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HISTORIA
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Esta historia, obra de un equipo de cuarenta profesores de va­
rias universidades españolas, pretende ofrecer el último estado
de las investigaciones y, a la vez, ser accesible a lectores de di­

HISTORIA versos niveles culturales. Una cuidada selección de textos de au­


tores antiguos, mapas, ilustraciones, cuadros cronológicos y

■^MVNDO orientaciones bibliográficas hacen que cada libro se presente con


un doble valor, de modo que puede funcionar como un capítulo

A ntïgvo del conjunto más amplio en el que está inserto o bien como una
monografía. Cada texto ha sido redactado por el especialista del
tema, lo que asegura la calidad científica del proyecto.

ORIENTE 25. J. Fernández Nieto, L a guerra 44. C. González Román, La R e­


del Peloponeso. pública Tardía: cesarianos y
1. A. Caballos-J. M. Serrano, 26. J. Fernández Nieto, Grecia en pompeyanos.
Sumer y A kkad. la prim era m itad del s. IV. 45. J. M. Roldán, Institudones p o ­
2. J. Urruela, Egipto: Epoca Ti- 27. D. Plácido, L a civilización líticas de la República romana.
nita e Im perio Antiguo. griega en la época clásica. 46. S. Montero, L a religión rom a­
3. C. G. Wagner, Babilonia. 28. J. Fernández Nieto, V. Alon­ na antigua.
4. J . Urruelaj Egipto durante el so, Las condidones de las polis 47. J . Mangas, Augusto.
Im perio Medio. en el s. IV y su reflejo en los 48. J . Mangas, F. J. Lomas, Los
5. P. Sáez, Los hititas. pensadores griegos. Julio-C laudios y la crisis del 68.
6. F. Presedo, Egipto durante el 29. J . Fernández Nieto, El mun­ 49. F. J . Lomas, Los Flavios.
Im perio N uevo. do griego y Filipo de Mace­ 50. G. Chic, L a dinastía de los
7. J. Alvar, Los Pueblos d el Mar donia. Antoninos.
y otros m ovimientos de pueblos 30. M. A. Rabanal, A lejandro 51. U. Espinosa, Los Severos.
a fin es d el I I milenio. Magno y sus sucesores. 52. J . Fernández Ubiña, El Im pe­
8. C. G. Wagner, Asiría y su 31. A. Lozano, Las monarquías rio Rom ano bajo la anarquía
imperio. helenísticas. I : El Egipto de los militar.
9. C. G. Wagner, Los fenicios. Lágidas. 53. J . Muñiz Coello, Las finanzas
10. J. M. Blázquez, Los hebreos. 32. A. Lozano, Las monarquías públicas del estado romano du­
11. F. Presedo, Egipto: Tercer Pe­ helenísticas. I I : Los Seleúcidas. rante el Alto Imperio.
ríodo Interm edio y Epoca Sai- 33. A. Lozano, Asia Menor h e­ 54. J . M. Blázquez, Agricultura y
ta. lenística. m inería rom anas durante el
12. F. Presedo, J . M. Serrano, La 34. M. A. Rabanal, Las m onar­ Alto Imperio.
religión egipcia. quías helenísticas. I I I : Grecia y 55. J . M. Blázquez, Artesanado y
13. J. Alvar, Los persas. Macedonia. comercio durante el Alto Im ­
35. A. Piñero, L a civilizadón h e­ perio.
GRECIA lenística. 56. J. Mangas-R. Cid, El paganis­
mo durante el Alto Im peño.
14. J. C. Bermejo, El mundo del ROMA 57. J. M. Santero, F. Gaseó, El
Egeo en el I I milenio. cristianismo primitivo.
36. J. Martínez-Pinna, El pueblo 58. G. Bravo, Diocleciano y las re­
15. A. Lozano, L a E dad Oscura.
16. J . C. Bermejo, El mito griego etrusco. form as administrativas del Im ­
y sus interpretaciones. 37. J. Martínez-Pinna, L a Roma perio.
primitiva. 59. F. Bajo, Constantino y sus su­
17. A. Lozano, L a colonización
38. S. Montero, J. Martínez-Pin­ cesores. L a conversión d el Im ­
griega.
na, E l dualismo patricio-ple­
18. J. J . Sayas, Las ciudades de J o - perio.
beyo.
nia y el Peloponeso en el perío­ 60. R . Sanz, El paganismo tardío
39. S. Montero, J . Martínez-Pin-
do arcaico. na, L a conquista de Italia y la y Juliano el Apóstata.
19. R. López Melero, El estado es­ igualdad de los órdenes. 61. R. Teja, L a época de los Va­
partano hasta la época clásica. 40. G. Fatás, El período de las pri­ lentiniano s y de Teodosio.
20. R. López Melero, L a fo rm a ­ meras guerras púnicas. 62. D. Pérez Sánchez, Evoludón
ción de la dem ocracia atenien­ 41. F. Marco, L a expansión de del Im perio Rom ano de Orien­
se , I. El estado aristocrático. Rom a p or el Mediterráneo. De te hasta Justiniano.
21. R. López Melero, L a fo rm a ­ fines de la segunda guerra Pú­ 63. G. Bravo, El colonato bajoim -
ción de la dem ocracia atenien­ nica a los Gracos. perial.
se, II. D e Solón a Clístenes. 42. J . F. Rodríguez Neila, Los 64. G. Bravo, Revueltas internas y
22. D. Plácido, Cultura y religión Gracos y el com ienzo de las penetraciones bárbaras en el
en la Grecia arcaica. guerras aviles. Imperio.
23. M. Picazo, Griegos y persas en 43. M.a L. Sánchez León, Revuel­ 65. A. Giménez de Garnica, L a
el Egeo. tas de esclavos en la crisis de la desintegración del Im perio Ro­
24. D. Plácido, L a Pente conte da. República. mano de O cddente.
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HISTORIA
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A n tgvo
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Director de la obra:
Julio Mangas Manjarrés
(Catedrático de Historia Antigua
de la Universidad Complutense
de Madrid)

Diseño y maqueta:
Pedro Arjona

«No está permitida la


reproducción total o parcial de
este libro, ni su tratamiento
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Los Berrocales del Jarama
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Pol. II - La Fuensanta
Móstoles (Madrid)
Pinted in Spain
LA COLONIZACION GRIEGA

Arminda Lozano
Indice

In tro d u c c ió n ................................................................................................................... 7

I. C ausas generales del m ovim iento c o lo n iz a d o r .............................................. 8

1. C ausas políticas ..................................................................................................... 8


2. C ausas e c o n ó m ic a s................................................................................................ 10
3. O tras c a u s a s ............................................................................................................ 13

II. C aracterísticas de las colonias g r ie g a s ............................................................ 14

1. T e rm in o lo g ía ............................................................................................................ 14
2. A ctos fu n d a c io n a le s .............................................................................................. 14
3. R elaciones m e tró p o li-c o lo n ia ............................................................................ 17
4. R elaciones con indígenas ................................................................................... 19

III. O leadas c o lo n iz a d o ra s ....................................................................................... 21

1. P rim era fase (m ediados del siglo v m -m ed iad o s del siglo v il) ................ 22
2. Segunda fase (m ediados del siglo vil-m ediados siglo v i) ....................... 23

IV. Zonas de expansión ............................................................................................ 29

1. Sur de Italia y S ic ilia ............................................................................................ 29


2. G alia y O ccidente m ed iterrán eo ......................... ........................................... 43
3. C osta septentrional del M ed iterrán eo hasta el M ar N e g r o ..................... 48
4. Z on a de los E s tr e c h o s ........................................................................................ 51
5. N o rte de A frica .................................................................................................... 57

C uadros cronológicos ................................................................................................. 59

B ib lio g ra fía ..................................................................................................................... 62


La colonización griega 7

Introducción

P asada la llam ada « D ark A ge» o si­ P o n to E uxino o M ar N egro— pues


glos oscuros de la H isto ria G riega se los griegos, en efecto, estuvieron p re ­
ab re un nuevo p erío d o , la ép oca a r­ sentes a todo lo largo de sus costas,
caica para el que contam os con una de E ste a O este y de N o rte a Sur, si
m ayor inform ación, a p o rta d a ta n to bien con d iferente in ten sid ad según
p or la historiografía griega com o por las zonas.
la investigación arqueológica. La co n ­ D esd e la persp ectiv a histórica
frontación en tre am bas fu en tes de d a ­ que hoy tenem os resulta v e rd a d e ra ­
tos no siem pre es fácil o posible, m as m en te adm irable, so rp re n d e n te , có­
resulta necesaria au n q u e de ella se m o un m undo tan individualizado p o ­
d e riv e n co n fre c u e n c ia c o n tr a d ic ­ líticam ente, que hab ía atrav esad o por
c io n e s q u e d ificu ltan o b te n e r u n a un p erío do de cam bios profundos
panorám ica todo lo clara que sería efectuados en m edio de un acusado
de desear. declive económ ico respecto al m undo
D e cuantos procesos históricos m icénico, fue capaz de sacar adelante
tuvieron lugar en el transcurso de la una em presa de tales dim ensiones y
época arcaica uno de ellos tiene in d u ­ tan c a rg ad a de co n secuencias. El
d ablem en te el p apel estelar: el m ovi­ agente de este im p o n en te m ovim iento
m iento colonizador. La colonización fue la polis, la unidad política griega
griega com o tal, no ha de c o n sid erar­ que em ergió tras los siglos oscuros, a
se ciertam en te privativa de este p e río ­ cuya definitiva conform ación y fija­
do (cf. ap artad o : O lcd ad as colo n iza­ ción de rasgos esenciales contribuiría
d o ras), p ero fue a p artir del siglo V III la m ism a colonización.
cu an d o dicho m o v im ien to alcanzó
proporcio n es tan insospechadas que Taza ática con
representación de una batalla
puede hablarse del M e d ite rrá n e o co­ (Segunda mitad del siglo VI a.C.)
mo un m ar helénico — al igual que el Museo de Corinto
Akal Historia del Mundo Antiguo

I. Causas generales del


movimiento colonizador

M e to d o ló g ic a m e n te , h a re m o s u n a u na auténtica crisis social que habría


ag ru p ació n trip a rtita de ellas con de sacudir en el siglo siguiente, de una
o b je to de a te n d e r a la m ayor p a rte de m an era p rácticam en te generalizada,
los casos atestiguados: al m undo griego.
E ste d escontento estaba fu n d a­
1. Políticas. m en tad o en la situación de injusti­
2. E conóm icas. cia provocada p o r el desigual re p a r­
3. F actores de o tra índole.
to de la riqueza cuyo elem en to básico
N atu ralm en te, esta división no en este m om ento era la tierra . La
quiere en absoluto decir que tales m ayor p arte de ésta se en co n trab a
causas sean en tre sí excluyentes — co­ efectivam ente co n cen trad a en pocas
m o verem os suelen ap arecer e n tre ­ m an o s, siendo así que la m ayoría de
cruzadas— , ni tam poco que se p re ­ la población debía co n ten tarse para
senten en todas los m o m en to s del fe­ subsistir con p eq u eñ o s lotes. A esta
nóm eno colonizador con la m ism a situación hay que agregar, adem ás,
fuerza. otros hechos que con trib u y ero n al
progresivo d eterio ro general: en p ri­
m er lugar, el au m en to dem ográfico
1. Causas políticas que se d ejó sentir p o r todas p artes del
m undo griego ya a finales de la E dad
R esulta im posible tra z a r el d esarrollo O scura; en segundo lugar, la propia
de la colonización griega sin an tes e n ­ escasez de tierras — o stenochoría si
trev er, aunque sea b rev em en te, la d i­ q u erem o s utilizar el térm ino griego
nám ica política actu an te en la p o lis en p reciso — in h eren te a la difícil o ro g ra ­
los m om entos previos al inicio de este fía con que la natu raleza d o tó al solar
m ovim iento centrífugo de los griegos griego y, por últim o, la desaparición
de época arcaica. E s ello lo que ju sti­ de la antigua solidaridad del clan p ri­
fica este ap artad o de causas políticas m itivo con el cese de las redistrib u cio ­
de la colonización. nes periódicas de tie rra com unal.
Los regím enes aristocráticos y A sí pues, nos en co n tram o s ante
po sterio rm en te oligárquicos q ue im ­ una población creciente que debía ali­
p erab an en las poleis griegas al co­ m en tarse con el p ro d u cto de tierras
m ienzo de la época arcaica, con ten ían escasas y poco p ro ductivas, pues las
en sí m ism os el germ en del descon­ m ás fructíferas y de m ayor extensión
te n to , que m ás tard e d eg en eraría en habían sido acap arad as por unas p o ­
La colonización griega 9

cas fam ilias, en cuyas m anos, adem ás, una situación de conflictividad aguda,
estab an los reso rtes del p o d e r político d eterm in an te del desen cad en am ien to
y religioso. T estigo excepcional de es­ en el seno de m últiples ciudades grie­
ta situación es H esíodo cuya o b ra L o s gas de un cam bio en su sistem a políti­
trabajos y los días constituye p a ra n o ­ co. A p areció, en principio, la figura
sotros u n a fu en te de inform ación in­ del árb itro o del legislador y final­
sustituible sobre los m odos de vida m ente la del tirano.
del cam pesinado griego, p u es, a u n ­ D icha evolución política se vio
que referid a a B eocia y el A tica p u ed e favorecida p o r otros factores no m en ­
hacerse extensiva a las dem ás regio­ cionados hasta ah o ra, pero que co ad ­
nes griegas. Su descripción, m ás o m e­ yuvaron decididam ente a ella. A sí,
nos m etafó rica, de la situación del d é­ po r ejem plo, el m ilitar. T odavía en el
bil respecto al p o d ero so , de la im p o ­ siglo VIII la gu erra estab a b asad a en el
tencia de aquél fren te a éste es v e rd a ­ com bate regular, en el g u errero que
d e ra m en te aleccionadora. A la p ar, en carro , al principio, y después a ca­
se perm ite d ar algunos consejos p ara ballo, debía so p o rtar p a ra su p ro tec­
evitar un d eterio ro del p a n o ra m a so­ ción un pesado eq u ip o básicam ente
cial que estaba d escribiendo. A sí, la defensivo. E ste m éto d o conllevaba
reducción del nú m ero de hijos que unas connotaciones socioeconóm icas
obviaría el em p eq u eñ ecim ien to de las d eterm in ad as, a sab er la existencia de
pro p ied ad es p uesto q u e, según las una aristocracia ciu d ad an a, uno de
norm as vigentes en to n ces, los hijos cuyos privilegios consistía p recisa­
hered ab a n a p artes iguales los bienes m en te en la defensa de la ciudad,
patern o s. E llo im plicaba que las fam i­ al dictar que ú n icam en te sus m iem ­
lias con im posibilidad de am pliar sus bros ten ían la p o te stad de em p u ñ ar
re c u rso s te rrito ria le s — in d u d a b le ­ las arm as.
m ente la práctica to talid ad del cam ­ Sin em bargo, en el p rim er cuarto
pesinado fuera de los g randes p ro p ie ­ del siglo VIII se registran ya — a ju z ­
tarios— en el transcurso de un p a r de gar p o r testim onios ex traídos de pin­
generaciones verían sus cam pos tan turas vasculares corintias y a ten ie n ­
reducidos que apenas h arían posible ses— cam bios en el arm am en to y por
una vida de subsistencia. U n a m ala ende en la táctica m ilitar. H ace su
cosecha, unos años de m ay o r sequía o aparición, así, el ejército de hoplitas,
cualquiera de las adversidades n o rm a ­ que en el transcurso de unas cuantas
les en la ag ricultura, to rn a ría n la si­ décadas se generalizaría en el m undo
tuación insostenible. Su salida no era griego. Su equipo es ya bien distinto,
o tra que el e n d eu d am ien to p e ro , al m ucho m ás ligero y con m ayor ca­
no ser posible la devolución de los p a c id a d o fensiva. Se re q u e ría una
préstam o s p o r la m ism a escasez que form ació n en línea c e rra d a , d onde
había provocado la contracción de lo individual q u ed a b a sacrificado en
deu d as, el d eu d o r y su fam ilia caían aras de lo colectivo, d o n d e el indivi­
irrem isiblem ente en p o d e r del ac re e ­ duo era im p o rtan te no aisladam ente
do r en calidad de esclavos. E sta reali­ c o n s id e r a d o sin o co m o p a r te del
dad — la m iseria y d esesperación del co n ju n to .
cam pesinado— ap arece descrita con D e este aspecto in teresa aquí no
en o rm e fuerza — e n tre o tro s— en los ta n to el p unto de vista m ilitar cuanto
versos de Solón y en los pasajes co­ el cam bio sociológico que ap arejó . El
rresp o n d ien tes a este p erío d o de la ejército hoplítico req u ería un núm ero
A th en a io n Politeia aristotélica. grande de soldados en tren ad o s para
E ste proceso, ya p resen te al co­ luchar d en tro de esta form ación, ca­
m ienzo de la época arcaica, se agravó paces adem ás de financiarse su propio
p au latin am en te hasta d esem b o car en eq u ip o , aspecto éste a que estaban
10 Akal Historia del Mundo Antiguo

obligados. Y un núm ero tan conside­ nizad o r, que llevó a los griegos a todo
rable de com batientes tan sólo podía lo largo y ancho de las costas m ed ite­
extraerse de entre el cam pesinado. E s rrá n e a s, tam poco se realizó de golpe,
así, por tanto, que sobre los cam pesi­ sino que conoció diversas etapas.
nos libres pasó a descansar el peso de la D e n tro del p eríodo arcaico griego son
guerra ya en los albores del siglo v il. fu n d am en talm en te dos, abarcando la
El hoplita pasó a te n e r una p arte p rim era los propios com ienzos de di­
decisiva en la responsabilidad ofensi­ cho m o vim iento, poco antes de m e­
vo-defensiva de la polis de la que se diado el siglo VIII, y la segunda, a p a r­
había m antenido fo rzosam ente m argi­ tir de m ediados del siglo siguiente.
nado por los poderosos. E ste cam bio In te re sa aquí esta notación para
en la situación m ilitar de la ciu d ad a­ ju stificar la introducción de o tro fac­
nía no podía efectuarse sin c o n tra p a r­ to r considerado com o básico en la co­
tidas de los oligarcas. Los hoplitas, en lonización griega: el com ercio. Sobre
efecto, presionaron para q ue se les h i­ el p apel d esem peñado por éste com o
ciera partícipes tam bién de la actu a­ d esen cad en an te del envío de colonias
ción política. se ha especulado m ucho. Sin e m b a r­
go, y sin ánim o de obviar la discu­
sión, creo que ella es hasta cierto
2. Causas económicas p u n to inútil. B asta considerar que es­
te espectacular m ovim iento coloniza­
Como acabam os de exp o n er, la p ro ­ d o r no constituye un b loque m onolíti­
blemática económ ica de los griegos co ni en cuanto a cronología o p ro p ó ­
de la época arcaica está tan im bricada sitos, ni m ucho m enos en cuanto a
en la realidad política que am bas resultad o s. Y que por lo m ism o, d e n -
cuestiones no p u ed en d eslin d arse. tro de unas directrices gen erales,
Queda claro, no o b sta n te , q ue el siem pre tienen cabida casos que no se
mayor problem a lo constituía la ste- a ju stan exactam ente a ellas. P or lo
nochoria, la falta de tierras p ara dar dem ás, sólo el paso del tiem po iría
trabajo y alim ento a una población en intro d u ciendo objetivos nuevos a la
expansión. vista ya de unas perspectivas más re a ­
Fue la im posibilidad de e n co n ­ les, derivadas de una inform ación
trar soluciones — bien p o rq u e p e rju ­ m ás exacta de las posibilidades ofreci­
dicaban los intereses de los propios das p o r los nuevos territo rio s. Y tal
oligarcas dirigentes o por condicio­ es, en efecto, lo que sucedió en mi
nantes de carácter geográfico— p o r lo opin ió n , con el com ercio.
que se recurrió a las fundaciones co­ E n los prim eros m om entos del
loniales. Se preten d ía con ello paliar m ovim iento colonizador parece inve­
esta angustiosa escasez de tierras aptas rosím il considerar el com ercio com o
para la agricultura, evitando a la p ar un factor ya actuante en él. Ni los
una agudización de la cuestión social escritores griegos m encionan nada al
y política concom itante a ella. resp ecto , ni es plausible que así fuera
Parece, pues, in contestable que a la vista del nivel o del estado de la
fue la cuestión agraria la d esen cad e­ econom ía de la polis en esa época.
nante del m ovim iento colonial. Las El com ercio en las propias ciuda­
zonas de expansión elegidas — en prin­ des a com ienzos de la época arcaica
cipio el Sur de Italia y Sicilia— y los era, en efecto, prácticam en te inexis­
lugares en que se asen taro n consti­ te n te , es decir, no había una p ro d u c­
tuyen — como irem os viendo en cada ción con excedentes ni, p o r tan to ,
caso— una confirm ación indiscutible una pu esta en el m ercado de éstos,
de este hecho. o b jetiv o elem ental de las actividades
Por lo dem ás, el fen ó m en o colo­ que p u ed en d enom inarse p ro p ia m en ­
La colonización griega 11

