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La escritura de investigación
Como vimos en los capítulos anteriores, entre las prácticas comunicativas específicas con las
necesita familiarizarse el estudiante que se incorpora a una institución de nivel superior se cuentan
un conjunto de géneros discursivos que posibilitan la adquisición y consolidación de saberes y
prácticas disciplinares y hacen posible su integración a una nueva comunidad discursiva.
En este sentido, el propósito de este capítulo es ofrecer una guía práctica para llevar adelante el
proceso de elaboración de la monografía, uno de los géneros académicos de formación más
presentes en la universidad, que además será uno de los instrumentos con los que se evaluará el
curso de Lectura y Escritura Académica. Así, entonces, a la par de las actividades de reconocimiento
de los rasgos característicos de tema, estilo y forma de composición de este género, la guía plantea
distintas tareas de investigación y escritura que forman parte del proceso de producción de una
monografía, de manera tal que el estudiante pueda trabajar a su ritmo, de manera autónoma.
Actividad de exploración I
Consignas:
La monografía
1
Botta, Mirta y Jorge Warley (2002); Tesis, tesinas, monografías e informes. Nuevas normas y técnicas de
investigación y redacción, Buenos Aires, Ed. Biblos.
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La escritura de investigación Marta Cristina Farías
El ensayo
En el ensayo se parte de una tesis que incluye juicios de valor sobre el tema tratado. Un
buen ensayo revela siempre una tesis personal, una originalidad creadora. Su libertad de
adoptar un enfoque personal y de afirmar una tesis, así como su derecho a prescindir del
aparato crítico externo, no lo dispensa del rigor y de la firme coherencia expositiva.
Se puede afirmar que un buen ensayo es aquel que puede, en cualquier momento,
recuperar su andamiaje de citas y notas que constituye el aparato crítico.
El ensayo tiene un estilo diferente del frío lenguaje científico, aspira a una cierta
elegancia formal literaria sin llegar al exceso retórico.
Es el comentario libre en torno a un fenómeno, un tema o un libro. La libertad de
enfoque del autor es muy grande. Suele prescindir, casi en absoluto, del aparato crítico exterior,
aunque siempre está obligado a mantenerse dentro de los límites del rigor intelectual. Admite
las opiniones personales sin exigencia de pruebas. […]
2
Ibíd.
3
Ander-Egg, E. y Valle, P. (1997); Guía para preparar monografías, Buenos Aires, Lumen-Humanitas.
4
El término corpus (del latín: “cuerpo”) se emplea en la investigación para designar al conjunto de datos,
textos y otras varias clases de materiales que constituyen el objeto de análisis de la investigación. Así, por
ejemplo. En una investigación cuyo objetivo es analizar la forma en la que los jóvenes son representados en la
publicidad, por ejemplo, será necesario recolectar un corpus compuesto por mensajes publicitarios sobre y/o
para jóvenes.
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La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Como todo género discursivo, la monografía está sujeta a convenciones que establecen su forma
textual, determinan caracteres propios de la construcción del enunciador y del destinatario, el
tratamiento del tema, la utilización del léxico, etcétera.
En cuanto al tema, el espectro suele ser amplísimo. “Recortar” el campo de investigación no es
tarea sencilla y exige ejercer cierto control sobre la perspectiva elegida para evitar caer en una
propuesta desmesurada.
5
En: Fernández Fastuca, Lorena y Bressia, Rocío (2009); “Definiciones y características de los principales tipos
de texto”, Buenos Aires, Universidad Católica Argentina.
180
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Una dimensión enunciativa, es decir, un modo particular de construcción del enunciador, del
destinatario y del referente (el tema u objeto que se trata en el enunciado).
Un estilo verbal específico.
Características de composición que remiten a formas prototípicas de organización denominadas
secuencias textuales. Recordemos que los textos en general pueden presentar secuencias
narrativas, descriptivas, explicativas, dialogales, argumentativas e instruccionales, a diferencia
de los géneros académicos en los que, como ya señalamos, predominan la explicación y la
argumentación, cuyos rasgos retomaremos más adelante.
¿Qué función cumple el enunciador? Lleva adelante el discurso y se ubica en una posición que
puede fundarse en su experiencia personal, saber o autoridad. En el caso específico del enunciador
académico, se espera que sea preciso en la terminología que usa, en la definición de conceptos, que
sea fiel a las fuentes que cita, que fundamente sus aserciones con argumentos aceptables para la
comunidad científica, que use correctamente las normas ortográficas y gramaticales y que legitime
“su palabra demostrando que ha leído, que conoce el tema, que maneja información y ofrece
referencias bibliográficas de las fuentes a las que alude” (Arnoux, Di Stefano y Pereira, 2010, p. 12)6.
6
Arnoux, Elvira, Mariana Di Stefano y Cecilia Pereira (2001); Prácticas de lectura y escritura en la Universidad,
Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.
7
La desagentivación es un mecanismo lingüístico que consiste en ocultar la identidad del autor de una acción.
Así, por ejemplo, frente al enunciado de (a), donde el agente de la acción ocupa un lugar central, en el
enunciado de (b), el agente ha quedado desplazado a una posición periférica, perdiendo presencia en la acción
que se comunica. Aún más extremo es el caso de (c), en el que el agente ha desaparecido por completo: (a) El
ministro ha anunciado un incremento en la tarifa eléctrica. (b) Ha sido anunciado un incremento en la tarifa
eléctrica por el ministro. (c) Se ha anunciado un incremento en la tarifa eléctrica (En: Taranilla García, Raquel
(2009); “LA GESTIÓN DE LA PROPIA IMAGEN EN LAS ARGUMENTACIONES DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL: LA
FUNCIÓN RETÓRICA DE LAS ESTRATEGIAS DE CORTESÍA” en: Revista de Llengua i Dret, núm. 52, 2009, p. 117-
149.
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La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Actividad de exploración II
Leer atentamente la siguiente monografía y reconocer en el texto los aspectos más relevantes que la
caracterizan a partir de la siguiente guía:
Señalar el tema general del texto y los aspectos que se propone investigar la autora.
Establecer la hipótesis que se plantea.
Reconocer las secciones que organizan la monografía y señalarlas en el texto. Ubicar en los
cuadros correspondientes los títulos de cada una de ellas. Identificarlos con la inicial que los
precede en la lista siguiente:
a) “Conclusiones”
b) “Introducción”
c) “La frontera en la historiografía, su relación con la concepción del «otro»”
d) “Bibliografía consultada”
Indicar la función que cumple cada una de ellas y los elementos que aporta a la
investigación.
Proponer subtítulos para las para los apartados 1.1. y 1.2.
Determinar si el texto responde a los rasgos del enunciador académico descritos
anteriormente. Aportar ejemplos tomados del texto.
¿Qué relación existe entre la conclusión y la hipótesis planteada?
¿A qué tipo de monografía corresponde este caso? Justificar adecuadamente.
182
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
En el presente trabajo se pretende analizar los debates y las distintas construcciones que dentro de
la historiografía se pueden entender en el momento de explicar la categoría analítica: frontera. A
partir de este análisis se realizará una aproximación a la caracterización de la frontera a partir de una
selección de autores.
La variable que se ha elegido para analizar esta categoría es la cuestión del otro. Para los
estudios rurales, la concepción e integración del “otro”, como bien indica Silvia Ratto, es el indio y,
2
en los trabajos sobre el indígena, la sociedad criolla . Es preciso pensar entonces, para lograr una
aproximación más acabada de la categoría “frontera”, incluir la visión que los autores tienen de los
actores sociales y que utilizan para su análisis. Este trabajo intenta abordar la problemática de la
relación entre la visión del “otro” indígena y la concepción de frontera que las diferentes
interpretaciones historiográficas tienen para el espacio bonaerense, durante los siglos XVIII y XIX.
Se pretende entonces en este trabajo mostrar que existe una relación estrecha entre la
concepción de frontera y del “otro” indígena en los autores que se analizarán.
La bibliografía analizada para este trabajo representa tres visiones acerca del “otro” y de la
frontera: una que puede denominarse “tradicional”, otra que abarca las investigaciones más recientes
acerca del tema y, por último, una tercera que puede considerarse en una situación intermedia.
Primeramente se expondrán los diferentes autores, incluyendo breves indicaciones acerca de sus
libros y artículos aquí analizados. En segundo lugar se integrarán las caracterizaciones del “otro”
indígena que cada uno propone, recurriendo para esto a citas de sus artículos e interrelacionando los
diferentes aspectos que de esta sociedad analizan. Seguidamente, se integrarán al análisis de esta
variable las concepciones que se pueden establecer para la categoría analítica elegida. Por último,
se expondrán las conclusiones y consideraciones finales.
1.1.
Dentro de la historiografía tradicional acerca de la frontera podemos incluir los libros de Juan Carlos
Walther y de John Lynch. Entre los trabajos más recientes se cuentan los de Martha Bechis, Silvia
Ratto, Daniel Villar y Juan Francisco Jiménez. Una visión intermedia está representada por el trabajo
de Carlos Mayo y Amalia Latubesse.
Juan Carlos Walther, en su libro de 1940 titulado La conquista del desierto, puede ubicarse en la
historiografía argentina dentro de la visión tradicional acerca de la frontera. Propone un análisis
político y militar del tema. Su visión acerca del “otro” indígena se manifiesta en los términos que
3 4
emplea tanto para nombrar como para calificar a los indios. Algunos son: salvajes , indios infieles ,
5 6 7 8
infieles de la pampa y la Patagonia, los indóciles pampas, indiada, hordas, contraponiendo esta
9
“barbarie” a la civilización que representaban la sociedad criolla, los blancos, los cristianos.
1
Comas, María Fernanda; “La cuestión del otro en la construcción historiográfica de la frontera”. Disponible en
www.monografias.com (texto adaptado).
2
RATTO, S. “Cuando las `fronteras´ se diluyen. Las formas de interrelación blanco- indio en el sur bonaerense”
En: MANDRINI, P. Y J. C. PAZ (comp.). Las fronteras hispano criollas del mundo indígena latinoamericano en los
siglos XVII y XIX Neuquén/Bahía Blanca/Tandil, Centro de Estudios de Historia Regional/ Univ. Nac. del
Comahue, Departamento de Humanidades/ Univ. Nac. del Sur, Instituto de Estudios Históricos- Sociales/ Univ.
Nac. del Centro de la Pcia. de Buenos Aires, 2003. p.201
3
WALTHER, J. C. La Conquista del desierto. Buenos Aires, Eudeba, 1986. Cap VI. Pp. 125 y sigs.
4
Ibid., p. 126
5
Ibid., p 130
183
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
El historiador británico John Lynch publica en la década de 1980 (edición en inglés de 1981, 1era.
edición en castellano de 1986) su libro acerca de Juan Manuel de Rosas. En el análisis de este
personaje de la campaña bonaerense se puede rescatar también una visión tradicional de la frontera,
y características similares a las que Walther le atribuye al indio. Para Lynch, el indio representa el
10 11
mayor enemigo de la pampa y mantiene una visión del indio como salvaje
En estos trabajos se encuentra ausente un tratamiento más profundo del indio y de la sociedad
indígena en general. Se niega al otro una comprensión más acabada y analítica de su alteridad. Sólo
se presenta al indio como el enemigo y las explicaciones que se dan de su persona muestran claros
juicios de valor fundados en prejuicios y preconceptos. Todo lo expuesto da lugar a la concepción de
la sociedad india desde una perspectiva subjetiva.
El libro que publicaron en 1998 Carlos Mayo y Amalia Latrubesse (en adelante Mayo- Latrubesse)
titulado Terratenientes, soldados y cautivos. La frontera, 1736-1815, intenta abordar desde la
temática de la frontera, los procesos históricos que designan distintas situaciones/relaciones entre las
sociedades indígenas y la sociedad criolla colonial e independiente. Pero aunque se reconocen
algunas particularidades de las diferentes tribus indígenas y parcialidades, no se da lugar en el
trabajo a una interacción entre las dos sociedades. El título del libro restringe la visión del aborigen a
la situación de la sociedad criolla, no lo incluye en el espacio fronterizo sino como el “factor” que
provoca la militarización de la frontera y el actor social que toma los cautivos.
Los trabajos que se encuadran dentro de la elaboración historiográfica más recientes son más
atentos a las particularidades de las sociedades indígenas en sus análisis de la temática de la
frontera. El artículo de Martha Bechis, titulado “Fuerzas indígenas en la política del siglo XIX”,
publicado en 1998 se encuentra incluido en un libro que aborda el problema de los caudillismos
rioplatenses. En su artículo Bechis relaciona a las sociedades indígenas con los conflictos bélicos
12
que generó la construcción de la sociedad y el Estado argentino. Otro artículo que se puede citar
es el de Daniel Villar y Juan Francisco Jiménez (en adelante Villar- Jiménez) publicado en el año
2003 en un trabajo conjunto que, en general, aborda el estudio de las fronteras hispanocriollas del
mundo indígena latinoamericano en los siglos XVII- XIX. Desde la perspectiva de estos autores, las
sociedades indígenas son entendidas en su composición y sus relaciones (con un acento particular
en los conflictos bélicos interétnicos) de una forma más compleja que las presentadas por los autores
tradicionales.
También se incluirá en el análisis el trabajo de Silvia Ratto, denominado “Cuando las `fronteras´
se diluyen. Las formas de interrelación blanco-indias en el sur bonaerense”, artículo publicado en el
año 2003 en la obra de compilación en la que se incluye el artículo anteriormente citado de Villar-
Jiménez. El tema que estudia es la frontera como espacio social y sitúa su análisis en el período
rosista, y en las luchas de los caudillos, la puja entre unitarios y federales y, en ella, el papel de las
sociedades indígenas.
