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20/5/2019 Atila en las fronteras del ensayo - Literal Magazine

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ATILA EN LAS
FRONTERAS DEL Email Address

ENSAYO Subscribe

MALVA FLORES
POPULAR NEWS / LO
Cuentan que Atila, el rey de los hunos, el “azote de Dios”, no era
un hombre tan cruel como su propio deseo lo pintó. Amaba la MÁS LEÍDO
poesía pero íntimamente despreciaba —como Genserico, el rey
de los vándalos—, “el lujo de los vencidos”. Fue tal vez montado Apocalipsis confortables
sobre Othar, a las puertas de Constantinopla, cuando pronunció
by Alberto Chimal
la frase que todos recordamos: “Las estrellas caen, la tierra
tiembla, yo soy el martillo del mundo y donde pone mi caballo los LOS QUE NADAMOS
pies no vuelve a crecer la yerba”. Después de un cerco cruel y de by Socorro Venegas
la traición de algunos romanos a su emperador Teodosio, Atila
arrebató a Constantinopla un tributo brutal para sus huestes. Tsunami
Teodosio era un pusilánime; Atila, una máquina de guerra: y by Lorea Canales
como siempre en la guerra, una máquina que fue un negocio y
aceleró el fin del imperio Romano. Todo imperio llega a su
término. Lo sustituye otro, pero mientras esto sucede, las guerras
intestinas son la gota que lo va minando. COLUMNISTS /
COLUMNISTAS
El arte, ¿es, ha sido, un imperio? Sólo si lo concebimos desde
fuera del arte: desde todas esas vagas pseudociencias que han 
querido domesticar su poder subversivo, acotándolo a categorías GISELA KOZAK
FUERA DE LUGAR
que no le son propias; como si poniendo un cerco de palabras
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alrededor del objeto artístico pudiéramos construir un corral Venezuela: trama para Le
adecuado para un borrego doméstico. El arte no es un borrego y Carré
siempre se ha saltado las trancas del corralito, pero preferimos
ALBERTO CHIMAL
encerrarlo a dejarnos arrebatar por su radical y peligrosa EL CRUCE
extrañeza, que nos obliga a pensar. Hay que domesticar a esa Apocalipsis confortables
fiera, hay que volverla manipulable y la hemos querido someter,
desde dentro, con el lenguaje. Ese “dentro”, parece un agente
ANA GARCÍA BERGUA
embozado, un romano sin su fe, aliado de los hunos. Pero el arte CON VISTA AL MAR
no es un imperio, sino la forma más persuasiva de la libertad. Tejer el espíritu de las
palabras
Cuando Alfonso Reyes consideró, hace ya muchos años, que el
NAIEF YEHYA
ensayo era “el centauro de los géneros”, nos hizo un guiño sobre CRÓNICAS DE LA
lo que hoy llamamos hibridez, y que no es otra cosa que la unión INTERZONA
no disparatada de uno o más seres literarios posibles: si el The proposal, de Jill Magid
hombre y el caballo cabalgaban unidos en aquella prodigiosa
creatura, los elementos del ensayo, como en un tubo de ensaye, ALEJANDRO GONZÁLEZ
se reunían para producir un nuevo elemento. Alquimia pura, el ORMEROD
HIPÓCRITA
ensayo es esa forma que resulta de la unión de seres
La fuente de la popularidad
aparentemente disímbolos; unión que ya en su torre Montaigne del presidente
concebía con un perfil menos dramático, más amable, dada su
naturaleza de paseo. El ensayo era, entonces, un pasear entre ANDRÉS ORTIZ MOYANO
las cosas y los siglos, entre las obras y los hombres. Era, DESDE HYPERION
también, una reflexión y una crítica sobre el hombre, el arte o la Apología del carajote
literatura, escrito desde la literatura. Era, es, otra de las formas de
la creación. ADOLFO CASTAÑÓN
LOCAL DEL MUNDO
Salvación del salvador. Un
No voy a hablar aquí de la historia, ya muy larga, del género; ni texto olvidado de Sergio Pitol
sobre Alfonso Reyes
de las extrañas y, ociosas para mí, disquisiciones sobre si es
realmente un género o no. Hacerlo implicaría dudar incluso de la
ANA V. CLAVEL
existencia del mulo, ese caballo/burro que propició aquel SÍNDROME DE
hermoso poema de Lezama Lima —su “Rapsodia”—, que inicia SCHEREZADE
diciéndonos: “Con que seguro paso el mulo en el abismo.” Así el Todo lo que digas será al
ensayo. Sin embargo, como lo concebíamos, enfrenta hoy revés
detractores múltiples, pues la especialización del conocimiento ha
propiciado una serie de equívocos que se quieren científicos. La DAVID MIKLOS
BIOPSIA
manía de la catalogación, de la taxonomía, ha alcanzado al
Standards
ensayo, justo cuando era, de las formas, la más libre. Nos
encontramos así con que ahora existen el ensayo académico, el
CRISTINA RIVERA GARZA
ensayo literario y, entre ellos, una variedad absurda de OVERCAST
nomenclaturas. Fincar sobre tierra firme. La
escritura geológica de
Gerardo Arana
Nada me impresionó más que advertir, al participar como jurado
de algunas becas literarias, que la categoría en la que yo había
SOCORRO VENEGAS
concursado muchos años atrás —ensayo—, ahora se llama MODO AVIÓN
“ensayo creativo”. Si hay un ensayo creativo, significa que hay Los que nadamos
cientos, miles (me dijeron las autoridades), que no lo son. La
acotación pretendía dejar fuera al ensayo académico, las tesis y SANDRA LORENZANO
EN OTRA PIEL
otros productos que tienen más citas que cuerpo, menos ideas
La memoria del pequeño dios
que palabras. No abundaré más en ello y sólo diré que entre los
escritores se ha verificado una lucha encarnizada para reclamar
HÉLÈNE DIECK
la titularidad del género. No sé en qué terminará esa disputa. INTERNATIONAL AFFAIRS
Seguramente se talarán muchos árboles para demostrar la The Rise and Fall of the Saudi
“legitimidad” de cualquiera de sus posturas. Aclaro que mi Prince
defensa de los árboles no quiere ser una expresión
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“políticamente correcta”, en favor de la “sustentabilidad”, pues LOLITA BOSCH


