiles en una batalla son consideradas
como daño colateral.
Los ejecutores de la masacre son otro factor importante a considerar. No sólo hay que estudiar a
la elite, a aquellos que tomaron la decisión de que aquel grupo determinado representaba una
amenaza y había que exterminarlos. También habría que comprender a la gente común, a los que
blandieron las armas y se llenaron de sangre el rostro y las manos. Para esto, es necesario entender
"su universo social y cultural productor de fantasmas asesinos.”13 Tampoco se debe olvidar a los
testigos, tanto dentro como fuera del Estado genocida, pues su silencio y pasividad facilitaron la
ejecución de la matanza.

11 Ibid., p. 54.
12 Bernardo Bruneteau, Op. Cit. p. 28.
13 Ibid., p. 29.
6
Más allá de los detalles morbosos, no hay que dejar de lado la propia ejecución del genocidio.
Los métodos y tiempos en los que éste se comete, dicen mucho sobre la planeación y organización
que le precedió.

Tipología del genocidio

- Tipo de sociedad. Irving Louis Horowitz las categoriza según la medida en que el Estado permite
o reprime la disidencia y el derecho a ser diferente. Sin embargo, estas categorías tienen
naturaleza tautológica, es decir, a una sociedad se asigna un determinado tipo o categoría según
los resultados, no según las características que llevan a determinados resultados.14

- Tipos de genocida. En la época pre-moderna, los genocidios eran usados para construir imperios.
Pero ahora es muy común que se cometan para implementar una ideología y esto parece estar
asociado con el surgimiento de nuevos regímenes y Estados.15

- Tipos de víctimas. Fuera de la sociedad del genocida no es necesario deshumanizar a las


víctimas, pues los excluidos del grupo normalmente son considerados inferiores. Pero,
particularmente en el siglo XX, las víctimas suelen ser de la sociedad del genocida. En estos
casos es necesario primero identificar a las víctimas como un grupo separado del resto de la
sociedad y, segundo, aislarlo y segregarlo; pero de forma tal que la sociedad genocida acepte
completamente la nueva definición.16

- Tipos de grupos. Grupos reales o seudogrupos. A los primeros los puede identificar un
observador externo, mientras que a los segundos los puede identificar únicamente el genocida. El
observador externo puede identificar al grupo de víctimas únicamente después de que la
victimización ha comenzado.17

- Tipos de acusación. Se distingue entre acusaciones basadas en hechos verificables o si se trata de


una seudoacusación que carece de realidad fuera del marco de referencia del genocida (caza de
brujas). El genocida siempre adjudica culpa colectiva.18

- Tipos de resultados para la sociedad genocida. Existe poca bibliografía desde el punto de vista
del genocida. En el caso de genocidios ideológicos, el motivo es mucho más abstracto que

14 Frank Chalk, Kurt Jonassohn,Op. Cit. p. 56.


15 Ibidem.
16 Ibidem.
17 Ibid., p. 57.
18 Ibidem.
7
cuando se trata de obtener riqueza o eliminar una amenaza: puede consistir en imponer
obediencia, purificar la raza, legitimar un nuevo régimen u homogeneizar un Estado nación.19

Al hacer una revisión histórica de los genocidios registrados, puede apreciarse que estos
comenzaron muy temprano en la historia de la humanidad. Puede encontrarse también que es
posible distinguirlos de acuerdo a la motivación que los impulsa.

Así, encontramos que el primer tipo de genocidio fue seguramente motivado por la necesidad de
eliminar una posible amenaza futura. Al obtener la victoria, la única forma de garantizar un futuro
estable era eliminar por completo a los vencidos o venderlos como esclavos. En la Historia Antigua
se encuentran testimonios de genocidios sobre todo en Oriente Medio, donde se cruzaban las rutas
comerciales que conectaban Asia, África y Europa. Claro ejemplo: el exterminio de tártago a manos
de los romanos.20

El segundo tipo de genocidio es el que se ejecuta con el fin de aterrorizar a enemigos reales o
potenciales. Este era el tipo de genocidio perpetrado por los grandes imperios, pues para conquistar
a otros y mantenerlos sometidos es necesario contar con un gran ejército e invertir constantemente
en una gran fuerza de ocupación. Los asirios, por ejemplo, acostumbraban asediar las ciudades con
pilas de calaveras y cadáveres empalados.21

El tercer tipo de genocidio se realizó incontables ocasiones para obtener riqueza económica, que
normalmente eran tierras fértiles y otros recursos primarios que sólo se podían adquirir ocupando la
tierra y esclavizando o exterminando a la población indígena. Encontramos numerosos ejemplos de
estos crímenes en la expansión europea hacia el continente americano, Asia y África.22

Finalmente, el cuarto tipo de genocidio que identifican Chalk y Jonassohn es el que se realiza
con el objetivo de implementar una teoría, creencia o ideología. Las víctimas son ciudadanos del
Estado genocida, no extranjeros. Difiere de los demás en el resultado; en este tipo, el genocidio se
lleva a cabo a pesar de los enormes costos para el Estado, costos políticos, económicos y de
desarrollo.23

