Está en la página 1de 16

10.

De la revolución de febrero a la revolución de octubre


Cuando terminó la guerra, Lenin y los bolcheviques llevaban un año gobernando en
Rusia. La primera explosión revolucionaria, en febrero de 1917, había sido en gran
medida un movimiento espontáneo, consecuencia de la intolerable situación creada por la
guerra. Pero desde tiempo atrás se acumulaban el descontento y la tensión, y la
experiencia de 1905 influía de alguna manera. Los soviets, los consejos de obreros, eran
una herencia de aquella revolución y cumplieron una función esencial manteniendo el
contacto con las masas y orientándolas. El movimiento partió de la capital, Petrogrado,
que se había convertido en una importante concentración obrera; muchas unidades del
ejército se solidarizaron con los amotinados y su negativa a reprimir la revuelta contribuyó
al éxito de la insurrección. En su gran mayoría, los soldados eran de origen campesino y
habían padecido duramente el rigor de una guerra a la que habían sido arrastrados sin la
debida preparación ni los medios necesarios. Las pérdidas habían sido abrumadoras: se
calculan cerca de dos millones de muertos y cinco de heridos al comienzo de 1917.

En los soviets se reunían los obreros y los soldados que representaban a los campesinos.
Rusia todavía era un país principalmente rural: la población, que había crecido
rápidamente en las últimas décadas, sumaba 174 millones de almas en 1914 y, al menos
el 80 por ciento vivía y trabajaba en el campo. La presión sobre la tierra era muy fuerte y
la mayor parte de las propiedades campesinas no bastaban para garantizar un nivel de
vida aceptable. Sin embargo, no se podría explicar el éxito y el desarrollo de la revolución
si no se subrayara que en esta sociedad preferentemente campesina existían grandes
concentraciones industriales y obreras. Los tres millones de asalariados de la industria
habitaban en las grandes ciudades y trabajaban las grandes fábricas, el 40 por ciento de
las cuales empleaban a más de mil personas. Petrogrado y Moscú eran los mayores
centros obrero.

En la Duma, el parlamento que sobrevivió a la revolución de 1905 con muy escasos


poderes, se mantenía viva la oposición al absolutismo zarista. Cuando el movimiento
popular demostró la fragilidad y la descomposición del régimen, los grupos liberales de la
Duma, y en primer lugar el partido kadete, pensaron que era posible conducir al país
hacia la democracia. La Duma eligió un comité que se transformó en gobierno provisional
con el apoyo del soviet dominado por los socialistas revolucionarios y los mencheviques.
Durante las primeras semanas reinó la confusión: habían caído las estructuras del antiguo
régimen, el ejército se dispersaba y el gobierno no podía contar con una burocracia eficaz.
Los soviets, emanación directa de la base obrera y popular, podían hacerse escuchar y
obedecer, pero generalmente dentro de una esfera territorial local y limitada.

Los enfoques y las tendencias de los partidos y de los grupos políticos todavía eran
confusos. Las decisiones más importantes se encomendaban a la asamblea
constituyente, que debía representar la voluntad del pueblo. Sin embargo, la guerra
continuaba, desanimando las ilusiones de los soldados y los campesinos que deseaban la
paz inmediata. Los ambientes liberal-constitucionales que dominaban la Duma se oponían
a la radical reforma agraria necesaria para obtener el apoyo de los campesinos al nuevo
régimen, mientras los partidos de izquierda consideraban prematuro un régimen
socialista: según el esquema marxista, generalmente aceptado, la revolución socialista
debía producirse en una sociedad burguesa madura e industrialmente avanzada, y
evidentemente, Rusia no lo era; por ello era necesario impulsar, el pleno desarrollo de las
fuerzas burguesas.

UNTREF VIRTUAL | 1
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

La posición de Lenin, que llegó a Petrogrado en los primeros días de abril de 1917, era
totalmente distinta. El líder bolchevique tenía la ventaja, sobre sus adversarios y sus
amigos y compañeros, de estar firmemente convencido de sus tesis, que se fundaban en
un lúcido análisis de la situación rusa, aunque partían de premisas que no se cumplieron:
la inminencia de una revolución europea y mundial. Las tesis de abril, en las que expone
la línea política que debía seguir el partido bolchevique, tienen por ello una considerable
importancia. «La particularidad del momento que vive Rusia consiste en el paso de la
primera etapa de la revolución —que a causa de las insuficientes conciencia y
organización del proletariado, ha dado el poder a la burguesía—a la segunda etapa, que
debe dar el poder al proletariado y a las clases pobres de campesinos... Nada de
república parlamentaria —regresar a ella, después de los soviets de los diputados obreros
seria un paso atrás—, sino república de los soviets y de los diputados obreros, de los
jornaleros y de los campesinos en todo el país; desde abajo hacia arriba.»

Las tesis también fijaban algunas indicaciones programáticas para la conquista del poder
a corto plazo: oposición a la guerra, porque era un conflicto burgués e imperialista;
confiscación de las grandes propiedades; nacionalización de la tierra, para ponerla a
disposición de los soviets locales y de los diputados de los asalariados agrícolas y de los
campesinos pobres; en el área de la producción industrial no se proponía una inmediata
instauración del socialismo, sino, por el momento, sólo el control de la producción social y
del reparto de los productos por los soviets y los diputados obreros.

En pocos meses Lenin confirmaba su calidad de jefe de los bolcheviques y alcanzaba un


gran prestigio en la asamblea de los soviets de Petrogrado. Desde 1902, concebía al
partido como centro y motor de la revolución; debía ser el guía y la conciencia de la clase
obrera que, abandonada a la espontaneidad <<sólo es capaz, con sus solas fuerzas, de
elaboras una conciencia tradeunionista, y para los obreros, el tradeunionismo es la
servidumbre ideológica de la burguesía>> La penetración y el crecimiento de los
bolcheviques se beneficiaron de la política del gobierno, que desde mayo de 1917 incluía
a los mencheviques v a los socialistas revolucionarios, con el mismo Kerenski como
ministro de Guerra. Las presiones de los gobiernos de la Entente y de algunos socialistas,
entre los que se destacaban los franceses —no olvidemos que eran muy fuertes los lazos
financieros que vinculaban a Rusia con Francia, cuyos capitales habían financiado el
comienzo de su rápido proceso de industrialización—, comprometieron al gobierno ruso a
continuar la guerra lanzando una ofensiva contra los alemanes. Entretanto, no se había
adoptado ninguna medida para satisfacer las reivindicaciones de los campesinos sobre la
tierra y la oposición bolchevique tenía buenas posibilidades con su propio programa de
gobierno que proponía el final de la guerra, la nacionalización y distribución de la tierra y
el control obrero de la producción. Los mencheviques y los socialistas revolucionarios
perdían poco a poco su mayoría en los soviets. En julio estalló una nueva insurrección en
Petrogrado: mientras el ejército no podía detener la contraofensiva alemana y se
dispersaba, en el campo se multiplicaban las ocupaciones de tierras. El gobierno trató de
castiga a los bolcheviques aprovechando la fracasada insurrección de julio, Lenin debió
huir a Finlandia, Trotski y otros dirigentes del partido fueron arrestados. Kerenski asumió
directamente las principales responsabilidades de gobierno, pero continuaba perdiendo el
apoyo de los soviets. La vanguardia alemana llegó a Riga amenazando la capital. Kornilov
exigió el estado de sitio y poderes excepcionales; ante el rechazo de su petición por el
gobierno, intentó un golpe de Estado militar y sólo la resistencia de los obreros impidió la
victoria del general. El gobierno quedaba totalmente desacreditado y carecía de fuerzas

