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HISTORIA

í^MVNDO
A ntîgmd

LA CMUZAC10M
GRIEGA EN LA
EPOCA CLASICA
Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Im perio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, L a religión rom a­
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
Im perio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J . Mangas, F. J. Lomas, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ perio.
GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­
15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
16. J . C. Bermejo, El mito griego etrusco. form as administrativas del Im ­
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J . F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y
22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el com ienzo de las penetraciones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, L a
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.
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HISTORIA
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Director de la obra:
Julio Mangas M anjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

«No está permitida la


reproducción total o parcial de
este libro, ni su tratamiento
informático, ni la transmisión de
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© Ediciones Akal, S.A., 1989


Los Berrocales del Jarama
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ISBN: 84-7600-274-2 (Obra completa)
ISBN: 84-7600-429-X (Tomo XXVII)
Impreso en GREFOL, S.A.
Pol. II - La Fuensanta
Móstolns (Madrid)
Printed in Spain
LA CIVILIZACION GRIEGA
EN LA EPOCA CLASICA

Domingo Plácido
Indice

in troducción............................................................................................................... 7

I. La P o e s ía ............................................................................................................. 10
1. La lírica. P in d a r o .............................................................................................. 10
2. La tra g e d ia .......................................................................................................... 15
— E s q u ilo ........................................................................................................... 18
— Sófocles ......................................................................................................... 22
— E u ríp id e s ....................................................................................................... 24
3. La com edia. Aristófanes ................................................................................. 30

II. La Prosa .............................................................................................................. 32


1. C iencia y pensam iento ..................................................................................... 32
2. Retórica y o ra to r ia ............................................................................................. 34
3. El m ovim iento so fístico .................................................................................... 35
4. H isto rio g rafía...................................................................................................... 38

10. Arte ..................................................................................................................... 41

C onclusión.................................................................................................................. 43

Apéndice .................................................................................................................... 45

B ibliografía................................................................................................................. 55
La civilización griega en la época clásica 7

Introducción

El contenido del término «civiliza­ la primera mitad del siglo XX, y sobre
ción» es múltiple por diversos con­ todo en Alemania, a establecer una
ceptos; en primer lugar, como con­ diferencia entre civilización, como
secuencia de la m ism a evolución conjunto de medios materiales por
histórica, a partir del m om ento en los que el hom bre actúa sobre la na­
que empezó a utilizarse en la segun­ turaleza, y cultura, donde se incluye
da mitad del siglo XVIII. Su origen más bien la vida espiritual.
está íntimamente vinculado a la Ilus­ Dentro de la colección en que se
tración, para que la que representa un encuentra este escrito, ya existen otros
valor absoluto frente a la barbarie o dedicados a la historia política y so­
primitivismo. El uso del término en cial, a la historia en el sentido tradi­
plural, o en singular acom pañado de cional. Son los que tratan de la Pente-
un adjetivo especificativo, que no r­ contecia, la guerra del Peloponeso, etc.,
malmente es el de un pueblo, nación, en que, sin duda, habrá referencias a
región más o menos amplia, o época, aspectos de «civilización». Con esta
o varios de estos elementos sumados, exclusión, tampoco se tendrá en cuen­
corresponde a la mitad del siglo XIX, ta la división arriba mencionada, sino
y no es ajeno al desarrollo de los n a ­ que, más bien, trataremos de la civili­
cionalismos y a las tendencias que zación como el conjunto de la activi­
ponen de relieve sus peculiaridades dad cultural, intelectual y artística de
culturales. En la historiografía, una un pueblo en un tiempo y un espacio
obra que incluya en su título el térmi­ delimitados, con el propósito especí­
no civilización puede depararnos los fico de que se encuentre en todo m o­
más diversos contenidos, sobre todo mento inserta dentro del resto de las
cuando se expone en el título general actividades h u m a n a s, económicas,
de una colección: «Pueblos y civiliza­ políticas, etc., y del contexto social.
ciones», «Historia general de las civi­ La delimitación espacial está re­
lizaciones», son norm alm ente Histo­ presentada por Grecia, lo que es, al
rias generales con un enfonque más o mismo tiempo, una definición cultu­
menos «total», en que la atención no ral. Razones que se sustentan en las
se dirige a los hechos políticos o mili­ posibilidades reales de conocimiento
tares de modo dominante. De otro y en las mismas características de la
lado, el uso del término «cultura» ha civilización griega antigua, hacen ine­
experimentado un proceso muy simi­ vitable que dentro del territorio que el
lar. Sin em bargo, ha existido u n a pueblo heleno ocupaba, la atención
cierta tendencia, principalm ente en dirigida hacia la civilización que se
8 Akal Historia del M undo Antiguo

m anifestaba dentro.de la' ciudad esta­ carácter fue motivo de deform aciones
do y que se expresaba por m edio de la idealizantes entre los m ismos griegos
escritura; ello im pone unos nuevos lí­ y, m ás aún, entre los rom anos. N eo­
mites dentro de los que, prácticam en­ clasicism os y neoaticism os proliferan
te, sólo se incluyen las ciudades de en épocas posteriores. Así, el clasicis­
Asia M enor y de las islas del Egeo, las mo propiam ente dicho, el que corres­
colonias de Sicilia y la M agna G recia ponde a nuestro período, ha sido ob­
y, de un modo m uy especial, la ciu­ jeto de definiciones deform antes, que
dad de Atenas. El protagonism o de sólo a partir de R. B ianchi-B andine-
ésta últim a no se debe sólo a las razo­ lli, h an com enzado a experim entar
nes prácticas y m ateriales que se des­ un proceso de rectificación. El arte
prenden de nuestras posibilidades de clásico real, no el que reproducían o
conocer m ejor los fenóm enos cultu­ im itaban los griegos o rom anos de
rales que en ella se m anifestaron; es, épocas posteriores, y con él todas las
por el contrario, un elem ento funda­ dem ás m anifestaciones culturales, era
m ental para com prender la civiliza­ naturalista, y no idealista. Su princi­
ción griega de la época clásica el co­ pal característica está en encontrarse
nocim iento del hecho m ism o de que íntim am ente relacionado con la rea­
Atenas se convirtió en el eje por el lidad social en que se desenvuelve.
que p asaban todas las actividades in ­ Sin atenernos a esquematism os for­
telectuales y todos los criterios artísti­ males, el contenido del presente cua­
cos del resto de los griegos. derno puede dividirse en tres partes:
Períodos clásicos existen en la his­ poesía, prosa y artes plásticas. En los
toria de todas las civilizaciones. Son prim eros decenios, existen todavía
épocas que, por unas razones o por m anifestaciones im p o rtan tes de la
otras, en tiem pos posteriores tratan poesía lírica, sobre todo representada
de im itarse en renacim ientos o neo­ por la inigualable figura del tebano
clasicismos, aunque tam bién, en otros Píndaro, pero es preciso notar que la
m om entos, se degradan com o caren­ m ayor parte de las creaciones del gé­
tes de vida o excesivam ente sim bóli­ nero pertenecen a la época arcaica.
cas de un academ icism o esterilizante. La poesía significativa de la época
En la historia general de las civiliza­ clásica está en el teatro, en la tragedia
ciones, la época clásica por excelen­ y en la comedia. Tam bién hay que te­
cia es la correspondiente a la G recia y ner en cuenta que la obra im portante
la Rom a antiguas. Esto ha tenido sus está concentrada en el siglo V. De las
ventajas y sus inconvenientes, de los conservadas, sólo las últim as com e­
que no es el m enor la consideración dias de Aristófanes se representaron
estática, elevada y pura de sus crea­ en el siglo IV.
ciones culturales. Pero, tam bién d en ­ D entro de la expresión en prosa, la
tro de la antigüedad clásica, se distin­ oratoria y el pensam iento científico y
guen épocas clásicas y neoclasicismos. filosófico tuvieron m anifestaciones
El sentido de esta realidad afecta a m uy significativas del proceso histó­
nuestro período, porque de él se trata rico vivido. Es preciso destacar el m o­
cuando se trata de G recia en la época vim iento sofístico, por su carácter en
clásica: h a b itu a lm e n te están co m ­ cierto m odo interm edio, expresión de
prendidos los años entre 480 y 323, un pensam iento im portante y creador
entre el final de las guerras médicas y de fórm ulas retóricas adecuadas a la
la muerte de Alejandro, fechas con­ ciudad. En el siglo V, sin em bargo, el
vencionales, pero significativas en to­ género en que la prosa está represen­
dos los cam pos de la civilización y de tada de m odo m ás duradero es el de
la historia en general. C om o en el la historiografía. Sólo de éste se h an
caso de la «Antigüedad clásica», este conservado obras enteras. El pensa-
La civilización griega en la época clásica 9

Relieve funerario de Eritias y de Teano


(Hacia el 400 a. C.)
Museo Nacional de Atenas

miento, la oratoria y la historiografía Con el ánim o de d ar una m ayor


del siglo IV quedan aquí excluidos; u nidad al conjunto, tam bién será este
vease la página, de esta obra dedica­ siglo el que reciba atención en el ca­
das a «los pensadores ante la crisis de pítulo de las m anifestaciones artís­
la polis». Com o se ve, en lo que a ex­ ticas, para hacer así posible el ca­
presión literaria se refiere, nos lim ita­ rácter totalizador que se propone la
remos prácticam ente al siglo V. colección.
10 A kal Historia del M undo Antiguo

I. La Poesía

tim acedónica, lo que significaba, para


1. La lírica. Píndaro algunos griegos, que optaban por la
alianza con los persas, y ello no era
A pesar de que la poesía lírica se de­ más, desde este punto de vista, que la
sarrolló de m odo pleno du ran te la continuación lógica de la postura to­
época arcaica, y a ella pertenece la m ada en las guerras médicas.
m ayoría de sus representantes, sin No consta expresam ente en ningu­
em bargo, el últim o poeta significativo na parte cuál pudo ser la actitud de
y tal vez el punto culm inante del gé­ P índaro en aquellas circunstancias.
nero cae ya dentro de nuestro período. A hora bien, en líneas generales, da la
P índaro nació en C inoscéfalas, cer­ sensación de que, por lo menos, no
ca de Tebas, en Beocia, entre 522 y se encuentra próxim o las actitudes
518, y m urió en 443/2 o 438. Vivió, de quienes obtuvieron más provecho de
pues, el paso de la época arcaica a la la victoria contra los medos, los ate­
época clásica, lo que, para él, significó nienses. Los m ismos tebanos que tra­
mucho. Por un lado, Tebas desem pe­ tan de justificar la actitud favorable a
ñó un papel particu lar en las guerras los persas durante las guerras m édi­
m édicas, dado que, desde el p rinci­ cas sobre la base del sistema político
pio, optó por no ofrecer oposición a excesivam ente restringido, en cu en ­
los persas y, luego, p or colaborar acti­ tran ahora, en los m om entos iniciales
vam ente con el ejército de M ardonio. de la guerra del Peloponeso, motivo
Al ser derrotados en Platea, el presti­ suficiente para su hostilidad hacia
gio de Tebas quedó afectado durante Platea, en el hecho de que ésta ha
m ucho tiempo. Los ataques a la ciu­ adoptado, en cam bio, una actitud fa­
dad se justificaban m ás tarde en este vorable a los atenienses. Com o se ve,
hecho. D urante la guerra del Pelopo- no hace falta haber colaborado con
neso, los atenienses justificaban así los persas para ser hostil a los pode­
su hostilidad. Los tebanos acudían a rosos vecinos de Atica. Tras las gue­
una explicación política y social: en rras m édicas, los atenienses aum en­
la época de las guerras m édicas esta­ tan considerablem ente su poder en el
ban gobernados por un reducido gru­ Egeo, pero, en determ inados m om en­
po de hom bres poderosos; aquella ac­ tos, en plena m adurez de la actividad
titu d no era re p resen ta tiv a de los poética de Píndaro, sus acciones se
tebanos en general. Todavía m ás tar­ dirigen a Beocia y derrotan a Tebas
de, la destrucción de Tebas por Ale­ en 457 en la batalla de Enófita. Ello
jan d ro se explicaba p or su actitud an ­ significó el control sobre casi todo el
La civilización griega en la época clásica 11
territorio de Beocia y el apoyo a los evolucionado de m odo diferente. En
dem ócratas en sus ciudades, lo que ellas, el papel de los legisladores ha
duró hasta 446, en que los exiliados prom ovido la existencia de constitu­
de diferentes ciudades consiguen reu­ ciones o leyes que responden en cada
nir un ejército y derrotar a Atenas en caso a variantes en las formas de es­
la batalla de C oronea. La historia de tructuración social. P índaro es cons­
la época seguía sin justificar una iden­ ciente de las diferencias entre Tebas y
tificación de los intereses de la noble­ Atenas o las ciudades en que se ha
za tebana con los vencedores de las consolidado un régim en tiránico. De­
guerras m édicas, el tiem po que era di­ sarrollar una actividad panhelénica
fícil, en ese clima, seguir defendiendo significa com prender las variantes le­
la actitud que se había tomado. gales. A hora bien, toda ley pretende
P índaro y la nobleza tebana se m o­ ser justa. C om prenderlo de este modo
vían en un m undo incóm odo y con­ significa que no es posible creer en
tradictorio. Por eso el poeta resulta una justicia absoluta. En el fragm en­
muy significativo del período de tran ­ to 215 Píndaro lo reconoce: «Los unos
sición histórica que subyace al clasi­ tienen esta ley, aquéllos otra, y cada
cism o. No im porta tanto, por ello, cual enaltece su propia justicia».
que el m ismo pertenezca o no a la no­ Es preciso com prender las diferen­
bleza tebana, com o que su poesía re­ cias entre ciu d ad e s y tam b ién los
vele las contradicciones en que ésta cam bios que se van produciendo con
se desenvuelve durante el período de los tiempos. Tal es la m entalidad que
actividad poética de P índaro y, lo que aparece en el fragm ento 43, en que
es todavía más im portante, que el tipo A nfiarao exhorta a su hijo Anfíloco
de arte que practica, y su m odo de ac­ con estas palabras:
tuar, m ucho más allá de las fronteras
«¡Oh hijo, a la piel de un animal marino
de su propia ciudad, proyecta su sig­ pegado a la roca parécete al sumo
nificación hacia toda G recia y lo con­ en tu mente, cuando trates con cualquier
vierte en significativo del proceso his­ ciudad;
tórico en su totalidad. No es sólo el alaba gustoso lo presente
noble Píndaro, ni siquiera la nobleza y cambia de pensar cuando los tiempos
tebana, sino toda una m entalidad li­ cambien!».
gada a la nobleza griega, la que se
transparenta en su obra. Y precisa­ Píndaro, desde luego, alabará siem ­
m ente por se así, y porque esa m enta­ pre lo presente; sus posibles cambios
lidad es producto de un conflicto his­ de pensam iento están m enos claros.
tórico. puede decirse que tam bién se En efecto, una cosa es adm itir los
transparentó la tensión de esta m en­ cam bios y adaptarse a ellos, de m ane­
talid ad con otras form as de ver el ra hipócrita, podría deducirse, y otra
m undo y, por tanto, el proceso histó­ cosa es cam biar en profundidad. Para
rico general: el esfuerzo aristo crá­ Píndaro, los valores verdaderos son
tico por afirm ar sus propias concep­ los que se poseen por naturaleza; el
ciones ideológicas, heredadas de la conocim iento por aprendizaje es ob­
época arcaica, adaptadas a condicio­ jeto de su desprecio. En los versos
nes nuevas y, p o r tanto, a su vez, 86-88 de la oda Olímpica II, conside­
cam biantes. rados una alusión a sus com petidores
El carácter panhelénico en que se Sim ónides y Baquílides, que ejercían
mueve la poesía de P índaro condicio­ la m ism a función que P índaro pero
na su propia actitud ante la diversi­ de un m odo m ás «profesional», el
dad de la realidad griega. El final del poeta expone su propia opinión:
período arcaico ha sido escenario de (...) «Sabio es el que conoce muchas co­
un proceso por el que cada ciudad ha sas gracias a la naturaleza;
12 Akat Historia del Mundo Antiguo