19 Ibid., p. 58.
20 Ibid., p. 60.
21Ibid., p. 64.
22 Ibidem.
23 Ibid., p. 65.
8
El país

Rwanda (oficialmente República de Rwanda) es un pequeño país en África Central, en la región de


los Grandes Lagos de África, de apenas unos 26 388 km. pero densamente poblado. Comparte
fronteras con Uganda, Burundi, la República Democrática del Congo y Tanzania. No tiene salida al
mar. Se caracteriza por ser uno de los países que más refugiados produce.
Para el año 2013, su población estaba estimada en 12 012 598 habitantes, lo que resultaría en
419,8 hab./km². La densidad demográfica, como se ve, es alta y va en aumento. La esperanza de
vida llega si acaso a los 60 años y uno de cada cinco niños muere antes de los cinco años. Existe
una alarmante escasez de médicos y medicamentos, en un país azotado por epidemias como la
malaria y el VIH/SIDA.
Las rentas son bajas pues el 90% de la población se dedica a la agricultura, sobre todo de auto-
consumo. Hay una pequeña producción mineral y procesamiento de productos agrícolas.
Por todo lo anterior, la pobreza y desnutrición severas están extendidas por el territorio, sin
vislumbrarse una solución próxima. Me parece que no se debería perder de vista este escenario al
estudiar la sociedad rwandesa y sus conflictos. La disminución de tierras fértiles en un país de
agricultores seguramente contribuye a aumentar la tensión social.
La población está constituida por tres sub-grupos étnicos: Bahutu, Batutsi y Batwa. Los tres
comparten el mismo idioma -Kinyarwanda. Aunque en este país trilingüe se hablan también el
inglés y el francés. Cada uno de estos grupos está históricamente relacionado con una actividad
económica particular. Los twas -también conocidos como imbunyu- son cazadores y alfareros; los
hutus son agricultores y los tutsi, pastores. La proporción que representan en la población total es:
twas son el grupo más pequeño, representando sólo el 1%, los hutus entre el 83 y 85% y los tutsi
representan entre el 14 y 16%.24
Rwanda y su vecino Burundi fueron colonizados por los alemanes en 1899 y formaron la
Federación Rwanda-rundi, pero en realidad eran administrados como dos reinos distintos.25
Después de la Primera Guerra Mundial, la Liga de las Naciones colocó a Rwanda bajo
administración belga.

24 Hilda Varela, Op. Cit., p. 450.


25 Dixon Kamukama, Rwanda conflict: its roots and regional implications, Kampala, Uganda: Fountain, 1997, p. 1.
9
Las teorías sobre el origen del genocidio

Étnico: El término Banyarwanda (la gente de Rwanda) abarca tres sub-grupos, como ya dijimos,
Bahutu, Batutsi y Batwa, lo que provoca que Rwanda siempre haya sido una sociedad estratificada.
En tiempos pre-coloniales, los Tutsi jugaron el papel de señores de las otras etnias, cuyo destino
inamovible era ser siervos de los dueños del ganado. Esta visión del conflicto, sugiere que estas
desigualdades pre-coloniales fueron arrastradas hasta el período colonial, en el que se agravaron. Ya
en el siglo veinte, el conflicto es un intento de redireccionar o quizá resistir el desequilibrio creado
en el pasado.26

Colonialismo: Esta linea de pensamiento niega cualquier desigualdad pre-colonial y afirma que los
dos grupos principales (hutu y tutsi) coexistían en cierta armonía, pero su equilibrio fue
interrumpido por la irrupción de los colonizadores. Afirma también que la herencia cultural que
comparten les aportaba unidad, siendo la única diferencia real la actividad económica tradicional a
la que se dedica cada grupo. Aunque se admite que los tutsi llegaron a convertirse en los líderes en
Rwanda, esto no causó antagonismo entre los sub-grupos.27

Liderazgo: “Aunque no exoneran a los otros regímenes post-coloniales, ponen la mayor culpa por
el conflicto actual en el gobierno de Habyarinama.”28 La argumentación es que este gobierno falló
en atender los asuntos más relevantes que llevarían al desarrollo del país y, más bien, alentó la
continuación del sectarismo político de la era colonial. Por ejemplo, extendiendo el uso de las
tarjetas de identidad que indicaban la etnia a la que se pertenecía y determinaban con ello el acceso
al empleo e incluso con quién podían casarse.

