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La diferencia entre signo y síntoma parece muy clara: un síntoma es una manifestación

patológica subjetiva que sufre un enfermo, como el dolor, el cansancio, las náuseas, la visión
borrosa, etc. Es algo que el médico no puede ver. El signo, en cambio, es una manifestación
objetiva, como una erupción cutánea, la fiebre o la hinchazón. Es algo que el médico puede ver o
detectar. Así lo registra el Diccionario de Términos Médicos de la RANM:
Síntoma – Manifestación de una enfermedad o de un síndrome que solo es percibida por el
individuo que lo padece. Cuando una alteración puede ser percibida tanto por el enfermo como por
un observador externo es un signo (por ejemplo, la fiebre), pero la sensación subjetiva que la
acompaña (por ejemplo, la cefalea) es un síntoma.
Signo – Manifestación objetiva de una enfermedad o un síndrome, que resulta evidente para un
observador diferente del sujeto que lo presenta. Puede ser espontáneo o provocado por una
maniobra exploradora.

¡Estupendo! Entonces, ¿por qué existe la “sintomatología” (estudio de los síntomas),


pero no la signología? ¿Es que los médicos solo estudian los síntomas del paciente? ¿Qué pasa con
los signos? Pensando en este tema, nos damos cuenta de que, en realidad, aplicamos la palabra
“síntoma” tanto a los síntomas como a los signos tal como los hemos definido anteriormente, es
decir, tanto a las manifestaciones subjetivas como a las objetivas que sufre un paciente. ¡Qué
extraño! ¡Hay que intentar esclarecer el tema!
Para ello, busco en mis estantes los viejos libros de medicina, sobre todo uno maravilloso que ya no se
publica, Patología general, de A. Balcells Gorina, una edición de 1977. Este libro habla de que existen
diferentes maneras de considerar estos términos y cierta confusión. Para eliminar esta confusión, propone
buscar el significado que tenían en su origen, volver al pensamiento clásico de Galeno. ¡Fascinante! Esto
nos conduce a considerar los síntomas como “los accidentes en que concretamente se realiza la enfermedad,
o sea todas las manifestaciones que tienen lugar en el organismo alterado y que representan la expresión
objetiva y subjetiva de una función, de una morfología o de un psiquismo trastornado”. ¡Eso ya liga con lo
que nos encontramos en la práctica corriente! De manera que tenemos síntomas subjetivos y síntomas
objetivos, y estos últimos se llaman “signos”. La sintomatología los estudia todos, tanto los subjetivos como
los objetivos. Podemos considerar pues que la palabra “síntoma” puede aplicarse solamente a las
manifestaciones subjetivas del paciente, pero también, en sentido amplio, a las manifestaciones tanto
subjetivas como objetivas. La palabra “signo”, en cambio, solo se aplica a las manifestaciones objetivas.
Creo que esta manera de considerar el tema refleja mejor la realidad que la idea de síntoma = manifestación
subjetiva y signo = manifestación objetiva.

Tipos de signos
Los signos médicos pueden clasificarse por el tipo de inferencia que se puede
hacer de su presencia:

Signos pronósticos

Son signos que indican el resultado del estado corporal actual del paciente en lugar de
indicar el nombre de la enfermedad y apuntan siempre al futuro.
Signos anamnésicos

Signos que teniendo en cuenta el estado actual del cuerpo de un paciente, indican la
existencia pasada de una determinada enfermedad o afección. Las señales anamnésicas
apuntan siempre al pasado. Un hombre que camina con un andar en particular, con un
brazo paralizado de una manera en particular, decimos este hombre ha tenido
un derrame cerebralo si vemos a una mujer de unos 50 años con un brazo distorsionado
de una manera en particular, decimos que tenía polio cuando era niña.

Signos diagnósticos

Signos que conducen al reconocimiento e identificación de una enfermedad.

Signos patognomónicos

Son los signos particulares cuya presencia significa, más allá de toda duda, que una
enfermedad en particular está presente. Representan una intensificación marcada de un
signo de diagnóstico. Los signos patognomónicos singulares son relativamente poco
comunes.

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