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Una terapia de las formas de la experiencia

Robine, Jean-Marie
Es cierto que las diferencias entre los terapeutas Gestalt no escasean y, estos últimos días, cada uno de nosotros ha
podido darse cuenta de ellas de nuevo… Las distintas corrientes se han ido multiplicando y acentuando con el paso
del tiempo y con las nuevas contribuciones. También es cierto que esto nos viene de lejos. Ya, al principio, en
tiempos algo remotos, las diferencias se identificaron con la implantación geográfica de los personajes más
sobresalientes: costa oeste por referencia a Fritz Perls, a Simkin y a Claudio Naranjo, costa este por Laura Perls,
Paul Goodman e Isadore From. Luego, el Instituto de Cleveland y algunos de sus pioneros – los Polster- abrieron
una vía media, entre lo que se pudo caracterizar como rigor teórico o, como algunos dijeron, rigidez, de Nueva
York y lo que se definió como espontanéismo teatral de Esalen. Más adelante, al difundirse la Terapia Gestalt más
allá de la fronteras de los Estados Unidos, el punto de referencia geográfico fue perdiendo su fuerza: la bipartición
y la separación se focalizaron sobre los conceptos de referencia, como por ejemplo, contacto versus awareness,
¡como si pudiera existir uno independientemente del otro!
Y, en el transcurso de los casi 60 años de existencia de la Terapia Gestalt, aparecieron otras direcciones. Cada
una de las cuales ha aislado o acentuado una u otra intuición genial de nuestros fundadores, desarrollando uno de
los gérmenes contenidos en el libro-manifiesto de 1951, libro que, como todos sabemos, nos ha formado, más allá
de sus límites y contradicciones internas. Las diferencias a las que nos referimos son : modelo individualista e
intrapsíquico versus referencia a la perspectiva de campo y de la situación, perspectiva dialogal, relaciones con las
teorías psicoanalíticas de relación) de objeto o con las teorías del desarrollo, radicalización de la inscripción
fenomenológica de la terapia Gestalt, articulaciones con las teorías sistémicas y comunicacionales, con los
enfoques cognitivistas o biologicistas… A fin de cuentas, prisioneros sin duda de lo que, con mucha razón, Freud
llamaba: “el narcisismo de las pequeñas diferencias”1, pudiera parecer que nos hemos alejado los unos de los otros,
incluso que seamos extraños, que estemos en conflicto, o encerrados en una relación de desprecio y hasta de odio.
Desde hace tiempo, vengo reflexionando sobre una pregunta que me preocupa : ¿qué es lo terapéutico en la
Terapia Gestalt?
La respuesta está, y creo que estará en construcción, por decirlo de algún modo, durante bastante tiempo; y mejor
que sea así… pero como el tema que nos ha reunido estos últimos días es “La unión de las diferencias” quisiera
contribuir, modestamente, al avance de nuestro edificio. Y creo que es precisamente en lo que nos reúne – más que
en lo que nos separa- que se hallan los principales elementos de respuesta a esta pregunta.
¿Cuáles son los conceptos fundamentales, implícitos o explícitos, que se encuentran en el centro de nuestra
teoría y de nuestra práctica? Y si aquí hablo de nuestros conceptos fundamentales, me estoy refiriendo a los que
son específicos y característicos de la Terapia Gestalt, no a los conceptos comunes a muchas psicoterapias
psicodinámicas o experienciales como son la empatía, el diálogo, la toma de conciencia, la alianza, el apoyo, etc.