quienes nos impusieron la corrección política como manera de KAMAKURA
explicar el mundo, nos obligaron a modificar nuestra visión de la La guerra me ha educado (3)
realidad para así someter al pensamiento a la blandengue esfera
del eufemismo, que no es peligroso, que es manipulable y que, MIRIAM MABEL
no obstante, reclama con avidez sacrificios en su nombre. Así, MARTINEZ
VISTA GORDA
una sombra recorre el campus: la de los profesores que, víctimas
También le pasa a la gente
de un concepto alentado por ellos mismos —lo políticamente como uno
correcto—, han sido cercados por el monstruo que crearon y no
son pocas las veces que injustamente se les lleva a juicio, con AURORA LOSADA
una absoluta falta de sentido común, por atentar contra las CONTRAMANO
creencias de sus pupilos. Esto ha conducido a disposiciones EL BURKINI Y LOS SHORTS
“académicas” realmente asombrosas. En un programa de
estudios hispanoamericanos en Estados Unidos, por ejemplo, los GERARDO CÁRDENAS
EL ALMA PEREGRINA
profesores deben advertir que algunas de las lecturas propuestas Tierra sin nombre: de Ahora
(El laberinto de la soledad, en el caso que conozco) pueden ser me rindo y eso es todo
ofensivas para algunos estudiantes y, por lo tanto, su lectura no
es obligatoria. No falta mucho para que El Quijote se prohíba y RODRIGO CARRIZO
allá o acá, que un profesor le diga a un estudiante que su COUTO
redacción es deficiente, puede costarle el empleo. EL OBSERVADOR ALPINO
“Cuando el público no les
ve…”
Esta censura sui generis oculta otro asunto que pocas veces se
aborda en las distintas reflexiones sobre la materia: la perversa BRIAN RIEDEL
oficialización, homogeneización, del lenguaje crítico. A mediados ITHÁKI
Venezuela’s Queer Future
del siglo pasado, el “pensamiento universitario” emergió como el
único moralmente legítimo porque, se decía, era autónomo y no
SO MAYER
dependía de las circunstancias políticas o económicas: más bien POLITICAL ANIMAL
debía incidir en ellas. Aunque las evidencias prueban lo contrario, If I Could Fall Into the Sky
la autonomía del pensamiento universitario es algo que se da por
sentado: no se discute y las universidades son, en nuestro
imaginario, las únicas depositarias del pensamiento crítico. Pero
el lenguaje subversivo que las caracterizó durante la década de
los sesenta fue expropiado por el camaleónico lenguaje oficial: STICKY NOTES
nuestros ensayos son la prueba más contundente de lo que digo.
ROSE MARY SALUM
El ensayo es una de las formas más depuradas de la pasión ENTRE LOS ESPACIOS
Objeciones al movimiento
escrita. No significa esto que su escritura deba olvidar el rigor de
#MeToo
un estudio metódico o que, abusando de la vena lírica, el ensayo
prescinda de la forzosa argumentación. El ensayo no es, DAVID MEDINA PORTILLO
tampoco, la acumulación inmoderada de citas que a nadie MESA DE SALDOS
sorprenden y sí fatigan el alma de quien lee buscando algo que Mayoría de un solo hombre
hemos olvidado: el entusiasmo. Somos nuestras palabras y no es
difícil entender que la profundidad o la amplitud de nuestras MALVA FLORES
HILO NEGRO
pasiones o entusiasmos sean directamente proporcionales a
Octavio Paz y Carlos Fuentes:
nuestro lenguaje. un mayo oscuro

