Está en la página 1de 40

CAPITULO 2

El peronismo como estrategia de los trabajadores: políticas socioeconómicas y


educativas (1943-1955)
Roberto Elisalde1

“El mayor peso social alcanzado por los trabajadores y sus instituciones en la sociedad durante el
peronismo se reflejó en el lugar de trabajo. En términos generales eso significó una transferencia de poder
dentro del sitio de trabajo, de la empresa a los trabajadores”.
Daniel James (1999), Resistencia e integración (1946-1976). Ed. Sudamericana.

Sociedad y economía en los años 40: acumulación de capitales sin redistribución


social
En la década de 1940 se produjeron cambios que tuvieron una notable influencia en las
décadas siguientes. A nivel internacional, culminaron procesos que habían afectado y
modificado el sistema capitalista mundial: la llamada “guerra de los treinta años” (1914-
1945) y la crisis económica iniciada en 1929 (Wallernstein, 2006).2 En la Argentina, la
irrupción del radicalismo profundizó la crisis del régimen oligárquico e incorporó,
aunque de manera parcial, a las clases populares al ámbito político-institucional. Sin
embargo, a partir del golpe militar de 1930, la elite conservadora, reorganizó el régimen
oligárquico y profundizó la dependencia argentina respecto del Reino Unido, con
medidas como el pacto Roca-Runciman. La crisis mundial obligó al gobierno a sustituir
importaciones y desarrollar la actividad industrial, aunque de manera limitada y hasta
que se recuperaran las condiciones anteriores a la crisis, tal como sostenían los
economistas liberales de la época. Este proceso provocó transformaciones sociales,
como las migraciones internas que, hacia los primeros años de la década de 1940,
constituyeron la base social de un nuevo proletariado, radicado en el conurbano
bonaerense, en precarias condiciones económicas y sociales, y prácticamente excluido
del sistema político.

*Dr en Historia (UNLP). Posdoctor en Educación (UNESP-Brasil). Profesor e investigador FFyL y CBC-
UBA. Dir. RIOSAL-CLACSO.
1
El presente texto toma como aportes: Elisalde, R (2013), “El peronismo y la democracia de masas
(1943-1955)” en AAVV Historia de la Argentina. Ed. Norma, Buenos Aires. También Alonso et alia
(1999), La argentina del siglo XX. Ed Aique, Buenos Aires.
2
Este reconocido investigador prefiere unificar en un solo procesos la 1ra y 2da guerra mundial. Ver:
Wallernstein, Immanuel (2006): La decadencia del poder estadounidense. Ed. CI, Buenos Aires.
Algunos investigadores caracterizan al período comprendido entre 1935 y 1945 como
un proceso de acumulación de capitales sin redistribución social, es decir que el país
creció económicamente, pero los beneficios de ese crecimiento no alcanzaron a las
clases populares (MURMIS Y PORTANTIERO, 1971).
Durante ese período, la expansión del mercado interno reforzó el proceso de sustitución
de importaciones, con un mayor número de fábricas, el descenso del desempleo y el
aumento de las ganancias de los capitalistas. Este proceso de sustitución de
importaciones fue apoyado por la Unión Industrial Argentina y también por la Sociedad
Rural, ya que la disminución de las importaciones mejoró la balanza comercial y el
Estado ejerció un menor control sobre las ganancias obtenidas por la burguesía
exportadora. Sin embargo, a inicios de la década de 1940, estos beneficios no llegaban a
los asalariados.
En esos años, los trabajadores fueron perseguidos e incluso sus reclamos laborales
fueron considerados dentro del orden penal, de allí que las fuerzas policiales y militares
reprimieron duramente muchas huelgas y movilizaciones. Sin embargo, el aumento del
conflicto social –particularmente durante los picos huelguísticos de 1936 y 19423obligó
al gobierno conservador a poner en práctica la intervención estatal en numerosas
ocasiones, que en su mayoría terminaron resolviéndose a favor de las patronales.

La crisis del sistema político y el golpe militar de 1943


La reorganización del régimen oligárquico en 1930 provocó en el conjunto de la
ciudadanía un importante descrédito de las instituciones estatales, así también como de
muchas organizaciones de la sociedad civil. Fueron años en los que los partidos
políticos no lograban concitar interés en la participación ni tampoco se presentaban
como verdaderos representantes de los diferentes intereses.
Como había sucedido con el régimen oligárquico a fines del siglo XIX, las clases
privilegiadas se apropiaron de las principales instituciones, tanto del Estado como de los
propios partidos políticos. Durante la década de 1930, la Unión Cívica Radical, el

3
Sobre las huelgas de 1936, ver: Iñigo Carrera, Nicolás; La estrategia de la clase obrera 1936; Ed.
Madres Plaza de mayo, Buenos Aires, 2004. Las huelgas de 1942 expresaron la oposición de los
trabajadores a la decisión de las patronales de intensificar el trabajo en las principales fábricas del país.
Sobre el pico huelguístico de 1942 ver: Elisalde, Roberto, Sindicatos en la etapa pre-peronista. De la
huelga metalúrgica de 1942 a la creación de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), en Realidad
Económica, 135, 1995 y Gurbanov, y Rodríguez, Sebastián, “La huelga metalúrgica de 1942 y la crisis de
la dirigencia comunista en los orígenes del peronismo”, en Revista Nuevo Topo N°4, oct. 2007.
principal partido de raíz popular, estuvo bajo la conducción de la corriente más
moderada, de tradición alvearista. Por su parte, los socialistas, si bien denunciaban el
fraude de los conservadores, no lograron modificar esa situación e incluso tomaron la
polémica decisión de participar en elecciones manejadas por el régimen. Los nuevos
partidos de origen obrero, como el comunismo, continuaban perseguidos y prohibidos,
así por ejemplo, dirigentes sindicales, como José Peter, fueron encarcelados.
De esta manera, a inicios de la década de 1940 existía un escenario de descrédito, en el
que el sistema político expresaba una crisis de representación y de legitimidad, ya que
desconocía o no reflejaba las necesidades de la mayoría de la sociedad argentina. En ese
contexto de corrupción, fraude y conservadurismo político, sumado a la aplicación de
medidas económicas de corte liberal y antipopular, un sector del ejército consideró que
era el momento propicio para la irrupción de un nuevo golpe militar, en esta
oportunidad guiado por corrientes nacionalistas.
A principios de 1943 se conformó un agrupamiento militar, el GOU –Grupo de
Oficiales Unidos–, con la finalidad de influir en los futuros cambios políticos del país.
Este tipo de organizaciones internas a las instituciones castrenses tenían una larga
historia en las Fuerzas Armadas del país y de América Latina4.
El GOU estaba conformado por oficiales, como Enrique González, Miguel Montes y el
coronel Juan Domingo Perón. Su propuesta no era del todo clara, dado que convivían
en este nucleamiento diferentes corrientes políticas e ideológicas. Los unía un fuerte
rechazo al régimen liberal conservador, entre otras cuestiones. Respecto a su
organización no se cuenta con mucha información, aunque Perón afirmó que estaba
basado en una red solidaria entre iguales que se incorporaban a la organización de diez
en diez, con un entramado en el que no todos sus integrantes se conocían.
Algunos historiadores, como Alain Rouquié, consideran que el papel del GOU fue
sobredimensionado por sus propios gestores, e incluso por otros historiadores, ya que la
preparación del golpe reunió a múltiples sectores políticos, además de esta logia. Sin
embargo, durante el proceso político que siguió al golpe de 1943, una de las líneas del
propio GOU –encabezada por Perón– logró imponer sus posiciones por sobre las demás.
El 4 de junio de 1943 un golpe militar puso término al gobierno conservador de Ramón
Castillo. Al principio, este golpe expresó la confluencia y la alianza de diferentes

4
Sobre las problemáticas militares de la época ver: Rouquié, Alan, Poder militar y sociedad política en la
Argentina, Buenos Aires, Ed. Emecé, 1981; Zanata, L, Del estado liberal a la nación católica en los
orígenes del peronismo, 1930-1943, Ed. UNQ, Buenos Aires, 2002 y Potash, R, El ejército y la política
Argentina 1928-1945. De Yrigoyen a Perón, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1982.
sectores políticos dentro de las Fuerzas Armadas, aunque con un fuerte predominio de
los de ideas nacionalistas5.
Los distintos sectores que protagonizaron el golpe tenían en común la oposición al
fraude, la promoción de la industrialización y el impulso de medidas de corte autoritario
que, a su entender, pusieran freno al avance del comunismo. En el plano internacional,
sostenían diferentes posiciones con respecto a la Segunda Guerra Mundial: algunos
entendían que la Argentina debía apoyar a los Aliados; otros defendían el neutralismo e
incluso, una minoría simpatizaba con el Eje. Aunque inicialmente los gobiernos
surgidos del golpe sostuvieron la neutralidad, en 1945, durante la presidencia de
Edelmiro Farrell se declaró la guerra a la Alemania nazi.

Las alianzas políticas y el nacionalismo


En las Fuerzas Armadas existían diferentes corrientes políticas, que en parte explican
muchos de los conflictos posteriores, sobre todo en los momentos previos al
surgimiento de Perón como líder político (Buchrucker, 1987). Un grupo era el
denominado nacionalismo restaurador, representado por militares de tradición
uriburista6, que sostenían que la sociedad debía organizarse en base a un orden
jerárquico y sin la participación popular. Esta posición tuvo su momento de mayor
influencia durante el mandato del presidente de facto Pedro Pablo Ramírez. El otro
grupo estaba representado por seguidores del liberalismo conservador, que si bien eran
mayoría en las Fuerzas Armadas, tuvieron escasa participación en el golpe. Su principal
representante era el general Arturo Rawson. Por otra parte, se encontraba el
nacionalismo popular, cuya figura más destacada era Juan Domingo Perón, quien
entendía que las masas populares debían ser tenidas en cuenta en la nueva etapa política
y postulaba la industrialización del país.
El golpe de Estado se produjo el 4 de junio de 1943, encabezado por el GOU, que en
esa coyuntura estaba compuesto por representantes de diferentes grupos políticos de las
Fuerzas Armadas, aunque con claro predominio de los sectores nacionalistas.

5
El peso de corrientes de jóvenes oficiales nacionalistas, pro-industrialistas, críticos de los regimenes
conservadores fraudulentos y fuertemente anticomunistas fueron un rasgo común en buena parte de
Latinoamérica. Sobre el tema ver: Ansaldi, W y Giordano, América Latina. La construcción del orden.
Ed. Ariel, Buenos Aires, 2012.
6
El general Félix Uriburu, si bien encabezó el golpe militar de 1930 contra el radicalismo de Yrigoyen,
en menos de un año debió dejar su cargo, ya que entre otras razones, sus ideas corporativas no eran
compartidas por la mayoría de la élite dominante (representada en la SRA y la UIA, entre otras)
Al tiempo de conocerse la noticia del nuevo golpe militar, numerosos grupos de
manifestantes se volcaron a las calles para celebrar el acontecimiento. La confusión
respecto de la orientación del nuevo gobierno de facto hizo que grupos de distinto signo
político asumieran como propio este hecho político7. Arturo Rawson fue designado
presidente provisional, pero dos días después, debido a su intención de incorporar
militares del gobierno anterior a su gabinete, debió entregar el cargo a los sectores del
nacionalismo restaurador. El general Ramírez asumió entonces como presidente de
facto. Al año siguiente, por diferencias entre los protagonistas del golpe, Ramírez fue
reemplazado por el general Edelmiro Farrell.

