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La acción intencional

1
La acción intencional

María Elena Colombo

Buenos Aires 2012

2
A Jeremías y Lola

"¿Cómo puede aprender un sistema dotado de


algoritmos fijos de computación? ¿Cómo es posible
que se incremente el poder representacional de esos
algoritmos? Se nos ocurre preguntar: ¿Saben los
universales lingüísticos la emoción que produce un
vino con un bouquet elegante, muy varietal en nariz,
con aromas vegetales y de bosque umbrío?” Angel
Rivière. El sujeto de la psicología cognitiva, 1987,
p.72.

“El propio cuerpo está en el mundo como el corazón


en el organismo: mantiene continuamente en vida el
espectáculo visible, lo anima y lo alimenta
interiormente, forma con él un sistema” Maurice
Merleau-Ponty. La structure du comportement, 1942.

3
INDICE

Introducción

Recuperación de la perspectiva fenomenológica

Relaciones entre la intencionalidad en la actividad y la intersubjetividad en el

desarrollo humano

La organización de la vida mental como un hecho público

Las bases biológicas de la intersubjetividad

Consideraciones finales

Bibliografía

4
Introducción

El estudio de la acción humana es uno de los temas que ha tenido un


escaso desarrollo en la psicología salvo en su perspectiva naturalista,
básicamente representada por el conductismo y la reflexología. Llama la atención
sin embargo, si uno consulta libros de psicólogos pioneros, como Brentano, Wundt
o James, que el tema de la acción y, en especial, la génesis de la acción
voluntaria ocuparan un lugar destacado. La acción voluntaria tenía suficiente
presencia pues se vinculaba con preocupaciones filosóficas y religiosas de larga
data referidas a la acción responsable o la teoría del libre albedrío 1; y en esa
época la psicología, o algunas psicologías, intentaban abordar científicamente su
estudio que articulaban con el problema de la conciencia humana. En el
pensamiento alemán el estudio de los fenómenos conscientes no se asimilaba
directamente a las experiencias sensibles como en la tradición inglesa que
entendía lo mental –consciente- como derivado o representante de la experiencia
sensible. Esta última tradición se continuó en el pensamiento de E. Mach, y E.
Titchener en los Estados Unidos, aunque sus posturas se vieron sustituidas
rápidamente por el desarrollo de una psicología no mentalista y mecanicista que
se propuso estudiar el comportamiento, en términos asociativos entre estímulos,
respuestas y también refuerzos, recurriendo a conceptos reductibles a categorías
observables.

Así es que el siglo XX no vio en su devenir la profundización de los estudios


de la acción voluntaria ni de la conciencia, por lo menos en las versiones de las
psicologías hegemónicas; recién en las últimas décadas comienzan los estudios
empíricos de la conciencia aunque no como acción voluntaria sino como presencia
o ausencia de conciencia en el procesamiento de la información, es decir, en
términos de disociaciones. El estudio de la acción se derivó en el análisis de la
conducta dirigida a metas o motivación a partir del dominio del conductismo, en la
década del veinte, continuándose en la psicología cognitiva; ésta ha ido
produciendo modelos que, aunque cada vez más complejos, no resuelven el
problema de fondo de dichos constructos debido a la explicación causal y
mecanicista del comportamiento humano.

El abordaje mentalista y mecanicista estudió la acción humana como efecto


de un procesamiento mental universal, los procesos psicológicos básicos, y
descuidó las relaciones e implicaciones con el mundo y con el cuerpo; asimismo

1
Nota de la autora: La teoría del libre albedrío sostiene que los seres humanos tienen la capacidad
de elegir y tomar sus propias decisiones. Esta teoría fue duramente criticada por filósofos como
Marx, Spinoza o Schopenhauer.
5
hizo pasar al fondo de la escena el tema de la acción para concentrarse en los
procesos que serían sus causas. Además, los factores contextuales e históricos
del hombre en tanto ser social no encontraron un lugar en los modelos de flujo del
procesamiento computacional.

En este escrito comenzaré por hacer algo de historia, como también de


filosofía, para aclarar cuestiones básicas de partida. Esto será beneficioso para
comprender la diferencia que se establece entre una acción definida en forma
mecanicista y una acción entendida de manera intencional. Aristóteles estableció
una diferenciación sobre el concepto de causa que creo útil recuperar en este
momento; me refiero a la distinción entre causas eficientes y finales, además de
las materiales y formales. Él pensaba que, a diferencia de sus antecesores, no
bastaba con utilizar un solo sentido de causa para explicar un fenómeno, sino que
era necesario complejizar la explicación enriqueciendo el concepto mismo de
causa. Así discrimina el aspecto motor o de cambio –causa eficiente- del plan u
objetivo que se persigue –causa final-, al que integra la materia de la que está
hecha la cosa –causa material- y la especie, tipo o clase –causa formal. Estos
sentidos de la causa que debían ser abordados integralmente tuvieron distinta
suerte en la historia de la filosofía y penetraron en la psicología de manera que,
sin ánimo de ser simplista, podríamos vincular el uso de los sistemas de
causalidad eficiente a los modelos mecanicistas, ya sean naturalistas o
mentalistas, y los sistemas de causalidad final a los modelos mentalistas de corte
más teleológicos.

En la complejidad de su historia, las psicologías idealistas asumieron más


las perspectivas teleológicas, y quedaron enfrentadas a las psicologías
experimentales. En este punto se sostiene un debate, entre otros, que ingresa en
el siglo XX y quiero recuperarlo, para comenzar a entender el concepto de
conducta intencional. Me refiero a la discusión planteada entre Brentano y Wundt,
y sus derivaciones en la perspectiva fenomenológica. Este debate acontece en
una encrucijada de producción científica que cabe también considerar. Se trata de
la aparición de la teoría de Darwin, y el impacto que ésta produjo en la comunidad
occidental, que venía sosteniendo la concepción del ser humano como ser
racional a diferencia de los animales que no lo eran. Se abría la posibilidad de
pensar que estas derivas evolutivas podrían también permitir entender que los
animales tenían alguna racionalidad o alguna conciencia, y por lo tanto, no eran
autómatas como sostenía Descartes. Este tema no es menor ya que habilitó el
desarrollo de los estudios de psicología animal y permitió también preguntarse si
los animales tendrían intenciones que movieran su conducta o sólo los seres
humanos la tendrían. ¿Qué ha pasado entonces con la diferencia tajante entre la
6
acción voluntaria propia del humano si ahora podemos pensar que los animales
poseen alguna capacidad de elección? La psicología hereda estos interrogantes,
pero ¿qué hace con ellos? Fueron múltiples las respuestas como ya lo he
señalado. Un descubrimiento que vino en ayuda para iniciar algunas líneas de
investigación mecanicista y no mentalista en psicología fue el que aportó
Sechenov2 (1829-1905) que afirmó que los reflejos senso-motores simples podían
explicar el funcionamiento de los sistemas nerviosos centrales de organismos
como el ser humano, absolutamente refutado luego por la escuela de Vigotsky y la
neuropsicología de Luria. Sin embargo, este descubrimiento es tomado por la
escuela de Pavlov en Rusia y por Watson en Estados Unidos, y sus desarrollos
tendrán un impacto de varias décadas.

Sin ánimo de querer excederme en esta introducción con cuestiones


históricas es relevante considerar también los desarrollos de la psicofísica clásica,
y en especial en el contexto al que me quiero referir a continuación, es importante
tener en cuenta la formulación de la Ley de Weber-Fechner3 que vino a responder
a uno de los interrogantes que preocupaban a los hombres de ciencia y que era el
de establecer una relación entre los fenómenos físicos y psicológicos, y entre los
fenómenos fisiológicos y psicológicos. El entusiasmo que generaron los
descubrimientos de los psicofísicos abonaron preguntas que marcaron rutas de
investigación; las preguntas que interesaban a los físicos, pero no a los biólogos o
psicólogos que pensaban en términos de unidades organísmicas, se referían a los
universales de la física clásica o newtoniana como el problema de las constancias
perceptivas en todas su modalidades. En esta confluencia de descubrimientos se
produce este debate entre Brentano y Wundt que marcará los rumbos
hegemónicos en la psicología. Sus continuaciones en la línea de Husserl y, en
especial, Merleau-Ponty, influirán en la psicología contemporánea, particularmente
en el Embodied Mind, y algunos desarrollos dentro de las ciencias cognitivas y en
grupos de investigación en neuropsicología. Sin embargo, en la filosofía analítica y
en la ciencia cognitiva hegemónica no resonarán de la misma manera, dado que
en esos contextos se realizará una reinterpretación del concepto de
intencionalidad afín a un enfoque naturalista y fisicalista4.

2
Fisiólogo ruso autor del famoso libro publicado en ruso en 1863: Reflexes of the brain.
3
Ley publicada en 1860 en el libro de Fechner: Elemente der Psychophysik, en alemán.
4
Fisicalismo es una de las concepciones del positivismo lógico, elaborada por Carnap, Neurath y
otros. Los partidarios del fisicalismo sitúan el valor de toda proposición de cualquier ciencia en
dependencia de la posibilidad de traducir dicha proposición al lenguaje de la física. Las
proposiciones que no son susceptibles de ser sometidas a semejante operación se consideran
carentes de sentido científico. Por este camino, el problema de la unidad del conocimiento
científico y de su veracidad objetiva se sustituye por la búsqueda de un lenguaje unívoco –o más
exactamente, único– de la ciencia. En vez de analizar la conexión objetiva de las distintas ciencias
y su unidad, los fisicalistas intentan traducir al lenguaje de la física los tipos específicos del saber
7
En este trabajo presentaré una propuesta para considerar la intencionalidad
desde las relaciones con otras personas, desde la intersubjetividad, como
actividad intencional dirigida a otros humanos en escenarios compartidos,
siguiendo a autores actuales de la psicología del desarrollo y de la
intersubjetividad, y mencionaré sintéticamente algunas investigaciones que se han
realizado en este terreno que corroboran esta línea de abordaje sobre el tema.
Finalmente me referiré a los aportes de investigaciones de las bases neurales de
nuestros comportamientos en el dominio de las neuronas espejo para la
comprensión de la empatía5 y el desarrollo del self.

existente y lograr de este modo su unificación. Diccionario Soviético de Filosofía. Montevideo:


Pueblos Unidos. 1965.
5
Nota de la autora: el término Einfühlung (empatía) fue acuñado por Robert Vischer (filósofo
alemán) en 1873 como” in-sentimiento o sentimiento en”; luego fue retomado por Theodor Lipps en
1884 en su escrito Fundamentos de la vida psíquica.

8
Recuperación de la perspectiva fenomenológica

Una discusión situada en 1874 en Alemania (Colombo, 2002) puede traer


un poco de luz sobre los problemas que aún subsisten en la psicología y que
hacen específicamente a la comprensión de la acción intencional6. Se trata de la
discusión entre Franz Brentano (filósofo alemán, 1838-1917) y Wilhelm Wundt
(filósofo y psicólogo alemán, 1832-1920). En ese año se publican Psicología
desde el punto de vista empírico, de Brentano, y Elementos de Psicología
Fisiológica, de Wundt. La discusión se centraba en cómo entender el psiquismo y,
en consecuencia, cuál sería la metodología adecuada para su abordaje. Brentano,
a diferencia de Wundt que consideraba los procesos psíquicos en sí mismos como
contenidos, entendía que los procesos psíquicos son actos dirigidos a un objeto o
contenido, y por lo tanto, los fenómenos psíquicos contienen intencionalmente un
objeto. Así, clasifica “los fenómenos psíquicos en: representaciones, juicios,
emociones o fenómenos de amor y odio (que englobarían los sentimientos y la
voluntad). Todos ellos tienen por fundamento una representación, son
intencionales y se diferencian en la clase de referencia a un contenido7.[…] se
habla de representación cuando algo se nos aparece; en el juicio, admitimos algo
(como verdadero) o lo rechazamos (como falso). […] Las emociones, donde se
toma el objeto como bueno o como malo. Tanto el juicio como las emociones
están fundamentados en representaciones, se presentan dos veces como
representación y como juicio, y/o emoción. Es importante señalar aquí que
Brentano entiende por representación no lo representado, (como contenido)8, sino
el acto de representación es decir, la audición de un sonido, la sensación de calor
o frío, etc. Las representaciones son por tanto, el fundamento de todos los
fenómenos psicológicos, del sentir, juzgar, desear, etc.” (Morgade, 2001, p.259).

Así Brentano, en su obra de 1874 (p.25. Cit. en Rivière, 2000, p.193),


quiere “dilucidar conceptualmente de forma rigurosa las nociones de ʹmenteʹ y
ʹfenómeno psicológicoʹ cuando afirma ʹpodemos considerar como una definición
indudablemente justa de los fenómenos psíquicos la de que, o son
representaciones o descansan en representaciones que les sirven de
fundamentoʹ. Esta definición se profundiza en las dos ʹmarcasʹ características que
6
Nota de la autora: el término intencionalidad proviene del latín intentio, y designa el acto de
dirigirse la conciencia a su objeto. Esta noción es muy antigua, ya Aristóteles la usaba, la siguió
usando Santo Tomás de Aquino que entiende por ella la acción o efecto de la mente de tender
hacia algo sin lo cual ningún conocimiento es posible.
7
Nota de la autora: El concepto de representación en la tradición alemana se diferencia del de la
tradición inglesa. Esta última, en tanto considera lo mental como equivalente de experiencias
sensoriales de acuerdo con la teoría sensista, entiende la representación como el representante de
la cosa del mundo, su doble o copia.
8
Lo expresado entre paréntesis es una aclaración de la autora.
9
delimitan, para Brentano, el ámbito de los fenómenos psicológicos en
contraposición a los meramente físicos: la intencionalidad y la accesibilidad
interna. La primera implica que ʹtodo fenómeno psíquico se caracteriza por
aquello que los escolásticos de la Edad Media llamaron la inexistencia intencional
(o mental) del objeto y que nosotros llamaríamos, aunque con expresiones no
totalmente inequívocas, relación con su contenido, dirección hacia un objeto
(aunque no ha de ser interpretado como algo real) u objetividad inmanente. Todo
fenómeno psíquico contiene dentro de sí algo a modo de objeto, aunque no lo
hagan de la misma maneraʹ. La segunda significa que los fenómenos psicológicos
ʹson percibidos por la conciencia internaʹ (Brentano, 1874, p.78. Cit. en Rivière,
2000, p.193)”.