Económico: Esta tesis considera la superpoblación y la falta de tierra como la fuente del conflicto
social y de la violencia crónica. En un contexto de crisis económica y presupuestaria, marcado por
el hundimiento de los precios del café y el aumento de los impuestos exigidos por el FMI y el
Banco Mundial.29

26 Ibid., p. 5.
27 Ibid., p. 6.
28 Ibid., p. 7.
29 Bernardo Bruneteau, Op. Cit. p. 229.
10
Cultural: Esta tesis, propuesta por antropólogos y etnólogos afirma que la cultura tradicional de
"conformismo" y "obediencia" y la rígida estructura vertical de mando, produjo naturalmente que el
rwandés fuese un fiel ejecutor de órdenes. “La peculiaridad de las matanzas, que todos los días
comenzaban y terminaban a horas fijas, como una tarea que debía ser ejecutada, seria un ejemplo
sobrecogedor de ello.”30

Poder: Esta tesis, compartida por muchos historiadores y politólogos, afirma que el motivo del
genocidio fue la voluntad de mantenerse en el poder de la elite hutu, más específicamente el clan de
la mujer del presidente, el akazu (pequeña casa). Al ver amenazados sus privilegios, abusó de la
ideología racista del "Poder Hutu", para refundar su legitimidad. Basan sus afirmaciones en el
hecho de que esta ideología fue particularmente difundida a partir de 1990 por la prensa y la radio.31

Cada una de estas teorías centra su atención y adjudica los motivos del conflicto a relaciones
sociales, económicas y políticas de un momento histórico específico, pero afirmar que el genocidio
rwandés tiene un sólo motivo o una sola explicación sería tan simplista como calificar a los hutus de
“malos” y a los tutsis de “buenos”. Por ello, examinaré los antecedentes de dichas relaciones entre
los dos grupos poblacionales más importantes del país. Relaciones que hunden sus raíces en siglos
de historia pre-colonial, pero atendiendo también el importante impacto de la colonización europea,
el proceso de descolonización y la formación del Estado nación independiente.
El autor Bernardo Bruneteau, de hecho apuesta por combinar las últimas teorías.
Las graves tensiones nacidas de la disminución constante de los recursos y la tierra
influyeron en la generalización de una cultura de la violencia entre las masas hutus, pero
está sólo podía desembocar en un genocidio si contaba con el refuerzo de un proceso
político caracterizado por la existencia de una cadena de mando y un discurso ideológico.
La frustración social de los aldeanos hutus sólo se activó cuando el discurso de las
autoridades les condujo a interpretar su situación en términos "étnicos".32

30 Ibid., p. 230.
31 Ibidem.
32 Ibid., p. 231.
11
Antecedentes históricos

No se sabe en qué momento exactamente llegaron los hutu al territorio que hoy es Rwanda, pero
según las evidencias fue mucho tiempo antes que los tutsi, los cuales llegaron alrededor del siglo
XIII, provenientes del Norte, probablemente Etiopía. Los Batutsi, un pueblo de pastores,
gradualmente comenzó a dominar a las otras tribus mediante el control del uso y distribución del
ganado, forzando a los agricultores hutu a intercambiar sus cosechas a cambio del uso del ganado y
la protección que ofrecían los tutsi.33
Desde luego, aun dentro de la tribu tutsi surgió un grupo hegemónico que se alzó como la
aristocracia, siendo esta la que recibía los tributos y la obediencia. Este era el clan Nyiginya.
Siglos de dominación tutsi fueron creando en la clase dirigente un sentido de superioridad innata,
creyendo que tenían el control debido a su inteligencia y capacidad, mientras que los hutu aceptaban
la idea de que ellos eran inferiores y sólo capaces de ser campesinos.34
Los colonizadores alemanes encontraron en la Región de los Grandes Lagos a dos entidades
humanas distintas. Aunque la diferenciación hutu/ tutsi no es una pura invención, los antropólogos
actuales coinciden en que la relación original entre los dos pueblos no estaba polarizada.35 Según
Frank Chalk y Kurt Jonassohn, sí existen claras diferencias físicas entre los dos pueblos: los tutsi
son de rasgos algo más delicados, altos, delgados y de piel ligeramente más clara que la de la
mayoría de los africanos. Mientras que los hutu son un pueblo de lengua bantú, bajos y fornidos, de
piel oscura y rasgos negroides.36
Ambos grupos eran conscientes de las diferencias en las que se legitimaba el dominio de la
realeza tutsi, sin embargo, entre ellos no había un foso infranqueable.37 En la época colonial, las ya
existentes contradicciones de clase, se agravaron gracias a la intervención de los belgas. Estos se
aliaron con la clase dominante con el fin de evitarse las dificultades de desmantelar el sistema
rwandés y además traer costoso personal desde Europa. Los tutsi entonces se convirtieron en
funcionarios del gobierno belga, teniendo entre sus labores aplicar políticas opresivas como trabajos
forzados que incluían cultivar café, despejar caminos, plantar árboles y trabajos de construcción.38