1.2
En cuanto a la concepción del “otro” indígena que cada uno de estos autores presenta explícita o
implícitamente en sus obras, es necesario dar algunas precisiones.
Se ha indicado más arriba el caso de Walther y de Lynch, cuyas concepciones parten de una
visión tradicional del indígena. En sus obras el indio es representado como “salvaje”. Dice Walther:
“En lo relacionado con el aborigen se procuró […] tratarlos con dulzura y justicia, para borrar los
sangrientos recuerdos anteriores y que… se pudiera convivir en paz y que los indios dejaran de ser
6
Ibid., p.157
7
Ibid., p. 141
8
Ibid., p. 165
9
Ibid.. P. 188
10
LYNCH, J. Juan Manuel de Rosas 1829- 1852. Buenos Aires, Emecé editores, 1984. Cap. 1, p. 24.
11
Ibid. p.25
12
BECHIS, M “Fuerzas indígenas en la política criolla del siglo XIX” En: GOLDMAN, n. Y r. SALVATORE. (comp.)
Caudillismos Rioplatenses , Nuevas miradas a un viejo problema. Buenos Aires, Eudeba, 1998. p. 293
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La escritura de investigación Marta Cristina Farías
13
salvajes…”. De acuerdo con Lynch “…los indios de las llanuras constituían diversas tribus, que
14
abarcaban distintas variantes de una misma cultura, aunque no siempre la del salvaje noble…” .
Puede observarse que, aunque la definición de Lynch se realice desde la negativa (no la del
buen salvaje), la imagen puede asimilarse, sin mucha diferencia, a la misma idea de Walther. El
indígena se presenta como la imagen de lo más perjudicial dentro de la sociedad de la campaña, del
espacio fronterizo. […]
En contraposición con estos planteos, Mayo-Latrubesse, observan que los malones no sólo eran
ataques dirigidos a las estancias para destruir, matar o capturar a sus ocupantes y robar sus bienes,
sino que también “…eran operaciones militares de represalia contra la sociedad hispanocriolla
destinadas a privarla de recursos […] (y otras tenían el propósito de) obligar a aquella a negociar
para incrementar el comercio indígena con el mercado porteño…”. Pero si bien manifiestan un
15
conocimiento más incluyente de los procesos propios de la sociedad indígena , no dejan de ver a la
16
figura indígena como el “problema” de la sociedad criolla.
La concepción de economía depredadora de estos grupos aborígenes que sostienen los libros de
Walther y Lynch no se verifica en los otros trabajos aquí presentados. El análisis de la economía
indígena manifiesta su complejidad en un amplio espectro de actividades. Dice Ratto “… los
encontramos en la vida diaria fronteriza, intercambiando activamente sus productos con
17
comerciantes de distintos puntos de la campaña… trabajando junto a peones criollos…”. Martha
Bechis analiza cómo, al principio, durante la colonia, el indígena, que había sido cazador de
guanacos, se hizo cazador de vacas y caballos, luego se transformó en pastor de ese ganado
amansado y de ovejas e introdujo, en pequeñísima escala, una horticultura doméstica a principios del
18
siglo XIX.
También en el trabajo de Villar-Jiménez, en el que se examinan los ciclos de las guerras
19
indígenas libradas para establecer hegemonía en la región pampeana-norpatagónica , pueden
reconocerse rasgos de la economía pastoril y de los circuitos de intercambio […].
Además, se puede plantear que estos autores entienden la sociedad aborigen desde sus propios
mecanismos y realidades, incluyendo el malón, por ejemplo, dentro de los patrones de violencia
20
tradicionales . Martha Bechis analiza las características de las fuerzas armadas indígenas
pampeanas durante el siglo XIX y, cuando incluye el malón dentro del análisis, lo define como una
21
empresa económica en todo el sentido del término . […]
En efecto, Silvia Ratto, articula la sociedad aborigen con la sociedad criolla en su concepción del
22
espacio fronterizo y explicita el marco teórico en el cual encuadra la comprensión de la sociedad
aborigen:
Aquí se observa cómo, también en los trabajos más recientes, se intenta ver los mecanismos que
dentro de estas sociedades se alteran con el contacto con los europeos y, más tarde, con las
sociedades criollas. En su trabajo, Villar y Jiménez introducen el concepto de zona tribal de
13
WALTHER, J. C. Ibíd.
14
LYNCH, J. Ibíd., p 25
19
Véase el análisis que los autores realizan del proceso de araucanización. MAYO, C. Y A. LATUBRESSE.
Terratenientes, soldados y cautivos. La frontera 1736- 1815. Buenos Aires, Editorial Biblos, 1998. P.22
16
Ibíd.., p. 28
17
RATTO, S. Ibíd... p 226
18
BECHIS, M. Ibíd.. p. 314
19
VILLAR, D. Y J. F. JIMENEZ. “La tempestad de la guerra: conflictos indígenas y circuitos de intercambios.
Elementos para una periodización (Araucanía y Las pampas, 1780-1840) En: MANDRINI, R. Y J. C. PAZ (comp.)
Op. Cit. p. 123
20
Ibíd., p 127
21
BECHIS, M. Ibíd., p 313
22
RATTO, S. Ibíd., pp. 200-201
23
Ibíd. p 201
185
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24
Ferguson y Whitehead, para abordar la cuestión de la guerra. El concepto de zona tribal debe
aplicarse a las áreas donde se verifican procesos de transformaciones y modificaciones de los
patrones de guerra, a raíz del contacto permanente de sociedades nativas sin estado, con
sociedades estatales introductoras de nuevos bienes, tecnologías y enfermedades. Además, de
alterar la forma en que se libraba la guerra, el contacto con los europeos conduce a una
25
intensificación de los conflictos o los provoca en áreas donde no existían anteriormente .
En su artículo, Bechis señala que, aunque el indígena se aliaba y coparticipaba con los federales
26
en sus conflictos con los unitarios “[…] no cede sus reglas sino que pelea su guerra […]”. Llega a
esta conclusión tras analizar cómo, en un enfrentamiento de los federales con los unitarios, uno de
los indígenas rosistas mata a un unitario y monta el caballo del enemigo “[…] con silla y pistoleras,
27
corriendo y gritando: Matando Huinca´[…]” . El indio se refiere a su guerra, a su guerra íntima con el
28
enemigo, el huinca y no hace referencia a la división de lealtades enfrentadas en la guerra civil.
Se aprecia cómo la interacción juega dentro de estas concepciones del “otro” un papel
fundamental para definir sus características e incluir los juicios que se puedan realizar sobre las
sociedades indígenas, incluidos los malones que definen los autores Walther y Lynch.
[…] en los trabajos más recientes, se pasa por alto esa enumeración de caracteres esencialistas
que se daban en los estudios tradicionales. […]
Según Lynch, los pampas eran vistos por los blancos como los indios más salvajes, traicioneros y
venales […]. Llama la atención cómo Lynch junta a los indios, con los gauchos, delincuentes y otros
29
habitantes de la pampa que tenían contacto con Rosas . […]
Los trabajos de Bechis, Villar-Jiménez y Ratto, por otra parte, al desatender la etapa de
descripción, manifiestan claramente que, para ellos, la descripción no se corresponde con un
elemento de análisis. Así utilizan un enfoque más relacional, de interacción entre las sociedades
indígenas y criollas.
30
La historiografía tradicional concibe la frontera como una línea interior , una línea que dividía la
31 32
civilización de la barbarie . El territorio más allá de la frontera es un desierto . Sus análisis, atienden
33
hacia los fortines, las misiones, los fuertes “…que jalonaban la frontera con el desierto […] ”.
Pero la imagen del desierto se contrapone a la realidad geográfica y humana de la campaña
bonaerense. En el aspecto geográfico, los ricos y variados paisajes de la pampa no son los de un
desierto, con su pobreza de vida animal y vegetal y la sequía de sus suelos. Y, además, en el
aspecto humano ese territorio estaba habitado por un número importante de poblaciones indígenas.
24
VILLAR, D. Y J. F. JIMENEZ. Ibíd., p 128
25
Ibíd, p. 129
26
BECHIS, M., Ibíd.. p 303
27
Ibíd., pp. 302-303
28
Ibíd..
29
Ibíd.. pp. 45 y 50
30
Ibíd.., p 146, 160
31
Ibíd., p 188
32
Ibíd.., p 181
33
Ibíd.., p. 131
34
Ibíd., p. 187
186
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Los trabajos de la última década tienen una visión diferente acerca de la frontera, no como límite
o separación sino como un área de interrelaciones entre las dos sociedades, que da lugar a procesos
económicos, sociales, políticos y culturales. Nuevamente, Ratto señala que “[…] en las
investigaciones más recientes sobre las sociedades indígenas existe […] un consenso con respecto
a la caracterización de la frontera como un espacio social de complejas interrelaciones entre los
36
grupos en contacto […] ”. En cuanto a la cuestión del otro, se puede establecer una relación con
estos planteos de la frontera ya que mantienen como elemento principal de análisis la situación
relacional.
35
MAYO,C. Y A. LATRUBESSE, Ibíd. p 16
36
Ibíd.., p 200
187
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
BECHIS, M “Fuerzas indígenas en la política criolla del siglo XIX” En: GOLDMAN, N. Y R.
SALVATORE. (Comp.) Caudillismos Rioplatenses, Nuevas miradas a un viejo problema. Buenos
Aires, Eudeba, 1998. Pp. 293-317.
LYNCH, J. Juan Manuel de Rosas 1829- 1852.Buenos Aires, Emecé editores, 1984. Cap. 1, pp. 19-
50.
RATTO, S. “Cuando las `fronteras´ se diluyen. Las formas de interrelación blanco- indio en el sur
bonaerense” En: MANDRINI, P. Y J. C. PAZ (comp.). Las fronteras hispano criollas del mundo
indígena latinoamericano en los siglos XVII y XIX Neuquén/Bahía Blanca/Tandil, Centro de
Estudios de Historia Regional/ Univ. Nac. Del Comahue, Departamento de Humanidades/ Univ.
Nac. del Sur, Instituto de Estudios Históricos- Sociales/ Univ. Nac. del Centro de la Prov. de
Buenos Aires, 2003. pp.199-232.
WALTHER, J. C. La Conquista del desierto. Buenos Aires, Eudeba, 1986. Cap. VI. Pp. 125-190.
188
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Una de las formas más radicales de violencia y estigmatización del otro es el racismo. Leer el
siguiente fragmento escrito por la antropóloga Rita Segato1, donde distingue entre diversas formas
de racismo, y luego responder a las consignas:
“Los cuatro tipos de actitud racista más comunes pueden ser definidos como sigue:
1
Segato, Rita; “Racismo, discriminación y acciones afirmativas: herramientas conceptuales” en: Educar en
ciudadanía intercultural (www.repositoriorecursos-download.educ.ar)
189
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
A partir del fragmento anterior, elegir un tema sobre el que se podría elaborar una investigación
más exhaustiva.
Señalar una cuestión problemática que permita tratar el tema elegido de manera circunscripta.
Analizar en el texto de Segato la construcción del enunciador, del destinatario y del tema a partir
de los indicios que presenta el fragmento.
Leer estos fragmentos de diálogos con el personal de una escuela bilingüe toba2 y resolver
las consignas al pie:
Pregunta: ¿Cuáles son las características positivas y las principales dificultades que usted
observa en general en escuelas como ésta?
Respuesta: Ése es un problema de toda la vida. Yo fui dieciocho años directivo de una escuela
rural y nunca tuvimos conocimientos serios sobre cómo hacer para enseñar las dos lenguas.
Siempre hicimos lo que pudimos, pero nadie nos enseñó.
Respuesta: El CIFMA comenzó considerando que había que tener maestros de la comunidad y
tomó algunos que tenían el séptimo grado y los hizo estudiar. Algunos son responsables, pero
otros no pueden ser maestros porque no saben ni leer ni escribir. Ellos nos dicen que el ADA no
tiene que ser traductor, pero no dan clase. No hay otra alternativa.
2
Tomados de: Duro et al. (2011)Los pueblos indígenas en la Argentina y el derecho a la educación. Situación
socioeducativa de niñas, niños y adolescentes de comunidades toba. Buenos Aires, Fondo de las Naciones
Unidas para la Infancia (UNICEF) Disponible en: http://www.unicef.org/argentina/spanish/tobas_web.pdf
190
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Analizar las marcas del enunciador que aparecen en los siguientes fragmentos tomados de
“La otredad o alteridad en el Descubrimiento de América y la vigencia de la Utopía
Lascasiana”3 de Jacob Buganza y contrastarlas con las convenciones de la monografía.
Introducción
En este ensayo me propongo trabajar algunos aspectos y a dos autores que hablaron de la
alteridad u otredad de los indios americanos. Lo haré de la siguiente manera: Primero trataré el
tema lingüístico de la equivalencia entre las palabras “alteridad” y “otredad” para significar
todas aquellas personas y características que no son las propias. La alteridad puede referirse a
las personas que no son yo, o bien a las características culturales que no pertenecen o a mi
grupo.