La concepción de los fenómenos psíquicos como actos que apuntan o se


dirigen a un contenido, su intencionalidad, percibidos por una conciencia interna,
requería de una metodología diferente de los objetos de la física y, por lo tanto, no
se podían utilizar las metodologías de las ciencias naturales. Brentano se alejaba,
de este modo, de los enfoques asociacionistas y de la psicofísica que proponían el
estudio analítico de la conciencia desde sus elementos más simples, como
contenidos de conciencia. Esta perspectiva intencional de los fenómenos
psíquicos fue retomada por la escuela de Wurzburgo (Külpe, Bühler), la escuela
de la Gestalt, la filosofía de E. Husserl (1859-1938), la filosofía de M. Heidegger
(1889-1976), la psicología de M. Merleau-Ponty (1908-1961), y también influyó en
el existencialismo de J. P. Sartre (1905-1980).

Edmund Husserl retoma el concepto de intencionalidad de Brentano (Jorba-


Grau, 2011; Morgade, 2001; Pfeiffer, 2002) y lo lleva mucho más allá del dominio
psicológico, como propiedad de la conciencia, utilizándolo como fundamento de
una ontología del conocer. Para nuestros intereses señalo que Husserl no sólo
afirma lo mismo que Brentano, toda conciencia es conciencia de algo, sino que
todo “algo” es algo de una conciencia. Esto quiere significar que el sujeto y el
objeto se constituyen mutuamente y por lo tanto no hay un a priori de esas
categorías por separado. Los actos que nos permiten conocer, la actividad mental
de Brentano, son sustituidos por el concepto de vivencia 9; así afirma que nosotros
no podemos tener un algo sino a través de una vivencia. La noción de vivencia es
la que contiene la intencionalidad, así tener la vivencia de algo, la conciencia
intencional de algo, es tener presente ante la conciencia un fenómeno en tanto
9
Nota de la autora: Husserl, filósofo alemán, apela a los psicólogos modernos, como por ejemplo
Wundt, para introducir el término “vivencia”. Desde esta perspectiva, vivencias o contenidos de
consciencia son percepciones, representaciones, de la fantasía y de imagen, los actos del pensar
conceptual, suposiciones y dudas, alegrías y penas, esperanzas y miedos, deseos y voliciones,
etc., tal como tienen lugar en nuestra conciencia.
10
visto o experimentado. El fenómeno es el dato captado esencialmente y no como
experiencia sensible o copia representacional. Para Husserl el accionar de la
conciencia es estar conociendo, lo cual significa que la intencionalidad es el acto
fenomenológico fundamental mediante el cual conocemos. De este modo, la
conciencia siempre es conciencia de algo, es conciencia efectuante, y si no, no es
conciencia. Es efectuante en tanto es donde se vienen a dar los objetos
intencionales (y no sensibles).

La idea original de la fenomenología de Husserl, su aporte fundamental,


entonces, es que entiende la intencionalidad de la conciencia como su ejercicio,
no es independiente del mundo. Conciencia y mundo se dan a la vez, es un a
priori de correlación, y esta correlación afecta a todos los actos de la conciencia
que tendrán que ser abordados en estricta dependencia mutua como, por ejemplo,
los actos de la voluntad o del juicio. En este sentido, podemos observar que esta
perspectiva se opone a todo idealismo que intente situar a la conciencia como
soberana sobre el mundo (como Berkeley o Hegel), tanto como a cualquier
empirismo, que quiera definir a la conciencia como representación del mundo de la
experiencia, como un espectáculo, independiente de los sujetos que actúan sobre
el mundo. La subjetividad, para Husserl, se constituye en la actividad y,
especialmente, en la actividad con otros. El desarrollo de toda realidad, ya sea
compartida o individual, se ve profundamente marcada por la relación con los
otros.

Maurice Merleau-Ponty (filósofo y psicólogo francés, 1908-1961), influido


por Husserl y continuador de las investigaciones de la Teoría de la Gestalt, se
posiciona en una franca ruptura con el pensamiento cartesiano, pues no parte del
a priori de los dos polos sujeto y mundo u objeto. Esto se revela al afirmar la
íntima relación entre intencionalidad y percepción. En el desarrollo de su obra,
Merleau-Ponty va a destacar la importancia de considerar la intencionalidad en
una forma más originaria, no sólo su direccionalidad como acto hacia un objeto, la
conciencia dirigida al mundo, sino la dirección del cuerpo con el mundo. Ésta sería
una correlación intencional más originaria. Con esta afirmación Merleau-Ponty
quiere focalizarse en las vivencias más simples o fundamentales de la experiencia
originaria como el movimiento, la percepción o las emociones que son
operaciones básicas del organismo y fundamento de los actos intencionales
racionales. Esta intencionalidad originaria, que él llama intencionalidad operante,
revela que la unión sujeto-mundo está en obra, pasiva y activamente, en la
vinculación del cuerpo y del mundo. Así, la razón y el juicio no son independientes
del cuerpo, éste les proporciona el fundamento para su ejercicio. La
intencionalidad brinda la certeza del ser en la unión del sujeto con el mundo por
11
medio del cuerpo, previo a todo acto de enjuiciamiento y antes de cualquier toma
de posición voluntaria (Arias García, B., 1997).

En la actualidad existen recuperaciones de los presupuestos


fenomenológicos en distintas direcciones. Una perspectiva que retoma el concepto
de intencionalidad se da en el ámbito de las Ciencias Cognitivas y la filosofía
analítica10. Se pueden distinguir tres aproximaciones (Jorba-Grau, 2011); en
primer lugar la de la filosofía del lenguaje que intenta clarificar la intencionalidad
de la conciencia a través del análisis de las propiedades lógicas de las oraciones
que son usadas para describir fenómenos psíquicos. Las oraciones que utilizan
verbos psicológicos como pensar, creer, y otros, tienen propiedades diferentes a
aquellas que se usan para describir estados de cosas del mundo; por ejemplo, en
el primer caso podría ser “Cristina piensa que va a ganar la carrera”, y para el
segundo caso podría ser “el árbol está en el jardín”. Estas propiedades se
denominan inten(s)ionales11. Las ideas de Brentano quedan reformuladas, de este
modo, en términos metalingüísticos por lo cual la descripción de los fenómenos
psicológicos requeriría oraciones intencionales con propiedades inten(s)ionales.
Representantes de este pensamiento son Russell y Frege, entre otros. Una
segunda aproximación a la intencionalidad quiere explicar cómo se la puede
naturalizar, es decir, cómo puede ser explicada por medio de mecanismos no
intencionales. En esta perspectiva se sostiene que la intencionalidad es un
concepto oscuro que ha producido confusión en filosofía cuando se pensó en la
mente y sus propiedades. Este objetivo de naturalizar la intencionalidad ha
adoptado diferentes proyectos que tratan de explicar “el sobre qué de la
experiencia” para las ciencias naturales y empíricas. Son representantes de esta
línea J. Fodor, W. Quine, D. Dennett, entre otros; Dennett se ocupa de la
explicación de la intencionalidad a partir de la teoría de la evolución afirmando que
10
Nota de la autora: La filosofía analítica se desarrolló durante el siglo XX en el ámbito anglosajón.
Esta filosofía se caracteriza por el énfasis en la argumentación con base en la lógica formal y el
análisis del lenguaje. Sus representantes, entre otros, son B. Russell, G. Frege y el positivismo
lógico. Esta filosofía recibió profundas críticas desde los filósofos del lenguaje ordinario, como J.
Austin, y Wittgenstein. A mediados del siglo XX la noción de filosofía analítica se desarrolló en la
dirección del avance de las ciencias cognitivas; en estos ámbitos las concepciones de Wittgenstein
nunca fueron dominantes. Algunos de los campos más prominentes de la filosofía analítica
correspondieron en las primeras décadas a la teoría del conductismo que consideraban que toda
proposición sobre la mente era equivalente a proposiciones sobre la conducta. En la actualidad los
temas preferidos de la filosofía analítica corresponden al innatismo y la modularidad de la mente,
un representante es J. Fodor; otro tema es la conciencia representado por D. Chalmers, J. Searle y
D. Dennett, entre otros, que desarrollan una filosofía de la mente.
11
Nota de la autora: Inten(s)ionalidad por oposición a extensionalidad. La extensión es una
propiedad de las oraciones que corresponden al mundo físico que son pasibles de ser medidas y
constatada su existencia y su verdad. La propiedad inten(s)ional de las oraciones con verbos
mentalistas no lo son, no se puede constatar cuanta verdad hay en una creencia; se puede creer
aunque se falsa o no exista el objeto de la creencia.
12
los seres humanos son mecanismos dotados de intencionalidad derivada que ha
sido configurada por la evolución biológica. Finalmente, en tercer lugar aparece
una aproximación que enfatiza la necesidad de incluir la perspectiva en primera
persona12 en la investigación de la conciencia dado que la intencionalidad y la
conciencia son esenciales en una teoría de la mente. Representantes de esta
línea son J. Searle, G. Strawson, entre otros. Esta aproximación es la que más
afinidad guardaría con el enfoque fenomenológico general.

En los abordajes citados (Jorba-Grau, 2011) parece asumirse una


separación entre intencionalidad y conciencia, como conciencia fenomenológica,
y así son tratadas separadamente. De esto modo, los estados mentales con
carácter fenoménico como los sensoriales (dolor, sabor, picor, etc.) no son
intencionales13, y los estados típicamente intencionales como creencias,
pensamientos y deseos, son estados en los cuales tenemos estados mentales
intencionales. Así, los caracteres fenoménicos e intencionales son separables.

La razón de esta separación puede ser la de separar lo que es más fácil de


analizar e investigar. Según D. Chalmers (cit. en Jorba-Grau, 2011) los problemas
“fáciles” de la conciencia se ocupan de cómo la mente procesa información,
exhibe capacidades de discriminación, categorización o introspección. Estos
temas se pueden tratar con la maquinaria estándar de las ciencias cognitivas y se
pueden explicar en términos computacionales o neuronales. Con este criterio se
pueden naturalizar esos aspectos de la conciencia, y la intencionalidad pasa a ser
parte de los problemas fáciles porque es simplemente una característica de la
mente que nos permite tener información sobre el mundo; de este modo queda
tranquila cualquier perspectiva naturalista o fisicalista. El problema difícil de la
conciencia consiste en explicar el carácter fenoménico o cualitativo de las
experiencias conscientes. Este es un rasgo subjetivo que supone un problema
para cualquier naturalismo o fisicalismo.

La separación de la intencionalidad y la conciencia en el ámbito de las


filosofías y ciencias cognitivas ha servido estratégicamente para favorecer el

12
Nota de la Autora: la perspectiva en primera persona tiene una larga historia en psicología que
llega a la misma introspección como método y como forma de acceder a lo psíquico. Con el avance
de las perspectivas objetivistas en psicología esta línea fue desestimada.
13
Nota de la autora: los estados mentales sensoriales no serían intencionales pues no poseen
propiedades inten(s)ionales, en cambio los otros sí los poseerían. También la discriminación podría
hacerse en base a que hay estados mentales que están en la mente pero no son disponibles para
la mente ya que no son objeto de reflexión o análisis. En cambio los estados mentales
intencionales sí estarían disponibles para la mente, siendo objeto de procesamientos más
profundos. Esta distinción es tomada por Dennett en base a formulaciones de A. Clark y A.
Karmiloff-Smith.
13
avance conceptual y empírico de la psicología cognitiva (Jorba-Grau, 2011), pero
se ha alejado del concepto pionero de Brentano, y sus continuadores, que
consideraba la actividad intencional de la conciencia como acto y no como
contenido, y por lo tanto, la representación mental no espejaba la realidad sino
que ésta, en tanto experiencia fenoménica se constituía en el entrelazamiento del
sujeto con el mundo a través del cuerpo, constituyéndose en a priori correlacional
y no a priori sujeto-objeto dualista, y realista ingenuo. Se aprecia, entonces, en el
dominio de las ciencias cognitivas una recuperación de la intencionalidad en la
dirección de las teorías del contenido por medio de las cuales se sostiene que la
relación entre la mente y la realidad se da a través de representaciones
abstractas14 independientes de las dimensiones contextuales e históricas.

Según Morgade (2001) el problema de la intencionalidad en las ciencias


cognitivas y la filosofía analítica, si bien ha tenido algún tratamiento en teorías del
desarrollo de la mente y comunicación y desarrollo, se ha limitado a discusiones
en filosofía de la mente “quedando la psicologia cognitiva a merced de las teorías
filosóficas y teniendo, en general, poca repercusión las investigaciones de la
psicología sobre el tema en el planteamiento global” (p.261).

Existen otros recorridos del término intencionalidad que desarrollaron otras


psicologías, no tan hegemónicas como la psicología cognitiva, en el marco de las
ciencias cognitivas, y que tienen mucho que aportar sobre este tema a diferencia
de lo que ha recogido la psicología cognitiva sobre el tópico. Se trata de los
recorridos del desarrollo de la intencionalidad en la actividad y sus relaciones con
la intersubjetividad (Morgade, 2001).

14
Nota de la autora: en esos modelos se sostiene que la mente procesa la información para sus
diversas operaciones de cómputo en representaciones proposicionales. En ellos se entiende que la
información que entra al sistema cognitivo es procesada en símbolos primitivos de acuerdo con
ciertas reglas que forman una especie de lenguaje de la mente, independiente del lenguaje natural.
Estas representaciones capturan los conceptos que están por detrás de una situación. Así las
frases "el libro está sobre la mesa" o "the book is on the table", serán representados mentalmente
de manera que nos permitan entender la existencia de dos objetos - libro y mesa - y de una
relación de posicionamiento entre ambos - sobre. Esto no quiere decir que las representaciones
proposicionales sean cadenas de palabras, sino cadenas de algún tipo de símbolos mentales
primitivos. Muchos psicólogos han considerado que la representación proposicional es la única
forma representacional existente y, más aún, que sus reglas de manipulación, se basan en el
cálculo formal permitiendo así que la mente "trabaje" con una lógica formal. El problema de
considerar que la mente trabaja lógicamente es la imposibilidad de explicar tanto por qué las
personas realizamos sistemáticamente inferencias que no son válidas formalmente así como la
fuerte influencia del contenido en las mismas.
14
Relaciones entre la intencionalidad en la actividad y la intersubjetividad en el
desarrollo humano

Anteriormente enfaticé que para Husserl el sujeto, la subjetividad, se


constituye en la actividad sobre el mundo, y en particular destaco, el mundo
humano; en esta experiencia intersubjetiva se da el desarrollo de la conciencia
efectuante y del sujeto de experiencia, y con ello se constituye la realidad, como
objetividad, de nuestro conocimiento del mundo (Morgade, 2001). El concepto que
introduce Husserl para referirse a la relación intersubjetiva que da cuenta de la
experiencia compartida es la empatía15. A través de la empatía se constituyen las
primeras experiencias con los otros. Este concepto es de especial importancia en
psicología y ha sido recuperado especialmente por algunos ejes de trabajo en
psicología del desarrollo, los cuales consideran que las formas comunicativas
iniciales del infante humano con el mundo social se dan, fundamentalmente, a
partir de las emociones.

