Está en la página 1de 7

Sajones vikingos y normandos:

Bienvenidos a la Inglaterra de 1066

Eres un pescador y vives en las costas del condado de York. Has tenido un duro día de trabajo,
que no da para mucho, pues tus vecinos más próximos están asociados y te están robando la
pesca, vendiéndola a precios más bajos en el mercado local. El señor de la zona te atosiga con
impuestos que no puedes pagar, a lo que debes sumarle el diezmo pertinente al obispado local.
Pero tienes una agradecida mujer que honra todos tus esfuerzos con una mugrienta pero
amable sonrisa cada vez que vuelves a casa, la madre de tus dos hijos: un pequeño muchacho
que quiere ser un caballero, y una preciosa adolescente, que planeas casar, si hay suerte, con el
regente de una taberna. Una noche, repentinamente, oyes las campanas del pueblo más
cercano, ves antorchas, cientos de antorchas, casas ardiendo y sientes los aullidos
desconsolados de sus habitantes fundiéndose con el humo. Es entonces cuando piensas ir
corriendo a coger a tu mujer y a tus hijos para iros lo más lejos posible de ese infierno que estás
contemplando. Con suerte en unas horas llegaréis al cobijo de las murallas de York. Pero intuyes
una sombra justo detrás de ti, más grande que tú, vestida con pieles. Apesta a sangre y cerveza.
Es lo último que ves. Todo se vuelve negro...

Un pasaje similar pudo haber sido vivido por algún don nadie en septiembre de 1066, pues en
esa fecha los vikingos noruegos invaden el norte de Inglaterra. Los 3 siglos anteriores tuvieron
un panorama desolador para el país. Tras constantes disputas entre los anglosajones y los
vikingos, finalmente llegó a haber un rey vikingo (danés) en el trono de Inglaterra, Canuto el
Grande, que hizo a ambos bandos llegar a la paz y a respetar las mutuamente las leyes de cada
cual, pero poco tiempo después la corona volvió a la dinastía sajona, ya que Canuto recibió la
corona danesa a la muerte de su hermano y se desentendió de Inglaterra. En este período
Canuto consigue conquistar Noruega, dato importante para los acontecimientos que vendrán
después. Así, la corona inglesa la asumió en 1042 Eduardo el Confesor, hasta su muerte en 1066
sin descendencia. El Witan, un consejo de obispos, nobles y dignatarios cercanos al poder cuyas
elecciones iban dirigidas más bien al propio beneficio y no al del reino, eligieron como sucesor
de Eduardo a Harold Godwinson, conde de Wessex, a quien según se dice (o decía él, más bien),
un Eduardo moribundo y en lecho de muerte le pidió que defendiese a su familia y al reino. Así
pues, seguía aparentemente sin problemas la dinastía de reyes sajones, con la coronación de
Harold II como rey de Inglaterra.

Sin embargo, las reacciones contrarias a esta decisión no tardaron en manifestarse. Por un lado,
el duque Guillermo de Normandía reclamaba el trono, pues era primo de Eduardo, y no sólo eso,
sino que tiempo atrás Harold, que había estado de visita en Normandía, había jurado lealtad a
Guillermo y por tanto le había apoyado para una futura pretensión al trono. O eso decían los
normandos. Por otra parte tenemos a Harald Hardrada, descendiente de Canuto el Grande y rey
de una próspera y ambiciosa Noruega, con ansias de expansión, que vio en la débil herencia que
tenía sobre el trono inglés una excusa perfecta para cruzar el Mar del Norte y conquistar el
reino.