El contacto
Creo poder afirmar que todos los terapeutas Gestalt, sean cuales sean sus orientaciones, colocan el contacto en el
centro de sus elaboraciones teóricas y de su práctica clínica, aunque no todos con este término quieran decir lo
mismo, ni mucho menos.
Contacto designa todo movimiento entre un sujeto y su entorno, es decir todo movimiento del campo. Contacto
es la acción que se produce en la frontera y gracias a la cual el campo va a diferenciarse en un Yo y en un no-Yo.
No constituye una experiencia de mutualidad, de reciprocidad, puesto que puedo estar en contacto con alguien, por
ejemplo, por la mirada o el recuerdo, sin que esta persona esté en lo más mínimo en contacto conmigo. Tampoco es
el equivalente de la relación, puesto que “la relación” implica que los términos estén vinculados, lo que no ocurre
en el caso del contacto, mucho más efímero.
Con el concepto de contacto se pone en acción el cambio de paradigma, la mutación radical operada por Perls y
Goodman. El concepto de psique era el “lugar” privilegiado de la acción, y así por consiguiente el organizador de
nuestras disciplinas: psicoterapia,psicología, psiquiatría, psicoanálisis… Pero desde las primeras palabras de su
texto fundador, nuestros autores desubicaron la experiencia : “la experiencia se da en la frontera-contacto entre el
organismo y su entorno”2.
Esta conciencia o, quizás podríamos decir apoyándonos en los trabajos de Husserl, estaintencionalidad,
construye relaciones figura / fondo : trae al primer plano, selecciona, en el campo de las posibilidades, extractos
que de ese modo se vuelven significantes.
Contactar es, entonces, construir sentido. Contactar es construir una forma. Contactar es estar presente en una
situación. Y, puesto que cada situación es nueva, aunque incluya puntos comunes con situaciones anteriores, cada
contacto será al mismo tiempo adaptación y creación. Las formas que puede tomar la adaptación creadora en una
situación dada son múltiples, pero las formas que pueden tomar las interrupciones, distorsiones, inhibiciones,
fijaciones de esa actividad de ajuste creador son limitadas, y es precisamente hacia esas flexiones de la experiencia
que se orientará el acto terapéutico.

De lo sentido a la experiencia : el cuerpo


El segundo concepto fundamental que nos une es más difícil de especificar: tendría la tentación de definirlo de la
manera siguiente: al principio de toda experiencia está el cuerpo, lo experienciado corporalmente. Para nosotros, el
cuerpo es tanto conciencia como acción. El cuerpo, y pienso que deberíamos leer con más atención a Merleau-
Ponty para liberarnos de nuestra única referencia a Reich, no es lo que se opondría al espíritu, como en el modelo
de las falsas dicotomías denunciadas por Perls y Goodman. Cuando hablamos de cuerpo, es para evocar “la carne”,
es decir lo que me permite percibir y moverme, desear y sufrir. Este cuerpo es la unidad del ser.
Decir pues que la experiencia es básicamente cuerpo, equivale a decir que el pensamiento, la emoción o el
sentimiento, la creación artística, el comportamiento, la cognición, el inconsciente incluso, etc… sólo son
declinaciones de la sensación corporal.
Es basándonos en esta hipótesis que siempre buscamos volver a captar la experiencia desde su origen, la
sensación corporal, anteriormente a los juegos de representación que no dejan de depositarse en estratos sucesivos
hasta cubrir lo vivo. La experiencia está hecha en primer lugar de carne y hueso.