Merleau-Ponty continúa la línea de Husserl por la cual considera el contacto


empático con los otros humanos como previo a la constitución de un sujeto de
experiencias. Esta afirmación es también de suma importancia para una
concepción psicológica del desarrollo humano pues el contacto empático es la
condición de posibilidad de que un sujeto emerja. Y como ya señalé en el apartado
anterior, para Merleau-Ponty no es posible entender el vínculo con el mundo si no
es con relación al propio cuerpo. Desde esta consideración, no cabe pensar una
mente que conoce el mundo separada de su propio cuerpo. Esto supone
comenzar a tratar el desarrollo del sujeto desde el desarrollo de las acciones más
sencillas como intencionalidad operante. Así, para entender la actividad
psicológica tendremos que partir, de la intencionalidad de la acción. Por ello afirma
Merleau-Ponty que debemos comenzar a investigar el desarrollo de la percepción,
el movimiento y las emociones, que son operaciones básicas del ser humano y
fundamento de los actos intencionales racionales, como la razón y el juicio, no
siendo éstos últimos independientes del cuerpo.

La idea importante de Merleau-Ponty que, como expresé antes, se recupera


en algunos enfoques dentro de la psicología del desarrollo y de la
intersubjetividad, es la comprensión de la constitución del sujeto y del mundo a
partir de la acción, la percepción como acción, con sus tonalidades afectivas. En
las relaciones de un sujeto, pensemos en un bebé, que se relaciona con un objeto,

15
Nota de la autora: empatía es un vocablo que proviene del griego y significa sentir en común.
Husserl introdujo este concepto entendiéndolo como la experiencia de la conciencia ajena y de sus
vivencias, a diferencia de la experiencia que hace la propia conciencia de sí.
15
el biberón, pueden encontrarse multiplicidad de conductas intencionales; asimismo
ese bebé que se relaciona con otros, a los cuales percibe a partir de sus
movimientos y expresiones, conforma una dimensión de experiencia de los otros y
de sí mismo que constituyen una primera forma de experiencia intersubjetiva a
partir de la emoción, la percepción y la motricidad. Esto quiere significar que toda
conciencia de mí mismo y de los otros son interdependientes y por lo tanto la
intersubjetividad se revela como prerrequisito necesario para la experiencia de mí
mismo y de los otros.

Resulta llamativo que estas ideas ya habían sido desarrolladas por


psicólogos pioneros, y no tan pioneros, salvando las posibles diferencias entre
ellos, como la escuela de Wursburgo, Kurt Lewin, James Baldwin, la escuela de
Moscú, Martín Buber y actualmente son defendidas por autores como Colwin
Trevarthen, Andrew Meltzoff, Daniel Stern, M. J. Moore y Peter Hobson, entre
otros, en el dominio de la psicología de la intersubjetividad, Gibson en el dominio
de la psicologia de la percepción ecológica, el Embodied Mind, y en el
psicoanálisis, la perspectiva psicoanalítica intersubjetiva con figuras pioneras
como Winnicott, Bowlby, Bion, Hartman y en Argentina, Enrique Pichón Riviere y
José Bleger.

Sin embargo, como señala Morgade (2001), existe una gran controversia
respecto de la necesariedad de tener experiencia intersubjetiva para poder tener
experiencia de mí mismo a partir de los actos perceptivos intencionales. En gran
medida, los problemas giran en torno a las capacidades que se otorgan a los
bebés en el punto de partida como también los modelos teóricos que se
construyen para interpretar los comportamientos de los neonatos. ¿Podemos
atribuir una conciencia de sí-mismo y del otro en el comienzo del desarrollo a partir
de las experiencias perceptivas, motrices y emocionales? Desde la intencionalidad
operante y originaria, de la que hablaba Merleau-Ponty, podemos afirmar que sí,
pues la intencionalidad debe ser considerada no sólo como una conciencia que se
dirige al mundo sino también, y básicamente, un cuerpo que se dirige al mundo.
Pero en psicología se suele reclamar un sentido más unificado e integrado de las
experiencias perceptivas, motrices y emocionales para afirmar la organización de
un sí mismo, y este hecho sólo podemos observarlo hacia el final del primer año
de vida. En este contexto, Jean Piaget (1991) entiende la intencionalidad como
conducta inteligente, en tanto el sujeto discrimina entre medios y fines. Las
conductas intencionales definidas como acciones que utilizan determinados
medios para llegar a un fin recién son observables a partir del cuarto sub-estadio
de la inteligencia sensorio-motora, es decir entre el octavo y doceavo mes.

16
Sin embargo, diversos científicos de psicología del desarrollo y de la
perspectiva psicoanalítica de la intersubjetividad plantean que desde el comienzo
existen mecanismos, pre-constituidos (programas de armonización y sintonización,
proto-conversaciones y proto-imitaciones) para la vinculación intersubjetiva que
operan como un sistema intersubjetivo básico de motivación. En continuidad con
esta concepción, Daniel Stern (1985) defiende la idea de un sentido de sí mismo
desde el comienzo de la vida en desarrollo al considerar que son las experiencias
de organización y no sólo los resultados de la organización de las experiencias
perceptivas, motrices y emocionales, las que posibilitan la emergencia del sentido
de sí mismo, y es por ello que introduce el concepto de sí-mismo-emergente.

¿Qué evidencias tenemos acerca de las competencias iniciales de los


bebés que avalen la conceptualización de una pre-formación para las experiencias
intersubjetivas? Se han realizado numerosas investigaciones en esta área que
muestran que los bebés parecen experimentar un mundo de unidad perceptual;
pueden tomar información recibida por una modalidad sensorial y de algún modo
traducirla a otra modalidad sensorial; esto es conocido como percepción amodal.
Los conocidos experimentos de Meltzoff y Moore, en 1977, demostraron que los
infantes de tres semanas imitaban un modelo adulto al sacar la lengua y abrir la
boca con lo cual pusieron en evidencia que los bebés son capaces de realizar, de
forma innata, correspondencias entre movimientos y sensaciones de modalidad
propioceptiva. En otro experimento de 1979, Meltzoff y Borton “vendaron los ojos
de infantes de tres semanas y les dieron para succionar uno de dos chupetes
diferentes. Uno de los chupetes tenía una tetina esférica, y la del otro presentaba
protuberancias en diversos puntos de su superficie. Después de que el bebé
tuviera alguna experiencia tocando la tetina con la boca solamente, se le retiraba
el chupete y se colocaba junto al otro. Al quitarle la venda de los ojos, y después
de una rápida comparación visual, el bebé miraba más la tetina que acababa de
succionar” (Stern, 1985, p.68). Esta experiencia mostraba que el bebé era capaz
de establecer una correspondencia de forma a partir de la exploración táctil y su
comparación con la exploración visual; el reconocimiento visual se hacía a partir
de información que se había obtenido de manera táctil.

Se han demostrado otras equivalencias al explorar las cualidades de


intensidad y tiempo; Lewcowicz y Turkewitz en 1980 (Cit. en Stern, 1985) se
plantearon la pregunta de si eran capaces los bebés de tres semanas de
establecer correspondencias entre intensidad luminosa y ciertos niveles de
intensidad sonora. “El infante era habituado a un nivel de sonido, y se realizaban
intentos de deshabituación con diversos niveles de luz, y viceversa. En esencia,
los resultados revelaron que esos infantes pequeños encontraban que ciertos
17
niveles absolutos de intensidad sonora correspondían a niveles absolutos
específicos de intensidad luminosa” (Stern, 1985, p.69-70). Este experimento
demostró que los bebés poseen capacidades para establecer correspondencias
transmodales audio-visuales del nivel absoluto de intensidad.

Stern (1985, p.70) afirma que “entre todas las transferencias de


propiedades entre los modos, la más difícil de imaginar es la transferencia de
información sobre la forma entre modos visual y auditivo. La forma no es
usualmente concebida como un hecho acústico; la transferencia de la forma es
más fácil de imaginar entre los modos táctil y visual. Ahora bien, el habla misma,
en una situación natural, es una configuración tanto visual como acústica, porque
los labios se mueven. La inteligibilidad se acrecienta considerablemente cuando
se están viendo los labios. Hacia los seis meses, los bebés tienden a mirar con
más atención a los rostros que hablan (Haith 1980). Además, cuando el sonido
producido real está en conflicto con el movimiento visto de los labios, la
información visual prevalece inesperadamente sobre la auditiva. En otras
palabras, oímos lo que vemos, no lo que se dice (McGurk y MacDonald, 1976)”.
Estos trabajos parecen confirmar que los bebés son capaces de establecer
correspondencias entre los sonidos del habla presentados visual y auditivamente.

Como señala Stern (1985), los resultados de estas investigaciones, en el


dominio de la percepción amodal, contradicen la explicación piagetiana; ésta
exigiría que los bebés primero construyeran un esquema para cada modalidad
sensorial o de movimiento, y después coordinaran ambos esquemas (asimilación
recíproca) para organizar un nuevo esquema por dicha coordinación. Sólo así el
bebé podría solucionar las tareas que se le pedían en los distintos experimentos.
Los descubrimientos en percepción amodal muestran que los bebés no tienen que
construir los esquemas, no tienen que pasar por los pasos de construcción de los
que hablaba Piaget. Los infantes “saben” inmediatamente que lo que exploran por
una modalidad sensorial es lo que antes exploraron por otra modalidad sensorial.
Estos hechos tampoco podrían explicarse por aprendizaje asociativo pues los
bebés no tuvieron experiencias previas como para establecer esas asociaciones.

¿Qué nos aportan los estudios de percepción amodal al conocimiento de


las relaciones intersubjetivas en los primeros momentos de la vida? Parece ser
que los infantes poseen muchas más capacidades innatas de discriminaciones
perceptivas para vincularse intersubjetivamente con el otro humano. Stern (1985,
p.73) se pregunta acerca de la experiencia que tiene un bebé del seno de la
madre “¿Experimenta el bebé inicialmente dos ʹpechosʹ no relacionados, el ʹpecho
succionadoʹ y el ʹpecho vistoʹ? Desde el punto de vista piagetiano se respondería

18
que sí; lo mismo sostiene la mayoría de las descripciones psicoanalíticas […].
Pero […] habría que contestar que no. El pecho surgiría como una experiencia ya
integrada del otro (de una parte del otro), a partir de la vinculación no aprendida de
sensaciones visuales y táctiles. […] Los infantes no necesitan tener experiencias
repetidas para empezar a formar algunas de las piezas de un sí-mismo y otro
emergentes. Están pre-constituidos para forjar ciertas integraciones.

Otras líneas de investigación, en psicología de la percepción, se preguntan


si tenemos experiencias perceptivas intencionales del ambiente a través de
complejos procesos cognitivos, o bien, organizamos experiencias intencionales de
manera directa y sin mediación de procesos de representación. Los trabajos
experimentales de Gibson en percepción ecológica entienden que las
percepciones son al mismo tiempo exteroceptivas y propioceptivas, por lo cual
debe entenderse que el sujeto tiene experiencia del mundo a la vez que de su
propio cuerpo en los actos perceptivos; esta experiencia es directamente
organizada sin que medien procesos cognitivos inicialmente.

Las investigaciones de Gibson permitieron el desarrollo de experimentos


acerca de la discriminación entre percepción de movimientos intencionales y
movimientos mecánicos (Johansson, 1973; Hobson, 2000). La pregunta que se
plantea es: ¿Tenemos competencias para detectar en forma directa los
movimientos intencionales y diferenciarlos de los movimientos mecánicos? O bien,
¿Esta diferenciación se realiza de manera indirecta a través de complejos
procesos de mediación cognitiva? Estos problemas de investigación son muy
relevantes pues darían evidencias acerca de las capacidades para discriminar el
mundo físico –movimientos mecánicos-, del mundo humano –movimientos
intencionales- en infantes.

Johansson y su equipo realizaron un programa de investigación sobre la


percepción visual de patrones de movimiento característicos de los organismos
vivos en la locomoción. Ellos ubicaron puntos luminosos en distintos lugares del
cuerpo y luego los actores fueron filmados en ambiente oscuro. Los videos fueron
proyectados con control del tiempo de exposición a los sujetos de
experimentación. Se estudió el reconocimiento de los patrones de movimiento, y la
rapidez de dicho reconocimiento. Los resultados mostraron que el reconocimiento
era muy rápido con sólo 5-10 combinaciones de puntos de brillo; cinco puntos eran
suficientes para reconocer las piernas en movimiento. Los autores analizaron el
papel del aprendizaje previo de los patrones de movimiento y concluyeron, de
acuerdo con los resultados experimentales, que la velocidad de reconocimiento no
era por aprendizaje previo. Más bien, parecía actuar un mecanismo automático de

19
tratamiento de los datos visuales que organizaba los elementos (puntos brillantes)
en organizaciones visuales que se identificaban como movimientos humanos
(caminar, saltar, correr, bailar, etc.)

Johansson, 1973, p.202

Este tipo de investigaciones entusiasmaron a científicos interesados en


explorar la génesis del autismo. Ellos querían comprender, al igual que Merleau-
Ponty, las relaciones primarias entre percepción, movimiento, intencionalidad y
sentimientos que se encuentran profundamente alteradas en el autismo.

Peter Hobson (2000) utilizó la misma metodología que Johansson para


comprobar si niños autistas podían detectar significados en la percepción de
puntos de luz que correspondían a personas que se movían. Lo que quería hacer
Hobson era pedir a los niños que juzgasen las emociones de las imágenes de
puntos en movimiento. Basándose en los resultados de Johansson, Hobson
entendía que cuando se miran los puntos luminosos es muy difícil que lo que se
vea sean sólo puntos. Lo que se ve es una persona haciendo algo. Esto es así
porque según Johansson un ser humano necesita ver sólo breves exposiciones de
una representación de este tipo de puntos en movimiento para darse cuenta que lo
representado es una persona, y esto lo hace de manera rápida y automática y no
con esfuerzo y lentamente. Por ello no es necesario realizar ningún tipo de juicio
consciente.