33 Dixon Kamukama, Op. Cit., p. 8.


34 Frank Chalk, Kurt Jonassohn, Op. Cit. p. 495.
35 Bernardo Bruneteau, Op. Cit. p. 231.
36 Frank Chalk, Kurt Jonassohn, Op. Cit. p. 494.
37 Bernardo Bruneteau, Op. Cit. p. 232.
38 Dixon Kamukama, Op. Cit., p. 21.
12
Un punto de inflexión en la venidera emancipación de los hutu, fue la monetización introducida
por los europeos, la cual acabó con el mito de que sólo poseyendo ganado se accedía a la movilidad
social. El incipiente capitalismo, la religión e incluso las políticas colonialistas contribuyeron al
surgimiento de una fuerte clase media en Rwanda, la que llevó los deseos independentistas a su
apogeo. Los belgas optaron por una transición pacífica, apoyando a la mayoría: los hutu que estaban
a favor de la democracia y la abolición de los privilegios de clase.39
En el imaginario popular, todos los tutsi fueron encasillados en el rol del grupo privilegiado
contra el que se tenía que luchar, aunque en realidad también había tutsis de escasos recursos que
padecían tanto como los oprimidos hutus.40
Sin lugar a dudas, la visión europea de las razas influyó fuertemente en cuanto a qué tan
diferentes se asumía cada grupo con respecto al otro y le dio un carácter étnico a partir de la
delirante teoría propuesta en 1863 por el inglés John Hanning Speke, según la cual la aristocracia
tutsi, formada por guerreros pastores venidos de Abisinia y descendientes lejanos del rey David -la
"hipótesis hamítica"-, había impuesto su dominación a los "negros bantúes", cuya única aspiración
natural podía ser trabajar como siervos. Había nacido la tesis de los "dos pueblos", y los belgas, que
heredaron la colonia en 1924, la legitimaron aún más al consagrar el poder feudal "tutsi" para
satisfacer sus necesidades de administración indirecta.
Durante la década de 1930, los belgas registraron étnicamente a la población con el fin de que el
acceso a la educación y a los empleos administrativos quedara restringido a los tutsis. El resultado
fue el establecimiento de carnés de identidad que mencionaban la etnia , lo que terminaría
costándole caro al 15 por ciento de personas que fueron declaradas "tutsi". A partir de entonces, la
división esencialista fue interiorizada por las dos comunidades y en particular por los hutus. Gérard
Prunier ha mostrado cómo los más favorecidos política y económicamente de entre estos trataron
desde entonces de “"tutsificarse" [...] lo que a largo plazo tuvo dos consecuencias desastrosas: por
una parte el término hutu se hizo sinónimo de étnica y socialmente inferior; por otra, las
"tutsificaciones" fracasadas generaban resentimiento.”41
Podría decirse entonces que el colonialismo funcionó como un catalizador que enalteció las
diferencias entre los grupos rwandeses. Lo que se cimentó en los primeros tiempos de dominación
tutsi, se construyó realmente con la ratificación del poder y superioridad tutsi por parte de los amos
coloniales.

39 Ibid., 28.
40 Ibid., 31.
41 Bernardo Bruneteau, Ibidem.
13
Rwanda independiente

Aun cuando ya se había alcanzado la independencia de Bélgica, varios partidos y movimientos


sociales fueron creados con la finalidad de abolir los privilegios de clase, garantizar el acceso a la
educación y a cualquier trabajo para todas las clases, así como la libertad de expresión. Con la
independencia, los hutus alcanzaron el poder, pero esto no modificó en ningún aspecto el
imaginario sociorracial, sólo invirtió sus términos con el fin de adaptar la ideología rwandesa al
nuevo equilibrio de fuerzas.42 Las dos tribus no dejaron de verse como diferentes una de la otra, no
dejaron de ser antagonistas; sólo que ahora los antiguos siervos tenían el poder. Puede que la
tentación de vengarse por siglos de dominación haya sido muy grande.
Entre los movimientos fundados, en 1957 Juvenal Habyarimana fundó la Asociación para la
Promoción social de las Masas. Habyarimana, perteneciente a la tribu hutu, llegó a tomar el poder
en julio de 1973 y naturalmente gobernaba en favor de los suyos. Creó un Estado totalitario en el
que se obligó a todos los hutu a afiliarse de por vida al partido del presidente, el Movimiento
Revolucionario Nacional por el Desarrollo (MRND). Aunque prometió dejar en paz a los tutsi, el
ejército era exclusivamente hutu y los miembros de éste no tenían derecho de desposar a mujeres
tutsi.43 Esto entre otras medidas claramente discriminatorias.
Dentro del territorio rwandés, en 1986 comienza una crisis particularmente aguda para la
economía. Comenzó con el desplome del precio del café, a lo que siguió una brutal hambruna en las
regiones sur, centro y occidente del país, devaluación de la moneda e inflación a la vez. Esta crisis
fue especialmente dura con la población rural y los sectores medios de la población, creando no
sólo una nueva ola de refugiados, sino terreno fértil para una nueva crisis política.
Esto provocó dos fenómenos importantes: el creciente descontento popular y las críticas
internacionales hacia el régimen. El gobierno reaccionó con represión en un primer momento, pero
después pasó a prometer una política más respetuosa de los derechos humanos y hasta una nueva
Constitución. El segundo fenómeno fue la irrupción de un grupo fuertemente armado -el FPR:
Frente Popular Rwandés- formado por unos 2 mil 500 tutsis rwandeses refugiados en Uganda y que
contaban con el apoyo de Yoweri Museveni.44