Llegada de los noruegos a las costas de Inglaterra

Como los vikingos fueron los primeros en llegar, vamos con ellos. Harald dispuso de 270 naves,
los famosos dragones vikingos, y de varios miles de hombres para que la empresa llegase, y
nunca mejor dicho, a buen puerto. Desembarcó en las proximidades de York, donde obtuvo
varias victorias rápidas, pues los ingleses no esperaban un ataque noruego por el norte, sino
más bien una incursión normanda por el sur. Es por ello que toda la flota inglesa se hallaba
defendiendo las costas sureñas y Harald pudo desembarcar como Pedro por su casa. Ante las
noticias de invasión por el norte, el rey inglés Harold Godwinson se puso en marcha, y
emprendió a marchas forzadas el rumbo a York para intentar pillar por sorpresa a los vikingos.
Estos, al ver la rapidez de sus victorias nada más desembarcar, creyeron haber conquistado, casi
sin despeinar sus ya de por sí despeinadas cabelleras, el norte de Inglaterra, por lo que se
dispusieron a cruzar el puente de Stamford Bridge para hacerse con la ciudad de York. De
hecho, Harold esperaba que sus habitantes le rindiesen pleitesía y lo cubriesen de oro, rehenes y
furcias, por lo que se dejó con los barcos a la mayor parte de su ejército, llevándose a York
solamente a unos cientos, que en gran parte iban desarmados, como si fuesen a una ceremonia.
Cuando vieron aparecer a los miles de soldados ingleses con relucientes armaduras al otro lado
del puente, los orgullosos hijos de Odín de repente se sintieron unos desdichados hijos de perra.

Pero el gran Harald Hardrada, en lugar de arrugarse y retroceder para reunirse con el resto de
su ejército, decidió hacer frente a los ingleses en el puente. Ya que hemos venido de Noruega,
aquí somos invencibles, debió de pensar. Bueno, eso, además de ser un vikingo y creer que estás
bendecido por el mismísimo trueno de Thor, qué diablos. En cualquier caso, en la refriega los
noruegos aguantaron como pudieron el envite inglés, de hecho cuenta la leyenda que
un berserk (guerreros que combatían drogados y no sentían apenas dolor. Para quien haya visto
El señor de los anillos: Las Dos Torres, los berserks son los orcos uruk-hai que combaten en el
Abismo de Helm en calzoncillos y tienen la piel cubierta de sangre) retuvo durante varios
minutos a todo el ejército inglés, algo nada descabellado, pues por el citado puente cabían 4 o 5
hombres a lo sumo. La heroica gesta duró hasta que un guerrero inglés con más dedos de frente
que el resto de sus camaradas se subió a un tocón de madera que había en el río y le tiró una
lanza al berserk, dejando vía libre en el puente. En la refriega general que hubo entonces los
vikingos fueron cayendo uno detrás de otro, luchando con un valor encomiable, pero sin
armadura y contra un ejército que está extramotivado por defender su país del invasor noruego,
poco podían hacer por mucha maña guerrera que tuviesen. Finalmente Harald Haldrada recibió
un flechazo en la garganta que acabó con su vida. Con la derrota en Stamford Bridge ( batalla que
da nombre al estadio del Chelsea F.C., por cierto ) y la muerte de su líder, el resto de vikingos que
quedaban en la costa, desorganizados, fueron fácilmente derrotados. De las 270 naves que
llegaron con ansia de conquista, sólo regresaron 30 a Noruega. El desastre fue total, tanto que
los vikingos nunca más volvieron a invadir Inglaterra con una fuerza militar en condiciones, sólo
realizaron pequeñas incursiones a ciudades costeras. Se puede decir que con Stamford Bridge y
la muerte de Harold Hardrada se inicia el ocaso de la cultura vikinga.
Sajones viéndolas venir. Vikingos y normandos al acecho.