La pregunta de Hobson era, entonces, si esta forma de percibir podría estar


actuando desde el nacimiento y si los bebés podrían percibir de la misma manera.
Hobson (2000, p.30) comenta que se hicieron “experimentos que mostraron que

20
niños de cinco meses preferían mirar a las cintas de video de personas de puntos
de luz andando que mirar a puntos de luz moviéndose al azar”. Basándose en
estos resultados Hobson y su equipo iniciaron una investigación acerca de cómo
las personas con y sin autismo perciben aspectos significativos del mundo social,
sabiendo, de acuerdo con el estado del arte, que las personas autistas tienen
dificultades para interpretar el significado de las expresiones emocionales.

En las pruebas realizadas por Hobson trabajaron con trece niños y


adolescentes con autismo y trece niños y adolescentes no autistas con retraso
mental, igualados en edad y nivel verbal; también incluyeron un tercer grupo
equiparable de niños de desarrollo normal de igual capacidad pero que eran más
jóvenes que los de los otros participantes, entre seis y ocho años. El experimento
consistió en tres partes:

Experimento 1: ¿A qué están pegados los puntos? El objetivo era


comprobar si los sujetos eran capaces de ver los puntos en movimiento como
personas. Se mostraron objetos y personas (bicicleta, pelota, persona, silla, tijera,
persona, en movimiento) con tiempo de exposición en aumento hasta 5 segundos.
Los resultados mostraron que no hubo diferencias entre los sujetos autistas y no
autistas, casi todos pudieron reconocer objetos y personas en las exposiciones de
los puntos de luz.

Experimento 2: ¿Dime qué está sucediendo? Se presentaron secuencias de


cinco segundos de duración de puntos de luz de personas haciendo gestos de
sorpresa, tristeza, miedo, enfado y alegría respectivamente. La consigna fue:
“Quiero que me digas algo sobre esta persona. Dime que está sucediendo”. Las
predicciones para este experimento eran que los niños autistas se fijarían más en
las acciones que en las actitudes emocionales de la persona dibujada con puntos
de luz. Los resultados confirmaron la predicción ya que todos los niños no autistas,
menos uno, hicieron un comentario espontáneo acerca del estado emocional de la
persona. En cambio, diez de los trece niños autistas no hicieron ninguna
referencia a los estados emocionales. La diferencia no se debió a la falta de
respuesta, pues todos hicieron comentarios sobre lo que veían; la diferencia fue
que los niños y adolescentes con autismo informaron más sobre los movimientos y
acciones de las personas que sobre sus sentimientos. Por ejemplo, la figura triste
se percibía como “caminando y sentándose en la silla; la figura asustada se
percibía como “de pie sobre las puntas de los pies… andando hacia atrás…como
saltando”. Las respuestas no eran incorrectas pero no había descripción de los
estados emocionales.

21
Experimento 3. ¿Qué está sintiendo la persona? Se quiso explorar con
cuánta exactitud los niños y adolescentes podían poner nombres a las acciones y
emociones. En este experimento se agregaron cinco expresiones emocionales a
las anteriores, estados de dolor, aburrimiento, cansancio, frío y calor. La consigna
fue: “Quiero que me digas lo que la persona está sintiendo”. Al mismo tiempo que
esta prueba, que incluía emociones y otras actitudes, había otra prueba para el
reconocimiento de acciones no emocionales como levantar, cortar, saltar, dar
patadas, empujar, cavar, sentarse escalar y correr. En esta prueba la consigna
fue: “Quiero que me digas qué está haciendo la persona”. Los resultados dieron
puntuaciones que no mostraron diferencias significativas entre sujetos con y sin
autismo en la prueba de acciones. En cambio, en la prueba de emociones y
actitudes las diferencias fueron muy marcadas. Los sujetos con autismo parecen
tener verdaderas dificultades para leer los estados subjetivos de una persona,
pero esta dificultad no se extiende a la comprensión de las acciones. Por ejemplo
un sujeto autista respondía ante una “persona irritada” diciendo
“rascándose…muchas pulgas”. Esta descripción capta el componente de la acción
y no de la emoción, lo que puede sentir la persona.

En este punto del trabajo de investigación, Hobson (2000, p.35) se plantea


la siguiente reflexión: “Estos experimentos nos podrían ayudar a captar un aspecto
muy profundo y complejo de la percepción humana. ¿Percibimos una sonrisa
como una boca curvada hacia arriba y después, a través de un proceso intelectual,
decidimos que la forma de esa boca ʹsignificaʹ que la persona está contenta? O
¿percibimos directamente16 el significado de la sonrisa? ¿Vemos una boca
curvada hacia arriba o tan sólo vemos una sonrisa?”. Una consecuencia de esta
reflexión, que realiza Hobson, es que los sujetos autistas son incapaces de
compartir sentimientos de la manera en que lo hacen los no autistas; y este
compartir es vital en el desarrollo humano pues el déficit en la relación
intersubjetiva tiene efectos a largo plazo para empatizar y entender la mente de
los otros.

Otra consecuencia muy importante que podemos señalar a partir de estos


trabajos es que las relaciones que establecemos con el mundo son experiencias
directas de senso-motricidad, intencionalidad y sentimientos que permiten
establecer un mundo de experiencias intersubjetivo. En esta forma de tener
experiencia se organiza el sí-mismo y la otredad, cobrando sentido las acciones
de los otros y las propias. En el comienzo del desarrollo podemos, entonces,

16
Nota de la autora: el resaltado es mío. Lo he remarcado para que se entienda que lo que plantea
Hobson es el gran problema acerca de la percepción, directa o mediada por procesos de
inferencia.
22
afirmar que el bebé cuenta con competencias para la organización de un mundo
de experiencias intersubjetivo como un mecanismo intersubjetivo básico para la
intersubjetividad o como lo denomina Trevarthen: intersubjetividad primaria.

La recuperación de la tradición fenomenológica nos ha permitido presentar


una explicación posible de la intencionalidad desde sus orígenes a partir de un
enfoque evolutivo e intersubjetivo. Sin embargo, sabemos que en este punto no
hay acuerdos. Nuevamente recupero la definición de Piaget para considerar que,
desde muchas líneas de investigación, la acción intencional se presenta como
diferenciación entre medios y fines, y esto sólo se evidencia a partir del cuatro
sub-estadio de la inteligencia sensorio-motora. Pero, y de acuerdo con la línea
argumentativa que vengo defendiendo, la intencionalidad es un tema que en
ningún caso puede ser abordado por fuera de la relación entre sujetos. Desde el
momento que asumimos que el sujeto es un ser intencional, estamos aceptando
que el sujeto es un ser activo orientado hacia un objeto –otro humano
principalmente- que no es él mismo. Esto implica entender que en el espacio de la
intersubjetividad se estructuran las acciones intencionales, desde el nacimiento,
dentro de los sistemas de actividades históricamente determinados. Así cabe
entender la acción intencional desde una perspectiva genética en psicología que
dé cuenta de dicha acción dentro de los sistemas dinámicos que la organizan en
su desarrollo.

Como afirma Morgade (2001), no se trata de defender unas áreas por


encima de otras sino reconocer la implicancia estructurante de las relaciones
intersubjetivas históricamente determinadas. Cuando se asumen enfoques no
genéticos sólo se hacen descripciones estáticas que aportan más confusión que
solución al problema de la intencionalidad; así puede aparecer la intencionalidad
como propiedad o estado de la mente. Morgade (2001) señala que estos enfoques
nos brindan pocas explicaciones sobre la diversidad de acciones de los sujetos
desde su nacimiento. Instintos, pulsiones, motivos, y otros, no son términos que
alcancen a abrazar la complejidad del fenómeno si se lo aborda descriptivamente
y de manera no evolutiva.

Ahora bien, la pregunta que se plantea en este punto es: ¿Qué tipo de
conductas tienen los bebés antes del cuarto sub-estadio? Si el criterio de
definición de la acción intencional es la discriminación entre medios y fines, de
acuerdo con Piaget, las primeras conductas no serían intencionales. ¿Qué serían?
¿Conductas instintivas, hábitos, impulsos, reflejos? Así aparece un problema que
enfrenta a la psicología con la biología en el límite inferior del desarrollo humano.
Cuando se toman enfoques no genéticos aparecen aun más estos problemas y se

23
recurre a una suerte de explicación en esos términos. Inclusive desde una
perspectiva cognitiva se discrimina entre causas y razones para enfatizar la
diferencia entre las acciones intencionales que tienen razones para actuar, de las
conductas reactivas que tienen causas pero no razones para actuar y por ello son
reguladas en forma externa por el ambiente. Por supuesto que este no es el
enfoque que adopta Piaget (1991) pues la acción intencional tiene su génesis en
acciones no intencionales que por coordinaciones sucesivas (esquemas) tienden a
la generalización de las acciones hacia nuevas situaciones y objetos. En este
sentido Piaget tomó de J. Baldwin (1861-1934) el concepto de “reacción circular”
que da cuenta del movimiento progresivo de la coordinación de las acciones en el
desarrollo.

También Jerome Bruner (1986) entiende la intencionalidad como acción


dirigida a metas pero en un contexto intersubjetivo 17; los cuidadores sostienen en
la actividad conjunta las acciones dirigidas al uso de la cultura como el lenguaje, el
juego funcional y simbólico, las convenciones, etc. Bruner, al igual que Piaget,
destaca el carácter organizado y no caótico de las acciones desde el inicio de la
vida; así señala que las mismas tienen propiedades que habilitan al infante para
usar la cultura; éstas son: la transaccionalidad, pues los infantes muestran que
son sensibles para establecer intercambios comunicativos con los progenitores; la
coordinación medios-fines, dado que los infantes rápidamente comienzan a
establecer coordinaciones de conductas dirigidas a un fin; la sistematicidad, esto
es que las conductas de los bebés van mostrando que no son desorganizadas
sino que poseen coherencia; y finalmente la abstracción que significa que las
acciones están regidas por reglas que subyacen al nivel fenoménico. De este
modo, Bruner (1986, 1990) afirma que los bebés están pre-formados para
vincularse con el mundo humano y usar la cultura, poseen facultades originales
que los habilitan para establecer experiencias intersubjetivas.

La concepción de intencionalidad de Brentano y sus continuadores, Husserl


y Merleau-Ponty, era direccionalidad hacia un objeto, como intencionalidad
efectuante y operante, y la concepción de Piaget era conducta que discrimina
medios para llegar a un fin. Convendría plantearnos el siguiente interrogante ¿Es
lo mismo plantear la intencionalidad como acción que discrimina medios para
llegar a un fin que plantear la intencionalidad como dirección a un objeto? La
respuesta indudablemente es no, pues la acción puede tener direccionalidad

17
Nota de la autora: Es importante mencionar que Jean Piaget no desconoce la importancia del
ambiente social y cultural, y las influencias educativas; estos son factores del desarrollo también.
Pero Piaget está interesado en investigar el sujeto de las estructuras cognoscitivas, el sujeto
epistémico, en cambio Bruner se ocupa, lo mismo que Vigotsky, del sujeto psicológico.
24
aunque no presente la discriminación entre medios y fines. Este hecho lo hemos
podido advertir a partir de los experimentos sobre percepción amodal y percepción
directa.

En función de lo que he desarrollado hasta aquí, ya podríamos acercar una


definición de intencionalidad; la podemos entender como dirección hacia un objeto
que no es el ser mismo, recuperando el sentido de Brentano, Husserl y Merleau-
Ponty, y en consonancia con las investigaciones actuales de la psicología del
desarrollo de la intersubjetividad (Morgade, 2001). “Se hace necesaria esta
reorientación para dar cuenta posteriormente de las acciones dirigidas a metas en
las que ya media una representación de un estado de cosas […] Antes de este
tipo de acciones el bebé orienta ya sus comportamientos hacia la realidad según y
cómo la va estableciendo (incluido su propio cuerpo) Ya orienta sus acciones con
la suficiente previsión temporal como para seguir un objeto en movimiento y
alcanzarlo, ya dirige sus acciones hacia otros elementos que va encontrándose en
el ambiente y éste lo irá reconociendo según va experimentando” (Morgade, 2001,
pp.279-280).

Esta precisión del concepto de acción intencional permite clarificar cómo


entender el mundo inicial del infante. Las investigaciones de la infancia temprana,
en especial de los primeros meses de la vida, muestran que las acciones de los
bebés no son azarosas ni reactivas sino, al contrario, muestran un orden de
organización progresivo de coordinación con el ambiente físico y humano apoyado
en capacidades de discriminación perceptiva innatas. En este proceso las
acciones dirigidas a objetos se coordinarán con las acciones dirigidas a los
humanos generando experiencias intersubjetivas nuevas que permitirán
comprender las intenciones de los otros como una experiencia intersubjetiva
secundaria18.

En el mismo sentido, Rivière destaca la importancia fundamental de los


mecanismos interpersonales y de comunicación con personas, desde el marco del
interaccionismo vigotskyano; ellos son la “matriz fundamental del mundo simbólico
y del sujeto, entendido como identidad configurada por la aplicación a uno mismo,
como objeto, de las pautas de interacción originales en la relación con los otros”
(1986, p.111). Lo dicho no implica que niegue los componentes innatos de
preparación para la relación con humanos. Como lo afirma también Stern, los
bebés están pre-constituidos, cuentan con programas de sintonización y de

18
Nota de la autora: el término intersubjetividad secundaria corresponde a Trevarthen y da cuenta
de la coordinación intencional de las interacciones entre el sujeto, el otro humano y los objetos. En
este triángulo aparecen las primeras conductas gestuales declarativas e imperativas.
25
armonización19 de la propia conducta con respecto a la de los otros que le
permiten preferir selectivamente los parámetros estimulares del medio que por sus
características físicas definen perceptivamente a las personas.

Rivière (1986, p.111) señala que así como el bebé va construyendo el


mundo físico a partir de las coordinaciones de acciones, así también “el mundo
social y la noción de los otros y la propia identidad son construcciones que se
originan en la coordinación y asimilación recíproca de los esquemas de relación e
interacción”. Pero también señala que el desarrollo evolutivo de los esquemas de
acción y de interacción no es idéntico, sino que tienen desfases horizontales a
favor de los esquemas de interacción; como ejemplo de esto tenemos la
precocidad de la permanencia objetal referida a personas.

