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Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica

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●●●●●●●●●●●●  La construcción de la identidad en el discurso periodístico. El caso 
Registrarse del semanario chiapaneco La Brújula
Recibir el Ficha n° 2439 
boletin Creada: 20 junio 2010
Contraseña  Editada: 20 junio 2010
olvidada El ensayo que leeremos a continuación explora, con un ejemplo, ideas en  Modificada: 23 junio 2010
torno al reconocimiento, las fronteras étnicas y la ayuda mutua que me han 
Página de  servido para atisbar, sin profundizaciones, en la construcción de las  Estadísticas de visitas
inicio identidades. El ejemplo que menciono es el discurso periodístico de Flavio  Total de visitas hoy : 19
Paniagua (San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 1843), escritor, periodista y  Total de visitas : 75
Directorio de político, sobre el levantamiento tzotzil de 1869; discurso que visibiliza una 
Investigadores idea de identidad de la “raza blanca” en el siglo XIX. Autor de la ficha:
Diccionario Vladimir GONZáLEZ 
Biblioteca ROBLErO
Autor(es):
Artículos
Vladimir González Roblero Editor de la ficha:
Avances de
investigación Patricia VEGA JIMÉNEZ
Bibliografia Fecha:
Fuentes Junio de 2010
Padrones
Cronología Texto íntegral:
Enlaces
Boletín  1
AFEHC
Información
Noticias Introducción
Noticiero
Centro 2  Durante el año 1869, cuando se 
americanista
recrudeció el ambiente hostil por la mal 
Contacto
llamada guerra de castas en lo que
conocemos como Altos de Chiapas, se pudo
observar de manera nítida, sobre todo en la 
prensa de entonces, el discurso identitario de
lo indígena y lo no indígena. En ese año, en 
junio, los indígenas tzotziles de Tzajalhemel, 
Chamula, y de zonas circunvecinas, se
apiñaron en las afueras de la ciudad de San 
Cristóbal en protesta por la disolución de un 
culto a santos y piedras parlantes, y por la liberación de un ingeniero mestizo, su esposa y su discípulo quienes desde 
1867 habían arengado y animado a la población indígena para visibilizar dicho culto. La manifestación, tomada como 
afrenta por un sector de los sancristobalenses, devino hechos de sangre1.
3 El semanario La Brújula, editado en San Cristóbal, comenzó a circular ese año2. Los artículos editoriales, 
presumiblemente escritos por Flavio Paniagua, a la postre considerado uno de los fundadores de la narrativa de ficción 
en Chiapas, siempre llamaron a la unión de los “blancos3” para defenderse de los ataques de los “indígenas”. A la vez,
se encargaron de reproducir y divulgar el estereotipo del indígena, a quien endilgaron los calificativos salvaje, bárbaro e 
incivilizado, entre otros4.
¿Qué ideas podemos poner en discusión en torno a la construcción de identidades si analizamos el discurso de la 
prensa decimonónica, en especial el de La Brújula?

Tres apuntes y una hoja suelta

4  ¿Cómo podemos comprender a los seres humanos cuyas acciones tuvieron lugar en un tiempo lejano, histórico5?
El historiador Wilhem Dilthey nos da una pista: podemos revivir ese pasado porque nuestras experiencias, en cuanto
seres humanos, son las mismas que los demás. Por lo tanto, podemos comprender las acciones de los otros, aunque no 
las hayamos vivido. Este revivir, nos dice Dilthey, permite penetrar “en la historia de otro tiempo, o en el acontecimiento
de un país lejano o en algo que ocurre en el alma de un hombre próximo a nosotros. Se llega a perfección cuando el 
suceso ha sido penetrado por la conciencia del poeta, el artista o del historiador y ha sido fijado en una obra en la cual
se halla perennemente ante nosotros6”. La obra del poeta, artista o historiador es a lo que, entre otras, Dilthey llama
ajenas manifestaciones de vida7 y el método que utilizamos para acercarnos a ellas, que abarca la interpretación y la 
comprensión, es el apropiado para lo que Dilthey llama “ciencias del espíritu”. En el caso del conocimiento histórico, y 
siguiendo a Dilthey, podemos comprender a quienes vivieron en el pasado a través del análisis de las fuentes, es decir, 
de las manifestaciones de vida. Así, comprendemos al novelista, al escultor, al poeta o al historiador por lo que plasmó 
en vida. Y es así porque poseemos una cultura —una espíritu objetivo, dice Dilthey—, y formas de expresión iguales, 
que nos permite ponernos en el lugar del otro para revivirlo.
5  Esta misma idea prevalece en la obra del sociólogo Alfred Schutz, cuando se refiere a la intersubjetividad y al 
estudio del “mundo de los predecesores”, es decir, a la historia. Schutz supone que las acciones de los seres humanos
que nos precedieron se pueden entender de manera indirecta estudiando los vestigios que nos han dejado, pues, dice,
“cuando leo un documento histórico, puedo imaginarme cara a cara con su autor y aprender cosas de él acerca de sus 
contemporáneos”, lo cual quiere decir que la experiencia de los predecesores es una experiencia humana factible de ser
interpretada8. Entonces, de acuerdo con Dilthey y Shutz, las acciones de nuestros antepasados pueden entenderse, de
manera individual, en cuanto experiencias humanas y, por lo tanto, compartidas por otros humanos, sean o no
contemporáneos.
6  ¿Me pregunto si de esta manera podemos entender el discurso periodístico de un hombre sobresaliente, como lo 
fue Flavio Paniagua, y la construcción de su identidad y la de los demás9?