El campo y la situación
A pesar de la multitud de variantes y de concepciones implícita o explícitamente diferentes, la referencia a la
perspectiva de campo es también una constante para los terapeutas Gestalt. El campo del cual nos hablan Perls y
Goodman no es una entidad: no es ni el entorno ni el contexto. Toda experiencia, obviamente, es contextualizada y,
si no lo es, el terapeuta tendrá que pedirlo a su paciente. El campo que Perls y Goodman nos proponen se llama
“campo organismo/entorno”, puesto que todo campo es campo de… -algo o de alguien. Siempre existe un principio
organizador para un campo dado: el campo visual del ojo, el campo de conciencia de una conciencia; el campo de
la psicología, en el cual la psicología se aborda como organizador de un sector, el campo de batalla de una guerra
dada, etc. En este caso se trata del campo organismo/entorno. Usar el término “organismo” y no “persona” o
“sujeto” implica que pasamos por el cuerpo para definir este campo. Poco importa el entorno que consideremos:
sólo adquiere sentido por el cuerpo de quien lo siente, en su carne, por un contacto puntual o seguido.
Se puede entender entonces que el campo organismo/entorno sea específico para cada organismo considerado y
que no pueda haber un campo común.
Hace unos años, propuse aclarar nuestra concepción del campo a la luz de concepto de situación3. Como había
notado que el termino “situación” aparecía en Gestalt Therapy4 con una frecuencia tres veces más grande que el
término de “campo”, me pareció más fácil entender de manera inmediata la propuesta siguiente: “Soy creador de la
situación en la cual estoy, al mismo tiempo que soy creado por esta situación”. Porque aquí es exactamente de este
proceso del cual habla nuestra concepción del campo.
La temporalidad
Muchos somos los que pensamos que sería muy difícil entender de manera completa el método teórico de la
Terapia Gestalt, y por consecuencia la práctica que de él se desprende, si no tuviéramos en consideración el lugar
esencial que este método atribuye a la temporalidad en la aproximación a la experiencia.
Sin estar siempre consciente de ello, el hombre común vive según un modo de pensar que articula dos
dimensiones: el tiempo y el espacio. Pero, de las dos dimensiones, es el modo espacial el que domina
considerablemente. Solemos pensar en términos de “por arriba/por abajo”, tal terapia es más “profunda” que tal
otra, considerada como “superficial”. La psique esta localizada en “el interior” del ser humano… incluso nuestra
temporalidad se ve espacializada ya que el pasado está detrás de nosotros y el futuro ahí delante.
El pensamiento psicoanalítico, si no se ha desentendido de la dimensión temporal de la experiencia, en particular
interesándose por la psicogénesis y la transferencia, ha privilegiado, sin embargo e indiscutiblemente, un modo de
pensar espacial que se manifiesta claramente a través de sucesivos “tópicos”. Vale recordar que “topos” significa
“lugar”, aunque “tópico” no sea “topológico” y que el principio de una localización psíquica es obviamente
metafórico.
La Terapia Gestalt da un paso más. Sin rechazar la dimensión espacial, hace hincapié en la dimensión temporal
de la experiencia: primero con su concepto de ahora, y también, y sobretodo, con el concepto de secuencia o
de proceso.
El concepto de ahora no pertenece propiamente a la Terapia Gestalt. Otto Rank fue el primero en llamar la
atención sobre la importancia de este acercamiento que permitía salir del método histórico-causal. Pero, sin lugar a
dudas, fue la Terapia Gestalt la que más hizo para popularizar este concepto, pagando esta popularización con
distorsiones dañinas.
Con el ahora, es también la experiencia de “al mismo tiempo que…” que cobra importancia, en la superposición
de las líneas del tiempo vivido, pues, como decía San Agustín, anticipándose a nosotros hace dieciséis siglos: “Hay
tres tiempos: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro”. A este presente y a toda su
densidad se refiere la Terapia Gestalt.
A este ahora se engancha la noción de proceso, que se verá multiplicada en varias denominaciones: la secuencia
del contacto, el ciclo, la construcción/destrucción de las gestalts, la corriente de conciencia, las interrupciones de
contacto… que van a tratar, cada una a su modo, de brindar unas herramientas que permitan un pensamiento del
movimiento. No conozco ninguna otra psicoterapia que ponga tanta atención en el “cómo”, a la manera que cada
persona dice lo que dice, hace lo que hace. Dicho de otro modo, prestamos mucha más atención a los procesos que
a los contenidos de la experiencia. Los contenidos han paralizado el tiempo, los procesos lo mantienen activo.