La Secretaría de Trabajo y la oposición empresarial


Hacia fines de 1943, la corriente nacionalista popular representada por Juan Domingo
Perón consolidó su posición en el gobierno. Perón, quien inicialmente había sido
designado a cargo del Departamento Nacional del Trabajo, asumió luego como
Secretario de Trabajo y Previsión. A principios de 1944 sumó a este cargo el de
ministro de Guerra.
Desde su puesto en la Secretaría de Trabajo y Previsión, Perón propuso la estrategia de
establecer un diálogo con los diferentes sectores sindicales, para lo cual se revisaron y
modificaron las políticas existentes hasta ese entonces. Las corrientes sindicales
mayoritarias como los sindicalistas revolucionarios y buena parte de los gremios
conducidos por los socialistas acudieron a la mesa de negociaciones con el secretario de
Trabajo y Previsión, no así los comunistas que rechazaron cualquier tipo de acuerdo.
Las primeras medidas tomadas por esta Secretaría buscaban establecer un vínculo con
las organizaciones sindicales. Para ello se ordenó la liberación del dirigente comunista
José Peter y se derogó el Estatuto de las Organizaciones Sindicales, que el mismo
gobierno había impuesto en 1943, por medio del cual se había limitado y sancionado la
acción sindical. Con la intención de dar mayores señales hacia los sindicatos, se designó
a Domingo Mercante –hijo de un trabajador del ferrocarril– como interventor temporal
del gremio ferroviario.8

7
El 4 de junio de 1943 se produjeron protestas contra la Corporación de Transportes de la Ciudad de
Buenos Aires que incluyeron la quema de colectivos de propiedad británica.
8
Sobre las relaciones del movimiento obrero con el estado desde la etapa preperonista consultamos: Del
Campo, Hugo, Sindicalismo y peronismo, Editorial Clacso, Buenos Aires, 1987. También Doyon, Louis,
Perón y los trabajadores, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, 2006 y Matshushita, H, Movimiento obrero
argentino (1930-1945), Siglo XX, Buenos Aires, 1983.
Desde la Secretaría de Trabajo se llevaron a cabo un conjunto de reformas laborales
que, en buena medida, respondían a históricas demandas de los trabajadores. En este
sentido se destacó la implementación de un seguro social y de jubilaciones que
beneficiaron a más de dos millones de personas; también se crearon los Tribunales de
Trabajo, que se mostraron permeables a las demandas obreras, por lo que facilitaron las
negociaciones de los sindicatos a la hora de reclamar ante la justicia; se fijaron mejoras
salariales y se implementó por primera vez el aguinaldo para todos los trabajadores.
Además, se garantizó la efectivización de otras reformas que ya existían pero que no se
habían cumplido hasta entonces, como las indemnizaciones por accidente de trabajo.
Una de las reformas más avanzadas y polémicas por lo que representó su aplicación fue
el Estatuto del Peón. Esta medida establecía un salario mínimo, condiciones básicas de
alimentación y vivienda; asistencia médica; horarios prefijados de trabajo;
obligatoriedad de descanso dominical y vacaciones pagas para todos los trabajadores
rurales. Estas disposiciones buscaron regular la explotación existente en el campo, así
como cambiar los vínculos paternalistas y abusivos de las patronales rurales. Este
estatuto generó un rechazo contundente de las entidades gremiales que reunían a los
propietarios rurales. El conjunto de reformas implementadas por la Secretaría de
Trabajo y Previsión, junto a la sanción de la Ley de Asociaciones Profesionales,
contribuyeron notablemente al fortalecimiento de las organizaciones gremiales9.
Las medidas tomadas por la Secretaría de Trabajo y Previsión y el fuerte activismo
político de Perón en su relación con los sindicatos inquietaron a los sectores capitalistas,
quienes comenzaron a desconfiar de las consignas de orden y disciplina enunciadas por
el gobierno de Ramírez en los inicios del golpe. Las entidades propietarias mostraron
preocupación debido a que interpretaban que con las nuevas reformas sociales se perdía
el control sobre los trabajadores y, al mismo tiempo, se permitía una suerte de avanzada
obrera. De esta manera, los patrones, integrantes de la Unión Industrial Argentina
(UIA), mostraron las primeras señales de rechazo y, al poco tiempo, desplegaron una
fuerte oposición a las propuestas de armonía social promovidas desde el Estado.
Aunque muchas asociaciones de industriales aceptaban el proyecto estatal de

9
La legislación social implementada durante esta etapa fue parte de las reivindicaciones que durante
años reclamaron los trabajadores y sus organizaciones sindicales, tanto de orientación socialista como
sindicalista revolucionaria, e incluso comunista.
ampliación del desarrollo industrial, pronto comenzaron a denunciar la profundización
de los conflictos de clase en el seno de sus fábricas10.
Por su parte, la gran burguesía agraria, representada en la Sociedad Rural Argentina
(SRA), entendía que el proyecto industrialista de Perón estaba en la vereda opuesta
respecto de sus intereses agrarios. Inmediatamente, comenzaron a hacer pública su
oposición a cualquier posible intervención estatal en el comercio exterior. Además,
combatieron activamente la sanción del Estatuto del Peón, al que consideraban una
reforma que expresaba la ingerencia del Estado en las relaciones entre peones y
patrones.
La creciente oposición de los capitalistas a la política de Perón se hizo evidente en el
llamado Manifiesto de las Fuerzas Vivas, publicado por el diario La Prensa el 16 de
junio de 1945. En ese documento, más de 300 grupos de empresarios de la Cámara de
Comercio y de la Unión Industrial manifestaron su descontento y oposición a la política
social del secretario de Trabajo y Previsión.
Durante su gestión como secretario de Trabajo y Previsión, Perón no solo se propuso
acercarse a los sindicalistas, sino también a los empresarios. Por eso, impulsó la
creación del Banco de Crédito Industrial, para la promoción de la industria, y la
Secretaría de Industria y Comercio. El 25 de agosto de 1944, pronunció un discurso en
la Bolsa de Comercio convocando a los sectores capitalistas a sumarse a su proyecto.
Sin embargo, estos grupos se mostraban cada vez más hostiles hacia Perón y su
propuesta política11.
La respuesta de la corriente nacionalista y popular que expresaba Perón no se hizo
esperar; el secretario de trabajo continuó con su activa participación en reuniones con
delegaciones obreras e incluso comenzó a ser invitado por los gremios a celebraciones
en los propios sindicatos. En uno de esos encuentros, en septiembre de 1945, Perón
manifestó ante obreros metalúrgicos que el futuro era de las masas populares y que la
burguesía iría poco a poco cediendo su puesto, y sus instituciones irían modificándose y
reformándose de acuerdo a las necesidades de los nuevos tiempos. Estos hechos

10
Ya desde estos años el empresariado se mostraba, naturalmente favorable a las políticas pro-
industrialistas pero evidenciaba preocupación por las mejoras alcanzadas por los trabajadores. La
progresiva y constante organización sindical, así como los picos huelguísticos pasados (1936 y 1942)
había fortalecido en los trabajadores, la estrategia de presionar sobre el estado para obtener sus
reivindicaciones.
11
Con el discurso en la Bolsa de Comercio pronunciado el 25 de agosto de 1944 Perón esperaba sumar a
sectores del bloque dominante a su iniciativa política. Los historiadores debaten en torno al sentido de
este discurso hacia los grupos de poder. Algunos hablan de estrategia para “ganar tiempo” y otros, creen
que la presencia efectiva de los trabajadores redefinió su orientación política..
cerraron el paso a estrategias políticas que incluyeran a las clases capitalistas en un
proceso común y de compromiso con la nueva política iniciada en 1943. Sin embargo,
al poco tiempo comenzó a quedar claro que el resto del gobierno de Farrell tampoco
veía con buenos ojos el vínculo que se estaba generando entre los trabajadores y el
secretario de Trabajo y Previsión.

La estrategia de los trabajadores en los orígenes del peronismo


Una estrategia característica de la mayor parte del movimiento obrero desde la década
de 1930 fue la acción de presionar al Estado por medio de huelgas y movilizaciones
para obtener sus reivindicaciones. Así lo hacían casi todas las corrientes sindicales:
socialistas, sindicalistas revolucionarios y comunistas, con excepción de los anarquistas.
Los dirigentes sindicales de la época afirmaban que en esos años el Estado tenía una
fuerza que no se podía desconocer, por eso entendían que había que reclamar ante él y
hacer valer el peso de las organizaciones para lograr leyes según sus necesidades. La
particularidad a partir de 1943, que se profundizaría desde 1946, fue que la presión y el
reclamo sobre el Estado tuvieron como consecuencia la obtención de muchas sus
demandas laborales históricas (TORRES, 2002).
El otro rasgo relevante fue el vínculo político de los sindicatos con las ideas del
nacionalismo popular e incluso la alianza con otros sectores sociales, como por ejemplo,
la denominada “burguesía nacional” –empresarios con interés en el desarrollo
económico y político local–. Tanto el nacionalismo como la alianza con otros grupos
sociales “progresistas” estuvieron presentes en la estrategia de los Frentes Populares,
reivindicada por sectores de la izquierda argentina.
De modo que la conformación de una alianza de clases entre la mayoría de los
trabajadores con un sector militar nacionalista y popular, e incluso con grupos de la
burguesía local, expresaba una estrategia de los obreros que hacia principios de la
década de 1940 podía preverse, no solo en la Argentina, sino también en otros países de
América Latina.
La oposición a la alianza social que comenzaba a gestarse entre los trabajadores y Perón
generó signos de preocupación e inquietud entre las fuerzas empresariales más
conservadoras. En 1945 era evidente que las acciones de la Secretaría de Trabajo habían
generado descontento también en las filas de las Fuerzas Armadas. El sector liberal de
los militares comenzaba a reclamarle a Perón una política más afín a los partidos de
tradición conservadora y criticaba sus vínculos con los obreros.
La oposición política identificaba a Perón con el fascismo y se hacía eco de argumentos
que los Estados Unidos venían desplegando en América latina para cuestionar los
movimientos políticos de corte nacionalista y popular. La explícita participación en los
asuntos internos de la Argentina por parte del embajador norteamericano Spruille
Braden fue festejada por la oposición. El 19 de septiembre de 1945, este sector se
expresó públicamente en las calles en la denominada Marcha de la Constitución y la
Libertad, de la que participaron la mayoría de las fuerzas políticas y el propio
embajador norteamericano12. Reclamaban la entrega del poder a la Corte Suprema de
Justicia hasta que se realizaran elecciones. A los pocos días, los militares que se
oponían a Perón entendieron que era el momento de quitar del gobierno al secretario de
Trabajo, por ello el 8 de octubre de 1945 lo obligaron a renunciar y lo trasladaron como
prisionero a la isla Martín García.
La remoción de Perón fue interpretada por los trabajadores como una amenaza a sus
flamantes conquistas. Sin embargo, la situación dentro del movimiento obrero en esos
años no era homogénea. Entre las diferentes posturas estaban los sectores que no
aceptaban vincularse con Perón, sobre todo el comunismo; los que apoyaban las
reformas sociales pero querían mantener una distancia de la política de gobierno y los
que ya se habían volcado decididamente a apoyar a Perón. En la propia CGT se
expresaban estas diferencias, incluso en los debates y la votación final respecto de
cuándo convocar a una huelga general y movilización por la amenaza a sus logros
sociales; finalmente, se decidió que fuera el 18 de octubre.
Por su parte, los partidos opositores se mantenían en su postura de entregar el poder a la
Corte Suprema hasta las elecciones y los militares prometían a los sindicatos que sus
conquistas serían garantizadas y que Perón no estaba preso.
A pesar de las posiciones encontradas, entre la mayoría de los trabajadores
sindicalizados crecía la convicción que Perón estaba preso y que sus conquistas estaban
en verdadero riesgo. Por ello, las bases habían iniciado acciones en todo el país.
Comenzaron a producirse paros y movilizaciones en diferentes ciudades y varias
seccionales decretaron huelgas y movilizaciones. Estos hechos precipitaron la
realización de la gran convocatoria a la Capital. Finalmente, el 17 de octubre de 1945
los trabajadores se movilizaron a Plaza de Mayo. La mayoría provenía de los barrios
fabriles del conurbano.

12
En la Marcha de la Constitución y la Libertad participaron los conservadores, los radicales, el
socialismo, el comunismo y el embajador de los Estados Unidos.
Estos acontecimientos provocaron que los militares liberaran a Perón. Esta acción de las
masas obreras creó un nuevo diseño político que dio origen a la conformación de dos
bloques sociales enfrentados. La movilización popular aceleró la convocatoria a
elecciones para 1946, en un clima particularmente enrarecido por los debates que
provocaba el final de la Segunda Guerra Mundial.
Los sucesos del 17 de octubre señalan el innegable liderazgo que Perón ocuparía en la
escena política desde entonces. Asimismo, el protagonismo de las masas en las calles y
de las organizaciones sindicales en aquel momento indica que para comprender la
significación histórica del peronismo no es suficiente analizar solo las ideas o las
acciones de Perón. (JAMES, 1987). Así es que las transformaciones sociales y políticas
que generó el peronismo solo pueden comprenderse en el marco de la lucha social entre
los diferentes sectores de la sociedad argentina de aquellos años.
Con la liberación de Perón por la acción de los trabajadores culminó una de las primeras
etapas de este proceso, iniciado bajo el lema de la colaboración de clases sociales y que,
como afirma el historiador Hugo del Campo, terminó desencadenado un enfrentamiento
de clases pocas veces visto en la historia argentina.