De acuerdo a cómo planteé, siguiendo a Piaget, la emergencia de una


conducta intencional franca, que tenemos que ubicarla alrededor del octavo mes y
a la pregunta que entonces realicé ¿qué tipo de conductas tenemos antes?,
notemos que Rivière señala que los bebés tienen programaciones que les
permiten dirigir sus comportamientos selectivamente al mundo humano, pero esa
selección es perceptiva. Esto quiere decir que si bien hay una orientación primaria,
innata, desde la posición constructivista que defiende Rivière (1986, p.113), “las
propias personas como agentes sociales y objetos del conocimiento social del niño
son construcciones genéticas muy posteriores”. En el comienzo tendríamos,
entonces, vinculaciones inespecíficas hacia los humanos determinadas por
preferencias perceptivas innatas.

Así el autor relativiza la concepción lineal de las explicaciones innatistas y


propone pensar el proceso, que es complejo, de manera dialéctica. Al bebé no
puede atribuirse objetivamente conductas intencionales en los primeros meses de
vida, afirma Rivière, pues no cumplen con los requisitos que definen la acción
intencional (según Piaget), que son: componentes de tensión de meta,
representación anticipatoria de meta, construcción de un programa de acción para
obtenerla, diferenciación entre medios y fines, persistencia de la conducta hacia la
meta y construcción de programas alternativos. Por este motivo Rivière discute
con aquellos que sostienen concepciones innatas para la comunicación, como
Trevarthen, concibiendo las conductas desde el inicio como intencionales. Rivière
indica que estas conductas aún no poseen todas las características de
intencionalidad, sólo poseen en el comienzo la inter-relación expresiva y afectiva
19
Nota de la autora: dentro de estos programas, Rivière (1986) menciona la sincronía interactiva,
la proto-imitación en neonatos, la armonización de ritmos mutuos, y la emisión de pautas de
conducta de estructura peculiar ante los estímulos proporcionados por personas frente a los
proporcionados por objetos no-personas.
26
pero falta que se desarrollen e integren los otros aspectos de la conducta
intencional.

Sin embargo, a continuación, Rivière (1986) introduce un planteo


vigotskyano de suma importancia cuando afirma que los padres y otros agentes de
crianza sí interpretan las conductas del bebé como intencionales, aunque no
todas. “Esta atribución de intención a determinadas conductas, que carecen
objetivamente de carácter intencional […] va a tener una importancia decisiva para
el desarrollo: la de servir de molde y ʹmarco humanoʹ para el desenvolvimiento
posterior de ʹverdaderasʹ intenciones, objetivamente atribuibles a la conducta del
niño” (p.121) a partir del octavo mes de vida. Sería una estrategia de optimización
del desarrollo que utilizan los padres. Así la significación intencional de las
interacciones del bebé con personas no sería un requisito previo, sino que la
intencionalidad sería la construcción resultante del propio hecho de la relación, de
la inclusión de las acciones del bebé en un contexto de interacción e interpretación
humano. Rivière plantea que los padres, al optimizar el desarrollo, “se sitúan así
en lo que Vygotsky ha denominado ʹzona de desarrollo potencialʹ, que define el
espacio de desarrollo próximo del niño a partir de su desarrollo actual, por una
parte, y de sus relaciones con adultos, por otra. Esto significa que la ʹestrategia de
atribución excesivaʹ, tan frecuente en las relaciones educativas y de crianza, es
una herramienta fundamental para favorecer el desarrollo” (p.122) y hacer
aparecer la intencionalidad objetiva.

El estudio de las acciones intencionales en las interacciones, como lo ha


presentado Rivière, permite comprender cómo éstas emergen, posibilitadas por
competencias innatas, en el juego cotidiano de atribuciones de sentido que los
agentes de crianza realizan para potenciar el desarrollo. Lo que es importante
destacar es que, en tanto Rivière toma la definición de conducta intencional de
Piaget, no considera las conductas anteriores como intencionales, desde la
perspectiva del bebé, pero esto no quita que sí podamos afirmar que ellas no son
azarosas y que procesualmente tienen direccionalidad. Es la intencionalidad
originaria de la que hablaba Merleau-Ponty; esta intencionalidad originaria está
posibilitada biológicamente y andamiada por los agentes de crianza que sí
interpretan las acciones como intencionales.

Un aspecto específico de nuestra especie se muestra cuando al observar


las conductas tanto de niños como de adultos, siempre nos parecen que persiguen
un propósito o finalidad, se hacen para algo. Rivière (1996/2003) destacaba que
difícilmente nos resulten sin sentido pues las entendemos en relación con los
contextos en los que ellas se realizan y en función de los intereses de los sujetos

27
en cuestión. Justamente esta propiedad inherente a las acciones, la del sentido o
direccionalidad, es la que carecen las conductas de sujetos con Trastornos del
Espectro Autista –TEA-; el problema del sentido se muestra en toda su crudeza
por “la falta de proyección de la acción propia hacia metas encajadas en jerarquías
de motivos” (1996/2003, p.125).

El sentido de la acción, que es una categoría un tanto difusa en psicología,


para Rivière es absolutamente necesario para entender el desarrollo normal como,
también, el TEA. Se podría precisar el concepto de sentido, siguiendo a Rivière
(1996/2003), con las cuatro notas que brinda para comprenderlo. La primera hace
referencia a algo situado en el futuro; remite a una actividad prospectiva y
anticipatoria de un organismo. Rivière (1996-2003) afirma que la posibilidad de
anticipar y trabajar con el futuro debe estudiarse en el desarrollo neuropsicológico
de las funciones frontales y prefrontales; asimismo subraya que “las concepciones
actuales sobre la función de los lóbulos anteriores del cerebro están muy
estrechamente relacionadas con la idea de Luria, según la cual cabría distinguir
entre un bloque cerebral posterior, encargado principalmente de la codificación,
recepción y almacenamiento de la información, y otro anterior, implicado en la
organización de intenciones y planes, en la confección de programas de acción y
en el control de la conducta” (pp.127-128). De acuerdo con investigaciones
recientes el periodo crítico de nueve a dieciocho meses en el desarrollo
psicológico normal también lo es para la aparición de los primeros síntomas de
autismo y coincide con el desarrollo de las funciones frontales y prefrontales; por
esto considera Rivière que estas funciones son el sustrato neural que permite
desligar la acción del presente inmediato otorgándole a las mismas el carácter
propositivo y prospectivo.

La segunda caracterización entiende que el sentido es algo que da


coherencia a una acción o a una representación. Rivière sostiene que el sentido
es esencialmente una fuerza de cohesión que posibilita no sólo dar sentido a la
acción propia sino fundamentalmente a la acción ajena, de la que se aprende; este
hecho permite que nuestra especie pueda ir más allá de la mera observación
empírica de lo que acontece en el mundo sino que permite interpretar la acciones
como acciones intencionales. Rivière recurre al constructo de Teoría de la Mente,
en tanto que con él se refiere al conjunto de capacidades que sirven para dar
coherencia a la acción, propia y ajena, y entenderla en su dirección y en los
deseos e intereses que la mueven. La alteración de estas capacidades señala “es
una de las consecuencias más dramáticas del autismo: la de la propia vida (que)
sólo puede articularse como una totalidad coherente mediante la imposición rígida
de rutinas externas, y no a través de la organización biográfica de la experiencia
28
de un yo. La consecuencia más obvia es que, al no tenerse una experiencia
propiamente biográfica, esa experiencia se ve, en gran parte, despojada de
sentidos internos incluso en los autistas con capacidades cognitivas más altas”
(p.129).

El tercer aspecto del sentido tiene que ver con la relación entre acción y
contexto, por esto tendemos a decir que carecen de sentido las acciones
completamente ajenas a los contextos. Rivière señala que en los autistas aparece
una anomalía de las capacidades de cálculo contextual y de adaptación de las
acciones a los contextos. Para este autor, el concepto de sentido tiene un carácter
esencialmente relacional, entre acción, contexto y lenguaje; así las emisiones
autistas pueden entenderse como falta de adecuación de la emisión al contexto
mental al que se refiere.

Finalmente, la cuarta nota considera que el concepto de sentido es


esencialmente un concepto semiótico. Rivière recupera un concepto de G.
Bateson20 que luego fuera utilizado por un teórico de la Teoría de la Mente, Alan
Leslie21, que es la noción de suspensión; así afirma que la suspensión es “el
núcleo de la capacidad humana de dar sentido, especialmente en las capacidades
de relación y juego, las más afectadas en los niños autistas” (p.130). La idea
seminal de este concepto es que habría una analogía entre los juegos de ficción
como jugar a que “una cuchara es un avión” y los enunciados mentalistas como
“Juan cree que va a llover” pues en ambos casos se suspenden relaciones
ordinarias de existencia y verdad; estas relaciones son las que se utilizan en lógica
para diferenciar los enunciados mentalistas, o de creencias, de los que no lo son,
proposiciones propiamente dichas que dan cuenta de juicios de existencia o de
verdad acerca de un estado de cosas del mundo. Rivière señala que si se trata a
una cuchara como si fuera un avión, se están suspendiendo las propiedades
literales de “cuchara” por otras que son imaginadas. Lo mismo ocurre con el
enunciado mentalista que no se refiere a una declaración acerca de un estado de
cosas del mundo sino a una creencia de Juan, así se suspenden los juicios de
verdad o existencia pues la creencia puede ser verdadera (para Juan) aunque el
estado de cosas del mundo no lo sea.

20
Bateson, G. (1955). Pasos hacia una ecología de la mente. Cit. en Rivière, A. (1996/2003) p.130.
21
Leslie, A. (1988). Some implications of pretence for mechanisms underlying the childʹs theory of
mind. Cit. en Rivière, A. (1996/2003), p.130.

29
Los actos de suspensión, para Rivière, permiten comprender los actos de
comunicación y las capacidades de ficción pues ambos se basan en actos de
suspensión. Señala que las primeras actividades comunicativas de niños normales
de nueve a doce meses ya tienen esta propiedad de suspender la acción propia
para dirigirla al otro humano como gesto con relación a un objeto (Intersubjetividad
secundaria de Trevarthen); este comportamiento no aparece en niños autistas de
esa edad en la gran mayoría de los casos. Un comportamiento típico de niños
autistas es llevar al adulto hasta el objeto deseado y poner la mano de él sobre el
mismo mediante un acto instrumental con personas pero no son capaces de crear
un gesto para el otro acerca de algo. En el desarrollo normal se va produciendo un
desacople progresivo, que va dejando en suspenso, primero la acción de tocar o
asir un objeto, generando los gestos pues no se realiza la acción completa sobre
el objeto; a continuación se suspenderán las acción instrumentales para producir
símbolos pues no se utiliza el objeto para realizar una acción específica sino para
jugar con su función; luego se suspenderán las propiedades habituales de los
objetos produciendo los juegos de ficción pues los objetos son interpretados según
el sentido atribuido por el sujeto y no por su significación canónica; y finalmente se
suspenderán los significados literales del lenguaje para poder producir y
comprender metáforas e ironías penetrando así en los significados figurativos y
poéticos. Este es el curso normal del desarrollo de la semiosis por suspensión que
plantea Rivière para el niño normal y que se encuentra profundamente alterado en
el autismo.

De acuerdo con el abordaje que realiza Rivière sobre el sentido de la


actividad y su alteración o falta en el autismo, puede apreciarse el tratamiento
diferente que realiza al presentar el desarrollo de la actividad en relación con el
sentido y así diferenciarla del concepto de conducta desde una perspectiva
mecanicista. Rivière sitúa la actividad con relación al sentido que ésta pueda tener
para el propio sujeto y para los otros y cómo esta actividad con sentido emerge en
el mundo interpersonal; este es el punto central del desarrollo psicológico normal
que está afectado en el autismo. Si bien la función de semiosis, como lo ha
planteado Jean Piaget (1991, p.60), implica “la evocación representativa de un
objeto o un acontecimiento ausentes y que supone, en consecuencia, la
construcción o el empleo de significantes diferenciados, ya que deben poder
referirse a elementos no actualmente perceptibles tanto como a los que están
presentes”, Rivière (1984) señala que esta coordinación de representaciones, de
significantes y significados, se realiza con fines comunicativos; los actos
semióticos tienen siempre una dirección a otro humano. Por esto Rivière afirma
que la definición de Piaget es correcta pero parcial; estos actos tienen que ser
entendidos desde el contexto dialógico en el cual se realizan y es en función de
30
esta particularidad que siempre van a ser interpretados de alguna manera por los
adultos.

Las cuatro notas de las acciones intencionales que he presentado,


siguiendo el pensamiento de Angel Rivière, brindan una comprensión sintética
acerca de la fundamental consecuencia del establecimiento de estas acciones con
sentido al entender que posibilitan la organización de las acciones propias y
ajenas desde la perspectiva de mismidad y otredad. La organización del self,
como narrativa biográfica (Bruner, 1990), muestra su importancia al entender que
permite el aprender de los otros en un mundo de afectos, sentidos e intenciones y
no sólo en el mundo presente de la percepción. Esta es la particularidad propia de
nuestra especie: aprender de otros, es decir, aprendizaje indirecto. El periodo
crítico señalado por Rivière, entre los nueve y dieciocho meses, muestra la
organización manifiesta de estas acciones pero esto no quiere decir que no tengan
una historia de construcción y preferencias perceptivas innatas.

31
La organización de la vida mental como un hecho público

A partir de lo que he desarrollado hasta aquí hemos podido advertir que el


infante humano, en la matriz interactiva, va organizando el mundo físico y social
apoyado en preferencias perceptivas innatas y andamiado por los agentes
cuidadores que favorecen una optimización del desarrollo. También pudimos
comprender que las acciones intencionales tienen una génesis desde las primeras
acciones que son activas y dirigidas a los objetos del mundo, en especial al mundo
humano, hasta las francas acciones intencionales que se expresan hacia el final
del primer año de vida. Ahora bien, es importante también entender que las
acciones que realizan los bebés en contextos interactivos son recíprocas, es decir,
tienen consecuencias en los otros y en ellos mismos; cabe mencionar las
expresiones faciales o posturales y diversos patrones conductuales que son
percibidos directamente como significativos. Este carácter de reciprocidad, de
doble vía, está posibilitado porque la percepción opera a la vez como
propiocepción y exterocepción, también por su funcionamiento transmodal y como
desarrollaré más adelante por la integración multimodal sensorio-motora del
sistema de neuronas espejo. Esta reciprocidad de las acciones es la primera
forma comunicativa del infante.