La identidad construida por Flavio Paniagua

7 Tzvetan Todorov explica que el ser humano actúa en busca del reconocimiento del otro, lo que confirma su 
existencia. Lo anterior implica, desde luego, coexistencia10. Esta manera de explicar las acciones humanas, alejada de la
economicista de los primeros marxistas, también sugiere una manera de construir identidades. A mi parecer, la 
necesidad del reconocimiento por parte de los otros, como una necesidad existencial, contribuye a una distinción entre 
seres humanos a niveles micro y macro, y en consecuencia, favorece la construcción de identidades.
8 Por ejemplo, dice Todorov:

9 (…) La satisfacción que se obtiene de la conformidad con las normas del grupo explica también 
en gran parte el poder de los sentimientos comunitarios, la necesidad de pertenecer a un grupo,
a un país, a una comunidad religiosa11 (…).

10 Los sentimientos comunes que menciona Todorov son los elementos compartidos por los miembros de un grupo, lo
que sugiere la conformación de grupos homogéneos con individuos que se identifican entre sí. Esta identificación, a su 
vez, establece las fronteras con otros grupos cuyos integrantes no tienen los mismos sentimientos comunes de otro
grupo. Por lo tanto, tienen una identidad diferente. En el ejemplo que sigo en este ensayo, el levantamiento tzotzil de
1869, la construcción de la identidad se puede observar en el discurso de los “blancos”, al menos en los periódicos, 
fuente de la que dispongo.
11 La Brújula, semanario que dedicó buena parte de sus páginas a los acontecimientos, dio cabida a los remitidos o 
partes de guerra del gobierno del estado, entonces encabezado por José Pantaleón Domínguez. Además de esos textos 
que narraban los hechos, casi limpios de comentarios subjetivos, también aparecía la opinión de un hombre singular, 
letrado, quien además de dedicarse a las letras (periodismo y literatura), era un prominente político y hombre de 
prestigio en San Cristóbal: Flavio Paniagua12.
12  Aunque sé que corro el riesgo de generalizar, y que de momento tampoco puedo apoyar con fuentes copiosas 
dicha generalización, Flavio Paniagua es el intelectual que, cual punta de iceberg, representó a un grupo, la élite coleta, 
que, es obvio, se diferenció de los grupos indígenas. Y más todavía: encarnó el sentimiento de la población de la ciudad 
considerada bastión de los conservadores no solamente en lo político, sino también en lo social. No quisiera afirmar de 
momento que a través del pensamiento de un hombre singular, como lo fue Paniagua, se puede rastrear el de un grupo 
social en su totalidad. Quizá, eso sí, abrirnos las puertas e imaginarnos el bosque por medio de uno de sus árboles. En 
la imaginación de Paniagua, quien se auto adscribe a un grupo social, quiero ver el ideal de lo que para el siglo XIX se
entendía como mestizo. Ahora bien, y volviendo a la idea de Todorov, Flavio Paniagua reconoció, en primer lugar, al 
“otro” que al mismo tiempo integra su mismo grupo, y de la misma manera, le confiere a él la pertenencia y su 
existencia. Además de ese “otro” con quien comparte sentimientos comunes, aparece el “otro” con quien no comparte
esos sentimientos y de quien, se infiere, se identifica con otro grupo al que no pertenece Paniagua.
13  Así sucede en este artículo, en el que ensalza las acciones de los hombres mestizos que pelearon defendiendo no 
sólo a su ciudad, sino también a su “raza”:

14 ¿Quienes han muerto? Los hijos de ese pueblo que llenos de un civismo inimitable, que 
comprendiendo el inminente peligro de la próxima ruina de la sociedad, empuñaron el fusil, se 
ciñeron la espada, tomaron el puñal, la lanza y la pistola, y se marcharon con frente serena y 
altiva al campo de batalla, lucharon con el proverbial valor de los bárbaros y allí la tumba se 
presentó con su presencia silenciosa y espantadora, para encerrarlos eternamente en sus 
oscuros senos. Los hijos del pueblo han muerto, y esas muertes que hubieran sido necesarias si
la paz no la hubiera alterado el salvaje, ha sido la primera consecuencia de la guerra13.

15  En términos de Todorov, el artículo se refiere a un reconocimiento indirecto puesto que el agente del 
reconocimiento, en este caso Paniagua, quien lo otorga, recibe al mismo tiempo un reconocimiento por otorgarlo14.
Paniagua reconoce a esos hombres “llenos de civismo inimitable”, de quienes, es claro, no recibirá ningún 
reconocimiento. Pero su rol como periodista, y sus palabras hacia los caídos, le otorgan un reconocimiento social15.
16 El reconocimiento que hace Paniagua a los otros de su mismo grupo sirve para cohesionar a sus integrantes,
inculcándoles, al menos en grado de tentativa, valores identitarios que sirvieran de estandarte para luchar contra los 
otros, en este caso contra los indios sublevados. ¿Acaso el civismo inimitable y el valor ante la muerte no representan 
símbolos de identidad dentro del grupo? ¿No son esos los sentimientos comunes que refiere Todorov?

La interacción entre los tzotziles de Tzajalhemel y un sector de la población de San Cristóbal

17 El antropólogo Fredrik Barth se ha preguntado cómo se mantienen las fronteras entre los grupos étnicos. A 
diferencia de lo que comúnmente se ha pensado, es decir, que el aislamiento mantiene las fronteras entre los grupos, y 
por lo tanto los define, Barth sugiere que la interacción entre grupos establece esas diferencias.
Dice Barth:
18 Las distinciones étnicas no dependen de una ausencia de interacción y aceptación sociales; por 
el contrario, generalmente son el fundamento mismo sobre el cual están construidos los sistemas 
sociales que las contienen. En un sistema social semejante, la interacción no conduce a su 
liquidación como consecuencia del cambio y la aculturación; las diferencias culturales pueden 
persistir a pesar del contacto interétnico y de la interdependencia16.

19  La interacción, como dice Barth, reafirma las identidades de grupos distintos, estableciendo, por el contacto y por el 
reconocimiento del otro, las fronteras entre ellos. El contacto, además de que significa intercambio de patrones 
culturales, acentúa las diferencias y, en el caso del levantamiento tzotzil de 1869 (como bien puede ser en otros 
conflictos interétnicos) significó las hostilidades entre los tzotziles de Tzajalhemel y un sector de la población de San 
Cristóbal.
20  Se ha dicho, por ejemplo, que el mercado de Tzajalhemel tuvo un auge importante a tal grado que los indígenas de 
la región dejaron de asistir, en buen número, como lo acostumbraban, al mercado de la ciudad de San Cristóbal17. La
cantidad de gente que llegaba al mercado, así como las reuniones que se realizaban en Tzajalhemel, alertaron a un 
sector de la población de San Cristóbal y se corrió el rumor de que se preparaba una rebelión. ¿Significa esta ausencia 
de contacto, es decir, esta ausencia del otro, un síntoma de la necesidad de la otredad para definirse como grupo? 
21 Cuando en San Cristóbal se dieron cuenta de que había una nueva “secta”, y que la gente se reunía en los 
parajes, su población fue arengada para defender la ciudad de los posibles ataques. Y aún más, cuando se intentó 
disolver el culto, y los indígenas habían ya usado la violencia contra ladinos en comunidades rurales, los 
sancristobalenses aportaron armas, dinero y voluntades para esperar lo que viniera18. ¿Es lo anterior una reafirmación 
de la identidad?
22 Otra forma de entender la conformación de grupos, y por lo tanto de identidades, es la autoadscripción y la 
adscripción que se hace del otro. Dice Barth que el grupo étnico se compone de “miembros que se identifican a sí 
mismos y son identificados por otros19”. En ese sentido, en el levantamiento tzotzil de 1869 Flavio Paniagua, al escribir
los artículos para la prensa, se autoadscribía a un grupo, el blanco o ladino, y a la vez adscribía a otros a un grupo 
distinto, al indígena.
23 Dice en un artículo: 