UNTREF VIRTUAL | 2
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

capaces de reprimir una insurrección. Lenin consideró que habla llegado el momento
decisivo. Mientras ocurrían estos episodios, entre agosto y septiembre de 1917 escribía
su El estado y la revolución, obra en la que reelaboraba la doctrina marxista sobre el
discutido problema de la «dictadura del proletariado».

Según él, una interpretación adecuada de la teoría del Estado de Marx indica que «la
dictadura de una sola clase es necesaria no sólo para las sociedades clasistas en
general, no sólo para el proletariado después de haber abatido a la burguesía, sino para
todo el período histórico que separa al capitalismo de la sociedad sin clases: el
comunismo». La dictadura del proletariado es la represión de la minoría de opresores y
explotadores por la mayoría de explotados. «Sólo con la instauración del comunismo se
extingue el Estado —es decir, la máquina represora— y se llega a la libertad. » De esta
raíz teórica nacían un sustancial rechazo y desprecio por toda forma de democracia
«burguesa», interpretada como una pantalla de la dictadura de clase de la burguesía, y la
fe en la representatividad de los soviets y el mayor contenido democrático de la dictadura
del proletariado. La elaboración teórica realizada por Lenin durante los meses de exilio en
Finlandia, y la función de guía encomendada al partido serán muy importantes para la
construcción del Estado soviético y su carácter autoritario y totalitario.

Lenin pensaba que había llegado la hora de la acción definitiva; y algunos meses más
tarde, mostrando su preferencia por la lucha política sobre el terreno, afirmó que «es más
agradable y más útil hacer la experiencia de una revolución que escribir sobre ella». La
que luego sería llamada «revolución de octubre» fue preparada cuidadosa y abiertamente
por los bolcheviques contra un gobierno impotente, en vísperas del segundo congreso
panruso de los soviets, que concretó la conquista del poder por los obreros y los
campesinos, aprobó los decretos sobre la paz y sobre la tierra, nombró nuevo gobierno al
consejo de comisarios del pueblo cuya presidencia fue confiada a Lenin y entre cuyos
miembros más destacados figuraban Trotski y Stalin.

Era fácil comprender qué suerte le estaba destinada a la asamblea constituyente,


convocada de no muy buena gana por Lenin con la firme intención de obtener el pleno
reconocimiento del poder soviético o disolverla inmediatamente. Los mencheviques y los
socialistas revolucionarios tenían mayoría en la Constituyente (la representación
bolchevique sólo llegaba al 25 por ciento). La asamblea intentó resistir pero el 19, un
decreto del comité ejecutivo del congreso panruso de los soviets decretó su disolución.

11. Guerra civil en Rusia


La dictadura del proletariado o, mejor dicho, del partido bolchevique, era ya una realidad.
Los primeros años de gobierno fueron muy difíciles. Se trataba de crear las estructuras de
una nueva administración, terminar con la anarquía que reinaba en el país, contrarrestar
la oposición interna y combatir en una verdadera guerra civil fomentada por la
intervención de potencias extranjeras. Fue la etapa heroica de la revolución, cuando
pareció que la dictadura se justificaba, pero también se echaron las bases de un régimen
sustancialmente antidemocrático.

En primer lugar fue necesario concluir la paz. Las condiciones eran muy duras: cesión de
los territorios polacos y las regiones bálticas, reconocimiento de la independencia de
Ucrania, una de las zonas agrarias más ricas donde los alemanes esperaban extraer los

UNTREF VIRTUAL | 3
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

recursos necesarios para sostener su esfuerzo bélico. También en este caso Lenin
comprendió con extrema claridad la necesidad del sacrificio y expuso, sin medias
palabras, los motivos de su decisión: «El congreso considera necesario ratificar un tratado
de paz (el de Brest-Litovsk) extremadamente duro y humillante dadas la falta de un
ejército de nuestro lado, las condiciones de extrema desmoralización de las tropas en el
frente y la necesidad de aprovechar cualquier mínima posibilidad de tregua antes de la
ofensiva imperialista contra la república socialista soviética.» En efecto, en 1919, aunque
sin mucha convicción ni decisión, el régimen soviético fue atacado a lo largo de todos sus
límites desde el Báltico al Lejano Oriente. En general era una guerra dirigida
indirectamente, porque hubiera sido difícil para las grandes potencias, después de cuatro
años de durísima guerra, sostener una campaña en regla contra un régimen nacido de
una revolución que había obtenido un amplio eco y general simpatía en el proletariado de
todo el mundo y en muchos sectores de la izquierda. Dentro de Rusia, desvanecida toda
posibilidad de oposición democrática por la falta de puntos de apoyo sólidos en un tejido
social de tipo occidental y burgués, la resistencia fue sostenida por las clases más
conservadoras, por la ayuda extranjera y algunos generales del ejército zarista; sin
embargo, se impusieron la energía de los bolcheviques, el entusiasmo y los sacrificios de
los obreros enrolados en el Ejército Rojo y las cualidades organizativas y estratégicas de
Trotski, que asumió el mando.

Uno de los episodios internacionales más importantes fue la intervención del ejército de la
reconstituida Polonia, en abril de 1920. Las dificultades internas del gobierno soviético y la
guerra civil que no se había ganado definitivamente, sugerían que la invasión sería una
fácil parada militar. En cambio, la imprevista capacidad de resistencia y de reacción del
Ejército Rojo, rechazó a los polacos hasta Varsovia. Desde entonces, la guerra civil se fue
extinguiendo y cesó la intervención extranjera.

De todas maneras, la guerra civil fue muy dura. Toda la familia del zar fue exterminada
entre el 16 y el 17 de julio de 1918 en Ekaterinburgo (actual Sverdlovsk) y episodios de
terror, tanto rojos como blancos, ensombrecieron los acontecimientos. Destrucciones,
devastaciones, epidemias y penurias agravaron los males de la guerra. Las ciudades
sufrieron particularmente, perdiendo cerca de un tercio de sus poblaciones y el número de
obreros de la industria quedó diezmado por la incorporación de muchos de ellos al
Ejército Rojo.