42 Ibidem.
43 Ibid., p. 234.
44 Hilda Varela, Op. Cit., p. 462.
14
Como ya se había mencionado al principio de este trabajo, Rwanda produce importantes
cantidades de refugiados; muchos de estos huyen a Uganda. Los que habitaban en Uganda
provenían de hutus y tutsis emigrados probablemente antes de la colonización; de hutus emigrados
en la década de 1920-1930, debido a los excesos de los belgas o para buscar nuevas oportunidades
en las plantaciones de la entonces colonia británica de Buganda; y por último, de tutsis que huyeron
de las matanzas de la “revolución social” a finales de 1950.
Muchos de los que emigraron a Uganda lo hicieron con sus ganados, los que pronto invadieron
las tierras de pastoreo y provocaron el enriquecimiento de los extranjeros. El ascenso social de los
refugiados, acabó con la inicial hospitalidad de los locales.45
Durante la década de los ochenta, los emigrantes rwandeses y sus descendientes fueron víctimas
de hostigamiento directo por parte del gobierno local, lo que facilitó la adhesión de muchos de estos
rwandeses en las filas de la guerrilla opositora ugandesa, el FPR.
Varios factores se conjuntaron en la creación de una guerrilla extremista como el FPR. Muchos
de los adeptos eran nacidos en el exilio, con una idea prejuiciada y hasta mitificada de Rwanda.
Aunado a ello, la propuesta política planteaba el combate al gobierno rwandés de Habyarimana,
considerado como una dictadura que buscaba el eterno exilio tutsi.
Para 1980, el FPR había formado células clandestinas al interior del territorio rwandés,
reclutando tanto a tutsis como a hutus opositores al régimen -estos últimos generalmente con
estudios.46
A principios de 1990, y ante la presión interna y externa, el régimen de Juvenal Habyarimana
pretendió realizar una serie de reformas supuestamente encaminadas a democratizar el gobierno,
aunque en realidad el fin último fuera la perpetuación en el gobierno del dictador. Aun así, este
discurso precipitó los ataques del FPR contra el gobierno de Habyarimana, asentado en Kigali.
El gobierno reaccionó con furia a partir del primer ataque, desintegrando prácticamente todas las
células disidentes y matando a todos los posibles rebeldes. Promoviendo también una campaña de
satanización contra los hutus disidentes. Sin embargo, los ataques del FPR continuaron, logrando
desestabilizar las frágiles estructuras del Estado rwandés y comenzando una guerra civil.
“A grandes rasgos, el gobierno siguió una política errática, oportunista e hipócrita frente al
proceso de democratización y a la guerra civil.”47

45 Dixon Kamukama, Op. Cit., p. 36.


46 Hilda Varela, Op. Cit., p. 464.
47 Ibid., p. 466.
15
En esa época se registraron al menos cuatro grandes matanzas -sobre todo de tutsis- en las zonas
rurales de Rwanda, pero estas fueron ignoradas por la prensa internacional. De hecho, desde el
principio de la guerra civil, eran frecuentes las matanzas de población civil por parte del ejército y
por grupos armados hutus.
Fue durante esta época cuando se crearon dos instrumentos que permitirían el posterior
genocidio: los grupos paramilitares -como los escuadrones de la muerte Réseau Zéro, la milicia
Interahamwe y el grupo de choque Akasu-, y la organización de la propaganda anti-tutsi -como la
estación de radio de las Mil Colinas.48
Con la finalidad de destruir las bases de apoyo (reales o potenciales) del FPR, Réseau Zéro
comenzó a intimidar y exterminar sistemáticamente a los tutsis y a los hutus que tenían lazos de
parentesco o amistad con ellos. Saqueos, violaciones, torturas y asesinatos eran comunes ya no
solamente en las zonas rurales, sino que, con el crecimiento de la disidencia, se extendieron hasta la
capital. Incluso el grupo conocido como Akasu (pequeña casa), comandado por la esposa del
presidente Habyarimana perseguía a los poderosos, intelectuales o activistas que se oponían al
régimen.49
Sin poder resolver la profunda crisis y ante la presión internacional, en agosto de 1993 el
presidente Habyarimana firmó con el FPR el Acuerdo de Arusha, que puso fin a la guerra civil e
incluía los siguientes puntos: 1) la repatriación de los refugiados tutsis, 2) la formación de un
gobierno multipartidista; 3) la creación de un ejército nacional que incluyera a las tropas regulares y
a los soldados del FPR; 4) con los auspicios de la ONU, la creación de una fuerza de paz que
garantizara el cumplimiento de los acuerdos.
Este acuerdo no agradó a la élite hutu, que veía en él un latente peligro que provocaría que se
viesen obligados a limitar sus privilegios y compartir el poder. Su reacción fue comenzar una
campaña de manipulación que pintaba a los tutsis como el gran enemigo histórico a quien había que
exterminar. De esta campaña al genocidio hizo falta sólo un paso.
Ahora bien, para comprender la violencia en Rwanda, no se puede ignorar la historia de su país
vecino, Burundi. En ambos países se han cometido masivas matanzas tribales debido a
problemáticas muy similares. De hecho, a veces las muertes de un lado, ocasionan las del otro. En
la primavera de 1972, una tentativa de insurrección hutu desató una represión militar que se cobró
la vida de al menos 10.000 hutus y 200.000 se exiliaron en Ruanda. 50 El gobierno de Burundi,