Anfora ática
(finales del siglo VI a.C.)
Orvieto

te com erciales. La p an o rám ica que cosas, aun las m ás dispares, d e n tro de
los poem as hom éricos, adem ás de esta situación de econom ía cerrada
H esíodo , nos ofrecen es m uy o tra. En que m utatis m utandis era la vigente
p rin cip io , los únicos c o m e rc ia n tes en el m om ento en que se p ro d u jo el
aludidos com o tales son los fenicios. envío de las prim eras colonias.
El dem iourgos o artesan o griego, se El paso del tiem po m odificó con
lim itaba a ab astecer las necesidades más o m enos rapidez dicho estado de
p ropias de su vecindario y de los n o ­ cosas. T am poco aquí p odem os gene­
bles, d e n tro de una econom ía fam iliar ralizar, puesto que no todas las ciu­
que p ro p en d e a ser autosuficiente. dades evolucionaron en el m ism o sen­
A sí, p o r ejem p lo , el p ro p io U lises se tido. P ero, en cu alq u ier caso, poleis
nos presen ta en la O disea com o un com o C o rin to , A te n a s, e tc ., avanza­
perso n aje capaz de h acer to d o tipo de ron en el desarrollo de las actividades
12 Akal Historia del Mundo Antiguo

artesanales — en buen a p a rte en m a ­ blecim iento estuvo en activo d u ra n te


nos de extran jero s— h asta lograr esos p a rte al m enos del segundo m ilenio
excedentes «industriales» q u e, u nidos a. J. C., como han dem ostrado las exca­
a los agrícolas, vino y aceite so b re to ­ vaciones de Sir L eo n ard W oolley. E n
d o , constituyeron el objetivo de un él concurren las características que
com ercio organizado. A ello co a d y u ­ definen este tipo de enclaves, siendo
vó decididam ente la intro d u cció n de una de las más notables la de su n eu ­
la m o neda en el siglo Vil, cuestión de tralidad. Se req u ería com o prem isa
en o rm e im portancia p ero que no p o ­ indispensable, que el abastecim iento
d em os aquí analizar. de productos fuera co n tin u o , sin que
Conviene, no obstante, hacer al­ ningún conflicto p u d iera suspenderlo.
guna precisión más en este apartado. Puesto que allí afluían m ercancías
Lo dicho anteriorm ente no implica procedentes de tierras lejan as, los
que el mundo griego desconociera el m ercaderes tenían que te n e r seguri­
comercio en térm inos absolutos. Ello dad absoluta de p o d er darles salida,
no podía ser así por cuanto la necesi­ es decir, era insoslayable un co m pro­
dad de aportar desde fuera m aterias miso p o r parte de los pod eres p o líti­
prim as estuvo siempre presente en un cos actuantes en la zona de resp e tar
ám bito carente de ellas. dichos establecim ientos.
Una vez pasados los trastornos Dice textualm ente R . B. B evere
ocasionados por la desaparición del (Comercio y m ercado en los im perios
m undo micénico, debidos a los flujos antiguos, p. 101) a propósito de Al-
y reflujos de población que afectaron M ina: «El grado tan alto de especiali­
a la práctica totalidad del O riente m e­ zación era, a veces, p a rte de una o r­
diterráneo, la nueva situación em ergi­ ganización todavía más com pleja que
da tras ellos se fue asentando, conso­ com prendía a un p equeño estado ve­
lidando, en las diferentes regiones cino con funciones de m ed iad o r en tre
griegas al finalizar dicho proceso, los im perios lejanos y el p u e rto de co­
cuya duración fue ciertam ente pro­ mercio. E sta debió ser la relación e n ­
longada. Esta normalización conllevó tre el reino de A lalakh y A l-M ina».
una reactivación de comunicaciones T odo puerto de com ercio estaba
con aquellas zonas familiares desde teóricam ente bajo un a determ in ad a
antaño, el Egeo oriental, sólo que potencia política, p ero, ta n to ésta co­
ahora con m ayor justificación pues la mo sus enem igos, resp etab an el lugar.
costa occidental de la península ana- W oolley, el excavador tanto de Al-Mi-
tólica, a consecuencia de las migracio­ na como de A lalakh, en co n tró p ru e ­
nes acaecidas en la E dad O scura, es­ bas de la ocupación y adm inistración
taba, asimismo, poblada por griegos. hititas en esta últim a qu e, p o r el con­
No obstante, las necesarias m ate­ tra rio , faltan co m pletam ente en la
rias primas eran accesibles a través prim era. A l-M ina, adem ás, según d e­
especialm ente de uno de esos encla­ m ostración arqueológica, no sufrió
ves llamados por Polanyi y su escuela asedios ni ocupaciones en el segun­
port o f trade o «puerto comercial», do m ilenio cuando hititas y egipcios
utilizado precisam ente para servir de disputaban el control de esa zona.
interm ediario entre ámbitos político- V olviendo, pues, al p unto que
culturales diferenciados. De estos nos ocupa sobre la incidencia del co­
puestos avanzados, el más interesante mercio en las causas de la coloniza­
para los griegos era el de Al-M ina, al ción nos confirm am os en la necesidad
N orte de la desem bocadura del Orón- de dar una respuesta negativa.
tes, en la costa siria, dedicado, al pa­ No o bstante, tras producirse los
recer de m anera exclusiva, al com er­ prim eros establecim ientos, las posibi­
cio entre el Egeo y Siria. Dicho esta­ lidades de intercam bio debieron adi­
La colonización griega 13

vinarse p ro n to . E ste, p o r lo dem ás, nal, frente a T racia— , p o r p arte de


no pudo alcanzar altas cotas, sino que P aros. E n sus p o em as, nos pone de
su volum en sería el d ictado p o r una m anifiesto el gusto p o r una vida aven­
econom ía p re m o n e ta ria basada to d a ­ tu re ra que a una d eterm in ad a edad
vía en el tru eq u e. puede despertarse en el hom bre. Tal im­
D e b e c o n sid erarse, m ás bien, pulso basta p ara justificar la partici­
q ue se dio el proceso inverso. Es d e ­ pación en una em p resa colonizadora,
cir, el asentam iento de núcleos grie­ si bien no tan to p a ra hacerla surgir.
gos en te rrito rio s ultram arin o s abrió Igualm ente, cabe hablar de cau­
perspectivas nuevas, m ercados inex­ sas políticas de signo distinto del ex­
plorados hasta entonces. Las colonias p u esto en el ap artad o 1. A sí, la o p re ­
ubicadas en tierras p ró sp eras, feraces sión de algunos regím enes políticos
a g ríc o la m e n te , p ro d u je ro n p ro n to aristocráticos — com o la llevada a ca­
aquellos prod u cto s necesarios a los bo p o r los B aquíadas de C o rinto o los
griegos continentales de las m e tró p o ­ P entélidas de É feso— pudo d eterm i­
lis, a la sazón alim entos, sobre todo n ar, en algunos casos, el en ro lam ien ­
g rano, p ara pagar los cuales se re q u e ­ to en las tareas colonizadoras, aunque
ría la entreg a de o tras m ercancías, tam poco es ésta una explicación del
pu esto que tal era el m ecanism o e n ­ n acim iento de la em presa en sí.
tonces vigente. E llo, a su vez, consti­ P odem os tam bién, p o r últim o,
tuiría un acicate que estim ularía la referirn o s a hechos p u n tuales. A sí, la
producción artesanal de m an u factu ­ presión persa sobre F ocea que d e te r­
ras, en un volum en cada vez m ayor. m inaría la huida m asiva de sus h ab i­
A la p a r surgiría la necesidad de n u e ­ tan tes hacia C órcega o la fundación
vas fundaciones, co n siderando ya no de T a re n to por los hijos ilegítim os de
tan to la tierra cuanto la estrateg ia de las esp artan as, habidos d u ran te la au ­
los em plazam ientos, con condiciones sencia de los ciudadanos ocasionada
favorables adem ás p ara la navega­ p o r la prim era guerra m esenia. Las
ción, de acuerdo con las m aterias p ri­ fuentes nos hablan tam bién de otras
m as a ex plotar y com ercializar. causas, com o la que forzó a los calci-
Se tra ta , por tan to , de una con­ dios a enviar a una décim a p a rte de
catenación de hechos cuyas etap as no su población a R egion, en el sur de
podem o s seguir de m anera detallada Italia, o la leyenda según la cual, a
sino tan sólo a p re h e n d e r sus rasgos consecuencia de la m u erte de un jo ­
generales m ás sobresalientes. ven, A rchias debió p a rtir de C orinto
p ara fun dar C orcira y Siracusa. C laro
está que, en ocasiones, son sólo eso,
3. Otras causas leyendas que, forjadas p o ste rio rm en ­
te, no reflejan las circunstancias re a ­
A u n q u e las causas principales de la les que ro d earo n la fundación de d e ­
colonización ya han q u ed ad o exp u es­ term inadas colonias.
tas, conviene aducir alguna o tra de
las que las fuentes nos m encionan por
m ás que lo hagam os un poco a título
anecdótico , conscientes de que se tra ­
ta de algo m arginal, no de una cau sa­
lidad auténtica y estricta. A sí, por
ejem p lo , el deseo de aventuras.
U no de los p oetas arcaicos grie­
gos m ás adm irados, A rquíloco, tom ó
p a rte activa en la colonización de la
isla de T asos — en el E geo se p te n trio ­
14 Akal Historia del Mundo Antiguo

II. Características de
las colonias griegas

1. Terminología 2. Actos fundacionales


E l térm ino específico utilizado por los La decisión de im plantar un a apoikia
griegos para designar una colonia es en un territorio ex tran jero , cuales­
el de apoikia. Rasgo esencial de la quiera que fuera su causa o causas,
a p o ikia es su condición de polis com portaba el nom bram iento de un
—com o su metrópoli fundadora— , un director de expedición, oikistés —e n ­
estad o desarrollado en todos sus ele­ cargado de ejecutar en el nuevo asen­
m en to s esenciales que representan ta m ie n to cuantas disposiciones se
una form a de vida griega, trasplanta­ consideraran necesarias para o rd en a r
do a regiones bárbaras o no griegas. el nuevo núcleo— y del reclutam iento
Lógicam ente, la apoikia conllevaba de los futuros colonos. E stos lo serían
un traslado efectivo de población des­ a petición propia, p ero tam bién hubo
de la m etrópoli a la colonia, es decir, casos en que a falta de voluntarios, se
existía una auténtica emigración. recurrió a hacerlo com pulsivam ente,
A dem ás de apoikia existen otros com o nos ilustra el caso de la fu n d a­
térm ino s que no son ya, sin em bargo, ción de Cirene. D e todos m odos,
equivalentes, puesto que tienen un nuestra inform ación sobre los distin­
co n ten id o semántico distinto. Así, tos elem entos es sum am ente incom ­
kleruquía y emporion. pleta, cuando no inexistente, en e sp e­
E l prim ero de ellos hace referen­ cial para los prim eros tiem pos.
cia a una clase especial de colonias El acto fundacional disfrutaba de
atenien ses, desarrollada en la época un carácter esencialm ente religioso.
clásica, cuyos objetivos eran bien di­ D esde la m etrópoli se había llevado
fe re n tes a los perseguidos con las el fuego sagrado que debía inaugurar
apoikias. D ebido a ello, su status ju rí­ la nueva ciudad — acto este cum pli­
dico y el de sus habitantes son total­ m entado por el oikistés— , y que esta ­
m en te distintos del disfrutado por ría d e p o sita d o en el P rytaneion.
apoikias y apoilcoi. En cuanto al se­ Igualm ente, se introducían los dioses
g u n d o , emporion, hace referencia a patrios (theoi poliouchoi), bajo cuya
puesto s de intercambio cómercial, co­ protección se ponía oficialm ente la
m o N aúcratis, por ejemplo, cuyas ca­ colonia.
racterísticas difieren, asimismo, de los La oscuridad docum ental en to r­
o tro s dos tipos mencionados. no a la figura del oikistés es casi
La colonización griega 15

to ta l, sobre todo p ara el com ienzo de y m inuciosas cuando existía un abso­


la actividad colonial. Sabem os q ue, luto desconocim iento de los lugares y
tras su m u erte, recibía h onores reli­ gentes en tre los que se iban a asentar.
giosos en calidad de h éro e fu n d ad o r, Q uizá se dieran al oikistés unas direc­
pero desconocem os, rep ito , en qué trices generales susceptibles de m odi­
consistía su m isión, cuál era su a u té n ­ ficarse según las circunstancias, acor­
tico p a p e l. P o r lo q u e p o d e m o s dándosele a aquél, en todo caso, una
ap re h e n d e r de las noticias de los his­ capacidad de m aniobra y una am pli­
toriad o res sobre d eterm in ad as ciuda­ tud de p oderes m uy considerables,
des, el oikistés p erten ecía, en g eneral, p o r un período indeterm inado.
a alguna de las fam ilias m ás ilustres T ales p oderes era n , desde luego,
de la m etrópoli. Ignoram os, asim is­ m uy grandes aún en época clásica, co­
m o, el m ecanism o seguido en la d e ­ m o sabem os por la fundación a te n ien ­
signación, si v o luntaria p o r p a rte del se de B rea, en T racia, en el siglo V.
in teresad o , o si im puesta p o r el E sta ­ Su oikistés, D em oclides, estaba en car­
do o su p ropia fam ilia. E n cualquier gado sobre todo de co n tro lar el esta­
caso, es lógico pen sar q u e, al m enos blecim iento de colonos, ayudado por
en el com ienzo, fuera el oikistés el 30 geonom os, para las tareas de con­
verd ad ero recto r de la apoikia con feccionar los lotes de tierra , y de 10
unos pod eres cuasi absolutos hasta apoikistai, encargados de distribuir­
que se organizara la vida política en los. A la p ar, introduciría y pondría
la nueva ciudad, d o tán d o se de cu an ­ en m archa las instituciones con que
to s o rg a n ism o s y m a g istra d o s se debía regirse la ciudad, p ero , finaliza­
creyera conveniente. do todo ello, D em oclides debía vol­
Ignoram os tam b ién si los m agis­ ver a A tenas. El caso de T urios es
trados coloniales eran designados al sim ilar y tam bién su oikistés, L am ­
principio p o r la m etrópoli o p o r el oi­ p ó n , tenía la obligación de regresar a
kistés consultando a los h ab itan tes o la m etrópoli.
p or qué sistem a. Ignoram os, sin em b arg o , si los
E n las mism as circunstancias es­ oikistai de la época arcaica tenían el
tam os a la hora de dilucidar en qué m ism o d eb er de reg resar, una vez
m edida la polis fu n d ad o ra dictaba cum plida su m isión, o si se les dejaba
norm as concretas y precisas para o r­ m ayor am plitud de perm an en cia, in­
ganizar la colonia. C iertam en te en cluso vitalicia. E sta in certidum bre se
épocas tardías sabem os de la existen­ extiende a aspectos tan im portantes
cia de decretos fundacionales, cuyo com o la distribución de la tie rra , có­
contenid o reflejab a todo ese tipo de m o se confeccionaban los lotes, qué
estipulaciones de carácter o rg an izati­ extensión tenían, de qué form a se dis­
vo. C onservam os, en efecto, las n o r­ trib u ían , etc., m ecanism os que se nos
m as fu n d a c io n a le s de E p id a m n o ocultan en gran m edida, incluso en el
(Tuc. 1,27), H eraclea (Tue. III, 92/3), pro p io m undo de las ciudades en los
T urios (D iod. X II, 10), así com o los albores de la época arcaica. E n los
decretos em anados para B rea y N a u ­ siglos V y V I, sin em bargo, el princi­
pacto y el docum ento relativo a Cor- pio aplicado era el de igualdad. (Plat.
cira, M elania o N igra (Syll 933 1.9 ss. Ley. V. 745 C): la venta u lterio r de
y n. 12). P ero nada de esto se refiere los lotes asignados originalm ente no
a la época de los com ienzos de la co­ estaba perm itida en épocas antiguas,
lonización, pues son todos m uy p o ste­ según confirm an A ristóteles {Polit.
riores, cuando este sistem a estaba 1319 A 10 ss.) y P latón ( Ley V 740 B
am pliam ente experim en tad o . ss.; 741 C). T am poco estaba perm iti­
Parece lógico su p o n er que difícil­ do el regreso de los colonos a la m e­
m ente se p odrían dictar norm as fijas tró p o li, sólo posible cuando se h u bie­
16 Akal Historia del Mundo Antiguo

ra dejad o algún «enlace» u «hom bre la introducción de nuevos aspectos,


pu ente» , com o un hijo o un h erm ano de m atizaciones que en un prim er
(IG. IX 1, 334 1.6 ss.). m o m en to eran im posibles de prever.
E n realidad, la m ism a estru ctu ra R esu lta, pues, anacrónico trasp o n er
política de las ciudades de aquel tiem ­ situaciones conocidas de los siglos V y
po , especialm ente en el siglo V III, no IV a los anteriores. Es im pensable que
es ap ta para suponer en ella tal cap a­ la polis de la prim era m itad del siglo
cidad de dirigism o, m áxim e ten ien d o V IH tuviera capacidad p a ra ello.
en cuenta la inexistencia de ex p erien ­ Se suele decir con frecuencia
cias previas. Sólo an d ando el tiem p o , (H e rm a n n , B erve, etc.) que el envío
cuando las poleis h u b ieran consegui­ de u n a colonia iba p reced id o de una
do ellas mismas un m ayor grado de consulta a los oráculos y, especial­
m adurez y solidez políticas y tras ad­ m en te, al A polo D élfico (o al de Dí-
quirir conocim ientos m ás p rofundos dim a en el caso de M ileto y o tras p o ­
de las tierras a colonizar, estarían en leis m inorasiáticas). E l prim er testi­
condiciones de in ten tar d etallar un m onio fiable de ello es el efectuado
plan de actuación ante la eventual p o r D o ñ e o (H eród. V , 42) a finales
planificación de una apoikia. L a evo­ del siglo V I. La autenticidad histórica
lución política de las m etrópolis sería, de o tro s, cuya existencia dan cuenta
po r tan to , la encargada de ir dictando las fuentes, han sido puestos en duda

Kylix de Laconia
(550 a.C.)
Biblioteca Nacional, París
La colonización griega 17

p o r la crítica m o d ern a, rechazados en ruquías. Lo m ism o cabe decir de


base a argum entos filológicos. Y a E . otras form as de colonización llevadas
M eyer (G eschichte des A ltertum s, III, a cabo p or pueblos distintos, com o
p. 413) afirm aba que tales oráculos los fenicios o incluso los rom anos.
h ab ían sido confeccionados en su T am poco en estos casos los partici­
m ayoría en o rden al destino p o sterio r pan tes en tales em presas estab an obli­
de las colonias. gados a ab an d o n ar su calidad de
D e tod as m aneras parece in v ero ­ m iem bros de la com unidad en la que
símil que tales consultas previas se nacieron. E n esas circunstancias, la
efectu aran en los m om entos iniciales colonia no podía ser considerada co­
del m ovim iento pues sólo cuando el m o patria de sus po b lad o res, m ientras
sacerdocio del A p o lo D élfico se con­ que las fundaciones coloniales de la
solidó, p udo aspirar a p o d er an im ar o época arcaica griega sí constituyeron
desaconsejar una empresa. Con el tiem ­ la p atria —patris— de sus habitantes.
po, en efecto, irían reuniendo gran can­ N o o b stan te la indep en d en cia
tid ad de conocim ientos geográficos, política de la apoikia, ésta constituía
utilizados p ara d ar indicaciones p reci­ u n a fuente de gloria — u na «cuestión
sas a los futuros colonos q ue acudían a de prestigio», no de p o d e r— para su
D elfos, p ero esto sólo sería posible en m etrópoli (Tue. I, 34). Existen algu­
etap as avanzadas de la colonización. nas contadísim as excepciones a esta
regla general. A sí, las fundaciones
tard ías de la tiranía corintia efectua­
3. Relaciones das com o m edio de am pliar y fo rtale­
metrópoli-colonia cer su esfera de influencia personal,
don d e p odría hablarse de la existen­
C ondiciones básicas de la polis m adre cia de un «vasallaje» político de las
p ara prom over una colonia eran la colonias respecto a la m etrópoli o los
autonom ía y au tarq u ía. T ales ca ra c te ­ asentam ientos establecidos por M as­
rísticas, m ás la ind ep en d en cia de la salia d en tro de su ám bito de influen­
m e tró p o li, d efinen asim ism o a la cia. A este m ism o pro p ó sito se ha ci­
apoikia. Se tra ta , pues, de un estad o tad o con frecuencia el caso de Sínope
to ta lm e n te nuevo e in d e p e n d ie n te y sus colonias. E stas constituirían, en
cuya autoafirm ación se realiza en un opinión de algunos, ejem plos de d e­
m edio ex tran jero . pen dencia política respecto a su m e­
Precisam ente p o r este carácter tró p o li, Sínope, p orque le pagaban
de la apoikia com o la fundación n u e ­ unos trib utos, si bien atestiguados so­
va de una polis in d ep en d ien te, los co­ lam ente en el siglo IV, cuando Jen o ­
lonos — apoikoi— p erd ían el d erecho fonte supo de ellos (A n á b . V, 5). T a­
de ciudadanía en su ciudad o riginaria, les ap ortaciones d eben enten d erse co­
pasando a disfrutar tan sólo del d e ri­ mo respuesta al usufructo de la tierra
vado de la ciudad recién fundada. colonial, cuya pro p ied ad d e ten tab a
P recisam ente en ello reside la dife­ en últim o térm ino la m etrópoli. No
rencia esencial en tre estas colonias a r­ o b stan te, en el caso de Sínope, no p a­
caicas griegas y o tras form as p o ste rio ­ rece que revelara una dependencia
res de colonización, cuales fu ero n , estrictam ente política respecto a ésta,
p o r ejem p lo , d en tro del m undo grie­ sino que se tra tab a de com unidades
go, las cleruquías, d esarrolladas p o r au tó n o m as e indep en d ien tes a todos
A te n as com o m edio de am pliar su es­ los dem ás efectos (cf. F. G eschnitrer,
fera de influencia a la p ar política y A bhàngige Orte, p. 97).
económ ica. E n este sistem a, los cleru- A sí pues, la relación norm al me-
cos atenienses no p erd ían su c iu d ad a­ tró p o li-apoikia era, com o rep e tid a­
nía originaria al trasladarse a las cle­ m ente ponen de m anifiesto nuestras
18 Akal Historia del Mundo Antiguo