los que conocen, empero, por aprendiza­ hacer versos, sino porque tiene capa­
je, cual dos fieros cuervos graznen en vano cidad para hacer revelaciones de pri­
con charlatana lengua contra el ave divina m era im portancia de las que él es el
de Zeus». único que está inform ado gracias a la
divinidad. En Olímpica XI, 8-10, se
P índaro sería el ave divina de Zeus m uestra la colaboración y solidari­
y los otros poetas los cuervos ch ar­ dad entre am bas actividades:
latanes.
Parecido es lo que dice en Olímpica (...) «Por un lado, mi lengua
IX, 100-102, ahora con referencia a a fuer de pastor quiere darles sustento,
los triunfos en los juegos: mas el hombre igualmente (atleta y poeta)
con la ayuda de Dios florece en sabios
«Por naturaleza nos viene todo cuanto es pensamientos».
mejor. Pero la mayoría de los hombres con
aprendidos recursos se esfuerzan por lo­ El poeta está próxim o a los sacer­
grar la gloria». dotes de los san tu ario s oraculares:
C on ello, la lab o r del poeta y la ac­ «¡Di, M usa, tu oráculo, y yo seré tu
tividad del atleta se colocan al m ismo intérprete!» (Frag. 150). En la socie­
nivel. dad aristocrática, el poeta desem peña
Desde luego, el poeta cree, dentro u na función que es propia de aristó­
de determ inadas condiciones, en la cratas, y desdeñé a los advenedizos
transm isión de los conocim ientos. En que, con los cam bios sociales, vienen
la Olímpica VIII, 59-61, a propósito a suplantarlo de m anera «profesio­
del triunfo de un niño, se elogia la la­ nal», tanto en el triunfo atlético como
bor del maestro: en el banqute, com o era el caso de
Simónides.
(...) «La enseñanza, por cierto, es más fácil H abida cuenta de los cam bios re­
para el que sabe; y el necio es el que des­ conocidos en la ley, y del carácter es­
precia aprender: cada vez más vano, en table de la naturaleza, am bas pueden
efecto, es el espíritu de los inexpertos». llegar a chocar. La naturaleza del no­
ble es heredera del héroe. En el difícil
Ahora bien, tal aprendizaje ha de y discutido fragm ento 169, se trasluce,
contar con las condiciones naturales a pesar de todo, la contraposición en­
propias del noble, según se ve en Ne­ tre la ley y la actuación de Heracles:
mea III, 40-42:
«La Ley, Rey de todos, de mortales e
«Por innata nobleza pesa uno mucho. inmortales,
Mas el que sólo posee lo a p re n d id o condenando la suma violencia
— hombre oscuro que anhela ora esto, ora lo guía todo con soberana mano. Lo infiero
aquello— jamás con pie firme bajó a la pe­ de las hazañas de Heracles; pues los
lea, y miles de hazañas ensaya con mente bueyes de Gerión
sin meta». llevó a los Pórticos Ciclópeos de Euristeo,
sin haberlos ganado ni comprado».
Jaeger ve aquí un verdadero prece­
dente del pensamiento platónico, cuan­ Para la com prensión del conteni­
do el filósofo se opone a los sistem as do, conviene recordar el contexto en
de enseñanza representados por los que el fragm ento se nos ha transm iti­
sofistas. do. En el Gorgias de Platón, 484b, C á­
Tanto en el atletism o com o en la lleles lo cita en apoyo de su teoría de
poesía, la techne es insuficiente. Es la ley del m ás fuerte, y com enta: «en
precisa una sabiduría innata, propia la idea de que es justo por naturaleza
de su calidad com o noble. En el poeta que las vacas y todas las dem ás pose­
se m anifiesta, no sólo porque sepa siones de los peores y m ás débiles
La civilización griega en la época clásica 13
sean del m ejor y m ás fuerte». Más nicio, en cierto modo, se conserva el
adelante (488b), Sócrates considera prestigio individual y fam iliar y, si se
que están de acuerdo P índaro y C áll­ alude a la ciudad, és para resaltar que
eles y la interpretación de lo que es su gloria depende de la de los indivi­
justo p or naturaleza: que el m ás fuer­ duos de su clase aristocrática. En este
te se lleve, p o r m edio de la violencia, sentido, el poeta desem peña el mismo
las cosas de los m ás débiles, que el papel que en la sociedad arcaica. Es
m ejor m ande sobre los peores... Esta m uy frecuente, por ejem plo, que la
sería la in terp retació n correcta del celebración del triunfo se haga por
fragm ento de P índaro. En las Leyes, m edio de un banquete que reviste los
Platón vuelve sobre el tema: «El quin­ caracteres del banquete aristocrático.
to (m odo de m ando) pienso que es Pero lo m ás significativo es que los
que el fuerte m ande y el débil obedez­
ca... y el que está m ás extendido entre El Diadumenos de Policleto,
todos los seres vivos y se da conform e según una copia romana
Museo Nacional de Atenas
a la naturaleza, según dijo en otro
tiem po el tebano P índaro» (690b), y
«Píndaro... justifica la m ayor violen­
cia, reduciéndola a norm a de la natu­
raleza» (714E). Tenemos, pues, el pri­
m er ejem plo claro de un contraste
entre la ley y la naturaleza, en que la
superioridad se atribuye a esta última.
La obra de P índaro pertenece al gé­
nero de la lírica coral, canción acom ­
pañ ad a de lira, destinada a ser inter­
pretada por un coro con ocasión de
una fiesta de la com unidad. En época
de P índaro, la poesía había adquiri­
do carácter panhelénico y, en las dis­
tintas fiestas, se contrataba a poetas
famosos que se m ovían por toda G re­
cia o en v iab an sus com posiciones.
De las obras de P ín d aro, las odas
conservadas pertenecen al género de
los epinicios, destinados a los vence­
dores de los juegos. Estos son fiestas
panhelénicas en que participan los
nobles de toda Grecia. Conservan por
ello el carácter propio de la fiesta
colectiva, a la que hay que añ ad ir el
factor de estar superpuesta a las co­
m unidades particulares de la polis, y
adem ás el de que el poem a se indivi­
dualiza en la persona concreta del
vencedor, aunque tam bién suele alu­
dirse a la ciudad de origen. El resto
del canto coral suele dedicarse a los
dioses, representativos del espíritu de
la com unidad. Esta adquiría así un
protagonism o situado p or encim a de
las fam ilias aristocráticas. En el epi­
14 Akal Historia del Mundo Antiguo

juegos se convierten en el motivo de encuentran Arcesilao y la fam ilia de


exaltación.de los valores agonísticos. los reyes de Cirene, colonia que había
La palestra sustituye al cam po de b a ­ conservado un sistem a m onárquico;
talla. La victoria se exalta por m edio y la fam ilia de los Alévadas, que m o­
de la referencia al mito, com o proyec­ nopolizaba el poder en Larisa y lo
ción hacia el pasado que sirve, a su ejercía sobre toda Tesalia. Son los
vez, para hacer repercutir la grandeza personajes significativos del modo de
m ítica en h o n o r de las fam ilias de los poder aristocrático y precisam ente los
vencedores. La actualidad y el mito m ás destacados dentro del sistema.
form an en el epinicio u n a perfecta Se da la paradoja de que éste'subsiste
unidad. La gloria de los antepasados m ás fuerte p re cisam en te do n d e el
y la del héroe vencedor se potencian m onopolio ha roto con la solidaridad
m utuam ente, con la participación de aristocrática tradicional de la época
la ciudad com o elem ento m ediador arcaica.
en el proceso de actualización. C on El epinicio celebra el triunfo en
motivo del triunfo, P índaro canta las cualquiera de los festivales más pres­
glorias de un p asad o dorado. Este tigiosos de Grecia, a donde acudían
queda así supervalorado com o m ode­ de todas las ciudades y regiones que
lo para el presente. Tam bién el estilo form aban la com unidad panheléni-
literario es arcaizante. La referencia ca. El más antiguo y genuino era el de
al mito se lleva a cabo por m edio de Olim pia, donde se celebraban fiestas
imágenes que son capaces de evocar cuatrienales en h o n o r de Zeus y cuyo
escenas enteras. N o se cuenta el argu­ origen se rem ontaba, según la tradi­
m ento del mito de form a descriptiva. ción, al año 776. Los dem ás fueron
Se trata de un público de iniciados objeto de una reestructuración en el
que conoce las alusiones y sabe a qué siglo VI, a partir del m odelo olímpico,
se refieren y qué connotaciones lleva que los antiguos consideraban como
consigo. Por ello es tan difícil leer el m om ento de la fundación. Los P íd ­
a P índaro en la actualidad sin co­ eos se celebraban en Delfos, en ho­
m entarios. nor de Apolo, al igual que los Ñ e­
Todo ello hace del poeta un sabio meos. Los Istm icos, en el istm o de
consejero de la sociedad aristocrática. C orinto en h onor de Poseidón. Todos
Estilo arcaizante, referencias míticas, ellos parten seguram ente de rituales
exaltación del pasado, tienen un sen­ prim itivos de iniciación, en que están
tido actual. U n dato m uy significativo presentes los conceptos de m uerte y
del modo en que P índaro, y otros au ­ resurrección, lo que hace que se asi­
tores de epinicios, se adaptan a las m ilen fácilmente a festivales funera­
circunstancias históricas, es su asi­ rios y a procesos de heroización. En
duidad a la corte de los tiranos. De cierto modo, este aspecto se conserva
hecho, éstos habían asum ido la fun­ en la gloria alcanzada por el vence­
ción de la antigua realeza y, si en épo­ dor, que proporciona la inm ortalidad
ca arcaica h ab ían representado un en la fama, a la que colabora el poeta.
modo de gobierno que m inaba la co­ Su o b ra es sim ilar al m onum ento
hesión aristocrática, en la m ayor p ar­ conm em orativo: «y si me pides aún
te de las ciudades donde todavía sub­ que a tu lío m aterno, a Calicles, una
sistían al com ienzo del siglo V, se colum na levante más blanca que el
h ab ían convertido en los defensores m árm ol de Paros» (Nemea IV, 79-81).
de un orden con el que la m ism a aris­ Este es el com ienzo de la Olímpica
tocracia se sentía identificada. En esta VI, 1-4:
definición se incluyen los tiranos de «Aureas columnas erigiendo bajo el bien
Sicilia, H ierón y Terón, objeto de va­ am urallado pórtico de una sala, como
rias obras de Píndaro. Junto a ellos se cuando se alza un admirado palacio, va-
La civilización griega en la época clásica 15
mos a construir; a una obra que empieza m ano. A conseja alcanzar lo propio
es preciso poner fachada que a lo lejos de los reyes, pero no más.
resplandezca». Olímpica V. Psaumis, personaje muy
El poeta desem peña un papel fun­ poderoso y rico de C am arina, acude a
dam ental en la atribución de la gloria los juegos de 456 ó 452 con una fas­
al vencedor, con la que prolonga su tuosidad sorprendente. C on ello da
existencia (Nemea VII, 12-16); gloria a su padre y a la ciudad. El es­
fuerzo y el gasto aum entan su virtud.
«Si alguien triunfa en algo con sus obras, La Pítica I se dedica de nuevo a
melifluo motivo lanzó a los arroyos de las H ierón, a quien se considera el sobe­
musas; pues tales grandes fuerzas pade­ rano ideal, al tiem po que se glorifica
cen mucha oscuridad, si están carentes de la ciudad de Etna, creación favorita
canciones; y para las acciones nobles co­ del tirano, m odelo de ciudad doria.
nocemos un espejo de este solo modo: si
Zeus reina sobre E tna com o sobre el
gracias a Mnemósina, la de fulgente dia­
dema, se encuentra recompensa a los tra­ Olimpo. El poeta aconseja justicia y
bajos en los glorificantes cantos de las generosidad: debe ganarse el favor de
palabras». los poetas que transm iten su gloria a
la posteridad.
En consonancia con esto, los epini­ La Pítica VII se dedica a Megacles,
cios de P índaro se agruparon en épo­ ateniense de la fam ilia de los Alc-
ca helenística en cuatro grandes li­ m eónidas, víctima del ostracism o en
bros, según la fiesta donde hubiera 487. Aquí se m uestran las sim patías
obtenido la victoria el atleta objeto de del poeta por un aristócrata víctima
alabanza: son odas Olím picas, Píti- de la dem ocracia, que sólo con la en­
cas, Istm icas y Nem eas. N orm alm en­ vidia recom pensa las bellas acciones.
te, com o es natural de acuerdo con lo En la Pítica VIII se canta la Tran­
dicho, las odas están dedicadas a los quilidad, hija de la Justicia. La triste­
vencedores de las pruebas más caras za reflejada al final de la oda parece
y ostentosas de los juegos, los carros y corresponder a las disensiones inter­
los caballos, las propias, tam bién des­ nas de Tebas hacia el año 447.
de el punto de vista ideológico, de los Del resto de la poesía de Píndaro
poderosos de todo el m undo griego. conviene hacer alusión a los ditiram ­
Se com entan a continuación algu­ bos, procedentes del canto dionisia-
nas odas especialm ente significativas, co, pero que ya no se lim itan a estos
cuyo texto se incluye al final. temas. Se dice que P índaro fue a Ate­
La Olímpica I está dedicada a H ie­ nas en su juventud, y allí recibió las
ren, tirano de Siracusa que obtuvo la en señ an zas de Laso de H erm ione,
victoria en la carrera de carros el que la tradición consideraba un in­
año 476. P índaro le da el título de rey. novador. Laso había sido poeta en la
Se exalta la suprem acía de los juegos corte de los Pisistrátidas. El poeta Ba-
olím picos sobre los demás. Posible­ quílides, por el contrario era el rival
m ente se cantó en Siracusa en un tradicional de P índaro. Sus ditiram ­
banquete. El poeta rechaza la leyen­ bos tam bién carecen de elem entos
da del festín de Tántalo. Es típica de dionisiacos y, en cam bio, han incor­
la poesía aristocrática la depuración porado los ternas heroicos.
del mito por m edio de la elim inación
de los aspectos bárbaros y primitivos.
Pélope aparece como ejemplo de quien
ha corrido riesgos por obtener la glo­ 2. La tragedia
ria; es éste el héroe que hay que im i­
tar, y no los excesos de Tántalo, que C uando com ienza la época clásica, la
intentó rom per la m edida de lo h u ­ tragedia se encuentra ya plenam ente
16 Aka! Historia del Mundo Antiguo

configurada com o género; Su origen Otro m odo de salir a la luz tuvo lugar
se rem ontaría a la sociedad prehistó­ en la época de los tiranos. La política
rica. A pesar de que se trata de un de éstos, de potenciar la vida urbana
tem a muy debatido, parece que pue­ e integrar a la población cam pesina,
den detectarse rasgos identificables hizo que se prom ovieran y u rb an iza­
con rituales prim itivos y fiestas, d o n ­ ran las fiestas agrarias. A unque no
de se representan los cam bios que ex­ perfectam ente definida, existe una re­
perim enta el individuo a lo largo de lación entre el origen de la tragedia y
su vida y que hacen alterar su papel el ditiram bo, him no a D ionisio que
dentro de la sociedad, y se entienden cuenta su dram a, y que tam bién reci­
com o procesos de m uerte y resurec- bió la protección de los tiranos, como
ción iguales a los de la naturaleza en el caso de Laso de H erm ione en
con el ciclo estacional. A partir de los A tenas, ya citado. Para u n período
rituales, se crean m itos que sirven anterior, H erodoto (I; 23-24) cuenta la
para describir la acción representada, h isto ria de A rión de M etim na, de
en historias com o la de D ionisio, vin­ quien dice que fue el prim ero en com ­
culada a la tierra y a la agricultura, poner un ditiram bo, lo que segura­
donde el dios sufre el m ismo proceso m ente quiere decir que le dio forma
de m uerte y resurrección. Lo que en m ás o m enos canónica, dado que Ar-
principio es u na práctica colectiva de quíloco, en el siglo VII, dice (Frag.
la com unidad, con el desarrollo de la 219 A drados) que sabe cantar el diti­
civilización de la época arcaica, pare­ ram bo, la herm osa canción de D ioni­
ce quedar reducido a determ inados sio, cuando su cabeza vacila por el
círculos que conservan rituales secre­ vino. C uentan que este A rión pasó la
tos, lo que daría paso a los cultos m is­ m ayor parte de su vida en la corte de
téricos, posteriorm ente extendidos por P eriandro, según H eródoto, lo que
la ciudad e incluso por toda Grecia. ocurrió a com ienzos del siglo VI.

El Teseo
Estatuilla de bronce representando a Zeus
en actitud de lanzar el rayo,
procedente de Dodona
(Hacia el 460 a. C.)
Museo Nacional de Atenas

En Atenas, en época pisistrátida, pa­ párodos, o entrada del coro, y el stási­


saron a celebrarse las G randes Dio- mon corresponderían a la pompé. El
nisias, o D ionisias urbanas, dentro de «exarconte» o jefe del coro sería el
la ciudad. En este m om ento histórico que en un m om ento determ inado in­
debe de haberse producido tam bién terpretaría para los no iniciados lo
el paso a la tragedia. Las partes del ri­ que ocurría, y de ahí su nom bre de in ­
tual eran la pompé; procesión con la térprete o hypolcrités. Este es el ger­
im agen del dios, que corresponde a la men de su función com o actor. C uan­
cerem onia de presentación de los jó ­ do el m ensajero anuncia la muerte, se
venes que van a sufrir las pruebas de produce el Icommós, o canto de la­
iniciación; el agón, la lucha, la prueba m entación, que es el m om ento cum ­
m ism a o com petición; y el kómos o bre de la tragedia. Aristóteles hablaba
retorno triunfal. La segunda y tercera de dos elem entos fundam entales de
se representan como la pasión y resu­ ésta: uno era la anagnórisis, o m om en­
rrección de Dionisio. En un m om en­ to del reconocim iento, que corres­
to determ inado, el canto pasaba a en­ ponde al descifram iento de enigmas
to n arse ju n to al altar, con el coro com o parte del proceso de iniciación;
quieto, de pie: es el stásimon. En éste el otro es la peripeteia o transform a­
hay un diálogo entre coro y corifeo, ción de una cosa en su contraria.
que correspondería a lo que Aristóte­ La introducción del héroe y de los
les considera el origen de la tragedia, tem as épicos se produjo en conso­
a partir de los jefes del ditiram bo. La nancia con la transform ación de la
18 A ka l Historia del M undo Antiguo