Nuevamente recurriré a la historia de la filosofía y la psicología para vincular


lo expresado en el párrafo anterior con profundas intuiciones de investigadores
pioneros. Comenzaré con un ejemplo: imaginemos que estamos en un circo
observando cómo un acróbata se desplaza sobre una cuerda floja. Seguramente
experimentaremos emociones y modificaciones en nuestro estado corporal
acordes a la observación de las expresiones afectivas y los movimientos del
acróbata; si nos concentramos en lo que sentimos podremos advertir esta
vinculación recíproca con el otro humano, tan propia de nuestra experiencia
cotidiana. Este ejemplo fue utilizado hace ya mucho tiempo por Theodor Lipps
(1851-191422) para explicar el concepto de Einfühlung que en 1909 Titchener
tradujo como empatía. El término fue acuñado por Robert Vischer (1847-1933),
filósofo del arte alemán, y extendido posteriormente por T. Lipps para referirse a la
participación afectiva ante una obra de arte o un fenómeno de la naturaleza.

22
Nota de la autora: T. Lipps, filósofo alemán. Obtuvo la cátedra de Filosofía en Bonn en 1884
donde escribió un informe exhaustivo sobre psicología: Fundamentos de la vida psíquica. En su
tesis doctoral de 1873, On the Optical Sense of Form: A Contribution to Aesthetics, Lipps desarrolló
una teoría de la empatía para explicar las ilusiones ópticas siguiendo el punto de vista de von
Helmholtz que consideraba que las ilusiones eran errores de juicio y no errores perceptuales; los
errores de juicio según Helmholtz, se formaban sobre la base de la experiencia personal anterior
del sujeto por analogía e inferencia inconsciente. Lipps quería desarrollar una teoría acerca del
mecanismo estético que explicara todo tipo de ilusiones geométricas.

32
Einfühlung implicaba la fusión entre el observador y el objeto observado, y el
proceso de Einfühlung era entendido como un proceso inconsciente basado en
una imitación interior que permitía la comunicación entre los seres humanos.
Einfühlung, como teoría estética, se fundamentaba en el concepto de sentimiento
que abarca todas sus manifestaciones, como placer o dolor, éstas son tonalidades
de una única realidad y no se comporta de acuerdo a las reglas del pensamiento
lógico sino que es independiente de él (Martín-Montoliu, 2011). Sigmund Freud
quedó impresionado con la lectura de un trabajo sobre lo inconsciente que Lipps
llevó a un congreso de psicología en 1897 al que dedicó una larga discusión en el
último capítulo de La Interpretación de los Sueños; también le interesaron a Freud
otros dos libros de Lipps: Los fundamentos de la Vida Psíquica (1884) y Lo
Cómico y el Humor (1898) que, como él mismo afirmó en las cartas a su amigo
Fliess, contribuyeron a generar conceptos como el de identificación.
Lamentablemente la obra de Lipps quedó opacada por el avance de la psicología
no mentalista, a comienzos del siglo XX, aunque sus contribuciones influyeron en
filósofos como Husserl, Dilthey y Weber. En el enfoque de Husserl, de acuerdo a
lo que presenté anteriormente, se entiende que la subjetividad se constituye en la
actividad sobre el mundo humano, en una experiencia compartida, y por lo tanto
intersubjetiva, que Husserl denomina empatía.

En la actualidad, a partir del avance experimental en psicología del


desarrollo y neurociencias, se pueden establecer puentes entre las ideas pioneras
de imitación interior o empatía, y los conceptos actuales de percepción-acción,
percepción exteroceptiva-propiocepción, percepción amodal, imitación y neuronas
espejo, que veremos en el siguiente apartado; también han comenzado a
realizarse acercamientos con el psicoanálisis dado el interés despertado por las
dimensiones no-verbales, implícitas e interactivas, la empatía y la organización del
self. En trabajos actuales dentro del psicoanálisis se viene sosteniendo una
perspectiva relacional para dar cuenta de la emergencia del psiquismo, en
oposición a los modelos pulsionales-estructurales; así recuperan o continúan los
enfoques de psicoanalistas como Donald Winnicott, John Bowlby, Ronald Fairbain,
Erik Erikson, Hartman, entre otros (Mitchell, 1988).

Desde la perspectiva psicoanalítica intersubjetiva, Stolorow & Atwood


(1992) consideran que los fenómenos psicológicos no se pueden comprender
aislados de los contextos intersubjetivos de los que toman forma; ellos son
construcciones emergentes de la interacción entre dos o más subjetividades en
relación. Para ellos el núcleo afectivo y motivacional del self deriva de la historia
de transacciones intersubjetivas; los estados afectivos y motivacionales se
conforman dentro del sistema de regulación mutua (recíproca) que constituyen el
33
infante y su cuidador. La motivación hacia el otro surge solamente de la
experiencia vivida, esto significa que la vitalidad de las experiencias
motivacionales depende de la forma en que se fueron desplegando los
intercambios en la regulación intersubjetiva. Hugo Bleichmar, psicoanalista, (2001)
sostiene que no basta con considerar la intersubjetividad como el marco en el que
se estructura el sujeto, sino que es necesario repensar cómo el otro humano
interviene en la estructuración del sujeto; Bleichmar afirma, alejándose de
cualquier explicación endogenista, que un verdadero modelo intersubjetivo de la
organización del psiquismo debe abarcar el contexto de génesis del mismo –el
papel del otro- y, además, es importante entender que en esa organización
dinámica el sujeto produce efectos en el otro. Así, el psiquismo se va organizando
“por” el otro y “para” el otro, teniendo el “para” la doble significación de: al servicio
del otro y, también, como orientado a movilizar afectivamente a ese otro.

En continuidad con el planteo anterior, Angel Rivière (1993, p.80) realiza la


siguiente reflexión que, además de bella, es profundamente sabia; desde la
perspectiva de la psicología del desarrollo Angel plantea en primera persona:
“Creo obligado empezar a hablar […] de esa mente rebelde a la objetivación, de la
mente subjetiva, de la mía. Y lo primero que quiero hacer, con respecto a ella, es
una pregunta sorprendente, pero fundamental: ¿es realmente sólo mía? Creo que
una buena manera –una forma alternativa- de comprenderla es la que consiste en
cuestionar, cuando menos en forma de metáfora, ese axioma de la mente como
mónada tan entrañado en las intuiciones psicológicas de nuestra cultura, ese
supuesto de la permanencia singular, o, por decirlo más poéticamente, de la
ʹsoledad esencial de la menteʹ. En este aspecto la psicología cognitiva clásica no
representa, de hecho, ninguna ruptura: propende a concebir también una mente
ʹmonológicaʹ, solipsista, una mente-monja encerrada en su claustro. Este principio
se cuestiona y niega desde una alternativa cuyo recuerdo considero pertinente
para comenzar este diálogo: se trata de la que se ha llamado precisamente ʹla
alternativa dialógicaʹ (por ejemplo, Heen Wold, 1992) formulada y desarrollada por
autores como Rommetveit (1992), Wertsch (1992), Braten (1992) y Trevarthen
(1992), y cuyos precursores serían, entre otros, Vygotski (1987), Bakhtin (1986) y
Mead (1934). En esencia, todos estos investigadores proponen que la mente no
es esa instancia solitaria que solemos imaginar, sino más comparable a un ámbito
abierto, lleno incluso de ʹgenteʹ (…esa mente ʹa la que habitan muchedumbresʹ, en
la luminosa metáfora de Whitman). Una mente semejante a un medio ruidoso,
cargado de ʹvocesʹ, en que se realizaría un diálogo infatigable, a veces implícito,
pero siempre presente. Como dice Rommetveit (1992, p.19), ʹese paradigma
representa una alternativa constructiva, muy necesaria, con relación a los modelos
representacionales-computacionales, que constituyen la corriente principal de la
34
psicología y la ciencia cognitiva. Estos modelos… tienen un fundamento
monológico y coinciden en una imagen del hombre como un artefacto de
procesamiento de la información esencialmente asocial, aunque muy complejo.”

Esta alternativa dialógica que trae Angel acerca de la actividad mental,


intersubjetiva, abierta a una pluralidad de voces, es la concepción que está
primando en la psicología actual. Así, se rechazan las explicaciones endogenistas
y solipsistas que aíslan a los seres humanos de su vinculación afectiva con los
otros y encierran la actividad mental en la cabeza, o bien, la explican a partir de
sus competencias biológicas solamente. En los últimos años se han abierto
nuevos campos de investigación en las ciencias cognitivas hacia temas no
abordados por la tradición computacional que permiten establecer nuevos diálogos
con otras disciplinas, sociales y biológicas. En esta dirección se destacan los
enfoques que recuperan la vinculación de la actividad mental con el cuerpo, el
entorno y su deriva temporal: son ejemplo de ello los trabajos de Andy Clark;
Clarck & Chalmers; Anderson; Hutchins; Lakoff & Johnson; Varela, Thompson &
Rosch; entre otros23.

Sin embargo en la psicología cognitiva del desarrollo actual, puntualmente,


(Español, 2010) no hay total acuerdo entre los investigadores respecto a cómo
concebir la vida mental, la constitución del yo y del otro, y en definitiva, cómo
entender la intersubjetividad. Algunos autores vinculan el surgimiento del yo y del
otro con la adquisición de conceptos que en filosofía de la mente se relaciona con
la adquisición de la capacidad de atribuir estados mentales a los demás y a uno
mismo. Así aparecen nuevos interrogantes: ¿Qué hay antes de tener conceptos
de yo y de otro? ¿Hay proto-conceptos? ¿Hay experiencias compartidas no
conceptuales?

Perez, Español, Skidelsky, & Minervino (2010, p.19-20) señalan que “el
debate se estableció entre aquellos que piensan que nuestros conceptos de lo
mental se adquieren a través de un proceso inferencialista-teórico y aquellos que

23
Clark, A. (1996). Being There. MIT Press, Cambridge, MA, 1996.
Clark, A. (1999). Embodied, situated and distributed cognition, in: W. Bechtel, G. Graham (Eds.), A
Companion to Cognitive Science, Basil Blackwell, 1999, pp. 506–517.
Clark A. & Chalmers D. (1998). The extended mind en Analysis, 58: pp 10-23.
Anderson, M. (2003). Embodied cognition: A field guide. En Artificial Intelligence, 149, pp 91-130
Hutchins E. (1995). Cognition in the Wild. The MIT Press, Boston.
Lakoff, G. & Johnson, M. (1980). Metaphors We Live By, University of Chicago, Chicago, IL.
Lakoff, G. & Johnson, M. (1999). Philosophy in the Flesh: The Embodied Mind and Its Challenge to
Western Thought, Basic Books, New York.
Varela, F.; Thompson, E. & Rosch, E. (1992) De cuerpo presente. Barcelona: Gedisa.

35
suponen un proceso de simulación. La idea de un acceso inferencialista-teórico al
mundo mental, propio y ajeno, corresponde a una concepción general del
desarrollo conocida como teoría de la teoría cuya hipótesis central es que el
desarrollo cognitivo es una suerte de desarrollo teórico sobre dominios específicos
de conocimiento. Acorde con ella, se postula que nuestro conocimiento de otras
mentes se debe a operaciones de mecanismos que concentran el conocimiento
acerca de la subjetividad de manera similar a las teorías científicas. La versión
opuesta –la simulacionista- cuestiona que sean habilidades de naturaleza teórica
las que subyacen a las capacidades mentalistas y considera que lo que está en
juego son procesos de acceso interno a la propia mente y proyección simulada en
la de los demás. Según Gomila (2002), la controversia, en esencia, gira en torno a
si la atribución mental depende de la mediación de un conocimiento teórico
implícito o consiste más bien en la activación de los propios mecanismos mentales
off-line, para proyectar el resultado a quien tratamos de interpretar24.

Pese al debate existente entre la ʹteoría de la teoríaʹ y la ʹteoría de la


simulaciónʹ muchos autores tienen un punto de vista híbrido”, como Andrew
Meltzoff. Este investigador sostiene que sin conocer cuál es el punto de apoyo
inicial sobre el cual están montados los modelos de atribución de estados
mentales, todo modelo que se haga será inestable. Por esta convicción propone la
investigación en el punto de partida del desarrollo para poder comprender cómo
los bebés interpretan a los otros con propiedades psicológicas equivalentes a las
propias.

Las discusiones entre las dos versiones, también llamadas perspectiva en


tercera persona –teoría de la teoría- y primera persona –simulacionista-, se dirime
(Español, 2007; Gomila, 2002; Thompson, 2001) en la siguiente diferencia: en la
perspectiva en tercera persona la atribución de mente a los otros se basa sólo en

24
Nota de la autora: para una ampliación de este tema y su disputa se puede consultar:
Goldman, A. (1993). The Psychology of Folk Psychology. En Behavioral and Brain Sciences, 16,
pp. 15-28.
— (1995). Interpretation Psychologized. En Davies & Stone, pp. 4-99.
Gomila, A. (1996). From cognitive systems to persons. En Ford, K.; Hayes, P. & Glymour, C. (eds.),
Android epistemology, Cambridge, The MIT Press.
Gopnik, A. (1993). How we know our minds: the illusion of first-person knowledge of intentionality,
Behavioral and Brain Sciences, 16, 1, pp. 1-14.
Gordon, R. (1996). Radical simulation, en Carruthers & Smith.
— (1995), Simulation without introspection or inference from me to you, en Davies, M. & Stone, T.,
1995, pp. 53-67.
— (1979). The simulation theory, Mind and Language, 7, pp. 11-34.
— (1987). The Structure of Emotions, Cambridge, C.U.P.
Stich, S. & Ravenscroft, I. (1994), What is Folk Psychology?, Cognition, 50, pp. 447-468.

36
las inferencias acerca de otro representado con el cual no es requisito establecer
contacto interpersonal; en la perspectiva en primera persona la subjetividad
encerrada e interna es la condición para acceder a la subjetividad de los otros.
Ambas versiones coinciden en entender que la adquisición de habilidades
mentalistas es una secuencia que parte de la comunicación intencional pre-verbal;
también se reconoce la importancia de las experiencias intersubjetivas de los
primeros meses de vida.