fuentes, de índole moral (cf. Plat. griegas de antiguas divinidades autóc­


Leyes VI 754 A .B ; Polib. XII 9, 3; tonas, cuyos rasgos p rese n taran con­
H erod. III, 19; VII, 51; Tue. I, 38), notaciones similares a las deten tad as
com parada con frecuencia, a la exis­ por deidades griegas.
ten te entre padres e hijos. La viola­ C uando una apoikia p retendía
ción de este principio de respeto y fundar a su vez una colonia — hecho
aprecio de la metrópoli era objeto de frecuente entre las apoikias griegas— ,
un desprecio y vituperio generaliza­ se acostum braba a solicitar a la m e­
dos (cf. H erod. V II, 51; V III, 22; Tue. trópoli el envío de un oikistés para
V, 106, 1). dirigir la nueva empresa (Tue. I, 24, 2).
La causa de la separación fáctica Igualm ente, constituye una ex­
en tre metrópoli y colonia hay que presión de la existencia de estos lazos
buscarla no tanto en las dificultades inm ateriales el hecho de que las colo­
inherentes a los viajes marítimos de la nias pudieran esperar ayuda de sus
época — que imposibilitarían una p ar­ m etrópolis en caso de necesidad, h e­
ticipación activa de la m etrópoli en la cho éste invocado cuando la ocasión
vida de la apoikia, tendente a su con­ lo requería (así el caso de Siracusa
trol— , cuando en el tradicional e in­ que cuatro siglos después de su fun­
veterado individualismo político, con­ dación pidió auxilio a C orinto, esgri­
sustancial a la polis, que había evita­ m iendo el argum ento de ser colonia
do así, de m anera consciente, en la corintia). Ello, sin em bargo, no im pli­
m etrópoli un dominio efectivo sobre caba que cada vez que una colonia
la colonia. Por otra parte, cabe apun­ entraba en conflicto con otra ciudad c
tar ahora una cuestión que será deba­ poder político, interviniera la m etró ­
tida más tarde, a saber, que no todas poli. N um erosísim os ejem plos confir­
las apoikias fueron el resultado de m an, por el contrario, que las colo­
una em presa organizada por el E sta­ nias, como polis independientes que
do sino que tam bién ocupó en la colo­ eran, dilucidaban ellas solas sus p ro ­
nización un lugar nada desdeñable la blem as. Las m etrópolis, en definitiva,
iniciativa privada. tenían sus propias dificultades y esta ­
D entro de estos vínculos morales ban lo suficientem ente distantes com o
existentes entre Estado fundador y para p rep arar expediciones m ilitares
colonia se inserta el aspecto religioso u ltra m a rin as fre cu e n tes. H ay que
que ya hemos m encionado más arri­ aducir, adem ás, que colonia y m e tró ­
ba. La colonia tenía en su Pryta- poli no tenían necesariam ente los j
neion el fuego sagrado, traído por los mismos amigos y enem igos, por lo
apoikoi, estaba bajo la advocación cual la política exterior de una y otra
de los dioses estatales m etropolitanos no siem pre era coincidente.
y enviaba delegados especiales y Los vínculos en tre m etrópoli y
ofrendas a su polis originaria con oca­ colonia se extendían asimismo a otros
sión de las fiestas m ayores de esta campos. U no de los más significativos
ciudad. Puesto que se trataba de una es el institucional.
relación recíproca, la m etrópoli hacía N orm alm ente, y como era lógico
lo propio con la colonia, a cuyos en­ en la dinámica de las fundaciones co­
viados para participar en las solemni­ loniales, la apoikia solía ad o p tar las
dades religiosas se les reservaban de instituciones políticas vigentes en su
ordinario localidades especiales. Este m etrópoli. A unque tam poco sabem os
puesto de honor otorgado a los dioses cómo se efectuaba su im plantación,
patrios no excluía en absoluto el que es, en todo caso, natural que se re­
en la colonia pudieran desarrollarse produjeran en el nuevo asentam iento
otros cultos, surgidos las más de las las prácticas con las que estaban fam i­
veces de una adopción bajo formas liarizados los propios colonos. No
La colonización griega 19

o b stan te, las instituciones coloniales de la m etrópoli corresp o n d ien te pero


no tenían que ser idénticas en todos y d en tro de un m arco de enorm e lib e r­
cada uno de sus aspectos a las m e tro ­ tad , donde el nuevo ám bito geográfi­
politanas. Las condiciones sociales y co, económ ico y sociológico de la co­
am bientales de la colonia diferían de lonia fue decisivo en el u lterio r desa­
las de su m etrópoli y era a esta reali­ rrollo de ésta. A sí, su característica
d ad nueva a la q ue hom b res e in stitu ­ básica de independencia se dem ostró
ciones debían a d ap tarse. P o r e je m ­ eficaz, pues la liberaba de todo cons­
plo, la m onarquía im p lan tad a en T a ­ tr e ñ im ie n to , d e já n d o la a b ie rta a
re n to , la única colonia de E sp arta en cuantas influencias beneficiarían su
la M agna G recia, no com p artía el ras­ crecim iento y fortalecim iento. D e ahí
go, a su vez anóm alo en el m undo la distinta evolución de unas y otras.
griego, de una m on arq u ía dúplice, es
decir, que el p o d er lo d e te n ta ra n dos
reyes en vez de uno solo, com o era lo 4. Relaciones con
habitual. A sí, la taren tin a era una indígenas
m on arq u ía individual pero m onarquía
al fin, la m ism a institución q ue la de La p rim era puntualización que d e b e ­
su m etrópoli. Y el efo rad o , in stitu ­ m os form ular es la necesidad de evi­
ción típicam ente esp artan a, era ta m ­ tar las generalizaciones, pues las si­
bién conocido en T aren to puesto que tuaciones que se p re sen ta ro n a los co­
fue im plantado en H eraclea, colonia lonizadores griegos en territo rio s tan
taren tin a. diferenciados com o los afectados por
A sim ism o, las innovaciones polí­ el m ovim iento colonizador griego,
ticas que ap arecieron en las colonias fuero n variopintas. P ara ello, basta
en co n trab an eco no sólo en el ám bi­ co nsiderar las zonas afectadas por él
to m etro p o litan o , sino en el m undo en la época arcaica, a lo largo de sus
griego en general. E n este sentido, el dos fases: M agna G recia, Sicilia, N o r­
caso que suele aducirse norm alm en te te del E geo, M ar N egro y M e d iterrá ­
es el de los legisladores, figura de neo occidental.
tem p ran a aparición en las colonias. Me parece, por ta n to , m ás o p o r­
Las leyes de Z alenco de L ocros (en la tuno ir estudiándolas conform e se
M agna G recia) o C arondas de C atan a vayan viendo los efectos colonizado­
(en Sicilia) fueron im itadas p o r los res en cada una de ellas. D igam os,
griegos del continente. ah o ra, no ob stan te, que la postura
E stas influencias se en m arcan ad o p tad a por los diferentes pueblos
d e n tro de la corriente cultural e sta ­ indígenas ante la presencia griega
blecida en tre el ám bito griego y el íta ­ — condicionada a su vez por la distinta
lo-siciliano, una vez iniciada la coloni­ cohesión interna y fortaleza num éri­
zación. Las colonias, en efecto, p ro ­ ca, política, económ ica y cultural de
longaron en su suelo aspectos com o la los diferentes grupos tribales— , fue el
escritura o la lengua, vehículos cu ltu ­ factor decisivo: si p resen tab an resis­
rales básicos y no podía ser de o tro tencia hubieron de som eterlos por la
modo. Los colonos siguieron escribien­ fuerza — con consecuencias asimismo
do y hablando com o lo hacían en sus distintas, pues o se retirab an hacia el
ciu d ad es de o rig e n , p e rp e tu á n d o se in terio r o quedaban reducidos a una
en tre sus d escendientes tales hábitos. situación cercana a la esclavitud— . Si
P uede decirse en resu m en , que to lerab an, por el co n trario , el asen ta­
las relaciones en tre m etrópoli y colo­ m iento de los núcleos griegos, en to n ­
nia fueron n orm alm ente buenas, flo­ ces se establecían con m ás o m enos
recientes y en riquecedoras. La colo­ rapidez unas relaciones beneficiosas
nia siguió en cierta m edida las pautas para am bos. La arqueología es, en es­
20 A kal Historia del Mundo Antiguo

te aspecto, nuestra fuente de conoci­ la situación una vez consolidado el


m iento más eficaz, pues sólo las exca­ asentam iento griego.
vaciones nos permiten un conoci­ Naturalmente — y dados los condi­
m iento detallado de asentam ientos cionantes mencionados— nuestra infor­
griegos e indígenas, posibilitando así mación en este punto difiere en o rm e­
un estudio de las condiciones de vida, m ente de unas regiones a otras. Z o ­
influencias artísticas, corrientes co­ nas como Sicilia y la M agna G recia
m erciales, dimensiones, dotaciones que se han beneficiado de un estudio
u rbanas e infraestructura, grado de arqueológico sistem ático nos resultan
p e n e tra c ió n de influjos fo rá n e o s mucho m ejor conocidas que otras p a ­
— griegos— entre los indígenas y a la ra las que faltan excavaciones. A sí, el
inversa, etc. Las fuentes escritas sue­ m undo de las colonias griegas rib e re ­
len circunscribirse a describir la reac­ ñas del M ar Negro podem os p ercib ir­
ción de los grupos autóctonos ante la lo, en sus detalles, con m ucha m ayor
presencia griega y, en todo caso, al dificultad, al carecer de una investiga­
resultad o final, es decir, cóm o quedó ción arqueológica tan exhaustiva.

Taza ática con


representación de un
carro y dos esfinges
(Segunda mitad dei
siglo VI a.C.)
Museo de Corinío
La colonización griega 21

III. Oleadas colonizadoras

La so rp ren d en te colonización griega festaciones y con un sentido d iferen ­


de la época arcaica no fue un m ovi­ ciado de los anteriores.
m iento carente de p reced en tes. Las E s com petencia de este estudio
fuentes escritas y la arqueología nos tan sólo la etapa central, co rresp o n ­
revelan que en p eríodos an terio res se dien te a la tercera oleada. D e las an­
diero n , en efecto, traslados de p o b la ­ terio res direm os, a grandes trazos,
ción de idénticas características al que en la prim era oleada sólo puede
efe c tu a d o p o s te rio rm e n te , si bien hablarse de creación de auténticos es­
b ajo unos condicionantes diferentes: ta b le c im ie n to s griegos — a q u e o s—
causalidad distinta, m enores co n tin ­ fu era de G recia, en dos casos: M ileto
gentes num éricos, etc., y zonas asi­ y C olofón. El prim ero correspondería
m ism o m ás restringidas, en cuanto a uno de esos ports o f trade de que
que tan sólo se av en tu raro n hacia la hem os h ablado, explicado en el con­
costa anatólica y las islas próxim as. texto de la actividad económ ica m icé­
E . B lum enthal, que se ha o cu p a­ nica y com o tal, resp etad o p o r la p o ­
do m onográficam ente de esta coloni­ tencia d om inante en A n ato lia e n to n ­
zación tem p ran a (ver bibliografía), ces, es decir, los hititas. Los griegos
distingue, al o b servar la colonización acudirían allí en busca de m aterias
griega, en general hasta la época clá­ prim as, situándose en un lugar p e r­
sica, tres etapas: la p rim era, co rres­ fectam ente adecuado para sus fines:
pon d ien te a las navegaciones e fectu a­ no sólo tenía un estu p en d o pu erto ,
das en plena época m icénica, entre trip le, sino tierra suficiente para au-
1400-1200; la segunda o lead a, en la to ab astecerse. E ste establecim iento,
cual se realizaron asen tam ien to s en del siglo XIV. sustituiría a o tro , p o ­
las zonas citadas — costa anatólica e blado con gentes pro ced en tes de C re ­
islas— y que com prende los siglos ta llegadas en torno al 1600.
oscuros subsiguientes a la d e sa p a ri­ Por lo dem ás, la influencia grie­
ción del m undo m icénico (1100-900 ga, m icénica, conoció una enorm e ex­
a. J. C .); la tercera constituida p o r la pansión en el M e d iterrá n eo , dado el
gran colonización griega de época a r­ am plio ám bito geográfico por el que
caica (siglos VIII-Vl). se m ovieron los m icénicos.
A éstas podían añadirse todavía E n el transcurso de la segunda
otros dos períodos — clásico y helenís­ oleada arriba m encionada, se p rodujo
tico— en que tam bién se fun d aro n la colonización del litoral occidental
colonias, si bien bajo distintas m an i­ m inorasiático. Sin em bargo, tam poco
22 Akal Historia del Mundo Antiguo

aquí se p odría h ab lar stricto sensu de Sur de Italia y Sicilia, adem ás de en


colonización, sino m ás bien de la últi­ las islas Lípari e Ischia. Su cuantía
m a fase de estos m ovim ientos de p u e ­ num érica es ciertam ente escasa y,
blos, característicos de la E d ad O scu­ aunque no autorice a hablar de una
ra, que co n d u jero n al asentam iento presencia estable de griegos m icéni­
en su solar definitivo de diferentes cos en aquellos lugares, sí ejem plifi­
grupos tribales griegos. E stos, por can la existencia de relaciones entre
otra p a rte , han sido o b jeto de un in­ am bas zonas del M editerráneo.
terés eno rm e p o r la investigación his­ D en tro de este gran m ovim iento
tórica, lingüística, e tc ., dado el tem ­ colonizador pueden diferenciarse dos
p rano florecim iento alcanzado p o r Jo- etapas en base a la disparidad de las
nia, co nvertida en la cuna del pensa­ zonas colonizadas en uno y otro m o­
m iento y la ciencia griegas. m ento cronológico, a las ciudades
P o r lo que a la tercera oleada se com prom etidas en las distintas em ­
refiere, direm os en prim er lugar que presas y a los objetivos perseguidos.
las zonas de desarro llo de esta m agní­
fica expansión difieren de las elegidas
an terio rm en te. L a razón fundam ental 1. Primera fase (mediados
para ello fue política: no es que no
existieran m ás lugares disponibles en siglo Vlil-mediados siglo VII)
la costa anatólica en el E geo oriental,
sino que las relaciones de fuerzas p re ­ C orresponde a aquélla cuyas causas
sentes entonces cuando se inició el hem os tratado de analizar al princi­
m ovim iento — en especial la ascen­ pio. Su finalidad era, com o hem os
diente p u jan za del Im perio asirio— , visto, la consecución de nuevas tierras
aconsejaban to m ar nuevos rum bos. Y de labor donde asentar a unos grupos
estos estarían dictados o condiciona­ de población excedentarios.
dos por la ausencia de poderes políti­ G eográficam ente la parte afecta­
cos fuertes que p u dieran obstaculizar da fue Sicilia y Sur de Italia, cuyos
la instalación de los asentam ientos. asentam ientos enum erarem os en el
C abría h ab lar de otra cuestión ap artad o siguiente (IV -Z onas de E x­
previa: la de si hubo una precoloniza- pansión).
ción o no, en el M editerrán eo occi­ En cuanto a las ciudades griegas
dental sobre tod o . D a r una respuesta p articipantes en esta fase prim era, las
taxativa que zan je toda diatriba es protagonistas indiscutibles fueron las
im posible, dado el estado de nuestras dos poleis eubeas: Calcis y E retria,
fuentes. A sí que sólo podem os asir­ adem ás de las ubicadas en el Istm o,
nos a la in terp retació n de los datos C orinto especialm ente y M égara. En
arqueológicos y a la inducción de p ro ­ m en o r m edida, lo hicieron tam bién,
babilidades algo m ás tarde, otros como los pelo-
Es evidente que los griegos te ­ ponesios y locrios a los que hay que
nían ciertos conocim ientos de las p o ­ su m a r los p ro ced en tes de apoikías
sibilidades ofrecidas por el O ccidente que adoptaron pronto el papel de m e­
m ed iterrán eo . La p ropia Odisea, con trópolis.
la narración de los viajes de su p ro ta ­ A l tocar este punto y percibir la
gonista, es un buen testim onio de práctica m onopolización de algunas
ello, por más que la leyenda oscurez­ áreas realizada por determ inadas ciu­
ca hasta hacerla irreconocible, la v er­ dades surge una interesante cuestión,
dad histórica. Los hallazgos arq u eo ló ­ a sab er, en qué m edida puede hablar­
gicos, no o b stan te, nos confirm an el se de em presas corintias, m egarenses,
hecho, pues se han encontrado o b je ­ etc ., form adas con sus propios ciuda­
tos micénicos en distintos puntos del danos o si es necesario considerarlas
La colonización griega 23

m ás bien com o «agentes» co lonizado­ En esta etap a participaron de


res, encargados de organizar la em i­ m anera efectiva las ciudades grie­
gración p ro ced en te de to d a un área. gas m inorasiáticas e isleñas. M ileto
P od ría pensarse que las poleis m onopolizó la expansión hacia el M ar
m encionadas, por su situación g eo­ N egro, m ientras que F ócea se enca­
gráfica — insulares unas, en u na e stre ­ m inó en dirección o p u esta, hacia el
cha fran ja de terren o las otras— q u i­ O ccidente M ed iterrá n eo , com o tam ­
zá acusaran la falta de tierras y la p re ­ bién lo hicieron, según la tradición,
sión dem ográfica de m odo m ás acu ­ los sam ios. C retenses y rodios colabo­
ciante que otras no p articipantes en raro n en el afianzam iento de la p re ­
esta p rim era fase de la gran coloniza­ sencia griega en Sicilia con la funda­
ción, pero si se contem plan las d ispo­ ción de G ela, a com ienzos del siglo
nibilidades de o tras m uchas poleis VI. A todo ello, se añade el u lterior
griegas se llega a la conclusión de que desarrollo de las tareas colonizadoras
no tenía necesariam en te que ser así. en la M agna G recia y Sicilia en gran
A d em ás, no se ve bien cóm o u na sola p a rte logrado gracias a las prim eras
ciudad, aun presupo n ién d o le una n u ­ colonias, que, com o ya se ha dicho,
m erosa población ex ced en taria, podía co m enzaron m uy p ro n to este desdo­
sum inistrar tan to s colonos y en tan b lam iento, continuado en esta fase y
co rto espacio de tiem po. E s claro, llevado a cabo no sin conflictos.
pues, que sólo es explicable en el se­ A esta enorm e am pliación del
gundo supuesto, si actuaba de o rg an i­ m undo griego colaboró en no poca
zad o ra, encauzando los excedentes m edida la operatividad del tan lleva­
hum ano s, o los que v o lu n tariam en te do y traído factor com ercial. N o es
quisieran em igrar, de áreas m ás am ­ que la colonización cam biara de ca­
plias. E ste p roceso, que se nos anto ja rá c te r, pues verem os cóm o la búsque­
ev idente, no se en cu en tra, sin e m b a r­ da de tierras aptas p a ra la agricultura
go, atestiguado por las fuentes, de seguía siendo un elem ento fu n d am en ­
su erte que ningún referencia escrita tal, sino que los intereses com erciales
puede sancionarlo ni tam poco nos sir­ h arán tam bién acto de presencia, m o­
ven o tro tipo de testim onios. tivados por la a p e rtu ra y explotación
de nuevas zonas con el subsiguiente
a u m en to en las relaciones en tre am ­
bas p artes del m undo griego. A su
2. Segunda fase (mediados vez, esto servirá de m otor para n ue­
siglo VH-mediados siglo VI) vas fundaciones en lugares estratég i­
cos, si bien su propia natu raleza d e­
Las características m ás d estacadas de term inaría sus dim ensiones, más re­
ésta son la enorm e am pliación geo­ ducidas, y su m enor im portancia nu­
gráfica del m ovim iento, alcanzando el m érica.
extrem o occidental del M ed iterrán eo ,
con los puestos interm edios co rres­
p o n d ien tes, y la m ayor variedad de
estados participantes.
A sí, en efecto, se registra la fun­
dación de enclaves griegos en toda la
costa m ed iterrán ea — Sur de G alia, li­
toral oriental de la P enínsula Ibérica,
E g ip to , región de la P ro p ó n tid e y los
E strechos y zona norte del E g eo — , a
lo que se añade la colonización de las
riberas del P onto E uxino.
24 Akal Historia del Mundo Antiguo