[…]
Una precisión terminológica
Una parte del título de este escrito está conformado por dos palabras que me parece significan
lo mismo: “otredad” y “alteridad”. Desde mi punto de vista, y pienso que sin problema alguno,
estos dos términos pueden ser entendidos como sinónimos. Trataré de justificar esta tesis: La
palabra otredad parece tratar de substancializar femeninamente al sustantivo “otro”, usándose
precisamente para caracterizar a lo que no es propio (o no soy yo, en última instancia). La
palabra alteridad, por otro lado, significa lo mismo si recurrimos a una definición etimológica,
pues se sabe que alter en latín quiere decir, también, otro. Así, las dos palabras significarían lo
mismo, pues serían una substanciación femenina que sirve para caracterizar a todo aquello que
no es propio.
[…]
3
Buganza, Jacob (2006); “La otredad o alteridad en el Descubrimiento de América y la vigencia de la Utopía
Lascasiana”, Revista Razón y palabra. Número 54 diciembre 2006-enero 2007. Disponible en:
www.razonypalabra.org.mx
191
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
somos diferentes, como la analogía (la analogía nos dice que si hay relación analógica es porque
hay una cierta identidad y una cierta diferencia entre dos entes o cosas). Sin embargo, esto no
fue precisamente lo que sucedió en la Conquista de América, en la concepción errónea de que el
otro no es igual a mí, sino que es inferior, un homúnculo, un hombre pequeñito, como lo
consideraba Juan Ginés de Sepúlveda en su Tratado de las justas causas de la guerra contra los
indios. Para este autor español de los tiempos de la conquista, la otredad o alteridad, que se
aplicaba en este caso a los indios de América, era vista como un conjunto de bárbaros
incivilizados que debían ser sometidos por su bien.
Elegir un párrafo del texto anterior y reescribirlo borrando las marcas de subjetividad
del enunciador.
“[…] los trabajos científicos se caracterizan por dar a conocer, de un modo claro y preciso en lo
posible, determinados conocimientos […].
Todo escrito científico es, de alguna manera, una exposición ordenada de un trabajo previo de
investigación. Decimos de alguna manera porque, en muchos casos, no se trata solamente de un
informe sobre resultados: hay una reelaboración de conocimientos ya existentes, obtenidos o no por
el autor, que se organiza con fines expositivos específicos. […] Existe un esfuerzo de investigación
previo, aunque esto no se manifieste más que a través de la organización y sistematización de
resultados ya conocidos. Si esto no fuese así, si no existiese ningún tipo de investigación —
documental o de campo— no podríamos hablar en propiedad de un trabajo científico. Estaríamos en
cambio frente a un ensayo, un artículo de opinión, un resumen o cualquier otro de los variados
géneros existentes. […]
Pero, para que podamos hablar en propiedad de un trabajo científico, es preciso que este posea
algunas características de forma que lo adecuen a las exigencias metodológicas necesarias para
garantizar su seriedad. […] Entre las mismas podemos enumerar el uso de un lenguaje apropiado, un
orden expositivo coherente y sistemático y un aparato crítico que otorgue las necesarias referencias
a la obra. Además de lo anterior habrá que tener en cuenta también otros requisitos formales, no ya
de tipo general sino específicamente exigidos por la institución que eventualmente haya encargado
el trabajo o ante la cual este será presentado […]
Dentro de la denominación genérica de “trabajos científicos” existe una variedad bastante grande de
posibilidades que surgen de necesidades y circunstancias específicas. Los lectores seguramente
habrán oído hablar de monografías y tesis, de ponencias, papers y artículos científicos, de tesinas,
trabajos de ascenso e informes de investigación. Cada uno de esos nombres se refiere a un tipo
particular de trabajo […]”.
4
Sabino, Carlos (1986). Cómo hacer una tesis. (Fragmento)
4
Sabino, Carlos (1986); Cómo hacer una tesis, Buenos Aires, Humanitas.
192
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
3. De los tipos de trabajos enumerados en el texto, elegir aquellos que conozcan y explicar sus
características.
Cuando se inicia una investigación, lo primero que se debe hacer es determinar el tema central. El
investigador construirá luego un problema relacionado con esa área de su interés, es decir, se
planteará un conjunto de interrogantes en relación con un aspecto de la realidad y a los que debe
responder mediante la actividad científica.
Todos los trabajos de investigación parten de una hipótesis planteada por el autor del texto
científico. El desarrollo de la monografía tiene como fin examinar y eventualmente comprobar la
hipótesis propuesta. Por eso es uno de los elementos más importantes de la estructura general de
este tipo de trabajos.
Se trata de un enunciado breve que se formula como respuesta provisoria al problema de
investigación y que sirve de guía en el trabajo ya que, a partir de su desarrollo, se puede llegar a una
serie de conclusiones que demuestran su validez.
La hipótesis, por lo general, es un enunciado breve que sirve de guía para el desarrollo del
trabajo de investigación. Entendido el problema como una pregunta de investigación, la hipótesis se
presenta como la respuesta provisoria a ese problema y su comprobación dentro de cada trabajo
científico particular ayuda al avance del conocimiento en esa área disciplinar.
193
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
En Cómo se hace una tesis5, Eco se refiere a la tesis doctoral y la caracteriza como “un trabajo
original de investigación con el cual el aspirante ha de demostrar que es un estudioso capaz de hacer
avanzar la disciplina a la que se dedica”6.
Tanto para la tesis de compilación como para la de investigación, es importante destacar la
importancia de aprender a organizar las propias ideas y a ordenar los datos. Se trata de un trabajo
metódico —caracterización válida también para la monografía— que supone construir un “objeto”
que, en principio, sirva también a los demás.
En cualquier caso, si de textos académicos se trata, la investigación tiene que ser científica y,
para ello, debe cumplir con los siguientes requisitos (Eco (1994): 48-53):
1. Versar sobre un objeto reconocible y definido de tal modo que también sea reconocible
por los demás, lo que no implica necesariamente que tenga un significado físico. Se trata de
una delimitación teórica que selecciona de los enunciados concretos del corpus lo que se
construye para leer desde una determinada perspectiva.
2. La investigación tiene que decir sobre este objeto cosas que todavía no han sido dichas o
bien revisar con óptica diferente lo que ya se ha dicho, requisito válido para la tesis pero no
para la bibliografía que se consulte.
3. La investigación tiene que ser útil a los demás, es decir, añadir algo a lo que la comunidad
científica ya sabía y si ha de ser tenido en cuenta por los trabajos futuros sobre el tema.
4. La investigación debe suministrar elementos para la verificación y la refutación de las
hipótesis que presenta.
5
Eco, Umberto (1994); Cómo se hace una tesis. Técnicas y procedimientos de investigación, estudio y escritura,
“Libertad y Cambio”, Barcelona, Gedisa editorial
6
Ibíd. p. 19
7
Botta, Mirta y Jorge Warley (2002); Tesis, tesinas, monografías e informes. Nuevas normas y técnicas de
investigación y redacción, Buenos Aires, Ed. Biblos.
194
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
8
Fuente: Pájaro Huertas, David (2002); “La formulación de hipótesis. Algunas características” (fragmento)
8
Disponible en: www.facso.uchile
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La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Resumen Este artículo reflexiona críticamente sobre un conjunto de trabajos que contemplan
procesos de inclusión de inmigrantes; en particular aquella literatura que concibe estos grupos como
minorías culturales definidas por sus identidades colectivas. En su lugar se propone la
conceptualización de los mismos como grupos sociales estructurales. Su construcción tratará de
explicarse a partir de su posicionamiento similar en ejes sociales de desventaja a través de procesos
sociales estructurales de desigualdad como son el racismo sistémico, la división del trabajo o la
normalización. Por último se incluye una perspectiva de género para explicar procesos relacionales
de la estructura social generados específicamente por razones de género, que sin embargo tienden a
invisibilizarse tanto en debates teóricos como en discusiones sobre políticas de inclusión de
inmigrantes.
Fuente: Martínez, Máriam (2011); “¿Es el multiculturalismo bueno para los inmigrantes?”
(Fragmento)9
TEXTO 1
[…] En el ámbito de la sociología, el género es una categoría de análisis que identifica el proceso de
construcción de la identidad de hombres y mujeres, la designación de roles y características
específicas y estudia la relación entre los seres humanos y humanas.
La categoría género plantea el sistema SEXO-GÉNERO, el primero identifica las características
fisiológicas que determinan diferencias únicamente en las funciones biológicas de la reproducción,
por ello se nace hombre o mujer. A su vez el género establece la identidad femenina o masculina
como una construcción social, un continuo aprendizaje que determina las características y roles de
9
Martínez, Máriam (2011); “¿Es el multiculturalismo bueno para los inmigrantes?”, Reis 135, jul.-set. 2011,
Universidad Autónoma de Madrid, pp.27-46. Disponible en: www.proyectos.cchs.csic.es
196
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
unas y otros. El azul, el rosado, la fuerza, la dulzura, proveer o administrar, son clasificados en
patrones distintos para mujeres y para hombres, haciéndolos parecer como innatos e invariables
siendo todo lo contrario; la identidad es una construcción social perfectamente modificable.
Los roles seguidos por hombres y mujeres han creado estereotipos que se reproducen
continuamente desde la doctrina patriarcal. La crítica va hacia esos estereotipos perjudiciales para la
humanidad porque establecen relaciones inequitativas, de subordinación y también de explotación.
El género procura profundizar en las investigaciones, no señala culpables sino que
objetivamente encuentra causas sociales, económicas, culturales y estructurales. Recibe valiosos
aportes del materialismo dialéctico, la estadística, la antropología, la historia… y a su vez es
requerido para análisis más concretos, por ejemplo para la categoría Modos de Producción es
importante el género, puesto que visibiliza cómo afectan y han afectado las sociedades divididas en
clases sociales a hombres y mujeres.[…]
TEXTO 2
[…] Otro campo que parece despertar el interés de los investigadores, como veremos en algunos
ejemplos en este volumen, es el de las lenguas primeras de los inmigrantes y la construcción de su
competencia en las lenguas de uso oficial. En coherencia con lo anterior, estas investigaciones
parecen orientadas a hacer circular información sobre quiénes son los Otros y de qué manera su
bagaje (lingüístico, comunicativo, cultural) entra en relación con el de la sociedad receptora. En este
sentido, quien investiga se posiciona en el lugar de productor de información. Sus investigaciones se
proponen explicarnos, informarnos sobre quién es esta nueva alteridad, y cuáles son sus estrategias
para aprehender la realidad que la rodea. Nos hablan de sus lenguas, de sus estrategias de
apropiación de las que les son nuevas; de los procesos de asimilación o integración en los cuales
participan.
La descripción del Otro, su presentación, parece plantearse como una estrategia para diseñar
propuestas más adecuadas para su integración, su participación social y, en algunos casos, para
evitar su marginación y exclusión social. La sociedad que acoge, que recibe, que asimila o integra se
presenta, frente a la diversidad, los Otros, como algo mayoritariamente homogéneo.
Extraña el hecho de que la definición del objeto de investigación comporte en general una visión
externa que legitima, como sostiene Martín Rojo en este volumen, la representación de la
inmigración como un problema que viene de afuera, y que se coloca delante de nosotros desde su
déficit o desde su diferencia. El contacto con el Otro parece denotar una línea que no atraviesa los
sujetos involucrados (investigados e investigadores), sino que los contornea, delimitando dos o más
espacios, en una construcción aséptica de la alteridad.
10
Disponible en: www.voltairenet.org
197
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Elegir un tema que corresponda a la carrera elegida e investigar qué vocablos y expresiones
corresponden a la jerga especializada de esa disciplina.
Con el material recogido, elaborar un glosario destinado a un lector no especializado en esa
área de conocimiento. Para ello, se deben listar en orden alfabético los vocablos técnicos,
científicos u oscuros utilizados en esa área específica, acompañados de su definición o de un
comentario.
Uno de los aspectos principales de los trabajos de investigación consiste en buscar y seleccionar
bibliografía adecuada para llevar adelante el proyecto. La forma en la que estos textos se
integran en un escrito académico debe respetar ciertas reglas. El texto siguiente aborda uno de
los problemas más frecuentes en el manejo de fuentes bibliográficas. Tras su lectura, responder
en forma grupal o individual a los interrogantes que se plantean al pie:
Plagio
Según el Diccionario de la Real Academia Española (2006), plagiar es “Copiar en lo sustancial obras
ajenas, dándolas como propias”. Debemos tener en cuenta que está penado no sólo moralmente,
sino también penalmente el plagio (copia sin autorización o sin la respectiva citación) de las obras
científicas, literarias, etc. Lamentablemente, con la masificación de Internet, la práctica del plagio es
cada vez más un lugar común. Al respecto dice la Ley Nacional de Propiedad Intelectual (1933):
11
Unamuno, Virginia (2004); “Dilemas metodológicos, preguntas de investigación” en Estudios de
Sociolingüística, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, pp. 219-230
198
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Art. 10. - Cualquiera puede publicar con fines didácticos o científicos, comentarios, críticas o notas
referentes a las obras intelectuales incluyendo hasta mil palabras de obras literarias o científicas u
ocho compases en las musicales y en todos los casos sólo las partes del texto indispensables a ese
efecto. […]
Fuente: “Textos académicos”12
1. ¿Por qué es importante citar correctamente los documentos consultados? ¿Qué recursos se
usan?
2. ¿Qué debe citarse?
3. ¿Qué se entiende por “propiedad intelectual”? ¿Puede establecer alguna conexión entre ese
concepto y la propuesta de Creative Commons13, una organización sin fines de lucro que
promueve el intercambio y la utilización legal de contenidos cubiertos por los derechos de
autor?
