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¿Qué Es Capital Ficticio?
¿Qué Es Capital Ficticio?
El objetivo de esta nota es precisar, en primer lugar, cual es la noción de capital ficticio
en Marx, y en segundo término, presentar algunas conclusiones relacionadas con la
idea de que sería posible salir de las crisis capitalistas, o solucionar los problemas
fundamentales vinculados a la acumulación del capital, mediante inyecciones de capital
ficticio.
La noción en Marx
La expresión capital ficticio fue introducida por Marx para designar aquellos activos
financieros cuyo valor no se corresponde con algún capital real; el caso paradigmático
son los títulos públicos. Es que cuando un gobierno emite títulos para cubrir sus gastos
corrientes, el dinero que recoge no entra en algún circuito de valorización, y por lo tanto
no es capital. Por eso Marx destaca que el precio del título no representa capital, o
valor en proceso de valorización. Un pagaré o un bono del Estado solo dan a su
propietario el derecho a participar de una parte de la plusvalía, bajo la forma de los
impuestos que recaude el gobierno. Por otra parte, los valores de los títulos públicos
pueden modificarse, según las oscilaciones de la tasa de interés, o según varíe la
confianza en que el Estado podrá hacer frente a sus obligaciones. Estos cambios en
los valores pueden, por lo tanto, no tener una relación directa con la acumulación del
capital. Por ejemplo, la suba de los títulos del Tesoro de EEUU, desde mediados de la
década de 1980, estuvo vinculada a la caída progresiva de la tasa de interés, a lo largo
de casi tres décadas. La demanda internacional de los títulos -EEUU es considerado un
refugio seguro para los capitales líquidos- explica en buena medida la caída de la tasa.
Pero ese aumento del stock de títulos no tuvo como contrapartida un incremento del
capital real. Incluso en períodos de crisis o incertidumbre, los precios de los bonos del
Tesoro de EEUU continuaron en aumento, a contramano de lo que sucedía con
muchos otros activos financieros, que caían al compás de la desvalorización del capital
real.
La segunda variante del capital ficticio analizada por Marx es el capital accionario.
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Rolando Astarita ¿Qué es capital ficticio?
Por extensión, Marx también consideró como una forma de capital ficticio a la mayor
parte del dinero que figura como depósitos en los bancos, ya que los créditos
concedidos por el banco no existen como depósitos. Si bien este aspecto del asunto no
es tomado en consideración cuando se evalúa el capital ficticio, tiene interés darle
cierta atención. Aquí lo importante sería no incurrir en “doble contabilidad”. Lo
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explicamos con un ejemplo. Supongamos que $100 que conforman un depósito son
prestados por el banco a una empresa A, que los invierte en ampliar su capital fijo.
Para el ahorrista, propietario del depósito, los $100 constituyen un “capital dinerario
potencial”; pero en la realidad estos $100 solo existen como capital en proceso de
valorización, y no deberían contabilizarse dos veces. Y si el banco invirtió el depósito
en comprar títulos públicos, la acreencia solo es capital ficticio. Por otra parte, y esto tal
vez sea más interesante, se dan los casos en que el activo del banco es “doblemente
ficticio”, si se quiere. Sucede cuando al banco se le permite seguir cotizando el título a
su valor nominal, aunque su valor de mercado esté muy por debajo. Pero si los precios
de los títulos no se recuperan, el banco no puede evitar la pérdida.
Naturalmente, otra forma de capital ficticio es la que está relacionada con la propiedad
inmobiliaria. Es que el precio de la tierra está vinculado a la tasa de interés (al bajar la
tasa, sube el precio), y la propiedad inmobiliaria muchas veces está sometida a la
misma lógica de cualquier otro activo financiero. De ahí las burbujas especulativas, y su
posterior desplome. Como resultas de esto, a veces se puede asistir a una suba
durante años de los precios de las propiedades inmobiliarias, esto es, del stock de
“capital” (aunque en términos marxistas la tierra no es capital) invertido en las mismas.
A diferencia de los casos discutidos en el anterior punto, las acreencias que están en
propiedad de los prestamistas no necesariamente representan capital ficticio.
Supongamos un capitalista dinerario que presta $1000 a un empresario, el cual
adquiere medios de producción y fuerza de trabajo para generar plusvalía. El título de
deuda que posee ahora el capitalista dinerario representa capital real, esto es, valor en
proceso de valorización; no es capital ficticio. Por supuesto, si estalla una crisis y el
empresario no puede vender las mercancías, el capital se desvaloriza. Pero esto no
cambia la naturaleza del asunto, ya que en última instancia, todo capital es pasible de
desvalorizarse, y no por ello todo capital es ficticio. Por esta razón, Marx señala que el
certificado de deuda “no representa capital meramente ilusorio, como en el caso de las
deudas públicas”. Lo cual, hay que insistir en ello, tampoco significa que el capital
exista dos veces, una bajo la forma del capital en funcionamiento (los $1000
invertidos), y la otra como valor del título. Pero lo importante es que en el caso del
préstamo al capital productivo, a diferencia de lo que sucede con los títulos públicos,
hay capital que se está valorizando, esto es, explotando al trabajo y obteniendo
plusvalía. Por eso, es un error identificar sin más todo crecimiento del crédito (que
implica crecimiento de todo tipo de papeles) con aumento del capital ficticio. Tampoco
tiene sentido asimilar el crecimiento del crédito con estancamiento del capitalismo. El
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crédito es una palanca de la acumulación del capital, que a su vez es la forma social
que adquiere el desarrollo de las fuerzas productivas. Esto no se modifica por el hecho
de que el crédito también sea una palanca de la especulación y de la
sobreacumulación (esta cuestión la trataré con más detalle en otra nota).