Los bloques sociales enfrentados 13


Frente a la consolidación de la alianza social entre los trabajadores y el nacionalismo
popular encabezado por Perón se fue estableciendo otro bloque social muy poderosa
que, bajo la dirección de los terratenientes y los grandes comerciantes exportadores,
nucleaba a la gran burguesía industrial, a sectores militares industrialistas atemorizados
por la movilización obrera y a una gran parte de los sectores medios urbanos. La
Sociedad Rural Argentina y la Unión Industrial Argentina eran las organizaciones
empresariales más activas de esta alianza, que reunió además a la casi totalidad de los
partidos políticos, desde el conservadurismo liberal hasta los socialistas y comunistas.
Para las elecciones de 1946, estos sectores organizaron una alianza política, la Unión
Democrática (UD) que contó mayoritariamente con el apoyo de los principales medios
de prensa, e incluso el de la embajada norteamericana. Su fórmula presidencial estuvo
representada por los radicales, José Tamborini y Enrique Mosca.

13
La idea de bloques sociales enfrentados es presentada, entre otros investigadores, por Murmis y
Portantiero (1971) y por Del Campo (1983), entre otros. También ver Alonso, M, Elisalde, R y Vázquez,
E, op.cit.
El otro bloque social, representado por la alianza liderada por Perón y que reunían a la
gran mayoría de los trabajadores, ante la ausencia de una estructura partidaria propia,
impulsó la formación del Partido Laborista (PL). Se trataba de un nuevo partido creado
por dirigentes sindicales, que en su mayoría tenían experiencia gremial y política dentro
del sindicalismo revolucionario, el socialismo y, en menor medida, en el comunismo.
La fundación del nuevo partido fue interpretado por muchos de los viejo sindicalistas
como la realización de sus reclamos de participación política autónoma en tanto clase
trabajadora. En su Carta orgánica fundacional se afirmaba el deseo de “luchar en el
terreno político por la emancipación de la clase laboriosa”, a la vez que prohibía
explícitamente el “ingreso de personas de ideas reaccionarias o totalitarias y de
integrantes de la oligarquía”. Con un discurso clasista se proponía llegar al poder y
aspiraban ocupar el estado para cumplir con las reivindicaciones históricas del
movimiento obrero. El programa del laborismo proponía la convocatoria a elecciones
democráticas y una organización económica y social para el país, basada en la
“necesaria redistribución de los ingresos que mejore los salarios y las condiciones de
vida de los trabajadores”. El Partido Laborista presentó la candidatura de Perón,
acompañado para la vicepresidencia por Hortensio Quijano, representante de una línea
del radicalismo renovador, surgida de una escisión de la UCR.
Durante la campaña electoral, los dos bloques sociales enfrentados pusieron en juego
sus alianzas políticas. El laborismo destacó los logros sociales alcanzados y presentó a
Perón como representante de los trabajadores y de la justicia social. Para diferenciarse
de sus adversarios denunció que la Unión Democrática era financiada por la Unión
Industrial y tenía el apoyo de los Estados Unidos. De esta manera, el Partido Laborista
manifestaba que su fórmula representaba los intereses populares, mientras que la Unión
Democrática expresaba los intereses oligárquicos. Por su parte, la Unión Democrática
basó su campaña en la denuncia de un supuesto avance del “nazifascismo” en la
Argentina (PONT, 1984: 76). El 24 de febrero de 1946 se realizaron las elecciones en
un proceso sin sospechas de fraude, por primera vez en muchos años. La fórmula Perón-
Quijano del Partido Laborista obtuvo el 52% de los votos. A partir de este resultado, un
nuevo proceso se iniciaba en la Argentina.

Nacionalismo popular y alianza de clases


El primer gobierno peronista
En 1946, por primera vez en la historia argentina, llegó al gobierno una alianza política
que tenía como fuerte protagonista a la clase trabajadora en alianza con otros sectores
sociales, y que reivindicaba al nacionalismo popular como idea central. El nuevo
gobierno tenía que cumplir con lo plasmado y prometido en la plataforma del Partido
Laborista, en particular, favorecer los intereses nacionales, tomando distancia de las
tradiciones liberales, y generar mejoras sociales para los trabajadores. Además, debía
crear un modelo de industrialización para el país, que rompiera con la tradición del
modelo agro-exportador.
Si bien el Partido Laborista fue constituido en poco menos de un año, los
reclamos esgrimidos por sus creadores representaban décadas de postergación de la
clase obrera en el país. El resultado electoral le dio una clara mayoría en diputados y
senadores, y el gobierno de trece provincias sobre las catorce existentes entonces (la
excepción fue Corrientes). Un dato notable respecto de etapas anteriores fue el aumento
de la representación del gremialismo y del número de parlamentarios de extracción
sindical, que superaba lo esperado.
Al poco tiempo que Perón asumió la presidencia, el Partido Laborista fue
reemplazado por el Partido Único de la Revolución Nacional, y luego por el Partido
Peronista. Este proceso generó debates y polémicas entre los integrantes del laborismo,
algunos de los cuales sostenían que se trababa de un proceso de centralización política
que fortalecía el liderazgo de Perón14.

El proyecto económico y social: Estado social y Primer Plan Quinquenal


El proyecto económico y social con el que el peronismo se proponía reorganizar la
sociedad argentina planteaba el desarrollo industrial nacional, basado en un acuerdo
social armónico entre las diferentes clases sociales. La llamada “burguesía nacional”, es
decir el conjunto de empresarios con intereses económicos y políticos locales, era la otra
parte de la alianza, junto a los trabajadores.
A partir de 1946, el gobierno peronista comenzó a tomar medidas para profundizar el
modelo de sustitución de importaciones, de modo de favorecer aquellas ramas

14
El debate generado por la disolución del P.Laborista provocó el alejamiento de un sector de dirigentes
sindicales, entre ellos Cipriano Reyes, quien afirmaba que aquella decisión implicaba una personalización
del futuro político de la organización política creada por los trabajadores.
vinculadas a la llamada industria liviana, productora de bienes de consumo –
electrodomésticos, por ejemplo–, orientada al mercado interno15.
De esta manera, el peronismo se proponía incentivar el desarrollo industrial y, al mismo
tiempo, crear las bases que permitieran una redistribución de la riqueza a favor de los
trabajadores, mediante el incremento del empleo, la elevación del poder adquisitivo de
los salarios y la mejora de sus condiciones de vida.
Durante el transcurso de los gobiernos peronistas, las políticas desarrolladas fueron
redefiniendo el carácter del Estado. Este dejó de ser un conjunto de instituciones que
representaban los intereses de los diferentes sectores de la estructura económica y social
para, progresivamente, consolidarse como un actor político con objetivos propios y con
intenciones de reorganizar las alianzas y oposiciones tradicionales de la lucha política
argentina.
Desde que asumió el gobierno, el peronismo adoptó esta orientación política. La
identificación entre Estado y peronismo fue explícitamente destacada por el gobierno a
través de una extendida difusión propagandística, que le valió fuertes críticas por parte
de la oposición. Para la organización económica, el Estado peronista asumió la
modalidad de la planificación, mediante los llamados planes quinquenales. A través de
estos planes, el Estado fijaba sus objetivos económicos a cumplir en un plazo de cinco
años. El Primer Plan Quinquenal comenzó en 1946 y el segundo, en 1953.

La industria, la redistribución social y las nacionalizaciones


Desde el Estado, el peronismo se propuso profundizar el proceso de sustitución de
importaciones de manufacturas industriales. Para eso fue perfeccionando un complejo
mecanismo institucional para fomentar el desarrollo de la producción de bienes de
consumo de las ramas textil, metalúrgica y metalmecánica.16

15
Siam representó el modelo de empresa de producción de electrodomésticos nacionales dirigida al
mercado interno. Torcuato Di Tella fue su director hasta su muerte en 1948. Para una investigación sobre
la Siam Di Tella, ver: Elisalde, Roberto El mundo del trabajo en la Argentina: control de la producción y
resistencia obrera. Estudios sobre el archivo de la empresa Siam Di Tella (1935-1955), en Revista
Realidad Económica, N° 201, 2004. También sobre el tema, Rougier, M, y Schvarzer, J, Las grandes
empresas mueren de pie. El (o)caso de SIAM. Ed. Grupo Norma, 2006.
16
Schvarzer, Jorge, La industria que supimos conseguir, Ed. Planeta; Buenos Aires, 1996. Para consultar
una investigación más actualizada sobre el desarrollo industrial durante los gobiernos peronistas puede
analizarse: Belini, Claudio, La industria peronista, Ed. Edhasa, 2010. También, Rougier, Marcelo,
Estudios sobre la industria argentina, Ed. Lenguaje Claro, 2013.
El Estado intervino activamente en el fortalecimiento de una institución clave para el
desarrollo industrial, que había sido creada en 1944, el Banco de Crédito Industrial 17.
Así, a través de créditos accesibles se promovió un importante crecimiento en el sector
industrial. Asimismo, estas medidas estaban relacionadas con la expansión sostenida del
consumo interno, que solo podía ser garantizado por un aumento real de los salarios y
de la capacidad de compra de los asalariados. De esta manera, un número cada vez
mayor de personas estaba en condiciones de adquirir productos.
Con el propósito de fomentar la transferencia de una gran parte de los salarios hacia el
consumo de productos industriales, el Estado estableció precios máximos para los
artículos de primera necesidad y reguló los alquileres, fijando topes para los aumentos.
También fomentó la inversión en áreas vinculadas a la salud, la educación y la vivienda.
Además, el Estado aumentó la inversión pública en obras de infraestructura y llevó
adelante la nacionalización de importantes sectores de la economía. Diversas áreas,
como los ferrocarriles de propiedad británica; los teléfonos, en poder de la empresa
norteamericana ITT; el gas; las empresas de navegación fluvial, de ultramar y el
transporte aéreo, pasaron a ser administrado por el Estado.
En 1947 fue creada la Dirección Nacional de Industrias del Estado (DINIE), un
organismo autárquico que expropió y nacionalizó empresas de origen alemán. Este
complejo industrial estaba formado por 33 empresas dedicadas a la metalurgia, los
textiles y la construcción, entre las que se encontraba la metalúrgica IMPA18.
El Estado también intervino a través de una vasta red de regulaciones e instituciones
públicas, cuyos instrumentos principales fueron el Banco Central y el Instituto
Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI).
La nacionalización del Banco Central y los depósitos bancarios permitió que el Estado
controlara la política financiera y la orientarla hacia la actividad industrial y la política
social. El IAPI era el organismo estatal de comercialización que fijaba los precios de los
productos agrícola-ganaderos exportables, además regulaba las importaciones con la
finalidad de proteger la producción nacional (NOVICK, 1986).
Mediante estas acciones, el Estado logró recaudar una porción considerable de recursos
que luego derivó, al igual que los controles financieros, a la actividad industrial y, en

17
Sobre el tema, se destaca la investigación de Rougier, Marcelo (2009), La política crediticia durante el
primer peronismo (1944-1955), Publicación Cedí, FCE-UBA, Buenos Aires.
18
Las políticas de nacionalizaciones fueron un proceso de medidas consideradas por los gobiernos
denominados populares como medidas antioligárquicas desarrolladas en numerosos países
latinoamericanos desde la década de 1930 hasta la de 1950.
parte, al área social. Esta política tuvo la férrea oposición de las empresas relacionadas
al comercio exterior, entre ellas, el oligopolio Bunge y Born, dedicado al comercio
cerealero.
Con estos recursos, el Estado llevó adelante planes de construcción de viviendas,
hospitales y escuelas, y garantizó –a través de las obras sociales- las necesidades básicas
a numerosos sectores de la población, sin que estos tuvieran que utilizar una parte de
sus salarios para hacerlo (RAMACCIOTTI, 2009). De este modo, la población disponía
de un mayor volumen de ingresos que podía gastar comprando los productos
industriales; a la vez, el aumento de las ventas estimulaba a los empresarios a realizar
nuevas inversiones. Por su parte, el Estado también fue un consumidor importante,
sobre todo por la realización de obras públicas, y, al mismo tiempo, un generador de
empleo (BASUALDO, 2006).
El modelo económico peronista generó un profundo cambió en la organización
tradicional de la Argentina, basada por más de un siglo en el modelo agro-exportador.
Sin embargo, la adopción de un modelo industrialista sostenido en el desarrollo de
empresas volcadas al consumo interno tuvo a lo largo de estos años varias dificultades.
Una de ellas era que la actividad industrial seguía dependiendo de la importación de
insumos industriales extranjeros (bienes de capital como máquinas y material de acero).
Las trabas impuestas al comercio argentino por los Estados Unidos (desde 1942 hasta
1949) y las dificultades para importar desde otros países (por ejemplo, la URSS o
Europa oriental) marcaron en estos primeros años las limitaciones del desarrollo
industrial (GIRBAL-BLANCHA, 2003).
La otra dificultad provino de la férrea oposición de quienes detentaban los resortes de la
economía rural en la Argentina: la gran burguesía agraria, representada en la Sociedad
Rural Argentina. Durante la etapa del Primer Plan Quinquenal, en rechazo a la política
oficial, este sector disminuyó la inversión en la producción agraria para la exportación,
de la que provenía la mayor parte de los recursos que el IAPI capturaba para la política
crediticia industrial.