IV. Zonas de expansion

Serán consideradas aquí las colonias — actualm ente la isla de Ischia— si­
agrupadas en áreas determ inadas, las tuada frente a la bahía de N ápoles,
m etrópolis griegas protagonistas y el zona más septentrional alcanzada por
criterio cronológico. Es necesario, no la penetración griega. Sus fundadores
o b stan te, hacer una advertencia pre­ fueron las dos poleis eubeas, Calcis y
via: la dificultad para establecer una E retria.
cronología totalm ente segura de las El establecerse prim ero en una
fundaciones, derivada de las fechas a isla se justifica como una m edida de
veces contradictorias o no coinciden­ prudencia. Extraños en aquellas tie­
tes, dadas por las fuentes antiguas. rras, era más fácil defenderse desde
E n este aspecto la confrontación de un lugar sólo accesible por m ar. Su
éstas con los datos proporcionados proximidad al continente les perm itía,
por la A rqueología es insoslayable, sin em bargo, explorar conveniente­
constituyendo éste el único sistema m ente las posibilidades e inconve­
para llegar a unas conclusiones dignas nientes del territorio situado frente a
de fe. Tales com paraciones es obvio ellos y por el que pronto se sentirían
que sólo son susceptibles de hacerse atraídos. No en vano Cam pania era
allí donde existen excavaciones (con una de las regiones más prósperas de
resultados publicados), lo cual no su­ Italia.
cede en todos los puntos de la coloni­ Por otra parte, según noticias de
zación griega. E strabón (V, 4, 9), esta prim era colo­
nia prosperó rápidam ente debido a la
fertilidad del suelo — de procedencia
1. Sur de Italia y Sicilia volcánica— y a sus recursos m ineros
de oro. A ñade el geógrafo, que los
La gran disponibilidad de tierras de eretrienses no tardaron en abandonar
estas regiones era la solución a los la isla a causa de conflictos con los
problem as que acuciaban a los grie­ calcidios, cuya interpretación más
gos. Su fertilidad y extensión justifica probable sea la del estallido de la
que se convirtieran de hecho — como G uerra Lelantina entre ambas ciuda­
a m enudo se Ies define— en un au­ des eubeas por la posesión de la lla­
téntico E ldorado. nura del Latento pero que desem bocó
La prim era colonia griega funda­ en conflicto generalizado que dividió
da en la llam ada posteriorm ente M ag­ en dos bloques al mundo griego. Pos­
na G recia, fue la de PIT E C U SA teriorm ente, también los calcidios se
La colonización griega 25

verían obligados a ab an d o n ar la isla, cusa, o p or el co n trario , los dem ás au ­


tra s una e ru p c ió n volcánica aco m ­ to res m encionan tan sólo a los calci­
p a ñ a d a de v io le n to s m o v im ie n to s dios en base a que constituía el ele­
sísmicos. m en to p rep o n d eran te. E n to d o caso,
Los dos enclaves exhum ados p o r de ser exactas las palabras de D io n i­
los arqueólogos en Ischia, en Casti- sio, la fecha de la fundación de C u­
glione uno y en M onte di V ico el m as había de ser an terio r al com ienzo
o tro , nos inform an de los asen tam ien ­ de la G u erra L elan tin a, desarrollada
tos habidos allí. El prim ero de ellos, en las últim as décadas del siglo V III.
situado al E ste de la isla, es un núcleo E n la colonización de C um as in­
indígena, en tre cuyos vestigios, que terv in ieron, adem ás de los eubeos,
cubren un am plio espectro cronológi­ una ciudad hom ónim a: o tra C um as.
co, se han en co n trad o fragm entos ce­ Los dos oikistai fueron M egastenes de
rám icos m icénicos. Q ue tuvo u na lar­ Calcis e H ipocles de C um as, según
ga supervivencia p o sterio r a la p re ­ nos transm ite el pasaje de E strabón
sencia griega en la isla, está d em os­ relativo a este punto. Se ha discutido
trad o p o r el hallazgo de vasos g eo m é­ m ucho la localización de esta o tra C u­
tricos. Su ocaso llegó al finalizar el m as, dado que la más conocida es la
siglo V III. El segundo contiene las ciu d ad eolia m ino rasiática de ese
huellas m ás antiguas de ocupación no m b re. Sin em bargo, por una serie
griega: vasos de finales del g eo m étri­ de razones que no es posible explicar
co en co n trad o s tan to en el em p laza­ aquí — no hay, por ejem p lo , en las
m iento de la ciudad com o en el de la antiguas inscripciones cum anas nin­
m etrópolis. E sta cerám ica, algo a n te ­ gún rastro de eolism os— la C um as a
rior a la p roporcionada p o r las p rim e­ que se refiere E strab ó n no es la de
ras colonias griegas de Sicilia y ta m ­ A sia M enor, sino una ciudad m ucho
bién a la de C um as, está d atad a en la p eo r conocida, situada en la costa
p rim era m itad del siglo v m . El em ­ o rien tal de E u b ea, de donde serían
plazam ien to de M onte de Vico fue originarios una p a rte , al m enos, de
tem p o ralm en te ab an d o n ad o — lo que los colonos. C iertam en te, los h ab ita n ­
co rrespo n d ería a la noticia de E stra- tes de E u b ea sufrían esta situación de
bón— p ero no de m odo definitivo: su injusticia ya descrita a m anos de los
reocupación en el siglo V es m anifies­ aristócratas o hippobotai, «criadores
ta tras el descubrim iento de tres b lo ­ de cab allo s» q ue a c a p a ra b a n las
ques de un tem plo griego, fragm entos m ejores tierras, lo cual les em p u jó a
de terraco tas arquitectónicas y otros b uscar o tras nuevas. La elección de
vestigios. C am pania no podía ser m ás acertada.
C U M A S fue la colonia griega E n cuanto a la fccha concreta de
que siguió a Pitecusa en el tiem po. su fundación nos topam os con una
C on un em plazam iento m agnífico so­ m ultiplicidad de datos contradictorios
bre una acrópolis n atu ral, dom inaba de los que es difícil ex traer lo a u tén ti­
la llanura cam pana y se p restab a a su co. Si Pitecusa tiene una cronología
vez a una m ejor defensa. Según narra situada entre el 775-760, C um as sería
T ito Livio, fueron los griegos de Pite- algo p o sterior, en to rn o al 750.
cusa los fu ndadores del nuevo a se n ta ­ A su vez C um as, con el paso del
m iento en el co n tin en te, m ientras que tiem p o , tendió a asegurarse el control
D ionisio de H alicarnaso habla e x p re ­ de la zona cam pana m ediante la crea­
sam ente de colonos calcidios y ere- ción de varios enclaves. E sto debió
trios. La participación de estos ú lti­ ocu rrir antes de producirse la expan­
m os, sólo m encionada p o r dicho es­ sión etrusca en C am pania, acaecida
critor, ha llevado a su p o n er q ue, o en to rn o al año 600, fecha de la fun­
bien ha confundido C um as con Pite- dación de C apua, que pondría límites
26 Akal Historia del Mundo Antiguo

a la penetración griega en la región. Así es como seis años después,


Lo mismo hizo con el golfo de Nápo- en 728 según Tucídides (V I, 3, 3) se
les donde surgieron D icearquia (lla­ fundó L E O N TIN O S, a unos 10 km de
m ado a ser el p uerto del que Cumas la costa en el interior, em presa dirigi­
carecía— el posterior Puteoli rom ano da tam bién por Tucles en la m ás rica
[Pozzvoli], fundación, según E strábón llanura de Sicilia, regada por el Sime-
(V, 4, 6) de los samios en el 531, p ro ­ to. A esta colonia siguió inm ediata­
bablem ente sobre una base naval cu- m ente otra, C A T A N A , fundada esta
m ana existente ya entonces) y Parte- vez bajo el m ando de E varco, con
nope o Nápoles, cuyos orígenes como gentes calcidias, procedentes tam bién
ciudad doble — una antigua y otra de Naxos. Se alzaba en el extrem o
más reciente— son bastante oscuros opuesto de la llanura del Sim eto
en las narraciones antiguas. — Leontinos al Sur, C atana al N o rte—
La prim era colonia calcidia en Si­ a los pies del Etna pero en la costa, dis­
cilia fue N A X O S. C uenta Tucídides poniendo de un buen puerto. C o n tro ­
(V I, 3, 1; V I, 25, 7) que los coloniza­ laba asimismo la ruta hacia com uni­
dores calcidios llegaron bajo la direc­ dades nativas del interior, com o Cen-
ción de Tucles, el oikistés de esta ex­ turipa o Enna. Por su parte L eontinos
pedición — o Teocles en la versión de hacía lo propio con el camino que con­
E strabón (V I, 267, 2,2), tom ada a su ducía hacia la actual C astalgirone, un
vez de Éforo, un ateniense llegado a im portante enclave sículo según lo
Sicilia a la cabeza de un grupo de cal­ atestiguan los m ateriales p ro p o rcio n a­
cidios provenientes de E ubea— y le dos por las excavaciones efectuadas
atribuye la fecha de 735-4. Su em pla­ en el lugar. A m bos em plazam ientos
zam iento sobre el C abo Schiso le da­ contaban con la indispensable prem i­
ba acceso a un pequeño y protegido sa de tener buenas tierras de labor,
puerto que dom inaba sobre el fértil por lo que alcanzaron un gran d esa­
valle del río A lcantara, pero estaba rrollo como ciudades de carácter agrí­
rodeado de altas m ontañas, como el cola indiscutible.
E tna al N orte. E sta apoikia es rele­ El prim ero de ellos parece que se
vante sobre todo por ser, a su vez, realizó en un lugar habitado precisa­
base para una u lterior colonización, m ente por sículos, pues en L eontinos
destinada a asegurar el dom inio grie­ las excavaciones han puesto al descu­
go de la feraz región del E tna. Naxos, bierto huellas de ocupación sícula de
en efecto, no alcanzó sino un m odes­ fecha inm ediatam ente anterior a la
to desarrollo. colonización, si bien no co n tem p o rá­
La acogida de los indígenas sícu- nea estrictamente. Tucídides, en efec­
los a los recién llegados no debió ser to, refiere que la fundación de L eon­
al principio m ala, com o parece d edu­ tinos se hizo tras expulsar por la fu er­
cirse de la pervivencia del principal za a los sículos nativos, no obstante lo
de sus a s e n ta m ie n to s , T a o rm in a cual, los indígenas residentes en el te ­
(Taurom enio) tras la fundación de rritorio situado dentro de la órbita de
Naxos y el hallazgo en la necrópolis Leontinos se fueron helenizando, co­
sícula de Cocolonazzo de cerámica mo dem uestran los lugares de Scordia
geométrica griega. Por tan to , se da­ y G ram m iche.
rían más bien, unas relaciones am isto­ La historia ulterior de estas tres
sas, aunque no durad eras, com o vere­ colonias está m arcada, ap arte de por
mos enseguida. la tem prana aparición de los legisla­
Que no encontraron .oposición a dores como C arondas en C atan a,
sus planes lo demuestra el hecho de la ra­ cuya constitución aristocrática sirvió
pidez con que se efectuaron los dos asen­ de modelo a otras ciudades griegas,
tam ientos fundados a p artir de Naxos. por los ataques de que fueron o b jeto
La colonización griega 27

p o r p a rte de Siracusa. A sí, sabem os de esplendor estas apoikias calcidias


q ue C atan a fue atacada en el 476 por sirvieron com o vehículos de irrad ia­
H ie ró n y sus h ab itan tes expulsados, ción de la cultura griega en Sicilia,
fundánd o se en su lugar, con colonos especialm ente en tre los nativos de la
siracusanos y peloponesios, E T N A , de región del E tn a , ocupada p o r ellos,
d u ració n , sin em bargo, efím era. O tro según hem os visto a p ropósito de
tiran o siracusano, D ionisio, destruyó L eon tin o s, extensible tam bién a C a ta­
N axos en el 403 pero ello no conllevó na, la cual m antuvo estrechas re la c io ­
la definitiva desaparición de la ciu­ nes con los sículos de A d ra n o y P a te r­
dad. Los vestigios arqueológicos son no, enclaves am bos m uy helenízados,
testim onio de los intentos de h acer so b re to d o el últim o. Incluso llegaron
resurgir a la antigua N axos que fue a fun d ar dos colonias filiales — G alli-
reocu p ad a en el perío d o p o sterio r polis y E ub o ea— contadas e n tre las
— siglo IV y época helenística— . P a u ­ fundaciones calcidias cuya cronología
sanias (V I, 13, 8) nos dice que en su debem os su p onerla, a falta de datos
tiem po ya no había huellas de su exis­ precisos, unos cincuenta años tras la
tencia. fundación de N axos, es decir, en el
N o o b stan te, en sus m om entos p rim er cuarto del siglo Vil. D e la pri-

Colonias de la Magna
Grecia

Cumas. e *Neápolis.
• wDicearquia.
ITALIA.
Pitecusa
Posidonia (Pesto). • Tarento.
• Metaponto.
Elea. Hidrunto.
•Siris.
• Pixunte.
Pr. Palinuro. ►
Calipolis.
LauMLaos?).
• Síbaris.

MAR TIRRENO.

• Petelia.
•Tem esa. •Crotona.
• Terina.

I. Liparas
Medama. MAR JONICO.
•Lipara
• Caulonia.
iMilas.
Erice. «Panormo. •Zancle. «Locros Epicefiros.
. _ . -ér «Solunte. •Regio.
I. Egates .Segesta.
M. Etna. «Naxos.
M. otia· ★Entela.
•Selinunte. SICIL,A·
•Catania.
Acragas (Agrigento).
• Leontini.
• Megara Hiblea.
Gela.
Acras.
© «Siracusa.
Camarina.

Casmenas.

Colonias griegas. Ciudades fenicias. ★ Plazas fuertes.


28 Akal Historia del Mundo Antiguo

m era desconocem os su localización zón, los habitantes de Zancle se ex­


exacta, pero se hallaba en la costa en­ pandieron rápidam ente hacia un lugar
tre C atan a y N axos, siendo esta últi­ de la costa norte de Sicilia, próxim a a
m a su m etrópoli. Leontinos lo fue de la m etrópoli pero que podía p ro p o r­
la segunda, tam poco identificada con cionarles las tierras necesarias. A sí es
seguridad. A m bas tuvieron una pervi­ como surgió M Y L A E , en una penín­
v e n d a lim itada. D e E uboea sabemos sula unida por un istmo al resto de
que fue capturada por G elón, siendo Sicilia, considerada siem pre un apén­
sus habitantes vendidos unos como dice de Zancle.
esclavos y otros transferidos a Siracu­ Colonia tam bién de Z ancle es
sa (Strab. V I 2, 6; X , 1, 15; H erod, H IM E R A (Tue. V I, 5, 1), más hacia
V II, 156). el E ste, entre Cefalú y P aterno, fun­
A los establecim ientos calcidios dada en 648 por calcidios de M essina
sicilianos hay que sum ar Zancle y y los M ilétidas, grupo de exiliados
M ylae, las actuales M essina y Milaz- procedentes de Siracusa, establecidos
zo. Z A N C L E , del térm ino sículo zan- en principio en Z ancle, así como un
clon que designaba la hoz o elem ento p ro b a b le c o n tin g e n te de eu b eo s.
curvo alusivo a la form a de su magní­ C ontaba con una extensión suficiente
fico p u e rto , sería colonizada, de ha­ de tierra laborable en el valle del río
cer caso al testim onio de Tucídides H im eras pero sus dim ensiones fueron
(V I, 4, 5-6), por piratas procedentes siem pre reducidas. La fama de su
de la colonia calcidia de Cum as a los nom bre la debió a la gran derrota en
que se unirían posteriorm ente un con­ el 480 de la coalición form ada por Te-
tingente de calcidios y de eubeos en rilo de H im era, A naxilao de Rhegion
general. Se efectuaría, pues, en dos y C artago ante T erón de A grigento
m om entos distintos. Tuvieron como apoyado por G elón de Siracusa.
oikistais a Perieres y C ratem enes, ori­ El control del estrecho de M esi­
ginarios de Cum as y Calcis, respecti­ na quedó definitivam ente en m anos
vam ente. Su cronología es dudosa calcidias con la fundación, poco pos­
pues falta en Tucídides y los datos terior a la de Zancle en el lado opues­
ap o rtad o s por otros autores son su­ to, de R H E G IO N , en la que partici­
m am ente confusos. Q uizá el asenta­ paron tam bién no sólo gentes eubeas
m iento de los cum anos se produjera sino m esenios, según nos transm ite,
hacia el 755 — antes, por tanto, de de m anera unánim e, la tradición. E s­
la fundación de N axos— , y el de los tos m esenios, fugitivos del Peloponeso
eu b e o s y calcidios más tard e, con a consecuencia de la conquista espar­
p o s te rio rid a d a N ax o s, L e o n tin o s tana de su territorio, tuvieron una
y C atana. participación decisiva en la vida pos­
M ás tard e se produciría el cam ­ terior de la ciudad.
bio de nom bre, de Zancle a M essene, Los vestigios de la ciudad antigua
a resultas del aflujo allí de mesenios son bastante escasos pues se encuen­
hacia el 664-660 a. J. C. tran bajo la actual Reggio, a lo que se
La ubicación de Zancle, elegida sum an los desastres ocasionados por
para vigilar el paso del estrecho de los frecuentes movim ientos sísmicos.
M esina y p roteger así el acceso a No obstante, adem ás de una necrópo­
las otras colonias calcidias de Italia lis, se conocen los em plazam ientos de
— Cum as y Pitecusa— no era apropia­ los tem plos, más los restos del recinto
da, sin em bargo, para el desarrollo de am urallado y otros hallazgos cerám i­
una ciudad grande, puesío que toda cos datados en el siglo VII.
am pliación estaba vedada por las V em os, pues, q u e la colonización
m ontañas que rodean el em plaza­ calcidia se circunscribió a dos zonas
m iento de dicha colonia. Por esta ra­ determ inadas: en la península itálica,
La colonización griega 29

Anfora del Píreo


(630-620)
Museo Nacional de Atenas
30 Akal Historia del Mundo Antiguo

C am pania, con el golfo de N ápoles to sículo an terio r a la llegada de los


incluido, y en Sicilia, la zona n o rte de griegos se han visto p len am en te con­
la costa orien tal, incluidas am bas p a r­ firm adas por la arqueología, pues,
tes del estrecho de M esina. L a ex p an ­ ta n to en O rtigia com o en los alre d e­
sión occidental de Calcis term in ó así d ores de Siracusa, se han en co n trad o
prácticam en te con el com ienzo de la num erosas huellas de civilización si­
nueva centuria (excepto el caso de cula co rrespondientes a la fase previa
H im era). T an tem prano languidecer a los griegos. E sta prim era co n fro n ta­
no puede d ejar de conectarse con la ción violenta dejó paso, sin em bargo,
g u erra lelantina, de fatales conse­ a o tras relaciones de signo pacífico.
cuencias para las dos grandes polis L a superioridad griega, conseguida
eubeas. p o r la fuerza, en cu en tra su reflejo en
El o tro gran bloque de colonias la com posición social de la ciudad: sa­
está form ado por las llam adas global­ bem os por las fuentes (H ero d . V L
m ente dorias. 155, en tre otros) que los indígenas
La más antigua y de m ayor im ­ fu ero n reducidos a la condición de es­
p o rtan cia es S IR A C U S A . F u n d ad a clavos — los Cillirios— , m ientras que
según Tucídides (V I, 3, 2) un año el estrato superior — los G am o ró i—
después de N axos, esto es, en el 733, estab a com puesto p o r los descen d ien ­
fue su oikistés A rchias, m iem bro de tes de los prim eros colonos y consti­
los B aquiadas de C orinto, el cual, a tu ían , com o indica su n o m b re, la aris­
consecuencia de un asunto am oroso tocracia te rra ten ien te .
con final desgraciado, recibió ó rdenes Siracusa se expandió p ro n to . La
del A p o lo délfico p ara exiliarse y fundación de A cra, C asm ena y C am a­
fu n d a r una colonia. El núcleo prim iti­ rin a así lo dem uestra. D e acuerdo con
vo de la ciudad estaba en la isla O rti- T ucídides, A C R A fue fundada seten ­
gia, de donde — según T ucídides— ta años después de Siracusa y CAS-
fu ero n expulsados sus prim itivos h a­ M E N A , veinte años después de A cra,
b itan tes sículos. P osteriorm ente, en el c o rresp o ndientes a 663 para la prim e­
siglo v il, un dique o calzada artificial ra y 643 a la segunda. P arece, sin em ­
convirtió O rtigia en península. La si­ b arg o , que no fueron auténticas p o ­
tuación era sum am ente favorable en leis in d ependientes sino que p e rm a ­
una acrópolis natu ral, fácilm ente d e­ n eciero n siem pre bajo la tutela de Si­
fendida con dos puertos y lo que es racusa. La ubicación de am bas en el
m enos frecu en te, una fuente de agua valle del A napo o to rgaron a ésta el
■dulce — el m anantial de A retu sa— , dom inio de un rico valle donde se cul­
cuyo caudal bastaba para abastecer a tivaban cereales y olivos. P ara ello,
to d a una ciudad. Estas ventajas, in­ d e b ie ro n expulsar, o so m eter, a los
d u d ab les, no fueron suficientes, sin sículos que lo h ab itaban y cuyos asen ­
em b arg o , para sus ciudadanos que tam ien to s se han en co n trad o en Pan-
necesitab an cam pos cultivables con talica, M onte Finocchito y en Pinnita.
los que satisfacer sus necesidades. E s­ C A M A R IN A tiene en c o n tra p o ­
tos los enco n traro n en los valles in te ­ sición a las an terio res un em p laza­
riores de A n ap o y Cassibile. A sí, O r­ m iento costero, en el litoral m erid io ­
tigia q ued ó reservada a edificios ofi­ nal de Sicilia en la desem bocadura del
ciales m ientras el grueso de la po b la­ H ip aris, evocado por P índaro. Fue
ción se concentró en las pendientes fundada ciento trein ta y cinco años
m eridion ales de los altos de las E p i­ d espués de Siracusa, es decir, en el
polas, en los tres barrios conocidos de 598. Su negativa a aceptar la a u to ri­
A c rad in e , Tyche y N eapolis. dad de la m etrópoli valió a sus h ab i­
Las noticias del historiador grie­ ta n te s, d erro tad o s por los siracusa-
go sobre la existencia del asentam ien­ nos, la expulsión de su ciudad, corres-
La colonización griega 31

Oinochoe protoático
(Mediados del
siglo VII a.C.)
Museo Nacional de Atenas
32 Akal Historia del Mundo Antiguo

p o n d ien te a la noticia según la cual La versión de T ucídides (V I 4, 1-


C am arina fue d estruida c u aren ta años 2) — nuestro testimonio fundam ental—
después de su nacim iento (Ps. Scim no d ifie re de la e s tra b o n ia n a , p u es,
vv. 294-296), esto es, en el 528. A según su n arración, m ientras las pri­
p esar de ello, sin em b arg o , no d esa­ m e ra s colonias calcidias lleg a ro n ,
pareció y a com ienzos del siglo V pasó conducidas por T eocles, se p ro d u jo
a m an o s de H ip ó c ra te s, tira n o de tam b ién una em presa m egarense diri­
G ela, h asta su liberación en el 492. gida p o r su oikistés Lam is. Se estab le ­
A ños después es d esp o b lad a de n u e ­ ció ésta a orillas del río P an tacia, en
vo p o r G elón que la coloniza p o r te r­ la localidad de T ro tilo , aband o n an d o
cera vez. después este enclave p a ra ap ro x im ar­
La región in terio r tras la línea Si- se a los calcidios de L eontinos. Sien­
racusa-C am arina donde existían cen­ do expulsado de allí po sterio rm en te,
tros sículos im po rtan tes — com o d e ­ in ten tó colonizar T apso pero encon­
m u estran los hallazgos en to rn o a tró allí la m uerte. El resto de los colo­
Cassibile y Castelluccio— resu ltó p ro ­ nos aceptó el ofrecim iento hecho por
fun d am en te helenizada, a resultas de el rey sículo H iblon de darles tierra ,
la irradiación podero sa de Siracusa y fu n d an d o así, hacia el 727, la ciudad
sus apéndices, lo que d em u estra la de M E G A R A H IB L E A , d o n d e vi­
v ariedad de trato infligido a los indí­ vieron hasta ser expulsados p o r G e ­
genas p o r esta pod erosa ciudad: unas lón de Siracusa. D icha ciudad, por
veces em pleó la fuerza p ero tam bién ta n to , se incluye en tre las m ás an ti­
supo valerse de relaciones pacíficas. guas de Sicilia.
P or lo dem ás, lo que conocem os D el estudio arqueológico de M e­
de la historia de Siracusa en el siglo gara H iblea parece deducirse que el
VII evidencia una ciudad agitad a, con em plazam iento del nuevo núcleo no
conflictos internos. E n ellos se e n ­ se hizo sobre la an terio r e indígena
m arca la expulsión de los M ilétidas H ibla — com o afirm a É foro— , pues
— m encionada supra— . E sta conflicti­ este cen tro sículo se levantaba más
vidad in tern a d eterm in aría la in tro ­ hacia el interior, cerca de la Melilli ac­
ducción de m odificaciones en un sis­ tu al, d o nde se han en co n trad o n um e­
tem a de gobierno estrictam en te aris­ rosos vestigios de una civilización in­
tocrático y una estabilización de la si­ dígena prim itiva, sino en un lugar
tuación en el siglo siguiente. a p a rte del que q u edan asim ism o m u­
La vecina ciudad de C o rin to , en chas huellas, dos tem plos, p o r eje m ­
el Istm o , M egara, tuvo tam b ién su p a ­ plo. Sus relaciones con los sículos, se­
pel en la colonización siciliana. Sus gún se desprende de la tradición his-
com ienzos están relacionados en las to riográfica, fueron excelentes desde
fuentes con las em presas calcidias. sus com ienzos. Su extensión es m u­
Según E strab ó n (VI 2, 2), las m ás an ­ cho m ás reducida que la ocupada por
tiguas ciudades siciliotas era n N axos la m ayoría de las ciudades griegas de
y M egara: T eocles co n d u jo allí un Italia o Sicilia y, aunque tam poco p o ­
contingente form ado en su m ayor seía un p u erto n atu ral, su costa está
p a rte por calcidios pero tam b ién por p ro teg id a de los vientos del n o rte por
jonios y dorios, estos últim os m ega- el M onte T au ro , de form a que podía
renses p rev alen tem en te. Los calcidios o frecer ventajas para fo n dear. D e to ­
fundarían N axos y los m egarenses dos m odos, su territo rio no puede
M E G A R A , llam ada a n te rio rm e n te co m pararse en cuanto a riqueza al
H ibla. El resto de dorios p erm an eció d isfrutado por L eontinos o Siracusa,
en el cabo Z efirio hasta unirse a los ciudades a su vez que le cortaban to ­
que bajo la dirección de A rq u ias llega­ da posibilidad de expansión. Por esta
ron desde Corinto para fundar Siracusa. razón, p arte de su población se vio
La colonización griega 33

forzada a em igrar, estableciendo así cional costum bre, fue enviado p o r la


en el siglo V II un asen tam ien to nuevo, M egara m etropolitana para dirigir la
S elinunte, de m ucho m ayor prestigio em p resa, acaecida cien años después
y riqueza que su m etrópoli. E sta fue de M egara H iblea (Tue. V I 4, 2), es
d estruida en el 483-2 por G eló n , revi­ decir, en el 627 o en el 650, pues según
viendo sólo en época helenística, pero D io d o ro (X III 59, 4), se hizo doscien­
no por m ucho tiem p o , aniquilada por tos cu arenta y dos años antes de su
los rom an o s cuando sitiaron Siracusa. cap tu ra por los cartagineses, en el
S E L IN U N T E debió su creación 408. El punto elegido, al O este de
a colonos de M egara H iblea dirigidos G ela en la costa m eridional siciliana,
po r Pam m ilo, el cual, según la tra d i­ sobre un altozano, disponía de una