24 Todos los pueblos amenazados con mas procsimidad por los salvajes deben quedar en guardia,
no deben olvidarse que nuestro enemigo común es robusto, valiente y descarado; y es natural 
que provean á su conservación con eficacia y actividad: que cada uno de sus habitantes se 
constituya en un verdadero soldado armado y dispuesto para la lucha contra los bárbaros, porque 
de otra suerte en la hora y el momento que menos se imagine, seremos invadidos y somos ya
testigos presenciales del modo y la manera con que esas hordas de otentores nos atacan20.

25  Paniagua se identifica aquí como parte de un grupo con características comunes, contrarias al grupo del que se 
excluye. Las palabras nuestro, seremos, nos y somos las opone a contra los bárbaros y esas hordas de otentores.
¿Significa una manera de definirse como parte de un grupo, cuyas características, alude, son superiores a la del otro? 
De esta forma hay un juego de definición de identidades.
26  La auto adscripción de Paniagua al grupo “mestizo” hace pensar, a través de su discurso, en una serie de 
elementos compartidos que los diferencia del otro grupo, del indígena. En este otro texto, Paniagua, al mencionar las 
características de los indígenas, define a la vez al grupo propio.
27 Dice:

28 Los índios, ¿que pretenden con la guerra que han iniciado? Es evidente que solo quieren el 
exterminio de la raza blanca, volver al estado que guardaban antes de la conquista, levantar
altares á sus falsas deidades y ofrecerles sacrificios humanos. (…) ¿Qué son los indios en 
Chiapas? Son faltos de ilustración y nada conocen de los deberes morales; solo poseen la 
sindéresis; es decir: los principios naturales de la moralidad: nada conocen de los deberes civiles 
y para ellos no más ley ni mas autoridad que la fuerza brutal, y por esto aun lo que les fuera 
alhagüeño como las leyes de sucesión hereditaria no las atienden ni las aplican en general21.

29 El grupo al que se adscribe Paniagua posee una serie de conocimientos, reglas y valores que lo distinguen del
otro, y que, a la vez, como se percibe en el discurso, resultan ser mejores, superiores y propios de los civilizados. Es un
grupo que comparte una moralidad común, un orden civil, reglas en torno a la cuestión hereditaria, como bien puede ser 
el incesto.
30  Lamentablemente, para los fines de este ensayo, no cuento con documentos para conocer la voz de los indígenas. 
Tampoco me serviría de mucho Florinda, la novela de Paniagua que recrea los acontecimientos de 1869. La historia
que ahí narra es menos agresiva, en términos de discurso, si la comparamos con los textos que Paniagua publicó en La
Brújula. En Florinda los indios aparecen ya no como salvajes y bárbaros, sino casi comparados con niños fácilmente 
manipulables; su discurso se torna paternalista.
31 El pensador político ruso Pedro Kropotkin defiende la idea de la ayuda mutua como un factor de progreso en la 
humanidad. Es cierto que Kropotkin sigue la línea darwinista, al concebir una idea evolucionista del progreso social,
como si se tratase de una ley natural22, también es cierto que nos ofrece ideas para entender el tejido social, es decir, 
las relaciones existentes entre los miembros de un grupo, que hacen que éste sea posible.
32 Su idea es que:

33 (…) las costumbres de apoyo mutuo dan a los animales mejor protección contra sus enemigos, 
que hacen menos difícil obtener alimentos (…), que aumentan la prolongación de la vida y debido 
a esto facilitan el desarrollo de las actividades intelectuales; que dieron a los hombres, aparte de
las ventajas citadas, comunes con las de los animales, la posibilidad de formar aquellas
instituciones que ayudaron a la humanidad a sobrevivir en la lucha dura con la naturaleza y a
perfeccionarse, a pesar de todas las vicisitudes de la historia. (…) la ayuda mutua (es)
considerada como una de las principales causas activas del desarrollo progresivo23.