La política social y la Fundación Eva Perón


La política social del peronismo tuvo diferentes formas de organización, como la
legislación laboral que dio sustento a las reformas sociales sancionadas desde 1944, y el
andamiaje institucional (por ejemplo, el IAPI) para recaudar recursos. Sin embargo, la
mayoría de los especialistas coinciden en identificar a la esposa del presidente, Eva
Perón, como la expresión más destacada de la política social de aquellos años. Cumplió
un relevante papel político y social durante la gestión del primer gobierno peronista, que
desencadenó en los opositores fuertes debates y contrapuntos.
Para los trabajadores, Eva Perón era el símbolo de la justicia social; la llamaban “Evita”
y la consideraban la “abanderada de los humildes”. Sus adversarios la descalificaban y
despreciaban de manera recurrente; le decían “la Eva” y rechazaban su política social.
Por su parte, Eva Perón combatió a las clases acomodadas criticando duramente sus
políticas de rechazo y explotación de los trabajadores, por lo que en sus discursos los
calificaba como “vendepatrias y oligarcas”.
La acción social de Eva Perón fue transformadora para su época, en un contexto en el
que la actividad política estaba reservada mayoritariamente a los hombres, y las mujeres
debían limitarse a las tareas de beneficencia. Esta mujer de origen humilde, que
detentaba una posición de poder poco clara desde el punto de vista institucional, generó
el recelo y el odio de algunos sectores sociales, incluso luego de su muerte, ocurrida en
1952 a causa de una enfermedad terminal. (NAVARRO, 2002)
Para desarrollar sus planes de acción social, Eva Perón19 creó una fundación que le
permitió establecer contacto personal, directo y cotidiano con los sectores sociales más
necesitados. La Fundación Eva Perón, que fue creada en 1948 en reemplazo de la
Sociedad de Beneficencia, desarrolló una dinámica actividad social a partir de la
atención de reclamos individuales y colectivos. Desde su Fundación, Eva Perón Impulsó
la creación de hogares para niños y ancianos, colonias de vacaciones y centros de salud;
además, favoreció la entrega de alimentos e insumos para la construcción de viviendas a
las clases populares.(BERROTARAN, 2004)
Las actividades de la Fundación Eva Perón se financiaban con recursos provenientes de
donaciones, recaudaciones de las loterías nacionales, descuentos obligatorios en los
salarios y, en oportunidades, mediante aportes exigidos a empresas privadas. La
administración de estos fondos y la destacada acción política de Eva Perón le
permitieron al gobierno peronista contar con un área que resolvió problemáticas sociales
con rapidez y sin los condicionamientos burocráticos. También acentuó el antagonismo

19
Eva Perón fue una de las figuras más polémicas del gobierno peronista, los sectores oligárquicos
rechazaban su figura y sus acciones. Sus discursos, habitualmente contundentes y sin medias tintas
avivaba las controversias: “Yo estaré con ellos para que sigan adelante y por el camino de la libertad,
hasta que llegue el día maravilloso de los pueblos. Yo estaré con ellos, con Perón y con mi pueblo, para
pelear contra la oligarquía vendepatria y farsante, contra la raza maldita de los explotadores y de los
mercaderes del pueblo.”
entre peronismo y antiperonismo entre los beneficiados y los opositores a esta política
social. (TORRES, 2002)
Otro aspecto relevante en la política social del peronismo fue el campo sanitario. Desde
la secretaría de Salud, el doctor Ramón Carrillo impulsó planes de prevención sanitaria
y de perfeccionamiento del personal médico y de enfermería. Se amplió la cantidad de
hospitales y la calidad hospitalaria. (de 4 camas cada mil habitantes se aumentó a 7 cada
mil en 1954). Bajo esta política, coinciden, incluso los opositores, se logró reducir la
mortalidad infantil y las enfermedades infecciosas. Uno de las metas más destacados de
esta gestión fue prácticamente la erradicación del paludismo, un mal endémico que
afectaba en 1946 a más de 300 mil habitantes; al cabo de tres años se logró reducir a
poco más de 100 casos (RAMACCIOTTI, 2009). La euforia económica de los primeros
años del gobierno peronista fue acompañada por una política social que mejoró las
condiciones de vida del conjunto de los trabajadores y atendió las necesidades de los
sectores sociales más postergados.20
El fuerte incremento de la inversión del estado en el sector de la vivienda se materializó
en la construcción de medio millón de viviendas constituidas por programas que
incluyeron diferentes modelos urbanos. La construcción del barrio Los Perales en
Mataderos, y los conjuntos Juan Perón y 1º de Marzo en Saavedra que expresaron
diferentes modelos urbanos colectivos e individuales. La difusión de estas iniciativas
incorporó ideas de diferentes tradiciones. Los barrios de chalets individuales fueron
asociados a las ideas de ascenso social y conciliación de clases, a la vez de valorizar la
familia. En cambio, la ciudad de iguales, materializada en el barrio Los Perales, estaba
inspirada en el modelo socialista centroeuropeo y fue rescatado por el gobierno en
asociación con los ideales higienistas del cambio de siglo y presentada como la ciudad
saludable a la que los trabajadores habrían podido acceder en tanto conquista social.21

Las relaciones del peronismo con los diferentes sectores sociales


Entre 1943 y 1946, Perón había intentado establecer algunas relaciones con los
empresarios de la Unión Industrial Argentina. Pero las medidas de gobierno
20
Para un exhaustivo recorrido de la políticas social del peronismo: Ross, P. “Justicia Social: Una
evaluación de los logros del peronismo clásico”. En Anuario del IEHS, Tandil: Facultad de Ciencias
Humanas, Universidad Nacional del Centro. 1993.
21
Ver: Aboy, Rosa, “La vivienda social en Buenos Aires en la Segunda Posguerra (1946-1955)”. En
Revista Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona. Vol. VII, núm. 146(031), 1 de agosto
de 2003.
implementadas desde la Secretaria de Trabajo, conjuntamente con la perspectiva
empresarial de que el movimiento obrero avanzaba en posiciones políticamente
riesgosas en los ámbitos laborales, distanció cada vez más al peronismo de las grandes
entidades empresariales.
Las corporaciones empresariales señalaban el creciente indisciplinamiento obrero a raíz
de las reformas sociales y el desafiante aumento de sus organizaciones sindicales. Esta
situación llevó al gobierno de Perón a condicionar el poder empresarial y a acercarse a
los pequeños y medianos empresarios, cuya producción se orientaba hacia el mercado
interno. Desde los intereses del modelo económico peronista, esta alianza ocupó un
lugar estratégico.
El conflicto con los grandes empresarios se profundizó en 1946 cuando Perón intervino
la UIA y promovió la organización de una gremial empresarial paralela a esta entidad.
Estos acontecimientos tuvieron como consecuencia la creación en 1953 de la
Confederación General Económica (CGE), afín al peronismo, y la intervención y
disolución de la UIA.
Por otra parte, el sector social que tuvo mayores conflictos con el peronismo fue la gran
burguesía agraria –terratenientes y comerciantes exportadores representados por la
Sociedad Rural Argentina–, que reclamó la no intervención estatal en la economía y, en
lo político, participó activamente en conspiraciones para desestabilizar al gobierno.
Las relaciones del peronismo con los sectores medios (ADAMOSKY, 2009) fueron
ciertamente conflictivas. Aunque los integrantes de esta franja social habían recibido los
beneficios de las importantes reformas económicas del período, mejorando su capacidad
de consumo y alternativas laborales, su perspectiva fue sumamente crítica y de
oposición. Entendían que su situación económica y social estable era el resultado de sus
propios logros, en tanto que consideraban que las conquistas de la clase obrera eran la
consecuencia de políticas asistencialistas y “demagógicas” del gobierno. Muchos se
consideraban superiores a los “cabecitas negras” –como llamaban despectivamente a los
trabajadores–, y veían en los nuevos habitantes urbanos una amenaza a sus posiciones
de privilegio.
Algunos historiadores afirman que la excesiva identificación partidaria, denominada
“peronización”, que realizó el gobierno de Perón con las políticas de Estado profundizó
el conflicto entre los diferentes sectores sociales. Otros investigadores analizan este
proceso como una consecuencia de las luchas entre las clases sociales en un período de
grandes transformaciones favorables a los trabajadores.22
Durante los primeros años del gobierno peronista, la Iglesia católica mantuvo una
aceptable relación con Perón. La continuidad de la enseñanza religiosa en las escuelas
públicas, así como la explícita declaración de fe católica de los líderes políticos del
peronismo proporcionaron a la institución eclesiástica argumentos suficientes, al menos
en un principio, para aprobar al gobierno. Sin embargo, la naturaleza política y gran
parte de la política social del oficialismo expresaban elementos que al poco tiempo la
Iglesia comenzó a interpretar como riesgosos para los valores que el gobierno afirmaba
representar. Muchos de los trabajadores que se unieron al peronismo provenían de
tradiciones anti-clericales, como los socialistas o sindicalistas revolucionarios. A esto se
sumaron, progresivamente, discursos críticos de Perón y Eva Perón hacia las relaciones
sociales que la Iglesia mantenía con las clases populares. Ante la concepción de caridad
hacia los pobres que esgrimía la Iglesia, el gobierno peronista respondía con ideas como
la de justicia social y el rechazo a la beneficencia.
Posteriormente, durante el segundo gobierno de Perón, la sanción de una ley de
divorcio, la anulación de los documentos que discriminaban a los hijos naturales y la
eliminación de la obligatoriedad de la religión católica en las escuelas terminaron por
alejar a la Iglesia del gobierno, hasta su integración en la alianza opositora, junto a los
militares y los conservadores.

Estado social y productividad


El segundo gobierno peronista y el nuevo Plan Quinquenal
En 1951 se realizaron elecciones, cuyo resultado fue ampliamente favorable al
peronismo que obtuvo un 62% de los votos, contra el 32% de la Unión Cívica Radical.
Así, Perón accedió por segunda vez la presidencia de la República.
Durante esta etapa, el gobierno se propuso realizar modificaciones en la política
económica, con la finalidad de dar respuesta a una crisis que afectaba a buena parte de
la economía argentina. La etapa expansiva del proceso de industrialización estaba
comenzando su descenso. Las debilidades del modelo económico surgían debido a las
limitaciones existentes para obtener bienes de capital. Además, hacia 1950, a nivel

22
Según diversas interpretaciones, los factores culturales acentuaron la distancia entre el Estado peronista
y amplios sectores de empleados públicos, docentes, profesionales y comerciantes. Sobre el tema ver
Plotkin, Mariano, Mañana es San Perón. Editorial Ariel, Buenos Aires, 1993.
mundial, comenzó a profundizarse un descenso, de los precios de las materias primas
exportables. De este modo, se contrajeron las exportaciones y se perdieron mercados
que quedaron en manos de los Estados Unidos. A este panorama se le agregaron otros
factores, como un período de malas cosechas y la disminución de los saldos exportables.
Como consecuencia de esta situación se redujeron las importaciones de insumos para la
industria, lo que provocó un descenso en la producción industrial local; al mismo
tiempo, los salarios perdieron su valor, debido al aumento de la inflación, lo que le restó
capacidad adquisitiva a los trabajadores (BASULADO, 2006: 125).
Para amortiguar los conflictos sociales, el peronismo promovió acuerdos sociales con
los sindicatos y los empresarios. Estos convenios tuvieron una irregular estabilidad, ya
que al poco tiempo se desataron fuertes conflictos laborales. En este contexto, la
burguesía agraria no aceptó las propuestas de reinvertir para mejorar la producción de
bienes exportables y los industriales, por su parte, tampoco estuvieron dispuestos a
reducir sus márgenes de ganancia.
En medio de las dificultades económicas derivadas del contexto internacional y la crisis
interna, el gobierno implementó en 1953 el Segundo Plan Quinquenal. Este programa
procuró frenar un ascendente proceso inflacionario y aumentar la producción a través de
la retracción del consumo y el acuerdo de precios y salarios, que se extendería por dos
años (ELISALDE, 2009: 256).
En contra de la tradición nacionalista del peronismo, el gobierno tomó la polémica
medida de habilitar y promover la entrada de capitales extranjeros 23. Esta política
produjo un descongelamiento de las relaciones del peronismo con las empresas
norteamericanas. En 1953 se sancionó una ley de inversiones extranjeras y se convocó
desde el gobierno a la aplicación de medidas de racionalidad fabril que mejoraran la
productividad, intensificando el trabajo obrero.
Estas medidas presentaban significativos cambios respecto del primer período
caracterizado por un fuerte sesgo nacionalista popular, por ello fueron el marco de
numerosos conflictos laborales y de tensiones con los trabajadores en el interior de la
alianza social que representaba el peronismo.
Las comisiones internas y los conflictos fabriles