Hidria ática
(Siglo V)
Nápoles
34 Aka! Historia del Mundo Antiguo

am plia zona apta para la ag ricultura, re n ta y cinco años a Siracusa, es d e­


en tre el m ar y las m ontañas especial­ cir, en el 688. El prim itivo reducto de
m en te en dirección o este, sin que la colonia, sobre una acrópolis n a tu ­
p u ed a com pararse, de todos m odos, a ral, se llam aba Lindos, lo cual eviden­
las llanuras fam osas de L eo n tin o s o cia, ju n to al culto recibido p o r A nti-
G ela. La falta de huellas an terio res a fem o, una prep o n d eran cia rodia.
los griegos indica la no existencia de Las circunstancias en que se p ro ­
una ocupación previa del lugar. Las d u jo la fundación de la ciudad están
ruinas actuales constituyen un espec­ en p a rte oscurecidas p o r el desacu er­
táculo realm en te im presionante p ara do existente en tre los historiadores
el visitante por la eno rm id ad de las antiguos, pues m ientras alguno com o
dim ensiones de los tem plos, d en tro A rte m ó n de Pérgam o (F. H . G . IV
de un paisaje de gran belleza, te sti­ fr. 5 y 342) hablan de los conflictos
m onio todavía vivo de la riqueza al­ habidos al respecto con los sicanos,
canzada p o r los h ab itan tes de esta o tro s dicen que se p ro d u jo con n o r­
ciudad en los siglos VI y V. La o b te n ­ m alidad, es decir, que no hubo oposi­
ción de tales recursos sólo pudo h a ­ ción de los indígenas. Q ue éstos esta­
cerse a base de d om inar un área im ­ ban allí aposentados lo d em u estran
p o rta n te , habida cuenta de q ue sus los vestigios de un núcleo indígena
propias tierras no eran especialm ente con un nivel de civilización b astante
feraces. La extensión de su ám bito te ­ retrasad o . E n cualquier caso, lo que
rrito rial se hizo hacia el E ste, in­ sí fue o b jeto de oposición p o r p arte
cluyéndose así la fran ja hasta la ac­ de los autóctonos no fue tan to el p ro ­
tual Sciacca o T erm as de Selinunte. pio em plazam iento cuanto el dom inio
M ás al E ste, en la desem b o cad u ra del de la llanura, cuyas tierras de labor
P latani se estableció M inoa, llam ada bien irrigadas, fam osas en la A n tig ü e ­
después H E R A C L E A M IN O A q ue, d ad p o r su feracidad, si bien no en
a p esar de ser una colonia de S elinun­ dem asía extensas, constituían la p rin ­
te, a finales del siglo VI, pasó a p o d e r cipal fuente de riqueza para unos y
de A grigento. otros. Los sicanos estab a n , adem ás,
P o r el O este, la expansión se bien asentados en las m ontañas que
efectuó tan sólo hasta M azara (M az- ro d ean la llanura, pues han sido e n ­
zara del V allo), lím ite ya de S elinun­ co n tra d o s ab u n d a n tes vestigios de
te , m ás allá del cual era te rrito rio de ellos. Su helenización, sin em bargo,
las ciudades fenicias, situadas en el p u e d e co m probarse fue te m p ra n a ,
rincón occidental de Sicilia. H acia el puesto que com enzó ya a m ediados
N o rte, se extendió tan to cu an to lo del siglo vil y continuó a lo largo de
perm itiero n los Elim ios indígenas y la los dos siglos siguientes. A sí lo re ­
ciudad de Segesta; esta vecindad sería flejan las excavaciones em prendidas
causante de p erp etu o s incidentes e n ­ en el in terio r del territo rio de G ela,
tre am bas ciudades. hasta la región de C altagirone sobre
A este grupo de colonias dorias la altiplanicie de Piazza A rm erin a, en
p e rten ec e G E L A . Su em plazam iento San M auro, C altagirone o T erravec-
estaba ya en la zona occidental de Si­ chia di G ram m ichele. La expansión
cilia, a diferencia de los fundados en de G ela, frenada hacia el E ste por
el siglo v in q u e, com o se ha visto, C am arina — el lím ite estaría en el río
surgían en la Sicilia orien tal. Situada D irillo— y hacia el norte p o r los sica-
ju n to al río del m ismo n o m b re, fue nos, se efectuó hacia el O e ste, fun­
fundada por rodios y cretenses en una d ando en esa dirección su principal
expedición dirigida por dos oikistai, colonia.
A ntiphem o de R odas y E u tim o de A G R IG E N T O , en efecto, alcan­
C re ta, en una fecha p o sterio r en cua­ zaría m ayor im portancia que G ela, su
La colonización griega 35

m etrópoli. C olonos de G ela fu n d aro n des fenicias con unos intereses con­
A cragas, o A g rigento, ciento ocho cretos, protegidos p o r C artago.
años después de su llegada a Sicilia, P aralelam ente a ella, se d esarro ­
en el 580, im poniendo a la nueva ciu­ lló la efectuada en el Sur de la p en ín ­
dad las m ism as leyes (Tue. V I 4, 4). sula itálica, cuyos condicionantes geo­
E l que esta expedición fuera co m an ­ gráficos y hum anos im prim ieron unas
dada po r dos oikistai — com o le a tri­ características diferentes. A sí, podría
buye p a rte de la tradición— consti­ m encionarse la difícil com unicación
tuye un reflejo de los dos contingentes e n tre am bas fachadas m arítim as e, in ­
fun d ad o res de G ela, su p u estam en te cluso, a lo largo de cada una de ellas,
p articipan tes tam bién en A grigento. p o r la presencia de elevadas m o n ta­
Según p arece, a juzgar una vez ñas y p o rque la oposición indígena se
m ás por los vestigios arqueológicos, d em ostró más fu erte y eficaz a la hora
antes de producirse la definitiva fu n ­ de d efender su te rrito rio contra los
dación de A g rig en to , h ubo una in te n ­ ex tran jeros.
to n a previa, asim ism o griega, realiza­ Los griegos se asentaron en esta
da en la zona p o sterio r del p u e rto , zona d en tro del área com prendida e n ­
que fracasaría por la resistencia o fre ­ tre la bahía de N ápoles al N o rte y el
cida por los indígenas. E xisten huellas golfo de T aren to al Sur sin que el lito­
al respecto que p erm iten su p o n er un ral adriático a traje ra su atención.
en fren tam ien to en tre am bos. D e las prim eras fundaciones cal­
El em plazam iento definitivo se cidias — Pitecusa, C um as y después
situó en las proxim idades de la costa, R hegion— hem os hablado ya. Los es­
p ero no directam en te ju n to al m ar. tados em peñados en las colonias itáli­
C onstituye uno de los más expresivos cas son, sin em bargo, diferentes de
ejem plos de colonia agrícola, pues los com prom etidos en Sicilia. E n tre
disponía de vastas extensiones de tie­ ellos ocupan lugares destacados distin­
rra , p ro d u cto ra de ab u n d an tes re c u r­ tos grupos peloponesios, aqueos, es­
sos: cereales, aceite, vino, etc. p artan o s, así com o locrios y algunas
Ello posibilitó su enorm e creci­ ciudades griegas m inorasiáticas. E n
m ien to , pues, no en vano a p a rtir de cuanto a su cronología, estas funda­
la acrópolis prim itiva, llegó a estar ciones com enzaron a efectuarse a fi­
considerada com o una de las ciudades nales del siglo VIII en lugares ubica­
antiguas m ás ricas y po b lad as con dos en el golfo de T a re n to .
unos 200.000 h ab itan tes de los cuales La m ás tem p ran a de las colonias
sólo eran ciudadanos de pleno d e re ­ peloponesias fue S IB A R IS , fundada
cho un 10 por 100, unos 20.000. Las por un grupo de aqueos a las órdenes
ruinas, visibles hoy en día, com o las del oikistés Is de Elis (Strab. VI 1,
im ponentes del tem plo de Z eu s, cons­ 13). Parece q ue, al principio, fueron
tituyen un magnífico ejem plo de ello. partícipes de esta em presa ciudadanos
E sta am pliación de las disponibi­ de T recén , pero dada la superioridad
lidades territo riales agrigentinas se hi­ num érica de los aqueos, éstos los ex­
zo a expensas de los sicanos, cuya re ­ pulsaro n , yendo a establecerse a Posi­
sistencia quedó finalm ente vencida donia. La fecha de su fundación no es
p o r obra del tirano F álaris, fam oso del todo clara, debido al desacuerdo
p o r la crueldad de sus m étodos de go­ existente entre los au tores antiguos,
bierno y cuyo m an d ato , d esarrollado que la sitúan, bien en el 720, bien en
en tre 565-549, acabó con su m uerte el 709.
violenta. Su ubicación se situó en tre los
La expansión colonial griega en ríos C rates y Síbaris, estando antigua­
Sicilia qued ó d etenida en la p arte oc­ m ente m ás cerca del m ar que en la
cidental por la presencia allí de ciuda­ actu alid ad, debido a los depósitos
36 Akal Historia del Mundo Antiguo

aluviales que han desfigurado la zona. Sibaris dom inó un extenso te rri­
Incluso, parece, se po d ría acceder to rio que com prendía no sólo los va­
desde el m ar, río arriba. E n todo ca­ lles de los dos ríos C rates y Sibaris,
so, la proverbial riqueza de los sib ari­ sino que llegaba hasta el T irren o . A
tas estaba fundada en la fertilidad finales del siglo Vil controlaba cuatro
agrícola de la inm ensa llanura d o m i­ tribus y veinticinco núcleos. Sus dos
nada p o r la nueva ciudad, d o n d e se colonias principales fueron L A O S y
cultivaban cereales, vid y olivo, a p a r­ S C ID R O S . La situación e historia de
te de otros recursos, com o la m ad era esta últim a son desconocidas quizá
y la pez, extraídas de los grandes b o s­ p o rq u e no se desarrolló. E n cuanto a
ques de sus proxim idades, y la p lata L ao s se e n c o n tra b a p ro b ab lem e n te
de sus m inas (T. L iv., X X X , 19). T a ­ ju n to al río hom ónim o y fue una ciu­
les posibilidades a tra je ro n a n u m e ro ­ dad in d ep en d ien te cuyas m onedas se
sos h ab itan tes, hasta llegar a conver­ acu ñ aron siguiendo m odelos sibaritas.
tirse en la m ayor ciudad de Italia, E sta riqueza por la que Sibaris
pu es, adem ás, dice D io d o ro (X II, 9, fue conocida en la A n tigüedad no im ­
2), Sibaris concedía fácilm ente a los pidió su p ro n ta desaparición. Los
ex tra n je ro s el derecho de ciudadanía. constantes conflictos con su vecina
Su población llegó a co n tar 100.000 C ro to n a acabaron en un e n fre n ta ­
personas ó 300.000 según otros autores. m iento abierto a consecuencia del
cual, tras la d e rro ta sibarita en el 511-
510, esta ciudad fue arrasad a, siendo
desviado el río C rates para que co­
rriera por su antiguo em plazam iento.
Los supervivientes se refugiaron en
las colonias próxim as. H ubo varios
in ten to s de revitalizar Sibaris, según
nos inform a D iodoro (X I 48, 4). A sí,
ya en el 476-5 fueron asediados n u e­
v am ente por los C ro to n a y en el 453-2
tam b ién éstos les obligaron a abdicar

Oinochoe corintio
(625-600 a.C.)
efe /í* ··* 9··' Corinto
La colonización griega 37

de sus preten sio n es, ten d en tes a un ba el sur en dirección a la llanura si­
renacim ien to de la ciudad. P ero e n ­ b arita y com unicaba con M etaponto
tonces acudieron a E sp a rta y A ten as, m ediante un afluente del Sele, que
decidiendo Pericles el envío de una conducía al valle del B asento para
colonia panhelénica. El p rim er grupo descen d er hacia aquella ciudad. Por
de colonos para la repoblación de Si- o tra p a rte , podía conectar con C am ­
baris llegó en el 446-5, pero al año pania e Italia central a través de Sa­
siguiente, tras surgir dificultades, los lerno. Sin em bargo, la ausencia de
sibaritas fueron expulsados. Los n u e ­ defensas n aturales harían de Posido­
vos colonos, m ás o tros recién llega­ nia un objetivo fácilm ente atacable,
dos, fu n d aro n T U R IO S en el 444-3 en estan d o expuesta a intrusiones de los
una colina situada algo al in terio r. lucanos aborígenes.
L a nueva ciudad, constru id a se­ El río Sele constituyó el lím ite
gún el conocido plano hipodám ico, del territo rio de esta colonia. Las tie­
no ten d ría, sin em b arg o , larga vida. rras al N orte de dicho río no en traro n
Sus ciudadanos p ro n to se dividieron nunca en la órbita de Posidonia ni
en dos b andos, defensores de distin­ fueron tam poco perm eables a los in­
tos regím enes políticos, u n o , d em o ­ flujos helénicos. E n m anos etruscas a
crático p ro aten ien se, o tro , el de los p a rtir del 530-525, el Sele delim itó
aristócratas, p ro esp artan o . A finales am bas esferas de influencia, etruscas,
del siglo V, la ciudad se fue d eb ilitan ­ al N o rte, griegas, al Sur. E sta situa­
do tam bién por los ataq u es de los lu- ción no siem pre fue cóm oda p ara Po­
canos, cada vez m ás belicosos. T a m ­ sidonia, ni exenta de problem as. A ca­
bién L aos, la colonia sib arita, acabó bó sucum biendo a los ataques de las
sus días al com ienzo del siglo IV. tribus sabélicas a finales del siglo V o
D e todas las colonias p a tro c in a ­ com ienzos del siglo IV.
das p o r Sibaris, co rresp o n d e a P O S I­ C R O T O N A , la vecina y rival im ­
D O N IA (actual P aestum ) la m ayor p en iten te de Sibaris, fue tam bién co­
gloria, siendo la m ás se p ten trio n al y lonia aquea algo p o sterio r a ésta, pues
adem ás la m ejo r conocida. Sus fu n d a ­ su fundación se sitúa en el 708 a. J.C .
dores fu ero n sibaritas pero no aq u eo s, p o r el oikistés M iscello, p o r órdenes
sino los trecen io s expulsados poco del o rá c u lo délfico (D iod. Sic. fr.
después de la fundación de Sibaris. V III, 17), cuyo tríp o d e se p e rp etu ó
C onfirm ación de esto se ha e n c o n tra ­ com o em blem a de la ciudad en sus
do en el propio no m b re de la ciudad m onedas.
y en el culto trib u tad o allí a P oseidón, Su em plazam iento parece haber
divinidad b ajo cuya advocación e sta ­ estad o anterio rm en te h ab itad o por in­
ba p u esta la ciudad de T recén . Sobre dígenas, pero el núcleo prim itivo, en
su cronología no ten em o s ningún dato una acrópolis sobre un p ro m o n to rio ,
p re c iso , p e ro , p o s te rio r a Sibaris, se am plió con rapidez hasta alcanzar
d eb e situarse en el tran scu rso del siglo una superficie m uy vasta. T ito Livio
VII, quizá en las prim eras décad as, (X X IV 3, 1) dice, incluso, que la lon­
efectu án d o se, al p a re c e r, en dos m o­ gitud de sus m urallas en el siglo III era
m entos, según nos dice E stra b ó n (V de 18 km. T enía un p u e rto doble, si
n, 13), al principio en la m ism a costa, bien m ediocre y poco p ro tegido, y
algo al in terio r después. tierras cultivables, no tan fértiles co­
Su em plazam iento era favorable, mo las de su vecina, en la llanura del
desde el p u n to de vista de las com u n i­ valle del N eto. Ello ocasionó, pues,
caciones. Situado a orillas del río Sele su rápido crecim iento económ ico y
(o Silaris antiguo), dom inaba el cam i­ h u m an o , de lo que en la actualidad
no hacia el interior: a través del valle no qued a casi ningún rastro.
del T an ag ro , y del D iano se alcanza­ C ro tona era fam osa en tre los an-
38 Akal Historia del Mundo Antiguo

tiguos por su tem plo consagrado a siendo anexionada a Locros a com ien­
H era Lacinia y situado en el cabo L a­ zos del siglo IV.
cinio (el actual cabo C olonna). E ra in ­ A l o tro lado del istm o de Scylle-
dudablem en te el m ás conocido de to ­ tio n , C ro to n a fundó T E R IN A , pero
do el Sur de Italia, quizá p o r h ab er d esconocem os cu ándo, dato este om i­
asimilado algún antiguo culto indígena. tido p o r la historiografía antigua. Se
E l episodio histórico m ás so b re ­ su pone que en el siglo VII o VI, pero
saliente de su historia prim itiva (Strb. m ás p ro b ab le m en te lo fue tras la des­
VI 1, 10) está provisto p o r su to tal trucción de Sibaris en el 510, p o r el au ­
d erro ta en la guerra m an ten id a con m en to de p o d er que esta victoria con­
L ocros, a orillas del río Sagra, hacia llevó p ara los crotoniatas. D el estudio
el 540-535, lo que no im pidió, sin em ­ arqueológico se deduce su existencia a
bargo que, años m ás ta rd e , p u d iera com ienzos del siglo V, pues de e n to n ­
infligir a Sibaris un golpe tan d u ro que ces d atan sus prim eras m onedas.
conllevó a su práctica d esaparición. C ro to n a , de todas m aneras, so­
L a expansión crotoniana se efec­ m etió a su influencia otras localidades
tuó en varias direcciones. E n princi­ de la costa tirren a com o M edm a, Hip-
pio, com o se ha indicado, hacia el p o nion o Tem essa. A p a rte de ello,
N o rte, en el valle bajo del N e to , d o n ­ tras la destrucción de Sibaris, toda
de surgieron los enclaves de M acallia, aquella zona pasó a estar bajo su d o ­
Petelia, C rim isa, hasta llegar al lím ite m inio, de m anera que se convirtió en
del ám bito de influencia sibarita m a r­ la ciudad m ás im portante del Sur de
cado por el río T raen te. H acia el Sur, Italia, si bien tal p repotencia no duró
llegó hasta toparse con el río Sagra, m ucho tiem po, pues ya a finales del
fro n tera septen trio n al de Locros. E n siglo V su declive había com enzado.
esta zona m eridional de C ro to n a fu n ­ E n tre las colonias aqueas m erece
do C A U L O N IA . u na especial atención T A R E N T O ,
E ra ésta una colonia aq u ea, se­ fundada muy poco después de C ro to ­
gún la tradición reflejada en tre otros n a, hacia el 706. El m otivo de crea­
por E strab ó n (V I, 1, 10) de cro n o lo ­ ción de esta colonia se sale de lo n o r­
gía incierta, pero p o sterio r en todo m al, pues, según la tradición, los co­
caso a la de C ro to n a, atribuyéndosele lonos p rovenientes de E sp arta bajo la
norm alm ente la fecha de 675-70. D a ­ dirección del oikistés F alan to , eran
das sus dim ensiones, no pasó nunca hijos ilegítim os de las esp artan as, h a­
de ser un enclave de im portancia re ­ bidos con aquellos que no habían p o ­
ducida, aunque se han en co n trad o dido p articipar en la prim era guerra
vestigios notables, com o sus fortifica­ m esenia. Al finalizar la gu erra, fue­
ciones y un tem plo dórico del siglo V. ron privados de la totalidad de los d e ­
T ras disfrutar de un p eríodo de in d e­ rechos de ciudadanía, y designados
pendencia, C aulonia cayó en m anos P arth en io i, pero, no resignándose a
de Locros en el 389, siendo tran sferi­ su su erte, organizaron una revuelta
dos sus habitantes a Sicilia (D iod. Sic. q ue fue descubierta. Su jefe, F alan to ,
X IV , 103-6). fue enviado a D elfos, cuyo oráculo le
Tam bién en el ám bito de p o d e r o rd en ó la colonización de la región de
de C roto n a estaba S C Y L L E T IO N , en T a re n to (Strb. V I, 3,2 y 3,3).
la mism a dirección de C aulonia y a n ­ D ejan d o aparte algunos detalles
tes de ésta. P ro b ab lem en te, tuvo al en los que difieren las diferentes ver­
com ienzo una existencia in d e p e n d ie n ­ siones, el hecho de su fundación por
te, term in an d o , sin em b arg o , p o r caer laconios es claro, pues no sólo todos
en m anos de su p o d ero sa vecina con los au to res antiguos están de acuerdo
cuyo territo rio colindaba. F in alm en te, en este punto, sino que o tra serie de
corrió la mism a suerte que la a n te rio r, datos lo confirm a, por e jem p lo , el
La colonización griega 39

