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La Escuela Superior de Medicina remonta su origen al primer tercio del siglo pasado, a partir de
las condiciones que enfrentó el País en la etapa postrrevolucionaria, una vez que culminaron los
enfrentamientos armados. La economía mexicana experimentaba un profundo quebranto, merced
a factores tales como la destrucción de la infraestructura, la emigración de capitales, la
inestabilidad gubernamental y la pérdida de mano de obra para la industria y el campo.
Como resultante lógica, las peores secuelas de la conflagración social: hambruna, insalubridad y
pobreza, se dejaron sentir en las poblaciones económicamente desprotegidas, básicamente en
los medios rural y suburbano.
En nuestro País, hacia la segunda mitad de la década de los
años 30, se enseñaba la carrera de Medicina en 13 instituciones, a
saber: Escuelas de Medicina de las Universidades oficiales de
Guadalajara, Michoacán, Puebla, Yucatán, Nuevo León, San Luís
Potosí, Universidad Nacional Autónoma de México, Escuela
Medico Militar y las Escuelas Nacional de Medicina Homeopática y
Libre de Homeopatía, así como en la Escuela de Medicina de la
Universidad Autónoma de Guadalajara (de carácter privado), las
cuales, bajo la doctrina de la escuela francesa decimonónica,
producían profesionales médicos de fuerte inclinación hacia la
medicina hospitalaria, del consultorio urbano y la visita domiciliaria.
Así, gran parte de la población, dispersa a lo largo del territorio
nacional en pequeñas comunidades: pueblos, rancherías y
asentamientos menores; así como los habitantes de las áreas
marginadas en las ciudades, no tenían acceso a servicios médicos
que, o simplemente no existían o implicaban costos inalcanzables por concepto de honorarios,
medicamentos o tratamientos hospitalarios; y los problemas de salud pública se fueron
incrementando. La medicina de beneficencia o las prácticas médicas alternativas no fueron
suficientes ni cualitativa ni cuantitativamente.