Tras la debacle vikinga, justo el mismo día en que se produce, arriba Guillermo de Normandía a
la costa sur de Inglaterra. Dicho duque, al que como he dicho le fue prometida la corona inglesa
tanto por el rey recién fallecido como por el recién coronado, entra en cólera al sentirse
engañado, y en un decir Jesús se pone manos a la obra para conquistar la mayor de las islas
británicas. Sus lugartenientes se muestran un poco escépticos ante tamaña osadía, recordándole
que por mucho que su causa fuese "justa", los ingleses tenían mayores recursos y hombres que
los normandos, pues Normandía no era más que una pequeña región comparado con todo un
país como era Inglaterra. Aquí empieza el festival de astucia de Guillermo, que para legitimar su
guerra contra Harold Godwinson, soborna al papado y obtiene el permiso del Vaticano para
invadir Inglaterra. Con esto ya no sería una guerra por las buenas, sino que el asunto adquiere
grado de guerra santa y los hombres que en ella participen recibirán el perdón de Dios
automáticamente, ganen o pierdan. Nada mejor que una dosis de Dios para que los hombres
ganen moral de donde no la hay. El ejército normando portaría en la batalla el pendón de los
Estados Pontificios, como si contra musulmán, judío o enemigo de la cristiandad al uso fuesen a
combatir.

La travesía marina a través del Canal de la Mancha no fue asunto baladí, pues los vientos
fueron tan poco propicios que las naves normandas fueron a parar a la costa normanda de
nuevo. Para aumentar la moral de la tropa, Guillermo ordenó duplicar las raciones de comida y
bebida para los hombres, aunque andasen escasos de las mismas. En su momento esta argucia
dio una muestra de poderío que tuvo un beneficioso efecto para la moral de las tropas.
Finalmente llegan a las costas de Inglaterra y establecen una base en Hastings, una pequeña
península con acceso directo al mar, por si en la batalla que estaba por venir se torcían las cosas
y los normandos tenían que salir corriendo al grito de mariquita el último.

Una vez establecido, al enterarse de que el rey Harold se encuentra en York con todo su ejército,
Guillermo empieza a dar rienda suelta a sus normandos sedientos de sangre para que saqueen,
violen y pasen por la espada las poblaciones colindantes, a modo de llamada de atención sobre
el rey de Inglaterra. Una brillante (fríamente dicho, claro) estrategia, pues los normandos no
estaban muy sobrados de recursos y necesitaban que los ingleses llegasen rápidamente del
Norte sin tiempo para reforzarse con nuevas tropas. Como siempre ocurre con el duque
Guillermo, la estrategia surtió el efecto esperado y al poco tiempo llegó la hueste inglesa
proveniente del norte. Harold los mandó formar en una colina para tener ventaja defensiva, a la
espera de los normandos.

Los dos ejércitos que se iban a enfrentar eran bastante diferentes entre sí. Por un lado el
ejército sajón era el que se venía gestando de los siglos anteriores en sus eternas luchas contra
los vikingos. Luchaban en una formación eminentemente defensiva, llamada muro de escudos.
Los hombres formaban escudo junto a escudo mientras entrechocaban sus espadas, hachas,
mazas o lo que tuviesen a mano contra el canto de los escudos, para intimidar al enemigo. En el
centro Harold situó a los huscarles, unos bastardos motherfuckers más burros que el asno de
Shrek, su guardia personal, soldados entrenados exclusivamente para matar lo más
salvajemente posible, armados con hachas de doble filo, con las que según se dice eran capaces
de cercenar la cabeza de un caballo sin despeinarse. Por el bando contrario el ejército de
Guillermo era de los típicos que vemos en la Edad Media, con un núcleo de infantes con lanzas,
unidades de arqueros armados con flechas de sierra y unidades de caballería, su principal arma,
con la que no contaban los sajones. Aparte de esto, los normandos contaban con otra ventaja a
su favor, las tropas de Harold estaban exaustas: venían del Norte de acabar con los vikingos y a
marchas forzadas, y no habían tenido ni un minuto de respiro. A la postre, el cansancio sería
decisivo.

Batalla de Hastings representada en el tapiz de Bayeux.


