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- ¿Qué tipo de interpretación jurídica ha de ser preferente: la

interpretación sistemática de las normas o la interpretación


consecuencialista de las mismas? ¿Por qué?

Previo a establecer cuál de los tipos de interpretación jurídica ha de ser


preferente, entre la interpretación sistemática de las normas o la interpretación
consecuencialista de las mismas, es preciso definir y diferenciar entre uno y el
otro.

En ese sentido, del estudio de los materiales facilitados así como fuentes
alternas concluimos que la interpretación sistemática tiene por objeto el lazo
íntimo que une las instituciones y reglas del derecho en el seno de una vasta
unidad. Según Bobbio, basa sus argumentos en el presupuesto de que las
normas de un ordenamiento o, más exactamente, de una parte del
ordenamiento constituyen una totalidad ordenada y que, por tanto, es lícito
aclarar una norma oscura o integrar una norma deficiente, recurriendo al
llamado “espíritu del sistema” yendo a un en contra de lo que resultaría de una
interpretación meramente literal.

Se puede afirmar que el criterio sistemático consiste en determinar el


significado de la norma interpretada desde la relación de esta norma con el
resto del Ordenamiento jurídico, a partir de la idea de que todas las normas del
Ordenamiento forman un sistema (el sistema jurídico), caracterizado por la
unidad, plenitud y coherencia, e informado por los mismos principios generales,
de los que todas las normas participan. Dicho criterio pone de manifiesto que el
significado de una norma no es algo aislado sino que se define dentro del
marco normativo más próximo en el que se inserta la norma objeto de
interpretación y asimismo por el marco normativo delimitado por la posición
jerárquica que ocupa dicha norma en el conjunto del Ordenamiento jurídico, y
finalmente por todo el conjunto del sistema jurídico.

Por otro lado nos encontramos con el tipo de interpretación consecuencialista,


el cual tiene entidad como criterio propio, lo encuadramos dentro del criterio
teleológico “porque está estrechamente conectado con la idea de finalidad”.
Permite distinguir dos criterios: a) El criterio consecuencialista estricto , que
consiste –en general– en interpretar una norma teniendo en cuenta “las
consecuencias de la interpretación no sólo en lo referente a criterios de utilidad,
sino también en relación con criterios de libertad, igualdad, proporcionalidad,
etc.”.

En este sentido, este criterio “exige que entre las distintas interpretaciones de
un enunciado se escoja aquella que mejores resultados proporcione teniendo
en cuenta su finalidad. Por tanto, implica un cálculo sobre las consecuencias de
la interpretación orientándola a cierto fin u objetivo, lo que le conecta
claramente con el criterio sistemático o, siempre teniendo a éste en cuenta, con
el de la realidad social”. Según el criterio teleológico, “el fin u objetivo debe ser
deducido del Ordenamiento y, en su caso, atendiendo a su incidencia social”.
b) El criterio consecuencialista de la universalización, que “exige que el
enunciado se interprete dando un significado que estemos dispuestos a
mantener en el futuro para circunstancias idénticas”, por lo que “obliga al
intérprete a comportarse como si estuviera sentando un precedente”.

Dicho esto, somos de preferencia del tipo sistemático de interpretación de las


normas, ya que el intérprete debe atender a la ubicación sistemática de la
norma interpretada. Ello como consecuencia de que las normas suelen estar
integradas en el seno de un conjunto de disposiciones trabadas o relacionadas
entre sí con coherencia interna.

Asimismo resaltamos que la interpretación de los preceptos positivos debe ser


obtenida no sólo de la letra estricta del texto legal, sino teniendo en cuenta su
sentido lógico y su ponderación sistemática que obliga a considerar el
ordenamiento jurídico como un todo orgánico, ya que la disposición legal debe,
ante todo, responder al fin supremo de la justicia, el cual únicamente puede
estimarse debida y razonablemente cumplido cuando el precepto se aplica en
forma tal que permita, usándose por el juzgador de una adecuada y justa
flexibilidad de criterio, acomodarse a las circunstancias del caso.
Ya que si la justicia ha de administrarse recta y cumplidamente, no ha de
atenderse tanto a la observancia estricta y literal del texto del precepto legal
como a su indudable espíritu, recto sentido y verdadera finalidad, ya que la
disposición legal debe, ante todo, responder al fin supremo de la justicia, el cual
únicamente puede estimarse debida y razonablemente cumplido cuando el
precepto se aplica en forma tal que permita, usándose por el Juzgador de una
adecuada y justa flexibilidad de criterios acomodarse a las circunstancias del
caso.

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