Reinaba el desorden en la economía. El control obrero, decretado en los primeros días de


la revolución, fue sustituido por una disciplina rígida, acompañada por algunas medidas
de incentivación del trabajo extraordinario y la racionalización de los tiempos de
producción según el modelo norteamericano. En el campo, comités de campesinos
pobres controlaban el producto de las cosechas y grupos de peseros requisaban lo
necesario para aprovisionar al ejército y abastecer mínimamente a las ciudades. La
aplicación del concepto leninista de la dictadura de clase se convirtió en el comunismo de
guerra, caracterizado por la represión policial y por la dictadura del partido.

12. La vana espera de la revolución mundial


Si bien los conatos de intervención en Rusia se disiparon muy pronto, muy diferente
destino tuvo la revolución soviética fuera de las fronteras de Rusia. El internacionalismo
socialista, aunque debilitado y superado por la expansión nacionalista, pertenecía a la

UNTREF VIRTUAL | 4
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

tradición del movimiento marxista y revolucionario. Las desilusiones y los problemas


económicos y sociales, el malestar moral, las esperanzas e inquietudes despertadas por
largos años de guerra eran tierra fértil para experimentos revolucionarios. La educación
para la violencia y el empleo de las armas se habían convertido en una experiencia
masiva. Los mismos bolcheviques consideraban a la revolución Rusa corno la primera
fase de la revolución proletaria que se propagaría por todo el mundo. Era opinión común
que se había roto el eslabón más débil de la cadena capitalista, pero que la revolución
socialista no podría sobrevivir sin extenderse a otros países, además de Rusia, ricos en
proletariado industrial y maduros para profundas transformaciones sociales.

Hay que distinguir las verdaderas intentonas insurreccionales y la constitución de


gobiernos revolucionarios, aunque hayan durado poco tiempo, de las agitaciones sociales
más generales y sus repercusiones en los partidos socialistas. Las mayores esperanzas
de los bolcheviques apuntaban a Alemania, país vencido en el que existía un numeroso
proletariado industrial, con experiencia organizativa y tradición de lucha. Las huelgas de
enero de 1918, el amotinamiento de la flota en Kiel, las manifestaciones de Berlín en
noviembre de 1918, que habían causado la caída de los Hohenzollern, podían
desembocar en otros procesos revolucionarios. Siguiendo el ejemplo de los bolcheviques
rusos, parecía asumir la guía de la revolución el grupo espartaquista (que tomaba su
nombre de Spartacus, seudónimo usado por Liebknecht para firmar las cartas enviadas a
la Luxemburgo y a la Zetkin), constituido después del estallido de la guerra por la
izquierda del partido socialdemócrata, y encabezado por Rosa Luxemburgo y por Karl
Liebknecht, que se había opuesto radicalmente a la guerra rompiendo con el partido
socialdemócrata.

En realidad, el enfoque de Rosa Luxemburgo, que daba mucha importancia a la


espontaneidad de la acción de las masas, difería profundamente del de Lenin, convencido
de la necesidad de la organización y de la función dirigente y preeminente del partido. Las
diferencias, ya evidentes en sus respectivas tomas de posición, no se profundizaron
porque Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht fueron deliberadamente asesinados durante
la fallida insurrección de 1919 en Berlín, pocos días después de que los espartaquistas se
transformaran en el partido comunista de Alemania. El fracaso de este alzamiento fue la
primera demostración de las profundas diferencias existentes entre Alemania y Rusia. La
primera, y probablemente la más importante, era que el ejército alemán no se había
disuelto: se había separado de la monarquía y se había puesto de acuerdo con el grupo
mayoritario de los socialdemócratas capitaneados por Herbert dispuesto a sostener la
república democrática a condición de que ésta se opusiera con firmeza a la revolución
soviética. Junto con el ejército, también seguía en pie todo el aparato burocrático del
antiguo Estado alemán. Durante la guerra, en cambio, el proletariado industrial habla sido
incluido en el sistema productivo mediante una serie de acuerdos que reconocían la
importancia y la función de los sindicatos. La mayoría de los obreros era fiel a los
dirigentes tradicionales de sus organizaciones y al partido socialdemócrata. Faltaba,
además —otro dato esencial de la revolución rusa— la presión de los campesinos pobres
y de los jornaleros agrícolas para una reforma agraria radical. Los campesinos alemanes
eran en gran parte propietarios y arrendatarios hostiles a cualquier proyecto de
socialización y colectivización, como ya lo hablan podido comprobar los socialdemócratas.

En la represión de los motines de Berlín y el asesinato de la Luxemburgo y de Liebknecht


participaron grupos paramilitares apoyados por el ejército, los Freikorps, cuya ayuda no
rechazaba el gobierno socialdemócrata y, en particular, el ministro del Interior, Noske,

UNTREF VIRTUAL | 5
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

tolerando así formas ilegales y antidemocráticas de organización. Se consideraba que el


mayor peligro era la subversión comunista. La amenaza parecía inminente, como lo
demostró el episodio de Munich, donde el 4 de abril de 1919, por una serie de
circunstancias más bien fortuitas, pero que testimonian el estado de incertidumbre y
confusión reinante, se constituyó un gobierno soviético que duró menos de un mes. Berlín
ordenó intervenir al ejército y el gobierno socialdemócrata fue restaurado.

La más larga experiencia de dictadura del proletariado fuera de Rusia —el gobierno de
Béla Kun en Hungría, del 21 de marzo al 4 de agosto de 1919— duró poco más de cuatro
meses y terminó con un rotundo fracaso. Es interesante señalar que, tal como en
Alemania, también en Austria y en Hungría el final adverso de la guerra no había afectado
a los partidos burgueses, sino a la socialdemocracia, que, en general, asumió la misión de
enfrentar a la revolución comunista a menudo se vio obligada a encabezar regímenes
abierta o larvadamente autoritarios y antidemocráticos. La profunda escisión en el campo
de los partidos socialistas y en el frente de la izquierda europea fue una de las
consecuencias más graves de la revolución soviética.

Hungría sufrió particularmente la derrota y la disolución del imperio de los Habsburgo. Los
húngaros, hablan defendido con intolerancia su hegemonía sobre las otras nacionalidades
importantes del país, perdieron vastos territorios. Especialmente costosa fue la cesión de
Transilvania a los rumanos, impuesta por el tratado de paz. Karoly y los socialdemócratas,
tras intentar reprimir a la oposición comunista, se pusieron de acuerdo con Béla Kun
entregándole el gobierno. Sin embargo, gobernar a Hungría, no obstante el acuerdo con
los socialistas, fue una empresa imposible frente al ataque conjunto de checoslovacos.
rumanos y yugoslavos. Muy pronto el poder pasó a manos de los conservadores y de la
antigua clase dirigente, con la formula y el artificio de la regencia confiada al almirante
Horthy, en nombre del rey y ex emperador Carlos de Habsburgo, al que nunca se le
permitió ascender al trono.

