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28 de noviembre de 2020
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Pero por otra parte, el sistema crediticio “aparece como palanca principal de la
sobreproducción y de la sobrespeculación en el comercio”. Ello ocurre porque con él se
lleva al límite extremo el proceso de reproducción, y porque una parte sustancial del
capital es empleado por no propietarios del mismo, que se embarcan en peligrosas
maniobras especulativas (véase p. 568; ibid.). Por eso el crédito acelera y potencia las
crisis. De ahí que Marx destaque “las características bifacéticas inmanentes al sistema
crediticio”, ser fuerza impulsora de la producción capitalista pero también conformar un
sistema “de juego y fraude” (véase p. 569). Este doble rol del crédito también es señalado
en el capítulo 36. Explica que, al poner a disposición de los capitalistas industriales y
comerciales “todo el capital disponible y aún en potencial de la sociedad”, la banca y el
crédito “se convierten… en el medio más poderoso para impulsar la producción capitalista
más allá de sus propios límites, y en uno de los vehículos más eficaces de las crisis y de las
estafas” (p. 782). Por eso también, en el capítulo 12 del tomo 2 de El Capital, se refiere al
crédito hipotecario, que hace que el empresario ya no trabaje para un cliente. Ahora
construye varias viviendas, ya que “al igual que todos los otros industriales, está obligado
a tener mercancías terminadas en el mercado” (p. 284, t. 2). Así, apalancado en el crédito,
puede edificar 100 o 200 casas, “una empresa que supera en veinte y hasta cincuenta
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veces su propio patrimonio” (ibid.). Si se produce una crisis que paraliza el pago de las
cuotas, fracasa toda la empresa, las casas quedan sin terminar hasta que lleguen tiempos
mejores, o se las pone en subasta y se las vende a mitad de precio (véase ibid.).
El doble carácter del crédito está supuesto también en las crisis por sobreproducción y
sobreacumulación. Esto es, el crédito contribuye a la expansión de la acumulación y de la
producción capitalista, las cuales desembocan en las crisis y la depresiones. Por eso
también, la explicación de las crisis de Marx contempla la interacción entre factores reales
y financieros. No pueden explicarse haciendo abstracción de las cuestiones financieras (y
monetarias); aunque la esfera financiera, por sí misma, tampoco explica las crisis (como
parecen sugerir los poskeynesianos).
Las letras de cambio circulaban entre los capitalistas como medios de pago, por endoso de
uno al otro, sin intervención del descuento. Por ejemplo el hilandero compró algodón con
una letra; el fabricante de tela compró al hilandero hilado con otra letra; el comerciante
compró tela con otra letra. De esta manera el algodón recorre las diferentes fases del
proceso de producción, y el crédito media el traspaso del producto de unas manos a otras.
Por supuesto, la posibilidad de saldar estas promesas de pago depende del reflujo del
capital, esto es, de que ocurra la venta final (M’ – D’ en el circuito del capital) final. El
desarrollo del proceso de reproducción, anota Marx, amplía el crédito y a su vez el crédito
contribuye a la expansión de las operaciones industriales y comerciales (p. 619, ibid.).
Mientras el proceso de reproducción se mantiene fluido, o sea, se asegura el reflujo, “este
crédito persiste y se expande, y su expansión se basa en la expansión del propio proceso
de reproducción” (p. 621, ibid.).
El segundo tipo de crédito que examina Marx es el crédito dinerario “propiamente dicho”.
Se trata de los anticipos de dinero que efectúan los bancos y prestamistas a los capitalistas
industriales y comerciantes. La principal forma de adelantar dinero, en tiempos de Marx,
era a través del descuento de letras de cambio. En este caso, a diferencia del anterior, se
pone en movimiento capital ocioso. Por ejemplo, fondos líquidos, provenientes de los
cargos por amortización que acumulan empresas en los bancos; o que invierten en el
mercado monetario. También puede tratarse de ahorros líquidos de los sectores
acomodados. Los bancos entonces centralizan estas sumas y las prestan a interés a
capitalistas.
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Cuando se trata del crédito comercial, son los anticipos de dinero que efectúan los
banqueros y prestamistas vía descuento de las letras de cambio. Cuando el banco emisor
descuenta una letra de cambio de un comerciante, le paga al tenedor de la letra, o a su
banco, el valor nominal de la letra menos una tasa de interés. De manera que pone en
circulación billetes de banco por el valor descontado. Cuando vence la letra, el banco
recibe de vuelta el dinero. De esta manera el monto de billetes en circulación responde al
crecimiento o disminución de los negocios. El descuento de letras en el siglo XIX era la
principal fuente de creación de billetes de banco, de dinero fiduciario, en Gran Bretaña y
en los países capitalistas.
Impulso a la sobreproducción
El crédito no solo permite ampliar los mercados, y la producción, sino también impulsa a
la sobreproducción. Por ejemplo, en tanto se sigan descontando letras, “la apariencia de
un negocio de gran solidez y de reflujos ágiles aún puede subsistir tranquilamente luego
de que, en los hechos, los reflujos hace mucho que ya solo se efectúan a expensas de
prestamistas de dinero engañados, en parte, y en parte de productores igualmente
estafados” (p. 623-4).
O sea, durante todo un período puede haber continuado la producción, en tanto las
ventas se están atascando, y los mercados exhiben crecientes signos de saturación. En
estas circunstancias el crédito empuja a la sobreproducción. Con frecuencia, incluso
cuando se está entrando en la etapa final del auge, el crédito todavía crece, sosteniendo la
producción. Pero por eso mismo se multiplican las promesas de pago, al tiempo que se
generan las condiciones que llevan a la crisis y la depresión.
Finalmente, estalla la crisis, de manera que hay mercancías sin vender y fuerzas
productivas paralizadas. Escribe Marx: “En cuanto se produce una paralización a causa de
demoras en los reflujos, mercados saturados, baja de precios, hay un excedente de capital
industrial, pero en una forma en la cual no puede llevar a cabo su función. Hay una masa
de capital mercantil, pero es invendible. Hay una masa de capital fijo, pero desocupado en
gran parte por estar paralizada la producción” (p. 621). En la primera fase de la crisis el
crédito todavía crece: pero cada vez más se lo solicita para cumplir compromisos, y la tasa
de interés también aumenta. Luego, la necesidad de cumplir los compromisos de pago
desata las ventas forzadas, que profundizan la caída de precios y el default de deudas. Por
último, el crédito se contrae; hay capital desocupado; disminuyen la demanda de crédito
comercial y las exigencias de pago al contado.
Pero además, con el crédito se generan oportunidades para las estafas y los fraudes. Por
ejemplo, en el siglo XIX era frecuente emitir letras que no tenían detrás operaciones
reales, esto es, transacciones de mercancías, con el objetivo de obtener dinero para
embarcarse en todo tipo de aventuras. Por caso, para especular en la bolsa de valores en
períodos de fiebre inversora, como ocurrió en la década de 1840 con las acciones
ferroviarias.
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Destacamos entonces el doble carácter del sistema crediticio en el capitalismo. Por un
lado, “acelera el desarrollo material de las fuerzas productivas y el establecimiento del
mercado mundial”. En este respecto, es un error, cometido con frecuencia por autores de
izquierda, identificar la expansión del crédito y las deudas (la otra cara de las acreencias)
con una suerte de crisis crónica, o estancamiento del capitalismo.
Written by rolandoastarita
28/11/2020 a 16:02
Publicado en Economía
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