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A través de pequeñas historias cronológicamente estructuradas, Santiago

Posteguillo hace un recorrido por las obras más sobresalientes de la literatura


universal, dando respuesta a algunos de los enigmas literarios más famosos y
controvertidos de la historia.

En esta colección de capítulos breves, Posteguillo muestra al lector lo que se


esconde detrás de algunos títulos de la literatura universal. Dándonos una respuesta
a las preguntas sobre la misteriosa vida de algunos escritores, desvela enigmas y
relata anécdotas, curiosidades, intrigas, casualidades, datos interesantes, etc.

Esta recopilación contiene piezas breves de grandes momentos de la historia de la


literatura universal que atañen a Miguel de Cervantes, Alejandro Dumas, James
Joyce, Shakespeare, Jane Austen, Fiódor Dostoievski, Rosalía de Castro, Benito
Pérez Galdós, Arthur Conan Doyle, Raymond Chandler, Franz Kafka, J.R.R. Tolkien,
Alexander Solzhenitsyn, Julio Verne, Anne Perry, William Burroughs o J.K. Rowling.

Algunos cuentos breves que más llamaron mi atención son los siguientes

¿Quién inventó el orden alfabético?

A mediados del siglo III A.C. se descompone el Imperio de Alejandro Magno.


Tolomeo gobierna a partir de entonces Egipto (desde el sur de Siria hasta recónditos
rincones del valle del Nilo) y es él quien ordena construir la gran Biblioteca de
Alejandría. Su hijo, Tolomeo II, encargará a Zenodoto que ordene el caos: cerca de
un millón de rollos de papiros se amontonan sin orden ni concierto. Zenodoto, que
estaba entonces terminando un glosario de términos arcaicos de unos poemas de
Homero tiene la idea de colocar los textos siguiendo un orden alfabético. Se le
encendió la bombilla al revisar sus notas con palabras utilizadas por Homero.

Los vikingos y la literatura

Tienen una antigua relación. Fundaron una auténtica ciudad vikinga en una bahía
lejana a sus tierras. A esta ciudad la llamaron Dubh Linn (laguna negra en gaélico)
y a ella se llevaron sus sagas nórdicas, como el poema Beowulf, el equivalente al
Poema del Mío Cid español. La mezcla de estas sagas vikingas y la imaginación
celta han dado grandes frutos literarios.

Dublín es una de las ciudades que más ha aportado a la literatura universal (además,
es ciudad de la literatura por la Unesco). Es la cuna de grandes autores como los
dramaturgos del siglo XVII Congreve y Sheridan; y de Oscar Wilde; William Butler
Yeats (Premio Nobel en 1923); George Bernard Shaw (Premio Nobel en 1925);
Samuel Beckett (Premio Nobel en 1969); James Joyce o Bram Stoke. Como
concluye Posteguillo, “los libros forman parte integral de la vida irlandesa”. Algo tuvo
que ver la semilla vikinga.

¿Escribió Shakespeare las obras de Shakespeare?

En 1943 tuvo lugar en una taberna de Deptford una pelea en la que murió el escritor
británico Christopher Marlowe. Su muerte estuvo rodeada de extrañas casualidades,
como la inmediata llegada a la taberna de un juez que certificara su muerte y su
meteórico enterramiento.

Además, antes de su trágica desaparición, William Shakespeare no había publicado


nada, un dato que alimenta las sospechas de quienes piensan que fue Marlowe y
no Shakespeare el verdadero autor de las obras atribuidas al bardo de Stradford
upon Avon. Estos sostienen que Marlowe fingió su muerte y escribió bajo el nombre
de Shakespeare, un actor de poca monta y escasa cultura, incapaz, por lo tanto, de
haber creado obras tan magnas. ¿Es posible que un hombre sin formación
académica como Shakespeare fuera capaz de crear los sonetos y tragedias que se
le atribuyen?

Varios expertos han publicado sesudos estudios en publicaciones académicas


donde lo dudan y apuestan por Marlowe.

La noche en que Frankenstein leyó el Quijote

Mary Shelley contó en su diario cómo durante las noches de todo un mes, su marido
Percy B. Shelley leyó en voz alta El Quijote cuando un grupo de escritores, entre
ellos Lord Byron, se resguardaban en Suiza del mal tiempo. Entonces fue cuando
convocaron un concurso de relatos de terror que sólo se tomó en serio Mary. De
aquella iniciativa nació la historia del monstruo creado por el doctor Víctor
Frankenstein inventada por Mary Shelley.

Las lecturas quijotescas hicieron mella en Mary: hay una referencia a Sancho Panza
en el prólogo; la escritora utiliza la misma técnica narrativa que Cervantes, con
múltiples narradores; además, Mary recrea la famosa historia del cautivo en un
episodio similar de Frankenstein. No es la única incursión española de Mary Shelley,
entre 1835 y 1837 escribió Vidas de los más eminentes hombres de la ciencia y la
literatura de Italia, España y Portugal donde biografíaba las vidas de Garcilaso de
la Vega, Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo o Calderón de la Barca.

Veintiséis días

Fiódor Mijáilovich Dostoievski era un ludópata compulsivo, una enfermedad que


tuvo grandes consecuencias en su producción literaria. En noviembre de 1866,
asfixiado por las deudas, tuvo que aceptar un maquiavélico contrato con su editor:
si publicaba una nueva novela en veintiséis días, el editor le pagaba 3.000 rublos
con los que hacer frente a sus acreedores; si no cumplía, perdería los derechos de
autor de sus obras.

El reto era muy difícil porque además Dostoievski debía entregar los capítulos de
Crimen y castigo comprometidos con el periódico El mensajero. El escritor se
zambulló en sesiones maratonianas: por las mañanas, Crimen y castigo, y por las
tardes, la nueva novela. Pero las manos no le respondían a la velocidad requerida,
así que contrató como taquígrafa a Anna Grigorievna. Entre ambos lo lograron,
entregaron el manuscrito de El jugador el día pactado. El editor intentó esquivar su
compromiso así que Dostoievski se fue a una comisaría para que quedara
constancia de que él había cumplido su parte del trato. Después se casó con Anna
y se fueron de viaje de novios a Baden-Baden. Finalmente debido a su ludopatía
debemos que Dostoievski escribiera, una tras otras, una larga serie de obras
maestras de la Literatura Universal”.

Bibliografía

 Posteguillo, S. (2012). La noche en que Frankenstein leyó el Quijote.


Barcelona, España.: Planeta, pp.1-240.

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