23
La ley 14.122 de Radicaciones extranjeras otorgaba garantías a este tipo de inversiones. Sin embargo,
los resultados no fueron los esperados por las compañías ya que la ley estableció controles que
establecían topes a los porcentajes de remisión de ganancias a sus casas matrices. Asimismo, lograron
radicarse en el país las primeras empresas metalmecánicas Fiat Concord. IKA (Industrias Kaiser
Argentinas) y Mercedes Benz.
En el escenario económico de crisis la tensión social se reavivó. Los sindicatos
reiniciaron la lucha por la redistribución del ingreso desplegando una intensa ola de
huelgas. En estos conflictos se destacó el rol de las comisiones internas por empresa.
Las comisiones internas fueron una forma de representación obrera dentro de las
fábricas, cuyo crecimiento se produjo desde 1946. La elección de estas delegaciones
obreras no hacía más que extender la democracia sindical en las plantas fabriles, ya que
los trabajadores podían contar con un mecanismo de control sobre el trabajo, que en los
hechos implicó una fuerte disputa con el empresariado por la gestión fabril (DOYON,
2006: 145).
Los empresarios rechazaron desde un principio esta representación obrera y
manifestaron que atentaba contra su autoridad. Las demandas realizadas en estos años
no solo fueron por motivos salariales sino también en oposición a las medidas
productivistas que los empresarios reclamaban desde 1946; sin embargo, este planteo
empresarial recién comenzó a tener algún eco favorable por parte del gobierno peronista
recién a partir de 1952.
Gran parte de los conflictos resultaron favorables a los obreros, quienes, además de
lograr sus reivindicaciones, encontraron la oportunidad de fortalecer sus organizaciones
sindicales a través del dinamismo de las comisiones internas.
La naturaleza de los conflictos en las fábricas se explica como un proceso que excedió
el marco reivindicativo por la cuestión salarial y se constituyó en una fuerte disputa de
poder con las patronales. Durante el segundo gobierno peronista se profundizaron y
desbordaron los conflictos entre el capital y el trabajo dentro del espacio fabril.
Las intervenciones públicas, la lucha en las calles, las movilizaciones obreras, las
acciones de los empresarios y el gran protagonismo del Estado a través de fuertes
debates en el gobierno evidenciaron que la disputa obrero-patronal era algo mucho más
profundo que una puja de corte salarial. Sin embargo, la mayoría de los trabajadores que
llevaban a cabo estas acciones continuaban reivindicando su condición de peronistas, ya
que los reclamos iban dirigidos, principalmente, a los empresarios.
Algunos historiadores, como Daniel James y Louise Doyon, interpretan que en esta
etapa los trabajadores obtuvieron una “transferencia de poder” en el ámbito fabril. Uno
de los conflictos más intensos durante el segundo gobierno peronista fue la huelga
metalúrgica de 1954, que duró más de un mes (JAMES, 1987). Los trabajadores
reclamaban mejores salarios y también se oponían a los planes de racionalización
productivista que impulsaban los empresarios. Finalmente, las reformas racionalistas
que buscaban intensificar los tiempos de trabajo obrero, basadas en el incentivo
empresarial, no se pudieron aplicaron debido a la resistencia de los trabajadores
(DOYON, 2006).24

Cultura popular y educación: de las escuelas fábrica a la Universidad Obrera


El peronismo consideraba que la cultura popular era cultura social, fuertemente ligada a
las clases populares. Por eso, el rasgo característico de este panorama en aquellos años
fue la distancia e, incluso, el enfrentamiento entre la llamada cultura nacional y popular
y la cultura de la elite u oligárquica. Cada sector creó y defendió su propio ámbito de
acción, sus propios códigos y actitudes (HERNANDEZ ARREGUI, 2005).
Los teatros, las universidades, los museos, las bibliotecas, la producción literaria
continuaron siendo los ámbitos en los que predominaron la elite y los sectores medios.
Sin embargo, el peronismo promovió el acceso de los trabajadores a numerosas
actividades que anteriormente les estaban vedadas, tal como ocurrió con el teatro Colón.
Este teatro era un ámbito tradicional de la elite, pero durante el período peronista se
permitió la representación de obras populares y el acceso a muy bajo costo. Esta acción
estatal no estuvo exenta de polémicas, por ejemplo, la presentación de la obra popular
El conventillo de la Paloma y la actuación de la orquesta de tango de Mariano Mores
produjeron un fuerte conflicto con los habitúes del Colón, que despreciaban estas
manifestaciones populares.
La actividad cultural de la época fue intensa en lo que se refiere al apoyo estatal a las
actividades intelectuales, y, a la vez, al desarrollo y promoción de grandes eventos
populares, tales como las permanentes funciones teatrales y musicales desarrolladas en
las principales salas del país.
El peronismo contó con la adhesión de numerosos y destacados intelectuales de la
época, así como también debió enfrentar duras críticas de los intelectuales opositores.
Entre los adherentes al peronismo se hallaban Leopoldo Marechal, Raúl Scalabrini
Ortiz, Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Arturo Jauretche, Rodolfo Puiggrós,
Juan José Hernández Arregui y Elías Castelnuovo. Algunos de ellos fueron funcionarios
del gobierno y otros, simplemente expresaron sus simpatías por el peronismo. Estos
intelectuales abordaron en sus obras los cambios sociales y políticos más destacados de

24
La huelga metalúrgica de 1954 duró dieciocho días y tuvo una activa participación del conjunto de los
trabajadores, así como de las comisiones internas de la rama metalúrgica.
ese momento, con una clara impronta afin al peronismo o las “causas populares”, como
las llamaban.
El grupo de intelectuales opuestos al peronismo estaba representado por Victoria
Ocampo, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, entre otros. La
oposición al peronismo también se manifestó en la Universidad de Buenos Aires. El
gobierno, que se oponía a la autonomía universitaria, se encargaba de nombrar a las
autoridades, lo que generó el rechazo de la mayor parte de los profesores. Estos,
además, protestaron contra el ingreso de grupos de sacerdotes católicos conservadores
en la conducción de algunas casas de estudio.25
Las reformas del sistema educativo en los años del peronismo se basaron en los
lineamientos y principios del Primer Plan Quinquenal, especialmente en lo referente a la
democratización de la enseñanza. El principal objetivo era vitalizar a la escuela, dándole
activa participación en diferentes campos de la sociedad y subrayando como factor
fundamental su vínculo con el trabajo. Por eso el gobierno postulaba la idea de la
enseñanza práctica y profesional para la educación media.
Para darle una mayor centralidad e importancia al campo educativo, a partir de la
reforma constitucional de 1949, se creó el Ministerio de Educación, en reemplazo de la
hasta entonces Secretaría de Educación. Las reformas realizadas por el peronismo
lograron la ampliación del sistema educativo, de tal modo que permitieron que las clases
populares fueran incorporadas masivamente a las escuelas. Los cambios también fueron
notables respecto a las temáticas propuestas en la currícula oficial, trasladada a
numerosos libros de texto que circulaban en las escuelas del Estado. Se incorporaron
temas y personajes que hasta esa época no eran habituales, por ejemplo, cuestiones
cotidianas referidas a las familias obreras, mujeres trabajadoras, mujeres solas con hijos
e incluso problemáticas vinculadas a las formas de resolución de las necesidades
básicas. Una de las modalidades que expresó la expansión del sistema y permitió la
incorporación de los trabajadores a la escuela fue la creación del circuito de educación y
trabajo

25
Los medios de comunicación cumplieron un importante papel cultural en la época del peronismo. La
radio durante los años ´40 se transformó en una forma de comunicación clave para la argentina.
Contribuyó a difundir pautas culturales a nivel nacional. También fue parte del proceso de ampliación de
la participación política y fue utilizada por el gobierno peronista como un medio eficaz de difusión de sus
ideas.
Para muchos trabajadores excluidos del sistema educativo elitista, la cultura popular
significaba una reacción contra la elite y una afirmación de su propia identidad como
pueblo. La experiencia peronista dio forma y realidad histórica a las demandas de los
trabajadores respecto de la conformación de espacios educativos de y para los obreros.
Esto ocurrió con la creación del circuito de las escuelas fábrica-CNAOP (Comisión
Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional) -UON (Universidad Obrera
Nacional). Así, los trabajadores tenían acceso desde muy jóvenes a escuelas con
orientación laboral y podían completar el ciclo ingresando a estudios universitarios, con
la opción de continuar con la carrera de Ingeniería.
De esta manera, durante el gobierno peronista se desplegó un conjunto de estrategias
que disputaron las concepciones tradicionales de enseñanza de las clases populares,
reivindicando la formación para el trabajo pero desde una concepción integral y no
exclusivamente técnica y subordinada al capital (JALIL, 2011: 78).
Se planteó como una estructura formativa que debía abarcar a todo el país, para lo que
se crearon Facultades Obreras Regionales en distintas ciudades del interior a fin de
atender las necesidades de los trabajadores de las provincias. Esta forma de
organización en sedes se contraponía con el centralismo de las universidades
tradicionales26.
Referirse a los años del peronismo implica necesariamente pensar en polémicas y
debates. Los contrapuntos entre “peronistas” y “antiperonistas” pueden interpretarse
desde diferentes dimensiones: económicas, sociales políticas o culturales. Desde el
punto de vista cultural las políticas públicas favorecieron la difusión de una nueva
cultura de trabajo, en la que el obrero en tanto “descamisado” expresaba valores
positivos. En cambio, para los críticos o antiperonistas, eran simplemente “cabecitas
negras” e ignorantes apoyados por la asistencia del Estado. La famosa expresión
“Alpargatas sí; libros no” quedó registrada en la tradición colectiva como la expresión
del conflicto cultural y de clases de la etapa peronista.
Otra antinomia política se relaciona con la situación en las escuelas. Como resultado de
la bonanza económica y social se produjo un fuerte aumento de la matrícula escolar, a
partir de la incorporación de la clase trabajadora a la escolarización. Pero la política

26
La Universidad Obrera fue creada por una ley de 1948, pero recién se implementó en 1953 debido a la
fuerte resistencia de la oposición. Sobre este tema ver: Jalil, Vanesa “La Universidad Obrera Nacional.
Una experiencia de Educación Popular”.en Elisalde, R Ampudia, M et alia, Trabajadores y educación.
De las estrategias sindicales a las acciones de los movimientos sociales, Editorial Buenos Libros, Buenos
Aires, 2011.
pública en ese ámbito generó numerosos conflictos. Medidas de propaganda oficial,
como la obligatoriedad de leer el libro La razón de mi vida de Eva Perón o la presencia
constante de los nombres de Perón y Evita en los libros de lectura de la escuela
primaria, generaron rechazo entre los sectores medios antiperonistas. Sin embargo, para
la mayoría de los trabajadores que por primera vez podían llevar a sus hijos a la escuela,
recibir gratuitamente un libro de esas características era la continuidad natural de su
identificación con las ideas peronistas. Lo que algunos sentían como autoritarismo por
parte del Estado, otros lo percibían como una representación de la justicia social.
En 1952 se creó la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), cuya finalidad, según
manifestaba el ministro de educación Méndez de San Martín, era promover la
organización de los jóvenes secundarios. Esta organización tenía un estatuto por el cual
se regía la elección de delegados y la realización de asambleas periódicas; la afiliación
no era obligatoria. A través de la UES, el gobierno organizaba actividades deportivas de
gran magnitud, como también lo hacía en otros ámbitos, ya que la promoción del
deporte fue central en las políticas sociales del gobierno.
La investigadora Adriana Puiggrós señala que la creación de esta organización provocó
fuertes polémicas con dos sectores de la sociedad: la Iglesia y los docentes. La Iglesia
consideraba que en esta iniciativa no se respetaban los valores cristianos sostenidos por
su institución; y los docentes planteaban que era una organización que ponía en riesgo la
autonomía de las organizaciones estudiantiles respecto del Estado. Por ello afirma que
estas críticas se debían a que la Iglesia sentía que perdía el protagonismo que hasta ese
momento había tenido en la sociedad civil, organizando actividades sociales en sus
parroquias (PUIGGROS, 1993: 157).