fiesta en espectáculo urbano, cuando convierten en mito y se sacralizan. La


la ciu d ad arcaica asim ila b a com o historia reciente se hace, en la trage­
propia la tradición heroica. No hay dia, historia sagrada.
que olvidar que fue tam bién P isistra­
to quien introdujo en Atenas los con­
cursos de cantos épicos. El elem ento Esquilo
grotesto que debía de acom pañar a la Es el prim er autor del que se conser­
fiesta agraria quedó reducido al d ra ­ van obras enteras. Se conocen m u­
ma satírico, obra que se representaba chos títulos y hay fragm entos en n ú ­
al final, después de una trilogía trági­ mero considerable, pero la colección
ca. El conjunto de las cuatro, o tetra­ que recogió lo que consideraba las
logía, era lo que un autor debía pre­ principales obras de los tres grandes
sentar al concurso a partir del año trágicos sólo incluyó siete de cada
502/1. uno. Entre ellas existe una trilogía, la
La tradición decía que había sido Orestía, la única conservada de toda
Tespis el creador de la tragedia, en la tragedia griega. Sirve, entre otras
época pisitrátida, y a él se atribuye la cosas, para com prender el sentido que
aparición del actor. La síntesis del tenía esta agrupación. En general, en
culto a D ionisio y los argum entos h e­ Esquilo parece form ar una unidad de
roicos sería el sím bolo de la concilia­ com posición, corroborada, dentro de
ción en la ciudad que fue propia de lo que cabe, por lo que se sabe del res­
toda la política de los tiranos. La co­ to de las obras y del papel que puede
lab o ració n con los políticos siguió desem peñar cada una de las conser­
siendo norm al, p or lo m enos en los vadas dentro del conjunto temático.
prim eros trágicos conocidos. Quérilo En la obra de Esquilo, se atribuye un
aparece vinculado a C lístenes, y es im portante papel a la función recon-
notable la relación de Temístocles con cialiadora. El proceso com pleto está
Frínico, de quien fue corego, y parece ex p resad o en la trilo g ía, desde el
que su Destrucción de Mileto corres­ planteam iento del conflicto y de la
pondía a la línea política de aquél, lucha hasta la reconciliación, lograda
partidario de ayudar a los jonios, en desde luego a través del esfuerzo y del
su rebelión co n tra los persas, m ás sufrim iento. N aturalm ente, Esquilo
francam ente de lo que se hizo en la plantea el proceso por medio de valo­
práctica, de acuerdo con la que pare­ res absolutos: autoridad y libertad,
ce ser la política de los Alcm eónidas. ley y piedad, pero los representa en su
Com o se ve, Frínico, no sólo ha m an ifestació n h istórica. Los h o m ­
ab an d o n ad o el tema dionisiaco, sino bres, en su actuación real, llegan a la
que incluso ha tocado la historia co n ­ conciliación por m edio de su depen­
tem poránea. En ello se refleja cuál es dencia del m undo divino. De ahí el
la función del mito en el teatro: por carácter «religioso» de la tragedia de
un lado, produce una universaliza­ Esquilo. A hora bien, esa conciliación
ción del problem a básico recogido en en el m undo divino es, en definitiva,
la tragedia, pero, de otro lado, el mito una forma de ver la conciliación real
se actualiza. No es sorprendente el in ­ y necesaria en el m undo de los hom ­
terés que la tragedia despierta en los bres. La tragedia nace ya com o la ex­
políticos de la ciudad en la transición p resió n de un co n flicto y de una
del siglo VI al siglo V. Los problem as expectativa de salvación. En el m un­
son actuales. A hora bien, esos proble­ do histórico en que vive Esquilo, en
mas actuales, al tratarse com o mitos, que la dem ocracia aparece com o una
se distancian y se sacralizan. Por ello, co n flu e n cia de opuestos, existe la
cuando el argum ento versa sobre la conciencia del conflicto entre éstos,
actualidad, tam bién estos tem as se pero tam bién la confianza en que se
La civilización griega en la época clásica 19
puede llegar al acuerdo. El sentido nenienses com o m odo de redistribu­
trágico que tanta virtualidad ofrece ción de las ganacias, y consistía en el
en la ciu d ad d em o crática, sería el pago de los gastos del coro para la re­
precedente, según U ntersteiner, de los p re sen tació n de u n a tragedia. Los
discursos contrapuestos que se desa­ Persas era la segunda de una trilogía
rrollaron en la m ism a ciudad, pero el cuyos títulos no parecen indicar rela­
poeta Esquilo todavía cree más en la ción alguna de contenido. Posible­
solución que en el carácter irreducti­ m ente fuera la única que carecía de
ble de las oposiciones. unidad tem ática. Es tam bién la única
Esquilo nació en Eleusis en 525 y conservada de tem a contem poráneo.
m urió en G ela en 456/5. Tuvo oca­ La historia, com o decíam os, se hace
sión, en consecuencia, de vivir acon­ historia sagrada. El pasado reciente
tecim ientos im portantes de la historia de Atenas se eleva a mito. Es la ciu­
de G recia y de Atenas, y tomó parte dad triunfante frente a los persas y la
tanto en la batalla de M aratón como victoria de la libertad, pero el ejerci­
en la de Salam ina, con las que se con­ cio de ésta encuentra sus límites. Mi-
solidó la libertad de los griegos frente ralles estudia algunos restos fragm en­
al im perio persa, pero que tam bién tarios de la Niobe y de la Aquileida.
fueron acontecim ientos significativos N iobe ha sobrepasado los límites, y
de las fuerzas m ultivalentes que cons­ se ha hecho evidente que el ejercicio
tituían realm ente la sociedad atenien­ de la libertad puede chocar con la li­
se. En el m om ento de su muerte, el bertad m ism a, entendida com o el in ­
proceso continuaba, pero ya se había terés más general de la com unidad.
hecho patente que el sistema dem o­ Más claro es el dram a de Aquiles, en ­
crático y la C onfederación de Délos tre su propia actitud personal, su sen­
perm itían la convivencia de los dife­ tim iento herido, y el interés de la
rentes elem entos constitutivos de la colectividad.
ciudadanía. En el epitafio que él m is­ En los Persas, el canto al triunfo y a
mo escribbió se refiere a su participa­ la libertad adquiere tintes trágicos,
ción en M aratón, y no a Salam ina. porque es una advertencia a los peli­
En la tradición posterior, la prim era gros del imperio. En el año 472, en
se consideraba la victoria de los ho- Atenas, para una sensibilidad aguda,
plitas, los cam pesinos que podían ar­ podían com enzar a detectarse los sín­
m arse con el equipo que requería la tom as de una tendencia a convertirse
infantería ciudadana, lo que A ristóte­ en ciudad hegem ónica de toda G re­
les consideraría el sistento de la poli- cia. Para una m entalidad com o la re­
teía, del régimen político propio de la presentada por Esquilo, posiblem en­
«clase m edia», el m ás equilibrado. te esto no era negativo en sí, pero
Salam ina fue la victoria de los thetes, llevaba consigo determ inados peli­
los que no tenían medios y participa­ gros. No hay en la obra, n aturalm en­
b an en la ilota, los partidarios del im- te, tesis alguna sobre im perialism o
peialism o y de la dem ocracia «radi­ persa e im perialism o ateniense, pero
cal». Tal vez todo esto sea significativo sí reflejo intuitivo y artístico de la rea­
de la actitud de Esquilo ante los pro­ lidad que se fraguaba en los m om en­
blem as de la ciudad. tos optim istas posteriores a las gue­
La obra más antigua conservada es rras médicas.
los Persas, datada en 472, de la que fue El contenido evidente es claram en­
corcgo Pericles, todavía muy joven. te patriótico. La inesistencia del coro
La función de corego era una de las en las enorm es tropas que h an ido a
liturgias, es decir, de las formas de G recia pone de relieve el m érito ate­
participación en los gastos de la co­ niense: la libertad frente al rey, dés­
m unidad, que ejercían los ricos ate- pota sobre pueblos heterogéneos. Los
20 Akal Historia del Mundo Antiguo

griegos, en cambio, no son súbditos la leyenda de Edipo, y los Siete era la


ni esclavos de nadie. Naturalm ente, últim a, donde se trataba el tema de la
la verdadera exaltación se dirige a lucha de los herm anos Eteocles y Po­
Atenas: si Jerjes la hubiera conquista­ linices por la corona tebana. Sin duda,
do, toda Grecia lo obedecería (234). están presentes los dioses, pero son
Pero hay com entarios de advertencia los hom bres mismos los que trabajan
que no son sólo aplicables a los per­ por su propia destrucción. Ambos son
sas, aunque estén puestos en boca de c u lp ab le s. El coro de m ujeres se
la reina (601, ss.): cuando la divinidad m uestra preocupado por la posibili­
es favorable, el hom bre espera que lo dad de caer en la esclavitud. Al final,
sea siempre, y no es capaz de pensar el m ensajero anuncia que los herm a­
que de la prosperidad se caiga en la nos han muerto, pero la ciudad ha es­
desgracia. Tam bién D arío (819, ss.) capado al yugo de la esclavitud.
considera que ningún hom bre debe Las Suplicantes se consideraba la
alim entar pensam ientos por encim a obra más antigua de Esquilo, a causa,
de su condición mortal. entre otros argumentos, del protago­
Los Siete contra Tebas fue represen­ nism o del coro, que le daba un tono
tada el año 467. La trilogía se refería a más arcaico. Sin embargo, en la ac­
tualidad se admite que no puede ser
Espejo soportado por una figura femenina, anterior al año 468. Las hijas de Dá-
de probable fabricación corintia nao huyen del m atrim onio con sus
(1.° cuarto del siglo V. a. C.)
Museo Nacional de Atenas primos, los hijos de Egipto, y buscan
refugio en Argos. Después de aparen­
tar que ceden, las D anaides m atan a
sus esposos, salvo Hiperméstra, que
hace term inar la trilogía con la recon­
ciliación. Las hijas de D ánao apare­
cen, sin duda, como perseguidas y
oprim idas, pero tam bién como culpa­
bles, por sustraerse a las obligaciones
de su sexo y caer en la desmesura. La
p o stu ra final es la reconciliación,
la arm onía como salida del conflicto.
Las aspiraciones de las Danaides son
tales que no dudan en poner en peli­
gro la paz interna de Argos y exigen
al rey que tome decisiones aun contra
las prácticas democráticas. La dem o­
cracia exige cesión de exigencias y,
sobre todo, de ciertos derechos anti­
guos, como serían los de las D anai­
des a no casarse con sus primos. Pero
son personalism os que deben ceder
ante la polis y el demos. (370)
Prometeo es objeto de debate, tanto
en autenticidad como en datación:
posiblem ente sea posterior a los Siete.
Prometeo se encuentra atado a la roca
por orden de Zeus, p or haber entrega­
do el fuego a los hum anos. El titán
guarda un secreto cuya ignorancia
puede perjudicar gravemente a Zeus:
La civilización griega en la época clásica 21

Máscara en bronce de un actor trágico,


hallada en el Píreo
(Mediados del siglo IV a. C.)
Museo Nacional de Atenas

si nace un hijo suyo de Tetis, éste será nas se interpreta com o intencionado,
más fuerte que él. La tensión dram á­ para celebrar la alianza entre am bas
tica es verdaderam ente fuerte. Prome­ ciudades.
teo encadenado es la prim era tragedia En el Agamenón, al anuncio de la
de un a trilogía. Los fragm entos de las victoria y de la llegada del rey, se opo­
otras dos m uestran que al final se lle­ ne el contrapunto del coro, que re­
ga tam b ién a u n a conciliación. El cu erd a cóm o Z eus h a d ad o a los
conflicto de derechos term ina con un hom bres la enseñanza por el sufri­
acto de cesión. Es de sabios ceder, m iento (177) y rem em ora el sacrificio
aconseja el coro (1036, ss.). Tanto Zeus de Ifigenia, en el m om ento de la sali­
com o Prom eteo com eten violencia. da de la expedición hacia Troya. La
La solución es conocerse a sí m ism o y victoria queda m arcada por la injusti­
adaptarse, según aconseja O céano a cia. La victoria, por lo dem ás, tanto
éste últim o. Prom eteo cabe en el nue­ para C litem nestra com o para el coro,
vo orden si se somete a Zeus. Así, se significa el peligro de la violencia, los
llega al establecim iento de su culto en excesos y la esclavización. El coro
Atenas. prefiere no ser destructor de ciudades
La única trilogía conservada com ­ ni verse som etido (471-4). Al llegar,
pleta de toda la tragedia griega es la A gam enón rechaza los honores exce­
Orestía, que obtuvo el prim er prem io sivos, pero term ina cediendo, y pide
el añ o 458. Q ue el conflicto de la que se trate bien a C asandra, a la que
ciudad de Argos se resuelva en Ate­ trae com o prisionera. Esta recuerda
22 A kai Historia del Mundo Antiguo

la situación de la casa de Atreo com o Sófocles


m orada de asesinatos. Prácticam ente,
todo el nudo dram ático se encuentra Vivió entre 497/6 y 406: tuvo ocasión
en ella. de presenciar el desarrollo del im pe­
La m uerte de A gam enón será para rio y de la dem ocracia ateniense, así
el coro un anuncio de tiranía para la com o la crisis que acom pañó a la
ciudad. Para C litem nestra y Egisto se guerra del Peloponeso, aunque no la
ha hecho justicia; el coro, en cam bio, d erro ta final de A tenas. Todas las
pone sus esperanzas en Orestes. fuentes coinciden en considerarlo un
En Coéforos el dilem a está ya p lan ­ hom bre que vivió activam ente las re­
teado, entre la venganza de Orestes, laciones sociales y tomó parte en la
anim ada por Electra y el coro, apoya­ política y en los círculos intelectuales
da en el oráculo de Febo Apolo, y la de la ciudad, donde tuvo trato con los
concepción de que toda m uerte recla­ personajes más sobresalientes de la
ma a su vez otra muerte. La victoria, época. Su nom bre aparece entre los
al final, es tam bién una atroz m an ­ diez «probulos» o consejeros a quie­
cha (1017); el coro no sabe si triunfa nes se entregó el poder en la crisis
la m uerte o la salvación. previa a la oligarquía de 411. Su defi­
El dilem a queda definido de modo nición política sería la «m oderación».
clagro en las Euménides. De un lado Sus obras son consideradas «m o­
están Apolo y los olím picos, de otro delo» de la tragedia com o género.
las Erinis, la defensa del m atrim onio C uando éste se~define, habitualm ente
y del padre frente a la venganza de son las que se tienen en cuenta, sobre
san g re, al castigo, p o r en c im a de todo Antigona y Edipo Rey. A unque
todo, del crim en com etido contra la no puede considerarse creación suya,
madre. La cuestión se plantea ante es quien m ejor ha aplicado el princi­
Atenea en la Acrópolis. Las Erinis y pio de la peripeteia, es decir, el proce­
A tenea coin cid en en que no debe so por el que una acción se convierte
haber anarquía ni despotism o. El re­ en su opuesta.
sultado es la absolución de Orestes, D ado que hay muy pocas tragedias
pero tam bién el establecim iento de de Sófocles que puedan datarse con
un culto en la ciudad en h onor de la seguridad, es preciso seguir una orde­
Erinis transform adas en Eum énides, nación hipotética. C ualquiera puede
com o divinidades benefactoras de los ser argum entada. Aquí se seguirá la
ciudadanos. La conciliación se trad u ­ m ism a que se utiliza en la Biblioteca
ce en que no h ay a conflicto entre Clásica Gredos, argum entada en la
éstos (1978). introducción por J. S. Lasso de la Vega.
Se destaca en el desenlace el papel Existe bastante consenso para con­
desem peñado por el Areópago, como siderar Ayax la obra más antigua de
tribunal encargado de juzgar los deli­ las conservadas. El héroe, enloqueci­
tos de sangre, único papel que le h a­ do por Atenea, ha destrozado los re­
bía quedado en exclusiva después de baños de los griegos, cuando quería
las reform as e Efialtes, anteriores en h aber atacado a los griegos mismos.
pocos años. Es la form a del estado La diosa, que protege a Odiseo, tam ­
com o su perador del conflicto, pero bién le aconseja que no se vanaglorie,
justam ente de ese estado, representa­ porque lo hum ano se eleva y se hum i­
do por Atenas y protegido por Ate­ lla rápidam ente. C uando Ayax vuelve
nea, que constituía la dem ocracia ate­ en sí, se hunde en el abatim iento: el
niense, en un m om ento de equilibrio tiem po saca a la luz lo que era inevi­
capaz de perm itir el optim ism o acer­ table. El héroe se suicida. M enelao
ca de su ap titu d p ara desem p eñ ar intenta evitar que se entierre el cadá­
esa función. ver. Su teoría del orden de la ciudad
La civilización griega en la época clásica 23
se fundam enta en el temor. El coró su disconform idad. Ism ene, en cam ­
m ald ice al que in v en tó la guerra. bio, acepta lo establecido. Para el coro
Agam enón insiste en los mismos ar­ (100, ss.), son las discordias las cau­
gum entos que M enelao. Es preciso santes de todo. C reonte proclam a la
reconocer al vencedor, que es siem pre victoria (162, ss.) y su poder com o
el más prudente. D efiende el derecho consecuencia de la m uerte de los her­
de victoria. Odiseo, del que al princi­ m anos Eteocles y Polinices. La ciu­
pio Atenea alaba la astucia, ahora es dad debe estar por encim a de los am i­
tam bién el partidario de ceder y dejar gos. Pero el guardián anuncia que el
de considerar enemigo al muerto. Las cadáver ha recibido sepultura (245,
ideas principales expresadas por el ss.) y el coro (278-9) aventura la hipó­
coro son, por una parte, los horrores tesis de que sea obra de los dioses.
de la guerra (1192, ss.) y, por otra, Viene luego el fam oso coro sobre el
como final, la de que el hom bre pue­ progreso en la ciudad (332, ss.) e in­
de conocer m uchas cosas, pero antes m ediatam ente después se presenta el
de que suceda algo nadie es adivino. guardián con A ntigona como culpa­
Algunos autores creen que las Tra- ble. C ontinúa la obra con una serie
quinias es la obra más antigua, para de debates sobre la culpabilidad, el
otros pertenece a la época de la gue­ poder, la ciudad, etc. La m uerte de
rra del Peloponeso. Lo m ás general es A ntigona irá acom pañada de la de su
situarla o bien antes de Antigona, o prom etido, H em ón, hijo de Creonte,
entre ésta y Edipo rey. Tam bién aquí y de la de su m adre y esposa de éste.
se plantea el cam bio de situaciones Entre 430 y 429 suele situarse Edipo
com o grave y fundam ental: aquél al rey. El protagonista tom a librem ente
que le va bien puede luego caer (296), una decisión que, por otra parte, es
se afirm a en relación con los esclavos inevitable; averiguar dónde está la
que eran libres en tierra extranjera. culpa de las desgracias de la ciudad
El tem a consiste en que Deyanira, lo lleva a la conclusión de que es él
al enterarse de que Heracles está ena­ mismo, que ha com etido parricidio e
m orado de otra, saca la túnica im ­ incesto. Se trata de un dilem a entre li­
pregnada con la sangre del centauro bertad y necesidad, que está presente
N eso, que éste le h a b ía regalado, en la Atenas de com ienzos de la gue­
cuando el héroe lo mató, diciéndole rra del Peloponeso. El dem os está
que con ella obtendría el am or del abocado inevitablem ente a hacer la
mismo. D eyanira afirm a que en la guerra que provocará su destrucción.
som bra los actos vergonzosos no pro­ Sófocles, com o poeta, intuye el con­
ducen deshonra. Pero, luego, se da flicto que, en la realidad histórica,
cuenta de que hay que desconfiar de está todavía latente. Com o para Ate­
las acciones cuyo éxito no es seguro. nas, la grandeza y m iseria de Edipo
En efecto. Hilo anuncia la muerte de van unidas. El hom bre activo y enér­
Heracles y que ella ha sido quien lo gico, que quiere llegar a la verdad, no
ha m atado. Ha hecho el m al creyen­ hace más que poner de m anifiesto su
do hacer el bien. Otra consideración propio delito. Es un personaje dividi­
es la de que Heracles muere, después do, como la ciudad. Posiblem ente se
de tantas hazañas, no a m anos de sus trate de la obra en que de modo más
enemigos, sino de su propia esposa. claro se m anifiesta la peripeteia, las
Antigona, que suele datarse en 442, transform aciones de unas intencio­
com ienza precisam ente con el tema nes en su contrario.
del enterram iento, con el que term i­ La posible fecha de Electra se sitúa
naba Ayax. C reonte ha prohibido en ­ no antes de 420 y hacia 413. En el
terrar a Polinices, y A ntigona, en d iá­ tema de la venganza por la m uerte de
logo con su herm ana Ism ene, plantea Agam enón, Sófocles cam bia el prota­
24 Akal Historia del Mundo Antiguo