La batalla transcurrió en un día casi completo, desde las nueve de la mañana hasta la puesta de
Sol, una batalla muy larga para lo que se solía ver en la Edad Media. En el transcurso de la misma
los normandos partían con desventaja, pues los sajones se situaron en la colina, y con la
formación del muro de escudos en liza, estaba difícil de soliviantar el asunto. Además, al estar
con la pendiente en contra, los arqueros de Guillermo no podían disparar en condiciones a los
sajones, pero aún así Guillermo mandó a su infantería cargar contra el muro que tenían delante.
Por mucho que lo intentaron, los soldados normandos no encontraban el resquicio necesario
para penetrar las defensas y fueron rechazados varias veces. Cuando peor lo estaban pasando,
corrió entre las filas el rumor de que Guillermo había muerto en batalla, y varios soldados,
presas del pánico, empezaron a retirarse. Entonces el duque normando, echándole un par
de huevos narices al asunto, se quitó el casco y recorrió a caballo sus filas, a la vista de todos,
arengando a sus hombres hasta las últimas consecuencias. Por un falso rumor casi se
desequilibra la batalla a favor de los sajones.

Ambos ejércitos se tomaron un respiro para recoger a sus muertos y heridos. Mientras tanto,
Guillermo estaba carcomiéndose los sesos en busca de un plan con el que acabar con el muro
de escudos sajón, y zasca, la bombilla del líder normando se encendió. Mientras la infantería
cargaba contra el muro por enésima vez, decidió realizar con la caballería una serie de cargas
distractoras, haciendo creer al enemigo que huían. Con cada carga varios sajones se confiaban y
salían a perseguirlos, creyendo haber ganado la batalla, y rompían parte de la formación.
Entonces los normandos daban la vuelta a los caballos y se los cepillaban rápidamente. Así, a
base de merme, como diría José Mota, el muro de escudos fue debilitado poco a poco y los
normandos fueron avanzando posiciones, inclinando el campo de batalla a su favor, por lo que
los arqueros pudieron empezar a disparar parabólicamente para alcanzar la retaguardia de los
sajones. En una andanada un afortunado arquero normando alcanzó a Harold Godwinson, el rey
inglés, en un ojo, matándolo en el acto, por lo que rápidamente los cansadísimo sajones vieron
que sin rey ni liderazgo estaban perdidos, y echaron a correr. La victoria era para Guillermo, y
también la tan ansiada corona.

La batalla de Hastings tuvo unas consecuencias revolucionarias para la Edad Media.


Militarmente, fue la primera batalla en la que la caballería resultaba un factor decisivo, lo cual
sería norma en lo posterior. En el contexto político y social, tras la coronación de Guillermo I,
conocido por su heroica conquista de Inglaterra con el sobrenombre de "El conquistador", el país
asistió a una revolución del sistema vigente, con la llegada del feudalismo de manos de los
normandos. A sus fieles guerreros y nobles, Guillermo los recompensó con tierras y títulos que le
fueron arrebatados a los nobles locales, y además les dio amplios poderes políticos en sus
regiones a cambio de una relación de vasallaje en caso de requerir de soldados. Además,
expulsó de la corte a todos los nobles y altos cargos eclesiásticos sajones, rodeándose de
consejeros normandos. De la noche a la mañana en Inglaterra el que hablaba inglés era un ser
inferior y mundano, la nueva moda era hablar francés como los normandos.

A pesar de todo lo que vengo contando, todos estos cambios políticos afectaban igual a la plebe
estuviesen vikingos, sajones, normados o el incansable pueblo inca. Como el amable Ser Jorah
Mormont le dice a la Khaleesi en Juego de Tronos: "el pueblo llano, cuando reza, pide lluvia, hijos
sanos y un verano que no acabe jamás. No les importa que los grandes señores jueguen a su juego de
tronos, mientras a ellos los dejen en paz. Pero nunca los dejan en paz". Esta gente de la que habla
Ser Jorah son el don nadie al que hacía mención en la introducción de este artículo, gente cuya
mayor aspiración en la vida era esquivar a la muerteun día más pagando los impuestos
pertinentes y, en caso de tener descendencia femenina, rezar por que el señor feudal de la zona
no le echase el ojo, pues en caso contrario, nietos bastardos pulularían por doquier en su
humilde casa. Gente que buscaba pasar desapercibida en estos tiempos de barbarie y
destrucción. Gente eternamente puteada, nacidos y destetados para ser jodidos.

Pero esa gente siempre será otra historia.

También podría gustarte