Hacia una democracia de masas


Participación política y democracia
La experiencia del gobierno peronista expresó importantes y controvertidas
transformaciones también en el plano político. En ese aspecto, por primera vez los
trabajadores alcanzaron una clara presencia en el marco de las políticas estatales,
además de identificarse masivamente con el partido de gobierno y de profundizar
muchos de los derechos de participación ciudadana. Estas transformaciones, junto al
voto femenino en 1947, constituyeron lo que algunos investigadores denominan una
democracia de masas (ALONSO et alia, 1999: 287).
Las grandes movilizaciones populares –por ejemplo, en la plaza de Mayo– se
establecieron como una forma de participación política directa de las clases populares.
La tradición inaugurada por los trabajadores el 17 de octubre de 1945 tuvo una notable
continuidad en los dos gobiernos peronistas; en ocasiones, estas movilizaciones obreras
se fundían con las actividades convocadas desde el propio Estado, constituyéndose en
las llamadas “fiestas patrias”. En algunas otras oportunidades, como el 22 de agosto de
1951, durante el llamado Cabildo Abierto del Justicialismo, los sindicatos demostraron
la importancia de la acción movilizadora como medio para expresar sus contrapuntos
políticos, incluso con el propio oficialismo.
En 1912, la sanción de la Ley Sáenz Peña impulsó el voto secreto, universal y
obligatorio, pero exclusivamente circunscripto a los hombres. Las únicas excepciones
de voto femenino ocurrieron en 1911, durante una elección municipal porteña, en la que
una mujer a título personal logró votar y, luego, en 1928, en San Juan, donde las
mujeres fueron habilitadas por el Partido Bloquista Sanjuanino para hacerlo.
La organización y la lucha por el voto femenino tienen una larga historia en la
Argentina, iniciada por las socialistas, quienes, a la vez que sus pares del mundo,
promovieron campañas para la legitimidad de ese derecho. En los años del peronismo,
Eva Perón retomó esas reivindicaciones históricas. Apenas Perón asumió el gobierno en
1946, su esposa planteó la necesidad de esa reforma. Finalmente, el 23 de septiembre de
1947, en medio de una masiva manifestación organizada por la CGT en Plaza de Mayo,
se anunció el decreto de la ley 13.010, en reconocimiento del gobierno por su campaña
en favor de los derechos políticos de la mujer.
Las Unidades Básicas fueron organizaciones barriales que desde 1946 se extendieron
por todo el país. Eran espacios de participación política-comunitaria, identificados con
el peronismo.
Cumplieron diferentes tareas, desde actividades culturales y sociales hasta la difusión de
las ideas políticas del peronismo. El partido y el Estado peronistas no intervenían en su
creación, sino que se ocupaban de ello vecinos de cualquier barrio o localidad que,
posteriormente, establecían relaciones con las entidades oficiales. Como mínimo debían
tener 50 afiliados y los cargos de su Consejo Directivo eran elegidos por el voto directo,
obligatorio y secreto.
La democracia de masas propia de los años del peronismo no estuvo exenta de fuertes
conflictos. Desde 1946, el proceso de ampliación participativa tuvo un notable apoyo de
los trabajadores. No ocurrió lo mismo con los partidos políticos de la oposición, quienes
interpretaban que la Argentina era gobernada por una alianza social autoritaria, liderada
por Perón. Esa interpretación se extendió durante las dos gestiones del peronismo y fue
argumento suficiente para que una parte de los conservadores, radicales y socialistas
(aunque estos mantuvieron fuertes divisiones) participaran de intentonas conspirativas,
junto a las Fuerzas Armadas. Así ocurrió, por ejemplo, con el golpe fallido encabezado
por el general(r) Benjamín Menéndez en 1951.
Por su parte, el peronismo interpretaba que la oposición era “golpista” y declaraba que
era necesario definirse por el “proyecto de revolución nacional en marcha” y tomaba
distancia de quienes no adherían al mismo. En ocasiones hubo disputas que terminaron
violentamente. Algunos historiadores sostienen que en esos años no existió un campo
político consensuado entre gobierno y oposición para dirimir los conflictos políticos.
Otros especialistas, por el contrario, argumentan que esto se debió, probablemente, a
que estaban en disputa bloques sociales con intereses de clase fuertemente
contrapuestos (ACUÑA, 1995:145).

Los partidos políticos y el peronismo


En 1949, durante el primer gobierno, el peronismo impulsó una reforma constitucional,
para lo que convocó a una Asamblea Constituyente, que se reunió el 25 de enero. Luego
de la elección correspondiente, esta asamblea quedó integrada por una mayoría de
representantes pertenecientes al peronismo. Esta situación habilitó la elaboración de una
constitución con un fuerte sesgo peronista. De este modo, fueron incorporados en el
texto de la nueva constitución los derechos laborales conquistados por los trabajadores,
así como la legislación referida a las políticas sobre las nacionalizaciones de los
servicios públicos y del comercio exterior. También se agregaron disposiciones
referidas a la reelección presidencial y a la elección directa de los senadores, el
vicepresidente y el presidente. La oposición partidaria radical, los conservadores y los
socialistas se opusieron al nuevo texto constitucional y denunciaron que la reforma
constituyente tuvo como finalidad favorecer las expectativas reelectoralistas de Perón.27
Durante esta etapa, los partidos opositores al peronismo se encontraron en franca
minoría. Esto se debía, en parte, a las sucesivas derrotas electorales que les impidieron
tener una representación y un consenso parlamentario de mayor envergadura. A esta

27
La Constitución de 1949 tuvo escasa vigencia. Luego del derrocamiento del peronismo en 1955 se
impulsó la restauración de la Constitución de 1853. Ver Halperin Dongui, Tulio, “La argentina de masas”
en Historia Argentina v 7, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1980.
situación se sumaba cierto descrédito, sobre todo después de la intentona golpista de
1951, en la que se pudo comprobar la colaboración de prominentes dirigentes del
radicalismo y el socialismo. Estas condiciones llevaron a los integrantes de estos
partidos a buscar aliados en instituciones como las Fuerzas Armadas y la Iglesia.
Dentro de los partidos de izquierda, en la década de 1950, comenzaron a producirse
movimientos hacia un acercamiento con las “bases peronistas”, tal como lo
manifestaban muchos militantes comunistas. El Partido Socialista tuvo varias fracturas,
una de ellas como consecuencia de la participación de dirigentes socialistas en el intento
de golpe de Estado de 1951. En 1953, dirigentes socialistas como Enrique Dickmann,
fundaron el Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN). Este partido se
presentó como el ala izquierda del peronismo durante esa etapa y contó entre sus filas a
reconocidos dirigentes del socialismo trotskista, tales como Enrique Rivera, Carlo M.
Bravo, Jorge Abelardo Ramos y Nahuel Moreno. El PSRN reivindicaba las ideas del
movimiento peronista acerca de la participación de la clase obrera y el
antiimperialismo.28

El contexto político latinoamericano y el sindicalismo regional: el ATLAS


El peronismo fue parte de un proceso político más amplio a nivel regional que se
desarrolló desde mediados de la década de 1930. Junto a un conjunto de países
latinoamericanos, como México, Brasil, Bolivia, Guatemala, entre otros, expresó
aspiraciones de desarrollo autónomo y latinoamericanista, con fuerte apoyo de las masas
populares. Parte de este proceso político completaba las diferentes reacciones que en las
primeras décadas del siglo xx habían surgido en América latina para terminar con los
regímenes oligárquicos en todo el continente. Algunos de estos movimientos se
destacaron con liderazgos reconocidos internacionalmente, como ocurrió con Lázaro
Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil, Jacobo Arbenz en Guatemala y Perón en
la Argentina.
Si bien cada proceso político tuvo sus particularidades, es factible encontrar ideas
comunes en ellos, ya que representaron al nacionalismo popular, fomentaron el
desarrollo industrial, contaron con el apoyo de las masas obreras o campesinas y
reivindicaron proyectos de unidad latinoamericana, frente al imperialismo

28
Luego de conocida la noticia del fracaso de la revuelta militar, los trabajadores se volcaron
masivamente a la Plaza de Mayo el 28 de septiembre de 1951.ver Potash, R, El ejército y la política
argentina 1945-1962, Sudamericana, Buenos Aires, 1981.
norteamericano que obstaculizaba el desarrollo autónomo de los países de la región.
Durante la década de 1950, los gobiernos de América del Sur firmaron diferentes
acuerdos regionales, como el llamado ABC (Argentina, Brasil y Chile). 29
A nivel de los organizaciones internaciones, el peronismo fue uno de los principales
adherentes e impulsores de las políticas de no alineamiento. Por eso, planteaba la
llamada Tercera Posición que significaba que la Argentina –y los países de Asia, África
y América latina– debían mantenerse al margen de los conflictos propios de la llamada
“Guerra Fría”, que involucraban a las dos grandes potencias de ese entonces, los
Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS).
Si bien la Tercera Posición llamaba al no alineamiento, el peronismo entendió que el
conflicto principal se daba por la ingerencia histórica de los Estados Unidos en la
región. Por ello, no dudó, desde 1946, en reestablecer relaciones diplomáticas con la
Unión Soviética, con la finalidad de equilibrar la influencia norteamericana en el
hemisferio.
En esta etapa, los Estados Unidos desplegaron una fuerte estrategia de desprestigio de
los gobiernos nacionalistas populares de la región, atacándolos por supuestas influencias
del nazifascismo y por su naturaleza de corte populista. Consideraban que el
nacionalismo popular representaba un peligro hemisférico, del mismo modo que el
comunismo, y que por ello era necesario combatirlos por la fuerza, si fuera necesario.
Los cambios y acercamientos moderados hacia los Estados Unidos por parte de algunos
de estos movimientos latinoamericanos no bastaron para estabilizar la región.
Finalmente, los golpes militares apoyados por los Estados Unidos hacia fines de la
década de 1950 derrocaron a numerosos gobiernos nacionalistas populares, como
ocurrió en Bolivia, Guatemala y la Argentina.30
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la política hemisférica de la Federación
Americana del Trabajo (AFL-CIO) norteamericana cuestionó a todas aquellos
agrupamientos gremiales que expresaban ideas socialistas, comunistas o nacionalistas
populares. El dirigente sindical Serafino Romualdi fue apoyado por el Departamento de
los Estados Unidos para desarrollar la Federación Americana del Trabajo, con el
propósito de extender su influencia a toda la región.