gonism o y lo sitúa en Electra, m ás li­ bla de su expulsión, pero Atenas es


bre, es decir, m ás responsable y no acogedora de extranjeros. Ism ene lle­
condicionada por el oráculo. Electra ga anunciando los conflictos de Te­
se convierte en una nueva Clitem nes- bas. Edipo, con el coro, recuerda sus
tra, del m ismo m odo que, para H ero­ desgracias. Teseo aparece como pro­
doto, Atenas puede convertirse en un tector, lo que es un aspecto más del
segundo im perio persa. Electra tam ­ elogio de Atenas. El coro cita también,
bién es la protagonista de un conflic­ más adelante, el mar. Creonte intenta
to insoluble. llevarse a Edipo a Tebas, por la per­
Filoctetes fue representada en el año suasión o la fuerza. Teseo vuelve a de­
409, es decir, en la últim a fase de la fenderlo: dice a Creonte que, m ien­
guerra del P eloponeso, cu a n d o los tras se apoderaba de otros, la tyche o
problem as intern o s de la sociedad «destino» se había apoderado de él
ateniense se h ab ían hecho patentes. (1025). No se conserva lo que se obtie­
Odiseo y Neoptólem o, en la isla de ne con injusticia. Polinices viene bus­
Lem nos, buscan a Filoctetes para lle­ cando la alianza de Edipo: am bos
varlo a Troya, porque un oráculo ha son m endigos y extranjeros (1335).
dicho que sólo con sus arm as se po­ Pero E dipo renueva sus m ald icio ­
dría conquistar la ciudad. Antes, lo nes. Luego, el m ensajero describe su
h ab ían aban d o n ad o allí los griegos a muerte.
causa de la pestilencia de su herida.
Odiseo está dispuesto a utilizar todos Eurípides
los engaños y tretas. N eoptólem o pre­
fiere fracasar, pero term ina cediendo N ació en Salam ina entre 485 y 480.
para convencer a Filoctetes. Así, acu­ Según una tradición poco digna de
sa a los Atridas, pues toda ciudad y crédito, su padre era un pequeño co­
ejército no llegan a ser m alos más m erciante y su m adre una verdulera.
que por sus jefes y m aestros (386-8). Es muy frecuente en esta época atri­
E n tran en juego la persuasión, el en­ buir a determ inados personajes, mal
gaño, la lealtad, el agradecim iento. vistos por la com edia, orígenes de este
N e o p tó lem o , en sus d ilem as p ro ­ tipo. Tam bién lo relacionan con las
pios, term ina revelando a Filoctetes figuras de la vida intelectual atenien­
que piensa llevarlo a Troya (915-6). se, Anaxágoras, Protágoras, Pródico.
Pero si lo prefiere, decide Odiseo a su El núm ero de obras conservadas es
llegada, puede quedarse, lo que el coro m ucho m ayor que la de los otros dos
considera un error (1095, ss.): ha pre­ trágicos y no se limita a la recopila­
ferido lo peor en lugar de lo mejor, ción canónica. Tal vez ello colabora a
que h a b r ía sid o ir co n O d iseo y que veamos una calidad menos ho­
Neoptólemo. Este vuelve a pensar en m ogénea y m ás desigual. Tam bién
devolver el arco, pues lo justo es m e­ puede considerarse el autor que m e­
jo r que lo sabio (1246), y luego pasa a jo r refleja las contradicciones de la
in ten tar p ersu ad ir sin engaños. La vida real ateniense. Al final de su
aparición final de Heracles soluciona vida, dejó Atenas y m urió en M ace­
el conflicto por m edio de la concor­ donia, posiblem ente el año 406.
dia interna para hacer la guerra extema. Aparte de los fragmentos, bastante
Edipo en Colono se representó en am plios, de los Rastreadores de Sófo­
Atenas en 401, después de la muerte cles, el único dram a satírico conser­
de su autor. La escena transcurre en vado es el Cíclope de Eurípides, de fe­
el bosque consagrado a las Eum éni- cha incierta. En la obra pervive el ca­
des, cerca de Atenas, a donde llegan rácter dionisiaco, gracias a la presen­
Edipo y Antigona. El coro de an cia­ cia de los sátiros y de su padre Sileno,
nos, al enterarse de su identidad, h a ­ caídos en la servidum bre de Polifemo
La civilización griega en la época clásica 25
Hermes de Praxiteles
(Siglo IV a. C.)
Museo Nacional de Atenas
26 A kal Historia del M undo Antiguo

y liberados por Odiseo para dedicarse Egeo desem peñaran un papel im por­
al servicio de Baco. Los cíclopes se ta n te , sa lv a d o r, el co n flic to tien e
caracterizan porque ni obedecen a com o protagonista a una m ujer b á r­
nadie ni el poder se distribuye entre bara, con lo que se hacía incom pren­
el demos: son nóm adas; ni siem bran sible para el ciudadano. Sus actitudes
cereales, sino que se alim entan de le­ parece que debían de ser poco asim i­
che, queso y carne (119, ss.)· A veces, lables para el público ateniense. Sin
la obra se ha puesto en relación con em bargo, en la obra hay problem as
las fechas de las vísperas de la expe­ reales y actuales, com o los que expo­
dición ateniense a Sicilia. ne la propia M edea en el famoso m o­
La obra más antigua conservada y nólogo sobre la condición de la m ujer
datada es Alcestis, del año 438, que se (230, ss.). También se encuentran plan­
representaba en cuarto lugar, com o si teadas, com o telón de fondo del d ra­
se tratara de un d ram a satírico. Ante m a personal de M edea, la cuestión de
la negativa de los padres ancianos de la ciudadanía y el extranjero, y la de
Adm eto a sustituirlo en el destino im ­ los esclavos y sus relaciones persona­
puesto por la muerte, se ofrece su es­ les con el dueño. Parece que E urípi­
posa Alcestis, en un rasgo convertido des ve tam bién los peligros del con­
en m odélico del am or conyugal. Ju n ­ flicto interno en la ciudad: la nodriza,
to a ello, el egoísmo de A dm eto hace al principio, al referirse a las relacio­
de la obra en el prim er ejem plo de nes entre esposos, dice que la salva­
cómo Eurípides se plantea las contra­ ción viene cuando no hay tal conflic­
dicciones entre valores tradicionales to. Las ventajas de la sabiduría se
y valores reales en las relaciones h u ­ ponen en duda en varias ocasiones,
m anas. La superioridad m oral queda así com o la utilidad persuasiva de las
aquí encarnada en la m ujer, que la palabras. El problem a m ás insistente­
opinión tradicional griega considera­ m ente tratado es el de la am istad: los
ba inferior. Sólo la presencia de un m alos amigos, la conversión de am i­
factor externo, la llegada de Heracles, gos en enemigos, la carencia de am i­
resuelve el conflicto. Dicearco consi­ gos, lo horroroso de que exista discor­
deraba que este final feliz era el que dia entre los amigos, la dificultad para
justificaba su calificación com o d ra­ el pobre de tener amigos, el rechazo
ma satírico. de los amigos, etc. Son los tem as de la
El estreno de Medea se encuentra época, tanto en las relaciones im pe­
datado con seguridad en las G randes rialistas de Atenas, com o dentro de la
Dionisias de 431, año del com ienzo ciudad, entre las diferentes capas so­
de la guerra del Peloponeso. En m e­ ciales en que está e stru c tu ra d a la
dio del violento dram a de la muerte población. Eurípides, com o poeta, co­
de sus propios hijos por M edes, que m ienza a ver en germ en las contra­
hace de ésta una de las obras más dicciones de la sociedad ateniense
«trágicas», se destaca con frecuencia cuando todavía no se han m anifesta­
la alabanza de Atenas y el papel que do. Pero tal vez las expresó de un
la ciudad desem peña com o acogedo­ m odo excesivamente crudo y el p ú ­
ra de los desgraciados (827, ss.), ciu­ blico ateniense no fue capaz de inte­
dad donde reina la H arm onía (832). grarse en esa preocupación. Al final,
Es la definición del papel im perialis­ M edea se salva gracias a Atenas, con
ta tal com o es concebido en el discur­ una intervención mecánica inesperada.
so fúnebre de Pericles: obtenem os Heraclidas puede estar situada entre
amigos haciendo el bien, no recibién­ 430 y 427. El protagonism o de Atenas
dolo. La obra no obtuvo el prem io y a es m ás patente. El rey D em ofonte se
A ristóteles no le g u stab a el final. encuentra en la situación dram ática
A unque la ciudad de Atenas y el rey de que, si cum ple con su suprem a m i­
La civilización griega en la época clásica 27
sión de ayudar a los amigos, existe el de la obtención fraudulenta del apo­
peligro del conflicto interno. yo popular, representado por Odiseo;
El personaje protagonista del Hipó­ pero, tam bién, la obtención de rique­
lito, del año 428, joven aristócrata puro zas aprovechándose de la derrota y la
y alejado de la política de la ciudad, cuestión de la venganza justificada.
refleja las preocupaciones del autor Heracles, en la tragedia de su nom ­
por algo que estaba ocurriendo en la bre, pasa de ser el salvador de los su­
vida ateniense. Los jóvenes nobles yos a destruirlos por su propia mano.
pertenecientes a las familias ilustres El rey Lico se apoyaba en los pobres.
se h ab ían alejado de la vida pública y La lucha contra él lleva al protago­
sólo h ab lab an en sus pequeños círcu­ nista a su propia destrucción. En Su­
los restringidos a las «heterías», por plicantes es especialm ente conocido el
lo que com enzaban a representar un debate entre Teseo y el heraldo teba-
peligro para la concordia interna. no. El prim ero establece una distin­
A unque no está firm em ente esta­ ción entre ricos y pobres, pero des­
blecida la fecha de la Andrómacci, son taca el hecho de que am bos estén
m uchos los autores que, con más o integrados en la ciudad. En cambio,
m enos margen, la sitúan en torno al el heraldo insiste sobre la im posibili­
año 427. Volvemos a en c o n trar un dad del cam pesino pobre para la p ar­
am biente de tensión entre lo privado ticipación política. Seguram ente es
y lo público. La protagonista no en­ cierto que el poeta com parte la opi­
c u e n tra s o lu c ió n m ás que en los nión puesta en boca de Teseo, pero el
«amigos», que desem peñan un papel dram a se fundam enta en que la reali­
im portantísim o y constante en sus es­ dad es más compleja.
peranzas y desdichas. C uriosam ente, Tal vez de 419 ó 418, aunque hay
existe un contrapunto en la figura de quien la data m ás tardíam ente, es el
M enelao, que alude a la com unidad Jon. En el com plicado dram a repre­
de bienes con los amigos, el apoyo en sentado por el tema de la paternidad
amigos y parientes. En am bos casos, del fundador de la estirpe jónica, se
con distintos m atices, se encuentra destaca la im portancia de Atenas y su
reflejada la actitud solidaria de los espíritu im perialista triunfante; pero
grupos que, de algún m odo, im pide tam bién se han señalado ciertos ver­
una solidaridad m ás am plia. El coro sos (854-6), en que algunos autores
advierte frente a ello (1041-3): no eres han querido ver, detrás del espíritu de
tú sola ni tus amigos los que han so­ igualdad de la hum anidad para defi­
portado crueles dolores; toda Grecia nir la relación entre esclavos y libres,
soportó una auténtica plaga. Pero el el inicio de una tendencia a hacer de­
dram a surge porque, frente a la am is­ saparecer esta diferencia sobre el fun­
tad, está la discordia que enfrenta a dam ento de que, en la Atenas de la
los ciudadanos entre sí. Eurípides p a­ guerra del Peloponeso, la igualación
rece reflejar los problem as de una de esclavos y libres significaba real­
Atenas que, en el escenario dram áti­ m ente la pérdida de los privilegios
co de la guerra, sufre el conflicto del dem os com o ciudadano. En el
representado por la am istad y la dis­ conflicto bélico, el ciudadano pobre
cordia, d o n d e la altern ativ a no es trata de conservar su situación privi­
sencilla, pues la am istad im plica falta legiada sobre el fundam ento del do­
de solidaridad. m inio ateniense y la existencia de la
D esde 425, E urípides tiene com o esclavitud. El dom inio de Atenas en
tema lo que podría denom inarse los estos m om entos había de conservarse
«horrores de la guerra». En Hécuba con la guerra. La postura pacifista te­
está presente la prepotencia del ven­ nía, pues, otra cara, que consistía en
cedor, donde se interfiere el problem a el debilitam iento de tales fundam en-
28 Akal Historia del M undo Antiguo

Las Cariátides Acrópolis de Atenas

tos y, por tanto, en la teoría de que no basta a sí m ism o y no necesita ni es­


hay diferencias entre esclavos y li­ clavos, ni im perio ni, en consecuen­
bres. Los libres tam bién pueden ser cia, guerra. E n él se vuelven a poner
sometidos. las esperanzas en Orestes, del año 408.
Troyanas, de 415, es p o sterio r al Ya en M acedonia, al final de su
conflicto de Melos, en que parece que vida, alejado del m undo problem áti­
los atenienses llevaron al extrem o su co ateniense, Eurípides vuelve al ar­
actitud im perialista, y cuyo debate re­ caísm o, tanto en la forma com o en el
flejó Tucídides de m odo especialm en­ fondo, al escribir una tragedia cuyo
te drám atico. El tem a corresponde a tem a es de n uevo d io n is ia c o , las
la situación del atacante que colabo­ Bacantes.
ra, al atacar, a su propia destrucción. En general, la obra de Eurípides es,
En cierto modo, Eurípides profetiza m ás que ninguna otra, reflejo de su
sobre el proceso de decadencia de la tiem po. A dem ás de que su propia
dem ocracia ateniense. evolución es muy significativa de los
Las obras de Eurípides, a partir de m om entos críticos que vive la ciudad
aquí, reflejan n o rm alm en te el am ­ de Atenas en las vísperas y durante la
biente negativo de la guerra y sus guerra del Peloponeso, en lo concre­
consecuencias, que pueden ser nega­ to, en las obras se m anifiestan los de­
tivas incluso para el vencedor. En Fe­ bates que estaban presentes en la vida
nicias, los resultados de la victoria intelectual de la ciudad. Junto a la
m isma son inciertos y no se sabe si posible aceptación de la dem ocracia,
van a significar la salvación de la ciu­ por ejemplo en Suplicantes, Eurípides
dad. En Electra, del año 413, parece es sensible a que detrás de ella está la
evidente la desconfianza en la políti­ esclavitud, la situación de la mujer,
ca popular y el inicio de la búsqueda cuya dependencia se agudiza, p ara­
de salvacióne en el cam pesino que se dójicam ente, en la ciudad dem ocráti­
La civilización griega en la época clásica 29
ca, los problem as de la ciudadanía y el planteam iento de la responsabili­
de la inferioridad de quien no la po­ dad de los actos hum anos y sus rela­
see, pero tam bién las dificultades del ciones con los conflictos. Es el tema,
m ismo ciudadano en sus relaciones desde luego, de la Helena de Gorgias,
con los esclavos en un m om ento de> pero tam bién, en 415, el de si la ciu­
carencia del dom inio exterior, junto a dad es arrastrada a la acción por algún
los conflictos internos derivados de tipo de fuerzas o hay responsabilidad
esta posible situación cuando la gue­ detectable social o individualm ente.
rra cese. Además, hay otros debates El tem a de la posibilidad de enseñar
de orden intelectual, aunque desde la virtud se plantea tam bién en Supli­
luego inseparables de las realidades cantes (911-17) y en Ifigenea en Aulis
sociales de la época, com o el de la (558, ss.); la igualdad en Fenicias (535,
responsabilidad de H elena, que p lan ­ ss.); las ventajas o peligros de la inte­
tea H écuba en la Troyanas (969, ss.), ligencia aparecen com o problem a en
com o contrapartida a la responsabili­ varias tragedias euripídeas.
dad de los dioses, lo que quiere decir En general, hay que tener en cuen-
Casco corintio de bronce
(Comienzos del siglo V a. C.)
Museo de Corinto
30 AkaI Historia del Mundo Antiguo