34 Llevada esta idea al terreno social, Kropotkin propone ejemplos de ayuda mutua: los sindicatos, las guildas, las
asociaciones, cooperativas, partidos, etcétera, en los que la idea del bien común, del apoyo entre los integrantes del 
grupo, sustituye a la autoridad; y, en nivel macro, al Estado.
35  ¿Qué lecciones podemos sacar de Kropotkin? Creo que la más importante, al menos para los fines de este texto, 
es que la ayuda mutua mantiene al grupo unido al perseguir objetivos comunes. Esos objetivos en común, al igual que 
en la idea de Todorov, es lo que identifica entre sí a sus integrantes.
36  Y precisamente esa ayuda mutua fue a la que apeló Flavio Paniagua en un par de artículos aparecidos en La
Brújula. Uno de ellos, refiriéndose al clero, decía:

37 Lo invitamos á que no sea un frío espectador en la lucha sangrienta que se viene sosteniendo: 
queremos que predique, que anatemice, que condene á los indígenas que se filien e intenten 
seguir manteniendo el fuego de la revolución: queremos que sus palabras lleguen á los oídos de 
nuestros enemigos para disuadirlos de sus errores, para abrir su corazón á las santas 
inspiraciones de la verdad, para trazarles la senda del progreso y de la ilustración, para 
regenerarlos en una palabra24”.

38  Al gobierno le exigía que se establecieran cantones para recluir a los indígenas. Pedía una especie de reservas 
desde las cuales se les pudiera observar y controlar. También pedía un decreto para obtener recursos “pecuniarios”
para combatir a unos indígenas que en cualquier momento podrían levantarse. Exigía, además, una ley que contemplara 
no el castigo con sangre, sino “rehabilitar a esos hombres funestos que hoy pretenden destrozarnos”. Con ello, decía, 
se heriría “de una vez y para siempre la cabeza de la revolución25”. Y también se dirigía al ciudadano de a pie, a los 
otros “blancos” que habitaban en ciudades distantes, a las que no alcanzaba el levantamiento tzotzil, como Pichucalco,
San Cristóbal, Comitán y Tonalá[26].