dialecto dorio em pleado tan to p o r los C om parada con o tras colonias


taren tin o s com o en H eraclea, colonia griegas de su en to rn o , T aren to no al­
de T a re n to , la institución del eforado canzó una extensión territo rial eq u i­
vigente en aquélla, los cultos, etc. parable ni siquiera en los m om entos
T am bién se p resen ta com o evidente álgidos de su p o d er a com ienzos del
el hecho de que los colonos serían siglo IV, pues nunca sobrepasó la línea
gente sin plenitud de derechos, d e­ del ángulo n o ro rien tal del golfo de
seosa de tierras para cultivar de las T a re n to . Sí tuvo una irradiación cul­
que se veían privados en E sp a rta por tu ral notable, que alcanzó de hecho,
su status jurídico. to d a A pulia.
N o parece que su asen tam ien to E n la zona sureste de la ciudad
en el pun to elegido fuera origen de estab a ubicada C A L L IP O L IS , consi­
problem as con los indígenas, com o d erad a al unísono com o griega. Se tra ­
tam poco los hubo en estos prim eros ta de un islote situado en la en trad a
m om en to s de la colonia. M ás bien d e ­ del golfo tare n tin o , unido a tie rra por
bem os p resu p o n er lo co n trario . El un estrecho itsm o, d o ta d o adem ás de
hallazgo de algunos vasos p rotocorin- un m anantial. E stuvo h ab itad o p ro b a­
tos en la A pulia m eridional ap u n ta blem en te p o r indígenas antes de la lle­
hacia la existencia de una co rrien te de gada de los griegos, p ro v en ien tes és­
intercam bios con los indígenas, ya a tos de L aconia y llam ados p o r los p ro ­
com ienzos del siglo VII. pios taren tin o s. N o fue nunca una ciu­
T a re n to tenía una situación m uy dad in d ep en d ien te sino bajo la au to ri­
v en tajo sa derivada sobre to d o de su dad de T aren to .
p u e rto , el m ejo r, sin d u d a, de to d a la Plinio, por su p arte , da cuenta de
costa m eridional de Italia, que sería una colonia taren tin a en la costa
la clave en el desarrollo de la ciudad. adriática P O R T O T A R E N T O (N H
D isponía tam bién de terren o s cultiva­ III 101) p ero que hasta hoy sigue sin
bles, si bien aquella zona apulia era, identificarse. U bicada e n tre O tra n to y
en gen eral, bastan te árid a, au n q u e B rindisi quizá corresp o n d a al actual
producía cereales, vid y olivo. T a m ­ P o rto A d rian o . T am poco sabem os la
bién fue fam osa p o r sus caballos. fecha de esta fundación.
El recinto u rb an o de la ciudad se E n el siglo V, T aren to dirigió sus
extendió hacia el E ste. U na sistem áti­ ojos al suroeste para in ten ta r lograr la
ca investigación arqueológica está im ­ expansión que en A pulia le estaba ve­
posibilitada, no o b stan te, p o r hallarse dada com o consecuencia de la resis­
bajo la ciudad actual. Por esta razón, tencia p resentada por los autóctonos.
sólo se han hallado restos esporádicos A sí se p rodujo la fundación de H E ­
que nos ilustran, sobre to d o , del flo­ R A C L E A , en el 433-2, en el em pla­
recim iento de la vida religiosa en el zam iento de la antigua Siris, a la par
siglo Vil. que se aseguraba la suprem acía de la
Las relaciones con las tribus ita- liga italiota. A fines de esta misma
liotas no siem pre fueron pacíficas. cen tu ria, M etaponto e n tró tam bién
C onocem os la existencia de conflictos en la órbita de T a re n to , aunque m an ­
a com ienzos del siglo V con m esapios ten ien d o su independencia política.
y peucetios, pero lo más d estacado es Señalaba en cualquier caso el límite
el en fren tam ien to con los yápigos que de la expansión territo rial taren tin a.
d e rro ta ro n trem en d am en te a los ta ­ Podem os c errar la serie de colo­
rentinos en el 473. A consecuencia de nias aqueas con una im p o rtan te ciu­
ello, se p ro d u jo en la ciudad una re ­ d ad , M E T A P O N T O , atribuida en la
volución de carácter d em ocrático, b a­ leyenda a N éstor y sus com pañeros
se del subsiguiente florecim iento de la pilios al regreso de la guerra de
ciudad. T roya. Sus colonizadores llegaron a
40 AkaI Historia del Mundo Antiguo

Italia llam ados p o r Sibaris, dispuesta dad se alcanzó en el siglo V I, decayen­


a im pedir que T aren to se ap o d erara do p o sterio rm en te hasta el extrem o
de las regiones vecinas (Strab. V I, de e n tra r, com o hem os visto ya, en la
1,15). Sea o no verdad éste y otros ó rb ita de T aren to en el siglo V sin lle­
detalles de su fundación, lo cierto es g ar a una p érd id a de su in d e p en d en ­
el origen aqueo de M etap o n to , asegu­ cia, com o la pervivencia de las acu ñ a­
rado por la coincidencia de los testi­ ciones m etapontinas parece sugerir.
m onios al respecto, siendo su cro n o ­ A ctu alm en te, poco q u eda en pie
logía aproxim ada los com ienzos del de la floreciente ciudad de antaño.
siglo vil. Parece, no obstante, que en T an sólo algunas colum nas del tem plo
su fundación intervinieron otras ciuda­ consagrado a H e ra, hered ero y conti­
des, siendo la más segura la de Focea. n u a d o r, al p arecer, de un antiquísim o
Se halla enclavada esta colonia culto enotrio y los im ponentes reves­
en tre T aren to y H eraclea, en una lla­ tim ientos de terraco ta del dedicado a
nura litoral entre los ríos B asento y A polo.
B radano. P robablem ente, estaría más L a relación de colonias griegas
próxim a al m ar en la A ntigüedad que en el sur de Italia no estaría com pleta
ah ora, debido a que los depósitos de sin la m ención de otros dos im p o rtan ­
aluviones de los ríos han ganado te ­ tes centros: Siris y L ocros.
rreno al m ar. No parece que aquel S IR IS tuvo una existencia b a sta n ­
p unto estuviera habitado con an tela­ te b reve lo que quizá justifique lo con­
ción, pues el núcleo indígena está si­ fuso de la tradición relativa a ella.
tuado algo más al N orte. Las posibili­ F u n d ad a en el 675 p o r C olofón, cuyos
dades de aquella llanura fueron ex­ ciudadanos huyeron de su p a tria a
plotadas rápidam ente, debiéndose a consecuencia de la expansión lidia, co­
ellas la riqueza de la ciudad. Su base m an d ad a p o r G iges, la nueva ciudad
agrícola está confirm ada, adem ás, en hizo rápidos progresos, llegando a ser
el em blem a elegido en sus acuñacio­ realm en te pró sp era. A se n tad a en un
nes, consistente en una espiga de tri­ lugar de gran riqueza agrícola, la o p u ­
go, principal producto extraído de su lencia y lujo de sus ciudadanos fue fa­
tierra. Posteriorm ente la facilidad de m osa en la A n tig ü ed ad hasta ser p a ­
com unicación con Posidonia a través r a n g o n a r e a la de los sibaritas (A te ­
de los valles del B asento y del Sele neo X II 523 c y d). Ello les acarreó las
— antiguo Silaris— favoreció los in­ envidias de los estados vecinos — Si­
tercam bios com erciales que co n tri­ baris y M etap o n to — los cuales entre
buyeron, sin duda, al auge económ ico 575 y 535, aliados a su vez con C ro to ­
de la ciudad. na, cap tu raro n y destru y ero n la ciu­
Las aspiraciones de M etap o n ­ dad, que dejó así de existir. N o ob s­
to a con tro lar las tierras cultiva­ ta n te , el lugar de su em plazam iento
bles de los alrededores justifican los — dada su feracidad agrícola— fue o b ­
enfrentam ientos a que se vio abocada je to de d isp u ta en tre las ciudades
con los cnotrios itálicos y con los ta- asentadas en sus inm ediaciones, sobre
rentinos. H acia el N oreste, el límite todo en tre T urios y T a re n to , saliendo
de su expansión estuvo m arcado por victoriosa esta últim a que logró e sta ­
el río B radano, m ientras que en di­ blecer en aquel territo rio su colonia
rección opuesta, hacia el Sureste llegó H eraclea.
hasta los confines de Siris. H acia el Siris no ha podido ser localizada
interior, quizá no pueda hablarse de en la actualidad con exactitud. Se al­
autoridad efectiva, s in o 'd e una irra­ zaba, sin duda, muy próxim a al m ar,
diación cultural, dem ostrado por la en la m argen izquierda del río Sinni,
penetración entre los indígenas de la vía de comunicación natural con la cos­
influencia griega. El apogeo de la ciu­ ta tirren a y aunque el itinerario no
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La colonización griega
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Pyxis corintio
(Finales del siglo VII a.C.)
Museo Nacional de Atenas

deja de ser dificultoso, parece que fue la achacan a los ozolos que hab itab an
utilizada por los antiguos que conec­ una zona más próxim a a Italia — la
taban así con Pissunte (Pyxus), situ a­ costa sep tentrional del golfo de Co-
da al Sur de E lea, ciudad cuya p rim e­ rin to — , m ientras que el grupo opun-
ra m ención histórica data del 471-470 tio tenía su solar en las orillas del ca­
(D iod. Sic. XI 59,4), cuando M icito, nal de E u b ea. Su fundación se hizo,
regente de Reggio y M essina, envió de todos m odos, algo después de C ro ­
allí una colonia de la que no sabem os to n a y de Siracusa y m ás co n creta­
n ad a, pero de existencia a n te rio r c o ­ m en te hacia el 679-8 a 673-2. A l co­
mo d em u estran sus acuñaciones del m ienzo, según el geógrafo griego se
siglo VI. establecieron en el cabo Z efiro , razón
L O C R O S tiene tam bién una tra ­ p o r lo cual recibió la ciudad el a trib u ­
dición historiográfica poco clara. Las to de E pizefiria, adjetivo que distin­
discusiones com ienzan ya a pro p ó sito guía en v erdad a los locrios occidenta­
de qué grupo d en tro de los locrios les, itálicos, de sus herm anos más
protagonizó esta em presa colonial, si orientales. Al no en co n trar tierras su­
los opuntios o los ozolos, cosa en la ficientes !a aban d o n aro n .
que los distintos auto res antiguos no No o b stan te, propu g n ab an a los
se ponen de acuerdo. E strab ó n (V I 1, locrios opuntios com o los fundadores
7) rechaza la atribución a los locrios de la colonia autores com o Pausanias
opuntios hecha p o r É fo ro y prefiere (III 19, 12), Tim eo y A ristóteles (en
otros testim onios m ás num erosos que Polibio X II 5-16). Las noticias de Po-
42 Akal Historia del Mundo Antiguo

libio en esta cuestión contienen otros tan d o adem ás sus posibilidades ex­
puntos de interés. A poya éste el crite­ pansivas lim itadas por las poderosas
rio aristotélico de acuerdo con el cual ciudades próxim as. E sta razón fu n d a­
los locrios de Italia eran los descen­ m ental im pulsó a los locrios a p ro b ar
dientes de los esclavos que se habían fo rtu n a en otras zonas. La figura más
unido a las m ujeres de sus p atro n o s, conocida de en tre los locrios epicefi­
fundam entado en las costum bres p a ­ rios es la de su legislador Z aleu co , el
triarcales vigentes entre los locrios m ás antiguo de los legisladores grie­
epicefirios. A sí, dice Polibio, eran gos. N o o b stan te, la constitución lú­
considerados nobles los hijos q ue des­ crense era estrictam ente aristocrática
cendieron por línea fem enina de las pues ya hem os visto cóm o el p oder
cien familias, grupo que com ponía la estab a d eten tad o en exclusiva p o r los
élite social en la Lócride natal antes m iem bros de esas cien fam ilias.
de la fundación de la colonia, y en tre E l ám bito geográfico elegido por
ellas se elegían las vírgenes q ue, se­ L ocros para conseguir esa expansión,
gún las órdenes del oráculo, debían q ue su escasez de recursos hacía nece­
ser entregadas a Troya com o expia­ saria, fue la costa tirren a op u esta a
ción de la culpa de Ayax. A lgunas jó ­ ella. A llí establecieron la colonia de
venes muchachas de estas familias M E D M A (Str. V I 1, 5), situada en
abandonaron su tierra y se encam ina­ m edio de una llan u ra, en la zona ac­
ron a la colonia, constituyendo sus tual de Piano delle V igne, d onde se
descendientes la nobleza de la nueva han h allado num erosas terra co tas que
ciudad. a p u n ta n a su te m p ra n a o c u p ac ió n
El em plazam iento donde se alza­ pues d atan de m ediados del siglo VI.
ría Locros estaba habitado cuando se E n el siglo V era ya suficientem ente
produjo la llegada de los nuevos colo­ p o d ero sa com o para aspirar a su in­
nos. Estos, considerados más fuertes d ep endencia.
por los nativos sículos, recibieron E n esa mism a llanura hacia el
buena acogida no obstante la cual el Sur los locrios fundaron M E T A U R O ,
grupo de sículos residentes en el lugar ju n to al río hom ónim o. Parece ser
fue expulsado m ediante una e strata­ q ue, a n terio r a este asen tam ien to , fue
gema. Esta ocupación previa ha sido, o tro , prop ugnado por los calcidios de
en efecto, confirm ada por la arq u eo ­ Z an cle, a los que sustituirían. El río
logía, así como la súbita interrupción P etrace (antiguo M etauro) señalaba
de tal asentam iento a com ienzos del el lím ite septentrional de la vecina
siglo vil. El estudio de tales vestigios R hegion. La exploración arq u eo ló g i­
manifiesta que se trataba de una civi­ ca del lugar, la actual G ioia T au ro , ha
lización similar a la de los sículos de d escubierto huellas de un tem plo a r­
Sicilia oriental, con los cuales este caico.
grupo itálico debía estar em p aren ta­ E n dirección op u esta, es decir, al
do. Entre ellos se han encontrado n o rte de esa llanura y de M edm a se
objetos cerámicos griegos, revelado­ em plazó o tro enclave locrio, H IP P O -
res de la existencia de relaciones p re­ N IO N , p rocedencia confirm ada u n á­
vias con las ciudades griegas. n im em en te por la tradición. A llí había
La ubicación de Locros no era un asen tam iento indígena sículo a n te ­
tan favorable como la de otras colo­ rior que p e rd u ró hasta el siglo VI, re ­
nias, pues cuando se procedió a su v elad o r a su vez de la existencia de in­
fundación, los m ejores lugares esta­ tercam bios con los griegos vecinos.
ban ocupados ya. Disponía de algunas D e s c o n o c e m o s su c ro n o lo g ía
tierras cultivables, no parangonables, exacta, pues los hallazgos arq u eológi­
sin em bargo, a las de sus vecinas. cos encon trados hasta ahora proceden
Tam poco tenía un puerto natural, es­ del siglo V y no podem os sab er, por
La colonización griega 43

ta n to , si es an terio r al siglo vi. La ciu­


d ad , en cualquier caso, hizo fo rtu n a
2. Galia y Occidente
enseguida al disponer de riqueza agrí­ mediterráneo
cola, p ero o b ten id a tam bién p o r el
com ercio y la pesca. E ste florecim ien­ L a prim era observación a hacer con
to económ ico posibilitó el e n fre n ta ­ relación a estas zonas occidentales del
m iento ab ierto que ju n to con M edm a M ed iterrán eo es el papel protagonista
p lan tearo n a L ocros en el 422. de la ciudad m inorasiática de Focea.
L a colonización griega del Sur de Las aguas occidentales era n , asim is­
Italia llegó a su fin con el estableci­ m o, conocidas de an tañ o p ara los
m iento de E L E A , fu n d ad a p o r los fo- griegos, pero sólo más ta rd ía m en te en
censes expulsados de C órcega, ay u d a­ el siglo VII en traro n de lleno en la ó r­
dos p o r gentes de R hegion. A caeció b ita colonizadora helénica cuando ya
en torno al 540 o poco después. Ello estab an ocupadas las m ejores tierras
está de acuerdo con los lazos que — Sicilia, Sur de Italia y Ponto Euxino.
unían a los focenses con las colonias E n la zona del G olfo de L yon, el
calcidias de O ccidente. D os de éstas, lugar elegido corresponde al em plaza­
Z ancle y R hegion co n tro lab an el paso m iento de M A S S A L IA (M arsella).
del E strech o de M esina, lo que les La p re p o n d e ran te presencia de los
perm itió te n e r libre acceso al T irren o . etruscos — que dom inaban las rutas
Los vestigios arqueológicos de la del T irren o y traficaban desde hacía
ciudad p erten ecen en su m ayoría a los años en esa zona, cosa d em ostrada
siglos V y IV y sólo una p eq u eñ a sec­ arq u eológicam ente en puntos nu m e­
ción es co n tem p o rán ea de la fu n d a ­ rosos de las costas de Provenza y
ción de la ciudad. D estaca e n tre ellos L a n g e d o c , no p u d o im p e d ir a las
el tem plo de Poseidón. E xistía o tro gentes de Fócea establecerse allí, cul­
d ed icad o p ro b ab lem en te a A te n e a , m inando así su actuación en una fe­
d atad o en el siglo V. cha situada en to rn o al año 600. Su
La ciudad fue p ró sp era a pesar em plazam iento es realm en te v e n tajo ­
de su relativo aislam iento, pues las so, puesto que disponía de tierras
relaciones con su vecina Posidonia no ab u n d an tes, aptas para los típicos cul­
fueron siem pre fáciles, sabiendo ta m ­ tivos m ed iterráneos — cereales, vid,
bién evitar los conflictos con los luca- olivo— , y a la p ar, era la salida de
nos indígenas. Su actividad fu n d a­ una incipiente ruta com ercial que,
m ental parece que estuvo en focada al a provechando el curso del R ó d an o ,
m ar, com o confirm aría el culto a P o ­ com unicaba con las zonas se p ten trio ­
seidón, aunque disponía de tierra en nales de donde p rocedía, por ejem ­
la llanura costera, irrigada por los ríos plo, un m etal tan im p o rtan te com o el
A len tó y Fium arella. estaño. E n estas circunstancias su
progreso fue rápido, m an ten ien d o un
am plio abanico de relaciones u ltram a ­
rinas, tan to con otros enclaves focen­
ses del M ed iterrán eo occidental com o
con ám bitos m ás alejados, d em o stra­
do ya a p artir del 580 con la presencia
en la ciudad de cerám ica griega de
muy diversa procedencia — adem ás
de las características corintias y áti­
cas, las hay laconias, calcidias, quio-
tas y m inorasiáticas— , M assalia se
convertiría, en efecto, en la ciudad
com ercial m ás im p o rtan te de todo el
44 A kal Historia del Mundo Antiguo

área al O este de Italia, m a n te n ié n d o ­ los griegos debieron contar con este fac­
se así hasta la época rom ana. to r a la h o ra de p o n e r sus m iras en el
L a expansión de su p o d erío q u e ­ extrem o occidental del M ed iterrá n eo .
dó re fle ja d a, a su vez, en su serie de P recisam ente este p u n to consti­
asentam ien to s rep artid o s p o r la costa tuye la p iedra de toque para el escla­
del Sur de Francia y rincón n o ro este recim iento de la cuestión. H ay que
de la Península Ibérica. Sin em b arg o , decir, que la divergencia de opiniones
y a diferencia de los usos hab itu ales se deb e a la diferente in terp retació n
de los griegos en la colonización an ti­ del m aterial arqueológico, cada vez
gua, asistim os en la m ayoría de los m ás ab u n d an te conform e se va am ­
casos a la form ación de com unidades pliando el núm ero de excavaciones
no autó n o m as, sino d e p en d ien tes de ab iertas, científicam ente estudiadas.
M assalia. T ales son los casos de A n ti­ Son, p o r ta n to , los arqueólogos los
polis, N icaia, e tc ., e incluso los encla­ que llevan la voz can tan te en el tem a.
ves hispanos de A m purias y R h o d e. E n resum en, esta diversidad de
Su dependencia estaría ex p resad a en criterios puede reducirse a dos te n ­
el pago de un trib u to , a m an era p ro ­ dencias: los defensores de la existen­
bablem en te de canon enfitéu tico , a la cia real de la presencia griega en el
ciudad dominadora, puesto que ésta con­ m ediodía hispano y aquellos que la
servaba el título de p ro p ie d a d de to ­ n iegan, al ver m ás bien en los sem i­
das las tierras de su ám b ito colonial. tas, a los p o rtad o res de esos objetos
E n cuanto a la Península Ibérica, m ateriales, sacados a la luz por las
el problem a de la presencia griega en excavaciones.
n u estro suelo es una cuestión m uy d e­ M. B endala, en un artículo publi­
batida y no aclarada de modo definitivo. cado hace unos años sobre las estelas
In d u d ab lem en te, existieron con­ decorad as del Suroeste (H a b is, 8,
tactos entre la P enínsula y el M e d ite ­ 1977, pp. 177-205), am pliado con la
rrán eo oriental desde fechas m uy al­ consideración de otros elem entos cul­
tas de nuestra historia. B aste reco rd ar turales sobre todo la cerám ica, e sp e­
lo que las culturas del B ronce del m e­ cialm ente los vasos pintados tipo «Ca-
diodía hispano especialm ente los M i­ ram bolo» (A E sp A , 52, 1979, pp. 33
llares prim ero, el A rg ar después d e ­ y ss.) afirm a, que estos son de origen
ben a ese im pulso, m otivado a su vez griego y no fenicio «entendiendo lo
p o r la riqueza m inera proverbial de la griego en un sentido m uy am plio con
zona sur peninsular. Q u iere esto decir inclusión de lo rodio, chipriota o mi-
que las rutas conducentes a las C o­ c ro a s iá tic o — y fu n d a m e n ta lm e n te
lum nas de H ércules eran am p liam en ­ con exclusión de lo sem ita». A sí, los
te conocidas en el ám bito eg eo-anató- elem entos rep resen tad o s en la m ayo­
lico, puesto que d u ran te siglos se sir­ ría de las estelas grabadas del S uroes­
vieron de ellas con o b jeto de a ten d er te son de origen m ed iterrán eo : los es­
a sus necesidades de m aterias prim as, cudos tienen paralelos en el m undo
m ás indispensables cuanto m ás se u ti­ Sam iochipriota; las fíbulas en Chipre o
lizaban los m etales. Sicilia; los carros son sim ilares a los
N o o b stan te, una cosa es conocer rep resen tad o s en los vasos funerarios
unas rutas com erciales y o tra cosa es áticos del G eom étrico; lo m ism o p o ­
em p ren d er la colonización de las zo­ dría decirse de algunas arm as, los pei­
nas dotad as de esos recursos. Y cier­ nes, espejos, etc. E n cuanto al tipo de
ta m en te, hay que co n tar en este as­ vasos citados, son ésos en opinión del
pecto con el tem p ran o inicio de la co­ B en d ala, la versión local de las ce rá ­
lonización fenicia del Sur p eninsular micas del G eom étrico griego, deriva­
que las fuentes históricas re tro tra e n al dos de la cerám ica geom étrica de los
siglo XI a. J. C. Q uiere ello decir que perío d o s antiguo y m edio hasta los
La colonización griega 45

inicios del p eríodo reciente. El esla­ R echaza, así, la acción fenicia com o
bón en tre las cerám icas griegas y las responsable de este im pacto cultural
hispanas estaría constituido p o r un añad ien d o que «puede conducir a
fragm ento cerám ico griego del G e o ­ graves erro res en el estudio de nues­
m étrico m edio, d atad o hacia m ed ia­ tra realidad arqueológica e histórica».
dos del siglo VIH, e n c o n tra d o en Se d eb erían, p o r el co n trario , a la lle­
H uelva. P o r lo dem ás, la cronología gada de gentes griegas responsables,
p ro p u esta para estas cerám icas y su pues, de un im pulso fundam ental en
re p a rto geográfico coinciden con las la génesis de la civilización tartésica,
de las estelas g rabadas, p o r lo cual, lo cual, a su vez, se incardina muy bien
estudiad o en su co n ju n to , es clara su con la tradición escrita sobre la favo­
derivación de im pactos culturales p ro ­ rable acogida dispensada a los grie­
cedentes del M ed iterrán eo oriental. gos por los tartesios (H eró d . IV , 152).

