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El rescate de Imaybé, la mujer que se volvió árbol

Escrito por Danitza Montaño T/El País en Nov 13, 2016

Publicado en Archivo Ecos de Tarija

Son muchas las leyendas que rodean al Gran Chaco y entre ellas está la que se refiere a Imaybé, un árbol
de toborochi con forma de mujer dando a luz. El escritor tarijeño René Aguilera Fierro recogió este relato
en su libro “Leyendas y tradiciones”.

Relata que desde los albores de la conquista, el indígena fue considerado poco menos que un animal de
carga. Los españoles sólo veían en ellos a los poseedores del codiciado oro o del secreto del dorado, así
aprovechaban de su fuerza de trabajo y les privaban de su libertad.

El Virrey del Perú don Francisco de Toledo, en 1574 dirigió la guerra contra los chiriguanos. A pesar de las
matanzas, fracasó en su intento de reducirlos. Diez años después, la audiencia de Charcas resolvió
declarar nuevamente guerra a los chiriguanos.

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El rescate de Imaybé, la mujer que se volvió árbol
La declaración expresaba: “Tenerles por cautivos y esclavos. Mujeres y descendientes deberían quedar
como Yanaconas”. Además dicha resolución mandaba a que se publique y se pregone a fuego y sangre
que los indígenas sean castigados y a los demás les sirva de ejemplo.

Sin embargo, de acuerdo a Aguilera Fierro, los nativos sólo defendían su territorio mientras los españoles
ingresaban a destruirles sus rancheríos, cementeras y aprovisionamientos. Finalmente los indígenas
capturados eran conducidos como esclavos.

Sin embargo, la tradición oral cuenta que en el corazón del Gran Chaco, en la aldea del cacique Chimeo
vivía una pareja de chiriguanos, que se amaban y eran muy felices. Iñiguazu, joven guerrero, desde muy
joven se había destacado por su valentía e inteligencia en la defensa de su tribu, así como de las
incursiones que efectuaban a otros pueblos. Éste era astuto en las operaciones que preparaba contra los
blancos.

Junto al cacique Chimeo participó en varias ocasiones en treguas y conversaciones de paz, convenios en
los que casi siempre fueron engañados. No obstante, siempre respetaron la vida de sus adversarios.

La leyenda relata que el joven Iñiguazu era un verdadero guía espiritual, su trabajo lo compartía con
Imaybé, su bella y joven esposa, quien era respetada por su laboriosidad e ingenio. Según el relato habían
esperado con ansiedad la llegada de su primer hijo y el día estaba próximo.

La dicha de Imaybé era incomparable y su felicidad era compartida por toda la tribu. Más aún, cierto día la
comunidad de Iñiguazu festejaba un acontecimiento, cuando de pronto fueron sorprendidos por los
soldados españoles, que disparaban sus armas a diestra y siniestra, mataban a mujeres, ancianos y niños,
al tiempo que incendiaban cosechas y derribaban chozas.

Pasada la sorpresa, Iñiguazu instruyó a Imaybé que huyera a la selva como medida de seguridad, pues
además de la vida de ella, la vida de su hijo estaba en peligro. En el ínterin, ellos se reorganizarían para la
defensa. Empero, todo fue en vano. En la sangrienta masacre cayeron muchos indígenas, entre ellos
Iñiguazu y el cacique Chimoa.

La persecución de Imaybé
Según la leyenda, el Caray, un hombre blanco, arrogante e inescrupuloso salió en persecución de los
dispersos chiriguanos, no para capturarlos, sino para exterminarlos. Según Aguilera Fierro, ya estaban
próximos a Imaybé pero la condición adversa de la selva les dificultaba caminar y avanzar como
deseaban. Del mismo modo, la constitución de Imaybé tenía un límite y su estado de gestación no lo
soportó.

Imaybé dio a luz en un recodo de la maleza. Cuentan que los pasos y voces enemigas se escuchaban
cada vez más cerca e intimaban a la indefensa mujer, que en un estado de impotencia, invocó a Tumpa, el
Dios de la selva para que la proteja de la carnicería humana de la que eran presa sus hermanos de sangre
y ahora ella.