No podemos, yo no puedo, escribir sobre un asunto que no nos TANYA HUNTINGTON


LATIN AMERICAN SUITE
competa de manera personal. En cada una de las palabras que
ensayamos existe ese elemento íntimo que nos conecta con lo Leonora y Edward
que hacemos, así nuestro ensayo hable de las moscas, de la
literatura, del futbol, la política o de las variadas formas de
escribir un soneto. Hacer lo contrario es simular. Sólo si en el 
tubo de ensaye incluimos la sal y la pimienta de nuestras
VISIT COUNTER
aversiones, deseos o admiraciones, podremos de allí obtener un
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elemento nuevo cuya único propósito será compartir una charla


por escrito y hacernos pensar. Eso, finalmente, es la literatura. web counter
Una forma de leer el mundo. Una conversación que primero pasa
por un soliloquio y luego, en su forma de ensayo, puede
convertirse en un diálogo con el otro, aunque nunca lo
conozcamos. Procurar ese diálogo, alcanzar la forma de la charla
o el disenso, es, debe ser, labor del ensayo. Otra de sus tareas, y
de la que dependen aquellas, es su legibilidad.

Pero en los tiempos que corren, el ensayo se ha visto asediado


por una invasión que lo destruye: se cree que para evitar “el
impresionismo” es necesario acudir a una terminología teórica
adornada con jergas extraídas de un verdadero lenguaje
autónomo: el de la filosofía. La filosofía y la literatura son
lenguajes particulares que se cruzan y confluyen en el hombre.
Sin embargo, los estudiosos de la literatura y en general de todas
las mal llamadas ciencias sociales hemos creído que nuestros
medios palidecen ante la exactitud del lenguaje científico. Desde
la academia hemos pervertido al lenguaje literario sustituyéndolo
por “metodologías” y un vocabulario ad hoc. En un caso aún más
dramático confundimos nuestras metodologías con productos
tecnológicos (“dispositivos”, según la terminología al uso). Y así
como la tecnología no es el pensamiento científico, sino su
aplicación, hemos dotado a nuestras vagas metodologías, que
cambian según la moda, del supuesto poder de una tecnología
para el uso de todos. Pero una tecnología no es un pensamiento.