Forma y formación de formas


El último de los conceptos esenciales que quiero mencionar con ustedes, y que va a tomarme más tiempo que los
anteriores, no tendría que presentar dificultad alguna parareunirnos. Sin embargo – y es paradójico al extremo- es
un concepto que usamos relativamente poco. Quiero hablar de la forma. Digo que es paradójico porque “forma” es
una de las traducciones posibles de la palabra alemana “gestalt”, que no tiene real equivalente en ninguna otra
lengua, o, en todo caso, en ninguna lengua romance.
Desde Heráclito se ha establecido una oposición entre lo que fluye y lo que permanece, entre lo efímero y lo
estable. Desde el origen de la filosofía y de la ciencia, que para los griegos de la Antigüedad no estaban separadas,
es a lo estable que se le ha dado la denominación de “forma”. Al concepto de forma se asociaron después otros
términos: estructura, pattern, esquema, figura, gestalt, apariencia, molde…
La biología, la química, las matemáticas, la física emplean este concepto, tanto como las ciencias del lenguaje, la
psicología, la filosofía, la estética. Para todas estas disciplinas, sin embargo, dejando de lado las inevitables
variantes relacionadas con su objeto, el concepto de forma indica una configuración de partes en un conjunto
percibido como una totalidad, totalidad que determina las partes, y las hace interdependientes.
A esta relativa estabilidad de la forma, se adjunta la consistencia y la coherencia, e incluso ideas de orden, de
armonía y de equilibrio.
Dos milenios tuvimos que esperar para que, nuevamente, aunque de un modo diferente, el concepto de forma – o
su equivalente, la “Gestalt”- regrese al centro de un sistema de pensamiento. La psicología de la Gestalt examinó
primero los diversos factores que favorecen la organización del campo perceptual, antes de transformarse
en teoría Gestalt para poder ampliar a otros fenómenos ciertos descubrimientos realizados en el campo de la
percepción. Con la teoría Gestalt, la experiencia primera de la conciencia se evidencia, puesto que es la forma
percibiente (la estructuración fenomenal) que permite unificar los contenidos percibidos.
Poco a poco, el concepto de forma se ha desligado de sus connotaciones visual y superficial para ser entendido
como una configuración relativa de elementos semejantes o relacionados. En esta lógica, los teóricos de la Gestalt
sostendrán entonces que lo que determina la experiencia y la construcción de las formas no son tan sólo la
conducta, las pulsiones, los estímulos externos o los rasgos de personalidad de tal o cual individuo, sino la
interacción del individuo y de la situación (o sea el campo dinámico).
A pesar de la insistencia de algunos autores, al concepto de forma se le adjunta con demasiada frecuencia la idea
de fijeza y de estabilidad. A los psicólogos y los psicoterapeutas les interesan muchísimo más las formas
dinámicas, provisionales, o meta-estables y, por lo tanto, vivas, que las formas estáticas y, por consiguiente,
muertas. Esto último explica que unos autores, entre los cuales está Hans Prinzhorn, hayan construido su
teorización de las relaciones entre creación y patología, sobre el concepto de gestaltung y no sobre el de gestalt. El
concepto de formación de formas quisiera ser el equivalente del de gestaltung.
En la gestaltung, la importancia se le da al proceso, al movimiento de la formación de forma. En la corriente de
las terapias de expresión creadora, se focalizará la atención sobre el proceso más que sobre el objeto creado. En la
Terapia Gestalt, lo que servirá de guía en el momento presente es la secuencia de construcción/destrucción de la
relación figura/fondo. La comprensión de la obra de arte, de igual modo, alejada de la interpretación psicoanalítica
de los contenidos manifiestos y latentes, estará fenomenológicamente orientada hacia el proceso. “Buscamos el
sentido de cada forma formada en el acto de formación en sí mismo”, escribía Prinzhorn. El filosofo Henri
Maldiney25, en la parte de su obra dedicada al arte, seguirá el mismo método.
A semejanza de esta manera de entender la creación, el terapeuta Gestalt acompañara a su paciente en esa
construcción de sentido a partir de la formación de sus formas cotidianas de contacto.
Es decir, que para el psicólogo o el psicoterapeuta, la forma y la dinámica de esta forma son inseparables. El
científico Philippe Quéau las relaciona de manera magnífica : “las formas y las fuerzas son los rostros distintos de
una misma realidad. La forma es una fuerza inmovilizada, la fuerza es una forma fluida. Las fuerzas en acto son
potencialmente formas, y así recíprocamente.”
Y como nos lo instigaban a entenderlo ya los teóricos Gestalt a quienes aludí anteriormente, es en y por la
situación que la forma adquiere sentido. Los terapeutas Gestalt dirían: en el contacto. El epistemólogo René Thom,
en una entrevista con Émile Noël, toma el ejemplo de la lupa, sencillo pedazo de vidrio, que se puede poner en
situación especifica para que prenda fuego un pedazo de papel a partir de su puesta en contacto con la luz solar.
René Thom también da como ejemplo la hélice que da vueltas en el viento y crea un flujo energético. ¿Se podría
decir que estos objetos, estas formas aparentemente muertas y por lo tanto inmovilizadas en sus contornos propios
pueden volver a ser meta-estables y “vivas” gracias a situaciones específicas y puestas en relación apropiadas? Es,
en efecto, la perspectiva de campo y sólo ella la que permite que nos desliguemos de la visión aislacionista de la
forma porque permite relacionar la fuerza y la forma.
Esta concepción de la forma es de una importancia primordial para el psicoterapeuta, en particular si se define
como terapeuta Gestalt, es decir terapeuta de las formas -se sobrentiende: formas que cada uno puede dar a su
existencia. Quisiera evocar a modo de ilustración de esta perspectiva, de manera breve, dos ejemplos del empleo
del pensamiento que se podría fundamentar sobre la forma: la emoción, el síntoma. Por pura casualidad, estos dos
temas son las especialidades de mi colega y muy amiga mía Myriam Muñoz, de México. Mi hipótesis es que lo que
puede unir estos dos temas es su relación al concepto de forma.
Un ejemplo de formación de forma: la emoción