48 Ibidem.
49 Ibid., p. 467.
50 Bernardo Bruneteau, Op. Cit., p. 234.
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controlado por la tribu minoritaria de los tutsi, intentó eliminar en su totalidad a la mayoría hutu.
Todos aquellos que tuvieran cierta formación, trabajaran para el gobierno o tuvieran dinero debían
morir. En ese momento, los hutu representaban el 85% de la población de este país del centro de
África, pero ofrecieron poca resistencia. Mientras que los tutsi, sabiéndose en desventaja numérica,
temían que el poder les fuera arrebatado. Es por ello que eliminaron toda posible amenaza, matando
a cualquier hutu con posibilidades económicas o intelectuales para convertirse en líder de algún
movimiento liberador. Es probable que el gobierno haya asesinado entre cien mil y doscientos mil
hutu ese año.51 “Los acontecimientos de 1972-1973 constituyen una etapa importante en el camino
que conduce al genocidio de 1994.”52

El genocidio

Algunas líneas sobre el genocidio per se. Habyarimana había logrado evadir la aplicación del
Acuerdo de Arusha, pero el 6 de abril regresaba, acompañado del presidente de Burundi, de una
reunión cumbre que finalmente llevaría a la aplicación del acuerdo. Su avión fue derribado y ese
asesinato desencadenó finalmente el genocidio.
La violencia política comenzó en Kigali, pero pronto se extendió por todo el país. Durante esos
meses de terror, nadie quedó al margen.
En la primera fase del genocidio, entre abril y junio -y en presencia de fuerzas de paz
internacionales-, fueron asesinados entre 500 mil y un millón de rwandeses. Hutus extremistas
organizaron el exterminio de los tutsis y hutus moderados, opuestos al régimen de Habyarimana,
principalmente en la región sur. En la segunda fase, el FPR encabezado por el tutsi Paul Kagame,
derrocó el decadente régimen rwandés. Aun así, otros miles de rwandeses -predominantemente
hutus- fueron victimados.53
La especificidad del genocidio de los tutsis rwandeses radica en la dimensión masiva y total, rara
vez conseguida: 1.250.000 tutsis antes de 1994 (15% de la población total), no quedaron más que
200.000-300.000. La tasa de desaparición fue del 80 por ciento. La rapidez de su ejecución: tres

51 Frank Chalk, Kurt Jonassohn, Op. Cit., p. 494.


52 Bernardo Bruneteau, Op. Cit., 234.
53 Hilda Varela, Op. Cit., p. 471.
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meses, del 7 de abril al 2 de julio, y las 3/4 partes de los víctimas murieron en las primeras seis
semanas. Crueldad en los métodos de asesinato: descuartizamiento con machetes, mutilación con
porras de clavos, lanzamiento de granadas, ahogamiento, abandono previo seccionamiento del
tendón de Aquiles, violación de 250.000 mujeres que "salvaron" la vida siendo infectadas
voluntariamente por asesinos portadores del virus del SIDA.
La organización parecía extremadamente descentralizada, haciendo del alcalde o jefe de colina el
instigador de los equipos locales de asesinos armados con machetes. Sin embargo, la población
común que participó en la masacre era dirigida por grupos ligados al poder: Réseau Zéro,
Interahamwe y Akasu. De esta forma se creó una “dimensión popular de la masacre organizada.”54
Las élites hutus planearon y organizaron el genocidio, pero es bien sabido que utilizaron la
propaganda masiva para difundir el terror entre la población común; acorralándolos con la idea de
matar o morir. De esta forma diluyeron la responsabilidad de la masacre y facilitaron la distorsión
de la memoria colectiva para evadir las dolorosas y profundas cicatrices que dejó un episodio tan
violento. Los sobrevivientes se defienden olvidando.

