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Severo Fernández de Alonso y Caballero,

Presidente de Bolivia
Fecha de 15 de agosto de 1849 (75)
nacimiento:
Lugar de Potosí, Potosi, Bolivia
Nacimiento:
Defunción: hacia 12 de agosto de
1925 (71-79)
Cotagaita, Potosí, Bolivia

Lugar de entierro: Sucre, Chuquisaca Dept,


Bolivia

Profesión: Hombre público y


Presidente de Bolivia.

Abogado, Diplomático y político boliviano, Ministro de Estado en diversas


ocasiones, Presidente de la H. Convención y PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE
BOLIVIA. Gobernó entre 19 de agosto de 1896 y el 12 de abril de 1899. Fue
derrocado. y exiliado a Chile. Fallece sin sucesión. (Historia de
Bolivia.) (Yves de la Goublaye de Menorval - Revista No. 1, Instituto
Boliviano de Genealogía, artículo presentado en el VIII Congreso
Americano de Genealogía en el mes de agosto de 1998 y editado en 2000.)
Ejerció el periodismo en “El régimen Legal” y “El País” de Sucre. Fue
ministro de Aniceto Arce y de Mariano Baptista. Fue Primer Vicepresidente
de Baptista y en ese carácter presidió el congreso. En 1896 asumió la
presidencia, cuando contaba con 47 años. Construyó el puente colgante
sobre el río Pilcomayo, concluyó el palacio de Gobierno de Sucre. El
cinematógrafo llegó a Bolivia en 1896. Fundó Puerto Acre. Fue el
presidente más joven del periodo conservador. Le tocó enfrentar la guerra
federal, cuando los liberales opuestos a la ley de radicatoria,
proclamaron en La Paz una junta federal. En su libro llamado "Llallagua",
Roberto Querejazu dice lo siguiente: Severo Fernández Alonso, ladino para
la abogacía y con un temperamento más indicado para el sacerdocio, para
el que hizo estudios en su pubertad, era el menos capacitado en situación
tan delicada (la llamada Guerra Federal) para las graves
responsabilidades de imponer paz y orden en una nación dividida por una
profunda rivalidad regional, política y hasta racial. Instaló su cuartel
general en Oruro, donde había vivido varios años y acumuló una gran
fortuna al hacerse dueño de la mina San José. Alonso pidió prestados £
60.000 de Juan B. Minchin y £ 20.000 de otras personas, y con el total
adquirió 1.000 acciones de la mina San José, asociándose a Mariano M.
Penny. Logró pagar sus deudas en poco tiempo y cuando fue elegido
Presidente de la República en 1896 era ya hombre rico. Desde su cuartel
general de Oruro Alonso llamó a las fuerzas militares reclutadas en
Sucre, Cochabamba y otros puntos del país que permanecían subordinadas a
su autoridad. A mediados de enero de 1899 avanzó con su ejército sobre La
Paz, de manera lenta y temerosa, y se detuvo en el pueblo de Viacha, a 30
kilómetros de aquella ciudad. Las fuerzas del presidente Alonso sintieron
muy pronto la hostilidad aymara. Las circunstancias convirtieron a los
integrantes del Escuadrón Sucre en sus mayores víctimas. El Escuadrón
Sucre estaba formado por lo más selecto de la juventud chuquisaqueña.
Pese a que casi todos sus reclutas comulgaban con las ideas liberales se
alistaron en las fuerzas conservadoras del gobierno para defender los
fueros y privilegios capitalinos de su tierra natal. Eran, según uno de
ellos mismos (Alfredo Jáuregui Rosquellas), "hijos engreídos de casas
ricachonas, predilectos del mimo social, botarates de la burguesía,
estudiantes universitarios y colegiales púberes". Salieron de Sucre como
héroes, entre pétalos de rosas y lágrimas que desde los balcones
derramaban a su paso madres, hermanas y novias. El 21 de enero (1899) el
presidente Alonso los envió de Viacha a Corocoro en busca de víveres.
Días antes un destacamento de Húsares había ido a Corocoro con el mismo
objeto y volvió requisando en el camino 125 cabezas de ganado vacuno y 15
caballos. Los indios, alentados por los agentes que Pando tenía entre