Desde el ámbito filosófico, Thompson (2001) y Gomila (2002) entre otros,


han realizado críticas a ambos enfoques pues en los dos casos la atribución
mental al otro parece implicar una comprensión reflexiva de los conceptos
mentales involucrados y las emociones se conciben como estados mentales
internos tratados unilateralmente (Rivière, 2000; Español, 2007, 2010). Frente a
estas dos posturas se presenta una tercera, que se denomina perspectiva en
segunda persona; la misma recoge las tradiciones de la fenomenología,
Wittgenstein y Austin. Español (2007, p.124) señala que “la perspectiva en
segunda persona, supone que los modos de estar y comprender a los otros, y a
uno mismo, se basan en un conjunto de habilidades para la comprensión
recíproca que se desarrolla y expresa en contextos interactivos, por ende públicos
y sociales. Se asume que en la vinculación con el otro intervienen componentes
que tienen una directa expresión pública, como expresiones faciales o posturales y
diversos patrones conductuales. Y se considera que los aspectos expresivos –
como el tono de voz o la configuración facial- son percibidos como directamente
significativos y constituyen la base de una reacción correspondiente que tiene
pleno sentido dentro de la situación de una interacción que se despliega en el
tiempo. Lo que un sujeto hace tiene una respuesta sensible en el otro, de tal
suerte que acciones y reacciones tienen los rasgos de la reciprocidad. Se destaca
también que la atribución mental en contextos interactivos no sólo es recíproca
sino que además los participantes se percatan de su mutua atribución, lo cual
condiciona el contenido de la atribución. Lo mental no es, por lo tanto, considerado
algo privado sino público, expresivo y dinámico”. Español (2007) considera que en
la actualidad la mayoría de los investigadores que trabajan en la ontogénesis de
las habilidades mentalistas acuerdan en el papel genético de los estados primarios
de intersubjetividad como la capacidad de expresar emociones darwinianas y la
capacidad de imitación neonatal25.

25
En la actualidad los autores que han contribuido a formular los principios de la perspectiva en
segunda persona son entre otros:
Reedy, V. (1996). Omitting the second person in social understanding. En Behavioral and Brain
Sciences, 19, pp. 140-141.
___ (2008). How infants know minds. Cambridge, Harvard University Press.
37
En esta perspectiva de segunda persona, Evan Thompson26 (2001, 2007),
entiende que la conciencia humana individual en la interacción dinámica con los
otros humanos, es inherentemente intersubjetiva, por lo cual no puede concebirse
como confinada dentro de la cabeza sino que se extiende por todo el cuerpo vivo e
incluye el mundo, sobre todo interpersonal y social. El encuentro concreto entre
dos seres y la propia conciencia de uno mismo como persona encarnada en el
mundo es entendida por Thompson como basada en la empatía; ésta es la única e
irreductible clase de intencionalidad.

Thompson realiza un análisis del concepto de empatía en profundidad


siguiendo el pensamiento fenomenológico por lo cual me resulta muy valioso
incluirlo en el marco del tema que estoy tratando que es la constitución del self y
del otro desde la intersubjetividad asumiendo que desde el comienzo se
establecen relaciones comunicativas de carácter básicamente emocional. En este
sentido la empatía sería un buen punto para comenzar a analizar este problema, y
al mismo tiempo también comprender cómo se posicionan algunas teorías
actuales en este tópico.

Thompson (2001, 2007) considera que la empatía es una evolucionada


capacidad biológica de la especie, y que tal vez sea compartida con algunos
mamíferos como los primates. En su intento por articular los desarrollos de la
fenomenología y las ciencias cognitivas propone entender la empatía como la
condición de posibilidad para una ciencia de la conciencia y así hacer frente a los
problemas duros de la conciencia que según Chalmers son muy difíciles de
solucionar.

Thompson distingue tres sentidos de la empatía: a) como capacidad


intencional, b) como un tipo único de acto intencional y c) como un proceso
intencional general. En el primer caso la empatía es la habilidad básica para
comprender otra experiencia individual a partir de los propios sentimientos y
sensaciones. En el segundo caso la empatía se entiende cuando se puede
generar un correlato desde una persona hacia la experiencia y comportamiento de
otra fundado en la percepción que se construye a partir de la presencia corpórea
del otro; este sentido de la empatía no es una mera inferencia intelectual a partir

Hobson, P. & Hobson, J. (2008). In the beginning is relation… and then what? En U. Müller, J.
Carpendale, N. Budwig & B. Sokol (Eds.), Social life and social knowledge. Toward a
process account of development, NY, Lawrence Erbaum, pp. 103-122.
26
Nota de la autora. Evan Thompson, nacido en 1962, escribió junto a Francisco Varela y Eleonor
Rosch el libro Embodied Mind. Es profesor de filosofía en la Universidad de Toronto. Escribe sobre
ciencia cognitiva, fenomenología y filosofía de la mente. Es autor de numerosas publicaciones
científicas.
38
del comportamiento observable del otro sino que implica situarse de manera
integral en la perspectiva del otro. En último lugar, la empatía se entiende como
experiencia personal de producir un estado o situación propia a partir de un estado
similar o equivalente al estado del otro; es decir sentir con el otro. De acuerdo con
estas diferencias semánticas pueden distinguirse tres dimensiones de la empatía:
1) sentir lo que el otro siente, 2) conocer lo que el otro está sintiendo y 3)
responder con comprensión a la situación de la otra persona.

Algunos investigadores, en este dominio, prefieren reservar el concepto de


empatía para cuando median los procesos cognitivos y así explican el desarrollo
anterior introduciendo otros conceptos; por ejemplo, D. Stern (1985) utiliza el
concepto de entonamiento para dar cuenta de una sincronía afectiva, intencional y
atencional automática e inconsciente entre el infante y su cuidador y reserva el
concepto de empatía para cuando ya hay mediación de procesos cognitivos.
Según Stern (1985, p.126-127) la “empatía consta por lo menos de cuatro
procesos distintos y probablemente secuenciales: 1) la resonancia del estado
emocional, 2) la abstracción del conocimiento empático a partir de la experiencia
de la resonancia emocional, 3) la integración del conocimiento empático abstraído
en una respuesta empática, y 4) una transitoria identificación del rol”.
Indudablemente, si se plantean todos estos requerimientos, un bebé no los posee
en los primeros meses de su desarrollo. Como puede apreciarse sólo a partir de
esto que acabo de señalar, los investigadores comienzan a diferir en sus
conceptualizaciones y en su forma de entender la intersubjetividad.

La fenomenología actual ha ido más lejos en la comprensión de la empatía


según Thompson (2001, 2007) y ha propuesto cuatro aspectos centrales en el
proceso de empatizar dentro de la especie humana. Estos aspectos se estructuran
desde: a) el involuntario apareamiento de la corporeidad de una persona con la
corporeidad de otra en la percepción y la acción; b) el movimiento imaginario de
mí mismo dentro de tu espacio; c) la interpretación del tú como otro hacia mí y del
mí como otro hacia el tú; y d) la percepción ética y moral del tú como una persona.

El primer tipo de empatía no es iniciado desde un proceso de pensamiento


sino que el mismo se inicia desde la vinculación entre personas. Esta vinculación
empática se despliega en todo el actuar de la persona y adquiere un estatus de
percepción-acción. Desde las neurociencias esta vinculación se explica por la
activación automática de nuestras propias áreas de la corteza cerebral en sintonía
con el comportamiento que se está observando en el otro humano. Así Thompson
entiende a este fenómeno de empatía como un acoplamiento sensomotor y
afectivo o resonancia afectiva.

39
El segundo tipo de empatía es más activo e intervienen ya dimensiones
cognitivas que requieren recursos generados en la historia personal y social de los
sujetos inmersos en la relación; en este sentido la empatía permite ubicarme
imaginariamente en el espacio vivencial del otro en una situación particular.

El tercer tipo de empatía corresponde a la capacidad de entender mi propia


situación desde la perspectiva del otro que está en la relación y viceversa. De este
modo, la extrapolación es desde el tú para entender el mí. En el tipo anterior se
podría considerar que la empatía es proyectiva, en cambio en este tipo sería más
bien introyectiva de la mismidad.

Finalmente, el último tipo de empatía corresponde al reconocimiento del


otro como legítimo otro, digno de consideración y respeto. Por lo tanto este tipo de
empatía se traduce en la capacidad de comprender que el otro es tan digno como
yo para estar en el lugar que habita y su presencia no es prescindible. Este
proceso se vincula con los mecanismos que permiten entender a los otros como
agentes intencionales y mentales. Al identificar las intenciones de una acción,
también se identifican los valores que siempre están contextualizados y responden
a una historicidad. De esta manera, la empatía constituye la capacidad emocional-
cognitiva-corpórea básica sobre la cual se construyen las emociones y
sentimientos que se pueden tener por el otro como el amor, el respeto, la
admiración, la compasión, etc.

La perspectiva que introduce Thompson resulta por demás valiosa para el


trabajo que vengo realizando y en consonancia con él podemos advertir que el
concepto de empatía se constituye en una noción primordial para entender la
constitución del sí mismo y de los otros como seres intencionales y mentales en la
dimensión intersubjetiva. A continuación brindaré algunos aportes que realizan las
neurociencias para la comprensión de las bases biológicas de la intersubjetividad.

40
Las bases biológicas de la intersubjetividad

Los modelos psicológicos que explican la organización de la vida mental


desde una perspectiva intersubjetiva han recibido un fuerte apoyo con el
descubrimiento de las neuronas espejo. Se ha localizado en la corteza cerebral
pre-motora de los monos macacos un grupo de neuronas que tienen la propiedad
de descargar impulsos tanto cuando el sujeto observa a otro realizar un
movimiento como cuando es el mismo sujeto quien lo realiza. Estas células forman
parte de un sistema de percepción/ejecución de modo que la simple observación
de movimientos de la mano, de la boca o del pie activa las mismas regiones
específicas de la corteza motora como si se estuvieran realizando esos
movimientos. Los investigadores en este dominio afirman que este sistema integra
un circuito que permite también entender las intenciones y emociones de los otros.

El descubrimiento de las neuronas espejo se realizó a comienzos de los


años 1990 en el Instituto de Fisiología de la Universidad de Parma dirigido por
Giacomo Rizzolati; estas neuronas que fueron originariamente descubiertas en la
corteza pre-motora de los monos macacos se activan tanto cuando son ejecutadas
acciones dirigidas a una finalidad, como cuando se observan acciones cumplidas
por otros. La acción que, una vez observada, activaba las neuronas espejo del
observador tenía que suponer la interacción entre la mano de alguien que actuaba
y el objeto. La importancia de este descubrimiento radica en que modificó la
manera de concebir los mecanismos subyacentes a la comprensión de las
acciones observadas. ¿Por qué? Si la observación de una acción induce la
activación de un mismo circuito de control de la ejecución habría una simulación
corporizada, automática, en el cerebro del observador de la acción. Gallese,
Migone & Eagle (2009) consideran que este mecanismo de simulación estaría en
la base de una forma implícita de comprender a otras personas. Las evidencias
empíricas permiten considerar que “la integración multimodal sensorio-motora
conseguida por el sistema de neuronas espejo contenido en el circuito parietal-
premotor crea simulaciones de acciones que son utilizadas no sólo para la
ejecución de las acciones mismas, sino también para su comprensión implícita
cuando son realizadas por otros” (Gallese et al, 2009, p.531)

Rizzolatti & Craighero (2004, p.176) afirman que “el sistema de neuronas
espejo en humanos posee importantes propiedades no observadas en monos. En
primer lugar los movimientos intransitivos sin significado activan las neuronas
espejo en humanos (ejemplo: puño cerrado debajo de la barbilla) mientras que no
se activan en los monos. En segundo lugar, las características temporales de la
excitabilidad cortical, durante la observación de una acción, sugieren que el

41
sistema de neuronas espejo codifica también la formación de movimientos para la
acción y no sólo la acción como lo hace el sistema de neuronas espejo en los
monos. Estas propiedades del sistema de neuronas espejo en humanos debería
desempeñar un importante papel en la determinación de la capacidad de imitar las
acciones de los otros”.

Gallese et al (2009) señalan que en los últimos años ha habido un retorno al


diálogo entre neurociencias y psicoanálisis a partir de los recientes
descubrimientos que se produjeron en el ámbito de las neurociencias, los cuales
han aportado a la comprensión de problemas teóricos, en el área de la
intersubjetividad, que desde la obra de Freud: Proyecto de una psicología para
neurólogos de 1985, quedaron interrumpidos por el escaso conocimiento que se
poseía en la época como también por las carencias y dificultades metodológicas.
Fenómenos como la empatía, la identificación, entender las intenciones ajenas, el
autismo, la resonancia afectiva, la co-regulación del comportamiento y estados
internos pueden ser comprendidos de mejor manera a partir del descubrimiento de
las neuronas espejo. Además, el modelo emergente del funcionamiento de las
neuronas espejo se corresponde con un segundo rasgo del núcleo de la
experiencia intersubjetiva: el hecho de que a medida que nos encontramos con los
otros, éstos son tomados a la vez, como parecidos y diferentes de uno mismo.
Para Gallese et al (2009), como para los fenomenólogos, ambas cosas son
inseparables, el encuentro con el mundo es un encuentro con la intersubjetividad.

Los desarrollos en la investigación de las neuronas espejo produjeron


evidencias experimentales en el dominio de la cognición social: imitación,
intenciones, empatía, conocimiento del yo y del otro, entre otros; ellos muestran la
pre-constitución del humano para la organización de una experiencia intersubjetiva
como así también el desarrollo de estos sistemas de neuronas por la interacción
intensiva con humanos en contextos de crianza (Iacoboni, 2010).

La imitación ha sido considerada por mucho tiempo un aprendizaje tardío


del infante, alrededor del segundo año de vida. Sin embargo, sabemos que los
bebés realizan imitaciones desde muy temprano, como lo ha demostrado Meltzoff.
Según señala Iacoboni (2010, p.54), “dado que los cerebros de los recién nacidos
no tienen habilidades cognitivas altamente sofisticadas, el hecho de que puedan
imitar sugiere que el mecanismo de imitación depende de mecanismos neuronales
relativamente simples”. Los cerebros de los bebés y niños pequeños son muy
eficientes en capturar los comportamientos de otras personas por medio de la
imitación. Pronto, no sólo capturan los movimientos sino también las intenciones y
metas de los mismos. Iacoboni (2010) ha realizado experimentos que fortalecen la

42
hipótesis de partida: las neuronas espejo parecen mucho más interesadas por las
metas de los movimientos que por los movimientos en sí. Cuando imitamos una
acción de otro actuamos como si estuviéramos frente a un espejo. Este hecho
lleva a que Iacoboni (2010, p.72-73) se plantee: “cuando usted y yo nos miramos
de frente y nos imitamos, mi mano derecha se halla en el mismo sector del
espacio que su mano izquierda. ʹCompartimosʹ este mismo espacio y, por lo tanto
literalmente nos acercamos. Creo que uno de los objetivos principales de la
imitación puede ser, precisamente, la posibilidad de tener una ʹintimidadʹ
corporeizada entre el yo y los otros en las relaciones sociales. La tendencia de la
imitación y de las neuronas espejo a volver a capturar tal intimidad puede
representar una forma más primaria y originaria de intersubjetividad a partir de la
cual el yo y el otro cobran forma”.