ta que la tragedia es una m anifesta­ búsqueda de un refugio entre los pri­


ción cívica, colectiva, que en ella se mitivos donde, entre otras cosas, la
refleja la sociedad de la época. Por vida se caracterizaría por la carencia
encim a de cualquier otro género, en de esclavos.
la tragedia se contem plan, colectiva­ En la obra de C ratino se detecta el
mente, al hom bre ateniense y sus pro­ paso de una burla de orden m itológi­
blem as y es, por ello, un fenómeno co, que nunca dejó de existir en la co­
histórico privilegiado. media, a otra de carácter político. Este
paso de encuentra en la identifica­
ción de Pericles con Zeus. En 431 po­
3. La comedia. Aristófanes dría situarse la Némesis, en que se h a ­
cía alusión a Aspasia, y que consistía
La com edia se relaciona en sus oríge­ en una versión cóm ica del nacim ien­
nes, de una m anera im precisa, con to de Helena, hija de un Zeus grotes­
los cantos y procesiones fálicos. El co y destinada a provocar la guerra.
canto y la danza del kómos sería el ele­ E n Dionisalejandró, del año 430, se
m ento fundam ental que da nom bre acusaba directam ente a Pericles del
al género. En él pervive el aspecto origen de la guerra del Peloponeso.
grotesco, carnavelesco, que en los ri­ En la guerra arquidám ica, se m ani­
tuales que dan origen a la tragedia fiesta, en la com edia de Aristófanes,
h an quedado relegados. El atribuir a una tendencia a reflejar la oposición
Epicarm o el origen de la com edia se­ entre los cam pesinos y la clase de los
guram ente procede m ás bien de com ­ thetes, los ciudadanos atenienses que
paraciones tardías con géneros dóri­ no poseen las tierras suficientes para
cos parecidos. pertenecer al catálogo de los hoplitas,
En la época conocida, el carácter que viven en la ciudad, llevan a cabo
agrario originario ha quedado inte­ actividades típicam ente urbanas, pres­
grado dentro de un género típicam en­ tan su servicio en la flota y son los
te urbano. N o ha desaparecido, sino m áxim os beneficiarios de las indem ­
que perm anece com o un elem ento de nizaciones públicas que se pagan en
contraste, positivo o negativo. El cam ­ la ciudad por las actividades políti­
pesino es objeto de burla, pero tam ­ cas, judiciales, m ilitares, e incluso por
bién referencia com parativa para cri­ asistencia a las m anifestaciones co­
ticar y denostar la vida de la ciudad y lectivas como el teatro. Algunos polí­
sus aspectos más caracterizados den­ ticos com ienzan a definirse com o de­
tro de la política. fensores de este sector de la sociedad,
Posiblemente, la llegada a Atenas y la com edia los identifica con las ac­
tuvo lugar tam bién en la época de Pi­ tividades propias del mismo. De los
sistrato, dentro de la política de inte­ Babilonios se sabe que hacía a Cleón
gración territorial que caracterizó su el objeto de sus ataques, en el año 426.
época. Los Acámeos, la prim era com edia
H asta A ristófanes, cuya p rim era que se conserva entera, es del año
obra conservada es de 425, todo lo 425 y obtuvo el prim er prem io en las
que existe son fragm entos aislados fiestas Leneas. Diceópolis, en la Pnix
sólo relativam ente significativos y, todavía vacía antes de la celebración
adem ás, casi todos ellos pertenecen de la asam blea, añ o ra la vida del
a é p o c a b a s ta n te p ró x im a , ce rca campo, ahora perturbada por la guerra,
de los com ienzos de la guerra del donde se ignoraba el verbo «comprar».
Peloponeso. D iceópolis exige que se trate la
Los fragm entos de Ferócrates indi­ cuestión de la paz. Critica la vida del
can una preocupación por el aleja­ ágora, la dedicación al m ar y la si­
m ien to de la vida c iv iliz a d a y la ! tuación de la ciudad cuando se pre­
La civilización griega en la época clásica 31
para para una expedición naval, y se la paz de Nicias. Trigeo convoca a los
atreve a decir que los lacedem onios cam pesinos, m ercaderes, artesanos,
no son la causa de la guerra. El prota­ dem iurgos, metecos, extranjeros, in­
gonista acusa a Pericles a través del sulares (296-8), para liberar a la Paz
decreto megárico, y Pericles es com ­ que ha sido encerrada por Pólemos,
parado con el Olím pico. La defensa la guerra. Pero, entre los atenienses,
de la guerra por Lám aco se identifica unos tiran en un sentido y otros en
con su necesidad de vivir de ella. El otro. Son los agricultores quienes ti­
coro evoca los tiem pos de M aratón y ran de verdad (511). C uando se consi­
la figura de Tucídides, el hijo de Me- gue recuperar la Paz, Trigeo es reco­
lesias, rival de Pericles y partidario nocido com o el salvador, con la sola
de una política m enos «popular» y oposición de com erciantes y m erca­
expansiva. deres de armas.
Los Caballeros se representa en las Las circunstancias conflictivas de
Leneas de 424, cuando C león acaba 414 son las que explican la postura
de obtener un inesperado triunfo en evasiva adoptada por Aristófanes en
Pilos. Esto significa una victoria de las Aves, donde los protagonistas hu­
los sectores sociales que participan yen de Atenas en busca de una exis­
en la flota. Las diferencias entre los tencia tranquila. El nuevo lugar corre
hoplitas y los no propietarios se agu­ el riesgo de caer en los mismos peli­
dizan, de ahí que los cam pesinos en ­ gros que Atenas, de lo que lo libera
cuentren su salvación en la alianza Pistetero, uno de los protagonistas.
con los caballeros, frente al apoyo re­ En Lisístrata, representada en las
cibido en la ciudad por la política de Leneas de 411, vuelve el tema de la
Cleón. La m istoforia, el pago por ser­ paz, esta vez propuesta por Lisístrata
vicios públicos, se contem pla, en el para conseguir la salvación de toda
verso 807, com o la.privación, para el Grecia con el apoyo de las mujeres.
demos, de la vida del campo. El oráculo que prom ete la victoria
Pertenece tam bién a la m isma épo­ pone la condición de que no haya sta­
ca, año 423, las Nubes. A pesar de que sis, conflicto interno dentro de los
se sabe que lo que se conserva es una grupos apaciguados (767-8).
visión retocada a causa del fracaso El m ism o año, 411, pero en las
anterior, sin embargo, es significativa G randes D ionisias, tiene lugar la re­
la postura de rechazo de las nuevas presentación de las Tesmoforias, sátira
formas de educación ciudadana que de tipo literario y apolítico, cuyo ob­
se personifican en la figura de Sócrates. jeto principal es Eurípides. Ante las
Es interesante la situación que se vicisitudes políticas del año dram áti­
refleja en las Avispas, del año 422. Se co para Atenas, el poeta parece refu­
trata del ciudadano que vive del di- giarse de nuevo en la salvación indi­
kastikón, el pago por participación en vidual. Sim ilares son las característi­
los jurados, y que lo conduce a una cas de las Ranas, de 405, donde se
actuación injusta. Entre Bdelicleón y exalta la figura de Esquilo frente a
Filocleón se plantea la discusión so­ Eu rípides.
bre si aquello es esclavitud o poder. Posteriores al final de la guerra del
En el m undo invertido de la com edia, P eloponeso son la Asamblea de las
esta paradoja revela una realidad. El mujeres (392) y Pluto (388), donde se
poder es esclavitud porque fuerza a plantean de m odo ridículo diversas
determ inada actuación del demos para utopías sobre la distribución de bie­
defenderlo; su pérdida representa su nes y riquezas, en unos m om entos
esclavización. críticos en que las expectativas reales
La Paz se representó en las G ra n ­ no parecían perm itir form ulaciones
des D ionisias de 421, en la víspera de racionales.
32 Akal Historia del Mundo Antiguo

II. La Prosa

1. Ciencia y pensamiento tuvo una intensa actividad política,


sobre todo después de su difusión por
E n el m om ento de iniciarse la época el sur de Italia. A lcm eón de C rotona,
clásica, el pensam iento griego ha dado al que se adscribe, no unánim em ente,
ya u n a serie de pasos im portantes, al pitagorism o, consideraba que la
que tuvieron lugar, en prim er térm ino salud del hom bre se basa en el equili­
y principalm ente, en Jonia, en Asia brio de los hum ores, y que el equi­
M enor, y especialm ente en la ciudad librio yace en la posible «m onarquía»
de Mileto. El pensam iento de los p ri­ de uno de ellos. Jenófanes de C olo­
meros «físicos», o filósofos de la n a­ fón, que m archó a Sicilia, cree en una
turaleza, es difícil de conocer por la d iv in id ad , ú n ica y esférica, que se
escasez de las fuentes directas y por identifica con el cosmos.
la reelab o ració n de que fue objeto H eráclito de Efeso, el oscuro, habla
por la filosofía posterior, sobre todo por del fuego com o elem ento fundam en­
Aristóteles. C on todo, parece evidente tal de que todo procede y al que todo
que su preocupación fundam ental es­ vuelve. Se considera el creador del
tuvo en la búsqueda de lo que podía pensam iento que adm ite el cam bio
ser el cirché o principio de las cosas, com o característica principal del ser.
que Tales de Mileto situaba en el agua. Todo fluye; nadie puede bañarse dos
A naxim andro cree, en cam bio, en un veces en el m ism o río. La arm onía
principio indeterm inado, el άpeiron, y sólo existe com o conjunción de con­
A naxim enes considera que las tran s­ trarios. La guerra es el padre de todas
form aciones del aire, frío o caliente, las cosas. Parm énides, en cam bio, de­
p or condensación o rarefacción, es­ fiende la in m u ta b ilid ad del ser: es
tán en la base de las posibles varia­ único, eterno, sólo asequible a la ra­
ciones de la realidad. Por otro lado, la zón. El m ovim iento y el cam bio son
escuela de Pitágoras conserva una se­ sólo engaños de los sentidos.
rie de rasgos místicos adaptados a las Z enón de Elea, discípulo de P ar­
nuevas necesidades de la época. La m énides, pertenece ya claram ente a
m etem psicosis o transm igración de la época clásica, pues nació, al pare­
las alm as, por u n lado, y la arm onía cer, en el año 490 aproxim adam ente.
de los núm eros, p o r oíro, son los ras­ Al m enos durante algún tiem po estu­
gos m ás significativos del pen sam ien ­ vo en Atenas, donde se dice que co­
to de la escuela, que, de otra parte, b raba por sus enseñanzas, lo escuchó
La civilización griega en la época clásica 33
Pericles, trataba de la naturaleza como tuvo del lado de los grupos dem ocrá­
Parm énides y tenía u n a especial h a ­ ticos en las luchas internas de su ciu­
bilidad para la controversia y para dad, puede haber tenido relación con
dejar perplejos a sus adversarios por la retórica siracusana de C órax y T i­
m edio de la antilogía o discusión. Su sias y viajó a Turios, fundación pan-
defensa de la in m utabilidad del ser se helénica de Pericles. Las corrientes y
lleva a cabo principalm ente por m e­ tendencias que confluyen en su per­
dio de las fam osas aporías, que tratan so n alid ad e influyen en su p en sa­
de dem ostrar que el m ovim iento no m iento son m últiples y variadas. Lo
existe. Entre ellas, se destaca la fam o­ m ás característico de su sistema es la
sa aporía de A quiles y la tortuga. existencia de cuatro elem entos, fuego,
M eliso de Sam os tom ó parte activa aire, agua y tierra, que se unen o divi­
en la rebelión de su ciudad frente al den según predom inen las fuerzas ac­
im perio ateniense. Se encuentra den­ tuantes del am or y del odio respecti­
tro de la corriente representada por el vam ente. El p red o m in io de dichas
pensam iento de Parm énides. La rea­ fuerzas está determ inado por la anan-
lidad es u n a e indivisible, eterna y no ke o «necesidad».
engendrada, hom ogénea y no sujeta a A naxágoras de C lazóm enas repre­
m ovim iento, crecim iento o cam bio, y sentó una vuelta al pensam iento jó n i­
no existe el vacío. co adaptado a las nuevas condiciones
Em pédocles de Agrigento, que es­ históricas, entre otras cosas porque se

El templo de Zeus en Atenas


34 A kal Historia del M undo Antiguo

considera el introductor de este p en ­ tos médicos es poco clara. La m ayor


sam iento en la A tenas dem ocrática. parte de ellos se reunió en la antigüe­
Allí m antuvo contactos bastante in­ dad en u n a colección a trib u id a a
tensos con Pericles, y se cree que los H ipócrates de Cos, que vivió aproxi­
ataques que sufrió eran los efectos de m adam ente entre 460 y 380. Las ten­
los ataq u es in d irectos al estadista. dencias son bastante variadas dentro
Entre las afirm aciones que causaron de los textos. Sólo nos referiremos a
escándalo estaba la de que el sol con­ la Enfermedad sagrada, posiblem ente
sistía en una m asa incandescente y escrito entre 430 y 420. En él se trata
que era m ayor que el Peloponeso. El de la epilepsia y se defiende que es
aspecto principal de su pensam iento una enferm edad con sus explicacio­
era que la naturaleza estaba form ada nes com o cualquiera otra, por lo que
por una serie infinita de principios se ataca a todos aquellos que quieren
cósm icos, las hom eom erías, que se ver en ella el producto de una acción
com binan entre sí para form ar las co­ divina.
sas, generarlas sólo p o r com posición
o división de tales principios. La or­
denación se debe al intelecto o nous. 2. Retórica y oratoria
A rquelao, discípulo de A naxágo-
ras, dirigió m ás bien su atención h a ­ La elocuencia posee en Grecia una
cia el origen de las sociedades h u ­ tradición que se rem onta a los poe­
m anas y se plantea el problem a del mas hom éricos. Sus héroes son sobre­
carácter de las in stitu cio n es com o salientes en el com bate y en el ágora y,
originadas en la naturaleza o produc­ de quien ha alcanzado ya la edad se­
to de las convenciones. Significa, por nil, se destacan precisam ente sus cua­
tanto, un paso hacia las formas de lidades oratorias, com o en el caso de
p en sa m ie n to m enos n a tu ra lista s y Néstor. Estas características no debie­
más historicopolíticas que caracteri­ ron de perderse en la historia de la
zarían las décadas finales del siglo V ciudad arcaica. Sin em bargo, su p a ­
en Atenas. pel puede haber sido secundario, pues
El atom ism o está representado por norm alm ente no se destacan en los
Leucipo y Demócrito. Del prim ero se protagonistas de la política, ni siquie­
conoce muy poco. Tal vez lo único ra en los tiranos, hasta llegar a algu­
claro es el papel desem pañado por la nos personajes, com o M ilcíades antes
ananke o «necesidad», que dom ina el de la batalla de M aratón y, sobre todo,
proceso del m undo. Para D em ócrito Temístocles. El papel verdaderam en­
sólo existen átom os y vacío. El m ovi­ te protagonista se hace presente con
m iento se identifica con la stasis o el desarrollo de la dem ocracia y en la
conflicto interno de las ciudades, y m ism a figura de Pericles.
está dom inado p or la ananke o «nece­ La tradición decía que la retórica
sidad». Todo proceso cualitativo se h ab ía nacido en Sicilia y se había
reduce para él a cuantitativo. Es la trasladado a Atenas con los sofistas,
m ayor o m enor cantidad de átom os o con Protágoras y, especialm ente, con
la aceleración del m ovim iento la que Gorgias. C icerón cuenta que los sícu-
determ ina la realidad. Demócrito apa­ los Córax y Tisias fueron los prim e­
rece com o ajeno a la civilización de ros que escribieron sobre el arte y sus
la ciudad: en Atenas nadie lo cono­ preceptos. Estos autores vivieron la
ció. El sabio se define com o ciu d ad a­ época de la historia de Siracusa en
no del cosmos. que la ciudad pasó a estar organizada
D urante la época clásica, la m edi­ en un sistema dem ocrático. El segun­
cina tam bién alcanza un alto nivel de do de ellos parece que estaba versado
desarrollo. La cronología de los escri­ m ás'b ien en las lides forenses. Gor-
La civilización griega en la época clásica 35
gias sería el vehículo directo hacia tiranía de los Treinta y volvió con
Atenas en 427, pero allí Protágoras ya Trasibulo en 403. Entonces p ro n u n ­
había enseñado retórica y había ex­ ció un discurso Contra Eratóstenes, uno
tendido un sistem a que tal vez tuviera de los testim onios m ás interesantes
algún influjo occidental. de los conflictos internos de la ciu­
Al m argen del m ovim iento sofísti­ dad. Es tam bién el único discurso en
co, cuyas características se verán más que trataba una causa propia. El res­
adelante, aunque en Atenas la orato­ to son escritos epidicticos, al estilo de
ria tuvo sus m áxim os exponentes en G o rg ias, el E p itafio y el discurso
el siglo IV, ya en el siglo V hay algu­ Olímpico. Además, hay tam bién una
nas figuras sobresalientes. serie de discursos judiciales, en los
De A ntifonte el orador todavía se que destaca su adaptación a la condi­
sigue discutiendo su identidad con ción del cliente y la naturalidad de
Antifonte el sofista. En cualquier caso, su prosa.
en los discursos conservados, atribui­
dos aquél, es evidente la aplicación
de recursos estilísticos de los h ab i­ 3. El movimiento sofístico
tualm ente considerados propios de la
sofística. Aparece com o m aestro de C om o dice R. A drados, los sofistas
retórica y cogógrafo, es decir, autor de proceden de las experiencias más va­
discursos de encargo. Participó en el riadas de la vida griega del siglo V.
gobierno oligárquico de los C uatro­ Están vinculados a todos los aspectos
cientos, en 411, y luego, tras la restau­ de la vida in telectu al y, en cierto
ración, intentó entregar a Esparta la modo, por su carácter sintético, son
dem ocracia ateniense, por lo que fue los representantes más característicos
condenado a muerte. De su discurso de la vida de la ciudad y, especial­
de defensa se conservan fragmentos. mente, de Atenas, com o centro que
Tres de los discursos conservados aglutina a toda G recia y se diferencia
tratan de causas reales, el resto, hasta radicalm ente de todas las demás. Su
quince, son ficticios, y se com ponen originalidad intelectual los incluye en
de acusación, defensa, réplica y con­ la historia del pensam iento, no estric­
trarréplica. Son muy útiles para el co­ tam ente com o escuela filosófica, pero
nocim iento de la técnica antilógica, sí com o eslabón significativo entre el
que, por otra parte, era propia de la pensam iento jónico y la filosofía so-
sofística. cráticoplatónica. Ya hem os adelanta­
Tam bién Andócides está integrado do tam bién que d esem peñaron un
en grupos oligárquicos. El discurso im portante papel en la evolución y
más conocido. Sobre los misterios, pro­ desarrollo de la retórica y de la orato­
nunciado en 399, constituye su defen­ ria en Atenas. Junto con el teatro, es
sa ante las acu saciones p o r h ab e r posiblem ente la faceta más significa­
participado en la parodia de los mis­ tiva de la vida cultural ateniense, dado
terios de Eleusis que, ju n to con la que en ella tam bién se expresa la ca­
m utilación de los Hermes, produje­ pacidad participativa de la ciudad;
ron un escándalo en Atenas en los pero, adem ás, los autores trágicos no
días en que la ciudad se dedicaba a dejan de hacerse eco de las preocupa­
disponer los preparativos para la ex­ ciones intelectuales más propias del
pedición a Sicilia, durante la guerra pensam iento sofístico, sobre todo Eu­
del Peloponeso. rípides. Tam bién la historiografía su­
Lisias era de origen siracusano y frió, con Tucídides, una serie de trans­
estuvo en Atenas y Turios, para term i­ form aciones que los estudiosos no
n a r estableciéndose definitivam ente han dejado de relacionar, de modo
en Atenas. En 404 tuvó que huir de la muy preciso, con el m ovim iento de
36 Akal Historia del M undo Antiguo