Múltiples estudios filosóficos, fenomenológicos, etológicos, psicológicos, antropológicos, psicoterapéuticos,


sociológicos y un sinfín más…, se han hecho sobre las emociones, y no pretendo poner en duda estos estudios, ni
contradecirlos. Lo que yo quisiera esbozar son algunas de las preguntas que me planteo a partir de mi práctica de la
psicoterapia. Lo que yo impugno, respecto a las teorizaciones habituales de la emoción, es el a priori de que la
emoción pueda ser un fenómeno primero, en el sentido que no podría existir ningún otro vivido anteriormente.
Dependiendo de las culturas, de los contextos, de las situaciones relacionales, lo vivido “emocional” podrá tomar
diferentes formas. Cierto es que “emoción” viene del latín “ex -movere”, que significa “poner en movimiento”,
pero también es cierto que incluye el prefijo “ex”, que indica la exteriorización de esta puesta en movimiento. Lo
que existe al principio, creo yo, es una “puesta en movimiento” en el interior del cuerpo, algo vivido que es
primero y sólo un experienciado, una experiencia “pre-” , pre-verbal, pre-emocional, pre-significante. Pertenece a
lo “vago y a lo confuso”, para emplear términos que le gustaban a Minkowski. Este experienciado corporal no
puede quedarse mucho tiempo sin sentido ni forma: se le va dar forma EN y POR la puesta en contacto, en una
situación dada, por el movimiento ex-, exmovere, emoción, expresión. Hago aquí la hipótesis de que la emoción es
una formaproducida por el contacto y la situación y no la producción propia de un sujeto dado. La emoción, así
enfocada, es un indicio de la situación: es fenómeno de campo y, como lo subrayan Perls y Goodman, algo dice del
estado del campo en un momento dado. O sea, de un organismo específico en contacto con su entorno. La emoción
da informaciones sobre el estado del organismo confrontado con el estado de su entorno y, por ende, ofrece
también informaciones sobre las características del entorno en la inmediatez de la situación.
Muchas veces el terapeuta podrá escuchar a su paciente dar cuenta de su cólera contenida o de su tristeza
inexpresada. En general, el paciente localizará incluso la “emoción” en su cuerpo, en lo más hondo de sus entrañas.
Invitado y apoyado a expresar esta “cólera”, el paciente muy bien podría pronunciar algunos gritos o palabras de
cólera que muy pronto se transformarían en llantos. La hipótesis que sostengo es que el contexto relacional y
situacional, incluso la personalidad de este terapeuta, favorece tal puesta en forma más en detrimento de otra. De la
misma manera que en el epigénesis del sujeto, se habrá invitado explícitamente al niño a dar otra forma a lo que
siente, porque los padres no pueden acoger la forma usada por el niño: “¡Un chico, no llora!…” ¿Entonces, qué
hacemos en este caso? Se usa otra forma disponible y favorecida por sus familiares en este momento, por ejemplo,
una forma agresiva (bien se sabe que a todos los niños les gusta pelear y que a las niñas les toca lloriquear).
Sin embargo, el paciente experimenta supuestamente una cólera que le quema las entrañas y que no puede
exteriorizar… Mi lectura no es necesariamente la suya: hago de manera implícita la hipótesis de que el paciente
tiene una experiencia corporal bruto (la sensación, lo sentido, el afecto) y que esto no ha podido quedarse mucho
tiempo sin forma y sin palabras. Apoyándome sobre la función-personalidad del self, esto es: sobre el sistema de
representación de sí mismo, procedente de experiencias anteriores, la persona va a llamar “cólera” a lo que
probablemente sería más exacto describir así: “¡Siento tal y tal sensación en mi cuerpo e imagino que si la
exteriorizara, si la pusiera en contacto con el mundo, sería bajo la forma de cólera!” En muchos casos, es lo que
quizás suceda, si la situación lo permite, porque el sujeto busca confirmarse en las representaciones que tiene de sí
mismo, y de este modo reproduce lo que sabe hacer. Y lo que consigue es encerrarse en la reproducción de una
forma y no crear en el contacto, en relación con los elementos de la situación que incluyen siempre lo desconocido
y novedad. Pero puede también tomar otra forma…
Como terapeuta Gestalt, sé que las emociones presentes, las del cliente y las mías, representan una de las formas
posibles de la organización de la experiencia actual. Si se aborda como forma de la experiencia, la emoción será