El problema no estriba en la falta o existencia de un pensamiento


teórico en el ensayo. Su pretendida ausencia es la razón que
alegan los oficiantes para desestimar cualquier discusión literaria
que no lo posea en forma de tecnicismos. Toda literatura es, en sí
misma, el resultado de un pensamiento de tal naturaleza. Es
absurdo creer que podemos acotarla a un vocabulario mínimo, a
un pseudo razonamiento que, en realidad, es la pobre puesta en
escena de una técnica pedagógica que se ha transformado en
una burocracia del lenguaje. Esta burocracia ha colonizado todas
las áreas de la actividad humana: ése es el poder de cualquier
totalitarismo y con un lenguaje chato, romo, eunuco, nos han
sometido. No nos damos cuenta y el ejemplo que sigue no es una
exageración retórica. Es real, ocurrió y ocurre todos los días
frente a nuestros ojos. Pero ya lo dijo Daniel Sada: “Porque
parece mentira, la verdad nunca se sabe”.

Durante la pasada copa del mundo, un comentarista de Televisa


empezó a discurrir sobre “la narrativa del corner” y pocos minutos
después, ante la debacle del seleccionado nacional, exclamó: “es
que no están sabiendo articularse”. Nadie advirtió ese giro del
habla porque ése es ya nuestro lenguaje. Comentándolo, escribí
en Twitter: “A la narrativa del corner debemos articular la narrativa
del taco”. Fui retuiteada, aplaudida y comentada… por varias de
las personas que, sin darse cuenta, utilizan a cada instante esas
dos palabras —articular y narrativa—, en su lenguaje cotidiano. 

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Cuando escribimos nuestros ensayos con el vocabulario


sancionado por Conacyt, que en sus múltiples documentos
oficiales sugiere atender los “saberes” para propiciar “la
horizontalidad del discurso”, en realidad estamos siguiendo de
rodillas las ideas dictadas por los organismos internacionales que
decimos combatir porque son la expresión del sistema que nos
sojuzga, burocratizando cualquier expresión de libertad: y
olvidamos que la primera de ellas es el lenguaje. Es paradójico
este mundo que dice respetar la diferencia y al mismo tiempo
prohíbe y sataniza el discernimiento –que es la primera tarea del
crítico–, la disensión y la variedad.

Blandiendo nuestras armas ideológicas —las palabras—,


creemos que somos revolucionarios y conceptuales, pero nuestra
crítica literaria es como el PRI: burocrático-institucional y
profundamente corrupta porque transó con las modas, las “líneas
de investigación” académica y los experimentos pedagógicos
planteados por la UE, el Banco Mundial, la OCDE, etc. y,
mansamente, nosotros buscamos nuestra línea, nos formamos
atentos para recibir “estímulos a la productividad”; pero nos gusta
pensar que estamos contribuyendo para el bien común,
descalificando siglos de tradición crítica al sustituirla con el
glosario técnico que nos han impuesto las instituciones.

Preocupado por la horizontalidad, la inclusión de las minorías,


etcétera, el lenguaje del ensayo contemporáneo es, de hecho, un
instrumento de segregación. Quienes lo escriben no hablan para
que los individuos a quienes dicen incluir los entiendan; sino para
un gremio que reclama sus cotos de poder y la ración
presupuestaria correspondiente. Hablan entre ellos, se citan entre
ellos y la pretendida “socialización del conocimiento” es sólo una
etiqueta conveniente, que no amplía el conocimiento y se
conforma con la uniformidad del habla. Así, es posible que un
comentarista de futbol, un doctor en letras o un poeta hablen con
el mismo lenguaje. ¿Necesitaría decir que, además de la religión,
la mejor forma para colonizar ha sido el lenguaje? Las
instituciones nos han convertido a su fe y, al mismo tiempo, nos
han querido volver sus comisarios. Nuevos Torquemada,
linchamos gustosos a quienes no profesen nuestra religión,
aunque nuestra religión, decimos, tiene su base en el respeto de
las diferencias.

En la crítica literaria ocurrieron transformaciones profundas


después de la Segunda Guerra Mundial que hoy nos tienen –por
lo menos en los países que somos satélites del pensamiento
norteamericano, que a su vez se apropió del francés, alemán,
etcétera– en un estado grave de postración respecto de nuestras
capacidades argumentativas. Hoy ya no somos capaces de
imaginar o de pensar dos pasos más allá de nuestro marco
teórico: deliberada o inconscientemente repensamos (repetimos)
lo que otros dijeron y ese acto nos parece brillante. Creemos que
el discurso es lo real; que la literatura sólo existe como 
documento y que nuestra función no es entender, compartir y
transformar en otra, una experiencia estética, sino
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“problematizarla”, traducirla a un lenguaje que la traiciona:


homogeneizarla.