Lo discutido hasta aquí sirve para explicar por qué el capital ficticio, por sí mismo, no
puede solucionar los problemas fundamentales que están asociados a la acumulación.
Sin embargo, alguna gente piensa que durante las fases de auge del ciclo económico,
el aumento de capital ficticio bursátil o inmobiliario (esto es, el incremento de sus
precios) genera nuevo poder de compra, lo que a su vez permite expandir la
producción y por lo tanto generar más plusvalía. Por eso se piensa a veces que hay
expansiones puramente “ficticias”. El razonamiento es que si el valor total de las
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Naturalmente, esto no significa que el crecimiento del capital ficticio no pueda incidir en
la acumulación. Una forma en que afecta a la acumulación es que el crecimiento de los
precios bursátiles puede favorecer el financiamiento de las empresas, ya sea porque
éstas utilizan los títulos como colaterales para obtener préstamos y ampliar la
producción, o bien porque emiten nuevas acciones para ampliar su capital en las
mejores condiciones. Desde el punto de vista del consumo, está lo que se llama el
“efecto riqueza”, que consiste en que los inversores pueden sentirse más confiados
para aumentar el gasto cuando se valorizan sus tenencias. Por otra parte, el
crecimiento del capital ficticio también genera las condiciones para que aumente la
especulación, para que se desaten “manías inversoras” y se desarrollen todo tipo de
fraudes y estafas que, por regla, terminan en gigantescas catástrofes y quiebras.
En cuanto a los títulos públicos, su crecimiento no puede solucionar las cosas durante
la crisis. Para ver por qué, supongamos que en una economía ha caído la demanda
(los capitalistas no reinvierten la plusvalía, y el desempleo se está incrementando). El
gobierno decide entonces inyectar gasto público, financiado con la colocación de
títulos; éstos son comprados con plusvalía (los asalariados no compran títulos).
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Supongamos que el Estado recoge así $1000, con los que paga subsidios a
desocupados o salarios a los empleados estatales. Esta inyección activa la demanda
de bienes por $1000 (los desocupados o los empleados consumen bienes). Sin
embargo, si la acumulación capitalista no se recupera, en la siguiente ronda hay que
volver a inyectar gasto fiscal para sostener la demanda. Y además, hay que pagar los
intereses por los bonos colocados en la primera ronda. Por eso, la recuperación de la
demanda por esta vía tiene alcance limitado. Además, si la economía continúa en
crisis, y crece el stock de deuda del gobierno, lo más probable es que los capitalistas
dinerarios comiencen a exigir una tasa de interés cada vez más alta para seguir
prestando. La cuestión de fondo es que el gasto del Estado es financiado con plusvalía
que está generada por el trabajo productivo, y en tanto éste no se reactive, los
problemas seguirán agravándose. El gasto fiscal puede ayudar a reactivar la demanda,
pero no es la solución del problema. En este respecto hay que destacar la importancia
de no caer en el fetichismo financiero, o del Estado y sus posibilidades de evitar, o
solucionar, las crisis capitalistas. El gasto estatal no puede constituir nunca una fuente
autónoma de demanda, dado que los impuestos solo son una fracción de la plusvalía
generada por el trabajo asalariado. Vinculado a esta cuestión, también hay que aclarar
que la emisión monetaria (por ejemplo, para monetizar un déficit fiscal) tampoco es
salida, ni significa incremento de capital ficticio, sino la simple desvalorización del signo
monetario. Pero por esto mismo no impide la desvalorización del capital, ni constituye
una fuente de demanda adicional. Por ejemplo, supongamos que se está en una crisis,
en que hay mercancías sin vender, y que el gobierno emite dinero para financiar gasto,
de manera que las mercancías se venden. De esta forma se impide que bajen los
precios de estas mercancías, y por lo tanto que no se desvalorice este capital
mercancía. Pero esto ocurre al costo de la desvalorización del capital dinero. Por
supuesto, se puede sostener que es preferible una desvalorización por vía de la
inflación, que la deflación. Pero lo importante es que la inyección no frena la caída de
los valores.
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estancamiento.
En conclusión, el capital ficticio no tiene las propiedades “mágicas” que muchos le
asignan. Su incremento no puede sostener por sí mismo la acumulación del capital, ni
sustituir la producción de plusvalía. Por eso mismo, las gigantescas masas de
“papeluchos” creados desde 2007 no han salvado al modo de producción capitalista.
Textos citados:
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI, tomo III, vol. 7.
Winter, R. (2012): Largest Central Banks Now Hold Over 15 Trillion in Fictius Capital,
The Wall Street Examiner, 27 January
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Rolando Astarita
Buenos Aires, 2012
http://rolandoastarita.wordpress.com/