29
En el desfile inaugural de la Primera Conferencia de Países No Alineados, en Colombia. Participó toda
América Latina y también la China comunista de Mao Tse Tung.
30
Para una historia crítica de los EEUU, consultamos, Zinn, H, La otra historia de los Estados Unidos,
Ed. Las otras voces, 1999.
Al mismo tiempo existía otra organización latinoamericana, la Central de Trabajadores
de América latina (CTAL), de orientación comunista, representada por Lombardo
Toledano.
A partir de la llegada del peronismo al gobierno, la lucha por el predominio regional se
intensificó. La CGT argentina planteó la necesidad de crear y profundizar el ATLAS
(Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas), a la vez que denunció
que la AFL-CIO era una expresión más de la política exterior de los Estados Unidos. No
obstante, no llegó a construir una alianza con la CTAL de Lombardo Toledano, porque
esta central no acordaba con las tradiciones nacionalistas populares existentes en el
ATLAS.
De este modo, los trabajadores de la Argentina, junto a sindicatos de otros países
latinoamericanos, impulsaron el ATLAS, que era una organización sindical continental.
Sus objetivos eran promover la unidad de los trabajadores de la región, ser el
complemento sindical de la Tercera Posición y a la vez, oponerse al sindicalismo libre
pro-empresarial promovido por los Estados Unidos para América latina. El primer
secretario general de este agrupamiento fue un dirigente sindical peronista.31
Para dinamizar y facilitar apoyos para la organización sindical continental, el peronismo
creó el cargo de agregado obrero, en el Ministerio de Relaciones Exteriores de la
nación. Los gremios debían promover a dirigentes, que cursaban materias (como
economía, geografía, historia nacional y latinoamericana, entre otras) en sus
organizaciones de base. Entre los diplomados surgían los agregados que se sumaban al
personal de las embajadas y tenían un vínculo orgánico con la CGT.
Esta política del peronismo se opuso a la que los Estados Unidos venían desarrollando
en la región desde la década de 1930, mediante la convocatoria a becas o pasantías de
formación sindical en su país. Aunque esta ingerencia norteamericana en el sindicalismo
argentino se detuvo durante los años de gobierno peronista, a partir del golpe de Estado
de 1955 recuperó posiciones. De este modo, a partir de la derrota del peronismo,
numerosos delegados obreros cursaron capacitaciones en las filas del sindicalismo libre
norteamericano.32

31
Sobre el tema: Elisalde, R, “Relaciones entre el sindicalismo norteamericano y el argentino. Entre la
cooperación y el conflicto (1939-1945)”, en Revista de Sur a Norte, N°1, 1999
32
El sindicalista peronista Libertario Ferrari (ATE-CGT) asistió a una conferencia en México, donde se
enfrentó al sindicalismo libre de los Estados Unidos. Este tipo de conflictos con el gremialismo pro
norteamericano y el peronista fueron habituales en esta etapa ya que expresaron una disputa por la
hegemonía gremial en la región.
La crisis económica y el golpe militar
Los Congresos del Trabajo y la Productividad
En un contexto económico internacional recesivo como el de la década de 1950 se
agudizaron las tensiones sociales y la lucha política por la distribución de la riqueza.
Los trabajadores, mediante la presión ejercida por los sindicatos, procuraron defender el
nivel de sus ingresos y durante el período 1949-54 se produjeron numerosos conflictos.
Los empresarios, que veían reducidos sus beneficios por los mayores costos de los
insumos importados y la disminución del crédito, se resistieron a otorgar nuevos
aumentos salariales y plantearon que solamente habría nuevos incrementos si se
mejoraban los ritmos del trabajo por obrero.
La patronal en todo momento pretendió apoyar sus reclamos amparándose en el
discurso del propio Perón, respecto a la necesidad de mejorar la productividad en base a
la armonía de clases. Esto se evidenció en la promoción de numerosos congresos, como
el Congreso de la Industria de 1953, el Congreso de Organización y Relaciones de
Trabajo de 1954 y el Congreso de la Productividad de 1955.(ELISALDE, 2009: 85)
En este período también se realizaron desde el gobierno algunos intentos de promover la
inversión extranjera, entre ellos, el contrato petrolero con la empresa norteamericana
Californian. Esta iniciativa finalmente no fue aprobada por el Congreso nacional, donde
los diputados peronistas John William Cook y Amado Olmos expresaron la posición
crítica.
En los congresos, el empresariado no pudo legitimar su posición de racionalización de
la producción y disciplinamiento obrero, ya que no encontró un apoyo decidido por
parte de la CGT. En todas estas instancias, los empresarios afirmaron que, a pesar de
que la CGT apoyaba el principio de productividad que alentaba el gobierno, en las
plantas fabriles no ocurría lo mismo. Es decir que los propios trabajadores peronistas
resistieron incrementar los tiempos de trabajo en tanto se mantuvieran los mismos
salarios.
Los sindicatos argumentaban que los empresarios evitaban asumir riesgos y reinvertir
sus ganancias, y que utilizaban los créditos brindados por el Estado para pagar salarios,
en lugar de modernizar su tecnología con capitales de su propia rentabilidad
(ROUGIER,2009: 123 )
Por su parte, los empresarios no estuvieron conformes con la convocatoria a los
congresos productivistas, porque la consideraban una estrategia de Perón y la CGT para
conformarlos y distraerlos políticamente. Consideraban que, en la práctica, la
productividad, tal como ellos la reclamaban, nunca se aplicaría en las fábricas mientras
gobernara el peronismo. Por ello, al disminuir sus ganancias, los grupos capitalistas –
rurales y fabriles–, profundizaron sus críticas al peronismo. La llamada “burguesía
nacional”, que había formado parte de la alianza inicial del peronismo, también se sumó
a la actitud crítica que asumieron las grandes firmas extranjeras. Así lo hicieron
empresas que habían crecido al amparo del modelo económico del peronismo, como
Siam Di Tella33.
El movimiento obrero y sus relaciones con el estado
Otro aspecto del debate entre “peronistas” y “antiperonistas” estuvo centrado en la
cuestión de la autonomía política de los gremios respecto del Estado. La tendencia a que
los sindicatos y la CGT fueran considerados una rama del movimiento peronista y, por
lo tanto, sujetos a las decisiones del Partido Peronista, despertó las críticas de la
oposición, integrada por militantes sindicales socialistas y comunistas, que eran minoría
en los sindicatos y que estaban asociados a sectores fuertemente opositores al
peronismo. Sin embargo, a pesar del intento oficial de vincular el sindicalismo al
Estado, el movimiento obrero mantuvo en esos años una dinámica acción de clase,
independiente de las decisiones del gobierno. Así lo demuestran los innumerables
conflictos obreros (huelgas, boicots, etc.) existentes a lo largo de los dos gobiernos
peronistas; además de la existencia de las comisiones internas, que le otorgaban una
representación directa y de base a los delegados obreros por fábrica (MURMIS Y
PORTANTIERO, 1971).
En todo momento, pese a existir corrientes dentro del movimiento obrero más proclives
a seguir disciplinadamente los lineamientos del oficialismo, existieron posiciones que
no estaban dispuestas a perder su capacidad de decisión autónoma y así lo hacían saber,
a través de las comisiones internas o en las movilizaciones callejeras.
El peronismo tuvo, a lo largo de su gobierno, un creciente enfrentamiento con el diario
La Prensa, propiedad de la acaudalada familia Gainza Paz. Sus críticas eran constantes
y, en más de una oportunidad, esta publicación apoyó los intentos conspirativos de la
oposición. En 1951, las tensiones se profundizaron, debido a dos razones: por un lado,
las deudas impositivas que la empresa tenía con el Estado y por otro, los conflictos con
el gremio de los canillitas. Estos reclamaban mayor seguridad en su trabajo y ante la
negativa de la empresa, realizaron varias huelgas (ALONSO et alia, 1999: 197).

33
En 1955, el gobierno peronista difundió entre los empresarios los beneficios de realizar un Congreso de
la Productividad. La CGT participó con fuertes críticas.
Ante esta situación, el Estado intervino en el conflicto y dictaminó la conciliación
obligatoria. El problema continuó, entonces el gobierno tomó una decisión contundente,
que luego generó enconados debates. El 12 de abril de 1951 se declaró mediante la Ley
14.021 la expropiación de todos los bienes que constituían el activo del diario La
Prensa. Después de esta expropiación, el diario quedó bajo la administración de la CGT,
en calidad de periódico de la central obrera.

Los capitalistas y el peronismo: entre la “burguesía nacional” y los limites de la


alianza social
Durante sus primeros gobiernos, el peronismo consiguió disciplinar a varios de los
sectores capitalistas centrales de la agotada economía agroexportadora, pero fue
doblegado por las fracciones del capital que conducían la actividad industrial más
dinámica. Entre ellos se encontraba el sector dominante de las empresas extranjeras,
críticos del modelo peronista. Los grupos capitalistas financieros así como el rural,
representado por la Sociedad Rural Argentina, continuaron resistentes al peronismo.
Como respuesta a esta oposición de los grandes capitalistas, el gobierno alentó el
desarrollo del empresariado industrial nacional. Sin embargo, este fue un sector débil,
ya que dependía en términos ideológicos y productivos de los sectores dominantes más
concentrados de la industria local y extranjera.
Aunque el peronismo solo pudo integrar en su alianza social al empresariado industrial
nacional, en la práctica favoreció las actividades de todos los sectores de la industria.
Tal como afirman investigadores como Marcelo Rougier, el destino de los créditos
otorgados por el Banco Industrial, iba dirigido tanto a las grandes empresas locales y
extranjeras como a los pequeños y medianos empresarios (BERROTARAN, 2004: 98).
A fines del primer gobierno de Perón, comenzó un descenso de la rentabilidad de los
sectores industriales. Ante esta situación, y tal como lo hicieron sistemáticamente en
años posteriores, los grupos dominantes del capital llevaron a cabo una ofensiva
política, ideológica y económica para instalar socialmente la convicción de que el
problema radicaba en los excesivos gastos estatales y en el elevado nivel de los salarios.
Para el economista Eduardo Basualdo, hacia el final del proceso peronista tres
fracciones sociales se disputaban la conducción del proceso económico, social y
político: el capital extranjero, la oligarquía con inversiones diversificadas en la actividad
industrial y agraria, y la llamada la “burguesía nacional” (BASUALDO,2006: 87).
Ninguno de los integrantes del empresariado asumió al peronismo como una estrategia
política propia. En muchos casos, sus apoyos a la industrialización estuvieron rodeados
de críticas a las relaciones con los trabajadores. Aunque obtuvieron beneficios de la
política estatal, entre ellos numerosos créditos para el desarrollo industrial, sus
representantes siempre reclamaron por la indisciplina obrera en sus plantas y por la
necesidad de aplicar planes de intensificación del trabajo obrero.
De modo que los límites más marcados de la alianza social peronista provinieron del
acotado compromiso político y escaso entusiasmo que mostraron la mayor parte de los
empresarios. Estos consideraban que la alianza social peronista tenía demasiada
presencia “obrerista”, tal como afirmaban en numerosas publicaciones del sector, por
ejemplo, la revista Metalurgia. Incluso los representantes de la Confederación General
Económica, formada recién en 1953, tuvieron una limitada incumbencia a la hora de
definir políticas del sector para sostener al peronismo en los años de crisis económica y
en los momentos de mayor presión militar sobre el gobierno. Durante el segundo
gobierno de Perón, los problemas económicos y los conflictos sociales crearon un
escenario cada vez más tenso, en el que los enfrentamientos entre el oficialismo y la
oposición se profundizaron.
Por su parte, las Fuerzas Armadas se presentaron como una fuerza política cada vez más
distanciada del gobierno, cuyas acciones se tradujeron en la organización de recurrentes
conspiraciones contrarias al gobierno. Estos movimientos llevaron a cabo acuerdos
entre los liberales y el nacionalismo católico dentro de las propias Fuerzas Armadas.
Además, rápidamente, sumaron la adhesión de los partidos políticos opositores, como la
UCR, los conservadores y el Partido Socialista.
El resultado de estos conflictos políticos y de las tensiones sociales culminaron en la
reorganización de la alianza social antiperonista, integrada por buena parte de los
sectores medios, cuyos integrantes más activos eran los estudiantes nucleados en la
Federación Universitaria Argentina (FUA); la gran burguesía ligada al capital local y
extranjero, representada por la Sociedad Rural Argentina y la Confederación de
Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP); la Bolsa de Comercio;
la Unión Industrial Argentina; la Iglesia católica y gran parte de las Fuerzas Armadas.
La Iglesia, que al inicio del primer mandato de Perón había mantenido relaciones
cordiales con el gobierno, fue profundizando su rechazo a la política social peronista,
que le quitaba ingerencia en un área que hasta entonces había sido de su dominio, hasta
convertirse en una férrea opositora durante el segundo gobierno peronista. Desde las
ceremonias religiosas, esta institución planteó sus críticas y cumplió un activo papel en
la alianza antiperonista de 1955 (CAIMARI, 1994)34.
El 16 de junio de 1955 se produjo una intentona golpista conducida por las Fuerzas
Armadas, en el marco de una creciente tensión con los partidos políticos opositores y la
Iglesia. El levantamiento involucró a diversas unidades militares, entre las que se
destacaron las fuerzas de la Marina. Bajo la consigna de “eliminar a Perón” y terminar
con el gobierno, en horas del mediodía bombardearon y ametrallaron la Casa de
Gobierno, la Plaza de Mayo y sus alrededores. En estos hechos, fueron asesinadas
centenares de personas –mujeres, niños, ancianos que estaban de paso por la Plaza–. El
escenario fue de tal gravedad que podían verse grupos de soldados avanzando entre las
llamas y el humo causado por las bombas y con automóviles ardiendo en las calles
Hipólito Yrigoyen y Paseo Colón.
Finalmente, la rebelión fracasó, los aviones de la Marina que había atacado la Plaza se
retiraron hacia Montevideo, que funcionaba entonces como un reducto de los opositores
al peronismo. Estos acontecimientos no hicieron más que profundizar los conflictos
sociales. A esta jornada le siguieron una serie de incendios de iglesias en el centro de la
ciudad de Buenos Aires protagonizados por simpatizantes peronistas, quienes
consideraban a los eclesiásticos como instigadores de la rebelión militar. El 31 de
agosto de 1955, Perón expresó su respuesta en un duro discurso. Allí señaló la
necesidad de que los trabajadores defendieran los logros sociales conquistados y afirmó
que, como sus adversarios no habían aceptado la pacificación, ”la consigna de todo
peronista, este aislado o dentro de una organización, es contestar a una acción violenta
con otra más violenta. Y cuando uno de nosotros caiga, caerán cinco de ellos”35.

