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Algunos cuentos breves que más llamaron mi atención son los siguientes
Tienen una antigua relación. Fundaron una auténtica ciudad vikinga en una bahía
lejana a sus tierras. A esta ciudad la llamaron Dubh Linn (laguna negra en gaélico)
y a ella se llevaron sus sagas nórdicas, como el poema Beowulf, el equivalente al
Poema del Mío Cid español. La mezcla de estas sagas vikingas y la imaginación
celta han dado grandes frutos literarios.
Dublín es una de las ciudades que más ha aportado a la literatura universal (además,
es ciudad de la literatura por la Unesco). Es la cuna de grandes autores como los
dramaturgos del siglo XVII Congreve y Sheridan; y de Oscar Wilde; William Butler
Yeats (Premio Nobel en 1923); George Bernard Shaw (Premio Nobel en 1925);
Samuel Beckett (Premio Nobel en 1969); James Joyce o Bram Stoke. Como
concluye Posteguillo, “los libros forman parte integral de la vida irlandesa”. Algo tuvo
que ver la semilla vikinga.
En 1943 tuvo lugar en una taberna de Deptford una pelea en la que murió el escritor
británico Christopher Marlowe. Su muerte estuvo rodeada de extrañas casualidades,
como la inmediata llegada a la taberna de un juez que certificara su muerte y su
meteórico enterramiento.
Mary Shelley contó en su diario cómo durante las noches de todo un mes, su marido
Percy B. Shelley leyó en voz alta El Quijote cuando un grupo de escritores, entre
ellos Lord Byron, se resguardaban en Suiza del mal tiempo. Entonces fue cuando
convocaron un concurso de relatos de terror que sólo se tomó en serio Mary. De
aquella iniciativa nació la historia del monstruo creado por el doctor Víctor
Frankenstein inventada por Mary Shelley.
Las lecturas quijotescas hicieron mella en Mary: hay una referencia a Sancho Panza
en el prólogo; la escritora utiliza la misma técnica narrativa que Cervantes, con
múltiples narradores; además, Mary recrea la famosa historia del cautivo en un
episodio similar de Frankenstein. No es la única incursión española de Mary Shelley,
entre 1835 y 1837 escribió Vidas de los más eminentes hombres de la ciencia y la
literatura de Italia, España y Portugal donde biografíaba las vidas de Garcilaso de
la Vega, Cervantes, Lope de Vega, Góngora, Quevedo o Calderón de la Barca.
Veintiséis días
El reto era muy difícil porque además Dostoievski debía entregar los capítulos de
Crimen y castigo comprometidos con el periódico El mensajero. El escritor se
zambulló en sesiones maratonianas: por las mañanas, Crimen y castigo, y por las
tardes, la nueva novela. Pero las manos no le respondían a la velocidad requerida,
así que contrató como taquígrafa a Anna Grigorievna. Entre ambos lo lograron,
entregaron el manuscrito de El jugador el día pactado. El editor intentó esquivar su
compromiso así que Dostoievski se fue a una comisaría para que quedara
constancia de que él había cumplido su parte del trato. Después se casó con Anna
y se fueron de viaje de novios a Baden-Baden. Finalmente debido a su ludopatía
debemos que Dostoievski escribiera, una tras otras, una larga serie de obras
maestras de la Literatura Universal”.
Bibliografía