4. ¿Por qué es importante que en el texto se distingan claramente las ideas propias de las ajenas?
¿Qué es el autoplagio?
3. La estructura de la monografía
3.1. Secuencia de elaboración
La formulación de una hipótesis o una respuesta provisoria a las preguntas o cuestiones que
se plantearon como punto de partida. Se la debe enunciar en no más de quince líneas, de
modo concreto y aseverativo.
12
Material publicado por el Instituto Santa Ana y San Joaquín. Disponible en http://es.sribd.com
13
www.creativecommons.org.ar/
199
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
El plan de texto es una propuesta operativa que consiste en definir concretamente las
tareas por realizar, planificar el trabajo, controlar el desarrollo y plantear las dificultades.
Servirá de guía para la redacción del trabajo. En él ya deben anotarse los contenidos
necesarios para que la monografía resulte completa y convincente y quedar definida la
bibliografía de consulta.
Para la argumentación de la tesis es preciso recopilar las citas o fragmentos que permitan
sostenerla, es decir, seleccionar de la bibliografía de consulta el material que valide la
hipótesis planteada.
Dada la naturaleza compleja de este género académico, está sujeto a determinadas convenciones y
requisitos que contribuyen a la claridad de la propuesta. Es importante no perder de vista los
siguientes aspectos:
200
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
3.3. Luego de leer el siguiente texto de Amaia Izaola e Imanol Zubero, resolver las siguientes
consignas:
201
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
1
La cuestión del otro: forasteros, extranjeros, extraños y monstruos
Amaia Izaola
Imanol Zubero
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea. Grupo de investigación CIVERSITY
amaia.izaola@ehu.es imanol.zubero@ehu.es
Como señala Kapucinski, «el encuentro con el Otro, con personas diferentes, ha constituido la
experiencia básica y universal de nuestra especie», experiencia que hemos resuelto recurriendo a
una de estas tres estrategias: la guerra, el aislamiento o el diálogo (2007: 11-12, 14-15). La pregunta
que subyace a este trabajo puede plantearse así: ¿cómo y por qué el Otro se convierte en un Otro-
dialogable, un Otro-aislable o un Otro-guerreable? Partimos de la idea de que la definición que
hacemos del Otro condiciona nuestra relación con él. Es sobre todo a través del discurso y de la
imaginación como se construye la diferencia etnocultural (Collier, 2001; Ono y Sloop, 2002;
Santamaría, 2002b; Lakoff y Ferguson, 2007; Cohen, 2011), pues «también los discursos son
acontecimientos, motores de la historia, y no solamente sus representaciones» (Todorov, 2010: 15).
Compartimos la perspectiva que Benhabib denomina «constructivismo social» y que la autora utiliza
como herramienta teórica para combatir los intentos de «reificar» o cosificar las diferencias
culturales (2006: 28-33). Esta perspectiva no afirma que las diferencias etnoculturales sean
puramente ficticias o irreales, sino que dependen fundamentalmente de las propias definiciones de
la realidad: como las comunidades nacionales, las diferencias etnoculturales son imaginadas, pero
no «imaginarias» (Anderson, 2006: 24).
Todos los grupos humanos construyen imágenes de los considerados Otros como una forma de
autoidentificación (Choza, 2008: 78). Sea como sea, debemos ser conscientes de que estas imágenes
son eso, imágenes, construcciones sociales elaboradas mediante la selección arbitraria de ciertos
rasgos diferenciales de esas personas o grupos. Es el caso del orientalismo, la imagen que Occidente
se ha hecho de Oriente a lo largo de la historia: «una visión política de la realidad cuya estructura
acentuaba la diferencia entre lo familiar (Europa, Occidente, “nosotros”) y lo extraño (Oriente, el
Este, “ellos”)» (Said, 2003: 73). Cuando se considera que las categorías de oriental y occidental se
refieren a realidades prácticamente «naturales», la consecuencia es, «por un lado, la polarización de
la distinción: el oriental se vuelve más oriental y el occidental, más occidental y, por otro, la
limitación de las relaciones humanas entre las diferentes culturas, tradiciones, y sociedades» (2003:
76). Se trata de una cuestión de poder, de una relación de dominación (Delphy, 2008; Sayad, 2010:
173-198). Sabemos, desde que fuera formulado como principio por William I. Thomas en los años 30,
que si una situación es definida como real, es real en sus consecuencias; pero sabemos también que
solo llegan a tener consecuencias aquellas definiciones respaldadas por alguna forma de poder
(político, económico, simbólico, militar). El orientalismo es una perspectiva al servicio de la
1
Izaola, Amaia e Imanol Zubero (2014); “La cuestión del otro: forasteros, extranjeros, extraños y monstruos”
Disponible en: https://www.academia.edu/12554777/
202
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
dominación, tanto un juicio de valor como un programa de acción: «Desde el momento en que el
oriental era miembro de una raza sometida, tenía que ser sometido; era así de simple» (Said, 2003:
278-279).
En este artículo, profundizamos en la manera como las ciencias sociales han teorizado la
otredad, atendiendo a cuatro poderosas imágenes o tipos ideales: el forastero, el extranjero, el
extraño y el monstruo. Consideramos que estas conceptualizaciones permitirían construir una
cartografía de la otredad, un mapa conceptual que defina espacios potenciales de cercanía y
distancia social entre la población autóctona y los distintos colectivos de inmigrantes. Consideramos
que, si bien desde una perspectiva filosófica, puede ser cierto que «reconocer la radical alteridad
“del Otro” no significa que no haya manera de entender al otro» y que, en este sentido, «incluso una
relación asimétrica es una relación» (Bernstein, 1991: 21), desde una perspectiva sociológica cabe
pensar en representaciones discursivas del otro cuya radical alteridad haga imposible cualquier
forma de relación caracterizada por la existencia de un sentido recíproco que oriente la acción
mutua. Retomamos, en este sentido, la reflexión clásica de Park (1924, 1926, 1999) sobre las
relaciones humanas en términos de posición y de distancia social, con su énfasis en la importancia
de la definición de la situación, en la significación subjetiva de la diferencia y en su representación,
cuya capacidad de estructurar la acción social ha sido testada en el ámbito educativo (Terrén, 2001).
Porque lo cierto es que, como advierte el geógrafo francés Georges Benko, «hay Otros que son más
Otro que Otros» (citado en Bauman, 2002: 117).
Forasteros
El forastero, el otro más próximo en el espacio de la otredad, es, según Schütz (2003: 95): «una
persona adulta, perteneciente a nuestra época y civilización, que trata de ser definitivamente
aceptada, o al menos tolerada, por el grupo al que se aproxima», e identifica algunos ejemplos que
aclaran a quiénes se está refiriendo: «El postulante a socio de un club exclusivo, el pretendiente que
desea ser aceptado por la familia de su novia, el hijo del campesino que ingresa en la universidad, el
habitante de la ciudad que se establece en un medio rural, el “recluta” que se incorpora al ejército,
la familia del obrero de una industria bélica que se traslada a una población económicamente
próspera»1. Todos ellos se disponen «a ingresar en un grupo que no es ni ha sido nunca el suyo» (Schütz,
2003: 108)2, pero la caracterización del forastero se aclara definitivamente cuando señala quiénes no
forman parte de esta categoría: «Excluimos intencionalmente de nuestro examen ciertos casos cuya
inclusión exigiría condicionar en alguna medida nuestros enunciados: a) el visitante o el huésped que
intenta establecer un contacto meramente transitorio con el grupo; b) los niños o los primitivos, y c) las
relaciones entre individuos y grupos de diferentes niveles de civilización, como en el caso de los indios
hurones llevados a Europa» (Schütz, 2003: 95).
¿Cuál es el problema que plantea ese forastero con quien, en todo caso, se comparte
«civilización»? Aunque la realidad de la que procede no sea muy diferente de aquella en la que
quiere asentarse, cuando el forastero se hace presente, pasa a ser alguien que cuestiona gran parte
de lo que parece incuestionable para los miembros del grupo al que se aproxima, con lo cual rompe
la normalidad de quienes viven su vida cotidiana con total naturalidad. Recién llegado a una
sociedad que no es la suya, el forastero experimenta la pauta cultural dominante no como un
«refugio protector» —experiencia propia de los sujetos que ya forman parte de esa realidad—, sino
203
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
como «un laberinto en el cual ha perdido todo sentido de orientación» (Schütz, 2003: 107). Esta
experiencia de desorientación explica que el forastero se haga preguntas, cuestione la realidad a la
que accede y, con ello, los fundamentos de la concepción natural del mundo de los miembros del
endogrupo (Schütz, 2003: 106). No es que juzgue negativamente o rechace esa realidad,
simplemente la interroga para aclararse, procurando entenderla. Porque, como señala Schütz
citando a Park y Stonequist, el forastero se encuentra en la situación del hombre marginal, «un
híbrido cultural que vacila entre dos pautas diferentes de vida grupal sin saber a cuál de ellas
pertenece» (2003: 106).
Esta situación, en la que la simple aparición del forastero problematiza la realidad considerada
normal o evidente, nos recuerda a la figura del nómada, del hombre errante, portador de novedades
y, por ello, objeto de desconfianza por parte de los establecidos, cuya trascendencia en la sociología
de la Escuela de Chicago es destacada por Maffesoli (2004: 41, 44): «En un país en que el tema de la
frontera desempeñó un papel importante en la constitución del imaginario colectivo, los sociólogos
de la Escuela de Chicago subrayaron la importancia del hombre errante, del vagabundo en la ciudad
moderna. El “caminante”, como su nombre lo indica, cumple de algún modo con el papel de mala
conciencia», sacude el orden establecido y viene a encarnar, debido a su movilidad y a su
extraterritorialidad, «el rompimiento, el desbordamiento, en pocas palabras, lo imprevisible». Con
mayor o menor intensidad en función de su posición en el espacio de la distancia social, esta
capacidad de perturbación de la normalidad con la que los establecidos viven su existencia cotidiana
es la característica más destacada de todo «otro-entre-nosotros», convertido sin pretenderlo en
alter ego del establecido, del autóctono, del nacional, con lo cual revela «sus insuficiencias
personales a la vez que de los vicios de las costumbres y las instituciones» (Kristeva, 1991: 162).
Como hemos dicho más arriba, en su situación marginal, el forastero se ve obligado a realizar
una constante reinterpretación de las pautas culturales de las que se sirve para manejarse en el
nuevo entorno social, experimentado como «un campo de aventura» (Schütz, 2003: 106). En esta
situación de incertidumbre, el forastero únicamente dispone de entrada de su propia pauta o marco
cultural para intentar interpretar las reglas y los códigos de la sociedad a la que acaba de llegar.
Como señalan Berger y Kellner (1985: 55-67), «la interpretación es también una forma de
incorporación: avanzo en la comprensión de lo nuevo relacionándolo con lo viejo en mi propia
experiencia», en el caso del forastero, que comparte civilización con el grupo al que busca
incorporarse, esta interpretación no es excesivamente complicada, ya que esa cultura compartida le
permite tener «esquemas interpretativos preparados “a mano” para habérselas con una realidad
social desconocida». Así pues, es perfectamente lógico que el forastero afronte la tarea de leer e
interpretar su nuevo ambiente social «en términos de su pensar habitual» (Schütz, 2003: 100). Al fin
y al cabo, es ese pensar habitual, esa pauta cultural propia, lo único que el forastero puede utilizar
con una cierta seguridad.
El problema es que ese conocimiento propio del forastero, si bien puede servirle como esquema
para intentar interpretar al grupo extraño, no sirve como guía para su interacción con éste: se trata
de un conocimiento que se refiere a los miembros del nuevo grupo exclusivamente como objetos de
interpretación, pero no «como destinatarios de posibles actos surgidos del resultado del
procedimiento interpretativo, ni como sujetos de reacciones previstas hacía esos actos» (Schütz,
2003: 101). Este conocimiento objetivador sería adecuado en el caso de un analista social, pero el
forastero no quiere ser un mero observador no participante, sino que aspira a convertirse en
204
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
miembro de ese grupo. Este «salto de la platea al escenario» no resulta sencillo y el forastero
experimenta una sensación de desubicación que no se resuelve aceptando la nueva pauta cultural
sin más, que el forastero no puede dar por sentada, ya que no puede evitar preguntarse solamente
por su cómo, sino también por su porqué; por ello, «debe contar con que aparecerán discrepancias
fundamentales en la visión de las cosas y el manejo de las situaciones», lo cual convertirá el esfuerzo
del forastero por incorporarse a la nueva realidad social en «un intento de conquistar las pautas
extrañas como esquema de expresión» (Schütz, 2003: 101-105), cuyo éxito no está garantizado:
Para el forastero que se incorpora al grupo, la pauta de éste último no garantiza una probabilidad
objetiva de éxito, sino una posibilidad puramente subjetiva que debe ser verificada paso a paso;
en otras palabras, debe asegurarse de que las soluciones sugeridas por el nuevo esquema también
producirán el efecto deseado para él, en su especial situación de extraño y recién llegado que no
ha logrado captar todo el sistema de la pauta cultural, cuya incongruencia, incoherencia y falta de
claridad, en cambio, lo desconciertan. (Schütz, 2003: 105)
Si, a pesar de todas las dificultades, el forastero logra ampliar y ajustar su acervo de experiencias
de manera que «lo que antes era un hecho extraño y un problema que desconcertaba [su] mente se
transforma en un elemento adicional de [su] conocimiento justificado», habrá logrado con éxito su
necesario ajuste social, su adaptación a la nueva realidad, con lo cual dejará de ser forastero (Schütz,
2003: 107). En el caso de que este ajuste social no sea completo, es probable que sufra la acusación
de «dudosa lealtad» por parte de los miembros del endogrupo. En ocasiones, esta acusación puede
no ser un mero prejuicio por parte del grupo abordado. Ello se debe al hecho de que el forastero «no
quiere o no puede sustituir totalmente la pauta cultural de su grupo de origen por la nueva pauta
cultural», pero este reproche responde, la mayoría de las veces, a la incomprensión de los miembros
del endogrupo hacia el hecho mismo de ser forastero y las dificultades que comporta (Schütz, 2003:
106-107). Esta falta de comprensión explica muchas actitudes de rechazo a la inmigración. Vivimos
con tanta naturalidad nuestra pauta cultural que nos cuesta ponernos en el lugar de ese «otro»
tantas veces perdido y desorientado entre códigos y normas que le resultan extraños. Si esta
incomprensión, con los problemas de convivencia y relación social que genera, se produce en el caso
del forastero, ya podemos suponer que las dificultades se multiplican a medida que avanzamos en el
espacio teórico de la distancia social.