El golpe militar de 1955 y el derrocamiento del peronismo


Durante los meses que siguieron al violento bombardeo a Plaza de Mayo se produjeron
fuertes enfrentamientos políticos. El peronismo desde el gobierno buscó descomprimir
las tensiones y estableció algunos acuerdos con los partidos de la oposición tendientes,
por ejemplo, a permitirles acceder a los medios radiales de comunicación pública. Así lo
hicieron los principales líderes de la oposición como Alfredo Palacios, Arturo Frondizi
y Ricardo Balbín, quienes criticaron duramente al gobierno. A su vez, el oficialismo les

34
Tambien consultanos: Mallimaci, F.Distefano, R, Religión e imaginario social. Ed. Manantial, Buenos
Aires, 2000.
35
Discursos de Perón, 32 de agosto de 1951, en Page, Josep, Perón, Primera parte (1895-1952), Ed. J.
Vergara, Buenos Aires, 1984.
reclamó mesura en sus caracterizaciones sobre la política gubernamental. Sin embargo,
ya era demasiado tarde para evaluar posibles acuerdos. La alianza opositora continuó su
acelerada marcha conspirativa y esperó el momento oportuno para derrocar a Perón.
Finalmente, el 16 de septiembre de 1955 se produjo un nuevo levantamiento militar,
encabezado por el almirante Isaac Rojas y los generales Pedro E. Aramburu y Eduardo
Lonardi, que derrocó al peronismo y estableció un régimen de facto. A partir de estos
hechos, las Fuerzas Armadas encabezaron la alianza política opositora que comenzó a
organizar un proceso de eliminación del peronismo de la escena política. Los militares,
los integrantes de la Sociedad Rural, la Unión Industrial, los principales partidos de la
oposición (la UCR y el Partido Socialista) interpretaban que la responsabilidad de la
crisis económica y política por la que atravesaba la Argentina se debía a las políticas
estatalistas y redistributivas instauradas por el peronismo durante los últimos años.
Consideraban que venían a liberar al país del autoritarismo peronista, de allí que le
dieran el nombre de “Libertadora” a este golpe de Estado. Su principal objetivo era
“desperonizar” a la sociedad y la política argentina. El general Lonardi fue el primer
presidente de facto del nuevo régimen militar, adoptó una actitud conciliadora con
respecto al peronismo. Por eso, en su primer discurso público afirmó que “la victoria no
da derechos y que en esta lucha no hay ni vencedores ni vencidos”. En esa misma línea,
planteó que las Fuerzas Armadas debían negociar con los principales partidos de la
oposición y convocar a elecciones. Sin embargo, la mayoría de los militares golpistas,
en particular los integrantes de la Marina, se mostraban reticentes a ser moderados con
el peronismo. Este sector, con el Almirante Rojas a la cabeza sostenía que era necesario
eliminar al peronismo del escenario social y político, por lo que proponía la
intervención del partido peronista, la CGT y todos los sindicatos. (ROUQUIE, 1986)36
Finalmente, en noviembre de 1955, el general Lonardi fue obligado a renunciar y, en su
reemplazo, asumió el gobierno de facto el general Pedro E. Aramburu.
A partir del cambio de gobierno, la “Revolución Libertadora”, asumió la línea política
más dura y se impusieron rápidamente las medidas antiperonistas. A diferencia de su
antecesor, Aramburu planteaba que las Fuerzas Armadas debían gobernar hasta que
estuvieran dadas las condiciones para convocar nuevamente a elecciones.

36
Para una interpretación más amplia del proceso peronista y su derrocamiento ver: Horowitcz, Alejandro,
los cuatro peronismos, Ed. Hyspamérica, Buenos Aires, 1985. Para una interpretación actualizada del
proceso peronista en el marco latinoamericano, ver Ansaldi, W y Giordano, V,op.cit.
Consideraciones finales
Entre 1943 y 1945, en el país se produjeron cambios que pusieron fin a los gobiernos
fraudulentos y conservadores del período anterior. Tal como fue desarrollado, la etapa
que se inició en 1946 dio lugar a un nuevo proceso, caracterizado por el protagonismo
de las masas populares y el surgimiento del liderazgo político de Juan D. Perón y Eva
Perón. El triunfo de esta alianza social permitió el desarrollo de un modelo nacionalista
y popular, basado en políticas industrialistas, con fuertes reformas sociales.
La mayor parte de la bibliografía sobre el tema enfatiza el carácter policlasista del
peronismo37, sin embargo, la sola identificación de la participación de diferentes
sectores sociales no explica las particularidades y énfasis de las estrategias que tanto los
trabajadores, como un sector del empresariado –además de una fracción de las fuerzas
armadas nacionalistas- llevaron a cabo en la etapa de formación del proyecto peronista.
De tal manera, en este trabajo se destacó el proceso de conformación del peronismo
como parte de las estrategias que en aquellos años desplegaron los trabajadores a fin de
lograr buena parte de sus reivindicaciones históricas, es decir, obtener sustanciales
mejoras sociales (proceso redistributivo) y llevar a cabo una particular experiencia de
participación y protagonismo político, primero a través de la creación de un partido de
los trabajadores (Partido Laborista) y luego, en constituirse en el sector más dinámico
de la alianza social que llevó al gobierno a Perón en 1946 (Partido
Peronista/Justicialista). Este proceso se constituyó a partir de un conjunto de
concepciones (teoría) y prácticas (praxis política) preexistentes en las organizaciones
obreras desde los años ´30 y ´40 y como parte del amplio abanico de opciones de lucha
del movimiento obrero argentino. La presión sobre el estado para obtener sus
reivindicaciones (Estado social), la alianza con otros sectores sociales (Frentes
populares) y las reivindicaciones de postulados nacionalistas (Política antiimperialista)
fueron algunas de las estrategias desarrolladas por el ascendente movimiento político.
Asimismo, la consolidación de las comisiones internas en las fábricas como factor de
consolidación de la organización de los trabajadores, la activa interpelación a los
empresarios a través de huelgas y otras acciones de lucha, así como la destacada

37
Desde hace décadas numerosos investigadores han asociado al peronismo al concepto de populismo.
Autores como A Ciria: Política y Cultura Popular. La Argentina peronista 1946-1955, Ed De la Flor,
Buenos Aires 1983, lo han vinculado a procesos históricos comunes en Latinoamérica. En este planteo el
populismo es equivalente a movimientos populares de base obrera o campesina, antiimperialistas,
industrialistas y con liderazgos fuertes, tal como ocurrió en la Argentina del peronismo, el Brasil del
Getulio Vargas e incluso el México de Cárdenas. Desde una perspectiva filosófica y política se puede
consultar: Laclau, E. La razón populista, FCE, Buenos Aires, 2005.
participación política dentro y fuera del estado, completaron la particular opción que los
trabajadores realizaron al haberse constituido como la “columna vertebral del
peronismo”38.

Bibliografía
ADAMOSKY, Ezequiel (2009). Historia de la clase media Argentina. Apogeo y
decadencia de una ilusión, 1919-2003.Buenos Aires: Editorial Planeta.
ALONSO, M, ELISALDE, R y VAZQUEZ, C (1999), La argentina del siglo XX. Ed.
Aique, Buenos Aires.
BASUALDO, Eduardo (2006), Estudios de historia económica argentina; FLACSO/S.
XXI, Buenos Aires.
BERROTARÁN, Patricia et alia (2004), Sueños de bienestar en la Nueva Argentina,
Ed. Imago Mundi, Buenos Aires.
BUCHRUCKER, C, (1987) Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis
ideológica mundial (1927-1955). Sudamericana, Buenos Aires.
CAIMARI, L, Perón y la Iglesia católica. Estado y sociedad en la Argentina (1943-
1955), Buenos Aires, Ariel, 1994.
CIRIA, Alberto, (1983) Política y Cultura Popular. La Argentina peronista 1946-1955,
Ed De la Flor, Buenos Aires.
DEL CAMPO, Hugo (1987), Sindicalismo y peronismo, Editorial Clacso, Buenos Aires.
DOYON, Louis (2006), Perón y los trabajadores, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires.
ELISALDE, Roberto (2009), El mundo del trabajo en la Argentina. Productividad,
resistencia y educación (1935-1955). Tesis doctoral, UNLP.Buenos Aires
HERNANDEZ ARREGUI, J.J (2005), Imperialismo y Cultura, Ed. Peña Lillo. Buenos
Aires.
HOROWITS, Alejandro (1985), los cuatro peronismos, Ed. Hyspamérica, Buenos
Aires.
JALIL, Vanesa (2011) “La Universidad Obrera Nacional. Una experiencia de
Educación Popular” en AAVV, Trabajadores y educación. De las estrategias
sindicales a las acciones de los movimientos sociales, Editorial Buenos Libros, Buenos
Aires.

38
Expresión utilizada dentro del peronismo –por los propios sindicatos y Perón- desde los años de
gobierno (1946-1955) a fin de reivindicar el rol protagónico de los trabajadores en el movimiento
peronista.
JAMES, Daniel, y WOLFSON, Leandro (1987), “El 17 y 18 de octubre de 1945: el
peronismo, la protesta, las masas y la clase obrera argentina”. En Revista Desarrollo
Económico Nº 107.
LACLAU, Ernesto (2005). La razón populista, FCE, Buenos Aires.
MACKINNON, Moira (2002), Los años formativos del peronismo, Siglo XXI, Buenos
Aires.
MURMIS,M. y PORTANTIERO, J.C (1971), Orígenes del peronismo, Ed. S.XXI,
Buenos Aires.
NAVARRO, Marysa (2002), Evita, mitos y representaciones, F.C.E., Buenos Aires.
NOVICK, Susana, IAPI (1986), Auge y decandencia, CEAL, Buenos Aires.
PONT, Susana (1984), Partido laborista: estado y sindicatos, CEAL, Buenos Aires.
PUIGGROS, Adriana (1993), “Peronismo: Cultura política y educación (1945-1955)”
en Historia de la Educación en la Argentina V, Editorial Galerna, Buenos Aires.
ROUGIER, Marcelo (2009), La política crediticia durante el primer peronismo (1944-
1955), Publicación cedí, FCE-UBA.
TORRES, J. C. y PASTORIZA, E (2002). “La democratización del bienestar”. En
Torres, J. C. (Dir.), Nueva Historia Argentina, Los Años Peronistas (1943-1955), T.
VIII, Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Fuentes
Acción Industrial, 18 de noviembre de 1952.
Clarín 8 de junio de 1954.
Congreso Nacional de la Productividad y el Bienestar Social, (Informes, ponencias y
discursos), Buenos Aires, 1955.
Critica, 8 de Junio de 1954.
Critica, junio de 1954.
Crítica, marzo de 1950.La Gaceta, Tucumán, 7 de mayo de 1954.
El Líder, 2 de Junio de 1954.
El Líder; abril 1954.
La Convención Colectiva, Instituto regulador de las condiciones de trabajo, Conferencia
del Ministerio de Trabajo y Previsión social, abril de 1954.
La Fraternidad, N° 1000, enero de 1955.
La Gaceta, Tucumán, 9 de junio de 1954
La Nación, editorial, septiembre 1944.
La Prensa, junio de 1945.
Metalurgia, julio de 1946.
Metalurgia, julio de 1947.
Metalurgia, marzo de 1947.
Prensa De Frente, 8 de abril de 1954.
Revista Noticiero Siam, Nº 13, Febrero de 1950.
Revista TAMET, Septiembre- Octubre de 1946, Nº 179.

También podría gustarte