una invitación a seguir la exploración para acceder a la experiencia, a considerar si esta forma es verdaderamente
creación, ajuste creador, elección de una de las posibilidades y no fijación, costumbre, rutina, segunda naturaleza.
Si se comprueba que es la repetición de una forma fijada, nos haremos esta pregunta: ¿de qué modo volver a abrir
las posibilidades para la creación de formas ajustadas y creadoras?
Otro ejemplo de forma: el síntoma
El individuo, puesto en situación de intensa dificultad, es inducido a construir una respuesta apropiada que
integre los parámetros de la situación. Su respuesta consistirá en una configuración global, compuesta por
ingredientes físicos, corporales, afectivos, emocionales, representacionales, motores, mentales, relacionales,
etcétera. Esta forma creada en un contexto dado constituye un ajuste creador en el sentido que la forma intenta
resolver del mejor modo posible, con los medios de a bordo, es decir con los materiales disponibles como las
afordancias, los códigos y otros recursos, intenta resolver, digo, el problema planteado. Una de las formas posibles
es, pues, el síntoma.
El síntoma es por consiguiente una configuración apropiada, incluso si es a veces poco económica para su
creador. Este síntoma tiene una función. Tiene incluso una doble función, como lo evidenciaron las generaciones
de psicoterapeutas que se interesan por lo humano, más allá de sus elementos cognitivos y comportamentales: esta
configuración sirve para indicar que existe un problema, que, al mismo tiempo, oculta Y que, mediante esta forma,
trata de resolver.
En cierto número de casos, la aplicación de esta configuración global permitirá efectivamente una disolución o
una resolución del problema. En este caso entonces, el esquema se extinguirá por sí mismo, y algunas veces sin que
el sujeto siquiera se de cuenta.
En otros casos, de intento de solución del problema que era en su génesis, este esquema podrá transformarse él
mismo en el problema, como puede ser el caso de los rituales obsesivos, de las adicciones o de muchos otros
“síntomas”. La aplicación de esta forma, adaptada o relativamente adaptada a un contexto dado, se vuelve obsoleta
por su descontextualización en el tiempo y en el espacio, perdiendo así lo esencial de su función. Para proseguir
con la imagen de la hélice empleada por René Thom, esta forma creada por un sujeto dado, adaptada para poder
darle, gracias al viento, una energía cuando le era indispensable, estaría conservada en una vitrina que llevaría
consigo, a cualquier parte que vaya y haga lo que haga.
Si aceptamos la hipótesis de trabajo que consiste en abordar el síntoma como una forma, encontrándonos así con
las reflexiones de Otto Rank que hablaba del neurótico como de un “artista fracasado”, la tarea terapéutica puede
investirse de un modo sensiblemente diferente. (Y cuando digo “sensiblemente diferente”, estoy consciente de que
todo el componente “sensible” de esta creación puede entonces ser tomado en cuenta.) Me parece, por lo demás,
que sería conveniente prolongar el examen de dicha concepción propuesta al principio del siglo XX, para abordar
los síntomas como estilo y no sólo como enfermedad6.
El síntoma es una forma, una forma que estuvo adaptada, apropiada a una situación, a un contexto, a un sistema
relacional. Una forma de contacto. Obviamente una forma desviada, sufriente y generadora de sufrimiento, y por lo
tanto llena de torpezas, mal dirigida. Esta forma exterioriza, esta forma expresa, esta forma dice algo a alguien.
Esta forma sirve de algo, aunque no sea siempre fácil de entender su génesis, su elección, su sentido, su función, su
gramática y su léxico. Si es una forma cuyas características de ajuste son obsoletas, la tarea terapéutica podrá
perfilarse como construcción de nuevas formas, destrucción de formas fijadas en provecho de formas fluidas y
meta-estables, más económicas, más apropiadas a la situación y más eficientes en su función, a ser posible. Es una
de las razones, por otra parte, por la cual muchos psicoterapeutas o, en todo caso, muchos terapeutas Gestalt, dan
tanta importancia al desarrollo de los procesos creadores y, con este fin, en la dinámica de la cura, emplean
mediadores artísticos: permiten una incitación a la creación de formas, un banco de ensayos – entre otras cosas-
para la creación de formas de la existencia.