Los datos empíricos demuestran que las neuronas espejo codifican las
intenciones asociadas a los movimientos observados por lo cual es de suponer
que incorporan el contexto al movimiento. Iacoboni (2010, p. 80) explica el
procedimiento de estas células para entender la intención asociada al movimiento
con la siguiente hipótesis: “nosotros activamos una cadena de neuronas espejo,
de modo tal que estas células pueden simular una secuencia completa de
acciones simples –alcanzar una taza-tomarla-llevarla a la boca- lo cual es, nada
más y nada menos, la simulación que se produce en el cerebro de la intención del
ser humano que estamos observando”. Estas células se activan no a causa del
movimiento mismo, sino de otros que están lógicamente relacionados; un
movimiento prensil de la mano y dado que el contexto sugiere beber, esto activa
otra serie de neuronas que codifican el movimiento de llevar a la boca. Según
Gallese, Eagle & Mignone (2006, p.6) “en contraste con lo que afirmaría la
corriente principal de la ciencia cognitiva, la predicción de la acción y la atribución
de intenciones –al menos de intenciones simples- no parecen pertenecer a
campos cognitivos diferentes; más bien, ambas pertenecen a los mecanismos de
simulación corporizada apuntados por la activación de cadenas de neuronas
espejo lógicamente relacionadas”.

Así como estas neuronas brindan las bases para tener experiencia de los
movimientos intencionales, también colaboran en la comunicación para la
comprensión primaria de gestos, vocalizaciones y emociones. Parecerían operar
como los precursores evolutivos del lenguaje por medio de una forma de
funcionamiento refleja y especular; así las investigaciones en neuronas espejo,
sistema motor y comprensión del lenguaje sugieren una hipótesis alternativa a los
modelos computaciones y representacionales. La hipótesis supone que la
comprensión del lenguaje se basa en la “teoría de la incorporación”, de acuerdo
43
con Lakoff, Lakoff & Johnson, Barsalou, Gallese, Gallese & Lakoff, Glenberg27,
entre otros. “De acuerdo con la teoría de la incorporación, para las frases
relacionadas con la acción, las estructuras neuronales que presiden la ejecución
de una acción también deberían desempeñar un papel en la comprensión del
contenido semántico de dichas acciones cuando se describen verbalmente. La
evidencia empírica demuestra que así es” (Gallese et al, 2006, p.7). Varios
experimentos de imagen cerebral demostraron que al procesar información
lingüística para captar su significado se activan regiones del sistema motor
congruentes con el contenido semántico procesado; por ejemplo escuchar frases
que expresan acciones realizadas con la boca, la mano o el pie activan sectores
de la corteza pre-motora que se corresponden con aquellos activos durante la
observación de las acciones de la mano, la boca o el pie. Estos datos permiten
considerar que las neuronas espejo están implicadas en la comprensión de
acciones presentadas visualmente y también en la comprensión de frases
relacionadas con acciones presentadas auditivamente.

Las neuronas espejo parecen, también, constituir las bases biológicas para
especularizar las emociones; éstas son uno de los primeros vehículos de la
comunicación y el conocimiento de uno mismo y del otro. Antonio Damasio (1996,
2005) había anticipado la hipótesis acerca del papel que juega el sistema
sensorio-motor en la reconstrucción de lo que se sentiría como estar en una
emoción concreta mediante la simulación del estado corporal relacionado; el bucle
“como si” sería responsable de tal función de simulación. Parece ser que la
vinculación neural entre el sistema de neuronas espejo y el sistema límbico estaría
en la ínsula (Iacoboni, 2010; Gallese et al, 2006; Gallese et al, 2009) y permitiría
sentir las emociones asociadas con las expresiones observadas. No se trata de un
reconocimiento previo de la expresión y luego la emergencia de la emoción, sino
de un procesamiento automático e inconsciente que precede a cualquier
reconocimiento. El reconocimiento implicaría un procesamiento más deliberado y
explícito que no parece que actúe en los primeros momentos de la vida cuando se

27
Barsalou, L. (1999). Perceptual symbol systems. Behavioral and Brain Sciences, 4(22), 577-660.
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44
dan ya las primeras comunicaciones emocionales. El experimento de Wicker y
otros28 (cit. en Gallese et al, 2009) demostró que tanto sentir disgusto
subjetivamente como ser testigos de la misma emoción expresada por la mímica
facial de otro activan el sector del lóbulo frontal: la ínsula anterior. Por ello, cuando
observamos una expresión facial, esta percepción nos lleva a identificar de
manera directa y automática la emoción en el otro que reconstruimos por medio de
una simulación corporizada produciendo un estado corporal compartido. Según
Gallese et al (2009, p.535), este estado corporal comprende la activación de
mecanismos víscero-motores neurovegetativos; “entonces, es la activación de un
mecanismo neuronal compartido por el observador y por el observado lo que
permite la comprensión experiencial directa de una emoción dada de base.”

Gallese prefiere diferenciar, como también Iacoboni, las


conceptualizaciones de las simulaciones explícitas para el conocimiento del otro y
de sí mismo29 de las implícitas y pre-reflexivas, y plantea el concepto de
simulación corporizada para destacar la simulación como experiencia automática e
inconsciente. Este mecanismo funcional utiliza el resultado de las acciones,
emociones o sensaciones simuladas para atribuir este resultado a otro organismo
como un objetivo real que está intentando alcanzar o como una emoción real que
está sintiendo. Así, cuando vemos una expresión facial, esta percepción nos hace
sentir un estado afectivo concreto y no mediado por procesos de inferencia. La
simulación corporizada permite producir un estado corporal compartido. En la
misma dirección, Iacoboni (2010) manifiesta que el término simulación “no le gusta
mucho” pues implica un cierto nivel de esfuerzo consciente que no se corresponde
con la actividad de las neuronas espejo que es pre-rreflexiva y automática; prefiere
el término “acoplamiento” utilizado por Husserl o bien el de “interdependencia”,
para así dar cuenta del papel de las neuronas espejo en el moldeamiento de las
relaciones existenciales entre las personas.

Estudios realizados con infantes pequeños muestran la capacidad de


reproducir movimientos que no están basados en ningún proceso inferencial como
los trabajos de Meltzoff y Moore, ya mencionados anteriormente. Este hecho
sugiere la existencia de redes neuronales compartidas de un mecanismo neuro-
motor de simulación corporizada automática presente desde el nacimiento;

28
Wicker, Keysers, Plailly, Royet, Gallese &Rizzolatti (2003). Both of us disgusted in my insula: The
common neural basis of seeing and feeling disgust. Neuron, 40: 655-664.
29
Nota de la autora: Gallese et al diferencian la versión de la simulación estándar de la
corporizada, pues la primera se refiere a la comprensión de las mentes de otros por medio de
procesos de introspección o inferenciales; en cambio la simulación corporizada sería automática.
La primera acepción corresponde a los teóricos de la Teoria-Teoría de los cuales se diferencia.
45
también sugiere una base neuronal para un proceso intersubjetivo que comienza
al principio de la vida y se expresa en actividades mutuamente coordinadas
durante las cuales los movimientos, las expresiones faciales y las interacciones de
la voz del infante y de la madre se sincronizan (Reddy, 1997 cit. en Gallese, 2007).
Gallese (2007) considera que este proceso se continúa a lo largo de toda la vida.

La imitación y la sincronía son los mecanismos básicos para nuestra vida


social y las neuronas espejo son necesarias en esta actividad pues nos permiten
entender las acciones, intenciones y emociones de otras personas. Iacoboni
(2010) se pregunta ¿cómo hace este sistema de neuronas espejo para diferenciar
entre la acción propia y la acción que imita o con la que se sincroniza? La
pregunta planteada está hecha en la dirección de abordar la constitución del yo y
del otro y en qué medida este sistema neuronal participa. En este punto Iacoboni
asume una posición fenomenológica al considerar que no se puede separar la
explicación de la construcción del yo de la construcción del otro, son
interdependientes. La respuesta a la pregunta es, entonces, la siguiente: “la tasa
de activación de las neuronas espejo no es la misma para las acciones del yo que
para las acciones del otro. […] La descarga es mucho más fuerte con las acciones
del yo que con las del otro. Así, las neuronas espejo encarnan tanto la
interdependencia del yo con el otro (al activarse con las acciones de ambos) como
la interdependencia que al mismo tiempo sentimos y necesitamos, al activarse con
más potencia con las acciones propias” (Iacoboni, 2010, pp.133-134).

En la constitución del yo participan diversos factores dada su complejidad,


además de las capacidades de imitación y sincronización. Un paradigma
experimental que se utiliza mucho para dar cuenta de dicha constitución es el
auto-reconocimiento en el espejo. Investigaciones realizadas con monos muestran
que incluso los orangutanes no sobrepasan la prueba de auto-reconocimiento. Los
orangutanes que sí pasan la prueba son los que han sido criados en un contexto
con un alto componente humano (Iacoboni, 2010).

Iacoboni (2010, p.138) destaca que “el hecho de que el contexto social
tenga una importancia fundamental en el desarrollo de la capacidad de auto-
reconocimiento de los simios es revelador. El aislamiento parece inhibir la
capacidad de desarrollar el auto-reconocimiento; un contexto social enriquecedor
la facilita. ¿Cuál es la principal diferencia entre ambos entornos? La presencia de
los otros, las relaciones e interacciones continuas que debemos mantener con
otros individuos.” Es de suponer que otros animales con habilidades
comunicativas y sociales muestren signos de auto-reconocimiento; se ha
demostrado esto con delfines y elefantes que poseen comportamientos sociales

46
complejos y empáticos. Todos ellos poseen interacciones prolongadas madre-hijo.
“Parece ser que esta capacidad de auto-reconocimiento de los primates, delfines
y elefantes -linajes separados hace mucho tiempo en términos de evolución-
demuestra una evolución convergente que puede derivar de la interacción de
factores biológicos y ambientales” (Iacoboni, 2010, p.138).

Además, Iacoboni (2010) afirma que las ricas interacciones madre-hijo que
permiten las imitaciones recíprocas, la sintonía y sincronización de las acciones
entre ellos puede ser una de las formas claves para moldear las neuronas espejo
y el sentido del yo. Así, plantea que la mayor parte de las neuronas espejo se
forman durante la intersubjetividad primaria y secundaria, y se ven moldeadas por
ella, aunque puede ser que existan algunas pocas que ya estén preformadas y
faciliten las primeras interacciones. El planteo de Iacoboni, como también el de
Gallese (2007, 2009), entre otros neurocientíficos, es muy valioso y se encuentra
en la dirección del pensamiento de Lev Vigotsky -zona de desarrollo próximo-, de
Angel Rivière –optimización del desarrollo- y de Jerome Bruner –andamiaje que se
presentaron más arriba.

47
Consideraciones finales

El estudio de la acción intencional que he desarrollado permitió esclarecer y


a la vez recuperar el planteo original de Brentano del siglo XIX que penetró en el
siglo XXI a través de nuevos desarrollos teóricos en la psicología de la
intersubjetividad y en las investigaciones empíricas, en el dominio de la psicología
del desarrollo y las neurociencias. Como hemos podido advertir, el atributo propio
de lo mental es la intencionalidad, la direccionalidad a un objeto, especialmente el
otro humano; este relacionamiento con el otro es primario, es la matriz
intersubjetiva donde un yo y un otro son posibles.

En el contexto de las teorías actuales hay acuerdo en establecer los


fenómenos intersubjetivos primarios como condición de posibilidad para la
comprensión del sí mismo y del otro como seres intencionales y mentales. Sin
embargo aún no aparecen suficientes convergencias teóricas respecto de cómo
conceptualizar los mecanismos básicos que posibilitan la atribución de la
mentalidad propia y de los otros. Los modelos más cognitivos han cedido frente a
las evidencias empíricas acerca de las íntimas relaciones entre las acciones, las
emociones y las percepciones desde el comienzo de la vida. Estos hechos
permiten sostener modelos que consideran las primeras experiencias
intersubjetivas como directas, automáticas e inconscientes; asimismo, el
descubrimiento de sistemas neuronales que operan sobre la base de la simulación
ha fortalecido a estas últimas líneas teóricas (Brunsteins, 2011). También resulta
importante destacar el acercamiento que está produciéndose entre algunos
enfoques dentro del psicoanálisis, la psicología del desarrollo de la
intersubjetividad y las neurociencias; este interés creciente está posibilitando el
replanteo de conceptos en función de las evidencias experimentales.

Las competencias intersubjetivas, que están facilitadas biológicamente y


desarrolladas en la interacción con humanos, nos permiten realizar
comportamientos intencionales comunicativos y sociales; el déficit de estas
competencias, como hemos podido apreciar en el autismo, produce una profunda
alteración del conocimiento intencional de las acciones; esto implica un trastorno
severo y crónico del desarrollo que se traduce, con grados variables de gravedad,
en la incapacidad para entrar en comunicación con los demás y en comprender
sus pensamientos, emociones y sensaciones (Gallese et al, 2009). Todo esto
significa un déficit del conocimiento intencional. De acuerdo con recientes
investigaciones, según Gallese et al (2009), el autismo puede explicarse por la no
activación de las neuronas espejo; la falta de simulación corporizada sería
responsable de la no atribución de intencionalidad. Esta hipótesis cuestiona a la

48
que hasta ahora estaba muy acreditada: el déficit en Teoría de la Mente. Este
hecho se corrobora con estudios realizados con sujetos autistas de alto
rendimiento que no muestran alteraciones en Teoría de la Mente y sí lo tienen en
la activación de neuronas espejo.

Si lo propio de lo humano, lo que lo realiza plenamente es el vivir en un


mundo público, de significados, en una intersubjetividad regulada por emociones,
intenciones y sentidos, entonces, podemos sostener, luego de lo que ya hemos
comprendido, que lo que hace a un comportamiento genuinamente humano es la
experiencia fenoménica de encontrarse frente a frente con otro humano y mirarse
cara a cara. “Vivo en la expresión facial del otro, como lo siento a él vivir en la
mía”30

30
Merleau-Ponty, Fenomenología de la Percepción, citado en Iacoboni, M. (2010). Neuronas
Espejo, Buenos Aires: Katz, p.251.
49
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