Todo esto es grave, pero lo realmente trágico sucede cuando en


un poema, o en una novela, literalmente, la voz lírica o un
personaje repiensan. No es extraño que ello ocurra si desde la
institución rectora de la cultura en este país, se plantearon las
mismas políticas y el mismo lenguaje que usa el Conacyt. Se
preguntarán, con toda razón, ¿acaso no existía un vocabulario
privilegiado por la vieja historia de la literatura?, ¿no se usaban
tecnicismos? La diferencia consiste en que un ensayista o un
crítico los utilizaba como herramientas, pero no creía que esas
voces sustituyeran al pensamiento crítico. Nos convertimos ya,
como Theodore Rozack temía en 1968, en los hijos de la
tecnocracia, definida por él como “la sociedad en la cual quienes
gobiernan se justifican porque se remiten a los técnicos, los
cuales, a su vez, se justifican porque remiten a formas científicas
de pensamiento. Y más allá de la ciencia, ya no hay santo al qué
encomendarse”. Pero la ciencia, no es la técnica.

Ya no construimos, arriesgamos, desarrollamos una idea: sólo


podemos “articularla”, “formularla”, y con esas dos palabras
simplificamos un mundo de relaciones. Es paradójico que entre
los requisitos para la presentación de una tesis de grado se
advierta que debe tratarse de una “investigación original”, cuando
ya no creemos que los autores que estudiamos sean capaces de
ningún rasgo distintivo, porque la originalidad está oficialmente
desterrada: ahora, nuestros autores “reformulan”, “reconfiguran”,
alguna idea previa. Ya no son el lobo que se come a los corderos:
si son autores cuya obra nos produce simpatía, hacen
“reapropiaciones”, “recontextualizaciones”, “engordamientos”. En
el mundo del re, el plagio no debería asombrarnos: está inscrito
en nuestras líneas de investigación, en nuestras preocupaciones
estéticas y en nuestro lenguaje cotidiano. También lo premia el
SNI, hasta que el niño se ahoga con las muchas palabras que se
apropió de los otros y se vuelve un escándalo.

Para la academia todos los autores son un borrego adentro del


corral, pero un borrego “paradigmático”. Ya no estudiamos la obra
de un autor: la “trabajamos” y la convertimos en “emblemática”.
No son más un ejemplo o un modelo: son un “paradigma que
reformula y articula al mismo tiempo la ruptura de otros
paradigmas”, y así explicamos lo mismo a Cervantes que a
Joyce, que a Kafka, que a Aimé Césaire. Esa frase cree que
refuta o condensa “teóricamente”, la discusión de Los hijos del
limo, los ensayos de Eliot, y hasta al Harold Bloom de La
angustia de las influencias, pero somos felices porque sin citar a
los autores “hegemónicos” abreviamos, en una frase, un siglo de
pensamiento.

Es curioso, pero nada ofrece el milagro de la individualidad, para


aquellos preocupados por defender las identidades y las

diferencias. Tal vez por ello nuestra crítica es una horizontalidad

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genérica e intercambiable. Hemos simplificado las enormes o


sutiles diferencias que ocurren al interior del cuerpo literario, en
“negociaciones entre prácticas” y creemos que no es necesario
describirlas desde su compleja singularidad, sino reunirlas en el
cajón de los “emplazamientos críticos”. Si yo escribo un ensayo
sobre las distintas formas de actuar de un mismo escritor en
Twitter o Facebook, mi trabajo puede ser calificado por la crítica
como un “estudio de las prácticas intelectuales en el campo
cultural”. Si, en vez de ello, me centro en el papel de Francisco A.
de Icaza en España y su relación con Alfonso Reyes y los otros
mexicanos exiliados, la crítica también podría decir que me he
dedicado “al estudio de las prácticas intelectuales en el campo
cultural”. Probablemente, mi crítico agregará el siglo, como si la
demarcación temporal fuera el único incidente que los
distanciara. Uno más avezado, tal vez advertiría algo que empata
mis hipotéticos apuntes y entonces escribiría en su propio paper:
“se trata de una revisión que repiensa y articula, desde la
desterritorialidad, el empoderamiento de los marginales y su
inserción en los grupos hegemónicos que detentan el campo
cultural.” Si el ensayo es literatura, ¿de veras eso es la literatura?
Hemos decidido que la literatura es un tema de estudio, una línea
de investigación y no, una forma de comunión que intenta dar
respuesta a las preguntas esenciales que nos incumben a todos.
Teorizamos sobre el archivo en Reyes, pero no nos interesa el
drama, que aún nos concierne, en Ifigenia cruel.