Con la dimisión de Béla Kun en el verano de 1919, se cerraba definitivamente la fase


aguda de las conmociones sociales en el centro y el este ele Europa, más expuestos al
«contagio» soviético. Pero la esperanza de la revolución europea y mundial no había
muerto en Moscú, adonde se había trasladado la capital de la república soviética y se
había fundado la Tercera Internacional, auspiciada por Lenin desde 1914, cuando la
guerra hizo fracasar la Segunda Internacional. El primer congreso del Comintem
(Internacional comunista) que se desarrolló en marzo de 1919, no reunió muchos
delegados ni tuvo demasiado eco. Más importante fue el segundo congreso, que sesionó
en Moscú en julio de 1920: en él se formularon, en las «21 condiciones», los principios
que debían aceptar los partidos que pretendieran ingresar en la nueva internacional. Se
exigía una ruptura total con la socialdemocracia, la aceptación del centralismo
democrático, la absoluta solidaridad con las repúblicas soviéticas y la subordinación de
cualquier objetivo al de la revolución proletaria. De las escisiones, que la resolución
provocó y consolidó en los más importantes partidos socialistas del centro y este de
Europa, nacieron los partidos comunistas. En un comienzo, tuvieron amplias adhesiones
en Alemania y en Francia. En Alemania, al pequeño grupo espartaquista, que habla
quedado diezmado tras la insurrección berlinesa de 1919, se unieron los socialistas
independientes, que ya se habían separado del grupo socialdemócrata mayoritario por su
oposición a la guerra. Los independientes habían obtenido casi cinco millones de votos en
las elecciones de 1920. La fusión en el partido comunista originó un retroceso electoral,
sin embargo el partido comunista, en 1924, contó con tres millones y medio de votos.

UNTREF VIRTUAL | 6
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

En Francia, la tendencia radical había dominado en el partido socialista después de la


guerra; en el congreso de Tocas (diciembre de 1920) se aprobaron las «21 condiciones» y
se fundó el partido comunista. La minoría socialdemócrata se agrupó en torno a Léon
Blum. En Italia, el partido socialista, que por sus posiciones opuestas a la guerra había
participado en las reuniones de Zimmerwald y luego había mantenido buenas relaciones
con el partido bolchevique, se orientaba hacia la Tercera Internacional; pero las 21
condiciones, causaron gran perplejidad. Muchos no estaban dispuestos a adoptar una
línea tan intransigente y romper todos los vínculos con los hombres de Filippo Turati, que
representaban tradiciones muy arraigadas en el partido, no desterradas completamente
por las declaraciones enfáticas y la retórica revolucionaria que entonces prevalecían entre
los maximalistas. Así, en el congreso de Liorna, de enero de 1921, la mayoría no aceptó
las condiciones. El grupo minoritario, encabezado por Amadeo Bordiga, exponente de la
izquierda intransigente napolitana y por Antonio Gramsci, líder de los jóvenes socialistas y
obreros turineses, abandonó el partido y fundó, en la misma ciudad, el partido comunista
italiano. Posteriormente se produjo una escisión cuando los reformistas, expulsados del
partido socialista dominado por Serrati crearon el partido socialista unitario. En 1920 en
Moscú habían decaído las esperanzas de que la revolución proletaria se expandiera
rápidamente por Europa, y el tercer congreso del Comintem, en junio de 1921, se resignó
a la nueva situación adoptando una táctica menos intransigente. Pero, entretanto, ya se
habían producido rupturas irreparables y quedaba sancionada, en el plano de los
principios, la oposición irreductible entre democracia «burguesa» por una parte, y
revolución soviética y dictadura del proletariado, por la otra.

UNTREF VIRTUAL | 7
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

CAPITULO 5

ENTRE EUROPA, AMÉRICA Y ASIA

1. La Unión Soviética de la NEP


En 1914 solamente existían en Rusia algunos núcleos industriales en las grandes
ciudades; la gran mayoría de la población todavía se dedicaba a la agricultura. Pero
cuando se habla de agricultura hay que tener en cuenta las diferencias existentes entre
las distintas naciones. Mientras los sectores agrícolas en Alemania, y especialmente en
Estados Unidos, se integraban esencialmente en la economía capitalista, alcanzaban
elevados niveles de productividad y participaban en el mercado nacional e internacional,
en Rusia prevalecían los cultivos extensivos y apenas habían comenzado los procesos de
desarrollo mercantil y capitalista; la primera guerra mundial y la revolución dañaron
gravemente el primitivo sistema económico ruso. En estas condiciones fue relativamente
fácil adoptar las medidas de nacionalización que caracterizaron el llamado «comunismo
de guerra» (19171921). Pero los resultados económicos eran catastróficos y amenazaban
la misma existencia del nuevo régimen. El descontento se propagaba por los campos,
donde los campesinos habían visto incumplidas las promesas de acceso a la propiedad
individual; la insurrección de los marineros de Kronstadt, en marzo de 1921, fue una señal
alarmante de la pérdida de consenso de los bolcheviques entre los que habían sido sus
más fieles seguidores.

Se calcula que, respecto a 1913, la producción agrícola disminuyó a menos de un tercio, y


la industrial en más del 80 por ciento. Una terrible carestía se desató en 1920-1921
causando cinco millones de muertos de hambre y enfermedades. Se imponía una revisión
de la política económica. Lenin y los órganos dirigentes del partido emprendieron, en
1921, la «Nueva Política Económica». La NEP era un compás de espera en el camino de
la colectivización con el propósito de reanimar el mercado e incentivar la actividad de los
empresarios privados en la agricultura, el comercio y la industria. Los resortes más
importantes de la política económica permanecían en manos del Estado, pero los
programas de socialización y nacionalización total se postergaban para mejor
oportunidad. Se trataba de reanimar, o revivir, el capitalismo y se hablaba de un
«capitalismo de Estado». Lenin escriba: «el capitalismo es un mal en relación con el
socialismo. El capitalismo es un bien en relación con el período medieval, en relación con
la pequeña producción, en relación con la burocracia ligada a la fragmentación de los
pequeños empresarios... Debemos utilizar al capitalismo... como cadena de transmisión
entre la pequeña producción y el socialismo...».

Concluida victoriosamente la guerra civil se podían atenuar los reglamentos militares y


económicos del comunismo de guerra. Las nuevas medidas beneficiaron especialmente al
campo. Se sustituía el sistema de confiscaciones por el pago de un impuesto, primero en
especies, luego en dinero, que permitía a los campesinos disponer libremente del resto de
sus cosechas. Mejoraban las condiciones de vida de una población rural al borde de la

UNTREF VIRTUAL | 8
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

inanición y la circulación de los productos agrícolas en los mercados locales y regionales.