Cuarta de forros

39 En el discurso de Flavio Paniagua en torno al levantamiento tzotzil de 1869 encontramos rasgos que nos permiten
tener una idea de la manera cómo se construye la identidad. En sus artículos periodísticos encontramos estas tres 
premisas que nos sirven de andamio para entender a los grupos sociales y su conformación, sobre todo cuando ocurren 
sucesos extraordinarios como los conflictos sociales.
40  ¿Cómo se construye, pues, una identidad? La respuesta, aunque mucho más compleja, encuentra la palabra clave 
en el “otro”. Y es que sin el “otro” no hay códigos comunes que compartir; no hay un reconocimiento que nos permita, 
tanto individuos como grupos, ser diferentes; no existe apoyo para transformar la naturaleza. En pocas palabras, la
identidad se construye con el otro.
41  La identidad del no indígena se ha construido entre pares y con el indígena. Y ello se manifiesta en la opinión de 
Paniagua del levantamiento tzotzil de 1869; discurso que en este ensayo no quiero generalizar, pero que bien valdría la 
pena plantearse la posibilidad.
42  Y si dicen que la historia es aleccionadora, ¿qué podemos aprender de la relación indio-ladino a través del tiempo? 
¿Podemos estudiar la construcción de la identidad en el tiempo sincrónico, en el que, sobre los acontecimientos, 
persiste una sola manera de mirarnos y concebirnos?
43 Notas de pie de página
1
44  Las causas del levantamiento de 1869 no se hallan solamente en la manifestación del culto, sino, en términos de 
Fernand Braudel, en la explicación de las estructuras económicas y sociales (mediana y larga duración). De esta 
manera, como lo han sugerido algunos investigadores (Jan Rus, 2002, y Rocío Ortiz, 2003, incluso Antonio García de 
León) el acontecimiento se explica por el control de la mano de obra indígena, disputada desde la independencia de 
Chiapas entre las élites federalistas-centralistas o liberales-conservadoras, según las circunstancias.
2
45  Véase Miguel Ángel Herrera, “ Correo del Istmo (León, Nicaragua. 1849-1850) y la construcción de redes sociales 
en el Pacífico centroamericano” in Boletín de la AFEHC, no. 45, (Junio de 2010).
3
46 Quiero seguir la idea de “blanco” (entrecomillado) según la concepción del siglo XIX, que se utiliza, al menos en La
Brújula, para diferenciar a los ladinos de los indígenas. 
4
47 Aunque en la prensa se habla de castas, posteriormente, hacia 1890, Vicente Pineda, en su libro Rebeliones
indígenas en Chiapas, sugiere que no es una guerra de castas, sino una guerra de la civilización contra la barbarie. 
Vicente Pineda, Sublevaciones indígenas en Chiapas. Gramática y diccionario tzeltal, (México: INI, 1986).
5
48  Aquí quiero entender el término “histórico” como lo han entendido los historiadores de la literatura, especialmente
quienes se acercan al estudio de la novela histórica: el adjetivo “histórico”, que califica a la novela, se refiere a un
tiempo pasado no vivido o experimentado por el novelista. Véase Seymour Menton, La nueva novela histórica de la 
América Latina, 1979-1992, (México: Fondo de Cultura Económica, 1993), pág. 33.
6
49 Wilhem Dilthey, El mundo histórico, (México: Fondo de Cultura Económica, 1978), pág. 239. 
7
50 Dilthey, El mundo histórico, pág. 229.
8
51 Alfred Schutz, La construcción significativa del mundo social. Introducción a la sociología comprensiva, (España: 
Paidós, 1992), pág. 238.
9
52  Las preguntas que me hago en torno a la fenomenología de Schutz y las ciencias del espíritu de Dilthey son, en 
este ensayo, meras inquietudes que no respondo a fondo, ni siquiera trato de emplear una “metodología” para analizar
el discurso de Flavio Paniagua, lo que también implica otras consideraciones teóricas-metodológicas. 
10
53 Tzvetan Todorov, La vida en común. Ensayo de antropología general, (España: Taurus, 1995), pág. 117.
11
54 Tzvetan Todorov, “La vida en común”, pág. 122. 
12
55  Algunos datos biográficos para ubicar el personaje me parece importante. No todos los lectores lo conocen.
13
56 “Sobre la guerra de castas”, La Brújula, (23 de julio de 1869), pág.1.
14
57  Sobre el reconocimiento indirecto véase Todorov, La vida en común, pág. 126.
15
58  Tan es así que hoy en día una calle en San Cristóbal y una escuela en la misma ciudad llevan su nombre. 
16
59 Fredrik Barth, Los grupos étnicos y sus fronteras, (México: Fondo de Cultura Económica, 1976), págs. 9-49, pág. 
12.
17
60  Véase, Antonio García de León, Resistencia y utopía. Memorial de agravios y crónica de revueltas y profecías 
acaecidas en la provincia de Chiapas durante los últimos quinientos años de su historia, (México: Era, 1999), pág. 94. y 
Prudencio Moscoso Pastrana, Rebeliones indígenas en los Altos de Chiapas, (México: Universidad Nacional Autónoma 
de México, 1992), pág. 87.
18
61  Véase, por ejemplo, Flavio Paniagua, Florinda, (México: Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, México, 
2003), pág. 78 donde dice: “…el patriotismo de los sancristobalenses concurrió con grandes sumas de dinero, pólvora, 
plomo, fierro y demás necesario para mal armar a los ciudadanos, que, sin distinción de clases, se habían filiado a las 
listas de guardia nacional”.
19
62 Fredrik Barth, “Introducción”, en Los grupos étnicos y sus fronteras, pág. 11.
63 fn20.“Tristes consecuencias”, La Brújula, (23 de julio de 1869), pág. 1. Las cursivas son mías.
21
64 “Terrible problema”, La Brújula, (17 de septiembre de 1869), pág.1.
22
65 Pedro Kropotkin, El apoyo mutuo. Un factor de la evolución, (Bilbao: Zero Zyx, 1978), pág. 14.
23
66 Pedro Kropotkin, El apoyo mutuo. Un factor de la evolución, (Bilbao: Zero Zyx, 1978), pág. 17. 
24
67 “El congreso y el clero del Estado”, La Brújula, (octubre 8 de 1869), pág.1.
25
68 “El congreso y el clero del Estado”, La Brújula, (octubre 8 de 1869), pág.1.
26
69 “Terrible problema”, La Brújula, (octubre 8 de 1869), pág.1. 
70

Para citar este artículo :

Vladimir González Roblero, « La construcción de la identidad en el discurso periodístico. El caso del semanario chiapaneco La Brújula », Boletín 
AFEHC N°45, publicado el 04 junio 2010, disponible en: http://afehc-historia-centroamericana.org/index.php?action=fi_aff&id=2439

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