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El rescate de Imaybé, la mujer que se volvió árbol
Tumpa, que tantas veces había castigado al usurpador, atendió la invocación de Imaybé y casi cuando
estaban sobre ella, la convirtió en una planta de toborochi, árbol pulposo y de hermosas flores.

“Tumpa, prometió que un día devolvería su forma animada a Imaybé y a su niño recién nacido, cuando
hayan terminado las injusticias, los odios y las guerras”, relata el escritor.

Una tradición oral


Esta tradición oral se ha conservado en labios de los indígenas de generación en generación, aseverando,
que Tumpa -el Dios de la selva- viendo a Imaybé expuesta a la atrocidad del invasor, en el sublime
alumbramiento, hizo que se convierta en árbol de Toborochi o Yuchán. De esta manera, el niño- aún entre
los muslos- fue convertido en la raíz.

El rescate de Imaybé
De acuerdo a algunos pobladores del Gran Chaco, con el correr del tiempo, se perdió el lugar exacto de
estos acontecimientos. Sin embargo, el progreso paulatino de esta parte de América, hizo que se abriera
la carretera al Gran Chaco por la zona de Tapecua.

Indudablemente, nadie pudo suponer que a sus orillas se encontraría a Imaybé. El árbol estuvo al borde
de la carretea por algunos años, de tal manera que todos los viajeros pedían a las flotas o vehículos
particulares un breve estacionamiento para retratar la imagen.

A finales del mes de agosto de 1998, el escritor René Aguilera Fierro fue comunicado que el árbol de
Imaybé había sido derribado. Inmediatamente después, tomó contacto con amigos de la población de
Yacuiba y Entre Ríos, a fin de averiguar qué sabían sobre el tema. Finalmente se le informó que Imaybé
se encontraba en Yacuiba.

Imposibilitado de viajar, esperó unos días para trasladarse a la población fronteriza. Una vez allí, le
indicaron la dirección donde se encontraba el árbol, se trataba de un domicilio particular. La justificación de
su poseedor era que se había caído del talud, puesto que se encontraba a orillas del camino.

El árbol estaba mutilado, secándose y expuesto en un patio donde el sol abrazador del Gran Chaco le
extraía su savia. El hombre que la había extraído deseaba colocar a Imaybé en el jardín de ingreso a su
clínica pediátrica y ginecológica, por lo que su primer argumento no fue convincente.

El escritor se trasladó a Entre Ríos, a cuya jurisdicción corresponde la zona de Chimeo, lugar donde se
encontraba Imaybé. Denunció ante las autoridades el hecho y esto surtió efecto, pues de inmediato se
trasladó una comisión a Yacuiba y rescataron lo que quedaba del árbol.

Posteriormente Imaybé fue trasladada a Entre Ríos, a las faldas del Campo de la Cahuarina, empero la
madera no había sido tratada para su conservación y se encontraba en deterioro. Una vez más el escritor
pidió que se la saque de allí y se la coloque sobre un pedestal y bajo un techo que la proteja del sol, viento
y lluvia.

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El rescate de Imaybé, la mujer que se volvió árbol
Finalmente Imaybé fue puesta a los pies del Cristo Redentor, incrustada en un pedestal, con un precario
techo de paja. Más tarde, para evitar su desaparición, el artista Vicente Mujica Mier, trabajó una copia con
una maestría admirable.

En la actualidad, la belleza de Imaybé, se yergue incólume a los pies del Cristo Redentor, mirando con
amor al pueblo de Entre Ríos que le dio vida eterna.

Más detalles del árbol de toborochi

Imaybé extraída
Imaybé fue extraída del costado de la carretera al Chaco, luego fue llevada a Yacuiba a un domicilio
particular, donde permanecía sin ningún cuidado.

Árbol en la carretera
Imaybé antes de ser mutilada permaneció por algunos años al borde de la carretera al Chaco. En dicha
zona estacionaban los viajeros para sacarle fotografías.

Leyenda recuperada
El escritor René Aguilera Fierro recuperó la leyenda en su libro “Leyendas y tradiciones”, donde usó una
ilustración gráfica.

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El rescate de Imaybé, la mujer que se volvió árbol
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El rescate de Imaybé, la mujer que se volvió árbol
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