Extranjeros
205
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Alcalde, 2011). Sin embargo, como señaló hace más de cuatro décadas McLemore (1970), el
concepto de extranjero propuesto por Simmel es uno de los «más intrigantes» de la sociología
contemporánea. De hecho, en diversas obras, dicho concepto se traduce como forastero (Reséndiz,
1998) o como extraño (Beck, 2000; Béjar, 2005; Cachón, 2008; Aguiluz, 2009; Ribeiro, 2009). Esta
variedad de sentidos puede explicarse por la ambigüedad del término utilizado por Simmel,
Fremden, rico en matices y con distintos significados en castellano (Waldenfels, 1998: 85-87). En
nuestro caso, utilizamos el término extranjero por ser la forma en que se ha traducido al castellano
la obra de Simmel, en continuidad con sus primeras traducciones al inglés (Wolff, 1950).
Simmel aborda su «digresión sobre el extranjero» tras analizar fenómenos de movilidad espacial
como el nomadismo, la migración o el vagabundaje (1977: 701-716). Compartimos con Rammstedt
la necesidad de leerla no como un texto aislado, sino como parte de la reflexión de Simmel sobre el
espacio y la sociedad, para no caer en errores de interpretación (Rammstedt, 1994: 148), pues,
aunque la figura simmeliana del extranjero resulta de utilidad para analizar el fenómeno
contemporáneo de las migraciones internacionales, Simmel no maneja la misma imagen de
extranjero que podemos tener en la actualidad. Esta figura es definida así:
El extranjero a quien vamos a referirnos no es el nómada migrador, en el sentido que hemos dado
a esta palabra hasta ahora, no es el que viene hoy y se va mañana, es el que viene hoy y se queda
mañana; es, por decirlo así, el emigrante en potencia, que, aunque se haya detenido, no se ha
asentado completamente. Se ha fijado dentro de un determinado círculo espacial —o de un
círculo cuya delimitación es análoga a la espacial—, pero su posición dentro de él depende
esencialmente de que no pertenece a él desde siempre, de que trae al círculo cualidades que no
proceden ni pueden proceder del círculo. (Simmel, 1977: 716)
Simmel resume la naturaleza del extranjero en una sugerente fórmula: es un «lejano [que] está
próximo» (1977:716-717). Igual que el forastero, el extranjero comparte determinadas
características con la sociedad a la que llega, pero trae consigo «cualidades que no proceden ni
pueden proceder» de esa sociedad; hay elementos comunes, pero también diferencias: «El
extranjero nos es próximo en cuanto sentimos que entre él y nosotros se dan igualdades sociales,
profesionales o simplemente humanas; en cambio, nos es lejano en cuanto que esas igualdades
están por encima de ambos, y sólo nos ligan porque ligan asimismo a otros muchos» (Simmel, 1977:
720).
Como ocurría con el forastero, la simple aparición del extranjero rompe la normalidad, al
mantener una actitud de distanciamiento crítico frente a las normas y a las instituciones propias de
la sociedad en la que se ha asentado, actitud que Simmel denomina la «objetividad» del extranjero;
objetividad que le confiere una importante libertad: «El hombre objetivo no se encuentra ligado por
ninguna consideración, que pudiera ser un prejuicio para la percepción, la compresión y la
estimación de los objetos» (Simmel, 1977: 718-719). Es como si pudiera observar la realidad «a vista
de pájaro», al no encontrarse constreñido por los diferentes intereses del grupo (Santamaría, 1994;
Chaouite, 1997). Pero esta libertad y esta objetividad no están exentas de problemas, similares a los
que Schütz plantea sobre la «dudosa lealtad» del forastero:
Esta libertad, merced a la cual el extranjero percibe, como a vista de pájaro, la relación de
proximidad, contiene, es cierto, diversas posibilidades peligrosas. De antiguo, en algaradas de
todo género, el partido atacado sostiene que ha mediado una excitación procedente de afuera,
llevada a cabo por enviados o agitadores extranjeros. Cuando tal imputación es cierta, hay en ella
206
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
siempre una exageración del papel específico del extranjero, que se encuentra libre, práctica y
teóricamente, y considera las circunstancias sin prejuicios, las mide a la luz de ideales más
generales y objetivos, y no se siente atado en su acción por hábitos, afectos ni precedentes.
(Simmel, 1977: 719)
Aunque, en situaciones sociales adversas, la libertad distanciada del extranjero puede hacer
que recaigan sobre él la ira y el enfado de la sociedad (Raphael, 1986: 76), Simmel (1977: 717)
considera la relación de extranjería como «una relación perfectamente positiva, una forma especial
de acción recíproca», que puede, a pesar de los elementos de distanciamiento, llegar a constituir
«una forma de colaboración y de recíproca unidad». En esto no se distingue de la perspectiva de
Schütz. Pero, a diferencia de éste, Simmel incorpora un elemento inquietante, que denomina
«extrañeza», y que puede derivar en la ruptura de toda relación positiva cuando comenzamos a
pensar que lo que nos une a otras personas es algo de naturaleza tan general que carece de valor:
«Es la extrañeza que surge de sentir que, aunque existe entre dos personas igualdad, armonía,
proximidad, estas conjunciones no son patrimonio exclusivo de tal relación, sino algo general que,
en potencia, puede darse entre nosotros en incontables personas, mas sin que corresponda con
necesidad interior y exclusiva a aquella relación». Más aún, considera que «existe un género de
“extranjería”, en el cual está excluida la comunidad a base de algo general, común a las dos partes»,
y pone como ejemplo «la relación del griego con el “bárbaro”, y, en general, todos los casos en que
se niegan al otro las cualidades que se sienten como propiamente humanas». Llegados a este
extremo, nuestra relación con el extranjero se convierte en una no-relación: «Ya no es lo que se
supone en todas las consideraciones precedentes: un miembro del grupo» (Simmel, 1977: 721).
Simmel introduce, así, un elemento fundamental para analizar los siguientes dos tipos ideales
de otredad: nos referimos a las dinámicas de distanciamiento que nacen no de la existencia de
diferencias que podemos considerar «objetivas» (lengua, costumbres, rasgos fenotípicos), sino de
consideraciones estrictamente subjetivas, que convierten en «otros» incluso a quienes son miem-
bros del propio grupo.
Extraños
El análisis de esta categoría de otredad nos exige, como advierte Beck (2000: 129), familiarizarnos
con la paradoja: «La categoría de extraño es el contraconcepto (o transconcepto) de todos los
conceptos del orden social. Y aquí radica su irritación y provocación —ya como concepto» (Beck,
2007: 54). En efecto, si anteriormente hemos analizado categorías construidas sobre la base de
elementos objetivos o, cuando menos, objetivables (como la distancia geográfica o cultural), ahora
nos movemos por un terreno donde el principio de categorización es esencialmente subjetivo.
Compartimos con Clarke (2002: 347) que la idea del extraño desarrollada por Bauman presenta un
«carácter psicososocial que es en parte ficticio, en parte real y en parte un producto de nuestra
imaginación». Iniciamos la reflexión con una anécdota narrada por Beck. Una mujer afroalemana
paseaba por una playa africana cuando unos niños le gritaron: «¡Rosa!, ¡Rosa!»; la mujer, que
pretendía «encontrar su identidad en África», se sintió desconcertada, hasta que encontró una
explicación a lo sucedido:
Mi comportamiento, distante, de observadora, me había delatado. En aquel escenario yo me
había comportado, por una parte, con un claro distanciamiento y, por otra, mostrando un
207
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
excesivo interés para ser una nativa. Mi conducta me había delatado como europea; y como,
según el cliché, los europeos son blancos, enseguida me identificaron con una Rosa. «Rosa», en
ese momento, era una categoría social, de la misma manera que sucede entre nosotros con
«negra». (Beck, 2000: 133)
Aunque Beck no lo señala expresamente, lo relevante es que la mujer era «realmente» negra.
«Esta inversión de papeles —advierte— no solo nos pone de manifiesto lo que significa la relatividad
de lo extraño, sino también en qué escasa medida lo extraño y los extraños, al definirse y al
identificarse, se conciben y se determinan con bases naturales y biológicas» (Beck, 2000: 133). Esta
experiencia indica que cualquiera puede ser considerado un extraño.
Como señala Beck (2000: 133), «hay nativos y extranjeros, amigos y enemigos; y, aparte,
extraños, que no encajan en esas categorías contrapuestas, que subyacen a ellas, las invaden o las
violentan». En el mismo sentido, Bauman (2005a: 84) afirma: «Hay amigos y enemigos. Y también
hay extraños». Un extranjero no es necesariamente un extraño, pero puede acabar siéndolo; lo
mismo puede ocurrirle a un nativo, incluso a un vecino. Esta posibilidad marca la diferencia entre
esta categoría de otredad y las anteriores: «Los extraños son unos vecinos de los que se dice (este es
el quid de la cuestión): ¡estos no son como “nosotros”!» (Beck, 2000: 131). Lo relevante es la forma
en que puede producirse esta transformación. Beck analiza esta cuestión desde la perspectiva de la
construcción política del extraño, a saber, el extraño es alguien sometido a un proceso de definición
o de conversión en extraño: «La categoría de extraño quiere decir: distanciamiento de los próximos
de parte de los cercanos, que no tiene por qué darse de mutuo acuerdo» (Beck, 2000: 131). Los
extraños están, siempre, «delimitados por los otros» (Beck, 2007: 55). La experiencia de los judíos
alemanes durante el nazismo se convierte para Beck en paradigma de esta conversión, tal y como
señala una placa conmemorativa de la deportación y el exterminio de miles de ciudadanos judíos de
Hamburgo:
La dificultad para elegir las palabras «Ciudadanos judíos de Hamburgo» señala el problema que
quiero tratar: no eran los «judíos» como raza (Rassejuden) (Leyes de Nuremberg), sino los vecinos
(judíos), a quienes el odio excitado públicamente y las medidas burocráticas convirtieron en
extraños, en judíos de raza y sangre ajena que tenían que ser «extirpados del cuerpo político
alemán» (de acuerdo con la formulación nada disimulada de las «Leyes para la protección de la
sangre alemana»). (Beck, 2007: 48)
«Cómo, de vecinos, se hacen judíos hoy en día y en el futuro» (Beck, 2000: 127). Esta
preocupación justifica la relevancia de la categoría de extraño en cualquier reflexión sobre la
inmigración actual. Los extraños pueden manifestarse de múltiples maneras: «Pueden aparecer
como el extranjero que viene de otro país o como el transeúnte anónimo de las grandes ciudades,
que no conocemos; también pueden adquirir el rostro de aquel que expresa una serie de pautas
culturales diferentes, como el forastero o el hombre marginal» (Sabido, 2009: 30-31). Cualquier
inmigrante, sea cual sea su procedencia, puede acabar convertido en un extraño, con las
consecuencias que ello supone; pero también puede convertirse en un vecino, es decir, en parte de
un Nosotros que es cada vez más complejo y plural. Que sea una cosa u otra dependerá,
fundamentalmente, de nuestra mirada, de la manera en que sea construida la imagen de las
personas inmigrantes que viven entre nosotros y la comunidad que vamos conformando.
La experiencia de los judíos alemanes durante el nazismo es también fundamental para la
reflexión de Bauman sobre el extraño. Bauman (2010: 127) analiza el Holocausto como ejemplo de
208
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
asesinato categorial, entendiendo por ello la eliminación física de hombres, mujeres y niños «por el
simple hecho de que habían sido asignados a una categoría de seres que tenía que ser exterminada
como tal». Esta eliminación masiva solo fue posible tras un proceso de «producción social de la
distancia» (Bauman, 1997: 251), cuyo resultado fue la desaparición de los judíos como sujetos
individuales, sustituidos por una categoría abstracta construida mediante prejuicios y estereotipos.
La construcción de este judío abstracto hizo desaparecer, de la mente de muchos alemanes, la
imagen del «judío de la puerta de al lado», conocido, cercano y considerado hasta ese momento
como un alemán más: «“El otro”, como categoría abstracta simplemente, no tiene nada que ver con
“el otro” que yo conozco» (Bauman, 1997: 245).