Ideología de la masacre

Para la década de 1960, se había consolidado la inversión del estigma sociorracial: "el hutu devino
en el autóctono, el único "indígena" verdadero, el campesino labrador y el fundador de la
organización social; el tutsi se identificó desde entonces con un invasor extranjero, un "colono" que
pronto fue descrito como un parásito del trabajo hutu. Desde entonces, esta ideología permitió la
masacre de unos “14,000 tutsis y y la expulsión de otros 250.000, mientras que el resto de la
comunidad quedó asociada a extranjeros apenas tolerados." 55 La hostilidad hacia la antigua clase
dominante llegaba así a niveles de verdadera xenofobia.
El miedo acechaba en ambos grupos. Del lado de los tutsi -que además hay que recordar que
eran la minoría- era un miedo bastante fundado pues a cada momento se les culpaba de las peores
atrocidades. En cuanto a los hutu, vivían temiendo una posible revancha de sus antiguos amos y eso

54 Bernardo Bruneteau, Op. Cit., p. 228.


55Ibid., p. 233.
18
los obligaba a reaccionar con agresividad. Según Corey Robin,56 el terror es la “base política y la
explicación de las luchas inter-tribales en todo el mundo.”57
Este mismo autor afirma que la desigualdad dentro de una sociedad ha sido particularmente
usada para infundir terror. En el caso rwandés es especialmente visible que ninguna de las
autoridades; ni los tutsi en los tiempos precoloniales, ni los colonizadores europeos, ni los hutu que
alcanzaron el poder después de la independencia hicieron absolutamente nada por erradicar la
visible desigualdad entre las principales etnias del país. Más bien, implementaron políticas dirigidas
a resaltar dicha desigualdad. Medidas claramente discriminatorias que cambiaban de acuerdo al
grupo que en ese momento fuese la élite. Nunca hubo ninguna intención por borrar la desigualdad,
sino que siempre se buscó resaltarla.
El miedo de los poderosos respecto de los menos poderosos y viceversa, divide a la nación. Pero,
aunque en principio la intención es perpetuar el dominio de las élites sobre las clases bajas,
consiguiendo su exclusión y muda sumisión, bien podría tener efectos contrarios. Ese miedo, en
parte fundamentado y otra exaltado por la ideología hegemónica, puede explotar de muchas formas
cuando las cosas que se han aprendido a valorar -desde cosechas o puestos de trabajo hasta poder
político- se ven amenazadas y en un camino a su destrucción que pareciera injusto.
Hablábamos al principio de este trabajo de las deplorables condiciones económicas, salubres y
alimenticias en las que se encuentra la población de Rwanda. Vivir en condiciones en las que ni
siquiera tus necesidades básicas están garantizadas, sin duda modela el pensamiento y
comportamiento social. Sin embargo, el mayor genocidio explotó hasta la década de 1990 y los
rwandeses llevaban siglos viviendo en tan deplorables condiciones. Michel Foucault explica que
mientras el concepto de seguridad reinante en la sociedad aquejada, naturalice sus carencias en
estándares de normalidad la sociedad seguirá coexistiendo con ellas. La población comprende la
magnitud de la crisis hasta que esta desborda la capacidad del Estado para brindar seguridad a su
población.58
La estructura de un concepto depende de su historia anterior, pero su significado depende de su
funcionalidad en un entorno específico.59

56Politólogo estadounidense, autor de El miedo: historia de una idea política y profesor de Ciencias políticas en el Brooklyn
College.
57Citado por Maximiliano E. Korstanje en “El miedo político en C. Robin y M. Foucault” en Revista de Antropología Experimental,
no. 10, Texto 6, España, Universidad de Jaén, 2010, p.118.
58 Ibid., p. 124.
59 Jean Piaget, La explicación en sociología, España, Planeta-Agostini, 1986, p. 46.
19
Entonces, mi tesis es que se ha construido históricamente un odio y resentimiento profundos
entre las distintas etnias rwandesas. Resentimiento basado en la desigualdad imperante en casi cada
aspecto de la vida cotidiana. Las élites no sólo no hicieron nada por ir borrando la desigualdad, sino
que la fortalecieron porque convenía a sus intereses políticos. Porque un pueblo temeroso se sujeta
calladamente al poderoso.
Rwanda siempre ha sido una sociedad estratificada y escandalosamente desigual; los episodios
de violencia no son nuevos. Ambos grupos, hutus y tutsis, han sido culpables de genocidio en su
momento. Grandes matanzas que no han sido perpetradas por psicópatas aislados, sino por gente
común y corriente; por campesinos que el mes anterior sólo se preocupaban por alimentar a sus
familias pero que se han visto acorralados ideológicamente, convencidos de que su vecino de otro
grupo étnico no sólo es el culpable de su paupérrima situación, sino que también pone en peligro lo
poco que ahora tiene. Pero el que nos ocupa, el genocidio de 1994, aunque teniendo como base los
antecedentes históricos, respondió a las necesidades específicas del momento de crisis. También me
atrevería a decir que este estallido de violencia no fue espontáneo ni autónomo, sino que siguió las
directrices que marcaron las élites que la incitaban.