Nos encantan las palabras que terminan en al: “contextual”,


“paradojal”, etcétera. Hoy, todo es pos, neo, des. Buscamos
“desplazamientos”, “desapropiaciones”, “resignificaciones”,
“autorreferencialidades”, “intermediaciones”,
“desterritorializaciones”, “reproducciones de la singularidad”, pero
¿en verdad vemos la singularidad? ¿Realmente nos interesa la
literatura? La literatura y el arte, así como la ciencia, no son
“saberes”, ni son “tecnologías” y, sin embargo, constituyen lo
único que nos redime como especie. Nos negamos a verlo
porque creemos que ello nos excluye, cuando es lo que nos
salva. Jubilosos en el dantesco infierno de la repetición sin
esperanza, creemos que estamos ayudando a derrocar un
imperio, sin ver que es ese mismo imperio, enmascarado, el que
ya nos colonizó y somos sus agentes, sus misioneros cándidos,
sus miopes comisarios que no vemos la contradicción que existe
al traducir el mundo diverso que decimos ideológicamente
defender con un manual de fórmulas y esquemas; con un
glosario exiguo que, pensamos, dice por sí mismo, y con esas
pocas voces —alentadas, difundidas y premiadas por la
burocracia académica—, construimos el corral.

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20/5/2019 Atila en las fronteras del ensayo - Literal Magazine

Imagen de Ernest Descals

En las primeras páginas de El castillo, leemos: “Este pueblo es


propiedad del castillo. Quien vive aquí o pernocta, vive en cierta
manera en el castillo. Nadie puede hacerlo sin autorización del
conde. Usted, sin embargo, o no posee esa autorización o al
menos no la ha mostrado”. Entonces, K. se pregunta: “¿En qué
pueblo me he perdido? ¿Acaso hay aquí un castillo?” En la
academia, esa pregunta está vedada. Vivimos en el castillo,
acatamos las órdenes del conde y su burocracia, hablamos con
las pocas palabras que están “calificadas” para “interpretar” y
traducir el mundo. Nuestro trabajo ocurre en una fábrica: la
fábrica de papers, que humea día y noche, y escupe —en serie
—, las nuevas escrituras que descalifican y desprecian el trabajo
“no autorizado”, independiente, de cualquier crítico artesano del
lenguaje, porque la independencia, la autonomía del
pensamiento, también están proscritos. Nada más peligroso para
la burocracia que la crítica real, la que disiente y distingue. Para
evitar ese peligro nos han convencido de una de sus normas
centrales: no podemos prescindir de la burocracia pues “se funda
en una preparación especializada, una división funcional del
trabajo, y una constelación de actitudes metódicamente
integradas. Si el funcionario deja de trabajar o si su trabajo sufre
una interrupción forzosa, sobreviene el caos”. Esa es una de las
razones, continúa Weber, que vuelve utópico creer en la
posibilidad de eliminar a la burocracia.

En el reino de la burocracia, lo sabemos, ya no tenemos aura, y


debemos arrasar con todos sus vestigios porque ellos nos hablan
de lo que un día creímos y no queremos ver más en ese espejo
que sólo nos refleja una montaña de huesos. Igual que el
alienado, el niño o el salvaje, que destruye el reloj para encontrar
el tic-tac, llevados por la benévola mano de las instituciones,
hemos desmontado los lenguajes y tropos. Pero a diferencia de
aquellos, no lo hemos hecho por curiosidad, sino alentados por el
sistema que le teme a cualquier alegoría, siempre peligrosa. Así, 
nos ha enseñado a derribarlas y en nombre de su Dios
tecnócrata quieren hacernos creer que de esa forma

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entendemos, que así explicamos, que “problematizamos” y con


ello estamos colaborando para el bien común.