Bauman (2007: 33; 2005c: 145-152) muestra su preocupación por el hecho de que, en un mundo
en el que la diversidad y la pluralidad de sistemas de valores y estilos de vida se ha convertido en
experiencia cotidiana, de la que no podemos sustraernos, la mixofobia, entendida como la
propensión a rehuir de la diversidad y la diferencia buscando espacios de semejanza e igualdad,
pueda convertirse en la estrategia dominante a la hora de afrontar las consecuencias de esa
diversidad. Ya no es posible entender la comunidad como mismidad, como «ausencia del Otro,
especialmente de otro obstinadamente diferente» (Bauman, 2003b: 137). Si, durante la mayor parte
de la historia de la humanidad, proximidad física y proximidad social aparecían fuertemente
correlacionadas, hoy esta correlación se ha roto y el extraño aparece como símbolo de esta ruptura:
De ahí la caracterización que Bauman (2004a: 175) hace de esos extraños, combinando de
manera paradójica las características del vecino y del forastero: «Extraños; socialmente distantes
aunque físicamente cerca. Forasteros dentro de nuestro alcance físico. Vecinos fuera del alcance
social». ¿Qué problema plantean estos extraños? «El Extraño hace pedazos la roca sobre la que
descansa la seguridad de la vida cotidiana» (Bauman, 2001: 19). No es en esto diferente del
extranjero o del forastero: por vivir entre dos culturas o dos mundos sociales, ninguno de ellos
asume las normas de la sociedad de acogida con la «naturalidad» de los nativos. Y, al igual que
ocurre con la acusación de dudosa lealtad hacia el forastero o de objetividad crítica hacia el
extranjero, considera que «el cargo más serio de la comunidad nativa contra el extraño [sea] su pre-
disposición objetivista (desarraigada, cosmopolita o completamente ajena)» (Bauman, 2005a: 116).
Pero, a diferencia de esas otras dos categorías, la consideración de extraño puede mantenerse
(o aparecer) a pesar de que el sujeto así considerado realice el máximo esfuerzo por integrarse en la
norma social dominante, hasta el punto de que «aunque intentara por todos los medios, y con éxito,
209
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
comportarse aparentemente del modo que exige esa norma, el grupo no daría crédito a la existencia
de reciprocidad entre su punto de vista y el del grupo» (Bauman, 2001: 19). A diferencia de lo que
ocurre con el forastero, que deja de serlo si el proceso de adaptación o ajuste social al endogrupo
tiene éxito (Schütz, 2003: 107), el extraño está condenado a serlo para siempre, con independencia
del esfuerzo que haga por adaptarse: «No es suficiente mostrar una nueva actitud. El extraño no
puede dejar de ser extraño. […] Lo más que pueda llegar a ser es un antiguo extraño, es ser “un
amigo a prueba” y en permanente verificación, una persona sometida a vigilante observancia y bajo
la presión constante de ser alguien que no es, avergonzado de su culpabilidad por no ser lo que debe
ser» (Bauman, 2005a: 108). Es esta permanencia en la situación de otredad la característica más
distintiva del extraño y lo que explica que cualquiera, forastero, extranjero o vecino, pueda, en
determinadas circunstancias, verse convertido en un extraño. La misma persona que hasta ayer era
un forastero que se esforzaba meritoriamente para ser aceptado o al menos tolerado por el grupo al
que se aproxima (Schütz, 2003: 95), o un extranjero que «en las relaciones más íntimas de persona a
persona […] puede desplegar todo género de atractivos y excelencias» (Simmel, 1977: 718), puede
verse convertido, de la noche a la mañana, en un extraño, en alguien que ya no encaja en el mapa
cognitivo moral o estético del mundo (Bauman, 2001: 27). En palabras de Beck (2000: 129):
La categoría de extraño rompe desde dentro con las categorías y los estereotipos del mundo de los
del lugar. Los extraños no encajan en ninguno de los moldes en los que deberían encajar. Y ésta es
la causa, precisamente, de una fuerte irritación. Porque, dicho de otra forma, extraño es lo que
queda excluido de acuerdo con los estereotipos de un determinado orden social […] Pero son
nativos de primera o segunda generación, son del lugar, aunque los del lugar los excluyan como
extraños. (La cursiva es nuestra)
El extraño lo es no por sus propias características, sino en función de una determinada definición
de orden social que incluye tanto como excluye a determinados sujetos o grupos: la aparición del
extraño es consecuencia inevitable de los proyectos de ordenamiento social (Bauman, 2001: 20). Es
lo que Bauman denomina la «actitud del jardinero» (1997: 75) o, directamente, la «práctica del
Estado jardinero» (2005a: 51): cuando diseñamos un orden social más «integrado», descubrimos en
mayor medida elementos que no encajan en nuestro diseño. De esta manera, la figura del extraño,
«que no es solo el “desconocido”, sino el ajeno, el que está “fuera de lugar”», se transforma en una
amenaza (Bauman, 2003a: 137). La duda está en cómo actuar ante esta amenaza.
Según Lévi-Strauss (1955: 464), a lo largo de su historia, la humanidad ha recurrido a dos
estrategias para enfrentarse a la otredad: la antropoémica y la antropofágica. La estrategia
antropofágica o de asimilación busca «aniquilar a los extraños devorándolos, para transformarles
después metabólicamente en un tejido indistinguible del propio». Por su parte, la estrategia
antropoemética o de exclusión consiste en «vomitar a los extraños, desterrarlos fuera de los
confines del mundo ordenado y prohibirles toda comunicación con quienes permanecían dentro»
(Bauman, 2001: 28-29). Ambas estrategias continúan dominando las políticas de gestión de la
inmigración en las sociedades actuales: la antropoémia se refleja en la persecución y expulsión de
los inmigrantes tipificados como «ilegales» o «sin papeles»; la antropofagia en los discursos que
cuestionan el multiculturalismo, considerándolo un fracaso, y proponen una vuelta a políticas
asimilacionistas más estrictas.
210
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Bauman relaciona ambas estrategias con dos modelos de construcción del estado moderno y sus
correspondientes concepciones de la ciudadanía: el modelo liberal republicano y el «nacionalista-
racista». El primer modelo reconoce las diferencias en las tradiciones culturales de las personas y
confía en que estas diferencias, en la medida en que son un producto de la socialización, sean
flexibles, remodelables y, en última instancia, reconducibles a un espacio identitario compartido:
éste ha sido el ideal francés de integración republicana. El segundo de los modelos, por el contrario,
sostiene que la integración cultural siempre será limitada y, en algunos casos, imposible: «Hay
determinadas personas a las que nunca se convertirá en otra cosa que lo que son. Por así decirlo, no
tienen remedio. Uno no puede librarlas de sus defectos; uno solo puede librarse de ellas mismas,
con sus correspondientes excentricidades y maldades innatas y eternas» (Bauman, 2001: 29). Este
planteamiento subyace tanto a la reflexión de Huntington (2004) sobre las supuestas dificultades
para la americanización de la inmigración hispana como a la idea de Sartori (2003) de que existen
inmigrantes inintegrables.
Bauman considera que ninguna de esas estrategias funciona en la actualidad, pues sólo tenían
sentido cuando era posible distinguir con claridad entre el afuera y el adentro de un determinado
territorio, algo imposible en el escenario de la globalización actual. Esta imposibilidad, tanto de
expulsar masivamente como de asimilar plenamente al otro, explicaría la tendencia actual de
intentar contener a las personas inmigrantes fuera de las fronteras de las sociedades más
desarrolladas. Pero esta estrategia también está condenada al fracaso, ya que «en el mundo
moderno, los extraños son ubicuos e irremovibles» (Bauman, 2004a: 187). Prueba de este fracaso es
la proliferación, junto a todas las fronteras, de campos de refugiados y centros de internamiento
supuestamente provisionales que acaban por configurar una situación de provisionalidad duradera o
de transitoriedad congelada (Bauman, 2004b: 146). Cuando esto ocurre, el extraño, a diferencia del
extranjero o del forastero, ya no es un recién llegado en proceso de ajuste o de integración, sino que
se convierte en «un vagabundo eterno, siempre y en todas partes carente de hogar, sin esperanza
de “llegar” alguna vez» (Bauman, 2005a: 116). No deberían estar aquí, no encajan, están de sobra,
pero no hay forma de deshacerse de ellos. «Forasteros absolutos, forasteros en todas partes y fuera
de lugar en todas partes salvo en lugares que están ellos mismos fuera de lugar» (Bauman, 2005b:
106). Inasimilables e incontrolables, el problema que plantean es que «traspasarán las fronteras con
independencia de que se les invite o no a hacerlo. Controlan su propio emplazamiento y, por
consiguiente, se mofan de los esfuerzos de los buscadores de pureza por «colocar las cosas en su
sitio» y terminan por poner al descubierto la fragilidad y la inestabilidad irremediables de todas las
disposiciones» (Bauman, 2001: 15).
En estas circunstancias, las metáforas biológicas colonizan el lenguaje social y político (Bauman,
2005a: 77-78). Conceptos como los de impureza, contaminación, corrupción o suciedad son
profusamente utilizados para describir la situación. «El Extraño —recuerda— es la personificación
misma de este tipo de suciedad. No es de extrañar que los habitantes autóctonos de todas las
épocas y lugares, en sus frenéticos esfuerzos por apartar, confinar, exiliar o destruir a los extraños,
compararan el objeto de sus sudores con parásitos y bacterias» (Bauman, 2001: 19). La
deshumanización del extraño lo sitúa en los umbrales de la animalidad: «Las cucarachas, las moscas,
las arañas o los ratones, que pueden decidir en cualquier momento compartir un hogar con sus
residentes legales (humanos) sin pedir permiso a los propietarios, constituyen, por este motivo,
siempre, potencialmente, huéspedes no invitados y, por ello, no cabe incorporarlos a ningún
211
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
esquema imaginable de pureza» (Bauman, 2001: 15). Cuando esto sucede, nos encontramos ante un
nuevo límite cuya superación nos lleva hasta el extremo del espacio de la distancia social:
Sin embargo, algunos extraños no son sobre los que aún no se decide; son, en principio,
indecidibles. Son la premonición de un «tercer elemento», que no debería existir. Son los
verdaderos híbridos, los monstruos —no sólo inclasificados, sino inclasificables. Ellos no sólo
cuestionan la oposición, el principio como tal, la plausibilidad de la dicotomía que las oposiciones
sugieren y la posibilidad de la separación que demandan. Desenmascaran la frágil artificialidad de
la división. Destruyen el mundo. Llevan al extremo la inconveniencia temporal del «no saber cómo
continuar» hasta conducir a una parálisis terminal. Por eso son «tabuizados», desarmados,
suprimidos, exiliados física o mentalmente —de lo contrario, el mundo podría perecer. (Bauman,
2005a: 91)
El extraño pierde definitivamente cualquier relación con categorías fundadas sobre elementos
más o menos contrastables —nada tiene que ver con el vecino, el forastero o el extranjero—, hasta
acabar convertido en la manifestación más extrema de la otredad: el monstruo.
Monstruos
Durante una conferencia en la Casa de América de Madrid, Touraine (2008) reflexionaba sobre la
existencia de matrimonios mixtos y decía: «Esa es la mejor prueba de que la inmigración no es ningún
monstruo. Las culturas diferentes pueden convivir». Touraine no habla simplemente de convivencia entre
diferentes, sino de mezcla, de hibridación. ¿No es esto lo que aterra del monstruo, su capacidad de
introducirse de manera plena en nuestras vidas, modificándolas? ¿Y si fuera precisamente esa mixticidad
cultural la que hace que determinadas personas sean categorizadas como «monstruos»?
Según Graham (2002: 11), la cultura occidental está atravesando una profunda crisis de la idea
de «singularidad humana» (human uniqueness), caracterizada en términos de «emborronamiento
de los límites», de «disolución de la higiene ontológica», mediante la cual nuestra cultura ha trazado,
a lo largo de los últimos tres siglos, las líneas de corte que separan a los seres humanos de la
naturaleza y de las máquinas. Una de las formas esenciales en la que se ha afirmado (y modificado)
la frontera entre humanos y «casi-humanos» es a través del discurso de la monstruosidad (Richards,
1994: 377). Considerados como criaturas que «surgen al margen del curso de la Naturaleza»
(Graham, 2002: 49; Choza, 2008: 79), los monstruos cumplen una función demarcadora entre lo
normal y lo desviado. Precisamente por lo que tiene de diferenciación patológica respecto de una
supuesta norma de la naturaleza, el monstruo es necesario para sostener una perspectiva armónica
sobre la realidad, incluyendo los cambios experimentados por ésta:
La proliferación de monstruos sin futuro es necesaria para que se pueda redescender del continuo
al cuadro a través de una serie temporal […] El monstruo asegura, en el tiempo y con respecto a
nuestro saber teórico, una continuidad que los diluvios, los volcanes y los continentes hundidos
mezclan en el espacio para nuestra experiencia cotidiana. La otra consecuencia es que, a lo largo
de una historia tal, los signos de continuidad no pertenecen más que al orden de la semejanza.
(Foucault, 1984: 156)
El monstruo traza el límite de las diferencias normales, aquellas que no se alejan demasiado de
la norma: «El monstruo es la cepa de la especificación, pero ésta no es más que una subespecie en la
lenta obstinación de la historia» (Foucault, 1984: 157). Desde esta perspectiva, la figura del
212
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
monstruo se relaciona con la del salvaje, quien cumplía en la Edad Media la misma función
demarcadora: «La época medieval había prohijado a un hombre salvaje que, fuese como etapa de
sufrimiento y penitencia o como realidad monstruosa, proporcionaba a la sociedad un modelo
anormal, por decirlo así, de comportamiento» (Bartra, 1996: 291). A su vez, este hombre salvaje se
identifica en muchas representaciones medievales con el bárbaro (Droit, 2009: 190)3. En el mundo
antiguo, el bárbaro, el salvaje y el monstruo se caracterizan por llevar una vida de intemperancia y
desmesura, sin normas ni límites, que suele definirse con el término griego hybris (Droit, 2009: 50-
51).