los sofistas. La ciencia y la m edicina Su frase más conocida es la de que


de la época no perm anecen, desde «el hom bre es la m edida de todas las
luego, al margen. Todo ello hace que cosas». Se dice que adm itía la exis­
se hable de «Ilustración» com o am ­ tencia de lo que se m anifestaba {phan­
biente general que abarca todos los tasia), frente a teorías negadoras de
aspectos de la vida intelectual. los testim onios de los sentidos. P la­
En cierto m odo, com o profesiona­ tón, en el Teeteto, asim ila a Protágoras
les de la vida intelectual que venden a la teoría del «devenir». Su enseñan­
sus productos, son herederos de la za pretendía que, com o siempre, so­
poesía lírica, tanto en su actividad bre todas las cosas, son posibles dos
pública y panhelénica, cual es el caso argum entos contrapuestos, se hiciera
de «profesionales» com o A nacreonte «m ás fuerte» el razonam iento mejor.
y Sim ónides, com o en la actitud in d i­ Su profesión consistía en la enseñan­
vidualista y un tanto desarraigada que za de la virtud política, por m edio de
aparece en autores com o H iponacte o u n a techne que está, com o u n iv er­
M im nerm o. Todo ello se da precisa­ sal, por encim a de todas las técnicas
m ente fuera de Atenas, pero tiene en particulares.
esta ciudad su centro de m anifesta­ G orgias procede de Leontinos, S i­
ción más significativo. En el conteni­ cilia, y va a A tenas en 427 para per­
do, tam b ién h e re d a n un concepto suadir a la A sam blea de que la ciu­
«progresista» de la filosofía jónica, dad se aliara con su ciudad. Los ate­
desde Anaximandro, Demócrito y A na­ nienses lo acogieron con entusiasm o.
ximenes, en el sentido de observar el E n su escrito Sobre el no ser trata­
pasado com o proceso en que se llega­ ba de dem ostrar que nada existe; si
ba de lo prim itivo a lo civilizado, en existe, no se conoce; y si se conoce, no
que el hom bre m ejora las condicio­ se puede expresar, con lo que abarca
nes de existencia, com o tam bién se los tres aspectos representados por
expone en el Prometeo de Esquilo. las cosas, el pensam iento y la palabra.
M ucho del concepto que hem os Su retórica iba dirigida d irec ta­
heredado de la palabra sofista se debe m ente a la persuasión. Era inteligente
a Platón, la m ejor fuente, pero desde el que persuadía y el que se dejaba
luego no la m ás favorable, ya que persuadir; y se consideraba capaz de
veía en ellos unos m ercaderes del co­ convencer sucesivam ente de una pos­
nocim iento. El hecho de cobrar, para tura y de su contraria. El personaje de
Platón, era paralelo a su contenido Gorgias en el Menón de P latón recha­
m ercenario. Su objetivo principal es za el propósito de enseñar la virtud;
la persuasión y la enseñanza de la él se lim ita a hacer buenos oradores,
persuasión, en un a ciudad en que la en lo que se diferenciaría sustancial­
palabra se ha convertido en el princi­ m ente de Protágoras.
pal instrum ento político. Sus discursos, Palamedes, Helena y
Protágoras es el prim ero y, posible­ Epitafio, son muy significativos de su
mente, el más im portante de los sofis­ estilo, en que el género oratorio pre­
tas. N acido en Abdera, adquirió gran senta rasgos evidentem ente propios y
im portancia en la vida ateniense, don­ personales que parecen haber influi­
de estuvo relacionado con Pericles, y do en el Pericles de Tucídides, en Li­
participó en la fundación de la colo­ sias, en el Panegírico de Isócratcs, en
nia panhelénica de Turios. Fue acu­ el discurso fúnebre del Menéxeno de
sado de im piedad, y tal vez con esta Platón. El logos es una fuerza irracio­
acusación esté relacionada su muerte. nal a la que el hom bre no puede ni
Al parecer, se debió a un escrito Sobre debe resistirse.
los dioses, en que se declaraba que no A Pródico lo definen las fuentes
podía afirm ar la existencia de éstos. antiguas principalm ente com o estu-
La civilización griega en la época clásica 37

Cabeza de Hermes de Praxiteles


38 Akal Historia dei M undo Antiguo

dioso de la sinonim ia. Es tam bién un dría estar en su carácter sintético de


ejemplo de la corriente que interpre­ u n id ad y universalidad. N i es una
taba la religion com o producto de la historia local ni, por supuesto, genea­
divinización de fuerzas naturales y de lógica, ni es una descripción del m un­
hom bres benefactores. Jenofonte le do donde se incluyan todos los pue­
atribuye la fábula de H eracles en la blos conocidos. En cierto modo es, al
encrucijada entre la virtud y el placer: m ism o tiem po, todo ello, pero supera­
la prim era es la que realm ente co n d u ­ do por la intencionalidad de descu­
ce a la felicidad. brir un proceso histórico unitario y
H ipias de Elis representaba el ideal universal. El conjunto de los nueve li­
del saber universal. E staba interesado bros constituye una realidad com ple­
p or todo: la historia, la m úsica, el ja y heterogénea, por lo m enos a pri­
arte, la astronom ía, la dialéctica. P re­ m era vista. En el prefacio, Heródoto
sum ía de haberse hecho todo lo que dice que se propone escribir las lu­
llevaba puesto. P latón le atribuye una chas entre griegos y bárbaros, y la
distinción entre la ley y la naturaleza causa de tales enfrentam ientos, para
según la cual, por naturaleza, todos que no caigan en el olvido. La causa
los hom bres son iguales. Las diferen­ puede hallarse, según algunos, en a n ­
cias existentes son producto de la ley tiguas leyendas, donde siem pre está
o convención. presente el rapto de una mujer, por
Es ésta la m ism a línea que se o b ­ ejemplo el de H elena. Esta sería la
serva en el pensam iento de A ntifonte causa de la tradicional enem istad en­
el sofista y de Alcidam ante: nadie es tre E uropa y Asia. H eródoto no cree
esclavo por naturaleza. A Trasím aco en tales leyendas,-se aparta del tiem ­
de Calcedonia, en cam bio, le atribuye po m ítico y se atiene al tiem po de los
Platón la teoría de que la justicia es el hom bres. La causa hay que buscarla
interés del más fuerte. en el encadenam iento de una serie de
agresiones, que darían com ienzo con
C reso de Lidia, cuando com etió el
4. Historiografía error de atacar al reino de los persas.
Ahí em pezarían todos los males. Tras
D urante la prim era m itad del siglo V, una serie de digresiones, se llegaría al
en el terreno de la historiografía, el enfrentam iento conocido con el nom ­
panoram a no difiera gran cosa del de bre de guerras m édicas. Por tanto,
la época arcaica. Los tem as co n ti­ hay una consecución cronológica que
nú an siendo las genealogías o las h is­ viene desde los tiem pos de Creso, lo
torias locales, la geografía se ve acom ­ que le da un carácter am plio, crono­
pañ ad a en ocasiones por incursiones lógicam ente h ab lan d o , a su n a rra ­
en el cam po histórico, pero m ás fre­ ción. Pero, de otro lado, H eródoto
cuentem ente en el de la etnografía. em plea constantem ente la técnica de
Desde nuestro punto de vista, no la digresión y el paréntesis. C ada vez
cabe duda de que hay que adm itir el que se hace referencia a un pueblo se
m ismo calificativo que la antigüedad describen en detalle todos los rasgos
atribuía a H eródoto, el de padre de conocidos. Lo m ism o ocurre al tratar
la historia. N aturalm ente, su obra no de una ciudad o una familia. Por tan ­
nace de la nada, sino que es heredera to, la consecución cronológica queda
de m últiples tradiciones com plejas, y absolutam ente olvidada por la cons­
ello se trasluce en su estructura y con­ tante referencia a un pasado en cada
tenido. Pero, al m ism o tiempo, es u n a uno de los tem as locales. Por ello, la
obra nueva que, com o tal, com o con­ obra en su conjunto da la sensación
ju n to y unidad, no tiene precedente. de recoger toda la tradición de etno­
El rasgo nuevo más im portante p o ­ grafía, genealogía e historia de ciuda­
La civilización griega en la época clásica 39
des e integrarla bajo un tema com ún. sum isión m asiva de pueblos, tal y
Esto ha dado lugar incluso a diferen­ como está representada por el estado
tes hipótesis sobre la com posición: si bárbaro.
se trata de un plan de historia general Lo propio de esta forma de despo­
en que se integra lo concreto o si se tismo es la hybris o desm esura, que
parte de estudios concretos, por el sis­ llevó a Creso a confiar en exceso en sí
tem a heredado de la «historiografía» m ismo y en su poder y riqueza, y que
existente antes de H eródoto, que lue­ llevó a Jerjes a pretender la conquista
go fue unificándose. De estos últimos de Grecia, aun saltándose las lim ita­
planteam ientos, el m ás significativo ciones de la geografía al hacer un ca­
es el que considera que Heródoto de nal en el m onte Atos y un puente so­
H alicarnaso, en Asia M enor, hereda bre el Helesponto, al hacer de la tierra
toda la tradición de la prosa jónica y agua y del agua tierra. Esta desm esu­
escribe las m onografías correspon­ ra existe tam bién entre los griegos,
dientes. Su viaje a Atenas, que se en­ cuando se establece la tiranía, que en
cuentra en un proceso de unificación definitiva es un sistem a que im ita los
de G recia bajo su dom inio a través de rasgos orientales. H eródoto term ina
la confederación de Délos, lo hizo to­ su narración poco después de la b ata­
m ar conciencia del proceso unitario y lla de Salam ina, cuando parecía que
llevar a cabo una historia de carácter Atenas com enzaba a form ar su im pe­
universal. La m onografía m ás am plia rio y tal vez a caer a su vez en la des­
y m enos fácil de integrar en un plan m esura. El historiador hace tam bién
com ún es la correspondiente a Egip­ algunas alu sio n es a esa situación,
to, que ocupa todo el libro II: H ay aunque no com o objeto inm ediato.
quien piensa que había una m ono­ La cuestión es si H eródoto tenía ya
grafía parecida sobre Persia, por lo en su m ente los problem as que sopor­
m enos en proyecto. taría G recia com o consecuencia del
El resultado, en cualquier caso, es crecim iento del im perio ateniense,
un producto en cierta m anera h íb ri­ aunque el tem a no se trate directa­
do, pero riquísim o de datos y de con­ mente. Así, los problem as del imperio
sideraciones sobre el m undo antiguo, persa y su cam ino hacia la autodes-
y no sólo sobre G recia. Todavía hoy, trucción a través de la desm esura de
H eródoto sigue siendo la m ejor fuen­ su crecim iento, podrían ser, en defini­
te para el estudio del im perio persa. tiva, los m ismos que tendría Atenas,
Un aspecto que ha recibido m uchos ahora, en el m om ento en que H eró­
elogios es su atención a los bárbaros. doto escribe. Según esto, el proceso
Algún antiguo, Plutarco en concreto, iniciado con la desm esura de Creso
llegó a acusarlo de filobarbarism o. no acabaría con la derrota del im pe­
Sin em bargo, recientem ente se ha rio persa, sino con los problem as del
com probado.que,.en efecto, H eródoto im perio ateniense a los que ya asistió
no actúa con prejuicios contra el b ár­ el propio Heródoto.
baro. pero que sostiene una visión Tucídides escribió algo más tarde
helenocéntrica más sutil y utiliza al que H eródoto; en el libro I dedicó
bárbaro com o m odelo que refleja la una serie de capítulos a la Pentecon-
realidad invertida de lo griego. Así, en tecia, es decir, al período de cicncucn-
el tem a que se convierte en centro de ta años aproxim adam ente que separó
la exposición, el de las guerras m édi­ las guerras m édicas de la guerra del
cas, lo que llega a ser im portante es el Peloponeso. En eso Tucídides es un
enfrentam iento entre la libertad de la continuador de Heródoto. Pero las di­
ciudad estado griega y el despotism o ferencias son m uchas. A pesar de la
im perial de los persas, entre la liber­ Pentecontecia, lo que preocupa a Tu­
tad y la esclavitud entendida como cídides es la época en que él vivió: lo
40 AkaI Historia del M undo Antiguo

que le preocupa es la historia con­ otra parte, repercutió en los conflictos


tem poránea. Y si dedicó los capítulos dentro de cada ciudad. G uerra civil
citados a la época anterior, es porque y guerra externa se co n fu n d ían en
ahí estaba la explicación del fenóm e­ ocasiones.
no que más le preocupaba: el im perio El problem a principal para Tucídi­
ateniense, que se form ó durante la des está en el im perio ateniense. La
Pentecontecia. Por eso, en el libro I, la guerra, en realidad, a pesar de todos
exposición es muy selectiva. Tam bién los motivos inm ediatos confesados,
es este interés el que lo lleva a tratar, se produjo porque el crecim iento del
en el m ismo libro, la Arqueología, es poder ateniense causó tem or entre los
decir, la historia arcaica de G recia dem ás griegos. Pero el problem a esta­
desde tiem pos de M inos. Tucídides se ba en que ese tem or tenía un correla­
rem onta a tiem pos m ás antiguos y to invertido dentro de la propia Ate­
más m íticos que H eródoto, pero lo nas. La ciudad im perialista actuaba
hace porque le interesan los antece­ así porque la falta del im perio traería
dentes del im perio: la talasocracia consigo la esclavización del pueblo,
m inoica, el poder m arítim o de Aga­ que conservaba su libertad y la dem o­
m enón, las flotas de los tiranos, la cracia a costa del dom inio sobre los
colonización... dem ás. Ahí está el conflicto sin salida
El resto de la obra de Tucídides se que hace de Tucídides un pesim ista
ocupa de la guerra del Peloponeso que considera que los males están en
h asta 411. En ella hay m agníficas la naturaleza, que sólo puede expli­
descripciones de batallas y de expedi­ carse la realidad por m edio de la con­
ciones, pero lo m ás significativo es la troversia. Su falta de esperanza lo
ca p a c id a d p a ra p ro fu n d iz a r en la conduce a ser consciente de las agu­
com plejidad de las relaciones h u m a­ das contradicciones de la sociedad
nas, tanto en la escala de las luchas ateniense y a reflejar com o pocas ve­
de ciudades, o pactos o alianzas, como ces el profundo dram a de la realidad
en los conflictos internos de las ciu­ de su época. Ello hace que haya sido
dades mismas. En las partes en que com parado en ocasiones con los trá­
Tucídides m uestra una m ayor m aes­ gicos contem poráneos. C on otro m é­
tría para p ro fundizar en la realidad todo, refleja las m ism as contradiccio­
es en los discursos. C ada vez que hay nes insalvables de la realidad. El que
una situación com pleja, no fácil de no dom ina es dom inado; sólo la ca­
explicar de m anera expositiva, Tucí­ pacidad de Atenas de dom inar a las
dides acude a un sistem a muy exten­ ciudades y co nservar la esclavitud
dido en la Atenas de su época en la preserva al pueblo ateniense de caer
vida real, el discurso. Es la época de en ella y le perm ite conservar su liber­
la o ra to ria y de los debates en la tad. Pero la guerra los llevó a mayores
asam blea. N o hay m ejor m anera de contradicciones y la violencia externa
reflejar la realidad que con el discur­ se tradujo en violencia interna y en
so contrapuesto, con la antilogía, al coacción de unos sobre otros dentro
estilo de Antifonte o de Protágoras. de la m ism a ciudad.
La im portancia que Tucídides atri­ Por ello se ha insistido en que en la
buye a la guerra del Peloponeso está obra de Tucídides hay una peripéteia
en re la ció n co n esta co m p lejid ad , com o en los trágicos, un m om ento en
porque él sabe que los valores se alte­ que el pueblo ateniense, que produce
raron. En esta guerra, unas ciudades temor, com ienza a actuar porque teme
se esclavizaron a otras, pero cada ciu­ él mismo, y el m odo de actuar es ap a­
dad tuvo problem as con sus esclavi­ rentem ente igual: la expansión im ­
zados. La guerra entre ciudades, por perialista.
La civilización griega err la época clásica 41