Oinochoe corintio
(Siglo VII a.C.)
Museo Nacional de Nápoles
46 Akal Historia del Mundo Antiguo

Los p artidarios de la segunda cas griegas y otras im itadas localm en­


teoría m antienen el criterio de res­ te que resp o n d erían a esa expansión.
ponsabilizar a los fenicios de la p re ­ Los mismos hechos, pues, son in ­
sencia de objetos griegos. É sto s, ex­ terp re ta d o s de m uy distintas m aneras.
portados p rim ero hacia las costas A p a rte de los datos arqueológi­
orientales m ed iterrán eas, serían tra í­ cos, contam os con otros de índole his-
dos a O ccidente. A sí, p o r ejem p lo , toriográfica. Según esta inform ación,
in te rp reta M. F e rn á n d e z M ira n d a el p rim er viaje hacia nuestras costas
(A E spA , 52, 1979, p. 56) el frag m en ­ fue p rotagonizado p o r C oleo, nave­
to cerám ico hallado en H uelva y cita­ g an te de Sam os, el cual, al dirigirse
do anterio rm en te. Fenicios y cartag i­ hacia E g ipto, fue desviado p o r los
neses, adem ás, estarían tan fam iliari­ vientos que lo llevaron m ás allá de las
zados con los tipos áticos o corintios, colum nas de H ércules, a T artessos,
que los im itarían fácilm ente. D e la p u d iero n conseguir una carga de plata
misma m anera in terp reta o tro s hallaz­ de 60 talentos, cuyo diezm o ofrecie­
gos de cerám ica griega producidos en ron en su patria a H era. La cronolo­
diversos enclaves del ám bito fenicio gía de esta aventura, que, pese a d e ­
en la Península con una cronología talles inventados, es u n ánim em ente
entre el siglo VIII-VI a. J. C. Los h a ­ considerada histórica, d eb e situarse
bidos fuera del m ediodía hispano tie­ hacia el 650, puesto que aparece en
nen una datación más b aja, no siendo relación con la fundación de C irene.
anteriores a fines del siglo VI y co rres­ A u n q u e ella no originó ningún e sta ­
ponderían a un aum ento de la activi­ blecim iento colonial debem os consi­
dad com ercial griega, im pulsada so­ d erarla com o la continuación de una
bre todo por M arsella. Es decir, los actividad com ercial, ejercitad a desde
objetos griegos encontrados en todo m uchísim o tiem po antes y que sería
el Sur peninsular con una cronología em p ren d id a por los griegos de la ép o ­
alta se deberían a la acción fenicia, ca arcaica, una vez com enzado su
mientras que los hallados fuera de su proceso de norm alización tras los si­
área, desde Villaricos hasta el n o rte glos oscuros.
de C ataluña, de datación m ás b a ja , Las colonias griegas peninsulares
responderían a una presencia griega a fu ero n , com o hem os dicho ya, e m p re­
partir de M assalia. L levando m ás allá sa de F ocea. H eró d o to (I, 163) nos
todavía esta teoría, apunta la posibili­ inform a de la presencia de focenses
dad de que los num erosos hallazgos en T artessos a finales del siglo VII o
de piezas de tradición, no fabricación, com ienzos del siglo VI, cuyo rey A r-
fenicia halladas en la costa catalan a se gantonio les ayudó económ icam ente,
debieran a influencias orientales no una vez que rechazaron su ofreci­
griegas que habrían precedido a las m iento de establecerse en territo rio
navegaciones griegas y que sólo se­ tartesio . El conocim iento de los fo­
rían sustituidas por éstas tras la fu n ­ censes de la región m eridional hispa­
dación de M assalia, A m purias y o tros na y de las posibilidades de T artessos
enclaves que fortalecieron la p re se n ­ les im pulsaría a la creación de dos e n ­
cia griega en toda el área. claves: M A IN A K E y H E M E R O S -
Sólo a partir del prim er cuarto C O P E IO N . Su datación habría que
del siglo VI el panoram a se m odifica­ situarla en torno a los com ienzos del
ría, al detectarse una expansión del siglo VI. A p arte de éstos, otros n om ­
comercio griego al Sur peninsular — a bres nos son dados a conocer p o r la
partir tam bién p ro b a b le m e n te de historiografía antigua (A vieno, E stra ­
Massalia y sus centros hispanos— d e ­ b ó n , e tc .), com o H eracleia, A lonis,
mostrado por el hallazgo de un óbolo A k ra L euce, C ipela, etc. Sin e m b a r­
fócense en Sevilla y la serie de cerám i­ go, la investigación arqueológica no
La colonización griega 47

ici N
Nicea.
A g a te .· Marsella. ·
M O ® AntíPolls·
• Rosas. Olbia.
©
Ampurlas.
•A ialla.

jija
Cumas.

Colonización de la Galia y
occidente Mediterráneo

co rro b o ra en absoluto las citas a n ti­ sino el conocim iento que los rodios,
guas, de m anera que incluso J. Fer- e n tre o tros, tenían de aquellas zonas.
nández-N ieto llega a afirm ar que se R h o d e sería, por ta n to , una colonia
tra ta de «una descripción foceo-m asa- griega en la órbita m asaliota, la cual
liota de seis puntos de em barque y atra­ efectuó en el siglo IV, no sabem os si a
caderos m ás visitados en el dom inio iniciativa propia o de R o d as, un tra ta ­
fenicio (Historia de España I, p. 547). do de isopoliteia (igualdad de d e re ­
Es necesario tam b ién señ alar, chos políticos) con esta ciudad.
que algunas fuentes tardías afirm an la El asentam iento griego hispano
existencia de una colonización rodia m ejo r conocido es, sin d uda, el de
en la zona N W penin su lar, resu ltad o A M P U R IA S , fundado casi a la par
de la cual sería la fundación de R H O ­ que M arsella, en to rn o al 600 o poco
D E (R osas) en una fecha m uy alta, después por focenses de M assalia. Al
en el siglo IX a. J. C. A rq u eo ló g ica­ principio, estuvo situado en un islote
m en te, sin em b arg o , los m ateriales próxim o a la costa, donde estaría la
en contrad o s en dicho lugar son b as­ Palaiópolis (o «ciudad antigua»), para
tan te m ás tardíos — de fines del siglo ap o sen tarse en tierra firm e algunos
V— así com o lo son tam b ién , aunque años después — siguiendo un proceso
no ta n to , o tros hallazgos griegos habi- muy practicado por los griegos, d o n ­
d o s 'e n aquella área, extensible hasta de surgiría la N eápolis («ciudad n u e­
M assalia, fechables en el siglo VII. De va») en to rno al 575, según d em o stra­
todas form as, todo ello no p ro b aría ción arqueológica. Ju n to a ella existía
48 Akal Historia del Mundo Antiguo La colonización griega

un poblado indígena, In d ik e, que p o ­


co a poco quedó colindante con el es­
tablecim iento griego, lo que d em u es­
tra la buena acogida dispensada por Mar Negro.
los autócto n o s a los griegos con los
que m antuvieron una relación de b u e ­
n a vecindad. E l carácter com ercial de
Bósforo.
A m purias q u ed a reflejado en el n o m ­ ►Epidamno.
bre de E m p o rio n elegido p a ra b a u ti­ TRACIA Bizancio.
Perlnto. · ·
zar este enclave. R efo rzab a el papel L. Ocridio. Neápolis. Maronia. ® Calcedonia.
de M assalia en una zona que le in te ­ MACEDONIA. ® ® ®
Abdera. Propóntida.
resab a co n tro lar y desde la q ue en la­ •Apolonia • Enos.
zó relaciones com erciales con to d o el Tasos.
•Sardla.
litoral orien tal de la Península. Metone. CALCIDICA. Samotracia
• Orico. #Pario. •Cícico.
F inalm en te, nos h arem os eco de * Lampsaco.
Quersoneso.
o tra fundación fócense en este área • Potidea.
Imbros.
occidental del M ed iterrán eo . M e re ­
Valle de Tempe. • Torone. • Troya.
fiero al asentam iento de A L A L IA Mende. LEMNOS
• Sigeo.
(C órcega), fundado hacia el 560, co­
Corcira. FRIGIA.
m o hito necesario en la ru ta hacia O c­ TESALIA
•Dodona.
cidente. A llí se refugiaron los focen- •Asos.
ses cuando su ciudad fue cap tu rad a Mar Egeo/

p o r los persas. P o sterio rm en te se es­ ►


Ambracia.
LESBOS
LIDIA.
tablecerían en E lea, com o ya hem os
Mar Adriático.
visto, d entro de la zona de coloniza­
Termópilas.
ción griega en Italia m eridional.
Itaca.
•Termón. EUBEA.
• Delfos. Calcis.
• «Eretria.

3. Costa septentrional CEFALENIA. •Tebas.


ACAYA. • Meqara.
del Mediterráneo hasta
el Mar Negro ZACINTO. ARCADIA.
•Atenas.
CARIA.

La colonización de estas zonas tuvo


com o objetivo prim ario p ro teg er las
rutas hacia la M agna G recia. D e ahí LACONIA
que fuera im pulsada p o r los estados
griegos m ás tem p ran am en te co m p ro ­
m etidos en ella. Con estas m otivacio­
nes se fundó C O R C IR A (C orfú) en
el A driático , a cargo de los eubeos,
eretios y calcidios, de d o n d e, no o b s­
ta n te, fueron expulsados p ro n to por
los corintios. Los prim eros d eb iero n
de estar allí m uy poco tiem p o , puesto
que la investigación arqueológica de
la isla — magnífica vigía de los estre-

Ciudades griegas del


Adriático oriental y
del norte del Egeo
50 Aka! Historia del Mundo Antiguo

chos costeros— tan sólo ha revelado fue enviada por los atenienses en el
la huella del asentam iento corintio, 325 a. J. C. Los colonos se integ ra­
establecido hacia el 733. rían quizá en una ciudad en origen
Las relaciones de C orcira con etrusca.
C o rin to , sin em b a rg o , no fu e ro n E n cuanto a la zona n o rte del
siem pre lo buenas que h u b iera p o d i­ E g eo , fue una vez m ás la ciudad e u ­
do esp erarse, dados esos lazos m o ra ­ bea de Calcis la que intervino allí
les habituales e n tre la apoikia y su tem p ran am en te. Las m otivaciones de
m etrópoli. N o o b stan te, C orcira p e r­ estos prim eros asentam ientos, calci-
m aneció en el ám bito cultural corintio dios o no, serían de o rden agrícola a
com o lo dem u estran sus vestigios ce­ la vez que derivados de la necesidad
rám icos. de co n tar con recursos m ad ereros p a ­
C orcira fundó m uy p ro n to una ra la construcción de barcos, que p o ­
colonia filial, E P ID A M N O , en el lito­ dían ser satisfechos con los m agníficos
ral ilirio (la actual D u razzo ), d ata d a bosques de la C alcídica y resto de la
en el 627, cuyo atractivo residía p ro ­ costa. E n un principio, las explotacio­
b ab lem en te en las m inas de p la ta de nes fam osas de oro y plata en to rn o al
sus proxim idades. P angeo no serían consideradas. Tan
E n esta m ism a área p ero m ás al sólo después se erigirían en el princi­
sur se sitúa otro enclave, A P O L O - pal atractivo de la zona. E n la p en ín ­
N IA , debido a iniciativa de C orinto. sula calcídica cuyo n om bre se deriva
Su fecha ha de ser m ás o m enos si­ obviam ente de Calcis, fundó en tre
m ultán ea, quizá algo p o sterio r a la otro s el enclave de T O R O N A , m ien­
antes m encionada, pues la cerám ica tras que colonos pro ced en tes de A n ­
en co n trad a — corintia y rodia— d ata dros establecían con ayuda calcidia
del año 600 m ás o m enos. otro s enclaves en el área o riental de
T am bién en el litoral ilirio se dicha península egea. Su colonización
p ro d u jo la fundación de C O R C IR A se com pletó con el enclave corintio de
N I G R A d e b id a a u n a e m p r e s a P O T ID E A fundado en to rn o al año
co n ju n ta de C orcira y la m inoasiática 600. A su vez los eretrio s, expulsados
Cnido, acaecida a comienzos del siglo VI. de C orcira por los colonos corintios,
E l lado o puesto de la costa adriá- se asen taron en M E T O N E , en el
tica no tuvo en principio in terés para G olfo sarónico.
los griegos en los prim eros m o m en ­ La isla de T A SO S situada frente
tos. Sólo más tarde se situaron en la al litoral tracio al E ste de la Calcídica
desem bo cad u ra del Po algunos n ú ­ fue colonizada por P aros, em presa en
cleos que, adem ás de disp o n er de la que participó com o es sabido el
m agníficas ex ten sio n es cu ltiv ab les, p o eta A rquíloco, hacia el 670. P o ste­
p odían estar destinados a servir de in­ rio rm en te, se aven tu raro n a estab le­
term ediarios en el com ercio con los cerse en la costa, pese a las dificulta­
estruscos. A sí, SPIN A y A D R IA . El des derivadas de la actitud belicosa de
im p ortan te volum en de intercam bios los tracios autóctonos, jm d ie n d o fun­
despachado allí puede estar ilustrado d ar núcleos com o N E A P O L IS y OI-
p o r la abundancia de cerám ica ática S IM E . Ello no im pidió que pudieran
de los siglos VI y V en co n trad a por efectuarse otros asentam ientos que
los arqueólogos. P arece, no o b stan te, a fian zaro n la p resen cia griega en
que Spina fue fundación etrusca en aquella franja litoral. A sí Q u ío s fun­
una zona de interés p referen te para dó M A R O N E A , gentes eolias E N O ,
ellos, donde se a se n ta ría ’una colonia de gran im portancia por la posibilidad
griega con la que convivirían, aunque de com unicación con el P onto E uxi­
tam bién cabría el proceso inverso. n o , m ientras que la m inorasiática C la­
A dria es en todo caso p o sterio r, pues zom enas procedió a establecer A B-
La colonización griega 51

D E R A , cuyos colonos, expulsados al


poco tiem po p o r los tracios, fueron
reem plazados a m ediados del siglo VI
p o r otros pro ced en tes de T eos. T a m ­
bién M ileto participó con el estab leci­
m iento de los enclaves de C A R D IA y
L IM N A E .

4. Zona de los Estrechos


L a prim era grave dificultad al tra ta r
el tem a que nos ocupa en estas zonas
es la falta de una narración detallada
en la historiografía. Los pocos datos
que tenem o s aparecen adem ás en
contradicción frecuente con los a p o r­
tados p o r la A rq u eo lo g ía, aun reco ­
n ociendo lo m ucho que todavía queda
p o r hacerse en este te rre n o . C o n ta ­
m os pues, con m ateriales incom pletos
y contradictorios. A sí, p o r ejem p lo ,
la tradición avala la an tigüedad de la
colonización del P onto p ero , ap arte
de la falta de co rroboración a rq u e o ló ­
gica, es im probable que precediese a
la colonización del M ar de M árm ara,
según apreciación de gran p arte de
los historiadores actuales.
H echa esta necesaria o b serv a­
ción, direm os, en prim er lugar, que
las ciudades protagonistas son ante
todo M ileto, seguida en grado m enor
por M egara. La im presionante labor
realizada por la prim era de estas ciu­ Anfora decorada
dades, de la cual se decía que fundó (575 a.C.)
Corinto
90 colonias en diferentes zonas, es
una razón de peso para su p o n er que
M ileto no pudo d esarro llar esta acti­
vidad colonizadora a p artir ún icam en ­
te de sus recursos económ icos y h u ­
m anos. M ás bien organizaría y plani­
ficaría la necesidad expansiva de las
poleis griegas de Jo n ia, las cuales
a p o rtarían buena p arte de los co n tin ­
gentes de colonos expedidos hacia
o tra s latitudes.
La penetració n m ilesia com enzó
con su presencia en los D ard an elo s.
A B Y D O S ocupaba un lugar clave, si­
tu ad o en la costa asiática cedido a es-
52 AkaI Historia del Mundo Antiguo

tos colonos — se decía— p o r G iges, eu ro p e a y finalm ente el m ás relevante


rey de Lidia, antes de m ediado el si­ de todos ellos, B IZ A N C IO cuya fe­
glo v il. Pero el enclave m ás relev an te cha tradicional de fundación, el 660,
de M ileto en esta área fue el de C ÍZ I- no concuerda con la ausencia de ves­
C O , dadas sus posibilidades agrícolas. tigios griegos anteriores a finales de
E n efecto, su rápido desarro llo se m a­ esa centuria. N o hay, p o r ta n to , razo ­
nifiesta en la expansión alcanzada p o r nes que avalen una fecha alta, el 700,
sus acuñaciones de electró n p o r todo para el com ienzo de la colonización
aquel ám bito en el siglo VI. N o se han m eg aren se, sino que los datos a nues­
enco n trad o allí vestigios an terio res a tro alcance nos obligan a re b a ja r casi
fines del siglo v il. M ás tem p ran o s un siglo la cronología habitual. E n ­
son, sin em bargo, los hallazgos de tonces M egara en tra ría en c o m p ete n ­
D A S K Y L IO N , donde residirían p o s­ cia con la ya más afianzada presencia
terio rm e n te los sátrapas persas de F ri­ m ilesia, debiendo conform arse con el
gia, que han dem o strad o la existencia área del B osforo, la m ás alejad a del
allí de un asen tam ien to jo n io a co­ M ed iterráneo. E sto, que en principio
m ienzos del siglo v il. sería una d esventaja, luego no lo se­
Los prim eros enclaves m egaren- ría, pues Bizancio era el p u n to e stra ­
ses en la zona apun tan a la co nsecu­ tégico de m ayor im portancia de toda
ción de o b jetiv o s p rio rita ria m e n te la región. C uando realm en te adquiere
agrícolas. A sí, se justifica la o c u p a ­ M ileto una inigualable relevancia fue
ción de A S T A C O y C alcedonia en la en la serie de colonias griegas im plan­
costa asiática, S E L IM B R IA en la tad as en la costa del P onto E uxino.

Colonias griegas
del mar Negro

•Olbia.
«Tiras.

►Teodosia. MAR CASPIO.


»lstros.
Quersoneso.
MAR NEGRO. «Fasis.

• Mesembria.
©Apolonia «Sinope.
•Amisos.
Bizancio.· e «Heraclea.
Calcedonia.
•Cícico. FRIGIA.