Aunque, generalmente, los monstruos habitaban en los confines de la geografía conocida, con lo
cual marcaban el umbral entre el mundo civilizado y el desconocido (Graham, 2002: 51), Eco
recuerda en su Historia de la fealdad que, en la Edad Media, estos personajes formaban parte de la
vida cotidiana y cumplían una función terapéutica o salvífica (citado en Serrano, 2010: 78); su
aparición era un signo de insatisfacción de Dios con el comportamiento de los hombres y una
advertencia para modificarlo (Brammall, 1996: 12). La modernidad, con su desencantamiento del
mundo, cambia radicalmente el papel que desempeña el monstruo: «Una forma de concebir lo
moderno es precisamente aquel universo donde ya no hay monstruos, sino solo humanos, donde lo
fantástico y lo extraordinario, lo otro y lo ajeno, es expulsado» (Serrano, 2010: 79). Pero esta
realidad plenamente «normalizada» es una aspiración imposible: la diferencia, la extrañeza, la
desviación no dejan de estar presentes en todas las sociedades; esto es así porque, como señala
Erikson (1966: 11), «la aberración no es algo inherente a algunas formas de comportamiento, sino
algo atribuido a las mismas por el público que, directa o indirectamente, las contempla». En palabras
de León (2009: 83): «la “monstriparidad”, o el parir monstruos, es una tendencia inserta en la
organización misma de la socialidad».
De esta manera, con el término monstruo ocurre lo mismo que con el de bárbaro: no es tanto un
concepto cuanto «una máquina para fabricar lo exterior», un operador, es decir, un elemento cuya
función es la de «separar a un grupo y los que son sus otros, la función de construir un fuera y un
dentro, de crear un centro y unos confines periféricos» (Droit, 2009: 121). La barbarie hace siempre
referencia «a la in-cultura del prójimo» (Fernández Buey, 1995: 33; Santamaría, 2002b: 60). Tanto las
sociedades tradicionales como las modernas practican este ejercicio de atribución, que cumple
funciones imprescindibles para la construcción y el mantenimiento del orden social:
Las comunidades humanas necesitan poder analizar y prever las zonas de experiencia situadas
inmediatamente fuera de sus límites: los peligros invisibles que, en todas las culturas y en todas
las épocas, parecen amenazar su seguridad. El folklore tradicional imagina demonios, diablos,
brujas y malos espíritus, tal vez como medio para encarnar estos peligros que, de lo contrario,
serían informes; pero el aberrante es otra especie de recordatorio. En su calidad de transgresor de
las normas, representa a las fuerzas agazapadas fuera de las fronteras del grupo: así, informa a sus
miembros de cómo es el mal y de la apariencia que puede asumir el diablo. Y con ello señala las
diferencias existentes entre el interior y el exterior del grupo. Pudiera ser muy bien que sin este
drama representado en los «arrabales» del espacio social, la comunidad carecería del sentido
interior de identidad y cohesión, y no tendría conciencia de los contrastes que le confieren la
naturaleza de entidad diferenciada en un espacio concebido a escala mundial. Por consiguiente, la
aberración no puede definirse únicamente como una conducta que altera la estabilidad en la
sociedad, sino que, debidamente controlada, puede desempeñar una importante función de
mantenimiento de esta misma estabilidad. (Erikson, 1966: 15-16)
213
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Encontramos aquí la ambigüedad esencial del monstruo: cumple la función de señalar los límites
entre lo normal y lo patológico, pero también la de desvelar la fragilidad de estas categorías, que
damos por supuestas. Los monstruos se sitúan en las «puertas de la diferencia» (Cohen, 1996: 7),
«en la entrada a lo desconocido, actuando como porteros o guardianes de lo aceptable» (Graham,
2002: 53). Su sola existencia desanima a quienes se sientan tentados de adentrase en su territorio.
Pero los monstruos «sirven tanto para marcar las líneas de corte [entre humanos y no humanos]
como, subversivamente, para señalar la fragilidad de tales fronteras» (Graham, 2002: 12). En este
sentido, «el monstruo no es meramente lo opuesto a lo idéntico, no es simplemente una inversión
[…] La monstruosidad indica el final de las delimitaciones claras, un mestizaje caótico de categorías
que, en pleno proceso de confusión, nos advierten de que su ordenamiento está muy lejos de ser
inevitable» (Graham, 2002: 54). Recordemos el análisis de Bauman sobre el deslizamiento de
algunos extraños hacia la categoría de monstruos. Los monstruos simbolizan una grieta en una
categorización que pensábamos y queríamos inviolable; por eso Graham (2002: 39) destaca su
capacidad para «desestabilizar nuestras certidumbres axiomáticas», y es en esta capacidad donde
reside su horror. Esta capacidad del monstruo para emborronar la supuesta claridad de las
delimitaciones que organizan nuestra relación con los otros lo sitúa en el espacio de los otros
inapropiados e inapropiables de los que habla Haraway: «Ser inapropiado/ble es no encajar en la
taxón, estar desubicado en los mapas disponibles que especifican tipos de actores y tipos de
narrativas» (1999: 126). Habitan mundos en los que las fronteras entre las identidades y los espacios
se interpenetran, lo cual permite la emergencia de sujetos y mundos inesperados.
Como hemos señalado, en la antigüedad los monstruos compartían el mundo cotidiano con los
seres humanos, su naturaleza anormal era compatible con su existencia normal: «Los monstruos
premodernos están insertos, más allá de que representen el mal o la deformidad, en un marco y en
un relato general [que] hacen tolerable el terror que pueda producir el monstruo. Producen cierto
temor o repugnancia según los casos, pero no producen angustia. Generan asco, pero no la oscura
inquietud de lo que llamamos “inquietante” y de lo siniestro» (Serrano, 2010: 79). Esta situación se
invierte con la modernidad: si, por un lado, dentro del «universo cartesiano de lo moderno,
aparentemente el monstruo deja de tener realidad, deja de cumplir función, deja de convivir y de
existir propiamente», por otro, en ese mismo universo, emerge una nueva realidad que Freud
denominará Unheimlich y que caracteriza a los terrores modernos:
Se trata de una realidad extraña y a la vez familiar, desconocida y próxima, y que por eso mismo
nos inquieta especialmente, nos saca de nuestra confianza básica en el entorno, nos produce un
constante desasosiego que no sabemos ni podemos concretar. Esto es lo específicamente
moderno, el atributo que acompaña invariablemente y por definición al monstruo moderno, que
no es ya múltiple en sus funciones, que de hecho carece ya de función en el sentido apuntado
para el monstruo antiguo y medieval, pero cuyo rasgo común es lo inquietante. De modo que si el
mundo moderno ha generado muchos monstruos, todos ellos parecen ser variantes de uno y el
mismo monstruo, que no es siquiera el diablo, que no es sin más el mal o el extraño, que es lo
inquietante, lo que a la vez resulta familiar y amenazante, lo que por definición impide cualquier
quietud. […] La mayor parte de los monstruos de la modernidad tienen como característica
fundamental su proximidad asfixiante, bien por su emergencia del propio interior del individuo o
de la casa, o bien por ser parte o creación de quien los padece y de aquellos a quienes atemoriza.
Todos ellos acechan como una sombra tras lo más familiar o subyacen como sustrato de uno
mismo. (Serrano, 2010: 81).
214
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Otra de las características más inquietantes del monstruo es su capacidad para generar
sentimientos contradictorios: puede ser al mismo tiempo «aborrecible y atractivo» (Graham, 2002:
53). Lo mismo ocurre con los bárbaros, que, a pesar de todo, «fascinan» (Kristeva, 1991: 66). El
monstruo sintetiza el tabú y el deseo, los límites y su transgresión, son repulsivos y fascinantes a la
vez: «Los monstruos simbolizan, entonces, no el otro opuesto sólidamente encerrado tras sus
propios límites, sino la otredad de unos mundos posibles, de posibles versiones de nosotros mismos,
no realizadas aún» (Shildrick, 1996: 8). Esto es algo que se refleja perfectamente en el relato del Dr.
Jeckyll (el monstruo está dentro de nosotros, pugnando por liberarse) o en las versiones más
modernas del mito vampírico (asociadas cada vez más explícitamente al erotismo, la sexualidad o el
romance adolescente).
Como señala Droit (2009: 230), para las sociedades antiguas, los bárbaros (o, para el caso, los
monstruos) «o bien lo seguían siendo para siempre, sin por ello ser inhumanos, o bien podían
mejorar, desde el punto de vista cultural, educativo, político y de civilización, helenizándose —o
romanizándose». En cambio, para los modernos, el problema consiste en que «el civilizado siempre
puede, súbitamente, transformarse en bárbaro». Con otras palabras, el problema esencial no es que
el Otro siga siendo otro, ni que deje de serlo mediante su integración plena en nuestra cultura; el
problema fundamental lo tenemos con aquel Otro que se mezcla sin perder elementos significativos
de su identidad:
Los nuevos odios del presente ya no surgen principalmente de un conocimiento antropológico
supuestamente fiable sobre la identidad estable y la diferencia predecible del Otro. Sus fuentes
novedosas se encuentran en el problema que nace cuando no somos capaces de localizar la
diferencia del Otro dentro del léxico de sentido común de la alteridad. Las personas diferentes
aún son odiadas y temidas, pero la antipatía real hacia ellas no es nada en comparación con los
odios dirigidos hacia la amenaza más grande que representan los medio-diferentes o parcialmente
conocidos. Haberse mezclado supone haber tomado parte en una gran traición civilizacional.
Cualquier rastro desconcertante del híbrido resultante debe, por tanto, eliminarse de las zonas
ordenadas y desinfectadas de la imposible cultura pura. (Gilroy, 2008: 226)
215
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
clasificación tiene por fuerza que provocar anomalías» (Douglas, 1973: 59). Pero esta aspiración a la
pureza, al orden, a la coherencia, se demuestra imposible: «La paradoja final de la búsqueda de la
pureza reside en su intento de obligar a la experiencia a que entre dentro de las categorías lógicas de
la no contaminación. Pero la experiencia no es fácil de manejar y quienes lo intentan se ven
inmersos en contradicción» (Douglas, 1973: 216-217). Pese a todo, seguimos intentándolo. De ahí la
proliferación de fronteras, prohibiciones y tabús que aspiran a mantener «puro» el orden social. Y
esto es algo que no ocurre solo en pueblos «primitivos» como los estudiados por Douglas, sino
también en nuestras sociedades modernas (Lévy, 1996; Mann, 2009). Esta mirada incesantemente
incómoda está en el origen de lo que Appadurai (2006) denomina «ansiedad de incompletud»
(anxiety of incompleteness), que hace que identidades mayoritarias se transformen en identidades
predadoras, empeñadas en la eliminación de las minorías, consideradas un inaceptable recordatorio
de la imposibilidad de constituirse como una totalidad homogénea.
El monstruo es ese otro capaz de atravesar las fronteras, de desobedecer las prohibiciones y de
incumplir los tabús, que quiere mezclarse, mestizarse, hibridarse, y, al hacerlo, amenaza con disolver
las distinciones que creíamos y queríamos claras. Se convierte, así, en un agente contaminante,
pues, como dice Douglas (1973: 154): «una persona contaminadora siempre está equivocada. Ha
desarrollado alguna condición errónea o atravesado sencillamente alguna línea que no debe
cruzarse y este desplazamiento desencadena el peligro para alguien». Y esto es así
independientemente de la voluntad o las intenciones de esa persona.
Desde esta perspectiva, muchas veces, el otro-inmigrante se presenta como un ser liminal,
topológicamente ambiguo, tanto allí como aquí (¿más allí que aquí?); alienígenas procedentes de
otros mundos, trasuntos de aquellos extraterrestres que, en el clásico de ciencia ficción La invasión
de los ladrones de cuerpos, hacían gritar a su protagonista: «¡Ya están aquí! ¡Los tenemos entre
nosotros!» (Delgado, 2009: 14).
Conclusiones
Como advierte Sayad (2010: 304), la clasificación es una lucha en la que los individuos y los grupos se
juegan «todo su ser social, todo lo que define la idea que se hacen de sí mismos, todo ese
impensado social por el que se constituyen como “nosotros” por oposición a “ellos”, a “otros”, y al
que se mantienen suje tos por una adhesión casi corporal». Este es el peligro de las categorizaciones:
caer en la actitud textual, es decir, «preferir la autoridad esquemática de un texto a los contactos
humanos que entrañan el riesgo de resultar desconcertantes» (Said, 2003: 135).