Somos nuestras palabras, nuestro lenguaje. Por eso, para la


burocracia es forzoso uniformarlo, enrarecerlo y propagar ese
nuevo misterio, esa nueva fe que anuncia: ¡por fin leemos desde
otro lado!, aunque ese lado sea, y no nos demos cuenta, el de un
bando oficial. La literatura, ¿es, ha sido, un imperio? No. Pero
germina con la savia de lo diverso y es uno de los últimos
reductos de la libertad. Hemos destruido todos sus mitos, todas
sus metáforas. Hemos sitiado a la literatura y socavado el poder
subversivo de la lengua. En lo alto, Atila nos observa montado
sobre Othar, cuyos cascos de lumbre ya quemaron la hierba. En
nuestra lengua está que vuelva a florecer.

Malva Flores es poeta y ensayista. Su


libro más reciente es La culpa es por
cantar. Apuntes sobre poesía y poetas de
hoy (Literal Publishing/ Conaculta, 2014).
Es columnista de Literal. Twitter: @malvafg

©Literal Publishing. Queda prohibida la


reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de
utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la
ley federal del derecho de autor.

POSTED: DECEMBER 14, 2015 AT 11:17 PM

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[WASPS] RECONSIDERING LA AMNESIA


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REVOLUTION NATURAL

There are 4 comments for this article

Rosalinda
December 31, 2015 at 12:41 pm 

literalmagazine.com/atila-en-las-fronteras-del-ensayo/ 9/12
20/5/2019 Atila en las fronteras del ensayo - Literal Magazine

Qué chafa ¿ensayo?


Sobre todo porque eso que “defiende” la
autora no se cumple en su obra. La falta de
ideas, los versos abstractos y sin sentido, así
como los plagios velados son de las bases de
su construcción. También me sorprende
mucho este tipo de sentencia, mucho más en
este tiempo: “No podemos, yo no puedo,
escribir sobre un asunto que no nos competa
de manera personal.”. Acaso no va
directamente en contra de la supuesta idea de
libertad que más abajo enmarca?
Chafa y contradictorio.

Reply to this message

Malva Flores
January 4, 2016 at 2:07 pm

Gracias por tu lectura, Rosalinda.


Lamento que mi artículo te
parezca “chafa”. Agradezco
también que hayas leído mi
“obra”, aunque consideres mis
versos “abstractos y sin sentido”.
Me conmueve tu generosa
disposición a la lectura de
trabajos que no te interesan.

Reply to this message

Sandro Cohen
January 17, 2016 at
12:05 pm

Malva, mil gracias


por enviarme la liga
a tu ensayo. Me
parece uno de los
más brillantes y
propósitivos que he
leído en mucho
tiempo. Creo que
voy a dárselo a mis
alumnos de la
Universidad
Autónoma
Metropolitana como 
lectura obligada este
trimestre. Gracias,

literalmagazine.com/atila-en-las-fronteras-del-ensayo/ 10/12
20/5/2019 Atila en las fronteras del ensayo - Literal Magazine

de veras. Te lo dice
un poeta y crítico
que muchas veces
se siente sitiado
dentro de los muros
de su propia
academia, o un
curioso agente doble
que desde el ensayo
busca rescatar a la
poesía, esa princesa
que han encerrado
en su distante y fría
torre de marfil de
marcos teóricos,
problematizaciones
y recepciones que a
mí siempre se me
han negado, por
fortuna.

Reply to this
message

Sandro Cohen
January 17, 2016 at 11:55 am

Estimada Rosalinda:

Disiento de tus palabras. Este me


parece uno de los ensayos más
lúcidos, combativos y fértiles que
he leído en mucho tiempo.
Lamento que no hayas justificado
ninguna de tus acusaciones. Si
uno, como crítico, califica algo de
positivo o negativo, debe decir
dónde y por qué. La simple
desalificación —o el simple
elogio— no merece el calificativo
de “crítica”. Su crítica, pues, no lo
es.

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