ellos y provocados por esta requisa, hostilizaron a los "sucres" en todo
el trayecto, los rodearon en Corocoro, atacándolos con piedras lanzadas
con hondas, así como con tiros de revólver y dinamita de algunos mineros
asociados a ellos. Después de algunas horas de combate, como la situación
de los chuquisaqueños se tornase precaria por agotamiento de su munición,
el escuadrón, que se defendía en la plaza, resolvió abandonar el lugar.
Salió al galope desesperado de sus cabalgaduras por las angostas
callejuelas, atacado por indios y mineros parapetados sobre techos y en
las esquinas. Murieron dos soldados (Eulogio Silva y Gregorio Toro), hubo
varios heridos y un gran número sufrió contusiones. Por temor a las
concentraciones indígenas en la ruta a Viacha se prefirió ir hacia
Ayoayo, más al sur. En este pequeño pueblo se encontró a una compañía del
Escuadrón Monteagudo (formado también por chuquisaqueños) y un piquete de
orureños y cochabambinos. Las tres unidades avanzaron hacia Viacha,
escoltando seis carretas cargadas con armas y munición. El coronel Pando,
conocedor de este movimiento por aviso de los indios, destacó una fuerza
de caballería, que dando un rodeo a Viacha, salió a su encuentro en las
proximidades de Cosmini. El combate tuvo lugar el 24 de enero, en el
cruce del camino de Ayo-ayo con el de Luribay (Crucero de Chacoma). Las
tropas constitucionales, sorprendidas de frente por las federales y
acosadas en los costados por los indios, se defendieron desordenadamente,
sufrieron numerosas bajas y se replegaron con dirección a Oruro. Cuatro
de las carretas se incendiaron durante el cambio de fuegos y su contenido
explotó. Las otras dos cayeron en poder de los federales, junto con 36
prisioneros. Las tropas constitucionales en retirada dejaron sus heridos
en Ayo-ayo (16 del Sucre y 8 del Monteagudo), al cuidado del capellán del
Escuadrón Sucre, sacerdote Juan María Fernández de Córdoba, el cura de
Viacha, Manuel Gómez, y el cura de Ayo-ayo, Benjamín Rodríguez. Los
indios rodearon Ayo-ayo, invadieron el pueblo, atacaron viviendas
particulares, forzaron las puertas del templo (donde se habían refugiado
los heridos y sus custodios) y masacraron bárbaramente a los tres curas,
los dos jefes y los veinticuatro soldados. El ilustre hombre público,
Mariano Baptista, relató en un opúsculo: Al coronel Melitón Sanjinés,
tercer jefe del escuadrón, lo trituraron con un mazo. Al coronel José R.
Ávila, "hombre sencillo, de carácter tranquilo y dulces costumbres", que
se ocultó en el ataúd que guardaba una imagen de Cristo, lo arrancaron de
su escondite, le saltaron los ojos y acabaron con su vida. Al cura de
Viacha le rasgaron la piel con alambre y le dieron de puñaladas. Al cura
de Ayoayo, "reumático y valetudinario", lo desnudaron y lo arrastraron
por las calles hasta matarlo. Andrés Loza, que estaba moribundo por las
heridas que recibió en el Crucero de Chacoma, "no dio tiempo al
tormento". A su adolescente hermano, Belisario Loza, que se había quedado
en Ayoayo para cuidarle, no le dejaron sino los huesos. Y Baptista
exclama: "¿Y la carne?... ¡Horror!". Al presbítero Fernández de Córdoba
le partieron la frente de un hachazo cuando levantaba una custodia
sagrada para aplacar la ferocidad de los asesinos. Y como ellos fueron
también victimados Félix Morales, Raimundo Vargas, Germán H. Vega,
Gerardo Calvo, Víctor E. Betancourt, Ismael Roncal, Eladio Fiengo,
Eulogio Selvas, Ricardo Alba, Desiderio E. Lora, Martín Ipiña, Miguel A.
Gonzáles, Calixto Risco, Abel Benavides, Pastor Castro, Jorge P. Campero,
Mariano Matienzo, Zacarías Urízar, Claudio Sucre y Adrián Pacheco. La
tragedia ocurrió el mismo día del combate del Crucero de Chacoma.

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