III. Arte

Posiblem ente sea en O lim pia donde


prim ero aparecen los rasgos propios
del estilo clásico, de m anera incipien­
te, en los años posteriores a las gue­
rras médicas. Allí se construyó, por el
arquitecto Libón, un tem plo en honor
de Zeus, entre 468 y 460, considerado
el ejem plo m ás puro de la m adurez
del estilo dórico, de dim ensiones no
usuales en un tem plo griego, califica­
do com o una de las siete m aravillas
del m u n d o antiguo. E n el frontón
oriental se representaban los prepa­
rativos para la carrera entre Pélope y
Enom ao presidida por Zeus. Pélope
va a obtener la realeza, junto con la
boda con H ipodam ía, la hija de Enó-
mao, gracias a la victoria sobre éste.
E n el oeste, Apolo preside la lucha
entre centauros y lapitas. En una es­
cena de gran viveza y movimiento,
Piritoo y Teseo luchan contra los cen­
tauros que, borrachos, han intentado
raptar a las mujeres en la boda del pri­
mero. Era uno de los sím bolos de
la lucha de la civilización frente a la
barbarie y el salvajismo. En la m eto­
pas estaban los trabajos de Heracles.
Posteriormente, el tem plo sirvió como
recinto para la estatua de Zeus O lím ­
pico de Fidias. Tam bién de O lim pia
procede un Zeus con G anim edes, que
puede considerarse sím bolo del m o­
m ento de transición, al igual que el
Zeus (?) de Artemisio y el auriga de
Delfos.
Estatuilla de bronce de Atenea Promachos,
A m ediados del siglo V, con el de­
procedente de la Acrópolis de Atenas
sarrollo del poder im perial, se inició (Hacia el 450 a. C.)
en A tenas la reconstrucción de los Museo Nacional de Atenas
42 AkaI Historia del Mundo Antiguo

tem plos y de la Acrópolis. En este cisos, para las que tiene que aplicar
proyecto desem peña un papel muy proporciones artificiales, a las que ve­
im portante la persona de Fidias, figu­ rosím ilm ente se refiere Platón cuan­
ra m uy relacionada con Pericles, con­ do com enta el carácter fantástico de
d enado, com o A n ax ágoras, p o r su las obras de grandes proporciones, en
proxim idad a él. Su obra se encuentra el Sofista, y com para la phantasia de
relacionada con el político tam bién los escultores con la de los sofistas.
desde el punto de vista ideológico: es En el Partenón se ha llevado a cabo
el sím bolo de la superioridad de G re­ una ruptura de la regularización m a­
cia sobre los bárbaros, pero tam bién tem ática, que introducía m odificacio­
de la superioridad de Atenas sobre el nes adecuadas a la percepción, consi­
resto de Grecia, por m edio de la iden­ derando com o paradigm a al hom bre,
tificación de la ciudad con la diosa y no el m odelo exterior. Tam bién en
Atenea, cuya estatua se realiza gra­ la escultura se introduce la phantasia,
cias a la aportación financiera de todo que era propia de Fidias, Praxiteles y
el imperio. En la Acrópolis, destacan Lisipo, que representaba a los hom ­
los Propileos y el Partenón, tem plo de bres «como parecían». En alguna oca­
la diosa. En los frontones se represen­ sión se llegó a com parar la innova­
ta el nacim iento de Atenea y la dispu­ ción de Fidias con la capacidad de
ta entre ésta y Posidón por el patro­ engaño m ediante la retórica por parte
nazgo de la ciudad. de Gorgias.
En las m etopas se representan di­ Platón, que elogiaba por el contra­
versas luchas: dioses y gigantes, lapi- rio la inm ovilidad del arte egipcio,
tas y centauros, griegos y troyanos, aconsejaba a los artistas la búsqueda
griegos y am azonas. En el friso se en­ de un paradigm a exterior. Para él, la
cuentra la procesión p anatcnaica que sim etría se opone a la fantasía. La si­
o frece 'el peplo a la p a tro n a de la metría puede identificarse con el ca­
ciudad, con la representación de dio­ non de Policleto, que busca un orden
ses y mortales. más allá de la experiencia. El kairós,
El tem plo de Atenea Nike, aunque la oportunidad, es la consecuencia de
proyectado en 449, no se construyó la aplicación directa de la sim etría, y
hasta 420, y suele relacionarse el pro­ en P índaro se opone a apate, o el en ­
yecto con la paz «vencedora» de 449. gaño por la persuasión. Se trata de la
es decir, con la paz de Calías. El Erec- aplicación de un pensam iento de rai­
teo, com o el anterior de estilo jónico, gam bre pitagórica. C om o P índaro.
iniciado en 421 en relación posible­ tam bién Policleto se dedica p rin ci­
mente con la paz de Nicias, no se aca­ palm ente a tem as altéticos.
bó hasta 405. Entre sus formas irregu­ En la pintura, puede hacerse asi­
lares destaca el pórtico sur, con las m ism o una diferenciación que sitúa
C ariátides. en un lado a los preferidos por P la­
En el Agora destaca el templo de tón, Polignoto y Parrasio, que son ca­
Hefesto (llam ado Teseo). A Ictino, ar­ paces de reflejar el étos, m ientras que
quitecto del Partenón, se le atribuía en el otro estaría Apolodoro, el crea­
tam bién el tem plo de Apolo en Basas. dor de la skiagraphía, literalm ente, la
E n la escultura exenta, M irón se pintura de som bras, cuyo contenido
considera el prim ero en alcanzar la real no está bien determ inado, pero
form a clásica en un equilibrio, indi­ que a P latón parecía engañosa. Se­
cativo de la com posición a través de gún Plinio, Apolodoro y Fidias fue­
ritmos rigurosos que acentúan la po­ ron innovadores en un sentido pare­
sibilidad de movimiento. cido. Zeuxis siguió el cam ino abierto
Fidias es considerado el creador de por Apolodoro, y lo llevó a su m ayor
estatuas colosales con m ateriales pre­ gloria.
La civilización griega en la época clásica 43

Conclusión

La época clásica de la época clásica nónicos e intentos de reducir la reali­


es, sin duda, el siglo V. Los complejos dad a esquem as preconcebidos, pero
fenómenos históricos del siglo IV al­ están en conflicto con otros m ovi­
teraron profundam ente las m entali­ mientos más ricos y m ás representati­
dades y los modos de expresión artís­ vos de la pluralidad real. Si somos
tica y literaria. Desde luego, el siglo V capaces de analizar críticam ente la
tam bién fue com plejo. Pero, dentro concepción posterior de la tragedia
de esa com plejidad, de una m anera clásica, nos darem os cuenta de que,
muy especial en A tenai existe un fac­ en verdad, no responde a la realidad.
tor político y social que no se repitió En todos los terrenos pasa algo pare­
en toda la historia dé la Antigüedad, cido. Se tom a un m odelo y se convier­
representado por la dem ocracia. En te en canon. Pero no todas las trage­
ella fue posible u n a participación, dias responden a la definición dada
num éricam ente sin precedentes, en la por Aristóteles, ni las que son su m o­
vida cultural, lo que hizo que ésta se delo responden de la forma en que él
nutriera de fuentes infinitam ente más lo vio. El filósofo de Estagira necesi­
variadas que en el resto de la historia taba esquem atizar. El concepto de
antigua. Las personalidades expresi­ clásico en escultura se formó de acuer­
vas de cada una de las formas artísti­ do con m odelos tardíos. La realidad
cas c in telectuales siguen p erten e­ de los descubrim ientos posteriores
ciendo a las minorías, pero sobre éstas forzó a que se intentara incluir lo que
pesa el resto de la vida social. Al iba apareciendo dentro de los m ode­
crearse un sistema en que el protago­ los preestablecidos. Pero la realidad
nism o es más am plio, tam bién el pro­ se ha escapado. El m odelo sirvió de
tagonism o intelectual se encauza por tal po rq u e desem p eñ ab a una fu n ­
el m ismo cam ino. De este modo, to­ ción. Servía de m odo de control al
das las formas de expresión reciben hacer creer que, en algún caso, se vi­
una m ayor riqueza de matices, que vía como en la Atenas del siglo V, pero
com ponen un panoram a m ucho más era necesario dar de esta época una
complejo, rico e incluso contradicto­ im agen deform ada, para que se cre­
rio. Lo paradójico viene a ser que este yera que tal im itación estaba produ­
panoram a, en la historia de la cultura ciéndose. El proceso de mimesis trans­
antigua, se convierte en modélico, y form aba m enos la realidad presente
p or ello su perspectiva posterior lo para adaptarla al m odelo que el mo­
em pobrece y lo reduce a cánones. Es delo m ismo para adaptarlo a la reali­
un dato significativo que, en esa épo­ dad presente. Por ello, el clasicismo
ca clásica, tam bién hay modelos ca­ se ha convertido en algo consistente
44 Akal Historia del Mundo Antiguo

en lo que se quería que fuera el pre­ estático. Si una forma de pensam ien­
sente: estático, armónico, bello; y se to está unida a la ciudad de Atenas en
ha dejado de lado la realidad de que su m om ento de esplendor es la repre­
esa belleza lo era por la riqueza con­ sentada por el movimiento sofístico,
tradictoria que expresaba, de que la norm alm ente denostado o sim ple­
arm onía era una coyuntura existente m ente olvidado por los creyentes en
porque, en ciertas condiciones, era el clasicismo estático, y por quienes
posible que confluyera en algunos consideran que lo griego no es com ­
objetivos com unes lo que habitual­ patible con unas formas de pensa­
mente eran intereses contrapuestos, y m iento tan excesivam ente « hum a­
de que su estatismo es puro espejismo nas» y apegadas a la realidad. Con
procedente de los deseos de los que lo todo esto está relacionado el concep­
convirtieron en modelo «clásico». Si to de hum anism o. Si éste es válido, lo
la época clásica es valiosa, se debe a será en tanto en cuanto acepta lo h u ­
que refleja una realidad móvil, ines­ m ano en su co ntradictoriedad, no
table y de una belleza hum ana, con cuando intenta crear modelos estáti­
todo lo que ello tiene de dram ático y cos y puros en el pasado, que sirvan
conflictivo. Píndaro vive la realidad de pauta a actuaciones y actitudes
atorm entada de una clase que necesi­ presentes, dispuestas a aceptar sin
ta el pasado para autoafirm arse ideo­ crítica una im agen de determ inadas
lógicam ente; la tragedia refleja el épocas anquilosada por la ideología.
conflicto insoluble; la comedia está El hum anism o m oderno puede adm i­
vinculada a una ciudad en guerra y rar la época griega clásica, pero preci­
en disensión intern a constante. El sam ente en todo aquello que tiene
pensam iento de la época clásica re­ de hum ano.
presenta la tensión entre la acepta­
ción de la variedad real o el rechazo
esquemático que se refugia en un ser Cabeza del Doríforo de Policleto
La civilización griega en la época clásica 45

Apéndice

L PINDARO, ©líippica I 20 cuando junto al Alfeo corrió, su cuerpo


Estrofa I entregando a la carrera sin ayuda de
espuelas,
1 Lo mejor, de un lado, es el agua y, de otro, y con la victoria maridó a su dueño,
el oro — cual encendido fuego
en la noche— puja sobre toda riqueza que
al hom bre engrandece. Epodo
Pero si atléticas lides celebrar
deseas, corazón mío, al rey de Siracusa, que se goza en los
5 no busques más cálido que el sol caballos.
otro astro brillando en el día por el Brilla en su honor el prestigio
desierto éter, en la colonia de nobles varones de
ni ensalzar podríam os com petición mejor Pélope el lidio.
que la de Olimpia. 25 De él se enam oró el que circunda la
Desde allí el himno m ultiafam ado se tierra, el muy poderoso
trenza Poseidón, desde que de la bañera
en las almas de los sabios, para que purificante
canten lo sacara Cloto,
10 al hijo de Crono los que llegan al de marfil ornado su reluciente hombro.
opulento Sí, es verdad que hay muchas maravillas,
y venturoso hogar de Hierón, pero a veces tam bién
el rumor de los mortales va más allá del
AoSístrofa verídico relato:
engañan por entero las fábulas
que el cetro m antenedor de justicias tejidas de variopintas mentiras.
gobierna en Sicilia
rica en frutos, cosechando las cim as de
las virtudes todas, Estr. II
y espléndidam ente se adorna tam bién
15 con la delicia de la música y los versos, 30 El encanto de la poesía, que hace dulce
com o los que cual niños alegres junto a todas las cosas a los mortales,
su am igable dispensando honor, incluso hace que lo
mesa cantamos con frecuencia nosotros increíble
varones. sea creíble muchas veces.
¡Vamos!, la dórica lira del clavo Pero los días venideros
descuelga, si en algo el encanto de Pisa son los testigos más sabios.
y Ferenico 35 Y es conveniente al hom bre proclam ar
tu mente abism ó en los más dulces las cosas buenas
pensamientos, de los dioses. Pues m enor será la culpa.
46 A kal Historia del M undo Antiguo

Hijo de Tántalo, de ti diré cosas y dio a sus coetáneos, colegas de festín,


contrarias a mis predecesores: el néctar y ambrosía,
C uando tu padre invitó a irreprochable con los cuales le hicieron inmortal.
banquete en su querida Sípilo, Pero si algún hombre, al hacer algo,
ofreciendo a los dioses festín de espera quedar oculto
agradecida réplica, a la divinidad, se engaña.
40 entonces te raptó el señor del brillante 65 Por esa razón le expulsaron de nuevo los
tridente, Inmortales a su hijo
entre la raza, otra vez, de los hombres, la
de rápido sino.
Ant.
Y, cuando en la flor de la edad,
el bozo le iba cubriendo de oscuro el
dom inado en su entraña por el deseo, y
mentón,
en áureas yeguas
pensó, com o propuesta boda,
te llevó al excelso palacio de Zeus en
todo lugar venerado.
A llí en próxim o tiem po Ant.
llego tam bién Ganimedes,
45 a Zeus destinado para el mismo servicio. 70 conseguir de su padre, el rey de Pisa a
Como habías desaparecido, y ni a tu la gloriosa Hipodamía
madre, por m ucho Y acercándose a la mar grisácea, solo en
que buscaron, te llevaron los hombres, la oscuridad
pronto contó en secreto alguno de los invocó al Señor del tridente
envidiosos vecinos de grave bramido. Y a él
que en el sumo instante del agua cabe sus pies, m uy cerca, se le apareció.
hirviendo al fuego, 75 Pélope le dijo: «Si en algo los am ables
con un cuchillo te trocearon m iem bro a dones de Cipris,
miembro, se cum plen, Posidón, para
50 y que en sus mesas, al plato postrero, agradecim iento a ti,
tus carnes detén la lanza de Enómao broncínea
se repartieron y com ieron. y llévame sobre el carro más raudo
a Elide y úneme con la victoria.
Porque, tras de matar a trece héroes
Epod.
80 pretendientes, dilata la boda

Pero a mí me es im posible acusar de


«vientre loco» a uno cualquiera Epod.
de los dioses felices. Me niego.
Pago de mal género alcanza con de su hija. El gran peligro no sorprende a
frecuencia a los blasfemos. un hom bre sin coraje.
Si en verdad a algún hom bre mortal los Entre quienes el morir es destino, ¿por
guardianes del Olim po qué uno
55 honraron, ése fue Tántalo. Pero él, por debería consumir, en la oscuridad
cierto, sentado, en vano una vejez
no pudo digerir su enorm e dicha, y por sin nombre, privado de toda cosa bella?
su desmesura cobró Mas para mí
el castigo terrible; que el padre Zeus ese com bate
suspendió sobre él la piedra pesada 85 dispuesto está. ¡Querrás tú darm e el éxito
que siempre se esfuerza en apartar de su querido!»
cabeza Así dijo. Y no se acogió a inútiles
y queda ajeno a todo gozo. palabras. Para glorificarlo, el dios
le dio un carro de oro y corceles de alas
incansables.
Estr. 008