En el campo ya no encontraba obstáculos la diferenciación social: renació y se afirmó la
clase de los campesinos ricos, los kulaki, más activos y dispuestos a aprovechar las
ocasiones, labres paca contratar la mano de obra agrícola de los campesinos sin tierra.
Aumentaron la superficie cultivada y la producción. Pero muy escasos productos agrícolas
llegaron a los mercados urbanos porque la mayor parte la absorbía el autoconsumo. Por
otro lado, el alto coste de los productos industriales empeoraba los términos de
intercambio del sector rural e impedía que se intensificaran las relaciones comerciales
entre las ciudades y el campo.

No obstante estas dificultades, en el marco de la NEP se ubican el saneamiento


financiero, el final de la inflación y la consolidación de una nueva moneda, el cervonec
(literalmente, «moneda de oro rojo», equivalente a diez rublos de oro), y la recuperación
industrial. En 1927, la economía rusa alcanzó los niveles de 1913. Sin embargo,
subsistían problemas muy graves. La NEP había sido concebida desde el comienzo como
un momento de transición; su duración no había sido fijada, pero de todas maneras se
trataba de una pausa necesaria en la construcción del socialismo que continuaba siendo
el principal objetivo de la revolución. La muerte de Lenin, en enero de 1924, privó a la
dirección soviética de una autoridad indiscutida, aunque en los últimos dos años la
enfermedad había impedido al jefe de los bolcheviques estar siempre presente y tomar
decisiones importantes. En el partido se había abierto, con inusitada intensidad, la
discusión sobre las perspectivas, tiempos y modalidades de la revolución, aunque los
temas y los términos del debate no siempre trascendieran al exterior con claridad. En
efecto, el endurecimiento disciplinario dentro del partido y el aumento del control policial
en el país contrapesaron la liberalización económica instaurada por la NEP. El X
Congreso del partido coincidió con el motín de los marineros de Kronstadt, que exigieron
la restauración de soviets elegidos libremente, la libre discusión política y el final de las
requisas en el campo. La insurrección fue duramente reprimida y, mientras algunas de las
propuestas económicas se incorporaban a la NEP, era evidente la rigidez en el plano
político. No sólo se había establecido —con la supresión de todos los partidos políticos
restantes, incluso los de izquierda— el régimen de partido único, sino que también se
vetaba la constitución de corrientes internas en el partido. Por ello, los temas
fundamentales, como el destino de la revolución y el desarrollo del país, se discutían entre
economistas, técnicos y políticos, sin involucrar directamente a los campesinos y obreros
ni impulsar la formación y la expresión de una opinión pública democrática. El monopolio
del poder, ejercido por el partido, y el monolitismo que caracterizaba su vida interna,
tendían a ahogar el mismo debate y exponían a acusaciones de indisciplina y de traición a
los partidarios de tesis contrarias a las de la secretaria y de la mayoría.

2. El ascenso de Stalin
Todo ello ocurrió a medida que la secretaria del partido, asumida por Stalin en 1922, se
reforzó apoyándose en una organización férrea, fundada en la rigurosa selección y la
fidelidad de los cuadros intermedios. Sobre estos militantes caía la responsabilidad de
concretar la línea política del partido una vez aprobada por el congreso y por el comité
central. Ante la quiebra general de la sociedad civil, seguida por la revolución y la guerra
intestina, los dirigentes del partido en los organismos de base y en las estructuras
intermedias eran la columna vertebral del nuevo régimen. La victoria de Stalin sobre sus
opositores se debió, esencialmente, a la adhesión y el control de esta fuerza que se
sentía representada por el secretario del partido y desconfiaba en cambio de los

UNTREF VIRTUAL | 9
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

exponentes más brillantes y más intelectualmente dotados, como Trotski, Zinoviev y


Bujarin.

Además, en un principio, la política de Stalin fue muy cauta. Trotski, el teórico y dirigente
de mayor prestigio después de Lenin, había llegado a la conclusión de que era imposible
construir el socialismo en Rusia sin un desarrollo revolucionario correspondiente en los
países capitalistas más avanzados. Por ello predicaba la «revolución permanente» y
reclamaba rigurosas medidas contra la reaparición de tendencias capitalistas en el
campo, la lucha contra los kulaki y, junto con ella, el inicio de una política de
industrialización. En consecuencia, tenía serias reservas hacia la NEP. En el frente
opuesto se había alineado Bujarin que creía posible construir el socialismo en Rusia
mediante un lento y gradual desarrollo fundado en la alianza entre campesinos y obreros,
en un proceso de acumulación capitalista en el campo, llegando de este modo hasta el
punto de incitar a los kulaki a «enriquecerse». Sólo la recuperación de la producción y de
la productividad agrícolas podría permitir Un desarrollo industrial equilibrado y sentar las
bases para avanzar hacia el socialismo. La NEP era, por lo tanto, el mejor camino para
desarrollar este proceso.

Inicialmente, Stalin apoyó ésta política, aunque nunca se manifestó a favor del
resurgimiento del capitalismo en el campo. El adversario a combatir en ese momento era
Trotski, que proponía una política calificada de aventurera y capaz, en su polémica contra
la burocratización del partido, de comprometer las mismas bases sobre las que se
afirmaba el poder de Stalin. Aliado con Bujarin no le fue difícil liquidar la oposición de la
«izquierda» y de Trotski, quien, por su independencia, sus frecuentes diferencias con
Lenin, su vanidad intelectual y su dureza en el mando, nunca había gozado de gran
popularidad. La batalla entablada en el partido, en evidentes condiciones de inferioridad
frente a la secretaría, concluyó en 1927, en el XV Congreso, con la expulsión de Trotski y
de su aliado Zinoviev. Los intentos de ampliar la discusión y la protesta fuera del partido
se reprimieron con la deportación de Trotski y luego con su expulsión de la URSS en
1929. Condenado a muerte en los años del gran terror (1936-1938), fue asesinado en
México por un agente soviético el 20 de agosto de 1940.

Siempre se había pensado que la industrialización era una tarea primaria de la revolución
bolchevique. También se trataba de extender la base social del nuevo régimen, que
apelando a sus orígenes obreros proclamaba la dictadura del proletariado. Los
trabajadores de la industria, que sumaban cerca de dos millones y medio alrededor de
1914, se habían reducido a poco más de un millón a causa de la crisis económica y la
guerra civil. Por los mismos motivos, la población de las grandes ciudades había sufrido
gravísimas pérdidas. A partir de 1920 se habían preparado planes de reconstrucción
industrial y Lenin habla afirmado: «la única base del socialismo puede ser la gran industria
mecánica, capaz de reorganizar, incluso, a Ia agricultura». Había insistido especialmente
en la necesidad de electrificar, acuñando un lema repetido luego muy a menudo: «el
comunismo es el poder soviético más la electrificación del país».