LIDIA.
Cilicia.
JONIA
PANFILIA.
Rodas. ®AI Mina.
CHIPRE.
La colonización griega 53

V am os a en um erarlas sucintam ente frecuentes en el siglo siguiente. La vía


puesto que tam poco conocem os su de p enetración fundam ental era el
historia de m odo d etallad o , salvo al­ D an u b io y sus afluentes, perm itiendo
gún caso aislado. C om enzarem os por así el acceso a zonas alejadas del m ar.
las fundaciones p ro p iam en te m ilesias. Al sur de la d esem bocadura del
Las prim eras zonas que revelan D n iéster se estableció T IR A S sobre
la huella de presencia griega son las un em plazam iento que perm itía la fá­
desem bocaduras del D an u b io y D n ie ­ cil explotación agrícola del valle de
p e r, donde se instalaron los prim eros este río.
asentam ientos a m ediados del siglo T am bién O L B IA , la m ás sep te n ­
VII, sin que sean d escartables visitas trional de las colonias m ilesias anti­
frecuentes antes de ese m o m en to , p e ­ guas, estaba situada en la desem boca­
ro que por su p ropia n atu raleza no d u ra de o tro río, el Bug. N o ob stan te,
han dejad o huellas d étectables. quizá el establecim iento griego m ás
P artien d o de B izancio la colonia antiguo corresponda al yacim iento si­
griega in m ed iata es A P O L O N IA , tu ad o en la isla B erezan, fuera del es­
fundada por M ileto a finales p ro b a ­ tu ario del D n iép er, hab itad o previa­
blem ente del siglo VII, fecha en q ue se m ente p o r indígenas. Los hallazgos
datan los hallazgos cerám icos corin­ griegos m ás antiguos, de postrim erías
tios y áticos más tem pran o s. Le sigue del siglo VII, son vasos cerám icos de
O D E S S O S , sobre la actual costa b ú l­ tipos sim ilares a los aparecidos en las
gara, fundada hacia el 560, según la otras colonias, es decir, griegos o rien ­
tradición , coincidente en este caso tales p referen tem e n te al principio, y
con las prim eras cerám icas allí en co n ­ después corintios, áticos e incluso
tradas. T am bién T O M IS , con una p o ­ beocios. A sim ism o, hubo una irrad ia­
sición v entajosa en la llanura costera ción com ercial hacia el in terio r, pues­
form ada en tre el curso del D an u b io y to que O lbia supo m an te n er buenas
el m ar es una colonia m ilesia de cro­ relaciones con los escitas, las cuales
nología sim ilar a la an terio r, p o r m ás co ntribuirían en no p eq u eñ a m edida a
que los vestigios d atados sean p o ste ­ la p rosperidad de que disfrutó la ciu­
riores, del siglo V. M ás próxim a al dad. E ste contacto, ciertam ente e stre­
delta del D anubio se en cu en tra IS- cho, se m anifiesta en las influencias
T R O S , cuyo establecim iento es p re ­ artísticas recíprocas sufridas por una y
vio a los ya m encionados, puesto que o tra p a rte , hasta tal extrem o de que
se efectuaría a m ediados del siglo VII. se piensa fundadam ente que O lbia
Sobre esta colonia nu estra in fo rm a­ constituyó «uno de los centros más
ción es m ayor, pues ha sido concien­ im p o rtan tes en la producción de las
z u d am en te excavada. La cerám ica m uchas obras de arte greco-escitas»
m ás antigua aparecida hasta el m o ­ (J. B o ardm ann, L os griegos en ultra­
m ento procede de fines del siglo VII, mar, p. 251-2).
poco después de iniciarse, pues, la vi­ H acia el E ste hubo otros núcleos
da de la colonia, correspondiendo al m ilesios. A sí, T E O D O S 1A en el ex­
siglo VI, su m ayor abundancia tanto trem o oriental de la península de C ri­
en cantidad com o en lo que se refiere m ea, fundación pro b ab le de fines del
a diversidad de p rocedencia, den tro siglo v il. Pero m ás relev an te, por lo
sobre todo del ám bito orien tal griego, estratégico de la zona, fue la p re se n ­
habiéndola tam bién ateniense. cia m ilesia en to rn o al llam ado B osfo­
A p artir de Istros y de las dem ás ro cim erio, estrecho conducente al
colonias se establecieron contactos lago M aeotis (m ar de A zov). A llí se
con centros indígenas situados en el fundó P A N T IC A P E en la orilla occi­
in terio r que aparecen afianzados ya a d en tal, en la segunda m itad del siglo
fines del siglo VI, para hacerse más VII, aunque hubo, según los estudios
54 Akal Historia del Mundo Antiguo

El norte del Egeo arcaico

Abdera. Maronea.
M. Pangeo. tità
Argilo.
© Propóntida.
Tasos. • Enos.
Caicidica. • Cardia.
Metone. • Estaglros. Samotracia
θ • Cfcico.
Olinto. Sestos. · Lampsaco.
Pieria.
Abidos. Fri9 ia menor.
M .Olimpo •Potidea. Imbros.

• Mende. Lemnos. • Troya


Tróade.
Larisa.
Cranon. Asos Adramitio.
e F eres. %

Pagasas. LES/,

Esciros

arqueológicos de la zona, un poblado A llí existió al principio — en la segun­


pregriego con el que h abía in te rc a m ­ da m itad del siglo VII— una p eq u eñ a
bios en el siglo VII. Los hallazgos de factoría, am pliada y reforzada p o ste ­
P an ticap eo nos p re se n ta n , p o r lo que rio rm en te. M ás o m enos hacia la m is­
a o b je to s griegos se refiere, un p a n o ­ m a época, en el extrem o oriental del
ram a sim ilar al de O lbia y o tras colo­ m ar N egro los milesios establecieron
nias. La actuación ex terio r de esta co­ F A S IS , núcleo q u e, ap arte de p erm i­
lonia tendió a co n tro lar este estrecho tir un acceso inm ediato al C áucaso,
m ed ian te la fundación de M Y R M E - d o nde había recursos ab u n d an tes no
K IO N realizada ya en la prim era m i­ sólo agrícolas sino tam bién m ineros,
tad del siglo VI. E n el extrem o no rte e ra el p u n to de recalada y enlace con
del lago M aeotis se estableció T A ­ las colonias de la ribera m eridional del
N A IS en la desem b o cad u ra del D on. P onto.
La colonización griega 55

D e éstas, la prim era, b o rd ean d o M E S E M B R IA , se fundó en el lado


la orilla del m ar, era T R A P E Z U N T E , eu ro p eo al n o rte del enclave m ilesio
de la que no sabem os casi nad a. La de A p o lo nia, en una fecha, no o b sta n ­
m ás im p o rtan te, sin d u d a, e n tre las te, p o sterio r a ésta, pues no es a n te ­
fundaciones m ilesias en esta zona, era rior al siglo VI. D ad a la ocupación an ­
S IN O P E , enclave elegido p o r te n e r un terio r del lugar por los tracios, d eb e­
magnífico p u e rto , único en aquella di­ m os su p oner que los griegos les obli­
fícil e inhóspita costa póntica. Se le su­ garían a retirarse hacia el interior.
ponía una cronología m uy antig u a, en A p a rte de un buen p u e rto , M esem bria
to rn o al 700, p ero hasta el m om en to con tab a con buenas disponibilidades
los m ateriales arqueológicos e n c o n tra ­ agrícolas.
dos no son an terio res al 600. La p ro s­ E n cuanto a la segunda H E R A ­
p erid ad económ ica que disfrutó Sino- C L E A P O N T IC A , se sabe muy poco.
pe p o sterio rm en te se debió en gran Su datación no debe a n teced er a la
m edida a los contactos com erciales h a ­ p ro p u esta p a ra M esem bria. D isponía
bidos con Frigia. Las am istosas re la ­ de am plios terren o s cultivables explo­
ciones m an ten id as con los p ueblos del tad o s p o r los M ariandinos, indígenas
in te rio r perm itían a los griegos de es­ a los que som etió a una situación de
tas colonias el acceso a p ro d u cto s m i­ esclavitud p erd u rab le siglos después,
nerales y o tros recursos — p o r e je m ­ los cuales trab a ja rían la tie rra para los
plo, m ad erero s— existentes en a q u e ­ griegos en tal condición. Q ue tuvo un
llas regiones. crecim iento rápido está dem ostrado
E n o tro lugar hem os hecho alu ­ p o r la creación de otras colonias en zo­
sión a la expansión de Sínope. Las nas que aún d en tro del ám bito pónti-
noticias dadas p o r Jen o fo n te (A nab. co estaban alejadas de su m etrópoli.
V. 5) señalaban que esta ciudad tenía A sí, C A L L A T IS , en tre los dos encla­
una serie de enclaves en su te rrito rio , ves m ilesios de O desso y T om is, en la
los cuales le pagaban un trib u to , en rica llanura ju n to al D an u b io , de g ran­
concepto prob ab lem en te de disfrute des posibilidades agrícolas. La otra
de la tie rra , cuyo título de prop ied ad fundación filial es Q U E R S O N E S O ,
correspondía a Sínope. situada en la extrem idad occidental de
E n cuanto a A M IS O , estab a si­ la península de C rim ea. P ara am bas la
tuada cerca de Sínope en dirección h a ­ cronología pro p u esta es en torno a las
cia T rap ezu n te. Los m ateriales allí e n ­ postrim erías del siglo V I.
co ntrad o s tienen una cronología sim i­ Para com pletar esta panorám ica
lar a los de la p rim era — hacia el 600— nos qued aría tan sólo aludir a otra co­
p o r m ás que la tradición le asigne una lonia fundada p o r una m etrópoli dife­
fecha po sterio r. Su florecim iento eco­ ren te de las dos estudiadas. Me refie­
nóm ico estaba fu n d am en tad o sobre ro a F A N A G O R IA , em plazada en el
las m ism as bases expuestas para Síno­ B osforo cim erio en su lado oriental.
pe, es decir, en los contactos e in te r­ Su establecim iento se debió a las polis
cam bios con pueblos del in terior. m in o ra s iá tic a de T eo s en un año
H em os dicho antes que o tras ciu­ próxim o al 540, pues sus ciudadanos
dades griegas p articiparon en esta co­ huyeron de allí por la presión persa.
lonización póntica, si bien en un g ra­ Los vestigios arq u e o ló g ico s confir­
do no parangonable al de M ileto. E n m an, en efecto, esta fecha.
este sentido, la más relevante fue M e­ Por todo lo dicho hasta ahora
gara, que tam poco se aven tu ró muy qu ed a claro que las zonas ribereñas
al interior del P o n to , q uedándose en del P onto constituyeron para los grie­
territo rio s no muy alejados de sus es­ gos un objetivo am bicionado. A d e ­
tablecim ientos del B osforo. Su labor m ás de am plísim as zonas cerealistas
se redujo a dos colonias. La p rim era, — en las m árgenes de la P ro póntide y,
56 Aka! Historia dei Mundo Antiguo

sobre tod o , en las llanuras costeras nían ab u ndantes m aterias prim as tan
occidental y septen trio n al del M ar buscadas por las ciudades griegas.
N egro— abastecedoras de g ran o , en A sí, ya hem os hecho m ención de la
m edida creciente a las siem pre defici­ m a d e ra , p roporcionada por los bos­
tarias poleis griegas co ntinentales e ques que cubren todavía hoy las m on­
in su lares, disponían de ab u n d a n te tañ as ju n to al P onto en su rib era m e­
pesca, origen del u lterio r d esarro llo de ridional. M ás relevantes eran , sin em ­
las fábricas de salazones, sobre todo b a rg o , los recu rso s m in e ro s, p o r
de atún. A ello debem os añ ad ir, que ejem p lo el hierro, existente en tierras
las regiones interiores a las cuales se de los cálibes, h ab itantes del N o rte de
accedía a través de estas colonias, te ­ A n ato lia, y otras variedades de m e ta ­

Oinochoe rodio con


representación de
animales
(Siglo VII a.C.)
Museo del Louvre, París
La colonización griega 57

les p roced en tes de regiones com o el fecha — ya hacia el 630— se in te rp re ­


C áucaso o A rm enia. ta el p asaje de H e ro d o to en el sentido
que en el 570 se regularizaría definiti­
vam ente su status. D e todas m aneras
5. Norte de Africa el histo riador de H alicarnaso nos in­
form a del carácter de N áucratis: era
N os ocuparem os en p rim er lugar del un puesto com ercial d onde estaban
país del N ilo, cuyas características son re p re se n tad o s m u ltitud de estados
so b rad am en te conocidas. griegos: Q uíos, T eos, F ócea, C lazo­
L a presencia griega en E gipto tu ­ m enas, dorios de R odas, C nido, H ali­
vo unos condicionantes ab so lu tam en ­ carnaso, Faselis y eolios de M itilenes.
te diferentes de lo que hem os ido A dem ás de éstos tenían tem plos allí
viendo en relación con las áreas geo­ los eginetas, sam ios y milesios. C ier­
gráficas don d e se desarrolló la coloni­ tam en te, los hallazgos cerám icos de
zación griega. N o se tra ta b a de una N á u c ra tis tie n e n u n a p ro ce d en c ia
zona escasam ente p o b lad a o con una m uy diferenciada: ro d ia, quiense, sa­
presencia tribal de bajo nivel cultural. m ia, de C lazóm enas, lesbia, e sp a rta­
T odo lo contrario. D e hecho no p u e ­ na y la corintia o ática tradicional.
de hablarse en el caso de E gipto de la T o d o ello, constituye, a su vez, una
existencia de colonias griegas stricto p ru eb a de la fecundidad y p ro sp eri­
sensu. D e todos m odos, d ad a la am ­ dad de las relaciones com erciales en ­
plitud alcanzada p o r las navegaciones tre egipcios y griegos, encauzadas a
griegas ya desde com ienzos del siglo través de N áucratis. Su época de apo­
v il no es de ex trañ ar que se acercaran geo debe situarse en los años previos
tam bién a E gipto. Y, en efecto, te n e ­ a la invasión de C am bises — 525—- y,
m os suficientes huellas que nos h a ­ au n q u e se recu peraría después, no
blan de esta presencia, no coloniza­ volvería a brillar com o antes. La fun­
ción, griega. A sí, en D afne — la Es- dación de A lejan d ría la eclipsó to d a­
tra to p e d a de H e ro d o to — hay restos vía m ás, aunque su actividad perd u ró
cerám icos que se re tro tra e n h asta fi­ d u ran te la dom inación rom ana.
nes del siglo VII, para cesar en el 525, La C irenaica recibió, sin e m b ar­
año de la invasión persa. T am bién en go, auténticos colonos griegos, en una
M enfis han aparecido vestigios grie­ época sim ilar a la de E gipto. La m eta
gos antiguos y en T eb as, donde co­ no era sino el control y explotación
m ienzan en el prim er tercio del siglo de aquellas ricas tierras, favorecidas
VI. M ás al Sur, los hay en E dfú y en adem ás con un clima benigno en las
S anam (N ubia). proxim idades del m ar.
El Cínico enclave griego era el de La fundación de C IR E N E . que el
N A U C R A T IS , situado en el brazo ca- relato de H ero d o to nos ha tran sm i­
nópico del río en su orilla o rien tal, a tido en detalle (I, 163) se hizo por
unos 80 km del m ar. Los a n te c e d en ­ gentes de T era, las cuales tras una cor­
tes de su fundación hay que buscarlos ta estadía en la isla de P latea, vecina
en el em pleo sistem ático que los fa ra o ­ a la costa africana, se traslad aro n a
nes, desde Psam m ético I; hacían de A ziris, em plazam iento que ab a n d o n a ­
m ercenario s griegos. Pero fue A m asis ron seis años después, convencidos
el que les otorgó el privilegio de estable­ por los libios, para asen tarse en el 630
cerse en N áucratis, com o recom pensa en el sitio de la p o sterio r C irene. La
p o r la ayuda recibida en la lucha co n ­ ciudad p ro speró e n o rm em en te, tanto
tra A pries, al que sucedió en el tro n o que los au tó ctonos, asustados, in te n ­
a consecuencia de una victoria m ilitar taro n con ayuda egipcia, de A pries,
en el 570. Sin em bargo, puesto que expulsar a los colonos, em presa en la
existen huellas griegas previas a esa que fracasaron. A m asis m ás filohele-
58 Aka! Historia del Mundo Antiguo

no, com o hem os visto, se casó con el ám bito griego cen trad o , según la
una princesa cirenaica com o acto de A rq u eo lo g ía, en el P eloponeso, G re ­
acercam iento y diplom acia. P or lo d e­ cia o rien tal, islas incluidas, especial­
m ás, la invasión persa que tan to afec­ m en te R odas y Sam os, C o rinto y
tó a N áucratis, dado su carácter co­ A te n a s, basadas en su variada agri­
m ercial, no afectó a la p ro sp erid ad de cu ltu ra, desde el silfion, p lanta ab o ri­
C irene, com o sus m anifestaciones a r­ gen que no pudo ser cultivada en nin­
tísticas se encargan de d em ostrar. gún o tro lugar, hasta los productos
M antuvo unas am plias relaciones con m ed iterrán eo s típicos.

Apolo y las musas en una


pintura de ánfora
(Siglo VII a.C.)
Museo Nacional de Atenas
La colonización griega 59

Cuadros cronológicos

SICILIA

Siglo VIII Siglo V il Siglo VI Siglo V

N A X O S ( c a lc id io s ) ................................ 734
L E O N T IN O S ( c a lc id io s ).................... 728
C A T A N A (calcidios) ........................... c. 725
G allip o lis (calcidios) ............................. P rim er cu arto
E u b e a ( c a lc id io s ) ................................... P rim er cu arto
Z A N C L E (M essen e) (c a lc id io s ). . . . 755 (calcidios)
y los de N axos,
L e o n tin a y
C a ta n a m ás
tard e
H I M E R A ’ ( c a lc id io s ) ........................... 648
M Y L A E ( c a lc id io s )................................ c. 730
S IR A C U S A ( C o r i n t o ) ......................... 733
A c r a ............................................................. 663
C asm en a .................................................... 664
C a m a r in a .................................................... 598
M E G A R A H IB L E A (M eg ara) 727
S elinunte (M . H ib l.) .............................. 627 (ó 650)
H eraclea M i n o a .......................................
G E L A (d o rio s, rodios y cre te n se s) . . 688
A grigento .................................................. 580

SUR DE ITALIA

Siglo VIII Siglo V il Siglo VI Siglo V

P IT E C U S A (eu b eo s) ........................... C. 775-760


C U M A S ( e u b e o s ) .................................. C. 750
R H E G IO N (e u b e o s - m e s e n io s )......... C. 740
S IB A R IS (p elo p o n esis) ....................... 720 ó 709
L a o s .............................................................
S c id r o s .........................................................
60 Akal Historia del Mundo Antiguo

S U R D E IT A L IA (C o n tin u a c ió n )

Siglo V III Siglo VII Siglo VI Siglo V

P o s id o n ia ...................................................... E n las prim ,


d écadas
T U R IO S (p an h elén ica en v iad a p o r
A t e n a s ) .................................................. - 4 4 4 -3
C R O T O N A ( a q u e o s ) ........................... 708
M a c a llia ......................................................
P e t e l i a ........................................................
C rim isa ......................................................
C a u lo n ia .................................................... 675-70
S c y lle tio n ....................................................
T e rin a ........................................................ Fines
(tra s 510)
T A R E N T O (esp artan o s) .................... 706
C a llip o lis ....................................................
P o rto T a r e n t i n o ......................................
H e raclea .................................................... 433-2
M E T A P O N T O (aq u eo s) .................... C om .
S IR IS (p o r C o l o f ó n ) ............................. 675
L O C R O S .................................................. 679 (ó 673)
M e d m a ........................................................ M ed.
M e ta u r o ......................................................
H ip p o n io n ................................................. Fin
E L E A (fo c e n s e s ).................................... -5 4 0

GALIA Y M E D ITE R R A N EO O C C ID EN TA L

Siglo VIII Siglo VII Siglo VI

M A S S A L IA ( F ó c e a ) ...................... 600
A n tip o lis ..................................
N icaia ..................................
R h o d e ...............................
A m p u rias .................................... C. 600
M A IN A K E ( F ó c e a ) ........... -C o m .
H E M E R O S C O P E IO N (F ó cea) . .
-5 6 0
A L A L IA ( f o c e n s e s ) ..................

COSTA SEPTE N T R IO N A L DEL M E D ITE R R A N EO

Siglo VIII Siglo VII Siglo VI

C O R C IR A (eu b eo s y p o ster. C o rin to ) . . 733


E p id a m n o ........................................... 627
A p o lo n ia ( C o r i n to ) ........................................... C. 620-600
C o rcira N igra (C orcira + C n id o ) . . . C om . s. VI
S p i n a ......................................................................
A d r i a ......................................................................
T o ro n a ( C a l c i s ) ..................................................
M e to n e ( E r e t r i a ) ................................................
P o tid ea (C o rin to ) .................................................„ ................................... C. 600 C. 600
T asos ( P a r o s ) ...................................................... C. 670
N eápolis ......................................................
P aros-T asos ..................................
La colonización griega 61

C O STA SE P T E N T R IO N A L DEL M E D IT E R R A N E O (C ontinuación)

Siglo V III Siglo VII Siglo VI

O is im e ....................................................................
M a ro n e a ( Q u ío s ) ................................................
E n o ( e o l i o s ) .........................................................
A b d e ra (C la z o m e n a s )...................................... C. com . s. VI
p * rd ia 1 ( M ile to ) ...............................................
L im n a e J v '

ZO NA DE LOS E ST R E C H O S-M A R N EG R O

Siglo V III Siglo V II Siglo VI

A B Y D O S ( M i l e t o ) ........................................... A n te s de m ed. S.
C ÍZ IC O ( M i l e t o ) .............................................. - M ed. fin.
D A S C Y L IO N ( j o n io s ) .................................... C om .
A S T A C O (M eg ara) .........................................
C A L C E D O N IA (M eg ara) ...........................
S E L IM B R IA ( M c g a r a ) ..................................
B IZ A N C IO (M cg ara) .................................... 660
A P O L O N IA ( M ile to ) ....................................... Fin s.
O D E S S O S ( M i l e t o ) ......................................... C. 560
T O M IS (M ileto ) ................................................ C. 560 aprox.
IS T R O S (M ile to )................................................ M ed. s.
T IR A S ( M ile to ) .................................................. M ed. s.
O L B IA (M ileto) ................................................ M ed. s.
B E R E Z A N (M ile to )......................................... C o (?) siglo
T E O D O S I A ......................................................... Fin
P A N T I C A P E O .................................................. Segunda m itad
M v rm e k io n ........................................................... 1.a m it.
T A N A I S ................................................................ - 2 . J m itad
F A S I S ....................................................................
T R A P E Z U N T E (M ileto ) .............................. C. 700 (en trad ic.) p e ro d eb e ser algo p o s­
terio r
S IN O P E (M ileto ) ............................................. M ed. s. VII

A M IS O ( M ile to ) ................................................ C. 600


M E S E M B R IA ( M c g a r a ) ................................ C . 600
H E R A C L E A P O N T IC A ( M egara j
C allatis .................................................................. Fin
Q u e rso n e so ......................................................... Fin
F A N A G O R IA (T eos) .................................... C. 540

N O R T E DE A FRICA
Siglo V III Siglo VII Siglo VI

N A U C R A T IS (m ú ltip les estad o s griegos


in su lares y m in o ra s iá tic o s ) ......................... 570
CI R E N E ( l e r a ) .................................................. 670
62 Akal Historia del Mundo Antiguo

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