Conclusión : La psicoterapia como estética


Si el terapeuta se atreve a poner el concepto de forma en el centro de su acercamiento de la experiencia humana,
entonces la noción de lo patológico ya no constituirá el paradigma esencial. No se caracterizará sólo la psicoterapia
por un acercamiento cientifico7sino ante todo por un acercamiento estético; quiero decir inscrito en un método
filosófico fundamentado sobre las cualidades sensibles de la forma. La salud será abordada “como capacidad de
crear formas ajustadas a las situaciones, la patología como pérdida de esta potencialidad, en provecho de la
utilización de formas fijadas, inadecuadas u obsoletas, de garabateos”8. Además, el concepto de forma reúne todos
los conceptos fundamentales esbozados al principio. “Toda forma tiene su origen en un movimiento que la traza: la
forma es sólo movimiento registrado”, decía ya Bergson9.
Desde luego, esto no tiene por corolario que el psicoterapeuta tenga que definirse o identificarse como artista,
contrariamente a las pretensiones de ciertos individuos que justificarían de ese modo su rechazo del aprendizaje de
técnicas y de los conocimientos requeridos para tal ejercicio. Es para el paciente, gracias a su trabajo con un
terapeuta, para quien se abre la posibilidad de volverse una clase de artista, creador de su existencia, es decir de
formas flexibles, significativas y limitadas, coherentes y articuladas, ajustadas y creativas, consistentes. Volviendo
a emplear los términos de Isadore From, miembro del grupo fundador de la Terapia Gestalt, el objetivo de la
psicoterapia es ayudar a los clientes a “transformar su palabra en poesía, su andar en danza”. Un trabajo de
formación de formas.

Jean Marie Robine


Trad. del francés : Robert Amutio

Notas
1. Freud, S. Malestar en la cultura. (1929)
2. Perls F.S., Hefferline R.E., Goodman P., Terapia Gestalt, p.5, Los libros del CTP
3. "From field to situation", en Robine, J.M. (ed.) Contact and Relationship in a Field Perspective, L'Exprimerie
(2001), reeditado en International Gestalt Journal, vol. XXXI, nº1, 2008. En español en Manifestarse gracias
al otro (trad. Carmen Vázquez Bandín), Los Libros del CTP (2006).
4. En la traducción francesa, 339 veces "situación" y 131 veces "campo".
5. Véase por ejemplo:
 Maldiney H.: Art et existence, Klincksieck, Paris, 1985
 Maldiney H.: L'art, l'éclair de l'être, Ed. Comp'Act, 1993
 Maldiney H.: Avénement de l'œuvre, Théétète, St Maximin, 1997
 Y sus escritos sobre Ponge, Tal-Coat, Bazaine...

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