En 1921 se creó la comisión estatal para la planificación (posplan) para estudiar los
planes sectoriales y anuales. Dentro del partido no se cuestionaba la necesidad de la
industrialización. El problema eran los tiempos y la manera. La decisión se tomó entre
1927 y 1928 y fue adoptada por Stalin, que probablemente por entonces ya interpretaba la
voluntad de la gran mayoría del partido. Imponía el enfoque del «socialismo en un solo
país», muy diferente del gradualismo propuesto por Bujarin. Stalin se negaba a aguardar
a que madurara el desarrollo capitalista en el campo. Si bien rechazaba de Trotski y de la

UNTREF VIRTUAL | 10
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

izquierda la tesis internacionalista de la revolución permanente —que se había mostrado


poco fundada— aceptaba la idea de forzar los tiempos de la industrialización e imponer a
los campesinos el régimen colectivista. Las víctimas de esta decisión fueron en primer
lugar Bujarin, que debió renunciar al proyecto de un desarrollo pacifico y equilibrado, y los
kulaki. El costo humano, político y también económico de la industrialización a marchas
forzadas y de la colectivización de la tierra pesó sobre toda la población rusa. Sin duda,
los resultados conseguidos fueron rápidos e imponentes. La planificación fue un medio
técnico absolutamente novedoso: en 1928 se lanzó el primer plan quinquenal.

La primera escaramuza para la liquidación de la NEP ocurrió durante el invierno de 1927-


1928, cuando Stalin apeló al antiguo sistema de la confiscación para resolver el problema
del abastecimiento de cereales a las ciudades. El episodio aclaró dos puntos: que la NEP
no había logrado estimular económicamente el flujo de los productos agrícolas hacia los
mercados urbanos, y que Stalin, y buena parte del partido con él, no estaba dispuesto a
aguardar a que maduraran las condiciones económicas y prefería actuar por la fuerza
para obligar a los campesinos a entregar los «excedentes». Bujarin y los partidarios de la
NEP intentaron una última resistencia pero, finalmente, tuvieron que ceder.

Junto con la aplicación del primer plan quinquenal, se impartieron las primeras directivas
para la colectivización de la tierra. Se declaró la guerra abierta a los kulaki e invitó a los
campesinos a ingresar en las grandes granjas colectivas, los koljoses. La tierra pertenecía
al Estado, que la cedía a perpetuidad a la administración de las granjas; cada miembro de
la comunidad tenía derecho a la propiedad de la casa, el huerto, una vaca y algunas
cabras. Las dimensiones de estas granjas colectivas eran muy variadas, desde algunos
centenares de hectáreas hasta más de tres mil, y agrupaban entre sesenta y doscientas
familias. La colectivización era un medio para controlar directamente la producción,
destinada sobre todo al acopio estatal, y luego a compensar los servicios de los equipos
de máquinas y tractores —concebidos para difundir la mecanización agrícola—, a pagar
los insumos para los cultivos (semillas, fertilizantes y todo lo necesario), y, finalmente, a
retribuir a los koljosianos según las jornadas de trabajo prestadas por cada uno. Junto a
los koljoses ya se habían instituido los sovjós, grandes centros gestionados totalmente por
el Estado, que debían funcionar a la manera de grandes complejos industriales en
sectores agrícolas especializados (cultivos de cereales, de algodón o ganadería y
producción de leche y de quesos) y valerse de los medios más modernos.

La colectivización agrícola afectó a más de la mitad de la población soviética y trasformó


radicalmente su sistema de vida. Por las implicaciones políticas y sociales tuvo
inicialmente repercusiones y consecuencias aún más amplias y dramáticas que la
planificación industrial, a la que, de todas maneras, estaba estrechamente vinculada. No
era posible llevar adelante el plan —sobre todo construir una industria poderosa— sin
orientar hacia ese objetivo todos los recursos del país. Escogida la vía rápida para la
industrialización, no sólo había que imponer una disciplina rígida e incentivar una fuerte
emulación entre los trabajadores, también era necesario extraer del campo los recursos
disponibles dejando a los campesinos el mínimo para sobrevivir. Era una opción
despiadada para la que se alegaron motivos ideológicos y, aún más, la razón de Estado.
Stalin lo declaró solemnemente en 1931: «Rusia siempre fue derrotada a causa de su
atraso. Lo fue por los khanes mongoles, por los bajaes turcos, por los panes de Polonia y
Lituania, por los capitalistas anglofranceses, por los barones japoneses, por todos; y esto
a causa de su atraso... Estamos retrasados en cien años respecto a los países más
avanzados. Debemos cubrir esta diferencia. O lo hacemos o nos aplastarán» (M. L.
Salvadori).

UNTREF VIRTUAL | 11
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

3. La colectivización rural y la industrialización forzada


La campaña de colectivización se lanzó en el otoño de 1929. Hasta ese momento habían
ingresado espontáneamente en los koljoses cerca de un millón de familias campesinas de
los veinticinco millones que constituían la población rural de la URSS. En marzo de 1930
se habían establecido más de cien mil granjas colectivas, que agrupaban a más de
catorce millones de familias. Todavía no hay una documentación completa acerca de las
conmociones que provocó una transformación tan rápida, obtenida mediante la violencia y
las amenazas. Es verdad que las repercusiones fueron tan graves que el propio Stalin,
que había sido el promotor de la empresa y partidario de la violencia, hubo de volver
sobre sus pasos en El vértigo del éxito, un artículo publicado en marzo de 1930.

Los campesinos no sólo habían sacrificado todo el ganado que debía ser socializado, sino
que, en algunas zonas estaban en abierta rebelión: peligraban las semillas y la futura
cosecha. El alivio de la presión indico claramente cuales eran los deseos de los
campesinos: en pocos meses las familias integradas en las granjas colectivas bajaron de
más de once millones a menos de seis millones. Pero solo fue una pausa. En 1931 se
reinicio enérgicamente la colectivización y, en 1934, el 80 por ciento de las familias
campesinas vivía y trabajaba en los koljoses. En 1936 se contaban 245.700 granjas que
albergaban al 90 por ciento de los campesinos. Los costes económicos y humanos de
esta operación fueron enormes. Algunos calculaban que las victimas de la violencia y del
hambre oscilaron en torno a los cinco millones. Las estadísticas oficiales de 1933
revelaron que al menos la mitad del patrimonio zootécnico había desaparecido. Desde
entonces, la agricultura fue el punto débil de la economía soviética.

La colectivización forzada no buscó solamente controlar la producción agrícola en función


del crecimiento industrial, también pretendió procurar la mano de obra necesaria para las
nuevas industrias. No obstante el aparato represivo, la empresa no hubiera tenido éxito si
las fuerzas más jóvenes y activas no hubieran encontrado una salida en las ciudades y en
el trabajo industrial. En efecto, más de veinticuatro millones de campesinos abandonaron
el campo y las tareas rurales entre 1926 y 1940. La población urbana pasó de veintiséis a
cincuenta y cinco millones de habitantes, nacieron nuevas ciudades en los Urales y en
Siberia y las antiguas doblaron o triplicaron su población.