Todas las sociedades, más allá de referencias abstractas a la inmigración o a los inmigrantes,
construyen esquemas típico-ideales que diferencian entre categorías de inmigrantes según una
supuesta afinidad o distancia sociocultural con la sociedad receptora. Esta categorización se
desarrolla en un escenario caracterizado por una distribución asimétrica de poder, donde unos (la
población autóctona) definen y otros (las personas inmigrantes) son definidos. La perspectiva
política que subyace a la idea de inmigración elegida es la mejor expresión de esa asimetría en la
capacidad de construir la diferencia etnocultural (Carens, 2002; Solana, 2009). Nos encontramos
ante una perspectiva y un discurso que construyen la diferencia cultural mediante un doble
movimiento: por un lado, atribuyendo a los inmigrantes determinadas características
216
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
supuestamente compartidas por quienes tienen un mismo origen nacional; por otro, contrastando
esas características atribuidas con una igualmente supuesta identidad colectiva propia de la
sociedad receptora (Roiz, 1994; De Lucas, 2002; Pajares, 2005; Zamora, 2012). Al fin y al cabo, como
señala De Lucas (2009: 215), «nuestra mirada es un instrumento de la teogonía social, de la forma
que construimos y organizamos el mundo (y a los otros) por referencia a nuestra propia imagen».
El resultado de esa organización del mundo y de los otros es una jerarquización de las personas
inmigrantes en función de su mayor o menor proximidad a nuestra supuesta identidad etnocultural.
A partir de esta operación de categorización, «algunos inmigrantes (más unos que otros) pasan a
conceptualizarse como “culturalmente incompatibles”» (Cea d’Ancona, 2009: 18). De esta manera,
las relaciones entre la población autóctona y las personas inmigrantes tienen lugar en el marco de
una categorización, no siempre explícita, que opera configurando una «escala de distancia social»
que diferencia entre inmigrantes más o menos cercanos a la cultura de la sociedad receptora en
función de sus distintos orígenes nacionales y de las adscripciones culturales supuestamente
derivadas de tales orígenes. Son muchas las investigaciones que descubren que, entre la población
española, se dan opiniones, actitudes y comportamientos claramente diferenciados dependiendo de
las características étnicas, culturales y socioeconómicas de las personas inmigrantes (Cea d’Ancona,
2009; Cea d’Ancona y Valles, 2010; Colectivo Ioé, 2003, 2009; Aierdi y Moreno, 2011). En un artículo
de 1993, el Colectivo Ioé señalaba que, en su actitud ante la inmigración, la sociedad española
manejaba una suerte de «escala de Otros, ante los que se adoptan actitudes diferenciadas», de
manera que «a medida que el grupo se aproxime a la raza blanca, a la cultura occidental y a la
religión cristiana, la tolerancia —incluso la franca acogida— aumenta»; por el contrario,
«distanciarse de alguno de estos parámetros es empezar a caer en desgracia, aún siendo ciudadano
español, como se constata en el caso de la etnia gitana» (Colectivo Ioé, 1993: 73). En la literatura
académica sobre la inmigración, se recurre en muchas ocasiones a Simmel y, en menor medida, a
Schütz, como perspectivas teóricas para el análisis de los procesos de construcción de la otredad; sin
embargo, no es habitual relacionar estas aportaciones clásicas con otras más recientes, como las de
Bauman, Beck, Graham o Douglas. En este artículo, hemos recurrido a todo ese corpus teórico con el
objetivo de cartografiar un mapa de distancia social que recoja, desde una perspectiva típico-ideal,
los distintos imaginarios que una población autóctona puede proyectar sobre las personas
inmigrantes. Consideramos que esta propuesta de mapeo conceptual puede contribuir a iluminar y
comprender teóricamente el complejo campo de las relaciones entre inmigrantes y autóctonos,
donde se combinan procesos objetivos y dinámicas subjetivas en la construcción de imágenes del
otro-inmigrante que tienen consecuencias prácticas evidentes. Porque, si pensamos en términos de
esa posible «escala de Otros» a la que se refería el Colectivo Ioé, no es lo mismo ser mirado o
definido como inmigrante-forastero, como inmigrante-extranjero, como inmigrante-extraño o como
inmigrante-monstruo.
217
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
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Cultura Económica.
— (2007). Confianza y temor en la ciudad: Vivir con extranjeros. Barcelona: Arcadia. 126 Papers
2015, 100/1 Amaia Izaola; Imanol Zubero
218
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
4. Texto y paratexto
Como ya hemos visto en el módulo dedicado a la lectura, todo texto presenta elementos
paratextuales, auxiliares para su comprensión. Títulos, portada o carátula, notas, referencias
bibliográficas, índices, epígrafes marcan un primer acercamiento al escrito a través de elementos
verbales o icónicos que permiten al lector formular una hipótesis de lectura, es decir, una idea previa
sobre el tema y los subtemas abordados por el texto. Teniendo en cuenta esos conceptos, resolver
las siguientes consignas:
“Antes de ser un texto, el libro es, para el lector, una cubierta, un título, una puesta en página,
una división en párrafos y capítulos, una sucesión de subtítulos, eventualmente jerarquizados,
una tabla de materias, un índice, etc., y, desde luego, un conjunto de letras separadas por
blancos. En síntesis, un libro es ante todo un proceso multiforme de especialización del
mensaje que se propone a la actividad de sus lectores”. (Hébrard, 1983:70)2
2
Alvarado, Maite (1994); Paratexto, “Enciclopedia Semiológica, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires.
3
En: Alvarado, Maite (1994); Ibid.
4
García Pérez, Noelia (2014); “La mujer en la publicidad”. Disponible en www.gredos.usal.es
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La escritura de investigación Marta Cristina Farías
1. INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………………….….. 3
2. OBJETIVOS………………………………………………………………………………………………………….. 6
PARTE SOCIAL
1. LA CREACIÓN DE ESTEREOTIPOS SEXO-GÉNERO………………………………………………….. 7
1.1.ESTEREOTIPOS MÁS DIFUNDIDOS EN PUBLICIDAD…………………………………………. 9
1.1.1. MUJER BELLA…………………………………………………………………………………….. 10
1.1.2. MUJER EROTISMO-SEXO……………………………………………………………………. 12
1.1.3. MUJER AMA DE CASA………………………………………………………………………… 13
2. COMUNICACIÓN PUBLICITARIA…………………………………………………………………………… 14
3. SEMIOLOGÍA-SEMIÓTICA…………………………………………………………………………………….. 16
4. SEMIÓTICA Y PUBLICIDAD……………………………………………………………………………………. 18
5. VIOLENCIA SIMBÓLICA………………………………………………………………………………………… 26
PARTE JURÍDICA
1. MARCO LEGAL…………………………………………………………………………………………………….. 27
2. ÓRGANOS DE CONTROL DE LA PUBLICIDAD…………………………………………………………. 41
3. SUPUESTOS DE PUBLICIDAD SEXISTA PROHIBIDOS POR IR EN CONTRA DE LA LGP. 45
4. ANÁLISIS ANUNCIOS…………………………………………………………………………..………………. 50
5. CONCLUSIONES…………………………………………………………………………………………………… 62
6. BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………………………………… 64
PORTADA O CARÁTULA consigna el título del trabajo, el nombre completo del autor y
nombre de la institución a la que pertenece el investigador.
220
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
ÍNDICE O TABLA DE CONTENIDO enumera los títulos y subtítulos que aparecen en el interior
del trabajo monográfico seguidos del número de la página en la que aparecen. Su función es
orientar al lector en forma rápida sobre el contenido general del texto.
INTRODUCCIÓN refiere a la parte del texto que cumple con la función de presentar el tema,
la hipótesis, los objetivos, los datos sobre la problemática, plan de la obra, etc. Sirve para
situar al lector con respecto a las características del trabajo, las circunstancias que
motivaron su escritura y las metas científicas que se persiguen.
El fin del apartado es la anticipación y orientación del lector respecto del contenido del
escrito.
También se organizan en esta sección los contenidos, se plantean los propósitos y se definen
los conceptos que se van a emplear a lo largo de la monografía.
DESARROLLO es el sector central del trabajo y suele presentar una distribución en apartados
que desarrollan los distintos aspectos temáticos o cuestiones, anticipados en la introducción.
Lo hace bajo subtítulos que refieren a dichos subtemas o argumentos, explicándolos o
argumentando, según corresponda.
Es el cuerpo del trabajo que presenta el análisis y la consideración de las ideas que el
enunciador desea transmitir. Presenta un análisis minucioso de los datos obtenidos en la
bibliografía consultada o en el trabajo de campo y expone sus ideas de acuerdo con la
problemática que se plantea en su investigación.
Esta sección se caracteriza por la originalidad, la argumentación y el planteo de nuevas ideas
puesto que el trabajo debe abordar un asunto novedoso, proponer una hipótesis central que
guíe el trabajo, sostenerla y probar su validez y proponer otra mirada y nuevos interrogantes
que permitan avanzar un poco más en el conocimiento de cada disciplina.
CONCLUSIONES presentan una síntesis del tema en relación con la hipótesis desarrollada en
la monografía, donde suelen resumirse los argumentos centrales. Es un apartado clave
porque en él se sistematizan los fundamentos centrales. Además, podría incluir nuevas
preguntas o hipótesis derivadas para ser tratadas en otros trabajos. Otros subtítulos posibles
para esta sección: “Conclusión”, “Consideraciones finales” o “Reflexión final”.
En efecto, se trata de un breve resumen de las ideas desarrolladas en la sección expositiva
del trabajo, en el que el enunciador trata de destacar los aspectos más importantes para
obtener una apreciación global de los resultados obtenidos.
Es importante tener en cuenta que este apartado no se agrega nueva información y, por lo
general, muestra las huellas del enunciador cuya subjetividad se hace manifiesta en las
apreciaciones y valoraciones que expone respecto del problema investigado.
APÉNDICES O ANEXOS no son obligatorios, pero puede incluirse en ellos los materiales
complementarios que no aparecieron en el cuerpo del texto y que completan lo expuesto.
Materiales gráficos, fotos o mapas; cuadros, gráficos y tablas estadísticas; documentos
completos de los que se han extraído los datos o las citas que aparecen en el cuerpo del
texto; otros textos que se relacionan con los temas abordados con el cuerpo principal
(cartas, escritos legales, etc.) son algunos de los ejemplos de apéndices o anexos.
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La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Resumen 1
222
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
Resumen 2
El presente trabajo muestra los primeros resultados de una investigación sociolingüística en curso
sobre la educación intercultural bilingüe (EIB) en Argentina. El interés final d este trabajo es
identificar algunos elementos que permitan dar cuenta del rol de las lenguas en los procesos sociales
que involucran a la población indígena, poniendo en evidencia las formas en que los usos lingüísticos
participan en la lucha por recursos materiales así como las representaciones sociales e ideologías
lingüísticas que participan en la distribución desigual de dichos recursos entre grupos y al
mantenimiento de desigualdades sociales. Para ello, se analiza el caso de una población –que
llamamos El Algarrobo− en donde se forman docentes indígenas, así como el lugar de las lenguas en
las mismas. Según muestra este trabajo, esta gestión de las lenguas está ligada a procesos de lucha
social en los cuales las lenguas tienen un rol clave. La concepción del bilingüismo, las evaluaciones
sobre las competencias lingüísticas en las aulas ponen en evidencia la distancia entre los significados
que circulan en los discursos oficiales sobre la EIB en Argentina y el sentido que obtienen éstos en las
prácticas concretas en las aulas.
Palabras clave: Educación Intercultural Bilingüe – Sociolingüística – Multilingüismo
Fuente: Unamuno, Virginia (2012); “Gestión del multilingüismo y docencia indígena para una educación intercultural
bilingüe en la Argentina”. Disponible en: http://www.revista2.uepg.br/index.php/praxiseducativa
223
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
5.2. Síntesis
Puesto que una monografía es un texto relativamente breve destinado a tratar sobre un tema único,
bien delimitado y preciso, que profundice sobre el problema planteado, su elaboración implica un
trabajo de investigación que requiere la lectura de material bibliográfico y el respeto por ciertas
pautas, a saber:
El investigador debe presentar una exposición ordenada de su trabajo de investigación.
El autor se propone comunicar conocimientos concretos, en un lenguaje desprovisto de
opiniones subjetivas, sentimientos o valoraciones.
Debe utilizar el vocabulario específico de la disciplina científica en la que realizó la
investigación.
Las oraciones empleadas deben ser sencillas, con conceptos claros y precisos de modo de
evitar la ambigüedad que pueda acarrear una confusión o interpretación errónea del
trabajo.
Introducción Introducción
Conclusiones Resultados
Bibliografía Discusión
Conclusiones
Agradecimientos
Bibliografía
5
Fernández Fastuca, Lorena y Rocío Bressia (2009); Ibíd. Pp.4-5
224
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
5.4. Actividad final integradora de los contenidos del módulo: lectura y resolución de
consignas
Analizar la organización textual y paratextual de “La cuestión del otro: forasteros, extranjeros,
extraños y monstruos” de Amaia Izaola e Imanol Zubero teniendo en cuenta las pautas a las que
debe responder cada una de las secciones de una monografía. Para un mejor ordenamiento, se
plantean interrogantes que pueden servir de guía para analizar el contenido de cada apartado y
resolver la consigna. Justificar las conclusiones con indicios tomados del texto.
Título
¿Transmite la propuesta básica del trabajo?
Subtítulo
¿A qué aspecto o aspectos del tema global se refiere?
Desarrollo
¿Presenta una distribución de apartados que desarrollan los distintos aspectos temáticos o
cuestiones en discusión? ¿Qué se plantea bajo cada uno de los subtítulos? ¿Sostiene la
hipótesis el cuerpo principal de la investigación y la valida adecuadamente?
Conclusiones
¿Resumen los resultados más relevantes a los que se arribó en el análisis? ¿Aparecen
sistematizados los fundamentos centrales de la investigación?
Apéndices o anexos
¿Qué podría incluirse en ellos? ¿Cuál sería su función?
225
La escritura de investigación Marta Cristina Farías
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