60 Esta vida tiene él, sin rem edio a mano, a Estr. JV


tormentos atada,
cuarto suplicio a otros tres*, porque a los Y abatió el poder de Enómao y tom ó a la
Inmortales robó doncella por com pañera de lecho.
La civilización griega en la época clásica 47
Seis hijos le dio a luz, conductores de para los reyes. ¡No otees más lejos!
pueblos, deseosos de honores. ¡Dado te sea cam inar este tiem po en la
90 Y ahora se goza de espléndidos cum bre,
sacrificios cruentos, 115 y a mí otro tanto, asociarme
reposando junto al curso del Alteo, a los vencedores, siendo afamado por mi
teniendo un sepulcro atendido junto a un poético saber
altar entre los griegos por doquiera!
que visitan forasteros innúmeros. Y la
gloria
desde lejos fulgura, la de las Olimpíadas
en las pistas
II. PINDARO, Olímpica IV
95 de Pélope, donde la velocidad de los Estrofa I
pies rivaliza
y las cum bres de la fuerza, audaces ¡Lanzador suprem o del rayo de pies
contra toda fatiga. incansables, Zeus!
Y el que vence, para el resto de su vida Tus hijas, las Horas,
tiene, dulce cual la miel, bonanza de de nuevo volviendo, al son de la lira de
mediodía, varios acentos me mandan
cual testigo de altísimos certámenes.
Cuando triunfan los am igos de tierras
lejanas,
Ânî. 5 al punto se gozan, a su dulce noticia, los
nobles,
gracias a los premios logrados. La dicha
¡Oh hijo de Crono, que dom inas el Etna,
de cada día siempre
prisión hiracanada del terrible Tifón, de
100 se presenta com o bien sumo a todo
cien cabezas!
mortal. Preciso es
Porque es un vencedor en Olimpia,
que yo corone a aquél, a Hierón, con
y por am or a las Gracias, acoge esta
hípica tonada
danza coral,
en eólico canto.
Y seguro estoy de que a ningún otro
varón hospitalario, Antístrofa
de los de ahora al menos, que ambas
cosas domine, que sea 10 luz la más perdurable de hazañas de
conocedor de lo Bello y más soberano vasto poder.
en su poder,
Pues llega del carro
105 podré engalanar con los pliegues de Psaumis que, coronado con la rama
gloriosos de mis himnos. de oliva de Pisa, se apresura
La divinidad, que es tutora de tus nobles a levantar prestigio a Camarina. ¡Sea la
afanes, de ellos se cuida, divinidad favorable
asum iendo esta cuita, Hierón. a sus futuros deseos!
Y si en ella no cesa de repente, Pues yo lo celebro com o a uno muy
todavía más dulce victoria
resuelto a la cría de caballos,
15 gozoso de la hospitalidad acogedora de
todos
Epod. y vuelto con intención pura
a la Tranquilidad, am iga de las ciudades.
110 con la rauda cuadriga espero cantar No rociaré con mentira
para ti, la palabra: el intento es de cierto
si encuentro el cam ino que ayude mis com probación de los mortales:
palabras
y llego a la soleada colina de Crono.
Para mí, sí, Epod©
alimenta con fuerza la Musa el dardo
más vigoroso. com o aquella qúe al hijo de Clímeno
Por cosas distintas son grandes unos u 20 liberó de la burla de las mujeres lemnias.
otros. Tras haber vencido en la carrera armado
Pero la cim a más alta se alza de bronce,
48 Akal Historia del M undo Antiguo

dijo a la reina Hipsípila, a! ir a buscar la III. PINDARO, Pítica, I


corona: Estrofa I
«Este soy yo en rapidez.
Manos y corazón son igual. Y a veces ¡Aurea lira, de A polo y de las'M usas de
nacen tam bién canas trenzas viláceas
en los hom bres jóvenes tesoro justamente com partido! A ti te
25 fuera del tiem po que a su edad escucha
corresponde». el paso de danza, com ienzo de la fiesta,

Esleía de un jinete, procedente de Beocia


(Anterior al 450 a. C.)
Museo Nacional de Atenas
La civilización griega en la época clásica 49
y obedecen los cantores tus señales vierten ardiente torrente de humo,
cuando de los preludios que guían los mas en las noches oscuras piedras
coros arrastra rodando la llama purpúrea a la
los prim eros acordes preparas vibrante. honda
5 ¡Hasta el rayo apagas, lancero llanura del mar con estruendo.
de inextinguible fuego! Y duerm e sobre 25 Aquel m onstruo raptando lanza a lo alto
el cetro las fuentes terribilísimas de Hefesto; un
de Zeus el águila, se rauda portento
ala a entram bos costados relajando, que es maravilla contemplar,
y una maravilla tam bién oírlo de los que
allí estuvieron:
Aníistrofa
Ant.
la reina de las aves, cuando una nube
de ojos oscuros
cóm o está él am arrado entre las cum bres
sobre su corva cabeza, de los párpados de frondas oscuras
dulce cerrojo,
del Etna y su llanura, y el lecho arañante
le has derram ado, y ella dorm itando toda
la húm eda espalda levanta, por tus la espalda recostad le lacera.
10 im pulsos cautivada. Y aun el violento ¡Sea, Zeus, séanos dado agradarte a ti,
Ares, a un lado dejando la hiriente 30 que esa montaña dominas, frontal de una
punta de sus lanzas, calienta su corazón tierra
en sueño profundo; y tus dardos rica de frutos hermosos! Con su nombre
em belesan tam bién
glorificó
las almas de los dioses, gracias a la su ilustre fundador la ciudad vecina,
pericia y en la pista de la Pítica fiesta
del hijo de Leto y de las Musas de la proclam ó un heraldo anunciando
apretada cintura. la hermosa victoria de Hierón con su
carro.

E podo
Epod.
Todos los seres, em pero, que no ama
Zeus, se aterran cuando la voz A los hombres que suben a un barco es
oyen de las Piérides, tanto en la tierra un gozo prim ero
com o que, al com enzar la ruta, les llegue
en el mar invencible, acom pañando
15 incluso aquél que en el horrible Tártaro un viento favorable, pues es probable
yace, 35 que tam bién se tenga al final un regreso
el enem igo de los dioses, mejor. Razonamiento tal
Tifón, el de cien cabezas, a quien antaño sobre estos prósperos sucesos trae la
crió la gruta famosa de Cilicia. Mas ahora esperanza
por cierto de que en futuro tiem po será por las
los escollos cercados del mar ante coronas hípicas ciudad famosa
Cumas y renom brada en sus banquetes de
y Sicilia le oprim en bellas canciones.
el pecho velludo, y la colum na celeste le ¡Licio y de Délos señor,
aprisiona, Febo, que amas del Parnaso la fuente
20 el nevado Etna, todo el año nodriza de Castalia,
punzante hielo. 40 quieras poner en tu mente estos votos y
hacer rica
esa tierra de buenos varones!

Esîr. 1»
Eslr. 000
De sus cavernas son vom itados de fuego
inabordable Pues de los dioses vienen todos los
manantiales purísimos; y sus ríos de día medios a las humanas
50 Aka! Historia del M undo Antiguo

excelencias, por ellos nacen los hombres 60 ¡Vamos, encontrem os después un himno
sabios y de brazos grato al rey de Etna!
vigorosos y hábiles de lengua. Y al
desear yo enaltecer
a ese hom bre fam oso, confío Estr. IV
no de modo cualquiera lanzar fuera de
pista Para él, en la libertad establecida por los
la jabalina de mejillas de bronce, tras dioses, esa ciudad
blandiría en mi mano, fundó Hierón según las leyes de la
45 sino con mi largo tiro superar a los plom ada de Hilo:
rivales. quieren los descendientes de Pánfilo
Pues ojalá el tiem po todo venidero así la y, en suma, de los Heraclidas
dicha que habitan bajo las cum bres del
y la dádiva de riquezas le encam ine Taigeto,
rectas, y le otorgue el olvido a sus persistir para siempre en las normas de
fatigas. Egimio,
65 com o Dorios. Y ocuparon A m id a s
dichosos
Ant. desde el Pindatacando, y de los hijos de
Tíndaro
Ciertamente podría el tiem po recordar en — jinetes de blancos corceles— son muy
qué batallas, en guerras, famosos
se mantuvo él con calma resitente, vecinos, y floreció la gloria de sus lanzas.
cuando encontraron
por manos de los dioses (Hierón y los
suyos), un honor Ant.
cual ninguno de los helenos cosecha,
50 de su riqueza corona arrogante. Ahora, ¡Zeus cum plidor, que siempre junto al
por cierto, agua del Amenas
de Filoctetes la guisa siguiendo, la tal debida suerte conceda a
en cam paña se puso. Y en la necesidad ciudadanos y a sus reyes
alguno, el relato veraz de los hombres!
aun siendo un egregio varón, le halagó ¡Que con tu favor ese valiente caudillo
com o amigo. pueda en verdad,
Cuentan que a traerle de Lemnos, por su 70 dando mandato a su hijo, conducir al
llaga pueblo con honor
torturado, acudieron a la arm ónica Paz!
¡Otorga, te suplico, Crónida, que en
pacífico
Epod.
hogar se contenga el fenicio y de los
tirsenos
unos héroes sem idivinos al hijo de
el grito de guerra, ya que ha visto
Peante, el arquero,
el orgullo gim iendo en sus naves delante
que destruyó la ciudad de Príamo, y
de Cumas!
acabó
los sufrimientos a los Dáñaos,
55 aunque con cuerpo enferm o cam inaba,
pero así era el destino. Epod.
Talmente haya para Hierón un dios
enderezador Cuáles dolores sufrieron dom inados por
durante todo el tiem po venidero, y la el Señor de Siracusa,
excata medida que de las naves de rum bos veloces al
le dé de cuanto él desea. mar
Musa, tam bién ahora sígueme para les arrojó su juventud.
cantar ante Dinómenes 75 a Hélades librando de esclavitud
la victoria, recom pensa de’ esa cuadriga; gravosa. Ganar quiero
que no es ajeno gozo el triunfo que el en recompensa, junto a Salamina, el
padre reporta. favor
La civilización griega en la época clásica 51
de los Atenienses, y en Esparta recuerdo por m edio de cronistas y cantores. No se
las luchas al pie del Citerón, extingue de Creso
en las que fueron batidos los Medos, la grandeza amante de prudencia.
los de curvos arcos, 95 Pero al que en un toro de bronce (a los
y cabe la rivera de buen agua hombres) torraba,
del Hímera acabar deseo mi himno a los al de mente cruel, a Fálaris, odiosa fama
hijos de Dinómenes, doquiera le apresa,
80 que por su valor lo merecieron, vencidos ni las liras, que bajo los techos resuenan,
ya los enemigos. lo acogen
com o am able com pañía con los cantos
de los jóvenes.
Estr. V Sentir el éxito es el prim ero de los
premios;
Si a sazón anuncias lo preciso, los escuchar alabanzas es la segunda parte.
términos de muchas cosas Y el hom bre que lo uno
con brevedad tensando, menor será el 100 y lo otro encuentra y consigue, la má alta
reproche corona ha recibido.
de la gente. Porque el exceso
interminable em bota
las raudas esperanzas, IV. PINDARO, Pítica, VIII
y de los ciudadnos apesadum bra el
Estrofa
ánim o en secreto
lo que se oye en demasía sobre dichas El más bello preludio para la estirpe
ajenas. potente
85 Pero, con todo — pues mejor que la de los Alcm eónidas es Atenas, la gran
com pasión es la envidia— ,
ciudad,
no abandones las bellas empresas. Rige 3 /4 cuando hay que echar cimientos de
con justo canciones
timón a tu pueblo, y en no engañoso en honor de los caballos.
yunque forja tu lengua. 5/6 Pues ¿qué patria, qué casa habitando
podrás tú nom brar
que en Hélade sea oída
Ant. com o más gloriosa?

Que si aun pequeña cosa te fallare,


com o grande será parpalada, Antístrofa
sí, por venir de ti. De múltiples asuntos
eres juez: múltiples Porque en todas las ciudades se propala
son los testigos fieles de buena o mala la fama
decisión. 10 de los ciudadanos de Erecteo, oh Apolo,
Pero si tú, perm aneciendo en floreciente los que
afán, 11/12 en Pitón divino construyeron tu casa
90 prefieres siempre oír reputación amable, admirable.
no te canses asaz en tus dispendios 13/14 ¡Pero cinco victorias en Istmia me guían,
generosos: y una muy insigne,
suelta, com o un piloto, 15 la Olim píada de Zeus,
toda la tela al viento. No te dejes y dos conseguidas en Cirra,
engañar,
oh amigo, por lucros tornadizos.
El blasón de gloria, que al mortal Epodo
sobrevive,
oh Megacles, tuyas y de tus antecesores!
En el éxito nuevo me gozo. Pero esto me
Epod. duele:
que la envidia se vuelva a las obras
sólo él, revela la vida de los hombres hermosas. Se dice, por cierto,
que son idos, 20 que la dicha floreciente, constante,
52 Akat Historia del Mundo Antiguo

trae así al hom bre lo uno igual que lo 25 la gloria desde el principio. Pues en
otro. m uchos certámenes
portadores de victorias, y en rápidas
contiendas,
V. PINDARO, Pítica, VIII es ella cantada, la que los más sublim es
Estrofa héroes criara.

¡Amable Tranquilidad, oh hija


de la Justicia que haces grande la
Ant.
ciudad,
Mas tam bién por sus hom bres refulge.
tú que tienes las llaves soblim es
y de los consejos y de las guerras, Ocio, em pero, me falta para exponer
5 recibe el honor de la victoria Pítica para 30 toda su larga historia
con mi lira y blando sonido de voz,
Aristómenes!
de suerte que no llegue el hastío
Pues tú sabes obrar y gozar por igual
la mansedumbre, lo dulce, en exacto punzante. Lo que, empero,
momento oportuno. ante mis pies va corriendo (lo inmediato),
lo que a ti se te debe, oh joven, la más
reciente
Antístrofa de tus hazañas hermosas, alada camine
por mi arte.
Pero tú, cuando alguien la im plicable
crueldad en su alma ha metido,
Epod.
10 dura saliendo al encuentro
del poder de los malévolos, pones y
Pues siguiendo en las luchas la huella de
lanzas
tus tíos maternos,
su orgullo al abism o del mar. Tampoco a
en O lim pia no sirve de bochorno a
ti te conoció Porfirio,
Teogneto,
irritándote más de lo justo. Muy amable,
ni en el Istmo al triunfo de Clitómaco, de
en cam bio, es el lucro,
m iem bros osados;
cuando alguien lo trae de la casa de uno
y, acreciendo la estirpe de los Midílidas,
que en ello consiente.
adelante llevas
la palabra que antaño enigmática diera el
Epodo hijo de Oícles,
40 cuando en Tebas, la de Siete Puertas, vio
15 La violencia tam bién al soberbio abatió cóm o los hijos
con el tiempo. resistían con la lanza,
Tifón el cilicio, de cabezas ciento, no
escapó a ella,
ni tam poco, de cierto, el rey de los
Estr. 110
Gigantes. Y abatidos fueron
cuando de Argos llegaron
por el rayo, y por los dardos de Apolo,
a segunda cam paña los Epígonos.
que con mente benévola
Así dijo, mientras ellos luchaban:
de Jenarces al hijo acogió, coronado,
«Por naturaleza refulge la noble
por el triunfo de Cirra,
45 manera de ser de padre e hijos. Veo
20 con la flor del Parnaso y el dórico canto
claro
de fiesta.
cóm o Alcm eón en su fúlgido escudo la
polícrom a sierpe
Estr. »1 hace vibrar, el prim ero ante las puertas
de Cadmo.
Y no alejada de las Gracias cayó (y
estriba)
la isla, la justa ciudad que rozó en buena Ant.
parte
las gloriosas excelencias Pero el que fatigado quedó en la primera
de la estirpe de Éaco. Perfecta tiene lucha,
54 Aka! Historia del Mundo Antiguo

ahora se mantiene en el mensaje Epod.


50 de un ave (de un augurio) mejor,
Adrasto el héroe. Por parte de su casa, 75 para poner yelm o a su vida con artes de
en cam bio, rectos consejos.
contradicción habrá. Pues sólo él, del Pero esto no se cim enta en los hombres.
ejército Dánao, Un dios lo concede;
tras recoger los huesos de su hijo unas veces a éste, otras aquél a lo alto
muerto, por destino de los dioses, alzando, y a esotro
volverá con su hueste indemne hace bajar so la m edida de sus manos
(fuerzas). En Mégara tienes
el premio y en el valle de Maratón, tú
Epod. que de Hera el certamen
80 en tu región, en triple victoria, oh
55 a las calles anchurosas de Abanto. Aristóm enes, con tu acción superaste.
«Tales cosas
anunció Anfiarao. Y tam bién yo mismo
gozoso Estr. V
arrojo guirnaldas a A lcm eón, y aun con
mi canto lo riego, Encima de cuatro cuerpos te lanzaste,
porque vecino y guardián de mis bienes tram ando contra ellos derrota;
a mi encuentro salió cuando fui al ni — igual que a ti— se dictó para ellos
om bligo de la tierra retorno grato en los Juegos de Pitia,
que enaltecen los cánticos. 85 ni cuando a su madre llegaron, acá y
60 Y augurios divinos ejercitó con el arte acullá sonrisa dulce
heredada. levantó alegría, y por las calles,
soslayando enemigos,
agachados van, de infortunio m ordidos.
Estr. IV

¡Tú, que hieres de lejos, Señor


del tem plo fam oso que a todos acoge
Ant.
en los valles de Pitia!
Mas el que algún éxito nuevo logró,
Allí el mejor de los gozos
sobre grande gloria
65 otorgaste, y en casa ya antes el prem io
90 de esperanza vuela
ágilmente arrebatado
en viriles virtudes que las alas pujan, y
del pentatlo en vuestras fiestas
tiene
introdujiste.
cuita mejor que la riqueza. Pero sólo en
¡Oh Soberano! Con espíritu am able — yo
poca cosa
te sup lico— ,
aumenta el gozo de los mortales, y cae
así tam bién por suelo,
por sentencia hostil entrem ecido.
Ant.
haz que yo pueda con recta medida
mirar Epod.
a cada una de las cosas a las que me
dirijo. 95 ¡Seres de un día! ¿Qué es uno? ¿Qué no
70 Junto al canto de fiesta, que dulce es? ¡Sueño de una som bra
resuena, es el hombre! Pero si llega la gloria,
está la Justicia colocada. Y la m irada de regalo de los dioses,
los dioses hay luz brillante entre los hom bres y
no envidiosa pido, Jenarces, para vuestro am able existencia.
destino. ¡Egina, madre querida, con libre rum bo
Pues si uno ha logrado lo noble, no sin cuida aquesta ciudad en com pañía de
larga fatiga, Zeus y el soberano Eaco,
así aparece a la gente, com o sabio entre 100 con Peleo, con el valiente Telamón y con
necios, Aquiles!
La civilización griega en la época clásica 55

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