No es posible evaluar con precisión en qué medida los planes quinquenales (el primero
realizado en poco más de cuatro años, de septiembre de 1928 a diciembre de 1932; el
segundo entre 1933 y 1937) lograron los objetivos fijados; en general todas las
estadísticas son difícilmente controlables y las soviéticas de manera especial. Sin
embargo, es indudable que el ritmo de desarrollo fue extremadamente alto (una tasa del 8
por ciento anual) y que no obstante los desequilibrios, la industria pesada —claramente
privilegiada— logró importantísimos progresos. En conjunto, la producción industrial, que
en 1926 había recuperado el nivel de 1913, se duplicó ampliamente durante el primer plan
quinquenal y, en 1940, había crecido aproximadamente diez veces respecto a 1913. Los
avances más espectaculares se habían conseguido en la producción de carbón (de 29 a
166 millones de toneladas), de acero (de 2 a 48 millones de toneladas) y de electricidad
(2.000 millones a 48.000 millones de kw/h). Estos saltos parecían más gigantescos aún
porque el punto de partida era considerablemente bajo.

Los ejemplos más destacables de la construcción industrial en la URSS son el embalse y


la gigantesca central eléctrica sobre el río Dnieper, el complejo siderúrgico de
Magnitogorsk en los Urales, las fábricas de tractores de Stalingrado y de Kiakov. Se trata

UNTREF VIRTUAL | 12
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

de los hitos de un proceso que transformó todo el país y creó, sobre todo en las regiones
del este de los Urales, nuevos centros de actividad industrial que demostraron su
importancia vital durante la guerra, cuando los alemanes ocuparon vastísimos territorios
de Rusia y de Ucrania. También el sistema de comunicaciones multiplicó las vías de
penetración y de transporte en las nuevas regiones, con la ampliación del Transiberiano y
la construcción de la línea ferroviaria transversal que unió el norte de Siberia con el
Turkestán. Una red de canales navegables completó los sistemas de conexiones.

Si la colectivización forzosa del campo había establecido el control de los campesinos, no


fue menos rígida la disciplina impuesta a los obreros. Se privó a los sindicatos de
cualquier posibilidad de expresar reivindicaciones autónomas o de oponerse a las
decisiones políticas; y se los transformó en instrumentos de la política del plan. Ya bajo
Lenin, había terminado el control de las bases obreras y se había vuelto al sistema de la
responsabilidad y la autoridad de los directores de fábrica. Con la nueva política se
reforzó el poder jerárquico, se instituyó la libreta de trabajo obligatoria, se difundió el
trabajo a destajo y se combatió toda pretensión de igualdad salarial. Los sueldos eran
extremadamente bajos; sólo limitando el consumo de la gran masa de trabajadores
rurales y urbanos, era posible la acumulación de capital y las inversiones. A menudo fue
necesario al racionamiento para proveer a un abastecimiento mínimo de las ciudades; la
elección de mercaderías para el consumo era muy limitada y el continuo flujo de la
población rural hacia las ciudades agravó el problema del alojamiento, que nunca fue
totalmente resuelto.

Para aumentar la productividad se recurrió también al sistema de incentivos. Así surgieron


las brigadas de obreros que se empeñaban en superar los niveles medios de producción.
Quienes superaban ampliamente la producción normal eran considerados héroes (se los
llamaba stajanovistas, del nombre del minero Stajanov, que en un turno de trabajo había
superado catorce veces la norma). La emulación era impulsada al máximo, creando un
clima de tensión y de movilización, sin el que hubiera sido difícil sostener el enorme
esfuerzo que se exigía a los trabajadores.

La revolución desde arriba, impuesta con una determinación despiadada por Stalin,
transformó profundamente el país. Una serie de espectaculares procesos políticos abrió el
período del gran terror (1936-1938), justamente cuando, al completarse el segundo plan
quinquenal y la estabilización en el campo, la situación había llegado a una clara mejoría.
La liquidación de la vieja guardia bolchevique comenzó en agosto de 1936 con el proceso
a Kamenev, a Zinoviev y a otros miembros del partido, acusados de mantener contactos
con Trotski. Los imputados se declararon culpables y fueron fusilados: En enero de 1937
se condenó, con análogas acusaciones y confesiones, a otros antiguos bolcheviques. En
junio, el jefe del estado mayor del ejército y .numerosos altos mandos fueron eliminados
acusados de traición. Miles de oficiales del Ejército Rojo siguieron la misma suerte.
Finalmente, en marzo de 1938 otro proceso espectacular, con otras tantas dramáticas
confesiones de los imputados, terminó con los últimos hombres de prestigio del antiguo
grupo bolchevique con Bujarin a la cabeza. Las drásticas depuraciones alcanzaron
también al partido, que de tres millones y medio de militantes en 1933 descendió a menos
de dos millones en 1938. La caza de los .enemigos del pueblo» se convirtió en la
obsesión de aquellos años, que vieron llenar de condenados, acusados y sospechosos
los campos de trabajo y de concentración.

No es posible saber cuáles fueron los motivos que llevaron a Stalin a dar esta especie de
golpe de Estado, precisamente en el momento en que su política parecía conseguir los

UNTREF VIRTUAL | 13
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

mayores éxitos. El régimen de terror que se instauró, junto con la dictadura personal y el
culto al jefe, son algunos de los elementos que caracterizan la categoría histórica que en
adelante se llamará estalinismo. Desde 1924, y más decididamente, desde 1928, la
personalidad de Stalin dominó la historia de la Unión Soviética y, después de 1945, hasta
su muerte en 1953, tuvo un peso importante en la política mundial.

4. Stalin y el estalinismo
A partir de la denuncia de Jruschov, en 1956, se ha acumulado abundante literatura y
múltiples interpretaciones sobre Stalin y el estalinismo. Los problemas más notables se
refieren a la relación entre las fases iniciales de la revolución soviética y el desarrollo
sucesivo, en particular a los vínculos que existían entre Lenin y Stalin; al peso de la
tradición rusa y del factor nacional en las decisiones y en el comportamiento del dictador;
a los modelos y la influencia de un proceso de industrialización rápido en un país
atrasado. A todos estos interrogantes se superpone —y se entrelaza con ellos— la
pregunta sobre el tipo de sociedad que se construyo en la Unión Soviética, sobre la
pretendida superación del capitalismo y la anunciada realización de la sociedad socialista.