20
Conclusiones

De acuerdo a la investigación realizada, no cualquier matanza a gran escala puede ser calificada
como genocidio. Para poder hablar de genocidio se debe tomar en cuenta al perpetrador, que
normalmente se trata de una elite con poder dentro del Estado -si no es el propio Estado- que lleva a
cabo una campaña de redefinición del supuesto enemigo para que las masas lo identifiquen como
una amenaza. Las víctimas también suelen ser peculiares. Se trata de un grupo, definido por el
genocida de acuerdo a criterios políticos, raciales, culturales, nacionales, religiosos, ideológicos o
cualquier otro que cumpla con el propósito de deshumanizar y excluir a dicho grupo de aquel al que
pertenecen los genocidas.
Debe haber una intencionalidad evidente. Un claro deseo por exterminar al grupo identificado
como peligroso, reflejado en la planificación de la matanza y hasta en la posible coerción sobre la
población para que funjan como perpetradores.
Tomando en cuenta lo anterior, el caso rwandés encaja perfectamente en la categoría de
genocidio.
Los antecedentes históricos muestran que se trata de un largo camino preparatorio. Desde antes
de la época colonial los tutsi dominaron a los otros grupos, forzándolos a trabajar como sirvientes,
humillando y excluyéndolos de cualquier posible beneficio social o económico. Esta dominación
sentó las bases de una sociedad con fuerte antagonismo de clase, estratificada y desigual que, si bien
al principio mantuvo a los hutu en un lugar de subordinación, contribuyó también al resentimiento
social.
Las políticas colonialistas no ayudaron tampoco, al contrario; hicieron más profundas las
desigualdades. Con los carnets de identificación, la exclusión de los hutu a la educación y el
empleo, se procuró seguir alimentando la ideología de superioridad tutsi.
Pero cuando la dinámica económica y social permitió que los hutu cobraran conciencia de su
importancia, no sólo numérica, las ideas independentistas, democráticas e igualitarias comenzaron a
implantarse en la sociedad rwandesa. Sin embargo, no con esto estoy asegurando que una vez
conseguida la independencia y convertida en una joven República, Rwanda alcanzó esos ideales. Ni
mucho menos. Debe recordarse que África se mueve a su propio ritmo, un ritmo en el que no se

21
puede dejar atrás el pasado tribal y las hondas tradiciones, así como la no siempre afortunada -por
no entrar en demasiados detalles al respecto- intervención europea, que pareciera incentivar los
conflictos internos a fin de servirse de los recursos naturales del continente a manos llenas y sin la
condena internacional. Por ejemplo, la explicación que se dio en 1994 del genocidio rwandés como
conflicto entre “pueblos primitivos” resulta sospechosamente conveniente para justificar la
intervención de las potencias occidentales en los países africanos.
Al alcanzar los hutu el poder, las contradicciones sociales no se resolvieron; sólo cambiaron de
papeles. Ahora la mayoría hutu tenía el poder para vengarse y mantener a raya a los poquísimos y
tan odiados tutsi. Y vaya que usaron ese poder…
En una conjunción de crisis económica, política y social, la violencia fue la respuesta. Una
violencia sin medida, incitada por el propio gobierno incluso a través de la radio oficial. En ella se
alentaba a acabar con “las cucarachas tutsi”. Esta Radio-televisión Libre de las Mil Colinas era
usada para reafirmar entre la población el miedo, odio y venganza fundados en una visión
distorsionada del pasado histórico en la que los tutsis eran seres malignos que en cualquier
momento recuperarían el poder y la cruel dominación sobre los hutus.
Se incitó a los líderes locales a movilizar a sus vecinos. La redefinición de los tutsis como una
amenaza necesaria de eliminar tuvo tal éxito que la gran mayoría de la población salió a matar a sus
propios vecinos, a aquellos desdichados que portaban un carnet que los identificara como tutsi.

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Bibliografía

- BRUNETEAU, Bernardo, El siglo de los genocidios, Madrid, Alianza, 2006.

- CHALK, Frank, Kurt Jonassohn, Historia y sociología del genocidio. Análisis y estudio de casos,
Argentina, Prometeo, 2010.

- KAMUKAMA, Dixon, Rwanda conflict: its roots and regional implications, Kampala, Uganda:
Fountain, 1997.

- KORSTANJE, Maximiliano E., “El miedo político en C. Robin y M. Foucault” en Revista de


Antropología Experimental, no. 10, Texto 6, España, Universidad de Jaén, 2010.

- PÉRIÈS, Gabriel y David Servenay, Una guerra negra. Investigación sobre los orígenes del
genocidio rwandés (1959-1994), Prometeo Libros, Buenos Aires, 2011.

- PIAGET, Jean, La explicación en sociología, España, Planeta-Agostini, 1986.

- VARELA, Hilda, “De crisis humanitarias ignoradas y mitificadas: Rwanda 1994” en Estudios de
Asia y África, Num. XXXV, El Colegio de México, 2000.

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