Quizás sea útil aclarar esta complicada e importante cuestión. La revolución bolchevique,
siguiendo la tradición marxista, se proponía como objetivo superar el capitalismo,
explotador y opresor de la clase obrera, y construir el socialismo mediante la socialización
de los medios de producción, premisa necesaria para una distribución más equitativa de
la riqueza y una realización más libre de la personalidad individual en un conjunto
armónico. De este programa ideal en la Unión Soviética sólo se ejecutó la abolición de la
propiedad privada de los medios de producción; su socialización se convirtió, de hecho,
en nacionalización o estatización. Esta distinción no es suficiente para delinear las
características de una sociedad socialista, según las aspiraciones de quienes vieron en el
socialismo el medio para liberar al hombre de los vínculos de opresión no sólo económica,
sino también política. La estatización de los medios de producción puede conducir
directamente, como ha ocurrido en los países que concretaron el llamado «socialismo
real», a un régimen policial y opresivo que es la misma negación de los ideales del
socialismo. Por lo tanto, se puede llegar a la conclusión de que el estalinismo no es
socialismo.

Pero de cuestiones tan generales, y por ello poco determinantes históricamente, se puede
pasar a un análisis más concreto, preguntándose, en primer lugar, si Stalin continuó la
revolución e interpretó el pensamiento de Lenin, y de los bolcheviques o —como sostiene
Trotski— traicionó a la revolución. Quienes juzgan que Stalin fue el heredero y
continuador de Lenin —pertenezcan a la ortodoxia estalinista o a los adversarios
declarados de cualquier forma radical de subversión social— tienden a quitar importancia
a las diferencias que lo separaron de Lenin entre 1922 y 1924 y a negar importancia al
llamado «testamento de Lenin», que denunciaba la intolerancia y la rudeza de Stalin y
consideraba peligroso dejar la secretaría del partido en sus manos. En cambio subrayan
que el partido había asumido un carácter cada vez más totalitario ya bajo la conducción
de Lenin, y que la violencia y la dictadura eran herramientas y condiciones necesarias
para el tipo de régimen que se pensaba construir. La colectivización ya se había iniciado
en 1920, y la NEP se concibió sólo como una pausa limitada, absolutamente transitoria,
que no anulaba los objetivos generales.

UNTREF VIRTUAL | 14
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

Pero la teoría de la continuidad puede llegar aún más allá, hasta reconocer en Stalin el
heredero del despotismo asiático y del estatismo de Pedro el Grande o de la autocracia
zarista. En este caso, la dictadura estalinista habría sido la reacción de la antigua Rusia al
intento de ruptura revolucionaria. De esta manera, el problema de la relación con Lenin y
con los primeros años del régimen bolchevique pasa a un segundo plano; aparecen, en
cambio, los lazos profundos con una tradición política arraigada en el espíritu eslavo y,
sobre todo, la expresión del atraso ruso. Es innegable que el georgiano Stalin parece
bastante más arraigado en la historia rusa y sensible a la capacidad de movilizar a las
masas inherente a la apelación a los valores patrióticos y nacionales, que sus opositores
bolcheviques, ricos en experiencias internacionales y fieles a la concepción
internacionalista de las organizaciones proletarias. Por lo en demás, la misma fórmula del
«socialismo en un solo país» el primer plano a Rusia y terminaba por subordinar el interna
el internacionalismo proletario a la defensa de la Unión Soviética. Las alusiones a la
historia rusa y a las glorias del pasado se hicieron cada vez más explicitas y sistemáticas
durante la guerra contra la Alemania hitleriana. En el ámbito de la nueva unión federal, la
exaltación del pueblo «ruso» como eje del nuevo Estado fue un tema caro al último Stalin.

Sin embargo, también esta tesis parece simplista frente a la profundidad de los trastornos
provocados por las decisiones y la cruel firmeza de Stalin. La antigua Rusia campesina
sucumbió bajo los golpes del dictador. Por ello, parece más convincente la tesis que
conecta al estalinismo con las exigencias de un proceso de industrialización rápido en una
sociedad atrasada. El «socialismo real» y el estalinismo tomaron fuerza después de la
segunda guerra mundial, sobre todo como modelo de desarrollo de las sociedades
atrasadas y posibilidad de abreviar los plazos con una planificación rigurosa. Más que el
régimen político fue la economía planificada la que se convirtió en materia de exportación
hacia los países con estructuras sociales elementales. Frente a los millones de
campesinos sacrificados, al terror policial, y a todos los sacrificios impuestos a la
población, la única adquisición importante fue dotar a la Unión Soviética de una
poderosísima estructura industrial que la convirtió en la segunda potencia mundial. Lo que
también significa haberla dotado de todas aquellas estructuras, desde la educación hasta
los modernos medios de comunicación, sin las cuales no es concebible una sociedad
industrial avanzada. Stalin realizó esta transformación mientras el occidente capitalista era
castigado por una crisis económica de proporciones inauditas, que estancó la producción
y causó millones de parados. En comparación por algún tiempo, a muchos pareció que la
Unión Soviética señalaba el cansino hacia el futuro. Muy pronto los problemas se
revelaron más complejos y, en estos últimos años, la caída económica y política y
directamente, la disolución de la Unión Soviética como entidad estatal han puesto el punto
final al «socialismo real». Aparecieron con toda claridad la ineficacia del aparato
burocrático para dirigir la economía y la imposibilidad del sistema para funcionar sin la
presión política y policial.

El dramático desarrollo y los resultados, imprevistos por su rapidez, no pudieron, sin


embargo, cambiar la historia. En 1941, Hitler lanzó su poderosa ofensiva contra la Unión
Soviética convencido de que no sería difícil dar cuenta de ella. La dureza de la dictadura
de Stalin, las consecuencias de la gran depuración y la miseria del campo, podían ser
motivos válidos para la caída del régimen soviético bajo los durísimos golpes de un
ataque que, en los primeros meses, penetró profundamente hacia el corazón de Rusia y
causó la pérdida de unidades completas del ejército, de regiones agrícolas y de complejos
industriales que se contaban entre los más ricos del país. Pero la capacidad de
resistencia del Ejército Rojo y de la población sorprendió a muchos y probablemente al
mismo dictador, cogido de sorpresa por los movimientos de Hitler. Sólo después de una

UNTREF VIRTUAL | 15
Texto. La Edad Contemporánea, 1914-1945.
Autor. Pasquale Villaní

semana, Stalin lanzó un llamamiento al pueblo, dirigiéndose a sus conciudadanos como a


hermanos y hermanas e instándoles a una resistencia extrema contra los invasores:
recordó a los grandes jefes de la historia rusa que habían defendido los confines de la
patria. La tradición nacional se sumaba con pleno derecho al acervo del socialismo
soviético. Había comenzado la «gran guerra patriótica» en la que Stalin confirmó sus
cualidades de despiadada firmeza e irreductible tenacidad, consolidando su prestigio de
jefe absoluto.

UNTREF VIRTUAL | 16

También podría gustarte